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te “Eric HopspawM LA ERA DE LA REVOLUCION, 1789-1848 CRITICA CrIJALBO MonpDaDORI BUENOS AIRES Powered by CamScanner 60 LA ERA DE LA REVOLUCION, 1789-1848 era el doble que el setenta millones de libras esterlinas anuales. Su co lingotes de hierro del mundo ‘veces més por habitante que el res veces més que, los Estados mAs que Francia. Entre los dosciéitis y tres- wertido —una cuarta parte en los reses de todas las partes del mundo.» Gran Bretafa era, en efec- ‘del mundo». ¥ tanto Gran Bretafia como el mundo sabfan que la Revoluci6n industrial, iniciada en aquellas islas por y a través de los comerciantes y empres cuya tinica ley era comprar en el mercado més barato y ve en el més caro, estaba transformando al mundo. Nadie podta este camino, Los dioses y los reyes del pasado estaban inermes. bres de negocios y las méquinas de vapor del presente. 54. Mulhall, op cit: Inia, cide es 1854, 1, 52, pp. 228-229. La fecha precisa de esta etima- * «Tes y democraticos de la mayor parte del mundo. jeal 3, LA REVOLUCION FRANCES \ Un inglés que no esté leno de estima y admiracién por la sine anc ga lo rd OOETES RE ie de mis compatriotas que haya tenido la buena imos tes dias én esta ciudad, tes- tificaré que mi lenguaje es hiperbélico. Del Morning Post (21 de julio de 1789, sobje la toma de Ia Bastia) Pronto las naciones ilustradas procesarin a quienes las han ‘gobernado hasta a Los reyes serdn enviados al desierto a hacer compa bestias feroces a las que se parecen, y Ia naturaleza recobrard Sus derechos. Sam-Just, Sur la constitution de la France, discurso pronunciado en la ConvenciGn él 24 de abril de 1793. tafia proporcions el mo cecondmico que hizo estallar las les del mundo no europeo, pero Francia hizo sus revoluciones y yi dio sus , en ele ientes. Entre 1789 y 1917, las po sharon ardorosamefte en pro o en incendiarios todavia de 1793. Francia proporcioné el vocabulario y los programas de los ‘eran ejemplo, el concepto y el vocabulario del nacionalismo. Francia pro- Powered by (9 CamScanner : Lf LA ERA DE LA REVOLUCION, 1789-1848 : {LA REVOLUCION FRANCESA 8 i En tercer lugar, de todas las revoluciones contemporfineas, la francesa fue i nia ecuénin ‘Sus ejércitos se pusieron en marcha para revolucionar al ideas lo lograron. La revolucién norteamerican iendo ‘Como hemos visto, el siglo xvi fue una epoca de crisis para los viejos + Tegimenes europeos y para sus sistemas econémicos, y sus tifttinas décadas «era de revoluciones democréticas» de las que la francesa fue solamente una, aungue la més dramatica y de mayor alcance.? Desde luego, como Ia crisis del antiguo régimen no fue un fenémeno >, hay aqui un equivoco. La Revolucién francesa puede no haber sido un eno aislado, pero fue mucho més fundamental que cualquiera de sus 1720 y 1780, causaba preocupacién en Gran Bre- ‘reas (tales como las Indias Occiden-, tancialmente por los intereses de la expansin capital poderosa y en muchos aspectos la mas carac : ‘Quias absoluias y aristocréticas de Europa. En otros términos: el conflicto | ER. Palmer, The Age of Democrae Revluion, 1959 1. Godechot La grande ation, 1956. Leet Powered by CamScanner 64 «LA ERA DE LA REVOLUCION, 1789-1848 entre la armazén oficial y los inconmovibles intereses del antiguo régimen y la ascensiGn de las nuevas fuerzas sociales era més agudo en Francia que en ‘cualquier otro sitio, Las nuevas fuerzas sabfan con exactitud lo que querfan. Turgot, el econo- ‘mista fisiécrata, preconizaba una eficaz explotacién de la tierra, la libertad de empresa y de comercio, una normal y eficiente administracién de un territorio nacional tinico y homogéneo, la aboliciGn de todas lag sestmicciones y de- sigualdades sociales que entorpectan el desenvolvimiento de los recursos ionales y una equitativa y racional administraci6n y tributaci6n. Sin embar- _insuficientes. tento de aplicar tal programa como primer ministro de Luis XVI en como las rent wablemente, y