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Nº 20 – Invierno 2016
Actualidad
de
nuestros
Grupos.
Conversación
y
ritmo.1
Osvaldo
Saidón
Será
especialmente
difícil
en
estos
tiempos
que
corren
cumplir
con
la
pretensión
de
actualidad
que
el
título
convoca.
Seguramente
en
el
momento
de
ser
leído
este
trabajo,
muchas
de
las
descripciones
realizadas
pertenecerán
al
pasado,
y
esto
no
solo
por
la
inevitable
flecha
del
tiempo
que
no
puede
detener
el
devenir
del
acontecimiento.
Es
que
en
estas
épocas
en
nuestros
países
una
ola
restauradora
recorre
la
sociedad
y
vemos
cómo
se
van
diluyendo
muchas
de
las
novedades
socio-‐culturales
que
se
lograron
conquistar
en
estos
años.
En
el
momento
que
me
dispongo
a
corregir
este
trabajo,
justamente
recibo
un
mail
donde
me
comunican
que
en
el
nuevo
gobierno
brasilero
ya
se
ven
intentos
de
disolver
el
trabajo
de
clínica
de
testimonio
que
se
venía
realizando
por
varios
de
los
colegas
que
comparten
nuestra
concepción
operativa.
Es
un
trabajo
de
atención
y
de
reflexión
grupal
con
las
víctimas
directas
e
indirectas
de
la
violencia
del
terrorismo
de
estado,
y
que
inspira
muchas
de
las
ideas
aquí
desarrolladas.
Mantendré
a
pesar
de
esto
el
título,
como
una
forma
de
dejar
constancia
de
que
justamente
el
cambio,
el
devenir,
los
avances
y
retrocesos
del
social
histórico
impregnan
permanentemente
las
interacciones
grupales
y
los
dispositivos
que
ponemos
en
uso
en
cada
momento.
El
social
histórico
siempre
ha
estado
presente
en
las
interacciones
grupales.
Mucho
más
cuando
las
miramos
desde
una
concepción
operativa,
y
cuando
la
pesquisa
que
llevamos
adelante
se
realiza
en
instituciones
públicas,
en
organizaciones
de
derechos
humanos
o
en
institutos
de
salud
o
de
enseñanza
pública.
1
Área
3,
Nº
20-‐invierno
2016
Los
últimos
acontecimientos
en
nuestros
países
implican
un
retroceso
en
el
llamado
campo
popular.
El
fracaso
electoral,
y
la
promoción
de
golpes
institucionales
en
contra
de
lo
que
podríamos
llamar,
sin
demasiada
precisión,
de
fuerzas
progresistas,
reclaman
retomar
con
más
insistencia
que
nunca
lo
que
hoy
en
día
llamamos
abiertamente
de
clínica
política
tanto
en
el
trabajo
asistencial,
como
institucional
en
grupos.
Nuestra
investigación,
tanto
por
fuerza
de
los
hechos
como
por
el
tipo
de
demanda
que
nos
ha
llegado,
se
ha
inclinado
en
relación
a
tareas
ligadas
a
la
coordinación
de
grupos
amplios
y
asambleas
que
nos
plantean
nuevos
desafíos
para
la
concepción
operativa.
Asimismo
en
la
Argentina,
en
los
últimos
doce
años,
se
ha
profundizado
e
institucionalizado
la
relación
que
se
da
entre
el
estado
y
los
grupos
y
personas
que
venían
desarrollando
su
trabajo
desde
el
movimiento
social.
En
la
década
del
90
esos
mismos
movimientos
sociales
estuvieron
al
margen
e
incluso
en
franco
enfrentamiento
con
las
políticas
de
estado.
A
partir
del
año
2000
una
gran
parte
del
movimiento
social
ha
comenzado
a
participar
y
desarrollar
una
cierta
cultura
política
en
el
interior
de
la
gestión
del
estado.
Esta
situación
ha
ido
creando
en
ese
sentido
una
figura
mixta
entre
militante
y
funcionario
y
o
empleado
del
estado,
que
promueve
un
tipo
de
subjetividad
que
se
ve
reflejada
en
las
interacciones
grupales
en
los
diferentes
espacios
institucionales
que
nos
ha
tocado
actuar.
Debemos
prestar
especial
atención
a
esta
cuestión
que
produce
una
serie
de
ambigüedades
en
la
dinámica
social
y
en
los
grupos
que
la
llevan
adelante.
Particularmente
en
los
grupos
que
pertenecen
a
diversos
organismos
de
derechos
humanos
donde
nos
ha
tocado
intervenir,
son
un
lugar
donde
este
debate
sigue
abierto.
Pero
a
la
hora
de
escribir
estas
reflexiones
debemos
señalar
que
el
actual
abandono
y
desfinanciamiento
de
los
programas
sociales
que
llevan
adelante
las
fuerzas
neoliberales
en
estas
épocas,
a
partir
del
momento
que
las
corporaciones
económicas
asaltan
y
asumen
los
gobiernos,
están
replanteando
de
manera
dramática
esta
relación.
