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ESTUDIOS La autobiografia como desfiguracién* Paul de Man La teoria de la autobiografia eseé plagada por una serie recurrente de inter ¥ acercamientos que no son simplemente falsos, en el sentido de resultar forzados 0 aberrantes, sino que son limitadores, por asumir presu- puestos acerca del discurso autobiogrifico que son de hecho muy probleméticos. Tales teorias se ven constante- mente obstaculizadas, con monotonia esperable, por una serie de problemas que les son inherentes. Dado que el concepto de género designa una funcién estética y una funcién histérica, lo que estd en juego es no solo la dis- tancia que protege al autor autobiogrifico de su experien- cia, sino también la posible convergencia de estética ¢ historia, La inversién que entra en juego en tal conver gencia, especialmente cuando se trata de la autobiografia, es considerable. Al convertir la autobiografia en un géne- ro, e la eleva por encima de la categoria liveraria del mero reportaje, la crénica o la memoria, y se te hace un sitio, J, aunque modesto, entre las jerarquias canénicas de los ge Peete i rene aig implica cierto embarazo, ya \ que, comparada con Ia tragedia, la épica o la poesia lirica, Ja autobiografia siempre parece deshonrosa y autocompla- ciente de una manera que puede ser sintomética de su in- | compatibilidad con la dignidad monumental de los valores estéticos. Cualquiera que sea el motivo de esta situacién, la autobiografia empeora las cosas al responder pobremen- | teaceste ascenso de categoria. Los intentos de definir la autobiografia como género parecen venirse abajo entre pre- | pumertneat cet, Pack baer autobiogra- | fla antes del siglo xvi, 0 es un fendmeno especificamente | _ prerroméntico y romédntico? Los historiadores del géne- } | rotienden a afirmar lo dltimo, lo cual plantea inmediata- mente la cuestién del elemento autobiogréfico en las Gonfesones de san Agustin, cuestibn que, a psar de cier- tos aguerridos esfuerzos recientes, esté lejos de ser resuel- ‘2, Puede escribirse una autobiografia en verso? Incluso, algunos de los més recientes tedricos de la autobiografia, niegan categéricamente esa posibilidad, aunque sin espe- cificar sus razones. De esta manera, resultaria irrelevante considerar The Prelude de Wordsworth en el contexto del estudio de Ia autobiografia, exclusién que a cualquier in- vestigador de tradicién inglesa le pareceré injustificable. Empirica y teéricamente, la autobiografia no se presta cilmente a definiciones tedricas, pues cada ejemplo espe- {= Teaducciin de Angel G. Lourizo. «Auobiogrphy As DeFacemente fue ‘bles orginalmene en Neder Language Naw 94 (1973) 919930, rim io esa libro The Rhcovic af Romanticom, Nacts York, Columbia Univer sity Prem, 1994, pp 67-81. Agadecemer a Johns Hopkins Univesity Pre ermiso pur eadcir y publica exe anulo, 23ISUPLEMENTOS ANTHROPOS ‘La autoblogratfa come destiguracién cffico parece ser una excepeién a la norma, y, adeanii ae ‘obras mismas parecen solaparse con géneros vecinos © sie cluso incompatibles; y tal vez el detalle mis reveladorses que, mientras las discusiones genéricas pueden tener gran valor heurisitico en casos como el de la tragedies él de la novela, resultan terriblemente estériles en el cama de la autobiografia. Otro intento recurrente de circunscribir la autobiogs= ffa, ciectamente més fructifero que las clasficaciones a= néricas, aunque tampoco resuelva nada, trata de establesee una distincidn entre autobiografla y ficcién. La autobace ia patece depender de hechos potencialmente reales ¥_verificables de manera menos ambivalente que la fi cin. Parece pertenever aun modo de referencialidad, de resentaciOn y de diggesis més simple que el de la fic on. Puede contener numerosos suedios y fantasmas, pers estas desviaciones de la realidad estén enclavadas en ws sujeto cuya identidad viene definida por la incontestable legilibilidad de su nombre propio: el narrador de las Cor fesiones de Rousseau parece estar definido por el nombre y por la firma de Rousseau de manera més universal, gin admite el propio Rousseau, que