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LA IMAGEN DE DIOS

El argumentar que somos seres materiales tal como lo son los animales, no solo es degradante;
es peligroso. Aceptar esa premisa es aceptar que somos animales. Si es así, entonces
tendremos que aceptar que nos traten como animales. ¿Y qué hacemos con los animales? Los
domesticamos, los enjaulamos, los comemos, los encadenamos, los compramos o vendemos o
matamos, según nuestra conveniencia.

Definitivamente la propuesta bíblica es sensata y comprensible. Génesis 1: 26- 27 nos muestra


claramente que de todo lo creado, solo el hombre fue creado a imagen de Dios, asemejándolo
a Él, en primera instancia, en su capacidad de regir sobre todo lo creado. Pero no fue lo único
que Dios le dio como imagen y semejanza. Por ejemplo, podemos deducir que el hecho de que
Dios le diera para administrar todo lo creado, puede significar que Adán, antes del pecado, era
un hombre con cualidades y características de sabiduría, justicia, juicio y eternidad casi
similares a las de Dios. Dios pudo hablar con ellos y razonar con él. Génesis refleja además que
había comunión perfecta entre Dios y el hombre de tal manera que el hombre no temía la
presencia de Dios frente a Él. Pero el pecado rompió esa comunión. Y ahora el hombre nace
separado de Dios. Y si somos imagen de Dios, debemos reflejar la imagen de Dios en santidad,
revistiéndonos del nuevo hombre (Colosenses 3:10, Efesios, 4:24).

Y es que cuando hablamos de la imagen de Dios, expresamos las similitudes entre Dios y el
hombre (John Laidlaw). Y aunque no somos espíritu, ni infinitos, ni eternos ni inmutables (Juan
4:24, Salmo 90:2; Malaquías 3:6; Jeremías 23:24) como Dios, si poseemos algunos de sus
atributos que nos hacen entender que fuimos creados a Su imagen y semejanza. Ser hechos a
la imagen de Dios establece la diferencia del hombre con el resto de la creación terrenal como
un reflejo de Dios, pues equipa al hombre para gobernar sobre la naturaleza y ennoblece la
vida humana. Como seres espirituales hechos a imagen de Dios, debemos reflejar a Dios,
entendiendo que Dios dignifica el alma y santifica la vida humana de tal manera que Dios
incluso envió a Su Hijo (Juan 3:16) para redimirla.

Como seres humanos llevamos la imagen espiritual de nuestro Creador. Somos valiosos sin
importar nuestras capacidades o estatus en esta vida: Dios nos hizo poco menor que los
ángeles y nos coronó de gloria y honra (Salmo 8:5). Según Cristo, nuestra alma es más valiosa
que el resto de la naturaleza (Mateo 6:26; Marcos 8:36.) Entendemos que la vida es sagrada.
Tanto, que Dios castiga al que la quita (Génesis 9:5-6). Pero entendemos también que la
imagen que mostramos es de una naturaleza caída (Efesios 2:1) y que, necesitamos a un
Salvador para ser renovados y conformarnos a la imagen de Jesucristo, quien es la imagen
perfecta y hermosa de Dios. (Efesios 4:24; Colosenses 3:10)

Así pues, el valor y la dignidad del hombre van más allá de su naturaleza física o material. Van
al aspecto espiritual. La imagen de Dios a través del Evangelio establece que ser portador de la
imagen es algo espiritual; como algo que se encuentra en el ser del hombre, no en su función.
Como dice el apóstol Pablo, algún día nuestro aspecto físico regresará al polvo, pero como
creyentes debemos y podemos renovar el aspecto espiritual día a día. (2 Corintios 4:16).

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