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Aprés coup Graciela Brodsky Rio de Janeiro. Mi periodo de tres afios como AE concluyé el 23 de enero de este afio. Lo retomo hoy junto a ustedes que, de cuerpo presente o en mis pensamientos, fueron mis interlocutores cada vez que escribi un testimonio durante estos afios. La época de los testimonios en Ia gran escena habfa pasado, muy pocas cosas nuevas quedaban por comunicar, y me disponia a reflexionar sobre la experiencia misma del pase y lo que estos tres afios de ejercicio habian producido en una ‘Ae, No obstante, apenas una semana antes de escribir este dltimo testimonio, y mientras escuchaba el primer testimonio de Débora Rabinovich, pude evocar un suefio que habia dejado de lado, del que no habia hablado ni a los pasadores ni en los testimonios, y que recién en ese mamento, a punto de atravesar la puerta de salida, encontré su lugar. Lo relataré al final. El contexto de este testimonio fueron las jomnadas de la ERP, pero también las de Ia WEL y las de la FOL. Lo que intenté fue dar cuenta del cruce entre el trauma y lo femenino tal como se presenté para mi en el andlisis y en el pase. Ya habia hablado sobre el trauma en Paris y sobre lo femenino en Miami, Este testimonio bused su articulacién El detonador fue un mail de colegas de la NEI. que habia recibido en esos dias, quienes como trabajo preparatorio para sus Jomadas “Lo femenino no es solo asunto de mujeres”, formaron un cartel donde trabajaron mis testimonios. Entre E ste fue mi iltimo testimonio como ak. Lo di en octubre del afio pasado en 1 Presentado en la Escuela de Ia Orientacin Lacaniana el 25 de marzo de 2015 ______ REVISTA LACANIANA DE PSICOANALISIS | N° 18, ‘otras cosas me hicieron la siguiente pregunta: “En su sexto testimonio usted afir- ma: ‘El horror feminae no es privilegio de los hombres, lo femenino podia ser insoportable para una mujer que se las arreglaba como yo". ,Cuél fue su forma de arreglo con el rechazo de lo femenino que le dio acceso al goce suplementario?” De esto intentaré hablarles. Mi andlisis terminé dos veces, con cinco aifos de diferencia. Se puede objetar que el primer final fue una interrupcién y que sélo el segundo fue un verdadero final. Si estuviéramos en otra época de nuestra reflexién sobre el final de andlisis Jo pensaria asi, pero ahora no podria asegurarlo. La idea de final sin marcha atras, la salida del cuarto donde se exhiben Los embajadores dando una tiltima mirada para ver tanto las vanifas que animaron el recorrido analitico como la anamorfo- sis donde se adivina lo real, ya no es la mejor metfora de los finales de andlisis. Cuando el final se mide por la satisfaocién no hay que esperar que ésta sea eterna. Cada final de andlisis es el cierre de un ciclo y tal vez s6lo haya interrupciones. La sombra del andlisis interminable se Ievanta, lo sé. Pero en un final de andlisis que se mide por acomodos, por un saber hacer, por un desembrollarse mejor, no me parece impensable que uno vuelva a quedar enrollado en su misma madja. Entonces, diré que terminé dos veces mi andlisis, pero slo una me Ilevé a presentarme al pase. La primera fue bajo el signo de la impotencia: no le encontraba la vuelta a la relacién con mi partenaire. En ese momento, Ia férmula “ni contigo ni sin ti” fue ‘una solucién paraddjica pero satisfactoria. Lo tltimo que le dije a mi analista fue: -Sélo volveré si tengo algo nuevo para decir. No me retuvo ni me invit6 a volver. Como aprendimos hace rato, hay sintomas intrasubjetivos y sinfomas inter- subjetivos. Yo no me quejaba ni de mis pensamientos -con los que habitualmen- te me Hlevaba muy, bien, salvo cuando me acusaban violentamente de haberme equivocado-, ni de mi cuerpo, del que no recuerdo haber hablado mas que env contadas ocasiones. Lo que se habia constituido en un sintoma para mi era mi par- tenaire, y esto desde nuestra primera salida a mis diecisiete afios. Se puede decir que me casé con mi sintoma, y nunca me separé de él. Hil habia concentrado para mi lo imposible de soportar y al mismo tiempo lo imposible de perder. Curiosamente, en el tramo final del anélisis, el que inicié cinco afios después y terminé con el pase, la relacién con mi partenaire no se mencioné. Habia deja- do de ser un problema para mi aunque yo no supiera bien por qué. Esto sélo se terminé de