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Estrategias para una mejora

sostenible de la calidad de vida


Para obtener una mejora sostenible de la calidad de vida --inspirándose en la
visión global que se ha evocado más arriba-- los países tienen que elaborar
una estrategia práctica y viable. Ésta, en primer lugar, tiene que definir unas
normas mínimas de calidad de vida, mensurables, verificables y válidas para
todas las naciones. En segundo lugar, es necesario establecer y hacer aceptar
por todos un calendario de realización de estas normas. Tercero, una vez que
se hayan conseguido estos mínimos se fijarán progresivamente normas más
elevadas. Entonces habrá que insistir más sobre la calidad de vida que sobre la
cantidad, y corresponde a cada uno ayudar a los demás a alcanzar las normas
mínimas.

Esta tarea exigirá, en los planos nacional y mundial, un compromiso firme en


favor de políticas sociales activas. No pueden ser negociables las normas
mínimas de calidad de vida: son prioritarias para todos y con la mayor
urgencia. Para cada elemento de la calidad de vida hay que hacer un esfuerzo
en el plano internacional para definir los indicadores y precisar cuál será la
norma mínima exigible para cada uno de ellos. Por debajo de un cierto nivel
mínimo, se considerará que no se ha respetado el derecho a la calidad de vida.

Las normas mínimas deberán definirse con precisión de modo que se puedan
medir tan exactamente como sea posible. Un mínimo en materia de
enseñanza, por ejemplo, podría consistir en un cierto número de años de
escolarización gratuita. En el campo de la salud, la norma podría ser la
posibilidad de acceso al agua potable y a los servicios públicos sanitarios,
juntamente con un mínimo en materia de alimentación y de acceso a los
servicios médicos de base y a los servicios de planificación familiar, todo ello
a una distancia aceptable o sin desplazamientos demasiado lejanos y
prolongados. En materia de vivienda, el derecho debe garantizar la posesión
de una casa sencilla (o de un espacio donde uno mismo la pueda construir)
con un costo a su alcance. Este costo se podría definir como un cierto
porcentaje de los ingresos de las familias elegidas entre el 20% de las más
pobres. En materia de medio ambiente, el mínimo podría ser un cierto umbral
de pureza del aire y del agua y un máximo de distancia de recorrido para
acceder a los espacios verdes. En la vida familiar, el mínimo podría ser la
ausencia de violencia.

Objetivos y calendarios

No es suficiente la definición de unas normas: por ejemplo, en los años 60 el


PIDESC fijó la norma de la educación primaria para todos, pero todavía hoy
no es respetada en más de treinta países. Si la comunidad internacional quiere
evitar informes indefinidos en la aplicación de las normas, tiene que establecer
un calendario estricto con este fin.

Los Gobiernos, dentro de unos límites de tiempo que hay que determinar,
deben fijar metas y calendarios para alcanzar las normas mínimas y
comprometerse a cumplirlas en un período de tiempo razonable. Esta
duración "razonable" variará dependiendo, obviamente de los niveles de
partida: para conseguir que haya una enseñanza primaria para todos, hará falta
más tiempo en un país en que la escolarización primaria es el 40% que en otro
en que la matricula sea el 80%.

En el plano internacional es necesario suprimir la falta de coherencia y las


incompatibilidades entre los objetivos y entre los calendarios. La Comisión
recomienda que se armonicen entre sí, y se consoliden todos los objetivos y
plazos de realización relativos a los derechos sociales y económicos adoptados
por las Conferencias de las Naciones Unidas. Una vez acordado, las futuras
Conferencias de las Naciones Unidas no podrán modificar nada (como ha
ocurrido ahora en los campos de la educación, la sanidad y el medio
ambiente). Al contrario de lo que ocurre en las conferencias de esta década, el
mandato de esas conferencias deberá ser sólo definir y revisar las estrategias
necesarias para alcanzar los objetivos ya establecidos.

