You are on page 1of 16
4Cémo se han distinguido la “salud” y la “enfermedad” en distintas épocas. yen el marco de distintos paradigmas culturales? Hay cuadros clinicos que ssurgen en un periodo temporal definido y que, a pesar de manifestar datos biolégicos objetivos, despiertan la sospecha de ser, también, un artificio cultural. La peste, la sifils, la tuberculosis, la histeria, el céncer, el sida, ia epresi6n: todos provocaron y siguen provocando incontables investigacio- nes cientficas, pero se los puede entender, 2 la vez, como expresién de los *grandes estados animicos" de una sociedad. Este libro se construye en torno a la idea de que fa literatura es capaz de generar un saber cultural novedoso que pone en jague los preconceptos, provoca digresiones productivas y disuelve codificaciones binarias y simpl- ficadoras. Las observaciones médicas y las Iiterarias obedecen a distintos intereses del saber y elaboran conocimientos diferentes. Mientras que la medicina, como ciencia etioligica, apunta al diagndstico, la terapia y la cura de las enfermedades, la literatura y el arte son capaces de hacer evaluaciones estéticas y culturales sobre el estado de la cuestién en un momento dado. Los autores de este libro abordan algunos cruces puntuales entre estos ‘dos campos de discursos y de précticas, recorriendo el amplio espectro que va desde el siglo XVII hasta la era de la globalizacién, buscando rastros en obras clasicas pero también en textos menores y otros documentos, construyendo un abanico de interpretaciones posibles que enriquecen la visién del mundo y de sus-enfermedades. Porque, como dice el prOlogo, el saber del arte y la literatura también debe estar a disposicién de la sociedad. wnepaios.com ‘wanupaiseeargonina.comr as Anz + Kathya ‘Araujo . Diego Armus len Horisch « Christa Karpenstein-EB8bach tee iteratura, ultura Literatura, cultura, enfermedad Espacios del Saber ‘Ultimos titulos publicados 26. Paul Vitilio, El procedimtiento silencio. 27, Michel Onfray, Cinismas. 28. Alain Finkielkraut, Una voz viene de la otra orila, 29, Slavoj Zitek, Las metétass del goce. 30. Ignacio Lewkowice, Sucesas argentino. Cacerolazo y subjetividad postestatal. 31. Ricardo Forster, Critica y sopecha. 32. David Oubitia, Jean-Luc Godard: el pensanvento del cine. 33. Federico Monjeau, La fnvenciin musical 34. Paolo Vimo, Hl recuerdo del presente. 35. Antonio Negri y otros, Didlogo sobre la glebutizactn, la multitud ‘ya experiencia argentina 36. Martin Jay, Campos de fuerza, 37. Samir Amin, Mas alld del eapitalinmo senil. 38. Paolo Vimno, Palabras con palabras 39. Antonio Newri, Job, la fucrza del exclave, 40. Tgnacin T ewkewier, Pensnr sin Betndo. 41. Michael Hardt, Gitles Deleuze. Un aprendizajeflasifico. 42, Slavoj Violencia en acto. Conferencias en Buenos Aires. 43, M, Plotkin y F. Neiburg, Intelecuales y experts, La constitwtién del conocimiento socal en la. Argentina, 44, Paul Ricoeur, Sobre la traduccin. 45, Eduardo Griines, La case politica 0 ef acecho de lo Real 46. Slavoj Zitek, EY tere y el enano. 47. E. Carri6 yD. Maffia, Brsquedas de sentido para wna nueva politica 48. B. Burbank, Un placer inconfisabl 49. D. Wechsler y ¥. Aznar (comps), La memaria compartida. Bipa- iia y la Argentina en la consracctn de umn imaginaria cultural 530, Germiin Garcta, El psicoandliisy los debates culturales. 51. A. Giunta yL, Malosetti Costa, Arte de pasguerra, Jorge Romero Brest y la revista “Ver y Estimar”. 52. Leonor Arfuch (comp.), Pensar este tiempo. 53. Antonio Negri y Giuseppe Cocco, GlobAL. Biepader y lucas en tuna América latina globalizada. $4, Joan Copjec, Et-sex0 la eutanasia de la raz, 55. W. Bongersy T. Olbrich (comps), Literatura, cultura, enfermedad Wolfgang Bongers y Tanja Olbrich (comps.) * Thomas Anz * Kathya Araujo * Diego Armus Jochen Horisch * Christa Karpenstein-EGbach * Daniel Link * Sylvia Saitta ‘Wolfgang Schafiner * Uliried Reichardt Literatura, cultura, enfermedad PAIDOS Buenos Aires - Barcelona - México Wollgang Bongers Lea cata, elomocd/ Wagang Bongos y Tena sch Bor Tana Oe y Wogang Bonger- tao - Buenos Aes Pat 272 p.; 21x18 om. (Espacios del saber) ISBN 850-12.6556-0 1. Sociologia de ta Cura. | Tanja Obi Tarya Oris, comp. Titulo ‘ep 206 “Tad. cep. 1: Carla Imbrogno ‘Trad. exp. 2 Carlos ise Roces ‘Trad, cap. 6 Wolfgang Bongessy Mariana Chitellino ‘Trad, cap. 7: Mariana Chiatlina ‘Tra. cep. 10: Mariana Chiatelino CCubierea de Gustave Maer I lin, 2006 petites terrence epee Siemaaaevigepa ca © 2006 de todas las ediciones Ediuorial Pads SATCF Defensa 59, Buenas Aires E-mail lteraia@edtorialpaidoscomar ‘worn paidosargentina.comar Qual hecho el depésito que previane la Ley 11.723 Iimpreso en ln Argentina - Printed in Argentina Iinpreso en Primers Clase, California 1231, Buenos Airs, cen mayo de 2006 Tirade: 2.00 sjemplares ISBN 950-12-6556-0 Indice Los autores. unre Literatura, cultura, enfermedad. Una introduccién, Walfgang, Bongers B Angumentos médicos ¢ historias clinicas para {a legitimacién e institucién de normas sociales, Thomas Ane. 29 Las épocas y sus enfermedades. Bl saber patognéstico de la literatura, Jochen Hersh... 9 . El pensar anat6mico: Rembrandt, Sebald, Hierro, Walfgang Bongers : B . Costureritas y artistas pobres: algunas variaciones sobre el mito roméntico de la tuberculosis en la literatura argentina, Sylvia Sattea 95 . Curas de reposo y destierros voluntarios. ‘Narraciones de tuberculosos en los enclaves. serranos de Cérdoba, Diago Ars ..u0o Wolfgang Bongers y Tanja Olbvich (cousps,) 6. La esquizofrenia como sintomatologéa de época. La patologfa y la poetologia alrededor de 1910, Thomas Ar Bg 7. American Nervousness: La neurastenia , y el replanteo de los roles de género en los Estados ‘Unidos hacia 1900, Uifried Reichard. 157 8. Delirios de interpretacién y sistemas de registro, Welfgang Schaffner . 173 9. Depresién: sintoma y lazo social, Kathya Araujo. 