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3. LA TAREA CLINICA CON ADOLESCENTES, HOY Virginia Ungar Es¢ribir sobre. el andlisis actual con adolescentes me ha permitido desarrollar algunas conceptualizaciones acerca del trabajo analitico con pacientes que transitan esa etapa de la vida, centrandome en la experiencia obtenida en el consultorio. En primer lugar intentaré hacer un breve recorrido por la bibliografia psicoanalitica fundamental sobre el tema. Luego focalizaré en la problematica actual del adolescente, en los cambios con respecto a las genera- ciones anteriores, para después referirme a los motivos mas frecuentes de consulta en nuestros dias. ADOLESCENCIA DESDE EL PUNTO DE VISTA DEL PSICOANALISIS En el campo psicoanalitico, la adolescencia ha sido abordada desde variados puntos de vista. En este apar- tado me limitaré a consignar de manera muy sintética algunos de estos aportes. Freud (1905) propuso que en la pubertad se subordina la pregenitalidad —que ha estado “dormida” en el perio- do de latencia— a la genitalidad. El desarrollo psiquico impone establecer objetivos sexuales heterosexuales exogamicos. Anna Freud (1958) incluyé la teoria del duelo 81 y de la conmocién en el equilibrio narcisista en su com- prensién de la adolescencia. Cuando Melanie Klein (1932), estudia temas técnicos en el tratamiento analitico du- rante Ja época puberal, faltaban atin un par de afios para que presentara su teorfa acerca del proceso de duelo y de la posicién depresiva, completando en 1940 su crucial aporte con la teorfa de las posiciones. En la Argentina es Arminda Aberastury quien retoma el tema de los duelos y plantea que el adolescente tiene frente a si la tarea de tramitar los duelos por el cuerpo de la infancia, por los padres de la infancia y por la pérdida de la condicién de nifio. Peter Blos (1981), por su parte, se ocupa de las vicisitudes del complejo de Edipo y del ideal del yo, con cl trasfondo de la teorfa de Margaret Mahler en relacién con el proceso de separacién-individuacién. A su vez, la teoria de la identificacién tiene su lugar, ya que implica un severo cuestionamiento de las identificaciones previas y también de los procesos de desidentificacién. Finalmente, los aportes de Piera Aulagnier (1991) en cuanto al proceso de historizacién que la adolescencia pone en juego —desarrollado en nuestro pais por Janine Puget (1997), Luis Hornstein (1997), Miguel Leivi (1995), Julio Moreno (1998) e Ignacio Lewkowicz (1997)-, resul- tan fundamentales a la hora de pensar la pubertad y la adolescencia. Cuando un analista lleva muchos afios de practica, llega a tener su propia posicién avalada por las lectu- ras, supervisiones y el intereambio con colegas, a la vez que ésta es internalizada como algo que se aprendié de la experiencia, en términos de Bion. En este punto debe incluirse la historia de la propia adolescencia y el pro- pio andlisis. Nada llega a conmover tanto a las estruc- turas infantiles de un analista en el plano de la contratransferencia como la turbulencia adolescente.t 1. Bion (1976) describe de manera magistral la situacién, de turbulencia asi: “Cuando el muchacho amable, tranquilo, coopera- dor, se vuelve ruidosa, rebelde y problematico, el trastorno emocio- 82 Los andlisis de nifios, por supuesto, también movilizan nuestros aspectos mds primitivos e infantiles, pero en mi experiencia esto es atin mds fuerte en la tarea con adolescentes. Al momento de ver en consulta a un nifio o a un adolescente, tiendo a considerar una primera ubicacién del paciente desde el punto de vista del desarrollo. En- tiendo el desarrollo emocional humano como un trabajo para un yo que, aunque incipiente y no integrado, es capaz de llevar a cabo tareas como la de experimentar angustia, relacionarse con sus objetos y desplegar me- canismos de defensa. Para que pueda llevar adelante semejante esfuerzo, es preciso que cuente con un medio familiar ~inserto en una estructura social— que permita un necesario sostén, tanto