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Estaba jugueteando con mi oreja. Ahora tenemos pendientes iguales -dijo dindome golpe- citos en la mejilla. Se senté de nuevo y me miré. Yo me toqué la oreja. —Oh, sf -dije, perplejo—. Olvidaba que me lo habia perfo- rado. —Hay varios agujeros. Qué chico tan gracioso eres —dijo—. Te he observado al bailar. Lo haces maravillosamente. Debiste aprender en algun lado. —Lo hice. —:Dénde? -continué—. ;Bailards conmigo toda la noche? —No toda la noche, Patricia. Tomé mi mano y la desliz6 entre.sus piernas. —Entonces, la mayor parte de ella, querido chico. Los de los botes nos ayudaron a subir al yare. El propieta- rio, Matte, un apasionado joven, nos saludé en la cubierta. —jGracias, Patricia, por traer a tu tripulacidén! jSean todos bienvenidos! --dijo él. Hizo sefias con la mano a las mujeres que nos segufan—. ; Vamos, chicas! ;Bajemos! Mientras visitabamos el barco, comenzé a sonar el Ast habla- ba Zarathustra de Strauss, en la versién de Von Karajan. Adoro a Richard Strauss, pero estoy preparado para admitir que mucha de la gran musica ha sido llevada al kitsch. ;Adénde se puede mi- rar hoy en dfa pata encontrar algo que suene fresco si no es hacia lo nuevo o lo extrafio? No puedes convertir los cuartetos de Bas- ték o las meditaciones de Webern en algo facil de escuchar. Aunque, extrafiamente, el Strauss no parecia tinicamente sentencioso. Sobre fondo de mar y cielo, en aquel lugar, y to- mado por sorpresa —lo cual, me parece, es a menudo la mejor manera de escuchar musica; entrar en una tienda, un sdbado por la mafiana, y escuchar a la Callas; pasmado por el asom- bro-, me volvié a llenar de alegria y entusiasmo. Aquello era lo que hubiera querido de joven. La comida, la bebida y las posibilidades sexuales parecian no tener limite. Los criados de Matte, en librea, iban con bandejas, algunas de las cuales contenian juguetes sexuales y condones. 95 Habfa una discoteca y una banda. Las personas que ya estaban alli parecian playboys, modelos, actores, cantantes, buscadores de placer, aristécratas indolentes; britdnicos, estadounidenses y europeos. También habia gente que incluso yo reconocia de los periddicos britanicos, cantantes pop con sus parejas, y actores de telenovelas. Habia gente con gafas de sol estupendas y cuerpos ideales -supongo que distintas partes de su cuerpo eran de dife- rentes materiales y épocas- que dejaban claro que ya habian pa- sado por todo aquello antes y que les gustaba ser vistos. Alicia me dio un codazo. —Alguien te est4 mirando. Una mujer joven estaba, de hecho, observandome. Le son- ref y recibf a cambio un timido saludo con la mano. —Como de costumbre, eres popular —dijo Alicia—. ;Puedo preguntar quién es? -No lo sé. Parece una estrella de cine. —iConoces estrellas de cine? —Por supuesto que no, pero ellas me conocen a mf. —De- volvi el saludo a la mujer—. Vamos. ‘Todos dimos vueltas. Patricia parecfa estar haciendo una buena imicacién de [a princesa Margarita en sus mejores tiem- pos. Alicia y yo, por lo menos, duddbamos entre resistir 0 des- mayarnos ante la visién de tanto oro. Alicia dijo que Je gustaba el sarcasmo de los ingleses de Londres y su rechazo a mostrarse ingenuos y ahora yo encontraba aquello tedioso. Esta vez que- ria que las cosas me gustaran. Cuando, por un momento, Alicia fue por unas copas, la «estrella de cine» que me habia saludado antes disimulé y vino apresuradamente. —Qué gracioso encontrarte aqui —dijo, bes4ndome. Yo también la besé; tenia que hacerlo. Pero temia que ella me hubiera conocido como «Mark»; quizd habiamos estado «casados». Juré que la préxima vez que viera a Ralph le pondria fin a su inmortalidad. —iNo me reconoces? La miré hasta que una imagen !legé a mi mente. La de una 96 mujer vieja en silla de ruedas, vistiendo un camisén de franela rosa. Aquella mujer y yo nos habiamos convertido en Cuerpos- nuevos el mismo dia. Tenfamos, en cierta forma, la misma edad. —Me alegro de verte. ;Qué tal lo estas pasando? —No lo sé. Dondequiera que voy la gente trata de tocarme o de acostarse conmigo, Si no obedezco son desagradables. Aun asf, no habria hombres peledandose por mf si fuera un montén de ceniza. —Oh, no sé. {Qué mas hards? —Tengo un contrato de grabacién —dijo—. 3Y¥ tu? —Es extrafio, como si fuera un fantasma. Eché una mirada alrededor. —Lo sé. Reldjate. Aqué hay otres como nosotros. Todos los demés son completamente contos y ciegos. ~jCudntos mds como nosotros? Miré las caras y cuerpos que habia detrds de ella. ;Cémo sabria yo quién era quién? —Mas de los que piensas. Jugamos al tenis y nos desvelamos jugando a las cartas y hablando de nuestras vidas. Tenemos bastante tiempo, ya lo ves. Como los cantantes pop y la realeza, nos mantenemos unidos. Pensé en ellos, las bellezas juntas alrededor de una mesa, como estatuas animadas, una obra de arte. —Pronto todo el mundo lo sabra —dije. —Oh, si, eso creo. simporta? Van a hablar conmigo més tarde. Ella miraba sus pies. —Ye gusta tu cuerpo ahora? —2Por qué no habria de gustarme? —Yo soy un poco demasiado alta y mi cintura es muy ancha. Tengo los pies grandes. En resumen, no me siento cémoda. Se fue cuando Alicia se reunié conmigo. ~Has dicho que no conocias a esa mujer. ;Te irds con ella ahora? —zlr adénde? No sé de qué me hablas. —Puedes ir si quieres --dijo Alicia~. Hay tiempo. Hemos izado velas. 