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III. El corpus retorico derar igualmente la perspectiva del contrario y refutarla. Asi pues, como dice Lausberg, la dialéctica se encuentra fuera y dentro, en el enfrenta- miento de las posturas y en cada uno de los discursos, que prueban su planteamiento y refutan el del contrario.* Por el hecho de ser el mas complejo y completo de los discursos, el estudio de su estructura es el que mejor y més pormenorizadamente se ha Ilevado a cabo entre los retéricos, y es asimismo la base sobre la que se estudian las partes del discurso retérico. Nos dice Quintiliano que las oraciones de este género tienen cin- co partes imprescindibles: exordio (proboemium), narracién (narratio), prueba 0 confirmacién (probatio), refutacin (refutatio) y epilogo (perora- tio). Algunos tratadistas afiaden a éstas la division @artitio), la proposi- cion (propositio) y la digresién (excessus) (Inst. orat. III 9 1). Son las ama- das partes prescindibles del discurso. mmmmemIII.b.1.2. Las partes del discurso Como nos dice Perelman, al discurso cientifico, expositivo-de- mostrativo, le basta con enunciar la tesis de la que parte y demostrarla interpretaciones, es necesario un tipo de estructuracién conducente a dicho fin. Todo discurso retérico es una estructura textual-pragméti (como en caso de la tragedia, que analiza Aristételes en su Poética, 1449b2x ss.) cuya finalidad es persuadir al auditorio. En ambos casos, en el discurso retérico y en la tragedia antigua, nos encontramos con unos disefios estructurales y funcionales de Jos textos, dentro de una doctrina mixta, textual-pragmética. Porque se tiene en cuenta al receptor a la hora de la constitucién de la estructura, y se da una determinada estruc- tura en funci6n de su efectividad pragmitica. En el caso de la tragedia griega, Aristételes se encargé de mostramos la relacion entre estructura trdgica y catarsis. Resumo la doctrina aristotélica de la tragedia en el esquema siguiente: { » C£. ibidem, §§ 63 y 140-223, pags. 11 y 153 ss. 3 “ David Pujante / Manual de retérica — | TEXTO-ESPECTACULO| a Partes textuales: fabula, costumbres, sentencia, diccién | Partes no textuales: mUsica, espectaculo Planteamienio + nudo ~— desenlace [anagnérisis deus ex machina] i | i | ESTRUCTURA. DE INTERES ae 4 . IMPLICACION EMOCIONAL Tanto las partes textuales (la historia tragica, los personajes, lo que dicen y cémo lo dicen) como las espectacylares se organizan en una estructura de interés que tiene como€finalidadla_implicacién emocional del espectador, su_catarsis.* En elCaso de los discursos retoricos tambien se impone una manera de construccién en funcién de la persuasién por conseguir. El modelo més elaborado por la teoria retorica antigua, tal y como ya hemos dicho, es el discurso judicial. Es consenso mayoritario entre autores tanto antiguos como medievales considerar cuatro (cinco) partes imprescindibles: exordio, narracién, argumentacién (probatoria y refutacién) y peroracion. Entre las partes prescindibles, como ya hemos sefialado, coloca Quintiliano Ia digre- sion, la proposicién y la enumeracién, Partes que se podrian a su vez integrar en la narracién. Ofrezco a continuacién el esquema de Mor- tara Garavelli*, que me parece especialmente interesante para aclarar Ja terminologia griega o latina con la que el estudiante puede encon- trarse en cualquier momento: % Cf. ARISTOTELES, Poétiez, Madrid, Gredos, 1974, pags. 145 ss. Cf. Antonio GARCIA BERRIO y Teresa HERNANDEZ FERNANDEZ, La Pocti- ca: Tradivién y Modernidad, Madrid, Sintesis, 1988, apartado 3.5. % Bice MORTARA GARAVELLI, Manual de retérica, cit., pag, 69. a III. El corpus retérico eieeaiesieieeeces agen 1. progimion 1. exordium/prooemium/principium 1, exordio/proe 2. (dlégess) 2. nawraro 2, norracién/exposicién 2a. porékbasis 2, digressio/egressus 2a. digresion 2b. préthesis 20. propositiofexpositio 2b. proposicién 2c. partitiofenumeratio 2c. parlicién 3. pists 3. Argumentatio 3. argumentacién 3a, kotaskeus 30. confimatio/probatio 3a. confimacion/pruba 3b. anaskeué _ 