You are on page 1of 54
ISBN 978-987-573-855 {||| 5-0 el ow ™ Puki tiene que aprender todo sobre las costumbres de su nueva familia. Donde hacer pis, qué comer y cuando puede jugar con su pelotita roja. Y como todos leen en esa casa y la mama de su duefio escribe todo el dia... épuede un perro aprender a leer y a escribir? jNada es imposible para un Puki! iNo te pierdas Ja divertida historia de cémo aprendi a leer y me convert{ en el primer perro escritor! Margarita Mainé fue docente de nivel inicial y se especializ6 en el proceso de aprendizaje de la lectoescritura. Es autora de numerosos titulos de literatura infantil y juvenil. Margarita tiene tres hijos, y vive en Buenos Aires con su marido Héctor y con Puki, el cachorro de esta historia. Puki, un perro insoportable Margarita Mainé Ilustraciones de Pablo Zamboni Direccién editorial: Silvia Lanter Direccid liceraria: Cecilia Repetti ‘Cooisinacion grifiea y diagramacidn Vanesa C Responsable de Correein: Patricia Motto Rouco Jefe de Operaciones: Gustavo Becker Responsable de Preimpresion: Sandra Reina Mustraciones: Pablo Zamboni © Margarita Mainé, 2013 © Biiciones SM, 2013 Ay. Callao 410,2° piso C1O22AAR Ciudad de Buenos Aires Primera ediiinsmacea de2013 Primera reinpresiin: noviembre de 2013 ‘Segunda reimpresién: marzo de 2014 ‘Tercera reinpresiin: septiembre de 2014 (Guarta rermpresiénsabril de 2015 ISBN 978-987-573-856.0 Hecho el depésito que establece la ley 11.723 Impreso en ls Argentina / Printed in Argentina Nb etl permitda Ta reproduc ‘ide toral 0 parcial rales bra, uli un pereoinsoportable /Margaita Maing; cooedinad por Ei Rt ratamientoinformiicnni| | Cosa Repaid por Ste ann ltcedogee 4a tansmisién de ninguna forma | rab Zamboni tre rem - Buenos Atcstt 2015 © por cualquier otro medio, ya ser electrénieo, mecinico, por foxocopia, por registro w octos si 12 psil: 19x em (1a de Vapor Aral:20) BBNITSNT-S75SS50 Mar Puki, un perro i able AGRAD llustraciones de Pablo Zamboni 1. Una nueva vida Nazi en el campo. Apenas asomé de la panza de mi mam, olf el pasto recién corta- do, y desde ese dia me gusta comerlo aunque los humanos pregunten: —jCome pasto? —y pongan cara de “eso no est bien”; es que parece que el pasto no esta entre los alimentos propios de mi especie. El mismo dia que yo, nacieron mis her- manos. Los tres salimos igualitos. Cuando los miraba, sentia lo mismo que cuando ahora paso frente a esa pared brillosa que llaman “espejo”. Ahi hay un perro igual a mi, que esta encerrado. ;Pobrecito! Si lo dejaran salir, podriamos jugar. Me mira y me ladra si yo le ladro. Y si me quedo calla- do para escucharlo, él se calla también, Tie- ne mis ojos, las mismas orejas caidas y pone la misma cara de “pobrecito, guieranmé”. Y fue cuando mis hermanos y yo esta- bamos juntos en un canastito en el campo, que Ileg6 un humano Ppequefio y me eligio. Me levanté en sus brazos con cuidado, pero igual me puse a lloriquear un poco. —jPortate bien! —grufié mi papa. Mi mam aullaba tanto que tuvieron que atarla. Tenia los ojos tristes y cuando me acerqué a olerla por altima vez, me dijo: —Todo es posible con esfuerzo, mi chi- quito —y me lamié como solo ella podia hacerlo. Ya nos habia avisado a mis hermanos y a mi que no pasariamos juntos mucho tiempo. Cada vez que tenia cachorros, ve- nian humanos y se los Ilevaban sin siquie- ra preguntarle. (Qué vida de perros! —jHasta pronto! —repetian con sus la- dridos agudos mis hermanitos. El coraz6n me latia fuerte: juna vida nueva! (Como seria? El humano pequefio meabraz6, meacaricid y dejé de Llorar hasta que llegamos a la casa. —Tranquilo, Puki —me decia, y asi supe como me Ilamaria. jEra un nombre muy lindo! Aunque siempre voy a extrafiar a mi fami- lia de cuatro patas, enseguida ellos pasaron a ser mi nueva familia. El humano mis chi- co era mi “Duefio”. “Ella”, su mama, y el “Grandote”, su papa. Tantas caricias, besos y abrazos me hicie- ron sentir afortunado. Yo era como un ju- guete. Pasaba el dia a upa, mimado por todos. Dormia en la cama con mi Duefio y comia cada vez que decia “guau”, Hasta tenfan un pequefio jardin con pasto sabroso! Las primeras noches, si me daba miedo y loraba un poco, Ella me acariciaba despaci- to detras de las orejas hasta que me dormia. Ese paraiso duré tan poco como mi tama- fo. Enseguida empecé a crecer, a moverme de un lado al otro, y a querer jugar en cada momento del dia. Mis dientes se pusieron filosos y tuve que gastarlos mordisquean- do zapatillas y muebles. Asi empezaron mis problemas con Ella. Tuve muchos problemas con Ella hasta que... Mejor empiezo por el principio. Voy acontarles la historia de mi nueva vida. 2, Guau, guau, guauuuu Mi Dueso es un nifio, asi les dicen a los humanos pequefios. Todos los que viven en esta casa se creen mis duefios, pero a mi no me importa. El, que es el mas pequeiio, es el mas grande para mi, También es un cacho- rro. Un cachorro de hombre, pero cachorro al fin. Aprendi que es muy distinto ser humano que ser perro. Ellos caminan en dos patas y nosotros, en cuatro. Ellos se visten con mu- chas cosas, nosotros tenemos pelos y no usamos ni zapatos. Ellos nunca salen de sus casas sin el aparatito ese que llevan en el bolsillo, y si suena, se lo ponen en la oreja y empiezan a hablarle. Nosotros, jams Lle- vamos nada y nunca ladramos con aparatos. jSon rarisimos estos humanos! Después de vivir un tiempo con ellos, descubri que el idioma es lo que mas nos separa. Ellos tienen miles de palabras para decir muchas ideas y cosas distintas. En cam- bio, nosotros tenemos el “guau”, el “guau, guau”, el “guau, guau, guau’”, el “guaaaau”, el “guauuuuuuu’”, grufidos y algunos otros sonidos que nos ayudan a comunicarnos, También, para entendernos con ellos tene- Mos otros recursos: mover la cola o bajarla, bajar las orejas o mostrar los dientes, Segiin le escuché decir un dia al Grandote, el lenguaje de los humanos es sefial de inte- ligencia. Yo creo que los perros somos mas inteligentes porque entendemos sus miles de palabras. En cambio, ellos confunden un “guau” de miedo con uno de enojo; 0 un “guau guau” de alegria con uno de reclamo, Por ejemplo, si ladro por la mafiana temprano, lo hago para pedir caricias. Las caricias son la mejor manera de empezar el dia. —Shhhh —me chistan ellos, y no se dan cuenta de que si en vez de chistarme, me acariciaran la pancita, dejaria de ladrar de inmediato. Una mafiana, después de muchos esfuer- zos y de ladrar tres veces, me puse panza arriba como suelo acomodarme cuando quiero mimos. Ella se dio cuenta, me acari- cid y dejé de ladrar... jsi hasta ronroneaba como un gato! Ella me hizo tres mimos bastante lindos y dijo: —No tengo tiempo para caricias, Puki. “Como? Hay algo mas importante que las caricias?”, tuve ganas de decirle, pero me salié “guau, guau” y me chisté otra vez. Aunque ellos no nos entienden, noso- tros sia ellos. Es que los humanos hablan y hablan, mientras nosotros nos mantene- mos callados, escuchando y aprendiendo... /Quiénes son mas inteligentes, entonces? Ni siquiera comprenden cuando tengo que hacer “mis cosas” y eso fue causa de mu- chos problemas. Mejor se los cuento en el proximo capitulo. 