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74 PIL. UA COMUNDAD WATIMONAL Esta apertura intencional se articula en dos direcciones: en aco- gida del otro y en donacién al otro. Acagida y danacién son las dos formas de la apertura intencional. Y este doble dinamismo cs obje- to de anilisis en esta seccién y no en la anterior; porque responde a ‘un modo de ser no ya de la persona considerada en su individuali- dad, sino de la persona en relacién con otra persona: es un dina- mismo de lo interhumano. Este dinamismo es el que permite —y, en cierto modo, exige— la coryugalidad. Por tanto, no vamos’a adoptar una perspectiva sociolégica. No vamos a hablar de la insti- tuciin matrimonial. Ances y més profundamente que una institu- cién, la comunidad matrimonial es una relacidn especial entte per- sonas. Pero la relacién de la persona con otras no ¢s un mero vinculo externo 0 contractual ¢ epidérmico. En este sentido, ten- dremos que distinguir, sin pretensién alguna de valoracién moral, pero separando lo que no es semejante, entre pareja y comunidad ‘matrimonial, pues responden a formas de relacién distintas. La relacién ontolégica vinculante entre hombre y mujer, al igual que la persona individual, posee, en primer lugar, una constelacion de riquezas, consiste en una realidad tica en cuanto encuentro per manente de un yo y con un wi, esto es, en cuanto nosotros. En segundo lugar, su existencia encontrada descubre un sentido exis- tencial, En tercer lugar, la plenimd personal de cada uno de ellos ya no ocurre fuera del nosotres sino desde el nosotras, porque el nosotros ‘mismo esté llamado a la plenitud. Por dltimo, este nosotrosno es un todo autoclausurado, sino que, en tanto que estructura personal, esti abierta intencionalmente hacia otros, Respecto de lo primero, digzmos que la conyugalidad es posible gracias a la apertura intencional de las personas que les permiten el ‘encuentro interpersonal. El ncuentro interpersonal es el aconteci- miento humano por excelencia, pues es el que funda el nosotros esencial, el nosotros desde el que cada persona puede existir. Es esto Iu que vanius « abordar en cl siguiente capitulo. Caprruvo v LA COMUNIDAD MATRIMONIAL COMO CONSTELACION DE DONES La comunidad matrimonial consiste en una constelacién de dones. En primer lugar, los doncs de cada uno de sus miembros: lo que cada uno es entiquece al otro y es patrimonio de los dos. Pero, ademés de estas propiedades que cada uno de los componentes offece a la comunidad dual, estd Jo que podrfamos llamar «propie- dades del sistema», es Gecis, nuevas riquezas que surgen no gracias 2 uno 0 a otro, sino por el encuentro de los dos, estos, propieda- des y cualidades que emergen en el acontecimiento del encuentro, De ahi la importancia de comenzar el estudio de la comunidad matrimonial desde el acontecimiento antropoldgico que lo susten- ta: el encuentro entre personas. 1. La relacién interpersonal a) Tipos de relacién Cada persona esté llamada a set su propia aucora, porque la per- sona puede elgir la forma que quiere dara su vida, Su propia per sonalidad. La responsabilidad de cémo es cada persona es de la pro- pia persona. Justo por esto, la persona es persona: porque es suya, Porque au realidad le perrenece. Pow part hacer su vida, aunue éstemos frente a todo lo real, la persona ne es aurosuficiente; como es Insite, menenteroa, necesita de las esas y, sobre todo, de ls personas. Las demés personas son para cada persona apoyo, fuente de posibilidades—sobte todo, porque nos oftecen un sentide para vivir, unos valores y una cosmovisi6n— y, finalmente, impulio 7 PIIL_A.COMUNDAD MATRIMONIAL ara enfrentarnos a la vida y a la propia construccién. ¥ esto es Seaible porque la persora esté, necesariamente, abierta a los dems, ‘Ahora bien, la relacién con el otro ocurre segein el tipo de aper- ura al otro que tenga. Distingufamos tres tipos de apertura —al ‘otro como cosa, como socio y como persona—, lo cual dard lugar ‘a tres tipos de relacion: 1. Relacidn reificane, en la que se coman las personas