36, refvtatio/confutatio/reprehensio 3b. confutacién* 4.epiogos 4, Eplogus/seroratio/conclusio 4. Epllogo/peroracién/ conclusion senenasmues 1T1.b.1.2.1, El exordio El exordio inicia el discurso retérico. Equivale a principium en latin y a MPoowtov en griego. Siguiendo a Quintiliano, podemos decir que mientras la palabra latina vale para significar principio en general, la griega tiene un significado mas especifico: da a entender con bastante claridad que es la entrada del asunto que vamos 4 tratar. El exordio tiene como objetivo conseguir la atencién, la docili- dad y la benevolencia de quienes escuchan. Cuando se comienza una intervencién ante un auditorio, para que el discurso se desarrolle en condiciones dptimas, es imprescindible, ante todo, que el auditorio atienda (sin la atencién, dificilmente pucde seguirse lo demés). En segundo lugar es necesario que los presentes permanezcan atentos durante todo el desarrollo del discurso (de nada vale una atencién momenténea); a esa permanencia en la atencién es a lo que los tra- tadistas clasicos Haman docilidad. En tercer lugar el exordio tiene que conseguir la benevolencia del ptiblico. De nada vale al orador tener un ptblico atento, permanentemente atento (décil), si se encuentra mal- dispuesto. Se puede estar muy atento a un discurso que se intenta desmontar. Una actitud asi no conviene a la intencién retérica, no le es util. = Aunque sea mas habitual hoy reficacién, confuutacién se utiliza en espafiol desde { la ret6rica renacentista Retérica en lengua castellana de Miguel de SALI- NAS. Cf. Elena CASAS (ed.), La retérica en Espafa, cit. pag. 142. oS David Pujante / Manual de retérica 96 ~ La presencia/ausencia de exordio en un discurso ret6rico asi como el tipo de exordio dependen de los géneros discursivos y de la natura- leza de las causas. En el género deliberativo 0 suasorio, por ejemplo, que como hemos visto es el género consultivo por excelencia, si la consulta es privada, la necesidad del exordio en nula, pues siempre consultamos sobre algo que nos interesa y estamos bien dispuestos a escuchar lo que quiera que sea que se nos aconseje. Incluso estaremos dispuestos a hacer un esfuerzo suplementario en caso de no estar demasiado convencidos del beneficio de lo que se nos aconseja. Si bien, y es opinién de Quin- tiliano, no debemos iniciar ningin discurso de forma abrupta. La naturaleza de las causas tiene mucho que ver con el tipo de exordio que conviene hacer, porque la naturaleza de la causa crea un grado de tension que varia en fancién de la relacin que se establece entre dos factores: el grado de defendibilidad de la causa y la necesidad de captar la simpatia de los oyentes. Cuanto menos defendible sea una causa, mds carne en el asador habra que poner a la hora de hacer al publico benevolente, biendispuesto para con nuestra propuesta. Quin- tiliano recoger la tradicién de la Retérica a Herenio y de Cicer6n, tra- dicién en la que se habla de cinco tipos de causa: genus honestum (hon- (genus doscurum (obscure). Cuando tratamos de un asunto honroso la tension que se estable- ce entre grado de defendibilidad y necesidad de captar la simpatia es minima, lo que hace casi prescindible el exordio. Por el contrario, en los casos admirables 0 paraddjicos la tensién es maxima y requieren un tipo de exordio especial que los tratadistas mencionados denominan énsinud- tio. En las causas vulgares, dudosas y oscuras, la tensién es media y el exordio requerido no ha de ser especial, es el llamado por los tratadistas latinos principio, y tiene por finalidad la atencién, la docilidad y la be- nevolencia, aunque varien las estrategias segin su tipo. Si tenemos una causa de género dudoso constituiremos el principio a partir de la benevolencia. [...] Si la causa es de género humilde procuraremos conquistar la atencién (Rhet. ad Heren., 1, 4). Captaremos la atencién si prometemos hablar de cosas interesan- tes en general o que interesan especialmente a los que escuchan. Con- seguiremos la docilidad si hacemos una exposicién breve y no cansamos. UL. El corpus retérico En cuanto a la