Esta
compleja
situación
modula
de
una
manera
singular
el
tipo
de
interacción
que
vemos
aparecer
en
los
grupos,
en
los
colectivos
de
derechos
humanos
y
en
diversos
movimientos
sociales
donde
asistimos
a
un
devenir
que
coloca
un
horizonte
lleno
de
incertidumbres.
Esta
misma
situación,
ambigua
y
contradictoria,
cargada
de
nuevas
potencias
por
un
lado
o
entrando
en
crisis
en
otros
momentos,
es
origen
de
padecimientos
y
de
diversas
producciones
subjetivantes,
lo
que
ha
producido
una
demanda
de
análisis
en
muchos
de
estos
grupos.
2
Área
3,
Nº
20-‐invierno
2016
Como
mencionábamos
antes,
el
trabajo
grupal
en
estas
instituciones
se
ha
desarrollado
mayoritariamente
en
espacios
asamblearios
o
en
grupos
supernumerarios,
que
requieren
de
nosotros
la
formulación
de
un
pensamiento
sobre
la
coordinación
de
modo
que
permita
la
emergencia
de
analizadores
que
posibiliten
una
creciente
autonomía
de
los
grupos
en
análisis,
así
como
una
reflexión
sobre
los
nuevos
desafíos
que
nos
colocan
las
actuales
políticas
regresivas.
No
se
trata
simplemente
de
una
reformulación
de
los
instrumentos
técnicos
y
o
metodológicos
de
los
que
disponemos,
sino
de
habilitar
la
producción
de
conceptos,
de
ideas
y
de
acciones
que
nos
habiliten
una
novedosa
producción
de
sentidos.
Este
pensar
se
da
de
hecho
en
un
proceso
de
investigación
activa
donde
los
instrumentos,
el
encuadre
y
la
estrategia
de
trabajo
se
van
generando
y
discutiendo
en
el
propio
proceso.
Por
otra
parte
el
trabajo
de
la
coordinación
requiere
un
ejercicio
de
improvisación,
que
se
haga
cargo
de
ritmos
no
previsibles,
de
movimientos
que
se
crean
y
se
realizan
en
un
aquí
y
ahora
del
acontecer
grupal.
Es
en
el
interior,
o
mejor,
en
el
entramado
de
las
situaciones
de
conflicto
donde
se
hacen
visibles
las
crisis
que
viven
y
transitan
los
nuevos
protagonistas
que
aparecen
en
este
campo
como
respuesta
a
la
caída
de
la
representación
política
que
se
ve
surgir
por
todas
partes.
Los
movimientos
juveniles
de
protesta
por
el
boleto
estudiantil,
los
colegios
secundarios
ocupados,
el
enfrentamiento
y
la
desobediencia
civil
ante
las
subas
de
precios
en
los
servicios,
son
la
expresión
visible
de
las
pugnas
micro
políticas
que
vemos
aparecer
en
estos
últimos
tiempos.
Peter
Pelbart,
al
referirse
al
corte
que
en
la
continuidad
de
nuestro
tiempo
político
protagonizaron
los
secundaristas
en
Brasil,
nos
dice:
“Esto
significa
que
la
percepción
social
y
la
sensibilidad
colectiva
en
la
ciudad
de
San
Pablo
sufrieron
una
inflexión.
Es
toda
la
dificultad
de
una
ruptura.
Ella
no
puede
ser
leída
apenas
con
las
categorías
disponibles
antes
de
ella,
categorías
esas
que
la
ruptura
está
justamente
en
vías
de
colocar
en
jaque.
La
mejor
manera
de
matar
un
acontecimiento
de
este
orden
es
reinsertarlo
en
el
encadenamiento
causal,
reduciéndolo
a
los
factores
diversos
que
lo
explicarían
y
lo
agotarían,
en
lugar
de
desdoblar
aquello
que
ellos
traen
embutido,
todavía
de
un
modo
balbuceante
o
embrionario,
de
nuevo,
de
inaugural,
de
fundante”
(Carta
abierta
a
los
secundaristas
de
Peter
Pal
Pelbart).
Una
teoría
de
los
grupúsculos
que
van
apareciendo
como
modo
de
resistencia
o
de
insurrección
ante
esta
renovada
avanzada
neoliberal,
precisa
de
una
concepción
operativa
3
Área
3,
Nº
20-‐invierno
2016
que
se
haga
cargo
de
lo
intempestivo
al
mismo
tiempo
que
pueda
ser
posibilitadora
de
una
interacción
que
potencie
a
los
cuerpos
y
a
sus
pensares.
En
este
sentido,
nos
parece
un
momento
propicio
para
interpelar
nuestra
concepción
sobre
los
grupos
y
los
modos
de
análisis
e
intervención
a
través
de
la
invención
de
conceptos,
de
la
promoción
de
un
pensamiento
sutil
como
nos
señala
De
Brasi,
que
nos
posibilite
sostenernos
curiosos
y
activos
ante
las
regresiones
y
las
novedades
sociales
que
se
nos
presentan.