97 —alIzado velas adénde? Alcia se refa de mi. —-No lo sé. Pero si sé que hay que alzar las velas, es lo que los barcos acostumbran hacer. Estarermos aquf hasta el amanecer. Corri hacia el flanco del barco. Ya nos moviamos. No se me habia ocurrido que me fuera imposible escapar a cualquier hora. Consideré la posibilidad de saltar al mar, pero no estaba seguro de que pudiera nadar tan lejos. De cualquier manera, Patricia estaba a cierta distancia, a mi lado. Parecia insistir en que me mantuviera junto a ella toda Ja noche. No sdlo a su lado, de he- cho, sino dentro de la distancia suficiente para tocarme. Me frotaba los hombros. —Nunca he visto nada parecido a ti. Nunca he deseado tanto aalguien. Nunca me habia permitido tocar a alguien como ti. Su pufio estaba en algiin punto de mi cabeza. —De dénde has sacado este cabello? Por poco le digo: «Lo vi en el refrigerador y lo compreé, junto con todo lo demas que te gusta de mi.» Me preguntaba si eso hubiera importado. Ahora, por lo menos, sabia algo. El mundo es diferente para las personas be- Ilas. Son deseadas, oh, sf; otros cuerpos se lanzan sobre ellas. Pero a las personas bellas no les gustan necesariamente. ~Ven a ver esto —dijo Patricia, sin mirar a Alicia. A un jo- ven le interesard. La segui por el barco hasta la puerta de un camarote. Ella la empuj6. La habitacién estaba casi completamente oscura. Entré. Mis ojos tardaron un par de minutos en ajustarse. Habria unas treinta personas desnudas en el cuarto, con una mayor proporcién de hombres que de mujeres. En un rincén habfa goyescos montones de cuerpos perdides unos en los otros. Era dificil decir a qué cuerpo pertenecia cada miembro. Me preguntaba si algunos miembros se habfan hecho indepen- dientes, volviéndose criaturas por derecho propio, brazos bai- lando con piernas, quizds, y torsos solos. Habia muisica, charla y -un ruido solitario— el sonido del placer de otros. Patricia tiraba de mi camiseta. 98 —Undmonos. —Siento nduseas ~-dije—. No estoy acostumbrado al... movi- miento. —Adénde vas? Me apresuré a través de los cuartos, corredores y cubiertas del barco, buscando un sitio donde ella no pudiera encontrar- me durante un rato. La of gritar mi nombre durante siglos. Encontré un pequefio camarote. Habia velas encendidas; la mitisica era del Norte de Africa. Habia cojines orientales, tapi- ces, alfombras, mucho terciopelo. El estilo me hizo gracia, re- cordaéndome los afios sesenta. Me gustaba el barco. ;Por qué no podia obtener trabajo como marinero? Pero me molestaba tener que abandonar el Centro, donde habia esperado pasar el tiempo que me quedaba en aquel cuerpo. Pero me hab{a involucrado demasiado con la gente de alli. Ya no era tranquilo. Pasara lo que pasara esa noche, abandonarfa la isla por la mafiana en el primer barco, sin importar su destino. Irfa a otra isla y encontraria trabajo en una discoteca o en un bar. Escuché pasos. No era Patricia sino Matte, el duefio del yate, en pantalén corto, camisa brillante y sandalias. —sQué cofio haces ti aqui? —iMe he equivocado de sitio? —dije levantandome—. Has olvidado preparar un cuarto tranquilo aparte. Aquél era cadtico y necesitaba alejarme. Camin6é directamente hacia mi y me miré a los ojos. —Siempre pregunta primero. —Si tuviera un cuarto seria como éste —dije-. La segunda mitad de los afios sesenta siempre ha sido uno de mis perfodos favoritos. —Claro, ;quieres una copa de vino ahora? —Si no es ningtin problema... Ya hemos sido presentados, pero en caso de que lo hayas olvidado mi nombre es Leo. —Matte —dijo él-, ;por qué alguien de tu edad iba a estar interesado en los afios sesenta? —-Debe ser algo relacionado con mis padres. ¥ td? El preparaba bebidas para ambos. 99 —En aquellos tiempos la gente sabia cémo pasarlo bien. Sélo que yo no cenfa la edad adecuada. Su forma de hablar me dio la impresién de que el inglés no era su lengua materna, pero era imposible saber de dénde era. Si me hubieran preguntado, me habria inclinado a responder: «De ninguna parte.» —3Era éste el barco de tu padre? Su cuerpo se tensd. ~-Por qué diablos iba a serlo? —Sélo estoy preguntando, jes una posesién familiar? —Odio que la gente sugiera que no he trabajado —dijo éi-, que sdlo soy un rico playboy. Si, juego con las cosas, juego con la idea de ser un playboy, pero es tan sdlo una distraccién, no una vocacién. —Lo siento —dije—. No serfas el primero que piensa que soy un idiota. Saldré de aqui. Me siguié y tirdé de mf con violencia. —Deténte ahi mismo. Ahora tienes que quedarte. —jPor qué? —Te conozco de algiin lado. ~;Cémo fbhamos a conocernos? No soy profesor ni estu- diante, sdlo un limpiador del Centro de la isla. —jAlguna vez has sido maestro de obras? —No. —;Conductor de autobiis? —No. —Te he visto —continud, torciendo los ojos—. No es particu- larmente tu cara. Camin6 a mi alrededor, como si fuera una escultura. —Ya me acordaré. —3Estds seguro? —Quizd parezca un idiota peludo, pero tengo una visién perfecta y una memoria excelente. . Me estaba poniendo nervioso, mas nervioso atin que Patri- cia. Corté unas lineas generosas de cocaina y me ofrecié una. —Gracias —dije. 100 El estaba aspirando una cuando alguien llamé a la puerta. Era uno de sus empleados tailandeses. Matte se le acercé y lue- go, para mi sorpresa, se volvié hacia mi. —Me dicen que alguien Ilamada Patricia te esta buscando. —Oh, Dios. Marte rid y le dijo al hombre: ~Por el momento no se le puede encontrar por ningtin lado. Esté indispuesto. —Cerré la puerta—. Va tras de ti, seh? Quiere tu cuerpo. y —Tal vez deberfa valorar mas su aprecio. Llegar4 un tiempo en el que nadie querré fornicar con mis viejos huesos. ~Lo unico que nunca he querido es envejecer, ver mi pre-]] pia piel manchada y marchita. —Por qué? ~Pertenezco