benevolencia, son cuatro los modos de conseguirla: par- tiendo de nuestra persona, de nuestros adversarios, de los oyentes y de los hechos. Los exordios normales (principio) consiguen con argumentos no encubiertos oyentes atentos, déciles y benévolos. El exordio especial, para casos dificiles, debe hacerse de tal forma que veladamente y con disimulo obtengamos también todas esas cosas (Rhet. ad Heren., 1, 7). Para estos casos dificiles existe un exordio en dos partes, muy elaborado, dada la dificul- tad que el caso entrafia para conciliar las voluntades de los oyentes. Semejante exordio consta de una introduccién 0 principio y de una insinuacién, insinuacion porque ante una causa de género afrentoso 0 cuando hay presiones o bien aborrecimiento de quien esta en la parte contraria, no se puede actuar directamente y por medio de la insinua- cién es como debe conseguir el que habla introducirse en los corazones de los que lo escuchan (Inst. orat. TV x 42). Es necesario que el orador se muestre modesto en el exordio. Esto debe notarse en el semblante, en la voz, en lo que dice y en el modo de decitlo (Inst. orat. IV 1 55). La modestia puede descender hasta la apa- tiencia de torpeza, dado que psicolégicamente el que se encuentra tor- pe y en apuros despierta una natural e inmediata simpatia en quienes lo estan escuchando y viendo. Con intencién o sin ella, la modestia tefida de torpeza, cuando se ha dado, ha producido, incluso en la literatura, estupendos resultados, como es el caso de los escritos de Teresa de Jess. Es conveniente el uso de un estilo sencillo, para que no se note la claboracién previa (Inst. orat. IV 1 60). Es fundamental la memoria, pues un fallo de memoria destroza toda la emotividad, la cercania al auditorio que se propone el exordio. ‘Tipos de exordios (segtin sus defectos) a los que ser refiere Quin- tiliano en su tratado (Fnst. orat. IV_1 5 Exordios vulgares 0 usuales Se acomodan a varios 05 asuntos Exordios comunes Valen para el contrario Exordios conmutables Pueden convertirse en arma de! contrario, _Exordios separados No cuadran con el asunto “Bxordios trasladados No se toman de la misma 7 “ David Pujance / Manual de retérica 98 r {Ejemplo Gonzélez-Aznar} En los discursos realizados por el Presidente del Gobierno, Don Felipe Gonzalez, y por el lider de la oposicién, Don José Maria Aznar, en la primera sesin del Debate sobre El Estado de Ia Na- cidn de 8 de febrero de 1995, el «aso» del exordio fue la condena de un asesinato perpetrado por el grupo terrorista vasco ETA; el de Gregorio Ordéfiez, un miembro del partido mayoritario de la oposicién (PP), ocurrido dias antes. Es éste un exordio expuesto por el Presidente Gonzilez, con modestia en el semblante, en la voz y en el modo de mostrar la condena: sin tintes exagerados, aunque con firmeza. Si bien el tipo de exordio, en un principio, podria ser considerado de los «comunes», no Io es en realidad, ya que la propuesta de ganar la lucha al terrorismo se realiza partien- do del programa socialista. A continuacién, el entonces lider de la oposicién, Don José Maria Aznar, para su inicio de discurso uti- liz6 el mismo motivo, el asesinato de Gregorio Ord6iiez,” Los tipos de exordio que sefiala Quintiliano, pese a la debilidad vicio que caracteriza a cada uno de ellos, no son desechables por prin- cipio, y muchas veces han sido utilizados por los grandes oradores. Ademés se puede hablar también de exordios largos y de exordios con- tra las reglas. Los defectos por los que Quintiliano caracteriza estos tipos de exordio no son exclusivos del inicio, sino que son defectos aplicables a todo el discurso. Antes de dar por concluido este apartado quisiera hacer dos con- sideraciones todavia. En primer lugar (y ha de servir lo que ahora diga para el resto de la preceptiva que se desarrolle a continuacién), en la mente de los ms conspicuos rétores no estuvo jamés la idea de estable- cer unos principios inamovibles para la confeccién de cada una de las partes del discurso ret6rico, Ellos saben que el arte no puede ensefiarlo todo, que tiene sus limites, y que