Pasaremos
entonces,
si
nos
permiten
un
salto,
hacia
las
prácticas
que
realizamos.
Citemos
algunos
conceptos
que
nos
han
sido
útiles
en
estos
tiempos
para
desarrollar
una
clínica
que
apunte
a
la
transformación
y
a
la
sustentabilidad
de
los
múltiples
procesos
de
autonomía
en
curso.
Es
el
modo
que
encontramos
de
corrernos
de
esa
marejada
de
información
que
nos
deja
sin
otra
opción
que
el
adaptacionismo
y
la
resignación.
Trataré
de
desarrollar
algunos
de
los
pensamientos
que
convocan
las
ideas
de
ritmo
y
conversación,
y
que
nos
han
sido
especialmente
fecundas
en
las
pesquisas
con
estos
grupos.
Digamos
que
entendemos
por
ritmo
la
capacidad
de
acompañar
incluyendo
la
diversidad,
habilitando
lo
múltiple
y
el
imprevisto,
huyendo
de
las
generalidades
pero
manteniendo
un
pulso.
Desde
esta
perspectiva
al
pulso,
al
ritmo
regular,
ese
es
el
nombre
que
nosotros
le
podríamos
dar
para
al
encuadre
grupal.
Ya
hemos
insistido
sobre
la
imposibilidad
de
preconcebir
lo
que
viene.
Ante
la
incertidumbre
se
nos
abre
la
posibilidad
de
ir
construyendo
una
clínica
que
se
haga
cargo
de
lo
intempestivo,
un
ritmo
que
acompaña
pero
también
propone.
Hemos
visto
asimismo
por
otra
parte
que
son
las
minorías
de
las
más
diversas
características
las
que
suelen
portar
y
sostener
estos
ritmos,
estos
devenires
inusitados
en
ciertos
momentos.
Es
en
la
música
y
en
la
poesía
donde
encontramos
referencias
para
nuestras
ideas
sobre
ritmo.
Un
ritmo
que
surge
—como
quería
el
gran
músico
Messiaen—
de
escuchar
a
los
pájaros
y
registrarlos
sin
pretender
extraer
leyes
fijas
de
ese
movimiento.
“Que
todo
desemboque
en
ese
Ritmo
hecho
de
duraciones
libres
y
distintas“,
dice
el
poeta
Arturo
Carrera
en
su
ensayo
sobre
Ritmo
y
Misterio.
“Entiendo
la
poesía
como
un
dialecto.
La
fuerza
de
una
pequeña
lengua
que
se
injertó
en
mi
lengua
y
cambió
el
ritmo
de
mi
escritura.
Un
dialecto
prohibido
en
nombre
de
una
lengua
oficial.
Incluso
el
lector
va
a
encontrar
pedacitos
del
dialecto
de
mis
abuelos
sicilianos.
En
mi
infancia
escuché
ese
dialecto,
lo
aprendí,
se
me
pegó.”
4
Área
3,
Nº
20-‐invierno
2016
Podemos
dar
el
nombre
de
latencia,
de
inconsciente
productivo,
a
ese
dialecto
que
lo
lleva
al
poeta
a
un
cambio
de
un
ritmo
que
adviene
en
la
conversación
grupal.
¿Nos
dará
el
poeta
esa
licencia?
En
los
grupos
pequeños
o
en
los
grandes
grupos
que
nos
ha
tocado
intervenir
en
estos
últimos
tiempos,
hemos
visto
que
debíamos
remover
la
amargura
y
no
dejarnos
invadir
por
la
desazón
que
ha
producido
las
últimas
elecciones
en
Argentina
y
ese
golpe
blanco
que
se
ha
dado
en
Brasil,
y
alargar
la
problemática
mas
allá
de
las
cuestiones
de
estado
que
son
inoculadas
por
la
“midia”
de
una
manera
que
dejan
inerme
y
fuera
de
juego
a
los
llamados
ciudadanos
comunes.
Es
por
eso
que
esos
grupos
que
se
mueven
al
margen
de
la
agenda
que
instalan
la
midia
y
la
clase
política
plantean
toda
una
enseñanza
para
nuestra
propia
agenda
de
análisis
e
intervención.
En
la
mayoría
de
los
casos
cuando
hablábamos
de
ritmo
en
relación
al
modo
en
que
se
está
desarrollando
el
proceso
grupal
lo
hacíamos
desde
una
perspectiva
metodológica.
Quién
habla,
quién
se
repite,
el
uso
más
o
menos
compartido
de
la
palabra,
la
frecuencia
de
las
reuniones.
El
encuadre,
sus
modificaciones,
repeticiones
y
diferencias
en
el
proceso
grupal,
expresadas
a
través
del
tiempo
de
lo
que
se
habla
y
de
lo
que
se
calla.