fisico como mental. La vida psiquica se inicia con un encuentro funda- cional entre el recién nacido y la madre. Este postulado, asi enunciado, puede parecer simple, pero es de una enorme complejidad pues cada uno de los términes involucrados esta sujeto a multiples factores. De modo que el desarrollo no implica un camino lineal, sino una compleja red de conflictos que el ser en evolucién inevi- tablemente deberé afrontar. En esa red de problemas evolutivos, la neurosis infantil constituye un primer “or- ganizador” (Ungar, 2004). Al plantearse el conflicto edipico, dice Freud, todos los nifios atraviesan por una neurosis infantil, que puede ser explicita o pasar de- sapercibida y ser tomada por el entorno simplemente como un “mal comportamiento”. Melanie Klein también se interesé por el concepto de neurosis infantil y le atri- buy6é de igual manera a la situacién edipica, sdlo que ubicé el complejo de Edipo en una etapa mucho mas temprana, En esta linea, podemos establecer una divi- nal répidamente deja de estar restringido, por los limites de lo que amamos John, Jack, Jill o Jane, al marco corporal de cada uno”. 83 sién entre nifios que ya han “logrado” armar una neurosis infantil, construyendo una latencia, y otros que no han podido hacerlo y nos ponen frente a una detencién del desarrollo, una psicosis infantil o un cuadro de seudoma- durez. Esto ultimo implicaria un trabajo aparte, pues se trata de casos que son mucho mds graves de lo que parecen, al tratarse, en términos metapsicolégicos, de una elusién del conflicto edipico, lo que deja a estos pacientes, a pesar de su apariencia, muy cerca de las psicosis. Tal como plantean Freud y Melanie Klein, es necesa- rio atravesar por una neurosis infantil —a la que consi- dero un organizador del desarrollo— para armar un periodo de latencia que tiene que ser desarmado por el proceso adolescente, el cual, a su vez, generaré nuevas transformaciones para arribar finalmente a la subjeti- vidad adulta. Me parece importante hacerle un lugar al concepto de trauma, por lo menos para dejar abierto el interro- gante: {seria posible concebir un desarrollo sin trauma —tomado este concepto en su sentido amplio—? La des- organizacién adolescente es un trauma necesario. Tam- bién es cierto que de la intensidad del mismo va a depender la posibilidad de su tramitacién. Francoise Dolto (1988) propone una hermosa imagen al hablar de la inopia (debilidad adolescente): la de las langostas y los bogavantes que pierden su concha y se ocultan bajo las rocas mientras segregan una nueva. La autora se- fala que si reciben heridas durante la etapa vulnera- ble, quedardn marcados para siempre, su caparazén recubrird las heridas pero no las borrard. Haciendo un paralelismo con el ser humano, podria decirse que los adolescentes hacen lo contrario: salen al mundo y alli pueden recibir heridas indelebles. En el terreno de la clinica con nifios los trastornos del desarrollo son cada vez mas frecuentes, y lo que solemos hacer en esos casos es, precisamente, permitir que “se arme” una neurosis infantil. Pero, por otra parte, no es menos cierto que muchos adolescentes y adultos 84 jévenes se mantienen en cuadros de latencia prolonga- da sin haber logrado “desarmar” aquella neurosis in- fantil a través de la necesaria crisis adolescente. Donald Meltzer (1967) ha iluminado mi comprensién del trabajo con adolescentes a partir de sus medulares aportes sobre el proceso y desarrollo de la adolescencia. El entiende la adolescencia como un estado mental y propone que en la pubertad se produce el derrumbe de la estructura latente, sostenida por un severo y obsesi- vo splitting del self y de los objetos. Tras esta conmo- cién, reaparecen las confusiones propias de la etapa pre-edipica (bueno-malo, femenino-masculino, nifio-adul- to) y también la confusién de zonas erégenas. Esta si- tuacién se agrava con la aparicién de los caracteres sexuales secundarios ~el vello, los pechos— que hacen que el/la joven se pregunten: jde quién es este cuerpo? Durante una entrevista con una ptber hace algunos afios, le pregunté si ya le habian aparecido “algunos pelitos”. Rapidamente, y no sin cierto rubor, me respon- dié que si y que “lamentablemente los habia tenido que sacrificar”. La nifia, muy asustada, habia decidido elimi- nar las evidencias de los cambios que denunciaban la imposibilidad de sostener la idealizacién de un cuerpo infantil con la‘suavidad caracteristica de la piel del bebé. Otra nocién de Meltzer, que considero de suma uti- lidad, es la de la importancia del grupo de pares en el desarrollo del adolescente. No se refiere con ello sélo al proceso de socializacién, sino a que el grupo sirve fun- damentalmente para contener las confusiones determi- nadas por el uso de identificaciones proyectivas en las que se ponen en juego partes del self con un grado de fuerza y violencia tal, que llevan inevitablemente a la accién, tan caracteristico en la conducta de los jévenes. Para este autor, el nifio atraviesa la pubertad forman- do parte, en primer lugar, de un grupo que llama “ho- mosexual” en sentido descriptivo, que tiene como funcién la contencién de las confusiones y ansiedades paranoi- des, y como preocupacién central, la confrontacién con 85 los grupos del otro sexo y Ja rivalidad con los del mis- mo. Durante este periodo llevan adelante la “guerra de los-sexos” y sus trofeos son las experiencias sexuales, que exhiben y comparten. Los “traidores” son los que se hacen amigos del otro sexo. Si el desarrollo se produce, se pasaria luego al grupo adolescente heterosexual, de caracteristicas mas depresi- vas, en términos de la teorfa de M. Klein debido al aban- dono de la actitud egoista por el destino del self, en favor de la preocupacién por el bienestar y el destino del objeto, Es asi que a partir de los “traidores” del grupo ptber se van. a formar las parejas. La idea central es que el grupo ptiber-adolescente crea un espacio en el que se puedan experimentar las relaciones humanas, concretamente en el mundo externo, y sin la presencia de adultos. Meltzer (1998) considera que el adolescente se mue- ve en tres mundos durante el proceso de desarrollo de su estructura interna: en el de los adultos, en el de los nifios en el dmbito de la familia, y en el de sus pares. E] joven considera que el mundo adulto detenta el poder y que los nifios son sus esclavos. Estos ultimos creen que todo el saber estd contenido en sus padres, que funcionan como garantes. As{, el piber afronta una aguda pérdida de identidad familiar al descubrir que sus padres no lo saben todo. Debe, entonces, hacer una eleccién crucial: o abraza la idea de que se ha hecho solo a s{ mismo ~—ese camino lleva a la megalomania y a la posible psieosis— o trata de encontrar su lugar en el mundo. Para inclinarse por esta segunda alternativa tiene que encontrar primero su lugar en el mundo de sus pares, en la comunidad adolescente. LA PROBLEMATICA ADOLESCENTE EN EL MUNDO DE HOY En este punto me parece importante tratar de delinear ciertas caracteristicas del mundo con que el adolescente 86 actual se encuentra, tun diferente al de las jévenes truta- das por Freud, come Dora, Cetalina o la joven homo- sexual. Tampoco el de hoy es e] mundo de preguerra y posguerra ni el de nuestra propia adolescencia. Caracterizar el mundo que nos rodea nos ayudard a pensar con qué se encuentra un joven a quien se le impo- ne la tarea de “emigrar” del mundo “del nifio en la fami- lia” hacia la construccién de su subjetividad adulta. Estoy absolutamente convencida de que el cuerpo teérico del psicoandlisis resulta insuficiente a la hora de explicar esta cuestidn y debe necesariamente interactuar con otras disciplinas, tales como la historia, la sociologia, la antropologia y las ciencias de la comunicacién. La llamada transicién adolescente implica justamen- te el pasaje del mundo del nifio en la familia hacia el mundo de los pares y de alli al mundo adulto. También es cierto que el modelo de la