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Miguel Ponce Cuéllar Maria Madre del Redentor y Madre de la Iglesia ; Herder Este estudio pretende dar respuesta a un fendmeno expandido a lo ancho de la geografia, extendido a lo largo de la historia y enraizado en el corazén de los fieles: el lugar imprescindible de la Madre de Dios en la devoci6n de los pueblos, que le dedican catedrales, basilicas, santuarios, ermitas y los convierten en lugares de peregrinacién, que la celebran en canciones y poesias, que esculpen sus imagenes en todos los materiales imaginables y en todos los estilos...;Qué sentido tiene este fendmeno eclesial y cultural? ;Cémo se entronca esa piedad, fruto de la accién del Espiritu en la Iglesia, en el seguimiento radical de Jesucristo? Desvelar tal incégnita, encontrar el nexo de lo mariano y lo cristiano en la Iglesia, ésta es la razén de todos los capitulos de esta obra. Elestilo del profesor Miguel Ponce Cuéllar consiste en hacer asequible, sin que pierda quilates, la densidad de su pensamiento o el estudio minucioso de un texto de la Biblia, de un Santo Padre o del Magisterio de la Iglesia. Herder www.herder-sa.com Obras del mismo autor publicadas por Herder: EL MISTERIO DEL HOMBRE 432 pags. ISBN; 84-254-2025-3 LLAMADOS A SERVIR Teologia del sacerdocio ministerial 528 pags. ISBN: 84-254-2174-8 Miguel Ponce Cuéllar (Fuente del Maestre, Badajoz 1935) es candnigo penitenciario de !a catedral metro- politana de Mérida-Badajoz, doctor en teologia y profesor de varias asignaturas teoldgicas en el Centro Superior de Estudios Teol6gicos y en el Instituto Superior de Ciencias Religiosas de Badajoz. Es secretario de la Sociedad Mariolégica Espanio- la y miembro de numero de la Pon- tificia Academia Mariana Interna- cional. Ha publicado La naturaleza de la Iglesia segiin Santo Tomas (1979), El misterio del hombre (Herder, 1997), Llamados a servir (Herder, 2001), asi como numerosos articu- los en revistas especializadas. MARIA, MADRE DEL REDENTOR Y MADRE DE LA IGLESIA MIGUEL PONCE CUELLAR MARIA, MADRE DEL REDENTOR Y MADRE DE LA IGLESIA 2¢ edicién, corregida y aumentada Herder Disefio de a cubjerta: CLAvD10 BADO y MONICA BAZAN © 1996, 2001, Miguel Ponce Cuellar © 1966, 2001, Empresa Editorial Herder, .A., Barcelona Lareproduccién coral o parcial de esta obra sin el consentimiento expreso de los titulares del Copyright estd prohibida al ampato de la legislacién vigente Forocomposicién: Comrrex & Ass. S.L. Imprenta: Tesvs Depésito legal: B-39.896-2001 Printed in Spain ISBN: 84-254-2218-3 Herder Cédigo carélogo: RES2218 Provenaa, 388, 08025 Barcelona - Teléfono 93 476 26 26 - Fax 93 207 34 48 E-mail: editorialherder@herder-sa.com - http: // www.herder-sa.com PROLOGO Se dan cita en mi 4nimo, al redactar este prédlogo, tres sentimien- tos convergentes que considero muy sanos y, desde luego, gratificantes para mi: el interés por el libro, la cercania afectiva del autor, y la opor- tunidad de contribuir, recomendando esta obra, al conocimiento amo- roso de Maria. Esas motivaciones me ayudan a vencer el explicable rubor de pre- sentar el compendio teoldgico de un destacado especialista, que me aventaja muchas leguas en el conocimiento del tema. Tal vez lo mas razonable en este caso sea que el autor del prdlogo, aunque se trate de su Obispo, le diga a Don Miguel Ponce como el Bautista a Jestis: «Soy yo el que ha de ser bautizado —presentado— por ti» (Mt 3, 14). Cabe, no obstante, en este caso considerarme a mi mismo como un lector medio, entre los que tendrdn acceso a este Manual de Mario- logfa, con la ventaja por mi parte de ser el primero que lo ha leido y puede, por lo mismo, dar noticia a otros de este hallazgo y animarlos a vivir esa gozosa experiencia. Como suele ocurrirles a los tratadistas de la figura y el misterio de Marfa, Don Miguel Ponce cumple con esta obra un compromiso filial consigo mismo. Cuando ya tenia a sus espaldas una sdlida formacién de maestro en Teologia, con una licenciatura en Comillas y un doctorado en Pamplona, cuya tesis sobre «La naturaleza de la Iglesia segtin santo Tomas» publicé dicha Universidad, y veinticinco afios de Cétedra de Teologia dogmatica en Badajoz, pensé, lo sé, en su corazén: Y cémo yo, estudioso y ensefiante tantos afios de tan diversos tratados teoldgicos, no me animo al salto final de incrementar mi especializacién en teologia mariana? No Pensaba tanto entonces —hace, calculo, unos seis afios~ en publicar una Mariologia formal, cuanto en bucear en el misterio de Marfa, sin lo cual sus muchos saberes teolégicos le aseguraban que quedaba manco el dis- Curso sobre Cristo, se entendia sélo a medias lo referente a la Iglesia, y se empobrecfa en extremo la teologia del Espiritu Santo. Su experiencia de creyente y orante le habia llevado siempre hacia Maria, Madre del Sefior y nuestra; su vocacién y profesién de tedlogo le mostraban el papel trascendental de la Madre de Jestis en el plan sal- vifico de Dios. Ponce llegé a la conviccién de que no podia sentirse un tedlogo completo sin adentrarse en los tesoros y en las conexiones orga- nicas de la teologta mariana. Doble, convergente, vocacién por lo tan- to: devocién personal, imperativo cientifico. Puede hablarse, de algtin modo, de una vocacién tardfa de Ponce Cuellar a la especializacién mariolégica. Pero eso més que un handicap, ha sido una ventaja para él. Ha podido asentar, desde el primer momen- to, su construccién mariolégica sobre los pilares de la cristologia, la ecle- siologfa, la antropologia cristiana y la proyeccién ecuménica. Nada de rebajas teolégicas en aras de la devocién. Maria no es grande porque nosotros la queramos, sino porque antes fue amada sin- gularmente por Dios, que la incorporé esencialmente a su plan de sal- vacién sobre los hombres. Léanse Vds. la enjundiosa introduccién del autor, donde él disefia las lineas maestras de su discurso mariolégico, remachando eso hasta la saciedad, con avales tan preclaros como los de Schmaus, K. Rahner y De Lubac. «La comprensién del