191 10. Céncer-literatura-conocimiento, De la personalidad cancerosa a la comunicacién total, Christa Karpenstein-Eftbach 11. Enfermedad y cultura: politica del monstruo, Danuel Lint .. Los autores ‘Thomas Anz Estudié literatura alemana, lingiistica y sociologia en Miinich. Doctor por la Universidad de Miinich y profesor ti- tular de Literatura Alemana en la Universidad de Marburg. Desde 1998 es miembro del Consejo “Ciencia, literatura ¢ historia contemporines” del Instimito Goethe y desde 2004 es presidente de la Asociacién de Germanistas en Alemania, Entre sus obras se cuentan: Literatur und Lust (Miinich, 1998); Literatur des Expressionionus (Steutgart, 2002), y en coedicién con Rainer Baasner: Literaturkritik. Geschicbte- ‘Theorie-Praxis (Mitnich, 2004). ‘Kathya Araujo Psicoanalista miembro del Circulo de Estudios Lacania- ros de Chile y doctora en Estudios Americanos. Se desempe- fia como Directora del Programa de Estudios de Género y Sociedad de la Universidad Academia de Humanismo Cris- tiano en Santiago de Chile. Investigadora en temas de socie- dad, subjetividad y género. En los wltimos afios ha concentrado su trabajo de investigacién en el area de los ideales de sujeto y lazo social. Ha publicado cinco libros, co- ‘mo antora, comutora o editora, el tiltimo de los cuales es Se- ea 9. Depresién: sintoma y lazo social* IKATHYA ARAUJO La intencién de este articulo es acercarse al andlisis de la depresién en cuanto sintoma social. De esta manera, el inte- és no radica en Ia depresién como entidad o sfntoma clini- co, sino en el acceso que este sintoma contemporéneo puede ofrecer para situar los nudos del “malestar”, como lo ha Ila~ mado Freud, cultural actual. Parto, por lo tanto, del supues- to de que en la misma medida en que la histeria puede ser Jefda como una denuncia a un modo especifico de ejercicio del poder y de constitucién del Iazo social a finales del siglo XIX, es posible leer la depresién como una evidencia de los, ‘immpasses de nuestra época. Es bésicamente la extensién de su presencia lo que per- mite considerar Ia depresién como un fenémeno digno de atencién para un andlisis eritico cultural y clasificarla como un exponente de “las perturbaciones de la vida colectiva”." Su extensi6n en dos sentidos. En primer lugar, en le medida en. * Una versién anterior del desarrollo de las tesis presentadas en es- te artfalo fue publicada bajo el tiealo “El goce de la globalizacién” en Degregori, Cy Portocarrero, GL. (eds.), Cultura yglobaizaciin, Li ma: Pontificia Universidad Catolica del Pers/Universidad del Pacifico. Instinato de Estudios Peruanos, 1999. 1, Cf Freud (1929). 192 Kathys Aranjo que su presencia difundida no es resultado de una supuesta emergencia reciente y stibita sino de los avatares de la clasifi- cacién o distribucién que se hace de los sintomas en un mo- mento dado, Me refiero con ello al hecho de haber sido constituido como fenémeno clinico relevante por el saber oficial en un momento histérico determinado, apoyéndose para ello en estudios epidemiolégicos y teniendo como efec- to el desarrollo de la investigacién farmacolégica y el creci- miento en el mercado farmacéutico de productos destinados al combate de la depresién. Pero la extensi6n discursiva se re- fiere, también, 2 su introduccién en el imaginario social, con la decidida colaboracién de los medios de comunicacién, co- ‘mo el mal, o uno de los males, de nuestra época. Esta proli- feracién del significante depresién, visible tanto en los programas televisivos como en Ias escalas de medicién au- todiagnéstica propuestas por las revistas de variedades, forta lece que éste se constituya, asi, en un significante a disposicién. En segundo lugar, el argumento de la extensién apcla a Ja magnitud de su incidencia como respuesta subjetiva en el marco de una organizacién social determinada, lo que puede set lefdo como la propensién de los sujetos para hacer uso de este sintoma (en Ia perspectiva de lo que Miller ha lamado los “sintomas prét @ porter” para moldear formalmente sus respuestas subjetivas y/o usar el significante depres para dar sentido o autoclasificar sus malestares emocionales. Ahora bien, sostener que la depresién constituye un sinto- ‘ma social, de otro lado, acoge las dos aristas interpretativas posibles de un enunciado: 1) refiere a la dimensi6n social del sintoma, esto es en qué medida el sintoma que habla del su- jeto habia al mismo tiempo de lo social, y 2) subraya la ver- tiente, que es en la que, en rigor, pone acento este texto, en Ja cual un sintoma puede legar a ser considerado como un ‘sintoma de lo social mismo. 2. Cfi: Miller (1998). Depresién: sintoma y lazo social 193 Zitek, a partir de la lectura y uso de conceptos lacanianos, en particular el concepto de Real, ha propuesto entender como s{ntoms sociales a aquellas formaciones que irrumpen y ponen al descubierto el punto de imposibilidad radical in- herente a un modo de organizacién social. Un punto de im- posibilidad radical que estaria definido por Ia presencia de una fisura (dé valor constitutivo) en el espacio socio-simbél 0, la que daria enenta de Ia inadecuaci6n de toda pretensién, arménica en la concepcién de lo social. Esta fisura va 2 com- prenderla como la presencia de una dimensién no simboliza- ble, imposible, irreductible, lo que corresponde a fa idea de Jo Real en Ia teorizaci6n psicoanalitica, La consecuencia mas importante de la inclusién de la nocién de lo Real es la idea de que la realidad esté constituida alrededor de una hiancia, algo del orden de Jo no simbolizable. Esta nocién del punto de imposibilidad radical ha estado presente tempranamente en los desarrollos teéricos psicoa- naliticos, como es sabido. En la teorizacién freudiana y en particular en los llamados textos culturales,* se descubre ya con fiterza la idea de la existencia de este punto de imposibi- lidad radical inherente a tode organizaci6n social. Es en 1929 cuando, en el “Malestar en la cultura”, de manera definida Freud situaré este punto de imposibilidad radical fundanve en toda cultura y le pondré un nombre: la pulsi6n de muerte. Es la pulsién de muerte en tanto dimensi6n actuante en el suje- to la que dard cuenta de la amenaza constante en la que se en cuentra I cultura y de los desencuentros entre sujeto y cultura. sta es una dimensién pulsional que se caracteriza por su carécter no articulable (ya sea discursiva, de produc- cin, Ia que congrega a los seres humanos, etc.), que no sélo no se guia por los principios que ordenan el orden simbélico sino que, y en la medida de su exceso, se mueve més bien en el sentido de provocar su colapso. Chi Zizek (1992). ft. Freud (1912;192151927;1929;1932). 