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I. EL NEGRO Y EL LENGUAJE Concedemos una importancia fundaments) al fenémeno del lenguaje, Por esto estimo necesario este estudio, que ha- bra de procurarnos uno de los elementos de comprensién de la dimensién para-otro del hombre de color. Damos por su- puesto que hablar es existir absolutamente para el otro. El negro tiene dos dimensiones, Una con su congénere, otra con el blanco. Un mismo negro se camporta de modo diferente con un blanco y con otto negro. Que esta gran dispa- ridad sea una consecuencia de la aventura colonialista, nadie To pone en duda... Que alimente su vena principal del cora- zn de las diferentes teorfas que han querido hacer del negro al Iento caminar del mono al hombre, nadie se atrove ya Boner en dua, Son evidencias objetivas ane expresan Ja Pero, une vez dado cuenta de esta sitnacién, un : prendida, nos encontramos con que la tarea no’ cata termine da... 1Cémo no escuchar de nuevo, desandando los peldafios de la Historia, aquella’ vor: “Ya no se trata de conocer el mundo, sino de transformarto!” En nuestra vida, se trata absolutamente de esto. Hablar. Esto significa emplear una cierta sintaxis, po- goer J morfologia, de éia o aquela lengu pero, fundamen- ente, es asumir una cult i talent; a ella, soportar el peso de ana 14 Pero como Ja situacién no presente, un sentido dnico, la exposicién lo habré de tener en cuenta, Quiera é) lector con- sentirnos algunos puntos que, por inaceptables que le parez- can al principio, encontraran més tarde en los hechos el erite- rio de su exaetitud. ‘El problems que abordamos en este capitulo es el si- guiente: el negro antillano seri tanto mas blanco, es decir, ge parecer tanto més al verdadero hombre, eusnto mas y me- jor haga suya la lengua francesa. No ignoramos que ésta es una de las actitudes del hombre ante el Ser. ‘Un hombre que posee la lengua posee, de rechazo, el mundo implieado y ex presado por esta lengua, Ya se ve a-dénde queremos llegar: en la posesion del lenguaje hay un poder extraordinario, Bien Jo sabia Paul Valéry, quien llamaba al lenguaje “el dios en la carne extraviado” *. Nos proponemos estudiar este fenémeno en una obra at- tualmente en preparacion?. ‘Por el momento, quisiéramos simplemente mostrar por ‘qué el negro antillano, sea cual fuere, tiene siempre que en- cararse con el lenguaje, Més atin, ampliaremos el horizonte Ge nuestra descripcién de manera que, a través, pero mas alld de él, contemplamos a todo hombre colonizado, Todo pueblo colonizado —es decir, todo pueblo en cuyo seno hays nacido un complejo de-inferioridad a consecuencia Gel enterramiento de la originalidad cultural local— se sitéa siempre, se encara, en relacién con la lengua de la nacién civi- Tizadora, es decir, de la cultura metropolitana, E} colonizado escapard tanto mas y mejor de su selva cuanto més y mejor haga suyos los valores culturales de Ia metrépoli. Ser tanto més blaneo cuanto més rechace su negrura, su selva. En el ejército colonial, y mas concretamente en los regimientos ide fusileros senegaléses, los oficiales indigenas son, ante todo, jnlérpretes. Sirven para transmitir a ‘sus congéneres las br- denes del sefior, gracias a lo cual también ellos gozan de una cierta honorabilidad. 1 Charmes, Ls Pythie. 2 Le langage et tegressivité, ae 15 Hay la ciudad; hay el catmpo. Hay la capital; hay la provincia. Aparentemente, el problema es el mismo, Tome, mos un lyonés en Paris; alabard la calma de su ciudad, la be. llcza embriagadora de ‘los muelles del Rédano, el esplendor de Jos plétanos y tantas otras cosas que cantan las personas que no tienen mada que hacer, Si le encuentran a su yuelts die Paris, y sobre todo si ustedes no conocen la capital, enton ces no parard de elogiarla: Parfs-ciudad-luz, el Sena, los ane. renderos, conocer Parfs y morir... EI proceso se repite en el caso de] martiniquense. Prime- to en su isla: Basse-Point, Marigot, Gros-Morne y, enfrente, Ja imponente Fort-de-France. Después, y éste es el moments crucial, fuera de su isla. El negro que conoce la metrépoit es un semidins. Recuerdo a este respecto un hecho que ha afectado considerablemente a mis compatriotas, Muchos. an- {illanos, al cabo de una estancia mas 0 menos larga en la me tropoli, vuelven para consagrarse, Con ellos, el indigena, el. queno-ha-salido-nunca-del-agujero, el “bitaco”, adopta la for- ma més elocuente de la ambivalencia, El negro que ha vivido algiin tiempo en Francia vuelve radicdlmenteanstariads, genéticos, que su feno-fipo sufre una » absoluta Ya antes de Ta partida Se sien andar “aéreo, la quemazén de unas fuer- vas mievas, Cuando eneuentra a un amigo o compafiero, hay un amplio gesto humeral que Jo anuncia: diseretamente, nules- tro “futuro” se inclina. La vos, ronca de costumbre, deja adivinar un movimiento interno hecho de un sordo zumbido. Poraue el negro sabe que allé abajo, en Francia, hay una idea de 61 que le echaré la garra en Le Havre 0 en Marsella. “Sov martin‘qués, es Ia primera vez que vengo a Francia sabe que eso que os poetas llaman “arrullo divino” (léase criollo) es s6lo un término medio entre el “negrito” y el fran- cés. La burguesia de las Antillas no emplea el criollo, salvo en sns relaciones con Jos domésticos. En Ja escuela el joven martiniqués aprende a despreciar el patois. Se hable de crio- % Quoremos deci> con esto que los negros que vuslven con los sayor dan Ie impresién de haber realizado un cielo, de haberse afadide alge que les faltaba. Vuelven literalmente llenos do si mismos. 