como ‘medio o instrumento para los fines de cada uno. Se trata de una relacién en la que alguno de los dos o los dos preten- den, ante todo, recibir, y toman al otro como instrumento pata sus necesidades. Dice Mounier que «yo trato al préji- ‘mo como un ozjeto cuando lo trato como a un ausente, como a un repertorio de informaciones para mi uso, o como un instrumento a mi disposicién; cuando lo catalogo sin apelacién»', Se reduce al otro a mero ttil para los propios intereses. No se comparte con el otro nada personal, int ‘mo, aunque si se pueden compartir objetos o circunstancias externas —se puede compartir pupitre, un viaje, una cuen- ta cottiente, un :rabajo, un perro, un piso, etc—. A veces, el oro interesa sélo por lo que nos ofrece en un tinico aspec- to —profesiond, sexual, deportivo—. Estas elaciones sue- len deshacerse ctiando el otro ya no es necesario, o cuando deja de responder a las expectativas e interés que suscitaba, Puede suceder que s6lo sea uno de los miembros el que cosifique al otro u otros, y que los otros traten al primero ‘como persona —o como socio—. Se trata, entonces, de una relacién parasitaria, en la que uno pretende recibir siempre y nunca daz, mientras que el oo esti habirualmente en actitud de donzcién. El androcentrismo de las culturas lati- nas —vulgermente llamado «machismo»— responde bien ‘este modelo, En todo caso, lu que supone esta selacién es una objetivacién del ocro, un tomar al otro en su exteriori~ dad. Por eso consticuye la antitesis de una relacién inter- personal " E, Mountes, sl penonaismon en ac, 477 C5. UX COMUNIDAD MATRIMONIAL COMO CONSTELAGION DEDONES 77 2. Relacién de asociacién, en la que se colabora con el otro en funcién de una necesidad mutua, pero traténdolo de modo impersonal, sin importar como persona. Se le trata de modo reductivo, segtin su funcién o su rol, etiquetindolo. Dentro de estas relaciones, en tanto que impersonales, podriamos considerar las relaciones de la persona con lo social en general, con o personal abjetivado. Son estas rela- ciones las que le trensmiten, de un modo objetivo, mediante la socializacién y Ia educacién, la tradicién cultu- ral y una determinada cosmovisién. 3. Relacién personal, en la que cada uno toma a la persona del ‘orzo como fin en si, como alguien al que acojo y al que me doy para que sea quien est llamado a ser. Esta relacién es la relacidn fontanal para la persona. De hecho, los otros presentes en la vida de la persona en sus albores le propor- cionn recursos, le educan, le ensefian, Més adelante, los ‘otros también serén eyuda, educacién, acompafiamiento, de modo relevante en las relaciones de amistad, de pareja, ‘matrimonials y en la familia, como nasotros de los que se sscinde el yo y el ti. En fin, las personas significativas que {ejen el entramado de cada vida son elementos indispensa- bles en la realizacién personal. La vida personal est mas alld de los limites de lo meramente individual, Es esta relacién, la relacién personal ye-té, la que vamos a tratar de com- prender en este capfiulo, puesto que la relacién matrimo- nial es una relacién de esta especie. En todo caso, este tipo de relacién es el que le corresponde a la persona en cuanto tal, es el apropiado para el ser personal, ¢s el que le corres- onde a su ser intencionalmente abierto, pues es el tinico donde puede realizarse en plenitud?, 2 Por es afta Cares Das que vl nsevo penanto no comienz cn el persmiento ‘ssa, pref carsiang eas, ugg xin por elsmer oem (oy ara nog see, to), ll por una doble aes petmer, porque tn pcs tarpoes fue el ot Salad, Tobinsniano, sn acs: despues porque the panko ampocs fe el mas plete, sino la neigencnwenene onan, unt de cup funconcsexl pense tin Dect s ema que ye sla soy yo, yo sin un Degares que dada dea vida de los sentido un Des ces 2 i de ser descariato (C. Dias Sy ama leo eit 369 Ta 109, 7 PIL_ACOMUNDAD MATEIMCNAL b) El encuentro «yo-ti> La relacién yo-riées fonanal de la misma persona? y, as{ mismo, condicién de posibilidad y pilar de la relacién conyugal. Ya mostramos