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CAPITULO III. Italia.—Su legislacion. Para desarrollar como corresponde el plan de la presente obra, creo indispensable dedicarme desde luego al estudio de la legislaciéu procesal de las de- mas naciones de Europa que mas puntos de contacto tenian en aquella época con Espafia, la cual did sus leyes 4 México. Asi, me ocuparé desde luego de Ita- lia, Alemania y de Francia, que es la que ha subminis- trado al mundo moderno su actual legislacién. Ingla- terra reclamaré también mi estudio, porque no es posible olvidar que aun Ja misma Francia tomé de aquella nacién los grandes principios que hoy sirven de base al procedimiento penal, implantado en ella desde 1791 por la Asamblea Nacional. En las institu- ciones juridicas de Inglaterra encontraremos, 4 no dudarlo, el génesis del Jurado actual. con el procedi- miento acusatorio, la oralidad y publicidad del juicio, principios fundamentales en los que se levanta hoy el sistema mixto, establecido primitivamente en Francia, y después en la mayor parte de las naciones més cul- 58 tas de ambos Continentes, y en México, desde 1880 por el sefior General Porfirio Diaz, Presidente de la Reptiblica. Travia. Initil me parece remontarme & la invasién de los ostrogodos en Italia, que concluy6é con la conquista de los lombardos, quienes definitivamente la dominaron. Natural era que estos bérbaros pretendieran imponer & los vencidos sus leyes, haciendo desaparecer todo vestigio de la organizacién judicial de los romanos, su Derecho ptiblico, y por ende su legislacién criminal; y aunque alguna vez en el derecho civil se aplicaba la vieja jurisprudencia, ésta no pudo menos que alterar- se por los nuevos jueces, que desconociendo el lengua- je, no podian interpretar los textos. Sin embargo, cuando estes conquistadores se con- virtieron 4 la religién catélica, sometiéndose & la Igle- sia, los Obispos, conservadores de Ia tradicién romana, inauguraron la restauracién de este derecho, particu- larmente en los municipios, en los que la invasién lombarda no se habia arraigado desde su principio; y & pesar de queen Roma y en Ravena también se pro- curaba reaccionar contra la misma legislacién, vol- viendo los ojos 4 la civilizacién romana, las leyes con- servaron por large tiempo el carActer germanico que Je imprimieron sus conquistadores, Asi, el procedi- miento penal, aunque expedito, era brutal, y las prue- bas en esta materia estaban limitadas al juramento y al combate judicial; cierto es qué la penalidad comen- z6 & modificarse gon la reaccién cristiana y romana 87 desde el reinado de Luitprando, igualaéndose la condi- cidn de los culpables, y disminuyéndose las composi- ciones pecuniarias y las mutilaciones. En este periodo de ta historia, comienza una nueva éra para Ja Italia, con el movimiento comunal de sus ciudades, que apartandose de las antiguas formas de los viejos municipios, adoptaron las de una verdadera deinocracia, aunque predominé en ellos la ley lom- barda; y asi como en Espafia, en la misma época, su legislacién foral concedié innumerables privilegios & pueblos y ciudades, en Italia, desde Othon el Grande, & quien sc atribuye la fundacién de los Comunes ita- lianos, se concedieron también andlogas prerrogativas, que Hegaron hasta consagrar la independencia de di- chas cindades, la que habian podido conquistar desde que cesé de reinar en elas la dinastia lombarda. No me detendré, sino en aquello que se refiere & Jas leyes penales de esta época memorable de Ja nacién italiana, en la que 4 pesar del espiritu de independen- ¢ia que en sus ciudades predominaba, siempre preva- lecié el sistema barbaro, rodeado de una gran severi- dad en los castigos, y muy limitadas garantias en favor del acusado. Sin embargo, habiendo comenzado desde el siglo XI el estudio del Derecho romano, y extendi- do en el XIII, entré como un nuevo elemento en Jos Estatutos de las ciudades mas