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Sobre la dinamica de la trasferencia (1912) El tema de la «trasferenciar, dificil de agotar, hha sido tratado brevemente en esta publicacion* por W. Stekel [19114] de manera descriptiva. Yo querria afiadir aqui nas puntualizaciones a fin de que se comprenda cémo ella se produce necesariamente en una cura pi sicoanalitica y alcanza su consabido papel durante el tratamiento. Aclarémonos esto: por efecto conju- sus pe or) esta ee flujos que su infancia, , 0 sea, para las condiciones de amor que establecera y las asi como para las metas que habré de fijarse.~ digamos asi, aumi@lig@e(o también va- (0s) es reimpreso— 3 [El Zentralblatt fiir Psychoanalyse (Periédico central de psicoans- isis), donde se publicé por primera vez este trabajo] 2\Debemos defendernos en este lugar del reproche, fruto de un malentendido, de que soslayamos la significacion de los factores inna- tos (constitucionales) por haber puesto de relieve las impresiones in PAGReBeiasjante reproche brota de la estrechez de la necesidad causal de los seres humanos, que, en oposicién al modo en que de or- Ginario esta plasmada la realidad, quiere darse por contenta con un Gmnico factor causal. El psicoandlisis ha dicho mucho sobre los factores hecidentales de la etiologia, y poco sobre los constitucionales, pero @lio sélo porque acerca de ios primeros podia aportar algo nuevo, mientras que respecto de los segundos en principio no sabia més que Jo que corrientemente se sabe. Nos negamos a estatuir una oposicién de principio entre las dos series de factores etiolégicos; mas bien, su- ponemos una regular accién conjugada de ambas para producir el btecto observado. Aciymy xaA Tixm [disposicién y azar] determinan el Gestirio de un ser humano; rara vez, quiz4 nunca, lo hace uno solo de esos poderes. La distribucion de la eficiencia etiolégica entre ellos s6lo se podré obtener individualmente y en cada caso. La serie dentro de la cual se ordenen las magnitudes cambiantes de ambos factores tendré también, sin duda, sus casos extremos. Seguin sea el estado de nuestros conocimientos, apreciaremos de manera diversa la parte de Ia constitucion o del vivenciar en el caso singular, y nos reservamos el derecho de modificar nuestro juicio cuando nuestras intelecciones cambien. Por otro lado, uno podria atreverse a concebir la constitu- cién misma como el precipitado de los efectos accidentales sufridos por la serie infinitamente grande de los antepasados. para la conciencia de la personalidad. ¥.si la necesidad de amor de alguien no esté satisfecha de manera exhaustive e-verd presisado a volcatse con .nas ‘ntaciones-expectativa libidino: ia cada nueva rSona que aparezca, y es muy probable ue las doa pi mes de su libido,-la susceptible de congjencia y laCingon a modelos, se anudara a uno de los clisés preexistentes en. la persona en cuestin 0, como también podemos decirlo, insertard al médico en una de las «series» pafquicas que el paciente ha formado hasta ese momento. Responde a los vineulos reales con el médico que para semejante seriaeién se vuelva decisiva la «imago paterna» —segtin una feliz xpresién de Jung (1911-12, pag. 144)—. Bmpera, In toate rencia no esta atada a ese modelo;tambiéa puede produ- cirse siguiendo la imago materna 0 de un hermano varén. Las particularidades de la trasferencia sobre el médico, en tanto y en cuanto desborden la medida y Ia modalidad de lo que se justificaria en términos positivos y acordes a la ratio, se vuelven inteligibles si se reflexiona en que no 8610 las representaciones-expectativa concientes, sino también las rezagadas o inconcientes, han producido esa trasfixent No corresponderia decir ni cavilar més sobre esta 6on- ducta de la trasferencia si no quedaran ahf sin dos puntos que poseen especial interés para el psicoana- lista, En primer lugar, no comprendemos que la trasferencia resuite tanto mas interisa én personas neuréticas bajo and- Hiss que en otras, no anclizadas; y en segundo lugar, #igue pst une por quéen | ‘al paso como la mas , siendo que, fuera del ani ; del efecto galutifers, como condicion di ‘SNO. Bn este sentido, hay una experiencia que uno