194 Kathya Araujo Es esta presencia ineludible de la pulsién de muerte la que justificars de manera acendrada el llamado “pesimismo cultu- ral” freudiano, probablemente desplegado en su mayor ex- presién en su reflexién sobre las guerras (1932), y reconocible en su insistencia en la inevitabilidad de la presen~ cia de las “perturbaciones colectivas”, en las cuales habré de reconocerse la accién de esta pulsién. Pero, el reconocimien- to de la pulsi6n de muerte como piedra de toque, fuerza dis- gregadora que amenaza la cohesién de la Gesellschaft (Comunidad), también serd la raz6n de su indicacién respec- to a la relevancia de acercarse a los modos en que la cultura bascaré hacer frente a esta pulsién (1929), Recordemos, que este “hacer frente”, desde la perspectiva freudiana, no imp] ca solamente coerci6n y control sino estrategias para la cons- tituci6n de lazos libidinales asf como el ofrecer medios de compensacién a las remmcias subjetivas. Lacan, algunas décadas mas tarde, reelaborard la idea de pulsién en el concepto de goce* El salto de Freud a Lacan rompe la dicotomnia muerte-vida (pulsién de vida-pulsién de muerte) organizada en fancién de colocar la vida del lado de Ia constancia y [a muerte de la cesaci6a, como queria Freud inicialmente. Al retomar esta idea, Lacan la transforma de modo que en el centro de la vida misma se encuentra este go- ce anudado a lo Real, una invasién desmedida (en el senti de sin medida), alocada y muda, dando un poco de preci conceptual a la intuicién frendiana: esto es, que es la vida misma la que toma estos caminos que la llevan al derroche fu- 5. De manera simple se puede sostener que el concepto de goce claye a la pulsin y su saisfaccidn. A diferencia del concepto freudia- no, el goce se aleja de un modelo de descarga para sitar Ia satisfacei6r cen el rodeo del objeto. Mis allé de esta definicién conceptual genera cs necesario sefalir que en la teorfa lacaniana se reconocen diversos goces: goce del significance, Otro goce, etc. Para el tema del goce en i cculcura véase especialmente el Seminario XVIL EL reves del psicoandli sis (1992). Se puede consultar adenmés el texto “Radiofonia” que puede cencontrarse en Psicoandliss. Radafonia & televisién (1980). Ir Depresion: sintoma y Iaza social 195 joso y lujurioso, aunque el destino previsto de un abandono to- tal a este movimiento de la vida nos conduce a la muerte. En ‘otras palabras, un goce que no puede situarse més allé de la vi- dda pero que esté all, listo para arruinarnos el placer, lo placen- tero que siempre se alia con la ilusién de lo que dura y permanece, que esté zlli para conducirnos, si es que nos aban- donamos a él a lo que Bataille llamaria el limite de lo,posible* Desde esta perspectiva, y recogiendo la indicacion freudia- tan acerca de la importancia de los modos de “hacer frente”, Lacan pondré el acento en los modos de goce desde una pers- pectiva més allé de lo individual." Asi el lazo social, concebido ‘como lo que ordena y sostiene la cohesién de lo social, es pro- puesto 2 su comprensién como ciertas estructuras (discursivas) que orientan los modos de goce en una organizacién social de- terminada.' Es lo anterior lo que levaré a Miller a definir, des- de una perspectiva lacaniana, una civilizacién como “un sistema de distribucién del goce”, como “un modo de goce, in- cluso un modo commin de goce, una reparticién sistematizada de los medios y las maneras de gozar",? De este modo, y recogiendo las diferentes aristas presen- tadas, el sintoma social pone en evidencia, por un lado, la for- ‘ma que toma en un modo de organizacién social la relacién con lo Real (es decir, Ia relacién con la fisura inherente a su pia constitucién). Asi, el sintoma social revela el punto de imposibilidad radical de Jo social, pero en un sentido restrin- gido el sintoma social pone en evidencia el punto de imposi- bilidad radical en zm mado de organizacién social. Esto es, revela formas propias de una organizaci6n social para enfren- tar esta imposibilidad radical al mismo tiempo que su fraca- s0. Por oro lado, pero en intima conexi6n con lo anterior, el sintoma social testimonia el Ingar y el estatuto del goce, co- 6. Baualle (1960). 7. Lacan (1980). 8. Lacan (1992) 9, Miler (2008: 18) 196 Kathya Araujo mo lo ha sugerido Lacan,” en una organizacién social, y, por lo tanto, da cuenta de los impasses inherentes a la modalidad de lazo social vigente en una sociedad. Partiendo del marco antes sefialado, entonces, voy a inte- srogar a la depresi6n, ano entre otros sintomas sociales, para intentar poner en evidencia cémo ella revela el punto de im- osibilidad radical del orden social contemporiineo en cuan- to se presenta 1) en oposicién a los ideales de la época: produccién, velocidad, eficiencia y creatividad; 2) como re~ Alejo, parédico, de las ficciones sociales, que ponen fuera la dimensién de lo imposible, de lo irreductible; y 3) poniendo en evidencia un goce en el dolor moral, contracara del goce narcisista de la completud, goce en el dolor moral que rein- troduce lo que este tiltimo exeluye. 