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Diversas abluciones
A. D. Wenger dice lo siguiente del término “diversas abluciones” (lavatorios
ceremoniales):
Tipos de bautismo
1. El bautismo con agua
El bautismo con agua es la ceremonia en la cual se aplica agua a una persona que
ha creído en Cristo. Esta ceremonia es la manera en que se llega a ser parte de la
hermanad local de creyentes.
El bautismo con el Espíritu Santo es el bautismo que salva y el bautismo con agua
corresponde con ello. “Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un
cuerpo” (1 Corintios 12.13).
3. El bautismo en fuego
Cuando Jesús habló del “bautismo con que yo soy bautizado” parece que hablaba
de su sufrimiento y muerte (Marcos 10.38–39). Él dijo que sus discípulos iban a
ser bautizados con el mismo bautismo. ¿Por qué hacer referencia al sufrimiento y
el martirio como a un bautismo? Porque sellan o confirman nuestra fe. Como dice
2 Timoteo 2.12: “Si sufrimos, también reinaremos con él”.
“El que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios”
(Juan 3.5). (Lea también Ezequiel 36.25–27; Juan 6.63; Hebreos 10.22.)
El agua no salva a nadie. El bautismo con agua tiene valor sólo cuando es “la
aspiración de una buena conciencia hacia Dios” (1 Pedro 3.21). El que tiene una
buena conciencia desea el bautismo para cumplir toda justicia (Mateo 3.21)
porque quiere identificarse con Cristo (Romanos 6.3) y con su cuerpo, la iglesia
(Hechos 2.41). Solamente la fe genuina produce tal aspiración.
El bautismo nos señala como uno ha muerto y resucitado con Cristo (Romanos
6.3–4). El mismo testifica que hemos sido revestidos de Cristo (Gálatas 3.27). El
que recibe el bautismo con agua recibe el sello que dice: “Éste pertenece a
Cristo”.
Solamente los que han sido bautizados con el Espíritu Santo son dignos de recibir
el bautismo con agua. El bautismo visible es una señal del bautismo que se ha
realizado por dentro. Como el bautismo del Espíritu Santo da entrada al cuerpo
de Cristo (1 Corintios 12.13) así el bautismo con agua es el paso de entrada en la
congregación de creyentes (Hechos 2.41–47.) La enseñanza y la práctica de la
iglesia en el tiempo de los apóstoles testifican de la conexión entre el bautismo
con agua y el del Espíritu Santo (Hechos 1.5; 10.44–48; 11.15–16).
Pedro les dijo a los pecadores que sintieron temor en el día de Pentecostés:
“Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros (...) para perdón de los pecados”
(Hechos 2.38). Esto corresponde con la instrucción de Ananías a Saulo:
“Levántate y bautízate, y lava tus pecados” (Hechos 22.16). ¿Acaso entendemos
por esto que el agua lava los pecados? De ninguna manera. La Biblia enseña que
el bautismo no quita “las inmundicias de la carne” (1 Pedro 3.21), que “la sangre
de Jesucristo nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1.7) y que fuimos rescatados de
nuestra vana manera de vivir, no por cosas “corruptibles”, sino “con la sangre
preciosa de Cristo” (1 Pedro 1.18–19). El agua del bautismo sólo representa la
limpieza que efectúa la sangre de Jesús. Algunos atribuyen erróneamente esa
limpieza al agua misma. En el caso del leproso (Marcos 1.40–44), a quien Cristo
ya había limpiado, vemos que Cristo lo mandó a que se presentara al sacerdote y
ofreciera los sacrificios para su purificación que según la ley debía ofrecer. El
bautismo con agua, al igual que la ofrenda mencionada, representa una
purificación que ya fue hecha.
4. Es un acto de obediencia
Cuando Jesús vino al Río Jordán para que Juan lo bautizara, Juan se negó
diciendo: “Yo necesito ser bautizado por ti”. Pero Cristo le dijo: “Deja ahora,
porque así conviene que cumplamos toda justicia” (Mateo 3.13–15). Entonces
Juan lo bautizó. Aquello era un acto de obediencia y no de limpieza.
Cuando el Espíritu Santo fue derramado sobre los gentiles en la casa de Cornelio,
Pedro dijo: “¿Puede acaso alguno impedir el agua...?” (Hechos 10.44–48) y mandó
que fueran bautizados con agua. ¿Era necesario que Cornelio fuera bautizado? Sí.