crisis adolescente ~a la que ya mencioné como absolutamente necesaria— desde siempre implic6é enfrentamiento a lo establecido. Las instituciones, desde la familia hasta las instan- cias educativas, actuaron como fuerzas externas normatizadoras del sujeto y moldeadoras de identidad, ayudando a reglamentar e)] pasaje de la nifiez a la adultez. No se nos escapa que ambas han estado y si- guen estando, en gran medida, produciendo un imagi- nario armado con elementos generados a partir de las ideologfas modernas, desde fines del siglo XVIII hasta mediados del siglo XX. Asistimos a una transformacién acelerada de las instituciones. La entrada en la adolescencia produce una colisién en el encuentro con un mundo que no esta organizado hoy segin les pautas que le imprimian al nifio, y en gran medida Jo siguen haciendo, las institu- ciones. Las familias actuales, que quedan excluidas del modelo de familia nuclear burguesa en la que la sexua- lidad de la pareja conyugal monogdmica y heterosexual resultaba el paradigma de la sexualidad normal, han abierto un espacio de reflexion. 87 En este sentido, muchas de las consultas que recibi- mos tienen que ver con jévenes que provienen de nue- vas configuraciones familiares, por ejemplo, el ahora clasico modelo de las familias ensambladas. También tenemos quc mencionar a las familias monoparentales en las que una mujer cria sola a su hijo, o en menor proporcién estadistica en las que la crianza esta a car- go del hombre. La crianza de chicos por madres adoles- centes, que en general se lleva adelante en el hogar paterno, es parte también de esta nueva situacién. Asi- mismo, los hijos nacidos de tratamientos por fertiliza- cién asistida nos plantean interrogantes atin abiertos. Tampoco podemos dejar de lado la crianza de nifios por parte de parejas homosexuales. Estamos ante un mo- mento de crisis y cambio que, como tal, nos exige a los psicoanalistas una actitud de profunda observacién, de escucha atenta y de necesidad de reflexién. Tenemos que ser sumamente cuidadosos para no caer en posiciones extremas de idealizacién de los cambios hacia los que nos presiona la situacién actual de crisis de valores, derrumbe de ideologias y caida de ciertos ideales. Tampoco tendriamos que adoptar una visién apocaliptica que resulta ciega frente al desafio que la aparicién de lo nuevo siempre nos plantea. Veamos algunas diferencias entre lo que pudo ser el mundo en que transcurrié nuestra adolescencia y aquel con que se encuentra el joven en la actualidad. No quie- ro ser nostdlgica, pero en mi infancia, se ensefiaba acerca de la importancia del ahorro. {Quién podria sostener hoy esta postura en familias que han perdido sus pocas reservas, reunidas con el esfuerzo del trabajo diario, como consecuencia de politicas econdémicas locales y mundiales, que redujeron su patrimonio a cero? Qué decir del concepto de democracia, del valor del voto a la hora de elegir gobernantes en nuestra sufrida Latinoamérica que ha visto caer gobiernos rapidamen- te e implantar regimenes totalitarios con costos huma- nos que: apenas podemos simbolizar. No parece ser una 88 nocién que el adolescente aprecie en la actualidad. Esto puede comprobarse por la escasa participacién de los jévenes en la politica. El mundo externo es amenazador para el joven. No sélo porque es nuevo y desconocido. Es realmente amenaza- dor. En las condiciones actuales de inseguridad un ado- lescente puede sufrir violencia de distintos grados: desde ser victima de robo, secuestro o violacién hasta morir en Ja estacién del tren que aguarda para llegar a la univer- sidad. Y constituye también una amenaza para el joven el tener un padre desocupado, a su hermano/a drogadicto o preso, 0 vivir en un pais con altisimas tasas de pobreza o con sistemas de corrupcién que parecen inmodificables. Frente a este panorama el mundo adolescente expo- ne nuevas singularidades. Pienso que la vital impor- tancia del grupo de pares permanece vigente, no obstante lo cual es