3. Cuestiones de pis Cuando vivia en el campo, cualquier lu- gar era bueno si queria hacer pis. En cambio en la ciudad... gc6mo algo tan natural podia traer tanto lio? Si estaba adentro de la casa y tenia ganas, no podia decir: “Abran la puerta del jardin que necesito salir al pastito”. Solo daba vuel- tas muy inquieto oliendo todo, pero nadie me prestaba atenci6n. Cada uno seguia con lo suyo. Mi Duefio, con sus juguetes. El Grandote, hojeando al- guna de esas cosas cuadradas con muchas hojas que tanto le gustan. Y Ella... de la cocina a esa maquina blanca en la que pasa el tiempo. Y yo con mis ganas de hacer pis que au- mnentaban y mi vejiga que me dolia. Seguia oliendo, oliendo..., ladraba un poco para llamar su atencién y me chistaban: No es hora de jugar, Puki —repetian. Ese “guau guau” no era “quiero jugar”. Era “iquiero hacer pis!”. {Como explicarles? Al final, levantaba la pata en la cocina, y empezaban los gritos: —;Puuukiii! ;Puuukiii! (Qué hiciste? Cuando yo era pequefiito, también el charco se veia chiquito y con poco olor a pis. Entonces Ella rezongaba y lo limpiaba con un trapo, y decia que ya iba a aprender. Pero cuando mi tamafio aument6, y tam- bién el charco y el olor, se cans6. —jPerro chancho! jPerro chancho! —re- petia gritando, Yo conozco bien a los chanchos, porque mi mam me los mostré en el chiquero. No soy ni tan gordo ni tan sucio ni tan chancho como un chancho! {No se daban cuenta de que no podia abrir la puerta con mis patas delanteras como ellos? ;Cuanto tiempo podian aguantar los humanos las ganas de hacer pis? Algunas veces Ella me perseguia para darme chirlos en mis partes traseras. Mi Duefio me defendia y el Grandote me saca- ba al jardin. ;Ahora me sacaban? ;Por qué no antes? —jPuuukiii! —Ella seguia gritando y buscaba un trapo para limpiar. Yo la miraba a través del vidrio pensan- do cuanto tardaria esta familia en aprender mi idioma. Encima limpiaba con un liquido que olia como las flores. ;Por qué si no hay nada mas lindo que el olor de mi pis? “Y ellos... gno hacen nada?”, me pregun- taba porque soy muy curioso. Cuando una pregunta se mete adentro de mi cabeza, tengo que averiguar la respuesta. Una tarde estaba jugando en el jardin con mi Duefo, cuando me dijo: -Tengo que hacer pis, Puki —y entré a la casa. “Ahora va a retarlo a él”, pensé, y lo segui para protegerlo. Mi Duefio entré en ese lugar al que Ilama- ban “bafio” y yo, detras. Bastaron un par de olidas para darme cuenta de que alli los huma- nos hacen pis y caca. Después, mi Duefio apre- (oun bot6n, el agua se llevé todo y del inodoro salid otra vez ese olor asqueroso a flores. Cuando salié del bafio, esperé con las ore- jas bien atentas para ver si Ella lo retaba, pero no. Pensé entonces que hacer pis en el bano estaba permitido. Por eso al rato, cuando tuve ganas, fui di- rectamente alli. Como soy mas petiso que mi Duefio, no llegaba al inodoro. Tuve que hacer un charquito en el piso. jPuuukiii! —se oy6 gritar al rato, y pensé que me iban a felicitar por haber deja- do cl pis en el lugar correcto. Cuando me acerqué a recibir una caricia, me ligué un chirlo. —Argos no hacia pis adentro —dijo. “(Quién es Argos?”, ladré preguntando. Fue initil. Nadie me respondié. Nadie en- tendia mi idioma en esta casa. Pero si el pis era un problema liquido, habia uno ms sélido: la caca. jEl préximo ia tapensé la nariz jporque tiene un olor! 4. Problema nimero dos Sie pis era el problema ntimero uno, el de la caca era el namero dos. A mi me gusta hacer caca en el pastito por- que me recuerda al campo. Solo que una vez me equivoqué, y confundi la alfombra pelu- dita del dormitorio de mi Duefio con el pasto del jardin. Fue solo una distraccion y a cual- quiera le puede pasar. Ella me corrié furiosa y el Grandote junté mis cosas en una bolsita. Es que aqui todo es distinto. En el campo, mis cacas quedaban donde las hacia, hasta que se secaban o venia la Iluvia y limpiaba todo. En la ciudad, la caca de los perros es tan apreciada que no se puede dejar tirada por ahi. Los humanos la envuelven en una bolsa plastica y la juntan en un tacho. Aun- que yo los estuve observando, y lo hacen co un poco de asco. Si no les gusta... gpara qué la guardan? {Tengo que averiguar qué hacen con ella! jQuiza, raros experimentos! Si hasta cuando salimos de paseo, Ella le dice a mi Duefio: —jCuidado que hay caca de perro! —y él se cuida bien de no pisarla. jSi fueran tan buenos con los perros como con la caca de las veredas! |Cuantas veces me ligué un pisot6n y ni disculpas me pidieron! éTantos cuidados con una caca? jLes dije que son rarisimos los humanos? Una noche, cuando a mi Duefio lo man- daron a dormir, me meti debajo de la cama, en mi guarida, que es el Ginico lugar del que no pueden sacarme con facilidad. —jPuuukiii! —grité Ella, y me quiso atrapar, pero yo me acurruqué en un rincon- cito donde sus manos no Iegaban. Mi Dueiio se rié y dijo: |Qué olor feo! —porque aunque es Juieno, le gusta echarme la culpa de todos Joy aromas raros. ;Y de los suyos también! Iilla, mas enojada que de costumbre, se (iro panza en el piso y me atrapo. {Qué es eso negro? —grité mirando debajo de la cama—. ;Qué es eso? Lil Grandote aparecié porque habia escu- chado los gritos y los dos se agacharon a mirar iebajo de la cama. Con el olor feo que habia en la habitacion, decidieron que lo que esta- ba ahi abajo era una caca de perro. Y como cl Gnico perro que habia en la casa soy