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REV - Capítulo Libro EPI
REV - Capítulo Libro EPI
De acuerdo con la teoría del comercio ortodoxa, los países deben especializarse en
los bienes que les suponen menos costos para intercambiarlos en el mercado
internacional. Así, según el mito económico convencional, el vino producido por los sabios
viticultores chilenos se convierte en la bebida que toma un alemán en sus tardes de
descanso en Stuttgart. A su vez, los automóviles ensamblados en Alemania son los
preferidos por algunos consumidores chilenos de altos ingresos. Cada país entonces se
especializa en teoría en lo que mejor puede hacer: Alemania en producir automóviles y
Chile vino. A la luz de este enfoque, no solo es inconveniente sino altamente perjudicial
que las economías no entren en comercio entre sí e intercambien en el mercado global los
bienes que producen, pues al no hacerlo, no maximizan su consumo y su producción a
través de la especialización en los productos que suponen mayor ventaja para cada una de
ellas. Por ello, para este punto de vista, concentrarse en producir y exportar bienes cuyo
costo es menor, es aprovechar la ventaja que cada nación presenta originariamente.
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Fuente: elaboración propia a partir de Grieco e Ikenberry (2003)
De esa manera, Alemania no solo produce más automóviles sino también más
botellas de vino en total que Chile en el curso de un año, es decir, tiene una ventaja
absoluta sobre el país austral en la producción de los dos bienes. Con todo, mientras que
para producir un automóvil más, Alemania debe renunciar a producir 4 botellas de vino,
para Chile el sacrificio es mayor porque debe dejar de producir 30 botellas de vino. Y lo
contrario: si el país europeo quiere producir una botella de vino más, la renuncia que debe
hacer para lograrlo es mayor, en términos de automóviles, un cuarto o 0.25 carros, que la
que debe hacer el país austral: 0.03 automóviles. En consecuencia, para la teoría ortodoxa,
cada economía debe especializarse en lo que le supone menos costo de oportunidad (ver
Glosario) e intercambiar estos bienes en el mercado internacional.
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Resumen introducción
● El concepto de ventaja comprativa es la piedra angular de la teoría del
comercio internacional convencional
● Una ventaja absoluta no implica necesariamente una ventaja comparativa
● De acuerdo con la teoría ortodoxa del comercio internacional, cada país
debe especializarse en el bien que supone menos costo de oportunidad para su
economía
El modelo de Ricardo busca mostrar que los países, en virtud del comercio
internacional, aumentan su producción y su consumo al intercambiar en el mercado global
los propios productos en los que se especializan de manera total, por aquellos que
elaboran con menos ventaja comparativa. No obstante, este modelo funciona para
explicar ese resultado solo en virtud de que supone que la especialización de los países es
completa, lo cual ciertamente no ocurre en la economía real. Este modelo clásico parte de
los siguientes supuestos: el comercio tiene lugar entre dos países, es únicamente de dos
productos, cada país solo cuenta con un factor productivo (trabajo, tierra y capital), los
costos de oportunidad son constantes. Mientras no hay comercio con otros países –A esto
lo llamaremos autarquía–, supongamos que, con toda la productividad a su disposición
por trabajador –digamos que 1’000.000 trabajadores–, Alemania y Chile destinan 600.000
trabajadores al ensamblaje de automóviles y 400.000 trabajadores a la producción de
botellas de vino. Con esta productividad disponible, Alemania, sin entrar aún en comercio
con ningún otro país, produciría 160.000.000 de botellas de vino y 60.000.000 de
automóviles, dado que su productividad anual por trabajador es de 100 autos y 400
botellas de vino (100 X 600.000 = 60.000.000 y 400 X 400.0000 = 160.000.000). Esta
productividad es reflejada en la gráfica 1 en la frontera de posibilidades de producción
inicial. El punto Ea, constituye el equilibrio entre el consumo y la producción en autarquía,
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es decir, el estado en el que un país produce todo lo que consume por sí mismo, sin entrar
en el comercio internacional.