cierto que han surgido nuevos agru- pamientos. Aparecen nueva formas de asociacién entre las personas y nuevos modos de identidad grupal. Pue- den conformarse grupos por ejemplo alrededor de de- terminados gustos musicales, 0 mediante la creacién de clubes de fans, o a partir de la protesta contra la tala del bosque amazénico. También la asociacién puede tomar la forma de adoracién a dioses paganos inspira- dos en oscuros poetas ingleses del siglo XVIII o la cons- titucién de grupos ultrarreligiosos. La forma de agrupacién mas vigente parecen ser las subculturas formadas por grupos de individuos que comparten afinidades y se retinen para intercambiar informacién sobre graffitis, juegos de roles, tipos de mu- sica (dance, electrénica, rap, alternativos, cumbia, etc). Las ciencias sociales explican que la ruptura con la cultura joven en la década del setenta aparece cuando Ja industria del entretenimiento aprehende los usos y los modos del punk. La oposicién al sistema se transfor- ma en sistema y se vende precisamente a través del sistema. El primer indicio parece ser la venta de reme- ras con la imagen del Che a principios de los afios se- 89 tenta en Londres. ,Cémo se va a oponer un joven a un poder representado por los padres y las instituciones si el sistema se ha apropiado y lucra ademas con sus emblemas? Un tema central lo constituye el papel de los mass media. Estos construyen Ideales del yo, a través del producto que se debe comprar, desde el champt con el que hay que lavarse, la ropa que hay que usar, hasta el auto que se debe tener para pertenecer. En este sentido, los medios estereotipan epifendmenos y los trasforman en verdades cargadas de una moralidad difusa. Los medios se imponen de manera directa al nifio y al joven, atravesando toda la barrera protectora que en otros tiempos podian ofrecer la familia, la escuela, la religién o el Estado. A partir de ja irrupcién de los medios masivos de comunicacién, e{ espacio en que se desarrollan los vincu- los ha sufrido cambios. Antes, este terreno era la fami- lia, la escuela, el club. Ahora, se han sobreimpreso los espacios virtuales. La modalidad en que un adolescente de hoy atraviesa ese mundo mediatico es a través de la Tlamada realidad virtual. El intereambio grupal puede ser en el “ciberespacio”, a través del e-mail, el chat,’ los juegos en red, los foros. Ahi el joven puede ser quien mas quiere ser, Al mismo tiempo puede ocultarse: una ado- lescente anoréxica puede ser una chica sana y fuerte, un chico petiso con acné puede medir 1,80 y ser campedn de bdsquet. Una chica fea puede ser linda y exitosa. Por supuesto, los patrones estan dictados por los medios. On line, uno es quien quiere ser de acuerdo con el patrén social y medidtico imperante en el momento. Por otra parte, no es necesario el encuentro personal, se puede usar la computadora o el celular que cada vez tienen mds funciones. 2. Este software permite formar parte de grupos, configurandose “ciudades virtuales” con cientos de miles de habitantes, disponibles las 24 horas. 90 En este punto resulta mds que oportuna ja pregunta que se hace Eizirik (2004): en este escenario, al que 6] denomi- na del “mind sharing”, je6mo queda ubicada la clinica psicoanalitica, espacio intimo y privado por excelencia? Mi punto de vista —insisto— es que los psicoanalistas tenemos que evitar una posicién normativa que conde- ne los modelos de la época. Considero que debemos reflexionar sobre lo que ocurre y tratar de comprender. En ese sentido, pienso que el tema de Jos vinculos on line pueden ser una alternativa como espacio de ensayo (gseria muy aventurado pensarlo como espacio transi- cional?) que prepara para la salida al mundo real. He, dejado para el final de este apartado el tema de Ja sexualidad en la adolescencia, pues resulta crucial. Desde Freud sabemos que el basamento de la subje- tividad, de la identidad, se encuentra en Ja sexualidad. También es cierto que la concepcién freudiana de la misma, nacida en el