yo, ine sacaron a empujones, luego de darme tres chirlos en la cola. jPuuukiii! {Caca debajo de la cama! jEs cl colmo! —gritaban los dos. Mi Duefio estaba mudo, porque cuando ellos estan enojados, no me puede defender. L's que él tuvo la idea brillante de tener un cachorro y tanto insistio que tuvieron que darle el gusto. Otra vez terminé afuera mirando a través del vidrio de la ventana. Estaba seguro de que esa caca no era mia. Mientras tanto Ella se puso los anteojos y, un poco mas tranquila, se metid debajo de la cama con una bolsita y sacé con cuidado el objeto negro. No era una caca de perro... jsino un autito de mi Duefio! —jPobre Puki! —dijeron los tres. —jLo retamos por nada! —repetian, y me dejaron entrar de nuevo y me abrazaron. “|Ay!, no me toquen ahi que fue donde me dieron chirlos”, tenia ganas de decirles. Me acariciaban como si mereciera un premio. @Quién los entiende? Después de cada problema ntimero dos, Ella decia: —Argos siempre hacia caca afuera. Y me volvia la pregunta: “Argos? ¢Quién es Argos?”. Ladraba y ladraba. Yo estaba aprendiendo su idioma. gCuando iban a aprender el mio? 5. ;Estoy enamorado! Y asi estaba en la casa, conviviendo con una familia muy distinta a la del campo. A mi mamé le gustaba dormir al sol, a mi papa correr hasta la tranquera para ladrarles a los autos y a mis hermanitos revolcarse en la tierra. En cambio, mi nueva familia tenia en- (retenimientos muy raros. Mi Duefio pasa- ba horas hablando solo con dos mufiecos cn las manos. El Grandote se sentaba en el sill6n verde a mirar esas cosas con muchas hojas. Y Ella decia que “estaba trabajando”, y sc la pasaba sentada frente a una maquina blanca mirando la parte dearriba iluminada y moviendo los dedos sobre unas teclas. Yo vi trabajar a la gente en el campo. Transpi- ran, cargan cosas pesadas, hunden la pala en la tierra... c6mo se puede trabajar sentado en una silla moviendo los dedos? {Si cuando digo que son rarisimos tengo razon! Mi pasatiempo era el mAs divertido. Ellos no podian entender cémo algo tan pequefio me enloquecia de felicidad. Estaba enamo- rado, totalmente enamorado. Tanto que no podia pensar en otra cosa. Tenia que buscarla, tenia que tenerla, no podia parar de mover- me y ladrar. Redonda y roja, la pelotita con la que ju- gaba con mi Duefio era el mejor juguete del mundo. ““Guau, guau!”, ladraba, y en idioma hu- mano estaba diciendo: “Tiramela que la voy a buscar”. Y mi Duefio me la tiraba y yo la buscaba. Y él me la tiraba y yo la buscaba. Y él me la tiraba y yo la buscaba. Una, dos, a» 4,8 v 4 tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve veces... Y yo la buscaba, y él la volvia a tirar, y asi pasabamos largo tiempo jugando. Hasta que mi Duefio se cansaba y decia: —Basta, Puki —pero yo simulaba que no entendia; es que no podia parar. Entonces se la tiraba al Grandote a los pies, y él me jugaba un poco, pero como no dejaba de mirar ese objeto con hojas que te- nia en las manos, me tiraba la pelota para cualquier lado y al rato se cansaba también. Al final se la tiraba a Ella, que seguia “tra- bajando” con la maquina blanca de las te- clas. Y en lugar de tirarmela para que yo la fuera a buscar, la agarraba y la ponia arriba de un armario donde no podia alcanzarla... y se terminaba el juego. Con mi Duefio hacia lo mismo. En me- dio del mejor juego lo mandaba a bajiarse, a hacer los deberes 0 a ordenar el cuarto. (Qué aburrida! jEra muy aguafiestas! —A Argos también le gustaba la pelotita roja —escuché que dijo el Grandote un dia. Ahi sospeché que Argos era un perro. Y ypor qué se habia ido? Me quedé preocupado pensando que quiza se habia portado tan mal como yo y Ella lo habia echado de la casa. Durante algunos dias intenté no hacerla cnojar. Hice pis y caca afuera, y me mantuve alejado de sus cosas. jYo no queria irme! En las siestas sofiaba con un mundo Heno de pelotitas rojas que bajaban y subian, y yo las atrapaba entre mis dientes y mi Duefio aplaudia. Pero cuando me despertaba, solo la veia a Ella pegandoles a las teclas negras con esa cara seria. {Cémo extrafiaba a mi mama! 6. ¢Leer? ;Qué sera “leer”? Hay algo que hacen los humanos que me encanta, ademas de comer carne. Descubri que esas cosas con muchas hojas que ellos miran con tanta atencién se llaman “libros”. La casa tiene muchas paredes con libros de distintos tamajios y colores. — Qué libro leemos esta noche? —pre- guntaba mi Dueiio antes de ir a dormir. A veces Ella, y otras el Grandote, se sen- taba en la cama a pasar esas hojas finitas con marquitas negras, mientras hablaban con voces raras, como si las palabras salieran de los libros. 30 Y contaban historias de reyes, castillos, monstruos y brujas. Yo me metia en mi guari- dla y me gustaba escucharlos. Cuando la histo- ria me daba miedo, me tapaba las orejas. Si el imonstruo iba a atacar a un héroe, salia de de- bajo de la cama y ladraba para ahuyentarlo. Basta, Puki —me decia Ella y amena- yaba con mandarme afuera, pero yo me ca- llaba porque no queria perderme el final. Y si el libro tenia dibujos, me sentaba al lado de mi Duefio para espiar las imagenes Ilenas de color. jEso si que era divertido! Pero no siempre sucedia asi. Porque en los libros de mi Duefio habia historias adentro que salian de la boca de Ella o del Grando- tc, Pero cuando ellos estaban solos abrian los libros, y no hablaban en voz alta, solo pasaban las hojas mirando silenciosos las marquitas negras. iY yo me aburria! {Me aburria tanto! Bus- caba la pelotita y se las tiraba en los pies, pero ni la miraban. Y si ladraba un poco para llamar su atencion, me dejaban afuera. Una tarde en la que Ella estaba mirando un libro, soné el aparato ese al que le dicen “teléfono”, lo levanté y se puso a conver: sar sola. Agarré el libro con la boca y me lo levé a mi guarida, donde intenté pasar las hojas igual que ella. Me seguia resultando aburrido. Entonces decidi masticar algunas paginas para ver qué sabor tenian. Eran muy secas, y no tenian gusto a nada. En eso estaba cuando Ella terminé de hablar y volvié al sill6n. —{ mi libro? —dijo hablando sola otra vez—. { mi libro? —grité desconcertada, Me quedé quietisimo y callado debajo de la cama mientras la sombra de Ella se acer- caba... —Puki... gmi libro? —dijo agachandose muy despacio. La miré y ladré un “perd6n” que no en- tendié. —Con los libros no te metas! ;Con los li- bros, no! —ahora si estaba furiosa y gritaba como si hubiera tocado lo mas sagrado. 