Ahora bien, dado que este país europeo posee una ventaja comparativa en la
elaboración de automóviles, de acuerdo con el modelo clásico de Ricardo, por su propia
conveniencia se especializa completamente en el ensamblaje automotriz (ver en la gráfica
1, el punto PA). Así las cosas, producirá, en virtud de la especialización total, la cantidad de
0 botellas de vino y no ya 60 millones de automóviles sino 100 millones (100 carros
anuales, multiplicados por su capacidad productiva que es de un millón trabajadores, toda
ahora dedicada al ensamblaje). Por lo anterior, la economía teutona buscará cambiar en el
mercado internacional parte de su producción de carros por las botellas de vino que
consume. Ello supone, ciertamente, un precio al que ha de intercambiar su propia
mercancía en relación con la otra que ya no produce. A dicho precio se le conoce en el
comercio internacional como Términos del intercambio, esto es, el precio relativo de los
bienes exportados en el mercado internacional en términos de los bienes adquiridos. Para
efectos de esta explicación, los términos del intercambio serán de 1:10, es decir, 1
automóvil será equivalente a 10 botellas de vino. En tal caso, con 20 millones de
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automóviles, Alemania podrá cambiar en el mercado internacional –asumamos que el
comercio se produce así, en ausencia de divisas– el equivalente de 200 millones de
botellas de vino, cuando antes solo producía y consumía 160 millones en autarquía. Esto
quiere decir que aumenta su consumo en 40 millones de botellas de vino, alcanzando un
nuevo punto de satisfacción de su consumo (ver en la Gráfica 1 la curva U1 y el punto CA), a
través del intercambio que lleva a cambio de su propia producción en el mercado
internacional, dado que antes por cuenta propia en autarquía producía 160 millones, y
ahora por cada millón de carros que produce y exporta puede comprar 10 millones de
botellas de vino. De ese modo, después del intercambio en el mercado internacional, le
quedarán 80 millones de automóviles, esto es, un excedente de 20 millones, comparado
con lo que producía solo en autarquía, pues en ese estado producía 60 millones. Por su
parte, Chile (ver gráfica 2), con la misma cantidad de trabajadores asignada a cada labor
(600.000 trabajadores al ensamblaje de automóviles y 400.000 trabajadores a la
producción de vino) produce, en autarquía, 120 millones de botellas de vino y 6 millones
automóviles (ver gráfica 2, punto E c). El país austral se especializará exclusivamente en la
elaboración de vinos (Pc), dado que así lo sugiere su ventaja comparativa, y producirá,
entonces, 300 millones de botellas (un millón de trabajadores, cada uno produciendo 300
botellas anuales), parte de las cuales intercambiará con Alemania por automóviles, los
cuales Chile ya no producirá. De ese modo, si negocia 100 millones de botellas de vino,
recibirá a cambio 10 millones de autos, y le quedarán 200 millones de botellas vino para su
consumo interno, esto es, 80 millones más de las que consumía en autarquía y además, 4
millones más de automóviles disponibles para su consumo (ver la nueva curva de consumo
Cc):
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Fuente: Basado en Grieco e Ikenberry (2003)
Ahora bien, dado que este modelo sostiene que la especialización es completa, lo
cual ciertamente no ocurre en ninguna economía, ello lleva a que los economistas
construyan a otro modelo, llamado neoclásico, que busca reproducir unas condiciones
más cercanas a lo que ocurre en el comercio exterior.
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El modelo neoclásico
El modelo clásico, como se expuso antes, asume ciertos presupuestos para mostrar
que las economías, al intercambiar productos en los que poseen ventaja comparativa,
especializándose exclusivamente en la producción y exportación de un bien, maximizan su
propia producción y consumo. Sin embargo, esto no tiene lugar en la práctica, por lo cual
el modelo neoclásico, también parte de la economía ortodoxa, modifica dos de los
presupuestos del modelo clásico, con el propósito de tratar de reproducir de modo más
preciso lo que ocurre en la economía internacional. De esa manera, este modelo parte de
dos supuestos reformados: dos factores productivos y costos de oportunidad crecientes.