1. LA DEPRESION ¥ LOS IDEALES DE LA EPOCA La depresién hace su aparicién a los ojos del especialista y en el escenario social en el modo del quietismo, palabra que elijo teniendo en cuenta su doble significacién de quietad y de inercia. La depresiGn, tributaria de esta modalidad de pre~ sentaci6n, obedece, entonces, a la ley del menor despliegue. El sujeto presenta a la observacién la lentitad en los ges- tos, acciones y pensamientos. Junto a esta dimensién, la eco- nomia en sus actividades. Habla poco, sus respuestas son breves, sus ideas escasas, sus movimientos exiguos, Ja expre- sin afectiva, practicamente ausente. La inercia se hace evi- dente en una fijacién en y reiteracién de ideas centradas en temas dolorosos, en el deambular mecénico de los momentos de angustia. Cualquier rendimiento se topa con la fatiga, con la falta de movilidad psiquica. Hay una enorme distancia entre Ia escena clinica que con- figura la depresién con la que nos ofrece la histeriaclisica. EI 10. Cr, Lacan (1992). ——4 Depresién: sintoma y lazo social it quietismo esté en las antipodas de los grandes ataques histé- ricos poblados de estertores, gemidos, aparatosos desvaneci- mientos con que la histeria se presenta a los clinicos en el siglo XIX. Lea histeria se inscribe poniendo el cuerpo, la voz y los afectos en un movimiento extético, no reglamentado, ‘tumultuoso. La hisveria que responde a su tiempo, tiempo de velos, aun cuando erotizados como ha sefialado por Gay," ha- ce cuestién de la palabra; es bulliciosa. La depresién, por el contrario, es guardadora celosa del gasto en el movimiento, avara en los desplazamientos de energfe, en el fuir de la ma~ terialidad. La depresién economiza palabras y gestos. Si la histeria se presenta como una pregunta, como una exigencia al saber, la depresi6n no pregunta, afirma. Por un lado, afirma su indignidad moral, lo que se vincala con senti- mientos de culpabilidad. Por otro lado, se sostiene en tres aseveraciones principales: no puedo, no siento, no anhelo. No puede en el ambito del “hacer”: as, no responde al llama- do de la produccién, No siente placer, emociones, tampoco sentimicutus por otros, excepto el dolor moral que lo acom- pai. Elo le sujeto se encuentra fijado a este dolor del cual excrae satisfaccién," en otras palabras, esti atrapado por su goce. No anhela, pues, sostenido en la inercia de este goce; el ssujeto se queda un paso atrés de su deseo. La certeza mani- fiesta un cierre al saber. No quiere saber. Pero muestra, y lo que muestra con sus quejas, como ya lo habfa sefialado Freud en su texto “Duelo y melancoli2”,” son sus acusaciones. Co- mo ls histeria es posible de ser leida como wn develar, no sin oscilaciones, al Amo en cuanto castrado,!* mostrando las con tradicciones de un Amo que se presenta como uno ¢ ideal y 11. Chr. Gay (1994) 12. En la historia de! psicoandlisis este descubrimiento de Ia saisfac- ién en el dolor es una de las evidencias que estimulan la forrmulacién de In existencia de la pulsién de muerte reud, 1921), el real del goce. 13. Chr Frend (1915). 14, Cle. Lacan (1992). 198 Kathya Arajo satisfecho en su ignorancia, la depresién en cuanto sfntoma ditigido al Oto devela algo de las formas que toma el Amo en la actualidad y de las modalidades con que afirma su do- minio. La depresién va a contramano de la légica de nuestro tiempo. Esta es la l6gica econémica que ha borrado su natu- raleza politica.” En un mundo regido por la globalizacién econdmica, las economfas nacionales o regionales son cada vez més interdependientes y, por lo tanto, las decisiones me- nos auténomas, por lo que se reducen las posibilidades de sustraerse al sistema general. El nuevo orden generado por la intemnacionalizacién de las economias nacionales hace que regiones alejadas del centro se acomoden velozmente las nuevas roglas y que se vean afectadas por los desplazamientos de capitales especulativos que restringen la capacidad de re- gulacién del Estado-nacién y por lo tanto ponen en cuestiér. su peso y su funcién.* El avance de las tecnologias, que es lo que da el sustento para este nuevo modelo, transforma e: concepto de produccin y de gestién, formentande La fray mentaci6n deslocalizada de los procesos productivos, modifi- cando Ia concepcién espacial y temporal de los intercambios, e introduciendo, de este modo, una velocidad y masividad de Jos procesos antes no conocida. Como ha sido reiteradamen- te sefialado, la légica de la maximizacién de las ganancias a corto plazo puede ser considerada la clave de nuestro nuevo orden globalizado, objetivo que encuentra sus medios en los avances tecnol6gicos y los despidos masivos. Esta légica econémica tiene como consecuencia la ruptu- 1a de pactos constitutivos sociales. Uno de los més relevantes s, sin duda, el resquebrajamiento del “pacto laboral tradicio- nal”, El trabajo estable y de por vida, las trayectorias labora- les continuadas y desarrolladas bésicamente al interior de ciertos campos, la movilidad preferentemente vertical, han 15. Cf. Zizek 2001), 16. Cf. Beck (1998). ( Depresiin: sfatoma y laxo social 19 dado lugar 2 trayectorias laborales fragmentadas y disconti- nuas, a una creciente movilidad horizontal, a modalidades flexibles de vinculacién con el mundo labora, lo que ha teni- do efectos transformativos en los modos de legitimaci6n sub- jetiva y, por tanto, en las formas de legitimacién del “pacto de género” tradicional.” La aparicién de esta I6gica, asi, supone la extensién de nuevos ideales y exigencias a las que estén sometidas las per- sonas para cumplir con la nueva imagen del “trabajador” “trabajadora”, para convertirse en el nuevo “sujeto” que el capitalismo globalizado exige. Por un lado, produce el mode Io ideal de un o una sujeto que debe mostrar una elevada pro- ductividad y eficiencia. Pero, ademés, los modelos actuales han cambiado el peso de los critezios ideales, dando una gran importancia a la “creatividad”. Aun cuando como lo sefiala Manrique ello pueda asociarse cada vez més en el futuro aun positivo alejamiento de la mecanizaci6n," es necesario recor- dar Ia existencia de la tirania de la productividad aun en la cacatividad. Elly se vevela en el hecho, pur ejemplo, de que la media de edad