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Primera edicion: octubre de 1987 Tiraje: 2,000 ejemplares Copyriht 1987 por EDITORIAL PAX MEXICO, LIBRERIA CARLOS CESARMAN. S.A. ‘Av. Cuahutemoc 1430 Mexico. D.F.03310 ISBN: 968-860-325-2 Contenido Pralogo Primera Parte: Crénica Copitulo I: Cronica de mis experiencias desputs de! sismo (grupos amplios y pequetios) Segunda Parte: Teoria Capitulo I: Breve interludio tebrico. Los desastres naturales y sus reper- cusiones. psicolégicas Tercera Parte; intervenciones terapéuticas Capttulo 1: E| sismo; repercusiones psicoldgicas, Un modelo teraptutico Capitulo t¥: EI psicoanalista ante la catastrofe Capitulo Vz ‘Una experiencia: terapia orientada a la crisis en una escuela activa 9 45 a 3 Cuarta Parte: Capacitacion y formacion Capitulo VI Una experiencia multiplicada en salud mental en el area dela educacion (intervenciones grupales en situaciones de crisis para grupos de nifios) Capitulo VI: Uni tecnica de capacitacida para promotgras de salud mental en sjtuacion de crisis Capituio Vi: Le que el sismo reveld. Reseita y comentarios de un seminario de formacion de emergencia Quinta Parte: A péndices Apendice 1 Anecdotario de los sismos de septiembre del "85, capacitacion de voluntaris camo promotoras de salud mental en si- tuuciones de crisis mediante lecnicas grupales Apendice 2 Eniave entre los grupos de voluntarias promotoras de salud mental, los albergues y la directiva encargada para esta acciOn espeetfica de la Asociacion Psicoanalitica Mexicana, A.C. Apendice 3: Materiales ytiJes para !a informacién general de la poblagién en caso «de terremotas Wn 51 173 203 219 225 Prélogo Hubo un primer momenta en que todos sus seati- nas imiites. Moro Compitzano Todo se derrunbd, deniro de mf, dentro de mi decia la cancién de mo- da y los nifos de la escucla de la zona mas devastada por el terremoto a! no poder articular su angustia quisicron cantarla a coro dentro del salon de clases, La necesidad de hablar, de cantar Io que les habia pa- sado, de descorchar su propio terremoto, de hacer su duelo, de vaciar- se de escombros y cenizas la comprendicron los psicoanalistas al visi- tar escuelas céntricas y campamentos de damnificados. Los nifics que andaban sueltos por alli, estaban urgidos de que alguien los escuchara, Adela Jinich de Wasongasz y Alberto Siniego nos dicen: Nuestra im- presion diagndstica es que se trataba de nifios profundamente caren- ciados desde antes, quizd ef sismo Io que hizo fue poner abiertamente de manifiesto tales carenclas: alimento, atencién, limpieza y un evi-- dente deterioro emocional y para el aprendizaje. Pese a Ja pérdida de intimidad de la familia y # Ja conmocidn del contexto social, las escue- Jas, los amigos, ef barrio, los papeles, la identidad, ercétera y pese tam- bién a los peligras del momento: conatos de violencia, hurtos, peleas ¢ incluso violaciones (las cuales siempre han formado parte de su vida cotidiana), para muchos el campamento es quizd una posibilidad de cambio, El lugar sin embargo, ofrecia cierta posibilidad de recuperar ‘una identidad y una pertenencia, en ese momento cuestionadas’’. El que quiera ser escuichada, nia o adulto, necesita un oyente y oyen- 1¢ dptimo es el psicoanalista. Pero en el caso de ios dos sismos del 19 y del 20 de septiembre de 1985, también los médicos necesitaron ser cidos. Este libro nos hace asomarnos a un trauma colectivo. Desputs de la conmocidn inicial, Marco Antonio Dupont encontré en diversos campamentos y albergues, en las zonas sembradas no sdlu de ruinias sino de personas desamparadas, la necesidad, después la conmocién inicial de “evecuar de la mente los montantes emocionales abrumado- res”. 