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JULIAN GALLEGO (ED Fl mundo rural en la Grecia antigua Maqueta: RAG Reservados todos los derechos. De acuerdo a lo dispuesto en el art. 270 del Cédigo Penal, podran ser castigados con penas de multa y privacién de libertad quienes reproduzean o plagien, en todo o en part una obra literaria, artistica o cientifica, da en cualquier tipo de soporte sin Ia preceptiva autorizact Caps. 1 y 10, © Julin Gallego. Cap. 2, © Michael H. Jameson, por permiso de la Instituionen for Arkeologi och Antik Historia, Uppsala. Cap. 3, © Peter Garnsey, por permiso de Cambridge University Press. Cap. 4, © Thomas W. Gallant. Cap. 5, © Stephen Hodkinson, por permiso del Trinity Hall, Cambridge, Cambridge Philological Society. Cap. 6, © Robin Osborne, por permiso de Taylor and FrancisBook Ltd. Cap. 7, © Lin Foxhall, por permiso de Taylor and PrancisBook Lid. Cap. 8, © Victor Davis Hanson, por permiso de Simon and Schuster, Inc. Cap. 9, © Ellen Meiksins Wood, por permiso de Verso Ltd. © de la presente recopilacién, Julién Gallego, 2003 © Ediciones Akal, S.A.. 2003 para todos los paises de habla hispana Sector Foresta, 1 28760 Tres Cantos Madrid - Espafia Tel: 91 806 19 96 Fax: 91 804 40 28 ISBN; 84-460-1437-8 Depésito Legal: M. 355-2003 Impreso en Cofiis, S.A. Mostoles (Madrid) 2 MICHAEL H. JAMESON EL TRABAJO AGRICOLA EN LA GRECIA ANTIGUA* Aunque condiciones medioambientales, socioecondmicas e hist6- ricas variadas produjeron en el mundo griego formas diversas de tra- bajo agricola, pueden observarse ciertos patrones. En vastas areas de la vieja Grecia y las regiones colonizadas, la tierra era explotada ex- tensivamente por una poblaci6n de siervos que producia primaria- mente granos para su propio sustento y para una poblacién de elite (e.g., Esparta, Creta, Tesalia, el Ponto). Otras regiones se caracteriza- ban por granjas privadas relativamente extensas de agricultura mixta asf como més especializada, trabajadas principalmente por grupos de esclavos-mercanefa. En general, se supone que en la mayorfa de las ciudades-estado de Grecia, la mayor parte de la tierra era poseida y trabajada por pequefios granjeros independientes. Sostuve hace algu- nos afios que en el Atica cldsica el patrén prevaleciente era el de gran- jeros independientes que trabajaban su propia tierra intensivamente y eran comtinmente asistidos por vos pertenecientes a su hogar. En presencia de agudas discrepancias, ciertas consideraciones adiciona- les y otras investigaciones han reforzado el caso de un tipo de agri- cultura relativamente complejo y exigente y el uso comtin de dicho trabajo. Sin embargo, yo también he Ilegado a creer que la condicién social y econémica y la prosperidad de la mayor parte de los granje- ros era mas alta de lo que se habia supuesto. Para la Atenas clasica, lo que necesita establecerse no es el esclavo que trabaja la tierra sino el pequeiio granjero que depende principalmente de la tierra. Este puede * Este texto ha sido extrafdo de B. Wells (ed.), Agriculture in ancient Greece. Procee- dings of the Seventh International Symposium at the Swedish Institute at Athens, 16-17 may, 1990, Estocolmo, Svenska Institutet i Athen, 1992, 135-46. 43 ser también el caso para la mayor parte de las densamente pobladas. Como era trabajada la tierra de los antiguos griegos? Si creemos que la economia de los griegos se basaba muy ampliamente en la agri- cultura y que su estructura social y su economfa estaban estrecha- mente unidas, la pregunta sobre quién realizaba la labor agricola y bajo qué condiciones tiene importantes implicancias. Dado que las condiciones naturales y culturales del mundo griego variaban considerablemente, asi también lo hacfa el cardcter del tra- bajo agricola. La tierra y el clima variaban y con ellos los cultivos y regimenes agricolas apropiados. Los sistemas sociales y econémicos, incluyendo