32 Se llevé el libro, pero algunas paginas se le cayeron por el camino. Yo me refugié en la cucha y la escuchaba gritar mientras trataba de arreglarlo. Ay, Puuukiiiil! Después de ese incidente quedé mas in- rigado: gqué tenfan los libros que eran tan valiosos? gQué eran esas marquitas negras acomodadas en filas unas debajo de las otras? No me animé a tocar otro durante mucho tiempo. Hasta que una tarde, via mi Duefio muy silencioso sentado en la cama miran- do uno. “Ay, nol”, pensé. El también ahora con libros aburridos. — Qué hacés, mi amor? —Ella pregunt6 desde la cocina, porque a su cachorro siempre le dice “mi amor”. —Estoy leyendo —le dijo mi Duefio pa- sando las paginas. —iQué alegria que estés aprendiendo a leer! —dijo Ella, feliz. Ahi entendi algo: lo que se hace con los libros se lama “leer” y eso a Ella la pone contenta. “Qué 1 «leer»?”, me pregunté, curio- so. Estaba seguro de que debia ser entreteni- do, porque las personas mientras leen tienen caras serenas; se quedan tranquilos y muy quietos. Imaginé que para ganarme el amor de Ella tendria que aprender a leer. Quizds entonces me dijera por primera vez: “(Qué alegria, Pukil”, como a su querido cachorro. 7. Un sillén mullido Cuando mi Duefio se sienta en el sillon verde y mullido del living a mirar la televi- sion, yo me aburro. El Grandote también se acomoda algunas tardes a leer sus libros y a veces se los olvida sobre un almohad6n. Por cso, cuando todos estan distraidos, me aco- modo también. No puedo acertar todavia cual es el botén del aparatito que prende la tele y me entretengo mirando los libros del Grandote para probar si yo también puedo sacar las historias que tienen adentro. —jPuuukiii! ;Sali deahi! —me dice Ella, y me gusta ese versito; es que parece una 35 A veces pienso que a Ella le gusta también. Se pone roja, dice cosas feas, y ladro y ladro, y la casa se Ilena de ruidos. La pena es que el juego termina cuando me da un chirlo y me Hleva afuera, aunque parece que cada vez le cuesta mas. Hay que ponerle un collar —Ia escuché canci6n que me canta solo para mi: “;Puuu- kiii! {Sali de ahi! jSali de ahi!”. Por eso, cuando Ella me quiere bajar del sillon, es el momento mis lindo del dia. Grita, gesticula, corre, y yo corro alrededor. {Me encanta jugar asi! ;Soy tan rapido! Me subo al sillén, me bajo, paso por atras, y pa- rece que bailamos una ronda. La dejo que se acerque y cuando esta por alcanzarme, corro para el otro lado y le hago “ole”, como dijo un dia el Grandote que hacen los toreros con los toros. decir después de una de esas corridas. Yo ya sabia qué era un collar. A mi papa y a mamé le ponian esos adornos para lle- varlos al pueblo, asi que me puse contento. Si me ponen collar, debe ser porque ya estoy grande. “Es un premio”, imaginé. Y el Grandote aparecié con un feo y viejo collar. —Este era de Argos —dijo probandome- lo, y confirmé que Argos era un perro, y un perro bien grande, porque el collar me quedaba enorme. — Vamos a llevarlo al veterinario y ahi le compramos otro collar —dijo Ella. Mi mama me habia dicho que los veteri- narios nos cuidan, pero ese dia descubri algo 37 increible: jlas mamas también se pueden equi- vocar! Porque este veterinario me pinché... idos veces! Le mostré los dientes y se rié como si fueran los dientes de un mosquito. Lo bueno fue que volvimos a cas con una) bolsa grande de golosinas y huesos. Lo malo fue el collar que me compraron. Era brilloso pero tenfa una trampa: si ellos tiraban de una parte, yo me sentia ahogado, me apretaba el cuello y no podia respirar. Desde ese dia Ella me sacaba del sillén con mas facilidad, tiran- do del collar. Igual no me di por vencido. Una mafiana en la que estaba muy distrai- da dandoles con sus dedos a las teclas de la maquina blanca, subi sin hacer ruido y me dormi una buena siesta. Uno de los almo- hadones estaba debajo de mi oreja y el otro abrigaba mi pancita. {Qué cémodo estaba! Lastima que sofé que, adentrodelalmohadén, habia un hueso, y me desperté, Apenas abri un ojo se me ocurrié pensar qué guardaban los humanos adentro de los almohadones. jEs tremenda la curiosidad cuando me agarra! 38 Con mis patas delanteras, traté de abrirlo. lve que esforzarme mucho, incluso usan- do los dientes también, Algo blanco empez6 jasomar y lo probé. Era muy seco y no tenia justoanada, No habia hueso, pero era diver- {ido porque apenas salié del almohadén, se fepartié en pedacitos que volaban por toda | casa. Estuvo lindo el juego hasta que una Ue las cositas blancas se pos6 en el escritorio donde ella seguia pegandoles a las teclas. (Qué es esto? —escuché con esa vox que pone cuando esta a punto de enojarse. Al segundo, estaba en el living gritando muy roja. Y asi jugamos un rato a las corri- das que tanto me gustan, aunque después me atrap6 con el collar, me dio otro chirlo nientras me gritaba y me mand afuera. Estuve enojado el resto del dia. Mi mama nunca me pegaba, y yo veo que Ella no le pega a su cachorro. {No sabe que la violencia ho lleva a ninggin lado? Yo podria defender- me con mis dientes, pero nunca voy a hacerlo. )Podré entenderlo algiin dia? 39 8. Letras y después... jpalabras! Me divertia mucho con mi roja enamo- rada, pero no me olvidaba de los libros y de que queria aprender a leer. Una tarde, Ella TeaS con‘nit/obrelllenl de cositas de colores. —Te traje un juego de letras imantadas para practicar le dijo a mi Ducfo, y las sacé de la bolsa y las pegé en Ia heladera. El buscé algunas y las acomodé asi: La mamé lo Felicité y yo me quedé miran- ilo, [Eran las mismas marquitas que apare- ian en los libros! Ya habia aprendido algo sis: jse amaban “letras”! Yo ya sabia que lo que se hacia con los li- hyros era leer, y ahora habia aprendido que también se leian letras, pero... para qué ser- Virfan las letras? Se parecian a las hormigas ucandan en fila, pero las letras no se mueven y las hormigas, si. Y las hormigas eran to- das iguales, aunque las letras eran parecidas pero diferentes. A partir de ese dia, mientras Ella coci- naba, mi Duefio jugaba con las letras en la heladera. —Escribi una palabra con A —decia Ella. Y él las ordenaba asi: BL —Arbol —decfa Ella, y agregaba—: Mun bien, amorcito —y parecia que se diverti mucho. Asi aprendi que con las letras se arma palabras, y que las palabras dicen cosas. Yo me sentaba en la cocina para oler el, aroma que salia de la olla y de paso miraba cada letra que ordenaba mi Duefio en la he- ladera. —Parece que Puki también quiere apren- der —dijo mi Duefio una noche. —Puki solo quiere comerse toda la carne. —respondié Ella. ; Esa noche no comi ni un bocado, y el Grandote dijo que seguramente me dolia algo. Si, el corazén me dolia por lo mal que Ella me trataba. Cada dia, Ella y mi Duefio ordenaban con cuidado las letras sobre la puerta de la heladera, pero me enojaba no entender el significado, Es que empezaron a ubicar las letras asi: (Qué dirian? ‘A veces cuando llegaba el Grandote y los Ieia, le daba risa, y otras se enojaba conmigo. {Serian chistes? Yo me daba cuenta de que habia letras que estaban siempre: P, U, K, I. {Que significaba “P-U-KI"? jBstaba tan intrigado con eso que no podia dormir! 42 B 9. Un perro en el acolchado {Et acolchado de la cama de mi Duefio era tan lindo! jY tan suavecito! De un lado, rayadito de colores. Del otro lado nunca lo habia visto, hasta que una mafiana, al hacer la cama, Ella lo dio vuelta. Al subir, me di cuenta de que estaba jlleno de animales! De cuatro patas como yo, de dos patas como los pajaros que venian al jardin, y con trompa, con pelos, con plumas. Me entretuve largo rato mirando uno por uno esos simpaticos animalitos de colores. Hasta que lo vi. Era un perro. Conocia a los de su especie, porque en el campo deal lado habia dos que 44 ladraban mucho cerca del alambre. Una vez, uno se pas6 a nuestro campo y quiso comer- se la comida de nuestro plato. {Qué pelea se rmé! Se mostraron los dientes y mi papa le mordié una oreja, y el otro perro le mordié la pata, Y los dos ladraban y Iloraban al mis- mo tiempo, y mi mami gritaba: _;Guuuuauuu! Guuuuauuu!;Guuuuauuu! \Guuuuauuu! —que en idioma de perro quie- “‘Basta! jBasta! No peleen mas”. Mis hermanos y yo estébamos muy asus- tados en la canastita. —jEsa comida es para mi familial —la- draba mi papa. —Pero yo tengo hambre —le respondia cl otro, y volvian a darse mordiscones. Asi siguieron un rato hasta que aparecié cl duefio del campo con un palo y los sepa- 10. Después el vecino se llevé a su perro y arreglaron el agujero del alambre por don- dc habia pasado, Mi papa quedé lastimado, y mi mama le lamié las heridas hasta que re deci se curd. 45 —Hay que defender lo que es de uno —nos. dijo mi papa, pero a mi no me gusté nada la pelea; es que no se puede defender lo que es de uno de otro modo que mordiendo? Un perro igualito al que peled con mi papa estaba dibujado en el acolchado de mi Duefio. (Qué bronca! jNo tenia derecho a estar ahi! Si un perro tenia que estar en ese acolchado, ese era yo. Le di un manotazo y no se defendié, No parecia un perro tan valiente. Despacito en- tonces, usando un poco mis ufias y un poco mis dientes, lo saqué, pero jqué agujero feo Justo en ese instante entré mi Duefio. —jAy, Pukito! —dijo agarrandose la ca- beza. Me encanta que me diga “Pukito”... —jAhora qué hacemos? —insistié—. Rompiste el acolchado, y mama se va a eno- jar muchisimo. Acomodé la cama como pudo y sobre el agujero puso un almohadén. —No muevas esto de ahi —me avis6—. Esto no lo vamos a escribir en la heladera -dijo despertando mi curiosidad otra ver. {Qué escribian entonces ahi? Desde ese dia, mi Duefio empezé a orde- nar su cama todas las mafianas. Ella estaba muy sorprendida: —i acolchado estirado y el almohad6n prolijita tapando el agujero. Mi Duefio me miraba y los dos guardaba- mos el secreto. No sabiamos si iba a durar el cngajio, pero yo estaba agradecido, porque él habia entendido que ese perro malo no tenia que vivir en su acolchado, . ué maravilla! —decia al verla con el 47 10. ;Me dejan solo! pre apurados, se vestian, desayunaban y sa- lian a las corridas. “jAd6nde van?”, ladraba yo sin parar. “Por qué no me Ilevan?”, pero segufan sin entender mi idioma. Mi Duefio se iba con una mochila en la espalda, el Grandote con su valija y Ella con una cartera colgada del brazo, No entendia por qué no se quedaban conmigo a tomar solcito. gs que no les gustaba dormir la siesta? ZY ladrarles a los pajaritos? {No les gustaba mi vida de perro? Durante muchos dias estuve prestando atencién y descubri una palabra que nunca habia escuchado en el campo: “escuela”. —Dale que llegamos tarde a la “escuela”. — {Te dieron deberes en la “escuela”? — {Llevis galletitas a la “escuela”? Todas frases que con mi inteligencia me hicieron descubrir que mi Duefio ibaa la es- cuela, pero... gqué seria la “escuela”? Un dia mi Duefio dijo que la maestra le estaba ensefiando a leer en la escuela. ;Qué Enesta nueva vida, estoy comprendien do mejor a los humanos, Aunque alguna cosas todavia me cuestan. Entendi quién era Argos por el collar vie jo que me quisieron poner. Ella no lo habi: echado, sino que se habia muerto de viejito como mi Duefio estaba muy triste lo dejaron traerme a mi. {Qué dificil tarea me habjan dado! jReemplazar a un perro muerto! Ahora habia otra cosa que me inquieta- ba: gadénde se iban todas las mafianas? Se levantaban, me decian que despertara a mi’ Duefio con algunos besos, y después, siem~ 48 49 Poo perfecto! Habja averiguado algo muy im- portante: que la escuela era un lugar don: de se aprendia lo que yo tanto deseaba: jse aprendia a leer! * Habria una escuela para pertos?”, me pre- gunté. “Por qué no me mandaban a una?”. Una mafiana en que mi Duefio se esta- ba poniendo la mochila le ladré tanto que dijo: —Me parece que quiere venir conmigo. iMc habia entendido! Movi la cola exage- radamente diciéndole: “Si! Sil (Quiero ir a la escucla!”. Pero llegé Ella, la aguafiestas, y me mandé afuera. —Si Puki va a la escuela, la maestra se vuelve loca —dijo, Descargué mi enojo con unas cosas Ilenas de tierra con plantas adentro que habia en el jardin. Con mis patas delanteras les saqué toda la tierra, Solo encontré lombrices... que son asquerosas. |Ay de mi cuando Ella volvié! —jPuuukiii! Puuukiii! j|Mis macetas! —y otra vez a jugar a las corridas. 