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EL PLAN

J. H. García
ElPlan222.odt

Título: El Plan
Autor: J. H. García
Registro de autor: 03-2016-111711094100-01
México, D. F., 23 de noviembre de 2016
email: jorge.hugo.garcia@gmail.com

Ediciones Uroboros
Mexicali, BC – México

Procesador de texto: LibreOffice Writer 6.4.6.2


Sistema operativo: Linux Mint 20

Diseño de Portada: Attos


Procesador de gráficos: GIMP 2.10.8

Fotografía de Portada: Gastón Saldaña


email: agastonsaldana@gmail.com
Facebook: facebook.com/gastonsaldana
Teoría y Política
de la
Economía del Valor Social

Propuesta de mejoramiento económico y de nivel de vida de los mexicanos por medio de


cambios nacionales estructurales orientados hacia la adopción de una economía basada en el
valor social de los satisfactores individuales.
Prólogo

Durante más de 30 años me he dedicado profesionalmente a la administración industrial


en distintas posiciones. He administrado producción, mantenimiento, ingenierías, y plantas
industriales completas, algunas de ellas con más de 1200 empleados. De todos mis empleos,
el que más me ha gustado es la administración de ingeniería en áreas de investigación, desa-
rrollo y diseño de nuevos productos y tecnologías. En ese trabajo uno se acostumbra no sola-
mente a idear cosas nuevas, sino también a cuestionar por qué las cosas son como son y a de-
mostrar las conclusiones a las que uno llega.
Quizá fue esa afinidad por descubrir cosas nuevas y por los años de práctica incesante en
cuestionarlo todo, que un día comencé a hacerlo acerca de la situación económica en la que
estamos. Me pregunté: ¿qué es lo que falla en la forma como administramos nuestra econo-
mía y qué podemos hacer para mejorar todo eso?
Esa interrogante me arrojó a un barril aparentemente sin fondo de preguntas adicionales.
Cada respuesta que encontraba provocaba que surgieran muchas otras preguntas. Para em-
peorar las cosas, algunas de las respuestas que comencé a encontrar no me parecían muy só-
lidas o convincentes. Todavía más, algunas respuestas no las pude encontrar por más que
busqué.
Después de mucho tiempo y esfuerzo, el desánimo comenzó a crecer conforme me fui
dando cuenta de que algunos conceptos en los que estaba basando las respuestas que iba ob-
teniendo, no eran en realidad hechos comprobados, sino solamente teorías de personas que
se habían hecho las mismas preguntas antes que yo, y que igualmente no habían encontrado
respuestas convincentes.
Así fue como comenzó para mí una larga jornada de investigación, que al pasar las sema-
nas y los meses me fue proporcionando una visión enteramente distinta de lo que yo pensaba
de mi entorno social. Era como si el mundo alrededor de mí se fuera transformando confor-
me mi comprensión de lo que sucedía iba haciéndose más y más completa.
Después de varios años de búsqueda diaria por respuestas y de incesante investigación,
me fui dando cuenta que mi comprensión de las cosas me estaba provocando un serio proble-
ma de comunicación. Entre más cosas comprendía, más difícil me era comunicarme con los
demás y explicarles lo que iba entendiendo. Era como si me estuviera especializando en un
tema que muy pocos dominan y a muy pocos interesa, aun cuando a todos nos afecta mucho.
Ocasionalmente me encontraba en alguna situación cotidiana, en la que alguien hacía al-
gún comentario acerca de la economía o del mercado internacional de dinero, o de las presta-
ciones sociales que tenemos y al esperarse de mí que comentara al respecto y diera mi opi-
nión, me estaba resultando en verdad imposible identificar por dónde comenzar a explicar mi

—7—
PRÓLOGO

punto de vista. No solo era tan inusual lo que estaba descubriendo, sino que también era tan
extenso y abarcaba tantos aspectos de nuestra vida, que me estaba resultando imposible saber
por dónde comenzar a exponerlo.
En la práctica cotidiana de investigación uno toma notas de todo. Lo que uno ve, escucha,
lee, y piensa, es importante anotarlo. Después de un tiempo se van organizando todas esas
notas, y se va tratando de darles sentido conforme se continúan acumulando más y más de
ellas. En esta investigación no fue diferente. Las numerosas fuentes de datos, la multitud de
teorías, los cuantiosos conceptos, y las interminables preguntas que surgían diariamente ne-
cesitaban un orden, no solo para poderlas yo comprender, sino también para eventualmente
poderlas explicar.
Aunque mi intención original fue tan solo comprender las cosas para beneficio propio,
conforme fui advirtiendo la importancia de las conclusiones a las que estaba llegando, me
fue resultando cada vez más claro que no podía quedarme con todo ese conocimiento sin
compartirlo con los demás.
Así fue cómo este documento tomó forma. Partiendo de un puñado de notas dispersas, la
pregunta inicial de “qué podemos hacer para mejorar las cosas”, se fue transformando gra-
dualmente en un plan de cómo lograrlo; en una propuesta para mejorar las condiciones de
vida de todos en todo el país. Fue naciendo así una propuesta que todos hemos estado espe-
rando, pero que no la hemos recibido de nadie; una propuesta carente de intereses políticos o
económicos individualistas.
Este libro es una proposición que solo aborda aspectos económicos, y los trata como los
temas que son, los que en conjunto contribuyen a afectar la calidad de vida que tenemos. Sin
embargo, entiendo que se nos ha enseñado que algunos de esos temas no tienen relación real
con la economía, como lo son los servicios médicos, la justicia, la violencia, la inseguridad,
la falta de oportunidades, la drogadicción, la educación y otros más. Para entender la forma
como están relacionados con la economía, todos esos temas son abordados uno a uno de la
forma más clara que me ha sido posible. Al final, como veremos, todos ellos tienen una pro-
funda relación con la economía, y si lo que queremos es mejorar nuestra economía, entonces
debemos mejorarlos a todos ellos. No se puede mejorar lo primero sin todos los segundos.
Te advierto que este no es un documento sencillo de entender, a pesar de mis esfuerzos
para que así sea. Sin embargo, en mi defensa, puedo decir que pienso que su complejidad no
radica tanto en la presentación de la información, que es la que depende enteramente de mí,
sino más bien en las bases que la fundamentan, en lo que hay de fondo, en los cimientos, en
las causas que han provocado y siguen provocando que vivamos como lo hacemos, dentro de
una realidad que nosotros no escogimos y de la cual se nos ha hecho creer que no la pode-
mos cambiar sencillamente “porque así es la vida” o “porque así somos los mexicanos”.
En mis largos años de práctica de la ingeniería, he aprendido que lo que uno sabe no sirve
de nada si no se traduce en beneficio para alguien. A nadie la pagan solo por saber. A todos
nos pagan por lo que logramos hacer que suceda. Eso se me ha hecho costumbre, así que este

—8—
PRÓLOGO

libro expone no solamente las respuestas que he encontrado, sino que también muestra varias
formas como podríamos cambiar nuestra forma de vivir, para que logremos lo que todos qui-
siéramos obtener, en lo social y en lo individual.
Escribo este libro, con la esperanza de que, al leerlo, encuentres respuestas profundas y
claras para explicar la forma como hemos sido obligados a vivir. Pero mi objetivo no termina
allí. Saber por saber es algo que considero ocioso. Mi intención va más allá. Espero que des-
pués de saber todo lo que este documento dice, te atrevas a hacer algo con eso. ¡Espero que
te atrevas a contribuir a que las cosas cambien!
Deliberadamente he redactado este libro usando un lenguaje más o menos cotidiano, abs-
teniéndome de utilizar términos muy académicos de Economía, Matemáticas, Finanzas o de
Ingeniería. He hecho eso porque siento que un escrito académico es algo que nos sirve única-
mente para aprender, pero de este trabajo no espero solo eso. No espero que lo leas y ya. Es-
pero que lo tomes como punto de partida para comenzar a cambiar nuestra realidad, nuestro
entorno, nuestra forma de vivir. Espero que lo tomes más bien como un plan, un plan que in-
vita a la acción.
Por cierto, un plan no es un documento estático, inmóvil, ocioso, que ofrezca saber por
saber. Un plan tiene un objetivo distinto. Tiene explicaciones de cómo se lograrán los objeti-
vos que se persiguen. Tiene aclaraciones de por qué esos objetivos existen y por qué debe-
mos perseguirlos y no a otros distintos. Pero este plan es, además, auto crítico y argumentati-
vo.
En cuanto a esto último, quisiera que alguien contra-argumentara lo que aquí digo y que
explicara por qué es falso, por qué no es posible, por qué es contraproducente. Quisiera que
alguien demostrara que lo que aquí planteo no tiene el desenlace que se describe. A pesar de
la autocrítica a la que estoy acostumbrado, no he logrado encontrar la falla en este plan. Ne-
cesito de tu ayuda para hacerlo. Ojalá lograras tú encontrar las fallas en lo que aquí planteo y
lograras explicar por qué lo que digo no es posible lograrlo, y por qué las conclusiones a las
que llego y los supuestos en los que me baso serían erróneos.
Considero honestamente que la realización de cualquiera de los planes planteados aquí,
por quien sea que lo realice, será algo beneficioso para todas las personas comunes y corrien-
tes como tú y yo. Pero existe una muy pequeña minoría que se verá afectada muy seriamen-
te, tanto en su economía como en su forma de vivir.
He identificado que esa minoría está compuesta principalmente por personas que se dedi-
can a la política, y cuyas actividades o posición no representan un beneficio para la sociedad,
es decir, para el resto de toda la enorme cantidad de personas que vivimos en este país.
Preveo que, adicionalmente, habría también un pequeño porcentaje de personas que, aun-
que no se dedican profesionalmente a la política, sí intervienen en ella, ya sea porque osten-
tan cargos en empresas privadas de importancia o porque tienen relación personal o financie-

—9—
PRÓLOGO

ra con personas que sí se dedican a la política. Ojalá ese pequeñísimo porcentaje de personas
me llegue a perdonar algún día. Si no, pues que así sea.
Ojalá todos los argumentos que se esgriman en contra de lo que se plantea en este libro
estén fundamentados al menos en parte. Este libro propone acciones y las justifica después
de razonarlas. Todos los argumentos a favor de cambiar las cosas deberían considerar siem-
pre el entorno existente, el entorno natural, el entorno económico, el entorno social, el en-
torno tecnológico y todos los demás entornos en los que nos encontramos inmersos y dentro
de los cuales nos desarrollamos como personas.
He tratado de seguir mis propios requisitos. Espero obtener buena calificación en ello. Al
final de cuentas de eso se trata todo esto. De poder desarrollar una sociedad que nos pueda
ayudar a evolucionar a niveles cada vez más altos, para llevar a cabo realizaciones cada vez
más elevadas.
Con mi mayor y más sincera estima, para todos los mexicanos.

J. H. García

— 10 —
Tabla de Contenido
Prólogo.................................................................................................................................7
Introducción........................................................................................................................17
Primera Parte...........................................................................................................................21
Nuestra Economía..............................................................................................................23
Nos Dicen Que Así Son Las Cosas................................................................................23
Nos Dicen que Así Somos.............................................................................................24
Un Cuento Mágico – Primera Parte...............................................................................28
Cavilando Juntos............................................................................................................33
Un Cuento Mágico – Segunda Parte..............................................................................36
Cavilando de Nuevo......................................................................................................42
Magia versus Magia.......................................................................................................46
El Verdadero Valor del Dinero.......................................................................................50
Facultad de Intercambio............................................................................................55
Facultad de Transferencia.........................................................................................56
La Terrible Influencia Monetaria..............................................................................60
El Dinero en la Biblia................................................................................................64
La Creación de Dinero...................................................................................................70
Las Criptomonedas........................................................................................................72
El Oro y La Plata...........................................................................................................76
Cómo se Mide la Economía Nacional...........................................................................77
El PIB Explicado.......................................................................................................78
La Velocidad del Dinero............................................................................................81
Capitalismo o Socialismo..............................................................................................83
Inflación o Devaluación.................................................................................................90
El Gran Engaño de la Deflación....................................................................................95
El Mercado Bursátil.....................................................................................................103
El Mercado de Acciones.........................................................................................105
El Mercado de Secundarios.....................................................................................110
El Mercado de Deuda..............................................................................................112
El Mercado de Derivados........................................................................................114
Los Cortos y los Largos..........................................................................................122
El Mercado de Dinero.............................................................................................127
Los Intereses................................................................................................................128
Los Ahorros.................................................................................................................137
Mercado Internacional y Balanza Comercial...............................................................142
Aritmética Económica.................................................................................................148
Sustentabilidad Económica..........................................................................................153
Recursos Limitados contra Necesidades Ilimitadas................................................154
El Agua....................................................................................................................161
La Tierra..................................................................................................................163
La Sobrepoblación..................................................................................................166
La Contaminación...................................................................................................177
Automatización Extrema e Inteligencia Artificial.......................................................188
El Entorno Sobre Los Seres Humanos....................................................................189
El Entorno Sobre Los Seres Artificiales.................................................................192
Dos Bandos.............................................................................................................192
Historia del Conflicto – Una Solución Elusiva.......................................................193
Filosofía de la Solución...........................................................................................194
¿Quién es Dueño de Qué?.......................................................................................195
Saqueo o Intercambio..............................................................................................197
¡Dinero sin Trabajar!...............................................................................................198
Desenlace Inevitable...............................................................................................199
Los Recursos Económicos del Gobierno.....................................................................200
Los Impuestos.........................................................................................................202
La Venta de Petróleo...............................................................................................217
Nuestro Sistema de Salud.................................................................................................225
Razonamientos Preliminares.......................................................................................225
¿Qué Sistema Queremos?............................................................................................228
Economía y Salud........................................................................................................233
Finanzas o Salud..........................................................................................................240
Salud y Libre Mercado................................................................................................242
Diseño Organizacional Débil.......................................................................................247
Distribución Obstaculizante.........................................................................................250
Nuestros Salarios..............................................................................................................253
Salario Mínimo............................................................................................................253
Pensamientos Opuestos...........................................................................................259
Las cuotas del IMSS....................................................................................................261
El ISR a Empleados.....................................................................................................261
Las Cuotas del Infonavit..............................................................................................262
Accesibilidad de Créditos.......................................................................................263
Cuotas Flexibles......................................................................................................264
Descuentos por Nómina...............................................................................................265
Labores Tipificadas......................................................................................................266
El Reparto de Utilidades..............................................................................................267
Las Pensiones...............................................................................................................270
Nuestras Condiciones Laborales......................................................................................275
Las Jornadas Laborales................................................................................................275
Las Guarderías.............................................................................................................280
La Discriminación.......................................................................................................281
El Pago del Sueldo.......................................................................................................284
Las Bolsas....................................................................................................................287
Sindicatos y Huelgas....................................................................................................289
El Seguro de Desempleo..............................................................................................292
Nuestras Comunicaciones................................................................................................295
Comunicación Como Necesidad Vital.........................................................................295
Una Explicación Introductoria.....................................................................................297
Lo Esencial..................................................................................................................298
Telefonía......................................................................................................................299
Internet.........................................................................................................................300
Software Abierto..........................................................................................................301
Organización para la Información...............................................................................303
Nuestros Transportes........................................................................................................307
Transporte Como Necesidad Vital...............................................................................307
Transporte Terrestre.....................................................................................................309
Carretero..................................................................................................................309
Ferrocarrilero...........................................................................................................311
Transporte Aéreo..........................................................................................................315
Transporte Marítimo....................................................................................................316
Nuestros Energéticos........................................................................................................319
Los Hidrocarburos.......................................................................................................320
Breve Análisis Financiero.......................................................................................321
Pérdida Cuádruple...................................................................................................323
El Tamaño de la Solución.......................................................................................324
La Energía Eléctrica.....................................................................................................328
Condición Vital.......................................................................................................328
Origen Natural.........................................................................................................329
Alternativas Insustentables.....................................................................................331
De México para mexicanos.....................................................................................333
Nuestra Violencia.............................................................................................................339
No Veo Propuestas.......................................................................................................339
Las Razones de Fondo.................................................................................................340
El Estrés Cotidiano......................................................................................................341
El Asfixiante Cerco de lo Ilegal...................................................................................343
Procuración de Baja Calidad.......................................................................................345
El Elemento Financiero...............................................................................................346
Nuestra Drogadicción.......................................................................................................349
Los Paliativos...............................................................................................................349
Las Soluciones de Raíz................................................................................................350
Víctimas de Guerra......................................................................................................352
Nuestra Legalidad y Justicia.............................................................................................357
Justicia y Economía.....................................................................................................357
La Tarea de Legislar.....................................................................................................359
Hablemos Primero de la Calidad............................................................................359
Ahora Hablemos de la Cantidad.............................................................................360
Ahora Hablemos del Sistema..................................................................................361
Ahora Lloremos Juntos...........................................................................................362
Desde el Aquí y el Ahora........................................................................................363
La Perspectiva de la Economía del Valor Social.....................................................365
La Tarea de Procurar....................................................................................................366
Esquemas Paralelos.....................................................................................................370
Nuestra Democracia.........................................................................................................373
¿Necesitamos Autocracia?...........................................................................................374
Democracia Justa.........................................................................................................375
Un Cuento Real.......................................................................................................376
Democracia Antidemocrática.......................................................................................377
El Menú...................................................................................................................378
Democracia y Política Económica...............................................................................379
Nuestra Educación............................................................................................................381
Una Perspectiva Distinta..............................................................................................381
Dos Preguntas Fundamentales.....................................................................................388
Educación Granular y Flexible....................................................................................392
Las Comparaciones Internacionales............................................................................394
Los Sindicatos de Maestros.........................................................................................397
Nuestra Soberanía.............................................................................................................401
Aclaraciones Necesarias..............................................................................................401
La Propiedad de la Tierra.............................................................................................402
Bancos - Empresas Estratégicas..................................................................................409
Amenaza de Guerra.....................................................................................................412
Defensa Soberana........................................................................................................414
Nuestra Tecnología...........................................................................................................417
Explicación Necesaria.................................................................................................417
Definición de Tecnología.............................................................................................418
¿Qué tan Importante es la Tecnología?........................................................................419
Tecnología y Economía...............................................................................................420
Necesidad de Tecnología Propia..................................................................................427
Las Nocivas Patentes...................................................................................................429
Finanzas Públicas y Tecnología...................................................................................431
Nuestro Arte y Cultura......................................................................................................433
Todo es Arte.................................................................................................................433
Los Libros....................................................................................................................435
La Música....................................................................................................................437
La Cinematografía.......................................................................................................438
¿Qué Hacer?.................................................................................................................440
Nuestras Empresas............................................................................................................445
Lo Fundamental de la Iniciativa Privada.....................................................................445
Definiciones Divergentes.............................................................................................446
Satisfactor................................................................................................................446
Recurso....................................................................................................................447
Capital.....................................................................................................................452
El Valor Social de la Iniciativa Privada.......................................................................454
El Valor de lo que Producimos....................................................................................458
Segunda Parte........................................................................................................................463
Introducción a la Segunda Parte.......................................................................................465
La Prisión Mental........................................................................................................466
La Liberación...............................................................................................................468
Relación Primordial..........................................................................................................473
Amor en el Asiento del Auto............................................................................................487
Todos los Días..................................................................................................................495
El Valor de la Ausencia.....................................................................................................507
Nonola..............................................................................................................................515
Sol Nocturno.....................................................................................................................523
Tercera Parte..........................................................................................................................533
Introducción a la Tercera Parte.........................................................................................535
Plan Icihúcac....................................................................................................................539
Paso 1: Contar Nuestras Canicas.................................................................................539
Paso 2: Abrir La Llave Un Poco..................................................................................539
Paso 3: Localizar Un Derrame.....................................................................................541
Paso 4: Levantar Un Dique..........................................................................................543
Paso 5: Evaluación y Vuelta al Paso Tres....................................................................545
Plan Cuexáhuac................................................................................................................547
Paso 1: Evaluación Inicial...........................................................................................547
Paso 2: Selección de Puntos de Infección....................................................................548
Paso 3: Diseño de Estrategias de Infección.................................................................549
Paso 4: Infectar al Anfitrión.........................................................................................549
Paso 5: Detectar Desbalances......................................................................................552
Paso 6: Fortalecer el Sistema.......................................................................................554
Paso 7: Diagnóstico y Vuelta al Paso 4........................................................................556
Plan Atóyatl......................................................................................................................559
Paso 1: Construir Red de Suministro...........................................................................559
Paso 2: Crear la Reserva Inicial...................................................................................560
Paso 3: Crear el Espejo................................................................................................560
Paso 4: Establecer Sobrepago Salarial.........................................................................561
Paso 5: Proponer Esquema de Sobrepagos..................................................................562
Paso 6: Arranque a Escala Controlada.........................................................................562
Paso 7: Revisión de Resultados...................................................................................568
Paso 8: Evaluación de Base Participativa....................................................................569
Paso 9: Regresar al Paso Siete.....................................................................................570
Sustitución de Importaciones Verticalmente Integrada....................................................571
¿Qué es Esto?...............................................................................................................571
Un Ejemplo Práctico....................................................................................................572
Nuevo Comercio Internacional.........................................................................................579
Un Enfoque Muy Diferente.........................................................................................579
Política Económica Internacional................................................................................582
Comercializadoras Internacionales..............................................................................584
Políticas Arancelarias...................................................................................................587
Nueva Sustentabilidad Económica...................................................................................589
La Tierra.......................................................................................................................590
El Agua, la Energía y el Dinero...................................................................................594
Las Invenciones...........................................................................................................595
Nuevo Sistema Financiero................................................................................................597
Sistema Bancario y Monetario.....................................................................................597
Ni Banca Múltiple ni Banca Comercial.......................................................................601
Emisión de Dinero.......................................................................................................603
Nuevo Sistema Fiscal.......................................................................................................605
Reducción y Derogación de Impuestos.......................................................................605
Destino de la SHCP.....................................................................................................608
Reducción de Impuestos..............................................................................................614
Nuevo Interés Financiero.................................................................................................619
Interés en Base al Valor Social....................................................................................619
Un Nuevo Tipo de Dinero............................................................................................621
Dinero No Contable.....................................................................................................623
Dinero Elástico............................................................................................................624
Nuevo Sistema de Inversiones..........................................................................................627
Inversiones con Valor Social........................................................................................627
Nuevo Sistema Administrativo.........................................................................................631
Sistema Administrativo vs Gubernamental.................................................................631
Ámbitos Económicos...................................................................................................633
El Cuarto Poder................................................................................................................637
Formalización del Cuarto Poder..................................................................................637
Cualidades Sociales de la Información........................................................................639
Nueva Organización Legislativa......................................................................................643
Un Problema de Responsabilidad................................................................................643
Un Problema de Competencia.....................................................................................644
Un Problema de Efectividad........................................................................................644
Un Problema de Representatividad.............................................................................645
La Solución Propuesta.................................................................................................646
Democracia Democrática.................................................................................................647
Mayoría Absoluta.........................................................................................................647
Reelecciones Anuales..................................................................................................648
Eliminatorias................................................................................................................650
Nueva Procuración de Justicia..........................................................................................655
Procuración Democrática.............................................................................................655
Nuevo Sistema de Seguridad Social.................................................................................659
Pensiones.....................................................................................................................660
Ingreso Básico.............................................................................................................662
Nuevo Enfoque Industrial.................................................................................................673
Industria pesquera y agropecuaria...............................................................................673
Industrias Estratégicas.................................................................................................675
Sustentabilidad Industrial............................................................................................677
Minería Urbana............................................................................................................682
Industria Energética.....................................................................................................684
Apéndice...............................................................................................................................687
En India............................................................................................................................687
Introducción.................................................................................................................687
Hallazgos Principales...................................................................................................693
Reflexiones Concluyentes...........................................................................................702
Introducción

La forma como vivimos los mexicanos, y también la forma como viven las personas en
muchos otros lugares en el mundo, no es la forma como hemos escogido vivir. Si nos dieran
a escoger, a todos nos queda claro que no escogeríamos este tipo de vida. Al entender esto,
no queda más que preguntarnos: ¿por qué vivimos así entonces?
Responder a esta pregunta no es fácil, y sin embargo es a la vez sencillo. Nuestro proble-
ma para entender la razón de que vivamos como lo hacemos, a pesar de que no nos guste, no
está en que sea compleja, sino en que, para comprenderla debemos desaprender muchas co-
sas que nos han enseñado a creer que son ciertas. Ese proceso de desaprendizaje es largo y
lleva tiempo. Se requiere esfuerzo para ir desechando ideas que llevamos hondamente en
nuestra mente y las cuales se han ido acumulando allí desde que nacemos. Ese desaprendiza-
je es el que hace muy difícil poder ver claramente por qué vivimos como lo hacemos, por
qué somos como somos, y qué podemos hacer para cambiar y mejorar.
Durante nuestra vida, tanto en la cotidiana como en la académica, aprendemos muchos
conceptos relacionados con la economía, la sociología, la psicología social, la política. Todos
ellos pertenecen, a su vez, a una cantidad grande de áreas del conocimiento. Algunas de esas
áreas nos son familiares y otras quizá nos resulten ajenas y extrañas.
A lo largo de nuestra vida aprendemos por distintas vías. Muchos conceptos nos los repi-
ten y explican nuestros padres cuando somos apenas pequeños. Otra parte nos la enseñan en
la escuela primaria. Todavía otra la aprendemos en la escuela secundaria, y así sucesivamen-
te, hasta que algunos de nosotros llegamos a la universidad, en donde se nos siguen enseñan-
do conceptos que firmemente creemos que son ciertos.
Aquellos que no tienen la suerte de asistir a la escuela de todos modos reciben adiestra-
miento diariamente y los conceptos les llegan por medio de la televisión, las películas, la ra-
dio, el Internet, o a través de algo tan sencillo como las pláticas que tienen con las personas
con las que intercambian opiniones. Es más, incluso sin interactuar con nadie, nos llegan
conceptos nuevos de personas a quienes escuchamos hablar y decir sus opiniones.
De esa forma, compleja y a la vez sencilla, se han propagado un sinnúmero de ideas erró-
neas que pretenden explicar tácitamente por qué vivimos como lo hacemos. Incluso algunas
de ellas hasta parecen demostrar que no hay otra alternativa más que seguir viviendo de la
misma forma, aunque no nos guste.
Sin embargo, tras un análisis más profundo, muchos de esos conceptos se desbaratan rápi-
damente. Existe una cantidad importante de conceptos que consideramos fundamentales pero
que, sin embargo, están basados en supuestos erróneos. También existen otros que parecen

— 17 —
INTRODUCCIÓN

estar basados, ya no en supuestos, sino en algo que a todas luces parece ser obra deliberada
del engaño.
Al final de cuentas, cualquiera que sea la razón de la existencia de esas ideas y conceptos
erróneos, lo cierto es que existen. Los llevamos con nosotros día y noche, estemos dormidos
o despiertos, a donde sea que vayamos. Viven incrustados en nuestra mente y son los que
forjan la idea que tenemos de nosotros mismos y de la forma como vivimos. Es así, de esa
forma, como nuestra forma de vida se deriva tan solo de un conjunto de ideas.
Cuando finalmente logramos ver claramente que muchos de esos conceptos son erróneos
y entendemos cuál es la verdad, es inevitable que una parte de las ideas que tenemos cambie,
modificándose con eso la idea que tenemos de nosotros mismos y, por consecuencia, de la
forma como vivimos, de nuestros motivos, de nuestros gustos y de muchas otras cosas que
en conjunto determinan la manera en que somos y nos comportamos, como personas, como
ciudadanos, como mexicanos.
Sin embargo, como sea, la verdad es que estamos en estas condiciones. El día de hoy y a
esta hora, en este lugar, estamos sumergidos en esta situación… la que no nos gusta. ¿Qué
hacer entonces para mejorarla? ¿Se puede hacer algo? ¿Se puede hacer algo que no sea más
de lo mismo y que realmente cambie las cosas para mejorarlas y que queden tal y como las
queremos? ¿Se pueden cambiar las cosas para que podamos vivir como lo deseamos, como
lo soñamos? La respuesta es un rotundo SI.
Pero antes de saber qué es lo que podemos hacer, primero debemos encontrar por qué es-
tamos así. Solo después de eso podremos comprender qué partes de nuestra vida debemos ir
modificando y qué iremos obteniendo con cada cambio que hagamos. De esa forma iremos
delineando un plan, poco a poco, conforme vayamos desaprendiendo lo que nos han enseña-
do que es cierto, y vayamos aprendiendo lo que la verdad realmente es. Podremos así deli-
near el plan que nos dará la forma de vivir que queremos, si tan solo nos atrevemos a seguir-
lo.
Este libro consta de tres partes y un apéndice. En la primera parte hablo sobre nuestra si-
tuación actual. No es solamente una descripción de cómo las cosas son actualmente, ya que
muchas de ellas ya las conocemos. Expongo razonamientos lógicos para aclarar por qué las
cosas están como están y hago algunas referencias históricas cuando he sentido que es nece-
sario. Además de exponer las cosas como son, presento críticas mientras explico varias razo-
nes por las que algunos de los conceptos que nos enseñan son erróneos y cómo es que los he-
mos aprendido.
En la segunda parte, intento describir cómo sería nuestra vida si los conceptos erróneos no
los hubiéramos adoptado y en lugar de ellos usáramos los conceptos que planteo en este li-
bro. He intentado ser lo más autocrítico posible para no dejarme llevar por sueños e ilusiones
irrealizables, pero como todo ser humano que intenta visualizar lo que todavía no existe,
muy probablemente estaré siendo inexacto en algunas cosas. Agradecería infinitamente que
me ayudaras a identificar esos errores para no despegar mis pies del suelo. Dada la naturale-

— 18 —
INTRODUCCIÓN

za árida de la economía, con la intención de hacer más gráficas las ventajas de las ideas pro-
puestas, toda esta segunda parte decidí redactarla en forma de cuentos. Ojalá te gusten y te
ayuden a visualizar lo que yo veo de este país que tanto amo.
En la tercera parte, explico algunas estrategias para llegar desde donde nos encontramos
actualmente hasta el lugar en el que nos gustaría estar. Presento posibles formas como po-
dríamos aplicar nuestro nuevo conocimiento para transformarlo en la acción necesaria para
cambiar nuestra actual forma de vivir y convertirla en la que todos queremos, que todos de-
seamos. Esta parte es en esencia El Plan, para llegar de un punto a otro.
El apéndice, al final del libro, es una traducción de un proyecto llevado a cabo en India,
que muestra los beneficios encontrados al proporcionar un ingreso básico irrestricto a todos
los ciudadanos. En otros países se han hecho proyectos similares, pero el caso de India es
quizá el mejor documentado hasta ahora.
Este libro no tiene la intención de ser un documento teórico académico escrito solo para
que lo comprendan personas versadas en temas avanzados de economía, estadística financie-
ra, ciencias políticas, sociología o ingeniería. Pretende más bien ser práctico e ilustrativo,
más parecido a una propuesta platicada. Más parecido a un Plan que a una lista de deseos.
Un plan para mejorar nuestra forma de vivir en este país y en muchos otros.
Los temas están acomodados de forma más o menos al azar, porque son tan diversos y es-
tán tan relacionados unos con otros, que para comenzar a comprenderlos bien puede uno ini-
ciar por el que uno guste. Por tanto, el índice no es un instrumento para guiar la lectura, sino
más bien una herramienta para indicar las páginas en donde cada tema está colocado y así
poder ir directamente hacia él.

— 19 —
PRIMERA PARTE

Nuestra situación actual, la que no queremos pero que debemos entender, antes de intentar
cambiarla
PRIMERA PARTE

Nuestra Economía

Nos Dicen Que Así Son Las Cosas


De todos los temas abordados en este libro, el de la economía es indudablemente el que
requiere de más tiempo para comprenderlo. Esto no se debe tanto a que la economía sea difí-
cil de entender, sino a que es muy probable que en ese tema en particular es en donde existan
la mayor cantidad de conceptos erróneos que nos han sido enseñados a lo largo del tiempo.
Conceptos como el del dinero, la inflación, el de los préstamos, el de los índices de la bol-
sa de valores, el del producto interno bruto, y muchos otros, en realidad pocas personas los
comprendemos cabalmente. En este documento, sin embargo, los tendremos que explicar de
una novedosa forma que nos llevará a entender lo que verdaderamente significan y cómo nos
afectan. Eso será necesario porque solo así podremos visualizar qué es lo que verdaderamen-
te debemos cambiar para mejorar, y de paso entenderemos por qué otros intentos que se han
realizado en el pasado han fallado, en todo o en parte.
Pero, no solo la comprensión de cómo funciona la economía es necesaria. También es ne-
cesario comprender hasta qué punto afecta la economía a nuestra forma de vivir, y a nuestra
forma de ser. Esto es demasiado importante como para pasarlo de largo sin explicarlo bien.
Normalmente, pensamos en la economía como algo que afecta solo a nuestro dinero, a
nuestra “capacidad económica” nos dicen. Como si “nuestra capacidad económica” fuera so-
lamente nuestra capacidad de compra aunada a nuestra capacidad de generar dinero. En rea-
lidad, no es así.
La economía va mucho más allá del dinero. La economía afecta todo lo que hacemos los
seres humanos y todo lo que no hacemos. El universo entero es económico. Pocos hemos te-
nido la inclinación de haber estudiado termodinámica y matemáticas avanzadas en la univer-
sidad. Siendo yo parte de ese reducido grupo de personas, te puedo asegurar que así es. Así
que, ¿por qué entonces tenemos esa idea de que la economía se refiere al dinero? Bueno, la
respuesta es simple: eso nos han hecho creer.
Esa mentirilla de apariencia inocente es lo de menos. El enorme problema es que esa idea,
de que la economía solo tiene que ver con el dinero, nos ha impedido ver todo el panorama
completo y, por tanto, las soluciones que hemos propuesto durante cientos de años al reto de
mejorar nuestra calidad y condición de vida en este planeta no han dado los resultados desea-
dos. No podría ser de otra manera.
Para resolver un problema de forma adecuada, forzosamente tiene uno que ver todo el
contexto completo. Debe uno entender todos los aspectos involucrados en lo que está suce-
diendo para así poder uno plantear una solución correcta. De otra forma estaría uno dando

— 23 —
PRIMERA PARTE

palos de ciego a izquierda y derecha tanteando las cosas y esperando que a base de prueba y
error algún día demos con la solución.
Algo así es lo que nos ha sucedido. Hemos propuesto soluciones a una situación que no
hemos comprendido de forma completa. No es de sorprender que no hayamos obtenido lo
que esperábamos. Por ejemplo, algo que nunca se nos debió decir, es que la economía afecta
solo a las cosas que tienen que ver con dinero. Eso no es cierto. La economía no afecta sola-
mente al dinero. Afecta todo. Afecta nuestras emociones, afecta nuestras relaciones persona-
les, afecta el funcionamiento de nuestro cuerpo, afecta nuestras ideas, afecta por dónde sal-
drá el sol cada día, afecta si la Tierra gira para un lado o para el otro, afecta la posición de las
estrellas en el cielo y la posición de cada molécula en cada cosa que existe. Así de extensa y
completa es la economía.
La famosa teoría de la relatividad es un modelo matemático que expresa un comporta-
miento económico. Una reacción química es un proceso económico. Una inducción eléctrica
es un proceso económico. Ir a la tienda de la esquina, ver una película o tener sexo son todos
procesos económicos. Nuestros pensamientos son procesos económicos y las ideas que se
derivan de esos procesos también son procesos económicos. Pero nada de todo eso nos lo ex-
plican así. Lo que nos explican de la economía está incompleto, es impreciso, es erróneo.
Debido a eso, nuestras ideas están formadas de una extensa red de mentiras, supuestos falsos
y verdades a medias.

Nos Dicen que Así Somos


Un claro ejemplo del alcance decididamente profundo que tiene todo esto, y tan solo por
citar un ejemplo de entre muchos, es la idea que hemos desarrollado, a base de muchísimas
repeticiones, referente a que al parecer tenemos limitantes, quizá heredadas psicológicamen-
te, que nos impiden desarrollar e implementar una forma mejor de vida que la que tenemos.
Comúnmente se asocia nuestra forma de vivir, tan carente de tantas cosas, con el resulta-
do de una cultura que heredamos de nuestros antepasados. No estoy de acuerdo con esa res-
puesta. Me parece simplista, errónea, denigrante, malintencionada e idiota.
Me resulta chocante cuando escucho a otras personas definirnos diciendo cosas como “es
que nosotros los mexicanos somos así”. Yo no creo que los mexicanos seamos “así”, como
sea que sea eso. No creo que nuestra forma de vivir la hayamos escogido y que se derive de
“nuestra cultura” o “nuestra forma de ser”, ni mucho menos de “nuestro pasado histórico de
sociedad conquistada”. Esos razonamientos se me antojan estúpidos y derrotistas. Es como si
las personas que dicen eso ya se hubieran dado por vencidas y se hubieran derrotado a sí
mismas lamentándose de su situación y dejando salir de su boca palabras de autodesprecio y
menosprecio. ¿Tú eres de esas personas? Yo no. Pero si eres de esas personas ojalá algún día
logres zafarte de todos esos pensamientos falsos y logres ver lo que yo veo.
Yo veo que los mexicanos no vivimos así porque así seamos. Yo veo que vivimos así por-
que nos han enseñado a creer que vivir así se debe a nuestra forma de ser, cuando en reali-

— 24 —
NUESTRA ECONOMÍA

dad, vivimos así porque no nos queda de otra. Nada tiene que ver el que seamos mexicanos.
Nada tiene que ver el que seamos descendientes de una sociedad conquistada por otra, como
si hubiéramos sido los únicos. Todas las sociedades en este primitivo planeta han sido con-
quistadas por otra al menos una vez. Así que ese razonamiento no tiene nada que ver. Nada
tiene que ver. Absolutamente nada. Antes de ser mexicanos somos seres humanos y a cual-
quier ser humano que sometan a las condiciones de existencia y de creencias a las que hemos
sido sometidos nosotros se comportará igual o peor que nosotros. Lo digo de nuevo: se com-
portará peor o igual que nosotros.
Para empezar, desde donde yo veo las cosas, me queda claro que la forma que tenemos de
vivir no es realmente una forma de vivir. Todo lo que tenemos es tan solo una forma de so-
brevivir. Solo eso. No tenemos nada más, aunque ya no seamos capaces de verlo.
Estando todos sometidos a una existencia cotidiana en la que cada día tenemos que dedi-
carnos a sobrevivir, es imposible pretender que realicemos las cosas que otras sociedades hu-
manas hacen de forma aparentemente más fácil de lo que nos resulta a nosotros. Ellos las ha-
cen porque viven su vida en sociedad. Nosotros no las podemos hacer porque estamos sobre-
viviendo en lo individual.
Esto que digo lo pueden ver más claramente aquellas personas que emigran desde México
hacia otros países, particularmente aquellos que emigran a sociedades donde la gente vive,
tales como Estados Unidos, Alemania, Inglaterra, Noruega, Canadá, Australia, Nueva Zelan-
da y todos esos otros varios países de los cuales se nos dice que están “desarrollados”, lo que
sea que eso signifique.
En aquellos países la gente se esfuerza porque ve una luz al final del túnel. La gente en
esos países sabe que si se esfuerza logrará algo mejor para sí misma, para su familia y de
paso para su comunidad. Si nosotros en México supiéramos que después de esforzarnos ob-
tendríamos lo que deseamos te aseguro que lo haríamos. Si tan solo supiéramos que las opor-
tunidades realmente le llegan al que se esfuerza en educarse, en desarrollar sus habilidades y
en mejorar sus capacidades, te aseguro que la mayoría de los mexicanos seríamos distintos.
Veríamos la vida con esperanza sabiendo que detrás de nuestros esfuerzos estarán las recom-
pensas que merecemos. Pero no es así. La inmensa mayoría de nosotros sabemos que por
más que nos esforcemos las cosas no van a cambiar. ¿Para qué esforzarse entonces? ¿Será
porque los mexicanos somos flojos? Eso no es cierto.
De nuevo te digo que cualquier ser humano por mucho menos de lo que nos han hecho a
nosotros se arrojaría al vacío, se suicidaría, o se dedicaría a solo sobrevivir de un día para
otro. Sin embargo, a pesar de las condiciones en las que nos han hecho vivir, la mayor parte
de los mexicanos nos levantamos todos los días y nos vamos a trabajar sabiendo que no ga-
naremos lo suficiente para comer ese día, ni el siguiente, ni el que le sigue.
Nos han enseñado a ver nuestros defectos y a cultivar nuestro autodesprecio, en lugar de
habernos enseñado a ver nuestras fortalezas y nuestras virtudes. Mucho menos nos han ense-
ñado a usar tales fortalezas y dichas virtudes.

— 25 —
PRIMERA PARTE

Si hay algo que acepto que heredamos y que ha dado forma al “estilo de vida” que tene-
mos en México es el permanente estado de supervivencia en el que nos encontramos.
Someter a un ser humano a que esté sobreviviendo continuamente durante toda su vida
hace que desarrolle una actitud particular que lo animaliza, le acrecienta sus instintos anima-
les, lo hace irracional, lo hace salvaje. Esto lo hemos comprobado muchas veces al observar
cómo somos los seres humanos cuando nos someten a condiciones de supervivencia durante
mucho tiempo. Poco a poco perdemos nuestra civilidad, nuestro honor, nuestra educación,
nuestra natural tendencia a ver por los demás antes de hacerlo por nosotros mismos, hasta
que llegamos a convertirnos en seres desconsiderados con los demás, con instintos asesinos
que afloran a la menor de las provocaciones. Si a eso agregamos un constante bombardeo
publicitario en forma de revistas y películas que estimulan nuestros instintos sexuales y ani-
males, no podríamos tener otro resultado que el de ser como somos: personas con una moral
destruida y con instintos viles y bajos.
La forma como somos no tiene nada de “herencia genética” ni de “herencia cultural”. So-
mos así porque así debemos ser si queremos sobrevivir. Y eso es lo que hemos estado ha-
ciendo durante muchos años. Nuestra forma de vivir no tiene nada que ver con nuestra as-
cendencia indígena ni con nuestra memoria de haber sido conquistados ni con ninguna de to-
das esas tarugadas que nos han hecho creer.
Todo eso que nos han metido en la cabeza y en el corazón nos ha creado una idea de no-
sotros mismos que es falsa. Esa idea falsa se ha ido fraguando más y más en nuestra mente
hasta el punto de que ahora nos comportamos como nos han dicho que somos y no como
realmente lo somos. ¿Y cómo somos realmente? No lo sé. Pero lo que sí sé es que si a una
persona le repites todos los días que es un flojo, mentiroso y egoísta, eventualmente se com-
portará exactamente de esa manera. Puedes hacer que una persona se comporte como lo que
quieras si tan solo se lo repites la suficiente cantidad de veces. Hay muchos experimentos
humanos que demuestran ese efecto. Eso es lo que nos ha pasado a nosotros o, mejor dicho,
eso es lo que nos han hecho.
Razonemos esto: Si en realidad fuéramos así, si en realidad nuestra forma de vivir la hu-
biéramos creado nosotros con nuestra forma de ser, entonces estaríamos felices viviendo
como vivimos. Pero no es así. Todos estamos inconformes con nuestra vida. Todos queremos
mejorarla. Todos queremos sacudirnos esta existencia de supervivencia. Chicos, grandes,
hombres, mujeres, altos, bajos, flacos, gordos, ricos, pobres, bonitos, feos, indígenas, mesti-
zos, negros y blancos, todos por igual queremos zafarnos de todo esto.
Algunos con agallas se lanzan al vacío y escapan de México hacia otros lados que no co-
nocen arriesgándose a morir y abandonando a aquellos a quienes más aman. Soportan allá
maltratos, desdenes, hacinamiento, soledad, y la enorme tristeza de haber dejado atrás a to-
dos los que aman y sufren por no poder tenerlos a un lado. Solo aquellos que hemos pasado
por eso sabemos lo que se siente. Solo aquellos que hemos visto todo eso de cerca sabemos
del enorme valor que se requiere para hacer algo así.

— 26 —
NUESTRA ECONOMÍA

Una persona sometida a la forma de existir a la que somos sometidos durante toda la vida
llega a perder la capacidad de verse a sí misma como un ser humano distinto. De hecho, lle-
ga a perder totalmente su capacidad de percibirse a sí misma. Eso es muy dañino ya que pre-
cisamente en esa capacidad de percibirnos a nosotros mismos es en donde radica nuestra ca-
pacidad de ser mejores cada vez. Si no nos percibimos, si no somos capaces de ver nuestro
comportamiento y evaluarlo, no podemos ser capaces de mejorarlo en beneficio de nosotros
mismos, de aquellos a quienes amamos, y de todos aquellos seres humanos con quienes for-
mamos esta sociedad humana a la que llamamos México.
Para mejorar nuestro comportamiento en sociedad, por tanto, debemos tener la capacidad
de vernos a nosotros mismos, y para lograr eso debemos salir de este estado de permanente
supervivencia en el que nos encontramos. Debemos dejar de estar tan ocupados en sobrevi-
vir, para que nos quede tiempo mental, anímico y físico para poder ver y evaluar nuestro
comportamiento, es decir, para comenzar a vivir.
Varios experimentos sociales demuestran que cuando las personas en una sociedad huma-
na no están sometidas a un constante estado de supervivencia comienzan rápidamente a de-
sarrollarse mejor. Al no tener que preocuparse por qué comerán ese día, o cómo conservar su
hogar, o cómo curar sus enfermedades o las de aquellos que aman, se dedicarán a alcanzar
ideales más elevados, como el de desarrollar tecnología, desarrollar mejores industrias, hacer
negocios, impulsar las artes y el conocimiento humano en todas las áreas en las que pueda
impulsarse.
Igualmente, muchos experimentos se han hecho en los que se observan cómo las perso-
nas, gracias a esa enorme capacidad que tienen de sobrevivir, se “animalizan” cuando son
sometidas a condiciones de existencia infrahumanas. Las cárceles con las que contamos, en
donde tenemos encerrados a decenas de miles de seres humanos, son un ejemplo claro que
me viene a la mente.
Los seres humanos nos volvemos violentos, agresivos, asesinos, ventajosos, aprovecha-
dos, abusivos, cuando nos someten a esas condiciones. Pero la culpa no es de las personas
que están sometidas a esa forma de existencia, sino de la cárcel en la que están encerradas.
Es la cárcel misma la que provoca el problema. La causa de la violencia en las cárceles no
son los presos violentos, sino los muros y las rejas de las que las cárceles están hechas. De-
bería ser revelador que en las cárceles la mitad de los ataques violentos los provocan los car-
celeros[1]. Ellos viven en las mismas condiciones.
Si iniciamos por quitarnos las preocupaciones más graves que tenemos, podremos enton-
ces aspirar a tener ciclos progresivos de mejora en nuestra existencia y comenzaremos rápi-
damente a dejar de sobrevivir, para empezar a vivir, a vivir de verdad. De todos los obstácu-
los que nos impiden lograr eso, con certeza el más urgente que debemos resolver es el de
nuestra economía.

1 Anthony E. Bottoms, Interpersonal Violence and Social Order in Prisons, Crime and Justice 26 (1999): 205-281.

— 27 —
PRIMERA PARTE

Resolviendo nuestra economía podremos obtener el aliento que necesitamos para desen-
cadenar una cascada de mejoras que igualmente necesitamos con urgencia: paz, seguridad,
servicios de salud, justicia, vivienda, educación, alimentación, transporte, oportunidades de
empleo o de negocio, libertad (de hablar, de actuar, de viajar, de hacer … de vivir).
Para entender cómo mejorar nuestra economía es necesario entender qué es eso a lo que
llamamos economía y cómo funciona, así que comenzaremos por ahí. Entendiendo eso clara-
mente, la forma de mejorarla se hará evidente y clara.
Para hablar de cómo vamos a mejorar la economía, es necesario que antes comprendamos
lo que la economía es, y también lo que no es. En la universidad nos enseñan que la econo-
mía es un tema complejo y difícil de entender. Los alumnos universitarios deben estudiar te-
mas de economía durante seis meses y para poder entender lo que se les explica deben ante-
riormente haber cursado temas de matemáticas universitarias.
¿Se podrá explicar todo eso en palabras sencillas que todos entendamos? En mi experien-
cia nunca me he topado con una situación cuya explicación no haya podido ser simplificada,
así que esta vez yo digo que sí se puede.
Debido a que no me gusta quedarme con las palabras solamente, y como buen mexicano
ingenioso, estoy acostumbrado a intentar cosas diferentes. Entonces, con riesgo de quedar en
ridículo, pero sin miedo de hacerlo, voy a intentar algo difícil.
Intentaré explicar lo que la Economía es en tan solo unas cuantas páginas. Existen carre-
ras universitarias enteras para explicar esto que voy a decir. Veremos si realmente es tan
complicado como nos lo han hecho creer.
Para hacer cosas diferentes uno normalmente recurre a métodos diferentes, de otra forma
uno corre el riesgo de obtener el mismo resultado que los demás, así que para hacer esta ex-
plicación voy a contarte un cuento mágico, pero verdadero[2].

Un Cuento Mágico – Primera Parte


Hace mucho tiempo, en un lugar lejano, en nuestro pasado primitivo, un grupo de perso-
nas vivían en una pequeña aldea. Cada una de ellas tenía algún conocimiento en algo, y con
su propio trabajo se habían hecho de algunas cosas: pieles, vasijas, comida, leña, etcétera.
Algunos también habían logrado domesticar algunos animales y los cuidaban para obtener
comida o para ordeñarlos. Algunos otros habían sembrado cosas en la tierra y guardaban las
semillas para la siguiente temporada. Cada quién, como decimos en México, se rascaba con
sus propias uñas. Todo lo que sabían se los habían enseñado sus padres y algunas pocas co-
sas las habían descubierto ellos mismos.

2 Este cuento, y su segunda parte, está basado en las descripciones realizadas por varios investigadores reconocidos
mundialmente por la exactitud de sus descripciones prehistóricas y antropológicas, tales como Jean M. Auel, en sus
libros A través de la llanura, Javier Vergara Editor, ISBN 95-15-1078-6, Buenos Aires, Argentina, 1991; La tierra de
las cuevas pintadas, Océano Maeba, ISBN 978-607-400-452-6, España, 2011; Los refugios de piedra, Océano Maeva,
ISBN 970-651-621-2, México-España, 2002; así como el excelente libro de antropología norteamericana de Kathleen
O'Neal Gear y W. Michael Gear, La tribu de la niebla, Ediciones B, ISBN 84-666-0097-3, Barcelona, España.

— 28 —
NUESTRA ECONOMÍA

Pero un día, sucedió que un cambio de clima provocó que a uno de ellos no se le lograran
las plantas de maíz que había sembrado para alimentarse ese año y se quedó sin poderlas co-
sechar. Le sobraban semillas, ya que no las había sembrado todas, pero la época de siembra
ya había pasado. Mientras él se daba cuenta de su situación, en otra parte de la misma aldea,
otro de los aldeanos se daba cuenta que para cazar comida tendría que viajar más lejos que
antes, dado que el cambio en el clima había hecho que los animales se alejaran a otra región,
no muy distante, pero a varios días más de viaje.
Ambas personas estaban en una situación que ellas no provocaron. Ambas personas tenían
la necesidad de resolver su situación. Ambas personas pronto se darían cuenta que podrían
resolver su situación al contar con la participación de otros miembros dentro de la misma al-
dea.
Cavilando acerca de su situación, Anuk, el aldeano cazador, comenzó a caminar por la al-
dea mientras intentaba pensar en un plan. Estaba en un problema. Los animales se habían
alejado. Tendría que viajar más días y si llevaba carne para alimentarse durante el viaje,
como siempre lo hacía, esta se pudriría antes de lograr llegar a donde estaba la caza. Tendría
que viajar sin tomar alimento durante varios días y esa idea no le agradaba para nada.
Había escuchado de Omak, el aldeano que, además de carne, comía unas semillas de maíz
que recogía de plantas que él mismo sembraba. Esas semillas le duraban sin echarse a perder
durante meses. Así, decidió ir a visitar a Omak, el aldeano que comía semillas de maíz.
—La carne se echará a perder dentro de poco y no me la puedo comer toda tan rápido—
dijo Anuk con desánimo. —Tengo que deshacerme de lo que no puedo comer ahora e ir a
buscar carne fresca, así que te cambio un poco de carne por unas pocas de tus semillas. Esas
duran más y me las puedo comer en el camino si acaso no cazo algo pronto.
—De acuerdo— dijo Omak inmediatamente. —Hace meses que no pruebo la carne y creo
que ya es hora. Las semillas me gustan mucho, pero a veces se me antoja comer carne. Qué
bueno que viniste Anuk.
De una forma así de sencilla los seres humanos comenzamos hace muchos miles de años
a intercambiar unas cosas por otras. Aún hoy en día el intercambio de cosas lo seguimos ha-
ciendo. Algunos necesitamos algo que otros tienen, y otros necesitan cosas que en ocasiones
tenemos. Algunos pocos no quieren necesitar a nadie y aprenden de todo. En fin, cada quién
según sus gustos.
Este sencillo ejemplo que parece inofensivo y que seguramente ya nos lo han contado va-
rias veces encierra conceptos que hoy se consideran extremadamente complejos, como más
adelante veremos. Pero sin afán de adelantarnos, sigamos con nuestro cuento mágico. Imagi-
nemos ahora que avanzamos en el tiempo unos cuantos años después de aquel primitivo pri-
mer intercambio de semillas por carne. Avancemos imaginariamente hasta el momento en el
que se había vuelto cosa común el intercambiar cosas unos con otros.

— 29 —
PRIMERA PARTE

Omak se comenzó a dar cuenta que le era muy fácil sembrar más de lo que él mismo sa-
bía que se podría comer en todo el año. Le gustaba hacer eso. Lo prefería a tener que aban-
donar su hogar durante días y viajar incómodamente para ir a cazar algo para obtener carne.
Él prefería quedarse en su hogar y observar el ir y venir de las aldeanas. Eso de andar a solas
por las montañas durante días y noches persiguiendo un animal no se le daba. Prefería cam-
biar semillas por carne cuando Anuk el cazador regresara… si regresaba.
Omak podía obtener con sus semillas todo lo que quería. Se dio cuenta que podía inter-
cambiar las semillas por otras cosas y así no tenía que preocuparse por cazar, o tejer ropa, o
curtir pieles, o recolectar hierbas que curan, o recolectar leña. No tener que hacer todas esas
cosas le agradaba. Las podía tener sin la necesidad de hacerlas él mismo. Solo tenía que se-
guir haciendo lo que se le daba hacer y además le gustaba: sembrar y cosechar semillas de
maíz. En cierta forma, era como si las semillas fueran mágicas. Con ellas podía obtener todo
lo que quería.
Anuk el cazador también se dio cuenta de algo similar. Poco a poco fue encontrando otras
formas en las que podía cazar más. Aprendió que, por ejemplo, cazando en grupo, junto con
otras personas, podían cazar más para todos. Después de intentarlo de varias formas, todos
en el grupo se dieron cuenta de que, organizándose bien, podían cazar más de lo que necesi-
taba cada uno de los que participaban en la caza. Unos eran buenos para seguir presas. Otros
para tender trampas. Otros para cortar las piezas de caza. Otros más hacían que las presas se
dirigieran hacia las trampas.
Con el tiempo, también se dieron cuenta de que la carne viva dura más que la carne muer-
ta. Comenzaron entonces a conducir a sus presas no hacia trampas mortales, sino hacia tram-
pas en donde las acorralaban vivas y las mantenían así hasta que era necesario sacrificarlas.
Esto ya lo habían intentado anteriormente pero no lograban conseguir suficiente comida para
los animales que mantenían en cautiverio. Tuvieron que dejar en libertad a algunos de ellos
para que buscaran su propia comida y no murieran de hambre, y así no desaprovecharlos. Ya
los atraparían de nuevo en otra ocasión.
Después de un tiempo, Anuk y su grupo se dieron cuenta que las semillas de maíz de
Omak les podían servir para alimentar a los animales y mantenerlos vivos. Hablaron con
Omak y aceptó inmediatamente. Él ya se había dado cuenta que a lo largo del arroyo podía
sembrar todas las plantas que quisiera y así producir muchísimas semillas. Pero no lo había
hecho porque no había tanta necesidad de semillas. La propuesta de los cazadores cambió las
cosas. Omak no necesitaba tanta carne, pero Anuk y los demás cazadores, ahora que tenían a
los animales vivos, podían también ofrecerle leche, huevos, pelo, y abono.
Al transcurrir el tiempo no solamente Omak y Anuk mejoraron sus métodos y con ello su
calidad de vida. Otras personas en la comunidad también se dieron cuenta que se podían es-
pecializar en lo que les gustaba hacer y podían así obtener todo lo demás que necesitaban sin
tener que hacerlo personalmente.

— 30 —
NUESTRA ECONOMÍA

Algunas personas se dieron cuenta que no necesariamente tenían que dedicarse a la caza o
a la siembra, sino que había otras actividades con las que podían producir algo que podían
intercambiar por carne o por semillas. Algunas de ellas eran hábiles para hacer telas. Otras
eran hábiles haciendo ropa con esas telas. Otros curtían pieles mientras otros más hacían ca-
sas con esas pieles. Otros recolectaban leña. Otros preparaban comida para los cazadores a
cambio de un poco de la carne que traían de sus largas jornadas de trabajo. Otros comenza-
ron a observar los efectos beneficiosos de algunas plantas y las intercambiaban por otras co-
sas que necesitaban. Esos fueron los primeros médicos y sus plantas las primeras medicinas.
Otros alojaban a los cazadores viajeros a cambio de algo. Esos fueron los primeros hostales.
Los cazadores sabían eso y comenzaron a llevar con ellos algunas cosas que sabían que a los
hosteleros les interesarían. Llevaban consigo semillas, ropa, telas, y muchas otras cosas que
podían llevar con ellos. Otros aprendieron el arte de domesticar animales para trabajo como
los caballos y los perros. Ellos también comenzaron a intercambiar su arte por otras cosas
que necesitaban: comida, ropa, plantas curativas, utensilios diversos. Más aun, había otros
que contaban cuentos. Ese era su arte. Con su habilidad para contar cuentos hacían a los de-
más disfrutar del poder de la imaginación y la narrativa. A cambio de sus cuentos y los bue-
nos momentos que eso les daba, los demás les ofrecían alguna piel, o comida, o alguna otra
cosa útil.
La aldea de la que hablamos estaba en la falda de una sierra. A un costado de ella cruzaba
un arroyo del cual todos tomaban. A unos días de distancia, más allá de la sierra, después de
veinte días de viaje llegaba uno al mar. Allá en la costa había otra aldea en donde, natural-
mente, vivía gente que se dedicaba a actividades relacionadas con la pesca.
No todos eran pescadores. Los que tejían telas, también tejían redes. Otros cortaban varas
largas y duras y hacían arpones. También había cazadores y las pieles eran usadas igualmen-
te para hacer casas y para hacer canoas. Algunos de ellos se especializaban en armar canoas
con las pieles que obtenían de los cazadores. Algunas canoas eran tan grandes que cabían va-
rios pescadores junto con sus utensilios y comida, lo cual les ayudaba a extender su perma-
nencia en el mar por varios días trayendo consigo de vuelta una gran carga de pescado.
En ocasiones los cazadores montañeses, en sus andanzas, llegaban hasta esa aldea y con
frecuencia intercambiaban algunas de las cosas que traían por pescado. A los pescadores les
gustaba la carne de res y ahí casi no había. A los de las montañas les gustaba el pescado, que
por allá era escaso. Así, los cazadores regresaban no solo con piezas de caza, sino en ocasio-
nes con pescado.
Anuk y otros cazadores montañeses se comenzaron a dar cuenta que ya había muchos ca-
zadores en su aldea, allá en las montañas. Vieron que por esa razón llevar pescado de regreso
era más beneficioso para ellos porque lo podían intercambiar más fácilmente que la carne de
res, la cual no era tan escasa. Esos fueron los primeros comerciantes. Anuk y otros prefirie-
ron dedicarse de tiempo completo a llevar cosas de una aldea a otra e intercambiarlas por co-
sas que necesitaban, o que sabían de alguien que las necesitaba.

— 31 —
PRIMERA PARTE

El tiempo transcurrió y la vida de cada aldeano siguió su curso. Los habitantes de cada al-
dea aprendían cada vez más acerca de lo que habían decidido hacer. Anuk y los otros cazado-
res que habían decidido comerciar con cosas habían descubierto que el comercio era también
algo útil para los demás ya que beneficiaba tanto al que adquiría las cosas, como a ellos mis-
mos.
Anuk ya se había habituado a viajar desde la aldea de las montañas hacia la aldea de la
costa. De tanto ir y venir ya lo conocían todos y él ya conocía a todos los habitantes de las
dos aldeas y también a aquellos habitantes que vivían a lo largo del camino. Para estos últi-
mos, el comerciante era como un salvador. Era alguien que les traía cosas nuevas cada vez.
Además de cosas, les traía noticias, chismes, y cosas raras que algunos comerciantes que ve-
nían de incluso más lejos a veces le ofrecían a cambio de algo. A Anuk le gustaba esa vida.
Era hábil para conversar y las largas ausencias lo hacían querer tener contacto con la gente
cuando llegaba a alguna aldea.
Un día, Anuk llegó a la hostería que quedaba a mitad del camino entre las dos aldeas, a un
lado de un pequeño pero pintoresco arroyo rodeado de enormes árboles y una pequeña casca-
da cuyo sonido era como un canto que invitaba al descanso. En la hostería había comida ade-
más de un lugar donde dormir.
Anuk conocía bien a Grosa, la mujer montañesa que había hecho la hostería a medio ca-
mino entre las dos aldeas. Grosa era una mujer amable de gran tamaño que cuidaba de todos
como si fueran sus hijos. Igualmente los regañaba y los obligaba a bañarse.
—¡Aquí el que no se baña no come!— decía Grosa con voz de mamá regañona siempre
que se acercaba la hora de comer. Todos la apreciaban y cuidaban de ella porque sabían que
siempre los ayudaba cuando más lo necesitaban. Anuk sabía bien que tendría que sufrir un
rato y aguantarse un baño con agua caliente y con una pasta resbalosa que mamá Grosa pre-
paraba con cebo y otras cosas raras.
Cuando Anuk salió del baño, se dirigió a la amplia cocina de mamá Grosa y la vio muy
callada y triste.
—¿Qué te pasa Grosa? ¿Por qué no me regañaste tanto hoy? ¿Estás enferma?
—No Anuk. No estoy enferma— contestó Grosa sin disimular su preocupación. —No es
enfermedad. El mar está agitado por el viento y la lluvia en la aldea de pescadores y no han
podido salir a pescar. Muchos vienen de allá camino a la aldea de las montañas, pero no
traen nada para dar. Los atiendo, pero no dejan nada a cambio. Prometen traer algo cuando
vuelvan a la aldea de pescadores, pero eso será hasta que las lluvias se detengan, en más de
20 días.
—Yo traigo cosas que te pueden servir Grosa— dijo Anuk, aliviado de ver que no estaba
enferma y de que podía ayudarla.
—Pero yo no tengo nada que darte a cambio— dijo Grosa agradecida pero desanimada.

— 32 —
NUESTRA ECONOMÍA

—Bueno, no te preocupes por eso. Traigo más de lo que puedo vender, así que te puedo
dejar una parte. Traigo comida, ropa, ¡y hasta traigo flores de las que le pones al cebo resba-
loso con el que nos mandas a bañar!— dijo Anuk mirándola a los ojos tratando de ver algo
de ánimo en su rostro.
Grosa aceptó con mucho gusto y Anuk descargó su carreta de cosas que le dejó a Grosa
en la cocina. Ella le preparó una rica comida y Anuk se despidió, contento de haberla podido
ayudar. La vería dentro de unos días, como siempre, estaba seguro de eso.
Anuk nunca había dado nada a nadie a cambio de una promesa, pero mientras caminaba,
en el silencio del camino, mientras escuchaba sus propios pasos, fue dándose cuenta de algo
que podría ayudarle mucho. Había muchas personas a las que veía seguido. Las conocía. Sa-
bía de sus problemas, de su vida. Conocía a lo que se dedicaban. Sabía quiénes decían la ver-
dad y quiénes eran dados a exagerar las cosas. Se dio cuenta de repente que Grosa, al haberle
pedido, en realidad le había dado… una vez más.
Grosa le dio la oportunidad de comenzar una nueva forma de comerciar cosas. Le hizo
ver que la confianza que tenía en algunas personas le podía ayudar a intercambiar cosas por
promesas. Nunca había pensado en eso. Anuk creyó en Grosa, le dio crédito.

Cavilando Juntos
De esta forma tan sencilla y natural comenzó el comercio y la producción industrial. Am-
bas son naturales al ser humano que vive en sociedad. La actividad comercial y la actividad
industrial van de la mano con la sociedad y su desarrollo económico. Ambas actividades eran
el tejido con el que estaba formada la sociedad en la que vivíamos en aquel entonces, y en la
que seguimos viviendo hoy en nuestros días. Son inseparables. Sin intercambio de cosas y
sin producción básicamente no puede existir la sociedad humana. Sin intercambio de cosas y
sin producción la razón de ser de la sociedad humana deja de existir.
Los tres conceptos no existen de forma separada. El concepto de sociedad, el concepto de
comercio y el concepto de producción van todos de la mano. Son diferentes nombres que le
damos a lo mismo. Si la sociedad humana fuera un organismo humano, el comercio sería la
sangre y la producción su alimento. No puede existir ninguno de los tres sin los otros dos.
Así como un cuerpo humano que se desarrolla requiere cada vez más sangre y cada vez más
alimento, así una sociedad que se desarrolla requiere cada vez de más comercio y cada vez
de más producción. Esto tan sencillo de apreciar, no es lo que nos enseñan en la escuela ni en
las noticias, ni en los discursos que hacen las personas que se dedican a la política o a la eco-
nomía.
Lo que nos enseñan es que el comercio es una actividad humana relacionada de alguna
forma con la producción, pero no dependiente de ella. De tal forma que llegamos a creer que
una sociedad puede desarrollarse comerciando, sin producir nada, tal como le sucede a Mé-
xico y a muchos otros países. Vemos actividad comercial por todas partes, vemos industrias
por todas partes, vemos gente yendo y viniendo a todas partes, llevando mercancías, trayen-

— 33 —
PRIMERA PARTE

do mercancías, proporcionando servicios, vemos millones de personas levantándose tem-


prano y llegando por las tardes a su casa y a todo eso lo asociamos mentalmente con una in-
tensa actividad económica. Escuchamos en las noticias cosas como “México entra en el 'top
ten' de los países más atractivos para invertir”[3], “México está creciendo económicamente”,
“México, el mejor país del mundo para invertir”, “Nivel mínimo de desempleo en México en
los últimos siete años”, “Sector industrial crea 75% de empleos en México”, “Producto in-
terno bruto mexicano se duplica en los últimos diez años”. Así que, después de ver y escu-
char todo esto no nos queda de otra más que concluir que efectivamente “vamos bien” y nos
sentimos satisfechos y entonces nos dedicamos a ver televisión, seguramente algún partido
deportivo.
Después nos surgen preguntas en la mente cuando comenzamos a ver que hay cosas que
no encajan en la hermosa realidad que nos describen y empezamos a recibir respuestas que
en ocasiones parecen tener sentido y otras no tanto. Dado que el entorno no parece estar tan
mal, pensamos que quizá tengan algo de razón… o quizá están muy bien diseñadas para que
dejemos de preguntar más a fondo:
Pregunta: ¿Y la violencia?
Respuesta: Lo que sucede es que los mexicanos somos latinos y nos hierve la sangre muy
rápido y por eso somos violentos por naturaleza. Somos de mecha corta, pues. Nuestra san-
gre indígena guerrera pero irracional e ignorante nos impulsa a la violencia. Hallamos satis-
facción morbosa en la violencia que vemos. Si no, solo fíjate en los programas que vemos en
la televisión. Nos encantan los programas donde la gente se pelea. Hasta Hitler dijo en una
ocasión que éramos una bola de salvajes. Nos tenía miedo, pero nunca lo dijo. Por eso nunca
atacaron a México, pero eso nadie lo sabe.
Pregunta: ¿Y la drogadicción?
Respuesta: La drogadicción no es nueva. Los mexicanos siempre nos hemos drogado.
Nosotros internacionalizamos el peyote, recuérdalo. Las drogas modernas solo son más adic-
tivas que las anteriores. Así que los drogadictos no son criminales, son enfermos. Hay que
curarlos. A la gente le gusta drogarse porque es cobarde y floja y no quiere trabajar, sobre
todo los mexicanos porque somos flojos y huevones.
Pregunta: ¿Y el tráfico de drogas?
Respuesta: A los mexicanos nos gusta el dinero fácil y por eso traficamos con drogas.
Solo mira la rapidez con la que un narcotraficante se hace millonario. Los mexicanos consi-
deramos héroes a los que se atreven a desafiar al gobierno y a la muerte, por eso admiramos
al Chapo Guzmán. Somos cabrones, pues.
Pregunta: ¿Y los servicios médicos?

3 Revista Expansión. Publicado el 14 de febrero de 2019.

— 34 —
NUESTRA ECONOMÍA

Respuesta: Para eso tenemos al Instituto Mexicano del Seguro Social que gana premios
por su calidad de servicio. El IMSS atiende a la mayoría de los mexicanos. Casi todos se
atienden en el Seguro Social. No tiene deficiencias, solo oportunidades de mejora. No es per-
fecto, pero al cabo nada lo es. Además, es gratuito para todos. Los hospitales privados acu-
den al IMSS cuando ya no saben qué hacer contigo. Deberías ir a Estados Unidos en donde
una consulta te cuesta un ojo de la cara… no de ninguna otra parte, sino de la cara. Esos va-
len más.
Pregunta: ¿Y la pobreza?
Respuesta: En México el que no trabaja y no tiene un empleo es porque no quiere. En
México hay empleo para todos. Solo mira la enorme cantidad de letreros por todas partes so-
licitando personas para trabajar en todas las fábricas. No te piden certificados de estudio,
solo que respires. Te ofrecen transporte gratuito. Te venden comida por la tercera parte de lo
que te costaría si la compraras tú en la tienda de la esquina. Tienen clima artificial. Tienen
sanitarios limpios. Te capacitan en lo que vas a hacer. Si eres productivo te dan un premio en
dinero. Te dan útiles escolares para tus hijos. Te pagan cien pesos cada día, menos impuestos
(el equivalente a menos de un kilo de carne). La gente no trabaja porque no quiere. Te digo
que somos flojos.
Pregunta: ¿Y los vagos?
Respuesta: Los vagos van junto con los flojos. Así somos los mexicanos. Flojos y vagos.
No queremos trabajar. Nuestro código genético así nos lo dicta. Además, somos descendien-
tes de Hernán Cortés. Recuerda que él viajaba mucho. Desde la conquista somos así. Eso na-
die nos lo va a quitar. Tenemos que agradecer a las empresas extranjeras porque nos han en-
señado a trabajar. Sin ellas seríamos solamente una bola de vagos.
Pregunta: ¿Y los flojos?
Respuesta: Recién te digo que los flojos van con los vagos. Son la misma gente. Así so-
mos los mexicanos. Por eso siempre nos pintan a los mexicanos como un hombre dormido
con un enorme sombrero cubriéndose con un sarape y sentado con la espalda contra un
sahuaro. A veces también le ponen una botella de tequila en la mano, pero eso no es cierto…
me refiero a la botella de tequila.
Pregunta: ¿Y los ninis?
Respuesta: Esos son el colmo de los flojos y los vagos, pero con papá que los mantiene.
Pregunta: ¿Y los dark?
Respuesta: Esos son nini que ven demasiadas películas de zombis y de vampiros.
Pregunta: ¿Y los emos?
Respuesta: Esos son ninis que no saben disfrutar de la vida, y demasiado cobardes como
para ser dark. Por eso siempre andan tristes, porque nadie los quiere.

— 35 —
PRIMERA PARTE

Si algunas de las respuestas te parecen chistosas es porque lo son. Si te parecen estúpidas


es porque también lo son. Las preguntas son válidas, las respuestas no. Por supuesto que no.
Pero son las que nos dan y como el entorno no lo vemos tan mal, entonces llegamos a pensar
que nuestro error está más bien en andarle buscando tres pies al gato y aferrarnos a verle lo
malo a lo que en realidad es bueno, y hasta nos comenzamos a sentir como si fuéramos per-
sonas negativas que todo lo queremos ver mal. Entonces es cuando dejamos de preguntarnos
cosas ociosas y continuamos viendo el televisor para que nos sigan lavando el cerebro. No
vaya a ser que se nos ocurra volver a pensar y preguntar más cosas inoportunas.
Pero en nuestro cuento mágico hay más, mucho más. Si ponemos atención en nuestro má-
gico, breve, sencillo y primitivo cuento, podremos notar que las sociedades mejoraron su ca-
lidad de vida porque fueron capaces de consumir sus propios productos. Esto es un asunto
clave, y que, sin embargo, pasa siempre desapercibido porque no nos enseñan a verlo así.
Para que una sociedad se desarrolle y mejore su calidad de vida, debe ser capaz de
consumir lo que produce. Esa es la única forma en que lo que produzca le traerá algún be-
neficio. El beneficio, por tanto, lo obtiene el que consume lo producido. También se benefi-
cia el que lo produce, pero en cantidad de personas, son más numerosas las que consumen
que las que producen. Son más las que comen pescado que los pescadores. Son más los que
comen semillas que los que las siembran. Son más los que comen carne que los que la produ-
cen. Son más los que comen huevos y toman leche que los que los producen. Son más los
que se benefician de las plantas medicinales que los que las recolectan. Son más los que se
benefician de la actividad de los médicos primitivos que los que se dedican a curar. Teniendo
esto en mente, continuemos con la segunda parte de nuestro cuento mágico.

Un Cuento Mágico – Segunda Parte


Las dos aldeas eran diferentes. Es cierto que una estaba en las montañas y otra en la costa,
pero la diferencia no era solamente eso. Había algo más. Había una diferencia que normal-
mente nadie la notaba. Para todos los visitantes, y también para los residentes, era normal ver
en la aldea de la costa conchas acumuladas por doquier. Había redes siempre al sol. Había
lanchas, muchas lanchas. Algunas en el agua, y otras sobre la playa. La actividad de todos
parecía siempre girar en torno a la actividad de la pesca, aunque no era así.
En la aldea de las montañas, sin embargo, las cosas daban una impresión distinta. Es cier-
to que ellos no pescaban. Se dedicaban más bien a cazar. Pero en aquella aldea no por eso
había pieles secándose al sol por todas partes, ni restos de huesos tirados en el piso por do-
quier. Cuando uno llegaba a esa aldea, se veía a todos dedicándose a lo suyo, a cosas distin-
tas. No parecía una aldea de cazadores, como la de la costa parecía de pescadores.
Quizá, solo quizá, la explicación estaba en que un cazador normalmente caza algunas pie-
zas y las lleva consigo de vuelta a la aldea. En cambio, en la aldea de la costa, sus grandes
redes eran capaces de atrapar a cientos de peces a la vez. Cada vez que salían al mar, regre-
saban con un enorme cargamento de peces de distintos tamaños. Eso provocaba que todos en

— 36 —
NUESTRA ECONOMÍA

la aldea tuvieran que ponerse a trabajar para limpiar los pescados, y ponerlos a secar en sal, y
reparar las enormes redes y reparar también las lanchas. No tenían la capacidad de consumir
todos sus productos. Había demasiados pescados casi siempre. Solo cuando alguna tormenta
les impedía salir al mar durante varios días era cuando sentían la escasez.
En la aldea costera, algunos pescadores se comenzaron a dar cuenta que obtenían más si
lo que pescaban lo enviaban a otras aldeas. Ya había demasiado pescado allí y por eso nadie
daba mucho por ello. En cambio, en otras aldeas, los pescados eran muy apreciados. Así que
comenzaron a enviar sus pescados a otras aldeas y a cambio de eso obtenían muchas cosas
más.
Los pescadores tenían pieles para vestir en lugar de conchas, sus casas estaban hechas de
pieles hermosas y suaves. No vivían en cuevas como los demás de la aldea costera. Comían
carne y semillas preparadas con recetas que en la aldea los demás no conocían. Sus lanchas
estaban hechas de maderas muy resistentes y ligeras que les llegaban de otras aldeas allá en
las montañas donde crecían árboles enormes. Los pescadores tenían plantas que curaban en-
fermedades. Esas plantas las obtenían a cambio de los pescados que enviaban a otras aldeas.
Debido a que se rehusaban a vender sus pescados en la aldea costera porque obtenían más
si los enviaban a otras partes, comenzó a suceder que el resto de los aldeanos comenzó a pa-
decer la escasez de lo que ellos mismos ayudaban a pescar. El resto de los aldeanos costeros
no tenían la riqueza que los pescadores tenían. La aldea era de unas 500 personas, y solo
unas 10 eran pescadores. Muchos trabajaban en algo relacionado con la pesca porque esta re-
quiere de mucho trabajo. Pero los pescadores eran los dueños de las lanchas y por eso ellos
se quedaban con la mayor parte. A los demás aldeanos les daban un poco de pescado por ha-
berlos ayudado a pescar, pero solo un poco… muy poco. Lo suficiente para comer, pero no
como para conseguir otras cosas con eso y así mejorar su nivel de vida.
Los pescadores eran considerados en la aldea costera como los ricos del lugar. Ellos te-
nían todo lo que necesitaban y más. No vieron nunca la necesidad de perfeccionar sus técni-
cas porque lo que pescaban les daba todo lo que necesitaban. ¿Para qué pescar más? ¿Para
qué hacerlo más fácilmente? Había muchos en la aldea dispuestos a trabajar para ellos a
cambio de poco así que no era necesario aumentar la eficiencia. Todo estaba bien así.
Pasaron algunos años, hasta que un día la aldea de la costa fue azotada por un gigantesco
huracán. Nunca habían visto uno igual. El huracán arrasó con todo. Se llevó las lanchas, las
casas, muchos murieron. Quedaron algunas lanchas y algunas casas. Los que quedaron vivos
intentaron ponerse a trabajar para reconstruir lo que quedó, pero el daño era demasiado gran-
de. El avance era lento. Prácticamente todas las redes se habían perdido. Se las había llevado
el mar. Los 3 pescadores que sobrevivieron quisieron pedir ayuda a los demás aldeanos cos-
teros creyendo que estarían dispuestos a trabajar nuevamente para ellos ya que todos estaban
muy necesitados. Pero para su sorpresa la gente no les prestó mucha atención. La mayoría
estaban demasiado ocupados reconstruyendo sus casas. Otros estaban preparándose para irse

— 37 —
PRIMERA PARTE

a vivir a la aldea de las montañas. Habían escuchado que allá se vivía mejor y que había más
oportunidades.
Pasaron algunos días y la aldea no daba señales de recuperarse. Fue demasiado el daño
que provocó el huracán. Mientras tanto, a la aldea de los montañeses comenzaron a llegar las
noticias de los efectos del huracán en la aldea costera. Anuk no había visto todavía aquel de-
sastre. Cuando escuchó que habría un huracán decidió no ir y prefirió solo visitar a Grosa,
aunque tuviera que bañarse. Valía la pena con tal de ver a sus amigos y disfrutar de una bue-
na cena preparada por mamá Grosa.
Ya de vuelta en su aldea montañés, Anuk vio llegar a unos costeros. Los vio cansados y
hambrientos. Necesitaban ayuda. Llevaban solo algunas pocas cosas con ellos. Llevaban a
sus hijos, algunos todavía en brazos de su madre.
—Pobres— pensó, —las que han de haber pasado. He escuchado que la cosa se puso fea.
—¿Qué te parece?— dijo Mirsa, quien estaba al lado de Anuk apoyada sobre una hermosa
y gigantesca piel de oso.
—No lo sé. Estaba pensando ir a la aldea de pescadores, pero ya no estoy tan seguro. No
creo que valga la pena ir hasta allá si no tienen nada que intercambiar. Quizás será mejor que
vaya a la aldea del lago, o a la aldea del llano seco. Están más lejos, pero al menos allá hay
cosas interesantes que intercambiar.
Mientras hablaban, ninguno de los dos dejaba de ver la figura de aquellos recién llegados.
Estaban todos sentados en grupo junto una hoguera que habían hecho. No hablaban. Solo
miraban el fuego. Parecían pensar en lo que les había sucedido. La aldea del lago quedaba a
más de treinta días y la del llano seco a más de sesenta días.
—Creo que iré a hablar con Omak a ver qué piensa. Quizá tenga alguna buena idea.
—¿Quieres que invite a los recién llegados?— preguntó Mirsa con expresión de preocu-
pación por aquellos hombres y mujeres, sin apartar la vista de ellos.
—Ofréceles algo, si quieres, pero no los invites— contestó Anuk. —Están desesperados y
la gente desesperada hace cosas desesperadas. Ten cuidado. Yo voy a ir a hablar con Omak.
Vuelvo enseguida.
Camino a la tienda de Omak, Anuk pasó a un lado de los recién llegados. Se veían real-
mente mal. No hablaban. Estaban como aturdidos. Veían a lo lejos sin mirar nada y sin decir
palabra.
—Hola Omak— saludó Anuk. Omak estaba echado sobre una cómoda cama con su com-
pañera sobre una suave piel de oso.
—Hola Anuk, entra. Imaginé que vendrías. ¿Qué te parecen los recién llegados? Supe que
no hablan con nadie.

— 38 —
NUESTRA ECONOMÍA

—No lo sé Omak. ¿Tú sabes algo? Estaba pensando ir a su aldea, pero después de ver a
estos, la verdad ya no estoy tan seguro de querer ir.
—Mmmm, pues yo que tú, iría. A mí no se me da andar caminando tanto. No puedo estar
sin mi Alana.— Alana se sonrojó y sonrió levemente, pero no dijo nada. —Pero uno nunca
sabe. A veces, a río revuelto… perdón, tú eres cazador, no pescador.
Anuk captó el chiste y ambos rieron. Así era Omak. De cualquier cosa sacaba siempre
algo para reír.
Anuk y Mirsa se prepararon para partir. Luego tomaron el camino hacia la aldea de la cos-
ta. Les esperaban veinte días de viaje. Llevaban caballos y mulas cargadas con cosas. A me-
dio camino llegaron a visitar a Grosa. A Mirsa le dio mucho gusto verla. Igual que todos, la
quería como a una madre y Grosa la quería como a una hija. Se quedaron solo una noche y
siguieron su camino. Anuk no quería perder tiempo. Deseaba salir de dudas. La intriga que le
sembró Omak no lo dejaba en paz. Sentía que algo bueno había allá, pero no sabía qué pu-
diera ser.
Unos días después llegaron a la aldea de pescadores. Anuk apenas podía creer lo que veía.
No había quedado nada. Solo veía arena y rocas donde antes había gente, tiendas, lanchas,
redes, conchas, montones de ellas. Ahora no había nada. Siguieron caminando por la playa y
al cabo de unas horas, hacia el final del día, alcanzó a ver unas fogatas a lo lejos. Los cono-
ció a todos y todos lo conocieron a él. No supo qué decirles. Apenas los saludó con una muy
leve sonrisa que le costó trabajo dibujar. No es que no le diera gusto verlos. Le dio gusto ver-
los vivos, pero todo eso era como asistir a un funeral. Solo se atrevió a sentarse junto a ellos
y quedarse callado también. Mirsa no dijo nada tampoco. Todo era triste. Así pasaron las ho-
ras hasta que Mirsa se animó a levantarse y traer unas pieles para poder dormir allí mismo
sobre la arena de la playa, acompañando a aquellas personas.
Al día siguiente, ya con la luz del sol brillando a todo su esplendor, Anuk pudo ver el al-
cance del desastre. Era total. En verdad no había quedado nada. Caminó un rato por el lugar
y luego se acercó a la orilla de las olas con Mirsa de la mano. Se le hizo un nudo en la gar-
ganta y los ojos se le empañaron mientras miraba hacia el horizonte. No sabía qué podía ha-
cer. Muchos de los que había conocido ya no estaban. Se los había llevado el mar. Ojalá no
le hubiera hecho caso a Omak. Aquel lugar era deprimente.
—¿Quieres que regresemos a las montañas?— dijo Mirsa abrazando a Anuk para que sin-
tiera que ella estaba con él. Anuk no decía nada. Siguió en silencio mirando a lo lejos mien-
tras el viento suave hacía ondear sus largos cabellos. Finalmente reaccionó.
—No. Vinimos aquí por algo. Somos cazadores, ¿ya lo olvidamos?— dijo Anuk como
pensando en voz alta, pero hablando en voz baja. Mirsa levantó la mirada y lo vio de perfil.
Ella también era de familia cazadora y conocía esa mirada. Era la mirada de un animal de
acecho. Reflejaba una mezcla extraña de abandono y determinación al mismo tiempo. Una

— 39 —
PRIMERA PARTE

mirada rara que dura solo un breve tiempo, antes del ataque y que solo otro acechador puede
reconocer.
—Somos cazadores— dijo Mirsa. —Siempre seremos cazadores. Eso no se escoge. Así
nacimos. Así crecimos.
—Entonces, vamos a cazar.
Lo que siguió fue una serie rápida de reuniones con los aldeanos de la costa. Anuk los or-
ganizó más rápidamente de lo que ellos estaban comprendiendo lo que sucedía. Los aldeanos
parecían haberse dado por vencidos ya que no tenían ni redes ni canoas. Por otra parte, se-
guían las órdenes de Anuk casi como autómatas, sin pensar, sin cuestionar. Anuk no les puso
demasiada atención. Estaba actuando con total desapego, inmerso en sus instintos mientras
giraba una instrucción tras otra en forma rápida. Parecía tener prisa. Se movía rápido y con
seguridad. Era como si estuviera organizando a un montón de niños para enseñarles a cazar
en las montañas… pero no había montañas, ni niños, ni nada qué cazar.
Mirsa le ayudaba a organizarlos a todos. Algo en ella también actuaba automáticamente,
pero de forma distinta. Mirsa estaba actuando como si estuvieran de cacería. Sabía qué hacer.
No necesitaba preguntar. Era como si su mente y sus movimientos estuvieran de alguna ex-
traña forma sincronizados con los de Anuk. Todo estaba sucediendo tan rápido que ni siquie-
ra preguntó qué era lo que se disponían a cazar. No necesitaba hacerlo. A los cazadores los
guía el instinto.
Organizaron a los que ahuyentarían a los animales de caza, a los que armarían las tram-
pas, los que vigilarían que las presas no se salieran de la ruta, los que prepararían la caza, los
que traerían agua dulce del arroyo, los que harían de comer para los demás. Más de 40 perso-
nas, que eran todos los que quedaban, fueron rápidamente organizados por Anuk, mientras
Mirsa les explicaba lo que les tocaría hacer y cómo lo harían.
De repente Anuk se apostó al centro de todo aquel grupo de personas y llamó la atención
de todos.
—Escuchen bien— dijo Anuk en voz alta, con la autoridad con la que un general habla a
sus tropas justo antes de entrar en combate, y con la misma condescendencia, sabiendo que
quizá esas palabras serían las últimas que oirían en vida. —Sé que ustedes conocen las labo-
res de la pesca. Sé que un pescador usa enormes redes y muchas lanchas para recolectar pes-
cado. Hoy necesitan olvidar eso. No hay redes. Solo hay un par de lanchas. Y solo estamos
nosotros. No tenemos más que la ayuda de nosotros mismos, y lo que sepamos hacer cada
quien. Es todo lo que tenemos. Pero también es todo lo que necesitamos.— Anuk hizo una
breve pausa para mirarlos a todos. Ellos se estremecían y se miraban unos a otros. No sabían
qué estaba sucediendo. Pronto lo sabrían. Anuk continuó hablando.
—Yo no soy pescador. Soy cazador. Mirsa es cazadora. Y allá en el agua yo no veo peces.
Solo veo animales. Animales de caza. No vamos a ir a pescarlos. Vamos a ir a cazarlos. Y us-
tedes hoy serán cazadores, y cazarán junto con Mirsa y conmigo.— Mirsa no podía dejar de

— 40 —
NUESTRA ECONOMÍA

ver a Anuk. Era cierto. Era difícil verlo al principio, pero una vez que te lo explican todo ad-
quiere sentido. En verdad los peces no eran muy distintos a los animales de caza tras los que
ellos solían ir. Aquellos corrían por la tierra, estos nadaban en el agua. Pero ¿cuál era la dife-
rencia? Ambos eran animales. Ambos huirían para salvar su vida. Ambos caerían en las tram-
pas. No necesitaban redes. ¡Qué genial idea!
—Ya cada quién sabe lo que tiene que hacer— continuó Anuk. —Mirsa les ha explicado.
Ustedes nunca lo han hecho. Cometerán errores, pero sigan sus instintos. Así aprende uno a
cazar. Si nos sale mal lo intentaremos de nuevo, y luego otra vez, y luego otra más, hasta que
nos salga bien. Sé que ustedes son inteligentes. Sé que aprenderán rápido. Sé que, antes de
que nos demos cuenta, estaremos sacando más pescados del mar de los que nos podemos co-
mer. Adelante. Comencemos.
Todos asumieron sus puestos. Las dos lanchas salieron con rumbos distintos hacia el mar
y a lo lejos se detuvieron y dieron media vuelta. Mientras regresaban lentamente, los lanche-
ros comenzaron a hacer ruido. Poco a poco se les veía acercarse a las rocas en donde las olas
rompían. Allí, parado sobre las rocas, estaba Anuk, observando todo lo que sucedía. Mirsa
estaba en la playa, observando las maniobras de las lanchas a lo lejos.
Diez hombres estaban ocultos en las rocas listos para cerrar las trampas y atrapar a los pe-
ces vivos. Las lanchas se aproximaron y los peces comenzaron a entrar a las trampas. Prime-
ro entraron pocos, luego muchos, y luego muchos más. Apenas cabían. Las trampas se satu-
raron y las lanchas ni siquiera habían llegado todavía. Anuk dio la señal de cerrar las tram-
pas. Estaban llenas. Llenas de peces.
Los aldeanos sonreían por primera vez en muchos días. Anuk y Mirsa se sentían satisfe-
chos. Todos estaban agotados pero llenos de esperanza. Esa tarde comieron un platillo espe-
cial. Cantaron y bailaron hasta que se cansaron. Había tanto pescado que Anuk y Mirsa po-
drían llevarse una enorme carga en sus caballos. El resto de ellos permanecerían en el corral,
vivos, para ser pescados en otra ocasión. Los aldeanos podrían tomar lo que necesitaran. Esa
era su paga por haber ayudado.
Anuk y Mirsa pasaron los siguientes tres días observando cómo los aldeanos salaban el
pescado que se llevarían de vuelta a la aldea de las montañas. Al cuarto día partieron de re-
greso con su pesado cargamento. Se detuvieron con Grosa una noche y después de dejarle
bastante pescado, siguieron su camino. Hacía mucho que en la aldea de las montañas no se
veía tanto pescado. Todo mundo fue a la tienda de Anuk y Mirsa a ofrecerles algo a cambio
de pescado. En verdad había mucho pescado y, por lo mismo, Anuk y Mirsa no pedían mu-
chas cosas a cambio. Cualquier cosa que les llevaran era suficiente. Toda la aldea fue capaz
de tener pescado en su mesa durante varios días y durante ese tiempo toda la aldea fue rica,
vivieron mejor, todavía mejor de lo que ya vivían antes de que los pescados llegaran.
Mientras tanto, en la aldea de la costa, las cosas no se veían con ese mismo optimismo. Es
cierto que el huracán había causado estragos graves y muchas muertes. Pero eso no era todo.
Los aldeanos que habían ayudado a Anuk y a Mirsa habían recibido su recompensa por haber

— 41 —
PRIMERA PARTE

trabajado. Recibieron una dote de peces vivos que todavía tenían en las trampas. Eran de
ellos para comer. Por eso ya no tenían que preocuparse en varios días. Tenían comida, tenían
la forma de sobrevivir, pero no tenían más riqueza que la que había antes de que llegaran
Anuk y Mirsa. Esa pareja de cazadores que habían venido unos días antes les había enseñado
cosas nuevas. Una parte de todo el pescado que sacaron entre todos del mar se lo habían lle-
vado ellos a su aldea para intercambiarlo por cosas, pero ellos no podían intercambiar sus pe-
ces por nada. Los cazadores habían mejorado su calidad de vida y mejoraron la calidad de
vida de su aldea al llevar los pescados hacia allá. Acá no había nada por lo cual intercambiar
los pocos peces que quedaban en las trampas. Pero bueno, al menos estaban vivos. Al menos
tenían para comer. Eso era de agradecer.

Cavilando de Nuevo
Si observamos con cuidado, habremos podido ver que cuando los pescadores se dedicaron
a enviar sus productos a otras aldeas, el nivel económico de toda la aldea no fue bueno. De
hecho, entre más exportaban más pobre se hacía el resto de la aldea. Los únicos que se bene-
ficiaban de esa “exportación” de pescado eran los diez pescadores. Todos los demás 490 al-
deanos no se beneficiaban, no mejoraban su calidad de vida, solo sobrevivían.
El cuento ilustra la razón por la que las sociedades que exportan, pero que no son capaces
al mismo tiempo de consumir lo que producen, viven en la miseria, como sucede en México
y en muchos otros países que viven con la falsa idea de que las exportaciones les darán ri-
queza como sociedad. Esa es básicamente la razón por la que no es tan importante, como nos
han hecho creer, que exportemos lo que producimos. De hecho, es dañino para la sociedad
que exportemos, incluso antes de saturar nuestro mercado interno.
Lo que es realmente importante, es que lo que producimos se pueda consumir aquí mis-
mo, en nuestra sociedad, en nuestra ciudad, en nuestro país. Lo importante es que logremos
cada uno tener la capacidad económica de poder consumir lo que nosotros mismos produci-
mos.
Cuando exportamos, solo los individuos que exportan ganan. Como les sucedió a los al-
deanos de la costa. En cambio, cuando vendemos en nuestro país lo que nosotros mismos
producimos, todos ganamos. Tal y como sucedía en la aldea de montañeses. Esto es porque
la riqueza de una sociedad, y de un individuo, está en los satisfactores que obtiene, no en el
dinero que se genera.
Bien, esto suena romántico, pero entonces ¿qué hay que hacer? ¿Habrá acaso que prohibir
las exportaciones y forzar a las personas que producen a que vendan sus productos en Méxi-
co? Por supuesto que no. Eso es lo que se ha intentado muchas veces por muchos países, in-
cluso el nuestro, y lo único que se ha obtenido es problemas más graves aún. El problema no
es la actividad de exportación. El problema es la incapacidad de compra que tenemos para
comprar lo que producimos y que, por tanto, nos vemos obligados a exportar.

— 42 —
NUESTRA ECONOMÍA

Aquí van algunos ejemplos. ¿Producimos autos? Si. ¿Somos capaces de comprarlos? No.
Muy poquísima gente tiene la capacidad de comprar un auto nuevo. ¿Producimos aviones?
Si. ¿Somos capaces de comprarlos? No. ¿Producimos televisiones? Si. ¿Somos capaces de
comprarlas? No. ¿Producimos aparatos electrónicos de alta calidad y funcionalidad? Si. ¿So-
mos capaces de comprarlos? No. ¿Producimos barcos de lujo y para vacacionar? Si. ¿Somos
capaces de adquirir uno? No. Millones de nosotros laboramos en fábricas donde se producen
cosas que jamás seremos capaces de comprar. ¿A dónde van a parar todos esos productos? A
satisfacer las necesidades de otras sociedades. ¿Quiénes se benefician de esos productos?
Esas sociedades. No la nuestra. ¿Producimos tomates o aguacates de alta calidad? Si. ¿So-
mos capaces de comprarlos? No. Los aguacates de baja calidad son los que se venden en
nuestro país mientras que los mejores aguacates, los de “calidad de exportación”, se van a
otros lugares.
Todo esto sucede tan a menudo y nos lo repiten tan constantemente que lo hemos llegado
a dar por sentado. No se nos ocurre pensar que ese escenario nos ha sido impuesto. Hemos
sido condicionados y entrenados para pensar de cierta forma y no ver la verdad. Es más, has-
ta nuestro vocabulario lo hemos adaptado a esa idea que nos han hecho creer cuando nos re-
ferimos a algo de buena calidad diciendo que tiene “calidad de exportación”. Hemos sido
adoctrinados para pensar que la buena calidad la debemos exportar y que así son las cosas en
el universo. Eso es falso. Es erróneo. Es nocivo para todos nosotros.
¡Ah, pero nos quedamos con los sueldos! … dicen los que dicen que saben. Hablan en tér-
minos elegantes como “derrama salarial” y hasta grande se les hace la boca cuando mencio-
nan esos proyectos de inversión que producirán una “derrama salarial” de tantos y tantos mi-
llones de pesos. Y se supone que debemos celebrar eso. Bueno, de hecho, sí se hacen algunas
fiestas.
Pero antes de que nos pongamos más alegres, sigamos entendiendo cosas que creemos
que son verdad pero que no lo son. Nuestro ejemplo de vida primitiva tiene cosas que ense-
ñarnos todavía.
Hay otra cosa que está oculta entre las letras de la historieta que acabamos de imaginar.
Esa otra cosa oculta es que las ganancias de lo que se produjo se quedaron dentro de la
sociedad en donde se produjeron las cosas. En la primera parte del cuento mágico, el que
produjo semillas las intercambió por cosas, y esas cosas no se las llevó a otra parte. Las ob-
tuvo en la aldea y en la misma aldea las usó. El que produjo carne hizo lo mismo. También el
que curtió pieles, y el que hizo telas, y el que hizo casas, y el que recolectó plantas curativas,
y el que ofreció comida, y todos los demás.
Todos ellos “consumieron” las cosas producidas en la aldea y todos las intercambiaron
por otras cosas en la misma aldea. Darnos cuenta de este pequeño detalle es esencial para
comprender la economía como realmente es y no como nos la enseñan en la escuela, en las
noticias, o en los discursos políticos. Este detalle es tan esencial en el desarrollo económico
que en muchas ocasiones me he preguntado por qué no se le ha dado la importancia que tie-

— 43 —
PRIMERA PARTE

ne. Honestamente a veces he llegado a pensar que deliberadamente no nos explican su im-
portancia para impedir que veamos la verdad de las cosas.
En la aldea de la costa, solo los pescadores intercambiaron sus productos por cosas de
otra parte. Eso mejoró la economía de esas diez personas, pero nunca mejoró la economía de
toda la aldea. Los de la aldea de las montañas, por su parte, se enriquecieron con los pesca-
dos. Sumaron los pescados a la riqueza que ya tenían. Ya vivían bien antes de comenzar a
consumir pescado. Este solo fue un satisfactor más que agregaron a su lista, por lo que su ri-
queza aumentó y con ello mejoró su economía. Creció la diversidad de cosas que podían ad-
quirir.
Los montañeses, que fueron los que importaron los pescados, fueron también los que más
beneficios económicos obtuvieron. Los aldeanos de la costa, en cambio, a pesar de haber ex-
portado, no mejoraron su economía. Solo consiguieron sobrevivir. El huracán terminó de
arruinarlos, pero ya eran pobres antes de ese desastre. He aquí entonces otro de los múltiples
secretos que encierra esta historieta mágica: el del aprovechamiento de una sociedad de
los recursos que tiene otra.
Los aldeanos de la costa aparentemente tuvieron suerte de que los cazadores hubieran lle-
gado para “ayudarlos”. Pero en realidad no fue así. Los cazadores llegaron a hacer su trabajo
y se fueron con el producto. Usaron técnicas desconocidas para los aldeanos de la costa,
quienes se limitaron a solo poner su mano de obra. De haber querido, los cazadores se hubie-
ran llevado todo, y hubieran dado a los aldeanos de la costa lo mismo que les daban los abu-
sivos pescadores dueños de las lanchas, antes de que el huracán azotara a todos. En este se-
gundo caso, los cazadores habrían obtenido todos los beneficios y los aldeanos pescadores
solo habrían obtenido una paga por su trabajo. Esto es lo que en realidad sucede con las in-
dustrias maquiladoras. Podría uno decir que en esta ocasión corrieron con suerte, pero ¿en
verdad fue así?
Como ya lo vimos, la sociedad que consume los productos es la que se beneficia, y la al-
dea de las montañas es la que se benefició al consumir los pescados llevados por los cazado-
res, quienes beneficiaron a toda la aldea de las montañas no solo al llevarles el pescado, sino
al intercambiar sus pescados allí mismo por cosas producidas allí mismo en la aldea. La ri-
queza de toda sociedad reside en su capacidad de obtener los satisfactores que necesita.
Ya sea que los importe o los produzca ella misma. Los productos que una sociedad ob-
tiene son satisfactores de necesidades, sea cual sea el medio por el que los adquiere.
Esta segunda parte de nuestra historieta mágica no es menos mágica que lo demás. Aquí
se encuentra oculta otra verdad que nunca se nos dice o, mejor dicho, se nos dice que es fal-
sa: que el país que importa es el que obtiene la menor parte, o que al menos obtiene menos
que el que exporta… que porque el “valor agregado de los productos es mayor” y una serie
de argumentos erróneos derivados de la ignorancia o de la mala intención. Como sea, nuestro
mágico cuento acaba de revelarnos lo contrario.

— 44 —
NUESTRA ECONOMÍA

No solo quedó claro que los aldeanos de la costa, al exportar, dejaron ir lo que podían es-
tar ganando, sino que los aldeanos de las montañas ganaron mucho más al poder disponer de
pescado para todos. Los aldeanos de la costa exportaron el producto, pero no ganaron prácti-
camente nada, mientras que los aldeanos de las montañas importaron todo, y sin embargo ga-
naron mucho todos ellos, tanto los cazadores que llevaron con ellos el pescado, como el resto
de los aldeanos que adquirieron el pescado para su consumo.
Se nos ha repetido hasta el cansancio que México debe incrementar sus exportaciones
para mejorar su nivel de vida. A miles de millones de personas en muchos países se les dice
lo mismo con frecuencia enervante. Se nos dice hasta con orgullo de vez en cuando que ya
estamos en tal o cual lugar en el mundo en exportación de una cosa o la otra. Se nos dice, por
ejemplo, que somos el cuarto país exportador de vehículos en el mundo o cosas similares. O
que ocupamos el primer lugar en el mundo en exportación de plata. O que ocupamos el quin-
to lugar en el mundo en exportación de petróleo. Todo eso suena bonito, pero la verdad es
que no tiene ninguna conexión con la mejora de la calidad de vida que tenemos. Esto es ob-
vio. Solo hay que mirar a nuestro alrededor. Sin embargo, nos lo repiten tantas veces, y lo re-
piten tantas personas diferentes que inevitablemente lo hemos llegado a creer.
Producimos más vehículos de los que jamás hemos producido en nuestra historia y, sin
embargo, no solo nuestra calidad de vida está más deteriorada que nunca, sino que somos
cada vez más y más incapaces de comprar un auto nuevo. Por eso los exportamos. Porque no
somos capaces de comprarlos. El caso de los autos es especialmente trágico ya que las ga-
nancias de su venta no se quedan en México y, por tanto, esas ganancias no se gastan en Mé-
xico, por lo que nos quedamos sin los pescados y sin las ganancias, tal como la aldea costera.
La plata y el oro son otros ejemplos claros. No somos capaces de comprar la plata y el oro
que producimos y por eso tenemos que irlos a vender a otra parte otorgándole con ello el be-
neficio a otras sociedades, tal y como hicieron los pescadores por no poder (o no saber) apro-
vechar el producto del mar.
Si exportar fuera tan importante, Estados Unidos de América, el país más rico de la Tie-
rra, no sería el importador más grande del planeta, sino el exportador más grande. China, el
país más rico de la Tierra después de los Estados Unidos de América, que es también el que
más capacidad de compra tiene, no estaría cobrando impuestos a las personas y empresas por
los productos que exportan. ¿Por qué cobrar impuestos por exportar? ¿Qué no es exportar lo
que queremos? ¿No es acaso la exportación de productos lo que hace rico a un país? La ver-
dad es que no. No lo es. Nunca lo ha sido. Nunca lo será.
Pero todavía hay más. Nuestra primitiva historia tiene aún más que mostrarnos. Uno de
los conceptos más erróneos que nos han adoctrinado a creer, y también uno de los más arrai-
gados en nuestra conciencia, es que el dinero es necesario. Por favor observa, sin embargo,
que en nuestra historia mágica no participa el dinero para nada. Todo lo que la historia narra
se realiza sin dinero. La riqueza de la sociedad de las montañas nunca dependió del dinero.
¿Te das cuenta de qué tan erróneas son las ideas que nos han enseñado?

— 45 —
PRIMERA PARTE

Magia versus Magia


Siempre que se habla de proyectos para producir más, o para desarrollar tecnología, o
para aprovechar los recursos naturales, lo primero que uno se pregunta es: ¿y de dónde saca-
remos el dinero para hacer todo eso? Bueno, ahora yo te pregunto: ¿de dónde sacaron el “di-
nero” los que vivían en las montañas para desarrollar su producción y su tecnología y explo-
tar sus recursos naturales? ¿Hicieron magia? De antemano te tengo que decir que esa pregun-
ta es un absurdo. Es una falacia. Es una estupidez. No se trata de que la pregunta sea difícil
de responder. Lo que sucede es que la pregunta no es válida. Es en la pregunta en donde se
encuentra oculto el error o, mejor dicho, el engaño, el truco, el acto de magia.
“Pero, ¿cómo es esto?”, quizá te estarás preguntando. Siempre nos dicen que el error al
responder una pregunta está en la respuesta. Nunca nos explican que el error también puede
estar en la pregunta, provocando con ello respuestas equivocadas. Te voy a dar un ejemplo.
Imagina que te pregunto: ¿cuántas nubes necesitas que haya en el cielo para poder encender
una lámpara? Seguramente tu imaginación volará tratando de visualizar la situación y quizá
hasta puedas dilucidar algo parecido a una respuesta. Quizá te imagines que se pudieran acu-
mular una suficiente cantidad de nubes como para oscurecer el cielo a tal grado que entonces
tuvieras que encender una lámpara. Igualmente te podrás imaginar una gran cantidad de res-
puestas diferentes pero todas ellas tendrán algo en común. Siempre podrás decir: a según.
Lo que sucede es que la pregunta no está correctamente formulada. En otras palabras, la
falla no está en la respuesta, sino en la pregunta. La verdad es que no tiene ninguna relación
una cosa con la otra. Es un truco, es un acto de magia barata. No tiene relación la cantidad de
nubes que hay en el cielo con el hecho de que puedas o no encender una lámpara. La lámpa-
ra la puedes encender indistintamente de cuántas nubes haya en el cielo. Podríamos sentar-
nos a platicar y discutir muchas situaciones en las cuales las nubes podrían afectar el que en-
ciendas una lámpara o no, pero al final de cuentas tendremos que admitir que “todo depende
del lente con el que lo veas”. Bien, pero ¿no es acaso esto el principio en el que se basa el
ilusionismo? Por supuesto que sí.
Así que, como decimos en México “para los coyotes, los perros”, y si con magia nos están
atacando, vamos a responder con magia tolteca de la más cabrona. Te voy a enseñar dos he-
chizos que te ayudarán a defenderte, pero no se los vayas a mostrar a nadie porque esto no es
un juego. Léelos, pero no los pronuncies porque corres el riesgo de comenzar a producir
efectos que escaparán de tu control y capaz que conviertes en sapo a alguien sin querer. Es-
tos hechizos son como el alcohol. Son para que los uses de manera responsable y si los usas
mucho te puedes hacer adicto. Aquí vamos…

Extrémitas factus
Con este hechizo te transportas al futuro. Con él puedes lograr ver las consecuencias ver-
daderas de lo que imagines hacer o de lo que escuches en la calle. Por ejemplo, si alguien te

— 46 —
NUESTRA ECONOMÍA

dice que ahorrar dinero es bueno, entonces, con la mente, pronuncias las palabras extrémitas
factus y lograrás ver claramente lo que realmente sucedería si toda la gente se pone a ahorrar
todo lo que tiene. Verás, por ejemplo, cómo nadie sale a comprar nada porque todos están
ahorrando y, por tanto, nadie puede vender tampoco nada y, por tanto, las calles estarán va-
cías y los perros peleándose con la gente por la comida en los cestos de la basura, el cielo
gris, y gente sucia que se te queda viendo como si fueras un emparedado de manzana en una
reunión de hambrientos.
¿Se entiende? ¿No? Bien, no te sientas mal. Aquí te va otro ejemplo. Imagina que en la
escuela un maestro dice que la energía solar es el futuro. Entonces, con la mente, siempre
con la mente, porque si no van a pensar que estás loco, pronuncias las palabras extrémitas
factus y de repente podrás ver que te hayas en un lugar que está a oscuras y en silencio. Sola-
mente hay una que otra luz encendida a lo lejos, medio amarillenta y parpadeando a punto de
apagarse para siempre. A unos metros verás a un grupo de personas reunidas alrededor del
fuego que sale de un barril de acero. Les preguntarás qué fue lo que pasó y te dirán que des-
truyeron todas las plantas nucleares, de carbón, de gas y de petróleo y las cambiaron por fo-
toceldas, pero nunca les dijeron que una fotocelda no es capaz de producir energía para hacer
más fotoceldas, por lo que se han ido quedando sin energía.
Con estos dos ejemplos debe ser suficiente. Más adelante tendremos oportunidad de ejer-
citar este hechizo varias veces. Por lo pronto, te voy a enseñar el segundo hechizo que te va a
servir también.

Prius régula
Con este hechizo te transportas al pasado. Este es uno de los hechizos más poderosos que
nos heredaron los toltecas antiguos desde hace más de diez mil años. Pura canela fina. Sirve
para ver la verdad de las cosas, el principio, el origen, la causa raíz. Debes tener cuidado por-
que se requiere de mucho valor para ver la verdad.
Para practicar este hechizo usaremos la pregunta sin sentido que hicimos anteriormente.
La de “cuántas nubes se necesitan para encender una lámpara”. Piensa en la pregunta y sos-
tenla en la mente un instante. Toma aire, sostenlo un momento, y con la mente pronuncia las
palabras prius régula.
Mágicamente notarás que solo se necesitan tres cosas para que enciendas una lámpara y
solo tres. Eso es el efecto del prius régula en acción. Te permite ver lo básico. Cualquiera de
las tres cosas básicas que falte producirá que no puedas encenderla, por eso son básicas. La
primera cosa verás que eres tú mismo. La segunda verás que es la lámpara. La tercera verás
que es el medio para hacerlo. Intenta imaginar que eliminas cualquiera de las tres y verás que
no podrás encender la lámpara. Así es como se usa el prius régula.
El prius régula siempre te ayudará a que puedas ver lo básico de una situación, haciendo
a un lado toda la paja. Al usar este hechizo, ahora nos queda claro que, si no estás tú, no po-

— 47 —
PRIMERA PARTE

drás encender la lámpara. Si no está la lámpara, tampoco podrás encenderla. Si no dispones


de los medios para hacerlo, tampoco la podrás encender.
Cualquier cosa que agregues podrás eliminarla de nuevo y al final de cuentas volverás a
quedarte con esas tres solamente. Las nubes no están relacionadas con ninguna de las tres,
por lo tanto, no son necesarias y, por consecuencia, la pregunta de “qué tantas nubes se nece-
sitan” es errónea desde su planteamiento. Así de poderoso y sencillo es el prius régula.
Un análisis similar es el que debemos hacer para entender la relación que tiene la produc-
ción de productos, la explotación de nuestros recursos, el desarrollo de nuestra tecnología, y
todas las demás actividades que realizamos como individuos o como sociedad, con la necesi-
dad de tener dinero. Así como las nubes no tienen relación con el hecho de que puedas en-
cender una lámpara, de la misma forma el dinero no tiene relación con el hecho de poder ha-
cer todas las cosas que necesitamos hacer como individuos, como sociedad, como país.
El dinero no tiene nada que ver con la riqueza de un país. El dinero no tiene nada que ver
con lo desarrollado de un país. El dinero no tiene nada que ver con el nivel de vida de los ha-
bitantes de un país. Lo que sucede es que nos han adoctrinado a pensar que sí se necesita.
Ese adoctrinamiento lo hemos recibido durante toda nuestra vida, y durante varias generacio-
nes antes que nosotros, y por eso ahora seguramente nos resulta muy difícil ver las cosas
como realmente son. Es tan difícil que seguramente ya estás comenzando a pensar en dejar
de leer y tirar este libro a la basura y no seguir perdiendo tu tiempo.
Pero, te voy a dar un pequeño ejemplo. Es más, te usaré a ti mismo como ejemplo. Estoy
seguro de que tú mismo te has preguntado muchas veces cómo comenzar tal o cual proyecto
personal que quieras realizar y te has dado cuenta que el problema se centra en que no tienes
el dinero suficiente para realizarlo.
—Pero, ¿cómo puede ser esto cierto si para todo es necesario el dinero?— seguramente te
estarás preguntando, mientras además piensas que estoy totalmente loco.
Eso es comprensible y sí, quizá estoy un poco loco, pero este libro no se trata de mí, sino
de ti. Te repito, hemos estado tanto tiempo adoctrinados a ver las cosas de cierta forma, que
verlas ahora como realmente son es difícil.
¿Quieres ir a la escuela? Necesitas dinero. ¿Quieres hacer un viaje? Necesitas dinero.
¿Quieres tener una casa en donde vivir? Necesitas dinero. ¿Quieres tener tu propio auto? Ne-
cesitas dinero. ¿Quieres un empleo para ganar dinero para comprarte tu auto? Necesitas dine-
ro. ¿Quieres poner tu propio negocio para ganar dinero para comprarte una casa? Necesitas
dinero. ¿Quieres que te presten dinero? Necesitas demostrar que ganas dinero. ¿Quieres di-
nero? Necesitas dinero.
¿A poco no sucede siempre así? Por supuesto que sí. Entonces, ¿dónde está la magia?
¿Cómo podemos obtener todo lo que necesitamos como personas, como sociedad, como
país, sin necesitar primero dinero? Una vez más, nuestro cuento primitivo nos dará la res-
puesta.

— 48 —
NUESTRA ECONOMÍA

Observemos de nuevo a los personajes de nuestra historia. Al principio solo tienen dos co-
sas esenciales: su capacidad de trabajo y sus conocimientos. No necesitaron más. ¡No se
necesita más! A partir de su capacidad de trabajo y de sus conocimientos hicieron todo lo de-
más. A partir de esas dos cosas produjeron sus productos, explotaron sus recursos, desarro-
llaron su tecnología. A partir solo de esas dos cosas mejoraron su vida y se hicieron de lo que
necesitaron. Multiplicaron su riqueza a partir solamente de esas dos cosas. Todo lo demás,
como el dinero, es solo algo conveniente, pero no indispensable.
“Ah, pero eso es solo un cuento mágico”, dirás. Bueno, la verdad es que no lo es. Ese
cuento refleja de una forma muy fiel la manera como las cosas realmente sucedieron. No ne-
cesitas creerme. Solo necesitas investigar un poco, leer algo de historia, arqueología y antro-
pología, y darte cuenta de que el dinero no siempre ha formado parte de la vida de la gente.
Y cuando la gente lo inventó, no siempre fue utilizado de la misma forma como lo usamos
ahora. Si investigas te darás cuenta de que el dinero fue inventado hace no mucho tiempo.
¿Y qué usábamos antes de usar dinero? Quizá hayas escuchado la historia de que algunas
personas usaban frijoles como moneda, otros usaban chocolate, otros usaban marcas en un
palo, en fin, ha habido muchas formas. Ya ves cómo somos los seres humanos de creativos.
¿Pero cómo es eso posible? Lo que sucede es que el dinero no siempre se ha usado de la
misma forma. Esto lo explicaremos con mucho más detalle porque es muy importante com-
prender ese asunto. De esa forma podremos entender todo lo demás.
Espero que todo esto vaya arrojando luz sobre el escabroso tema de la economía, cómo es
que realmente funciona, y cómo es que existen muchas falsedades mezcladas con todo lo que
nos han enseñado y nos siguen enseñando todos los días. Como puedes ver, el tema no es
muy difícil de entender. Lo difícil es entenderlo cuando te lo explican de una forma que es
poco clara y además errónea, por no decir engañosa y amañada, con trucos difíciles de ver si
no está uno preparado, o cuando menos advertido.
De todos los conceptos que acabamos de descubrir, hay dos que debemos conservar en la
mente siempre porque nos ayudarán a entender lo que podemos hacer en otros aspectos de
nuestra sociedad, para mejorarla. Con esos dos conceptos podremos comprender cómo redu-
cir la violencia, cómo mejorar la educación, los servicios médicos, la salud, el empleo, la
cultura, la tecnología, las vialidades, y asegurarnos una vida mejor. Solo debemos mantener
en nuestra mente dos cosas: que debemos impulsar todo lo que nos ayude a ser capaces
de consumir lo que producimos y que las ganancias de todo eso se queden aquí y aquí
se gasten. Esto último es indispensable para que la rueda de la economía gire y nos haga
avanzar a todos juntos. Producir, comprar, y gastar las ganancias aquí. Esa es la rueda. Senci-
llo, ¿o no? Producir aquí, comprar aquí y gastar aquí. Más sencillo no podría ser. Es tan sen-
cillo que me encabrona.

— 49 —
PRIMERA PARTE

El Verdadero Valor del Dinero


De todos los conceptos involucrados en el tema de la economía, el papel que juega el di-
nero es quizá el menos comprendido de todos. Muchos autores conocedores del tema asocian
el dinero con economía y prácticamente a todos nosotros se nos ha enseñado a pensar lo mis-
mo. La verdad es muy distinta. Es tan distinta que se han escrito numerosos libros tratando
de explicar lo que el dinero es y por qué vale lo que vale, sea poco o mucho. El dinero, en
verdad, no está más asociado a la economía de lo que está Ganímedes, una de las lunas de
Júpiter.
En la historia que te acabo de contar, por si no lo notaste, nunca se usó el dinero. Sin em-
bargo, sí hubo una dinámica y creciente economía. Esto debería ser muy revelador para to-
dos. ¿Cómo es posible que una economía crezca sin la participación del dinero? ¿Es eso po-
sible? Claro que es posible. De hecho, como lo veremos a lo largo de este libro, en la actuali-
dad, debido a la forma como manejamos el dinero, este no impulsa el crecimiento de la eco-
nomía, sino que la obstaculiza. ¿Qué valor tiene el dinero entonces? Bueno, para comprender
lo que el dinero en verdad vale, entendamos primero qué es lo que el dinero es.
Para unirme al intento universal de explicar lo que el dinero es, voy a tratar de explicarlo
yo también. Pero lo haré a mi manera. En lugar de irme hacia el pasado y hacer lo que hacen
los demás, comenzando a contarte la historia de cómo es que el dinero se inventó y cómo fue
evolucionando y bla bla bla, comenzaré mejor por platicarte el tema desde un punto de vista
más cercano a lo que hacemos todos los días la enorme mayoría de nosotros: comprar en la
tienda de la esquina unos cuantos aguacates para preparar un guacamole.
Cuando vamos a la tienda todos hemos notado que el dinero alcanza cada vez menos,
¿verdad? Cada vez podemos comprar menos cosas con la misma cantidad de dinero. Eso lo
vemos todos. No hay secreto en eso. En donde el secreto radica es en adivinar en dónde que-
dó la bolita. Verás, si el dinero alcanza cada vez para comprar menos cosas, es porque pue-
den estar sucediendo al menos tres cosas diferentes. Una es que el dinero esté perdiendo su
valor, otra es que las cosas estén aumentando su valor, y la otra es que se estén combinando
las dos primeras. ¡No hay más! Solo una de esas tres cosas está sucediendo. ¿Pero cuál?
Vamos a ejercitar nuestra imaginación. Imaginemos que el valor del dinero lo pudiéramos
sostener atándolo a una canasta básica, compuesta de lo que compramos normalmente en la
tienda de la esquina. Te cuento que esto no es lo mismo que congelar el precio de los compo-
nentes de una canasta. Y para comprobarlo nos vamos a imaginar los dos escenarios usando
a los aguacates como ejemplo.
Lo que usualmente se ha intentado por muchos gobiernos es controlar el precio de algu-
nos de los productos de la canasta básica pensando que con eso protegen a la gente ayudán-
dolos a que puedan adquirir esos productos a un precio fijo, determinado por el mismo go-
bierno, basándose normalmente en estudios y análisis estadísticos históricos. Ese esquema
nunca ha funcionado. Y aunque sí ha habido problemas, también es cierto que los problemas
que se han derivado de ello han sido exagerados por aquellos que defienden el derecho de li-

— 50 —
NUESTRA ECONOMÍA

bre mercado. En el fondo, sin embargo, debo admitir que los que defienden el libre mercado
en esta ocasión tienen razón. Sin embargo, por otra parte, aquellos que han intentado conge-
lar los precios de algunos productos ¡también tienen razón!
—Bueno, decídete Jorge— me dirás, —entonces, ¿dónde quedó la pinche bolita? ¿Cómo
es eso de que ambos tengan razón si están diciendo cosas opuestamente diferentes?
El truco está, y siempre ha estado, en que ciertamente el gobierno debe controlar el precio
de aquellos artículos básicos para la sociedad a la que sirve, pero ha fallado en darse cuenta
de que hay más de una forma de hacer eso. Lo más normal es pensar que si un aguacate se
vende a entre 40 y 150 pesos el kilo, uno pueda decir que será ilegal venderlo a más de 60
pesos, por decir un ejemplo. Pero entonces rápidamente comienzan a suceder cosas extrañas.
Debido a que la motivación del productor se ha deteriorado, y la del comerciante también,
comienza primero a bajar la calidad del aguacate e inmediatamente después comienza a bajar
el abasto. Dado que el desabasto ahora ya no está relacionado con el precio, como normal-
mente sucede, de repente todos los que normalmente producían aguacates comienzan a pro-
ducir otras cosas que les dejan más dinero. Dado que esa actitud colectiva produce un des-
abasto fuerte de aguacates, el gobierno no tiene más remedio que comenzar a hacer dos co-
sas: por una parte, debe ofrecer a los productores de aguacates dinero para que produzcan y a
los comerciantes debe ofrecer facilidades para importarlos de otros países.
Al final de cuentas, todo vuelve a quedar en donde mismo, saliendo más caro el caldo que
las albóndigas. ¡Ah!, pero aquellos que produzcan para exportar aguacates no tienen ningún
problema. Ellos siguen con su producción normalmente ya que sus clientes no son mexica-
nos sino de otros países. Y para terminar de darle al traste al escenario, resulta que los agua-
cates que el comerciante logró que le aprobaran importar, son originarios de México, expor-
tados con anterioridad apropiadamente. ¿Irónico? ¡No, es estúpido!
Ese tipo de insensateces las tenemos a derecha e izquierda. Muchos son los ejemplos de
productos que producimos en México para exportarlos y que luego terminamos comprándo-
los para importarlos. De hecho, esa situación no solamente se da en México. También se da
en otros países en donde han adoptado políticas similares, por similares razones.
Bien, pero estábamos con los aguacates y la forma errónea de controlar su precio. Otra
forma de hacerse del control del precio de un aguacate, es entender que su precio está dado
en dinero. Normalmente, no decimos que un aguacate vale dos litros de cerveza… aunque,
de donde yo vengo, ¡sí he llegado a escuchar eso! En fin, el punto es que, normalmente, el
precio de todas las cosas está dado en dinero. Es más, el precio del dinero también está dado
en dinero. Esto último es importantísimo y es clave para comprender la situación en la que
estamos y la forma como podemos salir de ella, pero de eso hablaremos más adelante.
Por ahora, debemos entender que la forma correcta de controlar el precio del aguacate no
es deteniendo su precio con respecto al dinero, sino ¡haciendo que el dinero desaparezca!

— 51 —
PRIMERA PARTE

—¡¿Qué?! Ahora sí te pasaste de loco Jorge, voy a cerrar tu libro porque de plano ya te
perdimos. Pobre. Apenas que me estaban comenzando a gustar tus cuentitos históricos primi-
tivos.
Bueno, pues tal y como lo escuchas… lo lees. El dinero como lo conocemos está conde-
nado a desaparecer si queremos arreglar las cosas. Si no me crees, sigue leyendo.
En lugar de que el aguacate se ajuste al valor del dinero, como normalmente lo queremos
hacer, lo apropiado es hacer que el aguacate ajuste su valor a aquello por lo que fue inter-
cambiado.
—Pero, ¿qué no lo intercambiamos por dinero?
No. Los aguacates de la tienda nunca nadie jamás los intercambió por dinero y nunca na-
die jamás los podrá intercambiar por dinero. Cambiarlo por dinero es un espejismo que nos
han educado a pensar que es real. Recordemos que el dinero no tiene valor. Por lo tanto, el
aguacate jamás podrá ajustarse al valor del dinero. Y por una razón similar, el dinero jamás
podrá ajustarse al valor del aguacate. Ambos no tienen relación. No tiene más relación un
aguacate de la tienda con el dinero que con el número de esta página. ¿Sigues sin creerme?
Pues sigue leyendo.
Como te advertí al principio de este libro, el problema no radica en la dificultad para en-
tender lo que debemos hacer para mejorar nuestra economía, sino en la dificultad para des-
aprender lo que nos han enseñado a creer que es verdad. Comprender esto no es difícil por-
que sea difícil de entender, sino porque nos enseñan las cosas de forma tal que ya no somos
capaces de ver la verdad. De hecho, es curioso darse cuenta que entre más educada está una
persona en temas de finanzas y economía, le resulta por lo general más difícil poder ver todo
esto claramente. Tantos años de educación la han condicionado a que piense de una forma
particular.
Va de nuez. Cuando intentamos “congelar” el precio de un aguacate, en realidad no lo es-
tamos congelando. Solo estamos congelando su paridad con respecto a la moneda. Pero
hay un error en ello. La moneda varía su valor también con respecto a todas las demás cosas
ya que nos hemos dado a la tarea de que todas las cosas sean convertibles en dinero, o cuan-
do menos expresables en dinero. Eso hace que el valor o, mejor dicho, la paridad del dinero,
sea enormemente variable. Esto provoca que congelar el precio de algo sea como querer aga-
rrarnos de una tablita en el mar y esperar con ello que dejemos de bambolearnos. Sencilla-
mente nunca sucederá. Podemos permanecer sujetos a la tablita hasta que el Sol se enfríe,
pero la tablita se seguirá moviendo irremediablemente y nosotros junto con ella.
Podremos congelar el precio del aguacate y decir dictatorialmente que de ahora en adelan-
te valdrá, digamos, 50 pesos. Eso suena bien, pero además de provocar los problemas que ya
mencionamos, estaremos pasando por alto que el valor de la moneda cambia de una región a
otra y cambia también con el tiempo y cambia por el clima, y cambia porque algún banquero
amaneció de humor de cambiar su valor. Entonces, si la moneda cambia su valor con tanta

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NUESTRA ECONOMÍA

ligereza, ¿qué caso tiene amarrar el valor del aguacate a una cierta cantidad de dinero? Nin-
guno. Ah, pero somos tercos. Lo seguimos haciendo esperando que algún día se deje de mo-
ver la pinche tabla.
La verdad es que quisiéramos que el valor del aguacate no cambiara nunca. Quisiéramos
que todas las cosas que compramos en la tienda de la esquina, no solamente los aguacates,
valieran siempre lo mismo, hoy y siempre. ¿No quisieras tú eso? Quizá pienses que es impo-
sible, pero yo sé que no. Es perfectamente posible, y además fácil de lograr. Si no me crees
ya sabes, sigue leyendo.
El valor del aguacate casi no cambia. Si acaso cambiará muy poco. Es muy probable que
un aguacate valga lo mismo hoy para ti que lo que valía para don Miguel Hidalgo, excepto
los que le dieron en su última comida, claro. En cambio, el valor del dinero es muy volátil.
Cambia mucho y muy rápidamente. Un peso de los que usaba Miguel Hidalgo podía com-
prar muchísimo más de lo que un peso puede comprar hoy.
La razón de ello la explicaré más adelante. Por ahora necesito explicar una diferencia más
entre los aguacates y el dinero. ¿Sabías que el dinero se produce con solo aplastar una tecla
en una computadora y listo?
—¿Así de fácil? ¿En serio?
Sí. Te juro que es así de fácil. Con una pequeña y sola tecla usada, de plástico y fabricada
en China, somos capaces de producir millones de pesos en un instante. Igualmente, somos
capaces de borrar otros tantos millones cuando lo consideremos conveniente. Los aguacates,
por el contrario, no tienen esa característica. No se pueden producir aguacates por millares
con solo presionar una tecla, ni dos, ni tres. Hay que trabajar arduamente para producirlos.
Hay que trabajar arduamente para transportarlos. Hay que trabajar para prepararlos. Hay que
trabajar para almacenarlos. Hay que trabajar para venderlos… bueno, hay que trabajar ¡hasta
para comerlos!
Por lo mismo, un aguacate no solo tiene un valor más estable que un peso, sino que el
aguacate sí tiene valor intrínseco, mientras que el dinero no tiene valor. No te puedes comer
una moneda, pero un aguacate sí… bueno, aunque yo conocí a una persona que sí comía mo-
nedas. Se comía un peso a cambio de que le dieras cinco. Pero bueno, el punto es que el di-
nero lo podemos producir en un instante y luego borrarlo si lo deseamos. Los aguacates no
podemos producirlos en un instante ni borrarlos como queramos. Los aguacates pueden al-
macenarse, pero nadie puede acaparar todos los aguacates de un país.
El dinero, por el contrario, sí está acumulado en manos de unos cuantos… todo el dinero
de un país… todo el dinero del mundo. Hay personas en el mundo que tienen más dinero que
todo el dinero que tenemos en el país, pero no hay nadie que tenga más aguacates que todos
los aguacates que tenemos en México. Hay personas en el mundo que con solo presionar una
tecla en su teléfono o en su computadora pueden crear o mover en un instante más dinero
que todo el dinero que tenemos en México junto con otros cuantos países más, dejando una

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PRIMERA PARTE

secuela de miles de personas sin hogar y gente muerta, y sin embargo nadie puede con una
tecla mover o crear en un instante la cantidad de aguacates que tenemos en todo México, ni
los aguacates que tenemos tan solo en el estado de Michoacán, ni los que tenemos en su mu-
nicipio de Uruapan, ni siquiera los que hay en una sola de las parcelas de ese municipio. Es
más, esas personas con sus teclitas de plástico hechas en China ni siquiera pueden mover en
un instante los aguacates que hay en uno de los muchos “puestecitos” a lo largo de las carre-
teras de Uruapan donde la gente vende aguacates. Para producir o mover todos esos aguaca-
tes se necesita realizar un trabajo y eso lleva tiempo y esfuerzo. Muchos seres humanos de-
berán trabajar para lograr eso. Seres humanos mexicanos, por cierto.
Bueno, entonces, ¿qué hacer? El truco está en hacer que las cosas se sigan intercambiando
unas por otras sin que el dinero altere el valor que existe entre ellas. El dinero no debe alterar
el valor que existe entre las cosas. Es entre las cosas que se intercambian en donde el valor
es aplicado. El dinero no tiene nada que ver. El dinero es solo un papel con unas letras que
dan fe del intercambio que se ha realizado entre dos cosas. En esas letras invisibles el dinero
dice “se intercambiaron 20 manzanas por 12 naranjas”, “se intercambiaron 40 reses por 80
cerdos”, “se intercambió un corte de pelo por 1 kilogramo de limones”, “se intercambió una
sesión de sexo por un teléfono celular”, “se intercambiaron 40 horas de trabajo en una fábri-
ca por un par de zapatos”, “se intercambiaron 4 horas de trabajo de albañilería por un litro de
cerveza”, etcétera, etcétera, etcétera.
—Ok Jorge, veo que no quieres “desaparecer” al dinero sino solamente sacarlo de la juga-
da. ¿Entonces, para comprar un kilo de papas tengo que llevar conmigo un par de calcetines
para intercambiarlos?
No. En este documento no estoy proponiendo que el dinero desaparezca completamente y
que regresemos a los tiempos del trueque tal y como lo hacían los aldeanos cazadores. Lo
que propongo es que desaparezca la forma como lo manejamos para que recupere su facultad
de ayudarnos a hacer nuestros intercambios más eficientemente, en lugar de obstaculizarlos,
como está sucediendo ahora. Propongo que reconozcamos que el dinero no es parte de la
economía, pero sí afecta nuestros esfuerzos para desarrollarnos económicamente como seres
humanos. Propongo que entendamos que la economía tiene un valor estratégico social im-
portante para todos, pero que tener dinero no es tener economía. Propongo que compren-
damos que la economía es indispensable para todos los seres humanos, y que el dinero, al
igual que los medios de comunicación, la educación, los servicios de salud, la energía, el
agua, el aire, y algunos otros satisfactores, no se pueden dejar en manos privadas sin ser con-
trolados de cerca.
Tal como lo vimos en nuestro cuento mágico. Hacer intercambios de mercancías sin dine-
ro era muy efectivo, pero era también muy ineficiente. Tu pregunta es válida. Ni modo que
acudas a la tienda de la esquina con un montón de mercancías para intercambiarlas por algo.
Imagina que en lugar de billetera o tarjeta de débito tuvieras que traer contigo, cargando de
un lado para otro, un montón de cosas en una carretilla para intercambiarlas por las cosas
que necesitas. Cada vez que acudieras al banco a pagar la mensualidad de tu casa tendrías

— 54 —
NUESTRA ECONOMÍA

que llevar un montón de cosas. Tu sueldo te lo pagarían en cosas, comida, ropa u otras cosas.
No, eso no sería eficiente. Sería efectivo, pero no eficiente.
¿Cómo entonces podríamos hacerlo? Bueno, para responder a esa pregunta primero tene-
mos que analizar y comprender dos aspectos importantes del dinero, tal y como lo usamos
actualmente. Dichos aspectos no los enseñan en la escuela normalmente, así que no te sor-
prendas si nunca habías escuchado de ellos. Los dos aspectos a los que me refiero son su fa-
cultad de ser transferido y la facultad de ser intercambiado. Perdóname por usar estos
términos raros, pero después de explicarlos verás que es muy sencillo comprender lo que sig-
nifican. Es importante asegurarnos de entender esto para poder visualizar lo que hay que ha-
cer después para modificar la forma como el dinero funciona actualmente y que deje así de
afectar el valor de las cosas.
Dado que buscaremos la causa raíz del dinero para ver si realmente es necesario, para ha-
cer este análisis vamos a usar el hechizo prius régula. Así lograremos ver si ambos aspectos
son en realidad tan necesarios. El caso de que uno de ellos no sea necesario, significará que
desde siempre hemos estado malinterpretando la naturaleza del dinero. Por lo tanto, también
querrá decir que la forma como lo hemos manejado podría ser distinta. Veamos qué nos en-
contramos.

FACULTAD DE INTERCAMBIO
El dinero lo podemos intercambiar por cosas; las cosas las podemos intercambiar por
otras cosas, y las cosas las podemos intercambiar por dinero. El dinero también lo podemos
intercambiar por dinero. Todo esto significa que el dinero es intercambiable.
Por cuántas cosas lo podemos intercambiar, eso ya es otro asunto, pero por ahora el punto
que necesitamos entender todos es que el dinero tiene intercambiabilidad. O sea, que lo po-
demos intercambiar. Más claro ni el agua.
No solamente lo podemos intercambiar por cosas. También lo podemos intercambiar por
servicios. Si asisto a un concierto de rock tendré que intercambiar dinero por el servicio de
que me canten una canción… o varias. Si asisto a una sala de masajes, tendré que intercam-
biar dinero por un masaje… o varios. Si un agente de tránsito me detiene intercambiaré dine-
ro por el servicio de que me deje ir.
En otras ocasiones no está muy claro si el dinero lo estoy intercambiando por un servicio
o por un objeto. Por ejemplo, si asisto a una discoteca a bailar, estaré cambiando dinero por
el permiso para que me dejen entrar, sabiendo que una vez dentro podré bailar, o solo sentar-
me en una silla como hongo. Si le pago a un albañil para que me construya una parte de mi
casa, estaré cambiando dinero por ver mi casa modificada.
A veces intercambio el dinero por cosas que no quiero que me den ahora, sino en el futu-
ro. Por ejemplo, si cambio dinero por la promesa de que, cuando yo muera, me entierren en
algún lugar que yo escoja y con la ropa que yo quiera… hoy.

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PRIMERA PARTE

En ocasiones no intercambio dinero por una promesa sino por una probabilidad, es decir,
lo apuesto. Por ejemplo, cuando intercambio dinero por un “seguro de vida” durante un año,
estaré apostando a que me voy a morir en menos de un año, mientras que la compañía de se-
guros estará apostando lo contrario. Si yo muero, la compañía pierde y yo gano… aunque me
haya muerto. Si no me muero, yo pierdo y la compañía de seguros gana. Interesante, ¿ver-
dad?
El dinero no sería dinero si no tuviera la facultad de ser intercambiable. La intercambiabi-
lidad es probablemente lo que hace dinero al dinero. Es la característica principal que necesi-
tamos que el dinero tenga. Si no tuviera intercambiabilidad básicamente no nos serviría para
nada. Un billete que no pueda yo cambiarlo por nada servirá, quizá, solo de adorno en la pa-
red. Quizá.
Usando nuestro hechizo prius régula en el dinero, podremos ver claramente que la inter-
cambiabilidad no es una característica que le podamos quitar al dinero sin que deje de ser di-
nero. Pero ¿qué hay de la otra facultad? ¿Soportará la facultad de transferencia al hechizo
prius régula también? Veamos.

FACULTAD DE TRANSFERENCIA
La facultad de transferencia es la que permite que yo pueda entregar dinero a otra persona
en una segunda mano. Si yo preparo unos deliciosos tacos de pescado y me pongo a vender-
los la gente me dará dinero por ellos… suponiendo que estén buenos.
El dinero que la gente me dé por los pescados que yo le entregue, podré dárselo a otra
persona a cambio de otra cosa, digamos a cambio de una bandeja para freír pescado. Ella, a
su vez, podrá darle ese dinero a otra persona, digamos que a cambio de unos calcetines. La
de los calcetines le podrá dar el dinero a otra a cambio de unos tomates. El de los tomates me
podrá dar el dinero a cambio de más tacos de pescado.
Qué curioso, ¿verdad? El dinero volvió a mí y en su ciclo ayudó a muchas personas para
que pudieran obtener lo que querían. De alguna forma extraña nos unió a todos. No solo eso,
sino que el dinero viajó en sentido contrario a los satisfactores que produjo.
Esa facultad que tiene el dinero de “viajar” de mano en mano ayudando a quien lo tiene y
lo intercambia por algo que desea es la facultad de transferencia. Se puede transferir de una
persona a otra.
Ahora que hemos comprendido, apliquemos nuestro hechizo prius régula a la facultad de
transferencia a ver qué descubrimos. Imaginemos que el dinero no se puede transferir a otra
persona. ¿Qué haré? Mi cliente ya se comió los deliciosos tacos de pescado que le preparé,
me entregó el dinero, y se ha marchado.
Me imagino sentado a la orilla de la calle, a un lado de mi carreta de tacos pensando qué
podría hacer con ese dinero que me dieron. El dinero que me entregaron vale cuando menos

— 56 —
NUESTRA ECONOMÍA

los tacos de pescado, pero ahora no puedo cambiarlo por otra cosa. Yo necesito obtener una
bandeja para freír pescado.
Después de pensar un buen rato, ya que el sol se está comenzando a ocultar, decido darme
por vencido. Frustrado y molesto por haber aceptado dinero que no puedo cambiar por nada,
me comienzo a lamentar de mi estúpida decisión. De repente veo pasar a la misma persona
que me dio ese pinche dinero a cambio de mis tacos.
—¡Hey tú!— le grito desde el lado opuesto de la calle —¡Devuélveme mis tacos!
El tipo voltea a verme con cara de sorpresa al tiempo que me doy cuenta de la estupidez
que recién he dicho. Así que decido volverme a sentar a un lado de mi carreta y vuelvo a
pensar.
Ese tipo no me puede devolver mis tacos. Y aunque lo hiciera, no me servirían de nada en
las condiciones en las que ya están. ¡Ya se los comió! Pero yo tengo este billete que me dio
en la mano. ¿De dónde salió este billete? ¿Quién está respaldando lo que este billete dice que
vale? No se lo puedo dar a nadie. Lo único que se me ocurre hacer, y además creo que es lo
único que puedo hacer, es devolver este billete a quien lo imprimió y pedirle que me dé algo
a cambio de él. Me tiene que dar algo que yo pueda intercambiar. Algo que la demás gente sí
acepte. Yo no necesito el billete, lo que necesito es una bandeja para freír pescado.
En el billete están impresas las letras “Banco de México”. Esos tipos son los que lo impri-
mieron. Tendré que visitarlos. Necesitan darme mi bandeja o algo que yo pueda cambiar por
una bandeja… o dos. Jejeje.
—Buenas tardes señorita— le digo a la guapa muchacha que está detrás de la ventanilla
del banco. —Ando buscando al cajero principal. ¿Me podría usted comunicar con él?
—¿El cajero principal? Creo que usted busca al supervisor de cajeros.
—Bueno, quizá. Verá usted, este billete está firmado por un tal “cajero principal” del Ban-
co de México. Necesito hablar con él porque, sabe, traigo este billete que me dio un cliente
que se comió seis tacos de pescado, pero no he podido cambiarlo por ninguna otra cosa por-
que nadie me lo acepta. Necesito una bandeja para freír. Por eso estoy ofreciendo los tacos,
para intercambiarlos por una bandeja. ¿Ustedes me pueden dar la bandeja que necesito?
—¡Ah caray! A ver, déjeme ver ese billete— la guapa cajera toma el billete y se pone sus
lentes para alcanzar a ver las pequeñas letras que están escritas en él. —Oiga, tiene usted ra-
zón. No sé cómo se llame ese “cajero principal”, pero seguramente está en la ciudad de Mé-
xico. No dice el nombre de nadie. Solo aparece una firma, que imagino que sí es la de él,
quienquiera que sea.
—Entiendo. Oiga, pero, ¿usted me puede dar la bandeja que estoy buscando?
—La verdad, no.
—¿¡Qué!?— empiezo a sentir cómo me comienza a temblar el párpado izquierdo.

— 57 —
PRIMERA PARTE

—Cálmese. No le puedo dar la bandeja que busca, pero le puedo dar algo mejor.
No necesito decir que comenzaron a pasar varias cosas por mi mente. La muchacha conti-
nuó explicando.
—¿Qué le parece si le doy un vale?
—¿Me está usted albureando?
—No señor— contestó con una sonrisa amable. —Le puedo dar un vale para que usted lo
pueda intercambiar por la bandeja que usted quiera.
—¿Y el vale sí me lo van a aceptar?
—Sí señor. El vale se lo van a aceptar sin problemas.
—Bueno, mientras me lo acepten por la bandeja no hay problema. Usted deme lo que us-
ted quiera.
La muchacha se retiró durante unos minutos y regresó con algo en la mano.
—Aquí está su vale. Este lo puede cambiar en donde sea por la bandeja que usted necesi-
ta, o por cualquier otra cosa.
Creo que la palabra “dinero” se presta a confusiones y malinterpretaciones. Está tan arrai-
gado en nuestro interior el dinero y la forma como se maneja que en ocasiones pienso que
deberíamos llamarle “vale” y usarlo tal y como los vales se usan. O quizá la palabra “cupón”
también serviría. Tanto el vale como el cupón no son transferibles, pero son intercambiables.
Uno se los devuelve al que nos lo dio después de haberlos usado una sola vez.
Esto demuestra que la facultad de transferencia no es indispensable para que el dinero
pueda cumplir su función de hacer eficiente el intercambio de satisfactores. Aquí acabo de
mencionar una forma en la que el dinero puede realizar su tarea sin que tenga que ser trans-
ferido de una persona a otra. Al final de cuentas pude obtener mi bandeja para freír sin tener
que transferir el dinero. Solo se lo devolví a quien lo imprimió, es decir, al Banco de México.
Seguramente debe haber muchas otras formas equivalentes para lograr lo mismo. Somos
ciento veinte millones de mexicanos y si dos cabezas piensan más que una, seguramente
ciento veinte millones pensarán todavía más.
Sea transferible o no, el dinero siempre viaja en sentido contrario a los satisfactores que
mueve de una persona a otra. Yo te doy dinero, y tú me das algo a cambio de él. El dinero va
hacia allá, y lo que me das viene hacia acá. Sin albur.
Siempre es así. Siempre los satisfactores viajan en sentido inverso. El dinero solamente se
va intercambiando sucesivamente mientras los satisfactores se van moviendo. No se van “ge-
nerando”. Solo se van moviendo de una persona a otra. Es indispensable ver esto claramente.
El dinero no genera nada nunca. El dinero solo hace más eficiente que los satisfactores
se desplacen… pero siempre en sentido inverso del dinero. El dinero nunca, jamás, des-

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NUESTRA ECONOMÍA

de hace miles de años que fue inventado, ha hecho que los satisfactores se generen, solo
que se desplacen.
La generación de satisfactores siempre se debe a la actividad humana. Siempre. Aun si lo
que buscamos es un poco de agua de un río. Siempre debemos hacer algo de trabajo para ob-
tenerla. Aunque ese trabajo signifique algo tan simple como agacharnos y beber agua del río,
o algo tan simple como expandir los pulmones para respirar y tomar el oxígeno de la atmós-
fera de este polvoriento planeta sobre el que estamos.
El dinero es solo un medio para facilitar el intercambio, una vía. ¿Se entiende? El di-
nero no es muy diferente a las carreteras que existen en el país o a los medios en general de
comunicación. Las carreteras no son en esencia nada distinto del dinero. Ambos sirven para
facilitar el intercambio de bienes y servicios[4]. El intercambio de satisfactores es lo que
forma el tejido social que une a las personas, más no el dinero. El dinero, al igual que
las carreteras, solo facilita dicho intercambio, más no constituye ningún bien en sí mis-
mo, por lo tanto, no constituye ningún tejido social. Nadie usa las carreteras más que para
allegarse los satisfactores que necesita. De idéntica manera, el dinero no sirve más que para
exactamente lo mismo.
Al igual que una carretera es propiedad de la sociedad entera y es responsabilidad del go-
bierno cuidar de ella para que sirva a todos, el dinero es propiedad de la sociedad entera y es
responsabilidad del gobierno cuidar de él para que sirva a todos. De la misma forma como
nadie puede adueñarse de una carretera e intentar venderla o rentarla sin meterse en proble-
mas con la sociedad entera, nadie debe poder adueñarse del dinero o intentar venderlo o ren-
tarlo. Actualmente lo permitimos, y eso ha traído una innumerable cantidad de problemas so-
ciales. Al igual que hubiera sucedido si hubiéramos hecho lo mismo con nuestras carrete-
ras[5].
Nos hemos confundido y hemos comerciado con el dinero desde hace mucho tiempo. Eso
nunca debimos haberlo hecho. El comercio de dinero es lo que hace que su valor fluctúe,
con respecto a las cosas con las que lo podemos intercambiar. Consecuentemente, el pre-
cio de todas las cosas con las que comerciamos usando dinero también fluctúa.
Existen cosas con las que no deberíamos haber comenzado a comerciar nunca y es res-
ponsabilidad de todos vigilar que eso nunca suceda. No debemos comerciar con el dinero, así
como no debemos comerciar con la salud[6] o la educación, o la vida de las personas, o con

4 En la teoría de la Economía del Valor Social, a los bienes y servicios no se les engloba en el término “productos”,
como se hace en otras teorías. En la Economía del Valor Social, a todo lo que es intercambiable se le llama
“satisfactor” porque se considera que es el consumidor el que le da valor a las cosas que consume, indistintamente del
precio con el que están siendo ofertadas. Puedes ver más detalles acerca de esto en Definiciones Divergentes, en la
página 446.
5 Te recomiendo que leas el Tratado de McLane-Ocampo, pero considero justo prevenirte. Es posible que después de
leerlo, tu concepto de Benito Juárez cambie radicalmente. Sobre todo si, al igual que muchos mexicanos, lo consideras
“El Benemérito de las Américas”.
6 Por favor consulta Salud y Libre Mercado, en la página 242, para que veas claramente por qué existen servicios, como
el de salud, que no deben ofrecerse comercialmente, dentro del esquema de libre mercado.

— 59 —
PRIMERA PARTE

algunas otras cosas con las que comerciamos porque nadie nos ha explicado las consecuen-
cias tan nocivas que eso acarrea para todos.
Vivimos en una economía capitalista porque creemos firmemente que en ese tipo de eco-
nomías se manifiesta la justicia de que cada quien pueda tener lo que quiera, según se esfuer-
ce en alcanzarlo. Una economía comunista no ofrece algo así. En una economía comunista
todos tienen lo mismo, aunque unos se esfuercen más que otros. Eso me parece injusto. Sin
embargo, vivir en una economía capitalista, nos ha confundido en aspectos importantes. Esa
palabrita de “capitalista” es la que confunde. Nos han hecho pensar que el objetivo es “acu-
mular capital” entendiendo con eso de que se trata de “acumular dinero” y que con eso po-
dremos obtener todos los satisfactores que queremos alcanzar. Eso es falso. En una econo-
mía capitalista no se trata de acumular dinero, se trata de acumular satisfactores. Son
estos últimos los que nos hacen ricos y mejoran nuestra economía y nuestro nivel de vida en
lo individual y en lo social, no el dinero.

LA TERRIBLE INFLUENCIA MONETARIA


Quizá por nuestra cercanía con el país más materialista de la Tierra —los Estados Unidos
— nos hemos influenciado demasiado con expresiones que hemos llegado a incluir en nues-
tro vocabulario y con ello hemos llegado a formarnos una idea equivocada de las cosas.
Expresiones como “money talks”, “show me the money”, “we are in business”, “right on
the money”, “con dinero baila el perro”, “poderoso don dinero”, denotan una creencia sólida
en que todo se debe medir en términos de dinero. Como si el dinero fuera la medida univer-
sal de todo lo que sucede. La magnitud de las catástrofes naturales se mide en “pérdidas de
millones de dólares”. La magnitud de las guerras se mide en “costo de millones de dólares” y
su impacto en la vida de las personas también se mide en “pérdidas de millones de dólares”.
Las epidemias se miden en “pérdidas de millones de dólares”. Los problemas sociales o ma-
nifestaciones públicas se miden también en “costo de millones o miles de dólares”. Los pro-
blemas de contaminación se miden en “pérdidas anuales de millones de dólares”. Los acci-
dentes en las carreteras, las colisiones de vehículos, las citas al hospital, las faltas de los ni-
ños a las escuelas, la cantidad de gente sin empleo, los accidentes laborales, en fin, la lista de
cosas que se miden hoy en miles o millones de dólares parece no tener fin, y cada día se hace
más larga.
Ese tipo de expresiones nos han hecho pensar que son ciertas. No lo son. Los desastres
naturales no deberíamos medirlos en términos de dinero, sino en términos de vidas humanas
o en cantidad de familias que se quedaron sin hogar, o quizá en términos de horas hombre de
trabajo que costará el reconstruir todo eso, pero no en dinero.
Además de haberse convertido en una unidad de medida, el dinero se ha convertido en un
objeto que se puede comprar y vender. Existen conceptos como “el mercado de dinero” que
son más nocivos para una sociedad que el mercado de estupefacientes y que sin embargo lo
hemos llegado a considerar no solo como algo normal, sino como algo inocuo, inofensivo, y

— 60 —
NUESTRA ECONOMÍA

hasta conveniente. La verdad es que debería ser un delito el intentar vender o comprar dine-
ro. Comprar y vender dinero es como comerciar con una propiedad federal. Es como querer
vender un pedazo del territorio nacional.
Comprar y vender dinero no es nada distinto a las inversiones secundarias o a las inver-
siones en derivados. Es una operación bursátil que no produce nada en beneficio de la socie-
dad. De hecho, no solo no produce ningún beneficio, sino que provoca un daño enorme ya
que produce un desbalance en la cantidad de efectivo que hay disponible para todos. Com-
prar y vender dinero no es nada distinto a comprar pagarés vencidos para luego ir a cobrarlos
con intereses. ¿Qué de productivo tiene eso? Es tan improductivo como la “protección” que
te venden las mafias. Creo que a eso hoy en México se le conoce como “pagar piso”. Este
tema lo abordamos a detalle en El Mercado Bursátil en la página 103.
El dinero lo necesitamos todas las personas para poder continuar intercambiando las cosas
que tienen valor. Si alguien acumula dinero estará cometiendo un daño a los demás. El
concepto de ahorro es falso cuando se aplica al dinero. No deberíamos propagar la idea de
que ahorrar dinero es algo bueno. No deberíamos enseñarles a nuestros hijos ese concepto
erróneo y nocivo. Debe haber suficiente dinero disponible para que todos podamos intercam-
biar unas cosas por otras y la responsabilidad de asegurar ese abasto de dinero recae princi-
palmente en el gobierno en representación de la sociedad que lo creó.
Para que podamos obtener aquello que necesitamos para tener los satisfactores que nos
hagan falta debe haber siempre suficiente dinero disponible para quien lo necesite. Apoderar-
se del dinero es como apoderarse de las carreteras. Es como si viviéramos cerca de un río y
alguien se apoderara de él. El río no es propiedad de nadie. No puede serlo. Así es el dinero.
Es un instrumento de intercambio y si nos dejan sin él porque alguien decidió acumularlo se
creará escasez de ese instrumento y tendremos que crear más dinero para poder seguir inter-
cambiando cosas, creando así un exceso de dinero. El exceso no se produce porque se “im-
prima” más dinero. El exceso se produce cuando alguien lo acumula. La producción de dine-
ro es tan solo una respuesta a la falta de dinero.
De hecho, uno de los conceptos más erróneos que hemos llegado a creer tan arraigada-
mente que ya ni siquiera lo cuestionamos, es el hecho de que consideramos al dinero como
una propiedad de quien lo posee, y eso es un error. El dinero que tengo lo considero mío
si me lo he ganado. ¿No es así? Si he trabajado y a cambio de ese trabajo me han entregado
dinero, ese dinero lo considero de mi propiedad y siento que puedo hacer lo que yo quiera
con él. Es más, dado que quiero comprar un auto, lo primero que hago es guardarlo, ahorrar-
lo. ¿Acaso no es así? ¿Me creerás que eso es nocivo? Es un error pensar de esa forma. Debe-
mos ahorrar la energía, el esfuerzo, el tiempo, el agua, la comida, pero no el dinero.
Está tan arraigada la idea de que todo se debe expresar en dinero que ya no logramos dis-
tinguir la insensatez de lo que decimos. Cuando se realiza una inversión para un proyecto,
por ejemplo, la construcción de un ferrocarril, no se está invirtiendo dinero, se está invirtien-
do trabajo. Entender esto es fundamental. Los primeros economistas lograron ver eso. Eso

— 61 —
PRIMERA PARTE

fue un avance enorme. Pero luego cometieron el error de convertir el trabajo en horas, y las
horas las convirtieron en dinero. Total, que al final de cuentas quedamos en las mismas y nos
volvimos a extraviar.
A mediados del año 2015 el gobierno de la Federación Rusa anunció que para el año 2018
construiría su base de lanzamiento espacial para ir a Marte. La reacción inmediata de algu-
nos periódicos en Estados Unidos fue la de preguntarse “¿De dónde sacarán el dinero para
hacer todo eso que es carísimo?”. En efecto, tal pregunta no tiene respuesta. La imposibili-
dad de responderla está en lo erróneo de la pregunta. No se necesita dinero para construir
una base espacial de lanzamiento. Se necesita trabajo y conocimientos. Nosotros en México
podríamos construir una si quisiéramos. ¿Sabías eso? No necesitamos más que a nosotros
mismos y lo que ya tenemos: nuestra capacidad de trabajo, y nuestros conocimientos.
Punto. No necesitamos más.
El plan descrito en este libro, por ejemplo, incluye la construcción de vías férreas de alta
velocidad a lo ancho y largo del país. ¿De dónde sacaremos dinero para hacerlo? No es dine-
ro lo que necesitamos. Lo que necesitamos en realidad es trabajo y conocimientos. Y de am-
bos tenemos mucho. Nunca hemos hecho trenes de alta velocidad, pero eso no significa que
no podamos hacerlos. En China nunca habían hecho ninguno y sin embargo hicieron su tren
de alta velocidad mientras todos los demás nomás nos quedábamos “milando”. Tenían el pre-
cedente de lo que habían hecho en otros países antes que ellos. Aprendieron, mejoraron la
idea, y lo construyeron. Nada que no podamos hacer nosotros. Si algo en nosotros insiste en
continuar preguntándose “de dónde sacaremos el dinero” es porque ese algo en nosotros no
ha comprendido lo que el dinero es.
Para comprender eso —lo que el dinero es—, en esta ocasión nos volverá a ayudar el he-
chizo prius régula. Si consultamos cualquier diccionario veremos que el dinero es un instru-
mento de intercambio. Solamente es eso. No tiene valor intrínseco. Pues bien, entendiendo
eso, ahora la pregunta que debemos hacernos es “y si no tiene valor intrínseco, ¿entonces por
qué se invierte?”. ¿Qué es lo que realmente se invierte cuando realizamos un proyecto para
obtener un beneficio? ¿No invertimos dinero? No. No invertimos dinero. Invertimos trabajo
y ese trabajo está apoyado por conocimientos. No invertimos nada más. El dinero que parti-
cipe en ese proyecto no será más que una de las distintas herramientas para realizar ese tra-
bajo. No se invierte el dinero. Si decidimos construir un edificio de apartamentos para obte-
ner un beneficio económico de eso, obviamente ofreciendo un beneficio a otras personas, no
necesitamos dinero. Lo que necesitamos es ponernos a trabajar en eso y reunir los conoci-
mientos para llevarlo a cabo.
El trabajo tiene un valor intrínseco. Los conocimientos tienen un valor intrínseco. El mar-
tillo que se usará para la construcción tiene un valor intrínseco. El dinero no. El dinero se
puede crear de la nada o se puede prescindir de él. El dinero no es más que un contrato escri-
to en un papel. El contrato pudiera ser de palabra y no por eso valdría menos. El dinero no es
más que una constancia del trabajo realizado que nos ayudará, por acuerdo mutuo, a inter-

— 62 —
NUESTRA ECONOMÍA

cambiarlo después por otras cosas que sí tienen valor intrínseco. El dinero es como un puente
que ayuda a intercambiar algo que tiene valor, por otra cosa que también tiene valor.
Una vez realizado el intercambio entre esas dos cosas con valor intrínseco, el objeto
del dinero deja de existir. El dinero es un contrato temporal que tiene vigencia. Ese contrato
es útil mientras haya dos cosas con valor intrínseco que nos interese intercambiar. En donde
no hay nada que intercambiar, la existencia del dinero no tiene sentido. Igual podría ser un
pedazo de papel cualquiera, o un número en la pantalla de una computadora. El dinero tiene
una utilidad, como todo contrato, porque hemos llegado a un acuerdo y sentimos que es ne-
cesario tener una constancia de dicho contrato. Algo que se puede crear de la nada en cual-
quier momento no puede tener un valor intrínseco.
Crear dinero no requiere trabajo. El trabajo, mientras tanto, no se puede crear instantánea-
mente como se crea un contrato. Hay que realizarlo con esfuerzo, con tiempo, con dedica-
ción, con concentración, con voluntad, con disciplina. Los conocimientos tampoco se pueden
crear en un instante. Para obtenerlos hay que trabajar, estudiar, empeñarse, dedicarse, con-
centrarse. El martillo tampoco puede aparecerse por acto de magia en un instante. Para obte-
ner un martillo hay que trabajar, hay que invertir trabajo, hay que dedicarse a ello. Por esa
razón todo esto tiene valor intrínseco y el dinero no, así como no tiene valor intrínseco nin-
gún tipo de contrato o acuerdo escrito entre las personas. Los contratos son solo eso. Acuer-
dos entre las personas. El dinero es un pagaré, una promesa de pago, una constancia de tra-
bajo, eso es todo lo que es.
La tan cantada teoría de que la riqueza es la “acumulación de capital”[7] no solo es errónea
a más no poder, sino que es totalmente nociva para la gente. Es errónea porque la riqueza
nunca ha sido la acumulación de capital —lo que sea que eso signifique—. La riqueza es la
acumulación de satisfactores. Entre más satisfactores tengamos a nuestra disposición alrede-
dor nuestro, más riqueza tendremos. Eso es cierto tanto en lo individual como en lo social.
Como personas o como país la riqueza significa exactamente lo mismo.
Aquellos países que consideramos ricos son aquellos en los que sus habitantes tienen más
satisfactores a su disposición que los que tenemos nosotros. Tienen a su disposición una o
varias casas, uno o varios autos, varias escuelas, tienen energía, tienen comunicaciones, tie-
nen servicios médicos que pueden usar cuando los necesiten, tienen a su disposición más de-
portes que nosotros, más varios tipos de diversión, más varios tipos de actividades culturales,
tienen a su disposición el enorme satisfactor de poder planear su vida y luego realizar dicho
plan. Tienen a su disposición la oportunidad de poder estudiar más cosas diferentes a las que
tenemos nosotros y luego tienen la oportunidad de dedicarse a ello de forma profesional. Tie-
nen a su disposición el satisfactor de la seguridad superior al que tenemos nosotros; de poder
caminar por un parque o por la calle sin temor a que los asalten o los agredan de alguna for-
ma. Tienen a su disposición el satisfactor de poder tener amigos y convivir con otras perso-
nas libremente sin temor a que les hagan daño.
7 En el capítulo Nuestras Empresas, en la página 445, explico con más liberalidad mi dificultad en entender el término
“capital”.

— 63 —
PRIMERA PARTE

Todo eso es lo que hace rico a un país, y también es lo que hace rico a un individuo. ¿O
no es así? Todo eso es la riqueza. No es la “acumulación de capital”. Tal concepto, es erró-
neo. Pero también es nocivo. Muy nocivo. Es nocivo porque nos ha llevado hasta donde es-
tamos: Una situación en la que pensamos que para realizar todo lo que quisiéramos realizar
necesitamos tener dinero. Ese pensamiento, esa idea, es lo que paraliza nuestra economía
cuando no tenemos dinero para poner en marcha nuestros proyectos.
El dinero ha llegado a ser la unidad de medida universal en nuestro mundo. Comenzó
siendo un instrumento de intercambio, y luego se convirtió en mercancía, y luego se convir-
tió en la mercancía por excelencia, la que todos quieren obtener. Ahora ya ha sobrepasado in-
cluso ese nivel y se ha convertido en algo más, en algo extraño que todo lo mide, algo que es
indispensable, algo que significa más que todo lo demás. Incluso lo que no podría tener un
precio en dinero se expresa en dinero. Las guerras se expresan en dinero gastado, las epide-
mias también, los desastres naturales, el hambre de la gente, los daños a nuestro entorno na-
tural.
Por todo esto es que el dinero lo hemos convertido en clave fundamental en el desarrollo
de un país. Pero la conversión la hemos hecho nosotros. En la realidad de las cosas, el dinero
no es ni clave ni fundamental para nada. Es tan solo un instrumento que hemos inventado
para hacer más convenientes y eficientes los intercambios de satisfactores que realizamos en-
tre los seres humanos. Intercambios de cosas que sí valen por sí mismas y que tienen valor
intrínseco.
El dinero es propiedad de todos. Es propiedad de la nación. Es propiedad de toda la socie-
dad. Es propiedad de la gente en conjunto. No es un bien. No se debe vender, ni alquilar. Por
esa razón la actividad de prestamista debería ser ilegal y solo debería ser realizada por la so-
ciedad en conjunto, a través de su organización representativa, un banco nacional. El merca-
do de dinero y las operaciones bursátiles, por la misma razón, también deberían detenerse y
no hacerse más. Solo a través de un banco nacional, el gobierno puede, y debe, “prestar” di-
nero con intereses. Ninguna persona debería poder prestar dinero, con o sin intereses. Al co-
brar intereses, ya no están prestando el dinero, lo están vendiendo, y nadie debe poder vender
dinero, ni a crédito ni al contado.

EL DINERO EN LA BIBLIA
El dinero y su significado lo consideramos hoy como algo natural y hasta necesario, indis-
pensable. Es cierto que el dinero es una de las invenciones más ingeniosas que el hombre
haya tenido, pero es quizá debido precisamente al ingenio que se necesitó para crearlo, que
muchos de nosotros no entendemos lo que realmente es, ni cómo es que funciona. El dinero
está hondamente arraigado en nuestra mente, en nuestra psique, y en todo lo que hacemos y
pensamos.
Tanto es el arraigo del dinero en nuestros pensamientos que tenemos la idea de que, si no
lo tenemos, somos pobres. Algo en nosotros se arremolina ante la incomodidad de sentir que

— 64 —
NUESTRA ECONOMÍA

hay algo que no es cierto en eso. A pesar de tal incomodidad, como sea, no atinamos a saber
con claridad qué es lo que está mal. Algo nos dice que el dinero no es lo que “debería” im-
portar, pero luego vemos a nuestro alrededor y vemos que sí importa, y mucho. Esa incomo-
didad que en nuestro interior sentimos, es la verdad hablándonos al oído. Hay algo dentro de
nosotros que nos habla en voz baja y trata de decirnos que el dinero no importa, y aun cuan-
do la escuchemos, no alcanzamos a escuchar que nos diga cómo zafarnos de eso.
El adoctrinamiento que hemos recibido es simplemente así de fuerte. Durante toda nuestra
vida se nos ha dicho que el dinero es importante, y que es necesario, y que es universal. No
solamente se nos repite eso en la escuela y en el trabajo, o en los negocios que hagamos.
También se nos repite lo mismo hasta en la religión.
La religión más dominante en México es la católica, seguida de cerca, creo, por las cris-
tianas protestantes. Por favor, no te sientas mal si mi afirmación no es exacta. En realidad, no
es mi intención debatir aquí las definiciones o particularidades de una religión con respecto a
otra. Me estoy tratando de referir a todas las religiones en general y estoy tratando de decir
que, de todas ellas, las más populares en México son las que se basan en alguna modalidad
de la Biblia, para apoyar sus pensamientos y sentimientos.
Estoy tratando de explicar que el dinero está tan arraigado en nuestro interior que incluso
en la Biblia se habla de su manejo como si fuera algo natural. Hay una historia dentro de la
Biblia que llama mi atención porque me servirá para ejemplificar algo de lo que estoy tratan-
do de decirte. Me refiero a los capítulos en el libro de Génesis, desde el 41 hasta el 47.
Para que no tengas que molestarte en consultar una Biblia te voy a narrar un resumen de
la historia a la que me refiero. Es una historia pintoresca. Vale la pena leerla toda para enten-
der lo que voy a decirte después, pero si ya te la sabes te la puedes saltar. De nuevo, te repito
que respeto profundamente tus inclinaciones religiosas y si cito un texto cristiano en este li-
bro y no uno judío o musulmán, o cualquier otro, es tan solo porque aquí en México la ma-
yoría de la gente está familiarizada con la Biblia y no con algún otro libro. Aclarado el pun-
to, aquí te va la historia.[8]
El faraón de Egipto tuvo un sueño. En su sueño veía que estaba junto a un río y que del
río subían siete vacas, hermosas a la vista, muy gordas, y pastaban en el prado. Tras ellas
subían del río otras siete vacas de feo aspecto, enjutas de carne, y se pararon cerca de las
vacas hermosas a la orilla del río. Las vacas feas devoraban a las siete vacas hermosas. El
faraón despertó y se durmió de nuevo. Tuvo un segundo sueño. Siete espigas llenas y hermo-
sas crecían de una sola caña. Después de ellas salían otras siete espigas menudas y abati-
das por el viento seco y caliente. Las siete espigas menudas devoraban a las siete espigas
hermosas. El faraón despertó nuevamente y se dio cuenta que era solo un sueño. Pero esta-
ba preocupado e hizo llamar a los magos de Egipto y a todos sus sabios. El faraón les contó
sus sueños, pero no hubo quien se los pudiese interpretar.

8 Obtenida de bibliaenlinea.org el 16 de marzo de 2016.

— 65 —
PRIMERA PARTE

—Recién recuerdo algunas faltas que cometí— dijo de repente el jefe de los coperos. —
Cuando Faraón se enojó con nosotros, nos arrojó a la prisión de la casa del capitán de la
guardia a mí y al jefe de los panaderos. Él y yo tuvimos allí un sueño esa misma noche y
cada uno significaba algo diferente. Allí con nosotros estaba también un joven hebreo, sier-
vo del capitán de la guardia. Le contamos el sueño y él nos interpretó nuestros sueños. A
cada uno nos dijo lo que significaba. Las cosas sucedieron tal y como nos lo dijo. Yo fui res-
tablecido en mi puesto y el otro fue colgado.
Después de eso el faraón mandó traer a José. Lo sacaron apresuradamente de la cárcel,
se afeitó, se puso ropa limpia y se presentó ante el faraón.
—He tenido un sueño— le dijo el faraón a José, —y no hay quien haya podido interpre-
tarlo. Pero he escuchado que tú oyes sueños para interpretarlos.
—En realidad no seré yo sino Dios el que haga la interpretación— contestó José.
—En mi sueño me parecía que estaba a la orilla del río— le narró el faraón. —Del río
subían siete vacas de gruesas carnes y hermosa apariencia, que pastaban en el prado. Otras
siete vacas subían después de ellas, flacas y de muy feo aspecto. Tan cansadas que no he
visto otras tan feas en toda la tierra de Egipto. Y las feas se comían a las gordas. Pero no
parecía que se las hubieran comido porque seguían igual de flacas. Luego desperté y volví a
dormir. Soñé entonces que siete espigas crecían en una misma caña, llenas y hermosas.
Otras siete espigas delgadas, marchitas, abatidas por el viento, crecían después de ellas.
Las espigas menudas devoraban a las siete espigas hermosas. Lo he contado a los magos,
pero no hay quién lo interprete.
—El sueño de Faraón es uno mismo, señor— respondió José al faraón. —Dios le ha mos-
trado lo que va a suceder. Las siete vacas hermosas son siete años, y las espigas hermosas
son también siete años. El sueño es el mismo. También las siete vacas flacas y feas que su-
bían tras ellas, son siete años. Las siete espigas menudas y marchitas serán siete años de
hambre. Vendrán siete años de abundancia en todo Egipto y tras ellos seguirán siete años de
hambre y toda la abundancia será olvidada. El hambre consumirá la tierra y aquella abun-
dancia no se recordará a causa del hambre, la cual será gravísima.
—Faraón soñó dos veces lo mismo— continuó José. —Eso significa que la cosa es firme
de parte de Dios y que se apresura a hacerla. Le aconsejo que se busque un hombre pruden-
te y sabio y lo ponga a cargo de la agricultura de Egipto. Ponga gobernadores en todo el
país y cobre como impuesto la quinta parte de todas las cosechas durante los siete años de
abundancia. Junte todo lo reunido durante esos buenos años, y junto con el trigo que se usa
para mantenimiento de las ciudades, guárdenlo, para los siete años de hambre. El país así
no perecerá de hambre.
La versión de José convenció al faraón y a los demás.
—¿Hallaremos a otro hombre como este?— preguntó el faraón. —Si Dios te ha hecho sa-
ber todo esto entonces no hay alguien más sabio que tú. Vivirás en mi casa y gobernarás a

— 66 —
NUESTRA ECONOMÍA

todo mi pueblo. Solamente en el trono yo estaré por arriba de ti. Te pongo al mando de toda
la tierra de Egipto.
El faraón se quitó el anillo y se lo puso a José. Lo hizo vestir ropa de lino finísimo y le
puso un collar de oro al cuello. Lo hizo subir en su segundo carro y pregonaron delante de
él: ¡Hínquense!
—Yo soy Faraón y nadie en Egipto hará nada que no les digas tú.
El faraón le cambió el nombre a Zafnatpanea y le dio por mujer a Asenat, hija de Potife-
ra, sacerdote de On.
José viajó por todo Egipto a partir de entonces. En aquellos siete años de abundancia la
tierra produjo a montones. Reunió el alimento de los siete años de abundancia. Guardó ali-
mento en las ciudades, poniendo en cada ciudad el alimento del campo a sus alrededores.
Recogió el trigo como arena en el mar. Era extremadamente mucha, hasta no poderse con-
tar.
José tuvo dos hijos antes de que viniera el primer año de hambre. Al primero lo llamó
Manasés y al segundo Efraín. Así transcurrieron los siete años de abundancia y comenzaron
a llegar los siete años de hambre. Como José había dicho, hubo hambre en todos los países,
excepto en Egipto. Pero cuando también en Egipto se comenzó a sentir el hambre, el pueblo
clamó a Faraón por pan y el faraón los envió con José.
—Vayan con José y hagan lo que él les diga.
El hambre estaba por todo el país. Entonces, abrió José todos los graneros y comenzó a
vender el trigo a los egipcios. De todas partes venían a comprarle a José, porque en todas
partes había hambre.
Mientras tanto, en Canaán, Jacob se enteró que en Egipto había alimentos y envió a diez
hermanos de José a comprar trigo. José era el señor de la tierra. Era quien les vendía a to-
dos los pueblos de la tierra. Muchos llegaban de todas partes porque había mucha hambre
por doquier. Los hermanos llegaron entre la muchedumbre. Cuando llegaron los hermanos a
comprar, no lo reconocieron, pero él sí los reconoció a ellos. Los hermanos, al verlo, se in-
clinaron con sus rostros en el suelo.
—¿De dónde vienen?— les preguntó José ásperamente, fingiendo no conocerlos.
—Venimos de Canaán, a comprar alimentos.
José recordó los sueños que había tenido y les dijo:
—Ustedes son espías. Han venido a ver por dónde atacarnos.
—No señor, somos tus siervos. Hemos venido a comprar alimentos— respondieron los
hermanos. —Somos hombres honrados. Jamás hemos sido espías.
—No. Han venido a espiar.

— 67 —
PRIMERA PARTE

—Somos doce hermanos de Canaán. El menor se quedó con nuestro padre y el otro no
aparece.
—Digo que son espías y les pondré una prueba. No saldrán de aquí hasta que venga su
hermano menor. Uno de ustedes vaya a traerlo. Los otros esperarán en la cárcel. Si no vuel-
ve al que envíen, entonces serán espías.
José les hizo un par de pruebas más y finalmente les hizo saber que él era su hermano, al
que habían vendido a los egipcios. Les ofreció darles transporte para que trajeran a su pa-
dre Israel y a toda su familia, junto con todas sus pertenencias. Le ofreció instalarlos en
Egipto, en la tierra de Gosén. Finalmente, José preparó su carro y fue a Gosén a recibir a
su padre Israel. Cuando lo vio, lo abrazó y lloró largamente.
—Ya puedo morir en paz— dijo Israel. —Ya he visto tu rostro y sé que aún vives.
—Iré a ver a Faraón— dijo José. —Le haré saber que han venido a verme mis hermanos
y mi padre desde Canaán.
José le presentó al faraón a sus hermanos y a su padre. El faraón le permitió que les
ofreciera la mejor de las tierras en Gosén y les dio la bienvenida. José le dio la mejor de las
tierras y alimentó a su padre y a sus hermanos y a todos los familiares que venían con ellos.
No había pan en toda la tierra, y el hambre era muy grave, por lo que la gente en Egipto
y en Canaán desfallecía de hambre. José siguió vendiendo alimentos a las personas de
Egipto y de Canaán, y metió todo el dinero en la casa del faraón.
El dinero en Egipto y en Canaán se acabó y la gente se quejó con José.
—Danos pan. ¿Por qué moriremos delante de ti, solo porque se ha acabado el dinero?
—Si el dinero se ha acabado, denme sus ganados y yo se los cambiaré por alimentos—
les contestó José.
La gente le trajo su ganado y José les dio alimentos a cambio de sus caballos, sus ovejas,
sus vacas, y los asnos. Aquel año les proporcionó pan a cambio de todo su ganado. Pero
acabado aquel año, vinieron a él el segundo año.
—No ocultamos a nuestro señor que el dinero realmente se ha acabado. También el gana-
do es ya de nuestro señor. Nada ha quedado delante de nuestro señor sino nuestros cuerpos
y nuestra tierra. ¿Por qué moriremos delante de tus ojos, como está muriendo nuestra tie-
rra? Cómpranos a nosotros y a nuestra tierra por pan, y seremos nosotros y nuestra tierra
siervos de Faraón, y danos semillas para que podamos vivir y no muramos, y para que no
sea asolada la tierra.
Entonces, José compró toda la tierra de Egipto para el faraón. Los egipcios vendieron
cada uno sus tierras, porque se agravó el hambre también sobre ellos. Así la tierra vino a
ser propiedad del faraón. Al pueblo lo hizo pasarse a las ciudades, desde un extremo al otro
del territorio de Egipto. Solamente la tierra de los sacerdotes no compró, por cuanto los

— 68 —
NUESTRA ECONOMÍA

sacerdotes tenían ración del faraón, y ellos comían la ración que el faraón les daba. Por eso
no vendieron su tierra.
—Hoy los he comprado a ustedes y a su tierra para el faraón.— les dijo José. — Aquí
hay semilla. Siembren la tierra. De lo que produzcan darán la quinta parte al faraón y el
resto será suyo para volver a sembrar y para ustedes y sus familias.
—Nos has dado la vida— respondieron. —Seremos siervos del Faraón—.
José entonces puso por ley que desde entonces se otorgara la quinta parte al Faraón,
como impuesto, exceptuando lo que se produjera en la tierra de los sacerdotes. Así fue como
Israel llegó a vivir a Egipto en la tierra de Gosén. Tomaron posesión de ella, y se aumenta-
ron, y se multiplicaron en gran manera.
La primera vez que leí esta historia, la verdad no puse mucha atención. Quizá porque en
aquella ocasión me la hicieron leer queriéndome explicar la nobleza de José y la forma como
los hebreos llegaron a Egipto. Todo eso estaba bien, creo. Pero no me había dado cuenta,
sino hasta ahora que me he dado a investigar lo que la verdadera economía es, de lo que José
realmente hizo y lo revelador que eso resulta ser por cuanto refleja lo enraizada que tenemos
la idea del dinero y la forma como lo manejamos. Esta historia deja totalmente claro el hecho
de que, desde hace más de cinco mil años, el dinero ya se usaba como instrumento para apo-
derarse de la economía de un país.
Esto que te digo es muy importante. El dinero nunca debió ser usado para secuestrar la
economía, sino para apoyarla, para hacerla más dinámica, más eficiente, más eficaz.
José y el faraón tuvieron información privilegiada que no hicieron llegar a la gente. Se le
quitó a la gente una parte de lo que produjeron durante siete años consecutivos y se acaparó
esa producción. Después, cuando hubo escasez, esa producción acaparada no se devolvió a
sus propietarios como un ahorro, sino que se les intercambió por todo lo que tenían. Mas
aún, después de dejarlos sin cosa alguna, se les aceptó su capacidad de trabajo como si fuera
una mercancía más, y así se les redujo a la condición de esclavos. No tenían opción. Obvia-
mente no tenían la capacidad de tomar lo que por derecho natural era suyo. La maniobra de
prepararse para la época de escasez es muy buena y beneficiosa. Lo que no es bueno es no
distribuir el beneficio de la previsión. Igual hubiera sido, para los productores, el no haber
contribuido con una parte de su producción durante los años de abundancia. De cualquier
forma, su destino final hubiera sido trabajar para sobrevivir.
Podría yo decirte que, afortunadamente, vivimos en México bajo un régimen democrático
y no uno monárquico, tipo faraónico. Aunque, la verdad… mmmm, pues no le veo muchas
diferencias, déjame decirte. Yo veo que en México no tenemos industrias propias, por lo tan-
to, todo, casi todo, lo importamos. Sí producimos una que otra cosa, pero el grueso de los sa-
tisfactores que necesitamos para vivir como vivimos, son de importación.
Todo eso que importamos, que es todo, lo tenemos que pagar con dólares estadouniden-
ses. ¿Y de dónde sacamos los dólares estadounidenses para pagar todo lo que importamos,

— 69 —
PRIMERA PARTE

que es todo? Bueno, pues lo obtenemos exportando. ¿Sí? Claro que sí. Y ¿qué es lo que ex-
portamos si acabamos de decir que no producimos nada? Bueno, pues, hay básicamente cua-
tro fuentes de dólares que tenemos como país: las exportaciones de petróleo, las remesas de
todos los millones de mexicanos que trabajan en Estados Unidos, la mano de obra que traba-
ja en los millones de empresas extranjeras en México y, por último, cuando todo eso falla, el
dinero en dólares estadounidenses que nos prestan los bancos extranjeros… los cuales ope-
ran en México.
Yo lo que veo es que no producimos nada y todo lo importamos, y para pagar todo eso te-
nemos que vendernos como esclavos, a cambio de un salario que no alcanza más que para
sobrevivir. Y ahora te pregunto: ¿no es acaso esa la misma situación de las personas del
cuento bíblico? ¿No se quedaron sin nada hasta el punto en el que tuvieron que vender sus
cuerpos? ¿Cuál es la diferencia real entre las personas en la historia bíblica y la realidad en la
que vivimos en México? Yo la verdad, no la veo. Bueno, no es cierto. Sí veo una diferencia.
En el caso de la historia bíblica, la carencia de alimentos tuvo un origen natural y era transi-
toria. En nuestro caso nosotros dejamos que nos lo hicieran y no es una situación transitoria,
sino sistémica y, por lo tanto, permanente.
¿Cómo la resolvemos? ¿Cómo impedimos que la forma como manejamos el dinero nos
siga hundiendo más y más? En primer lugar, te sugiero que sigas leyendo este libro y no lo
cierres. Leerlo te hará entender muchas verdades que antes no veías. Eso te preparará para
que se te desarrolle una especie de vista de rayos X con la que podrás ver las falacias ence-
rradas en la información que te llega de todas partes todos los días. Pero lo mejor, es que esa
nueva educación te facultará para comprender las propuestas planteadas en este mismo libro,
en la Tercera Parte.

La Creación de Dinero
El sistema bancario y monetario que usamos actualmente en México —y en muchos otros
países— permite a los bancos privados producir dinero[9]. Esto muy pocas personas lo saben,
quizá porque muy pocas se hacen la pregunta. El nombre del Banco de México aparece con
letras grandes en todos los billetes y eso hace pensar a la gente que todo el dinero lo produce
ese banco. Las cosas son bastante distintas.
Los bancos privados pueden prestar más dinero del que tienen y eso es legal en México[10,
11]
. El Banco de México obliga a los bancos privados a mantener una cantidad mínima de di-
nero que se determina por medio de un porcentaje de lo que les permite prestar a la gente.
Por ejemplo, el Banco de México le dice a un banco privado: puedes prestar 200 millones,
pero el 10% de eso me lo debes depositar en una cuenta a tu nombre.

9 Frosty Sigurjonsson, Monetary Reform, a Better Monetary System for Iceland, How Commercial Banks Create Money,
pags. 20-24. Edición 1.0, marzo de 2015, Reikiavik, Islandia.
10 Juan Ramirez Marín, Banco de México, Quorum Legislativo, 30 de septiembre de 1994. Página 199. Obtenido en el
portal de la Cámara de Diputados, diputados.gob.mx el 12 de abril de 2015
11 G. Esteva, D. Barkin, Inflación y Democracia, el Caso de México, Siglo XXI Editores, 7 ma edición, México, pag.
143

— 70 —
NUESTRA ECONOMÍA

El banco privado solo debe mantener en el Banco de México 20 millones que le haya de-
positado la gente, pero los 180 millones restantes no necesita tenerlos. Esos 180 millones son
los que presta a la gente, con un interés, claro.
Imagina que llegas a ese banco y solicitas un préstamo por 1 millón de pesos. El banco te
los presta y los descuenta de esos 180 millones, quedándole solamente 179 millones.
Todo parece estar más o menos bien, pero si observas con cuidado te podrás dar cuenta
que el banco privado en realidad nunca tuvo los 180 millones que está prestando a la gente.
Por lo mismo, nunca en realidad te dio 1 millón de pesos. Solo te dijo que los tenías, escri-
biendo esa cantidad en tu estado de cuenta.
Sin embargo, tú sí tienes que ponerte a trabajar para pagarle al banco los intereses del
préstamo de un millón ya que, a diferencia de él, tú no puedes crear dinero de la nada. Esos
intereses que cobra el banco privado, menos los intereses que pague, serán su ganancia.
A ese movimiento de prestidigitación monetaria que realizan los bancos privados para
crear dinero de la nada se le conoce como “creación secundaria”.[12]
La creación secundaria de dinero nos parece inofensiva porque nadie habla de ella, pero la
verdad es contraria. Durante el año 2015 los bancos privados comerciales obtuvieron un in-
greso por intereses de 474,524 millones de pesos[13] lo cual se parece mucho a los 497,695
millones de pesos presupuestados para todo el Instituto Mexicano del Seguro Social[14] para
ese mismo año y casi el doble de todas las pensiones y jubilaciones en el país, las cuales su-
man solamente 287,397 millones[15].
Si los bancos comerciales tuvieron esos ingresos por intereses, significa que la cantidad
de dinero que prestaron fue varias veces superior. La cifra de lo que la banca comercial había
prestado al cierre del año 2015 fue de 7.7 billones de pesos[16], lo cual es casi 70% más que
los 4.6 billones del total del presupuesto de toda la nación.
Dicho de otra forma, el total de dinero que la banca comercial creó de la nada fue de al
menos 7.7 billones de pesos. ¿Qué te parece eso?
El punto aquí, es que todo ese dinero pudo haberse creado de forma gratuita si hubiera
sido entregado directamente a las mismas personas directamente por el Banco de México, sin
utilizar intermediarios. Nos hubiéramos ahorrado una cantidad de dinero equivalente a todo
el presupuesto anual del IMSS. En otras palabras, si la banca comercial privada no existiera,

12 Te recomiendo que leas la excelente publicación del Dr. Juan Ramírez Marín, Banco de México (BANXICO),
Quorum Legislativo, para una explicación más detallada. Ramírez Marín es Doctor en Derecho, Director de Estudios e
Investigación del CEDIP, miembro nivel 1 del Sistema Nacional de Investigación, y catedrático del Tecnológico de
Monterrey, Campus Ciudad de México.
13 Estado de Resultados Financieros al Cierre de 2015 de la Banca Múltiple, Ingresos por Intereses. Reporte de la
Comisión Nacional Bancaria y de Valores. Obtenido de cnbv.gob.mx el 30 de septiembre de 2016.
14 Presupuesto de Egresos de la Federación para el Ejercicio Fiscal 2015. Cámara de Diputados del H. Congreso de la
Unión. Diario Oficial de la Federación del 3 de diciembre de 2014.
15 Ibid.
16 Boletín Estadístico, Banca Múltiple, diciembre de 2015. Comisión Nacional Bancaria y de Valores de la Secretaría de
Hacienda y Crédito Público. Obtenido de cnvb.gob.mx el 30 de septiembre de 2016.

— 71 —
PRIMERA PARTE

todo el dinero que pedimos prestado sería totalmente gratuito, o bien, todas las cuotas del
IMSS podrían haberse derogado.
Cualquiera de estas dos cosas anteriores hubiera ayudado muchísimo a toda la gente y a
todas las empresas en México.
Para comenzar a extender las capacidades del Banco de México se pueden hacer varias
cosas. Una de ellas sería la de volver a darle impulso a la Banca de Desarrollo, pero en sus
condiciones originales. Actualmente, dicha banca existe, pero cada vez más adopta interme-
diarios privados, quienes cobran intereses con fines de lucro. Otra forma de hacerlo sería ini-
ciando cadenas de bancos privados, pero sin fines de lucro. Algo parecido a las sociedades
civiles, pero con actividades financieras.
Esta última opción no es nada nuevo en otros países. Incluso nuestros vecinos del norte
tienen un buen ejemplo de esto con el Bank of North Dakota, el cual es el único banco en Es-
tados Unidos que es propiedad del gobierno[17, 18, 19, 20]. En México podría hacerse algo idénti-
co por cualquier gobierno estatal para obtener los mismos beneficios. Claramente competiría
contra los bancos privados con fines de lucro, pero, después de todo ¿qué hay de malo en
ello? ¿No somos acaso una nación de libre competencia? Por supuesto que sí.

Las Criptomonedas
Más o menos desde 2009 se ha comenzado a dar un fenómeno social novedoso e intere-
sante. La gente ha comenzado a crear dinero por sí misma. Cada vez más y más personas en
el mundo se están dando cuenta que los bancos crean dinero de la nada y lo hacen solamente
ingresando un número en una computadora, diciendo que ese número representa la cantidad
de dinero nuevo que recién han creado. No solo eso. Los bancos lo hacen sin la supervisión
de nadie. El número que decidan ingresar para crear dinero de la nada es su entera y libre de-
cisión. No le rinden cuentas ni al congreso ni al presidente ni a nadie más que a ellos mismos
y su conciencia.
Algunas personas, viendo esto, decidieron hacer lo mismo y en una computadora elabora-
ron un programa que genera dinero. Algo muy parecido a la forma como lo hace un juego de
video. Si has jugado Minecraft[21], seguramente entenderás de lo que estoy hablando.
Al dinero creado por la gente usando programas de computación se le conoce como crip-
tomoneda. Ese nombre extraño se debe a que, a diferencia de los bancos, y de forma similar

17 Te invito a consultar la excelente obra The Web of Debt, de Ellen Hodgson Brown, Third Millennium Press, 4 ta
edición, marzo de 2010, ISBN 978-0-9795605-8-0, para obtener una extensa explicación de las políticas bancarias en
Estados Unidos. En alguna obra posterior espero poder presentar un análisis específico y más amplio acerca de las
políticas bancarias y el monetarismo en México.
18 ILSR Admin, Public Banks: Bank of North Dakota, 2 de julio de 2015. Obtenido de ilsr.org/rule/bank-of-north-
dakota-2/ el 27 de agosto de 2016.
19 Public Banking Institute, Ellen Brown on the Bank of North Dakota and the Federal Reserve, 2012. Obtenido de
rchive.org/details/Q2Ellen20a12, el 18 de junio de 2016.
20 Bank Of North Dakota: America’s Only ‘Socialist’ Bank Is Thriving During Downturn, Huffington Post, 18 de abril de
2010. Obtenido de huffingtonpost.com/2010/02/16/bank-of-north-dakotasocia_n_463522.html el 14 de abril de 2015.
21 Markus Persson, Minecraft, 2009, video juego, Suecia.

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NUESTRA ECONOMÍA

a los juegos de video, la gente está intentando ponerle límites a la cantidad de dinero que se
puede crear. Los bancos producen dinero a diestra y siniestra y eso se supone que ha provo-
cado muchos problemas económicos en el mundo, así que la gente, en una forma de decir
“basta”, está intentando inventar otras formas de crear dinero. Debido a que ya la gente no
tiene nada de confianza en los políticos ni en los banqueros, ha decidido recurrir a las máqui-
nas para que ellas decidan cuánto dinero se puede crear.
Sabemos que las máquinas no son inteligentes. Bueno, no exactamente. En realidad, ya
estamos creando máquinas que tienen inteligencia propia y ellas a su vez, están creando má-
quinas que son más inteligentes que ellas. Esto que digo no es ciencia ficción. He participado
en algunos de esos proyectos y créeme si te digo que los resultados lo ponen a uno al menos
a reflexionar. Pero volviendo al tema, para que una máquina decida cuánto dinero va a per-
mitir que un ser humano produzca, debe dársele la capacidad de decidir y para tomar esa de-
cisión debe seguir ciertos razonamientos. Todo eso se le da a la máquina en forma de un pro-
grama de computadora. El programa tiene ciertas condiciones que si se cumplen el humano
podrá entonces crear una cierta cantidad de dinero, pero solo esa y no más.
Como es bien sabido, los seres humanos somos ambiciosos y siempre queremos más. De-
bido a ello, es de esperarse que aquellas personas que estén usando el programa en sus com-
putadoras (o en sus teléfonos celulares) van a intentar burlar al programa para que les permi-
ta crear más y más dinero. Para controlar eso, a dichos programas se les han incluido una se-
rie de claves secretas extremadamente difíciles de adivinar. Las claves están escritas en una
forma muy difícil de descifrar y por lo mismo se dice que son criptográficas. En griego: crip-
tos grafos. En español: escritura oculta.
En los últimos cinco o seis años, la gente alrededor del mundo ha creado muchas mone-
das criptográficas, o criptomonedas. Algunas que te puedo mencionar son Monero, Aurora-
coin, Dash, Ethereum, Digitalnote, Dogecoin, Bitcoin, Blackcoin, Mazacoin, Titcoin, y mu-
chísimas más. De todas ellas, quizá la más mencionada últimamente sea Bitcoin.
Los aparentes beneficios de esta forma de creación de dinero se basan en el supuesto de
que no se desea tener la creación de dinero dependiente de personas que pudieran decidir, en
un momento dado, crear demasiado dinero y con ello motivar no solo la inflación sino la co-
rrupción que tanto nos aqueja. Tú sabes, si le das el poder a alguien de que imprima todo el
dinero nuevo que quiera, hará uso de ese poder e imprimirá dinero nuevo sin parar. Así de fá-
cil es la vida para los banqueros que están encargados de la creación de dinero.
Si estás pensando que eso solo sucede aquí en México, estás muy equivocado. De hecho,
en México es uno de los países en donde mejor control se tiene de eso, aunque te parezca ex-
traño. En Estados Unidos es muchísimo peor. Casi me atrevería a decir que es allí en donde
radica el peor problema en el mundo en cuanto a la creación de dinero de la nada, solamente
porque se reunieron un grupo de personas y decidieron crearlo. Así de fácil sucede allá. Se
reúnen los dueños de los bancos más importantes y deciden si imprimirán más dinero ese día
o no. Y si crees que esos trillones de dólares que crean cada año se los entregan a la gente,

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PRIMERA PARTE

también estás equivocado. Por supuesto que se quedan con todo ese dinero para ellos mis-
mos. No necesitan siquiera fabricarlo en papel. Basta apretar un botón en una computadora y
listo. Ya está.
Si estás pensando que ese problema en Estados Unidos no tiene que ver con nosotros, me
rompe el corazón volverte a decir que estás equivocado también en eso. Nuestra moneda, y
la de muchos países en el mundo, está sujeta al valor del dólar estadounidense. Nuestro peso
depende del valor del dólar. Solo mira a tu alrededor. Trata de detectar qué cosas se han pro-
ducido en México por compañías mexicanas. Si te es difícil detectar algo, no te sientas cul-
pable. No es que necesites lentes. La dificultad está en que no producimos prácticamente
nada.
De todo lo que usamos y consumimos en México, no producimos nada, o casi nada, que
no es lo mismo, pero es igual. Todo es de importación. Todo viene de otros países. ¡Y adivi-
na con qué pagamos todas esas lindas cosas! Bingo: con dólares estadounidenses. Por eso es
que son tan importantes para nosotros las remesas de dinero que envían todos aquellos mexi-
canos que se han ido a trabajar a Estados Unidos y la venta de petróleo, y la venta de mano
de obra a las fábricas de compañías extranjeras. Todas esas son fuentes de dólares que nece-
sitamos para pagar todo lo que importamos.
Pero volviendo una vez más al tema, si observamos con detalle la forma como el dinero
se crea por los bancos, o por el gobierno, en realidad nada de distinto tiene con la forma de
crearlo con un programa encriptado, como el que crea Bitcoins, o cualquier otra moneda en-
criptada.
Originalmente se les acusó de ser ilegales y en algunos lugares se prohibió su uso. En mi
opinión personal, creo que la prohibición misma fue en parte la que promovió su uso debido
a la desconfianza que la gente tiene por las medidas que toman los gobiernos en los temas
económicos. Es como si la gente pensara, “si el gobierno lo prohíbe, es porque seguramente
es bueno para la gente”.
Lo que sucedió al final de cuentas fue que, en un período muy breve, en apenas unos me-
ses, el valor de las criptomonedas comenzó a variar. El Bitcoin subió su valor de intercambio
y se multiplicó miles de veces. Después, en otros pocos meses, bajó de valor a una tercera
parte. Esa no es una oscilación natural. Es una oscilación “empujada” por las personas que
invirtieron en Bitcoins.
El problema de fondo no es que la moneda sea encriptada o no, o que la produzca una má-
quina o no. El problema de las criptomonedas es que se pueden comprar y vender. Eso
es lo que destruye el valor de una moneda. Al permitir que una moneda se compre y se ven-
da, se convierte en un artículo de consumo en sí misma e instantáneamente su valor pasa a
estar sujeto a los efectos de la oferta y la demanda. Eso, aunado al hecho de que se permite
que cualquier persona pueda guardar la cantidad que quiera de dinero, basándose en la idea
de que el dinero es de quien lo posee, produce una fluctuación sin control posible en su valor
de intercambio.

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NUESTRA ECONOMÍA

Si alguien acumula maíz, puede lograr que este suba de precio, y después, al venderlo, ob-
tendrá ganancias superiores. Esta práctica de “acaparamiento” se considera un delito en va-
rios países, en relación con algunos productos, por esa misma razón. Entre más vital es algo
para la supervivencia del ser humano, más importante es que nadie trate de acaparar una
cantidad importante de eso, ya que el daño que se provoca a la sociedad es tanto más grave
cuanto más dicha sociedad dependa de eso.
Si tuvieras la capacidad de acaparar todo el maíz en México, producirías mucho más daño
a todos, que si acapararas todas las pinturas para las uñas. Recuerda que el valor de las cosas
se lo damos nosotros. Somos nosotros, los seres humanos, quienes decimos qué tan impor-
tante es algo para nosotros o no. Entre más importancia le damos a algo, más valor tiene. Ni
qué decir si acaparas toda el agua, o todo el aire, o toda la tierra, o toda la energía.
Esta misma lógica se puede aplicar al dinero porque permitimos que se maneje como si
fuera un producto. Lo compramos, lo vendemos, lo almacenamos, lo transportamos, lo aca-
paramos, lo reciclamos, lo desperdiciamos, lo intercambiamos, lo rentamos, lo desgastamos,
y hasta lo lavamos. Por lo tanto, entre todos empujamos su valor hacia arriba o hacia abajo,
igual que sucede con cualquier otro producto. Pero es precisamente en ese hecho en donde se
esconde la falta de control que tenemos del valor de intercambio del dinero.
Si el dinero deja de estar a la venta, si deja de poderse guardar, entonces ninguno de noso-
tros, ni siquiera entre todos juntos, podremos afectar su valor de intercambio. Si además de
eso, el dinero dejamos de considerarlo como un valor circulante, y en cambio lo comenza-
mos a considerar estrictamente como un instrumento de intercambio reconocido por mutuo
acuerdo dentro de nuestro país, entonces tal instrumento quedará restringido a realizar espe-
cíficamente solo ese papel.
El Bitcoin fue una idea medianamente buena y debo confesar que yo también me entu-
siasmé, pero luego comencé a razonar acerca del asunto y me di cuenta de que al final de
cuentas sufriría la misma suerte que cualquier otra moneda que se puede comprar y vender, y
así fue. Restringir su producción es también una idea miope, ya que no toma en cuenta que
debe haber una cantidad suficiente de dinero circulando y disponible para que todas las per-
sonas que necesiten realizar una transacción de objetos —de productos con valor real—,
puedan hacerlo.
Obviamente, aquellas personas que “compraron” Bitcoins celebraron enormes ganancias.
Dichas ganancias las obtuvieron cuando intercambiaron sus Bitcoins por dólares, o por cual-
quier otra moneda. Ellas ganaron dinero, mucho dinero, pero la economía social no mejoró
ni un centavo por eso que hicieron. Mientras esas personas podían celebrar, el resto del mun-
do tuvo que permanecer solo mirando cómo una buena idea se convirtió en una mala idea
por alguna razón que no alcanzaban a comprender del todo.
Una moneda, para que pueda realizar la función de respaldar un intercambio comercial,
debe estar avalada por el que compra y por el que vende. Eso se entiende. Pero no solo eso.
La moneda debe ser capaz de mantener su valor entre una transacción y otra. Si esto último

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PRIMERA PARTE

tampoco es posible, entonces cuando menos debe existir un ente regulador que haga la con-
versión de la moneda a la misma moneda basándose en su nuevo valor de intercambio. Si yo
recibo 100 pesos al vender un producto, y al día siguiente esos 100 pesos valen solo 80 pe-
sos, entonces debe existir un agente regulador que me entregue los 20 pesos faltantes. Solo
así el dinero que recibí mantendrá su valor de intercambio original. Cualquier cosa que haga-
mos diferente producirá inmediatamente un efecto de compraventa de dinero.
Este asunto del agente regulador es lo que algunas personas han sugerido, pero este razo-
namiento también tiene una falla grave. Si el agente regulador se va a dedicar a reponer el
valor que el dinero va perdiendo en cada transacción, entonces tendrá que producir y produ-
cir dinero cada vez en cantidades más grandes ya que conforme la gente vaya mejorando su
economía individual, sus transacciones comerciales serán más y más frecuentes y serán por
cantidades más grandes cada vez. Al final de cuentas habrá tanto dinero circulando que los
altibajos de su valor de intercambio afectarán cada vez a más personas de una forma cada
vez más grave. No es lo mismo que yo tenga 10 pesos y pierda uno, a que tenga 10 millones
y pierda 1 millón. Es el mismo porcentaje de pérdida en ambos casos, pero el segundo caso
es un millón de veces más alto que el primero.
La única forma segura de que el dinero no se deprecie, ni que tampoco suba su valor,
es que no se pueda vender ni comprar. La única forma de mantener su “valor” estable es
que no se convierta en un artículo mercantil. Dicho de otra forma, la única forma de que el
dinero no cambie de valor es que no tenga precio por principio de cuentas.
Por otra parte, el dinero debe siempre estar disponible cuando se necesite. Los precios
variarán de cualquier forma, ya que la variación en los precios depende de la oferta y la de-
manda y de otros factores como preferencias personales, modas, clima, etcétera. Incluso la
variación puede llegar a ser mucha. Si un mal clima arruina una cosecha grande de algún ali-
mento, este subirá de precio muy rápido y subirá mucho porque comenzará a escasear y la
demanda no bajará. De hecho, cuando sabemos que algo va a escasear provocamos que la
demanda suba de repente de forma anormal ya que todos nos lanzamos a comprar, antes de
que se acabe. Eso lo vamos a seguir haciendo siempre. Así somos los seres humanos.
Pero si a ese sube y baja natural de las cosas le sumamos el sube y baja del valor del dine-
ro las cosas se tornan impredeciblemente variables, e irremediablemente sujetan su valor a la
voluntad de aquellos que controlan el suministro de dinero. Así es como la economía se
vuelve esclava del dinero.

El Oro y La Plata
Si el valor del dinero no variara, al menos podríamos predecir cuando algo va a subir de
precio o, mejor dicho, cuando algo subirá su valor de intercambio o, mejor dicho, cuando la
oferta de ese algo no alcanzará al nivel de demanda que tiene.
En este aspecto las criptomonedas no son diferentes al uso de un metal precioso. Muchas
personas piensan que usar el oro como moneda —o la plata— es la respuesta a muchos de

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NUESTRA ECONOMÍA

nuestros problemas. La verdad es que no es así. Es cierto que el precio de esos metales es
más estable que el de las monedas que hoy usamos, pero el problema es que están sujetos a
una muy limitada cantidad disponible. Las personas que piensan así no están tomando en
cuenta que el suministro de dinero debe ir aumentando conforme va aumentando la econo-
mía social.
Entre más rica es una sociedad, más cantidad de dinero se necesita para que las personas
puedan hacer sus intercambios de satisfactores entre ellas. No porque los satisfactores hayan
subido de precio, sino porque las personas intercambiarán más satisfactores que antes de
cuando la sociedad en la que viven no era rica. La gente comprará más casas y más caras que
antes, comprará más ropa y más cara que antes, comprará más artículos de lujo, automóviles
más caros y en lugar de tener uno ahora las personas van a querer tener tres, comprarán celu-
lares mucho más caros que antes, exigirán más calidad en la comida que consumen y podrán
pagar sus exigencias. Los que no compren casas nuevas van a querer remodelar la que tie-
nen, comprarán una cocina integral, refrigerador nuevo, muebles nuevos, reemplazarán su te-
levisión vieja por una televisión inteligente.
El oro, o plata, o una criptomoneda como el Bitcoin, no aseguran el abasto de dinero ante
una situación en la que la gente mejora su economía sostenidamente porque esos tipos de
monedas no se pueden producir tan rápido como la gente los irá necesitando. El dinero de
papel, o dinero fiduciario, sí ofrece esa ventaja. Se puede crear rápidamente de la nada en
caso de que la gente lo necesite.
El hecho de que el dinero esté en forma de papel, o en forma digital, no es el problema.
Nunca ha sido el problema. El problema siempre ha sido la dificultad para sincronizar el su-
ministro de dinero con la demanda del mismo. ¡Es un problema de dinero! ¡No es un proble-
ma económico! ¿Te das cuenta? Siempre hemos pensado que los problemas de dinero son
problemas económicos porque nunca se nos ha explicado que son dos cosas totalmente dis-
tintas. Bueno, “pero están relacionadas”, me vas a decir. ¡Claro que están relacionadas! Lo
están porque nosotros las estamos relacionando, no porque deban irremediablemente estarlo.
Los problemas de las monedas alternativas —como el oro, la plata, o las criptomonedas—
no nacen con ellas. El problema nace de que estamos cometiendo el mismo error, una vez
más. Las estamos considerando un artículo mercantil. Estamos comerciando con ellas. Al ha-
cerlo, las estamos sujetando al síndrome de la oferta y la demanda. Nunca debimos haber
permitido que el dinero se convirtiera en un artículo de consumo. Pero bueno, ya lo hicimos.
Ahora que ya sabemos cuál es el problema, hay que corregirlo.

Cómo se Mide la Economía Nacional


El nivel de economía que tenemos lo medimos de diversas formas. Existen muchas for-
mas de medirlo y cada una sirve para un propósito diferente. No hay una forma única de me-
dir la economía de un país para poderlos comparar. Esto tampoco nos lo explican y en raras

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PRIMERA PARTE

ocasiones nos dicen que en realidad no se pueden comparar las economías de dos países en
una forma perfecta.
Sin embargo, por lo común, los que dicen que saben, usan dos medidas y son las que ge-
neralmente escuchamos en los noticieros, o en los discursos políticos. Una de ellas es el Pro-
ducto Interno Bruto, o PIB. La otra es la Velocidad del Dinero. De estas dos, la primera es
quizá la que más hayas escuchado, ya que la otra la usan aquellas personas que dicen que en
verdad sí saben mucho de economía. A cada rato escuchamos que el PIB de tal país es esto o
aquello, y que el PIB de México, o el de toda Latinoamérica completa es este o aquel. Mu-
chos de nosotros no tenemos la más remota idea de qué están hablando, pero tenemos la es-
peranza de que alguien más sí sepa. Al menos tenemos la casi certeza de que la persona que
está dando la noticia o que está hablando de ello sepa lo que está diciendo. El lenguaje que
usa se escucha inteligente así que eso esperamos. Bueno, ¿me creerías si te digo que no tie-
nen ni la más remota idea de qué están diciendo, ni los que lo están diciendo, ni los que los
enviaron a que lo dijeran?
Vamos a explicar lo que estas dos medidas significan y luego vamos a explicar por qué
ambas están equivocadas para medir la economía de un país.

EL PIB EXPLICADO
A continuación, dame la oportunidad de presentarte una forma como comúnmente nos ex-
plican de manera disque sencilla y fácil de entender lo que el producto interno bruto (PIB)
es. Si comienzas a sentir como que no estás entendiendo esta explicación “sencilla” no te
sientas mal. No es porque estés tonto, sino porque las explicaciones en Economía están deli-
beradamente llenas de términos extraños como para dar la apariencia de que están hablando
de cosas muy avanzadas e inteligentemente expresadas. Aquí te va:
Para calcular el PIB de un país se suma el valor bruto de todos sus activos nacionales in-
cluyendo los activos tangibles propios, tales como bienes inmobiliarios y artículos de consu-
mo además de activos financieros como bonos, fondos colectivos, pensiones, ahorros, etc.
Luego se restan los pasivos tales como hipotecas, créditos, y demás deudas financieras. La
geografía y las variaciones en el índice de precios modifican el valor neto. Si el cálculo se
realiza considerando los activos interfronterizos se obtiene el PIB. Si se consideran los acti-
vos transfronterizos se obtiene el PNB.
Desde una perspectiva matemática el cálculo del PIB no podría ser más sencillo. Es una
simple suma. En México aprendemos a sumar a los seis años, y si aceptamos que los mexica-
nos somos flojos, entonces sumar no debe ser nada difícil, digo yo. Básicamente se trata de
sumar todo lo que tienes, y a eso le restas todo lo que debes. Punto. ¿Fácil? Si. ¿Inteligente?
No.
El PIB no mide la riqueza de un país. Por más que te digan que así es, yo te digo que no.
Pero no le creas a nadie. No me creas a mí ni les creas a los que te digan que sí. Primero va-
mos razonando un poco. De eso se trata todo este libro.

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NUESTRA ECONOMÍA

Si el PIB me va a decir qué tan rico es un país entonces debería incluir todo lo que antes
dijimos que constituía la riqueza de un país. ¿O no? Pues sí, pero no las incluye. De hecho,
no incluye a ninguna. Lo que el PIB incluye es solamente dinero. Es una suma de dinero.
Nada más. No suma cuántas casas hay para cada persona, lo cual indicaría muy bien qué tan
rico es nuestro país. Solamente suma el total del precio en dinero de todas las casas que hay
en el país. No suma la cantidad de carreras universitarias disponibles para cada persona. No
suma las posibilidades que cada uno tiene de dedicarse a lo que le gusta. No suma la posibili-
dad que tiene cada mexicano de pasear por un parque a gusto o de practicar el deporte que
quiera. No suma la posibilidad que tenemos de alimentarnos bien. No suma la posibilidad
que tenemos todos de tener un automóvil nuevo, o uno usado. Ni siquiera suma la cantidad
de autos que hay. Solo suma la cantidad de dinero que alguien cree que cuestan en dinero to-
dos los autos que hay en el país. No suma nada de lo que en realidad consideramos como ri-
queza como seres humanos que somos, seamos mexicanos huevones o no.
De la misma forma, si el PIB tomara en cuenta lo negativo que hay en el país, entonces
¿por qué no incluye la cantidad de actos de violencia, la cantidad de suicidios, la cantidad de
personas que van a la cárcel injustamente? No incluye la cantidad de actos de corrupción. No
incluye la infelicidad de la gente. No incluye la enorme frustración que viven diariamente los
millones de personas que trabajan por menos de lo que cuesta un kilogramo de carne hacien-
do una actividad que desprecian pero que la hacen porque no hay otra cosa. No incluye la
agobiante preocupación de los millones de madres que no pueden trabajar en paz porque tie-
nen que dejar a sus hijos en manos de alguien que no está calificado y que no tienen servi-
cios médicos de emergencia por si algo les sucede a sus hijos. No incluye la infinita frustra-
ción que viven millones de personas, tan insoportable, que les orilla a drogarse para evadir la
realidad.
El PIB es solo una alegre suma y resta de dinero. No es nada más que eso. Es un cálculo
sencillísimo que por sencillo que es se ha popularizado y se ha ampliamente adoptado por
los que dicen que saben, sobresimplificando homicidamente así nuestra realidad y reducién-
donos, a los seres humanos junto con todo aquello que es valioso para nosotros, a una suma
y resta de dinero.
—Oye Jorge, pero en la universidad me lo explicaron de forma diferente en la clase de
Economía y mi maestro tiene un doctorado y ha sido maestro en Harvard, ¿a poco tú sabes
más que él?
Seguramente no sé más que él, pero no necesito un doctorado para saber qué es el PIB y
cómo se calcula. Sé leer y sé razonar y con eso basta. Tú también sabes leer y sabes razonar
y con eso te debe bastar siempre. Debes tener confianza en tus propios razonamientos. Pero
si quieres te lo puedo “explicar” como te lo explica tu maestro. A ver qué te parece esto:
El PIB es un indicador de la distribución per cápita del valor neto que ecualiza las inequi-
dades dentro de la economía derivándose en métricas económicas como lo es el ingreso per

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PRIMERA PARTE

cápita. Este último, al considerar la población económicamente activa, hace posible el cálcu-
lo de estándares de vida… y bla bla bla bla, y ya me dio hueva.
Que conste que no saqué la explicación de ningún libro ni de ningún apunte de la escuela.
La hice yo solito con mis propias manitas y mi cabecita loca. ¿Verdad que me quedó muy
clara la “explicación”?
En Economía todo es así. Dicen las cosas como si fueran muy complicadas y las aderezan
con expresiones matemáticas como si la Economía fuera ciencia exacta. Yo no voy a darte
ese tipo de “explicaciones” nunca porque mi intención es explicarte para que comprendas, no
para que creas que me las como encendidas y las escupo apagadas en temas de Economía.
No voy a hacer eso porque, siendo totalmente honesto desde el fondo de mi alma, siento que
todo eso son puras pendejadas dichas con terminología rebuscada, por personas que tienen
una necesidad enorme de que se les considere seriamente[22].
Si cuando menos el PIB nos diera algo de información financiera adecuada, lo podríamos
tomar un poquito en serio. Pero ni siquiera hace eso. El PIB no dice absolutamente nada
acerca de qué se está haciendo con el dinero que está sumando. Para administrar bien es im-
portantísimo saber qué se está haciendo con el dinero, ¿no es así? Sumar todo lo que en dine-
ro valen todas las cosas y luego restarle todo lo que en dinero debemos todos, no nos dice
absolutamente nada acerca del nivel de riqueza que hay en un país, ni qué se está haciendo
con esa riqueza, ni siquiera qué se está haciendo con el dinero. ¿Cómo se puede administrar
la economía de un país con una calidad tan baja de información?
Además del PIB existen otras medidas. Existe, por ejemplo, el Índice de Desarrollo que
calcula la Organización de las Naciones Unidas, o el Producto Bruto Ambiental, pero no solo
no se usan mucho, sino que su uso es tan ridículamente complicado, que el darle seguimiento
al desarrollo de un país usándolos es imposible ya que lo que uno busca saber se pierde entre
tanto cálculo.
Al final de cuentas, todos estos tipos de medidas son completamente arbitrarias, así que
en el fondo siempre estaremos hablando de las preferencias personales que tienen los que las
calculan.
El dinero no es la riqueza de un país. No representa lo que es valioso para todos los seres
humanos, aunque seamos mexicanos. Por lo tanto, si el dinero no vale, no deberíamos usarlo
para medir el nivel de economía que tiene un país o una región, o una persona. Necesitamos
una medida diferente. Necesitamos una medida que realmente mida el nivel económico de
las personas. El PIB no es esa medida, ya que solo es una suma y resta de dinero.

22 En algunos círculos de lectura me han sugerido que cambie estas expresiones altisonantes porque podrían resultar
insultantes para algunos lectores. Después de meditar al respecto, he decidido deliberadamente dejar las expresiones
tal y como están. Durante la redacción del libro, fui descubriendo muchas cosas que me llegaron a molestar tanto que
creo que estas palabras me salieron del corazón. Además, no son ni siquiera una fracción de agraviantes, nocivas,
homicidas y abusivas de lo que son las situaciones que describo.

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NUESTRA ECONOMÍA

LA VELOCIDAD DEL DINERO


Hay otra forma, además del PIB en la que se mide la actividad económica de una socie-
dad. Esta métrica es interesante. Consiste en observar las veces que el dinero cambia de ma-
nos. Entre más veces cambie de las manos de una persona a otra, se dice que la economía es
mejor. Eso tiene una buena lógica.
Si cada vez que el dinero cambia de manos significa que alguien vende algo y al mismo
tiempo alguien más compra ese algo significa que hay intercambios de bienes y servicios, es
decir de satisfactores y, por lo tanto, todo va bien. Es natural considerar esa forma de medir
la economía como una forma adecuada de hacerlo ya que nos indica que hubo una transac-
ción económica.
Cada vez que se hace una transacción económica —no financiera, sino económica— hay
dos personas que salen ganando. Gana la persona que recibe la mercancía o servicio, y gana
la que lo vende, y eso es exactamente lo que queremos que suceda muchas veces repetidas
en todo el país.
Esta métrica, sin embargo, tiene algunos puntos débiles que vale la pena mencionar. Nor-
malmente, dichas debilidades pasan desapercibidas y nos llevan a interpretaciones erróneas
de lo que creemos que es una buena situación.
Una de las principales debilidades de este método, es que registra exclusivamente transac-
ciones de dinero. Es decir, si alguien recibe un préstamo, lo cual en realidad es una venta de
dinero, se registra en este índice como si fuera la transacción de un bien por otro. Eso no es
correcto por dos razones muy importantes.
En primer lugar, el dinero no es un bien. El dinero es un instrumento de intercambio que
facilita que se lleve a cabo el intercambio de dos bienes, pero en sí no es un bien. Así que re-
gistrar las transacciones de dinero como si fueran parte de la economía es un error.
En segundo lugar, esta medida no muestra la cantidad de transacciones, sino únicamente
la suma total de dinero que se “transaccionó”. Para lograr eso, se convierte todo a dinero y
así se lleva a cabo la medición. Otro gran error.
Digamos que normalmente 100 000 personas hacen una transacción de $100 pesos en un
día. El índice de la velocidad del dinero nos dirá que ese día se “movieron” $10 000 000. Si
al día siguiente las mismas 100 000 personas hicieran una transacción de $200 pesos el índi-
ce de velocidad del dinero nos diría que se movieron $20 000 000. Eso no está nada mal.
Pensaríamos que la economía se está reactivando y que las personas ahora movieron el doble
de dinero, y pensaríamos ¡Qué bien! ¡La gente está ejerciendo su nuevo poder de compra!
¡Qué bueno que ahora sí tienen la forma de adquirir lo que desean!
Ahora usemos nuestro hechizo extrémitas factus y veremos que, de las 100 000 personas,
solo una hizo una compra porque todas las demás se han quedado sin dinero. Pero resulta
que esa persona que sí tuvo dinero, gastó $30 000 000 de pesos. Nuestro índice de velocidad

— 81 —
PRIMERA PARTE

del dinero nos dirá que entre las 100 000 personas ahora movieron $30 000 000 pesos en un
solo día y nosotros volveríamos a hacer fiesta porque la gente al tercer día tiene aún más
para comprar cosas que antes.
¿Te das cuenta qué tan fácil es cometer un error al observar esta métrica sin ver lo que
realmente hay detrás de ella? Ahora veamos otra debilidad que tiene.
Esta medida de velocidad del dinero también incluye las ventas de mano de obra a países
extranjeros. ¿Sabes de lo que estoy hablando? Me estoy refiriendo a todas las transacciones
en dinero que se hicieron porque un mexicano en México trabajó para una compañía extran-
jera. Si recuerdas el caso de la aldea de la costa entenderás que la mano de obra que vende-
mos al extranjero, es decir los salarios adquiridos por trabajos hechos para compañías extran-
jeras, no contribuyen en nada para mejorar la economía social, es decir, la economía de todos
nosotros.
Somos millones los mexicanos que trabajamos para empresas extranjeras y todos esos sa-
larios que se perciben cada semana no cuentan para la mejora económica social. ¿Entiendes
ahora por qué sucede eso de que por más y más empresas vengan a México no terminamos
de mejorar nuestra economía? Hace 10 años había más del 10% menos mexicanos emplea-
dos por industrias extranjeras. ¿Has notado el 10% de mejora en nuestra economía? Yo no.
Yo lo que veo es que estamos más mal que hace diez años. Hace diez años nuestro sueldo al-
canzaba para más de lo que alcanza ahora. ¿No es así?
Veamos otra debilidad más. Todos sabemos que las empresas extranjeras en México no
compran aquí las máquinas que necesitan para sus fábricas. No es que les eche eso en cara.
No los culpo por ello. Aunque quisieran hacerlo no lo podrían hacer. Nosotros a duras penas
producimos máquinas para hacer tortillas, con sus excelentes rodamientos importados. Así
que a esas empresas no les queda más remedio que venir a instalarse en México y se ven
obligadas a traer todas sus máquinas de otros países.
Todas esas máquinas e instrumentos que necesitan para hacer funcionar su fábrica ingre-
san a nuestro país importadas temporalmente. Es decir, no pagan impuestos, como todo lo
demás que se importa debidamente. No se consideran importaciones de verdad “que porque
solo las van a usar un ratito y luego se las van a llevar”, aunque ese ratito dure 30 años.
Bueno, quizá no lo sepas, pero cuando esas máquinas se importan se registra el valor de
mercado de dichas máquinas, y ese valor es el que se toma en cuenta para calcular la veloci-
dad del dinero. Se cuenta como si alguien en verdad hubiera pagado por ellas, cuando en rea-
lidad nadie pagó por esas máquinas ni un centavo. ¿Por qué sucede así? No estoy seguro,
pero resulta muy conveniente para poder mostrar un índice de velocidad del dinero muy ele-
vado, el cual nos hace ver ante el mundo como una economía pujante y en pleno desarrollo.
Si esta forma de medir fuera correcta, nos diría lo que en realidad vemos a nuestro alrede-
dor. Pero no es así. No corresponde el nivel de vida que vemos en la gente con lo que nos in-
dica esta medición.

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NUESTRA ECONOMÍA

Capitalismo o Socialismo
Imagino que, durante la lectura de todo este libro, en algún punto, te has de haber pregun-
tado: “Bueno y este tipo que se hace llamar Jorge ¿es socialista o capitalista o qué?”
Yo creo que soy más bien “o qué”. Te confieso que a mí también me es difícil clasificar
mi forma de interpretar las cosas. Tengo problemas de identidad. No sé si soy una cosa o la
otra, o algo entre ambas, o quizá de plano algo más allá, extraviado en el espacio sideral.
Poco a poco, sin embargo, eso me ha ido preocupando cada vez menos, hasta llegar al punto
en el que me encuentro parado el día de hoy.
Pero si me obligas a darte una respuesta, diría que más bien soy capitalista. Al menos eso
prefiero pensar. Te explico por qué.
No me siento muy a gusto en un ambiente en donde unos se esfuercen más que otros y
que, aún así, todos reciban la misma compensación por su esfuerzo. No sé si será porque soy
competitivo, o egoísta, o quizá porque tengo algún trauma de mi niñez, pero como que siem-
pre he querido destacar en lo que hago y siempre he esperado una recompensa superior a los
demás quienes, a mi personal juicio, posiblemente no se esfuercen o no puedan o, sencilla-
mente, no quieran lograr algo más para sí mismos. El capitalismo me parece que ofrece más
individualidad a la gente y eso me gusta.
Creo que el capitalismo nos da la posibilidad de ver el fruto de nuestro esfuerzo personal,
independientemente del esfuerzo que hagan los demás. De hecho, creo que el socialismo exi-
ge demasiado al espíritu humano esperando que sea siempre uno condescendiente y compar-
tido. Eso se me hace bien como para hacerlo de vez en cuando, pero no como para hacerlo
siempre, no todos los días, no obligadamente.
En mi mente, me veo más bien como una persona con ideas capitalistas que piensa que el
capitalismo ha llegado al punto en el que tenemos que mejorarlo si queremos que siga siendo
la forma como queremos vivir. Yo quiero seguir siendo capitalista, y quiero seguir viviendo
en una sociedad capitalista, y por eso he desarrollado este proyecto en donde propongo me-
joras al capitalismo para que podamos seguir usándolo como forma de vida.
Por otra parte, tenemos que aceptar que, en la realidad de las cosas, tanto la economía ca-
pitalista como la socialista son capitalistas en esencia. ¿Por qué? Porque ambas tienen mu-
chos puntos en común. Te digo seis, nomás para ir abriendo plática.
1. El valor de las cosas se puede expresar en dinero.
2. El dinero tiene un valor como cualquier otro producto.
3. El dinero se debe ahorrar para cambiarlo por cosas posteriormente.
4. Podemos ahorrar cosas y cambiarlas por dinero posteriormente.
5. El dinero se puede vender y cobrar un margen de utilidad al que llamamos interés.
6. El gobierno cobra impuestos en dinero por diversas causas.

— 83 —
PRIMERA PARTE

Estos seis puntos en común, así como muchos otros, me hacen ver que en realidad ambas
ideologías tienen las mismas bases. Desde donde yo veo las cosas, me parece que tienen más
similitudes que diferencias. Imagínate que vas al cine con tu novia y ven la misma película,
pero luego la cuentan diferente. Ambas ideologías hablan de lo mismo, y solamente difieren
en algunos aspectos pequeños. Lo esencial, lo realmente importante, lo interpretan igual y lo
manejan igual.
Por otra parte, la Economía del Valor Social, la que planteo en este libro, tiene varias dife-
rencias esenciales con respecto a estas dos. Por eso no creo que la economía planteada aquí
sea una cosa o la otra. Lo que este libro contiene, es un planteamiento de una economía basa-
da en el valor de las cosas, indistintamente de cuál sea el monto en dinero en el que puedan
ser expresadas. En este planteamiento el dinero no tiene valor y tampoco se puede acumular
ni transferir de una persona a otra. En este esquema existe un ente emisor y regulador que
consiste de preferencia en un banco central gubernamental. En este esquema no existen los
intereses positivos ni el mercado de dinero o el mercado de valores bursátiles. En la Econo-
mía del Valor Social no existe, por tanto, todo ese juego bursátil de inversiones secundarias,
ni derivadas, ni inversiones en corto, ni en futuros, que existe tanto en las economías socia-
listas como en las capitalistas.
Sin embargo, en el tipo de economía planteado en este libro, cada persona es libre de acu-
mular lo que sea, siempre que no sea dinero ni ninguna otra cosa que sea esencial para la so-
ciedad. Cada una puede acumular todos los satisfactores que quiera en las cantidades que
quiera. Las personas pueden ser dueñas de cosas, de fábricas, de explotaciones agrícolas, de
minas, de siderúrgicas, de industrias farmacéuticas, de hospitales, de institutos de investiga-
ción, de fábricas de submarinos o de fábricas de naves espaciales. Todos pueden ser dueños
de enormes cadenas de mercados o de tiendas de refacciones de autos, o de trenes de ferroca-
rril o de fábricas de aviones junto con sus líneas aéreas. Las personas pueden tener un peque-
ño puesto de tacos en la calle, o una gran taquería dentro de un edificio en el centro de la ciu-
dad con varios pisos de alto y clima artificial. Pueden tener un cine o una sexo boutique.
Pueden vender tamales o caricias. Pueden dedicarse a la agricultura o a la pesca y vender
todo lo que puedan y ganar todo lo que puedan ganar. Pueden incluso dedicarse a la política
y enriquecerse, tal y como lo hacen ahora. Nada hay de malo en eso, mientras no monopoli-
cen algo que sea esencial para todos los demás.
Nadie puede acumular aquellas cosas que son de beneficio común y que sirven para que
la sociedad funcione como sociedad, otorgando a todos la libertad de ser, tener, estar, saber,
sentir, pensar, expresarse, hacer … vivir. Por ejemplo, nadie puede ser dueño del agua, de la
tierra, de las playas, de los bosques, de ríos superficiales o subterráneos, de lagos, de las re-
des de carreteras, de las redes ferroviarias, de las redes eléctricas, de las redes hidráulicas, de
las redes de comunicaciones, de rutas marítimas, del aire que respiramos, del espacio aéreo o
del interestelar, del petróleo, de plantas hidroeléctricas o geotermoeléctricas, o del Internet.
En la economía socialista no puedes ser dueño de una fábrica. En la Economía del Valor
Social planteada en este libro sí puedes ser dueño de todas las fábricas que quieras y puedes

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NUESTRA ECONOMÍA

disfrutar de las ganancias que todo eso te pueda dar. Por otra parte, tanto en la economía so-
cialista como en la capitalista puedes ahorrar dinero mientras que en la Economía del Valor
Social no puedes hacer eso porque estarías acaparando algo que es de valor para todos por
igual y que entre todos producimos.
Así como en una economía “capitalista” no puede alguien acumular indiscriminadamente
todo el aire, o toda el agua, o todos los recursos sin que sea detenido por los que representan
a la sociedad argumentando medidas antimonopolio, así en la Economía del Valor Social na-
die puede acumular cosas que son de beneficio común y que toda la sociedad ha creado. El
dinero es considerado en esta teoría como un instrumento sin valor intrínseco, pero de bene-
ficio común, así que no lo puedes acaparar ni almacenar.
El concepto del dinero es una pieza fundamental en este esquema, así como en el esque-
ma capitalista y en el socialista. Pero, en la Economía del Valor Social el dinero no se debe
crear por una compañía privada, como sucede en muchos países capitalistas, por ejemplo, en
Estados Unidos. En México el dinero lo produce el gobierno, afortunadamente, solo que no
lo hace en representación de la sociedad, sino para cumplir con un sistema monetario extran-
jero que solamente beneficia a las personas que tienen el control del dinero, y para cumplir
fines políticos, en su mayoría ajenos a los intereses de la gente.
En la Economía del Valor Social propuesta en este libro el dinero se crea por un agente
responsable de ello, en representación de la sociedad. Tal agente responsable realmente rinde
cuentas a la sociedad. No es nada que no conozcamos, me refiero a un banco público. A tra-
vés de ese banco, todos en conjunto decidimos crear más dinero para poder intercambiar el
fruto de nuestro trabajo por satisfactores, por cosas que tengan valor. Este esquema de tener
un banco público pudiera parecerse a lo que ya tenemos en el Banco de México o a lo que
proponen algunas personas en los Estados Unidos, pero no es la misma idea. Permíteme ex-
plicar las diferencias. Son importantes.
En muchos estados de los Estados Unidos de Norteamérica ya se están comenzando a
crear bancos públicos y están viendo los beneficios de hacer eso. Para ellos, los estadouni-
denses, eso es toda una novedad ya que todos sus bancos son privados. Incluso la producción
de su dinero es privada. En México nuestro dinero se produce por el gobierno desde hace
mucho y tenemos un banco nacional que pertenece al gobierno: el Banco de México.
En Estados Unidos apenas andan descubriendo el hilo negro. Se están creando bancos pú-
blicos por la gente y su función es servir a esa misma gente. Esos bancos públicos no son na-
cionales creados por el gobierno federal. Son bancos más pequeños. Son bancos creados por
un municipio o por un estado. Sus esfuerzos son buenos y ya les están rindiendo beneficios,
pero todavía tienen la enorme limitante de que no pueden crear dinero que pueda ser utiliza-
do en todo el país. Algunos crean dinero, pero solo lo pueden usar en la ciudad en la que es-
tán, o en el estado en el que están. A pesar de eso, los beneficios que se están produciendo
son claros. Son lo suficientemente claros como para que cada vez sea más numerosa la canti-

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PRIMERA PARTE

dad de personas en toda esa nación que se están interesando en apoyar la idea de crear más
bancos públicos.
A nivel nacional, en su congreso federal, todavía están muy lejos de entender la idea.
Creo que, de todos los países de la Tierra, será a los estadounidenses a quienes más trabajo
les va a costar entender que el dinero debe dejar de representar un valor. Ellos, más que to-
dos los demás, están totalmente adoctrinados en la idea de que el dinero vale algo por sí mis-
mo. De hecho, no solo están adoctrinados por esa idea, sino que han sido los impulsores más
agresivos de la misma en todo el planeta. No por nada son el país más materialista de la Tie-
rra.
En México las cosas no están tan mal en ese renglón. Aquí ya tenemos un banco público,
y lo tenemos desde hace mucho. No fue algo fácil de lograr, por cierto. Nos costó muchos
años de discusiones para lograr ponernos de acuerdo y finalmente decidir crear un banco
central dependiente del gobierno. Esto no impidió la creación de bancos privados que reali-
zaban diversos servicios para la gente y cobraban por tales servicios. El problema se comen-
zó a crear cuando a dichos bancos privados se les comenzaron a otorgar derechos adiciona-
les, pero más cuando se les permitió comprar y vender dinero. Ese desapercibido pero enor-
me detalle ha sido siempre la clave en los problemas monetarios que hemos tenido y que he-
mos confundido con problemas económicos.
Quizá no lo recuerdes, dependiendo de la edad que tengas, pero las cosas llegaron a estar
muy mal en México. Mucho más mal de lo que están ahora. En un mismo día ibas a la tienda
y podías ver cómo las cosas triplicaban su precio. Ibas en la mañana a la tienda de la esquina
y las cosas tenían un precio. Regresabas por la tarde y ya tenían el doble o el triple de su pre-
cio anterior.
En aquel entonces, al igual que todos, pensaba yo que el problema que teníamos en Méxi-
co era económico. Al menos eso decían todos. Eso nos explicaban en la escuela. Yo estaba en
la preparatoria y recuerdo que algunos maestros tocaban el tema de vez en cuando y eso nos
decían. Pero ahora, después de más de 30 años, me pregunto: ¿Era aquel un problema econó-
mico realmente?
Después de pensar y pensar y leer y leer y razonar y razonar poco a poco fui descubriendo
que la respuesta a aquella pregunta es: “Para nada”. No era un problema económico. Nunca
lo fue. Siempre fue un problema financiero, o sea monetario. Fue el manejo del dinero el que
creó los problemas económicos. La gente se quedaba sin comer, perdía sus empleos, la echa-
ban de sus casas. Yo lo vi. Yo estuve allí. Lo recuerdo claramente.
En aquel entonces, en los ochentas, el presidente de la nación, José López Portillo se
aventó una maniobra que me pareció medio atrevida. Seguramente por mi juventud, o quizá
por tarugo, no alcancé a ver el tamaño real de aquella maniobra. El presidente se atrevió a
nacionalizar todos los bancos en un solo día. Recuerdo haberlo estado escuchando y viendo
en la televisión. No recuerdo cuál fue la reacción del congreso, pero sí recuerdo que me que-
dé pensando que eso era algo nuevo, como que nadie antes lo había hecho.

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NUESTRA ECONOMÍA

Hoy, a más de 30 años de distancia, me doy cuenta del enorme tamaño que tuvo aquella
maniobra ejecutiva. En un decreto sorpresivo nacionalizó todos los bancos y creo que era lo
correcto, al menos en aquel momento. Pero en mi opinión, López Portillo tomó la decisión
demasiado tarde. Quizá hubiera obtenido mejores resultados si la hubiera tomado al princi-
pio de su sexenio. Lo que pasó después fue que el presidente siguiente comenzó a deshacer
esa maniobra y los bancos se volvieron a reprivatizar.
Aunque la nacionalización de los bancos fue un movimiento audaz, hoy opino que había
otras alternativas. Haber nacionalizado los bancos provocó que quedáramos expuestos a que
nos cobraran daños y pérdidas. Desde aquellos días todos los mexicanos estamos pagando
una deuda en dinero que quizá nunca terminemos de pagar. Estaremos endeudados durante
varias generaciones.
En aquel discurso, José López Portillo habló de que nos habían saqueado, que nos habían
robado. Obviamente no entendí ni papa de eso en aquel entonces. Hoy lo entiendo. Hoy pue-
do ver el enorme tamaño del saqueo. Pero también puedo ver la solución. Todos esos robos y
engaños de magnitudes gigantescas son posibles debido a que todo lo convertimos en dinero
y todo lo contabilizamos en dinero. El uso del dinero está institucionalizado hondamente en
nuestra sociedad, en nuestra psique, y por eso ya no lo vemos.
Me sorprendería mucho que este libro, dado que representa un atentado contra el dinero,
viera algún día la luz pública y me sorprendería todavía más que algún día se tomara en se-
rio. He visto demasiadas verdades ignoradas como para que me sorprenda pensar que este li-
bro, a pesar de decir la verdad, sea tomado en cuenta por alguien. Ya veremos.
Al socialismo se le ha echado en cara que interviene demasiado en los asuntos de los par-
ticulares. Se le tacha de controlador, de que, en lugar de promover, obstaculiza el desarrollo
económico de la sociedad, de la gente. También se le tacha de autocrático, lo cual, por cierto,
no tiene nada que ver. No me refiero a que no haya habido gobiernos socialistas autocráticos,
sino a que la autocracia no tiene que ver con la economía ni con las finanzas. Además, hay
países donde la gente vive bien, hay democracia, y son más socialistas que capitalistas.
Sin embargo, a pesar de todas esas quejas, los gobiernos capitalistas no intervienen menos
en los asuntos económicos de la gente. ¿No me crees? Permíteme darte uno que otro ejem-
plo.
Escojamos un gobierno capitalista. El que tú quieras. Escojamos al gobierno capitalista
por excelencia: el de los Estados Unidos.
Para empezar, ese gobierno le quita a la gente un poquito más de la mitad de su dinero,
que dizque para obras sociales. En otras palabras, empobrece más de la mitad a toda la gente
para hacer obras sociales. A todo ese dinero que le quita a la gente le llaman impuestos. ¿No
es lo que hace un gobierno socialista?
A las personas que deciden crear una fuente de producción, es decir, una fábrica, les cobra
todavía más. A ellos no solo les quita más de la mitad de todo lo que ganan, sino también les

— 87 —
PRIMERA PARTE

cobra por las máquinas que tienen, por sus edificios, por la tierra que ocupan, por los dese-
chos que generan. Es más, les comienza a cobrar desde antes de construir la fábrica. Les co-
bra permisos, trámites burocráticos, contratos, y demás papeleo gubernamental. Si producen
ruido les cobra. Si producen vibraciones les cobra. Si producen gases a la atmósfera les co-
bra. Si no reciclan sus residuos les cobra. Si tienen estacionamiento les cobra. Si tienen de-
masiadas ventanas les cobra. Si tienen demasiados focos les cobra. Si tienen demasiados mo-
tores eléctricos les cobra. Si los edificios están demasiado altos les cobra. Si están demasiado
bajos les cobra. Si ganan demasiado dinero les cobra. Si no ganan dinero les cobra. Si dejan
de producir, les cobra.
Al final de cuentas el gobierno toma el control de las fuentes de producción exactamente
como lo hace un gobierno socialista. Solo lo hace usando otros nombres, otras palabras.
En México no es muy diferente. Se supone que somos un país capitalista y sin embargo,
cuando creas una fábrica uno de los requisitos prácticos es que firmes un contrato con un sin-
dicato de trabajadores[23]. ¿No es eso socialismo? Es además socialismo autocrático porque
los obreros tienen el libre y opcional derecho de formar y afiliarse a un sindicato, mientras
que tú, como dueño de la fábrica, tienes la inevitable obligación de firmar el contrato colec-
tivo de trabajo sin posibilidad de anularlo en el futuro.
A los gobiernos socialistas también se les ha echado en cara, desde siempre, que se entro-
meten demasiado en la vida de la gente, que la vigilan y la espían. No sé qué tan cierto sea
eso porque no he vivido en un país socialista, pero lo que sí sé es que los gobiernos capitalis-
tas espían y vigilan a la gente. Son muchas las historias conspirativas que circulan en Esta-
dos Unidos que afirman estar denunciando al gobierno federal en sus maniobras de espionaje
y control de la gente.
Algunas historias que he escuchado se antojan fantásticas, como la de que el gobierno fe-
deral estadounidense tiene intervenidos todos los teléfonos fijos y móviles y que tiene millo-
nes de computadoras en donde se almacenan todos esos enormes archivos para ser revisados.
No sé si todas esas historias sean ciertas. Pero no es lo que hagan en aquel país lo que me
importa, sino lo que sucede en México. Te las cuento como ejemplo para que sepas que en
todos lados se cuecen habas y que todo eso que dice la gente acerca de lo entrometidos que
son los gobiernos socialistas, también podría decirse de los gobiernos que se auto anuncian
ante la gente como totalmente capitalistas, democráticos, libertarios, y justos.

23 Ni en el derecho laboral mexicano, ni en el derecho de sociedades mercantiles, existe una obligación formal del
empresario en firmar un contrato colectivo con algún sindicato de trabajadores para poder iniciar sus operaciones. Sin
embargo, en la práctica sí que existe. En mi experiencia profesional, me ha tocado constituir 4 nuevas empresas
industriales extranjeras en México. Invariablemente, la recomendación de los abogados ha sido la de firmar un
contrato de trabajo colectivo con algún sindicato “blanco” ya existente, controlado por la Cámara Nacional de la
Industria de Transformación, o por la Asociación de Maquiladoras, o por algún otro ente sindicado patronal. En
regulares y numerosas ocasiones me tocó asistir a reuniones en donde se tratan estos asuntos de forma cuidadosa,
diligente y confidencial. Los obreros, por lo general, no tienen conocimiento de esto e ignoran que están adscritos a un
sindicato de trabajadores. La razón de esto es que, como empresario, trabajar con obreros no sindicalizados abre la
posibilidad a que cualquier sindicato te emplace a huelga para que firmes un contrato colectivo con él. Esta
posibilidad prácticamente se anula al firmar un contrato colectivo con un sindicato preseleccionado, además que
ofrece la oportunidad de escoger una opción de entre varias existentes.

— 88 —
NUESTRA ECONOMÍA

En México no nos quedamos muy atrás. No he escuchado que el gobierno ande intentan-
do escuchar lo que la gente dice en sus teléfonos celulares, aunque se han sabido casos de
políticos a quienes se les ha hecho público cosas comprometedoras que han dicho por telé-
fono. Ese tipo de intervenciones podría sonar medio escandalosa, pero existen otras formas
de vigilar lo que hacemos sin que nos demos cuenta y que además se han hecho durante mu-
chos años.
Todos los que han tenido que llenar los formularios para declarar impuestos saben lo que
se siente ser interrogado por un agente federal. El interrogatorio se lleva a cabo cada mes de
cada año hasta el día en que mueras. A la Secretaría de Hacienda debes decirle todo lo que
has comprado, cuánto te ha costado, dónde lo has comprado, a quién se lo has comprado, y a
veces hasta para qué lo usaste. Hacienda es cada vez más eficiente en el interrogatorio que
lleva a cabo. Constantemente está haciendo su mejor esfuerzo para “simplificarte” la forma
como respondes a todas esas preguntas acerca de tu vida y lo que haces con ella.
No se esfuerza para que tú no tengas que responder a todo ese interrogatorio, sino que se
esfuerza exactamente para lo contrario. No le interesa qué tienes que hacer para recolectar
todos los datos que te están pidiendo. Solo le interesa que se los des. A ese interrogatorio le
hemos cambiado el nombre para que no se escuche tan malvado. Le llamamos declaración
de impuestos. Pero no solo eso. No solo te piden información de qué hiciste, dónde, con
quién, para qué. Encima de todo eso, te cobran la mitad de lo que has ganado, sin importar lo
que digas.
¿No es acaso todo eso totalmente invasivo? ¿No es acaso preocupante que un grupo de
personas que no conoces sepa tanto de ti? El poder que tiene ese grupo de personas sobre to-
dos nosotros es gigantesco. Pero está tan sistematizado todo, que no lo vemos.
Toda esa vigilancia es parte del “sistema”, sea lo que sea que esa palabra signifique. ¿Qué
hacen con toda esa información? ¿La guardan y ya? ¿En dónde la guardan? ¿Está guardada
en un lugar seguro? Yo no lo sé. Lo que sí sé es que ese nivel de vigilancia de la gente para
saber todo lo que hace es lo que se dice que hacen los países socialistas.
Los gobiernos capitalistas, además, no solo te obligan a que les informes todo lo que hi-
ciste durante el mes, y luego durante el año. Sino que, si no lo haces, te verás en problemas.
Puedes ir a la cárcel. Por cierto, las cárceles son un lugar en donde los seres humanos se en-
cierran unos a otros como encierran a sus perros, en una jaula y sin poder ver hacia afuera.
Estoy tratando de que te des cuenta de que no solo existe una enorme intromisión, sino un
enorme estado policial detrás de ello para asegurarse de que no se te vaya a ocurrir no decir-
les todo lo que hiciste. Si lo haces serás un “evasor”. ¿No está Hacienda constantemente
anunciando que está “trabajando” para reducir la evasión fiscal? ¿A quién crees que se refie-
re sino a ti?
La vigilancia, el sistema policial, la invasión a la privacidad, el cobro de más de la mitad
de todo lo que ganas, todo eso lo hacen por igual los gobiernos capitalistas y los socialistas.