Los
murmullos,
los
silencios,
los
ruidos
y
su
duración…
Hoy
nos
gustaría,
al
referirnos
al
ritmo,
poner
menos
énfasis
en
la
duración
y
más
en
la
intensidad.
Sería
un
pasaje
del
plano
de
organización
al
plano
de
consistencia
y
de
la
pura
inmanencia.
Hablar
y
al
mismo
tiempo
escuchar,
sentir
y
pensar
en
la
producción
del
acontecer
grupal.
¡Qué
difícil
es
la
conversación
y
qué
natural
cuando
se
nos
revela
como
posible!
La
conversación
que
propiciamos
se
manifiesta
con
un
tipo
de
materialidad
que
nos
permite
avanzar
aunque
no
conozcamos
la
próxima
nota.
Sin
prevenciones,
sin
predeterminados,
una
alternancia
sedosa,
un
intercambio
intenso
pero
con
la
suavidad
de
lo
liso
en
algunas
situaciones.
En
otros
casos
lo
intempestivo,
la
crisis
y
la
insurrección
grupal,
la
inauguración
de
otra
escucha
y
otro
tipo
de
intercambios
en
la
conversación.
Ausencia
de
la
paranoia
y
al
mismo
tiempo
habilitando
la
posibilidad
de
la
huida
y
la
sensación
de
un
tiempo
que
no
nos
espera
sino
que
se
abre
en
el
devenir
de
la
propia
conversación.
Por
lo
tanto
no
se
trata
solamente
de
un
encuadre
que
flexibiliza
simplemente
algunas
líneas
segmentadas.
5
Área
3,
Nº
20-‐invierno
2016
Pensamos
el
proceso,
digámoslo
de
nuevo,
como
la
creación
de
un
cuadro,
de
un
poema
del
que
sabemos
cuándo
comienza
pero
no
hacia
dónde
va,
como
en
el
cine
cuando
se
enciende
la
pantalla
y
aparece
la
máxima
afectación
y
ya
no
importa
el
fin
pues
allí
se
inaugura
un
sentido.
En
el
grupo
el
coordinador
enciende,
lanza
un
“empezamos”
y
recién
allí
se
crea
el
mundo
de
la
interacción
grupal,
concatenación
de
signos,
miradas
tensiones,
gestos,
construcción
inmanente
de
un
nosotros
que
no
existe
sino
en
el
ejercicio
de
la
propia
experiencia
sensible
aquí
y
ahora
y
que
tiene
un
comienzo
que
insiste,
que
persiste,
que
está
siempre
ahí.
Bazin
decía
que
el
film
tiene
un
inicio
pero
no
tiene
nunca
un
final.
Este
exnihilo
que
acontece
al
principio
de
un
film,
pasa
cada
mañana
cuando
toma
cuerpo
el
mundo
de
la
significación.
Sostener
la
creación,
es
buscar
el
goce
en
otro
mundo.
El
mundo
del
arte
goza
con
esta
absoluta
gratuidad
y
contingencia
de
que
la
juissance,
el
goce
se
produce,
por
el
hecho
de
que
haya
creación
de
mundos
.Proponemos
una
escena,
otro
abordaje
de
un
tema,
hace
aparición
lo
intempestivo.
La
intensidad
se
expresa
como
el
fin
de
la
representación,
como
imitación
o
como
copia.
Sin
cliché
en
la
pintura,
sin
sketch
en
el
teatro,
sin
interpretación
familiarística
en
la
coordinación.
Plano
de
inmanencia
que
sabemos
finito,
y
a
pesar
de
eso
suspende
la
angustia
de
muerte
que
habita
en
los
cuerpos
solapadamente
en
la
tan
mal
llamada
ansiedad.
Anhelo
grupal
sería
la
palabra
tal
vez
para
definir
el
común
que
va
fundando
ese
ritmo
que
desorganiza
y
reorganiza
la
gramática
de
los
cuerpos
allí
presentes.
Por
todo
esto,
como
esta
reunión
de
grupalistas
nos
muestra,
no
podemos
prescindir
del
cara
a
cara
en
cuerpo
presente.
No
podemos
habitar
ese
ritmo
vía
Skype
mediante,
ni
dejar
a
las
telecomunicaciones
como
la
tecnología
de
nuestro
método.
Tal
vez
deberíamos
decir:
todavía
no
podemos.
Sin
duda
ya
hace
una
cantidad
importante
de
años,
se
inauguró
la
posibilidad,
no
solamente
se
inauguró
sino
se
habilitó
la
posibilidad
de
un
pensamiento
fecundo
e
inventivo
desde
un
paradigma
estético.
En
ese
sentido,
ciertos
conceptos
como
conversación,
ligada
a
lo
poético,
el
ritmo
ligado
a
la
música,
o
la
idea
de
caos,
ligada
a
la
pintura,
fueron
produciendo
y
encontrando
una
energía
para
pensar
en
el
modo
en
que
se
producen
los
procesos
creativos
en
el
acontecer
clínico
grupal.