Con ello, busca asimilar al modelo el hecho de que, por un lado, no es tan sencillo
trasladar los capitales invertidos en un factor productivo a otro (por ejemplo, de tierra a
capital), porque ello supone un costo de oportunidad mayor; por ello, representa este
costo de manera creciente. Por otro lado, este modelo también busca dar cuenta de las
realidades económicas de modo más preciso y es que los países no se especializan
completamente en la elaboración de un producto por ausencia de incentivos, sino que
más bien, se especializan hasta donde el mercado está dispuesto a compensar el sacrificio
que hacen las economías por la especialización en un solo producto. Esto es lo que
llamamos precio de compensación. Así, cuando producir para intercambiar globalmente
deje de ser benéfico para un país porque es menos costoso producirlo localmente, el país
en cuestión no exportará los bienes en que se especializa si el mercado internacional no
paga un precio que satisfaga su interés en función de los términos del intercambio, esto es,
si los términos del intercambio son, por ejemplo, 1 automóvil por 6 botellas de vino, pero
en el comercio internacional solo se paga por un carro el precio de 5 botellas, no hay
incentivos para especializarse por debajo de dichos términos en la producción automotríz.
Supongamos, entonces, que los términos del intercambio son 1 automóvil por cada 6
botellas de vino. Ello significa que por debajo de esa ‘razón de cambio’ no es benéfico
intercambiar productos para ninguno de los países que se ha especializado parcialmente
en un bien. De ese modo, digamos que Alemania produce 150.000.000 de botellas de vino
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en autarquía (Ea), pero que pasará de producir esta cantidad, a producir 100.000.000
botellas, y liberando esos recursos productivos, pasará de producir 14.000.000
automóviles a 26.000.000 (punto PA). Así, podrá exportar 10.000.000 automóviles a cambio
de 60.000.000 de botellas de vino provenientes de Chile (en virtud de los términos del
intercambio, por cada millón de automóviles, puede intercambiar hasta 6 millones de
botellas de vino). Ello implica que podrá consumir 160.000.000 de botellas de vino (porque
ya producía 100 millones, dado que su especialización no fue completa) y 16.000.000
automóviles, esto es, dos millones de automóviles más de los que consumía en autarquía y
10 millones más de botellas de vino, lo cual se muestra en el punto (ver gráfica 3):
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podrá comprar en el mercado internacional 10.000.000 de automóviles (de nuevo, por los
términos de intercambio 1:6, esto es, por cada seis millones de botellas de vino recibirá un
millón de autos), pasará a consumir 16.000.000 carros y 80.000.000 de botellas de vino,
alcanzando el nuevo punto de consumo C B (ver gráfica 4).
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● Los países se especializan parcialmente en la producción de un bien
acuerdo con los precios de compensación en la economía internacional.
● A pesar de que la especialización en el modelo es parcial, este muestra
que, con todo, se maximiza la producción y el consumo y se aumentan los niveles de
satisfacción de cada economía que participa en el comercio internacional.
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factor exporta el bien cuya producción es intensiva en ese factor, e importa aquellos
bienes que no puede producir eficientemente por carecer de los factores de producción
necesarios para su elaboración. En ese sentido, el modelo H-O muestra entonces que las
diferencias en las cantidades exportadas se explican por las diferencias en los costos
relativos de producción entre dos países.
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por el libre comercio y la libre movilidad de flujos de capital. El razonamiento que subyace
al modelo factorial estriba en que mediante el fomento de la especialización en cada
economía por tipos de producción orientados a la exportación, el comercio aumenta la
demanda de factores abundantes localmente subiendo la oferta de ingresos de los
propietarios de esos factores, a la vez que reduce la demanda de factores localmente
escasos llevando a la disminución de ingresos de los propietarios de estos últimos factores.
En otros términos, esta aproximación se basa en el reconocimiento de que el comercio
tiene consecuencias distributivas y estas generan competencia política entre los ganadores
y perdedores del comercio, en tanto estos buscan defender sus intereses económicos de
manera política, bien a través de presiones o al gobierno o, por ejemplo, a través del lobby.
Al mostrar cómo el comercio exterior beneficia a algunos en particular, dejando a otros en
peor posición, el teorema Stolper-Samuelson explica entonces por qué el comercio es un
asunto políticamente divisivo: una batalla de intereses. Una consecuencia política que
algunos teóricos han querido extraer de este modelo consiste en que el aumento o la
disminución de la exposición al comercio internacional pone en marcha, o un conflicto
entre clases cada vez mayor, o un conflicto urbano-rural, de acuerdo con las dotaciones de
factores de diferentes países.