ese fracaso es caracteristico, Reformas Por todo ello era natural que los nobles utilizaran su caudal prin con las monarquias__reconocidos privilegios de clase. Durante el siglo xvi, tanto en Fi ‘como en otros muchos paises, se aferraban tenazmente a los cargos oficiales ‘que la monarguia abs clase media, competentestéenicamentey polticamente inocuos. Hacia 1780 nobles estaban excluidos a, profesién—, dependian & a la minorfa cortesana, de ingresos, mal adi inflacion tendfa a reducir el valor de los ingresos fj no eran incompati tes al contrario, puesto que fortaleefan muy difundidas en aquella época entre clase media al compe- recaer en una nueva versién de su primitivo est ino que socavaba los répidamente que en otros pafses, porque la resi ionales era mis efectiva, Pe tr6ficos para la monarqu fuertes para caer en la in esperanzas de una monarqu Sin embargo, miento de por qué la revolucin estall6 cuando Io hi rumbo que tom6, Para esto es més conveniente consi cin feudal», que realmente proporcioné la mecha que inflamaria pélvora de Francia. pobres de provincias eon pocos recursos intentaban contarrestar la ia de us rents expimiendo haste inte sus consierables derechos La posicién de esta vasta clase, que comprendia aproximadamente el 80 por 100 de los franceses, distaba mucho de ser brillante, aunque sus la burguesia del tras una quint Ja mayor parte eran gentes pol ¥y administrativos, a una ennoblecida clase media gubernamental que mani- Sl, Eee an hid rgingcara. 1 6 A. Soboul, Les campagnes monipeligraines dla fin de VAncien Régime, 1958.” festaba en lo posible el doble descontento de arist6cratas y burgueses a tra- Powered by CamScanner LA ERA DE LA REVOLUCION, 1789-1848 ales, los diezmos y gabelas suponfan unas cargas pesadas y crecientes para los ingresos de los campesinos. La inflacién reducfa el valor del remanente, Solo una minorfa de campesinos que disponfa de un excedente constante para vender se beneficiaba de los precios cada vez mis elevados; los demés, de una manera u otra, los sufrfan, de manera especial en las épocas de malas cosechas, en las que el hambre fijaba ios. No hay duda de que en los, veinte afios anteriores a la revolucién la situacién de Jos-eampesinos em. ppeor6 por estas razones. Los problemas financieros de Ja monarqu‘a iban en aumento. La estruc- tura administrativa y fiscal del reino estaba muy anticuada y, como hemos visto, el intento de remediarlo mediante las reformas de 1774-1776 fracas6, derrotado por la resistencia de los intereses tradicionales encabezados por enviielta en Ia guerra de Ia inde- pendencia americana. La victoria sobre Inglaterra se obtuvo a costa de una bancarrota final, por lo que la revolucién norteamericana puede considerarse la francesa. Varios procedimientos se ensayaron sin éxi- itentar una reforma fundamental que, le capacidad tributaria del pais, contu {que los gastos superaban a los ingresos al menos en un 20 por 100, hacien- do imposible cualquier econom{a efectiva. Aunque muchas veces se ha echa- do Ja culpa de la crisis a las extravagancias de Versalles, hay que decir que 1788. La guerra, la escuadra y la diplomacia consumfan un 25 por 100 y la deuda exisfente un 50 por 100. Guerra y deuda —Ia guerra norteamericana y su deuda—tompieron el espinazo de la monarquia. idad concebida para representar a todos los que no eran ni nobles ni clérigos, pero dominada de hecho por la clase ‘media— y por desconocer la profunda crisis econémica y social que impelfa consenso de ideas entre un grupo social coherente dio unidad efectiva al movimiento revolucionario. Este grupo era la «burguesfa»; sus ideas eran lass LA REVOLUCION FRANCESA 67 del liberalismo clésico formulado por los «filésofos» y los «economistas» y propagado por la francmasonerfa y otras asociaciones. En este sentido, «los fildsofos» pueden ser considerados en justicia los responsables de la revolu- cin. Bsta también hubiera estallado sin ellos; pero probablemente fueron