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ica el Argentina 1 . fue ajeno a las desvenuras que el pais vivid entre 1930. ~yfines del siglo XX, Sin embargo, seria imprudente, y ademés falso, suponer que esos ayatares lo explican todo. Marcan ciertos limites, ;peto Jos hechos significativos, [as vacilaciones y los proyectos - Incretblemente abandonados no se explican de manera auromatica por la historia global del pats ee __ Para despejar ese lugar comtin, este libro analiza la propia dindmica del campo cientifico, su relacién con el Estado, con el "sector productivo, con los milicares y con el contexto educativo. Diego Hurtado esctibi6 la primera historia politica de Ia ciencia en la ‘Argentina, un texto clave para entender cudles fueron las : " oportunidades perdidas y los éxitos alcanzados en un pais que -_enfrenta una tadicién econémica y un entorno internacional que lo relegan a un perfil productivo con escaso empleo de conocimiento, Diego Hurtado es doctor en Hsica por la UBA y profesor de Historia _ de la Ciencia en la UNSAM, donde dirige; desde 2002, el Centro de Estudios de Historia de la Ciencia José Babini. Es investigador de CONICET en el area de historia de la ciencia en Amética Latina durante el siglo XX y profesor en la maestria de Politica y Gestidn dela Ciencia de la UBA. Public mis de sesenta articulos en tevistas ‘especializadas nacionales ¢ internacionales, como Science in Context, Historical Studies in the Physical and Biological Sciences y textos de divulgacién cientifica que aparecieron en publicaciones argentinas y en la revista norteamericana Science, También es conductor de le serie d documentales Territories de Ciencia en Canal Encientro. = z ISBN 978-987-628-085-3 i il | | 9 ail www.edhasa.com Diego Hurtado DIEGO HURTADO TEMAS DEL SIGLO XX coleccién dirigida por JUAN SURIANO LA CIENCIA ARGENTINA Un proyecto inconcluso: 1930-2000 areshosa lurtado, Diego La ciencia argentina : un proyecto inconeluse: 3930-2000 . 1a ed. - Buenos Aires Edhasa, 2010. 256 p.; 19913 cm.» (Temas de la Argentina) ISBN 978-987-628-085-3 4, Ciencias Historia Argentina. f. Tilo COD 509.82 Disefio de coleecin y de tapa: Eduardo Ru Imagen de tapa: Coleccién Pablo de Les Die de interior: Juan Balaguer y Cristina Cermeio Primera edicibn: octube de 2010 © Diego Furtado, 2020 (© Sahaes, 2009 Cordoba 744 2° C, Buenos Aires Auda. Diagonal, §19-521, 08029 Barcelona Info@edhasa.com ar E-mail: Info@edhass.es bntp://wwewedhasa net http://www edhasa.com SBN: 978-987-628-085-3 Quedan rigurosamente prohibidas, sin ig autorizacién eserita de los titulares del Copyright balo las tanciones establecidas en las eyes, la reproduccion parcial o total de esta obra por cualquier medio © procedimiento, comprendidor la eprografia y el tratamiento informético y lz distribucisn de ejemplases de ella mediante zlguiler 9 préstamo pilice, Impreso por Cosmas Print SRL. Inprese en Argentina Para Ana y Sol Indice Introducetén n Capitulo 1. Una comunidad clentifica incipiente 33 Capitulo 2. La ciencia como politica piiblica...... 73 Capitulo 3. Ciencia en tiempos de autoritarismos “127 Capttulo 4. Retorno a la democracia y recuperacién de las instituciones 169 Sintesis y reflexiones finales ...cnenseeme oe 217 AbreViatUT@S .ocsnesnnneuensensee evecnnnsnnnee BL Agradecimientos: 245 INTRODUCCION Sobre diagndsticos y modas académicas Este libro intenta ser una historia panorémica de las principales instituciones argentinas dedicadas a la investigacién cientifica y al desarrollo tecnolégico entre los afios treinta y fines del siglo XX. La hipétesis que lo motiva puede formularse brevemente: la debilidad crucial del complejo cientifico-tecnoldgico argentino es politica ¢ institucional, No esta desconectada de esta evalua- cign la ausencia en la Argentina de una tradicién de reflexi6n y produccion de conocimiento sobre sus actividades de investiga- Gién y desarrollo desde la perspectiva de !a historia politica ¢ institucional. Llama la atencién esta ausencia en un escenario académico que produjo una tradicién de estudios de historia econémica que si considerd la variable tecnolégica. En todo caso, él tiitimo (1inico) aporte comprehensive que induyé come variable de andlisis la perspectiva de la historia institucional, la obra editada por Oteiza, tiene ya més de quince afies.? En cuan- to a los estudios de caso sobre trayectorias de instituciones ar- gentinas de ciencia y tecnologia, el panorama es fragmentario y se compone de investigaciones que no dialogan entre sf, ni sobre aspectos tedricos, ni sobre cuestiones empiricas. Desconocer la historia de las instituciones piblicas tanto de investigacion y desarrollo como de promocién y financiamien- to, sobre todo la de los ultimos treinta afios, sugiere algunas preguntas conflictivas: éeémo es posible formulas politicas para este sector si se desconocen las trayectorias de sus instituciones, Jas consecuencias del impacto que tuvieron sobre sus desempe- fios las variadas formas de inestabilidad econémica y politica caracteristicas de la historia argentina del siglo XX, o la evolu- cién de sus contactos con otras esferas de la actividad social? La ut 12 LA CIENCIA ARGENTINA realidad es que hasta el presente las politicas ptiblicas, tanto ex- plicitas como implicitas, para las actividades de ciencia y tecno- logia locales son el producto de una combinacién heterogénea de prescripciones elaboradas con la mirada puesta en “casos exitosos” ocurridos en otras latitudes, indicadores esténdar ~es decir, disefiados para comprender las dindmicas de los paises avanzados- y categorfas que, como la de “sistema nacional de innovacién”, empleadas desde comienzos de los afios noventa, apenas cuentan con una tradicién de andlisis y debate sobre la conveniencia de su empleo en paises en desarrollo.? De esta for- ma, a lo largo de las décadas, tanto desde el campo académico como politico, quienes se dedicaron a pensar y elaborar politi- cas de ciencia y tecnologia en ia Argentina fueron sucesivamen- te hipnotizados por los casos de Alemania, Estados Unidos, Ja~ pén o Corea del Sur, y en los tiltimos afios se trata de extraer alguna leccién de lo que ocurre en paises como Finlandia, Irlan- dao Israel. Esta debilidad se manifesté a lo largo del tiempo como afa- sia politica. Dependiendo de los modelos exitosos de referencia, lo que se observa desde los afios treinta es una proliferacién de clasificaciones y diagudsticos, reclasificaciones y nuevos diag- nésticos. Y a continuacién, propuestas que construyen su senti- do a partir de un razonamiento fundado en la combinacién de expresiones de deseo, representaciones idealizadas de la actividad cientifica y estrategias tomadas de los paises que sirven de mo- delo ocasional. Es decir, las politicas ptiblicas, explicitas o impli- citas, de ciencia y tecnologia descansan en férmulas “légicas”, que abstraen atributos de otros sistemas ¢ intentan incrustarlos en los procesos institucionales locales, Pero la légica, como se sabe, es ahistérica y asocial. Después de mas de medio siglo de este tipo de practica, el resultado es una sucesién caleidoscépica de enfoques “unidimensionales” que, entre otras limitaciones, suponen que se puede accionar sobre el complejo cientifico-tec- DIEGO HURTADO 3 nolégico considerando el campo institucional como “caja ne- gra”: se proponen ajustes a la “entrada” para obtener un resul- tado a la “salida”. ‘Asi, en especial en los tiltimos afios, algunas de las recomen- daciones que suelen leerse cuando se pone el énfasis en el aspec- to econdmico son: - Que el sector productivo debe comenzar a invertir en inves- tigacion y desarrollo. ~ Que hay que inculcar en el empresariado argentino las ven- tajas competitivas que surgen del conocimiento. ~ Que se debe formular un proyecto macroeconémico a esca- 1a de pais que fomente certidumbre a largo plazo y la acu- mulacion de competencias en los lugares de trabajo. Cuando se enfoca en la comunidad cientifica y en la evaluacion de sus actividades, se afirma: ~ Que hay que modificar el fuerte sesgo ofertista caracteristi- co de las universidades ¢ instituciones piiblicas de ciencia y tecnologia argentinas. ~ Que los organismos de promocién tienen que dejar de apli- car ctiterios de evaluacién que promueven la produccién de papers en perjuicio de la resolucién de problemas relevantes para la sociedad y las demandas del mercado. ~ Que se deben concebir incentivos para la investigacién apli- cada y las actividades de desarrollo tecnologico. Cuando se pone el énfasis en la ensefianaa, se dice: = Que hay que construir un sistema educative acorde al con- cepto moderno de innovacién. ~ Que se necesitan mas doctores, ingenieros y tecndlogos. 1” LA CIENCIA ARGENTINA Que en las auilas y los laboratorios se debe transmitir una cultura emprendedora. Por supuesto que este tipo de prescripciones viene acompafiado de los respectivos “indicadores". El problema es que luego del diagnéstico deben disefiarse estrategias de intervencién. ¥ para intervenir es necesario conocer el funcionamiento y las historias. de los objetos de intervencién, de sus componentes y de la topo- grafia de vinculos (o de su ausencia). Y lo que ocurre dentro de las instituciones, componentes estructurales primarios del com- plejo cientifico-tecnolégico, o entre ellas se desconoce. Con algunas pocas excepciones desde los andlisis econémicos, en los recursos para la formulacién de politicas estén ausentes los estudios cualitativos, las trayectorias de disciplinas y subdiscipli- nas, instituciones y grupos, sus formas especificas de organiz: cidn. Se piensa que es posible prescribir desde la abstraccién, como sila realidad fuera perfectamente maleable. Ahora bien, no se trata solo de negligencia o incomprensién. Un factor que ayuda a explicar este panorama es la dificultad para producir el conoci- tmiento necesario para la formulacién de politicas eficaces. Dolo- witz y Marsh Haman la atencién sobre la diferencia entre los pro- cesos de transferencia voluntaria y coercitiva de cambios politicos ¢ institucionales, aunque sefialan que en los margenes ambas es- pecies se fusionan. Para los paises periféricos esta variable es cru- cial. Las incertidumbres acerca de las causas que explican los pro- blemas del sistema, sobre los efectos de las decisiones previas 0 futuras y los altos costos de la informacién para preverlos motiva la bitsqueda de soluciones que puedan tomarse prestadas.? Acsto puede agregarse también que, desde el fin de la Segun- da Guerra Mundial, una motivacidn de relevancia creciente en lz Argentina, igual que en muchos paises en desarrollo, es el sen- tido politico del “lugar” de la prescripcién. La cruza de capital simbélico académico y visibilidad politica que otorga suele ser un DIEGO HURTADO 6 camino hacia las codiciadas consultorfas internacionales. Y la captacién de la “intelectualidad” y del saber experto local es una estrategia atavica de los procesos de expansién y dominacién. La condicién para acceder a las consultorias es no presentar pano- ramas excesivamente pesimistas, que los marcos tedricos sean compatibles con las “voces” dominantes que cizculan en la arena internacional -pensar con sus categorias- y que las prescripcio- nes vayan en la misma direccién que el mainstream. Es decir, se trata de una demanda que promueve la emulacién que, a su vez, relega la necesidad de produccién de conocimiento sobre las es- pecificidades locales y las categorfas necesarias para pensatlas. igual que ocurre con la produccién de indicadores, el lugar de la prescripcién en la Argentina merece un estudio propio. Las modas académicas no son ajenas a esta dindmica. A modo de ejemplo, citemos la microhistoria constructivista anglo- sajona en el rea de la historia social de la ciencia y la tecnologia. Esta tradicién se construyé sobre un sdlido terreno de explo- racién metodolégica y de exhaustivos (y redundantes) estudios de procesos intelectuales, disciplinarios, institucionales, politi- cos, culturales, biogréficos, de contextos nacionales, ete. Alcanza con mirar la lista incluida en el apartad bibliogréfico titulado “Secondary Sources” (“Fuentes Secundarias”) de la obra hoy clé- sica Leviathan and the Air-Pump de Shapin y Schaffer para enten- der la deuda que tiene esta obra con la produccién de las déca- das precedentes.