dogma maria- no es una sefial, dice el primero de ellos, de que el dogma cristolégico se ha aceptado en su plenitudy. A lo que afiade De Lubac: Los misterios dela Iglesia y de Maria son «mds que solidarios; se ha podido decir que son un solo y tinico misterio... gana mucho el uno, ilustrado por el otto». En el despliegue légico y metodolégico de este Manual de Mario- logia, se hace una opcién muy decidida por el tratamiento histérico de todos los contenidos importantes, en un proceso lineal que arranca de los dos’Testamentos y discurre luego por los Santos Padres (aportacién riquisima del volumen), las grandes escuelas teoldgicas posteriores, el magisterio mariano del Concilio Vaticano II y el de los Papas contem- pordneos. Corrobora esto tltimo una afirmacién lapidaria del Papa Pablo VI: «Es la primera vez que un Concilio ecuménico propone una sintesis de la doctrina catélica acerca del lugar que el misterio de Maria ocupa en el misterio de Cristo y de la Iglesia». Los tedlogos de oficio, los pastotes de todos los niveles, los seglares iniciados en la teologfa, los devotos marianos ansiosos de penetrar en las grandezas de Maria bebiendo en las fuentes mds puras, tienen en este Manual un instrumento excelente, que no defraudaré, comprué- benlo, a ninguno de esos estamentos. Todos ellos son, por lo tanto los lectores contemplados por el autor de «Maria, Madre del Redentor y Madre dela Iglesian. Las dos primeras partes del volumen conducen al lector a través de un recortido por los libros biblicos con referencias marianas, desde el Génesis al Apocalipsis. Impresiona en este flash de conjunto, la pre- sencia del misterio de Maria en la historia completa de la salvacidn, cuando quiz la reducfamos nosotros a una figura luminosa de los Evan- gelios de la Infancia. Ain més novedosa nos resulta, en la segunda par- te, su penetrante andadura por los textos patristicos del siglo 11 al vin, desde san Ignacio de Antioquia hasta san Juan Damasceno. Se com- prueba aqui la saciedad de la intuicién profética del Magnificat: «Me !lamardn bendita todas las generaciones» (Lc 1, 48). Pero este libro no podria llamarse manual si no fuera un tratado sistematico y pedagégico. Lo es y en toda regla, con una didfana ver- tebracidn del temario, que se aprecia, a ojos vistas, con la simple lec- tura del indice, pero que, sobre todo, se comprueba vigorosamente en la tercera parte del Manual, titulada Maria en la fe la Iglesia, en la que los materiales biblicos y patristicos reciben un tratamiento teolé- gico, con la valoracién doctrinal y la vertebracién sistematica del pen- sador y del maestro. Es ella, sin duda, la columna vertebral de este estu- dio, que no dudo obtendré un valioso reconocimiento por parte de la comunidad cientifica de los mariélogos. Ellos y nosotros disponemos en esta tercera parte de un tratado teo- légico formal, que ordena y razona en nuestra cabeza toda la lumino- sa constelacién de los misterios marianos: Maternidad divina con vir- ginidad perpetua, concepcién sin mancha, asuncién a los cielos, asociaci6n a la obra redentora de Cristo. Con un broche final sobre el culto y la piedad mariana, en el que se funden, como as( tiene que ser, el conocimiento y el amor. Cudn de agradecer resulta hoy, en la dominante cultura de la frag- mentacién —donde incluso los mejores estudiosos se dispersan en erudi- tas monografias, sin optar por visiones de conjunto— este servicio al gran publico con la sabia elaboracién de un manual. Si, para Ortega y Gasset, la dlaridad es la cortesia del filésofo, digamos aqui que la publicacién de un buen manual de teologia mariana, es para el Pueblo de Dios la corte- sfa, la obra de caridad, de un sacerdote maridlogo. Gracias, Don Miguel. Antonio Montero Moreno + Arzobispo de Mérida-Badajoz INDICE Prblogo oes |. Mariologia y Vaticano IL . Mariologia en perspectiva trinitaria . . Mariologia y Cristologia-Soreriologia ..... |. Mariologia y Pneumatologla ... 5. Mariologia y Eclesiologia Mariologia y Antropologia. . Mariologia y Ecumenismo ..... Principio configurador de la Mariologia er Primera parte Marfa en la Sagrada Escritura Introduccion 0.00.6 c cece eee e cette eee 1. MARIA EN EL ANTIGUO TESTAMENTO 1. Preparacién moral. . 2. Preparacién tipolégica 3, Preparacién profética . 3.1, Gen 3,15. 3.2. Isaias 7,14 . 3.3, Miqueas 5,2-3.......... 3.4, Convergencias biblicas ... 2. MARIA EN EL NUEVO TESTAMENTO 1, Los primeros textos sobre Marfa... 1.1, Gdlatas 4,4-5 ..... . 1.2. Marcos 3,31-35 y patilelos 5 2. Los Evangelios de la Infancia 2.1, Evangelio de san Mateo (Cap 1) 2.1.1, La Genealogia ..... 2.1.2. El anuncio a José 2.2, Evangelio de san Lucas (Cap 1-2) - u LA MARIOLOGIA EN SU CONTEXTO. 19 24 27 29 31 33 35 40 69 72 72 76 81 85 87 89 94 2.2.1, El relato de la Anunciacién (1,26-38) 2.2.2. La visita de Maria a su prima Isabel. 2.2.3. La profecia de Simeén (Luc 2,34-35) 2.2.4. Maria testigo, intérprete y fuente (Le 2,19) 2.2.5, Jesis en el 3. Hechos, 1,14: Maria en el Pentecostés de la Iglesia... 4, Maria en el evangelio de san Juan . 4,1. El Prélogo (1,13) ...... 4.2. Las bodas de Can: templo (Le 2,41-50) . 14 (2,1-12) 4.2.1. Contexto y estructura del relato 4.2.2. Bl inicio de los signos (v. 11) 4.2.3. Exégesis del Ltexto 20... 4.2.4, Sentido teoldgico del texto 4.3, Marfa junto a ka a 4.3.1. Contexto y esquema de la pericopa . . : : Jn 19,25-27 00... eee eee e cece teen eee es El discipulo a quien Jesiis amaba (173); La Mujer y su hora (174); La acogida por parte del aie (178) 4.3.2. Exégesis de |. La Mujer del Apocalip 5.1. Lectura del capitulo 5.2. Sentido del texto . 5.2.1. Referencias 5.2.2. Sintesis del 5.2.3. La victoria 5.24. Qu 5.3. Conclusion Introduccion . I. Primer periodo. HASTA EL CONCILIO DE CALCEDONIA. 1. Los primetos Padres hasta el concilio de Nicea .... LA. Siglo... San Ignacio de Antioqu(a (208); San Justino (209); San Ikenco de Lyon (212); Los Apécrifos (215); Resumen (216) 2.2. Siglo m ... Tertuliano (21 2. Desde el concilio de Ni 2.1. Padres de Oriente uz (19,25-27) .... sis (Cap 12) . cescrituristicas misterio de Cristo . sobre el dragén in es la mujer del Apocalipsis? . Segunda parte DESARROLLO MARIOLOGICO EN LOS PADRES Origenes (219) icea al de Efeso .. 