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Antonio Cornejo-Polar ESCRIBIR EN EL AIRE ENSAYO SOBRE LA HETEROGENEIDAD SOCIO- CULTURAL EN LAS LITERA’ ANDINAS phe Prélogo de Mabel Moraiia Bibliografia de Jestis Diaz-Caballero CENTRO DE ESTUDIOS LITERARIOS “ANTONIO CORNEJO POLAR” cerace - GP iggepueenews 2003 82 (Capitulo Segundo 83 Gareilaso: la armonia desgarrada ‘No es necesario insistir en que la obra integra de Garcilaso es t:n ie alrededor de su condicién mesti- sa serniosis destinada ae Ta legi- tante trasiego de Ja oralidad a la eserit cuando se trata de la oralidad quechua trasvas: espafiol, y que envia su mensaje tanto a sus quefios cuanto a la corte peninsular y al lector jependiente. Salvo excepciones, éste es un Pi por principio ajeno al régimen colonial: dentro de 61 requiere imaginar un espacio comtin, comp: siquiora con el esfuerzo por preservar las fidelidades que debe a uno ¥ otro de sus ancestros; ¢e refiere, en lo esencial, a la construccién -o también pronto que estén siendo mejor, a la autoconstruccién— del sujeto que habla en el texto y del su parte, entre el desconcierto, la res 1 y la rebel ‘espacio desde el que lo hace. Para obtener credibilidad como histo- labetrae ontabeg asi dl sobt eri veriia’y commen sans. riador fidedigno, a Gareila socupa elaborar con precisién un ramente el proyecto utépico de restauracién de los tiempos unto de enunciacién capaz de dar autoridad a un di 0 de construccién de un nuevo orden’. Buona medida disidente con respecto a otros que hab iguales o similares referentes. Después de sus visiones alternativas tenia como condici cracia colonial, y aunque ~de otr: Precisament Ia voz de un mestizo, Garcilaso, una de las un sujeto que tuviera razones y derechos para To que queria ceseribirt, “+ Asnque i bloga greece example yen la sigue een valor 4sicos, me han sido especialmente utiles los 8 estudio: ‘Inca Gareilaso, eldsico de awe 3 Gf especialmente los a identidad y utopta en los Andes (La Habana: (Lima: Instituto de Apoyo Agrario, 1988). (Coptate Segundo 85 traduccién de los Didlogos ni La Florida itobiografica, que si necesitan los Co- no debe hacernos olvidar que Gar- rada malla de referencias sus prélogos y i6n. autobiogréfi {tonces el recurso mas obvio para Gaxedlabe 7 ae i ent gee No cabo dda de que es la figura del cada caso opta io no exceden las En todo caso, atin si no dispusiéramos del obvio dato biogréfico, laa De nace Comentarios no puede ser més (ni menos) que un 3° ed), ah Be Gap SOE hee 2 od), Lab. He, Cap ; a ed. en el texto, enire parénteais, Snotando la palabra Comentarios y sgulendo el sistems aires ota 8 * Burga (op cit, pp. 276 y as) se pregunta oi este desprecio no era también sentido por lu indo, como obviamonte sucade, par geeoin sera se Gtaenda Pome. | 86 Bneribironelcire gullo porque eso es lo que es (“somos mezcla: hasta cierto punto, un nuevo rparece el espatiol del “nosotros” implicito en en cambio, ge acne fraternalmente# indies, la dedi ‘A.los india, mestizos y rillos de los reinos y provincias del grande y ‘iqulsimoimpero dol Ped, el Inca Garelase de le Voge, su hermano, crs petra poo ud ead afectivos de la segunda enumeracién. En otras p: car enféticamente su cardcter mestizo y al asoci con indios y criollos, Gareilaso asume una represe: ple y ubica su discurso en el espacio miiltiples escrituras y cree instalarst desde la que pareceria poder realizar un id zador y totalizante, tonismo, filosofia en la que en cialmente apropiada para pensar y pensarse en arménica convergencia de fuerzas disimiles y encontradas, certeza ~no sin grietas~ acerca del sentido providencial de la hi ria. En este orden de cosas Garcilaso sittia al incario no en contra- Ja conquista sino -como el mundo clAsico con respecto al a la manera de prélogo propici Es obvio que asf, como etay fos, que conduce de la barbarie de lai-¢pocas remotas fural del incanato'y dé larazén natural Y sin embargo, con ser poderosisimos, éstos y otros dispositivos conceptuales no siempre funcionan eficazmente. No insistiré en la Capttalo Segundo 87 armonfa de lo doble qu el costo de esta o} seméntico de la palabra qusch funcién retérica, en una tan y lo espafiol pero ando su mutua al- do la produccién verbal de miradas que estén en su origen. 