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La práctica profesional de la docencia adquiere éstas y más responsabilidades

que nacen en las instituciones y que se reflejan en el aula, en la completa


interacción entre los sujetos que aprenden y el facilitador de este proceso de
aprendizaje, desde esta mirada, los docentes tienen grandes desafíos, así como
la oportunidad de valorar su profesión, como medio para lograr un
posicionamiento social que responda a una educación dirigida al desarrollo
humano integral, que promueva inteligencias múltiples y capacidades en
diferentes dimensiones humanas para la vida personal y social, involucrando
acciones afectivas y éticas. Vollmer (2004), señala que el docente tiene la
oportunidad histórica no sólo de desarrollar competencias para el mundo
profesional y laboral, sino para su desarrollo personal y ciudadano; lograr
capacidades para la autonomía, la autorrealización y la capacidad de
comprensión y acción ante los problemas sociales. Bajo esta mirada la práctica
docente se entiende como un proceso formativo que compete a cada docente;
pero también, al colectivo, lo que significa que al interior de las instituciones
educativas se deben realizar cambios importantes en el quehacer educativo. En
los últimos años, la labor de los profesores se ha vuelto cada vez más compleja,
ardua y desafiante, retomando el punto de vista de Rossi, (2009) el avance del
conocimiento y la innovación en los modelos peda- gógicos están obligando al
ejercicio de más de un papel en la docencia; esto es, el sujeto docente también
actúa como facilitador del aprendizaje, tutor, orientador educativo, diseñador de
materiales didácticos, elaborador de instrumentos de evaluación, asesor para
padres, mentor o guía de colegas novatos, entre otros.

La docencia es un espacio atravesado por muchos factores e intenciones en el


que maestros y alumnos aprenden formas de construir conocimiento: saber y
saber pensar, investigar y enseñar a pensar la realidad. Es decir, la docencia es
un proceso creativo a través del cual los sujetos que enseñan y los que aprenden
interactúan con un objeto de conocimiento, develando así su propia lógica de
construcción y transformándose mutuamente. Ello supone a la docencia como una
tarea compleja y trascendente, cuyo desempeño cabal exige una actitud
profesional en el más estricto de los sentidos.
La docencia nos da la oportunidad de trascender –positiva o negativamente- a
través de nuestros alumnos; pero también, de que ellos trasciendan a través de
nosotros, porque la docencia es un proceso de aprendizaje bidireccional.

Para ser docente no basta solamente tener o dominar un conocimiento; es una


actividad compleja que requiere para su ejercicio de la comprensión del fenómeno
educativo. Es necesario hacer énfasis en los aspectos metodológicos y prácticos
de la enseñanza, así como en los aspectos sociales y psicológicos que van a
determinar las características de los grupos en los cuales se va ejercer la acción
docente. La ética como elemento fundamental del ejercicio de la profesión es
indispensable para lograr el correcto hacer de las cosas.

Pero ¿será suficiente ser docente con los elementos antes descritos? Como nos lo
recuerda el profesor Fernando Savater (1997), en su libro El valor de educar
"nacemos humanos, pero eso no basta: tenemos también que llegar a serlo". Es
decir, que ser humano es un deber moral, es una obligación porque precisamente
los docentes somos los que tratamos con seres humanos, como son nuestros
alumnos que sienten y padecen igual que nosotros.

Ser docente es algo muy sublime, y significa ir más allá de ser un trasmisor de
información, un facilitador del aprendizaje y, en algunos casos, creador de
planificaciones sin contexto. Educar es alumbrar personas autónomas, libres y
solidarias. Es ofrecer los ojos propios para que los alumnos puedan mirar la
realidad sin miedo.

Ser docente no implica sólo dictar horas de clases, sino dedicar alma. Exige no
sólo ocupación, sino vocación de servicio. El genuino educador se esfuerza por
ser un verdadero amigo de sus alumnos, ya que estos son personas, con su
propio mundo intelectual y emocional. Es necesario cooperar con ellos para que
hagan el mejor uso de sus posibilidades y potencialidades.
Ser docente es ser un estilista de almas, un embellecedor de vidas, que tiene una
irrenunciable misión de partero del espíritu y de la personalidad. Es alguien que
entiende y asume trascendencia de su misión, consciente de que no se agota de
impartir conocimientos o propiciar el desarrollo de habilidades y destrezas, sino
que se dirige a formar personas, a enseñar a vivir con autenticidad, sentido y
proyectos, con valores definidos, con realidades, incógnitas y esperanzas.

Ser docente consiste en brindar vuelos de alturas, sembrar utopía, estar siempre
abiertos a la aventura de lo desconocido, al riesgo de las cumbres; ser
exploradores de nuevos horizontes y mundos más humanos construidos más allá
de los gritos y de la impaciencia.