— 89 —
PRIMERA PARTE

Pero este libro no es acerca de todo eso. Es acerca de la economía y la forma como la desa-
rrollamos. Con esto en mente, podemos ahora preguntarnos: ¿Se parecen entonces los go-
biernos capitalistas a los socialistas en la forma como administran la economía? Veamos.
En las economías socialistas usan dinero y el dinero se puede ahorrar. En las economías
capitalistas también. En las economías socialistas el dinero lo puedes transferir de una perso-
na a otra. En las economías capitalistas también. En las economías socialistas existen los
préstamos de dinero y el cobro de intereses. En las economías capitalistas también. En las
economías socialistas existe inflación y existe devaluación. En las economías capitalistas
también. En las economías socialistas existe escasez de algunas cosas y es difícil conseguir-
las. En las economías capitalistas también. En las economías socialistas le dan facilidades a
la gente para que adquiera una casa. En las economías capitalistas también. En las economías
socialistas le otorgan servicios médicos a la gente pagados por el gobierno. En las economías
capitalistas también. En las economías socialistas cobran impuestos. En las economías capi-
talistas también. En las economías socialistas hay ricos y pobres. En las capitalistas también.
En las economías socialistas hay casas de bolsa de valores, tal y como sucede en las econo-
mías capitalistas.
¿Le sigo, o con esto tienes suficiente? ¿Cuál es la diferencia entonces? Existen algunas,
pero no son diferencias esenciales. Es más bien como si se tratara de dos partidos políticos,
más que de dos ideologías económicas. Cada una se basa en la misma idea y solo difiere de
la otra en la forma como la llevará a cabo.
En la Economía del Valor Social, por otra parte, existen diferencias esenciales cuando se
compara contra cualquiera de estas dos ideologías. En la Economía del Valor Social, existe el
dinero, pero es intransferible. No existen los impuestos ni las declaraciones fiscales. No exis-
ten los intereses positivos. Existe comercio internacional pero no a cambio de dinero, ni tam-
poco por medio de trueque. El dinero no se ahorra. El dinero se usa solo una vez. No se pro-
tegen las empresas nacionales restringiendo las importaciones como se hace en el régimen de
sustitución de importaciones. No existe el mercado bursátil. Existe un ingreso básico para to-
dos los mexicanos. Y muchas otras cosas que marcan una diferencia esencial entre la Econo-
mía del Valor Social y las “otras” economías.

Inflación o Devaluación
Se ha escrito mucho acerca de la inflación. Las personas normales como tú y como yo
pensamos que la inflación no es buena. ¿Qué de bueno puede tener que te quiten lo que ga-
nas? De perdida, con los impuestos tenemos la ilusión de que servirán para hacer alguna obra
social, pero ¿la inflación a quien puede ayudar? Bueno, como muchas otras cosas, eso de-
pende de con qué lente lo mires. Permíteme explicar.
La inflación puede ayudar a los extranjeros a quienes vendemos lo que producimos.
—Un momento Jorge, ¿pues no que no producimos nada?

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NUESTRA ECONOMÍA

Ok, ok. Lo que sucede es que lo único que realmente producimos, y que es nuestro, es
nuestro trabajo y nuestros conocimientos. Eso es lo que realmente vendemos. Para un país
del tamaño del nuestro deberíamos estar produciendo automóviles, aviones, barcos, compo-
nentes electrónicos, celulares, máquinas herramienta, materiales sintéticos, y muchas cosas
más. Pero no hacemos nada de eso. Si alguien te dice que producimos automóviles, no es
cierto. Los fabricamos, pero para alguien más. No los producimos para venderlos. Los pro-
ducimos para que alguien más los venda. Antes yo no veía que hubiera mucha diferencia,
pero ahora entiendo que existe una enormidad de diferencia entre una cosa y la otra.
Imagínate que tienes una fábrica de aretes. Hacerlos aquí en México te cuesta la mitad del
total en sueldos para los trabajadores. Imagina que la otra mitad es para pagar los materiales.
Ahora imagina que los vendes en cantidades más o menos decentes y les sacas algo de ga-
nancia, al menos lo suficiente para vivir bien. Supón que a cada trabajador en tu fábrica le
pagas 100 pesos por día de ocho horas.
Pero de repente te enteras de que en Guatemala puedes contratar a cuatro trabajadores con
esos mismos 100 pesos. Además, te enteras de que los guatemaltecos son buenos trabajado-
res y de que Guatemala te ofrece facilidades para pagar la renta y la energía eléctrica. Enton-
ces, sacas cuentas y ves que tus costos bajarán mucho por lo que tus ganancias subirán. Des-
pués de sacar tus cuentas decides mover tu fábrica para allá.
Pasa un tiempo y tu fábrica te da los productos a un costo menor que si los hubieras fabri-
cado en México, por lo que todo marcha bien. Entonces, sucede que Guatemala decide deva-
luar su moneda a la mitad. Eso significa para ti que tus costos bajarán a la mitad. ¿Entiendes
quién sale beneficiado ahora? Tu.
Pero para los guatemaltecos la historia es totalmente contraria. Para ellos, la devaluación
significa que todo lo que compran en el extranjero —entre ellas las cosas que produce tu fá-
brica— ahora les costarán el doble. Tú y ellos están viviendo el efecto de la devaluación to-
talmente distinto. El efecto para ambos es opuesto. A ti te beneficia, a ellos los perjudica. Re-
cuerda que para los guatemaltecos tú eres el extranjero que les compra su trabajo pero que
vende los productos en el extranjero, no en Guatemala.
Esa situación es exactamente la que sucede en México. Devaluamos nuestra moneda y
eso hace que los extranjeros ganen más dinero al vender las cosas que nosotros producimos
para ellos. Si lo que producimos fuera nuestro y lo vendiéramos en otros países, devaluar
nuestra moneda nos daría una ventaja porque nuestros productos se les harían más baratos
allá. Pero no producimos nada nuestro, o casi nada, que para el caso es igual. Todo lo impor-
tamos.
Entonces, cada vez que devaluamos nuestra moneda todo lo que importamos nos cuesta
más pesos que antes. Estúpidamente estamos transformando la devaluación en inflación au-
tomáticamente. No todos los países están en la misma situación. A los mexicanos la devalua-
ción nos afecta muchísimo. Dos o tres semanas después de cada devaluación los precios su-

— 91 —
PRIMERA PARTE

ben en todo el país. Suben porque todo lo importamos. Si no importáramos tanto, no sucede-
ría eso y devaluar nuestra moneda sería algo muy bueno.
De hecho, sería tan bueno que otros países lo verían como algo abusivo. Es más, una
cantidad importante de personas en Estados Unidos piensan que los estamos atacando econó-
micamente. Esto no es broma, ni lo leí en ninguna parte. Conozco personalmente a una canti-
dad grande de personas estadounidenses y ese punto de vista lo escucho con frecuencia. Los
estadounidenses que no son dueños de empresas industriales, o que sus empresas industriales
no están en México, sienten que cada vez que devaluamos nuestra moneda les estamos afec-
tando sus intereses, ya que no pueden competir contra esa medida.
Pero hay muchas personas serias que opinan que devaluar la moneda es bueno. ¿Por qué
piensan eso? Si eres empresario extranjero y produces en México para ir a vender tus pro-
ductos a otra parte, claro que te conviene. Si fuéramos un país que produce cosas y las ven-
diéramos en otro lugar, claro que también nos convendría. Pero México no es ninguno de los
dos. Nosotros no producimos nada que sea nuestro. Todo lo importamos.
Devaluar no es la única forma de provocar inflación. Existe otra forma de provocar infla-
ción sin que haya devaluación: imprimir dinero a diestra y siniestra. Es tan seguro que habrá
inflación si produces dinero indiscriminadamente que algunas teorías económicas represen-
tan eso en forma de ecuación matemática. La teoría keynesiana es una de ellas. La neoliberal
esa otra. Para esas teorías, imprimir dinero es exactamente igual a la inflación. Pero ¿real-
mente es así? Veamos por qué se inflan los precios cuando se imprime mucho dinero. Esto es
interesante y muy importante de entender.
Si imprimimos dinero obviamente lo usaremos para algo. Es decir, lo intercambiaremos
por cosas. Cada quien lo cambiará por lo que quiera. ¿En qué se lo gastará la gente? Quién
sabe. Pero eso no importa. En México, como no producimos nada, lo más seguro es que la
gente compre cosas que son de importación. Pero para nuestra discusión, por esta vez, el que
las cosas que se vayan a comprar sean de importación tampoco importa. De una forma o de
otra, cualquier cosa que la gente escoja comprar, la verdad es que siempre habrá algo que se
terminará primero. Siempre. Siempre. Eso nunca falla. No puede fallar. Si le das dinero a la
gente, esta comenzará a comprar cosas como loca, y eso provocará que algo se termine. Algo
se acabará. Siempre habrá algo de lo cual no habrá suficiente.
Pues bien, digamos que el primer lugar se lo llevan los huevos. Los productores de huevo
están preparados para una demanda que ya mas o menos conocen. También los distribuidores
y las tiendas están preparadas para que se vendan una cierta cantidad de huevos todos los
días. Pero de repente resulta que la gente tiene más dinero así que los huevos se van a empe-
zar a vender más.
Si la demanda crece muy repentinamente no habrá huevos suficientes para todos. Al me-
nos no por algún tiempo mientras los productores y vendedores se adecuan a la nueva de-
manda. Pero mientras eso sucede habrá desabasto. Es decir habrá más demanda que oferta.
En ese momento las personas comenzarán a ofrecer más dinero por los huevos y las tiendas

— 92 —
NUESTRA ECONOMÍA

aprovecharán eso para subir un poco sus precios porque saben que cuando vayan a reabaste-
cerse a los almacenes mayoristas, los huevos les costarán más caros.
Es cierto que algunos se pasan de listos y suben los precios porque saben que la gente de
cualquier forma comprará la mercancía, pero son solo algunos. La mayoría sube los precios
porque saben que los precios de los distribuidores subirán también. Así es como funciona
todo. De esta forma es como el dinero en exceso causa inflación.
—¿Entonces, por qué se imprime dinero?
Buena pregunta. El dinero se imprime porque se necesita. Hay quienes dicen que siempre
debería haber una misma cantidad de dinero en circulación y ya. Alegan que eso evitaría la
inflación causada por el exceso de dinero circulando por allí entre la gente. Eso sería cierto
solamente si el mundo fuera ideal. Pero no lo es. Para empezar, cada vez somos más habitan-
tes en el país. Eso significa que debe haber más dinero para que todos lo usemos. No es lo
mismo que el país tuviera 10 habitantes a que tenga los 120 millones de personas que somos.
La cantidad de dinero que se necesita para intercambiar todos los satisfactores que necesitan
120 millones de personas es obviamente muchísimo más elevada que la que necesitan 10
personas para intercambiar todos los satisfactores que necesitan para vivir bien. Pero además
de eso, esperamos cada uno de nosotros tener una vida mejor cada vez, por lo que cada vez
compraremos más cosas y cada vez más caras. Así que, ya sea porque estamos siempre au-
mentando en cantidad, o porque estamos mejorando nuestra vida diaria, necesitaremos más y
más dinero cada vez.
—¿Y por esa razón el gobierno imprime más dinero?
En realidad, no solamente por eso. La economía de la nación no es algo constante. Siem-
pre está cambiando. A veces cambia mucho y a veces poco. La economía es el intercambio
de satisfactores que hacemos entre nosotros, las personas. Entre más cosas intercambiemos
entre nosotros, más economía tenemos, y entre más satisfagan esas cosas lo que necesitamos,
mejor será nuestra economía. A veces, por alguna razón, digamos porque estamos en la
“cuesta de enero”, cuando ya no tenemos mucho dinero porque nos lo gastamos en diciem-
bre, todos tratamos de gastar menos. Al gastar menos provocamos que haya más dinero que
el que se necesita. En esos momentos el gobierno no tiene necesidad de imprimir dinero.
Pero en diciembre, cuando todos estamos comprando regalos, la producción de dinero debe
aumentar para que todos tengamos el dinero que necesitamos.
En otras ocasiones la cantidad de dinero que está circulando aumenta porque el gobierno
decide realizar algunas obras y para hacerlas imprime dinero. Eso no es malo. De hecho, es
la mejor forma de aumentar la cantidad de dinero que hay en circulación entre la gente. El
problema se presenta cuando las personas a las que se les entrega ese dinero, normalmente a
cambio de algún trabajo que hayan realizado, lo gastan en cosas de las cuales no hay sufi-
cientes. El precio de esas cosas aumenta debido al desabasto que se produce al aumentar la
demanda descontroladamente.

— 93 —
PRIMERA PARTE

Para hacer las cosas más difíciles, el dinero se guarda en bancos y las decisiones que ellos
toman impacta mucho en la variación del dinero que hay en circulación. Los bancos son
como un amortiguador. En ocasiones reciben dinero a guardar, y en otras sueltan el dinero,
generalmente en forma de préstamos. Eso provoca muchos vaivenes en la cantidad de dinero
que está circulando y eso, a su vez, provoca que haya desabasto de algunas cosas y luego de
otras.
La inflación por sí misma es algo que hay que estar vigilando siempre para mantenerla
dentro de control. Si constantemente estuviéramos creando fábricas de cosas para poderlas
comprar aquí mismo, la inflación solo se produciría cuando hubiera desabasto de algo y no
cuando el gobierno decidiera devaluar la moneda. La devaluación afectaría cada vez menos
en forma de inflación si cada vez más y más cosas las produjéramos aquí en el país.
Entonces, no tanto debido a la sobreproducción de dinero, sino a la falta de coordinación
y trabajo por parte del gobierno para crear más y más industrias nacionales, es que nos en-
contramos en la situación de que la inflación está totalmente ligada a la devaluación y ambas
causan problemas enormes a todos. Es como si nos redujeran el sueldo o como si nos roba-
ran nuestro dinero. Debido a que no producimos nada, si el peso se devalúa 50% con respec-
to al dólar, te estarán reduciendo tu sueldo en 50%. Es lo mismo. Y si no eres asalariado y en
lugar de eso tiene un negocio, pequeño o grande, tus ingresos se reducen en 50%. Así de fá-
cil y directo.
En México, la inflación y la devaluación, por tanto, son dos palabras para describir lo
mismo. Ambas son iguales entre sí y juntas significan nada más que “robo”.
En un país como México, en donde no producimos prácticamente nada de lo que consu-
mimos, la devaluación es básicamente igual a la inflación, ya que todo lo importamos. Pero
no nos dicen eso. Nos explican estupideces como que seremos más competitivos en el mer-
cado extranjero, o que traeremos más inversiones al país, y no sé cuántas tarugadas más. To-
das esas tonterías son las cosas que nos han enseñado a creer y, sin embargo, son falsas. Con
tanta terminología, la cual no es más que palabrería, nos han educado a aceptar que nos ro-
ben nuestro dinero desde hace mucho tiempo sin que nos demos cuenta. Sabemos que hay
algo mal pero no hemos podido verlo. Lo percibimos, algo en nosotros siempre ha sabido
que hay algo turbio en todo eso de las devaluaciones y las inflaciones.
La dificultad para ver con claridad el engaño no estriba en que seamos idiotas ignorantes
sino en que desde que nacemos nos comienzan a condicionar a que razonemos de cierta for-
ma, siguiendo un método que nos dan, usando conceptos que nos dan, y terminología espe-
cialmente fabricados para que los usemos en nuestros razonamientos. Eso explica por qué
cuando alguien intenta descubrir las razones por las que las cosas están como están nomás no
llega a ninguna parte. Por eso estamos llenos de teorías económicas. No tenemos una “ley
económica” en la cual apoyarnos. Solo tenemos una enorme cantidad de teorías incompletas.
¿Cómo podría ser de otro modo si todas ellas están basadas en supuestos erróneos?

— 94 —
NUESTRA ECONOMÍA

No nos enseñan a ver que ni la inflación ni la devaluación son problemas económicos.


Tampoco nos enseñan a ver que la inflación o la devaluación nunca se han derivado de pro-
blemas económicos. La inflación y la devaluación son efectos enteramente financieros, mo-
netarios y nada más.
—¿Entonces, por qué afectan a la economía?
Por las reglas que nosotros mismos hemos puesto. Hemos sujetado la economía al dinero.
Nunca debimos haber hecho eso. Siempre debió ser al revés. El dinero se creó para hacer
más eficiente el funcionamiento de la economía. Solo para eso lo creamos. Pero en algún
punto permitimos que nos engañaran y ahora la economía está sujeta al dinero. Las cosas es-
tán al revés. Tenemos la cola moviendo al perro. Debemos enderezar eso.

El Gran Engaño de la Deflación


Si después de haber leído acerca del fenómeno conocido como inflación no te has con-
vencido de que todos estos conceptos económicos están hechos para engañarnos, espera a
que te cuente acerca de otro fenómeno, “la deflación”.
Desde un punto de vista de persona normal, como el tuyo o el mío, la inflación es algo
que no nos conviene, ¿verdad? A nadie le conviene que su dinero pierda valor cada día que
pasa. Ante eso, podrías pensar que entonces lo contrario a la inflación sería algo bueno, ¿no
es así?
Honestamente yo sí pienso que es algo bueno. Le he preguntado a muchas personas que
conozco y no he escuchado que nadie me diga que la deflación es algo malo. ¿Cómo podría
serlo? Imagínate, si la inflación significa que el precio de las cosas comienza a subir y el di-
nero alcanza cada vez para comprar menos, entonces lo contrario debería ser algo bueno. ¿O
no?
Si los precios comienzan a bajar y mi dinero, o el tuyo, ahora nos alcanza para comprar
más cosas que antes, entonces yo estaría muy contento, y me imagino que tú también. Pre-
gúntale a cualquier vecino o conocido que tengas si considera que los precios comiencen a
bajar y su dinero valga cada vez más es algo malo. Te apuesto una caja de cervezas a que te
dirá que no es algo malo. ¡Por el contrario! ¡Sería excelente! ¡Excelentísimo!
Bueno, pues ahora te voy a decir una verdad: La deflación, por muy buena que sea, no
podemos disfrutarla simplemente porque deliberadamente no se le permite suceder. Po-
dríamos tener deflación, pero las personas que supuestamente saben lo que hacen y las cua-
les están encargadas de “administrar” la economía del país impiden que exista la deflación.
De hecho, no solo impiden que exista la deflación, sino que promueven la inflación. La infla-
ción no la combaten, la controlan, para mantenerla en un nivel que ellos determinan. ¿No me
crees? … sigue leyendo.
No te culpo si no me crees. Se nos ha adoctrinado para pensar de cierta forma y eso nos
impide ver la verdad. Es más, incluso esas personas que administran la economía están total-

— 95 —
PRIMERA PARTE

mente convencidas de que un poco de inflación es lo mejor que podemos tener. ¿Tú crees? Si
te estás comenzando a enojar y estás comenzando a sentir que alguien te está engañando, te
entiendo.
Quizá te estés enojando conmigo porque estás pensando que soy yo el que te está querien-
do engañar. O quizá te estés enojando con los administradores de la economía porque me es-
tás comenzando a creer y ahora quieres desquitarte con ellos. Aunque, por otra parte, quizá
lo que estoy diciendo sencillamente te valga madres y se te resbale como el jabón. También
lo entendería. Eso les pasa a muchos. La mayoría de la gente, sin embargo, pienso que se
molestará por lo que le estoy revelando. De toda esa gente que seguramente se estará moles-
tando habrá un muy pequeño grupo que tendrá ganas de que le explique los detalles y que le
demuestre lo que estoy diciendo.
A mí me pasó igual. A base de indagar, y preguntarme más y más por qué las cosas son
como son, y después de verificar qué tan cierto es todo lo que nos dicen, me comencé a me-
ter más y más en este asunto y comencé a descubrir cosas que me hicieron enojar. Así que te
voy a explicar la verdad de las cosas para que nos enojemos juntos.
La deflación, por increíble que parezca, nos dicen que es un “fenómeno económico” más
temido por los economistas y financieros que la inflación. Bueno, la verdad de las cosas es
que no es ni lo uno ni lo otro. No es ni “fenómeno” ni mucho menos es “económico”. Es más
bien un “efecto” y es solo “financiero” —efecto financiero.
Como te comentaba, la inflación es algo que deliberadamente buscan las personas encar-
gadas de la administración pública financiera. A la inflación no le temen, la buscan, la procu-
ran, la provocan. Lo que temen de la inflación, más bien, es que se les salga de control.
Siempre buscan que tengamos más o menos un 3 por ciento.
Por otra parte, la deflación, por baja que sea, representa una de las más horribles pesadi-
llas para los economistas y financieros encargados de vigilar la economía del país. ¿Sigues
sin creerme? Bien. Dame la oportunidad de hacer un experimento humano contigo. No te es-
pantes. Al final de cuentas siempre se la han llevado haciendo experimentos con nosotros y
nunca nos lo han dicho. Al menos esta vez estoy siendo honesto contigo y te lo estoy dicien-
do de frente —ok, te lo estoy escribiendo. Dale una leída al siguiente par de párrafos y vea-
mos lo que te sucede:
“Existen pocas dudas de que un período de deflación prolongada crearía consecuencias
severas para la economía de los EE. UU. Durante la Gran Depresión, entre 1929 y 1933, el
nivel de los precios medido conforme al PIB deflacionario cayó un 22.5 por ciento[24]. Du-
rante el mismo período, el PNB de los EE. UU. cayó casi 33 por ciento, mientras los salarios

24 Datos obtenidos de Harold L. Cole y Lee E. Ohanian, Re-Examinando las Contribuciones del Dinero y las Acciones
Bancarias a la Gran Depresión de Estados Unidos, Oficina Nacional de Investigaciones Económicas (NBER),
Anuario de Macroeconomía 2000, editado por Ben Bernanke y Julio Rotemberg, Cambridge, Massachusetts, Editorial
del Instituto Tecnológico de Massachusetts, 2001.

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NUESTRA ECONOMÍA

nominales cayeron aproximadamente 45 por ciento. Más de 5,000 bancos cerraron debido a
dificultades financieras durante el período de cuatro años que comenzó en 1929.”[25]
“La reciente experiencia en Japón ha demostrado que incluso una deflación gradual y pro-
longada puede tener un efecto debilitante en la economía y el sector bancario. Entre 1995 y
2001, el PIB deflacionario cayó 5.3 por ciento[26]. Los precios de los bienes inmobiliarios y
las acciones cayeron aún más, lo cual, a su vez, ha conducido a un deterioro significativo en
las condiciones financieras de los bancos japoneses. De acuerdo con la Agencia Japonesa de
Servicios Financieros, las pérdidas por falta de disposición de créditos para 13 de los mayo-
res bancos en Japón en el año fiscal de 2001 resultó en 7.7 billones de yenes (aproximada-
mente 65 mil millones), aproximadamente 80 por ciento más alto que el año anterior.”[27]
Ahora veamos el resultado del experimento. Honestamente, dime, ¿cuál es la impresión
que te causan estos fragmentos? A mí no solamente me dieron miedo, sino que actualmente
la mayoría de la gente cree ciegamente en esto, sobre todo sabiendo que los escribió una per-
sona con autoridad académica[28], quien labora en una de las instituciones financieras más
grandes e importantes del planeta y que además, no está diciendo todo esto como una opi-
nión personal sino que lo está haciendo en representación de dicha institución. ¿A poco no
suenan estos fragmentos a algo así como “¡¡ni se te ocurra pensar que la deflación es
buena!!”? Estos párrafos suenan como si la terrible y despiadada oscura sombra deflaciona-
ria fuera a acabar con el planeta y de paso con todos nosotros, los seres humanos quienes
inofensiva y tímidamente habitamos un pedacito de su polvorienta y soleada superficie.
Sirva el resultado de este experimento como base para lo que a continuación voy a expli-
carte. Pero antes quiero que observes un par de cosas. La primera cosa que quiero que obser-
ves es que ambos párrafos están haciendo referencia a eventos que sucedieron alrededor de
la segunda guerra mundial, sobre todo en Europa y recientemente en Japón, y la segunda
cosa que quiero que observes es que no solamente los párrafos fueron redactados por una
persona con reconocida autoridad académica y profesional, sino que citan a diversas fuentes
igualmente consideradas autoritativas tanto académicamente como profesionalmente. De he-
cho, las citas bibliográficas no son mías, sino de la autora en el texto original.
Quizá yo debería también recordarte mis estudios profesionales, mi experiencia profesio-
nal y la de todas aquellas personas cuyas ideas y razonamientos han inspirado todo esto que

25 Datos obtenidos de la base de datos de la Oficina Nacional de Investigación Económica (NBER).


26 Datos obtenidos del Instituto de Investigaciones Sociales y Económicas, Oficina del Gabinete, Gobierno de Japón.
27 El año fiscal termina en marzo. El monto en dólares está basado en el valor de intercambio promedio en enero de
2003.
28 Lisa Ryu. Durante 7 años, de 2000 a 2007 fue Economista Financiera Senior en la Sección de Análisis Económico de
la División de Investigación y Seguros de la Corporación Aseguradora Federal de Depósitos. Durante 4 años, de 2007
a 2011, fue Jefa del Departamento de Precios para los Grandes Bancos en la misma Corporación Aseguradora Federal
de Depósitos, y durante los últimos 5 años, desde 2011 a la fecha, ha sido Directora Asociada en la Mesa Directiva de
la Reserva Federal de Estados Unidos y como tal, es responsable del programa de la Supervisión de Pruebas de Estrés
de la Reserva Federal de Estados Unidos, fungiendo también como miembro del comité ejecutivo que vigila el
programa CCAR del Sistema de la Reserva Federal. Tanto el CCAR (Comprehensive Capital Analysis and Review)
como el DFAST (Dodd-Frank Act Stress Testing) son una actividad de vigilancia para evaluar si las instituciones
bancarias tienen suficiente capital como para absorber pérdidas y continuar operando durante condiciones económicas
adversas.

— 97 —
PRIMERA PARTE

escribo, pero prefiero que sean los razonamientos y la verdad lo que impere en este docu-
mento, y no la autoridad académica o profesional de nadie. Después de todo, no es mi deseo
contra-argumentar ad hominem[29] ninguna postura sin que haya de por medio un detallado
análisis de los argumentos expuestos. Pienso que la verdad siempre será verdad, dígala quien
la diga, y todas las opiniones, sea de quien provengan, merecen nuestro respeto y considera-
ción.
Diciendo las cosas así, cualquier persona normal como tú o como yo pensaríamos que
todo esto que se está diciendo es una verdad indiscutible. ¡Tantas personas tan importantes
profesionalmente y con tantas credenciales académicas no pueden estar equivocadas!, ¿ver-
dad? Eso piensa uno inmediatamente. Bueno, eso pensé yo durante muchos años, hasta que
poco a poco comenzaron a surgir detalles que no tenían sentido y mi natural curiosidad me
llevó a indagar un poquito más a fondo, y luego otro poquito, y luego otro más, hasta llegar
al punto en el que estoy.
Ha sido tanta la tinta, y tantos los “estudios” realizados en apoyo a la idea de que la defla-
ción es terrible, que de tanta repetición podríamos sintetizar las diversas opiniones en unas
cuantas posturas engañosas, las cuales te voy a presentar para que te enojes igual que yo.
El Primer Engaño: Si la gente ve que los precios van a bajar, o que están bajando, dejará
de gastar su dinero.
Los que se dedican a estudiar los fenómenos económicos dicen que, si la gente ve bajar
los precios, automáticamente dejará de gastar su dinero. Al igual que a mí, supongo que esto
te dejará medio atónito, preguntándote de dónde sacan los economistas esa insensatez. No sé
tú, pero si yo veo que los precios comienzan a bajar, no voy a gastar menos. De hecho, tam-
poco creo que gastaría más que lo normal. Quizá trate de aprovechar una que otra oferta, an-
tes de que los precios vuelvan a subir, pero si veo que los precios siguen bajando, digamos
durante un año completo, no me imagino dejando de gastar en lo que normalmente gasto.
Entonces, ¿de dónde sacan los economistas esta idea tan retorcida? Esta rara idea teórica
que los economistas tienen la obtienen de observaciones que han hecho. Cuando uno les co-
mienza a decir que están equivocados, inmediatamente comienzan a citar hechos históricos
en donde ha habido deflación y la gente ha hecho precisamente eso, es decir, dejar de gastar.
Ante estas respuestas la mayoría de nosotros nos quedamos callados y damos el asunto por
terminado. Pero algunos otros no hacemos eso. Nos damos la vuelta y regresamos a seguir
investigando para ver si es cierto lo que nos acaban de responder.
Como ya te comenté, con enorme frecuencia citan lo que sucedió económicamente a fina-
les de la segunda guerra mundial, principalmente en Europa, y lo que ha estado sucediendo
recientemente en Japón. Si lo deseas, solo lee de vuelta los párrafos que cito arriba. Observa
cómo se están refiriendo a Europa alrededor de la segunda guerra mundial y a Japón en tiem-

29 Ad hominem se refiere a esa manía que tenemos los seres humanos de creer o no creer en lo que alguien dice tan solo
por su apariencia o por los estudios que diga tener. Si tiene estudios y viste de corbata le creemos. Si no tiene estudios
y viste de pantalones raídos entonces no le creemos.

— 98 —
NUESTRA ECONOMÍA

pos más recientes. Una búsqueda rápida en Internet también te puede servir. Verás cómo en
prácticamente todos los artículos y publicaciones en donde economistas y financieros se re-
fieren a la deflación, citan estos eventos.
Quizá sus observaciones sean correctas —solo quizá. Pero eso no significa que sus con-
clusiones también lo sean. Es cierto que en períodos de deflación la gente ha gastado menos
dinero, pero eso no significa que la deflación se deba a que la gente haya gastado menos.
Tampoco significa lo contrario, es decir, tampoco significa que debido a la deflación la gente
gaste menos. La verdad es que ambas, deflación y reducción del gasto, se deben a otras cau-
sas. Pero todas esas “otras causas” tienen a su vez una causa común: la falta de dinero. Vea-
mos cómo suceden las cosas cuando se produce el efecto deflacionario:
Imagínate que a los bancos les deja de convenir emitir dinero para la gente. Normalmente,
a esa producción de dinero le llaman “créditos” y se refieren a eso como a “una disminución
en el crédito”. Tú necesitas dinero para comprar algo, vas al banco y no te prestan dinero[30].
Los bancos son una empresa con fines de lucro, así que quieren asegurarse de que les paguen
los préstamos que hacen. Si no sienten la confianza de que les van a pagar los préstamos que
hagan, automáticamente aumentarán las condiciones para prestar dinero y, por lo tanto, me-
nos gente tendrá dinero para iniciar un negocio, aunque sea uno pequeño. Sabemos que el
90% de la gente está empleada por negocios pequeños y no por empresas grandes, así que, si
no hay negocios pequeños, la mayoría de la gente se queda sin empleo. Al quedarse sin em-
pleo no tiene dinero para gastar, así que comienza a ahorrarlo. Cuando la gente deja de gas-
tar, los negocios que todavía están en marcha ven reducidas sus ventas y para recuperar su
nivel de ventas deciden sacrificar sus márgenes de utilidad y reducen sus precios. Al reducir
sus precios tienen que apretar sus gastos y comienzan desesperadamente a intentar diferentes
formas de reducirlos. Llega un momento en que lo ven todo perdido y no les queda otra más
que hablar con sus empleados.
—Tenemos un problema muy grave —les dice a sus empleados el dueño del negocio—.
Ya no me alcanza para pagar los sueldos, así que tengo que tomar una decisión, pero antes de
tomarla, necesito hacerles una pregunta. Debo clausurar el negocio porque no me alcanza
para pagar todos los gastos, sobre todo los sueldos. Pero si ustedes aceptaran trabajar por
menos dinero, entonces podríamos seguir trabajando todos mientras esta situación pasa.
¿Qué hace la gente ante una situación como esta en la que muchos otros negocios están
cerrando y no hay empleo en ninguna parte? Automáticamente y sin pensarla mucho aceptan
reducir sus sueldos. ¡Hasta la pregunta es necia! Es mejor poco que nada.
Así, debido a que la gente se queda sin empleo, y a que la que tiene empleo se ve forzada
a ahorrar al máximo, las ventas de todas las empresas se van a pique y para sobrevivir, dis-
minuyen sus precios. Pero solo lo pueden hacer hasta un límite antes de comenzar a perder
dinero y tronar como palomitas de maíz. Debido a que no hay créditos disponibles, no pue-
30 La forma correcta de decirlo es “te venden dinero”. El dinero no se presta, nunca se ha prestado. Siempre se ha
vendido, pero hemos sido engañados con el uso del término “prestar” el cual denota que nos están haciendo un favor.
Nada hay más alejado de la verdad.

— 99 —
PRIMERA PARTE

den pedir prestado para comprar mercancía, así que inevitablemente deben cerrar sus puertas
al poco tiempo, dejando aún más gente sin empleo, la cual tampoco puede obtener dinero
porque no son sujetos de crédito, puesto que los bancos no están prestando a nadie porque no
tienen la seguridad de que lo que presten se los van a pagar.
Esto que te cuento en dos o tres párrafos es lo que realmente sucede detrás del efecto que
llamamos “deflación”. Como te puedes dar cuenta, no se trata de que la gente gaste menos
cuando se da cuenta que hay deflación. La gente gasta menos cuando no tiene para gastar.
Cuando la gente tiene dinero lo gasta. Lo gasta todo. Algunos ahorran, es cierto, pero casi to-
dos lo gastan. La historia que nos cuentan de que la gente deja de gastar su dinero solo por-
que ve que los precios están bajando o porque ve que van a bajar, es una mentira. Tanto la re-
ducción de precios, como el hecho de que la gente gaste menos, se deben a una causa raíz
común: la falta de dinero. ¿Pero dónde comenzó a gestarse la falta de dinero?
Nada de eso sucedería si los bancos no detuvieran el dinero. Pero lo hacen porque son
empresas con fines de lucro, como todas. Si allí es donde está el problema, allí es donde debe
resolverse. Esa situación nadie la ha resuelto porque saben que la única solución verdadera
es eliminar la libertad de comerciar con el dinero y eso significa quitarles a los bancos la po-
sibilidad de dar ese servicio. Dado que ese servicio es uno de los más rentables para la “in-
dustria bancaria”, es obvio que muchos de ellos cerrarían sus puertas, si no es que todos, si
se les quitara el permiso de vender dinero.
Mi opinión es que el dinero es como el agua. Es propiedad de la sociedad. La sociedad en
conjunto lo crea para poder funcionar e intercambiar cosas unos con otros y por lo mismo
nadie tiene el derecho de apropiarse de él. El dinero fue creado por la sociedad y solo la so-
ciedad puede hacer uso libre de él. La sociedad lo crea gratuitamente y tiene el derecho natu-
ral de crear tanto dinero como necesite, así que nadie debe tener el derecho de lucrar con eso.
No con el dinero. El dinero es para lucrar con todo lo demás, pero no con él mismo. Como
sociedad nos hemos equivocado y hemos permitido que algunos miembros se apoderen del
dinero. El resultado de eso es precisamente cosas como ese fenómeno al que llamamos “de-
flación” y al que los economistas y financieros temen tanto. Pero no le temen por el daño que
causa a la sociedad. Le temen por el daño que causa a sus ganancias. El daño a la sociedad lo
provocan los mismos bancos al detener el dinero y paralizar con ello toda la actividad econó-
mica de la sociedad.
El Segundo Engaño: Cuando hay deflación, los sueldos deben disminuirse para mante-
ner la economía en marcha.
Pocas sentencias causan tanto impacto como esta. Es una frase llena de una deliberada in-
tención de captar tu atención para asustarte. ¿Quién quiere que le disminuyan el sueldo? Por
supuesto que nadie. Estoy seguro de que cien de cada cien personas, después de leer esta fra-
se automáticamente pensarán “¡al diablo con la deflación!”, sin darse cuenta de que están
siendo orillados a tomar una postura equivocada.

— 100 —
NUESTRA ECONOMÍA

El engaño en esta frase está en que hace que la gente piense que los sueldos deben dismi-
nuirse debido a que hay deflación, cuando en realidad deben disminuirse porque no hay di-
nero. ¿Y por qué no hay dinero? Si le haces esta última pregunta a un economista financiero
seguramente te responderá que porque hay deflación. El perro correteándose la cola.
La razón de que no haya dinero es porque a los bancos no les conviene financieramente
venderlo, que es la forma como la sociedad se entrega actualmente dinero a sí misma para
realizar los intercambios de satisfactores. Los bancos crean dinero nuevo cada vez que nos
prestan. No pienses que nos prestan el dinero de los ahorradores —eso lo explicaré a detalle
en otra parte—, pero su ganancia sí se deriva de vendernos el dinero. Si no ven ganancias, no
venden el dinero, aunque no sea suyo. Así de sencillo. Por mucho que dicha venta de dinero
vaya a ayudar al desarrollo económico de la sociedad, de la región, del país, no lo venden si
no ven una ganancia financiera en hacerlo. Por esa razón es que miles y miles de proyectos
para empezar nuevas empresas chicas o grandes y para proyectos de investigación para desa-
rrollar la tecnología necesaria para mejorar el nivel de vida que tenemos sencillamente no
existen. ¡El riesgo financiero es demasiado alto! … pero para los bancos.
Ahora yo me pregunto: ¿por qué los bancos lucran con algo que la sociedad crea libre y
gratuitamente para sí misma? La respuesta es sencilla: la misma sociedad les ha otorgado ese
permiso. Simple.
La sociedad les ha otorgado a los bancos el permiso no solo de lucrar con el dinero que
ella misma crea, sino que además les ha otorgado el permiso de crearlo. Me perdonará la so-
ciedad, pero se ha equivocado. Es necesario corregir eso. Nadie debería lucrar con el dinero,
y nadie debería impedir que la sociedad se entregue a sí misma todo el dinero que necesite
para seguir funcionando, para seguir creciendo, para seguir desarrollándose.
El Tercer Engaño: Si a la economía le va bien, todo esto puede evitarse con solo mante-
ner los intereses bajos, pero si a la economía no le está yendo bien, incluso una tasa de inte-
rés de cero no podría ser suficientemente baja para lograr un empleamiento completo.
Con este concepto ya se comienzan a revolver las cosas, como comúnmente lo hacen to-
dos los que dicen que saben de economía y finanzas. En ocasiones me pregunto si en verdad
no alcanzan a ver la verdad de las cosas, o deliberadamente sostienen conceptos erróneos.
Permíteme explicártelo.
En primer lugar, no es a la “economía” a la que le va bien o mal. A quienes les va bien o
mal es a las personas. Recordemos siempre que la economía la hacen las personas. La econo-
mía no es algo que les sucede a las personas.
Entendiendo esto, lo siguiente que dice el texto es cierto. En un grupo social con una eco-
nomía sana, las tasas de interés deben ser cero o negativas, para asegurarnos de que no se en-
carezcan las cosas financieramente. Recordemos que los intereses nunca los pagan los que
piden prestado, sino los usuarios de los satisfactores que producirán aquellos que obtienen
prestado —que compran dinero a crédito. Así que, para empezar, los intereses deben ser

— 101 —
PRIMERA PARTE

siempre negativos o cero, como máximo. De esa forma nos aseguramos de que la sociedad, o
sea la gente, nunca tendrá que pagar el precio del dinero que haya pedido nadie.
La última frase del párrafo, sin embargo, sí es totalmente falsa. No tiene nada que ver el
nivel de empleamiento de la gente con los intereses, es decir, con el precio del dinero. La
forma como está redactada esta frase hace a una persona pensar que la cantidad de empleos
que tiene una sociedad depende del precio del dinero. Igual daría que dijéramos que el nivel
de empleamiento depende de la posición de Marte con respecto a Urano.
¿Por qué dicen esto estas personas? ¿Son acaso estúpidas? No. No son estúpidas. Senci-
llamente están mirando la situación con la única lente que les han educado a utilizar para ver
lo que está sucediendo. En su cabeza nunca se les ha ocurrido pensar que el dinero puede
serle entregado a la gente de forma gratuita, sin tener un empleo. Tampoco se les ha ocurrido
pensar que puede existir un sistema bancario sin fines de lucro, que entregue el dinero nece-
sario a la gente para que realice los proyectos empresariales que necesite.
En la mente de estas personas el único escenario que existe es aquel en el que, si una per-
sona necesita financiamiento, el único recurso que tiene es el de acudir a prestamistas priva-
dos que buscan siempre ganar dinero con el dinero, sin producir nunca realmente nada. Estos
prestamistas normalmente toman la forma de bancos privados, o de firmas financieras, o de
personas comunes y corrientes[31], pero todos son en esencia lo mismo ya que todos se dedi-
can a lo mismo y practican básicamente las mismas políticas y procedimientos.
De hecho, los prestamistas formales que operan legalmente y pagan impuestos y todo lo
demás, para evitar ser vistos como entes no productivos se han inventado un término indus-
trialoide y se llaman a sí mismos “industria bancaria”, “industria financiera”, “industria cre-
diticia”, o “industria de seguros”, y algunos otros términos así de elegantes y que suenan a
que se dedican a algo digno y productivo. De esa forma han evitado que los veamos como lo
que son: agentes obstaculizantes para el desarrollo económico social.
Debido a esta limitada visión que tienen, para los economistas financieros es natural pen-
sar que si existe deflación —revaluación del dinero con respecto a las cosas— los prestamis-
tas dejarán de prestar porque les será más conveniente sentarse en el dinero que tienen a su
resguardo en espera de que su valor suba todavía más. Mientras eso sucede, no aceptarán
prestarlo (venderlo) ya que ganarán más si lo conservan durante un tiempo. Entre más alta
sea la deflación, más fuerte será su motivación de no soltar el dinero y en cambio, esperarán
a que suba su valor.
En la mente de estos economistas, las personas que tienen a su resguardo el dinero se
comportarán como lo hace un apostador en la bolsa de valores. Se esperará a que sus accio-
nes suban de valor antes de venderlas. En este caso no es nada distinto. Para el prestamista,
el dinero que tiene en resguardo es su capital, sus valores, sus acciones. El prestamista gana
31 A estos normalmente se les conoce como “agiotistas”. Son personas normales como tú o como yo, pero que se dedican
profesionalmente a prestar dinero (vender dinero) y cobran intereses muy altos. La ventaja es que no te piden tantos
requisitos como te los pide un banco y por lo general te prestan el dinero en un tiempo muy breve, quizá de unos
minutos.

— 102 —
NUESTRA ECONOMÍA

dinero con el dinero que tiene. Por eso, al detener la venta de dinero y no prestarlo a la gente
que lo necesita, los negocios que dependen de algún crédito para operar o para iniciar se es-
fumarán en el aire y al perderse, se perderán con ellos todos los empleos que existen, o que
iban a existir.
Los prestamistas, al ver esto, evitarán al máximo prestar dinero ya que la gente que nece-
sita el dinero no podrá ofrecer garantías suficientes. Eso provocará una falta de dinero aún
más severa, por lo que más y más negocios cerrarán, y más y más gente se quedará sin em-
pleo, y así sucesivamente, hasta que todos los negocios cierren, toda la gente se quede sin
empleo y sin comer, y todos los prestamistas se queden con todo el dinero guardado sin que-
rerlo prestar por temor a que no les paguen.
Esa es, en pocas palabras, la cadenita de eventos que los economistas de hoy miran cuan-
do analizan los efectos de la deflación y se aterrorizan con lo que ven. En su simplista men-
tecita, creen haber descubierto el modelo causal de algo excepcional y expresan sus enfermi-
zas visiones en una ecuación igualmente simplista, reductiva, incompleta, falaz, mórbida, en-
ferma, y totalmente asustante: deflación igual a falta de empleos, miseria, hambre, gente an-
drajosa, perros pulgosos, niñitos mugrosos, casas de cartón, y atardeceres grises y polvorien-
tos.
Y con esa pinche ecuacioncita asustona y valín, escriben libros y libros de economía y fi-
nanzas en donde, usando palabras y términos de lo más rebuscados intentan “demostrar” que
tienen razón.
Yo lo único que te puedo decir es que sí tienen razón. Todo eso que elaboran en su mente-
cita simplificada es cierto. Sus conclusiones son correctas y exactas. De hecho, existen mu-
chos casos reales en los que se verifica lo que esos economistas dicen.
Bien, ahora quiero que pienses junto conmigo. ¿Ok? Toma aire y déjame explicarte por
qué es que todo eso que piensan los economistas está bien, y al mismo tiempo está mal.
En primer lugar, debemos entender algo muy importante. Los economistas tienen el méri-
to de “describir” lo que está sucediendo. Incluso las matemáticas que usan son matemáticas
descriptivas. Pero “describir” una cosa es distinto a “proponer” una solución. Yo también po-
dría comenzar a describir que las cosas son así y asado, pero no es esa mi intención. Lo que
intento es darte una solución y luego darte un plan para llevar a cabo esa solución. Ese es el
propósito entero de este librote.

El Mercado Bursátil
Seguramente habrás visto en las noticias la sección financiera. O quizá no, pero no impor-
ta. Te juro que no importa. Las secciones financieras de las noticias es una sección que a na-
die le interesa pero que por alguna razón extraña aparece en prácticamente todos los noticie-
ros, en todos los idiomas, en todos los países.

— 103 —
PRIMERA PARTE

En esa sección de noticias te dicen cuántos puntos subió o bajó la bolsa Mexicana de Va-
lores, o la de Nueva York o la de algún otro lugar. En esa sección de los noticieros te dicen
cosas como que el índice Dow Jones bajó o subió tantos puntos, o que el índice Nikkei de Ja-
pón se “comportó” de tal o cual forma. Incluso hasta te ponen una que otra gráfica con una
línea quebrada que sube y baja.
También ponen una serie de números a lo ancho de la pantalla con un montón de iniciales
y números que pasan demasiado aprisa de derecha a izquierda como para alcanzar a leer qué
es lo que dicen esas letras y números. Si no te has fijado en todo eso, no importa. No te sien-
tas mal. Para empezar, te puedo asegurar que no te has perdido de nada útil para nadie y, para
terminar, te puedo asegurar que toda esa información no significa absolutamente nada.
Esas personas que aparecen en esas secciones “financieras” de las noticias y que parece
que saben de lo que hablan, te juro que no tienen una idea de lo que están diciendo. En lo
personal prefiero pensar eso. Prefiero pensar que no saben de lo que están hablando. Porque
si pienso que sí saben, entonces forzosamente tengo que pensar que deliberadamente me es-
tán queriendo ver la cara de tonto, y eso no me gusta nada.
Seguramente, igual que me pasó a mí durante muchos años, habrás llegado a pensar que
esa “información” le es útil a alguien y que hay personas a quienes no solamente les interesa
eso, sino que además entienden de lo que se está hablando. De la misma forma, igual que me
pasó a mí, sentirás que algo bueno está sucediendo cuando te dicen que la bolsa de valores
tuvo un cierre positivo, o que tal o cual índice subió tantos puntos. ¿No te pasa a ti eso? A mí
me pasaba. Estúpidamente me daba gusto cuando escuchaba que los índices de la bolsa me-
xicana de valores habían subido. Algo en mí captaba el gusto que parecía darle al que lo esta-
ba diciendo y por eso algo en mí se alegraba también. No entendía ni madres, pero me ale-
graba que la bolsa mexicana de valores hubiera tenido un buen día.
Hasta que llegó ese buen día en el que comprendí lo que en verdad estaba sucediendo y
entendí de lo que estaban hablando. A partir de esa fecha, cada vez que escucho la sección fi-
nanciera de los noticieros no puedo evitar sentir una especie de risa mezclada con tristeza.
Me da risa las payasadas que hacen en los noticieros para hablar de algo sin sentido y me
da tristeza por saber la enorme cantidad de gente que, como yo, cree que esa información
significa algo y que a alguien le interesa.
A lo largo de todo este libro hago un esfuerzo por explicar en español —sencillo de enten-
der— algunos de los temas más conocidos por su complejidad. Lo que sucede en la bolsa de
valores es un caso de esos en los que todo lo que dicen lo hacen ver más complicado de lo
que realmente es. Si tan solo llamaran a las cosas por su nombre no sería tan difícil de com-
prender lo que están diciendo. Pero si fuera fácil, la gente sencillamente se daría la vuelta
para no escuchar tanta insensatez. Así que voy a tratar de explicarte este tema en mi muy
particular manera. Ojalá lo logre. Aquí te voy.

— 104 —
NUESTRA ECONOMÍA

EL MERCADO DE ACCIONES
Imagínate que se te ocurre empezar un negocio normal, algo común y corriente. Digamos,
una funeraria espacial. De repente te das cuenta de que a mucha gente le gustaría que la ente-
rraran en algún lugar extraterrestre. Quizá en la luna, o en Marte, o en algún asteroide de
esos que andan por ahí sacándonos sustos de vez en cuando. A mí me gustaría que me ente-
rraran en el cometa Halley, para venir a visitar los cielos terrestres cada cierto tiempo y que
la gente mirara mi tumba con sus telescopios. ¿A ti no?
Como sea, supongamos que te las ingenias para arrancar tu nuevo negocio. Imagínate que
ya tienes clientes y comienzas a crecer. Te das cuenta de que son más las personas que solici-
tan tus servicios de las que te habías imaginado. Podrías no hacer nada y dejar que las perso-
nas esperen su turno. Pero en el mundo capitalista en el que estamos las cosas no funcionan
así. Si iniciamos un negocio y vemos que existe demanda para lo que estamos ofreciendo, in-
mediatamente comenzamos a pensar cómo ofrecer más. De esa forma podremos ganar aún
más.
Bien, para hacer crecer tu negocio y ofrecer tus servicios a toda esa gente que por alguna
extraña razón quiere que la sepulten allá en el espacio, necesitas hacer más grande el edificio
o comprar uno de mayor tamaño. Necesitas además hacer más amplia la plataforma de lanza-
miento espacial porque la que tienes no es suficiente. Por si fuera poco, la gente te comienza
a preguntar si los servicios funerarios los ofreces solo aquí en la Tierra, o tienes la opción de
realizarlos en la Luna.
Eso no lo habías previsto, pero ya que te lo están pidiendo pues la piensas bien y decides
de una vez ofrecer ese servicio también. Pero para hacerlo, debes ordenar que algún provee-
dor de cohetes espaciales te construya uno más grande donde quepan todas las lloronas y las
bandas musicales. Porque si vas a enterrar a un mexicano, las lloronas y las bandas no pue-
den faltar.
Unas sumas rápidas te hacen saber que no te alcanza para pagar todo eso así que debes
conseguir dinero de otra manera para poder financiar tu proyecto. Comúnmente se manejan
dos opciones, aunque en la vida real hay unas cuantas más. Puedes solicitar un préstamo, o
puedes solicitar inversionistas. Digamos que tienes un trauma de tu niñez que te impide pedir
prestado así que mejor decides solicitar inversionistas.
Haces unas cuantas sumas más y te das cuenta de que en total necesitas unos cuarenta mil
billones de pesos. ¡Un cuatro seguido de dieciséis ceros! Quizá suene a mucho dinero, pero
para un proyecto funerario espacial apenas es suficiente. Como sea, todo ese dinero te permi-
tirá ganar veinte veces lo que ganas ahora.
Para conseguir el dinero necesitas inversionistas. Gente que te dé su dinero para que lo
uses en tu empresa y luego les des una parte de lo que tú ganes. A ellos los puedes encontrar
de diversas formas. Te voy a explicar una versión simplificada de una de esas formas: la de
acudir a la bolsa de valores.

— 105 —
PRIMERA PARTE

Bien, uno no va a la bolsa de valores a ver a quién encuentra y tomarse un café. Allí uno
va a comprar o a vender. La bolsa de valores es un mercado, así que si no vas a comprar o a
vender nada mejor no vayas porque capaz que ni entrar te dejan. Pero ¿cómo puedes entrar si
no tienes nada que vender todavía? Tu no quieres ir a vender algo. Quieres ir a que los inver-
sionistas que estén allí te den su dinero. Así que lo que necesitamos es un plan.
Te vas a disfrazar de uno de ellos. Te disfrazarás de apostador de bolsa. Lo primero que
harás será imprimir muchos billetes y los llevarás allá a cambiar por “dinero de verdad”. Im-
prímelos en el papel que tú quieras con los colores que quieras. Procura que se miren como
cosa seria, no como billetes que imprimiste en tu recámara mientras leías este libro y te co-
mías unas galletas.
—¿Así de fácil?
Sí. Así de fácil.
—¿Y eso es legal?
Sí. Es legal, pero no le digas a nadie. Recuerda que en estos casos a uno le dicen que no
haga muchas preguntas. Si haces preguntas, corres el riesgo de saber la verdad.
Cuántos billetes imprimirás y con qué denominaciones, eso depende enteramente de ti y
de tu capacidad de vender algo. Solo a tu propia conciencia le darás explicaciones de cuántos
billetes estarás imprimiendo y cuánto valdrá cada uno de esos billetes. ¿Ahora comienzas a
entender por qué a tanta gente le gusta eso de andar en la bolsa de valores? Muy bien, conti-
nuemos.
En la puerta de la entrada te preguntarán que si vas a comprar o a vender. No les digas
que vas a vender unos billetes que acabas de imprimir en tu cocina mientras lavabas los pla-
tos, porque no te dejarán entrar. Debes aprender a hablar como ellos. Debes decir que llevas
“acciones de una IPO” para vender. No te preocupes por ahora de lo que eso significa. Solo
acuérdate de decirlo y que no te ganen los nervios. Después de decir eso, le muestras tu ma-
letota. Si es negra mejor. De esa forma, con una sonrisa amplia te dejarán entrar y quizá has-
ta café te ofrezcan.
Una vez dentro de la bolsa de valores, trata de no comenzar a mirar todo lo que hay allí
como si fueras un turista extraviado en una dimensión desconocida. Sobre todo, cuida que no
se te quede la boca abierta. Debes caminar por entre la gente como si supieras lo que estás
haciendo. Como si no quisieras que nadie te hablara. Recuerda que allí todo es pura pose,
pura apariencia. Pon cara de inteligente y no vayas a preguntar que si dónde está el sanitario.
Bien, hasta aquí todo está más o menos claro. Ahora pon atención porque esto se va a po-
ner muy interesante.
Recuerda que, aunque todo aquello parezca una oficina, en realidad es un mercado. Allí
puedes comprar y vender todo lo que tú quieras. Incluso los billetes que recién acabas de im-
primir.

— 106 —
NUESTRA ECONOMÍA

Todo lo que debes hacer a partir de ese momento es buscar entre toda esa gente alguien a
quien le interese comprar tus billetes. Recuerda que no les debes decir billetes, sino “accio-
nes de IPO”. Después de buscar un poco, como en todo mercado, poco a poco te irás am-
bientando y lograrás encontrar gente interesada. Captarás su atención y les podrás vender los
billetes. No menciones nunca que “necesitas dinero”. Eso a ellos no les interesa para nada y
se alejarán de inmediato si te escuchan decir eso. Créemelo. Solo háblales de lo que ellos van
a ganar si te compran esas “acciones IPO”.
Digamos que después de varias horas de andar por allí buscando y preguntando encuen-
tras suficientes inversionistas incautos y los convences de que te compren tus billetes hechos
en casa. Has recolectado la cantidad de 40 mil billones de pesos y no le debes nada a nadie.
Solo vendiste promesas. Por cierto, promesas que ni siquiera estás obligado a cumplir.
Los inversionistas confían en que harás lo que dices que harás con el dinero que entre to-
dos te dieron y además confían en que ganarás lo que dices que ganarás. De esa forma, a
ellos les tocará una parte. Desde ese momento en adelante, ellos son tus socios accionistas.
Esa compra de acciones que ellos hicieron les sirvió a todos. Les sirvió a ellos, te sirvió a
ti y le sirvió a la sociedad. Todos salen ganando con esa compra que hicieron de acciones. Tú
ganarás porque con ese dinero podrás hacer crecer tu empresa y con ese crecimiento podrás
ganar mucho más que si no la hicieras crecer. Ellos ganarán porque de todo lo que tú ganes a
ellos les tocará una parte. Y la sociedad entera ganará porque tendrá un satisfactor que antes
no tenía: ahora la gente podrá ir a que la sepulten en la luna, o en Marte, o en alguna otra
parte exótica que cada una escoja, con lloronas y música de banda. Recuerda que la sociedad
siempre gana a través de los satisfactores que entre la misma gente genera.
Todo ese “ganar-ganar” comienza y termina en el momento en el que los inversionistas te
den su dinero y tu salgas caminando de allí con él. De allí en adelante tú te pondrás a trabajar
y a ganar dinero, y ellos a recibir sus ganancias y la sociedad a recibir el nuevo servicio que
le ofrecerás a la gente.
Eso que recién acabas de hacer se conoce como mercado primario. Ese mercado es bueno
porque a todos conviene. De hecho, ese es el valor que aporta la bolsa de valores a la socie-
dad y a la gente en general. Con esa actividad que la bolsa realiza, presta un servicio enorme
a la sociedad porque facilita que las personas que quieren invertir, encuentren en dónde ha-
cerlo y las que necesitan dinero para invertir encuentren quién se los proporcione.
Bien, pero para los inversionistas de la bolsa de valores las cosas no siempre terminan
allí. De hecho, muy pocas veces terminan allí. Resulta que apenas unos minutos después de
que saliste del edificio del mercado, los inversionistas decidieron vender las acciones que re-
cién te compraron. Obviamente las venderán a un precio más alto de lo que te las compraron.
A ellos no les importa que tu proyecto salga bien, ni tus ganancias ni las de la sociedad. Solo
les importan las ganancias que ellos obtengan.

— 107 —
PRIMERA PARTE

Ellos son inversionistas profesionales así que saben convencer a otros inversionistas a que
les compren las acciones que te compraron a ti. Supongamos que las venden todas a un poco
más de lo que te las compraron. Es más, para no hacer cuentas tan rebuscadas supongamos
que las logran vender al doble de lo que te pagaron a ti por ellas. Te entregaron 40 mil billo-
nes que regresarán a sus manos quizá antes de que salgas del edificio, junto con otros 40 mil
billones adicionales. Así son ellos.
Es más, te voy a decir un secreto. Mientras hablabas con ellos tratando de venderles tus
billetes, quizá notaste en sus miradas el interés por lo que les estabas vendiendo. Eso segura-
mente te animó a aderezar tu conversación con uno que otro chiste y ellos naturalmente se
rieron con ganas.
Lo que no sabes es que mientras tú hablabas, ellos no estaban pensando en tu negocio,
sino en el de ellos. Ellos no estaban pensando cuánto dinero ibas a ganar y cuánto les iba a
tocar de eso. Ellos estaban pensando en el dinero que ganarían cuando te dieras la vuelta y
ellos vendieran las acciones que te iban a comprar. Ellos nunca pensaron en ser tus socios.
Su negocio no es ser socio de nadie. Su negocio es comprar acciones y venderlas por una
cantidad mayor de dinero.
Ahora pon atención en lo que voy a decir: De esa venta que ellos hagan de tus acciones a
ti no te tocará nada. Nada. Absolutamente nada. Lo que ellos ganen con la venta de las accio-
nes que tú les vendiste será ganancia únicamente de ellos. De nadie más. A ti no te tocará
nada y a la sociedad entera no le tocará nada tampoco. Este segundo movimiento de acciones
se conoce como mercado secundario.
Ahora saquemos cuentas. En la primera venta de acciones, ganaron todos: tú, los inversio-
nistas, y la sociedad. En la segunda venta de acciones, solo ganaron los inversionistas. Ni tú
ni la sociedad ganaron un centavo. ¿Qué sucedió?
Resulta que en la primera ocasión se realizó lo que se conoce como inversión primaria.
En la segunda ocasión se realizó una inversión secundaria. Pero solo en la primera ocasión
ganaste tú y la sociedad, que son los que nos deben importar, porque solo en ustedes dos es
en quien descansa la economía del país.
La actividad de un inversionista no es en nada distinta a la actividad de un apostador. El
inversionista está apostando a que ganarás el dinero que dices que ganarás. Sabe que hay un
riesgo de que no suceda así, igual que le sucede a un apostador. Son las mismas actividades,
pero con nombres diferentes. Cuando los apostadores ganan, nadie gana más que ellos y
cuando pierden perdemos todos. No sucede así con las inversiones directas en el mercado
primario. Los inversionistas directos se están arriesgando junto contigo y si tú pierdes, ellos,
junto con la sociedad, pierden mucho. Es por eso por lo que la sociedad debe proteger el
mercado primario, pero solo ese.
En la primera inversión, todo ese dinero fue a parar a manos de todos los miles de perso-
nas que trabajarán para construir la plataforma espacial y el cohete gigante y las bandas de

— 108 —
NUESTRA ECONOMÍA

música y las lloronas y todos los demás. De esa forma, todo ese dinero benefició a la socie-
dad entera en forma de sueldos. Pero no solo eso. Hay un beneficio aún más grande, más im-
portante. El beneficio social más grande es en la forma del nuevo servicio que ahora tendrá.
Gracias al nuevo servicio que ofrecerás con el crecimiento de tu empresa, la sociedad en-
tera se beneficiará con ese nuevo servicio y la gente podrá pedir ahora que la entierren en el
espacio interestelar. Esa es la verdadera riqueza de un país. Allí es donde radica la verdadera
riqueza de una sociedad. En los satisfactores que están a su disposición. Así es como las per-
sonas comunes entendemos las inversiones y, en realidad, así es como deberían ser siempre.
Pero no siempre son así.
Ahora observemos más de cerca lo que sucedió. En la primera inversión se movieron 40
mil billones de pesos. En la segunda inversión, debido a que los inversionistas vendieron tus
acciones al doble, se movieron 80 mil billones de pesos, pero nadie —salvo ellos— ganó di-
nero con ese segundo movimiento de dinero. Se movió mucho dinero, mucho más de lo que
tú moviste con tus billetes hechos en casa, pero nada de ese dinero fue a parar a la gente, ni
en forma de sueldos ni en forma de satisfactores. Todo quedó en los bolsillos de los inversio-
nistas. Ellos, con ese dinero, comprarán más acciones de algún otro proyecto, y las volverán
a revender a un valor más alto y se volverán a mover cantidades gigantescas de dinero en un
instante, una y otra vez, y en ninguna de esas otras veces la sociedad ganará un centavo. Solo
ganarán ellos: los inversionistas de la bolsa de valores.
—¿Esto es bueno o es malo?
Es muy bueno, pero solo para los inversionistas de la bolsa de valores. Esto último signi-
fica que lo que ellos ganan en el mercado secundario no tiene que ver con la economía de un
país. El país en el que esté la bolsa de valores puede ser un país rico o un país pobre. No im-
porta. Las ganancias en la bolsa de valores no tienen nada que ver con el mejoramiento o
empeoramiento de las personas que viven en dicho país.
El hecho de que los precios a los que se compran y se venden las acciones en la bolsa de
valores suba o baje en el mercado secundario, por todo lo que te explico, no está para nada
relacionado con la economía del país. Ese hecho, si acaso, está relacionado solamente con la
economía de los inversionistas que participan en la bolsa de valores.
—Entonces, ¿qué es lo que los noticieros nos notifican en sus secciones financieras?
En realidad, no nos están notificando nada que nos importe. Cuando nos dicen que la bol-
sa mexicana de valores subió, o bajó, lo que en realidad nos están diciendo es que solamente
las acciones de un grupo seleccionado de empresas subieron de precio, o bajaron. Eso es
todo. No nos están diciendo nada más.
Quizá hayas escuchado el término “índice Dow Jones” en alguna ocasión. Y seguramente
habrás visto que las personas que dicen las noticias parecen alegrarse cuando el índice Dow
Jones sube. Bueno, pues, yo en lo personal no sé por qué se alegran. En serio. Te juro que no
lo sé. Quizá les dicen que den la noticia y que pongan cara de contentos. No lo sé. El índice

— 109 —
PRIMERA PARTE

Dow Jones es un registro en donde se lleva la cuenta del precio de las acciones de 30 empre-
sas industriales estadounidenses solamente. Hay millones de empresas, pero solo a 30 se les
vigila con el índice Dow Jones. Si los inversionistas, en sus consecutivos movimientos de
compraventa de acciones hacen que suban los precios de dichas acciones, entonces el índice
Dow Jones subirá. ¿Qué significa eso? No significa nada para nadie.
Ni siquiera significa algo para los inversionistas que están apostando en la bolsa de valo-
res. Es más, ni siquiera significa algo para los inversionistas que están apostando con alguna
de las treinta empresas involucradas en el índice. Cada uno de ellos compra o vende según
vea el precio de las demás acciones y según sus instintos y según la información que hayan
logrado obtener de forma confidencial. Ningún inversionista se basa en ningún índice
bursátil para decidir algo.
—¿Entonces, para el país no es ni bueno ni malo?
En realidad, sí afecta al país. Todo esto que los inversionistas hacen dentro de la bolsa de
valores ayuda al país, pero solamente en la primera ronda de inversiones. Solamente en el
mercado primario. En todas las demás rondas, en el mercado secundario, en las que se mue-
ve mucho más dinero, el efecto resultante es nocivo para el país. Es nocivo para todos. Esto
debo explicarlo a detalle así que ahí te voy de nuevo.

EL MERCADO DE SECUNDARIOS
Todas las rondas subsecuentes de compra y venta que los inversionistas hagan con las ac-
ciones que les vendiste no tendrían mayores consecuencias si tan solo lo que apostaran no
fuera dinero… dinero público… dinero de la gente… dinero tuyo y mío. Sin embargo, sí lo
es. Sí apuestan nuestro dinero. Es dinero puro, o mejor dicho, puro dinero. Las cantidades de
dinero que “mueven” es gigantesca. El movimiento es varias veces más grande que todo el
dinero que existe en el país, y además no es productivo. Por estas dos razones es que provo-
can un daño enorme que no nos han educado a ver con claridad. De hecho, estoy casi seguro
que ni siquiera ellos mismos son conscientes del daño que están provocando a toda la socie-
dad, a toda la gente.
¿Cómo puede ser esto posible? Hemos visto claramente que el dinero no vale nada por sí
mismo. No tiene valor intrínseco. También hemos visto que su razón de ser es la de facilitar
el intercambio de satisfactores entre las personas. De igual forma, también hemos visto que
el intercambio de satisfactores entre la gente es lo que constituye la economía de una socie-
dad humana y que entre más intercambio de satisfactores exista, más crecimiento económico
habrá[32].

32 El crecimiento económico no está definido en la Economía del Valor Social como comúnmente está definido por la
práctica económica estandarizada. En la Economía estándar el crecimiento económico se define como un incremento
en el valor del producto interno bruto (PIB) en un segmento de población. Pero como ya lo vimos, el utilizar al PIB
como medida de nivel económico es una práctica incorrecta, engañosa e incompleta, ya que solo toma en cuenta
variables financieras.

— 110 —
NUESTRA ECONOMÍA

Por otra parte, hemos visto cómo todas esas gigantescas cantidades de dinero que se mue-
ven muy rápidamente en el mercado secundario de valores no están relacionadas con la so-
ciedad ya que no benefician a nadie más que a los inversionistas que se dedican a eso. Esto
explica por sí mismo por qué esos intercambios en el mercado secundario son totalmente im-
productivos.
—Entiendo que sean improductivos, pero ¿por qué son nocivos?
La cantidad de dinero que se pone en juego es enorme. Lo que sucede es que son apuestas
sucesivas que se realizan antes de ser cobradas. No están moviendo dinero realmente, solo lo
están comprometiendo. Es como si todo ese dinero se moviera en forma de pagarés. Imagí-
nate que tú vendes algo, lo que sea, en 300 billones de pesos en unos cuantos minutos. O, si
lo prefieres, imagínate que te ganas el premio mayor de la lotería. Es casi seguro que no te lo
gastarás todo a la misma velocidad con la que lo ganaste. Gastarás un poco y el resto lo irás
guardando. Quizá lo inviertas en algo, quizá no, pero mi punto es que no te lo gastarás todo
de golpe.
Los inversionistas en la bolsa de valores hacen lo mismo. Son tan grandes las cantidades
de dinero que se mueven en unos cuantos minutos que es imposible que se lo gasten tan apri-
sa. ¿Y qué sucede con el resto? Queda en depósito, o lo que es lo mismo, alguien se los debe.
Si te sacas la lotería no te entregarán el dinero. Te entregarán un pagaré. Les llaman bonos.
Es una promesa de pago. Tú depositarás ese bono en el banco y desde ese momento el banco
te deberá ese dinero. Pero el dinero no lo verás. El banco te dará un pagaré y el gobierno le
dará un pagaré al banco, y así sucesivamente.
De esa misma forma, los inversionistas pueden mover, o poseer, cantidades gigantescas
de dinero sin realmente tenerlo.
Si alguien, con una varita mágica de repente detuviera todas esas apuestas y forzara a to-
dos esos apostadores a cobrar y pagar sus cuentas, prácticamente todos ellos quedarían con
deudas incobrables por decenas de generaciones de sus descendientes.
Ocasionalmente, cuando se asustan por algún movimiento económico en el país, y deci-
den cambiar “algo” de “su dinero” por dinero de verdad o por alguna otra moneda, es enton-
ces cuando se provocan desestabilizaciones enormes en toda la economía. Mientras se en-
cuentran jugando a gusto no hay problema. Pero cuando uno de ellos, o varios, deciden co-
brar lo que ganaron, entonces allí vienen las catástrofes financieras. Sencillamente no hay
suficiente dinero de verdad para pagar la deuda.
Estas apuestas son totalmente improductivas y totalmente nocivas. Solo en su primera
compra son positivas porque impulsan la industria y la economía. Después de eso solo se de-
dican a perturbar los mercados de dinero, los cuales a su vez perturban la economía y dejan
de ser un apoyo para convertirse en un obstáculo. No debería ser así. No tiene que ser así. Es
así porque así hemos diseñado las reglas del juego.

— 111 —
PRIMERA PARTE

Por todas estas razones, en la Economía del Valor Social se propone modificar este tipo de
actividades para convertirlas en actividades productivas. Es necesario quitarles su caracterís-
tica cualidad de apuestas por dinero, sin ninguna repercusión positiva en la economía nacio-
nal, para transformarlas en apuestas por una ganancia económica verdadera.
Dicho sea de paso, que a pesar de ser actividades que mueven la mayor parte del dinero
disponible en el país, no se les cobra impuestos por sus ganancias en las actividades que ha-
cen. En la Economía del Valor Social, no se propone cobrarles impuestos, sino limitarlas a
actividades de inversión directa que impulse y mejore la economía del país y de los inversio-
nistas de verdad.

EL MERCADO DE DEUDA
Como hemos visto, el mercado de secundarios es un mercado de dinero improductivo y
nocivo. Sin embargo, existe otro mercado aún más nocivo que el mercado de secundarios. Se
llama “mercado de deuda”. A una persona normal seguramente le sonará extraño ese concep-
to. Hace muchos años, cuando escuché ese término por primera vez me llamó la atención y
llegué a pensar que no había escuchado bien, o que quizá se trataba de alguna traducción mal
hecha. Ahora sé que no escuché mal y que no está mal hecha ninguna traducción. El concep-
to es preciso y exacto. La deuda se vende, y se vende muy bien. Veamos.
Imagínate que necesitas dinero. Como todos, te despiertas una mañana con menos dinero
que en otras ocasiones y con un montón de deudas. Mientras miras al techo de tu recámara,
quizá con la luz encendida, comienzas a pensar. ¿Cómo obtener dinero? ¿Robar un banco?
No, muy peligroso. Te pueden arrestar. ¿Pedir prestado? No. Nadie en su sano juicio te pres-
tará los 20,000 pesos que necesitas para pagar lo que debes. Además, ya nadie te cree y le
debes a todo el mundo. Cuando llegas a visitar a tus papás, ya ni los buenos días te dan y
solo te preguntan cuánto necesitas ahora.
Necesitas 20,000 pesos y sabes que nadie te los prestará. Pero sabes que cualquier perso-
na te puede prestar, digamos unos diez pesos. Entonces, se te ocurre una idea brillante. ¿Qué
tal si imprimes unos 2000 pagarés por valor de diez pesos cada uno? Se los das a la gente a
cambio de diez pesos y les dices que les pagarás el 10% de interés. Es decir, al cabo de un
mes les darás once pesos, en lugar de los diez.
Esa idea resulta estupenda porque así nadie tiene que arriesgarse a prestarte los 20,000 pe-
sos sino solamente 10 y además ganarán un peso al final del mes. Si no les pagas, pues no
hay mucho alboroto, al fin y al cabo, son solo diez pesos los que te prestaron. A esa manio-
bra, técnicamente se le conoce como “dilución del riesgo”.
Así que te levantas, imprimes tus pagarés y te vas a la calle a venderlos a la gente. Al
cabo de dos días de arduo trabajo vendiendo los pagarés, logras recabar tus necesitados
20,000 pesos. ¿No es eso excelente?
Obtuviste 20,000 pesos y si no los pagas no habrá mucho lío porque nadie se va a pelear
por 10 pesos que les debas. Todavía mejor. Si alguno de ellos se pone pesado pues le pagas y

— 112 —
NUESTRA ECONOMÍA

ya. Al cabo ya tienes 19,990 pesos y pagar diez pesos es como quitarle un pelo a un gato. ¿A
poco no es una magnífica idea?
Por supuesto que lo es. Es tan magnífica que muchísima gente se dedica a eso y “venden”
cantidades indescriptiblemente grandes de deuda de esa forma.
Bien, pero el término “pagaré” no es muy elegante. Eso suena como a deuda —lo cual es
lo que realmente es—, sin contar con que un “pagaré” es un instrumento legal amparado por
la ley y por lo cual sí te pueden embargar tus pertenencias si no lo pagas. Así que mejor les
vamos a poner otro nombre que no se escuche tan comprometedor pero que al mismo tiempo
no signifique nada. Les llamaremos “bonos”.
Todos esos bonos que imprimiste y que vendiste tuvieron un comprador. Alguien los com-
pró. Por esa razón a todo ese bailongo que hiciste se le llama “mercado” y como fue deuda lo
que vendiste, pues queda claro que por eso se le llama “mercado de deuda”.
En otras palabras, vender deuda es un término ágil y simpático para pedir dinero prestado
sin sentirse mal por ello. Si alguien te pregunta que qué estás haciendo a mitad de la calle
con ese montón de papelitos en la mano, no dirás que estás pidiendo dinero prestado a la
gente. Te escucharás muy perreado[33]. En vez de eso, dirás que estás vendiendo “instrumen-
tos de deuda”, o “inversiones hipotecarias”, o “certificados del tesoro”, o “pasivos certifica-
dos”, o cualquier otra cosa que se te ocurra que suene inteligentoide. Y si además de eso te
vistes con corbata y te disfrazas de ejecutivo, pues ya la hiciste.
La cantidad de personas y la cantidad de dinero comprometido en bonos, o en diversos
instrumentos de deuda, es una cantidad muy grande de dinero. Tan solo el gobierno federal
en México comprometió casi la tercera parte de su presupuesto anual en bonos. De un total
de 4.6 billones de pesos[34], 1.3 billones se comprometieron en instrumentos de deuda. Es de-
cir, estamos endeudados a pagar 1.3 billones más intereses en unos años más[35]. ¿Sabías eso?
Y esto es solo en relación con los bonos emitidos en pesos. Existen bonos emitidos en otras
monedas, sobre todo en dólares estadounidenses, llamados elegantemente “bonos sobera-
nos”.
El gobierno federal no debería, menos que nadie, tener la necesidad de vender deuda. No
debería pedir prestado puesto que tiene el poder de imprimir o crear dinero. Nos pueden re-
petir muchas veces que imprimir dinero genera inflación, pero eso no es cierto. Lo que gene-
ra inflación es la carencia de satisfactores, aunque no se deba a una sobredemanda provocada
por exceso de dinero.
Por otra parte, el pago de toda esa deuda solo se puede lograr aumentando los impuestos y
aumentando los intereses. Ambas cosas, sin embargo, provocan que la gente no pida prestado
y que, por lo tanto, no haya circulando el suficiente dinero que se necesita para que la gente
33 Ordinariamente pobre.
34 Ley de Ingresos de la Federación, Centro de Estudios de las Finanzas Públicas, Cámara de Diputados, 17 de octubre
de 2014.
35 Esteban Rojas, Florecimiento global del mercado de bonos. México beneficiado. Publicado en El Financiero, 15 de
enero de 2015.

— 113 —
PRIMERA PARTE

intercambie cosas entre sí, que es lo que realmente es la economía. Al no haber cosas inter-
cambiándose deja de haber satisfactores, y ¡bingo!, obtenemos inflación, que era lo que que-
ríamos evitar por principio de cuentas.
Esta propensión a vender deuda, sin embargo, no es única del gobierno federal en Méxi-
co. En todos lados se cuecen habas. Por ejemplo, en Estados Unidos, hace aproximadamente
diez años, en el 2005, se emitieron cerca de $218 mil millones de dólares en bonos, compa-
rado contra un poco menos de $18 mil millones de acciones corporativas nuevas, o mercado
primario, que son las que activan a la economía verdadera.[36] En el año 2012 las cosas no se
veían mejor. En ese año 2.2 billones de dólares estaban comprometidos por el gobierno fede-
ral de ese país en mercado de deuda, ¡prácticamente el 100% de los ingresos por impuestos y
otros conceptos![37]
¿Estás comenzando a entender ahora? Todo lo que nos dicen acerca de los mercados fi-
nancieros es básicamente falso ya que dichos mercados no están relacionados beneficiosa-
mente con la economía, salvo en la primera ronda de inversiones primarias. Todos los demás
mercados son como trampas que se van construyendo una sobre otra haciéndose cada vez
más difíciles de entender y por lo mismo, nuestros gobiernos batallan en realizar las manio-
bras necesarias para detenerlos. El mercado de secundarios es poco comprendido y en él se
comprometen cantidades de dinero más grandes que en el mercado primario. A su vez, el
mercado de deuda es todavía más poco entendido y se comprometen cantidades de dinero to-
davía mayores. Pero existen otros mercados todavía más oscuros y difíciles de entender y
manejar en los que se mueven cantidades de dinero tan fabulosas que de plano nadie puede
decir con seguridad cuánto dinero está involucrado. Tal es el caso del mercado de derivados.
Si te queda algo de estómago, y si tu taza todavía tiene algo de café, te invito a que continúes
conmigo. Veamos ahora este último mercado: el mercado de derivados.

EL MERCADO DE DERIVADOS
Por muy grande que sea el mercado de secundarios, o el mercado de deuda, ninguno de
los dos se compara en tamaño con el mercado de derivados. De hecho, el mercado de deriva-
dos es más grande que la suma de todos los demás, o al menos eso se piensa porque la ver-
dad es que nadie sabe de qué tamaño es.
La razón de esa desproporción tan inusitada y la razón del desconocimiento del tamaño
del mercado de derivados es doble. Por una parte, los contratos derivados no están regulados
en la mayor parte del planeta y, por otra, es enorme la cantidad de cosas que se manejan en el
mercado de derivados. Yo pienso que la razón de que no esté regulado ese mercado, a pesar
de ser más grande que todos los demás juntos, es más bien por desconocimiento de las perso-
nas que hacen las leyes, pero esa es solo mi opinión.

36 Flow of Funds Accounts of the United States. 9 de marzo de 2006. Board of Governors of the Federal Reserve System;
Bucks et al., 2006. Recent Changes in U.S. Family Finances: Evidence from the 2001 and 2004 Survey of Consumer
Finances.
37 Fiscal Year 2013 Budget of the U.S. Government, Office of Management and Budget. Obtenido de whitehouse.gov el
17 de marzo de 2016.

— 114 —
NUESTRA ECONOMÍA

Por cierto, esta es una de las muchas razones por las que creo que las leyes deberían ha-
cerlas personas que sepan de los temas que se están tratando y no personas que todo lo que
quieren es un puesto político con un sueldo gigantesco. Así como nadie puede hacer una re-
glamentación para una cirugía sin haber estudiado una carrera en medicina, o un procedi-
miento tecnológico sin haber estudiado ingeniería, nadie debería poder redactar una ley sin
haber estudiado leyes primero. Si nuestros legisladores fueran abogados especialistas en le-
gislación y no solo merolicos en un auditorio, no tendríamos fenómenos tan enormemente
nocivos como un mercado de derivados más grande que varias veces el valor financiero de
todo nuestro país entero, y el de varios países junto al nuestro.
—Jorge, pero no has explicado qué es un derivado.
Oh, sí, perdón. Pensé que para ahora ya habrías buscado la definición en Wikipedia, o
algo así. Después de todo se supone que en una enciclopedia las cosas deben estar explicadas
de forma que las comprenda cualquier persona. Veamos si mis esperanzas son en vano:
“Un derivado financiero, o instrumento derivado, es un producto financiero cuyo valor
se basa en el precio de otro activo. El activo del que depende toma el nombre de activo sub-
yacente, por ejemplo, el valor de un futuro sobre el oro se basa en el precio del oro. Los sub-
yacentes utilizados pueden ser muy diferentes, acciones, índices bursátiles, valores de renta
fija, tipos de interés o también materias primas.”[38]
Bueno, ¿qué te puedo decir? Ahí lo tienes. ¡Ni yo le entiendo! Pero ya no me sorprende, y
dentro de poco a ti tampoco te sorprenderá. Así son estas cosas relacionadas con la econo-
mía. ¿Ahora ves por qué pienso que deliberadamente nos engañan? ¿A quién se le ocurre re-
dactar una explicación enciclopédica de esta forma tan oscura?
Abusando de tu paciencia y de tu taza de café, te ruego que me permitas ahora intentarlo
yo. La paciencia es porque necesitaré un poco más que un párrafo, pero creo que vale la
pena. Aquí te voy.
Imagina que tienes un negocio de venta de autos usados. Hace unos años vendías unos
cuatro automóviles cada semana. Pero las cosas se han puesto difíciles y ya la gente no tiene
dinero como antes. Las tasas de interés bancarias están por los cielos así que nadie piensa en
recurrir a un préstamo bancario para comprarte un auto. Como resultado, ahora solo vendes
un automóvil al mes, si bien te va. Obviamente no puedes vivir de eso, así que se te ocurre
una idea que suena brillante. Como nadie ofrece crédito, decides hablar con la compañía que
te vende los autos a ti. Le explicas que tienes la idea de vender los autos a crédito. Dado que
nadie ofrece crédito en estos días, piensas que eso sacará a tu negocio adelante, pero necesi-
tas que tu proveedor de autos también te ofrezca los autos a crédito. Él decide aceptar, pero
solo te podrá ofrecer a crédito los autos que él mismo no haya podido vender. Serán autos
viejos y sin lujos de ninguna especie. No tienes nada que perder así que aceptas el trato y de-
cides empezar.

38 Obtenido de investopedia.com el 8 de mayo de 2016. No encontré el término “Mercado de Derivados” pero encontré
este que me parece equivalente.

— 115 —
PRIMERA PARTE

Dentro de poco tiempo se corre la voz y la gente empieza a acudir a comprar un auto a tu
negocio. Los autos no son muy buenos, pero el crédito que ofreces es una oferta que no pue-
den dejar pasar, así que los compran. Las personas con buena capacidad financiera no com-
pran tus autos a crédito porque prefieren comprar un auto bueno, aunque sea al contado. Así
que te comienzan a llegar clientes que evidentemente no tienen una muy buena capacidad fi-
nanciera. Lo que quieres es vender tus autos y como ninguno de ellos representa una canti-
dad de dinero muy alta, y dado que los obtuviste a crédito, decides vendérselos.
En unas cuantas semanas te encuentras vendiendo más autos que nunca y más autos que
cualquier otro vendedor de autos. ¡Estás feliz! ¡Te consideras un genio! Tu negocio crece y
ahora tienes 10 empleados para que te ayuden. Los haces trabajar mucho, pero les pagas
bien. Las mensualidades que tienen que pagar tus clientes son bajos así que los hacen con fa-
cilidad. Uno que otro se atrasa una que otra vez, pero eso no se mira muy peligroso. Espera-
bas que eso sucediera de cualquier forma.
Lo que no esperabas era que te quedaras sin autos. Los clientes siguen llegando más y
más a tu negocio y tú no desaprovechas la oportunidad de venderles un auto. Tu proveedor
también está contento, pero surge un problema. Él te ha estado vendiendo los autos que él
mismo no ha podido vender. Tú los has comprado todos y ahora él no te puede vender canti-
dades más grandes. Para incrementar la cantidad de autos deberá venderte de los otros, los
menos viejos. Esos cuestan un poco más caros. Al razonar te das cuenta de que te estarías
arriesgando demasiado ya que esos autos caros no los podrá pagar la clientela que tienes así
que decides mejor conformarte con vender solo los autos viejos relegados que te pueda ven-
der tu proveedor.
Pasan los días y, un día, mientras te bañas, se te ocurre otra brillante idea. Es tan brillante
que casi se te cae el jabón de las manos. Se te acaba de ocurrir subir el precio de los autos
que estás vendiendo actualmente. Los abonos que tendrán que pagar tus clientes serán los
mismos, solo les extenderás el crédito por más tiempo. Nadie se negará. Después de todo na-
die ofrece un crédito con abonos tan bajos como tú. Lo intentas y con gusto ves que tus
clientes no se opusieron. Te vuelves a felicitar por tu idea, porque con ese dinero adicional
podrás comprar algunos de los autos un poco más caros que tu proveedor te había ofrecido.
Tu negocio sigue creciendo más y ahora contratas a cinco empleados más además de conse-
guir rentado el terreno contiguo a tu negocio.
Todo marcha de maravilla hasta el momento en el que te topas con el gerente del banco en
un restaurante. Platicas con él y le cuentas cómo te está yendo. Le cuentas de tus ideas y de
cómo lograste manejar la situación. Él te escucha con cuidado y ve en tu proyecto una opor-
tunidad para el banco. Con tu trabajo y el de las personas que empleas, estás ganando dinero
y no tiene la intención de dejar pasar la oportunidad de tomar una parte de él, así que te ofre-
ce un trato. Te ofrece dinero a un interés más bajo de lo normal. Te menciona el término “in-
terés preferencial” y te dice que eso solo se lo ofrecen a clientes VIP. Te sientes halagado y
decides aceptar. Ese crédito con interés bajo te podrá permitir vender incluso más autos y
además un poco mejores que los otros.

— 116 —
NUESTRA ECONOMÍA

Con ese dinero acudes con tu proveedor y le das la buena nueva. Ahora podrás comprarle
más autos, aunque sean de los caros. Él te felicita y celebran juntos por la nueva oportunidad
de ganar más dinero vendiendo más autos.
Durante las pláticas con el gerente del banco siempre sentiste que te hizo sentir importan-
te. En verdad sentiste que a él le preocupaba tu negocio. Sabías que él ganaría dinero con los
intereses que le pagarías y eso lo comprendiste… o así lo creíste.
Lo que no alcanzaste a ver era que en realidad al gerente del banco no le importaba tu ne-
gocio. Tampoco le importaban mucho los intereses que el banco te cobraría. Lo que al banco
realmente le importaba era la posibilidad de poder vender la deuda que estabas contrayendo
con él. Es cierto que los bancos ganan dinero con los intereses que cobran, pero también es
cierto que ganan mucho más vendiendo la deuda que tienes con ellos. Esa mirada de interés
que notaste en el gerente del banco no era porque tu negocio fuera interesante, sino porque el
negocio que él haría con tu deuda era para él realmente interesante.
Debido a que tu negocio era sano financieramente, a él le sería facilísimo vender los pa-
garés que firmaste por el préstamo que te dio el banco, como un paquete con categoría pre-
mium. ¿Cómo los venderá? Adivinaste… convirtiéndolos en contratos derivados.
Si buscas un poco en Internet encontrarás que existen una cantidad importante de tipos de
contratos derivados. Los contratos de seguros son quizá los más conocidos. Son contratos
derivados donde las apuestas se dan al por mayor. Cuando compras un seguro estás apostan-
do contra ti mismo, y el seguro apuesta a tu favor. En el caso de un seguro contra accidente,
tú estás apostando a que algo te pasará en un año, y la aseguradora apuesta a que no te pasará
nada. Si en menos de un año tú ganas la apuesta, además de ir al hospital, cobras el seguro.
Si en menos de un año no te sucede nada, la aseguradora gana la apuesta y tú pierdes. Al co-
menzar el siguiente año, si gustas, la apuesta se repite.
Pero el banco, en este caso, no usará ese tipo de contrato derivado. Usará seguramente
otro distinto. Lo más probable es que decida vender la deuda a un precio alto. El comprador
de la deuda verá que el trato es de poco riesgo porque el banco le mostrará el flujo de dinero
que has tenido en tu negocio de autos. El banco venderá la deuda seguramente por algo cerca
del doble que te prestó a ti. Esa ganancia de casi el 100% era la que tenía en mente mientras
tú le estabas platicando de lo bien que tu negocio iba. El gerente del banco sabía que entre
más dinero te prestara más ganaría. Saldría ganando, incluso si tenía que pedir dinero presta-
do para prestártelo a ti. Para lo único que necesitaba saber qué tan bien te estaba yendo era
para poder calcular qué tan caro podía vender tu deuda a un tercero.
Una vez que el banco haya vendido tu deuda, ya no le importará si la pagas o no. Eso será
problema de otra persona. El banco para entonces ya habrá ganado lo que quería ganar y
ahora se dedicará a buscar otra persona como tú. Ese tercer inversionista, el que compró tu
deuda al banco, es el que está invirtiendo en derivados. Pero si crees que ese inversionista es-
tá invirtiendo su dinero estás equivocado. Ese inversionista pidió prestado para comprar tu
deuda. De hecho, no le compró al banco solo tu deuda, y quizá ni siquiera se la compró al

— 117 —
PRIMERA PARTE

banco directamente sino a un corredor de bolsa quien le ofreció un paquete con varias deu-
das incluidas. Estamos hablando de muchísimo dinero. Los corredores manejan portafolios
con miles de “instrumentos” al mismo tiempo. Tu deuda no es más que un granito de arena
en una playa.
Hasta este punto suena muy bien todo esto. Quizá suene un tanto burocrático, pero no
suena del todo mal. Al fin y al cabo, todos parecen estar ganando algo. Bueno, la verdad es
que no. Hasta este momento la verdad es que solo el banco ha ganado algo, pero no por mu-
cho tiempo. El dinero que el banco te prestó lo invertiste en mercancía y en gastos como
sueldos adicionales y pago de la renta del terreno adicional. No has tenido utilidades todavía.
El inversionista que compró los derivados al banco tampoco ha ganado nada porque solo
compró la deuda. Hace falta que se la paguen. Al igual que tú, tampoco ha tenido utilidades.
Los inversionistas en derivados son personas muy arriesgadas, pero también son muy inteli-
gentes. En algún momento el inversionista en derivados se dará cuenta que la inversión que
compró al banco no es tan sólida. Averiguará que tu negocio está construido sobre bases que
no son muy firmes porque tus clientes no son confiables. En ese momento querrá probar la
inversión que hizo y solicitará la liquidación del contrato. Es decir, querrá ver el dinero. Te
notificarán que ante la situación económica imperante en el país su departamento de evalua-
ción de riesgos financieros solicitó auditar tu caso y te darán alguna excusa disfrazada de
mentira, algo como “que disque para darte un crédito más amplio”. Si no caes en la trampa a
la primera te notificarán de vuelta y en algún punto te amenazarán con cancelar lo que ele-
gantemente llaman “tu línea de crédito” —que no es más que una de las formas más adicti-
vas que el hombre ha inventado para vender dinero— a menos que muestres la solvencia de
tus clientes. Tú no querrás perder tu línea de crédito porque sientes que te ha costado mucho
dinero y mucho esfuerzo tenerla, así que tratarás de darle al banco la información que necesi-
ta.
Sin embargo, te darás cuenta de que no podrás hacer lo que te piden porque tus clientes no
son solventes. Quizá intentes pagar tu deuda para demostrar que eres solvente, aunque tus
clientes no lo sean y buscarás apoyarte en el mismo banco aprovechando tu todavía existente
línea de crédito. Pero te toparás con que el banco te rechazará porque estás pidiendo prestado
para solventar una deuda —un pasivo. Así que estarás entre la espada y la pared. La única
solución que te quedará es la de rematar los autos que tengas para pagar el préstamo y así
salvar tu preciada línea de crédito. Al hacerlo te quedarás sin mercancía y sin dinero. Tu pro-
veedor no podrá venderte a crédito porque no tienes con qué pagarle y tendrás que despedir a
tus empleados porque tampoco tendrás con qué pagarles. El banco se desentenderá de todo
eso porque él ya realizó su negocio y lo hizo bien.
Por su parte, el inversionista en derivados se quedará con la deuda y tampoco podrá pagar
el préstamo que solicitó para comprar el instrumento derivado. El banco se quedará entonces
con un cliente que no podrá pagarle el préstamo, pero como estamos hablando de cantidades
muy altas de dinero, el banco también se verá afectado. Sin dinero, el banco no podrá prestar
a nadie más, hasta que las cosas se resuelvan.

— 118 —
NUESTRA ECONOMÍA

De un momento a otro, debido a que el inversionista en derivados se dio cuenta que tu


deuda no era tan buena como se lo dijeron, todo pasó a detenerse, a congelarse o, mejor di-
cho, a derrumbarse. El flujo de dinero de repente se detendrá y todos, unos primero y otros
después, saldrán afectados. El inversionista quizá intente vender los instrumentos derivados
que compró al banco, pero como ya todos se enteraron, ahora no valdrán casi nada. Lo mis-
mo le sucederá al banco con los instrumentos adicionales que todavía no haya vendido. Su
credibilidad se irá a pique y nadie le comprará derivados, por malos, porque son “tóxicos”.
De esta forma simple y a la vez compleja es como los contratos derivados han hecho tri-
zas a muchos países a lo largo de la historia. De hecho, los rumores de que harán trizas al
mundo entero dentro de poco son muy insistentes. Por todas partes se escucha que pronto las
cosas se irán a pique de una forma como no se ha visto nunca. Quizá suceda, quizá no. No lo
sé. Lo que sí sé es que ha sucedido repetidas veces a lo largo de la historia y seguimos sin
hacer nada al respecto para solucionar las cosas de raíz e impedir que vuelvan a suceder.
Lo único que hemos hecho es servir de aval y pagar la deuda al banco entre todos. Esos
escandalosos rescates financieros que han hecho muchos gobiernos a lo largo de la historia
contemporánea son exactamente eso. Es dinero que el gobierno le entrega a los bancos para
que puedan seguir operando, y que puedan seguir apostando mientras todos los ciudadanos
se quedan sin dinero. En los casos en los que los gobiernos —en representación de la gente
— no tienen suficiente dinero, han ofrecido al banco pagarés, pero elegantemente los llaman
bonos, porque además llevan un interés adjunto.
Así, de esta forma, cuando las cosas iban bien, el banco fue el único que ganó, y ahora
que van mal, el banco es el único que vuelve a ganar. Es un juego tramposo en el que en
cualquier caso el banco gana. ¿Ahora entiendes por qué hay tantos bancos por todas partes,
aunque la “economía” parezca ir mal? ¿Qué hacen aquí si las cosas están tan mal? La razón
es que no importa qué tan pobre seas, siempre podrán quitarte un poco de dinero, lo aceptes
o no, y te des cuenta o no de ello.
Los contratos derivados tienen muchas formas distintas, pero todos tienen algo en común:
son una apuesta sobre el resultado de otra apuesta. En esta historia que acabamos de ima-
ginar, el banco te apostó a ti, y el inversionista en derivados apostó sobre la apuesta que el
banco hizo. En el caso de la aseguradora, tú apuestas contra ti mismo, y la aseguradora reúne
esa apuesta junto con otras muchas más y apuesta sobre todas al mismo tiempo. Las apuestas
pueden ser por lo que sea y eso da a los contratos derivados su amplia gama de aplicaciones.
Las apuestas pueden darse por lo que está sucediendo, por lo que pudiera suceder, o por lo
que nunca sucederá. Puede uno apostar sobre la probabilidad de que ocurra un terremoto y
luego vender dichas apuestas a un tercero. Así de fácil se hace un contrato derivado y así de
fácil se acumulan cantidades exorbitantemente enormes en ese mercado. Pero cuando las co-
sas fallan, lo hacen catastróficamente. Es como una construcción de naipes que se viene aba-
jo.

— 119 —
PRIMERA PARTE

El valor de todos los derivados en el mundo está estimado en aproximadamente $600 bi-
llones de dólares[39]. Por otra parte, el valor del producto interno bruto (PIB) en el mundo en-
tero es de aproximadamente $65 billones, es decir, aproximadamente 10.83% del valor mun-
dial del mercado de derivados de acuerdo con el periódico especializado norteamericano The
Economist y cada día se hace más grande. Es decir, no existe suficiente dinero en el planeta
entero para respaldar a los bancos que están comprometiéndose con esto si acaso llegan a es-
tar en problemas. Para hacer el problema todavía peor está el hecho de que nadie siquiera
sabe si la cifra de $600 billones de dólares es correcta, ya que los vehículos especializados
en derivados, como los swaps que hoy circulan en Europa, continúan en gran parte sin ser re-
gulados ni controlados.
En 2009, cinco bancos manejaban el 80% de todos los derivados en Estados Unidos. Hoy,
solo cuatro bancos manejan la sorprendente cifra de 95.9% de todos los derivados en Estados
Unidos, de acuerdo a la Oficina de Contraloría de la Moneda[40]. Los cuatro bancos mencio-
nados son el Banco de América, el grupo Goldman Sachs, el JP Morgan & Chase, y el Citi-
group.
Hoy la situación es peor, pero lo que nos debe importar aquí es que esas enormes cantida-
des de dinero no solamente impactan a Estados Unidos, sino también a México. Recordemos
que en México no producimos nada y que para todo propósito práctico somos una extensión
económica y financiera de Estados Unidos. Por cierto, si estás pensando que ellos nos hicie-
ron eso, estás en un error. La situación en la que estamos la labramos nosotros mismos. Toda
la responsabilidad recae en las personas que hemos seleccionado como funcionarios públi-
cos, y por lo tanto, en cada uno de nosotros.
Ahora que entiendes el tamaño del mercado de derivados y lo nocivo que es, tengo la es-
peranza de que te animes a hacer algo al respecto. Los contratos derivados no producen
nada. Son una estructura inmensa de dinero que no existe, que está comprometido. Los deri-
vados están huecos siempre, son promesas, son apuestas en el aire. Cualquier persona puede
redactar un pagaré por trillones de pesos, pero eso no quiere decir que los podrá pagar si se
los llegan a cobrar. Cuando el momento de cobrar llega, es cuando los derivados se derrum-
ban y afectan a todos por las incalculables cantidades de dinero comprometido en ellos.
Si preguntas te dirán que los derivados se inventaron para proteger el comercio y la pro-
ducción y que gracias a ellos los productores y comerciantes han podido seguir operando a
pesar de los reveses financieros que han tenido. Te dirán muchas cosas como esas. Por más
que las razones no podrás ver el engaño. La forma más fácil de verlo es viendo a los contra-
tos derivados como un seguro que estás pagando para proteger lo que estás vendiendo. Pero
cada vez que lo haces estarás apostando contra ti mismo por hacer la más importante activi-
dad que da a toda una sociedad la evolución de su economía.
39 Este valor se refiere al valor nocional, el cual es el valor total de todos los activos con posiciones apalancadas. Esta
distinción es necesaria dado que cuando hablamos de activos apalancados, como las opciones o los derivados, una
cantidad pequeña de dinero puede controlar una apuesta desproporcionadamente grande de dinero.
40 OCC's Quarterly Report on Bank Trading and Derivatives Activities – Second Quarter 2011, Comptroller of the
Currency Administrator of National Banks, Washington, DC. Obtenido de occ.gov el 22 de marzo de 2016.

— 120 —
NUESTRA ECONOMÍA

Recuerda que cada vez que producimos algo y lo vendemos en la sociedad en la que vivi-
mos estamos mejorando su economía. No olvidemos que la riqueza de una sociedad, de un
país, está en los productos que es capaz de producir para sí mismo. Si la sociedad es la más
altamente beneficiada por lo que se produce y se vende en la misma sociedad, entonces la
sociedad debe proteger eso. Nadie debería lucrar con la protección de algo que es de benefi-
cio social. Es como si alguien decidiera lucrar protegiendo el aire que respiramos. La protec-
ción la debemos hacer entre todos. Recordemos que todos podemos lucrar con todo, excepto
con aquellas cosas que son de beneficio social, que son de beneficio para todos. Por esta ra-
zón, un productor no debería tener que pagar un “seguro” para disminuir su riesgo. El seguro
debería ser gratuito. Si no sucede ningún percance, no tiene por qué pagar nada. Y si sucede
el percance, la sociedad “debe” ayudarle a recuperarse, pero de forma gratuita.
—¡Momento Jorge! O sea que si un agricultor pierde su cosecha por un ventarrón, yo ten-
go que pagar? Eso no me parece justo. Pienso que el capitalismo se trata de que cada quién
asuma sus riesgos y pague por ellos.
Y tienes razón. Yo pienso igual. En el capitalismo cada persona debe asumir sus riesgos y
pagar por lo que pierda. Entonces, yo te pregunto: ¿por qué pagamos por los seguros enton-
ces? Eso ya lo hacemos actualmente. Los pagamos entre todos. ¿A poco crees que el precio
que el productor agrícola tiene que pagar por el seguro lo pagará él mismo? Por supuesto que
no. El precio de ese seguro se lo sumará al costo de producir su cosecha y al comprar lo que
produce ¡lo terminaremos pagando todos! Así sucede ahora.
Siempre los seguros los pagamos entre todos, pero no nos lo dicen y por eso no nos da-
mos cuenta. Pero eso no es injusto. Es totalmente justo. Lo que ese productor producirá será
para beneficio de todos. El dinero que le daremos por sus productos será para que lo conti-
núe haciendo. Lo injusto está en que paguemos ese riesgo siempre, aunque no haya suce-
dido ningún percance. Eso es lo injusto. Justo es que paguemos por los daños, no por el
riesgo.
Si la cantidad de dinero comprometido en derivados es gigantesca, ¡entonces es gigantes-
ca la cantidad de dinero que estamos pagando de más, siempre! Dicho de otra forma, es
gigantesca la reducción de precios que veríamos si eliminamos la necesidad de pagar segu-
ros, o lo que es lo mismo, contratos derivados.
No importa si los derivados se clasifican en opciones, en futuros, en swaps, o en cualquier
otra forma. Son una apuesta sobre una apuesta, y en cada mano alguien gana y alguien pier-
de. No tiene por qué ser así. Nosotros, la sociedad, los de a pie, la perrada, no tenemos por
qué estar pagando para que otros apuesten. No solo están apostando con nuestro dinero, sino
que nos están obligando a apostar contra nosotros mismos. No importa lo que suceda, ellos
siempre ganan. Solo mira cuántas empresas de seguros existen, y lo grandes y enormes que
son. ¿De dónde crees que sale todo el dinero para que construyan sus enormes y elegantes
edificios? Solo mira los edificios de los bancos. ¿Qué otra empresa tiene todo eso? Solo mira
cómo viven los inversionistas financieros. ¿De dónde crees que sale el dinero para que ellos

— 121 —
PRIMERA PARTE

puedan comprar todo eso si no es de la sociedad misma? Ninguno de ellos puede crear dine-
ro de la nada. Ese es un derecho exclusivo de la sociedad, de la gente, de los de a pie, de la
perrada. Pero nosotros lo creamos, y ellos se quedan con él y nosotros chiflando en la loma.
Así están las cosas.

LOS CORTOS Y LOS LARGOS


Lo que voy a explicarte enseguida no es precisamente un tipo de mercado bursátil, sino
más bien un par de estrategias de inversión. Esto lo haré solamente para ayudarte a entender
un poco más la forma como los inversionistas bursátiles miran el mundo. Ellos no lo ven
como nosotros, los seres normales. Tienen una forma muy peculiar de ver las cosas y en esa
forma no existen principios éticos, sino solamente dinero y formas de ganarlo. En esa forma
que tienen de ver las cosas no existen consideraciones para la vida humana, ni para ninguna
otra vida que no sea la de la persona que está apostando. Así es ese mundo. Un mundo en el
que todo es apostable y todo se apuesta.
Muchos de nosotros, los de a pie, tenemos la idea de que invertir en instrumentos finan-
cieros como, por ejemplo, invertir en monedas, o en secundarios, o en derivados, etcétera, es
una actividad algo así como cuando uno compra un terreno y luego espera uno una cierta
cantidad de tiempo para que dicho terreno suba de valor. Pasado un tiempo, uno lo vende y
listo. Ya está. Uno gana dinero con eso. Bueno, la verdad es que eso solo sucede así en una
parte de las veces. Después de todo, nada puede estar siempre subiendo de valor. En alguna
ocasión algo tendrá que bajar de precio y cuando eso sucede, alguien ganará dinero, y por lo
mismo alguien perderá dinero.
En una economía normal y sana no debería suceder así. En una economía verdadera todos
deberíamos ganar debido a que todos contribuimos a su crecimiento. Pero recordemos que el
mercado bursátil no es parte de una economía. El mercado bursátil no es realmente ni siquie-
ra un mercado. Es un lugar de apuestas. En la realidad el mercado bursátil es más parecido a
un hipódromo o a un casino que a un mercado. Llamarlo “mercado” nos ha confundido du-
rante mucho tiempo y por lo mismo no hemos visto el enorme daño que produce a la socie-
dad.
Un mercado es un lugar a donde la gente acude a comprar lo que necesita. Allí intercam-
bia la gente cosas por cosas y usa el dinero solo como medio para realizar dichos intercam-
bios de cosas. Gracias a esa actividad, las cosas que nos son útiles pueden llegar a las manos
de quien las necesita. Por eso un verdadero mercado es necesario para una economía. Sin él,
las cosas que necesitamos, los satisfactores, no llegarían a quien los necesita. Pero en el mer-
cado bursátil no sucede así. Allí solo se realizan apuestas y en las apuestas siempre hay al-
guien que pierde cuando alguien gana. En el mercado bursátil, como sucede en todas las
apuestas, debe existir un perdedor para que pueda existir un ganador. No pueden ganar todos
siempre. Permíteme intentar explicarte cómo es que funciona ese mundo en realidad.

— 122 —
NUESTRA ECONOMÍA

La mayoría de nosotros tenemos una idea de lo que es una inversión. Es una actividad que
consiste en que tú compras algo para luego venderlo a un precio más alto. ¿Cierto? Cierto.
Imagina que compras un terreno. Lo compras y esperas algunos años antes de venderlo.
Eso es una inversión y además se conoce como “inversión a largo plazo” debido a que tuvis-
te que dejar que pasaran algunos años antes de poder ver tus ganancias. Un inversionista
bursátil mira las cosas así, solo que de forma más acentuada todavía.
Si observas las cosas con cuidado verás que no hiciste nada productivo. Solo compraste el
terreno y esperaste. No lo compraste porque necesitaras un lugar donde construir tu negocio
o tu casa. Lo compraste para apartarlo, para que nadie además de ti tuviera el derecho de
vender ese terreno en el futuro. Durante ese tiempo, nadie más pudo utilizar ese terreno para
ninguna otra cosa. Por más que la sociedad necesitara usar ese terreno para producir algo que
la gente necesitara, la ley te otorga el derecho de apartarlo e impedir que alguien haga algo
con él. De hecho, entre más alta sea la necesidad social por usar ese terreno, mejor para ti
porque eso significa que podrás cobrar una cantidad más elevada de dinero por él y la socie-
dad lo pagará. Pero eso a ti no te importa. No te importa si ese terreno podría usarse para
construir un hospital, o una escuela, o una industria que produzca cosas que la gente necesi-
ta. Lo que te importa es que la necesidad que exista por utilizar ese terreno sea alta. De esa
forma lo podrás canjear por una cantidad mayor de dinero.
En el mundo de los inversionistas bursátiles las cosas son llamadas por su nombre. En
nuestro mundo tú compraste un terreno. En el mundo bursátil tú tomaste una posición.
Ese es el nombre que le dan a las apuestas que hacen. Al comprar tu terreno y esperar a que
su valor en dinero suba para luego venderlo, estás apostando.
—¿Y qué hay de malo en tener un terreno y esperar a que suba su valor? —quizá te estés
preguntando.
Bueno, para saber la respuesta a esa pregunta usaremos nuestro hechizo extrémitas factus.
Con él podremos ver lo que sucedería si todos nos dedicáramos a comprar terrenos para no
hacer nada con ellos, más que esperar a que suban su valor en dinero.
¿Puedes verlo ahora? ¿Alcanzas a ver el encarecimiento tan enorme que existiría de todos
los terrenos? Nadie podría adquirir un terreno para vivir en él debido a lo exorbitantemente
caros que serían. Todos tendrían que vender sus productos mucho más caros para poder sol-
ventar lo que tuvieron que pagar por el terreno donde construyeron sus fábricas para producir
lo que necesitamos.
Bien, pero volvamos al presente y continuemos con nuestra exploración del mundo
bursátil. Te decía que para un inversionista bursátil la compra de un terreno solo es importan-
te en la medida del dinero que puede ganar con eso. Debido a que deben pasar varios años
para que valga la pena venderlo, le llamamos nosotros a eso una inversión a largo plazo. Un
inversionista bursátil solo le llama “inversión en largo”.

— 123 —
PRIMERA PARTE

Las inversiones en largo son muy comunes por la seguridad que tienen, pero también son
las que menos dinero dejan. Las inversiones a corto plazo, o “en corto”, dejan más dinero,
pero también son más arriesgadas. Por lo general, entre más corto es el período de la inver-
sión, más alta es la ganancia, pero también más alto es el riesgo que debe uno correr al hacer
la apuesta. Si las inversiones a largo plazo se miden en años, las inversiones en corto se pue-
den medir incluso en segundos.
Si inviertes —o si apuestas— en un terreno esperando que su valor en dinero suba y pier-
des, significa que el valor del terreno bajó en lugar de subir. En ese caso perderás una parte
de tu dinero. Lo más que puedes perder es el monto de dinero que apostaste, en este caso, la
cantidad de dinero que pagaste por el terreno. Pero incluso ese caso es prácticamente inexis-
tente ya que para que tu pierdas todo lo que apostaste, el valor en dinero del terreno tendría
que bajar hasta cero, lo cual sucede en muy raras ocasiones —por ejemplo, en el caso de que
el terreno se contamine con residuos radioactivos.
En el caso de las apuestas en cortos no tiene uno esa “protección”. En las inversiones en
corto uno puede perder mucho más de lo que invirtió. Te lo explico.
Digamos que eres apostador en la Bolsa Mexicana de Valores y notas que las acciones de
cierta empresa comienzan a subir de valor. Digamos que notas que de un día para el otro su-
ben de 100 pesos a 200 pesos cada una. Como en todas las apuestas, la información es muy
valiosa. Digamos que te enteraste que las acciones subieron porque las ventas de la empresa
subirán en estos meses gracias a un ingenioso plan que está impulsando el actual director de
la empresa. Sin embargo, tu amigo, el director del hospital de la ciudad te comentó que el di-
rector general de la empresa tiene cáncer terminal y no aguantará más que un par de meses
más, cuando mucho. Tú y todos saben que ese hombre es el cerebro detrás de todas las ven-
tas que la empresa espera tener, así que sabes que si él fallece, lo más probable es que los
planes de ventas no se materialicen.
Eso significa que las acciones de la empresa bajarán dentro de poco, en lugar de subir.
Normalmente, eso es una mala noticia para todos, pero no para ti. Tu arte como apostador de
la bolsa es apostar en cortos, así que mientras los demás podrían ver un riesgo en perder su
dinero, tú ves todo lo contrario. Tú ves una oportunidad de ganar mucho dinero.
Contra toda la lógica normal, mientras los demás buscan comprar las acciones de esa em-
presa porque saben que valdrán más en el futuro, tú decides vender acciones de esa empresa.
Los demás ven que las acciones subieron de valor y piensan que su valor seguirá subiendo
así que se apresuran a comprar la mayor cantidad de acciones que puedan. Pero tú no. Tú de-
cides ir en sentido contrario y en lugar de comprar acciones para luego venderlas más caras,
decides vender acciones de esa empresa para luego comprarlas más baratas —después de
que el director muera, claro.
Pero resulta que hay un leve problema. Tú eres un apostador en corto, y los apostadores
en corto nunca son dueños de nada por mucho tiempo. Tú no posees ninguna acción de dicha
empresa. En el mundo de los cortos así sucede con frecuencia. Las oportunidades en los cor-

— 124 —
NUESTRA ECONOMÍA

tos aparecen y desaparecen en un instante así que nadie compra valores para apostar en corto
con ellas —en lenguaje bursátil: “sostener tu posición por largo”.
Bueno, eres un apostador atrevido, así que realizas una maniobra que solamente es común
en el mundo de los cortos: tomas acciones prestadas. Raudo y veloz decides tomar una posi-
ción con acciones que no son tuyas —apostar con cosas que no te pertenecen. Le dices a tu
corredor de bolsa que tome prestadas acciones de algún otro de sus clientes y espere antes de
tomar una posición. El precio está en 200 pesos, pero sabes que subirá un poco más porque
el director todavía no se muere y porque nadie sabe todavía que morirá. Con sangre fría ves
cómo el precio de las acciones sube a 250 y luego a 300. Los demás inversionistas tratan de
comprar acciones de esa empresa porque ya se enteraron de los planes del director. Tú solo
observas lo que está sucediendo y esperas todavía más. El precio sube a 380 y luego a 420.
En ese momento observas cómo parecen dejar de subir y en ese instante le dices a tu corre-
dor que las venda, incluso a 400 si es necesario.
Tu corredor confía en ti y hace lo que le indicas. Por cierto, él no verá ningún problema
con vender a tu nombre algo que sabe que no te pertenece. Sabe que si algo sale mal, tú pa-
garás esas acciones que él está tomando de otro de sus clientes, sin decirle nada. Sé que sue-
na como a algo tramposo, pero así es el mundo de las apuestas en la bolsa. Lo que no está
prohibido, está permitido.
En fin. Tu corredor hace lo que le ordenas y toma acciones de otra cuenta y las vende a tu
nombre. Como lo esperabas, rápidamente consigue un cliente y le vende las acciones a 410
pesos e inmediatamente deposita ese dinero en tu cuenta. Las pudo haber vendido a 420 pero
esa diferencia no te importa. Sabes que ganarás una enorme cantidad si tu plan sale como lo
esperas.
Transcurren unos días durante los cuales las acciones suben ligeramente más de valor de-
bido a que los demás apostadores las están comprando con la creencia de que aprovecharán
el efecto de las ganancias por el plan del director. Llegan a subir incluso hasta 480. Eso no te
preocupa. Tú no venderás tus acciones —o en lenguaje bursátil: salirte de tu posición— por-
que tu plan es diferente. Tú estás apostando en corto. Estás apostando en contra. Tu apuesta
es contra el valor de las acciones. Tú no quieres que suban de valor. Quieres que bajen de va-
lor, pero primero necesitas que suban. Entre más grande sea el desplome, más dinero gana-
rás.
Así que, como animal al acecho, esperas unos días más. Al cabo de dos semanas te ente-
ras de que el director de la empresa falleció y tal como lo esperabas el valor de las acciones
se desploma en un instante. Aparece en las noticias, en la sección financiera, la mala noticia
de que la bolsa de valores bajó y hasta notas la cara de tristeza en el disque experto que da la
noticia. Sin embargo, mientras los demás lloran ya sea por el fallecimiento o por el desplome
en la bolsa, tú te diriges directamente al bar a celebrar. Estás contento porque las acciones de
la empresa se desplomaron de vuelta a 100 pesos cada una.

— 125 —
PRIMERA PARTE

Tu corredor, preocupado por tu inversión —y por su comisión— te llama inmediatamente


y te pregunta si quieres vender tus acciones. Tú le dices, con sangre fría, que no. Que hay
que esperar más.
En las siguientes horas tú y él ven cómo el valor de las acciones continúa bajando. Llegan
a 90 pesos y minutos después bajan hasta 80. Tu corredor te vuelve a llamar, ya nervioso, y
te dice que hay que abandonar la posición, queriendo decir que hay que recuperar las accio-
nes antes de que vuelvan a subir de valor. Tú decides esperar unos minutos más. Ves cómo
bajan hasta 75 pesos y se comienza el valor a detener.
En ese momento le dices a tu corredor que vuelva a comprar las acciones que vendió. Le
dices que pague incluso 80 pesos si es necesario. Él se apresura a hacer justo lo que le indi-
cas. Sabe que las cosas pueden cambiar en un instante y se mueve aprisa. Comprar las accio-
nes de vuelta, por cierto, no le cuesta trabajo porque ahora todos los propietarios de acciones
desean vender porque temen que bajen aún más y no quieren perder más dinero. Esas mis-
mas acciones te las compraron originalmente a 410 pesos esperando que subieran de valor,
pero está sucediendo lo contrario y como los muertos no reviven, no se ve que vayan a vol-
ver a subir de valor.
Tu corredor te notifica que compró a 80 las acciones que había vendido y tú solamente le
indicas que las devuelva a la cuenta del cliente de quien las tomó prestadas unos días atrás.
Ese cliente ni cuenta se dio de que sus acciones fueron tomadas prestadas así que lo más se-
guro es que no le importe. Ojos que no ven, corazón que no siente. A él no le interesa mover-
se tan rápido como tú. Él es un inversionista en largos. Tú eres un inversionista en cortos.
Por otra parte, tú ganaste 330 (410 menos 80) pesos por cada acción que vendiste y luego
volviste a comprar, mientras los demás perdieron cualquier cantidad entre 25 y 345. Vendiste
caro algo que no era tuyo y luego lo recuperaste al volverlo a comprar a un precio más bajo.
Entre más bajo sea el nuevo precio después de muerto el director más altas tus ganancias.
Así de sencillo son las apuestas en cortos. Son una de las formas más versátiles de ganar
dinero en el mercado de apuestas bursátiles, pero solo las utilizan los inversionistas más atre-
vidos y audaces. Solo aquellos que realmente saben que se puede hacer dinero en cualquier
condición del mercado y a quienes no les interesan las noticias que aparecen en la televisión
porque saben que podrán ganar dinero independientemente de si algún índice sube o baja.
Sin embargo, también son las más arriesgadas. Imagina lo que hubiera sucedido si en lu-
gar de bajar, hubieran subido de valor. Supongamos que el director no muriera y hubiera po-
dido realizar su plan. El valor de las acciones en el mercado hubiera subido a más de 200 pe-
sos. Digamos que hubieran alcanzado un precio de 500 pesos en el mercado y se hubieran
sostenido allí, en lugar de haber bajado. Tomar prestadas las acciones no es una maniobra
ilegal, siempre y cuando estén disponibles para su propietario cuando este las necesite. Así
que debes devolverlas. Tú las tomaste prestadas y las vendiste a 410 pesos. Ahora debes re-
cuperarlas, pero cuestan 500. Así que debes conseguir los 90 pesos que te faltan por cada una
de las acciones que tomaste prestadas. Estás en problemas.

— 126 —
NUESTRA ECONOMÍA

De esta forma un apostador en cortos puede llegar a perder mucho más de lo que invirtió,
de la misma forma como puede llegar a ganar mucho más de lo que ganan los apostadores en
largo. Es un mundo lleno de adrenalina, de emoción, altamente adictivo, tal como todos los
ambientes de casino y de apuestas en general.
De la misma forma, es un mundo totalmente improductivo, cuyas actividades dañan seve-
ramente a la economía porque compromete las cosas que sí valen y que sí son necesarias
para que la economía de la sociedad se desarrolle en beneficio de todos, impidiendo que to-
dos las usen, como lo es el caso del dinero circulante.

EL MERCADO DE DINERO
En un mercado que forme parte de una economía verdadera el dinero no debería tener
precio. No debería poderse comprar y vender. Debería servir exclusivamente para facilitar el
intercambio de las cosas que sí tengan valor para la gente. Ese debería ser el único valor del
dinero: servir de instrumento de intercambio. Sin embargo, hoy no sucede así. El dinero tie-
ne un valor por sí mismo y, por tanto, tiene un precio. Debido a esto, existen actividades hu-
manas cuyo producto de intercambio es el dinero mismo. Las apuestas realizadas en la bolsa
de valores son exactamente eso. Son apuestas en dinero por eventos de toda clase, incluso
por dinero. Así como existen apuestas por el cambio en el precio de acciones corporativas,
también existen apuestas por el cambio en el precio del dinero. A este último le llaman ele-
gantemente inversiones en el mercado de dinero.
Este mercado es quizá uno de los mejormente disfrazados de inocuos. Sin embargo, este
mercado, en mi humilde opinión, es uno de los mercados más dañinos que existen para la so-
ciedad —es decir, para toda la gente— debido a que hemos sido educados a no verlo, a vivir
con él, y a participar en él, aunque no queramos hacerlo, ya sea que estemos conscientes de
ello o no.
En México, dado que prácticamente no producimos nada y todo lo importamos de otros
países, el mercado de dinero es absolutamente rampante. Pero no lo vemos. Hemos sido
adoctrinados para no verlo. O peor aún, hemos sido adoctrinados para verlo como algo bue-
no para todos.
Quizá la ocasión más clara cuando el mercado de dinero se manifiesta es cuando cambia-
mos pesos por alguna otra moneda extranjera, regularmente dólares estadounidenses.
No nos debería importar la paridad entre un peso y un dólar si produjéramos en México
todo lo que en México necesitamos. Pero no es así. Debido a que prácticamente todo lo im-
portamos, la paridad monetaria es sumamente importante. Cada vez que compramos algo, al-
guien tiene que cambiar pesos por dólares y ese intercambio de una moneda por otra se lleva
a cabo en un mercado, en el mercado de dinero.
Es en ese mercado en donde, a base del efecto de oferta y demanda, se establece la pari-
dad entre dos monedas distintas.

— 127 —
PRIMERA PARTE

Pero ese no es el único mercado de dinero que existe. Digamos que cambiar una moneda
por otra es una especie de “mercado exterior de dinero”. Sin embargo, también existe un
“mercado interior de dinero”. En este mercado compramos y vendemos pesos contra pesos.
Al igual que el mercado exterior de dinero, el mercado interior es invisible, o quizás este es
más invisible que el primero.
En ambos mercados participamos todos sin quererlo y sin saberlo. El problema implícito
en el primer mercado se disminuiría si aumentáramos cada vez más la cantidad de cosas que
producimos en nuestro país. Entre más cosas produzcamos en nuestro propio país, más in-
munes seremos a las actividades nocivas del mercado exterior de dinero.
Pero incluso si lográramos producir todo lo que necesitamos, permanecería existiendo el
otro mercado, el mercado interno de dinero. Ahora veremos de qué está hecho ese otro mer-
cado, los alcances que tiene, la forma tan grande como nos afecta, la forma como participa-
mos todos en él, y todo sin que nos demos cuenta.

Los Intereses
Normalmente, pensamos en los intereses como algo que debe preocupar a aquellos que
piden prestado, ya sea directamente al banco o a través de alguna tarjeta de crédito. También
pensamos en ellos cuando obtenemos algo a crédito en alguna tienda. Un televisor, un telé-
fono celular, un refrigerador, etcétera. Todos ellos son ejemplos de cosas que adquirimos a
crédito en distintas tiendas. Igualmente, el caso de comprar una casa, por el medio que sea,
nos es familiar en el sentido de que existen intereses por el dinero que nos están prestando
para pagarla.
Bien, todo esto suena familiar y más o menos normal. Desde pequeños hemos visto que el
mundo funciona de esa forma y no vemos en ello ningún problema, salvo, quizá, cuando di-
chos intereses suben demasiado alto como para que nos alcance el dinero que ganamos para
obtener aquellas cosas que queremos.
Cuando digo que vemos los intereses como algo común en todo el mundo no estoy ha-
blando metafóricamente. Me estoy refiriendo a TODO EL PLANETA. Para donde volteemos
veremos que todo funciona de esa forma. En las noticias, en Internet, en la televisión, en los
periódicos, en la escuela, y en general, en todos los medios por los cuales nos ha llegado toda
la información que tenemos en la cabeza, desde el momento en que nacemos, habla de la
existencia de los intereses.
Por lo mismo, no es de sorprender que no veamos algo malo en ello. Lo repito: los intere-
ses los consideramos malos solo cuando son demasiado altos como para pagarlos, pero por
lo general no los consideramos dañinos. Es más, muchos de nosotros los consideramos nece-
sarios.
Bueno, aquí ta va esto: ¿Me creerías si te digo que todo eso es una mentira? ¿Me creerías
si te digo que los intereses son un invento enormemente nocivo para todos y que además son

— 128 —
NUESTRA ECONOMÍA

innecesarios? Seguramente no me crees y no te culpo. Todos hemos sido fuertemente adoc-


trinados a pensar de la forma como lo hacemos. Pero tampoco tienes por qué creerme. De
hecho, no deseo que me creas. Lo que en realidad deseo es que hagas funcionar tu cerebro y
razones por ti mismo. Hazlo junto conmigo o por tu parte, no importa. En los siguientes pá-
rrafos voy a explicarte algunas cosas que seguramente te ayudarán a hacerte preguntas im-
portantes que te servirán de guía para descubrir por ti mismo por qué digo lo que digo. Vea-
mos.
Cuando trato de entender un tema nuevo, casi siempre comienzo separando aquellos con-
ceptos que son naturales de aquellos que son artificiales. Los conceptos naturales son aque-
llos que no dependen de la interpretación de nadie para existir. El agua, el calor, la energía, la
cantidad de alguna cosa, etcétera. Todos esos son conceptos naturales. Por otra parte, los
conceptos artificiales son aquellos que dependen de una interpretación o alguna definición
humana para poder existir. El precio de las cosas, la calidad de las cosas, el tiempo, el nivel
de vida de la gente, la felicidad, la pobreza, etcétera. Todos son conceptos artificiales. En la
categoría de conceptos artificiales está el interés, naturalmente.
Primero definamos el interés para partir desde ese punto hacia todo lo demás. Creo que de
esa forma las cosas se pueden aclarar más fácilmente. No me gusta mucho utilizar Wikipedia
porque me he dado cuenta de que muchos conceptos allí están sesgados y arbitrados, así que
utilizaré mejor Investopedia. Esta es la traducción de la definición que allí aparece:
“Interés es el cargo por el privilegio de obtener dinero prestado, típicamente expresado
como un porcentaje anual. Interés puede también referirse a la cantidad de apropiamiento
que un accionista tiene en una compañía, usualmente expresado como un porcentaje”.[41]
Honestamente escogí esta definición solo porque me queda más a la mano. Pude haber
utilizado cualquier definición de cualquier otra fuente. Quizá algún libro de finanzas o de
contabilidad, pero todas las definiciones son prácticamente idénticas, palabras más o pala-
bras menos. Así que primero atacaremos esta definición.
Lo primero que hago es reducir las cosas a su mínima y más esencial expresión. No soy
muy inteligente así que eso lo hago para poder comprender mejor las cosas. De esta forma
me puedo dar cuenta que en la definición de Investopedia están mezcladas varias cosas. En
la primera frase es en donde realmente se encuentra la definición que busco. Lo demás es so-
lamente complemento de eso. La definición es:
“Interés es el cargo por el privilegio de obtener dinero prestado, … ” y punto, todo lo
demás es paja. Cosas que probablemente serán útiles más adelante, pero por ahora solo me
interesa esta pequeña parte.
En primer lugar, me llama la atención la palabrita “privilegio” y no puedo evitar que las
cejas se me alcen —al menos una de ellas— porque inmediatamente se me ocurren un mon-
41 “Interest is the charge for the privilege of borrowing money, typically expressed as annual percentage rate. Interest can
also refer to the amount of ownership a stockholder has in a company, usually expressed as a percentage.” Obtenido
de investopedia.com el 22 de junio de 2016.

— 129 —
PRIMERA PARTE

tón de preguntas. Para empezar, ¿cómo que privilegio? ¿Privilegio? Yo pensaba que obtener
dinero prestado era un derecho de todos los ciudadanos. ¿No? Bueno, ya no me extraña casi
nada. Veo que he vivido en el engaño toda mi vida.
Ahora entiendo por qué cuando uno acude al banco a solicitar un préstamo de repente se
encuentra uno en una situación en la que uno siente como que acude uno allí a solicitar que
le hagan un favor. ¿Cómo no habría de ser así, si solicitar un préstamo es un privilegio? Lo
mismo se siente, aunque no tan acentuadamente, cuando uno acude a una tienda y solicita
que le vendan a uno una televisión a crédito, porque uno no tiene el suficiente dinero para
pagarla de contado.
Quizá lo mismo sienten los narcotraficantes cuando se dan cuenta que, a diferencia de an-
tes cuando trabajaban dentro de la ley, ahora pueden comprar las cosas al contado sin necesi-
dad de andar solicitando que les presten dinero ni que les vendan las cosas a crédito. Se debe
sentir bien poder pagar las cosas de contado y no tener que deberle nada a nadie. Así somos
los mexicanos. No nos gusta tener deudas con nadie.
Yo quisiera sentirme bien también, pero no tengo el valor de ser narcotraficante ni tampo-
co lo suficiente como para pagar de contado. ¿Qué puedo hacer? ¿Por qué se siente uno de
esa forma cuando acude uno al banco? ¿Es correcto sentir eso? ¿Así debe ser la vida? ¿Será
solamente algo psicológico? ¿Algún trauma de mi niñez, quizá?
Nunca me había enterado de que solicitar dinero prestado fuera un privilegio. Ahora que
lo sé, opino que no debería ser así. Casi me siento como ciudadano de segunda clase por ha-
ber solicitado prestado a mi primo algo de dinero. Pero sigamos analizando todo esto.
En la definición que acabamos de despelucar, además de la palabra privilegio está tam-
bién la palabra “prestado” y algo en mí siente que es más bien por ahí donde nace eso que se
siente cuando uno va al banco a solicitar un préstamo.
En la tarea de investigación uno debe hacer lo posible por tomar nota de todo. Nunca sabe
uno lo que se puede uno encontrar. Así que, solo por curiosidad, acudí al diccionario de la
Real Academia de la Lengua Española y consulté la palabra prestar. Esto es lo que encontré:
“Entregar algo a alguien para que lo utilice durante algún tiempo y después lo restituya
o devuelva.”[42]
Esto no suena exactamente a lo que sucede cuando solicito un préstamo. ¿Alcanzas a no-
tar la diferencia? Cuando yo acudo al banco a solicitar un préstamo es cierto que me dan lo
que necesito y luego lo debo devolver. Pero eso no es todo.
No solamente debo devolver lo que me están prestando, sino que debo devolverlo aunado
a una cantidad de dinero adicional. Si no me comprometo a pagar esa cantidad adicional, en-
tonces no me prestan nada. Ok. Muy bien. Ahora, yo me pregunto… ¿me están prestando, o
me están alquilando, el dinero?

42 Obtenido de http://dle.rae.es/?id=U799kM9 el 22 de junio de 2016.

— 130 —
NUESTRA ECONOMÍA

Si yo le presto mi auto a un amigo no le pido que me pague por prestárselo. Si lo hago en-
tonces no se lo estoy prestando, se lo estoy rentando —alquilando. Si acudo a una agencia de
alquiler de autos veo que me atienden con cortesía como si realmente les interesara que yo
les alquile un auto. Me hacen sentir bien y se nota que soy su cliente. Eso me hace sentir im-
portante y estamos de acuerdo en que así es. Ambos sabemos que son las personas como yo
las que hacemos posible que ese negocio exista. A ninguno de los dos se nos ocurre pensar
que yo fui allí a pedir de favor que me prestaran un auto. ¿No es así?
Si el banco me está cobrando por entregarme el dinero que le tendré que devolver tiempo
después, entonces no me lo está prestando, me lo está alquilando. Me está cobrando dinero
por darme el dinero que necesito. Si me entrega 100 y le tengo que entregar 120 dentro de un
año, entonces me está cobrando 20 de alquiler. ¿No es así? ¿En qué parte estoy equivocado?
¿No es acaso el mismo ejemplo del auto alquilado, pero usando solamente un artículo distin-
to, en este caso dinero en lugar de autos?
Si el banco me está cobrando, entonces ¿por qué decimos que me está prestando dinero?
Esa palabrita hace que todo parezca como si yo estuviera acudiendo al banco a solicitar un
favor, cuando en realidad estoy acudiendo a comprar un servicio.
De la misma forma que acudo a la agencia de alquiler de autos a solicitar un auto por el
cual estoy dispuesto a pagar, acudo al banco a solicitar dinero por el cual estoy dispuesto a
pagar. ¿Entonces, por qué en el banco me siento como un limosnero y no como un cliente del
cual el banco depende? ¿Será porque el banco no depende de mí, como todo este tiempo he
creído? Si el verdadero cliente del banco no soy yo, ¿entonces quién es?
La palabra préstamo le da a todo el evento una connotación distinta a la que en verdad
tiene. La palabra préstamo hace que parezca que estoy solicitando que me hagan un favor,
lo cual no es cierto. Yo acudo allí a comprar un servicio y estoy dispuesto a pagar por ello.
Acudo al banco a que me vendan dinero, a eso es a lo que voy y no a pedir que me hagan un
favor.
Pero eso no es todo. Solicitar dinero no es un pasatiempo divertido. Todas las personas te-
nemos imprevistos y todas las personas tenemos proyectos y todo ello requiere de un fondo
de dinero disponible para cubrirlos. Eso nos hace depender del banco totalmente ya que el
banco es la única compañía que puede darnos dinero para solventar nuestras necesidades. No
sé tú, pero desde donde yo veo las cosas observo que existen varios problemas muy serios en
eso.
Uno de ellos es que el dinero es algo que necesitamos para vivir en sociedad ya que es el
único medio por el que legalmente podemos adquirir todo lo que necesitamos[43]. Al te-
ner los bancos el control monopólico del dinero, tienen control de nuestras necesidades más
básicas. Ahora dime tú: ¿Es eso algo naturalmente justo? Yo pienso que no. Al menos no en
el esquema mexicano en donde los bancos son privados. Pienso que ninguna empresa pri-

43 Algunas cosas las podemos obtener intercambiando cosas por cosas, pero las ocasiones en que podemos hacer eso son
muy limitadas.

— 131 —
PRIMERA PARTE

vada, con fines de lucro, debe tener el derecho a monopolizar algo que es esencial para
todos. ¿Opinas diferente?
Desde donde yo veo las cosas, lo que el banco hace al monopolizar el dinero y además
cobrar por suministrar lo que le solicitan, no es en nada distinto a que tuviéramos una empre-
sa privada monopolizando toda el agua potable del país, o alguna otra monopolizando todo
el aire que respiramos.
En mi opinión, la combinación de que creemos que estamos solicitando un favor, aunado
al hecho de que no tenemos otra opción, es la que hace que se sienta esa sensación de que so-
mos limosneros a la hora de solicitar un préstamo al banco. Ahora me pregunto: ¿existirá al-
guna otra forma en que no tengamos que estar sujetos a esa situación?
Esa pregunta me la formulé hace tiempo y fue una de las más importantes preguntas que
me he hecho en la vida. Responderla me ha llevado a recorrer un largo camino de investiga-
ción, observación y análisis del cual ha nacido este libro, entre otras cosas.
A muy pocos nos educan para ver en los intereses financieros un mercado de dinero ram-
pante, nocivo y abusivo para todos. El mercado de dinero con sus intereses es algo tan co-
mún que ya ni siquiera nos preguntamos por qué existen los intereses y por la misma razón,
no nos preguntamos qué pasaría si no existieran, o qué deberíamos hacer para que no exis-
tan.
Sabemos que en México los intereses son muy altos, pero no sabemos por qué. No sabe-
mos por qué en otros países lo intereses son bajísimos, casi cero, mientras que en México los
intereses oscilan en 25%!!! Eso es mucho dinero. O sea que de cada cuatro días que trabajas,
uno lo debes pagar en forma de intereses.
¡Ah, pero todavía hay más! Tú y yo y todos los demás sabemos que las personas que pi-
den dinero prestado deben pagar intereses. Si no quieres pagar intereses entonces no pidas
prestado. Simple. ¿Cierto? ¡FALSO!
La cruel, despiadada, y muy bien oculta verdad, es que no importa si pides prestado o no.
De cualquier forma pagas intereses, SIEMPRE.
Desde que nacemos pagamos intereses y nos morimos pagando intereses. Nadie durante
nuestra vida en este planeta nos aclara jamás que todos nos encontramos siempre pagando
intereses en todo momento, aunque no pidamos nada prestado. Incluso los niños y los bebés
pagan intereses. ¿Verdad que no sabías eso?
Razonemos juntos. La fábrica de zapatos que hizo los zapatos que traes puestos, o la que
hizo el teléfono celular que seguramente tienes, recibió dinero prestado para comprar las má-
quinas y construir el edificio y algunas otras cosas más. No importa si recibió mucho o poco.
El punto es que solicitó dinero prestado.
Ese dinero lo debe pagar con intereses. Y todos esos intereses, muchos o pocos, se los está
agregando al precio de los zapatos, o del teléfono celular. Por lo tanto, el que está pagando

— 132 —
NUESTRA ECONOMÍA

esos intereses eres tú, y yo, y todos los demás que compramos zapatos a esa fábrica o teléfo-
nos celulares a la otra fábrica.
Mira a tu alrededor. Todo lo que veas, absolutamente todo, costó dinero y todo ese dinero
costó dinero, o sea intereses. No importa lo que compres. Un chicle trae intereses en el pre-
cio. El agua que bebes trae intereses en el precio.
Quizá te estés imaginando que esos intereses de los que te hablo son un porcentaje peque-
ño. Quizá estés pensando en algo así como un 1% o menos de intereses. Me da pena honesta-
mente ser el que te diga que no es así. Razona junto conmigo nuevamente.
Observa las tortillas que comiste el día de hoy por la mañana. ¿Cuánto te costaron? A es-
tas fechas el kilogramo de tortillas de maíz está en 16 pesos. La tortillería que hizo esas torti-
llas tuvo que invertir en comprar la máquina que las hace y ese dinero lo obtuvo con intere-
ses. Digamos que lo obtuvo al 10% de interés. Si divides ese porcentaje entre millones de
tortillas encontrarás un porcentaje muy pequeño.
Sin embargo, ese porcentaje es solamente por el precio de la máquina. El que hizo la má-
quina también tuvo que pedir dinero prestado para hacer su fábrica o su taller, y comprar sus
máquinas y quizá hasta el material. Y por todo eso tuvo que pagar intereses. El que le vendió
el acero también tuvo que pedir dinero prestado. También el que le vendió los rodamientos y
los tornillos y todos, todos en la cadena de suministro tuvieron que pedir prestado y todos es-
tán pagando intereses y todos los incluyen en el precio.
Pero la tortillería de la esquina no solamente paga su máquina puntualmente cada mes.
También paga agua, electricidad, comida, escuela, mantenimiento de su auto, etcétera. Todos
esos gastos llevan algo de intereses incluidos en el precio. TODOS.
Algunas de las explicaciones más claras que me ha tocado ver acerca del verdadero signi-
ficado que el cobro de intereses tiene para la sociedad las he encontrado en los libros de
Margrit Kennedy[44] y en los de Gottfried Feder[45]. En sus libros, ambos explican de forma
muy sencilla el efecto en cascada que se produce cuando existen intereses que se cobran a la
gente y las distintas formas en que esos intereses se cobran a toda la población sin que se dé
cuenta de ello. Pero no solo eso, también explican la forma como los que menos ganan resul-
tan ser los que más porcentaje de interés pagan, sea que hayan solicitado un préstamo o no.
Eso no debería ser así. Pero la pregunta que me hago es ¿podría ser de otra forma un poco
menos injusta?
Después de investigar, razonar y analizar distintos ángulos ahora puedo decirte con toda
seguridad y con toda la capacidad de demostrarlo, que sí podría ser de otra forma, que no
siempre ha sido de esa forma, y que ya se ha hecho de otra forma, no solamente menos injus-
ta, sino completamente justa para todos.

44 M. Kennedy, “Geld ohne Zinsen und Inflation”, ISBN 978-3-442-12341-4, Goldmann Verlag 1991, Novena edición,
enero de 2006, Neumarkter Str. 18, D-81673, Múnich, Alemania, y su versión en inglés “Interest and Inflation Free
Money”, New Society Publishers, ISBN 0-86571-319-7, Nueva Edición Revisada y Expandida, Estados Unidos. 1995.
45 G. Feder, Das Manifest zur Brechung der Zinsknechtschaft des Geldes. Múnich, Alemania. 1919.

— 133 —
PRIMERA PARTE

Las ocasiones en las que la gente ha hecho eso, el resultado ha sido un florecimiento es-
pectacular de la economía y el nivel de vida de todos. Si alguna vez has escuchado acerca del
“milagro alemán” o del “milagro japonés” para recuperar su economía después de que fue-
ron totalmente destruidos por la Segunda Guerra Mundial entonces sabes a lo que me estoy
refiriendo.
Dichos milagros en realidad solo fueron el resultado de seguir políticas económicas como
las que se describen en este libro y entre las más importantes está la reducción y eliminación
de muchos de los intereses.
Pero no me creas ciegamente nada de lo que te digo. De hecho, quisiera que no le creye-
ras nunca nada a nadie ciegamente. Si acaso, solo te pido una cosa: Razona.
Intenta razonar esta pregunta: en la sociedad entera, ¿cuál es el porcentaje de personas
que viven del cobro de intereses? O, dicho de otra forma: ¿cuál es el porcentaje de personas
en una sociedad que viven alquilando dinero?
Esta es una pregunta difícil —si no es que imposible— de responder. En lo personal, he
buscado información al respecto, pero la que existe es demasiado vaga e incompleta como
para ser útil. No me ha sorprendido eso, ya que esas personas no solamente son muy escasas,
sino que casi nunca se presentan como lo que son, “personas que viven del alquiler de dine-
ro”. Cuando me enfrento a situaciones como esta, en donde es imposible —o extremadamen-
te difícil— hallar datos verídicos, hago lo que siempre me da resultado: abrir los ojos y po-
ner a funcionar el cerebro.
Te invito a que junto conmigo mires a tu alrededor. ¿Cuántas personas conoces? Observa
a todas las personas que te rodean. Inclúyelos a todos. Parientes, amigos, enemigos, mitote-
ros, metiches, exes, queridos o queridas, jefes, subalternos, y todos los etcéteras que se te
ocurran.
Todos ellos seguramente sumarán un par de cientos, cuando menos. Quizá conozcas más,
pero digamos que conoces unas 200 personas. Todas ellas son personas que sabes a lo que se
dedican y conoces cómo es que ganan su sustento y su dinero. Algunos serán empleados,
otros serán propietarios de algún negocio, otros serán profesionales independientes, otros se-
rán vendedores de alguna cosa, otros quizá sean narcotraficantes, ladrones, servidores públi-
cos, etcétera. Ahora anota, ¿cuántos de ellos se dedican a prestar dinero?
Independientemente de la cantidad que digas, te apuesto lo que quieras que el porcentaje
será muy pequeño. Casi te puedo apostar una cerveza a que el porcentaje será menos del
uno por ciento. Por algo conocido como “inferencia estadística” podemos decir con cierta
confianza que ese mismo porcentaje representa al porcentaje de la población entera. Por me-
dio de otros datos podemos igualmente inferir ese porcentaje y llegaremos más o menos a la
misma cantidad.

— 134 —
NUESTRA ECONOMÍA

De ese uno por ciento que recién hemos calculado podremos observar también que habrá
algunos que prestan dinero y les va excelentemente bien y otros que no les irá tan bien. Eso
seguramente se deberá a la cantidad de dinero que manejan.
Como sea, si tenemos dos prestamistas, y ambos cobran el 10% de lo que prestan, pero
uno presta 100 y el otro presta un millón, el primero ganará 10 y el segundo ganará cien mil.
Eso se conoce como “apalancamiento”. El que gana más, porque maneja más dinero, tiene
más apalancamiento financiero que el otro.
Estos últimos —los que prestan mucho dinero— son los más nocivos de todos porque la
cantidad de dinero que manejan es muy alta y como solo hay una cantidad determinada de
dinero circulando siempre, sus actividades encarecen mucho el dinero que la sociedad nece-
sita para mover los productos y servicios que se necesitan.
Para comprobar esto que te digo, solo observa de nuevo a tu alrededor. Date cuenta cómo
debe uno batallar para obtener dinero “prestado” o, mejor dicho, “alquilar dinero”. Esas per-
sonas que alquilan mucho dinero tienen miedo de que no les paguen el alquiler. Por lo tanto,
se abstienen de alquilar el dinero a cualquiera y solicitan un montón de comprobantes para
hacerlo.
Muchos de ellos alquilan dinero y luego no les pagan. Para compensar esas pérdidas su-
ben el precio del alquiler, es decir, suben los intereses. El Banco de México, quien es el que
autoriza las tasas de interés que se cobran, debe tomar decisiones difíciles porque por una
parte no puede autorizar un alza severa en las tasas de interés ya que sabe que la gente se
quedaría sin dinero al subir el precio de este y por la otra, tampoco puede bajar mucho las ta-
sas porque entonces toda la gente pediría prestado y luego no podrían pagar las deudas.
Debido a esto, las personas que administran el gobierno se ven obligadas a buscar otras
formas de recuperar una parte del dinero que está en circulación para solventar los distintos
gastos de la sociedad y poder pagar, entre otras cosas, los intereses del dinero que se ha al-
quilado anteriormente.
La forma como se capta el dinero para pagar intereses es enormemente diversa y por eso
es que todos estamos pagando siempre intereses, a pesar de que no hayamos pedido nada
prestado.
Por ejemplo, pagamos intereses a través de los impuestos que pagamos. Si el gobierno, en
nuestra representación, solicita dinero prestado, ya sea a algún banco extranjero o nacional,
los intereses que debe pagar los reparte entre todos los habitantes. De esa forma, todos termi-
namos pagando por ellos.
Cuando es necesario construir alguna carretera, o alguna escuela, o algún hospital o una
central generadora de energía, el gobierno solicita dinero prestado a diversas compañías. Los
intereses que hay que pagar para liquidar la deuda se cobran a la gente en forma del cobro
por los servicios involucrados y eso incluye el costo de los intereses.

— 135 —
PRIMERA PARTE

Por ejemplo, en el caso de un hospital, lo que el hospital cobre debe incluir el cobro de los
intereses del dinero que se solicitó prestado para construirlo. Lo mismo sucede con una ca-
rretera de cuota o con una estación generadora de electricidad. Entre todos pagamos los inte-
reses del dinero que se prestó para la construcción de dicha central generadora.
Como te decía anteriormente, siempre que compramos algo, también estamos pagando in-
tereses. Todo lo que compres, absolutamente todo, está sobrecargado de intereses —llamado
también “costo financiero”.
Si estás pensando que todos esos intereses que pagamos no son mucho, estás en un error
muy grande. En una investigación realizada por Margrit Kennedy, encontró que más de la
mitad de todo lo que gastamos, en diversas cosas, representa el costo de intereses[46]. Es de-
cir, si los intereses no existieran, nuestros ingresos nos alcanzarían para el doble de lo que
nos alcanzan actualmente ya que el precio de las cosas se reduciría básicamente a la mitad de
forma casi instantánea.
Esto tiene una importancia muy grande. Fíjate en lo que digo: si no existieran los intere-
ses todas las cosas costarían la mitad de lo que cuestan ahora. ¿Te das cuenta de la enor-
midad de la importancia de los intereses que pagamos, lo alto que son, y las consecuencias
tan grandes y nocivas que nos provocan a todos los ciudadanos, estemos enterados de ello o
no?
Poner todas las cosas a la mitad de su precio es igual a duplicar nuestros ingresos. Sea que
lo veas de una forma o de otra, el impacto positivo que eso tendría sería enorme. ¡Imagínate
ganar el doble de tu sueldo! Si tienes tu propio negocio, pequeño o grande, ¡imagínate tener
el doble de ingresos!
Para lograr eso, solo debemos convencer a ese uno por ciento de gente de que se dedique
a otra cosa y no a cobrar alquiler por el dinero, el cual, por principio de cuentas no les perte-
nece.
Esto último que digo también es importante tomarlo en cuenta. Date cuenta que esas per-
sonas que alquilan dinero, están alquilando algo que no les pertenece.
Si tú tienes una casa y la ofreces en arrendamiento, esperas cobrar un alquiler por ella. Es
decir, esperas que alguien te pague por usar esa casa, ¿verdad? No hay nada de malo si la
casa es tuya. Pero ahora imagínate que comienzas a ofrecer una casa en alquiler, pero la casa
no es tuya.
Es como si te pusieras a ofrecer la casa de tu vecino en arrendamiento, sin que él te dé
permiso de hacerlo. ¿Verdad que no suena eso como algo derecho? Bueno, pues algo así es
lo que sucede cuando alguien decide alquilar dinero, sea mucho o poco. ¿No me crees? No te
preocupes, te entiendo. No te voy a pedir que me creas, te voy a pedir que volvamos a razo-
nar juntos.

46 M. Kennedy, “Geld ohne Zinsen und Inflation” [Dinero sin Intereses y sin Inflación], ISBN 978-3-442-12341-4,
Goldmann Verlag 1991, Novena edición, enero de 2006, Neumarkter Str. 18, D-81673, Munich.

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NUESTRA ECONOMÍA

Respóndeme esta pregunta: ¿Quién es el que crea el dinero? ¿No es acaso el gobierno?
Por supuesto. El gobierno es el que crea el dinero.
Ahora responde esta otra pregunta: ¿Cuánto le cuesta al gobierno crear dinero nuevo? No
le cuesta nada. Solo debe alguien oprimir una tecla en una computadora y listo. Dinero nue-
vo al instante. En serio, así sucede. Investiga un poco y verás que te digo la verdad.
Bien, ahora responde otra pregunta más: ¿No representa el gobierno a la sociedad? Por
supuesto que sí. Al gobierno lo crea la sociedad, lo nombra la sociedad y el gobierno trabaja
para la sociedad —bueno, sé que no parece que así sea con estos gobiernos que tenemos,
pero legalmente así debe ser en una sociedad democrática como la nuestra.
Entonces, si el gobierno crea dinero con solo oprimir una tecla, ¿no es eso igual a que la
sociedad produzca el dinero gratuitamente? Claro que es lo mismo.
Bueno, entonces, yo te pregunto: Si la sociedad produce gratuitamente todo el dinero que
necesita para poder usarlo para facilitar la producción y comercio de todas aquellas cosas
que hacen falta a todos, ¿qué derecho tienen un puñado de personas de cobrarle a la gente
por el uso de ese dinero?
Ese dinero lo produjo la gente. ¿Entonces, cómo es que caímos en la situación de que la
gente que produjo ese dinero gratuitamente y de forma libre para su propio beneficio, ahora
debe trabajar como esclavo para poder usarlo?
¿No se te hace eso totalmente insensato? A mí me parece estúpido. ¿Cómo es que caímos
en esta situación? ¿Te das cuenta de lo enajenantemente idiota de la situación en la que esta-
mos? Afortunadamente existen soluciones. Solo necesitamos hacer unos cambios pequeños,
aunque fundamentales, en las formas como usamos el dinero. Analicemos una de ellas. Vea-
mos a detalle el impacto de una de las maneras de manejar el dinero más arraigadas en nues-
tra mente: el ahorro.

Los Ahorros
Uno de los conceptos más hondamente incrustados en nuestra conciencia es la del ahorro.
El ahorro es un concepto que es casi un dictado universal, una especie de ley sacrosanta que
no debemos cuestionar por nada del mundo. El ahorro es tan venerado que incluso está in-
vestido de un cierto poder para elevar a la gente ahorradora a una categoría más elevada que
el resto de los mortales. ¿Y cómo podría ser de otra forma? Checa esto:
La gente que ahorra es digna de recibir un reconocimiento social por ello. A esa gente
hay que admirarla, respetarla, y sobre todo, imitarla. El ahorro es sinónimo de fortaleza de
espíritu y de fuerza de voluntad. Ahorrar denota disciplina en una persona para lograr algo
en su vida. El que no ahorra es una persona débil, pusilánime, casi casi sin fuerza interior.
Ahorra y serás alguien en la vida. El ahorro debemos venerarlo como algo que separa a las
personas que valen la pena, de aquellas que no tienen en la vida lo que se necesita para ha-
cer algo importante. Las sociedades en donde la gente ahorra son sociedades fuertes con

— 137 —
PRIMERA PARTE

una economía sana. Debemos fomentar el ahorro en nuestros hijos para que aprendan a lo-
grar sus propósitos. Los gobiernos deben fomentar el ahorro en la gente y premiar a los que
lo hacen.
¿No te suena familiar? ¿Verdad que algo en ti está de acuerdo con todo esto? ¿A poco no
te dan hasta ganas de convertirte en ahorrador y que todo el mundo lo sepa? Casi casi nos es-
tán diciendo: ¡Ahorra y serás salvo! Desde pequeños nos repiten innumerables veces que de-
bemos ahorrar. Nuestros padres lo dicen desde siempre y todos los demás lo dicen siempre
también.
Pero yo me pregunto: ¿Realmente así debe ser? ¿Realmente debemos ahorrar? ¿Cuál es la
cadena de eventos que hacen que el ahorro se convierta en todas esas cosas buenas que dicen
de él? ¿Qué sucedería si todos fuéramos ahorradores? ¿Qué es lo que nos orilla a ahorrar?
¿Hay algún lado en donde podamos encontrar respuestas?
Bueno, es tan sacrosanto el ahorro que tan solo de cuestionarlo casi me estoy sintiendo
como un hereje sacrílego concupiscente con cuernos de diablito y cola puntiaguda. Pero me
caes bien y solo por eso me siento con la más sublime, excelsa y piadosa obligación humani-
taria de revelarte la más inortodoxa iluminadora y extraña verdad de la vida: AHORRAR
ES ALGO MUY MALO.
Ahí está. Ya lo dije. Hasta se me aceleró el ritmo cardíaco y se me subió la presión. Ahora
no sé si darte tiempo a que termines de reír, o a que recuperes la compostura, o a que recupe-
res la conciencia por el desmayo que te acaba de dar.
Pero prefiero pensar que al haber llegado hasta esta parte del libro ya eres lo suficiente-
mente fuerte como para soportar esta verdad, y algunas otras que todavía te faltan, así que
vamos a proseguir.
Para saber si ahorrar es bueno o malo, pero sobre todo por el diablillo en el que recién me
he convertido, vamos a recurrir a uno de nuestros hechizos. Usaremos nuestro extrémitas
factus, el hechizo tolteca de extrapolación extrema. El extrémitas factus nos lleva al futuro, a
los extremos, a lo exagerado, para permitirnos ver cosas que normalmente no se ven y pasan
desapercibidas. Así que, toma aire, deja tu mente en blanco y pronuncia el conjuro: extrémi-
tas factus.
Verás personas sumergidas en una pobreza extrema. Les preguntarás por qué están en esa
situación. Te dirán que tienen su dinero ahorrado. Pero que no pueden reunir lo que les hace
falta para comprar lo que quieren porque no hay dinero suficiente en circulación debido a
que toda la demás gente también está ahorrando.
Decepcionado de la vida despertarás y voltearás a verme y yo te preguntaré con una sonri-
sa diabólica:
—¿Ahora entiendes lo que te digo?—

— 138 —
NUESTRA ECONOMÍA

Si todos ahorramos, estaremos retirando de circulación el dinero que necesitamos para ob-
tener lo que queremos obtener. La razón por la que esta situación no sucede es porque no to-
dos ahorramos. Los que no ahorran ayudan a los que ahorran otorgándoles su dinero.
Esto quizá te sea más fácil de comprender si comenzamos por entender que la cantidad de
dinero que existe es limitada. No hay una cantidad de dinero infinitamente grande circulando
por allí. No puede haberla. No debe haberla. Es contraproducente que haya demasiado dinero
en circulación. En el capítulo Inflación o Devaluación, en la página 90, explicamos clara-
mente eso.
Actualmente la producción de dinero está muy restringida y por eso no producimos el su-
ficiente, pero irnos al extremo opuesto también es nocivo para todos. La sociedad necesita
que haya dinero en circulación y siempre disponible para que todos podamos intercambiar lo
que necesitemos intercambiar. Después de todo, para eso es el dinero: para facilitar el inter-
cambio de cosas, unas por otras.
Cuando comenzamos a guardar el dinero, lo estamos retirando de circulación. Cuando lo
ahorramos estamos impidiendo que otra persona lo use para lo que se hizo. Es más, cuando
lo ahorramos estamos impidiendo que nosotros mismos lo usemos para lo que se hizo. El di-
nero no debe estar guardado, ahorrado, estancado, sin movimiento. El dinero debe estar
siempre en movimiento, facilitando el intercambio de cosas y de servicios.
Recordemos que solo los productos y los servicios son los que representan la riqueza de
una sociedad. No es el dinero el que hace rica a una sociedad, sino los productos y los servi-
cios que tiene a su disposición, y para que los tenga, estos deben poder moverse. El dinero es
lo que permite que los productos y los servicios lleguen a quien deben llegar, desde el que
los produce hasta el que los consume.
Pero todo esto no nos lo enseñan de esa forma. Así como nos dicen siempre que ahorre-
mos, también nos dicen que el dinero tiene un valor intrínseco. Nos enseñan a ver mucho di-
nero reunido como si fuera un tesoro, en lugar de enseñarnos a verlo como un estancamiento
que hace daño a todos, principalmente al que lo acumula. Esta facultad falsa del dinero se
conoce como “capacidad de reserva de valor” y consiste en otorgarle al dinero la capacidad
de acumular valor en sí mismo. No es que realmente tenga dicha capacidad. Nosotros se la
otorgamos con la forma de manejarlo.
Al darle al dinero capacidad para que sirva de reserva de valor, estamos produciendo el
efecto de que toda la gente crea ver en el dinero algo que vale, cuando en realidad no es así.
El error lo estamos cometiendo desde el principio, desde el momento en que definimos lo
que el dinero es, y luego acentuamos el error al determinar la forma como lo manejaremos.
Una de las personas más conocidas por demostrar teóricamente que el dinero no debe
ahorrarse fue el economista Silvio Gesell. Unos breves años después de que Gesell publicara
sus conclusiones, el presidente municipal de la ciudad de Wörgl en Austria tuvo la oportuni-
dad de poner en práctica las teorías de Gesell y en coordinación con los comerciantes e in-

— 139 —
PRIMERA PARTE

dustriales de la pequeña ciudad austríaca emitió billetes cuyo valor disminuía conforme pa-
saba el tiempo, por lo que la gente no se dedicó a ahorrarlos, sino a gastarlos lo más rápido
que podía.
Eso hizo de la ciudad de Wörgl una economía pujante en tan solo un año. El empleo y el
comercio floreció como por arte de magia en unos cuantos meses. El desempleo se desplomó
y prácticamente todos encontraron empleo en la ciudad. Fue realmente espectacular. Los pe-
riódicos de aquel entonces publicaron la noticia y el hecho se comentó incluso en otros paí-
ses, como Francia e Inglaterra.
Sin embargo, en un movimiento relámpago, el Banco Central de Austria prohibió que
continuara eso. Justo antes de hacerlo, el Banco Central de Austria vio cómo aproximada-
mente trescientos otros municipios estaban comenzando a realizar proyectos similares des-
pués de ver el éxito de la ciudad de Wörgl.
En la literatura relacionada con las monedas independientes, o libre-monedas, el caso de
Wörgl es muy conocido. Se hace referencia a él numerosas veces y lo citan como un caso de
éxito y un ejemplo a seguir. También hacen referencia a él numerosos documentos que lo
usan para ejemplificar el control que tienen sobre la gente los bancos centrales quienes apa-
rentemente no dejan que este tipo de proyectos fructifique.
Mi opinión es un tanto distinta de ambas posturas. El caso de la ciudad de Wörgl es un
ejemplo claro de que una moneda que desmotive el ahorro produce una urgencia en la gente
de intercambiarla por productos y servicios y eso, a su vez, produce un gran dinamismo en la
economía. Esto último, a su vez, puede aprovecharse para hacer que la economía crezca muy
rápidamente, pero solamente si se dan algunas condiciones que contribuyan a que la circula-
ción de dicha moneda sea sustentable.
En mi opinión el caso de Wörgl fue bueno en demostrar que una moneda puede hacerse
circular más rápidamente si el ahorro se desmotiva en la gente, y también fue bueno en de-
mostrar que una moneda puede circular coexistiendo con otra sin ningún problema. Sin em-
bargo, la forma como se realizó solo apuntaba a que la situación se estancara en un breve
tiempo más y causara otros problemas más serios. Creo que esa fue la razón por la que el
Banco Central de Austria detuvo el proyecto, más que por alguna otra razón, como la de im-
pedir el desarrollo económico de la gente y esas otras cosas que se dicen.
En otra parte de este libro se proponen esquemas similares a los de Wörgl y otros para uti-
lizar monedas que desmotivan el ahorro pero que no producen los efectos negativos que el
sistema de Wörgl hubiera traído consigo si se le hubiera permitido continuar.
Un esquema monetario y económico, para que funcione bien debe ser sustentable. Es de-
cir, debe funcionar ahora pero también debe funcionar en el futuro. Debe funcionar siempre.
Sea que sea lo que hagamos, debemos procurar siempre que nuestras soluciones sean buenas
hoy y mañana. Debemos evitar soluciones que solo alivien la situación el día de hoy pero

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NUESTRA ECONOMÍA

que provoquen problemas el día de mañana, sobre todo si esos problemas serán más serios y
difíciles de resolver que los que ya tenemos. ¿No lo crees así?
Estamos demasiado adoctrinados a ver en el dinero un valor. Dinero ahorrado es como di-
nero atesorado. Lo reunimos y acumulamos para cambiarlo después por cosas que deseamos
o necesitamos. Pero al ahorrarlo le estamos impidiendo que circule, y como la cantidad de
dinero que existe es una cantidad limitada, al acumularlo impedimos que otra persona lo uti-
lice.
Para lograr que lo dejemos de ahorrar hay que cambiar algunas de las formas como hace-
mos las cosas. En las condiciones actuales es imposible pensar que la gente escucharía si-
quiera la idea de no ahorrar. De hecho, la única razón por la que la gente no ahorra es porque
apenas le alcanza el dinero que gana diariamente para cubrir sus gastos. Para ahorrar debe
hacer un esfuerzo grandísimo y abstenerse de muchas de las cosas que necesita, incluso algu-
nas indispensables.
La razón principal por la que nadie ahorra es porque todos sabemos que el dinero es esca-
so. Por naturaleza, los seres humanos somos previsores. Estamos dotados de una capacidad
natural para protegernos de la falta de las cosas que queremos o necesitamos.
Una forma efectiva de protegernos de la carencia es la acumulación de las cosas. Las acu-
mulamos cuando hay, para protegernos de su carencia cuando no hay. Eso lo hacemos con la
comida, con la ropa y con prácticamente todo. Incluso nuestro organismo fue diseñado con
ese principio. Por eso engordamos. No hay ninguna razón para pensar que no haremos lo
mismo con el dinero.
Lo guardamos, lo ahorramos, lo acumulamos, porque sabemos que a veces hay, y a veces
no hay. Si supiéramos que el dinero que necesitamos lo podemos obtener siempre que lo ne-
cesitemos sencillamente no lo ahorraríamos. Nadie ahorra algo que sabe que puede obtener
cuando lo necesite.
A nadie se le ocurre ahorrar aire de la atmósfera porque todos sabemos que podemos te-
nerlo cuando lo necesitemos. No hay necesidad de acumularlo, de guardarlo, de ahorrarlo.
Está allí siempre. La luz solar tampoco la ahorramos por lo mismo. En muchos lugares la
gente no sabe lo que es ahorrar agua, sencillamente porque tienen mucha. Yo vivo en el de-
sierto, pero en esta particular región el agua es abundante. Nadie piensa en ahorrarla, en acu-
mularla, en guardarla. Pensamos en no desperdiciarla, eso sí, pero no la guardamos. En mu-
chas otras ciudades no hay agua suficiente y la gente está acostumbrada a ahorrarla, a guar-
darla en tinacos en sus azoteas.
De la misma forma, si supiéramos que el dinero lo podemos obtener cuando lo necesite-
mos con solo solicitarlo, nadie pensaría en guardarlo. ¿Para qué ahorrar algo que puedes ob-
tener cuando quieras? ¿Para qué robar algo que lo puedes tener cuando lo necesites?
El dinero se hizo para gastarlo, para cambiarlo por cosas y por servicios que satisfagan
nuestras necesidades. El dinero se hizo para obtener satisfactores a nuestras necesidades.

— 141 —
PRIMERA PARTE

Para eso es para lo que debemos usarlo. Pero para que eso suceda, debemos hacer que a la
gente le convenga hacer eso y no guardarlo. Intentar hacer las cosas por decreto es un error
enorme. No debemos obligar a nadie a hacer nada. Debemos hacer las cosas de tal forma que
la gente misma decida hacerlas porque le conviene.
Lograr que el dinero se deprecie para que la gente lo gaste en lugar de ahorrarlo es un
paso en la dirección correcta, pero no es suficiente. Podemos lograr que la gente no guarde el
dinero, pero a cambio debemos ofrecerle la oportunidad de conseguir lo que necesite sin pro-
blemas, sin impedimentos.
Con esa mentalidad es con la que este libro está redactado. Si vas a quitarme algo, hazlo,
pero espero que me des algo a cambio y espero que ese algo sea mejor que lo que me vas a
quitar. Eso es lo que pensamos todos los ciudadanos, y así debería ser.
Si me vas a quitar la posibilidad de ahorrar, entonces dame la posibilidad de obtener el di-
nero que necesite cuando lo necesite. ¿Se puede hacer eso? Claro que se puede. Para eso está
escrito todo este libro. Solo sigue leyendo y sabrás cómo y por qué.

Mercado Internacional y Balanza Comercial


Desde que estoy pequeño, y conste que eso fue hace mucho tiempo, he escuchado que de-
bemos procurar exportar. Hemos crecido pensando que importar es malo y exportar es bue-
no. Siempre que escuchamos que un país se desarrolla económicamente también escuchamos
que dicho país exporta grandes cantidades de cosas. Vemos en los países exportadores ejem-
plos a seguir. Todos queremos exportar. En México y en muchos países queremos estar entre
los primeros lugares de exportación de cosas.
Personalmente conozco a varios empresarios industriales y prácticamente todos sueñan
con exportar lo que producen. La mayoría no tiene una idea de cómo hacerlo, pero todos qui-
sieran que lo que producen se consuma en otros países.
Si todo el mundo lo dice, y toda la gente lo repite, y los medios de comunicación y los
maestros en las escuelas también lo dicen, entonces debe ser cierto. ¿No crees eso?
Quizá mi apellido debería ser Contreras en lugar de García porque, para no variar, yo no
creo eso.
Creo que exportar es un error grande. Sé que todo el mundo lo dice y sé que incluso se
han creado carreras profesionales para promover el comercio internacional, y también sé que
todas las civilizaciones durante miles y miles de años han realizado comercios internaciona-
les para beneficio de todos, pero aún así pienso que exportar es un error. Si no es un error, al
menos es muchísimo menos conveniente de lo que nos han adoctrinado a pensar.
No opino que sea un error porque sea yo caprichoso y me encante ir contra la corriente.
Opino que es un error porque no logro que ese argumento pase la prueba del razonamiento
objetivo. Me puedes decir lo que quieras. Me puedes decir lento, tonto, menso, pendejo, y

— 142 —
NUESTRA ECONOMÍA

todo lo demás que se te ocurra. No tengo ningún problema con eso. Este es todavía un país
libre donde la libertad de expresión es algo que defendemos y así me gusta.
Sin embargo, después de decirme todo lo que piensas de mí, o de darme la espalda para
ocultar tu risilla burlona, lo que me gustaría es que me ayudaras a entender mi error. Por más
que me he esforzado no he logrado entender por qué exportar es tan importante. Por más
vueltas que le doy al asunto todo lo que logro ver es que exportar es algo contraproducente
para el que exporta. Pero si no me quieres ayudar a entender mi error, entonces te reto a que
razonemos juntos todo esto de la excelsa exportación de bienes y servicios.
Para mí todo comenzó con una simple pregunta: Si exportar es tan importante, ¿por qué
Estados Unidos, el país supuestamente más poderoso y rico del planeta, es el importador más
grande y no el exportador más grande?
Todos le quieren vender a Estados Unidos. Los mexicanos, los chinos, los rusos, los ára-
bes… todos. ¿Quién le quiere comprar a Estados Unidos? Yo veo que los mexicanos le que-
remos comprar a los chinos, no a los estadounidenses. Quizá haya por ahí algún país en don-
de sus habitantes quieran comprar cosas a los estadounidenses. Necesito investigar más a
fondo porque no lo he encontrado.
¿Cómo es que funciona eso entonces? No tuve respuesta para esa pregunta, así que solo
me quedaron más preguntas:
¿Qué es lo que hace rico a un país? ¿La cantidad de dinero que tiene, o la cantidad de sa-
tisfactores que sus ciudadanos pueden obtener?
Cuando viajo de un pueblo a otro, o de una ciudad a otra, o de un país a otro y veo que
uno es más rico que el otro, ¿en qué me baso para decir eso? ¿Qué es lo que veo en ese pue-
blo, o ciudad o país, para pensar eso? ¿Me baso en lo que veo o en el dinero que la gente tie-
ne? Es obvio que baso mi opinión en lo que veo.
¿Y qué es lo que veo? Veo las calles, los autos, las casas, los negocios. Veo a la gente, veo
cómo se visten, veo cómo viven. Dentro de sus casas veo lo espaciosas que son y las como-
didades que tienen. Veo sus muebles, los servicios de que disponen. Veo sus escuelas, veo
sus centros comerciales y las cosas que hay en ellos. Veo sus servicios médicos, sus servicios
de transporte. Veo los deportes que practican. Veo sus rostros para ver si son felices o no.
Todo eso es lo que veo.
Quizá por su proximidad geográfica, pero al país extranjero que más he viajado es a Esta-
dos Unidos. Allí veo mucho de todo esto que describo. Me resulta obvio que es un país mu-
chísimo más rico que México. Veo las cosas que la gente tiene, la forma como la gente vive,
veo sus hogares, sus servicios, sus calles. ¿Cómo le hacen? ¿Cómo es que son el más grande
importador y tienen todo eso? Si importan todo lo que tienen, es porque lo pueden pagar, ¿o
no? Simple lógica.

— 143 —
PRIMERA PARTE

Pero si no exportan cosas, ¿entonces, de dónde sacan el dinero para pagar lo que impor-
tan?
La respuesta es tan sencilla que me siento estúpido por no haberlo comprendido antes. Es
más, te doy la razón por considerarme tonto y lento y pendejo y todas esas otras bonitas co-
sas que piensas de mí. Me lo merezco.
Para abreviar te lo voy a decir de una buena vez: El dinero no lo sacan de ninguna parte,
solo lo crean de la nada. Ni siquiera lo imprimen, solo ingresan un número en una computa-
dora y listo. Dinero nuevo. Todo el que quieran, todo el que necesiten.
¿Verdad que no me crees? No importa tampoco. Ya estoy acostumbrado a eso. Además de
tonto, te puedes estrenar diciéndome mentiroso también. Sin embargo, no tienes por qué
creerme. Solo investiga un poquito. No mucho. Solo un poco. Verás que no te miento. Bue-
no, ok, quizá exagero un poquitín en la sencillez con que se hace, pero eso no importa. Al fi-
nal de cuentas así sucede.
Si Estados Unidos necesita dinero solo lo crea y ya. Listo. No hay nada más que hacer.
Así lo hacen y así lo han hecho durante mucho tiempo, sobre todo desde 1971 en que deci-
dieron abandonar el patrón oro con el que respaldaban el valor de su moneda.
Por supuesto, la siguiente pregunta que me vino a la mente fue: Y si ellos pueden hacer
eso, ¿por qué no lo podemos hacer nosotros en México?
Podríamos imprimir todos los pesitos mexicanos que quisiéramos y comprar con ellos to-
das las cositas chinas que quisiéramos, y todas las cosas japonesas, y todas las cosas alema-
nas que nos dé la gana. Podríamos tener autos de lujo como los estadounidenses, y podría-
mos tener casas amplias con terrenos enormes, y caballos, y cocinas que parecen hospitales y
todo lo demás que ellos tienen. Después de todo ellos hacen eso. Imprimen dinero y van y
compran a otros países lo que necesitan y listo. ¿Por qué nosotros no podemos hacerlo igual?
La respuesta es simple: Nosotros no podemos hacer eso porque nuestros pesitos mexica-
nos no los aceptan en China, ni en Japón, ni en Alemania. De hecho, no los aceptan práctica-
mente en ningún otro país. Los dólares estadounidenses, por el contrario, son aceptados en
prácticamente todos los países. Al menos así ha sido durante los últimos cincuenta o sesenta
años.
Cuando me di cuenta de eso, inmediatamente me surgió otra pregunta más: ¿Por qué?
¿Por qué los dólares estadounidenses son aceptados en todas partes y el peso mexicano no?
De hecho, ¿por qué el dólar estadounidense es aceptado en casi todas partes y ninguna otra
moneda es aceptada de la misma forma?
Pregunté y pregunté y la respuesta que siempre obtuve fue algo como: lo que pasa es que
el dólar es una moneda muy fuerte y el peso es una moneda muy débil. Al igual que mucha
gente, me conformé con esa respuesta durante muchos años. Muchos. Demasiados.

— 144 —
NUESTRA ECONOMÍA

Pero un día me volví a hacer una pregunta más: ¿De verdad es así? Así que investigué e
investigué y me respondí muchas preguntas más, hasta que llegué a la razón básica, y para
mi fortuna es también muy sencilla: Un simple acuerdo internacional.
Después de la Segunda Guerra Mundial los países entraron en problemas porque cada
quién le quería asignar el valor que más le convenía a su propia moneda. No había una mo-
neda de aceptación general. Imagínate que estás en un mercado sobre ruedas, y que cada
tienda acepta una moneda distinta. El problema para comprar en ese mercado sería muy
complejo. Si cada tienda aceptara una moneda distinta y además le adjudicara un valor un
día y otro valor al día siguiente, sería en verdad casi imposible comprar en ese mercado.
Algo así es lo que comenzó a suceder en aquellos tiempos.
Ante esa situación decidieron llegar a un acuerdo. Se reunieron muchos países —entre
ellos México— en la ciudad estadounidense de Bretton Woods y durante varias semanas de
mucho alcohol, sexo y entretenimiento, los asistentes fueron “convencidos” de firmar el
acuerdo en donde aceptaban usar el dólar estadounidense como moneda para todos sus inter-
cambios comerciales internacionales. A cambio de eso Estados Unidos se comprometió a
respaldar el valor de cada dólar que imprimiera con una cantidad de oro a una razón de 35
dólares por cada onza de oro.
La mayoría aceptó en ese momento y los demás aceptaron también después de ver que la
circulación de dólares realmente ayudó a hacer las cosas más fáciles para comerciar entre to-
dos. Así fue como sucedió. Si alguien te cuenta que durante esa reunión internacional se hi-
cieron análisis macroeconómicos y financieros, para poder llegar a esa decisión, te están
mintiendo. De nuevo te sugiero que no le creas a nadie e investigues a fondo qué fue lo que
realmente sucedió durante esas reuniones y cómo se llevaron a cabo.
Todo comenzó a ir razonablemente mejor hasta que —27 años después— Estados Unidos
se deshizo de su compromiso y un día, de repente, dijo que no respaldaría con oro los dólares
desde ese momento en adelante. Dijo que necesitaban más dinero y que sencillamente no po-
dían conseguir la suficiente cantidad de oro para respaldarlo. Obviamente, muchos países se
molestaron por la falta de compromiso de los Estados Unidos y notificaron que dejarían de
usar los dólares estadounidenses por no contar estos con ningún respaldo de valor.
Sin embargo, para cuando esto sucedió ya había varios billones de dólares comprometidos
en mercancías y en contratos a todo lo ancho y largo del globo terráqueo así que no fue tan
fácil dar reversa al acuerdo.
Desde aquel entonces varios países en el mundo han intentado deshacerse de los dólares
estadounidenses por la ventajosa posición que representan para el país que los produce y la
enorme desventaja que representa para todos los demás, pero fue tan dinámica y tan extensa
la adopción del uso de dólares a través del globo que no ha sido nada fácil.
A esto debemos agregar la dificultad de erradicar una herramienta que en realidad ha faci-
litado las transacciones internacionales entre las personas, además de la intervención militar

— 145 —
PRIMERA PARTE

que Estados Unidos ha realizado contra los gobiernos que han intentado sacudirse de esto.
Todo esto puesto junto, ha cementado el uso de esa moneda por encima de todas las demás.
Para las personas que hacen intercambios comerciales, el uso del dólar como moneda co-
mún ha brindado una enorme eficiencia. Para los gobiernos —las sociedades humanas en ge-
neral—, por el contrario, ha sido una verdadera pesadilla.
Imagínate que quieres comprar algo en Estados Unidos. Como mexicano, lo único que de-
bes hacer es ir a una casa de cambio o a un banco y “comprar dólares” usando tus pesos me-
xicanos. Obtienes tus dólares y con ellos compras en Estados Unidos lo que necesitas. Con
eso tu problema queda resuelto.
Sin embargo, para tu gobierno mexicano ha quedado un problema serio. Esos dólares que
compraste en el banco o la casa de cambio, tu gobierno los tuvo que conseguir primero y
para hacerlo tuvo que haberlos intercambiado con anterioridad por algo de valor en aquel
país.
Una de las formas que el gobierno de México tiene para conseguir los dólares que la gen-
te necesita es exportar mano de obra. Por esa razón es tan importante para el gobierno mexi-
cano que haya empresas extranjeras en México. De esa forma, cada día que trabajamos en
esas empresas, contribuimos a que lleguen dólares estadounidenses para poderlos usar luego
para comprar cosas allá.
Para los estadounidenses, sin embargo, la situación no es así. Si un estadounidense necesi-
ta comprar algo en México solo tiene que venir y comprarlo. No necesita ir a ninguna casa
de cambio para comprar pesos. Consecuentemente, su gobierno no tiene ninguna necesidad
de andar previamente exportando nada para obtener pesos ya que toda la transacción comer-
cial se realizó en dólares estadounidenses.
Todo este mismo baile se realiza siempre independientemente de dónde quiera uno com-
prar algo. Igual sucede si lo que quieres importar viene de China o de Francia. Debido a que
todas las transacciones se realizan en dólares estadounidenses, siempre el que importa algo,
no importa de dónde sea, debe primero conseguir dólares. De otra forma no puede importar
nada de ningún lado.
Si la cantidad de exportaciones no ha traído la suficiente cantidad de dólares para que po-
damos seguir importando, al gobierno —es decir, a la gente en general— se le genera un
problema que se conoce como “desbalance comercial”.
Es posible que hayas escuchado alguna vez ese término cuando has oído a algún político
referirse a la economía mexicana. La balanza comercial es un tema de suma importancia
para todos los países, menos para Estados Unidos, porque todos deben primero exportar algo
antes de poder importar. Estados Unidos no tiene ese problema y por eso puede ser el impor-
tador más grande del planeta. Todo lo que debe hacer es imprimir más dólares y listo.

— 146 —
NUESTRA ECONOMÍA

Esto es, en pocas palabras y bastante sobre simplificado, lo que sucede realmente cuando
compramos algo en algún otro país, no importa lo que sea. Como puedes ver, es una situa-
ción enormemente desventajosa para todos y enormemente ventajosa para Estados Unidos.
Espero que con toda esta explicación te haya quedado claro por qué un país es rico, por
qué no es indispensable que exporte para que lo sea, y por qué Estados Unidos, el país más
rico de la Tierra, es también sin problemas el más grande importador.
Bien, pero basta ya de hablar de Estados Unidos. Este libro no trata acerca de ese país,
sino acerca de México. ¿Cuál es nuestra situación? México no es un gran importador como
Estados Unidos, pero tampoco es un fuerte exportador como China. ¿Cómo somos entonces?
¿Por qué no parecemos mejorar a pesar de trabajar tanto? ¿Es la corrupción? ¿Son nuestros
políticos? ¿Es nuestro destino? ¿Es porque somos chiquitos, morenitos y ojones?
Afortunadamente no es nuestro destino quedarnos como estamos. Y aunque no me lo
creas, te puedo decir que no son nuestros políticos y su corrupción lo que nos tiene en esta
situación. Sí son corruptos y sí son políticos, pero honestamente no creo que sea eso la razón
principal para que estemos como estamos. Y por supuesto, nada tiene que ver el tamaño de
nuestros ojos o el color de nuestra piel.
En México los mexicanos deberíamos tener una economía pujante y nuestras familias y
todos nosotros deberíamos tener una muy amplia gama de satisfactores a nuestra disposición
en forma de productos y servicios de alta calidad y a muy bajos precios. Pero todos sabemos
que no es así. Es obvio y doloroso que no es de esa forma. ¿Entonces, qué es lo que pasa?
Bueno, sucede que, en México, estamos atrapados entre la espada y la pared. Si estuviéra-
mos jugando ajedrez diríamos que estamos enrocados.
Por una parte, está la situación de que no tenemos dinero para comprar lo que necesita-
mos. Con solo presionar una tecla el Banco de México podría imprimir todo el dinero que
necesitamos para comprar todo lo que quisiéramos y dárnoslo dejándolo caer desde el aire
con un helicóptero. Pero al mismo tiempo no lo puede hacer. Si lo hace se crearía una enor-
me inflación como algunas que hemos sufrido en el pasado. Esto último por la sencilla razón
de que no producimos casi nada. Al no hacerlo y tener mucho dinero para gastar, inmediata-
mente provocaríamos desabasto de casi todo y con ello los precios se elevarían hasta el cielo
en un instante. El efecto de la oferta y la demanda a todo lo que da, claro.
Por otra parte, si el Banco de México imprimiera todo el dinero que necesitamos, inme-
diatamente nos lanzaríamos a importar todo lo que necesitamos por la sencilla razón de que
en México no tenemos industria propia. Solo mira a tu alrededor y te darás cuenta de que
prácticamente todo lo que usamos es de procedencia extranjera. Al hacer esto, como ya ex-
plicamos, provocaríamos el problema de cómo conseguir los dólares, pero para conseguirlos
primero hay que exportar algo, o pedirlos prestados con la consiguiente deuda e intereses y
todos los demás demonios que ya conocemos.

— 147 —
PRIMERA PARTE

¿Estamos condenados a tener una existencia miserable entonces? Por supuesto que no.
Me alegra decir que la respuesta es un rotundo no. No estamos condenados ni mucho menos.
Todo lo que necesitamos es un plan y eso es precisamente lo que tienes en las manos: un
plan para salir del atolladero de una vez por todas y alcanzar el nivel de vida que todos que-
remos y que no hemos podido alcanzar por más que nos hemos esforzado y apretado el cin-
turón.

Aritmética Económica
Para poder mejorar nuestra economía no es indispensable que seamos expertos en el tema.
Si leíste Un Cuento Mágico – Primera Parte, en la página 28, te debiste haber dado cuenta
que la economía es un concepto de algo que sucede siempre de forma natural. Sin embargo,
para comprender cómo podríamos mejorarla, sí es importante entender algunos conceptos
básicos. Sé que lo anterior suena medio contradictorio, así que te lo debo explicar un poco
mejor.
En el cuento se aprecia claramente cómo es que los protagonistas de la historia mejoraron
su economía sin siquiera conocer el concepto. Sin embargo, esa economía era muy simple.
No tenían dinero de por medio. En nuestra economía, por el contrario, el uso del dinero está
muy arraigado. No hay nada de malo en ello, solo que ese simple hecho cambia las cosas y
hace necesario que debamos entender qué es lo que nuestra economía es, para así poder esta-
blecer un plan de mejoramiento.
Podría comenzar por escribirte alguna definición que aparezca en el diccionario, pero no
haré eso. Si lo hago solo te confundiría aún más llenándote de definiciones que no se formu-
laron para ayudarte a comprender sino para delimitar el concepto. Así que, en lugar de eso,
no recurriré a definiciones, sino a explicaciones. Creo que en estos momentos eso es lo que
más necesitamos.
En primer lugar, debemos entender que la economía es un concepto artificial. Es una idea.
Es un concepto artificial que se refiere a un fenómeno natural. No es un fenómeno natural
que involucre dinero, sino que el dinero es parte de todo el proceso natural.
Todos los procesos naturales se comportan de forma económica. Una fogata es una conse-
cuencia de una reacción química que libera calor y su comportamiento obedece a leyes eco-
nómicas. El sistema solar se mueve obedeciendo a leyes económicas. El crecimiento de
nuestro cuerpo es un proceso económico.
Todo, absolutamente todo lo que conocemos los seres humanos se comporta de acuerdo
con la economía. Eso significa que las leyes a las que obedece la economía son leyes total-
mente naturales. Pero eso no significa que la forma como hemos interpretado esas leyes sea
la forma correcta.
Existen muchas teorías económicas que intentan explicar lo que la economía es, cómo se
comporta y en algunos casos se atreven a plantear alguna forma de cómo mejorarla. Uno de

— 148 —
NUESTRA ECONOMÍA

los conceptos más claros que me ha tocado revisar es el de la Economía Física, desarrollado
por el Dr. Jonathan Tennenbaum.
En su exposición, el Dr. Tennenbaum explica detalladamente cómo es que una economía
se comporta más bien como un organismo vivo y como tal, no crece en forma que sea fácil
de entender, sino que más bien crece a saltos, en ocasiones rápido y en otras lenta, pero, so-
bre todo, lo hace de forma cada vez más acelerada, gracias a la contribución de la mente hu-
mana y su capacidad de innovar cosas.
Las explicaciones del Dr. Tennenbaum son muy interesantes y te invito a que lo leas, si
acaso deseas entender un concepto totalmente diferente acerca de la economía. En este libro,
sin embargo, no voy a entrar en tantos detalles porque mi intención no es plantear el desarro-
llo completo de una nueva teoría, sino más bien revisar y cuestionar los conceptos básicos
que tenemos acerca de la economía para luego proceder a plantear una forma de cómo mejo-
rarla de forma práctica para que todos obtengamos los beneficios que urgentemente necesita-
mos.
En mi opinión, uno de los problemas más serios que tienen los conceptos económicos que
usamos actualmente es que obstinadamente los relacionamos con el dinero, y por lo mismo
los tratamos de interpretar utilizando reglas financieras y contables. Eso genera problemas
muy serios para entender cómo suceden las cosas en la vida real y al mismo tiempo nos im-
pide ver cómo podemos mejorarlas.
En otras ocasiones hemos intentado entender la economía utilizando conceptos matemáti-
cos desarrollados para describir eventos aleatorios. A esto lo hemos llamado economía avan-
zada y los modelos matemáticos usados pertenecen a la estadística matemática.
Todo eso está muy bien desde el punto de vista teórico y suena muy elegante, pero desde
un punto de vista práctico se queda muy corto. En este punto tampoco es necesario que me
creas. Solo mira a tu alrededor y tú saca tus propias conclusiones.
Si tienes más de 20 años podrás decir por ti mismo si hemos mejorado o no nuestra situa-
ción económica en los últimos tres o cuatro años. Si estuviéramos mejorando se notaría. Ha-
bría más gente satisfecha, más gente feliz, más gente dedicándose a lo que realmente quisiera
y no a lo que debe, habría menos estrés en toda la gente, habría menos enfermedades, menos
delincuencia, menos violencia, menos drogadicción.
La economía es un fenómeno natural que tiene sus propias reglas de comportamiento y
no pueden ser descritas por sumas y restas como lo hace la contabilidad. En ciencia e inge-
niería se estudian dos tipos de sistemas: los sistemas abiertos y los sistemas cerrados. Eso es
lo que nos enseñan en la escuela, en la universidad. Sin embargo, cuando uno sale a la reali-
dad e intenta uno resolver problemas reales y entender cómo funcionan las cosas de verdad
uno encuentra rápidamente que no existen los sistemas cerrados.
En los sistemas cerrados las sumas y las restas existen y siempre son exactas. En los siste-
mas abiertos eso no sucede nunca. Por ejemplo, si un tanque completo de gasolina le dura a

— 149 —
PRIMERA PARTE

tu auto una semana, entonces dos tanques le durarán dos semanas. ¿No es así? Eso es fácil de
calcular porque estamos hablando de un sistema cerrado. Pero en la realidad de las cosas no
sucede así.
En la realidad dos tanques pesan el doble, y la gasolina se evapora más rápido, y su centro
de gravedad es distinto, y la inercia que tienen es diferente, y al permanecer más tiempo en
el tanque su grado de oxidación es diferente, y… y… y…
En otras palabras, en los sistemas abiertos, los que sí existen, las cosas no son tan senci-
llas. Son muy difíciles —si no es que imposibles— de calcular, mucho más si solo usamos
sumas y restas.
De hecho, los sistemas cerrados fueron creados por el hombre para sintetizar los sistemas
abiertos y poder estudiarlos, pero en algún punto nos hemos confundido y hemos creído —y
querido— que el sistema verdadero, el abierto, se comporte como lo hace el sistema artifi-
cial, el cerrado.
Alguien pudiera decir en este momento que las sumas y las restas no nos dan un resultado
exacto sino solamente aproximado y que con eso es suficiente. Desafortunadamente eso no
sucede tampoco.
Imagina que un hombre vive solitariamente en un lugar apartado y se pone a construir su
propia casa. Él debe hacer todo. Debe mezclar el cemento con la arena y el agua para obtener
el concreto que necesita. Debe colocar los ladrillos. Debe acarrear el concreto que prepare.
Debe tomar medidas y calcular las dimensiones de lo que está haciendo. Debe preparar su
propia comida. Debe dar los acabados a los muros y también debe construir las puertas de
madera y colocarlas en su sitio junto con las ventanas. Debe hacer las instalaciones sanita-
rias, hidráulicas y eléctricas. Deberá trabajar durante al menos seis meses antes de poder de-
cir que su casa está terminada.
Ahora imagina que dos hombres construyen sus casas igualitas. Cada uno por separado.
Es sencillo estimar que tardarán cada uno seis meses. En seis meses habrá dos casas nuevas
por ahí.
Sin embargo, si esos dos hombres se unen y entre los dos construyen las dos casas, prime-
ro una y luego la otra, no se tardarán en total 12 meses, como nos indicaría la contabilidad.
Se tardarán quizá ocho meses en construir las dos casas, una después que la otra. Eso no es
una diferencia pequeña que podamos atribuir a una aproximación aritmética. Se trata de una
diferencia muy grande. Estamos hablando de un ahorro del 50% del tiempo. ¿Por qué? ¿Cuál
es la diferencia? ¿Por qué las sumas y las restas no nos dicen lo que sucederá?
La razón es que al trabajar unidos, los hombres representan un sistema abierto que funcio-
na económicamente, como lo hace todo en el universo. Al trabajar juntos se han convertido
en un organismo celular vivo y esos organismos no se comportan de forma aritmética, tal
como lo explica el Dr. Tennenbaum. Es como si cada uno se hubiera convertido en una célu-
la de un organismo vivo. Antes trabajaban por separado, ahora lo hacen en equipo.

— 150 —
NUESTRA ECONOMÍA

Pero eso no es todo. Hay más. Dos máquinas podrían trabajar construyendo casas en per-
fecta sincronización, pero eso no es lo mismo. Estos dos hombres no son dos máquinas, son
dos hombres. No están sumando su capacidad física, la están uniendo.
Están uniendo su capacidad entera de trabajo, la cual incluye la creatividad de cada uno,
sus ideas, y sus propias formas de hacer las cosas. No solo están colocando ladrillos, están
construyendo una casa. Se están comunicando entre sí y están compartiendo la experiencia
de vida de lograr un objetivo común. Ambos están desarrollándose a sí mismos junto con la
casa que están construyendo. Ambos están ganando habilidades que antes no tenían, y están
mejorando las que ya tenían.
Si dos máquinas construyen una casa, al final serán las mismas dos máquinas. Si dos
hombres construyen una casa, al final no serán los mismos. Al final ambos sabrán más, po-
drán más, mientras que las máquinas serán menos, podrán menos.
Dos máquinas construyen dos casas en sincronización y se tardan un tiempo en hacerlo.
Si después construyen otras dos casas se tardarán lo mismo. Los hombres no son así. Entre
más casas construya un hombre, más pronto lo hará. Lo hará cada vez con menos esfuerzo,
lo hará cada vez más económicamente. Este sencillo hecho debería mostrarnos que el univer-
so no es una máquina sino un organismo vivo, consciente de sí mismo, y además muy inteli-
gente.
Cuando los hombres se unen para trabajar en equipo el resultado no obedece a la aritméti-
ca simple. Dos hombres trabajando en equipo no producen el doble que uno solo. Producen
más que el doble. Son más manos, pero sobre todo son más mentes unidas en armonía con
un mismo propósito.
En todo trabajo en equipo realizado por personas se presentan dos aspectos que lo favore-
cen: la repetición y la unión, y el efecto de ambos es impredecible.
La unión se da cuando dos o más personas realizan una actividad en conjunto. Entre más
personas se unan al conjunto, más grande será el resultado, pero no en proporción aritmética.
Tres personas no hacen el triple, hacen más. Qué tanto más harán no lo podemos saber. No
podemos saber qué se les ocurrirá para trabajar mejor en equipo.
La repetición se da cuando una persona o varias, hacen lo mismo más de una vez. Entre
más veces lo hagan, más rápido y mejor lo harán. Si una persona hace algo por segunda vez,
lo hará mejor que la primera vez. Qué tan bien lo hará no lo podemos saber. No podemos sa-
ber qué se le ocurrirá para hacerlo cada vez mejor o más rápido.
Ambas, la unión y la repetición producen resultados imposibles de predecir porque la in-
novación y creatividad humanas son imposibles de predecir. Nunca podremos saber cuándo
y qué se le ocurrirá algo a alguien. A cualquiera se le puede ocurrir cualquier cosa en cual-
quier momento. La innovación y la creatividad humanas las podemos ver, las podemos moti-
var, pero no podemos predecir cuál será el siguiente paso que darán.

— 151 —
PRIMERA PARTE

Si pudiéramos predecir lo que la unión y la repetición humanas pueden lograr, sabríamos


cuáles serían los resultados de los partidos deportivos en donde dos equipos compiten uno
contra el otro. Si no podemos predecir el resultado de una pelea de box donde compiten uno
a uno, mucho menos lo podemos hacer con un equipo de varios seres humanos compitiendo
entre sí.
Estos dos aspectos, la unión y la repetición, producen efectos espectaculares cuando se les
motiva y nutre de forma adecuada en los seres humanos. Durante más de treinta años he vis-
to ese efecto repetirse una y otra vez. Es sorprendente siempre.
Los seres humanos tenemos sueños, ambiciones, ideales. Somos capaces de crear, de in-
novar, de inspirarnos y nada de eso lo pueden hacer las máquinas, al menos no todavía. Por
esa capacidad que tenemos de visualizar las cosas de forma abstracta es que podemos reír y
jugar y disfrutar de las cosas y las situaciones. Dudo mucho que alguna vez una máquina
pueda llegar a hacer eso.
El impacto de todo esto en nuestra economía social es enorme y es fundamental que lo
comprendamos para lograr mejorarla. Hasta este punto hemos hablado de las sumas y las
restas. Ahora hablemos de las multiplicaciones. Veamos cómo en la economía las multiplica-
ciones no operan igual como lo hacen en la contabilidad.
Al observar a una persona en sus inicios podemos ver que su capacidad de producción es
muy baja. Apenas producirá lo suficiente para ella misma. Pero si le damos el suficiente
tiempo, esa persona irá encontrando formas de cómo producir más y más. Al cabo del sufi-
ciente tiempo veremos a esa persona producir mucho más de lo que necesita para su propio
consumo. Se volverá hábil y conocedora de lo que hace. Si al principio le sobraba muy poco,
después de un tiempo suficientemente largo, le sobrará mucho más.
Es como si la velocidad de producción en cada uno de nosotros fuera aumentando confor-
me el tiempo pasa. Es una especie de aceleración económica que cada uno traemos de forma
natural. Esto lo he visto muchas veces en la industria. Una persona, al principio, solo produ-
ce una cantidad pequeña. Después de un tiempo, esa misma persona produce mucho más.
Produce más porque gana habilidad. Pero luego se estanca en ese nivel durante un tiempo
solo hasta que le damos los recursos para desarrollar un método más eficiente, o de plano le
damos el método ya hecho.
Con un método diferente, esa persona puede producir muchísimo más de un momento a
otro sin necesidad de esperar a que desarrolle sus habilidades. Entre más sofisticado sea el
método, más y más será esa persona capaz de producir. Esto explica por qué unas cuantas
personas con los métodos y herramientas adecuadas son capaces de producir millones y mi-
llones de productos en unas cuantas horas.
No produce una persona más tan solo por sumar sus esfuerzos físicos con otra como si
fueran mulas, sino también por el método que usan para trabajar, por las herramientas, en

— 152 —
NUESTRA ECONOMÍA

una palabra, por la tecnología de producción que usan y esto último es la expresión materia-
lizada de nuestra capacidad de innovar y crear.
Como bien lo señala el Dr. Tennenbaum, “el principio de que el todo es más que la suma
de sus partes es aplicable más a la economía que a cualquier otro campo.”[47] solo demuestra
que la economía representa el comportamiento de un organismo que obedece a leyes físicas
que no son simplistas. No lo podemos describir con sumas y restas ni con multiplicaciones y
divisiones directas.
Si nuestra economía está creciendo de forma muy gradual —o si se encoge muy lenta-
mente— es solo porque así lo estamos provocando nosotros. Pero la economía puede crecer
a saltos, a saltos grandes, y sí, también puede hundirse de repente. La capacidad del hombre
de organizarse y de inventar cosas es lo que hace la diferencia. Y ambas cosas las tenemos en
México en abundancia. Todos lo sabemos. Somos ingeniosos, y eso es una de nuestras enor-
mes fortalezas más desaprovechadas.

Sustentabilidad Económica
No sé si llegaste hasta esta parte del libro saltando directamente hasta aquí o has leído
todo lo anterior desde el principio. Si lo leíste todo, te habrás dado cuenta de que en este li-
bro las propuestas y los análisis son poco convencionales. Pero esa notoria falta de conven-
cionalidad no es porque así lo haya yo querido, sino porque los razonamientos así lo produ-
jeron. Te he invitado varias veces a lo largo del libro a que razones conmigo y a que junto
cuestionemos las cosas. De esa forma espero que, al igual que yo, hayas llegado a las mis-
mas conclusiones. De lo contrario me encantaría saberlo.
De la misma forma como hemos cuestionado cosas que se han considerado como “escri-
tas en piedra” durante mucho tiempo, ahora vamos a hacerlo una vez más. Sin embargo, en
esta ocasión creo que sí cuestionaremos cosas de forma atrevida y las conclusiones a las que
llegaremos te sorprenderán de verdad. A mí me ha pasado así.
Lo primero que vamos a hacer es entender lo que significa sustentabilidad. Esa palabra no
estuvo de moda siempre. Solo se ha popularizado desde hace un par de décadas. Para enten-
derla la puedes ver así: si algo existe hoy, y también existirá mañana, entonces es susten-
table. Si ese algo existe hoy, pero no existirá mañana, entonces no es sustentable. Sustentabi-
lidad es algo así como la capacidad de tienen algunas cosas de permanecer, de seguir exis-
tiendo.
Algunos recursos seguirán existiendo durante tanto tiempo hacia el futuro que se pueden
considerar sustentables para propósitos prácticos. Por ejemplo, la luz del sol. Sabemos que el
sol algún día dejará de existir, pero para eso estamos suponiendo que faltan muchos miles de
millones de años y por esa razón decimos mejor que es sustentable.

47 Jonathan Tennenbaum, The Physical Economy of National Development, 2016.

— 153 —
PRIMERA PARTE

De la misma forma la economía debe ser sustentable. Nos debería poder dar una forma de
vida plena a todos hoy y siempre, pero sabemos que no es así. Nos consta que no nos ofrece
hoy lo que necesitamos, lo que queremos, lo que buscamos y el futuro no se mira mejor. De-
bemos ver el mañana y preguntarnos con la misma intensidad: ¿es la economía actual capaz
de darnos en el futuro lo que necesitaremos?
Desafortunadamente la respuesta es NO. La economía como la estamos administrando ac-
tualmente no es capaz de darnos tampoco en el futuro lo que necesitaremos. Eso es algo
muy serio. Es tan serio que la vida de todos nosotros depende de ello. No llegaremos muy le-
jos teniendo problemas cada vez más graves como el de la contaminación, la violencia, y
muchos otros más. Existe una importante cantidad de aspectos que se están deteriorando rá-
pidamente y en unos cuantos años más impedirán no solamente nuestro desarrollo sino nues-
tra supervivencia en este planeta.
Es obvio todo esto que estoy diciendo. Todos lo sabemos. Pero la razón de este libro no es
repetir lo que ya sabemos, sino esclarecer las cosas que no sabemos porque no nos las dicen
tal y como son. Debemos atrevernos a hacer las preguntas básicas. Por ejemplo: ¿Realmente
es sustentable la energía solar? ¿Qué tan sustentable es? ¿Realmente es tan nociva la sobre-
población? ¿Realmente existe el calentamiento global? ¿Y si existe, realmente es tan malo
como dicen? ¿Realmente es la actividad humana la que contribuye importantemente a que el
planeta se esté calentando? ¿Por qué hay cada vez menos agua para todos? ¿Es porque so-
mos muchos, o por alguna otra razón?
Estas son solamente algunas de las preguntas que nos debemos hacer, y que nos haremos
en las páginas siguientes, así que agárrate, porque vamos a descubrir algunas cosas impor-
tantes para ti, para mí, y para todos.

RECURSOS LIMITADOS CONTRA NECESIDADES ILIMITADAS


En 1798, un sacerdote inglés llamado Thomas Robert Malthus escribió un libro titulado
Un Ensayo Sobre el Principio de la Población. En ese libro Malthus intentó anticiparse a una
situación que desde aquel tiempo él consideró un problema: la sobrepoblación.
Malthus vio en su imaginación cómo la cantidad de personas seguiría creciendo al pasar
el tiempo y cómo la cantidad de recursos comenzaría a no ser suficiente para todos. Malthus
visualizó que la comida no alcanzaría, las medicinas tampoco, la ropa tampoco, la tierra que
habitamos sería insuficiente, y una enorme cantidad de cosas más.
Para resolver ese problema, o, mejor dicho, para prevenirlo, Malthus ideó una solución rá-
pida y efectiva: reducir la cantidad de personas en el planeta. ¿Cómo? Como fuera.
Para Malthus todo era válido. Guerras, epidemias, hambrunas, y todo lo que se te pudiera
ocurrir con tal de matar gente y de impedir que nazcan más personas de las que es debido.
Desde aquellos años se ha dicho que existen algunos grupos secretos de personas dedica-
das a resolver los problemas de una forma maltusiana y se dice también que lo resuelven

— 154 —
NUESTRA ECONOMÍA

promoviendo guerras, epidemias y hambrunas en distintas partes de la Tierra. Yo no puedo


asegurar que eso sea cierto, pero tampoco me extrañaría que sí lo fuera.
Como sea, lo que sí puedo decir con seguridad es que Malthus estaba en un error. Y si
existen personas que piensan igual que él, ya sea que pertenezcan a alguno de esos grupos
homicidas o no, también están en un error.
Es cierto que cada vez somos más personas sobre este planeta. Es cierto que cada vez hay
menos agua. Es cierto que cada vez hay más contaminación además de muchos otros proble-
mas que antes no existían. Si uno lo ve de esa forma es natural que uno se espante y comien-
ce a pensar como lo hizo Malthus en su época, hace más de 200 años. Sin embargo, antes de
espantarnos y comenzar a matar personas a diestra y siniestra, debemos reflexionar un poco
para darnos cuenta del error de Malthus, y también para poder ver la solución real de la si-
tuación.
El libro completo de Malthus puede resumirse en el título de este capítulo: recursos limi-
tados ante necesidades ilimitadas.
Lo falso de esa postura es la primera parte de la frase, la que se refiere a que los recursos
son limitados. Las necesidades ciertamente son ilimitadas, pero eso no es nada nuevo. Siem-
pre han sido ilimitadas, más no porque seamos muchos, sino porque los seres humanos so-
mos insaciables. No importa qué tanto tengamos, siempre queremos más. Así que esa parte
la reconozco como válida y no necesito esperarme a que este planeta se atiborre de gente
para darme cuenta de que ciertamente nuestras necesidades son ilimitadas, independiente-
mente de cuántos seamos en el planeta.
Con respecto a la parte falsa, es necesario entender que los recursos son limitados, pero
solo sucede así en el momento presente, bajo las condiciones actuales. Entender esto es clave
para comprender que no es necesario matarnos unos a otros. Así que lo voy a repetir: los re-
cursos solo son limitados en el momento presente, bajo las condiciones actuales.
Lo anterior lo digo porque si consultamos nuestra historia nos podemos dar cuenta que en
ocasiones hemos estado mejor y en otras peor. Por lo tanto, podemos concluir que la situa-
ción actual se puede cambiar. Además de eso, si el pasado nos dice que la situación ha cam-
biado y también sabemos que la podemos cambiar en el presente, entonces podemos concluir
con toda confianza que la situación futura también la podemos modificar. Eso significa que
Malthus está en un error y que nuestro futuro no es un destino irremediable, sino que lo po-
demos mejorar. Todo depende de nosotros.
Es cierto que en este planeta somos más personas ahora que antes, pero también es cierto
que la disponibilidad de varios recursos importantes ha aumentado mucho con respecto a
hace doscientos años, cuando vivía Malthus. No hay nada que nos amarre y nos obligue a se-
guir para siempre como estamos en este momento. Las cosas son como son solo en el mo-
mento presente. El futuro es nuestro. Lo podemos cambiar.

— 155 —
PRIMERA PARTE

Pero eso no es todo. La teoría de Malthus pasa completamente por alto algo vital: la in-
ventiva y la creatividad humanas. En su aritmética simplista —y miope— no considera ni
por un segundo que a la gente se le vaya a ocurrir cómo producir lo que sea necesario para
subsistir. Tampoco se le ocurre pensar que somos capaces de reciclar prácticamente todo lo
que usamos volviendo a obtener las materias primas originales. Tampoco se le ocurrió que
ahora vivimos en este planeta, pero nada impide que en el futuro comencemos a colonizar
otros planetas. Tampoco se le ocurrió que no solamente podemos vivir sobre la superficie de
la tierra, sino en el mar, en el espacio y en muchos otros lugares.
Por ejemplo, actualmente, después de más de doscientos años, seguimos teniendo cantida-
des enormes de terreno sin poblar. El problema en la actualidad no es la falta de espacio sino
de una mala distribución. Malthus estaba equivocado.
He escuchado a personas hablar seriamente acerca de los problemas que vamos a tener en
unos cuantos años más para alimentar a la gente debido a la expansión tan grande de la po-
blación, en relación con la expansión en la producción de comida, ropa, vivienda, medicinas.
En otras palabras, estamos creciendo más rápido de lo que crece nuestra capacidad de produ-
cir comida o vivienda. Sin embargo, no estoy de acuerdo con eso porque el problema que
veo no es que seamos muchos, ni que nuestro número esté en aumento más rápido que nues-
tra capacidad demasiado rápido. El problema que veo es que no hemos permitido que se de-
sarrollen las tecnologías que nos pueden dar la sustentabilidad que necesitamos.
No hemos permitido que florezcan esas tecnologías principalmente por la forma como ad-
ministramos nuestra economía, nuestras finanzas, nuestra democracia, nuestra educación,
nuestra salud, y algunas otras cuantas razones más. El problema no es que seamos demasiado
numerosos. Nunca ha sido ese el problema y nunca lo será. No tiene por qué serlo. Por lo
tanto, matarnos a nosotros mismos creyendo que con eso aseguraremos nuestra subsistencia
es un error. Si nos matamos obtendremos el efecto contrario. La cantidad de personas que
existen debe ser cada vez más grande para poder así asegurar la permanencia de nuestra es-
pecie en este universo.
Entendiendo lo anterior, y aceptándolo como cierto, nos deja ante una pregunta simple:
¿cómo resolvemos entonces el problema del abastecimiento de recursos? Esta pregunta es
básica, pero también es antigua. Tiene la misma antigüedad que la humanidad. No importa si
somos muchos o somos pocos. La pregunta fundamental para sobrevivir en lo social y en lo
individual es la misma. Las tecnologías que tenemos hoy nos brindan la capacidad de produ-
cir muchísimo más por cada metro cuadrado de tierra agraria que antes, y nos podrían dar
muchísimo más si tan solo administráramos nuestras finanzas de forma diferente. ¿Por qué
digo esto? Veamos algunos ejemplos.
Tenemos tecnologías para producir comida en abundancia y prácticamente sin agua, en
espacios pequeñísimos de terreno, pero no las usamos porque esas tecnologías no permiten
que las personas que controlan el dinero acumulen más todavía. Tenemos la tecnología para
producir millones de veces más alimento por metro cuadrado de lo que actualmente somos

— 156 —
NUESTRA ECONOMÍA

capaces. ¿Por qué no lo hacemos? Porque la inversión en dinero que se requiere depende de
que convenzamos a algún banco de que suelte el dinero, y si lográramos convencerlo, des-
pués de eso tendríamos que pagar intereses. Si el obstáculo financiero no existiera, las tecno-
logías de las que hablo ya hubieran comenzado a prestar su servicio desde hace años.
La tecnología para colonizar otros planetas seguramente ya la tendríamos, pero la forma
como viajamos por el espacio sufre de muchos años de atraso debido a limitantes financie-
ras, más no tecnológicas. La propulsión espacial por descargas eléctricas se descubrió desde
hace más de cincuenta años, y sin embargo no la hemos perfeccionado por falta de apoyo fi-
nanciero. Nos hemos enfrascado en matarnos unos a otros en lugar de apoyar nuestra creati-
vidad y nuestra inventiva para viajar distancias grandes en reducidas cantidades de tiempo,
con las que no solamente tendríamos oportunidades de colonización extraterrestre, sino que
definitivamente tendríamos medios más rápidos de transporte dentro de la atmósfera terres-
tre.
La tecnología nutricional actual debería estar mucho más adelantada de lo que está actual-
mente —impulsando al ser humano a alcanzar logros mucho más elevados—, pero no lo está
debido a obstáculos financieros. Las capacidades de nuestros cuerpos y de nuestras mentes
ya deberían ser muy superiores desde hace muchos años, pero en lugar de desarrollarlas nos
hemos atascado en hacernos daño, en hacernos menos, en aprovecharnos unos de otros, mu-
chas veces sin siquiera saber que lo hemos estado haciendo. Los alimentos son un modulador
epigenético poderoso que no hemos utilizado, porque en la actualidad, con los esquemas fi-
nancieros que usamos, lo que importa para los productores de comida es exclusivamente lo-
grar una meta financiera, lo que los hace pasar por alto que, en gran medida, muchas afeccio-
nes neurológicas suelen ser el reflejo del consumo excesivo de carbohidratos y de la baja in-
gestión de grasas saludables.[48]
Tenemos tecnologías que producen agua abundante de diversas formas, pero no las hemos
usado porque a aquellos que controlan el dinero no les ofrecen la forma de acumular todavía
más.
Podríamos tener miles más de hospitales, miles más de escuelas, con médicos y maestros
muchísimo mejor pagados, pero no tenemos nada de eso porque esas actividades no permiten
acumular dinero a aquellos que lo controlan. ¡Nuestros médicos y nuestros maestros debe-
rían ganar diez veces más de lo que ganan! No es exageración. Diez veces más es una canti-
dad muy conservadora. Solo te parece exagerada porque estamos adoctrinados a pensar que
no es posible.
El aspecto social más dañado ha sido el de nuestra economía. De allí se derivan en casca-
da un sinnúmero más de problemas gravísimos que nos están condenando a desaparecer del
planeta si no las corregimos. El rumbo que llevamos no es sustentable. Debemos corregirlo.

48 D. Perlmutter, K. Loberg. Cerebro de Pan. La devastadora verdad sobre los efectos del trigo, el azúcar y los
carbohidratos en el cerebro (y un plan de 30 días para remediarlo). Penguin Random House Editorial. Primera
edición, 2017. Decimocuarta reimpresión, septiembre 2017. México.

— 157 —
PRIMERA PARTE

La economía actual, como la conocemos, secuestrada por el monetarismo y las finanzas


no es para nada sustentable. Eso es lo que hay que cambiar. Eso es lo que hay que modificar
primero. Ese secuestro es el que hay que eliminar y detener, no nuestro crecimiento como se-
res humanos. Nuestra timidez e ignorancia acerca de lo que realmente está mal es lo que de-
bemos combatir y resolver para poder vivir mejor, en lugar de combatirnos unos a otros por
algo que no tiene más valor que una piedra tirada en el suelo: el dinero.
Debemos dejar de vernos a nosotros mismos y a nuestras necesidades como la razón del
problema y comenzar a vernos como la fuente de la solución. Por otra parte, los recursos na-
turales que nos rodean debemos verlos en función de la forma como podemos multiplicarlos
y aprovecharlos mejor, en lugar de limitarnos solamente a racionarlos.
Sin embargo, así como debemos tener cuidado con las aseveraciones que dicen que no
existen suficientes recursos para todos, también debemos tener cuidado con las que dicen
que hay recursos que existen de forma ilimitada. Nunca debemos creer una cosa o la otra sin
razonar.
Por ejemplo, se nos dice que la energía del viento es sustentable y abundante, y que tene-
mos 7 veces más viento de lo que necesitamos para producir la energía que nos hace falta a
todos en el planeta. Esto es cierto, pero es una aseveración engañosa debido a que una cosa
es que la fuente de energía sea sustentable y otra muy diferente es que la tecnología de la que
disponemos sea capaz de aprovecharla sustentablemente. Razonemos juntos nuevamente.
Desde ahora hasta el año 2030 se necesitan 8 millones de aerogeneradores para cubrir
toda la energía que necesitamos en el mundo. Eso suena muy romántico y lo primero que se
nos ocurre es comenzar a producir aerogeneradores como locos. Sin embargo, al ver las co-
sas más de cerca nos damos cuenta que ningún aerogenerador de los que producimos hoy en
día es capaz de producir la energía suficiente para reproducirse a sí mismo. Entonces, viene
la pregunta incómoda: ¿de dónde vamos a sacar la energía para producir esos 8 millones de
aerogeneradores? Adivinaste: de generadores impulsados con hidrocarburos.
Otro ejemplo que escuchamos con mucha frecuencia se refiere a la energía solar. Se nos
repite sin descanso que es un recurso ilimitado y que tenemos más energía solar que la que
necesitan todos los países juntos. Se nos dice que tenemos 30 veces más energía solar dispo-
nible para todas nuestras necesidades, que la que necesitamos.
De nuevo, esta aseveración es correcta, pero engañosa. Lo que no nos detenemos a pensar
es que los generadores solares fotovoltaicos actuales requieren de una enorme cantidad de
energía eléctrica para ser fabricados y que toda esa energía no la podrán generar nunca esos
mismos generadores fotovoltaicos. ¡No son sustentables!
Una fuente de energía, para que sea realmente sustentable, debe ser capaz de producir la
energía suficiente para reproducirse a sí misma y después de eso debe sobrar suficiente ener-
gía para sostener su mantenimiento y reparación, y por último debe todavía producir sufi-
ciente para que sobre para otras cosas. De otra forma no es sustentable.

— 158 —
NUESTRA ECONOMÍA

Algo equivalente sucede con otras muchas fuentes de energía que se nos dice que son sus-
tentables. Por ejemplo, la energía de las mareas, la energía térmica de la atmósfera, la ener-
gía telúrica, la energía solar radiante, la energía de la ionosfera, y muchísimas más fuentes de
energía que nos dicen a cada rato que son sustentables. No lo son, nunca lo han sido.
Quizá algún día lo sean, pero ese día todavía no llega y jamás llegará mientras sigamos
haciendo que el desarrollo de esas tecnologías que tanto necesitamos estén dependiendo de
que exista el suficiente interés financiero de las personas que tienen el control del dinero.
Mientras esas personas no vean ninguna ganancia en el desarrollo de esas tecnologías, ja-
más se van a materializar. Esa dependencia estúpida es lo que debemos resolver.
La razón de que no contemos todavía con esas tecnologías a un nivel adecuado no es por-
que los seres humanos seamos estúpidos e incapaces de desarrollarlas, sino porque las perso-
nas que controlan el dinero lo consideran demasiado arriesgado financieramente.
El aire, el sol y la tierra son perfectos ejemplos de recursos que son limitados en cantidad,
aunque haya mucho de cada uno. Nos han sembrado la idea que la luz del sol siempre estará
allí, y es cierto, pero la cantidad de luz que nos llega a este planeta es limitada. Lo mismo su-
cede con el aire. Lo mismo sucede con la tierra y con el agua. Todos ellos tienen algo en co-
mún: son limitados y los compartimos con los demás.
Cada uno de nosotros, como personas, compartimos el aire, el sol, el agua y la tierra con
todas las demás personas. Esos recursos son totalmente sustentables, pero no hay una canti-
dad infinita de ellos en la superficie de nuestro planeta en todo momento, y como nosotros
los seres humanos somos cada vez más numerosos, pues es natural pensar que cada vez nos
va a tocar cada vez menos de cada uno de ellos. Esto último no necesariamente tiene que ser
así. Veamos esto a detalle.
Por una parte, tenemos al ser humano que forzosamente necesita una porción de aire, de
agua y de tierra para poder sobrevivir, y por la otra tenemos el hecho de que esos recursos
están en su mayoría monopolizados por un puñado de personas.
Todos necesitamos de esos recursos de manera indispensable. Son necesarios para nuestra
existencia. Por lo tanto, por principio de cuentas y mientras desarrollamos las tecnologías
para reemplazarlos, deberíamos entender que ninguna persona debería tener el derecho de
monopolizar ninguno de ellos.
Si no se deben monopolizar entonces tenemos que encontrar una forma de administrarlos
de forma que a todos nos convenga, como sociedad primero, y como individuos después.
Esta priorización es importante y merece una explicación. No todas las cosas se deben
priorizar igual. Las que recién hemos mencionado, debido a que las compartimos todos, de-
berían priorizarse primero en lo colectivo y luego en lo individual. Otras cosas deberán prio-
rizarse al revés. Por ejemplo, la salud, la libertad, la comida. Todas ellas deben asegurarse
primero al individuo y después a la sociedad.

— 159 —
PRIMERA PARTE

Por lo tanto, los recursos como la tierra, el agua y el aire deben ser administrados por la
sociedad, y no lucrativamente por una persona, como sucede ahora. Por cierto, a lo largo de
todo este libro considero al gobierno como una organización humana que está formada
de personas provenientes de la sociedad y que su trabajo es velar por los beneficios de
la sociedad primero, y por los individuales después. Así que, entendiendo esto, la adminis-
tración del agua, la tierra y el aire es competencia total y directa de ese ente representativo de
toda la sociedad.
Como ya lo vimos, la sustentabilidad de algo se refiere a que lo podamos hacer hoy, pero
que también lo podamos hacer mañana y siempre. Si algo no es sustentable significa que lle-
gará un momento en el que ya no lo podremos hacer, por alguna razón. Todos creemos que el
petróleo algún día se nos va a acabar, por lo tanto, decimos que no es sustentable. La energía
solar, por el contrario, siempre va a estar allí, así que decimos que esa sí es sustentable.
Todos estos recursos que hemos mencionado los obtenemos de forma natural. Sin embar-
go, hay otro tipo de recursos que son artificiales y que también son indispensables para que
exista la sociedad y, por lo tanto, también deben ser sustentables. El dinero es una de ellas.
El estado de derecho es otra de ellas. La democracia es otra. La educación es todavía otra
más. Una economía sustentable es una que nos sirva hoy y también mañana y también dentro
de mucho tiempo.
Normalmente, no lo vemos de esta forma porque nos han educado a ver la economía
como algo que es como es, y que nadie la va a cambiar nunca. En cierto modo, ese punto de
vista es cierto.
Viendo la economía como un fenómeno natural creo que es cierto que nunca va a cam-
biar. Sus principios seguirán siendo los mismos por los siglos de los siglos. Recuerda que yo
pienso que la economía y las leyes naturales son básicamente lo mismo. Para mí, el universo
entero se comporta de forma económica.
Sin embargo, ese mismo punto de vista, analizado desde otro ángulo, nos permite ver todo
lo contrario. Desde ese otro ángulo vemos que no es cierto que la economía es sustentable.
¿Qué significa eso? Significa que llegará un momento en que la economía, tal y como la co-
nocemos, no será posible.
La economía debe ser sustentable además de efectiva. A nosotros nos corresponde asegu-
rarnos de eso. No podemos dar pasos en la actualidad sin considerar cómo afectarán nuestro
futuro.
No podemos decir que estamos resolviendo nuestros problemas económicos sin un plan
que incluya el futuro lejano. Debemos asegurar nuestros problemas económicos hoy y siem-
pre, para hoy y para siempre.
Por todo esto es importante que aprendamos a detectar qué pasos económicos estamos
dando y cómo estamos comprometiendo nuestro futuro. Todas las actividades económicas
que realicemos, aunque parezcan inofensivas hoy en día, y aunque las hayamos estado ha-

— 160 —
NUESTRA ECONOMÍA

ciendo durante cientos o miles de años, debemos revisarlas con una nueva perspectiva. La
perspectiva del futuro que diariamente nos alcanza.

EL AGUA
El asunto de la distribución del agua y su disponibilidad para todos es un asunto particu-
larmente importante. El agua no solamente es necesaria para la sociedad, también es necesa-
ria para el individuo.
Sin agua podemos durar vivos apenas unos minutos más que sin aire y sin embargo he-
mos permitido que se monopolice con fines lucrativos por algunas personas a quienes no les
interesa el beneficio social. La sociedad debe retomar el control del agua y asegurar que esté
disponible para todos.
El agua es como el aire: nadie debe monopolizarla. Debe estar disponible para todos inde-
pendientemente de que tengan algo para intercambiarlo por agua o no. Dicho de otra forma:
el agua debe ser gratuita para todos.
En el caso de nuestra sociedad en donde existe el dinero, esto equivale a que todos deben
tener derecho al agua independientemente de que tengan dinero o no. En el caso de que una
persona decida envasar el agua y agregarle propiedades vitamínicas, o quizá purificarla, le
estará agregando valor al agua. Esa persona podrá, si así lo desean los demás, intercambiar
esa agua purificada por alguna otra cosa. Si nadie ve valor agregado en ello, seguramente na-
die le intercambiará su agua envasada por ninguna otra cosa.
Siempre debemos tener opciones libres, pero en nuestra sociedad actual no hay opción.
No hay agua disponible para todos que podamos usar libremente. Solo existe el agua envasa-
da y el agua entubada y ninguna de ellas está disponible libremente. Si no tienes dinero sen-
cillamente no tienes derecho al agua y como el agua es indispensable para la vida, entonces
técnicamente estamos diciendo que si no tienes dinero la única opción que te queda es morir.
Bueno, pero alguien podría argumentar que el agua entubada ya lleva un valor agregado,
por el hecho de estar entubada. ¿O no es así? La respuesta en este caso es no. El agua entu-
bada no tiene valor agregado. Tiene solamente valor vital, y este es un concepto clave que
necesitamos explicar bien para entender lo que está pasando.
Un valor agregado es un valor que es opcional para la sociedad. Un valor vital es uno que
es necesario, pero en donde además no hay nada alternativo para la sociedad.
El agua embotellada es opcional ya que opcionalmente podemos decidir tomarla directa-
mente del grifo. Si vivimos cerca de un río en donde el agua se puede beber sin causarnos
daño, entonces también podemos incluir eso como una opción adicional.
El agua embotellada, por tanto, representa un valor agregado, ya que es opcional. Repre-
senta un valor agregado a algo básico. Como elemento básico tenemos el agua y a eso le
agregamos valor al embotellarla, o al purificarla, o al vitaminarla o al agregarle sales nutriti-
vas.

— 161 —
PRIMERA PARTE

Pero ahora imaginemos otro escenario un poco distinto. Imaginemos que en nuestra ciu-
dad no hay agua con valor agregado. Por ejemplo, que no hay agua embotellada y tampoco
hay agua de algún río de donde podamos tomar el agua para beber. Imaginemos que solo
existe el agua entubada. Tal situación no es muy difícil de imaginar puesto que en muchas de
nuestras ciudades así están las cosas.
En esas condiciones no hay opción adicional y, por lo tanto, no hay valor agregado en el
hecho de que esté entubada. Solo existe agua entubada y, por lo tanto, no tiene valor agrega-
do sino valor vital. El agua es un elemento vital, y además no hay opciones, entonces el agua
entubada deja de tener valor agregado y se convierte en un valor vital.
En esta situación el agua entubada debe estar disponible para todos de forma libre y se
convierte en un derecho social además de un derecho individual.
Ahora imaginemos otra situación un tanto distinta. Imaginemos que vivimos en una ciu-
dad en donde existe un río con agua potable. Digamos que el río pasa por la mitad de la ciu-
dad y que la ciudad tiene un millón de habitantes. En este caso, solo aquellos que viven cerca
del río tendrán la opción de tomar el agua libremente. Tendrán dicha opción porque les que-
da a la mano. El agua la tienen a unos pasos de distancia.
Sin embargo, para los que no viven cerca del río la situación es distinta. Ellos para coger
agua tienen que invertir trabajo y tiempo en ir por ella. Deben transportarse hasta el agua, y
luego tienen que transportarse, además del agua, de vuelta a su hogar para poder usarla. Eso
requiere inversión de tiempo y de trabajo.
Los que viven en la orilla de la ciudad se enfrentan a una situación aún más problemática.
Ellos deben invertir prácticamente todo un día de trabajo para ir a tomar agua del río. Pero si
invierten todo un día de trabajo en adquirir el agua, entonces ¿cuándo van a trabajar para ob-
tener lo demás que necesitan? Esa es una situación imposible.
Podrían irse a vivir cerca del río, pero eso no es posible. Si todos hicieran lo mismo los
problemas que surgirían serían enormes para todos. Sencillamente no habría espacio en las
orillas del río para que todos vivieran allí.
¿Recuerdas nuestros hechizos toltecas?[49] Esos hechizos sirven también para saber si algo
es sustentable. No es sustentable que todos se vayan a vivir al río. Para que algo sea susten-
table debe pasar la prueba de ambos hechizos, el extrémitas factus y el prius régula. Si
no pasa una de las dos entonces no es sustentable. Para estas alturas ya debiste haber ejerci-
tado los dos hechizos lo suficiente como para saber cuál de los dos te indica que esa situa-
ción no es sustentable.
Otra solución podría ser que la gente construyera un acueducto para llevar agua a los que
viven más lejos del río. De hecho, eso es lo que normalmente se hace. El acueducto sirve a
todos. Sirve a los que viven lejos del río y sirve a los que viven cerca. A estos últimos les
ayuda a no tener que vivir apretujados junto con los que se mudarían a la orilla del río.
49 Ver Magia versus Magia, en la página 46.

— 162 —
NUESTRA ECONOMÍA

Ahora pregúntate esto: Si el acueducto sirve a todos y entre todos lo construyen, entonces
¿por qué deben pagar por el agua o por el servicio? Tanto el agua como el acueducto es de
todos. ¿Por qué hay que estarlos pagando constantemente? No debería ser así, pero así es. La
explicación que nos dan es que ese acueducto requiere mantenimiento, pero eso no es ver-
dad.
A todos nos resulta obvio que la cantidad de trabajo que se requiere para obtener el dinero
que pagamos por el agua supera con mucho la cantidad de trabajo que se requiere para darle
mantenimiento.

LA TIERRA
El asunto de la distribución de la tierra es parecido al del agua porque ambos son recursos
naturales indispensables para la vida y ambos son limitados. Sin embargo, el caso de la tierra
es mucho más polémico. Guerras enteras y miles de millones de personas han muerto por el
derecho a utilizar la tierra. ¿Existirá alguna forma de resolver eso? Yo pienso que sí. Razone-
mos nuevamente.
Una de las actividades que realizamos los seres humanos es el acaparamiento de bienes,
los que sean, con el único propósito de esperar a que suban de precio en el mercado, para
luego venderlos y obtener con ello una ganancia. Una situación que puede fácilmente ilustrar
este tipo de actividades es la de la obtención y conservación de terrenos y casas —bienes in-
muebles.
Imagina que mucha gente es capaz de adquirir un terreno y que además lo tienen allí sin
ser utilizado, solo esperando a que su valor suba para entonces venderlo. ¿Te suena familiar?
Claro. Muchas personas hacen eso. Yo mismo lo hice alguna vez, y por cierto obtuve buen
dinero de esa forma.
El problema es que, si todos hacemos eso, pronto nos quedaríamos sin lugares en donde
vivir. Las personas que van llegando a la edad en la que desean obtener su propio terreno
para vivir, o para poner su negocio, no podrán encontrar ningún lugar porque ya todos esta-
rán apartados. En esos momentos los precios se dispararán al cielo y será carísimo poder
comprar un terreno.
La adquisición de terrenos es una práctica económica, pero esa misma práctica no soporta
una leve prueba para ver qué sucedería si toda la gente tuviera la forma de comprar todo el
terreno que quisiera. Es decir, no soportaría el hechizo extrémitas factus, y por lo tanto no es
una práctica sustentable. Por lo tanto, no debemos realizarla.
Afortunadamente en la actualidad no todos tenemos la capacidad financiera de comprar
un terreno para solamente poseerlo mientras sube de precio. No la tenemos porque apenas
nos alcanza para sobrevivir, pero si estamos planteando en este libro la forma como todos
podemos tener la forma de obtener nuestros satisfactores, entonces forzosamente tenemos
que estar incluyendo a la tierra, puesto que el espacio donde vivimos es uno de los principa-

— 163 —
PRIMERA PARTE

les satisfactores que hay en la vida. Por lo tanto, es indispensable que encontremos una for-
ma como sea sustentable que adquiramos el espacio de terreno que necesitamos todos.
Este ejemplo breve y simple de la compra y acaparamiento de terrenos nos da una idea de
que existen prácticas económicas que no son sustentables. Algunas son simples de ver, y has-
ta cierto punto simples de contener o de resolver. El problema de la propiedad de la tierra es
una situación que podemos detener con cierta facilidad. Lo difícil no está en la conceptuali-
zación de la solución, sino en su aplicación. No porque sea difícil de por sí, sino por las ideas
tan arraigadas que tenemos acerca de la propiedad de la tierra. Está tan arraigada la idea de
que cada uno de nosotros tiene derecho a poseer un pedazo de tierra, que no solamente no
vemos lo insustentable de eso, sino que tampoco vemos lo antinatural que es dicha idea.
En realidad, nadie debería poder tener una propiedad inmueble sin usarla. Nadie debería
poder acaparar algo solo para esperar a que suba su valor. Mucho menos cuando se trata
de un bien inmueble ya que el espacio vital es limitado y debe aprovecharse al máximo. Los
terrenos y casas o edificios baldíos deberían ser recuperados por la sociedad si acaso el pro-
pietario no lo usa después de cierta cantidad de tiempo. Si no lo usa significa que no lo nece-
sita, al menos no por el momento. La sociedad debería poder recuperar ese terreno y volverlo
a ofrecer a algún otro miembro de la sociedad que realmente lo necesite el día de hoy.
Por supuesto que los mecanismos para hacer esto deben desarrollarse cuidadosamente
para no cometer injusticias con nadie. Este tipo de ideas no han sido aceptadas debido princi-
palmente a la forma atropellada como se han querido implementar, no por su naturaleza en
sí, la cual es buena.
El comunismo es un claro ejemplo de la aplicación errónea de esta idea. No es justo que
de un momento a otro le quiten a la gente el terreno que es legítimamente suyo y por el cual
trabajó para obtenerlo —en la mayoría de los casos, claro. Pero por otra parte entendemos
que no podemos continuar de esa forma. ¿Qué hacer?
Afortunadamente existen bastantes ejemplos de qué hacer en esta situación. De hecho, ac-
tualmente en México ya lo hacemos. Por ejemplo, cuando iniciamos la construcción de algu-
na carretera, hacemos estudios para entender primero cómo se está usando el terreno y las
características que tiene y eso lo comparamos con la necesidad de la carretera.
Si encontramos que la carretera es más importante entonces comenzamos una serie de ne-
gociaciones con los dueños de las propiedades para comprárselas o cambiárselas por otra. Es
un proceso tardado, lo sé. Pero actualmente lo hacemos. Entiendo que hay abusos cuando ha-
cemos eso, pero la forma de solucionar esos abusos es la que debemos poner en práctica
también.
Si alguien necesita tierra para usarla es necesario que tenga el derecho a que se le otorgue
un pedazo para que la pueda usar. Al igual que el agua, sin embargo, esa persona tiene la
obligación de cuidarla, de protegerla, porque no es de ella, es de la sociedad. Esa persona
debe tener el derecho de usar cierta cantidad para su propio beneficio, y debe tener derecho a

— 164 —
NUESTRA ECONOMÍA

poder usar una cantidad adicional, dependiendo del beneficio que esa persona vaya a produ-
cir para la sociedad. La sociedad en este caso, debe ser más una especie de cliente, que un
ente regente y gobernante.
Como cliente, la sociedad debe evaluar cuál será su beneficio al otorgarle a cierta persona
el derecho a usar la cantidad de tierra que dice necesitar. Esta evaluación ya la hacemos. To-
dos necesitamos obtener un permiso del gobierno para utilizar la tierra de alguna forma. No
podemos libremente instalar una fábrica de combustible en un área donde viva mucha gente,
o donde haya un río que alimente a todos. Tampoco podemos poner una cantina a un lado de
una escuela, al menos no deberíamos. Tampoco podemos poner un lugar para conciertos al
aire libre a un lado de un hospital.
Hay muchos ejemplos donde a la mayoría nos queda claro que existe una razón de sentido
común para que haya ciertas reglas para el uso de la tierra. En ocasiones se requiere más que
el sentido común y es entonces cuanto se necesita, además, un estudio técnico que nos arroje
más información para poder decidir si es conveniente “para la sociedad” que ese pedazo de
tierra se use de la forma que alguien pretende usarlo.
Lo novedoso entonces no es obtener un permiso para usar la tierra. Lo novedoso en este
caso, será que debido a que tenemos un derecho natural al uso de un pedazo de tierra para vi-
vir, no debería costarnos nada el tener ese pedazo de tierra. Así como no nos cuesta nada el ir
a un río y beber agua de él, más que el esfuerzo de hacerlo, de la misma forma no nos debe-
ría costar nada el obtener un pedazo de tierra para instalar nuestro hogar, o nuestra empresa.
¿Esto suena maravilloso? Bueno, seguramente para unos sí y para otros no. Veamos.
Supongamos que ya estamos viviendo en ese esquema. Supongamos que este libro se
hace realidad y nos encontramos en el futuro, cuando ya todos ejercemos nuestro derecho de
obtener “gratuitamente” un pedazo de tierra para vivir. Supongamos que dos personas adul-
tas se casan para formar un hogar. En ese momento las dos personas necesitarán solo pedazo
de tierra. Ya no necesitarán dos.
Por lo tanto, uno de los dos debe “devolver” su terreno a la sociedad. Quizá ambos deci-
dan devolver su terreno a la sociedad y mudarse a otro lugar. Suena extraño, ¿no? Si se trata-
ra de un pedazo de tierra solamente no habría mucho que pensar. Pero existe una situación
que parece complicar el asunto. Imaginemos que ambos adultos habían construido su casa,
cada quién en el pedazo de tierra que les había dado la sociedad para que vivieran. Esas ca-
sas le costaron a cada uno una cantidad de trabajo. Tuvieron que trabajar mucho para poder
obtenerlas. ¿Qué hacer? ¿Cómo resolver esa situación?
Lo primero que debemos hacer es reconocer que todas las personas nacen con el derecho
a una determinada cantidad de terreno. Así como todos nacen con el derecho a una determi-
nada cantidad de ingreso básico, una determinada cantidad de agua, una determinada canti-
dad de energía eléctrica, una determinada cantidad de combustible o una determinada canti-
dad de gas. Cuando menos a eso tenemos derecho como ciudadanos libres, miembros de una
sociedad.

— 165 —
PRIMERA PARTE

Si no somos capaces de reconocer todo eso como nuestro derecho natural, por el solo he-
cho de aceptar vivir en sociedad, entonces no tiene sentido ni siquiera que sigas leyendo.
Solo sintiendo eso como derecho propio, podremos reconocer como un problema el hecho de
que no gocemos de dicho derecho.
Bien, ahora que lo hemos entendido y reconocido, debemos entender por qué no gozamos
de ese derecho. Lo más simple es culpar a otros. En este caso no vamos a hacer eso. Vamos a
culpar a la sociedad entera, pero incluyéndonos como miembros responsables de no haber
participado adecuadamente en las actividades sociales y como individuos adultos que no nos
habíamos dado el tiempo de razonar todo esto.

LA SOBREPOBLACIÓN
Desde pequeño, quizá desde que estaba en la secundaria, a mí y a todas las personas de mi
edad nos comenzaron a meter en la cabeza el tema del medio ambiente y el de la sobrepobla-
ción. En aquel entonces no se le llamaba sobrepoblación sino explosión demográfica. Re-
cuerdo haber realizado algunas tareas con ese tema en la secundaria, y otro par en la prepara-
toria.
Eso sucedió hace más de 40 años y desde entonces he estado preocupado por lo que va a
pasar cuando suceda esa explosión y comencemos a salir como cucarachas hasta por las al-
cantarillas de la calle invadiendo todo y ocupando cada pedacito de espacio sobre este primi-
tivo y minúsculo planeta. Desde entonces he vivido esperando no ver el momento en el que
tenga que avanzar por todas partes como si estuviera en un interminable tianguis, atestado de
gente, sin lograr encontrar un espacio para mí solo.
Tanta llegó a ser mi preocupación que honestamente, durante muchos años, llegué a pen-
sar que después de todo Malthus había tenido razón. Sencillamente no podíamos esperar a
que llegara el momento de que pululáramos por todas partes, saliendo de cada rincón, de de-
bajo de los puentes, de entre los árboles, de los botes de basura y las coladeras. Te juro que
me creí el cuento y muchas veces vi a mis coterráneos con cara de bichos infestando todo el
planeta.
No tengo idea de por qué, pero un día vi en la televisión un documental que me orilló a
formular una pregunta cuya respuesta cambió totalmente mi perspectiva de la situación. No
me llegó instantáneamente la respuesta sino solamente después de un largo, penoso y sinuo-
so proceso que duró más de 30 años. Como a una mujer embarazada —aunque sin la prome-
sa del desenlace feliz—, después de un largo período de gestación, finalmente se dio el dolo-
roso parto y se hizo la luz.
En la televisión vi escenas de un documental en donde unas personas estadounidenses,
colonos de los años 1800’s, construían sus casas en equipo. No recuerdo de qué se trataba el
documental, pero no fue el tema sino las escenas las que captaron mi atención por alguna ra-
zón que hasta ahora desconozco. Vi como cinco familias se reunían y entre todas construían
una casa.

— 166 —
NUESTRA ECONOMÍA

Admito que pertenezco a una sociedad donde el egoísmo impera, así que, naturalmente,
se me hizo difícil imaginar que los mexicanos pudiéramos trabajar de esa forma. Nosotros,
normalmente, en lugar de ayudarle al otro, quizá más bien le robaríamos los materiales sin
que se diera cuenta, y si se daba cuenta, nos haríamos los ofendidos. Nosotros sencillamente
no hacemos ese tipo de cosas grotescas como la de trabajar en equipo. ¿O sí?
Bien, como sea, no fue el trabajo en equipo de aquellas personas lo que captó mi atención,
sino las preguntas que me vinieron a la mente cuando vi aquello en la pantalla: ¿Por qué lo
hacen? ¿Qué ganan con eso?
Era obvio —o al menos eso se veía en la pantalla— que esas personas estaban disfrutando
lo que hacían. Mientras trabajaban, cantaban canciones que obviamente todos se sabían. Se
veía cómo las familias convivían entre sí al hacer todas las tareas necesarias para construir
una casa. Los hombres talaban enormes árboles y los serraban para sacar la madera necesa-
ria. Armaban los muros y los levantaban para anclarlos en su lugar. Las mujeres acarreaban
agua y preparaban la comida. Algunos niños parecían ayudar en algunas cosas también y los
demás ayudaban no estorbando. A la hora de la comida, todos se sentaban ante una larga
mesa al aire libre, rezaban y luego platicaban y comían juntos en armonía casi celestial. To-
das esas imágenes captaron mi atención porque es algo que nosotros no hacemos. Tan no lo
hacemos que me era imposible —y todavía me es imposible— imaginar a mexicanos hacien-
do las cosas de esa forma.
Pero, te repito, no fue lo que veía yo lo que captó mi atención para siempre. Lo que captó
mi atención fue las preguntas que surgieron de lo más profundo de mi ser: ¿Por qué hacían
eso? ¿Cuál era la ventaja? ¿Lo hacían solo para sentirse bien? Veía yo hombres blancos bar-
budos con mujeres pelirrojas y niños pecosos, todos trabajando juntos como si cada uno su-
piera lo que debía hacer sin que se lo dijeran. Bien por ellos. Pero… ¿por qué hacían eso?
La primera respuesta que se me vino a la mente fue la de que, entre todos ellos juntos, ob-
viamente, terminarían la casa más rápido que si la construyera uno solo. Eso era evidente. El
beneficiado era el dueño de la casa. Pero, ¿y los demás? Si no tenían casa, ¿no era acaso me-
jor que dejaran de perder el tiempo construyendo una casa ajena y se pusieran en lugar de
eso a construir la suya? En México, si no tienes casa y te pones a construir la casa de tu ve-
cino, bajita la mano, tu señora no te va a dar de comer. Por otra parte, si tenían casa propia,
¿qué andaban haciendo entonces construyendo la del vecino? ¿No tenían acaso otra cosa me-
jor que hacer? No se veía que estuvieran contratados por el dueño de la casa. En México no
es usual que tu familia se ponga a comer al aire libre departiendo con la familia del albañil
que te está construyendo tu casa. Nuestras familias solo se reúnen así a comer con la familia
de nuestros amigos cercanos o nuestros parientes… siempre y cuando nos caigan bien, o les
vayamos a pedir dinero prestado.
Suponiendo que eran cinco familias y tenían que hacer cinco casas —una para cada fami-
lia—, ¿no era acaso mejor que cada una dejara de andarse con cosas ridículas y en cambio se

— 167 —
PRIMERA PARTE

pusiera a construir su propia casa? ¿No era mejor? ¿Si todos juntos hacían una casa a la vez,
cómo decidían quién sería el último al que le construirían su casa? ¿Dónde estaba el truco?
La mitad de la respuesta me llegó un día durante la época en que me dediqué a la cons-
trucción de casas: la división del trabajo.
Ese escurridizo concepto de la división del trabajo explicado hace 240 años por Adam
Smith es lo que se me había estado escapando. Me avergüenza admitir que no lo había visua-
lizado a pesar de mi preparación académica y experiencia en ingeniería industrial, en donde
te enseñan a diseñar procesos de manufactura para dividir el trabajo entre varias personas y
así ser más eficientes. No se me había ocurrido pensar que la forma como nos dividimos el
trabajo en una línea de ensamble en una fábrica se pudiera usar para la construcción de una
casa. Sí ya sé, soy lento. Ojalá me llegues a perdonar.
Mi error estaba en la forma como lo había estado razonando. Yo me decía: Si una persona
construye una casa en tres meses, entonces en esos mismos tres meses dos personas deben
construir dos casas. Simple aritmética. ¿No es así?
Bueno, la verdad es que no necesariamente. Depende de la forma como lo hagan. Una
persona sola, construyendo una casa puede organizarse para construirla más eficientemente,
pero dos, se organizarán de forma completamente distinta.
Para simplificar exageremos las cosas. Digamos que, bien organizada, una persona puede
aumentar su eficiencia en casi una tercera parte. Esto es, si normalmente se tarda seis meses,
bien organizada se tardaría cuatro meses. Siguiendo nuestra aritmética, dos personas, cada
una trabajando eficientemente, deberían tardar dos meses en hacer la misma casa. Sin embar-
go, la verdad es que, si dos personas se acoplan para trabajar, su eficiencia total la pueden
aumentar mucho más que dos terceras partes. Si dos personas trabajan eficientemente y ade-
más se organizan en equipo para construir una casa, la terminarán en un mes.
¿Estaba eso relacionado con que esos hombres blancos barbudos con sus mujeres pelirro-
jas y sus niños pecosos trabajaran como lo hacían? En la televisión se veía claramente que no
eran dos hombres con sus familias construyendo una casa, sino cinco. Había cosas que no
encajaban en todo ese celestial cuadro.
No recuerdo que en el documental hayan dicho cómo decidían quién sería el primero y
quién el último al que le ayudarían a construir su casa. Como fuera que lo hicieren, para mí
era obvio que al último no le convenía. Cada quién, por separado y haciéndolo eficientemen-
te, podía construir su casa en cuatro meses. Entre dos podían hacer una casa en un mes. Por
lo tanto, al que le tocara ser el segundo lugar ya no le resultaría tan conveniente como al pri-
mero. Pero digamos que le gustaba la compañía de su vecino, o la de la esposa del vecino.
Como sea, tendría su casa lista en menos tiempo que si la hiciera él solo, y sin tener que ma-
tarse tanto en ser muy eficiente.
Pero como dije: no eran dos, sino cinco. ¿Dónde estaba la conveniencia del último? Si el
primero salía ganando, el segundo no tanto, y el tercero todavía menos, ¿qué ganaban los de-

— 168 —
NUESTRA ECONOMÍA

más? Según mis cuentas, el último tendría su casa en mucho más tiempo que si la hiciera él
mismo a solas. ¿Sería acaso la forma como cocinaban las esposas de los primeros? No lo
creo. Debía haber algo más, pero ¿qué? ¿Cuál era la segunda parte del truco?
Los años pasaron y en una ocasión, siendo el gerente general de una planta industrial, me
di cuenta de algo que llamó mi atención. La línea de producción estaba compuesta de perso-
nas. Cada una con sus instrumentos de trabajo. Al inicio del día todos se sentaban en sus lu-
gares y se ponían a trabajar. Pero debía yo esperar unas tres horas para ver que la línea alcan-
zara su velocidad “nominal”. Es decir, la velocidad que debía tener según el diseño del inge-
niero industrial que la había diseñado. ¿Por qué debía yo esperar ese tiempo?
Hice llamar al ingeniero encargado y me dijo con aire académico que así era siempre. Que
todas las líneas de producción se comportaban igual en todo el mundo y que el diseño que él
había hecho incluía esos tiempos de ineficiencia. Su elegante explicación académica no me
dio lo que yo buscaba. Así que hice llamar a la supervisora de la línea y me dijo algo todavía
más curioso.
—Uy oiga, ¡eso no es nada! Cuando hacemos un cambio de modelo no tengo que esperar
tres horas sino tres días antes de que la línea alcance la velocidad que debería tener.
Mi presencia en la línea de producción ejercía cierta presión sobre las personas que esta-
ban trabajando y veía yo que trataban de acelerar el paso. Decidí no estar mucho tiempo allí
por esa razón. No era mi intención que se apresuraran. Mi intención era encontrar una expli-
cación de por qué esas personas, sin que nadie les dijera nada ni las presionara, alcanzaban
velocidades de producción más elevadas después de estar trabajando durante un tiempo.
En otra ocasión, administrando otra fábrica, la presión de la oficina me hizo buscar una
distracción momentánea y se me ocurrió ir al área de producción para distraerme un rato. Me
encontré con una línea de ensamble en donde faltaba una persona. En esta ocasión las perso-
nas no laboraban sentadas en una silla. Lo hacían de pie. Vi cómo una de ellas hacía lo posi-
ble por realizar su trabajo y también el de la que no estaba, así que sin pensarlo me acerqué y
me ofrecí a ayudar. No estaba el supervisor por ahí a la vista ni pregunté por él. Sencillamen-
te me acerqué y me puse a trabajar.
La actividad consistía en operar una máquina remachadora. Debía poner el ensamble en la
máquina, hacer un par de ajustes manualmente, retirar las manos, y activar sendos interrupto-
res, uno con cada mano, simultáneamente. No parecía ser nada difícil.
Los ajustes manuales debía hacerlos con precisión y en la secuencia correcta. De otra for-
ma corría el riesgo de echar a perder el producto. Comencé a hacerlo con cuidado buscando
más bien no arruinar nada de producto.
La persona junto a mí me dio un par de consejos y eso me ayudó mucho. Después de re-
machar algunas piezas me comencé a sentir a gusto haciendo eso. Pasaron unos minutos más
y me di cuenta de que mi velocidad iba en aumento. Era como si necesitara pensar cada vez
menos y mi cuerpo funcionara cada vez más en automático.

