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- Nunca encuentro a la candidata adecuada madre, vos sois quien rechaza a todas
las princesas que os presento.
La reina no la creyó pero pese a eso accedió a que se quedara y sin decirle nada
colocó un diminuto guisante debajo de decenas de colchones en la cama en la
que debía dormir.
- Ha sido horrible. En mi colchón había algo duro como una piedra que no dejaba
de molestarme.
Al oír su respuesta supieron que la joven no mentía, ya que sólo una princesa de
verdad podía ser lo suficientemente sensible como para notar el guisante debajo
de todos los colchones.
El príncipe y la joven contrajeron matrimonio y la reina fue feliz porque por fin supo
que había encontrado a una verdadera princesa para su hijo y todos vivieron
felices para…
¡Oh, Oh! permíteme un momento apreciable lector, creo que algo tengo que
decirte…
Pasó un año de matrimonio entre la princesa y el príncipe, la reina madre
continuamente increpaba al príncipe.
- Hijo querido, ¿cuándo me darás un nieto? ¿acaso eres de agua? ¿O tu mujer
infértil?
- Que no ves que ya soy vieja y quiero conocer a un hijo tuyo, argumentaba.
Por fin un buen día, mientras desayunaban en el palacio real, la princesa comentó:
- Tengo una gran noticia que darles ¡Estoy embarazada!
El momento de seriedad se convirtió en algarabía y felicidad, la princesa y el
príncipe se pusieron a bailar en pleno comedor y la reina no podía ocultar su
felicidad.
Pero como la suegra reina desde un principio fue desconfiada y entrometida en las
decisiones de su hijo y en darle credibilidad a la princesa, empezó a dudar que el
niño que esperaba fuera de su hijo, sembró en su hijo esta duda y a partir de allí el
palacio real que fuera un paraíso se convirtió en un infierno…