1,4 Carrillo plantea que el “‘sisma, como dispositive analizador especifico, develd-reveld las contraditciones del ral de la identidad so- croprofesional del psicdlogo dentro del sistema de roles de los trabaja- dores de 1a salud mental’. Bs decir, los psicélogos también sus sismo, palparon sus limitaciones, se preguntaron cémo servir, se cuestionaron basta ¢] punto de Mamarse a sf mismos “damnificados profesionales’’ y recordar que la psicologia can su identidad poce de- finida, s¢ ha desarroltado entre la fisica, la fisiologta y las clencias so- ciales, Sintieron que no contaban con los instrumentas suficientes pa- ra enfrentarse a esta realidad pavorosa. Las demandas los rebasaron: controlar ansiedades, impulsos, locura; dar tratamientos psicoldgicos, tranquilizar ala gente y actuar como mediador y negociadar en los cam- pamentos y en los albergues resullé una tarea abrumadora sobre todo porque tenian que enfrentarse a su propio terror, debatirse con su pro- pia ansicdad: “no poder hacer nada y querer hacerlo tado”’. ;Y su rol? “Entre toddlogo y naddlogo gddnde quedé el psicdlogo?" Total los psleglogos no son dioses y as{ fo confiesan. Ninguna omni- potencia en no solo de los trabajos que configuran: '*Tras el sismo: intervenciones psicoterapéuticas y formativas” . Se ataba de un libro humilde, Mario Campuzang, José Antonio Carrillo, [sabel Diaz Por- tillo, Rosa Déring, Marco Antonio Dupont, Laura Jslas de Mendiza- bal, Adela Jinich de Wasongarz, Carmen Pardo de Araujo, Alberto Siniego y Juan Tubert, ninguno quiere dar cdtedra, ninguno se sitia olimpicamente en el sillén de psicoanalistas y se dispone a ofr. Al con- trario ellos son Jos que hablan, y hablan como nosotros, os damnifi- cados det alma, y el suyo es el relato de su impotencia y de sus titu- beas. En el principio fue el caos y ellos son parte def caos. Convencen porque confiesan no tener armas para casos semejantes, no saber qué hacer, tardar en decidirse a actuar. Este libro “Tras ef sismo” ¢s la aurocritica de un grupo de psicoanalistas; toma de conciencia de que su reaccidn ante ef sismo no fue mejor que la de los demds, y es la lec- cion que de ello puede desprenderse para el futura. En au diario, la doctora Rosa Dosing escribe el 28 de septiembre: “'Traba, Luis Gonzalez y Jorge Margolis en un grupo que vino respondiendo ala oferta de AMPAG. Habia unas dieciocho personas, la mayoria Hegarom acompahadas de alguien, casi paralizadas, Eran sobre todo psicdlogas que venian a hablar del sentimiento de culpa que tenlan, pues siendo jefas de personal, orientadoras de diferentes escuelas, et- cétera, se habian declarado enfecmas y ni siquicra hab{an sido capaces de Negar 3 su lugar de trabajo. Venian a hablarnos de sus carencias. de fa falta de instrumentos psicoldgicos para atender una situacién pa- recida, hablaban de su propio miedo, de sus pesadillas, de su impoten- cia, de su falta de conocimientos, del pdnico a enlequecer... fue una sesién de cuatro horas’. Isabel Dfaz Portillo, que scribe bien porque piensa bien, cuestiona hasta las medidas de proteccién dictadas en caso de temblor: ponerse bajo el quicio de una puerta y resguardarnos en ella, no bajar jamés corriendo por una escalera ni tomar un clevadar. (La mayorfa de las 700 costureras que murieron aplastadas fueron les que se precipitaron por el cubo de la escalera buscando una salida). Isabel Diaz Portillo dice con mucha razén; ‘Las medidas que han sido transmitidas a la poblacién en casos de desastre son ttiles cn cuanto a aumentar las po- sibilidades de sobrevivencin: alejarse de cristales que pucdan romper- se; de libreros... objetas pesados y armarios que pusden caer y aplas- tar a quien esté cerca de ellos; salir con rapidez, pero sin corres, para evitar cafdas; cerrar las [laves del gas y agua para evitar explosiones ¢ inundaciones; refugiarse bajo trabes o escritorios metdlicos; evitar la cercanfa de cables conductores de electricidad; tener a 1a mano lin- ternas y botiquines, etcétera. Pero su efecto tranquilizador va més alla de lo explicito. Para la necesidad inconsciente dz seguridad y control, ofrecen un precioso alimento: la fantas{a de que el seguir rigurasamente las reglas, tlene forzosa y necesariamente recompensa. ¥ sia embargo, hubo quien se salvé, precisamente porque salié corriendo, saltande por entre los escalones semidestrozados de un edificio que se derrumbé a sus espaldas; y quien saltd 2 través de Ia ventana de un primer piso hacia un montén de basura que le permitié Hegar indemne al suelo. También es clerio que hay personas que mueren pot arrojarse impre- meditadamente por las ventanas, mientras otros, que toleran mejor ta angustia y son capaces, por Jo tanto, de valorar realistamente ta situa- cién, escapan indemnes 0 con pocas lesiones. Lo anterior implica que, en verdad, no existe reglas infalibles, La capacidad de improvisacién, pudiéramos decir la creatividad, aun cn situacidn de peligro, es la me- jor proteccién con la que cuenta el ser humano. [mplica un contacto amplio con la realidad, coa las experiencias previas del individuo y con todas sus capacidades y recursos innatos”’. Todo se ha derrumbadg, todo debe voiverse a plantear, no hay me- jor medida de proteccidn que la propla inventiva, la presencia del espi- rita. Las reglas no Importan, la metodologia es inoperante, los psicoa- nalistas se encuentran prdcticamente inermes frente al desasire y 00s Jo dicen. El doctor Juan Tubert Oklander sintetiza en una frase de hu- mildad franciscana la igualdad de condiciones de médicos y pacientes ante la catéstrofe: ‘‘...nos enfrentébamos a la necesidad de convivir con la angustia perdurable de habernos visto brutalmente confronta- dos con nuestra propia irremediable fragilidad”” y explica el porqué de sv actitud defensiva, Frente al desastre, la emocién predominante ¢s fa de la increduli- ad. La misma doctora Rosa Diring dice que su primera reaccidn al escuchar las noticias por radio es pensar: ‘No es verdad, ¢s un concur- 50 de ver qué locutor dice cosas mas espantosas"’. Muchos de fos habi- tantes de las colonias alejadas del centro no se dan cuenta de nada siho hasta en la tarde; por una parte, es cierto que la comunicacién es defi- clente, pero por otra también es verdadero el deseo de no enterarse. Cuando la realidad es intolerable, facil es evadirla como Scarlett O'Ha- ta, la heroina de Lo que el viento se flevd, que decia frente a cada pro- blema: 27H think about it tomorrow. La primera reaccidn de los psicd- logos es defensiva; protegen ante todo su vida privada, la organizan de tal modo que en ella no irrumpan las emociones que tienen que ma- nejar y encauzar en su consultorio; sin embargo, en el terremoto la rea- jidad los avasalla; la catdstrafe penetra en su funcionamiento mental y los sacude. Nunca a Jo largo de su vida han tenido que hacer frente a sufrimignto fisico y mental de esa brutalidad. Si la primera reaccién de Rosa Déring es de estupor, la segunda es lamar por teléfono a Dupont para preguntarle: “'2Qué sabes? ;Qué has oldo y sobre todo gqué podemos hacer?. La tercera es darse cuen- -ta del desquiciamiento; la busqueda desesperante de un médica, la fal- ta de agua o de luz en los consultorios, la ciudad sin recursos. La cuar- ta; es la constatacién de !a solidaridad de los habitantes: ‘Esa noche en la Cruz Roja vimos muchos voluntarios ayudando, nifios hasta de Once alos que acarreaban hielo o agua, acomodaban y clasificaban ro- pa, ¢ra realmente exiraordinario ¢l movimiento y e} compafierismo en todos lados. Yo estaba aténita pues hacia mucho tiempo que no tenia Ja impresién de que el Distrito Federal estuviera realmente habitado por humanos’’. La quinta, es la decision de trabajar. “Por fin, cerca de medio dia, en ta casa de Colonos de Tlalpan nos hacen una ficha de identificacién, nos prometen trabajo y nos forman en una cola que es de una brigada que sale en seguida para Tlatelolco, Et miedo que senté en ese momento, la gran angustia y responsabilidad, me hicieron Gecirle # la encargada: "No quiero trabajar enseguida, regresaré des- pués, lengo que prevenir a mi familia’’..."