Cada gobierno debería tomar las medidas necesarias, a la vez verificables y


mensurables, para alcanzar los objetivos fijados para los dos decenios
siguientes y, en la mayoría de los casos, en un plazo más corto. La fijación de
un plazo superior a diez años no es, probablemente, el tipo para dinamizar la
acción necesaria, en particular si el gobierno aludido tiene que hacer frente a
múltiples demandas que afectan a sus recursos y a un calendario que deba
respetar.

En esta materia la "línea del frente" la constituyen individualmente las


naciones: con más precisión, sus ciudadanos, sus gobiernos y sus ONG. En la
mayor parte de los asuntos, la calidad de vida se concreta en el nivel del
individuo, de la familia, de la comunidad local o de la empresa o de otra
institución a la que esté vinculado el individuo. El Estado es el órgano
catalizador, el que hace posible la movilización de las capacidades de los
individuos; crea el marco en el que se ejerce la política por la cual los
ciudadanos pueden conseguir por sí mismos una aceptable calidad de vida.

Cuando se trata de países pobres, los compromisos nacionales deben contar


con una ayuda exterior cuya función prioritaria sea completar los recursos
nacionales para cumplir las normas mínimas definidas internacionalmente.
Para ello habrá que realizar una coordinación de la ayuda (véase el capítulo 15
de esta obra).
Cuando se trata de países que están situados por encima del mínimo, sus
gobiernos deberán hacerse responsables de los programas de desarrollo para
elevar los niveles de los grupos sociales que todavía no hayan alcanzado esos
mínimos. Los gobiernos, además deben buscar con mejoras sostenibles tanto
la igualdad como la calidad de vida. Esto implica prestar atención a las metas
emergentes, de modo que cada una tenga su calendario.

Las colectividades locales también pueden determinar los objetivos y fijar los
calendarios en los asuntos de su competencia: educación, sanidad, vivienda,
infraestructuras públicas y medio ambiente en sus múltiples aspectos.

En vez de ser medios arbitrarios válidos para todo el país, los objetivos
deberían corresponder a unos niveles mínimos que cada cual podría superar.
Eso implica elaborar indicadores desagregados (por sexo, por grupo étnico o
de renta, o por región) con el fin de verificar que cada grupo se sitúe por
encima de los mínimos y que desaparezca la pobreza.

Cuando se hayan asegurado de ese modo para todos los derechos elementales,
una calidad de vida mínima, la mejora sostenible de la calidad de vida debe
continuar siendo un objetivo político esencial. Es un proceso continuo que
debe evolucionar permanentemente.

A medida que las naciones más pobres consigan que sea realidad esta calidad
de vida mínima, será necesario apuntar a otro objetivo, que tiene igual
importancia: la equidad entre las naciones. La Comisión rechaza algo que
implícitamente podría convertirse en idea admitida: la de una doble serie de
normas, de mínimos para los pobres, y de objetivos cada vez más altos para
los ricos, se trate de individuos o de naciones. Todos los países, todas las
clases y las generaciones, tanto hombres como mujeres, tienen el derecho a
todos los mínimos y a la equidad sin fallos.

Los indicadores

Los objetivos correspondientes a una mejora sostenible de la calidad de vida


deben estar traducidos en indicadores, que serán los parámetros mensurables
y verificables relativos a la sociedad, a la economía y al medio ambiente.

Estos indicadores tienen numerosas funciones. Hacen pasar los objetivos del
dominio de la retórica al de la acción concreta y al de la responsabilidad.
Permiten fijar objetivos precisos a la acción futura; facilitan al gobierno y a la
sociedad civil el seguimiento de los progresos alcanzados y señalan los
problemas cuando aparecen y necesitan una corrección.
Los indicadores no son útiles sólo para los gobiernos. Si se establecen con la
participación de los ciudadanos y se difunden ampliamente, dan un cierto
poder al público y a la sociedad civil. Cada cual está al corriente del " estado
de las cosas" y puede medir los progresos conseguidos en la dirección del
objetivo; los indicadores son una base a partir de la cual se pueden pedir
esfuerzos cuando no se han conseguido los objetivos; estimulan la toma de
conciencia de los problemas por parte de los ciudadanos, y pueden incitarlos a
cambiar por sí mismos su modo de vida y a mejorar su salud y el estado del
medio ambiente.