95 18 128 133 136 140 145 146 149 150 153 154 161 166 168 173 181 184 186 188 189 192 192 196 201 205 206 207 217 222 222 iL 1 x P ue MATERNIDAD VERDADERA Y DIVINA DE MARIA . San Atanasio de Alejandria (222); San Efrén el Sirio (224); San Ciri- lo de Jerusalén (227); Los Padres Capadocios (229); San Basilio de Cesarea (229); San Gregorio Nacianceno (231); San Gregorio Nise- no (233); San Epifanio de Salamina (234); san Juan Criséstomo (237) 2.2, Padres de Occidente .......... San Hilario de Poitiers (239); San Ambrosio de Mildn (241); San Jeré- fnimo (243); San Agustin (245) 3, Desde Efeso a Calcedonia...... San Cirilo de Alejandria (251); on Pree ae Coon steric ple (252); San Pedro Crisélogo (255); San Leén Magno (256) Segundo periods. DE CALCEDONIA AL FIN DE LA PATRISTICA . Romanos el Cantor (259); El himno Akathistos (262); san rerania de Tours (264); Venancio Fortunato (265); San Gregorio Magno (266); San Isidoro de Sevilla (268); San Ildefonso de Toledo (269); San Ger- man de Constantinopla (271); San Andrés de Creta (274); San Juan Damasceno (276); Conclusién (280) Tercera parte MARIA EN LA FE DE LA IGLESIA Insroducci6n. Don de Dios y respuesta de Marla... 0.00 eeeeeeeeee = Situacién del tema .....0. 000s eee e eee eeeeee Bape. de la Sagrada Escritura...... 3. La Tradicidn y el Magisterio de la Iglesia San Ignacio de Antioqula (301); San Justino (302); San Ireneo (302); Tertuliano (303); Los Simbolos (304); El titulo Theotokos (304); El con- cilio de Efeso (307); El concilio de Calcedonia (312); El concilio Vati- cano Il (314); La Maternidad divina en la liturgia (315) 4, Incentos de reformulacién de esta doctrina ......... 5. Sentido y alcance teolégico de la Maternidad divina LA SIEMPRE VIRGEN MARIA .. 1. Concepcion virginal de Jestis . 1. Sagrada Escritura ...... 5 2. La Tradicidn y el Magiscerio dela Iglesia. San Ignacio de Antiogu{a (329); San Justino (329); San Ireneo (330); Tertuliano (331); Origenes (332); Los Simbolos (332) 3. Sentido teolégicode la concepcién virginal . . 4. Problemética actual 239 259 285 298 298 299 300 316 318 323 324 325 327 334 338 4.1. Problemética en el campo protestante .... 340 2.5. La Enciclica «Redemptoris Mater» de Juan Pablo II 478 4.2. Incidencia en el campo catélico ........ PEST » 342 2.6. El titulo «Madre de la Iglesia» penne 483 5. Respuesta a las dificultades planteadas 0.0... ..00..00eee0e02 345 3, Problemética actual . 487 Dificultades exegéticas - 346 4, Significacién teolégica de la egacetD Meni 494 Dificuleades teolégicas 350 Il. El nacimiento virginal de Cristo .. 358 5, EL CULTO Y LA PIEDAD MARIANA EN LAIGLESIA ... 501 1. Situacién del tema 358 1. Sagrada Escritura .........-- 504 2. Doctrina de la Sagrada Escrinara oe 361 2, Desarrollo del culto a través de la 507 3. La Tradicién dela Iglesia «2... 22... 0224 362 2.1, Hasta el concilio de Nicea 507 4, Sentido y alcance de la virginidad en el parto 369 2.2. Hasta el concilio Vaticano II. Su IIL, Virginidad después del parto oo... 0... 0002 : 370 2,3. El concilio Vaticano II . 521 1. Los chermanos de Jestis» en el Nuevo Testamento ..........0.2... 371 214, La exhortaciSn Marialiscultus p 5 522 2, La Tradicién de la Iglesia ..... 375 25. Las Misas de la Bienaventurada Virgen Marla 526 3. Sentido de la virginidad perpetua 381 3. Reflexién teolégico-pastoral 527 3. MARIA, LA PRIMERA ELEGIDA EN CRISTO .. 383 Sighs ..... 537 1. La Inmaculada Concepcion . 387 Bibliografia bdsica 541 1. Sagrada Escritura ... 389 Indice onomdstico 547 2. Proceso histérico-dogmatico ... 390 2.1. La «Toda Santa» (Panagia) . 391 2.2. La explicitacién de la doctrina 399 2.3. La definicién dogmética . 406 3. Problematica actual 3 408 4, El sentido teolégico . 41 Il. La Asuncin de Maria a los cilos 413 1. Sagrada Escritura ... 415 2. Proceso histérico-dogmitico 416 2.1. Los relatos populares . 416 2.2. La Liturgia..... 420 2.3. La docttina de los Orientales 422 2.4, Desarrollo doctrinal en Occidente . 427 2.5. Hacia la definicién . . 430 3. Problemética actual. 433 4, Significacién teolégica . 437 4.1. Aspecto cristolégico . 438 4.2. Aspecto eclesial . 439 4, MARIA ASOCIADA A LA OBRA REDENTORA .........2...0..... 442 1, Sagrada Escritura .. 444 2. Proceso histérico-dogmatico 447 2.1. El paralelismo patristico Eva-Marla y sus implicaciones 447 2.2. La teologia medieval. se. 459 2.3, Los titulos de Corredentora, Mediadoray Maternidad espiritual ... 463 2.4, Doctrina del Vaticano II. oo OR SPE 469 INTRODUCCION LA MARIOLOGIA EN SU CONTEXTO Bisiocrarta: AA.VV., La Mariologia hoy. Estructura y conteni- dos, Est Mar 57(1992); Aldama J.A., De quaestione mariana in hodier- na vitae Ecclesiae, Roma 1964; Besutti G. M., Lo schema mariano al Concilio Vaticano II. Documentazione ¢ note di cronaca, Roma 1966; De Fiores $., Marta en la teologta contempordnea, Salamanca 1991; Fiores S. y Meo S. (Ed.), Nuevo Diccionario de Mariologéa, Madrid 1988; Laurentin R. La Madonna. Questioni di teologia, Brescia 1964; Miller A. Reflexiones teoldgicas sobre Maria, Madre de Jesus. La Mario- logia en perspectiva actual, Madrid 1985; Peretto E (Ed.), La Mariolo- gia tra le discipline teolagiche (VMI Simposio Internazionale Mariolo- gico, Roma, ottobre 1990), Roma 1992; SME, Enciclopedia mariana iliar, Madrid 1975. 