los patrones de asentamiento y el tamaiio y distribucién de la poblacién, el acceso a y el control de la tierra, y especialmente la disponibilidad de trabajo, no fueron uniformes. Las variaciones ocu- rrieron en el tiempo asi como en el espacio, con circunstancias hist6- ricas particulares que tuvieron su parte. La visin convencional de la agricultura griega como estatica e inflexible es extremadamente enga- fiosa. No obstante, ciertos patrones pueden ser detectados: cuando en un medio ambiente particular se practica un régimen agricola particular, podemos buscar las mismas condiciones econ6micas y sociales, inclu- yendo el tipo de trabajo, que son halladas en otras partes del mundo griego bajo circunstancias similares. La causa especifica y las relacio- nes hist6ricas son problematicas, y generalmente intentaré mantener- me alejado de ellas en este trabajo. Por ejemplo, explicar las condi- ciones agricolas de la Atenas de los siglos v y IV por medio de una interpretacién de las reformas de Solén me parece algo aventurado, considerando lo poco que sabemos sobre éstas. Para responder la pregunta con la cual comencé necesitamos no menos que una serie de estudios regionales que combinen los resulta- dos de investigaciones geolégicas, botanicas y arqueolégicas con un nuevo examen de textos literarios y epigraficos. Los actuales trabajos presentados en esta conferencia y el estudio fundamental de Amou- retti sobre el cultivo del cereal y el olivo muestran cudnto progreso se ha hecho en los tiltimos afios!. Aqui me gustaria esbozar algunas hipé- regiones de Grecia ma ' M.-C. Amouretti, Le pain et Uhuile dans la Grece antique, Paris, 1985, 199-222, con un excelente tratamiento del tema del presente escrito, Entre otras valiosas colaboraciones al estudio de la agricultura griega estén R. Osborne, Classical landscape with ancient Greek city and its countryside, Londres, 1987, y P. Halstead, «Traditional and | economy in Mediterranean Europe: plus ga change?», JHS, 107 (1987), 77-87. En lo que sigue hablo poco sobre la crfa de animales. En ninguna de las areas examinadas, salvo posiblemente Mantinea, es el elemento dominante en el régimen agricola, Encuentro convincente la visién de Stephen Hodkinson acerca de que la crfa de animales en pequefia ancient 44 tesis a ser probadas por las discusiones e investigaciones futuras. En la primera parte de este escrito delinearé unos cuantos regimenes agri- colas de varias partes del mundo griego junto con los sistemas socio- econémicos concomitantes. Se pondrd la atencién en prospe: arqucolégicas recientes que tracn la promesa de probar hipétesis cons- truidas sobre estudios histéricos y etnograficos, aunque los problemas para interpretar este tipo de evidencia no son para desestimar’. En la segunda parte del escrito volveré al problema mis debatido de la natu- raleza del trabajo agricola ateniense, un problema que, segtin creo, necesita ser visto en el contexto de la gama de posibilidades halladas en cada lugar. En ambas partes evitaré usar el término «campesino», para el cual no hay, significativamente, un equivalente griego antiguo. Cuando es usado para el mundo grecorromano, «campesino» tiene que ser constantemente redefinido para distinguir a la gente que se describe de los grupos muy diferentes del mundo medieval y moder- no y para concordar con la propia reconstruccién del autor?. Para vastas dreas ocupadas por los griegos hay poca controversia sobre quiénes trabajaban la tierra. Una elite, a menudo representada como conquistadores, extraia un excedente del trabajo agricola de los nativos. Este era el caso en Laconia y Mesenia, Creta y Tesalia, y, en jones escala era una parte integral de 1a agricultura mixta: «Animal husbandry in the Greek polis», en C.R. Whittaker (ed.), Pastoral economies in classical antiquity, Cambridge, 1988, 35-74, También existe el caso de grandes terratenientes