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Haakon IV (1217-1263), y, finalmente, en Suecia, con otro monarca de nombre Valdemar (1250-1274). 2.3. Elreino de Inglaterra y el imperio angevino La tradicién historiogréfica considera un tercer espacio de desarrollo politico cen la Europa de los siglos x a xm cl constituido por las llamadas «monarquias feudales» de Inglaterra y Francia, aunque en los dos casos se plantean proble- ‘mas derivados del principio de que cada pueblo tiende a apropiarse de la histo- ria del espacio sobre el que se asienta. En otras palabras, muchas veces, ve~ mos el sustrato espacial de la historia medieval desde la perspectiva de los Estados contemporaneos 2.3.1. De la Inglaterra anglosajona y danesa ala Inglaterra anglonormanda La reanudacién de las correrias danesas a partir del afio 980 permitié a Cnut «el Grande» unir en 1017 las coronas de Inglaterra y Dinamarca. A su muerte en 1035, los anglosajones recuperaron su dinastia en la persona de Eduardo «el Confesory, Durante el nuevo reinado (1042-1066), aunque los vinculos de parentesco mantuvieron su fuerza, empezaron a extendersc los de fidelidad y dependencia personales, en especial, entre el rey y los earls, a los que aquél concedia tierras en beneficium a cambio de servicios. Pese ello, la monarq, consiguié mantener el respeto a un derecho piiblico, del que se ocupaba una red de delegados regios, los sheriffs, que organizaban los tribunales en los shi- res 0 condados, y la exigencia de servicios militares por parte de un campesi- nado libre, La muerte de Eduardo en 1066 sin heredero directo supuso el final de la dinastia sajona. La subsigniente lucha por el trono se sustancié a favor de Gui- Iermo, duque de Normandia, que invadié la isla y venci6 a su contrincante en Jabatalla de Hastings. Su expedicion y su victoria, inmortalizadas en el famo- so tapiz de Bayeux, le abrieron las puertas de Inglaterra. El nuevo monarca Guillermo I «el Conquistador» (1066-1087) utili el legado anglosajén y da- nés para reforzar el papel de la monarquia a la vez que articulaba el conjunto de las fuerzas sociales de su reino en un esquema piramidal. Este subrayaba Ia supremacia del monarca, sefior natural de todos los feudos del reino, a 1a ‘vez que petmitia a los seiiores normandos que Io acompatiaron instalarse en asta como titulares de importantes, aunque limitados, sefiorios. La elabora- cién de un minucioso catastro, el Domesday book o «Libro del dia del juicio finab», proporcioné al monarca el conocimiento de los recursos del reino, La jefatura de Guillermo I la completaba el ejercicio de Ia alta justicia, el mono- polio de la acuiiacién de moneda y de la construccién de fortalezas y su con- trol sobre el cleto anglo-normando, que acepté la reforma gregoriana introdu- 27a ida por Lanfranco, abad de la abadia normanda de Bec, nombrado arzobispo de Canterbury, Lamuerte de Guillermo I en 1087 devolvié la autonomfa a cada una de las dos grandes partes de su dominio, Normandia pas6 a manos del primogénito, Roberto Courteheuse, mientras Inglaterra quedaba en las de su hermano Gui- Hermo I «el Rojo» (1087-1100). El reinado de éste estuvo marcado por sus ambiciones respecto a Normandia, que adquirié cuando Roberto marché en Ia cruzada a Tierra Santa, y por sus enfrentamientos con el alto clero de la isla dirigido por Lanfranco y su sucesor en la sede primada, Anselmo. El monar- ca, poco dispuesto a ceder sus prerrogativas en la investidura de los abispos del reino, acabé provocando el exilio de Anselmo a Roma por desacuerdo con Iaactitud del rey, Enrique I Beauclerc (1100-1135), tercero de los hijos de Guillermo el Conquistador, fue el encargado de completar la obra de su padre en los dos territorios, Inglaterra y Normandia, que volvié a reunir en su persona. Aun- que efectué algunas concesiones al ato cleto y la nobleza, no descuiids el for- talecimiento de la autoridad teal. La curia regia geners los primetos érganos especializados: de