‘Me tomd practicamente dos horas hacerme a la idea de que voy a hacer algo que desconozca, que podria ser peligroso, pero que ademas lo tengo que hacer. No puedo permanecer en la casa, donde me siento aislada; necesito cooperar de alguna manera. Regreso a Tlalpan y me dicen: Formate en la cola, sa- les con 1a préxima brigada para un albergue en Peralvillo”. Owra vez como la noche anterior, veo solidaridad y compaicrisma. Todos nos tuteamos. estamos asustados y oecesitamos este calor humano que s¢ produce al compartir fa angustla y el miedo’”. : Que esto nos Jo diga una médica, en ese tono familias y cdlido sin Ja menor actitud de superioridad resulta bien reconfortante. Nada de términos clinicos, Rosa Déring habla como un acr humano dolido, no teoriza. Sus colegas podrdn reprochdrsclo, sus lectares se to agradece- mos. También se lo agradecemos a los demds psicoanalistas que no abundan cn el yo ni ca of superyo. Al conttario, el libro Tras el sismo es accesible; el sismo tamblén humaniza el lenguaje, hace tabla rasa de pretensiones, los investigadores usan los términos que usamos, des- criben lo que también nosotros podemos ver, la escuela Primaria Si- mén Bolfvar en § de Febrero y Fray Servanda Teresa de Mier, plotade de verde oscuro, deteriorada y sucia, ¢l patio de jucgo sin un solo ador- no, los edificios en torno derrumbados, el trifico intenso, el ruido im- posible. Jinich y Siniego se conduclen *‘del esfuerzo cotidiano que de- ben hacer maestros y alumnos para ensefar y aprender en semejante contexto ecokgico”. De que este grupo de psicoanalistas permanecié muy cercano al te- Tremota y muy lUcido en cvanto al andlisis del fendmeno, lo muestra claramente el doctor Mario Campuzano: “En el caso de los sismos de septiembre en México la poblacién so- breviviente dentro de Jas zonas de desastre, y la inmediata cercana, reac- cioné con prontitud en forma solidaria. Ante el vacio de liderazgo ofi- 1, gubernamental, la poblacidn civil se organizé espontaneamente para realizar las labores necesarias de ayuda de todo tipo. Se generd asi una “‘idea lider’’ alrededor de la cual toda la poblacién se agrupd: hay que salvar vidas, hay que rescater a los atrapados por los derrum- bes del sismo”’. Esta motivacién permitié la organizacién espontanca de la sociedad civil y fue oficializada mds tarde por e! Estado, en un tntento de recuperar el liderazgo formal y operative’. “La dindmica social en esta situacién s¢ caracterizd por una expan- sién de la sociedad civil y una redefinicién de sus espacios en relacion con la sociedad politica. Momento de activismo de la pablacién civil en que el Estado, con su tenta burocracia, se queddé muy atrés. Mo- mento psicolégico caracterizado por a disociacién, como mecanismo de defensa necesario para poder concentrarse en las urgencias inme- diatas relacionadas con el rescate; disociacién que esencialmente im- plica que lo propio se pospone (aftsicdades traumiticas, ducios) dada laurgencia det otro, atrapado y en riesgo de morir si el rescate no Nega eon rapidez. Bt tiempo fue aqui factor erltico. Se empezé a preguntar: qeudnto tempo puede vivir un ser humano sin ingerir agua ni alimen- tos?, zcudnto tiempo haya para et reschte posible}... Por esta razén, ala disociacién sollan agregarse mecanismos de defensa maniacos. Asi, frente ala magnitud de) desastre, se evitaba la impotencia utilizando la omnipotencia maniaca de wabajar y trabajar, casi sin descanso y a veces casi sin implementos materiales (herramientas manuales, ma- quinaria pesada para remover enormes cantidades de material de cons- truccion, grandes placas y trabes de concreto) eludiendo el contacto, mediante estos mecanismos, con una realidad psiquica profundamen- te depresiva y traumitica, con un ‘mundo interno” Heno de sentimien- tos de temor, afliccién y pérdida, concentrandose en cambio, en