auge del pensamiento moderno, ha sufrido cambios. En este sentido, Julio Moreno (1998) postula, siguiendo a Foucault, que conviene pensar la sexualidad como un punto de pasaje para acceder a las relaciones de poder. Estima que no habria que entender ala sexualidad —deseo inconsciente~ como una suerte de “emanaci6n esencial, pura e inmutable de la carne a la que simplemente se opone lo simbélico 0 cultural por via de la represién. La sexualidad emerge de la interaccién del cuerpo con la reglamentaci6n social de turno. O sea, no es el deseo y después la ley; sino que la ley y el deseo se entraman inseparablemente”. En esencia, las formas que asume lo sexual remiten a las estructuras de poder de cada €poca y cultura. En este sentido, Moreno postula que en la época de Freud la familia era el centro de la sensualidad y a la vez la encargada de prohibir el incesto, mientras que ahora estos dispositivos se disipan. La idea de represién sexual, propia de la concepci6n victoriana de la época de Freud, en nuestros dias parece diluida. Quizas el mayor desa- fio para nosotros, los psicoanalistas, ses el de encontrar 91 una descripcién metapsicolégica para los mecanismos que prevalecen ahora. Lo que escuchamos en nuestros consultorios acerca del territorio del amor adolescente esta en parte ligado a sus experiencias, pero también ~hay que decirlo— a una libertad impostada, ec incluso a formas de tapar lo que podria llamarse “desamor”. Es cierto que también se ha reformulado el concepto de amistad y compafierismo. En estos dias, por ejemplo, dos chicas de 15 afios pueden ir de Ja mano por la calle, dormir en la misma cama y hasta besarse. {Qué quiere decir esto? Que son dos nenas latentes, que son lesbia- nas, que juegan a ser amigas adultas, o que se estén apoyando y armando juntas un muro de seguridad en su cascarén femenino frente al mundo del otro que les es extrafio y amenazador? Una nifia de entre 13 y 15 afios, para ser aceptada por su grupo de pares, debe pasar por ciertas experien- cias —que bien podrian ser tomadas como equivalentes a los ritos de iniciacién de otras épocas—, tales como besarse con alguien a quien acaba de conocer (no nece- sariamente de diferente género), tomar alcohol hasta vomitar o fumar un cigarrillo de marihuana. Hasta hace no muchos afos el peor insulto que pod{a recibir un joven era ei de ser tildado de homosexual; hoy puede no sélo no ser una afrenta, sino mas bien un signo de cierto estatus interesante. MOTIVOS DE CONSULTA MAS FRECUENTES Se ha dudado sobre la posibilidad de tratar psicoana- liticamente a adolescentes, y por varias razones. La principal es la dificil convivencia entre el mundo ado- lescente y el del adulto, al que pertenece el analista. Otros motivos son los cambiantes estados mentales de los jévenes, muchas veces con escasa relacién entre si; la dificultad de contacto con el mundo interno, dada la actitud predominante de volcarse al mundo exterior con 92 acciones; la nocién del tiempo, tan diferente de la de los adultos, que los hace incluso poco incluibles en la nor- mativa del setting analitico. Esto ha Ilevado no solamente a la proliferacién de propuestas de diversa indole, ajenas al psicoandlisis, que pueden ir desde las terapias alternativas hasta la formacién de subculturas, sino también, ya dentro de nuestro campo, a que los psicoanalistas muchas veces se vean en dificultades para sostener la actitud ana- litica y se deslicen hacia actitudes de seduccién o “adolescentizacién” que no permiten sostener un proceso analitico. Por otra parte, cuando el andlisis se hace posible, puede constituir una experiencia excepcional para ambos miembros de la pareja analitica. La disposicién al cam- bio, la valentia para la indagacion, la pasién puesta en ja tarea, el agradecimiento frente al alivio de la angus- tia obtenido hacen del andlisis del adolescente una tarea dificil, estresante y lena de sobresaltos pero grati- ficadora como pocas para un psicoanalista. Estoy con- vencida de que