16 Uismos, Algunas fa mamas llaman a sus “Mi madre al qu sino te sabes la no irés a Misa tus cositas de d este nifio seré 1 este nifio seré n cdllate te he d el francés de Fr el francés del: fr el francés franc Si, es convenien juzgaré un poco po cio: ni siquiera sabe En un grupo de quien posee y domin mativo y chillén; h blanco, En Francia, tiniea: hablar como E| negro que en to del martiniqués q ellas, y en verdad qu No solamente se apl naré ostentosamente demis, escuchindose érgano desgraciadam y leeré durante horas diccién, Hace poco me ¢ ria, Un martiniqués café, Con una segur de bié.” Esto es un responder a Ia ima 4 Le6n-G, Damas, ta Re hhecho una buena provision de las mismas, pero sin saberlas repartir convenientemente, Hay un fenémeno psicolégico consistente en creer en una abertura de] mundo en la medida que las fronteras se quia bran. El negro, prisionero en su isla, perdido en una atmés- fora sin la menor salida, mira esta llamada de Europa como un respiradero, Porque, todo hay que decirlo, Césaire fue ain magninimo con su Cahier d'un retour au pays natal. Esta ciudad, Fort-de-France, es verdaderamente vulgar, malogra- da, Alla abajo, en los pliegues de su sol, “esta ciudad trivial, repantigada, dudosa de su buen sentido, inerte, sofocada bajo el peso geométrico de cruces que retornan una y otra vez, eternamente, indécil a su suerte, muda, contrariada en todas formas, perpleja, escatimada, reducida, rota en su fauna y ‘flora’”®, La descripeién de Césaire no es en modo alguno poética, Se comprende entonces que el negro, al anuncio de su viaje a Francia (como se dice de quien “viene al mando”), muestre su jiibilo y decida cambiar, Por lo demés, no hay en ello tematizacién alguna; @ cambia de estructura independiente- mente de’ todo paso reflexivo, En Estados Unidos hay un centro dirigido por Pearce Williamson, el contro de Packman. Los realizadores han probado que en las personas casadas $@ produeia un cambio bioquimico; segiin parece, estos investi gadores han detectado la presencia de ciertas hormonas en ¢l esposo de una wujer embarazada, Seria igualmente intere- sante, ya habré quien lo haga, imvestigar las transformacio- nes humorales de los negros a'su legada a Frarcia, 0, sim- plemente, estudiar mediante tests, las modificaciones de su psiquismo antes de su partida y un mes después de su insta- Jacién en Francia, ‘Hay um drama en eso que se ha convenido en lamar cien- cias del hombre. ;Se debe postular una realidad humana tipo ¥ deseribir sus modalidades psiquicas, tenienda en cuenta s6lo imperfecciones, 0 bien se debe intentar, sin pérdida de tiem- Po, una comprensién concreta y siempre nueva del hombre? Cuando se nos dice que a partir de los veintinueve afios 5 Pagina 30. : 18 el hombre no ‘puede amar, y que es necesario esperar hasta los cuarenta y nueve para que reaparezea su afectividad, sen- timos que el suelo vacila bajo nuestros pies. Solo saldremos el atasco a condicién de plantear correctamente los proble- mas, porque todos estos descubrimientos e investigaciones tienden a un solo fin: obligar al hombre a admitir que él na es nada, absolutamente nada, que tiene que terminsr con este narcisismo segiin el cual se imagina diferente a los demas “animales”. En ello hay, ni més ni menos, una eapitulacién del hombre. Para decirlo todo, yo afirmo mi narcisismo a manos llenas y abomino de la abyeccién de quienes quieren hacer del hom bre una mecénica. Es posible que el debate no se pueda abrir en el plano filoséfico, es decir, en el de la exigencia funda- mental de la realidad humana; en este caso, consiento le- varlo al plano del psicoandlisis, es decir, de “Jo fallido”, en el sentido en que decimos “el motor falla”. E] negro que entra en Francia cambia porque, para él, la metrépoli representa el Taberndculo; cambia,’ no sola- mente porque es de este pafs de donde le legaron Montesquiea, Rousseau y Voltaire, sino porque también de é1 legan los mé- Gicos, los jefes de servicio, los innumerables pequefios poten- tades, desde el sargento mayor con “quince afios de servicio” hasta’ el gendarme originario de Panissiéres, Hay una espe- cie de embrujamiento a distancia, y quien va a partir dentro de una semana con destino a la Metropoli, crea a su alrededor un halo mégico en el que las palabras Paris, Marsella, La Sorbona, Pigalle, representan las llaves de la béveda. El ne- ero parte, y la amputacién de su ser desaparece a medida que se precisa el perfil del paquebote. El negro que parte lee en los ojos de quienes le acompafian su poder, su mutacién... “Adieu madras, adieu foulard... Ahora que ya lo hemos levado al puerto, dejémosle va- gar; ya lo encontraremos de nuevo, Por el momento, vamos al encuentro de uno de los que vuelven, El “desembarcado”, desde su primer contacto, se reafirma; s6lo responde en fran- cés y, muchas veces, ya uo comprende ¢l criollo. A este res} pecto, el folklore nos proporciona una buene ilustracién. Tras 19 e unos meses en Francia, un campesino vuelve con los suyos. Reparando en un instrumento para arar, pregunta 2 su pa- dre, viejo campesino, aquiennoselapeganadie: “;Cémo se llama esta méquina?”’ Por toda respuesta, su padre se la tira @ los pies y la amnesia desaparece. Singular terapéutica, ‘Tenemos, pues un desembarcado, Ya no entiende el patois, habla de la Opera, que por cierto s6lo ha visto de lejos; pero, sobre todo, adopta una actitud critics para con sus ¢ompa- triotas. Ante el menor acontecimiento, se comporta original- mente, Hs “el que sabe”. Se le conoce por su lenguaje. En Ia Savana, donde se retinen los jévenes de Fort-deFrance, el espectaculo es revelador: inmediatamente; tiene la palabra el desembarcado, A la salida del liceo y de las escuelas, se reinen en la Savana, Parece como si hublese algo poético fen esa Savana, Imaginense un espacio de doscientos metros de largo por cuarenta de ancho, limitado en los lados por ta- marindos carcomidos, en lo alto por el inmenso monumento a los muertos —Ia patria reconocida a sus hijos—, em la parte baja por el