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El pare de Glòria, Pere Calders, va estudiar a la mateixa escola que els germans de Rosa
Artís, la seva mare, que al mateix temps era amiga del germà de Pere, Avel·lí, alies
Tísner, el dibuixant, i per aquesta amistat es van conèixer. La mare i el pare ja vivien
junts quan va esclatar la guerra.
El pare, quan va començar la guerra va anar de voluntari al front com topògraf, militava
en el PSUC, col·laborava en revistes i era caricaturista. Desprès de la guerra va sortir a
França i va estar en un camp de concentració. D’allà va passar al castell de Roissy-en-
Brie, on es trobaven molts intel·lectuals, escriptors i poetes: Agustí Bartra, Merçè
Rodoreda i Cèsar August Jordana entre altres, fins que va poder sortir cap a Mèxic.
Els pares de Glòria es van retrobar a Mèxic, en l’Orfeó Català i es van casar.
Glòria i els seus germans van estudiar al Liceo Franco Mexicano, fins que els seus pares
van decidir tornar a Barcelona en 1962 .
Sus padres fueron Pere Calders Rossinyol -catalán- y Rosa Artís Gener -catalana-Sus
abuelos paternos fueron Vicenç Calder –catalán- y Teresa Rossinyol –catalana-, los
abuelos maternos Avel·lí Artis –catalán- y María Gener –catalana-.
El padre de Glòria, Pere Calders, estudió en la misma escuela que los hermanos de
Rosa Artís, su madre, que a su vez era muy amiga del hermano de Pere, Avel·lí, alias
Tísner, el dibujante, i por esta amistad se conocieron sus padres. Su madre y su padre
ya vivían juntos cuando estalló la guerra.
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Glòria y sus hermanos fueron al Liceo Franco Mexicano hasta que sus padres
decidieron volver a Barcelona en 1962.
Entrevista
¿Tu nombre completo?
Nos podrías contar un poco la historia de tus padres y de tus abuelos en la época de la
República y de la Guerra.
Mi padre antes de la guerra ya estaba casado, se casó muy joven y a los 22 años tuvo su
primer hijo. Mi madre vivía con su padre porque su madre
había muerto cuando ella era pequeña y vivía con sus cuatro
hermanos. Cuando estalló la guerra sus dos hermanos fueron a
la guerra. Al más joven lo mataron cuando tenía 20 años,
estaba pasando revista a su batallón porque era capitán.
Pere Calders
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todos intentaron buscar una salida hacia distintos países de América, algunos se fueron a
Chile, otros a México, a la República Dominicana y así poco a poco fueron
marchándose de aquí.
No, eran barcos distintos, primero se fue mi madre y al cabo de días o de meses mi
padre, porque se ve que había roto con su mujer o no sé exactamente cómo había sido la
cosa.
Cuando llegaron a México uno de mis tíos encontró trabajo en Saltillo y se fueron a
vivir a Saltillo unos meses, mi padre se quedó en el Distrito Federal y al cabo de pocos
meses mi madre y su familia se fueron también al Distrito Federal.
Sí, se encuentran en el Orfeó Català y como decimos en catalán es “un estira i arronsa”
constante. Esto se ve en el libro de “Cartas de amor” que publicó Edicions 62, cuando
mi padre antes de morir supo que mi madre había guardado todas las cartas que le había
escrito, se quedó tan emocionado que dijo “mira, si algún día me muero dejo que las
publiquen si quieres” y entonces en Edicions 62 lo pasaron todo a máquina y son unas
cartas fantásticas. Ahí ves el trabajo de persistencia de mi padre, porque en aquella
época claro, una persona separada, ni mi abuelo quería saber nada de él, mi madre tenía
presiones por todos sitios, ella tampoco quería ceder en esta relación, pero al final le
dijo “hasta que no tengas el divorcio yo nada de nada”. Y resulta que su mujer fue a
México también al cabo de un tiempo y entonces ahí se divorciaron y después del
divorcio ya se casaron.
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¿En tu casa se hablaba de cosas de la guerra, del exilio?
Hablaba bastante mi madre, sobre todo de la guerra, del hambre que llegaron a pasar,
fue una hambre terrible, pero mi padre no era nada de contar ‘que si esto’, ‘que si lo
otro’, ‘que si en el frente’, no.