de retiro, cuya razén més frecuente es la pre- sidn ejercida sobre ellos en términos de produccién creativa de los empleados de Microsolt, modelo de la nueva imagen del trabajador, sea los 35 aiios. El modelo de trabajador 0 trabajadora del “capitalismo tardio” esté obligado a tener una gran capacidad de adapta- cidn a nuevos escenarios. Lo anterior supone un nivel eleva- do de flexibilided para abandonar posiciones y ocupar otras nuevas. Para reinventarse cada cierto tiempo, si fuera necesa~ 17. Cf, Todaro y Yatiez (2004). A pesar de que no ser el punto de analsis que se profundizarf en este texto, es necesaio subrayar que las transformaciones de los modos posibles de relacién entre hombres y ‘mujeres y Ta puesta en cuestin del basamento en la identidad genéri- cay su traslado hacia la bésqueda de un fundamento ex la dencidad se- ral, es probablemente uno de los asuntos de mayor relevancia para acercerse al sujetoy la subjetividad contemporinea y a sus sintomes. 18, Manrique (1997). 200 Kathya Araujo rio. La flexibilidad es un concepto clave en este marco, que ordena tanto las discusiones acerca de la recomposicidn de la regulacién de los intercambios en el mercado laboral, como los requerimientos en la “reproduccién de la fuerza laboral”. Pero al mismo tiempo, son ideas claves en la construcci6n de Jos nuevos ideales: la velocidad en la respuesta,la capacidad de autoorientarse en el mercado de trabajo, la habilidad para xno desarrollar ningtin “apego apasionado” que no sea hacia si mismo: la carrera o el trayecto laboral. ‘La depresién como sintoma social se presenta como un mal paradigmético de la época en la medida en que se coloca precisamente a contramarcha de estos ideales. Se deja ser en su quictismo. La depresién opone a la aceleracién como exi~ gencia y rasgo de nuestra época, su tiempo lentificedo. A la movilidad y la flexibilidad, la inercia y su fijacién reiterativa A Ja creatividad exuberante, la escasez en las ideas, la exigai- dad. Al cambio y la novedad como norma, la monotonia, la rutina, el anclaje exacerbado. Al proyecto ascendente y plani- ficado, el deambular mecénico. Se coloce, asf al margen de la légica de Ia eficiencia productiva que sostiene a la maximiza- ci6n de las ganancias al més corto plazo. Se perfila como ma- teria pesada que se resiste a la circulacién permanente y masiva. La depresién de manera obsecuente se muestra re~ rmuente a reinventarse, tomada como se encuentra por la fija- cién a su dolor: Desafiante, no responde a las exigencias de la presiOn social por el decir ~exhibir— que, como lo habia ad- vertido Foucault’, seria crecientemente un signo de nuestros tiempos, a la presiéa contemporinea por hacerse parte del goce liviano de los artefactos ofrecicos por la cultura. ero, sila depresi6n en un sentido ~como he sefalado an- tes, va a contramarcha de los ideales de esta época-, por otro lado ~quiero proponer en lo que sigue-, es el reflejo parédi- code las ficciones que dan fundamento al lugar y estatuto del goce en la vida contemporiines. 19. Cf, Foucault (1995). Depresin: séntoma y lazo social 201 2. UN REFLEJO PARODICO DE LAS FICCIONES SOCIALES La posicién subjetiva que es designada como depresi6n pone en primer plano el goce. No pucdo, no siento, no an- helo, como ya he sefialado, son afirmaciones que indican un atenuamiento, cuando no, en cierto modo, la extincién del deseo, Esto deja al sujeto a merced de su goce. El goce que se caracteriza por la inercia, en este caso se corresponde con esa satisfaccién en el dolor con la que se topa Freud y que lo llevaré a sus desarrollos sobre la pulsién de muerte. Pero, geval es el punto en el que se encuentra fjado el o la sujeto de la depresién cuyo rodeo produce esa satisfaccién en el do- lor que la clinica testimonia? Es, quisiera desarrollar aqui, el correspondiente al instante de la pérdida En esta posicién subjetiva lo que est en juego es algo del orden de la pérdida como también ocurre en el caso del due- lo, Pero, en el dueto la pérdida se consuma y el objeto se pier- de, por lo tanto se trata de une elaboracién gradual de la anism, mientas que en esta posicién subjetiva, panto de en- ‘euentro con la melancolia, el objeto ha sido conservado por medio de la identificacién narcisista. Se trata, entonces, de mantenerse en la inercia que eterniza el instante mismo de la pérdida, esto quiere decir, congelar o petrificar el momento sismo de la pérdida para que ésta jamss Hegue a consumar- se. La depresién se encuentra fijada en el instante eternizado de la pérdida. Este congelamiento del instante tiene una doble faz. El instante mismo de Is pérdida implica que hay algo de! objeto atin presente, pero que la pérdida estd aconteciendo. Asi, la depresi6n, de manera paradéjica, muestra su rechazo a la p dida al mismo tiempo que la coloca en un lugar visible y re- levante al quedarse fijada en el instante mismo en que acontece. Pone en primer plano la pérdida para decir que no quiere hacerse cargo de ella. El precio que paga por no ha- cerse cargo es, precisamente, ser tomado por ella. Absorbido por ella. 202 Kathya Arangjo Ahora bien, equé es lo que no se acepta cuando no se acepta la pérdida? Lo que no se acepta es que haya un espa- cio vacto, que algo falte: Ia hiancia o la isura. Accptar Ia fal- ta, que algo falte la hiancia, sosticne el psicoandlisis,es lo que pertnitiré el deseo humano, pues ~un razonamiento bastante simple pero leno de consecuencias— no hay deseo sin falta. En esta posicién subjetiva llamada depresién no hay una asuncién de la pérdida, pues si la hubiera ello seria testifica- do por el hecho de que el o la sujeto pudiera ocupar su sitio en tanto sujeto deseante. Se trata, en este caso, como sefiala Carmen Gallano, de Ia accién de una “voluntad de ser sin sa- ber de la falta”. Es precisernente esta “voluntad de ser sin saber de la falta" la que puede ser considerada como el motivo en torno al cual se ordena la encrucijada entre el sintoma y su