puede euantas veces quiera: cuando las asociaciones li- bres de un paciente se deniegan,? en todos los casos es posible eliminar esa pardlisis aseverdndole que ahora él esta bajo el imperio de una ocurrencia relativa a la persona del médico o a algo perteneciente a él. En el acto de im- ir ese esclarecimiento, uno elimina la pardlisis o muda Ja situacion: las ocurrencias ya no se deniegan; en todo ca- 0, 8@ Jas silencia, ‘A primera vista, parece una gigantesca desventaja me- tédica del psicoanilisis que en él la trasferencia, de ordi- nario la mas poderosa palanca del éxito, se mude en el medio mas potente de la resistercia. Pero, si se lo contem- pla mas de cerca, se remueve al menos el primero de lox dos problemas enunciados. No es correcto que durante el psicoandlisis la trasferencia se presente mas intensa y desenfrenada que fuera de él. En institutos donde los enfer- mos nerviosos no son tratados analiticamente se observan Jas maximas intensidades y las formas mas indignas de una trasferencia que llega hasta el scmetimiento, y aun la mas inequivora coloracion erética de ella. Una sutil observadora como Gabriele Reuter lo ha pintado en un maravilloso li- bro, para un tiempo en que apenas existia psicoandlisis al- guno; en ese libro* se traslucen las mejores intelecciones so- bre la esencia y Ia génesis de las neurosis. Asf, no correspon- e anotar en la cuenta del psicoanslisis aquellos caracteres de laiieaatorencia, sino atmibutrselos a.laneurosis./ Emewanto al sexunde problema porns le tasferen- cia nos sale-al-paso como resistencia en el psicoandlisis—, ain no lo hemos tocado. Ahora, pues, débemos acercarnos a él. Evoquemos la situacién psicolégica del tratamiento: Una condicién previa regular e indispensable de toda con. fracciOn de una psiconeurosis es el proceso.que Jung acer- tadamente ha designado como «introversién» de la libido.® 8 Me refiero al caso en que realmente faltan, y no, por ejemplo, coandson allenciadas por é'aconsecuencia deen taivicl concise ae incor EB uder Familie, Belin, 1896 Aunque muchas manifestaciones de Jung parecen insinuar vio en esta introversin algo caracteristico de 1a dementia praciex {Gae en otras neurosis ho entra en cuenta de igual mode iene nc. Sita ia primera oportunidad en que Freud enpico al corre ane Sessions en una de sus obras pablicadan Fue acthade porns Che Pek, _ Vale decir: disminuye el s igre 18 bide Ae aa " conciencia, vuelta hacia la realidad, y.en esa misma medida Fe pepen | sector de ella extrafiada de la realidad objetiva, — Gebnei que si bien puede todavia alimentar las fan- tasias de la persona, pertenece a lo incbnciente. La libido (en todo o en parte) se ha internado por el camino dela regresion imagos infantiles.© Y bien, hasta alli la sigue la cura analitica, qae quiere pillarla, yolverla de nuevo asequible a Ia contiencia y, por wltimo, ponerla servicio de la realidad objetiva., Toda vez que la inves- igacién analitica tropieza con la libido retirada en sus es: ndrijos, no puede menos que estallar un combate; .todas Jas fuerzas que causaron la regresién de la libido se ¢ Fan como unas «resistencias» al trabajo, para conservar ese nuevo estado, En efecto, si la introversién o regresion de la libido no se hubiera justificado por una determinada re- lacién con el mundo exterior (en los términos més univer- sales: por la frustracién de la setisfaccién),” mas atin, si no hubiera sido acorde al fin en ese instante, no habria podi- do producirse en modo alguno. Empero, las resistencias de este origen no son las inicas, ni siquiera las mas poderosas. La libido disponible para la personalidad habia estado siem- pre bajo la atraccion de los coriplejus inconcientes (mejor “dicho: de las partes de esos complejos que pertenecian a lo inconciente) y cayé en la regresién por haberse relajado la atraccién de la realidad. Para liberarla es preciso ahora ven- pag. 38); pero es probable que esta critica de Freud apunte a otra obra de seg (1911-12, p4gs. 195-6n.). Se hallarén ulteriores comentarios eae Lee 1 0e on) Seee ae wie lala miento» (1913c), infra, pag. 127n., en «Introduccién del narcisismo» fasta) Aus, 14,'pay 72 y'on In 25" de Ine Conferencion