1, Martotocia y Varicano IL discurso conciliar del 21 de noviembre de 1964 decia Pa- ‘on la promulgacién de la actual constitucién (Lumen gen- jue tiene como vértice y coronacién un entero capitulo dedi- Sefiora, podemos afirmar con justicia que la presente sesi6n ye con un himno incomparable de alabanza en honor de iertamente «es la primera vez que un concilio ecuménico pro- sintesis de la doctrina catdlica acerca del lugar que Maria ocu- misterio de Cristo y de la Iglesia» |. por superacién de las cias vigentes en aquel momento —cristotipica (maximalismo) ica (minimalismo) 7-, se llega después de numerosas discu- 6 (1964) 1014. Este hecho singular -un desarrollo sintético de la doctri- ia en un concilio~ representa, frente a las afirmaciones parciales, un claro trina del Magisterio acerca de Nuestra Sefiora. Cf. Aldama J. A., «:Avan- agia mariana en el concilio Vaticano II?», Est Mar 31 (1968) 30. nclacura de estas dos tendencias, que se enfrentaron claramente en el légico de Lourdes de 1958, se debe a Késter H. M. en su articulo «Quid nes hucusque peractas tanquam minimum tribuendum sit B. M. tione eius ad opus redemptionis», en PAMI, Maria et Ecclesia II, Romae 19 siones, reflejadas en las dos posturas, una partidaria de que el concilio dedicara un documento sélo a la Virgen y otra que propugnaba la inclu- sin del tema mariano en la constitucién sobre la Iglesia *. La prime- ra tendencia pone de relieve la unidad entre Cristo y Maria de modo que presenta la funcién de nuestra Sefiora por analogia a la del Sefior: es el alma socia Christi. Por su parte, la tendencia eclesiotipica subra- ya la unidad de Maria con la humanidad salvada, con la Iglesia. Marfa es el fruto mds preciado de la redencién. La decisién final —insertar la cuestién sobre la Virgen en la consti- tucién Lumen gentium-, mal interpretada, fue ocasién de un descenso en el fomento de la piedad del pueblo cristiano a su Sefiora. Pensaban algunos que el concilio habla puesto un freno a esa devocién, a la que calificaban como piedra de escdndalo para el ecumenismo. Como con- secuencia de este clima fomentado, se produjo la llamada fase apofética © parentética y también el denominado, con clara exageracién, «dece- nio sin Marfa» ~afios 1964 a 1974-, cuyo diagnéstico as{ como el and- lisis de las causas es diversamente interpretado segtin los auto-res *. De lo més Ilamativo de este momento, en cuanto a la interpretacién del fenédmeno aludido, fue la alarma dada por R. Laurentin acerca de la si- tuacién de la Matiologfa, y la respuesta de J. A. Aldama y otros autores, descontentos con el diagndstico y programa del tedlogo francés °. 1959, p. 21-49, La raiz de esta diversificacién de tendencias estriba en la distinta mane- ra de entender la cooperacién de Maria al misterio redentor. Para toda esta problemé- tica, ef. Pozo C., Maria en la obra de la salvacién, Madrid 1974, p. 20-50. La superacién de las dos tendencias por el Vaticano II puede leerse en las paginas 51-56. 3. Cf. Besutti G. M., Lo schema mariano al Concilio Vaticano II, Roma 1966. Del mismo autor, «Vicisitudes del capitulo sobre la Virgen en el concilio Vaticano IT», Est Mar 27(1966) 102-109. 4, Las principales causas que aducen los tedlogos son las siguientes: Ia eleccién temé- tica del Vaticano II y la absorcién de la Mariologia en la Eclesiologia; la superacién de una linea pierisa: el cambio de una Mariologta de privilegios por otra més funcional: la crisis del Magisterio, punto de apoyo de la doctrina mariolégica; las actuales concep- ciones antropolégicas, etc, Cf. el volumen de Eph Mar dedicado a la crisis de la Mario- logfa, 20(1970)5-225. 5. Laurentin R., La question marial, Paris 1963; Aldama J. A., De quaestione maria- na in hodierna vitae Ecclesiae, Roma 1964; Sebastidn Aguilar F,, «Didlogo sobre Matio- logia. A propésito de La question marial de R. Laurentin», Eph Mar 14 (1964) 93- 112. A este articulo respondié Laurentin con «Repénse au dialogue ouvert sur la question marial», Eph Mar 15 (1965) 95-106. 20 En realidad lo que salfa ahora a la luz era una crisis profunda de Ja teologfa en general con una clara incidencia en la Mariologfa, por- ‘existencia de la Virgen-Madre es signo de todos los misterios Cristianos: del misterio érinitario, por ser Hija elegida del Padre, madre santa del Hijo, esposa amorosa del Espiritu; del misterio de la Encar- nacién, por su maternidad divina; del misterio pascual-pentecostal, or haber estado como ‘socia del Salvador’ bajo la cruz y compafera Ge los apéstoles en el cendculo; del misterio de la Iglesia, por ser su madre y su modelo; del misterio del fin, por estar ya asunta en la gloria trinitaria» °. Por lo que respecta a la Mariologia ciertamente era necesaria la apertura a una renovacién y a una recuperacién, ya que con frecuencia los estudios teolégicos sobre Maria estaban ligados a una concepcién de los privilegios marianos en dependencia de unos principios racionales sin un apoyo escrituristico y patristico suficien- te-y, por otra parte, ligados a una visién piadosa como contrapunto auna teologia en exceso racional, y que era como la comida devota ase- quible para el pueblo sencillo. Se imponia, por ello, la tarea de con- frontar esta Mariologia con unos criterios basicos: a) el retorno a las fuentes biblicas, patristicas y litwrgicas; b) una lectura atenta de las tradiciones ortodoxas y protestantes; c) situar a la Virgen en el con- texto de la historia de la salvacién y en el interior del misterio de la Igle- sia; d) encontrar su significatividad para el hombre y para la mujer de hoy; e) estudiar su papel a Ia luz de la teologia trinitaria.... El concilio Vaticano II, sin entrar en las cuestiones debatidas entre los autores cristotpicos y eclesiotipicos, recoge estas iniciativas, mani- festadas por algunos tedlogos y, superando la disyuntiva anterior, asu- me una perspectiva histérico-salvifica, lo cual hace posible insertar a Maria en la totalidad del misterio de Cristo y de la Iglesia, sin perder de vista la relacién constitutiva y esencial de la Madre con el Hijo, pero también sin separar ala Virgen de la comunidad de la que es miembro excelente y, al mismo tiempo, tipo y modelo ~. Esta insercién de Marfa que la 6; Masciarelli M. G., «Il futuro, categoria determinante del presente ecclesiae, rea- 1 ato en Maria glorificata», en Carvello C-De Fiores S., Maria, icona viva della Chie~ 44 futura, Roma 1998, p, 31 eine pe por ello, Philips al decir que «la discusién a fin de saber si en mario- Sncilio preficre el eclesiotipismo o el cristotipismo carece de base. El