* Estos “estratos” de historiografia y, en general de ciencias sociales, sobre los cuales se construyé la perspectiva constructivista anglosajona en el drea de los estudios sociales de ciencia y. tecnologia estén ausentes en las tradicjones historio- graficas latinoamericanas. Una consecuencia de esta carencia es Ia fragmentacion debida a la falta de un “fondo” historiografico compartido -para el consenso o la controversia~, que establ~zca las condiciones de posibilidad para el didlogo, el debate y la pro- duccién colectiva, que es lo que finalmente da cohesion y senti- 16 LA CIENCIA ARGENTINA do a una disciplina y lo que permitirfa hablar de una comunidad de historiadores de la ciencia y la tecnologia, as{ como de la pro- duccién de conocimiento como insumo para la comprensién de las propias tradiciones y dindmicas. Esta misma discusién es va- lida para la produccién de conocimiento en el campo més am- plio de los estudios sociales de la ciencia y la tecnologia y de los estudios de politicas para el sector. De esta manera, desde los paises en desarrollo es crucial avanzar, por ejemplo, sobre cuestiones vinculadas a la historia de las instituciones, la conformacién de comunidades cientificas y tradiciones de investigacién; comprender las modalidades de sub- ordinacién de grupos de investigacion, laboratorios o institutos de paises latinoamericanos a centros de produccién cientifica de Jos paises avanzados; analizar los vinculos entre relaciones inter nacionales y politicas nacionales para Ja ciencia y la tecnologia Se trata de procesos que involucran escalas temporales, focos ¢s- paciales y problematicas sociales diferentes a los involucrados en, por ejemplo, los estudios de caso de la tradicién constructivista anglosajona y que, en todo caso, son su condicién de posibilidad. Parece legitimo preguntarse, entonces: ése puede ser constructi- vista en América Latina? Incluso si la respuesta fuera afirmativa, un enfogue constructivista desde América Latina, mas que con- centrarse en los componentes socio-cognitivos, deberia enfocar os procesos de construccién de las condiciones de posibilidad pare la “recepcién” de teorias, las tensiones entre innovacion y “transplante” de modelos institucionales y organizacionales, la “adaptacién” de tecnologias de punta frente al problema de la in- novacién tecnoldgica (las tiltimas tres comillas intentan sefialar la compleja polisemia encerrada en los términos aludidos) En sintesis, como practicas sociales, las actividades de ciencia, tecnologia € innovacién involucran procesos “densos” de signifi- cado, que no son susceptibles de ser aprehendidos por marcos te- Gricos universales, © reorientados a partir de transferencias auto- DIEGO HURTADO v miticas de otras experiencias nacionales. La realidad social no puede pensarse como un rompecabezas compuesto de piezas mo- dulares intercambiables. La historia de las politicas cientificas y tecnolégicas en la Argentina conoce de estos fracasos y todavia se pregunta qué hacer con las universidades y las instituciones pitbli- cas de investigacién y desarrollo, cémo producir conocimiento que se integre al sector productivo o resuelva problemas sociales, cémo evitar la fuga de cerebros. Es decir, sigue indagando sobre las mismas cuestiones que hace ocho décadas se planteaban los pro- pios cientificos que comenzaron a promover algunos de los prime- 108 estadios del proceso de institucionalizacién de sus practicas. Sélo a modo de ejemplo didactico, un informe de evaluacién de las mateméticas en la Argentina de 1942, al referirse a la ne- cesidad de crear centros de investigacién, menciona “las carac- teristicas de nuestra organizacién universitaria y la preponde- rancia de ciertos factores burocriticos que obstaculizan seriamente toda obra de investigacién”. En una evaluacién de 2002; encargada por Ja revista Ciencia Hoy a un grupo de evalua- dores intemacionales, se lee: “E] comité advirtio la presencia de obstaculos burocraticos significativos, especialmente Ia poca permeabilidad de las fronteras que separan las ramas disciplina- rias y la rigidez del sistema”. En el informe de 1942, Félix Cer- nuschi, por entonees profesor de la Universidad Nacional de Tu- cumén, sostenia que “la poca matemética que se ensefia estd completamente divorciada de los problemas que plantea a los, matemiticos la realidad de nuestro pais”. El informe de Ciencia Hoy se refiere a la necesidad de “establecer conexiones entre la matematica tradicional que se practica en la Argentina y algunas reas emergentes en las que se utiliza la matemética”. El infor- me de 1942 sostiene: “En nuestro pais existen diversos centros dedicados a altos estudios mateméticos, totalmente dispersos y desvincuiados”, En el informe de 2002 se lee que “muchos gru- pos de investigacién son pequetios y se encuentran aislados”. En 18 LA CIENCIA ARGENTINA 1942, se habla de la necesidad de “contratar profesores extranje- ros de reconocida capacidad cientifica y moral, para dictar en el pafs cursos completos y para dirigir seminarios”, En 2002 se re- comienda: “Promover visitas recurrentes de profesores extranje- 108 a lo largo de varios afios” ’ Sobre ia fuga de cerebros, a mediados de los afios cuarenta los cientificos argentinos ya eran conscientes de este fenémeno, En 1946, el fisidlogo Eduardo Braun Menéndez sostenia: Provocara vuestro asombro saber que la Argentina, ade- mas de exportar carne, cereales y algunos productos ma- nufacturados, exporta también hombres de ciencia. Todos ellos fueron formados con grandes sacrificios y largos afios de estudio y trabajo. Cuando se encontraban en condiciones de ser titiles a la sociedad que costed su for- macién, fueron abandonados [...] ¥ asi se han ido fisicos, anatomistas, fildlogos, quimicos, histélogos, psicélogos, botanicos, etc., que tanta falta hacen al pais.* Decir que la historia de las actividades cientificas y tecnologicas en la Argentina y, por lo tanto, ia historia de sus instituciones como espacio material, normativo ¢ ideoldgico- fueron modu- ladas por las recurrentes crisis politicas y econémicas es una ver- dad tan indiscutible y obvia como abstracta. Igual de indiscuti- ble, obvio y abstracto es pensar en el impacto traumético que significd la necesidad de adecuacién compulsiva que padecieron ‘estas actividades e instituciones al pasar de un régimen de acu- mulacién que intent impulsar la industrializacién por sustitu- cién de importaciones orientada al mercado interno a otro régi- men de apertura de 12 economia, desregulacion de los mercados y desindustrializacién. En este complejo escenario de inestabil’- dades y rupturas periédicas que caracteriza la historia argentina, lo significativo y todavia hoy desconocido~ son las trayectorias DIEGO HURTADO ws particulares de las instituciones de ciencia y tecnologia, sus modos de organizacién, las ideologias y representaciones que promovieron sobre el significado de investigar en la Argentina, el valor social y politico que dieron a esta actividad, la capacidad de adaptacién a las mutaciones de! contexto. Todas estas variables jugaron de forma muy diferente en, por ejemplo, las trayectorias de la Comisién Nacional de Energia Atémica y del Consejo Na- cional de Investigaciones Cientificas y Técnicas. En términos generales, “ciencia” y “tecnologia” son concep- tos problematicos para los paises periféricos. Mientras que para los paises avanzados, como sostiene e! historiador francés Pestre, “Na ciencia moderna como institucién, la que se organiza en los siglos XVI y XVII, fue siempre del mas alto interés para los pode- re politicos, econdmicos y militares”, para los paises en desarro- Hlo, como la Argentina, recién en el perfodo de entreguerras el poder politico comenzé a atisbar que la ciencia y la tecnologia podian ser una variable del desarrollo social y econémico y que su ptomocién requeria de politicas publicas que impulsaran, pri- mero, la consolidacién de los procesos de profesionalizacién y la institucionalizacién de las practicas de investigacion y desarro- No, y segundo, la integracton de estas actividades a los procesus de produccién de riqueza y valor social. EI historiador de la cien- cia australiano MacLeod sefiala que desde los afios sesenta con el comienzo del “fin de! imperio” y Ja progresiva des- colonizacion, llegé un interés creciente en la ciencia y la tecnologia como instrumentos de desarrollo postcolo- nial, Con esto llegé también un creciente interés en los ‘métodos por los cuales las potencias coloniales curopeas, desde el siglo XVII -por siglos~ cultivaron y emplearon exitosamente la ciencia para obtener ventajas econémi- cas y control politico.” 20 LA CIENCIA ARGENTINA Este modo exitoso de entender el lugar politico y econémico de Ja ciencia y la tecnologia, para la Argentina y, en general, para ‘América Latina, colisiona con el lugar que la divisién internacio- nal del trabajo asigné en la economia global a la regién. Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, diversos grupos 6 sectores en la Argentina -principalmente los propios cientifi- cos y los elencos directivos de algunas instituciones ptiblicas 0, en menor medida, politicos y militares- intentaron encontrar y promover, sin mucho éxito, modos de desencadenar procesos ‘que hagan posible la asimilacién de las actividades de investiga- cidn cientifica y desarrollo tecnolégico a la realidad de pais peri- férico, En este sentido, otra verdad igualmente indiscutible, obvia y abstracta es la “disfuncionalidad” que, con diferencias de grado, mostraron las instituciones de ciencia y tecnologia loca- les respecto de la propia realidad econémica, social y cultural Retrospectivamente parece claro que la raiz de este desajuste fue la ausencia cr6nica de politicas puiblicas robustas para la cien- cia, la tecnologia y Ja innovacién y, como sustituto de esta au- sencia, la adopcion y naturalizacién de sentidos, imaginarios ¢ Sdealizaciones que fueron claborados a lo largo de tres siglos en Jos paises avanzados. En la Argentina, autores como Amficar Herrera, Oscar Varsavsky o Jorge Sabato, durante fines de los aiios sesenta y comienzos de los ochenta, dedicaron parte de su esfuerzo a conceptualizar este panorama. Por ejemplo, Sabato alertaba sobre la importacién ciega de tecnologia: La tecnologia no ¢s neutra: con ella se transmiten los va- lores y las relaciones de produccién imperantes en la so- ciedad donde se origina. Por lo tanto, su importaci6n sin una previa fijacién de criterios -particularmente dentro del actual sistema de propiedad industrial y sin una ade- cuada legislacién sobre inversién extranjera~ conduce a una concentracién de poder econémico y politico en los DIEGO HURTADO a paises exportadores y a una alienacién social y cultural de los paises importadores a través de la “reproduccién” de los valores importados.* Esta dependencia simbélica y cultural, necesarlamente correla- cionada con Jas diversas modalidades hist6ricas de dependencia econémica, obstaculiz6 toda posibilidad de conceptualizar nue- vos sentidos para las pricticas de investigacién y desarrollo que hicieran posible su integracién sistémica a un proyecto de pais. Con excepciones efimeras, es en este panorama caracterizado por la ausencia de politicas pablicas robustas de mediano o largo plazo y por un ethos consecuente de la “asimilacién”, la “copia” o el “trasplante” que, a lo largo del siglo XX, evolucionaron los espacios de produccién de conocimiento y desarrollo tecnolégi- co en la Argentina. Ciencia, tecnologia e instituciones Las sociedades y academias cientificas, los observatorios y los jar- dines botanicos en los siglos XVII y XVIII; los museos, ¢! mode- lo humboldtiano de universidad, las sociedades cientificas espe- Gializadas y las asociaciones para el progreso a fines del siglo XVIII y primera mitad del XIX; los laboratorios industriales, los institutos publicos de regulacién y estandarizacién de unidades de medida e instrumentacién, los establecimientos militares de- dicados a la investigacion en areas “estratégicas” y las estaciones experimentales para la investigacién agricola y la extensién entre mediados del siglo XIX y comienzos del XX; los consejos nacio- nales y la compleja articulacién de instituciones y sectores que trajo consigo la big science alrededor de la mitad del siglo XX, son algunos de los ejempios mas visibles de la forma en que los pai- ses avanzados fueron disefiando los espacios y los modos de or- 2 LA CIENCIA ARGENTINA ganizacién pata las pricticas de produccién de conocimiento, desarrollo tecnolégico ¢ innovacién que més se adecuaban a sus realidades nacionales. Estos procesos de institucionalizacion ¢s- tuvieron correlacionados con la busqueda del lugar social, cultu- ral, econémico y militar del conocimiento. Los complejos proce- sos de construccién de vinculos entre cientificos, artesanos, militares y navegantes