funcién revelado- sa de los impasses en lo social: allf donde la depresién aparece campliendo la funciéa de reflejo parédico de las ficciones s0- ciales. La deptesién, del mismo modo que parte relevante de las ficciones sociales contemporineas es lo que pretendo argu- ‘mentar-, se sitéan en Ia posicién de sostener la no pérdida, lo que las lleva a Ja no asunci6n de la falta, de la fala, de la fisura ‘Un buen ejemplo de estas ficciones contemporsineas des- tinadas a velar Ja falta son los imaginarios hegeménicos en torno a la idea de mundo, tributarios de las concepcione: contemporéness de mundo. Cada época, como sabemos, pro- duce sus concepciones del mundo. Estas se conforman en sintonfa con los discussos dominantes, ¢ influyen en los mo- dos que tenemos de imaginarizarlo. Asi, por ejemplo, antes del descubrimiento de América una concepcién del mundo fuertemente entramada por la religi6n resultaba en una ima- igen de la tierra que era tributaria de la idea de una Ecumene, domicilio natural del hombre, que estaba dividida en wes partes, divisin tripartita, cualitativa y jerérquica en la que h perfeccién mifstica del miimero tres era realzads.” 20, Cf. Gallano (1997) 21, Gir. Abellin (1972) Depresién: sintomsa y laza social 203 En la actualidad la imagen de mundo esté fuertemente in- fluida por la idea misma de globalizacién. Me reficro a esta idea menos como herramienta te6rico-conceptual, por cier- to, y més en la perspectiva de su participacién en la dimen- sién de los imeginarios sociales acerca del mundo como entidad. Es decir, ala globalizacién en cuanto elemento cons- titutivo de la representacién imaginaria del mundo en nues- tro tiempo. Elmundo global, segiin estas formas de representaci6n, ¢s un mundo conectado de tal forma que la temporalidad es el instante. En términos espaciales, por otro lado, se sostiene que no hay lugar que no sea alcanzado e incorporado gracias a los desarrollos teenol6gicos. La fantasfa es que se puede ac- ceder a cada espacio, 2 cada rinc6n del mundo. El acceso a todo lugar se acompaifia del saber y de la pro~ duccién. Accedemos a cada espacio y lo Llenamos de saber y Jo hacemos produccién. A través del acceso a la informacién, se sostiene, el mundo se ha acercado tanto que constituye un solo mundo y las posibilidades de rendimientos para cada uno de nosotros han aumentado astronémicamente. El acce- 0 es informacién y la informacién es produccién, rigen las méximas contemporéneas. Pongamos como ejemplo el caso de los informativos por cable o televisi6n satelital, 0 incluso, de manera més sofisti- cada, el nuevo periodismo de guerra en su alianza con la lite- ratura. A través de ellos, se supone, estamos informados acerca de lo que ocurre en el mundo y lo conocemos, més de Jo que nunca antes un hombre o una mujer podrian haberlo conocido. Las imagenes transcurren ante nuestros ojos, las palabras de los afectados nos llegan dizectamente. El offeci- miento es hacernos testigos, ahorrarnos toda mediaci6n, y en ese mismo movimiento, proporcionarnos la ilusién de un sa- ber directo y primario sobre el mundo. Pero geuil es el esta- tuto de un saber que emerge de las imagenes veloces y de los testimonios entrecortados por las decisiones edivoriales? ;Cudl su funcién y sus efectos si, como lo demuestra el psicoandli- 204 Kathya Aranjo sis, Henar con saber un lugar no es lo mismo que interpelar a la verdad en ese Ingar? ‘Uno de los efectos de esta modalidad de presentacion del, saber es sostener la ficcién subyacente del mundo todo acce- sible, de un mundo sin hiancia y sin fisura, en el que todo po- dria llegar a ser conocido y develado, esto es: simbolizado. “Todo podria ser incluido en la Idgica de la produceién: esto quiere decis, todo podria ser clemento de la cadena. Ahora bien, para que esta ficcién se sostenga algo tiene que quedar fuera: lo que es puesto en exclusién es la hiancia, la isura, lo incognoscible. Es la ficcién del mundo global, sin falla, sin falta, Es una ficcién animada por “la voluntad de ser sin sa- ber de Ia falta”. Pero quizés un ejemplo més cercano a la propia temética de la depresin es el de la psiquiatria cientifica, resultado del objetivo manifiesto adoptado por la psiquiatria de someterse a las exigencias y la L6gica del discurso de la ciencia contem- porineo. E] discurso de Ia ciencia es uno de los discursos dominan- tes de nuestra época. Casi la totalidad de los andlisis sociolé- ¢gicosy culturales ponen en relieve la alianza entre el discurso econémico capitalista y la tecnologfa, que no es otra cosa que cl producto de la ciencia, como sustento de las transforma ciones de las que somos testigos en el érea econdmica, politi- a, social y culcural. En has iiltimas décadas se ha asistido a una progresiva transformacién de la psiquiatria. Lejana de los principios que Ja guiaban en la época clésica, la de los grandes clinico’, la psiquiatria ha ido abandonando cada vez. més un acercamien- to etiopatogénico, esto es, la pregunta por la etiologfa, para colocarse en una postura empiricista, en'donde todo esfuer- zo te6rico es de entrada desconfiable. Expresi6n de lo ante- rior son el DSM en sus tltimas versiones, manual de diagnéstico que deberfa funcionar como referencia interna- cional para los psiquiatras, editado por la Asociaci6n Psiquié- ttica Americana, 0 el CIE-10, el manual preparado por la Depresién: séntomna y lazo social 205 Organizacién Mundial de le Salud. En este contexto, las en- tidades clinicas pierden lugar frente a una enorme prolifera- cién de sintomas, sindromes o trastornos, que son identificados y definidos por medio de la aplicacién de cues- tionarios y escalas. El fin que se espera alcanzar es generar titerios diagnésticos y soluciones terapéuticas, gracias 2 la orientacién farmacolégica, universalmente aplicables. Como Io ha expresado Laurent, de “la clinica del sentido, aquella del uso social, se pasaré a la que remodela el nuevo uso de los psicotrépicos y el nuevo gusto social que estos facilitan”.” Se trate, como sefiala Millas, de “un proyecto totalizador que partiendo de un reduccionismo efectita la extensién de las leyes fisico-quimicas al campo de la subjetividad”.