Central-Hotel; ‘un espacio torturado, adoquines desiguales, cantos que Tuedan bajo los pies, y,' encerrados dentro de todo ello, paseando arriba y abajo, trescientos 0 cua- trocientos mozos y mozas que forman corrillos para hablar, que se ponen a hablar, pero que no, no hablan jamés, y luego se separan. —i Qué tal? —Bien, ¢¥ ti? —Bien. : ¥ asi durante cincuenta afios. S{. Esta ciudad esté la- mentablemente malograda. Esta vida también, Bien, Se vuelven a encontrar y hablan. Si el desembar- cado obtiene rapidamente la palabra es que le estaban espe- rando. Primero, la forma: se recoge al vuelo la menor falta, la analizan, y en menos de cuarenta y ocho horas todo Fort-de- France lo conoce. A quien se la confiere una superioridad no se le perdona faltar a su deber. Si dice, por ejemplo: “Il ne ‘ma pas été donné de voir en France des gendarmes a che- vauz”, esté perdido, Sélo le queda una alternativa: desha- eerse del parisinismo 0 miorirse de vergienza. Porque nadie 20 olvidard en absoluto; si esté casado, su mujer sabré que tiene Por marido una historia; sus hijos tendrén que aftontar y vencer a una anéedota. *De dénde proviene esta alteracién de la personalidad? 4De dénde proviene este nuevo modo de ser? Todo idioms €8 una manera de pensar, deeian Damourette y Pichon, El hecho de que el negro recién desembarcado adople un lengua- Je diferente del de la colectividad que le ha visto nacr ex. bresa un desajuste, una brecha. E] profesor Westermann escribe, en The African to-day, que los negros sufren un sen- timiento de inferioridad, sobre todo los evolucionados y los que intentan tenazmente dominar. Por lo general, afiade, la manera que tienen de hacerlo es inocente: “Llevar vestidos europeos 0 trapos a ta dltima moda, adoptar las cosas que uusa el curopeo, sus formas exteriores de urbanidad, adornar el lenguaje indigena con expresiones europeas, usar frases ampulosas hablando 0 escribiendo en una lengua europea, to- do lo intentan para conseguir sentirse en igualdad respecto del europeo y su modo de existencia” Quisiéramos, haciendo referencia a otros trabajos y a nuestras observaciones personales, intentar mostrar por qué el negro se sitia de manera peculiar ante el lenguaje euro- peo. Recordamos una vez mas que las conclusiones a las que Heguemos s6lo seran vélidas para los antillanos; no ignora. mos, sin embargo, que estos mismos comportamientos se dan también en todas las razas colonizades, Hemos conocido, y' desgraciadamente seguimos conocien- do, compatieros originarios de Dahomey 0 Congo que se la- man antillanos; hemos conocido y todavia conocemos antilla- os que se sienten ofendidos si se les supone senegaleses. ‘¥ ¢s que el antillano es més “evolucionado” que el negro de Africa (entiéndase bien, que esté més cerca del blanco); esta diferencia existe, no solamente en la calle y los pasevs’ sino también en la administracién y en el ejército. Todo antilla no que haya hecho su servicio militar en un regimiento de fusileros conoce esta desazonadora situacién: de un lado, los europeos de las viejas colonias u originarios, del otro, los fusi- leros, Ain me acuerdo a veces de un dia en que, en pleno 21 combate, se impuso la necesidad de aniquilar un nido de ame- tralladoras. Se lanz6. tres veces a los senegaleses, y tres veces fueron rechazados. Entonces, uno de ellos pregunté por qué no iban los toubabs. En circunstancias ya nadie sabe lo que es uno, si toubab o indfgena, Sin embargo, son muchos los antillanos que no se desazonan ante esta situacién, sino que, por e} contrario, fa consideran totalmente normal. jS6lo fal- ‘taria eso, que nos asimilaran a los negros! Los originatios desprecian a los fusileros; el antillano reina como seffor in- discutible entre toda esta despreciable negrada. Extremo opuesto, recuerdo un hecho que no tiene nada de cémico a mi fuicio: hace poco, un martiniqués me hizo seber lleno de e4- era que algunos guadalupenses se hacian pasar por nuestros, Pero, afiadfa, la mafia se ve en seguida, porque son més sal- vajes que nosotros; Kase otra ves: estin més alejados del blanco, Se dice que ef negro amaba las palabras; cuando yo pronuncio “palabras”, veo un grupo de niffos jubilosos, lan- zando al mundo lamadas inexpresivas, roncas; nifies en pleno juego, en la medida que pueda concebirse el juego como una Iniciacién a la vida, El negro ama las palabras y.no es largo el camino que conduce aesta nueva proposicién: el negro es sélo un nifio. Los psicoanalistas tienen aqui materia sobra- da; el término oralidad brota inmediatamente. Pero habremos de ir mas lejos. El problema del lenguaje es demasiado importante para que pretendamos exponerlo aqui integramente Los notables estudios do Piaget nos han ensefiade a distinguir diversos estadios en su aparicién; los de Gelb y Goldstein nos han mostrado que la funeién del len- guaje se distribuye en estantes, como en grados. Aqui nos interesa el hombre negro ante la lengua francesa. Queremos comprender por qué le gusta tanto al antillano hablar el francés. Jean-Paul Sartre, en su Introduccién a la Anthologie de Ue possi négre et malgacke, nos dice que el poeta negro se vuelve contra la lengua francesa, pero que no ocurre lo mismo con los poetas antillanos. A este respecto compartimos la opinién de Michel Leiris, quien, hace poco, escrib{a sobre al criollo Jo siguiente: 2 “El criollo, lengua popular todavia, , que todos conocen © menos, pero que s6lo los iletrados hablan exclusiva nivel de vida material) se difunda entre las capac mn heredadas de la. poblaciin,” I autor akade: “hen ms oo gue me refiero no pretenden en absoluto hacerse “axtilaro —en el plano del pintoresquismo felibrés— usando an le, guaje de prestado y sin irradincién exterior, cuslesguions que puedan ser sus cualidades intrinsecas, sino afirmar