en el caso de su no vela Julie. Pero gestamos tan seguros de que la autobiografia depende de un referente, como una fotografia depende de su tema o un cuadro (realist) depende de su modelo? Asi mimos que la vida produce la autobiografia como un, acto produce sus consecuencias, pero ¢no podemos suge- rir, con igual justicia, que tal vez el proyecto autobio- grafico determina la vida, y que lo que el escritor hace esti, de hecho, gobernado por los requisites técnicos del autorretrato, y esta, por lo tanto, determinado, en todos sus aspectos, por los recursos de su medio? Y, puesto que: la mimesis que se asume como operante en la autobiogm fia es un modo de figuracién entre otros, zes el referents, quien determina la figura 0 al revés? No seri que le ilusién referencial proviene de la estructura de Ta igus, dain one io alan rales absoluto, sino algo similar a una ficcién, la cual, sin em =e 2? Owe > En una nota a pie de pagina en su exposicign de la figuracién en Proust, Gérard Genette plantea la caer tién de manera muy correcta, cuando sefiala una articu lacién especialmente acertada que Proust establece entee dos modelos de figuracién que hacen uso de imagenes de flores y de insectos al describir el encuentro entre Chas lus y Jupien. Este es un efecto de lo que Genette llamas luna concomitancia (cronometracién perfecta), acerca de Ja cual resulta imposible decir si se trata de un hecho @ de una ficcién, ya que, afirma Genette, «basta [.]sizaae se fuera del texto (ance él) para poder decir también que Ja concomitancia ha sido preparada para producir la me 1éfora. Solo en el caso de una situacién que se le viene impuesta al autor por la historia o lat y que es por lo tanto no ficticia[..] se le impone al imo tiempo al lector la hipétesis de una causalidad nética en la que la metonimia es la causa y la met el efecto, y no una causalidad teleolégica en la que Ie 13 {=sel fin y Ja metonimia los medios (y asf, segtin ‘susalidad, la metfora seria la causa y la meto- <1 efecto), estructura que es siempre posible en el | una ficcién hiporéticamente pura. No hace falta que en al caso de Proust todo ejemplo tcomado de puede promover, a este nivel, un debate infi- Jentre una lectura de esa obra como fiecién y una lec- ‘como autobiografia. Pero tal vez. conviene quedarse de este torniquete>.! Barece, entonces, que la distincién entre ficcién y auto- ia no es una polaridad o/o, sino que es indecidible. 255 posible permanecer, como Genette Io quiere, dan 42 una situaci6n indecidible? Como puede atestiguar jera que haya quedado atrapado alguna vez en una exa girstoria, esa experiencia es realmente de lo més 1odo, y mucho mis en este caso, dado que este tor- te es capaz de sufrir una aceleracién infinita, y, de 10, NO 5 sucesivo sino simultdneo. Un sistema de di- aciacién basado en dos elementos que, en palabras de worth, «no es ninguno de ellos, y es ambos ala vez», B es probablemente corrects. Taautobiografla, entonces, no es un género o un modo, Duna figura de lectura y de entendimiento que se da, ‘ierto punto, en todo texto. El momento autobiogré- tiene lugar como una alineacién entre los dos sujetos licados en el proceso de lectura, en el cual se determi- ‘ban mutuamente por una sustituciOn reflexiva mutua. La ‘erructura implica tanto diferenciacién como similicud, esto que ambos dependen de un intercambio sustitu ‘que constituye al sujeto. Esta estructura especular est Sexeriorizada en todo texto en el que el autor se declara 0 de su propio entendimiento, pero esto meramente ce explicita la reivindicacién de autor-idad que tiene lu- siempre que se dice que un texto es de alguien y se me que es inteligible precisamente por esa misma ra- a. Lo que equivale a decir que todo libro con una pigi- ‘=: titular inteligible es, hasta cierto punto, autobiogrifico. Pero, justo en el momento en que parece que afirma- 5 que todo texto es autobiogralico, deberlamos decit or la misma razn, ninguno [o 5 0 Jo puede ser. Gificultades de definiciOn genérica que afectan el es- o de la autobiografia repiten una inestabilidad con- sancial que desmorona el modelo tan