desde comienzos del siglo XVI, el discuti- do lugar del factor técnico en la revolucién industrial desenca- denada a fines del XVIII, la concrecién de la simbiosis entre la actividad cientifica y ia industria y el vinculo entre investigacién clentifica y tecnolégica para uso militar desde mediados del siglo XIX, son algunos ¢jemplos de procesos claves en Ja trayectoria geoeconémica y geopolitica de los paises avanzados. Como expli- ca Christopher Freeman, “la fuerte interaccién entre innovacio- nes técnicas ¢ institucionales constituye un rasgo fandamentat del desarrollo econémico contemporaneo, asi como de olas an- teriores de cambio técnico”. A modo de ejemplo de la importan- cia del factor institucional, refiriéndose a los afios previos a la Primera Guerra Mundial, Freeman destaca “las innovaciones institucionales en el sistema cientifico y tecnolégico aleman y es- tadounidense” como rasgo que hizo posible “que las industrias alemana y estadounidense explotaran los nuevos conocimientos cientificos que se encontraban a disposicién ptiblica con una efi- cacia mucho mayor que la industria briténica”.” ‘Asi, mientras los paises industrializados disefiaban los modos de organizacién y los espacios institucionales adecuados para sus sociedades, economias y sistemas politicos, en la cons- truccion de los Estados-nacidn latinoamericanos, durante la se- gunda mitad del siglo XIX, los vinculos de dependencia con Eu- ropa jugaron un papel protagdnico en la asimilacién de la practica cientifica, a través de la comtin aceptacién del “cardcter universal del conocimiento cientifico”. Este proceso decisive de asimilacién de la clencia como prictica social se canaliz6 a tra- DIEGO HURTADO 2B vés de una ideologia universalista, que confundié la estabilidad de los productos finales de la actividad cientifica ~teorias, leyes, conceptos, eficacia técnica- con el supuesto universalismo de la propia prdctica de produccién de conocimiento, que incluye in- tereses, habitos, expectativas, necesidades, elecciones. Sin em- bargo, hoy resulta obvio que no es lo mismo hacer investigacién y desarrollo en Rosario, Quito o Caracas que en California, Ber- lin 0 Tokio. Es decir, el conocimiento cientifico y tecnolégico no nace universal. Nace local. La ciencia y la tecnologia, como prac ticas sociales, no se universalizaron (mundializaron) por el po- der de la verdad cientifica. Tampoco fue éste un proceso altruista y esponténeo. Entre los modos que mostraron mayor efectividad en la historia de los tiltimos tres siglos, podrian mencionarse la eficacia técnica derivada del modo de produccién de conocimiento y sus usos econémicos y militares y, en el orden simbélico, la cons- truccién de una red de significados que vincularon progreso, ra- cionalidad y naturaleza humana a la bisqueda de Ia verdad cien- tifica, red que acompaiié el proceso de expansién colonial y las sucesivas y multiples modalidades de imperialismo cultural y de- pendencia econdmica de las regiones periféricas. En este sentido, un componente de raiz etnocéntrica de esta ideologia universalista es lo que podriamos llamar “ideologia de la integracion sistémica”. Adoptado implicitamente en las polt- ticas que los Estados periféricos concibieron para la asimilacién de las practicas de investigacién, este componente ideoldgico su- pone que no tnicamente el conocimiento cientifico, sino tam- bién los modos que para su produccién fueron concebidos, por ios paises centrales, son susceptibles de ser “transplantados” y “asimilados” y son compatibles con (o integrables a) las dindmi- cas sociopoliticas y las determinaciones econémicas de la socie- dad periférica que se propone adoptarlas. ¥ como corolario de esta creencia se asume que es posible “transplantar” las condi- ciones de posibilidad ~modelos institucionales, formas de orga- 4 LA CIENCIA ARGENTINA nizacién y trabajo, mecanismos de legitimacién, tanto como va- lores, representaciones, rituales, jerarquias disciplinarias y epis- témicas- de un contexto sociocultural a otro muy diferente. Y, finalmente, también se asume que este proceso derivard en la construccién de una estructura eficaz para la produccién de ac- tividades capaces de impulsar el desarrollo social y econémico. Las premisas que presupone este componente que Hamamos ideo- logia de la integracién sistémica son: (1) La aceptacién de un estado inicial de “atraso” y subordina- cién cultural y material. Esto significa que las dreas relevantes, las jerarquias epistémicas, los criterios de validacién y los modos de organizacion son la consecuencia de la adopcién de iniciativas politicas, modelos institucionales y practicas de evaluacién y co- municacién cientifica cristalizados en los paises centrales. La construccién de esta red densa de significados, valores y espacios materiales no es independiente del campo de las relaciones inter- nacionales, como Jo demuestra la frecuente intervencién prota~ gonica de organismos internacionales, desde la UNESCO hasta la Organizacién para la Cooperacién y el Desarrollo Econémico (OCDE) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Los mo- dos en que se reproduce y actualiza esta subordinacién en las pro- pias rutinas de produccién de conocimiento o en los procesos de toma de decisiones son numerosos. Algunas de las practicas mas visibles que determinan las trayectorias institucionales, y que in- volucran a los propios cientificos, ingenieros y tecndlogos de pai- ses periféricos son: las estadias en instituciones o firmas de paises centrales; 1os procesos de seleccidn, compra e instalacién de ins- trumentos; los criterios de evaluacién; los procesos de construc- cién de colaboraciones cientificas Norte-Sur. Algunos de los modos més visibles que involucran a los encargados de formular politicas son: los criterios de definicién de lineas prioritarias 0 reas de vacancia; el origen de los fondos y las modalidades de ne- DIEGO HURTADO 2 gociacién; las estrategias para la promocién de vinculos entre el sector puiblico y el sector productive. (2) Un conocimiento deficiente y ahistérico del conglomerado de instituciones, comunidades disciplinarias y grupos de inves- tigadores involucrados, tanto como de los actores politicos y econémicos. Esta carencia deriva en una representacién simpli- ficada del complejo campo de fuerzas que se configura alrede- dor de las actividades de produccién de conocimiento, desarro- lo tecnolégico ¢ innovacién. El resultado es un conjunto insuficiente de competencias para la elaboracién de politicas. Ante esta pobreza conceptual, el resultado suele ser, no solo la importacién de categorias, clasificaciones, valoraciones, re- cursos para la “medicién”, sino también la internalizacién de tendencias de otras sociedades, con la consecuente confusién entre descripciones y prescripciones. Pueden servir como ejem- pios didacticos muy difundidos la répida adopcién y puesta en circulacidn, tanto en ambitos académicos como politicos loca- les, del marco conceptual que acompaiié a la nocién de “modo 2” de produccién de conocimiento, o del enfoque subyacente a Ja ubicua nocién de “sistema nacional de innovacién”. Sin em- argo, los paises en desarrollo estén ausentes en las representa- ciones que presuponen estos conceptos. O mejor dicho, estan implicitos. Sin los paises en desarrollo actuando como provee- dores de materias primas, lugar donde instalar los procesos in- dustriales mas contaminantes, donde realizar ensayos clinicos de medicamentos rapidos y econédmicos y, sobre todo, como pa- gadores de royalties, escenarios como los sugeridos por el “mo- do 2” sencillamente no se sostienen."* ‘Sintetizando, hay un “modo de ser” histérico y contextual de las actividades de investigacién, desarrollo ¢ innovacién, lo que significa que, contrariamente a lo que se acepta cuando se adop- ta lo que hemos llamado ideologia de la integracién sistémica, 26 LA CIENCIA ARGENTINA no existe un camino predeterminado, una “receta analitica” 0 una huella que se pueda seguir. En todo caso, las experiencias exitosas de otros paises deben considerarse como insumos se- cundarios de naturaleza heuristica. Para integrar la ciencia y la tecnologia al desarrollo social y econémico hay que superar el es- tadio de los diagnésticos y formulaciones de politicas genéricas y avanzar sobre politicas innovadoras. ¥ para innovar en el cam- po de la politica es necesario producir conocimiento social, polt- tico e institucional sobre las dindmicas de produccién de conoci- miento y desarrollo tecnolégico propias de los paises de la region, incorporando los “caracteres adquiridos” a lo largo de la historia, asi como las tensiones y asimetrias que definen el lugar de tos paises periféricos o semiperiféricos en un campo de fuerzas que los relega a un papel subsidiario en el sistema econémico mun- dial.™ La construccién de instituciones, sostiene el socidlogo Offe, “constituye el problema practico central que enfrentan las socie- dades a medida que emergen de un pasado completamente desa- creditado”. Si bien su interés se concentra especialmente en las “sociedades post comunistas”, sus reflexiones también son validas para el caso de “sociedades post autoritarias”. Offe destaca la “na- turaleza dual de las instituciones”, vinculada a ja creacién de condiciones necesarias para su existencia y viabilidad, para la so- cializacién interna tanto como para la eficacia externa, para la consolidacién de creencias y la implementacién de objetivos. De esta forma, la accién institucionalizada combina la mirada obliga- toria hacia el pasado, fundada en la “Idgica de lo apropiado”, y la mirada anticipatoria hacia el futuro, basada en una “légica instru- mental o estratégica”, Este autor concluye que “quienquiera que desee defender, diseriar, construir, modificar o criticar las institu- ciones tendra que tener en mente este dualismo”. Sin embargo, las sociedades como ia Argentina, por lo menos desde la década de 1940, al mirar hacia atrés no suelen encontrar “lo apropiado”. El DIEGO HURTADO 27 peronismo quiso ser renovador, la “Revolucién Libertadora" quiso borrar el peronismo (sus instituciones), las dictaduras de 1966 y 1976, cada una a su modo, quisieron ser refundacionales, asi como la democracia de fines de 1983, en el érea de ciencia y tec- nologia, buscé el modelo de una supuesta “edad de oro” que habia clausurado la “Revolucién Argentina”. Es decir, solo queda la “16- gica instrumental y estratégica”, que finalmente debe ser “una 1é- gica de imitacién, importacién y transplante”. £n tal caso, como sefiala Offe, ignorar e] nivel de integracién social para concentrar- se en el redisefio de las instituciones existentes o en la creacién de nuevas instituciones “que supuestamente establecerian una nueva modalidad de integracién sistémica” deriva en una empresa “que se vuelve fécilmente vulnerable a las inclinaciones mentales y mo- rales no reconstruidas que se heredan de los antiguos regimenes’’ La consecuencia es que las instituciones asf fundadas no se desem- peiian de la forma esperada.” Estos desajustes no inhabilitan los dos ¢jes de andlisis que aporta la dualidad sefialada. En el ambito de las instituciones de ciencia y tecnologia, el primer eje, que tiene un ojo en el pasado -siempre problemético en el caso de la Argentina-, por su caric- ter marcadamente histérico y cultural, remite a tradiciones € ideologtas vinculadas con el lugar social del conocimiento y 12 tecnologia, formaciones que componen la razdn de la cohesion interna de uma institucién, de la mayor o menor unidad de ob- jetivos y de los sentidos politicos y culturales imaginados por una comunidad institucional para su propia institucién, en armonia © en colisién con el contexto sociopolitice amplio. En el.caso ideal, aquellas instituciones que logran construirse un “pasado apropiado” son capaces de configurar tradiciones de investiga- cién y desarrollo que, al funcionar como subculturas, logran una estabilidad relativa mayor que el resto de las instituciones. Como excepciones, estas tradiciones enfrentan problemas de identidad politica y de representacién de su funcién soctal. 