10 Me interes el tent su sind posible al cnacr ls originales de bro poesia de Vallejo, ahora. ‘Guamén sabre el fo ttalo Contre dsc ier tlago: Universitari y in oro/huaca para establ pl citos endl. Be Excribirendlcire Sintométicamente, Garcilaso quiere dar su propio testimonio y sefala que “yo la miraba con los unos y con los otros”. {Por qué si i i i) el Inca hace ex- re si “mirar con” se inter liaci6n y de otorgar voz a uno y otro hacer esa precisién seguirfa siendo in Imagino que lo que sucede es que su traduccién triangular resulta insatisfactoria al tnismo Garcilaso y que se siente oscuramente impulsado a insinuar, i es mirada de dis- iene de que en este fragmento, insiste con énfasis en tal ma- sagrado de huace!!. De “admirable cosa” hubie- pero no en otros, en los que teria, Garcilaso ha borrado haberlo hecho claro, “cosa d 4nimo todavia medieval, mientras rable cosa”, la huaca, no puede dejar de refe- tir, como efectivamente sucede en la conciencia indigena, al asom- broso misterio de la presencia divina en ciertos espacios sagrados del mundo!2. De este modo la convergencia homogeneizante que euidadosamente se teje on el discurso explicito, como discurso de la armonfa, se deshila en el subyacente, apenas implicito, donde lo va~ rio y contradictorio, lo heterogéneo, reinstala su turbadora y amena- zante hegemonfa, Pero el fragmento es atin més incitante. Recuérdese que Garci- laso anota que “decfan los que entendian de minas que si no lo sa caran de donde estaba, que por tiempo Viniera a convertirse toda la piedra en oro”, frase que tiene que leerse en relacién con inicia el capitulo: “de la riqueza de oro y plata que en el saca, es buen testigo Espafia”, y con la que concluye la histori jlapada elegia— por la ruptura de ‘un proceso que estaba transitando por espléndidas rutas hacia la ‘edad de oro y por su malhadado fin, perdido precisamente en medio del mar que trajo a los conquistadores. u Fes emi, “laman huscs, que os Luger sagrado” (Comentarios, Lib. 1, Cap. 12 Sobre los problemas de Ia traduccién, cf. Regina Harrison, Signs, Songs, and Memory in the Andes, Translating Quechua Language and Culture (Austin: University of Texas Press, 1989). Cf especialmente Cap. II donde hace va- sas referencias alas traducciones garclacistas de huaca. Coptule Segundo 89 mestizo del Inca se aprecia més como el doloroso e iniitil remedic una herida nunea curada que como la expresién de un Eaowo at cretismo de lo plural. Ahora entendido en términos de violencia 7 empobrecimiento, casi como mutilacién de la completud de un sor. gue la conquista hizo pedazos, el mestizaje ~que es la sefial mayor y pete, de la apuesta garcilacista a favor de la armonfa de dos mundos- termina por larse ~y precisamente en el discurso que lo ensalza en su dicién equivoca y precaria, densamente : la unién en armonia si ve convivencia forzosa, dificil, dolorosa y traumdtica. — de todo lo que en nuestra tierra ha pasado it : ¥y hemos escrito, en todo [y recisién importantisima] sea ixagedia” Cfistorta, Lib. es Vit, Cap. XIK, Tm. IV, p 1168), Con el correr del y contradiciendo el sentido trégico de la jpefiosoy brillantisimo esfuerzo inutil por las muchas se acumula- 18 Tomola ita de Durand, Op. cit, p. 54. ~ Buribirenelaire emblema de arménica plenitud, al subrayar la tragicidad esencial de la figura y el discurso cistas: “quiere el Inca glorificar a cus dos estirpes ~dice— pero la gloria que les dé se hallard empapada en | amargura”!4, Las figuraciones sociales del Inca Pero Garcilaso no es s6lo su persona, sus text producen sus textos; os, también, la figura s wunca estable, que suscitan s1 itiples lecturas. Examino ahora, precisamente, ido que se le otorga, imagenes con que pertenece estén rsa, destacando, /a memoria ~que Pent sino para todo el mundo mestiza”, es Garcilaso, tal vez ay al cardcter de su biogra- como “héroe cultural” 23-24, Iniciaimente aparecié en el arti ‘pasionado”, de 1952, que es obra clave de |, CD DCOXXID. La J de Den Gabriel de Captate Segundo 81 te los aiios de 1a emancipacién, por ejemplo, todavia queda mucho por precisar en lo que toca a los modos y a la intensidad de su in- sercién y reelaboracién en la conciencia andina. En todo caso, en los, masiva y versiGn garcilacista, e] 84% de los estudiantes el Tawantinsuyu fue la époce “més feliz” de la his- Riva-Agiiero sintetiz6 el asunto, en 1916, de la siguiente mane- = ites moar eaeen nein Mepemeeeeamtmene So pee cere ees : \ 92 Bocribir en el aire [La influencia y autoridad de sus Comentarios en la historia peruana, fue ‘durante doscientos afos oranimoda, y por tanto excesiva [..J Mas, a me- del Inca, en gran parte debido a la enorme influencia del juicio de ‘Menéndez Pelayo quien -como se sabe— expresé un agudo escepti- ‘cismo frente a la veracidad de los Comentarios: no historia, segin i én cambié radicalmente en 1910 gra- indicacién del cardcter histérico de las obras de dar sus aciertos sustanciales y sus errores menores, el discurso gar- cilacista es enféticamente legitimado por Riva-Agiiero no sélo como expresién histérica digna de confianza sino como la de mayor impor- tancia nacional. Con paradéjica e incisiva intuicién, el erudito establece que las fuentes y lealtades de Gareilaso abonan en favor de su credibilidad istoriador, al proporcionarle informacién muy cercana a los, , pero al mismo tiempo ~y aqui reside la mente en el método que recomienda Riva-Aguero para “descubrir la verdad” que subyace en los Comentarios, Se trata de ir levantando ‘agueristas como la definitive y data de 1998, En las citas a palabra “Elogio” y la pagina correspondiente a la edicién de las Obras Completas. 19 Ast en Origenes de la novela (Buenos Aires: Erecé, 1945), Twn. Il, pp. 151-52. Obviamente In cita de Riva-Agiero es dela 1* ed. 20 La historia en el Perd (Lima: Imprenta Nacional de Federico Barrionuevo, 1910). Citamos por la reodicién en sus Obras Completas, anotando “Historia” ‘yla pagina correspondiente. texto, pero de hecho permitié despejar las dudas sobi ried esta obra, ala que bastaba desbrozar de explicables desvios ot is de 1910, Riva-Aguero apenas se ocupa, en ia y cardcter” del Inca, con lo que la figura- a persniicacion més lea y seabada de a selfes Jarl ange sacri ne huts son eu, ylg ote de imaginacfay el incon Ale estilo con que ls beloc.s too) concare a hacerlo presen perfecto, adecuado s{mbolo del alma de nuestra tierra. (Elogio 6) 4 Naturalmente esa representatividad le viene, en primer lugar, de su condicién mestiza, pero de un mestizaje una y otra vez aludido le sintesis arménica, Por ejemplo: fa imaginar la nacién arménica a partir de figura inaugural como la del Inca, la idea de homogeneidad no sdle Insste en Ia convergencla pacific y constructiva " que entraron en contaeto con la conquista sino ituye el sig- Rificado bélico de esta palabra para expresar cot ella la fusién ame: 94 Bocribirenlaire rosa de ambas. En efecto, casi insensiblemente, la palabra “conquis- ta” pierde su denotacién