pronto como éste eda establecido. La metfora de la puerta giratoria que ‘Genette nos ayuda a comprender Ia razén de ese fraca- ‘pues apunta acertadamente al movimiento giratorio ‘Is topos y confirma que el momento especular no rialmente una situacién o un acontecimiento ‘puede ser localizado en una historia, sino que es la -acién, a nivel del referente, de una estructura lin- <2. El momento especular inherente a todo acto de niento revela la estructura tropolégica que sub- ‘tod2 cognicién, incluido el conocimiento de uno > El interés de la autobiograffa, por lo tanto, no ra- que ofrezca un conocimiento veraz de uno mi © lo hace sino en que demuestra de manera ente la imposibilidad de totalizacién (es decir, de m4 La autoblogrtia como deatiguracién llegar a ser) de todo sistema textual conformado por sus- tituciones tropolégicas. Tas autobiografias, a través de su insistencia tematica cen el sujeto, el nombre propio, la memoria, el nacimien- to, el eros y la muerte, y en la doblez de la especularidad, declaran abiertamente su constitucién cognitiva y tropo- ogica, pero se muestran también ansiosas de escapar a las coerciones impuestas por ese sistema. Los escritores de ‘autobiografias, al igual que Tos que escriben sobre auto- biograffas, estn obsesionados por la necesidad de despla- zarse de Ia cognicidn a la resolucidn y a la accién, de la autoridad especulativa a la autoridad politica y legal. Phi- lippe Lejeune, por ejemplo, cuya obra despliega con mi- nuciosidad ejemplar todos los acereamientos a la autobiografia, insiste obcecadamente —y llamo obcecada, a esta insistencia porque no parece estar fundada ni en argumento ni en evidencia— en que la identidad de la auto- biografia no es solo representacional y cognitiva, sino con- ‘actual, basada, no en tropos, sino en actos de habla, El hombre en la pagina del titulo no es el nombre propio de un sujeto capaz. de autoconocimiento y entendimien- to, sino_la firma que da al contrato autoridad legal, aun- que no le da en absoluto autoridad epistemologica. El hecho de que Lejeune use «nombre propio» y «firma» de ‘manera intereambiable apunta, al mismo tieripo, a la con- fusién y 2 la complejidad del problema, puesto que, al igual que le resulta imposible permanecer en el sistema sropolégico del nombre, y de la misma manera en que se ve forzado a desplazarse de la identidad ontoldgica a Ia promesa contractual, tan pronto como la funcién per- formativa queda afirmada es reinscrita inmediatamente en. constrefiimientos cognitivos. De ser figura especular del autor, el lector se convierte en juez, en poder policial en- cargado de verificar la autenticidad de la firma y la con- sistencia del comportamiento del firmante, el punto hasta, cl que zespeta o deja de respetar el acuerdo contractual que ha firmado. Al principio la autoridad trascendental tenia que ser compartida entre el autor y el lector 0, lo que es lo mismo, entre el autor del texto y el autor en el texto que lleva su nombre; pero ahora la pateja especu- Jar ha sido reemplazada por la firma de un “nico sujeto, que ya no se repliega sobre sf mismo en un entendimien- +0 especular. Pero el modo de lectura de Lejeune, al igual que sus elaboraciones tedricas, muestra que la actitud del lector hacia este «sujeto» contractual (el cual ya no es, de hecho, un sujeto en absoluto) toma de nuevo un cardcter de autoridad trascendental que le permite convertirse en juez del autobiografiado. La estructura especular ha sido desplazada, pero no superada, y entramos de nuevo en un sistema de tropos en el momento mismo en que preten- diamos haberlo abandonado. El estudio de la autobiogra- fia estd aprisionado en este doble desplazamiento, en Ia necesidad de escapar de la tropologia del sujeto y Ia igual- imente inevitable reinscripcion de esta necesidad en wn mo- dela especular de conocimiento. Propongo ilustrar esta abstraccién con la lectura de un texto autobiogrifico ejem- plar: los Essays upon Epitaphs, de Wordsworth? SUPLEMENTOS ANTHROPOS20 nena EstuoI0s Consideraré no solo el primero de estos tres ensa- yos (que Wordsworth también incluyé, como