tee 7 a algunos Dlenens Jmbuides de tos peotes prejuicios racia- dea geet im orgullo cada vex menos jusificad, In intage Existe ciertamente un Gilbert Gratia i patois, pero habremos de confesar gue la jee as eae Fara, Digamos ademés que el valor poético de estas eromnin es es muy dudoso, En cambio, tenemos auténticas ote traducidas del wolofo, del pewhl;’ también seguimos con recs 6s los estudios de lingtiistica de Chetk Ante Dion # En las Antillas, nada recido, len; oficalmente al franeée; los macstroe sinieg eects te que los nifios no hablen el eriollo, Silenciaremos las rasa ¥I problema, aparentemente, podria ser el siguiente: en los Antillas, como en Bretafia, hay un dialecto y, ademas, eles Gun francesa, Pero esto es falso, pus los bretones no ee conse inferiores a log at Ceram inferiores los franceses, ‘Loe bretones no fueron ei __ Negéndonos a maultiplicar los elementos, riesgo de no delimitar adecuadamente el hogar; ahors View cs importante decir al negro que la actitud de raptura jamao ha salvado a nadie. Es verdad que yo debo liberarme de quice me ahoga, pues es evidente que no me deja respirar; pero atencién, sobre una base fistolégica. Si ia dificuttad de ree, 6 Temps Modernes, febrero 1950, -Martinique-Guedaloupe-Haitie, 23, iracién es mecénica seria malsano introdueir un elemento psicolégico, es decir, la imposibilidad de expansién. Qué quiere decir esto? Sencillamenie: cuando un ant llano licenciado en filosofia decide no presentarse a oposi- ciones alegando gy color, yo digo que Ja filosofia no ha sal- vado jamds a nadie, Cuando cualquier otro pretende a toda costa probarme que los negros son tan inteligentes como los laneos, yo digo que tampoco la inteligencia ha salvado ja- mis a nadie; y esto es verdad, porque si bien se proclama Ja igualdad entre los hombres en nombre de la filosofia y de la inteligencia, también em su nombre se decide su exterminio, Antes de continuar nos parece necesario decir algunas cosas, Hablo, por una parte, de los negros alienados (mixti- ficados) y, por otra, de blancs no menos alienados (mixtifi- cadores y mixtificados). Un Sartre o un Verdier, el carde- nal, ya han dicho que el esc4ndalo del problema negro dura ya demasiado; concluyamos diciendo que su actitud es perfec- tamente normal. También podriamos multiplicar las referen- cias y las citas y mostrar que, efectivamente, el “prejuicio de color” es una idiotez, una iniquidad que hay que destroir. Sartre comienza asi su Orfeo Negro: “Pues qué espe- ‘rébais cuando quitisteis la mordaza que tataba estas bocas negras? ;Que entonasen vuestra alabanza? ;Pensdbais leer adoracién cuando se levantasen estas cabezas doblegadas has- {a el suelo por la fuerza?” ? No sé, pero digo que quien bus- que en mis ojos otra cosa que una interrogacién perpetua per- derd la vista; ni reconocimiento ni odio. Si yo Janzo un gran grito, no ser& en absoluto negro. No, en la perspectiva adop- tada aqui, no hay problema negro, ¥ si lo hay, los blancos se han interesado por 61 por pura casualidad. Este es un asunto que se tramita en la oscuridad; bueno sera que el sol que yo trashumo ilumine hasta el Gitimo rincén, El Dr, H-L. Gordon, médico del hospital ‘de psicopatia de Mathari, en Nairobi, eseribe en un articulo de la Presse Medicala del Este Africano: “La observacién exhaustiva de ‘una serie de cien cerebros de indigenas normales establece descarnadamente una ausencia de cerebros nuevos, earacteri- (7 JoP, Sartre, Profacio ala Anthologie de la poésie négre et malgache, 24 zados, como se sabe, por células legadas al tiltimo estadio de su desarrollo. Esta inferioridad presenta cusntitativamente el 14’8 por 100” (citado por sir Alan Burs)’, Se dice que el negro es e) eslahén que une af hombre con ef mono; el hombre blanco, se entiende; sir Alan Burns con. cluye, allé por la pagina ciento veinte: “No podemos, por con- siguiente, considerar clentificamente establecida la teoria se- gin la cual el hombre negro seria inferior al hombre blanco ovprovendris de un tronco distinto.” cil nos seria, afiadi- mos por nuestra cuenta; mostrar lo absurdo de proposiciones tales como: “Segin la Escritura, la separacién de las razas blancas y negras perdurar4 en el cielo al igual que en la tie- ra; los indigenas que sean acogidos en el Reino de los Cielos serén apartados a algunas de esas casas del Padre de las cuales ya habla el Nuevo Testaments,” Y también: “Somos el pueblo elegido, mira el tinte de nuestra piel, otros son ne- gros 0 amarillos, es por causa de sus pecados.” Si, como se ve, echando mano de la humanidad, del sen- timiento de la dignidad, del amor y la caridad, facil ‘nos seria, Drobar o de hacer admitir que el negro es igual a) blanca. ero nuestra finatidad es muy otra: lo que nosotros queremos es ayudar al negro a liberarse del arsenal de complejos que Jo han dominado y que germinaron en una situacién colonial. M. Achille, profesor del liceo del Pare de Lyon, citaba en wna conferencia cierta aventura personal, Esta aventura ea conocida universalmente. Pocos son los negros residentes en Francia que no la han vivide. Catélico, Achille parti- cipaba en.una peregrinacién de estudiantes, Un sacerdote, avistando al bronceado Achille en su rebaiio, le dijo: “;De- Jaste la gran Savana para venir con nosotros?” El interpe- lado respondié cortésmente; el que salié trasquilado en esta historia no fue ef joven desertor de les Savanas. Los presen- tes rieron de este quid pro quo y la peregrinacifn siguié ade- ante, Pero, si nos detenemos un momento, veremos algunos datos interesantes en la manera cémo el sacordote se dirigié al negrito: 1. "Yo conozco a los negros; hay que dirigirse a ellos 8 Le préjugé de race et de couleur, pig. 112. : 26 con gentileza, hablarles de su pafs; lo importante es saber hablarles, Mire