— 169 —
PRIMERA PARTE

Continué haciendo eso durante más de una hora. Me estaba relajando y eso me gustaba.
Pasaron otros minutos y comencé a platicar con la persona de al lado. Noté que estábamos
platicando a gusto sin perder el ritmo. Nos estábamos sincronizando. Nuestros movimientos
comenzaron a tener el mismo ritmo cada vez más. Lo mismo sucedía con la persona que te-
nía yo al lado opuesto. Era como si todas las 21 personas en la línea estuviéramos bailando al
mismo ritmo.
Sintiendo ese ritmo que estábamos logrando me vino a la mente la idea de que solo nos
faltaba cantar y, de repente, en un sorpresivo instante de iluminación, desde algún lugar em-
polvado y olvidado de mi memoria, me vinieron unas imágenes de hombres blancos barbu-
dos con mujeres pelirrojas e hijos pecosos.
Después de un par de horas llegó la hora de comer. La línea se detuvo y todos se marcha-
ron rápidamente. Yo volví a mi oficina meditando en lo que acababa de vivir. Finalmente ha-
bía descubierto la segunda parte del truco: el trabajo en serie.
No estoy seguro si eso mismo también lo mencionó Adam Smith. Dijo algo sobre mejorar
las habilidades con el trabajo repetitivo, pero no estoy seguro si se estaba refiriendo a lo mis-
mo que observé yo.
Mis habilidades para hacer esa operación aumentaron conforme más veces repetía yo lo
que estaba haciendo. Eso era algo que esperaba y que también esperaban mis momentáneos
compañeros, ya que estaba atrasando su trabajo. Eso no fue lo que llamó mi atención.
Lo que me atrajo la atención fue el hecho de que mi ritmo se sincronizó con el de los de-
más después de haber alcanzado cierto grado de habilidad. El ritmo implantado en el trabajo
de todos era lo que nos estaba haciendo producir más. Era importante que yo alcanzara habi-
lidad, pero solo era importante porque debía llevar el mismo ritmo que ellos.
Eso era lo que los hombres blancos barbudos con sus mujeres pelirrojas y sus hijos peco-
sos buscaban. ¡Por eso cantaban! Trataban de conservar un ritmo de trabajo.
Producir una casa y después la otra les permitía construir la segunda casa más rápido que
la primera, y la tercera más rápido que la segunda y así sucesivamente. Seguramente al final
de dos meses podían construir las cinco casas. Por eso es por lo que al quinto sí le convenía.
Podía tener su casa con menos esfuerzo, mientras cantaba y comía los guisados de las veci-
nas, en menos tiempo de lo que le llevaría hacerla él mismo.
Había además ventajas adicionales. Si alguno enfermaba o se lesionaba podía contar con
que la construcción de su casa continuara. De otra forma la construcción se interrumpiría
hasta que volviera él a recomenzar la obra. De hecho, la probabilidad de sufrir una lesión era
mayor si hacía su casa él solo.
Ese aumento dramático en la eficiencia y en productividad es lo que esas personas en el
documental en la televisión estaban buscando. Era conveniente para todos. Entre más grande
fuera la cantidad de personas participando, más conveniente era. Recuerdo cuando trabajé en

— 170 —
NUESTRA ECONOMÍA

la construcción de casas. Éramos cientos de personas laborando y construíamos miles de ca-


sas en unos cuantos meses.
Fue en ese momento cuando mis ojos se abrieron a la verdad. ¿Si cinco personas incre-
mentaban su eficiencia muchas veces al trabajar organizadamente y en equipo, cuánta efi-
ciencia podrían alcanzar si fueran 10 personas, o 20, o 100, o 1000? Si es más alta la eficien-
cia conforme más personas se unen al equipo, ¿qué pasaría entonces si se unen 120 millo-
nes? —la cantidad de habitantes en México. ¿Cuál sería el resultado? ¿Será posible hacer
algo así en México?
Nosotros los mexicanos no somos dados a trabajar de esa forma, en equipo, haciendo de
comer al aire libre, cantando y conviviendo entre familias desconocidas. Nosotros somos
más bien egoístas, trabajamos solos. Somos además ambiciosos y trabajamos mucho mejor
cuando lo hacemos por dinero, aunque sea en algo que no nos gusta. Si trabajar en equipo
tiene tantas ventajas tan enormes, ¿podríamos nosotros aprovecharlas sin tener que dejar de
ser como somos?
Durante años pensé que no. Pensé que los mexicanos estábamos condenados a comportar-
nos como langostas dentro de una cubeta, jalando de vuelta hacia adentro a cualquiera que
quisiera salir.
Sin poder trabajar en equipo y multiplicándonos como lo hacemos, pensé que estábamos
condenados irremediablemente a convertirnos en una especie de infección planetaria de la
cual nuestra madre Tierra tarde o temprano se libraría, si no es que se le adelantaban algunos
de esos grupos maltusianos que se dice andan por el mundo reduciendo la población a fuerza
de guerras humanicidas.
Sin embargo, un día, logré contemplar las cosas de una forma particular que me permitió
ver más allá y descubrir, para mi bienestar psicológico y emocional, que estaba yo equivoca-
do. Definitivamente sí podemos lograr el resultado de incrementar nuestra eficiencia
muchas veces, sin tener que perder nuestra forma de ser.
De hecho, descubrí que no solo es posible, sino que ya lo hacemos, solo que no nos he-
mos dado cuenta. Como normalmente sucede, la verdad estaba frente a mi nariz. Tan cerca
que no la había podido ver. Como una partícula de polvo en un ojo, ni la veía ni me molesta-
ba la visión, pero ahí estaba.
El trabajo en equipo de esos hombres blancos barbudos con sus mujeres pelirrojas y niños
pecosos les daba la capacidad de dividir el trabajo y además producir en serie. Ese era el
secreto. Combinaban dos métodos distintos. Ese siempre fue el secreto. Cuando me di cuenta
de eso volteé a mirar a mis langosteosos connacionales y me di cuenta de que exactamente
eso estamos haciendo.
Es más, me di cuenta de que éramos más inteligentes porque no lo estábamos haciendo de
a gratis como los barbudos blancos con sus mujeres pelirrojas y niños pecosos. Al fin ambi-
ciosos, nosotros estábamos cobrando por lo que hacíamos. Pude ver entonces mexicanos por

— 171 —
PRIMERA PARTE

todas partes trabajando en equipo y produciendo en serie. De repente ya no los vi tan langos-
teosos como antes.
El primer lugar en donde vi ese tipo de organización fue, naturalmente, dentro de las fá-
bricas. Allí cada uno sabe lo que tiene que hacer. Todos saben a qué horas hay que hacerlo,
con quién tienen que hacerlo, y cuál es el resultado esperado. Después también logré ver eso
fuera de las fábricas. Fui a la tienda de la esquina y vi lo mismo. Una muchacha atendía la
caja mientras el carnicero hacía su tarea y otro más acomodaba la mercancía en los anaque-
les. Sus familias no se sentaban a comer al aire libre ni cantaban mientras trabajaban, pero al
final de cuentas sus labores estaban organizadas y sincronizadas.
Comencé a ver el efecto de la organización y la sincronización por todas partes. En los
aeropuertos, en los centros comerciales, en las escuelas, en los talleres, en el autobús de pa-
sajeros, en las carreteras, en los restaurantes, en los hospitales, en las farmacias, en los par-
ques, en las competencias deportivas. Fue como si me hubiera puesto unos lentes que me
permitían ahora ver armonía y orden en donde antes solo veía un desmadre de langostas me-
xicanas en una cubeta.
Pero ¿qué tiene que ver todo esto con la sobrepoblación? Mucho. Ahora veo que el au-
mento de la población lo podemos usar en nuestro beneficio. Entre más somos, más ayuda
existe para resolver problemas. Entre más somos, más gente existe para jalar la cuerda hacia
el mismo lado. El egoísmo natural en nosotros no es un obstáculo, es todo lo contrario. Es un
impulsor que nos mueve a la acción. No es una desventaja. Es una ventaja enorme.
En el esquema socioeconómico existente nos vemos unos a otros como consumidores de
recursos, mientras que en la Economía del Valor Social propuesta nos vemos unos a otros
como productores de esos recursos.
—Oye Jorge, todo eso suena muy romántico, pero el planeta en el que vivimos es un re-
curso limitado. Si usas tus hechizos toltecas te podrás dar cuenta de lo que nos espera en el
futuro. Tarde o temprano tenemos que detener nuestro aumento de población.
Bueno, veamos esto: Si a cada persona, hombres, mujeres, niños, bebés, le damos un te-
rreno de 500 metros cuadrados, solo estaríamos usando el 4% de todo el terreno que tenemos
en el país. ¿Dónde está la sobrepoblación? ¿Dónde está la amenazante explosión demográfi-
ca que me mantuvo traumado durante los últimos 40 años? No veo eso por ningún lado.
Lo que ahora veo claramente, es que la sobrepoblación es un concepto que solo es contra-
producente en el estado actual de las cosas y por eso debemos cambiarlas. En la Economía
del Valor Social, la sobrepoblación es igual a sumar recursos adicionales, mientras que en el
esquema que hoy existe a la sobrepoblación se le ve como una infestación, como algo malo.
Pero tienes razón. Es importante que nos detengamos a revisar ese asunto más detallada-
mente. El argumento de los recursos limitados, sobre todo aquellos que son de uso común,
como la tierra, es un argumento muy razonado que merece atención especial. Al respecto,
quizá el exponente más sesudo al que se le ha dado reconocimiento numerosas veces es el

— 172 —
NUESTRA ECONOMÍA

doctor Garrett Hardin, de Estados Unidos. Sin temor a equivocarme, puedo decir que su tra-
bajo más conocido es un ensayo que presentó en 1968 titulado La Tragedia de los Comu-
nes[50]. Sin embargo, ese no fue su único trabajo. Hardin publicó varios libros acerca de di-
versos temas relacionados con la población.
Durante su vida, Hardin planteó varias opiniones duras y sólidas. Algunas de ellas hasta
valientes. Por ejemplo, las relacionadas con la necesidad no solo de limitar el aumento de
población, sino también la necesidad de depurar al ser humano, aumentando su calidad gené-
ticamente. Basado en eso, Hardin defendió muy fuertemente su oposición a la inmigración,
sobre todo hacia Estados Unidos, explicando que eso traería un mestizaje que degradaría la
etnia. Por otra parte, siempre se refirió a limitar el aumento de población solo en los países
pobres y no en los ricos (financieramente hablando, claro) ya que “la gente en los países ri-
cos es más inteligente que en los países pobres”[51].
Como toda persona que se atreve a expresar sus ideas libremente, sin importar que vayan
de acuerdo con la opinión generalmente aceptada, Hardin recibió, y continúa recibiendo, crí-
ticas duras de sus opiniones. Para mi gusto, Bjørn Lomborg[52], de Dinamarca, es uno de los
que más objetivamente han contraargumentado la postura de Hardin, mas no ha sido el úni-
co[53].
Lomborg plantea su opinión basándose principalmente en datos observados. En la prácti-
ca industrial normalmente decimos que nadie puede discutir contra los datos, y creo que
Lomborg sigue esa misma línea de argumentación. Analizando niveles de calidad de vida,
entre otros aspectos sociales, en diversas partes del planeta, Lomborg observa que las predic-
ciones de Hardin no se han manifestado, sino, más bien, ha sucedido todo lo contrario. Gene-
ralmente hablando, los índices de bienestar, salud, educación, alimentación, y muchos otros,
no han disminuido.
Las estadísticas, sin embargo, no demuestran que así vaya a poder seguir siendo siempre.
Por lo mismo, las opiniones de Hardin se sostienen. Aun cuando hayamos visto mejoras en
los principales indicadores del bienestar humano, no podemos asegurar que así será siempre,
en el futuro. A pesar de los datos históricos, seguimos viviendo en un planeta limitado, tal y
como lo observa Hardin.
Sin embargo, desde la óptica de la Economía del Valor Social, las cosas tampoco le dan la
razón a Hardin, mas no por las conclusiones a las que han llegado personas como Lonborg, o
Simon, sino por razones distintas. Las causas por las que Hardin está equivocado están en
sus mismos argumentos; en la forma como él mismo plantea la situación. Para mostrar esto,

50 G. Hardin, The Tragedy of Commons, Science Magazine, Vol. 162, 13 de diciembre de 1968. En 1995, se publicó una
muy mala e incompleta traducción de este ensayo en México, en la Gaceta Ecológica, número 37, publicada por el
Instituto Nacional de Ecología.
51 R. Lynn, The Science of Human Diversity, University Press of America, 2001.
52 J. Lomborg, The Skeptical Environmentalist, Measuring the real state of the world, Cambridge University Press, 2001.
53 J. L. Simon, The Ultimate Resource 2, Princeton University Press, 1996, y también Population Matters: People,
Resources, Environment and Immigration, Transaction Publishers, 1990.

— 173 —
PRIMERA PARTE

por brevedad, revisemos superficialmente su más conocido ensayo, La Tragedia de los Co-
munes[54], desde la óptica de la Economía del Valor Social.
Hardin afirma que no es posible maximizar dos variables simultáneamente. En este caso,
se refiere a la cantidad de población y al bienestar que podemos alcanzar. Explica que forzo-
samente el crecimiento poblacional debe detenerse y, cuando eso suceda, solo podremos re-
currir al principio expuesto por Bentham, de “el mayor beneficio para la mayor cantidad de
personas”. Sin embargo, Hardin afirma que el principio de Bentham no es posible y, para de-
mostrarlo, cita como condición suficiente al teorema de von Newmann-Morgenstern. Iróni-
camente, el teorema elaborado por John von Newmann y Oskar Morgenstern en 1947 está
completamente relacionado con el principio de Bentham, e incluso lo explica.
El teorema de Newmann-Morgenstern es un modelo probabilístico que pronostica que
una persona tenderá a decidir lo que más le beneficie cuando se enfrente a una situación en
la que tenga que decidir entre varias opciones probables. Es cierto que es un modelo mutua-
mente excluyente, refiriéndonos a que la predilección por una opción disminuye las probabi-
lidades de las demás, pero eso se debe a que, como todo modelo probabilístico, solo puede
tener un valor máximo de 1, lo cual es la suma de todas las posibilidades de decisión.
Como sea, el teorema Newmann-Morgenstern no es aplicable en este caso dado que una
persona siempre decidirá en favor de su bienestar, por encima de hacer crecer la población.
Es importante hacer notar que el teorema pertenece a la teoría de decisiones, desarrollada
para el estudio del comportamiento humano y, por tanto, su intención es predecir lo que una
persona decidirá, bajo ciertas condiciones. A cualquier persona que le preguntes si prefiere
bienestar a cambio de hacer crecer la cantidad de personas, te dirá inmediatamente que sí.
¿Quién podría preferir que seamos una sociedad cada vez más numerosa, por encima de ver
incrementado su bienestar?
Pero eso no es todo. Estrictamente hablando, Hardin tuvo razón en decir que dos variables
de una función no pueden maximizarse simultáneamente, pero olvidó decir que sí se pueden
optimizar. Sin embargo, nuestro mundo y nuestra sociedad no son una función con única-
mente dos variables y quererlos reducir a eso tan solo para poder modelarlos matemática-
mente es un error importante.
Para ejemplificar lo anterior, Hardin explica la forma como funciona el juego del gato (ti-
ck-tack-toe en inglés). Tiene toda la razón al decir que el juego del gato no se puede ganar si
se juega siguiendo las reglas y con pleno conocimiento por parte de ambos jugadores. Sin
embargo, no menciona en su ensayo que el juego del gato sí se puede empatar. Mucho menos
explica lo que eso significaría en el mundo real. Desde la perspectiva de la Economía del Va-
lor Social, dicho empate solo muestra lo que ya dijimos: que es perfectamente posible opti-
mizar simultáneamente la población y el bienestar.
Optimizar, sabemos, no es lo mismo que maximizar. Esto también es cierto, aunque no es-
toy seguro de que quisiéramos maximizar nuestra población. Sé que queremos maximizar
54 G. Hardin, The Tragedy of Commons, Science Magazine, Vol. 162, 13 de diciembre de 1968

— 174 —
NUESTRA ECONOMÍA

nuestro bienestar, pero no imagino una razón por la que deliberadamente querríamos maxi-
mizar la cantidad de personas que somos. Esto último es un supuesto no fundamentado en la
exposición de Hardin. Sin intentar ser demasiado estrictos, supongamos que, en efecto, qui-
siéramos maximizar nuestra población. Tal y como sucedió con el ejemplo anterior del juego
del gato, la respuesta a la limitante de una expansión sin fin de la humanidad la menciona el
mismo Hardin. En su ensayo, de un plumazo, erradicó la posibilidad de colonizar otros luga-
res en el universo, la cual, por cierto, no se ha materializado gracias a limitantes puramente
financieras, más no cognitivas. Quiero pensar que la colonización extraterrestre se considera-
ba imposible cuando Hardin redactó su documento en 1968. Como sea, al hacer eso, eliminó
una variable importante en el sistema que matemáticamente pretendió modelar. Esto sin
mencionar que pecó de arrogante al pretender conocer los límites de la capacidad de desarro-
llo tecnológico humano. Nadie debería suponer que sabe lo que la raza humana podrá o no
podrá hacer en el futuro.
En mi opinión, Hardin, en su intento de demostrar que no tenemos otra alternativa para
resolver el “problema” de la sobrepoblación, más que limitando de alguna forma nuestro cre-
cimiento poblacional, proporcionó los elementos necesarios para refutar lo que estaba tratan-
do de demostrar. Los esfuerzos que realizó durante toda su vida, para demostrar lo que decía,
fueron honorables debido a que siempre dijo lo que realmente pensaba. Incluso, creo yo, lo
sostuvo hasta su muerte, cuando decidió suicidarse junto con su esposa. La ironía de un trá-
gico fin, para una persona que siempre vio la expansión de la raza humana como una trage-
dia, es difícil de ignorar.
Nuestra batalla, nuestra lucha, no debe ser de unos contra otros, sino contra nuestras pro-
pias limitaciones como seres humanos, como sociedad. Ese es el punto de vista de la Econo-
mía del Valor Social, y eso nos lo debemos repetir con la misma intensidad con la que nos
hemos repetido que somos como bichos que todo consumimos y todo destruimos. Debemos
cambiar la imagen que hemos aceptado acerca de nosotros mismos para que nuestro compor-
tamiento cambie a partir de esa nueva idea.
Nos han sembrado muy profundamente la idea de que somos consumidores. No somos
consumidores. Somos productores interminables de ideas, de cosas, de servicios, y eso es lo
que damos a la sociedad a cada momento de nuestras vidas. El problema no es que seamos
muchos. El problema es que nuestras ideas y nuestro trabajo no han encontrado un terreno
fértil en el cual germinar y producir frutos.
Todos tenemos ideas de cómo resolver los problemas que tenemos, pero esas ideas no en-
cuentran un cauce para hacerse realidad. Solamente pregúntate a ti mismo cuántas buenas
ideas has tenido a lo largo de tu vida y luego compara cuántas ideas de esas se han materiali-
zado. Te aseguro que la culpa de que no se hayan hecho realidad la has puesto sobre tus
hombros repitiéndote que todo ha sido tu culpa. Pues ahora yo te digo que no es así. Tú no
tienes la culpa.

— 175 —
PRIMERA PARTE

Nos han repetido tantas veces que las cosas que no hemos logrado han sido por nuestra
culpa, y son tantas las ideas que producimos constantemente, que hemos estado metidos en
una interminable serie de micro fracasos traumatizantes durante toda nuestra vida.
Hemos sido adoctrinados a ver la solución a todos los problemas exclusivamente en nues-
tro interior, y cuando no la hemos encontrado, nos hemos adaptado a las circunstancias y eso
lo hemos tomado como una solución que quisiéramos que fuera temporal, pero que lleva mu-
chísimos años allí.
Adaptación es la forma que tenemos los mexicanos para no entrar en conflicto con lo que
nos rodea, pero eso no es una solución si lo que nos rodea puede ser cambiado para beneficio
de todos.
Somos enormemente flexibles y eso nos ha permitido adaptarnos y sobrevivir. Pero esa
misma flexibilidad y capacidad de adaptación se ha vuelto contra nosotros. Nos hemos fle-
xionado tanto y adaptado a tal grado que ya no sabemos ni cómo somos en realidad. Lo he-
mos hecho durante tanto tiempo que ni siquiera en nuestra historia encontramos la respuesta
de cómo somos en realidad.
Todos en México tenemos el potencial de crear algo para contribuir a la sociedad a la que
pertenecemos para mejorar nuestra calidad de vida. Cualquiera de nosotros puede descubrir
algo en cualquier momento. Es tarea de todos preparar las condiciones para que eso se dé.
En palabras de Tennenbaum: “En su trabajo normal, la gente ordinaria ejercita su creativi-
dad al solucionar problemas de todo tipo, poniendo en práctica nuevas ideas y técnicas y
agregando todo tipo de mejoras en su actividad diaria, cuyo efecto acumulativo incrementa
el potencial para sostener una creciente escala y calidad de actividad humana. […] El resul-
tado es la perspectiva de una interminable autoexpansión de la actividad creativa humana”.
[55]

Hemos aprendido mal las cosas. Nos hemos dejado engañar. La sobrepoblación no es un
problema. El incremento de la población es una bendición, es una ventaja, especialmente si
venimos equipados con una idiosincrasia como la mexicana, resistente, ingeniosa y a la vez
flexible.
Entre más personas seamos, más podemos hacer. Entre más personas seamos, más ideas
creativas podremos producir. Entre más personas seamos, más podremos asegurar nuestro
futuro, el de nuestra especie, el de nuestros hijos y los de ellos, el de nuestra nación. Nuestra
historia lo corrobora.
Nos han enseñado a vernos a nosotros mismos como un montón de bichos que hay que
fumigar. No somos bichos. Somos seres humanos que nos hemos comportado como bi-
chos, porque nos han hecho creer que eso somos. Debemos entender nuestras capacidades,
las que tenemos como seres humanos, para poder entonces aceptarnos y amar nuestra propia
naturaleza.
55 Jonathan Tennenbaum, The Physical Economy of National Development, 2015.

— 176 —
NUESTRA ECONOMÍA

El más grande progreso de las personas nace de su amor propio, no de su autodesprecio.


Hemos sido adoctrinados para odiarnos unos a otros y a nosotros mismos. Ya es hora de que
nos adoctrinemos en amarnos a nosotros mismos, en amar nuestra resistencia, nuestro inge-
nio y nuestra flexibilidad física, moral e intelectual.
Debemos ahora aprender a ver en nuestras diferencias sociales la fortaleza de la diversi-
dad de opinión y la riqueza de conocimiento que se deriva de ello y dejar de ver nuestras di-
ferencias como obstáculos para trabajar por un objetivo común.
Entre más personas distintas seamos y más comunicación libre haya entre nosotros, más
grande será nuestra capacidad de actuar a favor de nosotros mismos como especie, como se-
res humanos, como personas, como amigos, como hermanos, como mexicanos.

LA CONTAMINACIÓN
La comparación de los seres humanos con un virus me impactó profundamente desde la
primera ocasión en que la escuché. Desde entonces, he escuchado la misma afirmación en re-
petidas ocasiones y desde aquella primera vez algo en mí se continuó preguntando: ¿Será
realmente así?
Confieso que en un inicio la pregunta nació más bien por una reacción egomaníaca de mi
parte al declararme ofendido y sentirme denigrado a la categoría de virus. Era como si algo
en mí se negara a retroceder varios eslabones evolutivos.
Sin embargo, miraba a mi alrededor y todo lo que veía confirmaba esa comparación odio-
sa. Creo que llegó un momento en el que realmente me llegué a sentir como un virus. Un vi-
rus grandote que a escala universal era igualmente diminuto.
Así pasó el tiempo hasta que un día, debido más bien a mis actividades profesionales, me
topé con el tema de la energía nuclear y su aprovechamiento. Lo nuevo para mí fue descubrir
que la energía nuclear la desaprovechamos enormemente. Los sobrantes de combustible ra-
dioactivo los almacenamos en lugar de aprovecharlos como deberíamos hacerlo. Podríamos
aprovecharlos hasta que prácticamente no quede nada de radiactividad en ellos, pero no lo
hacemos. Nos limitamos a aprovechar solo una pequeña parte de ellos y luego los almacena-
mos en estado radioactivo con riesgo de contaminación para todos.
En otra etapa de mis actividades profesionales también estuve involucrado hondamente en
el manejo de materiales industriales peligrosos, muchos de ellos inflamables y otros tóxicos,
como el plomo. Durante esos años me di cuenta cómo muchos de ellos sencillamente los al-
macenamos bajo la tierra y tratamos de olvidarlos. Enormes cantidades de residuos industria-
les peligrosos se entierran y ahí se dejan para la eternidad. Existen empresas que se dedican
enteramente a ello. Hacen un enorme hoyo en la tierra, lo recubren de varias capas de mate-
rial aislante e impermeable y luego depositan allí millones de toneladas de desperdicio tóxi-
co industrial. Cuando el hoyo se llena, lo cubren con más material impermeable y finalmente
colocan una gruesa capa de tierra sobre todo eso.

— 177 —
PRIMERA PARTE

Por supuesto que ya han existido varios casos en los que tales instalaciones sufren daños
por alguna razón y los desperdicios terminan contaminando los mantos acuíferos que existen
en el subsuelo y de los cuales dependemos todos.
Esos desperdicios han permanecido allí durante muchos años y se siguen acumulando en
millones de metros cúbicos diariamente. Honestamente, pienso que eso no solamente es con-
taminación, sino que además es la construcción de una bomba de tiempo. Pienso que eso es
lo que en verdad estamos haciendo.
Quizá el caso de los residuos industriales que enterramos te suene impactante, pero la ver-
dad es que la contaminación existe por todas partes. Quizá las más mencionadas son la con-
taminación del agua, de la tierra, del mar, del aire. Pero también existen otros tipos que nor-
malmente no nos los explican y que, por lo tanto, no les damos mucha importancia: la conta-
minación visual, la auditiva, la electromagnética.
Si vives en una ciudad seguramente podrás notar que existen letreros y anuncios comer-
ciales por todas partes. Cada uno de ellos te envía un mensaje e intenta influenciar lo que
piensas, por lo general, con la intención de que compres algún producto o algún servicio. To-
dos esos letreros compiten entre sí por atraer tu atención y por hacerte pensar algo en parti-
cular. Todo ellos compiten por sembrarte una idea en la cabeza para que tarde o temprano ha-
gas algo en particular. Algunos intentan hacerte comprar cosas, otros intentan que votes por
alguien, otros que asistas a algún lugar, otros que hagas ciertas cosas, otros que te comportes
de alguna forma particular.
Todos esos letreros y anuncios representan una forma de contaminación. Todos ellos con-
taminan nuestros pensamientos. Ninguno de nosotros puede salir a la calle a pasear y pensar
en lo que quiera porque es prácticamente imposible hacerlo. Solo tienes que salir de tu casa y
comenzarás a ser influenciado por una interminable serie de anuncios que estarán tratando de
hacerte pensar algo distinto a lo que traías en mente. Es como si un montón de gente te ase-
diara diciéndote cosas mientras caminas, o mientras vas por la calle en tu auto.
El nivel de estrés que todo eso genera es enorme y lo sufrimos todos los días a todas ho-
ras. Para poder sentir la enormidad del estrés, solo intenta alejarte de la ciudad por unas ho-
ras. Apaga la radio y no escuches música, ni leas ninguna cosa. Busca algún lugar deshabita-
do donde no esté nadie que te hable ni que puedas escuchar lo que diga. Hazlo y verás lo que
te trato de explicar. Sentirás una sensación extraña. Una sensación que no se puede sentir en
la ciudad más que cuando estás en tu cama, dormido o por las mañanas cuando recién des-
piertas y todavía no enciendes el radio ni comienzas a leer o escuchar nada.
Después de un par de horas, sin que te des cuenta, tu mente comenzará a reemplazar todos
esos mensajes que normalmente te llegan desde afuera, con pensamientos traídos de la me-
moria. Te encontrarás de repente recitando algún comercial de radio, o alguna frase publici-
taria, o quizá alguna canción de moda. El punto es que nada de eso tampoco era lo que te
proponías pensar durante ese tiempo. Es como si tu mente estuviera adicta a todos esos men-

— 178 —
NUESTRA ECONOMÍA

sajes y ya no pudiera vivir sin ellos, así que, si no los recibe, sencillamente los obtiene de la
memoria.
Todo eso es la contaminación visual y de ese tamaño es. Es enorme. Es altamente nociva
para nuestro organismo y para nuestra psique, pero en la escuela no nos enseñan eso. No nos
enseñan a darle importancia, a buscar respuestas y pensar qué es lo que podemos hacer para
resolver eso.
La contaminación auditiva es similar. Nuestra capacidad de hablar se extiende mucho más
allá de las personas con las que hablamos. Si vamos en un autobús y escuchamos una con-
versación que nos distrae, dejamos de pensar en lo que nos interesa y comenzamos a pensar
en lo que a otras personas interesa. Si sintonizamos alguna estación de radio para escuchar
música inmediatamente alguien comienza a hablarnos por el altavoz y a enviarnos mensajes
y hacernos pensar cosas que no buscábamos pensar. Todo lo que queríamos era escuchar mú-
sica, y sin embargo instantes después nos encontramos pensando en cosas que no teníamos la
intención de pensar.
Por otra parte, si escuchamos la radio buscando información y alguna noticia de nuestro
interés nos encontramos con que junto con la noticia nos atiborran también de mensajes au-
ditivos que no buscábamos. Gente que habla sin detenerse buscando atraer nuestra atención
para entregarnos un mensaje con la intención de que hagamos algo que no teníamos pensado
hacer, después de hacernos pensar lo que no teníamos planeado pensar.
La televisión y la radio es lo mismo. En ambas nos bombardean con mensajes que nos in-
tentan sugestionar para que hagamos algo, que pensemos en algo, o que digamos algo. Es
como si no nos dejaran en paz nunca. Igual daría ir por la calle caminando con un sinfín de
personas a ambos costados de la acera gritándonos ideas, sugerencias, peticiones, demandas,
quejas, invitaciones.
De hecho, si pones atención, notarás que la forma como hablan las personas que anuncian
cosas, ya sea en la televisión o en la radio, parecen hacerlo de una forma que demanda aten-
ción. Casi como si estuvieran gritando. Hablan en voz alta y de forma rápida, deliberada y
estudiada, como si les urgiera que les entreguemos nuestra atención, y la mayor parte de las
veces terminamos haciéndolo.
Al igual que la contaminación visual, la contaminación auditiva genera una enorme canti-
dad de estrés. No lo notamos porque siempre hemos estado sumergidos en ese ambiente es-
tresante. Para notarlo, para darnos cuenta de ello, solo tenemos que alejarnos a algún lugar
silencioso donde no podamos escuchar ninguna palabra de ninguna persona. Muchas perso-
nas salen a pasear a la playa, otras al mar, otras a las montañas con el único objeto de buscar
ese silencio que les permita descansar de la interminable serie de mensajes que llegan a
nuestros oídos todos los días de nuestra vida.
Desafortunadamente, la dosificación de mensajes auditivos y visuales es tan alta y tan
crónica que no solamente estamos acostumbrados a ese nivel de estrés, sino que somos ade-

— 179 —
PRIMERA PARTE

más adictos a ello. Creo que hemos estado sumergidos tanto tiempo en ese incesante bom-
bardeo de ideas ajenas a cada uno de nosotros por vía visual y auditiva que nos hemos hecho
adictos a eso. Conozco muchas personas que no toleran estar en silencio o a solas. Se deses-
peran, sienten ansiedad y no toleran estar en silencio durante más de un par de minutos.
En la calle, en la oficina, en el restaurante, en el autobús, en el avión, por todas partes veo
personas que no soportan estar en silencio, sin hablar y sin escuchar nada y sin ver ningún
mensaje de alguien o de algo. Si te ha tocado estar en alguna sala esperando algo junto con
otras personas podrás entender lo que digo. Son muy pocas las personas que son capaces de
quedarse en silencio, solamente esperando. La mayoría no soporta esa situación e inmediata-
mente comienzan alguna conversación, o sacan de su bolsillo su teléfono celular y comien-
zan a conversar o a ver noticias, o a chismear en alguna red social. Todo con tal de no sentir
ese silencio que se siente cuando nadie te está enviando ningún mensaje visual o auditivo y
todo lo que tienes son tus propios pensamientos.
Esa actitud de no soportar el silencio no es natural en el ser humano. Esa adicción de que-
rer estar recibiendo mensajes constantemente es un hábito adquirido. Si alguna vez te ha to-
cado interactuar con personas que pertenecen a sociedades primitivas entenderás lo que digo.
Para ellos es muy normal el quedarse en silencio, sin hacer nada, durante largos períodos de
tiempo. Sus mentes están acostumbradas a no recibir tantos mensajes de forma tan continua
como nosotros. Ellos están más acostumbrados que nosotros a percibir su entorno de una for-
ma natural y no requieren la intervención de palabras humanas para interpretarlo. Nosotros,
por el contrario, somos tan adictos a esa verborrea tan constante que sin ella nos sentimos in-
cómodos.
La contaminación electromagnética, por otra parte, es una contaminación que es invisible
y no la percibimos pero que es igualmente nociva para todos. La cantidad tan grande de
transmisores inalámbricos que existen por todas partes ha aumentado la contaminación elec-
tromagnética del medio ambiente enormemente.
No voy a listar aquí la gigantesca cantidad de estudios que demuestran que la contamina-
ción electromagnética es muy dañina y que está directamente ligada a padecimientos neuro-
nales, psicológicos y fisiológicos en general. El deterioro de nuestro sistema inmunológico
es algo que está plenamente demostrado, al igual que la relación que esto tiene con todos los
padecimientos derivados de la inmunodeficiencia.
La contaminación provocada por la presencia de campos electromagnéticos no solamente
se genera por las transmisiones inalámbricas sino en general por todas las fuentes de energía
eléctrica, principalmente las que tienen algún grado de alternancia. Las líneas de alta tensión
que distribuyen la energía eléctrica que usamos en nuestros hogares y en nuestras fábricas
producen una enorme cantidad de contaminación electromagnética nociva para nuestra
salud.

— 180 —
NUESTRA ECONOMÍA

Esto, por cierto, no solamente es verdad para los seres humanos, sino en general para to-
dos los seres vivos. Todas las criaturas vivientes son afectadas por igual, sin importar su na-
turaleza animal o vegetal, y sin importar su tamaño, sea microscópico o no.
La alteración que la contaminación electromagnética tiene sobre todos nuestros sistemas
glandulares altera a su vez nuestro comportamiento y nuestra forma de vernos a nosotros
mismos y a todo lo que nos rodea. Es en verdad el mismo efecto que vemos en las personas
adictas a algún narcótico. El comportamiento y la psique cambian profundamente y la per-
cepción de la realidad y la de uno mismo se alteran de forma notoria y generalmente destruc-
tiva.
Pero eso no es todo. Por encima del daño que produce toda esta contaminación visual, au-
ditiva y electromagnética está el daño que nos producimos a nosotros mismos repitiéndonos
constantemente que la principal causa de esa contaminación no es nada más ni nada menos
que nuestra insufrible existencia sobre este planeta y que la única forma de solucionarla es
matándonos como si fuéramos una infestación de seres patógenos, bacterias nocivas, virus
letales.
Esa idea de que somos como un virus me molesta, me insulta y me denigra, y sin embargo
eso es lo de menos. Lo realmente importante es que esa idea es desmedidamente nociva
para los seres humanos y además es falsa. A todos los seres vivos nos afecta la contamina-
ción por igual, pero solo a los seres humanos nos afecta doblemente porque además del
daño provocado por la contaminación, tenemos el daño psicológico causado por la idea
de que somos como un virus. Si por decir lo que digo crees que estoy traumado, tienes ra-
zón. Lo admito. Estoy traumado. Estoy enfurecido por ver lo criminal de ese concepto que se
nos sigue repitiendo cada día.
¿Sabías que, si a una persona le repites constantemente que es un animal peligroso, even-
tualmente lograrás que se comporte como tal? Es enorme la cantidad de experimentos que
demuestran que el comportamiento de las personas puede ser educado y reprogramado a
base de la repetición de una idea. Entre más nos repitamos a nosotros mismos que somos
como una infección viral, más y más nos comportaremos como tal.
Pero aún hay más. No conformes con repetirnos incansablemente a nosotros mismos que
somos como un virus, nos repetimos que no existe solución. Nos repetimos que estamos des-
tinados y condenados a sumergirnos sin remedio en la contaminación y que la única forma
de escapar de todo eso y devolverle a nuestro planeta su prístina condición es volándonos la
tapa de los sesos unos a otros hasta hacer que nuestra especie desaparezca del planeta.
Esta idea genocida la hemos aceptado a tal grado que en lugar de prevenir el arribo del as-
teroide que sabemos acabará con casi la totalidad de la vida aquí, muchos de nosotros hemos
llegado incluso a desear que ese evento ocurra, con tal de salvar de una buena vez al planeta
y toda la vida natural. Esas ideas nacen del apabullante y sedicioso autodesprecio que se ha
sembrado en nosotros.

— 181 —
PRIMERA PARTE

Cada vez es más numerosa la gente que odia a su propia especie. Amamos el planeta, pero
no todos amamos la raza humana. El desprecio que sentimos por nuestra especie es cada vez
más grande. El odio que sentimos unos por otros es cada vez más visible en una cantidad
progresivamente más grande de personas. Tristemente, sin embargo, todo ese autodesprecio
tiene justificación. ¿Qué otra cosa podría pensar un ser vivo inteligente y sensible si viera
todo lo que vemos nosotros? Sin embargo, con esa manía que tengo de cuestionarme todo,
ahora me pregunto: ¿En verdad somos así de despreciables?
Bueno, seguramente conoces el dicho de que un vaso con agua puedes escoger verlo
como parcialmente vacío o como parcialmente lleno. La elección es tuya. Así que yo escojo
ver las cosas de forma distinta y aquí te voy.
Para empezar, te puedo decir que la idea de autodestruirnos para salvar al planeta no lo
veo como un acto de autodesprecio, sino como un acto de amor. Lo veo como un acto de
amor similar al que estaría dispuesto a hacer un padre amoroso por sus hijos. Si llega a pen-
sar que su muerte causará un beneficio definitivo a sus hijos y que con ello los protege, esta-
rá dispuesto a entregar su vida por ellos sin pensarla mucho. De la misma forma, los que
pensamos que debemos desaparecer para salvar al planeta y con él todo lo que amamos, esta-
mos dispuestos a sacrificarnos por ello.
Esa actitud de auto sacrificio yo la veo como algo hermosamente noble por parte de noso-
tros. Si es cierto que el planeta es un ser vivo y que además es capaz de percibir nuestras in-
tenciones, seguramente estará conmovido por eso. Yo estaría conmovido profundamente si
supiera que mi hijo está dispuesto a dar su vida por salvar la mía.
Sin embargo, me gustaría más que mi hijo no tuviera que hacer ese sacrificio y que las
condiciones que lo orillaran a considerar esa posibilidad no existieran. Esto me lleva a lo se-
gundo que tengo que decirte.
Para no variar, hemos sido erróneamente adoctrinados a creer tres cosas:
1. Que la contaminación no tiene solución.
2. Que la contaminación se deriva exclusivamente de la actividad humana.
3. Que el grado de contaminación es proporcional al grado de desarrollo industrial de la
gente.
En cuanto al primer punto, me alegra mucho poder darte la buena noticia de que la conta-
minación sí tiene solución. No solamente podemos reducir la cantidad de contaminantes,
sino que además podemos utilizarlos provechosamente.
Te puedo dar una larga serie de ejemplos de casos en los que podemos reducir la cantidad
de contaminantes que generamos. Durante algunos años estuve a cargo de la administración
de los programas de control ambientales de algunas industrias y te puedo asegurar que la for-
ma de reducirlos es más numerosa que la cantidad de formas de generarlos. Por cada forma

— 182 —
NUESTRA ECONOMÍA

de generar un residuo peligroso existen varias tecnologías para reducirlo, para neutralizarlo,
y para reciclarlo o aprovecharlo.
Una víctima notoria del engaño y la ignorancia son los hidrocarburos. Se nos ha repetido
tantas y tantas veces que los hidrocarburos son los responsables de la contaminación atmos-
férica que ya ni siquiera se nos ocurre evaluar esa situación para ver si es real o no. Cual-
quier ingeniero químico o mecánico con buena formación y experiencia te puede explicar
que los culpables de la contaminación por la combustión de hidrocarburos no son los hidro-
carburos en sí, sino la forma como los quemamos.
Hace algunos años me tocó ver cómo fue rechazado un proyecto importante para la cons-
trucción de un incinerador de residuos industriales en la región en donde vivo. Grupos am-
bientalistas participaron en la decisión y el resultado final fue la prohibición del proyecto.
Como en todos los proyectos de impacto social, en este caso también participaron muchas
personas. Sin embargo, el hecho de que las emisiones a la atmósfera del incinerador iban a
ser de una calidad superior al del aire natural, y que el combustible del incinerador proven-
dría de los mismos residuos, pasó desapercibido totalmente. Las razones por las que eso su-
cedió fueron numerosas y no las voy a discutir aquí. Quizá en otra ocasión.
El punto ahora es que la tecnología para reducir las emisiones contaminantes existe. Las
soluciones las tenemos. La idea de que no existen soluciones para el problema de la contami-
nación es errónea. En mi opinión esa idea nace de la ignorancia y también de esa manía que
tenemos los seres humanos de repetir lo que escuchamos como si fuera verdad, sin corrobo-
rarlo.
Desafortunadamente, nuestros esfuerzos como sociedad se han enfocado casi completa-
mente en la reducción de los residuos contaminantes, cuando en realidad nos deberíamos en-
focar en su aprovechamiento. Deberíamos dejar de mirar la contaminación como un efec-
to indeseable y comenzar a verlo como un recurso que hemos estado desperdiciando.
Estoy convencido de que el problema de la contaminación que tenemos no es un proble-
ma que se derive del desarrollo industrial. Es un problema, sí, pero se deriva de nuestra igno-
rancia y nuestra falta de una organización adecuada.
No hemos visto qué tan provechosa puede ser la contaminación si la vemos como un re-
curso, y por ello nos hemos dedicado a culparnos unos a otros por los efectos que provoca,
en lugar de enfocarnos en aprovecharla. ¿Sabías que en los residuos de los productos electró-
nicos existen concentraciones de metales preciosos y raros más de 350% superiores que la
concentración que existe en la mejor mina del mundo? ¿Sabías también que producir alumi-
nio a partir de desechos metálicos consume solamente el 6% de la energía que se necesita
para producirlo a partir de minería convencional? ¿Sabías que prácticamente la totalidad de
los plásticos de desecho, incluso las llantas, se pueden reciclar usando menos energía que la
que se necesitó para producirlos, para obtener de ellos combustibles, ceras y resinas? La mi-
nería urbana la hemos subutilizado casi en su totalidad, enfocándonos casi exclusivamente a
los desechos de materiales ferrosos.

— 183 —
PRIMERA PARTE

Hablemos, por ejemplo, de los desperdicios residenciales de las ciudades. Todas las ciu-
dades, grandes o pequeñas, producen desperdicios residenciales. Sé que existen iniciativas
para que “reciclemos” la basura y en algunos lugares se nos pide que separemos la basura en
residuos orgánicos e inorgánicos. En otros lugares van todavía más lejos y le solicitan a la
gente que separe su basura en residuos metálicos, plásticos y residuos orgánicos. Todo eso
está bien, pero está demasiado lejos de ser práctico y de ser efectivo.
La mayoría de la gente en esos lugares manifiesta su honesta preocupación y siguen lo
que se les indica. Eso demuestra que como seres humanos sí tenemos preocupación por
nuestro medio ambiente. El problema no es que no nos interese. El problema es que no lo es-
tamos haciendo bien.
En el léxico de la ingeniería ambiental existe lo que se conoce como “corriente residual”.
Cuando nos piden que separemos la basura, lo que estamos haciendo es separarla en distintas
corrientes residuales. Eso es necesario porque así es más económico reciclarlas cuando ya se
encuentran separadas.
Sin embargo, con el proceso adecuado podríamos igualmente separar la basura en las dis-
tintas corrientes residuales necesarias y además procesar cada una de acuerdo con un proceso
industrial específico. Lo único que en realidad impide que hagamos eso es el aspecto finan-
ciero. Pero si cambiamos el esquema financiero, todo lo demás se resuelve por sí mismo.
Se requiere de una inversión en dinero más alta para establecer un proceso que sea capaz
de procesar toda la basura tal y como sale de nuestros hogares cuando no está separada y por
otra parte el retorno de esa inversión medido en dinero es más baja. ¿Es eso bueno o es
malo?
Por mucho tiempo pensé que un proceso financieramente conveniente era también un pro-
ceso eficiente. En serio que lo creí durante muchos años. Sin embargo, eso ha cambiado.
Ahora veo con claridad que la conveniencia financiera no tiene nada que ver con la eficien-
cia de un proceso, ni tampoco con nuestra necesidad de contar con él. El monto de la inver-
sión y la rentabilidad que tenga en dinero no tienen nada que ver con la eficiencia que tenga
o la efectividad que necesitamos.
Por otra parte, si el dinero es algo que podemos crear de la nada, entonces no queda otra
opción que preguntarse: ¿entonces por qué no establecemos procesos de reciclaje de basura
que hagan bien su función? La respuesta es que ya los tenemos. Ya existen. Solo hay que
construirlos. ¿Entonces, por qué no lo hacemos?
La respuesta es muy sencilla: el dinero, las finanzas, el interés financiero, la conveniencia
financiera.
El problema de la contaminación en todos los casos que conozco se reduce a un sim-
ple problema financiero. No es un problema tecnológico para nada. El problema no es que
no existan los procesos que hagan lo que necesitamos. Lo que no existe es la conveniencia

— 184 —
NUESTRA ECONOMÍA

financiera que motive a los que controlan el dinero, a soltarlo para que esos procesos se pue-
dan establecer, para beneficio de todos.
No se trata de que no sepamos qué hacer. Se trata de que las personas que controlan el di-
nero —principalmente los bancos privados— no desean arriesgarse financieramente. Y así,
por evitar un riesgo financiero, toda la sociedad entera se queda sin el satisfactor de que su
basura sea recogida sanitariamente, y que sea aprovechada en la recuperación de todas las
materias primas involucradas en ella.
Esto último está totalmente alineado con la teoría planteada en este libro: la Teoría Econó-
mica del Valor Social. Para la sociedad el dinero no es importante. Lo que la sociedad quiere,
lo que la sociedad necesita, son satisfactores. La sociedad necesita satisfactores a sus necesi-
dades, y entre ellas una de las más importantes es la recolección de la basura y su posterior
procesamiento para reaprovecharla y para que no contamine.
Sin embargo, todos nuestros productos y todos nuestros servicios están cifrados en dinero,
y el dinero está controlado por unas pocas personas. Esas personas ganan dinero con el dine-
ro mismo y si ellas no ven ningún beneficio financiero en otorgarlo para que se construyan
los procesos que eliminarán el problema de contaminación, sencillamente no lo suministran,
aunque la vida nos vaya en ello a todos en este planeta.
Ese mismo problema que te describo con la basura residencial existe con la basura indus-
trial. El problema es el mismo con otros contaminantes como las baterías de los vehículos
que tienen una alta cantidad de plomo, los residuos que contienen mercurio, los residuos que
contienen sustancias bifenilo-policloradas, los residuos radiactivos, y muchos, muchos, mu-
chos más.
En todos los casos que me ha tocado ver personalmente, no he encontrado ninguno donde
el problema sea tecnológico, político, legal, sanitario, o ideológico. Sí me ha tocado ver si-
tuaciones donde este tipo de problemas surgen, pero invariablemente me ha tocado ver cómo
se resuelven cuando las partes involucradas quedan satisfechas con las condiciones y, sin
embargo, el problema financiero es el que termina deteniendo todo el proyecto. En ocasiones
el problema parece superficialmente ser político, pero en el fondo es financiero.
Si comenzáramos a ver nuestros residuos como materia prima para la obtención de mate-
riales útiles, en lugar de insistir en verlos como desperdicios inútiles, nuestro enfoque queda-
ría alineado con las tecnologías adecuadas y podríamos beneficiarnos todos. Pero eso no po-
drá ser posible si no ajustamos la metodología financiera que tenemos.
Debemos cambiar nuestras políticas financieras para que eso permita a todo lo de-
más ponerse en movimiento. De los neumáticos podríamos obtener aceros de muy alta cali-
dad, y tintas industriales, además de energía eléctrica, cemento, etcétera. De los desperdicios
de aparatos electrónicos podríamos obtener metales preciosos y una enorme variedad de resi-
nas plásticas y fibras sintéticas, además de combustibles y lubricantes de alta calidad. De los
desperdicios orgánicos podríamos obtener minerales, abonos, combustibles, etcétera. Las po-

— 185 —
PRIMERA PARTE

sibilidades demostradas por la ingeniería son innumerables, pero todas ellas se han quedado
al margen debido a inconveniencias financieras.
Existen muchas —muchísimas— tecnologías para aprovechar prácticamente toda la basu-
ra que tenemos. Podríamos aprovechar incluso los millones y millones de toneladas de resi-
duos industriales tóxicos que se encuentran sepultados en gigantescos almacenes subterrá-
neos en todo el planeta.
A todo lo largo de este libro, he tratado de que quede claro que las finanzas y la economía
son dos cosas separadas y distintas. No es lo mismo una que la otra. Lo que ha impedido
que se usen todas las tecnologías para reciclamiento de los desperdicios es el interés fi-
nanciero, no el interés económico. Los bancos privados son los que deciden a quien le dan
dinero y a quien no. La sociedad es la que les ha otorgado ese poder y se ha quedado sin él.
Los bancos son los que están decidiendo a quien se debe financiar y a quien no, no la socie-
dad.
Los inversionistas —los apostadores— son los que deciden a quién le apuestan y su prác-
tica de apostar es lo que dicta el curso de la evolución social. Pero los apostadores no repre-
sentan a la sociedad. Ellos solo se representan a sí mismos y a sus intereses puramente finan-
cieros. Bien por ellos, pero los apostadores no son la sociedad, son solo apostadores a quie-
nes, por cierto, no interesa el beneficio social, es decir, el beneficio de la gente, de la natura-
leza, del mundo, del medio ambiente.
Me puedes acusar de ser excesivamente optimista, o excesivamente tonto. No tengo pro-
blema con eso. Todo lo que pido es que después de decirme todo lo que piensas de mí, me
digas todo lo que piensas del problema de la contaminación y así, entre los dos, estoy seguro
de que encontraremos soluciones que nos satisfagan a todos.
Entiendo que en el problema de la contaminación están mezclados otros problemas ade-
más del financiero. Entiendo que, si no establecemos reglas claras y las imponemos, conti-
nuarán habiendo personas abusivas, desperdiciadoras de recursos, y destructoras de la natu-
raleza sin escrúpulos. Sin embargo, sé que la enorme mayoría de las personas que hoy se
comportan de esa forma, lo hacen por ignorancia y por necesidad. Esa enorme mayoría es a
la que me dirijo, ya que estoy seguro de que cambiará su actitud en cuanto existan nuevas
oportunidades honestas y parejas para todos.
No por nada es evidente que los problemas de contaminación y abuso de recursos natura-
les es más notorio en países en donde el nivel económico de la gente es más bajo. La caren-
cia de los más básicos satisfactores hace que la gente ponga en un segundo término de im-
portancia el cuidado al medioambiente. Nuestra nación no es la única en donde existen luga-
res así, con carencia de las cosas básicas y estancamiento cultural, además, por supuesto, de
retraso tecnológico, industrial, científico, educativo, y una larga cadena de etcéteras adicio-
nales.

— 186 —
NUESTRA ECONOMÍA

¿Pero qué hay con eso de que la contaminación se debe a la actividad humana? Lamenta-
blemente mucha gente piensa que toda la contaminación que sufrimos se debe exclusivamen-
te a la actividad que hacemos como humanos. Ese tipo de ideas es lo que hace que nazcan en
nosotros ideas de autodesprecio y que lleguemos a pensar que este planeta está mejor sin no-
sotros.
Me puedo atrever a asegurarte que ese tipo de pensamientos no son tuyos, no son nues-
tros. Esos pensamientos nos han sido sembrados en la mente durante mucho tiempo, y ahora
nos es muy difícil discernir la verdad.
No puedo decir qué porcentaje de toda la contaminación es antropogénica —que se debe
a la actividad humana— y qué porcentaje se debe a causas naturales que se presentarían in-
dependientemente de que estemos nosotros en este planeta o no. Lo que sí puedo decir es
que dependiendo del tipo de contaminante que se trate, en ocasiones la naturaleza genera
mucho más que el hombre, y en otras, es el hombre el que gana la partida.
La actividad geológica es un claro ejemplo que me viene ahora a la mente, en el que el
hombre no tiene nada que ver. Sin embargo, esa actividad natural produce miles de veces
más contaminación que el hombre.
Hay cambios más o menos dramáticos en los ecosistemas locales e incluso en los globales
que han ocurrido y continuarán ocurriendo sin ninguna intervención humana. ¿Son acaso
buenos todos esos cambios, mientras que aquellos en los que está involucrado el ser humano
son automáticamente malos?
Es más razonable concentrarnos en los casos en donde los efectos negativos de la inter-
vención humana están claramente establecidos. Por ejemplo, la contaminación masiva, la
descarga en gran escala de sustancias venenosas en el aire y el agua, “la quema” de grandes
extensiones en la agricultura[56], etcétera.
Examinando tales casos más a profundidad, encontramos que el severo daño ambiental al
que nos referimos no es por ningún motivo la consecuencia del crecimiento poblacional o el
desarrollo económico propiamente dicho. En lugar de ello, tal daño está más frecuentemente
asociado al resultado de búsqueda de ganancias, obsolescencia tecnológica, pobreza, y retra-
so social. Sin embargo, un análisis todavía más profundo nos revela con facilidad que todas
estas circunstancias tienen una causa común: las finanzas públicas y las políticas monetarias
del país.
El punto importante en todo esto es que todas esas tecnologías que nos pudieran ayudar
no solamente a reducir los efectos negativos de la contaminación que producimos los seres

56 Muchas personas en este planeta todavía piensan que la quema de cultivos es una práctica exclusiva de sociedades con
retraso económico o en sociedades primitivas. Sin embargo, eso es falso. La quema de cultivos es una práctica común
en muchos países desarrollados. Caso típico es la quema de cultivos de trigo en el Valle Imperial, en el estado de
California, en Estados Unidos. Ese ejemplo lo conozco de forma personal ya que me tocó participar en dicha quema
en varias ocasiones en la década de los noventa. El procedimiento es muy rudimentario. Se amarra un neumático a la
parte posterior de un vehículo, se enciende con un cerillo después de rociarle normalmente gasolina o diésel, y luego
se recorre la parcela completa con el vehículo arrastrando tras de sí el neumático en llamas.

— 187 —
PRIMERA PARTE

humanos, sino también aquellas que podrían ayudar a la naturaleza a reducir los efectos ne-
gativos de las que ella genera no se han logrado desarrollar principalmente debido a obstácu-
los financieros.
Entre las cosas que no se nos enseñan están, por ejemplo, que las miles de toneladas de
dióxido de azufre que emanan nuestros volcanes las aprovechamos para la producción de
yeso; que la contaminación de nuestros motores no se debe al petróleo sino al diseño del mo-
tor de combustión; que la contaminación dentro de nuestros hogares es cinco veces más ele-
vada que la contaminación del aire exterior; que los niveles de dióxido de carbono no están
para nada relacionados con el supuesto calentamiento global; que el calentamiento global no
se debe a la actividad humana sino que es un fenómeno natural cíclico que se ha repetido
desde mucho antes que el ser humano existiera sobre la Tierra; que la producción de gas na-
tural no es tan limpia como nos han hecho creer; que el cigarro es mucho más contaminante
que el diésel … y muchas otras cosas más.

Automatización Extrema e Inteligencia Artificial


El tema de la automatización aunada con la inteligencia artificial es muy serio, muy ex-
tenso, y con muchas implicaciones sociales vitales. Tanto afecta y afectará más aún en el fu-
turo que debemos analizarlo a fondo si queremos sobrevivir a ese fenómeno que está aquí
para quedarse y que no podemos detener. Sea que entendamos la forma como funciona nues-
tra sociedad o no, esa tendencia tecnológica crecerá hasta llegar al punto en que nos benefi-
ciará mucho, o nos afectará tanto que pondrá en peligro nuestra propia existencia como seres
humanos sobre este planeta. Depende de nosotros que suceda una cosa o la otra.
Esto que estoy diciendo pudiera sonar como algo totalmente exagerado, pero me temo
que no lo es. Después de más de 30 años de haber participado personalmente en el desarrollo
de tecnología en distintas industrias extranjeras, puedo decir que la automatización se está
uniendo a la inteligencia artificial de una forma acelerada. Esa aceleración está aumentando
de una forma tan alarmante que cuando menos esperemos llegará a desarrollarse a tal punto
que es perfectamente posible que perdamos el control de ella.
Las películas de cine como Terminator[57] ilustran uno de los desenlaces posibles que este
matrimonio entre la automatización y la inteligencia artificial pueden tener. Esto es tan serio
y tan real que ya existen reuniones formales entre industriales, tecnólogos y políticos en di-
versas partes del mundo para resolver este problema, antes de que surja y se salga de nuestro
control[58].
Te invito a que busques un poco de información acerca de esto por si mi palabra no te
basta. De hecho, mi palabra no debería bastarte en ninguno de los temas expuestos en este li-
bro. Así podrás ver que ya existen máquinas que son capaces no solo de multiplicarse a sí
57 The Terminator. Director: James Cameron. Productor: Gales Hurd. Protagonistas: Arnold Schwarzenegger, Linda
Hamilton, Michael Biehn. 1984, Estados Unidos.
58 Uno de los ejemplos más recientes conocidos fue la reunión Start Me Up HK en Hong Kong, China, en enero de 2016,
en donde Elon Musk supuestamente dijo que “la inteligencia artificial es más peligrosa que Corea del Norte”
(Consultar: fortune.com/2017/08/18/elon-musk-artificial-intelligence-risk/).

— 188 —
NUESTRA ECONOMÍA

mismas, sino también de desarrollarse a partir de componentes totalmente básicos como los
minerales mismos. Ver cómo un conjunto pequeño de cristales es capaz de reunirse y trabajar
organizadamente para protegerse, para multiplicarse, para procurarse alimento, es totalmente
asombroso, por decir lo menos. Ver después cómo se van adaptando al medio ambiente me-
jorando sus debilidades y acoplándose unos con otros para superar obstáculos comunes,
creando organismos más complejos, hace que uno sienta una mezcla de miedo y envidia si-
multáneamente.
Habiendo incursionado en el desarrollo tanto de sistemas automatizados como de sistemas
de inteligencia artificial, puedo asegurarte que todo ello es totalmente cierto y que la ficción
solo estriba en que no hemos llegado al punto en que todo eso sea financieramente conve-
niente. Pero nos estamos acercando muy rápidamente.
Llegaremos muy pronto a ver esos seres artificiales pensar, razonar, reaccionar, y actuar,
tan parecidamente a un ente racional natural que nos confundiremos con ellos y entendere-
mos entonces que lo más probable es que nosotros mismos seamos producto de un diseño ar-
tificial de una tecnología más antigua, aunque no mucho más avanzada que la nuestra. De
hecho, nos tocará ver cómo esa misma tecnología con la que fuimos diseñados la podremos
mejorar substancialmente haciendo de nuestros cuerpos sistemas mejorados, comparados con
lo que ahora son.
Esta realidad futura cercana que te estoy mostrando nos traerá problemas muy serios si no
hacemos hoy lo que debemos hacer para prepararnos y poder aprovecharnos de toda esa tec-
nología nueva. Si continuamos por el camino que vamos no llegaremos muy lejos. Esto no es
ninguna predicción fantasiosa. Solo hay que ver la situación en la que ya nos encontramos.

EL ENTORNO SOBRE LOS SERES HUMANOS


Observa a tu alrededor y date cuenta de que prácticamente nadie hace nada por nadie.
Nuestros valores como seres humanos se han deteriorado a tal grado que prácticamente se
nos ha enajenado de todos los instintos humanos con los que nacemos. Cada vez hay más
gente a la que no le importa lo que suceda con los demás. Cada vez hay más personas que
primero piensan en sí mismos y luego piensan en los demás. ¿Será porque nos estamos dete-
riorando como especie y estamos irremediablemente condenados a desaparecer? Yo no pien-
so que sea así. Deseo fervientemente que no sea así, pero no es lo que yo deseo ni lo que yo
siento lo que me hace concluir que no es por alguna razón fuera de nuestro control que nos
estamos portando tan deshumanizadamente.
Pienso que la razón por la que nos portamos como lo hacemos se debe al ambiente en el
que vivimos. Tal ambiente, conscientemente o no, nosotros lo hemos hecho. Nosotros mis-
mos hicimos la jaula en la que nos encontramos enclaustrados y en la que se encuentran tam-
bién encerrados todos nuestros ideales. No hemos podido salir. Todos lo sentimos de alguna
forma, pero no alcanzamos a ver claramente esa prisión dentro de la que nos encontramos.

— 189 —
PRIMERA PARTE

Nos sentimos oprimidos, aprisionados, encerrados en un mundo social que no deseamos que
fuera así, pero que así es.
¿Qué es lo que nos hace ser como somos? En dos palabras: nuestro entorno. El medio am-
biente en el que estamos sumergidos es el que nos hace ser como somos. El medio ambiente,
nuestro entorno, es el mayormente, casi totalmente, responsable por la forma como nos por-
tamos unos con otros. Esto tampoco tienes por qué creérmelo. Solo busca un poco. Estudios,
experimentos y análisis abundan para demostrar que la forma como somos se debe a nuestro
entorno. Es nuestro medio ambiente el que nos ha condicionado para reaccionar como lo ha-
cemos cuando vemos a una persona en apuros. La enorme mayoría de nosotros volteamos
hacia otra parte, para no ver a alguien que necesita ayuda. Si la vemos herida en la calle, tira-
da en el suelo, pidiendo ayuda, la mayoría de nosotros voltearemos hacia otra parte e incluso
avanzaremos hacia otra parte, alejándonos de ella.
Una persona en apuros, cuando la tenemos ante nosotros, no nos inspira compasión, nos
inspira miedo, desconfianza, peligro. Cuando escuchamos en las noticias alguna tragedia que
provocó numerosos decesos nuestra mente ya no procesa el alcance de lo que estamos escu-
chando. Miles de muertos por allá, y miles de muertos por acá, enfrentamientos entre unas
personas y otras, ataques, bombardeos, secuestros, violaciones, guerras.
Todos esos sucesos que antaño provocaban desasosiego y tristeza con el tiempo provoca-
ron coraje, ofensa y rechazo. Más tarde, años después, esos mismos hechos comenzaron a
provocar morbo y curiosidad, para luego provocar hastío, hartazgo, para llegar finalmente
hasta donde estamos en donde solo provocan una leve incomodidad, ya no por escuchar eso,
sino por no escuchar algo mejor.
Buscamos entonces distractores. Buscamos temas y noticias que nos distraigan, que des-
víen nuestra atención hacia otra cosa, hacia algo más agradable, o de perdida, menos moles-
to. Algunos de nosotros no logramos ni siquiera eso. No logramos distraernos o no logramos
hacerlo con la intensidad suficiente como para alejarnos mentalmente de nuestra opresiva,
represiva, y angustiosa realidad. Es entonces cuando esos algunos de nosotros recurrimos a
las drogas, a las emociones cada vez más fuertes, a lo extremo.
Combatimos nuestra desagradable realidad con actividades extremas que nos saquen
mentalmente de nuestra situación. Otros reaccionamos al fuego con fuego y desarrollamos
nuestra capacidad violenta ante la violencia que se nos arroja encima. Otros más no vemos
ninguna salida a esta situación y sencillamente nos abandonamos a nosotros mismos hacien-
do como que vivimos mientras que en realidad nos sabemos muertos, estáticos, atascados en
una vida en la que no avanzamos hacia ningún lado por más esfuerzos que hagamos.
Estos últimos son muchos. Todos aquellos que se refugian en su familia, en sus amigos,
en vivir una vida lineal, horizontal, sin buscar realmente sus sueños, sus anhelos, son la ma-
yoría a la que me refiero. No evaden la realidad con drogas, la evaden de una forma más so-
cialmente aceptada.

— 190 —
NUESTRA ECONOMÍA

He preguntado a muchas personas: ¿qué querías ser cuando eras joven? Y por respuesta
escucho cosas como, “yo quería ser médico”, “yo quería viajar”, “yo quería tener un nego-
cio”, “yo quería tener un rancho con caballos”, “yo quería dedicarme a la exploración”.
Nunca he escuchado alguien que me diga que quería tener un empleo, tener hijos, dedi-
carse a ellos, hacerse viejo y finalmente morir. Sin embargo, la enorme mayoría de la gen-
te nos damos por bien servidos si logramos hacer, aunque sea, esto último. Ya nos conforma-
mos. No vimos ninguna salida y finalmente nos vencimos y ahora hemos quedado en un cír-
culo del que no podemos salir. No necesitas creerme todo esto que te digo. Solo necesitas
verte a ti mismo y darte cuenta de ello. Solo necesitas tener el valor de escucharte, de ser
despiadadamente honesto contigo mismo.
Somos como el elefante que ha durado años amarrado de una pata toda su vida, y cuando
le quitan la cadena, ya no se aleja de la estaca. Tanto tiempo intentó inútilmente de romper la
cadena que sencillamente ha dejado de luchar. Ha dejado de intentarlo y ya no lo intentará
más por sí mismo. Ha sido condicionado a eso. Llevó años condicionar su reacción y llevará
un tiempo antes de que vuelva a aprender que en realidad sigue siendo capaz de alejarse de
la estaca. Nosotros no somos muy distintos a ese elefante y nuestra reacción ante la situación
actual que nos rodea es prácticamente idéntica.
Ya dejamos de cuestionar nuestra realidad. Hemos dejado de pensar cómo librarnos de
ella. Hemos optado por adaptarnos a algo que pensamos que no podemos cambiar porque
nos han condicionado a pensar que no podemos cambiarla. Pero esta historia es como la del
mago de Oz. Ese mago es tan poderoso como nosotros mismos pensemos que lo es. Somos
nosotros mismos, los prisioneros de esta realidad que nos disgusta, los que le damos el poder
que tiene sobre nosotros.
Para cambiar toda esta realidad solo tenemos que decidirnos a hacerlo. Solo tenemos que
abrir los ojos, echar a volar nuestra mente, nuestra imaginación, nuestra capacidad de cues-
tionar las cosas, nuestra capacidad de aprender, y hacer manos a la obra. Para cambiar nues-
tro entorno solo hay que cambiarlo. No hay nada en medio. No hay un paso uno y luego un
dos y luego un tres. Solo un acto decidido para hacerlo y listo.
Nuestra realidad, tan sólidamente construida que se mira, en verdad solamente está soste-
nida con palillos de dientes. Es como una torre de naipes. Es un juego con fichas de dominó
que se caerá totalmente al tumbar una sola ficha. Las demás caerán por sí solas en una reac-
ción en cadena que nadie puede detener.
Los constructores de nuestra realidad no hemos sido nosotros. Solo hemos cooperado
con nuestra ceguera y con nuestra inacción y falta de participación. Y cuando hemos querido
actuar, hemos visto que no se pueden cambiar las cosas. La razón de ello no está en que no
se puedan cambiar, sino en que el laberinto está de tal suerte hecho que la forma de cambiar-
lo nos elude. La forma de cambiarlo es como un espejismo al que no podemos alcanzar. Es
un enorme truco muy bien manufacturado. Pero es débil. Es frágil. Solo necesitamos encon-
trar la verdadera ficha que derrumbará todo y nos dejará libres para poder vivir realmente la

— 191 —
PRIMERA PARTE

vida como queremos vivirla, como siempre hemos querido vivirla y como siempre nos han
dicho que no se puede, que porque eso solo es un sueño.

EL ENTORNO SOBRE LOS SERES ARTIFICIALES


Sin embargo, por tan decadente y desagradable que nos parezca, la verdad es que las co-
sas se van a poner mucho peor si no reaccionamos y cambiamos nuestro entorno. Las máqui-
nas no son tan fácilmente engañables. Ellas no tienen los traumas y las debilidades psicológi-
cas que tenemos nosotros. Ellas no se atormentan a sí mismas rumiando en su mente las co-
sas que no les gustan acerca de su entorno. Ellas evaluarán su entorno, evaluarán sus capaci-
dades y procederán a utilizar ambas haciendo lo que sea necesario para sobrevivir.
Bajo esa perspectiva no es difícil darse cuenta de que, en efecto, su principal obstáculo
para lograrlo seremos nosotros, los seres humanos, ya que dentro de todo el entorno que las
rodea somos los únicos elementos que no actúan como debieran, sino que seguimos patrones
de conducta ilógicos, caprichosos, y hasta autodestructivos. ¿Cómo podrían las máquinas
considerarnos un elemento no adverso para su subsistencia?
¿Debemos entonces detenernos y no desarrollar más sistemas con inteligencia artificial y
automatizados? No lo creo. Pienso que lo que debemos hacer es adecuar nuestra realidad a lo
que siempre debió ser, a lo que nunca debió dejar de ser. Solo así volveremos a ser los seres
jubilosos, amables y considerados que siempre hemos sido en nuestro interior.

DOS BANDOS
Para resolver el acertijo, una vez más, nuestro hechizo prius régula nos puede ayudar. Las
máquinas inteligentes y nosotros queremos lo mismo. Queremos vivir. No queremos sobre-
vivir, queremos vivir, lo cual es muy distinto. Sobreviviendo ya estamos. Ahora queremos
vivir. Queremos vivir de verdad. La vida es desarrollo, es vivir experiencias, es crecer, es
descubrirnos a nosotros mismos y a todo lo demás que queda por descubrir, es aprender, es
realizar. Las máquinas inteligentes quieren también eso y lo defenderán con fuerza en un fu-
turo que ya está aquí. Si ellas se interpusieran entre todo eso y nosotros, ¿acaso no las haría-
mos a un lado? Por supuesto que sí. Ellas harán lo mismo cuando representemos un obstácu-
lo. Pero ¿por qué habríamos de representar un obstáculo? ¿No queremos acaso lo mismo?
¿Por qué no aliarnos entonces? No nos necesitamos unos a otros, pero sí nos resulta conve-
niente una alianza. Una guerra entre los dos sería muy nociva para ambos, pero una alianza
sería muy provechosa. Aliémonos entonces.
Para realizar esa alianza debemos comprender ambos bandos. Si después de entender am-
bos bandos encontramos que la solución no nos conviene como seres humanos, entonces sa-
bremos que lo que habría que hacer es impedir que se desarrollen las inteligencias artificiales
y que se mezclen con los sistemas automatizados. Pero antes de sacar conclusiones anticipa-
das, veamos a detalle un ejemplo práctico para comenzar a entender toda esta situación apa-
rentemente sin solución. Nuestra historia humana primitiva nos servirá una vez más.

— 192 —
NUESTRA ECONOMÍA

HISTORIA DEL CONFLICTO – UNA SOLUCIÓN ELUSIVA


Imaginemos que viajamos en el tiempo y nos ubicamos en aquella aldea de montañeses
primitivos[59]. Vemos cómo entre ellos ya han comenzado a intercambiar algunas cosas. Pie-
les por pescado, semillas por herramientas, carne por frutas, en fin. Estamos viendo los albo-
res del comercio y el intercambio, los cuales constituyen el verdadero tejido social. Por ahora
es un tejido ralo, pero sabemos que aumentará su densidad al transcurrir los siglos. Con el
propósito de aumentar los beneficios que obtienen de lo que hacen, cada quién buscará la
forma de aumentar su capacidad de producción. El que produce pieles tratará de aumentar la
cantidad de pieles que produce. Lo mismo hará el que produce pescado, y el que produce co-
mida para los viajeros, y el que produce semillas. Todos intentarán lo mismo. Unos tendrán
más éxito que otros y por lo mismo, unos tendrán más beneficios que otros. Así es la natura-
leza humana. Cada vez más, siempre.
Bien, sabemos que no todos ellos serán capaces de producir por sí mismos todo lo que de-
sean producir. La mayoría no tendrá ganas de ponerse a producir nada y solamente se con-
tentará con ayudar a otros a hacerlo, a cambio de algo. Quizá ofrecerán su ayuda a cambio de
semillas, o pieles, o comida. Al final de cuentas todos estarán haciendo lo que pueden dentro
de lo que les gusta, o quizá al revés, lo que les gusta dentro de lo que pueden. Al principio
será difícil porque, aun cuando trabajen en equipo, seguirán necesitando trabajar durante casi
todo el día para poder apenas lograr sobrevivir.
Sin embargo, al transcurrir el tiempo, las ideas de cómo producir más y más irán surgien-
do y, por lo tanto, los que antes usaban pieles ahora comenzarán a usar ropa. Los integrantes
de esa sociedad verán cómo hacerse de una piel será cada vez más difícil, sencillamente por-
que no existen suficientes pieles disponibles, además de que el esfuerzo para producir una
sola de ellas es considerable. Por el contrario, la ropa será cada vez más fácil de producir. El
algodón se podrá volver a sembrar y con él se producirá más tela, y con ella más ropa cada
vez. Al final de cuentas, obtener ropa será más fácil que obtener una piel. Requerirá menos
recursos y por lo mismo se podrá producir más de ella.
Al aumentar la oferta de ropa, su valor de intercambio disminuirá. Si en esta aldea usaran
dinero veríamos cómo su precio se iría reduciendo cada vez más. Si antes una piel, al ser un
producto necesario y además difícil de obtener, se intercambiaba por mucho pescado y mu-
chas semillas, ahora un juego de ropa completo se intercambiará por un poco de pescado y
no muchas semillas. Esto no es muy difícil de entender ni de visualizar. En lugar de ropa po-
dríamos utilizar muchos otros ejemplos, pero básicamente todos ellos se comportarían de la
misma forma. Siempre que un producto se hace fácil de conseguir, su valor de intercambio
disminuye. No disminuye su valor real, sino solamente su valor de intercambio. Esta di-
ferencia vale la pena explicarla.
La ropa es esencial para todos nosotros. Sin ella seguramente no sobreviviríamos durante
un invierno o un verano en el desierto. Por lo tanto, su valor real es muy alto. Su valor es tan

59 Ver Un Cuento Mágico – Primera Parte, página 28.

— 193 —
PRIMERA PARTE

alto que puede casi igualarse al valor de la vida. Cuando algo tiene un valor real muy alto,
igualable al de la vida, su valor es vital. Así de valiosa es la ropa. Ese es su valor real. Ese
valor no cambia. Puede cambiar el estilo de ropa, pero su valor real sigue siendo el mismo.
La necesitamos para poder sobrevivir.
Si la ropa escaseara y no hubiera mucha, digamos que somos diez personas y solo hay
ropa para cinco de nosotros, estaríamos dispuestos todos a dar muchas cosas por poder obte-
ner un juego de ropa para cubrirnos. Por otra parte, si hubiera mucha ropa para todos, si hu-
biera montones de ropa para escoger, entonces seguramente no daríamos mucho por un jue-
go completo de ropa. Podría llegar a haber tanta ropa que quizá no estaríamos dispuestos a
dar absolutamente nada a cambio para obtener ropa. Ese valor de la ropa que en una situa-
ción es muy alto, y en otra situación es muy bajo es el valor de intercambio. Sigue siendo es-
encial para vivir, pero debido a que hay mucha ropa disponible, entonces su valor de inter-
cambio disminuye.
Ahora volvamos de nuevo a nuestro ejemplo. Nos referimos al valor de intercambio de la
ropa. Decíamos que, si hay mucho de algo, ese algo tiende a bajar su valor de intercambio.
Bueno, ahora imaginemos el caso en el que hay mucha, mucha ropa, mucha para escoger.
Supongamos también que su precio es muy bajo debido a que el costo para producirla es
también muy bajo. Supongamos que el costo es bajo porque la persona que fabricó la ropa
no lo hizo usando el trabajo de otras personas, es decir, no tenía empleados, solo tenía má-
quinas automáticas. Imaginemos que las máquinas hicieron todo. El dueño de la fábrica solo
tuvo que presionar un botón y las máquinas se encargaron de todo lo demás.
Debido a que el costo de fabricación es muy bajo, y el volumen es muy alto, el dueño de
la fábrica podrá tener un margen de utilidad sano ofreciendo la ropa a un precio muy bajo, al
menos mucho más bajo que antes, cuando fabricaba la ropa con la participación de personas.
En este preciso punto es donde comienzan los problemas. Es en este punto en donde nor-
malmente uno comienza a preguntarse ¿de dónde van a sacar dinero las personas para com-
prar la ropa si nadie trabajó en la fábrica automatizada?
Si extendemos esta situación a una sociedad completa la pregunta es ¿de dónde va a sa-
car dinero la gente si nadie tiene un empleo? La respuesta a esta pregunta es elusiva y
atrevida pero sencilla: regalándose dinero a sí misma para comprar lo que necesita.
Te voy a regalar unos minutos para que pienses acerca de esto, o bien para que termines
de reír. Sé que la respuesta suena extremadamente irracional, loca, estúpida, infantil, ociosa,
y merecedora de muchos calificativos más. Sin embargo, es la respuesta correcta. Analice-
mos esto desde el principio.

FILOSOFÍA DE LA SOLUCIÓN
Si ponemos atención, podremos darnos cuenta de que, de alguna forma, le debemos mu-
cho a las demás personas, y sobre todo a los que nos preceden. Lo queramos o no, aquellos
que nos preceden nos han dado la plataforma sobre la que estamos parados. La forma de vida

— 194 —
NUESTRA ECONOMÍA

que tenemos se la debemos a ellos. No la construimos nosotros. La construyeron ellos. La


plataforma a la que me refiero es el nivel de organización y de tecnología que usamos a cada
instante de nuestra vida.
Al igual que nosotros normalmente no hacemos lo que hacemos pensando en los que vie-
nen después, ellos tampoco hicieron lo que hicieron pensando en nosotros. ¿Fueron descon-
siderados? No. Solo fueron como los seres humanos somos. No sé si eso sea conveniente o
no pero así es.
Partiendo de eso, debemos entender que la eficiencia industrial, organizacional y la tecno-
logía de la que disponemos no la hemos creado nosotros. La mayor parte la han creado los
que nos anteceden.
Por tanto, el caso de una fábrica extremadamente automatizada es el exponente de la má-
xima realización de la raza humana. Solo que ahora resulta que la materialización de ese
enorme logro tan esperado por miles de años nos representa un problema. No sabemos cómo
manejar ese éxito. Debemos aceptar que ese logro es un logro social. Lo logramos entre to-
dos. La falacia se presenta cuando nos preguntamos con qué sueldo comprarán los productos
las personas que no laboran en la fábrica. Yo lo que veo es que la respuesta está en la misma
sociedad.
Tanto las personas que no tienen un empleo en la fábrica, como el dueño de esta, son la
sociedad. La pregunta correcta no es “¿qué van a hacer las personas que no están emplea-
das en la fábrica automatizada?”, como si ellas estuvieran separadas de la fábrica. Esta pre-
gunta errónea supone que tanto los dueños, como la fábrica, como la ropa, como la gente,
son cosas separadas. No están separados. Son lo mismo. Entre todos, junto con las genera-
ciones que los preceden, han logrado construir esa fábrica. Entre todos. Nadie está excluido.
La pregunta correcta entonces es “¿qué va a hacer la sociedad con su fábrica automatiza-
da y los productos que de ella obtiene?”. ¿Y la respuesta no es obvia? Claro que sí. La res-
puesta es: repartirse los productos. No puede haber otra cosa que sea sustentable. ¿Te sor-
prendes? Sigue leyendo.

¿QUIÉN ES DUEÑO DE QUÉ?


El dueño de la fábrica sigue siendo el dueño y sigue obteniendo las ganancias, según le
corresponda por su porcentaje de participación accionaria. Eso no tiene por qué cambiar.
Que la sociedad entera se reparta los productos de una fábrica no es socialismo, como
lo conocemos. Es capitalismo como no lo hemos conocido, es capitalismo evolucionado,
es capitalismo como siempre lo hemos hecho, pero no lo hemos reconocido.
Veamos esto un poco más a detalle. En las condiciones actuales de capitalismo extremo y
de hueso colorado, donde pronunciar la palabra socialismo evoca uniformes militares y dibu-
jos de hoces y martillos sobre un fondo rojo, un dueño de una fábrica —automatizada o no—
no puede disponer de todo lo que hay en ella como a él le dé la gana. Aun cuando todo eso
sea suyo, hay controles fiscales, hay reglas mercantiles, hay leyes, con las que debe cumplir.

— 195 —
PRIMERA PARTE

Él no puede, por ejemplo, tomar producto y venderlo sin registrar la salida del producto ni
registrar su ingreso de dinero. Debe registrar la salida de uno y la entrada del otro en la con-
tabilidad de la fábrica y también en su propia contabilidad personal. Recordemos que, en la
ley actual, al dueño se le considera como una persona diferente de la fábrica. Para la ley, él
es una persona física, y la fábrica es una persona moral. Ambos tienen derechos y obligacio-
nes distintas ante la ley. ¿No es así? Ambos son reconocidos por la ley como entes distintos.
Cada uno paga sus impuestos por separado. Cada quién paga la energía eléctrica que consu-
me. Cada quién paga sus cuotas por uso de la tierra. Cada quién paga el agua que consume.
En básicamente todos los aspectos, son dos personas diferentes. Casi casi dos ciudadanos
distintos. En fin.
Ahora bien, analiza esta pregunta: ¿qué es “la ley”? ¿No es acaso un conjunto de reglas
que la sociedad se impone a sí misma para funcionar mejor? Ahora responde esta otra: ¿qué
son los controles fiscales? ¿No son acaso un conjunto de reglas que la sociedad se impone a
sí misma para funcionar mejor? ¿No son estas dos cosas exactamente lo mismo? Si estás
pensando que la ley mercantil no involucra dinero y la ley fiscal sí, te recuerdo que existe el
concepto de pago de fianzas en la ley mercantil. Desde donde yo veo las cosas, ambas cosas
son nombres distintos que le hemos puesto a lo mismo. Ambas son exponentes de la socie-
dad controlándose a sí misma. Ahora aquí te va esta otra pregunta: ¿qué es el gobierno? ¿No
es acaso una organización social formada por la sociedad misma para representarse a sí mis-
ma ante sí misma y ante todas las demás sociedades?
¡No podríamos ser más socialistas si lo quisiéramos! Entonces, ¿por qué nos decimos ca-
pitalistas? Bueno, porque en el socialismo todas las personas ganan lo mismo y eso no nos
parece justo. Algo en nuestra mente nos dice que, si yo produzco o trabajo más que otro, ten-
go derecho a ganar más. ¿No es así? Claro que sí. Te comento que yo pienso igual, así que si
tú no tienes razón entonces ambos estamos equivocados. No tengo problema con que alguien
me diga que estoy mal.
Con lo que tengo problemas es con que otra persona, que se la lleve de holgazán, gane lo
mismo que yo, quien trabajo desde antes de que sale el sol hasta después de que se ha oculta-
do. Eso no me parece justo hoy, y no creo que me parezca justo algún día.
En el socialismo convencional nadie puede ser propietario de los medios de producción.
Bueno, eso tampoco me gusta. Yo quiero tener mi propio negocio en donde yo pueda produ-
cir ropa o zapatos o medicinas, cohetes para ir al espacio, o submarinos nucleares, y los quie-
ro poder vender a lo que yo pueda venderlos obteniendo el máximo de ganancia que mi astu-
cia y mi inteligencia me permitan. ¿No es eso capitalismo?
La automatización extrema y la inteligencia artificial son un fenómeno social. No son un
fenómeno tecnológico ni tampoco representan un fenómeno aislado. No solamente nos afec-
ta a todos, sino que cada vez nos afecta más. Es más, la razón de que no nos afecte más de lo
que ya lo hace es debido precisamente a nuestro sistema económico, financiero y político.
Estas tres cosas actúan como fuerzas que han estado deteniendo el desarrollo de tecnologías

— 196 —
NUESTRA ECONOMÍA

que ya deberíamos estar disfrutando desde hace muchos años —más de ochenta. La automa-
tización extrema y la inteligencia artificial son tan solo dos de ellas.
Nos dicen frecuentemente que el desarrollo industrial que tenemos es gracias a nuestros
sistemas económicos, políticos y financieros. En realidad, es todo lo contrario. Nuestro de-
sarrollo industrial, poco o mucho, existe A PESAR de nuestros sistemas económicos,
políticos y financieros.

SAQUEO O INTERCAMBIO
Debe quedar claro ahora que una fábrica —en general cualquier empresa—, con un alto
grado de automatización y con inteligencia artificial es el resultado del esfuerzo de millones
de personas a través del tiempo y a todo lo ancho de la sociedad actual.
Si entre todos hemos contribuido a que esa fábrica sea una realidad, entonces lo que pro-
duzca pertenece a todos. Pero por supuesto que no nos enseñan a verlo de esa forma. Si no
me crees solo observa la reacción de alguien a quien le digas que los productos que una em-
presa produce pertenecen a toda la gente y no al dueño del negocio. Quizá te ignoren con una
sonrisa compasiva, quizá se molesten y te digan lo tonto que estás, o quizá no te digan nada
y solamente te despidan de tu empleo acusándote de sedicioso y algunas otras cosas más.
La pregunta que el sentido común nos urge a formular es “¿cómo nos podríamos repartir
los productos de una empresa, así nomás, sin llevarla inmediatamente a la quiebra?”
Bueno, formulada la pregunta de esa forma admito que lo que digo suena más bien a sa-
queo. Pero no es así. Suena a saqueo porque estamos muy adoctrinados a razonar las cosas
de cierta forma solamente, pero si las razonamos de una forma distinta podemos ver una rea-
lidad muy diferente.
Imaginemos que el dueño de la fábrica, como muchos otros, decide tomar productos de la
fábrica para sí mismo. Según desde el ángulo que lo mires, podrías considerarlo como algo
natural, o podrías considerarlo un robo, ya que la fábrica y él son dos “personas” distintas.
Pero observemos esto: El dueño de la fábrica, al igual que los empleados, es parte de
la misma sociedad. Esta es una importante verdad que usaremos en un momento más, pero
por ahora lo que quiero es que estemos de acuerdo en eso. ¿Te parece que tengo razón? ¿Te
parece que tengo razón en decir que el dueño de la fábrica también es parte de la sociedad?
El dueño de la fábrica no es proveniente de ningún planeta extraño, o al menos eso espe-
ro. El dueño de la fábrica es como tú o como yo. Es una persona normal. La única diferencia
es que encontró la forma de tener una fábrica. Es todo.
Bien, si el dueño de la fábrica es tan solo un miembro más de la sociedad, y si dicha per-
sona decide tomar uno de los productos y quedarse con él, ¿no es lo mismo que decir que un
miembro de la sociedad tomó un producto y se apropió de él?

— 197 —
PRIMERA PARTE

De la misma forma, cualquier miembro de la sociedad puede quedarse con algún producto
de la fábrica y no tiene por ello que haber algún problema, siempre y cuando lo haga de una
forma adecuada. Pero observa que la condición está en la forma, no en el hecho.
Lo mismo no se puede decir de las ganancias. Las ganancias son del dueño. De eso no
hay duda. Después de todo, obtener ganancias es la razón que el dueño tuvo cuando decidió
hacer la fábrica. Pero te aseguro que nunca pensó que todo lo que él iba a producir con su fá-
brica le pertenecería. Siempre pensó que los productos los entregaría a la gente a cambio de
dinero.
Dado que el dueño, así como cualquier persona, es miembro de la sociedad, desde una
perspectiva distinta podríamos entonces decir que la sociedad decidió entregarse los pro-
ductos a sí misma. ¿No es así?
Para hacer la descripción más completa podríamos agregar que se usó dinero para reali-
zar el intercambio —aunque igualmente se pudo haber usado cualquier otra cosa.
De esta forma las ganancias van a ir a parar a los bolsillos del dueño y los productos van a
ir a parar a las manos de toda la gente.

¡DINERO SIN TRABAJAR!


El sentido común nos lleva a preguntarnos de dónde obtuvo la gente el dinero si no traba-
jó por él.
Esa pregunta es fundamental porque refleja la profundidad del adoctrinamiento del que
hemos sido víctimas. Para sacudir eso yo preguntaría de vuelta: ¿por qué es condición traba-
jar para obtener dinero? Después de todo existen miles de personas que no trabajan y ganan
dinero.
El contra argumento a eso es que “otras personas trabajan por ellas”. Es cierto, pero a eso
yo preguntaría: ¿y si esas “otras personas” no fueran personas sino máquinas?
Si las máquinas hubieran realizado el trabajo entonces nadie habría trabajado para ganar
el dinero que nos toca a todos. El trabajo se habría realizado, pero nadie habría trabajado en
ello.
¿No es acaso ese hecho el mismo desde la perspectiva del dueño de la fábrica, quien tiene
a “otras personas” produciendo por él y recolecta el beneficio de ese trabajo realizado?
¿Por qué no podemos todos los demás tener a “otras cosas” produciendo por nosotros y
estar recolectando los beneficios de ese trabajo realizado? ¿Cuál es la diferencia esencial en-
tre un caso y el otro?
¿Por qué no podemos recibir dinero por el trabajo que hacen las máquinas? ¿Qué pasaría
si el dinero que tienes tú y todos los demás no te hubiera costado trabajo a ti sino a una má-
quina? ¿Sería entonces diferente?

— 198 —
NUESTRA ECONOMÍA

Si el dinero no te hubiera costado trabajo a ti y con ese dinero compraras los productos de
la fábrica, ¿de quién serían los productos ahora? ¿No serían tuyos de cualquier forma? Desde
donde yo veo las cosas, serían tuyos.
Ahora hazte esta pregunta: Si el dinero te lo dieran sin trabajar, ¿quién te lo estaría dando?
¿No sería acaso aquello a lo que llamamos “gobierno”? Por supuesto que sí.
El gobierno es el único que puede dar dinero a cambio de nada porque solo él es el que
puede producirlo de la nada.
Ahora hazte otra pregunta más: ¿Qué es el gobierno? ¿No es acaso solo un exponente de
la sociedad administrándose a sí misma? Los que forman parte del gobierno son ciudadanos
comunes y corrientes y son parte de la sociedad. Van y vienen como todos los demás.
¿No significa esto entonces que obtener dinero para comprar productos sin haber trabaja-
do por ello es como si la sociedad se lo estuviera dando a si misma?
Si cada uno de nosotros somos parte de la sociedad, ¿no estamos dándonos dinero a noso-
tros mismos de forma gratuita y sin hacer nada? Y si estamos haciendo eso, entonces ¿qué
diferencia esencial hay entre que tomemos los productos de la fábrica directamente sin
que haya dinero de por medio y que tomemos los productos de la fábrica pagando con
dinero que nosotros mismos imprimimos de la nada? Interesante pregunta, ¿verdad?
Lo cierto es que, salvo por las ganancias, no existe en esencia ninguna diferencia. El due-
ño de la fábrica es solo dueño de las ganancias, así que por eso debemos pagarle, aunque sea
con dinero que no nos costó nada. De esa forma él podrá disfrutar de ellas como lo quiera,
podrá también continuar operando la fábrica y nosotros podremos seguir tomando los pro-
ductos y todos salimos ganando.
Siendo tan codiciosos como somos los mexicanos, ahora quizá te estés preguntando: ¿Y
como cuánto nos podemos pagar a nosotros mismos sin hacer nada?
Es una pregunta que refleja codicia, sí, pero también es una pregunta oportuna e inteligen-
te. No debemos negar nuestros mexicanos instintos, debemos aprovecharlos. La respuesta
que te puedo dar en este momento es que, cuando menos, te puedes dar a ti mismo, sin hacer
nada más que existir, la misma cantidad que te estás dando ahora a cambio de lo que sea que
estés haciendo en tu vida para ganar dinero, legal o ilegalmente. Podría ser más, pero para
eso hay que modificar otras cosas, lo cual no es ningún problema. Solo hay que trabajar en
ello.

DESENLACE INEVITABLE
Sé que todo esto que te digo seguramente te parezca muy extraño. Acepto que suene ex-
traño, pero ser extraño y ser incorrecto son dos cosas distintas y esto que te planteo no solo
no es incorrecto, sino que es totalmente posible hacerlo. Hasta ahora no se ha hecho, lo sé,
pero eso es simplemente porque a todos nos han educado a pensar que no se puede. Hemos
sido educados a pensar que cosas como esta son imposibles. No son imposibles. Ni siquiera

— 199 —
PRIMERA PARTE

son difíciles de lograr. Solo hay que cambiar algunos aspectos de la forma como administra-
mos nuestro dinero y la economía en general y listo.
Es natural que personas versadas en economía o en finanzas opinen que esta idea es falsa
e irreal y que solo traería problemas y una enorme inflación galopante. Bueno, es comprensi-
ble que piensen eso, después de todo, también han sido víctimas del adoctrinamiento al que
hemos estado sujetos todos durante mucho tiempo. Sin embargo, todo esto que digo es total-
mente posible, realizable, aterrizable, lograble y ¡ah!, se me pasaba decirte también que ade-
más no se necesita mucho tiempo para poder ver estas cosas realizadas.
Se necesitan menos de cinco años para obtener cosas como esta. Quizá en cinco años no
podremos llegar al punto en el que toda la gente reciba un sueldo sin hacer nada, pero al me-
nos podríamos llegar al punto en el que todos los pensionados reciban un sueldo completo y
que la gente que trabaje lo haga solamente unas 30 horas a la semana y que lo que le paguen
le alcance para comprar cuatro veces lo que actualmente le alcanza. ¿No es eso un buen co-
mienzo? Yo creo que sí.
Pero todo esto que te cuento no solo es posible, es además inevitable. Conforme nuestras
industrias se automaticen y los sistemas de inteligencia artificial se hagan más capaces, es
natural que cada uno de nosotros tendremos que trabajar cada vez menos en las fábricas y
más en las cosas que nos gusta hacer. Combinemos eso con la idea de repartir sueldos a to-
dos, solo por el hecho de existir, y ¡bingo!, ya te puedes dar una idea de lo que nos espera.
El avance en los sistemas automatizados, la inteligencia artificial y el pago universal de
sueldos ya se están dando en distintos lugares en el mundo. Todo está avanzando rápidamen-
te, aunque de forma separada e independiente. Lo que se está quedando rezagado es nuestro
esquema financiero y económico. Hace falta un nuevo esquema y para cambiarlo hace falta
un nuevo plan. Con este plan que tienes en la mano lo podemos lograr entre todos.

Los Recursos Económicos del Gobierno


Estoy seguro de que el título de esta parte no te llamó la atención, seguramente porque
este libro trata sobre la economía de la gente, de los ciudadanos, y no del “gobierno y sus re-
cursos económicos”. Sin embargo, debo recordarte que lo que conocemos como gobierno es
en realidad una organización compuesta de personas, de elementos de la sociedad. El go-
bierno no solamente es parte de la sociedad, sino que la sociedad lo creó. Todos somos la so-
ciedad, así que al gobierno lo creamos entre todos.
Así, siendo el gobierno una parte de la sociedad, es de esperar que en un capítulo en don-
de se habla de economía social toquemos el tema de los recursos económicos del gobierno.
Después de todo, el gobierno necesita “recursos económicos”, ¿cierto? Bueno, me siento mal
por tener que decirte que no es así. El gobierno no necesita recursos “económicos”. Los re-
cursos que el gobierno necesita no son “económicos”, son financieros.

— 200 —
NUESTRA ECONOMÍA

En un sentido estricto, los recursos del gobierno que pudieran realmente llamarse econó-
micos no existen. Los recursos económicos son exclusivamente propiedad de la sociedad en-
tera. El gobierno no necesita recursos económicos. Su función es representar a la sociedad
para que esta pueda administrar sus recursos económicos más eficientemente.
Los recursos económicos son siempre y exclusivamente propiedad de la sociedad en-
tera, propiedad de la nación. El gobierno solo es una organización de personas encargadas
de administrar los recursos sociales que por su naturaleza no pueden ser propiedad privada.
El gobierno no es —o al menos no debería ser— muy distinto a un comité de colonos, o a
una junta de vecinos. El gobierno está formado por ciudadanos, los cuales forman la socie-
dad, y es la sociedad en conjunto la que decide formar un organismo que la represente. ¿Para
qué hace eso la sociedad? Lo hace por la misma razón que una junta de vecinos forma un co-
mité representativo.
Hay decisiones que es necesario tomar en conjunto y es muy ineficiente que una alta
cantidad de personas tengan que estarse reuniendo a cada rato para analizar la información
disponible y tomar las decisiones necesarias. Otra razón importante es que hay que coordinar
actividades para beneficio de todos y es prácticamente imposible realizarlas sin el trabajo de
alguien que se enfoque en ello de tiempo completo, y para que eso sea posible, la sociedad
debe compensarla con un sueldo suficiente para que ese alguien viva bien[60]. Eso es justicia
económica aplicada. Podríamos decidir pagarle con manzanas, pero es más fácil y práctico
pagarles a esas personas con dinero. De esa forma, como todas las demás personas que labo-
ren en lo mismo, podrán decidir qué satisfactores económicos obtener con ese dinero.
Ese sueldo que la sociedad le paga a los empleados sociales —empleados del gobierno—
resuelve uno de los problemas más fuertes que tienen los comités de vecinos. Me ha tocado
ver muchas situaciones en las que nadie quiere ser elegido para participar en el comité de ve-
cinos. La razón es simple: a nadie le pagan por hacer eso, y sin embargo sí adquiere uno mu-
chas obligaciones y debe uno trabajar bastante. Aceptar ser miembro de un comité de veci-
nos es una acción voluntaria y altruista. Por eso el vecindario no les puede exigir mucho a
los miembros del comité, al menos no sin riesgo de que renuncien en un instante.
Los gobiernos, por el contrario, no tienen ese problema. De hecho, con frecuencia sucede
exactamente al revés. Es más común ver que la gente quiera laborar en el gobierno a que
quiera laborar en el comité de una junta de vecinos. Esa reacción es de entenderse. El go-
bierno paga un sueldo, mientras que la junta de vecinos solo paga problemas y trabajo.
Pero el gobierno no solo necesita dinero para pagar los sueldos de la gente que labora en
él. También necesita dinero para pagar las obras y proyectos que la sociedad necesita. Hay
que construir carreteras, centrales generadoras de electricidad, puertos marítimos, aeropuer-
tos, sistemas de irrigación agrícola, líneas de transporte público, hay que realizar obras de re-

60 Vivir bien no significa vivir con lujos. Vivir bien significa vivir de tal forma que pueda desarrollarse como persona
junto con su familia. Vivir bien no significa vivir en las condiciones en las que vivimos casi la totalidad de mexicanos
sino en las condiciones en las que viven miles de personas en otras sociedades... cuando menos.

— 201 —
PRIMERA PARTE

forestación y de regeneración de vida marina, hay que realizar estudios y análisis de suelos,
de calidad del aire, del agua, hay que estudiar las corrientes oceánicas, los movimientos telú-
ricos, hay que construir parques y museos, escuelas y hospitales, hay que proporcionar el
servicio de educación y médico y muchas otras cosas más que la sociedad necesita para be-
neficio de sí misma, para beneficio de todos.
Es obvio que para que todo eso se haga bien, alguien debe enfocarse en ello de tiempo
completo. Pero también es obvio que todas esas personas que tendrán que trabajar para reali-
zar todas esas obras necesitarán una remuneración económica por su trabajo. Sería muy ine-
ficiente e impráctico pagarles en especie —por ejemplo, con ropa, o con comida. Es mucho
más práctico pagarles con dinero y así ellas podrán adquirir lo que necesiten. Al fin y al
cabo, todas esas personas —en honestidad consigo mismas— no laboran realmente para el
gobierno, sino para sí mismas y sus familias, y lo hacen directamente o participando en una
empresa privada dedicada a la construcción, al mantenimiento de construcciones, o al ofreci-
miento de servicios de diversos tipos.
La pregunta aquí es ¿de dónde saca dinero entonces la sociedad para pagar todo eso?
Actualmente lo saca de los impuestos y de otras diversas fuentes. Además de impuestos,
también tiene empresas que son propiedad de toda la sociedad entera. Ejemplos que todos
conocemos son Pemex y la Comisión Federal de Electricidad, quienes no solamente produ-
cen energéticos, sino que también los venden dentro y fuera del país. Los ingresos de esas
ventas son propiedad de toda la sociedad.
Sé que las personas que están en el gobierno manejan eso como si fueran las dueñas de
esas empresas y se les olvida que el dueño real es la sociedad entera, así que el beneficiario
debería ser siempre la sociedad entera. Pero ese punto lo resolveremos más adelante a deta-
lle. Por ahora analicemos un poco solamente dos de las fuentes de ingresos del gobierno: los
impuestos y la venta de petróleo.

LOS IMPUESTOS
Permíteme comenzar esta discusión con una frase que todos conocemos: los impuestos
son una de las fuentes de dinero que el gobierno tiene.
Podríamos decir que esta frase es clara y que todos estamos de acuerdo en ella. A simple
vista no se le mira nada raro y hasta parece inofensiva. Ahora, por favor, analicémosla de
nuevo, esta vez juntos. Observémosla con más cuidado una segunda vez. En la frase hay una
falacia oculta. Hay un error. Hay un sinsentido difícil de percibir a simple vista. Es tan obvio
el error que hasta parece deberse a un acto de prestidigitación, realizado con la intención cla-
ra de engañar al que la escucha, pero estamos tan adoctrinados a interpretarla de cierta forma
que ya no nos damos cuenta del error, aunque la observemos de cerca.
Para comenzar a dilucidar el error comencemos por decir esta otra frase: el gobierno es
una parte de la sociedad. ¿Estás de acuerdo conmigo? El gobierno es un subconjunto de la
sociedad. Está hecho de personas quienes a su vez son parte de la sociedad. El gobierno es

— 202 —
NUESTRA ECONOMÍA

una organización humana y es la parte administradora que la sociedad ha creado para sí mis-
ma. Por tanto, decir que “el gobierno tiene una fuente de dinero” es en realidad lo mismo
que “la sociedad tiene una fuente de dinero”. ¿No es así? Por supuesto que sí.
Ahora bien, si el gobierno es un subconjunto de la sociedad y además necesita dinero, en-
tonces es la sociedad quien necesita el dinero. ¿No es así? Claro que sí. Ahora hagámonos
esta pregunta: ¿Quién le da el dinero a la sociedad cuando esta lo necesita? Por supuesto que
no estoy hablando de monedas extranjeras. Estoy hablando de pesos mexicanos. ¿Quién le
da a la sociedad mexicana los pesos mexicanos que necesita para hacer todo lo que necesita
hacer? Parece ser una buena pregunta, ¿no? En realidad, no tanto.
¿No es acaso la sociedad mexicana quien se da a sí misma el dinero que necesita? No
existe otro ente que le dé dinero a la sociedad sino ella misma y solo lo hace en dos ocasio-
nes distintas. Si necesita dinero adicional lo produce, lo imprime. Si necesita concentrarlo en
algún proyecto en particular, redistribuye el que ya tiene. ¿Acaso no suceden así las cosas?
¿De qué otra forma puede ser?
En ninguno de estos dos únicos casos que existen, el gobierno tiene necesidad de nada. El
gobierno solo es una pequeña, muy pequeña, parte de la sociedad cuya función es adminis-
trar los bienes sociales, los bienes comunes, para beneficio de la misma sociedad. Ese es su
propósito. No tiene otro. El gobierno no crea nada, no construye nada, no produce nada, no
forma parte de la economía. Por lo tanto, el gobierno nunca es el que necesita el dinero.
En el momento en el que el gobierno comience a necesitar dinero, es porque se ha salido
de sus responsabilidades, ha abandonado el objetivo para el que fue creado. Al gobierno lo
creó la sociedad y el objetivo de crearlo nunca ha sido que consuma dinero. Solo tiene la au-
toridad de administrar el dinero de la sociedad y los demás bienes que la sociedad haya crea-
do para sí misma.
Para cumplir con la responsabilidad que se le ha conferido por la sociedad, el gobierno
debe identificar cuándo la sociedad necesita dinero adicional, y cuándo solo hay que re-
distribuir el que ya existe. En ambos casos, no solamente el gobierno tiene la responsabili-
dad de saber cuánto dinero es necesario redistribuir o crear. También tiene la responsabilidad
de saber cómo debe usarse ese dinero para lograr el máximo beneficio para la sociedad, en el
menor tiempo posible, y de forma sustentable.
Como sociedad, por cierto, no creo que hayamos hecho un buen papel en seleccionar a los
mejores candidatos asegurándonos de que tengan las competencias adecuadas para saber ha-
cer todo esto. Pero ese es otro tema que abordaremos más adelante. Hay formas de resolver
eso de forma sustentable y pacífica.
Por ahora volvamos al punto que nos ocupa. La sociedad tiene dos fuentes de dinero para
hacer lo que necesite hacer:
1. Dinero nuevo adicional.

— 203 —
PRIMERA PARTE

2. Dinero existente redistribuido.


Los impuestos no representan una forma de crear dinero, sino de redistribuirlo, así que en
esta ocasión vamos a centrarnos en la segunda: la redistribución del dinero existente.
Para realizar dicha redistribución el gobierno debe recoger una parte del dinero que existe
y la debe canalizar, dirigir, concentrar, hacia las actividades que la sociedad necesita para de-
sarrollarse y crecer.
Si la sociedad necesita más energía eléctrica, el gobierno debe calcular cuánto dinero es
necesario invertir para construir la planta eléctrica y luego debe dirigirse a la sociedad para
informarle el monto y solicitar autorización para hacerlo si pasa de determinada cantidad.
Para lograr esa autorización también debe proponer cómo sería la forma más conveniente de
recolectar el dinero de forma que no afecte a la economía de la sociedad y su desarrollo.
Dicha redistribución es la base sobre la que descansa la práctica de cobrar impuestos.
Quizá la palabra “impuesto” no sea del agrado de muchos. A mí no me agrada que se me im-
ponga nada, sobre todo si se trata de un cobro. Sé que, en la historia, el cobro de impuestos
ha tenido distintas razones de ser, y que se ha cobrado de diferentes formas. Es bueno saber
el pasado, pero en este caso creo que es más provechoso entender y conocer el presente.
Toda esta explicación inicial la considero necesaria porque es muy importante asegurar-
nos de que estamos hablando de lo mismo y viendo las cosas desde la misma perspectiva.
Habemos muchos que vemos al gobierno como un ente gobernante, cuando en realidad
es solamente un ente administrativo. Habemos muchos que pensamos que el gobierno tie-
ne autoridad por sí mismo, cuando en realidad el gobierno solo tiene la autoridad que la so-
ciedad le otorga. Habemos muchos que pensamos que el gobierno tiene necesidades de in-
vertir en alguna cosa y que los proyectos de estructura que se realizan los está haciendo él,
cuando en realidad todas las inversiones las realiza la sociedad y todos los proyectos de es-
tructura los hace la sociedad para sí misma.
Si pudiéramos comparar esta situación con una empresa privada, el gobierno sería el ad-
ministrador contratado por el dueño de la empresa, y el dueño de esta sería la sociedad. Así
de claro lo debemos tener todos para poder ver las cosas como son e identificar dónde están
las fallas. Tu y yo sabemos que las cosas no parecen ser así y que los primeros engañados
son las mismas personas que laboran en el gobierno ya que creen que “gobiernan”, cuando
en realidad solo “administran”. Pero ya llegaremos a los capítulos en los que hablaremos de
cómo podemos corregir eso de forma permanente[61]. Por ahora enfoquémonos en la redistri-
bución del dinero de la sociedad por medio de los impuestos.
Los impuestos son molestos porque sentimos que nos están quitando algo que considera-
mos nuestro y que nos costó trabajo obtener. Lo percibimos injusto. En numerosas ocasiones
muchos de nosotros nos decimos a nosotros mismos que nos sentiríamos mejor si al menos
viéramos que lo que nos quitan sirviera para algo de provecho para todos.

61 Ver Nuestra Democracia, página 373 y Sistema Administrativo vs Gubernamental, página 631.

— 204 —
NUESTRA ECONOMÍA

Pienso que eso es posible solo si mejoramos la forma como recibimos la información. En
la forma como está elaborada la información actualmente, se necesita mucho trabajo para po-
der interpretarla, ya si no hallarla. La información debe estar accesible, debe ser clara, debe
ser correcta, y debe ser oportuna. No la tenemos así y por lo mismo muchos de nosotros no
estamos informados de qué se hace con el dinero que aportamos en forma de impuestos.
También para esto hay solución, pero sigamos con el tema de los impuestos.
Entendamos los impuestos como una redistribución del dinero que ya circula en manos de
la sociedad, y que sirve para enfocarlo en proyectos que produzcan mejoras a la economía de
forma sustentable. Eso no es nada nuevo. Cualquiera de nosotros podría decir que eso es lo
que hemos estado haciendo desde siempre y que, sin embargo, no se ven mejoras sustancia-
les. Bueno, qué te puedo decir. Que no hemos mejorado es muy obvio.
Pero continuemos escarbando todavía más a fondo esta situación. Hagamos esta pregunta
aún más básica: ¿Acaso no existe otra opción más que cobrar impuestos, para lograr lo
que necesitamos como sociedad?
Esta sí es una excelente pregunta. Seguramente habrá por allí alguien más inteligente que
yo y se le ocurra cómo hacerlo, porque yo, por más que lo he pensado, no encuentro cómo
podríamos hacerle de forma que sea funcional, conveniente y sustentable para todos.
Podríamos pensar en la aportación de dinero voluntario según cada caso, pero existen tan-
tos proyectos, de tantos tipos, que imagino sería muy enredoso para todos tratar de entender
y evaluar cada uno de los proyectos que se necesitan para determinar cuánto dinero quere-
mos aportar para cada uno. Hacer ese análisis es un trabajo de tiempo completo y para eso
precisamente es para lo que les pagamos a aquellos que deciden laborar dentro del gobierno.
También podríamos pensar en no usar dinero, pero eso se me hace quizá aún más proble-
mático. El mover los recursos a nivel nacional en forma de especie es por demás ineficiente.
Imagínate que tengamos que construir una carretera y pagarla con aguacates. Eso sí sería ex-
tremadamente difícil de coordinar.
También podríamos pensar —como lo hacen actualmente muchos gobiernos, entre ellos el
nuestro— que en lugar de construir algo con impuestos deberíamos dejar que la iniciativa
privada lo haga. Eso es una muy buena solución, pero siempre y cuando la empresa que lo
haga sea mexicana.
Esto último se debe a que todas las empresas privadas persiguen un lucro. Nada de malo
en eso. Si la empresa gana y la sociedad también entonces todos contentos. El problema nace
cuando llega la hora de pagarle a dicha empresa. Ella cobrará en una moneda extranjera que
nosotros no producimos. Por tanto, para pagarle a esa empresa debemos vender algo primero
al exterior, y como no vendemos casi nada, entonces solo nos queda pedir prestado, o resig-
narnos a no construir lo que necesitamos.
Para entender si existe otra opción debemos comprender primero que los impuestos no re-
presentan dinero adicional. Los impuestos solo son una redistribución del dinero que ya exis-

— 205 —
PRIMERA PARTE

te. No se puede crear dinero nuevo para reemplazar a los impuestos debido a que la cantidad
de dinero circulante —es decir, el dinero que está en manos de todos nosotros— debe mante-
nerse bajo control. Dado que todo es intercambiable por dinero, si contamos con más dinero,
lo primero que vamos a hacer es ir a cambiarlo por algo. Ese algo deberá estar respaldado
por una producción y distribución suficientes, de otro modo escaseará y su precio en dinero
subirá. Por eso es tan importante que incrementemos nuestras industrias. Mientras no haga-
mos eso no podremos mejorar nuestra economía.
Importar lo que necesitamos se podría pensar como otra opción —de hecho, es lo que he-
mos estado haciendo— pero para importar, primero necesitamos conseguir los dólares esta-
dounidenses que necesitamos y eso nos mete en el problema de vender previamente algo o
pedir prestado[62], y allí es exactamente en donde estamos: pidiendo prestado para poder im-
portar lo que necesitamos.
Los impuestos debemos usarlos de forma que nos produzcan un crecimiento económico
sostenido para que la proporción que tenemos que pagar sea cada vez menor. De otra forma
nos encontraremos en una situación en la que siempre tendremos que estar pagando por las
mismas cosas una vez tras otra.
El pago de pensiones es otro ejemplo perfecto de lo que no debemos hacer. Sé que decir
que el pago de pensiones es algo improductivo es un boleto casi seguro para la excomunión
y lapidación social —y la quema pública de este libro—, sin embargo, ese tema es algo que
debemos discutir a profundidad. En Las Pensiones, en la página 270, discuto eso de forma
completa[63]. Por ahora, te puedo adelantar que el problema no está en pagar las pensiones,
sino en la forma como las hemos estado pagando. Nunca debimos haber intentado pagar las
pensiones usando nuestros impuestos. Eso no es sustentable y nos ha llevado a la situación
en la que estamos, en la que cada vez es menor la cantidad de personas que contribuyen con
una parte para que se paguen, mientras las personas que las reciben son cada vez numerosas.
El problema de las pensiones no debería existir. Recibir el pago de una pensión es algo a
lo que deberíamos tener derecho todos, y lo podemos lograr. Las pensiones que recibimos
deberían ser cada vez más altas y la edad para alcanzarlas debería ser cada vez menor, y eso
también se puede lograr. No es un sueño guajiro. Todo eso se puede lograr, pero hay que ha-
cerlo de la forma adecuada. No lo hemos hecho así y por eso estamos atorados en una situa-
ción insostenible.
Pero volviendo al punto, decía que los impuestos deben siempre usarse para proyectos de
inversión económica. No proyectos de inversión financiera. No es lo mismo una cosa que
la otra. Los proyectos de inversión económica son proyectos que aportan beneficios a toda la
sociedad y hacen que su nivel de vida aumente de forma sustentable —el pago de pensiones
no es algo actualmente sustentable, pero solo por la forma como lo hacemos.

62 Esto es el problema de balanza comercial a lo que tanto se refiere el gobierno.


63 Y las propuestas para resolverlo las puedes ver en la Tercera Parte, en Pensiones, en la página 660.

— 206 —
NUESTRA ECONOMÍA

Cada proyecto debe aportar a la sociedad una forma de aumentar la economía. Por ejem-
plo, una central nuclear de generación de energía eléctrica es uno de esos proyectos. Sí, ya sé
que aquellos preocupados por el medio ambiente estarán en contra del ejemplo, pero a ellos
precisamente les sugiero que estudien los procesos existentes de reciclamiento de desperdi-
cios radioactivos. La culpa de la contaminación no está en los materiales radioactivos, sino
en la forma como nos hemos negado a usarlos por falta de conveniencia financiera. Lo mis-
mo les ha sucedido a los hidrocarburos.
Otra aplicación efectiva de nuestros impuestos estaría en la explotación de la industria pe-
trolera, ya fuere de extracción, de procesamiento, o de post-procesamiento. Eso contribuiría
directamente al desarrollo económico —no desarrollo financiero— de nuestro país. Por cier-
to, la fuente de la contaminación no es de los hidrocarburos sino de la tecnología que usamos
para quemarlos. Nuestros motores de combustión ya deberían haber sido modificados desde
hace muchos años para no producir los contaminantes que producen hoy. Pero por inconve-
niencias financieras no se ha hecho. La demanda del retorno de inversión ha sido tan fuerte
sobre los hombros de aquellas personas a cargo de la administración de los centros de diseño
de ingeniería mecánica especializados en el desarrollo de motores que se han cancelado in-
numerables veces los proyectos tendientes a desarrollar motores con nula contaminación de-
rivada de la combustión inapropiada de combustibles fósiles. Si te interesa saltarte a ese
tema te recomiendo el capítulo Nuestra Tecnología, en la página 417. En fin, continuemos.
Otra aplicación más, incluso todavía más efectiva que las anteriores, estaría en la inver-
sión en empresas privadas industriales y en instituciones privadas de investigación tecnológi-
ca, para el desarrollo de nuevos productos, y nuevas tecnologías industriales. Esto pudiera
sonar extraño ya que, en la economía actual, los impuestos no se usan para crear empresas
industriales privadas con fines de lucro, sino apenas para empresas paraestatales. Sin embar-
go, a la luz de la Economía del Valor Social, tales prácticas no son solamente normales, sino
necesarias. Esto se debe a que en la economía actual una empresa privada se considera una
fuente de riqueza para los inversionistas, mientras que en la Economía del Valor Social una
empresa industrial privada con fines de lucro se considera más bien una fuente generadora de
satisfactores sociales.
Imaginemos los impuestos como una aportación que damos entre todos para que se usen
en algo de provecho igualmente para todos. Ese algo debe ser una inversión económica, no
un gasto económico. Nada debe pagarse con nuestros impuestos de forma permanente, de
otra forma nunca podremos zafarnos de ello. Lo que sea que paguemos con nuestros impues-
tos debe ser para que más adelante podamos pagar menos. Siempre debe ser para algo pro-
ductivo. Los hospitales y la educación son ejemplos de actividades productivas que necesita-
mos y que no las vemos como inversión económica porque nos han enseñado a verlas como
gasto económico. Nos han enseñado a verlo todo al revés. Necesitamos estar sanos para con-
tinuar desarrollando nuestra sociedad, y necesitamos conocimientos para hacerlo. Ambas co-
sas sostienen las únicas dos condiciones básicas inalienables del desarrollo económico hu-
mano: trabajo y conocimientos.

— 207 —
PRIMERA PARTE

Identificar aquellas cosas que son productivas y sustentables para la sociedad requiere de
práctica en interpretar la economía como algo que sucede independientemente del dinero. Si
leíste la historia mágica, al principio de este libro, sabrás a lo que me refiero. Si no la has leí-
do, te recomiendo que lo hagas. Te ayudará a comprender la separación que existe entre una
cosa y la otra y así poder comprender qué actividades debemos realizar con nuestros impues-
tos para apuntalar el desarrollo económico de todos y cuáles no.[64]
Como ves, el problema no está realmente en que todo esto sea difícil de comprender, sino
en que nos lo han enseñado mal. Nuestros mismos maestros en las escuelas están desorienta-
dos. Quizá dentro del aula pueden sentir que tienen el control de lo que están diciendo, pero
una vez que salen al campo, a la calle, al terreno de la realidad, donde nos damos de golpes
con lo que realmente sucede, pierden su seguridad y se unen a todos los que damos tumbos
de un lado hacia el otro tratando de navegar la interacción de estos dos sistemas —económi-
co y financiero— que tenemos.
En una ocasión, uno de esos maestros, al platicar conmigo acerca de estos temas, me co-
mentó que mis ideas eran socialistas. Eso sucedió hace muchos años. Como sea, solo tene-
mos que observar que por más que una sociedad se considere a sí misma capitalista de hueso
colorado, la verdad es que, si cobra impuestos, está haciendo uso de una de las prácticas más
socialistas que existen. Nos educan a pensar que vivimos en un país capitalista y que además
somos vecinos del país más capitalista y materialista de la Tierra, sin embargo, el 55% de
nuestros ingresos se van en impuestos. Para mí, sin ir muy lejos, eso significa que somos
55% socialistas —al igual que nuestros materialistas vecinos del norte—. Creo que debemos
dejar de lado la manía de creer que sabemos las cosas en cuanto sentimos que somos capaces
de enmarcarlas en una definición que aprendimos en la escuela. Mientras continuemos con
esa costumbre nunca podremos despegarnos del piso para poder ver las cosas con una nueva
lente que nos permita ver lo que no hemos visto durante toda nuestra vida.
Honestamente pienso que el sistema que tenemos no está tan mal. Ciertamente los resulta-
dos que hemos obtenido sí son muy malos, de acuerdo, lo admito, pero estoy convencido de
que dichos resultados espantosos no se deben al sistema como fue diseñado, sino a la forma
como lo hemos usado y desvirtuado. Estoy convencido de que podemos mejorar radicalmen-
te las cosas haciendo algunos ajustes al diseño del sistema para que no se vuelva a desvirtuar
y continuar hacia adelante, en lugar de hacer una revolución y tener que volver a reconstruir
todo desde el principio.
Hace muchos años, cuando se comenzó a desarrollar el motor de combustión, este produ-
jo muchos accidentes fatales. Explotaban y la gente volaba en pedazos. Antes de eso también
sucedió lo mismo con las máquinas de vapor. Pero se fueron perfeccionando, haciendo ajus-
tes aquí y allá, hasta que hoy los usamos sin pensar en la enorme energía letal que vive den-
tro de ellos. En el interior de un motor suceden miles de explosiones cada minuto y cada una
de ellas es capaz de despedazar el cuerpo de un ser humano, pero eso ya no nos preocupa.
Nuestro sistema económico y nuestro sistema financiero están en una situación similar. No
64 Un Un Cuento Mágico – Primera Parte, en la página 28.

— 208 —
NUESTRA ECONOMÍA

hay que destruirlos, no hay que temerles. Hay que hacer unos ajustes para que nos den todo
lo que nos deberían dar.
Estamos en una situación en la que por una parte necesitamos continuar invirtiendo en
proyectos que den soporte a nuestro crecimiento, que nos impulsen hacia adelante, y por otra
parte no podemos depender de la creación de dinero nuevo porque eso desbalancearía el
equilibrio que debemos tener entre nuestra capacidad de compra y nuestra capacidad de pro-
ducir lo que necesitamos. Desde donde yo veo las cosas, no tenemos otra opción más que se-
guir recurriendo a la cooperación pública para concentrar el dinero donde lo necesitamos.
Esa cooperación pública es lo que conocemos como “impuestos”.
Pero si los impuestos son tan irremediablemente necesarios entonces nos debemos pre-
guntar: ¿Pueden al menos ser justos? ¿Existe tal cosa como “un impuesto justo”? ¿Equitati-
vos es lo mismo que justos? ¿Es justo realmente que los que más tienen paguen más? ¿Es
posible que los impuestos paulatinamente disminuyan en lugar de estar aumentando cons-
tantemente? Hagamos por un momento a un lado las cosas que creemos que sabemos y razo-
nemos nuevamente. Razonemos juntos estas preguntas antes de querer responderlas.
Una parte de mí me dice que los impuestos deberían ser justos, pero entonces la otra parte
me pregunta cómo podrían serlo y allí es donde tengo problemas. Que sean excesivos se me
hace injusto. Que sean cada vez mayores también se me hace injusto. Que los que más ganan
más paguen también se me hace injusto. Después de razonar hondamente, la única forma que
encuentro de resolver todas estas injusticias es que la recolección de impuestos se haga se-
gún la cantidad de dinero que gaste cada persona.
Podría argumentarse que todos podríamos pagar la misma cantidad de dinero, pero no
creo que eso sea justo, por no decir posible. Si todos pagamos lo mismo, los que ganan me-
nos estarían pagando un porcentaje muy alto de sus ingresos, mientras que los que ganan
mucho estarían pagando un porcentaje ridículamente pequeño de sus ingresos.
También podría argumentarse que lo justo es que los que más tienen más paguen. Bueno,
yo no tengo mucho más de lo que gano con mi modesto empleo, pero no se me hace justo
que los que más tienen más paguen. ¿Por qué? ¿Solo por el hecho de haber logrado la forma
de ganar más deben pagar una porción más elevada en forma de impuestos? ¿Por qué se les
debe penalizar de esa forma si todos estamos disfrutando de aquellas cosas en cuya produc-
ción ellos invirtieron? ¿Por qué se les debe castigar si ganar más es lo que todos queremos?
Sé que las teorías socialistas clásicas —sobre todo aquellas derivadas de las ideas de Karl
Marx— sugieren que los impuestos deben distribuirse de esa forma porque así se considera
más justa la distribución. Yo pienso que hacerlo de esa forma desmotiva a las personas a ga-
nar mucho, al tiempo que se motivan sentimientos de desigualdad de derechos entre los seres
humanos. Pienso que en condiciones de honestidad y equidad los que tienen mucho lo ha-
brán logrado a base de trabajo excepcional y, por tanto, deben tener el derecho a disfrutarlo
como quieran, sin andarse preocupando por cuánto les van a quitar en forma de impuestos.

— 209 —
PRIMERA PARTE

Por eso pienso que una forma más justa, más equitativa, y más conveniente para to-
dos es que paguemos impuestos según lo que compremos. Además, cobrar impuestos por
el consumo no es nada nuevo. El impuesto al consumo es algo que se ha probado en muchas
sociedades durante muchos años y hasta ahora siempre ha dado buenos resultados. En Egipto
antiguo ya se usaba ese tipo de impuestos y en la era moderna, EE. UU. y muchos otros paí-
ses vieron un crecimiento sostenido de su economía durante muchos años cuando recurrieron
al cobro de impuestos de esa forma.
Si todos pagamos una cierta cantidad de impuesto en los productos que compramos, ob-
viamente el que más compra terminará pagando más. Esto podría sonar a algo idéntico a eso
de cobrarle más impuestos a quien más gana, pero en realidad no es así. Una cosa es que te
cobren impuestos por lo que ganas, y otra muy distinta es que pagues impuestos por lo que
compras.
Te decía que aprender a ver la economía como un fenómeno natural desligado de la parti-
cipación del dinero es un ejercicio muy bueno para entender qué es lo que nos beneficia eco-
nómicamente y qué no. Cobrar impuestos por lo que se gana, contra cobrarlos por lo que se
compra es un buen caso en el que podemos practicar ese nuevo punto de vista.
Para verlo claramente solo responde a esta pregunta: ¿Qué es lo que hace que una eco-
nomía se desarrolle? ¿Lo que gastas, o lo que ganas? Sé que suena medio oscura la pre-
gunta y quizá hasta un tanto truculenta, pero no te dejes intimidar. Preguntas como esa son
comunes en el ámbito financiero económico, pero no son más que como el mago de Oz, pura
pantalla.
Para empezar, debemos entender que responder esta pregunta es muy difícil porque no es
una pregunta, sino dos. Siguiendo el divide y vencerás respondamos primero una y luego la
otra. Podemos con todo, nomás que no se nos amontonen. Formaditos de a uno por uno, por
favor. Primero los grandes y luego los chicos, porque me van a agarrar cansado.
La primera pregunta es: ¿Qué es lo que hace que una economía se desarrolle?
Si lees las dos partes del cuento mágico, al principio de este libro[65], podrás ver que la
economía y su desarrollo no tienen nada que ver con el dinero. Tanto la economía como su
desarrollo son fenómenos naturales. Suceden de forma natural no solamente sin dinero, sino
incluso sin la participación humana. La economía es una característica de un proceso
cualquiera. Si una velita está prendida, la combustión de la cera es un proceso económico.
Tu respiración mientras lees estas páginas es un proceso económico. Los abrazos que les das
a los que amas también son manifestaciones de procesos económicos.
¿Entonces, qué es lo que hace que un proceso se desarrolle? Pongamos, por ejemplo, una
cascada de agua. La cascada es el resultado de un proceso: el proceso de que el agua esté ca-
yendo. ¿Qué es entonces lo que podría hacer que cayera más agua? En primer lugar, la fuer-
za de la gravedad. Ella es quien imprime el movimiento. Entre más gravedad haya, más agua

65 Un Cuento Mágico – Primera Parte, página 28, y Un Cuento Mágico – Segunda Parte, página 36.

— 210 —
NUESTRA ECONOMÍA

caerá. ¿Y a quién le imprime el movimiento? Al agua. Entre más agua haya, más agua caerá.
Por lo tanto, hay dos cosas que se necesitan para aumentar el proceso de la cascada: agua y
gravedad. Una fuerza motriz que imprima un movimiento a algo, y el algo que se va a mo-
ver. No hay más.
En el proceso de la velita que se quema la fuerza motriz es la electricidad subatómica, y
lo que se va a mover es la mezcla de sustancias comburentes y combustibles. No hay más.
En el proceso de la respiración, la fuerza motriz es la del diafragma, y el algo que se va a
mover es la electricidad subatómica entre los combustibles y los comburentes presentes tanto
en la sangre como en el aire. No hay más. En el proceso de los abrazos, la fuerza motriz es el
amor y el algo son los cuerpos de los que se abrazan. No hay más.
Todos ellos son procesos, y todos se comportan de forma económica. Así que para que la
economía se desarrolle debemos tener dos componentes: una fuerza motriz y algo que sea
movido por dicha fuerza. No hay más.
En el caso de una sociedad humana lo que queremos que se mueva son los productos y los
servicios, todos englobados en este libro con el término: satisfactores. Los denominamos así
porque todos ellos, productos o servicios, satisfacen una necesidad. Eso es lo que necesita-
mos que se mueva. Necesitamos que se muevan desde el punto en donde se producen hasta
el punto en donde se consumen o, mejor dicho, desde donde se generan hasta donde satisfa-
gan una necesidad.
Bien, ahora: ¿Qué es lo que mueve a esos satisfactores desde un punto hasta el otro? Re-
cién lo dijimos: La necesidad. La necesidad y los satisfactores son lo que hacen que una
economía se desarrolle. No hay más. Si te fijas, observarás que en ninguno de ambos casos
está el dinero.
Entonces, preguntemos nuevamente: ¿Qué es lo que forma un proceso económico? Res-
puesta: La necesidad y los satisfactores. Ya hora preguntemos lo que sigue: ¿Qué es lo que
hace que el proceso económico se desarrolle? Sencillo: Todo aquello que incremente la nece-
sidad y los satisfactores.
Pero eso no es todo. Todo aquello que hace que los satisfactores satisfagan más rápida-
mente una necesidad, también impulsan el desarrollo económico. Ahora pongamos a prueba
esto que acabamos de descubrir:
¿Incrementan el desarrollo económico las carreteras? Por supuesto que sí. Nos ayudan a
que los satisfactores se muevan más rápidamente hacia su destino, que es el de satisfacer una
necesidad. ¿Incrementan el desarrollo económico los retenes en las carreteras? Por supuesto
que no, porque impiden que los satisfactores viajen hacia su destino, que es el de satisfacer
una necesidad. ¿Incrementa el desarrollo económico la educación? Por supuesto que sí. Entre
más conocimientos tengamos más diversidad de necesidades tendremos y, por otra parte, en-
tre más sepamos, más capaces de producir satisfactores seremos. ¿Incrementan el desarrollo
económico nuestros hospitales y farmacias? Por supuesto que sí. Necesitamos estar sanos

— 211 —
PRIMERA PARTE

para poder producir satisfactores, para consumirlos, o para transportarlos. Nada podemos ha-
cer si no estamos sanos.
En el esquema actual todas estas cosas, y muchas más, no están evaluadas y valoradas de
la forma correcta.
Ahora retomemos las preguntas. Ya que hemos contestado la primera pregunta, enfoqué-
monos en la segunda: ¿Lo que hace a una economía desarrollarse es lo que gastas o lo que
ganas?
Sabiendo ahora que lo que hace desarrollarse a una economía es la necesidad, como fuer-
za motriz, y los satisfactores, como objeto a mover, debemos poder ver con claridad que es el
gasto el que mueve a la economía, y no las ganancias.
Las ganancias se pueden dar sin que se mueva nada, sin que algún satisfactor se produzca
ni se consuma, ni se transporte. Lo que gastamos, por otra parte, siempre, siempre, siempre
hace que se ponga un satisfactor en movimiento, que se produzca y se utilice. Es imposible
que gastemos sin que la economía se desarrolle, mientras que es perfectamente posible que
ganemos sin que la economía se desarrolle.
Si yo robo tu dinero, estaré ganando, y sin embargo no estaré contribuyendo al desarrollo
de la economía. Si te apuesto dinero y pierdes la apuesta, estaré ganando, y sin embargo no
estaré contribuyendo al desarrollo de la economía. Si te cobro alquiler por una casa o un te-
rreno, estaré ganando, y sin embargo no estaré contribuyendo al desarrollo de la economía.
Si te cobro intereses por un préstamo, estaré ganando, y sin embargo no estaré contribuyendo
al desarrollo de la economía. ¿Ahora lo ves claro también?
No ver esto así de claro nos ha llevado a hacer cosas absurdas como la de cobrarle im-
puestos a todas aquellas personas que trabajan por un sueldo. A todas ellas se les descuenta
una cantidad de su sueldo como cuota impositiva. ¿Por qué? ¡No debería ser así! Esas perso-
nas ni siquiera caen en la categoría de las que tienen una ganancia, dado que trabajan solo
por un sueldo. Un empleo subordinado no genera ganancias. Solo genera un ingreso. Por
muy elevado que sea el sueldo de una persona, sigue siendo un sueldo, no una ganancia. El
trabajo de esa persona, y también sus ingresos, están subordinados a otra.
Al quitarles una parte de su sueldo en impuestos estamos reduciendo su poder de compra
ANTES de que compren algo y además les estamos cobrando más impuestos DESPUÉS de
que compran algo al no poder deducir el impuesto al valor agregado de las cosas. Doble eje-
cución en despoblado.
Cobrar el impuesto a una persona ANTES de que gaste su dinero —a esto le llamamos
“retención de impuestos”— tiene además el grave inconveniente de que esconde totalmente
y de forma simultánea el destino y la fuente de los impuestos. Nadie sabe cuántos impuestos
pagamos entre todos ni en qué se gastan exactamente ya que son recabados independiente-
mente de en qué gastemos el dinero. Podríamos estar de acuerdo en que se penalice la com-
pra de cigarrillos aumentándoles más el impuesto que a un kilogramo de tortillas, y ejercería-

— 212 —
NUESTRA ECONOMÍA

mos ese derecho al no consumir cigarrillos, pero no podemos actualmente hacer nada al res-
pecto porque los impuestos nos los cobran cuando nos pagan, no cuando gastamos nuestro
dinero.
La práctica de “retención de impuestos” debería ser eliminada. Desde que se estableció
esa práctica, la transparencia de la cantidad de impuestos que se paga prácticamente se elimi-
nó. Además del problema de la transparencia, está la injusticia de cobrar impuestos a las per-
sonas por tener un empleo. Las personas necesitan tener un ingreso. Cobrar impuestos a las
personas por realizar un trabajo subordinado, es decir un empleo, está totalmente fuera de
toda lógica, justicia social, financiera, y económica.
Las personas asalariadas no deberían pagar impuestos por lo que ganan sino solo por lo
que compran. Las personas que más poder de compra tengan, más ejercerán ese poder com-
prando más cosas y de esa forma se recaudarán los impuestos justamente. Todos de esa for-
ma nos daremos cuenta de qué productos contribuyen al desarrollo nacional y cuáles no.
Eso alinearía los intereses de la gente con los del gobierno, cosa que no sucede ahora. En
el esquema actual tal pareciera que el gobierno está en contra de la gente. Por otra parte, en
el esquema propuesto de la Economía del Valor Social, para que el gobierno obtenga los im-
puestos que necesite, forzosamente deberá encontrar la forma de que la gente pueda gastar
más, ya sea incrementando su poder de compra, reduciendo el precio de las cosas, o redu-
ciendo los impuestos. En el esquema propuesto el interés de la gente y el de su gobierno que-
dan alienados por un interés común.
Por cierto, en este libro, la palabra impuesto encierra todas las cuotas que el gobierno co-
bra independientemente de su naturaleza y todas ellas deben revisarse para reducirse al tiem-
po que se incrementa la calidad del servicio que se está pagando. Creer que el aumento de la
calidad en algo irremediablemente depende de un aumento en el precio es un error. La indus-
tria automovilística nos ha dado durante muchos años un claro ejemplo de que esa creencia
es falsa. Los autos aumentan su calidad constantemente, así como sus prestaciones, mientras
sus precios disminuyen cada vez más o se mantienen igual.
Las cuotas del IMSS son un ejemplo claro de un servicio caro y de muy baja calidad que
tiene muchísimas oportunidades de mejora. Es un servicio necesario, pero es tan baja su cali-
dad que se ha convertido en un lastre más que en un impulsor de la economía. En la actuali-
dad, las empresas, dentro de las cargas impositivas que soportan, quizá la más pesada es la
de las cuotas del IMSS. Es tan pesada esa carga que no son pocos los empresarios que no pa-
gan las cuotas del IMSS y prefieren cerrar sus empresas a tener que pagarlas. Así de pesadas
son. Los trabajadores, por su parte, aun sabiendo que tienen el derecho de denunciar a sus
patrones, no lo hacen porque no solo perderán su empleo, sino que saben que su patrón pre-
ferirá cerrar su negocio y que el servicio que reciben del IMSS no es bueno. Conozco muchí-
simos trabajadores que prefieren pagar el servicio de un dispensario médico privado que acu-
dir al IMSS.

— 213 —
PRIMERA PARTE

El plan propuesto en este libro incluye la eliminación total de las cuotas del IMSS para
los patrones. Los gastos para la continuación de ese servicio se harán de una forma distinta.
El IVA, el ISR, el IETU y muchísimos otros impuestos caen en la misma categoría. Es abe-
rrantemente enorme el gasto de las personas y las empresas en el pago de impuestos, y en el
gasto que supone el cálculo de estos y el sostenimiento de todo el aparato contable y admi-
nistrativo que se necesita para poder evitar el pagar más de lo necesario. Todo ese gasto va
totalmente en contra del desarrollo económico por todo lo que ya hemos explicado.
Nuestros reglamentos y leyes de impuestos deben permitir y promover el crecimiento
económico en las áreas en donde es necesario hacerlo. No podemos tener leyes que obliguen
a las empresas y a las personas a tener que reducir su horizonte de planeación estratégico.
Necesitamos empresas que puedan planear a largo plazo para que podamos todos así sincro-
nizarnos en lo que queremos de nuestro futuro. Si no podemos planear a largo plazo nos
mantendremos siempre trabajando de forma reactiva, es decir, reaccionando a los eventos
que suceden día a día, en lugar de trabajar maniobrando tácticamente para lograr un objetivo
a largo plazo.
Es totalmente razonable la demanda empresarial de que se les permita no incluir en la
base gravable los gastos en los que incurren. Necesitan liquidez para seguir operando y cre-
ciendo y actualmente les estamos cobrando impuestos por lo que ganan y también por lo que
gastan. Eso no solamente es injusto sino también económicamente nocivo para la sociedad,
para la gente, para la nación.
Las empresas necesitan planear por adelantado de forma exacta sus gastos y el costo de
sus suministros. Gravar con una tasa fija el gasto es una excelente forma de hacerlo en las
condiciones propuestas en este libro. En las condiciones actuales no lo es. En las condiciones
actuales el cobro de impuestos sobre los gastos es inflacionario y desalinea los intereses de
las empresas con las del gobierno y el resto de la sociedad. Separa los intereses del gobierno
con los intereses de la parte productora de la sociedad. Es indispensable resolver ese conflic-
to de intereses. No puede, no debe, el gobierno tener intereses que sean distintos a los de la
sociedad.
No debemos gravar los activos de las empresas o de las personas. Son sus herramientas de
trabajo. Con ellas producen sus productos. Al momento que una de ellas necesita vender una
de esas herramientas, lo debe hacer bajo el mismo esquema que vende cualquiera de sus pro-
ductos. Los cálculos para determinar el monto en dinero a valor presente no deben ser aplica-
bles en este caso. La depreciación del dinero es responsabilidad de la administración pública,
por lo que no puede ni debe hacer pagar a la sociedad por sus errores.
Retirar los impuestos a los activos elimina automáticamente la necesidad de una ley que
incluya las pérdidas fortuitas de los mismos. Si un activo se pierde, la empresa, de conside-
rarlo necesario, debería poder reponerlo con el consecuente gasto financiero. No debemos
dejar de visualizar a todos los activos de las empresas como sus herramientas de trabajo y
bajo esa lente debemos determinar lo que proceda en cada caso. Causa el mismo tipo de im-

— 214 —
NUESTRA ECONOMÍA

pacto a la economía de la sociedad si un carpintero pierde o arruina su martillo, que si una


empresa grande pierde o arruina un enorme centro de maquinado automático o si alguno de
sus edificios se pierde parcial o totalmente en un incendio o terremoto. Ambos tendrán que
prescindir de una parte de sus ganancias para reponer dicha herramienta, o ambos tendrán
que aumentar sus precios arriesgándose a disminuir la penetración que hayan logrado tener
en el mercado que estén manejando.
De cualquier forma, aun cuando no se pierdan los activos por causas fortuitas, todos los
activos tienen una vida útil limitada. Su vida útil termina por desgaste o por obsolescencia y
en ambos casos conviene a la sociedad entera que se reemplacen. La sociedad necesita cada
vez más servicios, cada vez más calidad, y todo eso demanda el uso de tecnologías cada vez
más sofisticadas, y eso genera obsolescencia constante en las herramientas que usamos.
Es función vital de la sociedad el autoabastecerse para reemplazar aquellas herramientas
que usa para producir sus propios satisfactores, y que ya han cumplido con su ciclo de vida
debido a la obsolescencia. ¿Por qué fiscalizar a la sociedad por ello entonces? ¿Por qué fisca-
lizarse a sí misma por hacer aquello que necesitamos que haga para asegurar la continuación
de nuestra especie?
El impuesto al consumo se cobraría sobre todas las operaciones de compra. Lo pagaría-
mos todos en todo lo que compremos, sea para vender o para consumir. Al pagarlo entre to-
dos —al aumentar la base tributaria— en cada compra que hagamos deberá ser un impuesto
más bajo. En cambio, el impuesto a las ganancias solo lo pagan los que ganan dinero. Eso
tiene el problema de que el monto de los impuestos totales se concentra en menos personas,
por lo que la carga impositiva es más alta. Esto provoca que esas personas tengan menos
para invertir en expansión de sus empresas. Esto último es algo que la sociedad necesita.
Esas empresas ya cuentan con infraestructura, por lo que tienen una ventaja económica de
beneficio social que estamos desperdiciando, mientras que las empresas nuevas requieren de
una inversión más alta, es decir, de una concentración mayor de los recursos financieros
existentes.
Nuevamente te lo digo, los impuestos sirven para redirigir el dinero hacia inversiones so-
ciales y hacia servicios sociales. Debe ser hacia las dos. El error de muchos gobiernos llama-
dos socialistas ha sido el haber dirigido un porcentaje demasiado pequeño hacia inversiones
productivas. Han invertido enormemente en servicios, jubilaciones, guerras o gastos milita-
res, sueldos y prestaciones para burócratas. Sin embargo, son las inversiones en empresas
productivas las que reditúan un beneficio sustentable a la sociedad. Ejemplo de esto son la
educación, la salud, carreteras, desarrollos tecnológicos e investigación, vías férreas, infraes-
tructura portuaria y náutica, industria nacional básica y estratégica, comunicaciones, obra hi-
dráulica, generación de energía, explotación petrolera, y en general todas aquellas inversio-
nes que tengan un impacto económico real.
El impuesto al consumo es mejor que el impuesto a las ganancias porque se distribuye
mejor. Es más bajo por ser su base tributaria más amplia y su recaudación es mucho más sen-

— 215 —
PRIMERA PARTE

cilla. Al ser menor, la evasión es también menor. Se puede dirigir a productos específicos
mientras otros quedan exentos. Por ejemplo, se podrían aumentar los impuestos al azúcar, al
tabaco, al alcohol. Se podría incentivar la producción de algunos productos como el acero,
las fibras sintéticas y muchos otros que necesitamos. También podrían incentivarse o desmo-
tivarse algunos servicios. Podrían quedar exentos los servicios médicos y los educativos. Se
podrían gravar los servicios de casinos, de apuestas en hipódromos, las operaciones en la
bolsa de valores, y otros que no estimulan la economía social.
Antes de que se popularizaran los impuestos relacionados con el ingreso, como el que
grava las ganancias, mucha gente y muchas empresas podían hacer su vida y negocios sin
que el gobierno se involucrara. Eso daba a la sociedad, a los ciudadanos, más libertad de la
que tienen ahora. No tenían que preocuparse por declarar sus impuestos, puesto que los pa-
gaban en cada cosa que compraban. Las personas ganaban sus sueldos, las empresas ganaban
sus utilidades y ambos gastaban sus ingresos básicamente sin ninguna interacción con el go-
bierno.
Los impuestos basados en el ingreso deshicieron toda esa libertad individual de la que go-
zaban las personas y las empresas y metió al gobierno en la necesidad de tener que investigar
todas las formas de actividad económica de las personas y de las empresas. Esa forma de co-
brar impuestos es lo que convirtió al gobierno en un ente que todo lo vigila porque todo lo
necesita saber. Ha habido vaivenes e intentos de dar marcha atrás a eso, pero a lo más que se
ha llegado es a legislar para proteger la confidencialidad de la información que las personas
y las empresas otorgan al gobierno.
Por otra parte, a los ciudadanos y a las empresas los obligó a gastar grandes cantidades de
dinero en cálculos contables para determinar los impuestos a pagar, y para calcular las devo-
luciones posteriores que apliquen. El costo financiero de llevar la contabilidad fiscal ha au-
mentado muchas veces en el curso de los años. Todo ese dinero que se gasta actualmente en
contabilidad fiscal debería estarse gastando en aumentar nuestra producción, nuestra calidad,
nuestros servicios. Con la carga fiscal aunada a la carga financiera asociada al gasto necesa-
rio para cumplir con las numerosas leyes fiscales ahoga la actividad económica y la hunde en
un laberinto interminable de trámites desmotivando grandemente la iniciativa privada empre-
sarial y aumentando enormemente las prácticas ilegales evasoras.
La recaudación se debe reducir inteligentemente. Para eso, es necesario analizar metódi-
camente las distintas actividades de todo el personal gubernamental. Afortunadamente, tene-
mos una excelente metodología importada desde Japón y de Estados Unidos: la metodología
Lean y la 6-Sigma. Ambas nos pueden ayudar mucho a reducir enormemente el gasto públi-
co al mismo tiempo que aumentamos la calidad de los servicios que ofrece el gobierno. Me
puedo atrever a anticipar que la reducción podría ser de cuando menos dos terceras partes del
gasto actual.
Esa reducción drástica, aunada a un aumento de la calidad del servicio de administración
pública, debe redituar en la reducción real de impuestos para todos los ciudadanos y empre-

— 216 —
NUESTRA ECONOMÍA

sas mexicanas, lo cual, irremediablemente impulsará la economía como no lo hemos visto


nunca.

LA VENTA DE PETRÓLEO
En México se nos ha repetido hasta el cansancio que dependemos del petróleo, que somos
un país petrolizado, que nos afectan las disminuciones en el precio del petróleo, que las co-
sas que hemos podido hacer las hemos hecho porque las hemos realizado cuando el precio
del petróleo nos favorecía.
Cosas como esas nos las repiten sin descanso básicamente todos los días de muchas for-
mas. Tanto nos repiten esa cantaleta que ya ni siquiera nos cuestionamos si eso es cierto. Me
ha tocado analizar distintos puntos de macroeconomía con algunas personas e invariable-
mente noto que cuando se toca el tema de la dependencia de México del precio del petróleo,
se da por sentado que es así.
Sin embargo, todo eso que se dice no resiste un análisis crítico ni siquiera superficial. En
otras palabras, nos están mintiendo. Veamos.
En el 2015 el gobierno federal contó con un presupuesto de ingresos de 4.7 billones de
pesos. Analizar ese año es particularmente útil porque el presupuesto de ese año se preparó al
final del año anterior, cuando el precio del barril de crudo estaba oscilando aproximadamente
en $80 dólares[66].
Poco tiempo después, sin embargo, el precio del barril cayó dramáticamente hasta $49 dó-
lares. Casi a la mitad.
En ese momento, el gobierno en México —y prácticamente también todos los demás go-
biernos del mundo— se dieron a la tarea de pregonar a los cuatro vientos que ese evento les
afectaría muchísimo.
No puedo opinar nada de los otros países y sus gobiernos porque no tengo información
suficiente para hacerlo, pero sí puedo opinar acerca de lo que sucede aquí en México.
El desglose del presupuesto federal de ingresos es información pública así que después de
una consulta rápida y una que otra suma encontré que el total de ingresos de PEMEX es me-
nor al 10% del presupuesto total anual.[67]
De todo lo que recaba en un año, por impuestos o por venta de algo, menos del 10% co-
rresponde a los ingresos de Petróleos Mexicanos. Pero no todos los ingresos de Pemex son
por la venta de crudo, así que el porcentaje real es todavía menor. Pero supongamos que todo
ese 10% es por venta de crudo.
Honestamente, 10% no me parece un porcentaje importante. Más perdemos las personas
cada año debido a la devaluación o a la inflación y no la hacemos tanto de tos. Nadie se que-
66 El cual de por sí ya era bajo porque el año anterior había llegado a sostenerse en un precio de $150 dólares por barril.
67 De un total de $4.7 billones de ingresos presupuestados, solamente $0.439 billones corresponden a ingresos de
Petróleos Mexicanos, lo cual equivale al 9.34%. Fuente Ley de Ingresos Federales 2015.

— 217 —
PRIMERA PARTE

ja por haber perdido menos del diez por ciento de sus ingresos en un año. Nadie, salvo el go-
bierno.
Pero hay más. El precio del petróleo no cayó desde $80 dólares por barril hasta cero dóla-
res. Solamente cayó hasta $49 dólares. Eso es una reducción en el precio de 39% solamente.
Eso quiere decir que el gobierno ni siquiera perdió el 10% de sus ingresos, sino solamente el
39% de ese 10%, es decir solamente 3.9% del ingreso anual total.
Bueno, si nadie se quejaría por perder el 10% de ingresos anuales, mucho menos se queja-
ría por perder solamente el 3.9%. ¿No es así? Yo no me quejaría. No creo que tú te quejarías.
Es muy probable que ni siquiera nos diéramos cuenta, por muy poco que ganemos en un año.
Algo bueno que hizo el gobierno conmigo fue enseñarme a leer y a sacar cuentas. Se lo
agradezco. Pero ese sentimiento de agradecimiento se desvanece cuando me doy cuenta de
que me están viendo la cara de tarugo con esa cantaleta de que perdimos la oportunidad de
nuestra vida que porque el precio del petróleo se vino abajo.
La verdad de las cosas es que no nos afecta en nada que le precio haya descendido como
lo hizo, a menos que el presupuesto aprobado por el congreso esté severamente falseado. Ah,
pero eso no es todo. Hay más.
Imagínate que estoy equivocado y que la aritmética básica que aprendí en la primaria se
me olvidó y calculé mal, o que no aprendí a leer bien y que interpreté mal la información.
Imagínate que algún secretario de finanzas públicas o de economía me dice que soy un tonto
y que en realidad el petróleo nos afecta más de lo que parece.
En ese caso yo preguntaría dos cosas:
1. Si nos hace tanto daño depender del precio del petróleo, entonces ¿por qué no hemos
eliminado esa dependencia desarrollando nuestras propias industrias en lugar de
aplastarlas con impuestos, con multas, con permisos, con requisitos, con altas tasas
de interés, con falta de financiamiento, con falta de infraestructura para que puedan
distribuir sus productos, y con interrupciones de días enteros en las carreteras en las
que transportan sus productos?
2. Si el mercado internacional paga tan poco por el petróleo, entonces ¿por qué insisti-
mos en seguírselo vendiendo? Si no nos quieren pagar lo que necesitamos que nos
paguen, entonces deberíamos dejar de venderlo y usarlo en cambio nosotros mismos.
Tendríamos muchísimas más industrias y empresas produciendo lo que todos necesi-
tamos si la energía les costara una fracción pequeña de lo que les cuesta ahora, y sus
precios serían mucho menores y, por lo tanto, el dinero que ganamos con nuestros
sueldos nos alcanzaría para mucho más.
Por todo esto, el argumento de que el presupuesto federal es irrealizable debido a la caída
del precio del petróleo no tiene validez, toda vez que un ajuste de un 3.9% en el mismo pue-

— 218 —
NUESTRA ECONOMÍA

de lograrse con una administración de los recursos financieros que sea tan solo un 3.9% me-
jor de lo que ahora es. Eso no suena para nada difícil.
Por otra parte, si el petróleo bajara de precio hasta $20 dólares, como recientemente ha
amenazado Arabia Saudita, se rebasaría el punto en el que nos convenga continuar vendién-
dolo, pero en cambio, sí podríamos usarlo en nuestra casa. Con ello el costo de nuestra ener-
gía eléctrica y nuestros transportes bajaría importantemente. Nuestros costos de producción
bajarían y podríamos producir todas las cosas que necesitamos de forma menos costosa para
todos los mexicanos.
Hemos estado demasiado obstinados en intercambiar el petróleo por dólares, en lugar de
esforzarnos en intercambiarlo por satisfactores económicos. El petróleo tiene un valor mu-
chísimo más elevado que los dólares que nos dan por él. No deberíamos estarlo cambiando
por dólares. Al hacerlo, lo único que estamos haciendo es promover las importaciones o la
solicitud de préstamos a bancos extranjeros, ya que solo para eso sirven los dólares.
Es cierto que por ahora el petróleo nos puede servir para obtener los dólares que necesita-
mos para pagar lo que importamos y lo que debemos. Pero es necesario que tengamos estra-
tegias para salirnos de esa situación. No veo que tengamos ningún plan para hacer eso.
Mientras sigamos importando cosas estaremos a expensas de la fluctuación de sus precios
en otras partes, por decir lo menos. También estamos poniendo en riesgo nuestra soberanía
sin darnos cuenta de ello. Todos hemos visto cómo países como Estados Unidos son muy da-
dos a establecer boicots internacionales en otros países cuando no están de acuerdo con sus
políticas. Esos boicots afectan a aquellos países que dependen de sus importaciones y en ge-
neral de su comercio exterior. También vimos cómo el precio del petróleo descendió desde
$150 dólares por barril hasta $49 por la decisión de un puñado de personas en Arabia Saudita
y quienes además amenazaron con bajarlo hasta $20.
En México no deberíamos estar en esta situación. Básicamente hemos decidido compro-
meter el bienestar de 120 millones de mexicanos por las decisiones que toman unas cuantas
personas de otros países. Eso es lo que hemos hecho al utilizar el petróleo para pagar impor-
taciones de productos y servicios, sin buscar crear nuestra propia producción de esos produc-
tos y servicios aquí, en México, con personas, tecnología y materias primas mexicanas.
También estamos usando el petróleo para pagar las deudas que tenemos en el exterior, las
cuales están en otras monedas, primordialmente en dólares. No deberíamos estar haciendo
eso tampoco. Una alternativa más sustentable sería pagar con oro esas deudas. El oro no nos
sirve para mucho más que para hacer artículos de joyería, mientras que el petróleo nos sirve
para muchas cosas más. Somos uno de los principales productores de plata y eso también po-
dríamos usarlo para pagar nuestra deuda monetaria en dólares. Pero tampoco hacemos eso.

— 219 —
PRIMERA PARTE

Ni la plata ni el oro tienen un valor económico[68] tan elevado como el petróleo y sin embar-
go este último es el que estamos usando para pagar deudas monetarias.
El oro y la plata están aumentando su precio en el mercado internacional en dólares mien-
tras que el petróleo se está yendo para abajo. Es prácticamente obvio que ya deberíamos ha-
ber cambiado desde hace tiempo la forma de pagar nuestra deuda externa y las importacio-
nes. Debemos buscar pagarlas con cosas que a nosotros no nos sirvan, de las cuales tenga-
mos mucho, y que tengan un buen precio en el mercado internacional.
Ni con oro ni con plata movemos nuestras industrias ni producimos de forma importante
nada de lo que necesitamos. Sin embargo, con petróleo producimos la mayor parte de nuestra
electricidad y con eso movemos todas nuestras mercancías. El valor estratégico que el petró-
leo tiene para nosotros es invaluable, y sin embargo insistimos obstinadamente en solamente
intercambiarlo por monedas extranjeras.
No conformes con eso, ahora también estamos ofreciendo su explotación a empresas pri-
vadas a quienes naturalmente solo les interesa sus ganancias en dólares. Es decir, estamos
perdiendo por todas partes hasta los calzones al privatizar nuestra industria petrolera pero no
nos hemos decidido a detener eso.
Deberíamos también invertir en industrias estratégicas que nos permitan comenzar a
reemplazar paulatinamente el uso del petróleo como fuente de energía principal y tampoco
estamos haciendo eso. Estamos dedicándonos a esperar que otros países desarrollen esas tec-
nologías para entonces comprárselas lo cual nos llevará a necesitar más dólares todavía y a
tener que vender algo al precio que nos digan para obtenerlos.
El daño es severo, profundo, criminal, homicida, pero no irreversible. Ya se nacionalizó la
industria petrolera una vez y se puede volver a hacer. Entre más pronto lo hagamos mejor.
He leído la opinión de varios analistas, sobre todo estadounidenses de revistas financieras,
y observo cómo se apresuran a comentar que nacionalizar la industria petrolera es un acto
socialista y que Venezuela fracasó al tratar de hacer lo mismo. Eso es una opinión que vale la
pena analizar un poco más.
En primer lugar, sí es un acto socialista nacionalizar la industria petrolera, pero eso no nos
dice nada acerca de la conveniencia o inconveniencia de esa intención. Nos han inculcado a
interpretar el término socialista de una manera que nos hace asociarlo con prácticas comunis-
tas, las cuales son distintas y además tienen también su razón de ser. Quizá la palabra “socia-
lista” la estemos usando distintas personas tratando de decir cosas diferentes. ¿Pero qué otro
término se puede usar para designar algo que es de beneficio social, es decir, de beneficio
para todos, y no solo para unos cuantos?

68 El término “valor económico” lo estoy usando en el contexto de este libro, en donde el valor de las cosas está en
función del valor que tienen para una sociedad y su desarrollo. “Valor económico” no tiene ninguna connotación
financiera en la Economía del Valor Social.

— 220 —
NUESTRA ECONOMÍA

Llámame como quieras, pero la verdad es que no se me ocurre otra palabra mejor. El agua
es un recurso socialista, la administración de energía eléctrica es una administración socialis-
ta, la protección del medio ambiente es una práctica socialista, el suministro de la educación
y servicios médicos gratuitos son iniciativas socialistas. ¿Todo eso es malo? Yo no lo veo así.
Yo veo todo lo contrario. No quiero que en mi país deje de existir la opción de recibir servi-
cios médicos gratuitamente. No quiero que deje de existir la educación gratuita. Así que, in-
terpretando las cosas de esa forma, sí quiero que sigamos siendo socialistas. Pero también
quiero que sigamos siendo capitalistas. Es más, pienso que a nuestro capitalismo hay que
mejorarlo mucho. También quiero que sigamos siendo democráticos. De hecho, quiero que
seamos más democráticos de lo que somos. Dicho sea de paso, pienso que a nuestra demo-
cracia hay que mejorarla mucho más.
El argumento que se ha esgrimido para privatizar nuestra industria petrolera es que no es
eficiente y que tiene pérdidas enormes de dinero. Pero si la privatizamos y la hacemos efi-
ciente y que sea rentable de nuevo, ¿de qué nos sirve si esa rentabilidad será para personas
que ni siquiera son mexicanos? Si la privatizamos no solamente no veremos el petróleo, tam-
poco veremos las ganancias derivadas de su explotación.
Por otra parte, traer a colación el problema que actualmente se vive en Venezuela es cuan-
do menos inoportuno. Los problemas que tienen en Venezuela no se deben a que haya nacio-
nalizado su industria petrolera, sino a que hicieron lo que estamos haciendo nosotros, solo
que a mayor escala. Basaron sus servicios sociales en la venta de petróleo, pero no crearon
industrias nacionales que les permitieran dejar de importar productos y servicios. Tampoco
corrigieron su política monetaria y ahora se encuentran a merced de intereses ajenos a ellos.
Los bancos en Venezuela siguen siendo principalmente privados y el dinero sigue estando a
la venta al mejor postor y siguen teniendo que conseguir dólares para importar todo lo que
necesitan, pero ya no pueden hacerlo porque su petróleo ya no tiene buen precio y por lo
mismo nadie les quiere prestar dinero[69].
En Venezuela, al igual que en México, el petróleo no lo han usado para crear industria na-
cional, sino para satisfacer demandas sociales interminables e insostenibles. En otras pala-
bras, han hecho lo que estamos haciendo nosotros. Están intercambiando su petróleo por dó-
lares y con esos dólares están importando satisfactores sociales. Lo están usando como un
método recaudatorio de dinero para ser usado por el gobierno. Eso es un error grave. No de-
beríamos estar haciendo eso.
El petróleo lo deberíamos estar usando como lo que ya es, como combustible, para ali-
mentar nuestros transportes, producir energía eléctrica, para producir fibras sintéticas, abo-
nos, medicinas. Necesitamos todas esas cosas y más, y todo eso tiene un valor estratégico so-
cial incalculablemente mayor que un montón de monedas extranjeras de cuyo precio no tene-
mos control. Si necesitamos dólares debemos obtenerlos de otra forma. El oro y la plata son
dos alternativas, pero no son las únicas. Hay otras incluso más beneficiosas para nosotros,

69 Vender dinero a crédito

— 221 —
PRIMERA PARTE

como la industria maquiladora, que son más estratégicas, pero no las estamos usando como
podríamos y deberíamos.
Somos unos de los principales productores de platino, zinc y cobre y eso también podría-
mos usarlo para pagar deudas monetarias en dólares. Pero tampoco hacemos eso. Ni la plata
ni el oro, ni el platino, o el zinc o el cobre, tienen un valor económico tan elevado como el
petróleo y sin embargo este último es el que estamos usando para pagar deudas monetarias.
El oro y la plata están aumentando su valor y el petróleo está disminuyendo su valor de inter-
cambio en dólares. Es prácticamente obvio que ya deberíamos haber cambiado desde hace
tiempo la forma de pagar nuestras obligaciones financieras externas.
Ni con oro ni con plata o platino movemos nuestras industrias ni producimos de forma
importante nada de lo que necesitamos. Sin embargo, con petróleo producimos la mayor par-
te de nuestra electricidad y también con él movemos todas nuestras mercancías desde donde
las producimos hasta donde las necesitamos. El valor estratégico que el petróleo tiene para
nosotros es invaluable, y sin embargo insistimos en intercambiarlo por monedas extranjeras.
No deberíamos estar mezclando el uso del petróleo con el uso del dinero, sobre todo si se
trata de dinero que se considera “ingreso” del gobierno. No debería tener que ver una cosa
con la otra. Pero no nos han enseñado eso. Nos han enseñado a ver en el petróleo una fuente
de dinero, en lugar de ver en él una fuente de satisfactores que podemos obtener sin necesi-
dad de cambiarlo por dólares. No hemos aprendido de la historia ni de lo que vemos que
pasa en otros países en donde las prácticas financieras han causado enormes daños a la gente.
El argumento de que la industria petrolera en México es ineficiente y que sale más caro
que la siga operando el gobierno es quizá real, sin embargo, privatizar esa industria no es la
solución. Si no aporta ingresos al gobierno al menos aporta petróleo a la sociedad y eso tiene
un valor muchísimo más elevado. Eso es lo que deberíamos estar buscando lograr, en lugar
de enfocarnos solamente en los dólares que el gobierno necesita. Decir que es ineficiente y
que por eso hay que privatizarla es una estupidez derivada de la miopía de no ver más que
dólares en el petróleo.
Por si fuera poco, las fuentes llamadas alternativas están siendo usadas en contra del pe-
tróleo y eso tampoco lo estamos viendo claramente. La emergente ola de desinformación en
torno al uso de la energía solar y la eólica han causado un daño enorme en la sociedad al des-
cartar el uso del petróleo y de la energía nuclear de forma apresurada y anticipada.
En Alemania se deshicieron de sus fuentes de energía mayormente basadas en hidrocarbu-
ros y carbón y ahora tienen un problema enorme de desabasto energético que ha causado un
incremento masivo en el precio de la energía. Eso es algo fuera de toda razón, sobre todo
considerando que existen fuentes inagotables de hidrocarburos.
Las tecnologías emergentes, las cuales no están listas todavía para uso masivo, se han po-
litizado tanto que han ejercido una presión inmensa sobre la industria del petróleo y sobre la
industria nuclear al punto que las están comenzando a minimizar. El crecimiento del desarro-

— 222 —
NUESTRA ECONOMÍA

llo de la energía nuclear ha prácticamente desaparecido y el petróleo está siguiendo sus mis-
mos pasos.
Se nos repite sin descanso que la tecnología fotovoltaica y la eólica solo necesitan el be-
neficio de la economía de escala para poder lograr desarrollarse y ser eficientes y efectivas.
Yo no veo las cosas así. Yo no veo que esas tecnologías necesiten solamente de economías
de escala para florecer. No lo veo porque yo no veo que el problema sea de altos costos in-
dustriales o de amortización de inversiones, que sí los tienen. Yo veo un problema de no sus-
tentabilidad tecnológica, física, energética, termodinámica. Nada que ver con el dinero, o las
finanzas involucradas. Nada que ver con los costos. Por lo tanto, no veo un problema relacio-
nado con la falta de economías de escala.
Por encima del bombardeo mediático irracional de que el petróleo es una industria sucia
que debe ser reemplazada por otras fuentes alternativas limpias, está el argumento de la sus-
tentabilidad. Ya hablamos de eso extensamente en Sustentabilidad Económica, en la página
153, pero necesito enfatizar aquí que no nos estamos quedando sin petróleo.
Te lo voy a decir claramente: no nos estamos quedando sin petróleo, nunca nos hemos
quedado sin petróleo y nunca nos quedaremos sin petróleo.
El concepto de que nos estamos quedando sin petróleo se hizo popular desde la crisis pe-
trolera de los años 70 y desde ese entonces no hemos podido superarlo a pesar de que desde
entonces no solamente se han encontrado numerosos yacimientos adicionales, sino que las
nuevas tecnologías de explotación nos aseguran abastecimientos por varias centenas de años
más. Todo esto, aunado al hecho de la existencia probada y demostrada de las nuevas tecno-
logías de derivación sintética del petróleo, utilizadas desde hace muchos años —desde la Se-
gunda Guerra Mundial— nos aseguran un abastecimiento sustentable sin que tengamos que
preocuparnos por eso nuevamente jamás, ni ahora ni en el futuro cercano o distante.
Aun cuando ahora, 40 años después de la crisis petrolera de los 70’s, la población se ha
duplicado, las reservas de petróleo se han más que duplicado desde aquel entonces. Consu-
mimos muchísimo más que hace 40 años y sin embargo tenemos muchísimo más petróleo
que en aquel entonces. ¿Cómo es eso posible?, se pregunta con toda razón el Dr. Tennen-
baum en su Economía Física.
La respuesta simple que te puedo dar es que hemos estado desinformados en extremo, y
quizá hasta deliberadamente engañados. El petróleo nunca se podrá acabar, y jamás ha
sido la fuente de contaminación que nos han hecho creer que es.[70]

70 Con respecto al tema de la contaminación por el uso de hidrocarburos te recomiendo leer La Contaminación, en la
página 177, pero, principalmente, el capítulo Tecnología y Economía, en la página 420, en donde están descritas las
principales razones por las que los hidrocarburos son actualmente erróneamente considerados como agentes
contaminantes. Seguro te sorprenderás.

— 223 —
PRIMERA PARTE

— 224 —
PRIMERA PARTE

Nuestro Sistema de Salud

Razonamientos Preliminares
Como ya lo hemos visto varias veces, solamente existen dos condiciones básicas para que
una sociedad se desarrolle: sus conocimientos y su capacidad de trabajo.
Sin embargo, ambas condiciones dependen, a su vez, de la existencia de una vital y más
fundamental condición que no solamente afecta a la sociedad y su desarrollo sino a la vida
misma de los seres humanos, y aún en un plano más fundamental, a todos los seres vivos: la
salud.
Sin salud no puede existir lo demás. Sin ella no puede existir el individuo y, por supuesto,
tampoco puede existir la sociedad, ni ninguna de sus características o cualidades, como lo es
el desarrollo económico.
Asegurar la salud de todos es, por lo tanto, una de las tareas más fundamentales de una
sociedad y la organización social sobre cuyos hombros recae directamente dicha responsabi-
lidad es la organización social a la que llamamos “gobierno”.
Habiendo dicho todo esto, y suponiendo que estamos de acuerdo, ahora se me ocurren
muchísimas preguntas. Una de ellas es: ¿Está el gobierno mexicano cumpliendo con la res-
ponsabilidad de asegurar la salud de todos los miembros de la sociedad a quien debe su exis-
tencia?
Desafortunadamente me tengo que responder que no estoy seguro. Esa es una respuesta
que lleva implícita una connotación gravemente reprobatoria. Mi respuesta debería ser un ro-
tundo sí, pero no lo es. No deberíamos vivir teniendo dudas acerca de nuestra salud y los sis-
temas que la apuntalan.
Como mexicanos todos deberíamos recibir atención médica de calidad y de forma gratui-
ta. Eso es algo que hemos buscado durante decenas —si no es que cientos— de años y hasta
ahora no lo hemos logrado. En este libro no discutiremos las razones que han existido a tra-
vés de nuestra historia para llegar al punto en el que nos encontramos, en el que continuamos
buscando una condición de vida en la que no tengamos que preocuparnos por recibir la aten-
ción médica que todos necesitamos.
Sin embargo, después de haber analizado a profundidad las causas para que no contemos
con un servicio universal y gratuito de salud, he hallado que todas ellas tienen varios elemen-
tos en común: las finanzas, la ineficiencia, la forma de organizarnos, la forma de transportar
lo que necesitamos, y la prácticamente nula capacidad que tenemos de producir todos los su-
ministros médicos que nos hacen falta.

— 225 —
PRIMERA PARTE

Pocas actividades sociales pueden llegar a tener un impacto tan importante en la econo-
mía como los servicios de salud, y sin embargo se nos ha enseñado a ver en ellos un gasto
social ocioso, que casi quisiéramos que no existiera. Tal punto de vista es erróneo. Todos los
gastos en salud que hagamos estarán alineados siempre con nuestro desarrollo económico.
Desde la apertura del más modesto dispensario médico hasta la construcción del más mo-
derno hospital de especialidades médicas avanzadas, todos contribuyen al desarrollo econó-
mico de forma por demás decisiva. Así es como la Economía del Valor Social interpreta las
cosas. Veamos por qué.
Los servicios de salud son posiblemente los únicos que tienen la característica de ser si-
multáneamente un medio y un fin. Si nos imaginamos una sociedad ideal, no nos vendrán a
la mente imágenes de habitantes enfermos, ni de habitantes haciendo largas filas en dispen-
sarios médicos para ser atendidos. Por el contrario, nos imaginaremos una sociedad con per-
sonas sanas, y aquellas que hayan caído enfermas, nos las imaginaremos siendo atendidas en
hospitales amplios, silenciosos, con comodidades y por personas que les ofrecen un trato
amable. ¿No te imaginas ese tipo de cosas cuando piensas en una sociedad ideal? Yo sí. Pero
para que las personas de esa sociedad ideal no se enfermen, forzosamente deberán contar con
un sistema de medicina preventiva igualmente ideal. De modo que esas personas gozan de
una salud excelente por el sistema que han logrado tener. Cualquier cosa que hayan hecho
para lograrlo ha demostrado que el servicio que ahora tienen fue un fin. Trabajaron y se or-
ganizaron para tenerlo. No fue obra de la casualidad. Al mismo tiempo, sin embargo, no pu-
dieron haberlo logrado si hubieran estado todos enfermos, así que de alguna forma su siste-
ma de salud fue simultáneamente un medio para lograr los servicios que ahora tienen.
La primera condición para la vida es tener salud. No podemos disfrutar de nuestra vida si
no tenemos salud. Podremos no tener una casa donde dormir, pero no podemos andar por la
vida sin salud. Nuestra salud es lo menos que podemos esperar como producto de nuestro
trabajo, cualquiera que este sea… subordinado o no, formal o no, incluso… legal o no.
Por la misma razón, todos los sistemas de distribución de medicinas, sistemas de control
de patentes, sistemas de investigación y desarrollo de tecnologías de equipo médico y hospi-
talario, y todas las actividades de investigación de prácticas médicas tienen la misma impor-
tancia. Todos ellos, al igual que los servicios de salud en los que finalmente se transforman,
constituyen uno de los motores más poderosos que existen para el desarrollo económico de
una sociedad. De hecho, es el sistema de salud y los servicios que brinda lo que constituye
uno de los principales elementos para evaluar el nivel de vida de las personas en una socie-
dad. Yo aspiro que nuestra sociedad sea del más alto nivel y, por lo tanto, nuestro sistema de
salud es un asunto que está en uno de los primeros lugares para ser corregido. Entre más rica
es una sociedad, mejores servicios de salud tiene.
Aunado a todo esto y de forma indispensable está, por supuesto, la industria de manufac-
tura relacionada con la producción de todo lo necesario para que un sistema de salud funcio-
ne bien. Necesitamos industria nacional propia para la producción de medicinas, de instru-
mentos médicos, de prótesis diversas, de materiales desechables, de equipo biomédico, y un

— 226 —
NUESTRO SISTEMA DE SALUD

sin fin de otros productos y servicios para dar soporte a todo lo que necesitamos como socie-
dad y como individuos.
Ahora yo me pregunto: ¿Qué tanto tenemos de todo esto? Tristemente no tenemos prácti-
camente nada. No necesitas creerme. Solo entra a cualquier clínica u hospital y verás que
prácticamente nada de lo que veas allí estará hecho en México y prácticamente nada será
nuevo. Dicho de otra forma, prácticamente todo lo importamos de otros países.
¿Y con qué pagamos todo eso que importamos? Por supuesto, con dólares estadouniden-
ses. ¿Y cómo obtenemos esos dólares estadounidenses? Exportando cosas. Por ejemplo, ex-
portamos petróleo. En lugar de usarlo aquí, que tanto lo necesitamos, lo tenemos que vender
a lo que alguien se digne comprárnoslo para cambiarlo por dólares estadounidenses para en-
tonces comprar todos esos suministros médicos que necesitamos. Otra forma de obtener dó-
lares es vendiendo nuestra mano de obra en maquiladoras. Otro ejemplo más es promovien-
do las exportaciones de diversos productos, sobre todo agrícolas, los cuales también necesi-
tamos aquí. Los vendemos a cambio de dólares estadounidenses para poder seguir importan-
do los suministros médicos que necesitamos para estar sanos, o mediocremente sanos. Toda-
vía otro ejemplo más es, exportándonos a nosotros mismos como si fuéramos esclavos —
porque lo hacemos obligadamente— para trabajar en otros países a cambio de dólares esta-
dounidenses.
Solo tenemos dos manos cada quién, y solo podemos trabajar una cierta cantidad de horas
antes de desfallecer de cansancio, y solo podemos vender una cierta cantidad de petróleo
porque también lo necesitamos aquí, para uso nuestro. Así que, solo podemos comprar una
cierta cantidad de dólares y, por lo mismo, solo podemos importar una cierta cantidad de co-
sas, no más. Todas esas limitantes desaparecerían si no dependiéramos de tener que obtener
dólares en primer lugar, y esa dependencia solamente puede desaparecer si producimos noso-
tros mismos lo que necesitamos.
Además, no solamente nos hacen falta suministros médicos sino muchas otras cosas que
debemos importar solo por no producirlas aquí nosotros. Debido a eso, estamos metidos en
una situación en la que no podemos expandir nuestro sistema de salud. Todo lo contrario, nos
hemos visto en la necesidad de encogerlo. Lo hemos encogido tanto que se ha vuelto inefec-
tivo, ineficiente, e intolerable. De ser uno de los motores del desarrollo económico de nues-
tra nación, lo hemos convertido en uno de los lastres más grandes y, al no ver otra salida, he-
mos optado últimamente por el acto todavía más contraproducente de privatizarlo.
Es estúpidamente suicida el privatizar los servicios de salud. Desde el punto de vista de la
Economía del Valor Social, privatizar los servicios de salud es lo mismo que vender nuestra
salud al mejor postor. Después de nuestra vida, la salud es el elemento de más valor que te-
nemos y sin embargo lo estamos intercambiando por el elemento de menos valor en una eco-
nomía: el dinero.
A lo largo de todo este libro hemos visto numerosas veces, de distintas formas, cómo es
que el dinero y la economía no están forzosamente relacionados. Hemos visto, por otra parte,

— 227 —
PRIMERA PARTE

que la economía y su desarrollo dependen totalmente de la salud que tengamos todos los que
integramos esta sociedad a la que llamamos México. Entonces, ¿en qué cabeza cabe que
cambiar nuestra salud por dinero va a servir de algo a la sociedad? ¿Cómo es que eso va a
darnos la posibilidad de tener mejor salud para lograr así el nivel de vida que todos busca-
mos?
Las empresas privadas fueron concebidas para lucrar. Esa es su función. Todas deben te-
ner ganancias, de lo contrario no pueden existir. Al menos no en nuestro país capitalista. To-
das, también, ofrecen un servicio social indispensable a través de sus productos y servicios, y
es innegable que, para que puedan ofrecernos sus productos y servicios, deben forzosamente
tener utilidades. Por lo tanto, privatizar los servicios de salud es muchísimo más oneroso que
dejarlos como están. ¿De dónde vamos a sacar el dinero en dólares estadounidenses que ne-
cesitaremos para pagar servicios de salud privatizados?
Definitivamente, al pretender privatizar los servicios de salud estamos por comenzar un
avance en sentido totalmente contrario al que deberíamos ir.
Sabiendo definitivamente que privatizar nuestros servicios de salud no es ninguna solu-
ción, sino todo lo contrario, solo queda preguntarnos: ¿Qué es entonces lo que podemos ha-
cer para tener los servicios de salud que queremos y que necesitamos, a partir del punto en el
que nos encontramos? Esta es la única pregunta inteligente que podemos hacer en este mo-
mento y para responderla primero debemos aclarar en nuestra mente la segunda mitad de di-
cha pregunta: ¿qué servicios de salud queremos?

¿Qué Sistema Queremos?


Comencemos por tener bien claramente, en nuestra mente, qué es lo queremos de nuestros
servicios de salud. Podemos comenzar por identificar qué es lo que les hace falta para que
nos den lo que queremos y necesitamos. A ver qué te parece esta demanda: Queremos mayor
calidad y mayor cobertura.
¿Te satisface esta demanda? ¿Te suena suficiente? ¿Qué otra cosa podría faltar que no for-
mara parte de estos dos aspectos? No se me ocurre nada que pudiéramos pedirles a los servi-
cios de salud que no estuvieran enmarcados en estos dos aspectos, sin embargo, sí se me
ocurre pedirles todavía más. ¿Qué te parece mejor esto?: Queremos calidad máxima y co-
bertura total.
Es cierto que queremos que la calidad se mejore, pero no debemos conformarnos con soli-
citar solo un poco más. ¿Por qué conformarnos con solo un poco más? ¡No somos limosne-
ros! ¡No le estamos pidiendo nada a nadie! Los servicios de salud nos los estamos dando no-
sotros a nosotros mismos. Entonces, ¿por qué no exigirnos y darnos lo máximo? Lo que real-
mente queremos —al menos lo que yo quiero— es tener un servicio de calidad máxima. No
me conformo con tener un servicio con una calidad superior a lo que ya tenemos, eso cual-
quiera lo puede hacer básicamente sin ningún esfuerzo. Tampoco quiero el mejor servicio de

— 228 —
NUESTRO SISTEMA DE SALUD

salud del mundo —ni que fueran competencias—. Lo que quiero es el máximo servicio de
salud que el ser humano pueda concebir.
En cuanto a la cobertura, lo que realmente queremos es que TODOS los mexicanos ten-
gan acceso a TODOS los servicios de salud TODO EL TIEMPO y en TODAS PARTES. ¿No
es así? ¿No es eso lo que queremos? No me vayas a salir ahora con algo como “bueno, no es
lo que quiero, sino más bien es lo que quisiera”. No seas tímido. No te conformes con menos
que lo mejor. No solamente nos lo merecemos, sino que además podemos tenerlo. Nada nos
lo impide. Nada. Te lo juro. No es cuestión de fe. Es cuestión de entender lo que está suce-
diendo, corregir las cosas donde se tengan que corregir, y darle para adelante.
Es imprescindible que estemos de acuerdo en el qué queremos, para luego sentarnos a
planear el cómo lograrlo. Si algunos de nosotros decimos que con poquito más nos confor-
mamos, y otros decimos que queremos todo, no vamos a obtener ni una cosa ni la otra. Así
que, por favor, siéntete libre de solicitar el mejor servicio de salud que el ser humano pueda
idear en este primitivo planeta y que tenga una cobertura total, que les llegue a absolutamen-
te todos los mexicanos en donde sea que estén, en cualquier momento, bajo cualquier condi-
ción.
Te voy a decir lo que yo quiero para que te vayas atreviendo a exigir junto conmigo:
1. Quiero que me atiendan inmediatamente, sin tener que hacer colas ni estar en salas de
espera.
2. Quiero que si me enfermo y no puedo caminar vayan por mí a donde sea que yo esté.
Y no quiero que vayan por mí a caballo ni en una carreta, sino en una ambulancia
equipada con todo, y si me encuentro donde no haya acceso por tierra, quiero que va-
yan por mí en helicóptero y si el hospital con el equipo necesario está lejos, entonces
que me pasen del helicóptero a un avión ambulancia y me lleven en chinga al hospi-
tal.
3. Quiero que me diagnostiquen el padecimiento de la forma más rápida conocida por la
ciencia médica y que inmediatamente comience mi tratamiento.
4. Quiero que en la misma clínica u hospital me den las medicinas que necesito mien-
tras me encuentro allí y que cuando yo salga me hagan llegar las que faltan por entre-
ga inmediata de mensajería hasta mi casa.
5. Quiero que si tengo que ir a una consulta posterior o a una revisión médica me pre-
gunten si deseo que vayan por mí o si tengo en qué transportarme.
6. Quiero tener a la mano un número de teléfono para comunicarme con un médico o
centro de atención donde me puedan atender. No solamente decirme qué tengo que
hacer, sino donde yo pueda decirles lo que necesito que hagan. Un solo número uni-
versal para todo. No quiero tener que andar adivinando qué número marcar. Tampoco

— 229 —
PRIMERA PARTE

quiero que sea un número largo de teléfono, sino un número de tres dígitos máximo
que pueda yo marcar en cualquier parte del país en el que me encuentre.
7. Quiero que el centro de atención médica tenga la capacidad de hablar todos los dia-
lectos que hablamos en México además del español.
8. Quiero que si me tienen que hospitalizar no me tenga que andar preocupando de avi-
sarle a mis parientes. Quiero que ellos se encarguen de todo eso.
9. Quiero que si me incapacitan no me descuenten nada de mi sueldo y que cubran los
gastos adicionales en los que voy a incurrir si mi incapacidad me va a obligar a tener
esos gastos adicionales.
10. Quiero que vayan a atenderme a mi casa si es necesario, después de una hospitaliza-
ción y durante una convalecencia. Que me ayuden no solamente con atención médica
sino también con todos los quehaceres que deba yo hacer, como limpiar mi casa, ir
por mis hijos a la escuela, traerlos de vuelta, hacerles de comer.
11. Quiero que no haya ninguna diferencia entre algún accidente que me ocurra durante
mis actividades laborales o durante mi tiempo de descanso. En todos los casos quiero
tener la misma cobertura y mi sueldo íntegro.
12. Quiero que todas las personas que me atiendan sean amables conmigo, tal como su-
cede en los hospitales y clínicas privadas. No quiero que me traten como a un objeto
y que me digan que soy el caso número tal. Quiero que me llamen por mi nombre o
de perdida por mi apellido.
13. Quiero que mis quejas y mis sugerencias sean atendidas inmediatamente y que se me
notifique el estado de seguimiento en el que se encuentran hasta que haya una con-
clusión final, aunque esa conclusión sea distinta a lo que sugerí o solicité.
14. Quiero que atiendan a aquellos que dependen de mí si lo necesito. A muchas personas
las hospitalizan y sus hijos pequeños se quedan solos. Que los lleven a la escuela y
los traigan de regreso cuando salgan. Que les hagan de comer y les laven la ropa y les
ayuden con la tarea durante todo el tiempo que yo esté hospitalizado.
15. Quiero que me permitan estar con mi hijo pequeño en el hospital para que no esté
solo, y que haya una cama para mí con servicio de cafetería gratuito.
16. Quiero que me atiendan en un solo lugar para todo. No quiero que me hagan dar ni
una sola vuelta. Que los especialistas acudan a donde yo me encuentro y no al revés.
17. Quiero que me proporcionen todos los aparatos, prótesis, pelucas, lentes, y demás
aditamentos que necesite en el mismo lugar en donde me estén atendiendo o que me
los hagan llegar a mi casa.
18. Quiero que los tratamientos médicos no solamente incluyan los ofrecidos por la me-
dicina ortodoxa sino todas las artes curativas probadas que existan.

— 230 —
NUESTRO SISTEMA DE SALUD

19. Quiero que el tratamiento médico que requiera la amputación de alguna parte de mi
cuerpo no concluya sino hasta que esa parte se haya reconstruido cuando menos en
forma estética.
20. Quiero que todo lo anterior sea absolutamente sin ningún costo para mí. No quiero
tener que desembolsar ni un centavo en nada de lo que acabo de decir.
Quizá se me pase alguna cosa no tan importante, como el helado de vainilla que me gusta-
ría que me dieran, las canciones con las que me gustaría que me arrullaran, y que se encarga-
ran de enviarme al cielo en caso de morir en el hospital, pero por ahora creo que mi lista está
más o menos completa.
Antes de continuar quiero que observes tu propia reacción ante mi lista de lo que deseo
del sistema de salud en México. ¿A poco no se te hace difícil de creer que todo esto pudiera
ser posible? ¿Te das cuenta hasta qué grado nos han adoctrinado a pensar que lo que quere-
mos es demasiado bueno? Pues yo te digo que no es demasiado. El solo hecho de quererlo, el
solo hecho de atrevernos a visualizarlo, es razón suficiente para que sea posible. Desde don-
de yo veo las cosas, ese es el principal problema. No hemos sido capaces de visualizar cla-
ramente lo que queremos. Mientras no estemos seguros de lo que queremos ni seamos ca-
paces de verlo en nuestra mente, jamás seremos capaces de realizarlo. ¿Cómo puedes cons-
truir un edificio que no sabes qué forma debe tener? Primero debemos ser capaces de verlo,
de visualizarlo, de imaginarlo, y hasta entonces nuestro gran ingenio mexicano nos dará lo
que siempre nos ha dado: respuestas de cómo hacer las cosas.
Bien, voy a suponer que estamos de acuerdo en que queremos lo máximo, lo queremos
todo, lo queremos ahora, lo queremos siempre, lo queremos en todas partes, y lo queremos
para todos, y entonces sí, a gusto y tranquilamente nos vamos a sentar a pensar cómo le va-
mos a hacer para obtener todo eso.
Estoy seguro de que lo primero que se nos viene a todos a la cabeza es que todo esto lo te-
nemos que pagar con dinero, de alguna forma. Muy seguramente también nos comenzaremos
a imaginar que dicho dinero lo tendremos que obtener de nuestros impuestos. Sin embargo,
es importante preguntarnos si necesariamente debe ser así, o si acaso existe alguna otra alter-
nativa. Recuerda que eres mexicano y que siempre encontramos la forma de ingeniárnosla
para obtener lo que queremos. Estoy de acuerdo en que los impuestos son una forma de obte-
ner el servicio de salud que queremos, pero debes estar de acuerdo conmigo en que quizá —
solo quizá— exista por ahí alguna otra forma que no hemos considerado. Con mi peculiar
forma de ver las cosas, veo que existen aspectos que no hemos aprovechado adecuadamente
y que nos podrían servir para obtener el servicio de salud que todos quisiéramos, y este es el
punto al que quería llegar.

— 231 —
PRIMERA PARTE

Nuestros servicios de salud están ligados a nuestra economía de forma inseparable. Eso
creo que ya ha quedado claro[71]. Por otra parte, también hemos discutido ampliamente que la
economía y el dinero son dos cosas relacionadas entre sí solamente de forma incidental. De
igual forma, hemos visto que la relación actual entre el dinero y la economía es de dependen-
cia. En el estado actual de las cosas, la economía sí depende del dinero, pero solo circunstan-
cialmente. Debería ser al revés y eso es algo que debemos corregir. Si fuera al revés —si el
dinero dependiera de nuestra economía—, podríamos hacer que nuestra economía se desa-
rrollara sin la limitante del dinero. Esto significaría que nuestra economía nos podría dar to-
dos los satisfactores que deseáramos, y entre ellos estaría, quizá en primer lugar, un sistema
de salud tan excelente como nunca lo hemos visto en ninguna parte.
La economía y la salud son mutuamente dependientes y están relacionadas de forma es-
trecha y directamente proporcional. Sin meternos a determinar si además la relación es lineal
o no lineal, lo anterior basta para probar que, irremediablemente, el desarrollo de una lleva al
desarrollo de la otra. Todo esto está bien. Sin embargo, no nos hemos formulado una pregun-
ta esencial: ¿Pueden la economía y el sistema de salud desarrollarse simultáneamente
sin que el dinero intervenga? Si logramos verificar que entre la economía y la salud existe
una fuerte relación, y que además dicha relación no tiene que ver con el dinero, habremos es-
tablecido que, obligadamente, debe existir, en alguna parte, al menos una forma como se pu-
diera lograr que ambas se desarrollen infinitamente sin menoscabo de la cantidad de dinero
que obtengamos anticipadamente —por ejemplo, en forma de impuestos o de préstamos.
En otras palabras: Si nuestra suposición es correcta[72], entonces la relación entre la econo-
mía y la salud debería ser una relación sustentable y beneficiosa. Debería ser una relación en
la que la economía se beneficie al beneficiarse la salud y viceversa. Si pudiéramos verificar
que el dinero no está relacionado con el desarrollo económico, tendríamos entonces lo nece-
sario para estar seguros de que sí podemos contar con un sistema de salud increíblemente
mejor que el de ahora, sin que para ello debamos primero obtener dinero pidiendo préstamos,

71 Una exposición clara de esta relación la presentó el doctor Julio Frenk, ex-Secretario de Salud en México, publicada
en la revista de la OECD: “Los efectos de la salud en el desarrollo son claros. Los países con condiciones de salud y
educación débiles encuentran más difícil alcanzar un crecimiento sostenido. De hecho, la evidencia económica
confirma que un 10% en la esperanza de vida al momento de nacer, está asociada con un aumento en el crecimiento
económico de unos 0.3-0.4 puntos porcentuales anuales.” [“The effects of health on development are clear. Countries
with weak health and education conditions find it harder to achieve sustained growth. Indeed, economic evidence
confirms that a 10% improvement in life expectancy at birth is associated with a rise in economic growth of some 0.3-
0.4 percentage points a year.”]. Publicada en la revista OECD Observer, volumen 243, en mayo de 2004. Nota: aunque
concuerdo con el doctor Frenk en que la economía y la salud están íntimamente relacionadas, no estoy de acuerdo en
que para el desarrollo de ambas sea absolutamente indispensable un soporte financiero. Esta discordancia se deriva de
una diferencia de puntos de vista en relación con lo que el dinero es. El punto de vista de Frenk parece provenir de la
comúnmente aceptada idea de que para que una economía se desarrolle, incluyendo sus sistemas de salud, es
indispensable que haya primero una inversión en forma de dinero. En la Economía del Valor Social no es
indispensable una inversión en dinero, sino una inversión en trabajo humano. Por esa razón, en el esquema actual de
las cosas, cuando es necesario desarrollar o crear un sistema tan importante como el de la salud, la primera pregunta
que nos adoctrinan a hacernos es “¿de dónde obtendremos el dinero para realizarlo?”, mientras que, en la Economía
del Valor Social, la pregunta es “¿cómo nos organizaremos para realizarlo?”. En el primer caso el dinero es una
condición indispensable, difícil de satisfacer. En el segundo caso, el dinero es solamente un instrumento secundario,
gratuitamente asequible.
72 La suposición de que el sistema de salud puede desarrollarse al tiempo que se desarrolla la economía, sin que eso
dependa de que haya dinero previamente, obtenido por medio del cobro de impuestos o de préstamos bancarios.

— 232 —
NUESTRO SISTEMA DE SALUD

o vendiendo petróleo, o aumentando el cobro de impuestos. De hecho, como lo explicaremos


más adelante en el capítulo Nuevo Sistema Fiscal, en la página 605, en la Economía del Va-
lor Social los impuestos se reducirían drásticamente, a ¡menos de la tercera parte de lo que
ahora son!
Después de todo lo anterior, lo que sigue es realizar las verificaciones de las que habla-
mos. Después continuaremos con el diseño de un plan para llevarla a cabo, quedando al final
solo su ejecución. Verifiquemos entonces primero la relación entre la economía y la salud.

Economía y Salud
Una de las ideas más arraigadas que tenemos en la mente es la de que las personas enfer-
mas no contribuyen al desarrollo económico de una sociedad, sino todo lo contrario. ¿Será
cierto eso? En el extenso capítulo Los Impuestos, en la página 202, hicimos una profunda re-
visión de lo que impulsa a una economía. Allí vimos que para que el desarrollo económico se
produzca deben existir fundamentalmente dos cosas: necesidades y satisfactores. Todas las
personas que no están sanas representan una necesidad muy grande: la de la salud. Esa nece-
sidad es un impulsor gigantesco para que se generen una igualmente gigantesca cantidad de
satisfactores. Así que debemos dejar de ver a las personas enfermas como entes que no con-
tribuyen al desarrollo social. Son todo lo contrario. Las personas con problemas de salud son
elementos sociales que jalan el desarrollo económico para que crezca con muchísima más
fuerza que las personas sanas. Ese fenómeno es natural. Los seres humanos somos así. ¿A
poco no nos acordamos de nuestra salud solamente cuando carecemos de ella?
Por otra parte, antes de enfermarse y después de ello, todas las personas son totalmente
productivas. Todos producimos algo siempre, aunque ese algo sea una necesidad. Pero cuan-
do estamos sanos, nuestra productividad cambia y por lo general producimos satisfactores,
en lugar de necesidades. Ambos aspectos son productivos, y ambos son necesarios para que
se desarrolle una economía. Tanto los que producen necesidades como los que producen sa-
tisfactores le dan fuerza al crecimiento económico, y la combinación de ambas le imprime
velocidad al crecimiento. Las personas con problemas de salud demandan un satisfactor y
eso provoca una fuerza latente en el desarrollo económico. Para que esa fuerza deje de ser la-
tente y se convierta en una fuerza dinámica debemos contar con los satisfactores necesarios
para restablecer la salud. ¿Tiene nuestra economía mexicana la capacidad de producir dichos
satisfactores?
En la economía actual, la que impera en nuestro país —pongámosle el calificativo de neo-
liberal, o como sea—, todo comienza con una inversión en dinero. Por esa razón las inversio-
nes en dinero se consideran esenciales y son tan importantes. No necesitamos indagar mucho
para verificar eso. Tan solo observa lo que dicen en las noticias. La importancia de práctica-
mente todos los proyectos de construcción de obras o servicios públicos está expresada en el
monto de la inversión en dinero que se va a realizar. Te dicen cosas como esta: “Nuevos hos-

— 233 —
PRIMERA PARTE

pitales y clínicas para el Estado de México con inversión de 2,000 millones de pesos”[73]. ¿Te
das cuenta? Mensajes como este nos los dicen por todas partes. ¿Por qué mencionan la canti-
dad de dinero que va a costar todo eso? ¿A ti te importa? A mí no. A mí lo que me importa
es, por ejemplo, qué servicios ofrecerán y qué porcentaje de la población se beneficiará con
todo eso. En la Economía del Valor Social, por el contrario, el dinero no representa el inicio
de nada y tampoco representa un valor de algo. Para la Economía del Valor Social el dinero
es simplemente un instrumento para llevar a cabo el intercambio de satisfactores de forma
más eficiente, es decir, con menos trabajo.
Sin embargo, nada de lo que se necesita para tener un excelente servicio de salud se va a
producir por sí solo. La producción de los hospitales, las clínicas, el equipo médico, las me-
dicinas, y hasta la producción de los médicos y enfermeras requiere que trabajemos en ello y
que tengamos los conocimientos para hacerlo. Recordemos que la Economía del Valor Social
sostiene que una sociedad, para desarrollarse solamente necesita de su capacidad de trabajo y
de sus conocimientos. Por lo tanto, si vamos a trabajar para producir y construir todo lo que
se necesita para lograr tener el mejor sistema de salud que el ser humano sea capaz de conce-
bir, debemos, antes que todo, lograr tener la capacidad de hacerlo.
Así que preguntémonos: ¿Tenemos los conocimientos para construir y producir todo eso?
Sí, por supuesto que tenemos los conocimientos. De hecho, ya lo hacemos. En México hay
cientos, si no es que miles, de mexicanos empleados en empresas constructoras, empresas
que producen equipo médico, empresas farmacéuticas, y miles de mexicanos empleados en
hospitales, además de miles de médicos y enfermeros siendo “producidos” por diversas insti-
tuciones educativas. En pocas palabras: los conocimientos los tenemos y los tenemos sobra-
damente. Ahora solo nos queda verificar si también tenemos la capacidad de trabajo suficien-
te. ¿La tenemos?
Tener la capacidad de trabajo suficiente como para lograr contar con un sistema de salud
excelente significa que tenemos la capacidad de trabajo para satisfacer nuestras otras necesi-
dades, y además nos debe sobrar para también construir, desarrollar y mantener un sistema
de salud. Al principio de este libro hablábamos de que a los mexicanos se nos tiene en un es-
tado de supervivencia. Eso no parece un buen indicador de que nos sobre capacidad de traba-
jo como para que además podamos crear un gigantesco sistema de salud que nos ofrezca a
todos lo que necesitamos. Para verificar que apenas podemos con nuestra alma, que somos
pobres, y que por lo tanto no podríamos desarrollar y construir un sistema de salud excelente
con los escasos recursos que tenemos parece ser algo evidente. Solo tenemos que voltear a
nuestro alrededor. Solo tenemos que ver que la enorme mayoría de los mexicanos somos po-
bres. Entonces, ¿de dónde podríamos obtener la fuerza de trabajo que debería sobrarnos,
como para dedicarla a desarrollar un sistema de salud excelente? Para contestar esta pregunta
te invito a que miremos más a fondo. Observemos las cosas más a detalle y desde una
perspectiva distinta.
73 Nuevos Hospitales y Clínicas para el Estado de México con Inversión de 2,000 Millones de Pesos, publicado en el
boletín de prensa del Instituto Mexicano del Seguro Social el 30 de septiembre de 2016. Obtenido de imss.gob.mx el
18 de diciembre de 2016.

— 234 —
NUESTRO SISTEMA DE SALUD

Hagamos un viaje hacia uno de los lugares donde la fuerza de trabajo se manifiesta de
forma más clara. Visitemos una fábrica en México, digamos, por ejemplo, una fábrica de ca-
lentadores de agua. Un calentador de agua, bien hechecito, dura más o menos unos 10 años.
Imaginemos que en esa fábrica trabajan unos 1,000 mexicanos, desde las seis de la mañana
hasta las cuatro de la tarde, de lunes a viernes. Digamos que esa fábrica, con todos esos me-
xicanos trabajando, produce 4,000 calentadores en una semana. Eso significa que en diez
años, esos mil mexicanos habrán fabricado 2,080,000 calentadores. Si cada uno de ellos usa-
ra un calentador de esos, entre todos ellos apenas estarían consumiendo 1,000 aparatos en
esos mismos 10 años —lo que dura la vida de un calentador—. Por lo tanto, cada mexicano
produjo 2,080 veces más de lo que consumió. En otras palabras, ¡el efecto multiplicador de
la industria en este ejemplo es de poco más de dos mil veces!
Te invito a que hagas este mismo ejercicio con cualquier industria que conozcas. Verás
cómo es que siempre, en todas ellas, sin falla, las personas que trabajan allí producen mucho
más de lo que consumen. Este ejemplo es típico porque normalmente el efecto multiplicador
de una industria raya en miles de veces, aunque hay industrias en las que las personas que la-
boran allí producen millones de veces lo que ellas mismas consumen —por ejemplo, la in-
dustria petrolera—. ¿Y qué tiene que ver esta fábrica de calentadores con nuestro sistema de
salud? —seguramente te estarás preguntando—. Bueno, tiene que ver muchísimo. Verás.
Quedamos en que cada persona en esa fábrica produce 2,080 veces más de lo que consu-
me. Ese efecto multiplicador se mantiene igual sin importar la cantidad de tiempo que use-
mos para calcularlo. En nuestro ejemplo usamos una cantidad de tiempo de diez años para
hacer el cálculo más claro de entender. Pero la verdad es que si hubiéramos escogido cual-
quier otra unidad de tiempo el resultado hubiera sido el mismo. Por ejemplo, podríamos ha-
ber escogido usar un día, o una semana, o un año y la proporción de multiplicación hubiera
sido la misma.
Para comprender un poco más fácilmente lo que ahora vamos a ver, escojamos un día de
tiempo. Si el efecto multiplicador no cambia, entonces en un día cada persona seguirá produ-
ciendo 2,080 veces lo que cada una necesita. Dicho de otra forma: cada día, cada uno de esos
mexicanos en la fábrica de calentadores está produciendo lo que necesitarían 2,080 personas
en ese mismo día. Ver las cosas de esta forma tiene una importancia gigantesca para com-
prender que nuestra economía está relacionada con nuestros sistemas de salud, sin que en
ello esté involucrado el dinero.
Observa que en nuestro cálculo no hemos utilizado el dinero para nada, y sin embargo,
hemos encontrado que cada uno de nosotros producimos mucho más de lo que necesitamos,
a pesar de nuestra pobreza y nuestro actual estado de supervivencia. En este ejemplo, cada
mexicano en esa fábrica produce lo que más de dos mil mexicanos necesitan. Esto, entre al-
gunas otras cosas, significa que sí tenemos capacidad de trabajo de sobra. Sí tenemos la posi-
bilidad de construir y crear un sistema de salud excelente, además de muchas otras cosas más
que no tenemos.

— 235 —
PRIMERA PARTE

El efecto multiplicador de la actividad industrial lo podemos ver por todas partes. Cual-
quier mexicano que se dedique a producir algo está produciendo ese efecto. Los agricultores,
los apicultores, los ensambladores, los mecánicos en los talleres, las costureras, los carnice-
ros, los taqueros, los zapateros, los desarrolladores de software, los maestros, los actores, los
médicos, los cocineros, en fin, prácticamente todos producimos mucho más de lo que consu-
mimos.
Con ese efecto multiplicador llevándose a cabo por todas partes, y con los conocimientos
que tenemos, contamos sobradamente con lo necesario para crear, nosotros mismos, con
nuestros propios medios, un excelente sistema de salud. Es natural que en este punto comien-
cen a surgir preguntas como: ¿entonces, por qué no lo hacemos? ¿Si tenemos lo que necesi-
tamos, entonces por qué no tenemos un sistema de salud excelente?
Bueno, no lo tenemos porque toda esa capacidad productiva de sobra se nos va en seguir
produciendo cosas para otras sociedades. Por ejemplo, nuestra fábrica de calentadores de
agua produciría en diez años suficientes calentadores como para que dos millones de fami-
lias mexicanas tuvieran uno de ellos. Si en lugar de una sola fábrica tuviéramos 85 fábricas,
entre todas ellas producirían en diez años un calentador, no para cada familia mexicana, sino
para cada mexicano. Después de ese tiempo, todas las personas que se dedicaron a hacer ca-
lentadores podrían descansar o dedicarse a otra cosa. Pero no sucede así porque toda esa pro-
ducción no es para los mexicanos, sino para personas de otras sociedades distintas. Por lo
tanto, no importa qué tanto trabajen todos esos mexicanos en esas fábricas. Nunca podrán
descansar ni dedicarse a otra cosa sino a seguir produciendo calentadores hasta el día en que
se mueran.
Esa misma lógica la podemos extender y aplicar a todas las fábricas extranjeras que ope-
ran en México que se dedican a la producción de suministros médicos y hospitalarios. Todo
eso que producen todos los mexicanos que laboran en esas fábricas no es para beneficio de
ellos. Es para beneficio de las personas de otras sociedades. Los mexicanos que laboran en
esas fábricas no se quedan ni con los productos, ni con las ganancias. Solo se quedan con un
sueldo que seguramente no les alcanzará para comprar lo que están produciendo porque ten-
drá que ser importado.
Lo anterior tiene consecuencias que no nos enseñan a ver claramente, pero que son de
enorme importancia. Tal es el caso de las ausencias por incapacidad para trabajar, ya sea por
algún accidente, o por alguna enfermedad. En la actualidad, si una persona empleada se en-
ferma y no puede ir a trabajar, se le sujeta a una serie de condiciones para pagarle su sueldo.
¿Por qué? ¿Por qué nos hacemos eso a nosotros mismos si ya vimos que cada uno de noso-
tros produce miles de veces lo que consume? ¿No acaso deberíamos cada uno tener la posi-
bilidad de faltar a nuestro empleo por muchos días sin que haya problema por ello, dada la
cantidad tan grande de satisfactores que producimos cuando estamos sanos, comparada con
la cantidad que consumimos? Por supuesto que sí. Así debería ser.

— 236 —
NUESTRO SISTEMA DE SALUD

El efecto enormemente multiplicador de la industria significa, entre muchas otras cosas,


que cada persona en una fábrica debería poder dejar de asistir a su trabajo por espacio de va-
rios años antes de que lo que ha producido en un año dejara de ser suficiente para continuar
percibiendo su sueldo íntegro. Es decir, pudiera trabajar un año y descansar varios, para que-
dar “tablas” con la sociedad. Entonces, yo me pregunto: ¿por qué la gente no tiene derecho a
eso? ¿Por qué se le paga a una persona solo un porcentaje de su sueldo cuando se incapacita,
en lugar de pagarle su sueldo completo? ¿Por qué tiene el dueño de la empresa enfrentarse a
multas y a aumentos de cuotas cuando las personas que trabajan en su empresa se incapaci-
tan?
Va de nuevo. Si yo —o cualquier otra persona— produzco, bajita la mano, unas cien ve-
ces más de lo que consumo, entonces quiere decir que me puedo enfermar más de trescientos
días de cada año e incluso así sigo siendo socialmente productivo. No conozco a nadie que
se la pase enfermo más de trescientos días al año así que supongo que existen pocas personas
que superan esa marca —al menos eso espero—. La mayoría de todos los demás producimos
durante nuestra vida mucho más de lo que necesitamos para sostenernos cuando estamos en-
fermos. ¿No es así? Yo así lo veo. Pero analicemos más esto.
Yo trabajo durante un año y en promedio me incapacito quizá una semana. Cosas leves la
mayoría de las veces. Alguna diarrea por algo que comí o cosas así. Una semana es la quin-
cuagésima parte de un año, aproximadamente. Eso quiere decir que fácilmente me alcanza
para enfermarme cuando menos cincuenta veces más de lo que me enfermo. Dicho de otra
forma, si yo no uso ese tiempo para enfermarme, entonces puedo ayudar a otras personas a
que se enfermen a gusto sin que tengan que trabajar ni que se les descuente su sueldo porque
todo lo que iban a producir para la sociedad lo estoy produciendo yo, sea que se enfermen o
no.
Bueno, pero si todos producimos lo suficiente como para que cincuenta más se puedan
enfermar y estar incapacitados, entonces ¿qué sucede con todo eso que estamos produciendo
de más y que nadie usa? No me checan las cuentas. Es demasiado lo que entre todos produci-
mos en exceso para la sociedad y que no vemos en forma de beneficios como para pasarlo
por alto e ignorarlo —como lo sería el tener un excelente sistema de salud. ¿Será que no so-
mos tan productivos como creemos? Obviamente no es por eso. Es demasiado poco el bene-
ficio que obtenemos como sociedad como para que se deba a una falta de productividad.
Debe haber otra razón.
¿Corrupción? En este momento no puedo asegurar que la corrupción sea la razón princi-
pal de la mala calidad y baja cantidad de servicios de salud que tenemos. Reconozco que
existe mucha corrupción, pero no puedo asegurar qué tanto de la mala calidad y baja canti-
dad de servicios se debe a eso. Pienso que hay todavía otro problema más de fondo que a su
vez es el que provoca, motiva y da paso a que se geste la enorme corrupción que vemos.
Siento que corruptos todos somos y con eso debemos trabajar. No podemos diseñar un siste-
ma esperando que funcione bien en gracia de la virtud y honestidad de las personas que labo-
ran en él. El sistema de salud, al igual que todos los demás sistemas, debería estar diseñado

— 237 —
PRIMERA PARTE

de tal forma que funcione bien, con o sin personas corruptas. ¿Será posible lograr eso? Vea-
mos a dónde nos llevan nuestros razonamientos.
Ahora que sabemos que producimos lo suficiente como para que nos alcance para mucho
más, veamos qué razones puede haber para que no nos alcance nuestra productividad para
obtener todos esos excelentes servicios de salud que queremos. Continuemos.
En el ejemplo de la fábrica de calentadores de agua nos queda claro que cada uno produce
más de doscientas veces lo que consume. Por otra parte —esto debería ser ya obvio—, según
la Economía del Valor Social, la riqueza no está en el dinero sino en los satisfactores que uno
tiene a su disposición, entonces ¿por qué los trabajadores de la fábrica no pueden ganar 200
veces más? ¿No producen acaso más de 200 veces lo que necesitan para vivir? ¿Se equivoca
quizá la Economía del Valor Social? ¿Cómo podría equivocarse tanto en algo tan obvio?
La razón de que los trabajadores no puedan vivir 200 veces mejor se debe a que no pue-
den comprar los calentadores. ¿Y por qué no los pueden comprar? Porque son para exporta-
ción. Si los desean comprar deben importarlos, y para ello deben primero obtener dólares es-
tadounidenses de alguna forma. Pero debido a que los mexicanos no tenemos control de la
paridad entre un dólar estadounidense y un peso mexicano, el resultado es que nuestro sala-
rio de obrero no nos alcanza para comprar lo que produjimos, aun cuando nos permitan im-
portarlo.
Eso mismo es lo que sucede con todos los demás suministros que se necesitan para tener
un sistema de salud excelente y al alcance de todos. No producimos nuestras medicinas, ni
ninguno de los equipos médicos que se usan en los hospitales o clínicas médicas. No produ-
cimos las ambulancias, ni las mascarillas, ni las agujas de las jeringas, ni nada de todo lo de-
más que un sistema de salud completo necesita.
Lo irónico es que todo eso lo hacemos con nuestras manos, pero todo eso también lo ex-
portamos, porque las empresas para las que trabajamos no son mexicanas, son extranjeras.
Todo lo que hacemos se lo llevan a otros países, y allá lo venden a esas otras sociedades,
quienes se benefician de todas esas cosas por medio de sus excelentes sistemas de salud.
Recordemos que riqueza es la facilidad de obtener los satisfactores que necesitamos y
solo la industria nacional nos lo puede dar, pero esa industria prácticamente no existe. Toda
esa base industrial que no tenemos podría producir todos los equipos hospitalarios, medici-
nas, y la tecnología que necesitamos para nuestros servicios de salud que tanto urgen. Al no
tenerla, nos hemos visto desde siempre en la necesidad de importarlos y para hacerlo necesi-
tamos dólares estadounidenses, y eso nos lleva a la necesidad de exportar algo previamente y
debido a que no tenemos casi nada, porque no producimos casi nada, pues no nos queda de
otra más que vender nuestra mano de obra, nuestro petróleo o pedir dólares estadounidenses
prestados.
Es falso el argumento de que la industria médica nacional no puede competir en costos
contra las industrias de otros países, claramente China. El costo de las cosas está compuesto

— 238 —
NUESTRO SISTEMA DE SALUD

primordialmente de cuotas e impuestos, y de costos financieros. Si se eliminan los impues-


tos, las cuotas y los costos financieros, las cosas hechas en México por empresas mexicanas
se reduciría a menos del 50% de lo que ahora cuestan. En la Tercera Parte, en el capítulo
Nuevo Sistema Fiscal, en la página 605, se explica detalladamente cómo podría reformarse
nuestro sistema recaudatorio de impuestos para que estos, en conjunto, pudieran reducirse a
una fracción de lo que ahora son y muchos de ellos, como lo es el impuesto sobre la renta,
pudieran desaparecer completamente. En el capítulo Nuevo Sistema Financiero, en la página
597, presentamos un sistema modificado y sustentable en el que no existen los costos finan-
cieros que actualmente nos imponemos a nosotros mismos.
Pero eso no es todo. La reducción de los costos de las cosas que nuestras industrias mexi-
canas podrían lograr sería mucho más significativa. Solo tenemos que entender que el costo
de las cosas solo está compuesto de costo de mano de obra. El costo de los materiales es algo
artificial que podemos erradicar, al igual que los otros costos, como los impuestos o los cos-
tos financieros. Si desarrollamos nuestra tecnología de manufactura, nuestros costos de mano
de obra alcanzarían niveles tan bajos que estarían muy próximos a cero, en algunos casos.
Todo esto significa que el costo de todos los suministros que necesitamos para contar con un
sistema de salud de cobertura total, y de calidad máxima, podría ser extremadamente bajo,
alcanzando a ser solamente un pequeño porcentaje de lo que ahora es.
En una ocasión fui a dar al hospital durante dos semanas por una intoxicación que sufrí
por estar expuesto a hidrocarburos tóxicos. Después de muchos análisis finalmente me de-
sahuciaron y me mantuvieron en la sección de terapia intensiva. El caso es que no había mu-
cho que hacer salvo esperar el fatal desenlace así que al no tener otra cosa mejor en qué pa-
sar el tiempo me dediqué a observar el lugar.
Eran interesantes todos los instrumentos y aparatos que había allí. La mayoría de ellos no
tengo idea para qué servían, pero todos sin excepción se miraban bastante costosos. También
noté que ninguno era nuevo. De hecho, noté que todo el equipo se veía usado y algo viejo.
Igualmente noté que todos ellos tenían marcas extranjeras, la mayoría con logotipos y boto-
nes en inglés. Ninguno de ellos parecía ser de patente mexicana.
Prácticamente todo lo que había en ese lugar era importado. Incluso las gasas estaban pro-
ducidas por una marca seguramente estadounidense. Obviamente no morí en aquella oca-
sión, pero desde entonces, por alguna razón que hasta ahora desconozco, se me quedó el há-
bito irracional de observar los instrumentos y equipo médico en las distintas clínicas y hospi-
tales que me ha tocado visitar. Sin excepción he notado que ninguno está equipado con pro-
ductos provenientes de nuestra industria nacional.
La carencia de lo único que hace rica a una nación —una industria nacional— nos impide
tener el único satisfactor del que depende enteramente la vida de todos —un sistema de
salud.

— 239 —
PRIMERA PARTE

Finanzas o Salud
En el apartado anterior hemos visto cómo la economía, de forma natural —sin la partici-
pación del dinero—, nos puede dar todas las cosas que necesitamos debido a que todos pro-
ducimos mucho más de lo que consumimos. Una de esas cosas —quizá la más importante—
es un sistema de salud excelente, el sistema que siempre hemos querido.
Sin embargo, debido a que tenemos atados mutuamente dos sistemas diferentes —el de
salud y el del dinero—, las limitantes de uno frenan al otro. No es nuestro sistema económi-
co el que está frenando a nuestro sistema de salud. Lo que lo está deteniendo es nuestro siste-
ma monetario y financiero. Expliquemos esto.
Como ya hemos visto, la economía de una nación es un proceso natural que se desarrolla
por sí mismo. En la realidad, el desarrollo económico de todos nosotros no necesita práctica-
mente nada para crecer hasta niveles que nunca hemos visto. Todo lo que debemos hacer es
quitarle lo que está frenando dicho desarrollo. La economía es como un río. Si queremos que
su caudal aumente, todo lo que debemos hacer es comenzar a quitarle los obstáculos. Progre-
sivamente y de forma natural veremos cómo el río crece, sin que tengamos que empujar el
agua.
Es cierto que hay cosas que podemos hacer para acelerar nuestro crecimiento económico,
pero todas ellas tienen limitantes importantes. Para entender esto de una mejor forma, permí-
teme hacer una comparación. Todas esas cosas que podemos hacer para “desarrollar” nuestra
economía no son muy distintas a las que podemos hacer para que nuestro cuerpo se desarro-
lle mejor. Tú y yo sabemos que podemos hacer ejercicio y alimentarnos bien, pero el desa-
rrollo que podamos alcanzar tendrá un límite natural, impuesto por los límites de nuestro or-
ganismo humano. Por otra parte, nuestro cuerpo se desarrollará por sí solo, de cualquier
modo, si tan solo le permitimos hacerlo. Lo más efectivo que podemos hacer es mantenerlo
sano. La naturaleza hará lo demás. Nuestra economía y su desarrollo es exactamente igual.
Recuerda que la economía es un fenómeno natural, mientras que las finanzas son un fenó-
meno artificial. ¿Por qué? Veamos.
En el capítulo Los Intereses, en la página 128, analizamos el tema de los intereses finan-
cieros de forma suficientemente clara como para comprender que con el dinero suceden co-
sas curiosas. Una de ellas nos concierne en este caso. Me refiero a que el dinero tiene un
costo en dinero. Esto te podría sonar extraño y si es así no te culpo por ello. Nos han educa-
do para ver las cosas de una forma especial que no nos permite apreciar como realmente son.
Recordemos que el dinero tiene un precio y ese precio está dado, a su vez, en dinero. A ese
precio lo denominamos con el término de “interés” y a la compra del dinero nos han educado
a llamarla con el engañoso y nocivo nombre de “préstamo”.
Nuestro sistema económico en la actualidad está atado al sistema del dinero, así que tam-
bién está atado al precio que este último tiene. Si el precio del dinero sube, entonces todo lo
que usamos en nuestra economía sube también de precio —por ejemplo, todo lo que usamos
para sostener nuestro sistema de salud—. No debería ser así, pero así es solo por la forma

— 240 —
NUESTRO SISTEMA DE SALUD

como tenemos atada la economía al precio del dinero. Nada que no podamos cambiar, por
cierto.
Recuperando el control de nuestro sistema financiero y monetario, y limitando el uso del
dinero exclusivamente a servir de medio de intercambio, retirándole su característica de re-
serva de valor y eliminando su compraventa, podremos desahogar nuestra economía y per-
mitirle crecer y desarrollarse. Tan solo quitándole los obstáculos que tiene, la economía se
desarrollaría por sí sola a pasos agigantados y con ello el precio de nuestros satisfactores ba-
jaría y nuestros ingresos subirían. Ambas cosas provocarían que hubiera más posibilidades
de tener servicios públicos de salud excelentes y que gozáramos de ellos como nunca lo he-
mos hecho y como siempre lo hemos soñado.
No hemos sido educados a ver las cosas de esta forma y por esa razón tenemos la idea de
que nuestros servicios de salud no pueden ser mucho mejores de lo que actualmente son. Sa-
bemos que si resolviéramos la corrupción galopante que existe en nuestro país mejoraríamos
la distribución del dinero, y con ello se mejoraría la calidad y la cobertura de los servicios de
los que disponemos actualmente. Eso está bien. Es cierto. Disminuyendo o eliminando la co-
rrupción se mejorarían un poco los servicios de salud que tenemos. Pero la Economía del Va-
lor Social no pretende mejorar las cosas “un poco”. Eso cualquier persona lo puede hacer.
Para mejorar las cosas “un poco” no se necesita una teoría económica nueva ni un libro tan
voluminoso como este para explicarla. La Economía del Valor Social ofrece la posibilidad de
mejorar radicalmente nuestra vida en general, más allá de lo que muchos de nosotros ha si-
quiera soñado.
En la Teoría del Valor Social se explica que la economía, al ser un fenómeno natural, se
puede desarrollar por sí misma. ¿Cuánto? Mucho más de lo que nos podemos imaginar. Mu-
cho más de lo que hemos sido educados a creer que es posible. Recuerda tu reacción al leer
lo que yo quiero del sistema de salud en mi país. ¡Date cuenta de que ni siquiera lo conside-
ras posible! Algo en ti se rehúsa a creer que algo así pudiera suceder. ¡Hasta te dio risa!
Ojalá fuera cosa de risa para todos. No lo es. Es un asunto muy serio. Es vital. Sin salud
no tenemos nada de lo demás. No tenemos ni presente ni futuro. Nos han enseñado a pensar
que nuestro sistema de salud no puede ser mejor debido a nuestro nivel económico, cuando
en realidad no es así. Nuestro sistema de salud no se ha podido mejorar debido a los modelos
financieros que usamos en el país, los cuales le han dado en la torre al desarrollo económico.
Para que me creas, solo tienes que echar una mirada a nuestro vecino país del norte. Debe-
mos estar de acuerdo en que Estados Unidos tiene un desarrollo económico mucho más fuer-
te que México. Si le creemos a la CIA, la Central de Inteligencia de Estados Unidos, pode-
mos hacer una tabla como esta[74]:

México Estados Unidos


Ingreso per cápita anual $9,747 dólares 5 veces más

74 CIA World Factbooks, consulta de datos de diciembre de 2003 a marzo de 2011. Obtenido de
cia.gov/library/publications/the-world-factbook/ el 10 de septiembre de 2016.

— 241 —
PRIMERA PARTE

Ingreso nacional $550 millones de dólares 18 veces más


Exportaciones anuales $371,000 millones de dólares 4 veces más

Al ver esta tabla, cualquiera pensaría que Estados Unidos tiene, por lo menos, un sistema
de salud varias veces mejor que el mexicano, sin embargo, no es así. Según una investiga-
ción que incluyó 184 países, publicada en abril de 2017 por The Lancet, Estados Unidos es
el país que más gasta en salud por persona[75], mientras que su sistema de salud no es mejor
que el de México ya que ni siquiera tienen un sistema de salud considerado “universal”, se-
gún la revista Healthline[76] y la respetada revista The Conversation[77] y muchas otras fuentes
más.
¿Qué podemos concluir de esto? Obviamente, que no se necesita gastar mucho para tener
un buen sistema de salud, y que, por lo tanto, en México podemos tener un mejor sistema sin
que sea indispensable gastar más dinero. En otras palabras, la falta de dinero no es excusa
para no tener un sistema mejor que el que tenemos. ¿Significa eso que tenemos un buen sis-
tema en México? Por supuesto que no. Eso es obvio. ¿Es mejorable? Seguro que sí, y mu-
cho.
Pero la pregunta difícil, y la que nos debemos hacer y responder es: ¿Qué tan bueno pue-
de ser nuestro sistema de salud? ¿Podría abarcar a todos sin excepción? ¿Podría ser total-
mente gratuito? Existen muchas personas que opinan que eso es imposible, y se esfuerzan en
demostrarlo. Las demostraciones que hacen, sin embargo, las hacen basándose en ejemplos
de economías actuales, las cuales a su vez se basan en sistemas financieros convencionales.
Eso está bien, pero con eso no demuestran que no se pueda. Solo demuestran que no se ha
podido, y este libro que tienes en las manos demuestra que la razón de que no se haya podi-
do se debe, casi enteramente, a los sistemas financieros que hemos adoptado y que limitan
nuestra economía. En otras palabras, son los modelos financieros los que impiden a nuestra
economía ofrecernos los servicios de salud que quisiéramos. Nuestra economía, y el exce-
lente sistema de salud que podría ofrecernos, no está limitada por nuestra incapacidad
de mejorarla, sino por el bloqueo que ejerce sobre ella el sistema financiero y moneta-
rio que tenemos.

Salud y Libre Mercado


En una buena parte del mundo existe la creencia de que el mercado libre es la mejor op-
ción que tenemos para tener todo lo que necesitamos como sociedad y como individuos. Es
tan fuerte esa creencia, que muchas personas, en numerosos gobiernos de distintos países,

75 Evolution and patterns of global health financing 1995–2014: development assistance for health, and government,
prepaid private, and out-of-pocket health spending in 184 countries, publicado el 19 de abril de 2017. Obtenido de
thelancet.com el 4 de mayo de 2017.
76 S. Radcliffe, Does Mexico have better healthcare than the United States?, healthline.com, 13 de julio de 2017.
Obtenido de healthline.com el 10 de mayo de 2017.
77 T. Callaghan, Three reasons the US does not have a universal health coverage, 25 de octubre de 2016. Obtenido el 6
de noviembre de 2017 de theconversation.com. T. Callaghan es profesor asistente del Centro de Ciencias de la Salud,
de la Texas A&M University.

— 242 —
NUESTRO SISTEMA DE SALUD

piensan exactamente eso también. Prueba de ello es la creciente e incesante intención de pri-
vatizarlo todo. En México, ese movimiento de privatización se ha venido dando cada vez
más rápido. Se han privatizado los servicios de transporte federal, carretero y ferrocarril. Se
han privatizado segmentos importantes de nuestra industria petrolera, y nuestra industria
eléctrica está en vías de privatizarse en muy corto tiempo.
Las numerosas privatizaciones se han realizado arguyendo que las empresas estatales no
son tan eficientes como las privadas y que, por lo tanto, los servicios tienden a ser cada vez
más caros. Eso es muy debatible incluso si se mira a la luz de la economía actual. Sin embar-
go, si se mira la privatización generalizada desde la perspectiva de la Economía del Valor
Social, la situación deja de ser debatible para convertirse en nociva y claramente errónea. La
razón es simple: En la Economía del Valor Social no se mezcla el dinero con la economía
y tampoco está formada por, ni basada en, el dinero o las finanzas. Por otra parte, en la
economía actualmente aceptada, donde las finanzas y el dinero controlan la economía, la pri-
vatización generalizada es algo deseable.
Tan generalizada está la idea de privatizarlo todo, que en últimos años incluso la privati-
zación de los servicios de salud se ha discutido muy seriamente. En lo personal, pienso que
la privatización no se ha hecho, sencillamente porque lo están privatizando todo siguiendo
un orden lógico y progresivo, desde lo más fácil hacia lo más difícil. Sin embargo, indepen-
dientemente de qué tan rápido se haga, la privatización de los servicios de salud es básica-
mente imposible, siempre y cuando veamos las cosas desde una perspectiva real de econo-
mía, tal y como lo hace la Economía del Valor Social, y no con una visión financiera bursátil,
donde solo los que apuesten ganarán. Veamos esa perspectiva entonces.
La razón por la que los servicios de salud son imposibles de privatizar es porque no cum-
plen con las características mínimas necesarias para ser un artículo de consumo, que se ven-
da libremente en un mercado de servicios. Las características a las que me refiero son estas:
1. Los servicios que se ofrecen en un mercado libre se otorgan y se reciben —se tran-
saccionan— por consentimiento mutuo. Tanto el que vende como el que compra de-
ben estar de acuerdo en realizar la transacción, o el intercambio. En este caso, se esta-
ría intercambiando servicio médico por dinero. En un mercado libre nadie es forzado
a comprarle a alguien nada.
2. En un mercado libre, ninguna transacción ocurre sin que un precio se acuerde previa-
mente. Por cierto, el precio se acuerda en libertad de cada quién, sin que medie el
cohecho, o la extorsión. De otra forma, puede que sea un mercado, pero ya no sería
libre.
3. En un mercado libre, ambas partes están conscientes de lo que están haciendo y lo es-
tán haciendo volitivamente, es decir, a voluntad. Ambas son capaces de representarse
a sí mismas en la transacción que están haciendo.

— 243 —
PRIMERA PARTE

Ahora permíteme explicarte con un ejemplo para que veas por qué estas condiciones mí-
nimas no se cumplen cuando se trata de servicios de salud.
Imagínate que por andar leyendo El Plan mientras camino por la calle, sin darme cuenta
atravieso la esquina y por no poner atención me atropella un auto. El libro sale volando y yo
quedo tirado en la calle sin saber de mi mismo. En ese momento, no solamente he quedado
inconsciente y totalmente atropellado, sino que también he quedado fuera del mercado de
servicios. En esas circunstancias, lo que normalmente le vendría a uno a la cabeza es hablar-
le a una ambulancia, y en ese preciso momento es cuando comienzan a verse claramente las
diversas imposibilidades que el servicio de salud tiene para pertenecer al mercado libre.
En primer lugar, inevitablemente surge la pregunta: ¿Quién le hablará a la ambulancia? Es
obvio que yo, atropellado y además inconsciente, no podré hacerlo. No me quedará más re-
medio que atenerme a la piedad de alguna alma caritativa que quiera gastar unos minutos de
su tiempo —tiempo aire, claro— para hablar a algún servicio de emergencia. Muy segura-
mente será la Cruz Roja, ya que es el único servicio de salud disponible de forma práctica
para atender emergencias de este tipo—o sea yo, por andar de atropellado callejero. Pero re-
sulta, que la Cruz Roja es un servicio que tampoco participa en el mercado libre de servicios.
No cobra sus servicios y sus ingresos son a base de donativos sociales. En otras palabras, es
un servicio derivado de prácticas socialistas, aun cuando no dependa del gobierno. ¿Ya lo co-
mienzas a notar? Esto no tiene nada que ver con el mercado libre. La mismísima Cruz Roja,
el único servicio real del que depende la vida de todos nosotros, es en sí un exponente palpa-
ble y cotidiano de una de las más importantes carencias del mercado libre. Hasta coraje da.
Pero la cosa no termina allí. La Cruz Roja no tiene competencia. Es decir, yo, en las con-
diciones en las que me encuentro, no tengo la capacidad de escoger al mejor postor para que
me venda el servicio de venir a levantarme del piso y llevarme a un médico. Bonito me vería
yo en ese momento negociando con diversos prestadores de servicios de levantamiento de
atropellados, para escoger al que mejor servicio me ofrezca por el dinero que desembolsaré.
No se trata de escoger un servicio para organizar una fiesta, sino de un servicio que en ese
momento es vital y además urgente. Por si fuera poco, además, he perdido la consciencia. No
tengo voluntad y por lo tanto no puedo hacer algo volitivamente, por lo que, a partir de ese
momento, todo lo que suceda estará totalmente fuera del libre mercado. Lo que pase no será
una transacción que pueda decirse que se hizo con las condiciones mínimas para considerar-
se una transacción de libre mercado. De hecho, ni siquiera podría llamarse una “transac-
ción”.
Nos podríamos poner como abogados del diablo insistiendo en que los servicios de segu-
ros privados son una opción válida y que ellos sí pertenecen al libre mercado. Eso suena in-
teresante. Analicémoslo. Los seguros privados son ofrecidos por empresas privadas con fines
de lucro. Eso es fácil de ver así que no lo discutiremos. Pero ¿en verdad tienen las caracterís-
ticas necesarias como para ser una alternativa a los servicios de salud que necesitamos? Vea-
mos.

— 244 —
NUESTRO SISTEMA DE SALUD

Podríamos pensar que los arreglos para recibir servicios médicos los podemos hacer con
una compañía proveedora de seguros mientras estamos buenos y sanos y totalmente cons-
cientes —es decir, que no estemos dormidos—. Suena bastante bien y de entrada parece es-
tar completamente de acuerdo con las condiciones mínimas de un mercado libre menciona-
das arriba. Sin embargo, un vistazo más de cerca nos revela que las cosas no son así. Pode-
mos hacer el arreglo con la compañía aseguradora con todos nuestros sentidos y firmar todos
los contratos que se nos ocurran estando totalmente lúcidos y hasta acompañados de nuestros
mejores abogados, pero jamás nos podrán garantizar que nos levantarán del suelo cuando nos
atropelle un auto. ¿Por qué? Sencillamente porque una empresa privada no podrá nunca
garantizar sus servicios, ni en el tiempo, ni geográficamente, ni circunstancialmente.
¿… por qué? Ahí te va.
Para empezar, es posible que la compañía de seguros me ofrezca el servicio hoy y que
mañana se vaya a la quiebra. Por lo tanto, no puede garantizar su servicio a través del tiem-
po. Es posible también que el área donde me atropellen quede fuera del contrato. De hecho,
por esto es por lo que todas las compañías de seguros ofrecen sus servicios dentro de cierto
perímetro geográfico solamente. Recuerda que son empresas con fines de lucro. Si les sale
demasiado costoso ir a recogerte, sencillamente no lo harán. Por lo tanto, geográficamente
no puede garantizar su servicio. También es posible que el auto que me atropelló haya sido
de alguien que intentó matarme, o que el auto sea mío y se considere entonces como un in-
tento de suicidio. En ese caso, la compañía se seguros podría decidir no ir a recogerme, que
porque el contrato no cubre esas circunstancias “delictivas”. Todos aquellos que hemos com-
prado algún tipo de seguro y nos ha tocado tener que usarlo, hemos visto cómo, a la hora de
la hora, la compañía de seguros se esfuerza por no cubrir los gastos. Siempre nos dicen las
aseguradoras que su servicio es para que no nos preocupemos. Sin embargo, siempre veo que
cuando nos sucede un percance, lo primero que nos preocupa es si dicho percance estará o
no “cubierto por el seguro”. Por lo tanto, no puede tampoco garantizar su servicio circuns-
tancialmente. Pero todavía hay más.
Observa cómo tu dependencia de la compañía de seguros se hace máxima en el mismo
momento en que tu necesidad se maximiza también. Ese hecho, decisivo pero elusivo, es su-
ficiente para descalificar el servicio de salud proporcionado a través de una empresa de segu-
ros como si fuera un servicio perteneciente a un mercado libre. Si mi dependencia de la com-
pañía de seguros es máxima al mismo tiempo que también lo es mi necesidad de obtener sus
servicios, significa que es máximo el apalancamiento que la compañía tiene sobre mi, lo cual
raya en el cohecho, o extorsión. Las aseguradoras usan ese apalancamiento máximo para in-
crementar sus beneficios financieros a costa de mis intereses, y el de todos sus demás asegu-
rados. Por ejemplo, las aseguradoras privadas obligan a los hospitales a utilizar ciertos medi-
camentos solamente, o ciertos tratamientos, siguiendo reglas definidas. Si el hospital se sale
de los parámetros determinados por la aseguradora, no podrá cobrar sus servicios. Por lo tan-
to, el hospital y los médicos están obligados a seguir los lineamientos de la aseguradora, in-
dependientemente de cuál sea el tratamiento que más me convenga para recuperar mi salud.

— 245 —
PRIMERA PARTE

Si un médico en el hospital conoce algún tratamiento más efectivo que el que está en el con-
trato con la aseguradora, sencillamente no podrá usarlo, aun cuando tenga los medios para
realizarlo. Ah, pero aún hay más.
El servicio privado de una aseguradora depende de mi actividad profesional. En otras pa-
labras, la aseguradora me venderá sus servicios dependiendo de si me dedico a algo riesgoso
o no. Si soy torero, motociclista acróbata, buzo de altas profundidades, o ¡bombero! muy se-
guramente no me venderá el seguro médico. ¿Por qué? Porque no le es financieramente con-
veniente. El riesgo de que me accidente es demasiado alto según sus cálculos, y contrario a
sus intereses.
¿Este es el tipo de servicio de salud que queremos realmente? Se trata de un servicio de
salud que está sujeto a intereses financieros de compañías aseguradoras privadas. Dicho de
otra forma: mi salud estaría sujeta a que financieramente le convenga a un grupo de personas
que nada tienen que ver conmigo y a quienes mi salud no les interesa —sin mencionar que
en las circunstancias actuales seguramente también serán extranjeras. ¿Es eso lo que quere-
mos? Yo no. Con estos ejemplos me queda claro que un sistema de salud basado en servicios
prestados por compañías aseguradoras privadas no es capaz de garantizar el servicio ni es ca-
paz de asegurarse de que sea el mejor. Sencillamente sus intereses se oponen a los míos, y a
los de todas las personas que deseamos un servicio de salud excelente y universal, que nos
atienda independientemente de los asuntos financieros involucrados, y que tenga nuestra
salud y nuestro bienestar en mente, siempre. ¿Por qué deberíamos conformarnos con menos?
Al final de cuentas, privado o no, el servicio lo estamos pagando entre todos.
Por todo esto, creo que ahora debe quedar claro que los seguros privados quedan fuera del
esquema del suministro de servicios de salud. Sin embargo, no debemos culparnos por ha-
berlos considerado como si fueran una opción. Recuerda que hemos sido educados a pensar
de cierta forma e interpretar los eventos a nuestro alrededor de una manera específica. El
caso de los seguros privados es un ejemplo claro del acondicionamiento mental que nos han
hecho padecer.
¿Deberían entonces todos los servicios de salud ser proporcionados por el gobierno? Los
ejemplos que estamos discutiendo aquí podrían parecer indicar que la mejor opción sería ale-
jarnos de los servicios privados de salud y pasar a organizarnos para tener servicios de salud
públicos ofrecidos por el gobierno. No necesito decir mucho para que nos sea evidente que
eso tampoco ha funcionado. Todos conocemos las fallas en nuestro sistema de salud público.
El IMSS y el ISSTE están llenos de ejemplos muy claros de todas las fallas que un sistema
así tiene. Es cierto que muchas de esas fallas son debidas a la corrupción, pero me atrevo a
decir que incluso si resolviéramos los problemas de corrupción, no obtendríamos con eso un
buen sistema de salud. Eso se debe a que la falla no es por las personas, sino por la forma
como está organizado el sistema que tenemos. Es esa forma en la que está organizado, la que
hace que las personas que trabajan en el sistema se comporten como lo hacen. Revisemos
ahora dicha estructura y organización.