Ahora bien, una limitación de este modelo es que asume que tanto los trabajadores
como capitalistas son grupos más bien homogéneos, si bien las divisiones y coaliciones en
relación con la política comercial a menudo parecen contradecir su explicación de la
formación de preferencias, pues es probable ver a los trabajadores y propietarios de la
misma industria constituyendo juntos un frente común para que se impongan barreras de
protección a las importaciones. El problema fundamental parece ser que el teorema
Stolper-Samuelson se deriva de suponer que los factores de producción tienen una gran
movilidad entre las diferentes industrias en cada economía.
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Una aproximación alternativa para dar cuenta de los efectos del comercio
internacional sobre los ingresos y los efectos políticos que se siguen de las elecciones en
política comercial es el modelo de Ricardo-Viner. Este parte de que la política de comercio
exterior se conduce por la competencia entre sectores o industrias. Algunos factores son
de uso muy específico, así que se observan efectos sobre el comportamiento político de
los actores por sectores, en caso de que el factor productivo sea inmóvil y sea además
particular a una industria. De ahí que los participantes de dicha industria tiendan a aliarse,
a pesar de su diferencia de clases, si tienen un interés en su preservación y crecimiento, y
si además se ven amenazados por la liberalización comercial. En otros términos, los
ingresos de los individuos están sujetos cercanamente a las fortunas de las industrias en
las que se desenvuelven y de ahí que los sectores más orientados a las exportaciones
-tecnológico, financiero- sean más abiertos a la apertura que sus contrapartes de sectores
que enfrentan fuertes presiones en virtud de las importaciones (textiles, acero, calzado,
automotríz, etc.).
Ahora bien, una limitación de este modelo consiste en suponer que las empresas al
interior de los sectores son homogéneas. No obstante, algunas firmas se dedican a la
exportación y otras no lo hacen. De ese modo, mientras unas, por ejemplo, invierten
directamente en un país extranjero con el fin de producir y vender en ese país, otras
empresas solo participan en la exportación. Más aún, en algunos sectores que requieren
grandes inversiones de capitales, por ejemplo, la producción de cerveza, las empresas más
grandes pueden disfrutar de una ventaja de costos sobre las empresas más pequeñas tal
que estos mercados tienden a ser monopolizados solo por unas pocas firmas muy grandes.
En estos casos, en que las empresas compiten entre sí y con rivales extranjeros por
diferentes nichos de mercado, el comercio puede tener diferentes efectos para las firmas
de la misma industria.
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En suma, la economía internacional en general, y la teoría del comercio
convencional en particular, presentan dos modelos para explicar las preferencias de los
grupos de interés (asociaciones de negocios, sindicatos) y cada uno ofrece una explicación
plausible en torno a la presión que ejercen estos grupos sobre quienes formulan la política
comercial: porque afecta sus ingresos. Así, el modelo factorial basa su explicación en la
oposición entre factores productivos (abundantes vs. escasos), mientras que el modelo
sectorial funda su explicación entre los tipos de empresa (las orientadas a las
exportaciones vis-à-vis aquellas que compiten con las importaciones. Ello explica entonces
que, a pesar de que la teoría mainstream indique que el comercio sea, desde un punto de
vista general, sea benéfico para los países, no lo es para grupos en particular en su interior
que ven afectados sus intereses, i. e., sus ingresos, y que acuden a su influencia social, por
ejemplo a través del lobby, para tornar la política comercial a su favor.
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grupos de interés que fomentan el proteccionismo.
De acuerdo con Diana Tussie, (ver capítulo 1), a Chile se le puede describir como
uno de los “bastiones de la más gran ortodoxia” comercial. De hecho, Naomi Klein en su
libro y también documental “The Shock Therapy”, busca mostrar las particularidades que
llevaron a que el país austral abrazara plenamente el paradigma económico conocido
como “el modelo”, y qué papel tuvo en dicha reforma la ortodoxia tecnócrata chilena
conocida como los “Chicago Boys”. Más aún, Chile es una economía de mercado muy
abierta al comercio exterior, a tal punto que es actualmente el país con más tratados de
libre comercio del mundo (26 en total con un alcance de 64 economías)1, y que se
caracteriza además de las privatizaciones de servicios públicos en especial, por la
liberalización de sus cuentas de capital, y por políticas fiscales y anti-inflacionarias
estrictas.