importantes de Italia; y al procedimiento brutal de la épova lombarda, siguié el de inquisivién, y el tormento; aunque no se olvidé la oralidad y publicidad del juicio, con el sistema acu- satorio, tal como se hallaba establecido en’él’primiti- vo Derecho romano en la época de la Republica; asi, 58. en los Estatutos de Moncalier vemos consignado, por una parte, el sistema inquisitorio, y por otra el de acu- sacién privada, asi como la institucién de un acusador pablico que representaba 4 Ja ciudad, al que también se le daba cierta jurisdicci6n en asuntos de poca im- portancia. Semejantes reformas, debieron Hevar 4 tal grado en aquellos pueblos su mejoramiento social, que de ello nos dan prueba evidente, en lo que se refiere al dere- cho ptiblico, las reptiblicas de Bolofia y de Florencia, que adelanténdose cinco siglos 4 la proclamacién de ‘los derechos del hombre,” decretan la abolicién com- pleta de la esclavitud, esforzindose en hacer desapa- recer hasta sus tiltimos vestigios; y asi como en Fran- cia este espiritu de iguatdad degeners, 4 fines del siglo pasado y en los dias de su gran revolucién, en odioso celo contra la aristocracia 6 las clases privilegiadas de la sociedad, en Florencia, los nobles fueron excluidos de todo derecho politico, y en Roma se tomaban pre- scauciones injuriosas contra los patricios, 4 las cuales no eran sometidos los plebeyos. Para reanudar e} hilo de esta historia legislativa, preciso es no olvidar que la nacién italiana estaba di- vidida en Italia superior 6 Italia inferior; el Papado se hallaba establecido en el centro de ambas; y mien- tras que la primera pudo gozar de una libertad rela- tiva, la segunda carecié de ella; en cambio estaba go- bernada por una monarquia vigorosa y civil. Ya he- mos observado el movimiento comunal de las naciones libres de Ja Italia superior, y lo que sus Estatutos mu- nicipales y sus leyes aportaron al derecho penal, y a! 59 procedimiento, cuando la reaceién romana y canénica aparecié en ellas; y si bien en la mayor parte se pre- tendié hacer prevalecer el derecho germanico, estas instituciones comenzaron & decaer para dar paso & la nueva éra, inaugurada con el renacimiento del Dere- cho romano y el Canénico, como acabo de expresar; asi es que después del sistema acusatorio, se presenta perfectamente definido el procedimiento inquisitivo, escrito y secreto. La Italia inferior se rigid por las Constituciones Regni Siculi, atribuidas 4 Ruggiero el Normando y completadas en 1231 por Federico II; monumento le- gislativo fué éste, que fundamenté la autoridad real en los principios tomados del Derecho romano, alcan- zando ademas la unificacién del Estado; por esto es que el Derecho pttblico, y por ende el penal, se infor- mé todo él en las fuentes del Derecho romano, conde- néndose las violencias de las guerras privadas, asi como la barbarie de las pruebas en el procedimiento germAnico; y noes de extrafiarse que en aquel Cédigo memorable, apareciese también la influencia del Dere- cho Canénico, con el establecimiento del sistema inqui- sitorio. Sin embargo, cuando la Monarquia Sueva cayé en el Sur de Italia, y las discordids intestinas acabaron con las Reptblicas italianas, la nacién toda, fué presa de nuevos conquistadores; y si bien el espiritu de sus hijos decay4, asi como su actividad nacional y legisia- tiva, siempre conservé sus antiguas tradiciones en la ciencia y en el Foro. Entonces fué cuando las obras de los jurisconsultos Guillermo Duran, Alberto Gan- 60 dino, Bartolo, Baldo y otros, imprimieron un movi- miento inusitado al procedimiento criminal; y el in- quisitorio formé la regla, pereciendo el de acusacién; pero en el siglo XVI, fué cuando los criminalistas ita- lianos brillaron con un esplendor incomparable; he- cho de importancia suma, que vemos reproducirse en nuestros dias; porque en las obras de Mancini, Roma- gnossi, Carrara, Pessina, Casorati, Lucchini y otros jurisconsultos