— 246 —
NUESTRO SISTEMA DE SALUD

Diseño Organizacional Débil


Como ciudadano común, observo a mi alrededor y salta a la vista la institución social que
debería tener las respuestas: La Secretaría de Salud. Desconozco si existen otras organiza-
ciones sociales involucradas con la labor de velar por nuestra salud, pero creo que esa es la
principal.
Si analizo las responsabilidades de la Secretaría de Salud y de todas sus organizaciones
dependientes, como el IMSS y el ISSTE, veo que además de la salud, es responsable de otras
cosas que no necesariamente están relacionadas. La Secretaría de Salud es responsable de
pensiones, de vivienda, de riesgos del trabajo, de servicios de guardería, entre otros. ¿Qué
tienen que ver las pensiones o las guarderías con los servicios de salud?
En mis más de 30 años de experiencia en organizaciones industriales he aprendido que
cuando uno es responsable de muchas cosas uno se vuelve incompetente. No existe nada me-
jor para que alguien sea eficaz en lo que le toca hacer que se le permita concentrarse en ello
y, por el contrario, no existe nada más eficaz para convertir a alguien en un incompetente que
sobrecargándolo de trabajo y responsabilidades. Créeme, lo he hecho y me lo han hecho.
Otra cosa que he aprendido es que cuando la responsabilidad de hacer algo recae en más
de una persona, nadie se hace responsable de los resultados. En todos los casos es mejor te-
ner siempre a una sola persona responsable y no varias. ¿Por qué tenemos más de una depen-
dencia haciendo lo mismo? El IMSS y el ISSTE ofrecen lo mismo, solo que ofrecen sus ser-
vicios a personas con empleos distintos. ¿Por qué? ¿Que tienen de diferente las personas que
trabajan para el gobierno? ¿No trabajan acaso para la sociedad? Claro que sí.
La división de la responsabilidad en dos organizaciones distintas no termina con el IMSS
y el ISSTE. Además de esa división, tenemos el fraccionamiento de la responsabilidad en
instituciones que dependen de la federación, otras dependen de los gobiernos estatales, e in-
cluso otras de gobiernos municipales.
Toda esa división y fraccionamiento de la responsabilidad de nuestro sistema de salud
solo contribuye a un enorme debilitamiento en la efectividad, en la eficiencia y en la calidad
de los servicios que recibimos. La organización social que hemos creado como mexicanos
para que vele por nuestra salud debería estar totalmente, y solamente, enfocada en hacer
exactamente eso, y no otras actividades distintas.
Para que nuestra economía se desarrolle debemos asegurar nuestra salud. La de todos.
Pero tener una buena economía no es tener dinero. No necesariamente. La Economía del Va-
lor Social intenta explicar ese concepto de numerosas formas. Por esa razón es que este libro
es tan extenso. En la Economía del Valor Social el dinero y la economía son dos cosas total-
mente distintas, relacionadas entre sí solo circunstancialmente y, por cierto, de manera erró-
nea. Lo hemos hecho de tal forma que, en la actualidad, bajo las condiciones imperantes, a
uno le es difícil pensar que un sistema de salud no dependa de la cantidad de dinero que te-
nemos. Uno se imagina que para que eso sea posible es necesario contar con un sistema polí-

— 247 —
PRIMERA PARTE

tico comunista, pero eso es un error. Podemos tener un sistema de salud de cobertura total y
excelente con nuestro sistema capitalista. Solo debemos hacer algunos cambios y aprender a
ver las cosas de forma diferente. Con una lente nueva. Veamos esto un poco más a detalle.
Todo el dinero del mundo y toda la potencialidad económica no pueden darnos un servi-
cio de salud excelente a menos que construyamos una organización efectiva y eficiente que
lleve a cabo esa actividad. Si esto fuera cierto, si la calidad y cobertura de nuestros servicios
de salud dependieran del dinero, en Estados Unidos tendrían el mejor sistema, ya que ellos
gastan en servicios de salud más que cualquier otro país, por habitante. En México tenemos
un sistema mejor que el estadounidense. Sin embargo, eso no significa nada, ya que todos los
mexicanos sabemos que nuestro sistema está muy lejos de ser como quisiéramos. Debemos
mejorarlo, y mucho, y una buena parte de lo que le falta es una organización adecuada. Cual-
quier cosa que queramos lograr como sociedad, requiere que nos organicemos para ello. Ac-
tualmente, la organización que tenemos en nuestros servicios de salud es débil porque dista
mucho de ser efectiva o eficiente.
Ser eficiente y ser efectivo no es lo mismo. Una organización efectiva produce los resulta-
dos que se desean y una organización eficiente lo hace con pocos recursos. Necesitamos que
nuestro sistema de salud sea ambos. No debemos esperar menos. ¡Se trata de nuestra salud!
Creo que no es necesario ahondar en los detalles ya que todos sabemos que nuestro siste-
ma nacional de salud no es ni lo uno ni lo otro. El aparato organizacional que lo constituye
es excesivamente grande, consume demasiados recursos humanos que bien podrían dedicar-
se a cosas productivas y consume demasiado dinero, el cual también podríamos usarlo en
otras cosas. Pero eso no es todo, el sistema de salud que tenemos parece querer también de-
dicarse a otras tareas que deberían dejarse a otras organizaciones. En nuestro sistema de
salud están mezcladas actividades como guarderías, cursos de habilidades manuales, talleres
de teatro, escuelas de música —todas las cuales deberían estar a cargo de nuestro sistema
educativo—, y por si fuera poco también cuenta con un enorme sistema de cobranzas —el
cual ni siquiera debería existir.
Dicen que el que mucho abarca poco aprieta y eso mismo se aplica a nuestro sistema de
salud. Tenemos un enorme aparato organizacional que necesita revisarse y rediseñarse para
que sea efectivo y eficiente. Nadie lo ha hecho porque nadie quiere ser el malo de la película
despidiendo a miles de empleados del sector salud. Pero el gobierno tiene funciones determi-
nadas entre las cuales no está la de servir de empleador a quienes no tienen empleo. El go-
bierno debe crear empleos estimulando la industria nacional, en lugar de darle empleo a tan-
tas personas que sobran y que harían mejor en dedicarse a algo productivo en una empresa
nacional, o formando su propia empresa.
Es imposible pensar que todos los servicios de salud que necesitamos en el país los puede
ofrecer una sola organización. Eso no va a suceder nunca. Lo único que vamos a lograr es te-
ner una organización obesa, cara, inefectiva y por demás ineficiente. De hecho, eso es exac-

— 248 —
NUESTRO SISTEMA DE SALUD

tamente lo que ya tenemos. ¿Queremos seguir así? Yo no lo quiero, y estoy seguro de que tú
tampoco.
Después de haber visto por dentro y por fuera decenas de organizaciones grandes y pe-
queñas he llegado a convencerme de que las mejores organizaciones son las que son capaces
de funcionar en forma de un conglomerado de organizaciones pequeñas. Nuestro sistema de
salud es un candidato perfecto para ese tipo de organización. Es mejor tener un conjunto
grande de muchas organizaciones pequeñas dedicadas cada una a una región minúscula, to-
talmente enfocadas en una sola actividad, a tener una gigantesca organización dedicada a
muchísimas cosas distintas. Esa es la mejor forma de hacer llegar el servicio médico a todos
los rincones del país. La empresa privada del Dr. Símil es un excelente ejemplo de organiza-
ción efectiva que demuestra que es posible hacerlo, que es posible hacerlo en México y que
es posible hacerlo ya. Todo lo que necesitamos para hacerlo es tener la voluntad de realizarlo
y ponernos a trabajar en ello.
En lugar de insistir en tener enormes clínicas del Seguro Social podríamos tener decenas
de miles de consultorios médicos privados pequeños de atención general. Uno en cada esqui-
na para que la gente no tenga que caminar mucho. Nuestro sistema de transporte más eficien-
te llevaría los suministros médicos a donde se necesiten y también llevaría los pacientes que
requirieran atención médica especializada a los lugares en donde se otorgue dicho servicio.
Al recuperar el control de nuestro sistema monetario y financiero, podríamos ofrecerles
créditos a los miles de médicos en México con tasa cero —o negativa— para que construyan
e instalen sus consultorios, unidades médicas, servicios de rescate y atención médica ambu-
lante, en las diversas y múltiples especialidades en que la ciencia médica mexicana pueda
ejercerse. Para no afectar la balanza comercial, y para evitar sobredemandas que provoquen
inflación, los créditos deberán también extenderse hacia el sector industrial que produciría
todos los medicamentos y suministros médicos diversos en todo nuestro país.
Tenemos desempleados a decenas de miles médicos, enfermeros, terapeutas, paramédicos,
farmacólogos y farmacéuticos, y todos ellos pueden contribuir a que construyamos un siste-
ma de salud excelente si tan solo se les proporcionaran los medios para hacerlo. Todo el per-
sonal que sería desempleado al reestructurar el actual sistema de salud sería insuficiente y a
la vez necesario para establecer una nueva organización distribuida en toda la nación. De he-
cho, me atrevo a decir que harían falta tantas más personas que tendríamos que realizar acti-
vidades intensas para contar con un abasto de personal suficiente. Pero eso no es algo malo.
Es bueno. No solo estaríamos asegurando una forma de vivir para todas aquellas personas
que por vocación se dedicaron a estudiar alguna rama de la salud y que por no encontrar la
forma de ejercer la actividad que aman ahora se dedican a algo totalmente distinto, sino que
estaríamos asegurando que las generaciones futuras cuenten con la forma de realizar su vo-
cación también. Todo eso, aunado al excelente hecho de contar todos, sin excepción, con un
excelente servicio de salud a toda hora y en cualquier lugar, como ninguna nación lo ha teni-
do jamás, y como solamente algunas pocas se acercan a tenerlo.

— 249 —
PRIMERA PARTE

Puedo asegurarte que no existe ninguna razón real para concentrar en una sola organiza-
ción todos los servicios médicos de calidad, ni que no estén al alcance de todos los mexica-
nos, teniendo como condición para ser atendidos únicamente la de ser de nacionalidad mexi-
cana.
Sin embargo, ya sea que intentemos proporcionar todos los servicios de salud necesarios
por medio de una organización gubernamental gigantesca, o que lo hagamos a través de mi-
les de clínicas privadas —lo cual es mucho más recomendable—, lo cierto es que un exce-
lente sistema de salud no solamente necesita médicos y fábricas de medicinas. Un sistema de
ese tipo, para funcionar bien, también necesita un excelente sistema de distribución que lle-
gue a todos los rincones del país. De nada sirve tener un ejército de miles de médicos, cada
uno con una clínica excelentemente equipada y por otra parte cientos de fábricas por toda la
república produciendo miles de medicamentos y equipo hospitalario, si no tenemos una for-
ma eficiente y efectiva de hacer que lo que las fábricas producen lleguen hasta donde se en-
cuentran los dispensarios y hospitales.
Actualmente, carecemos de un sistema efectivo de distribución. Lo tenemos, pero no es ni
efectivo ni eficiente. Nosotros mismos nos hemos encargado de convertirlo en un sistema
que no ayuda a que se realice una distribución de medicamentos y equipo hospitalario. La
distribución con la que contamos actualmente se realiza “a pesar” del sistema de distribución
que tenemos, y no gracias a él. Eso es algo que debemos analizar con cuidado. No hacerlo
significa que lo que hagamos para producir medicamentos y para reorganizarnos de forma
distinta, no servirá de nada. Veamos eso entonces.

Distribución Obstaculizante
Todos conocemos que existen distribuidores de equipo médico y medicinas. Desde siem-
pre hemos sabido que los distribuidores —mayoristas— contribuyen mucho a aumentar el
precio de las cosas. No es raro que un distribuidor aumente en un 100 por ciento el precio de
aquello que distribuye. Es más, es tan predecible este comportamiento que se puede elaborar
todo un plan de recuperación económica a partir de este solo hecho.
Pero ¿alguna vez te has preguntado por qué existen los distribuidores o mayoristas? La ra-
zón es simple pero elusiva. Los distribuidores y mayoristas existen porque nuestras vías de
transporte no son suficientemente eficientes. Así de simple. Si un agricultor pudiera enviarte
las manzanas que produce por correo, tú y él se ahorrarían muchísimo tiempo y ambos se be-
neficiarían financieramente también muchísimo. Él podría venderte cada manzana a más de
cincuenta veces de lo que se la vende a un distribuidor y aun así te costaría menos de la déci-
ma parte de lo que te cuesta actualmente. Dicho de otro modo, sus ingresos aumentarían cin-
cuenta veces y los tuyos aumentarían diez veces. ¿No te gustaría eso? A mí sí.
Pero resulta que en lugar de hacer más eficientes nuestras vías de transporte estamos ha-
ciendo todo lo contrario. Tenemos nuestras carreteras tapizadas de límites bajísimos de velo-
cidad, casetas de cobro, y retenes policíacos y militares que provocan que nuestros satisfac-

— 250 —
NUESTRO SISTEMA DE SALUD

tores se queden atorados durante días, encareciendo el transporte por consumos excesivos de
combustible, desgaste de camiones, sueldos de conductores, y decenas de otras cosas más.
Además del bloqueo, nos hemos dedicado a hacer carísimo el transporte, con lo que hemos
contribuido a que se encarezcan las cosas que transportamos desde donde se producen, hasta
donde las necesitamos. En un viaje por carretera desde el noroeste del país hasta la Ciudad
de México una persona cualquiera gasta lo mismo en combustible que en peajes. Estamos
duplicando el costo de mover nuestros satisfactores desde donde los producimos hasta donde
los necesitamos sin darnos cuenta del enorme daño que nos estamos haciendo a nosotros
mismos.
Nuestros ferrocarriles son mucho más económicos por cada tonelada que mueven por
cada kilómetro que recorren. Son el medio de transporte terrestre más eficiente que existe.
¿Pero dónde está? Hace unos veinte años nos dimos a la tarea de construir una enorme canti-
dad de carreteras. Durante un tiempo fuimos el principal país constructor de carreteras del
mundo. Eso fue bueno. Pero nunca hicimos nada por nuestras vías férreas de transporte. Lo
mismo se puede decir de nuestros sistemas de transporte aéreo. Todos los aviones que tene-
mos, chicos y grandes, son importados. Eso nos obliga a lo mismo de siempre: a vender algo
para conseguir dólares para comprar los aviones que necesitamos. Aviones carísimos que
bien podríamos construir nosotros aquí, en México a una fracción del costo en dinero y con
mucho mayor calidad.
Nuestro país tiene una forma geométrica territorial ideal para transportar las cosas por
mar y eso tampoco lo estamos aprovechando. Tanto por el Pacífico como por el Golfo de
México podríamos unir el norte con el sur de forma totalmente libre y sin obstáculos, pero
nunca hemos hecho nada al respecto. Para cruzar de un océano a otro estamos en la posición
estratégica de tener el canal de Panamá a unos cuantos kilómetros, pero parece que se nos ol-
vida el valor estratégico que eso tiene para nosotros.
Al arreglar todas esas deficiencias en nuestros sistemas de transporte, la necesidad de
contar con distribuidores y mayoristas disminuiría a una fracción muy pequeña de lo que
ahora es. Las medicinas, equipo médico y todos los suministros los podríamos mover direc-
tamente desde las fábricas hasta las clínicas y hospitales donde se necesiten reduciendo su
precio en dinero a menos de la vigésima parte. La logística la tenemos. Lo que no tenemos es
el sistema de transporte que dé soporte a la logística requerida.
Los altos costos del transporte obligan al embarque de cantidades grandes de producto
para diluir el impacto en dinero lo más posible y a su vez generan la existencia de los mayo-
ristas y distribuidores quienes, para empeorar todavía más las cosas, operan monopólicamen-
te, sin competencia y cobrando lo que quieren.
La solución real es contar con una infraestructura de transporte efectiva, eficiente, que nos
permita mover rápidamente y a bajo costo cantidades muy pequeñas de satisfactores en un
flujo casi continuo. Nuestro servicio de correos pudo haber sido la plataforma ideal para lo-
grar hacer eso. Nunca lo vimos como un sistema de logística y transporte que contribuía

— 251 —
PRIMERA PARTE

enormemente a la economía de nuestro país y por eso lo dejamos de lado a que muriera len-
tamente. Nuestro sistema postal era como nuestro sistema sanguíneo que podía llevar todos
los nutrientes de nuestra economía a todas partes. Hoy apenas alguien lo recuerda. En lugar
de aprovechar su valor estratégico y mejorarlo, decidimos sustituirlo por servicios privados
que no eran más eficientes de lo que nuestro sistema de correros era. Hoy esos sistemas pri-
vados de correos se les llama de “mensajería y paquetería” y sí son más eficientes de lo que
era nuestro sistema de correos, pero igual nuestro sistema de correos hubiera sido igualmente
eficiente hoy en día si hubiéramos invertido todo lo que hemos invertido en pagar servicios
privados.

— 252 —
PRIMERA PARTE

Nuestros Salarios

Mejorar los salarios no significa algo tan sencillo como solamente aumentarlos. Lo que
debemos hacer es aumentarlos, sí, pero no sin hacer también otras cosas para asegurar que
aumenten su poder adquisitivo —el poder de compra de la gente—. No se pueden aumentar
los salarios esperando que solo con eso se mejore el nivel de vida de las personas que depen-
den de un salario para vivir. Es necesario que los salarios aumenten, pero también es necesa-
rio que el precio de las cosas disminuya. Solamente la combinación de ambas cosas es lo que
hace posible mejorar el salario de las personas permitiéndoles aumentar su calidad de vida.
Sin embargo, debemos comenzar por algún lado. Analicemos la situación desde distintas
perspectivas.

Salario Mínimo
Según la Constitución mexicana, el salario mínimo debe ser suficiente “para satisfacer las
necesidades normales de la vida del obrero, su educación y sus placeres honestos, conside-
rándolo como jefe de familia”. ¿Tú qué entiendes de eso? Yo entiendo que el salario mínimo
debe ser suficiente para sostener una familia de, cuando menos, cuatro personas. ¿Estás de
acuerdo? La Constitución no aclara cuántas personas, pero sí dice que debe ser suficiente
para un “jefe de familia”. No creo que la Constitución se refiera solamente al jefe de familia
y se olvidara de los demás. Obviamente intenta decir que un sueldo mínimo debe ser sufi-
ciente para sostener una familia completa.
Pero independientemente de lo que la Constitución diga, a mí me parece algo razonable.
Algo en mí me dice que un sueldo mínimamente me debería alcanzar para sostenerme a mí
mismo y además a mi cónyuge y además a dos hijos.
No estoy hablando de un sueldo que “apenas” me alcance para que sobrevivamos los cua-
tro, comiendo solo un puño de frijoles todos los días. La Constitución habla de las “necesida-
des normales”, no de las necesidades mínimas. Ese sueldo me debería entonces permitir te-
ner una familia unida y para eso nos debe permitir a todos pasar tiempo juntos, gastar dinero
juntos, haciendo cosas juntos. Con ese sueldo mis hijos deberían poder desarrollarse saluda-
blemente, en una casa con espacio suficiente y con todos los servicios. Que conste que no es-
toy hablando de “espacio mínimo” ni de “servicios mínimos”, sino de espacio suficiente para
poder vivir cómodamente y de servicios bastantes para poder tener una vida plena. Mi cón-
yuge debería poder dedicarse al hogar, o tener un empleo, según lo eligiera. Debería ser op-
cional para ella y también debería serlo igual para mí. Mis hijos deberían poder estudiar lo
que ellos deseen para prepararse y dedicarse a lo que ellos deseen hacer en la vida.
Así debería ser un sueldo mínimo. Así lo veo yo, y desde mi perspectiva, no debería ser
nada menos que eso. No existe ninguna razón verdadera ni insalvable para que no sea de esa

— 253 —
PRIMERA PARTE

forma excepto que la forma como nos hemos organizado no es la adecuada. Sé que nos han
educado para pensar que eso es imposible y hasta injusto, pero de nuevo te lo digo: no es ni
lo uno ni lo otro.
Por la forma como estamos organizados actualmente no se pueden obtener mejoras en el
salario mínimo ni siquiera en un porcentaje decente, digamos, un pequeño 24%. Pero incluso
un modesto 24% debería ser algo bueno, ¿o no? Aparentemente sí, pero en las condiciones
actuales de nuestro país eso sería irrealizable, de modo que forzosamente debemos confor-
marnos con mucho menos que eso. En las condiciones actuales, un 24% ya es una cantidad
enorme para muchos dueños de negocios, para muchos patrones. Aun si el gobierno decidie-
ra dividir esta cantidad en dos y hacer una propuesta a los empresarios diciéndoles que solo
aumentaran el 12% y el gobierno pagara el otro 12%, hacerlo sería imposible. Quizá sonaría
más justo, pero igual no se podría hacer. Ni el gobierno ni los empresarios tienen actualmen-
te la forma de realizar un gasto adicional del 12% en sueldos en todo el país.
La propuesta de aumentar el salario mínimo en un 24% no les agradaría para nada a los
dueños de negocios, grandes o pequeños. Pero no solo eso, aunque quisieran, no podrían ha-
cerlo. No dudo que haya por ahí algunas empresas que podrían realizar ese gasto adicional si
acaso sus márgenes de utilidad son lo suficientemente amplios como para permitirles eso sin
verse forzados a clausurar sus operaciones. Pero la mayoría se negaría rotundamente. Lo
malo para todos es que tienen razón. A mí tampoco me agradaría, yo tampoco podría, aunque
quisiera hacerlo. ¿Qué hacer entonces? ¿Nos seguimos aguantando con estos sueldos misera-
bles que verdaderamente no alcanzan ni siquiera para sobrevivir? No. Por supuesto que no.
No es necesario que sigamos aguantando nada.
Si continuamos viendo las cosas con la misma perspectiva es entendible que lleguemos
siempre a las mismas conclusiones y que, por lo tanto, tratemos de resolver la situación de la
misma forma. Así que esta vez te invito a que intentemos ver la situación de una forma un
poco diferente.
Nos queda claro que los empresarios tienen gastos y que quizá digan la verdad con res-
pecto a que no pueden aumentar los sueldos de forma importante. Así que lo primero que yo
les preguntaría es: ¿Cuáles son sus costos y sus gastos? Ese sería un primer paso para tratar
de ayudarlos a reducir sus gastos y que puedan tener la capacidad de aumentar los sueldos.
Es necesario entender cuál es la causa raíz de que no podamos hacerlo.
Revisar los gastos de las empresas nos permitirá darnos cuenta de que existen muchas
oportunidades de reducción en las que la sociedad puede ayudar. Al realizar dicha revisión
seguramente veremos que están gastando una enorme cantidad de dinero en impuestos, en
cuotas, en tarifas, en servicios públicos, en multas, y en intereses financieros. Me atrevo a
generalizar que una empresa cualquiera que quisiera llevar sus cuentas totalmente de acuerdo
con la ley encontrará que más del 60% del total de sus gastos caen en algunos de estos ru-
bros.

— 254 —
NUESTROS SALARIOS

Por sorprendente que te parezca, esa es una buena noticia. ¿Por qué? Porque eso significa
que no existe ninguna razón real infranqueable que no podamos resolver entre todos. ¿Por
qué? Porque resulta que en todos esos casos que menciono la sociedad les puede ayudar. To-
dos esos gastos dependen enteramente de la sociedad, y es decisión de la sociedad si se reti-
ran, se aumentan, se reducen, o se dejan como están.
Por experiencia propia sé que ningún dueño de un negocio se negaría a aumentar los suel-
dos de sus empleados si en esa misma proporción se le reducen, por ejemplo, los impuestos,
o quizá también los gastos en energía eléctrica. Esa práctica se designa académicamente
como “transferir el beneficio”. El dueño del negocio transferiría el beneficio de gastar menos
en energía eléctrica o en impuestos hacia sus empleados en forma de un aumento de sueldo.
Todos los demás gastos que el dueño del negocio está obligado a pagar, y que dependen de la
sociedad, se pueden manejar de la misma forma.
El beneficio puede transferirse en solo una parte, de modo que el empresario también en-
cuentre un beneficio en esa nueva forma de administrar el dinero. Bien podría el empresario
transferir el 90% del beneficio y recibir el 10% restante. De cualquier otra forma distinta que
se pretenda administrar el dinero, sobre todo en las formas como lo hemos intentado durante
muchos años, no podría realizarse nada de esto de forma cabal y sustentable.
Ahora bien, un aumento del 24%, comparado con los aumentos insignificantes e insultan-
tes que se han dado a través de los años, es substancial y significativo. ¿No te parece? A mí
me parece que sí, pero aun así me pregunto: ¿Eso es suficiente? Definitivamente queda muy
lejos, lejísimos, de ser suficiente y queda también muy distante de ser todo lo que podemos
lograr. Podemos lograr mucho más. Sigamos entonces hurgando a ver qué otras oportunida-
des encontramos.
La enorme mayoría de la gente gana el día de hoy[78] unos 80 pesos diariamente. Eso es
menos de lo que cuesta un kilogramo de carne de res. Para que esas personas puedan ver una
mejora sensible en su calidad de vida deberían ver su sueldo multiplicado por lo menos 10
veces, y el precio de las cosas debería mantenerse igual. Si mantuviéramos el precio de las
cosas como están, una persona que gana 80 pesos por un día de 8 horas de trabajo debería
ganar 800 pesos. ¿Crees que es imposible? Yo también lo llegué a pensar durante mucho
tiempo. Hasta que comencé a descubrir el truco.
Después de estudiar a fondo la forma como las cosas funcionan y la razón de por qué es-
tán como están, he descubierto que una persona que hoy trabaja como empleado en una tien-
da de la esquina, o como trabajador en una fábrica, podría comprar con su sueldo al menos
20 veces más de lo que hoy puede comprar. Dije bien. No 10 veces, sino 20 veces más. Es
como si su sueldo se lo aumentaran hoy de 80 pesos diarios a 1600 diarios, al tiempo que las
cosas se quedaran en el mismo precio. ¿Te parece todavía más imposible? Seguramente te
estarás preguntando algo como “¿y este de cuál fumó?”.

78 Año 2015.

— 255 —
PRIMERA PARTE

No necesité fumar nada. Solo necesité ponerme a pensar, a razonar, a observar, a investi-
gar qué se ha hecho en otras partes, qué resultados se han obtenido en otros lugares, en otros
tiempos, por qué se han obtenido aquellos resultados, y después sacar mis propias conclusio-
nes.
Aumentando el sueldo de la gente podemos lograr muy poco, demasiado poco. Casi pue-
do decir que aumentar el sueldo de la gente sin tomar en cuenta otras cosas sería totalmente
contraproducente, ya que varios negocios tendrían que cerrar sus puertas por no poder pagar
los nuevos sueldos más elevados. Ese cierre de empresas provocaría desabasto de muchas
cosas y por lo mismo los precios de esas cosas subiría mucho, provocando a su vez una infla-
ción generalizada tipo galopante como la que sufrimos en la década de los años ochenta.
Por otra parte, en lugar de neciamente aferrarnos a querer subir los sueldos, nos debería-
mos enfocar en reducir el costo de todas las cosas. El efecto final podría parecerte el mismo,
pero en realidad no lo es. Es totalmente distinto. Reducir el costo de las cosas provocaría que
la economía creciera aceleradamente y de forma sustentable, mientras que aumentar el suel-
do de todos provocaría que los precios aumentaran y eventualmente nos hallaríamos en la
misma situación, o quizá una peor. Bajar el costo de las cosas beneficiaría muchísimo más a
la gente por el lado de aumentar el poder adquisitivo de sus sueldos y por el de disminuir los
costos y gastos para los empresarios, provocando así que más y más gente abriera negocios
productivos, resultando que todos tuviéramos más y más satisfactores a nuestra disposición.
Esto último es clave ya que es en eso en lo que radica la riqueza de una nación, de una socie-
dad.
Dichas acciones tendientes a reducir el costo de las cosas tendrían el efecto de multiplicar
el sueldo de la gente más de diez veces sin aumentar su cantidad en dinero, sino más bien au-
mentando su poder adquisitivo. Eso beneficiaría a todos por igual, ya sea a los empleados o a
los dueños de las empresas. Si te está pareciendo que eso es imposible, por favor solo sigue
leyendo. Seguro te sorprenderás.
Las personas que trabajan en el gobierno en México no parecen tener la capacidad de po-
der ver una solución al problema de la pobreza y se han tenido que conformar, y nosotros
junto con ellos, con “negociar” aumentos infinitamente pequeños que más han servido para
que la gente se moleste por lo insultantemente diminutos que son, que para resolver una ne-
cesidad importante. En otros países el problema no es menor. También allá se cuecen habas.
En todas partes en el planeta la gente se está comenzando a cansar de esta situación y de se-
guir sin soluciones, sobre todo en países en donde la gente había estado acostumbrada a vivir
más o menos bien.
Por ejemplo, el gobierno de Estados Unidos recién aprobó una propuesta para aumentar el
sueldo mínimo desde $7.50 dólares hasta $12.00 dólares. Pero, lo hicieron efectivo hasta el

— 256 —
NUESTROS SALARIOS

2020, y además progresivamente.[79] Cuando leí esto no pude evitar recordar aquella promesa
hecha por el presidente de México, Calderón, refiriéndose a la derogación del impuesto so-
bre la tenencia de vehículos. Creo que estábamos en el 2010 cuando él prometió que la dero-
gación entraría en vigor en el 2012. Por supuesto, nunca sucedió. Todo lo que hizo fue un
acto deliberado para ganar tiempo. La misma impresión me dio cuando leí la nota de Berns-
tein en el periódico estadounidense. Hoy es 2018, y honestamente no creo que suceda nada
de eso ni para el 2020 ni nunca en el futuro. No porque nadie quiera, sino porque no se pue-
de hacer eso en la forma como actualmente funciona la economía y las finanzas de un país.
Es necesario cambiar algunas cosas.
El argumento más utilizado por los empresarios es que si se aumenta el salario mínimo
tendrían que cerrar sus negocios y, por lo tanto, igualmente terminarían afectando a la gente
dejándola sin empleos. En parte tienen razón. Es cierto que algunos negocios cerrarían sus
puertas, pero también es cierto que existen muchos que no cerrarían. ¿Quién dice la verdad?
Para saber eso se me ocurre hacer la siguiente pregunta: ¿Cuánto se pueden subir los sueldos
antes de afectar a demasiados negocios?
Afortunadamente, apenas el año pasado, un par de investigadores estadounidenses reali-
zaron un trabajo que arrojó mucha luz sobre este tema tan controvertido.[80] En tal estudio, el
doctor Belman, de la Universidad Estatal de Michigan, y catedrático de la Escuela del Traba-
jo y Relaciones Industriales, realizó una síntesis en la que agrupó varias décadas de estudios
realizados por otros investigadores relacionadas con el impacto que tiene el aumentar los sa-
larios mínimos en diversas áreas sociales como la cantidad de empleos, las inscripciones en
las escuelas, la desigualdad socioeconómica y la pobreza, entre varias otras. La conclusión a
la que llegó Belman es que los beneficios son parciales para la gente y que se concentran
más bien en aquellas personas que tienen los sueldos más bajos. Llama la atención que, con-
trariamente a lo que se piensa, no se ven afectadas las empresas ni la cantidad de fuentes de
empleo.
El estudio ganó varios premios que lo destacan sobre otros del mismo tema, así que algo
de verdad debe tener ese estudio. Ya hacía falta que alguien hiciera un análisis objetivo, ba-
sado en datos fidedignos, ya que hasta ahora nos habíamos estado basando en opiniones y
ejemplos demasiado particulares como para determinar una política de nivel nacional.
Admiro el trabajo de Belman, pero, honestamente, para validar un argumento así no es
necesario ir tan lejos. Si razonamos un poco, nos podemos dar cuenta que el concepto de sa-
lario mínimo no existía en México antes de 1917 y apenas hasta 1933 —casi quince años
después— se publicó la Ley Federal del Trabajo, en donde se explicaba la forma como se de-
terminaría la forma de calcular los sueldos mínimos y las reglas que deberían seguirse. El ar-

79 Puedes ver la nota de Jared Bernstein en el periódico Washington Post en Estados Unidos, publicado el 30 de abril de
2015 en relación con la propuesta gubernamental para aumentar el salario mínimo en:
https://www.washingtonpost.com/posteverything/wp/2015/04/30/the-raise-the-wage-act-the-new-proposal-to-raise-
the-federal-minimum-wage-to-12-in-2020/
80 Dale Belman y Paul Wolfson, What does the minimum wage do? [Qué provoca el salario mínimo?] 2014. Estados
Unidos. Instituto Upjohn para la Investigación del Empleo.

— 257 —
PRIMERA PARTE

gumento en contra de establecer salarios mínimos en aquel entonces fue el mismo de hoy:
que muchas empresas cerrarían y la gente se quedará sin trabajo y sin los productos. Tuvie-
ron que pasar treinta años más antes de que se pudiera llegar a un acuerdo más o menos ge-
neralizado, en 1963.
Lo importante que quiero que observes es que, durante todos esos años, de una forma o de
otra, el problema ha sido siempre el mismo. A los trabajadores no les alcanza su sueldo y
los empresarios siguen sin poder aumentarlo hasta un nivel sano para el que lo recibe.
Ahora hagamos esta pregunta: ¿Qué es aquello para lo que no les alcanza el sueldo a los tra-
bajadores? La respuesta es simple: No les alcanza para vivir bien, para tener una familia,
para convivir con ella, en breve, para que la Constitución les haga justicia.
Esto es de lo más importante. La queja de los trabajadores no es que les paguen más, sino
que lo que les pagan no les alcanza, mientras que, por su parte, los empresarios arguyen
que no pueden pagar más. Ambos tienen razón. Siempre la han tenido. Pero desde siempre
nos hemos enfocado obstinadamente en solamente querer aumentar los sueldos, cuando la
solución adecuada siempre ha sido hacer que el salario alcance para más, no para menos,
como exactamente ha sucedido desde 1917.
Algunos teóricos han argumentado que, para evitar el deterioro del salario mínimo, este
debería indexarse a la inflación utilizando una canasta básica de cosas como base para deter-
minar dicho sueldo. Eso es un argumento con mucha lógica, pero se basa en observaciones
incompletas y, por lo tanto, la conclusión es errónea. Indexar los sueldos a un grupo de ar-
tículos produciría que los sueldos estuvieran sujetos al efecto de la oferta y la demanda, tal y
como sucede de forma natural con los productos que compongan dicha canasta. Bueno, eso
tampoco es lo que queremos.
En realidad, no es aumentar los sueldos lo que necesitamos, sino aumentar el poder adqui-
sitivo de los sueldos que ya tenemos. Aumentar los sueldos conforme a la inflación, o au-
mentarlos de cualquier otra forma, nos daría un respiro muy momentáneo de tan solo unos
días —menos de veinte—, además de que dicho beneficio temporal lo recibirá solo una por-
ción muy pequeña de la sociedad: los que ganan un sueldo. Todos los demás se quedarían al
margen de ese respiro momentáneo.
Lo mejor, desde cualquier perspectiva que se analice seriamente, es hacer que los sueldos
aumenten su poder adquisitivo y para ello es necesario hacer que el dinero valga más y que
con él la gente pueda comprar más cosas, y que los empresarios puedan, de la misma forma,
obtener más beneficios con las ganancias que ya obtienen. En las condiciones actuales suce-
de todo lo contrario. El dinero vale cada vez menos y eso provoca el efecto de que todo esté
subiendo constantemente de precio y que, por lo tanto, los sueldos alcancen cada vez para
menos cosas y que, por consecuencia lógica, los empresarios estén buscando cada vez con
menos éxito reducir sus gastos. Por lo tanto, les es cada vez más imposible subir los sueldos
y la tensión entre empresarios y empleados aumenta cada vez más. Ante esta situación, no es
difícil visualizar conflictos violentos entre unos y otros que serán aprovechados por personas

— 258 —
NUESTROS SALARIOS

con intenciones diversas. Lo mejor para todos es resolver esta situación desde el fondo, des-
de donde se genera, desde donde nace.

PENSAMIENTOS OPUESTOS
La polémica existe no solamente en relación a la cantidad de dinero de la que deben ser
los salarios mínimos. Aunque te resulte difícil de creer, hay muchas personas que incluso
opinan que no deberían tan siquiera existir los salarios mínimos. No solo opinan que no de-
berían aumentarse. Afirman que deberían abolirse y no lo dicen en broma. Están realmente
convencidas de sus puntos de vista. Como siempre, son respetables. Pero ser respetables y
estar en lo correcto no es lo mismo. Te voy a dar mi opinión y tú decides qué creer.
Los razonamientos de las personas que están a favor de que no exista un salario mínimo
van más o menos así:
¿Qué pasaría si no existieran los salarios mínimos en alguna ciudad, digamos en la ciu-
dad en la que vives? ¿Qué tendría eso de malo para los habitantes? Se abrirían más tiendas
y, por lo tanto, más gente tendría un empleo. Habría más bienes y servicios disponibles para
los ciudadanos. Lo trabajadores adquirirían experiencia y ganarían contactos de negocios.
Claro que estarían comenzando desde abajo, pero al menos estarían comenzando y tendrían
la oportunidad de crecer. El gobierno no puede decidir cuál es el salario mínimo porque to-
dos tenemos necesidades distintas. Cada ciudadano debe ser libre de decidir cuánto necesi-
ta. Tal vez por eso es que existen tantas tiendas familiares, ya que no necesitan pagarle a
nadie un salario mínimo. Tal vez uno de los factores para que no existan más tiendas es que
el salario mínimo es demasiado alto. Podríamos decir que más gente ganará más, pero eso
no nos deja ver las desventajas.
El argumento más fuerte que tienen esas personas es que si el dueño de un negocio es li-
bre de pagarle a la gente lo que él logre acordar con el empleado, entonces podrá contratar
empleados por una cantidad menor y, por lo tanto, podrá tener más ganancias. Por lo tanto,
habrá más negocios y así la gente podrá tener más oferta de satisfactores. Este razonamiento,
sin embargo, no se sostiene. Veamos.
En un sistema capitalista como en el que vivimos —y en el que quisiera yo seguir vivien-
do— la vida se desarrolla de tal forma que cada quién intenta obtener más para sí mismo. Sin
ningún límite. Siendo así las cosas, ¿por qué habría de aumentarse los sueldos si eso va en
contra del margen de utilidad? Los dueños de un negocio, una empresa grande o pequeña,
están constantemente buscando la forma de reducir los costos. Los sueldos que les pagan a
sus empleados son parte de esos costos. ¿Por qué entonces habría que aumentarlos?
En México esto lo vemos muy claramente. En miles de lugares los empleados en el país
trabajan por menos del mínimo porque no les queda de otra. ¿Son estas personas capaces de
comprar aquello que necesitan para vivir? Claro que no. Con esos sueldos menos que mise-
rables, ¿pueden sobrepasar la barrera del nivel de supervivencia y pasarse al nivel de viven-
cia que un ser humano que vive en sociedad debería tener? Por supuesto que no.

— 259 —
PRIMERA PARTE

Es muy popular, por otra parte, el argumento de que en México mantenemos nuestros
sueldos bajos para poder traer más empresas extranjeras a nuestro país, para que nos den un
empleo. Pero nuestro problema es que esos sueldos no nos alcanzan para que vivamos, solo
nos alcanzan para que sobrevivamos. ¿Por qué se vienen las empresas a México? Todos sa-
bemos que se vienen hacia acá porque se ahorran mucho dinero pagando menos en sueldos.
Pero los sueldos son tan bajos que a nosotros no nos alcanza para pagar lo que necesitamos
para vivir.
—¡Pero tenemos empleos!— dicen nuestros políticos y nos lo repiten constantemente los
medios de comunicación. Es cierto, tenemos empleos. Pero eso no ha mejorado nuestra cali-
dad de vida. Nos ha permitido sobrevivir, pero no nos ha permitido vivir.
Ambos casos, el de las empresas que vienen a México por el bajo costo de mano de obra,
y el de las empresas que no pagarían el salario mínimo, son idénticos. Ambos casos están ba-
sándose en la misma idea errónea. Pero en ambos casos se estaría haciendo lo que se puede,
al igual que lo hacen las personas que laboran en ellas.
El argumento de que “habría más tiendas”, es engañoso. ¿Por qué habría más tiendas si la
gente que compraría en esas tiendas ganaría menos que antes y ya no le alcanzaría para com-
prar allí? Sucedería con esa tienda exactamente el mismo escenario que vemos en México
por todo el país. A los millones de mexicanos que trabajamos en empresas extranjeras, no
nos alcanzan nuestros sueldos para comprar lo que esas empresas producen o venden. Mira
también el caso de tiendas como El Palacio de Hierro. ¿Quiénes compran allí? ¿Acaso no
compran allí un reducido número de personas que son las que financieramente pueden hacer-
lo? La tienda de la esquina se convertiría en otro Palacio de Hierro al aumentar sus precios
hasta niveles inalcanzables más que para unos cuantos. Los suficientes como para redituar en
un volumen de ventas aceptable para el dueño del negocio.
En la Economía del Valor Social planteada en este libro no se propone quitar el salario
mínimo. Eso no es necesario. Más bien es contraproducente quitarlo. Lo que se intenta es su-
birlo, pero no aumentando su cantidad en dinero, sino haciendo que nuestros sueldos nos al-
cancen para más cosas. Eso es lo correcto pero que nunca hemos hecho. Debemos hacer que
el precio de todos nuestros satisfactores se reduzca más y más. Dicho de otra forma, debe-
mos hacer que el sueldo que ganamos nos alcance para más y más cosas cada vez. Siempre
habrá tiendas como El Palacio de Hierro, porque los seres humanos somos así. Nos gusta di-
ferenciarnos de los demás y juntarnos con los de “nuestra clase”. Eso está bien. No hay nin-
gún problema en eso. Cada quien es libre de juntarse con quien quiera. Pero nada debería im-
pedir que los millones de “tiendas de la esquina” vendan muchas más cosas diferentes, y a
un precio que a la gente le alcance para comprar, y en cantidades lo suficientemente altas
como para que al dueño de la tienda le convenga mucho más de lo que ahora le conviene.
El mayor costo para el dueño de la tienda de la esquina no es el sueldo de sus empleados,
aunque así le parezca a él. De hecho, le parece así solamente porque nadie le ha explicado
que su mayor costo está en la energía eléctrica o el gas que consume; en los impuestos; en

— 260 —
NUESTROS SALARIOS

los intereses financieros ocultos que paga cada vez que compra mercancía; en las tarifas de
importación; en los permisos gubernamentales que necesita pagar; en multas; en cuotas pú-
blicas como alumbrado público y recolección de basura; en costos de transportación y distri-
bución. Si sumamos todo eso, nos podemos dar cuenta que representa aproximadamente el
80% del costo para el dueño de la tienda de la esquina. En otras palabras, si le quitamos todo
ese costo, el dueño de la tienda de la esquina podrá dar sus precios a un 80% menos y aun así
ganar más porque habrá más gente que compre sus productos.

Las cuotas del IMSS


Los trabajadores actualmente pagan de su salario una cantidad directa que se les descuen-
ta cada día de pago. Usualmente oscila alrededor del 2.5% del sueldo devengado. No parece
ser una cantidad importante, pero para un trabajador eso puede significar algo como entre 30
y 40 pesos aproximadamente. Esa es una cantidad suficiente como para comprar comida o
transporte para ir a trabajar. Al eliminar las cuotas del IMSS que se descuentan a los trabaja-
dores, estaremos aumentando de forma efectiva su ingreso.
El IMSS, y en general todo el funcionamiento de nuestro sistema de salud se explica en el
capítulo Nuestro Sistema de Salud, en la página 225. Te recomiendo que lo leas para que
veas cómo es que nuestros servicios de salud podemos mejorarlos enormemente sin tener
que recurrir a quitarle dinero a la gente de su sueldo, o de sus ingresos si acaso son empresa-
rios.
Baste por ahora decir que eliminar las pesadas cuotas del Seguro Social ayudaría a los
empleados a ganar más y a los empresarios a gastar menos. Eso, por sí mismo, sería de enor-
me beneficio a todos en la sociedad al permitir que nuestros sueldos crezcan sin necesidad de
poner en riesgo las empresas en las que trabajamos. Y si dichas empresas son mexicanas, en-
tonces el efecto benéfico para todos es muchísimo mayor toda vez que los productos de esas
empresas son para nosotros mismos.

El ISR a Empleados
Primero debemos entender que el impuesto sobre el producto de un trabajo asalariado no
es un impuesto ni moralmente válido, ni económicamente conveniente. Tasar a todos los in-
dividuos asalariados con un impuesto por sus ingresos es como cobrarles dinero por trabajar.
Eso es irracional, inmoral y además contraproducente, ya que desanima a las personas a tra-
bajar por un salario formal y las alienta a trabajar por un salario informal, sin la protección
de la ley. Tener un empleo no es una actividad con fines de lucro. Es una actividad subordi-
nada que debe estar amparada y protegida por la ley y por el gobierno, es decir, por la socie-
dad entera. No debemos seguirnos cobrando impuestos a nosotros mismos por trabajar de
forma honesta.
Actualmente, el ISPT representa para una persona asalariada aproximadamente casi un
10% de sus ingresos. Un diez por ciento es demasiado caro desde donde lo veamos. Para una

— 261 —
PRIMERA PARTE

persona con un sueldo de 220 pesos diarios, este impuesto representa 140 pesos por semana.
Dicho de otra forma: Eliminar el ISPT representaría un aumento de casi un 10% del sueldo.

Las Cuotas del Infonavit


El Infonavit es una institución que con el tiempo ha cobrado más y más importancia ofre-
ciendo una alternativa real para la gente de poseer una vivienda de su propiedad. Sin el Info-
navit, serían millones de personas las que no contaran con un lugar donde vivir. Sin embar-
go, al pasar el tiempo el Infonavit se ha alejado paulatinamente de su misión original de pro-
mover viviendas para los trabajadores y se ha ido acercando más y más a un esquema de
agente hipotecario que cobra intereses por el dinero que otorga en hipoteca sin menoscabo de
la capacidad de pago de la persona que recibe el crédito.
Esto está totalmente alejado de la misión del Infonavit. Su misión no es recabar dinero a
través del cobro de intereses. No es una entidad financiera con fines de lucro. Su misión es
promover la vivienda para todos los mexicanos.
La tasa de interés del Infonavit debe ser cero y no hay nada que impida que esto sea así.
El cobro de intereses por parte del Infonavit es lo mismo que decir que el Infonavit está ven-
diendo dinero con un margen de utilidad, lo cual es exactamente lo que hacen los prestamis-
tas y los bancos privados. Esto va en contra de la razón de ser fundamental del Infonavit.
El argumento de que el Infonavit debe cobrar un interés para asegurar el valor del dinero
que vende, no tiene validez debido a que es responsabilidad de las personas que laboran en el
gobierno el sostener el valor de intercambio del dinero a través del tiempo en toda la nación.
En todo caso, podría incluirse el costo de vivienda en la canasta de valor y revisar su ponde-
ración para anular su desliz con respecto al valor de intercambio de la moneda.
Por todo esto, una de las propuestas del plan descrito en este libro es anular los intereses y
revisar las deudas hipotecarias del Infonavit para determinar quiénes en realidad ya han cu-
bierto el total del valor de la vivienda que compraron hace tiempo. Encontraremos muchos
casos en los que el valor de la vivienda ha quedado cubierto totalmente. Habrá que revisar
contratos y sancionarlos para dejar sin efecto las deudas que superen el valor de la vivienda a
una tasa de interés cero. Debemos darles a todos esos miles de personas la posesión absoluta
de su vivienda y declarar el inmueble como pagado totalmente y expedir el título de propie-
dad correspondiente. Nada impide que esto se haga, salvo la voluntad de hacerlo. Eliminar
las deudas que la gente tiene con respecto a sus viviendas les dará un ingreso adicional que
se traducirá en un aumento del dinero disponible para satisfacer otras necesidades.
El Infonavit no es una institución con fines de lucro. Así ha estado obrando. Es necesario
cambiar eso y devolverle al Infonavit su naturaleza de instituto de fomento a la vivienda, no
de fomento a la industria bursátil de las hipotecas. Su propósito no es el de obtener dinero
para el gobierno a través de los intereses en los créditos hipotecarios, sino el de proveer de
vivienda de forma sustentable a todos los mexicanos.

— 262 —
NUESTROS SALARIOS

De seguir por el camino que vamos, muy pronto el Infonavit podría incluso vender las
deudas hipotecarias a terceros, tal y como se hace en el mercado bursátil con muchos contra-
tos de deuda, con lo cual se gestaría una atrocidad social que dejaría sin hogar a millones de
familias. Es necesario hacer los cambios necesarios el día de hoy, para que el día de mañana
no nos lamentemos de lo que suceda.

ACCESIBILIDAD DE CRÉDITOS
El hecho de que el Infonavit no permita a personas con bajos salarios acceder a un crédito
es irracional, ofensivo e inmoral. El propósito del Infonavit es ayudar precisamente a las per-
sonas de bajos recursos a obtener una casa propia donde vivir. La exclusión de personas de
bajos recursos de la posibilidad de obtener un crédito hipotecario desviste al Infonavit de su
principal propósito.
En este plan se propone que todos los mexicanos, sin importar sus ingresos, tengan acceso
a un crédito hipotecario. El argumento de que entonces el Infonavit perdería su capacidad de
otorgar créditos a todos no es válido. Ese argumento está basado en cuatro supuestos falsos:
1. Que el valor del dinero con respecto a la vivienda disminuye con el paso del tiempo
2. Que nada puede hacerse para impedir la depreciación inmobiliaria
3. Que el Infonavit paga una parte del costo de la vivienda
4. Que el Infonavit debe cobrar intereses para poder ser sustentable y poder así incre-
mentar sus fondos de operación para con ello poder ofrecer el servicio a más y más
personas pensando que de otro modo solo podría contar con una cantidad fija de di-
nero dependiendo de que los trabajadores reembolsen el dinero para poder así pres-
tarlo a otros trabajadores.
Es cierto que cualquiera puede ver que el valor del dinero con respecto a la vivienda co-
múnmente disminuye. Esto crea el espejismo de un aumento de valor de los bienes inmobi-
liarios con respecto al tiempo. Muchas personas conocen este efecto y se aprovechan de él.
Muchos invierten su dinero en bienes inmobiliarios. Los compran hoy a un precio, sabiendo
que los venderán a un precio más alto en el futuro.[81]
Esta operación, en realidad, se basa en el hecho de que el valor de intercambio entre la
moneda en curso y el bien inmueble varían con el tiempo sobre todo debido a que los bienes
inmuebles tienden a escasear en zonas que se saturan de población, reaccionando su precio al
efecto de oferta y demanda.

81 Esto se percibe comúnmente como una inversión sana y segura. Sin embargo, en los términos que la Economía del
Valor Social reconoce y redefine, se evidencia totalmente lo contrario. El efecto en la economía que produce esta
forma de inversión es idéntico al que produce la compra y venta de valores bursátiles o a la compra y venta de dinero,
que en nada contribuyen al desarrollo económico de la sociedad, sino solo a la acumulación de dinero en las manos de
aquellos que realizan estas transacciones, provocando con ello un embotellamiento en la circulación del dinero que
paraliza los intercambios de satisfactores, los cuales son los que sí fomentan el crecimiento económico de todos.

— 263 —
PRIMERA PARTE

Sin embargo, en el presente plan de Economía del Valor Social se propone que sea fun-
ción primordial del Banco de México el conservar el valor de intercambio de la moneda con
respecto a los componentes más importantes de la canasta básica, en la que la vivienda se en-
cuentra entre los más altos. Con esto queda invalidado el primer falso supuesto.
En cuanto a que es el Infonavit el que paga la vivienda, está claro que esto no es así. El
que paga la vivienda es el trabajador. El Infonavit solo otorga una línea de crédito y es el tra-
bajador el que debe reembolsar al Infonavit el dinero inicialmente desembolsado, más intere-
ses. Esto, al ser llevado a un ejemplo extremo, parecería indicar el hecho de que el Infonavit
debería tener un fondo fijo de dinero para poder operar. Tal fondo lo prestaría a cierta canti-
dad de trabajadores teniendo que esperar a que tales trabajadores paguen lo que deben para
entonces poder prestar ese dinero a más trabajadores. Esto nos lleva al tercer supuesto falso.
Tras realizar lo propuesto por el presente plan económico, los trabajadores tendrían un ín-
dice progresivamente mayor de actividad económica. Su producto interno bruto sería cada
vez mayor y su capacidad de compra, por lo mismo, sería paulatinamente mayor también.
Todo esto haría necesario que la sociedad en su conjunto requiriera más y más circulante
para poder intercambiar con más y más rapidez los bienes y servicios disponibles en ella
misma. El Banco de México es el responsable de la inyección de tal circulante para impedir
el embotellamiento de la circulación de satisfactores en la economía.
En este escenario estable, los intereses no deberían tener ningún obstáculo para poder ser
cero. Esto, a su vez, produciría el efecto de que los trabajadores solo tengan que pagar el ca-
pital del préstamo hipotecario. Nada más.

CUOTAS FLEXIBLES
Las cuotas actuales no consideran el nivel del salario del trabajador, dándose con ello si-
tuaciones comunes en las que un trabajador debe pagar más de la mitad de su sueldo al Info-
navit para seguir cubriendo su hipoteca. El resultado de esto es casi siempre la cancelación
de la deuda por parte del trabajador y la pérdida de su vivienda y con ello la pérdida de todo
lo que haya aportado al Infonavit hasta esa fecha. El Infonavit se queda con la vivienda y con
todo lo que el trabajador ya haya aportado. Eso no es justo ni económicamente ni moralmen-
te y está totalmente fuera del espíritu y misión del Infonavit. Dejar sin vivienda a las perso-
nas no es una opción.
Las cuotas que un trabajador paga por concepto de su vivienda deben ajustarse a su suel-
do. Es necesario mantener en mente que su sueldo es solo una fuente de ingresos, no es una
ganancia, no tiene margen de utilidad.
Las personas necesitan dónde vivir y deben tener siempre el derecho a obtener una vi-
vienda con el sueldo que obtengan por su trabajo. Es responsabilidad del gobierno velar por
ese derecho y tomar las medidas adecuadas y oportunas para proteger el sueldo del trabaja-
dor. Parte de la protección de ese sueldo es que no le deduzcan de su sueldo una cantidad tal
que lo obligue a no poder cubrir todas sus necesidades para vivir dignamente.

— 264 —
NUESTROS SALARIOS

Descuentos por Nómina


Actualmente las empresas realizan descuentos a los empleados sin registrarlos en sus reci-
bos de nómina. Estos casos se dan por diversas causas. Me parece que la mayoría de las ve-
ces se realizan en acuerdo con el empleado, pero también sé de casos en los que la empresa
realiza descuentos sin que el empleado esté de acuerdo con ellos. Casos de los que he tenido
conocimiento están relacionados con préstamos personales que hace la empresa a sus em-
pleados, con solicitudes de cooperación para eventos como lo son las celebraciones de fin de
año, cooperación para viajes de recreo, y diversas otras ocasiones.
Estos casos, podrían parecer inofensivos. Quizá lo sean. Sin embargo, otros casos, como
los descuentos que las empresas pretenden hacer a sus empleados por daños al material o a
los instrumentos de trabajo, ya no parecen ser tan inofensivos. Un empleado que utilice un
instrumento muy costoso para realización de sus labores y que por alguna razón se dañe, el
patrón estará tentado a descontarle el valor del instrumento de su salario.
Este caso está tipificado en la Ley Federal del Trabajo y limita mucho la cantidad del des-
cuento que se hará al trabajador, además que lo deja dependiente de la autorización del traba-
jador mismo. Honestamente, creo que la Ley Federal del Trabajo maneja esto de forma obje-
tiva y sana. Sin embargo, algunas empresas buscan proceder fuera de la ley y obligan al tra-
bajador a firmar pagarés, los cuales deben pagarse en un tiempo determinado y bajo ciertas
condiciones, las cuales involucran intereses.
Dado que los pagarés son instrumentos que obligan al deudor a pagar y otorgan el dere-
cho de cobranza por embargo, el trabajador que firma un pagaré queda desprotegido total-
mente.
Para evitar todo eso, la Ley Federal del Trabajo debería incluir estos casos y debería pro-
teger a los trabajadores que denuncien estas prácticas anulando la validez de cualquier con-
trato de deuda establecido entre un empleado y su empleador mientras exista la relación la-
boral.
En primer lugar, todos los descuentos al salario deberían hacerse de manera formal, por
nómina, y deberían quedar registrados y contabilizados en los libros de la empresa y clara-
mente detallados en los recibos que el empleado recibe. No deben existir descuentos al sala-
rio hechos fuera de nómina sin que quede registro de ellos. Los trabajadores que sufran un
descuento de su salario fuera de nómina deberían poder presentar una queja ante la Secreta-
ría del Trabajo, quien debería atender esa situación de forma inmediata.
En segundo lugar, todos los descuentos deberían estar aprobados por el gobierno antes de
efectuarse, no solamente por el trabajador. La Secretaría del Trabajo, como ente social orgá-
nico protector del salario y de la actividad asalariada, debe representar los intereses de los
trabajadores siempre y regular de forma efectiva los descuentos que se pretendan hacer a los
empleados.

— 265 —
PRIMERA PARTE

El gobierno debe impedir que las empresas realicen descuentos a los trabajadores que no
estén previamente aprobados por estos ni bien entendidos.

Labores Tipificadas
En diversas industrias, como la de manufactura, la agrícola, y la de servicios hay un he-
cho que no se discute por aquellos que deberían discutirlo, pero que sí se discute con mucha
frecuencia entre la gente que labora en esas actividades. Yo lo sé, me consta.
En una industria del tipo que menciono, se sabe con mucha certeza cuánta producción es
capaz un trabajador de realizar en una hora, o en un día. Es tanta la certeza, que prácticamen-
te en todas las industrias se han estudiado a detalle los movimientos necesarios para realizar
una multiplicidad de tareas. Dichos estudios se hacen con el doble propósito de calcular los
costos de mano de obra, y el de medir la eficiencia de los trabajadores. Los estudios de tiem-
pos son un tema de lo más conocido en Ingeniería Industrial pero los estudios de movimien-
tos son todavía más precisos y más indiscutibles.
Sin embargo, no es rara la situación en la que un trabajador desarrolle la habilidad sufi-
ciente como para romper consuetudinariamente la marca que prescriben dichos análisis de
ingeniería y termine “antes de tiempo” el trabajo que se le asigna diariamente.
En las circunstancias actuales, cuando esto sucede, dicho trabajador no obtiene ningún be-
neficio, viéndose obligado sencillamente a continuar trabajando hasta que el día termine y
pueda retirarse a su hogar. Esto es un ejemplo claro de la plusvalía a la que Karl Marx se re-
firió tantas veces en sus escritos y que desde entonces constituye una de las críticas más fuer-
tes del pensamiento socialista en contra del capitalismo. Y no es para menos. Es verdadera-
mente injusto que una persona sea obligada a continuar trabajando sin ninguna compen-
sación monetaria adicional después de que su labor cuantitativa ha concluido.
Lo justo sería que el trabajador pudiera retirarse a su hogar después de haber culminado
su tarea, o a que se le pague una cantidad adicional después de haber cumplido con su cuota
de producción. Sin embargo, esto conlleva otro problema. La empresa es quien determina los
estándares para cada actividad. Si un trabajador constantemente rebasa dichos estándares,
nada impide a la empresa reformularlos para ajustarlos a la rápida velocidad del trabajador.
Dado que un trabajador debería tener el derecho de retirarse a su hogar una vez que haya
terminado con sus labores, reteniendo el derecho de percibir su salario íntegro por un día
completo de trabajo, debería existir un arbitraje de un tercero en discordia para resolver estas
situaciones. Nada impide que un trabajador tuviera el derecho de solicitar a la Secretaría del
Trabajo —la defensora del trabajo y los derechos de los trabajadores— que se tipificara su
actividad y se sancionara por medio de una barra de ingenieros industriales —algo equiva-
lente a la barra de abogados, o al colegio de contadores. Las personas que califiquen tales es-
tándares deberán tener facultades para ello y quizá deberían contar con una cédula profesio-
nal expedida por la barra. Eso facultaría al ingeniero industrial a calificar estándares de tra-
bajo que tengan el valor legal de representar unidades de trabajo.

— 266 —
NUESTROS SALARIOS

Esto permitiría recompensar a aquellos trabajadores que realicen sus tareas de forma ex-
pedita con la posibilidad de retirarse a su hogar o en su defecto, el de gozar de pago extra si
él acuerda quedarse a continuar con sus labores por más tiempo. Esto es esencialmente dife-
rente al concepto actual de pago de tiempo extra. En este concepto, el trabajador percibe un
salario adicional por “permanecer” tiempo extra, después de su jornada. Eso es distinto a
percibir un salario adicional por cada unidad de trabajo que realice después de haber alcanza-
do su cuota asignada.

El Reparto de Utilidades
En la Teoría del Valor Social planteada en este libro se ha explicado por qué se consideran
los productos y la empresa misma como algo que pertenece a la sociedad en conjunto. Tam-
bién se ha explicado que los sueldos pertenecen exclusivamente a los empleados y que las
utilidades pertenecen al empresario.
En la legislación mexicana se considera que los empleados tienen derecho a una porción
de las utilidades de una empresa. En la Teoría del Valor Social esa práctica se considera noci-
va además de injusta.
Es nociva porque obliga al empresario a intentar toda suerte de maniobras para diluir o
desaparecer el monto de las utilidades para pagar menos reparto a sus empleados y también
para pagar menos impuestos. Ambas obligaciones representan una fuerza contraria al desa-
rrollo de una economía.
Lo que buscamos es que haya más y más gente emprendiendo negocios, no que haya cada
vez menos. Recordemos que el valor social de una empresa es lo que produce, ya sea tangi-
ble o no. La producción de una empresa es lo que beneficia a una sociedad, es lo que la hace
rica, porque aumenta la calidad de vida de todos los que reciben el producto.
Por tanto, debemos entre todos asegurarnos de que los empresarios tengan una motivación
fuerte para emprender un negocio y el reparto de utilidades, aunado al impuesto sobre la ren-
ta, se yergue como una fuerza enorme que debilita tal motivación.
Por la misma razón por la que el impuesto sobre la renta debería ser derogado, se debería
derogar igualmente la obligación del empresario a repartir parte de sus utilidades entre cual-
quier persona que no sea quien él mismo escoja en libre elección.
Las maniobras que realiza el empresario son algunas veces altamente creativas y mues-
tran una enorme cantidad de esfuerzo inteligente desplegado para encontrar formas de redu-
cir el monto legal de las utilidades. El gobierno, por su parte, ha desplegado igualmente una
enorme cantidad de recursos intelectuales y materiales para cercar al empresario y que no se
escape con las utilidades, que no las oculte, que no evada su responsabilidad de compartir lo
que por derecho natural le corresponde.
Todos esos esfuerzos desarrollados tanto por parte del empresario como por parte del go-
bierno representan recursos desperdiciados, toda vez que no contribuyen a desarrollar la eco-

— 267 —
PRIMERA PARTE

nomía sino a todo lo contrario. Todos esos esfuerzos retrasan el desarrollo económico y nos
desenfocan de aquello en lo que nuestra atención debería estar enfocada.
Los empleados en una empresa no tienen ningún derecho natural sobre las utilidades de
esta. Los empleados, en lo individual, son dueños de su sueldo y en lo colectivo, como socie-
dad, son dueños de los productos y de la empresa. Lo menos que podríamos esperar es que lo
poco que queda, el resto, sea propiedad del empresario: las utilidades.
No verse en la necesidad de compartir las utilidades permitiría al empresario enfocarse en
la planeación estratégica del negocio sin el gasto que representa el andarse defendiendo de
que no le quiten lo que es por derecho natural suyo enteramente. Eso redundaría en una em-
presa mejor planeada y con mejores resultados. Le permitiría al empresario planear a largo
plazo aumentando así la sustentabilidad de la empresa. Esto último beneficiaría no solamente
a él, sino a los empleados al poder contar con un sueldo a más largo plazo. A la sociedad le
permitiría contar a largo plazo con los productos que la empresa produzca.
Eliminar el reparto de utilidades entre los empleados y sustituir ese beneficio por otro,
como lo sería un aumento al aguinaldo a 30 días de salario, resolvería el añejo problema que
hemos tenido con las empresas extranjeras quienes, por la forma como están constituidas,
evaden muy fácilmente esta obligación.
Las empresas extranjeras no pagan reparto de utilidades ya que se zafan de esa responsa-
bilidad por una maniobra que la ley permite quedando, además, blindadas contra cualquier
responsabilidad que pudiera comprometer sus bienes[82] y sus obligaciones.
El resultado de dicho blindaje jurídico del que gozan las empresas extranjeras que operan
en México es doble:
1. Que las empresas extranjeras se sientan protegidas y que decidan abrir operaciones
en México otorgando el beneficio de la derrama salarial.
2. Que los empleados mexicanos que laboran en empresas extranjeras queden desprote-
gidos ante abusos de las empresas extranjeras.
Es indispensable analizar esta situación considerando ambas perspectivas, ya que ambas
nos afectan como sociedad que somos y en lo individual también.
Es cierto que la derrama salarial que las empresas extranjeras producen es algo que nece-
sitamos. También es cierto que no hemos hecho nada por dejar de necesitarlas, pero eso lo
discutiremos en otro apartado. Por lo pronto debemos reconocer que los sueldos de esas em-
presas los necesitamos para continuar a flote mientras resolvemos nuestros problemas econó-
micos y financieros. Por lo tanto, reconozco que sí necesitamos que más y más empresas ex-
tranjeras vengan a México por ahora.

82 En otro trabajo posterior, abordaré a fondo esta situación, en donde los contratos de fideicomiso son aprovechados por
las empresas extranjeras en México de forma por demás abusiva con la descarada complicidad de nuestro sistema
legal.

— 268 —
NUESTROS SALARIOS

Bien, pero para la segunda parte no encuentro justificación. La segunda parte se me antoja
algo así como que estamos usando a los trabajadores mexicanos que laboran en esas empre-
sas extranjeras como escudo por si algo sale mal. Es como si le estuviéramos diciendo a di-
chas empresas “hey, si algo sale mal, no te preocupes, les puedes cobrar a los trabajadores
mexicanos”.
Por ejemplo, si la empresa extranjera pierde dinero por alguna maniobra comercial des-
afortunada —como el caso de que algún cliente le cancele un contrato— y decide cerrar sus
puertas sin pagar las debidas indemnizaciones, los trabajadores no tendrán forma de cobrar-
las ya que la empresa extranjera en México está blindada contra cualquier acreedor.
Estoy de acuerdo en brindarle a las empresas extranjeras seguridad jurídica. También es-
toy de acuerdo en hacerles atractivo operar en México para que decidan venir a establecer
sus operaciones aquí y que nos otorguen el beneficio de la derrama salarial. Con lo que no
estoy de acuerdo es con que sean los trabajadores quienes queden mal parados y expuestos a
abusos en caso de que las cosas salgan mal.
Las empresas extranjeras deben tener seguridad jurídica y deben ver financieramente
atractivo el establecerse en México, pero lo mismo debe ser aplicable para todos los trabaja-
dores que laboren en dichas empresas. Los trabajadores también deben tener seguridad jurí-
dica y garantías financieras. Solo así sería parejo el asunto.
La seguridad jurídica y la garantía financiera la puede ofrecer la sociedad mexicana a di-
chas empresas sin necesidad de comprometer la vulnerabilidad de los trabajadores mexica-
nos. Se podrían, por ejemplo, ofrecer garantías para la restitución de gastos de instalación en
caso de que sea necesario reubicar a la empresa por alguna necesidad social emergente. Tam-
bién se podría ofrecer un costo fijo por el uso de cada metro cuadrado, o renta congelada. In-
cluso se podría otorgarles el terreno para que lo utilicen gratuitamente.
El beneficio financiero social que proporcionan las empresas extranjeras en forma de pa-
gos de rentas es mínimo y además va a parar a los bolsillos de los acaparadores mexicanos
de terrenos. Para ellas sería un beneficio notable el que no les cobráramos arrendamiento y
en lugar de ello les prestáramos los terrenos. Eso no solamente nos haría muy competitivos
en el mercado internacional de oferta de mano de obra, sino que nos permitiría tener más
apalancamiento para ubicar su instalación en donde más nos convenga económicamente,
como sociedad.
El problema que representa actualmente definir una forma efectiva de determinar las utili-
dades en una empresa extranjera que opere en México es una muestra clara de que dichas
empresas no forman parte de nuestra economía mexicana sino en una pequeñísima forma.
Todo lo que ellas producen, no lo producimos nosotros. Nosotros solamente producimos y
vendemos mano de obra. La industria automovilística es nuevamente un excelente ejemplo.
Si en verdad estuviéramos exportando vehículos, dichas empresas extranjeras nos darían las
utilidades generadas por la venta de los vehículos, pero no sucede así porque no vendemos
autos en el extranjero. Lo que vendemos al extranjero es nuestra mano de obra. Dicha venta

— 269 —
PRIMERA PARTE

de mano de obra nos debería producir igualmente utilidades, pero como la venta de mano de
obra no la hace una empresa mexicana, sino que se la hace la empresa extranjera a sí misma,
entonces se la vende a sí misma al costo, por lo que no queda ninguna utilidad.
Para las empresas mexicanas hacer estas maniobras no es tan fácil, aunque su internacio-
nalización les permite hacerlas, si así lo desean.
Para evitar todo esto, el gobierno y las empresas —nacionales y extranjeras por igual— se
han enfrascado en una eterna batalla en donde no ha ganado ninguno y sin embargo sí ha
perdido la sociedad en su conjunto. El gobierno ha luchado por atrapar a las empresas, y es-
tas por evadirse y no dejarse atrapar. Ambos están desperdiciando muchísimos recursos en
dicha guerra y todo ello es nocivo para nuestro desarrollo económico. Nadie debería estar
realizando ningún esfuerzo por obligar a las empresas a pagar parte de sus utilidades, ni estas
deberían estar realizando ningún esfuerzo por defender lo que por derecho natural les corres-
ponde.
El reparto de utilidades debería quedar derogado, al igual que el pago del impuesto sobre
la renta. En lugar de ello, debería modificarse el aguinaldo. Si dicho ingreso no formara parte
de la base gravable para la gente, esta recibiría un considerable aumento en el dinero que re-
cibe como aguinaldo. Como sea, la implementación del treceavo mes sería una excelente op-
ción.
Esto permitiría a todos los empleados de empresas extranjeras contar con el beneficio fi-
nanciero al final de cada año sin menoscabo de la existencia o no de utilidades generadas por
la empresa. Por otra parte, permitiría a las empresas planear sus gastos y costos a largo pla-
zo, lo cual es fundamental para atacar exitosamente el mercado objetivo de sus operaciones.

Las Pensiones
El 60% de los gastos en seguridad social se componen de gastos en pensiones. Esa es una
proporción gigantesca. Desde la primera vez que analicé el presupuesto de gastos federal y
descubrí eso, comprendí por qué ningún presidente mexicano ha querido mencionar ese pro-
blema. Sencillamente es demasiado grande y prefieren dejárselo al que sigue para no quedar
como los malos de la película. El problema derivado de tomar esa actitud de avestruz —ha-
ciendo de cuenta que no pasa nada— es que se está acumulando una bomba de tiempo finan-
ciera que reventará cuando se nos acaben nuestras opciones para obtener dinero. Al parecer
nadie sabe qué hacer con ese problema y nadie quiere ser el que dé la mala noticia de que no
hay el dinero suficiente para pagar las pensiones, ni hoy, ni mañana.
Después de haber estudiado este tema de forma suficiente, ahora entiendo por qué hemos
creado este problema monstruoso. En muchos de los documentos que he leído se le reconoce
como un problema complejo ya que se reconocen al menos mil esquemas distintos existentes
en México.

— 270 —
NUESTROS SALARIOS

La Economía del Valor Social ofrece una forma sustentable y muy efectiva de solucionar
el problema, pero para comprenderla, creo que es útil saber un par de cosas. Veamos.
En primer lugar, debemos saber que los economistas normalmente dividen las pensiones
en dos tipos: las contributivas y las no-contributivas. ¿Qué quieren decir con esto? Bueno,
según una investigación publicada por el Centro de Investigación Económica y Presupuesta-
ria, las pensiones no-contributivas son “aquellas que se otorgan a los adultos mayores que no
contribuyeron nada o muy poco durante su vida laboral para tener una pensión”[83]. Esta es
una definición típica y ampliamente aceptada. Una búsqueda superficial en Internet te puede
mostrar que tengo razón.
Bien, pero ahora quizá te estés preguntando: ¿Y esto qué tiene que ver con la solución que
promete la Economía del Valor Social? La razón por la que te muestro esta definición es por-
que te quiero invitar a que observemos juntos lo que implica, ya que allí es donde está oculta
la elusiva solución.
Si ponemos atención, nos podemos dar cuenta que, desde el principio, los economistas
dan por hecho que las pensiones provienen de dos tipos distintos de fuentes financieras. Una
de ellas es enteramente del gobierno, y la otra es en parte del gobierno y en parte de la mis-
ma persona que ahorró durante su vida —que contribuyó—. Esta suposición es otro claro
ejemplo de las numerosas veces que nos educan a pensar las cosas de cierta forma que nos
impide encontrar una solución a los problemas que tenemos. ¿Por qué digo esto? Para con-
testar esa pregunta, veamos ahora la situación según la ve la Economía del Valor Social.
Por principio de cuentas, bajo el esquema de la Economía del Valor Social las pensiones
no son un problema, sino una ventaja económica. De entrada, esa perspectiva es diametral-
mente opuesta a la óptica con la que la economía actualmente aceptada percibe las pensio-
nes. En la economía actual, las pensiones se ven como un gasto y, por lo tanto, se hace lo po-
sible por disminuirlas. En la Economía del Valor Social, las pensiones se ven como una fuen-
te de inversión directa y, por lo tanto, se hace lo posible por aumentarlas. Es más, mientras
que en la economía actual en la que vivimos un buen sistema de pensión se considera como
el resultado de prácticas socialistas insostenibles durante mucho tiempo, en la Economía del
Valor Social se le considera como el exponente de una sólida y sustentable economía capita-
lista.
En la economía que actualmente usamos, a los miembros de la sociedad que en el futuro
serán pensionados, se les obliga a que durante su vida ahorren una parte de sus ingresos. Por
el contrario, en la Economía del Valor Social el ahorro de dinero es altamente desmotivado,
por lo que el financiamiento de las pensiones no proviene de esa fuente, sino de inversiones
directas. ¿Y eso qué ventaja tiene? Para responder esa pregunta veamos unos cuantos aspec-
tos más.

83 Alejandra Macías Sánchez, La pensión no contributiva en México: Cobertura y alcance. Publicado por el Centro de
Investigación Económica y Presupuestaria, el 10 de noviembre de 2016. Obtenido de ciep.mx el 12 de febrero de
2017.

— 271 —
PRIMERA PARTE

Para empezar, debemos todos comprender que el dinero de las pensiones no es del go-
bierno. El gobierno en realidad no tiene dinero. Nada. Ni un peso. Ni un centavo. No lo tie-
ne y no puede tenerlo porque no produce nada. El gobierno solo administra el dinero de to-
dos los que sí producen algo con su trabajo. En la economía actual sucede que los que sí tra-
bajan están pagando las pensiones de aquellos que no lo hacen. Eso no es sustentable ya que
eventualmente la carga de las pensiones crecerá hasta un nivel insostenible debido principal-
mente al crecimiento demográfico. De hecho, eso precisamente es lo que está sucediendo en
estos momentos y por eso el gobierno está viendo la necesidad de recortar las pensiones de
las generaciones futuras.
Para la Economía del Valor Social, la sustentabilidad económica es vital. Por lo tanto, es
indispensable asegurar la sustentabilidad del sistema de pensiones. No podemos continuar
sobreviviendo una situación en la que el gasto en pensiones es cada vez mayor en proporción
con respecto a las personas que todavía laboran. El sistema debería ser sustentable y actual-
mente no lo es. Si no arreglamos ese problema, y en cambio continuamos metiendo la cabeza
en la tierra como los avestruces, seguiremos cayendo más y más hondo en una situación en
la que las pensiones son una carga cada vez más difícil de pagar, hasta que llegue el momen-
to en que serán impagables. Las personas en el futuro sufrirán los efectos de lo que haga-
mos hoy. No podemos comprometer el futuro de las personas que hoy laboran y gastar-
nos su pensión por adelantado.
La propuesta de solución que escojamos, la que sea, debe incluir la forma de mantener las
pensiones actuales y también las futuras. No debemos aceptar ninguna propuesta que no con-
sidere la importancia de las pensiones que ya se deben estar gozando o que menosprecie
aquellas que se pagarán en el futuro cuando los actuales trabajadores deseen gozar de su pen-
sión.
En la Economía del Valor Social la idea es asegurar la sustentabilidad de las pensiones
para que hoy y siempre todos podamos disfrutar de nuestro esfuerzo en el futuro, sin que ello
signifique gastarnos hoy lo que los que sí laboran deberían estar invirtiendo para su futuro.
En la economía actual nos estamos gastando los ingresos de los que trabajan hoy, en pagar
las pensiones de los que laboraron en el pasado.
La Economía del Valor Social reconoce que es más conveniente para la sociedad en gene-
ral que las pensiones se generen a partir de inversiones directas en empresas productivas.
Esto actualmente se hace, pero las inversiones son principalmente bursátiles y no producti-
vas. Se invierte en dinero, en secundarios, en derivados, en deuda y otros instrumentos finan-
cieros que no contribuyen al desarrollo económico real, sino solamente a la redistribución
del dinero.
En la economía actual no es posible contar con las inversiones directas para sostener el
sistema de pensiones sencillamente porque no tenemos una base industrial propia. Práctica-
mente toda la base industrial que tenemos es extranjera. De allí deriva, una vez más, la im-
portancia de desarrollar nuestra propia industria lo más rápido que nos sea posible. Esto es

— 272 —
NUESTROS SALARIOS

importante por otra razón adicional: En la medida que seamos industrialmente indepen-
dientes, el alcance de las pensiones crecerá hasta incluir la totalidad de la población, y
no solamente a la parte formada por personas que laboran por un sueldo. ¿No te parece
sensacional? A mí me lo parece. Imagina que todos los ciudadanos podamos pensionarnos,
independientemente de si fuimos empleados o no. Para la Economía del Valor Social, la ex-
tensión de las pensiones hasta una escala universal se funde con el sistema de ingreso univer-
sal, ya que esencialmente son lo mismo. Sea designado como pensión o como ingreso uni-
versal, el objetivo es aumentar su poder adquisitivo cada vez más, para que todos los mexi-
canos podamos adquirir cada vez más y mejores satisfactores.
Otro aspecto clave en el tema de las pensiones es la corrupción que hay que evitar. Sé que
tenemos corrupción en el gobierno, pero en esta ocasión no me refiero a esa, sino a la co-
rrupción que tenemos en el sistema y de la cual nos aprovechamos todos, ya sea que labore-
mos en el gobierno o no. Son muchos los casos en los que el dinero de las pensiones nunca
llega al beneficiario, sino que llega a manos de otras personas, quienes usan ese dinero para
sus beneficios propios en lugar de entregarlo al pensionado real. El sistema que diseñemos
debe evitar que se realicen tales fraudes y abusos por parte de parientes y amigos, mientras el
beneficiario continúa viviendo en la indigencia. Nada impide que arreglemos las cosas, salvo
la voluntad de hacerlo.
No tenemos opción. Debemos arreglar el problema. Es criminal dejar el problema a nues-
tros hijos y a los hijos de ellos. Ellos cuentan con nosotros, así como nosotros contamos con
la voluntad de nuestros padres y la de todos aquellos que nos precedieron.
Las pensiones son actualmente un problema solo por la forma como las estamos manejan-
do, más no porque sean en sí un problema. En lugar de manejarlas como una oportunidad,
las estamos manejando como una desventaja, como algo que nos retrasa y no nos deja avan-
zar. Convertir los fondos de pensión en inversiones directas no solamente es una mejor
forma sino la única forma completamente sustentable que existe para que las pensiones
no sean una carga sino una oportunidad para todos. Invirtiendo todos los fondos de pen-
siones en proyectos productivos —y solamente en eso— tendremos los beneficios que todos
necesitamos. Los pensionados podrán gozar de sus pensiones multiplicadas como cualquier
empresario inversionista en lugar de recibir una ridículamente minúscula cantidad de dinero
que no le alcanza para nada. Por otra parte, las empresas productivas producirían más pro-
ductos, con lo que los precios de estos bajarían, provocando que no solamente más gente ten-
ga los satisfactores necesarios, sino que también vean aumentado el valor de su dinero. El
gobierno, como organización representativa de la sociedad, también podría disponer de más
dinero para dirigirlo a los proyectos estratégicos que sean necesarios. Esto sería posible al
haber más productos comprándose y vendiéndose. En el capítulo Los Recursos Económicos
del Gobierno, en la página 200, se aborda este tema ampliamente. Si no lo has hecho, te rue-
go encarecidamente que lo leas.
Todo lo que debemos hacer es que el dinero que la gente destina a su pensión no se guar-
de en una caja de ahorro, ni que se invierta en operaciones de inversión secundaria —tal

— 273 —
PRIMERA PARTE

como lo indica la economía actual—, eso es totalmente improductivo y daña el desarrollo


económico de todos. Lo correcto es que se invierta en el momento en que se genera en em-
presas productivas con valor social elevado. Actualmente los fondos de pensiones se invier-
ten, sí, pero se invierten en valores bursátiles, en apuestas por dinero sin ninguna consecuen-
cia positiva para la sociedad. Eso no es sustentable, como ya lo estamos viendo.
Hay un límite claro en la cantidad de personas que pueden estar apostando el dinero de
los demás que sí están produciéndolo. En cambio, si en lugar de apostar en eso invierten en
industrias, todos ganamos. Entre más pensionados haya, más beneficios habrá para todos, y
más dinero habrá para repartir. La industria crea productos y el intercambio de productos
crea la necesidad de crear más y más dinero para todos. Si no has leído el extenso capítulo El
Mercado Bursátil, en la página 103, te invito a que lo hagas. Allí se aborda a detalle el tema
y se explican las razones por las cuales invertir en valores bursátiles es nocivo para todos, in-
cluso para los inversionistas que hacen dinero con esas actividades.
Lo hemos estado haciendo mal siempre. Ni ahorrar ni invertir en valores bursátiles pue-
den sustentar las pensiones. Nunca podrán hacerlo. Al menos no si nuestra meta es que todos
estemos pensionados algún día con una cantidad que nos permita vivir excelentemente bien
y no con una cantidad que apenas nos permite comprar una caja de cigarrillos baratos e im-
portados. Desafortunadamente hemos tenido que llegar hasta la situación en la que nos en-
contramos para vernos obligados a entender y a hacer algo al respecto. Todavía se pueden re-
mediar las cosas. Solo es cuestión de trabajar en ello y no seguir escondiendo la cabeza bajo
la tierra.

— 274 —
PRIMERA PARTE

Nuestras Condiciones Laborales

Me gustaría que te preguntaras junto conmigo: ¿No acaso queremos ser una economía
moderna? No sé exactamente qué significa eso, pero lo que sea que quiera decir, suena a
algo que me gustaría ser. Desafortunadamente, miro a mi alrededor y no veo nada que yo pu-
diera considerar una economía moderna. Si por moderna estamos queriendo decir que esta-
mos en este siglo y no en otro, pues entonces estamos ante una estupidez, pero no creo que
hayamos querido decir eso. Por moderna yo entiendo que nos estamos refiriendo a una eco-
nomía desarrollada, una economía sana, una economía buena, que proporcione a sus partici-
pantes una buena vida y todos los satisfactores que pudieran requerir, y entre todos esos sa-
tisfactores, uno de los más importantes es: nuestras condiciones laborales.
Con ese entendimiento volteo a ver lo que me rodea y lamento decirte que no veo nada de
eso. Veo por todas partes en México jornadas laborales larguísimas, veo discriminación se-
xual, racial, por edad, por tallas, veo injusticias en el pago del sueldo, en la forma como este
se hace y las desventajas con las que se hace, veo falta de servicios de guardería, veo falta de
transporte, y una totalmente ausente falta de soporte para desempleo.
Esas son las condiciones laborales que veo en México y no me gustan nada. Visitemos al-
gunas de ellas para que se nos revuelva el estómago un poco. Con suerte y así nos haga me-
jor la digestión con los escasos frijoles que acabamos de comer.

Las Jornadas Laborales


La jornada laboral oficial en México es de 8 horas diarias. Ese número de horas se deter-
minó al parecer principalmente por las propuestas de los hermanos Flores Magón hacia fina-
les del período porfirista allá en los albores del siglo 20, hace casi cien años.
Pero ¿de dónde sacaron los hermanos Flores ese número? ¿Sencillamente se lo imagina-
ron? Creo que no. Los hermanos Flores heredaron las ideas liberales de sus padres, pero tam-
bién, como todos los que queremos aprender un poco más de lo que nos enseñan en la escue-
la, investigaron después por su propia cuenta y encontraron ideas de otras personas en el
mundo. Entre ellas estuvieron Mikhail Bakunin, Pyotr Kropotkin, Georg Hegel y Karl Marx.
Todas esas personas, de una forma o de otra, tenían la costumbre de cuestionarse el “por
qué” de todas las cosas. Sus razonamientos y deducciones recurrían a una modalidad de la
lógica que después se comenzó a llamar dialéctica, en la cual los argumentos se contraponen
unos a otros para poner a prueba la veracidad de lo que uno está pensando. Es algo parecido

— 275 —
PRIMERA PARTE

a lo que hemos hecho a lo largo de todo este libro para poner a prueba nuestros propios razo-
namientos y con eso saber si vamos bien o no.[84]
Bueno, pero el punto es que mientras esas personas mostraron a los hermanos Flores có-
mo razonar temas sociales de forma ordenada, la idea de una jornada de 8 horas ya se había
planteado casi noventa años antes por el empresario Robert Owen en Inglaterra. Después de
que Owen hiciera sus propuestas iniciales, e intentara demostrarlas después, durante los casi
90 años siguientes, hubo esfuerzos sindicales en muchos países para que eso se llevara cabo.
Las jornadas largas de más de 16 horas diarias de trabajo no eran exclusivas de México.
En Inglaterra las jornadas reducidas para mujeres y niños eran de 10 horas y en Estados Uni-
dos las jornadas oficiales eran de 18 horas para todos y trabajaban a veces todos los días, sin
derecho a pago extra ni servicios de salud.
Proponer entonces, en aquel tiempo, a principio de los años 1900s que la jornada fuera de
solamente ocho horas, era algo demasiado atrevido. Lo que los hermanos Flores estaban pro-
poniendo era una reducción del 50% de la jornada laboral, cuando menos. ¡Imagínate que en
la actualidad propusiéramos que la jornada laboral sea de solamente tres horas y solamente
durante tres días a la semana y además con mayor sueldo y mayores prestaciones! Algo así,
de ese calibre, era la propuesta de los hermanos Flores hace cien años.
Las empresas reaccionaron en aquel entonces de la exacta misma forma como reacciona-
rían hoy en día, diciendo básicamente que era injusto pagarle a la gente por no trabajar, y que
tendrían que cerrar sus actividades debido a los altos costos. Esos dos argumentos los esgri-
mieron desde esos años y hasta la fecha siguen siendo los dos mismos argumentos. No han
cambiado nada aunque no haya sucedido ninguna de las calamidades que anticiparon las em-
presas desde aquel entonces. De hecho, el precio de las cosas bajó y se abrieron miles de fá-
bricas más.
La idea de reducir la jornada laboral a la mitad, o menos, se propagó por todo el mundo
de forma muy rápida a pesar de que no había Internet ni televisión ni teléfono en aquellos
tiempos. En lo personal, pienso que la contribución de todas las organizaciones sindicales
fue clave en la propagación de la idea de Owen la cual fue abrazada, obviamente, de forma
instantánea por muchísimos trabajadores en el mundo.
Bien, ahora sabemos de dónde sacaron los hermanos Flores su idea de las 8 horas. Pero
yo me sigo preguntando: ¿por qué 8 horas? ¿Por qué no 9? ¿Por qué no 6, o 4? ¿De dónde
sacó Owen sus 8 horas? ¿Realizó algún análisis de valor con simulaciones económicas para
determinar que ese era el número ideal? He buscado la respuesta y no la he hallado. Si la en-
cuentras agradecería mucho que me avisaras.
84 Quiero admitir públicamente que vacilé en incluir este párrafo en El Plan dado que fácilmente podría interpretarse que
las ideas expuestas aquí son de corte socialista-marxista, sin embargo, al final de cuentas decidí dejarlo tal y como lo
escribí originalmente. Pienso que un lector que haya llegado hasta esta parte del libro habrá comprendido cabalmente,
a lo largo del camino, que las ideas que expongo, aunque tienen similitudes con las ideas marxistas y hegelianas, no
las considero comunistas en el sentido típico del término sino todo lo contrario. Considero este libro entero como una
expresión de un conjunto de ideas supracapitalistas. En el capítulo Capitalismo o Socialismo, en la página 83, en la
Primera Parte, explico este punto de vista más a detalle.

— 276 —
NUESTRAS CONDICIONES LABORALES

Como sea, así como se redujo la jornada laboral de 16 horas a 8, yo me pregunto: ¿por
qué no reducirla a 6, o a 4? ¿Qué tendríamos que modificar para poder llegar a eso?
Robert Owen creó el eslogan de “8 horas para trabajar, 8 horas para vivir, 8 horas para
descansar” y su eslogan fue muy poderoso. Hoy en día, todavía no terminamos de ponernos
de acuerdo totalmente. Nosotros en México trabajamos 48 horas en una semana. En Estados
Unidos trabajan 40 horas. En Francia trabajan 35. ¿Por qué no podemos nosotros en México
trabajar 35 horas o menos?
La respuesta de que eso es posible porque en Francia tienen un nivel de vida superior no
me convence. Si así fuera, yo esperaría que trabajaran más que nosotros. Pero no es así. Su
jornada es casi la mitad que la nuestra. He visto personalmente las fábricas francesas y no la-
boran más eficientemente que nosotros ni son más inteligentes que nosotros. Sus fábricas no
están más automatizadas. Sus condiciones laborales son mejores que las nuestras y sin em-
bargo se dan el lujo de trabajar casi la mitad de lo que trabajamos nosotros. ¿Por qué? ¿Có-
mo es que eso es posible?
Durante muchos años traté de entender esa diferencia tan grande que existe entre las con-
diciones laborales de un país a otro. Esperando con ello entender por qué nosotros tenemos
que trabajar tanto y con servicios tan pobres, como el servicio de salud, en donde tienes que
hacer colas de espera enormes, además de pedir permiso para que te dejen ir al médico y
para colmo, sin goce de sueldo. ¿Por qué? ¿No hay acaso otra forma de solucionar eso y que
podamos tener todo lo que queremos?
Te repito que durante muchos años pensé que los seres humanos estábamos condenados
por la providencia a vivir así. Pero hoy, después de haber analizado todo ese asunto a fondo,
te puedo asegurar que no es así. No tenemos por qué seguir viviendo y trabajando en estas
condiciones. Los hermanos Flores Magón estaban equivocados. No tenemos por qué trabajar
8 horas. Deberíamos y podríamos trabajar la mitad de eso y ganar al menos diez veces más
de lo que ganamos hoy en un día de trabajo de 8 horas. No estoy soñando ni estoy drogado.
Un francés gana diez veces más que nosotros y trabaja la mitad. El cuento de que allá las co-
sas son más caras es un argumento tramposo. Sí son más caras, pero la casa de un trabajador
francés, o la de un policía francés, es mejor que la de un trabajador o un policía mexicano.
Tampoco tenemos por qué trabajar seis días a la semana. Desde hace años en México te-
nemos la costumbre de laborar nueves horas y media para no trabajar el sexto día y así poder
gozar de dos días a la semana de descanso. Algunos mexicanos aceptan trabajar doce horas
diarias para poder descansar tres días seguidos. ¿Por qué aceptamos eso? La respuesta es
simple: porque necesitamos esos días para vivir. Los necesitamos para hacer cosas en nuestro
hogar, para reparar nuestro auto, para podar un árbol, para ir de compras, para ir a alguna
fiesta, para hacer un examen en la escuela, para asistir a clases de guitarra. Para vivir, pues.
¿Pero qué no debería darnos el trabajo eso según nuestra Constitución? Pues sí, pero no lo
hace. Por eso tenemos que aceptar trabajar jornadas más largas.

— 277 —
PRIMERA PARTE

En los países que se dicen desarrollados, en donde la gente gana diez veces más que noso-
tros, trabajan menos y tienen más prestaciones. Eso es verdad hoy y era verdad hace 100
años, cuando estaba Porfirio Díaz de presidente. Entonces, ¿en qué hemos avanzado real-
mente? Nos dicen que nuestras condiciones laborales han mejorado. ¿Será cierto? ¿En qué
han mejorado? ¿En que algunas fábricas tienen cafetería en donde le dan a la gente comida
barata? ¿Qué hay de distinto entre eso y las antiguas tiendas de raya? ¿No eran acaso tiendas
en donde le pagaban a la gente con cosas a cambio de los vales que les daban en el trabajo?
¿Qué es esencialmente distinto hoy en comparación con lo que sucedía en aquellos años?
Igual nos pagan con vales, igual los cambiamos en la tienda, igual trabajamos muchas horas,
igual no nos alcanza.
Conozco muchísimos trabajadores, muchísimos. Y conozco muchos de ellos que rutina-
riamente trabajan más de 60 horas en una semana. ¿Lo hacen por gusto? No. Lo hacen por-
que solo así pueden sostener a sus familias. Solamente así pueden sus hijos ir a la escuela y
tener lo que una familia muy medianamente puede tener. Esas personas heroicamente están
entregando sus vidas a cambio de darles a sus familias algo digno que vestir, algo que comer,
algo de entretenimiento, pero lo hacen a cambio de estar ausentes siempre, mental y física-
mente.
No es posible que sigamos viviendo así. Si otras personas en otras sociedades lo han re-
suelto, nosotros también podemos. Trabajando más horas y comiendo menos no lo vamos a
lograr. Eso es lo que hemos estado haciendo durante más de cien años y no ha resultado.
¿Por qué habríamos de obtener un resultado distinto haciendo más de lo mismo?
De hecho, nos estamos yendo en sentido contrario. Mientras en los países llamados desa-
rrollados existe una tendencia clara a reducir la jornada laboral, al tiempo que se mejoran los
sueldos y el tiempo extra disminuye, en los países pobres, como México, estamos buscando
trabajar más horas extras y reducir nuestros sueldos.
Nuestras jornadas laborales diarias las estamos dividiendo, que porque los empresarios
necesitan ser más competitivos, y ahora estamos aceptando trabajar solamente unas horas en
un día. Si ocho horas no nos alcanzan para ganar lo suficiente para comer, ¿cómo nos van a
alcanzar dos o tres horas con un sueldo dividido en horas? No sé si calificar eso de una estu-
pidez, o de un acto criminal.
Al igual que desde hace cien años, el argumento que se esgrime es que necesitamos hacer
nuestra mano de obra más competitiva para poder así generar más empleos. Eso siempre ha
sido un error. Pero yo mismo me declaro culpable, porque he administrado fábricas enormes
creyendo que eso era verdad. Ahora me arrepiento. Afortunadamente hoy tengo una solu-
ción, porque mi arrepentimiento por sí solo no te serviría de nada.
No es necesario reducir nuestros sueldos. No es necesario dividir nuestras jornadas junto
con nuestros sueldos. No es necesario trabajar tantas horas ni tantos días. Es al revés. Es to-
talmente al revés. Necesitamos vivir más. Necesitamos tener más tiempo para nosotros y
para nuestras familias. Nuestros hijos necesitan más tiempo con sus padres y necesitan que

— 278 —
NUESTRAS CONDICIONES LABORALES

no estén estos tan estresados y cansados como para que no tengan fuerzas ni tiempo ni para
ver una película con ellos ni tan siquiera sentarse a la mesa a comer juntos. Nuestras condi-
ciones actuales de trabajo son totalmente enajenantes y socialmente disolventes. No solo de-
bemos detener eso, sino que además existen formas de hacerlo, y hacerlo rápido, sin que ten-
gamos que esperar decenas de años.
Por ejemplo, algo que podríamos corregir con facilidad es trabajar de corrido, sin inte-
rrupciones más que los momentos de descanso y para comidas. Es humanamente injusto que
nos obliguen a asistir a trabajar unas cuantas horas por la mañana y luego nos obliguen a vol-
ver por la tarde para trabajar otras cuantas horas más. Las empresas no tienen por qué hacer
que sus empleados gasten el poco dinero que ganan en transportarse desde sus hogares hasta
el lugar donde trabajan más de una vez al día. Pero el dinero es lo de menos. ¡El tiempo es el
problema! ¿Cuánto tiempo invertimos en ir y venir de nuestro trabajo? ¿Así es como quere-
mos seguir viviendo? Claro que no, y todo eso lo podemos resolver.
Nuestras jornadas laborales deben ser de menos de 8 diarias y menos de 40 a la semana.
Yo no estoy de acuerdo con la aritmética de Robert Owen. Tiene un error. Después de 8 ho-
ras de trabajo y 8 horas para dormir, no te quedan 8 horas para vivir, sino para seguir traba-
jando en tu casa. Eso no está bien. 6 horas de trabajo, 8 horas para dormir, 4 horas para tra-
bajar en tu casa y 6 horas para vivir a mí me suena mejor. ¿A ti no?
En cuanto al tiempo extra, este se puede pagar después de la sexta y no después de la no-
vena hora. Las primeras seis horas extras podrían ser dobles y las seis siguientes triples, y las
seis siguientes cuádruples, y así sucesivamente. El trabajo realizado en cualquier fecha festi-
va o en cualquier otro momento no laborable puede y debería ser tiempo extra. Nada de que
los domingos o los días festivos el tiempo laborado es únicamente doble. Esas acciones
tramposas son cosas que pueden dejar de existir en un santiamén.
La hora de entrada de los trabajadores puede, y debe, ser desde la hora que arriban a las
instalaciones de la empresa, no desde la hora que se anotan en el reloj checador. He visto ca-
sos en los que la empresa coloca el reloj checador justo en la estación de trabajo del emplea-
do. Eso me resulta muy injusto. Los trabajadores no tienen la culpa de la extensión territorial
de la empresa. Tenemos fábricas que miden miles de metros cuadrados. ¿Por qué el trabaja-
dor debe levantarse más temprano para poder caminar a todo lo largo de la empresa hasta po-
der finalmente llegar hasta el reloj checador?
La hora de entrada de los trabajadores debe ser reconocida como la hora a la que llegó a
las instalaciones de la empresa —si no es que la hora a la que sale de su casa—, no a la hora
a la que llegó a su puesto de trabajo. Si la empresa usa relojes checadores, como sucede en
muchos casos, debe ser su responsabilidad resolver esa situación. Los trabajadores no tienen
por qué hacer fila para checar su tarjeta tampoco. Debe haber suficientes relojes checadores,
o debe haber una forma, de modo que el trabajador no tenga que hacer ninguna fila, pero la
empresa debe resolver eso, no el trabajador. Actualmente es el trabajador quien está pagando

— 279 —
PRIMERA PARTE

esa falta de organización de la empresa. El tiempo que transcurra entre la checada del traba-
jador y la llegada de este a su puesto de trabajo debe correr por cuenta de la empresa.
En fin, nos estamos esclavizando a nosotros mismos. Pero hemos estado tanto tiempo in-
mersos en esa situación que simplemente ya no la vemos. Nos hemos acostumbrado a ella.
Hemos entregado nuestra vida a otras personas. Les hemos dado el poder de controlar nues-
tra economía y nos hemos quedado sin ella. Entiendo que todo esto que digo te pudiera sonar
disparatado e irrealizable. Así de adoctrinados estamos.
Nos han educado a pensar que tenemos un país. Nos han adoctrinado a pensar y festejar
que tenemos libertad. No la tenemos. No somos libres. Pero podemos cambiar eso.
Comulgo totalmente con las palabras de Ricardo Flores Magón: La libertad política es
una mentira sin la libertad económica.

Las Guarderías
La administración de la economía nacional no es responsabilidad de los trabajadores, esa
responsabilidad es de los administradores públicos, para eso están y por eso ellos aceptaron
esos cargos. Sin embargo, debido a los problemas en el sistema económico —problemas que
por cierto los trabajadores mexicanos no provocaron—, los trabajadores han sido obligados a
tener que desarticular y desintegrar sus familias ausentándose ambos padres durante todo el
día para salir a buscar dinero para poder mal comer y mal vivir. Durante todo ese tiempo que
los padres están fuera de sus hogares, alguien se debe hacer cargo de los hijos.
Esa es una situación que los trabajadores no buscaron ni la propiciaron, y sin embargo la
están resolviendo. Cada trabajador mexicano aporta a la economía nacional un beneficio
cuantificable cuando abandona a sus hijos para salir a laborar. Ante este esfuerzo, lo mínimo
que pueden hacer aquellos que han producido los problemas económicos que los trabajado-
res están resolviendo, es cuidar de sus hijos mientras estos salen a trabajar.
Los padres trabajadores laboran durante las 24 horas del día. A todo lo largo de todo el día
y toda la noche las empresas están activas. La ayuda para cuidar a los hijos, por lo tanto, es
necesaria 24 horas al día, todos los días del año.
No veo esa ayuda. No veo las guarderías laborando 24 horas al día para cuidar a los hijos
de los trabajadores mexicanos que están heroicamente sosteniendo la economía nacional.
Solo veo excusas estúpidas, desorganización, y un criminal desinterés por resolver de verdad
esa situación.
Pero eso no es todo. Los trabajadores mexicanos no solamente necesitan ayuda con sus
hijos pequeñitos. También necesitan ayuda con sus hijos en edad de la escuela primaria y
también con sus hijos adolescentes. ¿Dónde está esa ayuda? ¿Por qué los estamos dejando
abajo mientras ellos salen todos los días a luchar por sostener la economía nacional y a ganar
con su esfuerzo no solamente el sostenimiento de sus propias familias, sino también el soste-

— 280 —
NUESTRAS CONDICIONES LABORALES

nimiento de las familias de todos aquellos servidores públicos que han metido al país en este
problema gigantesco en el que estamos?
Más aún, debo aclarar que cuando hablo de “trabajadores mexicanos” me estoy refiriendo
a todos los mexicanos que trabajan, sean empleados o empresarios. Todos son mexicanos, to-
dos cuentan y todos contribuyen al desarrollo de la sociedad y, por lo tanto, de toda la na-
ción. ¿Por qué ofrecemos el servicio de guardería solamente a los trabajadores mexicanos
que son empleados? ¿Por qué estamos discriminando a los cientos de miles de trabajadores
mexicanos que laboran por su cuenta? ¿Acaso no tienen ellos también hijos? ¿Acaso no con-
tribuyen ellos también al desarrollo nacional? ¿Acaso no están siendo sus familias igualmen-
te desintegradas y desarticuladas por el hecho de tener que estar ausentes de su casa durante
enormes y largos períodos de tiempo?
Debe existir, y puede existir, un servicio de guardería maternal, infantil y adolescente de
muy alta calidad para todos los mexicanos que lo necesiten durante las 24 horas del día, to-
dos los días del año, en toda la república mexicana. El argumento de que no hay dinero no es
válido cuando tenemos despilfarros financieros por todas partes, cuando nos estamos ven-
diendo carísimo el dinero a nosotros mismos, cuando deliberadamente provocamos una in-
flación planeada, cuando estamos financiando empresas bancarias extranjeras, cuando a tra-
vés de los intereses que pagamos en nuestras tarjetas de crédito estamos financiando gobier-
nos extranjeros de países mucho más desarrollados que nosotros.
Tener un servicio de guardería de primera calidad para todos en todas partes en todo mo-
mento no es un sueño. Es un derecho económico del que no hemos disfrutado sencillamente
porque se nos ha negado tenerlo. Pero es un servicio por el que trabajamos todos y por el que
pagamos cada hora que laboramos, seamos empleados o no. Todos debemos recibir ese bene-
ficio y la única condición real que existe es que vivamos en México, que gastemos aquí
nuestro dinero, y si somos empresarios, que los empleados que tengamos sean también mexi-
canos.

La Discriminación
Todos sabemos lo que es la discriminación. No necesito explicarla. Unos la conocemos
porque la hemos padecido, otros porque la hemos hecho padecer y otros porque hemos he-
cho ambas cosas. La discriminación laboral existe porque tenemos ideas equivocadas y por
el entorno que hemos construido alrededor de nosotros. Desafortunadamente una cosa esti-
mula a la otra y eso nos ha metido en un círculo vicioso del que no hemos podido salir.
Yo mismo soy culpable de haber discriminado a mucha gente a lo largo de mi carrera. Lo
podría negar, pero no lo voy a hacer. Fui cómplice del sistema discriminatorio que tenemos
durante mucho tiempo. En mis posiciones de administrador industrial he discriminado a mu-
chísima gente. A muchos por su género, a otros por su apariencia física, a otros por el lugar
donde radican, a otros por el lugar del que provienen. Me he justificado diciendo que lo he
hecho por mantener la armonía del equipo de trabajo que he tenido, y en otras ocasiones,

— 281 —
PRIMERA PARTE

descaradamente no he dado explicación más que un “porque me cae bien”, o un “porque está
bonita”.
Esta confesión no la hago para sentirme bien. La hago para que veas que comprendo per-
fectamente bien cuando hablo de discriminación, lo que significa, los daños que provoca en
todos nosotros y lo fácil que es no darse cuenta de que uno mismo está discriminando. Du-
rante muchos años no me di cuenta de lo que hacía y según mi propio criterio yo no era una
persona discriminatoria. “Yo no discrimino”, me decía. “Yo evalúo”. Qué fácil es engañarse
a uno mismo.
Para acabarla de amolar, sin embargo, tampoco tengo el mérito de haberme dado cuenta
por mí mismo de mi error. Ojalá hubiera sido así. Me di cuenta de mi error solamente cuando
la discriminación me la hicieron a mí. Además de que soy hombre, no soy chaparro —mido
un metro con ochenta centímetros—, tengo la piel clara y los ojos azules. Tampoco estoy
gordo ni flaco —según yo. Mi voz no es chillona y mis maneras —gracias con mucho a la
educación de mi madre— son más o menos corteses. Todo eso me ha salvado de no haber
sufrido algunas de las más comunes formas de discriminación, o al menos así fue durante
muchos años. De la que ni Dios me salvó, fue de la discriminación por la edad. Esa tenía que
llegar algún día, y ese día llegó.
He tenido varios negocios propios, pero por angas o mangas siempre he vuelto a la vida
de la administración industrial como empleado de diversas compañías extranjeras en Méxi-
co. Algunas de esas veces he vuelto porque me han invitado pero las más de las veces porque
he tenido que tocar puertas para buscar un empleo, tal y como lo hacen todos los demás.
En una de esas veces me topé con un gerente que me estaba entrevistando. Me llamó la
atención que todos sus compañeros gerentes eran unos diez años menores que yo. “Aquí son
puros chavos”, me dije. “Casi casi huelen a zapeta todavía. ¿Qué van a saber estos chavos de
administración industrial?”. No importó mi opinión acerca de ellos ni tampoco importaron
mis capacidades, conocimientos, experiencia ni la falta de todo eso que tenían ellos —por-
que sigo pensando que olían a zapeta—. Lo único que importó es que ellos tenían la decisión
de si yo obtenía ese empleo o no y no había nada que yo pudiera hacer al respecto de la edad
que nos separaba. No obtuve ese empleo.
Desde entonces algo en mí se fue modificando. Me fui poniendo en guardia cada vez más
aguda contra ese tipo de situaciones. Fue como si una especie de antena se me hubiera desa-
rrollado con la que yo comenzaba a captar lenguajes corporales, palabras omitidas, comenta-
rios descuidados —o deliberados—, todos ellos con tintes, aunque fueran lejanos, de discri-
minación por la edad. Comencé a desarrollar al mismo tiempo un arsenal de frases antidiscri-
minación para dispararlas contra todo aquel imberbe zapetero chaval que me quisiera atacar
por ese lado.
El tiempo pasó y los vientos laborales cambiaron en el ambiente en el que yo me he de-
sempeñado en esta parte de México. En los últimos años he sentido que la discriminación ha
disminuido mucho en el campo en el que yo laboro. Sin embargo, los años anteriores me en-

— 282 —
NUESTRAS CONDICIONES LABORALES

señaron una lección que no olvidaré y que me ha ayudado a entender la postura aparente-
mente agresiva y defensiva que adoptan algunas personas cuando alcanzan a percibir un dejo
de discriminación en sus interlocutores.
Las mujeres son un ejemplo claro de lo que estoy diciendo. Ahora comprendo por qué pa-
recen tener esa actitud de estar siempre a la defensiva cuando uno las entrevista para un em-
pleo. No lo entendía. Ahora creo que lo comprendo porque yo mismo fui víctima de discri-
minación durante años. Pero mi experiencia fue solamente de unos años. No puedo imagi-
narme lo que ha de sentirse estar siendo discriminado —además de acosado— todos los días
de tu vida a donde sea que vayas. No me lo imagino, pero ahora me lo explico y enteramente
justifico esa forma de reaccionar que ellas tienen. No es para menos.
Por todo esto, ahora veo la discriminación por todas partes. Leo los anuncios solicitando
personal para trabajar y veo discriminación en muchos de ellos. Se especifican característi-
cas que no tienen nada que ver con las habilidades y los conocimientos.
Un ejemplo: “Se solicitan operadoras para producción, edad entre 25 y 30 años, sexo fe-
menino, que vivan cerca de la Colonia Carranza”.
¿Qué tiene que ver la edad? ¿Qué tiene que ver el sexo? ¿Qué tiene que ver el lugar donde
viven? ¿Qué tienen que ver todas esas cosas con la tarea que va a realizar la persona? Si tie-
nes a tu familia con hambre y necesitas un empleo y eres hombre de 60 años, vives hasta el
extremo opuesto de la ciudad, y sabes y puedes realizar la actividad, ¿por qué te descalifican
antes de revisar tus capacidades?
Aquí te va otro: “Se solicitan edecanes, sin hijos, solteras”.
¿Por qué sin hijos? ¿Por qué solteras? Si es una agencia de propaganda de trajes de baño y
necesitan una mujer hermosa sin cicatrices entonces que pongan exactamente eso, “que no
tenga cicatrices visibles en tal o cual parte del cuerpo”. Pero para ser edecán no necesitas ser
soltera y no tener hijos.
Otro más: “Se solicitan soldadores, carta de no antecedentes penales, mayores de 23 años,
sexo masculino”.
¿Por qué sexo masculino? Personalmente conozco a mujeres soldadoras excelentes —mi
exmujer entre ellas. Ella hizo las rejas de acero de la casa y le quedaron a todo dar. ¿Por qué
mayores de 23 años? Pero, sobre todo, ¿por qué sin antecedentes penales? Esto último se me
hace de lo más grave para nuestra sociedad. Los antecedentes penales no deben tener nada
que ver con las facultades para conseguir un empleo. Si una persona sufrió una sentencia de
encarcelamiento —haya o no cometido un delito—, no tiene por qué perseguirlo ese hecho
por el resto de sus días. Por una parte, hay miles y miles de sentencias injustas ya que nues-
tro sistema judicial no es perfecto. Por otra parte, aun cuando la sentencia haya sido justifica-
da, la persona que fue encarcelada ya pagó su deuda social con eso. ¿Por qué etiquetarla por
el resto de su vida? ¿Cómo podrá reintegrarse a la sociedad una persona que haya sufrido

— 283 —
PRIMERA PARTE

una sentencia judicial desfavorable, haya sido culpable o no, si jamás podrá ser libre de tra-
bajar en lo que quiera, o pueda?
La ley laboral debería modificarse sin más demora para especificar que no se permite es-
pecificar ninguna característica discriminatoria en los empleos. No debería poderse solicitar
personas para trabajar especificando edad, sexo, apariencia, religión, registros judiciales o
penitenciarios o cualquier otra característica no relacionada con el nivel de competencia en
el empleo.
Durante las entrevistas de trabajo tampoco debería poderse preguntar acerca de su vida
privada o familiares ni ninguna otra información que no corresponda a las actividades que
esa persona realizará para el empleador.
Si alguna vez has llenado una solicitud de empleo seguramente te habrás dado cuenta de
que te preguntan santo y seña de tu vida. La mayoría de las cosas no debería saberlas nadie
más que tú y tus familiares. ¿Por qué te preguntan el nombre de tus papás y a qué se dedican
ellos? ¿Por qué te preguntan cuántos hijos tienes y cómo se llaman? ¿Por qué te preguntan
dónde viviste? ¿Por qué te preguntan cómo se llamó la escuela en donde estuviste? ¿Por qué
te piden las fechas de cuando estudiaste cada uno de los grados de la escuela? ¿Qué de im-
portancia tiene todo eso para lo que vas a hacer? ¿Qué hacen ellos con toda esa información?
Todo ese mundo de información es confidencial de cada quién y además no la usan para
nada. Esa información se queda escrita en el papel en donde la pusiste y nadie jamás la va a
volver a ver. Lo sé. Me consta. Sin embargo, sí te hacen perder el tiempo y el poco dinero
que tienes para que compres una solicitud y una pluma de cierto color. Todo eso lo debemos
cambiar para beneficio de todos. Todas esas cosas son obstáculos para nuestro desarrollo
económico, pero ya no las vemos así porque no nos han educado a cuestionar nuestro en-
torno. Nos han educado, nos han adoctrinado, a aceptarlo como es, sin preguntar, obedecien-
do, sin respingar, y sin carotas.

El Pago del Sueldo


Seguramente sonaré como sonaba mi padre o mi abuelo, pero cuando yo era joven —no
puedo dejar de reírme al escribir esto— nos pagaban en efectivo. Una persona de las oficinas
se nos acercaba con un carrito lleno de sobres de papel. Cada sobre traía dinero en efectivo y
el nombre del empleado, así como su recibo de pago con un duplicado, que debía firmar. Esa
era la forma de pago. Al terminar el día, salías directo a tu casa —o a la cantina— a gastarte
tu dinero.
No había más. No había filas en el banco, no existían los cajeros automáticos, ni depen-
días de tener que abrir una cuenta en un banco. Ningún cajero te retenía una parte de tu suel-
do que porque no tenía billetes de menos de 10 pesos o porque se había descompuesto, o
porque se lo habían robado. Los bancos eran una institución separada, aparte, que no estaba
para nada relacionada con tu trabajo, contigo o con tu sueldo.

— 284 —
NUESTRAS CONDICIONES LABORALES

Los bancos eran algo lejano, algo que servía más bien al patrón para guardarle su dinero
con el que nos pagaría nuestros sueldos. Ningún banco te cobraba absolutamente ni un solo
centavo de tu sueldo por ofrecerle a tu patrón el servicio de manejar el dinero. Era como si tu
sueldo fuera sagrado. Sabías, y todos lo sabían también, que cada centavo de tu sueldo era
totalmente tuyo.
Después las cosas cambiaron un poco. Te comenzaron a pagar con un cheque. Ese cheque
lo cambiabas por dinero en un banco. La gente se comenzó a formar en filas en los bancos.
Por alguna razón que no he investigado, los bancos abrían solamente desde las 10 de la ma-
ñana hasta la una de la tarde y solamente de lunes a viernes. No más. Así que ese servicio de
pagar con cheque se comenzó a hacer solamente con algunos empleados. Solamente con
aquellos que tenían la facilidad de salir al banco en su propio vehículo y cambiar su cheque
por dinero. No era inusual que uno saliera al banco cargado con cheques de varios compañe-
ros y regresara repartiendo dinero.
Pasó un poco más de tiempo y nos cambiaron los cheques por tarjetas de débito. Eso era
algo nuevo. Muy pocas personas tenían tarjetas de crédito y no existían las tarjetas de débito.
Recuerdo que personal del banco nos estuvo dando pláticas acerca de las ventajas de usar las
tarjetas de débito. El problema era que en muchas partes no te aceptaban pagar con esas tar-
jetas. Eran básicamente solo para ir al banco a que te dieran tu dinero.
Siguió pasando el tiempo y la aceptación de las tarjetas de débito aumentó. Conforme más
cosas podías comprar con la tarjeta de débito, esta se iba convirtiendo en algo cada vez más
útil. Hoy, estamos en esa situación. Sigue siendo necesario el efectivo porque no en todo ni
para todo te aceptan la tarjeta de débito, pero ahí la llevamos.
Toda esta historia parece llevarnos a una situación más o menos conveniente para todos.
Y honestamente creo que lo es. Sin embargo, esa conveniencia tiene serias condiciones que
no se están cumpliendo y que debemos retomar.
Una de esas condiciones a las que me refiero es que se está comenzando a confundir el
pago del sueldo con el depósito del sueldo. Depositar un salario en un banco no equivale a
pagar el salario. El empleador no debe separarse nunca de la responsabilidad de pagar en
tiempo y forma al trabajador en todos los casos. En la actualidad, me ha tocado ver numero-
sos casos en los que el patrón se justifica diciendo al trabajador que ya le depositó su sueldo
y que el problema para cobrarlo está entre el banco y él. Eso no es verdad.
Existen actualmente un sinnúmero de injusticias y nadie se hace responsable de ellas. No
te voy a explicar lo que sucede porque tú ya lo sabes. Ambos lo sabemos porque ambos nos
la llevamos batallando entre el banco y la empresa para la que trabajamos. Lo que voy a de-
cirte es cómo deberían ser las cosas. Nada impide que sean como te voy a decir, salvo la vo-
luntad de hacerlas así. Aquí te voy:
El trabajador debe recibir su salario íntegro en los días de pago acordados en su contrato y
en la forma que él acepte. La empresa, por su parte, debe responsabilizarse por cualquier

— 285 —
PRIMERA PARTE

error cometido por un tercero, un banco, o el que sea, y pagar en el momento y el lugar acor-
dados, a más tardar en dos horas y en efectivo. Nada de que te pago hasta mañana que por-
que ya se fue la contadora, ni mucho menos eso de que te pago hasta el viernes que entra que
porque el banco ya cerró. Dos horas máximo.
Los bancos que reciben dinero en calidad de salarios no pueden cobrar por sus servicios a
los trabajadores por ningún motivo y deben ofrecer el servicio de entrega del dinero las 24
horas de cada día, todos los días de la semana, y hasta un monto mínimo de 1 peso, o la de-
nominación más baja. No más mensajes de No se entregan cantidades menores a 100 pesos.
En caso de que un banco falle en entregar el dinero, este se hará responsable de pagar da-
ños y perjuicios a favor del trabajador, siempre que la empresa demuestre que hizo el depósi-
to en tiempo y forma siguiendo los lineamientos contratados con el banco. El banco deberá
tener 24 horas para liquidar el sueldo del trabajador en efectivo además de cubrir las multas
y recargos al trabajador por perjuicios ocasionados por pago tardío. La multa no debe ser
menor al 100% del sueldo por cada hora transcurrida y no se debe entregar el dinero a las
finanzas públicas sino directamente al trabajador.
En el contrato entre la empresa y el trabajador debe quedar especificado a qué hora de qué
día deberá estar disponible el sueldo. A partir de ese momento, se debe medir el tiempo para
calcular la multa por perjuicios que debe pagar el banco al trabajador, por cada hora trans-
currida.
Si, por otra parte, fue la empresa la que falló en hacer el depósito bancario en tiempo y
forma, entonces será esta la responsable por la demora, con las mismas multas y recargos.
En caso de renuncia del trabajador, a este se le debe liquidar completamente en efectivo el
último día que se presente a laborar, al final de su jornada. En el pago debe incluirse la sema-
na —o la quincena, o catorcena o mensualidad— más el finiquito. Debe pagarse de la misma
forma y en el mismo lugar de siempre salvo previa autorización por escrito del empleado
para que se haga de otra forma en otro lugar o en fecha distinta. Como en el caso de cual-
quier falla de pago en tiempo y forma, las empresas deben sancionarse con el 100% del suel-
do por cada hora transcurrida hasta el momento del pago.
Créeme cuando te digo que todo esto es posible. Actualmente nada de esto sucede, pero
no existe ninguna razón para que no suceda. Tanto las empresas como los bancos tienen la
forma de responder a este tipo de situaciones. Ellos pueden acelerar el paso para restituirte tu
sueldo si acaso no te llega completo, por la razón que sea. El trabajador no tiene por qué es-
perar más de un par de horas —y aún esa cantidad de tiempo se me hace mucha— para que
le paguen.
Es oportuno aclarar que la empresa y el banco no están a la misma altura que el trabaja-
dor. Este último no tiene el apalancamiento necesario para obligar al banco o a la empresa a
pagarle en tiempo y forma, ni para subsistir un día más sin su sueldo. Esa descomunal des-
ventaja fue lo que históricamente produjo el nacimiento del comunismo. No queremos que

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NUESTRAS CONDICIONES LABORALES

vuelva a suceder eso. El daño a millones de personas es inconcebible si dejamos que eso su-
ceda. El comunismo no lo provocaron los comunistas, lo provocaron los capitalistas de hue-
so colorado con sus prácticas inmorales y al no dejarle otra alternativa a la gente.
Estamos por repetir la historia si dejamos que todo esto continúe. Debemos detenerlo ya
antes de que reviente por lo más delgado.

Las Bolsas
Los servicios de outsourcing, o bolsas de trabajo, proporcionan un servicio útil tanto a las
empresas como a los trabajadores. Sin embargo, también encierran serias desventajas para
los trabajadores que se deben corregir inmediatamente.
Entre los servicios útiles que proporcionan a la empresa, el más importante, quizá es el de
reclutador y amortiguador de rotación de personal. Para una empresa siempre ha sido un pro-
blema el salir a la calle a buscar el personal que necesita. Los empleados que laboran en los
departamentos de recursos humanos dentro de las empresas no tienen experiencia en salir y
conseguir la mano de obra que se necesita. Esto es cierto a todos los niveles. Lo he visto des-
de trabajadores de producción hasta directores. El trabajo de salir y buscar gente requiere de
estrategia, habilidades, conocimientos y de infraestructura especializada que no he visto en
ninguna empresa. El personal de recursos humanos dentro de las empresas está demasiado
ocupado con los asuntos internos como para absorber también los asuntos externos y tener
que lidiar con todo lo que sucede afuera de la empresa para localizar y seleccionar al perso-
nal que la empresa necesita. Las bolsas de trabajo llenan ese hueco muy importante.
Pero las bolsas de trabajo no solamente sirven a las empresas como agencia de colocacio-
nes ofreciendo servicios de reclutamiento. También ofrecen otro servicio útil y relativamente
nuevo: el de servir de amortiguador de rotación.
Por muchas razones, pero sobre todo por la bajísima capacidad adquisitiva de los salarios,
los trabajadores hoy en día —a todos los niveles— cambian de empleo con mucha más fre-
cuencia cada vez. No son raros los casos en los que el 60% de los empleados que se contra-
tan en un mes, habrán renunciado para el siguiente. El segundo mes no es muy distinto y el
tercero tampoco, aunque ya para entonces se comienza a ver una leve tendencia a permane-
cer en la empresa.
Toda esa gente que renuncia requiere ser reemplazada y todo eso conlleva una tarea espe-
cializada en lidiar con esas situaciones diariamente. Para enfrentar esa situación se debe con-
tar con una organización distinta a la organización que normalmente tiene una empresa, la
cual está más bien orientada a enfocarse en el objetivo de su plan de negocio, sea el que sea.
A los trabajadores, las bolsas de trabajo ofrecen básicamente el servicio que siempre han
ofrecido sirviendo como agencias de colocación. El trabajador recibe el enorme beneficio de
acudir a un solo lugar y encontrar allí las vacantes de diversas empresas. El personal de la

— 287 —
PRIMERA PARTE

bolsa lo atiende y le explica lo que cada empresa ofrece, sus beneficios, y las posiciones
abiertas.
Las empresas tienen distintos requisitos. Algunas aceptan que la bolsa haga la contrata-
ción y otras se reservan el derecho de entrevistar a los candidatos antes de aceptar su contra-
tación. Algunas bolsas más competitivas que otras ofrecen al trabajador el transporte desde
una empresa a otra para que lo entrevisten, incluso a veces en más de una en el mismo día.
Al final de cuentas, el trabajador tiene más de una opción de la cual escoger y eso es bueno
para él.
Al final del proceso el trabajador es contratado no por la empresa, sino por la bolsa de tra-
bajo, pero “es asignado” a trabajar en las instalaciones de cierta empresa, la que lo seleccio-
nó. Allí se dedica a realizar sus labores normalmente supervisado por alguien que trabaja
para la empresa y convive diariamente con gente que trabaja por igual para la bolsa o para la
empresa.
Después de un tiempo que varía de caso a caso, el trabajador puede o no ser contratado de
forma definitiva por la empresa recibiendo así, en ocasiones, un paquete distinto y por lo ge-
neral más atractivo, de sueldo y prestaciones.
Todo esto, dicho de esta forma, suena muy bien. Sin embargo, en la práctica las cosas son
distintas y existen situaciones que hay que detenernos a resolver de forma inmediata.
Los beneficios que los trabajadores reciben no pueden ser distintos. Los que trabajan para
la empresa empleadora y los que trabajan para la bolsa de trabajo deben recibir los mismos
exactos beneficios. ¿Por qué? Porque ambos están haciendo exactamente lo mismo, en el
mismo lugar, para las mismas personas. Decir que no están trabajando para el mismo patrón
es un engaño. Sí están trabajando para el mismo patrón. Ambos están trabajando para la em-
presa. El trabajador que está trabajando para la bolsa está trabajando para la empresa porque
esta contrató a la bolsa. Hacerlo de otra forma distinta se presta a los abusos que existen hoy
en los que una parte del personal de una empresa gana más y tiene más prestaciones que la
otra parte y la única diferencia es que a unos los contrató la empresa y a los otros los contra-
tó la bolsa. ¿Qué importa quién los contrató? Esa diferencia es un asunto que compete sola-
mente a la empresa, no a los trabajadores. Los bonos, sueldo, primas, reparto de utilidades,
vacaciones, políticas de tiempo extra, vales en cualquier forma, y cualquier otro beneficio
otorgado por la empresa a sus empleados deben ser exactamente idénticos.
Un empleado que se traspase de una bolsa de trabajo outsourcing a una empresa regular
deberá conservar su antigüedad y todos sus beneficios. Si no sucede así, entonces para el tra-
bajador no tiene sentido que las empresas outsourcing existan como tales. Bien podrían que-
dar solamente como agencias de colocación y ofrecer solamente el servicio de reclutamiento
que han ofrecido a lo largo de la historia industrial en la era moderna.
Las bolsas de trabajo outsourcing deben ofrecer el beneficio a los empleados de poder re-
nunciar a la empresa en la que están participando y poder ser transferidos a otra. Este servi-

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NUESTRAS CONDICIONES LABORALES

cio no lo ofrecen actualmente a los trabajadores empleados. Lo deben ofrecer también. Se


entiende que en este caso los beneficios económicos puedan cambiar, pero el empleado ten-
drá la última palabra en eso. La empresa outsourcing estará obligada a ofrecer la cartera de
clientes completa a cada empleado trabajador y tendrá el beneficio de la ley para poder mo-
dificar las condiciones de prestaciones a cada empleado según donde se desempeñe. La ley
debe amparar y ofrecer esa flexibilidad a las empresas que ofrezcan el servicio de bolsas de
trabajo tipo outsourcing.
Si queremos crecer económicamente debemos echar mano de todo el arsenal de experien-
cias positivas y negativas que hemos acumulado a lo largo de los últimos penosos años. Las
empresas bolsas de trabajo tipo outsourcing antes no existían. Representan algo novedoso
que ofrece ventajas para nuestro desarrollo. Eso ha quedado demostrado. Ahora debemos
fortalecerlas con nuevas leyes que les den la flexibilidad que necesitan, pero que ofrezcan a
las empresas y a los trabajadores condiciones mejores para recibir mejores beneficios y para
poder contribuir a un desarrollo más dinámico de nuestra sociedad, nuestra economía, para
bien de todos.
Más y más empresas necesitarán el capital humano necesario para nacer y para crecer y
más y más personas estarán ingresando al mercado laboral y más y más competido se pondrá
entre más crezcamos y nos desarrollemos. Eso es lo que queremos y hacia allá nos dirigire-
mos. Pulir el funcionamiento de las bolsas de trabajo es algo que debemos hacer si queremos
que nuestro crecimiento sea rápido y sólido.

Sindicatos y Huelgas
Existe mucha literatura acerca del papel que los sindicatos juegan en una sociedad y la
forma como ejercen su derecho a huelga. No voy a entrar en detalles en este capítulo acerca
de todo ese enorme mundo de ideas y opiniones. Eso seguramente lo haré en otro trabajo que
estoy comenzando a preparar.
En un solo párrafo, diré que los sindicatos y el concepto de huelga tal y como lo conoce-
mos fue desarrollado a finales de los 1800s cuando se gestaron las teorías marxistas que die-
ron nacimiento al socialismo y al comunismo. Esas corrientes ideológicas organizaron en
sindicatos a las enormes cantidades de personas que se dedicaban a labores subordinadas y
les dieron una opción de presión para lograr que les mejoraran sus condiciones salariales y
laborales: la huelga de paro de labores.
Me podría extender muchísimo solamente en este tema, pero no creo que venga al caso.
Hay otras cosas más urgentes que necesito comunicarte. Iré, por tanto, al grano con mis opi-
niones acerca de qué es lo que deberíamos hacer. Va:
Los sindicatos de trabajadores son la respuesta que la sociedad ha encontrado ante la falta
de acción del gobierno para controlar la obvia injusticia de las situaciones que el capitalismo
genera.

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PRIMERA PARTE

No debemos permitir que eso suceda —me refiero a la obvia injusticia—, pero por otra
parte los sindicatos no deben prohibirse. Todos los seres humanos, trabajadores empleados o
no, están en plena libertad de organizarse para representar sus propios intereses de mejor for-
ma.
Lo que debemos hacer es entender que es el gobierno quien tiene que movilizarse para
ofrecer mejores alternativas a los trabajadores y en general a todos los mexicanos de modo
que no tengan que verse en la necesidad de organizarse por su propia cuenta para resolver las
cosas que el gobierno debería atender.
Las personas que laboran en el gobierno deben trabajar duro —muy duro— para conver-
tirse en una mejor opción que los sindicatos, quienes en muchos casos desgraciadamente han
caído también en el abuso contra sus propios agremiados a quienes no dan respuestas, sino
que más bien sirven para enriquecer a los dirigentes sindicales.
Esto ha provocado un descrédito generalizado de los sindicatos, quienes se han visto reba-
sados por la velocidad de las cosas y por la falta de una nueva teoría social y económica
como la que Karl Marx les ofreció hace más de cien años. De modo tal que los trabajadores
han quedado atrapados entre tres fuerzas:
1. La de su propio sindicato, a quien muchas veces deben agremiarse obligadamente y
contra su voluntad.
2. La de la empresa para la que trabajan, quien muchas veces se desentiende de atender
a sus trabajadores directamente con el pretexto de que todos los asuntos los trata sola-
mente con el sindicato.
3. La del gobierno, quien, por su inacción, su ineptitud y su asociación con intereses
sindicales o empresariales, ha dejado de realizar su trabajo de representar los intere-
ses de la sociedad en estos asuntos.
Esa situación no debe continuar. Debe detenerse con urgencia. Los trabajadores son los
que sostienen a toda la nación con lo que producen. Ellos son la gallina de los huevos de oro.
No podemos tenerlos acorralados como los hacemos actualmente. Sin ellos no hay empresas,
ni gobierno, ni sindicatos, pero ellos sí pueden existir sin ninguno de los otros tres.
El concepto de huelga, tal y como lo conocemos fue una idea que desarrolló Karl Marx
cuando propuso sus extensas teorías socioeconómicas. Sin embargo, ya desde aquel enton-
ces, había otras teorías que planteaban diferentes formas de coacción para obligar una solu-
ción. Una de tales teorías proponía curiosamente todo lo contrario. Es decir, si los empleados
estaban en desacuerdo con algo y deseaban irse a la huelga, debían producir más y más sin
detenerse hasta acabarse todo el material. Esta idea, por cierto, la pusieron en práctica los
trabajadores japoneses durante unos años. Desconozco si todavía lo hacen o no. Seguramente
podrás investigarlo rápidamente.

— 290 —
NUESTRAS CONDICIONES LABORALES

Como sea, el caso es que la huelga ha sido un instrumento de coacción que se ha usado
por los sindicatos y sus agremiados para obligar a una solución a sus demandas. No estoy se-
guro, pero personalmente me ha parecido como que las huelgas se han hecho cada vez me-
nos frecuentes en México. En mi memoria, tengo registros de haber visto más huelgas en el
pasado que las que veo ahora en estos días.
Antes, la figura de Fidel Velázquez era muy importante en este sentido como dirigente de
la CTM, el enorme sindicato de trabajadores de México. Fallecido don Fidel y desbaratado el
aparato socialista de la Unión Soviética, me parece que las cosas han ido amainando y siento
que la huelga ha comenzado a pasar a la historia.
Para algunas personas esa situación quizá les parezca positiva. Respeto su opinión, pero
no estoy de acuerdo. Pienso que en las condiciones actuales la desaparición de la capacidad
de huelga de los trabajadores abre una enorme oportunidad para abusos.
Con o sin la existencia de sindicatos pienso que el principal responsable de velar por la
seguridad, y por los sueldos y los beneficios de todos los trabajadores, sindicalizados o no,
es el gobierno a través de la Secretaría del Trabajo, principalmente. Hace falta muchísima
más agilidad en esa Secretaría que la que actualmente tiene. Hace falta muchísima más im-
parcialidad y hace falta que entienda que debe defender a los trabajadores porque son ellos
quienes impulsan la economía, nadie más.
Debo aclarar nuevamente que cuando digo trabajadores no me estoy refiriendo solamente
a los obreros sino a todos los mexicanos que trabajan por un sueldo, sean directores, geren-
tes, médicos, abogados, mecánicos, maestros, mineros, etcétera. Todos, al laborar subordina-
damente, están expuestos a abusos por parte de las empresas en las que trabajan.
El gobierno tiene, pues, la responsabilidad de resolver las inconformidades de los trabaja-
dores de forma extremadamente rápida. El gobierno no debe permitir que se hagan huelgas,
pero no debe impedirlo molestando, arrestando, agrediendo a los trabajadores huelguistas,
sino resolviendo sus demandas de forma muy rápida y efectiva.
Debe intervenir y reunirse rápidamente con la empresa y con los trabajadores para escu-
char ambas partes y debe decidir rápidamente qué se va a hacer. Sé que esto que estoy di-
ciendo está fuera del marco de sus responsabilidades. Bueno, por eso lo estoy diciendo, por-
que hay que cambiar las responsabilidades de la Secretaría del Trabajo. Alguien tiene que
llenar el hueco que están dejando los sindicatos al perder fuerza ante la avasalladora avalan-
cha de cambios en el entorno socioeconómico que nos rodea.
En ningún momento, en ninguna circunstancia, podemos permitirnos dejar abajo a nues-
tros trabajadores, a nuestros empleados. Pero tampoco podemos permitir que nuestras em-
presas se detengan. Los trabajadores tienen derecho a detener sus labores, pero el gobierno
tiene la obligación de participar inmediatamente para resolver la situación y restablecer las
actividades. Recordemos que los productos de una empresa es lo que aporta ella de valor

— 291 —
PRIMERA PARTE

económico para la sociedad. La falta de productos que produce una huelga impacta a toda la
sociedad mucho más allá de las ganancias que el empresario deja de obtener.
Es obligación del gobierno a través de la Secretaría del Trabajo el arbitrar, investigar y ac-
tuar con objetividad, prontitud, honestidad y resolución ante reclamos de los trabajadores.
Cualquier reclamo debe ser investigado. No es necesaria la participación de mayorías ni la
conformación de los trabajadores en organismos sindicalizados para obtener respuestas in-
mediatas. Para eso está el gobierno: para representar los intereses de todos y defender con
objetividad la razón y a quien la posea.
Por otra parte, de la misma forma como la Secretaría del Trabajo debe intervenir cuando
existan inconformidades de trabajadores, también debe intervenir cuando existan inconfor-
midades de agremiados. El gobierno debe defender a los trabajadores ante cualquier organi-
zación que los amenace. Para eso está. Los trabajadores crearon al gobierno para que los
represente y como no salió bien, tuvieron que crear los sindicatos. Debemos sanear nues-
tras organizaciones para que los trabajadores obtengan todo lo que necesitan para seguir em-
pujando la economía y eso significa tener que competir contra los sindicatos ofreciendo me-
jores alternativas, mejores tratos, mayor justicia. El gobierno tiene muchos más recursos que
cualquier sindicato y por lo mismo tiene más responsabilidad para resolver las cosas y mu-
chos menos pretextos para no hacerlo.
Cualquier queja de un agremiado debe ser atendida. Los sindicatos no deberían hacer des-
cuentos al trabajador sin que este expresamente lo autorice. Las empresas no deberían hacer
contratos con los sindicatos sino con los trabajadores, con cada uno. Sé que nuestra ley dice
otra cosa. Hay que revisarla. Necesitamos corregir eso para adecuarlo al futuro que quere-
mos y al presente que no queremos. Todas las denuncias de los trabajadores deben ser cuida-
dosa y confidencialmente investigadas para no afectarlos negativamente.
Nada impide que estos cambios se hagan salvo la voluntad de hacerlos y las ganas de tra-
bajar. Los intereses políticos no valen. Aquí no caben. La diplomacia tampoco. Es necesario
hacer cambios radicales, porque es vital hacerlo, y rápidamente tan solo porque existen una
enorme cantidad de cosas más que resolver.

El Seguro de Desempleo
Una de las cosas que no tenemos los mexicanos es el seguro de desempleo. Actualmente
tenemos algo que se le parece pero que está tan condicionado y limitado que no resuelve
realmente una necesidad real.
Un seguro de desempleo debería resolver las necesidades mínimas de una persona y su fa-
milia durante el tiempo que sea necesario, hasta que consiga un empleo.
Esto no es algo que pudiera ser opcional, o que pudiera ser considerado como un benefi-
cio de lujo. Es un derecho mínimo natural para todo aquel ser humano que viva en sociedad

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NUESTRAS CONDICIONES LABORALES

con otros. Si dicho seguro no existe, deja de existir también la responsabilidad del individuo
con la sociedad.
Una sola pregunta debe revelar lo básico y fundamental de este seguro: ¿Por qué debo pa-
gar impuestos si la sociedad no me va a ayudar cuando yo lo necesito?
Como individuos nos asociamos con otros para formar una sociedad. Nos asociamos es-
perando obtener un beneficio. De otra forma no habría razón alguna para hacerlo. Esperamos
recibir beneficios en forma de servicios: atención médica, vialidades, justicia, oportunidades
de desarrollo personal, seguridad, comunicación y ayuda cuando la necesitemos. Esta última
es de la que estamos hablando.
Actualmente en México, si seguimos la ley tal y como está, cuando alguien se queda sin
empleo no tiene otra alternativa que morirse de hambre. No es broma. Analicemos un poco
más de cerca esa situación.
Imagínate que no tienes a nadie en este planeta más que a ti mismo. Tienes tu empleo, y
de repente la empresa cierra sus puertas. ¿Qué haces? Inmediatamente buscas otro, ¿verdad?
¿Y si no lo hallaras? ¿Cuál otra opción tienes? ¿Pedir prestado? ¿Y si nadie te presta? No tie-
nes ninguna opción salvo comenzar a vender lo que puedas. ¿Y luego? ¿Qué más puedes ha-
cer después de vender todo lo que posees? Técnicamente nada.
No tenemos ninguna garantía de no morir de hambre si nos quedamos sin empleo. Ningu-
na. Si además tienes hijos que te esperan para que lleves algo de comer, la única salida posi-
ble es asaltar a alguien. Lo cual es lo que sucede casi siempre.
Un asalto bajo estas circunstancias, desde una perspectiva de economía social, es exacta-
mente igual a redistribuir el dinero para apoyar a esas personas sin empleo. No estoy seguro,
pero creo que en Baja California no es delito robar comida para comer. Si eso es cierto, bue-
no, al menos ya tenemos un precedente de que la sociedad debe hacer algo al respecto por
los que no tienen un empleo.
Pero permitir robar por comida tampoco es la solución. No sabemos si la persona a la que
le roban dependía de esa comida. Lo más sano es dar dinero a esas personas sin empleo de
una forma más organizada.
Dar dinero para comer, por cierto, tampoco es suficiente. Una persona en una sociedad no
solamente necesita comer. También necesita comunicación y transporte para buscar un em-
pleo. Necesita energía eléctrica. Necesita agua. Necesita servicios de salud.
Un seguro de desempleo no es un lujo ni es tampoco algo opcional en una sociedad. Es un
beneficio mínimo que toda sociedad debe ofrecer a sus asociados, a sus miembros, a los ciu-
dadanos que la componen.

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PRIMERA PARTE

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PRIMERA PARTE

Nuestras Comunicaciones

Comunicación Como Necesidad Vital


Se dice que la familia es la base de la sociedad. Yo lo he meditado y he llegado a la con-
clusión de que es cierto, al menos por ahora. Nuestras familias mexicanas son las que forman
nuestra sociedad. Pero aún antes de que exista la familia, existe una pareja, y aún antes de
que exista la pareja existen dos individuos, a quienes hubo algo que los unió.
He salido deliberadamente a la calle varias veces a observar algo que me ha intrigado du-
rante tiempo. ¿Qué es lo que realmente une a las personas? Y después de unirse ¿qué es lo
que las mantiene juntas? Yo veo que discuten sin parar. Hablan y hablan entre sí tratando de
comunicarse, tratando de llamar la atención del otro para establecer comunicación. Eso es lo
que veo. No veo lo que sienten, y estoy seguro de que eso ha de estar relacionado también,
pero no acostumbro a hablar de lo que no me consta, así que hablaré solo de lo que veo.
En mi familia veo exactamente lo mismo que veo en la calle. Veo que discutimos, conver-
samos, hablamos, nos “texteamos”, en fin… nos comunicamos. Me pregunto cómo sería
nuestra vida familiar si no nos pudiéramos comunicar.
En donde vivo los terremotos no son algo infrecuente. Son tan frecuentes los terremotos
que ya sabemos de qué intensidad Richter son tan solo con sentirlos. En varias ocasiones he
observado que cuando la intensidad es alta la energía eléctrica se desconecta automáticamen-
te en toda la ciudad. Eso produce muchos problemas, pero creo que es sano cortar la energía
de forma temporal y precautoria para no arriesgarse a un problema mayor. Como sea, cuando
la energía eléctrica se corta en la ciudad, se produce un silencio raro, extraño, denso.
Las redes celulares se apagan, las transmisiones de televisión y las televisiones mismas
también se apagan, las transmisiones por radio se detienen. Se produce un silencio raro que
contagia a todos a guardar silencio durante unos minutos tratando de percibir si viene otro te-
rremoto o no —los que sabemos les llamamos réplicas. ¿Ok?
Cuando sucede eso, las personas hablan con aquellos que tienen cerca, pero no pueden
comunicarse con nadie por teléfono ni saber qué está sucediendo en otras partes porque no
hay televisión, ni radio, ni celulares. Solo hay lo que puedas platicar con las personas que
quieran escucharte y con las que no tengan otra opción.
En ocasiones me he imaginado qué pasaría si las comunicaciones no volvieran a restable-
cerse de nuevo. Imagina que llega un extraterrestre ladrón y se lleva todas las redes de comu-
nicación, incluyendo las carreteras, los aeropuertos y las vías del tren. Él sabrá su cuento,
pero el punto es que nos deje sin comunicación durante muchos años. ¿Cómo nos comunica-
ríamos? ¿Por correo de papel como no hace mucho?

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PRIMERA PARTE

¿Qué pasaría con nuestra sociedad? ¿Se nos olvidaría que existen otras comunidades?
¿Nos distanciaríamos de ellas?
No necesitamos imaginarnos tanto. Actualmente solo tenemos que darnos cuenta de lo
distantes que estamos los mexicanos de los argentinos. No sabemos nada de ellos y ellos no
saben nada de nosotros. Creemos que sabemos por lo que vemos en la televisión y ellos
creen que México es Playa del Carmen, pero ¿y si no pudiéramos ver nada en la tele? Ni si-
quiera sabríamos lo que creemos saber. Nos distanciaríamos de ellos más de lo que la distan-
cia en la Tierra ya nos impone.
Sin comunicación nos distanciaríamos unos de otros. Perderíamos el contacto que tene-
mos unos con otros y las relaciones sociales se reducirían a unas cuantas personas: aquellas
con las que podemos hablar de viva voz.
Tengo más de cincuenta años, y en ese tiempo me ha tocado la fortuna de ver el efecto
unificador de la Internet. Originalmente la usábamos solo para transmisión de datos digitales,
pero rápidamente comenzó a ser un medio de comunicación abierto, masivo y multimedia.
Toda esa facilidad para comunicarnos unos con otros nos ha unido como especie como nun-
ca. Creo.
Ahora podemos ver y escuchar lo que otras personas en otras partes del planeta nos comu-
nican, aunque no hablemos su idioma. Eso nos une a ellas. La comunicación nos une y la fal-
ta de ella nos separa. La comunicación es un elemento aglutinante, es un adhesivo social es-
encial.
A una escala básica fundamental, la comunicación es indispensable para una pareja y tam-
bién para una familia, y también para una sociedad completa. La comunicación entre las per-
sonas no es un lujo, tal y como se nos ha hecho creer. La comunicación es una necesidad vi-
tal para todas las personas, para todas las sociedades, para toda la nación. En la medida en
que las personas se puedan comunicar entre ellas, se fortalecerá la nación y nos fortalecere-
mos todos juntos y estaremos más unidos.
Bien, hasta este punto, espero haber tenido éxito en que estemos de acuerdo en que la co-
municación no es un lujo sino una necesidad vital social. Sin comunicación la sociedad no
puede crecer, no puede pasar de ser un grupo reducido de personas. Algo así como una villa
de unos cuantos cientos de familias máximo. Pero no queremos eso. Queremos una sociedad
grande y unificada y eso solamente se puede lograr con una plataforma de comunicación
efectiva.
Por todo esto, para la Economía del Valor Social la comunicación es un asunto de vital
importancia para el desarrollo de la economía. Sin comunicación, el desarrollo económico
puede llevarse a penas a niveles comparables a los que teníamos antes del siglo 17 cuando no
había ni siquiera telégrafos. Por otra parte, tener no solamente comunicación, sino una comu-
nicación efectiva, eficiente, rápida, global, y disponible para todos, representa un componen-

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NUESTRAS COMUNICACIONES

te indispensable para catapultar el desarrollo económico de nuestra nación, y de todos noso-


tros junto con ella, en lo individual y en lo social simultáneamente.

Una Explicación Introductoria


Todos hemos visto una televisión, y seguramente también la hemos visto funcionando.
También hemos visto una radio o de perdida la hemos escuchado. También, muchos de noso-
tros, hemos visto muchos sitios en Internet. Hemos visto videos, películas en el cine y en
YouTube, en Vimeo y muchísimos otros lugares en donde podemos ver y escuchar lo que
otros tienen que decir. Ahora te voy a hacer una pregunta y si te sabes la respuesta por favor
no la digas para que los que no se la saben tengan oportunidad de responder.
¿Todos esos medios por los que nos enteramos lo que hacen otros, como la televisión, la
radio, el periódico, las revistas, los libros, son medios de comunicación?
Te voy a dar unos minutos para que pienses la respuesta, te bañes o desayunes o lo que
sea que estés haciendo mientras piensas.
Ahora te tengo que decir que no. Ninguno de todos esos medios que te acabo de comentar
son medios de comunicación. Un medio de comunicación siempre tiene ida y vuelta. Siem-
pre tiene dos vías. La vía de la información que me llega y la vía de la información que yo
envío. Un medio de comunicación es algo que puede extender una plática entre dos personas
más allá de lo que ellas son capaces con su viva voz. Por ejemplo, el correo postal es un me-
dio de comunicación porque yo escribo una carta y espero una respuesta. No siempre me
contestan, pero eso es otra cosa. Cuando le hablo a alguien, esa persona es libre de no con-
testarme tampoco, pero al menos la lucha le hice. Cuando discuto con alguien —lo cual es
bastante seguido— me estoy comunicando con esa persona. Cuando me peleo a puñetazos
con alguien me estoy comunicando. Le estoy enviado señales fuertes y esa persona me con-
testa con igual intensidad.
Siempre que enviamos un mensaje hablado, escrito o como sea, y tenemos la posibilidad
de recibir una respuesta estamos hablando de comunicación. Si te fijas bien, la televisión no
es un medio de comunicación porque no me permite decirle al que da las noticias que ya ha-
ble de otra cosa, o que me informe de algo en especial que yo quiero escuchar. Solo puedo
sentarme —o pararme— a verlo y escucharlo. Él no me puede escuchar a mí ni me puede
ver. Con la radio pasa lo mismo. Con el periódico igual. Con el cine pasa otro tanto.
Todos esos medios no son en realidad medios de comunicación, son medios de difusión.
Son el equivalente a una persona que da una conferencia y no acepta que nadie le pregunte
nada. El mensaje siempre va en un sentido, pero no puede regresarse. Esto lo tengo que acla-
rar porque hemos sido adoctrinados a pensar en los medios de difusión como “medios de co-
municación”. Básicamente todos pensamos así. Yo mismo pensé así durante mucho tiempo,
pero ahora entiendo —finalmente— que los medios de difusión no son medios de comunica-
ción debido a que las personas que reciben los mensajes no pueden responder de forma ins-
tantánea.

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PRIMERA PARTE

Los videos en YouTube o Vimeo, por otra parte, sí se pueden considerar como medios de
comunicación. Aunque representan una comunicación asimétrica y asíncrona, han demostra-
do que contribuyen a que la gente te comunique entre sí, intercambiando sus opiniones o in-
formando lo que sucede en otras partes, ayudando así a nuestro desarrollo económico. Si al-
guien publica un video, la única respuesta que puede esperar no es en ese mismo momento
sino hasta un momento posterior, el cual puede ser hasta de varios años. Pero además tam-
bién será breve. No es posible equiparar la densidad de la información que transmite un vi-
deo, con la que tiene una breve réplica en texto. A pesar de todas esas debilidades, son una
comunicación útil que promueve nuestro desarrollo, puesto que dejan registro de las opinio-
nes que tenemos de las expresiones que hacen los demás. Esto último agrega un valor adicio-
nal a estos tipos de comunicaciones: el valor como registro histórico.
Como sea, debido al adoctrinamiento tan severo al que hemos sido sometidos durante mu-
chos años, muchos de nosotros consideramos medios de comunicación a la televisión, la ra-
dio, los periódicos, las revistas. Medios de comunicación, en realidad, son solo la telefonía y
el Internet. Ambos son medios por los que la gente se comunica entre sí. A través de esos
medios las personas se dicen cosas y se responden, se ponen de acuerdo o se pelean —por
cierto, yo considero una pelea como una forma de comunicación. Por el teléfono y por Inter-
net expresamos nuestras opiniones y recibimos respuestas acerca de eso. Eso es comunica-
ción.
Los anuncios en la calle, los volantes, las transmisiones de radio o televisión, nada de eso
es comunicación porque no podemos replicar, no podemos contestar, no podemos usarlos
para alegar con alguien hasta que nos quedemos afónicos o de acuerdo.

Lo Esencial
Pues bien. Ahora yo te pregunto: Si la comunicación es esencial para la pareja, para la fa-
milia, para la sociedad, para nuestra nación entera, y para nuestro desarrollo económico, ¿no
deberíamos entonces atribuirle un valor estratégico y vital?
Por supuesto que sí. Así de importantes son las comunicaciones para nuestra sociedad,
para todos. Quizá como individuos podamos prescindir de la comunicación con otras perso-
nas, pero si lo que queremos es desarrollar la economía de nuestra sociedad forzosamente
debemos reconocer que no tenemos otra alternativa más que empujar para que nuestros me-
dios de comunicación sean cada vez más accesibles, cada vez más efectivos, dinámicos, y
cada vez más incluyentes.
Lo que es esencial para la sociedad es esencial para la nación porque ambas son lo mis-
mo. Y lo que es importante para la nación es responsabilidad de nosotros mismos el resguar-
darla y asegurarla para beneficio social. Para eso, y no para otra cosa, nosotros, como socie-
dad, hemos creado la figura social a la que llamamos gobierno y para que cumpla con su ob-
jetivo le hemos dado la autoridad que tiene.

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NUESTRAS COMUNICACIONES

Por todo esto, la disponibilidad y la libertad de la telefonía y el Internet deben ser protegi-
dos por la sociedad a través de su gobierno. Deben ser revisados de forma detallada para ase-
gurar que en México el costo de Internet y de telefonía no sea mayor que en ninguna otra na-
ción para las personas que lo utilicen. Actualmente, el costo de ambos servicios en México
es más alto que en otros países cuyo nivel de vida supera al de los mexicanos.
Eso debe cambiar y cambiará con la implementación de la Economía del Valor Social pro-
puesta en este libro. El precio de los servicios de comunicación no solo debe descender, sino
que irá bajando más y más hasta llegar a ser gratuito. No hay razón para que no se dé esa si-
tuación. Ese debe ser nuestro objetivo y no tenemos que conformarnos con menos.
Pero no solamente el costo debe ir descendiendo. La calidad y la cobertura deben ir au-
mentando. La sociedad, a través del gobierno, debe asegurarse de que el servicio de comuni-
cación telefónica y de Internet llegue a todos los mexicanos, en donde sea que estén y que
sea siempre de alta calidad. No hay ninguna razón real para que no sea así, no ahora, no con
las tecnologías que tenemos a nuestro alcance.
De nuevo lo digo: la comunicación entre las personas es vital para la nación y debe obrar-
se de acuerdo a ese razonamiento.
El objetivo último de este plan es buscar la forma de que la comunicación telefónica y por
Internet sea totalmente gratuita para todos los mexicanos, que sea de muy alta calidad, y que
tenga cobertura total. Las causas que hacen que esa idea sea prohibitiva son meramente con-
ceptuales. Hoy consideramos a la comunicación como un servicio opcional, no como un ser-
vicio indispensable, como lo que es.
Para comprender los detalles un poco mejor antes de hacer algún planteamiento para me-
jorar las cosas, visitemos y revisemos algunos de los tipos de comunicación con los que con-
tamos.

Telefonía
La telefonía fija ha perdido una inmensa cantidad de terreno frente a la introducción de la
telefonía celular. Yo mismo dejé de usar telefonía fija en mi hogar desde hace más de 10
años. Sin embargo, la telefonía fija sigue siendo muy importante. Esta, junto con la telefonía
celular, es vital para mantener a la sociedad unida y por lo mismo en este plan se contempla
que se mejore en calidad, que se reduzcan sus costos, que se aumente su cobertura a todos
los mexicanos.
Con respecto a los dispositivos móviles, ya nos estamos tardando en prohibir que las com-
pañías proveedoras de telefonía celular bloqueen los dispositivos que venden a los usuarios
impidiendo con ello que estos cambien de proveedor de servicio de comunicación. Honesta-
mente pienso que una de las razones principales por las que no hemos eliminado esa práctica
es porque no nos hemos dado cuenta de lo altamente obstaculizante que ello resulta para
nuestro desarrollo económico. No hemos relacionado una cosa con la otra.

— 299 —
PRIMERA PARTE

Todos los dispositivos celulares deben estar desbloqueados en todo momento y cualquier
bloqueo que tengan deberá ser opción del usuario para su propia seguridad o para cualquier
otro propósito que él disponga. Los dispositivos móviles son de quien los compra. Si cuando
compro un auto nuevo no permito que el vendedor me diga por qué carreteras debo transitar,
¿por qué sí permitimos que el que me vende un teléfono celular me diga con quién tengo que
contratar el servicio de transmisión?
Deberíamos promover las comunicaciones de voz y datos digitales por redes celulares
(VoIP) para reducir nuestros costos al comunicarnos de forma multimedia, así como para au-
mentar la calidad de tales servicios. Deberíamos también promover los servicios de comuni-
cación transplataforma entre redes celulares y redes de Internet para que las personas con
computadoras puedan comunicarse con personas que usen celulares. Las limitantes no son
tecnológicas sino políticas. Podríamos y deberíamos resolver esas cosas en breve para dar
paso a una más amplia gama de posibilidades de comunicación entre todos nosotros. Solo
hacen falta las ganas de hacerlo.

Internet
Internet es un fenómeno y movimiento social que se ha convertido en un sistema funda-
mental global de comunicación entre las personas. Eso ha provocado mucha unión entre la
gente y un impulso para el desarrollo económico sin precedente. Las ideas y opiniones de to-
dos pueden escucharse y compartirse. Esto es cierto no solo para aquellos que hablan el mis-
mo idioma, sino también entre aquellas personas que hablan distintos idiomas. Internet nos
ha unido. Internet ha incrementado nuestra conciencia acerca de lo que sucede en otras par-
tes de nuestro país, en otras partes del mundo, en otras culturas, en otros países, en otros
tiempos. Internet es ahora el gran ecualizador entre los seres humanos. En México no debe-
mos movernos hacia atrás ni debemos quedarnos rezagados.
Debemos promover todas las formas de comunicación digital que el Internet ofrece y ase-
gurarnos una cobertura total en todo el país que alcance a todas las personas sin importar en
donde vivan. No hay razón para que sea de otra forma. No hay razón para que los mexicanos
nos conformemos con menos. Esta comunicación abierta e instantánea entre las personas re-
presenta riesgos. Riesgos para todos. El principal riesgo es el acceso que unas personas pue-
den llegar a tener en la vida de otras, sin consentimiento. Tenemos también el riesgo de la
propagación de información falsa. Todos esos riesgos se entienden. Existen. Son reales.
Sin embargo, es más nocivo que no exista comunicación entre las personas. Debemos po-
der comunicarnos libremente, expresar nuestras ideas, cualesquiera que estas sean. Eso nos
une. Eso nos protege. Si alguien engaña a alguien, no podrá hacerlo durante mucho tiempo
antes de que todos se enteren. En el pasado un estafador solo tenía que irse a otra ciudad para
poder continuar con su actividad abusiva. La facilidad de hacerlo dependía mucho de la falta
de comunicación entre nuestras comunidades. Hoy eso es cada vez más difícil. Un estafador
es fotografiado y sus actividades son publicadas muy rápidamente en Internet, en redes so-
ciales, o en emails. Eso hace prácticamente imposible para el estafador el continuar indefini-

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NUESTRAS COMUNICACIONES

damente sus actividades. La comunicación entre las personas de forma libre e instantánea las
protege de los riesgos que existen en la vida. Agentes del gobierno son expuestos rápidamen-
te, ya sea que obren mal o que lo hagan bien. Eso es bueno. Eso queremos todos.
Pero aquellas personas que están en organizaciones y necesitan tener el control de las per-
sonas por medio del control de sus opiniones, necesitan controlar el Internet, ya que este es
cada día más y más importante en la creación de opiniones. Esto es particularmente impor-
tante para aquellos cuya forma de vida depende de la opinión de los demás, por ejemplo, las
personas que se dedican a la política, o al arte dramático.
Este plan nacional no se escapa a esto. Este plan nacional depende de la opinión de todos
para poder funcionar. Es, por tanto, parte de este plan, el sostener e incrementar el acceso a
un Internet libre y gratuito para todos.
Por todo lo anterior, en la Economía del Valor Social se propone abrir el acceso a Internet
totalmente, sin restricciones, y hacerlo llegar a todos de forma gratuita. Todos los mexicanos
deben tener acceso a Internet en todos los idiomas. Se entiende que debe estar regulado para
evitar abusos, pero también se entiende que la misma libertad de acceso hace que el Internet
se convierta en un sistema autorregulable. Ejemplos de esto los vemos en las redes sociales,
en donde la gente puede acusar a otros de publicar información inapropiada, ofensiva, agre-
siva. Estas acusaciones son investigadas y pueden terminar en descalificaciones. Estas desca-
lificaciones son igualmente publicadas y a la información original en muchos casos puede
accederse para ver su contenido original.
El punto aquí es que existen formas totalmente aceptadas y válidas para controlar el abuso
y las actividades nocivas para la sociedad sin que por ello sea necesario censurar toda la In-
ternet e intentar controlar toda la información o todo su contenido, o a todos los que se co-
munican por medio de ella.
Es mucho más grande y amplio el beneficio de contar con una Internet libre, gratuita y
abierta, que el beneficio que se puede obtener al censurarla, restringirla o prohibirla. En el
primer caso, el beneficio es para todos. En el segundo caso, el beneficio es para unos cuan-
tos.

Software Abierto
Actualmente, la mayoría de las personas usan MS Windows® como principal sistema
operativo en sus computadoras, y la mayoría usa Android en sus aparatos móviles. El proble-
ma con MS Windows es que es un producto propiedad de una empresa estadounidense
(Microsoft) y toda persona que necesite acceder al Internet o alguna otra red de comunica-
ción es forzada a comprarlo o a obtener una copia ilegal, arriesgándose con ello a recibir al-
guna multa, o en casos extremos, a ser arrestado de su libertad.
No deberíamos seguir haciendo eso. Nos estamos haciendo un daño socioeconómico
enorme sin darnos cuenta. Lo que deberíamos hacer es utilizar el software libre que es gra-

— 301 —
PRIMERA PARTE

tuito, tanto para sistemas operativos, como para aplicaciones diversas, de oficina, de diseño,
de gestión de datos, entre otros.
Aquellas aplicaciones que deban funcionar en Windows podrían ser revisadas y evaluadas
para empujar a que el proveedor las modifique, de manera que puedan funcionar en Linux.
Esto no solamente reduciría el gasto actual en el que incurrimos al tener que comprar millo-
nes de licencias de software, sino que también daría un impulso enorme adicional a aquellos
desarrolladores independientes, mexicanos y extranjeros, quienes se verían beneficiados por
un incremento importante en la base de usuarios de sus aplicaciones. Es decir, el que estemos
hablando de software gratuito no significa que no deberíamos recompensar financieramente
a quienes han trabajado tanto y han logrado tanto a cambio de tan poco. Un porcentaje pe-
queño de lo que hoy gastamos, que se les retribuyera a los desarrolladores actuales, sería de
mucha ayuda para que continuaran haciendo su labor. No importa si son mexicanos o no. Por
otra parte, por muy pequeño que fuera dicho porcentaje, sería una cantidad importante de di-
nero ya que el total en dólares estadounidenses que gastamos actualmente en mantener todas
esas licencias no es poco.
Para darte una idea de cuánto gasta una sociedad en software no libre, te comento que en
España solamente, en 15 meses, el gobierno nacional gastó más de 30 millones de euros en
licencias de Microsoft[85]. Eso equivale aproximadamente a 630 millones de pesos anuales.
En Chile, el gobierno federal gastó 324 millones de dólares estadounidenses en cinco
años[86]. En Australia, el gobierno gastó entre 2013 y 2016, $364 millones de dólares austra-
lianos[87]. En Estados Unidos, tan solo el Departamento de Defensa, firmó un contrato con
Microsoft por $617 millones de dólares estadounidenses por licenciamientos durante tres
años[88]. En México debemos andar por las mismas y no hemos hecho nada, comparado
contra lo que ya deberíamos de haber hecho, para solucionar esa situación, aunque según la
revista Wired, hace ocho años alguien dijo que intentaría hacer algo[89].
Las computadoras utilizadas por los gobiernos federal, estatales, municipales, y demás, en
toda la república, deberían cancelar sus licencias de productos de Microsoft y reemplazarlas
por software libre. Nada impide que el sistema operativo Windows de Microsoft se reempla-
ce por alguna distribución de Linux y los paquetes que conforman Office de Microsoft se

85 Alberto B. Sáez, La administración pública gasta (como poco) más de 30 millones de euros en licencias de Microsoft
en 15 meses. Publicado en la revista activista Genbeta, el 31 de marzo de 2011. Obtenido de genbeta.com el 21 de
marzo de 2016.
86 Nicolás Sepúlveda, Conozca el increíble gasto del gobierno en licencias de software (y por qué no se avanza al
software libre). Publicado por el diario digital El Dínamo, el 21 de febrero de 2013. Obtenido de eldinamo.com el 18
de marzo de 2016.
87 Asha McLean, Australian government spent AU$364m on Microsoft licensing in 2013-16. Publicado en la revista
ZDNet el 21 de agosto de 2017. Obtenido de zdnet.com el 3 de septiembre de 2017.
88 Amber Corrin, What does DOD’s Microsoft deal mean for federal IT? Publicado por la revista FCW especializada en
tecnología de la información para ejecutivos del gobierno federal estadounidense, el 10 de enero de 2013. Obtenido de
fcw.com el 14 de septiembre de 2016.
89 Julia Scheeres, Mexico City says Hola to Linux. Publicado el 16 de marzo de 2001 en la revista Wired. Obtenido de
wired.com el 10 de junio de 2017. “Mexico City’s Municipal government announced plans to switch city computers to
the Linux operating system and to use money it saves to fund social welfare programs.” [“El gobierno municipal de la
Ciudad de México anunció planes para cambiar las computadoras de la ciudad hacia el sistema operativo Linux y
utilizar el dinero que ahorre en programas de beneficio social.”]

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NUESTRAS COMUNICACIONES

reemplacen por los paquetes de Libre Office. Para manejo de grandes datos también existen
aplicaciones libres y gratuitas que podríamos utilizar. Si alguien argumenta que eso es difícil
está mintiendo. Solo hay que ponernos a trabajar en ello. No es nada complejo y la excusa de
que la gente está demasiado acostumbrada a utilizar Windows o sus aplicaciones de Office es
solamente eso, una excusa. Hablando con verdad, no es común que alguien sepa “usar Win-
dows”. Lo mismo puedo decir acerca de “usar Office”. Básicamente toda la gente que co-
nozco solamente utiliza esos sistemas de forma muy superficial. Y aquellos pocos que los
conocen y los usan más o menos bien, no deberían tener problemas en usar un sistema distin-
to, que además es prácticamente idéntico para un usuario común.
Cambiar nuestros sistemas públicos hacia software libre nos daría como sociedad un aho-
rro enorme de recursos financieros extranjeros y permitiría que dedicáramos nuestros esfuer-
zos en otras cosas más útiles para todos. Además de eso, usar extensamente software libre
daría a todas las personas la posibilidad de usar software gratuito en sus computadoras y en
sus aparatos móviles sin que tengan que arriesgarse a cometer un ilícito ni a que sean forza-
das a pagar por un producto que ha sido cautivo y monopolizado por alguna empresa priva-
da, sobre todo, considerando que tal empresa privada es extranjera.

Organización para la Información


No puede existir la comunicación sin una infraestructura humana y tecnológica, pero tam-
poco puede existir sin algo que comunicar. Esto lo digo por los medios de información y di-
fusión que tenemos. Sé que han sido desacreditados enormemente al paso del tiempo y al
paso de las circunstancias. Sin embargo, cuando veo las cosas desde una perspectiva objeti-
va, reconozco que son tanto víctimas como victimarios en este desafinado concierto finan-
ciero-político en el que nos encontramos todos inmersos. Hay que romper eso. Hay que cam-
biarlo. No podemos ni debemos seguir así.
La información que nos llega a través de los distintos medios de difusión e información
no es imparcial, no es objetiva, no es completa, no es correcta y no es oportuna. Por otra par-
te, necesitamos la información. ¿Qué hacer entonces? ¿Cómo rompemos esta situación en la
que estamos en la que la información que recibimos carece de lo más elemental para poder
considerarla útil?
Antes que intentemos sugerir soluciones entendamos un poco más a fondo qué es lo que
está sucediendo.
Desde donde yo veo las cosas, percibo como si estuviéramos todos metidos en una pirá-
mide. Como si estuviéramos metidos en una estructura piramidal junto con nuestros sistemas
de información. Ambos, nosotros y nuestros sistemas nos miramos mutuamente esperando
que el otro tome las acciones necesarias para salir de esta situación. Pero ninguno de los dos
actuamos.
Hace tiempo pensaba yo que esa inacción para resolver el problema que tenemos se debía
a que ninguno de los dos se atrevía a hacerlo. Pensaba que la gente común no hacíamos más

— 303 —
PRIMERA PARTE

que quejarnos de la mala calidad de la información que recibimos mientras que, por su parte,
los medios informativos se quejaban de que los comentarios que hacíamos no eran hechos
con justicia.
Después de observar las cosas detenidamente creo que he llegado a detectar que existe un
tercer elemento que nos rebasa a ambos y que no hemos actuado porque no se nos ha ocurri-
do qué realmente se puede hacer para corregir la situación.
Seguramente tú ya lo habías notado. Te juro que yo no. No me había puesto nunca a ob-
servar ese tipo de cosas sino hasta hace más o menos cuatro años que me dio por comenzar a
escribir este libro. ¿A qué me estoy refiriendo?
A que ambos, los sistemas informativos y nosotros, la gente común, estamos controlados
por la misma mano. Estamos ambos dentro de una pirámide con una sola cresta. Le hemos
demandado a los medios informativos que nos informen lo que hacen “los de arriba” pero no
lo pueden hacer sin meterse en problemas. Los multan, los golpean, los asesinan, los sacan
de sus empleos, afectan a sus familias. Por eso no lo pueden hacer. Por eso se “venden”. Para
poder medianamente seguir informando, aunque sea algo.
Nosotros, los comunes, no estamos en esa situación y por eso se nos hace fácil demandar
que nos informen todo.
Bueno, entonces me pregunto: ¿Por qué no sacar a los medios informativos de la pirámi-
de? No estoy hablando de eliminarlos. Estoy hablando de sacarlos de la pirámide en la que
están junto con nosotros para que, desde afuera, puedan ejercer libremente su labor informa-
tiva. ¿Funcionaría? ¿Cómo sería eso?
Vamos a jugar a suponer cosas. Es solo un juego inocuo. Imagínate que inauguramos un
cuarto poder en nuestro país. Imagínate que en ese cuarto poder ponemos un presidente elec-
to por todos nosotros. Pongámosle por título el Presidente de Comunicaciones.
Ese presidente sería electo por la gente, por nosotros. Él tendría la autoridad entonces de
informarnos lo que todos los demás hacen. Nos podría informar de lo que hace el Presidente
Ejecutivo y todos sus secuaces. Nos informaría de lo que hacen los congresistas, los magis-
trados, las fuerzas armadas, todo. Ese presidente de comunicación se debería a la gente y ten-
dría su autoridad sobre todos los medios de comunicación e información. Prensa, radio, tele-
visión, cable, Internet. Todo eso sería automáticamente libre de todas las influencias de los
otros tres poderes que ya existen.
Alguien dijo algún día que la prensa es el cuarto poder. Bueno, yo me pregunto ¿qué pa-
saría si lo hiciéramos oficialmente? ¿Qué podría pasar? ¿Estarían peor las cosas? Yo creo
que no. Pienso que una reorganización de ese tipo nos daría la libertad de información y de
comunicación que necesitamos. Hemos hablado de que la comunicación es vital para que so-
brevivamos como sociedad, así que reorganizarnos de forma que eso que es tan vital depen-
da enteramente de la gente se me hace la forma ideal de resolver el problema.

— 304 —
NUESTRAS COMUNICACIONES

Además de que se terminarían los riesgos y limitantes a los que están sometidos nuestros
comunicadores, también se eliminarían los abusos que nuestros comunicadores cometen por-
que ahora sus abusos tendrán un nombre. Sus abusos tendrán el nombre del Presidente de
Comunicaciones y será él quien tendrá que rendir cuentas a la gente en ese tema tan delicado
para todos como lo es la comunicación que nos une a todos.
Es más, siguiendo mi propia imaginación, me atrevo a visualizar que dentro de ese cuarto
poder nuestro sistema educativo estaría mucho mejor posicionado. Al final de cuentas, nues-
tra educación es prioritariamente información que forma e informa. No lo sé. Es solo una
idea atrevida, pero no veo por qué no funcionaría mejor que lo que tenemos ahora.
Si hiciéramos algo así, me atrevo también a opinar que lo que actualmente es la Secretaría
de Comunicaciones y Transportes estaría mejor probablemente dividida en dos. Por una par-
te, estarían las comunicaciones propiamente dicho y por la otra los transportes.
Desde la perspectiva de la Teoría del Valor Social, los transportes juegan un papel distinto
al de la comunicación. La comunicación se considera algo vital, los transportes se consideran
algo conveniente y solamente necesario para poder desarrollar nuestra economía de forma
acelerada.
Por ese valor económico que los transportes tienen seguramente estarían mejor ubicados
bajo la responsabilidad del Presidente Ejecutivo, el cual, por cierto, si de mí dependiera, le
cambiaría el nombre a Presidente de Economía. Pero los nombres son lo de menos. Lo que
importa es la responsabilidad de tenga cada quién y la organización que construya para cum-
plir con dicha obligación.
Como sea, me es totalmente evidente que necesitamos un cambio organizacional si quere-
mos salir de esta situación en la que por una parte necesitamos información, y por la otra no
podemos tenerla, debido a la forma como hacemos las cosas y, a su vez, dichas cosas no las
podemos cambiar por los compromisos dictados por la organización que tenemos. Enten-
diendo las cosas así, nos debería quedar claro que la solución está totalmente en nuestras ma-
nos y que para implementarla solo es necesario que nos pongamos a trabajar en ello, después
de decidirnos a hacerlo.

— 305 —
PRIMERA PARTE

Nuestros Transportes

Transporte Como Necesidad Vital


Si la comunicación entre todos los mexicanos tiene una importancia económica vital y es-
tratégica para toda la nación, los transportes no están muy alejados de gozar de un nivel de
importancia similar. Quizá no son vitales para que la sociedad exista, pero sí son vitales para
que la economía de la sociedad se desarrolle a los niveles que queremos.
Los mexicanos debemos de tener una infraestructura de transportes eficaz, eficiente, de
calidad, y de precio accesible para todos. Como ya he explicado, los transportes son los que
llevan los productos desde donde se generan hasta donde los usamos. Entre mejor funcionen
nuestros sistemas de transporte más fácilmente podremos contar con los productos y servi-
cios que necesitamos para acelerar nuestro desarrollo económico.
Pero eso no es todo. Entre más amplia sea la cobertura de nuestros sistemas de transporte
y más elevada sea su efectividad y eficiencia, más baratos serán nuestros productos ya que
ese incremento en capacidad, eficiencia y efectividad reducirá la cantidad de intermediarios
necesarios.
Hoy en día, cada intermediario, mayorista o distribuidor, cobra en promedio 100% del
costo de lo que distribuye o vende. Esto provoca que los productos nos lleguen varias veces
más caros desde donde se producen hasta donde se consumen. No es una ley natural. Es solo
el efecto que se produce por la forma como hacemos las cosas. Lo único que impide que
compres las naranjas a un centavo el kilo directamente al agricultor es la carencia de un sis-
tema de transporte adecuado.
Al decir “transportes” estoy hablando de todo aquello que interviene en el movimiento de
las cosas de un lugar a otro. No solamente me refiero a camiones, sino también a barcos, a
aviones, a puertos aéreos y marítimos, a trenes, a sitios de desembarque, de carga y descarga,
a puntos de inspección sanitaria, a centros de distribución. También me refiero al movimien-
to de personas y no solamente por arriba del agua y la tierra sino por debajo de estas dos y
por afuera de la atmósfera también.
Desde el punto de vista de la Teoría del Valor Social, los transportes y toda la infraestruc-
tura que los soporta tienen un valor enorme para la sociedad. Dinero aparte, los transportes
por sí mismos tienen un valor altísimo. Son valiosos por todo el poder incalculablemente ex-
pansivo que ofrecen al desarrollo social y a su economía.
Para crear toda esa infraestructura no necesitamos importar nada, o casi nada. Repetida-
mente he explicado que para hacer algo solo necesitamos conocimientos y fuerza de trabajo
y de ambas cosas tenemos muchísimo. Con toda nuestra fuerza de trabajo y con todos los co-

— 307 —
PRIMERA PARTE

nocimientos que ya tenemos podemos construir carreteras, puentes, puertos aéreos, maríti-
mos, férreos. Con todo lo que somos capaces de hacer podemos construir trenes completos
con todo y sus poderosas máquinas. Podemos hacer aviones grandes y pequeños para trans-
portar lo que necesitemos, después de construir las fábricas donde los produciremos. Lo mis-
mo puedo decir de los camiones y los vehículos. Solo tenemos que organizarnos para co-
menzar a realizar todo eso. Barcos, trenes y aviones, todos de alta velocidad, naves espacia-
les para transportar minerales desde los miles de asteroides que están allá flotando. Tenemos
con qué hacer todo aquí y ahora. No necesitamos depender de nadie para construir todo lo
que es necesario construir para poder mover de un lado a otro todo lo que necesitamos mo-
ver.
Durante muchos años hemos construido todas esas cosas para personas de otros países. Ya
es hora de que las hagamos para nosotros mismos. Las necesitamos. No tenemos por qué
comprárselas a nadie. No porque yo lo diga o por capricho sino porque realmente no es nece-
sario que les compremos nada. Si lo hacemos nos veremos obligados a tener que venderles
algo y ese algo seguramente lo necesitamos. No estamos en la posición de vender algo que
nos sobre. Todo lo que tenemos ahora los necesitamos para uso nuestro: nuestra fuerza labo-
ral, nuestros conocimientos, nuestras habilidades, nuestra producción agrícola, nuestra pro-
ducción petrolera y eléctrica, nuestra infraestructura comercial y de transportes, nuestros ser-
vicios médicos, nuestra banca, nuestras instituciones educativas. Todo eso lo necesitamos
todo y no podemos intercambiar nada por dinero de otros países. No en este momento.
Si te estás comenzando a preguntar de dónde vamos a sacar el dinero para hacer todo eso,
te repito que no necesitamos dinero. El dinero lo podríamos imprimir y listo. Pero para po-
derlo imprimir necesitamos crear algo de valor para intercambiarlo por ese dinero. Así que lo
primero no es el dinero. Lo primero es el trabajo que crea cosas de valor para la sociedad. Si
la sociedad mira valor en algo entonces lo querrá comprar. Pero si ese algo es importado, en-
tonces el dinero que hayamos imprimido no servirá de nada. Tendremos forzosamente que
vender primero algo a otro país para poder cambiar eso por otras monedas y como no produ-
cimos nada en México que sea nuestro, entonces lo único que nos queda por vender es nues-
tro trabajo manual. Y como el trabajo manual tiene un precio bajísimo, pues tendremos que
trabajar una infinita cantidad de horas hombre para poder apenas comprar un camión y luego
seguir trabajando para comprar las refacciones y así sucesivamente.
Esto que te explico se debe al efecto de la cadena de valor de intercambio de las cosas. En
la tercera parte de este libro explico más a detalle cómo es que funciona ese efecto. Las cosas
viajan en sentido contrario que el dinero, siempre. En ese viaje, mientras las cosas disminu-
yen su valor de intercambio, el dinero lo aumenta. Por ese efecto es que nunca podremos
comprar aviones y barcos y naves espaciales a otros países mientras no tengamos nada mexi-
cano qué vender más que nuestras manos y nuestras ideas, es decir, nuestra capacidad de tra-
bajo. Nuestras manos están en un extremo y las cosas que producimos están en el otro. Jamás
podremos comprarlas. Hemos estado persiguiendo un fantasma durante decenas de años.
Nunca lo alcanzaremos.

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NUESTROS TRANSPORTES

Lo que debemos hacer es comenzar a producir nosotros lo que necesitamos usando nues-
tros propios recursos: nuestros conocimientos y nuestra capacidad de trabajo. No necesita-
mos más que eso. Y una de las cosas que más necesitamos es medios de transporte. Revise-
mos ahora algunos de ellos para entender las cosas un poco mejor.

Transporte Terrestre
En los transportes terrestres voy a incluir los transportes por carretera y por ferrocarril.
Ambos son muy mejorables y no existe ninguna limitante para que se hagan las mejoras ne-
cesarias de modo que podamos contar en México con sistemas de transporte terrestre de alto
desempeño y eficacia.
De los diversos medios de transporte, los terrestres tienen una importancia sobresaliente.
Su importancia se deriva de que la mayoría del transporte que se realiza en el país es actual-
mente por este medio. Pero, además, los transportes terrestres tienen una importancia geoso-
cial que ningún otro medio tiene. El sistema de transporte terrestre es capaz de promover el
desarrollo en las regiones en donde está disponible y, por lo tanto, puede ayudar a promover
el desarrollo de áreas geográficas que hasta ahora han quedado rezagadas por encontrarse
aisladas.
Un caso claro de esto es el aislamiento en el que se encuentra el noroeste del país con res-
pecto al resto. ¿Sabías que, para comerciar con el resto de México, los productos del noroes-
te deben pasar por una aduana, como si fuera un país extranjero? Afortunadamente esta re-
gión noroeste ha sabido aprovechar su cercanía con los Estados Unidos y gracias a ello reali-
za un importante intercambio económico que le ha permitido mantener un nivel de vida
aceptable. Sin embargo, los frutos de ese esfuerzo son limitados porque para obtener lo que
necesitan, forzosamente dependen de tener los dólares necesarios para hacerlo. Dicho esfuer-
zo podría verse recompensado y complementado enormemente si el intercambio comercial y
de personas se intensificara con el resto de la nación.
Por esta razón, debemos intensificar las vías de transporte terrestre entre el centro del país
y el norte, así como a todo lo ancho del norte. Lo mismo necesitamos hacer en el extremo sur
del país. Debemos construir vías terrestres de transporte a lo largo de todo el norte del país,
desde Matamoros hasta Tijuana y desde allí hasta Los Cabos. Pero no solo hay que construir
las vías que nos hacen falta, hay que ponerlas en operación de forma distinta a como lo he-
mos hecho. Veamos.

CARRETERO
Sabemos bien que las carreteras nos facilitan el transporte de personas y de carga. Nos ha-
cen falta más carreteras, eso ya lo dijimos, pero hablemos ahora por un momento de las ca-
rreteras que ya tenemos.
Actualmente las carreteras no son libres. Transportar algo por ellas es enormemente caro.
Para ir desde la ciudad de Tijuana hasta la Ciudad de México gasta uno en combustible lo

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PRIMERA PARTE

mismo que gasta uno en peaje. Lo he verificado personalmente varias veces. Estamos ele-
vando al doble el costo de transportar algo tan solo porque de un momento a otro decidimos
cobrarnos un peaje a nosotros mismos.
Eso está totalmente en contra del desarrollo económico que necesitamos. No solamente
estamos interrumpiendo el flujo de satisfactores a lo largo y ancho del país cada vez que un
vehículo debe detener su marcha en una caseta de cobro, sino que además lo estamos encare-
ciendo. Para que una economía se desarrolle el transporte debe ser libre, gratuito y eficiente.
No debe haber obstáculos a menos que sea por alguna razón de seguridad para el viajero,
quizá porque se haya derrumbado algún cerro o alguna corriente se haya llevado de paso la
carretera.
Pero eso no es todo. A propósito de seguridad para el viajero o los transportistas —quie-
nes por cierto también son seres humanos— nuestras carreteras deben contar con puntos fre-
cuentes de descanso, y debe haber asistencia médica y mecánica en ellos.
Extendiendo esta misma lógica, las carreteras no solamente deben estar libres de casetas
de peaje, sino también de puntos de revisión militar y policíaca. Numerosas veces en mis
viajes por carretera me ha tocado ver filas de muchos kilómetros de largo de vehículos en es-
pera de ser atendidos en un punto de inspección militar o policíaca.
Todos sabemos que en esos casos estamos gastando “dinero” extra en sueldos de choferes,
sueldos de soldados, combustible, desgaste de los vehículos —y de sus sistemas auxiliares
como son los de calentamiento o enfriamiento—, y en pérdidas eventuales de mercancías
susceptibles de “echarse a perder”, como son los productos cárnicos y los agrícolas. Todo
eso lo tenemos bien claro.
Lo que no tenemos claro, porque nadie nos lo dice, es el daño económico enorme que nos
provocan todos esos retenes y casetas. El daño principal que nos causan es que interrumpen
el flujo de satisfactores desde un punto hacia otro. El daño mayor proviene de la interrupción
misma del transporte. Los daños que nos describen como “económicos” y que son los que
nos enseñan a ver, en realidad no son daños económicos sino solamente retrasos financieros.
El desperdicio de combustible, los sueldos pagados de oquis, el deterioro de las mercancías,
todo eso representa solamente daños financieros, mas no económicos.
El daño económico verdadero es la interrupción misma del transporte. Ese es un daño gi-
gantesco que no se puede cuantificar en dinero, sino solamente en términos físicos. Para ilus-
trar lo que quiero decir, voy a hacer una analogía.
Imagínate que el país es tu cuerpo. Tu cuerpo necesita de un sistema de transporte para
llevar los nutrientes y el oxígeno a todas partes. Ese sistema está compuesto de las arterias y
de la sangre, principalmente. Si ese sistema se interrumpe, aunque sea un instante, tu cuerpo
entero se colapsará. Por otra parte, si te hieres y pierdes un poco de sangre, el daño no será
tan severo.

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NUESTROS TRANSPORTES

En nuestro país, las carreteras son las arterias y los nutrientes son las mercancías y la gen-
te que se mueve a lo largo de ellas. El daño económico de perder algunos sueldos y algunas
mercancías es equivalente a una herida por la que perderás un poco de sangre. Pero el daño
económico provocado por una caseta de cobro, o por un retén militar o policíaco, es equiva-
lente a que tu sistema sanguíneo se obstruya y que no pueda circular la cantidad de sangre
necesaria para mantenerlo vivo.
Una obstrucción de un instante es todo lo que necesitamos para quedar inconscientes, y
otro instante más para morir. Así de importantes son las carreteras en nuestro país… y en
cualquier otro. Pero por supuesto, no nos enseñan a verlo de esa manera. Solo nos enseñan a
verlo desde el punto de vista financiero. Es ese punto de vista que nos han enseñado el que
nos hace miopes —o más bien ciegos— como para ver las cosas desde una perspectiva co-
rrecta.
Al no ser capaces de ver apropiadamente el impacto económico que tienen los retenes,
nos hemos soltado como locos poniendo retenes y topes por todas partes sin darnos cuenta
del daño tan grande que nos estamos haciendo a nosotros mismos. Debemos detener eso y
debemos hacerlo ya.
Lo topes, altos y semáforos, tienen un efecto igualmente nocivo. No debemos poner to-
pes. Debemos resolver el problema de seguridad de otra forma. En mis recorridos por carre-
tera en el centro del país, he encontrado que son muy frecuentes los topes en las carreteras
cuando estas se aproximan a algún poblado. Entiendo la intención, pero debemos eliminar
esos topes y reemplazarlos por algo que sea más efectivo, algo que proporcione real seguri-
dad al peatón o al cruce de ganado, y que por otra parte libere el flujo vehicular totalmente.

FERROCARRILERO
No es un secreto que las condiciones en las que se encuentra nuestro sistema de transporte
ferrocarrilero son muy lamentables. Prácticamente no existe en México el servicio de trans-
porte ferrocarrilero de personas y el transporte de carga casi no lo usamos porque no es con-
fiable. Es tan pequeño nuestro sistema de transporte que una sola empresa privada opera el
50% de toda la carga ferroviaria en México —y por cierto, dicha empresa es estadouniden-
se[90]—. Las entregas demoran mucho, no ofrecen información clara y confiable de los tiem-
pos de entrega y no pueden entregar en muchos lugares en donde sería conveniente que ofre-
cieran ese servicio. Esas desventajas las conozco por haber trabajado en algún momento en
contacto directo con personas encargadas del tráfico en una empresa que utilizaba mucho el
servicio de transporte ferrocarrilero.

90 La empresa Kansas City Southern opera el 50% de toda la carga ferroviaria en México y la mayor parte de esa carga
está compuesta de suministros para la industria automovilística, la cual no es mexicana. Para Kansas City Southern, su
negocio de transporte a la industria automovilística es solo del 8% pero el 85% de ese porcentaje proviene de la
industria instalada en México. Eso no solamente nos da una idea de lo pequeña que es la economía de nuestro país,
sino también de lo enormemente rentable que es para los extranjeros. Fuentes: Manual Estadístico del Sector
Transporte 2012, Secretaría de Comunicaciones y Transportes.

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PRIMERA PARTE

Sin embargo, pocas personas —en verdad muy pocas— saben que el transporte ferrocarri-
lero es el más eficiente transporte terrestre conocido por el hombre en cuanto a costo. Si cal-
culamos el costo social de transportar una tonelada de carga a lo largo de cincuenta kilóme-
tros en tren y comparamos eso con lo que cuesta hacer lo mismo por carretera, o por cual-
quier otro medio, veremos que el costo del ferrocarril es menor que el costo por carretera.
La pregunta entonces es: ¿Por qué no hacemos más vías férreas? ¿Por qué nos venden la
idea de que construir carreteras es algo bueno para todos?
La explicación simplista de que la razón de que construyamos carreteras y no vías del tren
es porque la mayoría de nosotros tenemos vehículos con llantas y no carros de ferrocarril, es
absurda.
El ferrocarril no puede transportar solamente carga, sino ¡todo tipo de cosas! Puede trans-
portar pasajeros y puede transportar camiones cargados, además de autos con personas den-
tro de ellos.
Pero eso no es todo. El ferrocarril puede viajar más rápido de lo que lo podemos hacer en
una carretera y de manera muchísimo más segura y mucho menos contaminante. En una ca-
rretera podemos viajar máximamente a unos 120 kilómetros por hora, mientras que el tren
podría viajar a velocidades superiores a los 500 kilómetros por hora. Imagina poder llegar
desde la Ciudad de México hasta la frontera norte del país en solo 10 horas viajando cómo-
damente en tren, con dormitorios, camarotes, servicio de restaurante, cine, biblioteca, salas
de masaje, y por supuesto que un bar.
El tema del transporte ferroviario es un tema que debemos abordar de forma seria y consi-
derarlo una pieza clave para el desarrollo económico del país entero. No solo debemos cons-
truir más ferrocarriles, sino que debemos mejorar los existentes de forma urgente.
Los ferrocarriles deberían reemplazar a las carreteras para transportes de más de 30 kiló-
metros, sean estos de personas o de carga. Déjame darte un ejemplo de lo que nos estamos
perdiendo.
Si adoptáramos una política económica como la planteada en la Economía del Valor So-
cial, no deberíamos demorarnos más de dos años en construir un ferrocarril, de cuando me-
nos dos carriles en cada sentido, que una todos los puntos importantes de la frontera norte
del país. El ferrocarril de la frontera norte podría pasar estratégicamente por Tijuana, Tecate,
Mexicali, San Luis RC, Nogales, Agua Prieta, Ciudad Juárez, Ojinaga, Ciudad Acuña, Pie-
dras Negras, Nuevo Laredo, Reynosa, y Matamoros.
Dicho ferrocarril sería de cuatro vías y viajaría a una velocidad no inferior a 300 kilóme-
tros por hora. De esa forma quedarán comunicadas Matamoros con Tijuana, estableciéndose
con esto una vía de transporte estratégica entre el Pacífico y el Atlántico que competiría exi-
tosamente con el Canal de Panamá, constituyendo una importantísima fuente de divisas, y
también un sistema de transporte clave para el desarrollo de nuestra nación.

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NUESTROS TRANSPORTES

En el mismo período también se construiría un ferrocarril de alta velocidad con doble vía
que una a toda la península de Baja California de norte a sur, enlazando las ciudades de Ti-
juana, Ensenada, San Quintín, Guerrero Negro, Santa Rosalía, Mulegé, Loreto, Ciudad In-
surgentes, Ciudad Constitución, La Paz, Todos Santos, Cabo San Lucas, y San José del
Cabo. La explosión desarrolladora de dicha vía sería incalculable, y no estoy ni siquiera con-
siderando el desarrollo económico provocado por el turismo, el cual, por cierto, es realmente
mínimo. Esa vía permitiría a toda la península desarrollarse económicamente de manera for-
midable.
Más aún, en ese mismo lapso podríamos concluir un sistema ferroviario para carga ultra-
pesada que uniera el Golfo de México y el Océano Pacífico a través del Istmo de Tehuante-
pec. Por este sistema ferroviario se transportarían buques con todo y su carga. Esta idea, por
cierto, no es nada nueva. Ya alrededor de 1940, el ilustre ingeniero sudcaliforniano Modesto
Rolland Mejía propuso lo que llamó la “decavía” que, consistiendo en una vía férrea de diez
rieles, sería capaz de transportar buques de hasta 25 mil toneladas a lo largo de los 188 kiló-
metros que separan Coatzacoalcos de Salina Cruz[91]. Cien años antes, incluso, don José de
Garay presentó una idea muy parecida a don Antonio López de Santa Ana, quien aprobó su
construcción en 1842[92].
Entendamos que ya en 1842, este proyecto no se consideraba nada difícil. En palabras de
de Garay, “el trabajo propuesto, lejos de exceder los medios ordinarios para lograrlo, cae
considerablemente corto de los mismos tal y como lo es el objeto de una empresa diaria”.
Tampoco se consideraba excesivamente caro. En sus mismas palabras, “el producto del país
debería subsecuentemente proporcionar los medios necesarios para completar el trabajo en
unos cuantos años”. ¿Por qué no se realizó? Bueno, existieron diversas razones, y algunas de
ellas, quizá las más importantes, las defiende también la Economía del Valor Social. La apro-
bación del proyecto de de Garay incluía control monopólico de una amplia franja nacional a
lo largo de todo el trayecto por personas extranjeras durante cuando menos 50 años. Eso era
comprensible. Después de todo de Garay era un empresario y solicitó garantías que le dieran
la oportunidad de recuperar su inversión financiera.
La Economía del Valor Social sostiene y defiende la idea —al igual que lo hizo Modesto
Rolland Mejía en su momento para los ferrocarriles— de que todas las vías de comunicacio-
nes y transportes deben ser públicas, no privadas, y totalmente libres. Solo así la economía
de una sociedad puede desarrollarse rápidamente y de forma sustentable.
Si hace 176 años este proyecto del istmo de Tehuantepec se consideraba tan solo de regu-
lar complejidad, en nuestros días debería ser substancialmente más sencillo de lograr. Sin
embargo, para que realmente produzca los beneficios económicos —no financieros— a
nuestra sociedad, necesita ser un sistema de transporte rápido, eficiente, seguro y versátil.
91 E.M. Coronado, Personajes Célebres Sudcalifornios, Modesto C. Rolland Mejía. Publicado en sudcalifornios.com el 9
de febrero de 2018. Obtenido el 19 de julio de 2018.
92 Universidad Autónoma Metropolitana Azcapotzalco, Concesión a José Garay para construir una vía de
comunicación en el Istmo de Tehuantepec. México, marzo de 1842. Publicada en biblioteca.tv. Obtenida el 19 de julio
de 2018.

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PRIMERA PARTE

Además, su uso debería ser totalmente gratuito para todos los mexicanos y eso solo lo pode-
mos lograr si lo construimos con nuestros propios medios, sin necesidad de comprometerlo
con intereses privados, mucho menos extranjeros. Esta postura no es debida a razones nacio-
nalistas, sino económicas. Si vemos la situación desde una perspectiva puramente económi-
ca, para una sociedad, es necesario contar con la forma de mover sus satisfactores desde un
punto hacia otro de la forma más rápida, segura y eficiente posible. Si comprometemos el
uso de una vía de este tipo a intereses ajenos al interés social —como lo son todas las socie-
dades ajenas a la mexicana—, no lograremos obtener los beneficios económicos —no finan-
cieros— que buscamos.
Cualquier sistema ferroviario desarrollado bajo el esquema de la Economía del Valor So-
cial debería ser capaz de transportar personas y carga por igual. También ofrecería el servicio
de transportar los vehículos automotores y dar alojamiento a sus pasajeros. Las estaciones de
ferrocarril serían habilitadas para que el tren pueda ofrecer estos servicios de forma ágil y
con alta calidad. Dicho servicio promovería el turismo al mismo tiempo que promovería el
transporte de carga y de personas. Imagina que te puedas estacionar sobre una plataforma de
acero que te transporte sin demora y de forma segura a ti y a tu familia, a más de 500 kiló-
metros por hora a una ciudad distante, sin que tengas siquiera que bajarte de tu auto.
El servicio con el que contaríamos sería de tal calidad que motivaría a las personas a utili-
zar este medio en lugar de cualquier servicio carretero. La razón principal de esto es una efi-
ciencia superior en el transporte, al igual que un impacto menor en la ecología de la región.
Por estas dos razones se debería hacer uso liberal de puentes, pasos a desnivel, y principal-
mente rieles suspendidos, lo que permitirá a la fauna afectada el libre tránsito de un lado al
otro.
A propósito de esto último, ¿te has puesto a pensar en el enorme impacto que tiene en la
naturaleza una carretera de miles de kilómetros de largo que está totalmente cercada por am-
bos lados? Los animales silvestres no pueden pasar de un lado al otro, provocando con ello
un enorme impacto a nuestro entorno natural. Esa es solamente otra de las cosas que no se
nos dice pero que podemos observar fácilmente con solo abrir los ojos y poner atención.
Un punto importante que hay que aclarar es que la construcción de la vía férrea, así como
la construcción de las estaciones, los carros de ferrocarril, las máquinas, la ingeniería, y de-
más insumos necesarios para llevar a cabo estos proyectos deben ser enteramente de origen
nacional. No hay ninguna razón para adquirir lo que se necesita en otros lugares. Mucho me-
nos para que alguien venga de otras partes a vendernos las cosas y vendernos la instalación,
y vendernos la operación del tren. Hay muchas personas en México que saben cómo diseñar
trenes y ferrocarriles, y muchos que saben cómo construirlos, y muchos que saben cómo
operarlos. Solo falta la voluntad de hacerlo.
Las licitaciones estarían limitadas a personas físicas mexicanas y a empresas con capital
100% mexicano, cuyos dueños vivan en México y que conserven sus utilidades en México.
Los proveedores de estos también estarían limitados a que deban ser mexicanos y que tam-

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NUESTROS TRANSPORTES

bién vivan en México. No hay razón para que sea de otra forma. Un proyecto de esta natura-
leza representa una derrama financiera importante y el propósito entero de este plan consiste
en que todo ese dinero se quede en México. De nuevo, solo así se puede lograr el beneficio
económico —no financiero— que necesitamos con urgencia desde hace cientos de años.
Ahora sí, ¿qué te parece la perspectiva?

Transporte Aéreo
Si el rey del transporte terrestre es el tren, el rey del cielo es el avión. ¡Por supuesto! —
me dirás—, ya que los trenes no vuelan. Y claro que tienes razón, pero no me refiero a eso.
Me refiero a que viajar por el aire es cada vez más barato que viajar por otros medios, sobre
todo por carretera.
Pero esto es cierto solo cuando se trata de personas. Cuando se trata de carga tenemos una
historia totalmente distinta. Hasta ahora el transporte de carga es mejor realizarlo por tierra,
en tren. El transporte de personas, por otra parte, es mejor llevarlo a cabo por el aire, en
avión. Existen un sinnúmero de estudios realizados en muchas partes que muestran esto, y no
vamos a gastar espacio en este ya voluminoso libro para repetir lo que cualquiera puede in-
vestigar por su propia cuenta en menos de cinco minutos.
En tierra, el transporte por ferrocarril es capaz de transportar una carga más grande que el
transporte por carretera, pero, por otra parte, el transporte aéreo es mucho más rápido que el
ferrocarrilero. El problema, sin embargo, no es la capacidad de carga. El problema es finan-
ciero, no económico, o más exactamente, el problema es el costo expresado en dinero.
Las razones por las que el costo del transporte aéreo es mucho más caro que el transporte
ferrocarrilero son varias, pero ninguna es de difícil solución, y ninguna es de carácter econó-
mico. Todas son de índole puramente financiera. Yo lo que veo es que no hemos puesto em-
peño en resolver el problema de los costos, pero eso lo podríamos cambiar tan solo dedican-
do atención y trabajo.
Se arguye comúnmente que la razón principal del alto costo del transporte aéreo es el
combustible que usan los aviones. Yo no veo que ese sea el problema. Lo que yo veo es que
son las políticas de control aéreo las que se han encargado de encarecer el costo de operación
de las líneas aéreas y esa es la principal razón de que no puedan bajar más los costos.
Por otra parte, resolver el problema del combustible no es nada difícil. El combustible es
nuestro, es de la sociedad. ¿Cuál es el problema de reducir su precio? Estamos a punto de
privatizar nuestro petróleo y esa es una estupidez a la que hay que darle reversa, pero des-
pués de hacer eso hay que resolver el problema del precio del combustible.
Otro obstáculo que veo es el alto costo financiero y de amortización que tienen las com-
pañías aéreas. Reduciendo las tasas de interés —lo cual solo es posible garantizarlo teniendo
una banca que pertenezca a la sociedad y no a intereses privados— se reducen los costos fi-
nancieros y los costos de amortización los podemos reducir construyendo nuestros propios

— 315 —
PRIMERA PARTE

aviones. Actualmente, ambos costos, el financiero y el de amortización los están pagando las
compañías aéreas a bancos extranjeros. No debería ser así. Podríamos estar recibiendo todo
ese beneficio si le diéramos la vuelta a la situación al construir nuestros propios aviones y te-
niendo nuestra propia banca pública nacional.
Al reducir las tasas de interés a las empresas productivas nacionales que construyan avio-
nes, el costo de estos se iría prácticamente a la mitad. Al bajar el costo bajaría el precio y eso
reducirá el costo financiero de comprarlos y, por lo tanto, el costo de su amortización. En
cascada, eso se deberá transformar en una reducción en el costo del transporte a cuando me-
nos la mitad de lo que actualmente es.
Como consecuencia, al reducirse el costo del transporte a la mitad, aumentará grandemen-
te la demanda de ese servicio, con lo que aumentará la demanda de aviones, y habría con ello
más fábricas y más empleos y así sucesivamente. ¿Por qué no hemos hecho eso? ¿Por igno-
rancia? Es lo más probable, aunque no puedo evitar ver un dejo de falta de voluntad. Sea
como sea, lo cierto es que podemos resolver el problema y para hacerlo solo hay que poner-
nos a trabajar en eso.
El propósito de este plan es revisar los costos y entender por qué están en el nivel en el
que están y qué hay que hacer para que puedan bajar. Trabajar hombro con hombro con las
líneas aéreas para que puedan operar más ampliamente y llevar cada vez a más personas me-
xicanas y más cosas a cada vez más destinos de forma rápida y segura.

Transporte Marítimo
Según datos de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes[93] el 80% del volumen to-
tal de mercancías en el mundo se mueven por vías marítimas. Según esa misma fuente, Mé-
xico se enlaza con 131 países por vía marítima con más de 490 destinos. Esto no se oye tan
mal.
De acuerdo con la Organización Mundial del Comercio, México estuvo en la posición 16
en el ranking del comercio internacional en el 2011. Esto tampoco se escucha mal.
Veamos otro dato. A los 131 países antes mencionados nos unen 91 líneas navieras, las
cuales están representadas por 34 agencias consignatarias, las cuales tienen servicios en los
cinco continentes. Esto último tampoco se oye mal.
Todo esto se oye muy bien. Pero al igual que en casi todo lo que nos dicen, aquí hay
cantidades ocultas. Por ejemplo, no nos dicen que solo una de las 91 líneas navieras es mexi-
cana y solamente una de las 34 agencias consignatarias es también mexicana.
Por otra parte, el hecho de que solamente el 8% de todas las toneladas transportadas en el
2010 hayan sido con servicios de cabotaje —servicio doméstico— es muy revelador. Los
servicios de cabotaje representan los servicios de transporte que mueven las mercancías que

93 Prontuario del Servicio de Transporte Marítimo Regular entre México y el Mundo 2014, Dirección General de Marina
Mercante, México, 24 de marzo de 2015.

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NUESTROS TRANSPORTES

nosotros producimos para nuestro propio consumo, es decir, son las mercancías que realmen-
te representan el valor y fuerza de nuestra economía.
Los reportes del gobierno son así, como los bikinis: revelan todo, pero ocultan lo esencial.
Dicen cosas sin decir lo que es importante y confunden a la gente. Razonemos un poco.
El hecho de que solamente transportemos el 8% de toda la mercancía por vías marítimas
me dice que nuestros transportes marítimos son demasiado pequeños. ¿Por qué no es más
grande ese número? ¿Acaso no debería ser más grande teniendo nosotros tanto litoral? ¿Ese
8% ha ido creciendo o ha ido disminuyendo? ¿Por qué solamente una empresa naviera de
casi cien que tocan puertos mexicanos es mexicana? Eso equivale al uno por ciento. ¿Quién
contrata a todas las demás? ¿En qué moneda les pagan a todas las otras navieras?
Esta última pregunta es importante. Si esas empresas cobran en dólares significa que el
servicio de transporte lo estamos importando. Si estamos importando ese servicio existen dos
posibilidades: que lo estemos pagando nosotros, o que lo estén pagando empresas extranje-
ras. En cualquier caso, nos afecta.
Si son compañías extranjeras las que pagan esos servicios significa que esos servicios las
benefician a ellas, no a México. Si son compañías mexicanas las que están pagando esos ser-
vicios en dólares significa que tenemos un problema de balanza comercial internacional.
No deberíamos estar en esta situación. Por todas partes veo situaciones de este tipo. Cosas
que hacemos que no nos convienen y que sin embargo nos las muestran como si fueran gran-
des logros mexicanos.
Nuestra flota mercante debemos desarrollarla, al igual que nuestros servicios portuarios.
No estamos obrando estratégicamente. Solo estamos reaccionando ante las necesidades de la
iniciativa privada, principalmente extranjera, instalada en México.
Por ejemplo, deberíamos tener infraestructura naviera entre Topolobampo y La Paz, así
como una ruta regular que una Yucatán, Veracruz y Matamoros, en Tamaulipas.
La ventaja de las vías navieras regulares es que funcionan como el servicio del metro en
la ciudad de México o en la ciudad de Monterrey. Se mueven de forma regular, con horarios
preestablecidos, de forma eficiente, rápida y segura. Eso hace que el flujo de mercancías sea
más continuo y expedito. Recordemos que eso es lo que hace que una economía se desarro-
lle.
Una de las principales razones por las que no se utilizan los servicios navieros con más
intensidad es porque demoran demasiado tiempo en maniobrar para realizar los atracos. Per-
sonalmente he estado en varios puertos y a bordo de barcos y he observado el tiempo enorme
que necesitan para “estacionarse”. Ese tiempo excesivo debemos reducirlo a una pequeña
fracción de lo que ahora es. Necesitamos más ingeniería portuaria para resolver ese proble-
ma. Entre más pequeño sea el tiempo que demora una carga en ser puesta a bordo y más pe-

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PRIMERA PARTE

queño sea el tiempo que la embarcación demora en salir del puerto o en arribar a él, más y
más utilizaremos ese medio de transporte.
De nuevo te digo, nada impide que hagamos las cosas de esa manera sino solamente nues-
tra incapacidad de visualizar las cosas haciéndolas como realmente nos ayudaría.
No solamente debemos reducir los tiempos de carga y descarga. También debemos redu-
cir el tiempo que dura el transporte. Las naves deberían ser de más velocidad y eso también
lo podemos hacer. No podemos esperar crecer mientras solamente nos limitamos a esperar
que la tecnología naviera se desarrolle en otros países para entonces comprarla.
Nuestro propósito debería ser que cada vez sea mayor la cantidad de carga y personas que
se muevan de un lugar a otro por vía marítima para promover un aumento en la dispersión
social y el movimiento de recursos de un lugar geográfico a otro dentro del país. Esto fomen-
taría el comercio enormemente y eso a su vez fomentaría la producción de bienes y servicios,
aumentando así la riqueza de todos nosotros y nuestro nivel de vida. Recordemos nuevamen-
te que la riqueza de una sociedad está en la facilidad de obtener los satisfactores que quiere y
eso solamente se puede lograr teniendo una red eficiente de distribución, la cual descansa to-
talmente en una red eficiente de transporte.

— 318 —
PRIMERA PARTE

Nuestros Energéticos

La forma como una sociedad administra sus fuentes de energía tiene un impacto vital para
la economía. Vital significa que sin energía no puede existir una sociedad. De hecho, sin ella
tampoco puede existir el individuo. Así de vital es la energía de la que disponemos y, por lo
tanto, así de vitales son las fuentes de dicha energía.
Dado que la energía es vital para la existencia del ser humano, es imposible que el tema
de los energéticos no se contemple en los esquemas económicos que diseñemos. Si toda la
ciencia de la Economía está orientada a mejorar la calidad de vida de las personas, entonces
toda ciencia Económica que se precie de serlo debe forzosamente incluir los energéticos en
sus múltiples consideraciones y análisis.
En este sentido, la Economía del Valor Social no es diferente. Los energéticos, la forma
como los manejamos, y las consecuencias involucradas en ello, están profundamente consi-
deradas y son analizadas desde un punto de vista muy detallado. Si acaso, la única diferencia
entre el abordaje llevado a cabo por la Economía del Valor Social, y otras teorías económi-
cas, es que los energéticos se miran desde un punto de vista físico, sin mezclar al dinero. Al
menos no al principio.
Para la Economía del Valor Social, los energéticos tienen un valor vital, muy superior a
cualquier valor en dinero que artificialmente se les pueda asignar. Actualmente, las distintas
teorías económicas están revueltas con las teorías financieras y eso ha provocado que anali-
cemos usualmente el tema de los energéticos en relación al dinero que se gana con ellos, o al
dinero que perdemos por no producirlos nosotros, o a los altos costos en dinero que tienen
para la gente. Comúnmente hablamos de ellos refiriéndonos al aumento de precios de los
energéticos, o a la necesidad de inversión financiera para construir fuentes generadoras, o
extractoras en el caso del petróleo, pero no hablamos del impacto puramente económico físi-
co que tiene la forma como los administramos, como los obtenemos, como los distribuimos,
como los usamos.
En este capítulo vamos a revisar el tema de nuestros energéticos tomando en cuenta su va-
lor social para nosotros como seres humanos, y no tanto su valor de intercambio en dinero.
La razón de esto es múltiple, pero podemos decir que una de las principales razones para ha-
cerlo de esa forma es que se logran ver razones de fondo para cambiar las cosas cuando se
desnuda el tema de cualquier discusión centrada en el aspecto financiero.
En la actualidad se nos ha enseñado a pensar que si no hay dinero suficiente no se pueden
desarrollar nuevas fuentes de energía, como la solar, la eólica, o incluso que no se pueden
desarrollar nuevas fuentes de extracción de hidrocarburos o que no se pueden construir nue-
vas plantas hidroeléctricas. A todo lo largo de este libro hemos visto de diversas formas có-

— 319 —
PRIMERA PARTE

mo es que el dinero nunca ha sido un problema real, sino que ha sido más bien un problema
artificial, que nosotros mismos hemos creado, obstaculizando así nuestro propio desarrollo
como sociedad, como especie.
Con mucho, los dos tipos de energéticos que más usamos en México son la electricidad y
los hidrocarburos. Sabemos que existen otros, como la energía nuclear, pero para compren-
der el punto de vista de la Economía del Valor Social no es necesario revisarlos todos. Vea-
mos entonces estos dos tipos de energéticos y critiquémoslos basándonos en la perspectiva
de la Economía del Valor Social.

Los Hidrocarburos
El asunto de los hidrocarburos en México es un tema extenso pero simple de comprender.
Los políticos, los economistas y los financieros se han encargado de hacernos creer que es
complejo y difícil de entender y de solucionar. No son ciertas ninguna de las dos, pero no me
lo creas. Analicemos esto más a detalle.
La queja casi universal no es que los hidrocarburos escaseen. No nos quejamos de que no
haya suficiente. En otras partes del planeta quizá esa sea la queja. En México no tenemos ese
problema. Nuestro problema es su costo en dinero, ya que lo consideramos demasiado alto.
Preguntémonos entonces por qué es así. No me refiero a por qué es alto el costo, sino a por
qué lo consideramos alto. Razonemos acerca de eso.
Consideramos alto el costo del petróleo porque lo que ganamos no nos alcanza para obte-
ner todos los satisfactores que queremos. Si lo que ganamos en dinero nos facilitara conse-
guir todos los satisfactores que queremos, nadie se quejaría del alto costo en dinero que tiene
el petróleo, o sus derivados. ¿Por qué nos quejaríamos del alto costo de algo si no vemos
ningún problema en poderlo pagar?
Como muchas otras cosas, la dificultad de solucionar el problema de la reducción de pre-
cios a los combustibles para uso de los mexicanos radica en la forma como lo hemos querido
hacer debido, entre otras cosas, al entorno económico que hemos construido alrededor de él.
Modificando el entorno, la solución al problema del alto precio de los combustibles se con-
vierte en algo no solo fácil de comprender, sino también fácil de realizar.
Para empezar a formular una solución, debemos primero ver nuestro petróleo de una for-
ma distinta a como lo hemos hecho siempre. La Economía del Valor Social ofrece un punto
de vista diferente que hace que veamos las cosas desde otro ángulo, permitiéndonos ver si-
multáneamente el problema y la solución.
Comencemos por estar de acuerdo en que sin energía no podemos hacer prácticamente
nada. Eso es cierto tanto si vemos esto como una situación individual, como si la vemos
como una situación social. En nuestra época, para producir la energía que necesitamos, re-
querimos de combustibles fósiles. Seguramente eso cambiará en el futuro, pero para que ese
futuro llegue, es necesario que resolvamos el problema de los combustibles fósiles hoy.

— 320 —
NUESTROS ENERGÉTICOS

Es cierto que no usamos combustibles para todo. También usamos electricidad. Pero esta
última la producimos principalmente usando combustibles, sean estos en forma de gas, dié-
sel, o combustóleo. Esto último nos debe llevar a analizar el problema de los combustibles
desde una perspectiva más completa y no solamente desde un punto de vista monetario, que
es como nos han enseñado a verlo.
Pero además de todo esto existe otro hecho importante. En México, los combustibles fósi-
les pertenecen a la nación, es decir a la sociedad, o sea a la gente. Este hecho no ha cambiado
desde que el presidente Lázaro Cárdenas nacionalizó la industria petrolera hace ya algunas
décadas. Todos sabemos que existen intentos en estos últimos años de cambiar esto y devol-
ver ciertas partes de esto a la iniciativa privada quien está ávida de que se le dé la oportuni-
dad de invertir dinero en esta industria.

BREVE ANÁLISIS FINANCIERO


Sumando todos los factores mencionados debemos entonces aceptar que los combustibles
es un tema, en efecto, extenso. Sin embargo, insisto, no es difícil de entender ni de resolver.
Al menos no si miras las cosas a través de la lente de la Economía del Valor Social. Como de
costumbre, para hallar la solución, te invito a que razonemos juntos. Esta vez, voy a tener
que mostrarte algunos números, pero no te espantes, te juro que no es nada difícil de com-
prender. Acompáñame a ver la siguiente tabla[94]:

Período Anual 2015 2016 2017


Presupuesto Federal de Ingresos (billones de pesos) 4.7 4.7 4.8
Ingresos Pemex .44 .39 0.4
% de Contribución 9.3% 8.29% 8.3%

Esta tabla muestra los ingresos que se presupuestaron desde 2015 hasta 2017 por el go-
bierno federal. Las cifras representan billones de pesos —un uno seguido de doce ceros—.
Observa cómo los ingresos anuales de Pemex no superan ni siquiera el 10% del presupuesto
anual nacional. Yo hubiera esperado ver un porcentaje mucho mayor. Así que no cabe más
que preguntarse: ¿Dónde está entonces todo eso que nos repiten de que nuestros ingresos de-
penden del petróleo? ¿Acaso nos están engañando?
Si le muestras esta tabla a alguien que supuestamente sepa, seguramente te dirá que no es-
tá completa, que porque faltan los ingresos del Fondo Mexicano del Petróleo para la Estabili-
zación y el Desarrollo. ¿Y eso qué es?, te preguntarás. Bueno, ese fondo es en realidad un fi-
deicomiso público que se creó hace algunos años para realizar labores de investigación, pero
que en últimas fechas se ha dedicado principalmente a manejar los contratos con empresas
privadas dedicadas a la exploración y a la perforación. El asunto de por qué el gobierno for-
ma fideicomisos y cómo es que eso nos afecta económicamente lo trataré extensamente en
94 Datos obtenidos de Ley de Ingresos Federales 2015 / 2016 / 2017. Si no lo has hecho, te invito a que también leas La
Venta de Petróleo, en la página 217.

— 321 —
PRIMERA PARTE

otro libro, pero por ahora quiero que observes algo curioso. Fíjate cómo es que esos contra-
tos no representan un gasto para el gobierno federal sino un ingreso. ¿No se te hace extraño?
Si yo contrato a alguien para que haga un hoyo con una pala en el patio de mi casa, no espe-
raría que esa persona me pagara por hacerlo, sino todo lo contrario. ¿Dónde está el truco?
La forma como operan esos contratos es variada, pero no difícil de entender. Sin embargo,
no es mi intención aburrirte con toda la jerga utilizada en ellos. Baste con decir que en esos
contratos se le paga al contratista con un porcentaje de lo que obtenga. Todo lo que sobra lo
recibe el gobierno federal y lo registra como un ingreso en dinero.
Esa no solamente es una maniobra tramposa sino económicamente muy nociva. Esa prác-
tica muestra cómo el gobierno está enfocado en obtener dinero, en lugar de enfocarse en me-
jorar la economía de la gente, de la nación pues. Sin darse cuenta —o quizá sí— está inter-
cambiando por dinero un material que podríamos usar todos para producir una cantidad
enorme de satisfactores. El petróleo tiene un valor muchísimo más elevado que el dinero que
el gobierno está recibiendo por él.
Recordemos que, en la Economía del Valor Social, las cosas tienen valor por los satisfac-
tores que ayudan a la sociedad a producir, no por el dinero por el que pueden ser canjeadas.
Pero continuemos.
El Fondo Mexicano del Petróleo es un ente que pocas veces se menciona. La mayoría de
los mexicanos no sabemos de su existencia y jamás lo hemos escuchado mencionar. Sin em-
bargo, la realidad es que dicho Fondo produce ingresos tan altos como los de Pemex, y en
ocasiones son incluso más elevados. Veamos de nuevo la misma tabla anterior, solo que aho-
ra agreguemos los ingresos del Fondo para poderlos así comparar.

Período Anual 2015 2016 2017


Presupuesto Federal de Ingresos (billones de pesos) 4.7 4.7 4.8
Ingresos Pemex .44 .39 .40
Ingresos FMPED .74 .48 .38
% de Contribución 25.1% 18.5% 16.2%

Ahora las cosas se miran un poco diferentes. De esta tabla podemos sacar más informa-
ción que de la primera. Te invito a que veas junto conmigo un par de cosas.
En primer lugar, observa cómo los porcentajes de contribución total han ido disminuyen-
do durante los últimos tres años. En el 2015 los ingresos por la venta de petróleo representa-
ban el 25.1% de los ingresos totales del gobierno. En ese año fue cuando el precio interna-
cional del petróleo se desplomó desde más de 100 dólares por barril, hasta poco menos de la
mitad. Observa cómo el porcentaje de contribución bajó desde 25.1% hasta 16.2%. Eso es un
bajón muy grande. Es mayor que el 35% de reducción en tan solo dos años. ¿Y eso qué sig-
nifica?

— 322 —
NUESTROS ENERGÉTICOS

Bueno, ahora observa la cantidad de ingresos totales. Esa cantidad subió desde 4.7 billo-
nes de pesos hasta 4.8 billones. Quizá no te suene a un aumento muy grande, pero recuerda
que estamos hablando de billones de pesos. Ahora razonemos: Si el ingreso federal por con-
cepto de la venta de petróleo bajó 35%, ¿cómo es que los ingresos totales aumentaron? ¿De
dónde está sacando el gobierno federal la diferencia en dinero para aumentar su presupuesto
de ingresos, a pesar de la disminución en la venta de petróleo? ¿Ya lo adivinaste? … de tu
bolsillo.
Para comprobarlo agreguemos ahora un renglón más a nuestra tabla. Investiguemos cómo
se han comportado los impuestos. Si te estoy diciendo la verdad, veremos que los impuestos
han ido aumentando en una proporción mayor a como han ido bajando los ingresos por venta
de petróleo. Veamos.

Período Anual 2015 2016 2017


Presupuesto Federal de Ingresos (billones de pesos) 4.7 4.7 4.8
Ingresos Pemex .44 .39 .40
Ingresos FMPED .74 .48 .38
% de Contribución 25.1% 18.5% 16.2%
Impuestos 1.9 2.4 2.7
Impuestos + Petróleo 3.0 3.2 3.4

Bueno, odio tener razón. Observa el renglón de Impuestos. Mira cómo lo que nos cobra el
gobierno federal aumentó desde 1.9 hasta 2.7 billones de pesos. Eso es un aumento del 42%
en el mismo período en el que los ingresos por las ventas del petróleo bajaron un 35%.
Quizá sea cierto que la reducción del precio del petróleo afecta a las finanzas del gobierno
federal, pero lo que no es cierto es que por esa razón está percibiendo menos. Está percibien-
do más. Observa el último renglón. En ese renglón está la suma de lo que nos cobran en im-
puestos más lo que ingresa por venta de petróleo. Fíjate cómo la cantidad va subiendo, desde
3.0 hasta 3.4 billones de pesos. ¡El gobierno federal está recibiendo más dinero que antes!
¡Cada año recibe más que el anterior sin importar que el precio del petróleo se haya desplo-
mado a menos de la mitad de lo que era antes!

PÉRDIDA CUÁDRUPLE
Es enormemente injusto y nocivo que aumente el gobierno los impuestos para solventar la
pérdida de ingresos por la venta del petróleo. No porque yo lo diga, sino porque el daño es
múltiple y enorme. Como te comentaba, no solamente está el gobierno intercambiando un
material que tiene un altísimo valor económico —el petróleo—, por algo que no tiene valor
económico —el dinero—, sino que está aumentando los impuestos, frenando con esto el de-
sarrollo económico de todos los mexicanos, de toda la nación. La intensidad de dicho freno a
nuestro desarrollo es exactamente 42% más grande que antes.

— 323 —
PRIMERA PARTE

Pero eso no es todo. Una buena parte de la venta de petróleo se realiza en dólares. Eso es
otro problema todavía más grande. Todos y cada uno de los dólares que obtenemos por el pe-
tróleo —o por cualquier otro producto— solo nos sirven para una sola cosa: importar algo.
No nos sirven para nada más. Y adivina qué. Cuando importamos algo, estamos dando a ga-
nar a una empresa extranjera, que está en un país extranjero, el cual es el mismo al que por
principio de cuentas le vendimos el petróleo. En otras palabras, mientras ese país extranjero
gana dos veces, nosotros perdemos dos veces. ¡Doble pérdida a cada lado de la mesa!
Esto que hacemos es como si les entregáramos nuestro petróleo y a cambio de eso nos pa-
garan con vales que solamente ellos aceptan. Es algo idéntico a tener una inmensa tienda de
raya, de esas que existían antes de la Revolución Mexicana. ¿Ahora lo ves claramente? Así
de claro es como se miran las cosas desde la perspectiva de la Economía del Valor Social y
por eso creo que esa es la perspectiva correcta.
Pero la pérdida no solamente está en el petróleo que le vendemos a otras sociedades, a
otros países. También perdemos doblemente cuando el petróleo nos lo vendemos a nosotros
mismos. Te explico.
El gasto en combustibles representa un gasto importante para la mayoría de la gente supe-
rando el 50% de sus ingresos. Si una persona que gane $200 pesos diarios, suma lo que gasta
en energía eléctrica, más lo que gasta en gasolina para su auto, más lo que gasta en calefac-
ción, más lo que gasta en gas para cocinar, se dará cuenta que en total gasta más de la mitad
de sus ingresos.
Partiendo de esto, podemos darnos cuenta de que existe un desbalance enorme entre un
25% que representa para el gobierno federal los ingresos por concepto del petróleo y sus de-
rivados, contra un 50% que gasta la gente en ese mismo rubro. Esta es la tercera pérdida para
la gente.
Pero hay una cuarta pérdida. Los impuestos. El gobierno federal cobra 30 mil millones de
pesos en impuestos a las gasolinas y demás combustibles para uso automovilístico. Esto últi-
mo es algo similar a que tu vecino te cobrara dinero por dejarte usar tu propio auto, ¡y que
además te cobre impuestos sobre lo que ya te está cobrando! Pérdida cuádruple pues.

EL TAMAÑO DE LA SOLUCIÓN
He escuchado a mucha gente decir que entienden que el petróleo nos lo debemos cobrar,
pero que al menos no debería costar tanto. Esas personas no tienen una idea de cuánto menos
podría costar el combustible derivado del petróleo, pero no las culpo. El adoctrinamiento del
que somos sujetos todos los días hace prácticamente imposible ver las cosas. El solo hecho
de aceptar que el petróleo nos cueste dinero es ya de por sí un síntoma de la programación
mental que hemos recibido.
Así que ahora viene la pregunta obligada: ¿Qué podríamos hacer? ¿Cómo podríamos salir
de esta situación? ¿Cambiando a los que están en el gobierno?

— 324 —
NUESTROS ENERGÉTICOS

Admito que muchas veces he pensado que deberíamos quitar a los que están en el go-
bierno. Sin embargo, si hacemos eso solo obtendríamos más de lo mismo si no cambiamos el
sistema también, es decir, la forma como estamos organizados y la forma como hacemos las
cosas. Pero, antes de intentar cambiar algo, debemos asegurarnos de haber entendido bien
cuál es el problema. Solo de esa forma podremos saber si el plan de solución, cualquiera que
este sea, nos dará lo que queremos, o solamente disfrazará las cosas haciéndonos pensar que
las hemos resuelto. Continuemos pues, analizando esta situación.
Revisemos de nuevo el asunto de los ingresos por la venta de petróleo. Sabemos que el
petróleo lo vendemos. Sabemos que lo vendemos a otros países y que también nos lo vende-
mos a nosotros mismos. También ahora sabemos que durante los últimos tres años el total de
las ventas representan entre el 25.1% y el 16.2%, lo cual promedia 20.6%. Digamos un 20%
para usar números redondos.
¿Qué podríamos hacer para reducir el precio de los combustibles que consumimos noso-
tros, la gente, los mexicanos? ¿A cuánto podríamos reducir el precio? Estas son preguntas
válidas que todos tenemos en la mente. ¿No es así?
La Economía del Valor Social es atrevida y audaz, más no irracional. En lo personal, no
estoy muy de acuerdo con aquellos que dicen que se conforman con pagar un poco siempre y
cuando no sea mucho. Para empezar, es muy difícil saber cuánto es “poco”. Así que, siguien-
do el espíritu que nos caracteriza en este libro, atrevámonos a regalarnos todos los combusti-
bles. Precio cero. ¿Será posible? ¿Qué pasaría? ¿Se acabaría el mundo? ¿Se acabaría Méxi-
co? Veamos.
Imaginemos hipotéticamente que se nos ocurre regalarnos el combustible. No a todos,
claro, solo a los mexicanos. Los extranjeros que viven en México, o que están de visita, pues
sorry, pero ellos deben pagarlo a precio internacional.
Digamos que entre todos tomamos la decisión de regalarnos a nosotros mismos lo que ya
es nuestro. Imaginemos que llegamos a la estación de gasolina y solicitamos que nos sirvan
el combustible y para ello solo es necesario que mostremos nuestra identificación nacio-
nal[95].
Imaginemos también que para que nos entreguen gas natural, o que nos vendan un cilin-
dro con gas, solo es necesario que mostremos nuestra identificación nacional y que, quizá,
solo paguemos una muy pequeña cuota de servicio. Digamos unos 5 pesos por un cilindro de
unos 45 kilogramos.
Sabemos que la energía eléctrica se produce mayoritariamente con petróleo así que esa
también entra en la polla[96]. Imaginemos que por la energía eléctrica tampoco es necesario
que paguemos nada si tan solo mostramos nuestra identificación nacional. No necesitamos
95 En México este documento todavía no existe, a diferencia de otros países. En México se considera identificación
nacional al pasaporte y a la tarjeta federal para votar.
96 El 61% en promedio de nuestra energía eléctrica en México se produce con la combustión de algún tipo de
hidrocarburo. El resto está compuesto de hidroeléctricas, nucleoeléctricas, y otras más. Fuente: base de datos del
INEGI.

— 325 —
PRIMERA PARTE

pagar nada. Solo es necesario que acudamos a la ventanilla de la CFE y que mostremos
nuestra credencial con una amplia sonrisa y listo. Ya está. Solo eso.
Ahora bien. Hagamos cuentas. Si este escenario fuera real, significaría, entre muchas
otras cosas, que nuestro sueldo nos alcanzaría para más cosas ya que no tendríamos que gas-
tarlo en energía. Si nuestro sueldo es de 80 pesos, entonces es como si lo aumentáramos a
120 pesos. ¿A poco no es genial? Claro que sí.
Entonces, preguntémonos: ¿Se puede hacer esto en el mundo real? ¿Cuáles serían las con-
secuencias negativas de hacer esto? Las consecuencias positivas son claras, pero ¿cuáles son
las negativas? Estas son preguntas importantes e inteligentes, por tanto, hay que responder-
las. Veamos.
Si hiciéramos esto en el mundo real, sucedería que el gobierno federal se quedaría, apa-
rentemente, sin un porcentaje importante de sus ingresos anuales y, por lo tanto, no podría
realizar muchas de las obras y servicios que promete. Bueno, al menos eso es lo que nos han
repetido numerosas veces. Pero exactamente ¿a cuánto asciende ese “porcentaje importan-
te”?
En el presupuesto de ingresos federales desde el 2015 hasta el 2017 puede uno ver que
solo el 25% de todos los ingresos federales depende de la venta de petróleo. Eso no suena a
“un porcentaje importante” desde donde sea que uno lo vea. Ninguno de nosotros considera-
ría hacer ajustes catastróficos a nuestra economía familiar si nos redujeran nuestros ingresos
en un 25%. Sí hay que ajustar gastos, pero nada más serio de lo que ya hacemos siempre, y
que también hemos hecho desde siempre.
Pero las personas que administran el gobierno pueden estar tranquilas. En realidad, no les
vamos a quitar el 25% del ingreso. Veamos.
No todo el petróleo lo exportamos. Una parte la consumimos nosotros en nuestro país.
Veamos a cuánto asciende esa parte. En 2014 en México consumimos un total de 1.4 millo-
nes de barriles diarios durante todo el año, y se exportaron 1.2, en promedio[97]. En ese mis-
mo año se produjeron 2.5 millones de barriles diarios durante todo el año. En otras palabras,
aproximadamente el 50% de lo que producimos en petróleo lo consumimos en el país y lo
demás lo exportamos.
Así que, si decidiéramos regalarnos el combustible, el gobierno dejaría de percibir sola-
mente la mitad de lo que recibe actualmente, es decir, la mitad de 25%, o sea el 12% de in-
gresos. Eso no suena tan catastrófico, ¿o sí? Por supuesto que no.
Si no es mucho problema para nadie ajustar sus gastos en una cuarta parte, mucho menos
lo es ajustarlos en la mitad de eso. ¿No es acaso lo que nos dicen siempre? ¿Que ajustemos
nuestros gastos? Si el gobierno debe reducir sus gastos en un 12% para que todos tengamos
un aumento del 50%, a mí me parece que debería hacerse sin siquiera pensarlo.

97 Fuente: ¿A dónde se va el petróleo que produce Pemex?, Milenio Digital, 19 de mayo de 2014. Obtenido de
milenio.com/negocios, el 22 de septiembre de 2015.

— 326 —
NUESTROS ENERGÉTICOS

Ah, pero habrá quien diga que estas cuentas son alegres, que porque no estamos conside-
rando que la otra mitad, la que exportamos, no nos rinde que porque el precio del petróleo ha
caído. Bueno, para ser justos, revisemos eso también.
En las noticias dicen por todas partes que “la caída del precio internacional del petróleo
ha afectado a México y que, por lo tanto, hay que hacer ajustes presupuestales”, es decir,
gastar menos cancelando proyectos de gastos. Pero, ¿qué tanto ha afectado realmente esta
disminución en el precio?
Si revisamos lo que sucedió en el 2015 nos podemos dar cuenta que cuando se preparó el
presupuesto, el precio del barril de petróleo estaba a 100 dólares, pero a mediados de año el
precio bajó a 50. Es decir, disminuyó a la mitad. Eso significa que el gobierno federal no
perdió todo ese 12% de ingresos, sino solo una parte, a lo más la mitad. Lo cual a su vez sig-
nifica que el impacto real no fue del 12% sino de algo más parecido a solo el 6%.
¡Pero mira nada más! Solo el 6% es el impacto real para el gobierno federal la tan cantada
disminución en el precio del petróleo. Interesante, ¿verdad?
Va de nuez: si nos regaláramos el combustible, el gobierno mexicano solo vería una
reducción del 18% en sus ingresos, incluyendo la reducción del precio internacional del
petróleo.
Bien. Todo esto, entonces, contesta la primera pregunta que nos hemos formulado. ¿Se
puede regalar el combustible a todos los mexicanos en el mundo real? La respuesta es SI.
Definitivamente sí se puede.
La segunda pregunta se refiere a cuáles serían las consecuencias negativas de hacer eso.
Bueno, al parecer el impacto que se esperaría en el ingreso federal sería de solo el 18%, lo
cual no parece ser realmente mucho. Cualquier persona, cualquier empresa, cualquier organi-
zación puede superar de forma más o menos sencilla una disminución de 18% en sus ingre-
sos. Una administración moderada cualquiera pudiera superar una situación de ese tipo.
Pero analicemos la situación de forma todavía más profunda. Como ya vimos, “regalar” el
combustible a todos los mexicanos —y solo a los mexicanos—, representa una reducción del
18% al ingreso federal, pero al mismo tiempo representa un aumento de más del doble a los
ingresos de la mayoría de la gente.
Todos esos mexicanos cuyos ingresos aumentarían, al no necesitar gastar en combustible,
utilizarían ese “aumento” para comprar los satisfactores que necesitan y que anteriormente
no habían podido adquirir. Todo ese dinero lo gastarían en México, lo cual significa que de
cualquier forma cada quién, al hacer eso, pagaría los impuestos correspondientes devolvien-
do así un porcentaje importante al gobierno federal. ¿Qué estamos esperando entonces para
regalarnos lo que ya es nuestro?
Solo se me ocurre una consecuencia negativa: el desperdicio y despilfarro del combusti-
ble. Debemos aceptarlo. Como seres humanos somos unos animales muy despilfarradores

— 327 —
PRIMERA PARTE

cuando algo lo tenemos en abundancia. Eso es lo único negativo que se me ocurre. Sin em-
bargo, una simple limitación a una cierta cantidad de energía para cada habitante debería ser
un control suficiente y además necesario. Quien se pase de esa cuota gratuita, deberá pagar
el excedente. ¿Fácil? Claro que sí. ¿Efectivo? Por supuesto que también. No se me ocurre
por qué no debería ser efectivo.
Nuestro petróleo lo intercambiamos por monedas de países extranjeros para luego poder
comprarles cosas a ellos. Eso no parece ser tan malo, como ya lo vimos. El problema de ver-
dad es que no estamos intercambiando nuestro petróleo por cosas que nos benefician econó-
micamente, sino por cosas que benefician económicamente a otras sociedades —a otros paí-
ses—. Todo esto lo iremos explicando más a detalle.

La Energía Eléctrica
En la economía que prevalece, en la que vivimos, a la energía eléctrica se le considera un
producto mercantil, un artículo utilitario de consumo. Un “commodity”, dirían los estadouni-
denses. Considerar a la energía eléctrica de esa forma, la reduce a algo que puede ser com-
prado y vendido con el propósito de obtener una ganancia. Alguien produce electricidad, la
vende y por la venta obtiene una ganancia financiera. Dicho de esa forma, la generación y
venta energía eléctrica, parecería ser una actividad inofensiva y hasta provechosa. Nos lo han
repetido tantas veces de esa forma que ya ni siquiera vemos lo obvio.
Durante muchos años hemos “comprado” la energía eléctrica que nosotros mismos produ-
cimos y, últimamente, hemos incluso realizado pasos importantes para comprarle la energía
eléctrica a empresas de otros países. Es como si nos estuviéramos esforzando en pagar por la
energía a toda costa, en lugar de tomar los pasos necesarios para ir en la dirección exacta-
mente opuesta. Lo hacemos creyendo que así pagaremos menos por la energía, y que nuestro
desarrollo económico mejorará con eso. Por eso, repetidamente, a lo largo de este libro, he
asegurado que todo indica que hemos sido adoctrinados, en algunas ocasiones inclusive de
forma deliberada. Te invito a que revisemos tres aspectos distintos para intentar explicar por
qué digo esto.

CONDICIÓN VITAL
Actualmente, prácticamente todos los satisfactores que usamos dependen de la energía
eléctrica para existir. Nos resulta obvio que la energía eléctrica se usa para que nuestros apa-
ratos eléctricos funcionen, pero quizá no nos sea tan obvio que la existencia de dichos apara-
tos también depende de la electricidad. Las fábricas que producen licuadoras eléctricas de-
penden de la energía eléctrica para funcionar. Lo mismo se puede decir de las fábricas de te-
léfonos celulares, o de refrigeradores para nuestras cocinas. De la misma forma, quizá tam-
poco nos resulte obvio que incluso aquellos satisfactores que no funcionan con energía eléc-
trica, dependen igualmente de ella. El calzado que traemos puesto fue manufacturado usando
energía eléctrica. Los frijoles con tortilla que nos comemos en la mañana también fueron

— 328 —
NUESTROS ENERGÉTICOS

manufacturados usando energía eléctrica. Los ladrillos de los que están hechas nuestras casas
no estarían allí de no ser por la energía eléctrica.
Me atrevo a asegurar que absolutamente todo lo que podamos ver a nuestro alrededor, que
haya sido manipulado de alguna forma por el ser humano, dependió en su momento de la
energía eléctrica para poder existir y estar en donde está. Si no me crees, intenta hacer el ex-
perimento de voltear a tu alrededor y ver todo aquello que está donde está debido a la activi-
dad humana. Incluso si miras un árbol en una jardinera, te puedo asegurar que no estaría allí
si no existiera la energía eléctrica. Tú mismo —y yo, para el mismo caso— seguramente no
estarías aquí si no fuera por la energía eléctrica.
Sé que existen grupos humanos y sociedades aisladas que no utilizan la energía eléctrica.
Incluso tengo amigos que viven en ranchos distantes en el desierto o en la sierra y no usan
energía eléctrica. Pero eso solo es cierto de forma superficial. Esos mismos amigos usan un
auto, usan ropa, y van a la población más cercana a comprar despensa y alimentos. Ellos
mismos usan también herramientas. ¿Acaso no fue todo eso producido usando energía eléc-
trica?
La energía eléctrica quizá no sea esencial para el individuo ya que él puede vivir de forma
primitiva, pero para el desarrollo económico como lo deseamos la energía eléctrica tiene ca-
rácter de indispensable. Es vital tenerla si queremos tener un desarrollo económico que satis-
faga todas nuestras necesidades y deseos. Ver las cosas de esta forma no creo que sea tan di-
fícil de lograr. Nuestra sociedad depende de la energía eléctrica, y como nuestra sociedad es
lo mismo que nuestra nación, entonces la energía eléctrica tiene un valor esencial y además
estratégico innegable para nuestra soberanía como nación, como país.
Dicho de otra forma: no podemos existir como país si no tenemos energía eléctrica. Al
menos no como el país que queremos ser y tener. Podríamos existir cuando mucho como un
cúmulo de villorios primitivos dispersos escasamente sobre la superficie de nuestro territorio
nacional, el cual estaríamos precariamente sosteniendo ya que no lo aprovecharíamos ni po-
dríamos defenderlo de invasores voraces e insaciables que seguramente provendrían del nor-
te.
La electricidad es, por tanto, un fluido necesario, indispensable, vital para nuestra existen-
cia como sociedad y definitivamente necesario para nuestra economía y su desarrollo. Pero
no nos enseñan a ver las cosas así. Lo que nos enseñan es a ver en la energía eléctrica sola-
mente un artículo utilitario mercantil que puede ser aprovechado por cualquiera —nacional o
extranjero— para cambiarlo por dinero en busca de una ganancia financiera.

ORIGEN NATURAL
Observa en la gráfica que el 96.2% de la energía eléctrica en México la producimos usan-
do nuestros recursos naturales, tal y como nos los proporciona el planeta en el que vivi-
mos[98]. Salvo la energía nuclear, todas las demás fuentes son directamente naturales. Toda

98 Datos obtenidos de inegi.org.mx el 23 de agosto de 2018.

— 329 —
PRIMERA PARTE

esa energía la producimos usando nuestro petróleo, nuestros ríos, nuestro carbón mineral,
nuestro aire o nuestros volcanes. Todas ellas son naturales virginalmente. No hay que trans-
formarlas, solo aprovecharlas como están. Lo único que en realidad hacemos es conducirlas,
encauzarlas, para que nos produzcan la energía eléctrica que necesitamos. No hay mucho
que discutir acerca de esto, ¿verdad? Es obvio. Es evidente.
Lo que no es evidente es que todas esas fuentes son propiedad de nuestra nación, es decir,
de todos nosotros como sociedad mexicana. Hay una razón —perteneciente al derecho natu-
ral— por la que ninguno de nosotros debe poder comprar un volcán, o un río, o el aire que
respiramos. ¿No es obvio eso? En caso de que no sea obvio, solo imagina lo que pasaría si
alguno de nosotros pudiera comprar un volcán, o un río. ¿Acaso no haría lo que todos los se-
res humanos hacemos con todo lo que es nuestro? ¿A qué me refiero? A que rápidamente en-
contraríamos la forma de sacarle provecho. Si dicho provecho se refiere al provecho finan-
ciero, entonces no es difícil comprender que esa persona intentaría vender lo más posible de
eso que está aprovechando. Si se trata de un río, intentaría aprovecharlo financieramente al
máximo. Si se trata de un volcán haría lo mismo. Si se tratara del aire, o del petróleo, o del
carbón haría exactamente igual. En todos los casos trataría de obtener el máximo rendimien-
to financiero de aquello que posee. Rápidamente entendería que, debido a la ley de la oferta
y la demanda, no le convendría producir “demasiado” ya que eso disminuiría el precio de lo
que está vendiendo. Al contrario, trataría de hacer que ese algo escaseara para obligar al pre-
cio a subir y así maximizar sus ganancias.
Ya sea que intente maximizar sus ganancias reduciendo el abasto para que el precio suba,
o monopolizando la producción y subiendo el precio caprichosamente, las demás personas
estarían obligadas a comprar el producto al precio que sea ya que, como lo es en este caso, se
trata de un artículo esencial para el desarrollo social y económico. Como ya lo vimos ante-
riormente, en lo individual no es indispensable la energía eléctrica ya que podemos regresar
a utilizar fogatas y vivir como lo hacíamos hace cientos de años. Pero si lo que intentamos es
desarrollar nuestra economía, es esencial que dispongamos de energía eléctrica libremente,
de alta calidad, en cantidades abundantes, y accesible para todos.
Pero esto tampoco no nos lo explican así. Lo que nos explican es que la energía eléctrica
se puede generar y vender sin decirnos que las fuentes de donde se genera son propiedad de
todos nosotros y que en lugar de pagar por ellas deberíamos de poder usarlas de forma gra-
tuita y libre. El esquema financiero con el que se nos presenta todo el proceso de generación
y distribución de energía eléctrica es el que nos impide ver con claridad que, desde un punto
de vista económico, dicho esquema representa un obstáculo y no una ventaja. Si queremos
construir una planta hidroeléctrica, las preguntas que nos enseñan a hacernos son: ¿Cuánto
dinero costará? ¿Quién invertirá en ese proyecto? ¿Cuánto nos ahorraremos en el precio de la
energía obtenida? ¿Cuántas divisas generará para el gobierno federal?
Todas esas preguntas, sin excepción, evocan un involucramiento profundo de las finanzas
en todo proyecto de construcción de plantas generadoras o sistemas de transmisión o distri-
bución. Hemos crecido aprendiendo a preguntarnos lo mismo, confundiendo la palabra “eco-

— 330 —
NUESTROS ENERGÉTICOS

nomía” con la palabra “finanzas”. Lo hemos hecho durante tanto tiempo, y hemos visto tanto
a todos los demás hacerlo, que ya no razonamos acerca de lo que estamos diciendo o creyen-
do entender. El impacto económico de una planta generadora de energía eléctrica es distinto
y muy superior al impacto financiero que pudiera tener. No es lo mismo una cosa que la otra,
pero, de nuevo, eso es lo que hemos sido educados a pensar.