1
Ver: http://www.sice.oas.org/ctyindex/CHL/CHLagreements_s.asp
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Una característica del comercio exterior chileno, que incluso comparte con países
de la región como Colombia, México y Perú, consiste en que su orientación en política
comercial está orientada a la promoción de las exportaciones y a la atracción de inversión
extranjera directa (IED) y que es poco proclive a hacer uso de mecanismos de defensa
comercial para las importaciones como aranceles, salvaguardias y cuotas de importación.
Esto se hace evidente en que, en relación con los aranceles, su promedio simple para el
arancel consolidado desde la década del noventa del siglo XX es de 25.2% y el promedio
NMF es de 6.0%, y el promedio ponderado de arancel es de 5.7, lo cual indica que Chile ha
reducido de manera importante los impuestos a las importaciones en los años
contemplados, siendo unos de los países más abiertos al comercio en la arena
internacional:
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Gráfica 6. Bienes exportados por Chile (2018)
Lo que nos diría la teoría convencional es que Chile presenta una ventaja
comparativa en relación con otros países que producen cobre, es decir, el sacrificio que
tendría que hacer el país austral renunciando a producir el mineral para producir otro
producto más complejo sería mayor que el que haría otro país, por ejemplo China, que es
el tercer mayor productor de cobre del mundo. En consecuencia, Chile siendo el mayor
productor de cobre del mundo está explotando su ventaja comparativa, mientras China, el
mayor comprador y consumidor de cobre en el globo, no satisface su demanda del mineral
por su propia producción local y se ve obligado a comprar en los mercados
internacionales.
China se especializa parcialmente en la producción de ese bien del mismo modo que Chile
hasta donde el Precio de compensación del mercado lo permite.
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No obstante, en la práctica lo que debe suponerse para que los modelos funcionen
es que los Términos del intercambio son constantes. Con todo, estos términos son
variables; dependen de la demanda de los bienes en los mercados. Más aún, de acuerdo
con la tesis del economista argentino Raul Prebisch (1901-1986), los precios de los bienes
primarios tienden a la baja, y más por ejemplo con ocasión de una crisis en la que hay
menos demanda de ese tipo de bienes, mientras el precio relativo de los bienes
importados más sofisticados a encarecer. De ese modo, si los bienes en los que se
especializan las economías latinoamericanas como la chilena son productos primarios
como el cobre, ello las hace más dependientes de los ciclos o variaciones de los precios de
estos bienes en la economía mundial y a que los tipos de cambio sean más volátiles, en la
medida en que se encuentran ligados a los precios internacionales de los productos
básicos más exportados. Es decir, se trata entonces de economías dependientes, en el
sentido de la Teoría de la dependencia (ver capítulo 12 de este volumen), en la medida en
que se especializan en la exportación de bienes primarios con precios bajos e importan
bienes manufacturados más costosos. Lo anterior significa que la teoría del comercio de
las ventajas comparativas de Ricardo debe ser vista críticamente, pues dada la tendencia a
la baja de los precios de los productos primarios, los países de la región siempre van a
necesitar producir y vender más bienes primarios para poder comprar bienes
manufacturados. Las economías latinoamericanas como la chilena debe exportar más y
más cobre, para poderse dar el lujo de importar los bienes que no producen en ausencia
de una industria sólida, como los autos alemanes. De ahí que en el siglo XX muchos países
hayan optado por políticas de industrialización por substitución de importaciones,
mientras que en el siglo XXI han promovido las llamadas políticas de transformación
productiva, como la chilena. Y a pesar de que en apariencia los programas y políticas de
transformación productiva en el país austral funcionan, lo cierto es que el indice de
sofistificación de lasexportaciones de Chile (2020) es negativo: -0,12, de acuerdo con datos
del observatorio de la complejidad económica de MIT, es decir, en un ranking de 137
países, este ocupa el lugar 742.