Ser docente es ofrecer una varita mágica a los niños y las niñas para que puedan
volar con sus fantasías, recorrer los caminos de la imaginación, visitar estrellas y
países encantados, hablar con mariposas y tulipanes, descubrir horizontes
insospechados y descansar con el pecho de la luna.

Ser docente es guiar a los alumnos a la maduración de una fe. El educador


creyente deberá reflejar su fe en su propia vida. Por eso, dentro de sus
limitaciones, tratará de caminar siempre al lado de sus alumnos, dispuesto a
atenderles con especial cariño y dedicación, sobre todo cuando estén en serios
problemas y dificultades. Que los alumnos sientan que siempre podrán contar con
su ayuda y comprensión y nunca estarán solos.

Ser docente es más que inculcar respuestas e imponer repeticiones, conceptos,


fórmulas y datos; es orientar a los alumnos en la creación y el descubrimiento que
surgen de interrogar la realidad de cada día y de interrogarse permanentemente.
Es formar individuos críticos, libres, democráticos, innovadores, trabajadores y con
sentimientos nobles Ser docente no es ser un buscador de faltas, ni descalificador
de los demás ni un ciego que da palos a diestras y siniestras... Es ser una persona
estudiosa, paciente, serena interiormente y amante de la profesión docente.
Por último, debo agregar que la humildad en los docentes es importante porque
debemos saber que la modestia nace espontáneamente cuando vemos qué tan
grande es la creación en toda su abundancia infinita; es decir, que debemos ser
lluvia serena y mansa que llega profundamente a las raíces, en silencio, nutriendo.

La función docente es aquella de carácter profesional que implica la realización


directa de los procesos sistemáticos de enseñanza - aprendizaje, lo cual incluye el
diagnóstico, la planificación, la ejecución y la evaluación de los mismos procesos y
sus resultados, y de otras actividades educativas dentro del marco del proyecto
educativo institucional de los establecimientos educativos.

La tarea docente, además de la asignación académica, comprende también las


actividades curriculares no lectivas, el servicio de orientación estudiantil, la
atención a la comunidad, en especial de los padres de familia de los educandos;
las actividades de actualización y perfeccionamiento pedagógico; las actividades
de planeación y evaluación institucional; otras actividades formativas, culturales y
deportivas, contempladas en el proyecto educativo institucional; y las actividades
de dirección, planeación, coordinación, evaluación, administración y programación
relacionadas directamente con el proceso educativo.

La práctica docente o ser practicante, por lo tanto, está influenciado por múltiples
factores: desde la propia formación académica del docente hasta las
singularidades de la escuela en la que trabaja, pasando por la necesidad de
respetar un programa obligatorio que es regulado por el Estado y las diversas
respuestas y reacciones de sus alumnos.

La práctica docente está determinada por el contexto social, histórico e


institucional. Su desarrollo y su evolución son cotidianos, ya que la práctica
docente se renueva y se reproduce con cada día de clase.

Esto que hace un docente deba desarrollar diferentes actividades simultáneas


como parte de su práctica profesional y que tenga que brindar soluciones
espontáneas ante problemas impredecibles.
En otro sentido, es posible afirmar que la práctica docente consiste en la función
pedagógica (enseñar) y en la apropiación que cada maestro hace de su oficio
(formarse de manera continua, actualizar sus conocimientos, asumir ciertos
compromisos éticos, etc.). Ambas cuestiones, a su vez, reciben la influencia del
escenario social (la escuela, la ciudad, el país).

La práctica docente, en definitiva, se compone de la formación académica, la


bibliografía adoptada, la capacidad de socialización, el talento pedagógico, la
experiencia y el medio externo. Todos estos factores se combinan de diferente
manera para configurar distintos tipos de prácticas docentes según el maestro,
que además provocarán diversos resultados.

Aspectos que residencia pedagógica ayuda en nuestra formación:

⇒ Asumir el rol docente de manera crítica, constructiva, creativa frente a cada


situación y cada aula. Para ello era imprescindible poner en práctica todo lo
aprendido en la teoría;

⇒ Extraer y analizar datos que son relevantes para nuestro futuro desempeño
profesional;

⇒ Relacionar la teoría y la práctica a partir de los aportes obtenidos en nuestra


permanencia en las aulas y resignificar los conceptos logrados durante la etapa de
nuestra formación;

⇒ Despegarnos de las “recetas” y ser más creativos;

⇒ Seleccionar y aplicar las estrategias más adecuadas para la enseñanza de un


determinado contenido;

⇒ Utilizar distintos recursos para llevar a cabo la tarea;

⇒ Repensar nuestro desempeño para mejorar nuestra práctica;

⇒ Modificar y construir nuevas propuestas basadas en un juicio crítico y autónomo


a partir de un proceso de reflexión;

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