para traspasar esos limites el hombre solo cuenta con su naturaleza. Los recursos entonces ya no son los de la racionalidad constructiva, sino esos otros que vienen de la intuicién 0 de Ja sugerencia. Quintiliano nos ofrece al respecto un espléndido ejem- [ * Cf. David PUJANTE y Esperanza MORALES, «Discurso politico en la ac~ tual democracia espafiolay, Discurso (otofio 1996, primavera 1997), 39-75. III. El corpus revérico 99 plo para meditar sobre este particular, el del pintor Timates de Citnos Giglo 1 a. de C. Teniendo que representar el sacrificio de Ifigenia, habia pintado a Calcante triste, todavia mas triste a Ulises, y habia dado a Mene- lao el maximo de afliccién que su arte era capaz de conseguir: habiendo agotado todos los signos de emocidn, y no sabiendo de qué modo podia dignamente dar expresién al rostro del padre [Agamendénl, le cubrié con un velo la cabeza y dejé a la capacidad de cada uno la estimacién de su dolor (Inst. orat. 1 13.13). Los artistas entienden bien este ejemplo. Lo vemos recogido a lo largo de los tiempos, como en la Elegéa a don Pedro de Castro, en la muerte de su hermano, obra de nuestro poeta del Siglo de Oro Juan de Jéuregui: Fuerza seré que el hémido semblante un velo cubra a tu querida esposa, pues no hay estilo a su dolor bastante.* El reconocimiento de los limites de la preceptiva trae consigo Ia falta de rigorismo, la ausencia de dogmatismo que, sin embargo, pode- mos apreciar en momentos posteriores de la historia de Occidente, momentos pretendidamente clsicos en los que se oblig6 a un uso feroz de las conocidas reglas de las tres unidades en el teatro: unidad de accién, unidad de lugar y unidad de tiempo. Quintiliano, cuya obra es uno de los pilares para la interpretacién del pensamiento clasico en materia retérica, e incluso poética (por la estrecha relacién que se es- tablecié entre ambas disciplinas), jamas da reglas fijas para las partes ni para la disposicién general del discurso. Considera que las reglas varfan con las circunstancias, Ia ocasi6n y la necesidad, dado que el fin siempre es lo apropiado a cada discurso y el interés de la causa particular (Inst. orat. II 13 8). La segunda de las consideraciones a las que me he referido para concluir este apartado tiene que ver con fa importancia de los énicios en gener: ios discursivos, inicios narrativos. Ciertamente, de meter- nos por el mundo de la literatura, donde se espejan tantos problemas de la retérica, tendriamos que atender a asuntos tan apasionantes como (lo i » Juan de JAUREGUL, Obras I. Rimas, Madrid, Espasa-Calpe, 1973, pag. 48. David Pujante / Manual de retérica 100 = diré con palabras de Mortara Garavelli) cho de comenzar a componer, los efe primeras frases de un texto ctos que tienen sobre el lector las is mtinuacién de la lectu- Tepresentativo de los ejemplos de la literatura en lengua castellana, el comienzo del Quijote: En un lugar de la Mancha. Un octosilabo (el verso mas castellano), que a su vez es un eco de un romance del Romancero general, que por otra parte constituye una formula paradigmatica del inicio narrativo de cualquier cuento tradicional, sin que hayamos de despreciar el guifio de ojo que hace Cervantes a los inicios que son propios de los relatos caballerescos (la cercana Mancha frente a tanto nombre fantdstico aprendido por los lectores del tiempo cervantino como cuna de los distintos Palmerines, Felixmartes y Esplandianes. Aun siendo cierto que La Mancha cervantina es de sospechosa realidad, se muestra sin duda como un lugar imaginario. Tanto es asi que se disculpa Manguel por no incluirla en su guia de lugares imaginarios*). wommnes [T1b.1.2.2. La narratio Esta es la segunda de las partes del discurso ret6rico y sigue al exordio. En los discursos judiciales, los mas complejos, con la narratio se declara la cosa sobre la que se va a sentenciar. En general, en todo discurso, la narracién es la exposicién de hechos como consideramos que han ocurrido 0 como suponemos que han de ocurrir. Es nuestra mirada al pasado, al futuro o bien instalada en el presente sobre unos hechos en