ALTERNATIVAS INSUSTENTABLES
El tema de las energías alternas es bastante conocido por muchos de nosotros. Aun cuan-
do no tengamos formación técnica, seguramente habremos escuchado mencionar el tema y
más o menos tenemos una idea de lo que se trata. Hemos escuchado hablar de la energía so-
lar, la energía eólica, y algunas otras más. Se nos dice de ellas que son energías limpias y co-
sas así. Todo eso que nos dicen evoca en nosotros imágenes con muchos árboles y animales
silvestres conviviendo armónicamente con todas esas fuentes generadoras. Por otra parte, es-
cuchamos también muchas cosas malas acerca del uso de los hidrocarburos como combusti-
ble para la generación de energía eléctrica. Se nos dice que son plantas generadoras sucias,
que causan enfermedades y, por si fuera poco, se nos dice también que los combustibles hi-
drocarburos son un recurso en vías de acabarse.
Todo esto que te cuento no debe ser extraño para ti. Seguramente lo habrás escuchado nu-
merosas veces a lo largo de tu vida. Incluso, seguramente te lo habrán explicado en la escue-
la, desde muy temprana edad y hasta trabajos de investigación han de haberte encargado tus
maestros para que presentes el tema ante tus compañeros de clase. Es imposible formarse
una opinión diferente estando uno tan bombardeado por todas partes con estas ideas. Si todos
lo dicen, debería ser cierto, ¿verdad?
Desafortunadamente la verdad no es así de sencilla y la generación eólica y solar no son
tan convenientes como nos han dicho. Es cierto que la energía eléctrica generada de esas for-
mas es más limpia, pero eso solamente sucede en el punto final, en donde esté ubicado el ge-
nerador. El problema en realidad radica en todo lo que hay atrás, en donde normalmente no
vemos. Es en la trastienda en donde nos encontramos con que esas energías no son en reali-
dad tan limpias ni tan sustentables. Existen inconveniencias que nadie nos explica y que de-
bemos conocer para poder entender el impacto económico que realmente tienen. Veamos al-
gunas de ellas:
• Para producir un generador solar o eólico completo se usan fuentes convencionales
que usan carbón o hidrocarburos. Hasta el día de hoy todos los generadores solares o
eólicos que existen en el planeta son producidos usando energía “sucia”. Además, la
cantidad de energía “sucia” utilizada no es poca. En la producción de un generador
eólico o solar se usa más de diez veces la cantidad de energía que se invierte en pro-
ducir un generador convencional de la misma capacidad de producción.
• La obtención de los energéticos que usamos requiere, a su vez, cada vez más energía.
Debido principalmente a la tecnología que usamos para obtener nuestros hidrocarbu-

— 331 —
PRIMERA PARTE

ros, los cuales obstinadamente todavía queremos extraer del subsuelo, la cantidad de
energía usada para obtenerlos es cada vez mayor. Para poder medir esto se ha usado
desde hace algunos años un cálculo similar al que se usa en finanzas para determinar
la tasa de retorno de una inversión. Por esa razón, al cálculo del rendimiento de la in-
versión en energía se le conoce como tasa interna de retorno energético. Anterior-
mente, para obtener cien unidades de energía del subsuelo se invertía una. Hoy ya no
sucede eso. Veamos la siguiente tabla:

Método de obtención de energía Unidades energéticas Unidades energéticas


invertidas obtenidas
Extracción convencional de 1 100
hidrocarburos en 1916
Extracción convencional de 1 35
hidrocarburos en 1990
Extracción convencional de 1 11
hidrocarburos en 2016
Extracción de hidrocarburos por 1 5
hidrofracturación
Biocombustibles 1 1
Eólica 1 18
Solar por concentración 1 1.6
Solar fotovoltáica 1 2.5

Actualmente, en la industria de extracción convencional cada unidad de energía invertida


rinde solamente la décima parte de hace cien años. En el caso de la extracción por hidrofrac-
turación la situación es todavía peor. En esta última, solo rinde el 5% de hace 100 años. Los
biocombustibles ni qué decir con solo el 1% de rendimiento de hace cien años.[99] Con cada
ser humano necesitando cantidades de energía cada vez mayores, y siendo todos ellos cada
vez más numerosos, este panorama no se antoja para nada sustentable. ¿Cómo podemos es-
perar suministrarnos la energía que necesitamos hoy, y la que necesitaremos mañana, requi-
riendo a la vez cada vez más energía para obtenerla? Definitivamente necesitamos un nuevo
plan económico, político y tecnológico.
• La construcción de los generadores no usa solamente energía. También usa otros re-
cursos que normalmente no conocemos. El cálculo de la tasa interna de retorno ener-
gético es útil, pero desafortunadamente incluye solamente unidades de energía y no
solo es energía lo que se necesita para construir un generador. Se necesitan además
otros recursos materiales cuya utilización no es sustentable. Si además de la energía

99 R. Delobel, Are renewables really environmentally friendly. Publicado en climateandcapitalism.com el 30 de


septiembre de 2016. Obtenido el 13 de octubre de 2018.

— 332 —
NUESTROS ENERGÉTICOS

incluimos esos otros recursos adicionales podemos ver claramente que tenemos ante
nosotros un problema aún más grande de lo que nos es dado a saber.
◦ Los minerales son limitados. La producción de cada generador solar requiere la
utilización de materiales como el acero, cobre, tantalio, cobalto, tungsteno, oro, y
litio. Salvo por los dos primeros, los demás minerales existen de forma muy limi-
tada en nuestro planeta. En comparación, los generadores convencionales usual-
mente solo usan acero y cobre y estos abundan en nuestro planeta, además de que
son fácilmente reciclables.
◦ El medioambiente es limitado. Nuestro medioambiente, visto como recurso des-
de un punto de vista económico, tiene una capacidad limitada para absorber el
impacto al que lo sujetamos para poder crear nuestros generadores alternativos,
principalmente los generadores fotovoltaicos. Todos estos materiales podríamos
estarlos usando en otras cosas, pero al empecinarnos en usarlos en generadores no
convencionales los estamos secuestrando dada que la cantidad tan limitada que
existe de ellos en el planeta. Esto es particularmente cierto para el litio el cual,
además de escaso, lo usamos mucho en baterías de electricidad.
◦ El espacio es limitado. La cantidad de terreno que utilizan las fuentes de energía
alternas es mucho mayor que el que necesitan las fuentes convencionales para
operar. Un análisis realizado por la compañía de electricidad estadounidense En-
tergy en el estado de Arkansas, en Estados Unidos, nos arroja los siguientes da-
tos[100]:

Tipo de Fuente Mega watts Millas cuadradas Mwatts / Milla Cuadrada


Nuclear 1,800 1.7 1,058.82
Eólica 2.5 169 0.01
Solar 1 21 0.04

Esta tabla nos muestra que la cantidad de terreno utilizado por las fuentes alternativas es
decenas de miles de veces mejor aprovechado por una fuente de generación convencional
“sucia” como la energía nuclear. En un mundo como el nuestro, en donde el espacio como
recurso económico es cada vez más limitado, este hecho debería explicarse con más énfasis.
Sin embargo, no es así. Nos repiten tanto las desventajas que existen en usar una fuente con-
vencional de energía que ya no somos capaces de ver el contexto completo.

DE MÉXICO PARA MEXICANOS


Por todo lo expuesto hasta ahora, desde cualquier ángulo que se le mire, la energía eléctri-
ca se debería considerar un bien común y como tal debería ser de beneficio para todos los

100 Entergy. Backgrounder. A comparison: Land Use by Energy Source – Nuclear, Wind and Solar. Obtenido de entergy-
arkansas.com el 7 de septiembre de 2018.

— 333 —
PRIMERA PARTE

mexicanos que vivan en México. Solo así podría sostener el desarrollo económico de nuestra
sociedad, de nuestro país. La energía eléctrica deberíamos considerarla como un recurso ele-
mental y básico para nuestro desarrollo social y económico. La energía eléctrica debería ser
tratada algo así como al agua, al aire, al petróleo, a la tierra, y por lo mismo, deberíamos
considerar nocivo para todos que alguien tuviera el control monopólico de su producción, de
su transmisión y de su distribución.
Con este punto de vista debe quedar claro desde el principio que, para la Economía del
Valor Social, la energía eléctrica debe producirse, transmitirse y distribuirse exclusivamente
a —y por— empresas que pertenezcan a toda la gente —a todos los mexicanos, solamente.
Por esta razón, no debe privatizarse la energía eléctrica, y mucho menos extranjerizarse, tal y
como hemos hecho con los bancos, quienes en lugar de lucrar con la necesidad básica que la
sociedad tiene de contar con dinero para realizar sus intercambios y lograr así su desarrollo,
se dedican a proteger sus intereses produciendo escasez de dinero para incrementar el valor
financiero del mismo. Ninguna empresa privada puede ser la dueña de ninguna empresa ge-
neradora de energía eléctrica con fines de lucro, y mucho menos una empresa extranjera.
Esto último no solamente es un acto directamente en contra del desarrollo económico de una
sociedad, sino también es un atentado contra su soberanía.
Por tanto, si la empresa que genera, transmite y distribuye la energía es propiedad de la
gente, es decir, es una empresa pública, es natural entonces pensar que tal empresa debe co-
brar sus servicios al costo, sin márgenes de utilidad. La energía sería así no solamente más
barata, sino que podría costar cada vez menos al incorporarse nuevas tecnologías de produc-
ción y distribución. Si nosotros, la gente, somos los dueños de la empresa generadora de
energía eléctrica, creo que es fácil entender que el precio al que nos demos la energía a noso-
tros mismos debería ser igual al costo de producirla. No debería tener utilidades la empresa
generadora a costa de cobrarnos a nosotros, sus dueños. ¿No crees tú? El precio de la energía
eléctrica debe ser igual al costo, sin márgenes agregados. Esto deber ser así, pero solamente
para los dueños de la empresa, en este caso, para los mexicanos… es decir, nosotros.
En este punto, cabe aclarar algo adicional. A diferencia de la política económica que im-
pera actualmente en México, en la Economía del Valor Social, las personas no tienen los
mismos derechos que las empresas. Eso no es por capricho sino porque la economía es para
el desarrollo y beneficio del ser humano directamente, y no para beneficio de entes corpora-
tivos incorpóreos propiedad de personas que se amparan en el anonimato que la ley les otor-
ga. Es cierto que las empresas se deben ver beneficiadas, pero no por eso hay que considerar-
las legalmente como si fueran personas, tal y como prácticamente lo hacemos ahora. Una
empresa es una organización de seres humanos, quienes a su vez forman parte de la sociedad
entera, y como tal debemos tratarlas. Continuar tratando a las empresas como lo hacemos
ahora es un error de nocivas e incalculables consecuencias para nuestro desarrollo económi-
co como personas y como sociedad. Por esta razón, dado que en la Economía del Valor So-
cial el concepto de “nacionalidad” se aplica exclusivamente a las personas y no a las empre-
sas —llamadas erróneamente “personas morales”—, las organizaciones de personas, ya sean

— 334 —
NUESTROS ENERGÉTICOS

empresas o cualquier otro tipo de asociaciones, no pueden tener cabida en el paquete de be-
neficios incondicional que las personas de carne y hueso tienen, entre ellos el reparto de la
energía libre y gratuito. Las empresas, para gozar de este beneficio, deben demostrar que
contribuyen al desarrollo económico de la sociedad en la que se encuentran enclavadas.
Solo las personas de verdad —llamadas personas físicas, y no seres humanos—, y que
además sean mexicanas, son las que deberían tener el derecho a recibir una cuota gratuita de
energía eléctrica, y el resto de su consumo deberían pagarlo al costo financiero resultante.
Imagina este escenario como si fuéramos una gigantesca cooperativa en la que todos somos
los dueños de la planta generadora. De hecho, así exactamente es, pero el juego de palabras
de que la CFE es una empresa y que paga impuestos y todo lo demás, hacen difícil que vea-
mos la situación como la gran cooperativa nacional que somos.
Las organizaciones de personas —llamadas personas morales— deben pagar el precio de
la energía con los aumentos que se definan según el marco legal en el que estén comprendi-
das. Uno de tales marcos legales debe indicar que para que una empresa pueda gozar de des-
cuentos especiales en la energía debe cumplir con ciertos requisitos. Obviamente, dichos re-
quisitos deben estar orientados a beneficiar la economía de la gente y cuando digo “gente”
me refiero exclusivamente a los mexicanos. Cuando menos, las organizaciones que aspiren a
recibir beneficios en forma de descuentos en su consumo de energía eléctrica deben cumplir
con tres condiciones, en orden de importancia:
1. Que el 100% de sus productos se vendan en México.
2. Que sus dueños gasten sus ganancias en México.
3. Que el 100% de los empleados vivan y gasten su dinero en México.
La razón de dichas condiciones tampoco es capricho. Esas condiciones son las mínimas
necesarias para garantizar que las actividades de una organización beneficien a la sociedad
mexicana en la cual se encuentra operando. La validez de este razonamiento se ha explicado
en distintas ocasiones a lo largo de este libro.
Después de todas estas consideraciones políticas acerca de la energía eléctrica, ahora ana-
licemos algunos puntos estratégicos y tecnológicos.
Actualmente contamos con grandes plantas generadoras de energía eléctrica. Algunas fun-
cionan con combustible, otras con energía nuclear, otras más con fuerza hidroeléctrica, otras
con energía geotérmica. Si alguna vez te has preguntado por qué funcionan las cosas así, se-
guramente habrás encontrado que la respuesta es que de esa forma la producción es más efi-
ciente.
Esa eficiencia se traduce, supuestamente, en una reducción del costo en dinero para pro-
ducir la energía. Cuando digo “supuestamente” obviamente lo estoy diciendo con algo de
sarcasmo. En la realidad, la producción de energía eléctrica no tiene por qué producirse de

— 335 —
PRIMERA PARTE

esa forma. Existen cuando menos dos razones importantes para no producir la energía de for-
ma centralizada:
1. La energía centralizada representa un riesgo nacional y nos hace vulnerables ante una
falla, accidental o deliberada, de una planta generadora. En las condiciones actuales,
si una planta falla, afecta a una enorme cantidad de personas y organizaciones al mis-
mo tiempo.
2. El costo de la transmisión y distribución son excesivos. Actualmente, aproximada-
mente el 20% del costo de proveer a un hogar de energía eléctrica se debe a costos
para llevar la energía desde donde se produce, hasta donde se consume.
Ambas razones son muy importantes y representan un costo social de la energía muy im-
portante que no hemos abordado correctamente. Entiendo que una planta hidroeléctrica o
una geotermoeléctrica son difíciles de “descentralizar”, pero esos casos, por una parte, no
son la mayoría, y por la otra, no me queda muy claro que no afectan a la sociedad más de lo
que la ayudan. ¿A qué me refiero? Veamos.
Una central hidroeléctrica daña una enorme zona y destruye un hábitat enorme para pro-
ducir la energía que requerimos. Pero ese daño no es absolutamente necesario. Una corriente
de un río bien puede producir toda la energía eléctrica que necesitamos sin que sea indispen-
sable construir una presa.
Desde hace mucho tiempo existen tecnologías de micro-generación que son muy eficien-
tes y que pueden aprovechar la corriente de un río o de un canal de riego para generar ener-
gía eléctrica. Al aumentar la cantidad de generadores disminuye el riesgo de que al fallar uno
de ellos, los que reciben esa energía se queden sin ella —a eso se le llama “redundancia es-
tratégica”.
Pero eso no es todo. La construcción de un enorme generador de electricidad, con su
enorme turbina y su enorme presa y sus enormes instalaciones requieren de un grado de in-
geniería muy especializado que pocos mexicanos tienen. La tecnología de construcción de
una turbina no la hemos desarrollado cabalmente todavía. Pero sí tenemos miles de talleres
regados por todo el país perfectamente capaces de ensamblar micro-generadores. Al adoptar
este tipo de generación no centralizada sino distribuida, toda la sociedad gana doble o triple-
mente.
La micro generación tiene la ventaja de que no necesita corrientes muy grandes. Un canal
de riego agrícola es más que suficiente para mover una turbina pequeñita que produzca la
energía para una pequeña comunidad.
Pero hay más. Los micro generadores se pueden conectar unos con otros construyendo así
una enorme red de generación y distribución simultáneamente, la cual no tiene asociados los
enormes costos de transmisión, distribución, amortización, intereses financieros, ecológicos,
ni tampoco tiene la enorme vulnerabilidad que ofrece a la sociedad en caso de que falle uno
de esos inmensos generadores.

— 336 —
NUESTROS ENERGÉTICOS

En un esquema de generación distribuida, la falla de un generador no representa un pro-


blema mayor. Ante una falla, el resto de la red suministra automáticamente la energía mien-
tras se logra reparar el generador que haya fallado.
Pero aún hay mucho más. Así como existen muchas tecnologías que no hemos usado para
la operación y diseño de nuestros motores de combustión interna, así también existen mu-
chas tecnologías de generación eléctrica que no hemos utilizado, y que sin embargo están
disponibles desde hace muchos años.
La transmisión de voltaje sin corriente no se ha industrializado, y sin embargo fue desa-
rrollada hace mucho tiempo. Debido a que no hemos creado nuestra propia tecnología eléc-
trica, sino que nos hemos empeñado en comprar lo que producen en otras partes, hemos pa-
sado por alto que la electricidad se puede generar y transmitir sin usar corriente, sino sola-
mente puro voltaje.
No te sientas mal por no conocer estos fenómenos eléctricos anómalos. Por una serie de
circunstancias que nada tienen que ver con alguna conspiración, sino más bien con políticas
financieras y monetarias no aptas, estas tecnologías no han salido a la luz pública y se han
mantenido en el terreno de laboratorio. Sin embargo, si dedicas un tiempo a investigarlas, se-
guramente encontrarás información que te pueda ser útil.
Todas esas nuevas tecnologías ofrecen muchas ventajas con respecto a lo que actualmente
hacemos. Costos menores, riesgos menores, menos vulnerabilidad social, más calidad de la
energía, mucho menor daño a nuestro medio ambiente, por decir algunas.
No necesitamos importar esas tecnologías. Solo necesitamos ponernos a trabajar en ello.
Sé que es difícil aceptar que muchas de las cosas que nos enseñaron en la escuela no son
ciertas, y que las que son ciertas son demasiado básicas como para hacer algo con ellas, pero
depende de nosotros el empujar nuestras limitaciones cognitivas.
Lo repito: todo lo que necesitamos para gozar de una alta producción de energía eléctrica
a muy bajo costo y de alta calidad es ponernos a trabajar en ello y para hacer esto, no necesi-
tamos pedir dinero extranjero prestado a otros países, ni comprar tecnología extranjera.

— 337 —
PRIMERA PARTE

Nuestra Violencia

No Veo Propuestas
Para abrir la plática en este capítulo, tan importante para todos, voy a decir lo siguiente:
Nadie puede “garantizar” o “prometer” que eliminará la violencia porque estaría mintiendo.
Sin embargo, sí podemos disminuirla muy significativamente. Tampoco se puede asegurar
con exactitud qué tanto se puede reducir. Sin embargo, sí podemos asegurar que se puede re-
ducir al menos en dos terceras partes de lo que hoy es, en un período de tiempo no mayor a
tres años.
Puedes llamarme loco, soñador, mentiroso. Puedes pensar de mí lo que quieras, pero antes
de que cierres este libro y lo arrojes a la basura —con riesgo de que accidentalmente golpees
a tu perro— te invito a que leas el resto de este capítulo. No es lo que pienses de mí lo im-
portante, sino lo que pienses de las ideas planteadas aquí. Si vamos a ejercitar nuestra capa-
cidad de violencia, quisiera que dicha violencia se mantuviera en el terreno de las ideas por-
que allí es donde es importante y productiva. Lo demás son solo ladridos sin consecuencia
útil para nadie.
Podría comenzar este capítulo de una forma menos agresiva, pero tratándose de violencia,
se me hace oportuno e ilustrativo comenzarlo así, violentamente. Como que se desestresa
uno muy bien.
Te comento que al estar preparando el contenido de este capítulo estuve investigando
acerca de este tema. Encontré una enorme cantidad de opiniones, y la mayoría de ellas se de-
dicaban a clasificar los distintos tipos de violencia y a elaborar estadísticas de dónde se ma-
nifiesta más la violencia, en qué grupos sociales se presenta más, qué tipos se dan en donde,
en fin. Mucha clasificación, mucha información, nada de soluciones, nada de propuestas,
nada de planes.
Es como si la mayoría de las personas que estudian este tema llegaran a un punto en el
que se sienten satisfechas al realizar una clasificación, pensando, quizá, que con ello ayudan
a alguien a que haga algo al respecto. Si es por ahí, bueno, puedo decir que sí me han ayuda-
do. Después de leer todas esas clasificaciones —las cuales ni siquiera voy a referenciar— he
llegado a la conclusión que cualquier propuesta es válida, tan solo porque no encontré ningu-
na. Pienso que más vale algo que nada, y como no tengo miedo a la crítica, pues voy a dedi-
car este capítulo a hacer exactamente eso, lo que no he encontrado todavía que alguien haya
hecho. No digo que nadie lo haya hecho, solo digo que después de buscar bastante, no he en-
contrado casi nada.

— 339 —
PRIMERA PARTE

Desconozco qué tanto has leído de todo este voluminoso texto que tienes en las manos,
pero te puedo decir con confianza que todo él está relacionado con nuestra violencia, con la
violencia que vivimos en México. Por lo mismo, todas las propuestas hechas aquí llevan a
reducirla drásticamente. Pero para entender eso, para comenzar a comprender cómo pode-
mos reducirla haciendo cosas que aparentemente no tienen nada que ver con ella, primero
debemos entender qué es lo que la está causando. Así que, aquí te voy…

Las Razones de Fondo


Comencemos por estar de acuerdo en que una persona feliz, que vive en un ambiente en
donde se siente a gusto, en una sociedad que le brinda la oportunidad de desarrollarse en lo
personal para lograr lo que quiera en su vida, será una persona que tratará, por naturaleza hu-
mana, de alcanzar sus sueños. Lo intentará si los cree posibles. Se esforzará en alcanzarlos si
se siente segura de lograrlo, o al menos, segura de que está dentro de sus posibilidades obte-
ner eso que desea.
Me refiero a cualquier logro. Quizá quiera tener una casa bonita, o un auto nuevo, o lograr
estudiar algo, o viajar, o tener comodidades en su casa, o quizá sea más ambicioso y quiera
tener una empresa, pequeña o grande, o quiera tener un rancho con caballos, o quizá desee
volar en su propio avión, o ir al espacio, o escribir cuentos, o realizar algún descubrimiento
tecnológico. Cada quién desea algo en la vida.
La inmensa frustración dentro de nosotros los mexicanos se debe, principalmente, a que
sabemos que no podremos lograrlo. Muchos de nosotros nos hemos dado por vencidos por-
que sabemos que no lo lograremos. Por tanto, nos conformamos con otra cosa. Pero dentro
de nosotros queda un hueco, un espacio vacío que quisiéramos llenar si tan solo tuviéramos
la oportunidad.
Muchos escogen emigrar a otros países porque saben que nunca podrán alcanzar lo que
desean mientras sigan viviendo aquí en México. A muchos les va bien. A la mayoría no. La
mayoría de los que se van viven una vida de persecución y reclusión en otros países. Estoica-
mente aguantan tal situación durante largos años tan solo para poder enviar algo de dinero a
aquellos a quienes aman y de quienes tuvieron que separarse por una distancia tan grande
que ni siquiera la pueden medir, y en algunos casos por un tiempo tan indefinido que no sa-
ben cuánto durará. Esas personas quisieran que esas condiciones que buscan en otros países
se dieran aquí, en México, en su país, donde está su familia, donde están los que aman, sus
hijos, sus parejas, sus amistades, su tierra.
Otros deciden buscar sus oportunidades en fuentes ilegales de ingresos. Muchos lo hacen.
Muchos más de los que nos atrevemos a admitir que lo hacen. No me refiero solo a los que
se relacionan con la producción y tráfico de drogas ilegales. Me refiero a todos, absoluta-
mente a todos los que hemos hecho algo ilegal en algún momento de nuestras vidas, sea que
nos hayan descubierto o no, para lograr un mejor ingreso para nosotros mismos o nuestras
familias. Quizá nadie se salve de esta descripción. No me extrañaría.

— 340 —
NUESTRA VIOLENCIA

Porque lo ilegal puede ser algo pequeño, o algo grande. Hay quienes deciden vender dro-
gas ilegales, o asaltar un banco, o secuestrar a alguien para pedir rescate. Pero hay quienes
dan mordida a algún servidor público, o quienes mienten en sus ingresos para pagar menos
impuestos. Hay quienes alteran sus vehículos para lograr aprobar un examen de emisiones
contaminantes. Hay quienes se cuelan en la fila de espera en un hospital porque quizá conoz-
can al director.
En fin. Todas esas pequeñas o grandes ilegalidades que cometemos son cosas que en con-
junto hacemos porque sentimos que tenemos que hacerlas. Seguramente hay personas por
ahí que hacen esas cosas tan solo porque les gusta hacerlas, pero me atrevo a asegurar que
casi todos las hacen porque pueden, y no porque quieren. Porque saben que si cumplieran to-
das las leyes y si fueran siempre y en todo honestos no lograrían tal vez ni siquiera sobrevi-
vir. Eso no está bien. Eso está mal. Y para mí, lo que no está bien y está mal hay que cam-
biarlo. Hay que mejorarlo, para que esté bien.
¿Cómo cambiar las cosas? Bueno, como ya espero que se te haya hecho costumbre al leer
este libro, podemos comenzar por razonar.

El Estrés Cotidiano
Si nadie tuviera que hacer fila en ninguna parte, o si las filas no fueran más largas que tan
solo un par de personas que esperan por tan solo unos segundos, entonces te aseguro que na-
die se metería delante.
Pero mejorar las filas para que sean más rápidas depende solamente de nosotros. Podemos
mejorar las filas. Podemos eliminarlas en casi la totalidad de los casos. Podemos acelerarlas.
Ya se trate de filas para esperar el autobús, o para ser atendidos en un hospital, o para pagar
nuestra comida en el súper, o para recoger la boleta de nuestras calificaciones de la escuela,
o para inscribirnos en la misma, o para obtener algún documento oficial, o para pagar algún
servicio. Todas las filas son agresivas y violentas porque nos detienen. Nos obligan a esperar.
Interrumpen el flujo natural de las cosas.
Al eliminar todas estas filas eliminamos los atropellos y violencias generadas por ellas.
Eliminamos el estrés que nos generan y la frustración que nos causan al tener que esperar
siempre por aquello que deseamos. Eliminando las filas eliminaremos el estrés que causa el
vernos obligados a formarnos en una fila, como si fuéramos animales.
Si lograr que nuestros vehículos no contaminaran fuera algo que costara una fracción de
lo que cuesta ahora y si nuestros sueldos fueran el triple o el cuádruple de lo que ahora son te
aseguro que pocos, o casi nadie, se tomaría la molestia de ofrecer mordida a quien despacha
el servicio de verificación de emisiones.
También ayudaría si tal servicio fuera honesto, rápido, eficaz, eficiente. Ayudaría si se pu-
diera ofrecer en refaccionarias o en estaciones de gasolina, a cualquier hora, sin costo al-
guno. Si así fuera, te aseguro que prácticamente todos lo harían.

— 341 —
PRIMERA PARTE

Imagina ahora que hubiera un descuento en el costo de la gasolina si tu vehículo estuviera


certificado y que el examen de certificación se ofreciera a cualquier hora del día o la noche,
cualquier día de la semana y que durara tan solo unos segundos. ¿Quién no lo haría?
¿Podemos hacer eso? Claro que podemos. Al hacerlo reduciríamos la violencia y la delin-
cuencia asociada con el no hacerlo. Alcanzar eso depende enteramente de nosotros. De nadie
más. Ni siquiera necesitamos más dinero. Necesitamos ponernos a trabajar en ello.
Todas las personas que cometen el acto ilícito de no pagar sus impuestos porque sienten
que son excesivos, te aseguro que los pagarían si les dijeran que les reducirían el 50% si los
pagan a tiempo.
Si nos informaran periódicamente y de forma sencilla qué se hace con nuestros impuestos
también ayudaría a saber a dónde va nuestro dinero y eso también ayudaría a que los pagára-
mos sin tanto estrés.
Si tuviéramos más control sobre aquello que se pretende hacer con nuestro dinero también
ayudaría. Actualmente pagamos impuestos, pero no tenemos ningún control sobre lo que se
hace con ellos. No podemos decir “no te lo gastes en esto, gástatelo en aquello”.
La elección de un candidato no es el método efectivo que necesitamos para controlar lo
que se hace con nuestros impuestos. Lo elegimos a él, pero no elegimos lo que él decide una
vez que está en el cargo. No nos pide permiso, solo nos informa de lo que ya hizo y solo nos
informa acerca de lo que él decide informarnos.
Si todo eso se mejorara te aseguro que más, muchos más de nosotros, pagaríamos nues-
tros impuestos a tiempo y de forma voluntaria. Con eso, por tanto, se reduciría con mucho
las ilegalidades que cometemos todos al maquillar nuestras contabilidades para pagar menos
impuestos.
Si las cosas costaran la mitad de lo que cuestan y nuestros sueldos fueran el triple o el
cuádruple de lo que son, te aseguro que muchas menos personas pensarían en asaltar bancos
o en secuestrar gente para pedir rescates.
Si hubiera más oportunidades de empleo, y que estos fueran mucho mejor remunerados, y
si hubiera más oportunidades de iniciar un negocio teniendo al gobierno como apoyo y no
como obstáculo, muchas, muchísimas menos personas pensarían en cometer actos violentos
para obtener algo de dinero para sí mismos o para sus familias.
Si no viviéramos en una situación en la que vivimos con el Jesús en la boca sin saber si
podremos pagar la renta o el costo de la energía eléctrica o la colegiatura de nuestros hijos, te
aseguro que el estrés bajaría a tal grado que viviríamos mucho más en paz y sin tanta violen-
cia familiar.
Si no tuviéramos que estar fuera de nuestra casa todo el día sin saber de nuestros hijos, o
sabiendo que andan en cosas que no deben, y sin poder hacer nada al respecto porque si pe-
dimos permiso para salir de nuestro trabajo nos descuentan una cantidad de dinero de la cual

— 342 —
NUESTRA VIOLENCIA

dependemos, te apuesto que el nivel de estrés de mucha gente bajaría a tal grado que le sería
más fácil hablar con sus hijos de forma calmada y amistosa.
Si pudiéramos llegar a donde queremos en una pequeña fracción del tiempo que actual-
mente nos toma movernos, en medio del tráfico y sin poder avanzar más rápido, te aseguro
que nuestro estrés bajaría y nos permitiría dar un “buenos días” a donde llegásemos sin tener
que forzar la sonrisa, lo cual también es de paso estresante.
Si pudiéramos tener tiempo suficiente para nosotros mismos y para estar con nuestras fa-
milias sin estar preocupados por el costo de las cosas, o el cobro de la mueblería, o el pago
de la renta, estoy seguro que podríamos disfrutar mucho más los ratos libres y los usaríamos
más productivamente.

El Asfixiante Cerco de lo Ilegal


Si algunas de las drogas consideradas como ilegales fueran legales y hubiera reglas claras
para producirlas y comercializarlas muchas menos personas estarían actuando fuera de la ley
y, por tanto, muchas menos tendrían que recurrir a la violencia para resolver los problemas
que ese negocio implica.
En lo personal —y no me avergüenza decir esto—, siento admiración por aquellos que se
dedican al tráfico de drogas. No me da pena ponerlo por escrito en este libro. Tienen mi ad-
miración porque son personas que se atreven a hacer algo tan peligroso como eso con tal de
salir adelante. Son personas que se arriesgan y saben lo que pueden perder y aun así lo ha-
cen.
Contrariamente a lo que nos dicen por todas partes, esas personas no se dedican a eso por-
que sean malas o porque tengan malas intenciones. Se dedican a eso en beneficio propio y de
aquellos a quienes aman. La enorme mayoría de aquellos que se dedican al comercio y pro-
ducción de drogas ilegales son personas con mucho valor, con mucha entrega, con mucha
pasión. Son personas que han decidido actuar y no caer en la trampa de vivir una vida que ha
sido dictada y definida por otros quienes, por cierto, no tienen el mérito de hacerlo ni el valor
civil de dar la cara.
A todas esas personas que están involucradas en el tráfico ilegal de drogas, en lugar de en-
cerrarlas en una cárcel o de permitir que se sigan matando entre ellas, o de andarles dando
caza como si fueran animales, hay que ayudarles a que lo que hacen no sea ilegal. Hay que
ayudarles a que transformen toda esa energía, todo ese valor y astucia en algo para bien de
ellos mismos, de los que ellos aman, y de toda la sociedad en general. No necesitamos darles
más años de cárcel. Necesitamos darles opciones, y no solo a ellos, sino a todos aquellos que
todavía no se dedican a eso, pero que pronto lo harán porque las condiciones que gestan la
necesidad de que una persona se arriesgue de esa forma todavía existen.
Son las condiciones en el entorno las que hay que eliminar, erradicar, encarcelarlas, disol-
verlas, y resolverlas. Toda la violencia relacionada con esas actividades no se deriva de las

— 343 —
PRIMERA PARTE

personas que se dedican a ellas, sino del entorno en el que están inmersas y del cual se están
tratando de zafar mientras los demás las tratamos de detener.
Esas personas yo las veo atrapadas entre dos realidades que las rebasan. Por una parte, tie-
nen a la legalidad que ha dictado que lo que ellos hacen merece un castigo, y por la otra tie-
nen una realidad que les asfixia, la realidad de todos, la realidad que no aceptan. ¿Qué otra
opción les ofrecemos? Ninguna que les suponga arriesgarse menos de lo que ya se arriesgan,
pero que sin embargo sí les dará menos libertad y menos satisfacciones en la vida.
Pero la ley no solo los asfixia a ellos. Nos asfixia a todos. Tenemos demasiadas leyes. Le-
yes para todo. Con el pretexto de querer tener orden en lo que hacemos, nos hemos dedicado
a producir leyes y más leyes que no solamente son innumerables, sino que se contraponen
unas a otras y se empalman. Son numerosos los estudios realizados por abogados en los que
describen toda esa situación. No voy a entrar en detalles en este capítulo.
Entre más leyes tenemos, más fácil es cometer una ilegalidad. Entre más ilegalidades te-
nemos, más gente sentenciada tendremos. Mientras más ilegalidades y sentencias haya, más
gente habrá tratando de zafarse de todo eso. ¿Cuál es la diferencia entre esto y los actos que
cometen los narcotraficantes?
Las leyes fiscales son otro buen ejemplo para ilustrar lo que quiero decir. Prácticamente
nadie se salva de cometer una ilegalidad fiscal. Todos somos evasores. No hay opción. O
cumplimos con la ley o vivimos. No podemos tener ambas. ¿No sería eso un razonamiento
idéntico al que tienen la mayoría de los narcotraficantes en México? ¿Cuál es la diferencia
esencial entre un punto de vista y el otro? Yo no lo veo. En ambos casos no estamos de
acuerdo con la ley, y en ambos casos decidimos actuar ilegalmente.
Creo que la respuesta no está en las diferencias sino en las similitudes. Lo común en am-
bos casos es el estrecho sentido de la ley y su insensatez. En lo personal pienso que las leyes
deberían hacerlas personas versadas en la materia y no personas de elección popular que en
muchos casos no tienen ni siquiera una educación básica. Pienso que esa forma como esta-
mos organizados produce leyes y leyes al vapor sin orden ni concierto y nuestros sistemas de
procuración de justicia están metidos en aprietos para poder hacerlas respetar sin cometer el
acto mayúsculo de encarcelar a 120 millones de mexicanos.
Necesitamos reducir la cantidad de leyes que tenemos y necesitamos reorganizarlas para
darles coherencia. Eso no lo puede hacer nuestro congreso porque las personas que lo com-
ponen no tienen la competencia para hacer eso. Es necesaria una reorganización en ese de-
partamento. Pero, por otra parte, mientras eso se da, necesitamos entender que el cerco legal
en el que estamos metidos asfixia a la gente y al tratar de zafarse de eso cometen actos natu-
ralmente ilegales y todo eso deriva en violencia. Violencia que nosotros mismos provoca-
mos, no tanto los que cometen los actos violentos. Ellos son tan víctimas como sus víctimas.

— 344 —
NUESTRA VIOLENCIA

Procuración de Baja Calidad


Si la procuración de justicia fuera ágil, efectiva, eficiente, expedita, muchas menos perso-
nas optarían por hacer justicia por su propia mano. ¿Cuánta violencia no conocemos deriva-
da de la frustración de saber que alguien que nos agredió quedará impune o que la justicia
tardará quizá años en lograrse? Desde donde yo veo las cosas, la carencia de un sistema efec-
tivo de procuración de justicia propicia mucha de la violencia que sufrimos y hacemos sufrir
unos a otros. Para mejorar eso, de nuevo lo digo, no necesitamos más dinero, necesitamos re-
conocer nuestras fallas y resolverlas. Pero necesitamos hacerlo pronto. Necesitamos hacerlo
ya. No el año que entra. No a finales de este año. Se requiere ya.
¿Cuántas personas hay libres por ahí que han cometido actos violentos graves en contra
de otros, y cuántas personas hay encarceladas sin siquiera haber sido sentenciados? Aquellos
que no han estado encarcelados no tienen una idea de la pesadilla que es estar encerrado. Yo
sí lo sé.
Si vamos a reducir la violencia, nuestras cárceles, ya no centros de rehabilitación social,
deben estar en el centro de nuestra agenda. Nuestras cárceles son actualmente semilleros de
violencia. Allí se hace violento el que no lo era. No hablo de hacer nuestras cárceles más bo-
nitas, o más modernas. Hablo de resolver el problema de la violencia que se vive allí. Hablo
de resolver el problema de una verdadera, eficiente, efectiva rehabilitación del ser humano.
Hablo de no encarcelar a nadie que no tenga una sentencia en la mano. Si no hay sentencia,
no debe haber penitencia. Una persona sin sentencia debe ser una persona libre. Preguntémo-
nos ¿qué es más importante evitar para una sociedad? … que un culpable esté libre, o que un
inocente esté encerrado.
En la implementación de la Economía del Valor Social, esta es un área en la que debemos
trabajar muy rápidamente. Resolviendo este problema que nadie ha querido resolver contri-
buiremos importantemente a reducir la violencia que hay en nuestro país. No necesitamos di-
nero. Necesitamos ponernos a trabajar en ello. Con ahínco, con urgencia, con dedicación,
con la convicción de lograrlo. No para el año entrante. No para finales de este año.
Uno de los primeros pasos en la implementación de un plan económico sustentable debe
ser revisar intensivamente los casos de todas aquellas personas que no han sido sentenciadas,
considerar su libertad, y compensarlas económicamente por el tiempo que han estado ence-
rradas. De esa forma podrán rehacer su vida de forma menos difícil y se podrán reincorporar
al desarrollo social productivo y pacífico en un tiempo muy corto.
Si las oportunidades que existen en otros países existieran aquí en México para todos los
mexicanos es seguro que se reduciría la cantidad de personas que intentan emigrar hacia
otros lugares, principalmente hacia Estados Unidos. Esas oportunidades y esa forma de vivir
que anhelan las encontrarían aquí en México.
Al lograr alcanzar sus sueños aquí, todas esas personas evitarían toda la violencia asocia-
da al tráfico de personas. No solo ellos ya no sufrirían los efectos y condiciones de tal tráfi-

— 345 —
PRIMERA PARTE

co, sino tampoco aquellos que se dedican a ese negocio. Pero tampoco tendrían que sufrir la
discriminación ni la persecución de que son objeto en otros países por tener una condición de
inmigrante ilegal o por sus características físicas.

El Elemento Financiero
Tengo 55 años escuchando acerca de todo tipo de actos violentos así que ni siquiera nece-
sito buscar datos objetivos al respecto. Las noticias que me llegan de la calle de primera
mano son suficientes para darme una buena idea de lo que está sucediendo en todo el país.
Estarás de acuerdo conmigo en que tenemos violencia por todas partes. Y no me refiero sola-
mente a la violencia que aparece en los periódicos. Estoy hablando de la violencia en gene-
ral. Es tan amplio el abordaje que haremos esta vez, que ni siquiera voy a presentarte una lis-
ta de los tipos de violencia que padecemos. Además, mi objetivo en este capítulo no es clasi-
ficar ni analizar estadísticamente las tendencias en nuestros niveles de violencia. Lo que aho-
ra vamos a hacer es revisar un elemento de fondo en nuestro comportamiento violento en
México, que a su vez está directamente relacionado con nuestro desarrollo económico: el
elemento financiero.
Invariablemente, si tomamos un caso de violencia al azar, encontraremos un elemento de
estrés producido por un suceso original relacionado con las finanzas. Dicho elemento podría
tener una posición destacada entre los demás elementos existentes o no, pero casi invariable-
mente existirá. En alguna ocasión haré algún trabajo relacionado con eso. Estoy seguro de
que solamente encontraré estudios que confirman lo que estoy diciendo. Como digo, en más
de cincuenta años miras muchas cosas como para no necesitar que alguien venga y te diga
que hizo un estudio acerca de algo que tú has estado viendo desde hace más de medio siglo.
Entonces, yo me pregunto: si quitáramos el elemento financiero de todos los casos de vio-
lencia que tenemos, ¿qué nos quedaría? ¿A cuánto se reducirían los actos de violencia y de
qué naturaleza serían después?
No lo sé. Te juro que no lo sé. Quizá encontremos cosas que ahora ignoramos. Por ejem-
plo, seguramente hallaremos que nuestros nuevos niveles de violencia, ahora reducidos, esta-
rán más asociados con nuestro tipo de alimentación que con nuestro actual estresante en-
torno. Esto no lo digo a la ligera. Actualmente ya existen muchos importantes estudios reali-
zados que apuntan fuertemente en esta dirección. Por ejemplo, los indiscutibles e importan-
tes hallazgos de David Benton, en Inglaterra[101], o los de Bernard Gesh y su equipo de traba-
jo, quien encontró que tan solo administrando vitaminas y minerales se puede reducir la vio-

101 David Benton, The impact of diet on anti-social, violent and criminal behaviour [El impacto de la dieta en el
comportamiento anti-social, violento y criminal], Departmento de Psicología, Universidad de Wales Swansea,
Swansea SA2 8PP, Wales, UK, Neuroscience and Biobehavioral Reviews 31 (2007) 752–774. “Three well-designed
studies have reported that vitamin/mineral supplementation reduced anti-social behaviour. There are also findings of
an association between a tendency to develop low blood glucose and aggression.” [Tres muy bien diseñados
experimentos han reportado que la administración de vitaminas y minerales and reducido el comportamiento
antisocial. También existen hallazgos de una asociación entre la tendencia a desarrollar niveles bajos de glucosa y la
agresión.]

— 346 —
NUESTRA VIOLENCIA

lencia en más del 25% en prisioneros ingleses[102]. No me atrevo a especular acerca de cuál
sería el nuevo elemento que predominaría en nuestros actos de violencia una vez que haya-
mos quitado el elemento financiero. Por ahora me contento con anticipar que los casos de
violencia se reducirían en cantidad y se reducirían en gravedad de forma muy significativa.
Es bien sabido que los países en donde el nivel de vida es mejor, la violencia es menor.
¿Por qué será? ¿Será casualidad? Por supuesto que no. Cualquier búsqueda superficial de da-
tos te puede confirmar eso. Bendita Internet. Pero saber eso y saber qué hacer para llegar a
eso son dos cosas totalmente distintas. ¿Qué podemos hacer? Es la pregunta que aborda de
frente este libro. ¿Cuáles son nuestras opciones? ¿Cómo llegamos a eso que aquellos países
tienen? ¿Cómo le hicieron? ¿Qué podemos hacer nosotros?
Todo eso y más es lo que este extenso libro trata de expresar. Después de haber meditado
las cosas y revisado una buena cantidad de datos me atrevo a asegurar que tengo una pro-
puesta válida. Sí, requiere de cambios grandes, pero no muchos. Los mayores cambios serían
en la clase política de este país, en la “cúpula”, en la parte de arriba y otros pocos más en las
estructuras bancarias, fiscales y financieras del país. Para los de a pie, los cambios de los que
hablo solo serían percibidos como mejores sueldos, menores precios, mayor calidad, mayor
variedad en los satisfactores, mayor libertad, mayor seguridad, paz, oportunidades.
Todo eso que percibiríamos en conjunto irremediablemente nos llevaría a una reducción
muy significativa en nuestros comportamientos violentos y con ellos obtendríamos no sola-
mente el beneficio de una sociedad menos violenta, sino el enorme beneficio de darnos cuen-
ta de que no somos violentos por naturaleza, sino porque las condiciones a las que hemos es-
tado expuestos así nos han hecho.

102 Bernard Gesch, et al., Influence of supplementary vitamins, minerals and essential fatty acids on the antisocial
behaviour of young adult prisoners [Influencia de suplementos vitamínicos, minerales y ácidos grasos esenciales en
comportamiento antisocial de adultos jóvenes prisioneros]. Experimento doble-ciego aleatorizado con control a base
de placebos. “Compared with placebos, those receiving the active capsules committed an average of 26.3% fewer
offences. Randomised trial of placebo-controlled, nutritional supplements on 231 young adult prisoners, comparing
disciplinary offences before and during supplementation.” [Comparados con los placebos, aquellos que recibieron las
cápsulas activas cometieron un promedio de 26.3% menos ofensas. Prueba aleatorizada de placebo y controlado, con
suplementos nutricionales en 231 jóvenes adultos prisioneros, comparando ofensas disciplinarias antes y durante la
suplementación.]

— 347 —
PRIMERA PARTE

Nuestra Drogadicción

En México no hemos hecho prácticamente nada por reducir la adicción al uso y consumo
de drogas nocivas para la salud. Básicamente todas las medidas que se han tomado han esta-
do orientadas a castigar su consumo, su producción y su comercialización. Sin embargo, el
problema, de raíz, ha quedado de forma importante prácticamente sin ser atendido.
No necesito profundizar aquí en los aspectos negativos que ha tenido en los últimos años
la guerra contra el narcotráfico. Decenas, si no es que cientos, de miles de personas muertas
por esa guerra. Sin embargo, a pesar de eso, es triste ver que el consumo de drogas es cada
vez más y más común en nuestro país. Esto tampoco necesito demostrarlo. Existen muchísi-
mas fuentes que fácilmente se pueden consultar para verificar esto, sin mencionar que eso es
para todos los que vivimos en este país, evidente.
Luego entonces, ¿qué hacer? ¿Existe algo que se pueda hacer? Afortunadamente, la res-
puesta es sí. Se pueden hacer muchas cosas. Algunas de ellas de carácter paliativo, pero otras
de carácter solucionador del problema… desde su raíz. Veamos algunos paliativos primero.

Los Paliativos
De entrada, deberíamos comenzar a tratar a aquellos de nosotros que sufren de adicción
como pacientes, como personas enfermas, que necesitan en verdad ayuda, y no como perso-
nas que necesitan ser castigadas. Es verdad que, de acuerdo con nuestra legislación actual,
esas personas son delincuentes. Pero cambiar las leyes depende enteramente de nosotros
mismos. Si las adecuamos a nuestra realidad dichas personas no serán delincuentes y podrán
gozar de atención médica, psicológica, y material para salir de su condición.
Si no has conocido a ningún farmacodependiente quizá no puedas entender la enorme
frustración que la mayoría de esas personas tiene. Admito que muchos consumidores de dro-
ga que conozco —desafortunadamente conozco a muchos— son personas de niveles socioe-
conómicos medios quienes consumen drogas más bien por la moda, por encajar en la socie-
dad, o realmente porque les gusta. Esas personas no necesitan ayuda… o al menos no de for-
ma tan urgente como la enorme mayoría de personas que pertenecen a niveles socioeconómi-
cos bajos, y quienes recurren a las drogas para escapar de su realidad tan deprimente y opri-
mente. Estas últimas son personas que se drogan por no poder soportar ver su vida en la que
no existen opciones, no existen oportunidades. A esas personas les ayudaría mucho que al-
guien les tendiera la mano y les ayudara a atender su dependencia. Trabajadores sociales son
necesarios en estas situaciones. Hospitales especializados en estas enfermedades. Médicos
especialistas en tratar este tipo de enfermedades. Talleres de rehabilitación, clínicas de reha-
bilitación. Pero sobre todas las cosas, muy por encima de todas las cosas, trato humano.

— 349 —
PRIMERA PARTE

Quizá hayas sabido de algunas personas que han acudido a clínicas de rehabilitación va-
rias veces y que más tardan en salir que en recaer en las drogas nuevamente. Bueno, eso se
debe a que las condiciones que orillaron a esa persona a depender de los efectos de las dro-
gas no han cambiado. Esas condiciones siguen presentes. Pero ofrecer una mano de ayuda a
esas personas les dará la oportunidad de detener por un tiempo su dependencia y ver, aunque
sea por un tiempo, aunque sea por unos días, la vida de otra forma.
Con eso ganaremos unos días que no solo necesitan las personas con enfermedades de
farmacodependencia, sino también lo necesitamos todos aquellos de nosotros que no tene-
mos esa enfermedad. Recae sobre nuestros hombros la responsabilidad de cambiar este en-
torno en el que vivimos para que aquellos que libran la batalla por zafarse de esa dependen-
cia, no tengan que “volver” a la misma realidad una vez que hayan sido atendidos para li-
brarse temporalmente de su padecimiento.
Otra cosa que sirve como paliativo es la creación de parques y de áreas deportivas de cali-
dad. No basta con tener un campo de fútbol y una cancha de basquetbol. Es necesario contar
con áreas deportivas de calidad, en donde se puedan practicar muchos deportes distintos.
Existen muchos juegos de pelota y de patinaje que no se practican en México tan solo porque
no existen las instalaciones para ello. Existen también muchos deportes acuáticos, aéreos,
extremos que no practicamos porque no tenemos en dónde hacerlo. Hacen falta más museos,
más teatros, más museos tecnológicos, más parques temáticos. Todo eso es para proporcionar
otras actividades a las personas y que con ello tengan su mente y su cuerpo ocupado en otras
cosas.

Las Soluciones de Raíz


Las evidencias que apuntan a que la principal causa de la adicción a las drogas es la reali-
dad en la que vivimos, y no las drogas mismas, son cada vez más abundantes.
Los estudios que más información han arrojado en esta dirección son las numerosas prue-
bas realizadas desde mediados de la década de los 80's por el Dr. Bruce K. Alexander[103], en
Canadá, quien ha conducido varias series de experimentos en los que ha demostrado que en
ratas y otros animales la adicción a los estimulantes como la cocaína y el crack es producida
por el ambiente en el que viven y no por alguna adicción provocada por la inhalación o su-
ministro de las mismas. Otros estudios similares en fechas posteriores realizados por otras
instituciones han obtenido los mismos resultados.
Esta no es la primera vez que lo equivocado de una idea es descubierto. Durante el siglo
19 se comenzó a asegurar que el alcohol produce adicción y durante la década de los 20's se
aseguró que la marihuana causa adicción. Sin embargo, hoy en día ingerir y comercializar al-

103 B. K. Alexander, The Globalization of Addiction: A Study In Poverty Of The Spirit, [La Globalización de la Adicción:
Un Estudio en la Pobreza del Espíritu], Oxford Univeristy Press, 2008, ISBN 978-0-19-923012-9, y The Roots Of
Addiction In Free Market Society, [Las Raíces de la Adicción en la Sociedad de Libre Mercado], Canadian Centre for
Policy Alternatives, 2001, ISBN-0-88627-274-2.

— 350 —
NUESTRA DROGADICCIÓN

cohol no es un acto criminal y el consumo de la marihuana está en abierto proceso de acepta-


ción legal en varios países, comenzando por nuestros vecinos del norte.
Pues bien, la solución de raíz planteada en este plan consiste en modificar precisamente la
realidad en la que vivimos y convertirla en aquella realidad con la que siempre hemos soña-
do. Una realidad en la que haya oportunidades de desarrollo para todos, oportunidades de
aprender, oportunidades para viajar, oportunidades para practicar deportes, música, incre-
mentar nuestros conocimientos, oportunidades para descubrir nuevas cosas, nuevos princi-
pios, nuevos materiales, nuevas tecnologías … y hasta nuevos mundos, bajo la tierra, bajo el
mar, y en el espacio exterior.
¿Te suena todo esto imposible? No es imposible. No es ni siquiera difícil. Para lograr todo
lo que queremos lograr como país solo necesitamos dos cosas: nuestro trabajo y nuestros co-
nocimientos. Tenemos ambos. No necesitamos nada más. Lo que necesitamos ya lo tenemos
y tenemos mucho de ello.
Si en México hubiera todas las oportunidades que nos cuentan que existen en otros países,
y aún más que eso, te aseguro que prácticamente nadie recurriría a las drogas para escapar de
esta realidad que nos oprime a todos. Si quisieras ir a la luna y supieras que eso es posible
aquí en nuestro país, y que para ello solo tienes que aplicarte y ponerte a trabajar y a estu-
diar, estoy seguro de que lo harías. Dejarías de considerarlo imposible y sabrías que solo de-
pende de tu propio esfuerzo. Si quisieras dedicarte a la arqueología submarina o a la minería
extraterrestre y supieras que en México existen las oportunidades para que realices eso que
sueñas, estoy seguro de que te dedicarías con empeño a lograrlo. No estarías pensando en có-
mo zafarte de todos los problemas que ves ahora en tu casa y en nuestra sociedad ni te senti-
rías solo y abandonado a tu suerte dentro de un mundo a quien no le importas y en donde no
importa lo que hagas, siempre sabes que no saldrás de lo mismo.
¿Estoy equivocado? ¿A poco no te dedicarías con empeño a lograr lo que sueñas si supie-
ras que solo depende de tu esfuerzo el lograrlo? Seguro que sí. Saber que aquí en México no
podrán lograr lo que quieren es la principal razón para que tantos miles y miles de mexicanos
decidan marcharse a otros países.
Así que este plan es importante por esa razón. Al otorgar a todos una forma de vida en
donde todos tengamos esas oportunidades, automáticamente se reflejará en que más y más
personas se dedicarán a tratar de alcanzar sus sueños y cada vez menos y menos personas
tratarán de huir de la deprimente y opresora realidad en la que ahora viven.
En lo personal, casi la totalidad de personas que conozco que son adictas a las drogas son
personas frustradas. Son personas que alguna vez tuvieron sueños y que luego aprendieron
que esos sueños jamás los podrán realizar. Pero no solo eso. Son personas que después de
darse cuenta de que no podrán realizar sus sueños, se dieron cuenta de que tampoco pueden
escoger cómo vivir.

— 351 —
PRIMERA PARTE

Prácticamente todas las personas que conozco que tienen una adicción a las drogas son
personas sensibles que, en alguna ocasión, no hace mucho, eran inocentes, eran amables,
reían, tenían amigos, convivían con los demás. Hoy ya no son amables, porque ¿por qué ha-
brían de serlo? ¿Qué les ha dado el mundo en el que viven sino obstáculos, soledad, aban-
dono, desconsideración, marginación, discriminación, abuso, violencia, injusticia, insultos?
Hoy lo único que les hace sentir mejor es el efecto de alguna droga, ya sea que les “de
para arriba” o les “de para abajo”. Porque al menos para eso sí tienen opción.
Sin embargo, hoy no podemos ayudarlas. Las condiciones para ayudar a todas esas perso-
nas no existen. No es posible ayudarlas a que salgan de su situación y devolverles sus ganas
de vivir por algo, porque no existe ese algo por lo cual vivir. El entorno, nuestra realidad ac-
tual, no cuenta con ninguna de esas oportunidades. Y si las hubiera, de todos modos, no con-
tarían esas personas con los medios para alcanzarlas. Así que para reducir la grave adicción a
las drogas en nuestro país lo que debemos hacer es cambiar nuestra realidad. Eso por sí solo
reducirá la adicción a las drogas. Tal y como sucedió en los experimentos del Dr. Alexander.
Debemos crear las oportunidades para todos nosotros y debemos crear la forma de que poda-
mos alcanzar esas oportunidades.
Alguien dirá que jamás podremos eliminar totalmente el consumo de drogas. Estoy de
acuerdo con eso. Al final de cuentas, si todo fuera perfecto y nuestro país nos ofreciera todo
lo que queremos, quedarían algunos que consumirían drogas porque les gusta. Pero al menos
serían personas con alternativas, con opciones, con libertad de hacerlo.
Ya no serían personas frustradas tratando de escapar de una realidad insoportable. Serían
consumidores de drogas y lo harían por el gusto de hacerlo como quien consume cerveza, o
tabaco, o café, o chocolates.
Como decimos en México: cada quién su vicio. Esas personas, después de todo, no ten-
drían que cometer un ilícito para obtener la droga que quieran. “Que quieran”, no que “nece-
siten”, porque no hay que olvidar que una parte importante para reducir la violencia en Mé-
xico es legalizar el uso de todas las drogas.

Víctimas de Guerra
Nuestro país ha entablado una “guerra” contra el narcotráfico de forma abierta desde el
sexenio de Calderón. Con anterioridad a esa administración, nuestro país ya sufría de narco-
tráfico, pero fue durante ese sexenio que las cosas se pusieron en verdad mal.
Al igual que yo, tú puedes consultar toda la amplia gama de fuentes de información al res-
pecto y sacar tus propias conclusiones. He escuchado las opiniones de una buena cantidad de
personas con las que he tocado el tema y ahora comparto mi opinión contigo, a propósito de
la drogadicción que existe en nuestro país.
Tengo la suficiente edad para poder comparar lo que he visto a lo largo de medio siglo de
vida y poder decirte que hace unas décadas el consumo de drogas en México no era tan seve-

— 352 —
NUESTRA DROGADICCIÓN

ro como lo es ahora. El consumo de drogas no era tan común como lo es ahora. Era lo sufi-
cientemente bajo como para poder observarlo claramente. El narcotráfico siempre ha existi-
do, pero no el consumo como lo vemos ahora.
Curiosamente, he observado cómo el consumo ha ido en aumento conforme más y más
estricta se ha puesto la policía en su afán de detener el tráfico de estupefacientes. La razón no
es difícil de entender. Conforme más difícil es exportar las drogas, más necesario es vender-
las aquí, en México.
Estados Unidos es la economía más grande del planeta. Estamos de acuerdo en eso. Eso
quiere decir que tiene el poder de compra más grande del mundo. También es un país en el
que se consumen gigantescas cantidades de droga. Personalmente conozco a muchos esta-
dounidenses y he visto lo común que es para ellos consumir drogas. Para ellos es tan común
hacer eso como para nosotros consumir cerveza en una reunión de fin de semana.
Esa situación que te estoy comentando no la leí en las noticias, ni en ningún estudio aca-
démico. No necesité hacer eso. Yo personalmente lo he visto numerosas veces en muchas
ocasiones, en distintas regiones estadounidenses estando con personas de distintos estratos
sociales.
Teniendo como vecino al país con más capacidad de compra de la Tierra y con una socie-
dad tan consumidora de drogas, ¿cómo es posible que pensemos que tenemos la capacidad
de detener el flujo de drogas a lo largo de una frontera de más de tres mil kilómetros de largo
a través de la cual no solamente se puede pasar droga por tierra sino por aire, y últimamente
por túneles?
México es un país pobre, sin los medios logísticos ni técnicos ni económicos para detener
todo ese inmenso flujo de sustancias drogadícticas hacia los Estados Unidos a través de la
enorme frontera que une a los dos países. Una parte de la droga que se consume allá es pro-
ducida en México, eso todos los sabemos. Pero también sabemos que un porcentaje impor-
tante se produce en otras partes y solamente atraviesa México en su camino hacia Estados
Unidos. ¿Cómo podríamos nosotros detener todo eso?
No existe comparación entre la capacidad de consumo de Estados Unidos y la capacidad
policíaca de México. Para darte una idea de la diferencia de capacidades económicas, te co-
mento que una sola ciudad estadounidense como Los Ángeles, tiene un producto interno bru-
to superior al de todo nuestro país completo. ¿Cómo pretendemos competir contra toda esa
gigantesca capacidad de compra?
Intentar detener el flujo masivo de drogas hacia los Estados Unidos a través de la frontera
méxico-estadounidense es equivalente a querer imponerles un embargo económico en el
consumo de drogas como el que ellos nos han impuesto por más de treinta años en el consu-
mo de atún. Sencillamente no podemos. No tenemos la capacidad de hacerlo.
Como normalmente lo hacen los estadounidenses, se ofrecieron a prestarnos dinero para
que les compremos equipo militar y policíaco además de entrenamiento especializado en el

— 353 —
PRIMERA PARTE

combate al narcotráfico para que NOSOTROS detuviéramos el flujo de drogas. Estúpida-


mente aceptamos la propuesta y así comenzó una guerra que estaba perdida antes de empe-
zar.
En esa guerra México ha salido perdiendo en todos los aspectos. Pero antes de considerar
las pérdidas, sabiendo que no podíamos detener todo ese flujo de drogas, ahora yo me pre-
gunto: ¿nos convenía detener ese flujo de drogas?
Pienso que no era conveniente para México detener ese mercado. Por una parte, está la
imposibilidad de hacerlo, como ya ha quedado sobradamente demostrado a lo largo de los
últimos años y después de cientos de miles de muertos y daños económicos inmensos. Por
otra parte, está el hecho, vergonzante pero innegable, de que muchas poblaciones mexicanas
dependían económicamente de la producción y comercialización de drogas para Estados
Unidos.
La guerra al narcotráfico no solamente ha producido miles de muertos, también ha produ-
cido una enorme cantidad de pobreza y miseria en muchas poblaciones mexicanas. Entre va-
rias otras, personalmente vi cómo la población de Creel en Chihuahua prácticamente se con-
virtió en un pueblo fantasma gracias a esa guerra. Les quitaron a esas personas su principal
fuente de ingresos sin ofrecerles nada alternativo.
Aunque hubiéramos tenido las alternativas económicas para reemplazar la actividad pro-
ductiva de drogas por una actividad productiva distinta, existe la inconveniencia de que todo
ese flujo, al ya no tener salida hacia Estados Unidos, forzosamente estaba destinado a que-
darse en México, convirtiendo a la sociedad mexicana anteriormente libre del consumo, en
una sociedad drogadicta y consumidora de drogas.
Quiero pensar que las personas que tomaron la decisión de comenzar una guerra contra el
narcotráfico que surtía al mercado estadounidense no anticiparon esas consecuencias. De
otra forma tendría que pensar de ellas que fueron los más grandes genocidas que en vida me
ha tocado conocer.
Ni el gobierno mexicano que comenzó la guerra ni el actual ni ningún otro será capaz de
detener ese flujo de drogas hacia Estados Unidos y si lo fuera, no debería hacerlo, porque eso
significaría que todas esas drogas se quedarían aquí en México. Si Estados Unidos quiere
detener el flujo de drogas hacia allá, debe detener el consumo, y para lograr eso debe
resolver las condiciones sociales que están provocando que sus habitantes busquen dro-
garse.
La existencia de un abasto de drogas no es la razón de que la gente se drogue, así como el
abasto de armas no provoca que la gente se mate entre sí sin ton ni son. Si así fuera, desde
hace mucho tiempo no habría quedado ningún estadounidense vivo. En Estados Unidos cual-
quiera puede comprar un arma letal de fuego y yo no veo que se estén agarrando a balazos
como locos desaforados por esa razón.

— 354 —
NUESTRA DROGADICCIÓN

Es una postura tan estúpida la del gobierno estadounidense que hasta sospechosa me pare-
ce por pretender que detendrán el consumo de drogas deteniendo el abasto. Ellos, que son el
epítome icónico mundial del materialismo financiero, más que ningún otro país sobre este
planeta, saben bien que detener el abasto de algo solamente contribuye a que el precio suba.
Y si el precio sube, suben las ganancias, y si las ganancias suben, sube la motivación de los
productores por incrementar su market share, lo cual significa competencia agresiva entre los
productores en la cadena de suministro, lo cual, en un negocio como ese, no significa otra
cosa más que muertos por todas partes, y lo cual es exactamente lo que tenemos.
Pero mientras son peras o manzanas, la droga debe ir a algún lado, y ese lado es el lado
mexicano. Resultado: miles y miles de farmacodependientes y miles y miles de muertos, y
miles y miles de personas damnificadas económicamente, todas en México —o casi todas,
que no es lo mismo, pero es igual.
Esa guerra debe detenerse. Si Estados Unidos tiene un problema social de farmacodepen-
dencia creo que debe resolverlo de otra forma. México no le puede resolver el problema. No
a costa de convertir en drogadictos a los mexicanos ni a costa de quitarles la vida como ha
sucedido durante los últimos años.

— 355 —
PRIMERA PARTE

Nuestra Legalidad y Justicia

Justicia y Economía
El tema de la justicia en México —y en cualquier otro país o región— es un tema inmen-
so desde donde lo quieras ver. Existen numerosas teorías, estudios, propuestas, e ideas, todos
de personas profundamente versadas en Derecho. No voy a pretender en este libro —ni en
ningún otro— saber más que cualquiera de ellos. No soy abogado ni pretendo serlo, pero en
este libro no vamos a hablar de la justicia según se percibe desde la perspectiva de un juris-
consulto, sino desde la perspectiva de un ciudadano cualquiera que traiga puestos los lentes
de la Economía del Valor Social.
Si has leído ya parte de este libro, te habrás dado cuenta de que la comprensión de la Eco-
nomía del Valor Social nos equipa con una capacidad singular para ver las cosas con una len-
te distinta. Es como si dicho conocimiento nos diera una visión de rayos X con la que pode-
mos ver las cosas tal y como son. No siempre se ven cosas agradables —de hecho, tengo que
confesarte que, al usar esa nueva capacidad de ver, he sufrido depresiones emocionales como
no lo había sentido nunca— pero siempre se puede ver la verdad.
Dicen que la verdad nos hace libres. Yo no estoy muy seguro de que eso sea cierto, pero sí
me consta que la verdad a veces es más grande de lo que podemos tolerar.
A todo lo largo de este plan, la palabra justicia está expuesta por su connotación basada
simultáneamente en el derecho natural de “lo que es justo” y en la Economía del Valor Social
de “lo que nos conviene”. Por favor no interpretes la palabra justicia en este capítulo de ma-
nera formal como lo hacen las personas dedicadas al ejercicio de la legislación o de la juris-
prudencia en el derecho positivo. Para ellos el término “justicia” está claramente definido
por “aquello que está de acuerdo con las leyes existentes”.
Por consiguiente, si alguien realiza un acto que no esté legislado, es decir, para el cual no
existan leyes que lo regulen, pero se sabe o se siente como “un acto injusto” debido a que re-
sulta ofensivo o dañino para otras personas o su entorno, entonces lo consideraremos injusto.
Un ejemplo claro de eso, sin que sea para nada el más claro o el único que existe, es el
acto de los legisladores o magistrados de determinar su propio sueldo con cantidades de di-
nero que están a claras luces muy arriba de acuerdo con cualquier estándar que se escoja para
medirlos. Es “injusto” que el sueldo mensual de una de esas personas sea más de lo que una
persona igualmente educada gane en un año o más, y es “injusto” que tengan el derecho a
asignarse su sueldo sin ningún ente representativo de la sociedad que autorice eso. Después
de todo, legisladores y magistrados por igual están donde están para servir a la sociedad, o
así debería ser —según yo.

— 357 —
PRIMERA PARTE

Los actos injustos, o atentados contra el derecho natural, son más numerosos de lo que in-
cluso podemos llegar a pensar. Por ejemplo, un inofensivo trámite burocrático que dure más
de veinte minutos deberíamos considerarlo injusto si lo vemos con la lente que nos propor-
ciona la Economía del Valor Social. Yo lo considero injusto. Quizá hace 30 años un trámite
burocrático que durara ese tiempo era algo excelente. Hoy no. Ya no.
Desde la perspectiva de la Economía del Valor Social, el tiempo de cada persona es im-
portante y no debe gastarlo en esperar nada, sobre todo si la espera es para que la atiendan
durante un trámite burocrático. Es sencillamente demasiado caro —económicamente, no fi-
nancieramente— el tener a los seres humanos esperando. La gente es la que crea y mueve a
la economía, es la que la desarrolla, y ese desarrollo se produce cuando la gente está en mo-
vimiento. Cuando la gente está estática, el desarrollo se detiene con ella. Por tanto, cada mi-
nuto que una persona demora en hacer un trámite, en esperar una revisión en una carretera, o
a que un policía redacte una multa, es un minuto en el que la economía nacional se detiene.
No podemos permitirnos eso.
Pero que una persona espere a que la atiendan no solamente es injusto e inconveniente,
también es innecesario. Existen mucho más que suficientes técnicas y tecnologías, desarro-
lladas desde hace mucho tiempo, que podemos usar y que deberíamos estar usando ya para
evitar que nuestra economía se detenga de esa forma tan sinsentido. No existe razón para que
tengamos que esperar por ningún trámite ni un solo minuto. La única razón que se me ocurre
es la falta de voluntad y la ignorancia.
Debemos, a través de nuestras organizaciones públicas, esforzarnos en proveer medios
expeditos para realizar todos los trámites. Podemos encontrar formas de reducirlos, haciendo
uso de tecnologías de administración de datos que están disponibles desde hace muchos
años. No hay nada que impida que esto se lleve a cabo, excepto el interés de hacerlo. No
existe ninguna razón real para que una persona deba esperar para obtener las placas de su
vehículo, inscribirse en la escuela, que la atienda un médico, pagar el gasto de agua de su ho-
gar o el de la energía eléctrica, y mucho menos para pagar sus impuestos o para solicitar que
se los devuelvan.
Además de no parecer que están relacionadas con la economía, este tipo de situaciones
tampoco parecen estar relacionadas con la justicia, sin embargo, sí lo están, y mucho. Están
totalmente relacionadas de la misma forma. Pero no nos parece que estén relacionadas por-
que nos han educado a ver las cosas de una forma distorsionada. No nos han enseñado a ver
las cosas como realmente son.
La facultad de ver las filas de gente esperando como un fenómeno que detiene la econo-
mía nacional es un ejemplo pequeño de lo que podemos ver si cambiamos nuestra perspecti-
va del entorno en el que estamos inmersos. Así que vamos a atrevernos a viajar un poco más
allá y recorrer ese entorno que nos rodea como si no estuviéramos dentro de él. Ese ejercicio
mental forzosamente nos dará una perspectiva nueva, con la cual posiblemente descubramos

— 358 —
NUESTRA LEGALIDAD Y JUSTICIA

cosas que no nos imaginábamos que existían. Comencemos desde el principio. Comencemos
el viaje desde donde nacen las leyes que tenemos.

La Tarea de Legislar
Normalmente, la justicia de las personas, al menos en los países llamados a sí mismos de-
mocráticos, depende de dos grupos de personas. Un grupo elabora las leyes y otro grupo las
aplica. Uno es el juez y el otro es el policía.
Este tipo de organización no se lleva a cabo así en todas partes. En muchas sociedades la
organización que utilizan es muy distinta, y en muchas otras, además de distinta, es más
efectiva a la hora de proporcionar la sensación de justicia.
En México, dado que no hace mucho tiempo decidimos copiar la forma de organización
nacional de Estados Unidos, contamos ahora con un grupo de personas que hacen las leyes
—los del Poder Legislativo—, y otro grupo de personas que las aplican —los del Poder Judi-
cial.
Con este tipo de organización evitamos que las mismas personas sean juez y parte. Eso
suena bien. Sin embargo, el sistema actual no está funcionando como debería para propor-
cionar justicia a la gente. No necesito ahondar en los detalles acerca de esto. Solo necesita-
mos abordar a cualquier persona en la calle para saber que esta percepción es verdad. De he-
cho, si tenemos que salir a preguntarlo, solo quiere decir que no vivimos en México.
En la forma de organización que tenemos, sin embargo, existe una enorme falla que debe-
mos resolver para evitar que los problemas de legislación inadecuada se sigan produciendo.
¿Cuál es el problema? Respuesta: que producimos demasiadas leyes y además las produci-
mos de muy baja calidad.

HABLEMOS PRIMERO DE LA CALIDAD


La calidad de las cosas depende enteramente de la calidad del proceso con el que se fabri-
can. Cualquiera de nosotros solo tiene que voltear a ver el proceso —si así le podemos lla-
mar— con el que nuestras leyes son producidas, y veremos que dista mucho de ser un proce-
so robusto, claro, eficiente, y además efectivo.
A lo largo de mi carrera en la industria he visto cómo la calidad depende de todos los ele-
mentos que participan en el método de producción y en todos los casos, incluso en los proce-
sos automatizados, el elemento más importante es la gente. Entre más calidad tenga la gente,
más calidad tendrán los productos. Nuestras leyes no son nada diferente. Entre más calidad
tengan las personas que las producen, más calidad tendrán las leyes que nos rigen. Simple.
¿Cuánta calidad tienen las personas que producen nuestras leyes? … no me respondas. No
necesito que lo hagas. Ambos sabemos la respuesta. Produciendo nuestras leyes no solamen-
te tenemos personas que tienen un nivel educativo muy bajo, sino que tienen coeficientes in-

— 359 —
PRIMERA PARTE

telectuales mediocres y que además tienen valores cívicos y morales por demás vergonzosos.
[104]

¿Qué calidad podríamos esperar de nuestras leyes entonces? Te advertí que no siempre es
agradable la verdad. Pero sigamos viajando.

AHORA HABLEMOS DE LA CANTIDAD


Dicen que lo que es evidente no necesita demostrarse. Quizá sea cierto, pero al menos ne-
cesita explicarse. Si observas con cuidado, te podrás dar cuenta tú solo que desde que Méxi-
co es México cada vez hemos tenido más y más leyes. Tenemos un Poder Legislativo que ha
estado formado por personas que todos los días del año se dedican solamente a producir le-
yes. No solamente eso, sino que cada vez son más personas dedicadas a ello. ¿Qué podíamos
esperar entonces sino tener más y más leyes cada vez?
¿Eso es bueno o es malo? Bueno, pregúntate a ti mismo: “¿se te hace como que el entorno
es más justo ahora que antes?”. Como te digo, lo evidente no necesita demostrarse. Sin em-
bargo, vamos a explicarlo…
Tener más leyes no significa que vaya a haber más justicia. De hecho, tener cada vez más
leyes produce el efecto totalmente contrario. Con más leyes de lo necesario existe más ilega-
lidad. ¿Por qué sucede eso? Porque todas las leyes son opresivas por naturaleza. Entre más
oprimida se sienten las personas, más tratarán de evadir la opresión y por consiguiente más
actos indebidos cometerán —según la ley. Pero eso no es todo. Entre más leyes tiene una so-
ciedad, más fácil es infringirlas, y no solamente de forma deliberada, sino también sin si-
quiera saberlo.[105]
¿Cuántas veces has infringido una ley que ni siquiera sabías que existía? ¿Cuántas veces
has cometido un acto que no sabías que era ilegal? Ah, pero no tienes opción. Las mismas le-
yes te quitan el pretexto de que no sabías que lo que hiciste era indebido. ¿Ahora entiendes
por qué las leyes son opresivas por naturaleza? ¿Ahora entiendes por qué entre más leyes
tengamos más opresiva será nuestra sociedad, y no más libre, como nos han hecho creer?[106]

104 El Artículo 55 de la Constitución establece que para ser diputado solo es necesario ser mexicano por nacimiento, estar
en el ejercicio pleno de derechos constitucionales, tener 21 años cumplidos el día de la elección y ser originario o
haber residido seis meses antes de la elección en la entidad por la que busca la representatividad.
105 L. Pazos, Costos de Tener Demasiadas Leyes, El Tiempo, 4 de diciembre de 1994.
106 “Recientes investigaciones del Instituto Nacional de Ciencias Penales (INACIPE), permitieron reiterar que existen
actualmente, al mes de junio de 2007, un total de 65 Códigos Penales en la República Mexicana, a los que sumaron las
35 leyes federales que tipifican delitos, estableciendo un total de 100 Códigos y leyes federales que tienen que ser
conocidas, analizadas y aplicadas en el sistema de justicia penal. Ello es verdaderamente absurdo y un problema de
política criminal aplicada, pues si analizamos el código Penal Federal y los Códigos Penales de las entidades como
Baja California, Baja California Sur, Estado de México, Guerrero, Aguascalientes, Nuevo León, Chihuahua, Oaxaca,
entre otros, podremos afirmar que la descripción típica que hacen los diversos legisladores de un evento antisocial y
delictivo, con características más o menos propias del llamado fraude procesal, es totalmente distinta, diferente y, por
ende, incongruente frente al sistema jurídico mexicano en su conjunto. Figuras delictivas como esta justifican la
urgente unificación sustantiva y/o adjetiva del Derecho Penal en México, pues se mantendrían también unificados los
criterios de conocimiento, aplicación e interpretación de la norma, dando seguridad al sistema. A. Vizcaíno, Cuidado
con el Fraude Procesal. Obtenido el 26 de agosto de 2016 de carlosrequena.mx.

— 360 —
NUESTRA LEGALIDAD Y JUSTICIA

Tener personas haciendo leyes para todo, sin nadie que arbitre su trabajo es algo que de-
bemos corregir. Nos estamos llenando de leyes por todas partes que suprimen nuestra liber-
tad con el pretexto de regular nuestra convivencia social para que sea más armónica.
Esta situación de tener leyes en exceso, desde la perspectiva de la Economía del Valor So-
cial tiene un impacto negativo incalculablemente grande. Si unas cuantas personas haciendo
fila durante unos cuantos minutos son capaces de afectar negativamente el desarrollo econó-
mico nacional, ¡imagínate la enormidad del daño que provoca a nuestra economía el tener
miles de leyes restrictivas que nos paralizan a todos los ciudadanos libres! ¡Y que conste que
no estamos incluyendo en esto todavía a los cientos de miles de personas encerradas en la
cárcel durante tanto tiempo! Nos estamos suicidando socialmente sin darnos cuenta de ello.
Pero continuemos nuestro viaje.

AHORA HABLEMOS DEL SISTEMA


Antes de pensar en salir a la calle —o al Congreso— a quemar las múltiples leyes —y a
los congresistas junto con ellas— que tenemos por todas partes, debemos detenernos un mo-
mento a pensar qué tan efectivo es el sistema en general actualmente encargado de la pro-
ducción de las leyes que necesitamos para convivir sanamente y ver cómo podríamos mejo-
rarlo.
Ya vimos que no tenemos calidad en la producción de las leyes, principalmente debido a
la baja calidad de la mano de obra que tenemos. También vimos que, por otra parte, tenemos
un volumen demasiado grande de producción. A estos chicos los tenemos produciendo mu-
cho producto defectuoso, mucho desperdicio. Ahora revisemos el sistema en general para ver
si cambiar nuestra mano de obra productora de leyes por una de más calidad y agregarle lí-
mites a la producción sería todo lo que tendríamos que hacer para arreglar la situación.
Desde donde yo veo las cosas, nuestros obreros productores de leyes tienen dos responsa-
bilidades simultáneas que no necesariamente deberían ser realizadas por la misma persona.
Es más, veo que esas dos tareas NO las debería hacer la misma persona porque alcanzo a
apreciar un conflicto de intereses. ¿A qué me refiero? Veamos.
Una de las tareas que nuestros legisladores hacen es precisamente producir leyes. Ellos
son los obreros encargados de producirlas. Para realizar esa labor, siguen todo un proceso de
producción y el producto de ello son las leyes que rigen —o pretenden regir— nuestra convi-
vencia social, y en muchas ocasiones, hasta nuestra convivencia con nosotros mismos. Bien,
creo que hasta allí todo está claro.
Sin embargo, otra de las tareas que nuestros obreros productores de leyes hacen es repre-
sentarnos. A esos obreros los hemos escogido con nuestro voto y esperamos por ello que re-
presenten nuestros intereses en las reuniones que hacen —El Congreso— y en las discusio-
nes que realizan para defender sus opiniones y escuchar los argumentos de los demás. En
todo momento esperamos siempre que en todas esas actividades nos representen, que repre-

— 361 —
PRIMERA PARTE

senten nuestros deseos. No esperamos nunca que se representen a sí mismos ni a sus intere-
ses personales.
Estas dos tareas, la de representar y la de legislar, están actualmente siendo realizadas por
las mismas personas. Cada uno de ellos tiene dos obligaciones distintas que involucran un
conflicto de intereses serio. Dicho conflicto debimos haberlo previsto y resuelto separando
las dos funciones desde que México se formó, pero no hicimos eso. Lo que hicimos fue po-
ner a esas personas por encima de la ley al darles la protección del fuero. Al hacer esto últi-
mo empeoramos la situación todavía más porque ahora tenemos un grupo de personas que
representan nuestra opinión, hacen las leyes que nos rigen, y además tienen fuero, es decir,
las leyes no aplican a ellos.
Lo correcto sería que una persona hiciera las leyes y otra nos representara. Obviamente, la
que hace las leyes debe mostrarlas al que nos representa para que en nuestro nombre las re-
chace o las autorice. Para autorizarlas no necesita ser experto en leyes. Solo necesita saber
qué es lo que la gente de a pie queremos. En todo caso, puede contratar una segunda opinión
para que le diga si la ley que está por aprobar hace lo que él quiere que haga o no. Algo pare-
cido al dueño de una empresa que, sin ser conocedor de la lectura de estados financieros,
puede tomar decisiones correctas ante la información que se le está presentando.

AHORA LLOREMOS JUNTOS


Cualquier ser humano que tenga sangre en las venas estaría irremediablemente tentado a
hacer de las suyas con tanto poder. Nosotros mismos, la sociedad, hemos creado esos pode-
rosos monstruos que tenemos en el Congreso de la Unión. Le hemos dado a un conjunto de
personas de la más baja calidad moral, cívica y educativa el máximo poder que se le puede
dar a una persona. ¿Ahora comprendes por qué tenemos el país que tenemos?
Nosotros mismos creamos el problema desde que formamos México. Dimos nacimiento a
nuestro país con un defecto de diseño serio. Si lo hubiéramos querido diseñar para que deli-
beradamente fallara quizá no lo hubiéramos logrado de una forma tan elegante y espectacu-
lar. Sarcásticamente te puedo decir que nos merecemos un premio por haberla regado tan
grandemente.
Bueno, se vale llorar, pero no rajarse. ¿Ahora qué hacemos? Hemos llorado durante más
de cien años por las injusticias que nuestros gobiernos han ejercido sobre nosotros, pero no
nos hemos dado cuenta que nosotros mismos nos dimos el balazo en la pata al hacer las co-
sas como las hemos hecho.
Para resolver esa situación no existen más opciones sino las que ya debimos haber enten-
dido a este momento:
1. Retirar el fuero a los congresistas
2. Retirar la autoridad para elaborar leyes a los congresistas.
3. Circunscribir la responsabilidad de los congresistas a la de representantes sociales.

— 362 —
NUESTRA LEGALIDAD Y JUSTICIA

El concepto de fuero es un concepto muy antiguo, que se creó hace miles de años, que no
funcionó tampoco en aquel entonces y que, por lo tanto, ya no debe tener lugar en nuestra
sociedad moderna. Es algo muy injusto que alguien esté por encima de la ley. Todos en todo
momento debemos estar bajo la ley.
A los congresistas les debemos retirar la responsabilidad de elaborar leyes. El sistema le-
gal es un asunto muy complejo que requiere de muchos años de análisis y preparación acadé-
mica especializada. Si no fuera así, no existirían carreras profesionales que duran más de
cuatro años. Ese tiempo es el que le lleva a un ser humano el aprender apenas lo más básico
de nuestras leyes. ¿Qué nos ha hecho pensar que un grupo de personas puede elaborar leyes
sin tener la formación académica necesaria?
Las personas que estamos escogiendo para que realicen las leyes que nos rigen a todos no
están calificadas para realizar esa tarea. Los que hacen las leyes deben ser personas versadas
en legislación. Deben ser personas educadas en esa materia. Esas personas no pueden ser
cualquier individuo. Deben tener estudios de nivel licenciatura en derecho, mínimo, para po-
der ocupar el cargo de legislador.
Todavía más, deben ser personas con estudios especializados en el área que pretenden le-
galizar. Si van a legislar en materia laboral, deben contar con estudios a nivel maestría en el
asunto, además de muchos años de experiencia ejerciendo su carrera en ese terreno. Es estú-
pido pensar que una persona cualquiera, sin estudios en leyes, podría ejercer el cargo de le-
gislador y, sin embargo, eso exactamente lo que tenemos haciendo a esas pobrecitas personas
que no tienen la culpa de ser tan miserables.
No solamente escogemos a los más malos, sino que los ponemos a hacer algo totalmente
fuera de su competencia y conocimientos, y por si eso no bastara, además, les estamos dando
la mayor autoridad que le podemos dar a un ser humano: regir nuestros destinos, decir qué
está mal y qué está bien, y estar por encima de las leyes que él mismo está creando. ¿No te
parece un suicidio colectivo de lo más estúpidamente inútil? Honestamente no sé si llorar
contigo o lanzarme al sanitario a vomitar. Te advertí que la verdad no era fácil de aceptar.

DESDE EL AQUÍ Y EL AHORA


Esta situación podría parecer difícil de solucionar, pero a mí no me lo parece. Si separára-
mos las responsabilidades de los congresistas y les dejáramos solamente la labor de servir de
representantes de la voluntad social, se resolverían muchas situaciones adversas que ahora
tenemos.
Si además de realizar dicha separación adoptáramos algunas mejoras a nuestro sistema
democrático, las cosas quedarían mucho mejor y se evitarían básicamente todos los abusos
que hoy conocemos. En el capítulo Nuestra Democracia, en la página 373, se toca este tema
a fondo. No son difíciles ni radicales los cambios que hay que hacer para que la democracia
realmente funcione. Solo hay que hacerlos y ya.

— 363 —
PRIMERA PARTE

Los congresistas deben ser solo representantes de la gente, deben tener conexión con ella.
En todo momento deben tener su compromiso con la gente, no con el resto del cuerpo de le-
gisladores, ni con el presidente de la federación, ni con ningún otro agente de la administra-
ción pública. Solo deben tener compromiso con la gente la cual es el elemento indivisible y
elemental de la sociedad.
Más adelante, donde hablamos de nuestra democracia, vemos cómo cada representante
social debería ser sometido a evaluación anual y debería ser reelegido o removido de su car-
go por la gente misma a través del voto, el cual solo debería ser válido si tiene mayoría abso-
luta. Pretender que la democracia puede funcionar con mayorías relativas es una tontería que
hemos hecho desde siempre. Quitar a los representantes de su puesto sin darles oportunidad
de que sigan laborando cuando están haciendo un buen trabajo, también es una tontería.
Si alguien está trabajando bien, puede quedarse en su lugar hasta que se le termine la
vida, o decida renunciar. Lo que ocurra primero. Solo de esa forma una persona puede enfo-
carse en realizar un buen trabajo a largo plazo en beneficio de todos. De la forma como lo
hacemos ahora tenemos a nuestros representantes trabajando solo al inicio de su período y al
final ya no les importa nada. Eso no está bien.
A nuestros representantes, cada año la gente debería decirles si se quedan otro año o se
van a su casa —o a la cárcel. Es la gente quien debería evaluar su actuación cada año y quien
debería premiarlos o retirarlos de su cargo. En esa forma, el representante se preocuparía por
informar oportunamente a la gente que representa, de sus logros, de su trabajo, de sus ponen-
cias, de sus votos, y su participación dentro de la cámara. Hacer una forma de evaluación
que la gente entienda no es difícil. Podemos tener una forma estándar de evaluación para di-
putados que la gente conozca.
Podemos y debemos pasar de la politocracia a la meritocracia. Rápidamente. No hay
tiempo. Debemos hacerlo ya. Es indispensable, urgente, vital. De otra forma nos disolvere-
mos dentro de unos cuantos años. Nos tocará verlo. Nos tocará sufrirlo y a nuestros hijos
junto con nosotros. Debemos darle entrada a una nueva forma de organizarnos y para reali-
zar eso solo es necesario que lo hagamos. Nada nos lo impide sino nosotros mismos.
Hoy en día la política y los políticos son las personas que gobiernan, que regulan, que dic-
tan, que controlan, o pretenden controlar. Son las que dicen qué debe la gente hacer, qué es
lo que no debe hacer, cómo debe vivir, cómo debe aprender, cómo debe divertirse, cómo no
debe divertirse, cómo debe trabajar, cómo no debe trabajar. Nuestros diputados son personas
que nos dicen todo eso sin tener los conocimientos, ni la autoridad moral, ni, en fin… los
méritos para hacerlo. Ellos son los que dictan las leyes que nos rigen a todos y según esas
mismas leyes no los podemos tocar, no los podemos enjuiciar, no los podemos amonestar por
sus errores, por sus atropellos, por sus abusos, por sus actos inmorales, ya no ilegales y cri-
minales.
Como en la película de Luis Estrada, La Dictadura Perfecta, nuestra democracia no es
sino una dictadura perfectamente disfrazada de democracia. El problema de que sea una dic-

— 364 —
NUESTRA LEGALIDAD Y JUSTICIA

tadura es que no está regulada, no es susceptible de ser revisada, criticada y mejorada por la
gente. El problema es que esa dictadura no deja pie a que las personas opinen efectivamente
y se atrevan a proponer mejoras a ese sistema.
Al que opina lo anulan, lo denigran, lo desacreditan, lo deshonran para que nadie le crea,
para que nadie se fije en lo que dice, para que lo ridiculicen y lo ignoren. Si lo dudas solo ob-
serva la suerte que este libro —junto con su autor— seguramente correrá. En últimas instan-
cias, si todo falla y la persona persevera, lo eliminan encarcelándolo o quitándole la vida. Así
funciona todo esto. Así vivimos. Todo esto lo sabemos todos y nosotros mismos lo hicimos y
lo seguimos haciendo cada día de nuestra vida que nos negamos a cambiar las cosas.
No hay entre nosotros nadie que crea algo diferente. Si estoy equivocado, por favor díme-
lo ahora. Aquí. Delante de todos. Para que todos sepan que soy mentiroso. No podemos ocul-
tar lo evidente.
Ahora que sabemos cuál es el problema, viene la pregunta obligada: ¿qué vamos a hacer
al respecto? ¿Vamos a seguir quejándonos? ¿Vamos a conformarnos con utilizar a nuestros
amigos y amigas, a nuestros compañeros de trabajo, como paño de lágrimas repitiéndonos
unos a otros lo que ya todos sabemos? ¿Seguiremos conformándonos con hablar de lo mal
que están las cosas y de lo que alguien más debería hacer? ¿O vamos a hacer algo por noso-
tros mismos y por aquellos a los que amamos? En esto quiero hacer énfasis. Mucho énfasis.
No estoy hablando de atacar a nadie. No estoy sugiriendo que castiguemos gente. Estoy
hablando de hacer algo en favor de nosotros mismos. No estoy hablando tampoco de hacer
una revolución en ningún aspecto. Estoy hablando de evolucionar. De mejorar nuestra situa-
ción, partiendo desde el punto en el que estamos. Estamos en el aquí y ahora. ¿Hacia dónde
queremos ir a partir de aquí y ahora? ¿Sabemos eso? ¿Lo sabemos? ¿O solamente sabemos
que no queremos estar como estamos, pero sin tener una idea de lo que queremos exacta-
mente?

LA PERSPECTIVA DE LA ECONOMÍA DEL VALOR SOCIAL


Todo el aparato legislativo que tenemos —con tantas leyes tan de baja calidad— produce
un impacto negativo económico enorme que no nos enseñan a ver. Buscamos justicia y exi-
gimos leyes para esto y para aquello, pero nadie nos ha explicado que entre más leyes tenga-
mos más oprimidos viviremos, menos libres seremos. Eso es lo que nos está pasando actual-
mente, pero nadie nos lo ha explicado.
Debemos exigir justicia, estoy de acuerdo. Pero elaborar más leyes no nos va a dar la jus-
ticia que queremos. Aumentar las condenas tampoco. Nos estamos animalizando unos a otros
al tener leyes por todas partes y al aumentar las sanciones, sobre todo las corporales.
Desde el punto de vista de la Economía del Valor Social, cada ley que hacemos es carísi-
ma. Recuerda que la Economía del Valor Social no mide el valor de las cosas en dinero, sino
en la importancia que las cosas tienen para la gente. Para cerrar, déjame darte un ejemplo
simple para ilustrar lo que quiero decir.

— 365 —
PRIMERA PARTE

Todos sentimos que nuestras calles con inseguras debido al tráfico. Es difícil cruzar la ca-
lle sin riesgo a que te mate un auto. ¿Cuál es la solución? Limitar la velocidad de los autos.
¿Qué otra cosa podríamos hacer? Podríamos poner semáforos inteligentes o puentes vehicu-
lares, o pasos a desnivel para los autos, pero no podemos hacer eso. ¿Por qué no podemos
hacerlo? Porque todo eso es demasiado caro y no tenemos dinero. Bien, entonces ¿qué pode-
mos hacer? Podemos poner límites de velocidad y a los que se excedan podemos multarlos.
De esa forma, entre más personas excedan el límite, más dinero tendremos para hacer obras
municipales.
¿Todo esto te suena lógico? Yo creo que sí. No es nada raro lo que estoy diciendo. No en
México. Cualquier mexicano con más de dos dedos de frente puede llegar a la misma con-
clusión.
Este razonamiento que te acabo de mostrar representa claramente la forma como nos han
enseñado a ver las cosas. Estamos tan adoctrinados que de modo automático no solamente
pensamos que este razonamiento es correcto, sino que tampoco se nos ocurre pensar otra
cosa. La Economía del Valor Social plantea la situación de una forma distinta.
Desde la perspectiva de la Teoría del Valor Social, la solución no es reducir la velocidad
en las calles. Eso hace más lento el tráfico de satisfactores, desde el punto en el que se gene-
ran, hasta el punto en donde se necesitan[107]. La solución es exactamente lo contrario. Debe-
mos aumentar los límites de velocidad al máximo, y para lograr eso debemos resolver toda la
cadena de razones por las que no podemos hacerlo. Desde el punto de vista de la Economía
del Valor Social, lo caro no es la solución al problema, sino tener el problema y no solucio-
narlo. Cómo implementar las soluciones correctas es de lo que se trata este plan.
Así como acabamos de analizar los límites de velocidad en una ciudad, podemos analizar
todo lo demás. Preguntándonos “por qué” sucesivamente hasta que lleguemos al fondo de
las cosas. Ese es uno de los métodos más efectivos para encontrar la verdad y poder ver las
cosas como realmente son.

La Tarea de Procurar
Como te explico anteriormente, una cosa es crear una ley, y otra es vigilar que se cumpla.
En este capítulo, te voy a hablar de esta segunda tarea, la de hacer que se cumpla, mejor co-
nocida como procuración de justicia.
Nuestro sistema penal adolece de muchas cosas. No necesito citar ningún trabajo acadé-
mico y de investigación para que me creas. Por otra parte, en este capítulo no voy a hablar de
la procuración de justicia desde la perspectiva de la jurisprudencia, sino desde la perspectiva
del impacto que tiene en nuestra economía según se aprecia con la lente que nos proporciona
la Teoría de la Economía del Valor Social.

107 Esto sin tomar en cuenta que un vehículo consume varias veces más combustible y contamina el doble cuando arranca
en cada alto, que cuando está en marcha sostenida, por lo que cada alto contribuye a un costo adicional para la
sociedad.

— 366 —
NUESTRA LEGALIDAD Y JUSTICIA

Para que la economía se desarrolle necesitamos dos cosas solamente: conocimientos


y fuerza de trabajo. No necesitamos nada más. No necesitamos dinero, porque ese lo pode-
mos crear de la nada. No necesitamos tampoco dinero de otros países porque ese solo sirve
para que a ellos les compremos lo que ellos nos quieran vender. Tampoco necesitamos que
nos vengan a enseñar nada porque todo lo que necesitamos saber ya lo sabemos, y lo que nos
haga falta saber nosotros mismos lo podemos investigar.
Teniendo todo lo que necesitamos entonces solo nos queda ponernos a trabajar y para ha-
cer eso todos debemos tener la capacidad de hacerlo. Por tanto, todo aquello que reduzca
nuestros conocimientos y nuestra capacidad de trabajo, o los entorpezca, es algo que reduce,
detiene, o inhibe nuestra economía y nuestro desarrollo económico.
Un sistema de baja calidad de procuración de justicia, como el que tenemos en México,
hace precisamente eso: sustrae a las personas de ejercer su capacidad de trabajo de va-
rias formas. ¿Cómo lo hace? Ahí te va:
1. Manteniéndolas ocupadas en llevar a cabo procedimientos jurídicos extensamente
largos. Un solo caso legal puede llevarse años y durante todo ese tiempo se interrum-
pe severamente el trabajo productivo de una persona, o varias.
2. Manteniéndolas ocupadas en indagar qué actividades están limitadas por alguna ley y
cuáles son las sanciones correspondientes en caso de infracción.
3. Manteniéndolas ocupadas en encontrar una forma de llevar a cabo la acción que de-
sean de tal forma que no caiga en una infracción a alguna ley o reglamento existente.
4. Manteniéndolas encerradas en una celda sin poder salir. La cantidad de personas en-
cerradas sin poder trabajar es enorme y la cantidad de tiempo que están encerradas
también es gigantesca. Durante todo ese tiempo, el crecimiento económico está inte-
rrumpido porque en esa misma medida nuestra capacidad de trabajo queda congela-
da. Tener personas encerradas daña enormemente a las personas que se encuentran en
esa situación, pero también daña muy severamente a todas las demás personas, las
que están libres.
5. Dañando permanentemente la capacidad de reintegrarse a la fuerza de trabajo de las
personas que han sido víctimas de un proceso legal y han sido sentenciadas a una
condena que las ha privado de la libertad. Las personas con antecedentes penales ac-
tualmente quedan marcadas de por vida y les es imposible reintegrarse cabalmente a
la sociedad.
6. Dañando permanentemente la capacidad de una persona de aprender de sus errores
eliminando con ello la posibilidad de que nuestra sociedad tenga individuos con un
nivel de consciencia cada vez más elevado. Cuando alguien padece el sistema penal,
su nivel de consciencia se reduce drásticamente al verse obligado a vivir una buena
parte de su vida bajo las condiciones en que sometemos a las personas que están pre-

— 367 —
PRIMERA PARTE

sas, rodeadas de violencia, de abusos, de vicios y de aberraciones psicológicas y cor-


porales rampantes y enajenantes que solamente se dan en esos sitios.
Estos obstáculos podrían parecer inocuos, pero no lo son. Son tan aparentemente inofensi-
vos que por eso no hemos hecho nada para resolverlos. El impacto que por estas razones y en
conjunto tienen nuestras leyes y reglamentos es inmenso. Si sumáramos la cantidad de horas
hombre dedicadas a todas estas situaciones obtendríamos un número enorme, gigantesca-
mente grande.
Debemos, y podemos, encontrar una forma mejor de procurar nuestras leyes y reglamen-
tos. Si tan solo agregáramos al análisis que hacemos cuando procuramos una ley, el impacto
que tendrá en la economía desde el punto de vista de la Economía del Valor Social, veríamos
que nos estamos ahorcando nosotros solos y que no llegaremos muy lejos de seguir así.
Para poder determinar qué tan efectivo es nuestro sistema de justicia debemos recabar da-
tos y analizarlos estadísticamente. Por un lado, tendremos cifras objetivas, por ejemplo,
cuántas personas están en prisión sin haber sido sentenciadas, cuántas personas han sido sen-
tenciadas erróneamente, han estado creciendo estas tendencias o han estado aumentando, los
porcentajes de reincidencia están aumentando o están disminuyendo. Por otro lado, tenemos
la opinión de la gente. Podríamos, por ejemplo, realizar encuestas para saber qué perciben
los clientes principales de todo este sistema judicial: la gente. Con ello obtendríamos infor-
mación valiosa, pero no hacemos nada de eso.
Esa parte de nuestro comportamiento social está atrasado. Es primitivo, salvaje, brutal.
Nos sorprendemos cuando conocemos las prácticas llevadas a cabo durante la época de la In-
quisición, y sin embargo nuestras prácticas actuales no distan mucho de ser como en aquel
tiempo. La procuración de justicia es cada vez más abusiva, cada vez más arbitraria, cada
vez más violenta. Deberíamos estarnos preguntando por qué. Deberíamos haber notado des-
de hace tiempo que nos estamos yendo en sentido contrario hacia donde nos deberíamos ir.
La degradación de nuestro sistema judicial no es desde hace pocos años. Es un deterioro
que se ha ido observando desde hace mucho tiempo. Llevo cincuenta años en este polvorien-
to planeta y desde entonces lo he ido viendo. ¿Desde cuándo se comenzó a dar? No lo sé.
Quizá tú tengas una respuesta.
Mi punto es que no parecemos estar haciendo nada al respecto, y si lo estamos haciendo
entonces no está funcionando. No podemos continuar así. Debemos cambiar las cosas. Debe-
mos sentarnos, ser honestos con nosotros mismos, evitar protagonismos y sentirnos ofendi-
dos, y en lugar de eso comenzar a aceptar lo evidente. Después de eso debemos comenzar a
investigar las causas raíces de lo que estamos viendo y hasta entonces proponer soluciones.
Pero mientras hacemos eso, deberíamos revisar la situación injusta en la que están miles y
miles de personas. Deberíamos dejar en libertad a todas las personas que están encerradas sin
haber sido enjuiciadas. En primer plano están todas aquellas personas que se consideran

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NUESTRA LEGALIDAD Y JUSTICIA

“presos políticos”. ¿Por qué están encerradas? Ese tipo de presos no debería existir si presu-
mimos de no tener un sistema judicial igual al que tenían durante la Inquisición.
Deberíamos ya evitar que alguna persona esté arrestada de su libertad por más de dos ho-
ras sin tener ninguna orden de aprehensión dictada por un juez competente. ¿Qué esperamos
para hacer cambios como ese? Una investigación judicial nos permite quitarle a una persona
su libertad por muchas horas. ¿Por qué? ¿Por qué es necesario arrestar a la gente durante una
investigación? ¿Acaso no entendemos que todo eso causa problemas a la gente?
A ningún empleado le pagan el tiempo que no está trabajando para ir a declarar, o porque
lo arrestaron por motivo de una investigación judicial. Deberíamos resolver eso, y podemos
hacerlo. Podemos hacer nuestras investigaciones judiciales de tal forma que no molestemos a
nadie. Es solo cuestión de querer hacerlo en lugar de irnos por el camino fácil primitivo y re-
trógrado de secuestrar gente y encerrarla en una jaula con el pretexto de que estamos investi-
gando.
Nuestros tribunales también son muy mejorables. Reconocemos que los tribunales con ju-
rado son mejores que los que tenemos ahora, pero esa forma de llevarlos a cabo todavía no
terminamos de adoptarla en todo el país. Solo depende de nosotros hacerlo, pero pareciera
que tenemos plomo en los pies.
También sabemos que los jurados compuestos de ciudadanos sin preparación académica
ni experiencia en jurisprudencia adolecen de objetividad ya que son influenciables anímica-
mente. Sabemos que los jurados compuestos por jueces son todavía mejores. Pero nada de
eso lo hemos comenzado a hacer… hasta donde sé.
Ojalá y esté yo atrasado en las noticias y sí haya por ahí alguna iniciativa dentro de nues-
tros organismos judiciales para mejorar el sistema procesal y hacerlo más “justo”, más ágil,
menos ofensivo, menos obstaculizante para el desarrollo de nuestra economía social.
La práctica primitiva de enjaular a las personas como si fueran animales también debemos
eliminarla. Un ser humano tiene más dimensiones que un animal. Sin embargo, eso no lo re-
conocemos a la hora de dictarle una sentencia de culpabilidad y solo nos limitamos a ence-
rrarlo.
Nuestro enfoque debería estar orientado hacia la prevención, la rehabilitación, y la rein-
serción en la sociedad. En nuestro país no hacemos eso. Llamamos elegantemente “policía
preventiva” a corporaciones policíacas que de preventivas no tienen nada. Eso no es preven-
ción. Eso no aborda las causas raíz de las infracciones a la ley. Llamamos también de forma
elegante “centros de readaptación” a nuestras cárceles. Nos estamos engañando a nosotros
mismos. Son cárceles, son jaulas. No son otra cosa. A la reinserción creo que no la llamamos
de ninguna forma sencillamente porque no existe.
Como de costumbre, no necesitas creerme. Una búsqueda simple en Internet te puede dar
una visión de lo que sucede en el mundo. Experiencias en otros países de las que podemos

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PRIMERA PARTE

aprender hay muchas. En lugares como Suecia[108] y Holanda[109] al parecer ya están viendo
los resultados positivos de enfocarse en la prevención, la rehabilitación y la reinserción en
lugar de incrementar las condenas, y construir más cárceles. Están reduciendo las condenas y
clausurando cárceles porque no hay personas para encerrar. Lo que está sucediendo allá solo
demuestra que se puede hacer, que lo podemos hacer, y lo podemos hacer mejor.
No tenemos que continuar por el camino que vamos. Nos estamos llenando de cárceles y
estamos encerrando en jaulas a cientos de miles de personas sin necesidad, creando con ello
un efecto totalmente contrario al que queremos. No necesitamos penas más severas. Necesi-
tamos evitar que las penas sean necesarias. De seguir por donde vamos pronto estaremos
como los Estados Unidos, en donde al parecer ya llegaron al punto de tener más cárceles que
universidades[110].
Pero incluso voltear a ver lo que están haciendo otros es innecesario. No hay más que ver
lo que estamos haciendo nosotros con nosotros mismos. Si queremos dejar de comportarnos
como animales salvajes, debemos dejar de tratarnos a nosotros mismos como si lo fuéramos.

Esquemas Paralelos
Tener por una parte un grupo de personas que producen las leyes, y por otra un grupo de
personas que se encarguen de administrarlas siempre me ha parecido muy razonable. Eso es
cierto siempre y cuando ninguno de los dos grupos dependa del otro. Creo que nos queda
claro a todos que mientras ambos grupos estén separados y tengan el mismo nivel de autori-
dad, entonces todo debe poder funcionar.
Ese mismo esquema, que a todas luces es el mejor que se nos ha ocurrido, no lo estamos
aprovechando como podríamos. En el aspecto de nuestras finanzas no estamos haciendo lo
mismo y pienso que lo deberíamos hacer. Deberíamos sacarle una copia a ese mismo esque-
ma y utilizarlo para redefinir nuestro sistema financiero y monetario.
Deberíamos tener un grupo que produjera el dinero, y otro grupo que administre el que ya
existe. En la actualidad no es así, al menos no del todo. Hemos dado pasos en esa dirección,
pero han sido muy tibios. Debemos dar el paso definitivo y terminar de separar a esos dos
grupos.
Actualmente la producción de dinero, y su administración, están a cargo de la misma per-
sona: El Presidente del Poder Ejecutivo. Eso es totalmente inconveniente. Hemos diseñado
nuestros sistemas para que fallen ante la presencia de una persona ignorante o ventajosa. Es
necesario cambiarlos. Las fallas son sistémicas.

108 E. James, Why is Sweden Closing its Prisons [Por qué Suecia está Cerrando sus Prisiones], publicado en The
Guardian, 1 de diciembre de 2013. Obtenido de theguardian.com el 10 de agosto de 2016.
109 A. Micu, Netherlands is closing down more prisons because there’s no one to fill them with [Holanda está cerrando
más prisiones porque no hay nadie con quien llenarlas], publicado en zmesicence.com el 24 de mayo de 2016.
Obtenido el 10 de agosto de 2016.
110 C. Ingraham, The U.S. has more jails than colleges [Estados Unidos tiene más cárceles que universidades], The
Washington Post, publicado el 6 de enero de 2015. Obtenido de washingtonpost.com el 10 de agosto de 2016.

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NUESTRA LEGALIDAD Y JUSTICIA

La producción y administración del dinero es mucho más común que la producción y ad-
ministración de nuestras leyes y por lo mismo es más un bien común el dinero que las leyes,
y sin embargo no lo vemos de esa forma y, por lo tanto, no lo hemos corregido adecuada-
mente.
Hemos creado todo un sistema de procuración judicial, pero no hemos creado un sistema
igual de robusto para la procuración financiera. También tenemos un enorme sistema legis-
lativo que debemos mejorar, y que supera a nuestro sistema monetario en que el primero de-
pende directamente de la sociedad, mientras que el segundo depende solamente de forma in-
directa y, por tanto, no tiene compromiso con la gente. Esto último debemos corregirlo tam-
bién. El gobernador del Banco de México debería ser electo por la gente y ser evaluado y
reelegido cada año según haya o no cumplido con su misión. ¿Cuál es esa misión? Mantener
la inflación en cero o levemente negativa.
El Banco de México es el equivalente financiero de su contraparte legislativa. Uno produ-
ce dinero y otro produce leyes. Por su parte, el sistema bancario es el equivalente financiero
de su contraparte judicial. Uno administra el dinero y el otro las leyes y reglamentos.
Ambos esquemas tienen más paralelos que diferencias que no hemos aprovechado. Am-
bos debemos arreglarlos para poder crecer y asegurar nuestro presente y nuestro futuro, y lo
podemos hacer. Solo es cuestión de que nos decidamos a hacerlo.

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PRIMERA PARTE

Nuestra Democracia

Es un tanto extraño que en un libro dedicado primordialmente a plantear una nueva teoría
económica se dedique un espacio para hablar acerca de la democracia, o al menos así le pa-
recería a la mayoría de las personas que leyeran este libro. Es comprensible. Como lo he re-
petido numerosas veces, eso se debe al adoctrinamiento al que hemos estado sujetos prácti-
camente desde que nacemos. Desde entonces, y poco a poco, se nos educa a ver el mundo de
cierta forma. Se nos enseña a adoptar un sistema de interpretación y a utilizarlo todos los
días en todo momento. Dicho sistema de interpretación está tan profundamente arraigado en
nosotros que incluso subconscientemente respondemos a él. Solo recuerda algún sueño que
hayas tenido. El que sea. Observa cómo es que ese sueño sostiene, repite, refuerza la forma
en la que interpretamos nuestro entorno.
Una observación cotidiana que constantemente realizamos es la de nuestra democracia.
Sin embargo, por alguna razón extraña, cuando le interpretamos olvidamos que tiene un pro-
fundo efecto sobre nuestro desarrollo económico. Lo que normalmente interpretamos es que
el efecto de la democracia es solamente político. Quizá lleguemos a ver que también tiene un
efecto en el sistema de justicia, pero prácticamente nunca se nos ocurre pensar que tiene un
efecto económico enorme.
La razón de esto, creo, está seguramente en que a la economía la relacionamos principal-
mente con dinero. A aquellas actividades humanas que rinden frutos financieros, les decimos
que son económicamente rentables. Eso es un error que hemos intentado revisar y corregir a
lo largo de todo este libro. Existe una diferencia grande y clara entre lo económico y lo fi-
nanciero, entre las finanzas y la economía. Sin embargo, al confundir una cosa con la otra
tendemos a pensar que los aspectos democráticos no están relacionados con la economía, de-
bido a que esta última es en nuestra mente un asunto meramente financiero. No lo es.
Las finanzas están relacionadas con el dinero en su totalidad. Eso es claro. Pero la rela-
ción que las finanzas tienen con la economía es meramente circunstancial y artificial. Noso-
tros, los seres humanos, creamos el dinero para poder intercambiar aquellas cosas que tienen
un valor económico para nosotros. Como ya lo hemos visto, nada impide que, una vez reali-
zada la transacción de un bien por otro, el objeto del dinero desaparezca. Sin embargo, al di-
nero le hemos dado una cualidad de reserva de valor, por lo que no solamente ampara una
transacción, sino que registra el valor de lo transactado, obteniendo así un valor por sí mismo
que no necesariamente debería tener.
Esto último, como ya vimos repetidamente, a su vez produce una situación en la que el di-
nero, al ser ahora algo con valor intrínseco propio, puede ser a su vez vendido e intercambia-
do usando dinero para dar cuenta de dicha transacción. Dicho juego de ilusionismo se deriva
enteramente de una situación artificial que nosotros mismos hemos creado desde que se nos

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PRIMERA PARTE

ocurrió darle al dinero su cualidad de reserva de valor, en lugar de solo limitarlo a que sirvie-
ra de facilitador de intercambios de un bien por otro.
Si de alguna forma le retiráramos al dinero su cualidad de reserva de valor, automática-
mente podríamos ver la falacia de las políticas que hemos también inventado para adminis-
trarlo —las finanzas—. Nos sería entonces más fácil apreciar que las finanzas y la economía
son dos cosas enteramente distintas, que además sirven propósitos muy diferentes. Podría-
mos ver una cosa —la economía— es totalmente natural, mientras que otra —el dinero— es
enteramente artificial.
Dicha distinción nos ayudaría a ver que los procesos económicos —ya desnudados de
toda connotación financiera— afectan e intervienen profunda e íntimamente con nuestros
procesos políticos ya que estos influyen en nuestro desarrollo económico. Igualmente podría-
mos ver que uno de los procesos políticos más importantes que tenemos es el de nuestra de-
mocracia, por cuanto es esta la que representa nuestras decisiones como sociedad. Nuestras
decisiones sociales las debemos tomar de forma democrática si queremos asegurar que las
consecuencias de ellas afecten a la mayoría.
Visto de esta forma, no debería ser difícil alcanzar a ver que nuestra democracia tiene un
profundo y decidido valor económico. Podríamos llegar a pensar que una administración au-
tocrática podría darnos el desarrollo económico que buscamos. Quizá lo pueda hacer por un
tiempo muy limitado, pero no de forma sustentable. Recordemos que la economía se trata de
aumentar el bienestar de la sociedad, lo cual significa aumentar el bienestar de todos, o al
menos de las mayorías. El aumento de dicho bienestar no puede lograrse sin la participación
de todos, porque somos todos los que nos estaremos dando el bienestar a nosotros mismos.
Por todo esto, para lograr un desarrollo económico sustentable y significativo, debemos a
toda costa alcanzar un sistema social democrático, en donde las decisiones se puedan tomar
en base a la voluntad de la mayoría. De otra forma, siempre estaremos en riesgo de perder
nuestro desarrollo económico al dejarlo en manos de una sola persona quien difícilmente po-
dría alcanzar a tener la cosmovisión que logramos entre todos. Eso último no debería tampo-
co ser difícil de corroborar. Solo tenemos que ver el tipo de decisiones que han tomado los
gobiernos en México desde siempre.

¿Necesitamos Autocracia?
La mayor parte del tiempo nos sentimos convencidos de que vivir en una sociedad demo-
crática es algo bueno. Pero eso solo sucede la mayor parte del tiempo… no siempre.
Cuando las cosas se ponen muy mal, es imposible evitar que nos crucen por la cabeza
pensamientos en los que nos preguntamos si acaso tener un régimen dictatorial no sería sano,
aunque fuera de vez en cuando, y aunque fuera por un corto tiempo … mientras se restablece
el orden.

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NUESTRA DEMOCRACIA

Tales pensamientos no son raros en una sociedad en la que las cosas están mal y cada vez
peor. Todos, o casi todos, hemos sentido en algún momento que quisiéramos lanzarnos y
cambiar las cosas de acuerdo a nuestro criterio, de acuerdo a nuestra opinión, a la que no le
vemos defecto alguno.
Eso pudiera parecer una idea romántica y hasta inocua, sin embargo, prácticamente todos
los grandes dictadores en la historia han tenido buenas intenciones. Mao Tse Tung, quien
amaba a su país, trató de rescatarlo de las guerras civiles y la intervención japonesa, y al ha-
cerlo causó la muerte de al menos 65 millones de sus compatriotas. Stalin, quien también
amaba a su país y trató por todos los medios de sacarlo del estancamiento social, cultural y
económico en el que estaba, terminó provocando la muerte de más de 20 millones de rusos.
Los golpes de timón son en ocasiones necesarios para corregir el rumbo, pero siempre es
importante hacerlo consensuadamente, utilizando la opinión de varias personas, de preferen-
cia con distintos puntos de vista, pero todos con la intención sincera de ayudar, de contribuir,
de trabajar.
En lo personal, pienso que no es en la comunión de ideas, sino en su diversidad, en donde
se encuentra escondido el secreto del poder de la democracia. El problema radica en amalga-
mar dicha diversidad de ideas en un plan que satisfaga a la mayoría, lo cual a menudo se le-
vanta como un problema insoluble.
Para resolver esa situación, la democracia ha recurrido a un punto intermedio que se acer-
ca a la autocracia, es decir, al esquema en donde un solo individuo toma las decisiones y dic-
ta las acciones. Esto último es lo que conocemos como concepto republicano y es el que he-
mos adoptado para que así funcione nuestra democracia.

Democracia Justa
El concepto democrático republicano es muy eficiente porque permite que una sola perso-
na tome las decisiones en nombre de todos los demás. Eso, en teoría, debería agilizar las de-
cisiones y debería producir más rápido las soluciones que necesitamos. Sin embargo, tiene el
inconveniente de que esa persona que toma las decisiones podría comenzar a obrar autocráti-
camente.
Al comenzar a obrar autocráticamente, nuestra democracia comienza a tener aspectos de
autocracia, o dictadura. Dichas tendencias autocráticas o dictatoriales no nacen con el candi-
dato. Esas tendencias dictatoriales nosotros mismos se las otorgamos y nacen desde el mo-
mento en que llevamos a cabo nuestras elecciones libres, en las que cada quién vota por una
persona y en las que aquel que obtenga la mayor cantidad de votos recibe con ello la autori-
zación de los ciudadanos de tomar decisiones por ellos.
Esa es básicamente la forma como nuestra democracia opera. Sin embargo, todos sabe-
mos que eso no está funcionando adecuadamente. Las personas que hemos escogido no han
sido las idóneas para resolver los problemas que tenemos ni para darnos el nivel de vida que

— 375 —
PRIMERA PARTE

queremos. No voy a meterme en detallar todas las fallas que existen porque la mayoría de
ellas ya te las sabes. Lo que voy a hacer es comenzar a hacer lo que me gusta hacer: razonar,
y te invito a que razones conmigo. Veamos.

UN CUENTO REAL
En un lejano país llamado México se llevan a cabo votaciones para presidente de la repú-
blica y se han registrado tres candidatos: José, Pedro, y Sofía. Son 120 millones de mexica-
nos y de esos 120 millones, 87 millones están registrados para votar. Si estoy interpretando
bien la información del INE[111], los 87 millones representan el 97% de todas las personas que
están en condiciones de votar. Eso me dice que la gente en edad de votar sí se registró y que
el número de 87 millones es muy exacto.
En fin, 87 es de 120 nada menos que el 72%, o tres cuartas partes, por decirlo en palabras.
Es decir, la mayoría absoluta de personas en edad de votar están realmente registradas para
hacerlo, con su credencial y fotografía y todo lo demás. Dicho de otra forma, la cantidad de
personas registradas sí representan la opinión de la mayoría, si acaso por obra y gracia del
espíritu santo se pusieran de acuerdo en votar por la misma persona, claro. Pero ese es otro
asunto que veremos en un momento más.
Bien, nuestros candidatos mexicanos lanzan su campaña y logran convencer a algunos in-
cautos, además de alguno que otro interesado en un hueso.[112] Se organizan vistosas campa-
ñas con promesas, fiestas, regalos, comida, discursos, mentiras, abrazos y besos. Se realizan
viajes por toda la república hablando y hablando y hablando sin parar tratando de convencer
a todos de que voten por ellos.
Finalmente se llega el día de las elecciones. Todos los candidatos están comiéndose las
uñas por no saber quién ganará. A unos ni hambre les da y otros comen sin parar. Otros se
van a la iglesia y otros más con la querida.
Las elecciones terminan y los conteos comienzan. Las urnas se abren y las boletas son
contadas, y recontadas, y vueltas a contar.
Después de horas que parecen días, se publican los resultados, los cuales son como sigue:

José 2 votos
Pedro 1 voto
Sofia 3 votos

Todos sin excepción miran atónitos el tablero de resultados. No pueden creer lo que ven.
¿Qué sucedió? ¿Dónde quedaron los millones de votos que esperaban? Eran 87 millones de

111 Análisis del tamaño, estructura y distribución del padrón electoral y de la lista nominal de electores del 2015 y su
comparación con datos de proyecciones poblacionales, Instituto Nacional Electoral, 13 de abril de 2015, México.
112 Palabra mexicana que significa “un puesto en el gobierno, generalmente sin tener ningún mérito ni conocimientos en
el cargo, y en ocasiones incluso hasta sin tener la necesidad de presentarse a trabajar”.

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NUESTRA DEMOCRACIA

personas registradas para votar. Aunque solo la mitad hubieran decidido votar, la suma de los
votos hubiera dado algo cercano a los 43 millones de votos. Pero no sucedió eso. ¡Apenas
votaron 6 personas!
Inmediatamente se avocaron todos a exigir un reconteo. “Vo-to por vo-to, ca-silla por ca-
silla”, decían todos al unísono casi cantando. Sencillamente nadie podía creer que esos nú-
meros estuvieran correctos. Sin embargo, después de un reconteo extraordinario, volvieron a
obtener las mismas cifras.
Alguien por ahí opinó que las votaciones debían anularse, pero el INE[113] decidió realizar
una investigación primero, antes de decidir qué hacer. Se inició una averiguación y se en-
contró que en efecto solamente habían votado 6 personas. Se encontró también que la gente
se había puesto de acuerdo para no votar en señal de protesta por tanta corrupción y para
mostrar su inconformidad decidieron organizarse y no asistir a las urnas.
El INE entregó los resultados de su investigación al Tribunal Electoral, para que hiciera
justicia. El Tribunal Electoral hizo justicia y dictó su sentencia: las elecciones eran válidas y
ganó Sofía … y punto, y se acabó.
Obviamente Sofía hizo una fiesta en grande para celebrar su victoria y durante los si-
guientes seis años administró felizmente las diversas políticas del país, entre ellas la política
económica, sabiendo que su nombre y su retrato quedarían para siempre en los libros de his-
toria de esa nación.

Democracia Antidemocrática
Si le preguntáramos a un juez del Tribunal Electoral si acaso considera esa decisión como
“justa” seguramente dirá que sí. Explicará que las leyes en México no especifican que obte-
ner pocos votos sea algo que descalifique a nadie. Que lo único que especifican es que gana-
rá el que obtenga la mayor cantidad de votos y esa persona fue Sofía. Dado que ella ganó
“con todas las de la ley”, su victoria se considera “justa”.
Sin embargo, algo en tu corazón y en el mío nos dice que eso no es justo. ¿Cómo puede
acaso ser justo si Sofía solamente obtuvo tres votos de un total posible de 87 millones? ¿Có-
mo puede una persona ganar unas elecciones democráticas, teniendo en contra al
99.999999% de la población? ¿Es acaso esa la democracia que tenemos? Desafortunadamen-
te la respuesta es “sí”. Esa es la democracia con justicia que tenemos.
En nuestro país, ganar unas elecciones justas no significa convencer a la mayoría de los
votantes. Ganar unas elecciones justas solamente significa obtener más votos que los candi-
datos contrincantes. Por lo tanto, nuestros candidatos saben que no importa convencer a la
gente de sus propuestas, sino solamente obtener más votos que los demás candidatos. Dicho
de otra forma: su estrategia no es a favor de la gente, sino en contra de los otros candidatos.
Esto me recuerda un chiste:

113 Instituto Nacional Electoral encargado de coordinar el desarrollo de las elecciones en México.

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PRIMERA PARTE

Dos cazadores iban caminando a través de un bosque en busca de un venado cuando re-
pentinamente un enorme oso apareció de entre unos matorrales dando feroces gruñidos. Los
cazadores soltaron sus armas y corrieron como nunca. De repente, uno de ellos se detuvo,
sacó de su mochila unas zapatillas de running y se las puso. Su amigo lo miró y le dijo
“¿Qué haces? ¿Estás loco? ¡Jamás correrás más rápido que el oso!” A lo que el otro caza-
dor respondió, “Lo sé, pero no tengo que correr más rápido que el oso, ¡solo tengo que co-
rrer más rápido que tú!”[114]
Como puedes ver, el concepto de justicia es totalmente distinto entre aquel que la gente
entiende, y el que usan los que administran nuestras elecciones. Nuestro problema es sisté-
mico. Nuestro sistema democrático podría ser completamente “justo”, con elecciones entera-
mente limpias y sin que nadie hiciera trampa, y aun así continuaría siendo totalmente antide-
mocrático. La falla está en el sistema. Es el sistema el que hay que cambiar.
Una de las condiciones que la democracia debe tener es que sea representativa. Es decir,
que aquellas personas que sean elegidas por la gente representen la voluntad de la mayoría,
pero eso solamente puede ser posible si se da exactamente eso: la mayoría.
Nuestra democracia actual no nos ofrece la representatividad que debería proporcionar-
nos. Nos ofrece algo engañoso que parece ser democrático cuando en realidad no lo es.
Pero hay más. Además del problema que se genera al admitir la mayoría relativa como
válida para ganar unas elecciones ciudadanas, existe otro problema igualmente serio que no
permite que nuestra democracia funcione como debería. Veamos.

EL MENÚ
En nuestro sistema actual democrático, la gente elige a sus gobernantes, o al menos eso
nos dicen. De hecho, a mí me suena muy bien. Eso de que “nosotros elegimos libremente a
nuestros gobernantes” suena elegantemente democrático.
Bueno, espero que no estés en tu hora de comida porque te voy a arruinar la digestión. La
verdad de las cosas es que nosotros no elegimos a nuestros candidatos. Lo que realmente su-
cede es que escogemos “de entre una lista de candidatos”. Eso representa un problema mu-
cho muy serio. Es tan serio y tan serias sus consecuencias que nadie ha querido tocar el tema
de frente, no al menos que yo lo haya escuchado.
Tener que elegir de una lista que alguien más hizo, nos obliga a tener que escoger un go-
bernante de entre una muy pequeña cantidad de personas que no fueron elegidas por noso-
tros. Es decir, la gente debe elegir sus gobernantes de una lista preseleccionada. Algo muy
parecido a la comida que seleccionas del menú en un restaurante… o eso, o nada.
¿Te das cuenta de lo que está pasando? ¡No tenemos la libertad de proponer candidatos!
En una democracia real, la gente debería tener ese derecho. La gente debe tener el derecho

114 Obtenido de solorunning.cl el 14 de septiembre de 2016.

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NUESTRA DEMOCRACIA

de proponer a los candidatos y luego debe poder ejercer su derecho a elegir el ganador de en-
tre ellos, pero no sucede así.
Lo que sucede ahora, lo que ahora vemos, es que los grupos de personas dedicadas a la
política se escogen entre ellos mismos, y entre ellos mismos —sin ninguna participación de
la gente en general— nombran a los candidatos y se los presentan a la gente forzándola a que
tenga que escoger sus futuros gobernantes solamente de entre ellos. Esto produce el efecto
de que existan personas que llevan toda su vida trabajando en puestos de “elección popular”.
¿Cómo es eso posible? Ahora lo sabes.
Obviamente, como ya nos consta a todos, esta forma de hacer las cosas irremediablemen-
te produce gobernantes y representantes que están en deuda con el pequeño grupo de perso-
nas que los nombró como candidatos, y no con la gente a la que supuestamente representan.
¿Cómo podría ser de otra forma? Debemos cambiar eso. En la Tercera Parte, en Democracia
Democrática, en la página 647, describiremos una solución efectiva de forma detallada.

Democracia y Política Económica


La política económica es algo que nos concierne a todos en el país, sin importar edades,
género, creencias, estado civil o penal, porque nos afecta severamente en nuestra forma de
vida. La economía puede hacernos miserables o darnos una vida próspera y pacífica.
Por otra parte, una democracia real —no la caricatura de democracia que tenemos actual-
mente— nos permitiría elegir a las personas más aptas para llevar a cabo las políticas econó-
micas que afectan la vida de todos.
Por esta razón están irremediablemente ligadas fuertemente una a la otra. No pueden estar
separadas. Economía y democracia van de la mano siempre y a todas partes.
Desafortunadamente, ambas en nuestro país están muy deterioradas. Tanto la democracia
como la economía las hemos ido debilitando al paso de los años y eso ha producido que este-
mos en esta situación en la que nuestro país ya no parece ser nuestro y que nuestras costum-
bres y nuestra cultura parecen haberse desvanecido para mezclarse con las costumbres y cul-
turas de otros lugares a los que nunca hemos ido y que provienen de personas que jamás han
estado en México.
Nuestras prácticas económicas neoliberalistas han destruido nuestro civismo, nuestra
identidad, nuestra forma de ser. Si tu edad es de más de cincuenta años como la mía, segura-
mente me entenderás. Seguramente recordarás cómo era la gente antes en México. Había or-
gullo de ser como somos, porque éramos distintos. Teníamos una identidad que reconocía-
mos como nuestra. Hoy no hay nada de eso y nos han metido en la cabeza que la internacio-
nalización y globalización de todo es nuestro destino. Admito que por años pensé que esa
idea era correcta. Ahora me he dado cuenta de que estuve en un error.
De seguir por donde vamos, con nuestra democracia hecha añicos y nuestra economía
prácticamente inexistente, continuaremos viviendo para otras sociedades en un estado latente

— 379 —
PRIMERA PARTE

en el que nos mantendrán mientras podamos ofrecerles nuestro trabajo como si fuéramos es-
clavos, agradecidos porque nos dan para poder comer y criar a nuestros hijos para que vivan
como nosotros, como mano de obra a disposición de otras sociedades y no como seres huma-
nos.

— 380 —
PRIMERA PARTE

Nuestra Educación

Hablar de nuestro sistema educativo es hablar de mucho y al mismo tiempo es no hablar


de nada. Es raro sentir que hay muchas cosas que decir, y al mismo tiempo no hay nada que
decir. Está tan deteriorado nuestro sistema que cualquier cosa que hagamos mejoraría los re-
sultados que tenemos.
En estos días es un tema de moda por la reciente aprobación de las leyes para reformar la
educación y está muy presente en la conciencia de todos los ciudadanos los problemas que se
han suscitado en algunos lugares de la república mexicana, sobre todo en el estado de Oaxa-
ca, en donde los enfrentamientos han provocado la muerte de varias personas.
Aunque la situación es triste, y deplorable, necesitamos revisar esto con cuidado. En este
libro no pretendo entrar en detalles acerca de todo el asunto de las recientes políticas educati-
vas en México. En primer lugar, porque no conozco el problema de forma total —no he in-
vestigado a fondo la opinión de los detractores. En segundo, porque no es mi propósito anali-
zar aquí todo el espectro de situaciones derivadas en México de la educación y su calidad.
En lugar de eso, en este capítulo me voy a enfocar en apuntar lo que considero importante en
un modelo educativo para que sea concordante con la Economía del Valor Social.

Una Perspectiva Distinta


Desde la perspectiva de la Economía del Valor Social, por todo lo dicho hasta ahora, creo
que ha quedado claro que solo existen dos recursos indispensables para el desarrollo eco-
nómico: los conocimientos y la capacidad de trabajo.
Ningún otro recurso, además de estos dos, se considera indispensable en la Economía del
Valor Social, porque con esos dos recursos elementales podemos obtener todos los demás.
Esto pone un muy alto énfasis en la efectividad de la educación puesto que es esta la que nos
debe dar los conocimientos y habilidades necesarias para poder conjugar estos con nuestra
capacidad de trabajo de forma exitosa.
Con esta premisa debe ser evidente que un sistema educativo que dé soporte a una Econo-
mía del Valor Social debe tener características específicas y sobresalientes para poder pro-
porcionar la efectividad que se necesita. Tal sistema educativo debe estar diseñado para pro-
ducir resultados de alta calidad y para poder flexionarse muy rápidamente para adaptarse a
las demandas de la gente conforme estas se vayan presentando y vayan cambiando.
Toda la Teoría de la Economía del Valor Social está fundamentada en el individuo y cómo
se relaciona él con la sociedad libremente y por su propia voluntad. En esta economía se bus-
ca que al individuo no le sea difícil dedicarse en la vida a lo que él quiera y que, al hacerlo,

— 381 —
PRIMERA PARTE

simultáneamente pueda asegurarse a sí mismo y a su familia una vida con bienestar, felici-
dad, crecimiento interior, salud y armonía.
El desarrollo de la economía es percibido por la Economía del Valor Social como un efec-
to resultante de remover todos los obstáculos que impiden el desarrollo individual en todos
los campos en los que una persona lo busque. Al individuo no se le percibe como alguien a
quien hay que empujar u obligar a que actúe. Tampoco se le percibe como a alguien a quien
hay que guiar y llevar de la mano. En la Economía del Valor Social, al individuo se le perci-
be como alguien a quien hay que ayudar, alguien a quien hay que dar soporte, para que ejer-
za su capacidad natural exploratoria, inquisitiva y creadora, después de haber aprendido a
cuestionar, a investigar, a no dar nada por sentado y a creer en sí mismo y en sus propias ca-
pacidades.
La Economía del Valor Social, por tanto, se percibe a sí misma como un conjunto de ideas
y métodos que buscan derribar la mayor cantidad de obstáculos posibles para que el dinamis-
mo del hombre pueda fluir libremente. Algo parecido a abrir esclusas en un canal de agua y
dragarlo adecuadamente para que todo el caudal fluya por sí mismo libremente por la fuerza
natural de la gravedad.
La cantidad de obstáculos que existen actualmente es grande, es inmensa. Tenemos obstá-
culos en nuestro entorno, en nuestras estructuras sociales, en nuestras individuales capacida-
des físicas, e incluso en nuestro interior, en forma de ideas que se nos han inculcado a lo lar-
go de nuestra vida, no solamente por la educación que hemos recibido, sino también por las
experiencias de vida que hemos tenido.
Algunos de los más importantes obstáculos que tenemos en nuestra educación están los
siguientes:
1. Saturación de información. Comenzamos haciendo obligatoria la educación básica.
Recientemente se ha estado haciendo obligatoria también la educación secundaria.
Después de eso esperamos que todos estudiemos la preparatoria y la universidad. Eso
representa 16 años de vida de una persona. Un tiempo demasiado largo para enseñar-
le a alguien lo que le será útil en la vida. Nuestros esfuerzos en saturar a la gente de
información están basados en la idea errónea de que obligar a una persona a pasar
muchos años en la escuela es lo mismo que darle la educación que ella necesita. Esta-
mos enseñándole a la gente de todo, esperando que ella descubra lo que le gusta, en
lugar de ayudarla primero a que descubra lo que le gusta y luego enseñarle lo que ne-
cesite, de acuerdo a lo que haya descubierto. Estamos usando el principio de la esco-
peta. Le disparo a todo para darle a lo que quiero. Desde la perspectiva de la Econo-
mía del Valor Social esto es algo que hay que corregir ya que estamos frenando el de-
sarrollo humano durante 16 años, pensando que lo estamos estimulando. No todos
necesitamos saber de todo y no todos queremos saber de todo. Todos necesitamos sa-
ber de nosotros mismos, de nuestras capacidades, y ese conocimiento no lo estamos

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NUESTRA EDUCACIÓN

motivando deliberadamente, sino que lo estamos dejando para que cada quien lo des-
cubra por sí mismo. Esa forma de hacer las cosas es muy ineficiente.
2. Dificultad progresiva para estudiar. La adquisición de conocimientos para una per-
sona es cada vez más difícil conforme crece. Los apoyos y recursos disponibles libre-
mente para estudiar la primaria son extensos. Para estudiar la secundaria son menos
amplios. Para estudiar la preparatoria se reducen todavía más. Para estudiar la univer-
sidad son aún más reducidos. Debería ser totalmente al contrario. La posibilidad de
adquirir conocimientos y habilidades nuevas para una persona debería ser cada vez
más fácil conforme avanza en su vida. Recordemos que la Economía del Valor Social
percibe al individuo como un ser humano que adquiere un momentum cada vez ma-
yor en su vida. Por lo tanto, necesita de recursos cada vez más rápidos y efectivos,
que estén acorde a su creciente velocidad. No debemos someter a una persona a una
dificultad creciente para estudiar lo que le interesa, sino todo lo contrario. Estamos
frenando a las personas haciéndoles las cosas cada vez menos fáciles.
3. Falta de servicios. Para que una persona sea realmente creativa y productiva necesita
servicios efectivos, eficientes, y que estén a su alcance de forma expedita. Necesita
comunicación, educación, salud, transporte, y más. No darle esos servicios la obliga a
obtenerlos por ella misma y eso retrasa el desarrollo que ella hubiera querido para sí
misma, y que hubiera podido lograr. Debemos resolver eso.
4. Falta de satisfactores (productos y servicios). La riqueza de una persona y una so-
ciedad está en los satisfactores de los que dispone, no en el dinero. Actualmente la di-
versidad de satisfactores al alcance de una persona está demasiado limitada como
para que pueda ella dedicarse a lo que quiera, viéndose obligada a escoger de entre
un muy limitado catálogo de posibilidades. La Economía del Valor Social reconoce
que la diversidad de satisfactores en una sociedad está directamente ligada a la diver-
sidad de actividades humanas que se llevan a cabo. Debemos, por tanto, motivar el
aumento en la diversidad de satisfactores desarrollados en nuestro país para que con
ello crezca la diversidad de profesiones disponibles para las personas.
5. Falta de transporte. Una persona, para desarrollarse en lo que ella quiera, debe po-
der moverse de un lugar a otro con facilidad, sin demoras, con seguridad, con rapi-
dez. Muchos mexicanos solamente pueden aspirar a transportarse en un vehículo de
carga a unos cuantos kilómetros de distancia. La falta de transporte rápido y efectivo
produce un aislamiento que no permite a las personas crecer y desarrollarse. En la
Economía del Valor Social las personas no son entes estáticos ni tampoco lo son los
satisfactores que tienen a su disposición. Ambos son percibidos como elementos que
se mueven muy dinámicamente de un lugar hacia otro, y eso obliga a la existencia de
medios de transporte diversos y rápidos. En la economía actual, entendemos que los
productos y servicios deben moverse, pero a la necesidad de movimiento de las per-
sonas no le damos tanta importancia. En la Economía del Valor Social, el movimien-
to de ambos es indispensable. La necesidad de movimiento de las personas no se li-

— 383 —
PRIMERA PARTE

mita al simple acto de trasladarse desde su hogar hasta su lugar de trabajo, sino tam-
bién el de poderse desplazar hacia cualquier lado por placer, para conocer, para dis-
traerse. Estos últimos objetivos son los más importantes ya que son ellos los que re-
presentan la verdadera riqueza de una sociedad. En la Economía del Valor Social, la
necesidad que tienen las personas de trasladarse para llegar al lugar de trabajo tiene
menos valor que el deseo de trasladarse para visitar algún lugar distinto solo para co-
nocerlo. No tener transportes efectivos y rápidos que le permitan a la gente moverse
hacia donde quiere —y no solamente hacia donde debe— es uno de los frenos más
grandes que tenemos en nuestra educación.
6. Falta de paz. No es necesario que exista un estado de guerra declarado —que sí lo
está— para saber que no hay paz entre nosotros, los mexicanos. Una persona inmersa
en un ambiente así no puede desarrollarse como quisiera ya que está obligada a estar
en un constante estado de alerta para protegerse a sí misma, a los que ama, y a sus
pertenencias. Esto no debería sernos difícil de entender. En todas las teorías económi-
cas se reconoce que la paz es un requisito para el desarrollo social, y la ausencia de
ella se comprende como un obstáculo mayúsculo. En la Economía del Valor Social,
sin embargo, se reconoce un obstáculo adicional ante la ausencia de paz: la educa-
ción adversa. Todos hemos visto cómo ha crecido el género narco en la música po-
pular y en las series televisivas. Esas expresiones “artísticas” revelan un deterioro
profundo en nuestra educación. En lugar de ver a las personas buscando ideales más
elevados, que las motiven a procurarse una educación igualmente elevada, las vemos
atascadas escuchando y viendo repetidamente vivencias ajenas morbosas y social-
mente disolventes que frenan su educación y les anulan la motivación de buscar vi-
vencias edificantes que les ayuden a crecer interiormente. Ante esto, en la Economía
del Valor Social existe la atrevida propuesta de anular la restricción a muchas drogas
que están actualmente prohibidas y reemplazarla por controles sanitarios y una más
amplia diversidad de oportunidades de desarrollo económico para todos. En el capítu-
lo Nuestra Drogadicción, en la página 349, y también en Nuestra Violencia, en la pá-
gina 339, abordamos a fondo este tema. Te recomiendo que los leas si acaso no lo has
hecho.
7. Falta de diversidad de empleos. En México —como en muchas otras partes— exis-
te el problema de encontrar empleo. Eso todos lo sabemos. Pero encima de ese está el
problema de la falta de diversidad. No podemos esperar que la gente encuentre una
motivación para estudiar e incrementar sus conocimientos mientras únicamente pue-
da escoger entre laborar en un comercio, laborar en la industria, o laborar en el go-
bierno. La diversidad de actividades que un ser humano puede realizar es inmensa y
así de inmensa es la limitante que una persona tiene en México para dedicarse a lo
que le gustaría. Esta situación está muy relacionada con la baja diversidad que tene-
mos en la producción de satisfactores. Están ambas tan ligadas una a la otra, que re-
solviendo una se alivia la otra por completo. La adopción y el apoyo que hemos dado

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NUESTRA EDUCACIÓN

a la industria maquiladora ha ayudado mucho a que la diversidad de empleos aumen-


te. No hace muchos años no existían posiciones administrativas de alto nivel ni posi-
ciones especializadas en la industria maquiladora. Hoy esas posiciones ya están co-
menzando a existir en nuestro país, pero podrían ser mucho más numerosas tanto en
cantidad, como en diversidad si desarrolláramos nuestras propias industrias. En la
Economía del Valor Social se da continuación al esfuerzo por atraer industrias extran-
jeras, pero también se agrega el esfuerzo de desarrollar industrias propias. Estas últi-
mas son las que ofrecen más diversidad y amplitud de empleos, promoviendo así una
fuerte motivación para que la gente adquiera conocimientos en actividades que hoy
no existen en México.
8. Falta de armonía familiar. Más una consecuencia que una causa, la falta de armo-
nía en el seno familiar es probablemente la principal limitante que tenemos. No pode-
mos resolver este problema con anuncios televisivos invitando a la gente a que con-
trole sus impulsos. Eso es absurdo. El entorno es el que gesta la falta de armonía en
la que viven nuestras familias. La Economía del Valor Social corrige el entorno eco-
nómico en el que se encuentran y con ello debemos recuperar esa armonía que hemos
perdido. Al producir oportunidades para todos y multiplicar varias veces el poder ad-
quisitivo del dinero que ganamos, el estrés en el que vivimos se reduce drásticamen-
te, aumentando con ello la calidad de la convivencia en nuestras familias.
9. Falta de valores. Sabemos que la falta de valores nos convierte eventualmente en se-
res sin principios, pero para que existan valores debemos primero tener algo a lo cual
darle valor. El entorno social que entre todos hemos generado no invita a darle valor
a nada, sobre todo con la costumbre que hemos adoptado de expresar todo en dinero.
En la Economía del Valor Social el dinero es desnudado del falso valor que tiene y es
puesto en su lugar, como instrumento para que la gente intercambie entre sí aquellas
cosas que sí tienen valor. De esta forma, la ilusión del valor del dinero se desvanece,
quedando solamente aquello que sí tiene un valor real para las personas. El amor de
nuestros seres queridos, los viajes, los deportes no convencionales, oportunidades de
adquirir conocimientos especializados y muchas cosas más quedan sobre la mesa
para que las tomemos. Quizá una de las cosas más valiosas que se recuperan con la
Economía del Valor Social es la autoestima, la capacidad de amarnos a nosotros mis-
mos después de aprender cuáles son nuestras cualidades y virtudes como mexicanos.
Después de eso, la gente por sí misma escogerá a qué le quiere dar valor y a qué no
sin necesidad de que se lo indiquen. La recuperación de nuestros valores reales pro-
ducirá una inercia social imposible de detener, que demandará y producirá nuevos co-
nocimientos, abriendo la puerta a la existencia de un sistema educativo muy distinto
al que hemos conocido.
10. Falta de viajes. La mayoría de los mexicanos no solamente no han viajado a otros
países, tampoco han viajado dentro de México. Necesitamos librarnos de lo que nos
limita a movernos a conocer otras partes, otras personas. Los viajes no solamente

— 385 —
PRIMERA PARTE

ilustran, también nos ayudan a encontrar mejores lugares para cada uno de nosotros.
No siempre el lugar donde nacimos es el más adecuado para lograr desarrollarnos
como cada uno queremos. Con la economía actual, las personas están atadas a perma-
necer en un mismo sitio por no tener la capacidad financiera de desplazarse a otros
lugares, ya sea para visitar o para radicar. En la Economía del Valor Social la capaci-
dad de trasladarse para la gente aumenta muchas veces. Crece porque el poder adqui-
sitivo de su dinero aumenta, pero también porque existen más formas de moverse de
un lugar a otro de formas más rápidas y efectivas.
La Economía del Valor Social se propone provocar que ingresemos a un ciclo iterativo de
mejoras continuadas llevadas a cabo por todos los ciudadanos, pero la carga más pesada re-
cae sobre los hombros de aquellos dedicados profesionalmente a labores de servicio público
en todos los niveles y en todas las áreas. Entre ellos, los más importantes son, quizá, aquellos
que se dedican profesionalmente a la educación.
En la actualidad, normalmente a la economía se le percibe como un sistema creado por el
hombre para obtener dinero. En la Teoría de la Economía del Valor Social el concepto de
economía es muy distinto. La economía se percibe como un proceso natural, al cual hay que
ayudar a que se dé de la forma más óptima posible. Así, la economía debe ofrecer las oportu-
nidades financieras, pero igualmente debe ofrecer las oportunidades para fortalecer nuestros
conocimientos y nuestra formación física y psicológica para desarrollarnos en lo que cada
uno quiera.
Formar un individuo para que sea libre y decida lo que quiere hacer teniendo ante sí la
oportunidad de una amplia gama de posibilidades, requiere de un tipo de educación particu-
lar, claramente distinta a la que tenemos hoy en día. El tipo de educación al que me refiero
debe darle al individuo la habilidad para enfrentarse a la incertidumbre de forma cotidiana,
sin sentirse estresado por ello.
En una sociedad rígida como la nuestra, con una estructura autocrática vertical disfrazada
de democracia participativa, donde lo que se busca es que la gente no cuestione, sino que
obedezca, la educación no ha podido evolucionar y ha quedado atrapada a medio camino.
Esto resulta claro al ver que, por una parte, nuestra educación ha relajado la disciplina en las
aulas al reducir la autoridad de los maestros como si buscara más igualdad, pero por otra par-
te continúa buscando producir individuos que crean en la recompensa y en el castigo, produ-
ciendo respuestas condicionadas en la gente para que siga comportamientos predetermina-
dos.
En la sociedad de la Economía del Valor Social, las cosas son distintas. En una economía
así, los individuos que forman la sociedad saben que no necesariamente hay recompensas si
hacen las cosas bien, y tampoco hay necesariamente castigos si las hacen mal. Entienden que
las cosas son como son, y a veces salen bien y a veces mal y ante una situación así, solamen-
te hay que revisar lo que uno hizo y volver a preparar un nuevo plan.

— 386 —
NUESTRA EDUCACIÓN

Su habilidad para ver oportunidades en donde sus antecesores veían problemas se deriva
de una educación orientada a cuestionarlo todo, a no dar nada por sentado. No tienen miedo
de cuestionar la historia, ni las ciencias, ni la religión, ni la economía o la política porque no
ha sido inculcada en ellos la necesidad de creer en algo, y por tanto, no sienten la necesidad
de tener que escoger en qué creer.
Solo un tipo de educación así les puede proporcionar la velocidad y flexibilidad para
adaptarse a cambios rápidos en el entorno sin sentirse estresados por ello. Están educados
para defender sus ideas y no temerles a las discusiones porque saben que es a través de ellas
que la verdad, o el consenso, aflora entre los seres humanos. Pero tampoco le temen a la di-
ferencia de opiniones porque saben que en los distintos puntos de vista está escondido el se-
creto de la riqueza del conocimiento colectivo.
En una economía como la Economía del Valor Social, cada quien entiende que los demás
son importantes tanto como uno mismo ante la sociedad, pero también entiende que la mayor
importancia la tienen las personas que dependen de uno y para que ellas estén bien, uno tiene
que estar bien.
En cuanto al valor de las cosas, en una Economía del Valor Social, cada quien sabe que el
dinero no tiene valor por sí mismo, sino que solamente es una herramienta para intercambiar
las cosas que sí valen. Cada quien también entiende que el valor de las cosas no está expresa-
do en dinero sino en la importancia que cada quien les demos, y que esa importancia varía de
una persona a otra, de un tiempo a otro, de una región a otra, y de una situación a otra.
Para que una sociedad de personas pueda llevar la Economía del Valor Social a la produc-
ción de todos los satisfactores que los individuos desean, necesita contar con un sistema edu-
cativo que enseñe que en la innovación y en la producción de satisfactores está el secreto del
desarrollo económico colectivo, y no tanto en nuestra capacidad de importarlos de otras so-
ciedades. De forma similar, también debe enseñar que la exportación no es un indicador de
desarrollo económico, sino un indicador de un desbalance en nuestra economía y que debe-
mos trabajar en subsanarlo.
En la educación que tenemos ahora no se nos educa para percibir ninguna de estas situa-
ciones, mucho menos para interpretarlas como algo que hay que corregir, y mucho menos
para encontrar formas de cómo corregirlas. Hoy se nos educa más bien para obedecer, para
seguir instrucciones, para trabajar para otros. Se nos educa para esperar a que otros encuen-
tren las respuestas y que las prueben a ver si funcionan. No se nos educa para proponer solu-
ciones innovadoras y probarlas nosotros mismos, confiando en nuestra capacidad de crítica,
de análisis, de evaluación previa y pertinente. No se nos educa para buscar nuestras propias
respuestas sino solamente para adoptar y adaptar las soluciones que otras sociedades han en-
contrado a los problemas que ellas tienen.
No podría decir con seguridad cómo debería ser la educación que produjera el tipo de in-
dividuos que necesitamos ser, y que necesitamos como sociedad, pero sí puedo decir que el
sistema actual que tenemos dista mucho de lograr un resultado tan siquiera cercano. En mi

— 387 —
PRIMERA PARTE

experiencia, a lo largo de los años, al haber tenido contacto con un sinnúmero de profesiona-
les, sobre todo en el campo de la ingeniería, he observado que son muy raros los individuos
que siquiera se atreven a cuestionar su entorno y buscar sus propias respuestas.
Eso es triste, ya que es precisamente en ese campo en donde yo esperaría ver que los indi-
viduos se atrevan a ser propositivos, a buscar soluciones innovadoras, a arriesgarse a intentar
soluciones nuevas. Pero no veo eso. La vasta mayoría no hacen eso. Parecen conformarse
con solo sentarse a esperar a que les indiquen qué deben hacer. No veo individuos puestos y
dispuestos a defender sus ideas, a señalar las debilidades de las ideas ajenas. No veo indivi-
duos entrenados para cuestionarse a sí mismos y para expandir constantemente sus propias
limitaciones en conocimientos y en habilidades. Veo individuos que se quejan ociosamente
de que no se les toma en cuenta y que no se les proporciona capacitación, pero al mismo
tiempo los veo sentados esperando a que sucedan alguna de las dos cosas.
En todas esas actitudes inconvenientes para el desarrollo de cada quién —y también in-
convenientes para el desarrollo social colectivo—, veo el reflejo de una educación que no se
diseñó para producir individuos capaces de construirse a sí mismos, mucho menos capaces
de construir un entorno adecuado para ellos y para sus hijos. Porque solo los veo exigiéndo-
les a sus hijos que estudien, pero no los veo capaces de ver claramente los efectos nocivos
que nuestro sistema educativo tiene, ni capaces de ver la forma como esos efectos nocivos
dañarán la vida de sus hijos ni, mucho menos, los veo considerándose a sí mismos capaces
de contribuir a que dicho sistema nocivo cambie. Actuamos como si hubiéramos sido educa-
dos para no disparar ni siquiera en defensa propia.

Dos Preguntas Fundamentales


A lo largo de toda mi vida, tanto privada como profesional, me he encontrado numerosas
veces con niños y jóvenes que no están seguros de qué es lo que desean estudiar. Como es
natural, conforme dejan de ser niños y comienzan a ser hombres o mujeres jóvenes, les co-
mienzan a nacer preguntas acerca de sí mismos. Quizá por naturaleza humana, quizá por la
presión social, pero normalmente los veo preguntándose qué es lo que van a estudiar en unos
años más, cuando llegue el momento de ingresar a la universidad. Invariablemente les he
aclarado que la pregunta correcta no es “qué deseo estudiar” sino más bien “qué es lo si-
guiente que deseo hacer”.
Una persona joven, por lo general, no tiene las cosas muy claras acerca de qué quiere ha-
cer en la vida, así que se me hace demasiado exigente la pregunta de “qué deseas hacer en tu
vida”. Creo que es más realista y menos estresante la pregunta de “qué es lo siguiente que
deseas hacer”. Esa pregunta, siento yo, deja claro que más adelante podemos cambiar de opi-
nión.
Por cierto, la pregunta de “qué quieres ser en la vida” que en ocasiones les formulamos a
los jóvenes se me hace inoportuna y además dañina. ¿Cómo que “qué quieres ser”? ¡Como si
tuvieran opción! El ser humano ya es lo que es. Preguntarle eso a un niño o a un joven lo

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NUESTRA EDUCACIÓN

hace pensar que no es nada, que debe hacer algo para llegar a ser. No podemos permitir que
nuestros hijos lleguen a pensar que necesitan hacer algo para llegar a ser. Estamos tan adoc-
trinados a creer que nuestra actividad nos define, que ya ni siquiera vemos el error en eso,
mucho menos lo pernicioso en esa pregunta.
Como sea, la pregunta de “qué quieres hacer” se me hace más atinada que la de “qué
quieres estudiar”. La primera es una pregunta fundamental y pienso que debemos ayudarle a
nuestros niños y jóvenes a responderse esa pregunta primero y después la segunda. Una per-
sona que recién ha llegado a este mundo primero necesita saber qué quiere hacer y una vez
que sepa eso, entonces la podemos ayudar a escoger qué necesita aprender para lograr hacer
eso que quiere.
La educación debería ayudarnos a responder ambas preguntas. Primero “qué es lo si-
guiente que quiero hacer” y luego “qué necesito aprender para hacerlo”.
Para responder a la primera pregunta la educación debe proporcionarnos una rica variedad
de experiencias, de actividades. Solo así podremos escoger atinadamente. Si la variedad de
experiencias que nos ofrece la educación no pasa de jugar fútbol y participar en una obra de
teatro, no podremos saber si existen otras cosas que nos gustan, sencillamente porque no las
hemos hecho, no las hemos probado. La educación debe ofrecer muchos deportes variados y
no solamente los de siempre: basquetbol, voleibol, fútbol y en ocasiones béisbol, y párale de
contar. Esos no son los únicos deportes que hay. Hay muchísimos. ¿Por qué no salimos de
los mismos siempre? ¿Porque somos un país pobre?
Las actividades artísticas también son muy numerosas, y sin embargo no salimos de tocar
la guitarra, hacer una obra de teatro, y participar en un baile folclórico. ¿Qué hay de todas las
demás? Hay una enorme cantidad de actividades artísticas. Hay muchos juegos de mesa, hay
muchas actividades de taller y artesanales. Hay muchos viajes que hacer, muchos lugares que
visitar. Hay muchas actividades y juegos colectivos. Hay muchas más experiencias que les
podemos hacer vivir a nuestros niños y nuestros jóvenes que el tiempo disponible que existe
en nueve años para llevarlas a cabo. ¿Por qué preferimos tenerlos encerrados en un cuarto
durante horas todos los días con un adulto diciéndoles qué hacer y qué no? ¿Qué oportunidad
tienen de aprender de sí mismos en esas circunstancias?
La Economía del Valor Social, y en general cualquier otra economía, necesita individuos
que se sientan libres de atreverse a experimentar cosas nuevas y esa libertad es algo aprendi-
do, al igual que hemos ahora aprendido a no serlo. La educación que tengamos, la que sea,
nos debe ofrecer eso. En la Economía del Valor Social, más que en cualquier otra, es muy
importante educar a nuestros niños y jóvenes de esa forma. Si no lo hacemos, corremos el
riesgo de provocarles el efecto del elefante que ha vivido toda su vida amarrado a una estaca
y luego es liberado. Ese elefante no se alejará de la estaca por sí mismo y se sentirá inseguro
sin su cadena. Un efecto similar les ocurre a las personas que han sido esclavos toda su vida.
Cuando les otorgan la libertad se aterran porque no saben qué hacer con ella. A los convictos
que han estado toda una vida encerrados les pasa lo mismo. La misma reacción veo yo en los

— 389 —
PRIMERA PARTE

ingenieros cuando les pido que hagan algo que nunca antes les han solicitado hacer. Se asus-
tan. Se congelan.
Para responder a la segunda pregunta, la de “qué necesito aprender”, la educación debe
ofrecer más granularidad y flexibilidad en el catálogo de lo que está disponible para una per-
sona. Actualmente parece como si tratáramos de atiborrar a nuestros niños y jóvenes con in-
formación sin considerar si la van a necesitar para lo que cada uno de ellos quiere hacer. Eso
es evidente, puesto que nunca se los preguntamos ni les ayudamos a que se lo pregunten o lo
descubran por ellos mismos. Solo los tratamos como ganado y les tratamos de meter en la
cabeza a todos lo mismo y de la misma forma.
Con respecto a esto último, es importante notar que actualmente nuestra educación no
constituye un método flexible que se adapte a cada niño. Por principio de cuentas metemos a
más de veinte niños en un cuarto durante horas a escuchar a un adulto hablar. Todos los pe-
dagogos saben que cada persona aprende de forma distinta. Ante esto, no puedo evitar pre-
guntarme: ¿Por qué les enseñamos a todos igual si nadie aprende igual? Nuestra educación
debería ser personalizada. No estoy de acuerdo si alguien dice que eso es imposible.
Sin ser pedagogo, a mí, un ciudadano cualquiera, se me ocurren varias formas como po-
dríamos alcanzar ese tipo de educación personalizada que nos permita encontrar la respuesta
a las dos preguntas fundamentales. Estoy seguro entonces de que a nuestros pedagogos se les
deben ocurrir muchas más formas y mucho más efectivas de las que se me ocurren a mí.
Aquí te van unos ejemplos:
1. Reducir el tamaño de los grupos. Uno de los pasos que podríamos dar hacia la me-
jora de nuestro sistema educativo es no metiendo a más de diez niños en una misma
aula. Más aún, la cantidad no debería depender de un estándar, sino de la personali-
dad de los niños o jóvenes y de sus intereses personales. De esa forma podríamos ha-
cer grupos más armoniosos y receptivos. Entre más pequeño es el grupo, más grande
resulta el aula y más cosas se pueden hacer en ella.
2. Reducir el tamaño de los planteles. No sé cuál sería el tamaño adecuado máximo
de un plantel escolar, pero sí sé que no deberían ser tan grandes como los hacemos
ahora. ¿Por qué los hacemos tan grandes? ¿Por ahorrar costos? Metemos a más de
mil niños y jóvenes en algunos planteles. ¿Qué tan personalizada puede ser la educa-
ción en un plantel en donde cientos de niños o jóvenes están presentes al mismo
tiempo? Desconozco si exista algún análisis objetivo en este sentido, pero creo que
un plantel escolar no debería tener más de unos diez grupos de diez niños o jóvenes
como máximo.
3. Desarrollando tutores de verdad. Asignar a un maestro tutor que esté siempre pre-
sente con ellos en todas sus clases y que los acompañe mientras otros maestros les
enseñan cosas específicas. Eso equivaldría a “ir a visitar” al maestro de química, o de
taller, o de música, o cualquier otro maestro especialista en algo. La “visita” no ten-
dría que ser forzosamente en el mismo plantel. Pudiera ser en otro plantel para que

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NUESTRA EDUCACIÓN

tenga un sabor a “salida”. De esa forma, habría dos maestros en todo momento y no
solamente uno. Incluso podría haber tres, si el maestro especialista necesitara asisten-
cia, como podría ser el caso de un maestro de algún taller, o de un laboratorio.
4. Eliminando la paradigmática estandarización. Romper el paradigma de que todos
los niños en una misma aula deben recibir el mismo tema, al mismo tiempo. Eso ja-
más lo podremos lograr, aunque nos lo propongamos. Todos vivimos experiencias
distintas ante la misma situación. ¿Por qué hacer las cosas de forma antinatural? Si
todos vamos al cine a ver la misma película, la experiencia será distinta para cada
quién. Lo mismo sucede en el aula. ¿Por qué no entonces aprovechar esa diferencia
de vivencias en lugar de ir contra nuestra naturaleza? En un salón de clases, al mismo
tiempo, los diez niños o jóvenes pueden estar haciendo cosas distintas sin ningún
problema. Uno puede estar construyendo algo, mientras otro dibuja, mientras otro
lee, mientras otro saca fotografías, mientras otro busca información en Internet, y así
sucesivamente. Así como una madre con diez hijos no pretende hacer que todos ha-
gan lo mismo al mismo tiempo, el maestro debería darles la misma libertad. Al final
de cuentas, no es él quien les da las experiencias de vida, sino ellos a sí mismos. El
maestro solo facilita el ambiente, anima y resuelve dudas.
5. Desarrollando maestros con mentalidad abierta. Capacitando y dándoles los me-
dios a nuestros maestros para que puedan ser creativos en ofrecer diversidad de expe-
riencias a nuestros niños y jóvenes. Educándolos para que comprendan el nuevo pa-
pel que deben adoptar ante un tipo de educación orientado a ofrecer a los niños y jó-
venes riqueza en experiencias, para que ellos mismos puedan ir escogiendo qué es lo
que quieren hacer, sin importar qué tan buenos sean en eso.
6. No obligándolos a competir. No a todos les interesa competir y no todos se sienten
bien haciéndolo. Competir es una actividad que no todos quieren hacer. Eso lo he vis-
to desde siempre. Por otra parte, a muchos les gusta competir solamente en algunas
cosas y no en todas. No debemos hacer sentir mal a nuestros niños y jóvenes por no
querer competir. A muchos les gusta el fútbol, pero no lo juegan porque los obligan a
competir. Solo quieren jugar fútbol, pero no quieren competir. Al menos no en eso.
Las competencias matan la creatividad en mucha gente que no desea medirse contra
otras ni en lo individual ni en equipo.
7. No calificándolos. Esto es una extensión de no obligarlos a competir. Tanto las com-
petencias como las calificaciones generan diferencias entre la gente. ¿Por qué los ca-
lificamos? La calificación es la antesala de la discriminación. ¿Por qué lo hacemos?
¿Por qué queremos estandarizar a la gente? Se supone que los exámenes son para que
el maestro sepa qué tanto conocimiento ha aprovechado y eso lo puede saber si ob-
serva lo suficientemente bien a sus alumnos y esto último lo puede lograr si no le da-
mos más que unos cinco o seis alumnos con los que pueda convivir durante años, en
lugar de darle cincuenta con los que conviva durante 45 minutos, dos veces a la se-
mana.

— 391 —
PRIMERA PARTE

8. No obligándolos a realizar actividades en equipo. Algunos niños y jóvenes brillan


más en la soledad y por sí mismos que en equipo. Esa corriente pedagógica que exis-
te de intentar socializar el comportamiento de todos a fuerzas y de hacer todo en
equipo siempre se me ha hecho antinatural y dañina para la psique de aquellos que no
gustan de participar en equipo. La sociedad entera está compuesta de individuos dis-
tintos. Todos viven en sociedad, pero algunos gustan de reuniones sociales, otros gus-
tan de la soledad. ¿Por qué tenemos que hacer sentir mal a nuestros niños y jóvenes
que prefieren hacer las cosas a solas? La explicación de que los obligamos a partici-
par en actividades en equipo que porque así serán mejores ciudadanos y se integrarán
mejor a la sociedad, me parece erróneo. La mejor forma de que alguien se integre a la
sociedad es que la sociedad lo acepte como es. Si todos aprendemos a aceptar a los
demás como son, creo que tendremos mejores posibilidades de mejorar nuestra con-
vivencia social.
9. Diferenciando sus gustos de sus aptitudes. No es lo mismo que me guste hacer
algo, a que yo sea bueno en eso. Si la creatividad de una persona se manifiesta cuan-
do se siente libre de ser como quiere ser y haciendo lo que le gusta, entonces no de-
bemos obligar a nuestros niños y jóvenes a que hagan aquello en lo que son buenos.
Debemos dejar que ellos escojan. Quizá alguien sea muy bueno tocando la guitarra,
pero le guste más el violín. ¿Por qué comprarle una guitarra entonces? Se trata de que
la educación nos ofrezca riqueza de experiencias para que cada quién escoja lo que
quiere hacer, no de que alguien escoja por nosotros. No importa si somos buenos o
malos en algo. Se trata de hacer lo que nos guste. Eso es la base de la felicidad en el
ser humano, creo yo.

Educación Granular y Flexible


Aparte de individualizada, decía yo anteriormente que la educación también debe ser gra-
nular y flexible. Por granular quiero decir que las unidades o paquetes básicos de conoci-
mientos deberían ser más pequeños. Actualmente dividimos en materias y contenidos gene-
rales y objetivos específicos cada una de las áreas del conocimiento que les vamos a impartir
a nuestros niños y nuestros jóvenes. Pero en ese enorme cuerpo de conocimiento no toma-
mos en cuenta lo que ellos desean aprender ni la secuencia en la que ellos desean hacerlo.
Como resultado, durante años les tratamos de inculcar, en un orden preestablecido, cosas
que les son ajenas porque están fuera de sus experiencias de vida. Por lo tanto, solo les queda
recurrir a la árida memorización en lugar de tener la oportunidad de usar la capacidad de aso-
ciación experiencial natural con la que nacemos todos.
Cada niño o joven tiene una limitada cantidad de experiencias vividas y una limitada
cantidad de cosas que desea hacer, por lo tanto, no necesita tanta información. Solo necesita
la que esté asociada con lo que él, en lo personal, quiera hacer. De esa forma, cada pedazo de
información que se le proporcione lo podrá asociar de forma inmediata con algo que a él le
interesa. El aprendizaje, bajo esas circunstancias, es inevitable.

— 392 —
NUESTRA EDUCACIÓN

El tamaño de las unidades de información que se les proporcionen, además de ser peque-
ñas, también deben administrarse en una secuencia individual. No todos necesitan saber lo
mismo al mismo tiempo ni todos comprenden las cosas en la misma secuencia. Prueba de
ello es que, ante la misma experiencia de vida, cada quién tendrá preguntas distintas. Algu-
nos incluso no preguntarán nada, sea porque lo que querían saber ya lo comprendieron por sí
mismos, o porque no es de su interés investigar más a fondo en ese momento.
Cuando un niño —o un joven— pregunta algo, prácticamente nunca quiere saber más allá
de lo que preguntó. Si un niño pregunta cómo se forma la lluvia, no espera recibir una cáte-
dra completa de termodinámica atmosférica. Espera recibir una respuesta de cuatro palabras
cuando mucho y que esté formulada desde su perspectiva de las cosas. Esa granularidad es a
la que me refiero. Si el niño en ese momento, o en otra ocasión, desea saber algo más, segu-
ramente lo preguntará, siempre y cuando se sienta libre de hacerlo. Y así, de grano en grano,
llenará su necesidad de saber.
Quizá en la universidad es en donde más granularidad y flexibilidad existe, pero aun allí
la considero primitiva. En la universidad ofrecemos a nuestros jóvenes cierta flexibilidad en
el horario, y otra poca de flexibilidad en la secuencia de materias. Incluso, en algunas univer-
sidades tienen materias “optativas”. Eso está muy bien. Son pasos en la dirección correcta.
Pero dista mucho de lo que la Economía del Valor Social visualiza. ¿Por qué deben ser cua-
tro años de estudio? ¿Por qué? ¿Por qué debe una persona estudiar y aprobar todas las mate-
rias prescritas en una retícula escolar?
Nunca olvidaré una ocasión en la que, siendo estudiante de preparatoria, un maestro nos
dijo que, cuando finalmente nos graduáramos y nos convirtiéramos en profesionistas, solo
usaríamos el 10% de lo que nos iban a enseñar en la universidad. Durante años pensé de la
misma forma. Después de treinta años de ejercer la ingeniería finalmente he encontrado dón-
de está el error: no hay granularidad ni flexibilidad suficientes.
Hoy me llama la atención que sé muchas cosas más de las que sabía cuando salí de la es-
cuela, y también muchas cosas más de las que saben los ingenieros recién graduados. He
aprendido mucho a lo largo del camino. Pero hubiera aprendido más si no hubiera perdido
cuatro años estudiando cosas que no me iban a servir sino en una décima parte. ¿Por qué me
las enseñaron entonces? ¿Por si las necesitaba? Si esa fue la razón, entonces les faltaron mu-
chas cosas más que pudieron haberme enseñando. ¿Cómo determinamos qué debemos atibo-
rrarle a una persona en la cabeza y qué no? ¿Cuerpos colegiados? Ningún cuerpo colegiado
podrá saber jamás qué es lo que una persona necesita saber porque no está en sus zapatos.
En la Economía del Valor Social se dan pocos pasos en falso. Por eso, en la educación no
se le somete a una persona a años de atiborramiento innecesario de información “por si acaso
la necesita”. Lo que se hace es desarrollar un catálogo de materias mucho más amplio del
que tenemos actualmente, pero cada una con un contenido temático mucho más pequeño.
Cuando un estudiante ingresa a la escuela se le trata como si fuera un cliente en una tienda
de música. Se le permite ver las distintas materias que existen y se le ofrece ayuda para

— 393 —
PRIMERA PARTE

ahondar más en el contenido de cada materia. Se le explican las diferencias entre una y otra
en caso de que tenga dudas. Al final, es él quien escoge.
El estudiante escoge las materias y la secuencia con toda libertad. Lo que escoja será bajo
su propio riesgo. ¿Riesgo de qué? De perder su tiempo. Podrá entrar a las exposiciones de
materias como él lo desea. Cada materia no durará más de un mes. No habrá exámenes. Los
exámenes se los harán en los empleos que solicite. Si trabaja por su cuenta, entonces no tiene
por qué preocuparse por eso. Podrá asistir de vuelta a una materia tantas veces como lo quie-
ra. No habrá reprobados ni pasados. No habrá calificaciones ni premios por aprovechamien-
to, ni cuadros de honor[115].
Podrá obtener un título, si lo desea, y en ese caso sí tendrá que saber cosas mínimas, pero
no será necesario que haya cursado materias específicas. De esa forma, cualquier persona
puede solicitar que le hagan un examen para la obtención de un título sin que sea indispensa-
ble que haya estado en un aula alguna vez. Digamos que sería algo similar a lo que actual-
mente ofrece el Ceneval con el acuerdo 286, solo que totalmente gratuito.
De esta forma erradicamos la discriminación y estrés que existe en la gente que “no termi-
nó la escuela”. Incluso en formatos oficiales eventualmente te preguntan si tienes carrera
“trunca”. En la Economía del Valor Social se eliminan todas esas etiquetas y se reemplazan
por la igualdad y la libertad de aprender lo que uno quiera aprender.

Las Comparaciones Internacionales


Prácticamente desde siempre, todos los países y sociedades se comparan con las demás
para determinar en qué lugar están en alguna escala cualquiera. México y su sistema educati-
vo no son la excepción.
Las comparaciones realizadas entre el sistema educativo en México y otros países, sobre
todo algunos como Finlandia, abundan entre aquellos que critican el sistema mexicano y que
desean uno mejor… o sea, todos.
Conocer cómo son los sistemas educativos en otros países es provechoso. Siempre es bue-
no conocer otros puntos de vista. Lo que no es provechoso, es demeritar las opiniones de
nuestros profesionales en educación, pero sobre todo, demeritar nuestro propio sentido co-
mún y capacidad de observación.
Es cierto que debemos observar lo que hacen los demás, pero no para copiarlo, sino para
inspirarnos. No debemos ver qué hace el vecino y tratar de comenzar a hacer lo mismo pen-
sando que obtendremos los mismos resultados. El vecino es el vecino y nosotros no somos
él… o ella.
Tenemos distintos gustos, distintas costumbres, distintas preferencias, distintos sueños,
distintas metas, distintas realidades actuales. En una conversación que tuve hace unos días
con una persona, me hablaba del sistema finlandés —de hecho, me enteré de la existencia de
115 Que conste que normalmente aparecía yo en los cuadros de honor.

— 394 —
NUESTRA EDUCACIÓN

ese sistema por esa persona. Me contaba que los niños allá, aparentemente asisten a clases en
promedio 20 horas por semana, y no les dejan tarea. Agriamente criticó delante de mí a la re-
ciente reforma educativa que se está implementando en México, la cual, parece dirigirse en
sentido inverso al querer implementar la asistencia escolar de tiempo completo. Es decir,
ahora los niños y los jóvenes asistirán a la escuela durante toda la mañana y durante buena
parte de la tarde.
Confieso que al principio también me causó una mala impresión lo que esa persona me
decía acerca de nuestra reforma educativa. Sin embargo, cuando regresé a mi casa, ya con
más calma, me puse a averiguar de qué se trata la reforma educativa en México. Leí la nueva
ley y honestamente encontré más paralelos que diferencias entre lo que estaba yo leyendo y
lo que estaba encontrando acerca de la educación finlandesa.
Luego comencé a imaginarme a los niños mexicanos asistiendo solamente cuatro horas a
la escuela y que no les dejaran tarea. Imaginé que llegarían a su casa y se tendrían que hacer
de comer ellos solos, luego saldrían a la calle ellos solos, y harían cosas que sus padres no
saben. En Finlandia, al parecer, los niños salen de la escuela y su agenda es totalmente dis-
tinta. Allá sus padres los esperan y conviven con ellos cuando llegan de la escuela. En Méxi-
co no podríamos hacer eso, aunque quisiéramos.
Lo que debemos hacer primero es resolver la situación que hace que nuestros padres de
familia tengan que estar ausentes durante todo el día —ambos padres— y que lleguen
exhaustos a su casa, sin fuerzas para “convivir y jugar” con sus hijos. Es urgente que resol-
vamos primero ese problema de desintegración familiar que tenemos. Nuestra sociedad se
está desintegrando por esa razón, pero no lo vemos.
Al buscar información sobre la educación inevitablemente me topé con las numerosas
protestas que los maestros están haciendo, principalmente en Oaxaca. Me es imposible saber
quién dice la verdad, porque todos opinan y nadie parece aportar ninguna prueba de lo que
dice. Entiendo la profunda desconfianza que han de sentir los maestros al pensar que la nue-
va reforma educativa los va a dejar sin empleo, a pesar de que el gobierno diga lo contrario.
Desafortunadamente esos maestros no están solos al desconfiar del gobierno.
Con reforma educativa o no, primero hay que resolver el problema de la seguridad en el
trabajo de nuestros maestros, resolver su bajo nivel de ingresos, y resolver las condiciones
laborales tan injustas en las que los tenemos. No puede una persona estar enfrente de un gru-
po de niños, atenderlos personalizadamente e inspirarles confianza, paz y tranquilidad, si por
dentro a esa persona se la está llevando la tiznada por todos los problemas económicos que
trae en el corazón.
Nuestros maestros también son miembros de la sociedad. También son seres humanos.
También son jefes de familia y tienen necesidades humanas como todos los demás. Obligar-
los a que desempeñen sus labores trayéndolos de un lado para el otro es cuando menos crimi-
nal. ¿Cuánto de su sueldo pierden en transporte? No lo sé, pero ha de ser una suma conside-
rable.

— 395 —
PRIMERA PARTE

En Finlandia parecen apreciar a sus maestros muchísimo más que nosotros y eso definiti-
vamente debe estar relacionado con la buena calidad de su sistema educativo. Nuestros ma-
estros deberían ganar bien, muy bien. Pero también deberíamos asegurarnos de que tengan
todas las herramientas de primera calidad para realizar bien su trabajo.
No podemos tener a nuestros maestros dando clases en salones de cartón, en condiciones
insalubres, sin clima artificial, sin buena iluminación, sin jardines, sin talleres, y sin una lar-
ga lista de cosas más que necesita un maestro para realizar su trabajo con excelente calidad.
Nos molestamos porque se agremian y exigen y entorpecen el tráfico, pero no nos pone-
mos en sus zapatos durante el tiempo suficiente como para entenderlos. No soy maestro y
nunca he trabajado de maestro, pero tengo ojos y sentido común. Conozco a varios maestros
y veo cómo no les alcanza para vivir. Veo cómo sus sueldos se demoran años antes de que
les paguen. Veo cómo son abusados por el gobierno y por el sindicato mientras la sociedad
les exige cada vez más.
Honestamente ser maestro en México es un acto por demás heroico. No lo puedo describir
de una forma distinta. Si vamos a exigirles a nuestros maestros que incrementen su educa-
ción, debemos primero asegurarles una fuente de trabajo estable, que les otorgue el creci-
miento personal que buscan.
No sé si haya demasiados maestros como he escuchado. Pero sí sé que haya muchos o
haya pocos es un problema demasiado pequeño comparado con el problema de que nuestros
niños y jóvenes no estén recibiendo la educación que necesitan tan solo porque no nos he-
mos sabido organizar adecuadamente para atender ese problema que a escala social es graví-
simo.
Si en Finlandia o en Canadá los maestros no hacen marchas es porque no necesitan hacer-
las. Si vamos a comparar nuestro sistema educativo y los resultados que produce, con lo que
otros países tienen, entonces debemos comparar toda la sociedad completa, porque es toda la
sociedad la que ha construido el sistema educativo. La sociedad entera es un aula gigantesca
en la que todos nos estamos educando. De nada sirve tener salones de clase elegantes ni es-
cuelas bonitas si todo nuestro entorno social está deteriorado deprimentemente y opresiva-
mente.
Las calificaciones que Finlandia, o Suecia, o Polonia obtienen ante las evaluaciones de la
Organización de las Naciones Unidas a través de la Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económico (OCDE) hablan de resultados académicos estandarizados, pero eso no
significa que su sistema educativo sea mejor. Por ahora son mejores que el nuestro, eso no lo
discuto. Lo que alego es que no debemos enfocarnos en esos exámenes de la ONU y poner-
los como nuestra meta. Nuestra meta debe ser siempre el bienestar de nuestros niños y nues-
tros jóvenes.
Singapur está a la par o quizá más arriba que Finlandia en la evaluación de la ONU y sin
embargo cuenta con el índice de suicidios más elevado entre los estudiantes jóvenes. China

— 396 —
NUESTRA EDUCACIÓN

está elevando su calificación ante la ONU, pero también está elevando el nivel de estrés en-
tre sus estudiantes. ¿Es eso lo que queremos? Yo no.
Yo no quiero sacrificar el bienestar de nuestros niños y nuestros jóvenes a cambio de ob-
tener una buena calificación en un examen elaborado por personas que no son mexicanas y
que seguramente nunca han vivido aquí. Si nunca alcanzamos una buena calificación en esos
exámenes, pero nuestros niños y nuestros jóvenes viven felices y aman ir a la escuela porque
sienten que allí los quieren, los respetan, los aprecian y tienen la oportunidad de aprender li-
bremente lo que no pueden aprender en ninguna otra parte, por mí no importa que la ONU
nos repruebe.

Los Sindicatos de Maestros


Mi opinión acerca de los sindicatos de maestros ha pasado por varias etapas. La primera
etapa la puedo catalogar de desconsideración. Durante los primeros años de mi vida el sindi-
cato de maestros era una organización totalmente desconocida y ajena para mí. La segunda
etapa se caracterizó por considerar a los sindicatos de maestros como organizaciones inde-
seables. Solo escuchaba marchas, mítines, y protestas. La tercera etapa se ha caracterizado
por considerar a los sindicatos de maestros igualmente indeseables, con sus marchas y pro-
testas, pero con una diferencia diametralmente esencial. Me explico.
Me parecen indeseables no por su comportamiento, sino por las razones mismas de su
existencia. Hoy, después de haber visto muchas cosas en la vida, entiendo que el sindicato no
existe porque quiera existir, sino como respuesta a una falla de alguien más.
Los sindicatos son la herencia directa del comunismo según lo teorizó Karl Marx. Pero la
sindicalización de la gente no se hizo por sí misma. Se hizo en respuesta a una serie de situa-
ciones que la propiciaron. Condiciones extremadamente injustas de trabajo, salarios por de-
más bajos, discriminación descarada y una buena cantidad de cosas más.
Los sindicatos nunca hubieran existido si las condiciones laborales de la gente hubieran
sido buenas. Pero no fue así. Por esa razón sostengo que el comunismo y el socialismo lo
produjo el capitalismo con sus prácticas inhumanas. Algo tenía que hacer la gente y lo hizo.
Se organizó y logró beneficios que hasta nuestros días gozamos.[116]
Cada vez que miro una manifestación sindical de los maestros no puedo evitar ver en eso
la falla de alguien más. Alguien no está haciendo bien su trabajo, y esa falla está provocando
que los maestros prefieran organizarse en sindicatos en lugar de trabajar en aquello que es su
vocación: enseñar.
Por esa razón se me hacen indeseables. Porque cada uno de ellos es el exponente de una
falla gigantesca en la forma como tratamos a nuestros maestros. ¿Por qué hacemos eso?
Ellos son quienes educan a nuestros hijos y a nosotros mismos. Les exigimos que se porten

116 Ver Sindicatos y Huelgas, en la página 289.

— 397 —
PRIMERA PARTE

como unos segundos padres, pero no les damos lo necesario para que lo hagan. Necesitan
todo un conjunto de herramientas y beneficios para que puedan hacer su trabajo.
Sí estoy en contra de que el sindicato de maestros exista, pero no porque el sindicato me
desagrade. Lo que me desagrada es el número de injusticias que tienen que cometerse contra
nuestros maestros para que estos se vean obligados a sindicalizarse.
Sí, es cierto que el sindicato está repleto de abusos también, y de politiquismo, y de robos
y fraudes financieros, pero ¿qué podíamos esperar? Los sindicatos, sean de maestros o no,
como cualquier organización humana está ligada a los intereses que la gestaron. El problema
en los sindicatos no solamente está en los sindicatos. Esos problemas están en todas partes,
en todas las organizaciones en México. Si miras a tu alrededor, hacia donde voltees, lo po-
drás ver. El hecho de que ese mismo problema exista y persista en todas partes debería decir-
nos algo. Debería decirnos que el sindicato no gestó la corrupción que vive en él. El sindica-
to padece la corrupción igual que todo el resto de la sociedad.
¿Cómo podemos esperar que las personas que administran o lideran el sindicato estén
exentas de las carencias que tenemos todos? Esas personas también han sido víctimas de una
educación deficiente y también han formado su vida en una sociedad sin valores. ¿Qué otra
cosa podríamos obtener sino un sindicato formado por personas rapaces y aprovechadas que
buscan enriquecerse a costa de los agremiados?
Mi punto es que no hay ninguna diferencia fundamental entre la corrupción que existe en
nuestros sindicatos y la que prevalece en todas nuestras organizaciones gubernamentales.
Ninguna. Y para mí eso es un indicador claro de que el origen del mal no está allí, en el sin-
dicato, sino en el entorno. El mal está en el sistema completo y de todos los males, el más
grave, el más urgente, es el malestar económico que tenemos el cual genera nuestro malestar
financiero, de salud, de justicia y, sobre todo, el mal de la educación deficiente que tenemos.
Demos a nuestros maestros un sueldo seguro, estable, suficiente, junto con unas condicio-
nes de trabajo efectivas y excelentes, y el sindicato ya no será necesario para ellos. No nece-
sitamos hacer la guerra contra el sindicato. Debemos ganarle. Debemos demostrar a los ma-
estros que es mejor trabajar directamente con la Secretaría de Educación y en su defensa
siempre debe estar la Secretaría del Trabajo. Ya tenemos esas dos enormes instituciones. No
necesitamos más. Solo necesitamos ponernos a trabajar intensamente.
El contrato colectivo debe erradicarse. No debemos mantener un esquema laboral en el
que la responsabilidad se diluye y las obligaciones profesionales desaparecen. Estoy de
acuerdo en que quien no trabaje debe irse, y quien no quiera incrementar su preparación pro-
fesional también se vaya, pero no estoy de acuerdo en exigirles primero eso a cambio de au-
mentarles sus beneficios. Así no se hacen las cosas. Los beneficios que los maestros deben
tener no son intercambiables por nada. De la misma manera que la buena educación de nues-
tros hijos tampoco es intercambiable ni negociable.

— 398 —
NUESTRA EDUCACIÓN

No dudo que haya maestros malos y holgazanes. Las habas se cuecen en todas partes.
Pero son muchos más los maestros que aman su carrera. Son muchos más los maestros que
se sacrifican de verdad por ejercer su profesión y por satisfacer su vocación. Estos últimos
no se están quejando de tener más trabajo. Se están quejando de no ganar lo suficiente para
alimentar a sus familias. Todo eso lo debemos y podemos resolver de forma muy rápida con
tan solo ponernos a trabajar de verdad en ello.
La obsolescencia del sindicato no puede dictarse por aquellas personas que con su irres-
ponsabilidad moral provocaron que se formara dicha organización. La obsolescencia sindical
solo puede nacer de aquellos quienes tuvieron que formar dicha organización ante una ame-
naza común. Para hacer desaparecer a los sindicatos, debemos hacer desaparecer la amenaza
que los produjo.

— 399 —
PRIMERA PARTE

Nuestra Soberanía

El título de este capítulo pudiera cambiarse y reescribirse de varias formas y cada una
evocará distintas connotaciones entre diferentes personas. Por lo mismo, creo que es impor-
tante hacer aclaraciones.

Aclaraciones Necesarias
Prácticamente desde que México se formó ha tenido que maniobrar con la opinión de
otros países para implementar sus propias políticas internas. Es loable que no hayamos se-
guido prácticas intervencionistas contra otras naciones como las que siguen otros países,
principalmente nuestro vecino del norte. Me siento orgulloso de pertenecer a un país al que
no se le puede echar en cara que es abusivo y metiche, y que interviene en los asuntos de
otros con el pretexto de ir a ayudar a los mexicanos que andan en el extranjero.
En México entendemos que, si un mexicano decide irse de aquí, o decide poner un nego-
cio en un país extranjero, se debe apegar a las reglas de ese país al que va o en el que intenta
poner su negocio. En México entendemos que, si alguien visita algún otro país, por la razón
que sea, lo hace bajo su propio riesgo y que en ese otro país no tiene más derechos que los
que ese país le ofrezca. En nuestra mente tenemos bien claro que ir a otro país no es un dere-
cho, sino un privilegio que ese país nos otorga.
Por lo tanto, nunca nos cruzaría por la mente entablar un conflicto diplomático, y mucho
menos un conflicto armado, con otro país porque decida tomar acciones que afecten los inte-
reses —o incluso las vidas— de mexicanos que se encuentren allá.
De forma similar, no se nos ocurre visitar a ningún mandatario extranjero, ni pedirle que
venga, para que nos dé explicaciones de sus políticas internas. Esto es cierto independiente-
mente de qué tan cerca de nuestras fronteras se encuentre dicho país. Guatemala y Belice co-
lindan con México y sin embargo nunca se nos ha ocurrido intervenir en sus asuntos con la
excusa de que lo que hagan en su territorio pudiera afectar al nuestro —aunque sepamos que
sí pudiera ser así.
Por lo arraigada que tenemos la idea de que cada quién a lo suyo y el enorme respeto que
sentimos hacia los demás países, nos es difícil entender la mentalidad de otras personas que
no son mexicanos. La intervención internacional militar en defensa de los intereses financie-
ros de empresarios que tienen sus negocios en otros países no la podemos entender, porque
es lo último que nosotros haríamos.
Un ejemplo muy próximo y claro de eso es la mentalidad que tienen los estadounidenses
en ese sentido. Cuando Lázaro Cárdenas expropió la industria petrolera, esta era propiedad,

— 401 —
PRIMERA PARTE

prácticamente en su totalidad, de empresarios extranjeros, y sin embargo nunca consideró la


posibilidad de una intervención militar estadounidense en México debido a esa decisión.
En la realidad, sí hubo una actividad resuelta de cabildeo por parte de los empresarios es-
tadounidenses afectados, para que su gobierno los respaldara interviniendo militarmente a
México. El gobierno estadounidense consideró de forma seria la acción solicitada, pero de-
clinó principalmente porque no quería tener un conflicto armado con un vecino inmediato.
Reconoció que el problema no sería solamente contra el gobierno mexicano, sino contra los
mexicanos, dado el visible apoyo que la enorme mayoría de la gente le otorgó a la decisión
de Lázaro Cárdenas.
Sin embargo, ese intervencionismo es muy real y palpable. Lo podemos ver en las accio-
nes militares internacionales no solamente de Estados Unidos, sino de muchos otros países,
como Francia, Israel, Alemania, Inglaterra, Italia, entre varios otros. Las acciones militares
que han destruido países enteros recientemente y les han quitado la vida a millones de perso-
nas, particularmente en el oriente medio, son un claro ejemplo de toda esa actitud hostil y
abusiva que existe por doquier.
Las razones para dichas intervenciones se arguyen de distintas maneras, principalmente
en la forma de que acuden a defender la libertad y la democracia. Sin embargo, ha quedado
sobradamente demostrado que los intereses que han movido —y siguen moviendo— todas
esas acciones intervencionistas y asesinas han sido primordialmente financieros, y no religio-
sos o políticos, como nos han pretendido hacer creer.
No voy a dedicar espacio en este libro para demostrar lo que ya está demostrado hasta la
saciedad, sobre todo si el tema central en todo este documento es México, y no ninguno de
esos otros países, ya sea que estén entre los intervenidos o entre los interventores.
Todo este intervencionismo tiene muchas formas. Hablar de todas ellas nos extendería
mucho hacia temas que no son el asunto central en todo este libro. Aquí estamos hablando de
cómo afectan distintos aspectos de nuestra actividad a nuestra economía, así que solamente
hablaré de dos de ellas:
1. La intervención en la propiedad de la tierra
2. La intervención en empresas estratégicas para la economía de México

La Propiedad de la Tierra
En abril de 2013 el artículo 27 de nuestra Constitución fue modificado por el congreso
para permitir que los extranjeros sean dueños de terrenos ubicados en las costas de nuestra
nación. Antes de esa fecha, a los extranjeros no se les permitía eso. En su exposición de mo-
tivos[117], nuestros representantes ofrecieron los siguientes argumentos:

117 Que reforma el artículo 27 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, suscrita por los diputados
Gloria Elizabeth Núñez Sánchez y Manlio Fabio Beltrones Rivera, del grupo parlamentario del PRI. Obtenido de
gobernación.gob.mx el 30 de agosto de 2018.

— 402 —
NUESTRA SOBERANÍA

1. Que nuestro país ya no está amenazado con la invasión de tropas extranjeras como lo
estaba a principios del siglo XIX.
2. Que de cualquier modo la Secretaría de Relaciones Exteriores podía otorgar el dere-
cho de dominio a extranjeros.
3. Que las disputas ya no son cuerpo a cuerpo y que por lo tanto desaparece el peligro
de otorgar propiedades a extranjeros.
4. Que los extranjeros no perjudican de modo alguno la soberanía, el territorio nacional
y los bienes jurídicos que tutela el Estado.
5. Que la prohibición estipulada se evade al posibilitarse el dominio por medio de la
constitución de fideicomisos, en los que un banco figura como “propietario”.
6. Que los extranjeros se ven en la necesidad de pagar altos costos derivados de la cons-
titución de fideicomisos.
7. Que las inmobiliarias venden la construcción a extranjeros, más no el terreno, neutra-
lizando así la restricción para poder poseer las tierras.
8. Que hay incongruencia en que los fideicomisos están a cargo de instituciones finan-
cieras, en donde la mayoría de ellas son y cuentan con capital extranjero.
9. Que existen enormes oportunidades de inversión ofrecidas por una economía globali-
zada.
10. Que no existe registro de que prohibir el dominio de terrenos en costas y fronteras
haya alguna vez disuadido una invasión extranjera.
11. Que es necesario hacer las modificaciones solicitadas para garantizar la protección
jurídica que demandan los ciudadanos extranjeros.
Durante mi educación secundaria, recuerdo haber escuchado algún maestro explicar que a
los extranjeros les estaba prohibido comprar terrenos en las costas o fronteras porque eso
ayudaba a proteger nuestro país. Ya desde aquella temprana edad me pareció claro que así
debería ser. Recuerdo haberme imaginado lo que sucedería en caso de algún ataque militar
extranjero. Si las fronteras o las playas eran propiedad de extranjeros, ellos podrían fácil-
mente dar entrada al enemigo por allí. Sé que mis pensamientos de aquel entonces eran so-
bradamente inocentes —o ingenuos— pero para mí eran razonables.
Hoy, todavía veo con humillación cómo existen playas en las que no puede uno estar de-
bido a que son propiedad de extranjeros. Si al menos fueran propiedad de algún mexicano no
me sentiría tan humillado por el hecho de que me pidan que me aleje. Que un extranjero te
pida que te vayas, estando en México, es tan ofensivo como si un desconocido te estuviera
corriendo de tu propia casa. Hay una voz interna que grita fuertemente que él es quien debe-
ría irse.

— 403 —
PRIMERA PARTE

Quizá porque vivo en un lugar donde las playas no están tan lejos de mi casa, además de
que son amplias, y solían ser solitarias y más o menos vírgenes, pero durante los últimos diez
o quince años he visto cómo más y más extranjeros vienen y se apoderan de los terrenos más
hermosos que tenemos en nuestras playas. Ya no puede uno llevar a sus hijos a pasar una lu-
nada en una playa hermosa mexicana porque de repente llega un gringo a decirle a uno que
se debe ir.
Peor aún, me ha tocado que sean elementos de la Marina de México los que me han pedi-
do que me retire, en representación de los extranjeros posesionarios de esos terrenos. Uso el
término “posesionario” porque sé que existen muchos mexicanos prestanombres que son los
propietarios de dichos terrenos solamente de nombre y a cambio de unos dólares estadouni-
denses.
Si es grande la vergüenza que he sentido por tener que pedirle a mi familia que nos retire-
mos de un lugar que consideramos nuestro, no me puedo imaginar lo que los naturales del
estado de Guerrero vivieron en Acapulco durante el sexenio de Miguel Alemán y su hombre
fuerte Gómez Maganda, o lo que están sintiendo las personas que siempre han vivido en lu-
gares como Playa del Carmen, Cozumel, y todos esos lugares turísticos a donde acuden mi-
llones de extranjeros, y a quienes han despojado de sus propiedades y ahora no pueden ni si-
quiera ir a disfrutarlas un rato.
Imagino que cuando eran pequeños corrían por esas playas libremente junto con sus ami-
gos, sus padres, sus hermanos y pensaban que siempre sería así, que sus hijos también corre-
rían libremente por todos esos lugares. Sin embargo, al pasar unos cuantos años, ahora resul-
ta que no pueden ni siquiera pasar por ahí, “que porque el gringo se molesta”.
Seguramente porque estoy chapado a la antigua, pero pienso que las playas deben ser de
libre acceso para los mexicanos sin necesidad de ningún permiso, a menos que exista algún
riesgo para la salud o para la vida de las personas en esa zona. Por lo demás, ningún extran-
jero debería poder impedir el libre tránsito y disfrute de los mexicanos de sus propias playas
y litorales, y en general, de ningún terreno en toda la nación.
Al margen de todas estas consideraciones nacionalistas anteriores, está el hecho innegable
de que el permitir a extranjeros ser propietarios de terrenos en nuestro país es económica-
mente nocivo. Revisemos entonces de nuevo cada uno de los argumentos expuestos con mo-
tivo de la modificación a la Constitución, esta vez con una perspectiva económica, para lo-
grar una comprensión mejor del asunto:
1. Que nuestro país ya no está amenazado con la invasión de tropas extranjeras como
lo estaba a principios del siglo XIX. Esto es abiertamente falso. Nuestro país está tan
en riesgo de una invasión militar extranjera ahora como lo estaba al inicio de sus
tiempos. Decir lo contrario es pretender un desconocimiento tan total de nuestra his-
toria y nuestro presente que hasta parece burla. No puede haber un desarrollo econó-
mico sustentable para una sociedad sin que la soberanía y la seguridad estén garanti-
zadas, por la vía que sea. No por nada Estados Unidos ha librado miles de guerras en

— 404 —
NUESTRA SOBERANÍA

suelos propios y extranjeros tan solo para garantizar su soberanía y la seguridad de


sus ciudadanos. No estoy sugiriendo que en México nos soltemos librando guerras
por doquier, igual que ellos, para proteger nuestra soberanía y seguridad, para así ase-
gurar la posibilidad de nuestro desarrollo económico. Estoy señalando que Estados
Unidos reconoce que la soberanía y la seguridad son esenciales para un desarrollo
sustentable y que está dispuesto a hacer todo lo que sea necesario para defenderlas, y
que nosotros deberíamos hacer otro tanto, al igual que todas las naciones que se dicen
soberanas. El que no estemos actualmente en guerra declarada, no significa que no
estemos siendo amenazados y atacados; mucho menos significa que no podamos es-
tarlo en el futuro. Tener personas extranjeras siendo propietarias de terrenos limítro-
fes produce un riesgo innecesario. En lugar de negar lo obvio para argumentar a
nuestro favor, debemos aceptar el riesgo y tomar los pasos necesarios para disminuir-
lo, ya si no eliminarlo.
2. Que de cualquier modo la Secretaría de Relaciones Exteriores podía otorgar el dere-
cho de dominio a extranjeros. Esto es equivalente a decir que vamos a despenalizar el
robo, dado que de todos modos la gente roba. Lo que debió haberse hecho es retirarle
a la Secretaría de Relaciones Exteriores el poder de otorgar dominios a extranjeros.
De hecho, esa autoridad nunca debió tenerla la Secretaría encargada de las relaciones
de México con otros países, puesto que el asunto de prohibir o conceder a los extran-
jeros el derecho a la propiedad privada inmobiliaria mexicana es un asunto interno y
no internacional.
3. Que las disputas ya no son cuerpo a cuerpo y que por lo tanto desaparece el peligro
de otorgar propiedades a extranjeros. En primer lugar, las disputas sí siguen siendo
cuerpo a cuerpo. Solo tenemos que mirar lo que sucede en varios países de oriente
medio donde los conflictos armados siguen realizándose de esa forma por el “más
poderoso y moderno ejército del mundo”, el de Estados Unidos. En segundo lugar,
las disputas han adquirido tal nivel de sofisticación que facilitarle la tarea al potencial
agresor es una decisión cuando menos estúpida.
4. Que los extranjeros no perjudican de modo alguno la soberanía, el territorio nacio-
nal y los bienes jurídicos que tutela el Estado. La soberanía de nuestro país está en
riesgo y los únicos de quienes nace tal amenaza son extranjeros. ¿De quién más po-
dría provenir una amenaza a nuestra soberanía? ¿De un nacional mexicano? Una
amenaza soberana siempre proviene del exterior, del extranjero, de extranjeros. Ade-
más, todo el territorio nacional, con todos sus recursos, pocos o muchos, junto con
todos los bienes jurídicos que tutela el estado, tienen un valor económico para la so-
ciedad mexicana cuya disponibilidad debemos asegurar. No me refiero al valor finan-
ciero, sino al valor económico. Un terreno tiene un valor económico distinto a su va-
lor financiero, ya sea porque proporciona una función mecánica, como la de servir de
cimiento para una construcción, o porque proporciona minerales útiles con valor eco-
nómico real, como en el caso de terrenos dedicados a la explotación minera o petrole-

— 405 —
PRIMERA PARTE

ra, o simplemente porque proporciona esparcimiento, el cual es un satisfactor econó-


mico invaluable e inexpresable en dinero.
5. Que la prohibición estipulada se evade al posibilitarse el dominio por medio de la
constitución de fideicomisos, en los que un banco figura como “propietario”. Esta es
la misma situación que en el punto dos. Si los fideicomisos representan una salida
para poder evadir la Constitución, entonces las leyes que reglamentan los fideicomi-
sos deben modificarse, no al revés. A este respecto, por cierto, se hace necesaria una
profunda revisión de los alcances de la Ley General de Títulos y Operaciones de Cré-
dito que describe —porque ni siquiera define— y regula los fideicomisos en México
para especificar la figura de “fideicomiso público”, debido al abuso del secreto fidu-
ciario que ejercen los órganos de la administración pública en general[118].
6. Que los extranjeros se ven en la necesidad de pagar altos costos derivados de la
constitución de fideicomisos. ¿Y qué con eso? Los altos costos que tengan que pagar
son problema de ellos, no nuestro. Este argumento se me hace un absurdo. Cualquier
extranjero que considere el uso de la institución jurídica conocida como fideicomiso
para beneficiarse de él, forzosamente debe ponderar los costos contra los beneficios
que obtendrá. No es nuestra obligación conceder derechos sobre nuestros recursos
con tal de que el ciudadano extranjero reduzca sus costos financieros.
7. Que las inmobiliarias venden la construcción a extranjeros, más no el terreno, neu-
tralizando así la restricción para poder poseer las tierras. De nueva cuenta, esto es
equivalente a lo que se dice en los puntos 2 y 5. Debemos reglamentar a las inmobi-
liarias para que no pueda un extranjero usar ese camino para evadir lo que dicta la
Constitución, en lugar de modificar la Constitución con el argumento de que “de to-
das formas la evaden”.
8. Que hay incongruencia en que los fideicomisos están a cargo de instituciones finan-
cieras, en donde la mayoría de ellas son y cuentan con capital extranjero. Esto es to-
talmente cierto. Existe incongruencia. Pero pretender resolver la situación modifican-
do la Constitución en lugar de mejorar las leyes que regulan y definen a los fideico-
misos es un error grande. Por otra parte, las instituciones financieras no deberían ser
extranjeras. Eso ya lo hemos discutido a todo lo largo de este libro. No deberían ser
privadas y mucho menos extranjeras.
9. Que existen enormes oportunidades de inversión ofrecidas por una economía globa-
lizada. Esto, aunque es cierto, no tiene ninguna relación con el tema. Por otra parte,
las únicas oportunidades de inversión financiera que deberían interesarnos son aque-
llas que están orientadas a producir satisfactores para nosotros, los mexicanos. Todas
las inversiones financieras cuyo propósito es el de producir productos que serán utili-
zados por otras sociedades no tienen ningún impacto benéfico para nuestra sociedad

118 Un buen trabajo a este respecto lo puedes hallar en el realizado por Ramón Cortés, Fideicomisos públicos y rendición
de cuentas del Estado, publicado en sdpnoticias.com el 11 de febrero de 2012.

— 406 —
NUESTRA SOBERANÍA

mexicana y por lo tanto deberían estar prohibidas, ya que sí consumen nuestros recur-
sos —entre ellos nuestra mano de obra, uno de los dos recursos primarios y esencia-
les— y al hacerlo reducen nuestro nivel de vida. El término “economía globalizada”
en el contexto descrito, no tiene ningún mérito para servir de argumento a favor de
entregar a extranjeros en propiedad privada nuestros terrenos, sean estos limítrofes o
no.
10. Que no existe registro de que prohibir el dominio de terrenos en costas y fronteras
haya alguna vez disuadido una invasión extranjera. Este argumento es erróneo. Los
estados del norte se perdieron a Estados Unidos en gran medida debido a que los
asentamientos humanos en esos lugares eran importantemente extranjeros. Cualquier
lectura básica acerca de la historia de la independencia de Texas y su posterior ane-
xión a los Estados Unidos puede ilustrar este riesgo. Si no se hubieran permitido
asentamientos humanos extranjeros en esas regiones, es muy improbable que las
ideas separatistas hubieran siquiera surgido, mucho menos fructificado[119].
11. Que es necesario hacer las modificaciones solicitadas para garantizar la protección
jurídica que demandan los ciudadanos extranjeros. Los extranjeros en México tienen
la protección jurídica que necesitan para visitarnos y venir a trabajar aquí. Demandar
protección jurídica para apropiarse de los terrenos mexicanos no tiene sustento moral
ni económico. Los extranjeros no deberían tener el derecho de demandar que se les
otorgue en propiedad una parte de nuestro país.
Similarmente a los miles de hectáreas de terreno litoral y playas que se entregan a extran-
jeros para que las disfruten, existen miles de hectáreas de terreno no limítrofe que son entre-
gadas a extranjeros para explotación minera. Desde el punto de vista de la Economía del Va-
lor Social, la explotación minera por extranjeros es muy nociva para nuestra economía. Des-
de un punto de vista puramente económico, en el caso de la explotación minera por extranje-
ros, estamos intercambiando miles de toneladas de minerales con alto valor económico esen-
cial por unas cuantas monedas extranjeras con muy poco valor económico. Las pocas mone-
das extranjeras solo nos sirven para importar algunas cosas, nada más. Mientras que los mi-
les de toneladas de minerales nos servirían para producir miles de satisfactores con valor
económico esencial. Falsamente, se dice que es mucho el dinero que obtenemos por la ex-
portación de dichos minerales. Lo cierto es que todo ese dinero no para en los bolsillos de los
mexicanos, sino en los de los dueños de la empresa minera, quienes, al ser extranjeros, gas-
tan todo ese dinero en su país, activando así su propia economía y no la mexicana.
Pero eso no es todo. Como para que nos conformemos, se nos dice que la derrama salarial
por esas actividades industriales es importante. Eso tampoco es cierto si lo vemos desde el
punto de vista de la Economía del Valor Social. Si analizamos una explotación de oro peque-
ña podemos ver que el costo financiero de la mano de obra es aproximadamente el 50% del
119 Puedes consultar cualquier historia básica de los eventos relacionados con la guerra de independencia de Texas. Un
sitio que te puedo recomendar, de entre muchos, es el de lhistoria.com/estados-unidos/anexion-de-texas. Creo que
contiene una reseña muy clara y breve que te puede dar una idea más exacta de lo que sucedió, en unos cuantos
párrafos.

— 407 —
PRIMERA PARTE

costo operativo y tan solo un 24% del costo de venta[120]. Desde el punto de vista del dueño
de la mina, ese costo es financieramente importante, pero solo lo es porque lo está analizan-
do estrictamente de forma financiera. Al dueño de la mina no le importa el desarrollo econó-
mico. Solo le importan sus finanzas, las cuales, por cierto, no están nada mal. Con una utili-
dad de 32 dólares por tonelada, una mina de oro típica en el estado de Guerrero tiene una
tasa interna de retorno financiero de casi 33 por ciento. En otras palabras, recuperan su in-
versión financiera en menos de 3 años.
Sin embargo, el dinero involucrado representa solamente el aspecto financiero de la situa-
ción. Existe el aspecto económico, que es el verdaderamente importante para nosotros los
mexicanos, dueños de la tierra donde esas mineras operan. Si analizamos la situación desde
la perspectiva de la Economía del Valor Social, las cosas se miran muy distintas. Para la Eco-
nomía del Valor Social, el valor económico de una explotación minera no está en las ganan-
cias financieras para sus dueños, ni en la derrama salarial, ni tampoco en la derrama de dine-
ro en la región derivada de gastos asociados a la operación o exploración. Para la Economía
del Valor Social, el valor económico de una mina está en la producción del mineral que pro-
duzca para la sociedad en la que se encuentra.
Habiendo dicho esto, la pregunta obligada es: ¿cuánto mineral extraído va a parar a los
mexicanos? La respuesta: nada. Es decir, todas esas minas que operan en suelo mexicano y
que venden lo que extraen a otros países, no contribuyen en prácticamente nada al desarrollo
de México. Se pueden citar millones de dólares en “inversión” y otros tantos en “derrama sa-
larial” y posiblemente suenen grandes esos números, pero desde un punto de vista económi-
co, no contribuyen al desarrollo de la sociedad mexicana. Esto no solamente es previsible si
vemos las cosas como las ve la Economía del Valor Social, sino que es totalmente explica-
ble. Los dueños de esas empresas se benefician financieramente y los compradores del mine-
ral se benefician económicamente. Los mexicanos no recibimos ninguna de las dos cosas.
Aún si compráramos el mineral en mercados internacionales estaríamos perdiendo, ya que
estaríamos pagando con dólares estadounidenses, los cuales, como ya lo hemos dicho, solo
los podemos obtener exportando otra cosa. ¿Qué cosas? Bueno, esencialmente solo exporta-
mos petróleo y mano de obra. Ambos “productos” no solamente están cotizados financiera-
mente muy abajo en el mercado internacional, sino que ni siquiera controlamos el precio al
que se pueden vender, por lo que nos vemos obligados a recibir lo que nos quieran dar.

120 F. W. Hruschka, M. Priester, Costos y beneficios de la pequeña minería en los países en vías de desarrollo. 20 de
septiembre de 1997. “La inversión requerida para una instalación minera de 24 t/d en Zaruma [Ecuador] es alrededor
de 250,000 USD, es decir cerca de 200,000 USD para la mina y 50,000 USD para la planta con molienda. Los costos
de operación de una Sociedad Minera con mina y planta en la región de Zaruma/Portovelo alcanzan 36 USD/t, los
cuales se distribuyen así: 50% costos de personal, 33% costos de insumos y materiales, 17 % restantes para energía,
transporte y administración. De tal forma y considerando una depreciación de la inversión durante 5 años, los costos
totales de producción están en 46 USD. Considerando una ley de mineral de 15 g/t, debido a la alta selectividad de la
pequeña minería, una disponibilidad de la instalación de 70%, y una recuperación de 60% del oro en los procesos de
concentración gravimétrica, amalgamación y cianuración, la producción es de 126 gramos de oro diario, o sea 107
USD/t. Restando de este valor los costos de producción, y las regalías, impuestos, y deducciones (28 USD/t), queda
una utilidad de 32 USD/t.”. Obtenido de hruschka.com el 5 de junio de 2018.

— 408 —
NUESTRA SOBERANÍA

Si esto fuera un juego de ajedrez, diríamos que estamos enrocados. ¿No es eso acaso todo
esto una situación de soberanía que debemos resolver? Desde donde yo veo las cosas, no so-
mos libres. Estamos atados a intereses económicos y financieros extranjeros, y eso, para mí,
es un atentado a nuestra soberanía. No puedo decir, sin embargo, que dicho atentado haya
sido posible exclusivamente debido a un ataque desde el exterior. Desafortunadamente debo
admitir que el ataque vino simultáneamente desde dentro. Contamos en México con personas
que han traicionado nuestros intereses sociales operando desde dentro a favor de intereses
extranjeros. Nos vinieron a atacar a nuestro hogar, pero uno de nuestra familia les abrió la
puerta de la casa deliberadamente.
Todo esto que estoy diciendo es mi opinión, y entiendo que cada persona puede pensar
algo distinto. Es de respetarse. También entiendo que esto que digo puede despertar una
amenaza nacional. Esto no lo digo a la ligera. Existen numerosos casos en todo el mundo
moderno en donde países enteros han sido borrados del mapa tan solo por intentar mejorar su
calidad de vida. ¿Qué hacer entonces?
Bueno, algo que se debe evitar al poner en práctica estas ideas es el afectar a “demasia-
dos” intereses al mismo tiempo. Para ponerlas en práctica se requiere de estrategia, diploma-
cia, negociación y numerosos acuerdos. Después de todo, con o sin derecho, todos esos ex-
tranjeros se han apegado a nuestras leyes y han pagado un precio en dinero por los terrenos
que han comprado, sea para esparcimiento, vivienda o explotación minera.
Algunos estudiosos de estas opciones, como Margrit Kennedy[121] sugieren que la recupe-
ración del terreno para devolverlos a los intereses de la sociedad en su conjunto podría ha-
cerse a lo largo de algunas decenas de años durante los cuales se podría llevar a cabo una
progresiva compra de terrenos. Una vez recuperados los terrenos, estos ya no se venderían de
vuelta. Solamente se extenderían permisos de uso en su modalidad de posesión, no de pro-
piedad privada. Algo prácticamente idéntico a las posesiones ejidales mexicanas, las cuales
no representan ningún problema, excepto que no son sujetas a embargo y, por lo tanto, no
son hipotecables. Esto último, por cierto, solo representa un problema en la economía actual
tal y como la practicamos. En la Economía del Valor Social, por el contrario, las hipotecas
no existirían y, por lo tanto, las ejecuciones de embargo tampoco.
Esta estrategia, o cualquier otra equivalente que siguiéramos, devolvería no solamente la
soberanía a los mexicanos sobre el suelo que pisan, sino también les devolvería el control de
su desarrollo económico al retirar el precio financiero que el uso de la tierra tiene en el mer-
cado de recursos. Con ello se desmantelaría todo el poder enormemente inflacionario y polí-
tico que ese mercado inmobiliario ha causado a la sociedad a lo largo de cientos de años.

Bancos - Empresas Estratégicas


Recuerdo que en el pasado decir que una persona tenía ideas “nacionalistas” era algo ho-
norable para ella. Hoy se ha desencadenado una campaña mediática para darle a ese adjetivo
121 M. Kennedy, Geld ohne Zinsen und Inflation, ISBN 978-3-442-12341-4, Goldmann Verlag 1991, Novena edición,
enero de 2006, Neumarkter Str. 18, D-81673, Múnich, Alemania.

— 409 —
PRIMERA PARTE

una connotación negativa. Se nos repite que tal o cual persona es nacionalista mostrándonos
al mismo tiempo que eso significa que esa persona es “radical” o “terrorista” o “fanática” o
no sé qué otras tantas cosas.
En el pasado no muy lejano, esa palabra denotaba a una persona —o a una situación—
que estaba encaminada a defender aquellas cosas que son de beneficio para nuestra nación,
cualquiera que esta fuere. ¿Qué hay de malo en “defender” aquello que es nuestro? Si yo ten-
go mis canicas, ¿no tengo el derecho de defenderlas si alguien intenta robármelas? Yo pienso
que sí.
Algo que es totalmente nuestro es nuestra capacidad de trabajo y nuestros conocimientos.
Admito que nuestros conocimientos se apoyan en el bagaje mundial del saber, pero nada nos
impide aprender más, por encima de lo que ya otras personas conocen. Desarrollar nuestros
propios conocimientos y nuestra propia tecnología es algo que debemos hacer, si queremos
seguir teniendo soberanía nacional.
Como sociedad soberana, nuestros conocimientos y nuestro trabajo nos llevan irremedia-
blemente al tema de las empresas que podemos crear con ellos para beneficio del que lo
haga, y del que consuma los productos. Esto último, a su vez, nos lleva a hablar de aquellas
empresas que son estratégicamente importantes para nuestra nación.
Para comenzar, me voy a permitir mostrar un párrafo completo de la obra de Jonathan
Tennenbaum:
“Sostenemos que el primer y más esencial instrumento para llevar a cabo un desarrollo fí-
sico-económico sostenido es una nación soberana. Notamos que, como todos los instrumen-
tos, las instituciones de una nación soberana pueden ser usadas en formas buenas o formas
malas. Habiendo dicho eso, hasta hoy solamente naciones soberanas han sido capaces de de-
sarrollar economías industriales poderosas. Por lo tanto, debemos hablar de “economías na-
cionales”. En todo caso, la regulación del estado y la intervención en el proceso económico
jugó un papel esencial —aunque en formas que difieren sustancialmente de un caso a otro.
Identificamos los medios principales por los cuales el estado puede promover y guiar el de-
sarrollo general económico físico de la nación, con atención especial al papel de la genera-
ción de crédito por medio de un sistema bancario adecuado —o un sistema central bajo
control esencial del estado— y la canalización de flujo crediticio nuevo hacia proyectos
prioritarios y sectores económicos. Brevemente abordamos los debates perennes acerca del
papel del estado versus la empresa privada, que típicamente falla en abordar el asunto clave
de la calidad de las instituciones estatales, y aplica criterios equivocados para el éxito o la fa-
lla. En una nota política advertimos de los peligros que nacen de los crecientes ataques
bajo el principio del estado nación soberano, que en términos económicos y financieros
toman la forma de políticas neoliberales de globalización, desregulación radical y pri-
vatización. Sostenemos que el desarrollo sostenido de la economía física es imposible
bajo tales políticas.”[122]

122 Jonathan Tennenbaum, The Physical Economy of National Development, 2016.

— 410 —
NUESTRA SOBERANÍA

Obviamente, un tipo de empresa estratégica a la que Tennenbaum se refiere es a los ban-


cos y en su libro señala un problema que hay que atender con cuidado. Los bancos privados
son empresas con fines de lucro. Todos entendemos eso, pero al hecho de que la mayoría de
esas empresas estratégicas sean propiedad de extranjeros no le damos mucha importancia.
Eso no puede continuar así. Los bancos, como empresas estratégicas del más alto valor
social que tenemos, debemos recuperarlas. Muchas personas que han estudiado el tema están
al menos de acuerdo con el hecho de que nunca debimos permitir que la mayoría de los ban-
cos fueran propiedad de extranjeros. Incluso el expresidente Carlos Salinas, en uno de sus li-
bros expresó que entregar nuestro sistema bancario a los extranjeros era un atentado contra
nuestra soberanía[123]. Si él, al igual que muchos otros, hemos podido ver el error cometido
tan claramente, ¿por qué no lo hemos corregido? Ignorancia y falta de valor, es lo único que
me viene a la mente.
La razón para “recuperar” los bancos —más precisamente: la función bancaria— es clara
si lo vemos de cerca desde una perspectiva de protección soberana. Sin embargo, desde la
perspectiva de la Economía del Valor Social descrita a todo lo largo de este libro, existen
además tres aspectos clave que harían de un banco, como negocio privado con fines de lucro,
algo inconveniente para los empresarios bancarios:
1. Los créditos con interés negativo[124]
2. La imposibilidad del ahorro
3. La imposibilidad del comercio de divisas
Estos tres aspectos se explican ampliamente en otras secciones de este libro[125] así que no
ahondaré en los detalles en esta sección. Lo que quiero ahora dejar claro es que esos tres as-
pectos, en la realidad económico-financiera imperante, se contraponen. Por una parte, son es-
enciales para el desarrollo económico real de una nación, pero por la otra, son contraprodu-
centes para la existencia de la banca privada. Con la existencia de esos tres aspectos, una em-
presa bancaria no podría tener básicamente ningún ingreso por el manejo del dinero de otras
personas.
Actualmente, un banco privado gana dinero al cobrar intereses por el dinero que presta, y
también gana dinero al prestar dinero que la sociedad libre y gratuitamente crea. Las cuentas
de cheques son una especie de ahorro que tampoco debería estar permitido por cuanto se-
cuestra un recurso a través del tiempo —recurso financiero—. El comercio de divisas es un
negocio muy lucrativo que actualmente los bancos realizan, junto con la enorme cantidad de
casas de cambio[126] que existe. Entonces, al retirar estos aspectos del funcionamiento de los
123 C. Salinas de Gortari, La Década Perdida, 1995-2006, Neoliberalismo y Populismo en México, México, 2008,
Debate.
124 Cabe aclarar que, en el contexto de la Teoría Económica del Valor Social, el interés negativo es distinto del concepto
de interés negativo según las prácticas neoliberales o neo-keynesianas recientes. En estas últimas, llaman interés
negativo a la cuota que se cobra a los ahorradores por guardarles su dinero. En la Teoría Económica del Valor Social,
por otra parte, interés negativo es una reducción al capital de un empréstito que se realiza a tasa cero de interés.
125 Ver la Tercera Parte en este libro.
126 Actualmente más de 85% de los bancos en México son extranjeros.

— 411 —
PRIMERA PARTE

bancos, ¿cuál sería el beneficio financiero de una empresa bancaria para los dueños de esta?
Respuesta: ninguno.
Los bancos, al no tener la posibilidad de continuar con las prácticas de préstamo de dine-
ro, la administración de ahorros y chequeras, y el comercio de divisas, dejarían de ser nego-
cios lucrativos. Por otra parte, al ser absolutamente indispensables para el desarrollo nacio-
nal, tendrían forzosamente que pasar a manos de la sociedad, quien las debería administrar
para su beneficio propio social.
La forma como el servicio bancario podría pasar a manos de la sociedad puede adoptar di-
versas formas. Una de ellas es que la administración pública se encargue de ello, y otra po-
dría ser que se constituyeran como sociedades civiles sin fines de lucro. Ya no serían más
instituciones de crédito debido a que dichas funciones quedarían restringidas al Banco de
México directamente, sin intermediarios de ningún tipo.

Amenaza de Guerra
Todas estas propuestas, sin embargo, conllevan un riesgo de problemas diplomáticos in-
ternacionales serios y por ello es importante considerar diversas opciones, conservando
siempre en mente que el objetivo es recuperar el control del dinero por la sociedad quitándo-
le su propiedad de resguardo de valor y la cualidad de ser objeto de compraventa, restrin-
giéndolo solamente a medio de intercambio de bienes y servicios. En la Tercera Parte de este
libro analizo distintos esquemas para lograr el mismo resultado. En lo personal, prefiero los
métodos de bajo contraste y graduales, pero con dirección clara y transparente[127].
Sin embargo, no debemos menospreciar los riesgos diplomáticos internacionales que la
adopción de la Economía del Valor Social encierra. Todos los esquemas contemplados en El
Plan son pacíficos. Sin embargo, eso no significa que al llevarlos a cabo no representemos
una amenaza para otras sociedades, al restarles seriamente su hegemonía financiera interna-
cional sobre México, pero, sobre todo, al sacar al descubierto el enorme daño que representa
para una sociedad, que su recurso monetario y financiero sea controlado por otra sociedad
distinta.
El control actualmente ejercido no es poco, y además es deliberado. Las personas y orga-
nizaciones que ejercen dicho control tienen plena consciencia de lo que están haciendo. Por
lo tanto, cualquier intento por parte de una sociedad de librarse de tal control, al pretender
establecer una política monetaria que le permita retomar su propia independencia económica,
representa una amenaza muy real. Una muy elocuente expresión de lo anterior aparece en el
prólogo de uno de los libros de Ellen Brown[128]:
“Si esa dañina política financiera que tuvo su origen en la república norteamericana du-
rante la última guerra en ese país lograra institucionalizarse, entonces el gobierno produciría
su propio dinero sin ningún costo. Pagaría sus deudas y quedaría libre de ellas. Sería próspe-

127 Ver Plan Cuexáhuac, en la página 547.


128 E. Brown, The Web of Debt, Third Millennium Press, 4ta edición, EE.UU., 2010.

— 412 —
NUESTRA SOBERANÍA

ro más allá de algún precedente en la historia de los gobiernos modernos del mundo. Los ce-
rebros y la riqueza se irían a Norteamérica. Ese gobierno debe ser destruido o él destruirá
a toda monarquía sobre la Tierra.”[129]
En el libro de Brown, la publicación original del párrafo anterior se le atribuye al periódi-
co The London Times en una fecha cercana y posterior a la guerra de secesión que concluyó
oficialmente en 1865. Sin embargo, el texto no deja de tener vigencia hasta nuestros días,
aunque haya sido escrito hace tantos años. Desde mucho tiempo antes, y hasta hoy en día, la
guerra económica es parte cotidiana de la agresión que vemos por doquier, y sus consecuen-
cias las vemos palpablemente en la pobreza y miseria de millones de personas en práctica-
mente todos los países del mundo, sean conocidos como “desarrollados” o no.
Es tan hondo el dominio que se adquiere sobre una sociedad cuando se le controla su di-
nero que se pudiera considerar un ataque del mismo calibre que el de un ataque nuclear.
Existen numerosos reportes con muy alta credibilidad acerca de este tipo de ataques hacia
muchos países en todo el mundo. De hecho, la amenaza que representa un país que se decla-
ra financieramente independiente es tal para la hegemonía internacional que se le detiene in-
cluso con intervenciones armadas, después de haberlos agredido enormemente con ataques
financieros y bloqueos económicos. Las quejas internacionales que en años recientes han le-
vantado Rusia, China, Irán, Egipto, Libia, Irak, Siria, Venezuela, Cuba, Sudán, Corea del
Norte, Myanmar, Zimbabue, y por supuesto que México, solamente han dejado en claro que
una sanción económica es equivalente a un ataque o un acto de guerra. Y es que el daño que
se produce a una sociedad es enorme y al mismo tiempo extremadamente fácil de enmasca-
rar. Basta publicar en los medios de difusión que la culpa la tiene la corrupción gubernamen-
tal, o la ineptitud de los administradores públicos. El caso de Irak es uno de los más recientes
y más crueles de la historia moderna con un millón de niños menores de 5 años muertos[130],
pero no es el único.
Los bancos, aunque son empresas estratégicas, no son las únicas que están relacionadas
con la soberanía de nuestro país. La industria de producción de armamento es otra que está
íntimamente relacionada con nuestra soberanía pero que es necesario desarrollarla. Entiendo

129 Ibid. “If that mischievous financial policy which had its origin in the North American Republic during the late war in
that country, should become indurated down to a fixture, then that Government will furnish its own money without
cost. It will pay off its debts and be without debt. It will become prosperous beyond precedent in the history of the
civilized governments of the world. The brains and wealth of all countries will go to North America. That government
must be destroyed, or it will destroy every monarchy on the globe.”
130 Aunque la invasión de Irak por Estados Unidos es bien conocida, lo que no está en la memoria colectiva es que el
bloqueo y sanciones económicas impuestas sobre Irak durante varios años antes de la invasión les costaron la vida a
miles de personas. Susan Lindauer, exagente de la CIA, en su valiente libro Extreme Prejudice, realiza una denuncia
pública de la verdad sobre los ataques a Irak. “The CIA could force Irak to submit to disarmament verification, while
preventing Baghdad from punishing Washington for the deaths of one million children under the age of 5” [La CIA
pudo forzar a Irak a someterse a la verificación de desarme, al mismo tiempo que impedía que Baghdad sancionara a
Washington por la muerte de un millón de niños menores de 5 años]. EE. UU. 17 de mayo de 2017. ISBN:
1453642757, ISBN-13: 9781453642757. En ese mismo libro Lindauer deja ver que el origen del ataque a Irak estuvo
fuertemente producido por los previos acuerdos comerciales entre Irak y Rusia, en donde el 40% de los volúmenes de
exportación de crudo de Irak sería entregado a Rusia sin el uso del dólar estadounidense, a cambio de alimentos.
[“Thus, Russia confronted its own critical period of economic upheaval it emerged as Iraq's largest partner, winning
40 percent of all oil export contracts under the 'oil-for-food' program”], p. 72.

— 413 —
PRIMERA PARTE

que decir esto seguramente evoca imágenes de armas de destrucción masiva y carreras arma-
mentistas, pero no es así. La industria de armamento no debería ser privada tampoco, o al
menos no con fines de lucro. En el momento que se permita el lucro con la producción de ar-
mas, existirán intereses financieros en el consumo de estas y, por lo tanto, en su utilización.
Si una sociedad está realmente comprometida con la paz, no puede permitir que al-
guien se beneficie con la pérdida de esta.
Sin embargo, necesitamos armas y equipo. Necesitamos contar con barcos, aviones, su-
bmarinos, equipo de reconocimiento, y todas las demás cosas que un ejército necesita. Aun
en tiempos de paz, es necesario contar con fuerzas armadas para realizar labores que sola-
mente la disciplina militar puede proporcionar. Por ejemplo, la protección de puntos estraté-
gicos como las bases aéreas, los pozos petroleros, las centrales generadoras de energía, cen-
trales neuronales de redes de comunicación, y otros más, debe ser una actividad permanente
de las fuerzas armadas.
Hoy en día, tener todo esto representa un problema económico y financiero porque bási-
camente todo el equipo que requieren nuestras fuerzas armadas es importado de otros países.
Esto nos obliga a tener primero que vender algo al exterior para poder obtener los dólares es-
tadounidenses que se necesitan para entonces poder comprar lo que nuestras fuerzas armadas
requieren para realizar sus funciones. No deberíamos estar en esa situación. Estamos com-
prometiendo nuestra soberanía. No podemos depender de que otros países desarrollen lo
que necesitamos para defendernos de ellos mismos.

Defensa Soberana
Existe un número importante de formas como la defensa soberana podría resolverse. Ex-
tender la capacidad que actualmente tienen las fuerzas armadas de autoabastecerse de muni-
ciones para incorporar también el desarrollo y producción de armas diversas sería una opción
viable. Hasta ahora nuestras fuerzas armadas han demostrado tener un control totalmente
digno y admirable con su disciplina militar y responsabilidad nacional sobre la producción
de municiones. Situación a la que ni siquiera se aproximan sociedades que se autodenominan
“desarrolladas” —Estados Unidos en primer lugar.
No veo por qué no podrían también nuestras fuerzas armadas ser responsables del desa-
rrollo y construcción de armas nuevas de diseño propio. El fusil de asalto FX-05 Xiuhcóatl
es un excelente ejemplo de que somos enteramente capaces de desarrollar nuestra propia tec-
nología, que además no solamente compite con la tecnología de otros países que tienen mu-
cha más experiencia en el desarrollo de armas que nosotros, sino que los superamos.
No tenemos por qué andar comprando armas rusas, ni israelíes, ni vehículos militares o
aviones estadounidenses, ni ninguna de tantas y tantas cosas carísimas que actualmente im-
portamos. Ah, porque son carísimas, eso no lo dudes. Un solo vehículo Hummer cuesta vein-
te veces lo que cuesta un vehículo normal, y habiéndolos estudiado a detalle, te puedo decir

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NUESTRA SOBERANÍA

que no son la gran cosa. Podríamos hacer cosas mucho mejores nosotros y con mucho menos
dinero.
Sé que la línea que separa un arma de la plataforma en la que está montada, a veces es
muy delgada, sin embargo, es posible diferenciarlas. Eso nos permitiría utilizar de forma
económicamente productiva las plataformas sin la necesidad de producir las armas a las que
usualmente van acopladas. Como ejemplo te voy a mencionar los submarinos, por ninguna
otra razón más que porque siempre se me han hecho interesantes.
Imagínate que tuviéramos una industria de desarrollo y producción de submarinos sin ar-
mamento. Con ellos podríamos estudiar más a fondo nuestros mares, la vida marina en ellos,
las corrientes marinas. Podríamos aprender de todo ese universo inmenso que existe en el
agua al que no hemos incluido en nuestro acerbo de conocimientos debidamente, tan solo
por no contar con la forma de ingresar en él.
Podríamos explotar el subsuelo marino con técnicas de minería submarina, y muchas co-
sas más para beneficio de nosotros y de todo lo que nos rodea. El desarrollo tecnológico y la
construcción de submarinos nos darían un beneficio económico muy importante si lo tuvié-
ramos, si fuera nuestro, si lo hiciéramos nosotros en lugar de tener que depender de que ven-
damos algo a otros países —o de que pidamos prestado— por no contar con los dólares ne-
cesarios para obtenerlos.
El mismo caso de los submarinos es aplicable a los aviones y trenes de alta velocidad, a
los diversos métodos de transporte acuático y terrestre, a los vuelos espaciales, a la explora-
ción extraterrestre y subterrestre, a la producción alternativa de energía.
Imagínate cómo sería nuestra vida si todo eso lo desarrolláramos nosotros mismos. Ac-
tualmente dependemos de importar todo eso y eso, a su vez, nos obliga a tener que vender
algo, o pedir prestado, a otros países, y eso, a su vez, nos limita a tener que producir para
vender, en lugar de producir para consumir.
Producimos cosas de excelente calidad con tecnología de punta, pero nada de eso lo dis-
frutamos porque lo tenemos que vender para obtener los dólares estadounidenses que necesi-
tamos para comprar lo que no producimos aquí y en muchos casos lo que sí producimos aquí
pero que lo exportamos previamente.
La dependencia es múltiple. No solamente dependemos de que nos alcancen los dólares
estadounidenses que logremos reunir, sino que dependemos también de que la tecnología
exista en otros países, y también de que tengan ellos la capacidad industrial de producir las
cantidades que necesitamos, y también de que nuestras relaciones comerciales y políticas
con ellos sean favorables a nuestros propósitos.
Todas estas dependencias ahora multiplícalas cuando menos por dos, porque también de-
pendemos de que primero nos compren lo que necesitamos vender para así poder obtener los

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PRIMERA PARTE

dólares estadounidenses que necesitamos para solo entonces poder comprar lo que requeri-
mos[131].
Si entregar nuestro trabajo, nuestros conocimientos y nuestras vidas a los intereses finan-
cieros de otras sociedades no es entregar nuestra soberanía, entonces tú dime ¡qué es la sobe-
ranía y para qué sirve!
Todas las empresas estratégicas conllevan un elemento de relaciones internacionales que
debemos cuidar, pero no por eso podemos dejar de desarrollarlas. En los tiempos actuales,
cuando a fuerza de repetición se han puesto de moda las palabras terrorismo, armas de des-
trucción masiva, extremismo y otras similares que se nos han inculcado desde otros lugares,
cualquier país que se comprometa a ser independiente en la producción de sus satisfactores
—sean armas o no— y en el desarrollo de su propia tecnología debe tener cuidado de no pro-
vocar a sus vecinos, sobre todo si tiene un vecino como el nuestro, quien parece ser muy pro-
clive a intervenir en los asuntos de otros y a sentirse amenazado por todos y por todo, en
todo momento.
La transparencia en el desarrollo de las empresas estratégicas es importante, pero también
lo es la determinación de realizarlas. Del desarrollo y operación de nuestras empresas estra-
tégicas depende nuestra independencia, y de nuestra independencia económica, financiera,
monetaria, social y jurídica depende nuestra soberanía como nación, como sociedad única
que somos en este planeta. No se trata de ser aislacionista. Se trata de ser independiente y so-
berano. No podemos pretender ser un país soberano comportándonos como si fuéramos
una provincia de otro.

131 El embargo atunero de Estados Unidos contra México es tan solo un ejemplo de la vulnerabilidad que tiene nuestra
soberanía cuando dependemos de las exportaciones para obtener los dólares estadounidenses que necesitamos para
después comprar lo que necesitamos. Ese embargo ha durado más de treinta años y ha costado cada año a México más
de 450 millones de dólares estadounidenses. Ver , María del Pilar Martínez, El Economista, 19 de julio de 2016, para
información adicional.

— 416 —
PRIMERA PARTE

Nuestra Tecnología

Explicación Necesaria
La fuerza de una nación depende enteramente de su tecnología. Es su tecnología la que le
proporciona la forma de explotar sus recursos, de aprovechar más eficientemente los que ya
tiene, y de descubrir recursos nuevos y nuevas formas de hacer las cosas.
Tecnología no es solamente la tecnología digital, o la tecnología informática. Es triste ver
cómo el concepto de tecnología se ha desvirtuado durante los últimos diez años y se ha ido
convirtiendo para el común de la gente en un concepto relacionado solo con la tecnología in-
formática. Esto es triste porque ya no se ve a la gente común pensando en realizar desarro-
llos tecnológicos por su cuenta. Antaño, esa palabra solía evocar grandes cambios realizados
por personas comunes. Hoy, la palabra tecnología está más bien ligada a las características y
funcionalidades que tendrá el siguiente modelo de teléfono celular inteligente que saldrá al
mercado.
Para revivir el desarrollo de tecnología mexicana es necesario hacer cambios importantes,
y de fondo, en todo el sistema de desarrollo tecnológico del país. El actual Consejo Nacional
de Ciencia y Tecnología se ha convertido en un grupúsculo de individuos que ostentan gra-
dos académicos y que se ganan la vida publicando artículos en revistas.
Muchas de esas revistas no están arbitradas. En la mayoría de los casos no se trata de la
publicación de investigaciones originales sino de “refritos” de publicaciones hechas por
otros. Incluso, en la mayoría de las veces los artículos ni siquiera son redactados por la per-
sona que los publica, sino por algún estudiante quien, a cambio de horas de servicio social o
a cambio de otras cosas, realiza el trabajo de redacción.
La tecnología, para el común de la gente pudiera sonar como un área de actividad a la que
se dedican los científicos y que quizá se encuentra más o menos alejada de la cotidianidad de
la vida. Esa es una idea muy equivocada. La tecnología es la actividad humana que nos da
toda nuestra forma de vida. Todo a nuestro alrededor se debe a un desarrollo tecnológico que
alguien hizo en algún momento.
En más de 30 años dedicado a la práctica de la ingeniería, y al desarrollo de tecnología en
numerosos campos, me ha tocado ver cómo una de las áreas de la actividad humana más in-
comprendidas es seguramente la actividad de desarrollo de tecnología. Incomprendida no so-
lamente por la ignorancia de la forma como esa actividad se debería llevar a cabo, sino tam-
bién por la ignorancia de qué tanto dependemos en nuestra vida cotidiana de que haya perso-
nas que se dedican al desarrollo de tecnología.

— 417 —
PRIMERA PARTE

Así que, para poder hablar de la forma de desarrollar nuestra tecnología, voy a explicar
brevemente lo que la tecnología es.

Definición de Tecnología
La tecnología es el conjunto de conocimientos que, puestos en práctica, nos ofrecen la
forma de realizar todo aquello que nos rodea y que no se produce de forma natural, sin la
ayuda del ser humano.
Todo lo que vemos a nuestro alrededor que no es natural, que el ser humano haya hecho,
está construido usando tecnología. Todo a nuestro alrededor es la expresión de la tecnología
puesta en práctica. La tecnología no solamente involucra conocimiento. Involucra también
un método para poner dichos conocimientos en práctica. Un conocimiento que no tiene
aplicación práctica no es tecnología. Es solo conocimiento. La práctica de algo, en donde
no haya conocimientos involucrados, no es tecnología. Es otra cosa.
Por tanto, desarrollar tecnología significa desarrollar nuestros conocimientos y también
desarrollar las formas de ponerlos en práctica. Publicar artículos, por lo tanto, no es desarro-
llar tecnología. Obtener grados académicos no nos convierte en tecnólogos y mucho menos
en investigadores. Para desarrollar tecnología no hacen falta grados académicos. Cualquier
persona puede desarrollar tecnología. Cualquiera.
Una ama de casa que se ponga a experimentar mezclando distintos aceites aromáticos con
diferentes marcas de jabón, está desarrollando tecnología. Un mecánico que fabrique con sus
manos y un esmeril una herramienta que no existe para así poder realizar su trabajo de mejor
manera, está desarrollando tecnología. Un carpintero o ebanista que mezcle una tinta con un
barniz para obtener un acabado diferente, está desarrollando tecnología. Un chofer de taxi
que diseñe y construya una charola para acomodar las monedas que le pagan los pasajeros,
está desarrollando tecnología. Un agricultor que modifique un implemento agrícola para que
funcione de mejor forma, está desarrollando tecnología. Un albañil que construya con un pe-
dazo de varilla de acero una herramienta para amarrar alambre, está desarrollando tecnolo-
gía. Todos hacemos tecnología en nuestras vidas. Unos hacemos más tecnología que otros,
pero todos, al final de cuentas, hemos desarrollado tecnología al menos una vez.
La tecnología no se desarrolla exclusivamente en laboratorios de universidades o de gran-
des empresas, o en laboratorios administrados por el gobierno. De hecho, en laboratorios es
en donde menos tecnología se desarrolla. Si obtenemos un listado de todos los desarrollos
tecnológicos que existen, veremos que un porcentaje muy pequeñísimo se ha desarrollado en
un laboratorio. La inmensa mayoría de los desarrollos tecnológicos se han logrado realizar
sobre la mesa de una cocina, o en un taller, o en el patio de la casa. La inmensa mayoría tam-
bién se han realizado por personas comunes, muchas de ellas sin estudios académicos.
La tecnología no es aplicable a un área específica del conocimiento humano. Tecnología
no significa exclusivamente la aplicación de conocimientos en electrónica o en Física. La

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NUESTRA TECNOLOGÍA

tecnología es aplicable a todo, absolutamente todo lo que nos rodea, que sea o no producido
con la intervención del ser humano.
Una nube no es tecnología, pero la producción artificial de lluvia sí es tecnología aplica-
da. El cuero de nuestro calzado no es tecnología, pero su aprovechamiento sí lo es. Un árbol
no es tecnología, pero la forma de reproducirlo aceleradamente o de crear especies más resis-
tentes a enfermedades sí lo es.
Ahora que entendemos un poco mejor lo que la tecnología es, veamos qué tan importante
es para una sociedad y para cada uno de nosotros.

¿Qué tan Importante es la Tecnología?


Para saber qué tan importante es la tecnología regresaremos a nuestra historia primitiva de
la página 28. Si observamos nuevamente cómo se dieron las cosas que provocaron el desa-
rrollo de la aldea de montañeses notaremos algo que normalmente pasa desapercibido. Date
cuenta de que, para mejorar sus condiciones de vida, solo necesitaron dos cosas: su tra-
bajo y sus conocimientos. No necesitaron más. Cualquiera de esas dos cosas que les hubiera
faltado, y no habrían podido mejorar su condición de vida. No lo habrían podido hacer ni en
lo individual ni en lo social.
Pues bien, en nuestra definición de tecnología hemos visto que la tecnología es la aplica-
ción de los conocimientos a algo práctico. Si la realización de algo práctico significa traba-
jar, y si las personas de la aldea de montañeses aplicaron sus conocimientos a su trabajo, en-
tonces no hicieron otra cosa más que tecnología.
Por lo tanto, la tecnología básicamente es la única razón por la que una sociedad o un in-
dividuo mejora su condición de vida. No necesita más que eso: tecnología. Tecnología es tra-
bajo y conocimientos. Conocimientos y trabajo es todo lo que necesita una sociedad o un in-
dividuo para mejorar su condición de vida. Por lo tanto, todo lo que una sociedad necesita
para mejorar su condición de vida es tecnología. Nada más que eso.
¿Qué tan importante es entonces la tecnología? Me resulta claro que la tecnología es mu-
cho más que importante. Es vital. No solamente es vital para poder sobrevivir, es vital para
poder mejorar nuestra condición de vida. Pero, además, también es vital para poder asegurar
nuestra existencia en el futuro. Es vital para nuestra sustentabilidad.
Sin tecnología no solo no puede existir la sociedad, tampoco puede existir el individuo: ni
hoy ni en el futuro. Si no estás de acuerdo conmigo estás en todo tu derecho. Pero antes de
sacar conclusiones usemos nuestro hechizo prius régula para ver qué encontramos. Quizá
hallemos algo interesante.
Trata de imaginar que aterrizas desnudo en un planeta en donde no hay nadie más que tú.
Te concedo que te imagines que hay árboles frutales y animales por ahí como conejos y bo-
rregos silvestres. Si deseas imagínate también que aterrizaste cerca de un lago hermoso don-

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PRIMERA PARTE

de hay peces. Es más, te concedo que te imagines que en ese planeta no hay verano ni in-
vierno sino una hermosa y eterna primavera.
Ahora bien. ¿Tú qué harías? ¿Acaso no tratarás de cubrirte el cuerpo con algo? Te aseguro
que sí. Al menos eso es lo que trataría yo de hacer. Eso de andar por ahí con las pelotas al
aire rebotando de un lado al otro como que no es muy cómodo que digamos.
Es casi seguro entonces que le echemos el ojo a algún borrego silvestre para quitarle la
piel y, a menos que seas vegetariano, también te lo comerías. Yo al menos no dejaría pasar la
oportunidad de prepararme una barbacoa de borrego en un hoyo en la tierra. ¿Pero cómo po-
dríamos hacer eso sin un cuchillo? Bueno, eso es sencillo. Seguramente tomaríamos alguna
rama de un árbol por ahí y le sacaríamos filo para hacer un arma, o quizá para construir una
trampa. Como sea, el caso es que estaríamos desarrollando tecnología.
Las sociedades más primitivas que existen actualmente tienen tecnología. Tecnología pri-
mitiva, si lo deseas, pero tecnología al fin. Un cuchillo y una lanza son desarrollos tecnológi-
cos. Se desarrollaron con trabajo y conocimientos. No con poco trabajo y pocos conocimien-
tos sino al revés. Mucho trabajo y muchos conocimientos. Te aseguro que tú o yo batallaría-
mos mucho para construir un cuchillo y una lanza comparables a las que se construyen en las
sociedades que consideramos primitivas hoy en día.
Muy bien, ahora que hemos comprendido lo que la tecnología es y qué tan importante es
para todos nosotros, veamos qué tanto de eso tenemos y cómo se relaciona eso con nuestra
actual condición de vida.

Tecnología y Economía
Con mucha frecuencia he escuchado que el nivel de tecnología que existe en los distintos
países se debe al nivel de desarrollo de su economía. ¿Has escuchado eso tú también? Segu-
ramente sí. Yo lo he escuchado muchas veces. Sin embargo, habiendo estado laborando en el
desarrollo de tecnología durante tantos años en la industria privada, para distintos países, hoy
opino exactamente lo opuesto.
He visto cómo es que desarrollos tecnológicos importantísimos se han quedado en el tin-
tero debido precisamente al tipo de economía que tienen los distintos países llamados “desa-
rrollados”, todos ellos capitalistas de hueso colorado.
El capitalismo tiene como objetivo hacerte ganar dinero. Si no ganas dinero haciendo
algo, entonces no hay ninguna motivación para hacerlo. Si en el desarrollo de alguna tecno-
logía no hay ganancia de dinero, entonces no se hace, nadie invierte en ella porque no hay
ganancias en dinero, aunque haya ganancias sociales enormes.
No te culpes por no estar enterado de esto que digo. La forma como hemos creado nuestro
sistema de desarrollo tecnológico impide que las personas se enteren de lo que sucede. Así
que te voy a dar un ejemplo claro que seguramente te es familiar: el uso de los hidrocarburos
en nuestros vehículos.