2
Ver: https://oec.world/en/profile/country/chl
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Dicho sea de paso también, la producción de bienes primarios como el cobre, a
menudo tiene impactos medio ambientales y sociales perceptibles en el largo plazo y que
deben ser atenuados a través de programas especiales de mitigación de las externalidades
negativas: desplazamiento de comunidades, aguas, atmósfera y suelos contaminados. Sin
embargo, las normativas ambientales en la región generalmente son débiles y parece
haber una ausencia generalizada de decisión política frente a la formulación de políticas
comerciales que sean rigurosas en términos de la explotación al medioambiente. En ese
sentido, la protección al medioambiente en las políticas comerciales de la región es
insuficiente y, en gran parte de los países, solamente son declaraciones que no se traducen
en hechos contundentes.
Por otro lado, ¿qué nos pueden decir el modelo clásico y neoclásico sobre la
conveniencia de la especialización total o parcial chilena en la producción de cobre? El
modelo clásico implica que Chile se debería especializar completamente en la producción
del mineral para exportarlo. No obstante, es necesario enfatizar en que, como se expuso
en la parte que presenta el modelo, este supone que solo hay dos países, únicamente hay
dos productos y cada país solo cuenta con un factor productivo (trabajo, tierra y capital).
Lo anterior supone que aquello que demuestra el modelo, esto es, que la producción y el
consumo se maximizan ante la especialización en un bien, depende fuertemente de la
aceptación de los presupuestos señalados. Más aún, es un hecho que ningún país en el
mundo se especializa en la actualidad completamente en la producción de un bien por la
inconvencia en términos de diversificación de las exportaciones, pero también, para las
economías menos industralizadas, por el deterioro de los términos del intercambio.
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A su vez, de acuerdo con el modelo neoclásico es conveniente que Chile se haya
especializado parcialmente en la producción de cobre exportando este mineral, sobre todo
a China como principal destino de sus exportaciones:
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Fuente: Atlas de complejidad económica de Harvard (2020)
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que se trata de actores políticos cuyas ideas y convicciones se oponen al socialismo y al
gobierno democrático anterior.
La reforma comercial iniciada en la década del setenta del siglo XX en Chile tuvo
efectos importantes. En primer lugar, esta indujo a un cambio significativo en las ventajas
comparativas chilenas, al abrir la economía chilena al mundo y modificar el nivel de los
aranceles promedio. Además, la escasa inversión interna en el gobierno militar se
concentró principalmente en los recursos naturales como la minería, y fue entonces
menos significativa en las actividades intensivas en mano de obra y capital, como la
industria, y en ventajas comparativas adquiribles, lo cual tuvo por consecuencia que Chile
se especializara en la producción de minerales y las actividades que favorecía el gobierno
militar. Lo anterior llevó a que la industria chilena, aunque no fuera destruida del todo, se
desempeñara de manera pobre, al igual que la economía austral en general, que cayó
primero en una recesión en 1975 y luego nuevamente en 1982, con la crisis de la deuda
latinoamericana y llamada “década pérdida”. Por contraste, los rubros vinculados con las
actividades financieras y el comercio internacional obtuvieron beneficios, lo cual condujo a
que los conglomerados orientados antes de la dictadura al mercado interno se orientaran
al plano internacional. En ese sentido, el crecimiento del sector financiero supuso que el
sector industrial dejara de ser el centro del crecimiento económico chileno: la capacidad
productiva del sector fue seriamente dañada, muchas industrias desaparecieron, y varias
ramas de la producción prácticamente fenecieron (French-Davis, 2005). De ese modo,
dado que las políticas de la dictadura de Pinochet condujeron al aislamiento internacional,
ello llevó a Chile a hacer uso de instrumentos comerciales para abrirse al mundo. Desde
esa época, las relaciones comerciales pasan a un primer plano, con el propósito de
establecer vínculos económicos, de acuerdo con un enfoque pragmatista de la política
exterior, con países asiáticos que compartían con Chile el mismo modo de gobierno:
sistemas autoritarios con apertura económica y comercial. Por último, el gobierno militar
de Pinochet gozó de una amplia autonomía y apoyo empresarial para conducir las
reformas económicas. Más aún, en la dictadura se produjo una alianza entre las
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asociaciones de empresarios leales al régimen y los militares. De ese modo, los
responsables políticos en el gobierno de Pinochet trabajaron en los consejos directivos de
los grandes conglomerados y gremios económicos antes y después de ocupar cargos en el
gabinete y el Banco Central, lo que llevó a una colusiones o conflicto de interés entre el
poder económico y el político. Ahora bien, esta alianza con los empresarios sobrevive a la
transición democrática de Chile y a la posterior elección de gobiernos de centro-izquierda,
conocida como “la concertación”.