que eran los duefios de gran- des rebaios, lo cual parece haberse convertido en un fenémeno importante en el periodo helenistico y el romano. En los margenes de los estados mas pequefios y en las regiones interiores montafosas de los mas extensos debian encontrarse pastores especializados, ef. M.H. Jameson, «Mountains and the Greek city-states», en LF. Bergier (ed.), Montagnes, fleuves, foréts, St. Katharinen, 1989, 7-17, esp. 9-12, y R. Osborne, op. cit, 47-52. (Los tra- bajos presentados en la conferencia a los que alude el autor son los editados en el volumen del que hemos extraido este escrito [nota del editor].) > La discusién més valiosa sobre estos problemas que yo conozco esté en J.F. Cherry, J.L. Davis y E. Mantzourani, Landscape archaelogy as long-term history: northern Keos in the Cycladie islands, Los Angeles, 1991. Doy las gracias a los autores por Ia oportunidad de leer su libro antes de su aparicién. > Por ejemplo, E.M. Wood, «Agricutural slavery in classical Athens», AJAH, 8 (1983), 1-47, en 8-9, y Peasant-citizen and slave. The foundations of Athenian democracy, Lon- dres, 1988, passim, para quien la caracteristica distintiva del campesino iitico es el grado limitado en que estaba sujeto a las obligaciones impuestas desde afuera de su comunidad, que generalmente son tomadas como un componente importante para la definicién de un campesino (ef. ER. Wolf, Peasants, Nueva Jersey, 1966, 10: «una relacién estructural asi- métrica entre los productores de excedente y los dominadores»; T. Shanin, «The nature and logic of the peasant economy, I: a generalisation», JPS, 1 (1973), 64, «una sujecién multi- direccional a los poderosos de afuera»). La relativa libertad de impuestos, rentas y trabajo parece ser caracteristica de los granjeros libres en todo el mundo griego o en su mayor parte en el periodo clasico, hasta lo que podemos ver. Ci. las advertencias de R. Osborne sobre el uso del término «campesino» para el Atica clasica, Demos: the discovery of classical Anika, Cambridge, 1985, 142. 45 ultramar, en varias poleis griegas alrededor del Mar Negro, en Asia Menor y en Sicilia. En algtin momento, tales sistemas pueden haber sido considerablemente mds comunes. Muchos de aquellos mencio- nados por los autores clasicos y posteriores eran restos curiosos, y los detalles que se dan probablemente no scan dignos de confianza. La condicién de los nativos es esencialmente la de siervos. Se reconoce su derecho a continuar viviendo en el territorio que labran y a sustentarse a si mismos asf como a la elite de esa tierra, pero estin excluidos de los privilegios politicos y de muchos sociales. Ellos son o miembros subordinados de la comunidad 0 explicitamente conside- rados como extranjeros. Recordemos la famosa declaracién anual de guerra de los éforos espartanos contra los hilotas (Plutarco, Licurgo, XXVIII, 7, citando a Aristételes, fr. 538). tas regiones, al menos, hubo extensiones relativa- mente grandes de tierra apta, sin necesidad de hacer terrazas, para el cultivo extensivo de cereales (como en Tesalia, los valles del Eurotas y Esteniclaro en el Peloponeso, y el territorio de unos cuantos asenta- mientos coloniales). En su mayor parte, ellas no son conocidas por sus otros productos agricolas, pero el vino y, donde el clima lo permitia, jas aceitunas y otras frutas eran ciertamente producidos para el con- sumo local. En el periodo arcaico y a comienzos del clasico al menos, éstas no parecian haber sido regiones de agricultura especializada 0 intensiva. El tamaiio de estas operaciones agricolas era necesariamente amplio. Cada hacienda debia proveer a las familias de los trabajadores asi como a las familias de los amos. Tenemos sobre esto buena evidencia arqueo- I6gica para Crimea pero no informacién proveniente de textos. Para Esparta hay muchos detalles histéricos; sin embargo, cuanto més osten- siblemente precisos y