Los indicadores deben ser de fácil acceso, sencillos de comprender y de


calcular y procedentes de definiciones sensatas de la calidad de vida. También
deben permitir comparaciones entre zonas geográficas y períodos diferentes.

Algunos indicadores "negativos" (por ejemplo, los crímenes o la violencia, en


especial contra grupos vulnerables: niños, jóvenes solteras, minusválidos,
ancianos, minorías) tienen en nuestros días gran importancia para la
identificación de los factores sociales que se oponen a la realización duradera
de una calidad de vida satisfactoria. Al mismo tiempo suscitan un sentimiento
de revuelta y empujan hacia la acción social a los elementos de la sociedad
que son capaces de hacer en el futuro más sostenible la calidad de vida.

Iniciada por los gobiernos o las autoridades locales, la elaboración de los


indicadores debe hacerse con la participación activa de la sociedad civil, y en
especial de las instituciones universitarias. Estos indicadores podrían expresar,
por ejemplo, de una forma concreta las "políticas y estrategias de desarrollo
social nacional", cuya definición ha sido el deseo de la cumbre de
Copenhague de marzo de 1995.

Los indicadores deben, ante todo, cuantificar los elementos que definen los
objetivos de las acciones que se han de emprender. Deben también
proporcionar las bases que permitan luego a los ciudadanos medir los
progresos. Los indicadores se pueden convertir en un poderoso instrumento
para que cada ciudadano pueda seguir las evoluciones en la calidad de su
propia vida, construyendo de ese modo, a través del mismo esquema, una base
sólida sobre la cual podrán apreciar los medios de comunicación social, las
ONG y los mismos ciudadanos las responsabilidades de los gobernantes y
pedirles cuentas.

El público, por tanto, debe estar informado regularmente de los progresos


realizados. La Comisión pide que esta información sea difundida por un
organismo independiente del gobierno, a fin de evitar una eventual
manipulación --e incluso la supresión-- de los resultados poco favorables: se
recomienda la creación de una figura cívica que sería una especie de un
"Defensor de la Calidad de Vida". La apreciación que se haga de los avances
conseguidos y la información sobre este tema podrían convertirse en
una "auditoría de la calidad de vida".

Aunque los indicadores miden los resultados obtenidos y señalan su


evolución, en último análisis descansan en dos elementos preponderantes: la
política adoptada y el proceso de su ejecución. La política, con los programas
y las iniciativas que implica, constituye el cuadro sistemático de prosecución
de los objetivos. De ese modo, los programas sobre la agricultura o las
preocupaciones natalistas no podrá salir adelante si están concebidos sin la
participación de sus beneficiarios; incluso pueden volverse contra éstos.

Objetivos e indicadores concretan los aspectos múltiples de la calidad de vida.


Son también el instrumento más importante:

a. del compromiso de los gobiernos en favor del cambio, y


b. de la posibilidad para la sociedad civil de exigir cuentas a su gobierno.

Esa estrategia implica además:

 la satisfacción de las necesidades;


 la afirmación de los derechos;
 el enunciado de las responsabilidades y de los deberes respectivos del
Estado y de la sociedad civil.

Diversas instituciones han elaborado índices que, aquí o allá, dan una idea de
la calidad de vida en su conjunto. Un índice resulta de la combinación de
varios indicadores: intenta representar, de una manera general, el bienestar
real de los individuos. Los índices pueden hacer grandes titulares en los
medios, polarizar a la opinión pública, movilizar a los dirigentes políticos y en
ciertos casos estimular a todo el país a trabajar todavía mejor. Pero no pueden,
y no deben, ser utilizados como guía en la formulación de políticas detalladas.