primera, que implica combate y conflicto, y se desplaza hacia un campo. visible como—desde esta perspectiva~necesario: el del erotismo. Ja destruccién y a muerte, la patria resulta ser suma y unimisma. aiento de lo vario y distinto, EI mestizaje es su representacién pre- clara. Se trata, sin embargo, de un peculiar mestizaje: no cualquiera, sino uno que asocia dos ancestros nobiliarios, “vastago ~dice Riva” Figueroa, acreditado general, veterano di Flandes (...] uno de los primeros préceres =» ¥ la pobre nifia Isabel Chimpu Oello, véstago de una rama menor y arruineds desde Atahualpa, mera sobrinn de Huayna CAipac [..] no fue sino la manceba del orgulloso Garcilaso, aunque hay que suponer que 1a eotimara y considerara excepcionalmente. (Blagio 9, Eafasis mice) O casi peor: En Jos intervaios de sus eampafas (el Capitén Garcilaso] tuvo amores en 41 Cuzco con una joven princesa incaica, Ia fusta Ieabel Chimpu Osilo, nieta del antiguo Monerea Tupac Yupangui, una de las timidas flores que solazaron « los fieros espartales22, Por esto, como era de esperarse, Riva-Agero sefiala que la ma- dre de Garcilaso “tuvo que ceder el puesto” a una dama espafiola (a la que describe, con su irreprimible obsesién geneal6gica, como “cu- perada siph violador. La formacign de Capitulo Segundo 96 fiada del valiente caballero leonés Antonio de Quifiones, que era deudo cercano del antiguo gobernador Vaca de Castro y del lingje de Suero de Quifiones”) y define el matrimonio del Capitén como “proporcionado enlace"23, Por supuesto, hechas todas estas salveda- des, la espléndida imagen de la conquista como acto en que se “fun- dieron amorosamente Incas y Conquistadores” comienza a ser inter- namente demolida: si por un lado estén los “orgullosos” y “fieros” espafioles, y por otro las “pobres” y “timidas” indias, es porque en ol ‘desproporcién” de las relaciones , la conquista sin més (y sus consecuen- tambores de guerra. Para escucharlos no es revés del discurso de la armonfa. nal tal ver no tenga expresién més clara que la versién de Garcilaso que ofrece Riva-Agtiero, aunque -peradéjicamente— se trate de una versién que claramente distinga a los espafioles de los indios y a la aristocracia de la plebe y ~por consiguiente- construya su gran s{n- tosis sobre el insalvable abismo de las diferencias que ella misma postula. 23 Blogio 19. Irénicamente, esta defensa del matrimonio del capitén Carcilaso hhubiere indignado al Inca. Recuérdese sus duras palabras contra los eepano- Jes que abandonaron a sus mujeres indias para casarse con eepafioles, 24 Cf. su libro El nuevo india (Cuzco: Ros 96 Bscribir en eb aire De Garcilaso a Palma: guna lengua de/ para todos? salado en e] asombroso “el discurso de ‘encomia la descomunal feracidad de vvigndolos comer no pueda decir nada. Al entregar la carga y la carta son descubiertos. Dice el encomendero: "Por qué mentis vosotros, que esta carta dice q jeron diez y que os comistéis dos?”, y a Jos indios s6lo les queda confirmar que “con mucha razén llamaban dioses a los espafoles (..] pues alcanzan tan grandes secretos” (Co- ‘mentarios, Lib. IX, Cap. XXIX, p. 159-160). detendré en el andlisis de este , que ha sid estudios, algunos muy notables27, pero si quiero reiterar que su constitucién -a pertir de la contienda entre lo oral y lo escrito~ es definidamente terogénea y beligerante. O como sefiala Pupo- We “Para una teorfa del texto latinoamericano: Colén, Garcilaso ‘a abundancia’, en Revista de Critica Literaria Latinoame- fseritura es, precisamente, quien se define a sf mismo ‘ tlguna manera el poder de a eseritura ha cambiado de manos ola hegeraonia tseritural ee ~al menos-materia en dispute, 21 Etre ello los contanidos en el ibro de Pupo-Walkery ol artculo do Har ‘ndindes, ambos