sentido oe Gientifica es que ciertos tedlogos colocan a la Virgen mas bien del » otros, al contrario, la ven mas cerca de Cristo. Esta distincién, pen- a en el misterio de Cristo y de la Iglesia aparece ya en el proemio del capi- tulo VIII de la Constitucién Lumen gentium', cuya estructura, meto- dologia y sintesis recogemos a continuacién: 1.1. Estructura del capteulo: a) Proemio (nn. 52-54): Propone los remas fundamentales que quiere tratar y sefiala con claridad los objetivos: a) ilustrar la mision de Marfa en el misterio del Verbo Encarnado y Redentor y de su Iglesia, sacramento de salvacién; b) indicar los deberes de la Iglesia para con la Virgen. b) Primera parte (nn. 55-59): Desarrolla la funcién de la nuestra Sefiora en la economfa de la salvacién a la luz de la Sagrada Escritura lefda en Iglesia ©) Segunda parte (nn. 60-68): Trata de la relacién entre Maria y la Iglesia, destacando dos aspectos: a) el primero (mas teolégico) subra- ya la fancién materna, tipologia y ejemplaridad; b) el segundo (més pastoral y littirgico) aclara cual es el verdadero culto a la Virgen. d) Conclusién (n. 69): No es s6lo del capitulo, sino del documen- to. 1.2, Metodologta del documento: a) Criterios teolégicos de interpretacién: Aplica criterios renovado- res, teniendo en cuenta una orientacién biblica, antropolégica, ect- ménica, pastoral... b) Perspectiva del planteamiento: Considera a la Virgen Marfa en el amplio marco de la historia de la salvacién, subrayando los aspectos cristolégicos y eclesiolégicos. samos, reposa sobre un antropomorfismo: la misién de Marfa consiste precisamente en unit Cristo a los hombres que de este modo constituirdn la Iglesia. . Después del concilio Vaticano II diversos tedlogos han intentado precisar las relaciones entre el Espiritu Santo y Marfa, como G. Philips °, A. Bertetto ™, H. M. Manteau-Bonamy °°, K. Barret que ve en la gen la creacién escatolégica del Espiritu, R. Laurentin que habla de inhabitacién sacral del Espiritu y X. Pikaza para quien Maria es la srans- parencia personal del Espiritu *°. La propuesta defendida por L. Boff, segtin la cual Maria «debe ser considerada como unida hipostdticamente a la tercera persona de la santisima Trinidad» *’, ha recibido serias cri- ticas desde diversas tendencias teolégicas *8, Pero, si se evitan los exce- 29. Ibidem, p. 91. 30. Cf. Len XIII, Enciclica Divinum illud munus (ASS 29(1896/97)646ss). 31. Cf. Mithlen H., L'Esprit dans lEglise, Paris 1969; Congar M-Y., El Espiritu San- to, Herder, Barcelona 1983. 32, Pablo VI, Carta al Cardenal Suenens, 13-V-75 (L'Os Rom 1-V1-75, edic. espa- fiola) 33. Philips G., «Le Saint Esprit et Marie dans l'Eglise. Vatican Il et perspective du probléme», Er Mar 25 (1968) 7-37. 34, Bertetto A., «L’azione propria dello Spirito Santo in Maria», Mar 41 (1979) 400-444, 35, Manceau-Bonamy H. M., La Vierge e le Saint-Eiprit, Paris 1971. 36. Cf. Pikaza X., Marfa y el Esptritu Santo, Salamanca 1981 37. Boff L., El rostro materno de Dios, Madrid 1988°, p. 115. 38. Cf, Fernandez D., «El Espiritu Santo y Maria en la obra de L. Boffo, en AA- WV., Maria e lo Spirito Santo, Roma 1984, p. 303-323; Hennaux J. M., «L'Esprit et le feminin: la mariologie de L. Boff. A propos d'un livre recente (Ave Maria)», NRTP 109(1987)884-895. 30 sta linea de investigacién pneumatol6gica se manifiesta muy fruc- ‘fora, al mismo tiempo que sitda a la Madre de Cristo en el mismo raeleo del plan salvifico de la Santisima Trinidad ». 5. MARIOLOGIA Y ECLESIOLOGIA. De igual modo que la Mariologia se inserta necesariamente en la Cristologia-Soreriologia y, en cierto sentido, es su piedra de toque, tam- bién la Eclesiologia es clave interpretativa del tratado sobre la Virgen y viceversa, Con precisién teolégica dice H. de Lubac que «los lazos exis- tentes entre la Iglesia y la Virgen Maria no son solamente numerosos y estrechos, sino también esenciales. Estn intimamente entretejidos. Estos dos misterios de nuestra fe son més que solidarios; se ha podido decir que son ‘un solo y tinico misterio’. Digamos, al menos, que es tal Ja relacién que entre ambos existe, que ganan mucho cuando el uno es ilustrado por el otro; y aun més, que para poder entender uno de ellos, es indispensable contemplar el otro» “°. En esta linea se mueve claramente el concilio Vaticano II en estre- cha continuidad con los Padres de la Iglesia. R. Laurentin concreta la tesis anteriormente expuesta sobre !a relacién entre Maria y la Iglesia en este denso parrafo: «A lo largo de todo su destino, la Virgen realiza anticipadamente todo lo que la Iglesia realizaré mds tarde. Antes que la Iglesia apareciese, ella es santa e inmaculada. Antes que la Iglesia, ella Se une a Cristo, forma con dl un solo cuerpo, una sola vida, un solo amor. Antes que la Iglesia, ella comulga en sus sufrimientos y coope- ta en su redencién. Antes que la Iglesia, en fin, ella es elevada al cielo €n cuerpo y alma siguiendo al Resucitado. Y, sin embargo, todas estas ——— 99. La bibliografia actual sobre el Espiritu Santo y Maria es muy abundante. Ade- tis de la expuestas en las notas anteriores, cf, AA.VV., Maria e lo Spirito Santo. Roma {984} Amato A., «Espirieu Santo», en NDM, p. 679-719; Fernéndee D., «La accidn del ‘iptrtu Santo en Maria en la historia de la salvaciono, Bir Mar 43(1978) 187-214; Idem, ‘*Boletin bibliogréfico sobre el Espiritu Santo y Marian, Eph Mar 28(1978)265-273; tA Maria e lo Spirito, Napoles 1993, con abundante bibliografia; Ramos F. R., Santo y Maria en los escritos jodnicos», Eph Mar 28 (1978) 169-190; el 901999) de Fit Mar dedicado a «El Espiritu Santo y Marian; Militello C., «Lo €Maria», Theor 6(1998) 183-221, OsDeLubsc H., Meditacién sobre la Iglesia. Madrid 1980, p. 149. 