Uno de los primeros índices que se han elaborado es el "Índice de la calidad


física de la vida" (ICFV)13. Esta basado en tres datos: la tasa de mortalidad
infantil, la esperanza de vida a un año, y la tasa de alfabetización de los
adultos. Cada uno de estos datos se transforma en un índice graduado de cero
a 100, siendo cero el peor resultado que se haya constatado entre los países en
1950 y 100 el mejor que se pueda prever de aquí al año 2000. Sin embargo, el
Overseas Development Council dejó de publicar el ICFV en 1990.
La antorcha fue recogida inmediatamente por el Programa de Desarrollo de
las Naciones Unidas, que desde 1990 publica cada año su Indicador del
Desarrollo Humano (IDH). En su versión de 1994, el IDH utilizó la esperanza
de vida en el nacimiento como un elemento de la salud. El dato referido a la
educación se mide por la tasa de alfabetización de los adultos (dos tercios) y el
número medio de años de escolaridad de éstos (un tercio). La renta se mide
por el producto interior bruto real (PIB) por persona, ajustado teniendo en
cuenta las diferencias locales del costo de la vida. Puesto que un consumo
muy fuerte no aumenta demasiado el bienestar, se han reducido drásticamente
las diferencias de renta por encima de los 5.120 dólares.14

En el plano internacional, el IDH se ha convertido en símbolo del progreso, de


ahí que el publico tienda a valorarlo más en términos relativos que absolutos.
Sin embargo, sirve para dar pábulo a debates nacionales sobre las prioridades
y el reparto de los recursos.

Con el desarrollo de las preocupaciones relativas al medio ambiente, se han


hecho intentos por elaborar un índice que mida los aspectos ecológicos de la
calidad de vida. La "New Económics Foundation" de Londres, ha elaborado
un índice de la "Sociedad Verde de las Naciones" que incluye a 21 países,
calculado a partir de once indicadores del medio ambiente que van desde las
emisiones de gas a las especies amenazadas y a la eficacia de la utilización de
la energía15.

Los índices tienen sus inconvenientes y sus peligros. La calidad de vida está
compuesta de elementos dispares que no es posible reunir en un índice
sintético satisfactorio y que contiene también una parte de subjetividad. La
elección de los elementos que componen el índice y la ponderación que se les
atribuye dependen en buena medida de juicios de valor, y los resultados
obtenidos son mucho menos objetivos de lo que aparecen bajo su forma
numérica.

Reformar las cuentas nacionales

La mayor parte de los países practican ya el "gobierno por objetivos e


indicadores", pero éstos son casi totalmente macroeconómicos: inflación
débil, equilibrio presupuestario, crecimiento del producto nacional bruto
(PNB) etc. Sin embargo es esencial basar la política económica sobre buenos
indicadores. Actualmente, es el PNB el que mide los progresos conseguidos
tanto en el plano nacional como en el internacional. Dado que aporta una
visión muy global de la vida económica, el PNB ha sido considerado
erróneamente como un instrumento para guiar útilmente a una nación hacia el
bienestar. Así pues, se ve en él la mejor expresión posible de la calidad de
vida y la principal regla para comparar a las naciones entre sí.
En realidad el PNB no da una visión adecuada de la calidad de vida, porque
no expresa completamente el bienestar de una nación y no indica si este bien
es sostenible. Por otra parte, las comparaciones internacionales no traducen
correctamente las calidades de vida relativas16. Hasta hace poco tiempo no se
ha introducido el valor relativo de los ingresos en términos de poder de
compra, como el indicador más significativo, en lugar de las medidas
tradicionales incluido el PNB.

El PNB deja de lado una buena parte de la actividad indispensable para la vida
individual y colectiva, y sin la cual ésta no sería sostenible. No tiene en cuenta
el trabajo no remunerado (esencialmente el de las mujeres) en el seno de los
hogares y de las comunidades: cuidado de los niños, de los enfermos, los
ancianos o los minusválidos. Esta economía no monetaria representa al menos
tantas horas de trabajo como toda la agricultura, la industria, el comercio y los
servicios públicos reunidos. Numerosos estudios evalúan el trabajo entre el 30
y el 50% del PIB de los países industrializados y de los países en desarrollo17.

