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LA VIDA MILITAR EN EL BUENOS IN EF N PRE-REVOLUCIONARIO.> a Por EZEQUIEL ABASOLO* EI sistema defensivo portefio __ Hasta mediados de la primera década del siglo XIX, la situacién militar del Buenos Aires virreinal no se distinguia demasiado de la del resto de las posesiones hispdnicas en Indias. En efecto, dotada su guarnicién de un contingente de tropa veterana, que constituia el nervio del sistema defensivo, el encuadramiento de los auxilios militares locales habia sido previsto -en enero de 1801- por el Reglamento para Milicias Regladas. Sin embargo, todo ello se modificé una vez produci- dos los ataques britanicos de 1806 y 1807. : Luego de las invasiones, salpicada de cuarteles y depdsi- tos, y repleta de hombres uniformados, la ciudad entera cobré el aspecto de una gran guarnicién militar, en estado de perma- nente alerta frente a la posibilidad de nuevos asaltos. Mientras que las construcciones conservaban las huellas de los comba- tes, sus habitantes mantenian vivido el recuerdo de aquellos dias en los que se hab{an erigido reductos armados en las nacié en la ciudad de Buenos Aires el 25 de to del ConsejoNNacional deInvestigaciones Constitucional en la * Abogado y Profesor en Historia, abril de 1970. Becario de Perfeccionamient eS Cientificas y Técnicas (CONICET). Profesor de Historia Universidad Nacional del Sur, Profesor 7 Universidad Catélica Argentina, Docente n Derecho Militaren la Escuela Superior de Guar a el Foro de Buenos Aires, de la Comision Argentina : isituto de studios Historicos de San Fernando de Buena Vista, del Insitutodh ves nes de Historia del Derecho, Secretario del Grupo de Historia Militar ée =o tlt Nacional de la Historia y miembro correspondiente de la Academia ATE Historia, iembro del Instituto de Historia Historia Militar, del Instituto 284 EZEQUIEL ABASOLO esquinas de Ia ciudad y se habian oradado trinche: espacios ptiblicos', Atin mas, en previsién de futuras la plaza de toros conservé, hasta diciem| diversas obras defensivas’, y atin después, aqui y all palmente en la zona del Retiro, era posible de conjuntos de fajinas -o salchichones. ramas*, F En este orden de ideas, debe ducto inmediato de los ataq vilizar militarmente de LAYIDA MILITAR EN I BUENOS AIRS PRIEREVOLLICIONARIO, 285 y tres Escuadrones de Hitsares -conocidos, respectivamente, por el nombre de sus jefes, como de Pueyrredén, i de Niifiez-, un Escuadrén de Cazadores i la Reine ead Migueletes, uno de Carabineros de Carlos IV y un cuerpo de Quinteros -compuesto de tres escuadrones de habitantes de la campafia inmediata a la ciudad- , todos los cuales eran caballeria, El proceso de formacién de unidades no Sata alli, pues, al afio siguiente, en 1807, aparecieron nuevas uni- dades castrenses, como que en octubre de ese afio cobré vi el Cuerpo de Granaderos de Liniers, luego conocido como Granaderos de Fernando VII. Tiempo después, debi sucesos del 1° de enero de 1809, todos los tercios de lares, exceptuando el de andaluces, fueron disuel Liniers. Sin embargo, atin faltaba que se llevara a cabo la { reforma en la materia, Ella se produjo a instancias del V Cisneros, quien el 11 de septiembre de 1809 dicté merced al cual los cuerpos de voluntatios se siguiente modo: con el Cuerpo de Patricios se Batallones n° 1 y n° 2, con el de Montafieses se for con el de Andaluces el n° 4 y con el de Arri tanto que el resto de los cuerpos existentes en el Batallon de Granaderos de Fernando \ Artillerfa Volante, en el de Castas y en el | Husares. Esta nueva estructura de lo: impuesta tanto por necesidades ecot se conservé hasta los dias No debe olvidarse que, junto en la emergencia bélica, en la cit algunos nticleos de unidades v ei EZEQUIEL ABASOLO ente despreciables, lo cierto es que const tufan un conjunto evidentemente minoritario dentro del tots Jas fuerzas militares acantonadas en el Buenos Air lucionario. Multiples circunstancias hab{an contril estos contingentes -formados por los hombres del de Infanterfa de Buenos Aires, del de Dragones Cuerpos de Artilleria y de Ingenieros, de las. Infanteria y Caballeria, y del Estado Mayor reducidos®, En efecto, a la tradicional de todos los cuerpos militares destinados Ja falta de reemplazos prove! éstas no eran totalm virreinal -recuérdese, contingente de estas troy bajas que las unidades “ video por los bri refiere a las relaciones ios | |LA VIDA MILITAR EN EL. BUENOS AIRES PRE-REVOLUCIONARIO. 287 rechazaban a los primeros en razon de su presunta altaneria’, los veteranos, largamente postergados en sus ascensos, se re- sentfan ante las metedricas carreras de los voluntarios, que muchas veces desconocian los mas elementales rudimentos del 4 arte militar!