cémo la persona esté radicalmente abierta y ditigi- da hacia los otros. Cerrarse en sf misma, no querer vivir como persona sino como individuo, es una eleccién posterior. Pero el hecho origina- rio es el de nuestra apercura a los otros. Por ello, «las otras personas 0 limitan a la persona, la racen ser y desarrollarse. Ella no existe sino hacia los otros, no se conoce sino por los otros, no se encuentra si- no en los otros. La experiencia primitiva de la persona es la experiencia de la segunda persona. HI sy, en dl, el nosotras, preceden al jov4. En este sentido, afirma Buber que el acontecimiento fontanal es la relacién y el encuentro: «Toda vida verdadera ¢s encuentro... Relacién es reciprocidad. Mi “i” me afecta a mi como yo le afecto 2 dl. Vivimos inescrutablemente incluidos en la fluyente reciproci- dad universal... Al principio est la relacién»®. Bl encuentro con un “na” es fuente del yo: «El ser humano se torna ‘jo”en el “hi’s’, De ‘este modo, el acontecimiento humano basico no es el ya, como ha querido toda la filosofa egolégica, sobre todo, desde Descartes, sino el yo-ni. Yo-Tii, dize Buber, es una palabra bdsica, porque es una palabra que se pronuncia desde el ser y funda un modo de exis- tencia: la existencia personal Una palabra bia esol par Yo-Ti[...] Cuando se dice ise dice 50" del par de palcbras Yo Ti. [_.] La palabra bisica Yo Ti slo puede ser dicha con todo else. ,..] Quien dice Tiino dene algo por objeto. (..] ‘Quien dice Tino tiene aigo, sino nada. Pero se sia en la elaine” ‘Asi, descubrimos un hecho humano radical y originario: el en- ceuentro yo-ti*, Ya adelantamos que un encuentro, en el sentido con- > beri semen ut efins I concapcisa de alguns neaenle sara tox sone anal nec Nes guns pee des people crecimiento, prs ane fos cr Soh trent pats propio Jevawo © [obra or nls, nm el ner. i Mouse, «El penonlamor, en oc 475. 2M Bonen Hey Hi oc, 1723 thi 32 * Bid; Sia, ie i vaiwak iets 1 Et heche noe algo que ccueenl Yo que ocue ene Ti, ice Buber no que ae er tra C5, COMUNIDAD MARNONIAL COMO CONSTELACION DE CONES 79 creto y preciso con el que aqut nos referimos al término, consiste en una experiencia interpersonal radical en la que dos personas se hacen reciprocamente presentes de raodo significative, acogiéndose mutua- mente, y estableciéndose entre las dos una comunicacién fecunda, En el encuenitto cada uno de los dos crece como persona, cada uno se hace més quien esté lamado a ser. En el encuentro, cada una de las personas, al tomar al otto como persona, quiere que la otra legue a ser quien estd llamada a se, ofteciéndole cada uno al otro su rique- za personal, sus cualidades, su tiempo, su ser. Cada uno de los dos apoya, posibilita ¢ impulsa al otro para crecer como persona. Por tanto, el encuentro no esté tejido de mera empatia ni menos de sola simpatia, sino que es inclusién del otto en la propia vida, Sd si hay inclusién existe la reciprocidad. Pero, con Buber, podemos distin- guit tres tipos de relacién de inclusién: Ja inclusién abstracta pero reciproca, la inclusién unilateral concreta y la inclusion reciproca con- crea, La Brimera es la que se establece entre dos personas rotal- mente distincas y al margen de su vida y de su ser concteto, cuan- do ambos se ven implicados en un didlogo o conversacién y en la ‘que cada uno de ellos concede al otro legitimidad como interlocu- tor, La segunda es aquella ex la que uno actia sobre otto, inclu- yéndole en su realidad concreia, pero sin reciprocidad (al menos, en cl mismo sentido). Es el caso de la relacién educativa o psicotera- péutica. Profesor y terapeuta pueden ponerse en un lado y otro de la relacidn, pero no el alumno 0 el cliente o usuario del servicio erapéutico. La inclusién redproca y concreta es la propia de la amistad. Sélo en este caso se produce un pleno encuentro, en el que un yo y un aise convierten en un nosotros. Por tanto, el encuentro no ¢s algo fugaz, sino un acontecimiento que tiende a prolongarse en el tiempo, fundando una relacién estable, 2 CEM, Bone, -Discuro wba edcvn on