Para mi fue un paraíso, una infancia de ensueño, todo maravilloso unos padres
fantásticos, una vida fantástica, bueno es que yo me levantaba por la mañana con una
euforia de pensar en un nuevo día. Mi madre era la persona más alegre y más animada,
pero mi padre, aunque nunca lo dio a entender, lo pasó realmente mal pues él llevaba
una vida muy activa aquí, él quería escribir en catalán, se quebró toda su vida, todo se le
rompió y sólo tenía la obsesión de volver, volver, volver y hacer algo para volver.
Sí, él estaba aquí claro, nunca salió. Cada semana se escribía con mi padre y en toda
esta correspondencia se ve que hablaban de política, de economía, son documentos
históricos muy interesantes. Mi padre y mi abuelo siempre preparaban la estrategia para
volver, ‘a ver si Franco se muere’, ‘¿cómo lo vamos hacer?’, ‘que si los niños se están
haciendo mayores’, ‘que si no querrán volver’, y haciendo un papeleo ‘que si el
permiso’, en fin, siempre luchando por volver.
Pere Calders
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Mi madre también tenía clarísimo que ella quería volver, pero era una persona que vivía
más el momento y ella lo tenía clarísimo y si volvimos fue por mi madre porque mi
padre tenía un poco de miedo de que aquí no pudiera abrirse camino y tenía tres hijos
por subir y estaba bastante asustado, pero mi madre nada, dijo ‘nos vamos’ y se acabó.
¿Qué te acuerdas de tu infancia, cómo era, a dónde ibas, a qué escuela fuiste, qué
amigos tenías?
Fuimos al Liceo Franco Mexicano los tres porque mis padres dijeron que si había una
posibilidad de no aprender en español, pues al Liceo.
En el Orfeó Català los exiliados hicieron una piña y éramos como de la familia,
pasábamos las Navidades juntos, Año Nuevo, los aniversarios, también en la calle
hicimos muy buenos amigos.
Pues muy poca relación porque claro los amigos que teníamos en la calle eran o hijos de
americanos o judíos que no se sabía muy bien de dónde eran. Después en la escuela sí
que tenía alguna compañera que era mexicana, hice un par de muy buenas amigas.
Siempre, siempre, con todos los amigos, con todos los primos, siempre catalán, incluso
primas mías que se han quedado allí a vivir que tienen nietos, que ya es la cuarta
generación y vienen los niños pequeños hablando catalán, es increíble.
Bueno mi padre cuando ya vio que Franco no se moría ni a tiros, dijo, “nos tenemos que
ir como sea porque los chicos se van a hacer mayores y no querrán volver”.
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¿Fueron de los primeros en volver, verdad?
Sí fuimos de los primeros de los amigos porque algunos, los que tenían dinero pues
habían hecho varios viajes, pero de volver definitivamente nosotros los primeros.
Sí los cinco, volvimos en un barco, en un barco trasatlántico que era mixto de carga y de
turismo. Estuvimos más que Colón porque tardamos un mes en venir, nos embarcamos
el ocho de octubre y llegamos a Bilbao el ocho de noviembre.
Siempre nos hablaban de Cataluña como el paraíso y yo pensé ‘pues debe de ser algo
increíble’. Siempre nos estaban machacando “cuando volvamos”, “cuando volvamos” y
cuando finalmente nos dijeron “vamos a volver” entonces claro gran euforia, íbamos a
la tierra soñada.
Cuando llegamos lo vimos todo en color marrón gris, fue un impacto, mis padres más,
sobre todo mi madre. Todo era tan triste, tan gris, suerte que nos fuimos a vivir a San
Cugat, que claro aquello era un pueblo de cabras en aquel entonces y también nos
quedamos bastante alucinados. Dejábamos una ciudad muy moderna y avanzada y aquí
empezaban a llegar los 600, aquí no había ni sofás en las casas, era la mesa del comedor
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y las sillas pegadas a la pared, no había nevera, teníamos una nevera de hielo ¡no
sabíamos que eso existía!
En el instituto me parece que nos hacían rezar al entrar, yo no sabía ni lo que decía,
luego teníamos las clases de religión con un cura muy viejecito que nos hablaba del
sagrado corazón de Jesús y yo decía “¿pero qué es esto exactamente?” y él decía
“Calders no pregunte más. Calders siéntese, siéntese" porque yo decía “¿pero qué está
diciendo este hombre con el espíritu santo?” y, alucinante, para mi aquello fue
alucinante, ¡uf!, me llegan a meter a un colegio de monjas y bueno.