ya citados, y los de José Juan Arrom, “Hombre y mundo en ‘Gareliaso” en vu Ceriidumbre de América (Mi - thang-Rodriguer, “ElaboraciGn de las fuentes ean ‘able lengua”, en Kentucky Quarterley, XXIV, 4, ‘Reciendemente, en su libro Imaginacién del Nuevo Mundo (México: Sigh 1901) Arrom ha ampliedo su estudio, ste cuenta como el expacoconitiva regan la tania otra entse dv hi a hec aL argumento es casi idéntico, con detalles de mas o de a és importante ea Jos cuales tal vez sea el cambio del accede loan a ares sot ig Cien taradbs") qu aqullos rtben, Panole® Pore eastign nutrida serie de ficamente el orige 38 Op. ci p17 Ricardo Palma, “Certa canta’, en Tradiciones peruanas (Madrid: Calpe, a radiciones (1875). Por la Real Academia apareco en ‘ruara de a Lengua, 20 (Nueva Bpoca), Lima, 1985. 98 Berbice tare En todo caso, muy en el estilo palmista, la propuesta “eti- mol6gica” sobre “carta canta” (“cata el ori tin”) se basa en una narracién amena, pronto, en el primer diélogo entre los car acota que se realiza en “dialecto indfgena”, én que desapa- rece a partir del segundo (aunque en alguno se menciona la voz taitai), obviamente porque el final de la historia exige que los gue comenzaron hablando en quechua Jo hagan ahora en es Uno de ellos exclama: "Lo ves, hermano? ;Carta cantal”, Se asf, casi insensiblemente, un desplazamiento del quechua espafol y el correlativo borramiento de aquél. Irénicamente, con in- verosimilitud que no parece preocupar para nada al autor, el refrén espafiol nace de la palabra de los quechuas. encomendero espariol se apropia de la palabra vierte como amenaza— contra ellos. Sobra sefial encomendero, que cuenta I que el refrén se haga de uso comin y “pas(e] el ma ~ de cosas, con su emigracién a Espafia, como dicho las clases superiores de la sociedad colo- 2 expatiol gonerel (y antorizado, como uf, como es obvio, todo su- ia que origen de “carta canta” al padre Acosta que “escribié largo y menudo sobre los sucesos de la conquista”, pero Iuego de manera explicita al quedar constancia de la frase en Ia escritura de la propia ‘radiein. Desde all puode lanraree ale conquist de un espacio en jarece ~otra vez— la cuestin de la oralidad y la escritura. Como a nadie escay , buena parte de la tradicién esté volcada al registro de formas orales y no seria descaminado sostener que parece estar presidida por el 4nimo de justipreciar Ia gracia, perti- 82.5) dato lo consigna Chang-Rodriguez. Capt Segunde 99 nencia e incisividad de Ia lengua popular, o tal vez mAs genérica- mente de una presunta lengua nacional, pero a la vez -y todo indi- ca que desintencionadamente— propone una muy definida jerarquia, Lingiifstica e1 ro una lectura inversa delata més bi la instancia metropolitana que autor descsantualo enfendecia dena de la volansartona trategia destinada a modernizar y uniformar la vid americana de finales del siglo XIX ~que es parte d sabe, y basta pensar a este respe tal empresa juega un papel esenci imagen socializac 1 y como espacio que en sf mismo puede realizar la homogeneidad que requiere la nacién para existir como tal85. De hecho, cuando Palma casi subrepticia- mente desplaza al quechua y lo convierte en espafiol est produ- ciendo un espacio homogéneo, sin fisuras, justamente donde se rom- pe con mayor riesgo Ia comunidad nacional; cuando trastoca el ha- bla popular en escritura culta esté generando un nuevo y mds firme espacio homogéneo, en cuanto embrida las veleidosas y deses- tructurantes modificaciones de la oralidad; y cuando, por iltimo, re- duce todo el proceso a la autorizacién de ia Academia esté legiti- mando, con un poder excepcionalmente firme, una norma lingis ‘ca que rige ~modelo y ley~ el buen idioma. Al mismo tiempo, como es claro, al desconflictivizar la historia de Garcilaso, Palma crea un lu- gar ameno para instalar —en armonfa~ la nueva hacién. La politica del idioma en Palma y en sus inmediatos predecesores stumbristas de cufio liberal, algunos més 0 menos populistas) jestivamente equivoca: al recolectar usos populares, o en gene- 34 Of. al respecto el juicio sobre Palma de José Carlos Mariétogwi, 7 ensayos de interpretacién dela realidad peruana (Liraa: Amauta, 1969, 17+ ed) y mi li- ‘bro La formacién.. op. cit, pp. 57 y 8. 