®, En materia de cifras, y de acuerdo con el extracto de revista de 12 de mayo de 1810, todos los cuerpos y unid del Buenos Aires pre-revolucionario, tanto re; voluntarios, agrupaban en conjunto a unos 4.000 hombres, Asi las cosas, entre los contingentes de fuerzas veteranas se caban, por la cantidad de integrantes, el Real Cuerpo de / ria, con 149 hombres; el Regimiento de Infanterfa, con 2 Regimiento de Dragones, con 231; y las Asambleas del ria y Caballeria, con 69. Atento a estos guarismos, y tal ya lo hemos anticipado, resultaba incontrastable dad numérica de las unidades voluntarias, como q n° | agrupaba a 390 hombres, el n° 2a 424, el n°3. a 391, el n° 5 a 355, el Batallén de Castas a 553, de Caballeria del Rey a 139, el cuerpo Fernando VII, 266 y el Cuerpo de Artilleria’ sintesis, de simple auxilio del niicleo vi del reglamento de mili de 18 cuerpos voluntarios habjan pasa el nervio y el todo...” del sistema Economia y finanzas del aparato militar Dada su magnitud, la tardia y masiva militarizacién virreinal generd costos sumamente gravosos pata las exhaus- tas arcas reales. Asi, por ejemplo, el avituallamiento semes- tral con municién de boca a un cuerpo de 1.600 hombres - calculado en un total de 294.400 raciones-, implicaba una erogacién de 49.338 pesos, distribuidos del siguiente modo: 13.800 pesos en pan, 13.248 pesos en carne -vale decir, el costo de 5.886 reses-, 460 pesos en sal, 648 pesos en 2.116 kilos de aji, 2.000 pesos en vino y aguardiente, 9.200 pesos en cigarros, 1.696 pesos en 8.464 kilos de yerba mate, 2.210 pesos en 203 toneladas de lefia, 1.466 pesos en el transporte de todos los materiales, 500 pesos en la compra de utensilios de cocina, y 1.000 pesos destinados a solventar el alquiler de depésitos, gastos de administracién y de personal'’. Proyec- tando estas cifras, la sola alimentacién de toda Ja tropa acan- tonada en Buenos Aires -4000 hombres, como ya dijimos- costaba cerca de un cuarto de millén de pesos por afio. Pero, desde luego, no concluian con esto las erogaciones, pues, por ejemplo, los animales de la caballeria y del tren volante de artilleria también ocasionaban crecidos gastos, en tanto que eran mantenidos a pesebre. Precisamente, en esas condicio- nes, cada caballo consumia una fanega y media de cebada por mes, y dos tipas de paja por dia, lo que podia ocasionar un gasto de entre 8 y 6 pesos y medio mensuales"*. 2 Santiago ANTONIN, “Presupuesto del caudal que se considera necesario por cl importe de las raciones diarias, que deben suministrarse en seis meses corridos desde 1° de julio hasta fin de diciembre del presente afto [de 1807] para los tres puntos de Olivos, Quilmes y Baflado de Cueli..”; Buenos Aires, 27 de junio de 1807. En AGN, IX-26-6-10. 's-Téngase en cuenta que estas cifras eran ligeramente inferiores al sueldo que cobraba cada soldado. Paraeste tema, véase el “Expediente formado para suministrar Porasiento lapajay cebada (y pasto en caso necesario) alacaballada del Rey”, Buenos Aires, agosto de 1810; AGN, IX-24-5-5, expediente 47. Tambign puede consultarse ¢loficio del Comisario del Real Cuerpo de Artilleria, Vicente de Echeverria, ala Junta Superior de Real Hacienda, Buenos Aires, febrero de 1808; AGN, IX-24-5-4, expediente 10, LAVIDA MILITAR EN EL BUENOS AIRES PRE:REVOLUCIONARIO. 289 De resultas de todas estas Citcunstancias, las crénicas pe- nurias de la Real Hacienda no tardaron en agudizarse, suspendiéndose no pocas veces el Pago de los sueldos a los ares'*. Asi las. cosas, la mayor parte de las peticiones particulates de gratificacién, muchas de ellas tan justificados como la de los individuos del Escuadrén de Husares de Caba- lleria, no pudieron mas que ser denegadas, tras argumentarse “que no halldndose, como no se halla, el Erario en circunstan- cias de hacer muchas erogaciones...” no podia tener lugar la solicitud promoyida'’. Ello no era una injustificada expresién de mala voluntad, sino que constituia un simple y fiel reflejo de la més estricta situacién financiera del Virreinato, Por otra parte, también los mandos castrenses padecieron por falta de metalico, incluso cuando trataban de proveer ala tropa de los mas vitales pertrechos, situacién que sdlo pudieron superar malamente de los modos més diversos y heterodoxos: bien recurriendo al crédito prestado por los mismos asentistas encar- gados de realizar las compras para los cuerpos militares!”, 0 bien aplicando un método mucho mas directo y violento, que consistia en tomar los efectos necesarios de los almacenes particulares'*. Ello, empero, resultabaaltamente ‘perjudicial para 's Sobre este tema, véase la solicitud del Coronel del Real Cuerpo de|ngenieros, José Pérez Brito, de 7 de abril de 1810, en la que pide que al menos se le paguen dos de los sueldos devengados desde diciembre de 1809, pues necesita hacer frente a ciertos gastos. En AGN, X-2-10-9, '* Decisi6n de la Junta de Guerra de 18 de febrero de 1808. AGN, IX-24-5-3, expediente 3. "” Representacién del Comisario General de Viveres del Ejército, Santiago Antonino, al Capitan General Santiago de Liniers, Buenos Aires, 4 de enero de 1808. Representacién del Comisario del Real Cuerpo de Artilleria, Vicente Echeverria, al Virrey y Capitan General, Santiago de Liniers, Buenos Aires, 16 de agosto de 1808. En AGN, 1X-24-5-3, expedientes 3 y 14. "" Por ejemplo, el 7 de abril se tomaron de los almacenes particulates mas de 13.700 pesos en mercaderias, Poco después, el dia 12, se hizo lo propio con 8.700 Pesos en efectos para vestuarios, Idéntica resolucién se adopt6 en junio del mismo aho, autorizando la Junta de Gobierno la requisicién de casi 40.000 pésosen distintas mereaderias que se necesitaban para aprovisionar la expedicién destinada al Alto Pert. Para todo, véase AGN, X-2-10-9, x EZEQUIEL ADASOLO la autoridad militar que, al adquirir los elementos a cré& quedaba a merced de los precios que fijaban los vend quienes muchas veces aumentaban el gasto y el medios non sanctos. Precisamente, atendiendo a situacién, no falté quien recomendase, con el ol administracién militar obtuviese