numéricos son, més probable que sean engafiosos. En Esparta la fuerza de trabajo consistia en los bien conocidos hilotas. De manera te6rica, estaban ligados a la hacienda y no al espartiata que tenia el beneficio de la hacienda. De manera teGrica, nuevamente, una hacienda (kleros, «lote»), igual en tamajio a todas las otras, era asignada acada ciudadano varén y debja proveerle a él 70 medimnoi de cebada al aiio, otras 12 para su esposa, y vino y aceite en proporcién (Plutarco, Li- curgo, VIII, 7). Sdlo el grano llegaba a mas de cinco veces lo que era considerado como una racién normal de un yarén adulto, y a ocho veces esa raci6n si las medidas informadas no son las del esténdar dtico*. Ade- * Una discusién reciente es la de Y. Garlan, Slavery in ancient Greece, Ithaca, 1988, 88-106: cf. M.-C. Amouretti, Pain et huile (op. cit. n. 1). 208-12. > Sobre la raci6n normal, L. Foxhall y H.A. Forbes, «Sitomeireia: the role of grain as staple food in classical antiquity», Chiron, 12 (1982), 41-90, en 51-7; ef. TJ. Figueira, 46 mis, la hacienda debia proveer al menos la subsistencia de los traba- jadores hilotas que labraban y sus familias, suponiendo que no tuvie- ran acceso a ninguna otra porcién significativa de tierra arable®. Desafortunadamente, toda la noci6n de repartos de tierra iguales y estables que volvian al estado para su reasignacién a la muerte del titular, y, asf, de un pago uniforme para cada familia espartiata, pare- ce haber sido ampliamente teérica y, para el periodo clasico al menos, ahist6rica’. En realidad, es probable que haya existido una considera- ble gama de tamaiios de propiedad. Existe tal vez una mejor posibili- dad de que haya una base histérica para la idea de que la paga de los jotas fuera la mitad del producto de la hacienda, un sistema de apar- ceria (métayage 0 mezzadria) en el cual los trabajadores de la granja deben producir al menos dos veces lo necesario para satisfacer su pro- pia subsistencia’. La proporcién de siete hilotas para cada espartiata (sugerida por la cifra de Herddoto [IX, 10,1; 29, 1] para los hilotas que acompajiaban a los hoplitas espartanos en Ia batalla de Platea) es una de las mds bajas que se han propuesto para la poblacién en su con- junto. Si tal proporcién es aplicable al nimero que depende del pro- ducto de una hacienda, esto indica haciendas lo suficientemente gran- des como para sustentar al menos a catorce personas sobre la base de una aparceria por partes iguales, lo cual es comparable al doble de lo que la ultima teoria, aunque no sea un hecho hist6rico, reportaba que «Mess contributions and subsistence at Sparta», TAPA, 114 (1984), 87-109, en 90 s. (El medimnos es una medida de capacidad que en el Atica equivale a unos 52 6 53 litros, apré- ximadamente igual a la fanega que equivale a 55 litros y medio [nota del editor].) © Ver también infra, n. 12. 7 EL ntimero supuesto de kleroi muy probablemente se derivaba de la teorfa posterior y de los intentos helenfsticos de reforma: cf. H. Michell, Sparta, Cambridge, 1952, 224-6 P. Cariledge, Sparta and Lakonia, Londres, 1979, 165-170; TJ. Figueira, «Mess contribu tions» (op. cit. n. 5), 100-2, con més confianza hacia la tradicién; S. Hodkinson, « tenure and inheritance in classical Sparta», CQ, 36 (1986). 378-406, muy escéptico. ® Tirteo, fr. 6 West, extrafdo de Pausanias, IV, 14, 4-5: ef. Eliano, Historias varias, VI, 1. P. Cartledge, Agesilaos, Londres, 1987, 173, descuenta la existencia de tal sistema, salvo. en Mesenia antes de la segunda guerra mesenia. La investigacion mas completa del tema es de Stephen Hodkinson en un trabajo de proxima aparicién: «. {Quiénes cran estos trabajadores? Lo més probable cs que fueran nativos en alguna relacién dependiente, como en otras partes de los asentamientos griegos sobre el Mar Negro”. De ser asf, ellos pueden haber dividido su tiempo entre sus propias aldeas en el territorio inte- rior y las granjas de los griegos. Pero no habia nada que impidiera que las grandes construcciones de las granjas hubieran estado habitadas por esclavos-mercancia pertenecientes a los duefios. Lo tinico que > R. Meiggs y D.M. Lewis, Greek historical inscriptions, Oxford, 1969, N° 20. * Cf. MI. Finley, «Debt bondage and the problem of slavery», en Economy and society in ancient Greece, Nueva York, 1982, 150-66. (Sobre ambos grupos sociales, véase el texto de E.M. Wood en el cap. 9 del presente volumen {nota del editor].) 