31 anticipaciones no son extrafias a la misma Iglesia; porque Maria es ya la Iglesia. Se podria también afirmar que, en Maria, la Iglesia comien- za a ser santa ¢ inmaculada, a estar incorporada a Cristo, a comulgar en sus misterios y a resucitar con El. En esta perspectiva, la Virgen apa rece como el miembro primero de la Iglesia, aquél en el que la Iglesia realiza de la manera mds perfecta y de forma anticipada, su esencia més profunda e inalienable que es fa comunidn con Cristo» “1. No hay, por tanto, ni puede haber disociaciones: ni Marfa sin Cris- to, ni Marfa sin Iglesia, porque «Maria pertenece indisolublemente al misterio de Cristo, y pertenece, ademiés, al misterio de la Iglesia des- de el comienzo, desde el dia de su nacimiento» **. Por otra parte, al ser la Virgen y la Iglesia misterios que sdlo encuentran su sentido centra- dos en Cristo, pertenecen necesariamente a la categoria de realidades esencialmente referenciales y, por eso mismo, interdependientes y com- plementarias entre si ®. Desde otra perspectiva, el cardenal Ratzin- ger, a partir de la cita del profeta Ageo: «Hacéis mucho, pero sacdis poco provecho!» (1,6), reclama la urgencia de la conexién vital entre Mariologia y Eclesiologia, porque —dice~ unos hace falta salir de esta parcialidad de las perspectivas occidentales y activistas, para no degra- dar también a la Iglesia convirtiéndola en obra de nuestra creacién y planificacién, La Iglesia no es un producto hecho, sino una semilla viva de Dios, que ha de crecer y madurar. Por eso la Iglesia necesita el mis- terio mariano, por eso ¢s ella misma misterio mariano. La fecundidad sdlo se puede dar en ella cuando se pone bajo este signo, cuando se con- vierte en tierra santa para la Palabra» *, Aiin es necesario dar un paso més en esta misma direccién, porque la ferencia mariolégica no se circunscribe unicamente al campo de la Cris- tologia-Soteriologia, de la Pneumatologfa o de la Eclesiologia, sino que 41. Laurentin R., Court Traité de théologie mariale. Paris 1967°, p. 159. 42. Juan Pablo II, RM, 27. 43. Con razdn dice Ratzinger que «la mariologia nunca puede ser puramente mario- légica, sino que esté situada en la totalidad de la estructura fundamental de Cristo y la Iglesia, es expresin concretisima de su mutua conexién» (Ratzinger J., «Consideracio- nes sobre el puesto de la Mariologfa y la piedad mariana en el conjunto de la fe y la teo- logla», en Ratzinger J-Von Balthasar H. U., Marfa, Iglesia naciente, Madrid 1999, p. 22). 44, Ratzinger J., «Mi palabra no volverd a m{ vacia», en Ratzinger J-Von Baltha- sar H. U., Marta, Iglesia naciente, p. 12. 32 una crisis en Mariologfa incide, dehecho, en sectores teolégicos mas am- jios 0 es consecuencia de una crisis mas generalizada. Un escriturista eS jatalla de Cazelles describe asf las repercusiones de una situacién proble- tmatica en Mariologfa: «Para mi, si hay una crisis en Mariologia es que el mundo cristiano no capta bien todas las dimensiones de la encarnacién, las verdaderas condiciones de la redencién, las exigencias de una herme- néutica biblica que sittia el texto en medio del devenir de los pueblos, la manera como la Iglesia Cuerpo de Cristo— ha nacido de Sién, y en finy sobre todo las relaciones del Espiritu Santo y la misién del Verbo Encarnado» *. El estudio sobre la Theotokos, bien o mal enfocado, no ercute sélo en la Cristologia-Soteriologia, en la Eclesiologia oen la Antropolo-gfa, puesto que en realidad toda la teologia tiene implicacio- nes marioldgicas, lo cual es explicable, si tenemos en cuenta que este tra- tado no es un apéndice artificialmente afiadido a la arquitectura teoldgi- a, sino un punto viviente de referencia. De ello se hizo ya eco Schmaus: «Por eso en la mariologia corren estrechamente unidas casi todas las line- as teoldgicas: la cristolégica, la eclesiolégica, la antropoldgica y la escato- légica. En ella concurren casi todas las discusiones teolégicas del mo- mento, Se manifiesta como el punto de interseccién de las principales afirmaciones teolégicas (...). Por eso la mariologfa tiene fuerza existencial para la fe en Cristo y para el hombre cristiano» *°. 6. MarIOLoGia Y ANTROPOLOGIA La figura de nuestra Sefiora, presentada en clave antropolégica como signo de nuestro tiempo, adquiere una nueva fuerza y, en este campo, se subraya hoy el aspecto de la Virgen como mujer que vive su concreta y personal historia “”. Ligado a esta cuestién, el tema de la dignidad de Ta mujer, a la que Juan Pablo II dedicé la Carta apostdlica Mulieris dig- 45. Cazelles H., «Mariologie et théologie», Eph Mar 20 (1970) 88. 46. Schmaus M., 0. c., p. 36-37. ___47. Importante a este respecto es la bibliografla acerca de la figura de Maria en el mundo judio y en el islamismo: Diez Merino L., «La Madre de Jestis en los escritos rol6gicos y neorestamentarios de algunos jud(os modernos», Est Mar 47 (1982) 125- AAVV., Maria nellebraismo ¢ nell slam oggi, Atti del 6° Simposio Internazio- lariolegico, Roma 1987; De Fiores S-Testa E., «Marla de Nazaret», en NDM, p 1270. 33 nitatem, adquiere gran actualidad, como lo demuestra la abundante bibliografia sobre la teologia feminista “8. No es facil hacer un discer- nimiento de lo mucho escrito sobre esta cuestidn, pero ciertamente «es importante profundizar y dar a conocer este nuevo enfoque de la mario- logta, a fin de que la imagen de Maria se oftezca a todos los cristia- nos, yen particular alas mujeres, como signo de radical libertad en la obediencia al amor de Dios» *°. No obstante, en el contexto del femi- nismo actual, la figura de la Madre de Dios a veces encuentra dificul- tades, porque se la representa o bien excesivamente doméstica 0 dema- siado gloriosa, aunque estas dificultades, reconocidas por Pablo VI en su Enciclica Marialis cultus °°, no implican unas conclusiones negati- vas sobre la relacién entre la mujer contempordnea y Maria, ya que su valor como signo no estriba en contingencias hist6ricas sino en algo més hondo *!, como claramente proponia el Papa: «Ante todo, la Vir- gen Maria ha sido propuesta siempre por la Iglesia a la imitacién de los fieles no precisamente por el tipo de vida que ella Ilevd y, tanto menos, por el ambiente socio-cultural en que se desarroll6, sino porque en sus condiciones concretas de vida ella se adhirié total y responsablemente a la voluntad de Dios; porque acogié la palabra y la puso en prdcticas porque su accién estuvo animada pot la caridad y por el espiritu de ser- vicio; es decir, porque fue la primera y mas perfecta discfpula de Cris- to: lo cual tiene valor universal y permanente» *, 48. Cf, Bellenzier M.T., «Mujer», en NDM, p. 1390-1402; Aguirre R., «La mujer en el cristianismo primitivo», en [bédem, p. 1402-1425; Rubio M., Un rosiro nuevo de mujer. La figura cristiana de Marta a la hora de los feminismos, Madrid, 1989. Cf, una aproximacién a la figura de Maria wen clave de mujer» en Gémez-Acebo I. (Ed.), Maria mujer mediterranea, Bilbao 1999; Ziegenaus A., Maria in der Heilsgeschichte. Mariolo- sie (Scheffczyk L- Ziegenaus A., Katholiiche Dogmatik, Finfter Band), Aachen 1998, p. 349-368. 