6
Área
3,
Nº
20-‐invierno
2016
No
se
trata
solamente
de
ser
creativo
en
la
tarea
de
coordinación
o
de
terapeuta;
se
trata
de
ver
cómo
los
procesos
creativos
pueden
mejorar
el
modo
en
que
conceptualmente
nos
aproximamos
a
la
realidad.
Ya
sea
para
comprenderla,
entenderla,
poetizarla,
o
intervenirla
en
el
mejor
de
los
casos.
Las
últimas
intervenciones
y
trabajos
de
coordinación
de
grupos
nos
han
llevado
a
pensar
en
torno
de
las
cuestiones
que
aparecen
cuando
trabajamos
con
grupos
amplios
o
supernumerarios,
tanto
en
formatos
de
lo
que
se
llaman
asambleas
y
/
o
grupos
operativos
o
de
diagnóstico
e
intervención
institucional.
A
partir
de
esto,
el
empleo
de
técnicas
diversas,
de
psicodrama,
de
dinámica
de
grupo
de
grupo
operativo
o
ejercicios
lúdicos
teatrales,
en
el
proceso
grupal,
nos
colocaron
desafíos
interesantes.
Así
pudimos
incorporar
a
nuestro
referencial,
las
cuestiones
que
giran
alrededor
de
la
conversación
y
el
ritmo,
y
cómo
estas
se
manifiestan
en
los
grupos
supernumerarios.
Apuntamos
a
una
clínica
que
no
se
quede
solamente
en
una
intención
familiarista
sino
que
habilite
el
campo
socio-‐histórico
y
sus
derivas,
y
entonces
nos
interesa
la
detección
de
la
palabra
autoritaria
y
de
sus
efectos
sobre
la
subjetivación.
Los
plurales
modos
de
contra-‐
efectuación
que
se
realizan
en
las
diferentes
fases
de
la
vida,
las
diversas
relaciones,
van
construyendo
la
cartografía
de
los
grupos
que
vamos
habitando.
En
la
producción
de
la
obra,
en
la
producción
de
sus
enunciados,
deberíamos
prestar
especial
atención
a
las
fuerzas
centrífugas
que
lleva
a
un
plurilingüismo.
La
conversación
aquí
entonces
tiene
la
potencia
de
realizar
esta
tarea
de
transformar
lo
autoritario
en
persuasivo,
o
mejor
sería
decir,
huir,
escapar
de
lo
autoritario,
lo
centralizado,
el
mercado,
conducir
a
un
campo
donde
lo
imprevisible
quede
abierto,
donde
se
realice
la
potencia
de
lo
diverso
haciendo
uso
tanto
de
la
capacidad
de
artista
que
tiene
todo
coordinador
grupal,
como
de
la
potencia
artístico-‐estética
que
todo
grupo
—cuando
no
está
sujetado
totalmente—
puede
producir.
La
conversación
tiene
también
la
posibilidad
de
evitar
que
se
transforme
al
pueblo
en
consumidores
y
a
los
grupos
en
listas,
y
a
los
navegantes
de
la
web
en
base
de
datos
a
ser
captada.
¿Qué
hacemos
entonces
en
la
clínica?
Nos
juntamos
dos
a
conversar
sobre
uno.
Allí
no
queremos
convencer
a
nadie
de
nuestras
percepciones,
solo
buscar
estrategias
para
abrir
nuevas
percepciones.
Allí
nos
expresamos,
revisando
y
construyendo
todo
el
tiempo
las
formas
de
expresión.
7
Área
3,
Nº
20-‐invierno
2016
Así
se
va
dando
una
clínica
que
en
los
grupos
toma
más
claramente
la
forma
de
obra
abierta…
En
los
grupos
la
conversación
es
coordinada
por
un
terapeuta.
Aquí
toda
la
literatura
en
relación
a
la
centralidad
y
a
la
opresión
que
se
ejerce
en
los
procesos
comunicacionales,
al
papel
subjetivante
y
uniformizante
de
los
medios
tiene
que
servirnos
para
repensar
el
lugar
de
la
coordinación.
Cada
vez
siento
con
mayor
fuerza
—y
dudo
en
decirlo
de
este
modo—
que
la
coordinación
es
propiciadora
de
la
conversación
cuando
su
función
desaparece.
Cuando
el
coordinador
ya
es
recibido
con
su
palabra
como
uno
más,
como
uno
más
de
los
enunciados
que
entran
en
la
red
discursiva,
como
uno
más
de
los
cerebros
en
cooperación
que
se
suman
a
la
red
que
está
conectada
a
las
redes
que
cada
uno
de
los
miembros
conecta
en
cada
momento…
“Aquí
ya
no
me
necesitan”,
percibe
el
terapeuta
de
grupo,
“estoy
totalmente
en
sintonía
con
lo
que
ésta
mujer
piensa
de
sí
y
de
su
mundo,
ya
está”.