28 LA CIENCIA ARGENTINA El segundo eje de andlisis, que tiene una raiz politica y estra- tégica, se enmarca en los modos de accién més o menos eficaces concebidos para alcanzar los objetivos que, como tales, también son rasgos definitorios de la institucién -la autonomia tecnold: gica, el impulso del proceso de industrializacién, la transferencia de tecnologia agraria al pequefio productor, la imposicién de es- tandares internacionales 2 la comunidad cientifica local, ete y enfrentan el desafio de concebir formas de organizacién y proce- 505 de trabajo, modos de vinculacién y comunicacién o de adap- tacién a cambios del escenario econdmico y politico. La gama de prdcticas que surge de una concepcidn estratégica estd relaciona~ da con el modo en que se concibe Ia trayectoria futura de la ins- titucién y enfrenta el problema de adecuarse a su ethos, que a stt vez padece las torsiones y cuestionamientos de los propios modos de accién. Ambos ees de anilisis aparecen mediados por rutinas, con- venciones y habitos, por las numerosas “limitaciones informa- es” de las que habla North, que se transmiten como pautas culturales. Rasgos como la estabilidad de una institucién, su “inercia”, su capacidad de cambio, o de aprendizaje estan deter- minados por estos componentes."? Entre la gama de torsiones propias de la dupla ethos-modos de accién eficaz, pueden mencionarse como ejemplos visibles: la persecucién de objetivos “estratégicos” (defensa, por ejem- plo) en instituciones civiles y su inversa, la persecucién de ob- jetivos socioeconémicos en una institucién militar; la colisién de valores propios de la perspectiva mertoniana -comunalis- mo, universalismo, desinterés, originalidad y escepticismo-, presentes en la comunidad cientifica argentina, con la realidad local (no universal) de pais pobre; la eleccién de sectores so- cloeconémicos -en ciencias biomédicas, por ejemplo-, o de sectores de la estructura productiva empresas pequefias y me- dianas versus empresas grandes, nacionales o trasnacionales~ DIEGO HURTADO 29 en la definicién de la “demanda” de investigaci6n y desarrollo; las tensiones entre lo piblico y lo privado en los procesos de apropiacin de los resultados de la investigacion. Todas estas problematicas estén determinadas, en diferentes grados, por fenémenos que pueden inscribirse en la escala de pais y del Estado nacional, como los regimenes politicos de gobierno, los regimenes econdmicos de acumulacién, o las politicas exterio- res, pero también por fenémenos que tienen lugar en la escala media de las propias dinmicas institucionales, de los grupos de investigacion o del campo de interaccién interinstitucional o intersectorial. ‘Al poner el foco en una posible caracterizacién de las trayec- torias de las principales instituciones de investigacién y desarro- lo de la Argentina, este libro asume que las principales debilida- des de las actividades de ciencia y tecnologia deben buscarse, 0 bien en la capacidad insuficiente de sus instituciones para perse- guir y coneretar los objetivos que, de forma explicita o implicita, le fueron asignados por los contextos sociopoliticos que las con- cibieron, o bien en el inadecuado “ajuste” entre la identidad (y la autorepresentacién) de la institucién, por un lado, y el contexto sociopolitico, por otro, o bien una combinacién de ambas razo- nes. Este libro también intenta dar cuenta de 1a persistencia de “(égicas” institucionales que fueron capaces de sostener comuni- dades de cientificos, ingenieros, técnicos, administradores y elen- cos directivos alrededor de conjuntos de representaciones, ideolo- alas y objetivos que de alguna forma explican, en un émbito de inestabilidades y discontinuidades, los diversos grados de conti- nuidad; asf como de los quiebres en estas representaciones, ideo- logias y objetivos, en aquellos casos en que las instituciones fue- ron drasticamente reestructuradas, clausuradas o reemplazadas. Finalmente, como motivacién adicional de este escrito, tam- bign esta presente una conviccién: no es posible elaborar politicas pata las actividades de investigacién y desarrollo tecnol6gico aptas 30 LA CIENCIA ARGENTINA para Ja resolucién de problemas sociales o capaces de desen- cadenar un proceso perdurable de integracién al desarrollo eco- némico sin un conocimiento exhaustivo de las trayectorias ins- titucionales, de los intentos previos de consolidacién de un “sistema” institucional y de las razones que los obstaculizaron. Se trata de un conjunto de conocimientos que alin no existe en la Argentina y, peor aim, sobre el que todavia no parece haber conciencia clara de su necesidad, ‘Concebido como un libro de historia panordmica de las ins- tituciones publicas de investigacién y desarrollo en la Argen- tina, este libro intenta mostrar algunos indicios a favor de la hi- pétesis de que las razones del subdesarrollo cientifico y tecnoldgico, como manifestacién de su cardcter de pais semipe- riférico, deben rastrearse en el nivel de la falta de competencias para la formulaci6n y ejecucién de politicas y, como consecuen- cia, de instituciones poco adecuadas a las necesidades extremas determinadas por un campo de fuerzas de dependencia estruc- tural. Digamos también que una limitacién de este relato es no haber incluido, por un lado, las actividades de investigacién y desarrollo en las universidades y, por otro, Ja historia de las ins- tituciones dedicadas a producir conocimiento en ciencias socia- les, Estas dimensiones escapan al més modesto objetivo de este libro, que intenta hacer un aporte al notable vacio historiogré fico vinculado a las instituciones puiblicas de ciencia y tecnolo- efa durante el sigio XX. E] relato se inicia en los primeros atios de la década de 1930. Si bien esta eleccién, como ocurre inexorablemente en historia, puede resultar arbitraria, hay dos razones que la mo- tivan: (1) en ese momento se pone de manifiesto la existencia de una comunidad cientifica consciente de la necesidad de construir un lugar de visibilidad social e influencia politica para su actividad; (2) por esos aiios los historiadores de la eco- nomia suelen ubicar el inicio de la industrializacién en la Ar- DIEGO HURTADO 31 gentina, proceso que tendré alguna influencia en la construc- cin de un sentido econémico para las actividades de investi- gacién y desarrollo. El libro se cierra a fines de los afios noven- ta, con las primeras consecuencias de la creacién, en 1996, de la Agencia Nacional de Promocién Cientifica y Tecnoldgica, como institucién que buscé integrarse, al comienzo de forma confrontativa, a la estructura institucional de base que sostie- ne el complejo cientifico-tecnolégico argentino. Finalmente, en la diltima seccién intentamos obtener algunas conclusiones que surgen de esta visién panorémica. Notas Enrique Oteiza (ed.), La politica de investigacin en cieneiay tecnologia, His- toria y perspectivas, Buenos Aites, CEAL, 1992. 2 ease, por ejemplo, Rodrigo Arocena y Judith Sutz, “Looking at National systems of Innovation from the South”, en Industry amd Innovation, vol. 7, 0.° 4, 2000, pp. 55-75. 5 David Dolowite y David Marsh, “Who Learns What from Whom: a Review of the Policy Transfer Literature", en Political Studies, vol, 54, 1996, pp. 346-347, + Steven Shapin y Simon Schaffer, Leviathan and the Air-Pump, Princeton, Princeton University Press, 1985, pp. 404-426, 51. Caffarelli; H. Foetimer; P. Griffiths; y W. Pulleyblank, “La matematica cn la Argentina”, en Ciencia Hoy, vol. 12, n.° 67, 2002, pp. 8-16; AAPC, Qué debe hhacerse para el adetento de ia matematica en la Argentina, Encuesta promovida por ka ‘Asociacién Argentina para el Progreso de las Clertcias, Buenos Aires, Establec:- miento Grafico “Tomis Palumbo", 1942. © Eduardo Braun Menénder, Bases para el progreso de las ciencias en In Argen- tina, Buenos Aires, Ateneo dei Clsb Universitarto, 1946, pp. 27-28. * Dominique Pestre, Ciencia, dinero y politica, Buenos Alves, Nueva Visién, 2005 ». 26; Roy MacLeod, “Introduction”, ¢2 Osiris, ol. 15, 2001, p. 2 "Jorge Sabato y Michael Mackenzie, Le produecién de teenologfa. Auténoma 0 transnacional, México, D. F, Nuews bmagen, 1982, p. 220. * Christopher Freeman, “Instituciones formales cientificas y téenicas en el sistema nacional de innovacién”, en B. A. Lundval! (ed), Sistemas nacionales de innovacién. Hacia una teorin de la innovacién y el aprendizaje por interaccidn Buenos Aices, UNSAM Edita, 2009 [1982], pp. 192-193, énfasis en ef origtzal (200: 32 LA CIENCIA ARGENTINA %9 NM. Gibbons; C. Limoges; H. Nowotny; S. Schwartzman; P. Scott; y M. Trow, The new production of knowledge, Londres, Sage Publications, 1994; Diego Hurtado y Ana M. Vara, “Investigacién en las universidades argentinas. Nuevas demandas y contradicciones", en S. Araujo (comp.), La Universidad como objeto de investigacién. Democracta, gohernabitidad, transformacién y cambio de la educa- i6n superior universitaria, Tandil, Universidad Nacional del Centro de la Provin- cia de Buenos Aires, 2008, pp. 235-237. Xt Llamamos estados semiperiféricos a aquellos que poseen recursos sustan- ciales suficientes como para influir sobre algunos pocos sectores primarios del mercado mundial, pero carecen de influenciz suficiente para jugar un papel de liderazgo en el sistema mundial. = Claus Offe, “El disefio institucional en los procesos de transicién de lel Este”, en R Goodin (comp.), Teoria de disefio institucional, Barcelona, Gedisa, 2003 [1996], pp. 251-255 y 266-267. ® Douglass North, instituciones, cambio institucional y desemperio econdmico, México DF, FCE, 2006 (1990}, pp. 34-58. CAPITULO 1 Una comunidad cientifica incipiente Creacién de la AAPC La creaci6n de la Asociacién Argentina para el Progreso de las Ciencias (AAPC) en diciembre de 1933 representa la primera manifestacion de la existencia de un grupo de cientificos que, dedicados exclusivamente a la investigacién y la ensefianza de las ciencias en instituciones puiblicas, reconocié la necesidad de promover un plan de accién transversal a los grupos disciplina- rios con el objetivo de tener mayor capacidad de influir en las es- feras de gobierno. Su primer presidente, el fisidlogo Bernardo Houssay ~director, desde 1919, del Instituto de Fisiologia de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (UBA)-, reconocfa afios més tarde que la iniciativa surgié del periodista Carlos Alberto Silva Desde fines de 1933, Silva se encontraba publicando una seric de cxtensas cntrevistas a cientificos argentinos en la revis- ta semanal El Hogar. Las entrevistas habian sido motivadas por una expresin desafortunada de un senador de la provincia de Salta, Carlos Serrey, durante una sesién del Parlamento, a raiz de un proyecto de su autoria sobre la validacién de titulos o diplo- mas obtenidos en el extranjero. En una intervencién durante una sesidn del Senado, Serrey sostuvo que “no hay en nuestro pais quienes se dediquen exclusivamente a estudiar la filosofia y a investigar la Ciencia y a transmitir a sus alumnos el resultado de sus estudios o investigaciones". Cuenta Houssay que Silva, “profundamente indignado por el desconocimiento de la labor de los cientificos argentinos", decid realizar una serie de entre- vistas ~al propio Houssay y a Horacio Damianovich, Alfredo Sor- 33 34 LA CIENCIA ARGENTINA delli, Enrique Butty, Venancio Deulofeu, Lorenzo Parodi, Pedro Blizalde, Juan Bacigalupo, juan Vignaux, Adolfo T. Williams y Enrique Zappi-, que fueron publicadas en ntimeros sucesivos de El Hogar con el titulo “Enterémonos de lo que se hace en nues- tra propia casa’. La reunién de los entrevistados en el restauran- te La Sonémbula el 6 de diciembre de 1933 decidié la creacién de la AAPC. En una segunda reunién en el restaurante Marchiort se confirmaron los miembros fundadores, entre ellos el periodis- ta Silva. oo la AAPC puede considerarse como un caso de “copia” 0 “transplante” del modelo institucional delineado por las Asociaciones pata el Progreso de las Ciencias (APCs) que se ori- ginaron en Europa en la primera mitad del siglo XIX, entre otras yazones, como oposicién al amateurismo y a favor de lograr el estatus de profesién para la actividad cientifica, asegurar su re- conocimiento social ¢ impulsar la filantropia.' En un contexto sociopolitico muy diferente, la AAPC compartié las funciones y los objetivos originales de este tipo de instituciones, en la medi- da en que integrd a diferentes sectores de la comunidad cientifi- ca local y se propuso concebir ¢ impulsar estrategias de financia~ smiento, difundir la actividad cientifica en la esfera publica y elaborar diagnésticos del panorama cientifico a escala nacional. Igual que sus antecesoras europeas y norteamericana, también se propuso transmitir dentro de la propia comunidad cientifica Jocal est{ndares y valores inspirados en el internacionalismo de Ja préctica cientifica. - Compuesto por una mayoria de médicos y quimicos, entre jas tareas iniciales, la AAPC se propuso elaborar y transmitir su propla perspectiva del panorama local a través de reflexiones y diagndsticos comparativos sobre el funcionamiento de la