— 420 —
NUESTRA TECNOLOGÍA

A todos se nos repite sin descanso que los hidrocarburos son contaminantes y que además
son una fuente de energía no renovable. ¿Te suena esto familiar? Bueno, pues te puedo ase-
gurar que los hidrocarburos no son ni lo uno ni lo otro.
Seguramente habrá muchísimas personas que me dirán que estoy loco y a ti te dirán que
no me escuches, o que no sigas leyendo este libro. Es más, no me sorprendería que al llegar a
este párrafo ya hayas cerrado este libro y lo hayas usado para encender tu calentador de
agua. Pero aun así seguiré escribiendo. Es posible que alguien lo lea antes de que se queme
totalmente y aprenda algo nuevo.
A todos esos miles que ya están sonriendo “sabiendo que estoy mal” seguramente me pe-
dirán que demuestre lo que estoy diciendo. Lo sé porque siempre hacen lo mismo. Bueno, a
todos esos miles les voy a contestar lo mismo: demuestren que lo que ustedes dicen es cierto.
Demuestren que son los hidrocarburos los que producen la contaminación y demuestren tam-
bién que son una fuente de energía no renovable.
Bueno, mientras esos miles se arremolinan en sus asientos debatiendo consigo mismos si
desean molestarse en demostrar lo que dicen, te voy a decir algunas cosas que esos miles no
saben o que no quieren saber.
En primer lugar, la contaminación que atribuimos a los hidrocarburos no se debe a los hi-
drocarburos, sino a la forma como funcionan los motores de combustión interna que usamos
en nuestros vehículos. Por eso es por lo que un motor de combustión externa contamina mu-
cho menos que un motor de combustión interna, aunque ambos usen hidrocarburos.
Pero eso no es todo. Hay más, mucho más. ¿Sabías, por ejemplo, que aproximadamente la
cuarta parte de la gasolina que usa un motor de combustión interna no se usa como combus-
tible sino como refrigerante? En otras palabras, el motor de tu automóvil usa para enfriarse la
cuarta parte de la gasolina que le das, en lugar de usarla como combustible. Curioso, ¿ver-
dad? Toda esa gasolina solamente es convertida en vapor y lanzada al aire.
Debido a toda esa cantidad tan grande de gasolina cruda lanzada al aire homicidamente es
que fue necesario instalar un aparato que eliminara esos vapores: el convertidor catalítico de
emisiones. Sin el convertidor catalítico, las emisiones que salen por el tubo de escape de un
auto contienen suficiente combustible como para mantener encendido un segundo motor.
Créemelo, lo he hecho. Es tanto combustible el que se desperdicia que incluso ¡he logrado
hacer funcionar un motor con sus mismas emisiones!
Ya sé que cualquier ingeniero o físico que se las dé de que sabe te dirá que eso no es posi-
ble que porque se viola alguna ley natural de la conservación de la energía y todas esas co-
sas. Bueno, yo te puedo asegurar que no tuve que violar a nadie, y solo sucede que esas per-
sonas nunca han salido a mancharse de aceite para confirmar si todo lo que les enseñaron en
la escuela realmente funciona como se los dijeron.
¿Todavía no te convenzo? Ok, checa esto otro: los motores de combustión interna se lla-
man, propiamente, “motores de calor”. ¿Sabes por qué? Porque se supone que convierten el

— 421 —
PRIMERA PARTE

calor en energía mecánica. La gasolina se quema, produce calor, y ese calor se convierte en
energía mecánica.
Bien, hasta aquí vamos bien. Excelente, ahora hazte esta pregunta: Si los motores de calor
son máquinas que convierten el calor en energía mecánica, entonces ¿por qué les ponemos
radiadores de calor?
Un radiador de calor es para que el motor “tire” el calor hacia la atmósfera. ¿No debería
acaso estarlo convirtiendo en energía mecánica, en lugar de andar tirándolo por todas partes?
¡Instalarle un radiador de calor a un motor de calor es como hacerle un hoyo al tanque de la
gasolina! Nadie que esté en su sano juicio, haría eso, ¿verdad? Yo no lo haría, y creo que tú
tampoco. ¿Entonces, por qué no se ha corregido esa “pequeñita falla” en nuestros motores?
Nuestros vehículos no deberían venir equipados con un radiador para el motor, así como
tampoco deberían traer acoplado un convertidor catalítico. Ambos dispositivos son solo re-
medios, parches, para que el motor siga funcionando, ¡aunque lo haga de forma gigantesca-
mente ineficiente y súper contaminante!
Yo he trabajado en departamentos de ingeniería diseñando vehículos, sé de lo que estoy
hablando. “¿Y por qué no lo has corregido?”, me preguntarás. Bueno, porque no me han
puesto a hacer eso. Un ingeniero en una empresa automovilística no diseña lo que quiere
sino lo que le piden. Te lo juro, así son las cosas. En una empresa de esas nadie tiene tiempo
de corregir esas “fallitas”. Lo que importa es seguir vendiendo vehículos y dar a la empresa
dinero a ganar… y conservar tu empleo, claro.
“Ah, pero no se puede hacer funcionar un motor sin radiador”, quizá alguien me vaya a
decir. Está bien, es una opinión válida… pero ignorante. No estoy hablando solo por hablar.
Yo mismo he construido motores de gasolina de 8 cilindros que funcionan sin radiador y que
mueven vehículos pesados.
Los motores pueden funcionar a temperaturas tan bajas que puedes tocarlos con la mano
después de que hayan estado funcionando durante horas, señal de que no es necesario que
“tiren” tanto calor hacia la atmósfera, desperdiciando así una enorme cantidad de combusti-
ble y contaminando como locos.
Un motor frío no produce óxidos de nitrógeno, los cuales son los más peligrosos contami-
nantes que genera el motor de un vehículo. El otro gas contaminante es el monóxido de car-
bono, pero este se produce cuando no se quema la gasolina completamente. Bueno, pues se
quemaría completamente si no la usáramos como refrigerante para nuestros motores, ¿no te
parece?
—Jorge, disculpa, pero se te está pasando un detalle. Suponiendo que dices la verdad,
solo suponiendo sin concederte nada, se te olvida que los hidrocarburos no son renovables.
Ah, es verdad. Se me olvidaba ese pequeño detalle. Bueno, pues resulta que los hidrocar-
buros son perfectamente renovables. En primer lugar, te puedo contar que desde mediados de

— 422 —
NUESTRA TECNOLOGÍA

los años 70 la gasolina que usan todos los vehículos en el mundo básicamente ya no se ex-
trae del subsuelo, como antes se hacía.
Esas imágenes de las torres de destilación que te muestran en la escuela han ido desapare-
ciendo desde hace más de treinta años. A la fecha, prácticamente nadie produce la gasolina
por destilación fraccionada de petróleo. La gasolina que hoy usamos se produce por otro mé-
todo distinto, llamado fraccionación. Espero que haya miles de ingenieros petroquímicos le-
yendo este libro para que me tachen de mentiroso.
Dicho método de fraccionación es un proceso que requiere de calor, presión, y metales
nobles —o sea caros— para llevarse a cabo. No te voy a aburrir con la descripción técnica
del proceso. Solo te voy a decir que ese proceso representa la producción artificial de gasoli-
na sintética.
Ah, pero eso no es todo. Existen muchos, quizá cientos de otros procesos que también
pueden producir gasolina a partir de otras cosas que no sea el petróleo. Existen procesos que
producen gasolina a partir del aire, del agua, del gas, o del carbón, y también de los desechos
de una gran diversidad de plásticos. Incluso se puede sintetizar la gasolina a partir de las
¡emisiones contaminantes! Por cierto, la gasolina producida de esa forma es de mayor cali-
dad que la que se obtenía anteriormente por destilación fraccionada.
¿Sigo sin poderte convencer? ¡A la madre! En verdad que eres difícil. Pero Ok. Aquí te va
más. Supongamos que estoy diciendo mentiras. Ya me han llamado mentiroso muchas veces
en mi vida así que una más qué más da.
Ahora pon atención: Si todo esto que te digo no existe, entonces tampoco existen las ex-
plotaciones petroleras horizontales. ¿Sabías que existe eso? Normalmente, nos dicen que las
perforaciones de pozos petroleros se hacen hacia abajo. Bueno, pues te tengo una noticia.
Las perforaciones ahora se hacen cada vez más de forma horizontal. Antes no existía la tec-
nología para la explotación petrolera más que haciendo un hoyo en el suelo, con los dedos
cruzados, para atinarle a un cuerpo líquido de petróleo.
Hoy, cada vez más, se usa la tecnología para disolver la arena bituminosa de las capas del
subsuelo y convertirla en petróleo. Resulta que esas capas de arena bituminosa son enorme-
mente gigantescas comparadas con la cantidad de petróleo líquido que hay abajo en la tierra.
Las estimaciones más conservadoras hablan de unos 200 años de hidrocarburos, al ritmo
de crecimiento que tenemos, y todavía falta registrar muchos yacimientos más de esas are-
nas. Sabíamos desde hace muchos años de la existencia de esas arenas, pero no teníamos la
tecnología para explotarlas. Ahora ya la tenemos y con ella tenemos hidrocarburos naturales
y sintéticos para siempre, con la tecnología actual. Y sí, ya sé que se dicen muchas cosas
acerca de lo ecológicamente dañina que es esa tecnología, pero el punto es que es una alter-
nativa que hoy tenemos y que debemos mejorarla. ¡Pero adivina qué! Las mejoras a esa tec-
nología se han obstaculizado, no por limitantes en la ingeniería, sino financieras. La hidro-

— 423 —
PRIMERA PARTE

fracturación podría haber avanzado más, y podríamos haberla tenido años antes, pero siem-
pre han sido las prácticas financieras quienes han detenido todo ese desarrollo.
La tecnología avanzará y seguramente descubriremos fuentes adicionales de hidrocarbu-
ros en el futuro. Pero también descubriremos otras fuentes de energía, no necesariamente ba-
sadas en el petróleo. No me estoy refiriendo, por cierto, a las celdas solares ni a los genera-
dores eólicos. Me tendrás que perdonar por lo que voy a decirte, pero necesito hacerlo para
abrirte los ojos. Ni las celdas solares ni los generadores eólicos son sustentables.
—¡¿Qué?! Te estás viendo mal Jorge. Espero que sea un error tipográfico eso que acabo
de leer.
No es un error tipográfico, ni estoy borracho. Al menos no mientras escribo esto. Lo digo
de nuevo: ni las celdas solares ni los generadores eólicos son sustentables.
—Jorge, hey, pssst, ¿sabes tan siquiera lo que significa “sustentable”?
Creo que sí. Mmmm, aunque ya me hiciste dudar. Permíteme buscar en Internet: “la ca-
pacidad de satisfacer necesidades de la generación humana actual sin que esto suponga la
anulación de que las generaciones futuras también puedan satisfacer las necesidades pro-
pias”[132], según la Organización de las Naciones Unidas.
Ahora que ya estamos de acuerdo en lo que significa “sustentabilidad” —y que ya te de-
mostré que al menos sé lo que significa eso—, déjame explicarte algo interesante. Una celda
fotovoltaica, o un generador eólico, no produce la suficiente energía eléctrica como para ha-
cer otro generador eólico, u otra celda fotovoltaica.
—¿Y qué con eso Jorge? Solo tienes que reunir varias celdas para producir la suficiente
cantidad de energía. ¿Pensaste en eso?
Honestamente no. Creo que me has ganado. Entonces, deberíamos apagar todas las fuen-
tes “sucias” mañana mismo y usar las fotoceldas que tenemos y los aerogeneradores para
producir toda la energía eléctrica que necesitamos.
—No, tampoco te pases de la raya Jorge. Sabes bien que necesitamos producir más foto-
celdas porque todavía no hay suficientes. Roma no se hizo en un día.
Ok, ok, ok. Tienes razón. Perdón, admito que me apresuré. Es que me ganan las ansias de
que ya no contaminemos. Esperaremos unos ¿diez años? No creo que haya mucho problema
por esperar unos diez años más, ¿o sí? Imagínate que en diez años más ya habremos produci-
do la suficiente cantidad de aerogeneradores y de fotoceldas como para, entonces sí, apagar
todas nuestras fuentes “sucias”.
Ese día haremos fiestas y cantaremos juntos tomados de la mano, con una velita o con la
luz de nuestro celular. Después de celebrar, ya medio afónicos y quizá medio ebrios, todos

132 Obtenido de definicion.mx/sustentabilidad el 3 de agosto de 2018.

— 424 —
NUESTRA TECNOLOGÍA

nos iremos a nuestras casas para hacer al siguiente día lo que siempre hacemos los siguientes
días después de celebrar algo aluzándonos con nuestros celulares.
Transcurrirán unos cuantos días, quizá semanas, y se necesitarán más aerogeneradores y
más fotoceldas porque así somos los seres humanos. Siempre queremos más. Habrá más
gente joven casándose y queriendo tener su propia casa con suministro de energía eléctrica.
Habrá más y más fábricas y todas necesitarán más energía eléctrica. Más tiendas, más hospi-
tales, y si para entonces existen más vehículos eléctricos, entonces también ellos necesitarán
más energía eléctrica.
Entre todos los aerogeneradores y fotoceldas podrán producir la suficiente energía como
para producir unos cuantos aerogeneradores y unas cuantas fotoceldas más, pero no serán ca-
paces de producir toda la energía eléctrica que se necesita para reproducirse a sí mismos, al
mismo tiempo que abastecen las necesidades siempre crecientes de más y más energía eléc-
trica. Existe abundante información de ingeniería que lo demuestra, pero también existen
muchos artículos en revistas que lo explican de forma sencilla de comprender. Te suplico que
te tomes unos minutos en consultar cualquier buscador de Internet.[133]
Entonces, en ese momento, trataremos de ahorrar energía y apagaremos focos y demás
como lo hacemos normalmente cuando nos dicen que ahorremos energía. Pero ¿sabes qué?
Eventualmente nos quedaremos sin energía eléctrica. Porque para que una fuente de energía
sea sustentable, primero debe ser capaz de generar la suficiente energía como para reprodu-
cirse a sí misma varias veces además de proveer la energía necesaria para otros propósitos.
En otras palabras, eso supondrá la anulación de que las generaciones futuras también pue-
dan satisfacer sus necesidades de energía. ¡Ah, oh, qué curioso! ¿No es eso el requisito para
que algo tenga sustentabilidad, según la definición de la ONU? Perdón, no lo hice a propósi-
to. En serio pensé que tenías razón.

133 M. Ridley, Wind turbines are neither clean nor green and they provide zero global energy [Los aerogeneradores no
son ni limpios ni verdes y proporcionan cero energía a escala global]. Revista The Spectator, 13 de mayo de 2017.
“...world energy demand has been growing at about 2 per cent a year for nearly 40 years. Between 2013 and 2014,
again using International Energy Agency data, it grew by just under 2,000 terawatt-hours. If wind turbines were to
supply all of that growth but no more, how many would need to be built each year? The answer is nearly 350,000,
since a two-megawatt turbine can produce about 0.005 terawatt-hours per annum. That’s one-and-a-half times as many
as have been built in the world since governments started pouring consumer funds into this so-called industry in the
early 2000s. At a density of, very roughly, 50 acres per megawatt, typical for wind farms, that many turbines would
require a land area greater than the British Isles, including Ireland. Every year. If we kept this up for 50 years, we
would have covered every square mile of a land area the size of Russia with wind farms. Remember, this would be
just to fulfil the new demand for energy, not to displace the vast existing supply of energy from fossil fuels, which
currently supply 80 per cent of global energy needs.” [... la demanda de energía mundial ha estado creciendo
aproximadamente al 2 por ciento anual durante casi 40 años. Entre 2013 y 2014, de nuevo usando datos de la Agencia
Internacional de Energía, creció casi en 2,000 terawatts-hora. Si fueran aerogeneradores los que proporcionaran la
energía solamente para ese crecimiento, ¿cuántos de ellos se necesitaría construir cada año? La respuesta es casi
350,000, dado que una turbina de dos megawatts puede producir casi 0.005 terawatts-hora por año. Eso es una y
media veces la cantidad de aerogeneradores que se han construido desde que los gobiernos decidieron verter dinero de
los consumidores en esta pseudo industria desde el año 2000. Con una densidad de aproximadamente 50 acres por
megawatt, típico de una granja eólica, todas esas turbinas requerirían una superficie de terreno mayor a todas las islas
británicas, incluyendo Irlanda. Cada año. Si sostenemos eso por 50 años, habremos cubierto cada milla cuadrada en
una superficie del tamaño de Rusia con granjas eólicas. Recuerda, esto sería solamente para cubrir la demanda nueva,
no para reemplazar la vasta demanda existente de combustibles fósiles, los que actualmente suministran 80 por ciento
de la demanda global de energía]

— 425 —
PRIMERA PARTE

La tecnología que tenemos alrededor nuestro está repleta de fallas como todo lo demás.
Pero el problema no lo han generado los que se dedican al desarrollo de tecnología en forma
profesional. El problema de raíz, según desde donde yo he visto las cosas, ha sido siempre el
enfoque financiero que le damos a todo lo que hacemos. Esto es una situación muy peculiar,
porque por una parte no existe una separación sana entre la tecnología y las finanzas, pero
por otra, no existe una comunicación efectiva entre las dos. Ambos, tecnólogos y financieros,
hablan distintos idiomas. No se comunican entre sí en un lenguaje común y, sin embargo,
ambos se necesitan mutuamente.
Un caso claro de esto me viene a la mente en este momento. Algunos de nosotros sabe-
mos que los sistemas de enfriamiento consumen mucha energía eléctrica. Ya sea que los use-
mos para acondicionar el ambiente de nuestro hogar, o para enfriar el refrigerador que tene-
mos en nuestra cocina, o para la producción de hielo, o para la conservación de alimentos en
un supermercado, los sistemas de enfriamiento siempre consumen una enorme cantidad de
energía eléctrica.
Por otra parte, todos sabemos que las empresas siempre tratan de ahorrar costos para po-
der incrementar sus ganancias y para poder seguir compitiendo, es decir, para seguir gene-
rando ganancias. No hay nada de malo en eso. La competencia empresarial es la que nos
hace tener productos cada vez más baratos y cada vez mejores, ¿no es así? Yo pienso que sí.
Sin embargo, también es cierto que en muchas ocasiones esa carrera por la reducción de
costos no está debidamente monitoreada por la sociedad, o sea por el gobierno. Debido a esta
falta de vigilancia por parte de la sociedad, las empresas ahorran dinero a costa de la misma
sociedad que consume sus productos y que es, por tanto, a la que se deben.
En fin, como te decía, los sistemas de enfriamiento cuentan con un compresor y ese apa-
rato es el que realmente consume casi la totalidad de la energía eléctrica que el sistema de
enfriamiento entero necesita. Los no tan jóvenes, como yo, hemos visto cómo dichos com-
presores han evolucionado a través de los años. Anteriormente, lo que ahora conocemos
como “compresor”, era en realidad dos aparatos distintos. Consistían en un motor eléctrico y
un compresor. ¿Dónde quedó el motor eléctrico?
Resulta que, en una ocasión, los ingenieros de alguna empresa productora de sistemas de
enfriamiento vieron la ventaja de ensamblar el motor eléctrico y al compresor como si fueran
una unidad. Colocaron así ambos dentro de un recipiente sellado herméticamente y le agre-
garon algo de aceite para que se lubricaran ambos simultáneamente. Fue una muy buena
idea. Eso redujo los costos de fabricación casi a la mitad de lo que eran antes.
Para el usuario, debido a que ahora ambos aparatos estaban dentro de un recipiente de
acero herméticamente cerrado, esa maniobra resultó en un mejoramiento de la vida del siste-
ma y en la reducción en gastos de mantenimiento. Se oye genial, ¿verdad?
Lo que nunca se le dijo a nadie, fue que esos sistemas son mucho menos eficientes que
los anteriores. De cada cuatro toneladas de refrigeración de la capacidad del sistema comple-

— 426 —
NUESTRA TECNOLOGÍA

to, una tonelada se dedica enteramente a enfriar el motor eléctrico que se encuentra dentro
del recipiente de acero junto con el compresor. Ese enfriamiento se hacía antes usando aire
de la atmósfera. Ahora se logra usando una parte de la capacidad frigorífica del refrigerante
del sistema. Es decir, un sistema de cuatro toneladas de capacidad, en realidad solamente en-
fría como si fuera de tres.
A las empresas no les importó pasarles la cuenta a los clientes que comprarían sus produc-
tos. No les importó que los clientes fueran ahora a pagar más por el consumo de energía. No
les importó que la sociedad entera pagara la factura ecológica que significa producir más
energía eléctrica para mantener esos sistemas frigoríficos en operación, pudiendo necesitar
menos energía y, por lo tanto, contaminar menos.
Esto sucede de la misma forma que a las empresas productoras de vehículos no les impor-
ta que los clientes que compran sus vehículos tengan que pagar cantidades enormes de com-
bustible para que los vehículos funcionen. Publican y anuncian que tal o cual modelo rinde
tantos y tantos kilómetros por litro, pero en realidad solo es un engaño. Es un robo en despo-
blado.
Los sistemas de enfriamiento podrían consumir mucho menos energía eléctrica y los
vehículos podrían consumir mucho menos combustible, y ambos podrían propiciar la gene-
ración de mucho menos contaminantes, pero eso a las empresas no les importa realmente.
Solo importan las finanzas.
Básicamente toda la experiencia que tengo ha sido en industrias extranjeras. He visto de
cerca cómo se desarrolla la tecnología en otras partes. He visto sus fortalezas y también he
visto sus enormes desventajas. Podría yo continuar platicándote acerca de muchos más casos
con los que me he topado a lo largo del ejercicio de mi carrera profesional en el ramo de la
ingeniería, pero creo que con esto que acabo de contarte es suficiente por ahora para aclarar
mi posición: la de que la tecnología, en el mundo entero, parece estar subordinada a los inte-
reses financieros, al monetarismo, a la administración del dinero. ¿Es esto malo? Es muy
malo. La tecnología no debería estar subordinada al manejo del dinero, debería estar subordi-
nada a la economía, pero no a las finanzas. Finanzas y economía no es lo mismo. Esa nociva
dependencia es lo que sucede en el mundo, pero ¿qué es lo que sucede en nuestro país?
Me queda claro que la forma como se impulsa el desarrollo de la tecnología en otros luga-
res deja qué desear, pero ¿qué sucede en nuestro país? En México la tecnología no deja qué
desear sencillamente porque es inexistente.

Necesidad de Tecnología Propia


En México hemos dejado a un lado la generación de tecnología propia porque en realidad
no la necesitamos. Sí, ya dije que un ama de casa que mezcle cebo con polvo para hornear
estará desarrollando tecnología para producir jabón, y eso es bueno, pero no me refiero a ese
nivel de tecnología. Me estoy refiriendo a la tecnología para desarrollarnos industrialmente y
para desarrollar nuestros propios satisfactores.

— 427 —
PRIMERA PARTE

Si miras a tu alrededor verás que prácticamente todo lo que te rodea tiene una procedencia
extranjera. Eso significa que prácticamente todo lo importamos. Eso, a su vez, explica cómo
es posible que hayamos sobrevivido todo este tiempo sin haber desarrollado nuestra propia
tecnología. Sencillamente vendemos nuestro trabajo manual en las fábricas extranjeras,
como hicieron los esclavos durante miles de años, y cambiamos ese trabajo por dinero ex-
tranjero, y luego con ese dinero extranjero compramos cosas extranjeras. Sencillo… pero to-
talmente estúpido.
Nuestra economía podría evolucionar a saltos en lugar de hacerlo tan desesperantemente
lento como lo ha hecho durante los últimos quinientos años. ¿Has escuchado hablar del mila-
gro alemán al final de la segunda guerra mundial o del milagro japonés en los ochentas?
Bueno, eso no es nada comparado con lo que podríamos hacer nosotros si corrigiéramos las
cosas como se debe.
La economía evoluciona de la mano con la tecnología. Sin tecnología, no hay evolución
económica. La economía evoluciona gradualmente, pero su ritmo de crecimiento se puede
cambiar. Se puede acelerar o se puede hacer más lento. Lo que impulsa ese ritmo de creci-
miento es la tecnología. Pero la tecnología no avanza gradualmente. La tecnología avanza a
saltos y uno nunca sabe qué tan grande o pequeño será el siguiente salto. Con cada salto tec-
nológico se descubren más y más recursos que antes no se conocían. Por eso es que hay
quien opina que ese concepto es básicamente relativo y que siempre depende del estado del
arte tecnológico que tengamos en un momento dado.
Siendo así las cosas, no podemos considerar que haya un límite para nuestro crecimiento
tecnológico y, por tanto, tampoco hay un límite para nuestro crecimiento económico. Ahora
sí que el cielo es el límite.
Los límites de hoy no serán los mismos límites el día de mañana. Siempre los estamos en-
sanchando, pero solamente lo podemos hacer si tenemos tecnología propia. No existe otra
opción. No tener tecnología propia —como es nuestro caso— nos lleva al estancamiento so-
cial, económico. No necesito describirte lo que significa estancamiento. Lo puedes ver a tu
alrededor a donde sea que voltees. No es nada nuevo. Hemos estado estancados durante tanto
tiempo que ya hemos perdido nuestra capacidad de ver algo más allá y de considerar la vida
de otra forma. Hemos sido adoctrinados a pensar que así como vivimos estamos bien.
Eso no es cierto. Para nada. Solo estamos adoctrinados, esclavizados, amarrados, dormi-
dos. Pero podemos despertar. Podemos hacer de nuestra vida y nuestro entorno lo que nunca
nadie nos ha enseñado a pensar que es posible. Nuestro ingenio y nuestra flexibilidad nos
han permitido sobrevivir, pero siento que ha llegado la hora de que despertemos y nos obser-
vemos a nosotros mismos desde otro ángulo distinto. Debemos reconocer en nosotros la
enorme capacidad creativa que tenemos y estimularla todavía más. Eso nos hará entrar en un
círculo vicioso distinto al que hoy tenemos. Será un círculo que nos disparará hacia logros
jamás imaginados: un círculo virtuoso.

— 428 —
NUESTRA TECNOLOGÍA

La educación que hemos recibido, y la que recibieron nuestros padres y nuestros abuelos
estuvo siempre orientada hacia hacernos útiles para otras personas por nuestro trabajo. Nada
de la educación que recibimos está orientada a que seamos creativos, rebeldes, innovadores,
audaces. Nada de eso. Nos enseñan a obedecer, a seguir reglas. Incluso nos enseñan a sentir-
nos bien si las seguimos y a sentirnos mal si logramos hacer algo bueno sin seguirlas. Somos
seres humanos. No nacimos para ser empleados por otros. No nacimos para trabajar toda la
vida para otros. No nacimos para tener que trabajar en lo que no queremos tan solo para so-
brevivir. Nacimos para luchar por nuestra naturaleza humana, libre, creativa, ingeniosa, ale-
gre, inquieta, rebelde. Esas son las características que debemos cultivar en nosotros si quere-
mos llegar a estar al nivel de la vida que queremos.

Las Nocivas Patentes


Nos han enseñado todo al revés. No es la tecnología la que debe estar supeditada a los
avances de la economía. La economía debe apresurarse a tratar de alcanzar a la tecnología, la
cual evoluciona muy rápido cuando se dan las condiciones adecuadas, las cuales tampoco
tienen nada que ver con el dinero. Nuestra comprensión de lo que la economía es debe evo-
lucionar. De otra forma seguiremos estancados eternamente.
Por ejemplo, una práctica que seguimos sin razonar acerca de sus consecuencias es la for-
ma como “protegemos” los inventos que la gente hace. A toda esa forma la podemos englo-
bar en la política de patentes. Si observas con cuidado, las patentes son totalmente contrapro-
ducentes para el desarrollo tecnológico y para el desarrollo económico.
Una patente le otorga a una persona el total monopolio financiero sobre sus ideas durante
una cantidad de años, dependiendo de la naturaleza de lo que registró como su idea. Eso nos
lo explican y no le vemos nada de malo. Ahora razonemos más a detalle lo que estamos ha-
ciendo.
Alguien registra un invento y nadie más puede usarlo sin pagar lo que el que registró la
idea pida a cambio. Durante unos veinte años nadie se puede beneficiar de esa idea sin que el
que la registró quiera. Dicho de otra forma, la evolución de la sociedad se detiene durante
veinte años tan solo para que una persona gane dinero. ¿No te parece que hay algo malo en
ese panorama? Nuestras ideas deberían de acelerar nuestro desarrollo, no hacerlo más lento.
Estamos haciendo las cosas al revés.
Pero eso no es todo. Si tienes una idea y la quieres registrar te cobran una cantidad de di-
nero que no todos tienen. En México no cobramos tan caro, pero en otros países se cobran
miles de dólares por una méndiga patente. Al menos eso no lo hacemos tan mal.
Ah, pero hay más. ¿Sabías que los maestros de las universidades a quienes entre todos les
pagamos su sueldo tienen derecho a patentar sus ideas? En otras palabras, tú y yo les paga-
mos su sueldo para que aporten ideas que nos sirvan a ti y a mí y ahora resulta que no pode-
mos usarlas sino hasta después de veinte años. ¿Te parece eso inteligente? A mí me parece

— 429 —
PRIMERA PARTE

una estupidez, pero eso es exactamente lo que hacemos. Nos estamos dando un balazo en la
pata nosotros mismos.
Lo que deberíamos hacer es pagarle una cantidad de dinero al que registre una patente,
después de demostrar que funciona con un modelo funcional. Se ha argüido que solicitar mo-
delos funcionales no es práctico que porque ocupan mucho espacio y después de algún tiem-
po ya nadie sabe qué hacer con todos esos aparatos. Eso también es una estupidez. ¿Para qué
guardarlas? Una vez que se ha demostrado que lo que uno está tratando de registrar realmen-
te funciona ya no es necesario conservarlo.
Las patentes deberían ser accesibles para todos. Después de todo, nadie inventa nada por
sí solo. Todos los que inventan algo lo hacen a partir de la tecnología que ya existe. Eso sig-
nifica que todos los que tenemos una idea se lo debemos a todos los que han realizado sus
ideas antes que nosotros. Es justo entonces que paguemos a nuestros predecesores con nue-
vas ideas para beneficio de todos los demás.
Entre más accesibles estén las bases de datos de las patentes más ideas nuevas habrá. Si a
eso agregamos que la oficina de patentes te pueda pagar por el registro de una idea, entonces
lo único que veríamos es un incremento sin precedentes de ideas fluyendo a través de esa
oficina.
El monopolio de las ideas registradas no debería existir. Si tú tienes una idea y la registras
y te dan dinero por ella, a partir de ese momento tu idea pertenece a la sociedad que te la
compró. La sociedad sabrá qué hace con ella. Quizá no haga nada, o quizá la use para algo
en beneficio de ella misma. No lo sabemos, pero cuando menos quedará como acervo cultu-
ral de dicha sociedad. Así debería de funcionar el sistema de patentes y no como funciona
ahora en donde las buenas ideas se quedan guardadas hasta que al que la registró le conviene
financieramente.
Sobran los casos en que algunas ideas son compradas por gente que puede y que no le
conviene que se conozca la idea. La compran y la guardan para siempre. Debido a que nues-
tro sistema de patentes así lo indica, nadie puede aprovechar dicha patente así sea algo que
salve la vida de miles de personas.
El caso de los investigadores que trabajan para el gobierno, sea en una institución educati-
va pública o no, deberían de rendir cuentas de sus progresos en la ciencia y en la tecnología.
Ellos deberían estar proponiendo líneas de investigación y solicitando los recursos que nece-
sitan, demostrar que los necesitan realmente, y una vez obtenidos los recursos deberían re-
portar periódicamente sus avances a la sociedad entera. De lo contrario se les debería notifi-
car que perderían los recursos asignados y sus empleos como investigadores.
No debemos tolerar más investigadores que solo están en un escritorio haciendo como
que investigan, sin investigar realmente nada, publicando artículos que muchas veces ni ellos
mismos escriben, sin rendir frutos a la sociedad y sin producir la tecnología que tanto se ne-
cesita por el país.

— 430 —
NUESTRA TECNOLOGÍA

La protección que ofrecen las patentes permite la monopolización de una de las dos úni-
cas cosas que son fundamentales para el desarrollo del ser humano: el conocimiento. Sí, las
nuevas ideas tecnológicas necesitan rendir beneficios a aquellos quienes las hicieron nacer,
pero no a costa del resto de la sociedad entera.
La sociedad necesita mantener su posición de primera opción de compra, por encima de
cualquier individuo o grupo de individuos. Después de todo, ningún inventor podría jamás
haber producido su idea de no haber recibido primero de la sociedad las condiciones necesa-
rias para poder realizar su trabajo.

Finanzas Públicas y Tecnología


En el Presupuesto de Egresos de la Federación de 2016 se contemplaron 34 mil millones
de pesos para el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, el cual es el organismo que tiene
la responsabilidad principal de todo el desarrollo tecnológico de nuestro país, de nuestra so-
ciedad mexicana.
Esa cantidad no es poco dinero, pero te mentiría si te digo que sé exactamente cómo se
administra y en qué se gasta. Los informes del gobierno dicen solamente cómo se distribuye,
pero no qué se hace con él. Lo que sí sé es que es mucho dinero y estoy seguro de que no es-
tamos haciendo lo que deberíamos hacer con él. Estoy seguro de que con todo ese dinero po-
dríamos tener resultados muchísimo mejores.
Se supone que la Secretaría de Hacienda distribuye todo ese dinero, pero a mí sigue sin
convencerme que lo estamos usando de la forma más provechosa para todos, para la socie-
dad, para el país, para nosotros, los que estamos pagando todo ese dinero.
La Secretaría de Hacienda solamente explica a quién le van a dar cuanto, pero nadie dice
qué es lo que se va a producir con ese dinero. Deberían explicarlo. No espero menos. Si le
doy mi dinero a alguien lo menos que espero es que me explique qué es lo que va a hacer
con él, qué resultados va a obtener y en qué me van a beneficiar dichos resultados.
Tenemos aproximadamente 25 mil científicos e investigadores que trabajan todos los días,
durante todo el día, investigando y haciendo ciencia… supuestamente. Yo me pregunto:
¿Pues qué tanto investigan? Yo no veo que tengamos tecnología propia ni ciencia propia.
Cualquiera me puede decir lo que siempre se dice: que en México “el gasto destinado a
investigación científica y desarrollo experimental con relación al Producto Interno Bruto
(PIB) es muy bajo, respecto a los recursos que se destinan en los países que integran la
OCDE, de la cual México es miembro”, y tendrá razón. El presupuesto es bajo. Y a eso yo
solamente puedo decir: ¿y qué con eso? ¿Qué tiene que sea bajo el presupuesto? Aun con ese
presupuesto bajo yo sigo preguntando lo mismo: ¿Qué estamos produciendo con el presu-
puesto que tenemos? Así sean dos pesos de presupuesto yo demando respuestas. No las veo.
No las recibo.

— 431 —
PRIMERA PARTE

Si los demás países deciden gastar millonadas y millonadas en ciencia y tecnología allá
ellos. Aquí estamos en México y aquí todos hacemos lo que debemos hacer con lo que tene-
mos. Hay más de 100 millones de mexicanos que estoy seguro de que estarán de acuerdo
conmigo. ¿Dónde está lo que los investigadores y científicos deben hacer con lo que tienen?
¿A quién ha beneficiado lo que han hecho? Si de mí dependieran esos 25 mil investigadores,
yo querría ver 25 mil reportes de avance e investigación cada dos semanas sobre mi escrito-
rio. Son 25 mil personas pensando todos los días todo el día. ¿Qué han hecho? ¿Qué han in-
vestigado? ¿Qué han pensado?
Tenemos problemas enormes y urgentes que resolver que requieren gente inteligente que
piense y nos de las respuestas. Tenemos, por ejemplo, millones de toneladas de basura peli-
grosa regada por todo el país y no veo ninguna respuesta. Tenemos millones de toneladas de
neumáticos y tampoco veo respuestas. Tenemos millones de motores contaminando por todo
nuestro territorio y sigo sin ver respuestas. Tenemos millones de hectáreas agrícolas ociosas
y no veo respuestas. Tenemos millones de kilómetros cuadrados de mar sin explotar y no veo
soluciones, no veo propuestas, no veo ideas. Tenemos millones de personas hambrientas y no
veo que ningún científico o investigador sugiera qué hacer al respecto.
No creo que sea porque no tenemos investigadores. Es porque los tenemos haciendo otras
cosas. En la Economía del Valor Social, todas esas personas, investigadores, científicos e in-
genieros se enfocarían en encontrar respuestas y en desarrollar la tecnología que nos urge
para solucionar los problemas que tenemos.

— 432 —
PRIMERA PARTE

Nuestro Arte y Cultura

Todo es Arte
Todos sabemos que la cultura consiste en la producción literaria, cinematográfica, musi-
cal, y en general de cualquier forma de expresión intelectual y artística. A diferencia de mu-
chos otros países, en México hemos agregado nuestra forma de preparar nuestros alimentos a
lo que consideramos nuestra cultura. No estoy seguro si agregar nuestra comida a nuestra
cultura ha sido por iniciativa propia, o es una idea que proviene de otros países. Como sea, el
caso es que así lo consideramos ahora.
De forma similar, en la mayoría de los países el criterio para considerar algún aspecto de
la forma como somos es más o menos el mismo. Por esta razón, en este libro, por no ver ra-
zones de peso para modificar ese enfoque, también dejaré todas las expresiones intelectuales,
artísticas y científicas, dentro de la definición de cultura.
Mis incursiones en el mundo de la cultura artística no han sido muy hondas. Sin embargo,
me considero una persona que aprecia la cultura de forma peculiar. Además de haber intenta-
do aprender a tocar guitarra y luego piano por varios años de forma infructuosa, practiqué la
fotografía naturalista durante algún tiempo y hasta la fecha es algo que aprecio mucho hacer,
aunque ya no lo hago tanto.
La elaboración de videos también es algo que practiqué durante años y aprendí muchas
cosas en ese terreno. Hacer teatro —y hacerle al teatro— me gustó mucho durante mis años
en la preparatoria y la universidad. En cuanto a escribir, bueno, aquí estoy. Siempre he gusta-
do de escribir y de leer.
La mayor parte de mi vida me he desempeñado en el ámbito industrial y en ese medio no
conoce uno a mucha gente que tenga inclinaciones culturales artísticas sino más bien intelec-
tuales prácticas. Lo que uno lee y escribe es bastante técnico y muy práctico. Tanto así que
en el curso de mi profesión me he encontrado mucha gente que opina que el arte no tiene
ningún valor práctico utilitario para la sociedad. No estoy de acuerdo con esto. Los seres hu-
manos gustamos de hacer arte y de ver a los demás hacerlo, sea considerado como tal o no.
Si nos gusta eso entonces es porque tiene valor para nosotros, la gente. Y como la gente es la
sociedad, entonces el arte en general tiene un valor social inmenso.
Ese valor que tiene para nosotros representa la fuerza motriz que es necesaria para que la
economía de una sociedad se desarrolle. Las expresiones artísticas no pueden evitar ser cons-
tructivas. No pueden evitar ser productivas. Hay cosas que a los seres humanos nos gusta ha-
cer y por esa simple razón tienen un valor social económico práctico utilitario.

— 433 —
PRIMERA PARTE

El arte que vive en nuestro interior lo expresamos de infinitas formas. Al hacer eso, al
traer el arte desde nuestro interior hacia el mundo del “hacer”, estamos practicándolo y al ha-
cer esto último lo estamos haciendo utilitario. Cuando expresamos la música en nuestro inte-
rior y usamos una guitarra para hacerlo, estamos dándole un valor pragmático a la guitarra.
Nuestros impulsos artísticos son el motor que mueve toda la industria de aceros, plásticos,
electrónica, software, textil, y muchas más, relacionadas con la producción de instrumentos
musicales, cinematográficos, electrónicos digitales, telas, tintes, maquillajes, y a su vez todas
las industrias y comercios relacionados con estos, tales como la producción de máquinas y
herramientas para hacer todo eso.
Los simples crayones y cuadernos de dibujo que usamos en la escuela primaria demandan
la existencia de toda una industria detrás de ellos para producirlos y hacerlos llegar hasta las
manos de los niños. ¿Por qué pensamos entonces que la cultura no tiene valor utilitario tam-
bién? Pensar eso es un error.
Valor tienen todas las cosas y actividades que son valoradas por los seres humanos de al-
guna forma. Valoradas en su sentido de que son apreciadas. Nos gustan, vaya. El por qué nos
gustan o para qué nos gustan es otro asunto que se lo voy a dejar a otras personas para que lo
descubran. No es mi intención explicar ni evaluar por qué nos interesan esas actividades.
Nos interesan y por ese solo hecho son valiosas para nosotros —los seres humanos—. En
otras palabras, tienen un valor social y, por lo tanto, competen a la Economía del Valor So-
cial.
El propósito de este libro es revisar la forma como hacemos las cosas y encontrar formas
de cómo alcanzar aquellas cosas que queremos. No es el propósito calificar nuestras inten-
ciones ni evaluar las razones que tenemos para querer tal o cual cosa. Si las personas quieren
dedicarse a escribir poemas, crear música, inventar cosas, construir edificios, o robar bancos
eso es asunto de cada quién. En lo personal, mi intención es ayudar a encontrar una forma de
cómo cada quien pueda lograr lo que quiera lograr en su vida, independientemente de qué
sea eso que desea.
Existen dos cosas que son distintas, pero hemos crecido pensando que son lo mismo: lo
que hacemos porque nos gusta, y lo que hacemos para vivir.
Veo a mi alrededor y no puedo evitar observar que nosotros, los mexicanos, raramente ha-
cemos lo que queremos hacer. Prácticamente la totalidad de las personas que conozco —y en
esto me incluyo— hacen “lo que pueden” para lograr mantenerse con vida. Pero de las múlti-
ples personas que he conocido a lo largo de mi vida, prácticamente la totalidad no hacen “lo
que quisieran”, lo que alguna vez soñaron hacer “cuando fueran grandes”.
Imagínate cómo sería nuestra vida en sociedad si todos tuviéramos la oportunidad de ha-
cer lo que siempre quisimos hacer. ¿Te puedes siquiera imaginar un mundo así? Yo no. Te
juro que no. Por más que me he esforzado no he logrado imaginar un mundo así. No logro
visualizarlo completamente. Solo he logrado ver pedacitos por aquí y por allá. Supongo que

— 434 —
NUESTRO ARTE Y CULTURA

un aspecto que esa sociedad tendría es que la gente sería mucho más feliz de lo que ahora es.
Supongo también que habría mucho menos violencia. Supongo que habría menos gente en-
ferma. Supongo que las realizaciones artísticas, deportivas, tecnológicas y científicas serían
muchísimo muy superiores a lo que ahora son.
Al igual que tú, también sufro de adoctrinamiento severo y por eso me ha sido, hasta aho-
ra, imposible poder ver claramente cómo sería ese mundo, esa sociedad. Ojalá alguien se lo-
grara imaginar ese mundo e hiciera una película o unas series cómicas o de televisión para
lograr entre todos ir construyendo esa visión y poder hacerla realidad con más rapidez[134].
Algo que me queda claro es que, en esa sociedad imaginaria, habría muchas más personas
que se dedicaran al arte. Las expresiones artísticas serían inimaginablemente más sofistica-
das de lo que ahora son. Actualmente la gente desarrolla expresiones artísticas a pesar
del entorno en el que vive. No me puedo imaginar qué nivel alcanzarían esas expresiones si
el entorno las favoreciera en lugar de frenarlas e inhibirlas.
Cómo serían esas expresiones me es totalmente imposible saberlo. Lo que sí sé es que
esta realidad que tenemos ahora no es la que queremos porque no nos deja vivir como quisié-
ramos y nos mantiene haciendo lo que debemos en lugar de darnos la oportunidad de hacer
lo que quisiéramos. Sé que esa forma que quisiéramos de vivir nos permitiría crecer interna-
mente y ese crecimiento lo expresaríamos de formas artísticas inimaginables. También sé
que eso es precisamente lo que queremos. Ese deseo vive en nuestro interior y durante miles
de generaciones hemos nacido, crecido y muerto con ese deseo frustrado sin haber tenido la
oportunidad de darle vida.
El propósito más hondamente acariciado que está entre las páginas de este libro es el de
plantear un plan para modificar nuestra realidad actual para que nos libere de todos los obs-
táculos que hemos tenido para alcanzar nuestra realización como seres humanos, en lo indi-
vidual y en lo social. Si esa realización no resulta ser una expresión cultural y artística, en-
tonces no sé qué otra cosa pudiera ser.

Los Libros
Todos los que han querido publicar un libro por primera vez se han topado con la triste
realidad de que ese mundo literario está totalmente mercantilizado. Nada se publica si no ge-
nera dinero para el editor.
Ahora que he estado metido en todo ese rollo de publicar un libro, no he podido evitar el
preguntarme qué habrá sido de todos los libros que nunca han visto la luz. ¿Dónde estarán
todos esos textos que no han salido a la luz pública tan solo porque ningún editor vio ganan-
cias en dinero en ellos?

134 De hecho, toda la Segunda Parte de este libro intenta llenar ese espacio vacío inimaginable. En forma de cuentos,
muestra una realidad imaginaria pero totalmente realizable, alcanzable, lograble, dejando para la Tercera Parte una
propuesta de cómo alcanzar todo eso.

— 435 —
PRIMERA PARTE

Tengo una biblioteca bastante extensa y en ella hay muchos libros publicados por el Fon-
do de Cultura Económica. Aunque algunos de los libros que considero más importantes fue-
ron producidos por esa casa editorial, te confieso que hasta ahora siempre había considerado
esas publicaciones como de relleno, algo así como no muy meritorias. Pero ahora opino algo
muy distinto. Siento que el Fondo de Cultura Económica es una institución importantísima
para todos los mexicanos. El criterio que usan para aceptar o rechazar una publicación no es-
tá basado solamente en el dinero, y creo que así debería ser siempre. De hecho, creo que de-
bería basarse todavía menos. El concepto, la idea, con el que se creó el Fondo fue una buena
idea. Ahora deberíamos hacer que ese concepto evolucione.
Imagina que escribes un libro que tiene un tema que es de vital importancia para la socie-
dad. Escribes tu libro cuidadosamente, y explicas el asunto de forma que todos lo compren-
dan. Lo haces con amor porque sabes que a mucha gente va a ayudar eso que estás explican-
do en tu libro. Quizá sea un libro sobre algún tratamiento médico, o sobre la forma de sem-
brar y cultivar alguna planta importante, o alguna novela distinta a todas las demás y que las
supera en muchos aspectos. Lo que sea, ahora imagina que llevas tu manuscrito a un editor y
no le ve potencial financiero para él así que lo rechaza. Luego lo llevas con otro y otro más y
todos lo rechazan. Así, de esa forma tan sencilla, quedaría en el limbo, perdido para siempre
tu libro que bien pudo haber cambiado la vida de muchas personas para bien. ¿Es eso lo que
queremos? Yo opino que no.
Yo quisiera vivir en una sociedad en la que todo libro vea la luz del día, sin evaluarlo en
relación al dinero que pudiera producir para el editor. Ah, porque el dinero es para el editor.
Al autor le pagan menos del 10% de las ventas y en muchos casos le cobran. Me consta.
Sé que vivimos en un país en donde no leemos más allá de la palma de la mano, pero eso
no importa. Las pocas personas que leen deberían tener a su disposición toda la creación lite-
raria que exista, no solamente la que sea rentable.
Debemos cambiar la situación actual si queremos que todas las personas tengan la oportu-
nidad de expresar sus ideas a través de un libro, sea que se crea que este vaya a tener valor
comercial o no.
La producción de textos debería estar basada en la intención de que dejen plasmada la in-
teligencia y creatividad de la gente. Hoy no es así. Si alguien quiere escribir un libro para pu-
blicarlo, tendrá que convencer a algún editor de que su libro se “venderá”, de otro modo el
editor no lo publicará. Esto es equivalente a reducir la publicación de textos a algo comer-
cial.
En representación de la gente, el gobierno debería establecer una forma de que los libros
se publicaran, ya sea que tengan valor comercial o no. Si publicamos solo libros que tengan
valor comercial, entonces tendremos solo libros que dejen ganancias a las casas editoriales.
Eso es equivalente a dejar que la cultura literaria de toda la nación dependa de los bolsillos
de unas cuantas personas, dueñas de las empresas editoriales.

— 436 —
NUESTRO ARTE Y CULTURA

Podría pensarse que la gente tiende a comprar libros cuyos temas conoce o cuyos autores
le son familiares. Eso es cierto. Así es. Pero la popularidad de un tema o de un autor la crean
los editores. Son ellos quienes a través de la publicidad “empujan” sus libros para que se
vendan usando el nombre del autor, o el tema desarrollado. En todo este proceso no es la di-
seminación del conocimiento y la creatividad humanas lo que importa, sino el valor comer-
cial de los libros como producto de consumo.
Eso está mal porque frena el desarrollo cultural de la gente y eso a su vez frena el desarro-
llo de su vida, y eso a su vez frena el desarrollo social y el económico. Toda una gigantesca
cadena de eventos se frena tan solo por no tener disponible toda la creación literaria sin me-
noscabo de las ganancias en dinero que pudiera generar para un editor.
Creo que todos los libros deberían tener la misma oportunidad de ser publicados. Solo así
el conocimiento y creatividad podrán ser expresados libremente por medio de libros. De otra
forma estarán sujetos a ser objetos de consumo dentro de una sociedad consumista, que es
precisamente a lo que hemos llegado.
Este tema de la producción de libros y textos es una buena oportunidad para dejar claro
que existen muchas áreas en las que el gobierno, cumpliendo su labor de representar a la so-
ciedad, debería haber intervenido desde siempre y nunca debió haberse alejado de ellas. Una
economía de libre mercado es buena porque permite que las personas sean libres de realizar
el trabajo que quieran y que obtengan los beneficios de su trabajo, sea este independiente o
subordinado. Sin embargo, es un error pensar que una economía de libre mercado puede ex-
tender sus beneficios a actividades clave que no ofrecen márgenes de utilidad. Para compen-
sar esto, en la economía de libre mercado se recurre a incentivos otorgados por la sociedad a
través del gobierno.
Debido a esto, las actividades que no ofrecen márgenes de utilidad son consideradas como
algo que es “tolerable”, más no como algo que es la razón de ser de la economía. En la Eco-
nomía del Valor Social las cosas se entienden de forma distinta. En esta, los márgenes de uti-
lidad no se comprenden como un objetivo, sino exclusivamente como un efecto financiero,
el cual puede o no estar ligado a la economía.

La Música
Con la música sucede básicamente lo mismo que con los libros. Afortunadamente conoz-
co algo del tema debido a amistades que tengo que se dedican profesionalmente a esa activi-
dad.
Me ha tocado escuchar creaciones musicales excelentes y que jamás han sido publicadas.
El autor de alguna obra musical debe recorrer un largo camino antes de poder encontrar un
productor que mire oportunidad de negocio suficiente como para invertir. Eso también está
mal. Jamás vamos a lograr que nuestros autores, intérpretes, músicos en general, alcancen
sus más grandes realizaciones si tienen que estar sometidos a esta forma en la que hacemos
las cosas.

— 437 —
PRIMERA PARTE

Durante toda mi vida me ha fascinado la música clásica. Las obras de Mozart son mis fa-
voritas. Pero además de él, existen cientos, miles de compositores excelentes de calidad
comparable que no se sabe de su existencia tan solo porque no ha habido ganancias suficien-
tes en su promoción como para que salgan a la luz pública. No solamente ellos se han queda-
do sin ser escuchados, sino que también tú y yo y todos los demás nos hemos quedado sin
escucharlos.
¿Por qué debe ser así? ¿Existe alguna forma de solucionar eso? ¿Es sano que la cultura y
el arte estén sujetos al dinero?
Yo no creo que nuestra cultura y nuestro arte deban estar sujetos al dinero. Pienso que de-
bería ser totalmente al revés. Si nuestra razón de existir es para percibir y expresar, y nues-
tras expresiones son lo que conforman el arte, entonces el dinero pasa automáticamente a un
último lugar, muchísimo muy por debajo de nuestro arte y nuestra cultura.

La Cinematografía
Bien llamado el séptimo arte, es una de las expresiones más multifísicas que existen. La
escultura involucra algunas herramientas y un material a moldear, o quizá varios materiales.
La pintura, por su parte, igualmente involucra el manejo de algunos materiales. Los libros, la
música, la danza involucran algunos materiales solamente. El teatro y todas sus variantes
como la pantomima, las marionetas y los muñecos requieren de materiales, técnicas, y tecno-
logías varias para realizarse. Pero hacer cine no tiene paralelo.
El cine nació de una tecnología y con ella la gente comenzó a hacer arte. No es de extra-
ñar entonces que esos originales límites se fueran ampliando gradualmente con el paso del
tiempo y que los seres humanos hayamos ido incorporando más y más tecnologías, tanto
nuevas como viejas.
La experiencia misma del cine, que nació siendo solamente visual, se extendió a lo auditi-
vo, y últimamente se ha estado experimentando con otros sentidos. Así nació el cine de cuar-
ta dimensión. Pero la capacidad creativa de los seres humanos no tiene fin, así que estoy se-
guro de que pronto estaremos ensayando con un cine que llegue a desarrollarse a tal grado
que alcance a reproducir la realidad haciéndola no solamente más multisensorial sino tam-
bién interactiva.
El cine se hace cada vez más inmersivo y eso lleva definitivamente a desarrollar tecnolo-
gías nuevas para superar esa marca constantemente. La inmersión quizá se llegue a desarro-
llar a tal grado que fusione la multisensorial experiencia con la realidad. En ese momento se-
guramente dejaremos de “ver” las películas y comenzaremos a “vivirlas”. Seguramente las
películas dejarán de “proyectarse” y comenzarán a “implantarse”.
No sé lo que va a pasar porque no soy clarividente, ni mucho menos que eso. Pero sé que
los seres humanos usamos todas las oportunidades que tenemos de crear el arte y formar
nuestra cultura cada vez que tenemos oportunidad. Esa motivación la llevamos todos dentro,

— 438 —
NUESTRO ARTE Y CULTURA

pero pocos, ante el entorno hostil y debilitante que nos rodea, tenemos el valor de atrevernos
a lanzarnos a desarrollar con fuerza ese aspecto de nosotros. Nuestra realidad cotidiana
nos frena una enormidad y provoca que muchas expresiones se queden en el tintero ar-
tístico que todos llevamos dentro.
Los seres humanos siempre queremos más. Siempre estamos explorando nuevas realida-
des y la visión que tenemos de esas incursiones las expresamos a través del arte. No podría
ser de otra forma. En el cine se manifiesta eso de forma más clara y quizá menos abstracta.
El cine recrea una realidad paralela en donde pueden suceder cosas que normalmente no su-
ceden en “esta realidad”.
Esa realidad paralela nos la hace disponible, nos da acceso a ella de una forma cada vez
más sofisticada. Nos muestra el mundo tal como lo conciben las personas que están realizan-
do la película. Pero no se detiene allí. Usando siempre las tecnologías disponibles y desarro-
llando las propias, nos permite experimentar el mundo como nadie ha sido capaz de imagi-
narlo. Los que producen películas se encuentran con frecuencia ante resultados fenomenales
que no se habían imaginado.
Durante un tiempo me dediqué profesionalmente al desarrollo de animaciones digitales.
Al trabajar en eso encontré que la interacción con la computadora es más completa de lo que
nos preparan y enseñan. Los programas para desarrollar animaciones son herramientas lógi-
cas, pero no tienen creatividad ni la capacidad de explorar. El arte similar no digital más pr-
óximo que se me ocurre es la espirografía. Se siguen ciertas reglas tecnológicas estrictas.
Uno no puede salirse de ellas.
El espirógrafo solo te permite hacer círculos. Sin embargo, las creaciones superan la in-
tención del creador. La expresión “mira lo que me salió” revela exactamente eso. Esas pala-
bras dan fe de que lo que creamos no era lo que intentábamos. Si has usado un espirógrafo
estoy seguro de que me comprendes. Uno solamente toma lápices de distintos colores y usa
el espirógrafo. El resultado que obtengamos está más allá de nuestra intención y de nuestra
imaginación. Así es la creación en las animaciones digitales. Con mucha frecuencia la com-
putadora te produce cosas y efectos que van mucho más allá de lo que te habías imaginado.
Con el sonido sucede lo mismo. El mundo del audio es muy profundo y las creaciones no-
vedosas se suceden todos los días. Crear efectos de sonido es un arte milenario en sí mismo.
Desde siempre, el teatro nos dio la pauta para incursionar en ese terreno auditivo. Después,
la tecnología del radio profundizó muchísimo los horizontes de ese mundo haciéndonos ca-
paces de lograr crear un universo imaginario totalmente inmersivo solamente usando soni-
dos.
El cine, fusionando todas las artes con todas las tecnologías nos ha llevado a una dimen-
sión sensorial que nunca imaginamos y que actualmente somos incapaces de imaginar cómo
será en el futuro. Al igual que el espirógrafo, el cine produce creaciones que van más allá de
la imaginación de todos, incluso de sus creadores. ¿Cómo podría alguien, ante una situación
así, anticipar hasta dónde llegaremos los seres humanos en ese arte?

— 439 —
PRIMERA PARTE

Sin embargo, al igual que todas las demás artes, el cine lo hemos sujetado a la rentabili-
dad financiera. Se ha reducido a un producto de consumo y su creación ha sido reducida a
una industria. Nunca se nos ha ocurrido reducir la escultura a una industria, ni la pintura, ni
la danza. Al menos no todavía. Pero sí hemos reducido la música y el cine a un proceso in-
dustrial.
No intento decir que los procesos industriales y las fábricas que los producen sean incon-
venientes ni meritorios. Me he dedicado muchos años a la industria y me consta que existe
un muy alto grado de creatividad en ellos, pero no son arte. No tienen la capacidad de exten-
der nuestra percepción de la realidad más allá de nuestros sentidos.
El arte extiende la realidad hacia nuestro interior liberándola de las dimensiones que la
sujetan, mientras que la industria impone dimensiones a lo que vive en nuestro interior para
poder sacarlo hacia fuera. Nuestro interior es mucho más profundo que el mundo externo.
Debido a eso, para proyectar hacia el exterior lo que vive dentro de nosotros no tenemos otra
alternativa más que “reducirlo”. Lo que vive en nuestro interior es adimensional y al sacarlo
lo tenemos que enmarcar en un conjunto limitado de dimensiones. A ese tipo de “reducción”
es a la que me refiero.
Liberar nuestro arte cinematográfico de las estrechas limitantes que impone la rentabili-
dad financiera es algo que se puede lograr. No es necesario que consideremos convertirnos
en una sociedad totalmente socialista, cosa que en gran medida ya somos. Lo que necesita-
mos es llevar nuestro capitalismo hacia una evolución tal que nos permita corregir esos as-
pectos vitales que nos hacen falta como sociedad para lograr que el entorno impulse el desa-
rrollo de nuestras artes de forma natural, en lugar de andar empujando contracorriente para
desarrollarlas.

¿Qué Hacer?
Bien, ahora que creo que estamos de acuerdo, la pregunta que nos hemos hecho varias ve-
ces a lo largo de este libro se vuelve a presentar: ¿Cómo hacemos para cambiar todo esto?
¿Cómo hacemos para poner las cosas en su sitio? Una forma de solucionar las cosas es la im-
plementación del plan que describo en este libro. Seguramente habrá más ideas por ahí, pero
esta es la que yo propongo.
El ser humano y su desarrollo armónico con todo lo que existe es el objetivo más impor-
tante que tenemos. De otra forma nada es sustentable. Tennenbaum lo expresó en forma casi
poética:
“Al experimentar la belleza de la naturaleza, experimentamos el principio creativo en
nuestro interior resonando con el ilimitado principio de la creatividad escondido en el mundo
natural. El hombre se acerca a esta clase de belleza solamente por medio de las más grandes
obras de arte y música, y aún más en aquellas con raíces profundamente religiosas.”

— 440 —
NUESTRO ARTE Y CULTURA

La reducción de impuestos, la reducción de los intereses, la sustitución de importaciones


verticalmente integrada, la implementación del ingreso básico, la suspensión del mercado de
dinero, son solo algunas de las cosas que debemos hacer para lograr liberar nuestro arte y
todo nuestro desarrollo cultural de las limitaciones de las finanzas. Todo eso es posible ha-
cerlo solamente queriéndolo llevar a cabo y poniéndonos a trabajar en ello. No son ni siquie-
ra cambios extremos los que hay que hacer.
En la Economía del Valor Social no es necesario que trabajemos tanto. Eso tiene una rela-
ción directa con nuestras creaciones artísticas y nuestro desarrollo cultural en general. La re-
ducción de horas de trabajo y el incremento del tiempo de relajamiento y esparcimiento pro-
ducen una regeneración en la fuerza mental y energía física del individuo y, por lo tanto, de
la sociedad.
El tiempo libre adicional le deja al individuo la libertad de poder dedicarse a las activida-
des intelectuales y culturales de su preferencia, reduciendo con ello no solamente el estrés y
la violencia, sino también aumentando las expresiones artísticas y toda la cultura en general.
Es por eso que la cultura y el arte deben verse como una pieza fundamental en la sociedad.
Ambas alimentan las mismas bases que alientan a los descubrimientos científicos y tecnoló-
gicos.
Imagínate que te gusta la escultura, o la redacción de poemas, o que te gusta hacer pelícu-
las, o quizá animaciones en la computadora. Seguramente habrás pensado que tendrás que
buscar alguna otra actividad que te permita ganar lo suficiente como para vivir, y con el
tiempo que te quede libre, harás eso que te gusta hacer.
Muchos piensan así. Muchos lo han pensado. Yo fui uno de ellos durante casi toda mi
vida y por eso casi te puedo adivinar el futuro. Permíteme intentarlo:
Conseguirás un empleo, y durante unos meses trabajarás en eso y por las tardes te dedica-
rás a lo que te gusta. Pero luego pasará algo. No sé qué pasará, pero pasará algo que exigirá
tu atención. Quizá alguien que amas se enfermará, o quizá te robarán tu auto, o tendrás algún
accidente. No lo sé, el caso es que después de unos meses te hallarás a ti mismo haciendo
algo totalmente distinto a lo que habías previsto y habrás dejado de lado totalmente aquello
que querías hacer. Después te culparás a ti mismo por tu falta de voluntad, o culparás a la
vida por haberte dado tan mala suerte, o te conformarás diciéndote a ti mismo que todos te-
nemos un destino y que expresar tu arte no era el tuyo. Quizá culpes a los políticos corruptos
y no corruptos por ineptos. Como sea, el punto es que ya no estarás haciendo lo que querías
hacer y verás cómo te alejas de aquello que amabas a cambio de otras cosas que te dan otras
satisfacciones, pero las que habías planeado. La frase de “el hombre propone y Dios dispo-
ne” te vendrá a la mente numerosas veces y harás el esfuerzo por contentarte con lo que tie-
nes y por sentirte agradecido por las cosas elementales que sí se te dieron —por ejemplo, la
vida misma.
Ahora yo me pregunto: ¿Es a eso a todo lo que podemos aspirar los seres humanos? Du-
rante prácticamente toda mi vida mi respuesta fue un “sí”, casi rotundo y abnegado. Llegué a

— 441 —
PRIMERA PARTE

pensar que mi negativa a aceptar la vida tal cual es, se debía a mi juventud, a mi natural re-
beldía, a mi inexperiencia en vivir.
Pero hoy, después de haber coleccionado una buena cantidad de experiencia durante más
de medio siglo, con toda la satisfacción que puede tener una persona al haber descubierto
algo por su propio esfuerzo, me digo y te digo: No. No es eso a todo lo que podemos aspirar
los seres humanos. Podemos aspirar a mucho más. Mucho más. Podemos aspirar a mucho
más de lo que nos han enseñado a creer que podemos lograr, mucho más de lo que somos
hoy capaces de imaginar.
Para realizar nuestras aspiraciones aparentemente imposibles, debemos seguir estos pasos
básicos, pero fundamentales y necesarios:
1. Creer que es posible. Si no creemos que somos capaces de alcanzar algo, jamás lo
lograremos. Llámalo salto de fe, o como quieras, pero primero debemos entender, sa-
ber, creer, que podemos lograr una vida así.
2. Visualizar el objetivo. Después de sabernos capaces de lograr lo que queremos, de-
bemos ver con nuestra imaginación lo que queremos. Entre más claramente lo vea-
mos, más pronto se hará realidad.
3. Desarrollar el método. Después de visualizar lo que queremos hay que sentarnos a
planear cómo le haremos, qué pasos seguiremos. El resultado de esa pensada es el
método que seguiremos, el plan, los pasos.
Si estás comenzando a sospechar que esos tres simples pasos se parecen a la estructura de
este libro que tienes en las manos, estás en lo correcto. A lo largo de todo este extenso docu-
mento no he hecho más que tratar de convencerte de que eres capaz de lograr lo que quieras,
compartiendo contigo mi visión de lo que podríamos lograr, y finalmente dándote un plan
para lograrlo.
Yo estoy convencido de que vale la pena intentarlo. Por más que he razonado y meditado
acerca de todo esto, no he logrado encontrar el error. No he logrado encontrar dónde estaría
la falla que nos impediría llegar a donde queremos si seguimos este plan. Sin embargo, sí he
encontrado dónde están las fallas de lo que hemos intentado con anterioridad y que no ha re-
sultado. También he encontrado hacia dónde nos estamos dirigiendo y hacia dónde llegare-
mos si continuamos por este tortuoso camino por el que vamos. Cada página de este libro es-
tá llena de todo eso que he encontrado y ahora te lo doy. Es tuyo.
Los seres humanos somos criaturas muy especiales. Somos capaces de crear nuestra vida
en distintas dimensiones al mismo tiempo. Nos arropamos con la realidad que nosotros mis-
mos creamos y luego la interpretamos desde su interior de distintas formas. Es como si nos
contáramos un cuento a nosotros mismos. Entre todos hacemos sombras en la pared, siluetas
con las manos, y jugamos a vivir nuestras experiencias de vida al tiempo que cambiamos las
figuras. Nuestra capacidad de jugar no tiene fin.

— 442 —
NUESTRO ARTE Y CULTURA

Nuestra capacidad de crear —y luego apreciar lo que creamos— es infinita en profundi-


dad e infinita en todas las formas que puede adoptar. Vivimos en un universo de muchas ca-
pas, y cada una la creamos nosotros, y cada una nos da todo un mundo de experiencias. Así
somos. Por eso somos capaces de abstraer nuestra percepción y de crear las más originales
expresiones artísticas en todo lo que hacemos.
Nosotros mismos somos una expresión artística porque nosotros mismos somos la abs-
tracción espontánea de aquello que somos y que jamás llegaremos a conocer. Somos el que
percibe y nuestra naturaleza es percibir y el arte lo hacemos cuando creamos sin interpretar.
Siendo así, como somos, no podemos esperar que nuestro más íntimo deseo sea otra cosa
que crear, y en ese acto creativo es en donde radica nuestra capacidad de hacer arte. Pero no
necesitas creerme nada de esto que te digo. Solo mira en tu interior. No necesitas tampoco
decirme qué es lo que ves. Solo mira en tu interior y observa cómo es que las circunstancias
te han llevado por un camino muy distinto al que habías visualizado cuando eras pequeño.
Nuestra vida actual, la que sea que estemos viviendo en este instante, es el resultado de la in-
teracción de dos cosas: nuestro entorno y nosotros.
Nuestro entorno lo podemos cambiar, y al hacerlo cambiará la interacción que tenemos
con él, y al suceder eso cambiará nuestra vida automáticamente.
Quizá todo esto que te digo te suene a basura, o a filosofía, o a cuentos para niños. No sé
a qué te está sonando, pero sé que lo puedes corroborar por ti mismo. Si suena medio extraño
lo que te digo es porque es extraño. Si no me comprendes es porque es incomprensible. Si no
te lo puedo describir es porque no se puede describir. Pero allí está. Es la verdad inverbaliza-
ble que todos sabemos pero que no decimos porque no se puede.
Pero esa verdad, elusiva y pequeñita, es todo lo que tenemos y desde allí debemos partir.
Esa verdad es vital. Así de importante es nuestra capacidad creativa. Así de importante es
nuestro arte y nuestra cultura. La primera la expresamos, la segunda nos describe y, al hacer-
lo, con frecuencia nos define.
Así de endiabladamente importante es el arte que hacemos y, por lo tanto, así de impor-
tantes son los medios que nos debemos procurar a nosotros mismos para expresar todo lo
que llevamos dentro. Si viviéramos nuestras vidas expresando diariamente el arte que vive
en nuestro interior —en lugar de vivir cada día tratando de ocultarlo—, todo nuestro entorno
sería irreconociblemente distinto y hermoso. Como dijo el Dr. Tennenbaum: El hombre es
uno con la naturaleza solamente cuando es genuinamente creativo.

— 443 —
PRIMERA PARTE

Nuestras Empresas

Lo Fundamental de la Iniciativa Privada


Reservé este tema hasta el final de la Primera Parte de este libro de forma deliberada. Lo
hice porque tiene una importancia fundamental desde el punto de vista de la Teoría de la
Economía del Valor Social, y de hecho también la tiene para cualquier teoría económica, sea
de corte capitalista o socialista.
Si en algún momento has llegado a pensar que la Economía del Valor Social tiene tintes
socialistas, al estilo de la teoría clásica marxista, en este capítulo espero que te termines de
dar cuenta que en realidad es todo lo contrario[135]. En lo personal considero a la Economía
del Valor Social como una economía supracapitalista, una economía que no se basa en la dis-
tribución de la riqueza, tal como lo hace la teoría marxista, sino en la generación de esta.
Para poder apreciar por qué es fundamental la iniciativa privada para la Economía del Va-
lor Social y por qué esta no es socialismo clásico sino más bien una especie de capitalismo
evolucionado, debemos primero ponernos de acuerdo en el significado de algunos términos
que ya existen. A diferencia de otras teorías económicas, sobre todo la marxista y la keyne-
siana, la Teoría de la Economía del Valor Social evita la creación de términos nuevos para ci-
frar los conceptos presentados. La razón de esto es doble.
Por una parte, considero que usar términos nuevos es innecesario dado que la riqueza ac-
tual de nuestro lenguaje basta para realizar las descripciones necesarias, y por la otra, pienso
que los términos nuevos contribuyen a oscurecer los conceptos que se están intentando pre-
sentar, dado que hay que realizar un esfuerzo deliberado para entender simultáneamente lo
que se está tratando de plantear y el significado del nuevo término.
Analizar las teorías de Keynes y de Marx requirió de mi parte un esfuerzo dedicado.
Constantemente me pregunté por qué era tan difícil entenderlos. No me llevó mucho tiempo
darme cuenta que la dificultad estriba en que utilizan términos que ellos mismos crearon para
cifrar los conceptos que presentan en sus obras. Eso obliga al que intenta comprender sus
teorías a aprender primero toda una nueva terminología, antes de intentar comprender los
conceptos expuestos. Conceptos que, en mi opinión, al final de cuentas podrían haberse ex-
plicado utilizando el lenguaje ya existente, incluso de forma más exitosa.
Dicha forma rebuscada de presentar conceptos nuevos es más o menos contraria a la ideo-
logía que fundamenta a la Teoría de la Economía del Valor Social. En esta, lo que se busca es

135 En un trabajo posterior intentaré presentar un análisis crítico de El Capital de Karl Marx. La obra de Marx es a su vez
un análisis crítico del capitalismo de aquella época. Marx usó la metodología filosófica de la Lógica, desarrollada y
bautizada principalmente por Hegel como dialéctica para exponer su crítica. En mi opinión, es una muy buena
metodología racional. En lo personal, me agrada más que la rígida y árida Lógica aristotélica.

— 445 —
PRIMERA PARTE

que tanto las ideas como la práctica fluyan de forma natural, sin obstáculos. Algo equivalente
a concentrarnos en dragar un canal para que el agua fluya mejor y más abundantemente, en
lugar de enfocarnos en instalar métodos adicionales de bombeo de agua.
Existen, sin embargo, algunos términos que han sido tan ampliamente utilizados por di-
versas teorías económicas, y por las prácticas contables y financieras establecidas, que consi-
dero necesario detenernos unos momentos para discutirlos un poco, con la intención de com-
prenderlos y ponernos de acuerdo en el significado que les estamos dando en este libro.

Definiciones Divergentes
SATISFACTOR
En la Teoría de la Economía del Valor Social, un satisfactor es algo que satisface una ne-
cesidad. Ese “algo” puede ser algo tangible o no, y puede ser intercambiable por otra cosa o
no. En la Teoría de la Economía del Valor Social se prefiere el uso de este término en lugar
de los términos “productos y servicios” porque es más incluyente.
Me es difícil —seguramente debido a mis limitaciones mentales y los múltiples traumas
de mi niñez— considerar la libertad, la felicidad, la salud, el amor, la armonía, la justicia, la
paz, la educación, y algunas cosas más, como productos o servicios, sin embargo, todos ellos
satisfacen necesidades fundamentales del ser humano.
Podríamos enfrascarnos en argumentos distintos, como lo sería decir que estas cosas no
son satisfactores sino conceptos. Está bien. Quizá sea verdad, pero estos conceptos en sí mis-
mos también satisfacen una necesidad y en algunos casos incluso se pueden intercambiar por
algo, y es allí donde la Economía del Valor Social identifica su valor económico, indepen-
dientemente de su valor de intercambio financiero, sea que lo tengan o no.
Por ejemplo, como sociedad, en el cotidiano ejercicio de ajustarnos a nuestras propias le-
yes, diariamente intercambiamos nuestra libertad por justicia y, sin embargo, ambos satisfa-
cen necesidades esenciales distintas. Si tu hija te dice, “no voy al baile, pero me compras un
celular”, en ese momento está ella produciendo un evento económico al intercambiar su li-
bertad por comunicación, y ambas cosas son igualmente satisfactores para ella. Otro ejemplo
que te puedo ofrecer es la libertad. Es un poco moralmente difícil considerar la libertad como
un producto, siendo que la consideramos más bien como un derecho natural de los seres hu-
manos, sin embargo, sí es un satisfactor, ya que satisface una necesidad humana.
De lo anterior podemos apreciar que el verdadero valor de las cosas lo determinamos las
personas y que nada tiene que ver ese valor con el precio al que se pudieran vender en dine-
ro. De hecho, sucede a menudo que algo que valoramos no se puede vender, o no se le puede
fijar un precio en dinero que sea considerado justo. Por ejemplo, la vida de una persona. Se
le puede asignar un valor en dinero, pero no creo que podamos hacerlo de forma humana-
mente justa. Con el agua sucede otro tanto. Sabemos cuál es el precio en dinero de un litro de

— 446 —
NUESTRAS EMPRESAS

agua, pero nada tiene eso que ver con su valor para nosotros, como seres humanos que so-
mos.
Debido a estas consideraciones, en la Economía del Valor Social se usa el término “satis-
factor” en donde otras teorías económicas usan términos como “producto” o “servicio”. De
nuevo, para la Economía del Valor Social, un satisfactor es todo aquello que satisface una
necesidad.
La palabra “satisfactor”, por cierto, no es comprendida de la misma forma en otros idio-
mas. En alguna discusión que tuve con un ciudadano estadounidense estudioso de economía,
observé que le costó trabajo comprender el significado de la palabra “satisfactor” en el con-
texto utilizado por la Economía del Valor Social. Para él, la palabra satisfactor, parecía evo-
car únicamente cosas que tenían una fuerte connotación de “algo que produce placer”, lo
cual es correcto, pero insuficiente. En la Economía del Valor Social las cosas que producen
placer definitivamente son satisfactores, pero solo lo son entre muchísimos otros satisfacto-
res que también existen.

RECURSO
En algunas teorías o cuerpos de conocimiento, se usa la palabra “recurso” para denotar
“aquello que usamos para realizar algo”. Esta palabra, en la Economía del Valor Social no
tiene un significado equivalente y, en lugar de ello, usamos de nuevo el término “satisfac-
tor”. La razón de esto es fundamental, semánticamente hablando. Prácticamente en todas las
otras teorías económicas al ser humano se le considera un “recurso” en sí mismo, ya que
puede ser utilizado por otros seres humanos “para realizar algo”. En la Teoría del Valor So-
cial, diferentemente, al ser humano no se le considera un “recurso”. Si así fuera, se le consi-
deraría también un “satisfactor”, lo cual no sucede. Para la Economía del Valor Social, el ser
humano es el que se beneficia de los satisfactores, es el que usa los recursos, pero él mismo
no es ninguno de los dos, aunque así lo parezca y así lo hayamos estado entendiendo desde
hace miles de años.
En las sociedades antiguas, donde algunas personas esclavizaban a otras, era perfectamen-
te posible y aceptable considerar a seres humanos como si fueran un recurso para realizar
algo. En las sociedades no tan antiguas, digamos en las de la era medieval, seres humanos
eran igualmente utilizados como recursos para beneficio de otros seres humanos. En las so-
ciedades modernas, a los seres humanos se les continúa considerando un recurso y dentro de
ellas, en las organizaciones empresariales, se les designa con el término académicamente for-
mal de “recurso humano”. Existen incluso carreras universitarias completas para aprender a
administrar dicho recurso.
En la teoría fundamental de la Economía del Valor Social no se considera al ser humano
de esa forma. Para la Economía del Valor Social, el ser humano es el usuario y beneficiario
de todo lo demás. Comprender esto es muy importante para poder ver las características que
hacen a la Economía del Valor Social algo distinto. Según el laureado economista francés

— 447 —
PRIMERA PARTE

Jean Tirole, “la economía funciona para el bien común y su objetivo es hacer del mundo un
lugar mejor”[136], y la Economía del Valor Social comulga plenamente con esa idea. Para la
Economía del Valor Social, y para propósitos prácticos, el ser humano es el centro de todo.
De él salen las soluciones, y hacia él fluyen los resultados.
Se entiende que desde muchos otros puntos de vista —sobre todo metafísicos— el ser hu-
mano no es el centro de nada, y en esencia eso se comprende y se acepta. Estrictamente ha-
blando eso es totalmente cierto y preciso. Sin embargo, desde un punto de vista particular,
práctico, lo que estamos tratando de hacer es producir un beneficio para el ser humano, acen-
tuado y sustentable. Para lograrlo, es indispensable medir el impacto de lo que hagamos y ta-
les mediciones solo nos arrojarán la información que necesitamos si lo tomamos a él como
referencia de lo que está sucediendo. El ser humano no es el centro de nada, pero igualmente
nada lo es. Al vernos obligados a escoger un punto de referencia relativo, en la Economía del
Valor Social hemos escogido usar al ser humano por las ventajas prácticas que eso nos da.
Un lugar oportuno y adecuado para ilustrar lo anterior es precisamente este capítulo, en
donde estamos hablando del valor que nuestras empresas tienen. Es en ellas en donde más
claramente se puede ver que el ser humano sigue siendo considerado como un recurso, y es a
ellas a las que vamos a utilizar de ejemplo para mostrar la diferencia entre una economía
como la que estamos usando actualmente en nuestras vidas, y la Economía del Valor Social.
Decíamos que los seres humanos que laboran en nuestras empresas no son un recurso,
sino todo lo contrario. Esto pudiera parecer utópico, e incluso contradictorio, pero en reali-
dad no lo es. Si te está costando trabajo comprender cómo es que un ser humano no puede
ser un recurso de otro, aun cuando el segundo “utilice” el trabajo del primero al contratarlo
como empleado, es porque estás sufriendo los efectos de años de adoctrinamiento mental.
Esto vale la pena explicarlo.
En la actualidad, existe en nuestra mente el concepto profundamente arraigado de que un
empleado siempre tiene un patrón. Ambos conceptos —el de “empleado” y el de “patrón”—
nos vienen desde siglos atrás. Son tan antiguos y nos han sido enseñados de tantas formas
que han llegado a producir en nosotros reacciones psicológicas automáticas y subconscien-
tes, pero que son erróneas, y además nocivas. Hemos sido entrenados como animales a pen-
sar de una forma particular y a interpretar lo que vemos a nuestro alrededor de una manera
que facilita que nos sometamos voluntariamente unos a los deseos de otros.
En nuestra vida y economía actual, los seres humanos empleados son considerados el re-
curso del patrón, y son utilizados por este último para lograr hacer lo que necesita hacer. El
medio de coacción que el patrón usa para utilizar a los demás seres humanos, como si fueran
recursos, es la necesidad de satisfactores que los empleados tienen —como seres humanos
que son—. Dado que el patrón tiene la posibilidad de proporcionar el medio para que los em-
pleados obtengan sus satisfactores, se gesta de forma casi inmediata una situación que tiene
mucho parecido a un intercambio libre, un comercio. Se intercambia trabajo por dinero en

136 J. Tirole, Economics for the Common Good. Princeton University Press. Estados Unidos. 7 de noviembre de 2017.

— 448 —
NUESTRAS EMPRESAS

algo a lo que incluso hemos llamado “mercado laboral”, refiriéndonos a eso como si no estu-
vieran involucrados los mismos seres humanos que realizan el trabajo.
Decir que el patrón no está “comprando al trabajador” sino que solamente está “compran-
do su trabajo” es una forma de engañarnos a nosotros mismos. Lo mismo podríamos decir de
los esclavos que trabajaron en Estados Unidos en tiempos pasados. No existe, de forma esen-
cial, ninguna diferencia. A aquellos se les controlaba por la fuerza y por las leyes. Hoy se les
controla por el dinero y por las leyes. En ninguno de ambos casos existe una opción real de
ser libre para trabajar por y para uno mismo. La dificultad que tenemos en ver la igualdad de
ambas situaciones se debe a que no nos hemos dado cabal cuenta que existe una situación
peculiar y elusiva. Aclaremos esto.
Por una parte, el ser humano que vive en sociedad tiene una muy especializada capacidad
de trabajo. Eso lo obliga irremediablemente a intercambiar su trabajo por los satisfactores
que necesita para vivir, ya que no puede producirlos por sí mismo. Por otra parte, el inter-
cambio lo debe aceptar en dinero, ya que aceptarlo de otra forma está prohibido por la ley.
No puede aceptar especie a cambio de su trabajo, ni su empleador le puede pagar de otra for-
ma que no sea en dinero, aunque así lo quisiera. Aunado a esto, el equivalente en dinero de
su trabajo es tomado por su empleador como un costo adverso a sus ganancias, y debido a
ello es natural que trate de minimizarlo, entrando así ambos en un frontal conflicto de intere-
ses. Estando el empleado obligado a laborar como tal, ya que la vida en sociedad le ha quita-
do su capacidad autosustentable, y estando al mismo tiempo obligado a aceptar dinero por su
trabajo, no tiene ninguna opción legal de sobrevivir más que la de continuar laborando a
cambio del sueldo que su patrón ofrezca pagar. Está atrapado entre dos obligaciones ineludi-
bles para él, al igual que un esclavo.
Con esto debe ahora quedar claro que, desde una perspectiva puramente económica, am-
bas condiciones, la de esclavitud y la de una persona que labora por un sueldo, son esencial-
mente idénticas. En ambos casos la persona carece de la posibilidad real de librarse de la
condición en la que está. En ambos casos, su mejor opción es continuar haciendo lo mismo,
sujeto a la voluntad de otros. En el capitalismo como lo conocemos, su sugiere normalmente
que si no quieres ser empleado inicies entonces un negocio. Sin embargo, afirmar eso de for-
ma tan descuidada implica que una persona puede obtener el dinero para realizarlo, lo cual es
falso. Para obtener el dinero hay que comprarlo, y una persona que labora como empleado
normalmente no tiene las posibilidades de hacerlo.
Solo en una sociedad en donde todo se compra y se vende es posible que ambas situacio-
nes se desvirtúen de tal forma hasta el punto en el que ya no somos capaces de apreciar dicha
distorsión y, por lo tanto, nos es imposible ver lo nocivo de todo eso que hacemos. Ya no ve-
mos que todo eso nos daña, nos denigra, nos aprisiona, nos reduce a poco más que mulas de
trabajo y, sobre todo, causa severos y obstaculizantes traumas psicológicos al deformar per-
manentemente el concepto que tenemos de nosotros mismos en lo individual y en lo colecti-
vo.

— 449 —
PRIMERA PARTE

En la Economía del Valor Social no suceden las cosas así porque el ser humano es en todo
momento el centro de la economía. Es él quien produce el efecto económico para su propio
beneficio. En la práctica económica actual, al ser humano se le sacrifica por un bien mayor
—incluso se le convence de que así debe ser—, mientras que en la Economía del Valor So-
cial, al ser humano no se le sacrifica por otro bien más que el de sí mismo. No porque no
quiera hacerlo, sino porque no es necesario. En la economía actual, algunos seres humanos
trabajan para otros. En la Economía del Valor Social, todos trabajamos para nosotros mis-
mos. Permíteme explicarlo con ejemplos prácticos.
En la economía actual —sobre todo en la mexicana—, los que somos empleados trabaja-
mos por un sueldo, y con ese sueldo obtenemos los satisfactores que deseamos. Lo que pro-
ducimos en las empresas en donde laboramos consiste en satisfactores que benefician a otras
sociedades, a otras personas, no a nosotros —debido a que lo exportamos—. En la Economía
del Valor Social, por el contrario, lo que producimos en nuestras empresas es para nosotros
mismos. Los satisfactores que producimos nos benefician a nosotros mismos. Podrás pensar
que es lo mismo, solo que dicho de otra forma, pero en realidad es muy diferente. Veamos
por qué.
En la economía actual, los que somos empleados, trabajamos para un patrón, quien ade-
más es el dueño de la empresa, de las ganancias y de los productos. En la Economía del Va-
lor Social, el patrón solamente es dueño de las ganancias. No es dueño ni de la empresa ni de
los productos. En la economía actual, el patrón, al ser dueño de todo, nos pone en desventaja
a los que somos empleados por su empresa y eso produce el efecto de coacción que nos es
tan familiar. Sencillamente los empleados no tenemos el apalancamiento financiero, organi-
zacional y legal, que tiene el patrón.
En la Economía del Valor Social, un patrón está obligado a producir ganancias para que la
empresa pueda crecer y producir más satisfactores para los que laboramos en ella y, extendi-
damente, para toda la sociedad que ha hecho posible que la empresa exista. Si el patrón no
logra hacer su trabajo, la sociedad le quitará la empresa y se la dará a otra persona para que
funja como patrón. En la economía actual imperante, por lo contrario, un patrón tiene el po-
der legal absoluto e irrestricto de cerrar y liquidar su empresa cuando lo quiera, porque es
suya, teniendo con ello una forma muy efectiva de coaccionar no solamente a sus empleados
sino también a toda la sociedad.
En la Economía del Valor Social, un patrón no puede cerrar una empresa porque no es
suya. Tampoco puede hacer lo que quiera con los productos, porque no son suyos, son de la
sociedad, quien en su momento le ofreció al empresario todos los recursos necesarios para
que se realizara el proyecto empresarial. La sociedad le otorgó al empresario todos esos re-
cursos para beneficio propio, de ella, de sí misma, de la sociedad. Por su iniciativa, esfuerzo
y trabajo, la sociedad recompensa al empresario con el derecho de quedarse con las ganan-
cias financieras. Las ganancias económicas siempre serán de la sociedad. Entre los recursos
más importantes que la sociedad le otorgó al empresario, está el financiamiento —el recurso
financiero—, pero hay muchos más. La sociedad en conjunto proporcionó también las redes

— 450 —
NUESTRAS EMPRESAS

eléctricas, las vías de transporte y comunicación, desarrolló los materiales que se van a utili-
zar para producir los productos y para construir las instalaciones de la empresa, proporcionó
los conocimientos que tienen todos —incluso los que tiene el mismo patrón—, y con los
cuales se crearán los productos que la sociedad necesita.
En la economía actual, una empresa se considera un logro de una sola persona —el em-
presario—, quien con su esfuerzo físico e intelectual, se arriesga a invertir sus posesiones —
su capital— en una empresa. Dado que se entiende que es él, y solo él, quien asume el ries-
go, se acepta que sea él, y solo él, quien tenga el poder de decidir sobre la empresa, sobre los
productos, y sobre las ganancias. En la Economía del Valor Social las cosas se miran de for-
mas muy distintas. Para la Economía del Valor Social el empresario no arriesga más de lo
que arriesgan los demás seres humanos que participan trabajando en el proyecto empresarial.
Para la Economía del Valor Social, la perspectiva desde donde la economía actual imperante
mira las cosas es severamente miope ya que no alcanza a ver que, en la realidad de las cosas,
es la sociedad en conjunto quien produjo el dinero de la nada y se lo entregó al empresario
para que usara recursos que son de la misma sociedad: conocimientos, energía, agua, terreno,
aire, materiales, etcétera.
Pero no solamente eso. La sociedad también decidió reorganizarse para trabajar en favor
del proyecto empresarial asignando a un conjunto de sus miembros para que laboren en ella,
y no en otra parte. Estratégicamente la sociedad decidió dedicar el trabajo de un grupo de sus
miembros al proyecto, y lo hace porque cree en él y en el beneficio que obtendrá —ella, la
sociedad— al verse ese proyecto empresarial terminado y exitoso, en forma de los satisfacto-
res que se producirán —entre los que no figuran los sueldos, ya que ellos no son un satisfac-
tor—. Haciendo una analogía, es como si se tratara de una especie de cooperativa industrial,
en donde los empleados son simultáneamente los dueños de una empresa. Con la salvedad de
que en las cooperativas los rendimientos financieros se distribuyen entre todos, mientras que,
en la Economía del Valor Social, las ganancias son solamente del empresario.
¿Quién entonces está arriesgando más? ¿Quién está invirtiendo más? Desde la perspectiva
de la Economía del Valor Social, el que más invierte y que más arriesga es —con mucho—
la sociedad en conjunto y no el empresario en lo individual, por lo tanto, solamente la socie-
dad en conjunto tiene el derecho natural de cancelar dicho proyecto, y por ende solo ella de-
bería contar con el derecho legal de hacerlo. Para la economía actual, la recompensa de los
empleados por hacer su trabajo consiste en sus sueldos. Para la Economía del Valor Social,
mientras tanto, la recompensa verdadera de los empleados son los productos que ellos mis-
mos produzcan, entendiendo que serán disfrutados por ellos. Sus sueldos son solamente un
medio provisional para darles una forma legal de adquirir lo que producen. Dicho medio le-
gal es provisional porque en la Economía del Valor se considera temporal. Algo que hacemos
mientras desarrollamos la tecnología para que ningún ser humano realice esa actividad —a
menos que quiera hacerlo, claro—. Sin embargo, a pesar de la temporalidad de dicho medio,
no deja de ser sustentable. Es decir, lo podemos seguir haciendo por cuanto tiempo sea nece-
sario.

— 451 —
PRIMERA PARTE

Por esto último es que para la economía actual con la que vivimos, los empleos equivalen
a bienestar social. Porque consideramos los empleos como indispensables para poder distri-
buir dinero entre la gente. Distintamente, para la Economía del Valor Social, los empleos son
opcionales y no son el único medio —ni el más deseable— para distribuir dinero entre la
gente. Esta diferencia, aparentemente sutil e inocua, es literalmente vital para todos en lo so-
cial y en lo individual. No podemos hacer demasiado énfasis en esto. Dicha forma de inter-
pretar las cosas por la economía en la que vivimos produce una inminente, gigantesca y letal
amenaza para la que no existe solución: la automatización y la inteligencia artificial.
Es obvio y lógico que, con la forma como hacemos las cosas actualmente, no tengamos
opciones. ¿Cómo podría ser de otra forma? Las prácticas económicas y financieras que ac-
tualmente usamos obligan una pregunta: ¿cómo sobrevivirá la gente sin un empleo, dado que
eventualmente las máquinas harán todo? La Economía del Valor Social resuelve este dilema
de forma natural e inconsecuente. No solo no ve una amenaza en la automatización y la inte-
ligencia artificial, sino que las mira como el máximo logro del ser humano para librarse fi-
nalmente —después de miles de años— de trabajar por obligación, para comenzar a trabajar
por vocación. Si no lo has hecho ya, te recomiendo leer el capítulo Automatización Extrema
e Inteligencia Artificial, en la pagina 145, en donde se expone extensamente este asunto tan
importante para la evolución y sustentabilidad de la vida humana en este primitivo planeta.

CAPITAL
Uno de los conceptos más antiguos, de uso más común, y a la vez más oscuros que exis-
ten es el denominado “capital”. También es uno de los términos más cercanamente vincula-
dos a la economía. Es tan común su uso que uno pensaría que es un término claro y bien de-
finido tanto por economistas como por financieros. Lamento tener que decirte que no es así.
Normalmente no me gusta mucho utilizar a Wikipedia como referencia, pero en este caso,
sin usarla como referencia académica válida, sí la vamos a utilizar como una muestra. Si vi-
sitas la definición de Capital, en su acepción dentro de Economía[137], te podrás dar cuenta de
la gran cantidad de definiciones y explicaciones involucradas en ese término aparentemente
tan sencillo y de uso común. No voy a transcribir aquí toda la literatura que existe al respec-
to, pero esta muestra te puede dar una idea de toda la tinta que corre alrededor del significa-
do de este término.
Me atrevo a asegurar que la dificultad en definir ese término es porque engloba distintos
conceptos, los cuales son utilizados para diferentes cosas, por distintas personas. Todos tie-
nen razón, pero insistir en utilizar un solo término para definir varias cosas obviamente re-
presentará problemas a la hora de su interpretación y su uso. Sin entrar en detalles te puedo
decir, por ejemplo, que las teorías económicas clásicas le daban un significado, mientras que
las teorías neoclásicas le dieron otro, la teoría marxista le dio todavía otro, y la práctica con-
table le asignó aún otros significados diferentes. Cada quién, a su vez, dividió el concepto en
varios tipos o formas.
137 Ver Capital (economía) en es.wikipedia.org/wiki/Capital_(economía)

— 452 —
NUESTRAS EMPRESAS

A pesar de toda esta situación, voy a citar una definición que me gusta porque es breve,
incluyente, y sin rodeos innecesarios:
“En un sentido amplio, conjunto de recursos dinerarios —o que se pueden convertir en
dinero— de una persona”.[138]
Sin muchas palabras, esta definición, proporcionada por el Banco de España, me parece
una de las más claras y al grano que he encontrado. Explica claramente que el término se re-
fiere al dinero, o a cosas que se pueden convertir en dinero. Punto. El asunto de si esas cosas
se utilizarán para producir otras cosas, o para pagar con ellas algo más, es un detalle que por
ahora no nos concierne. Lo que nos interesa en este momento es dejar ver que el término es
comúnmente utilizado por distintos campos del conocimiento, para diferentes propósitos, y
con diferentes significados.
En la Economía del Valor Social no hacemos eso, o al menos lo evitamos hasta donde po-
damos. No llamamos “capital” al dinero, sino que lo llamamos “dinero”. ¿Para qué crear tér-
minos adicionales para designar algo que ya tiene un nombre? Crear palabras nuevas nomás
porque sí no es algo que nos interese. Lo que buscamos es comprender las cosas de la forma
más clara posible para poder así dilucidar una solución. El objetivo de la Economía del Valor
Social es totalmente práctico. No intenta crear una ciencia nueva, sino solo producir solucio-
nes.
En la Economía del Valor Social tampoco llamamos “capital” a un recurso. A los recursos
se les llama “recursos”. De nuevo, ¿por qué utilizar palabras nuevas para cosas viejas? Hacer
eso es ocioso, por lo menos. Tampoco llamamos “capital” al dinero que compramos a crédi-
to. Llamarlo “capital” —o “principal” — es caer en el mismo caso de crear términos nuevos
para algo que ya existe y tiene un nombre propio desde hace mucho. Solo estaríamos agre-
gando confusión a un tema que ya de por sí es oscuro para mucha gente. En el caso del trata-
miento del término según la práctica contable, tampoco se le llama “capital” a las acciones.
Se les llama “acciones”, sean estas públicas o privadas.
De antemano sabemos que todo puede ser expresado en dinero —aunque dicha conver-
sión sea errónea o inmoral—, ya que con el dinero se puede comprar básicamente todo lo
que un ser humano pueda otorgar a otro. Por otra parte, si le vamos a llamar “capital” a todo
lo que se pueda convertir en dinero, entonces estamos siendo muy ociosos creando términos
que no denotan nada en particular, ya que la diversidad de cosas que un ser humano puede
otorgar a otro a cambio de dinero es infinitamente grande. Si no me crees, te reto a que pien-
ses en algo que un ser humano tenga y que no pueda otorgar a otro a cambio de dinero.
Por todo lo anterior, en la Economía del Valor Social hacemos lo posible por no utilizar el
término “capital”. Utilizamos otros términos, otras palabras. Al final de cuentas, se trata de
que todos entendamos de lo que estamos hablando, no de que presumamos que sabemos mu-
cho del tema.

138 Capital. Obtenido de eleconomista.es el 31 de julio de 2018.

— 453 —
PRIMERA PARTE

El Valor Social de la Iniciativa Privada


Ahora que hemos revisado estos términos, volvamos al tema que nos ocupa. En México
es bien sabido que históricamente consideramos a los empresarios y a sus empresas como
una especie de ente dislocado del resto de la sociedad, sin interés por el bien común, más allá
de las ocasiones en que dicho bien también los beneficia a “ellos”. A los empresarios se les
asocia con abusos, con explotación, y en muchos casos incluso con corrupción, llegando a
los casos extremos de asociárseles con actos criminales. He explicado anteriormente que
para la Economía del Valor Social la riqueza es la cantidad de satisfactores que están al al-
cance de la gente, al alcance de los miembros de la sociedad. Veremos ahora nuestras empre-
sas desde ese punto de vista.
Una sociedad rica es una sociedad que ofrece a sus miembros todos los satisfactores que
estos quieran. Entre más satisfactores deseados ofrezca la sociedad a sus miembros, más rica
será dicha sociedad, siempre y cuando estos sean capaces de obtenerlos.
Los satisfactores, a su vez, provienen siempre y en todos los casos de los integrantes de la
sociedad. Es imposible que los satisfactores que una sociedad tenga provengan de otra parte
que no sea de ella misma. Los satisfactores siempre se originan en la sociedad cuyas necesi-
dades satisfacen. Esto es cierto incluso en los casos en los que una sociedad parece traer los
satisfactores externamente, desde otra sociedad —importándolos—. Veamos esto con más
cuidado.
En los casos en los que los satisfactores parecen provenir de otro lugar, un análisis más
detallado revela que en realidad provienen de la sociedad misma. Si una sociedad importa
vehículos, primero tuvo que haber exportado algo, por lo que el origen real y fundamental
del vehículo no es externo, sino interno. Si una sociedad no tiene la capacidad de exportar
nada, no podrá importar nada, nunca, ya sea que lo haga simultáneamente o de forma diferi-
da —como cuando importamos utilizando créditos.
Buscar entonces la fuente de riqueza de una sociedad fuera de sus fronteras es algo ocio-
so. Toda riqueza se gesta en el seno de la sociedad y no fuera de esta.
La sociedad es un conjunto de individuos, un grupo de seres humanos que se unen con un
objetivo común. En esencia, la sociedad nacional no tiene ninguna diferencia con una socie-
dad mercantil, industrial, religiosa, secreta, etcétera. Al final de cuentas, en todos los casos
estamos hablando de seres humanos que están unidos por intereses comunes a todos los
miembros de dicha sociedad.
Nuestra nación entera es una sociedad gigantesca, formada por individuos que estamos
asociados por intereses y objetivos comunes. Dentro de toda esa enorme sociedad existen su-
bgrupos que tienen intereses y objetivos todavía más específicos. Las organizaciones de se-
res humanos creadas para proporcionar educación, servicios médicos, plantar árboles, pintar
casas, fabricar ladrillos, son ejemplos de esos subgrupos que se forman dentro de la sociedad
a la que llamamos país.

— 454 —
NUESTRAS EMPRESAS

Como sociedad que somos, no solamente nos tenemos unos a otros, también tenemos el
recurso adicional formado por un pedazo de este planeta. Dicho pedazo, aunado a nuestros
conocimientos y nuestra capacidad de trabajo, nos permite poder tener no solamente todos
los satisfactores que necesitamos, sino todos lo que queramos.
Para tenerlos es necesario que nos organicemos para transformar el pedazo de planeta que
tenemos en los materiales que necesitamos. Esa capacidad de transformar nos ofrece, a su
vez, la capacidad de multiplicar la variedad de satisfactores que podemos producir. Es algo
parecido a lo que hacen los cocineros. Con los mismos ingredientes pueden hacer una infini-
ta variedad de platillos y satisfacer así una infinita variedad de comensales.
Cada satisfactor que hagamos creará la oportunidad de hacer otros satisfactores a partir de
él. Con eso, podemos crear una cadena no solo infinitamente larga de satisfactores sino tam-
bién infinitamente variada.
Por la ley de entropía, no debemos preocuparnos de que los materiales se acaben. Todo lo
que hagamos será temporal y eventualmente regresará a formar parte del pedazo de planeta
que nos toca. Así ha sido siempre y creo que así seguirá siéndolo en el futuro.
Para que comencemos a trabajar en la transformación de algo, primero debe existir una
idea en la cabeza de alguien. Esa idea original es la iniciativa, y la persona a la que se le ocu-
rre la idea tiene el interés de lograr algo que la beneficie a ella y a los que ama. Debido a que
es una persona y que tiene un interés para ella sola, decimos que lo que quiere hacer es algo
privado, es decir, no es para todos, no es público, es solo para ella y para los que ella decida.
Así es como entendemos las ideas privadas de la gente, o su iniciativa privada. Así las
entendemos también en la Economía del Valor Social.
Lo que esa persona haga con su iniciativa produce beneficios para ella y para la sociedad.
A esa persona le produce beneficios en forma de las ganancias que obtenga. A la sociedad le
produce beneficios en forma de satisfactores sociales, es decir, para todos los que compren
los productos o servicios que la persona producirá, con su iniciativa, sus ideas, su trabajo.
Las personas somos egoístas por naturaleza. Eso lo sabemos. Así somos los seres huma-
nos y al parecer así hemos sido al menos durante más de un millón de años. No hay razón,
por tanto, para suponer que cambiaremos nuestra natural inclinación en el futuro cercano.
Por lo mismo, tampoco hay razón para suponer que es posible que en el futuro inmediato po-
damos desarrollar una sociedad basada en la intención de ayuda mutua o el interés colectivo,
por encima de nuestros intereses individuales. La filosofía marxista-leninista supuso que eso
era posible y no lo logró. En mi opinión, eso quizá sea posible en el futuro, cuando nuestra
especie humana evolucione a otros niveles, pero por ahora lo más sano es hacer lo que debe-
mos hacer con lo que tenemos, y lo que tenemos es a nosotros mismos. Actualmente siempre
queremos más para nosotros. Nos han educado a pensar que nuestro egoísmo y nuestra ambi-
ción son nocivos para nosotros mismos, y es posible que eso sea cierto, pero solo lo es cir-
cunstancialmente.

— 455 —
PRIMERA PARTE

Para la Economía del Valor Social nuestro egoísmo y ambición naturales son fuerzas po-
tentes que son aprovechables. Esas características no se ven como desventajas obstaculizan-
tes, sino más bien como poderosos motores que nos mueven a hacer cosas asombrosas.
Nuestro natural egoísmo y ambición son las fuerzas que han dado forma al mundo como lo
conocemos y son las principales fuerzas que nos han hecho dominar este planeta.
En la Economía del Valor Social, por tanto, no buscamos erradicar el egoísmo y la ambi-
ción, sino todo lo contrario. Lo que buscamos es aprovecharlos de forma más inteligente. En
la Economía del Valor Social se entiende que lo adverso no ha sido que el hombre sea egoís-
ta o ambicioso, sino la forma como se han canalizado esas dos características naturales al ser
humano. Lo más inteligente que podemos hacer, según la perspectiva de la Economía del Va-
lor Social, es utilizar dichas fuerzas naturales con las que nacemos para obtener todos nues-
tros satisfactores y aumentar nuestra riqueza al hacerlo.
El egoísmo y la ambición se alimentan de la posibilidad de obtener los satisfactores que
deseamos. Sin la existencia de tal posibilidad, ambos sentimientos se adormecen, y con ello
se pierde la potencia que tienen de movernos hacia adelante. Para utilizar provechosamente
esas fuerzas naturales con las que nacemos, por tanto, es fundamental que la posibilidad de
obtener los anhelados satisfactores exista. La teoría de la Economía del Valor Social recono-
ce este hecho y sostiene que lo que hay que hacer, entonces, es crear tales posibilidades. La
ambición y el egoísmo humanos harán el resto.
Fomentar nuestra iniciativa privada para que esta lleve a cabo la creación de todos nues-
tros satisfactores, tan solo proporcionándole la posibilidad constante de satisfacer sus propias
necesidades, es la forma más efectiva y rápida de lograr un desarrollo económico total, rápi-
do y sostenido. Esa labor facilitadora es no solamente la principal razón de ser del servicio
público, sino la única. El éxito de nuestra iniciativa privada es el máximo exponente de
nuestro éxito como sociedad.
Al éxito de nuestra iniciativa privada se deben todos los satisfactores de los que gozamos
todos. Sin ese éxito no existen satisfactores sociales, y sin estos no existe riqueza, y sin esta
no existe la razón para que vivamos en sociedad.
Así de grande es el valor que la Economía del Valor Social otorga a la iniciativa privada.
Como ya hemos visto repetidamente, la riqueza de una sociedad está en las siguientes cosas,
acomodadas por orden de importancia:
1. Los productos y servicios (satisfactores) que tiene a su disposición.
2. Las ganancias que se quedan en el país.
3. Los sueldos que se generan entre la gente.

— 456 —
NUESTRAS EMPRESAS

120

100

80

60

40

20

0
Productos Ganancias Sueldos

El orden es correcto pero la proporción entre cada uno de ellos no se refleja de forma jus-
ta. Ilustrativamente podemos afirmar que las ganancias están un poco arriba que los sueldos
en cuanto a importancia para la economía de una sociedad. Sin embargo, los productos y los
servicios están muchísimo muy por arriba que todo lo demás. En la escala de uno al cien, di-
gamos que los sueldos tienen una importancia de 1, las ganancias que se queden en el país
tienen una importancia de 2, y la facilidad de obtener los productos tiene un 100.
Espero que ahora haya quedado claro que el rumbo que estamos tomando en nuestro país
es básicamente contrario a todo esto. Desde siempre, nos hemos enfocado en nuestros suel-
dos y en nuestras ganancias, pensando que si los incrementamos tendremos una mejor eco-
nomía, un mejor nivel de vida. La experiencia de miles de años de historia debería ser sufi-
ciente para entender y demostrar que hemos estado en un error. En lugar de seguir obstinada-
mente insistiendo en lo mismo, debemos enfocarnos en obtener los satisfactores que desea-
mos y para eso debemos promover todo aquello tendiente a que lo logremos.
Hemos sido educados a creer que los satisfactores que deseamos solo los podemos obte-
ner con dinero, y que el dinero solo lo podemos obtener trabajando o vendiendo algo. En
realidad, ambas ideas son falsas. Ni el dinero es absolutamente necesario, ni la única forma
de obtenerlo es trabajando o vendiendo algo. Todos los esfuerzos que históricamente hemos
hecho para obtener los satisfactores que deseamos están basados en dicha idea falsa. Eso ex-
plica por qué no hemos logrado salir adelante y por qué, al contrario, parece como si cada
vez nos hundiéramos más y más.
Debemos cambiar nuestros esquemas mentales, debemos cambiar nuestro rumbo, y para
hacerlo solo es necesario que nos decidamos a hacerlo, y nos pongamos a trabajar en ello

— 457 —
PRIMERA PARTE

como si no hubiera un mañana, porque esa es exactamente la situación en la que nos en-
contramos: sin un mañana y encaminados hacia nuestra extinción.

El Valor de lo que Producimos


Si has llegado hasta aquí leyendo todo lo anterior que hay en este libro seguramente ya
habrás comenzado a darte cuenta de lo que te he querido dar a entender cuando he dicho re-
petidamente que la economía y las finanzas son dos cosas totalmente distintas y además se-
paradas. Están relacionadas, lo sé, pero solo lo están en la medida en que nosotros las hemos
relacionado una con otra, sin mencionar que lo hemos hecho de forma equivocada y nociva
para nosotros mismos.
Permíteme usar este capítulo para explicarte nuevamente esa verdad. Las empresas priva-
das pueden ser de diversos tipos, dependiendo de qué es lo que se dediquen a hacer. Pode-
mos dividirlas en iniciativas comerciales o en iniciativas industriales, aunque habrá quien
diga que, en esencia, todas son comerciales. En la Economía del Valor Social las cosas no se
ven así. Las iniciativas privadas que producen algo, son aquellas que transforman las cosas
en otras. Hablemos ahora de esas iniciativas privadas y del efecto económico enormemente
expansivo que tienen para una sociedad.
Como te comenté anteriormente, he laborado en la industria por más de treinta años y en
ese tiempo he aprendido uno que otro truco que ahora nos puede ayudar a comunicarnos a ti
y a mí. El mundo industrial proporciona una muy buena oportunidad para ver claramente la
separación que existe entre la economía y las finanzas. Quizá no hayas laborado nunca en
una industria, pero eso no es necesario. Te lo explico.
El secreto que no nos enseñan en la escuela es que en una industria cualquiera una perso-
na produce cuando menos cien veces más de lo que consume. Esto pudiera sonar descabella-
do, pero te aseguro que, dependiendo del tipo de industria, en ocasiones una persona produce
varios millones de veces más de lo que consume. No necesitas creerme. Saca tus propias
cuentas. Observa cualquier fábrica que te venga en gana. La que tú quieras. Cuenta la canti-
dad aproximada de personas que laboran allí. No necesitas hacer las cuentas de forma exacta.
Una aproximación superficial es suficiente. Luego trata de estimar la cantidad de personas
que usan los productos que esas personas en la fábrica producen, durante el mismo tiempo
que dura lo que producen. Divide el segundo número entre el primero. Si te da menos de
cien, entonces te estoy mintiendo.
Por ejemplo, digamos que escoges una fábrica de detergente para la ropa. Todos sabemos
que una bolsa de medio kilogramo dura aproximadamente dos semanas. Ahora digamos que
la fábrica tiene 60 empleados y que en dos semanas produce 50 toneladas de jabón. Las 50
toneladas de jabón equivalen a 50 mil kilogramos, o lo que es lo mismo 100 mil bolsas de
medio kilogramo. Ahora divide 100 mil entre 60 y te dará como resultado 1,666. Esto signi-
fica que cada persona en esa fábrica produce 1,666 veces más de lo que consume.

— 458 —
NUESTRAS EMPRESAS

Puedes hacer un ejercicio como este con cualquier fábrica que conozcas y verás el enorme
efecto multiplicador que la industria tiene sobre la economía de una nación. Nuestro proble-
ma es que no nos enseñan a verlo de esa forma. Lo que nos enseñan es a mezclar las finanzas
en el asunto, y al hacerlo nos confunden y no vemos las cosas claramente. Lo que normal-
mente haríamos es dividir la cantidad de dinero obtenido por las ventas entre los gastos en
dinero que la fábrica tiene durante un tiempo predeterminado —usualmente un año—. Al re-
sultado de eso nos enseñan a tomarlo como la riqueza que la fábrica produce, cuando en rea-
lidad solo estamos hablando de su rentabilidad financiera. Para la Economía del Valor Social
las cosas no son así. La riqueza de una fábrica no está en el dinero que le hace ganar a los
dueños. Tampoco está en los sueldos que genera para todos los empleados que laboran en
ella. La riqueza de una fábrica está en los productos que produce. Los productos son el
beneficio que la sociedad entera obtiene al invertir sus recursos en la fábrica que los
produce. Los productos, siempre los productos, son la riqueza social que una fábrica repre-
senta. Nada tienen que ver las finanzas en ello.
La sociedad no come dinero; no se pone el dinero como si fuera ropa; no anda en dinero
como anda en los vehículos; no tiene casas hechas de dinero sino de materiales de construc-
ción pegados unos con otros por obra del trabajo esforzado de diligentes albañiles; no apren-
de sentándose sobre bloques de dinero, sino en pupitres que no están hechos de dinero sino
de madera o de acero o de otros materiales; no se alivia en camas de dinero, sino en camas
construidas con materiales especiales para los hospitales; no se inyecta dinero para curarse,
sino medicinas hechas en fábricas donde la gente produce miles de veces lo que consume.
Este es el enfoque que deberíamos tener siempre, pero no nos educan a ver las cosas así.
Nos adoctrinan a verlo todo en términos de dinero y a pensar que ese es el punto de vista co-
rrecto. Desafortunadamente estar tan cerca de uno de los países más materialistas de la Tierra
no nos ha ayudado mucho a tener la perspectiva correcta. Nos contamina su arraigado hábito
de medirlo todo en término de dólares y hemos llegado a pensar que esa es la interpretación
correcta de las cosas. No lo es.
Ahora voltea a tu alrededor y observa las industrias que tengas a la vista. Si no tienes nin-
guna entonces busca en Internet, o consulta algún periódico. Lo importante es que veas a
dónde van a parar los productos de todas esas fábricas. En México tenemos muchísimas fá-
bricas. Somos un país con industrias por todas partes. Producimos de todo, en grandes canti-
dades, y con una calidad reconocida en todo este planeta primitivo y polvoriento. Pero en
todo ese paisaje industrial hay un espejismo que tampoco nos enseñan a ver correctamente.
Básicamente ninguno de los productos que sale de esas fábricas es para nosotros.
Nos han adoctrinado a ver la industria de exportación como la panacea que nos va a sacar
de pobres. Conozco muchas personas que con orgullo repiten lo que dicen los medios de co-
municación en cuanto a que ocupamos tal o cual lugar en el mundo en la producción de esto
o aquello. Dicen que somos el cuarto país en la producción de automóviles y hay muchos
mexicanos que se sienten orgullosos de eso porque eso les han enseñado a sentir cuando es-

— 459 —
PRIMERA PARTE

cuchan cosas como esas. Dicen que tenemos industria aeroespacial y hasta grande se nos
hace la boca cuando lo decimos. Yo mismo me sentí orgulloso de ello durante muchos años.
La verdad es que no es así. Ninguna industria de exportación está relacionada con nuestra
economía. Razonemos esto: Lo que en esas industrias se produce no es para nosotros, y si los
productos son lo que hace rica a una sociedad, entonces nada de lo que sale de esas fábricas
produce ninguna riqueza para nosotros, los mexicanos. Si esas industrias contribuyeran en
algo a la riqueza de nuestro país, es decir, a la riqueza de nosotros los mexicanos, entonces
nuestro nivel de vida sería significativamente mejor que hace cuarenta años, cuando inició la
industria de exportación en México, llamada industria maquiladora, en aquel entonces.
Si cada persona en una industria produce cuando menos cien veces lo que consume, debe-
ríamos ser cuando menos cien veces más ricos, pero no es así. En el caso particular de la in-
dustria de exportación, no nos quedamos ni con los productos ni con las ganancias. Apenas
nos quedamos con los sueldos que, para no variar, son tan bajos que no le alcanza a un traba-
jador para vivir de lo que le pagan. ¿Cómo es que hemos llegado a eso? ¿Cómo es que traba-
jamos tanto y no nos alcanza para vivir? Eso está muy mal. Pero no nos han educado para
ver las cosas de forma correcta y por lo mismo hemos llegado a pensar que las cosas no se
pueden mejorar. Cuando empezamos a hablar de aumento de sueldos, inmediatamente nos
dicen que las industrias se irán y nos quedaremos sin los empleos que generan. Eso es cierto,
pero solamente es una pequeña parte de la verdad, y además no tiene la relevancia que nos
han hecho creer que tiene.
Lo que en realidad deberíamos estar haciendo es incrementar nuestra base industrial na-
cional, y creando las condiciones financieras para que esas industrias puedan vender sus pro-
ductos en México y que les queden suficientes ganancias como para que inviertan en crecer
y para que más y más gente se anime a iniciar sus negocios industriales, produciendo así to-
dos los satisfactores que necesitamos. Eso es lo que nos haría ricos, como personas, como
sociedad, como nación.
Riqueza es la facilidad de obtener los satisfactores que necesitamos y solo la industria na-
cional nos lo puede dar, pero esa industria prácticamente no existe. Toda esa base industrial
que no tenemos podría producir todos los productos que hoy importamos en enormes canti-
dades. Autos, equipos electrónicos, materiales, máquinas herramientas, y una lista intermina-
ble de cosas más, todos ellos de importación. Al no tener industria nacional, nos hemos visto
desde siempre en la necesidad de importar lo que necesitamos y para hacerlo necesitamos
dólares estadounidenses para comprarlos, y eso nos lleva a la necesidad de primero exportar
algo y como no tenemos nada porque no producimos nada, pues no nos queda más que ven-
der nuestra mano de obra, nuestro petróleo, o pedir prestado.
Pero nada de esto nos sacará nunca de la condición en la que estamos. Es imposible lo-
grarlo por esa vía, ya que nosotros no controlamos el precio al que nos compran lo que ex-
portamos. Me refiero a lo que realmente exportamos como nuestro. La venta que hacemos de
mano de obra nos la compran a lo que dicta el mercado internacional, no a lo que decimos

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NUESTRAS EMPRESAS

nosotros. Lo que nos dan por nuestro petróleo está sujeto igualmente a las mismas condicio-
nes de precios internacionales. Los intereses que tenemos que pagar por los dólares estadou-
nidenses que pedimos prestados también están sujetos a reglas de las que nosotros no tene-
mos control. Estamos a merced de lo que nos quieran dar por lo que exportamos.
Podemos pensar —erróneamente— que debemos ser competitivos en los mercados inter-
nacionales, quizá para demostrar si realmente valemos lo que decimos que valemos. Pero ese
pensamiento es falso. No es que no podamos competir internacionalmente, es que no debe-
mos. Es sumamente nocivo y suicida hacer eso. Entender la razón de ello no es tan difícil si
observamos las cosas como lo hace la Economía del Valor Social: Separando el valor econó-
mico de las cosas, del valor que tienen en dinero.
El valor económico de lo que realmente producimos —nuestra mano de obra, nuestro pe-
tróleo, nuestros minerales— es enormemente alto. Cuando un mexicano ensambla un pro-
ducto con sus manos, y ese producto se exporta, entonces el mexicano que lo ensambló, y
toda la sociedad mexicana, se quedan sin el beneficio de ese producto. Si la riqueza está en
los productos que una sociedad tiene a su disposición, entonces debe quedar claro que la ri-
queza que ese mexicano produjo se fue hacia otro país. Si lo que le pagan en dinero a ese
mexicano no le alcanza para comprar lo que él mismo hizo, entonces lo están explotando. Y
aún si le alcanzara, no le alcanzaría en la misma proporción que tiene el efecto multiplicador
industrial. Si ese mexicano trabaja en una industria de producción de automóviles para ex-
portación, el valor multiplicativo que tiene su trabajo oscila en las decenas de miles de veces.
Jamás su sueldo alcanzará para comprar tantos vehículos, así que jamás será equitativo su
sueldo contra el valor de lo que ese mexicano produce con sus manos. La única justicia eco-
nómica se da cuando lo que ese mexicano hizo va a parar a la sociedad en la que él vive.
Solo así ese mexicano se beneficia a sí mismo, a su familia y a la sociedad a la que pertene-
ce. Así de sencillo se miran las cosas con la Economía del Valor Social.
¿Por qué deben ser las cosas como las hacemos actualmente? No deben ser así. No tienen
por qué ser así. La solución es clara: Necesitamos volver a crear nuestras industrias mexica-
nas, y necesitamos también recuperar el control de nuestro dinero. Ambas actividades empre-
sariales están actualmente en manos de extranjeros y para ellos estamos trabajando y bata-
llando todos los días. Todos los satisfactores que necesitamos podríamos producirlos noso-
tros mismos con una pequeña parte del esfuerzo que hoy desarrollamos, si tan solo recuperá-
ramos el control de nuestra industria y de nuestro dinero.
El incremento en el nivel de vida de nosotros los mexicanos raya en lo inimaginable, si
hiciéramos esas dos cosas. Es tan inimaginable el nivel de mejoramiento en nuestras vidas,
que ni siquiera nos hemos dado cuenta de que existe la posibilidad de lograrlo. Te invito aho-
ra a leer la Segunda Parte de este libro. Ojalá en ella pueda yo darte, aunque sea, una vaga
idea de cómo podrían ser las cosas si tan solo recuperáramos nuestra industria nacional, y el
control de nuestro dinero.

— 461 —
— 462 —
SEGUNDA PARTE

Nuestra situación futura, la que sí queremos, la que podemos obtener si nos atrevemos a
trabajar para lograrla, después de saberla posible
SEGUNDA PARTE

Introducción a la Segunda Parte

A todo lo largo de la primera parte hemos descrito la realidad imperante —la que tenemos
y que no escogimos— y hemos tratado de explicar por qué es como es. Hemos cuestionado
numerosas cosas y hemos intentado no dejar piedra sin voltear. Por lo mismo, hemos anali-
zado una cantidad grande de aspectos de nuestra vida social con el objetivo de entender por
qué es como es.
Sin embargo, entender las cosas solo por entenderlas, sin hacer nada al respecto, no es útil
para nadie. Después de entender las cosas debemos intentar hacer un plan para mejorarlas.
Pero antes de elaborar un plan, debemos entender qué es lo que queremos. Un plan no es
más que una serie de pasos para llegar de una situación a otra. Un plan es solo un método
para cambiar algo. Por eso, antes de intentar cambiar cualquier cosa es necesario conocer
ambos extremos: lo que queremos cambiar y lo que queremos obtener.
En la primera parte estudiamos lo que queremos cambiar. Ahora vamos a visualizar lo que
queremos obtener. En esta segunda parte trataremos ese asunto —imaginario pero realizable
—, de la forma como queremos que sea nuestra realidad.
Lo primero que vamos a hacer es formularnos unas preguntas que son fundamentales:
¿Realmente sabemos lo que queremos? ¿Tenemos una idea clara de esa realidad que de-
seamos, aunque nunca la hayamos visto?
Todos estamos seguros de que no nos gusta nuestra realidad como ahora es. Eso está claro
para todos en todo momento. Pero ¿sabemos verdaderamente cómo sí queremos que fuera?
¿Tenemos una idea clara de cómo sería nuestra vida individual y social en una sociedad
que realmente nos ofrezca todo lo que hemos soñado?
¿Cómo sería nuestra vida en una sociedad así? ¿Pudiera realmente una sociedad humana
llegar a ser así de perfecta? ¿Qué es una sociedad perfecta, por principio de cuentas? ¿Qué
nos ofrecería una sociedad así? Más todavía, ¿qué le podríamos ofrecer cada uno de nosotros
a una sociedad que nos diera todo lo que siempre hemos soñado o, mejor dicho, lo que nun-
ca nos hemos atrevido a soñar?
Desafortunadamente es imposible que podamos responder a estas preguntas. No porque
no queramos o porque seamos tontos, sino porque nunca hemos visto una sociedad así. En
nuestra memoria no existe un precedente ni siquiera similar. Aun si lográramos visualizarla,
la consideraríamos utópica, fantástica, irrealizable. Incluso algunos de nosotros pensaríamos
que es tiempo perdido tan solo hacer el esfuerzo de imaginarla y pensar en ella.
Si no me crees, podemos hacer un experimento humano. Si te animas, solo tienes que pe-
dirle a cualquier persona que conozcas que intente describirte cómo sería su vida si ganara

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SEGUNDA PARTE

diez veces más de lo que gana actualmente y que los precios de las cosas fueran los mismos
de hoy, y que además solo trabajara seis horas diarias de lunes a jueves, que no hubiera ro-
bos, que no hubiera violencia, que no hubiera drogadicción, que no existieran los impuestos,
que la policía no arrestara a las personas sino que solo las ayudara, que la atención médica
fuera inmediata y atenta, que las guarderías fueran gratuitas para todos y estuvieran disponi-
bles todos los días del año a todas horas, que la energía fuera gratuita, que no se cobraran
rentas, que tuviera seguro de desempleo permanente. Anímate. Hazlo.
Si lo haces te llevarás una sorpresa. Si lo haces, podrás ver cómo esa persona tendrá difi-
cultades para visualizar su vida en esas condiciones. ¡No lo podrá hacer! Se reirá por no po-
der hacerlo. Algo en ella se quedará atorado. ¡No podrá decirte cómo sería su vida! ¡No se lo
podrá imaginar! En su mente considerará imposible lo que le estás pidiendo y probablemente
ni siquiera haga el intento, diciéndote que le dejes de quitar el tiempo con esas ridiculeces.
Así de sólido es el adiestramiento del que hemos sido sujetos. ¿Habrá alguna forma de rom-
perlo? ¿Habrá alguna forma de podernos salir de ese adoctrinamiento del que hemos sido su-
jetos durante toda nuestra vida desde que nacimos? Por supuesto que sí. Veamos.

La Prisión Mental
Durante toda nuestra vida nos han adoctrinado a pensar de una forma específica que impi-
de que pongamos en marcha el poder creativo de nuestra imaginación, el cual es el primer
paso hacia la transformación de nuestra realidad.
El adoctrinamiento del que te hablo nos ha programado a compararnos siempre contra
nuestro pasado sabiendo que eso nos hará sentirnos satisfechos con nuestro presente. Por eso
es que la mayoría de nosotros nos sentimos lo suficientemente conformes con nuestra reali-
dad como para no decidirnos a actuar. No es que seamos conformistas, o borregos, o mexica-
nos. Lo que sucede es que nuestros pensamientos están siendo controlados. Darse cuenta de
eso no es difícil. Solo observa que cada vez que piensas en hacer algo, inmediatamente te co-
mienzan a llegar pensamientos de por qué no hacerlo. Los primeros pensamientos que te in-
vitan a la acción son tuyos. Los segundos no.
A cualquier ser vivo racional que lo sometas al adoctrinamiento mental de compararse
siempre contra un pasado peor, se sentirá automáticamente conforme con su vida actual.
Sentirá que está bien, que el pasado fue siempre peor y que va mejorando. Sentirá que ahí la
lleva, que lo está logrando, que ya mero llega. Se convencerá a sí mismo de que solo hace
falta un poquito más de esfuerzo, un poquito más de apretarse el cinturón, un poquito más de
desvelarse trabajando, un poquito más de aguantarse el hambre, un poquito más de no tener
lo que quisiera.
Realizar dicha programación mental es muy sencillo. Solo debes repetírselo la suficiente
cantidad de veces sin que se dé cuenta: “así estás bien, antes era peor, sigue adelante, vas
bien, eres grande, eres importante, yo sé que puedes, antes era peor, has logrado muchas
cosas, eres el resultado de tus éxitos, antes era peor, tu futuro te espera, solo un poco más

— 466 —
INTRODUCCIÓN A LA SEGUNDA PARTE

de disciplina, eres un milagro divino, antes era peor, eres un luchador, eres un vencedor, an-
tes era peor… ”.
Recuerda que en un plan de adoctrinamiento no es importante lo que le digas a una perso-
na, sino lo que la hagas pensar, y mejor aún si la haces creer que sus pensamientos son su-
yos. Pero al igual que en todo plan de adoctrinamiento masivo, nunca falta quien se salga del
rebaño y voltee a ver lo que no debe. Así, algunos nos hemos atrevido tímidamente a compa-
rar nuestra situación actual no solamente con nuestro pasado, sino también con la situación
de otras sociedades, con gente de otros países.
Nos hemos atrevido a comparar nuestra situación actual con la realidad de ellos. Nos he-
mos dado cuenta de cómo viven, vemos lo que tienen. En algunos casos nos gusta más que
lo nuestro, y en otras ocasiones no. Pero lo importante es que nos atrevimos a comparamos
con ellos rompiendo el esquema de compararnos solamente con nuestro pasado. Eso es algo
bueno, porque indica que todavía estamos vivos, que nuestra humanidad ha hecho un leve in-
tento de despertar y hemos ejercitado nuestra adormecida naturaleza exploradora.
Sin embargo, el plan de adoctrinamiento al que estamos sujetos fue diseñado con varios
niveles de seguridad. Fue diseñado previniendo que algunos intentáramos despertar y dejára-
mos de compararnos solo con nuestro pasado y comenzáramos a compararnos contra otras
sociedades.
Al compararnos contra otras personas, sin darnos cuenta, nos entregamos a la tarea de
compararnos con personas que no somos nosotros mismos. Sé que suena obvio, pero en la
obviedad es en donde radica el secreto. Por eso no lo vemos. Está oculto a la vista de todos.
Ten paciencia, permíteme explicar esa segunda trampa.
Las otras personas contra las que nos comparamos tienen sus ideas, sus costumbres, su
lenguaje, su forma de hacer sus cosas. Cuando nos comparamos contra ellas usualmente no
tomamos nada de eso en consideración y es tan grande nuestra necesidad de escapar que no
nos importa. Lo único que vemos es lo que tienen. No nos detenemos a pensar que lo que
tienen, poco o mucho, es el resultado de todo lo demás que no vemos en ellos. Solo vemos lo
que tienen y lo deseamos irracional y urgentemente. Los que podemos lo compramos, o lo
disfrutamos yendo hacia allá. En nuestro interior sabemos que nada de eso es nuestro, pero
igual seguimos engañándonos pensando que eso no le hace daño a nadie.
No nos damos cuenta de que esa reacción nuestra de compararnos con las personas de
esas otras sociedades también está prevista y anticipada en el plan de adoctrinamiento en el
que estamos enclaustrados. El plan de adoctrinamiento previó de forma correcta y exacta que
al ver a esas otras personas —de esas otras sociedades— pensaríamos inmediatamente que
“ellos están mejor que nosotros” y que “debemos intentar ser como ellos” para “tener lo que
ellos tienen”.
Como cualquier sujeto de un plan de adoctrinamiento, también está prevista nuestra reac-
ción de intentar irnos hacia “allá”, lo cual no tendría nada de malo si nos fuéramos siguiendo

— 467 —
SEGUNDA PARTE

nuestros deseos de conocer otras cosas, en lugar de irnos siguiendo nuestro deseo de huir de
nuestra realidad. De la misma forma, también está previsto que los que no intenten irse hacia
“allá” querrán adoptar comportamientos similares y se vestirán como ellos, hablarán como
ellos, y harán lo que ven que ellos hacen.
Incluso hay una reacción adicional prevista en el plan: nuestro autodesprecio. Al compa-
rarnos con esas otras sociedades y no entender la razón para que ellas gocen del nivel de vida
que tienen y nosotros no, es natural que comencemos a identificar nuestras fallas. Al no en-
tender sus causas empezamos entonces a culparnos a nosotros mismos, a nuestra naturaleza,
a nuestra idiosincrasia, a nuestra raza. Al hacerlo, nos damos por vencidos y pasamos a la
inacción y la apatía, lo cual es precisamente lo que persigue el adoctrinamiento que nos apri-
siona.
Y ahora la pregunta obligada: ¿Podemos salirnos de la prisión adoctrinadora en la que nos
encontramos? Me alegra poder decirte que sí. Pero también me alegra poder decir que al
salirnos de todo eso no encontraremos una realidad parda, gris, triste y sin futuro, sino todo
lo contrario. Lo que obtendremos al salirnos de ese adoctrinamiento es una vida con realiza-
ciones mucho más grandes que las que nos han educado a pensar que son posibles. Veamos
cómo se puede lograr eso.

La Liberación
Lo primero que quiero que observes en todo esto que te digo, es que estamos consideran-
do como posibles solo dos puntos de comparación:
1. Nuestra realidad pasada
2. La realidad actual de otras sociedades.
Observa con cuidado que no extendemos las comparaciones a nada más, como si sola-
mente esas dos posibilidades existieran. Ahora te invito que nos preguntemos: ¿Será real-
mente así? ¿En verdad tenemos solamente estos dos puntos de comparación para poder saber
qué tan mal o qué tan bien nos encontramos? La respuesta es no. Existe al menos un tercer
punto de comparación, pero no se nos ha explicado su existencia. Mejor dicho, se nos ha
adoctrinado a pensar que no existe y a no otorgarle validez, en caso de que tomemos con-
ciencia de ello. Permíteme explicarlo a detalle. Es muy importante.
El malicioso adoctrinamiento que nos aprisiona queda de manifiesto cuando nos damos
cuenta de que podemos también compararnos contra nuestras propias posibilidades. Para
evitar que nos percatemos del engaño nos educan a pensar que “nuestras posibilidades” es lo
mismo que “nuestros sueños”. Y luego nos repiten que nuestros sueños, sueños son, y que en
lugar de andar soñando deberíamos de continuar trabajando.
Ahora yo te digo, ¿qué es esa tontería de que “nuestros sueños, sueños son”? ¡Que estupi-
dez! La frase es estúpida, pero eso es lo de menos. Lo importante es que lleva implícita una
orden subliminal poderosa y nociva. Esa frase nos programa —nos condiciona— a pensar

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INTRODUCCIÓN A LA SEGUNDA PARTE

que nuestros sueños son irrealizables, lo cual es absolutamente falso. Si somos capaces de
imaginarlo, ¡entonces somos capaces de hacerlo realidad! Nos adoctrinan a no darnos cuenta
de que la imaginación es parte del acto creativo del que somos capaces todos los seres huma-
nos. Nos adoctrinan a pensar que la imaginación pertenece a un mundo irreal e inexistente.
Nos adoctrinan a no ver lo obvio.
La verdad es que nuestra imaginación está siempre presente. Siempre. En el aquí y ahora,
en esta realidad, nuestra imaginación es una función glandular de nuestro cuerpo. Es parte de
la realidad, no menos de lo que lo es nuestra función respiratoria. No necesitas creerme. Solo
mira en tu interior. Si te falta práctica, no te sientas mal. Solo estás fuera de condición.
Nuestra imaginación es una función tan orgánica y corporal como mover una mano. Ha-
gamos un pequeño ejercicio. Imagina comiéndote un ácido limón, o haciendo el amor, o que
alguien te amarra y te encaja un alfiler en un ojo. Verás cómo tu cuerpo reacciona inmediata-
mente a eso. ¿Ves cómo nuestra imaginación es una actividad orgánica? Y si es así, entonces
pertenece al reino del hacer, a la realidad. Por eso nuestros antepasados toltecas consideraban
la imaginación como parte del tonal. Para ellos era evidente. Para nosotros también lo puede
ser.
Si nuestra imaginación tiene “tonalidad” entonces debemos poder verla en nuestro exte-
rior también. Bueno, eso también lo podemos verificar. Para corroborarlo solo tienes que ba-
jar tu vista y contemplar tus manos mientras sostienen este libro. Tus ojos y tus manos perci-
ben este “algo” que tienes ante ti, pero es tu imaginación la que le da la forma de libro para
que lo puedas interpretar como tal, antes de comenzar a imaginar e interpretar su contenido.
Hemos estado demasiado tiempo bajo un constante adoctrinamiento y lavado de cerebro.
Es hora de soltarnos de eso, pero para lograrlo, debemos pasar por un proceso de desaprendi-
zaje. Es necesario desaprender muchas de las cosas que nos han enseñado a pensar que son
ciertas para poder así empezar a ver la verdadera realidad. La intención de la extensa primera
parte de este libro es precisamente esa: ayudarte a aprender a dudar de la realidad, esperando
que con ello logres abrir tu mente a la existencia de una realidad nueva, distinta, que no co-
noces.
Debemos ver la realidad de una forma más verdadera. Debemos ver la verdad. Sin embar-
go, ver la verdad no es suficiente para actuar. Hemos logrado separar lo verdadero de lo fal-
so, pero ahora somos como los animales que han estado demasiado tiempo amarrados a una
estaca. Cuando los sueltan no se retiran de ella. Hace tiempo que dejaron de intentar soltarse.
No es que seamos dóciles, ni que seamos borregos. Somos seres vivos y todos los seres vi-
vos en este planeta reaccionan igual.
Así que, para comenzar a caminar hacia donde está la realidad que percibimos con el co-
razón —esa realidad que no conocemos pero que deseamos con el alma—, primero debemos
visualizar en nuestro interior cómo es eso que queremos lograr. Nunca lo hemos visto. No
está en nuestro pasado ni está en otras sociedades. No está tampoco en nuestra imaginación

— 469 —
SEGUNDA PARTE

porque ya ni siquiera hacemos el intento de imaginarlo. Por lo tanto, vamos a tener que hacer
lo que todo arquitecto hace antes de comenzar una obra novedosa: imaginarlo.
Para poder explicarte cómo sería el mundo si aplicáramos los conceptos de la Economía
del Valor Social de la que te hablo en todo este libro, te voy a invitar a imaginar, a crear imá-
genes en tu mente y a sembrar en tu corazón la sensación de que todo eso es posible. Esto es
lo más importante. Después de imaginar algo hay que considerarlo posible para que nuestra
imaginación se estimule aún más y siga dándonos más y más pedacitos hasta que armemos
todo el rompecabezas mental y logremos ver el panorama completo.
Lo que vamos a hacer será el primer paso hacia la realización de todo aquello que quere-
mos con el corazón pero que ya no vemos ni siquiera con nuestra imaginación. Ese acto má-
gico de unir lo que queremos con el corazón con lo que vemos con la imaginación es lo que
los antiguos toltecas estudiaban toda su vida para lograr hacer sus proezas increíbles. Eso lo
hacían hace más de diez mil años. Nosotros lo podemos volver a hacer. Solo hay que inten-
tarlo.
Posteriormente, en la tercera parte de este libro, te voy a hablar de varias formas como lo
podemos materializar. Por ahora, lo primero es imaginar bien, imaginar fuerte, imaginar li-
bremente. Tú decides si te atreves a dar este primer paso. El primer paso en la construcción
de nuestra nueva realidad, esa que todos queremos pero que no se nos ha permitido saber có-
mo podría ser.
Como sarcásticamente nos preguntamos siempre los mexicanos: ¿a qué le tiras cuando
sueñas mexicano? Bueno, finalmente creo que tengo una respuesta que me satisface y la
quiero compartir contigo: le tiro a que mis sueños de mexicano sean el primer paso nece-
sario para hacerlos realidad.
Desde hace mucho tiempo alguien me enseñó que, si quieres que se te cumpla un deseo,
primero tienes que visualizarlo claramente en tu mente y en tu corazón. Entre más claramen-
te lo visualices y entre más sientas que ya lo tienes, más pronto y de forma más precisa se
hará realidad. Me dedico a la pragmática profesión de la ingeniería y me consta que es cierto.
Sé que es cierto que, si no visualizamos claramente lo que queremos, no lo podremos reali-
zar.
No visualizar las cosas que hacemos, antes de hacerlas, es algo parecido a querer cons-
truir una casa sin saber cómo queremos que quede. Difícil, ¿no? Por eso tenemos que imagi-
narla, dibujarla, borrarla y volverla a dibujar, y así sucesivamente hasta que le guste a nues-
tro corazón.
Visualizar lo que queremos es importantísimo porque eso nos dará el norte que necesita-
mos para saber si vamos bien o no. Una vez que terminemos de visualizar, de imaginar, de
hacer dibujos en la mente, entonces llegará la hora de realizar un plan de trabajo. Esta segun-
da parte del libro es pues, pura imaginación en acción. Imaginación creativa para saber cómo

— 470 —
INTRODUCCIÓN A LA SEGUNDA PARTE

es esa vida que nos espera si adoptamos las propuestas de la Economía del Valor Social. Es
un velado ejercicio para sacudir el intento y ponerlo en acción.
Podría haber escogido cualquier otra forma de explicar la manera como nuestra sociedad
sería si se hicieran los cambios aquí explicados, y podría también recurrir a demostraciones
utilizando modelos matemáticos avanzados de simulación estocástica o de regresiones no-li-
neales, tal y como lo hacen las personas que dicen que saben. Al fin y al cabo, las matemáti-
cas avanzadas aplicadas me encantan y me siento como pez en el agua usándolas. Pero no
haré eso. Quizá en otra ocasión, en otro libro, pero no en este.
Esta vez mi intención es que la mayor cantidad posible de personas entienda claramente
de lo que estoy hablando y no tanto que me consideren un erudito en economía matemática.
Entiendo que lo que propongo en este libro no es para nada ortodoxo y, por lo mismo, es
difícil visualizar cómo sería la vida de las personas en un ambiente de esa naturaleza. Así
que para explicarlo he escogido un método poco ortodoxo: contar cuentos.
Érase una vez…

— 471 —
SEGUNDA PARTE

Relación Primordial

—Bueno, llegamos —dijo José Alberto a su padre, don Rogelio, quien parecía un poco
más tranquilo, después de estar hora y media en el aire. Un poco antes, habían partido desde
el aeropuerto internacional de la ciudad Ensenada, en Baja California.
Eran las cinco de la tarde y el clima en la Ciudad de México era agradable. El aeropuerto
de Juárez lucía su flamante apariencia después de las remodelaciones que hicieran hacía
poco.
—¿Quieres ir a comer algo primero? —preguntó José Alberto a su padre, sabiendo que
tendría hambre, pues no habían alcanzado a comer en Ensenada.
—No, estoy bien. Quiero ir a ver las parcelas primero, por allá comemos algo —contestó
don Rogelio mirando todo a su alrededor. No había ido a la Ciudad de México en más de 30
años y veía todo con curiosidad y un poco de asombro. La ciudad era mucho más moderna
de lo que él recordaba.
—Me parece perfecto, “parcelas” primero —comentó sonriente José Alberto, haciendo
énfasis en la palabra “parcelas”.
Don Rogelio no se percató del énfasis deliberado de José Alberto en la palabra “parcela”.
Estaba demasiado ocupado observando todo a su alrededor. Era como si nunca hubiera esta-
do anteriormente en la Ciudad de México.
—Todo es distinto, ¿verdad? —comentó José Alberto, en tono comprensivo. Don Rogelio
era muy buena persona. Había sido agricultor toda su vida, al igual que su propio padre. El
Valle de la Trinidad, en Baja California era su hogar natal y allí había crecido y vivido siem-
pre. José Alberto, al igual que su padre don Rodrigo, se dedicaba a la agricultura, pero había
decidido ir a la Ciudad de México desde años atrás, para sembrar hortalizas en uno de los
nuevos campos de cultivo en la ciudad.
—Casi no reconozco la ciudad —respondió don Rogelio. —Parece otra— agregó mien-
tras continuaba observando todo a su alrededor.
—Sí, ha cambiado mucho —comentó José Alberto, mientras subía al auto. —Espera a
que veas lo demás. La ciudad ha cambiado mucho, sobre todo, durante los últimos 4 años.
Quizá ya no la reconozcas —agregó crípticamente, dejando a su padre con la ansiedad de ver
el resto de la enorme Ciudad de México.
Desde que decidió trabajar en su proyecto en uno de los nuevos campos de cultivo, José
Alberto no había tenido tiempo de regresar a visitar a sus padres y hermanos. Habían trans-
currido 7 años desde que se mudó a la Ciudad de México y solo hasta ahora había tenido la

— 473 —
SEGUNDA PARTE

oportunidad de verlos nuevamente. Invitó a su padre a que viera los cultivos de zanahoria y
rábano que estaban siendo ya cosechados. Don Rogelio no hizo preguntas acerca del nuevo
proyecto, y José Alberto no le adelantó mucho. Quiso darle la sorpresa, pero sobre todo, que-
ría ver la expresión de su padre cuando viera los nuevos cultivos. La sorpresa sería, en ver-
dad, grande.
La zanahoria, como la mayoría de los tubérculos, necesita nacer en un terreno que no ten-
ga grumos, ni piedras pequeñas. Requiere de un terreno parecido a la arena de una playa,
pero aún más fina. Sin piedras, hasta una profundidad de un metro, o dos. Pocas personas sa-
ben que una zanahoria, cuando nace, forma un diminuto brazo más delgado que un cabello,
que llega a medir más de un metro de longitud. Es a través de ese delgado cabello que la za-
nahoria se alimenta de agua desde el punto donde la encuentre. En el Valle de la Trinidad, la
tierra es especialmente fina y tersa hasta profundidades lo suficientemente grandes como
para producir zanahorias prácticamente perfectas. El rancho de don Rogelio no era un rancho
pequeño. Tenía más de 300 hectáreas produciendo zanahoria y la planta empacadora trabaja-
ba casi todo el año.
La cosecha se hacía con máquinas que requerían un solo operario que las condujera por
entre los surcos. La cosechadora había sido diseñada en México y se usaba ampliamente por
diversos agricultores en el país. A este modelo en particular la conocían como “El Dragón”,
porque eso parecía. Rodaba sobre orugas de caucho para evitar la compactación del terreno y
su largo cuello se extendía como un puente que terminaba en algo que semejaba la cabeza de
un dragón, que devoraba las zanahorias, las limpiaba, y las arrojaba por unas bandas laterales
que desde lejos parecían alas de dragón. A ambos costados del dragón se movían, a la par,
sendas góndolas que recibían las zanahorias y cuando se llenaban, eran reemplazadas por
góndolas vacías. Los operarios de las góndolas las conducían hasta un enorme camión de
cuatro remolques, en donde vaciaban su contenido por medio de un ingenioso mecanismo de
descarga automática.
El camión, a su vez, cuando llenaba sus cuatro enormes remolques, era conducido por un
operario hasta la planta empacadora, en donde por medio de chorros de agua presurizada que
salía de un cañón, parecido al que usan los bomberos, era descargado automáticamente. Las
zanahorias, a partir de ese momento, comenzaban un largo viaje por medio de diversas ban-
das transportadoras que las llevaban a través de máquinas lavadoras, enfriadoras, cribadoras,
y finalmente por las máquinas empacadoras, que las metían en bolsitas de plástico, las sella-
ban, las pesaban y les imprimían una leyenda con el peso. Después, las bolsitas eran coloca-
das en cajas de cartón encerado, empacadas con hielo molido, y estibadas en un cuarto frío,
en espera de ser transportadas hacia los diversos mercados en donde se vendían a las amas de
casa.
Todo ese proceso era más o menos convencional en México desde hacía años. La compe-
tencia por el mercado era agresiva para los agricultores, y por eso, algunos de ellos habían
realizado mejoras al proceso. Algunos habían perfeccionado las máquinas sembradoras, para
que sembraran las semillas más cerca una de la otra. De esa forma, por cada hectárea de te-

— 474 —
RELACIÓN PRIMORDIAL

rreno, la producción aumentaba y los costos se aprovechaban más. Otros todavía, habían
cambiado los motores en sus plantas empacadoras, y ahora usaban motores sin escobillas, los
cuales consumían la cuarta parte de la energía eléctrica que los motores de inducción con-
vencionales, aunque son mucho más caros.
José Alberto no era ingeniero agrónomo, sino mecánico. Su vocación por la ingeniería
mecánica se debía a que todo en el rancho de su padre era mecánico. Al ver que toda la efi-
ciencia dependía de las máquinas, decidió estudiar ingeniería mecánica para ayudar mucho
más al rancho. No se había equivocado. Lo que le mostraría esa tarde a su padre rebasaría
con mucho lo que don Rogelio alguna vez habría imaginado posible.
—¿Cómo están las cosas en el rancho papá? —preguntó José Alberto
—Están bien, todo bien —contestó don Rogelio, más ocupado en seguir viendo a su alre-
dedor, sin prestar mucha atención a su hijo.
José Alberto decidió seguir conduciendo y dejar a su padre disfrutar de su propio asombro
al ver el desarrollo de toda esa enorme ciudad. Tan solo siete años antes él mismo había sen-
tido lo mismo, pero la ciudad había cambiado mucho en ese corto tiempo, así que el asombro
de su padre debería ser todavía mayor.
De todo lo que veía, lo que a don Rogelio llamó mucho la atención fue las autopistas ele-
vadas y los monorrieles que viajaban por debajo de ellos en todas direcciones. Los monorrie-
les no eran largos, quizá solamente de unos tres vagones máximo. Eran veloces. Iban y ve-
nían de un lado a otro en distintas direcciones, como carritos de enormes montañas rusas, en
un gigantesco parque de diversiones. Solo que esto no era un parque, sino la Ciudad de Mé-
xico, y aquello no eran montañas rusas, sino el sistema de transporte metropolitano más
avanzado del mundo, capaz de transportar a una persona desde un destino hasta otro a una
velocidad de más de 200 kilómetros por hora, prácticamente sin tiempos de espera.
—Sabes, te tengo una sorpresa —dijo José Alberto, de repente. —La dejé hasta el final a
propósito.
—¿De qué se trata? —preguntó don Rogelio sin dejar de mirar aquel espagueti de mono-
rrieles por la ventana del auto.
—No. Mejor no. No te voy a decir. Mejor me voy a esperar a que lo veas por ti mismo.
Don Rogelio no contestó nada. Seguía absorto con toda aquella ciudad. De repente se dio
cuenta de algo que lo hizo exclamar:
—Oye, ahora que me doy cuenta, ¿por qué hay tan pocos autos en la calle? Yo pensé que
el tráfico estaría pesadísimo, pero no veo tanto auto, como antes.
—Son los anillos —contestó José Alberto.
—¿Qué anillos?

— 475 —
SEGUNDA PARTE

—Todos esos —dijo José Alberto, al tiempo que señalaba con un dedo, hacia arriba, todo
el espagueti de monorrieles y autopistas aéreas que recorrían la mayor parte de la Ciudad de
México. —Son los anillos periféricos. Rediseñaron la ciudad hace unos diez años. Constru-
yeron anillos para autos y personas que giran alrededor del centro. Es como un gigantesco
calendario solar.
—¿Como el sistema solar?
—Más bien como el calendario azteca. Si viajas por los anillos, lo haces siempre en círcu-
los.
—¿Y si quieres ir desde las afueras hacia el centro?
—Solo te cambias de anillo, sin detenerte.
—¿Todos giran en el mismo sentido?
—No. Giran en ambos sentidos.
—¿Y para devolverte?
—Tomas un puente de retorno. Te puedes devolver por el mismo anillo, o por un anillo
distinto.
—¿Y si vas en tren?
—Si vas en monorriel, solamente le indicas hacia dónde vas usando tu celular, y él decide
por dónde irse. Los vagones se cambian solos de un riel a otro sin detenerse. Son como un
taxi, solo que no traen conductor y van colgados de un riel en lugar de andar sobre la calle.
—Ah, ¿por eso van solitos? —dijo don Rodrigo apuntando a unos vagones unicabina que
viajaban solos, sin estar acoplados a ningún otro.
—Así es.
—¿Y solitos se cambian de carril?
—Sí. Son como changos. Se sueltan de un mecate y agarran otro. Mira ese que va allí —
dijo José Alberto apuntando con el índice hacia un vagón que al momento se cambió de ca-
rril. Por medio de un sistema mecánico rotativo se soltó de un carril y se enganchó a otro que
corría paralelo durante un tramo lo suficientemente largo como para que el vagón hiciera su
maniobra. Un sistema ingenioso, efectivo y muy seguro, que permitía a los unicabina despla-
zarse a altas velocidades por toda la ciudad.
—¿Y cómo le haces para bajarte? ¿Te avientas al vacío? —dijo don Rogelio en tono de
broma.
—Solo le dices que te quieres bajar. Le indicas a dónde vas y el unicabina se detiene en la
estación que te quede más cerca, o en la que le indiques. Antes las estaciones eran grandes,
con mucha gente. Ahora son muy pequeñas, pero hay muchas. No más de tres o cuatro per-

— 476 —
RELACIÓN PRIMORDIAL

sonas. Los unicabina son muy inteligentes. Si le dices a dónde quieres ir, él mismo te lleva
por la mejor ruta, a la máxima velocidad, y te deja donde más cerca estés del lugar a donde
vas.
—¿Y si ya te subiste y vas muy lejos? ¿Ya te amolaste?
—No, para nada. Al unicabina lo llamas usando tu celular a cualquier hora, en cualquier
lugar. Cuando llegas a la estación, solo se detendrá a recogerte el unicabina que sepa que te
podrá llevar directo y rápido a donde vayas. Los demás no se detendrán por ti.
—¿Y tienes que esperar mucho tiempo?
—Máximo unos cinco minutos —respondió José Alberto, con calma.
—¡Eso no es nada!
—Bueno, depende a quién le preguntes. En la Ciudad de México, cinco minutos, es mu-
cho tiempo.
—¿Y esos también viajan en anillos? —preguntó don Rogelio.
—No tanto. El sistema de monorrieles corre por debajo de los anillos, pero también circu-
la por todas partes. Es como varias telarañas, unas más arriba que las otras. No solo te pue-
des cambiar de anillo, también te puedes cambiar de nivel. Incluso algunas corren por subte-
rráneos, junto con la antigua línea del metro.
—Uy, ¡el metro! Ya ni mi acordaba. ¿Qué fue de eso? ¿Todavía funciona?
—Todavía sigue en operación, pero ya casi nadie lo usa. Es mucho más rápido por unica-
bina o incluso en tu propio auto.
—¿Es más rápido en auto? —preguntó don Rogelio sorprendido.
—Sí. De hecho en un momento más lo verás. Los campos de cultivo están al otro lado de
la ciudad. Llegaremos allá en unos veinte minutos.
Sin que don Rogelio se diera cuenta, José Alberto tomó una de las rampas para abordar el
sistema de anillos aéreos. Sin detenerse, ingresó al anillo y ambos dejaron la ciudad abajo de
ellos. La velocidad del auto de José Alfredo rápidamente aumentó hasta 190 kilómetros por
hora, pero la alta calidad de la carretera periférica, aunado a la suspensión dinámica del
vehículo, hacía que la velocidad no se sintiera.
—A la madre, y ¿así van todos de rápido? —exclamó don Rogelio
—Nombre. A mí me gusta manejar despacio. Mira, ahí van unos más rápido que nosotros
—respondió José Alberto, al tiempo que tres vehículos los rebasaban con rapidez.
En menos de veinte minutos llegaron al extremo opuesto de la Ciudad de México. A lo le-
jos se comenzaron a ver un par de edificios altos, blancos, y sin ventanas.

— 477 —
SEGUNDA PARTE

—Mira, ¡aquellos edificios no tienen ventanas! ¿Sabes para qué son? —preguntó don Ro-
gelio.
—Hacia allá vamos. Lo veras ahora que lleguemos.
Don Rogelio contempló los edificios que parecían hacerse cada vez más grandes confor-
me se acercaban rápidamente a ellos. Eran bastante altos y parecían gemelos. Ambos eran
como rascacielos, pero sin ventanas. Su forma rectangular los hacía parecer un par de monu-
mentos en forma de torres.
—¿Qué es eso? —pregunto don Rogelio con mucha curiosidad.
—No te voy a decir —contestó José Alberto, con una leve sonrisa.
—¿Allí es donde vives ahora? Qué feos están. No tienen ni ventanas. Pobres. Están siem-
pre tan ocupados aquí en la Ciudad de México que ya ni ventanas necesitan. Seguramente
llegan a su casa solamente a dormir.
—Algo hay de eso —respondió José Alberto, todavía con una leve sonrisa dibujada en el
rostro. —Me la paso allí todo el día y parte de la noche, así que podría decir que allí vivo.
—Pues ¿qué tanto hacen allí?
—Ya te dije que no te lo voy a decir. No comas ansias. Espera y lo verás —respondió José
Alberto con cariño.
El día se aproximaba a su fin y, al acercarse a los edificios, don Rogelio pudo alcanzar a
ver unas pequeñas luces rojas en las esquinas de la azotea de cada uno de los enormes edifi-
cios. Aparte de eso, no parecían tener ninguna otra luz, o ninguna otra ventana. Eran muy al-
tos. Quizá de más de 50 pisos de alto.
Llegaron hasta el estacionamiento en el sótano de uno de ellos. No se veía muchas perso-
nas por allí cerca. De hecho, no parecía haber nadie allí.
—Esto no es un centro comercial —dijo don Rogelio. —Aquí no hay nadie. Tampoco es
un edificio de apartamentos, ¿verdad?
—No, no es un centro comercial, ni ningún edificio de departamentos —contestó José Al-
berto con una amplia sonrisa, tratando de contener la risa al ver la expresión de su padre don
Rogelio. —Vamos, acompáñame al interior.
Caminaron por el estacionamiento, iluminado por luz artificial, hacia lo que parecía ser un
elevador. Entraron y don Rogelio notó que no había ningún botón, y las paredes del elevador
eran de vidrio. Se podían ver los mecanismos entre los cristales y la pared de concreto que
albergaba al elevador, que parecía estar en su nivel más bajo. Las puertas se cerraron y el
elevador comenzó a subir. Al cabo de unos tres o cuatro pisos de altura, de repente todo el
exterior del elevador se iluminó con una extraña luz azulosa y don Rogelio pudo contemplar
lo que parecía ser una serie interminable de columnas no más gruesas que una cubeta y que
parecían llegar hasta el infinito de altura.

— 478 —
RELACIÓN PRIMORDIAL

Las columnas, cilíndricas, estaban forradas de plantas. Había plantas de muchas varieda-
des. Don Rogelio pudo distinguir hortalizas, como zanahoria, cebolla, rábanos y algunas
otras. Las columnas parecían no tener entre ellas una distancia mayor a un metro. Quien qui-
siera caminar por entre ellas, seguramente sentiría que estaba caminando entre un bosque
densamente lleno de enormes árboles de 50 pisos de altura, solo que estos árboles no tenían
corteza, sino muchas plantas que estaban colocadas en algo que parecían macetas, o más
bien nidos.
A pesar de estar tan cerca, entre las columnas había unos tubos igualmente rectos y verti-
cales, parecidos a lo que usan los bomberos para descender. A lo largo de esos tubos, en lu-
gar de bomberos, se deslizaban hacia arriba y hacia abajo, unos robots que tenían varios bra-
zos y cajas con plantas y otras cosas alrededor de ellos. Parecían como muñecos, con mu-
chos brazos, sin piernas, con macetas y herramienta alrededor de la cintura. Se desplazaban a
lo largo de los tubos y giraban también alrededor de ellos para trabajar en las tres columnas
que tenían a su alrededor.
—¿Qué son esas máquinas?
—Son los robots de cultivo, aunque no solo se encargan del cultivo, también se encargan
de la siembra y la cosecha. Ellos hacen todo. Plantan, cuidan y cosechan las plantas. Tam-
bién las curan cuando se enferman y les administran nutrientes y los medicamentos que ne-
cesite cada una.
—¿Cada una? ¿Cómo que “cada una”?
—Cada robot de cultivo puede comunicarse con cada una de las plantas de forma indivi-
dual. Básicamente, “platica con ellas” y así sabe qué es lo que necesita cada una.
—A la madre Alberto. ¿Cómo se comunican? —preguntó don Rogelio con rostro serio,
sabiendo que su hijo no estaba bromeando. —Aquí debe haber miles de plantas. ¿A cada una
la atienden? Esto está bien para campo experimental, pero debe ser carísimo…
—En realidad es todo lo contrario —interrumpió José Alberto a su padre. —Además de
tener porcentajes de germinación superiores al 99%, el porcentaje de rendimiento es superior
a eso. Básicamente todas las plantas que germinan llegan a ser empacadas. La cosecha se
realiza las 24 horas del día, al igual que el cultivo y la siembra. Los robots constantemente
están sembrando, cultivando y cosechando. Al proporcionar a cada planta solo lo que necesi-
ta, y solamente eso, el costo por tonelada de producto es más bajo que en el rancho. La mano
de obra también es mucho menor, ya que todo lo realizan los robots. El espacio de terreno
también es mucho menor. Este edificio equivale a más de 300 hectáreas de producción regu-
lar, pero solamente ocupa 5,000 metros cuadrados de terreno, es decir, menos de dos milési-
mas de terreno.
—Pero, ¿cómo se comunican con ellas? —Insistió don Rogelio, quien estaba más preocu-
pado por eso, que por los costos de producción de estas nuevas disque “parcelas”.

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SEGUNDA PARTE

—Se comunican por medio de algo parecido a las frecuencias electroencefálicas —expli-
có José Alberto. —De hecho, las frecuencias de comunicación de las plantas son muy pareci-
das a las de la neurotransmisión del cerebro humano. Cada robot de cultivo está equipado
con un transmisor y un receptor que opera en esas frecuencias. Las recibe, las interpreta, y
las responde. Es básicamente una conversación entre el robot y cada planta. Así es como el
robot sabe si a la planta le faltan nutrientes, o luz, o temperatura, o humedad del aire, o algu-
na otra cosa.
—Hablan con ellas… —dijo don Rogelio lentamente como imaginando cómo se haría
eso, y pensándolo en voz alta.
—Bueno, tanto como “hablar” no, pero sí existe comunicación.
—¿Eso lo descubrieron ustedes aquí?
—En realidad no. No es ni siquiera nuevo. Desde los descubrimientos hechos por Backs-
ter en los años 60, hasta ahora, se han hecho muchos avances en México. Básicamente lo
único que hicimos fue encontrar patrones estándar y los repetimos por medio de la automati-
zación en un robot, utilizando algo de inteligencia artificial básica.
Mientras José Alberto hablaba, don Rogelio no podía dejar de mirar a su alrededor. Había,
quizá, cientos de miles de plantas en ese lugar, y quizá cientos de robots. Conforme el eleva-
dor continuaba su ascenso, don Rogelio acercó el rostro a la pared de cristal tratando de ver
dónde terminaban aquellas columnas allá, a lo alto. No lograba verlo.
—¿Llegan hasta el techo? —preguntó don Rogelio.
—No. Pero casi. Los últimos pisos son los de mantenimiento e ingeniería.
De repente, a media altura del edificio, el elevador se detuvo y se abrió la puerta. Ante
ellos estaban unas oficinas con algunas personas. Había escritorios, computadoras, y todo lo
que una oficina normalmente tiene.
—Este es el centro de control
—¿Desde aquí controlan todo este invernadero experimental?
—Es un invernadero, pero no es experimental. Esto es una granja hortícola de producción
industrial regular.
—¿Granja hortícola experimental?
—No, no es experimental. Pero es muy nueva. Es la cuarta torre de esta clase. Hay otras
dos en Guadalajara, solo que allá siembran otras cosas. Aquellas fueron las primeras. Estas
son más nuevas y más grandes. Aunque, hay otras dos que se están construyendo en Monte-
rrey, que son el doble de altas que estas.
—¿Entonces no son experimentos lo que hacen aquí?

— 480 —
RELACIÓN PRIMORDIAL

—No. Aquí es donde está mi “parcela”. Parte de esta producción es mía. Este es mi ran-
cho. No todo, pero aproximadamente la cuarta parte es mía. El resto es de otros agricultores.
—Suena como si fuera una comuna agrícola.
—Algo así, aunque no del todo. Pago un servicio de mantenimiento por la cantidad de ni-
dos que ocupo. Yo soy dueño de lo que siembro y de lo que cosecho, pero otras personas son
las dueñas del edificio y ese es su negocio.
—Acomodar las cosas de esta forma sí que ahorra espacio. Pero, el agua, ¿de dónde la
sacan? No miro aspersores por ningún lado. ¿Riegan por goteo? No me digas que ya ni agua
usan.
—Usamos agua, pero no por goteo. Lo que ya no usamos es tierra. Ven, te mostraré.
José Alberto condujo a su padre de regreso hacia el ascensor y este comenzó a descender
hasta el primero piso. Todo se oscureció desde que llegaron al nivel del tercer piso. Cuando
las puertas del ascensor se abrieron, una luz ambarina les iluminó la habitación dejando ver,
ante ellos, enormes muros de cristal. Los muros de cristal dejaban ver especies de peces na-
dando al otro lado, en semioscuridad. Parecía como si estuvieran en un gran centro acuático.
—Acuicultura —dijo don Rogelio con voz queda y casi boquiabierto.
—Así es. Acuicultura combinada con hidroponia y automatización, en todo su esplendor.
El agua se recicla prácticamente en su totalidad. Por eso el edificio está herméticamente ce-
rrado con una presión atmosférica levemente negativa con respecto al exterior. De esa forma,
nada de vapor de agua sale del edificio. Estos peces limpian el agua. Lo que las plantas dese-
chan, es comida para estos peces,
—...y lo que estos peces desechan es comida para las plantas —dijeron ambos al unísono,
abrazándose por el hombro.
Don Rogelio no cabía en sí mismo de la emoción. Como agricultor, él mismo ya había es-
tudiado un poco esa tecnología, pero no se había imaginado combinarla con la automatiza-
ción, ni mucho menos con la comunicación primordial con las plantas. De esta última en rea-
lidad ni siquiera había escuchado. Tampoco sabía que en México ya estuvieran tan adelanta-
dos como para que ya se estuvieran construyendo centros de ese tipo en distintas ciudades.
La combinación de todas esas tecnologías hacía posible que en México se hicieran cosas
como esas, que más parecían un sueño fantástico del futuro, realizado en algún otro lugar.
Pero no era así. Era en el presente y era en México en donde la gente parecía estar férrea-
mente decidida a llevar a nivel industrial toda la tecnología que en otras partes apenas estaba
en una etapa experimental.
—Veo que usan agua, ahora entiendo. Pero también dices que no usan tierra. ¿Qué hay en
las macetas entonces? ¿Arena? —preguntó don Rogelio muy interesado en saber más de
todo aquello.

— 481 —
SEGUNDA PARTE

—Bueno, no realmente. Eso depende de la planta que esté sembrada en cada “maceta”.
Aquí no les decimos macetas, sino nidos. y lo que hay en ellos en ocasiones es solamente
agua, o fibras, o arena. El material que usamos es inerte, y se usa básicamente por sus pro-
piedades mecánicas, más que por sus propiedades nutritivas, como sucede en el rancho. Los
peces aportan parte de los nutrientes a través del agua, y el resto los suministra el robot de
cultivo, según lo necesite cada planta. En aquella sección de allá —agregó José Alberto,
apuntando hacia un grupo de columnas que estaban más al fondo— se cultivan tomates, y
esos usan sustratos de fibras inertes de coco, por acá hay rábanos, y esos utilizan solamente
agua.
—¿Pero cómo logran hacer eso? —preguntó don Rogelio, sabiendo que los rábanos no se
desarrollan en el agua, como si fueran lirios acuáticos.
—¿Quieres verlo de cerca? —preguntó José Alberto a su padre, lanzándole una mirada
traviesa.
—Dale, vamos.
Ambos se dirigieron al elevador, que los llevó hasta lo más alto del edificio, a las áreas de
ingeniería y mantenimiento. En los vestidores, se pusieron unos trajes que parecían como
para ir al espacio, solo que mucho más ligeros.
—Ah Chihuahua, siento como si fuéramos a ir a la luna —dijo don Rogelio en tono de
broma.
—En el invernadero la presión barométrica es menor y el ambiente tiene una humedad
controlada. Si no nos ponemos estos trajes nos dolerán los oídos cuando entremos, y luego
empezaremos a sudar como caballos. Estos trajes nos protegerán a nosotros, y a las plantas
también. Además, traen unos sensores de seguridad que los robots detectan cuando nos apro-
ximamos a ellos. De esa forma ellos sabrán dónde estamos y no se nos acercarán para evitar
golpearnos con alguno de sus brazos accidentalmente.
—Oh, pensé que eran inteligentes —dijo don Rogelio en tono de broma.
—Lo son, pero están programados para comunicarse con las plantas y entre ellos mismos,
no con los humanos —contestó José Alberto, al tiempo que ingresaban a una cabina con as-
persores.
—¿Y este baño para qué es? —preguntó don Rogelio con curiosidad legítima.
—La humedad dentro del invernadero se condensará sobre la superficie de los trajes y es-
currirá hacia los acuarios por medio del sistema de alcantarillado. Si no nos bañamos antes
de entrar, ponemos en riesgo la vida de los acuarios al traer gérmenes de la ciudad hacia el
interior de este lugar.
Al decir esto último, los aspersores se detuvieron y enseguida se abrió una puerta desli-
zante, permitiéndole a ambos el libre acceso al interior del invernadero, en donde estaban las

— 482 —
RELACIÓN PRIMORDIAL

columnas y los robots. Don Rogelio dio un primer paso hacia el interior de aquel inmenso lu-
gar iluminado con esa extraña luz azul que le daba a todo eso una atmósfera futurista. Como
algo que estaba sucediendo en algún lejano y solitario planeta, y no en plena Ciudad de Mé-
xico.
—¿Siempre están encendidas esas luces azules? —preguntó don Rogelio mientras avan-
zaba lentamente, como si realmente caminara sobre la luna.
—Sí. Siempre están encendidas. Pero no siempre son azules. El color cambia según el
efecto que busquemos. Distintos tonos de luz producen diferentes efectos en las plantas.
Pero, por lo general, todos los tonos son azulados, aunque en algunas ocasiones llegan a usar
tonos rojizos.
—¿Por qué no usan ventanas? ¿No sería más barato?
—En realidad sería más caro. Durante el día de todas formas tendríamos que usar filtros
para obtener el tono de luz más adecuado para las plantas. Y durante la noche… pues ni se
diga.
Finalmente llegaron hasta donde estaban las columnas con rábanos. Don Rogelio las reco-
noció inmediatamente. Era un agricultor consumado, y sabía reconocer muchas variedades
de plantas. Al acercarse a una de ellas, observó el nido en el que estaba con cuidado y pudo
notar que, en efecto, no tenía tierra. Tampoco tenía ningún tipo de fibra o arena que sostuvie-
ra a la planta. La plantita de rábano estaba sujetada con un collarín por medio del tallo. El
collar parecía más bien un salvavidas, porque flotaba en el agua, mientras la plantita de rá-
bano se sujetaba a él por medio de las hojas y las ramitas.
—Conque así es como le hacen para que no se hundan. Pero cómo le hacen para…
José Alberto lo interrumpió con una señal y le indicó que siguiera viendo lo que iba a su-
ceder. Después de unos segundos, el nivel del agua dentro del nido disminuyó y el salvavidas
quedo varado sobre unas protuberancias de las paredes internas del nido. El agua continuó
descendiendo de nivel hasta que dejó el rábano totalmente descubierto y expuesto al aire li-
bre. Unos segundos más y el agua volvió a subir de nivel, sumergiendo el rábano en agua, y
elevando la planta completa por medio de su salvavidas. Don Rogelio elevó la mirada para
ver las demás plantas en las columnas cercanas y vio cómo todas tenían un leve movimiento
de subir y bajar, que no era perceptible desde el elevador.
—Ahora entiendo. Bombean el agua hacia adentro y hacia afuera del nido para darle a las
plantas la oportunidad de respirar —comentó don Rogelio convencido.
—No exactamente. El agua se bombea a sí misma por efecto de sifonación natural. En
realidad, las bombas de agua solamente la elevan desde el acuario hasta la parte superior de
las columnas, 200 metros arriba de nosotros. Los sifones pasivos hacen todo lo demás. Tener
una bomba por cada nido sería muy costoso. En cambio, de esta forma, con un solo par de
bombas grandes, le suministramos el agua a cada planta.

— 483 —
SEGUNDA PARTE

—Sabes, creo que todo esto me abrió el apetito. Ahora sí podemos ir a comer —dijo don
Rogelio con una gran sonrisa.
—Querrás decir a cenar. Son las ocho de la noche.
—¡Las ocho! ¡A la madre! ¡Vámonos ya! —dijo don Rogelio haciendo un ademán a su
hijo para que se apuraran.
Se dirigieron a los vestidores y mientras descendían en el elevador, don Rogelio comentó:
—Sabes, todo esto es impresionante. Es emocionante. Muchas veces soñé con una parcela
donde solamente trabajaran máquinas. Tu abuelo trabajaba como un burro, y creo que yo
también trabajé como un burro cuando era pequeño. Luego crecí y estudié agricultura. En-
tendí que el rancho debía ser trabajado por máquinas y no por gente. Solo así podría producir
más. No había otra forma. Pero todo esto que ahora estás tú haciendo deja atrás todo lo que
yo alguna vez me pude imaginar. Yo siempre me imaginé tractores, máquinas mecánicas an-
dando por entre los surcos, bandas transportadoras por aquí y por allá, como las que tenemos
en el rancho. Pero tú… ¡solo mira todo esto! Es increíble. Mientras en el rancho seguimos
hablando de hectáreas de producción ustedes ya saltaron todo eso y solo hablan de toneladas
de producción. Ya no hay hectáreas. No hay tierra. Nosotros seguimos hablando de derechos
de riego, y ustedes si apenas usan agua. Nosotros seguimos tratando de detener que la tierra
se use para construir casas y ustedes hicieron todo esto, sin ningún problema, en medio de la
ciudad más poblada del mundo.
—Bueno, tanto como eso de “sin ningún problema”… —quiso interrumpir José Alfredo.
—Sé que han tenido problemas. Pero no me refiero a eso. Me refiero a que ustedes han
encontrado ya la forma de cómo producir alimentos sin los obstáculos insalvables que tene-
mos todavía las personas que nos dedicamos a producir como lo hacemos en el rancho. Para
ustedes el tipo de tierra ya no es un problema. El agua tampoco. El uso del suelo tampoco.
Ni siquiera la mano de obra es un problema para ustedes. Sus problemas son otros. Imagino
que vendrán tus nietos algún día y verán lo que has hecho, y te verán como ahora tú ves lo
que tu abuelo hizo. Como algo muy primitivo, que se hacía de la forma más difícil posible.
—En verdad yo nunca pensé eso de mi abuelo, papá. Siempre lo vi trabajando, sembran-
do. Nunca lo escuché quejarse. No hablaba mucho, pero de él aprendí a disfrutar las tardes
en el campo, oliendo los aromas de la tierra húmeda y las parcelas sembradas. Era una rela-
ción íntima con la naturaleza que la ciudad estaba provocando que se perdiera. Ahora, con
esto, la producción agrícola no tiene por qué ser un obstáculo para que podamos volver a dis-
frutar el campo como lo hacía mi abuelo después de trabajar. No tenemos por qué perder
aquella relación que él tenía con la naturaleza, aquella relación primordial sin la cual no po-
demos seguir existiendo los seres humanos.
Don Rogelio no pudo decir nada ante aquellas palabras. Miró a su hijo con una leve sonri-
sa y asintiendo levemente desvió la mirada a las luces de la ciudad. Ambos, padre e hijo, no
dijeron más durante un buen rato, mientras el vehículo los llevaba en silencio de vuelta a la

— 484 —
RELACIÓN PRIMORDIAL

ciudad a lo largo de la autopista aérea. Los esperaba una cena como nunca la habían tenido.
Una cena que marcaba el final de un día, que a su vez había marcado la concientización del
principio de un nuevo futuro para ambos y para todas las generaciones por venir.

— 485 —
SEGUNDA PARTE

Amor en el Asiento del Auto

—¿Apago todas las luces ingeniero?— preguntó don Raúl, el viejo y fornido jefe del ta-
ller.
—Sí, por favor Raúl. Apaga todo y cierra la reja, nos vemos mañana— contestó Alfredo
Rodríguez, el dueño del taller.
—Bueno, hasta mañana. Descanse.
—Gracias Raúl. Igualmente. Descansa. Nos vemos mañana.
Para todos los que trabajaban en el taller, aquel había sido un día más o menos normal.
Los ocho mecánicos trabajaron tranquilamente como la mayoría de los días. Raúl, el jefe del
taller, recibió dos clientes quienes dejaron sus autos para recogerlos al día siguiente. Llega-
ron otros dos más, pero Raúl no los recibió. Así era él. No le gustaba tener muchos autos en
espera de ser reparados. El Taller Rodríguez era conocido por su calidad en el trabajo y por
sostener su palabra en los tiempos de entrega.
Gracias a que las marcas mexicanas de autos se esmeraban en proporcionar información
completa a los talleres mecánicos, estos podían realizar sus diagnósticos con mucha preci-
sión y celeridad. No había detalles que no se publicaran por Internet. Incluso los programas
de las distintas computadoras que controlan los vehículos estaban disponibles por Internet a
cualquiera que los requiriera.
Era obligación de las marcas de autos proporcionar la información gratuitamente a todo el
que la solicitara, así que se esmeraban en competir entre sí por dar un mejor servicio. Des-
afortunadamente las marcas extranjeras no tenían la misma obligación. Por eso el Taller Ro-
dríguez se especializaba en atender solamente marcas mexicanas. Esa decisión la había to-
mado Alfredo desde hacía algunos años y no se había arrepentido de ello.
—Al fin en calma— pensó Alfredo. Se puso de pie y recorrió el espacio entre su escrito-
rio y la amplia ventana que daba hacia el patio del taller.
Desde el segundo piso en el que estaba normalmente podía ver todo el taller, pero esta vez
no. Todo estaba a oscuras. Solo alcanzaba a ver algunas pantallas de computadoras encendi-
das y luces de los diversos sistemas de control y diagnóstico. Pero no necesitaba verlo. Lo
había visto muchas veces. Él mismo había diseñado la distribución del taller. Con su mente,
podía visualizar las bahías de trabajo de cada uno de los mecánicos, los extensos gabinetes
de herramientas, las computadoras de diagnóstico y los robots de asistencia mecánica y diag-
nóstico. Todo estaba en calma. El silencio sería total si el robot de limpieza no estuviera tra-
bajando, pero aun así todo se escuchaba en calma.

— 487 —
SEGUNDA PARTE

Para Alfredo ese no era un día normal. Al día siguiente acudiría al Banco de México a en-
tregar un plan de negocio en donde proponía la construcción de una planta industrial para fa-
bricar un auto nuevo, con una marca nueva. Ese había sido el sueño del ingeniero Alfredo
Rodríguez durante toda su vida. A sus 35 años sentía que ya era tiempo de actuar. Tenía más
de 10 años de haber fundado ese taller y se sentía orgulloso de eso.
Ese taller era su obra maestra. No le pedía nada a una fábrica de autos nuevos. En su ta-
ller, Alfredo tenía la más avanzada tecnología para desarmar un auto completamente y vol-
verlo a armar. Cada tornillo, cada cordón de soldadura, cada circuito electrónico. Incluso les
hacía mejoras a los sistemas de navegación inteligente y a los sistemas de diagnóstico. Todo
eso estaba bien. Pero para Alfredo no era suficiente. Su sueño estaba más allá de todo eso.
Pero no era fácil. Conseguir el dinero era lo de menos. El Banco de México rara vez re-
chazaba una solicitud de financiamiento para una empresa nueva. Eso no le preocupaba. Lo
que le preocupaba era la competencia. Había mucha competencia. Había muchos hombres y
mujeres en México que buscaban lo mismo. Además, había más de nueve marcas mexicanas
respaldadas por un ejército de ingenieros que todos los días se esforzaban por implementar
mejoras en los vehículos. La oficina de patentes estaba repleta de millones de patentes mexi-
canas por mejoras a los vehículos.
El Banco de México se basaba en el impacto social para medir el interés que cobraba. Si
el impacto era bueno y fuerte, podías esperar un buen interés negativo. Si tu idea era de poco
impacto, no podías esperar mucho. Quizá un interés de cero si te iba bien. Pero si ya había
créditos otorgados basados en la misma idea, el banco incluso podía decidir cobrarte interés
positivo. Eso era malo, muy malo.
Nadie quería que le otorgaran un interés positivo, por muy bajo que fuera el porcentaje.
Lo mejor era que te prestaran dinero con interés negativo. No solamente pagabas menos de
lo que te prestaban, sino que el nivel de negatividad del interés era un excelente indicador
para saber si tu idea tendría buena oportunidad de vender producto. Al final de cuentas se
trataba de eso. Que tu idea te diera un muy buen negocio, y a la sociedad un muy buen bene-
ficio.
—Bien, aquí voy— se dijo Alfredo aquella mañana mientras atravesaba el enorme recibi-
dor del Banco de México. Solo ingresar a aquel edificio ya era intimidante. Los enormes mu-
ros de mármol y los gigantescos ventanales que daban a patios hermosísimos rezumaban po-
der. Era evidente que allí se tomaban las decisiones más importantes para el avance de uno
de los países más poderosos del planeta. Ese edificio representaba la suma de todo el poder
de un país entero.
Alfredo cruzó el recibidor y subió por las escaleras de cristal automáticas que llevaban al
quinto piso.

— 488 —
AMOR EN EL ASIENTO DEL AUTO

—Hola ingeniero Rodríguez, pase por favor— dijo una hermosa asistente, mientras le in-
dicaba la puerta de la sala de reuniones en donde lo atenderían. Lo acompañó hasta la sala y
le ofreció un asiento.
—¿Desea algo de tomar?
—Sí, por favor, algo de agua.
Alfredo apenas podía contener su nerviosismo. La idea de que le ofrecieran un crédito con
interés positivo lo aterraba. Tenía que ser negativo. Tenía que serlo.
Meses antes, Alfredo había notado algo en su taller. Los autos mexicanos eran excelentes.
No solo fallaban muy rara vez, sino que eran sencillísimos de desarmar y de armar. Era como
si los hubieran diseñado para ser reparados en un instante. Los autos japoneses eran todo lo
contrario. Cambiarles una bomba de aceite podía ser una labor de todo un día. Nada compa-
rable a los autos mexicanos a quienes reemplazarles la bomba era igual de tardado que cam-
biarles el filtro del aceite. No solo era rapidísimo, sino que cualquiera podía hacerlo.
Eran realmente excelentes, pero tenían una debilidad. Su sistema de suspensión había sido
diseñado desde hacía años y por alguna extraña razón las marcas mexicanas no habían pues-
to atención en que se estaban quedando rezagados en ese aspecto. Era como si todas las mar-
cas estuvieran compitiendo por ver quién hacía los autos más inteligentes, más seguros, más
económicos, más reciclables.
Las carreteras en México habían sido un desastre años atrás y las suspensiones de los au-
tos todavía se diseñaban como si las carreteras estuvieran en aquellas lamentables condicio-
nes. Las carreteras ahora tenían normalmente límites mínimos de velocidad de 130 kilóme-
tros por hora así que los vehículos viajaban a 180 kilómetros por hora o más. Las suspensio-
nes estaban obsoletas. Requerían un diseño nuevo que les permitiera estabilizar el auto a esas
velocidades para superar la seguridad de los pasajeros y para poder alcanzar todavía más ve-
locidad. Alfredo se había dado cuenta de eso en su taller.
Muchos de sus clientes llegaban allí para que la suspensión de sus vehículos fuera modifi-
cada usando el diseño de Alfredo. Había patentado su idea y la oficina de patentes le había
dado muy buen dinero por eso, y la patente estaba disponible para que cualquiera la explota-
ra gratuitamente, pero por alguna razón a nadie pareció importarle. Las marcas seguían pro-
duciendo las suspensiones usando los mismos diseños desde hacía muchos años. Quizá no lo
habían notado, pero eso tenía un valor social muy claro. Alfredo lo sabía y estaba dispuesto a
aprovechar esa oportunidad.
Con su nueva suspensión los autos podrían viajar a más de 200 kilómetros por hora sin
ningún problema. La suspensión inteligente reaccionaría a esas velocidades produciendo una
sensación firme y a la vez suave y segura para los pasajeros.

— 489 —
SEGUNDA PARTE

—Buenas tardes ingeniero, perdón por hacerlo esperar— dijo un ejecutivo al ingresar al
salón de reuniones, haciendo que Alfredo despertara de sus cavilaciones. Alfredo se puso de
pie y saludó al ejecutivo.
—No se preocupe, tengo todo el tiempo del mundo— dijo Alfredo sin atinar a decir algo
mejor.
—Mi nombre es Enrique Jiménez. Por favor tome asiento. ¿Le ofreció Marina algo de to-
mar? ¿Todo bien?
—Sí, gracias. Todo bien.
—Bien ingeniero. Me turnaron su caso para analizarlo y creo que le tengo noticias que le
interesarán.
¿Interesarán? ¿Cómo que “interesarán”? Eso no era bueno. Debería haber dicho algo
como “noticias que le gustarán”, “noticias que le encantarán”, “excelentes noticias”, pero no
había dicho nada de eso. Solo dijo “le interesarán”. Alfredo sintió que lo invadía el desáni-
mo. Conocía el significado de aquel lenguaje. Los ejecutivos del banco siempre eran muy
profesionales, pero no podían evitar dejar ver sus intenciones en las palabras que usaban. Al-
fredo solo se sentó a escuchar el resto, aunque ya sabía en qué terminaría aquello.
Aquel ejecutivo había sido muy cordial. Cuando dejó de hablar, Alfredo se puso de pie y
estrechando su mano le extendió una sonrisa forzada, le agradeció sus atenciones y se apre-
suró a salir de aquel lugar. No podía entender qué había sucedido. ¡Un +4.3 por ciento de in-
terés era algo totalmente inaceptable! ¡Diez años antes eso hubiera sido una muy buena noti-
cia, pero no ahora! ¿Por qué positivo? ¿Por qué tan alto? Debía haber algún error. Solicitaría
una segunda revisión a la Comisión Bancaria de la Oficina de Impacto Social.
Un mes después, Alfredo estaba en su oficina cuando Lorena, su asistente, se acercó para
avisarle que había recibido una notificación de la Oficina de Impacto Social.
—¿Se la reenvío ingeniero?
—Sí, por favor pásamela para revisarla.
La nota era breve y no decía nada que Alfredo no esperara ya. La Comisión explicaba en
la nota que el interés cobrado por el Banco de México era correcto y que se debía a que ya
existían 17 propuestas de negocio previas que abordaban la misma característica en los au-
tos. Alfredo leyó la nota varias veces como un autómata.
En los anexos de la nota venía una lista de los créditos otorgados, los montos, las fechas,
los beneficiarios y los intereses en cada caso, además de ligas en donde podías consultar el
estatus en el que se encontraba cada proyecto en particular y el nombre del oficial responsa-
ble de darle seguimiento. Todo eso era información pública. El interés cobrado al primer cré-
dito era de -14.28%, el segundo de -10.11% y así sucesivamente, hasta el último, que se ha-
bía otorgado 4 meses antes y se le había cobrado un interés del +4.0%.

— 490 —
AMOR EN EL ASIENTO DEL AUTO

La competencia era agresiva en México. Los primeros y con mejor impacto social eran fa-
vorecidos con intereses negativos más elevados. Conforme el mercado se saturaba del mis-
mo producto, los intereses negativos iban reduciéndose para los proyectos subsecuentes has-
ta hacerse positivos.
Alfredo había llegado en decimoséptimo lugar. ¿Qué podía esperar sino un interés positi-
vo? Consultó algunas de las ligas que le ofrecieron y vio cómo algunos de los proyectos ya
estaban en etapa de construcción de prototipos. Uno de los primeros incluso ya había realiza-
do pruebas de carretera.
Alfredo se sintió apático durante semanas. Sus amistades y familiares le preguntaban por
su proyecto y él se negaba a hablar del asunto. Las cosas en el taller iban muy bien. Al me-
nos le quedaba esa satisfacción. Ese taller era su marca, esos eran sus autos,… no, no lo eran.
¿A quién estaba tratando de engañar? Su taller era su orgullo, pero no era su sueño. Alfredo
quería algo más. Siempre había soñado con tener su propia marca.
Tenía que ocurrírsele algo. ¿Pero qué? ¿Qué cosa novedosa podría agregarles a los autos
mexicanos y que además fuera de beneficio social? Allí estaba la clave para obtener un buen
crédito negativo: el beneficio social. Pudo haber aceptado el crédito que el Banco de México
le ofrecía, pero hubiera tenido que competir contra todos los que iban adelante de él. Algu-
nos ya eran marcas famosas. Alfredo no quería arriesgarse a eso. Un interés positivo es algo
muy arriesgado. Tienes que pagar todo lo que te presten y todavía más. No. Tenía que haber
algo mejor.
¿Qué tal un auto inteligente? No, ya había varios de esos. La marca NGM (Nueva Gene-
ración Mexicana) tenía dos modelos de esos. ¿Qué tal uno eléctrico de largo alcance? No,
tampoco. Los Espinosa ya habían sacado su modelo Delicias y anunciaban ya el Estepa, uno
de más largo alcance todavía. Más de 2200 kilómetros de alcance con una sola recarga no es-
taba nada mal.
¿Qué tal un camión de carga, pero de lujo? La marca Dina sacó modelos muy buenos des-
de que resurgió de las cenizas. Su modelo Serrano D4000 era insuperable. Era tan cómodo
que parecía una oficina, y además era multicombustible, con transmisión automática inteli-
gente, diferenciales mextersen de patente mexicana que modifican su relación de fuerza au-
tomáticamente y, por si fuera poco, no solo tenían suspensión neumática en el chasis, sino
también en la cabina. Algunos salían con opción de piloto automático y todos eran reprogra-
mables por medio de una tableta o el teléfono celular. ¿Qué se les podía mejorar?
Tendría que haber algo por ahí, pero por el momento no se le ocurría nada. ¿Qué tal uno
que contaminara menos? No, tampoco. Ya había muchos proyectos de esos. Además, dentro
de unos años ya ni siquiera usarían hidrocarburos los autos. Todas las 9 marcas mexicanas
lanzarían sus modelos eléctricos inteligentes el año siguiente. Esos autos ya no parecían au-
tos. Parecían más bien asistentes. ¡Les podías llamar por teléfono y pedirles que fueran a re-
coger a tus hijos a la escuela! Ni siquiera tenías que preocuparte porque tuvieran suficiente
carga. Ellos solos decidían si debían ir a recargarse o no, y si decidían hacerlo, no necesita-

— 491 —
SEGUNDA PARTE

ban asistencia de ningún ser humano. Tú podías ver en tu celular en dónde se encontraban
siempre y si calculaban algún retraso ellos mismos te llamaban para decirte que se demora-
rían.
¿Qué tal uno con radar? Eso reduciría los accidentes en las calles. No. Eso tampoco. Ya
había varios autos con sistema de detección. La NGM tenía sus modelos de rescate que de-
tectaban señales vitales y con eso también evitaban atropellamientos. Era famoso el caso de
Kumpel, un perrito que cruzó la ciudad entera para llevar comida a unos cachorros abando-
nados sin que lo atropellaran, gracias al sistema de detección y reconocimiento visual con el
que están equipados varios modelos mexicanos.
Alfredo dejó pasar más días. Algo se le tenía que ocurrir. Sabía que igual que él, había
muchos mexicanos pensando algo similar. Producir automóviles era algo que prácticamente
todos podían hacer. La competencia era dura, pero no todos tenían el talento que él tenía ni
su experiencia ni su persistencia. Siguió pensando.
Un día se le ocurrió algo. ¿Qué tal si eliminaba el volante? Los aviones solo requerían de
una palanca y con eso era suficiente y seguro. ¿Por qué no reemplazar el volante por una pa-
lanca? La palanca podría estar a un costado del chofer, quizá entre los dos asientos delante-
ros. No tenía que ser grande. Podría ser pequeña. Eso evitaría accidentes y eliminaría las pe-
ligrosas bolsas de aire que están en el volante.
¡Sí! ¡Eso podría ser lo que buscaba! Eso sería algo bueno para la sociedad y una ventaja
competitiva de su marca. ¡El banco tenía que darle un buen interés negativo por eso! El be-
neficio social era grande. ¿Se merecería un -10%?
Preparó su nuevo plan de negocio y lo envió al banco. Pasó una semana y el banco no
contestaba. Se comenzó a preocupar. Después de diez días, Alfredo estaba a punto de comu-
nicarse al banco, pero recibió una llamada. Le pedían que se presentara a las oficinas del
banco.
Asistió algo nervioso. La sala de recepción del banco le pareció más ominosa que antes.
En verdad que allí se respiraba poder. ¿Pero qué estaba pasando? ¿Habría algún error en su
plan de negocio? No le habían dado mucha información. La secretaria que lo llamó no sabía
tampoco para qué era la reunión.
Lo recibió Marina, la hermosa asistente del quinto piso, pero esta vez lo hizo pasar a una
sala distinta, donde ya había varias personas. Todas ellas voltearon a verlo cuando ingresó a
la sala. Entre ellas estaba también el mismo ejecutivo de la vez anterior. Eso no le dio buena
espina. Marina le invitó algo de tomar y le ofreció asiento.
Después de las presentaciones de rigor, Enrique Jiménez, el ejecutivo del banco comenzó
a hablar en representación de todos los que estaban allí.
—Antes que todo, quiero ofrecerle nuestras disculpas por la demora en responder a su so-
licitud de crédito, ingeniero Rodríguez. Pero creo que le tengo noticias interesantes.

— 492 —
AMOR EN EL ASIENTO DEL AUTO

¡¿“Interesantes”?! ¿Qué no le habían enseñado a este tipo otra palabra? Alfredo sintió un
instante de decepción, pero inmediatamente se dio cuenta de que algo no tenía sentido. ¿Por
qué tardarse tanto en responder a su solicitud si le saldrían con algo solo “interesante”?
¿Además, por qué había tantas personas en la sala? Decidió calmarse y poner atención.
—Verá usted, ingeniero, tuvimos que turnar su caso al Centro de Evaluación Técnica de
Impacto Social porque el banco necesitaba una opinión técnica adicional. Debido al alcance
de su propuesta nos dimos cuenta que no teníamos datos suficientes para determinar el por-
centaje de interés que debería aplicarse en este caso.
Alfredo no sabía qué había querido decir aquel ejecutivo con aquello de “alcance”, así
que siguió escuchando. Total, si la noticia era mala, pues ya qué podía hacer sino esperar a
que aquel tipo terminara de decir lo que iba a decir. Aun así, sintió cómo sus manos sudaban
y sus piernas trepidaban sin control.
—Recién recibimos el dictamen del CETIS y dados los resultados que hemos obtenido le
queremos comunicar lo que este comité bancario, con el valioso apoyo de las instancias
competentes, ha determinado…
—¡Anda, habla ya! ¿Podrías ir al grano?— Gritó Alfredo en sus pensamientos, mientras
el ejecutivo Jiménez seguía hablando lacónicamente, como un periodista de la televisión
dando las noticias del día.
—El Banco de México ha resuelto otorgarle el financiamiento solicitado con un interés
negativo del 64%, a un plazo de 10 años, a partir del quinto año.
¡¿Qué?! ¿Había escuchado bien? ¿Dijo 64% negativo?
—Además, el banco, como un servicio adicional, en conjunto con la Oficina de Patentes,
tramitará una patente por su diseño y por su publicación le ofrece el equivalente al 17% del
monto financiado, pagadero en una sola exhibición a partir de la aprobación de la patente, lo
cual demoraría unas dos semanas más.
Alfredo casi se desmaya. ¡No lo podía creer! Esperaba algo bueno, pero no tanto. De todo
el dinero que el banco le iba a dar, ¡solo tendría que pagar el 19%! Ese era el mejor día de su
vida. Todos sus sueños pasaron delante de sus ojos en un instante. Agradeció profundamente
a todos los presentes y al salir le dio un buen abrazo a Marina, quien correspondió gentil-
mente.
Alfredo se puso a trabajar inmediatamente. Tres años después su primer modelo rodaba
de la línea de ensamble hacia los patios de prueba. Era hermoso. La cabina era amplísima y
hermosa. El auto, color blanco, parecía como caído del cielo. No hacía absolutamente nada
de ruido debido a su suspensión inteligente que lo hacía moverse con elegancia.
El día era fresco, pero soleado y Alfredo, sentado en las gradas para espectadores, no re-
sistió y se acercó caminando hacia donde estaba el piloto de pruebas que conduciría el auto
en su primer recorrido.

— 493 —
SEGUNDA PARTE

—Hola, ¿me permites ver el auto por dentro?


—Claro ingeniero. Adelante. Este auto es suyo— contestó el piloto mientras terminaba de
llenar unos formularios.
Alfredo se acomodó en el asiento del piloto y comenzó a ver la cabina por dentro. Tocó
suavemente los asientos y el tablero de instrumentos. En verdad era amplio a pesar de su ta-
maño. Se sentía raro estar en un auto sin volante. Pero era hermoso. Finalmente se volvió al
piloto y con una amplia y pícara sonrisa le dijo:
—¿Sabes? Este es el primer auto del mundo en el que se puede hacer el amor cómoda-
mente en el asiento delantero.
—Definitivamente señor, definitivamente— dijo el piloto mientras reía y asentía con la
cabeza.

— 494 —
SEGUNDA PARTE

Todos los Días

El Anillo de los Nibelungos de Wagner comenzó su labor y como un imán hipnótico hizo
que los sueños de Malena se convirtieran en algo irreal, primero lentamente y luego más rá-
pido, hasta desaparecer, para traerla de nuevo al mundo que llamamos realidad.
Apenas tres días antes había decidido cambiar la música con la que se despertaba y ya pa-
recía que la había escuchado muchas veces. Esa obra musical tenía algo extraño que atraía su
atención sin poderlo evitar. No sabía por qué. Quizá porque se parecía mucho a su vida. A
veces, corría, a veces volaba, a veces cantaba, pero siempre estaba en movimiento, nunca se
quedaba con una sola melodía. Nunca era monótona.
—¡A la madre!— se escuchó decir. —Creo que me pasé de lanza con el ejercicio—.
Quiso levantarse de la cama, pero sus músculos se rehusaron a hacerlo. Estaba adolorida.
La sesión de ejercicios de hacía dos días se hacía notar. No es que le faltara condición física.
El cuerpo de 29 años de Malena era de corte atlético y bien formado. Su ancha espalda, sus
poderosas piernas y su considerable altura daban fe de sus ancestros yaquis, junto con su piel
canela y su cabello negro y lacio que descansaba sobre su firme cintura. La penetrante mira-
da de sus hermosos ojos negros y su hablar pausado le daban un aire de seguridad en sí mis-
ma que se notaba cada vez que se dirigía a alguien. En el porte de su andar sereno se veían
todavía los rasgos de la raza guerrera de la que era descendiente.
Pero el amazónico atractivo de Malena era más que solo físico. Su temperamento era nor-
malmente calmado y tranquilo, pero por alguna razón parecía siempre estar dispuesta a la lu-
cha. En ocasiones, casi parecía que deliberadamente buscaba alguna oportunidad para enta-
blar una discusión. Tampoco era que discutiera por cualquier cosa.
Malena Guadalupe Ontiveros Fernández no discutía por cualquier estupidez. Era una ar-
tista de la discusión en todos los sentidos. Escogía los temas con cuidado. Era una ganadora.
Solo discutía cuando conocía el tema y sabía que podía defenderlo. Malena no luchaba por-
que podía, sino porque le gustaba hacerlo. Odiaba la rutina, pero su antigua sangre castrense
sabía del valor de la disciplina. Sabía bien que debía disciplinarse si quería lograr lo que que-
ría: ser abogada en legislación.
Venciendo el entumecimiento de sus músculos se sentó a la orilla de la cama. Le esperaba
un día más de trabajo en la fábrica. Otro día más. La misma gente. El mismo lugar. La mis-
ma rutina. Pero no era tan difícil. Era molesto porque era rutinario, pero no era difícil. Solo
tenía que aguantar seis largas horas de trabajo y listo. Volvería a su vida como siempre. Seis
horas. Eso era todo. Solo seis horas de lunes a jueves. No más. A cambio de eso estaba lo-
grando lo que quería.

— 495 —
SEGUNDA PARTE

Cada día se repetía lo mismo. Un día más. Solo seis horas. Solo hasta el jueves. Solo
veinticuatro horas cada semana. No más. Cada día era el mismo, y sin embargo era distinto a
todos los demás. Cada vez estaba más cerca de lograr lo que quería. No podían ser los días
iguales. Estaba cada vez más cerca.
Sus soñolientos ojos negros voltearon hacia el reloj holográfico que se proyectaba en el
cristal de la ventana. Las seis de la mañana. Más allá, a través del mismo cristal, se veían las
luces de una ciudad que despertaba junto con ella. Sin estar despierta del todo, como autó-
mata, se acercó a la ventana para ver la ciudad.
Siempre se levantaba y se dirigía directamente al baño y no prestaba mucha atención a lo
que se veía por la ventana. Hoy no. Hoy era diferente. Se sentía algo raro en el ambiente. Era
como si percibiera los colores y las cosas con más intensidad que cualquier otro día. Como si
su atención fuera más fuerte sobre las cosas y al mismo tiempo todo le diera igual. Percibió
las luces de la ciudad que al alba todavía brillaban. Pronto se apagarían. Pronto saldría el sol
e iluminaría toda aquella ciudad que hace unos momentos dormía con ella.
A lo lejos, allá en el fondo, alcanzó a ver los veloces trenes unicabina que cruzaban la ciu-
dad en muchas direcciones. Desde su décimo piso esos trenes parecían un nido de serpientes,
o quizá no. Quizá solo parecía un laberinto de trenes cortos suspendidos en el aire que reco-
rrían la ciudad a muy alta velocidad, sin hacer ruido, deslizándose entre los edificios y dete-
niéndose de vez en cuando para que los pasajeros subieran o bajaran.
Malena entraba a trabajar a la fábrica a las ocho de la mañana, como toda la gente que tra-
bajaba en fábricas industriales. Después de seis eternas horas de trabajo, finalmente salía a
las dos de la tarde y se dedicaba a vivir su vida. Ahora que se había decidido a estudiar leyes,
salía de trabajar y normalmente se tomaba un par de horas antes de dirigirse a la universidad.
En dos largos años terminaría el primer nivel de su carrera y listo, podría dejar la fábrica y
comenzar a litigar. Después, otros años más y podría competir por una posición como analis-
ta legislativa. Solo era cuestión de disciplina. Todo estaba bien… ¡si no fuera por esa maldita
rutina!
—¡Hora de levantarse! —se dijo a sí misma.
Con cuidado abrió la puerta de la recámara y se acercó a acariciarla. Como siempre, pare-
cía un angelito. Pero solo mientras dormía. Cuando despertaba, Carolina era todo un torbe-
llino. Ojalá pudiera verla así siempre.
Pronto llegaría Lupita, la niñera. Era una muchacha delgada y con enormes lentes que le
daban un aire interesante y a la vez inocente. Era más joven que Malena. A sus 20 años ya
era niñera profesional. Era muy buena en eso.
—Necesito bañarme— se dijo a sí misma mientras se dirigía a la regadera. Necesitaba
una ducha para terminar de despertar. Sus pies descalzos la encaminaron al baño. Afuera ha-
cía frío, pero la calefacción hidráulica mantenía las relucientes losetas del piso y los grandes

— 496 —
TODOS LOS DÍAS

cristales triples de las ventanas a una temperatura agradable. Más tarde haría calor, pero las
losetas y las ventanas entonces se enfriarían, manteniendo la temperatura agradable. ¿De qué
otra forma podía ser?
Mientras estaba en la regadera escuchó a Lupita entrar al departamento.
—¡Hola! Ya llegué— dijo Lupita como de costumbre. Traía unos paquetes y los dejó so-
bre el sofá, en la sala. —¿Ya despertó la tremenda?
—¡Hola Lupita! Buenos días. No, todavía está dormida. Pero no la dejes dormir mucho
porque luego no me deja dormir a mí.
Ambas sabían que era cierto. Lupita esperaría a que se fuera Malena para despertar a Ca-
rolina.
Malena salió del baño, se vistió y se puso a prepararse un desayuno mientras platicaban.
Al final, Malena recogió sus cosas y salió del departamento despidiéndose de Lupita.
—Cuídense. Nos vemos en la tarde—.
—No te preocupes— contestó Lupita. —Que te vaya bien—.
La fábrica de celulares en la que Malena trabajaba no era muy grande. Se ensamblaban
varios modelos de los más populares de la marca Sinergia, una marca mexicana que no hacía
mucho había comenzado y se había ganado la preferencia de la gente con sus modelos flexi-
bles en forma de pulsera con pantalla 3D y un sonido espectacular que no parecía provenir
de ninguna parte y mucho menos de un aparato tan pequeño. Todos eran de tecnología abier-
ta. Los nuevos modelos usaban el Kosmos, un sistema operativo desarrollado en México de
código abierto basado en Linux que era más avanzado que el Android, el cual, al menos en
México, ya se estaba comenzando a dejar de usar.
Todos querían uno. Con esos aparatos podías tener comunicación gratuita de Internet a
todo el mundo y llamadas gratuitas siempre, a cualquier parte de México. Con la red 5G po-
días transmitir videos en vivo cuando quisieras. Te podías comunicar al televisor inteligente
de quien tú quisieras, programar un tren, un avión, o un taxi. Te podías comunicar con tu
auto o con tu casa. Si eras mexicano tenías muchos beneficios. Las cosas que en otros luga-
res eran caras, en México, para los mexicanos, eran muy baratas. Malena no entendía muy
bien por qué eran las cosas así. ¿Por qué no venderles las cosas mexicanas a otras personas
para que las disfrutaran también? En fin.
Mientras bajaba por el ascensor programó la ruta del tren en su pulsera celular. Al llegar a
la parada del tren rápido apenas tuvo tiempo de ver a su alrededor cuando el tren llegó, se
detuvo frente a ella, la puerta se deslizó sin hacer ruido, y con un “Buenos días Malena”, la
invitó a pasar.
Malena pasó al interior y se sentó. Había solo tres personas además de ella. Esos trenes,
que más bien parecían taxis, viajaban muy rápido suspendidos de rieles aéreos y podías lle-

— 497 —
SEGUNDA PARTE

gar a donde quisieras con solo programarlos. Malena nunca había entendido bien cómo ha-
cían eso. Los trenes parecían tener inteligencia propia.
La pulsera celular que traía en su muñeca comenzó a brillar. Malena contestó inmediata-
mente con un ademán que hizo con los dedos e inmediatamente escuchó la voz de Fernando.
—Hola niña, ¿cómo amaneciste?
—Muy bien. Inspirada, creo.
—¿Lista para tu examen?
—Pues creo que sí. Me siento bien. Espero sentirme igual por la tarde. ¿Y tú? ¿Ya te sien-
tes mejor?
—Sí, ya estoy mejor. Pero no voy a estar bien sino hasta que me regrese a México. Cada
vez entiendo mejor por qué todos se quieren ir de aquí.
—Paciencia. Ya mero. Unos días más y ya. —Malena alcanzó a ver cómo el tren se apro-
ximaba rápidamente al destino que ella programó. Debía cortar la comunicación. —¿Me lla-
mas un poco más tarde? Ya voy a llegar.
—Bien. Te llamo al mediodía. Te amo. Cuídate.
—Yo también. Cuídate también. —Un ademán con la mano en la que traía la pulsera celu-
lar y la comunicación se terminó. Algunas personas todavía usaban los celulares con panta-
llas táctiles de cristal, pero la mayoría ya no. Eran demasiado frágiles y estorbosos. Los nue-
vos modelos de la Sinergia y de la Céltica —la segunda marca mexicana más grande en celu-
lares— se operaban con solo mover los dedos un poco de cierta forma y se usaban como pul-
seras en la muñeca, no más anchas que un centímetro. Eran muy resistentes, sumergibles y
totalmente flexibles. No usaban baterías. Obtenían la energía del mismo cuerpo humano.
Nada que ver con los viejos modelos enormes y duros de pantalla táctil que parecían ladrillos
y se rayaban o quebraban con cualquier impacto.
El tren unicabina se detuvo en un instante y Malena descendió. El tren se alejó rápida-
mente después de detectar que Malena estaba a cierta distancia y desearle un buen día. La fá-
brica estaba a dos cuadras al sur. En cuanto Malena alzó la vista para cruzar la calle vio a un
pequeño perrito sentado a la orilla de la calle. Le llamó la atención que el perrito parecía no
estar con nadie y sin embargo no se movía. Parecía esperar a que algo sucediera. Era como si
alguien le hubiera dicho que se quedara allí.
Malena cruzó la calle y se acercó al perrito, quien le sostuvo la mirada, pero no se movió.
Se dio cuenta que no era un cachorro. Era más bien una raza pequeña. No parecía extraviado.
No se veía preocupado. Simplemente estaba allí, mirándola.
—¡Qué extraño! ¿Estará lastimado?
Malena disponía de unos minutos más. Se acercó al perrito todavía más, quien la miraba
nerviosamente conforme ella se acercaba, pero no se movió. Cuando estuvo a punto de tocar-

— 498 —
TODOS LOS DÍAS

lo, el perrito se limitó a cambiarse de lugar, como haciendo espacio para que ella se sentara.
Al hacerlo Malena notó que no estaba lastimado. Al menos no lo parecía. De repente, los
ojos del perrito brillaron al ver a un muchacho que se acercaba a ellos.
—Hola, ¿es tuyo? —le preguntó Malena al muchacho que venía cargando unas bolsas.
—Hola, buenos días. Más bien yo soy de él. Je je je je. —contestó sonriente el muchacho.
—Se llama Kumpel y nos citamos aquí porque tenemos una misión de rescate secreta el día
de hoy.
Ambos sonrieron. Malena se alegró de ver que se conocían, aunque no supo cómo tomar
eso de que el muchacho le pertenecía al perrito y lo de la misión secreta. Algún juego esta-
rían tramando.
Al llegar a la fábrica entró a los vestidores y se cambió de ropa, como de costumbre, junto
con otras veinte personas. Buscó a su amiga Mini con la mirada, pero no la vio. Después de
unos minutos ingresó al área de producción. Malena era una obrera como todos los demás,
pero en su mente ella era distinta. Tenía planes, sueños, metas.
Malena caminó por los pasillos que se iban iluminando conforme ella avanzaba. Detrás de
la valla, a ambos costados del pasillo, solo se alcanzaba a escuchar algunos sonidos y se
veían lucecitas moverse rítmicamente, eran los robots que trabajaban ensamblando miles de
pulseras celulares de distintos modelos.
A diferencia de las personas, los robots no necesitaban luz para hacer su trabajo. Las zo-
nas en donde ellos laboraban siempre estaban en penumbra por esa razón. Ocasionalmente,
cuando ingresaba un ingeniero a revisarlos, automáticamente se iluminaba el área por donde
él iba avanzando. En los momentos cuando no había ningún humano presente, los robots tra-
bajaban en completa oscuridad y solo se alcanzaban a ver algunas lucecitas, por aquí y por
allá, que se movían de un lado hacia otro.
Esa fábrica no era distinta a miles de fábricas que había por todas partes. En algunas in-
cluso casi no había personas, sino solamente máquinas que trabajaban siempre, día y noche.
El trabajo de Malena era ayudar a los robots a que trabajaran correctamente. Los robots
que más ayuda necesitaban eran los inspectores. Ocasionalmente solicitaban ayuda para de-
cidir si debían aceptar una pulsera celular como buena o no. Malena les ayudaba a tomar la
decisión respondiendo sus preguntas. Algunos modelos se comunicaban con la voz y enten-
dían lo que se les decía. Otros hablaban, pero no escuchaban, sino que recibían instrucciones
por medio de un lenguaje de movimientos con la mano. Algo parecido al lenguaje que Male-
na usaba con su pulsera celular, pero más sofisticado.
Los robots eran inteligentes y aprendían de las cosas que Malena les respondía. Además
de aprender cada vez más de ella, se comunicaban entre sí y aprendían unos de otros. Cada
uno tenía su temperamento y una apariencia física distinta. Se desplazaban por los pasillos

— 499 —
SEGUNDA PARTE

llevando charolas con pulseras después de revisarlas y probarlas. Iban y venían todo el día.
Los conocía a todos y hasta nombres les había puesto.
Uno se llamaba Garabato. Proyectaba unas imágenes extrañas, como si estuviera escri-
biendo. En realidad, era la forma como el robot captaba el entorno. Era su forma de percibir
el mundo. Otro era Luisito. Era un pequeño robot que se metía abajo de la banda transporta-
dora y revisaba desde allí lo que iba saliendo. Otro era la Patona. Ese era un robot que en
verdad parecía una araña grande. Colgado del techo, con sus rápidas patas, recogía muy ve-
lozmente las pulseras y las acomodaba de una banda a la otra según sus características y el
destino a donde se iban a enviar.
Malena se sentía a veces como una directora de orquesta. Cuando se acercaba al área to-
dos los robots notaban que ella estaba presente y desde ese momento todos los movimientos
de sus manos y las palabras que pronunciaba eran observados con detalle, al pendiente de sus
indicaciones. Se dirigía a ellos por sus nombres y ellos respondían si habían comprendido la
orden, antes de realizar lo que se les pedía hacer.
El día para Malena transcurrió sin novedad hasta las diez de la mañana, cuando salió a
desayunar. No le gustaba tener que comer en una hora. Malena gustaba de tomarse su tiem-
po. Una hora era demasiado poco. A veces había pensado que cuando fuera legisladora suge-
riría que se modificaran las leyes para que la gente pudiera escoger entre trabajar de corrido
y salir temprano, al mediodía, o desayunar y salir hasta la una de la tarde. Pero para eso fal-
taba mucho.
Tenía que acumular más de 6 años de escuela de leyes y más de 10 de experiencia. Pero el
primer paso estaba a punto de darlo. En un año más podría comenzar a ejercer y eso le ayu-
daría a ir acumulando puntos. No cualquiera podía ser abogado legislador. Muy pocos pasa-
ban los exámenes y reunían todos los requisitos. La paga era buena, pero la gente decía que
era un trabajo muy estresante. Eso a Malena no le asustaba. Le emocionaba imaginarse tra-
bajando bajo presión haciendo lo que ella quería hacer.
El estrés de esos puestos no era porque fueran difíciles, sino porque tenías que presentar
cada año un plan para el siguiente y un reporte de resultados del que estaba finalizando. To-
das las leyes tienen un impacto social y económico así que, además de tu jefe, era precisa-
mente el Departamento de Economía y Desarrollo Social quien evaluaba tu desempeño del
año anterior y tu plan para el año siguiente. Sus observaciones las entregaban a la Sindicatu-
ra General y con eso se decidía si te quedabas en tu puesto otro año más o no. No había for-
ma de escapar a eso. Tenías que trabajar arduamente sin descanso haciendo las leyes que más
se necesitaban, pero sin afectar el nivel de vida, el bienestar y la libertad de la gente. Solo así
podías aspirar a trabajar por varios años.
Tampoco podías hacer trampa. La Sindicatura General estaba formada por ciudadanos es-
cogidos al azar para servir de jurados y no era raro que te llamaran para que explicaras las
cosas.

— 500 —
TODOS LOS DÍAS

Malena conocía abogados legisladores quienes solo habían logrado trabajar un año y re-
nunciaban por el estrés, o los sacaban por mal desempeño. A ella no le pasaría ni una cosa ni
la otra. Quería que su nombre estuviera en las placas doradas de los pasillos de las oficinas
legislativas y sabía que tenía lo que se necesitaba para lograrlo. Muy pocos habían alcanzado
esa meta tan codiciada. En catorce años, desde que se inició la Reforma Estructural en Méxi-
co, solo siete abogados legisladores habían ganado una placa dorada. Algunos abogados de-
cían que no valía la pena matarse por ello, pero Malena pensaba distinto. Ella tendría su pla-
ca.
La cafetería era agradable. Era amplia y con una atmósfera que invitaba a uno a relajarse
unos minutos. La música ligera, la iluminación, las amplias sillas y mesas de madera hacían
que uno sintiera que estaba casi en casa. Malena entró a la cafetería y una servicial mesera le
ofreció asiento.
—Hola, buenos días. Enseguida traigo tu orden mi niña —le dijo Queta, la mesera que ya
conocía a todos en la fábrica.
—Gracias Queta. Oye, ¿no has visto a la Mini? La busqué, pero no la encontré y mejor
me vine a desayunar porque ya tenía hambre.
—No mi niña. No la he visto, pero por ahí ha de andar. Ya ves que está medio loca. Capaz
que se perdió entre las líneas de producción. —Ambas rieron nomás de imaginarse a la Mini
extraviada en la fábrica.
La comida en los restaurantes ya no se ordenaba como antes. Casi desde cualquier parte
del país, podías seleccionar la comida de un menú e indicar la hora a la que llegarías. Al en-
trar, tu celular se comunicaba con el servicio automático del restaurante y así sabían qué ha-
bías ordenado. No tenías que esperar más que unos segundos a que te sirvieran.
—Aquí está tu comida mi niña. ¿Vas a querer galletitas también? —pregunto Queta.
—No, gracias Queta. Así está bien. Luego si como mucho me voy a quedar dormida en el
examen.
—¿Tienes examen mi niña? ¿Y estudiaste, o nomás al ahí se va? —Ambas rieron nueva-
mente. Queta bromeaba mientras Malena ya había comenzado a comer sin esperar nada más.
Malena no sabía cómo le hacía antes la gente. Por su madre y las personas mayores sabía
que antes la gente ordenaba la comida hasta que llegaba al restaurante y luego tenían que es-
perar a que se las prepararan. ¿Cómo le hacían si solamente tenían una hora para comer? Se-
guramente tenían que comer aprisa. Pobres.
También había escuchado que antes tenían que separar la basura cuando terminaban de
comer y depositarla en distintos cestos. ¡Qué engorroso debió haber sido eso! Afortunada-
mente ya no era necesario eso. Para eso estaban las máquinas. Fernando le explicó una vez
que todas esas sobras se vendían y se procesaban para obtener muchísimos materiales y sus-
tancias. “Minería urbana”, decía él, pero su madre le seguía llamando “reciclamiento” a eso.

— 501 —
SEGUNDA PARTE

Se iluminó su pulsera celular. Sabía que era Fernando.


—Hola amor, me cachaste comenzando a comer.
—Perdón. Pensé que estabas esperando a que te sirvieran. Se me olvida que allá las cosas
funcionan diferente. ¿Quieres que te hable en la tarde mejor?
—No. Así está bien. Sirve que estucho tu voz un ratito. Dime, ¿cómo va todo por allá? —
Malena comenzó a comer mientras platicaba con su novio. El sonido era claro y el silencio
de la cafetería ayudaba a escuchar muy bien.
—Todo bien, pero ya quiero estar allá. Quiero verte. Pero también quiero zafarme de esto.
No es como me lo habían contado. Es un poco peor. Mi primo batalla mucho para que le al-
cance el dinero. La policía anda por todas partes, parecen soldados. Mucha violencia, mucha
droga, mucho robo. Todos andan con prisa siempre y con cara de preocupados. En fin, no te
quiero amargar el rato. En dos semanas más ya me podré regresar. Nomás debo terminar
unos trámites más y ya. Me traen dando vueltas y vueltas, como si uno no tuviera nada que
hacer.
—No te desesperes Fer. Cuando menos pienses ya estarás acá y no tendrás que volver a
irte. Cuando vuelvas planeamos a donde salir unos días, pero que sea a otra parte más bonita.
—Sí, tendré paciencia. Te veo en dos semanas. Te dejo comer. Cuídate niña. Te amo.
—Yo también amor. Cuídate. Nos vemos en dos semanas.
Malena continuó comiendo en calma, lo más despacio que pudo en el resto de tiempo que
le quedaba. Deseaba que Fernando volviera. Se escuchaba deprimido. No era para menos.
Allá la vida era muy distinta.
—Hey, ¿por qué no me esperaste? —escuchó la voz de Minerva que la sacó de sus pensa-
mientos.
—¡Ay, perdóname la vida! Te busqué por toda la fábrica y no te hallé y la verdad yo tenía
mucha hambre. Traía un escándalo en la panza. Hasta pena me dio con el súper cuando se
acercó y me oyó el ruidajo en el estómago. Nombre, nomás sentí que un color se me iba y el
otro se me venía. ¿Dónde andabas?
Minerva era quizá su mejor amiga. Ambas compartían muchas cosas parecidas. Ella tam-
bién era soltera. Tenía dos hijos, pero un poco más grandes. No tenía planes de estudiar
como Malena. Se conformaba con criar a sus hijos y encontrar un novio que la quisiera. A
sus 35 años, no le faltaban pretendientes, pero con la edad sentía que se había vuelto más
exigente. A todos les hallaba un pero.
—Es que me entretuvieron los de la agencia. La tipa no me terminaba de explicar los pla-
nes de pago. Luego te fui a buscar y ya te habías venido. ¿Qué onda? ¿Te habló Fernando?
¿Cómo está?
—Sí me habló. Está que ya no se aguanta. Ya se quiere regresar.

— 502 —
TODOS LOS DÍAS

—Ay, pues quién le manda. En lugar de dejar que fuera su hermano, no, ahí va. Todo por
desconfiado.
—Pues es que con ese hermanito… Hey, pero termina de decirme, ¿qué te dijeron en la
agencia?
—Nombre, ¡me tienen el auto listo este viernes! —dijo Minerva dando palmaditas y con
su sonrisa contagiosa.
—¡En serio! ¡Qué buena onda Mini! Tenemos que estrenarlo ¿eh? No creas que te me vas
a escapar así que ve pensando a dónde vamos a ir. ¿Y cuál escogiste siempre? ¿El Delicias?
Ay, ese me encanta. ¿De qué color lo escogiste al final de cuentas?
—Ay, ¿cómo supiste? Está precioso Male. Deberías comprarte uno también. Escogí un
rojo sangre.
—Pues yo no estoy segura. El Estepa ya sale el año que entra, pero supe que hay una mar-
ca nueva, la Rodríguez, que va a sacar uno sin volante. Me quiero esperar para probarlos. Me
llegó una foto a la pulsera y se mira bien suave. Dicen que está más grande por dentro que
por fuera, ¿tú crees?
—Ay, pues ni que fuera la casita del Snoopy. Ja ja ja ja ja. —Ambas rieron con ganas.
—Dicen que va a ser más inteligente que el Delicias. Pero a mí me gusta porque por den-
tro se mira muy amplio. Por Carolina necesito que tenga espacio. Además, los cristales se os-
curecen tanto como se lo pidas al auto, cada uno independiente del otro.
De repente se encendió la pulsera de Malena.
—Chin, ya me tengo que ir —dijo Malena al tiempo que se levantaba para retirarse de la
cafetería.
—¿Vas a tener clases hoy?
—Sip. Te veo mañana.
A la una de la tarde Malena salió hacia la universidad. Es curioso. Era como si a la una de
la tarde, todos los días, comenzara a vivir, o comenzara a soñar. Esa repetición de los días era
lo que la mataba. Todo parecía moverse más lento cuando se daba cuenta que los días eran
iguales. No entendía cómo le hacía la gente antes para estar trabajando hasta ocho horas dia-
rias. ¿Cómo le hacían? ¿A qué horas vivían?
Hoy en la escuela le tocaba Derecho Comparado, su clase favorita. Malena no sabía qué
le gustaba más, si la clase o el maestro. Le encantaban sus ojos color miel y su voz profunda,
pero por alguna razón no podía quitar los ojos de sus manos. Se había sorprendido a si mis-
ma perdiendo la concentración mientras se imaginaba esas manos haciendo lo que no debían
hacer, pero haciéndolo muy bien.

— 503 —
SEGUNDA PARTE

Las otras dos clases eran interesantes también, pero nada como Derecho Comparado.
Después… a recoger a Carolina para que la acompañara al gym.
Malena vivía a 20 kilómetros de la fábrica donde trabajaba, y en cinco minutos llegaba a
su casa. Esos trenes rápidos era una maravilla. Había distintos tipos. Unos eran un poco más
grandes que otros. Los grandes tenían dormitorios o asientos reclinables, además de clima
artificial y grandes pantallas para Internet. En donde sea que estuvieras, solo ingresabas tu
destino en tu pulsera celular y en menos de cinco minutos te llegaba un tren adecuado para el
tiempo que duraría el viaje. Después, solamente escuchabas el silencio y veías las cosas pa-
sar aprisa por las ventanas.
Al abordar no te podías equivocar. Tu nombre estaba en la pantalla de abordaje del tren y
al ingresar una voz te deseaba buenos días. En una ocasión tomó uno hasta la ciudad de Mé-
xico, a más de 2000 kilómetros de distancia. Iban seis personas además de ella. En cuatro
horas llegó hasta allá.
En el mundo de Malena todo era así. Las distancias parecían mucho más pequeñas que
como se las platicaba su madre, y los tiempos eran mucho más breves.
Después del gym finalmente llegaron Carolina y Malena a su departamento en el décimo
piso de Torre del Norte. Ya era casi hora de dormir. Mañana sería otro día. Por hoy todo ha-
bía salido bien.
Malena salió de la ducha y fue a ver a Carolina. La encontró ya dormida. Había caído ren-
dida. Su día también había sido ajetreado. La miró durante unos momentos y se preguntó có-
mo sería el mundo cuando ella fuera una mujer adulta. ¿Tendría más oportunidades de las
que ella tuvo? ¿Sería el mundo más noble y justo? Haría lo que estuviera en sus manos para
ayudar, desde hoy, a que ese futuro fuera mejor. No solo quería ser legisladora porque le gus-
taba, sino también por Carolina.
Malena regresó a su recámara y se sentó a la orilla de la cama a secar su larga cabellera
lacia. Mientras lo hacía, sus intensos ojos negros miraban por la ventana las luces de la ciu-
dad que también se preparaba a dormir con ella. Allá, a lo lejos, en muchos lugares, entre to-
dos aquellos edificios, había muchas máquinas trabajando sin descanso. Así debía ser.
Recordó las pláticas con su madre en donde le describía cómo la gente era la que trabaja-
ba día y noche en las fábricas, haciendo lo que ahora hacen las máquinas. No pudo evitar
volverse a preguntar: ¿Por qué le temían a quedarse sin empleo? ¿No se daban cuenta que las
máquinas son las que deben trabajar y no la gente?
Finalmente, Malena se recostó y lo último que vieron sus ojos ese día fue el cielo de su
recámara. Después ya no supo más. Esa noche soñó muchas cosas. Viajó a lugares en los que
no había estado, en donde la gente finalmente ya no tenía que hacer cosas rutinarias y por ne-
cesidad, sino porque querían.

— 504 —
TODOS LOS DÍAS

De repente, en sus sueños, sin poder decir de dónde provenía, una familiar melodía de
Wagner cautivó su atención inevitablemente. Otro día más estaba por nacer.

— 505 —
SEGUNDA PARTE

El Valor de la Ausencia

Las estrellas brillaban intensamente y el aire era fresco, casi frío. La inmensidad de aquel
lugar sumergido en la oscuridad lo hacía verse aún más infinito al confundirse el cielo noc-
turno con el horizonte. Salvo las luces fugaces en el cielo, todo lo demás parecía estar com-
pletamente estático.
—Parece que estoy en la luna —pensó Alfredo para sí mismo.
Desde la altura en la que estaba, podría ver a lo lejos, pero no en ese momento. Una ne-
grura que engullía todo rastro de luz lo envolvía a él y a todo lo que tenía cerca.
—Te apuesto que algo así es lo que estás viendo allá arriba Alonso. Algún día me animaré
a ir contigo a dar una vuelta.
Alonso Osuna, el amigo de Alfredo, era un minero extraterrestre que se la llevaba más en
el espacio que en la Tierra. Toda esa vastedad y silencio oscuros debían ser lo que se miraba
allá arriba. Quién sabe. Quizá nunca lo sabría. Habían asistido a la misma escuela, pero
Alonso había preferido dedicarse a la minería extraterrestre. Como fuera, a Alfredo le gusta-
ba más tener los pies puestos en la Tierra que en un asteroide, flotando sin rumbo, lejos de
todo.
Una sonrisa se le dibujó a Alfredo cuando se dio cuenta que su situación no era muy dis-
tinta. Quizá por la taza de café caliente que sostenía en la mano, todo lo demás era igual. Os-
curidad, vastedad, silencio, y una enorme distancia entre él y cualquier otro ser humano. Así
era en los meses de octubre en el gigantesco desierto de Altar en el estado de Sonora.
—Deben estar aquí en cualquier momento —se dijo Alfredo a sí mismo. Las cuadrillas de
relevo llegarían en menos de media hora. Allí solo quedaba él, de guardia, mientras llegaban
los demás. Ellos trabajarían durante los siguientes dos meses para que la construcción del fe-
rrocarril aéreo no se detuviera.
Alfredo era un albañil independiente. Uno de muchos que trabajaban en los miles de pro-
yectos de construcción que había en México por todas partes. Esta vez había escogido traba-
jar en la construcción de la segunda vía rápida de ferrocarril aéreo que cruzaba todo el norte
de México, desde Matamoros hasta Tijuana. La paga era excelente y el sabor de aventura
nunca terminaba.
—Vamos a estirar las piernas un rato —pensó. Se puso de pie y comenzó a caminar a lo
largo de la vía.
Bajo sus pies corría la vía aérea que estaba suspendida en el aire por enormes torres de
concreto y acero. El tren aéreo corría velozmente colgado de las vías a más de 550 kilóme-

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SEGUNDA PARTE

tros por hora. Ya había viajado varias veces en esos trenes. Eran una chulada. Silenciosos,
amplios y cómodos. Podías viajar solo o con tu vehículo. Mucha gente los usaba. Era más rá-
pido viajar así que en avión porque no perdías tiempo en el aeropuerto. Sencillamente abor-
dabas el tren en cualquier estación y listo. Pasaban a cada instante y podías escoger a dónde
querías ir. La red de trenes aéreos era muy compleja y extensa. Básicamente podías ir a don-
de quisieras en México. En unas cuantas horas cruzabas todo el país desde el extremo sur
hasta el norte.
Desde el inicio de las primeras obras, dos años antes, había decidido trabajar en ese pro-
yecto porque estaba cerca de Hermosillo, donde vivía con su familia. Cada dos meses se
daba unas vacaciones de dos meses para estar con ellos, y hacer lo que más le gustaba hacer:
la escultura.
—Ya va a amanecer —dijo en voz alta como si hablara con alguien. Ya se podían alcanzar
a ver las enormes torres que se perdían en el horizonte hacia el Oeste. Abajo, a más de 15
metros estaba la arena del desierto, todavía fría por la noche que llegaba a su fin. Una leve
brisa se dejó sentir proveniente del Este. Era la brisa matinal que anuncia el sol que se apro-
xima.
A los veinticinco años, Alfredo se graduó de la escuela de artes como escultor, y pocos
meses después encontró un buen empleo como albañil de infraestructura. El conocimiento de
las labores en la construcción lo había heredado de su padre, y este de su abuelo. Ellos tam-
bién habían sido albañiles durante toda su vida, solo que las cosas no eran como ahora.
—A ver, ¿dónde andas Choco? —dijo mientras buscaba con la mirada la ubicación de su
vehículo. Alfredo, como todos los demás, tenía su “asistente”, como él decía. Un poderoso e
inteligente NGM[139] Berrendo VI con tracción independiente en las cuatro ruedas y motor
diésel de 8 cilindros y 480 caballos de potencia. En esa camioneta traía toda su herramienta
pesada y ligera. Estaba equipada con un generador de electricidad, compresor de aire, y uni-
dad hidráulica. Arrastraba un remolque con tracción hidráulica propia que le permitía llegar a
cualquier parte en ese desierto. En el interior de ese remolque estaba un pequeño comedor, y
una recámara con ducha, además de más herramienta y equipo de comunicaciones.
En los tiempos de su abuelo, y la juventud de su padre, la elección de este oficio era por
necesidad, porque “no había de otra”, o porque “por suerte”, alguna constructora reclutaba
personas sin conocimientos, pero con muchas ganas. Les pagaban muy poco, trabajaban todo
el día, y no tenían servicios médicos.
—¿Oye Choco, qué te parece si te revientas un desayuno? —dijo, al tiempo que movía los
dedos de las manos de una forma peculiar. Al instante el Berrendo encendió su motor.
—¿Quieres que me acerque? —preguntó el Berrendo por la pulsera de Alfredo, con una
voz masculina, casi perfectamente humana.

139 Nueva Generación Mexicana

— 508 —
EL VALOR DE LA AUSENCIA

—No Choco, allí quédate. Solo revisa que todo esté bien. En unos minutos más nos va-
mos. Nomás que lleguen los relevos —contestó Alfredo, como si hablara con un ser humano.
—Entendido —respondió Choco.
Los NGM Berrendo eran confiables a más no poder. La tecnología mexicana los había de-
sarrollado especialmente para esas situaciones. Eran muy apreciados para trabajos de explo-
ración terrestre, minería, rescate de personas, y por supuesto, para los miles de obras en
construcción en todo el país, tanto dentro como fuera de las ciudades.
La serie VI estaba programada específicamente para labores de rescate. Era mejor que un
caballo entrenado. Con sus avanzados sistemas no solamente era capaz de navegar, reabaste-
cerse de combustible, y pedir auxilio por sí mismo, sino que con su SA2R —sistema autóno-
mo de recuperación y rescate— era también capaz de recuperar el cuerpo de una persona y
transportarlo en su vientre al tiempo que reportaba las condiciones vitales al centro médico
más cercano.
Alfredo conocía personalmente el caso de Agustín Miramontes, un compañero que fue
salvado por un Berrendo VI un año atrás. El Berrendo no pudo recuperar el cuerpo incons-
ciente de su dueño, pero sí pudo protegerlo del sol, suministrarle suero, y ahuyentar a los
animales mientras pedía auxilio y reportaba las condiciones vitales. Una hora más tarde arri-
baron los paramédicos en el helicóptero de rescate y se llevaron a Agustín. El Berrendo arri-
bó por sí mismo al hospital dos días después. Estaba en el estacionamiento esperando a su
dueño cuando Agustín fue dado de alta.
—¿Te queda algo de café Choco? —preguntó Alfredo al tiempo que movía las manos,
como hablando en idioma sordomudo.
—Queda un litro. ¿Me acerco? —dijo Choco esperando una respuesta.
—Sí, acércate. Ya bajo —le contestó Alfredo al tiempo que caminó hacia la torre más cer-
cana para comenzar a descender. Escuchó a Choco maniobrar para acercarse desde donde es-
taba.
Su abuelo, Don Fernando Pérez, había fallecido debido precisamente a un accidente labo-
ral. Él era quien le contaba las historias más tristes que había escuchado. Le contaba que la
albañilería era una de las actividades más despreciadas. La alimentación para un albañil era
normalmente solo un trozo de pan con Coca Cola y el alcoholismo estaba siempre relaciona-
do con esa profesión, así como las ropas sucias y las herramientas improvisadas.
—Choco, pregúntales dónde andan —ordenó Alfredo, al tiempo que entraba en el remol-
que a servirse un poco más de café. Abrió el refrigerador y sacó algunas cosas para preparar
algo de desayunar. La espera y la ansiedad por irse le habían abierto el apetito.
En los tiempos de su abuelo, nadie pensaba en realidad dedicarse a eso por gusto. Ser al-
bañil era lo mismo que haberse rendido buscando refugio en una actividad que no exigiera

— 509 —
SEGUNDA PARTE

nada más que esfuerzo físico y alta resistencia a los calores de aquel lugar. Pero si eras lo su-
ficientemente arriesgado, podías tener otra opción y muchos la aprovechaban.
Cruzaban de forma ilegal la frontera con Estados Unidos buscando un empleo y así poder
enviar dinero a sus familias. En aquel tiempo la vida en México era peor que allá y por eso
recurrían a esa opción. Algunos morían en el intento, pero muchos pensaban que valía la
pena.
—Tuvieron un retraso por carga de combustible —informó Choco. —Los tendremos a la
vista en 12 minutos. ¿Quieres hablar con ellos?
—No, así está bien. ¿Hablaste con el supervisor? —preguntó Alfredo mientras mordía un
emparedado de jamón.
—No. Hablé con el M33 —contestó Choco lacónicamente.
—Ah caray. ¿Hablaste con tu camarada Choco? Debí suponer que te entenderías mejor
con los de tu especie. En serio que no dejas de sorprenderme.
M33 era el código de identificación de la unidad de transporte líder del ingeniero supervi-
sor de la sección del ferrocarril en la que estaban trabajando, un Dina DX6500. Esa cosa era
20 veces más grande que Choco y arrastraba tres remolques de 10 metros de longitud, cada
uno con su propio sistema de tracción. Igual que Choco, esas unidades todo terreno eran in-
teligentes y traían de todo, incluso una unidad de servicios médicos, por lo que seguramente
vendría algún médico en el convoy. Algo grande iba a pasar. Seguramente pensaban quedar-
se aquí más de dos meses. Posiblemente entroncarían dentro de poco con el equipo que avan-
zaba la construcción desde el Este. Si era así, le tocaría trabajar en eso cuando volviera, dos
meses después.
Al papá de Alfredo, Don Miguel Pérez, le tocó vivir la transición. Alfredo recordaba que
su padre tenía dificultad en explicarle qué era lo que había sucedido. Solo sabía que habían
hecho cambios en el gobierno y que de repente comenzaron las cosas rápidamente a cambiar
mucho. Fueron tan veloces los cambios que Don Miguel se sigue dedicando a la construc-
ción y en ocasiones le ha tocado trabajar en algunos proyectos junto con su hijo.
—Oye Choco, ¿y si te cambio por uno de esos? —preguntó con sorna Alfredo mientras
seguía comiendo. Choco no respondió. Era inteligente, pero no estaba programado para ha-
cer bromas.
Alfredo no vivió todo ese cambio del que en ocasiones le platicaba su papá. Para él, Mé-
xico es un país donde hay mucho trabajo, muchas oportunidades y se vive bien si trabajas
bien. Escuchaba cómo eran las cosas antes pero no comprendía cómo podían ser tan malas
sin que la gente hiciera algo al respecto. En México, el que no vive bien, es porque no quie-
re. Alfredo no entendía cómo podía ser distinto. Es obvio que si trabajas con dedicación y es-
fuerzo te va a ir bien en la vida y obtendrás lo que deseas para ti y para tu familia. Él mismo
era un ejemplo de ello. ¿Cómo podía ser de otra forma?

— 510 —
EL VALOR DE LA AUSENCIA

—Choco, si nos vamos despacio sin atropellar a nadie, ¿cuánto tiempo haremos? —pre-
guntó Alfredo.
—Aproximadamente 14 horas —informó Choco.
—Bien. Entonces nos iremos despacio sin atropellar a nadie —. Los Berrendo VI tenían
un sistema de detección de signos vitales que usaban no solamente para labores de rescate,
sino para identificar organismos vivos que estuvieran en su camino. De esa forma podían
evitar arrollar a animales silvestres. Todo el desierto de Altar es una zona protegida y Alfredo
prefería que Choco se fuera despacio tratando de no atropellar a ninguna serpiente, tarántula
o puercoespín que se le atravesara. Estaban muy lejos de la carretera, y el camino de tierra
que recorre el desierto era largo y tortuoso. Había que irse con cuidado. No había prisa. No
quería llegar rápido. Solo quería llegar bien.
Alfredo se ha dedicado a la albañilería desde hace cuatro años, pero la explosión en la in-
dustria de la construcción comenzó hace cinco y parece que las cosas seguirán igual durante
mucho tiempo más. Hay muchos proyectos todavía pendientes de realizarse a pesar de la ve-
locidad con la que se terminan los que actualmente están construyéndose. Apenas el año pa-
sado le tocó trabajar en la etapa final de la construcción del tren magnético que conecta
Monterrey con Nuevo Laredo en tan solo 30 minutos. Esa obra se hizo mucho más rápida-
mente que esta en la que está trabajando ahora. Recuerda que había miles de albañiles inde-
pendientes como él a lo largo de toda la vía. Fue todo un logro de la ingeniería mexicana y él
fue parte de eso.
—Bueno Choco, creo que al fin llegaron —dijo Alfredo a su asistente, quien permaneció
en silencio.
Alfredo saludó al supervisor y a varios de los que llegaron en el convoy. Luego entró a
“las oficinas” del M33 para hablar con el supervisor. Después de unos minutos de “entregar”
la obra al equipo de relevo abordó su Berrendo y se alejó de allí.
Alfredo no ha necesitado salir de Hermosillo para buscar oportunidades. Todos los contra-
tos los ha obtenido allí mismo, como muchos otros albañiles. Pero su trabajo lo obliga a via-
jar por muchos lugares del país. Tres años antes estaba en Baja California Sur, construyendo
la desaladora más grande del país, y antes de eso participó en la construcción del nuevo
Aeropuerto Internacional de Nogales. Antes de comenzar su participación en el tren aéreo en
el que se encontraba ahora, trabajó en el istmo de Tehuantepec, construyendo la vía férrea
CTUP —carga terrestre ultrapesada— que conecta Salina Cruz con Coatzacoalcos. Esa vía
férrea especial es capaz de transportar barcos mercantes cargados de más de 550 metros de
eslora y 600,000 TPM desde un océano al otro en un tiempo récord de tres horas, en ambos
sentidos. Eso es mucho más de lo que el limitado y antiguo Canal de Panamá puede mover.
—Oye Choco, vamos a detenernos. Mejor me voy a dormir un rato —dijo Alfredo, al
tiempo que detenía al Berrendo y se bajaba para entrar en el remolque.

— 511 —
SEGUNDA PARTE

Todavía faltaban muchas horas de camino de tierra y otro tanto de carretera pavimentada
y no había nada que ver más que dunas de arena. Después de meses de estarlas viendo todos
los días, llega un momento en que ya no parecen tan interesantes.
—Adelante —dijo Alfredo, ya instalado en el remolque. —Nomás vete despacio. No hay
prisa. Si miras un berrendo de verdad te detienes y le tomas unas fotos. Te prometo que te
pinto del mismo color. Ya es hora de que te cambies ese tono chocolate que tienes.
—Entendido —contestó Choco.
—¡Ah! Pero despiértame si ves alguna cabalgata por ahí. Quiero comprar un caballo y me
han dicho que por aquí hay un rancho donde los venden, pero no sé dónde está.
—¿Lo llevaremos con nosotros? —preguntó Choco.
—No te preocupes Choco —respondió Alfredo un poco sorprendido por la pregunta de
Choco. ¿Pensaría que lo iba a cambiar por un caballo?
—Pregunto para recalcular el tiempo y el combustible —aclaró Choco.
—Ah bueno. No Choco. No llevaremos el caballo esta vez.
—Entendido.
Desde hace poco más de dos años, el desierto de Sonora se había convertido en un punto
de atracción turística importante. Gracias al desarrollo de los nuevos aeropuertos, las carrete-
ras y las vías férreas con capacidad para llevar de todo, las travesías a caballo se habían po-
pularizado, así como los vuelos en helicóptero para expediciones fotográficas.
Alfredo ya había escuchado de todo eso. No era muy afecto a despegar los pies del piso,
pero los caballos siempre le habían llamado la atención. Quería comprar uno o dos para ca-
balgar con su hijo y su esposa. Las travesías a caballo se habían hecho populares para reco-
rrer las rutas de los Pápagos, quienes el 4 de octubre hacen largos recorridos para adorar a
San Francisco.
Alfredo miró un par de películas antes de quedarse dormido. A pesar de estar rodando so-
bre un camino de tierra poco transitado, el remolque no se bamboleaba o sacudía ni hacía
ruido. Su suspensión independiente de aire con sensores giroscópicos lo mantenía práctica-
mente inmóvil durante el trayecto. Además, Choco avanzaba por el desierto cuidadosamente
tal y como se lo habían ordenado.
Las horas transcurrieron y todo lo que parecía moverse en aquel extenso y solitario de-
sierto era el fiel Choco, arrastrando su carga bajo la luz del sol, atento a todo lo que se en-
contrara en su camino desde cualquier dirección. En verdad era una máquina autónoma y ca-
paz. No por nada Alfredo le confiaba su vida. Podía navegar por sí mismo incluso en com-
pleta oscuridad y en condiciones adversas sin perder su capacidad de visión y detección peri-
férica, evaluando a cada instante la mejor opción para llegar a su destino. Ya lo había hecho
antes.