de nuestra época, pavécenos hallar, & no dudarlo, el espiritu juridico de los primitivos ro- manos. En el siglo XVI y posteriormente, ilustraron el derecho penal Marcilio, Julio Claro, Farinacio y Menochio, quienes establecieron definitivamente los principios del procedimiento criminal, y el sistema de pruebas legales. Marcilio estudié el tormento, y Me- nochio la teoria de los indicios. En aquella época, en toda Ja Italia, el juez obraba de oficio en el procedimiento, aunque 4 instancia de parte, llamada inguisitio cum promovente, que no era otra cosa que la querella, partis offensae, que afectaba la forma de la accién civil que en Francia comenzaba entonces 4 ejercitarse. Si se trataba de un delictun facti permanentis era indispensable hacer constar el cuerpo de él, procediendo el juez en el acto 4 la instruccién, que era secreta; y el resultado de ella determinaba la charta inguisitionis 6 libeilus ¢riminalis, acta de acusa- cién que servia de base al procedimiento posterior, que comenzaba con la aprehensién del acusado, quien debia responder & los cargos recogidos en el libellus. Si el inculpado negaba el delito, se oian sus exculpa- ciones, interrogéndose & los testigos en su presencia; 61 después se le aplicaba el tormento, si procedia, dictén- dose en seguida la resolucién 6 sentencia respectiva; ademas, el procedimiento era escrito y secreto. Nota- ble es, por otra parte, la libertad de la defensa concedi- da en Italia al acusado, en comparacié6n con las trabas impuestas 4 ella en las demas naciones del Continente europeo; las més importantes en el procedimiento ita- liano, eran el derecho que se concedia al inculpado pa- ra recibir copia de Jas declaraciones dadas contra él, con el fin de preparar sus descargos; permitiasele tam- bién la asistencia de un defensor después del primer interrogatorio, y aun los jueces lo daban alguna vez de oficio; preciosas garantias son éstas, que pasando & la legislacién francesa en la época de su Gran Revo- lucién, han Hegado integras 4 la legislacién procesal de nuestros dias. De esta materia trata extensamente Julio Clarus, quien escribié una parte de sus obras insertando en ellas los alegatos que habia pronuncia- do ante los tribunales, en defensa de los acusados. En resumen, el proceso penal tenia entonces una norma, 4 la cual se ajustaban por igual las naciones de origen latino, y aun las alemanas, con excepcién de las anglo-sajonas: la acusacién publica era muy rara: dominaba en cambio la denuncia privada, la querella de] ofendido 6 la investigacién de oficio que practica- ba el juez: en Italia, como en Francia, la creacién de los Procuradores 6 Fiscales, hizo cesar las querellas del perjudicado, quedando reducido éste 4 ser parte civil cuando lo pretendia. La investigacién 6 auto de oficio que la precedia, empezaba por rumor ptblico, 6 por parte confidencial, etc., haciéndose constar ante 62 todo, la existencia del reato por las huellas é indicios que dejase, que se recogian con sumo cuidado; se exa- minaba 4 los testigos separadamente y en secreto, con- signando sus dichos, que dictaba el juez, y los peritos tenian un papel tan importante como en la actualidad; terminado lo que nosotros Hamaremos primeras dili- gencias, se comunicaban al Fiseal, y vistas sus conclu- siones, caso de que uo procediese e] sobreseimiento 0 otro modo andlogo de poner fin al proceso, se ordena- ba la prisién del presunto reo, e] que acto continuo, era sometido 4 un minucioso interrogatorio, nuestra inqui- sitiva 6 indagatoria, continuando Ja instruccién defi- nitiva, en la que se ratificaban los testigos ya oidos, caredndose entre si y con el preso, todos previa la re- cepcién del oportuno juramento, aunque en algunos puntos se prescindia de esta formalidad respecto al reo, & no ser cuando se le preguntaba por hechos aje- nos. Comunicado nuevamente el sumario al Fiscal para que pidiese segiin nuestro tecnicismo juridico, el