25 Véase a J. Pecitka, «Country estates in the polis of Chersonesos in the Crimea», en Ricerche storiche ed economiche in memoria di Corrado Barbagallo, 1, Népoles, 1970, 459-77; «Homestead farms in classical and hellenistic Hellas», en M.I. Finley (ed.), Problemes de la terre en Gréce ancienne, Paris, 1973, 113-49, en 140-7; M. Dufkova y J. Pecirka, «Excavations of farms and fat mea», Eirene, 8 (1970), 123-74. 2 M. Pippidi, «Le probléme de la main-d’ocuvre agricole dans les colonies grecques de la Mer Noire», en M.I. Finley (ed.), Probldmes (op. cit. n. 25), 63-82. jouses in the chora of Chersonesos in the Cri- 53, puede considerarse como cierto es la ausencia de cualquier contribu- ci6n significativa, ya sea sobre una base de tiempo completo o parcial, de una clase baja de ciudadanos libres, Lo que es interesante en este punto es la combinaci6n de trabajo dependiente o esclavo con grandes propicdades con un régimen agricola mas diversificado del que hemos postulado para las regiones dorias de Grecia, en un érea colonial, no obstante, y en una fecha helenfstica temprana. En el Quersoneso es probable que todas las propiedades ciudada- nas fueran de un tamajio sustancial. En otras partes, en regiones con una historia mas larga de asentamiento griego, es posible una mayor proporci6n en el tamaiio de las posesiones ciudadanas. Sin embargo, las grandes haciendas probablemente influyeran fuertemente en cual- quier lugar sobre el trabajo no libre. En la isla de Renia al otro lado de Delos, el dios Apolo posefa ocho haciendas promediando menos de 78 hectdreas en tamafio, o alrededor de 860 plethra, esto es, cerca de quince veces el tamafio de una «granja familiar». Tales haciendas, cla- ramente, eran explotadas como grandes empresas comerciales por arrendatarios ricos que tenian dinero suficiente para la garantia y para la adquisicién del considerable trabajo requerido por las haciendas de este tamajio. Las viviendas de las haciendas muestran que un grupo de trabajadores permanecia en la tierra, y dado que no existia una aldea cercana debemos asumir que se empleaba trabajo esclavo?’. Estas pro- piedades pertenecfan al dios. ,S6lo el dios tenfa grandes haciendas? Parece improbable que la clase a la que pertenecfan los arrendatarios ricos no tuviera acceso a otras grandes haciendas. Pero, por supuesto, estas haciendas son de época helenjstica, un periodo para cl cual exis- s de concentracién de la posesién de la tierra en pocas ten otros indici manos?’, Anteriormente, desde los siglos v y 1v hay casos de vastas islas con agricultura floreciente caracterizada por la fuerte utilizacién de escla- vos. Se decia que Quios habia sido la primera ciudad griega en intro- » JH. Kent, «The temple estates of Delos, Rheneia and Mykonos», Hesperia, 17 (1948), 243-338; J. Pecirka, «Homestead farms» (op. cit. n. 25), 137-40; R. Osborne, «The social and economic implications of the leasing of land and property in classical and helle- nistic Greece», Chiron, 18 (1988), 279-323, en 297-303. 