50 Después volvié de la calle con unas rejas inarrones, encerré a todas las macetas en un rinc6n del jardin y ya no puedo pasar. ;Qué picnsa? ,Que también las plantas se portan mal? Ella cree que todos nos portamos mal en la casa, pero el nico que recibe los retos soy yo. ;Si lo nico que queria era que alguien me ensefiara a leer! 51 11. Paseos llenos de perros No todos los momentos que pasaba con Ella eran desagradables. Cuando agarraba la cortea amarilla, yo ladraba, corria, saltaba, ino podia esperar para salir a pasear! Afuera cra hermoso: habia autos, gente desconocida, bicicletas, motos, arboles para levantar la pata, y muchos perros... Perros grandes, pequefios y medianos. Perros de pelo largo, de pelo corto, sin pelo, con orejas grandes, con orejas chicas, con cola larga, con cola cortita, casi sin cola, y yo me preguntaba: gqué mueven estos cuando estan contentos? az Perros silenciosos y perros que ladraban por cualquier cosa. Perros simpaticos y otros malhumorados. Perros viejos y jovenes. Cachorros muy molestos, perros que tira- ban de la correa, y a otros, la correa tiraba de ellos. Perros altos y bajos, gordos y flacos, de pelo oscuro o de pelo clarito. Con manchitas o de un solo color. Perros perfumados y perros con un olor asqueroso. jPerros con ropa! jPerros con colitas en el pelo! Perros llenos de pulgas y con los dientes podridos, y otros cepilladitos y con olor a dentifrico en la boca. Una persona y un perro. Una persona que Llevaba dos perros. Un perro que llevaba a dos personas... Muchos perros con una sola persona que se llama “paseador de perros”. jHabia de todo! 53 Mi Duefio iba en bicicleta o en monopa- tin, y se alejaba y yo queria correr. Lastima: que Ella agarraba el otro extremo de mi co- rrea y me ahorcaba si me apuraba demasiado. A veces corria un ratito, pero enseguida cansaba, y yo tenia que tirar como los caba- los tiran de los carros en el campo. Me gustaba dejar un regalo liquido en cad: arbolito, y cuando levantaba la pata, Ella ti- raba de la correa diciendo que le daba ver giienza tener un perro tan pillén. Me hubies gustado decirle que a mi me daba vergiien: tener una Duefia tan lenta para correr, pert atin hablabamos distintos idiomas. A veces me dejaba conversar con otro pe: rro un ratito y olernos un poco. Durante uno de esos paseos aproveché para preguntar a los de mi clase si conocian una escuela en Ja que aceptaran alumnos de cuatro patas. — Por qué ir a la escuela? —me pregun- t6un perro con flequillo. —Porque me gusta —ladré. 56 —Los chicos no quieren ir a la escuela y teniendo la suerte de ser perro querés ir -me ladré—. Qué perro raro! —Quiero aprender a leer ya escribir —le dije ladrando bajito. —Imposible. Un perro no puede aprender cso —respondié y se fue alejando, como si juntarse conmigo no fuera una buena idea. Me dieron ganas de gritarle: “Yo no soy un perro cualquiera! SOY UN PUKI!” 57 12. La comida A\| final de la tarde, Ella se levantaba de su escritorio, dejaba la maquina blanca por un rato y se iba a la cocina. Ponia mtisica y cortaba zanahorias, cebollas, carne! Pren- dia el fuego y un olorcito que me volvia loco empezaba a envolver la casa, Ese olor... jme llenaba de recuerdos! La teta de mi mami, los juegos con mis hermanos, los ladridos de papa cuando nos llamaba por las noches a comer... ese olor era como un perfu- me perfecto, y como veia que salia de una olla que estaba apoyada sobre la cocina queria ver. Pero me subja con las patas de adelante, y el 58 calor mealejaba enseguida. Ladraba y ladraba, y Ella se ponia molesta. Se limpiaba las manos con un trapo al que llamaba “repasador”, y yo se lo robaba con los dientes y me lo Hlevaba a mi guarida solo para olerlo. —;Puuukiii! ;Dame el repasador! —gri- taba. La cena era para mi el mejor momento del dia, porque si me quedaba debajo de la mesa siempre ligaba algo. —No le des comida. Comé con la boca cerrada. Sentate bien. Corta la carne un poco mas chica —decia Ella sin parar de mandar. Mi Duefio se hacia el distraido y, bajando la mano, tiraba al piso un pedazo de carne o una papa frita para mi. ;Qué ricas son las papas fritas! Me daba un poco de bronca que ellos co- micran cosas ricas y a mi me tocaran esos granos sin gusto a nada. Eso era comida para pajaros! Por esoa veces los dejaba en el plato y venian los zorzales y las palomas a darse una panzada, 59 jA mi la comida de humanos me entusias- maba casi tanto como la pelotita roja! jY Ella lo sabia bien! Cuando me queria mandar afue- ray yo me escondia debajo de la cama, Ella iba a la heladera y buscaba un pedacito de carne o de pollo o de fiambre. Haciéndose la buena lo Ievaba hasta mi plato que estaba en el patio. Yo ya conocia su trampa. Intentaba sopor- tar la tentaci6n, pero no aguantaba. Husmea- ba, husmeaba, y el olorcito me entraba por la nariz y salia de la casa como hipnotizado, Por supuesto que en cuanto ponia afuera mis patas traseras, me cerraba la puerta y decia con una sonrisa maligna: —Caiste por la comida, morfon. “Morfon” me parecia una palabra tan fea como “chancho”. Lastima queno hablo el mis- mo idioma, porque cuando ellos secompraban una deesas tortas grandes y se la comfan en una tarde yo podria haberles dicho: “;Morfones!”. La diferencia era que a ellos nadie los de- jaba afuera de la casa por tentarse con una torta de crema. 60 13. ;Mi nombre! jA\ fin pude descubrirlo! Mientras Ella cocinaba, mi Duefio estaba jugando con las letras en la heladera. —Escribi “Puki” —dijo Ella, y me quede muy quieto y presté mucha atencién, por- que mi Duefio iba a escribir mi nombre. Y mi Duefio acomodé las letras asi: No podia creerlo! jEse era mi nombre! iLo que se repetia cada dia en la heladeral 61 {Era mas importante de lo que crefa! |Ellos solo hablaban de mi! Tenia que averiguar muy pronto qué decian las otras letras, aun- que me lo imaginaba. Dirian: TODOS QUEREMOS A PUKI. PUKI ES EL MAS LINDO. PUKI SE PORTA MUY BIEN. PUKI ES INTELIGENTE. “Tengo que aprender a leer”, me repetia, y me pasaba largos ratos mirando las letras. Pero con mirarlas no alcanzaba y eso me-po- nia un poco triste. JEs que jamas aprenderia? Por suerte, volvia mi Duefio de la escuela y me olvidaba de todo. Me abrazaba, me be- saba, yo ladraba como loco y le daba lengiie- tadas. Después jugabamos un rato con mi enamorada: la pelotita roja. El me la tiraba y yo se la traia, y él me la tiraba y yo se la traia, y él me la tiraba y yo se la