una nota, al libro VIT de la Excursion), sino la secuencia de tres tensayos consecutivos, escritos presumiblemente en 1819, que aparecieron en The Friend. No se necesitan extensas consideraciones para poner de relieve los componentes autobiograficos de un texto que, de manera compulsiva, pasa de ser un ensayo sobre epitafios a ser él mismo, un epitafio y, més especificamente, la propia inscripcién, monumental o autobiografia del autor. En esos ensayos aparecen citados numerosos epitafios tomados de diver- sas fuentes, tanto de libros ordinarios del estilo de Ancient Funeral Monuments, de John Weever, que data de 1651, como de obras literarias elevadas escritas por Gray o Pope. Pero Wordsworth acaba con una cita tomada de su pro- pia obra, un pasaje de la Excursion inspirado en el epita- fio y la vida de un tal Thomas Holme. Cuenta, con el enguaje més sobrio, Ia historia de un hombre sordo que compensa su defecto sustituyendo los sonidos de la natu- raleza por la lectura de libros. La trama general de la historia, estratégicamente colo- cada como la conclusin ejemplar de un texto a su vez cjemplar, resulta familiar a los lectores de The Prelude, Esa trama nos habla de un discurso que pervive a pesar de una privacién, que puede ser un defecto de nacimien- to, como en el caso que nos ocupa, o que puede manifes- tatse como una conmocién sibita, a veces catastréfica y otra veces aparentemente trivial. La conmocién interrumpe un estado de cosas hasta entonces relativamente estable. Pensemos en pasajes tan famosos del Prelude como el him- no al nifio recién nacido del Libro Il («Bendito sea el nifio. infante....) que cuenta como se manifiesta «el primer / Espiritu poético de nuestra vida humana». Se establece una situacién de intercambio y de dilogo, la cual es inte- rrumpida sin aviso cuando «el sostén de mi afecto se des- vanecié», para ser restaurada luego al decirnos que «... el edificio se mantuvo en pie, como sostenido / Por su pro- pio espiritus (II. 294-96). O pensemos en el hombre aho- gado del libro V, que «en medio de la hermosa escena / de Arboles, colinas y agua, surgié de pronto / de las pro- fundidades, con su rostro cadavérico, sombra espectral / de terror (vv. 470-473); Wordsworth nos cuenta que el nifio de nueve afios, edad que él tenfa cuando esto ocu- r1i6, hallé consuelo en la idea de que ya se habia en- contrado con escenas semejantes en los libros. Y pen- semos sobre todo en el episodio, igualmente famoso, del Nifio de Winander, que precede casi inmediatamente a esta escena, Hay numerosos ecos verbales que ligan el pa- saje citado de la Excursion —que cierra los Essays upon Epitapbs— con la historia del niio cuyo placer mimico se ve interrumpido por un silencio sibito que prefigura su propia muerte y la restauracién que le seguir. Como. se sabe, este es el episodio que, como variante temprana, sirve de evidencia a la hipétesis de que estas figuras de pri- yacién, de hombres mutilados, de cuerpos ahogados, de mendigos ciegos, o de nifios a punto de morirse, que ap2- ecen en cl Prelude, son figuras del propio yo pottico ZOSUPLEMENTOS ANTHROPOS Le autoblogratia come destiguractén de Wordsworth. Revelan la dimensién autobiografica que todos estos textos tienen en comtin. Cémo debemos in- terpretar esta preocupacién casi obsesiva por la mutila- cidn, que se da o menudo como pérdida de uno de los, sentidos, como ceguera, sordera o como, en la palabra clave del Nifio de Winander, mudez? Y a esta pregunta se suma el tener que decidir en qué medida se puede creer en Ia pretensin de la compensacién o restauracién que sigue a tal mutilacién. Esta pregunta tiene que ver tam- bién con la relacién entre estas escenas y otros episodios del Prelude en los que también se dan conmociones € interrupciones, pero en un ambiente de tal sublimidad que la privacién ya no se presenta de un modo tan claro, Pero esto nos llevarfa Iejos del tema de este trabajo; me limita- réa sugerir Ia relevancia que tienen los Essays upon Epi- ‘taphs para el tema mis amplio del discurso autobiogréfico como discurso de autorrestauracién. La pretensién de