a. Eleamine dele amano ya cer "'Respeo de la rlucdn patenidadmterniadlflicin, exit sin dda una inglsin repre yconcets une de modo dimeric. La incase dels pads po pre de bo iitasvay conciayene Pet, + tenor quel petetnied y la matided fcen came Biogias mien [os padres incluyen lj como tr qucbabia dl cotsin Seu xisteac 80 PIL ACOMUNDAD MATAVONNAL ©) Elencwentro: acontecimienso heterosélico Ahora bien, el otro que se hace presente ante m{ no lo hace de un modo meramente fenoménico y positivo, no es simplemente un dato ante mf. Se trata de una presencia interpelante, algo que le ocutte a la persona, un acontecimiento, El encuentro ute toca en lo profundo»'t, El otro, al hacerse presente, es epifania: se hace pre~ setite Lomiy rostro concreto que me interpela’. Y, cn el encuentro, cs el otto quien me coca y me descentra y me reclama. El otto es una invitacién a dejarse destronar, a dejar la centralidad exclusiva en la propia vida. La presencia del otro es apelance!8, de modo que la propia vida se convie-te en respuesta al f4. El otro we me impone sin que yo pueda permaaecer haciendo ofdos sordos a su Ilamada, ni olvidarle; quiero decir, sin que pueda dejar de ser responsable de su ‘isetia», De modo que la persona vive como tal «cuando es capaz de responder a su “td's 8. Vivir se convierte asi en vivir atento a otto, atenido a otto, desvivigndose por otro. Si existe con el otto un auténtico encuentro, cl yo pierde su soberania, sc desarma, ya no puede descansar sobre si plécidamente, ya no se puede complacer en si. Ya sélo puede vivir cesde el nosotros. Y el retorno a si con exclu- sidn del otro serfa ya radicalmente injusto. Desde que me he encon- trado con el ott el ys responsabilidad por el otro, diaconfa: «Ser 10 significa, a partir de aqui, no poder sustraerse a la responsabili- dad»'6, No es que el yose aliene en el ti. Se trata de que yo y tii se comprometen en ef nowtras. De esta manera, la autonomila del ser hhumano es, en realidad, autoheteronomia, esto es, autonomia en la referencia al otro, una autonomia heterotélica. ) Disimetria go-ti Otro hecho que detemos tener en cuenta es la disimetria entre el yoy el tr Entre hombre y mujer, al igual que entre padre ¢ hijo, ° Me Bran, toy Tk 06,36 2 it Fm dele bm, 45.16 Taye es il sn gen i Fa ede (Cap Madi i97) 3800 Fama de oe tre 0 16 © May fo * E'LEMNS, Homann al oobi, 047 C5. COMUNIDAD MATRIMONIAL COMO CONSTEACIN DE DONES 81 madre ¢ hija, padre e hija, madre ¢ hijo, entre profesor y disefpulo, entre psicélogo o psiquiatra y pacience, entre médico y enfermo, cn tre amigo adukto y joven, entre pobre y rico, entre el Ti divino y tun ihumano, media una crorme distancia, No se trata en ningvin caso de un yo-td semejantes, sino desemejantes”. En absoluto niega «sto su igualdad en la dignidad como personas ni st igualdad legal fo de derechos. Pero resulta un hecho palaario que, en estos casos, y de un modo patente en el caso de la relacién mujerchombre, el otro se presenta sobre todo en su desemejanza. Ademés, la misma relacién es disimétrica —o asimétrica— porque el tit parece tener siempre preeminencia sobre cl yo (lo cual no elimina que en la medida en que haya reciprocidad, yo sea prioritario para el i en cuanto que es su alteridad). El encuentro con el otro esti posibilitado porque en él se perci- be una esperanza de plenitud, pero también por su propia menes- terosidad, que me llama. Ante el otro disiméttico, distinco, la acti- tud es la de la no indiferenciz. Ante la presencia del otro diferente con el que me encuentro, ya no permanezco indiferente: su presencia me dinamiza, me descentra, me interpela. Por tanto, no silo estoy abierto al otro de modo intercional, sino atenido a él, atento a dl. He ahi mi radical heterotelismo. Mas este atenimiento al otro como. fin de mi accién y mi intenciér. no ¢s alienante sino dinamizante: «La relacién con el otro me cuestiona, me vacla de mi mismo y no cesa de vaciarme al descubsit en mi recursos siempre nuevos. No me sabia tan rico, pero ya no tengo derecho a guardarme nada» Pero si el