usted.” No exageraremos, Un ‘laneo que dirige la palabra a un negro se comporta igual que un adulto con un nifio, haciéndole carantofias y melindres, susurrén- dole, haciéndose e] simpatico, zalamero No es un blanco s0- Tamente al que hemos visto actuar asi, sino a cientos Nues- tras observaciones no se refieren a una determinada categoria, sino que, procurando adoptar una actitud esencialmente objetiva, ‘nos dedicamos a estudiar este hecho en médicos, agentes de policfa, empresarios. Se nos dird, olvidando al ha- cerlo nuestra intencién, que podriamos habernos fijado en otros, que hay blancos que no cuadran con esta descripcién. A estos objetores les responderemos que estamos hacien- do aqui un proceso de los mixtificados y de los mixtificado- res, de los alienados; si existen blancos que se comportan sanamente ante un negro, bien, pero no son ellos los que nos ccupan. Porque el higado de mi enfermo funcione bien no le voy a decir que tiene los rifiones sanos, Reconocidamente normal el higado, le abandono en su normalidad, que es nor- mal, y me pongo a reconocer sus rifiones; hombre! tiene us- ted los rifiones enfermos. Esto quiere decir que funto a per- Sonas normales que se comportan saludablemente segin una psicologia humana, las hay que se eomportan patolégicamen- te segiin una psicologia humana, Ocurre que la existencia de este tipo de hombres ha determinado unas cuantas realids- des y que deseariamos contribuir a liquidarlas, Hablar a los negros de esa manera es ir hacia ellos, po- nerlos eémodos, es querer ser comprendidos por ellos, tran- quilizarlos.. ‘Les médieos de las salas de consulta lo saben. Veinte enfermos curopeos, uno tras otro: “Siéntese, sefior -.. Qué se le ofrece? Qué le aqueja...? Entra un negro o un arabe: “Signtate, muchacho... {Qué tienes? ;Dénde te duele? Cuando no: “A ver, hombre, zqué tienes ah{... ?” 2, Hablar “negrito” a un negro es vejarlo, porque él es quien-habla~‘negrito”. Sin embargo, se nos dir, no hay in- tencién en ello, no hay voluntad de insultar. De acuerdo, pero 26 Jo vejatorio es precisamente esta ausencia de voluntad, esta desenvolture, esa facilidad con le que se le fija, se le apr i rrimitiviza y se le anticiviliza. some eae fe dirige en “negrito” 2 un hombre de color oa un frabe no reconoce en este comportamiento una tara, fm vieio, es quo jamas ha reflexionado, Personalmenté, me doy cuenta 2 veces, a interrogar a clortos enfermos, en qué momentos resbalamos . .- i momente aquella vieja campesina de setenta y tres afios, sub- normal, en pleno proceso demencial, siento que se me quie- bran las antenas con las cuales toco y mediante las cuales soy tocado, Cuando yo adopto un lenguaje apropiado a la de- meneia, a la debilidad mental, cuando me “‘inclino”, desde arriba,’ sobre la pobre vieja de setenta y tres afios, cuando voy hacia lla, a la bisqueda de un diagndstico, entonces, des- cubro el estigma de una recaida en mis relaciones humanas, Usted es un idealista, diré alguien. No, qué va. Los ypuercos son los otros. Por'mi parte, me dirijo siempre a los "bicots” en francés correcto y siempre he sido comprendido ‘Me responden como pueden, pero yo me rebelo contra toda comprensién paternalist: H “Bonjour mon zamif Ov y a mal? He? Dis voir un peu?, le ventre?, le coeur? asi Todo eso con aquel suave acento que los “infra” de Jas salas de consulta conocen bien. 7 ‘Cuando el “infra” recfbe la respuesta de la misma ma- nera; se siente con buena conciencia, “Vea usted, no es un chiste lo que le cuento, Son efectivamente asi En caso contrario, el “infra” habré de echar mano de sus pseudépodos y comportarse como. un adulto, Todo el edi- ficio se derrumba. Un negro que le dice: “Sefior, yo no soy en absoluto su muchacho ni su amigo...”, le obliga a reac- cionar y-le crea de nuevo su mala coneiencia. Pero ain hay que buscar mis profundo. Me siento en un café, en Rouen o en Strasburgo; deseraciademente, me ve un viejo borracho, Se sienta en mi mesa: “;Africano? Dakar, Rufisque, burdeles, mujeres, café, mangas, bana- as...” Me levanto y me voy, saludado con una sarta de ju- aa eT ramentos: “Sueio negro. {No te dabas tanta importancia en tu selva!” Mannoni ha descrito lo que él llama. el complejo de Prés- pero. Ya volveremos sobre estos descubrimienios que nos facilitarén la comprensin del eolonialismo, Pero ya desde ahora podemos decir: Hablar “negrito” supone expresar esta idea: “Td, quédate donde estis” Me encuentro con un alemén o un ruso que hablan mal el francés. Intento darles, gesticulando, Ja informacién que me piden, pero sin olvidar que uno u otro tienen su propia lengua, un pais y que, quiz, sean abogados o ingenieros en su cultura, En todo caso, son extrafios » mi grupo, ¥ Sus Rormss son segue ramente diferentes. Nada semejante ocurre con el negro. No tiene cultura, ui civilizacién, Carece de ese “largo pasado histérico”. Se comprende, quizd, de donde vienen esos esfuerzos que hacen tantos negros contempordneos: cueste 1o que eneste, hay que probar al mundo blanco la existencia de una civilizacién negra, Lo quiera o no, el negro tiene que ponerse la librea que Ie ha puesto el blanco, Miren las ilustraciones para nifios: los neyros tienen todos en la boca el owi missié de rigor. En el cine, la cosa Hegar a ser extraordinaria. La mayoria de los films norteamericanos doblados en Francfa reproducen negros del tipo: {Al rico plétano!”, con su correspondiente modulacién. _ En uno de estos films, reciente por cierto, Reguins d'acier (Tiburones de acero), un negro, miembro de la tripulacién del submarino, habla la jerga méS castiza que pueda imaginarse. Es un negro negro, que tiembla al menor movimiento de c6- lera del jefe de a bordo, que finalmente muere en la aventura, No obstante, estoy convencide de que la versién