precios que los suministros se pagasen en efecti\ efectuasen en el mucho mas barato mere que los comisarios de las provisio: personalmente la adquisicién de! compra de estos tiltimos en el co que el procedimiento aplicable cionario era semejant sla fijadas las bases determinado sun sitios publicos y lug: en que dia y horaric curso del cual {AVIDA MILITAR EN EL BUENOS AIRES PRE-REVOLUCIONARIO. do local’, sino que también contaban con Jas instalaciones necesarias para componer armas, Preparar municiones, confec- cionar algunos vestuarios™ y fabricar distintos elementos del. equipo, como las mochilas*’, todo lo que se realizaba a un precio muy inferior al que imperaba en el mercado”, Seis be Algunos aspectos de la capacidad militar portefia Una vez. constituidas las unidades, lo més dificil fue proveerlas del correspondiente numero de sol biendo recurrirse para ello al alistamientode vagosyy de re Sin embargo, este expediente no fue suficiente, raz61 cual hubo cuerpos gue.no pudieron cubrir sino un tercio efectivos previstos’’, En esas circunstancias, no oficiales inescrupulosos que, recurriendo a las embriaguez y el descarado ofrecimiento de di substraer a los soldados pertenecientes a otras c el objeto de alcanzar el completo de sus pro} La carencia de personal subalterno 2 con el transcurso del tiempo. Vale dec’ dificil momento de las invasiones, 1: ® Verbigracia, para noviembre de 1809 los al existencia de unas 1.114 fornituras, y en junio de 1810 hierro. En AGN, IX-2-1-3 y X-2-10-9, z 2 Véase el oficio de la Junta de Gobiemo, u Cuerpo de Artillerfa para que se acthar al ARaIeSee BT ge Aires, 25 Sobre la construccién de 241 dante del Real Cuerpo de Artiller AGN, X-2-10-9, 292 EZEQUIEL ABASOLO derablemente, siendo frecuente la presencis desertores en la campafia, en los arrabales de Buenos incluso dentro de la misma ciudad”. La situaci6n era ¢ pues la inveterada tendencia a abandonar el servi dejaba a los cuerpos sit i aumenté consi in hombres, sino que tambi sensiblemente a la Hacienda, debido a que lo: iban con su vestuario y con la paga de su engan Meditando sobre el particular, y atendiet resultaba mantener la dotacién de los Junta de Guerra determiné aumen le far LA VIDA MILITAR EN BL BUENOS AIRES PRE-REVOLUCIONARIO jo del arma, algunas unidades reforzaban su adiestramiento practicando distintosejercicioscastrenses. Asi lo haciael a Patriotas de la Unidn agregado a la artilleria, que solia a cabo pricticas de tiro con los cafiones®, Pese a todos esfuerzos, la preparacién técnica y tdctica de los cuer poco menos que lamentable. En efecto, evaluadas en el curso de las habituales rondas nocturnas y durante las pe cas revistas que el Virrey presidia en la Plaza Ma hombres de la guarnicién de Buenos Aires exhibian falencias en su preparacién, que se agravaban sob nivel de los oficiales y de los cuadros. Ademas, muy lucida la subordinacién de los hombres, los cuerpos voluntarios, donde aquélla dejaba muc! sear. En buena medida, las cdusas del problema se con la conformacién misma de los cuerpos, cuando el los oficiales a sus puestos se efectud gracias ala soldados, pese a que este ejercicio de la yo sin embargo, distorsionado merced a la mientos de discutible transparencia, tal como mis tarde Manuel Belgrano®. Es indudable q Liniers, al Comandante Interino del Real Pizarro; Buenos Aires, 20 de julio de 1808. Un ejemplo, en el parte del Virrey y Capitin General, Santiago de Lin AGN, iX-2-1-3, 5s Seguin el oficio del Comand: Ordufla, al Virrey y Capitéin Ge ae noviembre EZEQUIEL ABASOLO dos se mostrasen excesivamente solicitos para con lo: mos y opiniones de sus hombres”. La situaci de indisciplina se agravaba, ademas, con el plo que brindaban los mismos oficiales, desobedecer a sus comandantes y hasta le: frente la tropa formada’’, A pues, que algunos soldados_ descomedidas, como la del tras haber sido justamente repre la Plaza, José Maria Ca del servicio, no cuello su dé LA VIDA MILITAR EN EL BUENOS AIRES PRE-REVOLUCIONARIO. 295 El armamento y el poder de fuego La situacién del armamento virreinal no era de lo mas halagilefia, bastando, a este respecto, con decir que alguna parte del material de guerra custodiado en los depésitos habia sido traido con la expedicién de Pedro de Cevallos...%, Asi las cosas, no eran infrecuentes quejas como las del Comandante de la Frontera y Jefe del Cuerpo de Blandengues, quien se lamen- taba por el estado de su artilleria, a la que consideraba comple- tamente inutil*’. Por otra parte, las existencias de armamento no solo eran escasas, sino que estaban integradas por elementos de origen diverso, pues aunque en su mayor parte eran espafiolas, también abundaban las armas britanicas, muchas de las cuales habjan quedado en manos rioplatenses tras la retirada de los contingentes invasores*®, La diferente procedencia del arma- mento provocé no pocos dolores de cabeza, al menos en varias _ guarniciones cuya dotacién de fusiles se habia convertido e1 una coleccién de piezas de distintos calibres -de a 16 y de a9 en libra‘’-, pues ello complicaba sobremanera el Soe oe ‘ ‘Comio ejemplo de un caso de indulto particular, puede considerase ares dictada por el Auditor de Guerra del Virreinato, Almagro, en la causa de marzo de 1808. En AGN, X-2-1-3, “Parte del Comandante de la Frontera, Antoni General, Baltasar Hidalgo de Cisneros; Buenos Aires, 28 de. AGN, IX-2-1-3. oe “ Segan