Nadie puede llegar al cielo si rechaza este mandamiento de Dios.
Las dos obras principales encomendadas a la iglesia en Mateo 28.19–20 son: (1)
enseñar y (2) bautizar. La costumbre de todas las iglesias en el tiempo de los
apóstoles era bautizar a los nuevos convertidos. Hechos 2.41 dice que “los que
recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día a la iglesia
como tres mil personas”.
1. La fe
“¿Qué impide que yo sea bautizado?” preguntó el eunuco etíope. “Si crees de
todo corazón, bien puedes” respondió Felipe (Hechos 8.36–37). “¿Qué debo hacer
para ser salvo?” preguntó el carcelero. “Cree en el Señor Jesucristo,” se le
contestó (Hechos 16.30–31). Al manifestar tal fe, ellos fueron bautizados. Cristo
dijo: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo”. Es necesario que la persona
entienda bien su necesidad de ser salva y que reciba la salvación por fe antes de
recibir el bautismo.
2. El arrepentimiento
Varios pasajes de la Biblia indican que la conversión es un requisito que uno tiene
que cumplir antes de bautizarse con agua. Pedro amonestó a los fariseos: “Así
que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados” (Hechos
3.19). Esto no se refiere directamente al bautismo con agua, sino aclara que la
conversión viene antes de la remisión de los pecados. Saulo de Tarso fue
bautizado, pero sólo después de haberse convertido (Hechos 9.1–18). Realizar un
estudio de lo que sucedió en la vida de Pablo es muy provechoso al considerar la
relación entre la conversión y el bautismo con agua. Antes de bautizarse uno
tiene que creer y arrepentirse, es decir, convertirse. Al no ser así el bautismo
con agua no se debe administrar. Para el bienestar de los interesados y también
para el de la iglesia, el bautismo con agua se aplica solamente a los que
muestran una conversión verdadera por medio de su manera de vivir.
El bautismo es para los que tienen entendimiento para recibirlo conforme a los
términos del evangelio. Los niños pequeños no tienen tal entendimiento. En
cuanto a los niños inocentes, la Biblia dice que “de los tales es el reino de los
cielos” (Mateo 19.14). Es sólo cuando llegan a entender su responsabilidad ante
Dios por su alma que ellos son aptos para el mensaje del evangelio y pueden ser
bautizados cuando hayan cumplido los requisitos bíblicos.
El modo de bautizar
La Biblia en ninguna parte especifica la forma exacta de bautizar; si se debe
derramar o rociar el agua en la persona o si se debe sumergir a la persona en el
agua. Esto nos ayudará a no ser demasiado dogmáticos en nuestra manera de
pensar en el modo de bautizar. Cabe decir que si alguno se ha entregado a Dios,
y por la gracia de Dios le está sirviendo conforme al entendimiento que tenga,
Dios no le cerrará las puertas del cielo sólo porque hubo un error en la manera en
que fue bautizado. Cuando alguna persona que ya fue bautizada sobre su
confesión de fe quiere entrar en la iglesia es mejor averiguar si tiene una buena
conciencia hacia Dios que indagar el modo en que fue bautizada. Sin embargo, no
debemos descuidar lo que la Biblia enseña acerca del bautismo.
El derramamiento
1. “Derramamiento” es un sinónimo bíblico para “bautismo”
La escritura usa dos palabras, bautizar y derramar, para señalar la misma cosa.
Hechos 2.17 habla de derramar, mientras que Mateo 3.11 y Hechos 1.5, hablando
de la misma cosa que Hechos 2.17, lo llaman bautizar. El uso de las dos ideas se
halla también en Hechos 11.15–16, mostrando que las
palabras bautizar y derramar son sinónimas. La palabra “cayó” es usada aquí en
vez de “derramar”, pero expresa la misma idea.
Esto no es una prueba concluyente, pero resulta dudoso que en cada casa
hubieran tenido un lugar para sumergir en el agua a los que habrían de
bautizarse. El único caso después del día de Pentecostés donde está claro que se
administró un bautismo en el agua es cuando Felipe y el eunuco “descendieron
ambos al agua” (Hechos 8.38). Pero ni en este ejemplo se relata el modo que
usaron para bautizar.