justicia, y, sobre todo, de finanzas, con la creacién del Bx- chequer, que Vigilaba la recaudacién de las tentas reales. El reforzamiento del poder real se truncé con la muerte de Enrique I sin dejar hijos varones. Dos candidatos lucharon por el trono. De un lado, Este~ ban de Blois, sobrino del difuunto; de otro, Matilde, hija de Enrique y mujer de Godofiedo Plantagenet, conde de Anjou. E1 éxito inicial del primero fue com- pensado por la segunda cuando su marido Godofredo conquisté Normandia y convirtié en duque del territorio a su hijo Enrique en 1150. En los dos afios six guientes, la estrella de éste siguid en ascenso: la muerte de su padre lo convir~ tid en conde de Anjou y la boda con Leonor de Aquitania le permitié comple= tar sus dominios en el continente antes de que Esteban de Blois lo reconociera ‘como sucesor en el trono de Inglaterra. 2.3.2. El imperio angevino de Enrique II Plantagenet El nuevo monarca Enrique Il (1154-1189) reunia en su persona unas amplisi- mas posesiones. Su autoridad se imponia sobre toda Inglaterra y sobre mas de Iamitad occidental de lo que hoy es Francia. Tales bases territoriales le sirvie~ ron para reconstruit los principios de gobierno y administracién y asegurarla hegemonia de la monarquia hasta el punto de que puede ser considerado como el arquitecto de lo que acabard siendo el Estado inglés. La primera preocupacién del monarca fue hacerse respetar por una aristo= cracia engrandecida en los veinte aios de crisis subsiguientes a la muerte de Enrique [,a la que contrapuso su apoyo a la baja nobleza, en la que recluté sus cuadros de administracién y justicia. Con el apoyo de una y otra, desplegé una politica de anglizacién del archipiélago, cuyo signo mas relevante fue que el 272 rey de Escocia presté su vasallaje a Enrique II y reconocis el primado de la sede de Canterbury. Complementariamente, Enrique II exigi6 de sus vasallos nobles la prestacién de un juramento de fidelidad especifico y un auxitium militar importante, que completé con la contratacién de mercenarios. La segunda preocupacidn de Enrique II fue la Iglesia de su reino, que de- bia pasar igualmente por el aro del reconocimiento de la autoridad del monar- ca, tal como éste hizo constar en las Constituciones de Clarendon de 1164, En este caso, la voluntad del monarca se encontré con la de Tomas Becket, arz0- bispo de Canterbury después de haber sido canciller del reino, que se mostré dispuesto a defender las prerrogativas eclesiasticas. El enfrentamiento entre el monarca y el primado de la Iglesia inglesa concluyé con el asesinato de éste en su propia catedral en 1170 y con el triunfo de las pretensiones intervencio- nistas de Enrique II, no mermadas siquiera por la inmediata canonizacién po- pular de Toms. El monarca consiguié imponer sus exigencias fiscales a los eclesiasticos y acabé siendo reconocido como rex gratia Dei, revestido por ello de un carisma y aureolado por una leyenda de taumaturgia de la que, hasta el momento, se habian beneficiado exclusivamente los reyes de Francia Durante el reinado de Enrique Il ala vez que cristalizaban las instituciones de la cura real, se produjo una especializacién de los érganos de gobierno y administracién, Habia comenzado con el Exchequer, y ahora siguié con otros: la cancilletia; el Justiciar, delegado del monarca para el ejetcicio de la justicia, ‘que, de hecho, era una especie de virrey en Inglaterra cuando Enrique Il se ha- llaba en sus posesiones del continente; y el King’s bench o tribunal itinerante ‘que estimulé el desarrollo del jurado. El proceso culminari con la divisién de Inglaterra en seis distritos, en cada uno de los cuales, unos jueces especiales tomarén cuentas de la actuacién de los sheriffs. El ejercicio de la justicia por parte de éstos no se basaba en la aplicacién de principios tedricos romanistas sino en una mezcla de elementos germénicos y feudales que constitufan un fondo de derecho comin, el common law, aplicado en el sentido mas