** Des- de esta perspectiva, un rasgo (digamos un sintoma) es base para la adscripcion de un sujeto a un colectivo, al cual, a su ver, le corresponde una solucién previamente estandarizada; digamos un prozac al dfa, De esta manera, lz pregunta por el sujeto es cancelada. Ha sido reiteradamente sefialado que este proyecto supo- newuna voluntad homogeneizadora. Esta es sin duda una in- terpretacién acertada. El proceso de estandarizacién, que es el motivo principal del desarrollo psiquistrico, expresado en la construccion de manuales, cuestionarios y escalas, tiene un efecto de homogeneizacién. Sin embargo, yo quisiera darle una vuelta més, apuntando a la ficei6n que sostiene un pro- ecto como éste. Desde el punto de vista sostenido por la psiquiatrfa: qué soy en tanto sujeto? Soy Ia suma de una serie de variables: la suma de datos tales como “me marco con frecuencia” o “he tomado més de siete bebidas alcohélicas en un dfa por més de tuna semana seguida”. Definir a un sujeto como ansioso, con rasgos distimicos y conductas asociales, no anula completa- mente la idea de diferencia pero hace algo importante con 22, Laurent (2000: 7). 23. Millas (1997: 98). 206 Katkya Araujo ella: [a reduce a ser el resultado de una serie de evidencias em- piricas que pueden ser medidas con instrumentos confiable- mente objetivos y estandarizados. Quiero decir que las diferencias no son anuladas completamente, sino que son de- finidas en el orden de datos empiricos. A partir de esta nueva definicién son incorporadas y mancjadas como variables a considerar para una efectiva respuesta en su adminiseracién, Ello quiere decir: que puedan servir para la produccién de los propios artefactos de la ciencia, en este caso los firmacos. Mas que la idea de diferencia, lo que este proyecto borra es todo rastro de opacidad y complejidad, para lo cual es necesario que borre la alteridad del sujeto respecto a s{ mismo. Concentrar los diagnésticos en Ia idea de homogeneiza~ cién acentuando la oposicién entre globalizacion y diferencia en el sentido de identidades particulares, desconoce, me pa- rece, que, como ha sido sefialado, la contraposicién entre slobalizacién e identidades particulares no es tal, pues éstas estarfan mas bien en correspondencia con la globalizaci6n: serfan cu otra cara. Lo serfan en la medida en que estas dife rencias son administradas para lz propia reproducci6n.* La diferencia reconocida como tal, para asignarle un Ingar admi- nistrado en lo social, deja intacto el problema de la ficeién de la totalidad. En lo que respecta a las diferencias, sélo el reco- nocimiento de una dimensién irreductible en la alteridad po- dia poner en cuestién esta fantasfa y subvertir esta l6gica. En otzos términos, resulta importante tomar en cuenta, como lo muestra el caso de las tefidencias en la psiquiatrfa, que no es Ja diferencia la que por si misma puede resultar subversiva con respecto a una légica globalizadora, sino el reconoci- miento de lo irreductible en ella. Al tomar la parte por ef todo y reducir los hechos y las ex- periencias a datos, separandolos de su interpretacién, se con- figura un nuevo sujeto: predecible y ajustado a los fines del desarrollo de la ciencia misma. La ficcién sobre la que se s0s- 24. Chr. Zitek (1998). Depresitn: sfntoma y lazo social 2 tiene este proyecto es a del sujeto transparente y radicalmen- te cognoscible, Io que encuentra su fundamento, como vi- ‘mos, en la exclusiOn de la alteridad en el sentido radical de la mistaa, esto es, cuando alberga en su seno algo del orden de lo incoercible. El andlisis de las lgicas de algunas producciones contem- potineas muestra, ai, el tenor de las fieciones que ellas sus- tentan y que las sustentan: que el mundo puede ser completamente simbolizado, conocido y domesticado. Pero cllas revelan también que para poder sostener esta ficci6n, y ésta es {a tesis central, es necesario un movimiento de exclu- siGn de lo irreductible, de lo imposible, de lo incognoscible (yno de la diferencia per se). Esto, como ha sido presentado, se manifiesta ya sea en [a exclusién de la opacidad del sujeto para volverlo transparente y calculable, en Ia ficcién del saber y la informacién total o en la aspiraci6n de una maximizacién de ganancias que desconoce la dimensién de la pérdids. Asi, la ficcién del mundo global, como la ficcién del suje- to transparente construide por la psiquiatrfa, muestran, para- fraseando, sin inocencia, a posicion subjetiva de la depresién, que de lo que se trata es de una “voluntad de ser sin saber de Ja falta”, Miller ha dado cuenta de lo anterior,” seftalando de qué manera cn nuestro tiempo no se tratarfa ni siquiera ya de un “malestar” relativo a a relacin del sujeto con lo Real, co- mo lo planteara Ereud y desarrollara Lacan, sino de la radi- calizacién que resulta de la puesta en cuestién misma de la cexistencia y el estatuto de lo Real, debido a la conviccién epo- cal de que no habria més que semblantes, La proliferacién del semblante, la consecuente desmaterializacién y el hecho de que de manera radical ¢l sentido de lo Real mismo se convir- tiera en una pregunta incisiva son el marco que permite en- tender el fondo de angustia, el entramado social del sintoma, 25, Cf, Miller (2005). 