acusado sufria otro interrogatorio ante el Tribunal: podia expresar los hechos y designar testigos que le fueran favorables, y si aquéllos eran de influencia en Ja cuesti6n, se procedia al examen de éstos. A falta de prueba plena, y de la confesién del acusado, se acorda- bael tormento, previo examen de la robustez de aquél, para ver si podia sufrirlo; cuando persistia en la ne- gativa, era puesto inmediatamente en libertad, porque se anulaban Jos indicios y pruebas en su contya; esta parte del proceso también se practicaba en secreto y por escrito. Por titimo, tenia lugar el juicio propia- mente dicho, también en secreto, examinando los jue- 68 ces todas las actuaciones, y discutiendo las pruebas con la minuciosidad que exigia el sistema taxativo impues- to por el legislador, después de lo que, se pasaba 4 pro- nunciar sentencia, que en caso de empate, se tenia co- mo favorable al acusado; de toda suerte se Je notifica- ba en la cdrcel antes de su ejecucién y podia apelar, adinitiéndose este recurso en ambos efectos, cuando se interponia de la sentencia definitiva, y en uno solo, si era de providencia 6 auto interlocutorios. Indudable es que la servidumbre extranjera y la falta de vida nacional, desde tines del siglo XV hasta que en nuestros dias se formé la nnidad de Italia, bajo el rei- nado de la dinastia que hoy la gobierna, impidieron que en dicha nacién se formara un derecho propio y nacional; sin embargo, Ja tradicién juridiea se conser- -y6 incélume en las doctrinas de los juristas, las cuales se extendieron y perpetuaron en Jas escuelas, en el Fo- ro y aun en Ja jurisprudencia, debido esto titimo 4 la influencia ejercida por la caétedra en Jas resoluciones de los jueces. La justicia penal, tanto en Italia como en el resto de Europa, presentaba entonces el cuadro més desconsolador, dominando en la ley, al menos en sus rasgos 1nds salientes, el desconocimiento de los dere- chos anejos 4 la personalidad humana, inevitable he- rencia que 4 principios del siglo XVIII habia recogi- do la humanidad con los errores y abusos legados & ella por los siglos anteriores. In cambio, e] movimien- to iniciado en Ja cAtedra, en las escuelas y por los ju- ristas de Italia, tendiéd constantemente 4 minorar el rigor de aquellos abusos, preparando la nueva evolu- cién, en la que el derecho penal debia transformarse. 64 Entre las nuevas doctrinas, surgieron elocuentes 6 in- numerables protestas contra cl tormento, aun antes de que Beccaria se ocupara de esta barbara y cruel interro- gacién del derecho procesal de Europa; y en cuanto & la penalidad, encuéntranse principios de tan alta filosofia, que indicados desde aquel siglo con maravillosa preci- sién cientifica, han !egadv hasta nosotros, inspirando nuestra legislacién penal en lo que se refiere & la jus- ta apreciacién del delito con relacién 4 la edad, 4 las enfermedades mentales, 4 la embriaguez, al delito im~- perfecto, & la participacién en él, 4 la justa graduacién de las penas en los delitos de sangre, 4 los que afec- tan la propiedad, y finalmente 4 los de falsedad; y no es aventurado afirmar que al ilustre Beccaria, sabio milanés, se deben cn gran parte las saludables refor- mas que en el derecho penal comenzaron 4 indicarse desde mediados de} siglo XVIII. Leopoldo ILI tas se- cundé en Italia, consignéndolas al tin en el Cédigo, Toscano de 1786, aboliéndose en él la confiscacién, la pena de muerte, la marca, el tormento y otros funes- tos é intitiies medios de prueba. En Italia nacié también el sistema penitenciario, con Ja institucién del Hospicio de San Miguel, fundado por Clemente XI para los delincuentes; el Ergdstolo cons- truido en Milan con el mismo objeto; y la cércel celu- lar, establecida en Florencia por Franci en 1677, nos demuestra que en estos establecimientos penales, pue- de encontrarse is fundamentacién del sistema peniten- ciario actual. Por otra parte; no es posible olvidar que la