original no ofrece esta modalidad de expresién. Y, de todas formas,-aunque asi fuese, no veo por qué en la democratica Francia, con se- senta millones de ciudadanos de color, se tienen que doblar (en los dos sentidos) las imbecibilidades del otro lado del Atlén- tieo, Pero, claro, hay que presentar l negra de una cierts ma- nera, Esta esterotipia se deseubre ya on el negro de Sin Piedad —"18) buen cbreio, no miontas nunce, no robes rmanea”—, haste doméstica de Duelo al Sol... 1 daira] negro se le pide que sea un buen negro; ostablecido esto, todo 10 dems viene sol0. Hacerle hablar “negrito” supone Gdhoritlo ala imagen que de 41 se tiene, untarlo de negro cha- Jol aprisionarlo, hacer de él la vietima eterna do una esencia, de un aparecer del cual él no es responsable. Naturalmente de la misma manera que ¢8 sospechoso un judio que gasta di- Gero sin tasa, asi también hay que vigilar al negro que cita Montesquieu, Eutendimoncs: vigilarlo en la medida en que con alvomienza alguna cosa, Y, cfertamente, no estoy diciendo que a estudiante negro sea sospechoso a los ojos de sus compaiie- ete y profesores. Pero fuera de los medios universitarios sub- Tee un ejéreito de imbéciles: lo importante’ no es educarlos, sino que el negro consiga no ser esclave de sus arquetipos, Gue estos imbéciles son produoto de una estructura eo- pémico-psicolézica, de acuerde, pero hay que ir todavia mucho Tus lejos, pues hace tiempo que nos hemos estancado en se tructura. i ee NGuando un negro habla de Marx, la primera reaceién ta siguiente: “Se 08 ha edueado y ahora os volvéis contra nues- tree bienhechores. ;Ingratos! Decididamente, nada puede es- perarse de vosotros”. Ademds, hay también este argument dei Plantagor en Aftiea: nuestro enemigo os el maestro, To que venimos diciendo simplemente es que eb eurapeo tiene una idea definids del negro; no hay nada mas exasperante que oir decir: “;Cudnto tiempo lleva usted en Francia? Habla jen el francés”. usted may Piepundérveme que esto se debe al hecho de que muchos negros se expresan en “negrito”. Pero esto serin, demir Siado facil. Uno va en el tren; prezunta: °"perd6n, sefior. ;Querria usted indicarme el coche, res- inte, por favor? ij fanram cmon 2am, toi y en @ prendre couloir tout drot un deuz, trois, c'est l- No, hablar “negrito” quiere decir encerrar al negro. per= petuar ‘una situacién conflictual en la que el blanco infects al Regro de cuerpos extrafios oxtraordinariamente téxicos. No hay 29 nada tan sensacional como un Negro que se expresa co1 mente, porgue, en verdad, asume el mundo blanco. A coces he, mos charlado con estudiantes de origen extranjero, Hablan mal ¢1 francés; el pequerio Crusoe, alias Préspero, esté entonces a oud ‘anchas. Explica, informa, les acompafia, Con el negro, la esti, pier cola toda medida; 6), el negro, se ha puesio en regis n él, ya no es posible el jue i He gue nea, eee et eo, es pura réplca de blanco, spp Después de todo lo que hemos dicho se compre: Primera reaccién del negro sea decir no\a los que inate 3 Tinirle. Se comprende que la primera reaceién del negro sea una reaccion; y, puesto que el negro es apreciado segin la ealidad de su asimilacién, se comprende también que el desembarcado ff exbrese sélo en francés. El desembarcado tiende a subrayar 2 Tuptura que se ha producido, Realiza un nuevo tipo de hom, re, tipo que impone a sus compafieros y a sus parientes, Asa Yiele madre que ya no comprende, le habla de sus camises, de la en desorden . ie condi ° Beene en eeesorden Todo flo bien acondicionado ton el En todos los pafses de] mando hay arribistas: “ zo se sienten (lo que sea)”; frente a ellos, “py que un ‘a Recién de su origen”. El antillano que vuelve de la metropolt se expresa en patois si quiere dar a entender que no ha com: biado. Se siente en el desembarcadero, donde padres y_anrigos ke esperan. Le esperan no s6lo porque viene, sino en el sentide en que decimos: “A ver cémo viene éste”. Necesitan solamente un minuto para determinar e} diagnético. $i el desembarcadg dice 4 sus compafieras: “Je suis trds hereuz de me relrouy Parmi vous. Mon Diew, quiit fait chad dans ce pays, Je no gee ee cz bps Pega ee... ala ipertanat a earache Bie Go eri he Sse Ned cnatin’ cc adrtere paring» cece ri 2%, Ruesira lacrimasa ternurs, toda nuestra deforme solicitad queda aa Ha ae, eet ld ein sive he Eae apa ate anon ot a minsgi sin ln’ Sateen Africaine, nim. '5, pag. 726. ee 30 sawrais y demeurer longtemps”, se pondrén en guardia: ha Megado un europeo. En otro orden de cosas més particular, cuando se encuen- tran en Paris estudiantes antillanos, pueden ejercer dos posi- hilidades, —O sostener el mundo blanco, es decir, e] mundo verda- dero, en cuyo caso emplearén el’ francés; entonces podrdn abordar algunos problemas y orientarse en sus conclusiones hacia un cierto grado de universalismo. —O rechazar Europa, “Yo” (*), y entenderse y comu- nicarse mediante el patois, instalandose muy confortablemente en Jo que vamos a llamar la Umwelt martiniquense; con esto queremos decit— y va dirigido sobre todo a nuestros hermanos antillanos— que cuando uno de nuestros compafieros en Paris © en cualquier otra ciudad con Universidad, intenta conside- rar seriamente un problema, se le acusa de darse importancia, entonces el mejor medio para desarmarlo es echar mano del mundo antillano blandiendo el eriollo. En ello hay que ver una de as razones de fa quiebra de tantas amistades al cabo de algén tiempo de vida europea. ‘Siendo nuestra intencién la desalienacién de los negros quisigramos que sintiesen que, cada vez que hay incompresién entre ellos a propésito del blanco, hay una falta de discerni- maiento. ‘Un senegalés aprende el criollo para hacerse pasar por antillano: yo digo que en esto hay alienacién, ‘Los antillanos que lo saben