otro me interpels es, ademas de por sui presencia, por su disimettia, porque se presenta como vocasivo. Ante su vocativo, mii responsabilidad es ser dati, esto es, donativo. Asi lo explica Carlos Diaz: ®, Pero esto, en realidad, impide pasar del logos al did-logos, a la auténtica comunicacién interpersoral. Si, en vltima instancia, lo que da coherencia y validez a un conjunto de datos o hechos es una cons- telacién de categorfas racicnales, incluso si se incluye la propia per- Pe a pepe eer Se yet len begin Srna eaee eee nee Sos a fle es gern ene ts Sree Regis miei epee mane lige tamer ci edi aga ges ah lesen eee meee oo ee, aor) noe ee dee ical NS at racine anne eh eee ome erent A Lato ee Se TE oie a oe line ee eee ee ie et ene ee oe ee kb ae Gane Tender pret sore = Bt os ga sain de determina ee re eee aes ence pyro asco Fee ene ae Geet pee eek creat aint esaa (eit aban Caer concen hpi Sh ge ecm one Capel ees wig ue ge a aera noun soe cheese eae a Sate cor cae aeemeioean eae acendee rest Seer ew. 88 2, wa communaano. JATRCNL sona como categoria racicnal, esa coherencia es la dada por st razén, sea la de un sujeto trascendental o, incluso, empirico. De este modo, el solipsismo esta servido: ef didlogo o es innecesario — porque la razén auténorna se basta a st— 0 es imposible —por- gue la razén no tiene ventana ara que sca posible el didlogo, se impone ef realismo met co; la dimensién dialdgica no se puede basar en el Jogos sino en la apertura ontol6gica de la persona a los demés. Y en esta apertura se ddescubre que la persona no es otro ye, sino otro desetnejante, wn El didlogo esté transido de disimetria. Y, como se ha mostrado, es precisamente esta disimewtia la que me leva a abrinme al otto, a atender al otra que es distinto de mi Es justo la disimerria encre los que dialogan lo que funda las condiciones mis profundat y radicales del encuentro dialégico, que responde a Ja puesta en accidn de las estructuras incerpersonles: 6) Que la persona sea capar. de salir de sf, de sus esquemas con ceptuales previos sobre el otto y sobre lo que dialogan Deben quedar des:crradas las actitudes egocéntricas, pues impiden atender a otro, Por esto, el didlogo exige /umiidad, es decir, acepear que s6lo se tiene parte de verdad, renunciar 4 tener siempre la iltima palabra, Por otto lado, s6lo pucde salir de si al encventto del otro aquel que se tiene a si mismo, ol que esté consigo, el que se autoposee en un grado suficiente como para disponer de si. 5) Que la persona se ponga en +f punto de vista del orro, Es decir, que fos dos que dialogan traten de entenderse, abrién- dose cada uno a la riqueza del otro. ©) Que fa persona se ponga a la escucha del otro, sin encerrarse cada uno dentro de su idea. Se trata de escuchar activamen- te, sin juegan sin condenar, divculpando siempre, campren- diendo siempre. Se trata de abrirse al otro tal cual es, respe- tindole, y no pretendiendo que sea como jo quicro que sea. Escuchar al otro es demorarse en él 4) Que la persona permita ser énterpelado por ef otv0, El didlo- go silo existe en a medida en que cada uno reconozca al ‘cro ¥ estd abierce a scr incerpelado por él. «Vivir significa @ C5. IACOMLNDAD MATRIACHIAL COMO CONSTHIACION DE DONES 8 ser interpelado»*!. Y somos interpelados por el otto en su radical disimetria, De esce modo, la presencia del otto no es algo que sucede en mi vida, sino que me sucede y me inter- pela y me saca de mi. Cabe, por supuesto, cerrarse ala alte~ ridad, someterla a mis preconceptos, esterlizar el aconteci- miento de su presencia apelante, hacerse ver a uno mismo que el otro nada tiene que ver conmigo y que je puedo con- tinuar con mi vida traxquilamente®. ©) Que la persona responda al oto. Si el otro es alguien que me sucede y que me interpela, no tengo més remedio que res- ponder ante él, El ovo me descencra y me llama a dar respuesta a su presencia. Pero la respuesta no puede escar confiada 4 los hibitos, a las recetas. El otro no ¢s un caso ante el que pueda poner en accién un protocolo aprendide de actuaciéa, Ante