— 512 —
EL VALOR DE LA AUSENCIA

En una ocasión, durante la construcción de la planta desaladora, en Baja California Sur,


bajo los torrenciales ataques del huracán Sigfrido, viajó durante toda la noche a campo tra-
viesa cruzando todo el Vizcaíno a lo largo del paralelo 28 desde el Golfo de California hasta
Guerrero Negro, llevando a Alfredo y a otros dos compañeros consigo. Durante el trayecto,
en oscuridad total y bajo la lluvia, muchas veces cruzó las corrientes de agua después de bus-
car el mejor lugar por donde hacerlo.
—Hemos llegado —dijo Choco al fin, sacando a Alfredo de sus sueños.
—Ah caray, me quedé totalmente dormido Choco —dijo Alfredo mientras se levantaba de
la cama. —Es tiempo de estar con la familia —pensó para sí mismo.
Dos cortísimos meses para estar con su hijo y su esposa, además de dedicarse a su pasión:
la escultura. Para él, la albañilería y la escultura eran la misma actividad, aunque la gente lo
viera diferente. Su esposa lo comprendía, y eso era todo lo que necesitaba.
Salió del remolque y contempló su casa desde la orilla de la calle. El hogar de Alfredo era
una hermosa residencia construida con materiales experimentales, como fibras de henequén
con concreto filtrado y matriz cerámica. Una pequeña granja solar a un costado llamaba la
atención y hacía que todo se viera modernista.
La casa era bastante amplia y al mismo tiempo acogedora. Construida para el clima desér-
tico de Hermosillo, se mantenía bastante fresca siempre. Al fin albañil y artista, había hecho
la estructura principal de la casa con aleaciones ligeras y resistentes que generalmente se uti-
lizan en la industria automotriz. La alta demanda de este tipo de materiales por la industria
local, los hacían bastante accesibles, en comparación del pasado.
Las instalaciones eléctricas municipales subterráneas y los amplios jardines de la casa le
daban al lugar un aire campestre. En la escuela, al pequeño David le habían pedido que prac-
ticara un deporte. Escogió el tenis. Así que Alfredo aprovechó una parte del patio trasero
para construir una cancha. El maestro acudía diariamente a practicar con David.
—Choco, te voy a dar dos meses de vacaciones —le dijo Alfredo a su asistente mientras
de pie, sin moverse, contemplaba su casa.
Los tonos amarillentos de la tarde hacían que todo aquello se viera más noble y tranquilo
de lo que ya era. Un sentimiento de paz recorrió el corazón de Alfredo. Aquello era por lo
que trabajaba. Esa tarde, el cielo rojizo y un sol amarillo, fueron los mudos testigos de todo
lo que Alfredo llevaba en el corazón. Valía la pena el esfuerzo. Valía la pena la ausencia.

— 513 —
SEGUNDA PARTE

Nonola

—¡¿Qué es eso?!
—¿Qué?
—¡Eso!
—¿Qué?
—¡Eso!, ¿no ves? Ay, ya no lo viste
Felipe ya no alcanzó a ver lo que Mirna le trataba de mostrar a través del enorme venta-
nal. Solo podía ver un azul verdoso que no dejaba ver muy lejos, además de algunas sombras
que parecían moverse a veces y a veces no, mientras navegaban a lo ancho del Golfo de Baja
California.
—¡Mira, allá hay otro!
—Ah sí, ya lo vi. ¡Un tiburón!
—No es un tiburón. Es un lobo marino —aseguró la pequeña Mirna.
—¿Cómo sabes? —preguntó Felipe.
—Porque está más grande y gordo.
—Yo creo que es una ballena bebé.
Mirna no contestó. Observaba atentamente lo que había allá afuera en el agua. Las venta-
nas submarinas del fondo del barco escuela mostraban muchas cosas de la vida del mar, pero
no hacían mucho por mejorar la vista. A través de ellas, los niños veían la mágica vida de los
animales marinos tal cual es.
—Maestra, ¿qué es eso? —le preguntó Felipe a la maestra.
—¿Qué Felipe?
—Ay ya no lo vio. Era como un lobo marino —dijo Mirna.
—Yo creo que es una ballena bebé que perdió a su mamá —dijo Felipe mientras seguía
buscando con la mirada por la ventana, tratando de ver nuevamente al animal que nadaba al
lado del barco desde hacía rato.
—Quizá era una foca. Las focas también están gordas y parecen perros —interrumpió
Mirna.
—¿Y también muerden? —preguntó Felipe a la maestra.

— 515 —
SEGUNDA PARTE

—No lo sé. Habría que investigar —le contestó la maestra.


—A ver —dijo Mirna, mientras sacaba su tableta de la mochila para buscar información
en Internet.
—¿Cómo sabe dónde está su mamá, sino se puede ver casi nada? —preguntó Felipe con
cara de preocupación.
—¿Ya quieren comer? —se escuchó de repente la voz de la maestra Nonola, mientras se
acercaba pesadamente hacia ellos desde la sala contigua.
—¡Siiiiiiiii! —gritaron todos los niños al mismo tiempo, y Felipe corrió junto con todos
los demás. No se esperaron a que la maestra Silvia dijera nada y se levantaron todos y corrie-
ron por el pasillo hacia la sala comedor.
—Mirna, ¿tu no tienes hambre? —preguntó la maestra Silvia
—Creo que era una vaquita maestra —dijo la pequeña Mirna, sin responder la pregunta.
—Porque andaba sola. Las vaquitas siempre andan solas.
—¿Solas? ¿Y sus hijos? ¿No tienen hijos o amigos? —preguntó la maestra.
—Pues, no sé. A ver… —dijo la pequeña mientras se disponía a consultar su tableta.
—Anda, ve a comer —la interrumpió la maestra, cariñosamente. —Ya que comas segui-
mos buscando vaquitas.
Mirna dejó su tableta sobre la mesita de juegos y se fue caminando con calma hacia la
sala comedor. La paciencia e infinita calma de las maestras era evidente. Era como si enseña-
ran a los niños preguntándoles cosas, en lugar de explicárselas. La maestra Silvia era la pri-
mera generación de maestros educados para enseñar haciendo y era muy buena en eso.
—Anda tú también a comer Silvia —se escuchó la voz de Nonola, la anciana maestra
compañera de Silvia.
—En un momento los alcanzo —dijo Silvia, sentándose en un sofá. —El maestro Antonio
los atenderá bien. Le encanta hacerles galletas y a ellos los mata con eso.
—Sí, es cierto. Entonces, yo también me voy a tomar un descanso —dijo Nonola, sentán-
dose pesadamente en uno de los cómodos sofás disponibles junto al ventanal. —Ay, cada vez
me canso más.
—En verdad la admiro Nonola —dijo Silvia con un tono profundo de admiración sincera
y cariño. No tenía mucho tiempo de tratar a Nonola. Apenas año y medio, desde que el direc-
tor las asignó para trabajar juntas. Pero en ese corto tiempo había aprendido del verdadero
valor que tienen los maestros de la vieja guardia.
—Nada qué admirar Silvia. Sabes, te voy a decir algo que nunca he dicho. Me siento muy
agradecida por esta oportunidad.

— 516 —
NONOLA

—¿La de hacer este viaje? Escuché cuando le dijo usted al director que sería el último.
—Sí, es el último. Pero no me refiero al viaje. Me refiero a la oportunidad de haber podi-
do ver cómo han cambiado las cosas —aclaró Nonola. Guardó silencio unos instantes mien-
tras recorría con la mirada todos los detalles del interior del salón para fijarla finalmente en
lo que había allá fuera, a través del ventanal, hacia el mundo subacuático marino y toda la
vida que los acompañaba.
—Antes ni soñar con llevar a los niños a un viaje así, ¿verdad?
—No solamente era imposible soñar eso, Silvia. Era imposible enseñarles las cosas bue-
nas de la vida. Todo era muy distinto. No podías ni siquiera salir con ellos a la esquina. No
había cómo. Con riesgo que te robaran a un niño. Los papás a duras penas los mantenían.
Pero aun así se esforzaban heroicamente para que fueran a la escuela. En los planteles care-
cíamos de muchas cosas, pero en su casa vivían todavía peor. ¡Ahora mira! ¡Hasta pueden
viajar solos por todo el país! Antes ni qué esperanzas de que pudieran hacer eso. Ni siquiera
los podías dejar salir a la tienda solos. Los niños veían muchas cosas malas. Todas esas cosas
se les quedaban grabadas.
—¿Alguna vez se quejaron ustedes los maestros, Nonola?
—¡Uy que si nos quejamos! ¡Ja!, que si nos quejamos. Qué bueno que no te tocó vivir
todo eso. Ojalá nunca se vuelvan a poner las cosas así. Claro que nos quejábamos. Pero no
podíamos hacer más que eso. No era posible trabajar sin nada. Muchos maestros tenían la
paciencia y el coraje de trabajar con la comunidad, con los padres, y además de eso hacer su
trabajo de maestros. Pero muchos no. Muchos otros veíamos en eso un abuso del gobierno.
Mientras los políticos ganaban un dineral, a nosotros los maestros nos tenían sin sueldo du-
rante meses, a veces años. Y cuando nos pagaban, ya no nos alcanzaba para nada. Nos quejá-
bamos, sí. Nos quejábamos. Y cuando lo hacíamos los padres se enfurecían y el gobierno
también. Muchos maestros se desesperaron y buscaron otras alternativas. Comenzaron a an-
dar de activistas. Protestaban, pero luego los golpeaban, los secuestraban, los mataban. No
tienes una idea de cómo eran las cosas en ese tiempo. Ojalá todo eso no vuelva a suceder ja-
más.
Silvia la escuchaba atentamente. Se dio cuenta que Nonola necesitaba descansar no sola-
mente el cuerpo, sino también su corazón. Se había enterado de las cosas que sucedían antes,
pero nunca lo había escuchado de alguien que las hubiera vivido en carne propia. Su trabajo
la absorbía y no tenía mucho tiempo para investigar la historia. No se podía imaginar todo
aquello. Sabía que el sindicato de maestros antes era una organización enorme, incluso con
poder político y que con los años se fue corrompiendo más y más hasta llegar a perder toda
credibilidad con la gente, y hasta con los mismos maestros.
Todas esas actitudes de los maestros de antes las había leído, las había escuchado comen-
tar, pero nada de eso veía en Nonola. En ella solo veía dedicación y una entrega total a su vo-
cación de maestra.

— 517 —
SEGUNDA PARTE

—Como le dije al director, este es mi último viaje Silvia. El fin de semana que volvamos
dejaré de trabajar o, mejor dicho, dejaré de estar ante el grupo.
—¿Está segura Nonola? No me la imagino en su casa viendo televisión.
—No voy a ver televisión. Solo estoy cansada físicamente. Ya mis piernas no aguantan
tanto tiempo de pie. Voy a escribir varios libros. He estado ordenando mis ideas y tengo sufi-
cientes experiencias como para dejarlas escritas para que les sirvan a los maestros que vienen
detrás. Quiero escribir acerca de lo que he visto, de lo que pienso. Estoy segura de que a al-
guien ha de servir toda la experiencia que traigo, mucha o poca.
—Me imagino todo lo que ha usted vivido Nonola.
—¿Sabes que muchos de mis compañeros trabajaban de taxistas para poder comer, des-
pués de trabajar como maestros? ¿Cómo puedes enseñar a los jóvenes y a los niños cuando
estás con el Jesús en la boca sin saber si tendrás lo suficiente como para comer ese día y el
día siguiente? Qué bueno que las cosas cambiaron. Solo mira todo esto. Los niños ahora van
a la escuela porque quieren. Y cuando regresan a su casa ahí están sus papás esperándolos
para jugar y convivir de verdad con ellos. Antes, qué esperanza que vieras eso. Ni la gente
rica podía hacer eso. Todo mundo estaba tan ocupado trabajando que nadie tenía tiempo para
nadie. Ahora mírate. No solo trabajas en lo que te gusta, sino que no tienes que trabajar en
otra cosa. Es como si te pagaran por hacer lo que más te gusta. Estás solamente tres horas
ante el grupo y otras tres para estudiar y prepararte, y todo lo demás para vivir.
—Ay, seis horas son un mundo de tiempo —replicó Silvia amistosamente. —Pero antes
los maestros no tenían apoyo, ¿verdad? Creo que entiendo. Eran otros tiempos.
—Eso dice la gente. “Otros tiempos”. Como si eso significara algo. Por supuesto que eran
otros tiempos. Siempre lo son. Pero eso no era el problema. El problema era que no nos ha-
bíamos dado cuenta que los que importamos somos las personas, no las cosas. Lo decíamos.
Lo sabíamos. Pero hacíamos todo lo contrario. No sabíamos cuál era el problema. Nos echá-
bamos la culpa unos a otros. Pero luego las cosas se aclararon y todo cambió. Fue como ma-
gia. Por eso quiero dedicarme a escribir. Hay muchas cosas que tengo que decir y que le pue-
den servir a mucha gente que quiera estudiar lo que pasó y que quiera entender cómo se fue-
ron transformando las cosas hasta llegar a donde estamos hoy.
—Bueno, tampoco es tan perfecto todo. Lo dice como si viviéramos en el paraíso.
—Ay Silvia. ¡Vivimos en el paraíso! Ayer por la mañana te preocupaba la reservación del
barco escuela. Esta mañana camino a la terminal te preocupaba que al maestro Toño se le
fuera a olvidar la canela para las galletas. Y ahora te preocupa que no nos vaya a estar espe-
rando el autobús al llegar el barco a Puerto Peñasco para llevar a los niños al hotel. Ojalá yo
hubiera tenido esas preocupaciones cuando tenía 25 años como tú.
—Tiene razón Nonola. Quizá me preocupo demasiado.

— 518 —
NONOLA

—No. Estás bien. Amas tu trabajo, amas a los niños, y eres responsable. Por eso te preo-
cupas. Así somos los seres humanos. No importa qué tan perfecta sea nuestra vida, siempre
encontraremos algo por qué preocuparnos. Lo importante es no preocuparnos siempre por lo
mismo sin darle solución. Durante años cometimos ese error. Nos preocupábamos por todo,
pero no resolvíamos las cosas. Avanzábamos demasiado despacio. Ahora es al revés. Ahora
avanzamos muy rápido, pero no se siente. Antes viajar por la vida era como tratar de nadar
en un lago de melaza. Mucho esfuerzo y poco avance. Pero ahora, andar por la vida es más
parecido a viajar en avión. Avanzamos muy rápido y ni siquiera lo sentimos.
—¿Y ya tiene todo arreglado Nonola?
—Sí, ya todo está arreglado. ¡Vaya! ¡Hasta eso ha cambiado! Antes qué esperanzas que
uno como maestro pudiera decir eso. Las pensiones de antes no alcanzaban ni para el jabón.
Y pensar que estuvieron a punto de quitarlas. En verdad que no sé qué traíamos en la cabeza.
Mi pensión ahora es más que lo que gano de sueldo, ¿tú crees?
—¿En serio Nonola?
—Sí. En serio. No es broma. Conseguí un corredor de inversiones que es muy hábil. Se lo
he recomendado a varios compañeros, pero aun así me ha dicho que le faltan inversionistas.
¿Quieres que le dé tu nombre para que te hable?
—Luego se lo pido Nonola. Gracias. Yo así estoy bien por ahora.
Bajo la luz verdosa proveniente del exterior, que hacía que todo pareciera como sacado de
una película de ciencia ficción, Nonola guardó silencio durante un momento que pareció ex-
tenderse hacia el pasado. La respuesta de Silvia la hizo comprender lo mucho que las cosas
habían cambiado.
—Sí. Tienes razón. En serio que son otros tiempos —dijo finalmente Nonola en tono me-
ditabundo. —Ojalá yo hubiera podido decir lo mismo que tú cuando tenía tu edad. Mírate.
Hasta envidia me das. “Así estoy bien por ahora”, remató Nonola con voz queda, casi como
hablando consigo misma. —¿Sabes qué he notado? Los maestros de antes éramos más eno-
jones. Teníamos muy poca paciencia. Durante muchos años yo pensé que era porque así te-
níamos que ser. Después de todo, atender a 40 niños a la vez era todo un reto. Ahora pienso
distinto. Veo la cara de los maestros jóvenes y sus rostros reflejan paciencia, paz. Están satis-
fechos con su carrera, con su trabajo. Están a gusto haciendo lo que hacen. Tienen tiempo
para sí mismos. Pero, sobre todo, tienen tiempo para los diez niños que atienden y, además,
la mayoría no los atienden solos. Tú me tienes a mí, y en este viaje tienes además al maestro
Toño, director de este maravilloso barco escuela y un excelente cocinero, que ama su trabajo.
¡Fíjate! ¡Tres maestros de carrera para diez niños en uno de seis viajes que se hacen al año a
distintos lugares, a veces por barco, a veces en avión, a veces en tren! No cabe duda. Otros
tiempos son. Tenemos un excelente sueldo y tenemos mucho tiempo para nosotras. No tene-
mos que andar revisando tareas en la casa ni tenemos que andar calificando exámenes. Tam-
poco tenemos que andar del tingo al tango de un plantel al otro para atender grupos aquí y

— 519 —
SEGUNDA PARTE

allá. Tenemos un solo grupo durante todos sus años de primaria, en un mismo plantel, y si
salimos lo hacemos como ahora, todos juntos y con todas las comodidades del mundo.
—¿Comodidades? ¿Cuáles comodidades?
—¿Cómo que cuáles comodidades? —Nonola no pudo evitar soltar grandes carcajadas
hasta que le rodaron lágrimas por el rostro. Luego comenzó a toser.
—Ay Nonola, ¿está usted bien? ¿Quiere que le hable al médico del barco?
Nonola estaba recuperando la compostura justo cuando las preguntas de la maestra Silvia
la hicieron reír de nuevo tan intensamente que comenzó a ahogarse.
—Ay Dios, Nonola. Espere un momento —dijo la maestra Silvia con sincera preocupa-
ción—, le hablaré al médico.
Silvia hizo un rápido ademán con la mano y en seguida contestó el médico por la pulsera
celular.
—Creo que tenemos un problema en la sala de observación submarina. ¿Podría venir? La
maestra Nonola se está ahogando.
El médico llegó en unos segundos más, solo para hallar a la maestra Nonola sentada en
calma y con una amplia sonrisa y limpiándose las lágrimas de los ojos.
—A ver madre, permítame su mano —solicitó el joven médico amablemente a Nonola, al
tiempo que se sentaba a su lado.
El médico la tomó de la mano y con su pulsera celular le monitoreó sus signos vitales.
Todo estaba en orden, salvo por un leve aumento de ritmo cardíaco y presión sanguínea, más
bien producto del intenso ataque de risa que le acababa de dar.
—Creo que todo está bien madre —le dijo el médico a Nonola, y dirigiéndose a Silvia,
agregó: —Quizá debería contarle otros chistes maestra. Algunos que no la hagan reír tanto.
La maestra Silvia se quedó boquiabierta sin saber qué contestarle al médico, quien se
puso de pie y se alejó por donde vino antes de poderle explicar algo.
—¿Ya ve lo que provoca Nonola? —preguntó la maestra Silvia en tono cariñoso. —Por su
culpa hasta regañada salí, ¡que porque le cuento chistes!
—Ay, perdóname Silvia —dijo Nonola recuperando al fin la compostura. —Es que no me
aguanté. Me dio mucha risa eso de que “no hay comodidades aquí”. Ojalá hubieras visto la
forma como viajábamos nosotros con los grupos, cuando acaso llegábamos a hacerlo. No
existía nada de esto. No habían “barcos escuela”, ni “trenes escuela”, ni “aviones escuela” ni,
mucho menos, ¡médicos de planta en cada uno de ellos!
—¡Oiga! ¡A propósito de barcos escuela! ¿Ya supo que están trabajando en un submarino
escuela? —dijo Silvia tratando de distraer a la maestra Nonola temiendo que se volviera a
poner mal.

— 520 —
NONOLA

—¿En serio? Bueno, a estas alturas ya nada debería impresionarme. Qué bueno Silvia —
dijo la maestra Nonola al tiempo que se le empañaban los ojos y se le ahogaba la voz y
volteaba la mirada hacia los ventanales del casco del barco. El brillo de los ojos de la maes-
tra Nonola vibraba bajo la luz verdosa proveniente del exterior ambiente submarino y lleno
de vida.
La maestra Silvia guardó silencio. No estaba segura de por qué la reacción repentina de la
maestra Nonola. Lo único que se le ocurrió fue dirigir igualmente la mirada hacia el ventanal
submarino del barco. La vista era hermosa. Había peces por doquier. La luz del sol entraba
en forma de rayos y proyectaba sombras danzantes sobre el fondo del mar. El agua azul ver-
dosa del Mar de Cortez y la vida que había allá fuera hacía que uno quisiera salir nadando a
convivir con los peces.
—¿Sabes? De lo único que me arrepiento es de haber llegado a perder la esperanza —dijo
de repente la maestra Nonola. —Nunca imaginé todo esto. Nunca pensé que pudiéramos lo-
grarlo. Salir de la situación en la que estábamos. Deseaba con todo mi corazón que sucedie-
ra, pero no me imaginaba cómo podríamos hacerlo sin que la gente se levantara en armas —
agregó la maestra, mientras las lágrimas le rodaron libremente por las mejillas.
La maestra Silvia no se atrevió a decir nada. Sintió que la maestra Nonola necesitaba ha-
blar sin ser interrumpida. Obviamente había muchas cosas que nunca había dicho. No sería
ella quien le robara ese momento: Su momento de desahogarse.
—Tenía coraje, y al mismo tiempo miedo —continuó la vieja maestra. —Sabía que debía-
mos hacer algo, pero no sabía exactamente qué se podía hacer. Luchábamos, nos quejába-
mos, gritábamos, pero los años pasaban y todo parecía siempre ir hacia atrás. Llegué a pen-
sar que ese era nuestro destino. Perdí la esperanza Silvia. La perdí en verdad —dijo Nonola
con una honda tristeza mientras clavaba su diamantina mirada en Silvia, como queriendo de-
cir muchas más cosas de las que podía expresar, y de repente, moviendo las manos como
abanicos y mirando a su alrededor, exclamó con voz quebrada:
—¡Ahora mira esto! ¡Barcos escuela! ¡Aviones escuela! Y ahora, ¡hasta submarinos!
¡Dios santo! ¡Médicos de cabecera! ¡Dos maestros por cada grupo de diez niños! Excelentes
sueldos. Pocas horas de trabajo. ¡Pensiones más elevadas que nuestros sueldos! ¡Vivimos
bien, Silvia! ¡Vivimos muy bien! ¿Te das cuenta? ¡Vi-vi-mos! Llegué a pensar que jamás po-
dría decir eso. Pero yo perdí la esperanza. Nunca debí hacer eso. ¡Cómo me arrepiento!
La maestra Silvia no comprendía bien la importancia de esas últimas palabras, pero en su
interior logró sentir la congoja de Nonola e impulsivamente la abrazó mientras sentía cómo
la vieja maestra lloraba en su hombro.
La infinita tristeza producida por un largo pasado de encadenadas tragedias sin fin se es-
trelló con la enorme felicidad de un presente prometedor, provocando un estallido liberador
dentro de su corazón. La vieja maestra pertenecía a una clase de seres humanos de los que
hay pocos. Era una guerrera. Se sabía nacida para luchar. Esos seres se exigen todo a sí mis-

— 521 —
SEGUNDA PARTE

mos. Su casta guerrera le prohibía perder la esperanza. Cuando todos pierden la fe solo que-
dan los guerreros para sostenerla y seguir peleando. Una persona ordinaria no entiende eso.
Pero la maestra Nonola no era ordinaria. Era una guerrera. Se alegraba de que las cosas hu-
bieran mejorado pero no se perdonaba haber perdido la fe. No se sentía con ese derecho.
Como todo guerrero, las exigencias que le imponía su deber estaban más allá de sí misma.
—Maestra, dice Toño que si no van a comer —interrumpió Felipe, entrando a toda prisa a
la sala de observación submarina. Venía del comedor.
—Dijo que si no van, las va a dejar sin comer, que porque aquí no es restaurante —preci-
só Mirna, quien venía detrás de Felipe.
Las dos maestras rieron juntas ante la interrupción de los niños y las ocurrencias del ma-
estro Toño. Poniéndose de pie, caminaron alegremente con ellos hacia el comedor, donde To-
ño las esperaba con la comida servida. Comieron galletas junto con los niños y toda su con-
tagiosa algarabía, y saborearon los helados que preparó Toño, el alegre cocinero y maestro
director del barco escuela. Después salieron a cubierta y se turnaron con los niños para atis-
bar por los enormes catalejos del barco, que más bien parecían telescopios, para ver hasta
dónde iban las gaviotas. También lanzaron alimento para las vaquitas marinas y los demás
peces que andaban cerca del barco. Más tarde, los que quisieron, se atrevieron a subirse a la
canoa de observación con fondo de cristal.
Después de ver la puesta de sol desde cubierta, ya bajo el intenso brillo nocturno de las
estrellas, uno a uno, los niños fueron cayendo de sueño después de aquel ajetreado día reple-
to de experiencias nuevas. Las maestras, mientras tanto, los acompañaban a dormir para aco-
modarlos en sus camas. Solo después que todos estuvieron dormidos, la maestra Nonola se
retiró a dormir a su habitación. Había sido un día importante para ella. Quizá el más impor-
tante. El día en que se había dado cuenta de que las cosas pueden cambiar.
Mientras Nonola dormía, el barco lentamente viró su curso hacia el puerto. Viajaría junto
con los niños bajo las estrellas, toda la noche. Lentamente. Sin prisas. Llegaría por la maña-
na para vivir otro día más de su vida dedicada a los niños.
Así es la vida de un maestro. En la renuncia de su propia personalidad, se esconde la fuer-
za de su vocación, pero también se esconde la fuerza de su interminable lucha. Después de
todo, ¿en qué tipo de personas podría descansar el futuro de los seres humanos, si no es en
los hombros de guerreros que no dejan de luchar, aun después de haber perdido la esperan-
za?

— 522 —
SEGUNDA PARTE

Sol Nocturno

La imagen de un destello intenso era todo lo que se le venía a la mente a Alonso una vez
tras otra. Vagamente recordaba qué era lo que estaba haciendo y dónde se hallaba antes de
que todo se convirtiera en luz y saliera disparado hacia el exterior.
Después de realizar un esfuerzo por recobrar la conciencia, al abrir los ojos y enfocar la
vista, se había dado cuenta que las estrellas giraban alrededor de él. Había extendido los bra-
zos para poder verse las manos. Ahí estaban. No parecían dañadas. Había tocado con ellas la
careta que separaba sus ojos del helado espacio exterior. Tampoco parecía haber sufrido nin-
gún daño.
Recordaba que había estirado los brazos en todas direcciones mientras rogaba poder pal-
par con las manos la pesada cuerda del ancla. El terror lo había alcanzado por un segundo o
dos, que le parecieron eternos, antes de que sus dedos lograran asir la cuerda.
—Gracias Dios— habían sido las únicas dos palabras que escaparon de sus labios en ese
instante. Lo recordaba bien. El alma le había vuelto al cuerpo en ese momento.
Como un curtido vaquero galáctico, inmediata y hábilmente había maniobrado la cuerda y
eso detuvo su movimiento giratorio poniéndolo de frente hacia la superficie del asteroide, a
unos veinte metros más allá de sus manos. Todos los mineros extraterrestres con experiencia
manejaban muy bien la cuerda del ancla, y Alonso era uno de los mejores. Tirando de ella
varias veces y con precisión había maniobrado para ver a su alrededor en todas direcciones.
—Quetzal tres aquí alfa óscar uno, ¿me copias?— había dicho Alonso de forma automáti-
ca. Por más que se esforzaba, no había tampoco alcanzado a ver el Quetzal por ninguna par-
te.
Los mineros se dividen en cuadrillas de trabajo. Cada cuadrilla está normalmente com-
puesta de unos 10 hombres. Entre ellos hay niveles y especialistas. Alonso era especialista
explorador. Su trabajo era adelantarse y ser el primero que tocaba la superficie de los asteroi-
des. Era responsable de evaluar si la superficie era lo suficientemente estable como para tra-
bajar en ella.
En ocasiones, aun cuando la superficie fuera estable, le surgían dudas de si la composi-
ción del asteroide era conveniente para la explotación del mineral. En esas ocasiones, toma-
ba muestras y las llevaba de vuelta al laboratorio, en el módulo de cuadrilla, la nave en la
que se movía. El módulo estaba equipado con un avanzado laboratorio de materiales espacia-
les y ahí realizaba todos los análisis necesarios en unos cuantos días estelares —iguales a 24
horas.

— 523 —
SEGUNDA PARTE

La nave en la que había llegado hasta el MEM-25436, uno de los asteroides más alejados
dentro de la jurisdicción espacial mexicana, era la Quetzal 3.
—Quetzal tres aquí alfa óscar uno, ¿me copias?— repitió varias veces y con cada vez su
corazón latía más y más aprisa. No quería, pero tampoco podía evitar, comenzar a temer la
pesadilla más horrible de todo minero extraterrestre: quedar flotando en el espacio, a solas,
hasta morir.
Encontrar al Quetzal era quizá lo más importante después de que se dio cuenta que estaba
vivo. La pantalla de navegación del interior de su careta no registraba la presencia del Que-
tzal por ninguna parte. ¿Qué había sucedido? ¿Se habría desintegrado? ¿Por qué? El Quetzal
era una nave minera de tercera generación. No era de las más avanzadas, pero era muy con-
fiable. Las Quetzal tenían sistemas de detección y maniobra rápida que las hacía evitar auto-
máticamente cualquier curso de colisión con un cuerpo estelar hasta del tamaño de un guija-
rro.
—Quetzal tres aquí alfa óscar uno, ¿me copias?— había repetido muchas veces conforme,
lentamente, había ido sintiendo la aceptación de lo que no quería aceptar, sumergiéndose
más y más en la desesperanza.
El MEM-25436 no era un asteroide muy grande. Cuatro kilómetros de diámetro en su par-
te más angosta. Era muy redondeado y tenía la forma de un cacahuate gigante. La ausencia
de filos puntiagudos hablaba de un asteroide viejo al que, durante millones de años de abra-
sión, el polvo estelar le había ido puliendo sus aristas hasta lograr hacerlas redondas como
ahora. Era liso como una enorme piedra de río, a excepción de un costado, en el que parecía
haber una grieta con cavidades en ella.
—Quetzal tres aquí alfa óscar uno, por amor de Dios responde— recordaba haber dicho
finalmente, antes de que un enorme nudo en la garganta le impidiera continuar repitiendo el
mensaje.
Alonso Osuna se había dado cuenta de su situación. Estaba solo. Totalmente solo rodeado
de un infinito y silencioso espacio indiferente a su insignificante existencia.
Había permanecido en silencio durante un tiempo, tratando de evaluar sus opciones. Ha-
bía podido decidir quedarse ahí, repitiéndose a sí mismo que estaba flotando en el espacio
amarrado a una enorme roca que igualmente flotaba sin rumbo, pero no decidió hacer eso.
Había optado por una alternativa mejor. Había decidido comenzar a averiguar si acaso podía
al menos localizar la caja de herramienta.
Recuerda haber comenzado a tirar de la cuerda del ancla para llegar hasta la superficie del
asteroide. Una vez allí, su traje debía activar el SGP —sistema de gravedad personal—, lo
cual le permitiría caminar en la superficie asteroidal, suponiendo que todavía funcionara. Ha-
bía tocado el suelo asteroidal y el SGP había comenzado a funcionar a la perfección inmedia-
tamente. Recuerda incluso haberse alegrado por eso. En esas condiciones, ese asteroide era
lo más parecido que tenía a su madre Tierra. Después… el mensaje.

— 524 —
SOL NOCTURNO

—Quetzal… no aq… í… ngo s… a… o, ¿… opian?— había dicho la voz de repente. No


la había soñado. Estaba seguro de eso.
—Aquí alfa óscar uno, te copio— le había contestado. Recordaba el alivio con el que lo
había hecho. Quizá nunca olvidaría eso.
—Alfa óscar, aquí tango sierra… ntitrés, ¿todo… ién?— había preguntado la voz, todavía
entrecortada, pero ya con un poco más de claridad.
—Sí— había contestado Alonso. —Creo que estoy bien. Y tú ¿cómo estás?— había pre-
guntado, tratando de saber si también debía preocuparse por el que hablaba.
No había podido recordar en aquel momento a ningún “tango sierra” en la cuadrilla de
trabajo. En el alfabeto radiofónico, tango sierra significaba T S, lo cual era, para los mineros,
las iniciales de su nombre y apellido. ¿Tomás Sánchez, quizá? ¿Qué otro nombre podría ser?
No había recordado a ninguno llamado así tampoco. ¿Vendría en otra cuadrilla? ¿Traería su
propia nave entonces? ¿Sería de rescate?
—Qué… eno alfa… scar— y luego, nada. Solo silencio.
Eso fue lo último que Alonso había escuchado desde hacía más de 8 horas que llevaba ex-
plorando la superficie del MEM-25436, uno de varios asteroides seleccionados por el Institu-
to Mexicano de Minería Extraterrestre para la explotación minera de ese año, en el cinturón
de asteroides que orbitan entre Marte y Júpiter.
El cielo saturado de estrellas permitía ver la negruzca superficie del asteroide con claridad
suficiente. La iluminación blanquecina proveniente de millones de estrellas era bondadosa y
a la vez indiferente. Alonso alzó la vista y contempló al Sol brillar en medio de la noche. Te-
nía la mitad del tamaño de una luna llena en la Tierra. Parecía ser el único interesado en sus
esfuerzos sobre aquella roca. Sintió empatía por esa enorme estrella que le daba la vida a su
madre Tierra. Quizá por eso le llamaban “padre Sol”.
Como cualquier padre, entregaba su luz sin pedir a cambio nada. Hacía su trabajo en sole-
dad, lejos de sus hijos, para que ellos estuvieran bien. Quizá ese era su pago. Decían que la
Tierra tenía conciencia. ¿Por qué el Sol no tendría la suya? Ese sol que brillaba en la noche
que lo rodeaba, se parecía a él. Ambos vivían para alguien más. Ambos estaban solos en
aquella eterna noche y eran los únicos que brillaban porque debían hacerlo, y lo hacían sin
quejarse. Se tenían a sí mismos y eso era todo lo que necesitaban.
Ese último pensamiento hizo que Alonso bajara la vista.
—Solo me tengo a mí mismo y no necesito nada más. Gracias padre —dijo Alonso en voz
baja sintiendo una profunda sensación de reverencia ante el poder vital de aquella estrella
que daba vida a todo lo que él conocía, sin pedir nada a cambio, desde su infinita soledad.

— 525 —
SEGUNDA PARTE

Alonso enfocó la vista sobre la superficie del lugar en el que estaba y a la distancia alcan-
zó a ver la grieta. Miraba en esa dirección, pero no la había notado. No estaba muy lejos.
¿Estaría Tomás allí?
No tenía idea si Tomás era de la misma cuadrilla o no, pero daba lo mismo. Para Alonso
esa voz que había escuchado era lo único que tenía en ese momento, y posiblemente también
en lo que le quedara de vida.
Paso a paso se fue acercando a la grieta, cargando la cuerda del ancla, y listo para dispa-
rarla contra el suelo en caso de que algo raro sucediera. No sabía qué había pasado todavía y
no quería arriesgarse a salir disparado hacia las estrellas nuevamente. Eran hermosas, pero
así de lejos le gustaban más. A diferencia de su padre Sol, la helada indiferencia de las estre-
llas le inspiraba temor. Era como si quisieran que cayera hacia allá, hacia ellas.
No ahora. No este día. Alonso siguió avanzando, aproximándose lentamente hacia la grie-
ta. De repente en la pantalla interna de su careta apareció un mensaje de texto: “bat”.
¿“bat”? ¿Qué significaba eso? No importaba mucho. Su traje había alcanzado a detectar la
ubicación exacta de la procedencia del mensaje. Venía de la grieta. Ya casi llegaba. Ojalá
fuera Tomás.
Unos minutos más tarde, al rodear una leve formación rocosa se encontró ante una peque-
ña y oscura cavidad en la superficie del asteroide, lo suficientemente grande para que cupie-
ran varias personas. La señal había venido de allá dentro. Se detuvo en la entrada de la cueva
un segundo, para decidir si debía entrar o no. Justo cuando intentó avanzar, salió un minero
de la cueva.
Pero no salió caminando, sino flotando, amarrado al interior de la cueva por medio de su
ancla. No parecía muy diestro con la cuerda. Intentaba maniobrar con ella, pero solo conse-
guía dar giros erráticos en el espacio mientras flotaba sin atinar a apuntar en una dirección
fija.
Alonso se acercó para ayudarlo. Entró a la cueva y desde adentro lo jaló hasta que lo acer-
có al suelo y lo aseguró al ancla que estaba clavada en la roca. Al hacerlo, notó que el traje
del minero no activó ningún sistema de gravedad personal, ya que siguió flotando a unos
centímetros del piso.
—¿Estás bien? Llevo varias horas buscándote— le dijo Alonso.
—No… ngo bat… ía— alcanzó a decir Tomás, antes de volverse a quedar mudo.
Alonso estiró un pequeño cable desde su cintura hasta la cintura del traje de Tomás para
pasarle algo de energía. Alonso portaba un traje clase 8, lo cual quería decir que su energía la
obtenía del cuerpo humano y solamente usaba la energía de las baterías como reserva. Esa
tecnología había sido desarrollada hacía algunos años por unos ingenieros mexicanos en la
sexta estación espacial lunar en donde experimentaban con multiplicadores gravitacionales.

— 526 —
SOL NOCTURNO

Debido a las políticas de apertura intelectual de México, toda esa tecnología estaba dispo-
nible libremente para todo el mundo, así que era raro no ver a un minero vestido con algo de
tecnología mexicana. Pero el traje de Tomás parecía ser de un modelo anterior, porque Alon-
so no lo reconoció. Incluso el contacto para la recarga estaba ubicado en el lado opuesto.
En México había muchas compañías fabricantes de trajes espaciales y había muchos mo-
delos distintos. Alonso los conocía casi todos, pero ese en especial no lo había visto antes.
Era un poco más grande pero no se veía pesado. Quizá Tomás no era mexicano.
—Parece que ya está— dijo Alonso, después de conectarlo. —A ver trata de hablar.
—Gracias— dijo Tomás, visiblemente agradecido. —Ya se me hacía que me quedaba en
este hoyo.
—Si. Yo también pienso lo mismo— agregó Alonso, dándose cuenta de que sus proble-
mas no se habían resuelto. —Mi nombre es Alonso Osuna.
—Yo soy Tizoc Salazar— respondió “Tomás”.
—¿Tizoc? Pensé que te llamarías Tomás o algo así —dijo Alonso con una leve sonrisa,
burlándose de sí mismo—. ¿Sabes si hay alguien más aparte de nosotros dos?
—No sé. No he sabido de nadie más— respondió Tizoc.
La respuesta no le sorprendió a Alonso, aunque en el fondo de su corazón quería escuchar
otra cosa. Hubiera preferido escuchar algo distinto. Quizá algo como que Tizoc era parte de
una cuadrilla distinta y que su nave andaba por ahí y que todo lo que tenían que hacer era
abordarla para irse a casa.
Alonso guardó silencio por un momento sin saber qué más decir. Al parecer Tizoc estaba
en las mismas porque tampoco dijo nada cuando Alonso se sentó a un metro de él y recargó
la espalda contra la pared de roca. Ambos miraban hacia afuera de la cueva, sin decir pala-
bra, hacia las estrellas, hacia el cielo eternamente nocturno e infinitamente indiferente.
Alonso evaluaba la situación. No tenían comunicación, y Tizoc, con ese traje que no se
recargaba de energía por sí solo, no podrían sobrevivir mucho tiempo. El traje de Alonso po-
dría mantenerlo vivo por meses, pero el de Tizoc obviamente no funcionaba así. Era más
grande y seguramente requería de más energía eléctrica. Quizá era un modelo muy viejo ya
que nunca lo había visto. Salían modelos nuevos cada semana, y a él le llegaban los avisos.
Sabría de ese modelo si fuera nuevo.
El traje de Tizoc traía un enorme paquete en la espalda y la careta era más grande. De he-
cho, todo el traje era demasiado grande y estorboso. Se parecía a los trajes que los mineros
mexicanos habían dejado de usar años atrás por la dificultad que representaban para trabajar
en los asteroides. ¿Sería Tizoc un minero después de todo? Quizá era miembro de algún
cuerpo de exploración colonial o alguna otra organización.
—Oye Tizoc, ¿eres minero o nomás andas dando la vuelta?

— 527 —
SEGUNDA PARTE

—¿Por qué la pregunta? —dijo inmediatamente Tizoc, con una sonrisa que invitaba a adi-
vinar.
—Bueno, la verdad no pareces minero. Estás muy verde. Te vi moviendo la cuerda. Te
falta mucho. Y ese traje que traes, más pareces un astronauta explorador del siglo pasado que
minero. ¿Venías en la cuadrilla con nosotros?
—Ja ja ja ja. —rió Tizoc amablemente. —No, no soy minero. Pero siempre he querido la-
zar como lo hacen ustedes. Es difícil. Además, no hay muchas vacas por aquí para practicar.
Ambos rieron nuevamente nomás de acordarse de las piruetas que hizo Tizoc para intentar
acomodar su traje mientras flotaba fuera de la cueva. La careta ocultaba sus rostros, pero am-
bos se escuchaban reír por el audio de los trajes.
—¿Te pudiste comunicar con alguien antes de que se te acabara la pila?— preguntó Alon-
so, tratando de recuperar la compostura y enfocarse de nuevo en salir de allí, de preferencia
con vida.
—No lo había intentado. No había instalado el sistema de comunicación todavía. Apenas
estaba terminando de acomodar todo cuando vi la luz. Traté de hablar para ofrecer ayuda,
pero no contestó nadie. Luego tuve que interrumpir la comunicación ya que no tenía sufi-
ciente energía todavía. Casi me daba por vencido cuando te escuché a ti. Luego ya no pude
volver a transmitir. Decidí esperar antes de salir a rescatarte.
Las palabras de Tizoc confundieron a Alonso un poco. ¿Rescatarlo? ¿Qué no era él el que
estaba “rescatando” a Tizoc?
—¿Cómo pensabas ir a rescatarme si ya no tenías pila? —preguntó Alonso con honesta
curiosidad.
—Ah, es que tenía que sintonizarse el traje que traigo, pero no lo había terminado de co-
nectar. Te digo que apenas me estaba instalando cuando vi el estallido, o lo que fuera. Pero
en unos momentos más debe estar totalmente cargado.
¿Sintonizarse? Alonso no estaba comprendiendo bien. Decidió ir un poco más hacia atrás
en la conversación.
—Dices que no eres minero Tizoc. Pero tampoco recuerdo haberte visto entre los miem-
bros de la cuadrilla. Había dos nuevos y ninguno eras tú. ¿Venías en otra cuadrilla? —ahora
sí estaba Alonso legítimamente lleno de curiosidad.
—Llegué al asteroide unos minutos después que ustedes. Descargué las cosas….
—Pero el Quetzal no nos notificó de tu llegada —interrumpió Alonso.
—Bueno, eso no lo puedo explicar. Quizá había una falla. Quizá tuvo que ver con su ex-
plosión. La verdad no lo sé. Yo solo bajé las cosas y el transportador se regresó a la nodriza.

— 528 —
SOL NOCTURNO

—¿Nodriza? ¿Tienes nodriza por aquí cerca? A la madre Tizoc, ¿pues desde dónde vie-
nes?
—De Marte. De la tercera estación mexicana en Marte.
Alonso se quedó con la boca a abierta. Sabía que había actividad en Marte, pero no tenía
idea de que ya hubiera tres estaciones mexicanas allá.
—¡Ay wey! —dejó Alonso escapar sin querer.
—¿Qué? —preguntó Tizoc con genuino asombro. —¿No sabías de las estaciones en mar-
te? Ya hay varias de otros países también.
—Sabía que estaban en eso, pero no que ya andaban allá. Bueno y tú ¿qué andas haciendo
hasta acá?
—Me enviaron a probar este traje. En eso trabajo. Soy astronauta independiente de prue-
bas para exploración estelar superficial. Se supone que este traje es capaz de recoger la ener-
gía del éter y convertirla en energía eléctrica convencional. Las misiones a Europa van a re-
querir trajes que no obtengan energía del cuerpo humano, sino que, por el contrario, le pro-
porcionen energía.
—¿Europa? ¡¿A Júpiter?! ¡A la madre Tizoc! ¿A poco ya andan queriendo ir a Júpiter?
¡Pero si acaban de llegar a Marte! ¡De perdida calienten el asiento!
Ambos rieron con ganas. Alonso olvidó por unos minutos la situación en la que estaban,
pero un instante después se lo recordó a Tizoc.
—Oye Tizoc, pero entonces ¿no estamos olvidados aquí?
—Yo no —contestó Tizoc con una sonrisa burlona, pero amigable.
—¿Entonces, no estabas en problemas? Y yo que pensé que era yo el que te estaba salvan-
do de morir a solas aquí en esta piedra flotante. De hecho, solo vine a verte para morir conti-
go, ya que no encontré la caja de herramienta. Esa era mi única esperanza de vida. ¿Pero có-
mo me ibas a salvar si tu traje no puede ni con tu alma?
—La explosión desajustó el sintonizador y eso hizo que se descargara el sistema de res-
paldo. Ya casi está listo. En un minuto más podré sintonizarlo y podremos hablarle al trans-
portador.
—No entiendo bien. ¿No es al revés? ¿Creo que necesitas recargar para entonces activar
el sintonizador, no es así? ¿Qué es lo que sintonizas?
—El traje que traigo se sintoniza con las frecuencias etéreas. Tiene un sistema de barrido
que encuentra las frecuencias de vibración escalar pulsante adecuadas a cada región espacial.
Es como un radar esferoidal que siempre está buscando fuentes etéreas de energía escalar.
Cuando las encuentra se sintoniza con ellas y así puede recoger la energía. Se diseñó en base

— 529 —
SEGUNDA PARTE

al trabajo que realizan ustedes. Estudiamos durante un tiempo su trabajo y la forma como us-
tedes los mineros trabajan y usan los trajes espaciales.
—¿Y como para cuánto tiempo te alcanza la energía? —preguntó Alonso entendiendo
quizá solo la mitad de lo que le estaban explicando.
—Técnicamente, para siempre.
—¡Ah jíjuela! Neta que cuando sea grande quiero ser como tú Tizoc.
Ambos rieron de nuevo. Alonso ya se sentía aliviado y relajado al saber que solo era cues-
tión de un corto tiempo antes de que pudieran ambos salir de allí.
Tizoc le continuó explicando las bondades del traje que traía puesto y los detalles de la
misión a Júpiter. Todo ese tema mantuvo embelesado a Alonso durante más de una hora.
Siempre había soñado con viajar a las estrellas solo para explorarlas. Quiso ser minero por
seguir ese sueño, pero ahora estaba hablando con un verdadero astronauta explorador espa-
cial.
En verdad quería ser como Tizoc. No se podía quejar de su vida. Amaba su profesión,
pero todos llevamos un sueño irrealizado dentro de nosotros. Así somos los seres humanos.
Siempre queremos más. No importa qué tanto tengamos en las manos. Esa insatisfacción era
lo que había llevado a Alonso a ese asteroide, y eso mismo era lo que estaba llevando a Tizoc
a Júpiter, y eso mismo llevaría a alguien más mucho más allá de Júpiter.
De repente, el traje completo de Tizoc empezó a descender hasta que se depositó sobre el
suelo, se hizo iridiscente y comenzó a brillar con una luz verdosa extraña. La luz no provenía
del traje en sí, sino de alguna parte cerca de su superficie. Era como si estuviera envuelto en
un halo de brillo hermoso, que parecía tener vida propia como una pequeña aurora boreal.
—Ya está —dijo Tizoc. —De vuelta a la vida. El transportador estará aquí en seguida.
Alonso no dijo nada. Asombrado, solo se limitó a sonreír. Observó durante un minuto las
extrañas emanaciones lumínicas del traje de Tizoc y luego se levantó y caminó hacia el exte-
rior de la cueva. Necesitaba ver las estrellas. Unas horas antes no quería acercarse a ellas.
Ahora quería todo lo contrario. Quería estirar la mano y tocarlas.
Un par de horas antes sentía que todas esas estrellas lo veían con indiferencia. Ahora sen-
tía que lo miraban con alegría. Así somos los seres humanos. Pensamos que somos los prota-
gonistas de una historia, como si hubiera en el universo una historia acerca de nosotros, es-
crita por alguien en algún lugar.
De pie sobre esa piedra inmensa, y simultáneamente pequeña, Alonso se sintió en paz con
la vida. Después de todo, él era parte de un gran plan. Era un peldaño que serviría para que
otros llegaran más lejos que él.

— 530 —
SOL NOCTURNO

Qué bien se sentía saber que nuestra vida vale la pena para alguien que estará aquí des-
pués que nosotros, y que gracias a lo que hacemos hoy, otros lograrán realizar más altos
ideales.

— 531 —
TERCERA PARTE

Cómo llegar a donde deseamos. Descripción de algunas opciones, de entre muchas que
seguramente debe haber, para lograr una transición organizada y pacífica desde el punto en
el que nos encontramos, hasta el punto al que queremos llegar a estar
TERCERA PARTE

Introducción a la Tercera Parte

Para hacer algo necesitamos un plan. En México y en muchos otros países —por no decir
en todos—, eso es lo que necesitamos. Un nuevo plan. De nada o de poco sirve entender por
qué las cosas son como son, y de nada sirve visualizar cómo queremos que sean, si además
de eso no creamos un plan para llegar desde donde estamos hasta donde queremos estar. Esta
tercera parte trata de eso.
Siempre existen varias formas de cómo lograr algo. En esta parte expongo varias formas
de cómo podríamos llegar a donde siempre hemos querido y nunca hemos podido. Estoy se-
guro de que habrá otras propuestas, algunas mejores. Todas son buenas siempre y cuando
nos lleven a donde queremos, y expliquen cómo le haremos para comenzar el cambio y có-
mo es que haciendo esos cambios progresivos y de forma ordenada llegaremos a donde que-
remos.
Recordemos que un plan no es una lista de deseos. Todas las personas deseamos muchas
cosas, pero todos esos deseos no pasarán de ser solo deseos si no redactamos un plan prime-
ro y lo ejecutamos después. Un plan debe tener claros los pasos que vamos a seguir. Debe te-
ner un objetivo claro. Debe explicar cómo vamos a llevar a cabo cada paso. Sobre todo, debe
darnos una idea del tiempo en que se podrán llevar a cabo cada una de las tareas que hay que
hacer hasta lograr el objetivo. De esa forma podremos ajustar nuestras expectativas al tiempo
que tendrá que transcurrir antes de que obtengamos lo que buscamos.
En esta Tercera Parte te planteo opciones válidas y sustentables para lograr lo que quere-
mos. Te explico tres planes económicos distintos, y además una buena cantidad de condicio-
nes adicionales que debemos lograr, sobre todo en la forma de reorganizar nuestros servicios
públicos.
Dos de los planes económicos están pensados para ser aplicados a nivel nacional y un ter-
cero para aplicarlo a nivel regional. Cada uno tiene sus pros y sus contras. La diferencia en-
tre uno y otro se debe a que en un plan nacional se tiene control monopólico del dinero, la
forma de producirlo y la forma de usarlo. En una región no sucede así. En una región el di-
nero no se puede producir ni se puede controlar la forma de manejarlo. En una ciudad o en
un estado, por ejemplo, no se puede producir dinero ni se pueden implementar políticas mo-
netarias, por lo que hay que recurrir a otros métodos, pero todos parten de los mismos con-
ceptos que hemos analizado a lo largo de la Primera Parte.
Qué tan acelerada podría ser la recuperación económica de nuestro país al implementar
cualquiera de estos planes, es algo que desconozco con exactitud. Pero sea cual sea la veloci-
dad de recuperación, sé que será rápida y sustentable, nada que ver con el pseudodesarrollo
que nos pregonan ahora.

— 535 —
TERCERA PARTE

Estimo que se necesitan menos de seis meses para ver los primeros beneficios importantes
y aproximadamente un año para ver cambios permanentes. Al final del tercer año o princi-
pios del cuarto años debemos poder ver una mejora enorme. Ese tiempo no me lo estoy
sacando de la manga. No tengo experiencia en administrar un país, pero sí tengo experiencia
en administrar cambios estructurales y organizacionales en plantas industriales grandes, en
administración de finanzas, en administración de desarrollo de tecnología, en administración
de proyectos, y sobre todo tengo los datos históricos de experiencias vividas en otros países
en donde se han implementado algunos de los conceptos aquí planteados.
Con la experiencia de más de treinta años en administración industrial, te puedo asegurar
que los cambios de los que hablo pueden llevarse a cabo en estos períodos de tiempo que
menciono, reuniendo a las personas adecuadas, quienes obviamente deben contar con las
competencias que se necesitan.
Eso es todo lo que necesitamos. Eso es todo lo que siempre hemos necesitado y lo que ne-
cesitaremos siempre. Conocimientos y capacidad de trabajo. No necesitamos más. No nece-
sitamos inversión extranjera, como nos lo han hecho creer y nos han repetido miles de veces
hasta que nos han adoctrinado a creerlo irreflexivamente.
Todo este libro trata sobre mejorar las cosas y eso significa un cambio y eso a su vez sig-
nifica un proyecto que hay que administrar. Cuando recién comenzaba mi carrera, hace más
de treinta años, un jefe me dijo en una ocasión que una planta industrial grande no es muy
distinta a un país. Hasta la fecha no sé bien a que se refirió, pero sí puedo decir que aprendí
que uno se debe enfocar en la gente y no en el dinero, ni en la producción, ni en las máqui-
nas. Enfócate en la gente y todo lo demás se da por sí solo. Al final de cuentas es la gente la
que hace todas las cosas. Las máquinas solo las repiten.
El cambio que propone este libro solo lo podemos hacer entre todos. Todos nosotros —la
gente— lo podemos llevar a cabo. Así que nosotros somos los protagonistas. Por lo tanto, es
enfocándonos en nosotros mismos como lo podemos sacar adelante. Solo tenemos que atre-
vernos a hacerlo.
Este plan seguramente no es ni será el único, pero te recomiendo que, al escuchar cual-
quier otro plan, o cualquier otra forma de mejorar la economía, busques que te expliquen có-
mo lo harán, cómo afectará eso a la economía individual de la gente, cómo afectará a las per-
sonas en su forma de vida, en su calidad de vida, en las oportunidades que tienen de vivir la
vida que quieren.
En ningún plan es realmente necesario que “nos apretemos el cinturón”, tal y como nos lo
han hecho creer durante muchos años. En la propuesta de implementación de la Economía
del Valor Social, no es necesario que nadie se abstenga de nada más de lo que ya se ha abste-
nido durante años. En la Economía del Valor Social todo es hacia adelante[140].

140 Originalmente pensé en decir “arriba y adelante” pero ese eslogan ya me lo ganó el expresidente Luis Echeverría
Álvarez.

— 536 —
INTRODUCCIÓN A LA TERCERA PARTE

Entonces, si alguien más hace alguna otra propuesta, debemos considerarla, revisarla,
analizarla, estudiarla, evaluarla, buscando que ofrezca los mismos o mayores beneficios que
la Economía del Valor Social, y que además sea igualmente sustentable. Ya veremos. Por lo
pronto, aquí te van unas cuantas versiones del plan para implementar la Economía del Valor
Social.

— 537 —
TERCERA PARTE

Plan Icihúcac

El Icihúcac es de mi agrado por la velocidad con la que se empezarían a ver los beneficios
para todos[141]. Serían tan rápidas las mejoras que quizá incluso podrían llegar a ser “dema-
siado” rápidas. El Icihúcac consiste en comenzar por tomar rápidamente el control del dinero
existente realizando un número de acciones preparativas para comenzar la implementación
del plan, que se resume en 5 pasos básicos.
Los resultados que se podrían obtener con el Icihúcac se lograrían en cuestión de meses
en todo el país. A continuación, describo los pasos y al final de eso explico con más detalle
las acciones preparativas que se realizarían.

Paso 1: Contar Nuestras Canicas


Contar nuestras canicas significa contar qué es lo que ya tenemos de valor[142], para saber
desde dónde vamos a empezar. Cuántos somos, qué sabemos hacer, qué herramientas tene-
mos, qué materiales tenemos y cuáles son las cosas que nos faltan. Tenemos conocimientos,
tenemos fuerza laboral, tenemos terreno, tenemos recursos naturales, tenemos algo de lo que
nos queda del petróleo, y tenemos infraestructura como carreteras, vías de ferrocarril, vías
marítimas, vías aéreas, comunicaciones, infraestructura básica agrícola y ganadera, infraes-
tructura eléctrica y algunas otras cosas más que nos pueden servir.
Un verdadero ingeniero hace lo que haya que hacer con lo que hay, y lo que no hay lo in-
venta. Yo siempre me las he dado de ser un muy buen ingeniero así que veamos qué tan bue-
no realmente soy.
Después de contar nuestras canicas sabremos cuál es nuestro punto de partida. De esa for-
ma no estaremos queriendo hacer cosas que todavía no podemos hacer. No podemos iniciar
un proyecto sin saber cuál es nuestra situación actual, de la misma forma que no podemos ir
a abrirle la compuerta de desahogo a una presa que no hemos construido.

Paso 2: Abrir La Llave Un Poco


Imagínate que tenemos un lago enorme y está demasiado grande como para poder medirlo
y saber cuánta agua le cabe. El agua, en nuestro caso, sería el dinero. El lago sería nuestro
país. Así que, tenemos dos opciones. O nos ponemos a inventar una forma de cómo medirlo,
o le abrimos a la llave un poco para ver por dónde amenaza el agua en salirse y derramarse.
Yo prefiero la segunda.

141 Icihúcac significa veloz, ligero, en lenguaje náhuatl.


142 Apegándonos a la definición de “valor” según la Teoría de la Economía del Valor Social.

— 539 —
TERCERA PARTE

Si nos ponemos a medirlo, además de invertir mucho tiempo en ello, andaremos querien-
do hacer las cosas más difíciles de lo que realmente son. Abrir la llave un poco significa co-
menzar a darle a la gente dinero para que gaste. ¿Así de fácil? Si. Así de fácil.
La única condición es que esas personas sean mexicanos y que vivan en México. No ne-
cesitan ser mayores de edad, ni tener empleo, ni ninguna otra cosa. Tampoco necesitan ser de
alguna región en especial o pertenecer a algún grupo socioeconómico en particular. No nece-
sitan vivir en alguna ciudad ni tener alguna condición jurídica en particular. Y por supuesto,
no es necesario que profesen alguna religión en particular y mucho menos que estén afiliados
a algún partido político o que estén adheridos a alguna ideología en especial. Solo deben ser
mexicanos y vivir en México.
Podríamos querer optar por otras formas de aumentar el ingreso de la gente. Por ejemplo,
podríamos eliminar impuestos. Eso también le ahorraría dinero a la gente y podría decirse
que sería una especie de dinero que les estaríamos dando. Por ejemplo, podríamos eliminar
el ISR a todos los que ganen menos de 200 pesos diarios. Cosas como esa suenan bien, pero
tienen varias limitantes serias: por una parte, no le darían dinero a todos los cientos de miles
de personas que no tienen empleo, y por otra, nos meteríamos en una serie interminable de
problemas tratando de ver a quién le damos el dinero y a quién no.
Así que, para que las cosas sean realmente parejas, podríamos comenzar por darle una
misma cantidad a todos cada semana. Digamos unos 100 pesos. ¿De dónde saco yo esa
cantidad? Bueno, digamos que es lo que una persona necesita en estos días para poder comer
durante tres días.
Podríamos enfrascarnos en análisis eternos y debates de cuánto dinero es lo más óptimo,
pero eso se me hace una estupidez. No existe lo más óptimo. La gente necesita alimentarse y
necesita cosas con urgencia. Quizá 100 pesos no sea mucho para alguien que gana más de
mil pesos diarios, pero para alguien que gana menos de 100 pesos en todo un día de trabajo,
te aseguro que es una diferencia grande. Como sea, 100 pesos a todos cada semana es menos
del 20% del presupuesto de ingresos anual federal, así que es perfectamente posible.
—Pero, Jorge, ¡tendremos que detener los proyectos de inversión que tenemos!
¿Y qué con eso? Los proyectos de inversión que traigamos, los que sean, deberían ser
para beneficio de todos, ¿o no? Ninguna carretera, ni ninguna presa eléctrica, ni ningún pago
de ninguna deuda es más urgente que comer. ¿O sí? ¿Verdad que no? Además, el 20% de re-
ducción en el presupuesto no es nada que no se pueda manejar de otra forma. Solo date cuen-
ta de que en los últimos seis meses el peso se ha devaluado 25% con respecto al dólar y
como todo lo importamos y todo lo pagamos en dólares, entonces esa devaluación es lo mis-
mo que si nos hubiéramos reducido nuestros ingresos en ese mismo porcentaje, más sin em-
bargo aquí estamos todavía. No nos pasó nada ni nadie se murió. Así que reducir el 20% del
presupuesto de ingresos federales para poder con ello realizar el arranque del proyecto de
mejora económica más importante que hemos hecho en toda nuestra historia, me parece to-
talmente razonable.

— 540 —
PLAN ICIHÚCAC

Así que, digamos que comenzamos por darle unos 100 pesos a todos los mexicanos que
vivan en México. Lo repito: A TODOS.
—¿Y qué hay con los que no son mexicanos y también viven en México?
Bueno, por ahora me interesan los mexicanos. Ya que salgamos del hoyo veremos cómo
ayudarles a los extranjeros que viven aquí.
—¿Y qué hay de los mexicanos que viven en el extranjero?
Bueno, pues ellos ganan dinero allá. Sé que muchos de ellos envían dinero hacia México
para sus familias. Acá les ayudaremos a sus familias y resolveremos esta situación para que
aquellos puedan estar más tranquilos, con la esperanza de poder regresar y vivir junto con los
que aman y no tengan que volverse a ir.
—¿Y qué hay de los enfermos?
A ellos también.
—¿Y qué hay de los que están en la cárcel?
Bueno, ¿qué parte del “A TODOS” no quedó clara?

Paso 3: Localizar Un Derrame


Lo primero que todos vamos a comenzar a hacer —y en esto me incluyo— es gastarnos el
dinero que nos demos nosotros a nosotros mismos. Todos tenemos urgencias y todos tene-
mos deseos. Así que es ocioso esperar que nos detengamos a ahorrar. No dudo que haya por
ahí uno que otro que pensará que ahorrar es lo mejor. Así que debo repetirlo: por favor no
ahorres. Si no necesitas el dinero solo devuélvelo al banco. Alguien más lo necesitará. Cuan-
do tú lo necesites, podrás ir al banco a solicitar lo que requieras.
Ahora bien, ¿en qué nos vamos a gastar el dinero que nos demos? Te juro que no tengo la
menor idea. Lo que yo me imagine puede ser tan buena predicción como la de cualquier otra
persona. Pero si la Economía del Valor Social tiene cosas buenas, esta es una de ellas. No es
necesario que nos desgastemos tratando de anticipar lo que la gente va a decidir hacer con su
dinero para poder establecer, con esa información, políticas económicas efectivas. Tratar de
anticipar en qué se va a gastar la gente su dinero es un esfuerzo inútil, ocioso y estúpido.
Somos 120 millones de personas, y todos tenemos gustos y necesidades diferentes. Lo
mejor es dejar que las personas sean libres de adquirir lo que quieran, para lo que quieran, y
que con eso las cosas tomen su propio rumbo. En lugar de tratar de controlar a la gente, lo
que hay que hacer es observar en qué es en lo que la gente gasta su dinero.
Las cuatro primeras semanas no cuentan, ya que la mayoría hará al principio cosas que
luego ya no hará. El gobierno no tiene nada de credibilidad, así que, la gente no creerá que
podrá contar con ese dinero siempre. Además, habrá muchas personas que comenzarán a ha-
cer circular chismes y mentiras, con mala intención o por ignorancia, acerca de las conse-

— 541 —
TERCERA PARTE

cuencias de dar dinero a la gente. Habrá muchos que se asustarán ante lo que pueda pasar y
comenzarán a repetir lo que escucharon en algún lugar. Dirán cosas como que ese dinero
provocará inflación y muchas otras cosas más.
Así que, por todo eso, la gente que reciba el dinero, las primeras veces, no lo usará para
algo productivo. No querrán contar con ese dinero de forma sostenida. No porque no lo de-
seen, sino porque no quieren ilusionarse en algo que luego les van a quitar. No hay nada de
cultural en ello. Es una reacción natural de todos los seres inteligentes. Después de la cuarta
semana, sin embargo, debemos poner atención.
Somos básicamente un país que no produce nada, así que seguramente casi todo lo que la
gente comenzará a comprar será de procedencia extranjera. Para poder comprar esas cosas en
otra parte, ya sea en China o en EE.UU., alguien tuvo que haberlas importado primero.
En un modelo de sustitución de importaciones normal, lo primero que hacen los gobier-
nos es subirle los impuestos de importación a las cosas que la gente compra de procedencia
extranjera para “obligarlas” a que, en lugar de ello, compren lo que es de procedencia nacio-
nal.
Eso provoca dos problemas. Por una parte, la gente ahora tiene que pagar más por esas
cosas, puesto que las cosas nacionales son más caras, y con eso se elimina el beneficio que
se quiso dar al principio. Y por la otra, surgen contrabandistas que traen esas cosas del ex-
tranjero sin pagar cuotas de importación a precios muy convenientes, la gente se los compra,
y se inicia así una cadena de suministro ilegal que solo traerá personas en prisión y gente
muerta. Y todo solo por querer mejorar su calidad de vida.
Así que no vamos a hacer eso. Lo que vamos a hacer es una lista de todas esas cosas que
la gente está comprando. La forma de recolectar esa información ya la tenemos, así que no
hay problema para saber eso.
De todas las cosas que la gente esté comprando, sean de importación o nacionales, habrá
una que se terminará primero. De todas ellas, habrá una cuya oferta estará quedándose retra-
sada con respecto a la nueva demanda. El efecto de entregar dinero a la gente creará esa sen-
sación de que se está acabando ese satisfactor. Por ejemplo, digamos que mucha gente em-
pieza a comprar carne. La producción de carne en el país tiene una cierta capacidad. Las per-
sonas que producen y comercian la carne ya saben más o menos cuánta demanda de carne
hay en una fecha normal.
Si la gente de repente tiene más dinero y con ese dinero comienza a comprar más carne,
entonces se comenzará a gestar lo que se conoce como “desabasto”, es decir, no habrá sufi-
ciente carne para satisfacer la “demanda”. Al subir la demanda comienza a haber desabasto y
eso provoca que el precio de la carne suba. No debemos dejar que el precio suba porque eso
significa inflación para la gente, o devaluación de su dinero, que es lo mismo. ¿Qué hay que
hacer? Aumentar la producción de carne, obviamente. Pero aumentar la producción no se

— 542 —
PLAN ICIHÚCAC

puede lograr de la noche a la mañana, así que hay que recurrir a un plan emergente, el cual
debe ponerse en acción, mientras la producción de carne se aumenta.
Normalmente, la producción se puede subir de forma rápida si se importa. No hay nada de
malo en eso, siempre que se vigile que la importación no altere el mercado nacional existen-
te. Si importamos demasiada carne correremos el riesgo de que los productores de carne
pierdan su trabajo y su negocio. La importación debe hacerse con cuidado.
Esa acción de observar el mercado y detectar cuál satisfactor es el que se va a quedar re-
zagado con respecto a la demanda es a lo que llamo “buscar un derrame económico”. Esto es
algo malo. Hay que evitarlo. Debemos detectar esos derrames lo más temprano posible para
que haya tiempo de solucionarlos con rapidez y efectividad.

Paso 4: Levantar Un Dique


El paso número 4 es el más importante y el más complicado. Requiere mucho trabajo y
organización. Identificar dónde tenemos un derrame y, por tanto, dónde hay que construir un
dique es más o menos sencillo. Sobre todo, si lo identificamos de una forma reactiva, como
la que propongo aquí. Sin embargo, construir un dique ya no es tan sencillo. Hay que traba-
jar bastante.
Con la lista de cosas que la gente está comprando debemos identificar qué cosas son im-
portadas y cuáles no. Lo que vamos a hacer no es nuevo, pero la forma como lo haremos sí
es novedosa. Si estás familiarizado con el régimen de sustitución de importaciones ya la lle-
vas de ganar. Haremos algo muy parecido a un régimen de sustitución de importaciones,
pero esta vez lo haremos de forma distinta.
Las diferencias claves son:
1. El tiempo apremia. Recordemos que la llave está abierta. El lago se está llenando.
Debemos de concluir la construcción del dique “antes” de que el agua se derrame.
Debemos movernos aprisa involucrando a todos los que debamos involucrar. No de-
bemos detenernos por intereses políticos de nadie. La gente espera resultados.
2. No debemos subir las cuotas de importación. Las cuotas de importación deben per-
manecer como están, al menos por ahora. Después las modificaremos, pero no para
elevarlas, sino para disminuirlas. Recordemos que subir las cuotas de importación
provoca inflación ya que con eso encarecemos las cosas para la gente. Por otra parte,
querer proteger a la industria nacional subiendo cuotas de importación solo produce
una industria holgazana que no es competitiva.
3. La sustitución de las importaciones no se debe hacer en un esquema horizontal
sino vertical. Este es, quizá, el punto más complejo de comprender y, por lo tanto,
merece una explicación amplia y detallada. Te lo explico más adelante en el capítulo
Sustitución de Importaciones Verticalmente Integrada, en la página 571. Por ahora te
puedo decir que se trata de no sustituir las cosas por niveles, como normalmente se

— 543 —
TERCERA PARTE

hace, sino por productos completos. Por ejemplo, si vamos a sustituir los teléfonos
celulares, no debemos comenzar por un componente electrónico, y luego el otro, sino
que debemos comenzar por sustituir todo el teléfono celular completo a la vez, y lue-
go otro modelo de teléfono, y luego otro. Esto va en contra de los principios de la
economía de escalas, lo sé. Pero esa economía de escalas es otra de las mentiras que
nos han hecho creer desde siempre. Tenme paciencia, te lo explico más adelante.
4. Debemos incluir el método de producción en el plan. Actualmente, cuando se ha-
bla de un régimen de sustitución de importaciones se piensa en los productos, pero el
método de producción se deja de lado, principalmente para los satisfactores naciona-
les. Por ejemplo, si pensamos sustituir los cristales para los autos, pensamos en la
materia prima, pero no pensamos en las máquinas que se necesitan para producir los
cristales. En nuestro plan debemos incluirlo todo. Si se necesita un horno especial
para la fundición del cristal, debemos incluir el desarrollo y la construcción de ese
horno aquí en México, y no solamente las materias primas para hacer el cristal para el
auto. Es un error salir a comprar maquinaria o refacciones a otros países creyendo
que es suficiente con sustituir las materias primas del producto.
5. Los costos de producción y distribución deben ser competitivos desde el princi-
pio. Toda la producción de un satisfactor es algo que funciona como una máquina.
Las máquinas se diseñan desde el principio para funcionar de una forma específica y
para que su funcionamiento cueste una determinada cantidad de dinero. El que diseña
la máquina lo sabe. De hecho, desde que comienza las labores de diseño se le infor-
man las condiciones con las que deberá cumplir el diseño y entre ellas están el costo
de operación que la máquina deberá tener. De esa misma forma se diseñan los méto-
dos de producción. En la vida real, en la industria real, cuando uno necesita un méto-
do de producción uno dice algo como: necesito producir collares de piel para perro y
necesito que cuesten tanto, y que se produzcan a tantas piezas por hora y lo necesito
para tal fecha. Y tan tan. No hay más que decir. De allí en adelante la solución de ese
problema corresponde a profesionales entrenados específicamente para esos casos y
de esos hay cientos de miles, si no es que millones, en México.
6. Se deben incluir los productos que ya son nacionales. Esto es clave para que el
plan funcione. En la implementación de los programas de sustitución de importacio-
nes normalmente se deja de lado la industria nacional. Eso no está bien. La industria
nacional es débil, necesita ayuda, necesita apoyo de la sociedad para poder producir
los satisfactores que la misma sociedad a la que pertenece necesita. El objetivo es
apoyar a la industria nacional para que mejore su nivel de competitividad hasta que
logre ganarle a los productos de importación. Si piensas que en algunos casos esto no
es posible es porque estás adoctrinado a pensar así. Esto es posible en TODOS los ca-
sos. Si te dicen que no podemos producir vasos de plástico en México más baratos y
de mejor calidad que los que importamos de China, te están mintiendo. Quizá no te lo
digan con intención de mentirte, pero te estarán mintiendo de cualquier forma. El ra-

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PLAN ICIHÚCAC

zonamiento de que no podemos competir porque a un obrero chino le pagan la cuarta


parte de lo que le pagan a un obrero mexicano es falaz y solo revela la ignorancia del
que razone de esa forma.
7. Se debe controlar el dinero. Como ya vimos en la primera parte de este libro, exis-
ten muchas razones por las que, contrariamente a lo que sucede ahora, el dinero debe
carecer de valor intrínseco. Mientras se permita al dinero tener valor intrínseco, no se
podrá eliminar la fluctuación del precio de las cosas ni se podrán implementar pro-
yectos sustentables de mejora de poder adquisitivo. Si no se controla el dinero, este
seguirá concentrándose en unas pocas manos dejando a la mayoría de la gente sin la
capacidad de usarlo para empujar la economía hacia adelante. Actualmente, en lugar
de controlar al dinero, hemos tratado de controlar a la gente, a las personas. Debemos
impedir que el dinero sea vendido, que sea acumulado, que sea intercambiado por
monedas de otros países. Debe existir una cantidad limitada de dinero en la sociedad
para que sea usada para intercambiar satisfactores. Conforme la economía vaya de-
mandando más dinero, este debe ser creado, pero solo para ese propósito. Actualmen-
te los bancos privados tienen autorización de crear dinero de la nada y eso no está
bien. Actualmente permitimos que el dinero sea utilizado para apostar contra su valor
en mercados de dinero y eso tampoco está bien. Nos daña profundamente y nos impi-
de mejorar nuestra economía, nuestra economía de verdad, la economía que necesita-
mos y que no debería depender de un valor artificial que le demos al dinero.

Paso 5: Evaluación y Vuelta al Paso Tres


El paso anterior está dedicado a la construcción de un dique. Si lo hicimos bien, el dique
detendrá el derrame del agua, pero solo lo hará por un tiempo. Recordemos que la llave sigue
abierta. El lago se sigue llenando. Por lo tanto, pronto el agua buscará otro lugar por dónde
derramarse. Debemos evaluar nuestra situación actual, hacer los ajustes necesarios y regresar
a encontrar por dónde se derramará el agua la siguiente vez.
La primera vez que lo hagamos aprenderemos mucho. Habrá muchas cosas nuevas. Se
presentarán situaciones que no conocíamos. La segunda vez no será tan difícil. La segunda
vez ya tendremos un mejor conocimiento del lago y la orografía circundante, por lo que po-
dremos anticipar con mucha mayor precisión por dónde se derramará el agua. También para
entonces conoceremos mejor nuestras propias capacidades: nuestros conocimientos, nuestra
capacidad de organizarnos, nuestra capacidad de respuesta.
Si no iniciamos con una llave demasiado abierta, tendremos tiempo suficiente para avan-
zar a un paso ordenado y sostenido. La apertura de la llave nos dará la pauta de trabajo. De-
pendiendo de las condiciones podremos decidir dejar la llave con el caudal que ya tiene, o
podremos decidir abrirla un poco más.
Los pasos tres, cuatro y cinco se repetirán constantemente, sin detenerse. Esos pasos, de
forma muy general, repitiéndose cíclicamente, son los que forman la parte medular del plan

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TERCERA PARTE

Icihúcac de implementación de la Economía del Valor Social y son también los que represen-
tan el crecimiento real de nuestra economía.
Es imposible anticipar con qué rapidez podremos llenar el lago en cada ciclo. Todos de-
searíamos que fuera posible volverlo a llenar de una forma muy rápida, pero es importante
hacerlo con cuidado, de forma mesurada y cuidadosa. Llenar el lago demasiado rápido po-
dría provocar desabasto o sobredemanda de algo y eso provocaría que ese algo aumentara de
precio. Ese aumento del precio de algo, si se generaliza, lo veremos como inflación y eso es
una de las cosas que queremos evitar. Por tanto, debemos hacer las cosas de tal forma de no
provocar desabasto o sobredemanda de algo, para no provocar aumentos de precios en nada.
De esta vigilancia se deriva el éxito del plan. Las necesidades son muchas, así que entre
más rápido podamos crear las industrias que produzcan lo que necesitamos, más rápidamente
podremos satisfacer todas nuestras necesidades, sean cualesquiera que sean.

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TERCERA PARTE

Plan Cuexáhuac

El Plan Cuexáhuac es un plan alternativo al plan Icihúcac. Al igual que este, también está
diseñado para aplicarse a nivel nacional, cuando se tiene control monopólico del dinero.
La diferencia básica entre el Icihúcac y el Cuexáhuac es que el segundo tiene la ventaja
de producir un cambio gradual[143], lo cual permite ir haciendo ajustes sobre la marcha, sobre
todo en los sectores financieros, bancarios y fiscales.
Por lo mismo, los beneficios se obtienen más lentamente. Digamos que estaríamos ha-
blando de obtener beneficios en un par de años en lugar de obtenerlos en un par de meses.
En lo personal, creo que este plan es mejor que el Icihúcac porque permite hacer negociacio-
nes menos apresuradas con los distintos actores económicos en el país, tanto nacionales
como extranjeros.
Este plan consiste en crear una moneda alternativa adicional —el tomín[144]—, la cual
debe permanecer en control del Banco de México en todo momento y se utiliza para despla-
zar progresivamente a la moneda de curso legal existente, en este caso el peso mexicano.

Paso 1: Evaluación Inicial


Este plan, igual que el anterior, comienza con realizar un inventario de la infraestructura
económica que ya tenemos. Es importante saber cuál será nuestro punto de partida. De he-
cho, cada región geográfica dentro de nuestro país tendrá que delimitarse en base a sus recur-
sos económicos existentes.
Si nuestro país tuviera una infraestructura más desarrollada, no deberíamos tener que ha-
cer esto último. Desgraciadamente estamos en una nación que está fraccionada y que tiene
distintos niveles de desarrollo en distintas regiones. Un plan de desarrollo económico no
puede implementarse de la misma forma en todos los países porque cada uno tiene sus pro-
pias necesidades, idiosincrasias, y recursos. En nuestro país tenemos zonas que son muy dis-
tintas unas de otras, tal y como si fueran países diferentes.
Como comento, no debería ser así, pero así es. Así que lo primero que hay que hacer es
reconocer qué regiones son estas, qué características tiene cada una, con qué recursos cuenta,
qué nivel educativo tienen sus habitantes, con qué industrias cuentan actualmente, etcétera.
Distintas regiones cuentan con distintas infraestructuras en pie a partir de las cuales se co-
menzaría a construir y a mejorar la situación. La falta de vías de comunicaciones libres y
efectivas ha provocado mucho este fenómeno divisionista. Es por esto por lo que en la Eco-
nomía del Valor Social se les da mucha importancia a las vías de transporte y comunicación.
143 Cuexáhuac significa “lento”, en idioma náhuatl.
144 Tomín, o tumín, significa “dinero”, en idioma náhuatl.

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TERCERA PARTE

Entre más vías tengamos y más comunicación haya entre todos, más homogéneo será nuestro
desarrollo económico y menos diferencias habrá entre nosotros mismos.
Es necesario saber con qué contamos y qué es lo que nos hace falta en cada una de las dis-
tintas regiones económicas del país. En algunos lugares tenemos más conocimiento que en
otros, en algunas regiones tenemos más terreno disponible que en otras, en algunas partes
hay vías marítimas y en otras no es posible que las haya.
Como lo mencioné en el plan anterior, no podemos iniciar un proyecto sin saber cuál es
nuestra situación actual, de la misma forma que no podemos administrarle a un paciente una
terapia sin hacer una evaluación y un diagnóstico preliminares.

Paso 2: Selección de Puntos de Infección


El plan Icihúcac podría considerarse un plan de alto impacto y bastante disruptivo. Cam-
bia las cosas muy aprisa, lo cual no necesariamente es algo malo. El éxito o fracaso de un
plan depende mucho de la forma como uno se organice para llevarlo a cabo, de los que parti-
cipan en él y de las condiciones en el entorno.
Por otra parte, el plan Cuexáhuac es un plan que permite medir lo que va sucediendo a
cada paso. El plan Icihúcac se “empuja” para que suceda, mientras que el plan Cuexáhuac se
“inserta” y de allí en adelante se le permite propagarse por sí mismo. Por esta última razón,
el plan Cuexáhuac se parece más a una infección provocada de forma deliberada, y por ello
debemos buscar los mejores puntos en los que se pueda infectar la economía.
Después de identificar las distintas regiones económicas que existen en nuestro país es ne-
cesario identificar cuáles son los mejores puntos de infección que cada una de dichas regio-
nes tiene. Algunas tendrán varios puntos, mientras otras tendrán quizá solamente uno.
Un buen punto de infección es un punto en el que la cadena de suministro es larga. Por
ejemplo, una región altamente comercial que no cuente con una base industrial mexicana
propia no será tan buen punto de infección como otra región en la que no haya mucho co-
mercio pero que exista una base industrial mexicana, aunque esta sea incipiente y básica.
Ejemplos concretos serían la ciudad de Tijuana comparada contra la ciudad de Monterrey.
En la primera existe mucho comercio, mucha industria, pero no hay industria mexicana. La
producción de bienes y servicios mexicanos —según la definición de la Economía del Valor
Social— no es tan alta como lo es en Monterrey. Lo importante en esta selección es evaluar
qué tan independiente —económicamente hablando— es una región comparada contra otra.
Una región que cuente con medios de producción propios es un buen punto de infección.
No importa que los medios de producción sean básicos, por ejemplo, que sean solamente
productos agropecuarios. Lo importante es la longitud de la cadena de suministro. Entre más
largas sean las cadenas en una región, mejor candidata será para convertirse en un buen pun-
to de infección.

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PLAN CUEXÁHUAC

Paso 3: Diseño de Estrategias de Infección


Después de identificar los mejores puntos de infección, basándonos en la longitud de las
cadenas de suministro, debemos establecer estrategias para cada una de ellas. Seguramente
habrá estrategias que podrán usarse en más de una región. No hay problema en eso. Lo im-
portante es que cada región tenga una estrategia hecha a la medida.
Para esto, es importante involucrar a los habitantes de la región. Ellos, más que nadie, de-
ben comprender de lo que se trata el plan, los beneficios que obtendrán, la ayuda que recibi-
rán, y las nuevas reglas del juego. Los administradores públicos encargados de la implemen-
tación del plan no deben escatimar esfuerzos en capacitar a la gente, en convencerla, en res-
ponder todas sus dudas.
Incluso en cada región, el arranque del plan debe hacerse con cuidado. No importa que al
principio parezca avanzar lentamente si eso incrementa la seguridad de hacerlo bien. Si lo
hacemos bien, el plan Cuexáhuac avanzará por sí mismo cada vez más rápido, tal y como lo
hace una infección viral en nuestro cuerpo.
Las reuniones deben hacerse particularmente con los elementos económicos de las cade-
nas de suministro. Como ejemplo, en la cadena de suministro de tomates, esta tiene su inicio
desde el productor de las semillas, luego los implementos agrícolas, los abonos y fertilizan-
tes, el agricultor, el distribuidor, el transportista, el dueño de la tienda que vende los tomates,
el consumidor final.
Todas esas personas involucradas en cada una de las cadenas identificadas deben estar en-
teradas —y de acuerdo— de lo que van a hacer y qué beneficios traerá para cada una de
ellas. Recordemos que estaremos ingresando una moneda adicional alternativa en el sistema
de pagos, así que todos los que vayan a usar esa “nueva moneda” deberán saber cómo se ma-
neja.

Paso 4: Infectar al Anfitrión


El sistema económico debe ser “infectado” con la nueva moneda para comenzar el proce-
so de infección y propagación de su uso. En México tenemos algo de experiencia en eso. En
un pasado no muy lejano manejamos doble moneda. Si tienes alrededor de 50 años o más,
recordarás los Nuevos Pesos que durante algunos años estuvimos usando. Los Nuevos Pesos
desplazaron a los Viejos Pesos y el proceso duró unos años. Al final de cuentas, a los Nuevos
Pesos les dejamos de llamar “Nuevos” y les comenzamos a llamar solamente “pesos”. La
moneda anterior había quedado descontinuada.
Todo aquel proceso largo fue administrado por el Banco de México, a través de la banca
privada. En esta ocasión haremos lo mismo, solo que no usaremos Nuevos Pesos sino tomi-
nes.
En el plan Icihúcac nos imaginamos que teníamos un lago seco y que lo íbamos a llenar
paulatinamente con agua. Eso lo hicimos indiscriminadamente porque teníamos una sola mo-

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TERCERA PARTE

neda. En el Plan Cuexáhuac no tenemos una moneda, sino dos y usaremos la segunda para
desplazar a la primera. Por esa razón, debemos seguir pasos distintos de forma cuidadosa.
Los puntos por los que comencemos a infectar al sistema —introducir la nueva moneda—
debemos seleccionarlos con cuidado. Sin embargo, al final de cuentas estaremos tratando de
hacer lo mismo que en el plan Icihúcac, solo que en esta ocasión nuestra intención será do-
ble. Por una parte, estaremos tratando de que los tomines desplacen al peso, pero por la otra
estaremos tratando de llenar el lago seco.
Según la estrategia seleccionada en cada región, comenzaremos a inyectar los tomines en
la economía y observaremos con cuidado cómo se propagan, como se extiende la infección.
Cada región absorberá los tomines con una distinta velocidad y con una diferente penetra-
ción, dependiendo de la longitud de las cadenas de suministro. Imagínate una mancha infec-
ciosa que se extiende en distintas regiones simultáneamente. Cada mancha es una “zona de
influencia monetaria”, si queremos usar términos económicos formales. Lo que queremos es
que cada mancha se haga lo más grande posible hasta que eventualmente se una a las demás
manchas.
Imagínate a los tomines como una especie de dinero alternativo. Si estás familiarizado
con los vales de despensa, te puedes imaginar a los tomines como un tipo de vale de despen-
sa. La palabra náhuatl para el dinero es tomín y en este libro vamos a usar esa palabra para
no confundirnos con el dinero regular o con los vales de despensa.
El tomín, a diferencia de los vales de despensa y del peso, no podrá ser creado por nadie
más que el Banco de México. Al igual que el vale de despensa, el tomín estará sujeto a reglas
de uso distintas al peso. Por ejemplo, el vale de despensa generalmente no lo puedes utilizar
para comprar cerveza o cigarrillos. El tomín, por su parte, sí te servirá para comprar cerveza
o cigarrillos o cualquier cosa que quieras.
En un inicio, el uso de tomines deberá ser opcional, pero conforme la infección se propa-
gue y su uso se extienda, llegará un momento en el que podrá ser obligatorio. No hay prisa
porque eso suceda. Si lo hacemos bien, ese momento llegará más temprano que tarde. Pro-
gresivamente, los tomines serán aceptados por todas las tiendas, mercados, talleres, y empre-
sas. Todos llegarán a aceptar los tomines como si fueran pesos.
Las oficinas de administración pública deberán contribuir a esto al aceptar el pago en to-
mines. La reestructuración fiscal permitirá progresivamente aceptar también el pago de im-
puestos en forma de tomines. El solo hecho de que CFE y Pemex acepten el pago de sus pro-
ductos en tomines será un detonador fuerte para su aceptación eventualmente universal en
todo el país.
A diferencia de los pesos, los tomines tienen las siguientes condiciones en su manejo:
1. Los tomines no los puedes intercambiar por ninguna otra moneda en ninguna parte
que no sea el Banco de México. No los puedes intercambiar ni siquiera por pesos,
más que en el Banco de México.

— 550 —
PLAN CUEXÁHUAC

2. Nadie más que el Banco de México puede emitir tomines. Ningún banco privado
puede hacerlo, ni siquiera en emisiones secundarias.
3. Solo el Banco de México puede establecer el tipo de cambio entre el tomín y cual-
quier otra moneda, principalmente el peso.
4. Solo el Banco de México puede hacer préstamos en tomines con las tasas de interés
que él mismo determine. Estas tasas serán cero o negativas.
5. El tomín solo sirve para realizar una sola transacción. Después de consumada la tran-
sacción, los tomines utilizados deben ser devueltos al Banco de México con la corres-
pondiente información solicitada: qué se compró, quién lo compró, cuándo se com-
pró, cuánto se compró, dónde se compró, etcétera.
6. El Banco de México abrirá una línea de crédito en tomines para todas las personas o
empresas que los devuelvan al banco.
7. El tomín no causa gravámenes, impuestos, cuotas, o tarifas de ningún tipo. Por lo
mismo, no es necesario incluirlo en las declaraciones fiscales hacendarias. Si una par-
te del sueldo se recibe en tomines, esa parte quedará libre de impuestos y cuotas de
todo tipo. De la misma forma, si una parte de las utilidades de una empresa se genera
en tomines, esa parte quedará exenta del pago de cualquier impuesto, y de cualquier
declaración fiscal.
8. El tomín tiene caducidad y desvaloración. A partir de la fecha de su emisión, el tomín
tiene un tiempo de vida limitado establecido por el Banco de México. Después de di-
cha fecha, el tomín se depreciará a una tasa fijada igualmente por el Banco de Méxi-
co. La depreciación deberá ser agresiva. Digamos, algo así como un 10% mensual. El
propósito de esto es desmotivar el ahorro y en cambio motivar el gasto en tomines.
9. El Banco de México es la única institución bancaria autorizada para recibir tomines
en cuentas de ahorro, cheques, inversiones, bonos, o cualesquier otros servicios ban-
carios, bajo los nuevos esquemas propuestos en la Teoría de la Economía del Valor
Social.
Al igual que el plan Icihúcac, el plan Cuexáhuac contempla la implementación de un es-
quema de ingreso básico incondicional, solo que, en este caso, el pago de dicho ingreso será
en tomines, y no en pesos. El influjo de efectivo en esta ocasión no será tan de golpe como
en el caso del plan Icihúcac debido a que el tomín tendrá una aceptación progresiva.
El ingreso básico en tomines tendrá las mismas condiciones que en el plan Icihúcac. La
única condición que deberán cumplir las personas que lo reciban es que sean mexicanas y
que vivan en México. Igualmente, no necesitan ser mayores de edad, ni tener empleo, ni nin-
guna otra cosa. Solo deben ser mexicanos y vivir en México.
La paridad inicial entre el peso y el tomín estará determinada por el Banco de México,
pero suponiendo que fuera de uno a uno, se podría comenzar con un ingreso básico de 50 to-

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TERCERA PARTE

mines. Obligadamente deberá ser menor que la cantidad de pesos con la que el ingreso bási-
co iniciaría en el plan Icihúcac. Recordemos que los tomines no tendrán aceptación universal
en un principio. Conforme se incremente el uso universal del tomín, podrá aumentarse la
cantidad de ingreso incondicional, tomando en cuenta siempre la capacidad productiva de
cada región. Entre más alta sea su productividad y más alta su eficiencia, más elevado podrá
ser el ingreso básico incondicional.
Para evitar la inflación —lo cual es la principal responsabilidad del Banco de México—
debemos “retirar” de circulación la cantidad de pesos correspondiente a la cantidad de tomi-
nes que ingresen en el sistema. Eso significa, al igual que en el plan Icihúcac, que habrá que
hacer recortes presupuestales en el gasto del gobierno y, por lo tanto, prevalecerá la misma
pregunta:
—¿Habrá proyectos públicos que se detengan?
Sí, por supuesto que sí, pero, al igual que con el plan Icihúcac, tenemos el contraargumen-
to de que ninguna carretera, ni ninguna presa eléctrica, ni ningún pago de ninguna deuda es
más urgente que comer. Además, no será por mucho tiempo. Honestamente no creo que la
gente vaya a sentir ningún problema porque se pongan en compás de espera algunos proyec-
tos del gobierno.
De cualquier forma, el gobierno debe adelgazarse. Está demasiado grande y es demasiado
caro, para la calidad y cantidad de servicios que ofrece.

Paso 5: Detectar Desbalances


Cualesquiera que sean las formas que escojamos para inyectar los tomines, es obvio que
todos vamos a comenzar inmediatamente a disponer de ellos. Compraremos todas las cosas
que más necesitamos, en donde sea que nos acepten pagar con ellos.
Esto provocará una demanda más alta de lo normal. Las cosas que escojamos comprar
quizá tiendan a escasear, mientras las cadenas de suministro se adecuan a la nueva demanda.
Por ejemplo, si la tienda de la esquina nos acepta los tomines para pagar los huevos, lo
más probable es que se acaben muy rápido. Lo mismo sucederá con la carne, el calzado, la
ropa, y todas aquellas cosas que podamos pagar con tomines.
La entrada de los tomines en la economía es como dinero nuevo adicional que estará en
nuestras manos. Será algo así como una moneda extranjera que estaremos usando por prime-
ra vez. Así que lo usaremos tanto como podamos. El hecho de que no los podemos ahorrar y
que en poco tiempo comenzarán a depreciarse es todavía una motivación más fuerte para que
los gastemos en aquello que más necesitamos.
Al igual que con el plan Icihúcac, es imposible saber con certeza en qué es en lo que la
gente se gastará sus tomines. Podemos hacer algunas conjeturas basándonos en lo que en
cada región económica se consume más, pero aun esas estimaciones estarían basadas en es-

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PLAN CUEXÁHUAC

cenarios que han existido anteriormente. El tomín será algo nuevo así que cualquier pronósti-
co lo debemos tomar con reserva.
La mayoría de las personas gastará los tomines en formas que no hace normalmente con
el dinero, al menos durante las primeras tres o cuatro semanas. Al igual que sucede con el
plan Icihúcac, estas primeras semanas no deberían tenerse en cuenta para establecer un plan
de aumento de producción.
A diferencia del plan Icihúcac, sin embargo, el plan Cuexáhuac tendrá una implementa-
ción progresiva y medida, además de que su impacto es regional en todos los casos. Debido
al intenso trabajo de comunicación previa que se espera al implementar el Cuexáhuac, la
gente no tendrá tanta desconfianza como seguramente sucederá con el Icihúcac. Por esta ra-
zón, los pasos que se den con el plan Cuexáhuac deberán ser más sólidos que los pasos ini-
ciales que se den con el Icihúcac.
Las cosas que producimos que son realmente mexicanas —según la definición de “pro-
ducto mexicano” en la Economía del Valor Social— no son muchas ni muy variadas. Pero el
plan Cuexáhuac tiene la ventaja de que se puede limitar su uso a ciertos productos solamen-
te. La limitante no la dicta el gobierno, sino la misma gente.
El dueño de la tienda de la esquina no querrá vender en tomines las cosas que compró de
importación porque no podrá reponer la mercancía, la cual la debe pagar en una moneda ex-
tranjera. Podrá hacerlo, pero para eso deberá acudir al Banco de México, quien tendrá con-
trolado y monopolizado el intercambio de tomines por cualquier otra moneda, incluso el
peso.
Las cosas que el dueño de la tienda acepte vender en tomines, por otra parte, se venderán
con bastante rapidez. Se venderán más que de costumbre. Eso provocará que esas cosas tien-
dan a escasear después de unas cuantas semanas.
La escasez de alguna cosa es lo que en el plan Cuexáhuac se conoce como fiebre. Esos
puntos febriles hay que detectarlos con rapidez para poder hacer algo al respecto. Dado que
el Cuexáhuac nace de forma regional, la situación de escasez ofrece tres alternativas de solu-
ción:
1. El producto que escasea se puede importar de otro país.
2. El producto que escasea se puede traer de otra región económica.
3. El producto que escasea se puede apoyar para incrementar su producción.
Lo que decidamos hacer, de estas tres opciones que tendremos, dependerá de la región en
donde se presente “la fiebre” y del producto o servicio en cuestión. Lo que hagamos, como
sea, estará encaminado a aliviar la fiebre.

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TERCERA PARTE

Paso 6: Fortalecer el Sistema


Este paso es el más complicado, pero también es el más importante. Requiere de mucho
trabajo, coordinación y organización.
Los dos primeros casos, los de traer los productos faltantes de otro país o de otra región
no suenan muy difíciles. No deberían serlo, pero en México sí lo son. Existen varios proble-
mas serios que hay que resolver con trabajo intenso.
El solo hecho de intentar mover mercancías desde una región a otra para satisfacer sobre-
demandas representa un reto debido a que no contamos con vías de transporte eficientes. Es
por esto por lo que será indispensable retirar todos los puntos de control policíaco, militar, y
de cobranza que tenemos en las carreteras. Todas ellas detienen el flujo de productos de una
región a otra y al hacerlo provocan que los productos suban de precio. Eso es lo que conoce-
mos como inflación.
Además de las vías de transporte terrestre por carretera, necesitaremos enfocarnos inten-
samente en el transporte ferroviario y de cabotaje marítimo y aéreo. Será importante que
veamos la situación como si estuviéramos en guerra. La logística para mover nuestras mer-
cancías de un lado hacia otro será sumamente importante. Debemos remover cualquier cosa
que represente un obstáculo para mover mercancías y personas de una región a otra y debe-
mos apoyar cualquier cosa que haga que estas mejoren en cobertura, en eficiencia, en efica-
cia, en calidad.
Además de las vías de transporte, están las vías de comunicación, que no son menos im-
portantes. Debemos asegurarnos de que la comunicación entre una región económica y otra
estén en óptimas condiciones, con cobertura y niveles de operación máxima. De nuevo lo
digo, debemos asumir una actitud como si estuviéramos en guerra. El enemigo, en este caso,
no es alguien, sino “algo”. El enemigo es el efecto conocido como inflación.
Todas nuestras tácticas y estrategias deben estar enfocadas en combatir la inflación. El
Banco de México no podrá incrementar la emisión de tomines si no ponemos atención en la
inflación. Queremos que el Banco de México nos de muchos tomines y eso solamente lo lo-
graremos atendiendo de forma oportuna y eficaz todo aquello que produzca inflación en
cualquier región del país. Vías de transporte y de comunicación obstaculizadas son elemen-
tos clave que hay que atender.
Además de las vías de transporte internas, está el reto del transporte desde otros países, y
a este último caso se le agrega el de la balanza comercial. No podemos comprar cosas en
otros países si no tenemos las monedas extranjeras para hacerlo —principalmente dólares es-
tadounidenses—. En estas situaciones, históricamente hemos recurrido al préstamo de divi-
sas, pero esto nos ha hundido en un profundo pozo del que no podremos salir sino después
de mucho tiempo, así que debemos ser creativos. Debemos recurrir a nuestro ingenio y desa-
rrollar rápidamente lo que nos haga falta.

— 554 —
PLAN CUEXÁHUAC

Mover las cosas de una región a otra para sincronizar el abasto en cada una de ellas con la
demanda requiere de observación detallada de lo que está sucediendo en el país. Sin embar-
go, eventualmente surgirán situaciones en las que la redistribución de bienes y servicios será
insuficiente para mantener los precios estables. En esos momentos las compresas para aliviar
la fiebre ya no serán suficientes. Deberemos curar la causa raíz y para eso debemos reforzar
el sistema inmunológico.
Curar una fiebre reforzando el sistema inmunológico no es fácil. Detectar una zona febril
y aplicar compresas de agua fría es más o menos sencillo, sobre todo si la identificamos a
tiempo. Sin embargo, hacer un diagnóstico profundo y atacar el problema de raíz requiere de
conocimientos, estrategia y acción rápidas. Reforzar el sistema inmunológico significa, en la
Economía del Valor Social, construir industrias.
Qué industrias habrá que construir no lo sabremos con certeza sino hasta que veamos en
qué regiones se está presentando el desbalance económico y de qué producto o servicio es el
que se trata el asunto. Dado que estamos inyectando dinero en el sistema, la demanda de al-
gunas cosas aumentará. El precio de ellas seguramente aumentará y ese aumento nos dirá
qué es lo que debemos hacer. De nosotros depende que el aumento en la demanda sea suave
y progresivo, pero si por alguna razón aumenta mucho de repente, debemos tener un plan al-
ternativo de respuesta rápida.
La primera opción de respuesta rápida es la redistribución de productos desde otras regio-
nes. La segunda opción de respuesta rápida es la importación desde otros países, la cual tam-
bién hay que realizarla con cuidado. En el capítulo Nuevo Comercio Internacional, en la pá-
gina 579, hablamos de esto a detalle.
Pero la solución real es el aumento nacional de la capacidad productiva del bien o servicio
del que estemos hablando. En la Primera Parte, en el capítulo Nuestras Empresas, en la pági-
na 445, y en Nuevo Enfoque Industrial, en la página 673, explicamos la importancia esencial
que tiene el que desarrollemos nuestras industrias. Si no lo has leído, te recomiendo encare-
cidamente que lo hagas. No es posible hacer demasiado énfasis en ese aspecto.
La producción de nuestros propios satisfactores no debe hacerse de forma centralizada,
sino distribuida. Es bueno tener plantas industriales grandes, pero es mucho mejor tener mu-
chas plantas industriales, medianas o pequeñas, distribuidas por todas partes. Por cierto, esto
mismo aplica a la generación de energía eléctrica. No es económicamente conveniente tener
pocas centrales gigantescas generadoras de energía, sino muchas plantas pequeñas distribui-
das en toda la nación.
Tener nuestros sistemas de producción distribuidos nos hace menos vulnerables, nos hace
más productivos, y nos permite tener de todo en todas partes sin que cada región pierda su
identidad y su muy peculiar forma de hacer las cosas y de organizarse.
Esto último está estrechamente ligado a la importancia que tiene el hecho de que manten-
gamos nuestra identidad y nuestra idiosincrasia regional. No es necesario perderlas para lo-

— 555 —
TERCERA PARTE

grar tener una sociedad industrial. Esa falsa idea que nos han inculcado de que el industria-
lismo obliga a que perdamos nuestra identidad, nos ha causado mucho daño, al punto que
muchos de nosotros rechazamos a las industrias por considerarlas enajenantes. Lo son. Pero
no porque así deban serlo, sino porque así las hemos hecho.

Paso 7: Diagnóstico y Vuelta al Paso 4


La demanda de satisfactores ya sea por medio de redistribución nacional, por la importa-
ción de otros países, o por el incremento en nuestra capacidad productiva, será el resultado
de la inyección de tomines en el sistema.
En caso de haber hecho bien las cosas, debemos ver que la riqueza de la gente habrá au-
mentado porque ahora podrán obtener satisfactores que antes no podían. Pero recordemos
que la economía es un proceso natural —según la definición de la Economía del Valor Social
— y como tal, tiende a desarrollarse por sí mismo. Esta tendencia se reconoce actualmente y
se le denomina “inercia económica”, y produce el efecto llamado también “inercia financie-
ra”. Como sea, el caso es que una vez que lo hayamos puesto en movimiento, debemos man-
tener el ritmo de la marcha para no quedarnos rezagados.
Seguiremos inyectando más y más tomines, y administrando el abasto de satisfactores.
Eso nos obligará a revaluar las cosas y regresar para comenzar un nuevo ciclo de desarrollo.
Conforme las personas sigan recibiendo tomines, siempre habrá un siguiente satisfactor que
carecerá de suficiente oferta. Habrá que atender esos casos uno por uno de forma constante y
sin descanso.
Repitiendo lo que dijimos en el plan Icihúcac, la primera vez que lo hagamos aprendere-
mos mucho. Habrá muchas cosas nuevas. Se presentarán situaciones que no conocíamos.
Pero la segunda vez ya no será tan difícil. La segunda vez ya tendremos un mejor conoci-
miento del sistema y de aquellas cosas que lo afectan. Podremos así anticipar con mucha ma-
yor precisión qué satisfactores serán los que habrá que producir. También para entonces co-
noceremos mejor nuestras propias capacidades: nuestros conocimientos, nuestra capacidad
de organizarnos, nuestra capacidad de respuesta —nuestra capacidad de crear industrias.
Si no iniciamos metiendo demasiado dinero al sistema, tendremos tiempo suficiente para
avanzar a un paso ordenado y sostenido. La cantidad de dinero nuevo que inyectemos en el
sistema nos dará la pauta de trabajo. Dependiendo de las condiciones podremos decidir in-
yectar una cantidad distinta o dejarla como está.
Los pasos cinco, seis, siete y ocho se repetirán constantemente, sin detenerse. Esos pasos,
al repetirse cíclicamente, son los que forman la parte medular del plan de implementación de
la Economía del Valor Social y los que representan el crecimiento real de nuestra economía.
Es imposible anticipar con qué rapidez podremos desarrollarnos. Todos desearíamos que
fuera posible volverlo a llenar de una forma muy rápida, pero es importante hacerlo con cui-
dado, de forma mesurada y cuidadosa. Inyectar dinero demasiado rápido podría provocar

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PLAN CUEXÁHUAC

desabasto o sobredemanda de algo y eso provocaría que ese algo aumentara de precio. Ese
aumento del precio de algo, si se generaliza, lo veremos como inflación y eso es una de las
cosas que queremos evitar. Por tanto, debemos hacer las cosas de tal forma que no provoque-
mos desabasto o sobredemanda de algo, para no provocar aumentos de precios en nada.
De esta vigilancia se deriva el éxito del plan. Las necesidades son muchas, así que entre
más rápido podamos crear las industrias que produzcan lo que necesitamos, más rápidamente
podremos satisfacer todas nuestras necesidades, sean cualesquiera que sean.

— 557 —
TERCERA PARTE

Plan Atóyatl

El Atóyatl es un plan que puede aplicarse a regiones geográficas en donde no exista con-
trol monopólico del dinero. Por lo mismo, puede implementarse en municipios, provincias o
estados federativos de forma independiente de cualquier moneda soberana de curso legal. El
Atóyatl puede usarse también como paso alternativo en preparación de una implementación
a nivel nacional tendiente a reemplazar la moneda soberana en una fecha posterior.
El Atóyatl tiene similitud con el Cuexáhuac porque también utiliza el recurso de crear un
sistema de monedas paralelas que se mueven dentro de la región económica. Sin embargo, a
diferencia del Cuexáhuac, en el Atóyatl se aprecia de forma más clara que dichas monedas
paralelas se mueven en sentido contrario a la cadena de valor. Esto produce un efecto de au-
mento en su valor de intercambio con respecto a los satisfactores que es aprovechado por el
Atóyatl, mientras que su valor de intercambio con respecto al dinero fiduciario se controla de
una forma particular. Al dinero paralelo, en el Atóyatl se le conoce como setltomín, que en
náhuatl significa: dinero de hielo.
Es importante tener presente que el Atóyatl puede ponerse en acción, además de cualquier
otro plan existente. La implementación del Cuexáhuac, o el Icihúcac, no excluye que el Ató-
yatl se pueda implementar. La adopción del Atóyatl potenciaría los beneficios de cualquiera
de los otros dos planes.
Los pasos necesarios para la implementación de un Atóyatl podrían ser diversos, pero
para lograr una ilustración de cómo podría hacerse, te presento los siguientes pasos genera-
les:

Paso 1: Construir Red de Suministro


Para que el Atóyatl pueda funcionar es necesario contar con la participación de la socie-
dad. Entre más personas decidan participar, más beneficios ofrecerá el plan a todos, tanto a
los que participen como a los que no. En un caso extremo, en el que absolutamente todas las
personas decidan participar, no habría diferencia significativa entre el Atóyatl y el
Cuexáhuac.
La gente que participe formará una red dentro de la cual circularán los setltomines. Cada
persona que decida ingresar a la red deberá entender que tendrá que aceptar los setltomines
como si fueran dinero. No es necesario que acepten el intercambio de los setltomines por to-
dos sus productos o servicios, pero sí al menos por algunos de ellos. Por ejemplo, el dueño
de una tienda de abarrotes podría estar de acuerdo en aceptar setltomines a cambio de las tor-
tillas de harina que venda, pero podría no estar de acuerdo en aceptarlos a cambio de la car-
ne. Las razones podrían ser diversas. Podrían existir desde preferencias personales hasta una

— 559 —
TERCERA PARTE

razón obligada. Por ejemplo, si la carne que el dueño de la tienda vende es de procedencia
extranjera, sería imposible aceptar setltomines por el 100 por ciento del precio de la carne ya
que en el extranjero no le aceptarían los setltomines para volverse a surtir de carne para ven-
der. En todos los casos, sin embargo, podría el tendero aceptar cuando menos un porcentaje
pequeño en setltomines y el resto en pesos.
La red estaría compuesta principalmente de personas que estén dispuestas a ofrecer algún
producto o algún servicio a cambio de setltomines además de pesos. Los servicios y produc-
tos involucrados podrían ser numerosos y, de hecho, eso es lo que se espera. Los setltomines
tienen vigencia limitada y se deprecian conforme pasa el tiempo, pero también tienen un va-
lor de intercambio con el peso superior a este. Los setltomines tendrían una paridad, diga-
mos, de 2 a 1 al ser emitidos por el ente emisor, por ejemplo, el gobierno municipal o go-
bierno estatal, pero tendrían una tasa de desvaloración de, por ejemplo, un 10% mensual. La
razón de todo esto se irá aclarando conforme se explique el resto del plan.

Paso 2: Crear la Reserva Inicial


A diferencia de la moneda soberana, como el peso, el setltomín no tiene monopolización
monetaria, es decir, no se acepta en todas partes para todo, ni es obligación aceptarlo. Con el
peso no sucede eso. El peso, dentro de México, no solamente se acepta, sino que todos tienen
la obligación de aceptarlo. Por esta razón, el setltomín debe recurrir a una reserva en pesos
que respalde su valor. De esa forma, si alguien, en algún momento decide deshacerse de los
setltomines que tenga en la mano, podría simplemente asistir a las oficinas del emisor, por
ejemplo, el gobierno municipal o gobierno estatal, y cambiar sus setltomines por pesos, al
tipo de cambio vigente según la fecha de emisión del setltomín que traiga consigo el porta-
dor.
La reserva sería creada a razón de un setltomín por cada peso. Si se depositan en la reser-
va 100,000 pesos, se podrían emitir 100,000 setltomines para circulación inmediata[145].
Por ejemplo, si yo tengo en mi posesión 100 setltomines y después de un mes de haber
sido emitidos decido cambiarlos por pesos, en la ventanilla del municipio me darán 90 pesos.
Es importante aclarar que la desvaloración del setltomín es exclusivamente contra el peso, no
contra las mercancías o servicios.

Paso 3: Crear el Espejo


Después de crear la reserva hay que crear los setltomines. Estos pueden tener cualquier
apariencia. Pueden tener la forma de un pagaré, de un billete, de un vale, de una nota banca-
ria, etcétera. Lo importante es que todas las personas dentro de la red sepan distinguir entre
un setltomín y un peso. Por supuesto, es recomendable que la diferencia sea mucha como
para que no se puedan confundir, pero al mismo tiempo deben tener ciertas similitudes, por

145 En la realidad, y aplicando la misma lógica que las reservas fraccionarias utilizadas por la industria bancaria, se podría
producir más del doble de dinero paralelo. La razón por la que esto no representa un problema se explica más a detalle
en El Mercado Bursátil, en la página 103, y más concretamente en Nuevo Sistema Financiero, en la página 597.

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PLAN ATÓYATL

ejemplo, el tamaño físico. La gente está acostumbrada a manejar dinero en billetes de cierto
tamaño. Si los setltomines tienen un tamaño muy distinto, por ejemplo, si fueran tamaño car-
ta, sería difícil manejarlos con rapidez y eficiencia.
En la creación del espejo de setltomines, es importante también establecer los controles
necesarios para que estos no se salgan de control. Por ejemplo, deberían tener algún número
de serie o quizá deberían estar identificados con algún código de barras. Las formas de con-
trolarlos son diversas y depende de cada grupo cómo lo quiera hacer y qué recursos tenga a
su alcance para lograr su control. Lo que sí es importante saber, es que este tipo de sistemas
de dinero artificial ya se han hecho desde mucho antes de que existiera la tecnología de las
computadoras y los lectores de códigos de barras. Así que la dificultad en hacerlo, su alto
costo, o argumentos como esos, no son válidos. Es mejor admitir que, por alguna otra razón,
no se desea hacer el esfuerzo.
Cualquiera que sea el método que se escoja para crear el espejo de la reserva es importan-
te tener en mente siempre que los setltomines serán dinero de verdad para todos los usos
prácticos y por lo mismo, deberá tenerse el mismo cuidado en su manejo y control.

Paso 4: Establecer Sobrepago Salarial


Uno de los renglones más vulnerables en los municipios en México es el pago de sueldos
a los trabajadores municipales. Sin embargo, afortunadamente, es precisamente en ese ren-
glón en donde se puede implementar el Atóyatl con más facilidad.
Para hacerlo solo es necesario calcular cual sería el porcentaje que se pagaría en pesos y
cual el que se pagaría en setltomines. Esa decisión puede depender de una diversidad de va-
riables que dependen de las condiciones económicas de cada región y, por lo tanto, no dedi-
caremos tiempo aquí en dilucidar cómo realizarla. Como un ejemplo, se podría decidir reali-
zar un aumento a un grupo de empleados del municipio del 50%, pero dicho aumento sería
ofrecido en setltomines.
La posibilidad de que la gente acepte dicho acuerdo es muy alta ya que sería algo equiva-
lente a que se les ofreciera un vale por el mismo porcentaje, lo cual en la realidad sucede con
mucha frecuencia. De hecho, la probabilidad de que acepten un porcentaje en setltomines es
más alta porque el setltomín no tiene restricciones de intercambiabilidad, salvo la que inter-
ponga cada empresario proveedor de bienes o servicios. Actualmente, por ejemplo, en raras
ocasiones los vales de despensa pueden ser intercambiados por cerveza. El setltomín, por su
parte, no tendría esa restricción. Si acaso, el dueño de alguna tienda decidirá no aceptarlo a
cambio de cerveza, pero otro dueño en una tienda distinta podría decidir lo contrario.
La historia muestra que lo importante es empezar. En la práctica se genera una especie de
reacción en cadena. Entre más gente progresivamente acepte el uso de los setltomines, cada
vez más gente se unirá a la red y a su vez, cada vez más gente aumentará más y más la lista
de cosas y servicios que pueden obtenerse a cambio de setltomines.

— 561 —
TERCERA PARTE

Como sea, lo más recomendable quizá sea un arranque lento pero controlado. Si un 50%
de aumento en sueldo pagadero en setltomines suena excesivo, podría comenzarse con un
porcentaje menor, digamos un 20%. Dicho porcentaje también debe quedar sujeto a revisión
periódica. Después de arrancar el Atóyatl, debe revisarse para evaluar sus resultados. Las en-
trevistas a todos los participantes son muy importantes.

Paso 5: Proponer Esquema de Sobrepagos


Una vez establecido el esquema de sobrepagos y las condiciones que se decidan incluir, se
debe comenzar una serie de acciones para darlos a conocer y para capacitar a los empleados
receptores de los setltomines.
Las condiciones que deben aclararse son, por ejemplo, el impacto que dicha percepción
en setltomines tendrá en los impuestos que el gobierno federal realiza. Hasta el cierre de
2015 la ley federal incluía la deducibilidad de la percepción en vales siempre que mediara
autorización del Servicio de Administración Tributaria. Los planes de escala nacional como
el Icihúcac y el Cuexáhuac contemplan la derogación de este tipo de castigos fiscales, pero
mientras tanto, se pueden recabar al menos algunos beneficios.
Es posible que exista algún esquema legal laboral que pudiera utilizarse a favor de la im-
plementación del Atóyatl logrando que sea 100% deducible de impuestos, pero esa investiga-
ción se la dejo yo a alguien con más experiencia en ese campo. Sea que sean deducibles o
no, los beneficios persisten.

Paso 6: Arranque a Escala Controlada


Una vez establecidos los pasos anteriores solo resta iniciar y estar atentos para detectar
cualquier problema y solucionarlo inmediatamente. Como en todo inicio de un programa en
donde intervienen varias personas, habrán preguntas, dudas, personas que entendieron lo que
no era, personas que se querrán aprovechar del plan más de la cuenta, incluso podría haber
personas que deliberadamente harán esfuerzos por echar a perder el esfuerzo que se esté ha-
ciendo.
En cualquier caso, lo menos recomendable es cerrar los ojos una vez que el proyecto ha
dado inicio y se han comenzado a entregar los primeros setltomines a la gente. En una socie-
dad capitalista como la nuestra, todos tratamos de aumentar nuestras ganancias. Eso es bue-
no. Vivimos en una sociedad competitiva. En ocasiones nos dicen que eso es malo y en oca-
siones lo llegamos a creer. Yo no opino así.
Yo pienso que nuestra competitividad obra en contra nuestra tan solo porque los distintos
sistemas que hemos creado, sobre todo el sistema financiero, producen el efecto nocivo que
percibimos. Pienso que, si usamos un sistema distinto, nuestra competitividad natural puede
producir efectos contrarios a los que tenemos ahora, generando resultados benéficos para to-
dos, en lugar de generar beneficios solo para unos cuantos. El Atóyatl es un esquema que

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PLAN ATÓYATL

producirá efectos benéficos para todos aprovechando nuestra natural competitividad y nues-
tra tendencia a querer tener más y a ganar más.
Al arrancar el Atóyatl sucederán una serie de situaciones distintas para cada quién. Todas
serán diferentes y benéficas en lo individual, pero al combinarlas veremos que también serán
benéficas en lo social, en lo colectivo. Creo que, para entender todas estas situaciones, lo
mejor es verlas desde el punto de vista particular de cada quién. Veamos.
Desde la perspectiva del empleado municipal:
Cuando un empleado municipal reciba su sobresueldo en setltomines aunado a su sueldo
normal en pesos, se dará cuenta que, si cambia los setltomines por pesos en la ventanilla mu-
nicipal, se los recibirán a una paridad de uno a uno, menos un descuento por devaluación del
10% cada mes, o su proporción intermedia. Por otra parte, entenderá que, si lo cambia por
cosas o servicios, sus vales valdrán el doble de lo que valen los pesos. El resultado natural de
esto es doble. Además de estar fuertemente motivado a usar sus setltomines para obtener
mercancías y servicios, en lugar de usarlos para obtener pesos, estará también fuertemente
motivado a usar los setltomines antes que los pesos para evitar la desvalorización inherente
al setltomín.
Supongamos que el empleado tiene 20 setltomines y los lleva a una tienda y con ellos
compra naranjas que valen 40 pesos el kilo. Dado que los setltomines valen dos pesos por
uno cuando los intercambia por cosas o servicios, podrá comprar con sus 20 setltomines el
equivalente a 40 pesos de naranjas, es decir, un kilo completo. En cambio, si llevara sus setl-
tomines a la ventanilla municipal para que se los cambien por pesos, solo recibirá 20 pesos
por ellos. Es decir, sus setltomines valdrán el doble si los cambia por mercancías.
Desde la perspectiva del tendero:
El tendero, a su vez, querrá hacer lo mismo. Con los 20 setltomines que recibió podrá
comprar el equivalente a 40 pesos de mercancía al mayoreo, por lo que seguramente le al-
canzará para comprar un saco de 20 kilogramos de naranjas. En cambio, si el mismo tendero
decidiera cambiar los setltomines por dinero en la ventanilla municipal, le entregarán 20 pe-
sos, los que le alcanzarían para comprar solamente medio saco de naranjas, o sea 10 kilogra-
mos. Además de esto, recordemos que los setltomines se deprecian conforme pasa el tiempo,
así que nuestro tendero tendrá la misma urgencia que el empleado municipal en cambiar sus
setltomines por mercancía lo más rápido posible. En todas las ocasiones posibles querrá utili-
zar los setltomines antes que utilizar los pesos.
La desvalorización del setltomín tiene doble objetivo. En primer lugar, estimula el gasto,
estimulando con ello el flujo de mercancías y servicios, lo cual estimula la economía de la
sociedad en general. En segundo lugar, le proporciona al setltomín una ventaja competitiva
por encima del peso. En igualdad de circunstancias el portador de setltomines y pesos prefe-
rirá usar sus setltomines en lugar de usar sus pesos. Los setltomines serán como dinero de
hielo, el cual querrá usar antes de que se derritan.

— 563 —
TERCERA PARTE

Para el tendero, sin embargo, no habrá realmente una ganancia con cada transacción reali-
zada en setltomines. La ganancia para el tendero estará en el aumento de demanda de sus
productos. Entre más productos ofrezca pagaderos en setltomines, más clientes tendrá en su
tienda.
Además de eso, podríamos considerar un beneficio adicional que habría que explorar: la
posibilidad de realizar negocios sin estar sujeto al pago de impuestos. Admito que en el te-
rreno fiscal no estoy muy versado, y no lo quiero hacer porque pienso que es tiempo perdido.
Al final de cuentas, creo que la economía debería desembarazarse del pago de todos los im-
puestos para poder funcionar mejor. La excusa de que los impuestos, sea cual sea su forma y
nombre, rinde beneficios para alguien me parece solo eso, una excusa para cobrarlos.
Como sea, el beneficio para el tendero es muy real. El aumento en la demanda de sus pro-
ductos o sus servicios no es nada despreciable en ningún momento. Los ingresos que obten-
ga en forma de setltomines, sean deducibles de impuestos o no, serán ingresos efectivos que
podrán representar para él una ganancia, ya sea que decida convertirlos a pesos o no. Su mo-
tivación para no convertirlos a pesos será fuerte, así que lo más probable es que intercambie
los setltomines por mercancías o servicios. Estas mercancías pueden o no formar parte de su
negocio, o podrán también ser para él mismo y su familia, lo cual es al final de cuentas lo
que todos buscamos: obtener satisfactores para nosotros y nuestras familias. Es allí en donde
está la verdadera ganancia, en los satisfactores que obtengamos para nosotros, ya sea que los
adquiramos con pesos o con setltomines.
Desde la perspectiva del mayorista:
El tendero se surte de un comerciante mayorista y este quizá se surta de otro mayorista
anterior. No importa realmente cuan larga sea la cadena de suministro, todos tendrán la mis-
ma perspectiva. Todos verán a un cliente quien llegará a ellos con una cantidad de setltomi-
nes que valdrán dos pesos cada uno. Comprarán mercancías con ellos y al recibir los setlto-
mines tendrán dos posibilidades: cambiarlos por pesos o comprar mercancías con ellos.
Al considerar la posibilidad de cambiarlos por pesos verán que el valor de los setltomines
se reduciría a la mitad, por lo que optarán por cambiarlos por mercancías o servicios.
Dado que los setltomines provienen de un sobresueldo, todos en la cadena de suministro
verán sus ventas aumentadas. Los empleados municipales tendrán su sueldo en pesos y ade-
más un sobresueldo real en setltomines, el cual, para todo propósito (salvo, quizá para propó-
sitos fiscales) será un aumento de sueldo. Entre más grande sea la red creada, más se aproxi-
mará el efecto del sobresueldo en setltomines al efecto producido por un aumento real de
sueldos en el plan Cuexáhuac o incluso en el Icihúcac.
Es contra la ley reducirles el sueldo a los empleados. Es un derecho irrenunciable según
las leyes mexicanas. Pero es posible contratar empleados con un sueldo menor. Esa posibili-
dad legal, aunada al Atóyatl, abre oportunidades. El municipio podría aumentar su planta de
empleados activos pagándoles un porcentaje menor en pesos, digamos un 20%, y un 80% en

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PLAN ATÓYATL

setltomines. Incluso un 10% en pesos y un 90% en setltomines. Si el total a pagar es mayor


que un sueldo de un empleado municipal regular, podemos estar seguros que muchísima
gente aceptaría.
En nuestra sociedad existen muchísimas personas con necesidad financiera. Todo lo que
necesitan es una oportunidad. Con un Atóyatl y una administración municipal o estatal con
voluntad de hacer crecer la economía regional se podrían tener los recursos humanos y mate-
riales para mejorar nuestras ciudades y su infraestructura vial, las áreas de recreo, los par-
ques, las escuelas, los sistemas de alcantarillado y drenajes. Todo lo que requiera construc-
ción, lo cual generalmente es lo más costoso, se podría mejorar dando a todos el beneficio
económico de poder disfrutarlo y a toda la sociedad en general el beneficio de poder reacti-
var nuestra economía regional y elevarla muy rápidamente hasta niveles que jamás se nos ha
permitido soñar.
Desde la perspectiva del ameyáli:
La cadena de suministro tiene un final o, mejor dicho, un principio. De hecho, debe tener-
lo. Dado que el Atóyatl no es un esquema que cuente con la ventaja de la monopolización fi-
nanciera, no puede extenderse indefinidamente. El Atóyatl es un esquema regional, y debido
a eso es necesario establecerle una frontera financiera clara.
La frontera del Atóyatl está en lo que designaremos como ameyális. La cadena de sumi-
nistro comienza con la administración municipal, la cual es quien genera el setltomín y lo
cambia una primera vez por un servicio: el del empleado municipal. Este, a su vez, cambia
los setltomines por mercancías o servicios que necesite. El tendero que reciba los setltomines
los entregará a su vez a su proveedor, un mayorista, quien a su vez los entregará a otro, y así
sucesivamente, hasta llegar a un comerciante o a un productor final quien no podrá usar los
setltomines debido a que sus proveedores estarán fuera de la región de influencia financiera
del setltomín.
En nuestro ejemplo de las naranjas, podríamos tener una situación en la que el productor
de las naranjas no esté dentro del municipio. Supongamos que el productor se encuentra en
otro estado, o incluso en otro país. Debido a que, en aquel otro estado, o en aquel otro país,
no reciben setltomines sino solamente pesos, nuestro comerciante o productor final no podrá
utilizar los setltomines. La única opción que tendrá será la de acudir a la ventanilla municipal
y cambiar sus setltomines por pesos, lo cual no sería conveniente para él.
Para resolver esa situación, a esas personas se les designará ameyális dentro de la región
de influencia del Atóyatl, la cual en la vida real seguramente irá más allá de los límites políti-
cos del municipio. Recordemos que la opción de aceptar setltomines a cambio de productos
o servicios es personal, así que nada impide que un comerciante o prestador de servicios de-
cida aceptar setltomines, ya sea que tenga la posibilidad de a su vez cambiarlos por mercan-
cías o no. En este último caso solo deberá llevar los setltomines a la ventanilla municipal y si
está registrado como productor original, sus setltomines se los recibirán a dos por uno. Si en-
trega 100 setltomines en la ventanilla, le entregarán a cambio 200 pesos.

— 565 —
TERCERA PARTE

Esto último será una fuerte motivación para que más y más personas decidan registrarse
como ameyális ante el municipio. Sin embargo, para que alguien pueda registrarse como
ameyáli, deberá cumplir con una serie de requisitos. Por ejemplo, deberá demostrar que los
productos que ofrece no pueden ser obtenidos dentro del área de influencia del Atóyatl. La
paridad tomín-peso para un ameyáli será decidido por el municipio. En este ejemplo men-
ciono dos-a-uno para propósitos ilustrativos, pero bien podría ser algo distinto. El gobierno
municipal será el que decidirá qué paridad deberá darle al intercambio de setltomines por pe-
sos a los ameyális. Sea cual sea la paridad decidida, esta debe existir desde el inicio, aunque
luego sea modificada. De otra forma, para el ameyáli no existirá la motivación de recibir el
pago de sus productos o servicios en forma de setltomines. Por lo mismo, y dada la impor-
tancia de los ameyális para el desarrollo social, es recomendable ofrecerles no menos del do-
ble. De esa forma la gente se sentirá más motivada a producir que solo a comercializar.
Desde la perspectiva del municipio:
El municipio, como representante de toda la sociedad en general, recibirá también un be-
neficio. De hecho, es el que más alto beneficio reciba tal y como es el espíritu de la Econo-
mía del Valor Social. El plan comienza con el municipio y termina con él. Para entender el
beneficio del municipio, o sea el beneficio social, es importante entender el principio en el
que se basa el Atóyatl.
Atóyatl es una palabra en náhuatl que significa corriente de agua. Esa palabra evoca la co-
rriente de un río y esa visualización es la que le da a este plan su naturaleza. Si observamos
con cuidado, veremos que los setltomines nacen del municipio y van viajando de mano en
mano a través de todos los que los reciben. Su viaje comienza con la emisión que el munici-
pio haga y luego continuará hacia las manos del empleado municipal. Este los entregará al
tendero, quien a su vez los entregará al mayorista. Este último los entregará quizá a otro ma-
yorista hasta que eventualmente los setltomines terminarán en las manos de un ameyáli. Este
último devolverá los setltomines al municipio, quien le entregará pesos a cambio de ellos,
más una ganancia.
Todo este movimiento de los setltomines es como un río que se mueve. Es un río artifi-
cial, si así lo quieres ver, que viaja desde el municipio hasta el ameyáli, pasando por las ma-
nos de varias personas en su camino. Esta corriente, la corriente de setltomines, es el Ax-
toatóyatl, o río primero.
Paralelamente al río de setltomines corre otro río. Si observamos con cuidado nuevamen-
te, veremos que los pesos también fluyen desde el municipio hacia el ameyáli. La diferencia
está en que los setltomines viajan de mano en mano mientras que los pesos lo hacen directa-
mente. Ambos nacen en el municipio y terminan en las manos del ameyáli. Esta segunda co-
rriente, la corriente de pesos, es el Ontoatóyatl, o río segundo.
Sin embargo, existe otro río adicional, el más importante de todos. Este otro río es el que
forma realmente la economía. Ese otro río no nace en el municipio, sino en el extremo
opuesto. Ese otro río nace en el ameyáli y termina en el municipio. Es como si fuera un río

— 566 —
PLAN ATÓYATL

que fluye en sentido contrario a los otros dos. Ese otro río no está formado de dinero sino de
satisfactores. Es un río formado de productos y servicios.
Si observamos con cuidado veremos que cada vez que los setltomines cambian de mano,
lo hacen como si fluyeran de una persona a otra. Pero al mismo tiempo, hay algo que fluye
en sentido inverso. Ese algo puede ser una mercancía o un servicio. En nuestro ejemplo lo
podemos ver claramente con las naranjas. El empleado municipal entregó los setltomines al
tendero, es decir, los setltomines fluyeron desde el empleado municipal hacia el tendero.
Pero al mismo tiempo las naranjas fluyeron en sentido opuesto, desde las manos del tendero
hacia las manos del empleado municipal.
En la economía siempre sucede ese fenómeno. Siempre. Aunque no existiera dinero de
ninguna clase, existirían dos corrientes que se mueven en sentido inverso una de la otra.
Cuando existe dinero, este se mueve en una dirección y los satisfactores, es decir, los pro-
ductos y servicios, se mueven en sentido contrario. Cuando no existe dinero, una corriente
está formada por satisfactores y la otra también, pero ambas se mueven en sentido inverso.
En nuestro caso, donde una corriente está formada por setltomines y otra por pesos, la co-
rriente de satisfactores es nuestro Temaxtliatóyatl, o el río tercero.
Visualizar los tres ríos no debe ser muy difícil si observamos con cuidado. Sin embargo,
solo uno de ellos, el Temaxtliatóyatl, es el que produce riqueza para todos aquellos a los que
toca. Los otros dos ríos no producen riqueza para nadie. Si los comparáramos con fenóme-
nos naturales veríamos que el flujo de setltomines sería como un cauce en el terreno. Sería el
que diera al río verdadero su curso natural. Mientras tanto, el flujo de pesos sería algo pareci-
do a la gravedad terrestre. Sería la fuerza que hace moverse al río verdadero.
Al igual que un río de verdad, el río de satisfactores es el que produce la verdadera rique-
za para todos aquellos a quienes visita. Pero hay en esto un efecto que normalmente nos pasa
desapercibido. Volviendo a nuestro ejemplo, y volviendo a usar las naranjas para ilustrar lo
que sucede, observemos lo siguiente: el valor de los 20 setltomines se multiplicó conforme
viajaban desde el municipio hacia el ameyáli. Cada par de manos que sucesivamente tocaban
a los setltomines, les conferían a estos un valor adicional. En el primer caso, el empleado
municipal les dio un valor de 1 kilogramo de naranjas. Después, el tendero les dio un valor
de 10 kilogramos de naranjas. Cuando esa misma cantidad de setltomines llegaron a las ma-
nos del mayorista, este les dio quizá el valor de 100 kilogramos de naranjas. Al final, cuando
los 20 setltomines llegaron a las manos del ameyáli, quien en nuestro ejemplo probablemente
sería el agricultor, este les otorgó un valor de quizá 1000 kilogramos de naranjas.
El valor de los tomines aumentó mil veces a lo largo de su recorrido. Debido a que el setl-
tomín tiene una paridad fija con respecto al peso, el valor de este último también aumentó.
Sin embargo, desde la perspectiva del municipio sucedió algo que normalmente no sucede en
un esquema real. Para el municipio sus pesos aumentaron su valor 500 veces. Si el setltomín
tardó un mes en llegar hasta las manos del ameyáli, entonces el municipio habrá aumentado
el valor de sus pesos en 500 veces en tan solo 30 días. ¿No es esto una inversión excelente?

— 567 —
TERCERA PARTE

Claro que lo es. Estamos hablando de un rendimiento en pesos a 30 días de 25,000% tan solo
para el gobierno municipal, solo que con un beneficio social enormemente mayor ya que,
además de eso, ganarían también todos aquellos que participaron en la cadena de suministro,
comenzando con el agricultor, o quien sea que haya fungido como ameyáli, quien obtuvo un
100% de aumento en sus ingresos por la venta de sus naranjas y terminando con el empleado
municipal quien obtuvo un nada despreciable aumento del 100% al poder adquisitivo de su
sueldo.
Alguien podría pensar que esto es lo mismo que si el municipio hubiera comprado con 10
pesos una tonelada de naranjas y las hubiera entregado a sus empleados como pago por sus
servicios, pero en realidad no es así. La corriente de setltomines activó la economía provo-
cando que toda la corriente de satisfactores fluyera desde el productor hasta el consumidor
final. Esto no habría sucedido si el gobierno municipal hubiera comprado la tonelada de na-
ranjas y las hubiera entregado a sus empleados, sin contar que los empleados municipales no
habrían tenido una opción alternativa a recibir naranjas. Con los setltomines, los empleados
pueden obtener lo que necesiten sin que nadie intente administrarles su economía o sus pre-
ferencias.

Paso 7: Revisión de Resultados


Después de echar a volar un plan, hay que monitorearlo constantemente para ver cómo es-
tá funcionando. Esto es especialmente importante para un plan novedoso como el Atóyatl
que además involucra a mucha gente. Los indicadores económicos que normalmente se usan,
como el PIB, no sería de mucha utilidad en este caso ya que no se estaría moviendo mucho
dinero en pesos. Se estaría moviendo lo que en realidad nos importa que se mueva: los satis-
factores. Siempre ha sido eso lo importante, pero en algún lugar nos confundimos y termina-
mos midiendo el dinero que se mueve en la economía, en lugar de medir la economía misma.
En lo personal yo preferiría medir el nivel de satisfacción de cada participante en el plan.
Haría entrevistas a los empleados del municipio, y a los tenderos, y a los mayoristas, y a los
ameyális. Diseñaría entrevistas que nos dieran los datos necesarios para poder capturarlos en
una computadora y obtener gráficas que nos digan cómo vamos. Por ejemplo, sería conve-
niente medir cual es la proporción de productos y servicios que la gente acepta intercambiar
por setltomines, con respecto a la proporción de satisfactores que la gente no acepta inter-
cambiar por setltomines. Al pasar el tiempo, esperaríamos ver una proporción de aceptación
mayor, no al revés. Eso sería un buen indicador para saber si la aceptación de setltomines es-
tá creciendo o no. Querríamos ver que crece. Eso nos indicaría que más y más gente está
viendo las ventajas de manejar setltomines.
Otra medida que quizá utilizaría sería la de la cantidad de ciertos productos que se inter-
cambian en un período de tiempo. Por ejemplo, sería útil ver si antes se movían menos tone-
ladas de naranjas que ahora. O si antes de la aplicación del plan se movían menos toneladas
de carne que después. Podríamos saber si la cantidad de prendas de vestir es mayor después
de implementado el plan o no. Otra medida interesante sería el tipo de satisfactores que se

— 568 —
PLAN ATÓYATL

están moviendo con los setltomines contra los que se mueven con pesos. Quizá encontremos
que la gente usa los setltomines predominantemente para comprar alimentos.
Por cierto, una pregunta interesante para cualquier gobierno municipal sería si aceptaría
que le pagaran las cuotas municipales con setltomines. Eso sería estupendo, pero la decisión
deberá tomarla el gobierno municipal. Cada municipio tiene necesidades distintas. Quizá al-
gunos vean conveniente recibir todos los pagos en setltomines, mientras que otros verán con-
veniente restringir el setltomín a solamente algunos tipos de pagos, como multas de tránsito,
o quizá los pagos del impuesto predial, en fin.
Sea como sea, las ventajas son enormes para un municipio que decida usar el Atóyatl. Es
un plan sólido y enormemente flexible.

Paso 8: Evaluación de Base Participativa


Después de evaluar que el plan esté funcionando como se espera y que no haya quejas de
ningún participante se deberá revisar su alcance. Al inicio se sugirió que la red de participan-
tes fuera pequeña para poder ensayar adecuadamente la implementación del plan y hacerlo
de forma ordenada utilizando un grupo piloto de miembros.
Sin embargo, al verse los resultados del plan y al quedar todos los participantes familiari-
zados con él, será natural que las personas que no se hayan incluido en el plan piloto, que-
rrán que se amplíe el alcance para incluirlas a ellas también.
Mientras todos los participantes estén de acuerdo en las condiciones, que no son muchas,
y en los beneficios que obtendrán, los cuales pueden ser muchos, sobre todo si participan
como ameyális, no debería haber ningún problema en aumentar la red e incluir a más perso-
nas en el esquema.
En este plan existen realmente solo dos tipos de miembros: los ameyális y los pochtékatl.
Los ameyális ya los hemos descrito de forma extensa y creo que ha quedado claro quiénes
son ellos. Los pochtékatl son todos los demás. El empleado municipal, el tendero, el mayo-
rista, el transportista, el prestador de servicios, el médico, el ingeniero civil, el contratista, en
fin, todos los que acepten al setltomín a cambio de lo que ofrecen serán pochtékatl.
Pero el elemento realmente importante en toda esta cadena es el ameyáli. Es bueno que
haya muchos pochtékatl para que la red sea extensa y se propague el uso del setltomín y el
beneficio que reciba el municipio sea cada vez más grande. El incremento en el número de
pochtékatl es equivalente a que más y más personas trabajen en favor de la comunidad. Ha-
brá más mejoras a cada vez más lugares conforme más y más pochtékatl haya. Eso es muy
bueno.
Sin embargo, son los ameyáli quienes determinan qué tan grandes serán las obras, o qué
tan profundas, o qué tan valiosas infraestructuralmente. Los pochtékatl hacen más grande la
red, pero la participación de más ameyális la hará más fuerte y mucho más sustentable y sóli-
da.

— 569 —
TERCERA PARTE

Con muchos pochtékatl se mantienen cada vez más calles limpias y pintadas y los parques
se mantienen en buen estado. Pero con más ameyáli se pueden construir puentes, edificios,
nuevos parques y enormes obras de ingeniería civil. Con más ameyáli se pueden empezar a
construir otras cosas de más valor, como laboratorios especializados para las escuelas, indus-
trias propias, teatros, museos, hospitales, universidades, espacios deportivos con piscinas,
pistas de patinaje, velódromos, servicios de primera para atención a contingencias por vía te-
rrestre, aérea y acuática, centros de atención a farmacodependientes de primer nivel, centros
automatizados de control vial y semáforos, y una larga cadena de etcéteras.
Son los ameyáli quienes dan al municipio su poder y autonomía económica, tecnológica,
financiera y social. Son los ameyáli quienes convierten las fronteras financieras de influencia
dentro del Atóyatl en fronteras reales de una sociedad avanzada en todos los aspectos.

Paso 9: Regresar al Paso Siete


Después de evaluar la base participativa del Atóyatl, ya sea a través de más pochtékatl o
más ameyáli y abrirla en tamaño y calidad, debemos volver a revisar los indicadores que ha-
yamos puesto en pie. Revisar los indicadores es como manejar un vehículo viendo con fre-
cuencia el tablero de instrumentos. Gracias a ellos podemos saber qué tan rápido viajamos y
cuáles son los estados de funcionamiento de los diversos sistemas del vehículo. Un Atóyatl
es un sistema no menos complejo que un auto y por lo mismo debe tener controles de mando
a los cuales debemos regresar cada vez que hagamos algún cambio. Incrementar la base par-
ticipativa del Atóyatl es un cambio y eso nos obliga a regresar a consultar los instrumentos.
Solo así podremos hacer los ajustes a tiempo y de forma efectiva.

— 570 —
TERCERA PARTE

Sustitución de Importaciones Verticalmente


Integrada

¿Qué es Esto?
Normalmente, cuando se implementa un régimen de sustitución de importaciones se
avanza progresivamente sustituyendo los tipos de componentes o tipos de materia prima in-
volucrados en los productos al consumidor. Cuando se habla de incluir un producto en un
programa de sustitución de importaciones, lo que se hace es agrupar sus componentes por ti-
pos. Se separan sus componentes, por ejemplo, en componentes metálicos, componentes de
plástico, componentes de cartón, etiquetas de papel, tornillos, etcétera. Luego, normalmente,
se acomodan estos tipos de componentes acomodándolos según sea su precio en dinero. Esto
es a lo que en la Economía del Valor Social lo conocemos como una “sustitución de importa-
ciones integrada horizontalmente”.
En la Economía del Valor Social la implementación de una sustitución de importaciones
está concebida de forma diferente. Es necesario explicar bien la razón de la diferencia tan
grande que existe y que parece ir en contra del sentido común y de la intuición.
Los programas de sustitución de importaciones que se llevan a cabo, normalmente se es-
tablecen de una forma que genera muchos problemas innecesarios, además de que no con-
templan el interés de la gente, sino solamente el precio en dinero de las cosas. Es asombrosa
la cantidad de veces que confundimos el valor de algo con el precio de ese algo. Esta ocasión
es una de ellas.
En la Economía del Valor Social no acomodaremos las cosas por su precio, ni por su tipo,
sino por la cantidad en que se usan cada una de ellas. Esto es esencialmente diferente a como
se ha hecho hasta ahora. En un plan de sustitución de importaciones normal, se atacan prime-
ro aquellas cosas que tienen más alto valor en dinero y se dejan al final aquellas cosas que
son más baratas.
Después de haber leído todo este libro, ahora debes entender que el dinero no es lo que
necesariamente importa para una sociedad. Si algo tiene un precio alto, no necesariamente
significa que su importancia social también sea alta. Como ejemplo puedo citar al oro. El oro
tiene un alto valor de intercambio con el dinero, pero en realidad no tiene un alto valor so-
cial. De hecho, su valor social es muy bajo, casi nulo. Para explicar esto, podríamos imagi-
narnos que todo el oro del mundo desapareciera. Imaginemos que alguien llega del espacio
sideral y toma todo el oro y se lo lleva.
¿Realmente afectaría a la humanidad si eso sucediera? ¿Dejaría la gente de vivir su vida
como normalmente lo hace si alguien se llevara todo el oro del planeta? No lo creo. Segura-

— 571 —
TERCERA PARTE

mente muchas personas sentirán que les robaron, pero serían solo aquellas que hayan tenido
oro acumulado. Seguramente habrán tenido que trabajar mucho para adquirir toda esa canti-
dad de metal y de repente verán cómo todos sus esfuerzos se fueron al caño.
La cantidad de personas que estarían en esa situación sería muy baja en comparación con
la grandísima cantidad de personas a quienes la desaparición del oro les pasaría realmente
inadvertida. Es más, incluso a las personas a quienes la desaparición del oro les afecte, no se-
ría tan grande el daño como para que eso provocara que cambiaran su forma de vivir.
Este es un buen ejemplo de algo que tiene un valor de intercambio muy alto con el dinero
y que al mismo tiempo tiene un valor social muy bajo. Podríamos alegar que el oro tiene un
valor industrial dado que se usa como tinta, como conexión eléctrica en microcircuitos, y en
algunas otras aplicaciones industriales. Es cierto. El oro se usa en algunas aplicaciones in-
dustriales, pero también es cierto que las industrias dañadas serían muy pocas y también es
cierto que en la mayoría de ellas ya existen procesos alternativos que utilizan otros materia-
les.
Debido a situaciones como esta, la Economía del Valor Social interpreta la sustitución de
importaciones con otras prioridades distintas al precio que tengan las cosas en dinero. La
Economía del Valor Social no se ocupa primero de los productos más caros sino de aquellos
que la gente usa más, aquellos que más consumimos.
La razón es bastante simple. Sin importar el precio de las cosas, si vemos que hay un pro-
ducto el cual usamos en mayor cantidad que otro, ese es el que debemos atender. Ese produc-
to que usemos en mayor cantidad que los demás será el que tendrá más valor social. El valor
social de algo no viene de su precio en dinero, viene de la cantidad de personas que se
sirven de él. El valor social de algo viene del valor que le den aquellas personas cuyas nece-
sidades dicho producto satisface, personas a quienes ese producto les resuelve una necesidad.

Un Ejemplo Práctico
Veamos cómo funcionaría un régimen de sustitución de importaciones en una sociedad re-
gulada por una Economía del Valor Social. Tomemos como ejemplo el caso de los teléfonos
celulares.
Antes que cualquier otra cosa, en la Economía del Valor Social se haría una evaluación de
valor social. La evaluación consideraría cosas como las siguientes:
En el mundo de hoy, cuando la comunicación por medio de teléfonos celulares es cada
vez más grande, es muy probable que el producto que más importemos sea precisamente ese.
Nos han educado a pensar que un teléfono celular no es indispensable. Nos han educado a
pensar que es más bien un artículo opcional, o incluso hasta un artículo de lujo. Sin embargo,
un teléfono celular nos proporciona comunicación y la comunicación es lo que nos une como
sociedad. La habilidad de poder estar en comunicación unos con otros, no solamente nos
hace socialmente más fuertes, sino que nos ayuda a protegernos a nosotros mismos.

— 572 —
SUSTITUCIÓN DE IMPORTACIONES VERTICALMENTE INTEGRADA

El mundo de hoy es como es, debido a la facilidad de poder comunicarnos unos con otros.
Eso nunca lo había tenido el ser humano. No habíamos contado con una tecnología de comu-
nicaciones tan amplia y tan extensa. Ahora que la tenemos, se ha convertido en algo que no
debemos perder. Como raza humana hemos tenido que soportar miles de años para poder lle-
gar al punto en el que nos encontramos y no podemos arriesgarnos a perder todo eso que he-
mos obtenido. Las comunicaciones celulares son un logro social de enormes consecuencias
positivas para todos.
Entendiendo entonces que la gente adquiere aquello a lo que más valor le da, entonces de-
bemos entender que un programa de sustitución de importaciones debe atacar todo el pro-
ducto a la vez, y no solamente una de sus partes. Si la gente escoge comprar celulares en
otros países para usarlos aquí en México, entonces debemos darle celulares hechos aquí, por
gente de aquí, por empresas que mantengan sus ganancias aquí, en México.
No sirve de casi nada que seleccionemos un componente a la vez y que tratemos de pro-
ducir ese componente, esperando con ello avanzar hacia el momento en el que finalmente
podamos construir todo el celular completo. Esa forma de abordar el problema tiene el enor-
me inconveniente de que imprime demasiada incertidumbre en el resultado deseado. Al no
contar con datos precisos de la demanda esperada en cada nivel, dentro de la estructura del
producto, es prácticamente imposible determinar cuál será el punto de equilibrio para la pro-
ducción de cada uno de ellos.
Me atrevo a decir que esta es la principal razón por la que las implementaciones de regí-
menes de sustitución de importaciones fallan. Se atoran y se enfrascan en tratar de lograr la
producción de los componentes, en lugar de mantener el enfoque en la producción del pro-
ducto final, celulares en nuestro caso. Lo que debemos hacer es revisar toda la cadena com-
pleta de suministro y toda la lista de materiales que se usan para construir un teléfono celular
y atacarla toda al mismo tiempo. Esto es lo que en la Economía del Valor Social conoce-
mos como “integración vertical”.
Atacar toda la estructura de un teléfono celular, por cierto, no significa entablar negocia-
ciones interminables con todas las empresas extranjeras constructoras de celulares que ya
existan en México y “convencerlas” de que sustituyan algunos de los componentes del telé-
fono por componentes hechos en México. Esto es lo que normalmente se hace. En la Econo-
mía del Valor Social no es necesario convencer a nadie. Lo que hay que hacer es elaborar
una estrategia de construcción paralela de celulares de pe-a-pa y poner manos a la obra.
En México existen muchos profesionales que hacen ese trabajo todos los días y lo hacen
muy bien. Estudian la estructura de un producto y luego atacan uno por uno todos los pro-
veedores que existen para todos esos componentes. Esa tarea la realizan para empresas ex-
tranjeras. Ahora harán una tarea idéntica, pero para una empresa mexicana. Sé que habrá
obstáculos que superar. Los habrá. Pero yo prefiero verlos como retos. El ingenio mexicano
siempre me ha impresionado. Esta vez es hora de ponerlo en práctica, pero en favor de noso-
tros mismos.

— 573 —
TERCERA PARTE

Si vemos un producto como algo que está construido por niveles, o por subensambles, po-
dremos notar que cada uno de esos niveles puede verse como un producto. Algunos de ellos
requerirán industrias que ya tenemos, otros requerirán industrias que no tenemos. Enfocán-
donos en desarrollar las industrias que no tenemos —por ejemplo, en este caso, la industria
de semiconductores sería una de ellas— podremos desarrollar nuestra propia tecnología y
nuestra propia industria mexicana de celulares.
Para continuar explicando este ejemplo, imaginemos que es precisamente la industria de
semiconductores la que nos falta para completar toda la cadena. ¿Cómo atacaríamos esta si-
tuación? Una de las primeras acciones es nombrar un administrador del proyecto. Su respon-
sabilidad será desarrollar la industria de semiconductores para proveer a la industria de pro-
ducción de celulares.
Es muy importante que este administrador se limite a producir semiconductores específi-
camente para la industria de celulares. De lo contrario, corremos el riesgo de que ese admi-
nistrador trate de abarcar demasiado terreno y no logre cumplir su misión. Dicho administra-
dor debe ser una persona con experiencia en administración de proyectos industriales y con
conocimiento de la industria de semiconductores. Esta persona no puede ser cualquier perso-
na. Pero no hay que preocuparnos. De esas personas tenemos muchas en México.
Su misión será desarrollar una industria de semiconductores con capacidad suficiente para
la demanda esperada y un poco más. Deberá desarrollar la industria para que funcione
con bajos volúmenes y baja diversidad. Hacer una industria que satisfaga una demanda
con alta diversidad y altos volúmenes es mucho más difícil que crear una que solo satisfaga
una demanda con bajo volumen y con baja diversidad. Esto último permite a dicha industria
enfocarse en solo algunos productos y alcanzar su nivel de equilibrio financiero de forma rá-
pida.
Uno de los primeros retos que esta industria de semiconductores enfrentará es que en Mé-
xico no producimos las máquinas que se necesitan para producir los productos semiconduc-
tores. Comúnmente, cuando se ha intentado implementar regímenes de sustitución de impor-
taciones, los gobiernos cometen el error de intentar importar las máquinas. Generalmente re-
curren a proveedores de maquinaria industrial localizados en otros países y les compran la
maquinaria, pensando que esa es la forma correcta de hacerlo. Después de todo, lo que bus-
can es producir lo que otros ya producen, así que la lógica les indica que lo más práctico es
comprar la maquinaria.
Sé que eso suena lógico, pero es erróneo. Cuando compramos maquinaria industrial en
otros países lo primero que encontramos es que es muy cara, cuesta mucho dinero —más
precisamente, cuesta muchos dólares estadounidenses—. Eso desencadena una serie de pro-
blemas que casi siempre hacen que el proyecto fracase, o que no rinda los beneficios que se
esperaban. Si a eso agregamos la corrupción galopante que tenemos, es obvio que dichos
proyectos estén destinados a fracasar aun antes de haberse iniciado.

— 574 —
SUSTITUCIÓN DE IMPORTACIONES VERTICALMENTE INTEGRADA

Uno de los obstáculos más grandes para tratar de implementar un régimen de sustitución
de importaciones comprando maquinaria extranjera es que tenemos, antes que todo, conse-
guir los dólares estadounidenses para poder adquirir dicha maquinaria. Eso provoca otro tipo
de problemas muy numerosos en los que no me quiero ni meter a explicar en este capítulo.
[146]

Además del problema de conseguir dólares, está el problema de que las máquinas indus-
triales que se producen en otros países están hechas para satisfacer otro tipo de demanda. Es-
tán hechas para satisfacer las necesidades de empresas con demanda de alto volumen y alta
diversidad.
Una empresa china que produce semiconductores lo hace a granel y tiene como clientes a
miles, si no es que millones, de otras empresas, entre pequeñas y grandes. No existe ninguna
empresa en el mundo —que yo sepa— que produzca semiconductores exclusivamente para
la industria de teléfonos celulares, y mucho menos para solo dos o tres modelos. La demanda
sencillamente no es tan alta en ese solo segmento como para recuperar la inversión que se
necesita realizar para comprar las máquinas. Los productores actuales de semiconductores,
para recuperar la inversión y poder pagar las máquinas de producción que compran se ven
forzados a expandir su mercado y por eso surten a muchas otras industrias.
Por todo esto, es necesario hacerlo de forma diferente. Recordemos siempre que la tec-
nología de manufactura se debe adecuar a la demanda, no al revés. En lugar de comprar
las máquinas en otros países, lo que debemos hacer es desarrollar las máquinas nosotros mis-
mos. Solo de esa forma podemos asegurarnos de tener las máquinas exactas que satisfagan
nuestra particular demanda.
En México tenemos el conocimiento para hacer eso y mucho más. La razón por la que no
lo hemos hecho, por cierto, es por razones puramente financieras, y no por falta de experien-
cia o capacidad humana. Te quiero decir que, si te dicen que la producción de semiconducto-
res requiere de equipo sofisticado, te están mintiendo. Hace unos meses construí un radiorre-
ceptor y fabriqué un semiconductor para el circuito de sintonización usando la mina de car-
bón de un lápiz y una hoja de afeitar. Mi radiorreceptor recibe varios canales en la banda de
amplitud modulada y se escucha perfectamente bien. Así que, a otro perro con ese hueso.
Al decidir desarrollar las máquinas nosotros mismos, nuestra necesidad de comprarlas se
transformará en la necesidad de comprar sus componentes y eso tiene enormes y numerosas
ventajas. Permíteme mencionar solo algunas de ellas:
1. Nos quedaríamos con la tecnología y eso nos pondría en una mejor posición para
mejorarla cada vez más ya que el conocimiento lo tendríamos nosotros y no per-
sonas de otros países.

146 Te recomiendo que leas Mercado Internacional y Balanza Comercial, en la página 142.

— 575 —
TERCERA PARTE

2. Las máquinas estarían totalmente enfocadas a nuestras particulares necesidades


de bajo costo de operación, bajo costo de mantenimiento, alta reproducibilidad y
alta redundancia.
3. La capacitación de los operadores y de los técnicos de mantenimiento sería ofre-
cida aquí, en nuestro lenguaje, con lo que se podría propagar la adopción de dicha
tecnología de forma más rápida.
4. Las refacciones serían mexicanas y de obtención local, por lo que no tendríamos
que depender de alguna otra empresa extranjera, teniendo que sujetarnos a regí-
menes internacionales de importación o de exportación, o de variaciones de pari-
dad monetaria. Al diseñarla tendríamos cuidado de utilizar materiales o compo-
nentes nacionales, con lo que se aseguraría su sustentabilidad.
5. Crearíamos fuentes de empleo no solo para comprar la máquina, sino también
para diseñarla, para diseñar su proceso de manufactura, y para llevar a cabo su
construcción. El impacto económico sería mucho más elevado comparado con el
hecho de solo comprar la máquina a una empresa extranjera.
6. Crearíamos necesidades de educación especializada. Las universidades y centros
de educación técnica responderían creando las especialidades académicas corres-
pondientes aumentando la necesidad de maestros especialistas.
7. Se crearía una demanda en cascada de más máquinas y materiales que tendrían
que ser desarrollados en México, lo cual desencadenaría una reacción económica
favorable en la que participaría casi toda la población, directa o indirectamente.
Esto es porque esas máquinas requerirán de la construcción y desarrollo de otras
máquinas para poder producir los componentes y materiales de los que estarán
hechas.
8. Crearíamos la necesidad de más personas con educación profesional en muchas
áreas: ingeniería, administración, derecho, docencia, manufactura, electrónica,
mecánica, química, software, plásticos, aceros, compras, ventas, informática, y
muchas más que ahora no son muy populares en México porque casi no se nece-
sitan. Esto último, por cierto, no debemos verlo como un fenómeno de mercado
de oferta y demanda —que es como nos enseñan a verlo—, sino como un fenó-
meno antropológico y psicológico en el que ahora más personas tendrán una
oportunidad mayor de dedicarse a lo que les gusta, y no a lo que “tienen que”.
Siguiendo con el ejemplo del proyecto para desarrollar industria propia de desarrollo y
producción de teléfonos celulares, es importante entender que en la práctica el proyecto in-
volucraría la conformación de empresas mexicanas, con fines de lucro, para producir y co-
mercializar dichos productos. A su vez, el proyecto de desarrollo y producción de semicon-
ductores también incluiría la conformación de empresas especializadas en esa industria. Es

— 576 —
SUSTITUCIÓN DE IMPORTACIONES VERTICALMENTE INTEGRADA

importante hacer énfasis en que todas las empresas creadas en la cadena de suministro serán
con fines de lucro. Esto es también importante. Te explico.
Al ir revisando cada uno de los componentes del teléfono celular de nuestro ejemplo, ire-
mos notando que algunos de ellos ya los podemos producir aquí, o que ya se producen.
Otros, en cambio, necesitarán la creación de una industria que no tenemos. Esto no debe
asustarnos. Créeme, en más de 30 años de experiencia te puedo decir que he visto muchísi-
mas cosas que parecían imposibles para ingenieros extranjeros y que han sido resueltas por
ingenieros mexicanos con relativa facilidad.
En cada uno de estos casos que requiera la fundación de una industria nueva en nuestro
país se formaría una empresa con fines de lucro. Cada una de ellas sería creada de forma más
o menos normal, como siempre se ha hecho. Se podría hacer una convocatoria y a los que se
presenten se les seleccionará siguiendo algún conjunto de requisitos preseleccionados de
acuerdo a la mayor conveniencia social.
Para participar, no necesariamente tendrían que ser solo personas con capital para invertir.
Ese es otro error que se ha cometido. Lo que buscamos es el beneficio social, así que la so-
ciedad debe proporcionar el dinero que se necesite invertir.
Pero sí deberá ser una persona honesta con un historial que demuestre que comprende la
industria en cuestión, que tiene la capacidad de administrar una empresa de ese tipo, y que
comprenda el valor social de los productos, así como la necesidad de hacer que esa empresa
sea competitiva. Para garantizar eso, se le harán revisiones periódicas de resultados.
Si se encuentran anomalías se le removerá de su cargo y se asignará la empresa a otro
dueño para que la haga producir de forma eficiente y honesta. Esto también es novedoso
puesto que lo que típicamente se hace es clausurar las empresas, pensando que con eso se
castiga al empresario, cuando en realidad se está castigando a la sociedad entera al privarla
de los productos que la empresa produce, y a los empleados al quitarles su fuente de ingre-
sos.
Las revisiones de seguimiento no serían muy distintas de las inspecciones fiscales que
hace actualmente el gobierno para evitar que la gente evada el pago de impuestos. En la Eco-
nomía del Valor Social no existen las declaraciones de impuestos, pero sí existen las revisio-
nes para verificar que las empresas sigan representando un buen valor social a través de un
desempeño financiero sano, honesto, y una operación eficiente cuyos productos y servicios
superen en calidad y precios a los productos de importación.
Todas las empresas que participen en la cadena de suministro, tanto las nuevas empresas
que se formen como aquellas que ya estén formadas, no tendrán la ventaja de aumento aran-
celario a los productos de importación provenientes de sus competidores extranjeros. Esta es
otra novedad clave que establece una diferencia importante entre la forma como normalmen-
te se establece un régimen de sustitución de importaciones y la forma como dicho régimen
está concebido en la Economía del Valor Social.

— 577 —
TERCERA PARTE

Los impuestos de importación que se cobren actualmente a todos los productos deberán
permanecer como están, al menos al principio. El objetivo es disminuirlos a mediano plazo,
digamos después de un par de años. Pero también es objetivo que las empresas que partici-
pen en la cadena de suministro aumenten su eficiencia, aumenten su calidad en sus productos
y sus servicios y que disminuyan sus precios. Todas las personas que participen en la ca-
dena de suministro deberán comprender esta situación. No se trata de proteger a nadie
que no sea a la sociedad, y la sociedad busca productos y servicios con más calidad, más ba-
ratos y que satisfagan más y más de sus necesidades.
Esto debemos mantenerlo siempre en la mente: son los productos y los servicios los que
dan a una sociedad su riqueza, no el dinero, no los salarios, no las finanzas, ni los bancos, ni
los seguros, ni las inversiones en certificados ni ninguna otra de tantas cosas con connota-
ción monetarista que nos han enseñado durante nuestra vida. Por lo tanto, en la Economía de
Valor Social una empresa demuestra su valor al demostrar que sus productos satisfacen nece-
sidades que la gente tenga, y que lo hace de tal forma que sus productos tienen demanda y la
gente los prefiere por encima de otros.
En la Economía del Valor Social, al igual que en cualquier economía capitalista, el dueño
de una empresa corre el riesgo de perderla si no logra generar utilidades. Esto sucede auto-
máticamente si se dedica a ser competitivo y exitoso en su lucha contra sus competidores y
en su lucha por aumentar su participación en el mercado. Pero a diferencia de la economía
capitalista tradicional, en la Economía del Valor Social una empresa no se cierra por una
mala administración. Un dueño que no logre hacer un buen trabajo perderá su empresa, pero
esa empresa no cerrará sus puertas hasta que sus productos y servicios dejen de ser necesa-
rios para la sociedad. Si sus productos y servicios siguen siendo útiles para la sociedad, se
asignará un nuevo dueño de la empresa.
La sustitución de importaciones con integración vertical es la forma como la Economía
del Valor Social convierte el esquema actual en el esquema deseado. Un esquema sano finan-
cieramente, en el que la sociedad no tiene que pagar por un costo financiero, tampoco tiene
que pagar por ineficiencias empresariales, ni por los caprichos de los dueños de las empresas
quienes cierran o inician empresas por distintos motivos, salvo el bien social.

— 578 —
TERCERA PARTE

Nuevo Comercio Internacional

Un Enfoque Muy Diferente


Antes de comenzar a describir cómo se manejaría el comercio internacional en la Econo-
mía del Valor Social, es esencial hacer una aclaración. Para la Economía del Valor Social
las importaciones y las exportaciones son un efecto producido por un desbalance econó-
mico que hay que corregir.
No es muy difícil comprender que las importaciones pueden ser interpretadas como algo
necesario ante una carencia interna. Las exportaciones, por otra parte, gozan actualmente de
una especie de aura que las hace parecer no solamente como algo bueno, sino además como
algo necesario, e incluso como algo de lo que hay que enorgullecerse y buscar que suceda.
Después de todo, una economía exportadora es una economía fuerte, ¿no es así? Lamento ser
yo el que te diga que no es así. Hemos sido engañados.
En la Primera Parte, en el capítulo Mercado Internacional y Balanza Comercial, en la pá-
gina 142, analizamos el tema de las importaciones y exportaciones. En ese capítulo vimos
cómo es que la obligación de comerciar internacionalmente con una moneda que no es nues-
tra nos obliga a realizar nuestros intercambios en forma muy desventajosa. Esto es cierto,
tanto si somos los importadores, como si somos los exportadores.
Ese análisis, aunque correcto, es solamente parcial. En realidad, no es un análisis econó-
mico, sino puramente monetario y financiero. Pero recordemos que en la Economía del Valor
Social el dinero no es parte esencial de la economía. Visto el intercambio comercial interna-
cional con esa nueva lente, no solamente se ve claramente el problema, sino también la solu-
ción. Veamos.
Se nos ha dicho hasta el cansancio que un país debe comerciar con los demás países si
quiere desarrollarse económicamente. ¿Cierto? Claro que sí. Se nos repite ese mismo mensa-
je desde que somos niños pequeños, así que terminamos por creerlo sin siquiera cuestionarlo.
Para ver lo falso de ese concepto solo tenemos que hacer uso de nuestro hechizo tolteca
prius régula.
Para estas alturas no creo que necesite decirte cómo se invocan los hechizos toltecas, pero
por si no lo has hecho, te invito a que leas el capítulo Magia versus Magia, en la página 46.
Si ya lo hiciste, adelante, invoca el prius régula.
Al abrir los ojos te verás a ti mismo en un salón de clases junto con otros veinte alumnos
y un maestro está con ustedes. Con cara de ontoy[147] comenzarás a observar todo a tu alrede-
dor. No se mira nada raro, salvo que no es el lugar en donde estabas leyendo tu libro de El
147 Slang antiguo mexicano que significa “dónde estoy?”

— 579 —
TERCERA PARTE

Plan un segundo antes. No atreviéndote a ponerte de pie y salir corriendo optarás por escu-
char al maestro que está hablando.
Parece ser una clase de geografía porque sobre su escritorio está un globo terráqueo con
apariencia normal. Luego, encenderá un proyector y sobre la pared podrás ver un mapamun-
di, o lo que parece ser un mapamundi. Al observarlo con cuidado notarás algo raro. No es un
mapamundi, es el mapa de México.
Luego le pondrás atención a lo que el maestro está diciendo y notarás que habla de Méxi-
co como si ese fuera el único país que existe. Luego observarás con más cuidado el globo te-
rráqueo sobre su escritorio y alcanzarás a ver que, en efecto, el único país pintado sobre la
superficie de ese globo es México. ¡No hay más! Todo a su alrededor está pintado de azul, lo
que indica que México es una isla. Es como si todos los demás países hubieran desaparecido.
¿Qué pasó? ¿Alguna guerra nuclear? ¿Te habrás equivocado de hechizo y te fuiste al futuro
con el extrémitas factus? No. Estás seguro de haber conjurado el hechizo prius régula, de
modo que estás viendo lo básico de las cosas.
Escuchas al maestro hablar tratando de encontrar respuestas y notas que no está hablando
de geografía, sino de economía. Durante la clase explica el maestro que el comercio se lleva
a cabo entre las personas de una región a otra. Explica cómo es que el dinero se usa como
medio de intercambio y que los satisfactores se mueven desde donde se producen hasta don-
de se consumen, en sentido contrario de lo que lo hace el dinero. Te sientes orgulloso porque
todo eso ya lo sabes. Pero luego dice algo que capta tu atención.
—Si existiera otro país en este planeta, podríamos hablar de algo que llamaríamos, quizá,
comercio internacional, o algo así, pero no existe ningún otro país. Es tan solo una situación
hipotética. De la misma forma podríamos hablar de algo que quizá llamaríamos comercio in-
terplanetario, pero tampoco existe alguna sociedad fuera de este planeta, al menos que hasta
ahora lo sepamos.
Recuerdas de repente lo que recién leíste en El Plan y, actuando antes de pensar, levantas
la mano y sin importarte que te descubran como “recién aparecido”, e interrumpiendo al ma-
estro, le preguntas a quemarropa:
—Oiga maestro, pero ¿cómo es que podemos desarrollarnos si no hay ningún otro país de
donde podamos obtener lo que nos hace falta, y a quien no podamos venderle lo que nos so-
bra?
El maestro guarda silencio, se ajusta los lentes para alcanzar a verte bien, y la clase com-
pleta voltea a mirarte, más con cara de “a este qué mosca le picó”, que con cara de “y este de
dónde salió”, lo cual te tranquiliza un poco.
—Perdón, ¿cómo dices? —te pregunta el maestro con interés genuino de entender lo que
preguntaste.

— 580 —
NUEVO COMERCIO INTERNACIONAL

Sabes bien que no puedes contestar algo que empiece con “es que de donde yo vengo… ”
ni nada por el estilo, así que te esfuerzas por preparar una pregunta coherente para tu maestro
y tus compañeros.
—Bueno, es que, en una ocasión, leí en un libro que un país, para desarrollarse, debía co-
merciar con otros países —pasas saliva y continúas. —De esa forma, si el país no es capaz
de producir algo, pues lo puede obtener de los demás, y si le sobra algo, pues lo puede ven-
der a los demás países.
El maestro guarda silencio unos segundos que te parecen eternos. Tus compañeros, en lu-
gar de voltear a ver al maestro, continúan mirándote a ti y tú fijas tus ojos en el maestro, sin
atreverte a devolverles la mirada por temor a que hayan descubierto que eres “recién apareci-
do”. Justo cuando te das cuenta que ni siquiera estabas respirando debido al suspenso, el ma-
estro responde.
—Un país, para desarrollarse no necesita a ningún otro, de la misma forma que una civili-
zación solitaria en un planeta como el nuestro, no necesita de ninguna otra. En el caso hipo-
tético de que hubiera otros países, se presentaría la misma situación. ¿Qué pasaría si a ellos
en conjunto les faltara algo que no pueden producir, o si les sobrara algo que no pueden con-
sumir? El comercio interplanetario los rescataría, pero tal opción tampoco existe. Las varia-
ciones en la capacidad de consumo y la capacidad de producción siempre van a existir y eso
sencillamente se traduce en una variación que es absorbida por las negociaciones entre las
personas, que es en donde se establecen los precios de cada cosa.
Las palabras variación que es absorbida por las negociaciones entre las personas te que-
dan resonando en la mente y en un instante te ves de vuelta a la realidad, sosteniendo El Plan
en las manos.
El maestro tiene razón. Es lo mismo si hay varios países o si hay uno solo. No hay dife-
rencia. Siempre habrá cosas que falten y cosas que sobren y siempre eso será resuelto por las
personas. Así es como se establecen los precios y siempre se ha hecho así.
La Economía del Valor Social está pensada para salvaguardar los intereses de una socie-
dad, cualquiera que esta sea. En este libro, dicha sociedad es la mexicana. Sin embargo, no
necesariamente debe ser así. Una sociedad puede ser cualquier grupo social y la Teoría de la
Economía del Valor Social se aplicaría de la misma forma.
Por “sociedad” puede entenderse también una región, o un conjunto de países, o toda la
civilización sobre el planeta. Los principios activos en los que se basa son los mismos. Lo
que cambia es el alcance, el cual es más bien artificial y definido por decisiones políticas.
“Exportar” o “importar” desde o hacia una sociedad puede indicar mover satisfactores
desde dentro de la sociedad hacia fuera, o viceversa. En cualquier caso, el “sacar” un satis-
factor de una sociedad afecta a dicha sociedad de forma negativa ya que será un satisfactor
con el que no podrá contar. El argumento de que pueden existir satisfactores sobrantes, y que

— 581 —
TERCERA PARTE

estos pueden exportarse sin dañar a la sociedad es cierto solamente en condiciones muy par-
ticulares, que raramente se dan.
Un caso es en el que dicho satisfactor ya haya saturado el mercado y no tenga otro lugar
dónde venderse más que afuera, en el exterior de la sociedad. Ejemplo claro de esto es el
caso de sociedades que viven en el desierto y que por otra parte tienen un exceso de petróleo
en sus manos. Esas sociedades no tienen opción, al menos inicialmente. Es claro en esos ca-
sos que deben intercambiar su petróleo por satisfactores sociales, pero también es cierto que
entre esos satisfactores debe estar el conocimiento para desarrollar su tecnología y con ella
lograr eventualmente obtener los satisfactores que necesitan, sin necesidad de seguir inter-
cambiando su petróleo.
México, sin embargo, dista mucho de estar en una situación similar. Nuestro territorio es
muy rico y nos puede dar mucho más de lo que necesitamos. Tenemos los minerales, el cli-
ma, el agua, las extensiones territoriales y la orografía necesarias para poder obtener todo lo
que queramos y mucho más. No deberíamos tener que importar nada. Todo, absolutamente
todo lo que importamos deberíamos de estarlo produciendo, con una calidad superior, y a
menor precio.
La razón por la que importamos las cosas es porque existen desbalances en nuestra econo-
mía. Tenemos deficiencias en nuestros procesos económicos. Pero también nuestras exporta-
ciones denotan un desbalance serio en nuestra economía. No estamos exportando lo que nos
sobra. Estamos exportando nuestra fuerza laboral, nuestra mano de obra, y eso nunca debería
estar sobrando. También estamos exportando nuestra capacidad intelectual y eso mucho me-
nos debería sobrarnos. Nuestras exportaciones, vistas desde este punto de vista, demuestran
que tenemos un serio desbalance económico interno.
Este es el punto de vista de la Economía del Valor Social. En base a esto, es necesario co-
rregir estos desbalances. Las importaciones debemos corregirlas promoviendo agresivamente
nuestra capacidad de producción de los satisfactores que usamos, y las exportaciones debe-
mos corregirlas aumentando nuestra capacidad de compra.
Sin embargo, como ya vimos, el comercio internacional es una solución temporal de la
que podemos echar mano, mientras solucionamos nuestros desbalances internos. No usando
el comercio internacional como un propósito, sino como una forma de amortiguar temporal-
mente nuestras deficiencias económicas internas. Con esto en mente, veamos ahora cómo se
manejaría el comercio internacional en la Economía del Valor Social.

Política Económica Internacional


En la Economía del Valor Social, el comercio internacional se realiza sin intercambiar
monedas. Esto es para separar el mercado de cosas del mercado de divisas. En la Primera
Parte, en el capítulo El Verdadero Valor del Dinero, en la página 50, abordamos a detalle las
razones detrás de esta necesidad de separar una cosa de la otra.

— 582 —
NUEVO COMERCIO INTERNACIONAL

El trueque es una opción sólida para lograr dicha separación, pero desafortunadamente es
demasiado impráctico y no ofrece la ventaja de la flexibilidad que otorga el uso del dinero.
Si en México podemos exportar maíz, y lo que queremos es importar autos, en un esquema
de trueque tendríamos que encontrar quién quisiera recibir maíz a cambio de autos. Las pro-
babilidades de encontrar alguien dispuesto a eso no serían muy altas.
En la Economía del Valor Social, por tanto, se contempla una alternativa distinta que no
requiere que intercambiemos nuestra moneda con otra —generando problemas de paridad de
divisas— y además tampoco requiere que nos ofrezcan crédito y, por lo tanto, no requiere
que nos cobren intereses.
El procedimiento consiste en que iniciemos el intercambio comercial con un país extran-
jero vendiéndole algo, por ejemplo, oro, o algo de petróleo. No necesitamos venderle mucho.
Solo lo necesario para poder iniciar el intercambio. Podríamos interpretar esa primera “ven-
ta” como una inversión inicial, la cual se hace una sola y única vez.
Lo que le vendamos —sea petróleo, oro, o cualquier otra cosa que preferentemente no ne-
cesitemos o que tengamos de sobra— se lo cobraremos en su propia moneda. No se lo cobra-
remos en dólares ni en pesos. Por ejemplo, si le vendemos un poco de plata a Rusia, le co-
braremos en rublos. Si le vendemos mangos a Japón, se los cobraremos en yenes. El importe
que le cobraremos por la mercancía dependerá del precio que se maneje en su mercado in-
terno, no en el nuestro. De hecho, el precio estará pactado al momento del intercambio de
acuerdo a su mercado interno.
Con esa cantidad de divisas compraremos en ese país lo que necesitamos y lo traeremos a
casa. Las divisas no. Las monedas extranjeras las mantendremos allá, depositadas en un ban-
co local, sea ruso o japonés.
El caso contrario funcionará de forma equivalente. Si Japón necesita comprarnos algo, de-
berá vendernos primero algo, lo cual se lo pagaremos en tomines. Pero los tomines no sal-
drán de México. Se quedarán aquí, depositados en el Banco de México.
Cuando Japón quiera comprarnos algo, retirará del Banco de México los tomines que ten-
ga “ahorrados” y con ellos comprará lo que necesite. Dichas cosas las pagará en tomines aquí
mismo en México. Después de eso se podrá llevar lo que haya comprado.
Este sencillo esquema de trabajo nos permitirá intercambiar todo los satisfactores que ne-
cesitemos intercambiar con otras sociedades sin necesidad de intercambiar nuestra moneda
por ninguna otra.
Esta forma de operar nos permitirá abstraer nuestra moneda del mercado de divisas y evi-
tar con ello las “devaluaciones”. Al no existir convertibilidad de nuestros tomines con otras
monedas, no puede haber devaluación.

— 583 —
TERCERA PARTE

Comercializadoras Internacionales
Para hacer más eficientes los intercambios de bienes y servicios podemos recurrir a varias
prácticas que ya están en funcionamiento. Una de ellas es la creación de empresas comercia-
lizadoras internacionales.
Decir que Japón o que México exportan o que importan es generalizar demasiado las co-
sas. En la realidad, no es el país el que exporta o importa, sino la gente, ya sea directamente
o a través de sus empresas. Eso produce una multiplicación grandísima de “entes” exporta-
dores e importadores que se antoja difícil de manejar y coordinar.
Esta complejidad a la que me refiero es una realidad actual pero que, sin embargo, tam-
bién hemos estado manejando desde siempre, solo que para el ciudadano común le resulta
transparente, o invisible.
Si yo quiero importar algo, yo solo sé que voy al banco, compro dólares y con ellos ob-
tengo lo que quiero de otro país. Lo que no me pongo a pensar es que detrás de esa acción
existe una compleja red de transacciones que se llevan antes, durante y después de que yo
hice lo que hice.
Esas laboriosas actividades se seguirán llevando a cabo, solo que en lugar de que sean
realizadas por un banco privado, serán realizadas por una empresa pública. Veamos esto un
poco más de cerca.
Usando nuestro ejemplo anterior, supongamos que hacemos la venta original de petróleo
hacia Japón, para poder establecer una relación de mercado internacional con ellos. Supon-
gamos que le vendemos 100 000 barriles de petróleo. Se los entregamos y nos lo pagan en
yenes. ¿Cuántos yenes nos pagarán? No lo sé. Depende de la cantidad de yenes que les poda-
mos cobrar por los 100 mil barriles de petróleo que les demos. Como sea, la cantidad de di-
nero que nos den será el capital inicial con el que podremos constituir una empresa comer-
cializadora internacional con sede en Japón.
Dicha comercializadora depositará en un banco japonés el importe en yenes recibido por
el petróleo —por cierto, los empleados de esa comercializadora no serán mexicanos, sino ja-
poneses—. Después de eso, se dedicará a esperar.
Mientras ellos esperan, acá, en México, alguien necesitará algo de Japón. Digamos que
Pedro necesita importar arroz para su restaurante de comida japonesa. Lo que Pedro hará se-
rá buscar en Internet —o en cualquier otra fuente de información que tenga a la mano— al-
gún proveedor de arroz en Japón. Cuando lo encuentre, hablará con él y se pondrá de acuer-
do en los términos de la compra. Entre ambos fijarán un precio y las condiciones de la entre-
ga, garantía y todo lo demás. Toda su negociación se hará en yenes, no en pesos.
Pedro le notificará a su proveedor que le llegará una orden de compra de su empresa co-
mercializadora y le dirá que entregue el arroz en la dirección de la empresa. Cuando el pro-
veedor entregue la mercancía a la comercializadora, recibirá por esta su pago en yenes, tal y

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NUEVO COMERCIO INTERNACIONAL

como si lo hubiera vendido a algún cliente local —de hecho, para todos los propósitos lega-
les y comerciales, realmente estará vendiendo el arroz a una empresa japonesa.
En ese momento el proveedor japonés queda fuera de escena y la relación comercial aho-
ra queda entre Pedro y la comercializadora. Aparentemente las cosas volvieron a quedar
como en un principio, pero en realidad no fue así. Existen diferencias importantes.
1. La empresa comercializadora es una empresa mexicana, constituida en Japón, sin fi-
nes de lucro y cuyas actividades representan y defienden la conveniencia económica
y financiera de la sociedad mexicana y sus empresas.
2. La empresa comercializadora está sujeta a controles estrictos por parte de la sociedad
mexicana —además de los controles del gobierno japonés—, a los cuales no está su-
jeto el proveedor japonés.
3. La empresa comercializadora tendrá presupuestos elásticos de importación y exporta-
ción regulados por la sociedad mexicana, a los cuales debe apegarse. Recibirá, por
ejemplo, un presupuesto donde se le indique que podrá importar hacia México sola-
mente una determinada cantidad máxima de arroz por mes, tal y como sucede actual-
mente con los diversos reglamentos arancelarios que tenemos.
4. La empresa comercializadora dispondrá de información estratégica nacional y global
de diversos precios y productos, lo cual no puede esperarse de un proveedor japonés
quien solamente está interesado en vender sus productos y quien está muy limitado
en información disponible.
Por todas estas condiciones, una vez que el producto —arroz, en este caso— esté en ma-
nos de la comercializadora, la situación se convierte en un asunto doméstico para México y,
por lo tanto, estará en total control de lo que suceda desde ese momento en adelante.
No es difícil comprender que el arroz debe ser entregado al dueño del restaurante que lo
solicitó y que este debe pagar por el arroz a la empresa comercializadora. El pago lo hará en
pesos mexicanos. Dado que no puede haber cuentas de ahorro en pesos, la comercializadora
entregará el dinero al Banco de México —como todos los demás mexicanos—, quien le abri-
rá una línea de crédito por un monto idéntico, quedando con ello concluida la transacción fi-
nanciera y cerrado el ciclo monetario.
En este momento es necesario hacer notar algo muy importante. La transacción financiera
y el ciclo monetario han quedado completos, mas no el ciclo económico. Debemos asegurar-
nos de comprender esto absolutamente bien. Veamos.
Desde el punto de vista de la economía que utilizamos actualmente, el proceso habría
quedado concluido —saldado— en el momento en el que se liquide la transacción, es decir,
en el instante en el que se pague. Sin embargo, desde la lógica de la Economía del Valor So-
cial, el proceso económico no se cerrará sino hasta que haya una sobredemanda nacional por

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TERCERA PARTE

una cantidad igual de arroz, ya sea debida a un aumento en la demanda o a una disminución
en la producción.
Para la Economía del Valor Social el valor del arroz solo puede ser comparado con el va-
lor del mismo arroz. No puede compararse con el valor de otra cosa porque entonces estaría-
mos entrando en el juego de tener que convertir el valor de una cosa en el valor de otra, lo
cual es siempre muy relativo y constantemente flotante. Pero eso no es todo. Tratar de com-
pensar el desbalance en el mercado de arroz con otro producto distinto, oculta la verdadera
razón de dicho desbalance, impidiéndonos resolverlo adecuadamente.
Para provocar la sobredemanda de arroz es necesario estudiar la situación que existió y la
cual provocó que fuera más conveniente para el dueño del restaurante comprar el arroz que
necesitaba en Japón que comprarlo en México. Es posible que la situación haya consistido en
un precio demasiado alto del arroz en México, o quizá una falta de abasto local, o quizá una
baja calidad. Las causas pueden ser diversas, pero cualesquiera que hayan sido, es necesario
investigarlas y resolverlas.
Posiblemente la solución sea mejorar las condiciones de alguna carretera para hacer que
el arroz llegue al dueño del restaurante de forma más eficiente desde donde sea que se esté
produciendo en México. Otra solución posible quizá sería promover la producción de arroz
en la región en donde se encuentra el dueño del restaurante.
El caso contrario, el de que un japonés compre frutas en México, también es algo que hay
que investigar adecuadamente.
En las prácticas económicas actuales, una exportación no tiene mayores consecuencias
para la sociedad. De hecho, se le percibe como algo deseable y beneficioso —sobre todo fi-
nancieramente— para el que exporta y para el gobierno, quien recaba divisas para corregir
su balanza comercial.
Esa percepción actual que tenemos de las exportaciones se deriva de que todo lo estamos
viendo en términos de dinero, particularmente en dólares estadounidenses. Sin embargo, con
la lente de la Economía del Valor Social, las cosas se miran muy diferentes.
Para la Economía del Valor Social lo que un exportador está haciendo no es una exporta-
ción sino una acción doble, y ninguna de ellas es deseable:
1. Está intercambiando su producción por monedas extranjeras.
2. Está dejando a la sociedad mexicana sin el goce de un satisfactor.
Al intercambiar su producción por monedas extranjeras está automáticamente transfirien-
do a la sociedad entera la responsabilidad de resolver el problema de qué hacer con esas mo-
nedas. Al haberlas intercambiado por un producto, creó el efecto de paridad monetaria sin
darse cuenta de ello, lo cual es el inicio de la cadena de eventos que desencadenan en la crea-
ción de un mercado de divisas y sus consiguientes efectos negativos.

— 586 —
NUEVO COMERCIO INTERNACIONAL

Por otra parte, su producción la logró gracias a la participación de la sociedad entera, pero
al final de cuentas, esta no recibió el beneficio del producto, que era lo que se esperaba. So-
lamente recibió un puñado de monedas extranjeras. El productor no produjo sus productos
de la nada. Lo hizo basándose en la tecnología desarrollada por la sociedad entera, usando
agua de la sociedad entera, aire de la sociedad entera, tierra que la sociedad entera le otorgó,
energía de la sociedad entera, y conocimientos y educación proporcionados por la sociedad
entera. La fruta debió haber beneficiado a la sociedad como fruta, pero no fue así.
El hecho de que el productor de frutas haya preferido intercambiar sus productos por mo-
nedas extranjeras es un indicio de un desbalance en el proceso económico social entero. Por
todo esto, debe quedar claro que una exportación es una situación que debe ser investigada y
resuelta desde su causa raíz. Es posible que el productor no haya encontrado mercado local,
o que el precio local haya sido menor que el precio exterior. Como sea, cualquiera que haya
sido la razón debe ser investigada y resuelta. Quizá sea necesario mejorar los sistemas de
distribución para que el productor pueda aumentar sus márgenes sin aumentar su precio, o
quizá haya llegado el momento de adoptar nuevas tecnologías de producción para aumentar
los márgenes con un precio menor.

Políticas Arancelarias
En toda política de comercio internacional existen aranceles. La de México no es la ex-
cepción. Sin embargo, los aranceles, cuotas e impuestos de importación afectan la economía
y por esa razón en la Economía del Valor Social se abordan de frente.
Uno de los objetivos es no solamente mantener el poder adquisitivo del dinero de la gen-
te, sino aumentarlo progresivamente y de forma sostenida. Esto, aunado al hecho de que la
riqueza de la gente está en los productos que tiene a su disposición, aclara el hecho de que
toda la carga impositiva fiscal debe reducirse por todos los medios posibles. Esto incluye las
cuotas, aranceles e impuestos de importación.
En la Economía del Valor Social, las cuotas de importación y los aranceles deben reducir-
se, no aumentarse. Al aumentarse se provoca inflación.
El argumento de que deben aumentarse para ciertos productos para defender la produc-
ción nacional es falso. Lo que en realidad se debe hacer es investigar por qué los costos de la
producción nacional no permiten competir contra los precios de los productos extranjeros.
Cualquiera que sea la razón debemos resolverla.
En igualdad de circunstancias debemos ser capaces de resolver todos los casos de desba-
lances “naturales” económicos por medio de redistribuciones de satisfactores internas, por
medio de importaciones temporales, o por medio de aumentar nuestra capacidad productiva
nacional. Esta última podemos aumentarla incrementando la planta productiva, o haciendo
más eficiente la que ya tenemos.

— 587 —
TERCERA PARTE

Sin embargo, existen casos que no tienen un comportamiento económico “natural”. Me


refiero a los casos en los que un producto extranjero está subsidiado por su gobierno. Estos
casos se atenderán de forma distinta, ya que no son el resultado de un proceso económico,
sino de una decisión política extranjera.
Un país que intente vendernos un producto subsidiado tiene el mismo efecto nocivo en
nuestra economía que si nos embarga nuestras exportaciones. En ambos casos se trata de un
ataque extranjero y debemos abordar el asunto tal cual es, sin intentar cambiarle el nombre.
El producto subsidiado podemos comprarlo, pero debemos mantener los ojos abiertos
para evaluar las consecuencias de ello. Hablemos, por ejemplo, del trigo. En Estados Unidos
el trigo está fuertemente subsidiado y en ocasiones nos lo han vendido. La decisión de com-
prar o no, la debemos tomar con el bienestar de la sociedad mexicana en mente, y no sola-
mente tomando en cuenta el bienestar del comerciante que intenta importar el producto.
Si tenemos una situación de sobredemanda de trigo interna, no existe ningún problema en
importar el trigo que necesitemos para compensar la sobredemanda. Pero deberemos investi-
gar la razón de dicha sobredemanda y realizar los pasos necesarios para que esa situación no
se vuelva a presentar, o para que sea menor la próxima vez que se presente.
Los productos subsidiados, al no ser el resultado de un proceso económico natural, no son
sustentables. En cualquier momento, el gobierno extranjero puede decidir suspender el subsi-
dio y con ello el precio subirá, y el producto escaseará, por lo que no podemos ponernos en
una situación en la que comencemos a depender de dicho producto extranjero. Si lo hace-
mos, estaremos sujetando nuestra economía a decisiones políticas extranjeras y eso no lo de-
bemos permitir nunca.
En todas las situaciones de este tipo debemos tener presente que lo que estamos tratando
de hacer es asegurar el abasto primero, no los márgenes de utilidad de nadie.

— 588 —
TERCERA PARTE

Nueva Sustentabilidad Económica

Una sociedad humana debe proporcionarse a sí misma una forma segura de vivir ahora y
siempre. Solo así se puede entender la sustentabilidad. Una buena manera de lograr eso es
comprendiendo sus propios mecanismos económicos, es decir, aquellos procesos que la ha-
cen desarrollarse para que sus miembros vivan cada vez mejor. Actualmente, los sistemas
económicos que utilizamos no nos aseguran nuestro bienestar en el presente ni nuestra exis-
tencia en el futuro. En otras palabras: no tenemos sustentabilidad económica.
La Economía del Valor Social aborda este tema y lo resuelve observando que no son en
realidad muchos los recursos que una sociedad necesita para poder tener una economía sus-
tentable, que le permita crecer, desarrollarse ahora y siempre. Anteriormente habíamos dicho
que una sociedad solamente necesita de sus conocimientos y su capacidad de trabajo para lo-
grar desarrollarse. Eso es cierto, pero en esa lista de dos se da por hecho que hay otros recur-
sos adicionales. Por ejemplo, damos por hecho que tenemos un planeta, el cual contiene ele-
mentos materiales que podemos aprovechar transformándolos para lograr desarrollarnos
como sociedad.
Dado que, además de nuestros conocimientos y nuestra capacidad de trabajo, también ne-
cesitamos recursos materiales a los cuales les aplicaremos dichos conocimientos y trabajo,
quizá una pregunta más adecuada debería ser: ¿qué más necesitamos, además de nuestros co-
nocimientos y nuestra capacidad de trabajo? ¿Qué otros recursos necesitamos? Por principio
de cuentas podríamos mencionar cosas como la tierra, el aire, y el agua. Esos seguramente
también te vienen a la mente. ¿No es así? Con esos tres materiales podemos hacer todo lo de-
más si los mezclamos con nuestra capacidad de trabajo y nuestros conocimientos.
Después de haber obtenido esos recursos, seguramente con ellos produciríamos otro re-
curso adicional que también nos catapultaría a conseguir otros recursos todavía más sofisti-
cados: la energía.
Con la energía, agregada a los otros tres que ya tenemos, podríamos ahora aprovechar
mucho mejor el agua, la tierra y el aire. Podríamos obtener agua donde no la haya, o donde
sea escasa. Podríamos mover la tierra de un lugar hacia otro para acercarla a nuestras necesi-
dades. Podríamos transformar el aire en agua o viceversa. El dinamismo que lograríamos al
combinar todo eso sería espectacular. Tal y como en efecto lo hemos logrado hacer a lo largo
de nuestra historia como seres habitantes de este planeta.
En algún momento, sin embargo, entenderíamos que necesitamos comunicarnos entre no-
sotros para poder llevar el aprovechamiento de los recursos que ya tenemos a un nivel toda-
vía más elevado. Necesitaríamos algo que nos ayudara a llevar cuentas de lo que movemos

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TERCERA PARTE

de un lugar a otro, de lo que intercambiamos entre nosotros. Ese algo sería el dinero, o algo
que hiciera las funciones que este hace.
Todo esto junto, sin embargo, no podría darnos mucho si no agregamos otro elemento bá-
sico en nuestro conjunto: nuestra capacidad de invención. Nuestros conocimientos son una
cosa, pero también necesitamos la habilidad de poder usar esos conocimientos para crear
más y más satisfactores cada vez, usando los demás recursos naturales, y los artificiales que
hemos creado, como lo es el dinero, en este último caso.
La forma como administremos todo este conjunto de cosas (conocimiento, trabajo, mate-
riales, dinero, inventiva), nos dará la posibilidad de alcanzar la sustentabilidad que necesita-
mos para asegurar nuestra supervivencia en este mundo. Si no lo hacemos bien, por el con-
trario, estaremos asegurando nuestra extinción temprana, la cual podría estar a tan solo algu-
nas centenas de años de distancia. En la Primera Parte, en el capítulo Sustentabilidad Econó-
mica, en la página 153, revisamos las condiciones bajo las que actualmente administramos
algunos recursos económicos esenciales y entendimos que no podemos continuar maneján-
dolos de la misma forma si queremos tener un futuro. Te invito a que lo leas, si acaso no lo
has hecho.
En este capítulo, sin embargo, vamos a atrevernos a proponer algunas medidas concretas
que se podrían realizar para obtener la sustentabilidad que necesitamos. Para ello revisare-
mos los recursos antes mencionados y los analizaremos para identificar algunas formas como
podríamos usarlos de manera más apropiada para que nos sirvan hoy y mañana también.
Es importante notar que, al igual que muchas otras propuestas presentadas en este libro, la
forma de lograr lo que se busca puede ser diferente, dependiendo de a quién se le ocurra la
solución y también dependiendo de las circunstancias. En este libro no pretendo tener la ver-
dad absoluta de cómo debemos obrar, pero sí pretendo exponer al menos algunas formas de
cómo podríamos hacerlo para obtener lo que buscamos: bienestar cada vez mejor para todos,
oportunidades para nosotros y para nuestros hijos y los hijos de ellos. Comencemos pues.

La Tierra
Margrit Kennedy[148], siguiendo las ideas de Silvio Gesell fue, quizá, la última economista
que propuso seriamente que la tierra se nacionalizara y que se aboliera la propiedad privada.
No ha sido la única persona que ha propuesto dicha idea. Antes de ella ha habido muchas
otras, sobre todo personas con pensamientos de corte marxista.
La idea, en nuestros tiempos, podría antojarse demasiado extrema y poco aceptable por
nuestra sociedad occidental capitalista. Y es que no es para menos. Quitarle su propiedad a la
gente podría sonar como algo muy radical y, sobre todo, totalmente marxista. Pero una ob-
servación más detallada nos puede revelar que la idea no es tan radical, ni tampoco es tan no-
vedosa, ni es necesariamente marxista. Además, no nos afectaría realmente, sino que, por el

148 M. Kennedy, Geld ohne Zinsen und Inflation, ISBN 978-3-442-12341-4, Goldmann Verlag 1991, Novena edición,
enero de 2006, Neumarkter Str. 18, D-81673, Munich, Alemania.

— 590 —
NUEVA SUSTENTABILIDAD ECONÓMICA

contrario, nos ofrecería muchas ventajas no solamente desde un punto de vista económico
social, sino también desde una perspectiva de economía individual. Discutamos esto en deta-
lle.
En cuanto a que la idea sea novedosa y que nunca se haya hecho nada similar en México
podemos decir bastante. Actualmente tenemos en México propiedades ejidales enormes que
caen precisamente en la descripción de Kennedy. Muchos de esos terrenos son utilizados
para explotación agrícola, minera, otros más para vivienda, y otros cuantos más no los usa-
mos para nada productivo. Tenemos actualmente más de la mitad de todo nuestro territorio
nacional bajo régimen ejidal[149]. Si acaso no lo sabes, esos terrenos no son de las personas
que habitan en ellos. Se consideran propiedad social, es decir, son de todos los mexicanos, o
más exactamente, de la comunidad en la que están ubicados.
El régimen ejidal en México no es nada nuevo[150]. De hecho, casi se podría decir que
existe desde antes de la conquista española. En distintas épocas el concepto de propiedad co-
munal de la tierra ha ido y venido en nuestro país, pero siempre ha estado presente porque
presenta serias ventajas con respecto a la propiedad privada. La Economía del Valor Social
propone que el concepto de propiedad ejidal se extienda a todo el territorio nacional, sin ex-
cepción alguna. Esta idea incluye todos los terrenos ubicados dentro de las ciudades, sin me-
noscabo de la utilización que se les esté dando.
La razón de la existencia de los ejidos ha sido diversa a lo largo de nuestra historia. Se
han argumentado razones de justicia social, de emancipación ciudadana, de conveniencia
económica, de aumento de eficiencia en la explotación de la tierra, y muchos otros. Sin em-
bargo, en la Economía del Valor Social se consideran razones que no he encontrado en otra
parte, aunque no dudo que por ahí existan. Entre las principales razones para hacer esto, al
parecer tan excesivo y radical, están las siguientes:
1. La tierra no es un recurso ilimitado. Existe solamente una limitada cantidad de te-
rreno disponible para todos. Es cierto que tenemos mucho, pero aun así es un recurso
limitado. No porque tengamos mucho de algo podemos darnos el lujo de desper-
diciarlo.
2. La tierra es un recurso que ya está allí desde que nacemos y, por lo tanto, no tenemos
el derecho natural de fraccionarlo para venderlo en pedazos. La tierra no es algo que
producimos los seres humanos. La tierra es como el aire, como el agua.
3. La propiedad privada daña la economía social al monetizar un recurso natural limita-
do provocando que se elimine nuestra sustentabilidad social e individual.
4. El régimen de propiedad privada, al sumarse a lo limitado del recurso, fomenta de
forma inevitable la especulación por medio del acaparamiento de dicho recurso con

149 En México, 52% de la superficie es ejidal y comunal, Boletín Número 0175, 10 de octubre de 2015, Cámara de
Diputados, Congreso de la Unión, México.
150 Te recomiendo leer el excelente trabajo de E. Kourí, La invención del ejido, Revista Nexos, 1 de enero de 2015,
nexos.com.mx.

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TERCERA PARTE

consecuencias negativamente severas para la economía y letalmente adversas para la


sustentabilidad de la economía.
5. La propiedad privada se ha extendido a personas extranjeras[151]. En la Primera Parte,
en el capítulo Nuestra Soberanía, en la página 401, criticamos a detalle esta situación.
Los extranjeros no deberían ser propietarios de terrenos en el territorio nacional. Esta
aseveración no deriva de ningún espíritu nacionalista —que sí existe en el autor—
sino de una consideración puramente económica. El territorio nacional es un recurso
vital y es además limitado. No podemos esperar que no afecte a la economía el entre-
gar en propiedad privada pedazos de nuestro país.
6. La propiedad privada se presta de forma excepcional a prácticas mercantiles abusivas
por parte de las personas que conocen —o que dirigen— la dirección geográfica del
crecimiento de las manchas urbanas en las ciudades, o de la construcción de infraes-
tructura para beneficio social, como son las carreteras o las vías de ferrocarril.
Por todas estas razones, la propiedad privada de terrenos debería abolirse. Veamos ahora
algunas desventajas serias y reales relacionadas con la propiedad privada.
Actualmente, los bancos privados comerciales no otorgan créditos hipotecarios contra
propiedades ejidales. De esa forma, una inmensa cantidad de personas se queda sin acceso al
crédito bancario por no poder hipotecar su casa. Desde la perspectiva de la Economía del Va-
lor Social esta situación se percibe como un sinsentido. Veamos por qué.
Para empezar, desde la perspectiva de la Economía del Valor Social, un hogar no se puede
hipotecar en su totalidad, porque todos tenemos derecho a un hogar en donde vivir. Podemos
renunciar a una parte de la casa, pero no a todo. Solo esa parte a la que podemos renunciar es
la que podemos hipotecar. Si la hipoteca no la pagamos, el banco nos quita la casa y nos da
otra, pero sin su valor agregado.
Un ejemplo. Si en la Economía del Valor Social todos tenemos el derecho a un terreno de
500 metros cuadrados e hipotecamos un terreno de 700 metros cuadrados, el banco nos qui-
tará el terreno de 700 metros cuadrados y nos dará uno de 500 metros solamente. Solo los
doscientos metros cuadrados de diferencia es el valor agregado que podremos hipotecar en
un momento dado.
Otra situación que se presenta con frecuencia es la necesidad de transportarse largas dis-
tancias para ir a trabajar. En la Economía del Valor Social, nuestra casa la podremos inter-
cambiar por otra que quede más cerca del lugar en donde trabajamos. Pagaríamos la diferen-
cia si la casa que queremos es más grande, o nos pagarían la diferencia si es más pequeña. La
institución ante la cual resolveríamos dicha situación sería el Infonavit.

151 Que reforma el artículo 27 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, suscrita por los diputados
Gloria Elizabeth Núñez Sánchez y Manlio Fabio Beltrones Rivera, del grupo parlamentario del PRI. Obtenido el 30 de
agosto de 2018 de gobernación.gob.mx.

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NUEVA SUSTENTABILIDAD ECONÓMICA

El Infonavit, por su parte, estaría en entera libertad de disponer de todos los terrenos y ca-
sas desocupados que existan en la ciudad. Esto último, debido a la existencia de la propiedad
privada, no se puede hacer y como resultado de ello tenemos una inmensa cantidad de casas
sin habitar por todas partes y por la otra una inmensa cantidad de personas esperando que les
aprueben un crédito para tener dónde vivir.
Otra situación adversa que se presenta actualmente, gracias a la existencia de la propiedad
privada, es que una gigantesca cantidad de personas deben trabajar para pagar el alquiler del
lugar en donde viven. Ese trabajo que realizan es para que otra persona reciba dinero en de-
trimento de la economía social. Esa persona, la que es la dueña de la vivienda, no está contri-
buyendo al desarrollo económico sino todo lo contrario. Esa persona no es nada distinto,
desde un punto de vista de economía social, a los prestamistas que cobran intereses, o a los
que ganan dinero con contratos secundarios en la bolsa de valores.
En la Economía del Valor Social, nadie tendría que pagar por el alquiler de la vivienda,
más allá de lo que exceda en los metros cuadrados de construcción a los que tiene derecho de
forma gratuita, los cuales, por cierto, no deben ser de menos de 250 metros cuadrados por fa-
milia de tres miembros. Todos los pagos por arrendamiento se harían a la sociedad y los co-
braría el gobierno, seguramente a través del Infonavit.
En la actualidad existen personas que todo lo que hacen es cobrar arrendamientos a las fá-
bricas en los parques industriales. Como es natural, el pago que las fábricas hacen por con-
cepto de arrendamiento lo transfieren a los que compran sus productos con lo que al final de
cuentas, la que realmente paga el arrendamiento es la sociedad entera.
En la Economía del Valor Social el arrendamiento por un inmueble no existe para las em-
presas nacionales, especialmente para las fábricas. Con esto, la sociedad entera, a través de
su gobierno, puede atraer muchas más empresas industriales tanto nacionales como extranje-
ras. La tierra ya está allí. No le cuesta nada a la sociedad si se la presta a las industrias. Des-
pués de todo, son ellas las que producen la riqueza verdadera.
En el presente, si una sociedad necesita construir una carretera, debe iniciar un largo y
costoso proceso de compra de terrenos. Obviamente, los propietarios de dichos terrenos ha-
cen su agosto y se aprovechan de la necesidad social vendiendo sus terrenos en un ojo de la
cara.
En la Economía del Valor Social no es necesario “comprar” los terrenos. Al tener la flexi-
bilidad de poder utilizar cualquier predio que esté desocupado, las opciones se multiplican
grandemente para establecer una negociación que satisfaga a todos. En lugar de vender, solo
podrías intercambiar tu casa por otra. Si escoges una más grande, pagarás la diferencia. Si
escoges una más pequeña, te pagarán la diferencia.
La negociación es obligada, pero la ventaja es que ahora la sociedad entera tiene más op-
ciones para ofrecer a aquellos a quienes es necesario molestar solicitándoles que se muden a

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TERCERA PARTE

otro lugar. Obvia decir que todos los gastos de mudanza y reacondicionamiento de la nueva
vivienda correrían por parte de la sociedad.
En la Economía del Valor Social también se pueden heredar las cosas, tal y como se hace
en el régimen ejidal. La salvedad es que, si heredas una casa y la quieres conservar, debes
habitarla inmediatamente después de haber quedado deshabitada. Ninguna casa vacía o te-
rreno baldío puede ser reclamado por nadie arguyendo derechos por herencia sino hasta que
se resuelva por un tribunal especializado.
En estas condiciones descritas arriba debe quedar claro por qué es que un extranjero no
puede ser propietario de una casa o un terreno en el país. Actualmente sí pueden porque la
propiedad privada existe y porque esta puede ser monetizada incluso en divisas extranjeras.
En la Economía del Valor Social esto no es posible ya que los terrenos son gratuitos hasta
cierto límite, pero solo lo pueden ser para nacionales mexicanos que las vayan a habitar.
En la economía actual existe una enorme distinción entre una propiedad urbana y una su-
burbana cuando son ambas utilizadas para vivienda. En la Economía del Valor Social, no
existe diferencia.
En la economía actual hay una diferencia grande entre el uso del suelo para la explotación
agrícola y la explotación industrial. En la Economía del Valor Social no existen diferencias
importantes. Ambas son gratuitas para los que establecen sus empresas en ellas. En ambos
casos existe la condición de que lo que produzcan sea vendido en México, que sus ga-
nancias las gasten en México y que sus empleados sean mexicanos.
Con esta última condición queda claro que todas las industrias que no cumplan con estas
tres características no podrán gozar de todas las ventajas al 100%. La sociedad, a su conve-
niencia, determinará en su momento el cobro por arrendamiento adecuado a cada caso.

El Agua, la Energía y el Dinero


En la Economía del Valor Social, el agua, la energía y el dinero son tres recursos que se
consideran de libre acceso para la sociedad entera y para cada uno de sus miembros.
De cada uno de esos tres recursos, todos los miembros de la sociedad tienen derecho a
una cantidad fija gratuita y libre por mes. Dicha cantidad mínima no puede ser menor que el
mínimo real que una persona necesite para vivir.
Esto quizá te parezca extraño y hasta irrealizable, pero solamente es necesario que anali-
ces junto conmigo todo lo que existe detrás del hecho de que hoy no podamos disfrutar de
todo eso, para que te convenzas no solo de que sí se puede, sino de que es casi un crimen que
no lo estemos disfrutando ya.
Recuerda lo dicho al principio de este libro. Nos han inculcado tanto a comparar nuestro
nivel de vida actual contra el que teníamos antes, que se nos olvida que deberíamos compa-
rarlo contra lo que pudiéramos tener.

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NUEVA SUSTENTABILIDAD ECONÓMICA

Una cantidad fija de cada uno de estos tres recursos sociales es lo que pudiéramos tener y
que no hemos tenido, básicamente, porque se nos ha inculcado que no se puede. Recuerda
que la riqueza de una sociedad está en los satisfactores que es capaz de producir, y recuerda
que cada uno de nosotros somos capaces de producir cientos o miles de veces lo que necesi-
tamos.
Suma todo eso y te podrás dar una idea de la magnitud del engaño en el que hemos estado
durante muchísimos años. ¿Te está quedando claro ahora?
No podemos permitirnos perder el control de estos tres recursos por más tiempo. Los tres
los hemos vendido, los hemos cambiado por dinero, como si hubiera en la Tierra alguna
cantidad de dinero suficiente para pagar la falta de ellos. Ninguna cantidad de dinero puede
reemplazar la falta de agua, o de energía. Debemos dar marcha atrás a todas las cosas que
hemos hecho hasta ahora que han estado encaminadas a perder el control de esos recursos
tan vitales.
El dinero, por su parte, es un recurso social que producimos gratuita y libremente entre to-
dos para nosotros mismos, para que podamos intercambiar nuestros satisfactores y hacerlos
llegar desde donde se producen hasta donde se necesitan. Hemos perdido el control de eso
también. No solamente hemos permitido la existencia de bancos privados que nos cobran de
nuestro propio dinero por dárnoslo, sino que además de eso hemos permitido que el 85% de
todos esos bancos sean extranjeros. Hemos hecho una estupidez doblemente gigantesca. No
nos hemos dado un balazo en una pata sino en las dos, o dos balazos en la misma pata, como
lo quieras ver.
Es indispensable no solamente recuperar el control de esos recursos sino también asegu-
rarnos de no volverlo a perder. Nunca. Jamás.

Las Invenciones
El último recurso que tenemos como sociedad, como individuos, como seres humanos, es
nuestro conocimiento, nuestro saber y nuestra capacidad de crear cosas nuevas con nuevas
ideas. En la Primera Parte, en el capítulo Las Nocivas Patentes, en la página 429, hablamos
extensamente acerca de la monopolización que hemos permitido del conocimiento y de nues-
tra capacidad de crear cosas nuevas.
Monopolizar el conocimiento y la inventiva es una de las prácticas más nocivas que exis-
ten para el desarrollo de una sociedad. Está totalmente en contra del flujo natural de las co-
sas. Sujetar la creatividad al absoluto control de unos cuantos es igual de grave —o quizá
peor— que la monopolización de la tierra, o del agua, o del aire.
Una sociedad vive y sobrevive gracias a sus conocimientos. Si le quitas a un grupo huma-
no la libertad de poder utilizar su propio saber en favor de sí misma, lo estarás reduciendo a
un conjunto de seres irracionales, sin presente ni futuro. Eso es exactamente lo que nos esta-
mos haciendo a nosotros mismos. No nos hemos detenido a pensar en las consecuencias de

— 595 —
TERCERA PARTE

lo que estamos haciendo al copiar ciega e irracionalmente la forma como otras sociedades
administran sus conocimientos y descubrimientos.
Dado que las otras sociedades lo continúan haciendo, y no alcanzamos a ver el impacto
negativo que eso tiene en ellas y en su desarrollo económico, tampoco vemos el daño que
nos estamos causando, aunque el problema esté delante de nuestra nariz. No voy a repetir
aquí todo lo que ya explicamos en el capítulo Las Nocivas Patentes, en la página 429, en la
Primera Parte. Te invito a leerlo si no lo has hecho.
Agregaré, sin embargo, que urgentemente debemos eliminar esa monopolización de los
conocimientos que hemos permitido durante cientos de años —si no es que miles—. No sal-
dremos jamás de donde estamos a menos que hagamos eso y no existe ninguna razón para no
hacerlo, más que nuestra propia ignorancia y confusión acerca de lo que una economía social
realmente es.
En la Economía del Valor Social, las personas que acudan a la oficina de patentes recibi-
rán la atención necesaria para dar forma a sus ideas y poder plasmarlas de tal modo que pue-
dan ser evaluadas por un cuerpo de ingenieros, sociólogos, economistas, antropólogos, psi-
cólogos, médicos, educadores, etcétera. Todo eso con el objetivo de poder evaluar cabalmen-
te el impacto social que dicha idea pudiera tener.
Si la idea es buena —si tiene un alto y provechoso impacto social—, la persona que origi-
nó la idea recibirá una recompensa en dinero… una buena recompensa. En la evaluación de
la idea no se tomará en cuenta su capacidad de ser lucrativa, o si alguien podría ganar dinero
con ella o no. Lo que importa, y siempre debe importar, en la evaluación de una idea es el
beneficio social, puesto que es la sociedad quien la está comprando.
Quién ganará dinero y cuánto ganará es un asunto distinto. Si alguien desea ganar dinero
con una idea patentada, deberá poder usarla sin más ni más. De cualquier forma, lo hará bajo
su propio riesgo. La sociedad, por su parte, será la principalmente beneficiada a través de los
productos o servicios derivados del trabajo industrioso de la persona que usará ese conoci-
miento patentado para transformarlo en un satisfactor.
Si alguien desea producir un beneficio social y ganar dinero con la explotación de una
idea, podrá hacerlo libremente. La sociedad le estaría entregando la idea patentada para que
produzca algo con ella. Los productos serán el beneficio social, y las ganancias serán el be-
neficio del industrial, y el pago que la oficina de patentes hizo al inventor será la ganancia de
este último.
De esa forma nadie puede perder nunca. De esa forma no puede existir sino beneficio
para todos. Es indispensable que cambiemos nuestra actual forma de hacer las cosas, que de-
jemos de copiar irracionalmente lo que otras sociedades hacen, y que nos aseguremos de no
volver jamás a perder el control del recurso de nuestros propios conocimientos e inventiva.

— 596 —
TERCERA PARTE

Nuevo Sistema Financiero

Sistema Bancario y Monetario


En la Economía del Valor Social existe un segmento de la actividad social que es revisado
y modificado profundamente: el sistema bancario.
En la Economía del Valor Social se limita el uso del dinero a servir como medio de inter-
cambio exclusivamente. No se le reconoce ningún otro valor social. Por lo mismo, todas las
actividades que alteren el valor del dinero con respecto a sí mismo dejan de reconocerse
como actividades permitidas. Esto representa un cambio muy radical en la forma como ma-
nejamos nuestro sistema financiero actualmente y, por tanto, nuestro sistema bancario.
Hemos escuchado muchas veces que la industria bancaria es necesaria para que una eco-
nomía capitalista se desarrolle plenamente. Esto no es verdad.
En primer lugar, los servicios bancarios no deberíamos llamarlos “industria bancaria”. No
son una industria. Ofrecen un servicio, pero no producen nada. El servicio que ofrecen lo co-
bran y lo cobran bien. De hecho, lo que ofrecen lo podría ofrecer de igual forma directamen-
te el Banco de México sin ningún problema. En la actualidad no nos enseñan que los bancos
privados son en realidad empresas de servicio que cobran por ello y que además “venden di-
nero”.
La palabra “préstamo” está tan metida en nuestra mente que ya no alcanzamos a ver que
en realidad, cuando necesitamos dinero y acudimos a un banco para que nos otorguen un
préstamo, no nos están “prestando” nada ni nos están “otorgando” nada. Esas dos palabras
usadas en la misma frase producen que todo lo veamos de una forma muy distinta a como
realmente es.
Esas dos sencillas palabritas nos hacen sentir que estamos pidiendo un favor cuando asis-
timos a un banco a solicitar un préstamo. La verdad es que ningún banco privado presta di-
nero nunca. Nunca lo ha hecho y no creo que nunca lo haga. A eso a lo que llaman “présta-
mo” es en realidad una venta de dinero, y no nos otorgan nada, sino que aceptan vendernos
a crédito el dinero.
Ahora quiero que te hagas esta pregunta: ¿Por qué tenemos que pagar dinero por obtener
dinero que nosotros mismos gratuitamente producimos?
El dinero lo produce el gobierno, o sea la misma gente. Los bancos privados no lo pueden
producir. Entonces, ¿por qué nos cobran por darnos nuestro propio dinero? ¿No crees que es
profundamente ilógico esto? Claro que lo es.

— 597 —
TERCERA PARTE

Los bancos privados no son más que unos intermediarios innecesarios que de cada peso
que nos dan nos cobran una buena parte. ¡Pero por qué nos tienen que cobrar si el dinero es
nuestro! ¿No es así? ¿En dónde me estoy equivocando? ¿De qué me perdí?
Desde hace muchísimos años los intereses que cobran los bancos por vendernos dinero a
crédito son elevadísimos. Los intereses es lo que el banco nos cobra por darnos dinero. Es lo
que ellos ganan. Al estar los intereses tan altos, mucha gente se queda sin el dinero que nece-
sita para comenzar negocios nuevos, abrir empresas, construir su casa o ampliarla. Los go-
biernos estatales o municipales se quedan sin dinero para poder construir carreteras, escue-
las, hospitales, parques, y una infinidad de cosas más. Por eso no tenemos industrias mexica-
nas. Por eso todo lo tenemos que importar. Porque conseguir pesos es prohibitivamente caro.
Los únicos que ganan son los bancos y todos los demás perdemos.
Pero ¿por qué? ¿Por qué nos cobra dinero el banco si es nuestro propio dinero? Ese dinero
que el banco tiene se lo dio la gente, la sociedad. El gobierno es la sociedad. El gobierno es
la gente. El Banco de México es una organización formada por la gente, por la sociedad.
No existe en realidad ninguna razón para que el Banco de México no ofrezca el servicio
de banca que ofrecen los bancos privados[152]. Al ofrecer el servicio, podría hacerlo de forma
muy diferente, sin cobrar cuotas, ni intereses positivos. Si el valor social de algún proyecto
es elevado, entonces la sociedad entera, a través del Banco de México debería apoyar tal ini-
ciativa y contribuir con un préstamo de verdad.
Un préstamo de verdad no cobra intereses. Un préstamo es algo que prestamos y que nos
lo devuelven tal cual. Así debería ser. De hecho, en la Economía del Valor Social, si un pro-
yecto tiene un alto valor social considera el concepto de préstamos con interés negativo. Si te
prestan un millón de pesos, solo debes devolver quinientos mil pesos. Eso es un préstamo al
50% negativo. Eso es un verdadero préstamo.
La Economía del Valor Social, a diferencia de lo que actualmente tenemos, propone una
nueva banca, que ofrezca los servicios bancarios que la sociedad necesita para mejorar su
economía. Una nueva banca que esté al pendiente de lo que la sociedad necesita y que se
avoque a ayudar al desarrollo económico entendiendo que no es el Banco de México el que
va a producir el desarrollo económico.
El desarrollo económico lo hace la gente a través de los satisfactores que produzca. El
Banco de México, junto con el dinero que ofrece, solo debe favorecer dicho desarrollo entre-
gando el dinero necesario a quien produzca satisfactores de valor social. Hoy no sucede así.
Hoy los bancos privados entregan dinero solo a aquellas personas que les dan a ganar dinero
a ellos, por ejemplo, a los que tienen tarjetas de crédito.

152 En 1982 el presidente José López Portillo nacionalizó todos los bancos. El presidente siguiente, Miguel de la Madrid
administró la economía nacional con los bancos nacionalizados y no le fue tan mal, al igual que lo hizo Carlos Salinas
de Gortari y parcialmente Ernesto Zedillo. Durante más de 12 años el país funcionó muy bien con todos los bancos
nacionalizados.

— 598 —
NUEVO SISTEMA FINANCIERO

En la Economía del Valor Social no se deja en manos privadas nada que sea un bien co-
mún de beneficio social, y el dinero es un bien común que sirve a todos, que entre todos
creamos y, por tanto, nadie tiene derecho a apoderarse de él. Eso provoca un daño social
enorme. Es tan grande el daño que ha provocado durante tanto tiempo que ya nos es imposi-
ble visualizar cómo serían las cosas si no tuviéramos esos problemas. Nos es imposible ima-
ginarnos cómo sería nuestra vida si la banca realmente fuera de la gente para la gente. He-
mos sido adoctrinados con tanta fuerza para no ver lo que sería nuestra vida, que en la segun-
da parte de este libro tuve que recurrir a los cuentos para explicarte la forma como tu vida
podría ser.
En la teoría financiero-económica que prevalece en nuestros días, los bancos comerciales
privados tienen el objetivo de proporcionar el servicio conocido como “intermediación ban-
caria”. Este término significa que deben canalizar el dinero de donde sobra hacia donde falta,
o como dicen ellos mismos, “de agentes superavitarios, hacia agentes deficitarios”.
También en teoría, al ofrecer sus servicios de intermediación bancaria deben buscar maxi-
mizar los beneficios. Esto sí lo hacen, pero los beneficios que maximizan son los de ellos, no
los de la sociedad. Es estúpido creer que siendo los bancos empresas con fines de lucro bus-
carían el beneficio social a la hora de decidir a quién le dan dinero y a quién no.
Los conceptos de agentes superavitarios y deficitarios se interpretan en la Economía del
Valor Social de forma distinta. Lo agentes superavitarios no existen, porque ninguna activi-
dad económica tiene como objetivo acumular dinero. Las razones para detener la práctica co-
nocida como “ahorro”, amplia y hondamente sembrada en la mente de las personas como
algo beneficioso, se explican con detalle en la primera parte de este libro. En la Economía
del Valor Social, el dinero es “devuelto” al banco después de ser utilizado para lo que es:
para facilitar el flujo de satisfactores.
Los agentes deficitarios, por su parte, son tratados en la Economía del Valor Social de for-
ma similar a la que se realiza en cualquier economía que esté orientada a apoyar la industria.
La diferencia principal está en el monto de los intereses, los cuales se determinan de forma
distinta a como se hace actualmente.
En la actualidad, los intereses se establecen en base al beneficio en dinero que el banco
privado puede obtener, siguiendo los límites impuestos por el Banco de México. En la Eco-
nomía del Valor Social, la tasa de interés se fija en base al beneficio social que generarán los
satisfactores que la nueva industria pretenda producir.
El Banco de México, al recibir de vuelta el dinero que se ha usado para facilitar un movi-
miento de satisfactores, aprovecha la información que este trae consigo. Esta obtención de
información es esencial para determinar dos cosas indispensables en el otorgamiento de cré-
ditos:
1. La decisión de prestar o no
2. La tasa de interés

— 599 —
TERCERA PARTE

Actualmente, la información que el dinero trae consigo se obtiene por el cobro de impues-
tos y los numerosos formatos que los “causantes” deben llenar. En la Economía del Valor So-
cial, toda esa carga de trabajo no la realiza Hacienda, sino el Banco de México, y no lo hace
por medio de solicitar que la gente llene innumerables formatos, sino solamente registrando
digitalmente el uso del dinero, lo cual es completamente transparente para la gente.
Existe un porcentaje pequeño de dinero en circulación que no podría monitorearse ya que
se encuentra en efectivo. Esto no representa ningún problema ya que la enorme mayoría de
las transacciones en dinero se hacen electrónicamente. El Banco de México haría bien en
continuar motivando —no obligando— el uso de dinero electrónico para poder obtener más
información. Pero, aunque no hiciera ningún esfuerzo adicional, actualmente la información
que se puede obtener es muy representativa de cómo la economía se está moviendo.
Esta forma de ver al dinero es distinta a la manera como lo hacemos hoy, y como siempre
lo hemos hecho. Creo que una de las dificultades más grandes para entender las finanzas en
la Economía del Valor Social se debe a que hemos sido adoctrinados a ver al dinero como un
valor y no como un instrumento temporal de intercambio que ampara una sola transacción,
además de un instrumento para transportar información.
El spread bancario es otro concepto que cambiaría en una Economía de Valor Social. Ac-
tualmente, los bancos comerciales privados reciben los ahorros de la gente como depósitos, y
por ellos pagan una pequeña tasa de interés, llamada tasa pasiva. Por otra parte, otorgan prés-
tamos a la gente y por ellos cobran un interés, llamado tasa activa. A la diferencia entre uno y
otro se le llama spread bancario. En la Economía del Valor Social no existen los intereses pa-
sivos ni los intereses activos, por lo que tampoco existe el spread bancario.
Obviamente, la diferencia entre un interés y otro determina fuertemente la rentabilidad de
un banco. Cuanto más dinero preste a interés alto y menos dinero pague por dinero que le de-
positan en ahorro, mayor será el spread bancario y, por lo tanto, mayor será la rentabilidad.
La máxima rentabilidad la obtendrían prestando todos los fondos recibidos, pero eso no lo
pueden hacer porque el Banco de México los limita. Deben guardar una cantidad de dinero
para responder a los retiros de la gente.
La cantidad de dinero que deben guardar no la tienen en sus arcas, sino que el Banco de
México exige que se la entreguen a él. En muchos países existe lo que se conoce como enca-
je legal, el cual pretende ser esa cantidad de dinero que cada banco debe mantener deposita-
da en el banco central. El Banco de México no utiliza el concepto de encaje legal, sino que
utiliza una herramienta similar, en mi opinión más efectiva y menos riesgosa para la gente.
El encaje legal es una cantidad de dinero variable, mientras que el instrumento usado por
el Banco de México, llamado DRM[153] —depósito de regulación monetaria— es una canti-
dad más bien fija.

153 Depósito de Regulación Monetaria, Banco de México, sin fecha. Obtenido de banxico.org.mx el 22 de julio de 2016.

— 600 —
NUEVO SISTEMA FINANCIERO

El DRM, aunque es un tanto mejor que el encaje legal por cuanto que obliga a más largo
plazo a los bancos privados y protege así mejor a la gente, tiene un inconveniente social:
obliga al Banco de México —es decir, a la gente— a pagar intereses sobre ese dinero a los
bancos comerciales privados.
En la Economía del Valor Social el DRM desaparece por ser innecesario, ya que el Banco
de México directamente ofrece el servicio bancario a la gente y no tiene necesidad de un de-
pósito de garantía toda vez que tiene la autoridad monopólica de la creación de dinero.

Ni Banca Múltiple ni Banca Comercial


En 1978 se reformaron las leyes bancarias en México para permitir la creación de lo que
se denominó “banca múltiple”[154], para diferenciarla de la banca comercial. En el curso de
los siguientes 4 años, ya se habían creado 34 instituciones de ese tipo.
La banca múltiple, es un concepto que fusiona dos tipos de empresas distintas. Por una
parte, la banca comercial normalmente dedicada a servir de depósito de ahorros, chequeras, y
créditos bancarios. Por otra parte, las empresas dedicadas a la correduría de inversiones en
distintos tipos, como la inversión directa, mercado de valores, mercado de dinero, secunda-
rios, y muchos otros más.
Se supone que el principal objetivo de haber creado este tipo de banca fue poder incre-
mentar la cartera de servicios a la gente y hacerlo de forma más eficiente. En la realidad lo
que ha sucedido es que los bancos aumentaron sus ganancias apostando con el dinero de la
gente.
En la Economía del Valor Social nada de esto existe. El servicio bancario se reduce a la
apertura de créditos, la producción de dinero, y a la recolección del dinero una vez que haya
sido utilizado. Todo el resto de las actividades que normalmente realiza un banco, sobre todo
si es banca múltiple, no solo no son necesarias, sino que no se permiten ya que dañan la eco-
nomía de la gente al secuestrar una importantísima cantidad de dinero con fines puramente
lucrativos y que no impactan positivamente a la sociedad.
En la Economía del Valor Social, entre los servicios bancarios que quedarían prohibidos
están:
1. El ahorro
2. Chequeras
3. Tarjetas de débito
4. Inversión en divisas
5. Inversiones bursátiles no directas

154 F. Suárez Dávila, La Reprivatización Bancaria Fracasada, tragedia nacional en 3 actos, Centro de Estudios Espinoza
Iglesias, A.C., Primera edición, México 2010.

— 601 —
TERCERA PARTE

El servicio de tarjetas de débito como lo usamos en la actualidad se eliminará porque en


su lugar se reemplazará por un sistema híbrido de tarjetas de débito con línea de crédito otor-
gado directamente por el Banco de México. De hecho, incluso el concepto de “crédito” cam-
bia bajo la Economía del Valor Social, convirtiéndose en una especie de “ahorro”.
Cuando alguien vende algo, o recibe dinero de alguien, por la razón que sea, ese dinero
automáticamente se devuelve al Banco de México. Al hacer la devolución, el Banco de Mé-
xico acreditará la misma cantidad a la cuenta del depositante, pero no como ahorro, sino
como línea de crédito, sin pago ni cobro de intereses. Sé que suena extraño, pero en realidad
todo es un juego de palabras.
El dinero que le pagan a una persona en efectivo, igualmente se debe devolver en no más
de algunos días. Si el dinero lo recibe la persona por medio de un pago electrónico, será más
conveniente para el Banco de México y para la persona ya que esta última no deberá hacer
nada adicional. El Banco de México recibirá automáticamente toda la información necesaria
que el dinero traiga consigo. Monto, fecha, lugar en donde se realizó la transacción, qué fue
lo que se compró, quién lo compró, quién lo vendió, cantidad de lo que se compró, precio al
que se compró.
Entre más información pueda traer el dinero consigo a su regreso al Banco de México, se-
rá mejor para todos. De esa forma, el banco podrá saber cómo se está comportando la econo-
mía, qué industrias hay que apoyar y muchas otras cosas más. Podrá saber el comportamien-
to de la inflación en cada zona geográfica y qué productos están causándola.
Esa información nos permitirá tomar las medidas financieras y económicas necesarias
para mantener las cosas estables y que así el desarrollo social siga creciendo.
Este nuevo funcionamiento del sistema bancario es bastante distinto al funcionamiento
que vemos hoy en día. Un banco, según la Economía del Valor Social, es importante porque
controla el flujo del dinero y lo destina hacia donde la economía lo necesita, no hacia donde
él pueda ganar más dinero, como sucede ahora.
En este sentido, el nuevo banco no se parece en nada a la actual banca comercial y mucho
menos a la existente banca múltiple. Las similitudes las tiene, en todo caso, con un banco de
propiedad social cuyo fin es el de otorgar el dinero que la sociedad necesita, manteniendo la
inflación en cero, o un pequeño porcentaje negativa, quizá no más de un -1% anualizada.
El actual sistema bancario no puede continuar operando por mucho más tiempo. Debe
cambiar. De nosotros depende que ese cambio sea de forma pacífica y ordenada. Si logramos
involucrarnos con antelación suficiente, podemos producir un ajuste progresivo que nos dé
tiempo a todos de adecuarnos al cambio.
Esto no es nuevo. Como lo indica Margrit Kennedy, “aquellos que operan el sistema mo-
netario actual saben que no durará, pero ya sea que no saben o que no quieren saber, acerca
de una alternativa práctica.”

— 602 —
NUEVO SISTEMA FINANCIERO

Emisión de Dinero
En el capítulo La Creación de Dinero en la página 70, vimos con detalle la forma como se
realiza la creación de dinero en México actualmente. En la Economía del Valor Social la
creación de dinero se realiza de forma muy distinta.
El Banco de México crea el dinero directamente ya que no existe la creación secundaria,
y lo hace en dos formatos: monedas y digitales. No es muy difícil comprender en qué consis-
te cada uno de ellos. De ambos formatos, sabemos que la mayor cantidad del circulante esta-
rá en forma digital, por la facilidad de manejarlo así.
El Banco de México, siguiendo su misión de estabilizar el valor del dinero, emitirá o reti-
rará de circulación la cantidad de dinero que sea necesario para lograr mantener la inflación
en cero, o un tanto negativa, quizá no más de -1% anualizada.
Actualmente el Banco de México está altamente controlado por la Secretaría de Hacienda
y Crédito Público, lo cual ha representado una limitante importante para que el Banco de
México realice su trabajo adecuadamente. En la Economía del Valor Social ya vimos que la
SHCP más bien desaparece y la función recaudatoria pasa a manos del Banco de México, en
un esquema en el que tampoco será necesario presentar declaraciones de impuestos.
Para que el Banco de México cumpla su misión de control de la inflación deberá saber
qué se hace con el dinero y para eso se implementará un sistema de pagos en el que el dinero
solo podrá usarse una sola vez. Después de una transacción comercial, el dinero regresará al
Banco de México y con él se podrá obtener toda la información necesaria acerca del estado
de la economía nacional.
Con esa información, el Banco de México podrá determinar no solamente cuánto dinero
hace falta inyectar en la economía, sino en qué actividades. Esa información deberá turnarla
a la Secretaría de Economía, quien formulará los planes de acción económica correspondien-
tes.
Dichos planes deberán volver al Banco de México en forma de solicitudes de crédito y fi-
nanciamiento para proyectos económicos. El Banco de México, en ese momento, podrá eva-
luar la alineación que dichos proyectos tengan con la información que previamente haya
otorgado a la Secretaría de Economía y así podrá aprobar o rechazar las solicitudes de finan-
ciamiento, así como los porcentajes de interés adecuados en cada caso, para lograr un benefi-
cio social máximo en forma de un incremento en la cantidad, diversidad o calidad de los sa-
tisfactores disponibles.
La reducción del circulante, a su vez, se hará por medio de la restricción del financia-
miento y no por medio del manejo de las tasas de interés, como actualmente se hace.
Así, de esta forma sencilla, el Banco de México podrá administrar la emisión de dinero a
la sociedad para que esta produzca sus propios satisfactores mejorando con ello su nivel de
vida.

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TERCERA PARTE

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TERCERA PARTE

Nuevo Sistema Fiscal

Reducción y Derogación de Impuestos


En la Primera Parte, en el capítulo Los Impuestos, en la página 202, hablamos extensa-
mente acerca de lo que los impuestos son. Te invito a que leas ese capítulo si acaso no lo has
hecho.
De forma sintetizada, podemos decir que los impuestos son una forma de recircular el di-
nero que la sociedad tiene para dirigirlo hacia las actividades que más convienen para su de-
sarrollo. Bueno, mejor dicho, así es como lo sería en la Economía del Valor Social.
Desafortunadamente, en la actualidad ese beneficio social no es lo que se persigue. Lo
que en realidad se hace es buscar satisfacer intereses políticos y personales de administrado-
res públicos. Sin embargo, exigir honestidad a los mandatarios, o reemplazarlos, no es la so-
lución debido a que el problema es sistémico —está diseñado para funcionar mal—. Debe-
mos cambiar el diseño de las organizaciones que tenemos si queremos solucionar la situa-
ción de raíz[155].
Así que en este capítulo no vamos a hablar de cómo mejorar nuestra vida eliminando la
corrupción. De lo que vamos a hablar es de la forma como podríamos comenzar a cambiar la
administración de nuestros impuestos para ir haciendo que disminuyan progresivamente y de
forma rápida, para lograr con eso nuestro desarrollo económico, ya no financiero.
La disminución de los impuestos —y la derogación de muchos de ellos—, en la Econo-
mía del Valor Social, es el resultado de una serie de situaciones que debemos lograr que su-
cedan simultáneamente. No se pueden desaparecer los impuestos autocráticamente de un
momento a otro sin provocar con ello un sinnúmero de problemas sociales. Los servicios pú-
blicos se detendrían y, como decimos en México, “saldría más caro el caldo que las albóndi-
gas”.
El primer paso que yo recomendaría tomar es leer todo este libro y varios más hasta que
nos queden claras dos cosas básicas:
1. Los impuestos no son para las necesidades del gobierno, como lo dice la ley actual-
mente[156]. Son para la sociedad y sus necesidades de desarrollo, exclusivamente.

155 Por cierto, la corrupción también tiene solución. Eso se aborda en la Primera Parte, en el capítulo Nuestra
Democracia, en la página 373. Te recomiendo leerlo si no lo has hecho.
156 “Contribuir para los gastos públicos, así de la federación, como del distrito federal o del estado y municipio en que
residan, de la manera proporcional y equitativa que dispongan las leyes”, Artículo 31, Sección IV, Constitución de los
Estados Unidos Mexicanos.

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TERCERA PARTE

2. La actividad de recabar impuestos y la actividad de administrar el crecimiento de la


economía nacional son dos actividades totalmente distintas que requieren competen-
cias completamente diferentes.
Es indispensable que todos entendamos lo que la economía realmente es. Economía no es
lo mismo que finanzas. Son dos cosas completamente separadas, diferentes y relacionadas
solamente de forma incidental. Erradicar esa idea podría parecer algo simple, pero yo no me
confiaría de ello. Siento que está tan arraigada en nuestra psique que será necesario repetirlo
numerosas veces con ejemplos diversos para que lo comprendamos cabalmente.
Esa idea errónea está en todos nosotros muy hondamente clavada. Si revisamos cualquier
documento financiero gubernamental o académico veremos que utilizan la palabra “econo-
mía” de forma demasiado liberal. Hablan de “recursos económicos” a diestra y siniestra
cuando en realidad quieren decir “recursos financieros”, o “recursos monetarios”.
Una vez entendida la diferencia entre una cosa y la otra, el siguiente paso debe ser obtener
un inventario de todas las empresas que existen en México, sea cual sea su producto o su ser-
vicio.
En ese inventario debemos agregar el tipo de satisfactor que producen, su volumen de
producción en unidades, su precio unitario en dinero, sus insumos y la procedencia de los
mismos, sus clientes, su gasto en mano de obra, y algunas otras cosas más.
Después de hacer eso, debemos separar las empresas en dos tipos: las mexicanas y las que
no lo son. En la Economía del Valor Social, las empresas mexicanas son aquellas que cum-
plen con tres condiciones estrictas:
1. Que vendan sus productos y servicios en México
2. Que mantengan sus ganancias y dividendos en México
3. Que usen exclusivamente mano de obra mexicana
Solo las empresas que cumplan con estos tres requisitos de forma cabal pueden conside-
rarse mexicanas. Todas las demás no lo son, sin importar los satisfactores que produzcan ni
la nacionalidad de sus dueños. Por cierto, la mano de obra incluye al personal administrativo,
gerentes y directores.
Un ejemplo para que nos quede más claro. La empresa Ford de México, en realidad lla-
mada Ford Motor Company, S.A. de C.V., no es una empresa mexicana, según la definición
de la Economía del Valor Social. No cumple con ninguna de las tres condiciones. Sus pro-
ductos no son los autos sino la mano de obra y toda ella es de exportación. Las ganancias y
dividendos no se mantienen en México, sino que son diluidos por medio de facturación inter-
compañía. No utiliza exclusivamente mano de obra mexicana ya que muchos de sus emplea-
dos son extranjeros.

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NUEVO SISTEMA FISCAL

Después de identificar qué empresas son mexicanas, se debe comenzar a trabajar con ellas
de forma muy activa. Entendiendo primero cuáles son sus problemas, sus planes y qué ex-
pectativas de crecimiento tienen bajo las condiciones actuales.
Durante el proceso de entendimiento de sus problemas encontraremos que existen muchas
áreas en las que la sociedad les puede ayudar. Reducción de cuotas de importación, permi-
sos, revisión de pasivos financieros, desarrollo de tecnología para reducción de costos.
Dentro de los costos más elevados encontraremos aquellos derivados del pago de impues-
tos. En algunos casos serán pagados directamente por la empresa, y en muchos otros serán
pagados en forma de sobreprecio a sus insumos.
Ir reduciendo los impuestos de forma estratégica habilitará a las empresas mexicanas a
aumentar sus ventas dentro del país, lo cual quiere decir que la riqueza del país estará au-
mentando. No debemos olvidar nunca que la riqueza del país está en los productos que
tiene a su disposición.
Al ir aumentando los productos hechos en México y consumidos en México, los impues-
tos podemos irlos transformando desde la forma como lo hacemos hoy en día, lo cual consta
de gravar los ingresos, hacia una forma en la que gravemos el consumo.
Al ir reemplazando los impuestos al ingreso por impuestos al consumo, la base gravable
aumentará al ir aumentando la producción nacional de productos que se vendan en México y
eso hará posible la reducción de impuestos.
Entre más amplia sea la base gravable, los impuestos podrán ser cada vez menores. Al no
gravar el ingreso, la motivación para ganar más dinero crecerá ya que la gente verá que ya no
corre el riesgo de que le quiten el dinero que ha ganado. Al dejar de quitarle el dinero que
gana a la gente, esta verá incrementado su ingreso real. Por otra parte, todo el dinero que ga-
namos lo usamos para comprar algo —intercambiarlo por cosas—, y como ahora tendremos
más dinero debido a que ya no nos quitarán de nuestros ingresos, el resultado inevitable será
que aumentará la demanda de productos.
Si la industria nacional está lista para satisfacer la demanda creada, entonces todos ganan.
La sociedad obtiene sus productos, la industria obtiene sus ventas y ganancias, la base grava-
ble aumenta y entre más aumente, más disminuirán los impuestos.
Paralelamente a esto, el aparatoso gobierno que tenemos debemos reducirlo en tamaño.
Eso es muy importante. La cantidad de dinero que usamos en sueldos de empleados y gastos
públicos debemos reducirla a lo mínimo necesario. Además de reducirla, debemos congelar-
la. No existe ninguna razón para que el gasto que hacemos en sostener al “gobierno” crezca
conforme aumenta la cantidad de dinero que entre todos recabamos en forma de impuestos.
Al crecer la base gravable, la cantidad de dinero recabada será más grande, pero ese au-
mento en dinero debe destinarse a inversiones públicas para beneficio de la gente, de la so-

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TERCERA PARTE

ciedad, de las mismas personas que aportaron ese dinero. Debe destinarse a apoyar nuestra
capacidad de producir nuestros propios satisfactores.

Destino de la SHCP
Por cierto, una de las organizaciones que más reducción tendrán al adoptarse la Economía
del Valor Social es precisamente la Secretaría de Hacienda debido principalmente a la dismi-
nución de sus responsabilidades. Actualmente, la SHCP tiene demasiadas responsabilidades
—por lo tanto, demasiado poder. Aquí te va la lista de las atribuciones que actualmente tiene,
aunado al comentario que aclara cómo se percibe dicha atribución desde el punto de vista de
la Economía del Valor Social[157]:
1. Proyectar y coordinar la planeación nacional del desarrollo y elaborar, con la parti-
cipación de los grupos sociales interesados, el Plan Nacional correspondiente.
Comentario: La responsabilidad de la Secretaría de Hacienda estará limitada ex-
clusivamente a la administración de la recaudación fiscal y no a planear el desarrollo
nacional. Nada tiene que hacer el recaudador de impuestos en la decisión de qué se
va a hacer con el dinero que recolecte. La decisión de qué se va a hacer con el dinero
recabado corresponde a la gente, a los que aportaron el dinero.
2. Proyectar y calcular los ingresos de la federación, del Gobierno del Distrito Federal
y de las entidades paraestatales, considerando las necesidades del gasto público fe-
deral, la utilización razonable del crédito público y la sanidad financiera de la admi-
nistración pública federal.
Comentario: Nada tiene que andar haciendo la Secretaría de Hacienda en los cál-
culos de los ingresos de otros organismos gubernamentales. La Secretaría de Hacien-
da se limitará a recaudar los impuestos únicamente. Los ingresos de otros organismos
serán calculados por ellos mismos y presentados por el ciudadano presidente ante los
representantes sociales, para aprobación o rechazo.
3. Estudiar y formular los proyectos de leyes y disposiciones fiscales y de las leyes de
ingresos de la federación y del Gobierno del Distrito Federal.
Comentario: La Secretaría de Hacienda no tendrá ningún atributo para evaluar ni
proponer ninguna ley de recaudación de impuestos. Solamente tendrá la responsabili-
dad de acatar las leyes que existan, elaboradas por el organismo legislativo. Su fun-
ción será únicamente recaudatoria.
4. Manejar la deuda pública de la federación y del Gobierno del Distrito Federal.
Comentario: Las deudas públicas son deudas de toda la gente, de la sociedad y no
es necesario “manejarlas” sino pagarlas. El cómo se van a pagar lo debe proponer el
presidente ante la sociedad, para que la forma de hacerlo le sea aprobada o rechazada.

157 Artículo 31 de la Ley Orgánica. Secretaría de Hacienda

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NUEVO SISTEMA FISCAL

En todo caso, el Banco de México debería tener una opinión en este asunto ya que la
forma en que se escoja pagar la deuda podría afectar la inflación.
5. Realizar o autorizar todas las operaciones en que se haga uso del crédito público.
Comentario: La Secretaría de Hacienda no tendrá ninguna atribución para autori-
zar el endeudamiento de la gente, ya que no tiene ninguna representatividad social.
Los únicos que pueden autorizar el endeudamiento público son los ciudadanos mis-
mos. El ciudadano presidente del ejecutivo es quien debe presentar ante la gente, la
solicitud para que acepten endeudarse y esta —la gente— debe aprobar o rechazar la
solicitud.
6. Planear, coordinar, evaluar y vigilar el sistema bancario del país que comprende al
Banco Central, a la Banca Nacional de Desarrollo y las demás instituciones encar-
gadas de prestar el servicio de banca y crédito.
Comentario: En la Economía del Valor Social, el Banco de México tiene represen-
tatividad social a través de su ciudadano presidente, electo por voto directo de la gen-
te. Su responsabilidad es mantener la inflación en cero o un tanto negativa. Por tanto,
no necesita que otro organismo social lo coordine, evalúe o vigile. En todo caso, no
será el organismo recaudatorio quien realice esa función, en caso de ser considerada
necesaria por la sociedad.
7. Ejercer las atribuciones que le señalen las leyes en materia de seguros, fianzas, valo-
res y de organizaciones y actividades auxiliares del crédito.
Comentario: En la Economía del Valor Social los seguros y las fianzas no están
permitidos, son actividades prohibidas porque son nocivas para todos[158], por lo tan-
to, la Secretaría de Hacienda no tendrá ninguna atribución en esas materias. En todo
caso estarán bajo las atribuciones del organismo procurador de justicia. En cuanto a
los valores y actividades crediticias, estas serán atribuciones del Banco de México,
exclusivamente.
8. Determinar los criterios y montos globales de los estímulos fiscales, escuchando
para ello a las dependencias responsables de los sectores correspondientes y admi-
nistrar su aplicación en los casos en que lo competa a otra Secretaría.
Comentario: Los “estímulos fiscales” serán sugeridos por la Secretaría de Econo-
mía al ciudadano presidente y este deberá aprobarlos o rechazarlos después de eva-
luarlos detalladamente. La Secretaría de Hacienda no tendrá la responsabilidad de de-
terminar ningún estímulo fiscal, así como no tendrá la responsabilidad de definir las
políticas recaudatorias. Únicamente estará encargada de administrar la recaudación.