restauracién frente a la muerte, que Wordsworth reivindica en los Essays upon Epitaphs, se apoya en un sistema consistente de pensamiento, metfo- rs y ficcién, anunciado al comienzo del primer ensayo ¥ desarrollado a lo largo de toda la obra. Es un sistema de mediaciones que convierte la distancia radical de la opo- sicién 0/o en un proceso que facilita el movimiento de un extremo al otro a través de una serie de transforma: ciones que dejan intacta la negatividad de la relacién, (0 falta de relacién) inicial. Por medio de ese sistema nos, movemos, sin compromiso, desde la muerte o la vida a la vida y la muerte. El patetismo existencial del texto sur ge del asentimiento puro al poder de la mortalidad: no podemos decir que en Wordsworth se dé una simplifica- cibn del tipo de la negacién de la negacién. El texto esta blece una secuencia de mediaciones entre términos incompatibles —ciudad y naturaleza, paganismo y cris: tianismo, particular y general, cuerpo y tumba— que se relacionan bajo un principio general segin el cual «origen y tendencia son nociones inseparablemente co- rrelativase. Nietzsche afirmard lo contrario de manera exactamente simétrica en la Genealogta de la moral —«ori- gen y tendencia (Zweck) [son] dos problemas que no estén, y no deben estar, unidos»—, y los historiadores del romanticismo y del post-romanticismo no han tenido mu- chas dificultades en usar el sistema de esta simetria pare unir este origen (Wordsworth) con esta tendencia (Nietz- sche) en un itinerario hist6rico continuo. El mismo iti nerario, la misma imagen del camino, aparece en el texxo como «las vivas y conmovedoras analogias de la vida como: camino», que se ve interrumpido por la muerte. La gran metéfora que abarca todo este sistema es la del sol en mo- vimiento: «Al igual que viajando sobre el orbe de este pla- neta en direccién hacia las regiones por donde el sol se pone somos conducidos poco a poco a la zona por dom de nos hemos acostumbrado a verlo surgir en su salids: y al igual que un viaje hacia el este (lugar de nacimiens, fen nuestra imaginacién, de la mafiana) conduce en tlc ma instancia a la regién donde vemos por iltima vez al sol cuando se oculta, de la misma manera el Alma con- 15 aA Rene eRe Se OD OS * OS DO OO OS RR Se ee ee oo eo oo oo oe WWW We ln Ate a eae ey WoW W We We We We We em a ESTUDIOS ‘Sexplativa, viajando en la direccién de la mortalidad, avan- “= hacia el pais de la vida eterna; y esperemos que ast “contintie explorando esas rutas felices, hasta que sea de- syuclca de nuevo, para su beneficio, a la tierra de las cosas seansitorias, de las penas y las ldgrimasy. En este sistema de metéforas, el sol es mas que un mero objeto natural, anque, como tal, tiene suficiente poder para dominar so- re una cadena de imigenes que pueden representar el tra- Bsjo de un hombre con la figura de un drbol, hecho = troncos y ramas, y el lenguaje como semejante al «po- der de la gravedad 0 al aire que respiramos» (p. 154), la parusia de la luz. Producido por el tropo de la luz, el sol, ademés de ser una figura de la naturaleza, se convierte en tuna figura de conocimiento, en el emblema de aquello 2 lo que el tercer ensayo se refiere como «la mente que ‘goz2 de soberania absoluta sobre s{ misma». Conocimiento y mente implican lenguaje y dan cuenta de la relacién que Se establece entre el sol y el texto del epitafio: el epitafio, dice Wordsworth, says upon Epitaphs, no puede dejar de evocar la amenaza Tatente que habita en la prosopopeya, es decir, que al ha- cer hablar a los muertos, la estructua simétrica del tropo implica que, de la misma manera, los vivos se queden mu- dos, helados en su propia muerte. La conjetura del «De- tente, viajero» adquiere asi una connotacién siniestra, que no solo prefigura nuestra mortalidad, sino que represen- ta una entrada real ent el reino helado de la muerte. Po- dria aducirse que Wordsworth tenfa una conciencia lo suficientemente lticida de esta amenaza como para jus ficar la inscripeién de esta en el sistema cognitivo y solar de autoconocimiento especular que subyace a sus ensayos, ¥ que los avisos contra