favora- ble a los intereses del rey en virtud de la promulgacién de sucesivos assises. Los iiltimos aftos del reinado de Enrique II dejaron ver dos factores de dcbilitamicnto. De un lado, a mezcla de ineptitud y ambiciones politicas de los hijos de Enrique II; de otro, las complicaciones tesricas y practicas del hecho de que los Plantagenet poseian extensos dominios en el continente en virtud de los cuales eran vasallos del rey de Francia, trono que, desde 1180, ocupaba Felipe II Augusto, que, en seguida, se mostré dispuesto a explotar con habili- dad los dos factores de debilitamiento de la monarquia inglesa. 2.3.3. Los cambios en la representacién del reino: la Carta magna yel Parlamento Ricardo I Corazén de Leén (1189-1199) sucedié a su padre, Enrique II, al frente de los dominios de los Plantagenet pero su presencia en Inglaterra fue 273 ‘muy escasa durante su corto reinado. Juan I Sin Tierra (1199-1216) sucedi6 a suhhermano Ricardo y heredé un imperio angevino bien organizado, La perso- nalidad inestable del monarca, el fortalecimiento de los grupos sociales del reino y Ia talla de su adversario més directo, Felipe II Augusto de Francia, contribuyeron a su debilitamiento, El fracaso del rey Juan Ten la defensa de las posesiones continentales precipité los hechos. En cinco aiios, la mitad de Jos dominios de los Plantagenet en Francia pasaron a manos de Felipe II Augusto. Para agravar el caso, Inocencio III, cuyo candidato a la sede de Can- terbury disgustaba al rey, prontuncié wn interdicto sobre el reino, excomulg6 a Juan Ty desvinculd a sus vasallos del juramento al monarca y el reino recono- ci su vasallaje respecto a la sede papal El golpe de gracia legé cuando, en 1214, las tropas de Juan I, aliadas a las del emperador Otén IV de Brunswick, fueron derrotadas por las del rey fran- és Felipe II Augusto en Bouvines. En unos meses, los nobles, el arzobispo de Canterbury y varias ciudades plantearon a Juan I sus reivindicaciones, que el monarca tivo que aceptar, sellando, en junio de 1215, la Magna charta liber- tatum. Enella se traté de poner limite ala actuacidn del monarca en beneficio de una restauracién de antiguas costumbres feudales que favorecia a la noble- za, reconocida ahora como cuerpo representativo del reino, sobre todo. A su ado, algunas ciudades vieron confirmados sus privilegios pero no alcanzaron larepresentatividad politica que las ciudades leonesas, castellanas o catalanas hhabian empezado a tener. Enrique III (1216-1272) heredé unos dominios mermados en el continen- teyunreino de Inglaterra en que la afirmacién de la nobleza como fuerza po- Iitica no resté eficacia a la organizacién administrativa que Enrique II habia impuesto. Ello se evidencié en la especializacién de dos altos tribunales de justicia y, sobre todo, en la configuracién del consejo real como cuerpo de asesores inmediatos al monarca. Estos instrumentos y los saneados ingresos que el rey percibja animaron a Enrique Il a emprender acciones de recupera- cién de sus feudos continentales y de apoyo a los derechos de su hermano Ri- cardo de Cornualles a titulo imperial. El desgaste econdmico de ambas iniciativas, que fracasaron, volvié a po- ner al monarca en manos del magnum consilium de lanobleza. Este, ditigido por Simén de Montfort, impuso al rey las llamadas Provisiones de Oxford de 1258, que consagraron el control de la monarqufa por los grandes barones del reino, La reaccién del rey activé una verdadera guerra civil en la que Simén de Montfort acabé por imponerse, hacer prisionero al monarca y gobernar du- ante quince meses como dictador. En ese tiempo, en los afios 1264-1265, para conseguir un apoyo mas amplio, Simén de Montfort convocé parlamen- tos en los que, ademas de la nobleza laica y eclesidstica, estuvieron presentes dos caballeros por condado y algunos representantes de las ciudades mas im- portantes. La derrota y muerte de Simén de Montfort en 1265 y el restableci- miento de la autoridad de Enrique III aportaron un cierto equilibrio entre las exigencias de la nobleza y la dindmica de fortalecimiento de la monarquia en 274 ‘un marco espacial caracterizado por la pérdida de parte de las posesiones del continente y por el desarrollo de las formas de representacién de la comuni- dad del reino. 