a una familia numerosa. De nifio odiaba a las abuelas, las tias, los viejos y viejas que me besaban. Sus labios, sus bocas, su aliento sobre mi, pensar en ello casi me provoca devolver el almuerzo. —Recuerdo las mejillas y las manos de mi abuela —dije yo-, su jersey, su aroma, sdlo con amor. Ella habia aprendido cosas, lo que me hacia sentirme a salvo. En cualquier caso, atin no has sido viejo. ;Cémo sabes que no te gustard? --Atin no he muerto. O visitado Northampton. Sélo sé que ninguna de las dos cosas me va. Siguid mirandome como si hubiera algo que quisiera saber 0 preguntar. —Sdlo estaré aqui un minuto —dije—. Lo tinico que quiero es relajarme. —Hazlo. Yo tengo que encargarme de una fiesta. —Cierto. Apenas conscientemente, me volvi para ver el mar oscuro, esperando que cuando girase de nuevo la cabeza él ya se hubie- ra ido. Of que cerraba la puerta. Antes de que pudiera hablar me golpearon y quedé aturdido. Imaging, instintivamente, que Matte me habia golpeado con fuerza estrellando su pufio contra la parte trasera de mi ca- 101 beza. Ese fue el efecto que me causd. Pero me habia rodeado el cuello con su brazo, pateado las piernas y puesto de rodillas. Pensé: Ahora va a dispararme en la nuca. Mientras tanto recor- dé, espero que incorrectamente, una frase de Webster: «De to- das las muertes, una muerte violenta es la mejor.» --¢Qué haces? jLeo, callate! Si te quedas quieto no te haré dafio. —:Quieto para qué? Estaba examinando mi cabello de un modo no muy distin- to de como yo sujetaria las cabezas de mis hijos para encontrar- les piojos. ~Nunca te habria tomado por un loco ~dije. —Disctilpame —dijo, relajando el pufio—. He encontrado la marca. —¢Marca? {No lo sabias? Supongo que les gusta imaginarlo sin cos- turas. Ahora puedes levantarte. ;Qué edad tienes realmente? No necesitas fingir. Yo rengo casi ochenta. Una buena edad para un hombre, gno crees? —Tienes buen aspecto —murmutré. —Gracias. Tu también. ~«Senex bis puer» —dijo él. ~-;Un viejo es dos veces tn chico? —Eso es. Acabo de comenzar con Ia lucha, junto con el kick boxing. —Levanté las manos-. Maravilloso deporte. T'e mostra- ré algunos movimientos mas tarde. Yo me limpié la cara. —Creo que tengo cierta idea. Pero entonces lo empujé un par de veces, r4pidamente, y él cayé de espaldas. Estaba sonrojado por la ira. Por un momento, pensé que luchariamos. Eso nos habria divertido. Pero, antes de que él pudiera reaccionar, yo habia bajado las manos y estaba 102 ya riendo, asi que el meollo de la disputa estaba en saber si él perderia o no la compostura. Se las arreglé para no hacerlo, abriendo, para distraerse, un mueble que contenia un monitor. Lo encendié y cambié a un canal que mostraba el salén de la orgia. Ubiqué a Alicia, que bailaba sola, desnuda. Parecia mds libre de lo que yo la habja visto nunca. —sQuieres ver esto? O prefieres insinuarte a alguien agrada- ble, cuando hayamos terminado aqui. Ni lo uno ni lo otro. --Yo tampoco —dijo él-. No hay nada nuevo para gente como nosotros. Se necesita mucho para excitarnos, si es que hay algo que lo logra por completo. —Qué més queda? ;Por qué hemos hecho esto? —Queda una cosa. ;No lo sabes? —No, a menos que te tomes la molestia de decfrmelo —dije. —E| asesinato. Es la cosa mas profunda y deliciosa. ;Atin no lo has probado? Negué con la cabeza. —Uno debe experimentar todo una vez, jno crees? —Nadie me ha pegado de esa manera jamds —dije. —Qué ldstima. —3Por qué lo has hecho? Tocé mi cuello, mi pecho y mi estémago. —Consideré la posibilidad de ese cuerpo para mi, pero que- rfa algo mds ancho y més grueso. Me sorprende que haya per- manecido colgado tanto tiempo. Aun asi, tenian una excelente seleccién de nuevos «recintos». Me habria quedado bien. A ti no te sienta mal. ;Cémo te sientes dentro de él? Movi los miembros un poco. —Bien, hasta que me has atacado. —gCudnto hace que lo tienes? —Ni siquiera tres meses. —No te he herido, gverdad? —Sobreviviré —dije-. Sélo estoy un poco molesto. Gracias por el interés. 103 —Pensaba més en. tu cuerpo que en ti. Eh, gqué piensas de / mi cuerpo? —Sin esperar una respuesta, se quité la camisa~. A \ veces, lo tinico que quieres es ser capaz de mirarte en el espejo sin desagrado. Yo asenti con la cabeza, pero, obviamente, no asenti dema- siado. —{Qué te parece esto? -dijo. Me estaba mostrando su pene, incluso lo azotaba contra su pierna con orgullo obsceno—. Sim- plemente sigue y sigue. —Incomparable. —Eso es lo que dicen todos. ;Qué tal mis bollos? —Dios, con ésos podrias ser tu propio hot-dog. —Llevo tres afios en este cuerpo. Te acostumbras a los cuer- pos, y a la persona que te vuelves dentro de ellos. Como con los pantalones vaqueros, los Cuerposnuevos son mejores cuanto més se usan. Se te olvida que estds dentro de ellos. Tiré de su estémago. —Mira eso: estoy aumentando aqui, pero no quiero ser per- fecto. Me di cuenta de que la perfeccién enloquece a la gente o ja hace sentirse inferior. —3Puesto que —dije~ la gente quiere conocer las debilidades de uno? —Puede ser —dijo—, nadie se deshace de ellas jamds. Creo que cumpliré otros diez afios, o atin mas, si las cosas salen bien, en este «recinto» antes de mudarme a algo mds apropiado. —Llené su copa una vez més y la alzé—. Por nosotros, jlos pio- neros de una nueva conquista! —Tenemos un secreto en comtn —dije—, ti y yo. :Llegas a discutirlo mucho con otros? ~—«Los nuevos» hablan mucho de ello. Pero yo quiero vivir, no charlar. Me encanta ser un asqueroso joven con estilo. Me encanta fruncir mis labios sexies y ser niimero uno en tenis. jMi servicio puede volarte la cara! Si me hubieras visto antes. Tengo las fotografias en algtin sitio. ;De qué sirve ser rico si es- t4s contrahecho y tienes un labio leporino? ;Fue una broma, un , error, que yo naciera asf! jEste es mi verdadero yo! L . 