traia... y nos reiamos y disfrutabamos hasta que la pelo- tita rodaba debajo del escritorio donde ella 62 estaba dele pegarles y pegarles a las teclas de la maquina blanca, y ya saben lo que pasaba: jjuego terminado! Y fue un dia de esos en los que pude des- cubrir qué hacia Ella moviendo los dedos dia y noche. Aproveché que la habia dejado abierta mientras hablaba por teléfono y me subi con mis patas delanteras al escritorio: en la pan- talla habia letras y letras y letras. Muchas le- tras pequeftisimas. jEstaba desesperado por aprender a leerlas! Asi seme ocurrié lo de los anteojos. Es que antes de sentarse a “trabajar” o de agarrar un libro, Ella siempre preguntaba: —,Dénde estan mis anteojos? —y se los calzaba en las orejas—. No puedo leer sin mis anteojos —también la escuché decir, y me puse contento. No tenia que mirar mucho las letras para aprender a leer, jsolo tenia que conseguir los anteojos! Y cuando me propongo algo... Ella iba y venia de la maquina a la cocina. 63 Revolvia un poco en la olla y volvia a mover los dedos sobre el teclado. Una y otra vez. A veces se acomodaba los anteojos sobre la cabeza, pero otras veces los dejaba apoyados encima del escritorio. Yo siempre estaba muy atento. Finalmen- te, un dia que dej6 los anteojos, los agarré con la boca y corri hacia mi guarida. Ya te- nia guardada una revista de historietas de mi Duefio para hacer la prueba. Debia hacerlo rapido para no tener problemas, porque én cuanto volviera de revolver la olla se pon- dria a gritar. . jFue tan complicado ponerme los anteo- jos! Debe ser por eso que nunca habia visto un perro con esos vidrios en La cara. Los hu- manos se los enganchan en las orejas, pero mis orejas caen hacia abajo. Con mucho esfuerzo, por un segundo, pude enfocar las letras con los anteojos puestos... Y no lei. Segui viendo los mismos dibujitos solo que un poco mas grandes y sin encon- trarles ningan sentido. 64 — {Dénde estan mis anteojos? —se es- cuché desde el escritorio, y yo los empujé con la pata para que quedaran en el piso de la habitacion. Muy desilusionado me fui al jardin. Esta- ba triste. A los perros no les servian los an- teojos de leer de los humanos. jExistirian anteojos de leer para perros con las orcjas largas y bajas? Se me erizaba el pelo del su- frimiento, porque ya nunca podria aprender a leer, Me escondi en mi cucha, donde puedo pensar sin que nadie me moleste. Casi Ilo- raba, cuando en mi cabeza peluda apareci6 65 una idea, {Mi Duefio estaba aprendiendo a leer y nunca lo habia visto usar anteojos! jSe podia leer sin anteojos también! “Todo es posible con esfuerzo”, volvia a escuchar los ladridos de mi mama que ha- bian quedado para siempre grabados en mi cabeza. No tenia que perder las esperanzas. 66 14. Las vocales Y claro que fue mi Duefto finalmente quicn dijo lo que tenia que hacer para apren- der a leer. —Leer empieza por aprender las letras —le dijo mi Duefio a un amigo que vino a jugar y que parece que estaba aprendiendo lo mismo. “QY cOmo se aprenden las letras?”, pre- guntaba yo ladrando, pero seguian sin en- tender mi idioma. Entonces se me ocurrié que, si para saber qué gusto tenia una papa frita necesitaba comerla, para aprender las letras tenia que 67 comérmelas una por una, No tendrfan ri gusto, pero algéin sacrificio habia que hacer. Cuando mi Duefio y Ella dejaban de or: denar las letras en la heladera y se sentab: a la mesa para cenar, yo me acercaba disimu: lando y enganchaba alguna letra con la uit para que se cayera al piso. Me la ponia en la boca como si fuera un bocadito, me acercaba hasta la mesa y abria la boca para mostrar lo que tenia adentro. : —jSe come la A! —gritaba mi Duefio y empezaban las corridas, y no me importaba si terminaban con un chirlo, (Habia apren- dido la “A”! Me result6... Asquerosa. Agria. Amarga. —jAnimal! —me gritaba Ella pensando que era un insulto. “(Claro que soy un animal!”, tenia ganas de responderle, pero masticar la letra me le- vaba un buen rato. 68 Después me comi la E.’Tenia gusto a... Empanada. Ella me descubrié y me... Echo... Enfurecida a... Escobazos mientras gritaba: —jEnergiimeno! Yo no sabia lo que queria decir esa pala- bra asi que no me import6. LaI me result6... Insipida. Inmunda. Interminable con su puntito redondo. Ella me hizo reir, porque me corria gri- tando: —jInsoportable! / “Yo, insoportable?” {Y Ella que vive re- tandonos a todos? {Quién es insoportable | enesta historia? AlaO, la... Olfateé y le senti... Olor a... Orégano y como estaba... 69 Oscuro me descubricron cuando ya me la habia tragado. La U fue... Unt6 con dulce de... Uva para que tuviera mejor gusto. Ya se habia dado cuenta de que mi plan era comerme las letras. —Ma, ¢te diste cuenta de que Puki se co- mi6 todas las vocales? —dijo cranido terminé de tragarme la U. —jLas vocales? —dijo Ella sin darme importancia. —Si, se comié la A, después la E, la I, la O y la U. 7Y lo hizo en orden! —Casualidad —dijo Ella, que seguia gol- peando la maquina con sus dedos. —A mi me parece que es muy inteligente y quiere aprender las letras como yo —dijo mi Duefio, que es el mejor. —Se te ocurre cada cosa... —dijo desesti- mandome, pero no me import6. “Inteligente”, habia dicho mi Duefio. {Estaba tan contento! ;Al fin alguien se ha- bia dado cuenta en esta casa! — Ahora te aconsejo que te comas la M y la P —completé mi Duefio. Fue hasta la heladera y las puso bien abajo. —Esta es la M —dijo— de... Mama. Mano. Mordida. —Y esta otra es la P —sigui6— de... Perro, v1 Papa. Pulgas. —También es de... PUKI. iQué letra la P! Debe ser la letra mas IMPORTANTE de todas! Me la comi rapi- dito porque tenia mejor sabor que las otras. A la mafiana siguiente me levanté con do- lor de panza, ;Tantas letras resultaban dificiles de digerir! 72. 