2.4, La construccién de un reino de Francia En el aio 987, Hugo Capeto, hijo de Hugo diex Franciae, que habia sido una especie de mayordomo de palacio, aproveché la ocasién de la muerte del que iba a ser iltimo rey carolingio y se hizo con el trono. Entre aquel aiio y 1223, ‘en que murié Felipe IT Augusto, Francia pasé de una situacién en que sunom- bre era una expresién meramente geografica a otra en que se habia rellenado de contenido politico. 2.4.1. La instalacién de los Capetos En 987 resultaba impropio hablar de reino de Francia. Hugo Capeto se habia hecho cargo de un dominio real muy reducido, que se limitaba a un territorio ‘que se extendia de Paris a Orleans, dentro del cual la autoridad del monarca no iba més all de designar a obispos y abades. [il poder real ejercia las mis- ‘mas competencias y era casi siempre menor que el de los grandes feudatarios de Normandia, Anjou, Bretafa, Borgofia, Aquitania y Tolosa, En estas cir~ cunstancias, entre 987 y 1080, la nueva dinastia sélo traté de sobrevivir. En ese empefio, Hugo (987-996), Roberto II (996-1031), Enrique I (1031-1060) y hasta Felipe I (1060-1 108) utilizaron habilmente cuatro instrumentos. El primero fue la asociacién al trono del hijo heredero, que aseguraba su aceptacin por los grandes vasallos. El segundo fuc la claboracién clerical de una mitologia regia en la que se mezclaba el recuerdo de Carlomagno, la un- cién del rey yuna cierta creencia en sus poderes taumatirgicos para hacer del ‘monarca un ser por encima de los dems mortales. El tercer instrumento fue la propia riqueza generada en los dominios reales, los mas poblados y mejor cul- tivados de Francia. Y, por fin, el cuarto, la fragmentacién de la autoridad poli tica, que permitié a uma multitud de pequefios sefiores hacerse con poderes jut- risdiccionales al margen de los tribunales condales de tipo pblico. Por ese camino, durante el siglo xz, las castellanias se configuraron como diminutas céhulas de poder en todo el territorio. Frente al poder de los grandes sefiores, el ‘monarca podia establecer alianzas con sus ttulares. 2.6.2. Elafianzamiento de la institucién monarquica La fragmentacién politica del espacio francés alcanz6 su cenit en la segunda mitad del siglo x:a la vez que se produjo un hecho llamado a tener importan= 275 tes consecuencias: la instalacién de Guillermo «el Conquistador, duque de Normandia, en el trono de Inglaterra en 1066, Ello convertia al nuevo monar- cca inglés en el vasallo més poderoso del rey francés con un poder muy supe- rior al de su seffor. A partir de esa disgregacién politica y territorial, y sin que sea facil proponer unas fechas concretas a los pasos dados, los reyes Felipe I (1060-1108), Luis VI (1108-1137) y Luis VII (1137-1180) encabezaron un verdadero proceso de formacién politica y territorial de la monarquia france- sa, Este proceso se apoyé en el desarrollo, ahora mas deliberado, de instru- ‘mentos puestos en marcha en el periodo anterior El primero fue el reforzamiento de la mitologia regia creada por los cléri- 05, De ello se encargé, sobre todo, el abad Suger de Saint-Denis. Su objetivo fue que el rey hiciera efectiva su jefatura feudal, a través de la piramide vasa- litica, sobre los setiores de un espacio del Rin y los Alpes al Atlintico y los Pirineos. A tenor de la doctrina de Suger, el rey francés, tras recibir el home- naje de los grandes sefiores, tenia derecho en determinados casos a intervenir en sus feudos, lo que iba a permitir una aplicacién de criterios uniformes en Iaresolucién de las causas judiciales. Por esa via, estimulada por la recepoién del Derecho romano, los juristas establecieron el principio de soberania del rey sobre las