7 104 —Lo que extrafio —dije— es darle a la gente el placer de co- nocerme. El era imparable. ~-Pronto todos sabran de esto. Habr4 una nueva clase, una élite, una _superclas d supercuerpos. Entonces habrd tiendas “ donde podras comprar él cuerpo que quieras. Abriré una yo mismo, con cuerpos reales en el escaparate, en vez de mani- quies. ;Bingo! ;Quién quieres ser hoy! —Si la idea misma de la muerte est4 muriendo —dije yo-, todos los significados, los valores de la civilizacién occidental desde los griegos, han cambiado. Parece que hemos reemplaza- do la ética por la estética. —jQue vengan los nuevos significados! Eres un conservador, entonces. —No lo crefa asi. Supongo que no sé qué o quién soy. Aun- que siempre es reconfortante conocer a un hedonista, alguien eximido de las convenciones agotadoras que mantienen al resto de nosotros alejado de la fiesta eterna. ~Auin crees que soy sdlo un playboy, gverdad? jMira todos esos libros! ~Sefialé un estante—. ;Me estoy metiendo todo eso! Euripides, Goethe, Nietzsche. Estoy abordando los impondera- bles mas profundos. ;Sabes qué me pasd? ‘Tenia setenta y cinco afios de edad. Mi esposa me abandona, no por un follador viril, sino para convertirse en budista. jPrefiere al viejo de la tripa gorda que a mi! Orras culturas prefieren otras formas corporales, ya sa- bes. Por lo general, mis hijos no se molestan por mi. jEstan muy ocupados con las drogas! Mis amigos estén muertos. Puedo com- prar mujeres, pero no me desean. {No sélo trabajé toda mi vida, sino que luché, peleé y excavé en Ja superficie pétrea del mundo con mis putas ufias! Lo perdf todo y me estaba muriendo y estaba deprimido. ;Crees que queria partir en ese estado? ~Parece duro decir esto, pero eso es una vida, supongo. he. Son los fracasos, las digresiones sin esperanza, los errores, el - desperdicio, los que suman una vida vivida. Si hubiera estado en un pub, habria escupido en el suelo. —No eres mds que un intelectual —dijo—. Yo merecia un a 105 mejor telén final. jCompré uno! Puedo decirte que estoy ha- ciendo otras cosas que valen mucho Ia pena. Escuchemos lo tuyo, ;Qué estds haciendo con tu nuevo tempo? --3¥o? Sdlo soy un sirviente en el Centro. Hizo una mueca. ~Seguirds haciendo eso? ~Definitivamente, no estoy haciendo nada que valga la pena. De hecho, no puedo decirte el alivio que supone tener una carrera detrds en lugar de tener que emprender una. Ahora voy a disfrutar mis seis meses. ~jRealmente vas a regresar a tu vestido de cuerpo viejo y flojo? ~Esto es un experimento. Queria descubrir cémo seria. Pero +> atin tengo miedo de cualquier cosa demasiado... c6ntra natura. Se habfa paseado por fa habitacién. Ahora se senté frente a mf. Adopté un tono mds que profesional; era firme sin ser pro- piamente intimidatorio, aunque parecia que en cualquier mo- mento podia serlo. ~Entonces puedes vender ése —dijo. ( ~¢Vender qué? ~Ese cuerpo, ~Venderlo? ~Si, a mi. Te pagaré bien. Sacards un beneficio sustancial del que tu y tu familia podréis vivir el resto de vuestras vidas. ~;Qué hay de mi viejo cuerpo? ~Yo lo recuperaré para ti. No hay problema. Una bolsa de cuerpo viejo es tan valiosa como un condén usado. —Me mira- ba vehementemente--. Es un buen trato, squé dices? ~Estoy confundido. Tienes dinero. Ve y compra uno nue- vo. Yo fui a un lugar, una especie de hospital pequefio. Seguro que uti hiciste lo mismo. ~Lo hice. ;Crees que esos lugares son faciles de encontrar? Ya no es tan facil. —{Qué quieres decir? ~Tuviste buena suerte o estabas bien conectado —dijo, tam- borileando con los dedos—. Las cosas ya han cambiado. 106 -jEn qué sentido? -No me lo queria decir—. Para decirlo objetivamente —continué-, si la gente quiere cuerpos tan deses- peradamente, podrian eliminar a alguien. A diferencia de ti, no lo estoy recomendanda, sélo sugiriendo lo que parece obvio. Este no es el Unico cuerpo deseable que hay por ahi. ~Los cuerpos tienen que adaptarse. La «marca» en la cabeza te indica si eso se ha logrado. El cuerpo en el que estd4s ahora no es valioso en s{ mismo, pero el trabajo que se le hizo si. La gen- te que lo hace son como dioses, alargan la vida. Unicamente hay tres 0 cuatro médicos en el mundo hoy que pueden llevar a cabo esta operacién, y son como los hombres que hicieron la bomba atémica, odiados, admirados y temidos, tya que han cambiado la naturaleza de la vida humana.| —:Conoces a estos artistas del cuerpo? —Puedo llegar hasta uno de ellos —dijo él-, ¥ tengo conoci- dos enfermos que pagarian una buena suma para ser traslada- dos a otro «recinto» corporal. —Gente que lo daria todo en jugar de morir. Puedo enten- der eso. ;Guau! Estoy muy solicitado —dije-. Pero esperaré a que se acaben mis seis meses, Cul es la prisa? —Podrfa haber alguien muriendo con terribles dolores y po- cas semanas de vida por delanre. Tal vez no pueda esperar a que tu pequefia prueba Ilegue a su fin. —Como suele decirse, asi es la vida. —3De qué cofio estas hablando? —2Es alguien que conozcas? —pregunté—. ;Un amigo o una amante? —Callate! —Bien. Pero eso es lo que he decidido hacer —dije-. No ce- deré mi cuerpo a nadie. Acabo de instalarme en él. Nos esta- mos adaptando. ~jPero tu ni siquiera lo quieres! ;Qué pueden importar unos cuantos meses cuando vas a regresar? Te aconsejaria muy encarecidamente que lo