ellos los que establecieron la diferencia enure una simple quiebra de un viejo régimen y la efectiva y répida sustitucién por otro nuevo. En su forma més general, la ideologia de 1789 era la masénica, expresa- dda con tan inocente sublimidad en La flauta magica, de Mozart de las primeras entre las grandes obras de arte propagandisticas cca cuyas més altas realizaciones artisticas pertenecen a menudo a la propa- ganda. De modo més especifico, las peticiones del burgués de 1789 estén contenidas en la famosa Declaracién de los derechos del hombre y del ciu- dad privada era un derecho natural sagrado, inalienable e inviolable, Los hom- bres eran iguales ante la ley y todas las carreras estaban abiertas por igual al talento, pero si la salida empezaba para todos sin handicap, se daba por su- puesto que los corredores no terminarfan juntos. La declaracién establecta (frente ala jerarquta nobiliaria y el ab slic poy ea ee ten, lox trac cligarqufa de propietarios que se expresaran a través de una asamblea repre- sentativa, era més adecuada para la mayor parte de los burgueses liberales que la repiblica democrética, que pudiera haber parecido una expresién més l6gi- a de sus aspiraciones te6ricas; aunque hubo algunos que no vacilaron en pre- iberal burgués de 1789 (y el| ciativa privada, gobernado por “conuibuyectes y propietarios. icialmente, dicho régimen no expresarfa s6lo sus intere- voluntad general «del pueblo», al gue se identificaba de (y sus subsiguientes imitadoras) no concebia en un principio que sus intere- CamScanner Powered by « LA 8A ve A REVOLUCEN, 7:88 La RevoLcon rRAESA 2” re a ses chocaran con los de los otros pueblos, sino que, al contrario, se vefa _aquella crisis. Las malas cosechas afectan a los campesinos, pues significa. “ ‘como inaugurando —o participando en él— un movimiento de in que los grandes productores podrén vender el grano.a.precios de hambre, << poder de mientras la mayor parte de los cultivadores, sin reservas suficientes, pueden tener que cometse sus simientes o comprar nto a aquellos precios de nacional (por ejemplo, la de las naciones hambre, sobre todo en los meses inmediatamente precedentes a la nueva reses de la grande nation),-se,hallaban im ‘Como es natural, afectan también a las cexpresar, Por ‘Aunque los pobres campesinos y los obreros eran anal camente modestos e inmaduros y el procedimiento de elec 610 hombres, Ia mayor parte de ellos de aquella clase, fueror representar al tercer estado. Muchos eran abogados que desempefiaban un ‘importante papel econdmico en la Francia provinciana. Cerca de un centenar eran capitalistas y negociantes. La clase media haba luchado arduamente y lerismo; los pobres urbanos lo estaban doblemente por el cese n el preciso momento en que el coste de la vida se elevaba. En 1789, una mayor convulsign en el reino, una faba a la desesperacién del pueblo una ‘mentes la tremenda y trascendental ranfa de los ricos. Un pueblo encres- tado. ‘una masa en potencia en una masa efec- tiva y actuante. Sin duda era natural que el antiguo régimen luchara con ener- aia si era mene: ito ya no era dig- no de confianza. podido pensar que dose inmediatamente en vvotaba «por drdene dian superar en vot choque directo rev pacientes por adelantarse a cualquier cconstituyeron (con todos cuantos ‘Comunes nes privilegiados, porque representaba no s6lo los puntos de vista de una. Koenigsberg. de quis fuerzas mucho més poderosas: {8 de la ciudad pon iades, especialmente de Paris, vespertino cuando re Jo que transformé una limit habfa ocurrido un acont ‘que conmoverfa al mundo. Y lo que hace la convocatoria de los M48 al caso, Ta cai los campos de Fr Las revoluciones campesinas son movimientos amy La Gtima década habia serie de razones, una épocd de graves dificultades para casi todas las ramas de la econom(a francesa. Ur mala cosecha en 1788 (y en 1789) y un dificilfsimo invierno agudizarca 7. A. Goodwin, The French Revolution, edicién de 1958, p. 70. CamScanner