Qué
tengo
para
decir:
nada,
conversar
simplemente,
bifurcar,
invitar
a
la
creación,
a
la
ficción,
a
la
poesía,
así
es
una
clínica
del
angustiado,
del
enfermo
y
del
amigo,
absolutamente
confundidos
y
en
una
mezcla
alegre
y
lúcida,
como
reclamaba
Galeno
para
el
amigo,
o
para
el
médico
parresíaco.
El
tono
en
cada
situación
es
diferente,
y
si
lo
único
que
tenemos
como
estrategia
es
hacernos
el
muerto
o
el
sabio
judío,
o
el
piadoso
cristiano,
nuestro
potencial
de
posibilitar
desvíos,
de
crear
bifurcaciones
se
verá
muy
limitado.
Deberíamos
invitar
al
paciente
a
que
nos
contagie
con
sus
personajes,
nos
invada
con
sus
mil
máscaras
que
solo
irán
apareciendo
cuando
las
características
de
la
personalidad
que
transporta
vayan
encontrando
la
posibilidad
de
mezclarse
con
las
otras
del
grupo,
de
los
terapeutas,
de
los
amigos.
“Por
esta
razón,
el
intercambio
verbal
no
puede
ser
comprendido
como
una
transmisión,
como
una
comunicación
gobernada
por
un
código.
Las
teoría
modernas
de
la
información
y
de
la
comunicación
fallan
en
comprender
la
conversación,
porque
no
llegan
a
aprehender
el
intercambio
verbal
como
un
acontecimiento
dialógico,
como
una
co-‐creación
y
una
coefectuación
de
la
cooperación
de
las
subjetividades
cualesquiera.
M.
Lazzaratto
en
“Políticas
del
acontecimiento”.
8
Área
3,
Nº
20-‐invierno
2016
Este
mismo
autor
nos
sigue
diciendo
que
para
Bajtin
la
conversación
es
una
hermenéutica
de
lo
cotidiano,
que
la
comprensión
y
la
interpretación
son
ellas
mismas
acontecimientos,
aperturas
diferenciantes,
creación
de
posibles.
Todo
lo
contrario
de
la
opinión
pública
y
de
cómo
la
construyen
los
medios.
Por
eso
ya
hace
años
intuíamos
algo
de
esta
arremetida
ya
casi
obscena
de
la
midia
sobre
la
singularidad,
cuando
pensábamos
que
una
de
las
funciones
sociales
cada
vez
más
fundamental
sería
la
contra
efectuación
de
la
hegemonía
mediática.
Hoy
el
desafío
se
ha
incrementado,
ante
el
suceso
que
la
midia
parece
tener
en
la
producción
de
subjetividades
adaptadas
y
dominadas
en
vastas
generalizaciones,
donde
la
hegemonía
del
consumo
como
horizonte
único
seria
inevitable.
Todas
nuestras
estrategias
e
innovaciones
traen
en
común
una
necesidad
de
priorizar
el
devenir
sobre
la
representación,
ya
que
traen
una
dimensión
de
indeterminación,
de
inmanencia
y
de
incertidumbre
que
obliga
al
cuestionamiento
radical
de
los
territorios
existenciales
que
habitábamos.
Territorios
geográficos,
teóricos
y
deseantes
que
convocan
a
hacer
política
en
el
sentido
de
buscar
estrategias
de
empoderamiento,
de
consistencia
novedosas
en
situaciones
vulnerables
y
especialmente
crueles
que
se
actualizan
permanentemente.
Al
referirme
en
otro
texto
al
exilio
como
orientador
de
un
tipo
de
trabajo
clínico
grupal
que
fuimos
adoptando,
lo
citaba
a
Paul
Ricoeur
cuando
decía:
“El
duelo
del
exilio
por
la
pérdida
de
la
propia
lengua
también
conlleva
la
felicidad
de
traducir.
Este
es
un
duelo
que
no
obstante
trae
aparejado
la
felicidad
de
traducir,
que
es
aceptar
la
diferencia,
la
distancia,
y
el
acto
creativo
de
descubrir”.
¡Cuantas
orientaciones
para
el
arte
de
interpretar
y
para
dejar
desplegar
la
multiplicidad
en
la
coordinación
de
los
grupos!
Habitar
el
cotidiano
juntos,
en
terapias
en
ámbitos
clínicos
donde
el
terapeuta
hablaba
portugués
y
el
paciente
español,
o
viceversa,
posibilitó
muchas
veces
el
ejercicio
de
un
extraño
tipo
de
traducción
no
literal
pero
si
constructora
de
un
común
que
traía
un
sentido
nuevo.
Este
propio
Centro
de
investigaciones
grupales
que
constituimos
se
nutrió
de
esta
lengua
exilada
que
su
mentor,
Bauleo,
practicaba
con
creativa
y
extraña
fluidez.
Producía
la
alegría
del
encuentro
entre
palabra
y
entendimiento
al
buscar
juntos
el
sentido,
en
la
clase
o
en
la
sesión.