vendieras ahora. —Encarecidamente, jeh? —Si yo fuera ti, no querrfa ponerme bajo un peligro in- 107 necesario. No eres ef tipo de persona capaz de cuidarse a si misma. —Marte, es mi decisién. No quiero tm dinero, y no quiero que mis «vacaciones corporales» se interrumpan. Tenia dificultades para controlarse. Una especie de ansie- dad y de ica lo inundaba. Deambulé por el camarote, sin mos- trarme la cara. —La demanda esté ahi ~dijo—. Los cuerpos de mujeres jéve- ¢ nes, por los cuales siempre ha habido una bonificacién, tienen mucha demanda en los Estados Unidos. Estas mujeres desapa- zecen en las calles, no para ser robadas o violadas, sino para ser asesinadas sin dolor. Hay madquinas que pueden hacer eso, en cuya fabricacién espero participar. Es un hermoso procedi- miento, Leo. Los cuerpos metidos en bolsas se mantienen en grandes c4maras refrigeradas, esperando a que la operacién sea mas simple. Cuando llegue a ser como introducir un motor en un coche, en lugar de tener que redisefiar el coche cada vez. La gente incluso podria comenzar a prestarse cuerpos para salir, de la misma manera que las chicas comparten la ropa hoy en dia. Se diran algo asi como «;Quién usar4 el cuerpo esta noche?». yNe hay vuelta atrds. La inmortalidad es el lugar adonde algu- nos de nosotros nos dirigimos, guste o no. Pero habré algunas personas para quienes serd demasiado tarde. Estaba interesado en conocer a alguien en mi situacién y me hubiera gustado pasar por lo menos una soche con un gru- po de Cuerposnuevos —nosotros, inmortales de cera—; sentados alrededor de una mesa de juego, discutiendo el pasado, del cual habria habido bastante, sin duda. En cualquier caso, su tono me preocupd. Tenia miedo y queria salir de alli, pero él habia cerrado la puerta con lave. No querfa provocarlo; parecia capaz | de cualquier cosa. Asf que cuando dijo: «Ven, mira esto, puede is que te interese», fui con él. Lo segui por estrechos y sinuosos corredores. Pasamos por una puerta en cuyo exterior hacian guardia dos hombres gran- des con camisa blanca de manga corta. Matte les hizo una sefia con la cabeza e intercambié unas cuantas palabras con uno de 108 ellos en griego. Iba a preguntarle a Matte qué era lo que guar- daban, pero ya habia sido demasiado curioso. Recorrimos otro pasillo. Por fin, Matte llamé a la puerta de otro camarote, una voz inglesa con acento de clase alta dijo: —Adelante. La habitacién estaba oscura, salvo por la luz de una lampa- ra de mesa. Ante un escritorio estaba sentada una mujer de unos treinta afios, escribiendo y escuchando musica de big band discreta. Su ropa parecia de otro tiempo, del de mi ma- i dre, quiz4, aunque veia que no era el caso de sus dientes ni de ; su cabello. De haber tenido que definir lo que habfa de extrafio en ella, habria dicho que parecfa una actriz, de una pelicula his- ° térica cuya salud y apariencia fisica desmentian la época que in- tentaba representar. Matte se acercé a ella. Hablaron y ella continuéd su trabajo. El se paré junto a mf en la puerta y susurré: —Esa mujer es una psicéloga infantil, un genio en su cam- po. Hace unos afios, cuando era hombre, cuidaba de uno de mis hijos, que estaba gravemente perturbado. Conoce casi todo sobre los seres humanos. Cuando estuvo enfermo, no hace mucho, le pagué para que se convirtiera en un Cuerpo- nuevo. Tenja artritis y estaba doblado. Necesitaba terminar su libre y continuar ayudando a la gente, como mujer. ;No pien- sas que eso es una accién bastante caritativa? —Me lanzé una mirada que suponia debia avergonzarme-. Ella no esta fregan- do suelos y buscando sexo. —Cerré la puerta—. ;Qué le pre- guntar{as? —Cémo morir, supongo. Z —La muerte ha muerto.> ~ —Oh, no, todos la extrafiaran y habrd ottos psicélogos —dije— que desarrollaran el trabajo de él 0 ella. —Ella puede hacer eso por s{ misma. La vida renovandose a sf misma. —:Cémo va su libri —Parece que necesitara varias vidas. Es... minuciosa. ~Lo has leido? ib 109 , —Una caja de notas? Pasa la mayor parte del tiempo en cu- bierta para «pensar», Tiene demasiado sexo para mi gusto. Te daré la razén en una cosa: iria mds rapido si pensara que va a J morir. Desearfa que actualizara sus gustos también. Insiste en escuchar esa vieja musica, que me recuerda tiempos que quiero olvidar. —Supongo que no puedes forzar a nadie a que le guste el speed garage —dije—. {Tus hijos te han visto ahora? -Ellos no saben dénde estoy. No me hablan. Cuando en- vejezcan, si saben comportarse, les conseguiré cuerpos nuevos como regalo de cumpleafios. —3;Querran eso? —A esos crfos locos les encantar4. Han estado en grupos de miuisica, en clinicas y todo lo demas. Se agotan, ya sabes, el esti- lo de vida. De esta forma pueden continuar. Retraso el mo- mento de decirselo porque sé que van a querer un nuevo co- mienzo de inmediato. —iQué hay de malo en ello? \ ._—Si no han sufrido lo suficiente, no lo apreciaran. Esto no “es para cualquiera. No queria escucharlo ni discutir mas. Igual que con Ralph- Hamlet, hallé inquietante el encuentro. Los dos, Matte y yo, éramos unos mutantes, fendmenos, humanos inhumanos, un yf hecho que por lo menos podia olvidar cuando estaba con gente real, aquellos con la muerte dentro. —Necesito ver dénde esta Patricia —dije. Por un momento pensé que no me dejaria ir. Pero ;qué po- dia él hacer? Aun cuando se veia que pensaba intensamente. Entonces nos dimos la mano. —Hay muchas mujeres aquf que se sentiran atrafdas por ti —dijo—. Toma la que quieras. —Gracias. —Debes pensar mas seriamente en la venta del cuerpo. -Me dio su tarjeta y me miré de arriba abajo una vez mds—. Soy tu hombre, el primero de la fila con una bolsa de dinero. Cuidate. Sabfa que me observaba mientras me alejaba. 