49. Bellenzier M. T., «Mujer», p. 1402. 50. Pablo VI, MC, n. 34. 51. Acerca de la Mariologia feminista dice Riestra: «Otro aspecto que resalta en este tipo de estudios es la importancia que se da a determinados datos procedentes de étcas de trabajo distinta de la teologia. En ocasiones, parece que se les presta més atencién que a las fuentes de la Revelacién, y que se toma por sentado, quizds con cierta precipita- cién, lo que continia siendo objeto de estudio y debate en el Ambiro de aquellas otras disciplinas» (Riestra J. A., «La contestacién de la patetnidad de Dios y la mariologia feminista», Esr Mar 66(2000]389-430). 52. Pablo VI, MC, n. 35. 34 ade Maria y su incidencia en los diversos momentos histé- do a los estudiosos al intento de clasificarla en unos par ran el fenémeno. Dicha explicacién pasa por una in- como es el caso de la asimilacién de Maria con las sobre todo con la Gran Madre »°. Otro intento rntado por el modelo psicoldgico como el simbolo de mo- trentos de la evolucién humana presente en el inconsciente de la hu- tmanidad y del individuo. Por tltimo, algunos proponen la interpreta- Gig sociolgica, presentando la devocién a Maria como instrumento decontrol y propio de la religién de la miseria ™., Estas interpretaciones extremas no caben en una presentacién justa de la figura de Maria, ya que un estudio atento de los datos biblicos sobre la Madre de Jestis rompe con unas imAgenes excesivamente polarizadas y descubre las ra- zones mds profundas del ideal femenino —rambién para el hombre- cn Maria de Nazarct, la Sierva del Sefior, que canta el Magnificat. Frente a una radical reologia feminista, dice Pelikan que «Maria ha servido a los defensores de la orcodoxia oriental como fuente positiva pata la reinter- pretacidn del lugar de la mujer en el pensamiento cristiano» *. Lafigur: ‘ricos ha llevado : metros que explic ‘erpretacion mitica, diosas mediterraneas, estd represe! 7. MaRIOLOGIA Y ECUMENISMO Las implicaciones del tratado marioldgico en el corpus theologi- cum tiene unas claras consecuencias ecuménicas. Asi lo reconocia el Sinodo general de la Iglesia Reformada de Holanda en el documento Catolicismo y protestantismo, el cual, al describir las divergencias entre ambas confesiones, comienza por la Mariologia, «no porque esta doc- trina —dice— sea el punto de partida del desarrollo de toda la teologta catélica, sino porque es més bien el fruto y el coronamiento, Tendre- mos ocasién de constatar que todas las lineas maestras de la teologfa 53: Sobre la relacién de Maria con los mitos, cf. Galot J., «Marie; mythe ou mysté- fetes Greg 77(1996)741-763. Busca el autor discernir el valor del mito, aunque el len- Buaje corriente lo reduce a s6lo lo imaginativo, y afirmar la realidad de Marla como A mistetio, identificando «Marfa de la historia» con «Maria de la fe». ~ 24-CE De Fiores S., Maria, Madre di Gest, Bolonia 1993, p. 27-34. acy Pelikan J., Maria a través de los sighs. Su presencia en veinte sighs de cultura, pao, P. 12. Y cita la obre de Paul Evdokimov, La mujer y la saluacién del mun- Barcelona 1970. 35 romana convergen hacia esta doctrina. Conseguiremos asf una pri- mera visién de nuestras divergencias, a partir de la cual nos ser4 mucho mis facil descubrirlas en otros puntos» *, No se puede negar que la Virgen Marta es patrimonio comuin de todas las confesiones cristianas durante los primeros siglos de la Igle- sia, Por lo que se refiere al Protestantismo es necesario sefialar que las posiciones de los primeros reformadores, aunque confesaban el dogma de la Maternidad divina y virginal y mantenfan una veneracién sin reservas a la Madre de Dios, admitiendo el valor ejemplar de sus virtudes evangélicas, sin embargo sus principios teolégicos contenian ciertos gérmenes que imposibilitaban el desarrollo de una Mario- logta, radicalizandose ademés al ritmo del tiempo y de las controver- sias *”. Pero hay que tener en cuenta, como dice Napiorkowsky, que «si el didlogo ecuménico encuentra dificultades excepcionalmente graves en el campo de la mariologéa, la fundamental no la constituye el cardc- ter especifico de este campo de la teologia, sino el hecho de que en ella culminen otros sectores de la teologia y de metodologia dificiles de con- ciliar con la reforma» °. El pastor protestante H. Roux aduce estas razones de las divergencias entre catdlicos y protestantes: a) En primer lugar la dificultad de orden reoldgico sobre la gratui- dad de la salvacién tal como la entienden los luteranos con su insis- 56. Citado por Pozo C., Maria en la obra de li salvacién, Madrid 1974, p. 81. 57. CE AA.VV., Maria en las Iglesias IIL: en las Iglesias reformadas, Eph Mar 44 (1994) Julio-Septiembre; Alemany J. J., «La primera de los justificados. Maria, lugar de disensién y encuentro ecuménicos», Eph Mar 50(2000)11-31; Bruni G. M., «Mario- logia ecumenica? Indicazioni del dialogo ccumenico ufficiale tra la Chiesa cattolica roma: nae le Chiese nate dalla Riforma», Mar 59 (1997) 601-650; Collo C., «Maria nel pensiero di Lutero», Theos 4 (1996) 219-252; Gabus J-P, «Le cheminement de la foi de’ Marie et le nétre. Une lecture protestante de ‘Redemptoris Mater’s, Mar 51 (1989) 305- 320; Gherardini B., Lutera-Maria, pro o contro?, Pisa 1985; Gruppo di Dombes, Maria nel disegno di Dio e nella communione dei santi, Torino 1998, p. 46-53.59-74; Tappolet W., Das Marienlob der reformatoren, Tiibingen 1962; Triacca A. M., «Maria Vergines madre dell'unita», Riv Lit 85(1998)171-208; Wicks J., «The Virgin Maria in Recent Ecumenical Dialogues», Greg 81 (2000) 25-57; Ziegenaus A., Maria in der Heiliges- chichte. Mariologie, p. 43-74. Una visidn radicalmente protestante de la mariologia cat6- lica puede verse en Mehl R., Du catholicisme romain. Approche et interpretation, New chatel-Paris 1957, p. 78-91. 