clencia en otros pafses. Houssay fue el autor del primer folleto publica do por la asociacién en mayo de 1934 con el titulo Debe ayudar- se a la clencia argentina. Alli sostenia: “Los paises latinoamerica- DIEGO HURTADO 35 nos son atin atrasados en este terreno. Sarmiento ha dicho ‘es la cultura cientifica la tmnica redentora posible de estos pueblos, con- tra el estigma de su raza y de su historia”. Y concluia: “En nues- tro pais se estdn creando algunos fondos con fines semejantes, pero son atin muy pocos para una nacién poderosa y una de las mis grandes ciudades del mundo”. Ese mismo afio la AAPC con- creté la personeria juridica como entidad de beneficio piiblico. Otro ejemplo fue la publicacién, en 1935, del Primer informe sobre el estado actual de las ciencias en Ia Argentina y sus necesidades mds urgentes, En la “Introduccién” se reconocfa que “atin no €s- tamos en condiciones de afirmar que lo hecho puede colocamnos en la vanguardia de las naciones mas cultas”. En la seccién dedi- cada a la astronomia, a cargo de Félix Aguilar, se afirmaba, por cjemplo, que entre los objetivos del Observatorio Nacional de Cérdoba, creado en 1871, “la formacion de astrénomos argenti- nos, no se ha cumplido”. En el apartado dedicado a la fisica, a cargo de Ramén Loyarte, se intentaba promover la formacién de escuelas experimentales. En zoologia se afirmaba que “no se ha obtenido atin un desarrollo satisfactorio” y en botanica que los estudios “son todavia escasos y sin coordinacién”. Se insistia en el descuado de la riqueza ganadera al sefialar las deficiencias en zo- otecnia y veterinaria. En las secciones dedicadas a la guimica, la medicina y la higiene figuraban algunos comentarios optimistas En geologia, los resultados positivos se explicaban por la existen- cia en el pais de instituciones del Estado “encargadas de realizar estudios geolégicos con una tendencia practica”, como las seccio- nes de geologia ¢ hidrologia de la Direccién General de Minas y cl Departamento de Mineria y Geologia de Yacimientos Petro- liferos Fiscales (YPE). La publicacion se cerraba con una seccién titulada “Especializacion cientifica en la industria”. Al se afir- maba que “ninguna industria dispone actualmente de laborato- rios destinados exclusivamente a la investigacién y a la resolucin de problemas que le sean propios”2 36 LA CIENCIA ARGENTINA Si bien la AAPC inaugura la serie de APCs que se comenzari- an a crear en América Latina, en Ja medida en que fue expan- diendo sus actividades se fueron poniendo en evidencia las re- fracciones propias de los procesos de transplante de modelos institucionales de paises avanzados a la periferia. Si bien la crea- cién de las APCs europeas y norteamericana fueron motivadas por la creciente especializacién disciplinaria y la necesidad de di- fusion social de la actividad cientifica, la creacion de la AAPC tuvo como objetivo dominante la construccién de una estructu- ra de financiamiento que permitiera sostener un sistema de becas externas de magnitud creciente y un programa de subsi- dios a la investigacién. Refiriéndose a la falta de recursos para formar nuevos cien- tificos, Sordelli remarcaba en la entrevista que le hizo Silva para El Hogar una serie de discontinuidades: £} Gobierno en 1910, por ley, creé becas de perfecciona- miento cientifico en Europa, que luego, a raiz de la gue- rra, fueron suprimidas, En 1931, la Universidad, por ges- tin de su director, Butty, cre otras becas, también suprimidas. S6lo el profesor Houssay, merced a gestiones personales, obtiene a veces el envio de alguno de sus co- Jaboradores a Europa o Estados Unidos, para perfeccio- narse.? Mientras que antes del advenimiento de la APC sélo se podia contar con los ofrecimientos escasos y selectivos de instituciones extranjeras, a mediados de la década de 1930, mediante el apoyo material del gobierno y de algunas fuentes privadas, pudieron comenzar a enviarse becarios al extranjero con cierta regulari- dad. Producto de las gestiones que Houssay realizé ante el presi- dente Agustin P. Justo, a menos de un afio de su creacién, la APC recibié la que iba a ser la mayor contribucisn a lo largo de DIEGO HURTADO a toda su historia. Mediante el proyecto de ley enviado al Congreso el 29 de septiembre de 1934, aprobado por la Camara de Sena- dores ef 4 de enero de 1935 y por la Camara de Diputados el 31 de diciembre de 1937 ~Ley 12.338-, se decidié que “se entregard a la Asociacién Argentina para el Progreso de las Ciencias titulos de renta nacional por la suma de 1.000.000 de pesos moneda nacional para constituir un fondo cuyas rentas serén empleadas exclusivamente en la realizacién de sus fines, no pudiendo di ponerse del capital”. Esta iniciativa del presidente Justo gener algunas tensiones entre los miembros de la AAPC con relacién a la autonomia de las actividades de investigacién y el origen de los fondos para fi- nanciarlas. Entre os que pusieron objeciones al apoyo oficial, Juan T, Lewis, fisidlogo del grupo de Houssay, aparece como el més cauteloso defensor de la autonomfa de la AAPC. A media- dos de octubre de 1934, aclaraba que su posicién era contraria a la intervencién estatal en los asuntos de la APC. Lewis ponia como ejemplo el Medical Research Council briténico, “institu- cién oficial, que depende del Consejo privado del Rey” y que, sin embargo, “puede distribuir fondos sin tener que recurrir para su aprobacidn ni al Rey, ni al Primer Ministro, ni al Lord President of the Council, simplemente da cuenta de cémo ha distribuido el fondo que se ie ha otorgado”, Para Lewis este ejemplo era “un antecedente importante para hacer valer frente a quienes desean que el Presidente de la Repitblica intervenga directamente en la aprobacion del fondo de la AAPC” 4 A un mes del envio del pro- yecto de ley al Congreso, Lewis, molesto con algunos detalles de su tedaccién, le comunieé a Houssay que estaba dispuesto a re- nunciar al Directorio de la AAPC si continuaba la intromisin del Poder Ejecativo en sus asuntos. Lewis aludia al aporte de Justo como “pseudo-donacién” y agregaba que “si no es posible asegurar la modificacién del proyecto por el Ejecutivo o las Cé- maras, es mi opinién, que es mejor dejarlo morir y esperar una 38 LA CIENCIA ARGENTINA nueva oportunidad para reiniciarlo. En el caso de que pase como esté y sea aceptado por la Sociedad, yo renunciaré” > Cuando e Senado finalmente concedié los fondos iniciales para la AAPC, Lewis insistié en su desconfianza en la ingerencia del Estado y en la necesidad de lograr que el financiamiento de la AAPC se originara en iniciativas de filantropos locales: Con estos recursos la Asociacién podra comenzar sus tra- bajos pero creo que no debemos cesar en nuestra propa ganda para obtener socios adherentes. Estoy convencido de que la verdadera fuerza de la Asociacién esta en cana- lizar la iniciativa particular hacia la ayuda a la investiga cién cientifica.® Si bien una buena parte de los esfuerzos retdricos y politicos des- plegados por la AAPC en su primer cuarto de siglo de existencia se iban a enfocar en imaginar y tratar de poner en préctica diver- sas estrategias para construir una red de filantropos locales, a di- ferencia de Lewis, Houssay sostuvo una posicién més amplia y pragmatica. Mientras el atraso en la sancién de la ley le causaba “un profundo disgust”, Houssay simultaneamente se reunté con los empresarios Millet y Sauberdn y procuré “sondear a la Rocke- feller”, También consideré la posibilidad de “pedir becas a parti- culares (Grego, Marinelli, Sanjurjo, Soulas) 0 subsidios (Consejo Deliberante, etc.)",” ‘Montar un sistema de becas para la formacién de investiga dores jovenes, ademas de fondos, requeria de una suerte de “saber” que funcionara como guia para optimizar su empleo. El rendimiento de los becarios era una preocupacién no menor para la AAPC. En el folleto El problema de las becas de perfecciona- imiento, Houssay justificaba la necesidad de las becas como “el \inico camino seguro”, pero también criticaba que hasta ese mo- mento las becas fueran concedidas “lo mas a menudo, por él DIEGO HURTADO 39 peso de las vinculaciones politicas o de familia”. Incluso, argu- mentaba, cuando fueron concedidas a candidatos capaces, a su regreso “[s]e vieron obligados a refugiarse en ocupaciones extra- fias a la disciplina que estudiaron”. A este magro panorama habia que agregar el “error deplorable”, que a esa altura era un habito dominante, de utilizar las becas para “ir por poco tiempo a muchas partes” Como resultado de las iniciativas de la AAPC, en el perfodo 1935-1946 fueron concedidas 40 becas externas originadas en la Jey 12.338 (12 a médicos, 12 a ingenieros, 8 a quimicos y bioqui- micos); entre 1937 y 1940, 6 becas donadas por los Laboratorios Millet y Roux, todas a médicos. De las alrededor de 45 becas in- ternas otorgadas entre 1933 y 1945, el 60% fueron otorgadas a médicos. En cuanto a subsidios, de 87 otorgados en el mismo pe- riodo, un 30% fueron a médicos y otro 30% a quimicos y biogui- micos.® Finalmente, la AAPC tambien consideré la necesidad de cons- truir canales formales de acceso a la esfera publica y, especial- mente, a sectores influyentes de la politica para difundir una re- presentacién del campo cientifico que argumentara a favor de la utilidad social y econémica de la investigacién. Esta fue la fun- cidn que este grupo le asigné a la revista mensual Ciencia ¢ In- vestigacién, que comenzé a publicarse en enero de 1945. Su comi- té de redaccién estuvo inicialmente integrado por los fisidlogos Eduardo Braun Menéndez y Juan T. Lewis, el quimico Venancio Deulofeu, el paleontélogo Horacio J. Harrington y por el inge- niero agrénome Lorenzo R. Parodi. Esta publicacién comenz6 compartiendo una oficina con la AAPC en un departamento ce- dido por la empresa La Patagonia, propiedad de la familia Braun Menéndez. Los ejemplares de la revista, ademas de distribuirse entre los miembros de la AAPC, comenzaron vendidndose tam- bign en los puestos de revistas 40 LA CIENCIA ARGENTINA ‘Astronomia y gestién de instrumentos Entre las cuestiones involucradas en la practica de investigacién que en la Argentina pusieron en juego la capacidad de gestion institucional, aparecen como casos recurrentes las instancias de estudio de factibilidad, compra, construccién de la infraestrac- fura ¢ instalacién de instrumentos costoses. Los dos principales observatorios astronémicos argentinos presentan algunos cjem- los tempranos. Recién en el siglo XIX, en América Latina comenzaron a im- pulsarse desde los territorios coloniales 0 Jos jévenes estados na cionales las primeras iniciativas para asimilar la practica de la astronomia. Este proceso coincidié con el acelerado crecimiento en escala de Ja practica astronémica en Estados Unidos y algu- nos paises de Europa. De esta forma, el proceso de transplante 0 asimilacion de modelos europeos de instituciones astronémicas en contextos periféricos exigié no solamente la capacidad de ac- ceder a grandes y costosos instrumentos ¢ instalaciones para al- bergarlos, sino también la capacidad de adoptar formas de or- ganizacién y gestién complejas y estandarizadas. Mientras que en los paises centrales estos componentes fueron el producto de un proceso gradual y mas o menos sistémico de crecimien- toe integracién cultural y sociopolitica de las actividades astro- némicas, los intentos de instalar los primeros observatorios en algunos paises de la regién resultaron problematicos. No solo por la magnitud del financiamiento involucrado, agravada por Ta ausencia de iniclativas filantrépicas, sino también por la au- sencia de capacidades, tanto en la gestion de compra instala- cidn de instrumentos, como de organizacién y administraci6n del trabajo cotidiano dentro de los observatorios. F} proceso de institucionalizacién de la astronomfa en ‘América Latina se inicié a mediados del sigio XIX como exten- sién de programas astronémicos europeos, a partir de la con- DIEGO HURTADO 41 tratacién de expertos extranjeros y de la integracién subordina- da 2 programas astronémicos europeos. En este sentido, la as- tronomia era una de las disciplinas cientificas que ocupaban un lugar importante en el imaginario politico de la clase diri- gente argentina. Esta valoracién local no estuvo desvincula- da del uso que, de acuerdo con Pyenson y Sheets-Pyenson, se buscé dara la ciencia como vehiculo cultural para aumentar el prestigio de las potencias europeas en territorios distantes. En este sentido, puede decirse que la astronomia fue un compo- nente material y simbélico central del proceso de expansion colonial: El uso de la astronomia y la geofisica como un instru- mento de imperialismo cultural, tan evidente en el pasa~ do reciente, deriva de una apreciacién tradicional que consideré las observaciones celestes como una medida de la fuerza cultural. Los observatorios y los registros que ellos producen son objetos de aprobacién general.’ La construccién de las naciones y los nacionalismos periféricos y las acciones de imperialismo cultural europeo convergen en la segunda mitad del siglo XIX a través de la comuin acepta~ cién del caracter universal del conocimiento cientifico, el !u- gar privilegiado de la astronomia como ciencia modelo y el in- ternacionalismo como su dimensién social y fundamento de la universalidad de las practicas de produccién de conocimiento astronémico. Mientras que el Observatorio de Cérdoba, creado en 1871, se orienté desde sus inicios hacia Ja “ciencia pura”, en el disefio de las actividades iniciales del Observatorio de La Plata, creado en 1882, sefiala Ortiz, “es posible detectar elementos que respon- den visiblemente a necesidades de la Marina”.' Sin embargo, una vez instalados y definidas sus estrategias, la gestion de am- 2 LA CIENCIA ARGENTINA bos observatorios puso de manifiesto serias limitaciones ya en sus estadios tempranos. Tal vez la més visible se vincula a la ges- tién de compra y montaje de instrumentos. En 1906, el Observatorio de La Plata, integrado a la Uni- versidad Nacional de la Plata (UNLP), encargé para su observa- torio la construccién de un circulo meridiano a la fébrica A Repsold e Hijos de Hamburgo. Fl instrumento legs en 1908. “Este valioso instrumento quedé inactivo en sus cajones duran- te 30 afios”, cuenta el astrénomo Félix Aguilar. En 1932, el cir- culo meridiano fue prestado al Observatorio de Cérdoba, que ya poseia uno gemelo, Cuando en 1934 Aguilar se hizo cargo por segunda vez de la direccién del Observatorio de la Plata, inicié las gestiones para que el instrumento retornara a La Plata. Recién en 1938 el Consejo Superior de la UNLP decidié otorgar Jos recursos para la instalacién del instruamento.” Cuando, a fines de enero de 1909, el astrénomo norteame- ricano Charles Perrine fue nombrado director del Observatorio de Cérdoba, en los observatorios norteamericanos de Lick y de Mount Wilson {a astrofisica ya se perfilaba como un drea pro- metedora. Perrine imaging que el Observatorio de Cérdoba po- dria jugar un papel protagénico en Ia astrofisica del sur. Sin em- bargo, la tatea de confeccionar grandes espejos para telescopios reflectores excedia la habilidad del personal disponible entonces en el pais, La construccién del gran telescopio reflector de 154 cm y de la Estacion de Astrofisica de Bosque Alegre fue una odi- sea de alrededor de 30 afios. A comienzos de los afios veinte, Perrine comenzé a ser cons- ciente de que la empresa estaba fuera de su alcance. A mediados de 1923 el observatorio estaba casi paralizado. Las malas relacio- nes politicas de Perrine agravaron la situacidn. Bernaola sefiala Ia presencia reiterada de “expresiones antiestadounidenses” en perfodos anteriores, especialmente en 1898, durante la guerra entre Espaiia y Estados Unidos, “pero de ninguna manera lega- DIEGO HURTADO B ron a tener el matiz ni la intensidad xenofobica con que se pre- sentaron en la década de 1930”. Desde 1927, las criticas al observatorio también incluyeron ataques personales a la figura de Perrine. Félix Aguilar y Nor- berto Cobos, como miembros de una comisién, fueron enviados por el-Ministerio de Justicia ¢ Instruccién Publica a inspeccio- nar las actividades del Observatorio de Cérdoba. En las conclu- siones del informe presentado e] 29 de abril al ministro, Aguilar y Cobo hablaban de “la necesidad de convertir este observatorio en una institucién efectivamente nacional”, y agregaban: “De esta manera no apareceré nuestro pais como hasta ahora, sos teniendo una misién extranjera en nuestro territorio sin mas vinculos con la Nacién que €l tesoro del Estado”, Aguilar y Cobos aludian también a “su personal extranjero, su desvineu- lacién absoluta de los problemas técnicos y culturales de nues- tro pafs”, sefialaban que “jamas presté su colaboracién en los li- tigios de Iineas internacionales ¢ interprovinciales” y que no participé tampoco de trabajos geodésicos y geografices. Y con- cluian: “Fundado en el centro universitaria més antigno del pais, el Observatorio ha vivido y vive enteramente desvinculado de la Universidad”. Sin embargo, los autores del informe consi- deraban “inoportuna ¢ inconveniente la anexién del Obser- vatorio a la Universidad de Cérdoba’, dado que el restringido campo de aplicacidn de Ja astronomfa en Argentina “no justifi- ca la creacién en Cérdoba de otra escuela de astronomia ade- més de la que funciona anexa 2 la Universidad de La Plata”. Por este motivo, juzgaban conveniente “mantener su actual régi- men de dependencia directa de! Ministerio de Justicia e Instruc- cién Publica”. En 1932, el director del Instituto de Fisica de Ja UNLP y di- putado nacional por el partido conservador Ramén Loyarte -fi- gura conflictiva por sus marcados rasgos autoritarios~ presentd ante la Camara de Diputados un pedido de informe del Obser- 4 LA CIENCIA ARGENTINA vatorio de Cérdoba, que fue aprobado y elevado al Ministerio de Justicia e Instruccién Piiblica. Dos afios mas tarde fue creado el Consejo Nacional de Observatorios, con monsefior Fortunato Devoto como presidente y Aguilar como vicepresidente. Ese mismo afio, este consejo intervino el Observatorio de Cérdoba. ‘A mediados de mayo, el Consejo Superior de la UNLP eligié a Félix Aguilar como nuevo director del Observatorio de La Plata. En su discurso pronunciado en el acto de asuncién de este cargo, Aguilar se expresé con extrema dureza: “Es lamentable tener que constatar que en sus 63 afios de existencia el Observatorio de Cérdoba no ha logrado formar un astrénomo argentino, desvirtuando asf los propésitos nacionales de su fun- dacién”. Con referencia al Observatorio de La Plata, también sefialé la pobreza de su desempeio y argumenté a favor de orientar sus actividades hacia la formacién de investigadores. Rieznik vincula esta iniciativa con un marcado giro hacia las ciencias de la Tierra de este observatorio y cita ejemplos en donde la geofisica aparece fuertemente vinculada a las “necesi- dades concretas de la vida nacional”, especialmente el petrdleo. “Las grandes empresas nacionales y extranjeras que exploran y explotan las riguezas del territorio nacional -sostiene Aguilar- sélo cuentan entre su personal con un pequetio ntimero de ge- ofisicos argentinos”. Como resultado de estas propuestas, al afio siguiente se cred en la UNLP el diploma de Doctor en Ciencias Astronémicas y Conexas.™ Por esos mismos dias, YPF inauguraba en Florencio Varela, provincia de Buenos Aires, el laboratorio especializado de mayor envergadura de una reparti- cién pitblica Recién legado de Estados Unidos, el fisico Enrique Gaviola habia comenzado a trabajar en julio de 1936 en el Observatorio de La Plata. Gaviola era el tinico fisico argentino con proyeccién in- temnacional. Se hab{a formado en el Instituto de Hisica de la UNLP, junto al fisico aleman Richard Gans, quien lo habia alentado a es- DIEGO HURTADO 4% tudiar en Alemania, Luego de pasar dos afios en Gattingen (1922- 1923), defendido su tesis en Berlin (1926) y trabajado en la Johns Hopkins University (1927-1928) y en la Carnegie Institution of Washington (1929), luego de haber publicado en algunas revis- tas cientificas prestigiosas Philosophical Magazine, Zeitschrift fiir Physik, Annalen der Physik o Nature-, de regreso al pais en 1929, Gaviola encontré un panorama decadente. Por esos dias, Aguilar le ofrecié a Gaviola incorporarse al Observatorio de Cérdoba -donde Juan Nissen habia sido nombrado director con el cargo de jefe de la Estacién Astrofisica de Bosque Alegre, todavia en construccién. Entendiendo que este ofrecimiento podria darle una salida a su carrera, en 1935, Gaviola obtuvo una beca de la Guggenheim Foundation para ir a trabajar al California Institute of Technology con John Strong, el mejor as- trénomo experimental de ese momento, en la preparacién de los espejos del Observatorio de Mount Wilson. De regreso, la tarea asignada a Gaviola fue trabajar junto a Nissen para devolver al observatorio el prestigio internacional que habia logrado en sus primeras décadas. Sin embargo, solo dos afios fueron suficientes para que Nissen sintiera que no habia manera de acceder al apoyo oficial y decidiera dejar su puesto a Gaviola, que se hizo cargo del observatorio a mediados de 1940, Para entonces Gaviola habia logrado algunos resultados cientificos importantes. La revista Scientific American, en los mi- meros de enero, febrero y marzo de 1940, se ocupé del método desarrollado por Gaviola y el astrénomo Ricardo Platzeck para la prueba de espejos de precisién para telescopios. Entre las prio- ridades de Gaviola estaba la finalizacién de la Estacién de Astro- fisica y del gran telescopio reflector iniciados por Perrine tres décadas atras. Finalmente, las primeras observaciones fueron hechas el 1° de diciembre de 1941 y a comienzos de julio del afio siguiente, con la presencia del presidente de la Nacién Ramén S. Castillo, cuatro embajadores de paises limitrofes, varios minis- 46 LA CIENCIA ARGENTINA tros y una pléyade de otras autoridades, fue inaugurada la Estacién Astrofisica de Bosque Alegre." Si bien la astronomfa, a través de la aparicidn en escena de los primeros astrénomos argentinos con intenciones de orga~ nizar la practica disciplinaria, acompaiié las primeras iniciati- vas de organizacién de una comunidad cientifica nacional, a comienzos de los afios cuarenta ya parecia claro que los sinto- mas de fragilidad institucional sobrepasaban las capacidades locales. Cuando los primeros observatorios argentinos iniciaron sus actividades, atin no existian en la Argentina ni astrénomos profesionales, ni una comunidad cientifica consolidada. De esta forma, la iniciativa politica de construir observatorios tuvo como motivacién principal el lugar simbdlico de la astronomfa en la cultura europea y su estatus de ciencia modelo. Sin ase- soramiento experto, el supuesto internacionalismo de esta dis- ciplina fue aceptado acriticamente, sin percibir la compleja gama de intereses canalizados a través de su practica por las tra- diciones europeas. Tampoco existié un proyecto comprchensi- vo, como lo demuestran las estrategias de institucionalizacién divergentes de los dos principales observatorios. El crecimiento en escala, en términos de costo y de complejidad tecnolégica de los instrumentos, que acompanié el auge de la astrofisica a co- mienzos del siglo XX impacté de forma negativa en el desem- pefio de los observatorios argentinos, al poner de manifiesto la incapacidad para adoptar patrones complejos de organizacién del trabajo dentro de los observatorios y para formar personal auxiliar idéneo, asi como la ausencia de competencias admi- nistrativas para encarar los procesos de compra de instrumen- tos y de competencia técnica para su instalacién. Muchas de estas debilidades mianifestadas en los origenes de las activida- des astronémicas en la Argentina iban a perdurar por décadas. DIEGO HURTADO ” Universidad, industria y golpe de Estado de 1943 A fines de los aitos treinta, buena parte de Jos principales cien- tificos argentinos habian realizado estadias de perfeccionamien- to o de investigacién en instituciones de pafses avanzados, espe- cialmente en Estados Unidos, Alemania e Inglaterra, y la AAPC se esforzaba por disponer de becas para enviar al exterior a cien- tificos jévenes. En estas primeras manifestaciones de interna- cionalizacién de la comunidad cientifica argentina también in- tervinieron fundaciones norteamericanas, como Guggenheim y Rockefeller. En 1936, Houssay pasaria a integrar la Comision Nacional de Cooperacién Intelectual, dependiente del Minis- terio de Instruccién Publica, que mantenfa los vinculos con el Instituto Internacional de Cooperacién Intelectual con sede en Paris. Pocos afios mas tarde, otros cientificos e ingenieros como Teéfilo Isnardi, Alfredo Sordelli y Enrique Butty integrarian esta comisién.