Esta
actividad
de
traducción
estaba
en
la
base
del
acto
creativo
de
inventar,
que
es
una
de
las
formas
en
que
podemos
convocar
a
la
clínica.
9
Área
3,
Nº
20-‐invierno
2016
Decimos
inventar
y
no
descubrir
para
poner
nuestras
herramientas
clínicas
en
la
dirección
que
nos
indica
un
inconsciente
productivo
y
no
representativo,
realizándose
a
partir
de
un
caos
creativo,
más
que
adecuándolo
a
las
grillas
restrictivas
de
un
Edipo
familiarista.
En
esta
clínica
habitamos
territorios
en
los
que
nos
enfrentamos
con
todo
lo
que
da
a
pensar.
Los
duelos
y
las
pérdidas,
los
encuentros
y
el
caos,
las
traducciones
y
su
imposibilidad,
la
huida,
y
la
vulnerabilidad.
Con
los
afectos,
y
las
percepciones
que
surgieron
en
este
transcurso
venimos
construyendo
una
clínica
imperfecta.
En
el
tipo
de
grupos
que
nos
ocupa,
lo
que
se
produce
es
un
larga
conversación
sobre
cómo
hacer
que
la
vida
no
se
quede
paralizada
por
esa
disuasión,
esa
reflexión
posibilista
que
somete
los
procesos
creadores
a
lo
previo,
aplastando
la
invención
y
la
producción
deseante.
La
acción
clínica,
que
muchas
veces
en
su
misión
rehabilitadora
deja
de
lado
su
dimensión
de
transformación
para
la
que
fue
desarrollada,
como
lo
anunciaba
el
propio
Freud
a
su
llegada
a
América
al
decirles:
Les
traigo
“La
peste”.
Peste
es
infección
de
presente
y
futuro
imprevisibles.
Así,
el
pensamiento
clínico
sacude
a
las
ya
bien
instituidas
pastorales
protestantes
en
la
producción
subjetiva
que
venían
desarrollándose
en
propuestas
de
apoyo
yoico
para
las
buenas
conductas.
Es
una
buena
noticia
entonces
que
se
vuelva
insistir
en
nuestra
época,
como
Nietzche
lo
hizo
en
la
suya,
en
inundar
la
verdad
con
el
arte
más
que
con
la
filosofía,
con
la
creatividad
más
que
la
moral,
un
paradigma
estético
la
recorre.
Cito
a
Bergson:
“Es
lo
real
lo
que
se
hace
posible
y
no
lo
posible
lo
que
deviene
real”,
e
inmediatamente
agrega:
“Pero
lo
cierto
es
que
la
filosofía
jamás
admitió
francamente
esta
creación
continua
de
imprevisible
novedad”.
Es
por
eso
que
la
afirmación
de
una
evolución
creadora
es
una
corajuda
intervención
en
el
modo
en
que
habitamos
el
tiempo,
casi
una
inversión
donde
la
potencia
está
en
el
futuro
para
realizarse
y
no
en
el
pasado
como
posible.
Cómo
llevar
adelante
un
proceso
de
investigación
en
grupos,
que
no
evoluciona
con
la
linealidad
cronológica
sino
con
la
lógica
imprevisible
de
la
evolución
creadora.
Lo
propio
de
la
política
y
de
la
clínica
no
es
explicar
lo
que
va
a
hacer
sino
hacerlo.
Causas
y
explicaciones
inmanentes
que
surgen
del
propio
acontecer.
Es
por
eso
que
ama
la
acción,
aun
en
el
decir,
en
la
conversación,
dónde
siempre
es
performativa.
Podemos
decir
ahora
que
nuestra
clínica,
nuestra
lectura,
la
conversación,
el
paseo
infinito,
que
cuestiona
el
todo
que
nos
precedería
es
otra
cosa
que
la
inteligencia.
La
inteligencia
amiga
de
la
regularidad
y
la
estabilidad
nos
llena
de
convencimientos
y
de
moral.
Es
una
evolución
que
confunde
y
analoga
el
tiempo
al
espacio.
El
problema
de
la
inteligencia
surge
cuando
se
implica
en
un
uso
para
el
cual
no
ha
sido
hecho:
queriendo
captar
el
fulgor,
la
variedad,
el
esfuerzo
permanentemente
renovado
de
la
naturaleza.
Una
clínica
sería
la
que
procura
los
modos
de
ponerle
un
coto,
una
interrupción
a
la
regularidad
intelectiva,
a
la
sintaxis,
a
la
gramática
de
10
Área
3,
Nº
20-‐invierno
2016
lo
preexistente
para
que
advengan
los
procesos
imprevisibles.
No
dejar
que
en
el
pensar,
el
presente
y
el
futuro
se
desarrollen
exclusivamente
desde
el
pasado,
sino
que
inviertan
ese
movimiento
e
intervengan
sobre
el
pasado.