208 Kathya Arasjo 3. CONTRACARAS DEL GOCE El goce contemporiineo del que au‘ tratamos es un goce que se produce en Ia ficcién misma de la completud, que nos invita a gozar narcisistamente, que s6lo se sostiene produ- ciendo la exclusién de la opacidad del sujeto, de la dimensién de lo irreductible, de la alteridad radical, de la dimensién de la pérdida que acompafia la produccién. Pero, la depresidn introduce un goce en discordancia, Muestra la otra cara del goce narcisista producido por la fic- ci6n de la completud, como la melancolfa se la muestra a la manfa. Opone al goce exaltado de la imagen narcisista un go- ce que petrifica, que lastra, que pesa. En este sentido, aunque pueda estar animada por el no reconocimiento de la pérdida ya falta, estd destinada a reintroducirlas al mostrar los estra- os que produce su exclusién. La depresién, desde esta pers- pectiva, la del goce, como también desde la del ideal, como he discutido anteriormente, puede ser considerada como una especie de convidada de piedra al festin contemporinco. ‘De manera més precisa, se trata de una posicién subjeti- va que se instala en el gace del dolor, pero del dolor moral. En concordancia, es posible sostener que la depresién como sintoma social pone en relieve que la contracara del goce narcisista de la completud es el goce narcisista mortifero en el dolor moral. En ambos casos se trata de goces narcisistas que dan testimonio de una atenuacién del deseo, lo que es Jo mismo que decir de la fragilizaci6n del anudamiento en Jo social, pero al mismo tiempo puede sostenerse que son contracaras, porque uno revela el secreto fntimo del otro: su desecho. El goce de la completad narcisista es aquel que se sostie- ne en el movimiento deincorporacién y domesticacién de to- dos y cada uno de los segmentos que constitayen el mundo. La contracara de este goce ¢s aquel que restituye lo que es ex- cluido. El goce petrificado en el dolor, identificado eri la po- sicién subjetiva de la depresién, pone en escena lo que esta Depresitn Iégica produce como desecho: la imagen del eafdo de la hu- manidad, La depresién en cuanto reparo a los ideales, reflejo par6~ dico de las ficciones y contracara del goce contemporineo, revela que en lo que toca a nuestra época hay algo que se pro~ duce del lado de una falla en la posicién ética, esto ¢s, de la dificultad para hacerse cargo de manera responsable del de- seo y el goce particular, a lo que Lacan ha llamado cobardia moral." La responsabilidad, entendida en este contexto, tie- re que ver con hacerse cargo de los condicionanves que po- nen los limites a lo que hubiera podido ser posible para cada ‘uno, por intermedio del reconocimiento de un émbito irre- ductible. Del reconocimiento de una dimensién irreductible, lo Real, en nosotros mismios y en el Otro. La fala en la posi- cién ética se vincula, asf, con “Ja voluntad de ser sin saber de {a falta” que pone entre paréntesis el “no todo”, esto es, el no todo saber, no todo acceso, no todo poder. Asi, incroducir Ia pregunta y la posicin éticas requeridas puede scr posible sélo cn la medida cn que sc articulen a par tir del reconocimiento de una dimensién irreductible en no- sotros mismos y en el otro. Se trata de una ética que tome en cuenta y reconozca Ia dimension de lo Real en su operativi- dad." Una postura ética que sirva para enfrentar este impasse inherente ala organizacién social contemporéned no se redu- ce al mero reconocimiento de Ia diferencia, sino que implica aceptar que para entrar en el campo del otro debemas admi- tir responsablemente que hay una dimensién en él, y en no- sotros, que esti completa ¢ irremediablemente fuera de nuestro aleance. Que algo, que no puede ser obliterado, se resiste a ser administrable. intomiay lazo social 209 26. Cf. Lacan (1974). 27. Cie. Zapantié (2000). 210 Kathya Araujo BruiocRasia Abellin, José Luis (1972), La idew de América: origen eoolucién, Ma- rid: Ediciones Istmo. American Psychiatric Association (1994), Diagnostic and Statistical ‘Manual of Mextal Disorders, DSM-IV, Washington, D.C APA. Bataille, Georges (1960), El eratiomo, Buenos Aires: Sur. Beck, Ulrich (1998), «Qué ela globalizaciin? Falacias del glebalism y respuestas a la globalizacién, Barcelona: Paidés. Foucault, Michel (1995), Hittoria de la sexualidad, México: Siglo ‘Veintiuno editores. Freud, Sigmud (1973), “Totem y Tabi (1912); “Duelo y Melanco- lia” (1915); “Las pulsiones y sus destinos” (1915); ‘Mas allé del principio del placer” (1920); “Psicologia de las masas y an del yo (1921); “El porvenir de una ilusién? (1927); “Malestar en la cultura? (1929); “El por qué de la guerra” (1932), en: S. Freud, Obras Completzs, Madrid: Biblioteca Nueva. Gallano, Carmea (1997), “¢Qué se esconde en las delicias de la de- presion?®, en: La depres y el reverso de la psiquiatrta, Buenos Aires: Eolia-Paidés, pp. 143-158. Guy, Peter (199), Le experiencia burguest. De Vicorla a Freud, 2 t0- ‘mos. México: FCE. Lacan, Jacques (1966), Eerits, Pris: Seuil. (1980), Pricaandlsis. Radiofonta & tlevisién, Barcelona: Anagra~ 1992), El reverso del poinandlisis, Barcelona: Paidés. Laurent, Eric (1992), Lacan 7 fos dscursos, Buenos Aires: Manansial. 2000), Pricoandlisis y salud mental, Buenos Aires: Tres Haches. ‘Manrique, Nelson (1997), La sociedad virtual, Lima: Fondo Edito- rial Pontificia Universidad Catdlica del Peri Millas, Daniel (1997), “Psiquiatrfa cientifica y psicoandlisis: una nueva perspectiva”, en»La depresién y el reverse de la psiguiatria, Buenos Aires: Eolia-Paidés, pp. 95-106, Miller, Jacques-Alain (1998), 21 sntoma charlatén, Barcelona: Paidés. Miller, Jacques-Alain y Laurent, Eric (2005), F! Otro que no existey sus comités de étca, Buenos Sires: Paidés. ‘Orgenizacién Mundial de la Salud (1992), CLE-10 Trastornes men- tales y del eomportamiento. Descripciones clinicas y peutas para eb diagnéstie, Madsid: Medivor. Depresiin: intoma y lazo social 2 ‘Todaro, Rosalba; Yitez, Sonia (eds) (2004), Bl inabajo se transfor~ ‘ma, Relaciones de produccin y relacones de género, Santiago: CEM ‘tee, Slavoj (1992), El sublime objeto de la idedogia, México: Siglo xx —(1998), “Multiculeuralismo o la logica cultural del capitalismo ‘multinacional”, en: K Jameson y S. Zivek, Estudio culturales. Re- lesiones sobre o muiculecraliomo, México: Paidés. 2001), EY expose suite. Ef centro ausente dela entologia politica, Buenos Aires: Paid. Zupandié, Alenka (2000), Rehic of the Real. Kant, Lacon, Londres! ‘Nueva York: Verso.

You might also like