cuestién. Por ejemplo, cémo vemos Ia actuacién (en tiempo pasado) de un hombre acusado de homicidio, cémo consideramos que se desarrollara (tiempo futuro) una guerra contra los turcos, cual es nuestra postura ante un héroe o ante un dios sobre los que hacemos una oracién fanebre o una alabanza. La narracién sigue una serie de leyes que constituyen importante venero para los estudiosos de los procedimientos narrativos de la litera- » Bice MORTARA GARAVELLI, Manual de retorica, cit., pag. 74. © Cf. Alberto MANGUEL y Gianni GUADALUPI, Breve guia de lugares ima- ginarios, Madrid, Alianza Editorial, 2000, pag. 11. IIT. El corpus retérico 101 st tura, y la permanencia de estos recursos a lo largo de los tiempos nos enfrenta con un tema fundamental en todo ambito comparativo: la iden- ificacién de lo que es universal y de lo que es distintivo, en nuestro caso, en la tradiciorret6rica en comparaci6n con ottas tradiciones discursivas. En la tradici6n doctrinal retérica sobre la narracion hay una dife- rencia terminolégica importante: lo que Hamaban los griegos’ préthesis (exposicién), que seria la forma genérica retorica de cualquier exposicién de hechos; y la diégesis (narracién), que seria una especie de la genérica prithesis 0 exposicién, y que identificamos con la propia de la segunda parte del discurso retérico. Dentro del discurso retérico podemos en- contrarnos exposiciones especiales en lugares que no son el de la narra- tio retrica. Podemos, por ejemplo, hacer un excurso narrativo, contar algo en un lugar del discurso que nada tiene que ver con la exposicién de la causa, que es accesorio, que nos viene bien como procedimiento ret6rico, que es también una exposicién de hechos, pero que no es la narratio. En esta linea diferenciadora, Cicerén considera que hay tres ti- pos de narracién (narrationum genera): la primera incluye la propia causa y ef estado de la controversia (Cicerén, De invent. 1 19). Es una descrip- cién del estado de Ia causa. Puede que defendamos en un discurso: D que no esta claro si existe homicidio ¢ha matado el encausado a la victima?), o bien 2) que hay homicidio pero no asesinato (la ha matado involuntariamente), o bien 3) que ha habido asesinato pero con ate- nuantes (un asesinato en un estado de ira, de locura). La narracién nos obliga a exponer todo Jo que constituye el fundamento de la argum y luego fo argiimentaremos. La segunda clase de narracién contiene una digresién externa ala causa y tiene como finalidad acusar, comparar, divertir de manera acorde con el tema que se discute 0 amplificar (Cicerén, De invent. 1 x19), Es una nartacion dentro de la narracién o en cualquier parte del discurso retérico, como cuando narramos un ejemplo. Consiste en alejarse del sujeto principal con la intencién de hacer una aclaracién 0 simplemente ornamentar para el agrado del auditorio. La tercera clase es ajena a las causas civiles; su tinico objetivo es agradar pero sirve también como titil ejercicio para adiestrarse en el hablar y en el escribir (Ciceron, De émvent. 1 19). Es la narracion literaria, que corresponde David Pujante / Manual de retérica 102 r principalmente al arte poética pero que es muy stil al arte retérica. Segiin se centre dicha narracién en los hechos o en las personas tendre- mos una doble clasificacién. Las centradas en Ja exposicién de los he- chos se dividen en relato Jegendario o fabula, historia y ficcién. La fabula narra hechos que no son ni verdaderos ni verosimiles. La historia narra los hechos verdaderos aunque sean inverosimiles, la ficcin narra hechos imaginarios pero verosimiles (hubieran podido ocurrit). Cuando Ja narraci6n se centra en Jas personas, hay que mostrar con los hechos el lenguaje y el caracter de los personajes, lo que Lausberg Mama la narracién personal como novela psicolégica (Lausberg, 1975 § 290). Los genera narrativos a los que acabo de referirme no se conside- ran. como importantes por Quintiliano (Inst. orat. 1V 2 2-4), aunque en el libro II de la Institutio oratoria atiende los tres tipos de narracién que podemos llamar literaria 0 poética: fabula, argumento (0 narracién fic- cional) ¢ historia. El estudio de estos tipos de narracién poética (poé- tica en el sentido amplio de narracién creativa) dice que se deben dejar a los gramaticos (Inst. orat. I 9 y IL 4 2), es decir, que no son objeto de consideracién por parte de los rétores. En realidad responden a ejerci- cios escolares similares a los que hoy conocemos como redacciones (sobre la primavera, sobre la vaca lechera 0 tantos otros temas de redac- cién bien conocidos por los escolares). Sirven, como indica Cicerén, para adiestrar en la escritura (y si se exponen puiblicamente en la clase, para adiestrar en el habla). Representan un nivel inferior al uso de la narratio como parte estructural del texto del discurso retérico, cuya finalidad es distinta: la persuasién. wwvonmnnweneee UIT.b.1.2.2.2. Las virtudes narrativas Aunque la narracién comparte el fin general del discurso que es persuadir (se consiga 0 no), su fin especifico es ensefiar o instruir (docere) al oyente sobre el asunto traido a controversia (Inst. orat. IV 2 31), para lo que se ayudar del delectare (hay que ensefiar distrayendo) y del movere (mientras se informa hay que conmover al juez). Es al docere, es decir, a la instruccién del caso (que, como hemos dicho, es lo nuclear en la narracién), a lo que sitven las tres virtudes o leyes basicas de la narra- cién, a saber: la claridad, la brevedad y la verosimilitud. IIL. El corpus retérico Esta doctrina de las virtudes narrativas, que recoge Quintiliano, parece remontarse a Isécrates, pero posiblemente sea mas antigua; lo que indica que semejantes leyes de la exposicién narrativa de la causa fueron evidentes para los maestros de retdrica desde los albores. Existen otras vircudes complementarias, que estén principalmente al servicio del delectare y del movere, y que son virtudes ornamentales; pero las basicas son la claridad, la brevedad y la verosimilitud. CLARIDAD.—La narracién tiene que ser abierta a la compren- sién de todos y limpia, clara en suma: la llamada narratio aperta por Cicerén (De invent. 1 2 28) y aperta adque dilucida por Quintiliano (Inst. orat. 1V 2 36). Para conseguir en Ja narracién esa apertura hacia todos, para la comprensién de cuantos oyen, le corresponde poner su granito de arena a todos y cada uno de los niveles operativos: al inventivo, pues debe ser una narracién con las ideas claras; al dispositivo, puesto que dichas ideas deben disponerse y encadenarse también con absoluta cla- ridad; también al nivel elocutivo, ya que debe ser claro el lenguaje empleado, con palabras apropiadas, evitando lo rebuscado y extrafio; e incluso atafie esto de la claridad a la operacién tltima, la actuativa, dado que resulta necesario que la pronunciacién sea también clara, nunca entre dientes 0 en tono bajo o con la mano ante la boca, por poner ejemplos evidentes que entorpecerian a claridad en este tltimo peldatio de la manifestaci6n discursiva. BREVEDAD.—En segundo lugar la narracién debe ser breve. Quintiliano, siguiendo la linea de la Rhetérica ad Herennium (Rhet. ad Heren. 1 15) y del De oratore (De orat. I 326) de Cicerén, considera que la narracién debe dar comienzo en el lugar que conviene para informat al juez, y no antes; no debe salirse del asunto; debe omitir todo lo superfluo, todo aquello que no interesa para la mejor inteligencia y para Ja mayor utilidad de la causa (Inst. orat. 1V 2 40). No es cuestién de ser breve en cada parte de la narracidn, sino en su conjunto. Quintiliano ofrece un estupendo ejemplo para evitar confusiones a este respecto: CE Janos 8. PETOFT y Antonio GARCIA BERRIO, Linglstica del texto y critica literaria, Madrid, Comunicacién, 1978; A. GARCIA BERRIO, antroducciém», en: Teun A. van DIJK, Texto y contexto (Seménticay prag- mitica del discurso), Madrid, Catedra, 1980, pags. 1-18; Tomas ALBALA- sesamerasene TIL. El corpus retérico IL.b.1.2.3. Las partes prescindibles del discurso Entre los dos pilares del discurso, que son la narraci6n y la argu- mentacién, abre Quintiliano un paréntesis (en Ios tres tiltimos capitulos del libro VI de la