La omisión del trabajo no remunerado en las cuentas nacionales tiene


consecuencias importantes: se silencia el papel esencial de las mujeres --
benévolas-- y de los cuidados que se aportan sin contrapartida. "Si sois
invisibles en la contabilidad nacional, no se piensa en vosotras para la
formulación de la política"18 La versión 1993 del sistema de contabilidad
nacional que aconseja el Servicio de Estadísticas de la ONU tiene en cuentala
producción no remunerada de bienes destinados al consumo personal, por
ejemplo la obtención de productos alimenticios o la construcción de una casa
para uso propio. Pero todavía no incluye servicios de tipo personal como el
trabajo doméstico y el cuidado de los hijos19. Sí registra, en cambio, la
disminución de activos naturales "no productivos": bosques, stocks de peces,
reservas de agua subterráneas y yacimientos mineros.

Es urgente reformular el Sistema de la Contabilidad nacional para todos los


países, como primer paso en la dirección correcta.

Pero hay que hacer más y rápidamente. La Comisión recomienda con fuerza
que se adopten medidas que permitan evaluar los servicios que se hacen en los
hogares domésticos y el voluntariado en las comunidades, y registrarlas en
cada país, en cuentas paralelas. Esto se podría hacer cuando se realizan los
censos de población y mediante encuestas, poniendo al día regularmente los
resultados y dándoles difusión amplia20. A falta de ello, se continuarán
tomando decisiones importantes sobre la base de informaciones erróneas.

Estas mejoras y estas informaciones complementarias permitirían a las


sociedades medir lo que costaría la sustitución de servicios voluntarios a los
más débiles por cuidados profesionales (es decir, remunerados). Realzarían
también el estatuto de las mujeres y constituirían una base a partir de la cual
los gobiernos podrían establecer derechos a la seguridad social y a pensiones a
los que cuidan de los demás sin ser remunerados. Los gobiernos se sentirían
estimulados a ayudar a los que trabajan por el bien de la sociedad; si su tarea
se hiciera demasiado pesada, debería al menos ser realizada, con mayores
gastos --y menor calidad-- por el propio Estado21.

Asimismo sería útil crear en cuanto sea posible cuentas paralelas que puedan
reflejar los costos ecológicos y la depreciación del capital natural. Los
métodos actuales del cálculo del PNB no nos dicen si son sostenibles o no las
rentas adicionales. Para el PNB, el agotamiento de recursos no renovables se
contabiliza como renta.

Este PNB desajustado es engañoso: nos estimula a vivir de una forma que no
se puede prolongar indefinidamente. En su forma actual incluye el valor de las
acciones correctoras o preventivas que sólo sirven para ocultar los daños
sociales y ecológicos.

Cuando la tasa de crecimiento económico de Indonesia se ajustó para anotar la


disminución de sus reservas de petróleo, de sus bosques y de la fertilidad de
sus suelos, el valor de su PIB en 1983 se redujo el 22%. Entre 1971 y 1984
esta tasa que es el 7%, según el modo de cálculo tradicional, cae hasta el 4% si
se tienen en cuenta las pérdidas sufridas por el medio ambiente. En Costa
Rica, las pérdidas que sufrieron sus bosques, suelos y reservas de pesca se
elevaron en 1989 al 9% del PIB, es decir cuatro veces más que la depreciación
tradicional de su capital22.

Es necesario que, utilizando todos los conocimientos económicos y científicos


disponibles, reflexionemos sobre los costos futuros de estos daños causados
hoy al medio ambiente23.

La equidad

La necesidad de equidad está anclada profundamente en cada uno de nosotros.


Cuando se escarnece nuestro sentido de la justicia y de la imparcialidad, el
resentimiento que se experimenta puede echar a perder la calidad de la vida, e
incluso desencadenar conflictos sociales. La Comisión está convencida de que
la equidad es el principio fundamental que debe respetar todo individuo, toda
comunidad o institución y cada Estado.