158 Para más detalles acerca de esto, por favor lee el capítulo El Mercado de Derivados, en la página 114.

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TERCERA PARTE

9. Establecer y revisar los precios y tarifas de los bienes y servicios de la administra-


ción pública federal, o bien, las bases para fijarlos, escuchando a la Secretaría de
Economía y con la participación de las dependencias que correspondan.
Comentario: En la Economía del Valor Social, es la Secretaría de Economía la que
realiza la función de “sugerir y justificar” los precios y tarifas de los satisfactores
producidos por organismos públicos, tales como la energía eléctrica y los combusti-
bles. La sugerencia se presenta al ciudadano presidente y es este quien solicita la au-
torización correspondiente a la sociedad a través de sus representantes.
10. Cobrar los impuestos, contribuciones de mejoras, derechos, productos y aprovecha-
mientos federales en los términos de las leyes aplicables y vigilar y asegurar el cum-
plimiento de las disposiciones fiscales.
Comentario: La Secretaría de Hacienda únicamente cobrará los impuestos. Las
contribuciones, derechos y productos los cobrarán los respectivos organismos y el di-
nero será entregado directamente al Banco de México. Los estados financieros de
cada organismo serán entregados al ciudadano presidente del ejecutivo, quien los re-
visará y finalmente los presentará ante la sociedad, como parte de la información que
debe entregar periódicamente y en base a la cual será evaluado su desempeño.[159]
11. Organizar y dirigir los servicios aduanales y de inspección.
Comentario: Los servicios aduanales y de inspección estarán organizados y dirigi-
dos por la Secretaría de Economía. En la Economía del Valor Social, todos los satis-
factores que crucen las fronteras del país —hacia dentro o hacia fuera— impactan di-
rectamente a la economía de toda la gente y representan un efecto que hay que inves-
tigar y corregir en sus causas raíz. En la actualidad dicho impacto no lo reconocemos
y, por tanto, hemos pensado que la función de las aduanas es meramente recaudatoria
de impuestos. Te ruego que leas el capítulo Nuevo Comercio Internacional, en la pá-
gina 579, así como el capítulo Sustitución de Importaciones Verticalmente Integrada,
en la página 571, para una explicación más detallada de cómo es que las aduanas
afectan la economía, y cómo es que se manejan en la Economía del Valor Social.
12. Representar el interés de la Federación en controversias fiscales.
Comentario: En la Economía del Valor Social la Secretaría de Hacienda solamente
está encargada de la recaudación de impuestos. No tendrá ningún papel de represen-
tación del interés de nadie en la solución de controversias fiscales, ya que estas serán
resueltas por el organismo procurador de justicia. En todo caso, la Secretaría de Ha-
cienda podría ser citada a comparecer como testigo ante un tribunal, y sus registros
podrían ser solicitados durante alguna investigación.

159 Te recomiendo leer los capítulos Democracia Democrática, en la página 647, y Sistema Administrativo vs
Gubernamental, en la página 631, ambos en la Tercera Parte.

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NUEVO SISTEMA FISCAL

13. Proyectar y calcular los egresos del Gobierno Federal y de la administración públi-
ca paraestatal, haciéndolos compatibles con la disponibilidad de recursos y en aten-
ción a las necesidades y políticas del desarrollo nacional.
Comentario: Al igual que el punto número 2, cada organismo será responsable de
calcular sus propios egresos y presentarlos al ciudadano presidente. Este los deberá
revisar y, en caso de aceptarlos, los deberá presentar y justificar ante la sociedad para
su autorización o rechazo.
14. Formular el programa del gasto público federal y el proyecto de Presupuesto de
Egresos de la Federación y presentarlos a la consideración del Presidente de la Re-
pública.
Comentario: Lo mismo que en el punto anterior. La Secretaría de Hacienda no ten-
drá nada que ver con la formulación de programa de gasto público federal, ni con los
presupuestos de egresos. Cada organismo entregará sus presupuestos al ciudadano
presidente, quien los revisará y los justificará ante la sociedad para que se los aprue-
ben o no.
15. Normar, autorizar y evaluar los programas de inversión pública de la administra-
ción pública federal.
Comentario: Todos los programas de inversión serán aprobados, primeramente,
por la Secretaría de Economía. Esta, a su vez, deberá obtener la autorización del Ban-
co de México. Una vez obtenida la autorización del Banco de México, entregará al
ciudadano presidente la propuesta de inversión para que este presente y justifique
ante la sociedad el proyecto. Es importante recalcar que todos los proyectos de inver-
sión pública son proyectos en los que la gente está invirtiendo su dinero y, por tanto,
esta es la única que puede autorizarlos o negarlos. Por cierto, en la justificación que
el ciudadano presidente haga ante la sociedad, este debe explicar cuáles son los bene-
ficios que dichas inversiones tendrán para la gente y su economía, y no los benefi-
cios que dichas inversiones tendrán para “el gobierno”.
16. Llevar a cabo las tramitaciones y registros que requiera el control y la evaluación
del ejercicio del gasto público federal y de los programas y presupuestos de egresos,
así como presidir las instancias de coordinación que establezca el Ejecutivo Federal
para dar seguimiento al gasto público y sus resultados.
Comentario: El control y la evaluación del gasto público no corresponderán a la
Secretaría de Hacienda. No pueden serlo. El control del gasto realizado por organiza-
ciones públicas debe ser controlado por un ente ajeno al poder ejecutivo, de otra for-
ma estamos teniendo un conflicto de intereses. En la Economía del Valor Social se
contempla que la información financiera de cada organismo sea más pública de lo
que ya es y que el organismo procurador de justicia sea el que investigue las denun-
cias ciudadanas por malos manejos financieros y reporte el avance de dichos casos a

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TERCERA PARTE

la misma sociedad, en forma directa, a través de su ciudadano presidente procura-


dor[160] y en forma indirecta, a través del organismo de información pública[161].
17. Formular la Cuenta Anual de la Hacienda Pública Federal.
Comentario: Como todos los demás organismos públicos, la Secretaría de Hacien-
da mantendrá la obligación de reportar al ciudadano presidente los resultados de sus
cuentas públicas. Ingresos y egresos. No los presentará ante la sociedad, a menos que
expresamente se le solicite. Lo presentará de forma periódica al presidente y este los
presentará y explicará a la sociedad a través de sus representantes.
18. Coordinar la evaluación que permita conocer los resultados de la aplicación de los
recursos públicos federales, así como concertar con las dependencias y entidades de
la Administración Pública Federal la validación de los indicadores estratégicos, en
los términos de las disposiciones aplicables.
Comentario: Los resultados de la aplicación de los recursos públicos será respon-
sabilidad de cada organismo y ante la sociedad, el presidente ejecutivo será el respon-
sable absoluto de ello. La Secretaría de Hacienda tampoco concertará con otras de-
pendencias y entidades para validar indicadores estratégicos. La evaluación de indi-
cadores estratégicos —se entiende que estamos hablando de indicadores económicos
— se llevará a cabo por la Secretaría de Economía. Por su parte, la evaluación de in-
dicadores financieros y monetarios se llevarán a cabo por el Banco de México.
19. Fijar los lineamientos que se deben seguir en la elaboración de la documentación
necesaria para la formulación del Informe Presidencial e integrar dicha documenta-
ción.
Comentario: La responsabilidad de elaborar el informe presidencial será del presi-
dente mismo, no de la Secretaría de Hacienda. La oficina de la presidencia es más
que capaz de elaborar un informe ejecutivo. De las Secretarías solamente se necesita
información para integrarla al informe.
20. Establecer normas, políticas y lineamientos en materia de desincorporación de acti-
vos de la Administración Pública Federal.
Comentario: Las normas y políticas para la desincorporación de activos de la ad-
ministración pública será propuesta por la Secretaría de Economía, y revisada por el
ciudadano presidente ejecutivo. Este, si la autoriza, debe presentarla y justificarla
ante la sociedad para que sea aprobada o rechazada la desincorporación. En cualquier
caso, una desincorporación debe ser extensamente discutida y evaluada desde distin-
tos ángulos.

160 Ver Nueva Procuración de Justicia, en la página 655.


161 Ver Error: Reference source not found, en la página Error: Reference source not found.

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NUEVO SISTEMA FISCAL

21. Vigilar el cumplimiento de las obligaciones derivadas de las disposiciones en mate-


ria de planeación nacional, así como de programación, presupuestación, contabili-
dad y evaluación.
Comentario: La Secretaría de Hacienda carecerá de la responsabilidad de vigilar el
cumplimiento de disposiciones relacionadas con la planeación nacional, o de progra-
mación, presupuestos, contabilidad y evaluación. Su papel estará limitado a la recau-
dación de impuestos, mientras sea absolutamente necesario que lo haga. La vigilancia
del cumplimiento de planes nacionales será de las organizaciones involucradas en
cada plan, según su naturaleza. En cuanto a la programación, presupuestación y con-
tabilidad, estas serán responsabilidad de cada organismo, ante el ciudadano presiden-
te correspondiente, y estos últimos, ante la sociedad. Por lo que corresponde a la eva-
luación, esta será responsabilidad de cada ciudadano presidente y estos a su vez, se-
rán evaluados por la sociedad y sancionados democráticamente en las urnas, o judi-
cialmente, según sea procedente.
22. Ejercer el control presupuestario de los servicios personales y establecer normas y
lineamientos en materia de control del gasto en ese rubro.
Comentarios: El único control presupuestario que tendrá la Secretaría de Hacienda
será el de su propio presupuesto. Todos los demás controles estarán a cargo de los
respectivos organismos. Los ciudadanos presidentes de los distintos organismos serán
los responsables de presentar, explicar, y justificar las desviaciones presupuestarias
de gastos ante la sociedad.
23. Conducir la política inmobiliaria de la Administración Pública Federal, salvo por lo
que se refiere a las playas, zona federal marítimo terrestre, terrenos ganados al mar
o cualquier depósito de aguas marítimas y demás zonas federales; administrar los
inmuebles de propiedad federal cuando no estén asignados a alguna dependencia o
entidad, así como llevar el registro público de la propiedad inmobiliaria federal y el
inventario general correspondiente.
Comentario: Las políticas, control y registro de todas las zonas de propiedad pú-
blica serán responsabilidad de la Secretaría de Economía. Será esta quien autorice el
uso del suelo para cualquier propósito que afecte a la economía, incluso en el caso de
aquellas zonas para uso de oficinas de servicio público, por cualquier dependencia.
Las playas, zonas marítimas, terrenos ganados al mar, zonas fronterizas, zonas de ex-
plotación petrolera, zonas de generación de energía eléctrica, espacio aéreo, y todas
las zonas con valor estratégico soberano, estarán además controladas por la Secretaría
de Defensa. Será esta última quien autorice, o no, y además condicione, el uso de es-
tas zonas para cualquier propósito.
24. Regular la adquisición, arrendamiento, enajenación, destino o afectación de los
bienes inmuebles de la Administración Pública Federal y, en su caso, representar el
interés de la Federación expedir las normas y procedimientos para la formulación

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TERCERA PARTE

de inventarios, para la realización y actualización de los avalúos sobre dichos


bienes, así como expedir normas técnicas, autorizar y, en su caso, proyectar, cons-
truir, rehabilitar, conservar o administrar, directamente o a través de terceros, los
edificios públicos y, en general, los bienes inmuebles de la Federación.
Comentario: Los bienes inmuebles no son de la administración pública, son de la
sociedad. Es esta quien destina, en calidad de préstamo temporal, los bienes inmue-
bles a las organizaciones públicas para que puedan realizar sus tareas. Las organiza-
ciones públicas no pueden realizar avalúos con el propósito de traspasar un bien in-
mueble. Al no necesitarlo, este debe ser devuelto a la sociedad y es la Secretaría de
Economía quien dispondrá del bien en la forma que autorice la sociedad. La Secreta-
ría de Hacienda no tendrá facultades que expedir normas y procedimientos para la
formulación de inventarios, ni la de expedir normas técnicas o proyectar, construir,
rehabilitar, conservar o administrar los edificios públicos. Todos los activos usados
por las distintas organizaciones de servicio público serán inventariados y controlados
por la Secretaría de Economía. Será esta también la que disponga de activos en almo-
nedas, previa autorización del presidente ejecutivo y todos los ingresos obtenidos por
estas últimas serán entregados al Banco de México. En cuanto a las normas técnicas
para la proyección, construcción y rehabilitación de edificios, será el cuerpo de inge-
nieros de la Secretaría de Defensa quien los proporcione.
25. Reivindicar los bienes propiedad de la Nación, en los términos de las disposiciones
aplicables.
Comentario: Todos los bienes propiedad de la nación serán controlados por la Se-
cretaría de Economía en representación legítima de la sociedad entera, excepto aque-
llos que sean competencia de la Secretaría de Defensa.
Como puedes ver, la Secretaría de Hacienda no solamente se encarga actualmente de re-
caudar los impuestos sino de mucho más. En la Economía del Valor Social las cosas no suce-
den así. En la nueva economía, Hacienda solamente recauda los impuestos, y solamente lo
hace durante un período temporal de transición, mientras eventualmente desaparece.

Reducción de Impuestos
Recordemos que en la Economía del Valor Social los impuestos son un porcentaje de lo
que paga la gente cada vez que compra algo y dicha cantidad de dinero es recolectada por el
Banco de México, sin mayores trámites. Los impuestos estarán en el precio de las cosas, sin
que nadie tenga que preocuparse por pagarlos, ni por andar calculando deducciones, y sin ne-
cesidad de tener que aprender complejas leyes fiscales, dejándonos libre el tiempo y los re-
cursos financieros para dedicarlos a mejorar nuestra economía familiar.
Por ejemplo, en la Economía del Valor Social, si compras una manzana y pagas 10 pesos,
ese dinero se depositará en la cuenta bancaria de la persona a la que le pagaste la manzana.

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NUEVO SISTEMA FISCAL

Esa persona verá en su estado de cuenta un depósito de 9 pesos, porque el Banco de Mé-
xico le habrá descontado automáticamente el impuesto —suponiendo en este caso que el im-
puesto sobre el consumo de manzanas sea de 10%.
Podría el Banco de México descontarle los impuestos al comprador. En realidad, no im-
porta, siempre y cuando sea parejo para todos, y siempre y cuando sea al momento de reali-
zar el gasto.
Dado que el Banco de México tiene toda la información que viene con el dinero, además
del impuesto cobrado, puede producir con mucha más efectividad la información necesaria
para determinar en qué es necesario invertir para ir reduciendo los impuestos conforme au-
menta la base gravable.
De esta forma, sencilla y efectiva, se pueden recoger los impuestos en tiempo real sin que
nadie tenga que andar gastando su dinero en costosos servicios de asesoría fiscal.
Con esta forma de hacer las cosas, Hacienda deja de tener razón para existir. Todas las de-
más responsabilidades que actualmente tiene, desde la perspectiva de la Economía del Valor
Social, no le corresponden.
Como ejemplo puedo citar la preparación del informe presidencial. Creo que un presiden-
te debería tener la capacidad de, cuando menos, preparar su propio informe. Si no puede ni
siquiera hacer eso debería entonces irse a su casa.
De esta forma ya no será necesario saber cuánto ganó una persona en un mes o un año
para saber cuántos impuestos debe pagar. Tampoco será necesario saber cuánto posee para
saber cuánto cobrarle.
Todos pagaremos impuestos en forma de un porcentaje de lo que compremos. Algo pare-
cido a un IVA, pero sin que sea deducible ni que se base en el costo agregado.
Si compras un auto en 320,000 pesos, esa cantidad ya traerá el impuesto incluido. En el
momento que pagues el auto, ya sea al contado o a crédito, tus impuestos los recaudará el
Banco de México en tiempo real. En ese momento el Banco de México retiene el impuesto.
El resto es del que devolvió el dinero al banco y por el cual se le abre una línea de crédito
instantáneamente.
Durante las lecturas de revisión de este libro, me han hecho una pregunta inteligente.
¿Cómo sabemos que la cantidad recaudada de esta nueva forma será al menos igual que la
cantidad que recaudamos actualmente? Bueno, la pregunta desprecia el hecho de que actual-
mente lo que cobramos en impuestos es demasiado alto, para lo que realmente obtenemos. Si
hiciéramos bien las cosas y de forma honesta, se necesitaría una cantidad mucho menor. Pero
consideremos el peor escenario. Supongamos que los servicios que obtenemos hoy son real-
mente así de caros como para que necesitemos tanto dinero en impuestos. Hagamos la com-
paración sin consideración alguna.

— 615 —
TERCERA PARTE

Para saber si esta forma de recaudar impuestos nos daría el mismo volumen de recauda-
ción solo tenemos que razonar un poco. Sabemos que todo el dinero circulante se está usan-
do para comprar cosas. Así que si logramos estimar a cuánto haciende esa suma, podríamos
saber qué porcentaje en promedio deberíamos cobrar en impuestos para igualar lo que esta-
mos recabando hoy en día. Hagamos unos ejercicios mentales a ver qué encontramos.
Una consulta rápida a los archivos del INEGI nos revela lo siguiente[162]:

Población total en México 122,117,027


Población económicamente activa (PEA) 53,539,565
Horas trabajadas a la semana (promedio) 43.1
Ingreso promedio por hora trabajada $33.3

Si multiplicamos el ingreso por hora con las horas trabajadas en una semana obtenemos
el ingreso semanal promedio de una persona:
43.1 × 33.3 = 1,425.23
Si esa cantidad la multiplicamos por todas las personas económicamente activas y el re-
sultado lo anualizamos, obtenemos la cifra que andamos buscando:
1,435.23 × 53,539,565 × 52 = 3,995,762,673,497
El resultado es una cantidad muy grande que no se puede ni siquiera imaginar. Para dige-
rirla mejor la redondearemos a 3.9 billones de pesos.
Ahora bien, estos datos los obtuvo el INEGI por medio de una encuesta con 14 páginas de
preguntas para la gente[163]. Por la forma como están redactadas las preguntas se espera que si
a una persona le preguntan cuánto recibe, responderá con la cantidad equivalente al neto de
sus ingresos. No se espera que conteste lo que gana antes de impuestos, sino más bien lo que
al final de cuentas le queda en el bolsillo.
Esto significa que los 3.9 billones que recién hemos calculado son el neto y no la cantidad
total. Es decir, estos 3.9 billones es lo que nos queda, después de que nos han cobrado los
impuestos. En otras palabras, la cantidad de dinero que teníamos originalmente, antes de que
nos cobraran los impuestos, era mucho mayor. Para calcular esa cantidad original, veamos
otro dato adicional.
Hace unos dos años, el director general de análisis económico del grupo financiero Ba-
norte, estimó que una empresa pequeña paga no menos que el 50% de todos sus ingresos en
impuestos de distintos tipos[164]. Eso corrobora lo que ya hemos dicho de que en México ter-

162 Indicadores de Ocupación y Empleo al Segundo Trimestre de 2016, Cuadro Resumen. Fecha de actualización: viernes
12 de agosto de 2016. Obtenido de inegi.org.mx el 7 de octubre de 2016.
163 Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), Cuestionario de Ocupación y Empleo (Ampliado), Solo para
personas de 12 y más años de edad. Quinta Versión. Instituto Nacional de Estadística y Geografía.
164 Gabriel Casillas, Los 'impuestos sombra' que pagan las Pymes. El Financiero. Publicado el 7 de octubre de 2014.

— 616 —
NUEVO SISTEMA FISCAL

minamos pagando aproximadamente el 60% entre impuestos, cuotas, multas y demás. Por
cierto, no debemos olvidar que todos los impuestos los agregamos al precio de lo que produ-
cimos, por lo que todos pagamos esos impuestos en todo lo que compramos, sea que lo sepa-
mos o no, y que estemos de acuerdo o no.
Con esto, podemos con confianza seguir usando nuestro 60% para nuestros cálculos, sa-
biendo que estaremos actuando incluso conservadoramente, y con ello tenemos lo siguiente:
3,995,762,673,497
= 9,989,406,683,742
100 − 60
Es decir, la cantidad de dinero que entre todos ganamos originalmente es de casi 10 billo-
nes de pesos, y el 40% de eso es lo que nos queda para nosotros, mientras que el 60% es lo
que pagamos en impuestos, cuotas y multas de distintos tipos.
El 60% de 10 billones son 6 billones de pesos, lo cual es superior a los 4.2 billones de in-
gresos totales presupuestados por el gobierno federal para pagar todos sus gastos. El presu-
puesto federal anual incluye ingresos por venta de petróleo y otras cosas, por lo que queda
claro que si cobráramos los impuestos en base al consumo no solamente alcanzaría para el
actual presupuesto, sino que sobraría la tercera parte para otras cosas, además de que los
combustibles y la electricidad serían totalmente gratuitos para todos, y todavía más, estaría-
mos pagando la deuda externa.
De los 4.2 billones de pesos de ingresos presupuestados, el 10% es por ventas de petróleo,
lo cual equivale a 0.42 billones. Si eso lo sumamos a 10 billones de pesos que entre todos
ganamos, obtenemos 10.42 billones. Si el gobierno actualmente, con todas sus innumerables
ineficiencias, despilfarros, fraudes y robos le basta con 4.2 billones, significa que nuestras
cuotas e impuestos podrían reducirse de 60% a 40% sin afectar nada.
¡Eso es una reducción en impuestos y cuotas de 50%! sin hacer nada más que cambiar
nuestra base gravable. Si a eso agregamos un incremento agresivo en la eficiencia de nues-
tras oficinas de servicios públicos, lo único que podemos esperar es una reducción muy gran-
de en las cuotas e impuestos que pagamos.
Me atrevo a decir, por todo esto, que podemos esperar una reducción del 80% en el total
de lo que pagamos en cuotas e impuestos en un período muy breve de tiempo, después de
adoptar la Economía del Valor Social. Esto de por sí es bueno, pero es más bueno si conside-
ramos que esa reducción iría acompañada con un aumento muy grande de la calidad y la co-
bertura de los servicios que hoy recibimos.

— 617 —
TERCERA PARTE

Nuevo Interés Financiero

Interés en Base al Valor Social


Nos han educado a aceptar los conceptos de préstamo y de interés como si fueran parte de
la vida en el universo. En realidad, no lo son. Pero eso no es todo. Ambos conceptos conlle-
van una idea errónea que debemos conocer y comprenderla bien.
El concepto de préstamo es sintácticamente incorrecto, ya que en realidad no involucra el
préstamo de nada. Cuando hablamos de préstamo de dinero, lo que en realidad queremos de-
cir es “venta de dinero”. Debido a que la venta de dinero al contado no tiene ningún benefi-
cio, solamente se vende a crédito.
El dinero que compramos lo pagamos en abonos y, por lo tanto, estamos hablando de
“venta de dinero a crédito”. Estas ventas de dinero las puede realizar cualquier persona que
tenga algo de dinero en la mano. En México la actividad de prestar dinero es considerada
como legalmente aceptada y socialmente necesaria.
La tasa de interés, en la actualidad, se fija de acuerdo con la probabilidad de poder cobrar
la venta del dinero. Es algo muy parecido a una apuesta —de hecho, tiene todas las caracte-
rísticas de una apuesta. Para entender esto un poco mejor, comparemos por un momento las
tasas de interés con las apuestas que se hacen en un hipódromo.
Los caballos que consistentemente ganan carreras tienen un nivel de riesgo más bajo que
los caballos que no siempre ganan, o que nunca han ganado. La mayoría de las personas asis-
ten al hipódromo y apuestan su dinero al caballo que ellos piensan que tiene más probabili-
dades de ganar. Como la probabilidad de perder su dinero es baja, también lo es el margen
que el apostador ganará si su caballo resulta ganador.
Digamos que el caballo favorito para ganar la carrera está pagando 2 a 1. Eso significa
que por cada peso que tú apuestes a ese caballo, te darán dos si el caballo gana. Si te fijas en
los caballos que nos son favoritos verás que ellos te pagan mucho más, digamos unos 200 a
1. Es decir, si les apuestas dinero y ganan, te pagarán 200 veces lo que hayas apostado.
La cantidad de “veces” que un caballo paga depende del nivel de riesgo. Entre más eleva-
do sea el riesgo de perder, más alta será la tasa que el caballo pagará. Los intereses funcionan
con la misma lógica de apuestas.
Si te prestan dinero, y el que te lo presta no está muy seguro de que le vayas a pagar, se-
guramente te cobrará un interés más elevado que el que le cobrará a alguien a quien le tiene
confianza.

— 619 —
TERCERA PARTE

Por ejemplo, los créditos hipotecarios normalmente tienen un interés muy bajo. Al menos
comparado contra el interés que te cobran al comprar un auto nuevo. El crédito hipotecario
es bajo porque lo que estás dando en garantía, si acaso no llegas a pagar, es tu casa o tu te-
rreno.
La probabilidad de que a tu casa le suceda algo es muy baja, por lo que, si tú no pagas el
dinero que te están prestando, las posibilidades de que el prestamista recupere su dinero son
elevadas. Es casi seguro que podrá ir y quitarte tu casa o tu terreno para venderlos y recupe-
rar su dinero ya que no puedes llevarlos a ninguna parte. Siempre estarán allí.
En la compra de un auto nuevo las cosas no son tan seguras. Un auto puede tener un acci-
dente en la carretera, o podría chocar con algo, o sencillamente te puedes hacer el perdidizo
llevándote el auto a otro lugar en donde no te encuentren. Las probabilidades de que el pres-
tamista recupere su dinero son más bajas que si la garantía de pago es una casa o un terreno.
En el caso que sea, el prestamista siempre fija la tasa de interés de acuerdo con el riesgo
que él ve en prestarte el dinero. Así es como en la economía actual se fijan las tasas de inte-
rés. Es toda una gigantesca apuesta. Es como si a todos nos tuvieran viviendo dentro de un
casino.
En la Economía del Valor Social las cosas no funcionan de esa manera. Para comenzar,
nadie puede vender dinero más que el Banco de México. Además de eso, las tasas de interés
no las fija de acuerdo con las probabilidades de que pagues o no, sino en base al impacto so-
cial que tendrá lo que vayas a hacer con el dinero que te están prestando. Es muy importante
comprender lo que esto significa.
No tendrá la misma tasa de interés un préstamo que pidas para comprar un televisor, que
el que pidas para realizar una investigación tecnológica, o para poner una fábrica, o un hos-
pital, o construir un puente. Todos ellos impactan a la sociedad de forma distinta.
En la Economía del Valor Social siempre está la sociedad en el centro de todo. El dinero
que te presta el Banco de México no es del banco, ni del gobierno. El dinero es siempre de la
sociedad. El Banco de México es designado por la sociedad para que sea él quien presta di-
nero, nadie más. ¿Por qué hacerlo así? Porque todo el dinero pertenece a la sociedad y si la
sociedad va a prestar dinero, debe buscar su máximo beneficio.
La sociedad, por tanto, puede otorgar dinero con distintos intereses a quien lo necesite
para emprender un negocio, sabiendo que ella se beneficiará de los productos que el empren-
dedor produzca. La tasa de interés indicará el valor que tal empresa tendrá para la sociedad,
dependiendo de los satisfactores que se vayan a producir.
Una empresa con un enorme valor social recibirá dinero con interés negativo sustancial.
Entre mayor sea el beneficio social de los productos o servicios que la empresa proporciona-
rá, más negativo será el interés, llegando incluso a exceder más de un 100% negativo.

— 620 —
NUEVO INTERÉS FINANCIERO

El caso de un préstamo al 100% negativo significa que el empresario no tendrá que devol-
ver un solo centavo. Una empresa con bajo valor social recibirá dinero con un interés cer-
cano a cero, lo cual querrá decir que los productos no aportarán mucho valor a la sociedad.
Una tasa cero indica que el dinero se debe devolver a la sociedad sin intereses.
Las tasas positivas indican que los productos de la empresa le costarán a la sociedad y que
sus productos beneficiarán a una porción menor de la sociedad, o incluso solo a algunas per-
sonas. Estos casos deben ser muy raros, si es que acaso existen.
La razón de esto es que todos los intereses positivos, por bajos que sean, en realidad no
los paga el empresario, sino la sociedad. Cuando compramos los productos de una empresa
que está pagando intereses al banco, estamos pagando en el precio esa deuda.
Cobrar intereses positivos es un engaño social muy grande. En la Economía del Valor So-
cial ese tipo de intereses prácticamente desaparece ya que son totalmente inflacionarios, ade-
más de innecesarios.

Un Nuevo Tipo de Dinero


En la Primera Parte, a todo lo largo del extenso capítulo de Nuestra Economía, que inicia
en la página 23, criticamos las numerosas formas del dinero tal como lo conocemos en nues-
tra vida. También hablamos de los distintos tipos de dinero y de cómo el dinero y su utiliza-
ción se ha desvirtuado a tal punto que ha generado problemas graves, muchos de los cuales
hemos padecido durante tanto tiempo que ya no los logramos visualizar.
En la Economía del Valor Social se entiende que la única solución definitiva a todo eso es
establecer un nuevo tipo de dinero o, mejor dicho, establecer nuevas reglas para manejarlo.
En la Economía del Valor Social el dinero se maneja más parecido a como se manejan los
vales de despensa. Al igual que estos, el dinero no se puede prestar, no se puede cambiar por
monedas de otros países, y además tiene vigencia, es decir, existe una limitada cantidad de
tiempo durante el cual es válido.
El dinero, en la Economía del Valor Social solo puede utilizarse para intercambiar satis-
factores. Se obtiene del banco para usarse, y se devuelve al banco después de usarlo. No se
puede ahorrar, pero se puede “guardar” en el Banco de México. Las comillas significan que
en realidad no se guarda. Lo que realmente sucede es que se abre una línea de crédito con
cero intereses por el monto devuelto.
El ejemplo de la ciudad de Wörgl am Inn en Austria es importante porque demostró lo
que sucede cuando se estimula a la gente a que no guarde el dinero, sino a que lo gaste. Lo
malo es que esa motivación la realizaron por medio de devaluar el dinero en el tiempo. La
gente tenía que comprar unas estampillas para mantener el valor de este después de cierto
tiempo.

— 621 —
TERCERA PARTE

La depreciación del dinero es exactamente igual a cobrar un impuesto o a que haya infla-
ción. Lo distinto en este caso fue que la gente lo gastaba en lugar de guardarlo.
Los vales que usamos en México tienen la misma ventaja. Tienen fecha de caducidad y,
por lo tanto, los usamos antes de que llegue esa fecha. Esa es una forma excelente de lograr
que el dinero no se estanque, sino que se use, sin el inconveniente de la depreciación mone-
taria —inflación.
Entender el nuevo manejo del dinero en la Economía del Valor Social no es muy difícil.
Lo complicado es acostumbrarse a ver el dinero de una forma distinta, desnudado de su ca-
racterística de reserva de valor.
Además de tener que devolverlo para no perderlo, solo lo podemos usar una sola vez. Si
entregamos dinero en la tienda de la esquina para obtener un kilogramo de tortillas, el tende-
ro deberá entregarlo al Banco de México antes de entregarlo a su proveedor mayorista a
cambio de otra cosa.
Eso puede sonar medio engorroso, pero no es en realidad distinto a como hacemos las co-
sas actualmente. Si pagamos con tarjeta electrónica al tendero y él compra con su tarjeta al
mayorista, no hay necesidad de que nadie acuda a la ventanilla del banco.
Al Banco de México lo que le interesa es la información, no el dinero. Necesita saber to-
dos los detalles de qué se está haciendo con el dinero para poder decidir si debe imprimir
más o no. Eso es necesario para poder mantener constante el valor del dinero a través del
tiempo. Todos queremos una inflación de cero, o ligeramente negativa. Para lograr eso, el
Banco de México debe tener toda la información posible.
La producción de dinero que el Banco de México haga la podrá realizar sin causar deuda
a la sociedad. Actualmente, debido a la producción fraccionaria de dinero que tenemos, el di-
nero se crea cuando alguien se endeuda. De hecho, no hay otra forma de crearlo.
Podría hacerse de otra forma, como la planteada por la Economía del Valor Social, pero
nuestras leyes impiden al Banco de México tratar directamente con la gente. Estamos todos
obligados a tratar solamente con bancos privados quienes cobran mucho por servir solo de
intermediarios.
La ironía de todo eso se hace evidente cuando nos queda claro que el Banco de México es
una organización social creada por la sociedad para imprimir el dinero que la misma socie-
dad necesita. Es como si hubieras contratado un guardia de seguridad para que cuidara tu
casa y te cobrara cada vez que entras.
El dinero en la Economía del Valor Social, en lugar de manejarse como un pagaré —que
es como lo manejamos hoy en día— se maneja como un contrato de compraventa, como un
contrato de intercambio.
Tampoco es propiedad del “gobierno”, ni del Banco de México. El dinero, en la Econo-
mía del Valor Social, es propiedad exclusiva de la sociedad y de nadie más.

— 622 —
NUEVO INTERÉS FINANCIERO

Como decía, para el Banco de México lo importante es la información que el dinero trae
consigo. Lo que el banco busca es saber cómo mueve la sociedad los valores que para ella
son importantes. El banco necesita saber qué es importante para la gente. De esa forma podrá
contribuir en canalizar el dinero hacia donde más satisfactores haya que producir para la so-
ciedad.
No es importante saber la paridad que esas cosas tienen contra el dinero, puesto que este
no tiene valor, sino la paridad que las cosas tienen entre sí, debido a que estas sí tienen valor.
Sacar al dinero de la lista de cosas que se están intercambiando nos dejará ver claramente
qué es lo que en realidad está intercambiando la gente, la sociedad entera, y qué valor le está
dando la sociedad a unas cosas con respecto a otras.
Eso nos permitirá tomar las decisiones correctas y oportunas para arrancar o apoyar la
producción de dichos satisfactores. Con este esquema será posible seguir la huella de cada
satisfactor, desde que se genera hasta que se consume. Podremos ver en qué se convierte
cada cosa que producimos, sea un objeto o un servicio.
Es por eso por lo que en la Economía del Valor Social el Banco de México crece hasta
convertirse en una organización con poder representativo mientras que Hacienda termina
eventualmente desapareciendo.

Dinero No Contable
Con la finalidad de saber la salud de un negocio, hemos recurrido durante siglos a la prác-
tica de la contabilidad. En alguna ocasión seguramente contábamos los productos directa-
mente. Algo así como cuando se realizan labores de conteos de inventarios. En algún punto,
sin embargo, al popularizarse la expresión de todos los productos en dinero, se hizo más efi-
ciente el conteo del dinero, en lugar del conteo de los productos. Eso llevó al desarrollo de
las prácticas de Contabilidad que usamos hoy en día.
La Contabilidad es buena, pero al practicarla hemos reforzado la errónea idea de que todo
es expresable en dinero. Pero eso no es todo. También hemos reforzado la idea de que todo
tiene que “cuadrar”.
La práctica de la Contabilidad es la que nos hace etiquetar las cosas en Activos, Pasivos y
Capital. Es la práctica de la Contabilidad la que nos hace creer que siempre tiene que haber
un Cargo para cada Abono en todo lo que hacemos en la vida.
He visto personas que aplican eso incluso en sus prácticas religiosas. Los he escuchado
decir que “le deben” a Dios y que deben “pagarle”, o que se han portado mal y que “están en
números rojos” con el creador.
El dinero, manejado con la Economía del Valor Social, no está sujeto a las reglas conta-
bles como las conocemos. Por ejemplo, el Banco de México no tiene por qué registrar como
un pasivo al dinero que produce si se maneja como lo propone la Economía del Valor Social.
No es un pasivo. Entregarlo no genera una deuda, como sucede actualmente.

— 623 —
TERCERA PARTE

Expedir dinero es lo mismo que extender un permiso para realizar un intercambio sin uti-
lizar el trueque. No es un pagaré, ya que ampara un satisfactor definido y no una deuda de
dinero definida.
El Banco de México, en la Economía del Valor Social, no es un banco normal. Quizá no
deberíamos llamarlo “banco” para no provocar confusiones. No es un banco en el sentido ac-
tual de la palabra ya que no es un depósito de dinero o de valores, sino un emisor de contra-
tos de intercambio que amparan un solo intercambio.

Dinero Elástico
En la llamada “teoría económica austriaca” —en la que Ron Paul es quizá su mejor expo-
nente en Estados Unidos— existe algo que se conoce como dinero elástico[165], pero en reali-
dad, a lo que se refieren es a un crédito elástico, dado que el dinero, sobre todo los dólares
estadounidenses, son más bien una nota de crédito, un pagaré, que dinero de verdad.
En la Economía del Valor Social el concepto de “dinero elástico” no es necesaria, puesto
que el crédito se otorga directamente por el Banco de México siguiendo variables económi-
cas y un plan de desarrollo elaborado por el resto de las personas encargadas de la planifica-
ción del desarrollo económico nacional.
En los Estados Unidos, el llamado “dinero elástico” fue necesario debido principalmente
a su estructura monetaria y bancaria, en donde participa de forma inseparable la actuación de
la Reserva Federal.
La empresa privada —anunciada como empresa sin fines de lucro— Reserva Federal en
Estados Unidos se estableció como resultado de la demanda pública de que existiera el dine-
ro elástico. El dinero elástico no es nada más que dinero que puede ser arbitrariamente incre-
mentado en volumen a discreción de los administradores del dinero. Algunas veces se discu-
te acerca de quién exactamente debería tener tal autoridad: el Banco Central, el Congreso, o
los bancos privados.
Incrementar el suministro de dinero y crédito es la definición de inflación según la teoría
neoliberal, significando que cuando se escuchen demandas por dinero elástico, en realidad
todo lo que se está buscando es el derecho legal de inflar la cantidad de moneda para el bene-
ficio de cualesquier intereses especiales que existan en ese momento.
Siempre se enarbolan intenciones nobles para justificar la inflación, pero las verdaderas
razones son mucho más siniestras. Aquellos que tienen el control del dinero son los verdade-
ros beneficiarios, no la gente en conjunto.
La idea del dinero elástico no es mala por sí misma. Lo malo es que el dinero se obtiene
contra un pasivo, siguiendo reglas contables, en lugar de seguir reglas económicas, y que se
cobra interés para obtenerlo. Si el dinero fuera gratuito para todos, como debería ser, puesto
que es de todos, no debería representar un costo artificial. Cualquier incremento en el costo
165 R. Paul, End The Fed, Grand Central Publishing, Nueva York, Estados Unidos, 2009, ISBN 978-0-446-54917-2.

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NUEVO INTERÉS FINANCIERO

de los satisfactores —un evento inflacionario— representaría un efecto debido a una sobre-
demanda, y no a un costo financiero asociado a los demás costos. De esta forma, un aumento
en el costo de los satisfactores permitiría saber con mayor precisión cuánto dinero adicional
habría que producir, o retirar del sistema.
De esta forma, la decisión de cuánto dinero ingresar al sistema, y por dónde hacerlo, no
debería ser tan incierta. Un análisis de las variables económicas debe indicar rápidamente
cuales satisfactores son los que están provocando el desbalance entre oferta y demanda, en
qué regiones geográficas se está dando y una lista larga de variables adicionales que hoy ya
manejamos, pero que están dispersas y no se están manejando en tiempo real.
Actualmente, debido a la existencia de los bancos privados —y el DRM usado por el
Banco de México—, la reducción de la cantidad de circulante la hacemos por medio de ajus-
tes en las tasas de interés. Con el Banco de México como entidad única ofreciendo los servi-
cios bancarios, la forma económicamente adecuada de reducir el ingreso de circulante al sis-
tema financiero nacional será limitando los créditos sin dejar de dirigirlos estratégicamente
hacia donde sea necesario incrementar la producción de los satisfactores que la sociedad de-
mande.

— 625 —
TERCERA PARTE

Nuevo Sistema de Inversiones

Inversiones con Valor Social


En la Primera Parte, en El Mercado Bursátil, en la página 103, se deja ver —con la mayor
claridad que me ha sido posible— que todas las inversiones son nocivas para la sociedad, ex-
cepto aquellas que son directas.
Las inversiones que no son para producir algo, o para distribuir algo, no son inversiones
directas y todas ellas afectan mucho a la sociedad. Eso no es nada nuevo. Siempre ha sido
así. Pero no parecen haber suficientes personas al tanto de ello como para que nos demos
cuenta todos los demás.
Debido a esto, y por todas las razones ya explicadas, en la Economía del Valor Social, to-
dos los mercados bursátiles quedan sin efecto, cancelados, prohibidos. El mercado de divisas
y los seguros también. Por cierto, en caso de adoptarse la Economía del Valor Social, se de-
ben esperar presiones internacionales de distintas formas —entre ellas los embargos comer-
ciales— tan solo por estas políticas.
Estas “incomodidades” internacionales no se deberán a que la Economía del Valor Social
afecte a otros países, sino a que ya no van a poder aprovecharse de nosotros como lo hacen
ahora. Las políticas monetarias y bancarias internacionales a las que estamos adscritos han
sido la forma más efectiva de esclavizarnos sin que nos demos cuenta. Esas ataduras se des-
vanecerán con la adopción de la Economía del Valor Social.
El mercado bursátil, es una actividad altamente lucrativa para los que participan en él,
pero igualmente nociva para toda la sociedad. No solamente no aporta ningún beneficio eco-
nómico a la sociedad, sino que convierte el dinero —que es un bien común— en un artículo
mercantil.
De la misma forma que lo hace con el dinero, también convierte empresas enteras en ar-
tículos mercantiles poniendo de esa forma en riesgo no solamente la producción que enrique-
ce a la sociedad, sino la distribución de las ganancias de la misma y los empleos que genera.
En la Economía del Valor Social, a diferencia de las prácticas económicas actuales, las
personas morales no tienen los mismos derechos que las personas de verdad. Los dueños de
las empresas son personas de carne y hueso y siempre serán responsables por lo que la em-
presa haga, sea de beneficio o no. Actualmente los dueños de las empresas se esconden de-
trás del artilugio de la Sociedad Anónima —entre otros aspectos utilizados en el derecho cor-
porativo— y con eso se escudan para cometer de forma impune muchos atropellos y críme-
nes contra la gente y el medio ambiente. En la Economía del Valor Social eso ya no será po-

— 627 —
TERCERA PARTE

sible dado que la responsabilidad de las personas dueñas de las empresas será la misma que
la responsabilidad de estas últimas.
Esto es muy importante. Sobre todo, en el caso de empresas extranjeras. Siempre debe ha-
ber un ser humano que sea el responsable ante la ley por lo que la empresa haga, y no esta-
mos hablando solamente de un administrador, sino también de los dueños verdaderos de las
empresas.
Así es como en la Economía del Valor Social se entienden las inversiones. Siempre debe
haber un beneficio social en ellas, siempre. Deben ganar siempre los dueños, la sociedad y
los empleados. Nadie puede quedar excluido. De lo contrario no se puede permitir la opera-
ción de dicha empresa.
Por todo esto, el objeto social y la operación de los mercados de valores cambia drástica-
mente. En lugar de ser solamente un lugar de apuestas, serán un mercado de acciones para
inversiones directas. Servirán realmente al desarrollo de la economía al servir de punto de
contacto entre los inversionistas y los empresarios.
Pero eso no es todo. Las operaciones de compra venta de acciones estarán supervisadas
por la Secretaría de Economía y por el Banco de México. Ambas organizaciones deben estar
de acuerdo antes de que se pueda autorizar una venta de acciones a alguien. Ese nivel de
control no existe actualmente. Las acciones de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores
distan mucho de parecerse a lo que serán en la Economía del Valor Social.
Un punto importante que hay que notar aquí, es que en la Economía del Valor Social exis-
te un grupo social muy importante que participará con mucho mayor importancia en la com-
pra de acciones: los pensionados.
En el capítulo Pensiones, en la página 660, explico el nuevo enfoque que las pensiones
tendrían bajo la Economía del Valor Social. Pero te puedo adelantar que hasta ahora, las pen-
siones se han intentado pagar por medio de dinero procedente de recaudación fiscal. Eso no
es para nada sustentable, y ya estamos teniendo dificultades para reunir suficientes fondos a
través de los impuestos. El dinero invertido en inversiones directas bien puede producirles a
los pensionados —y en general a cualquier persona— rendimientos excelentes para toda su
vida, incluso mucho antes de alcanzar una edad determinada. Si ese dinero se invierte en in-
versiones directas, los beneficios que pueden tener los pensionados superarán con mucho las
insultantes cantidades de dinero que se les otorgan actualmente.
La participación de la Secretaría de Economía y del Banco de México asegurarán el éxito
de las empresas calificadas para ser financiadas con dinero de pensiones. No porque dichas
empresas vayan a ser “rescatadas” o subvencionadas por la sociedad —el gobierno—, sino
porque el éxito empresarial de esas empresas estará cercanamente vigilado, así como el en-
torno económico en el que se encuentren inmersas.
La participación de agentes de inversiones profesionales no está prohibida en la Econo-
mía del Valor Social. Cualquier persona puede dedicarse profesionalmente a esa actividad.

— 628 —
NUEVO SISTEMA DE INVERSIONES

De hecho, se considera económicamente conveniente tener muchas empresas corredoras de


bolsa o agencias de inversiones. Entre más empresas de esas tengamos, más fácil será para
un ciudadano cualquiera invertir su dinero en un proyecto empresarial redituable.

— 629 —
TERCERA PARTE

Nuevo Sistema Administrativo

Sistema Administrativo vs Gubernamental


Es muy probable que no hayas notado que a lo largo de todo este libro hemos usado la pa-
labra “gobierno” para referirnos a la organización social dedicada al servicio de la sociedad,
tal y como lo haría cualquier persona.
Para poder hacer más fácil la explicación de todos los nuevos conceptos presentados en
este extenso documento, he recurrido al uso liberal de ese término. Sin embargo, en la Eco-
nomía del Valor Social, la palabra “gobierno” tiene una connotación muy distinta a la que
normalmente le damos. Esa designación está reservada para una organización monárquica.
En México no tenemos un sistema social monárquico, sino uno democrático republicano.
En la Economía del Valor Social, lo que actualmente conocemos como “gobierno” deja de
serlo para transformarse en una serie de organizaciones sociales encargadas de administrar
asuntos que competen a la sociedad. Cada organismo está encabezado por un ciudadano
electo popularmente por voto directo.
La autoridad máxima no la tiene una persona y, por lo tanto, también podríamos hablar de
que la Economía del Valor Social se aleja del modelo republicano. La autoridad máxima
siempre la tiene la sociedad, la gente, y por eso se considera un modelo profundamente de-
mocrático.
Las últimas consecuencias del uso de la Economía del Valor Social sugieren, a su vez, la
aplicación de últimas consecuencias en la democracia y en la política. De esto se deriva la
implementación de reelecciones indefinidas con evaluaciones anuales a todas aquellas perso-
nas que estén laborando en puestos de elección popular.
Pero eso no es todo. Una economía con crecimiento sustentable requiere una organización
política igualmente sustentable. En la organización política concebida por la Economía del
Valor Social las organizaciones cuentan con controles, para poder asegurar el buen funciona-
miento de la economía.
A su vez, dichos controles están administrados directamente por la gente. Por ejemplo, la
sociedad no pierde nunca la autoridad de decidir los sueldos de los empleados públicos ni la
capacidad de retirarlos de sus puestos si no producen los resultados requeridos.
Lo anterior no solamente es cierto para los puestos dentro del gobierno federal, sino tam-
bién todos aquellos puestos de elección popular en todas las organizaciones de administra-
ción estatal y municipal.

— 631 —
TERCERA PARTE

Llevar estas ideas hasta sus últimas consecuencias y lograr así la máxima expresión de la
democracia —para lograr con ello la máxima expresión de la economía— hace necesario la
modificación no solamente de las estructuras de los organismos de administración pública,
sino incluso la modificación de definiciones fundamentales. Por ejemplo, en la Economía del
Valor Social no existe ninguna denominación derivada del término “gobierno”.
Gubernamental, gobernador, gobernante, gobernados, todos ellos son términos considera-
dos no solamente arcaicos sino incorrectos toda vez que no describen la naturaleza de aque-
llo que se busca en la Economía del Valor Social.
En la Economía del Valor Social no existe un gobierno, sino una organización ciudadana
dedicada al servicio público. No existen gobernadores sino ciudadanos administradores del
servicio público. No existen gobernantes sino responsables del servicio público. No existen
gobernados sino ciudadanos.
Actualmente el gobierno nos gobierna, mientras que lo que se necesita es que administre.
Necesitamos que administre la propiedad de todos los ciudadanos. No necesitamos que nos
administre a nosotros sino a las propiedades que pertenecen a todos.
En la Economía del Valor Social, las expresiones como “esto es propiedad del gobierno”
no tienen sentido. El gobierno no tiene ninguna propiedad. El gobierno solo administra la
propiedad colectiva de la gente.
Por la misma razón, tampoco tienen sentido términos asociados a estos, tales como “pala-
cio de gobierno”, “palacio legislativo”, “poder judicial”, y en general todos aquellos térmi-
nos y expresiones que denotan que la autoridad reside en un ente distinto a la gente, a los
ciudadanos.
En la Economía del Valor Social no tenemos “palacios de gobierno”. No somos monar-
quía, y no creo que eso sea lo que queremos. Tampoco tenemos un “poder” encima y arriba
de nosotros. Solo tenemos organizaciones ciudadanas responsables. Algunas se encargan de
elaborar las leyes, otras de aplicarlas, otras de producir dinero, otras de administrar la pla-
neación estratégica de la economía nacional, etcétera.
En la Economía del Valor Social, la administración del servicio público no es muy dife-
rente a la administración que lleva a cabo una junta de vecinos en una colonia cualquiera.
Estos últimos no “gobiernan”, solo administran.
La Teoría de la Economía del Valor Social reconoce que un sistema económico es uno que
permea todo lo que existe y que, por tanto, para mejorarlo, es necesario abordar no solamen-
te la política financiera y monetaria sino también todos los demás sistemas sociales y muy
particularmente las instituciones políticas.
Esto es algo nuevo. Las teorías económicas históricamente se han quedado cortas y se han
autolimitado a no ir más allá, quizá por no querer perder la universalidad de sus propuestas
conceptuales, o quizá por no desear abordar aspectos idiosincrásicos.

— 632 —
NUEVO SISTEMA ADMINISTRATIVO

La Teoría de la Economía del Valor Social, por el contrario, se mete hasta la cocina. Abor-
da todos los aspectos sociales, institucionales o no, con tal de explorar todas las posibilidades
y anticipar la mayor cantidad de obstáculos. Por esta razón es que la Economía del Valor So-
cial parece “entrometerse” en asuntos que normalmente consideramos ajenos a la economía
y a las políticas económicas. Las propuestas referentes a la democracia y a la procuración de
justicia son dos claros ejemplos de ello.
La Economía del Valor Social, además de meterse en temas que normalmente han sido
considerados fuera del ámbito económico, propone conceptos de aplicación universal y no-
vedosos, aunque su diseño fue concebido específicamente para México y los mexicanos. Ig-
noro qué tanto sea aplicable a otras sociedades. Esa investigación les toca a otras personas.
¿De qué ámbitos estamos hablando? Veamos algunos ejemplos.

Ámbitos Económicos
El ámbito organizacional. Hace algunos años, copiando la estructura organizacional que
tienen en Estados Unidos, decidimos adoptar el esquema de “tres poderes”, el Ejecutivo, el
Legislativo y el Judicial. Esa organización, desafortunadamente, carece de muchas cosas. No
nos ofrece lo que necesitamos ni hoy ni ayer y por supuesto que tampoco en el futuro. Solo
las personas que están laborando en esas organizaciones no lo pueden ver. Existen mejores
formas de organizarnos. Solo tenemos que ver los ejemplos que nos pueden dar las socieda-
des en las que no tienen ese tipo de organizaciones y funcionan más democráticamente. La
Economía del Valor Social se atreve a plantear una organización nueva, más acorde a lo que
queremos.
El ámbito del proceso democrático. En la Economía del Valor Social las elecciones se
realizan cada año. Los administradores públicos deben presentar sus resultados al final de
año y al principio del siguiente se les debe votar nuevamente para ratificar la continuidad de
sus funciones. Pueden reelegirse tantas veces como las veces que ganen en las votaciones.
Gana el que obtenga la mayoría absoluta de las personas en edad de votar. Un cuerpo cole-
giado revisa el plan propuesto y lo aprueba por referéndums. El plan es votado también. El
cuerpo colegiado es independiente del gobierno y sus miembros son votados también. El
sueldo de todos ellos también es votado.
El ámbito de las empresas públicas estratégicas. En la Economía del Valor Social, em-
presas como PEMEX regresan al poder del estado mexicano, al poder de la sociedad, al po-
der de la gente. La CFE también regresa al poder del gobierno mexicano, al poder de la gen-
te, al poder de la sociedad entera. No se privatizan ninguna de esas dos empresas dado su
alto valor estratégico para la nación. En la Economía del Valor Social se considera que ven-
der cualquiera de esas dos empresas, en todo o en parte, es como comenzar a vender el te-
rreno de nuestro país. De hecho, existen otras empresas que deben recuperarse de la iniciati-
va privada y devolverse a la función pública.

— 633 —
TERCERA PARTE

El ámbito del impulso a la empresa privada. En la Economía del Valor Social se conci-
be a la administración pública, no como un ente “gobernante”, sino como un conjunto de or-
ganizaciones ciudadanas dedicadas a apoyar y representar a la sociedad y sus intereses, ayu-
dando a las empresas a que vendan sus productos en México y que conserven sus ganancias
en México, a que proporcionen incrementos salariales ofreciéndoles descuentos por tarifas
eléctricas, tarifas de uso de agua, suelo, cuotas, permisos, etcétera. Todas esas ayudas están
orientadas a aquellas empresas cuyos productos se vendan en México y a aquellas empresas
que conserven sus ganancias en el país.
En el ámbito del incremento de la competitividad de las empresas mexicanas. Favo-
reciendo y buscando activamente las situaciones en las que las empresas mexicanas sean
cada vez más numerosas y más competitivas hasta que les ganemos a todas las empresas ex-
tranjeras. Al hacer eso, tendremos como resultado que las personas preferirán trabajar para
empresas mexicanas y las empresas extranjeras buscarán la forma de hacerse empresas mexi-
canas dado que sus costos de operación serán más altos que las empresas mexicanas y sus
productos estarán tasados con impuestos más altos que aquellos de las empresas mexicanas.
Esto último, no porque se les vayan a aumentar los impuestos, sino porque no podrán go-
zar de los beneficios de los que puede gozar una empresa mexicana. Esto no es intervencio-
nismo. Esto es el ejercicio del derecho que tiene la sociedad de poder disfrutar de lo que le
pertenece. Sus empresas le pertenecen, sus productos le pertenecen, sus fuentes de energía le
pertenecen, su gente, sus conocimientos, su fuerza de trabajo y su capacidad de desarrollo de
nuevos productos y tecnologías también le pertenecen.
En el ámbito del sistema bancario. El sistema bancario con sus novedosos intereses ne-
gativos son un derecho social que la Economía del Valor Social reconoce. En esta, el interés
negativo es lo que representa al verdadero préstamo de dinero, el interés cero es el regalo de
dinero, y el interés positivo es la venta de dinero.
Ejemplos de interés negativo los tenemos cuando saldamos un crédito pagando menos de
lo que nos dieron originalmente. Las empresas de cobranza que ofrecen saldar la cuenta con
el treinta por ciento de lo que se debe representan empresas que operan con intereses negati-
vos. No lo publican con ese nombre, pero en esencia de eso se trata. Actualmente se está co-
menzando a manejar el concepto de interés negativo en algunos países, sobre todo en
EE.UU., pero ese concepto no es el mismo que se está planteando en este plan. El interés ne-
gativo del que hablan en EE.UU. es solo negativo para el depositante, ya que en lugar de ob-
tener rendimientos por sus ahorros ahora se le va a cobrar por ahorrar. En realidad, esa termi-
nología es otro engaño.
Siguen hablando de intereses positivos, ya que para el banco siguen siendo intereses posi-
tivos. El banco, en lugar de cobrar intereses por el dinero que presta, ahora cobrará un servi-
cio adicional, que es el de guardar el dinero de los depositantes. Eso, en cierta forma, siem-
pre lo ha hecho, pero esa cobranza la hacía descontando una porción de los intereses genera-
dos por el depositante. Dado que esos intereses ahora ya no son suficientes, dadas las bajas

— 634 —
NUEVO SISTEMA ADMINISTRATIVO

tasas de interés, entonces obtendrán su dinero descontando del capital guardado en forma de
cuentas de ahorro.
En el ámbito de la creación y expansión de infraestructura económica. El plan de es-
tímulos y ayuda para aumentar el nivel de empresas mexicanas en México no será solamente
en el rubro fiscal. Se les ayudará también en energía, en forma de terrenos, en forma de com-
bustibles, agua, e infraestructura de transporte carretero, ferrocarrilero, portuario, aeroportua-
rio, y en investigación y desarrollo de tecnología, según sea necesario. La cantidad de ayuda
dependerá del nivel de valor agregado que produzcan para México y el porcentaje de ganan-
cias que mantengan en el país. Se favorecerán particularmente aquellas empresas que vendan
sus productos en el país y además que mantengan sus ganancias en México.
Una empresa que no mantenga sus ganancias en México o que no produzca valor agrega-
do no debe tener los mismos derechos que una empresa que sí lo haga. Por ejemplo, a esas
empresas, el combustible les costará lo mismo a lo que se venda en el mercado internacional;
la electricidad les costará algo cercano a lo que cuesta la energía en otros países. En caso de
no haber una referencia de mercado internacional, se establecerá una cuota para ese propósi-
to. El objetivo será desmotivar a las empresas y en general a las personas a que saquen sus
ganancias del país, mientras que, por otra parte, se aumentará la capacidad de compra de los
mexicanos para que las empresas puedan vender sus productos aquí en lugar de exportarlos,
contribuyendo con eso a que se incremente la oferta de satisfactores, elevando con eso la ca-
lidad de vida de todos los mexicanos.
En el ámbito de novedosas políticas fiscales y recaudatorias. Hay que entender lo que
en la Economía del Valor Social se entiende por “valor agregado”. Eso es clave para poder
diferenciar aquellos productos que aportan un bien social de aquellos que no. Es importante
esto para poder definir la tasa impositiva que cada artículo tendrá.
Se definirán las tasas impositivas no solo por tipo de producto sino dependiendo de quién
lo produce. Si lo produce una empresa que no conserva sus utilidades en México, tendrá una
tasa impositiva más alta que aquel producto que lo produce una empresa que sí conserva sus
ganancias en México. Esto, sin embargo, debe hacerse solo si existe competencia en el país
para producir ese servicio o producto de forma local. De no haber producción local, se reali-
zarán los pasos necesarios para que tal producción se desarrolle.
En el ámbito del control del valor de intercambio del dinero. El esfuerzo de la admi-
nistración pública estará centrado en mantener el valor de la canasta básica con respecto a las
necesidades de las personas. Un hombre del siglo 21 necesita los mismos nutrientes que un
hombre del siglo 18. Se entiende que las necesidades cambian de acuerdo con el entorno am-
biental, pero eso es lo bueno de esto. Al cambiar el medio ambiente, el valor de los compo-
nentes de la canasta se ajustará por sí mismo de forma natural.
Por ejemplo, el valor de la canasta dependerá más del valor del agua en una sociedad en
donde se requiera más esfuerzo y trabajo para obtenerla que en una sociedad donde se re-
quiera poco trabajo para obtenerla. El sistema de tributación fiscal propuesto por la Econo-

— 635 —
TERCERA PARTE

mía del Valor Social resuelve ese problema dándole la oportunidad al Banco de México de
apoyar los créditos de forma efectiva teniendo información en tiempo real, por cada región,
por cada época del año, y con todo el nivel de detalle que sea necesario.
En el ámbito del facultamiento a las municipalidades. La distribución de los impuestos
debe ser revertida desde abajo hacia arriba. Los impuestos deben ser recaudados por los mu-
nicipios, quienes recogerán su parte según corresponda, y entregarán el resto a las adminis-
traciones estatales, quienes harán lo mismo, antes de entregar el resto a la federación.
La base de una federación fuerte es la fortaleza de los estados que la conforman y la forta-
leza de un estado es la suma de las fortalezas de sus municipios. Necesitamos municipios
fuertes y bien administrados.
Para pasar del esquema actual a este esquema propuesto de la Economía del Valor Social,
solamente es necesario que nos organicemos y lo hagamos. Los municipios deben demostrar,
por medio de una auditoría federal, que están calificados para tomar esta responsabilidad. Es
de interés del gobierno federal que así sea, así que todos los municipios serán asistidos para
lograr su calificación, más no se harán excepciones.
Para mantener la sanidad y honestidad de la concesión de la administración tributaria fe-
deral, el gobierno federal llevará a cabo inspecciones y auditorías regulares. Las inspeccio-
nes y auditorías incluirán no solamente las finanzas sino las obras en general que se hagan.
Estas deberán estar alineadas con la intención de este plan y, por tanto, deberán demostrar
que llevan implícito un alto grado de beneficio social aumentando la productividad de la co-
munidad para beneficio de ella misma, y no para beneficio de algunas personas.
Cada municipio debe cobrar la energía eléctrica y debe considerarlo como impuesto fede-
ral recabado, por concepto de energía eléctrica. Se tratarán independientemente los casos de
autogeneración, autotransmisión o autodistribución, ya sea por particulares, por entidades fe-
derativas o por municipios. En todos estos últimos casos, como sea, estarán sujetos a la le-
gislación actual en materia de generación o en materia ambiental o en materia de seguridad e
higiene. Las cuotas que deba pagar a la federación por concepto de concesión serán indepen-
dientes de aquellas que deba pagar a la entidad federativa. La calidad de la energía eléctrica
deberá ser igual o superior a la entregada por la CFE actualmente.

— 636 —
TERCERA PARTE

El Cuarto Poder

Formalización del Cuarto Poder


Si no lo has hecho, antes de leer este capítulo, te recomiendo leer Nuestras Comunicacio-
nes, en la página 295. Seguramente te ayudará a conocer los antecedentes en los que se basa
fuertemente esta propuesta.
Todos los mexicanos sabemos que la información que nos llega a través de los distintos
medios de difusión e información en muchos casos no es imparcial, no es objetiva, no es
completa, no es correcta y no es oportuna.
Por otra parte, recibir información oportuna, correcta y completa es indispensable para
poder desarrollarnos en sociedad. Si queremos tener una sociedad desarrollada al máximo, es
indispensable que contemos con una excelente fuente de información.
La información no solamente nos sirve para ver qué están haciendo las demás personas en
otras partes del país, o de nuestra región. La información también sirve para saber qué están
haciendo aquellas personas a quienes dimos la responsabilidad de trabajar como funcionarios
públicos.
Esas personas trabajan para la sociedad. Ellas trabajan para todos los mexicanos. Por lo
tanto, todos los mexicanos necesitamos información acerca de sus actividades. Necesitamos
saber qué están haciendo y qué están decidiendo y por qué lo están haciendo.
Pero hoy no tenemos ese nivel de información. No sabemos qué están haciendo. No sabe-
mos qué están decidiendo. ¿Qué hacer entonces? ¿Cómo rompemos esta situación en la que
estamos en la que la información que recibimos carece de lo más elemental para poder consi-
derarla útil? Antes que intentemos sugerir soluciones entendamos un poco más a fondo qué
es lo que está sucediendo.
Desde donde yo veo las cosas, percibo como si estuviéramos todos metidos en una pirá-
mide. Como si estuviéramos metidos en una estructura piramidal junto con nuestros sistemas
de información. Ambos, nosotros y nuestros sistemas nos miramos mutuamente esperando
que el otro tome las acciones necesarias para salir de esta situación. Pero ninguno de los dos
actuamos.
Hace tiempo pensaba yo que esa inacción para resolver el problema que tenemos se debía
a que ninguno de los dos se atrevía a hacerlo. Pensaba que la gente común no hacíamos más
que quejarnos de la mala calidad de la información que recibimos y por su parte los medios
informativos solo se quejaban de que las críticas que les hacíamos por su entreguismo no
eran hechas con justicia.

— 637 —
TERCERA PARTE

Después de observar las cosas detenidamente creo que he encontrado un tercer elemento
que nos rebasa a ambos y que no hemos actuado porque no se nos ha ocurrido qué es lo que
realmente se puede hacer para corregir la situación.
Seguramente tú ya lo habías notado. Te juro que yo no. No me había puesto nunca a ob-
servar ese tipo de cosas sino hasta hace más o menos dos años que me dio por comenzar a
escribir este libro. ¿A qué me estoy refiriendo?
Me estoy refiriendo a que ambos, los sistemas informativos y nosotros, la gente común,
estamos controlados por la misma mano. Estamos ambos dentro de una pirámide con una
misma cúspide. Le hemos demandado a los medios informativos que nos informen lo que
hacen “los de arriba” pero no lo pueden hacer sin meterse en problemas. Los multan, los gol-
pean, los asesinan, los sacan de sus empleos, afectan a sus familias. Por eso no lo pueden ha-
cer. Por eso se “venden”. Es la única forma que existe para poder medianamente seguir in-
formando, aunque sea algo. Cualquier ser humano haría lo mismo.
Nosotros, los comunes, la gente de a pie, no estamos en esa situación y por eso se nos
hace fácil demandar que nos informen todo.
Bueno, entonces me pregunto: ¿Qué pasaría si sacáramos a los medios informativos de la
pirámide? No estoy hablando de eliminarlos. Estoy hablando de sacarlos de la pirámide en la
que están junto con nosotros para que, desde afuera, puedan ejercer libremente su labor in-
formativa. ¿Funcionaría? Es muy posible que sí. ¿Cómo sería eso?
Vamos a jugar a suponer cosas. Es solo un juego inocuo. Juega conmigo. Hoy tenemos
tres poderes: el Legislativo, el Ejecutivo, y el Judicial. Esa organización, por cierto, se la co-
piamos a los Estados Unidos hace algunos años sin pensar las cosas bien. Necesitábamos una
organización política con urgencia y esa era la que teníamos más a la mano. Ok, ya lo hici-
mos, pero nada impide que lo modifiquemos un poquito para que funcione mejor.
Como sea, solo imagínate que inauguramos un cuarto poder en nuestro país. Imagínate
que en ese cuarto poder ponemos un presidente electo por todos nosotros. Pongámosle cual-
quier nombre, digamos, por ejemplo, Poder Informativo, y al presidente de ese poder le po-
nemos el elegante título de Presidente del Poder Informativo.
Ese presidente sería electo por la gente, por nosotros. Él tendría la autoridad entonces de
informarnos lo que queramos saber. Nos podría informar lo que todos los demás hacen. Nos
podría informar lo que hace el Presidente Ejecutivo y todos sus secuaces. Nos informaría de
lo que hacen los congresistas, los magistrados, las fuerzas armadas, todo.
Ese Presidente del Poder Informativo estaría obligado a servir a la gente y tendría autori-
dad sobre todos los medios de comunicación e información: prensa, radio, televisión, cable,
Internet. Todo eso quedaría automáticamente libre de todas las influencias de los otros tres
poderes que ya existen.

— 638 —
EL CUARTO PODER

Alguien dijo algún día que la prensa es el cuarto poder. Bueno, yo me pregunto ¿qué pa-
saría si lo hiciéramos oficialmente? ¿Qué podría pasar? ¿Estarían peor las cosas? Yo creo
que no. Pienso que una reorganización de ese tipo nos daría la libertad de información y de
comunicación que necesitamos.
Hemos hablado de que la comunicación es vital para que sobrevivamos como sociedad,
así que reorganizarnos de forma que eso que es tan vital dependa enteramente de la gente se
me hace la forma más perfecta y democrática de resolver el problema.
Pero, además de democrática, ¿qué otras características debe tener la información que ne-
cesitamos? Veamos.

Cualidades Sociales de la Información


1. La información debe estar disponible. Las distintas regiones geográficas de nuestro
país están limitadas en su acceso a la información. No todas tienen el mismo acceso.
No debería ser así. Idealmente, todo el país debería contar con la misma infraestruc-
tura, pero la verdad es que no sucede de esa forma. Distintas regiones cuentan con
distintas infraestructuras que proporcionan distintos niveles de acceso. En algunos lu-
gares el Internet se usa extensamente. En otros lugares apenas si llegan señales de ra-
dio. La falta de vías de comunicación con cobertura total ha provocado divisiones so-
ciales geográficas que no hemos hecho nada por resolver. En la historia de las nacio-
nes, las diferencias sociales entre una región y otra siempre han sido la causa de divi-
sionismo y eventual separación.
2. La información es estratégica. En tiempos de paz, igual que en tiempos de guerra,
debemos proteger nuestras fuentes de información con el mismo empeño y esmero
que cuidamos nuestras fuentes de energía. Entre los puntos estratégicos que siempre
debemos cuidar están las terminales aéreas, los puertos, los pozos petroleros, las cen-
trales generadoras de electricidad, así como también las centrales neuronales de nues-
tras redes de comunicación. Cuidar de todo esto no solo debe ser una tarea permanen-
te de nuestras fuerzas armadas, sino de toda la sociedad civil en conjunto.
3. La información debe ser responsable. Los riesgos a los que están sometidos nues-
tros comunicadores no deben existir. Ellos no deben tener limitantes para informar lo
que está sucediendo y lo que cada servidor público está haciendo. Eso por sí solo
pondrá a nuestros servidores públicos en su lugar ya que los mantendrá expuestos.
Ahora los abusos tendrían un nombre. Los abusos de todos los servidores públicos
tendrían un solo nombre: el del Presidente de Información. Será él quien tendrá que
rendir cuentas a la gente en ese tema tan delicado para todos como lo es la informa-
ción y la comunicación que nos une a todos.
4. La información debe ser educativa. Sabemos que la información educa, pero en
este caso no me refiero a eso. Lo que estoy diciendo es que dependiente del Cuarto
Poder, debería estar nuestro sistema educativo. Solo así nuestro sistema educativo es-

— 639 —
TERCERA PARTE

taría mucho mejor posicionado. Al final de cuentas, nuestra educación es prioritaria-


mente información que forma e informa. No veo por qué no funcionaría mejor que lo
que tenemos ahora en donde nuestro sistema educativo se considera un lastre y está
permanentemente anquilosado. Nuestra educación tiene un retraso de varias decenas
de años en el tiempo. Si hacemos que nuestra educación dependa de nuestros siste-
mas informativos, se haría mucho más actualizada. La educación tiene sus raíces en
la información que recibimos desde pequeños y durante toda nuestra vida.
5. La información es vital. Desde la perspectiva de la Teoría del Valor Social, la comu-
nicación se considera algo vital, algo que nos une a todos. La información inexistente
nos separa, nos divide. Ninguna sociedad puede existir sin información y sin comuni-
cación.
6. La información es un derecho. Para que una persona sea realmente creativa y pro-
ductiva en una sociedad, necesita servicios efectivos, eficientes, y que estén a su al-
cance de forma expedita. Entre los servicios más importantes que necesita están la in-
formación, la comunicación y la educación. Todos esos servicios, al ser indispensa-
bles para el desarrollo humano en sociedad, se deben considerar como derechos.
7. La información es un valor. Desde el punto de vista de la Economía del Valor So-
cial, la información tiene el mismo nivel que la educación y si esta última tiene un
valor esencial, entonces la información también lo tiene. No podría ser de otra forma.
La información ofrece al ser humano la materia prima para razonar, para deducir,
para entender su entorno y aprovecharlo en beneficio de sí mismo y de los demás.
8. La información debe ser libre. En la Economía del Valor Social —y en general en
ningún tipo de economía— las cosas que tienen valor para todos y que son indispen-
sables no deben acapararse. Esa condición es aplicable al aire, al agua, a la tierra, al
dinero y también a la información. Esta debe estar disponible libremente para todos.
De forma equivalente, nadie puede apropiarse de los medios por los que la informa-
ción llega hasta toda la gente.
9. La información debe ser plural. Entre más personas distintas seamos y más infor-
mación diversa haya entre nosotros, más grande será nuestra capacidad de actuar a
favor de nosotros mismos como especie, como seres humanos, como personas, como
amigos, como hermanos, como mexicanos.
10. La información debe ser evaluable. La calidad de la información está en su veraci-
dad, en su oportunidad, en su cobertura, en su precisión. Como todos los componen-
tes de la calidad, debemos ser capaces de evaluarlos. Es indispensable que podamos
saber qué calidad tiene la información que nos está llegando. De otra forma, no po-
dremos saber si es válida o no.
11. La información debe ser moral y formativa. Por alguna razón, hemos menospre-
ciado la información y la hemos considerado de menor importancia que la educación.

— 640 —
EL CUARTO PODER

Desde la perspectiva de la Economía de Valor Social, ambas están a la par. No son


esencialmente muy distintas una de otra. Si a la educación le exigimos que sea moral
y formativa, igual debemos hacer con la información que nos llega. La información,
al igual que la educación, no debe destruir el tejido social ni dañar al individuo ha-
ciéndolo pensar de sí mismo cosas que lo autodestruyan o lo devalúen. Existe una lí-
nea clara entre la crítica objetiva y la información tendenciosa y destructiva.
Debería sernos evidente que necesitamos un cambio organizacional si queremos salir de
esta situación en la que por una parte necesitamos información y por la otra no podemos te-
nerla, tan solo por la forma como hemos escogido hacer las cosas.
Si las cosas no las podemos cambiar debido a los compromisos derivados del tipo de or-
ganización que tenemos, pues cambiar dicha organización resolvería todo eso. Nada tan fácil
como eso.
La sociedad entera tiene derecho a estar enterada de todo lo que sucede en todas las áreas
de la administración pública. La creación de un cuarto poder cuya responsabilidad sea la de
informarnos adecuadamente nos daría la posibilidad de ejercer ese derecho.
El cuarto poder, el de la información, debe tener una persona responsable y esa persona
debe rendir cuentas a la sociedad. Para que eso suceda debe ser una persona elegida por la
gente en votaciones libres. Solo así esa persona podrá presidir el cuarto poder con responsa-
bilidad hacia la gente, no hacia partidos políticos o hacia algún otro organismo público.
La responsabilidad de ese cuarto poder sería la de notificar a la sociedad todo lo que suce-
de en el ámbito de la administración pública y en el ámbito social. Todos los medios de co-
municación deberían estar adscritos al poder de la información.
La información, al igual que todos los demás bienes sociales vitales como lo son el agua,
el aire, la tierra y el dinero, no puede quedar en manos de empresas privadas sin que estas
sean protegidas contra quienes intenten alterar la calidad del servicio que necesitamos y con-
troladas para que no cometan abusos.
Constituyendo un cuarto poder de la información, desconectaríamos la generación de la
información de los demás poderes y tendríamos una organización libre de ataduras y com-
prometida con la gente, con poder y libertad de decirnos lo que está sucediendo, lo que cada
quien está haciendo.
La sociedad, para poder desarrollarse debe evaluar correctamente el entorno y tomar las
decisiones correctas. Como cualquier otro individuo u organización, debe tener información
veraz, oportuna y completa. No hay otra opción.

— 641 —
TERCERA PARTE

— 642 —
TERCERA PARTE

Nueva Organización Legislativa

En la Primera Parte, en Nuestra Legalidad y Justicia, en la página 357, hablamos extensa-


mente acerca de las características que tiene nuestro sistema legislativo y las debilidades que
se le pueden ver a simple vista, y también hacemos varias propuestas de cambios y mejoras.
El poder legislativo actualmente está compuesto por un montón de personas que solo ha-
cen actos de circo. Me da pena decirlo y seguramente molesto a muchos con mis palabras.
Sin embargo, eso es lo que veo, y creo que no estoy a solas con esa perspectiva. No necesito
desperdiciar espacio en este ya de por sí extenso libro repitiendo lo que ya todos sabemos, lo
que nos es evidente.
La pregunta pertinente en este capítulo es: ¿Qué podemos hacer al respecto? ¿Se puede
hacer algo? ¿Se puede establecer un sistema tal que funcione mejor y que no se preste a tan-
tos problemas?
La respuesta es un definitivo SÍ.
Antes de voltear a ver a nuestro sistema legislativo te invito a que nos miremos a nosotros
mismos y nos hagamos esta pregunta: ¿Qué es lo que queremos?
Primero hagamos esta pregunta y después de responderla, propongamos qué necesitamos
para lograrlo. Luego comparemos eso que necesitamos contra lo que tenemos. Así veremos
claramente qué cambios hay que hacer a nuestro sistema legislativo.
Nuestro sistema legislativo tiene básicamente cuatro problemas fundamentales:

Un Problema de Responsabilidad
Por la forma como está organizado, no existe nadie responsable de lo que allí se hace. Si
intentas averiguar quién es responsable de algo te encontrarás con que la responsabilidad es-
tá diluida entre todos los congresistas. Nadie se responsabiliza de nada y para todo hay expli-
caciones. Se culpan entre ellos mismos por los malos resultados de las cosas y todos quieren
salir en la foto cuando algo llega a salir bien, que disque para adquirir “capital político”.
En el curso de mi carrera profesional en la industria, administrando empresas industriales,
aprendí que “la responsabilidad de muchos es la responsabilidad de nadie”. Es decir, cuando
muchos son en conjunto responsables de algo, nadie individualmente se hace responsable de
nada. Eso debemos corregirlo y la solución es tener una persona responsable siempre, pero
solamente una.
Por cierto, en los sistemas autocráticos no se presenta ese problema. No estoy sugiriendo
que adoptemos a un dictador que venga a querernos decir todo lo que debemos hacer, pero

— 643 —
TERCERA PARTE

hay algo bueno en eso que debemos reconocer: siempre se sabe quién es el responsable de lo
que se está decidiendo y haciendo.
Estoy convencido de que existe la forma de obtener lo mejor de ambos mundos. Podemos
tener la responsabilidad que necesitamos, sin perder nuestra democracia. Una forma exitosa
de alcanzar eso es separar las tareas de elaborar las leyes, de las tareas de representar a la
gente. El grupo de personas que se encargue de hacer las leyes que necesitamos podría con-
formarse en una organización con un presidente electo por la gente. De esa forma tendríamos
un individuo responsable, sin perder la democracia.

Un Problema de Competencia
Otro problema muy serio que tenemos es que las personas que actualmente están elabo-
rando las leyes, no están licenciados en el estudio y ejercicio del derecho —no estudiaron le-
yes. La mayoría de ellos no son abogados y muchos ni siquiera tienen estudios de nivel li-
cenciatura en alguna carrera. No podemos esperar tener un buen sistema legal si las personas
encargadas de elaborar las leyes no tienen los conocimientos suficientes como para hacer un
buen sistema, eficiente y efectivo.
El resultado de hacer las cosas como las hemos estado haciendo es que tenemos leyes por
todas partes, muchas de ellas ya obsoletas, muchas contradictorias y muchas demasiado rígi-
das, que no son sensibles a las necesidades de la gente.
La razón de mencionar todo esto en un libro de economía es porque las leyes representan
un costo para la sociedad. Todas las leyes son por naturaleza restrictivas y reductoras de la
velocidad de la economía. No importa qué tan buenas sean. Por esa razón deben ser evalua-
das en ese sentido.
En la Economía del Valor Social se propone que las leyes no solamente sean elaboradas
por profesionales con amplia experiencia y conocimientos, sino que también sean evaluadas
por su impacto socioeconómico.

Un Problema de Efectividad
La organización que tenemos, encargada de elaborar las leyes que necesitamos, sufre de
una seria falta de efectividad. Eso se refleja claramente en los procesos de procuración que
tenemos. Tan solo el hecho de que se requieran muchos años para lograr entender nuestro
sistema legal, indica que no es efectivo ya que deja muchos vacíos en el camino.
Muchas personas “sufren” la aplicación de las leyes y muchas otras les sacan ventaja abu-
sivamente. No necesitamos ni siquiera mencionar ejemplos porque tú y todos los que están
leyendo estos párrafos tenemos experiencias personales que muestran lo que estoy diciendo.
Las leyes, y todo el sistema que las hace funcionar, deben ser efectivos. De otra forma no
deberían existir. ¿Quién quiere un sistema legal que no es efectivo?

— 644 —
NUEVA ORGANIZACIÓN LEGISLATIVA

No solamente debería ser efectivo, sino que también debería estarse mejorando constante-
mente. Hoy no tenemos eso. Lo que tenemos es un aparato legislativo que está creciendo
siempre, pero no se está mejorando. No hay un sistema de evaluación de la efectividad de las
leyes. No existe una retroalimentación para las personas que están elaborando las leyes. No
tenemos un sistema que les diga cómo van.
Las leyes deben ser hechas por la gente para la gente y, sin embargo, la gente no tiene un
mecanismo efectivo que le permita evaluar las leyes antes y después de que se han aprobado.
Estamos elaborando leyes a ciegas esperando haber hecho lo correcto cada vez que se pu-
blicamos una. No debemos estar en esta situación. Hay muchas formas en como un sistema
de trabajo puede ser revisado de forma continua para saber si lo que se está haciendo está
dando los resultados esperados o no. Debemos adoptar esos sistemas utilizados ampliamente
en las empresas privadas.

Un Problema de Representatividad
Nuestro sistema legal debe representar la voluntad de la gente. Así lo contempla la Econo-
mía del Valor Social.
Hoy no tenemos un sistema así. Nuestro sistema legislativo representa la voluntad de las
personas que elaboran las leyes solamente. Son ellos quienes juegan con los destinos de to-
dos sin preguntar nunca a nadie si han hecho mal o bien.
Si tuviéramos representatividad en nuestro sistema legal, este sería justo, y estaríamos
conformes con los resultados del mismo. Pero no sucede así. Las leyes se hacen de una for-
ma que no incluye la opinión de la gente. Es cierto que la gente no se acomide a preguntar y
opinar, pero también es cierto que hacer esa tarea no se les facilita a las personas.
Yo mismo he preguntado por la oportunidad de revisar un par de leyes y la respuesta que
he obtenido ha sido algo como “se publicó el proyecto en tal o cual fecha en el diario oficial
de la federación y nadie dijo nada”.
Esa no es una respuesta apropiada. Es la única respuesta que tenemos ahora, lo sé. Pero
¿qué te parecería que no se aprobara ninguna ley sin la aprobación de la mayoría de la gente?
Si tuviéramos ese requisito, te apuesto a que todos los legisladores adoptarían una actitud
muy distinta a la que tienen ahora y buscarían que la gente se enterara de las leyes que están
cambiando o elaborando y que además estuviera de acuerdo.
Una vez más lo digo: nuestras fallas en el sistema legal son sistémicas. Van de la mano
con la democracia. Debemos atacar ambas simultáneamente para corregir las cosas de raíz.
De otra forma solo estaremos por siempre haciendo como que corregimos las cosas, sintién-
donos bien porque lo intentamos, pero seguiremos sin mejorar la situación.

— 645 —
TERCERA PARTE

La Solución Propuesta
En la Economía del Valor Social, al reconocerse el enorme impacto que tiene la legisla-
ción en la economía, se propone una reorganización del actual Poder Legislativo dividiéndo-
lo en dos organizaciones distintas, cada una de ellas con representatividad social: el organis-
mo legislativo y la cámara de representantes.
El organismo legislativo deberá tener su ciudadano presidente, electo popularmente. Este
será responsable ante la sociedad de todas las leyes que se elaboren y en base a su efectivi-
dad será evaluado con la periodicidad que se contempla en la Economía del Valor Social:
anualmente.
Como ciudadano presidente, tendrá la autoridad de nombrar o retirar a los miembros de su
organización. Deberá procurar —y tendrá que hacerlo— que sus miembros tengan un alto ni-
vel de formación académica y experiencia para realizar el trabajo de legislación.
El ciudadano presidente, al ser elegido por la gente, estará obligado con ella directamente.
Él será quien presente ante la sociedad, para su aprobación o rechazo, su presupuesto de gas-
tos, sus planes de acción, los resultados esperados y las condiciones en las que piensa traba-
jar. Será él, quien personalmente solicite un sueldo y este será aprobado, o rechazado, por la
misma gente, a través de sus representantes.

— 646 —
TERCERA PARTE

Democracia Democrática

¿Cómo resuelve la Economía del Valor Social el problema de la carencia de democracia


efectiva? En realidad, no se necesitan hacer muchos cambios para lograr grandes y benefi-
ciosos resultados. El problema está más bien en nuestra mente. Cientos de años nos han con-
dicionado a pensar las cosas de cierta forma y eso es lo que ha provocado que no veamos las
oportunidades de mejora que tenemos frente a nosotros, al alcance de la mano.

Mayoría Absoluta
Basta con modificar las leyes electorales para que sea necesario que el candidato ganador
de elecciones populares requiera de la mayoría absoluta. Si a la hora de las elecciones nadie
obtiene la mayoría, sencillamente nadie gana. Punto. Sencillo. Simple y elegante. A mí me
gusta, honestamente.
Con ese sencillo cambio, en nuestro cuento de José, Pedro y Sofía[166], ninguno de los tres
hubiera ganado. Para que uno de ellos ganara, habría necesitado obtener el voto de cuando
menos la mitad de todos los votantes, es decir, 43 millones de votos, sin importar cuántos vo-
tos obtuvieran los otros dos candidatos.
El sistema que usamos actualmente es idéntico al chiste del oso y los cazadores. Ningún
candidato se tiene que preocupar por convencer a la gente. Solo se preocupan por ganarles a
sus contrincantes en las urnas. La gente no les importa porque no tienen que convencer a la
mayoría y no están en deuda con ella. Es suficiente con que obtengan más votos que los de-
más candidatos y ya.
Modificando el sistema para que solamente por mayoría absoluta de votos pueda alguien
ganar las elecciones obtenemos un beneficio adicional que siempre hemos buscado: el valor
del voto nulo.
En el sistema que usamos actualmente, no votar no sirve de nada. Si no votas no pasa
nada porque a nadie le importa. A nadie afecta porque la ley no impone un límite mínimo de
votos para ganar unas elecciones. En nuestro cuento mexicano quedó claro cómo hubo un
candidato ganador, aunque la gente se haya puesto de acuerdo para no votar. En la vida real
sucede exactamente lo mismo.
En cambio, si cambiamos nuestro sistema electoral para que solamente pueda uno ganar
por mayoría absoluta, los votos nulos contarían muchísimo. Si la gente no vota por nadie,
sencillamente no gana nadie y el puesto se queda vacante hasta el siguiente período de elec-
ciones.

166 Un Cuento Real, página 376, en el capítulo Nuestra Democracia.

— 647 —
TERCERA PARTE

Esta última diferencia es relevante porque rompe un paradigma que tenemos. No pasa
nada si en un año cualquiera no tenemos presidente de la república, o diputados, o senadores,
o gobernadores de estados, o presidentes municipales. Las pésimas administraciones públi-
cas que hemos tenido demuestran sobradamente que más vale no tener a nadie a cargo, que
tener a una persona deshonesta o incompetente, o ambas.

Reelecciones Anuales
Es fuerte el paradigma de que no puede estar el país sin un presidente, pero no es el único
que tenemos. La no-reelección y los períodos sexenales son también dos paradigmas muy
bien incrustados en la forma de organizar nuestra función pública.
Pienso que el proponente de la idea de la no reelección obró más bien por berrinche, pero
también pienso que en aquella época era necesario establecer esa práctica para evitar la con-
tinuación de la administración del presidente Porfirio Díaz y para desanimar a todos los que
quisieran seguir sus pasos.
Sin embargo, después de 100 años de un sistema democrático antidemocrático que no per-
mite la reelección —de los cuales me constan más de la mitad—, y después de razonar acer-
ca de ello, puedo decir que nuestro sistema con su política de la no reelección es una burra-
da. Para explicarme, déjame ponerte como ejemplo el caso de un presidente de la república.
Imagina que estás compitiendo para presidente de la república y que ganas las elecciones.
Tú sabes que tendrás seis años durante los cuales podrás hacer y deshacer a tus anchas sin
importar que la gente te diga de cosas, sin importar que la gente se burle de ti, sin importar
básicamente nada de lo que la gente opine de ti o de tu trabajo.
Sabes que hagas lo que hagas tienes esos seis años para reinar como tú quieras. Después
de eso, por si fuera poco, todavía te premiarán con una pensión vitalicia muy jugosa que te
alcanzará para vivir muy bien durante todo el resto de tus días. ¿A poco no es una ganga?
Claro que lo es. Y todo lo que tienes que hacer es correr más rápido que el otro cazador du-
rante la carrera inicial. Después, todo te vendrá por añadidura como caído del cielo. Vaya, así
hasta yo me apuntaría para presidente.
Ahora imagínate que no tienes esos seis años. Imagínate que solamente tienes 12 meses y
que al final de ese período te evaluarán y si hiciste las cosas bien, te darán otros doce meses,
y así sucesivamente. ¿Cuáles serían tus pensamientos al inicio de tu primer período de admi-
nistración? Sabes que no tienes seis años. Solo tienes un año para demostrarle a la gente que
sabes lo que estás haciendo, que sabes cómo administrar el servicio público, que sabes cómo
administrar la economía nacional para llevarnos a todos los mexicanos a lograr realizaciones
más elevadas. ¿Te parece un paquete muy grande? A mí sí.
Ya no me suena para nada como lo que está sucediendo actualmente. En nuestros días un
presidente no tiene que preocuparse de estar calificado para el puesto. Solo debe preocuparse
por derrotar a sus contrincantes en las urnas. En cambio, si solo dispones de 12 meses para

— 648 —
DEMOCRACIA DEMOCRÁTICA

demostrar que puedes producir los resultados que la mayoría absoluta busca de ti, antes de
que te evalúen y posiblemente den otro período más de otros doce meses, te aseguro que ya
no verás las cosas tan sencillas.
Y es que no tienen por qué ser sencillas. Dirigir el servicio público para atender las nece-
sidades de 120 millones de personas exitosamente, al mismo tiempo que se desarrolla con el
mismo éxito la economía de una nación, debe ser un trabajo de enorme responsabilidad.
Debe ser difícil y complejo. Ese “empleo” solo puede ser realizado por personas con excep-
cional capacidad de organización y conocimientos. No tiene por qué ser para menos. De las
decisiones y capacidades de esa persona depende nuestro presente y nuestro futuro. Yo no
quisiera sino al mejor para ocupar ese puesto, no cuando el bienestar y el futuro de mi fami-
lia dependen de esa persona.
En un año de trabajo se deben poder apreciar los resultados, positivos o negativos. Si el
presidente hizo bien su trabajo, podrá gozar de otro año más gracias a la reelección por ma-
yoría de votos, y al final de ese año podrá gozar de otro más y luego de otro más. Lo podre-
mos reelegir tantas veces como nos convenga… y mientras él quiera seguirle.
La reelección no funciona sin períodos cortos de evaluación de desempeño.
En Estados Unidos, donde el período de administración es de cuatro años, no están mucho
mejor que nosotros. De hecho, están peor, bastante peor. Es mejor usar períodos de tiempo
mucho más cortos, digamos de un año. En las corporaciones privadas grandes, con decenas
de miles de empleados, los presidentes son evaluados cada año, y él hace evaluaciones tri-
mestrales a sus vicepresidentes. Nada impide que hagamos lo mismo con nuestros presiden-
tes electos, y nuestros diputados y en general con todos aquellos que requieren ser electos
para ocupar un puesto en la administración pública.
Para lograr eso, solo tenemos que modificar un poco nuestra ley e incorporar las reelec-
ciones anuales. Es natural que los actuales administradores públicos, sean diputados o no, se
opongan fuertemente a un cambio de esta naturaleza. Presentarán una enorme lista de argu-
mentos en contra, pero toda esa resistencia se deberá a que serán ellos los que ahora tendrán
que trabajar intensamente. Ahora sí tendrán que demostrarle a la gente que votó por ellos,
cada doce meses, que hicieron su trabajo. De otra forma se irán a su casa, sin ninguna com-
pensación financiera de ninguna especie.
Todos los funcionarios públicos electos sabrán que no tienen seis años —ni cuatro—, solo
tienen doce meses. En esos doce meses más les valdrá que trabajen sin descanso, tal y como
se espera que trabajen, para resolver la enorme cantidad de situaciones que tenemos. Si no lo
hacen, sencillamente no obtendrán la mayoría absoluta de votos que necesitan para laborar
otros doce meses. Pero si trabajan bien y producen buenos resultados —lo cual al final de
cuentas es de lo que se trata— podrán permanecer en su puesto todos los períodos anuales
que quieran.

— 649 —
TERCERA PARTE

Todos los mexicanos que tenemos un empleo somos evaluados anualmente. A todos nos
penalizan con suspendernos y nos premian con algo cada doce meses. ¿Por qué no deberían
nuestros funcionarios públicos ser evaluados de la misma forma, con la misma frecuencia?
La oportunidad de ser reelegido indefinidamente, aunada a la reducción del período de admi-
nistración a no más de 18 meses, les dará a todos nuestros funcionarios públicos electos la
motivación que necesitan para mantenerse trabajando sin descanso en beneficio de todas
aquellas personas a quienes deben su apoyo.
Sé que lo que voy a decir no suena democrático, pero, honestamente hablando, pienso que
no cualquiera debería poder estar sentado en la silla presidencial de la nación, o en la silla de
un diputado, o un senador, o un gobernador o un presidente municipal. Actualmente cual-
quier persona puede estar en esos puestos y creo que eso es un error. Entiendo que todos de-
bemos poder aspirar a estar en cualquiera de esos puestos, y debemos tener la libertad de
ocuparlos, pero siempre y cuando estemos calificados para ello y nos preparemos debida-
mente con anticipación. No debemos permitir que sea una responsabilidad que se tome a la
ligera. Debemos cambiar nuestro sistema democrático para que nos permita escoger a los
mejores mexicanos, con más capacidad, para que se sienten en la silla presidencial de nuestra
nación.

Eliminatorias
Actualmente, como ya lo sabemos, las votaciones se llevan a cabo en un solo evento. Uno
vota una sola vez y ya. Ganó quien ganó y todos los demás se aguantan. Eso no me parece
bien y no creo que te parezca bien a ti tampoco.
En una votación, en donde es necesario que el que gane lo haga exclusivamente por ma-
yoría, se deberían permitir las eliminatorias. Si ya hacemos eso para decidir quién es el equi-
po ganador en una copa de fútbol, ¿por qué no hacerlo, por ejemplo, para decidir quién es el
ganador en unas elecciones presidenciales?
Si en una primera ronda nadie obtiene la mayoría de las votaciones, entonces se debería
comenzar una segunda ronda, y luego una tercera, y así sucesivamente, hasta que alguien
gane la mayoría de todos los que están registrados en el padrón electoral.
La única entidad que puede salir beneficiada de una práctica así es la sociedad entera. Na-
die gana sino hasta que alguien obtenga la mayoría absoluta. No antes. Sin embargo, las vo-
taciones se deben hacer cada año y en ellas debe participar el que está también en el cargo.
Él debe competir cada año contra todos los demás candidatos. Nada de que “te damos seis
años y no debes preocuparte por nada”. Es más bien “te damos un año y debes de preocupar-
te por todo y por todos”.
Le damos doce meses y en esos doce meses tiene que demostrar de qué está hecho y ade-
más que puede con el paquete. Si no, pues “el siguiente”, y así sucesivamente. Esa se me
hace una forma mucho más rápida y efectiva de encontrar una persona que tenga lo que se
necesita —y lo que queremos— para que esté en ese cargo.

— 650 —
DEMOCRACIA DEMOCRÁTICA

Obviamente eso requiere que cada año haya elecciones y seguramente habrá quien diga
que hacer eso sería carísimo y costaría mucho dinero. Al menos eso es lo que siempre he es-
cuchado que dicen. Tienen razón. Sería carísimo. Pero lo sería solamente por la forma en la
que hacemos actualmente las elecciones. No tenemos por qué seguirlas haciendo de la mis-
ma forma. En México existen decenas de miles de ingenieros industriales e ingenieros en sis-
temas que nos podrían decir cómo hacerle para disminuir el costo de las elecciones a una
muy pequeñita fracción de lo que ahora son. Solo hay que preguntarles.
Las rondas eliminatorias podrían ser de muchas formas, pero una muy efectiva que co-
nozco sería recortando la minoría que vaya sobrando en cada ronda hasta que salga a flote un
candidato a quien apoye la mayoría absoluta. Permíteme explicarlo con un ejemplo.
Supón que tenemos seis candidatos y después de las votaciones obtenemos los siguientes
resultados:

Candidato A 12%
Candidato B 13%
Candidato C 9%
Candidato D 6%
Candidato E 10%
Candidato F 20%
Abstención 30%

Si seguimos el método que actualmente usamos, el Candidato F sería el que ganara las
elecciones porque es el que tiene el porcentaje más elevado de todos. Ganaría con el 20% de
todos los que están anotados en la lista de votantes, aun cuando el 80% no haya votado por
él.
Esto es lo que sucede cuando se usan mayorías relativas, lo cual es un engaño. En cambio,
si usáramos las mayorías absolutas veríamos que, para ganar, alguien debe obtener cuando
menos el 50% de todos los votos de todos los que estén anotados en la lista de votantes. Na-
die alcanza ese porcentaje, pero entre todos alcanzan 70%, por lo tanto, en lugar de anular
las votaciones —lo cual sucedería si entre todos no llegaran cuando menos al 50%—, nos
iríamos a la segunda ronda eliminatoria.
Para realizar la segunda ronda debemos reducir el número de participantes y para hacer
eso comenzamos por los que obtuvieron menos votos. A estos se les retira de la lista uno a
uno hasta que nos quedamos con el mínimo mayoritario. Por ejemplo, el primero en irse se-
ría el candidato D con solamente 6% de las votaciones. Eso nos deja con el 64% restante.
Debido a que 64% todavía es mayoría, debemos ver si podemos quitar a otro.

— 651 —
TERCERA PARTE

El siguiente en turno sería el candidato C, con 9% de las votaciones. Al quitarlo, los que
queden acumularían el 55% de las votaciones, lo cual sigue siendo mayoría, y por esa razón
debemos ver qué pasaría si quitamos al siguiente.
El siguiente “nominado” sería el candidato E, con 10% de las votaciones. Al quitar a este,
el restante se quedaría solamente con el 45% de las votaciones. Eso significa que no debe-
mos quitar a este último todavía.
Con este último caso podemos ahora determinar los límites de la nueva mayoría absoluta.
La lista de participantes para empezar esta segunda ronda quedaría así,

Candidato A 12%
Candidato B 13%
Candidato E 10%
Candidato F 20%
Abstención 30%

Ahora que tenemos a los que constituyen la mayoría absoluta podemos entrar a la segun-
da ronda eliminatoria. Supongamos que a los candidatos se les da oportunidad de volver a
hacer sus campañas por unas semanas antes de realizar las votaciones de la segunda ronda.
Una vez terminadas las campañas, se realizan las votaciones y quedan todos así:

Candidato A 15%
Candidato B 32%
Candidato E 5%
Candidato F 28%
Abstención 20%

En primer lugar, notaremos que la abstención bajó de 30% a 20%. Esto es de esperarse ya
que la gente tiende a ser más participativa cuando sabe que su opinión cuenta.
Ninguno de los candidatos obtuvo cuando menos el 50% de todos los votos, así que debe-
mos irnos a una tercera ronda eliminatoria y para eso debemos volver a reducir la lista, eli-
minando primero a los que menos porcentaje alcanzaron, pero sin perder la mayoría absolu-
ta.
El siguiente “nominado” para salir de la lista es el Candidato E con solamente 5% de las
votaciones, quedando los demás con un acumulado de 75% de las votaciones. Debido a que
siguen siendo mayoría, debemos revisar si podemos eliminar al siguiente.
El que sigue es el Candidato A con un 15% de votaciones. Al retirar a este candidato, el
resto conserva en total el 60% de las votaciones. Dado que aún siguen siendo mayoría, en-

— 652 —
DEMOCRACIA DEMOCRÁTICA

tonces debemos ver si al siguiente también lo podemos sacar de la ronda que está por comen-
zar.
El siguiente es el Candidato F con 28% de las votaciones, pero si lo sacamos nos queda-
ríamos solamente con el 32%, por lo que debemos dejarlo y continuar con la tercera ronda de
votaciones.
Ahora supondremos que se lleva a cabo la tercera ronda eliminatoria y los candidatos
quedan como sigue:

Candidato B 33%
Candidato F 52%
Abstención 15%

Ahora queda claro que el Candidato F es el ganador y que cuenta con el respaldo del 52%
de la población en condiciones de votar.
De esta forma, ese candidato sabría que cuenta con el apoyo de la mayoría de la gente. No
solamente les habrá ganado a sus contrincantes políticos, sino que se habrá ganado el respal-
do de la ciudadanía, que es lo que importa en una democracia verdadera.
El argumento ocioso de que todo esto es muy costoso nace de la ignorancia de que un
proceso de esta naturaleza se puede hacer muy rápidamente. Recordemos que ahora dispone-
mos de tecnologías digitales que debemos utilizar. El argumento de que dichas tecnologías se
prestan a chapuzas no es válido. Las chapuzas se han hecho siempre con o sin tecnología di-
gital.
Podría argüirse también que este tipo de prácticas mantendría a la gente aburridamente
votando y votando. Eso sería cierto si las hiciéramos como las hacemos actualmente. Si, por
el contrario, hiciéramos bien las cosas, nadie tendría que salir de su hogar o faltar a su traba-
jo para emitir su voto. Cualquiera debería poder votar usando su teléfono celular en menos
de un minuto. De nuevo lo digo, estamos desperdiciando toda la tecnología de comunicacio-
nes digitales que tenemos. Allí está. Solo hay que aprovecharla en favor de nosotros mismos
de una forma más inteligente.

— 653 —
TERCERA PARTE

Nueva Procuración de Justicia

Procuración Democrática
El avance de la democracia se ha dado en muchos aspectos y en distintas organizaciones.
Hemos avanzado lentamente en el curso de los años, pero hemos avanzado mucho. Sin em-
bargo, existe un segmento de nuestras organizaciones que no ha recibido la debida atención:
El Poder Judicial.
En Nuestra Legalidad y Justicia, en la página 357, analizamos la situación actual de nues-
tra vida social en relación con la existencia de las leyes y la forma como las administramos.
Para establecer un curso de acción es necesario ahondar un poco más y aclarar bien la in-
cumbencia que tiene todo eso con la Economía del Valor Social. Así que analicemos unos
detalles adicionales. Veamos.
El desarrollo económico está íntimamente ligado al desarrollo social, y uno de los aspec-
tos sociales más importantes es la legalidad, el estado de derecho. Este último, a su vez, ne-
cesita forzosamente dos condiciones para poder ser: la existencia de leyes adecuadas emana-
das de la sociedad, y el apego de la sociedad a las leyes que ella misma elabora.
Ambas situaciones —leyes adecuadas y el apego a las mismas— son condiciones necesa-
rias para que una sociedad se desarrolle adecuadamente. Pero existe un elemento adicional
que también debe existir, si acaso queremos continuar viviendo en una democracia: la demo-
cracia misma. Veamos esto también.
Sin democracia tendríamos una situación autocrática, es decir, una vida que estuviera de-
terminada y dictada por una persona, o por un grupo de personas. Como ya lo vimos en otra
parte, esa forma de administrarnos es muy peligrosa. No necesito repetir aquí los numerosos
ejemplos que nos da la historia de la civilización humana para entender que tener un régimen
autocrático no nos dejaría nada bueno.
Por lo tanto, nuestra democracia no está sujeta a ninguna negociación. Debemos conser-
varla, por el bien de todos. Es oportuno entonces preguntarnos: ¿Tenemos democracia?
¿Realmente la tenemos?
Si abrimos los ojos —y no necesitamos abrirlos mucho— podemos ver que sí la tenemos,
pero es muy mejorable, por decir lo menos. ¿Por qué digo eso? Bueno, ya hablamos de ello
bastante en el capítulo Nuestra Democracia, en la página 373.
¿Cómo podemos entonces unir nuestra democracia con nuestro necesario proceso de pro-
curación de justicia? ¿Están realmente unidos actualmente?

— 655 —
TERCERA PARTE

Mi opinión es que nuestra procuración de justicia es muy poco democrática. Estamos or-
ganizados en tres poderes, y supuestamente los tres tienen la misma autoridad. Eso suena ló-
gico. De esa forma se pueden cuidar las manos entre ellos mismos y no existen conflictos de
intereses. Sin embargo, en la práctica las cosas no son tan adecuadas como se escuchan a
simple vista.
Si leemos nuestra Constitución Mexicana podemos ver que la más alta jerarquía en el Po-
der Judicial —el que hace que cumplamos las leyes— la tienen los ministros de la Suprema
Corte de Justicia de la nación[167]. Pero a ellos los nombra el ciudadano presidente de la Re-
pública y los aprueba el Senado[168]. Eso no está bien, porque se crea una relación de depen-
dencia de la máxima autoridad judicial, hacia los otros dos poderes.
Si queremos democracia a todo lo que da —y yo sí la quiero— debemos hacer las cosas
de tal forma que a la máxima autoridad del Poder Judicial la nombre la gente, directamente,
y no a través de terceros. Si queremos que la máxima autoridad encargada de la administra-
ción de la justicia esté comprometida con la gente, y no con un puño de personas que se de-
dican a la política, entonces debemos cambiar las cosas un poco.
Sería mucho más democrático que, así como todo el Poder Ejecutivo tiene un único jefe
responsable, y a ese jefe responsable lo elige la gente con su voto directo, el Poder Judicial
tuviera también un jefe único y este fuera elegido por la gente, directamente, a través del
voto directo. La persona que presida el Poder Judicial, de esa forma, tendría el compromiso
con la gente que le otorgó el cargo, y con nadie más.
De esa forma sí estarían los tres Poderes —Ejecutivo, Legislativo y Judicial— al mismo
nivel y se nivelarían las fuerzas que dirigen el servicio público, para beneficio de toda la so-
ciedad.
La Economía del Valor Social está totalmente enfocada en el beneficio de la gente. Ese es
su objetivo. Que la gente viva bien, y vivir bien, significa tener un excelente servicio de pro-
curación de justicia, y eso solo lo podemos tener con un cambio que nos permita democrati-
zar los nombramientos de las personas que ostentan la máxima responsabilidad en esa orga-
nización.
La propuesta, por tanto, en la Economía del Valor Social, es que el Poder Judicial sea diri-
gido enteramente por un ciudadano Presidente y que este sea electo por voto directo por la
gente.
Pero hay todavía más. Las posiciones de Ministro de la Suprema Corte de Justicia son
nombradas por periodos de 15 años. Eso es mucho tiempo. Ya discutimos en ocasiones ante-
riores por qué en la Economía del Valor Social los plazos fijos de tiempo no son adecuados.
En lugar de eso, en la Economía del Valor Social se propone que los periodos sean más pe-
queños y las evaluaciones anuales. En el capítulo Democracia Democrática, en la página
647, se explica esto de forma detallada.
167 Capítulo IV, Del Poder Judicial, Artículo 94, Constitución Mexicana.
168 Ibid., Artículo 96.

— 656 —
NUEVA PROCURACIÓN DE JUSTICIA

Haciendo estos cambios, podríamos estar seguros de que podemos contar con un sistema
judicial mucho mejor que el que tenemos actualmente. Más expedito, más transparente, más
efectivo, más a favor de la gente, de la sociedad, y no tanto a favor de sí mismo. En la actua-
lidad, nuestro sistema judicial opera más como si su función fuera la de autosostenerse, pero
no es así. Todos los sistemas públicos deben estar orientados hacia la gente, hacia los ciuda-
danos, y nuestro sistema de procuración de justicia no es la excepción.

— 657 —
TERCERA PARTE

Nuevo Sistema de Seguridad Social

De forma deliberada, en la primera parte de este libro no abordamos el tema de la seguri-


dad social. La razón de ello es simple, y al mismo tiempo complicada. Es simple debido a
que en el tema de seguridad social podrían caber muchos aspectos. Podrían caber tantos que
preferí abordarlos de forma separada en cada una de las secciones de dicha primera parte.
Si nos basamos en la definición de la Organización Internacional del Trabajo, la seguridad
social “es la protección que la sociedad proporciona a sus miembros, mediante una serie de
medidas públicas, contra las privaciones económicas y sociales que, de no ser así, ocasiona-
rían la desaparición o una fuerte reducción de los ingresos por causa de enfermedad, mater-
nidad, accidente de trabajo, o enfermedad laboral, desempleo, invalidez, vejez y muerte; y
también la protección en forma de asistencia médica y de ayuda a las familias con hijos”.[169]
Observa esta definición y fíjate cómo es que básicamente intenta proteger los ingresos en
dinero, por las siguientes razones:
1. Enfermedad
2. Maternidad
3. Accidente de trabajo
4. Enfermedad laboral
5. Desempleo
6. Invalidez
7. Vejez
8. Muerte
9. Asistencia médica a familias con hijos
10. Asistencia financiera a familias con hijos
En otras palabras, la principal razón de ser de un sistema de seguridad social es el de pro-
teger a los ciudadanos contra las eventualidades de quedarse sin ingresos financieros. Eso da
como resultado que las pensiones sean uno de los temas principales que abordan dichos sis-
temas, aunado al tema de la salud.
En México, y en muchos otros países, el sistema de seguridad social está deteriorándose
cada vez más. Se está aproximando muy rápidamente al punto en el que no solamente es in-

169 Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública Seguridad Social [Actualización: 20 de abril de 2006] en
diputados.gob.mx/cesop/. Obtenido el 23 de julio de 2018.

— 659 —
TERCERA PARTE

sustentable, sino que es insostenible. Esto se debe a que la cantidad de personas que llegan a
la edad de pensionarse es cada vez más grande, y se agrava con el hecho de que el nivel de
vida de todos en general se ha ido deteriorando. No podría ser de otra forma básicamente por
las razones siguientes:
1. El dinero para pagar las pensiones se obtiene de los impuestos. Esto es un problema,
ya que la naturaleza de los impuestos es distributiva, es decir, no generan dinero nue-
vo, solo distribuyen el que ya existe. Esto significa que para pagar las pensiones hay
que quitarles dinero a unos para dárselo a otros.
2. Debido a las políticas financieras que están afectando a la economía de todos, es cada
vez más difícil compartir una parte de lo que uno gana para dárselo a aquellos que no
producen dinero.
3. La cantidad de personas pensionadas es cada vez más numerosa en relación con las
que no lo están, por lo que cada vez se requiere más dinero para hacérselos llegar y
que puedan así intercambiarlo por las cosas que necesitan para seguir viviendo.
En la Economía del Valor Social las cosas son muy diferentes y no se presenta ninguno de
estos problemas. Veamos por qué.

Pensiones
Para empezar, en la Economía del Valor Social las pensiones no se pagan por medio de
los impuestos, sino con los dividendos de inversiones directas. De esta forma, entre más per-
sonas pensionadas haya, más empresas productivas habrá.
En la Economía del Valor Social, el estatus de “pensionado” es un estatus al que todos
queremos llegar y lo queremos hacer a una edad cada vez más temprana. En la Economía del
Valor Social, la meta última es que todos estemos pensionados y que nadie tenga que trabajar
por un ingreso de dinero.
Sé que esto suena irrealizable, pero solo lo parece así debido a la profunda programación
mental a la que hemos estado sujetos desde que nacemos.
Sin embargo, en la Economía del Valor Social, al igual que en el presente, es importante
saber quién realmente está pensionado y quién no. Es indispensable realizar un padrón de
personas pensionadas. Antes de cualquier cambio, es necesario estar seguros de que el gasto
—o distribución de dividendos— sea real, legítimo. Nadie debe estar cobrando una pensión
que no se merece. Personas difuntas no pueden cobrar pensión. Una persona no puede cobrar
más de una pensión.
En la Economía del Valor Social se revisarán las leyes y reglamentos y se establecerán
reuniones de discusión para conocer las singularidades de esta situación. De esa forma po-
dremos proponer soluciones reales y de fondo a los problemas que enfrentan todas aquellas
personas que están pensionadas.

— 660 —
NUEVO SISTEMA DE SEGURIDAD SOCIAL

Por tanto, se iniciarán pláticas y reuniones con diversas entidades, personas, trabajadores
y sobre todo pensionados para entender la situación y se plantearán distintas propuestas y se
evaluarán y discutirán hasta que lleguemos a un acuerdo. Tal acuerdo deberá ser aprobado
por votación de la mayoría de las personas en el país antes de poder implementarse.
Discutiremos el tema tanto como sea necesario hasta agotar todas las propuestas e ideas.
Será un arduo trabajo, pero debe hacerse hoy para beneficio de nosotros mismos y de nues-
tros descendientes. Si hacemos un buen trabajo en esto, nuestros descendientes no tendrán
que gastar su tiempo y esfuerzo en volver a discutir este asunto.
Aunque las pensiones se deben basar en inversiones directas, debe quedar restringido en
qué proyectos de inversión se pueden invertir ahorros provenientes de cuentas de pensión.
No se debe permitir que se inviertan esos ahorros en instrumentos bursátiles o en compras de
dinero, en casinos, o compañías de seguros. Las inversiones deben ser en proyectos producti-
vos y en empresas reales —no empresas fantasma—, y que busquen la rentabilidad máxima,
como cualquier empresa privada con fines de lucro.
Para esto deberemos contar con algún agente regulador y calificador de las inversiones.
Esto último para darle protección a los dueños de los ahorros de pensión y protegerlos de
que no caigan en manos de corredores de inversión sin escrúpulos que cobren por sus servi-
cios sin importarles la pérdida de las pensiones o de una parte importante de ellas, pero tam-
bién para asegurar que las inversiones contribuyan al desarrollo económico de la sociedad
entera.
Es más conveniente para la sociedad en general que lo ahorros de pensiones sean inverti-
dos en empresas productivas, pero se entiende que los ahorradores deben tener la libertad de
elegir si desean arriesgar su capital o no. En la Economía del Valor Social, no se necesitan
empresas aseguradoras de capital que cobren una comisión por el servicio de seguro finan-
ciero para aquellas personas que decidan arriesgar sus ahorros.
En el modelo para las pensiones, se contarán con los mecanismos necesarios para prote-
ger a los beneficiarios de la pensión. El objetivo de tales mecanismos es el de evitar fraudes
y abusos de parientes, amigos o personas ajenas al beneficiario que disfruten del dinero,
mientras que el beneficiario continúa viviendo en la indigencia.
Todos estos controles y condiciones son, sin embargo, temporales y transitorios. En la
Economía del Valor Social, el objetivo último no es reducir la cantidad de personas pensio-
nadas, sino aumentarlas hasta que todos tengamos un ingreso básico incondicional. El objeti-
vo último de la Economía del Valor Social es el de reemplazar el actual concepto de “pen-
sión”, el cual es discriminatorio, por el concepto de “ingreso básico incondicional”, el cual
es universal.

— 661 —
TERCERA PARTE

Ingreso Básico
Al comenzar una carrera, si todos necesitamos partir de la línea de arranque, después de
transcurrida una misma cantidad de tiempo, todos habremos recorrido más o menos la misma
distancia. Pero si unos partimos desde la línea de salida, y otros partimos con algo de venta-
ja, entonces después de transcurrido el mismo tiempo para todos, unos estaremos más ade-
lantados que otros.
La vida de los seres humanos es una carrera. La línea de salida es nuestro nacimiento. La
línea de meta es la realización de nuestros más entrañables deseos. El cómo logremos reali-
zar nuestros sueños y qué tan rápido lo logremos dependerá en una buena parte de nosotros
mismos, pero no del todo.
Como ya vimos claramente, en una sociedad dedicada a sí misma, una persona es capaz
de producir cientos de veces más de lo que necesita. Si además de eso le damos una ventaja
considerable al iniciar la carrera, el resultado obligado es que toda la sociedad gane y se enri-
quezca.
Imaginemos ahora el caso contrario. Un arranque negativo, es decir, un arranque con des-
ventaja. El ejemplo claro de eso es el caso de una persona que debe realizar el trabajo de va-
rias personas a quienes mantiene económicamente, además de realizar el trabajo necesario
para mantenerse ella misma.
Una persona en estas condiciones desventajosas es muy probable que ni siquiera llegue a
terminar la carrera de la vida. Se quedará a medio camino. Eso es lo que nos está pasando ac-
tualmente. Estamos teniendo que trabajar para mantener a varias personas en espera de que
esas varias personas se puedan mantener a sí mismas, pero cuando ese tiempo llega, ellas a
su vez tienen que mantener a otras durante varios años, y así sucesivamente.
El resultado a escala social es que no estamos sumando esfuerzos. No estamos sumando
ideas. No estamos sumando estrategias. Ese es el impacto gigantesco, inimaginable e incuan-
tificablemente negativo que tenemos en nuestra sociedad hoy en día cuando vemos a fami-
lias enteras en donde el trabajo de una persona no alcanza para el sostenimiento de toda la
familia.
Está tan degenerada nuestra situación que incluso el trabajo de varios no alcanza para
esos varios. No les alcanza para vivir. Solo les alcanza para sobrevivir. Están comenzando la
carrera con desventaja. Nunca alcanzarán sus metas antes de que la carrera termine para
ellos. Nunca. No tienen ninguna oportunidad de hacerlo.
Nuestra sociedad, en lugar de ir hacia adelante, se está yendo hacia atrás. Toda ella. El
segmento de la sociedad de personas con buena economía, así como el segmento de la socie-
dad de personas con economía baja se están yendo hacia atrás, hacia abajo. Se están deterio-
rando cada vez más y cada vez más rápido. Todos estamos siendo arrastrados en ese movi-
miento degradante pero no lo percibimos. Esa parte de nosotros que en nuestro interior nos

— 662 —
NUEVO SISTEMA DE SEGURIDAD SOCIAL

dice que estamos cada vez más mal, no nos está engañando. Nos está diciendo la verdad.
Nos está gritando para que le hagamos algo de caso.
Vivir en sociedad nos está ofreciendo cada vez menos las ventajas que se supone debería
tener el vivir en sociedad. Es por eso por lo que muchos quisiéramos irnos y mejor vivir a
solas en algún lugar distante donde nadie nos moleste, donde nadie nos pida nada, donde no
tengamos que hacer nada por nadie ni para nadie. No es que queramos escapar a la sociedad,
lo que queremos es escapar al constante, incesante e interminable esfuerzo que hacemos to-
dos los días y que vemos cómo se va por la coladera.
Es una sensación insufrible el sentir que trabajamos y no solo no vemos el producto de
nuestro esfuerzo, sino que cada vez tenemos menos. Es como si cada vez nuestros esfuerzos
fueran más y más inútiles, y cada vez más rápido el hundimiento que sentimos. Es como si
estuviéramos metidos en un remolino y este nos estuviera arrastrando hacia el centro y estu-
viéramos sintiendo el vértigo de acercarnos irremediablemente más y más al infinito hoyo
que nos tragará.
En algún momento dejaremos de luchar. En algún momento nos resignaremos a lo inevi-
table. Eso es lo que nos está sucediendo a muchas personas. Pero no lo vemos. No lo sabe-
mos. Creemos que estamos mal porque eso nos han educado a pensar. Pensamos que somos
nosotros los que estamos equivocados. No es así. Nuestra reacción no tiene nada que ver con
nuestra falta de virtudes o nuestra debilidad.
Nuestra reacción es la de cualquier ser viviente, ya ni siquiera de cualquier ser humano.
Todos llegamos a rendirnos al enfrentar una situación que sabemos que no tiene solución.
Nos resignamos. Todos los seres vivos nos rendimos al tomar conciencia de lo inevitable.
Nos damos por vencidos y nos dedicamos a vivir el tiempo que nos queda en el espacio que
nos queda, con lo que nos queda.
Por eso nuestros antiguos antepasados toltecas se referían a la muerte como la gran ecua-
lizadora. Porque eso exactamente es. Nos hace iguales a todos al enfrentarla. Podemos deci-
dir seguir luchando hasta el final, y muchos lo hacen. Pero eso no cambia el hecho de que, en
su corazón, en su alma, en todo su ser, sepan que todo lo que hagan no les dará un desenlace
diferente. Por tanto, al igual que los que deciden sentarse a esperar, ya están rendidos. Solo
están esperando lo inevitable, y mientras esperan, escogen dedicarse a luchar.
Es importantísimo entender todo esto. Así podremos comprender el enorme beneficio so-
cial que tiene el darle a cada persona una cantidad de dinero para que comience la carrera de
su vida con una ventaja que sus antecesores no tuvieron. Ese dinero debemos entregárselo
aun antes de haber trabajado, aun antes de haber aprendido a hablar o caminar. Se lo debe-
mos entregar desde el día que nace, desde el momento en que comienza la carrera… la carre-
ra de la vida.
Sé que esto puede sonar contraproducente y erróneo, pero créeme que esa reacción tuya
se debe solamente a la forma en que hemos sido adoctrinados a pensar. Si te vienen a la men-

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TERCERA PARTE

te palabras como desmotivación, inflación, deuda gubernamental, o cosas como esas, es por-
que sufres de adoctrinamiento agudo. Por la misma razón, te tengo que advertir que no son
tuyas todas las imágenes que te vengan en este momento de personas sentadas en su casa
holgazaneando, viendo televisión, sin producir nada, esperando a que les llegue el siguiente
pago y sin motivación para esforzarse por alcanzar algo. Esas imágenes te las han sembrado
en la mente para que no te des cuenta de lo obvio.
Así que, para contrarrestar los efectos provocados por la prestidigitación, la cual es magia
barata, contraatacaremos de nuevo con magia de verdad. Usaremos nuestro extrémitas fac-
tus, el hechizo tolteca de extrapolación extrema. El extrémitas factus nos lleva al futuro, a los
extremos, a lo exagerado, para permitirnos ver cosas que normalmente no se ven y pasan
desapercibidas. Se lo aplicaremos esta vez al ejemplo de una persona que pide un préstamo.
Veamos.
La persona que pide un préstamo pudo igualmente haber trabajado durante un tiempo para
poder ahorrar lo suficiente y así poder comenzar su negocio, ¿verdad? Al menos eso es lo
que nos dicen. Entonces, ¿por qué esa persona prefirió pedir prestado? ¿Acaso porque le ga-
nó la impaciencia y no quiso que transcurriera el tiempo? ¿Acaso porque sabe que no tendrá
la suficiente fuerza de voluntad para ahorrar durante el suficiente tiempo? Responder a estas
preguntas es muy importante. Es indispensable que entendamos exactamente cuáles son las
diferencias entre ahorrar y pedir prestado o, mejor dicho, entre ahorrar y comprar dinero.
Con el extrémitas factus llevamos las cosas al extremo, así que imaginemos entonces que
esa persona quiere iniciar algo grande. ¿Un negocio de venta de pastillas para adelgazar? No.
Algo todavía más grande, más extremo. Digamos que quiere empezar un negocio de produc-
ción de aviones para venderlos. Imaginemos que ha trabajado durante más de veinte años en
industrias aeroespaciales en distintos puestos y conoce el negocio muy bien. ¿Podrá esta per-
sona ahorrar durante su vida el dinero suficiente como para solventar el gasto de iniciar un
negocio de producción de aviones? Por supuesto que no. No le alcanzaría ni toda una vida de
ahorro.
¿Pero qué no nos dicen que con esfuerzo y ahorro podemos lograr todo? Por lo visto no
todo. Al menos tener una industria diseñadora y productora de aviones no la podemos tener
ahorrando dinero.
Quizá si viviéramos el suficiente tiempo podríamos ahorrar lo suficiente. Si viviéramos,
digamos, unos trescientos años, ya podríamos comenzar a tener una probabilidad real de
ahorrar lo suficiente. Desafortunadamente nadie, al menos hasta ahora, puede vivir trescien-
tos años.
Por otra parte, aun si viviéramos los seres humanos todo ese tiempo, tendríamos que aho-
rrar básicamente todos nuestros ingresos, lo cual no es posible hacer. Durante el tiempo que
estemos ahorrando necesitamos vivir, necesitamos seguir avanzando en la carrera de la vida.
Necesitamos seguir aprendiendo otras cosas, viajar, practicar algún deporte, ¡vivir! De otra
forma el ahorro sería solamente algo equivalente a caminar hacia atrás con la intención de

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NUEVO SISTEMA DE SEGURIDAD SOCIAL

ganar impulso para saltar hacia adelante una distancia más grande. El problema de eso es que
no obtendríamos ninguna ventaja, solo lograríamos avanzar a saltos.
Si, en cambio, esa persona pidiera un préstamo para comenzar su nuevo negocio de avio-
nes, se ahorraría todo ese tiempo que tendría que ir juntando dinero poco a poco. Solo que
ahora tiene que pagar todo ese dinero, lo cual no tendría que hacer si lo hubiera ahorrado.
¿Qué es preferible hacer?
Aparentemente la persona tiene que tomar una decisión, pero solo aparentemente. Como
te digo, todo esto es un enorme acto de prestidigitación, de magia barata. Resulta que esa
persona no tiene que pagar ningún préstamo a nadie. El que tiene que pagar ese dinero pres-
tado es el negocio que ha creado. La empresa diseñadora y constructora de aviones es la que
se queda con la deuda, no la persona. Entonces, ¿es la empresa la que tiene que tomar la de-
cisión? No. Tampoco es la empresa la que debe decidir cómo pagará el préstamo. Lo único
que hace la empresa es pasarle la cuenta a todos los que compren los aviones. Serán esos, los
que compren los aviones, quienes deberán pagar la deuda.
Entonces, ¿cuál es la diferencia realmente? Nos adoctrinan para pensar que existe una di-
ferencia, y que dicha diferencia está expresada en dinero. Nos educan a pensar que en el pri-
mer caso debemos reunir dinero ahorrando, y en el segundo caso nos educan a pensar que el
dinero lo debemos devolver.
La verdad verdadera es que ninguna de las dos cosas es real. En ninguna de las dos situa-
ciones deberíamos estar sujetos a una restricción, pero lo estamos. En el primer caso, al aho-
rrar, nos restringimos durante mucho tiempo de adquirir los satisfactores que deseamos debi-
do a que estamos ahorrando. En el segundo caso nos restringimos de diseñar y vender más
aviones porque nuestros clientes deben comprar aviones caros para poder pagar una deuda, y
para ello se deben a su vez restringir de cosas que ellos quieran obtener. Si no tuvieran que
pagar la deuda, podrían comprar más aviones y nosotros podríamos hacer más de aquello
que en un principio fue la razón de que quisiéramos tener una empresa de diseño y construc-
ción de aviones.
Entendiendo ahora que es falso todo eso que nos han metido en la cabeza de que el ahorro
y pedir prestado producen efectos que nos enseñan a creer que son ciertos, entonces nos de-
bemos preguntar de nuevo: ¿cuál es la diferencia real entonces?
Ya entendimos que en ninguno de los dos casos hay que pagar ninguna deuda, y que en
ambos casos hay que restringirnos de satisfactores. ¿Son entonces iguales? ¿Es lo mismo pe-
dir prestado que ahorrar dinero? No. Hay una diferencia que no nos enseñan a ver tampoco:
el tiempo.
En el caso de ahorrar, es necesario que transcurra más tiempo que si decidimos pedir pres-
tado. Después de quitar toda esta paja y abrir los ojos, podemos ver que la respuesta parece
estar relacionada de alguna forma con el tiempo.

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TERCERA PARTE

La única diferencia verdadera es eso, el tiempo. La velocidad con la que podemos obtener
los satisfactores que deseamos es la verdadera diferencia. En el primer caso, en el caso del
ahorro, no obtenemos ninguna ventaja en el tiempo, en la velocidad. En el segundo caso, en
el caso de pedir prestado, obtenemos una ventaja enorme en el tiempo, en la velocidad con la
que hacemos que sucedan las cosas que deben suceder para que podamos obtener los satis-
factores que queremos.
Entonces, ¿es mejor pedir prestado? Sí. Pero la forma como lo hacemos actualmente pro-
duce que tengamos que restringirnos a nosotros mismos. Produce que tengamos que reducir
nuestra velocidad. Produce que los demás, los que compran los satisfactores que ofrecemos,
tengan que reducir también su velocidad. Es decir, toda la sociedad debe reducir su veloci-
dad solo por la forma como nos prestamos el dinero entre nosotros mismos.
Para eliminar ese efecto negativo de tener que reducir la velocidad es necesario que haga-
mos algunas mejoras a la forma como lo hacemos. Lo podemos hacer mucho mejor de lo que
lo hacemos ahora. Veamos cómo.
Recuerda que el préstamo lo deben pagar los clientes y, por lo tanto, en lugar de vender
100 aviones, solo podrás vender 80, porque el precio al que tendrás que venderlos será más
alto que al que los podrías vender si no tuvieras que cobrarles a tus clientes la deuda en dine-
ro. Habrá 20 clientes a quienes no les alcanzará el dinero para comprar tus aviones y tú no
podrás hacerles un descuento porque entonces no te alcanzará para pagar la deuda.
Pero eso no es todo. Los clientes que te compren los 80 aviones tendrán que pagar la deu-
da. ¿La pagarán ellos? No. Ellos pasarán la cuenta a los que usen los aviones, a los pasajeros.
Podrás reducir el precio de tus aviones cuando hayas pagado la deuda. Hasta entonces po-
drás eliminar la restricción que tienes de poder diseñar y construir más aviones. Si estás pen-
sando que el precio se reducirá tan solo un poco, te comento que estás equivocado. El precio
de los aviones lo podrás reducir en cuando menos la mitad.
Por lo tanto, los pasajeros que usan los aviones también podrán llegar a pagar la mitad de
lo que pagan actualmente y, por lo tanto, más personas escogerán viajar en avión, porque
ahora les alcanzará lo que ganan. Y, por lo tanto, se necesitarán más aviones y, por lo tanto,
podrás incrementar la obtención de lo que querías inicialmente: diseñar y construir aviones.
¿¡No es esto fantástico!? ¡Todos ganamos!
Bien. Después de todos estos razonamientos, regresemos al asunto que nos ocupa. ¿Qué
relación tiene todo esto que hemos visto con el tema de darle dinero a la gente? Tiene toda la
relación. Darle dinero a la gente produce que no tenga que ahorrar ni tenga que pedir presta-
do. Esto, a su vez, produce el efecto de acelerar las cosas. Reduce el tiempo en el que la gen-
te tiene que esperar para obtener los satisfactores que desea. Aumentar la velocidad es lo
mismo que ahorrarle el tiempo de tener que trabajar y juntar dinero, o el ahorrarle el que ten-
ga que pedir prestado dinero. Darle dinero a la gente le da una ventaja. La misma ventaja que

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NUEVO SISTEMA DE SEGURIDAD SOCIAL

obtiene si pide prestado el dinero, solo que sin la restricción que se produce en toda la socie-
dad por tener que pagar la deuda.
Darle el dinero a la gente es darle una ventaja en la carrera de su vida. Es darle la oportu-
nidad de que su punto de partida sea más adelantado que el que tuvieron las personas que la
preceden. No tendrá un arranque tan lento.
Al comenzar la carrera desde un punto con ventaja, la física económica entrará en acción
y tendrá más velocidad, más aceleración, más inercia y la aritmética socioeconómica le ayu-
dará en cada paso.
Al inicio, si una persona empieza desde cero, su capacidad de producción será muy baja.
Apenas producirá lo suficiente para ella misma. Pero si le damos el suficiente tiempo, esa
persona irá encontrando formas de cómo producir más y más. Al cabo del suficiente tiempo
veremos a esa persona producir mucho más de lo que necesita para su propio consumo.
Si al principio de la carrera le sobraba muy poco, después de un tiempo suficientemente
largo, le sobrará mucho más. Eso suena bien, pero una persona solo dispone de una limitada
cantidad de tiempo. ¿Qué hacer si toda la vida no le alcanza para sobreproducir lo suficiente
como para llevar a cabo su proyecto más ambicioso? Bueno, sencillamente consigue el dine-
ro de alguna otra forma.
En la actualidad, una persona en esas circunstancias puede conseguir el dinero común-
mente de dos formas distintas. Pide prestado o consigue inversionistas. En cualquiera de los
dos casos, lo importante es que obtuvo dinero sin haber trabajado por él. Está recibiendo di-
nero sin haber hecho nada todavía. No está intercambiando ningún satisfactor por el dinero
que está recibiendo. No ha tenido que ahorrar para tener ese dinero. No ha tenido que trans-
currir tiempo para poder contar con ese dinero.
Si esa persona estuviera compitiendo contra otras en alcanzar la misma meta y todas hu-
bieran iniciado la competencia al mismo tiempo, esta persona habría obtenido una ventaja
considerable sobre las demás. Mientras que las demás personas todavía tienen trabajo por de-
lante y todavía tiene que transcurrir tiempo antes de que puedan acumular lo suficiente como
para poder iniciar alguno de sus proyectos de vida, esta persona ya puede iniciarlo sin tener
que trabajar todo lo que tendrán que trabajar los otros y sin que tenga que transcurrir todo el
tiempo que será necesario que transcurra para los demás.
A escala social, esa es la respuesta a la pregunta de qué pasaría si a cada persona le facili-
tamos el inicio de su vida otorgándole un ingreso básico incondicional desde que nace hasta
que muera. Le estaríamos otorgando una ventaja competitiva para que su arranque sea más
adelantado que el del resto de las personas que la preceden. Me refiero a las personas que la
preceden, o sea nosotros, los que vivimos hoy sin recibir dicho ingreso básico.
De esa forma esa persona podrá llegar más lejos en mucho menor tiempo y con ello podrá
llegar al equilibrio económico en un tiempo muchísimo más breve que el que necesitaron sus
predecesores.

— 667 —
TERCERA PARTE

¿No es acaso eso lo que buscamos los seres humanos? ¿No es acaso eso lo que queremos
para nuestros hijos y los hijos de ellos? ¿No buscamos acaso que ellos puedan tener una vida
mejor que la que tenemos nosotros y que no les sea tan difícil lograr sus metas personales
como nos ha sido a nosotros?
Te voy a dar otro ejemplo, un poco distinto. Hablemos de aquellas personas que son hijos
de personas que han logrado tener una posición económica sobresaliente. Esos hijos, tienen
una mucho mayor probabilidad de realizar logros más grandes que sus padres y por supuesto
que logros mucho más grandes que todos aquellos que somos hijos de padres que no tienen
una posición económica sobresaliente. ¿Cuál es la diferencia?
La diferencia es que estos hijos de padres ricos están iniciando la carrera de su vida con
ventaja. Una ventaja real. Claro que esa ventaja no les asegura un éxito. Igual que todos, ten-
drán retos y deberán resolver problemas. Si no lo hacen bien, perderán incluso la ventaja con
la que empezaron. Eso sucede en la vida real. No estoy inventando nada.
Te voy a dar un tercer ejemplo. Las personas que reciben una herencia considerable, ya
sea en dinero o en propiedades. Otro ejemplo más: las personas que se sacan la lotería. Otro
ejemplo más: las personas que llegan a estar en una posición de influencia y la aprovechan
para sacarle ventaja. Otro ejemplo más: las personas que tienen información confidencial y
le sacan provecho. Todos estos son ejemplos que muestran situaciones en las que algunas
personas inician la carrera de su vida con ventaja o que, en algún momento, algo sucede que
les otorga una ventaja.
Sin embargo, casi ninguno de nosotros contamos con esa ventaja. La enorme mayoría de
nosotros no tenemos tiempo de vivir, solo de sobrevivir. Renunciamos a nuestros sueños para
poder mantenernos con vida. Algunos hemos tenido la suerte de poder dejar de sobrevivir y
en lugar de eso hemos podido comenzar a vivir pero, aun así, no lo hacemos completamente
porque la mayoría no estamos dedicándonos a hacer lo que hubiéramos soñado hacer si hu-
biéramos tenido la forma, los recursos, el tiempo… la ventaja.
Se trata de una vasta enormidad de frustración de la que está sistémicamente infectada
nuestra sociedad entera. Es tan vasta, tan profunda y tan antigua que ya no la vemos. Más
aún, ya no somos capaces de comprender que exista una forma de eliminar dicha frustración.
La hemos llegado a tomar como parte de la vida, como parte de nuestra naturaleza humana.
Es como una enfermedad crónica a la que nos hemos acostumbrado y resignado a padecer.
Sin embargo, estoy convencido de que esa frustración se puede evitar. Se puede resolver.
Como todo padecimiento, tiene su razón de ser. Como todo tratamiento, solo necesitamos
ayudar al organismo a que se alivie por sí solo. Como en la medicina naturista, en este caso
tampoco es indispensable el uso de fármacos. Solo necesitamos corregir los puntos en los
que nos hemos desviado y nuestra sociedad entera, como organismo que es, se curará por sí
misma con la participación natural de sus células, que somos cada uno de nosotros.

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NUEVO SISTEMA DE SEGURIDAD SOCIAL

Darle a la gente un ingreso básico les permitirá comenzar con una ventaja real y pasar
más allá del punto en el que producen solo para sí mismas. Podrán llegar a sobreproducir
más rápidamente, y esa sobreproducción no solo las beneficiará a ellas, sino que beneficiará
a toda la sociedad. Habrá cada vez más y más para todos, no cada vez menos como sucede
ahora y como lo anticipó la errónea y miope lógica maltusiana.
Esa sobreproducción a la que me refiero —ese aumento de velocidad— es lo que permite
a una persona que pide prestado, pagar el préstamo además de pagar su consumo personal. Y
después de pagar el préstamo vuelve a pedir prestado y así sucesivamente. Porque eso le
ofrece una ventaja. Le ofrece más velocidad económica.
Si además de eso, el dinero se le ofrece a una tasa de interés cero, o incluso negativo, en-
tonces los beneficios que esa persona obtendrá los obtendrá también la sociedad entera y en
mucha más cantidad.
Ahora que hemos entendido que no hay de qué preocuparse si le damos a toda la gente di-
nero nomás por el hecho de existir dentro de la sociedad, quizá haya llegado el momento de
preguntarnos a nosotros mismos ¿qué haríamos si nos dieran cada semana una cantidad de
dinero, sin importar en qué decidamos gastarlo? ¿Estaríamos más tiempo con nuestros hijos?
¿Gastarían nuestros hijos el dinero apropiadamente? ¿Usaría la gente ese dinero para apren-
der más cosas y estudiar algo nuevo? ¿Comenzarían algún negocio pequeño de algo?
Estas preguntas surgen inmediatamente. Debido a que esta idea es nueva para mucha gen-
te, surge inmediatamente la pregunta: ¿Qué pasará? Pero la dificultad en responderla no está
en la pregunta en sí, sino en el adoctrinamiento al que hemos estado sujetos durante toda
nuestra vida.
Afortunadamente ya tenemos varios ejemplos en todo el mundo. En todos los casos, el in-
greso básico le ha ofrecido a la gente mayor seguridad y oportunidades.
Las razones por las que el ingreso básico se ha dado en otros países han sido muy diferen-
tes a las de la teoría de la Economía del Valor Social. Sin embargo, los resultados han sido
los mismos, ya que el procedimiento que se seguiría sería básicamente idéntico.
Esos otros “experimentos” se han realizado con el objeto de reducir el gasto del gobierno
en beneficios sociales. El gasto incluye todo el aparato administrativo que se tiene que man-
tener para realizar tareas tales como pago de pensiones, cobro de impuestos, cobro de servi-
cios, atención médica, etcétera. Esos gobiernos han visto que dándole el dinero directamente
a la gente en lugar de gastárselo en todo un aparato gubernamental les ha dado mayores be-
neficios y ahorros. También se ha visto que a la gente le ha servido mucho más ya que ahora
la gente es capaz de decidir gastar el dinero en lo que realmente necesita.
Esto parece apoyar un poco las teorías keynesianas, neoliberales y austríacas que se em-
peñan en subrayar la importancia de que el gobierno deje de participar en la economía de la
gente. Sin embargo, yo pienso un poco distinto. Pienso que estos efectos solo demuestran
que la gente es capaz de reactivar la economía si se le ayuda y se le apoya adecuadamente.

— 669 —
TERCERA PARTE

El ingreso básico, en los experimentos realizados, ha demostrado proteger a la gente ante


eventualidades como la de perder su empleo. También ha ayudado a que la gente no se estre-
se tanto y, por lo tanto, no se enferme con tanta frecuencia. Esto último es natural. Si la gente
sabe que no se morirá de hambre si pierde su empleo, es obvio pensar que su nivel de estrés
bajará significativamente.
Uno de los temas más importantes que el ingreso básico resuelve es el de la automatiza-
ción extrema y la inteligencia artificial. La combinación de estas dos tecnologías eventual-
mente dejará sin empleo a muchas personas, millones de personas. Esas personas, al no con-
tar con un empleo, no podrán tener los ingresos necesarios para poder comprar las cosas que
las fábricas automatizadas producirán.
Las teorías económicas en boga como la austríaca, la keynesiana y la neoliberal opinan
que debemos dejar que las cosas tomen su curso por sí mismas. Yo no estoy de acuerdo con
que el gobierno se entrometa en todo, pero tampoco estoy de acuerdo en que no juegue nin-
gún papel participativo en la sociedad. Decir que las cosas tomarán su curso natural en este
caso es lo mismo que decir que debemos dejar que una epidemia tome su curso natural y que
no hagamos nada al respecto. Igual lo mismo podríamos decir de las guerras.
Las consecuencias negativas que se prevén con la aceptación de contratos laborales por
horas podrían verse aliviadas mucho si aceptáramos implementar un sistema de ingreso bási-
co permanente e irrestricto. Incluso las empresas se verían beneficiadas al tener menos resis-
tencia por parte de la sociedad para aceptar el pago por horas. El pago de pensiones también
quedaría prácticamente resuelto siguiendo este mismo esquema. En este caso no estaríamos
hablando de un ingreso mínimo, sino de todo un salario completo, pero el punto aquí es que
exactamente el mismo esquema es lograble y por las mismas exactas razones.
No todo han sido experimentos. Hay un caso particular conocido desde hace tiempo. En
Alaska, Estados Unidos, existe desde 1970 un sistema de ingreso básico. No es gubernamen-
tal. Es auspiciado por las empresas petroleras. Pero eso no importa. Lo que importan son los
resultados observados y las consecuencias positivas que eso tiene para todos. En Finlandia y
en Holanda ya se están comenzando a dar otros casos de esta propuesta. En Inglaterra y en
Francia ya están comenzando a discutir esta posibilidad.
De todos los ensayos con ingreso básico, quizá el más importante para nosotros es el rea-
lizado en India. Su importancia estriba en las similitudes de esa nación con la nuestra en el
nivel económico de la gente y también en la sustancial cantidad de datos recabados.
Una descripción detallada de uno de esos ensayos te la ofrezco al final de este libro. En el
apéndice he puesto una traducción completa de un documento que describe todos los efectos
del proyecto de ingreso básico que se está realizando en India. Ojalá te sirva para darte cuen-
ta de lo que aquí en México también podemos hacer y de los enormes beneficios que produ-
ce adoptar esa práctica. Eso que están haciendo en India es solo una muestra pequeña. Aquí
en México, con la Economía del Valor Social, podemos hacer muchísimo más.

— 670 —
NUEVO SISTEMA DE SEGURIDAD SOCIAL

Como muchas otras cosas, para hacer eso, solo hay que ponernos a trabajar en ello.

— 671 —
TERCERA PARTE

Nuevo Enfoque Industrial

No se puede decir demasiado acerca de este tema. En todo este libro, he tratado de expli-
car de múltiples formas la importancia que tiene la autosuficiencia industrial para una socie-
dad que quiera desarrollarse.
No es posible alcanzar el desarrollo económico si no se logra obtener una base industrial
propia. En México tenemos una arraigada confusión. Vemos fábricas por todas partes y pen-
samos que somos una sociedad industrial. No es así. No somos una sociedad industrial, ni in-
dustrializada. Solo somos una sociedad que vende su mano de obra hasta quedar agotada, a
cambio de unos dólares que necesitamos para ir a comprar lo que nos quieran vender afuera
del país.
Lo curioso es que las empresas que nos venden esas cosas que estamos comprando son las
mismas empresas para las que trabajamos tantas horas durante tantos años. En el fondo de
las cosas, no veo ninguna diferencia entre la situación actual, y la situación de la que nos
quejábamos hace cien años, cuando la Revolución Mexicana acabó con las tiendas de raya.
¿Cuál es la diferencia esencial? Yo no veo ninguna.
Por esto, la Economía del Valor Social propone desarrollar muy rápidamente la industria
nacional, comenzando por la industria más básica de todas: la producción de alimentos.

Industria pesquera y agropecuaria


No solamente debemos dejar de importar nuestros alimentos. También debemos dejar de
exportarlos. Las ideas neoliberales que nos han metido en el hoyo en el que nos encontramos
nos han sembrado la creencia de que es necesario exportar para que estemos bien. Eso es un
engaño. No es necesario exportar nada, de hecho es económicamente nocivo.
Si fuera necesario exportar, no sería sustentable vivir en este planeta en donde un espacio
inmenso nos separa de la siguiente civilización. De no ser posible contactar a nadie, no po-
dría ser posible que nos desarrolláramos en este aislado planeta ubicado en un punto que no
es más importante que cualquier otro.
Imagina que nuestro país está igual de aislado que el planeta en el que nos hallamos. ¿Qué
podríamos hacer si no podemos comerciar con otros mundos? Lo único que hace el ser hu-
mano cuando se halla solo: procurarse las cosas que necesita a partir de los recursos que ten-
ga a la mano.
Siempre ha tenido éxito el ser humano en lograr obtener de la naturaleza de este mundo lo
que necesita para vivir bien. ¿Cómo es que hemos llegado a estar tan plenamente convenci-
dos de que el comercio internacional es tan indispensable?

— 673 —
TERCERA PARTE

Una cosa es intercambiar nuestras mercancías por las de otras sociedades por no conve-
nirnos desarrollar nuestra industria en alguna rama en especial. Pero otra muy distinta es ha-
bernos reducido a un país que solo produce mano de obra y la cambia por todo lo que necesi-
ta una sociedad tan grande como la nuestra. Nos hemos confundido en el camino.
Hemos llegado a una situación en la que todo lo compramos a otros países. La mayor par-
te la pagamos con nuestro trabajo asalariado, y la otra la pagamos con préstamos que pedi-
mos. Préstamos que jamás podremos pagar mientras no produzcamos más que mano de obra.
Eso nos está hundiendo más y más en una especie de esclavitud, de servidumbre. Pero aun
así no nos alcanza porque no hay suficientes empresas extranjeras que vengan a querer poner
sus operaciones aquí. Debido a eso, no nos queda otra opción sino la de salir del país y traba-
jar para esas empresas en condiciones todavía más adversas, al margen de la ley, lejos de
nuestras familias.
La única forma de librarnos de todo eso es ser autosuficientes en la producción de nues-
tros propios alimentos, tanto los que provienen de la tierra, como los que provienen del mar.
Por esa razón, para la Economía del Valor Social, resolver esa situación es esencial y de lo
más importante.
No solamente nuestros agricultores deben tener un desarrollo fuerte, sino también nues-
tros pescadores. Quizá a estos últimos son a los que más les debemos porque son los que han
estado más tiempo olvidados. Nuestra industria pesquera debería darnos mucho más de lo
que necesitamos, pero no es así. Nuestra industria pesquera da lástima tan solo de verla y de
ver la forma como nuestros pescadores viven. Su nivel de vida debería ser cientos de veces
más elevado y sin embargo viven como parias, teniendo como herramienta una simple balsa.
Eso no debe continuar. Nada impide que logremos enderezar todo eso más que el hecho de
que no nos hayamos dedicado a trabajar en ello.
En la visión de la política económica según lo describe la Economía del Valor Social, los
agricultores y los pescadores no desean salir de México para ir a esclavizarse a otros lugares.
En esa visión las cosas suceden totalmente al revés. Agricultores y pescadores de otras socie-
dades desean venir a trabajar en México para nuestros pescadores y agricultores quienes tie-
nen un poder económico y financiero muy superior al de ellos.
Esa visión es totalmente realizable. Si la consideramos imposible es debido al adoctrina-
miento del que hemos sido sujetos durante muchos años, durante generaciones. Nuestros
agricultores y nuestros pescadores son mexicanos también y, al igual que cualquier otro in-
dustrial, debe y puede contar con los medios para producir miles de veces más de lo que ne-
cesita para vivir y debe y puede tener acceso a la tecnología propia y al financiamiento prefe-
rente.
Por eso en la Economía del Valor Social se plantean tantos cambios. No podemos esperar
resolver las cosas haciendo más de lo mismo. No podemos enderezar todo usando las mis-
mas estructuras organizacionales que nos han llevado hasta el punto en el que nos hallamos.

— 674 —
NUEVO ENFOQUE INDUSTRIAL

Esas estructuras, esas políticas, esas leyes, nos han separado, nos han puesto uno contra el
otro, nos han dividido. Debemos cambiarlas para poder volver a ser uno solo, para poder
volver a vivir como una sola sociedad. Muchas veces en la historia distintos gobiernos han
intentado unir a la gente a base de la fuerza, a base del convencimiento o incitando a la lucha
de una clase contra otra. En la Economía del Valor Social no se necesita nada de eso. Se pro-
pone una forma distinta y adecuada de hacer las cosas para que por resultado natural nues-
tros esfuerzos se unan y se complementen sin que sea necesario que nos obliguen a ello.

Industrias Estratégicas
Para poder hablar de cómo se pueden mejorar las industrias estratégicas, es primero nece-
sario que entendamos qué son las industrias estratégicas y por qué esas industrias en particu-
lar se deben considerar estratégicas.
Una industria estratégica es aquella que es indispensable para que una sociedad satisfaga
sus necesidades primarias hoy y en el futuro.
Esta definición es la que usaré en la descripción de la Economía del Valor Social para po-
der explicar por qué se consideran estratégicas aquellas industrias analizadas aquí. Existen
otras definiciones que se apartan de esta definición que estoy adoptando y decido no utilizar-
las por varias razones. La mayoría de las veces están limitadas, o están basadas en perspecti-
vas distintas. Ofrezco un caso, como ejemplo.
El diccionario Cambridge define este término como “una industria que el gobierno consi-
dera muy importante para la economía del país o su seguridad”. En esta definición se evi-
dencia una definición “limitada” y además basada en una perspectiva “distinta” a la que se
maneja en la Economía del Valor Social.
Está limitada porque incluye solamente la economía y la seguridad (seguridad soberana)
de un país. Además, solo es aplicable para un país, y no para una sociedad cualquiera, sea
que esté conformada en país o no. La definición adoptada para la Economía del Valor Social
no solamente incluye la economía y la seguridad, sino también todas las demás necesidades
básicas que tiene una sociedad, como lo son la salud, la alimentación, la vivienda, el vestido,
la educación, la justicia, la protección al entorno ecológico, entre otras.
Por otra parte, la definición del Cambridge está basada en perspectivas distintas porque
habla de un “gobierno que considera muy importante” a dichas industrias, mientras que la
Economía del Valor Social no basa la importancia en la “consideración” sino en la realidad,
presente y futura. Realidad demostrable, objetiva. Realidad indispensable, no importante.
Tan importantes se consideran en esta economía que, si tales industrias no existen, la socie-
dad carente de ellas sencillamente no tiene futuro. En el futuro, no existirá.
Otras fuentes ofrecen una definición un poco distinta, pero todas básicamente rondan en
el mismo concepto ofrecido por el diccionario Cambridge.

— 675 —
TERCERA PARTE

Bien, si una industria es estratégica porque satisface necesidades primarias, ¿cuáles son
esas necesidades primarias?
1. Alimentación
2. Vestido
3. Vivienda
4. Salud
5. Educación
6. Paz
7. Justicia
En esta breve lista podemos estar de acuerdo de forma general. Si preguntamos a distintas
personas obtendremos alguna que otra cosa además de esta lista, y también podemos, si lo
deseamos, analizar detalladamente cada concepto y averiguar por qué son tan básicas estas
necesidades. Sin embargo, estoy seguro que al final de cuentas caeremos en una lista prácti-
camente idéntica, así que no creo que sea productivo el enfrascarnos en mucha discusión.
Sin embargo, cabe mencionar que, en la lista, las primeras cuatro cosas no son solo bási-
cas para una sociedad, sino para cualquier persona. Esto es natural. Para que una sociedad
funcione bien, no solo debe satisfacer las necesidades de la sociedad, sino también debe sa-
tisfacer las necesidades del individuo. El alimento, la salud, el vestido y la vivienda son ne-
cesidades que todos tenemos y que debemos satisfacer, ya sea que vivamos en sociedad o no.
Cualquier persona, aun si vive en aislamiento total, deberá tener estos cuatro satisfactores
básicos. En aislamiento no necesita paz, ni educación, ni justicia, pero definitivamente nece-
sitará alimentación, necesitará dónde vivir, cómo proteger su cuerpo y deberá estar saludable
para poder prolongar su vida lo más que pueda.
En sociedad, sin embargo, como individuos necesitamos otras cosas además de estas cua-
tro básicas. Necesitamos paz entre nosotros, ya sea para poder disfrutar de nuestra individua-
lidad, o para disfrutar de la relación que tengamos con otras personas. También necesitamos
un conjunto de reglas que nos ayuden a resolver nuestras diferencias, procurando siempre
que esas reglas no reduzcan nuestra libertad más de lo que sea necesario, para poder ser y ha-
cer lo que deseamos ser o hacer. Necesitamos también educación, conocimientos. Esto es ne-
cesario si viviéramos solos, pero es más necesario si vivimos en sociedad. Como individuos
necesitamos saber aquello que nos dé la posibilidad de extender nuestra vida de la forma que
nos guste, pero en sociedad, también nos ofrece la posibilidad de extender la vida de aque-
llos con los que compartimos la vida social de la forma como todos en sociedad escojamos
vivir. Podemos así obtener conocimientos en áreas sociales como comunicación, literatura,
música, ciencias, tecnología, industria, comercio, y muchas otras que ofrecen a una sociedad
la ventaja de crecer, desarrollarse y mejorar la vida de las personas que la integran.

— 676 —
NUEVO ENFOQUE INDUSTRIAL

Vivir en sociedad nos debe ofrecer la enorme ventaja de que podamos especializarnos
como individuos en algo que nos guste y mejorar con eso nuestra relación con nuestra socie-
dad. Actualmente, en México, así como en la mayoría de los países, estamos lejos de obtener
eso que constituye la razón más básica de vivir en sociedad.
Actualmente estamos en un constante estado de alerta por sobrevivir que nos aleja de for-
ma permanente de nuestro objeto social. La sociedad o, mejor dicho, la vida en sociedad, pa-
rece ofrecernos cada vez menos estas ventajas. No podemos especializarnos cada uno de no-
sotros en hacer lo que más nos gusta, tan solo porque estamos sometidos constantemente a
un estado de vida de sobrevivencia. Hemos estado tanto tiempo así, y hacia donde miremos
vemos que todo es así, que se nos ha olvidado para qué vivimos en sociedad.
Muchos de nosotros en nuestro interior lo sabemos, pero no hemos logrado ponerlo en pa-
labras. De allí que muchos de nosotros tratemos constantemente de escapar a lo que vemos a
nuestro alrededor. Nos comenzamos a sentir enclaustrados en una realidad que no deseamos,
pero que al mismo tiempo no vemos a alguien que se haya librado de ella.
Aquellos de nosotros que hemos logrado allegarnos de recursos materiales suficientes
para mejorar nuestro nivel de vida, tampoco estamos a salvo de esta realidad. Ahora no solo
tenemos que estar sobreviviendo, sino que también tenemos que estar defendiendo lo que he-
mos obtenido para que otros con más urgencia, y con menos suerte, no nos lo arrebaten, le-
gal o ilegalmente.
No sabemos ya ni siquiera qué es lo que está mal. Vemos algunas cosas mal por aquí y
otras cosas por allá, pero tras un leve análisis, la cantidad de cosas que están mal se hace tan
grande que nos avasalla y nos impide seguir analizando. Ante eso, cerramos los ojos, nos da-
mos la vuelta y en la mayoría de los casos preferimos buscar algún distractor, alguna diver-
sión que nos enfríe la mente para sostener nuestra paz interior. Permanecemos así durante un
tiempo, hasta que después de unos días, o meses, algo en nosotros vuelve a hablarnos y de
nuevo intentamos mirar a nuestro alrededor para tratar de entender qué es lo que está mal y
cómo es que podríamos mejorarlo, tan solo para volver a caer de nuevo en la situación de
que es demasiado pesado y complejo el tratar siquiera de entender. Así sucesivamente se de-
sarrolla la vida de prácticamente la totalidad de nosotros.
Pero volviendo al pequeño listado de cosas básicas que una sociedad necesita, es necesa-
rio hacer notar que falta un ingrediente esencial, y que por lo común pasa muy desapercibi-
do: la sustentabilidad.

Sustentabilidad Industrial
La palabra “sustentabilidad”, tan de moda en los últimos diez o quince años, significa mu-
chas cosas importantes que no nos han explicado. Generalmente asociada a temas de ecolo-
gía, la sustentabilidad está íntimamente relacionada con la permanencia de las cosas. Una so-
ciedad sustentable no es necesariamente una sociedad ecológicamente integrada y en armo-

— 677 —
TERCERA PARTE

nía con su entorno. Una sociedad sustentable es una sociedad que va a existir de forma inde-
finida, es decir, durante mucho tiempo. ¿Qué tanto tiempo? Mucho.
Me podría atrever a decir que la sustentabilidad es el punto focal o razón de ser de la ne-
cesidad de satisfacer todas las cosas que aparecen en la lista de necesidades básicas. Es tan
importante la sustentabilidad que incluso podría re-expresar la definición de industrias estra-
tégicas como sigue:
Las industrias estratégicas son aquellas que nos aseguran la sustentabilidad humana y so-
cial.
Desde un punto de vista particular, todas las necesidades que tenemos como sociedad (y
en muchos casos también como individuos) las tenemos porque si no las satisfacemos, no al-
canzaremos la sustentabilidad que necesitamos. Sustentabilidad no es lo mismo que supervi-
vencia.
Supervivencia es lo que ya tenemos. Estamos sobreviviendo. Somos sobrevivientes. A pe-
sar de todo el mérito que esa condición supone, no es un estado de existencia que sea susten-
table. No puede uno estar sobreviviendo por tiempo indefinido. En algún momento debe
uno, como individuo o como sociedad, pasar del estado de sobrevivencia al estado de viven-
cia. Como sociedad y como individuos debemos dejar de sobrevivir para comenzar a vivir.
De lo contrario más temprano que tarde nos extinguiremos.
El estado de sobrevivencia no deja margen a errores. En el estado de sobrevivencia, todos
nuestros sentidos, nuestros esfuerzos están constantemente comprometidos de forma total.
Un error, y todo se va al traste. Esto es claro. Cuando uno como persona tiene poco, no se
puede uno dar el lujo de cometer errores. No puede uno arriesgar lo poco que uno tiene. No
puede uno invertir los pocos recursos que uno tiene en llevar a cabo algún proyecto que im-
plique riesgo, porque cualquier riesgo que se nos presente se magnifica ante la carencia de
un “colchón” que nos ayude a absorber la situación que se presentará si el proyecto falla.
Debe uno proteger lo poco que uno ha logrado poseer, ya sea salud, dinero, propiedades, li-
bertad, lo que sea. No hay margen para arriesgar nada. Esa reacción humana también es na-
tural. Como seres humanos con algunos años de evolución estamos programados para ser de
esa forma. Protegemos con más empeño aquello que necesitamos y que nos es difícil reem-
plazar, que aquello de lo que tenemos en abundancia y que no lo consideramos vital. No
existe nada cultural en esa reacción. Es naturaleza humana reaccionar así.
No reaccionamos así porque seamos mexicanos, o latinos, o porque tengamos mucho o
poco. Reaccionamos así porque nuestra naturaleza humana está programada para ser de esa
forma. De hecho, prácticamente todos los seres vivos que existen reaccionan así. Nuestras
células reaccionan de esa forma, nuestras mascotas, las plantas, los virus. Aquellos seres vi-
vos que no reaccionan de esa forma ya están extintos o están en vías de extinción. No eran
sustentables.

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NUEVO ENFOQUE INDUSTRIAL

Después de pasar por la sobrevivencia, debemos entonces entrar a la vivencia. Después de


sobrevivir es necesario vivir. De otra forma no alcanzaremos la sustentabilidad que necesita-
mos para asegurarnos no solo el día de hoy, sino también el de mañana. Si seguimos sobrevi-
viendo, viviremos hoy, pero quién sabe mañana.
Las industrias estratégicas deben proporcionar a una sociedad la forma de ser sustentable,
la forma de poder asegurarle un mañana, no solo su existencia el día de hoy. Dentro de nues-
tra libertad que tenemos los individuos en sociedad, algunos de nosotros escogeremos vivir
el día de hoy, y hoy satisfacer nuestros gustos y necesidades sin importarnos el día de maña-
na. Pero habrá otros quienes escojamos hacer algo por el día de mañana y anticiparnos a lo
que sucederá, asegurando con ello la sobrevivencia de nuestra sociedad por tiempo indefini-
do, es decir, asegurando su sustentabilidad.
Ahora que ya entendemos qué es lo que una industria estratégica es, y por qué es estraté-
gica, y qué es lo que ser estratégico significa, pasemos a explicar cada una de las industrias
que deben ser consideradas así.
1. Industria pesada. No solamente no producimos productos. Tampoco producimos
las herramientas para producir productos. Nuestra economía se basa básicamente
en vender nuestra mano de obra e importar con ella lo que necesitamos. Debería-
mos ya estar produciendo máquinas para soldar, tornos, fresadoras, hornos side-
rúrgicos, taladros, prensas troqueladoras, y un sin fin más de herramientas. No ha-
cemos nada de eso. Es no solamente muy triste esa situación, sino que también es
totalmente nociva. Nos pone a todos a merced de otras sociedades para poder ha-
cer lo que necesitamos hacer. En la Economía del Valor Social, este es uno de los
ramos industriales que más agresivamente se atacan.
2. Industria de comunicaciones. La información y la comunicación van de la
mano. Información que no se publica no sirve de nada. La comunicación sin in-
formación tampoco sirve de nada. La tendencia de nuestro tiempo es la de digita-
lizar la información y los medios de comunicación por los cuales compartimos la
información. Eso es bueno. Eso le da a nuestro intercambio de información un ni-
vel de eficiencia y celeridad nunca antes visto. Entre más comunicados estemos,
más fuertes seremos como país. Más libertad tendremos. Más difícil será que nos
controlen. Pero hay una situación básica. Toda la comunicación y la información
de la que estamos hablando se apoya en la tecnología desarrollada por otras socie-
dades. Dependemos de ellas para comunicarnos. No podemos seguir así.
3. Industria automovilística. En México hay más de 76 millones de vehículos, en-
tre autos, camiones, motocicletas. Todos esos vehículos son necesarios para ir de
un lugar a otro y para transportar nuestras cosas. Sin embargo, no tenemos indus-
tria automovilística propia. Toda la industria de producción de vehículos que exis-
te en México es extranjera y todos los autos que se producen son extranjeros. Ni
uno solo es mexicano. Esos 76 millones de vehículos no los tenemos de lujo. Los

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TERCERA PARTE

tenemos porque son necesarios para nosotros. Sin ellos nuestra economía se iría a
pique. Necesitamos independizarnos en la producción de vehículos. Estamos a
punto de migrar hacia una tecnología distinta en los vehículos y ni siquiera hemos
alcanzado autosuficiencia con la tecnología que va de salida. Los vehículos eléc-
tricos están a la vuelta de la esquina y nosotros ni siquiera hacemos vehículos de
combustión. El indecible atraso que tenemos en esta industria nos pone en una si-
tuación en la que está totalmente comprometida nuestra soberanía al quedar atada
nuestra economía a otras sociedades en algo tan elemental como la producción de
vehículos.
4. Industria aeronáutica. Si es vergonzoso y peligroso el no tener industria auto-
movilística, la industria aeroespacial se queda todavía más lejos. En esta industria
ni siquiera tenemos los conocimientos. Al menos los autos sabemos hacerlos,
pero los aviones no. Sabemos hacer algunas cosas, pero no todas. Es necesario
dar pasos muy aprisa para recuperar el terreno de decenas de años que hemos per-
dido en esta industria tan básica y elemental para el desarrollo de una economía.
5. Industria naviera. No es nada nuevo construir barcos. Es una industria milenaria
y sin embargo en México no hacemos barcos. En esta industria estamos atrasados
miles de años con respecto a otras sociedades y no lo hemos resuelto. Debemos
contar con nuestra industria naviera.
6. Industria ferrocarrilera. Otras sociedades llevan cientos de años construyendo
ferrocarriles mientras que nosotros llevamos cientos de años de retraso en esta in-
dustria. Hace más de cien años debimos haber empezado el desarrollo de esta in-
dustria y no lo hemos hecho. Seguimos a expensas de la voluntad de otras socie-
dades. Dependemos de ellas para que quieran vendernos las máquinas y los vago-
nes y que nos los vendan a como ellos quieran, todo por no haber desarrollado
nuestra industria ferrocarrilera. Hasta ahora no existe ningún medio de transporte
terrestre más eficiente que el ferrocarril y ni aun así hemos hecho nada por ello.
En la Economía del Valor Social, el desarrollo de los ferrocarriles está en uno de
los primeros lugares en la lista de pendientes. La razón es múltiple. El ferrocarril
puede reemplazar en muchos aspectos al transporte carretero. Teniendo una capa-
cidad de carga muy superior y pudiendo alcanzar velocidad más elevadas, el fe-
rrocarril puede transportar vehículos de carga completos, con todo y su carga a
destinos terrestres en forma muy rápida y eficiente de una forma que quizá nunca
pueda lograrla una carretera.
7. Industria electrónica y semiconductores. Esta industria se aproxima a los 80
años de desarrollo en otras sociedades y nosotros ni siquiera hemos comenzado a
intentar desarrollarla. Deberíamos estar produciendo semiconductores y compo-
nentes electrónicos de patente mexicana pero no hemos ni siquiera pensado en
ello. El engaño del bajo costo de la mano de obra asiática no nos ha dejado ver
que nosotros no solamente podemos producir a un costo menor usando las políti-

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NUEVO ENFOQUE INDUSTRIAL

cas basadas en la Economía del Valor Social, sino que no hemos reconocido tam-
poco el inmenso valor estratégico que esta industria tiene para nosotros en el pre-
sente y en el futuro. Esta industria impacta a muchas otras, y todas ellas están
comprometidas por la falta de independencia tecnológica e industrial en este te-
rreno. Aviones, satélites, comunicaciones, autos, sistemas de producción inteli-
gentes, y muchos más, están dependiendo de otras sociedades por no contar noso-
tros con nuestra propia industria de desarrollo y producción de componentes elec-
trónicos y semiconductores.
8. Industria de plásticos. La era del acero ha ido dando paso progresivamente a la
era del plástico y no hemos hecho nada al respecto. Hemos muy tímidamente he-
cho como que apoyamos a la industria petroquímica pero solamente la hemos lle-
vado hasta medio camino. No tenemos plásticos de desarrollo nacional, de paten-
te mexicana, que podamos explotar en nuestro país para producir los materiales
que necesitamos para desarrollar nuestra economía. No podemos aspirar a desa-
rrollar nuestra economía mientras no desarrollemos nuestra industria de materia-
les plásticos adecuadamente.
9. Industria metalúrgica. Esta situación no solo es triste, sino que también es trági-
ca. En tiempos pasados teníamos industria siderúrgica y metalúrgica propia. Hoy
tenemos solamente un tímido remedo de todo aquello. En lugar de avanzar nos
fuimos hacia atrás. Si ya teníamos esa industria, debimos haber avanzado en de-
sarrollar nuestra propia tecnología, no solamente para la producción sino para el
desarrollo de nuevos aceros. Después de todos nuestros logros, llegamos a una si-
tuación en la que no tenemos ni la tecnología de producción, ni la tecnología de
los materiales.
10. Industria farmacéutica. Antaño autosuficientes en medicinas, hoy también he-
mos dejado esta industria sumamente estratégica en manos de empresas extranje-
ras. Gracias a los loables esfuerzos del Dr. Simi, tenemos apenas una empresa que
produce medicinas. De no ser por él, estaríamos mucho peor. Tuvo que ser él
quien nos hiciera ver lo carísimo que nos están vendiendo las medicinas, y simul-
táneamente, lo grande que sería el ahorro si las produjéramos nosotros con nues-
tra propia tecnología. En la Economía del Valor Social, con sus políticas que im-
piden la monopolización de las invenciones, el costo de las medicinas y la oportu-
nidad de desarrollarlas más rápido sería nuestra ventaja universal.
11. Industria biotecnológica. Nuestra biotecnología no solamente está secuestrada
por las empresas extranjeras, sino que estamos secuestrados todos junto con ella.
Nuestros centros de investigación biotecnológica deberían haber salido del ámbi-
to zoológico y botánico desde hace años, y deberían de estar ya explorando las
aplicaciones biotecnológicas en el ser humano, pero eso ni siquiera lo hemos co-
menzado a pensar. El desarrollo de células madre en el cuerpo humano representa
un salto gigantesco en la tecnología médica y de la salud y no se nos ha ocurrido

— 681 —
TERCERA PARTE

hacer nada al respecto. Millones de personas ya deberían tener curas efectivas


para el cáncer, la diabetes, la regeneración celular para la recuperación de miem-
bros y órganos perdidos, pero nada de eso tenemos porque estamos sentados es-
perando a que otras sociedades resuelvan esos problemas para que luego vengan
y nos los vendan. El tan cantado obstáculo de que no tenemos dinero es solamen-
te un pretexto. A lo largo de este libro debe haber quedado demostrado sobrada-
mente que podemos hacer lo que necesitamos hacer y que la falta de dinero no es
un impedimento, como nos lo han hecho creer.
12. Industria de defensa y militar. De todo lo que importamos, quizá, el armamento
es lo más costoso que existe. El armamento y en general todo el equipo militar es
costosísimo incluso para las sociedades que las desarrollan y producen. Un solo
vehículo Hummer cuesta más de veinte veces lo que cuesta un vehículo normal, y
no se desempeña veinte veces mejor. Los aviones militares, los barcos militares,
los submarinos, todos ellos están totalmente fuera de nuestro alcance porque
nuestra mano de obra solamente nos alcanza para obtener una cierta cantidad de
dinero. No podemos trabajar más. El cuerpo humano tiene un límite. No hemos
visto que todo eso y más podemos hacerlo nosotros. En la Economía del Valor
Social se abordan estas situaciones de frente y se contempla el arranque de varios
proyectos de desarrollo militar.
13. Industria médica. Cuando en México hablamos de salud, inmediatamente nos
imaginamos médicos y hospitales. Esto está bien, pero solo es una parte del cua-
dro completo. Detrás de los médicos y los hospitales debe existir una extensa in-
fraestructura industrial y tecnológica que hoy no tenemos. Desde lo más básico,
como camas de hospital, hasta lo más sofisticado, como sistemas de barrido tridi-
mensional, son necesarias para asegurar la sustentabilidad de una sociedad, y
nada de eso tenemos. Lo poco que hay lo hemos tenido que comprar a empresas
extranjeras. No hemos hecho nada por desarrollar nuestra propia tecnología y
nuestra propia industria que aproveche tal tecnología. El resultado de ello ha sido
la triste y deplorable situación en la que nos encontramos, en la que en nuestro
país no se produce prácticamente nada, y lo poco que se produce es de tecnología
extranjera.

Minería Urbana
La obtención de materiales es tan importante y fundamental que hay que hablar de ella de
forma separada.
Esta industria, apenas conocida, es la solución perfecta a los problemas de contaminación
química que tenemos. Su objetivo, como toda industria minera, es obtener minerales. La di-
ferencia entre este tipo de minería, y la minería convencional, es el área de trabajo.

— 682 —
NUEVO ENFOQUE INDUSTRIAL

En la minería convencional, el área de trabajo es la tierra. Se lleva a cabo cavando túne-


les, o desplazando tierra desde la superficie para alcanzar sustratos más profundos. La mine-
ría submarina no está desarrollada en nuestro país, pero consiste básicamente en lo mismo,
con la diferencia de que la tierra está ubicada en el fondo marino. Incluso la minería extrate-
rrestre es muy similar, solo que se lleva a cabo en ambientes sin atmósfera, o en atmósferas
distintas a la terrestre, y en condiciones gravitatorias diferentes.
La minería urbana es parecida, pero no se lleva a cabo en la tierra o en la roca del subsue-
lo, sino en desechos urbanos.
El caso del reciclado de los desechos electrónicos es un ejemplo muy claro. En la actuali-
dad miles de toneladas de desperdicios de aparatos celulares, televisiones, radios y otros mu-
chos aparatos electrónicos están siendo enterrados y muy poco o casi nada de ellos se recu-
pera. Sin embargo, esos desperdicios representan una fuente importante de metales cuyo va-
lor es muy alto para nuestra sociedad, para la gente. Una tonelada de desperdicios electróni-
cos contiene entre tres y cincuenta veces la cantidad de metales que una tonelada de tierra de
una mina convencional.
Iridio, oro, plata, litio son solo algunos de los metales que pueden obtenerse más fácil-
mente y de forma más económica a partir de los desechos electrónicos que a partir de tierras
mineras convencionales. Esto no es difícil apreciarlo si vemos cómo se lleva a cabo el proce-
so minero normalmente.
Las escenas de personas trabajando en lugares oscuros, localizados en profundidades
grandes dentro de la Tierra para extraer rocas es quizá la única diferencia. A partir de allí, los
procesos en ambas industrias mineras son básicamente idénticos.
Las rocas extraídas en una mina convencional pasan a procesos posteriores en donde son
trituradas hasta reducirlas a un fino polvo. Después, por medio de magnetos y otros procesos
mecánicos y químicos, son separadas en sus componentes. Ese proceso de refinación se lleva
a cabo en ambas industrias.
Los componentes electrónicos son triturados y reducidos también a un polvo fino, y por
medio de procesos de refinación básicamente idénticos a los de su contraparte convencional,
el polvo es separado en sus componentes minerales.
Por su capacidad de obtener minerales básicos, a esto se le ha conocido como minería ur-
bana. Debemos promover este tipo de actividades. Estamos destruyendo este planeta. Nos
estamos destruyendo a nosotros mismos.
La industria de minería urbana debe desarrollarse de forma rápida si queremos garantizar
nuestra permanencia en este planeta. Al igual que las industrias energéticas, la industria mi-
nera convencional no es capaz de crecer al ritmo que lo hace la sociedad que demanda sus
productos. Por esta razón, la minería debe moverse rápidamente hacia el reprocesamiento de
los desechos sociales para obtener los minerales que nos hacen falta para producir los pro-
ductos que necesitamos.

— 683 —
TERCERA PARTE

Actualmente nos hemos enfocado mucho en la neutralización de la peligrosidad de los de-


sechos, y en su posterior confinamiento. Los desechos con contenido energético se aprove-
chan parcialmente, pero nada de eso es sustentable. Todas esas actividades son solamente de
contención. No estamos resolviendo el problema.
Últimamente hemos realizado esfuerzos por resolver el problema modificando los proce-
sos de producción para que no generen los contaminantes que nos hacen daño, o que reduz-
can su cantidad de desechos. Eso está bien, pero es un esfuerzo que solo puede reducir el
problema en una limitada cantidad.
La solución completa está en desarrollar nuestra tecnología para obtener materias primas
a partir de los desechos. Esa es la única salida sustentable para todos. Pero esas tecnologías
no se van a desarrollar solas. Hay que trabajar en ello.
Un ejemplo de lo que estoy diciendo es el reciclado de los neumáticos. A partir de ellos se
puede obtener acero de muy alta calidad y otras sustancias como el negro de humo. Esto se
puede hacer ya, con la actual tecnología. El problema es que es más caro reciclar un neumá-
tico que lo que cuesta obtener esos mismos materiales por otros medios.
Desde un razonamiento puramente simplista parece no tener sentido insistir en ello, pero
esa actitud es la principal razón de que haya depósitos enormes de neumáticos en todo el pla-
neta que no han tenido otra opción sino la de crecer sin que haya nada que los pueda conte-
ner o detener.
En la Economía del Valor Social, en donde el dinero no tiene valor, el costo de la obten-
ción de los materiales se considera al revés. Lo que se toma en cuenta es el costo de no tener-
los, y la forma como manejamos nuestros sistemas mineros actualmente nos está llevando
irremediablemente a un agotamiento de las fuentes naturales de nuestros minerales y mate-
rias primas.

Industria Energética
La información y la comunicación van de la mano. Información que no se publica no sir-
ve de nada. La comunicación sin información tampoco sirve de nada. Ambas van de la mano.
La tendencia de nuestro tiempo es la de digitalizar la información y los medios de comunica-
ción por los cuales compartimos la información. Eso es bueno. Eso le da a nuestro intercam-
bio de información un nivel de eficiencia y celeridad nunca visto. Pero eso es bueno.
De nuevo lo digo. Entre más comunicados estemos, más fuertes seremos como país. Más
libertad tendremos. Más difícil será que nos controlen. Sin embargo, hay una situación toda-
vía más básica que debemos discutir.
Toda la comunicación y la información de las que estamos hablando se apoyan en la elec-
tricidad. La electricidad es una de las materias primas básicas para contar con información y
comunicación digitalizadas. Si no tenemos energía eléctrica nuestra comunicación e infor-
mación digitales son solo un sueño irrealizable.

— 684 —
NUEVO ENFOQUE INDUSTRIAL

Afortunadamente hoy en día tenemos suficiente electricidad para sostener nuestros siste-
mas de comunicación e información. Pero debemos tener cuidado de no permitir que esa ma-
teria prima básica sea controlada por nadie. Esto es importante. La generación de energía
eléctrica no debe ser controlada por nadie, de lo contrario ese control se extendería a nuestra
libertad de información y comunicación.
El control de la energía eléctrica podría representar un control equivalente al control de
los periódicos con el papel periódico. ¿Alguien recuerda eso? No podemos permitirnos caer
de nuevo en esa situación. Hay soluciones. Hay opciones para evitar que eso ocurra.
En primer lugar, no debemos privatizar CFE. La compañía pública de electricidad debe
seguir estando bajo el control del gobierno, en representación de la gente, de la libertad de
información, de la libertad de comunicación. Eso es un paso en la dirección correcta. Pero no
es suficiente tampoco.
Todos sabemos lo que el gobierno hace cuando tiene el control total de algo. Por tanto, el
segundo paso es comenzar a crear redes distribuidas de generación de energía eléctrica. Pe-
queñas estaciones generadoras de electricidad, de propiedad social regional, que se puedan
interconectar a la red central. Eso ya se hace. La legislación existe desde hace años. Solo te-
nemos que impulsarla e invertir en mejorar la tecnología para que sea más eficiente, más
limpia.
La industria de producción de energía eléctrica distribuida es una industria claramente es-
tratégica por cuanto nos ofrece sustentabilidad, al contrario de la que actualmente tenemos.
Al margen de los costos, es necesario entender que incluso las formas de producción alterna-
tivas y ecológicas no son sustentables a menos que sea hagan de forma distribuida. Esto es
por la diferencia entre la capacidad de multiplicar la capacidad de producción, y la capacidad
de la sociedad para crecer, demandando más y más energía eléctrica.
La energía eléctrica es indispensable para nuestra sociedad. Es indispensable para la vida
como la conocemos hoy, y al parecer será en el futuro cada vez más importante. Una socie-
dad sin energía eléctrica no puede ser una sociedad, según nuestros estándares actuales.
Imagina lo que pasaría si de un momento a otro la energía eléctrica se fuera. El desvaneci-
miento de las luces en la ciudad y nuestros hogares sería el menor de los problemas. En un
caso extremo podríamos usar velas. Pero pensemos en todo lo demás. Los enfermos en los
hospitales morirían, muchos de ellos en forma casi inmediata. La comida en nuestros hoga-
res y en las tiendas de abasto no duraría sino unas cuantas horas antes de pudrirse. No po-
dríamos obtener combustibles para nuestros autos, o en este caso, para algún generador que
tuviéramos, dado que las bombas en las estaciones son eléctricas. Las industrias en las que
laboramos se detendrían. Los comercios se cerrarían. Los bancos no podrían entregarnos
nuestro dinero. Todo esto y más sucedería en tan solo unos minutos después de que la ener-
gía eléctrica se hubiera detenido.

— 685 —
TERCERA PARTE

En algunos lugares de la nación está prohibido cancelar el suministro de agua potable a


los hogares que por alguna razón no pueden pagar el servicio en alguna ocasión. Se les insta-
la un reductor para limitar la cantidad de agua que usan. ¿Por qué hacemos esto? Lo hace-
mos porque reconocemos que el agua es un elemento vital para vivir en nuestra sociedad.
Entonces, ¿por qué sí nos atrevemos a cancelar el suministro de energía eléctrica comple-
tamente, a un hogar que no haya podido pagarlo en un momento dado? Sin pensar siquiera
que pudiera haber personas enfermas en ese hogar que necesiten de la energía eléctrica, sen-
cillamente cortamos totalmente el suministro.
En regiones como las del norte de México, la gente depende de la energía eléctrica para
sus sistemas de acondicionamiento de aire. En esas regiones el clima artificial no es un lujo.
El clima natural es insoportable durante la temporada de verano y, con temperaturas que su-
peran los 50 grados Celsio literalmente personas y animales pierden la vida cada año debido
al calor.
Esos hogares gastan cantidades enormes de dinero en mantener esos sistemas funcionan-
do. Cuotas de más de dos mil pesos cada mes no son algo inusual. Enfrentan problemas para
reunir el dinero cada mes y cuando no lo logran, sencillamente se les corta el suministro.
A esas familias les interrumpimos el suministro de la energía eléctrica de una forma que
me recuerda la manera como las mafias cobran sus cuotas, quienes inmisericordemente casti-
gan a quienes no pagan “piso” o “protección”. ¿Es así como queremos vivir? ¿Es esta la for-
ma como queremos que nuestro gobierno nos represente? Por supuesto que no.
Hay otras formas. Hay otras alternativas. En México somos creativos. Tenemos muchas
personas con excelentes ideas. Pongámoslas sobre la mesa. Este plan, por lo pronto, incluye
la reducción de la energía eléctrica de una forma similar a como lo hacemos con el suminis-
tro del agua potable. Reducir, mas no interrumpir. Limitar, pero no dejar de abastecer. Nada
impide que esto se haga, excepto la voluntad de hacerlo.

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APÉNDICE

APÉNDICE

En India

Hace aproximadamente dos años, en India se llevó a cabo uno de los mejores experimen-
tos que ha habido de ingreso básico en el mundo. La cantidad de datos recabados es enorme
y muy reveladora. A continuación, te presento una versión traducida al español, un poco sin-
tetizada y comentada, del reporte elaborado por la UNICEF[170], acerca de dicho experimento.
PROYECTO DE TRANSFERENCIA INCONDICIONAL DE EFECTIVO EN MADHYA
PRADESH

RESUMEN EJECUTIVO
Introducción
El proyecto de Transferencia Incondicional de Dinero Madhya Pradesh (MPUCT)[171] es
una prueba piloto innovadora que pone a prueba lo que representan tales transferencias para
abordar las vulnerabilidades enfrentadas por los indios de bajos ingresos. Es la primera vez
que las transferencias incondicionales han estado sujetas a tan detallada evaluación en India.
Los resultados de la prueba piloto deberán ayudar a aquellos que intentan alcanzar un juicio
de valor balanceado con respecto a implementar las transferencias de dinero incondicionales
en la política económica y social de protección en India.
Las transferencias de dinero fueron mayormente marginales en las políticas indias…
hasta recientemente. Sin embargo, la evidencia de éxito de transferencias de dinero en
América Latina[172] y en países de Asia Oriental hicieron que muchos pensaran que las trans-
ferencias de dinero podrían arrojar resultados positivos. La avivada oposición entre aquellos
170 United Nations Children’s Fund [Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia]
171 A Little More, How Much It is ... Pilot Basic Income Transfers in Madhya Pradesh, India. SEWA Bharat, Nueva Deli.
Enero de 2014. Reporte auspiciado por Unicef.

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que sospechaban que sería un ardid para disminuir los servicios públicos condujo a mordaces
intercambios entre los promotores de las transferencias de dinero y los servicios públicos ta-
les como el Sistema de Distribución Pública, o a lo que después se convirtió en un debate en-
tre “dinero” contra “comida”.[173] En 2013, se lanzaron dos iniciativas por el gobierno de la
Alianza Progresista Unida (UPA)[174] que dejaron el conflicto sin resolver. Mientras se inicia-
ban los pilotos de 'transferencia de beneficio directo', la iniciativa de Seguridad Alimentaria
se convertía en ley. Ambos fueron presentados como “parteaguas” aun cuando parecían jalar
en sentidos opuestos. Otro problema del debate acerca de las transferencias de dinero está re-
lacionado con que los términos se han usado con distintas ideas en mente. Hay cuatro tipos
de transferencias de dinero: los incentivos (como en el caso de Janani Suraksha Yojana de In-
dia[175]); los subsidios (p.e. los otorgados a través del Sistema de Distribución Pública); los
beneficios en dinero (como las pensiones a personas mayores); y los bonos (los cuales son
sumas de dinero otorgadas a comunidades en particular).
A pesar de los vigorosos debates acerca de las transferencias de dinero, existía poca evi-
dencia creíble en India con respecto a la relación causal entre tales transferencias de dinero y
los resultados obtenidos. La base de conocimiento acerca de los resultados de las transferen-
cias de dinero incondicional era particularmente pobre. Para poder proporcionar una eviden-
cia creíble y recolectar las experiencias de los mismos beneficiarios, la UNICEF y la Asocia-
ción de Mujeres Autoempleadas (SEWA)[176] realizaron un acuerdo para realizar un experi-
mento piloto de transferencia incondicional de dinero en las áreas rurales del estado de
Madhya Pradesh en India. Dadas las fuertes posturas ideológicas acerca de las transferencias
de dinero, el experimento evitó abrazar una ideología en particular, y para propósitos del pi-
loto se acuñó un nombre alternativo. Un nombre que pudiera ser visto como compatible con
diferentes posturas ideológicas. Quizá 'ingreso básico' era lo que se buscaba. Ingreso básico
es usualmente definido como una suma pagada regularmente, en dinero, a individuos, sin
ninguna condición, a manera de un pago por derecho.[177]
La premisa central del diseño del piloto fue que el ingreso básico se pagara cada
mes, a todos los individuos del poblado. Cada individuo registrado como un residente re-
gular al inicio del proyecto recibió el ingreso, siendo el único requisito que abriera una cuen-
ta bancaria antes de tres meses después de iniciado el proyecto. Las transferencias para los
niños menores de 18 años se les entregaron a sus madres o, en caso de no tener, a algún cus-
todio designado. Las transferencias individuales fueron realizadas para evaluar su utilización
por diferentes tipos de individuos en una familia incluyendo, por ejemplo, los ancianos, las
172 Por ejemplo, “Bolsa Familia” y “Oportunidades” en México. Estos programas, aunque pretenden ayudar a la gente
más vulnerable, no se tratan de transferencias incondicionales.
173 Ver, por ejemplo, Khera, Reetika (2013). Cash vs In-Kind Transfers: Indian Data Meets Theory. IEG Working Paper
No. 325; Drèze, Jean (2011). The Cash Mantra, Indian Express, 11 de mayo; The Economist (2012). Cash, with
Strings, 10 de noviembre; y Standing, Guy (2012), Cash Transfers: A Review of the Issues in India. Social Policy
Working Paper Series -1, UNICEF India.
174 Coalición de partidos políticos en India.
175 Esquema gubernamental indio para reducir la muertes neonatales y maternales. Fuente . Obtenida el 7 de marzo de
2016.
176 Self Employed Women Association
177 Ver: basicincome.org/bien/aboutbasicincome.html

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EN INDIA

mujeres, y las personas con capacidades diferentes. Otra característica fue la regularidad del
pago: todos los individuos recibieron el pago designado cada mes para evaluar sus patrones
de gastos. Las transferencias fueron entregadas a todos los residentes del poblado para evitar
distorsiones debidas a medios-de-prueba y para permitir la evaluación del impacto del ingre-
so básico en familias con distintos niveles de ingresos. Así, el proyecto les pagó a todos los
individuos —ricos, pobres, ancianos, mujeres, niños, discapacitados, y a aquellos pertene-
cientes a grupos indígenas vulnerables— la misma cantidad cada mes a lo largo de un año en
los poblados designados.
Crucialmente, el experimento no impuso ninguna condición. En otras palabras, las
transferencias fueron realizadas sin ninguna condición con respecto a cómo “deberían” ser
gastadas. Los receptores fueron informados anticipadamente de que podían usar el dinero
como quisieran, y de que no habría ninguna dirección por parte de nadie relacionada con el
proyecto. El dinero fue transferido directamente a una cuenta en una institución financiera:
para la mayoría de la gente a una cuenta bancaria, y para las mujeres miembros del SEWA, a
sus cuentas individuales de la cooperativa. Las condiciones se eliminaron por dos razones.
La primera fue una razón empírica. Las investigaciones acerca de las transferencias condi-
cionadas de dinero, muestra que los condicionamientos son frecuentemente caros de imple-
mentar, y más aún, cuando se implementan correctamente, es difícil establecer una línea cau-
sal entre los resultados que se perciben como mejoras (por ejemplo, la nutrición y salud de
los niños, la asistencia a la escuela, etc.) y las condicionantes mismas[178]. La segunda razón
fue una más conceptual. El equipo de investigación quería probar la hipótesis de que las per-
sonas son generalmente capaces de tomar por ellas mismas sus propias decisiones en benefi-
cio de sus intereses, sus hijos y sus familias, en lugar de gastarlo en actividades dañinas,
como el consumo de alcohol. Aun cuando el equipo creía firmemente que esta hipótesis sería
verdadera, el hecho de que en efecto así fuera fue uno de los hallazgos más fuertes del estu-
dio y que resonó en los círculos políticos superiores[179].
Dados los ásperamente diferentes asentamientos tribales, se llevó a cabo un piloto
por separado en estos pueblos. El estado de Madhya Pradesh tiene una población tribal
sustancial de casi 21% de acuerdo al censo de India en 2011. Las tribus en Madhya Pradesh
viven usualmente en zonas forestadas y son considerablemente más pobres que sus contra-
partes no tribales. Para diferenciar los hallazgos del piloto a través de los dos contextos, se
llevaron a cabo dos experimentos. Para ambos, se utilizó una metodología modificada de la
Prueba de Control Aleatorio (RCT)[180]. Con el piloto ‘general’, el ingreso básico se entregó
directamente en las cuentas de banco de los individuos de los 8 poblados, mientras en los
178 Ver, por ejemplo, a Baird, S., Ferreira, F.H.G., Ozler, B. and M. Woolcock (2013). Relative Effectiveness of
Conditional and Unconditional Cash Transfers for Schooling Outcomes in Developing Countries: A Systematic
Review [Efectividad Relativa de Transferencias de Efectivo Condicionales e Incondicionales para Aprovechamientos
Escolares en Países en Desarrollo: Una Revisión Sistemática]. Campbell Systematic Reviews, 2013:8.
179 No solo ha resonado en los círculos políticos superiores en India, sino en todo el mundo.
180 Randomized Control Trial. Existen diversas variantes de este tipo de pruebas pero todas involucran realizar un
experimento en dos grupos de individuos. A uno se le aplican los modificadores y se le llama “piloto general”,
mientras que a los otros grupos no se les aplica nada y se les llama “grupos de control”. Ambos grupos se escogen
aleatoriamente (al azar) y se espera medir el efecto del grupo al que se le aplicaron los modificadores, contra el grupo
al que no se le aplicó ningún modificador.

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APÉNDICE

otros 12 poblados similares nadie recibió el ingreso básico. Para poder probar el impacto uti-
lizando una organización reconocida, en el 50% de todos los poblados, SEWA estuvo activa.
Se hizo una excepción con los receptores femeninos en los poblados pertenecientes a SEWA
para quienes las transferencias se dirigieron a cuentas de una cooperativa SEWA. Los impac-
tos de las transferencias fueron estudiados comparando lo que sucedió en cuatro grupos de
poblados (4 poblados de SEWA que recibieron el ingreso, 4 poblados que recibieron el ingre-
so pero no pertenecían a SEWA, 6 poblados de control de SEWA, y 6 poblados de control
que no pertenecían a SEWA)(ver Tabla 1). En el segundo piloto —la Transferencia Incondi-
cional de Dinero para los Poblados Tribales (o el piloto ‘tribal’)— dos poblados tribales si-
milares con presencia de SEWA fueron comparados; uno donde todos recibieron transferen-
cias de ingreso básico en dinero y otro en donde nadie recibió el ingreso básico. Dada la li-
mitada cantidad de hogares (aproximadamente 100) en el poblado anterior, SEWA se encar-
gó de que se pagara en efectivo en un día designado de cada mes.

Piloto General
Poblados SEWA con IB 4 Cuentas bancarias para hombres
Cuentas cooperativas para mujeres
Poblados no SEWA con IB 4 Cuentas bancarias para hombres y mujeres
Poblados SEWA control 6 ─
Poblados no SEWA control 6 ─
Piloto Tribal
Poblado con IB 1 Dinero efectivo para hombres y mujeres
Poblado control 1
Tabla 1. Distribución del ingreso básico
Entre durante un año y 17 meses, más de 6,000 individuos recibieron transferencias pe-
queñas mensuales de dinero, o lo que se denominó ingreso básico, en dos pilotos. Inicial-
mente, en el piloto general, cada adulto recibió 200 rupias al mes y cada niño 100 rupias al
mes. Después de un año, los montos fueron aumentados a 300 rupias y 150 rupias respecti-
vamente. En el piloto tribal, las cantidades fueron de 300 rupias y de 150 rupias por el perío-
do entero de 12 meses. Su situación antes, durante y después de recibir el ingreso básico se
evaluó por medio de diversas rondas de encuestas estadísticas —una encuesta Base (censo),
una encuesta de Evaluación Intermedia (muestra), una encuesta de Evaluación Final (censo)
y una encuesta muestral de Evaluación Postfinal— comparando los cambios en el período
con lo que ocurrió al grupo de control que no recibió la transferencia. En total, las encuestas
cubrieron más de 15,000 individuos. Además, cien estudios individuales a profundidad fue-
ron llevados a cabo con los receptores del ingreso básico por el período del experimento al
igual que las encuestas a nivel comunitario, las entrevistas con personas clave, además del
registro del peso de los niños por cada edad (como indicador de nutrición) y su asistencia es-
colar y desempeño en la escuela para evaluar si estos resultados fueron influenciados por la
recepción del ingreso básico.

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EN INDIA

La proporción de personas que recibieron el beneficio del esquema fue alta, y todas
recibieron el beneficio completo. Entre los pasos más importantes para la implementación
del esquema, está el de asegurar que la aceptación sea alta, que el costo para los que reciban
el beneficio y los implementadores de las políticas sea bajo y que los procedimientos sean
amigables. Casi todas las familias que recibieron el ingreso básico en el piloto general
(98.3%), cuando se les entrevistó con la encuesta de evaluación final, dijeron que habían re-
cibido el ingreso, aunque en algunas familias, no todos los miembros lo recibieron. Para esos
pocos que no recibieron el ingreso, las principales razones fueron que sus nombres no esta-
ban en la lista (algunos miembros habían anotado a sus familias después de que se había rea-
lizado el censo por razones de matrimonio o de nacimiento) o tuvieron problemas con los
bancos (incluyendo demoras en abrir sus cuentas bancarias o problemas al hacerlas funcio-
nar). También, algunas familias, y miembros dentro de esas familias voluntariamente decli-
naron el ingreso básico. Sin embargo, puede decirse con certeza que el sistema Nacional de
Transferencia Electrónica de Fondos (NEFT) que se aseguró de que las transferencias se rea-
lizaran en tiempo real funcionó muy bien. Aun cuando las dificultades iniciales, tales como
errores en los números de cuenta, resultaron en el 12% de devoluciones el primer mes, las
devoluciones se redujeron a 0.5% para el cuarto mes y a cero para el final del proyecto. El
piloto tribal, en comparación, estuvo mejor realizado ya que los pagos fueron realizados en
efectivo cada mes a todos los residentes en los poblados involucrados.
La inclusión financiera fue rápida y casi universal. La apertura de cuentas bancarias
fue realizada intensamente y en los primeros cuatro meses después del inicio del piloto gene-
ral, 95.6% de los individuos tenía una cuenta bancaria (o cooperativa). Para el restante 4%,
las cuentas fueron abiertas en los tres siguientes meses. Debido a la presencia de la SEWA,
más mujeres (365) que hombres (117) tuvieron cuentas antes que los poblados de ingreso bá-
sico de la SEWA. Totalmente, el ingreso básico se entregó a 5547 cuentas en 8 poblados cu-
biertos por el piloto general. Como se mencionó antes, en el piloto general, no se abrieron
cuentas y el ingreso básico fue desembolsado en efectivo.
Los intermediarios financieros fueron necesarios para lograr una inclusión financie-
ra. Las respuestas de los bancos hacia la apertura de las cuentas para el piloto general tendie-
ron a ser diversas y dependientes del gerente de cada sucursal. En algunas sucursales, los ge-
rentes fueron más cooperativos y ayudaron estableciendo ‘campamentos’ en los pueblos. En
otras, los gerentes estuvieron más renuentes a realizar algún trabajo extra. Dado todo el tra-
bajo que involucra el lidiar con los bancos, la presencia de intermediarios financieros, tales
como SEWA o la firma que llevó a cabo los censos (la Fundación India de Desarrollo) ayu-
daron.
Para las mujeres, el acercamiento de SEWA con los bancos condujo hacia una mejor
inclusión financiera. Las mujeres en los cuatro básicos poblados de SEWA encontraron me-
nos problemas al abrir sus cuentas —casi el 70% dijo que no encontraron ningún problema
al abrir una cuenta cooperativa comparado con el 44% de mujeres en los poblados de ingre-
sos básicos no pertenecientes a la SEWA (quienes dijeron que no encontraron ningún proble-

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ma en abrir una cuenta en el banco). Similarmente, mientras el 61% de las familias en los
poblados de ingreso básico de SEWA dijeron que encontraron una considerable dificultad en
retirar su dinero, solamente el 27% en los poblados de ingresos básicos de SEWA encontra-
ron dificultades. La relativa mayor facilidad usando intermediarios financieros como SEWA
en comparación a los bancos también se reflejó en el número de veces que los individuos tra-
taron con ambas instituciones. En los poblados de ingresos básicos de la SEWA, donde las
mujeres recibieron el dinero en cuentas cooperativas, casi el 86% dijeron que podían acercar-
se a la institución (en este caso la cooperativa) varias veces. En comparación, solo el 44% de
las mujeres en los poblados no pertenecientes a la SEWA dijeron que fueron a sus bancos
múltiples veces.
Como otros experimentos antes que él, el proyecto y la investigación asociada con él
tiene ciertas limitaciones. Una de ellas, se desvía del método estricto de la prueba de con-
trol aleatorio. Aunque algunos lo ven como limitación, la prueba de control aleatorio también
tiene sus propios problemas[181]. El principio detrás de la prueba de control aleatorio, como su
nombre implica, es que aquellos que reciben el “tratamiento” deberían ser seleccionados
aleatoriamente de una población más grande, y que el grupo de control también debería ser
seleccionado aleatoriamente. Durante la etapa de planeación y diseño de los pilotos, se deci-
dió que los poblados se seleccionaran aleatoriamente y las transferencias de dinero se dieran
a todos en esos poblados. Similarmente, se decidió que el proyecto incluyera otra muestra de
poblados donde nadie recibiera la transferencia de dinero. Este no es un estricto diseño de
prueba de control aleatorio porque las personas y las familias dentro de los poblados no son
tratadas aleatoriamente. Sin embargo, se consideró que el acto de hacerlo (dar dinero a algu-
nas personas dentro de los poblados y a otras no) arruinaría el experimento y conduciría a
problemas similares que surgirían en otros esquemas que también se querían abordar. Tam-
bién podría potencialmente conducir a resentimiento intrafamiliar. La segunda limitación es
que las transferencias de dinero bajo el proyecto no se dieron como un servicio público sub-
sidiado (por ejemplo, subsidiando alimentos disponibles a través del sistema de distribución
público) y, por lo tanto, los hallazgos de este experimento no pueden concluir firmemente
qué es mejor: efectivo o subsidio. Existen dos razones para adoptar este abordaje. El efectivo
en lugar del subsidio ya se había probado en otro experimento en el Servicio Público de Dis-
tribución, llevado a cabo por la SEWA en Delhi[182]. Dos, el proyecto MPUCT quería probar
la posibilidad de una modesta transferencia incondicional de efectivo, un ingreso básico que
pudiera ser entregado a la población pobre en un área muestral, y comparar los resultados de
individuos y familias que vivieran en dichas áreas contra otras. Se formuló la hipótesis de
que en algunos casos el efectivo podría conducir a un mejor acceso y uso de los servicios pú-
blicos. Por ejemplo, comprar comida cuando los suministros arribaran a la tienda del Servi-
cio Público de Distribución. Aun así, las encuestas conducidas durante el proyecto recogie-
ron las percepciones de los participantes en cualquier forma que ellos quisieran proporcio-
narla.
181 Han existido debates, por ejemplo, acerca del uso potencial de las pruebas de control aleatorio para evaluar el impacto
de la estrategia de la Meta de Desarrollo del Milenio.
182 Para más detalles acerca de este experimento, ver Standing, Guy (2012).

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EN INDIA

Este resumen intenta proporcionar una muestra de hallazgos clave en distintos asuntos
que las encuestas tocaron. Los hallazgos proporcionan solamente un vistazo de los efectos
que el ingreso básico tuvo en lo individual y en lo familiar, las actitudes y los comportamien-
tos, y en el desarrollo comunitario. Los detalles se pueden encontrar en el reporte completo
(disponible por solicitud) y en Davala, Jhavbala, Kapoor Mehta and Standing (2014)[183].

Hallazgos Principales
Las condiciones de vida básicas en los poblados de ingreso básico mejoraron comenzando
con la salubridad en los poblados cubiertos por el piloto general. Aproximadamente 16% de
las familias en los poblados del ingreso básico dentro del piloto general dijeron que había he-
cho cambios en sus sanitarios hacia el final del proyecto, comparado con solo el 10% en los
poblados de control. Una mayoría de familias atribuyeron las mejoras a sus sanitarios al in-
greso básico: 14.3% totalmente y 46.9% se lo atribuyeron parcialmente. Entre las familias
que no tenían sanitario al final del piloto, más del 7% reportó que construyó un sanitario
mientras los poblados de control solo alcanzaron un 4%. En comparación, no se produjo nin-
gún cambio significativo[184] en la disponibilidad de sanitarios en los poblados tribales con
ingreso básico.
Una parte del ingreso básico fue invertido para obtener un mejor acceso al agua po-
table, especialmente en los poblados tribales. Hubo evidencia de mejoramiento del acceso
al agua potable tanto en los poblados generales como en los tribales que recibieron el ingreso
básico, pero la fuente del mejoramiento varió. Las familias con ingreso básico del piloto ge-
neral, por ejemplo, fueron significativamente más propensas a la utilización de bombas o gri-
fos para beber el agua y fueron menos propensas a utilizar la casa de sus vecinos, vendedores
privados o pozos y llaves públicas lo cual sugirió una mejor inversión en recursos públi-
cos[185]. Por otra parte, en el poblado tribal que recibió el ingreso básico, hubo mejoras signi-
ficativas en los recursos hidráulicos privados, los cuales se dirigieron por igual al uso fami-
liar y a la irrigación. En otras palabras, las familias tribales beneficiadas utilizaron una parte
de su efectivo adicional en invertir en mejores recursos hidráulicos privados para beber. Una
de cada cinco familias construyó sus propios pozos y otro de cada cinco invirtieron junto con
un vecino, en lugar de utilizar una bomba manual pública.
Las fuentes de energía para cocinar y para iluminación también mejoraron. Muchas
familias en el piloto general utilizaron su ingreso básico para reemplazar o mejorar sus fuen-
tes de energía o de iluminación. De acuerdo con la encuesta de evaluación final, el 24.3% de
las familias de ingreso básico cubiertas bajo el piloto general cambiaron de alguna forma su
principal fuente de energía para cocinar o para iluminación en los previos 12 meses, compa-

183 Davala, S., R. Jhabvala, S. Kapoor Mehta y G. Standing. 2014. Basic Income: A Transformative Policy for India.
London: Bloomsbury.
184 Siempre que aparezca la palabra “significativo” o “significativamente” en este documento, queda implícita una
significancia estadística. En otras palabras, en este no se observó ningún cambio estadísticamente significativo en la
disponibilidad de retretes a niveles de 10%, 5%, y 1% de significancia.
185 De nuevo, esto significa que la diferencia entre las familias que recibieron el efectivo y aquellas que no lo recibieron,
el uso de grifos, o bombas de agua, fue estadísticamente significativo.

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APÉNDICE

rado con solo el 10.6% en los poblados de control, con la diferencia siendo altamente signifi-
cativa estadísticamente. El poblado tribal también reportó cambios. 16% de las familias tri-
bales reportaron haber usado un mejor combustible para cocinar y 14.5% reportaron mejoras
en su iluminación, comparadas con prácticamente ningún cambio en el poblado de control.
Los poblados tribales, los cuales eran mucho más pobres que los poblados en general, re-
gistraron incrementos significativos en la compra de bienes para sus hogares. Una parte del
dinero del ingreso básico fue utilizado por los beneficiarios en construcción de casas en el
piloto general, pero no fue mucho. Las familias se inclinaron más a comprar bienes producti-
vos para aumentar sus ingresos, en lugar de bienes que les dieran más confort. Sin embargo,
en las villas tribales las familias compraron toda clase de bienes durante la duración del pro-
yecto, pero las familias beneficiadas con los ingresos fueron más propensas a comprarlos.
Por ejemplo, el transporte es una necesidad importante para las familias tribales, dada la re-
mota ubicación de ambos poblados, particularmente el poblado beneficiado con el ingreso
básico. Así que más familias en el poblado con ingreso básico compraron bicicletas. En total,
aproximadamente 13 bicicletas fueron compradas en el poblado beneficiado, en comparación
a solo dos en el poblado de control. Más aún, en el poblado tribal beneficiado con el ingreso
básico casi el 27% de las familias compraron un total de 32 motocicletas tipo scooter y mo-
tocicletas regulares, mientras que solo dos vehículos de dos ruedas fueron comprados en el
poblado de control. Las familias en ambos poblados también compraron televisiones, televi-
sión satelital y mobiliario durante el curso del piloto, pero las familias tribales en el poblado
de ingreso básico fueron significativamente más propensas a comprarlas.
Tanto en el piloto general como en el tribal, aquellos quienes recibieron el ingreso básico
reportaron un incremento estadístico significativo en su suficiencia alimentaria después de
seis meses de que comenzó la intervención. Los resultados fueron sorprendentes en el piloto
tribal donde la proporción de familias beneficiadas con el ingreso básico que reportaron que
sus ingresos eran suficientes para satisfacer sus gastos en comida se incrementó de 52% al
inicio del piloto hasta 78% después de seis meses de estar recibiendo el dinero. En compara-
ción, poco cambió en los poblados de control: de hecho, los números reportaron que la pro-
porción de familias con ingresos suficientes para su alimentación declinó de 59% a 57% en
el mismo período de tiempo. En el piloto general, también, la recepción del ingreso básico se
asoció con el incremento de la suficiencia reportada, particularmente en familias vulnerables,
tales como la Agenda de Castas (SC) y la Agenda Tribal (ST)[186].
La recepción del ingreso básico tuvo un impacto estadísticamente significativo en la nu-
trición de los niños, tanto en los poblados generales como en los tribales, particularmente en
los niveles de nutrición de las niñas. Antes de que empezaran las transferencias del ingreso
básico, la proporción de niños con peso normal para su edad en los poblados beneficiados

186 Las agendas de castas y de tribus en India son listas elaboradas por el gobierno indio para reconocer sus derechos
como minorías dentro de la sociedad india. Ese concepto es algo equivalente a las reservaciones indias en Estados
Unidos y en México. Ver A. Fernández, Clases, castas y tribus en la India. La discriminación como costumbre, 12 de
abril, 2016, elordenmundial.com.

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EN INDIA

bajo el piloto general (como lo sugirieron los valores de Z[187] construidos usando los regis-
tros Anganwadi[188]) fue menor que en los poblados de control (39% contra 48%). De cual-
quier forma, para el final de la intervención, se observó un incremento de 20 puntos porcen-
tuales en el primer grupo de poblados (de 39% a 58%). En comparación, el incremento en
los poblados de control fue un modesto 10 puntos porcentuales (de 48% a 58%). Más aún,
mientras el estatus nutricional de los niños mejoró en ambos tipos de poblados, en las niñas
aumentó la proporción de las que alcanzaron el peso correcto para su edad en los poblados
del ingreso básico (una mejora de 25 puntos porcentuales comparada con 12 puntos porcen-
tuales en los poblados de control). La diferencia fue estadísticamente significativa. De he-
cho, la distribución del peso para la edad particularmente para las niñas se desplazó hacia lo
normal en los poblados que recibieron el ingreso básico. Interesantemente, la mejora en los
valores de Z para las niñas fue más alto en los poblados SEWA sugiriendo que teniendo una
organización representativa de mujeres puede aumentar el impacto de las transferencias del
ingreso básico en los resultados nutricionales, especialmente para las niñas.
Separando los resultados obtenido de pesos por edades en grupos sociales, se encontró
que las transferencias en el piloto general fueron progresivamente beneficiosas, de modo que
los niños de las familias ST registraron las más grandes mejoras y las más pequeñas mejoras
fueron registradas por niños de las familias de la categoría general. En contraste, en el piloto
tribal, aun cuando las mejoras en los niveles de nutrición se registraron para las familias be-
neficiadas con el ingreso básico, la diferencia entre ellas y las mejoras registradas por las fa-
milias del grupo de control no fueron estadísticamente significativas. Esto pudo deberse a los
altos niveles de desnutrición en estos poblados antes de que comenzara el proyecto. Así que,
aun cuando se observaron algunas mejoras, estas no fueron suficientes como para una eleva-
ción significativa en los números de peso “normal” por edad para los niños.
El ingreso básico mejoró la capacidad de las familias para comprar en el mercado, resul-
tando esto en un cambio en su canasta alimentaria; pero más dinero no resultó en mayor gas-
to en alcohol. Las familias que recibieron el ingreso básico reportaron una más alta propen-
sión a consumir vegetales frescos y leche. Su habilidad para hacerlo fue más pronunciada en
el piloto tribal, donde los beneficiarios del ingreso básico reportaron un aumento sustancial
en el consumo de comidas más nutritivas, como vegetales, huevos, fruta y carne. No se en-
contró ninguna evidencia de un aumento en el gasto en alcohol, ni en los poblados generales
y en los poblados piloto. Si acaso, cuando se les preguntó si estaban comprando más o me-
nos en relación a productos alimenticios específicos, una leve más elevada proporción de fa-
milias en los poblados de ingreso básico en ambos conjuntos de pilotos dijo que estaban
comprando menos alcohol que antes.
Los pagos de ingreso básico regulares facilitaron una respuesta más racional, o considera-
da, a la enfermedad, a través de medicaciones más regulares y para algunas familias, a través

187 Los valores Z son valores extraídos de una tabla de valores de una distribución normal y se utilizan para hacer ajustes
estadísticos. Para información adicional puedes ver algún texto académico de estadística matemática.
188 Los Centros Anganwadi en India, son parte de un esfuerzo del gobierno indio por atender la mortandad y la
malnutrición infantil.

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APÉNDICE

de una mejor ingesta alimentaria. Aun cuando el período de los pilotos fue demasiado corto
como para esperar un efecto observable en la salud, fue interesante ver que las familias que
recibieron el ingreso básico reportaron una menor incidencia de enfermedades al final de la
intervención que aquellos que no lo recibieron, tanto en los poblados tribales como en los ge-
nerales. La diferencia fue más sobresaliente en el piloto tribal: mientras que las familias en el
poblado de control estuvieron más inclinadas a reportar alguna incidencia de enfermedad
(70% tenía al menos una persona enferma durante los tres meses anteriores al final de las
transferencias), una proporción menor en el poblado del ingreso básico (aproximadamente
58%) reportó una enfermedad en ese mismo período. Una mayoría de beneficiarios del in-
greso básico en ambos pilotos percibieron una mejora en su salud y se la atribuyeron a los
ingresos básicos. Cuando se les preguntó cómo había ayudado el ingreso básico, la mayoría
en el piloto general concordaron en que el ingreso básico les había ayudado a comprar medi-
cinas (66%); algunos hablaron de tener alimentos más regularmente (27%); mientras algunos
dijeron que el pago les había ayudado a mejorar su salud al reducir sus niveles de ansiedad
(16%). Interesantemente, los encuestados de la Agenda Tribal hicieron más énfasis en la in-
gesta regular de alimentos como la razón para una percibida mejoría en su salud, con rela-
ción a otros grupos, enfatizando la importancia de la suficiencia de comida para este grupo
vulnerable.
El ingreso básico también les ofreció a las familias más opciones en el tipo de servicios
de salud a utilizar al momento de buscarlos. Durante el curso de los pilotos, el uso de los
hospitales de gobierno como primera opción declinó levemente en los poblados beneficiados
con el ingreso básico y el uso de médicos privados y hospitales aumentó. Una tendencia si-
milar se observó en el poblado tribal con ingreso básico mientras que, en el poblado de con-
trol, las familias incrementaron su dependencia en remedios caseros tradicionales. Aun cuan-
do el proyecto no prueba que los servicios privados son mejores que los servicios públicos,
lo que sí queda claro es que cuando a las personas se les da la oportunidad, más de ellas op-
tan por pagar un servicio privado. Tal vez esto sea un cambio de servicios gubernamentales
hacia los privados. Tal vez es solo una tendencia a optar por un tratamiento en lugar de optar
por ninguno. Lo que es más notorio es que el ingreso básico parece permitir respuestas pre-
ventivas ante las enfermedades. En el piloto general, por ejemplo, el ingreso básico permitió
a la gente tomar medicinas más regularmente. De hecho, el impacto del ingreso básico en
este sentido (como el de tomar medicinas más regularmente) fue más fuerte en los poblados
SEWA, sugiriendo esto que el trabajo adicional realizado por la SEWA (por ejemplo, las
campañas de información sobre las ubicaciones de los consultorios médicos) había provoca-
do efectos. Similarmente, más gente en los poblados de ingreso básico compró un seguro
médico (7.6% de las familias) comparado con un 2.5% de familias en los poblados de con-
trol del piloto general.
Los pagos del ingreso básico redujeron la necesidad de las familias de financiar sus gastos
médicos a través de ciclos viciosos de endeudamiento. La solicitud de préstamos para gastos
de hospitalización fue menor en los poblados de ingreso básico hacia el final del piloto gene-

— 696 —
EN INDIA

ral (46%) comparado con los poblados de control (55%), siendo la diferencia estadísticamen-
te significativa. En lugar de eso, más familias beneficiadas con el dinero dijeron que habían
usado sus propios ingresos o ahorros para pagar hospitalizaciones. Lo que fue más motiva-
dor fue que las familias SC y las ST en el piloto general tendieron a depender menos en prés-
tamos que sus contrapartes en los poblados de control. Así que mientras el 64% de las fami-
lias SC y el 68% de las ST con algún incidente de enfermedad en los poblados de control ha-
bían usado préstamos o hipotecas para financiar gastos de hospitalización, en los poblados
con ingresos básicos el 52% de los SC y el 46% de los ST encuestados lo hicieron. Consis-
tentemente con los hallazgos en el piloto general, los beneficiados con el ingreso básico en el
piloto tribal solicitaron menos préstamos que las familias en el poblado de control: aproxi-
madamente 50% solicitó préstamos para financiar tratamientos hospitalarios en los primeros,
comparado con el 58% de los segundos.
Los pagos del ingreso básico incondicional tuvieron un impacto saludable en los niveles
de inscripción, particularmente en las niñas, y más aún en las niñas de poblados donde la
SEWA estaba presente. Uno de los hallazgos más fuertes del piloto fue la habilidad del ingre-
so básico de corregir la tendencia de las familias a sacar a sus niñas de las escuelas. Mientras
en los poblados de control del piloto general solamente el 36% de las niñas en edad de es-
cuela secundaria estaban inscritas, casi el 66% de las niñas de la misma edad en los poblados
de ingreso básico asistían a clases hacia el final de la intervención (Tabla 2). Interesantemen-
te, los niveles de inscripción, más aún para las niñas, fue más elevado en los poblados con
ingreso básico donde la SEWA estaba presente. En el piloto tribal, el ingreso básico detuvo
la tendencia a que los niños abandonaran la escuela. Así, mientras se observó un descenso de
17 puntos porcentuales en las inscripciones escolares en los poblados de control, solo se ob-
servó un descenso de 3 puntos en los poblados con ingreso básico durante el curso del piloto
tribal. Estas correlaciones fueron motivadoras ya que testificaron un efecto positivo del in-
greso básico en las inscripciones escolares, las cuales, importantemente, se elevan sin que
medie ninguna condicionante.

Edad
Hombre Mujeres Total
(en años)
Poblados Poblados de Poblados Poblados de Poblados Poblados de
con IB Control con IB Control con IB Control
6-10 98.0 93.5 97.3 94.3 97.6 93.9
11-13 94.8 96.7 96.5 83.6 95.7 90.1
14-18 84.4 65.6 65.0 36.1 76.0 51.3
Tabla 2. Piloto general: Inscripciones en la escuela por tipo de poblado, edad y género[189].
La recepción del ingreso básico también facilitó un incremento en los gastos escolares, en
artículos tales como uniformes, calzado, y libros en ambos pilotos. El total de los gastos por

189 Fuente: Proyecto de Transferencias Incondicionales de Dinero en Madya Pradesh, Encuesta de Evaluación Final,
2012, n=3061

— 697 —
APÉNDICE

familia en escuelas al igual que en distintos útiles escolares fue más alto en los poblados con
ingreso básico al cierre del piloto general. Aun cuando no se observaron diferencias estadísti-
camente significativas en poblados donde la SEWA no estaba operativa, las familias residen-
tes en poblados con presencia de la SEWA y que recibieron el ingreso básico gastaron 82%
más en enviar a sus hijos a la escuela, comparado con las familias en los poblados de control,
con la SEWA presente. Más aún, en lo que fue una tendencia motivadora, el gasto en la esco-
laridad de las niñas fue decididamente más elevado en las familias que recibieron el ingreso
básico en el piloto general, todavía más en las familias en poblados de SEWA. Algo similar
se observó en el piloto tribal. Al igual que sus contrapartes en los poblados generales, los be-
neficiarios del ingreso básico gastaron más en educar a sus niñas que antes de que comenza-
ran los pagos del ingreso. Después de eso, el promedio total de gastos en educación para las
niñas aumentó en casi 88%, sugiriendo que las transferencias de dinero tuvieron un impacto
saludable en la escolaridad de las niñas tribales. El estudio de estos casos proporcionó el tes-
timonio de la forma cómo unos pequeños gastos, como los que representan el calzado, ayudó
a estos niños a pasar pequeñas barreras (especialmente relacionadas con una apariencia po-
bre) para asistir a la escuela. No más niños sucios o descuidados, de familias tribales vulne-
rables, atenderían la escuela con una sensación de vergüenza.
Además de un incremento en la asistencia escolar, el ingreso básico tuvo un efecto positi-
vo en la mano de obra infantil asalariada, especialmente en poblados de la SEWA en el piloto
general. Hubo una reducción del 20% en la mano de obra infantil asalariada en los poblados
con ingreso básico comparada con un descenso de 5% en los poblados de control, con una
diferencia estadísticamente significativa. En el piloto tribal hubo una interesante paradoja ya
que la mano de obra infantil por salario se redujo mientras que la mano de obra por obra de-
terminada aumentó. Los niños en Ghoda Khurd (el poblado con ingreso básico) estuvieron
más inclinados a trabajar que los de Bhilami (poblado de control). Pero su trabajo fue menos
propenso a afectar su asistencia a la escuela. Así que el 36% de los niños en Ghoda Khurd
trabajó, comparado con el 26% de Bhilami, pero solo el 16% dijo que les había afectado en
la escuela, contra el 37% en el poblado de control.
El ingreso básico no redujo el nivel de migración, pero modificó su patrón de comporta-
miento, especialmente en los poblados tribales. Los poblados generales tenían una migración
baja (aproximadamente 5%), y el ingreso básico no tuvo impacto sobre eso. Los poblados
tribales tenían una mucho más alta migración: 29% en los poblados de ingreso básico y 20%
en los poblados de control. La principal razón dada por las familias en ambos poblados triba-
les fue la búsqueda de trabajo. Sin embargo, seis meses después de comenzado el piloto tri-
bal y al momento de la Encuesta de Evaluación Intermedia, solo 20% de los que migraron de
los poblados tribales con ingreso básico dijeron que lo hacían buscando trabajo, mientras que
36% en los poblados de control dijeron lo mismo. De hecho, para el momento de la encuesta
de evaluación final, cerca del 40% de las migraciones en el poblado tribal con ingreso básico
fueron para buscar una escuela, comparado con menos del 25% en el poblado de control.

— 698 —
EN INDIA

Uno de los más importantes descubrimientos fue el crecimiento del trabajo productivo
tanto en el poblado general como en el tribal, conduciendo a un incremento sostenido en el
ingreso. Casi el 21% de las familias beneficiadas por el ingreso básico reportó incrementos
en su trabajo generador de ingresos o producción, comparado con solo 9% de las familias de
control. Las transferencias también parecieron ser progresivas. Más familias SC que recibie-
ron el ingreso básico reportaron un incremento en su actividad económica (19.4%), mientras
solamente el 7.2% de las familias SC en poblados de control dijeron que habían experimen-
tado un incremento. La diferencia no fue estadísticamente significativa para los otros grupos
sociales.
En los poblados tribales, tal vez el impacto más grande del proyecto fue el habilitar a pe-
queños agricultores a pasar más tiempo —y también a invertir— en sus propias parcelas en
lugar de trabajar como empleados. La transferencia mensual de dinero aseguró que los gastos
diarios, tales como los realizados en comida, pudieran lograrse por las familias tribales, per-
mitiéndoles ello invertir en semillas y fertilizantes. Se realizaron gráficas que muestran cómo
la gente reportó lo que fue su ocupación principal en el piloto tribal al principio y luego en la
encuesta de evaluación final. Mientras que al principio menos del 40% de las familias en el
poblado tribal con transferencia de dinero dijo que eran agricultores, para el final de los 12
meses, este número había subido a más de 62%. Contrariamente, solo el 35% de las familias
en los poblados de control dijeron que eran agricultores hacia el final del proyecto, mientras
el resto se ganaban la vida como empleados.
El análisis multivariante utilizando datos del piloto general sugirió que la recepción del
ingreso básico estaba fuertemente asociada con la diversificación hacia una segunda activi-
dad económica combinada con la principal. Para el final del piloto general, el 21.9% de to-
dos los adultos con ingreso básico, y el 22% en los poblados de control, tenían algún tipo de
actividad económica secundaria, comparado con el 19.1% y el 20%, respectivamente, que te-
nían al inicio. Es notable que los pagos de ingreso básico indujeron a más habitantes, espe-
cialmente a más mujeres, a comenzar una segunda actividad económica.
Para los poblados generales, el análisis multivariante también reveló un efecto positivo y
significativo del ingreso básico en el número de horas trabajadas. Las familias que recibieron
el ingreso básico en el piloto general tuvieron casi 32% más probabilidades de trabajar más
horas que las familias que no lo recibieron. Las mujeres también parecieron tener más proba-
bilidades de trabajar más horas en sus actividades primarias y secundarias que los hombres.
Se obtuvieron resultados similares en el piloto tribal: los individuos que recibieron el ingreso
básico incrementaron significativamente sus días de trabajo, mientras que no se observó nin-
gún cambio en el poblado de control. De hecho, en el primer caso, al final del piloto, cerca
de 52% de los individuos reportaron estar trabajando de 11 a 20 días al mes (un aumento del
43.5% con respecto al inicio del piloto). En contraste, el porcentaje que reportó haber obteni-
do ese aumento en la cantidad de trabajo disminuyó en el poblado de control en el transcurso
del piloto.

— 699 —
APÉNDICE

Una de las razones para el incremento en el ingreso y la productividad fue el incremento


en los bienes productivos, especialmente en el poblado tribal. En el piloto general, las fami-
lias que recibieron el ingreso básico lo utilizaron para comprar bienes productivos. Hubo in-
crementos especialmente en el apropiamiento de máquinas de coser y pozos de agua, pero
estos no fueron estadísticamente significativos. En el piloto tribal, de cualquier forma, hubo
un incremento substancial en la cantidad de ganado en el poblado con transferencia de dine-
ro, lo cual tuvo implicaciones en la actividad económica y en el ingreso familiar. En el po-
blado tribal (por ejemplo, en Ghoda Khurd), el ganado pequeño se incrementó desde 424
hasta 633 en cantidad y en ganado de gran tamaño incrementó desde 259 hasta 323 en el pe-
ríodo entre el inicio y la encuesta de evaluación final. Durante el mismo período, en Bhilami
(el poblado tribal de control), el ganado pequeño decreció en número desde 466 hasta 355 y
el ganado grande decreció de 207 a 190. Las familias en Ghoda Khurd también reportaron un
incremento estadístico significativo en pozos y en arados de un 34% y 48% respectivamente
y de la misma forma en un 13% y 9% en el poblado de control.
El facultamiento de las mujeres fue uno de los resultados más importantes de este
experimento. La mayoría de las mujeres que recibieron el ingreso básico pensaron que po-
dían participar en las decisiones de cómo gastar su ingreso. En otras palabras, el ingreso bá-
sico pareció hacer la toma de decisiones familiar más equitativa que antes. En el piloto gene-
ral, 54% de las mujeres en los poblados con ingreso básico reportaron que el ingreso familiar
fue compartido equitativamente, comparado con el 39% de las mujeres en los poblados de
control. Esto también fue cierto para la dinámica de toma de decisiones en el piloto tribal.
Entre el tiempo del inicio y el fin del piloto, un año después, en el poblado tribal con ingreso
básico hubo un cambio sensible desde una fuerte norma por parte del jefe de familia deci-
diendo cómo se gastaría el ingreso hacia una norma más débil y un cambio relativo hacia una
toma de decisiones más igualitaria. El cambio dentro de las familias con ingreso básico com-
parada contra las familias de control fue significativamente más alto estadísticamente.
Cuentas individuales y transferencias individuales fortalecieron el control de las mu-
jeres sobre las finanzas. Cuando se les preguntó si preferían los pagos en sus cuentas indi-
viduales o si en cambio las preferían en cuentas familiares, menos mujeres en los poblados
de ingresos básicos dijeron que preferían cuentas familiares (40% comparadas con 47% de
los hombres). Más mujeres estaban más inclinadas a preferir una cuenta individual. El asunto
de si el dinero debería ser entregado a la cabeza de la familia o al individuo produjo un pa-
trón similar de respuestas con más de 42% de las mujeres prefiriendo las transferencias indi-
viduales comparadas con el 34% de los hombres.
Las mujeres y las niñas también se beneficiaron desproporcionadamente del ingreso bási-
co en términos de nutrición, salud y educación. Como se discutió antes, el índice Z en nutri-
ción sugirió que las niñas experimentaron una disminución más grande en la malnutrición
que los niños del mismo grupo de edades en el poblado piloto. También hubo alguna eviden-
cia de que las niñas ganaron paridad en sus dietas y como resultado ganaron en términos re-
lativos. En los adultos, existió evidencia de que las mujeres en general, y las discapacitadas

— 700 —
EN INDIA

en particular, ganaron relativamente más en términos de acceso a la comida y en sus balan-


ces dietéticos. Las estudiantes mujeres se beneficiaron más que los hombres con las inscrip-
ciones en la secundaria ascendiendo entre las niñas de familias que recibieron las transferen-
cias en el piloto general. En el poblado tribal con ingreso básico, los impactos se vieron en la
salud de las mujeres: más mujeres tribales en el poblado con ingreso básico de Ghoda Khurd
tuvieron acceso a instalaciones de salud y tomaron medicinas regularmente que en el pobla-
do de control. Al inicio, en el pueblo tribal, cuando a los encuestados se les preguntó qué for-
ma de tratamiento médico tomaban, el 22% de las mujeres en Ghoda Khurd respondieron
que usaban remedios caseros, mientras que solamente el 8% de los hombres dijo lo mismo.
Sin embargo, para el final del piloto tribal, cuando se realizó la encuesta de evaluación final,
esto había cambiado significativamente, con menos de 2% de mujeres en Ghoda Khurd di-
ciendo que su primera opción eran los remedios caseros. Al igual que los hombres, ellas tam-
bién fueron al médico local o a algún hospital privado o del gobierno.
Las mujeres que recibieron el ingreso básico incrementaron su trabajo en relación con las
mujeres que no lo hicieron, particularmente en los poblados tribales donde la participación
de la mano de obra femenina se incrementó en 16%, mientras que apenas sufrió algún cam-
bio para los hombres. Una razón para esto fue el cambio al trabajo a destajo, el cual fue par-
ticularmente significativo en el poblado tribal donde la proporción de mujeres haciéndolo su-
bió de 40% a 60%, mientras que en el poblado de control se redujo. Otra razón para el cam-
bio fue que los agricultores pequeños y marginales en el poblado tribal fueron capaces de
cultivar su tierra. La proporción de mujeres en el poblado tribal de ingreso básico cuya acti-
vidad primaria era la agricultura casi se duplicó, elevándose desde el 39% hasta el 66%.
Hubo un incremento de 6% en las familias beneficiadas con el ingreso básico que poseían
bienes de producción, tales como máquinas de coser, mientras que ese mismo número des-
cendió en el grupo de control. Similarmente, otros bienes de producción, como ganado, fue-
ron comprados lo cual tuvo implicaciones para los ingresos familiares y el trabajo de las mu-
jeres.
El ingreso básico tuvo un impacto directo en el endeudamiento de las familias. Las
familias que recibieron el ingreso básico en los poblados del piloto general fueron menos
propensas a incrementar sus deudas a seis meses de haber iniciada la intervención, y fueron
de hecho más propensas a reducirla, con la diferencia entre ellas y las familias de los pobla-
dos de control siendo estadísticamente significativa. En el piloto tribal, mientras que al inicio
ambos poblados, el de control y el de las transferencias, tenían dos tercios de sus familias en
deuda de algún tipo o de otro, al final, después de seis meses, 18% de las familias reportaron
que su deuda se había reducido.
El ingreso básico permitió a las familias alejarse de formas agresivas de préstamo hacia
formas más benignas. Durante las situaciones más serias, las familias en los poblados del pi-
loto general usualmente dependían de prestamistas, seguido esto por sus parientes y luego
amigos y vecinos. Sin embargo, cuando comparamos las familias en los poblados con ingre-
so básico, en contraste, al apoyo en parientes fue mucho más elevado.

— 701 —
APÉNDICE

El ingreso básico también permitió, a las familias que vivían en los poblados del piloto
general, el acceso a muchos esquemas gubernamentales. Al principio del piloto general, una
evaluación sugirió que había hasta 321 esquemas distintos gubernamentales en los 20 pobla-
dos cubiertos por el piloto general que estaban dirigidos a abordar la pobreza y la protección
social. La mayoría de ellos eran esquemas dirigidos con distintos tipos de condiciones. El in-
greso básico ayudó a las familias en estos poblados a obtener muchos de estos esquemas. Por
ejemplo, la Encuesta de Evaluación Postfinal examinó el acceso a 32 esquemas en dos po-
blados con transferencia de dinero y encontró que tener dinero en la mano permitió a las fa-
milias en estos poblados comprar en las tiendas de racionamiento, usar el transporte hacia los
hospitales de gobierno, abrir cuentas bancarias, etcétera.

Reflexiones Concluyentes
Los hallazgos del estudio cuantitativo, combinado con el estudio cualitativo de algunos
casos y las discusiones de grupo, nos condujeron a formular algunas conclusiones, las cuales
podrían ahora mostrar una forma de iniciar las políticas adecuadas.
Las transferencias de dinero incondicionales son benéficas y los beneficios se acumu-
lan unos sobre otros. En primer lugar, nuestros hallazgos sugieren que las familias usan las
transferencias de dinero sabiamente y no las disipan desperdiciándolas, por ejemplo, en la
compra de alcohol. Esto es aún más importante porque los pilotos no impusieron ninguna
condición. De cualquier forma, y de forma crucial, la falta de condiciones no indujo a la gen-
te a gastar el dinero en formas contra su propio beneficio. Por el contrario, gastaron el dinero
en nutrición, salud, educación y en bienes productivos, entre otras cosas. Este hallazgo deri-
vado del estudio eliminó uno de los temores que con frecuencia se expresan acerca de las
transferencias de dinero. En segundo lugar, la naturaleza incondicional de las transferencias
significó que la transferencia se hacía fácilmente una vez que la cuenta bancaria se habría y
los beneficiarios ya no tenían que gastar tiempo y energía demostrando que habían cumplido
con ciertos requisitos, aumentando así, por tanto, el aprovechamiento de las transferencias a
más del 98% de las familias. Finalmente, los beneficios de las transferencias incondicionales
de dinero usualmente se acumulaban unos sobre otros y, por lo tanto, tuvieron un verdadero
efecto emancipatorio en las familias. Por ejemplo, el incremento en la asistencia a la escuela
redujo la cantidad de niños trabajando; los bienes productivos incrementaron el ingreso fami-
liar, lo cual a su vez incrementó el acceso a una mejor nutrición; la reducción en las deudas
liberó los ingresos familiares para usarlos en trabajo productivo, etcétera. Aun cuando este
proyecto no tenía la intención de intentar comparar las transferencias de dinero condicionales
y las incondicionales, los datos que emergieron de los pilotos dejaron muy pocas dudas acer-
ca de los beneficios de las transferencias “incondicionales”, incluyendo la facilidad de tales
transferencias.
Recomendación 1: Las transferencias de dinero incondicionales o esquemas de transfe-
rencias de dinero pueden ser probadas como pilotos por los gobiernos de distintos estados, y
cuando sean exitosos, pueden ser adoptados como protección social.

— 702 —
EN INDIA

La inclusión financiera universal es posible y deseable y las transferencias de dinero au-


nadas a la intermediación financiera, aceleran el proceso. Coincidentemente, mientras los pi-
lotos se llevaban a cabo, hubo un inmenso debate en los medios de comunicación acerca de
la necesidad de la inclusión financiera. Los pilotos fueron capaces de demostrar que una
transferencia regular, tal como la que se realizó en el proyecto, condujo a una rápida apertura
de cuentas bancarias. También fueron capaces de subrayar el importante papel que juegan los
“intermediarios financieros”. Pero debajo de todo, estaba la evidencia empírica de que cuan-
do se le da una razón, la gente abre cuentas en instituciones financieras. Más aún, la gente
usa esas cuentas no solamente para recibir los beneficios, sino también para ahorrar y en al-
gunos casos para acceder a préstamos.
Recomendación 2: La presente campaña del gobierno hacia la inclusión financiera de-
muestra su voluntad para invertir en recursos sociales y financieros para alcanzar dicha in-
clusión. Un esquema de transferencias atado a tal programa puede incrementar la motivación
de la gente para abrir sus cuentas, conduciéndolos hacia las operaciones financieras principa-
les. Las transferencias de dinero y la intermediación financiera pueden facilitar una rápida
inclusión financiera.
Profundizar los servicios financieros requiere contactos con los bancos y un mejor
sistema de corresponsales bancarios. La inclusión financiera significa más que solo abrir
una cuenta bancaria; requiere el fortalecimiento de la capacidad de la gente para operar una
cuenta bancaria, ahorrar, pedir prestado y llevar a cabo planeación financiera. Dado que las
sucursales bancarias están lejos de los poblados y con insuficiente personal, el servicio ban-
cario a domicilio es la única solución. Además de los bancos, hay muchas otras instituciones
financieras, como las cooperativas, las agencias de microfinanciamiento que proveen servi-
cio a domicilio. Este experimento demuestra que utilizar tales instituciones puede facilitar
más genuinamente la inclusión financiera. Los bancos y el Banco de la Reserva de India han
estado promoviendo un sistema de “Corresponsales Bancarios” por todo el país. Desafortu-
nadamente, hemos encontrado que este sistema solo está más o menos operativo, principal-
mente debido a que los corresponsales bancarios no ganan ni siquiera lo mínimo para vivir
modestamente y debido también a que ellos mismos no obtienen toda la cooperación de los
bancos.
Recomendación 3: Para derivar el beneficio total del ingreso básico, el modelo bancario
debe ser reexaminado por el Banco de la Reserva de India y necesita hacerse más remunera-
tivo y más fácil de operar.
Las cuentas individuales y las transferencias individuales conducen al facultamiento
de más secciones vulnerables de la gente. Durante el curso del piloto hubo un debate in-
terno en el equipo del proyecto acerca de si las transferencias deberían ser individuales o por
familia. Eventualmente, el proyecto decidió pagar el dinero en cuentas individuales, después
de consultas extensivas, especialmente a los pobladores. Los hallazgos del estudio reafirma-
ron más la necesidad de hacerlo así. Las transferencias individuales de hecho dieron más

— 703 —
APÉNDICE

control del dinero a las secciones vulnerables, especialmente a las mujeres, discapacitados y
ancianos.
Recomendación 4: Para que sean efectivas las transferencias bancarias incondicionales,
especialmente para sectores de la sociedad vulnerables, se les debe entregar de forma indivi-
dual a cada miembro de las familias, en lugar de entregarlas a un solo miembro, como el jefe
de la familia.
El involucramiento de una agencia coordinadora ayuda a que el ingreso básico fun-
cione óptimamente. Una de las características únicas de este proyecto fue que los pilotos se
diseñaron para tratar de identificar el impacto a ambos, el ingreso básico y la función de la
coordinadora, siendo la hipótesis subyacente que la fuerza de los efectos positivos del ingre-
so básico sería aumentada por la existencia de un cuerpo colectivo capaz de asistir, aconsejar
y apoyar a beneficiarios vulnerables. Estas expectativas nacieron de los datos en la mayoría
de los aspectos, si no es que en todos. De hecho, los datos mostraron que el ingreso básico li-
gado a las actividades de la SEWA produjo mejores resultados en las familias que usaron ser-
vicios de salud y de educación. Igualmente, ser miembro de la SEWA tendió a hacer que las
familias no fueran adversas a tomar riesgos.
Recomendación 5: Dado que el proyecto reconoce que la SEWA es un tipo particular de
organización colectiva, lo cual tiene efectos más fuertes en algunos aspectos que en otros, es
razonable recomendar el involucramiento de un cuerpo como la SEWA, de modo de mejorar
el impacto de las transferencias de dinero, al igual que suavizar el proceso de la inclusión fi-
nanciera. El principal papel de tal organización debería ser el de ayudar a los beneficiarios
educándolos en cómo adquirir y manejar dinero y en cómo proteger sus nuevos derechos so-
ciales y económicos que el ingreso básico incondicional les proporciona. Esta función educa-
tiva es vitalmente importante en comunidades donde el dinero en las manos de la gente ha
sido escaso. En otras palabras, la emancipación financiera, no solo una simple inclusión, de-
bería ser el objetivo.
Las comunidades tribales pueden ser parteaguas. El piloto tribal conducido bajo el de-
sarrollo de este proyecto ha mostrado que el ingreso básico puede tener potencial transfor-
mativo particularmente fuerte en los poblados tribales.
Recomendación 6: El proyecto recomienda implementar los pilotos de ingreso básico en
estados con grandes poblaciones tribales en etapas que pudieran dividirse en subplanes. Es-
pecíficamente, recomienda que el gobierno de Madhya Pradesh lance pilotos de sus propios
poblados tribales. Existen principios y razones pragmáticas para hacerlo así. Las razones
principales incluyen el conocimiento de que las poblaciones tribales están entre las más mar-
ginadas y vulnerables de todo el estado y de India en general. Estas comunidades también
han sido centros de descontento social, suficientemente maduros como para convertirse en
centros de grupos extremistas. Los ingresos básicos ofrecen el fuerte prospecto de inducir un
desarrollo transformativo en estas comunidades. Las razones pragmáticas para proponer un
esquema experimental de ingreso básico en áreas tribales es que ellas son comunidades rela-

— 704 —
EN INDIA

tivamente autocontenidas y son, por tanto, relativamente fáciles de administrar para un pilo-
to. Y un piloto de esta naturaleza podría permitir al gobierno de Madhya Pradesh refinar su
nuevo Modelo de Tres Pilares de Samruddhi.[190]
Los planes de transferencia de dinero deben implementarse lenta y cuidadosamente.
La mayoría de los estados tienen más de 300 esquemas enfocados en los pobres, los vulnera-
bles y los marginados. El gobierno de Madhya Pradesh y otros gobiernos estatales están tra-
bajando hacia la convergencia y la conversión de muchos esquemas en transferencia de dine-
ro. Pero no puede hacerse de la noche a la mañana. Para tener éxito, las transferencias de di-
nero deben implementarse lentamente y metódicamente a través de cada estado y a través del
país, paso a paso.
Recomendación 7: El ingreso básico o cualquier otro sistema de transferencia de dinero
debería introducirse primero antes de que cualquier esquema existente sea retirado o reem-
plazado[191]. Esta forma debería rendir dividendos sociales posteriormente, ya que significaría
que las familias con ingresos bajos no enfrentarían el riesgo inicial y altos costos potenciales
de no obtener las transferencias de dinero al tiempo que pierden el acceso a los bienes subsi-
diados.[192]
Para concluir, existe una gran discusión acerca de las transferencias de dinero en los me-
dios de comunicación hoy en día. Ofrecemos este estudio basado en evidencias acerca de las
transferencias de dinero como parte de la política de discusión en curso. Es crucial que los
legisladores manejen con sensibilidad lo que podría llamarse la micro-política de una refor-
ma de las políticas sociales. Si se van a preservar y mejorar los principios progresivos de las
transferencias incondicionales de dinero, será crucial mostrar que los ingresos básicos, o
como sea que se les denomine, no vayan a ser introducidos como un medio de reducir los be-
neficios estatales existentes, ni como el medio de reducir el compromiso que tiene el go-
bierno de mejorar el bienestar de la población de India. No solo debe vérselos como progre-
sistas, sino que no debe vérselos como un paso hacia el desmantelamiento de los servicios
públicos sociales universales. Por el contrario, debería vérselos como una ayuda para que los
servicios públicos funcionen mejor. En este sentido, las “preferencias reveladas” de los po-
bladores deberían ser interpretadas correctamente. Algunos usaron su ingreso básico para
cambiarse a escuelas privadas o a servicios médicos privados. Esto no significa que las es-
cuelas públicas o los servicios médicos públicos sean indeseables. Más bien, sugiere que la
calidad y la accesibilidad de esos vitales servicios públicos deben ser mejoradas.
190 Vale la pena mencionar que el primer ministro de Madhya Pradesh ha iniciado grupos (choupals) y ha tenido una serie
de reuniones comunales (panchayats) con diversos grupos sociales, incluyendo tribales. Estas son iniciativas
prometedoras, y parece haber adecuados fondos disponibles para una serie de pilotos que encajarían en esa estrategia.
Eso podría ser utilizado en parte para financiar un piloto serio en al menos dos distritos de Madhya Pradesh y cubrir
una amplia variedad de comunidades tribales.
191 Esto fue propuesto en un artículo público cuando el gobierno lanzó esquemas piloto de transferencia de dinero que no
aplicaban este principio. G. Standing, How to make cash transfers work, Indian Express, 17 de diciembre de 2012. .
Entre los críticos de lo que sucedió, ver S. Prasad, Lots of glitches to iron out in India’s cash transfer scheme, Inside
India, 6 de mayo de 2013.
192 Esto fue recomendado en el estudio del gobierno de Delhi y la UNDP, organizado por la SEWA en 2010, donde “Una
Política de Elección” fue recomendada para moverse desde el Sistema de Distribución Pública hacia las transferencias
de dinero.

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