Demarla, ob. cit.,p. 144, los britinicos de} ellos se dot6 a cuerpos tales como el Tercer Escuadrén de 5-3, expediente 3. ; “Explica Rafael M. Demaria, ob. siglo XIX, el calibre de las armasse: que tuviesen el mismo didmetro di el peso de una libra, De este modo decit significaba que 16 balas de esa armap. de considerar el calibre, y sien calibre era de a 16 tenia un diémi cn libra, HenQUIEL ABASOLO yaiento de municiones”, Los problemas en materia ment ambien se hacian sentir en el terreno de Waneas, como que el Comandante del Real Cuer via puso en conoeimiento de las autoridades Veintionatro sargentos bajo su mando ne eapnndias, de que carecen, porque si adido particularmente"*, Asi las 1809 los almacenes reales slo con toledanas, yun eentenar di indtiles, “porque la exp ‘eile y Rey suftian. a C Jos robos que eff cuales, b LA VIDA MILITAR EN EL BUENOS AIRES PRE-REVOLUCIONARIO 297 sediciosos®, Asi las cosas, el Capitin Francisco Ramfrez fue comisionado para recorrer la campaiia con la misién de detener a los desertores, ladrones y delincuentes, y remitir todas las armas que procediesen de las armerfas reales", Ademés, y para engrosar la cantidad de armamento disponible, se decidié que los almacenes reales concentrasen todas las armas intitiles AF sobrantes que perteneciesen a los cuerpos urbanos®, Por si esto fuera poco, el deterioro de las armas de fuego portatiles destinadas a los cuerpos voluntarios era sumamente elevado. Ello debe atribuirse tanto a los frecuentes ejercicios y “fatigas del servicio”, como al escaso cuidado que ponian en su manipulacién los voluntarios. Asi las cosas, y en tanto que se consideraba que los armeros particulares eran “...unos media- nos y malos oficiales, o mds bien herreros con tintura de armeros...””, las piezas eran reparadas en los talleres del Real Cuerpo de Artillerfa. Dado el crecido trabajo que tenian estos ultimos, se presentaban algunas demoras, las que se agudizaban ante circunstancias propias de una poblacién econémicamente dinamica. En efecto, como los operarios que trabajaban en estos talleres no tenfan plaza sentada, sino que eran jorn ‘ el Comandante del Real Cuerpo advertia que “...asi q quieren algunos conocimientos o instruccién de! separarse del Taller, movidos del mayor ber resulta de trabajar particularmente. Asi es que nuevo operario que entra en su lugar se pe cién, pasa algun Sane Z oi él ee e © Un ejemplo, en la sumari Buenos Aires, el 15 de enero de 18( if otorgado por e 298 EZEQUIEL ABASOLO pronto despacho de las Armas que han de habilitarse”* estos motivos llevaron a que las autoridades riopl; reunidas en Junta de Guerra, distinguieran a los cuet pos tarios de las milicias tradicionales, dotando, por consif los primeros, de una plaza de armero, a efec d piezas ligeramente descompuestas fuesé LA VIDA MILITAR EN El BUBNOS AIRES PRE-REVOLUCIONARIO 299 Comandante del Real Cuerpo sostuvo, en encendido elogio, que, gracias a la docilidad de los naturales, éstos eran aptos para todo tipo de actividad, incluyendo el servicio de “...Jas piezas como tales artilleros, si se les ensefta al efecto, segun ya sucedié en Montevideo”’®, El empleo de la fusileria y de los cafiones en diferentes tareas daba lugar a un elevado gasto de municiones, la mayor parte del cual se atribufa, principalmente, al crecido desperdi- cio ocasionado durante el servicio de guarnicién®', Ademas, en ciertas ocasiones, el consumo de municiones podia achacarse a la falta de cananas, pues, ante su ausencia, los soldados trans- portaban los cartuchos sueltos, dentro de sus faltriqueras, en donde se mojaban o se deshacian “...enteramente, exponiéndo- se [los militares] [...] a una desgracia, por lo facil que es, el que se incendie [la p6lvora] por la poca precaucién con que fuman, y se arriman al fuego en tiempo de frio”"*. Yendo a los guaris- mos del consumo, segin una “Noticia y resumen de los cartu- chos de bala, de fusil, carabina, y pistola, como de las piedras de chispa, entregadas de los Almacenes de artilleria”®, durante los 19 meses transcurridos entre enero de 1808 y julio de 1809, los cuerpos urbanos consumieron mas de 270.000 cartuchos. Respecto de este crecido gasto, cabe indicar que casi la mitad fue adjudicada al Cuerpo de Patricios, aunque, al cuestionar la cifra imputada, el Comandante de la referida unidad sélo reco- nociéd el empleo de unos 60.000 cartuchos“. También era Representacién del Comandante del Real Cuerpo de Artilleria, Francisco de Orduta al Virrey y Capitén General, Baltasar Hidalgo de Cisneros, en la que solicita que se revea la decisién por la cual se disuelve Ia Compafia de Naturales; Buenos Aires, 18 de septiembre de 1809. En AGN, IX-2-1-3. ® Oficio del Comandante de! Cuerpo de Patricios, Cornelio Saavedra, al Virrey y Capitén General, Baltasar Hidalgo de Cisneros; Buenos Aites, 19 de septiembre de 1809. En AGN, IX-2-1-3, Oficio de Juan de Altolaguirre al Gobernador Intendente de Cérdoba, Juan Gutigrrez de la Concha; Cérdoba, enero de 1808. En AGN, IX-24-5-4, expediente 39 ® 5 de septiembre de 1809, En AGN, IX-2-1-3. : Oficio del Comandante de! Cuerpo de Patricios, Comelio Saavedra, al Vitrey y Capitin General, Baltasar Hidalgo de Cisneros; Buenos Aires, 19 de septiembre de 1809. En AGN, IX-2-1-3, EZEQUIEL ABASOLO exageradamente alto el consumo de las piedras de chisp fundamentales para el mecanismo de los fusiles de la pues se hacfa empleo de unas 