Les costó porque vieron que la gente había cambiado mucho, estaban muy tristes, pero
claro se dieron cuenta de que lo que habían pasado fue muy fuerte; ellos, aunque
pasaron el exilio, han estado mejor, no han pasado la represión y la humillación, en
México fueron recibidos con los brazos más que abiertos, con todas las facilidades del
mundo.
Familia Calders
Bueno él vino con una promesa de trabajo de la editorial Montaner i Simón, que no se
realizó de entrada. Mi padre se hundió porque dijo “¿qué vamos a hacer ahora?”, pero
entonces empezó a hacer traducciones, correcciones y bueno vivimos unos meses así,
trabajó en la Editorial Vergara y al cabo de pocos meses entró a trabajar en Montaner i
Simón, estuvo ahí hasta que se jubiló.
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Cuando vuelven a Barcelona tu papá está trabajando aquí, se van instalando, y
¿empieza a llegar gente de México?
Sí, sí cada año o cada dos años llegaba una familia u otra y él aquí pues ya empezó a ser
más reconocido, en el año 64 ganó el premio de novela Sant Jordi, después con
“Antaviana”, el grupo Dagoll Dagom le hizo la adaptación de los cuentos.
Sí facilísimo porque claro hice aquí el bachillerato, después estudié Ciencias Químicas
en la Universidad Central y el mismo día que dije “bueno voy a dar unas clases”, al
primer colegio que llamé me quedé.
Bueno siempre fuimos subidos como catalanes, nunca pudimos sentirnos como
mexicanos porque hacíamos una vida bastante aparte ¿no?, pero yo, en el fondo de mi
corazón tengo un rincón totalmente mexicano, tengo no sé cuánta música mexicana, me
emociono cada vez que la oigo y tengo unos olores en la nariz que no los he vuelto a
oler en ningún otro sitio, y un color, un aire, unos momentos que aún me emociono
cuando los recuerdos.
Gloria
Qué va, qué va, no he vuelto nunca más, porque para mi es como irreal, porque claro,
tardé un mes en venir o sea que para mi es lejísimos en el tiempo y en la distancia.
¿Has tenido la curiosidad de ir a los lugares donde nacieron tus padres y tus
abuelos?
Sí, cuando llegamos lo primero que hicimos fue hacer todos estos recorridos, íbamos de
aquí para allá y decíamos ‘mira vivíamos acá’, ‘vivimos de tal a tal año’, etc.
Mi abuela murió cuando mi madre tenía 13 años y mi abuelo murió en México cuando
yo tenía cuatro años.
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¿Tu padre nunca volvió a México?
Él nunca quiso volver a México, desde que volvió a Barcelona tuvo varias
oportunidades pero él siempre dijo que
tenía un recuerdo tan fantástico de los
años que vivió allí que le daría tanta
pena no encontrar lo que dejó, no
quería estropear ese gran recuerdo.
Rosa y Pere
Me acuerdo que el vecino de abajo de donde estábamos viviendo era de Málaga, era un
teniente de la guardia civil retirado y nos hicimos muy amigos con esa familia, y eso
que mi padre era digamos de ‘los rojos’. Este hombre había perdido un oído de una
puñalada, decía él, “de un rojo” y mi madre le
decía “¿qué don Vicente cómo estamos hoy de la
puñalada del rojo?”, y él contestaba "bien doña
Rosa bien, estamos mejor" y no sé qué. Y muy
amigos nos hicimos, con sus hijas aún somos
íntimas amigas.
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Ha marcado mi vida y mi forma de ser porque es una situación en la que, es muy
distinto irte a otro país para mejorar tu calidad de vida o porque eres aventurero, y otra
cosa muy distinta es la manera en que se tuvieron que ir ellos, porque no tuvieron
elección y dejaron todo atrás, sin tener ningunas ganas de dejarlo. En un momento en el
que no es como ahora, que puedes llamar por teléfono, están los e-mails, puedes viajar,
fueron 24 años de incomunicación, bueno la única comunicación posible era epistolar.
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