personas y las tierras de sus vasallos. El proceso exigi6, como en otros reinos, una ampliacién de la pequetia cu- ria regia y la especializacién de sus oficios. La administracién quedé en ma- nos de clérigos y laicos procedentes de la pequefia nobleza, de probada fideli- dad. Asi sucedié en la cancilleria, en la Curia in compotis domini regis, precedente de la Cour de Comptes de las finanzas regias, y, sobre todo, en la Curia in parlamento, o, simplemente, Parlamento que, en Francia, equivalia a tribunal de justicia El segundo plano de actuacién de los monarcas Capetos del siglo xu fue la politica eclesistica. En el marco de ella se renové la tradicional amistad con el papado y los reyes franceses se sirvieron de los recursos humanos y materiales del clero, reclutando sus colaboradores y beneficiandose de las rentas de los obispados y monasterios del dominio real. Por fin, el tercer ins trumento siguié siendo el aumento de los recursos generados en el dominio real, al que colaboraron la politica de repoblacién que estimulé la instalacién de campesinos y la animacién de la actividad artesanal y mercantil de nume- rosos burgos. En medio del dominio regio, Paris, principal destino de los ex= cedentes, se convirtié, en la segunda mitad del siglo xn, en uno de los polos de reflexin intelectual y realizacién cultural y artistica La formacién territorial de la monarquia marché en paralelo con los avan- ces experimentados en su formacién politica. Tras asegurar el dominio real en el entorno de la Isla de Francia, con su capital en Paris, los monarcas empeza- rona crear las bases territoriales de Francia, Su primer esfuerzo se orient6 a los flancos norte y este del territorio, buscando Ia alianza con los condes de Cham- pafia y Blois en el primero y los duques de Borgofia en el segundo. Bllo dejaba intactos los poderes feudales del oeste (Anjou, Normandia, Aquitania) y del 276 sur (Tolosa), En 1137, Luis VII eas6 con Leonor de Aquitania, que aport6 una espectacular ampliacién al dominio territorial de la monarquia, Sin embargo, las desavenencias del matrimonio regio acabaron con su ruptura y con un de- senlace sorprendente. Leonor, una vez separada del rey francés, se cas6 en 1152 con Enrique Plantagenet, Ilevando en dote el ducado de Aquitania. Dos aiios después, Enrique se convirtié en rey de Inglaterra, titulo que afiadié a los de duque de Normandia y Aquitania y conde de Anjou, El nuevo rey inglés era ala vez el vasallo més poderoso del monarca francés y l titular de un «imperio angevino», muy dificil de integrar en el esquema vasallitico de Francia, 2.4.3. La afirmacién y culminacién de una monarquia en Francia El reinado de Felipe II Augusto (1180-1223) represents el definitivo fortale- cimiento de los procesos de formacién (politica y territorial) que los reyes C: petos habjan puesto en marcha desde 987. En el primer aspecto, el monarca aproveché la dindmica del reinado de su padre, Luis VII, para incrementar el dominio realy debilitar los grandes principados. Apoyado en ideas de base ro- ‘manista, Felipe fortalecié la conciencia de la existencia de un espacio (Fran- cia) bajo la autoridad de un rey que, ademis de tener vinculados personalmen- te a los grandes vasallos, reclamaba de todos los habitantes del reino un vvinculo de naturaleza. Como reflejo de esa territorializacién de su poder, Felipe Augusto cre6, desde 1190, los bails 0 bailios, encargados, primero, de supervisar la actua- cién de los prebostes, y dotados en seguida de funciones hacendisticas, milita- res y judiciales en sus respectivas circunscripciones del realengo. Por su parte, el proceso de formacién territorial recibié un impulso decisivo en las dos grandes dreas en las que la institucién monarquica francesa era pricticamente desconocida: el oeste de los Plantagenet y el sur de los condes de Tolosa. La primera constituyé la verdadera obsesién de Felipe Augusto, cuyo ob- jetivo fundamental en politica territorial fue el debilitamiento de