110 Caminé hacia fuera. La luna y las estrellas brillaban; el aire estaba templado. Muchos de los invitados se habfan reunido en cubierta y bailaban salvajemente, gritando y silbando. La mujer Cuerponuevo que hab{a reconocido antes estaba actuan- do: daba patadas, se contoneaba y cantaba delante de un gui- tarrista y un pianista, alentandonos a idolatrarla como ella se idolatraba a si misma. ~:Cémo se llama? —le pregunté a alguien. ~Sefiorita Renacimiento —me dijo. Cuando toqué a Patricia en el hombro ella me tomé en sus brazos. ~Te he buscado por todas partes. —Estaba hablando con Matte. ~Queria tu opinion de las cosas, 3eh? —dijo ella, con sarcas- mo innecesario. —No puedo decir que haya aprendido mucho sobre él. ~gPor qué no? -dijo—. Yo, aqui arriba, he ofdo rumores y fantasias. Su familia es rica, eso seguro. —~jNada mas? ~Bésame. —Lo hice-. Aparentemente, su amado hermano, que es mucho mis viejo que dl, est4 muriendo de una enferme- dad incurable. ~ Su hermano? —~Muriendo dolorosamente, en este barco, dicen que en un camarote cerrado. —:De verdad? —Esté a unos metros de nosotros, mientras retozamos aqui. —Recordé a los dos hombres que guardaban la puerta—. Eso te hace pensar. ~;Por qué no bailamos mientras atin queda tiempo? No puedo creer a esa cantante. Mira cémo se mueve. ~Oh, si—dijo-. ;Por qué no me lo has pedido antes? ~No es demasiado tarde. —~Pequefio mentiroso, no estabas hablando con Matte ~di- jo—. Estabas fornicando. Eres todo verga. ;Cudntos habia? —Demasiados para mencionarlos. —Entiendo que si ti y yo vamos a estar juntos es algo con lo que tendré que vivir. —Asi es. Su cabeza estaba en mi hombre. Mientras baildbamos po- dria pensar en lo que Matte habia dicho. No era dificil ver por qué queria mi cuerpo para su hermano. Peto ;por qué no com- praba uno, como habia hecho yo? Eso era lo que no podia en- tender, por qué se emperraba conmigo. Traté de olvidarme de eso. Comencé a disfrutar el baile con Patricia, a abrazarla y besarla, inspeccionando los pliegues y las arrugas de su cuello viejo y de sus brazos rollizos, el exceso de carne de su cuerpo vivo, y sosteniendo sus manos moteadas. Pensé en algo que él habia dicho: «;Quién quiere un montén de Cuerposviejos andando por el mundo? Son feos y de costoso mantenimiento. Pronto serdn irrelevantes.» Atin habia algo en ella que yo no queria dejar ir. Su cuerpo V; alma eran uno, ella era «real», pero ;qué valor podia tener esta nocién comparada con la de la inmortalidad? Matte me habja Ilenado de angustia y malos presagios. No sabia cudnto rato hacia que Patricia y yo bailabamos, pero su- puse que la noche habia acabado. Debfamos de haber rodeado las islas y regresado al punto de partida. Llevaba demasiado tiempo en aquel barco. Patricia tenia las manos dentro de mi camisa. —Me haces sentir empapada. Te deseo de nuevo. No puedo esperar para tenerte. —Tendrias que esperarme un poco —dije. —jPor qué? —Oh, no lo sé. Estoy cansado. Mira —dije-, hay bastantes hombres aqui. También hombres solos. Podia ver por lo menos tres o cuatro tipos de buena com- plexién, de pie alrededor del borde de la pista. —Dime algo —dijo. Noté una nueva claridad en sus ojos—. No me dirds la verdad, lo sé. Pero me enteraré de todas formas. Tocarme, besarme, lamerme..., jes algo que preferirfas no hacer? 3Mi cuerpo te desagrada? 112 Su aspecto fisico, su cuerpo, no me parecian repelentes, de hecho. Mi hermana era enfermera. Me habia ensefado a no en- contrar repelentes los cuerpos, sdlo a la gente que hay dentro de ellos. Era la actitud de propietaria lo que encontraba dificil en Patricia, Mientras yo pensaba en esto, ella me miraba. —Ahora lo sé —dijo ella, Pensé que era eso. He necesitado un tiempo para darme cuenta. —Si —dije~. Lo que ti me haces es una réplica de lo que los hombres les hacen a las mujeres, rebajarlas y humillarlas. Es fas- cista. Pacricia, ;qué pasé con Ja revolucién? Retrocedié unos pasos, alejandose de mi, como si algo hu- biera explotado en el interior de su cuerpo. Yo me escabulli, moviéndome rdpido. No queria escapar de ella. De soslayo habia visto a Matte sefalandome, junto a otro hombre, que trataba de ubicar dénde me hallaba. Otros hombres se le acercaban. Me movi alrededor, al otro lado del yate, y me quité la ropa hasta quedar en pantalones. Até mis zapatos uno con otro y los inserté en la parte trasera de los pantalones. Podia ver al- gunas luces a lo lejos, en la orilla. Se hacfan los preparativos para el desembarco, pero costaria un rato. No podfa esperar. Me encaramé a la barandilla y me tiré al mar. Habjfan pasado uno cuantos minutos desde que emergi y comencé a nadar cuando escuché unas voces. Habia chapoteos a mis espaldas. Otros se me estaban uniendo. ;Por qué? Me de- tuve un momento y me volvi. Bajo la luz del barco, pude dis- tinguir que quienes me segufan no eran mujeres del Centro sino hombres del barco. No eran juerguistas, ni drogados ni borrachos. Nadaban con un propésito, evitando agitar el agua. Debian de ser los hombres de Matte. Eran rdpidos y fuertes. También yo lo era y contaba con la ventaja. Sali del agua corriendo, me puse los zapatos y aceleré al maximo a lo largo de la playa y al entrar en el pueblo. Algunos bares y discotecas atin estaban abiertos. La plaza estaba atin lle- na de ruido y gente. Podia haber desaparecido entre la multi- tud en cierto punto, pero :después qué? Pronto comenzarian 113 