Powered by principios de agosto de 1789. Al cabo Ja estructura social del feudalismo rural francés y Ia méquina estatal de Ia monarquia francesa yacian en pedazos, ‘Todo lo que quedaba de la fuerza del Estado eran unos cuantos regimientos dispersos de utilidad dudosa, una Asamblea Nacional sin fuerza coercitiva y tuna infinidad de administraciones municipales 0 provinciales de clase media oe —eguardias finalmente hasta 1793. A finales de agosto la revolt to formal, la Declaracién de los derechos del hombre el contrario, el rey resistia con su habitual insensatez, la clase media revolucionaria, asustados por las complicaciones sociales evantamiento de masas, empezaron a pensar que habfa llegado el momet del conservadurismo. En resumen, 1a forma principal de la politica burguesa revol francesa —y de las subsiguientes de otros pafses— ya era cla futuras. Una y otra vez veremos a los reformistas mbderados de media movilizar a las shasas contra la tenaz resistencia de la contrarrevolu- 8 por su propia revolucién social, y a los moderadi vez en un grupo conservador que hace causa comtin con los rei y un ala izquierda decidida a proseguir adelante en sus primitiv imoderacién con ayuda de las masas, aun a riesgo de perder ellas. Y asf sucesivamente, a través de repeticiones y v: de resistencia —movilizaci6n de masas— giro a la izqui los moderados —giro a la derecha—, hasta que el grueso de la clase media ‘muchas revoluciones burguesas subsiguientes, los liberales moderados fue- parte de la clase media liberal estaba preparada para permanecer ‘evolucionara hata e final sin alterar au posturs: In formaban Jos «jacob ide luego, en parte, porque la burguesfa francesa no tenfa posteriores, el terrible recuerdo de la Revolucién francesa para alemorizarla, A partir de 1794 resulté evidente para los mode- rados que el régimen jacobino habfa llevado Ia.revolucién demasiado lejos ‘se pasa al campo conservador 0 es derrotado por ia revolucién social. En ~ ILA REVOLUCION FRANCESA n para los propésitos y la comodidad burgueses, 1o mismo que estaba clarisi- mo para los revolucionarios que «el sol de 1793», si volviera a levantarse, ‘una sociedad no burguesa. Pero otra vez los jacobinos aporta- smo, porque en stt época no existfa una clase que pudiera pro- tiva social a los suyos. Tal clase s6lo surgirfa industrial, con el «proletariador, 0, mejor dicho, brillarfa en resumen, una extremada democracia igualitaria ¥ libertaria, localizada y directa, En realidad, los sans-culottes eran una rama de esa importante y uni- versal tendencia politica que trata de expresar los intereses de la gran masa de chombres pequefios» que existen entre los polos de la «burguesta» y del «proletariadon, quizé a menudo més cerca de éste que de aquélla, por ser en w de oro que crucifica a la humani- taba una verdadera alternativa. Su ‘que dificultaron el desarrollo de la economfa francesa desde aquellos dias has- CamScanner Powered by n LA ERA DE LA REVOLUCION, 1789-1848 ta la fecha. En realidad, el «sans-culottismo» fue un fenémeno de desespera- ‘cién cuyo nombre ha cafdo en el olvido o se recuerda s6lo como sin6nimo del jacobinismo, que le proporcions sus jefes en el afio it. 0 7 Entre 1789 y 1791 la burguesfa moderada victoriosa, actuando a través de Ia que entonces se habia convertido en Asamblea Constituyente, empren- 4i6 In gigantesca obra de racionalizacién y reforma de Francia que era su vo. La mayoria de las realizaciones duraderas de la revolucién datan de >» como también sus resultados internacionales nden- raci6n del sistema métrico el punto de vista econémi vinciales y aldeanos, y proy por su act democréticos mediante I jonar a muchos campesinos una recompensa La Constituci6n de 1791 evitaba Tos excesos stauracién de una monarqufa constitucional fun- dada sobre una franquicia de propiedad para los «ciudadainos activos». Los ppasivos, se esperaba que vivieran en conformidad con su nombre. Pero no sucedié asi. Por un lado, la