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El taller de las calaveras

Amelia corrió por los pasillos, tal vez eso estaba prohibido en su escuela, pero
ella era bastante desobediente.

—Apresúrate— pensó Amelia.

Siguió corriendo, no había nadie en los pasillos de su escuela.

—Voy a llegar tarde— habló para ella misma, sin esperar que alguien la
escuchara.

—¿A dónde vas?— preguntó un niño, Adrián.

—A mi clase, es una clase de


escritura— respondió deteniéndose un momento.

—¿Te acompaño?— preguntó El Niño.

Amelia aceptó, no quería ir sola a la clase.

Ambos caminaron por los pasillos, la poca gente allí en la escuela los ignoraba,
pasaba cerca de ellos sin verlos.

Ambos niños hablaban entre ellos.

—¿Te gusta escribir?— preguntó Adrián.

—Sí, ¿Y a ti?, ¿Te gusta la escritura?— habló Amelia.

—Soy más de leer libros— respondió Adrián.

Amelia sonrío, le agradaba Adrián.

Ambos seguían caminando rumbo a la clase de Amelia.

—Es aquí— habló Amelia.


Adrián se quedo helado, dio unos pasos para atrás y salió corriendo.

Amelia lo miró con preocupación, más no le importó tanto como para ir por su
amigo, Amelia entró a su clase, allí estaban sus compañeros, esta los saludó con
amabilidad y sus compañeros saludaron en respuesta.

—Es aquí— habló Adrián mientras temblaba de miedo.

—¿Qué hace un niño vivo aquí?— preguntó el maestro de escritura de Amelia.

Amelia miró a su profesor con sorpresa.

—¿Dijo niño vivo?— preguntó Amelia.

—Eso dije— respondió el profesor.

—¿Estoy muerta?— preguntó Amelia mirando a su amigo.

—Adrián, no les hables, son almas en pena, vagan por la escuela como si aún
estuvieran vivos— ordenó la maestra de Adrián.

—Pero Amelia es mi amiga— respondió el niño.

—Amelia, has que ese niño te hable— pidió el maestro de Amelia.

—Adrián, mírame— pidió la niña.

Adrián, tratando de ignorar a su amiga, cerró con fuerza sus ojos.

—Mírame, Adrián— pidió la niña otra vez.

—No la mires, Adrián— ordenó la maestra de Adrián.

Adrián, tratando de ser valiente, abrió sus ojos solo para ver a su amiga.
Amelia, antes pareciendo una persona normal, ahora era una calavera, no tenía
piel, ni sangre, ni... vida.

Adrián se asustó mucho, retrocedió unos pasos, pero una mano de hueso cayó
sobre él.

La mano esquelética, tomó con fuerza la ropa de Adrián, tratando de que este
no se fuera.

—No te vayas— pidió Amelia. —Quédate, y se como nosotros, se una calavera


viviente— pidió Amelia mientras se acercaba a Adrián.

—¡No, no, no quiero ser una calavera!— gritó Adrián.

Adrián estaba muy asustado, solo podía gritar tratando de que lo ayudaran.

—¡Corre!— ordenó la maestra con una sonrisa de burla.

Adrián vio como su maestra también era una calavera, la maestra calavera trato
de acercarse a Adrián.

Adrián espantado, se levanto de su lugar y salió corriendo, no quería estar ni un


segundo mas allí.

—¡Mamá!, ¡Mamá!, ¡Mamá!— gritó Adrián, mientras corría.

Adrián corrió lo mas rápido que pudo, saliendo de aquella escuela tan
aterradora, a medio camino, Adrián tropezó con una roca.

Adrián cayo al suelo por culpa de una roca, asustado, miró como las calaveras lo
seguían.

—¡Mami!— volvió a gritar con miedo.


Las calaveras estaban cada vez más cerca de Adrián, este trataba de moverse e
irse con desesperación, pero no podía, estaba congelado, en completo shock
tratando de que su cuerpo reaccionará y lo sacará de aquel lugar horroroso.

—¡Mami, Mami, Mami, Mami!, ¡Mami, por favor, ayúdame!— gritó aterrado el
pequeño niño.

Adrián sintió que el mundo se acababa, una calavera, Amelia, lo había agarrado
de la camisa.

El miedo era cada vez mayor, Adrián trataba de decir algo o moverse, pero no
podía, su cuerpo no le hacía caso, Adrián estaba completamente quieto por el
miedo.

—Mami, ayúdame— habló Adrián en voz baja.

Adrián sintió que las demás calaveras tomaban sus manos, este seguía sin
poder moverse por el miedo.

—¿No habías dicho que eres muy valiente?, ¿Por qué nos tienes miedo?—
preguntó la maestra calavera.

—No, no les tengo miedo, yo soy valiente— respondió Adrián mientras cerraba
sus ojos.

Adrián abrió los ojos, esta vez, estaba en su cama, estaba sudando mucho,
había tenido una pesadilla.

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