dilucidar durante estos tres afios, mas precisamente durante un testi- monio que llamé “La estructura clinica” que presenté en unas Jomadas de la £0. No produjo gran entusiasmo en el piblico, pero el efecto subjetivo sobre mi es inolvidable. Cuando digo durante quiero decir que la ficha me cayé sentada en la tribuna, con el micr6fono en la mano. Pensé mucho en esto, en la funcién del Otro ~en este caso la del piiblico al que uno se dirige en los testimonios—y me dije que en mi caso muchas veces hablar en piblico de mi experiencia analitica y de su desenlace era una manera de continuar el anélisis por otros medios, como diria 84 El pase fe ser oe _ de la histor Clausewitz, El dispositive del pase —no el momento del pase clinico, que es uno de los pocos instantes sin Otro que conozeo-esti tomado por entero en la rane. rencia, y el solo hecho de dirigrse a otro, ya sea a los pasadores 0a la audiencia, reinstala la dimensién discursiva de la experiencia analitica y genera efectos do verdad asi como produce un resto que no pasa y que coincide con el punto més Singular, neolégico, sin sentido, que decide la salida de la experiencia analitiea, “El “calzador sin medida”, el “significante desanimado”, el “rhinocéros”, la “letra t” con la que empieza pieriner, eso no resuena en el Pablico, eso no se entiende, G30 no pasa al Otro, que normalmente queda desconcertado por el peso que tie. nen para el AE esas creaciones insignificantes si se las compara con la densidad ¥ del analisis, pero que son la causa més profunda por la que uno se Presenta al pase: intentar hacer pasar eso, completamente singular, al campo del Otro, Salvando las distancias, es algo asi como la lucha del pobre Cantor con su transfnito, BI piblico aplaude la Aystoria bien narrada, la simpatia que produce el faniasma, la empatia con los infortunios de la vida, las resonancias con la propia neurosis, un witz que ilumina el propio impasse reflejado en el otro. En fin, jvaya a saber qué aplaude el piiblico! Pero no aplaude el sinsentido, Aplaude el drama ols comedia. No aplaude el absurdo. No puedo hacer de esto una doctrina, pero puedo decir que esa ha sido mi experiencia como ar y desde el piblico BI segundo final en cambio estuvo del lads de la imposibilidad y de lo que ho puede decirse. No voy a volver otra vez sobre este punto al que ya me referi muchas veces. En el final, 1o que surgié como la palabra inexistente es, en iltima instancia, lo que para abreviar escribimos S(). Eso hizo vano todo intento de seguir hablando, de seguir interpretando, de seguir buscando. La caida de la su. Posicién de saber y de la ereencia en el inconsciente fue experimentada al mismo tiempo y en came propia. No creo que ese efecto de perplejidad ante la palabra inexistente sea transmisible, No se me ocurre otra manera de representarlo que diciendo que es como una alucinacién negativa, pero son imégenes, y no valen demasiado. Es curioso: me Tlevé cuarenta aftos legar hasta ahi y, sin embargo, lo impo- sible de decir, la palabra inexistente, estuvo en mi caso desde el inicio y marcé mi encuentro traumatico con el Otro y con lalengua, Conocen el escenario, Una fiesta. De regreso a casa mis padres me alzan, rien, y me sientan arriba de ua ar. ‘aio. Bl clima era gozoso, pero en mi, que todavia no disponia del lenguaje, esas risas incomprensibles, ese sonido, esa excitacidn enigmatica provocaron un grito ¥ un Llanto que aiin recuerdo. No fue un abuso, ni una violacién, ni un abandono, ningtin trauma que pudiera rastrearse en mi biografia. Pero fue un acontecimien. {0 traumatico que cobré valor por sus consecuencias reveladas en el andlisis. $i tuviera que hablar de trauma en otro contexto, esto seria completamente banal, {Como compararlo con el hecho de haber sido secuestrada por los militares du. ante la dictadura? Sin embargo, ni por un instante se me ocurrié nombrar como trauma ese acontecimiento mayor —violento, sin duda-, cuando me invitaron a Graciela Brodsky Aprés-coup | 85 hablar de trauma en las jomadas de la Ecr. Estén los grandes acontecimientos sociales, politicos, la violencia en las calles, las catastrofes, y estén los pequefios detalles, insignificantes -como su mismo nombre lo indica-, que dejan marcas indelebles en un sujeto y de los que se ocupa'el psicoandlisis. Para Freud el trauma es sicmpre en dos tiempos. El