el otro que me interpela tengo que res- ponder, haciéndome responsable del otro. Y responder no sélo consiste en deci unas palabras ante la presencia del otto: es responder con mi vida actuando. «Las palabras de nuestra respuesta son dichas en el intraducible lenguaje del hacer. [...] De est2 modo, lo que decimos con el ser es nuestro propio entrar en situacion, en le siruacién que nos ha probado precisamente en este momento, cuya apatiencia no conociamos y no podiamos conocer, porque no se dio algo que se le pareciese» Por tanto, el didlogo supone que el otro no se aviene a mis exque- mas conceptuales previos, a mis prejuicios, que las cosas no ocurten con el otto como tienen que o-urri, sino que el otto, en st sorpresi: va diferencia, se presenta (@ como es y nos interpela. Ante esta interpelacién, respondo. Si el otro, ante mi presencia, hace lo 4 tid, 20, in cabo eta wacibs, e sien arson a fac tig ole comporcamenta (a= nase neaaars eno que de pevons et Asi el Fnazmo, dees marlin, Tetdectsio cl scsapass te concnpas a hombre como daminado por manionas En Spon lide od cerpentave pasta como el rténsegue abe aia dichos mec ‘mot codecs como such Goin ani paca voberoe sone eldest LOO dente SM umes Dishgos cn Dies oor eit, 0 37. % PI, \ACOMUNIDAD MATRON, ismo desde lo que =s dl, se sientan las bases del dinamismo del dislogo. De este modo, en el dislogo, cada uno considera a los otros como persona y come esta persona, abriéndose y orienténdose uno 2 otro con deseo de reciprocidad. Bata reciprocidad dialégica tiene sina estructura bien definida: salir de st, ponerse en el punto de visea del otro escuchar al ot, dejarseincerpelar por ély responder. El esul- tado de este dinamismo dialégico es la reciprocidad de donacién y aceptacién del otro. 2. La reciprocidad de donacién y acogida La reciprocidad es esencial al didlogo. Y la reciprocidad dialégi- ca es la que instaura b relaci6n, Si hay relacién interpersonal, hay didlogo, porque cl didlogo supone reciprocidad™. «No intentéis debilitar el sentido de la relacién: relacién es reciprocidad». Pero Ja reciprocidad, esenda de la relacién, no es algo accidental en la persona: «quien desee conocer el estatuto metafisico de la persona, el camino que tiene més ficil es el de la reciprocidad humana; por esto, nasatras lo hemos escogido»™, Por canto, vivir es vivir hacia otros y para otros. Y, correlativamente, slo puedo existir por otros: el yo recibe su existencia del ti el tila recibe del yo. Y esto impli- cx acogida incondicional del otro y donacién al otro, teniendo en cuenta; como lo hace Nédoncelle, que votro no quiere decir no-y0, sino voluntad de promocién mutua de los yos, y, por ello mismo, transparencia del uno para el otro {...] Es tina coincidencia de los sujetos, una doble inmanencia, en la que, sin ser absorbido el yo en el ti, se puede advertr siempre que aprehendemos al sien sui alte- ridad, desde el momento en que dejamos de referienos a nosotros en nuestra particularidads2”, % De ahi a gceidad de cuidar el dllogo en a comunidad mucimonily en a fla comme oda de realnacian male a eipocs. Mi buses toy Thos 14 5M, NEDONCHiLE, Le root de cocionees (Aber, Pas L982) 23. Este rads sl cuca, Le mgrocidad m a consent, po Jd Leia Vice Bora y Usbeno Ferre (Caparés, Nadsid 1999, bid, 318. 5. LA COMUNIDAD MATRAONIALCOMO CONSTEACION DE BONES 97 ‘De este modo, la persona es més autds, mas en-sf y por-sf, en la medida en que es més pare-otro. Y csto ilimitadamente, es decir, teniendo como horizonte iiltimo de relacién la Persona. La perso- nna ¢s sed infinita de otro, es siempre desea infinito, porque lo es de una Persona infinita. Lo que ocurre en el didlogo es la realizacion de la posibilidad més auténtica de relacién ertre personas. Porque en el didlogo cada uno acepta al otro y se da a dl. Acogida y donacién constituyen la estructura més profunda de la relacidn interpersonal y, por supues- to, el fundamento inmediaco de la conyugalidad. La reciprocidad dialégica lo es de acogida y donacién, Esta reciprocidad tiene, por supuesto, una serie de condiciones: due el otro sea tratado como persona y, ademds, como esta persona concreta, y nunca como un objeto o un instrumento para mis fines?