Este último punto nos lleva a pensar en el poder explicativo de los modelos
ortodoxos que buscan explicar las preferencias de los grupos interesados en el comercio:
el factorial y el sectorial. Ciertamente, el modelo factorial en principio podría servir para
explicar que Chile se concentre en la explotación de sus recursos más abundantes como el
cobre, pero no da cuenta de por qué se produce un cambio significativo en las ventajas
comparativas chilenas, que orienta su economía hacia la explotación de recursos mineros y
a una menor inversión en las actividades intensivas en mano de obra y capital y en
ventajas comparativas adquiribles, y tampoco explica la colusión de interes, como si lo ha
hecho la historia antes referida. Así, los grupos cuya riqueza se encontraba en actividades
intensivas como la industria, y que no preferían el libre comercio, debieron reorientar sus
preferencias, por ejemplo al sector financiero, debido a la presión coactiva realizada hecha
por el gobierno militar y los empresarios aliados con este gobierno, lo cual cambió la
historia chilena para siempre. Asimismo, es necesario decir que las asociaciones de
negocios o gremiales en el país austral conformaron junto con las agencias estatales, una
suerte de “bloque ideacional”, esto es, una coalición política informal que comparte las
mismas ideas sobre la orientación de la política comercial: de apertura a las exportaciones.
De ese modo, por ejemplo, desde la dictadura tuvo lugar una alianza entre las asociaciones
de empresarios leales al régimen (CPC, SNA, SOFOFA) y los militares, que persiste después
de la democratización, y que ha sostenido como política oficial de Estado chileno que el
libre comercio es benéfico para Chile y que el país debe buscar el acceso a más mercados a
través de la proliferación de tratados comerciales. No obstante, la sociedad civil
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representada por sindicatos de trabajadores (incluso del cobre) y movimientos sociales e
indígenas, se ha opuesto históricamente a esta concepción del comercio, últimamente a
través del llamado ‘estallido social’ de 2019. En esa medida, se podría decir que si bien hay
un consenso de élites en relación con la apertura del comercio exterior, este es inexistente
entre estas élites comerciales y los trabajadores, quienes han sufrido de la precarización
de la mano de obra del país. De ahí que el modelo factorial no sea suficiente para explicar
las preferencias de los grupos de interés en relación con la política comercial en el caso
chileno, en la medida en que es evidente una oposición entre trabajadores y capitalistas
que producen a partir del mismo factor productivo: la tierra. Además, si bien Chile es rico
en cobre, no se puede decir precisamente que su factor productivo más importante sea la
tierra, pues esta es más bien escasa, dado que es un país angosto y largo territorialmente,
constituyendo un territorio pequeño comparado con otros de América del Sur como Brasil,
Argentina, Colombia, Bolivia o Venezuela.
A su vez, el modelo sectorial señala que las preferencias de los grupos de presión se
explican a partir de la orientación de los sectores: los que tienen vocación exportadora
prefieren el libre comercio y los que compiten con las importaciones la protección. Con
todo, en el país austral, los sectores que sobrevivieron la reforma comercial promovida por
el gobierno militar aún prefieren el libre comercio, mientras que los que consideran que
este ha sido pernicioso para el país, difícilmente se pudieron oponer, por ejemplo, a través
del cabildeo, a la apertura económica. Solo recientemente parece haber un agotamiento
de el libre comercio, a tal punto que algunos grupos de interés ya abogan, no por la firma
de más tratados comerciales, sino por aprovechar y revisar los ratificados por Chile a la
actualidad.