Institucién oratorid) para hablar de la digresién, la pro- posicién y la division, como partes prescindibles del discurso, que en ocasiones aparecen entre la narracién y su natural sucesion, la confirma- cién 0 probatoria de lo que ha sido narrado o declarado. La digresion es un excurso, el tratamiento de un punto que se sale del plan natural expositivo, pero que resulta witil a la causa y prepara para la probatoria que vendrd después. La digresion, por su cardcter, puede aparecer en cualquier otro lugar del discurso; y es una especie de narracién en miniatura. Supongamos que estamos ante un juicio de malos tratos por una persona que suele beber vino. Si queremos amino- rar o neutralizar la relacién del caso con el vino, podemos hacer un excurso laudatorio de éste, recordando los aspectos positivos, sus cua- lidades terapéuticas, la recomendaci6n que hace san Pablo a ‘Timoteo: Ya no bebas agua, sino usa de un poco de vino por causa de tu estémago y de tus frecuentes enfermedades (r Timoteo, 5 23), 0 incluso podemos recordar la relaci6n del vino con Ia sangre de Cristo y su importancia eucaristica. Todo esto no esta en relacién directa con la causa, pero puede serle til. Otra de las partes prescindibles es la proposicién, que designa en realidad el principio de toda prueba, pero este nombre se ha acabado especializando para la designacién de un resumen breve de la causa. Si la forma detallada de comunicar la causa recibe, como hemos visto, el nombre de narracién (diégesis en griego), esta otra forma abreviada es la proposicién. Aunque Quintiliano sitéa estas tres partes prescindibles delante de la argumentacién discursiva, también la proposicién, como dijimos de la digresin, puede aparecer en otros lugares, por ejemplo, r ' DEJO, Teorfa de los mundos posibles y macroestructura narrativa, Alicante, Universidad de Alicante, 1986; T. ALBALADEJO, «La semantica exten. sional en el andlisis del’ texto narrativo», en: G. REYES (ed), Teorfas iterarias en la actualidad, Madrid, El Arquero, 1989, pags. 185-205; T. ALBALADEJO, Retorica, cit.; T. ALBALADEJO, Semdntica de la narra. cién: la ficcién realista, Madrid, Taurus, 1992. 119 = David Pujante / Manual de retérica 120 - delante de cada prucba en particular. Esta recapitulacién general es la quintaesencia de la cuestién expuesta en la narraci6n, Las proposiciones pueden ser simples, dobles y multiples, es decir que comprendan un solo punto, 0 dos o varios. Por ejemplo: Esquines realiz6 mal su embajada: Porque minti6. Porque no hizo nada de lo ordenado. Porque retrasé la gestion. Porque acept6 sobornos. La tercera de las partes a las que se refiere Quintiliano es la divi- sién (partitio). Es una especie de enumeracién ordenada de todos los puntos de nuestra causa, bien de los que nosotros consideramos, bien de los considerados por el adversario, bien de ambos. Quintiliano, de acuerdo tanto con el autor de Ad Herennium como con Cicerén, reco- noce los peligros de la divisién. Como en todo esquema, si nos olvida- mos de algién punto se hace inmediatamente evidente y redunda en nuestro perjuicio. Puede también parecer al publico que el orador tiene todo muy estudiado y una vez mas serle perjudicial este tipo de enume- racién-resumen. Tanto la proposicién como la divisién tienen un especial sentido en la civilizaci6n oral en la que nace el discurso retorico. Son remaches para la memoria del auditorio. Sobre la claridad y Ja verosimilitud narra- tiva, ayudada por la brevedad, la proposicién quintaesencia lo expuesto por la narracién y lo subraya. Una funcién similar de destacar los puntos basicos de lo ya expuesto tiene la divisién. «{II.b.1.2.4.. La demostraci6n {argumentacién) Una vez que hemos conseguido un piblico atento, décil y benevo- lente, y una vez que hemos expuesto con claridad, con la brevedad posi- ble (dependiendo de la complejidad del asunto) y también con verosimi- litud la causa del discurso, llega cl momento de la argumentacién. Pues, tras haber expuesto cémo consideramos que los hechos han acontecido

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