monarqufa, aunque ahora sostenida fuertemente por una poderosa faccidn burguesa ex revolucionaria, no podia resignarse al nuevo régimen. La corte sofiaba —e intrigaba para conseguirla— ‘con una cruzada de los regios parientes para expulsar nantes comuneros y restaurar al ungido de Dios, cia, en su puesto legitimo. La Constitucién C suicida tentativa de huir del } yen adelante el rej “ silbditos. Por otto k 4 derados acent como consecu | ‘en Paris. El precio del pan registraba la temperatura ‘de Paris con la exactitud de un termémetro, y las masas parisienses eran Ia fuerza revolucio-' naria decisiva. No en balde ia nueva bandera francesa tricolor combinabs el 1 |, Dlanco del antiguo pabellén real con el rojo y el azul, colores de Paris. LA REVOLUCION FRANCESA El estallido de la guerra tendrfa inesperadas consecuencias al dar OMe. ala segunda revolucién de 1792 —la Repiiblica jacobina del afio 1 tarde al advenimiento de Napoleén Bonaparte. En otras palabras, convirti6 la historia de la Revoluci6n francesa en la historia de Europa, ‘guerra general: Ia extrema des", la nobleza francesa y la creciente | pada en diferentes ciudades de la | imervencién extranjera podria) intervencién no era demasiado fécil de orga- racién interacional y la relativa tranquil ‘cada vez. mas evidente para es y los gobernantes de «derecho divino» de todas partes, que la res- tauracién del poder de Luis XVI no era simplemente un acto de solidaridad de clase, sino una importante salvaguardia contra Ia difusién de las espanto- sas ideas propagadas desde Francia. Como consecuencia de todo ello, las fuer- e iban reuniendo en el extranjero. los de politicos agrupado en tomo a los diputados del departamento mer- ronda, eran una fuerza belicosa. Esto se debfa en parte a que in genuina tiende a ser ecuménica, Para los franceses, como para sus numerosos simpatizantes en el extranjero, la liberaci6n de Frani €l primer paso del triunfo universal de la libertad, actitud que levaba mente a la convicein de que la patria de la revoluciGn estaba obligada rar a los pueblos que gemfan bajo la opresin y la tania. Entre los revol ferados 0 extremistas, habfa una exaltada y generosa pasién icesa de la de toda la humanidad esclavizada. Tanto la frances tras revoluciones tuvieron que aceptar este punto de vista © adap- naciones en mesfas destinados por su liber- tad a iniciar la de los demas pueblos oprimidos. Por otra parte, Ia guerra, considerada de modo menos idealista, ayudaria evidente tades del nuevo régimen a las conjuras jeros y encauzar contra ellos el desconten especificar ios hombres de negocios afirmaban que las pectivas econémicas, la devaluacién del dinero y otras perturbaci 8. Unos 300.000 franceses emigraron entre 1789 y 1795; véase C. Bl frngtise a x0 sidcles, Eudes d’ Histoire Moderne et Contemporane,l 1987, 7 The cence of he Emigration during the French Revolution, 1951, propone, eh cambio, una pro- Powered by CamScanner ' toria de! parlamentarismo— y podrfan remediarse si desaparecfa la amenaza ‘ideélogos se daban cuenta, al reflexionar sobre sividad. (El siglo xvi no se caracterizé porque lo fueran precisamente pacifistas.) Ademés, como podfa hacerse la guerra para sacar provecho. Por todas mayorfa de Ia nueva Asamblea Legislativa (con la excep fia ala derecha y otra pequeita ala izquierda dirigida ‘conquistas de la revolucién iban a combinar las ideas de liberacién con las de explotacién y juego politico. {La guetra se declaré en abril de 1792. La demota, que el pueblo arb. vencién Nacional —probablemer to para oponer una resistencia total a los invasores. El rey fue encarcelado, y a invasién extranjera detenida por un duelo de’artillerfa poco dramético en Valmy. Las guerras revolucionarias imponen su propia l6gica. El partido domi- los girondinos, belicosos en el exte- solamente 10s estados que empren | fuerzas regulares podian esperar mantener la guerra y los asuntos internos en compartimientos estancos, como las damas y los