plus de excitacién que el aparato psiquico no logra tramitar y e] acontecimiento fortuito, contingente, que reaviva la fijacién. {Cudnto tiempo debe pasar entre el tiempo 1 y el tiempo 2? El tiempo 1, S,, s6lo adquiere significacién de trauma a posteriori; hace falta para eso un S,. La escena del armario, que siempre recordé, esperé muchos afios antes de devenir el acontecimiento traumético del que les hablo hoy. Para eso fue necesaria otra fiesta, la que inicié el tramo final del andlisis, fiesta en la que me encontré, una entre otras, sentada en la mesa de lag mujeres solas. (Si no fuera porque ya se pas mi cuarto de hora como AE, seria un buen testimonio para las Jornadas del 2015). Esta escena de la fiesta, enteramente transferencial puesto que quien bailaba on la pista era mi analista, desencaden6 Ia angustia y me instal nuevamente en el andlisis que habia dado por terminado cinco afios atrés. {Por qué esta segunda fiesta tavo un valor traumatico para mf? Entre la escena, primitiva (el armario) y la escena del 2009 (la fiesta) no hay aparentemente nada en comin més que un nombre: fiesta. Muchas veces me pregunto si no hubiera podido recurrir a otra palabra para nombrar mi encuentro contingente con el mur mullo de lalengua que se presenté como la risa incomprensible de esa pareja que eran mis padres. A fin de cuentas, la escena del armario, el tiempo 1 del trauma, Ja fijaci6n, no fue otra cosa que la confiuencia de la risa, del excedente de sexua- lidad ~diria Freud-, con la falta de palabras de la nifla para nombrarlo. Si se lo mira del lado de la risa: exceso, éropmatisme, si se lo mira del lado de Ia falta’ de palabras, del agujero: zrowmatisme. Hace un tiempo, Celeste Vifial me envid un poema de Juarroz. “Pensé que podia gustarte”, me escribi6. Cuando lo recibi pensé que el pase habia valido la pena. “A-veces me parece Que estamos en el centro de Ia fiesta Sin embargo En el centro de la fiesta no hay nadie En el centro de la fiesta Esta el vacio Pero en el centro del Vacio Hay otra fiesta” 86 | El pase e Prop Bhp Si yo me hubiera deleitado con el vacio, 0 si hubiera interpretado las risas como humillacién, por ejemplo, zhabria sido otra la historia? Pero opté por la fiesta. Sin duda, la fiesta estaba en el discurso del Otro: cada vez que se evocaba la escena se agregaba: “veniamos de una fiesta...”, pero creo que hay algo mis. Segiin las historias de mi madre, mi padre habia sido muy fiestero antes de cono- cerla a ella, y ese fue un rasgo de su eleccién. Asi que para nombrar lo innombra- ble yo me vali de mi padre. No de su ley, sino de su pére-version, de esa version de un padre jugador, trasnochador, que pesqué entre las lineas del deseo materno - ¥que contradecfs la versién de la impotencia paterna con la que se armé la novela familiar. {Por qué elegir una versi6n y no otra? {Por qué elegir la fiesta y no el va- cio? gPor qué el padre del goce y no el de la castracién? El tema de la eleceién de la neurosis fue algo que siempre me apasiond. {Esa insondable decision del ser! Si la fiesta del 2009 tuvo ese poder de reactualizacién deb trauma y me enca- miné hacia el tramo final del anélisis no fue entonces inicamente por la palabra “fiesta”, sino porque alli me encontré nuevamente enfrentada al cuerpo vivo del Otro, encamado esta vez.en el analista. Al lugar del grito vino la angustia, y con ella la seftal de que nuevamente Jo simbélico habia fallado para nombrar lo real Entre la fiesta 1 y la fiesta 2 pas6 toda una vida, Mientras tanto, me las arreglé. Por un lado, me las arreglé para mantener a distancia el bullicio del Otro gracias a la fobia infantil. Por el otro, desarrollé un rasgo de cardcter terco, obstinado, empecinada por entenderlo todo, por saberlo todo. Alrededor de los seis afios la fobia habia desaparecido y la eleccién de la es- trategia neurdtica ya estaba en marcha: en lugar de fobia, el aislamiento, como en la escena de] umbral que ya relaté. Algin tiempo después la estrategia de la neurosis terininé de armarse y pude descubrir que en lugar de aislarme era posi- ble maniobrar de manera activa con lo incomprensible del Otro hasta aplastar su entusiasmo y arruinarle la fiesta Como se ve, de la nominacién del goce como fiesta a convertirme en la que quiere arruinarle la fiesta al Otro solo hubo un paso: el paso del sentido (pas