da tngredlm Uo abbaicsandlats (1016-17), AB, 16, pag. S44. En aun aecHean pee PE tte ver ecacicd ol-vaticd eer etiejaecta cleste rss lls tn neriscokstshd outa intantiles. Pere seria incorrecto; unicamente ae jostificeria ete paeiesira tied taikenicponicieates de hace cociclelGes Tama Ginariamente intrincado del tema que aqui se trata tianta a uno adm ternarse en la consideracion de cierto mimero de problemas contiguos cuya aclaracién, en verdad, seria previa para poder discurri eon Da- fabras inequfvocas sobre los procesos pafquitos que ee ‘destri- Pecaeet Malas chicos atu. cotmottes abccl: sees ete ie troversién y regresion, la insereién de Ia doctrina de Is teoria de la libido, los vinculos a pee! : re Sipe. 178, - s aaibe, ina, poke B30 y 33~ cor esa atraccién de lo inconciente, vale decir, cancelar la represion (esfuerzo de desalojo) de las pulsiones incon- cientes y de sus producciones, represi6n constituida desde entonces en el interior del individuo. Esto da por resultado ln parte con mucho més grandiosa de la resistencia, que hartas veces hace subsistir la enfermedad aunque el extra- jamiento respecto de la realidad haya vuelto a perder su temporario fundamento. El andlisis tiene que librar com- bate con las resistencias de ambas fuentes. La resistencia acompamia todos los pasos del tratamiento; cada ocurrencia singular, cada acto del paciente, tiene que tomar en cuenta la resistencia, se constituye como un compromiso entre las fuerzas cuya meta es la salud y aquellas, ya mencionadas, que las contrarian. Pues bien: si se persigue un complejo patégeno desde su subrogacién en lo conciente (lamativa como sintoma, o bien totalmente inadvertida) hasta su rafz en lo inconcien- te, enseguida se entrard en una region donde la resistencia se hace valer con tanta nitidez que la ocurrencia siguiente no puede menos que dar razon de ella y aparecer como un compromiso entre sus requerimientos y los del trabajo de investigacién. En este punto, segtin lo atestigua la expe- tiencia, sobreviene la trasferencia. Si algo dul material Bel complejo (o sea, de su contenido) es apropiado para ser trasferido sobre la persona del médico, esta trasferencia se produce, da por resultado la ocurrencia inmediata y se anune cia mediante los indicios de una resistencia —-p. ej diante una detencién de las ocurrencias—, De es tiencia inferimos que la idea trasferencial ha hasta la conciencia a expensas de todas las otras des de ocurrencia porque me- ta expe- rrumpido posibilida- Presta acatamiento también a la stencia. Un proceso asi la trayectoria es defendida con la m4xima tenacidad 8 ae no se debe suponer ain 08 ingredientes del com- les. Mientras mas se pros cite inferir en general una particulas ig slemento escogide para In voeieee o de una batalla sefuchee are auc ange de ceria igiasite ode tuck sls aaa hon anepegegner ae in elosta sen un Santen 28 tam ola g sesame. Store del ier, el veh Geena ca.delrosistenci irecferencial eee ca Pate ome bat inidaaige a) ‘itanwento~ (19230), infra, pag. 139.) nen Saree inlehaeae 101 longue una cura analitica ¥ con mas nitides haya discernidy el enformo que unas meres desfiguraciones del material pa- tégeno no protegen a este de ser puesto en descubierto, tanto més consectiente se moatrara en valerse de una de desfiguracidn que, manifiestamente, le ofrece las méxi- mas ventajas: la desfiguracién por trasferencia. Estas cons- telaciones se van eneaminando hacia una situacién'en que todos los conflictos tienen que librarse en definitiva en ef terreno de la trasferencia, y de aquella son un efecto y una expresién de esta, El mecanismo de la trasferencia se averigua, sin duda, reconduciéndole al apronte de Ja libido que ha permanecido en posesién de imagos infantiles; pero el esclarecimiento de su papel en la cura, sélo si uno penetra en sus vinculos. 