* Ademés de los cientificos reunidos en la AAPC, una nove- dad de la década de 1930 fue la emergencia de un grupo de mi- litares que, desde una perspectiva diferente y escaso contacto con la comunidad cientitica, construyé su identidad alrededor de una ideologia industrialista y se interesé por el problema del acceso a la tecnologia, aunque con una orientacién marcada hacia la defensa y la autonomia econémica. Durante estos afios, la figura m4s relevante de este grupo fue el general Ma- nue] Savio. Integrante de una generacién de oficiales que consi- deraban que la existencia de una industria nacional integrada era la base imprescindible para garantizar la seguridad de! pais, Savio promovié la nocién de “movilizacién”, que en la jerga de la estrategia militar significaba adaptar la produccién industrial local en tiempos de paz a las condiciones de la guerra y, como su condicién de posibilidad, la articulacién de los sectores mili- tar, industrial y civil.” 48 LA CIENCIA ARGENTINA Para el grupo de oficiales al que pertenecia Savio, era claro gue la consolidacién de la industria nacional estaba asociada al problema del desarrollo tecnoldgico. Participante activo de los de- bates desencadenados por el inicio de la Segunda Guerra Mun- dial, en septiembre de 1939, acerca de cual debia ser la estrate- gia econdmica del pais y el lugar de la industria en la posguerra, a comienzos de los a¥ios cuarenta Savio sostenia en el auditorio de la Union Industrial Argentina (UIA) que el peligro mayor de la posguerra era “el caos econémico”. Durante esos a¥ios, Savio ocupé un lugar clave al frente de la Direccién General de Fabri- caciones Militares (DGEM), que habia sido creada en 1941 a par- tir de la integracidn de fabricas militares pequefias y medianas organizadas durante los afios treinta, y que en 1945 controlaba catorce empresas estatales, Entre sus objetivos iniciales, este or- ganismo se propuso coordinar las iniciativas industriales y mi- neras de Areas de interés militar y planificar la instalacién de nuevas industrias para la produccién de insumos bdsicos y ar- mamentos con el objetivo de asegurar la capacidad de moviliza- Gién industrial en tiempos de guerra." ‘Asi, mientras la AAPC se dedicaba a la construccién de un sistema de becas y subsidios para la investigacion, explicaba en conferencias y folletos la importancia que a su juicio tenfa el desarrollo cientifico y lo que seria un contexto adecuado para la prictica de la investigacién en las universidades, por su lado, un grupo de militares, preocupado por el significado estratégico de la industrializacién -recursos naturales, energia, soberania y de- fensa-, promovia iniciativas de desarrollo tecnolégico. Si bien, a semejanza de lo ocurrido en los paises avanzados, los intereses del grupo de cientificos e ingenieros podrian haber convergido en un futuro cercano con los de este grupo de militares, las con- secuencias del golpe de Estado del 4 de junio de 1943, que expul- $6 de la presidencia a Ramon Castillo, iba a cristalizar un esce- nario que haria imposible semejante proceso. DIEGO HURTADO. 49 ‘A poco més de cuatro meses del golpe, el 15 de octubre, al- gunos diarios argentinos publicaron un manifiesto firmado por un grupo de 150 intelectuales y profesores universitarios. “De- mocracia efectiva por medio de Ja fiel aplicacién de todas las prescripciones de la Constitucién Nacional y solidaridad ameri- cana por él Ieal cumplimiento de los compromisos internaciona- les firmados por los representantes del pais”, reclamaba el ma- nifiesto dirigido a las autoridades militares, Al dia siguiente, el secretario de la presidencia, el coronel Enrique Gonzilez, por en- cargo del presidente de facto, comunicé a los ministros que todos los firmantes debian ser “declarados cesantes en la admi- nistracién nacional, reparticiones autérquicas inclusive”. La co- munidad académica reaccioné contra esta medida y las universi- dades vivieron un perfodo de rebelién mareado por la suspension de las clases y las protestas estudiantiles, que en Cérdoba llega- ron a enfrentamientos violentos con la policia. En diciembre, con excepcidn de la UNLP, fueron intervenidas las otras cinco universidades. El ministro de Justicia e Instruccién Publica Gus- tavo Martinez Zuviria recordaba entonces que la Suprema Corte de Justicia habja declarado ilegal al comunismo y anunciaba que serian expulsados de la universidad todos los estudiantes y profe: sores que participaran de “acciones o propaganda subversiva” Por su parte, la prensa norteamericana comentaba que, si bien el gobierno de Castillo se cuidé de tomar medidas, “al menos en teoria”, contra todos los extremismos -comunistas por un lado y fascistas y nazis por otro-, “el presente gobierno ha concentrado su atencién exelusivamente sobre los comunistas”.” ‘A comienzos de 1945, un desplazamiento general hacia la normalizacién institucional permitié a la universidad recuperar una paz transitoria, Retornaron muchos profesores. Sin embar- go, esta vez el papel militante de las universidades como oposi- toras a la politica general del gobierno de facto arrastré nueva~ mente a mediados de ese afio a las universidades a una situacién 30 LA CIENCIA ARGENTINA de enfrentamiento con el poder polftico-militar. Las universida- des han olvidado su fumcién y se han transformado en “centros de agitacién politica y de alteracion del orden pitblico”, sostenia por esos dias Antonio Benitez, uno de los seis efimeros minis- tros de Justicia e Instruccidn Piblica que desfilaron entre junio de 1943 y octubre de 1945. La Hamada “Marcha por la Consti- tucion y la Libertad”, en septiembre de este iltimo afio, motivs- que el gobierno declarara el estado de sitio y que algunas autori- dades universitarias, profesores y més de 1.500 estudiantes faeran arrestados. También a fines de aquel mes, el diario norte- americano New York Times realizé una franca campatia contra e! gobierno militar y, especialmente, contra la figura de} vicepresi- dente Juan Perdn. A comienzos de octubre la policia ingresé en los edificios de las seis universidades que habia entonces en el pais y reprimis y arresté a quienes se encontraban ocupandolos A estos episodios debe agregarse una campafia electoral con un alto grado de confrontacién, en Ia que e! embajador norteame- ricano tomé partido abiertamente por la oposicién a la candida- tura de Perdn. Luego de que Perén se impusiera en las elecciones de febrero de 1946, en mayo las universidades fueron interveni- das y sometidas nuevamente a un proceso de cesantias. Como saldo de estos eventos, entre 1943 y 1946, més de 1.200 profe- sores universitarios fueron dejados cesantes © renunciaron por solidaridad. Se estima que més del 55% tenian cargos relaciona- dos con ciencia, tecnologia y medicina.° De esta forma, mientras que en los comienzos del gobierno de Perén, la traumitica relacién entre el poder politico-militar y un amplio sector de la comunidad académica y cientifica here~ dada del golpe de junio de 1943 minaba las condiciones de po- sibilidad para concebir una politica para la ciencia y la tecnolo- gia que integrara los intereses de ambos sectores, al final de la Segunda Guerra Mundial se habia producido un cambio irrever- sible y radical del sentido social y econdmico de las actividades DIEGO HURTADO 31 de investigacion y desarrollo. Durante el transcurso de la guerra, la movilizacion de cientificos, de recursos materiales ¢ infraes- tructura para la investigacién orientada a la guerra derivé en un cambio de escala inédito de la actividad cientifica. Los historia~ dores de la ciencia estén de acuerdo en sefialar el Proyecto Manhattan como la primera manifestacién evidente de lo que més tarde se llamard “big science”. Mientras que los fondos ptt- blicos que Estados Unidos concentré en actividades de investiga- cin y desarrollo en 1940 habian sido de 97 millones de délares, cinco afios mas tarde la cifra invertida era de 1.600 millones. Luego de una caida transitoria, que alcanzé en 1948 los 865 mi- llones, nuevamente se dispard a 2.100 millones de délares en 1952.2" Organizar y financiar esta expansién inédita de la investiga- cién era el principal desafio que enfrentaron las potencias. “No tenemos una politica nacional para la ciencia. El gobierno apenas ha comenzado a utilizaria para el bienestar de la nacién”, soste- nia un documento clave de este periodo, que iba dirigido al pre- sidente de Estados Unidos, titulado Science-The Endless Frontier. Su autor, Vannevar Bush, ingeniero del Massachusetts Institute of Technology (MII) y Director de la Oficina de Investigacién y Desarrollo Cientifico de Estados Unidos, presentaba un andlisis sobre cémo podria intervenir el gobierno norteamericano en las actividades de investigacién y desarrollo. Entre otras iniciativas, este documento proponia la creacién de la “National Research Fundation”, antecedente de la National Science Fundation que finalmente se cred en 1950. La amenaza comunista y la guerra fria proveyeron el marco de crisis adecuado para que el modelo de movilizacién masiva de los recursos cientificos perdurara atin después de finalizada la guerra Durante los afios de posguerra, el reconocimiento de las res- ponsabilidades mutuas entre los gobiernos y las comunidades cientificas, la creacién de burocracias especializadas para la in- 32 LA CIENCIA ARGENTINA, tervencién de los gobiernos en las actividades de investigacién y la interaccién creciente entre ciencia e industria abrian un hori- zonte de interrogantes inexplorados. Esta nueva funcidn de la investigacién como un activo nacional ponia en discusién cul era el significado de la autonomia (0 autorregulacién) reclama- da por los propios cientificos, qué vinculos debian estos mante- ner con la industria y la defensa, qué tipo de compromisos exi- gir a aquellos que realizaban sus investigaciones con fondos piblicos, en qué medida el Estado podia (o debia) intervenir y con qué criterios seleccionar prioridades, cual era el mejor cami- no para alcanzar desarrallos tecnolégicos “itiles” para la econo- mia, cuanto apoyo dar a investigacién basica, entre otras cues- tiones.?2 Asi, mientras en los paises avanzados se ponia de manifiesto la alianza entre cientificos, burocracia y sector militar, en la Ar- gentina se profundizaban las confrontaciones. Si bien el “infor- me Bush” y, en general, las iniciativas norteamericanas en el area de ciencia y tecnologia, tuvieron enorme influencia en la Argentina tanto para el gobierno de Perén como para los secto- res de la comunidad cientifica que lo enfrentaron, las lecturas que ambos grupos hicieron del panorama internacional tueron divergentes. El gobierno militar que habia llegado al poder en junio de 1943 habia iniciado un marcado giro industrialista, a partir del establecimiento de una nueva posicién del Estado frente al sec- tor industrial y de una serie de instrumentos que serian los an- tecedentes de las politicas industriales del peronismo, También habia puesto énfasis en la creacién de una burocracia especiali- zada capaz de enfrentar los problemas del sector, entre ellos, fo- mentar la investigacién cientifica, estudiar el problema de los combustibles y la energia y programar su produccién y distribu- cién. Entre los productos de este proceso, se organizé en junio de 1944 la Secretaria de Industria y Comercio como organismo de- DIEGO HURTADO 3 pendiente del presidente de la Repiiblica y, bajo su dependencia, se creé e] Instituto Tecnoldgico. Finalmente, ese mismo mes se concreté el primer régimen de promocién de “industrias de in- terés nacional” ~se establecieron, por ejemplo, mecanismos para la proteccién de industrias gue utilizaban materias primas na- cionales y se destinaban al mercado interno- y se incrementé, con variados resultados, la participacién directa del Estado en sectores industriales de base para el area de defensa, como la produccién de acero, acroplanos, automéviles y la industria qui- mica. Para algunos militares y unos pocos cientificos, como el fi- sico Teéfilo Isnardi, profesor en la Escuela Naval Militar y director del Instituto de Fisica de la UBA, la investigacién debia integrar- se a esta encrucijada, Un cjemplo de esta preocupacién fue la cteacion, en 1942, del Instituto de Estudios Industriales, con Ja participacién de industriales de la UIA, algunos ingenieros y cientificos, como el propio Isnardi o el fisico-quimico Carlos Pré- lat, el rector de la UBA Carlos Saavedra Lamas y miembros de las Fuerzas Armadas con orientacién técnica. Sin embargo, las acti- vidades de este instituto no fueron més allé de la organizacin de seminarios y conferencias.”