2 J.K, Davies, en FW. Walbank et al. (ed.), The hellensitic world, CAH?, Vl, 1, Cam- bridge, 1984, 257-320, en 291-4, argumenta a favor de una continua am de las posesiones de propiedad, Sin duda, hubo una gran variacién regional. En el sur de la Arg6- lide, la evidencia de la prospeccién claramente muestra una tendencia hacia propiedades més grandes (cf. infra, n. 42), con la que concuerda Ia informacién de la prospeccin recientemente completada del noroeste Ceo, J.P. Cherry et al., Landscape archaelogy (op. cit. n. 2), esp. caps. 17 y 22. En el periodo romano este patrén prevalecié en muchas par- tes de Grecia, ef. S. Aleack, «Roman imperialism in the Greek landscape», JRA, 2 (1989), 534, 54 ducir muchos esclavos y en haber tenido més de ellos que cualquier otra polis griega, excepto Esparta”’. La tierra se adaptaba mejor a la agricultura mixta que a la concentracién en los cereales, y sabemos que su vino era ampliamente exportado*®. En el 406 a.C. un coman- dante espartano con unas 100 naves pas6 varios meses en la isla y ali- menté a sus hombres haciéndolos trabajar la tierra hasta que llegé el invierno. Pero entonces ellos se encontraron sin alimento, aparente- mente porque no habia mds trabajo para ellos y los quiotas no com- partirfan sus propias reservas de alimentos sin algo a cambio. Al final, después de que se registrara un motin, decidieron prudentemente ayu- dar a sus visitantes (Jenofonte, Helénicas, II, 1, 1)*!. Aqui tenemos la afluencia de una fuerza de trabajo de poco menos de 18.000 hombres hacia una isla ya excepcionalmente bien provista de esclavos, un fuerte indicio de la demanda de trabajo requerido en este tipo de agricultura. Se esperarfa que las propiedades relativamen- te grandes fueran comunes y, por cierto, un buen ntimero de grandes granjas aisladas ha sido hallado, desde comienzos de la segunda mitad del siglo v22. La constitucién quiota ha sido descrita como «una oli- garquia con algunas caracteristicas democraticas» 5, Esta no fue una sociedad en la que los pequefios granjeros independientes parezcan haber sido numerosos 0 poderosos. En su flota, también, los quiotas empleaban esclavos™, La tierra en la isla de Corcira estaba «espléndidamente trabajada y cultivada (i.e. con Arboles frutales y vides)» y habfa «grandes casas equipadas con bodegas de vino en el campo» (ibid., VI, 2, 6) cuando las tropas del espartano Mnasipo se desenfrenaron en ellas en el 373 a.C. La abundancia era tal que ellos sé6lo bebfan vino con un fino aroma. Gran ntimero de esclavos y rebaiios fueron capturados. Corcira parece haber tenido también una gran poblacién esclava en el siglo v, a juzgar por el hecho de que los esclavos eran utilizados como remeros ® Tucfdides, VIII, 40, 2; Teopompo, FGH, 115, F 122, Ateneo, VI, 265b-266f. Tucf- dides (VIII, 24, 4) también compara a Quios con Esparta por su prosperidad, prudencia y estabilidad. %° J.F. Barroa, ea J. Boardman y C.E. Vaphopoulou-Richardson (eds.), Chios. A con- ference at the Homereion in Chios 1984, Oxford, 1986, 94-6. 3! Menos de 50 naves parecen haber sobrevivido a la derrota de Calicratidas en las Arginusas para unirse a Eteonico y sus 50 y dirigirse a Quios (Jenofonte, Helénicas, 1, 6, 26 y 34). * E. Yalouris, «Notes on the topography of Chios», en J. Boardman y C.E. Vapho- poulou-Richardson (eds.), Chios (op. cit. n. 30), 141-68, y V. Lambrinoudakis, «Ancient farmhouses on Mount Aipos», en ibid., 295-304. J. Boardman, ABSA, 51 (1956), 46-54, destaca la coincidencia de las aldeas y las granjas importantes en Quios, quizas las resi- dencias de los trabajadores y los propietarios, respectivamente. 8 TJ. Quinn, Historia, 18 (1969), 23-6; cf. Tucidides, VILL, 24, 4, % Tucfdides, VIL, 15, 2, y L. Robert, BCH, 59 (1935), 45. 