el uso de la prosopopeya son es- tratégicos y diddcticos més que reales. El sabe que la «ex- clusién» de la voz ficticia, que él propone, y su sustitu- cién por la voz real de los vivos, reintroduce de hecho Ja prosopopeya a través de la ficcién del apdscrofe. De todas maneras, el hecho de que su asercién esté hecha a través de omisiones y contradicciones justifica la sospecha. ‘La mayor inconsistencia del texto, la cual es también fuente de su considerable importancia teérica, se da de una manera diferente pero relacionada con la que acaba ‘mos de mencionar. Los Essays se expresan con fuerza con- tra cl lenguaje antitético de la sitira y de Ia inveetiva, y © ane shou our fancy of self berenving / Dos make us marble with too smock comeing IN dal Z] 2OISUPLEMENTOS ANTHROPOS Le autobiogmaia como destiguracién a proponen de manera elocuente un lenguaje Kicido de re- ‘poso, tranquilidad y serenidad. Pero si, con todo derecho, nos preguntamos cual de es0s dos lenguajes, el de la agre- sidn o el del reposo, predomina en ese texto, resalta con claridad que los ensayos contienen partes de extensién con- Siderable que son antitéticos y agresivos de la manera mas abierta, «No puedo sufrir que ningiin individuo, por muy altos y merecidos que sean los honores a él conferidos por mis compatriotas, se interponga en mi camino»; esta re- ferencia a Pope, junto con muchas otras a él también di- rigidas, es cualquier cosa menos delicada, Wordsworth esti suficientemente molesto por la discrepancia —se trata de tuna discrepancia, pues no hay razén alguna para no ocu- parse de Pope con la misma generosidad dialéctica otor- gada a la muerte— como para generar un copioso discurso de ausojustificacién que se prolongs en un apéndice cexcesivamente redundante. Sin embargo, los términos mis violentos son reservados no para Alexander Pope sino para el lenguaje mismo. Cierto mal uso del lenguaje es denun- ciado de manera més fuerte: «Las palabras son un instru- ‘mento con demasiada capacidad para producir el bien 0 el mal como para que se las trate con ligereza: dominan nuestros pensamientos en mayor medida que cualquier potencia exterior. Si las palabras no son [...] una encarna- ign del pensamiento sino solo su ropaje, entonces cons- ticuyen un mal don, similar a esas vestimentas envenenadas de las que hablan las historias de tiempos supersticiosos, que tenfan el poder de consumir y hacer enloquecer ala ‘victima que se las ponia. El lenguaje, si no se le defiende, se le mima y se le deja en paz, como a la fuerza de la gra- yedad o al aire que respiramos, se convierte en un con- traespiricu (...> (p. 154). (Qué caracteristica del lenguaje es condenada con tanta severidad? La distincién entre el bien puro y el mal radical descansa en la distincién entre el pensamiento encamnado y «un ropaje del pensamien- to», dos nociones que verdaderamente parecen «tener una conexién diferente y mis fina que la del contraste». De Quincey se centré en esta distincién, y Ia interpret como ‘un modo de oponer las figuras convincentes alas arbitra rias. Pero, a diferencia de los pensamientos por ellas re- presentadas, la carne y la vestimenta tienen, al menos, wna propiedad en comin: su visibilidad, su accesibilidad 2 los sentidos. Un poco antes en el mismo pasaje, Wordsworth caracteriza, de manera similar, el tipo corvecto de len- guaje como el que es «no To que el ropaje es al cuerpo, sino lo que el cuerpo es al alma (p. 154), La secuencia ropaje-cuerpo-alma es una cadena metafbrica de perfects consistencia: la vestimenta es la parte visible del cuerpo de la misma manera que el cuerpo es la parte visible de! alma. El lengusje denunciado con tanta violencia es el l= guaje de Ia metéfora, de la prosopopeya y de los tro el lenguaje solar de la cognicién que hace a Jo desconocido accesible a la mente y a los sentidos. El lenguaje de los tropos (que es el lenguaje especular de la aurobiografis es realmente como el cuerpo, el cual es como las vestids= 135, pues ¢s el velo del alma como el ropaje es el velo pro tector del cuerpo.

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