tmultiplican su pitorreo; yo digo que en esto hay falta de discernimiento, Como se ve, no nos equivocébamos eando suponiamos ‘que un estudio del lenguaje entre los antillanos podia revelar- nos algunos aspectos de su mundo. Ya lo dijimos al principio; hay una relacién de apoyo entre Je lengua y ia colectividad, Hablar una lengua es asumir un mundo, una cultura. El antillano que quiere ser blanco lo seré, efectivamente, tanto més cuanto mejor haya hecho suyo ese instrumento cultural que es el lenguaje, Recuerdo que en Lyon, hace poco mas de 10 Menor do designar a los otros, considerados genézicemente; mas concretamente, los europecs, 8L un afio, después de terminar una conferencia en la que yo habia trazado un paralelo entre la poesia negra y la europea, un compafiero metropolitano me decfa calurosamente: “En el fon- do, ta eres un blanco”. Por lo visto, el haber estudiado con la Jengua del blanco un problema tan interesante me daba dere- cho de ciudadant: Hist6ricamente, se ha de comprender que el negro quiera hablar francés, porque es Ja lave capaz de abrir las puertas que hace sélo cincuenta aiios le estaban prohibidas, En los an- tillanos a los que nos referimos en nuestra descripeién pode mos descubrir una tendencia a buscar las sutilezas e intimida- des del lenguaje, que son maneras de probarse a sf mismos su Mayor o menor sdecuacién a la cultura (), Se ha dich Jos oradores antillanos tienen una fuerza expresiva que dejaria aténitos a los curopeos. Un hecho signifieativo viene a mi me- moria: en 1945, cuando la campaiia electoral, Aimé Césaire, candidato a la diputacién, hablaba en la escuela de Fort-de- France ante un numeroso auditorio, En plena conferencia se desvanetié una mujer. Al dia siguiente, un compafiero, con- tando el incidente, lo comentaba de esta suerte: “Frangais a eté tellement caud que la femme la taombé maleadi (#), {Poder del lenguaje! Ain hay otros hechos que merecen nuestra atepcién. Por ejemplo, Charles-André Julien, prosentado a Aimé Césaire: “Un poeta negro adjunto de la Universidad”: o bien sencilla~ mente, la expresién de “gran poeta negro”. Hay en estas frases hechas, que parecen responder a una urgencia de distincién —porque, en fin, Aimé Césaire es negro ¥ poeta —, una sutileza oculta, un meolio persistente. De Jean Paulhan s6lo sé que escribe obras muy interesantes. Ignoro In edad que pueda tener Caillois, y s6lo retengo las manifesta ciones de su existencia, que de ver en cuando arafian el cielo, . , 21 Véase, por ejemplo, ol niimero casi increible de anéedotas a que io lugar Ta eleceién a Ia, diputacién do este candidate, Una basura de pe- riédico liamado Canard déchainé, no se dio tregua en envolver @ B-.. CoM criollismos viscerales. Y¥ es que, en efecto el arma definitiva en las Anti- Tas es ésta: no sabe exprosaree en francés, 12 El francés (la elegancia de la forma) ora tan calionto que la majer eayé en trance. 82 e no se nos acuse de anafilaxia afectiva; queremos decir tue 10 Hay ninguna ravén para que Breton diga de Césaire: “Es un negro que maneja le lengua francesa como ningiin blanco contemporaneo” (3). ‘Aunque Breton, al decir esto, expresare pura y simple- mente la verdad, no veo d6nde esta tan asombrosa paradoja, no veo dénde pueda estar lo que merece subrayarse, poraue, a fin de cuentas, Aimé Césaire es martiniqués y adjunto de Unid- jidad. 4 versifeivemos a encontrar a Michel Leiris: “Zn los escritores antillanos hay una voluntad de ruptura con las formas lite- rarias ligedas a la ensefianza oficial; pero esta voluntad, ten- dida hacia un futuro més ventilado, diftcilmente podria revestir un aspecto folklérico, Deseosos ante todo, literariamente, de formula el mensaje que les es propio, de ser, por lo menos al- gunos, los portavoces de una verdadera raza con posibilidades Gesconocidas, desdefian el artificio que supondria el recarso ‘a.un hablar del que s6lo podrfan hacer uso como cosa aprendida, sin olvidar que su formacién intelectual se ha efectuado me- diante el francés de manera casi exclusiva”. (). ‘Pero, me replicardn los negros, es un honor para nosotros que un blanco como Breton eseriba cosas semejantes, Continuemos... 13 Introducctén al Cahior d'un retour au pays natal, pég. 14. 14 Michel Leitis, art. cit. 33 Il. LA MUJER DE COLOR Y EL BLANCO El hombre es movimiento hacia el mundo y hacia sus se-. mejentes. Movimiento de agresividad que engendra servidum- bre o conquista; movimiento de amor, donacién de si, término final de lo que ha dado en lamarse la orientacién ética, Toda conciencia parece poder manifestar, simultdnea o alternativa- mente, estos-dos componentes. Energéticamente, e] ser amado me respaldaré en la asuncién de mi virilidad; el anhelo de recer la admiracién o el amor de otro tejerg sobre mi visién del mundo toda una superestructura de valores, En la comprensién de los fenémenos de este tipo el tra- del analista y del fenomendlogo se revela por demés arduo. Giertamente, ha habido un Sartre para realizar una descrincién del amor-fracaso (Ei Ser y la Nada no es mas que el andlisis de la mala fe y de lo inauténtico) ; pero no es menos verdad que el amor- verdad, real —querer para los otros lo que uno pide para si, cuando esta repeticién integra los valores per- manentes de la realidad humana—, reclama la movilizacién de instancias psiquicas elementalmente liberadas de los conflic- tos inconseientes, Hace ya tiempo, mucho tiempo, que se desvanecieron las filtimas secuelas de una lucha gigantesca contra el otro. Hoy, creemos en la posibilidad del amor, precisamente porque ha- cemos lo posible por detectar sus imperfecciones y perversiones, Este capitulo lo consagramos a las relaciones de la mujer 34 de color con el europeo; nuestra intencién consiste en deter- minar hasta qué punto ser4 imposible el