Como conclusión de este capítulo se puede decir que es necesario asumir una
postura crítica frente a los modelos ortodoxos: deben ser leídos a partir de sus
presupuestos; como abstracciones que funcionan en la teoría, pero con limitaciones en la
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práctica en virtud de lo que suponen para poder explicar. La teoría del comercio
internacional ortodoxa parte del presupuesto erróneo de que cada país está dotado de
una riqueza natural específica en virtud de sus factores productivos y puede movilizar los
capitales libremente entre estos, así como posee los conocimientos tecnológicos
necesarios para producir bienes más sofisticados, esto es, aquellos que incorporan mayor
valor agregado a las materias primas. Este presupuesto es contrario a la realidad de las
economías latinoamericanas como la chilena. La manera como se encuentra configurada la
economía mundial impide de facto, que los sectores que compiten vis-à-vis con las
industrias de los países más avanzados lo hagan en condiciones que les permiten
protegerse de la competencia externa. Así, estas economías menos industrializadas deben
importar los bienes más sofisticados ciertos países como últimamente China, EE.UU. o
Alemania que han dominado históricamente el comercio. Así ocurre en sectores como la
industria de ensamblaje automotríz. Ello es así porque este dominio sectorial implica
poseer una tecnología basada en bienes de capital, que no está al alcance de países como
Chile, que por decisión política de su gobierno militar, desmontó su industria para
privilegiar la exportación de bienes primarios. Concluyendo, la historia cuenta y los
modelos ortodoxos son justamente a-históricos: pretenden ser válidos para cualquier país,
en cualquier momento. Por contraste, Chile muestra una orientación económica que se ha
traducido en políticas comerciales bajas en aranceles, y que ha sido fruto de su historia
político-económica, no necesariamente porque el libre comercio haya sido lo mejor para
su economía. De ese modo, en Chile se configuró un consenso entre quienes formulan la
política comercial y los grupos económicos que se han visto favorecidos por estas políticas.
Por contraste, hay una férrea oposición a estas políticas por parte de sindicatos de
trabajadores y movimientos sociales e indígenas, que consideran perniciosa la apertura
comercial chilena al mundo y que se han manifestado en contra de esta a través de las
protestas que se cristalizaron en el estallido social de 2019.
Enlaces web:
26
OEC (2020), Observatory of economic complexity. Disponible en:
https://atlas.cid.harvard.edu/
SICE-OAS (2020), Disponible en: http://www.sice.oas.org/agreements_s.asp
Verifica tu comprensión
Glosario
Autarquía: significa la ausencia de comercio internacional con otros países. Se trata de una
situación en la que un país pretende, de manera autosuficiente, producir todo lo que
consume. En nuestro tiempo, un ejemplo de un país autárquico puede ser Corea del
Norte, si bien no se encuentra del todo en esta situación, pues comercia con China y su
vecino, Corea del Sur.
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Costo de oportunidad: es el sacrificio o la renuncia que debe hacer un productor o un país
para producir un bien en términos de otro. El productor se encuentra, pues, en una
disyuntiva, en la que para producir más de un bien, debe elegir menos de otro.
Costos crecientes: tienen lugar cuando se renuncia a cantidades mayores de un bien para
producir otro y ello ocurre porque los factores o recursos no son de igual manera
productivos al pasar de una actividad a otra, por ejemplo, al invertir recursos que antes
estaban destinados al capital, a la tierra. Los costos crecientes se representan con una
curva cóncava.
Términos del intercambio: Terms of trade, en inglés (ToT), el precio relativo de las
exportaciones en términos de importaciones. Se define como la relación entre los precios
de exportación y los precios de importación. También se puede interpretar como la
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cantidad de bienes de importación que una economía puede comprar por unidad de
bienes de exportación.
Ventaja absoluta: consiste en la ventaja que tiene un país sobre otro para producir más de
bien, en virtud de una mayor abundancia de un factor productivo determinado. El término
fue acuñado originalmente por Adam Smith (1723-1790), quien en su obra la Riqueza de
las Naciones (1776) se preguntaba por la productividad de los países. Entonces, un país
con ventaja absoluta es un país con mayor productividad.
-Joseph M. Grieco y G. John Ikenberry (2003) State Power and World Markets: The
International Political Economy. New York: W.W. Norton
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- Para profundizar en el caso chileno: Ffrench-Davis, Ricardo (2005) Reformas para
América Latina: después del Fundamentalismo Neo-Liberal. Buenos Aires: Siglo XXI.
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