55 en su gran flota (Tucidides, I, 55, 1). Pero aqui también, unos mes mas tarde, un gran ntimero de remeros, mas de 6.000 hombres, prove- nientes de la flota ateniense que expulsara a los espartanos, encontré empleo en la tierra (georgountas, Jenofonte, Helénicas, VI, 2, 37)". Esta vez, no obstante, puede verse una necesidad excepcional de tra- bajadores, puesto que muchos esclavos habian sido capturados y ven- didos por Mnasipo, y sin dudas hubo que hacer reparaciones luego de sus depredaciones*. Para Corcira en el periodo clsico se espera grandes granjas mix- tas con amplias casas y vastos grupos de esclavos ligados a ellas. El reciente informe del descubrimiento de un horno para la manufactura de dnforas corintias tipo B para almacenamiento y transporte sugiere una atencin a la produccién y exportacién de vino 0 aceite, o ambos*”. Habia un demos corcirense, y durante el siglo v fue apoyado por la mayoria de los esclavos (oikeiai) contra «los pocos» (oligoi: Tucidi- des, III, 73). Pero es un problema dénde encaja el demos en el paisa- je de la isla. Ciertamente, puede haber habido una buena cantidad de granjas y casas mas pequefias que eran objetivos menos atractivos para los soldados de Mnasipo pero no se podria creer que éstas pre- dominaran. Deberfa buscarse al demos mas bien en el prospero pobla- do portuario. Pueden encontrarse ejemplos de grandes propiedades de los aco- modados a lo largo del mundo griego, incluyendo el Atica, que pocos dudarfan en que estaban trabajadas por esclavos mas que por trabaja- dores libres 0 dependientes 0 s6lo con ayuda ocasional temporaria. (Doy por sentado que en los picos estacionales el intercambio de tra- bajo o la contratacién de trabajo era virtualmente universal, pero esta- ba muy lejos de cubrir el trabajo que debja realizarse.) Mi propésito no es agregar mds ejemplos de grandes haciendas sino sugerir que en muchas de las regiones de Grecia mas pobladas y mas desarrolladas este tipo de explotacién era comin y considerar las implicancias que esto tiene para las presunciones usuales acerca de la manera en que la tierra era distribuida entre las clases econémicas. Los megarenses al 5 La flota de Ificrates consistia originalmente en 70 naves pero George Grote crefa que las naves que habian estado custodiando la costa dtica fueron enviadas de regreso cuan- do se dieron cuenta de que los espartanos habian sido vencidos, History of Greece, VIII, Londres 1888, 142; he reducido a la mitad el ntimero de embarc: mes, lo cual probable- mente sea demasiado dristico. % Cf. G. Grote, History of Greece (op. cit. n. 35), 144. Sobre la explotacién de la tie- ra de la isla, véase a J. Partsch, Die Insel Korfu, Gotha, 1887, 83-92. » K, Preka, «Ergasterio herameikes sto Phigareto Kerkuras», en F. Blondé y J. Perrault (eds), Les ateliers du potier dans le monde grec aux époques géométriques, archaiques et classiques, Parts, 1990. Debo agradecer al Dr. C. Koehler por esta informa- cion. 56 lado del Atica, de acuerdo con Isécrates (VIII, 117), no tenian tierra u otros recursos pero mediante las «piedras de labranza» consiguieron «los vikoi mas grandes de Grecia», de lo cual extraigo que quiso decir que al trabajar una tierra relativamente pobre, en contraste con Ia de Jos tesalios, cllos construycron hacicndas lucrativas. El admitido con- traste retérico de Isécrates es con la rica tierra de Tesalia, que susten- taba a muchos soldados de caballeria (los ricos) e incontables peltas- tas con armamento liviano (los pobres). La implicancia es que la Megara estaba caracterizada por un régimen de granjeros indepen- dientes de rango medio, que servian como hoplitas y no estaban al borde o cerca del nivel de subsistencia -normalmente no tenfan que vender a sus hijas como cerdos—. Quios y Corcira eran ciudades maritimas. Megara estaba al lado de la inmensa poblacién de Atenas. Corinto era populosa en si misma y una ciudad puerto, tal como lo era la Egina arcaica y del siglo v, y ambas merecen atencién. Pero en algunas regiones interiores con poco comercio, los pequefios poseedores y los trabajadores de granjas libres tampoco son conspicuos. Beocia y Arcadia eran reputadas en el perio- do clasico como la fuente de hoplitas de armas pesadas. Las tenden- cias politicas de los beocios eran generalmente oligdrquicas (hasta el segundo cuarto del siglo IV), pero en la batalla de Delion en el 