todos a dispersarse. Como fuera, no queria arriesgarme a trope- zar con cualquiera de mis otros enemigos. Me apresuré a través de los callejones estrechos hacia el Centro. Estaba desierto cuando llegué, para mi alivio. Me relajé un poco y me preparé una taza de té. Me esconderfa allf hasta el amanecer. Pero cuanto mds pensaba en ello menos seguro me sentia. Los hombres que me seguian parecian decididos. A Matte no le hubiera costado ningtin trabajo encontrar dénde vivia, y era despiadado. Mientras recogia mi neceser y algunas otras cosas que habia en el tejado, me parecié ofr que alguien agitaba el pomo de la puerta, en la pared. No of voces femeninas. Cogi, apresurando- me, varias prendas de mujer que se hallaban tendidas y las meti en mi mochila. Cuando of voces dentro del edificio y vi centellear una lin- terna, salté del techo def sector de alojamiento al techo de la cocina. Brinqué por el costado del edificio hasta un estrecho sa- liente de cemento que habia debajo. Saba que ahora sdlo se podia salir bajando por el costado de la colina. No estaba segu- ro de cudn empinada era exactamente, pero no tenia dudas de que era un desnivel excesivo. No sélo eso, el terreno estaba accidentado, Mientras me balanceaba alli, tratando de decidir qué hacer, fui consciente de lo fuerte que es el deseo de vivir. Si se hubiese tratado de eso, podia haber permanecido en aquel saliente durante dias. Me habia deprimido algunas veces en mi vida, incluso habfa tenido impulsos suicidas. Pero no estaba listo para rendir mi cuerpo y mi mente. Queria vivir. Salté. Debieron de ser seis metros de altura. Después de tocar tierra, cada paso tambaleante era peligroso. Parecia roco- so y arenoso al mismo tiempo. No podia detenerme a pensar. Resbalé y cai !a mayor parte del tiempo; me era imposible Mantenerme en pie. Todo mi cuerpo recibié cortes. ;De qué estaba hecho el follaje? sHojalata? ;Navajas? Era como rodar sobre vidrio roto. Sin embargo, hasta donde yo sabfa, no me seguian. 114 Me detuve al pie de la colina. No ofa que nadie me siguie- ra. Esperé a que la noche avanzara un poco mds. Me movi con precaucién hasta la playa. Para entonces, incluso los que forni- caban se habian ido. irrumpi en el aseo de un restaurante vacio, donde me lavé y afeité la barba. Después me acosté en unos bancos y me cubri con una lona alquitranada kiimeda. Alrededor habia criacuras resbaladizas, insectos y perros, y hombres que querian mi cuer- po. No dormi. Estaba en el puerto antes de que amaneciera,-esperando’ el primer barco que me Ilevara de regreso a El Pireo,-Llegaria a Atenas y decidirfa mi siguiente movimiento. Me habia cubierto la cabeza con un echarpe largo y ligero, Ilevaba una falda cefiida y gafas oscuras. No abordarfa el barco hasta el ultimo momento. Estaba sentado en la parte trasera de un café cuando al- guien susurré el nombre que tontamente yo habia elegido en mi arrogancia. Entonces, al mismo tiempo que pensaba en co- rrer de nuevo, comencé a temblar de terror. Alicia, por supuesto, hab{a venido a buscarme. —3Cémo me has encontrado? —dije, sefialando mi vesti- menta—. ;Me quedan bien estos colores? —Si, pero no todos a la vez. —Algunos hombres de la isla han yuelto a amenazarme. Sé que trabajan aqui. —Pensé: ;Qué harfa yo? ;Dénde me ocultaria? Y ahf estabas ti. —Claro —dije—. ¢Llamo la atencién? -Sélo para mi. ;Nadie ha tratado de ligar contigo aun? —Compongo una figura demasiado trdgica. —Una figura trdgica con unas orejas peludas muy poco fe- meninas —dijo. Tomamos café y luego agrego—: Estas huyendo. —Es tiempo de continuar. ;Te lo has pasado bien esta noche? —Pasé algo extrafio. Te lo contaré en otra ocasién. No me quedaré en el Centro mucho més tiempo. Patricia se volver4 con- tra mi cuando sepa que te has ido. Me decepciona que huyas asi. ~Lo siento si te he complicado la vida, pero ella nunca me dejard en paz. 115 —Es el precio que hay que pagar por la belleza. ;Atin no te has acostumbrado? Me ponfa nervioso ver cémo cargaban el barco. Le pregun- té si le importarfa comprarme un billete en la oficina del puer- to. Veia a varios posibles candidatos a hombres de Matte. En el barco, me escondi en el bafio de mujeres. Luego tuve que salir, cuando la gente comenzé a aporrear la puerta. Pensé que estaba agotado. Llegué a la cubierta de los coches y me oculté bajo una manta, en el asiento trasero de un Mercedes. El barco atracé y el conductor subié sin advertirme. Fuera, mien- tras los coches hacian cola para salir, salté del auto y corri. Ace- leré al maximo, lejos de alli y hacia la multitud, y paré un taxi. 7 No estoy seguro de por qué, pero regresé a la parte de Lon- dies que conocia. Me sentia mds seguro y mas c6modo mental- mente en un lugar familiar. En tu propia ciudad no tienes que pensar dénde estas. Ser perseguido me habia atemorizado; aho- ra estaba asustado. No tenia idea de si Matte atin me estarfa si- guiendo. Debi de convencerme de que habfa perdido interés por mi. Tal vez su hermano habia muerto; tal vez hab{fa encon- trado otro cuerpo. Sin embargo, soy lo bastante viejo como para saber cudn poco de nuestros pensamientos guarda relacién con el estado real de las cosas. Me regiscré en el mismo hotel deprimente de antes. Cuando necesitaba dinero trabajaba en una fabrica empaquetando juguetes navidefios. Quiz4 Matte tenia razén y habia sido un error «contra- tar un cuerpo por seis meses. No tenia empo para comenzar una nueva vida como una persona nueva, y, mientras esperaba el re- greso, extrafiaba mi antigua vida. Estaba en el limbo, una sala de espera en