emor euténtico mien- ‘ras no s° expulsen ose sentimiento de inferioridad o esa exal- tacién adleriana, y hasta ese sobrecompensacién, que parecen constituir el indicativo de la Weltanschauung negra. Porque, en fin, cuando Jeemos on Je suis Martiniquaise (Soy martiniquesa)': “Me hubiera gustado casarme, pero con un blanco. Pero una mujer de color no es nunea del todo res- petable a los ojos de un blanco. Incluso aunque yo le ame. Yo lo sabia” (2), tenemos derecho a inquictarnos. Este pérrafo, que puede servir en cierto modo de conclusién de una enorme mixtificaci6n, nos incita 2 la reflexién, Cierto dfa, una mujer, de nombre Mayotte Capécia, cbedeciendo a un motivo cuyos ele- mentos no acabamos de ver claros, escribié doscientas dos paginas —su vida— por las que discurrfan a sus anchas las pro- posiciones més absurdas. La acogida entusiasta que obtuvo esta obra en algunos medios merece analizarse, Para nosotros, no es posible ningrin equivoco: Yo soy martiniquesa es una obra por entregas que predica un comportamiento malsano. Mayotte ama a un blanco del que acepta todo. Hs el sefior. Ella no reclama nada, no cxige nada; s6lo un-poco de blancura en su piel, Y cuando, al hacerse la pregunta de si él es her- ‘moso 0 feo, la amante dice: “Lo iinico que sé es que tenia los 08 azules, los cabellos rubios, la piel pélida, y que yo le amaba”, es facil obtener, colocando las palabras en su lugar, poco mAs 0 menos esto: “Yo le amaba porque tenia los ojos azules, los ca- bellos rubios y Ia piel palida”, Y nosotros, nosotros que somos antillanos, Jo sabemos demasiado bien: el negro teme a los ojos aaules, se dice allé abajo. Cuando deciamos, en Ia introduceién, que la inferioridad habia sido historicamente sentida como e¢ondmica, no erraba- mos gran cosa. “Algunas noches tenfa que dejarme, para cumplir con sus obligaciones mundanias. Iba a Didier, el barrio chie de Fort de France, donde viven Jos békés Martinique, que quizé no sean de raza muy pura pero que muchas veces son muy Ticos (se ad- 1 Mayotte Capécia (Corméa o4., pg. 202). 36 mite que se es blanco a partir de un cierto nimero de millones), y los bék2s France, la mayoria funcionarios y oficiales.” “Algunos compafieros de André, bloqueados como él en las Antillas a causa de la guerra, habian conseguido traer a sus mujeres. Yo comprendia que Andrés no podia estar mucho tiem- ‘po apartado, Aceptaba también no ser admitida, en este eireulo, pues yo era una mujer de color; pero no podia evitar tener celos. El gustaba explicarme que su vida intima era una cosa que le pertenecfa y su vida social y militar otra diferente de la ue no era duefio; pero yo insisti tanto que un dia me Yev6 a Didier. Pasamos la yeladas en una de las pequefias villas que me causaban admiracién en la infancia, con dos oficiales y sus esposas, Estas me contemplaban con una indulgencia que se me hizo insoportable. Yo sentfa que me habia arreglado demasiado, ‘que no era digna de André, quied solamente por el color de la piel; en fin, pasé una velada tan desagradable que decidi no volver a pedir a Andyé acompafiarle” (2). Los deseos de la bella apuntan a Didier, bulevar de los mar- tiniquenses riquisimos. Ella misma es la que dice: se es blanco a partir de un cierto nimero de millones. Las villas del barrio fascinaban hacia mucho tiempo a la autora, Por lo demas, te- nemos la impresién de que Mayotte Capécia consigue hacér- noslo creer: nos dice que conocié Fortde-France muy tarde, hacia los dieciocho afios; sin embargo, las villas de Didier ha- bian encandilado su infancia. Hay en este hecho una inconse- cuencia fécilmente comprensible si situamos la aceién. En Mar- tiniea, en efecto, es habitual sofiar en una forma de salvacién que consiste en blanquearse mégicamente. Una villa en Didier, su_introduccién en la sociedad de alla arriba (la colina de Didier domina la ciudad), y ya tenemos Yealizada la certeza subjetiva de Hegel, También se ve clarsmente, por lo demés, el lugar que ocuparfa en la deserfpeién de este comportamiento la dialéctica del ser y del tener (°). No obstante, no es éste to- davia el caso de Mayotte, Se “le va la cabeza”. Las cosas co- mienzan a darle vueltas ... No se tolera on estos efreulos por- que es una mujer de color. El resentimiento se elaboraré a 2 Je cuis Martiniquaise, pég. 150. 3 Etre et Avotr, Gabriel Marcel (Aubier). 36 partir de se factibilidad. Ya veremos por qué est4 prohibido el amor a todas las Mayotte Capécia de todos los paises. En Ia infancia de Mayotte Canécia deseubtimos un cferto niimero de rasgos que ilustran la linea de orientacién de Ja autora, Cada vez que se produzea un movimiento, uma conmo- cin 0 un estremecimiento, se Tevelard claramente que esté en relacién directa con ese fin, Parece, en efecto, que para esta mujer el blanco y ¢l negro representan los dos polos de un mundo, polos en lucha perpetua: verdadera concepeién mani- queista de] mundo, Ya hemos lanzado la palabra; convendré no olvidarla: blanco 0 negra, ésta es Ja cuestién. Yo soy blanco, es decir, me pertenecen la belleza y la virtud, que nunca fueron negras. Soy del color del dia... Yo soy negro: yo realizo una fusiGn total eon el mundo, una comprensi6n simpatica de la tierra, una pérdida de mi yo en el corazén del cosmos; el blanco, por inteligente que sea; ” \ndrés Marielle es blanca, toda soluel impos. bie, Sin embargo, sus frecuentes merodeos ro ‘Payot, Gide, oras y Voltaire parecian haber eliminado todo esa, Dre bat 2a fe, Jean Vencuse “creyé en esta cultura y se puso @ soe ele muevo mundo desrubiert y conguistads para a Qee error el styo! Basté que llegara a la mayoria de vdad yoo que le rodeaba no le habia traicionado, ¢1 1 el puebl aeeptindole entre los suyos, el negro cast rosie ea

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