20.000 por afio. Ello resul més sorprendente si se tiene en cuenta que cada homb estar dotado con tres piedras, y que habitualmente éstas servia, término medio, para 20 6 30 disparo: las mejores tenfan una vida util de unos 50%. anomalfa, se sostuvieron diversas teorfas. Mient Saavedra adjudicé lo elevado del consumo a las piedras suministradas, que se inutilizabs golpes -razén por la cual muchos patricios tamente en el mercado, a su propia costa-, € piedras en los pies de gato de El principal problem: cartuchos no estribaba, en les, sino en la de su pi costo de adqui: 1.050 y 1.250 Jas municio1 LA VIDA MILITAR EN EL BUENOS AIRES PRE-REVOLUCIONARIO 301 da de plomo con desting a la produccién bé asimismo, la compra de 200 resmas de papel, necesarias confeccién de 225.000 cartuchos®, Ele ta basté cin eae tiempo. Tal era el ritmo de la produccién, que en julio del mismo afio fueron adquitidas otras 24 toneladas de plomo®. Incluso, a falta de remesas de este metal, era habitual que se recurriese al expediente de confiscar y fundir los cafios de las azoteas de las casas, por entonces construidos en plomo”. Sin embargo, el problema mayor seguia siendo la pélvora, cuya escasez era tan pronunciada, que el Subinspector de Artilleria propuso que se suspendiese el cafionazo de retreta en Montevi- deo”, Ello no quiere decir que se hubiesen cerrado todas las formas del abastecimiento. Por el contrario, en marzo de 1808, junto con el envio del plomo ya recordado, la guarnicién porte- fia recibié de Tucumén un cargamento de ciento setenta y cuatro cajones, conteniendo diez toneladas de pélvora para fusil”. En febrero del afio siguiente, arribé a la ciudad un cargamento de quinientos barriles de pélvora -probablemente chilena’-, que constituyé el primer envio de un total de mil que a, Solicitandose, Oficio del Comandante Interino del Real Cuerpo de Arilleria, Francisco Javier Pizarro, al Virrey y Capitan General, Santiago de Liniers; Buenos Aires, 6 de mayo de 1808. En AGN, IX-2-1-3. Gracias a este dato, puede colegirse que la confeccién de cada cartucho requeria medio pliego de papel. En efecto, dado que cada resma agrupaba 500 pliegos, un conjunto de 200 resmas reunia un total de 100.000 plicgos, cifra proxima a la mitad de los cartuchos que se pensaba fabricar. ® Oficio del Comandante Interino del Real Cuerpo de Artillerfa, Francisco Javier Pizarro, al Virrey y Capitan General Santiago de Liniers; Buenos Aires, 21 de julio de 1808. En AGN, IX-2-1-3. ” Rarast. M. DeMaria, ob, cit., p. 153, Véase, adems, un escrito anénimo dirigido a la Princesa Carlota Joaquina, fechado en Buenos Aires el 6 de diciembre de 1809; Mayo Documental, t. X, Buenos Aires, Facultad de Filosofia Letras, 1965, 180. ” Cardtula del expediente fechado en Buenos Aires el 16 de octubre de 1809. En AGN, IX-2-1-3. ” Parte del Comandante Interino det Real Cuerpo de Antilleria, Francisco Javier Pizarro, al Virtey y Capitin General, Santiago de Liniers; Buenos Aires, 28 de marzo de 1808. En AGN, X-2-10-9, ; ” Dado que la pélvora chilena tenfa un granulado més fino que la proveniente de otros lugares, su destino preferente era el servicio de los fusiles, en tanto que la pélvora més basta se destinaba a la artilleria. 302 nANQUIEL ANASOLO despachd para Buenos Aires el virrey del Pera’, By fueron desembarcados varios barriles de pdlvora bi mediados de 1809, se recibié una remesa pro Cochabamba, constituida por 2,3 toneladas de pélvora Gracias a ciertas tratativas llevadas a cal de la fabrica de pélyora de Santiago de ¢ de cerca de 115 toneladas de pélvi caracteristicas de los contratos de sur Artilleria con asiento en el ] otras cosas, que un oficial LA VIDA MILITAR EN EL BUENOS AIRES PRE-REVOLUCIONARIO 303 actuales calles Defensa y Avenida San Juan’, y el de Flores, en las afueras de la ciudad”. Es bueno recordar que la manipula- cién de la pdlvora en los depésitos y en los laboratorios era una actividad sumamente riesgosa, en la que no faltaban los acci- dentes fatales, como el que sucedié en la tarde del 22 de marzo de 1808, en Montevideo, cuando perdieron la vida dos artille- ros*. Tampoco era prudente el contacto con la pélvora en los himedos meses del invierno, aunque en este caso lo que se pretendia, simplemente, era evitar que la misma se arruinase. En efecto, para que la municién no se echase a perder, se recomendaba conservarla en cajones de madera estacionada, y que los almacenes en los que se la custodiaba fuesen abiertos periédicamente, para que la pélvora se ventilase y no hubiese humedad. Sin embargo, estos procedimientos no siempre eran respetados, lo que ocasionaba la consiguiente pérdida de mate- rial*!. Por ejemplo, durante una revista efectuada en noviembre de 1808, se descubrié que doscientos cajones de cartuchos habian sufrido el humedecimiento del papel y que, ademas, dos mil tarros de batalla estaban inutiles, por haberse apolillado el pafio de lana con el que se los habia confeccionado™. res y la vida de guarnicién Era habitual que los contempordneos considerasen, pre- ocupados porque la tropa se conservase permanentemente lista ™ Comando en Jefe del Ejército, Resefta histérica y orgdnica del Ejército Argentino, Buenos Aires, Circulo Militar, 1972, t. , mapa desplegado entre paginas 120y 121. ” Oficio del Comandante del Real Cuerpo de Artilleria, Francisco de Orduiia, al Presidente de la Junta de Gobierno, Comelio Saavedra; Buenos