caballeros de las novelas de Pero Ia revolucién no podta la revolucién mundial y la Y su ejército —lo que que- daba del antiguo ejército francés— era tan ineficaz como inseguro, Dumou- 3, no tardarfa en pasarse al enemigo. descubrimiento no se verfan con claridad hasta nuestro tiempo. Puesto que i 1A REVOLUCION FRANCESA 5 puntos de contacto con lo que modernamente se ha llamado el esfuerzo de guerra total. Los sans-culottes recibieron con entusiasmo al gobierno de guerra revo- porque sus métodos movil (Pasaban por alto el hecho de qt Jos girondinos acabaron por desencadenar virulentos ataques contra izquierda que pronto se convirtieron en organizadas rebeliones provinciales contra Parfs. Un répido golpe de los sans-culottes los desbord6 el 2 de junio de 1793, instaurando la Repiblica jacobina. Mm co Marat, el Comité de tina son imagenes que a los revolucionarios moderados que figuraron entre Mirabeau y Lafayette en como grupo, y quiz por las mujeres roménticas pero politicamente irele- Powered by CamScanner 6 LA ERA DE LA REVOLUCION, 1769-1848 ‘Terror como una dictadura histérica y ferozmente sanguinaria, aunque en comparacién con algunas marcas del siglo Xx, e incluso algunas represiones ios de revolucién social —como, por ejemplo, las ‘matanzas subsigui la Comuna de Paris en 1871—,su-volumen de ‘crimenes fuera relativamente modesto: 17.000 ejecuciones oficiales en cator- ce meses.’ Todos los revolucionarios, de manera especial en Francia, 1o han considerado como la primera Repiblica popular y la inspiracién de todas las revueltas subsiguientes. Por todo ello puede afirmarse que fue tna época imposible de medir con el eriterio humano de cada dia. ‘Todo ello es cierto. Pero para la sélida clase media francesa que perma- necié tras el Terror, éste no fue algo patolégico 0 apocaliptico, sino el (odo eficaz. para conservar el pats. Esto lo logr6, en efecto, la bina a costa de un esfuerzo sobrehumano. En junio de 1793 veinte afios de ininterrumpidos triunfe ejército tres veces mayor que an rmitad que en marzo de 1793, y el val v«asignados» de papel, que casi lo bal estabilizado, en marcado cont flar que Jeanbon St-André, jacobino miembro del y més tarde, a pesar de su firme tepublicanismo, uno tos de Napoleén, mirase con io a la Francia imperial que se bambo- Teaba por las derrotas de 1812-1813. La Repiblica del afio habfa superado crisis peores con muchos menos recursos.” Para tales hombres, como para la mayoria de la Convencién Nacional, que en el fondo mantuvo el control durante aquel heroico perfodo, cera sencillo: o el Terror con todos sus defectos desde el punto d clase media, o la destruccién de la revolucién, la desintegraciGn del Estado 448387 LA RevoLUetoN FRANessa ret nacional, y probablemente —zno existia el ejemplo de Polonia?— ta dy, ak paricién del pais. Quizd para la desesperada crisis de Francia, muchos de ellos hubiesen preferido un régimen menos férreo y con seguridad una eco- ~ mia menos frmement LA REVOLUCION FRANCESA 79 la guerra les enajenaron el apoyo popular. En las ciudades, ef acionamiento spondiente congela- matica requisa de ali- primeros en preconizar) tan actuar como Robespierre), porque Ia iunfar en donde la pi i y la ganancia desconcertaron gradaban a muchas gents cir ina recordando a todos los politicos que ninguno podia sen- nservar su vida. 1794, tanto los componentes de! ala derecha como los del ala inados y los robespierristas se encontraban polt- crisis bélica los 'mantenia en el poder. Cuando a 10 allo los nuevos ejércitos de 1a Repablica demos- traron su firmeza derrotando decisivamente a los austriacos en Fleurus y ocu- pando Bélgica, el final se te, él, Saint Just y «ayeron las cabezas de ochenta y siete miembros de la revolucionaria Comu- ta de Paris, Iv Termidor supone el fin de la hervica y recordada fase de la revoluciGn: la fase de los andrajosos sans-culottes y los correctos ciudadanos con gorro fri- que se consideraban nuevos Brutos y Catones, de lo grandilocuente, cl YY generoso, pero también de las mortales frases: «Lyon n'est plus», Powered by CamScanner 4g28 80 LA BRA DE LA REVOLUCIO, 76188 1A REVOLUCION FRANcESA t 4 «Diez mil soldados carecen de calzado. Apodérese de los zapatos de todos pronto en una fuerza de combatientes profesionales, que abandonaron ® a % ' los aristécratas de Estrasburgo y entréguelos preparados para su transporte al ‘masa cuantos no tenfan aficién o voluntad de seguir siendo soldados. Por exo ccuartel general mafiana a las diez de Ia maflana».