de sens) que pone al alcance del sujeto todas las ficciones del fantasma y las astucias de la neurosis. Y si por arruinarle la fiesta al Otro me la arruinaba a mi misma, ese fixe el daiio colateral que pagué sin saberlo y que alimenté mi sufrimiento. El principal daiio colateral se concentré en mis relaciones amorosas. La fanta- sia adolescente’que mencioné en el testimonio sobre la estructura clinica muestra la trama, La recuerdo: mi novio yace muerto en Ja cama. Sentada a su lado pienso en el goce irremplazable que perdia al perderlo, pero, acto seguido, decidia con- servar para siempre algo de ese goce a punto de perderse y me representaba a su falo erecto guardado cual reliquia en un frasco con formol. Por un lado, el cuerpo muerto, vaciado de goce, por el otro, el falo imposible de negativizar. Cuando en mi tercer testimonio digo que en la fiesta que sigue a Jas Jomadas de Ja Ecole de la Cause, la fiesta del tiempo 2 del trauma, el analista aparece por primera vez vivo ante mis ojos, habitado no solo por el saber que siempre le atribui —— Grciela Brodsky Aprés-coup | 87 sino animado por un goce que me divide, yo estoy exactamente en el reverso de la escena fantascada en la adolescencia. Y es por eso que la fiesta tuvo ese poder de_- desencadenamiento de la angustia que me encaminé hacia el tramo final del and- lisis. El analista no encarnaba ahi el cuerpo muerto del significante sino el cuerpo descante, gozoso, en el que se reunia finalmente Io que la estrategia neurdtica se habia encargado de mantener separado y que la fantasia adolescente escenificaba. La construccién de la neurosis y el sostén que le dio el fantasma de “ser Ia que arruina la fiesta del Otro”, fue una solucién que encontré apoyada en una no- minacibn, “fiesta”, que extraje de lo que capté como el soporte del lazo libidinal entre mis padres. Pero fue una solucién fallida debido, por un lado, al empefio. de acotar el goce con la nominacién, y, por otro, al empefio de hacer entrar ese plus en la norma filica, de atrapar el goce incomprensible e incomprendido en el frasco con formol. Pensindolo bien, la neurosis, y el fantasma, y el culto al falo, y el rechazo the lo femenino con el que me acerqué al mundo de las mujeres, no fueron mas que Tespuestas a ese exceso, a ese innombrable entrevisto en esa escena primaria in- olvidable y reencontrado bajo transferencia EY qué es ese exceso, ese innombrable, ese goce que resiste a Ja nominacién, , que desborda cada vez el frasco con formol, sino el goce que, en los affos °70, Lacan dio en Ilamar el goce femenino, y al que Miller en su tltimo curso llamé el! gove a secas, el goce en tanto tal? Si algo aprendi con el pase es que lo femenino no es la estacién de Hegada del andlisis, no es la tierra prometida una vez atravesados los limites de la logica félica. Lo diré de otro modo, el goce femenino no es Ja soluciGn del impasse se- xual: el goce femenino es el problema que est en el origen del impasse sexual. El goce que excede a la norma filica, el goce que excede al niicleo elaborable del goce, ese es el trauma del parlétre. Que yo lo haya encontrado arriba de un arma- rio no es mas que contingencia. Que lo haya Hamado fiesta, que haya intentado mantenerlo a distancia, que haya procurado aplastarlo, que haya fantaseado con encerrarlo en un frasco, que me haya obstinado en interpretarlo, en traducirlo, nada de eso impidié que volviera a encontrarlo sentada a la mesa de las mujeres solas, esa mesa en la que nunca quise estar. El final de analisis no me dio, entonces, acceso a ningin goce suplementario, porque con ese goce me las tuve que ver siempre. Pero me permitié tener un sue- flo que recién ahora, aprés-coup, se dejé interpretar. En él, me miro al espejo y descubro con horror que me faltan los brazos. Me desespero pensando cémo voy a hacer para abrazar al hombre que amo. Y en el mismo suefio me respondo que finalmente la Venus de Milo tampoco tiene brazos y que sin embargo... Despierto entusiasmada pero sin saber como ella s¢ las arregla Sin embargo, la respuesta estaba ahi, y la encontré sentada entre el publico, en esta sala. Para arreglirmelas con el rechazo a lo femenino, para soportar la mesa de las mujeres solas, la mejor solucién es, sencillamente, dejarme abrazar. 88 | El pase a

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