15. Todo me sale mal Yo seguia intentando aprender las letras, y como Ella me dejaba en el jardin, muy le- jos de la heladera, solo podia hacerlo por las noches. iY mientras mi Duefio estaba en la escuela me aburria tanto! Por eso me alegré una ma- fiana cuando Ella subiéa la terraza conmigo y colgé de la soga un pantalén de mi Duefio, una remera del Grandote y unas medias lar- gas de Ella. Se fueron como siempre, pero no me im- porté tanto porque me habia dejado algo para jugar. Al rato el sol brillaba y soplaba 2B un vientito, y las tres prendas empezaron a volar. Yo empecé a jugar con mis patas para que se quedaran quictas. Lo primero que cayé al piso fueron las medias largas de Ella. jTenian ese olor feo a jab6n! El pantalon y la remera tenian el mismo feo olor. Una por una me las [levé a mi rinconcito en la terraza y me acosté sobre ellas para que no se volaran. Las cuidé toda la tarde, queria dejarles mi olor- cito, que es mas lindo. No hice otra cosa ni perseguia los pajaros ni corri a las mariposas que me encantan. Apenas escuché la Lave en la puerta, bajé a saludar con mucha alegria. jQué contenta se iba a poner cuando descu- briera que le habia cuidado la ropa! —Puuukiii! —gritd en cuanto subiéa la terraza. Tres chirlos recibi como premio después de tanto tiempo cuidando tres prendas con feo olor. Por mi que se le vuelen. jNo se las cuido mas! Y como si fuera poco, a la tarde también tuve problemas con el Grandote. Llegé del 74 trabajo y, al sacarse el abrigo, se le cay6 algo del bolsillo, Era algo raro, leno de papelitos adentro. Lo agarré con mis dientes y me lo llevé a mi refugio para inspeccionarlo. Te- nia un olorcito a cuero que me encantaba. {Como a mi Duefio los chupetines! Asi que cmpecé a pasarle la lengua y se salieron los papelitos que tenian letras y eran de colores diferentes, De pronto escuché la voz del Grandote preguntando: —jAlguien vio mi billetera? —y de pronto el Grandote y Ella se pusieron ner- viosos y empezaron a buscar eso que parece que era muy valioso. El coraz6n empezé a latirme fuerte y me quedé muy quietito. Yo no sabia qué era una billetera, pero pensé que estaba a punto de aprenderlo. Traté de acomodar los papeles con los dientes pero se rompian enseguida. —Puki la tiene! —grit6 Ella espiindome. Y empezaron las corridas hasta que me al- canzaron. Agarrandose la cabeza preocupado, 75 el Grandote se pasé la tarde arreglando los papelitos con una cinta y me dijo enojado que no iba a haber plata para comprar mi comida. {Qué seria la plata? ;Por qué era tan im- portante? Mis padres nunca me hablaron de plata y a los papelitos en el campo... jlos de- jabamos volar! 76 16. Clases de lectura Por suerte mi Duefio seguia todas las no- ches con las clases de lectura. Me ensefiaba tres o cuatro letras por vez, y mientras yo las masticaba, él me decia palabras que empeza- ban con esa letra para que yo las aprendiera. Asi me fue ensefiando... C de Comida, Cucha y Carne. G de Garrapata y de Grufiir. DdeDientes y de Duefo. L de Lengua y de Ladrido. S de Sol. —jSabés todo el abecedario, Puki! —me dijo el dia que me ensefié la Z de Zoolégico. 77 Después, empez6 a armarme palabras la heladera y a leérmelas. Yo lo miraba mucha atencién y él me preguntaba: — Qué dice ac, Puki? En la heladera habia acomodado est letras: Yo las miraba con mucha atenci6n y tra- taba de leerlas. “Eme, a, ene, 0”, pensaba. ;Qué era ‘em a, ene, 0”? No podia encontrarle sentido! ¢Por qué no me ponia palabras mas faciles? Hasta que mi Dueiio, que era tan inteligente como yo, me explicé un dia que las consonan- tes no sonaban igual que como se llamaban, que eso solo pasaba con las vocales. —Mira, Puki —me dijo sefialando cada una de las letras—. La “eme”, que se escribe M, suena “mmmm” y la “ene”, que se escri- be N, suena “nnnnn”, 78 Ah! ;Claro! {Por qué no me lo dijeron antes? |MMM, A, NNN, ©...!. Mano! Dice “mano”. Claro que queriendo decir “mano” yo decia “guau”, y él me miraba con cara de “jamas podras aprender a leer”. Es que mi problema no era leer, sino decir las palabras, porque mis cuerdas vocales no me permiten sonidos humanos. Igual estaba feliz. jHabia aprendidoa leer! |Aunque nadie se diera cuenta! No solo lo comprobé con las palabras que armaba mi Duefio en la heladera sino que empecé a leer las tapas de Los libros que es- taban en la biblioteca. En poco tiempo me animé a abrir uno y eso fue empezar una vida nueva. jMi segunda vida nueva! Cada vez que ellos se preparaban para salir, yo tenia la precaucion de Hevarme un libro a mi cucha. Empecé por los que tenia mi Due- fio en el estante mas bajo de su biblioteca. 7 Al principio me gustaban esos libros con mu- chos dibujos y pocas letras. Los tomaba sua- vemente con los dientes para no romperlos, y me los Ilevaba a la terraza para leerlos al sol. jQué maravillosas mafianas pasé leyendo! Me costaba pasar las paginas porque er: muy finitas, pero un poco de viento bastaba para ayudarme. Primero miraba bien los dibujos y me imaginaba lo que decian las letras. Después leia con paciencia y atencién, tan concentra- do que ahora los pajaritos no solo se comian mi comida, sino que hasta se paraban sobre mi cabeza y miraban el libro conmigo. Cuando terminaba, lo dejaba sobre la mesa del patio. Ella lo encontraba y preguntaba: — jQuién dejé este libro aca? —y lo reta- ba un poco a mi Duefio, ya que no imagina- ba nada de mi. Una noche me propuse demostrarle mi inteligencia mientras Ella cocinaba. Mi Duefio y yo jugabamos con las letras en la heladera y él ordené: 80 Y yo me senté. Después ordend: Y yo ladré. —iMami!, (Mama! —grito muy entu- siasmado—. {Esto es algo incretble! jPuki aprendié a leer! —jAy, mi chiquito, no digas tonterias! jo ella riendo como si le hubieran con- tado un chiste. Entonces mi Duefio volvié a ordenar las ew movi oma Y la movi. 81 Ella nos miraba descreida. Se acerca la heladera y escribié: Yo podia leer perfectamente lo que decia, pero simplemente no me daba la gana de ir afuera en ese momento tan feliz, asi que me quedé sentado en el lugar. — {Viste que no sabe leer? —dijo Ella—. — Es imposible que un perro aprenda a leer. Hay que ser muy inteligente —dijo sin sa- ber que me halagaba. Esa noche, mientras cenaban en el come- dor, me quedé en la cocina acomodando las letras y con mucho esfuerzo porque mis patas son torpes, escribi lo que mi mama me habia ensefiado. 82 Después de haber limpiado la cocina, el Grandote dijo: — Quién escribid esto en ta heladera? Y mi Duefio y Ella se miraron. Me miraron a mi, Tenian los ojos redondos como galletas. Te dije que sabia —dijo mi Duefio aca- riciéndome. —No puede ser —dijo Ella—. Te vas a dormir afuera, Puki —dijoagarrandome del collar y sin querer aceptar que por primera vez en la historia canina habia un perro que sabia leer y escribir. 83

You might also like