* Ahora bien, en los hechos, la contlictiva relacién entre el go- bierno y un sector amplio de la comunidad cientifica y académi- ca jugé un papel decisivo en la orientacién divergente que toma- ron, por un lado, las iniciativas oficiales para las actividades de desarrollo cientifico y téenico y, por otro lado, las iniciativas que diversos grupos de cientificos promovieron como modo de reac- cidn a un escenario que los marginaba, que fueron desde la crea- cidn de institutos privados de investigacién hasta universidades “cientificas” privadas. En este escenario escindido, la actividad cientifica aparecié en el discurso oficial como subsidiaria del desarrollo técnico ¢ industrial y, come correlato del interés mi- Iitar por la industrializacién, los planes del gobierno tendieron a poner un énfasis creciente en las areas de la ciencia y Ja técnica 34 LA CIENCIA ARGENTINA que pudieran incidir sobre los sectores estratégicos de la econo- mia y, como se insistié en el plano retérico, en “el bienestar del pueblo”. Enmarcada en las ideologias desarrollistas dominantes en los paises no industrializados desde el final de la Segunda Guerra Mundial, la representacién oficial de la ciencia y de la técnica también acompaiié la aspiracién del gobierno de reorga- nizar el Estado sobre bases “cientificas” y de profundizar el in piente proceso de industrializacién desde una orientacion cen- tralizadora y planificadora de la economia. La ciencia como ideologia acompavié una concepcién del Estado como actor cen- tral del desarrollo social y econdmico. La ciencia como prictica fue un recurso que debia ser integrado al proceso politico de pla- nificacién. Esta perspectiva se opuso frontalmente a los reclamos que impulsé un amplio sector de la comunidad cientifica. Los fisicos, matematicos y astrénomos reunidos en la Unién Matematica Argentina (UMA) y la Asociacién Fisica Argentina (AFA), que tuvieron 2 Gaviola como figura emergente, y el grupo de cienti- ficos dedicados a la investigacién en e! area de las ciencias bio- meédicas, liderado por Houssay, reclamaban “libertad de investiga- ci6n”. interpretando el nuevo lugar que el panorama de posguerra daba a fa investigacion en clave de un internacionalismo abstrac- to que adoptaba como tinica variable politica la dicotomia “demo- cracia versus totalitarismos” -e identificando al peronismo con este tiltimo grupo-, la aspiracién de estos cientificos argentinos se sintetizaba en lo que algunos autores mas tarde caracterizaron como la metéfora del “contrato social para la ciencia”. Refiriéndose al caso de Estados Unidos, Harvey Brooks, actor re- levante en la incorporacién de la ciencia a las politicas pitblicas desde fines de los atios sesenta, explica: “El contrato social pro- metié la difusién de amplios beneficios a la sociedad y a la eco- nomtfa a cambio de acordar un inusual grado de autonomia in- telectual y autogobiemo interno por parte de los receptores del DIEGO HURTADO apoyo federal”. Traducida al escenario local, esta nocién signifi- caba sencillamente una relacién con el Estado que debia garan- tizar autonomfa, financiamiento y condiciones institucionales adecuadas para las actividades de investigacién basica que la revi- sidn por pares decidiera como relevante. A cambio, los cientificos realizarian sus investigaciones de manera honesta, asegurando resultados que tarde o temprano encontrarian aplicaciones en la industria, el agro, la medicina o la defensa.> En sintesis, durante el primer gobierno de Pern, el desarro- Ilo de las actividades cientificas y su consolidacién institucional, tanto como los primeros esbozos de una politica para la ciencia y Ja técnica, estuvieron signados por una confrontacién ideolé- gica entre el gobiemo y un sector importante de la comunidad cientifica, La construccién del lugar social y politico para la cien- cia y la técnica y, como correlato, los criterios para evaluar la le- gitimidad y el valor del conocimiento, fueron componentes cen- trales de esta batalla, Proyectos de la comunidad cientifica Los cientifi¢os representados por la AFA y la AAPC, vieron una alterativa a su situacién de aislamiento en la creacién de una uni- versidad “cientifica” privada que fuera financiada por filantro- pos locales. El fisidlogo Eduardo Braun Menéndez estuvo entre los cientificos que creyeron que la experiencia anglosajona mos- traba de manera inequivoca que la puesta en marcha de una uni- versidad “cientifica”, al estilo de Stanford 0 Johns Hopkins, abri- rig automaticamente un flujo de financiamiento proveniente de filantropos locales, produciendo lo que en la Argentina habia sido (y continuarfa siendo) el siempre inconcluso encuentro entre las “fuerzas vivas del pais” y la investigacién cientifica, Desde los primeros reclamos de Houssay durante la década de 56 LA CIENCIA ARGENTINA 1920, algunos cientificos dedicaron parte de su tiempo a difun- dir propuestas para el desarrollo de la ensefianza universitaria y Ja investigacién cientifica con el objeto de ser escuchados por la opinién publica, aunque especialmente por politicos e industria les. Esto condujo a mediados de la década de 1940 a investigado- res como Gaviola, Braun Menéndez o el ingeniero Augusto Du- relli, entre los mas visibles, a sostener como tinica alternativa la creacién de una universidad privada al estilo de las universida- des inglesas y norteamericanas. De esta forma Braun Menéndez fundamentaba este proyecto: La creacion de una universidad libre basada en institutos de investigacién debe ser obra de los industriales, los ga- naderos, los agricultores, los comerciantes, los viticulto- res, los cafieros, en una palabra, de las lamadas fuerzas vivas del pais. Si estas no despiertan y comprenden que su papel consiste en crear riqueza -riqueza artistica, in- telectual, moral y material~ verdn a un estado burocrati- co absorber poco a poco todas las actividades que legiti- mamente les corresponden y terminarin por no hacer siquiera dinero, con lo cual desapareceran como fuerza! El ideal de la “universidad cientifica” sobrevivird sin concretarse hasta los iiltimos afios de la década de 1950. Si bien no tuvo los resultados esperados, los cientificos del grupo de Houssay -trans- formado por una parte de la prensa norteamericana y un sector de la comunidad cientifica internacional en icono de Ja persecu- cién que, primero el gobierno surgido det golpe de 1943 y luego el peronismo, habrian ejercido sobre la comunidad académica~ Jograron crear algunos espacios de investigacién al margen del Estado con fondos provenientes de filantropos locales. Ejemplos clocuentes de esta iniciativa fueron: el Instituto de Biologia y Medicina Experimental (IByME), creado en 1944; el Instituto de DIEGO HURTADO 37 Investigaciones Bioguimicas Fundacién Campomar, creado en 1947 y puesto bajo la direccién de Luis Federico Leloir; el ins- tituto de Investigacién Médica Mercedes y Martin Ferreyra en Cérdoba, a cargo de Oscar Orias; y el Instituto de Investigacio- nes Médicas en Rosario, a cargo de Juan T. Lewis. Durante este perfodo, Houssay logré formar un grupo notable de discipulos -Braun Menéndez, Leloir y Andrés Stoppani, entre otros- y ob- tuyo el premio Nobel en fisiologia y medicina en 1947, mientras se encontraba excluido de la Universidad de Buenos Aires y se desempefiaba como director del IByME.” Durante el periodo transcurrido desde su creacién y los co- mienzos del gobiemo peronista, la AAPC logré construir un sis- tema de filantropia local, aunque de bases estrechas, dado que dependié de los pocos casos en donde existia una previa amistad personal entre representantes del sector privado acaudalado y algtin miembro del colegiado de la AAPC. De todas formas, in- fluenciado por lo que estaba ocurriendo en Estados Unidos sobre el fin de la guerra, las principales expectativas de Houssay pare- clan haberse orientado hacia el financiamiento piiblico. En 1945, durante el breve periodo de normalizacién, convencido de que no se debia debilitar el Instituto de Fisiologia de la Facultad de Medicina de ia UBA para fortalecer el [ByME, iniciativa en la cual Durelli vefa la semilla de una futura Harvard, Houssay te es- cribié a Oscar Orias: “Aun en los Estados Unidos, las fundacio- nes particulares estan perdiendo terreno y los investigadores cada vez més se fian en recursos del Estado” 25 Ahora bien, el testimonio mas firme de que existia, al menos entre 1935 y 1945, un sector empresario sensible al impulso de la investigacién cientifica fue la constitucién de la Fundacién Sauberan para el Fomento de las Investigaciones en Fisiologia, imiciativa de Juan Bautista Sauberdn, que destind la suma de 50.000 pesos nominales en titulos de Crédito Argentino interno. Sauberan se habia propuesto estimular “la investigacién cientifi- 38 LA CIENCIA ARGENTINA ca original desinteresada” y no “la que es aplicada que sera obje~ to de un ejercicio profesional retribuido" ” La nueva fundacion se colocé bajo la dependencia de la AAPC, depositaria del capital y garante del cumplimiento de las reglamentaciones. Su direccion quedé a cargo de una comisién formada por el abogado Miguel Laphitzondo, representante y consejero de Sauberan, y Lewis, en~ cargado del manejo de los fondos de la donacién. El padre de Laphitzondo, médico francés radicado en Buenos Aires, que fue jefe de Clinica del Hospital Francés, habia sido un amigo cercano de Houssay. Otro ejemplo de filantropia local fue la Fundacion Grego, que en 1944 inauguré el Centro de Investigaciones Car- diolégicas a cargo de Alberto C. Taquini, Constituida en 1942, esta fundacién dirigida por Virginio F. Grego doné 350.000 pesos para el edificio construido en terrenos del Hospital de Clinicas de la Facultad de Medicina de la UBA. En sus inicios la fundacién costes los sueldos del personal médico y los gastos de investiga- cién. Finaimente, otra iniciativa importante de este tipo fue la creacién del Instituto de Investigaciones Bioquimicas Fundacién Campomar, impulsada desde fines de 1946 por el industrial tex- til Jaime Campomar. £1 3 de noviembre de 1947, a Jos pocos dias de que Houssay tecibiera el premio Nobel, fue inaugurado este instituto como entidad civil sin fines de lucro y, bajo la direccién de Leloir, inicié sus actividades en una casa del barrio de Palermo, a la vuelta de donde funcionaba el [ByME dirigido por Houssay. La “Fundacion Campomar” dispuso inicialmente para su funcionamiento de una contribucién anual de 100.000 pesos (equivalentes 2 25.000 délares de la época), con los que se ins- talé el laboratorio, se adquirié el equipamiento y se pagaron los sueldos. No fue ajeno a estos logros los vinculos de Houssay con la Rockefeller Foundation. E] instituto de Leloir recibié 1.600 46. lares de esta fundacién en 1950 y 6.000 délares en 1951 para la adquisicién de material de laboratorio y equipamiento, También significé un beneficio considerable que el gobierno liberara de DIEGO HURTADO 39 impuestos la introduccién de materiales donados desde el exte- rior, Sin embargo, el cardcter privado de estos emprendimientos fue un factor decisivo en el retiro de! apoyo de la institucién nor- teamericana a comienzos de los afios cincuenta.® En cuanto a las preocupaciones del grupo de Houssay, es ilustrativa la conferencia de Orias, titulada “Instituto privados para la investigacién cientifica”, que publicé en la edicién de enero de 1947 de Ciencia ¢ Investigacién, Orias, que impulsaba en ese momento la creacién de un “Instituto de Investigacién Mé- dica para la promocién de la Medicina Cientifica” en Cérdoba, citaba como ejemplos a imitar los institutos Pasteur, Rockefeller y Carnegie, y sostenia que en la Argentina este tipo de institutos privados “ha sido el resultado de la salida de las universidades de investigadores cientificos de reconocida capacidad”. Y aclaraba, con el objetivo de atraer a los potenciales fildntropos, que, “si bien la ciencia no tiene patria, sila tienen el hombre de ciencia y los que lo apoyan en su tarea, y que ¢l patriotismo en este caso es el sentimiento que impulsa a obrar con la mayor eficacia para que el propio pafs ocupe un lugar importante en el movimiento Gientifico universal”. E] editorial dei mes siguiente se referia al estado generalizado de desinterés que habia cn el pais sobre el destino de los estudios superiores y explicaba esta situacién por Ja ausencia en el pais de hombres que, como Johns Hopkins o Leland Stanford, destinen “decenas de millones para levantar un monumento perdurable al saber, fuente de bienes incalculables para la humanidad”. Sobre esta misma cuestion, el mismo afio Orias le escribia a Houssay, con referencia a un libro de Simon Flexner -primer director, entre 1901 y 1935, del Rockefeller Ins- titute for Medical Research~ y a las memorias de su hermano menor Abraham Flexner: Me han hecho ver que el portentoso desarrollo de la Medicina y de la investigacién en sus ramas fundamen-

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