la tarea es posible, siempre que seamos capaces de encontrar el necesario equilibrio entre una flexibilidad necesaria tanto para el encuadre como para nuestra manera de pensar, sosteniendo sin concesiones nuestra actitud analitica. ¢Cémo Megan a la consulta los adolescentes? Muchas veces son “traidos” por padres preocupados, ya sea por dificultades en la relacién familiar, en la escuela, con los pares, por consumo de drogas, trastornos en Ia ali- mentacién, enfermedades corporales 0 aislamiento. Es necesario en esos casos hacer una buena evaluacién del adolescente y de la relacién familiar; sin apresurarse en la indicacién de tratamiento, pues iniciar un andli- sis para calmar la angustia de los padres con un chico que no quiere tratarse puede tener el costo para el joven de anular una posibilidad futura de pedir ayuda. Pienso que hay que tomarse el tiempo necesario'en esta etapa, que puede incluir desde entrevistas prolongadas 93 con el chico para tratar de indagar su motivacién para el andlisis hasta entrevistas diversas con los padres 0 encuentros del joven con uno 0 ambos padres, en fin, se trata de tomar todos los recaudos para hacer una indi- cacién adecuada. A veces, solamente ha sido necesario tener entrevistas con los padres, para lograr desanudar algo. Otras veces he decidido prolongar las entrevistas con el posible paciente hasta detectar la motivacién para el andlisis. En otvas oportunidades he indicado esperar hasta que la situacién del joven “empeore” en términos de ansiedad hasta que sienta la necesidad de pedir ayuda. Un detalle que debe recordarse es que si bien mu- chos cuadros son “ruidosos”, expresién de la variable turbulencia adolescente, otros son mucho mas sutiles y precisan de nuestra experiencia para encontrar los matices del sufrimiento mental en esta etapa de la vida. Los que no consultan generalmente en esta etapa, salvo descompensaciones fisicas 0 duelos, son aquellos incluibles en los cuadros de seudomadurez, es decir, aquel adolescente que intenta saltear esta etapa y, mo- vido por su ambicién, intenta entrar despiadadamente en el mundo de los adultos, para probablemente hacer un breakdown alrededor de sus 40 afios. Una consulta frecuente de estos tiempos tiene lugar a propésito de casos muy graves que !legan de la mano de los padres ~cuadros borderline que pueden facilmen- te llegar al mundo de la marginalidad (uso de drogas o violencia de diverso tipo)—, 0 por latencias prolongadas: chicos que han quedado fijados en el mundo de los nifios en la familia. Permanecen en un estado de “espera”, sustentados en la teoria de que todo lo que hay que hacer es esperar a que los padres los introduzcan en el mundo adulto. Otro tipo de consultas es el de los jévenes que pue- den o no pedir ellos tratamiento y que llegan a nuestro consultorio por no poder encontrar un lugar en ef mun- do adolescente. 94 En esta etapa de la vida, en la que una persona no es ni un nifo ni un adulto, los motivos manifiestos y profundos de consulta abarcan una gran variedad. Justamente por ello es necesario que el analista que trabaja con adolescentes tenga una especial plasticidad para adaptar su propio estilo a estas variaciones, que por otra parte son correlativas al proceso mismo que vive el adolescente. Incluso tiene que estar dispuesto a cambiar aspectos del encuadre durante el transcurso de un tratamiento, o en unidades mds pequefias como un periodo, semana o dentro de una misma sesi6n. De todas maneras, si el proceso de andlisis puede darse, la experiencia suele ser a la vez movilizadora y de crecimiento para ambos, paciente y analista. El adolescente suele. encontrar con mucha precisién los puntos de resistencia del analista— a la elaboracién de los conflictivos temas que se presentan en un anilisis. BIBLIOGRAFIA Aberastury, A. (1971): Adolescencia, Buenos Aires, Kargieman. Aulagnier, P. (1991): “Construirse un pasado”, Psicoandlisis, vol, XII, n° 3. Bion, W.R. 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