Aires, 29 de mayo de 1810. En AGN, X-2-10-9. * Parte del Comandante del Real Cuerpo de Artilleria de Montevideo, Joaquin Vereterrea, al Virrey y Capitin General, Santiago de Liniers; Montevideo, 23 de marzo de 1808, En AGN, X-2-1-3. : "' Véase el oficio de Francisco Agustini al Virrey y Capitan General, Santiago de Liniers; Buenos Aires, 12 de diciembre de 1808. AGN, IX-2-1-3. ; ® Oficio del Comandante interino del Real Cuerpo de Artllerfa, Francisco Javier Pizarro, al Virrey y Capitén General, Santiago de Liniers; Buenos Aires, 23 de noviembre de 1808, AGN, IX-2-1-3. EZEQUIEL ABASOLO 304 y las armas y los pertrechos estuviesen de uso, que los contingentes castrep etos a la vida militar”, para lo cual ban ser alojados en amplios cuarteles. En la teoria, mos debian contar con cuartos para la guardia, p; servicio, para el auxiliar sanitario y para el calal las cuadras para que pernoctase la tropa cuand se, Ademés, debian estar dotados de arme: los centinelas, de faroles, de los utens' para el combai éptimas condiciones debfan quedar “suj Cazadores de Infanteria Lige Real Colegio Convictor tafieses, que tenia su_ las Misiones®; LA VIDA MILITAR EN EL BUENOS AIRES PRE-REVOLUCIONARIO 305 circunstancia mas que empujaba al soldado a la desercién,. sobre todo durante las Iluviosas y frias €pocas invernales* Ademis de lo dicho, la inhabitabilidad de las cuadras se agra- vaba con el comportamiento casi vandalico de la tropa, de la que se decia, no sin cierta razén, que carecia de la minima “civilizacién” y “disciplina”. De este modo, el duefio de la casa ocupada por el Batallén de Infanteria de Carlos IV, reclamé ala Real Hacienda los dafios causados en su propiedad durante la permanencia del referido cuerpo. Dichas destrucciones consis- tieron en el derribamiento de una pared de veintitrés varas de largo por tres de alto, para colocar los pesebres; la caida de un alero “...a causa de las goteras hechas de resultas de subir la tropa, cuando la defensa...”, el cegamiento de un pozo; la rotura e incendio de catorce ventanas; la apertura de agujeros en las paredes, para colocar armeros; el depésito de innumera- bles inmundicias; y la fractura de diecinueve vidrios*’, Denun- cias como ésta resultaban verosimiles en la medida en que también era frecuente que el maltrato de los soldados se dirigie- ta contra el armamento y ciertas obras militares, a las cuales, incluso, llegaron a destruir, para proveerse facilmente de lefia®’. Sobre este particular, cabe recordar que los vecinos tampoco escapaban a la tentacién de “aprovisionarse” de los materiales pertenecientes a las obras castrenses. Precisamente, el principal argumento que tuvo el Comandante del Real Cuerpo de Artille- ria para proponer el desarme de la por entonces abandonada Bateria de los Recoletos, fue que de no actuar en consecuencia, los materiales de dicha construccién terminarian por desapare- cer, por obra de “...la discrecién de aquellos vecinos, u otras gentes”™, Parte del Comandante Interino del Cuerpo de Artilleria, Francisco Javier Pizarro, al Virrey y Capitan General, Santiago de Liniers; Buenos Aires, 2 de abril de 1808. En AGN, IX-2-1-3, "AGN, IX-24-5-5, expediente 38. Véase también el expediente 41, "Un ejemplo, en el oficio del Comandante del Cuerpo de Artlleria, Francisco de Ordufa, al Virrey y Capitén General Baltasar Hidalgo de Cisneros; Buenos Aires, 5 de septiembre de 1809. En AGN, IX-2-1-3. ” Oficio de 5 de septiembre de 1809. En AGN, IX-2-1-3. ZEQUIEL ABASOLO Amen de lo dicho, la vida militar rioplatense implicaba una preocupacién por los atuendos del soldado, por la musica, por la comida y por el cuidado de Ia salud; en fin, por todos los aspectos de la vida del hombre. ‘ f En materia de vestuarios -cuestién que ha sido analizada en detalle por Julio Mario Luqui Lagleyze- corresponde decir aqui que tal era la pobreza imperante en el Rio de la Plata -lo que al parecer, no fue la excepcién dentro del ambito de la monar- quia’!-, que no falté el jefe que reclamase a las autoridades para que se atendiese al “estado de desnudez” de sus hombres”. Es més, tanto escaseaban las prendas militares que, por ejemplo, ante la imperiosa necesidad de reponer el uniforme de los Dragones de Buenos Aires, debiose, abandonar la tradicional casaca azul con vivos encarnados, que identificaba al Cuerpo, por una de color blanco, pues en los almacenes portefios s6lo habia disponible géneros de ese color’. En cuanto al acompafiamiento sonoro, infaltable en los desplazamientos y ceremonias militares, cabe decir que, si bien ni los cuerpos veteranos ni los voluntarios contaron con bandas musicales como las actuales, las convocatorias y las distintas maniobras se ejecutaban al son de diversos toques -en este sentido, un ejemplo muy conocido es el del toque de generala de] 1° de enero de 1809, dispuesto con el objeto de convocar a los tercios de peninsulares™-, todos los cuales han sido estudia- 1 Respecto de este tema, puede recordarse, a manera de curiosidad, que los hombres del Regimiento de Infanteria de Buenos Aires que prestaron servicios en los ejércitos gallegos, fueron uniformados con lo que habia... jque no era mas que unos apolillados y viejos uniformes ingleses, que habfan sido capturados haefa més de un ‘cuarto de siglo!. Véase BernardoN. Rodriguez Farifia, ob. cit. p. 115, y“Autobiografia del Brigadier General Don José Rondeau”, en Biblioteca