® © bajo uri papel o rol deterrainado™. Si trato a la esposa o al espo- 50 no como tal persona cencreta, sino bajo su papel de esposo, esposa, padre o madre, el personaje del otro constituye una barrera pata llegar a su persona. Y, en segundo lugar, que uno se presente tal cual es, y no envuelto en sus roles, en sus personajes, desde las apariencias, no presentindoxe como mero individuo (en el sentido preciso en que toma este término el personalismo comunitario). Si 0 me presento ante el otro no como tal persona sino a titulo de esposo 0 esposa —y, en virtud de este titulo, exigicndo esto o lo cotro—, cierto la posibilidad de encuentro. Es imprescindible, pues, presentarse desde el ser y nc desde el parecer, desde el ser personal y no desde el individuo. Por tanto, en el auténtico encuentro inter- personal, se recibe y acepta cl otro por lo que es, y no por los pape- les que desempefia. En definitiva, comprobamos que en realidad hay una doble posibilidad en la relacién con el otro: apertura, acogida y donacién * Sobre eo fis Buber que slo nebumano no depend sino de que cada uo det hombres experimenten al Oo camo oto deteminaoy de qu ada uno de ee cde dl (Geo y juste por lo compote ane del modo que noo consider i te como ffuce un objet so come compre en un sontccnaes vie [-) Eno eto deci: d ‘no sr ebjeon On. Bune Eleris de' nrbumana, 79) > llamado machimw 9 mdroceatin no ne praeiae sl oo como van en st veri ocolgiemene peas cor una sere de proba ace dan po supuetas (ome Peter dapt dpem esa otd aideis kisflipeas opment ee oo > Sr SN CE, 2 PIL A COMLNDAD IMATION al otro, 0 bien en:apsulamiento individualista, rechazo del otto © ipsacién, En el primer caso, me presento ante él cual soy, me abro a dl, le acojo y me doy a él. Se abre ast la posibilidad del amor. En el segundo, me ciero al ott0, lo tomo sélo como objeto o insteu- mento, y utilizo al otro o soy utilizado por él. El pensamiento de Jean-Paul Sartre ha descrito como pocos esta segunda posihilidad en el andlisis que del amor hace en El Ser y la Nada’. a) Primera posibilidad: el inferno son los otros (para el individuo) Seguin Sartre, la experiencia que nos descubre al otro es su mina- da, pero la mirada del otro es mirada que me avergiienza. La ver~ gtienza es la que siento de mi tal como aparezco ante el otro, por- que la mirada del otro me reduce a la condicién de objeto, a cosa, quedando a merced de la libertad del otro: me reduce a la esclavi- tud®, Reciprocamente, surge la posibilidad de mirar al otro y que aparezca como cosa ante ml. Reduciendo al otro a objeto, yo recu- ‘pero mi subjetividad y libertad. En definitiva, la relacién con el fro ‘siempre supone conflict: para Sartre, mientras trato de librarme de Ja opresin del ot-o, éste trata de librarse de la mia. Mientras trato de esclavizar al préjimo, él trata de esclavizarme a su vez. En esta situacién, la conciencia puede adoprar dos acttudes La primera actitud s el amor. Pero éste acaba en masoguismo, Sartre concibe el amor come querer ser amado, como conquista de Ia libertad del otto, Para ello, es necesario que el otro me ame como objero absoluro, supremo. El amor es, pues, retener al otro. Como no se puede conseguir esto, porque el otro es libertad, el amor rer- mina en masoquismo y se opta por ser cosa, ser objeto. Me humi- fe, agra Olas Sy Nada Apis Maid 1982), pre 999-634: as elon concrete con Loo» POP Recorems que par Sater el fade Hgts amas aia en nen teclcompromize cou unucuo en projec. Algal que Heldepger. Sar seal alee de IS RSRESERRETE prop edison coms pope de da uence Ss embargo, tito supone el ecmociniate de que! hombre er fdenad ase libre, poo que debe 2 {ards Rive por su prop wlutady Tura (oto elo que produced wnguria, La miion (il sechumaph srt fe sume su lata y acer que acon a0 ee reads or mis ‘oes qu ls gus paca dat Por cho

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