los Planta- genet, Para conseguitlo, atizé los conflictos de los hijos del monarca inglés Enrique II contra éste y, una vez muerto aquél, se enfrenté con sus dos suceso- res, Ricardo Corazén de Leén y, sobre todo, Juan Sin Tierra. El episodio final del conflicto fue la constitucién de dos grandes alianzas que acabaron enfren- tandose en julio de 1214 en Bouvines, con el resultado que ya conocemos: las tropas de Felipe Augusto hicieron huir al emperador Ot6n IV y batieron a las de Juan Sin Tierra. Su victoria permitia al rey francés eliminar a los Plantage- net del noroeste de Francia y romper la amenaza que el «imperio angevino» habia supuesto En el sur, los éxitos del monarca francés no fueron menores. Con la exc sa de intervenir contra los cétaros, los caballeros del norte bajo la direccién de Simén de Montfort emprendieron una verdadera cruzada contra el Mid. Sus ‘victimas fueron no sélo los herejes, sino los nobles de aquella zona encabeza~ 277 dos por el conde de Tolosa y sus aliados, entre ellos, Pedro II de Aragén, derrotados en la batalla de Muret en 1213. La victoria de Simén de Montfort abrié el camino a nuevas expediciones de las gentes del norte contra las del sur. Ellas culminaron con la incorporacién de los paises del Midi o Langue- doc ala construccién politica francesa. El reinado de Luis IX (1226-1270) se abrié con la regencia de su madre, Blanca de Castilla, hija de Alfonso VIII de Castilla, y con un reparto de grandes seiiorios a modo de apanage del engrandecido dominio real entre sus herma- nos, Ambos hechos no impidieron que el prestigio y el poder de la monarquia capeta continuaran creciendo a costa de los grandes nobles, en especial, del sur de Francia, En los afios 1243 y 1244, Luis IX pudo imponerse finalmente sobre el conde de Tolosa y sobre los cétaros y asegurar definitivamente la presencia capeta en el sur. La tranquilidad del reino animé al monarca a realizar una cruzada a Egip- to, entre 1248 y 1254, que fracas6, A su retomo a Francia, comenzé una nueva etapa en la vida de Luis IX coneretada en su voluntad de hacer efectivos los principios del agustinismo politico. El monarca desplegé su programa tanto en el interior como en el exterior del reino. Dentro de éste, introdujo mejo- ras en la administracién, dicté numerosas Ordenanzas (sobre la paz piiblica 0 las acuiiaciones de moneda) que tendian a unificar y centralizar el espacio po- litico y mediatizé a la vez que apoyé el desarrollo de las ciudades, cuya fuerza utilizé para oponerse a la nobleza feudal. En su relacién con los demis reinos, Luis IX propuso iniciativas de con- cordia que repercutieron en beneficio de Francia y que estimularon al monar- ca a retomar sus iniciativas cruzadas. En este caso, su objetivo, ya mediatiza do por los intereses de su hermano Carlos de Anjou, se orienté a Tiinez, ante ‘cuyos muros murié Luis IX en 1270. Veintisiete afios después, el papa lo ca- nonizé como san Luis, retomando y fortaleciendo una memoria colectiva de piedad y de ticmpos de justicia en el reino de Francia. Por su parte, su sucesor en el trono, Felipe III (1270-1285), a la vez que, pricticamente, cerraba la construccidn territorial de Francia (de la que, de momento, sélo quedaron ex= cluidas Bretaia y Guyena), con su apoyo a las aventuras mediterréneas de su tio Carlos de Anjou, abria el telén de un enfrentamiento histérico con la Coro- na de Aragén, cuyos primeros episodios sonados fueron los subsiguientes a las Visperas Sicilianas de 1282. 2.5. Los reinos hispanics: de la frontera a las Coronas La construccién de los espacios politicos en la peninsula Ibérica en los siglos x1 ‘axit se desarrollé en parte a costa de los poderes y espacios de Al-Andalus, lo ‘que permitié desviar tensiones internas, brindar fortuna y movilidad y crear una mentalidad de riqueza répida, ademas de facilitar grandes recursos al res pectivo monarca como jefe de la empresa de reconquista. 278

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