* No fue una fase de vida ‘e6moda, pues Ia mayor parte de los hombres esta aterrorizados; pero fue un fenémeno tan terrible © el de conseguir una bases del programa y del antiguo régimen. La gran debilidad de los termidorianos co sans-culottes de 1795 proyectaron una el se de ambos peligro. iso, disconforme y revolucionario, comenz6 lentamente su carrera en el arma de artilleria, una de las pocas ramas del Powered by CamScanner + iitiles relaciones en Paris LA ERA DE LA REVOLUCION, 1789-1848 ispensable una competencia técnica. Durante la iGn, y especialmente bajo la dictadura jacobina, a la que sostuvo con ‘reconocido por tn comisario local en un frente crucial —siendo todavia un joven corso que dificilmente podia tener muchas perspectivas— El afio 1 ascendio cultivar tr a general. Sobrevivi6 a la cafda de Robespierre, ayudé a superar aquel su gran oportunidad en la-campafia de Itatia de 17 cusi6n posible en el primer soldado de la Replica que actuaba virtalmen- te con independencia de las avtoridades civiles. El poder recay6 en parte en ‘sus manos y en parte él mismo lo arrebat6 cuando las invasiones extranjeras de 1799 revelaron la debilidad del Directorio y la indispensable nece su espada. En seguida fue nombrado primer cénst por diltimo, emperador, Con su Hegada, y como por milagro, los Problemas del Directorio encontraron solueién. Al cabo de pocos afios Fran- cia tenfa un cédigo civil, un concordato con la Iglesia y hasta un Banco Nacional, el més patente simbolo de Ia estabilidad burguesa. Y el mundo tenfa su primer mito secular. | ‘Los viejos lectores 0 los de los pafses anticuados reconocerdn que el mito existié durante todo el siglo xrx, en el.que ninguna sala de la clase media estaba completa si faltaba su busto y cualquier escritor afirmaba —aunque fuera en broma— que no habia sido un hombre, in dios-sol. La extra- ordinaria fuerza expansiva de este mito no puede explicarse ad i torias napole6nicas, ni por la propaganda napoleéni Napole6n. Como hombre era aunque el pod mo general no tuvo ficacia, enérgico y ivo jefe de un cfrculo intelec- yectista de sober ‘ual, capaz de comprender y supervisar cuanto hacfan sus subordinados. ” ‘Como hombre parece que irradiaba un halo de grandeza; pero la mayor par- te de los que dan testimonio de esto —como Goethe— le vieron en la ciis- pide de sit fama, cuando ya la atmésfera del mito le rodeaba. Sin género de dudas era un gran hombre, y —quizé con la excep to es el tinico que cualquier hombre medianamente culto reconoce con faci- Jidad, incluso hoy, en la galerfa iconogréfica de la , aunque s6lo sek por la triple marca de su corta talla, el pelo peinado hacia delante sobre la ite y la mano derecha.metida entre el chaleco entreabierto. Quiz4 sea ini- I tratar de compararle con los candidatos a la grandeza de nuestro siglo xx. EI mito napole6nico se bas6 menos en los méritos de Napoleén que en los hechos, ‘inicos entonces, de su carrera. Los grandes hombres conocidos que estremecieron al mundo en el pasado habian empezado siendo reyes, como Alejandro Magno, o patricigs, como Julio César. Pero Napolesn fue el ‘«petit caporal» que lleg6 a gobernar un continente por su propio talento per- sonal. (Esto no es del todo cierto, pero su ascer meteérica y alta para hacer razonable 1a afirm: fue lo suficientemente- .) Todo joven intelectual de Lenin— su retra- | LA REVOLUCION FRANCESA 83

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