Porque
lo
posible
no
está
inscripto
en
el
pasado
para
realizarse
–lo
real
se
hace
posible,
el
devenir
ha
sido
facilitado
en
el
proceso
de
investigación–.
El
emergente
no
viene
desde
su
inscripción
en
el
pasado.
No
emerge,
es
una
potencia
que
lo
real
segrega
en
su
creación.
Leonardo
Montecchi
al
referirse
a
este
tema
nos
hace
ver
que
el
cielo
no
es
lugar
para
los
emergentes,
pero
tampoco
la
dura
materia.
Los
incorpóreos
de
los
estoicos
nos
permiten
transitar
por
todo
ese
misterio
que
rodea
siempre
a
las
apariciones,
ya
sean
de
causa
física,
química
o
fantasmal.
Nos
dice
que
entonces
invitamos
a
los
fantasmas
a
entrar
por
la
puerta
y
a
poner
palabras,
cuando
dejamos
el
susto
de
verlos
mover
las
cortinas
de
las
ventanas.
Entonces
conversamos
de
ellos
y
con
ellos,
y
le
damos
una
ocasión
a
la
imaginación
radical.
Esto
nos
habilita
nuevamente
a
producir
pensamiento
sobre
el
emergente,
o
sobre
el
análisis
de
la
interacción,
lo
que
nos
posibilita
la
trascripción
del
registro
del
grupo
de
un
modo
más
libre.
Con
la
libertad
de
movimientos,
en
lugar
de
la
interpretación
que
nos
fija
en
un
significante
único.
Lanzar
un
devenir
que
arrastra,
claro,
al
propio
observador
y
al
coordinador
en
un
proceso
de
implicación
donde
vamos
moviéndonos
a
un
ritmo
que
no
terminamos
nunca
de
determinar,
pero
que
lleva
la
potencia
y
la
alegría
del
encuentro.
Aquí
en
este
teatro,
en
esta
política,
hay
un
modo
de
vivir
para
seguir
ensayando,
y
que
nos
propone
estar
atentos
a
nuevos
modos
de
implicación
en
la
labor
con
los
grupos.
Estos
modos
de
encarar
la
autogestión
que
hace
ya
largos
años
se
han
incluido
en
nuestra
investigación
con
el
trabajo
de
grupos,
han
posibilitado
un
tipo
de
interacción
donde
los
lugares
de
los
usuarios,
de
los
pacientes
afectados
por
el
terrorismo
de
estado,
de
las
víctimas
de
violencia
y
tortura
en
el
sistema
carcelario
o
manicomial,
y
de
aquellos
que
desarrollan
su
actividad
clínica
con
esos
sectores
se
ven
mutuamente
implicados.
En
este
sentido
las
analistas
institucionales
y
los
coordinadores
de
grupo
estamos
en
ese
mismo
territorio
pantanoso
que
abarca
la
mezcla
entre
actividad
militante
y
o
profesional
que
citábamos
al
comienzo
del
trabajo.
Esto
genera
procesos
de
aprendizaje
y
de
cooperación
que
hoy
son
particularmente
necesarios
de
estudiar
para
una
clínica
política
o
clínica
del
testimonio,
que
de
cuenta
de
los
agrupamientos
que
se
vienen
planteando
en
nuestra
época.
Nos
referimos
con
esto:
desde
las
manifestaciones
por
el
boleto
estudiantil,
los
colegios
ocupados
o
las
fábricas
recuperadas,
hasta
los
movimientos
políticos
que
ya
consiguen
disputar
votos
con
los
grandes
partidos
tradicionales,
como
en
España,
Italia,
Grecia,
Brasil.
11
Área
3,
Nº
20-‐invierno
2016
Movimientos
que
se
expresan
muchas
veces
más
que
desde
una
propuesta
de
poder
político,
como
una
intervención
sobre
la
vida
cotidiana.
Aquí
retornamos
al
tipo
de
trabajo
grupal
que
mencionábamos
al
principio,
caracterizado
no
solo
como
una
actividad
profesional,
o
desde
un
cierto
saber
técnico
metodológico,
sino
compartiendo
un
espacio
de
creatividad,
un
común
militante
y
una
relación
con
el
estado
llena
de
contradicciones,
de
avances
y
retrocesos
que
requieren
de
un
ritmo,
una
sensibilidad
que
está
siendo
desarrollada
en
el
propio
plano
de
inmanencia
que
trazan
los
acontecimientos.
Bibliografía
citada
en
este
trabajo
Arturo
Carrera.
“Misterio
Ritmo”
Ed
Espacio
Hudson.
Peter
Pal
Pelbart
“Carta
aberta
aos
secundaristas”
Ed
N-‐1
edicoes.
Mauricio
Lazzaratto
“Política
del
acontecimiento
“
Ed
Paidos.
Leonardo
Montecchi
“Artículo
sobre
el
emergente”
Comunicación
interna.
12
Área
3,
Nº
20-‐invierno
2016