el que no habia nada de realidad, sino bastante angustia. Una mafiana a las ocho, alguien llamé a mi puerta. En aquel hotel siempre llamaban a la puerta: refugiados, la- drones, prostitutas y traficantes de drogas; gente que jamds po- 116 dria comprar cuerpos nuevos o incluso alimentar adecuada- mente el que ya tenfan; personas que buscaban a otras personas y nadie que quisiera hacerte un favor, a menos que fuera a cam- bio de otro. Sin embargo, por lo comuin se anunciaban. Y esta vez no habia respuesta. Quiz4 Matte habia venido por mi cuerpo. Yo habfa visto la pelicula. Fuera habia hombres con traje oscuro. Mientras ellos derribaran la puerta a patadas yo me esconderfa en la ducha con mi arma, o saldria por la ventana del bafio y bajarfa por la escalera de incendios. Ese era el itinerario del joven y yo no era un hom- bre joven en mi mente, por més eldstico que fuera mi cuerpo. Porque habfa otra parte de mi, mi mente vieja si quieren, que es- taba ya indignada por la violacidn, por su insolencia. Mi cuerpo no estaba en venta, aunque por supuesto yo lo habia comprado. —;Cémo me has encontrado? Alicia estaba sentada en la cama. Yo estaba de pie mirando- la. Se habia afeitado la cabeza y habfa engordado. Llevaba una camiseta con un nudo delante. —3Por qué te has dejado barba? —Alicia, espero ser tomado en serio. Habia olvidado lo nerviosa que era. —Estoy contenta de verte, Leo. {Te molesta mucho que venga a visitarte? —No tanto como tt crees. Pero sf necesito saber c6mo me has localizado. -No se lo he dicho a Patricia, no esta abajo, si eso es lo que te inquieta. Revisé tus cosas una vez... tratando de..., queria sa- ber quién eras. Ya sabes, supongo, que eres tan evasive como un espia. Lo cual me convirtié a mi en una espia. Enconeré un recibo de este hotel y escribi la direccién en uno de mis poe- mas. Aun asi, si quieres estar a solas, ;por qué no habrias de es- tarlo? ;Quieres que me vaya? ~Iré contigo. Salgamos de aqui. Nunca me quedo en esta habitacién durante el dfa. Me estaba poniendo el abrigo. ~—Escribes —dijo. 117 Habia unos papeles sobre una pequefia mesa, en un rincén del cuarto. —No mires eso, por favor —dije. —;Por qué no? —jDéjalo! Estoy tratando... de escribir algo sobre un hom- i bre viejo en el cuerpo de uno joven. —Llevas escrito bastante. ;Es una pelicula? —Ella volvia las paginas—. Hay didlogo. Esta dispuesto de forma profesional. ¢Has escrito antes? —Td me alentaste, Alicia. —Fue al revés. ;Tratards de venderlo? —Nunca se sabe. Dame eso. —Eres un chico muy extrafio! Le quité los papeles y los puse debajo de la cama. Cuando estuyimos en el café le pregunté: —iCémo est mi amiga Patricia? —Qué buscapleicos eres. La gente habia pagado para asistir a sus clases pero ella se negaba a salir de la cama. Le mostraste que algo era posible, cierta intensidad de sentimiento con un hombre, y se lo quitaste. Me llamé y hablamos de ti durante horas, preguntdndonos quién eras. Maldecia y loraba. Su Gni- co alivio Hlegé cuando aquel hombre del barco vino a verla. --:Qué hombre? —EI playboy. Matte. —:Qué pasé, Alicia? —Me pidieron que saliera de la habitacién. Lo escuché todo desde fuera, junto a la ventana. —¥? —Dijo que le debias algo. No dijo qué era. 3No le pediste dinero prestado? ~Yo negué con la cabeza-. El queria encon- trarte, queria saber si hab{a alguien que te conociera. —Amenazé a Patricia? —No tuvo que hacerlo. Ella estaba encantada de hablar du- rante horas de los detalles de tu caracter, en la medida en que los conocia. Eso no le interesaba a Matte. Por supuesto, ella no sabe dénde estas. Dejé la isla unos dias después y me dirigf a Atenas. 118 Te siguieron? —;Por que iban a seguirme? ;Qué pasa? —dijo—. :Sabes qué queria Patricia? Que llevaras el complejo con ella. Me hubiera gustado hacer eso —dije-. Durante un tiempo. Habria sido divertido. También imposible, por supuesto, con su actitud hacia mi. —:Lo habrfas hecho? —dijo—. No tienes ninguna duda? —:Quée? —;De ti, de lo que eres capaz? Eso te hace diferente de muchas personas. Diferente, de hecho, de la mayoria de las personas. -Si -dije—. Tengo dudas. Simplemente no quiero que se entrometan en el camino de mis errores. —Algo mds sucedié —dijo—. No te he contado la- historia completa. Cuando desapareciste del barco esa noche... —Si, lo siento, no podia soportarlo... —Algunas personas volvieron al Centro. Pero yo me quedé vagando para ver si regresabas. Gran parte de nuestro grupo per- manecié en el barco hasta después del desayuno. El amanecer fue precioso. Matte se acercé a mi. Se percaté de que yo era del Cen- tro. No soy como las otras personas que él conoce, con sus cuer- pos perfectos. Me llevé a su cuarto. Querfa informacién de ti. —:Queé le dijiste? --Se senté frente a mi, y abria y cerraba las piernas como una trampa. Estaba casi tan guapo como tu. Le prometi que le dirfa todo lo que quisiera de ti si me follaba. Le dije que era una virgen anorgdsmica. Era hora, ;lo ves? Estaba divirtiéndose y parecta saber de esto. «Aparentemente, el uso de las virgenes», me dijo, «prolonga la vida. El director de una escuela romana para sefioritas vivid ciento cincuenta afios, en lugar de ingerir las células deshidratadas de fetos porcinos, o de beber aceite de vibora.» Al parecer pensaba que era un intercambio justo. Me follé duro, alli mismo, en el suelo. Fue maravilloso. Siempre es asi? Estoy embarazada. ~iDe dl? sDe Matte? -No me preguntes si lo tendré —dijo, dandose palmadita en el estémago. 119 —El mundo esta lleno de mad

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