2 ‘Se creeria que no es dificil la respuesta, Es claro que se vuelve muy dificil confesar una mocién de deseo prohibida ante la misma ‘Persona sobre quien esa mocién recae, Este constrefiimiento da lugar a si- tuaciones que parecen casi inviables en la realidad. Ahora bien, esa es ln mota que quiere alcanzar el analizade eonpas hace co ir el objeto de sus mociones de sentimiento con el médico, Sin embargo, una reflexién mds ceflida mues- tra que esa aparente ganancia no puede proporcionarnos la solucién del problema. Es Que, por otra parte, un vinculo de apego tierno, devoto, puede salvar todas las dificultades de 1a confesién. En circunstancias reales andlogas sacle Gecirse: «Ante ti no me averguenzo, puedo decirteio toda». Entonces, la trasferencia sobre el médico pedrfa iguahenate servir pare facilitar la confesion, » uno de tones qué la obstaculiza. eres La respuesta a osta pregunta, planteada aqut repetidas eces, no se obtendra mediante ulterior eefleade seer etas dada por la experiencia que uno hace en la cura’a ratsiae be indagacion de las particulaces teelsteney : Al fin uno cae en la cuenta de que ao nuede er Slempleo de la trasferencia come Tecistencia mientiag Bee se en una «trasferencia» a secas. Es Preciso decidirse a se arar una trasferencia -positiva- de una snegative, Ie sae, de sentimientos amistosos 0 tiernos que son susceptibles de conciencia, y la de sus prosecuciones en lo inconciente. De estos Uiltimos, el andlisis demuestra que de manera regular Se Femontan a fuentes erdticas, de suerte que se nos impone esta inteleccion: todos nuestros vinculos de sentimiento, simpatia, amistad, confianza y similares, que valorizamos en la vida, se enlazan genéticamente con la sexualidad y se han desarrollado por debilitamiento de la meta sexual a partir de unos apetitos puramente sexuales, por mas puros ¥ no sensuales que se presenten ellos ante nuestra auto- Percepei6n conciente. En el origen sdlo tuvimos noticia de objetos sexuales; y el psicoandlisis nos muestra que las per- sonas de nuestra realidad objetiva meramente estimadas 0 \dmiradas pueden seguir siendo objetos sexuales para lo inconciente en nosotros. La solucién del enigma es, entonces, que la trasferencia sobre el médico sélo resulta apropiada como resistencia dentro de la cura cuando es una trasferencia negativa, o una positiva de mociones eréticas reprimidas. Cuando nos otros «cancelamos» la trasferencia haciéndola conciente, s6lo hacemos desasirse de la persona del médico esos dos componentes del acto de sentimiento; en cuanto al otro componente susceptible de conciencia y no chocante, sub- siste y ee en el psicuundlisis, al igual que en los otros mé- todos de tratamiento, el portador del éxito. En esa medida confesamos sin ambages que los resultados del psicoandli_ sis se basaron en una sugestién; sélo que por sugestién es preciso comprender lo que con Ferenczi (1909) hemos des- cubierto ahi: el influjo sobre un ser humano por medio de los fenémenos trasferenciales posibles con él. Velamos por la autonomia ultima del enfermo aprovechando la sugestién ic pafquice que Por con, Secuencia necesaria una mejoria duradera de su situacion psiquica. s Puede preguntarse, atin, por qué los fenémenos de resis- tencia trasferencial salen a la luz s6lo en el psicoandlisis, y no en un tratamiento indiferente, por ejemplo en inetivutos de internacion. La respuesta reza’ también alli se muestran s6lo que es preciso apreciarlos como tales. Y el estallide de la trasferencia negativa es incluso harto frecuente en ellos E) enfermo abandona el sanatorio sin experimentar carnbion © aum desmejorado tan pronto cae bajo el imperio de la trasferencia negativa. Y si en los institutos la trasferencia erética no es tan imhibitoria, se debe a que en ellos, como en la vida ordinaria, se la esconde en lugar de poneria en descubierto; pero se exterioriza con toda nitidez como resis- 103 tencia contra la curacién, no por cierto expulsando del insti- tuto a los enfermos —al contrario, los retiene ahi—, sino manteniéndolos alejados de la vida. En efecto, para la cura- eign poco importa que el enfermo venza dentro del sanatorio esta 0 estotra angustia o inhibicién; lo que interesa es que también en la realidad objetiva de su vida se libre de ellas. La trasferencia negativa merecerfa un estudio en profun- didad, que no puede dedicérsele en el marco de estas elu- cidaciones. En las formas curables de psiconeurosis se en- cuentra junto a la trasferencia tierna, a menudo dirigida de manera simultanea sobre la misma persona. Para este ‘estado de cosas Bleuler ha acunado la acertada expresion de sambivalencia».