La equidad es una noción más amplia que la igualdad. Hay un cierto número
de convenios internacionales que ponen el acento en la discriminación,
afirmando, por ejemplo que los derechos que se garantizan deben ser ejercidos
"sin ninguna discriminación basada en la raza, el color de la piel, el sexo, la
lengua, la religión, la opinión política o cualquier otra opinión, el origen
nacional o social, la fortuna, el nacimiento o cualquier otra situación"24. Según
la declaración de las Naciones Unidas sobre el derecho al desarrollo (1986),
los Estados deben "asegurar a todos la igualdad de oportunidades en el acceso
a los recursos básicos, a la educación, a los servicios sanitarios, a la
alimentación, a la vivienda, al empleo y a un reparto equitativo de la renta".

A menudo los conflictos sobrevienen como consecuencia de una escandalosa


desigualdad --percibida como tal o verdadera-- en el reparto de las riquezas o
del poder entre regiones o entre grupos sociales o étnicos o como
consecuencia de la falta de democracia o de participación directa o, finamente,
porque los dirigentes no han tenido en cuenta las aspiraciones del pueblo. En
todas estas circunstancias, las causas de los conflictos se reducirán con una
mejor participación o con una mayor equidad. Fundamentalmente, lo que está
en juego toca a la naturaleza indivisible de la realidad: no se la puede separar
en comportamentos, sean de riqueza o de poder. Lo que anida en la raíz de los
antagonismos es la falta de equidad que existe entre las naciones en relación
con la riqueza, el poder u otros factores, la falta de equidad entre todos los
actores .

La equidad es algo más que la igualdad de derechos o la igualdad ante la ley.


La Comisión estima que la verdadera equidad pasa por una igualdad real de
oportunidades, y que sólo es posible mediante una mayor igualdad en el
reparto de las rentas, de la riqueza y del acceso a los servicios. La equidad por
tanto, puede exigir una acción vinculante, que se ejerza, por ejemplo, en favor
de individuos o de grupos hasta ahora excluidos, a fin de reparar injusticias
anteriores.

La equidad no es una noción que pueda ser ignorada con el pretexto de que el
desarrollo no ha alcanzado un determinado umbral. Tampoco es una cuestión
que dejará de plantearse cuando un país se haya hecho rico. En cualquier
circunstancia forma parte integrante de toda política. Cuando son razonables
las políticas vigentes, los países en que reina efectivamente la equidad, se ven
recompensados con un crecimiento económico más fuerte, una mayor
seguridad de las personas, una esperanza de vida más larga y un medio
ambiente más sostenible. Por encima de todo, al tratar de hacer efectiva la
equidad, los países mejoran la calidad de vida para todos y con ello refuerzan
la cohesión de su pueblo y de los diferentes grupos sociales.

 No puede continuar un reparto de la renta en el que el 20% de los más


ricos ganan treinta y dos veces más que lo que gana el resto. En una
situación marcada por tan profunda desigualdad, la tarea de la
política social está es un trabajo de Sísifo.
Vilmar Faria, Brasil
Sesión Pública de América Latina

 Cuando se examina el presupuesto de la Federación de Rusia no se


encuentra un renglón diferenciado para la protección social. Incluso
en el nivel de Estado... la protección social no está especificada.

Yuri Mitev, Rusia


Sesión Pública de Europa del Este

 Algunas personas que se ocupan de estos problemas están


obsesionadas por las técnicas de medida, pero son incapaces de medir
el sufrimiento. Este lado no mensurable del sufrimiento es el que nos
hace tomar conciencia de la realidad. )Qué es una
sociedad que permanece insensible a
los sufrimientos de un niño? Debemos
clarificar nuestro espíritu y
nuestra alma.
Surchal Wun'Gaeo, Tailandia
Sesión Pública del Sudeste Asiático

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