58. Napiorkowsky S. C., «Ecumenismo», en NDM, p. 648; cf. De Fiores S., Maria en la teologia contemporinea, Salamanca 1991, p. 239-264. 36 enciaen asola gratia y en la soa fides y que les impide ver en la irzen una colaboradora en el acontecimiento central de la obra de ste segunda causa es de orgen flsifice, porque, aunque aplica- Gaal problema tcol6gico de las relaciones entre la naturaleza y la frac una yrtinte conceta, es decir, ene la humanidad peca- Hoey el Dios Redentor, se trata, en tltima instancia, del rechazo protenance dela analog del sr, punto claramentedivisorio —segin Reparth entre la teologia catdlicay la teologta reformada ®. ©) La tercera razdn, de linea metodoldgica, pasé a primer plano de RF yea como réplica cada ver.mds radicala la autoridad de la tradicidn viva de la Iglesia en contraposicién al presupuesto luterano SR sr iptureiy se-concrer5 cn el desafio de la Reforma ante eliciénidela teologia marial iGrupo de Dombes reconoce que «el debate emprendido en tor- no a la Virgen Marfa pone en evidencia que esta tiltima es tal vez hoy BUMERIEE criscalizaciOn-mdt sensible de todas las diferencias confe- sionales subyacentes, relativas en particular a la soteriologia, a la antro- BM etlesiologia, a la hermencucica: cuestiones de fondo como BN eifteieldislogo ecuménico sobre a Virgen Maria es, en defi nitiva, un lugar ciertamente apropiado de verificacién de nuestros des- BE ete (teecomnb\es:ciercamente un lugar-no menos apro- Br aimnizadarauroctftica sobre nucstras,respectivos comportamientos eclesiales en relacidn con la madre del Senior» °, 59. En su obra Domande a Roma (Torino 1967) presenta la mariologia catslica {Como tna excrecencia, como una rama parasitaria de la teologfa, como la suma de todas las herejfas. Fo Rotix H., «El protestantismo y la cuestién marial», en Zobel P-Caplain M-Roux HKniazeff A., La Virgen Maria, Bilbao 1969, p. 97-103. El Grupo de Dombes con- reta los puntos controvertidos: la cooperacién de Marfa a la salvacién, la virginidad per- ‘etua y el sentido de la expresién «los hermanos de Jestis» en el N. Testamento, los dos MSemas definidos: Inmaculada Concepcién y Asuncién de Maria y, por tiltimo, la invo- “2cién a Maria (0. c., p. 104). 4, £1: Gruppo di Dombes, o. ¢ p. 73-74. Dos opiniones sobre este documento, otestante) y Hennaux (catélico): Blancy A., «Marie et la Réforme. Les pro- Sst le Document du Grupe des Dombes sur Marie», NRTA 121(1999)23-40s ps «Le Document dus Grupe des Dombes sur la Vierge Maries, NRT 121 La teologia actual ortodoxa presenta ciertamente dificultades en rela- cidn con el catolicismo sobre todo en lo que se refiere a los dogmas de la Inmaculada y de la Asuncién, pero no parecen insuperables °. La doctrina mariana ortodoxa se articula en torno a estos puntos funda- mentales: Marfa es la Theotokos (Madre de Dios); la Aeiparthenos (siem- pre virgen); esté por encima de todos los angeles y santos (la Pana- gia), y nos asiste con su intercesién. Es cierto que el clima y las formulaciones teolégicas son diversas, con alguna incidencia en lo fun- damental, pero la pluralidad de enfoques significa una riqueza y no necesariamente ruptura, aunque sea necesario mantener un didlogo que gire alrededor de los datos comunes aceptados. Por eso, el problema ecuménico, suscitado en el terreno de la ma- riologfa, se plantea sobre todo con relacién ala Reforma. Es cierto que, dentro de la teologia protestante, hay autores cuyo pensamiento es mas cercano a la mariologia catélica, como W. Stahlin, H. Asmussen ®, L. Vischer, U. Wickert, H. Chavannes, W. Borowsky, J. de Satgé, J. Mac- quarry, etc. “, y también es verdad que el concilio Vaticano II represen- ta un signo que posibilita el didlogo ecuménico al profundizar en los datos de la Sagrada Escritura. Este camino dialogal, emprendido por catélicos y protestantes ©, es un buen punto de partida, pero debe ser completado segtin unas pautas superadoras de aquellos prejuicios pre- vios, claro impedimento para una visién objetiva ©. También los pro- 62. CE. AA.VV., Marta en las Iglesias Il: en la Ortoxia, Eph Mar 44(1994) Abril- Junio; Evdokimov P, L'Ortodoxie, Neuchatel 1965, p. 150; Kniazeff A., «La Madre de Dios», en Zobel P-Caplain M.-Roux H.-Kniazeff A., La Virgen Marta, p. 145-224; Idem, La Mere de Dieu dans | Eglise ortodoxe, Paris 1990; Meletios M., «Postura actual de la Iglesia ortodoxa acerca de la doctrina y el culto de la Madre de Dios», Est Mar 32 (1969)275-288; Moldovan T., Marfa. Una mirada desde el Oriente cristiano, Madrid 1996; Nisiotis N., «Maria en la teologta ortodoxa», Conc (1983/3)219-244: Stiernon D., «Marie dans la théologie grecorusse», en Maria VII, Paris 1964, p. 239. 338; Trembelas PN., Dogmatique de lFglise ortodoxe catholique II, Bruges 19 p. 229-231; Zielinsky VI, «Le mystére de Marie, source d'unité», NRTh 121 ( 1999) 72-91. 63. Cf. el pensamiento de este autor en Pozo C., 0. ¢, p. 95-98. 64. Cf. Gesteira M., «Reforma», en NDM, p. 1706-1709. El anglicano J. Mac- quarrie acepta que Maria no es sélo la llena de gracia, sino también la cooperadora en la historia de salvacién (Mary for All Christians, Eerdmanms, Grand Rapids 1990). 65. Cf. Brown R.E. (Ed.), Maria en el Nuevo Testamento, Salamanca 1982. 66. CE, Napiérkowsky S. C., «Ecumenismo», en NDM. Ademés, Idem, «Le mario- 38 testantes que forman parte del Grupo de Dombes aceptan que a pro- ito de Marla, hay que

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