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El mundo verdadero de la ficción

Elvio E. Gandolfo
En Imaginaria 89, revista quincenal sobre literatura infantil y juvenil, 2002. Artículo publicado
originalmente en la revista Minotauro 3 (segunda época), Ediciones Minotauro, Septiembre de 1983.

En: http://www.imaginaria.com.ar/08/9/ende.htm

Reseña del libro: La historia interminable de Michael Ende, traducción de Miguel


Sáenz, Colección Juvenil Alfaguara, Editorial Alfaguara, 1982.
Es La historia interminable un libro –ya un clásico– imprescindible e infaltable en una
biblioteca. A veinte años de su primera edición en castellano nos pareció oportuno
rescatar este brillante comentario, preparado por el escritor Elvio E. Gandolfo para la
desaparecida revista Minotauro. Agradecemos a su autor la gentileza y autorización
para reproducirlo en esta edición de Imaginaria.

Con este grueso volumen que ya ha conocido un éxito considerable tanto en


Alemania como en España, el alemán Michael Ende ha logrado redondear una de
las obras más ricas y atrayentes de la literatura fantástica contemporánea. Es una
obra que no se limita a la mera acumulación de un Universo paralelo al nuestro. En
sus páginas se encuentra por una parte una compleja meditación sobre las
relaciones entre la realidad y la imaginación, entre las palabras y los seres y la cosas
(que la acercan a autores como Borges); y por la otra, la articulación magistral de un
recorrido de iniciación en el mundo a través del niño protagónico. Ende lo logra con
una imaginación y un sentido del juego notables, provocando fuertes resonancias
arquetípicas y psicológicas, combinando el brillo del cuento para niños con la
profundidad, alcanzando el nivel de un reducido grupo de libros cuyos ejemplos
mayores serían Alicia en el país de las maravillas y El mago de Oz.
Bastián Baltasar Bux, un niño gordo y torpe, ni siquiera buen alumno, entra en una
librería de viejo y roba un libro a su dueño, el librero Karl Konrad Koreander. El libro
se llama La historia interminable, título que le resulta irresistible y está encerrado
entre dos tapas de color bronce sobre las que se encuentra grabado un símbolo: dos
serpientes (una blanca y una negra) que se muerden la cola. El libro
impecablemente impreso con tinta de dos colores por Alfaguara, también se llama
La historia interminable, y también está encerrado entre tapas color cobre con dos
serpientes que se muerden la cola.
La semilla de la búsqueda a la que parece aludir esa especie de estructura
topológica que actúa desde las primeras páginas, fascinando a la vez al personaje y
al lector, podría ser la pregunta que el propio Bastián se hace un instante antes de
comenzar a leer:
“Me gustaría saber qué pasa realmente en un libro cuando está cerrado.
Naturalmente, dentro hay sólo letras impresas sobre el papel, pero sin embargo...
Algo debe de pasar, porque cuando lo abro aparece de pronto una historia entera.
Dentro hay personas que no conozca todavía, y todas las aventuras, hazañas y
peleas posibles... y a veces se producen tormentas en el mar o se llega a países o
ciudades exóticas. Todo eso está en el libro de algún modo. Para vivirlo hay que
leerlo, eso está claro. Pero está dentro ya antes. Me gustaría saber de qué modo.”
La respuesta es la lectura que Bastián y el lector hacen de La historia interminable.
Uno de los aciertos de Ende ha sido evitar el tono experimental “culto”, los laberintos
conceptuales. Su lenguaje es de una engañosa y sostenida sencillez, y la
complejidad descansa sobre todo en la estructura del volumen. Lo que pertenece a
la realidad de Bastián y lo que pertenece al texto de La historia... está transmitido
por un sencillo procedimiento, que a su vez rescata el valor de objeto que los libros
tenían en épocas de producción menos masiva; mediante distintos colores de tinta.
La tinta verde cuenta lo leído por Bastián, la roja lo “vivido”. Hacia la mitad, sin
embargo, las dos zonas se van acercando fatalmente: la saga heroica del héroe
Atreyu y su dragón de la suerte se une al fin a la triste vida cotidiana de Bastián, que
abandonará el mundo humano para nombrar las cosas y los seres de Fantasía y
salvar a ese mundo de la Nada que lo va comiendo, gracias a la recreación.
El propio libro parece demostrar en sus tensiones la tesis central (y consciente) de
Ende: la necesidad de que la imaginación y la realidad vayan de la mano y no vivan
a costa de la muerte de la otra. A pesar de ser tal vez la más abundante en
descripciones de seres extraños y aventuras (pilares de una fantasía “escapista”, y
de prácticamente toda la “fantasía heroica”), la zona en que Bastián se transforma
en héroe es tal vez la menos absorbente, justamente porque se ha perdido la
articulación entre su persona real y la fantástica.
Esa vinculación regresará (y volverá a darle al libro su mejor dimensión) cuando
Bastián luche por recobrarse a sí mismo en contra del olvido, y lo logre a través del
afecto, esa dimensión que antes le faltaba o le había sido arrebatada, y que La
historia interminable le devuelve lenta y dolorosamente en sus últimos capítulos.
Lo que diferencia a la empresa de Ende de su antecedente más visible, el Tolkien de
El Señor de los Anillos, son sus datos biográficos y el trasfondo filosófico de su
mundo. Aunque los universos imaginarios de los dos estén unidos por razas y
paisajes extraños, y por la relativa sencillez lingüística, el mundo de Ende es el
mundo caótico, entremezclado y surreal, de dura lucha por la supervivencia, del hijo
de un pintor considerado “degenerado” por los nazis, y que vivió el sacudón brutal de
la Segunda Guerra Mundial en el nivel inmediato, cotidiano, durante largos meses de
su infancia, como una realidad fracturada, dispersa. En Tolkien nos encontramos en
cambio ante el mundo reposado y sólido de un erudito inglés, amenazado no sólo
por la guerra sino también y ante todo (como ocurre también en la obra de su
compañero C. S. Lewis), por el simple avance tecnológico y social, lo que lo lleva al
terror y la división maniquea entre el Bien y el Mal, entre lo blanco y lo negro. Los
peligros son en cambio más complejos y sutiles en Ende, donde la lucha entre la
mentira y la verdad, entre la Nada y la identidad parece entablarse en el interior
mismo de cada uno de sus personajes, aunque no falte la bruja lúbrica y sombría
que trata de seducir a Bastián con el sexo y el poder.
A ello se agrega su inventiva inagotable. Aunque la historia supuestamente
interminable tenga una extensión mucho menor que El Señor de los Anillos, esa
extensión le basta para describir con rapidez, sin la precisión –a veces agobiante–
de cartógrafo realista de Tolkien, lugares y personajes donde se mezclan el
surrealismo de El Bosco, Arcimboldo o Magritte con los viejos cuentos de hadas y la
mejor literatura fantástica metafísica e intelectual de este siglo.
A su vez, continuamente historias potenciales quedan postergadas con una frase
recurrente: “ésa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión”, recurso que
junto con el espléndido capítulo dedicado a la biblioteca fundada por Bastián
Baltasar Bux, que contiene no sólo historias sino la realidad misma de Fantasía,
abre la perspectiva (entre gozosa y angustiada) de la infinitud de la ficción.

Edición digital de Imaginaria


Revisión de urijenny (odoniano@yahoo.com.ar)

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