36 Cf. los libros ya citados de Anderson y Ramos. Es también fundamental el libre de Doris Sommer, Foundational Fictions. The National Romances of La- tin American (Berkeley: University of California Press, 1991) en su propio estilo, casi siempre a sn litan J domestican, restandoles el 'y por ese camino pretenden al- ‘in estatuto nacional como repre; dora, de la escritura artistica y del ‘en mas de un sentido, estilizada. ‘vez con menos explicitez que otros escritore: ae aoe Su produceién dentro de la problematica mayor de 3 i un discurso que diluyan las cor Sen pes er Pu Sostrgee ec e mogéneos sobre una realidad ebrumaderamente heterogénea, con 4nimo de crear en y por el lenguaje una comunidad nacional pos! Be Dei min ingens elt Siri : ii de que también en premonicién desiderativa eer ena todo en él) podia construirs heath arménica (pero jerarquizada, por comt cierto) fuera posible. conciliador, homogeneizante, q. a er En otro lugar he examinado radisiaco, donde la nacién puede leerse a si misma -y ‘sin conflictos— como tal. ‘Se engafiaba, por supuesto. ‘36 Alberto Escobar, La narraciéin en el Perd (Lima: Mejia Baca, 1960), p. XXXIV. 31 La formacién... op. cit, p.59. Copitle Segundo 101 Sobre arengas y proclamas legiados y que hoy carecen Ee eataiuto artistico, entre ellos ~y de manera muy nitida~ las muchas variantes de la oratoria3®. Hs ex. Plicable: no habia concluido el ciclo de las poéticas neoclasicas, que iente ciceroniana subrayaban la importancia artistica y social de la oratoria, y la convulsién de los tiempos gene. raba condiciones i, el cultivo de un género especialmente dotado Para ingresar en las dreas més probleméticas y agitadas de la vida social. Tampoco debe pasarse por alto el hecho de que la oratoria se adecuaba bien a una sociedad en gran parte analfabeta, Arengas guerreras, sermones, oraciones civicas y discursos par- Jamentarios forman, con otras variantes no menos asiduamente ejercitadas, un muy nutrido y complejo corpus. No es suficientemen- te conocido, en parte porque el género mismo dejé de interesar més o ‘menos pronto a los estudiosos de la literatura, y en parte porque tn a Ja imprenta o quedé consignado en publi- Por lo demés, la oratoria republicans enraizaba su tradicién en la Colonia, periodo en el que también ~como es bien sabido~ fue cul- esmero aunque casi siempre en s6lo dos de sus variantes, cortesana. Preci: en este tiltimo campo es tradicién: no hay mayor brindaban a los nuevos vi- a parte de la ora: “modernista” que habia logrado desplazar desde mucho antes, aunque no del todo, los uusos del barrocoi9, Lo que me interesa remarcar, en cualquier caso, es que la orato- ria de la época tiene un cardcter fundacional con respecto 4 las replicas nacientes. Ella es uno de los canal frecuenta el debate sobre cémo deberia organizarse, y al impulso de qué valo- res, los Estados que acababan de estrenar su independencia, a cuyo Tespecto bastaria recordar los torneos oratorios de las primeras 38 Todo este aubcapitulo fue generosamente lefdo y comentado por José Durand. 59 Cf. Pablo Macera, “Lenguaje y modernismo peruano del siglo XVIIT, en ‘Trabaios de historia (Lima: Instituto Nacional de Cultura, 1979), Tm. IL

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