Ja ex- tetioridad abrumadora a la cual se enfrentaba en forma desafiante a pesar de la disparidad de condiciones”. No hay mayor desastre que el psicoldgico porque es prdcticamente incomunicable; una casa tarde o temprano se reconsiruye o sobre ¢} predio desvastado se siembra un jardin, pero zqué jardin se levanta sobre fa destruccién psicolégica de un hombre? Todavia hoy, después de 42 aflos vemos las consecuencias de la bomba de Hirgshima (6 de agosta de 1945}. Los que sobrevivieron simplemente permanecieron co- mo ejemplos del potencial mortifero de la explosidn de la bomba até- mica, la energia nuclear dirigida en contra de la vida humana. Los me- xicanos que suftieron el terrermoto {se han recuperado? {La suerte de los damnificados de siempre, que de golpe surgieron de las grietas, Ma- rio Campuzano, Marco Antonio Dupont, J.A. Carrillo, Isabel Diaz Portillo, Rosa Dring, Islas de Mendizdbal, Adela Jinich de Wason- garz, Pardo de Araujo, Alberto Siniego y Juan Tybert pueden tener la cerleza de que sus ‘‘cadenas” de rescate psicoldgico hicieron mucho por la salud mental y social; mientras en las cadenas los brigadistas iban pasdndose de mano en mano las cubetas y las cacerolas llenas de escombros, ¢n un esfuerzo desesperado por salvar una vida, los psi- coanalistas ponian en claro los sentimientos de regresidn, las identifi- caciones heroicas y omnipotentes, las sensasiones de impotencia ¢ inu- tilidad, la sobre-exigencia, ta “culpa’”’ del sobreviviente. Isabel Diaz Portillo dice modestamente, al final de su excelente tra- bajo, que espera que el acopio de experienclas le permita enfrentar con menos improvisacién y mayor conocimiento los requerimientos de aten- cién masiva a poblaciones afectadas por catastrofes colectivas, pero su sesién lerapéutica con brigadistas es ejemplar, Resulta que el briga- dista se quejaba de opresién precordial, no podfa deglutir y se le difi- cultaba respirar, “Este hombre perspicaz y sensible, sabfa que lo que necesitaba era Horar, pero no podia hacerlo. Habitante de uno de los barrios mas dafiados de la ciudad, salié directamente de su casa a res- catar de entre los escombros a sus vecinos menos afortunados. Sintio temor y asco af ver los cuerpas destrozados pero se sobrepuso y traba- i6 sin descanso durante diez horas. Cuando descendié 2 tomar alimen- los cay6 ante fos escombros, de donde fue Ievantado por familiares que también ayudaban al rescate. Durante este relato eran evidentes tanto su tristeza como su control, Le pedi que me describiera lo mas detalladamente posible, !o que habia sucedido desde que empezé atem- blar. Asf lo hizo, deteniéndose un instante, cuando describfa ta forma en que penetré a traves de una ventana de) edificio. Le pregunté en- tonces qué habla sido lo primero que vid por la ventana; contesté en- tre sollozos “‘cabezas desprendidas y muchas piernas, como treinta y cinco piernas suciias"', El pudo reconstruir el momento mds dramati- co ¢ impactante de toda Ia situacién". Definitivamente ayudan las palabras de la doctora Diaz Portillo y con ellas podrian sintetizarse los trabajos y los dias de este grupo de psicoanalistas en favor de los lesionados por ¢l sismo. “El foco unico de la terapia es aliviar el sufrimiento a través de la liberacién de las emociones retenidas, (catarsis); y su elaboracién a tra- vés de la comprensién de las causas que las provocaron. La resignifi- cacidn de las culpas y temores injustificados; y la construccidn de pla- nes realistas de acuerdo con las circunstancias externas y los recursos genuinos de la persona, para reparar los posibles dafos existentes a la imagen corporal, el sentimiento de ta identidad, la autocstima y el sentimiento de identificacién y reciprocidad con sus congéneres, libran- dose asi de los sentimientos de soledad, desamparo y devaluacién existentes”, | Elena Poniatowska

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