® Una ambivalencia asi de los sentimientos parece ser normal hasta cierto punto, pero un grado mas alto de ella es sin duda una marca particular de las personas neurdticas. Bl temprano «divorcio de los pares de opuestos»1? parece ser caracteristico de la vida pulsional en la neurosis obsesiva, y constituir una de sus condiciones constituciona- les. La ambivalencia de las orientaciones del sentimiento es lo que mejor nos explica la aptitud de los neuréticos para poner cus tracferencias al servicio de la resistencia. Donde Ia capacidad de trasferir se ha vuelto en lo esencial negativa, ‘como es el caso de los paranoicos, cesa también la posil dad de influir y de curar. Con todas las consideraciones que levamos hechas sélo hemos apreciado una parte del fenémeno trasferencial. De- bemos prestar atencién a otro aspecto del mismo asunto. Quien haya recogido la impresién correcta sobre eémo el analizado es expulsado de sus vinculos objetivos (real) con el médico tan pronto cae bajo el imperio de una vasta resi tencia trasferencial; cémo luego se arroga la libertad de descuidar la regla fundamental del psicoandlisis,! segin la © Bleuler (1911, pags. 43-4 y 305-6). — Véase la alocucién sobre la ambivalencia pronunciada por él en Berna (19103), de la cual s informa en Zentralblatt fur Psychoanalyse, 1, pag. 266. Stekel habia propuesto para el mismo fendmeno el térenino sbipolaridade, — la primera vez que Freud menciona la palabra «am bivalencias, utilizada por él ocasionalmente en un sentido distinto que el de Bieuler, para describir la presencia simulténes d "Véase une nota mia en =Pulsi : ones ydentne de AE, id. pay. 126,26) ee ta al uno debe comunicar sin previa eritica todo cuanto le cunga a la mente; cémo olvida los designios con los que entre vend tratamiento, y cémo ahora le resultan indiferentes unos oneos légicos y razonamientos que poco antes le habrian pecho la mayor impresién; esa persona, decimos, sentird la vecesidad de explicarse aquella impresién por otros factores ngemas de los ya consignados, y de hecho esos otros factores oo son remotos: resultan, también ellos, de la situacién psi- folégica en que la cura ha puesto al analizado. Jas reaccione: que uno obtiene hacen salir a la luz muc! os caracteres de los procesos inconcientes, tal como de ellos tenemos noticia por e] estudio de los suefos. 22 Al igual que en el suenio, & mo atribuye condicién presente y reali- dad objetiva a los resultados del despertar de sus mociones inconcientes; quiere actuar (agieren) sus pasiones sin aten- der # la situacién objetiva (real). El médico quiere constre- firlo a insertar coas mociones de sentimiento en la trama del tratamiento y en la de su biografia, subordinarlas al abor- daje cognitivo y discernirlas por su valor psfquico. Esta lucha entre médico y paciente, entre intelecto y vida pulsional, entre dil querer «actuar», se desenvuelve casi exclu- sivamente en torno de los fenémenos trasferenciales. Bs en este campo donde debe obtenerse la victoria cuya expresién eré sanar duraderamente de la neurosis. Bs innegable que flomefiar los fendémenos de la trasferencia depara al psico- analista las mayores dificultades, pero no se debe olvidar que justamente ellos nos brindan él inapreciable servicio de vol- ver actuales y manifiestas las mociones de amor escondidas y das de los pacientes; pues, en definitiva, nadie puede ajusticiado in absentia 0 in effigie.19 aparecido ya en la tercera de las Cinco conferencias sobre psicoandli- in expresa, verbigracia, en La interpretactén de los suefios (1900a), AR, 4, pfigs, 101-2, y, en términos basicamente idénticos, en «Sobre la ini: clneiga dot tratamientor (39122), infra, page, 186-8, donde Fray camina la cuestion en una larga nota al pie Véase tambi ime- toda paiconnalitice de Freud (80da), AE) 7, pag. 2991. ee Suto we esclarece en un trabajo posterior, «Recordar, repetir reelaborar» (814g), infra, phe. ISLy gal en eee [Hay ane pntualiz Snieial alaboaay Bas Punttalicecién semiiante ext

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