Italia meridional, con su Pragmatica de 1738 y el Concorda- 65 to de 1741, pretendié constituir la igualdad juridica de las personas, el imperio de la ley y el nuevo principio que se desarrollé en la mayor parte de las naciones de Europa, de que sobre el juez legal se hallaba la opinién Pliblica, ante la cual aquel debia justificar sus senten- cias, mediante la motivacién de ellasen hecho y en de- recho; finalmente una Ordenanza promulgada en 1789, establecié el examen de la prueba inquisitiva, en pre- sencia del acusado y de su defensor. La Revolucién francesa llevé 4 Italia, y 4 toda la Europa, nuevas instituciones, bajo cuya benéfica in- fluencia se informé la legislacién de algunos Estados italianos; sin embargo, el Imperio de Napoledén, dié 4 éstos su incipiente codificacién, expedida en 1808 y en 1810, interrumpiéndose asi Ja tradicién de la legisla- cién patria, A la caida del imperio Napolednico se de- rogaron en algunos Estados los Cédigos franceses, conservéndolos otros é introduciéndose en ellos salu- dables mejoras, como se observaba en los cédigos pe- nal y de procedimientos penales promulgados en 1819 por el Gobierno de las dos Sicilias, conteniendo refor- mas de tal importancia, que la misma nacién fran- cesa las adopté en Ja revisién que hizo de sus leyes en 1832. En aquel Cédigo memorable, volviendo los ojos hacia las gloriosas tradiciones juridicas de la antigua Italia, se modificé la doctrina de la imputabilidad, del conato, de la participacién de varias personas en un mismo delito, aboliéndose, en fin, toda clase de penas infamantes, asi como la monstruosa ficcién de la muer- te civil; por ultimo en el procedimiento se establecié la oralidad y la publicidad de los juicios; y para no Proced, penal,—é 66 ser mAs difuso afirmaré, que bajo estos sabios y tras- cendentales principios, se informé toda la legislacién penal de los Estados Italianos, excepto en aquellos so- metidos al yugo extranjero. La unidad actual italiana, dié la unidad también & su legislacién, y sus Cédigos penal y de procedjmien- tos penales, que més que otros de nuestra época res- ponden 4 las exigencias de la ciencia, de la justicia y de la equidad, son un monumento de notable legisla- cién, levantado por los mas ilustres jurisconsultos, que en Italia han cultivado en nuestros dias el estudio del derecho penal. Sin embargo, dicha nacién ha continuado en la via de las reformas legislativas. El ilustre Tajani, Minis- tro de Justicia, propuso 4 la Camara italiana en la época en que dirigié aquel Departamento de Estado, las siguientes innovaciones: La 1? se refiere & la competencia de los conciliado- res, sélo en lo civil. 2? Conceder competencia 4 los Pretores para cono- cer de toda la materia- correccional, y darles plenitud de facultades en la instruccién. 3? Instituci6n de Tribunales provinciales con com- petencia en apelacién para juzgar los recursos inter- puestos contra las sentencias de los Pretores en mate- ria correccional. | 42 Supresién de la Camara del Consejo é instituci6n de un juez instructor—jefe. 5? Cesacién de la competencia que tenian las Cortes de apelacién para conocer de las apelaciones en causas correccionales, suprimiendo por consiguiente las Salas 67 ‘6 secciones de las mismas que actualmente conocen de ellas. 6? Supresién de los dos jueces que forman con el Presidente la Seccién do Derecho en el Tribunal del Jurado. 7 (No se refiere 4 Ia materia procesal.) 8 Facultad de la Corte Suprema de aplicar el de- recho al hecho fijado en la sentencia. Como se observa, lo més importante del proyecto consiste en la supresién de la Camara del Consejo, en Ja institucién de nuevos Tribunales, y entre ellos el Supremo, cesando asi Ia inconveniencia de coexistir varias Cortes de casacién; y finalmente, la creacién de un solo juez, Presidente de los debates, segiin el siste- ma inglés y el adoptado en México.

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