de Mayo, t. 11, p. 1790. ® Oficio del Comandante del Real Cuerpo de Artillerfa de Montevideo, Joaquin de Vereterrea, al Virrey y Capitan General, Santiago de Liniers; Montevideo, 6 de julio de 1808. En AGN, IX-2-1-3, ® Asi lo decidié la Junta de Guerra de 14 de junio de 1807; AGN, IX-24-5-3. Para todo lo que se rel lahistoria de los uniformes, resulta fundamen-_ tal la reciente obra de J Lagleyze, citada en la nota 5. ae ConNELIO SAav' yarafa”, En Biblioteca de Mayo, t. 11, p- LA VIDA MILITAR EN EL BUENOS AIRES PRE-REVOLUCIONARIO 307 dos con gran detenimiento por Roberto L., Elissalde’’. Diga- mos, ademas, que tal fue la importancia del factor sonoro, que para proveer a los distintos requerimientos musicales, la guar- nicién portefia conté con una considerable cantidad de ejecutantes -pifanos y tambores-, repartidos entre los distintos cuerpos de la plaza®®, Respecto de la alimentacién de la tropa, cabe decir aqui que ésta tenia por base la carne vacuna, que se provefa a razon de una res cada cincuenta hombres. El resto de la racién diaria del soldado se componia de medio real de pan, una onza de yerba, un cuartillo de cigarros, un cuarto de onza de aji, y sal, previéndose, ademas, el gasto de una libra y media de lefia por cada hombre. Ademés, y cuando a criterio de los jefes se considerase ameritarlo, también se repartfan raciones de vino y de aguardiente. En cuanto a la preparacién de los alimentos, tarea que correspondia a cada una de las compafiias y era responsabilidad de los oficiales”, lo habitual era que la carne, dispuesta sobre asadores, se cociese al fuego, aunque también parece que se la empleaba como la base de algunos guisados”*, En lo referente al cuidado de la salud militar, cabe destacar que cada unidad debia contar con algun auxiliar sanitario. Este * A todos los lectores interesados, les recomendamos la lectura de Roserto L. Euissatpe, La misica militar hasta 1810, Buenos Aires, Academia Argentina de la Historia, actualmente en prensa, * Seguin el estado de fuerzas elaborado en mayo de 1810, los ‘cuerpos acanto- nados en Buenos Aires contaban con unos 147 soldados tambores -de los cuales 10 eran tambores mayores- y 11 pifanos. En Biblioteca de Mayo, t. XIV, p. 12.355. 7” En su confesién, Antonio José del Texo, Capitan del Cuerpo de Patricios, recuerda que el sargento Hilario Rodriguez se habia dirigido a su casa, en donde“..le Pidié [dos pesos] parael rancho porque estaba la gente sin comer...” ante lo cual le Contest6 que no tenfaplata [puesto] que la compafia le estaba debiendo muchos pesos Y que se fuese, y que si le trafan dinero volviese y le daria... “. Biblioteca de Mayo, t. XII, p. 10.793, Para llevar adelante todas estas tareas, cada compafifa contaba con un juego de una olla y un cucharén, dos asadores, dos jarros de lata, una caldera de cobre, un hacha de cocina, dos tinas de madera para repartir el rancho, dos juegos de mate con sus bombillas y una coleccién de vajilla de madera. En AGN, IX-26-6-10 y IX-24- 5-3, expediente 33. a EZBQUIEL ABASOLO grador”, que realizaba sus curaci en el cuarto ad hoc con el que debia contar todo cuarte cas de paz, no eran pocas Jas intervenciones q sionales de la salud debian efectuar, pues el riesgosos actos de servicio! -como justicia civil'”'-, y el cardcter pendenci durante sus francos, generaba un elev: podia ser un simple “san, En otro orden de cosas, durante laa campafia, los cuerpos militares LA VIDA MILITAR EN EL BUENOS AIRES PRE-REVOLUCIONARIO 309 azufrados™. En cuanto a las internaciones, éstas se Ilevaban a cabo en el Hospital Bethlemitico, cuya atencién en ocasiones resultaba insuficiente, lo que generaba alguna que otra critica de los pacientes para con el tratamiento!, Cabe destacar que, en.un principio, los gastos de hospitalizacién corrian por cuenta del militar enfermo, a quien, para ello, se le descontaba un cierto monto de su sueldo. Empero, a partir de una resolucién dictada en Buenos Aires el 20 de junio de 1808, todas las tropas acuarteladas al servicio de la Corona se beneficiaron con un auxilio, para el caso de tener que afrontar curaciones en el hospital. De este modo, disptisose que, ante situaciones de ese tenor, el erario abonaria a las autoridades del nosocomio un monto de cuatro reales diarios por individuo!. Asi las cosas, tampoco se autorizé el descuento de ningtin dinero con motivo de los gastos de internacién de los militares heridos durante la Defensa, decidiéndose el reintegro de todas las deducciones que se les hubiese hecho en los sueldos'*’. Ademas, el erario lleg6 a asumir como propios los gastos médicos realizados directamente por algunos enfermos, como sucedié con el Te- niente Coronel Juan Bautista Raimond, herido durante las inva- siones inglesas, al que se le aboné un reintegro de dinero a raz6n de doce reales por cada uno de los dias de curacién que afronté personalmente'’. En cuanto a los soldados que queda- ron estropeados de resultas de las invasiones, es bueno recordar que, por decisién de distintas autoridades locales, luego confir- mados por Real Orden de 13 de enero de 1809, se les concedié '™ Sobre este particular, puede consultarse el pedido de medicinas formulado por el Teniente Gobernador de Corrientes, Angel Fernéndez Blanco, con destino ala expedicién dirigida por Manuel Belgrano, Corrientes, 23 de febrero de 1811. En Biblioteca de Mayo, t. XIV, pp. 12.516 y 12.517. © Un ejemplo, en la queja del capitén Atanasio Duarte, en octubre de 1810. En AGN, IX-24-5-5, expediente 36. '™ AGN, IX-24-5-3, expediente 15. Es interesante seftalar que esta cuota era el doble de la que se abonaba en México; Christon Archer, El ejército en el México Borbénico, 1760-1810, México, Fondo de Cultura Econémica, 1983, p. 331. ’ Resolucién de la Junta de Guerra celebrada en Buenos Aires el 1! de agosto de 1807. AGN, 1X-26-6-10. '™" AGN, IX-24-5-5, expediente 6. Otro caso en AGN, IX-24-5-5, expediente 21. iG EZEQUIEL ABASOLO el beneficio de invdlidos. Vale decir, pues, que los milita les condiciones fueron beneficiados que quedaron en tal n i mitad del haber que gozaban al tiempo de sufrir su incap debiendo pres! des fisicas™. tar el servicio solo en la medida de sus po: La sociabilidad militar Laidea de que el soldado constituiap y juridicamente homogéneo, separado habja sido una constante durante todo « este sentido, todos los militares -profesi LA VIDA MILITAR EN EL BUENOS AIRES PRE-REVOLUCIONARIO ut cuales manifestaba con ingenuidad “...no tener comprensién suficiente...”, seguian las recomendacionesde sus jefes en todos los ambitos de la vida, y no s6lo en lo militar'!’, En otras palabras, la relacin entre los oficiales y sus subalternos era marcadamente paternalista''‘, existiendo,. ademas, una gran inti- midad en el trato, atin entre los hombres de las distintas jerar- quias. En este sentido, un contempordneo reconocia que asi como no se guardaban secretos entre los soldados, los oficiales generalmente otorgaban una gran confianza a los inferiores!!®, Asi las cosas, creemos que atin no ha sido destacado suficiente- mente la importanciadel mundo militar portefio como un Ambito fundamental en la socializacién y difusién de las nuevas ideas y de las novedades politicas europeas, gue por entonces circulaban entre los grupos sociales superiores''®, Pese a todo lo dicho, no debemos olvidar que el trato hacia los subordinados no estaba exento de asperezas y castigos fisicos'””. En efecto, los correctivos impuestos por la superiori- dad podian dar lugar a serias lesiones, aque muchos de los castigos aplicados no estaban permitidos por las disposiciones penales militares entonces en vigencia. Verbigracia, de - presentacién efectuada por un grupo de soldados del Cuerpo Patriotas de la Unién, surge que un Teniente di i “generosidad” palos y planazos -cuya consecuenci zat el brazo de un soldado-, quien tamy i mejantes: b Se atado a Deca 8 Testimonio del Tenienteretiradodel Regimient Buenos Aires, 8 de enero de 1809, En Biblioteca de Spa : \ Wend AWANALA ‘Hibertad tow militares: Haliiialinente eran d rowoe de lad euavtelen, aiehon Ae toy eontaban ean lia candle vale fh tow wala pane ow habicabilicuc, Ast lay ean el Command Aguilera advertia al Vitvey que et @ habia wine wa ated ealabora, ¥ que: panto condenade a Ner® NO FEA sitar a Lox cabOn y wolil vomision de falas leven! Cuwrpo de Granaderou de t advertia, a eon tev sy dnidad estado de eon LA VIDA MILITAR EN EL BUENOS AIRES PRE-REVOLUCIONARIO. 313 de las cuales no dudaron en golpear. También en lo relativo ala conducta sexual, se suscitaban casos tremendamente inmora- les, como el de dos militares que simulténeamente “compar- tfan” el concubinato con una misma mujer!?*, Respecto de otro tipo de comportamientos, también reprochables, no resultaban infrecuentes los militares amigos de lo ajeno -incluso llegé a darse el caso de un oficial que defraudé a toda su compafiia-, cuya avidez era tal, que no dudaban en agredir a camaradas 0 a civiles'*. A menudo, estas actividades ilfcitas se cometian durante el disfrute del franco, cuando los militares asistian a los fandangos que se organizaban en las pulperias', o iban a los cafés, en donde jugaban a los naipes o al billar, y bebfan todo tipo de infusiones o licores. En ciertas ocasiones, ademés, estos sitios resultaban escenario de grescas descomunales, o servian de escenario a ciertos duelos verbales, en los que se entonaban “canciones torpes e injuriosas” o “expresiones satiticas y des- comedidas”!”’. Por otra parte, la estancia en los cafés también era aprovechada para criticar a algunos jefes, quienes se con- vertian en objeto de todo tipo de referencias indecorosas, sien- do creencia general que semejantes discursos 0 “jocosidades” no podian ser objeto de castigo alguno, porque, segin sostenian los militares, n los cafés hay la libertad de hablar cuales- quier broma, pero no con dnimo de injuriar a nadie...”"8. La vida militar en la génesis de la gesta de Mayo El estudio de la peculiar evolucién militar en Nsainterh Aires inmediatamente anterior a Ta Revolucién co oy EZEQUIEL ABSOLO dudas, ala comprensién mas acabada del complejo dr pacién politica argentina. En este orden de preocupacién por los asuntos castrenses en el Bi finicolonial dejé en la ciudad huellas profundas cuyas consecuencias atin no han sido suficiente das, Ello no quiere decir que la socie militarizado al completo, pues, indudabl sis castrense present6 sus matices, y presencia militar gand en extensi Indagando en Io relativo a los | emani mental para el fortaleci LAVIDA MILITAR EN EL BUENOS AIRES PRE-REVOLUCIONARIO dad institucionales, mereed a los cuales circularon y se dieron libremente, en todas las capas de la p act valores y las creencias politicas modernas de los superiores,

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