424 a. ellos armaron a 10.000 hombres con armamento liviano asi como a 7.000 hoplitas y 1.000 soldados de caballeria, y la campafia ateniense dependié de la subversiGn en las ciudades de los proatenienses democraticamente inclinados, lo cual no sucedié**. Los hoplitas y los ricos, aparentemen- te, estaban ejercicndo un control no enteramente firme sobre los menos acomodados que, en Beocia, habrian estado mayoritariamente dedicados ala agricultura. Para los arcadios un recurso importante era el ganado. En el 362 a.C. cuando el enemigo se aproximaba a su pueblo, los mantineos en armas asi como los hoplitas pidieron a los soldados de caballeria ate- nienses que rescataran sus rebajios, sus trabajadores (ergatai) y los j6venes y viejos libres que estaban afuera de los muros (Jenofonte, Helénicas, VIl, 5, 15: los ergatai eran claramente no libres). Los pelo- ponesios (aparte de los espartiatas, por supuesto) eran descritos por Pericles como autourgoi, i.e. que trabajaban su propia tierra (Tucidi- des, I, 141, 3). Se necesitaba su presencia en las granjas y esto era una garantia durante la época en que ellos podian pasar destruyendo el ** La naturaleza del asentamiento clasico en Beocia esté comenzando a emerger gra- jas a la expedicién de Cambridge/Bradford, cf. J. Bintliff y A. Snodgrass, JFA, 12 (1985). 123-61. R. Osborne ha vuelto a estudiar el registro de arrendamientos helenisticos en Tes- pias en La Béotie antique, Paris, 1985, 317-23. 57 Atica. (El contraste con los atenienses no es simplemente que los tilti- Mos no trabajaran su propia tierra en el mismo grado, sino aun mas que podfan sobrevivir con granos importados”.) Los peloponesios, como hemos visto, no carecian de trabajadores esclavos, muchos de los cuales, seguramente, pueden haber sido pastores*®. El propio hecho de ser hoplitas trafa consigo que al menos un esclavo estuviera ligado al oikos, y no hay raz6n para suponer que, si los marinos atenienses y peloponesios libres podian trabajar la tierra cuando era necesario, los esclavos de los hoplitas estuvieran dispensados*!. Hasta aqui no hemos considerado las condiciones en las que bien puede haber estado la mayor parte del mundo griego —pequefias ciu- dades-estado con un territorio limitado y pueblos pequefios, esencial- mente aldeas, que explotaban desde la ciudad mucha de la tierra de la polis entera—. Asi son las comunidades del sur de la Argélide, en cuyo estudio he estado ocupado durante muchos ajios. Alli, cabria suponer, la mayor parte de la poblacién eran pequefios poseedores libres, muchos de los cuales cafan por debajo del nivel hoplita cuando llegd. la guerra*?, Esta es una parte del mundo griego donde probablemente no habia ni la necesidad, ni la oportunidad, para la mayoria de las 2 Sobre la declaraci6n de Pericles, véase A.W. Gomme, A historical commentary on Thucydides, 1, Oxford, 1945, 12 y 455. Respecto de las condiciones ecolégicas y econd- micas de Mantinea, ver H. Hodkinson y 8. Hodkinson, ABSA, 76 (1981), 239-96. 4 A pesar de la imagen épica del joven principe como pastor, en época hist6rica el pastoreo parece haber sido ampliamenie el trabajo de esclavos (por ejemplo, Jenofonte, Helénicas, IV, 6, 4) 0 de los mas pobres entre los libres, e implicaba un estigma social, excepto, sin duda, en aquellas areas donde era la principal ocupacién. “| El uso de ayudantes, al menos uno por hoplita, ha sido claramente establecido. Véase W.K. Pritchett, The Greek city at war (= Ancient Greek military practices), 1, Ber- keley, 1971, 49-51; cf. R.L. Sargent, CPh, 22 (1927), 201-20; K.J. Dover, en Gomme ef al., Thucydides (op. cit. n. 39), IV, Oxford 1970, 452. Contratar a un esclavo ayudante debe haber sido una prictica comin aunque realmente no nos enteremos de esto. W.K. Pritchett, op. cit., 50, habla de un caso que conocemos, en el cual un hombre libre servfa como ayudan- te (Iseo, V, 11), como demostrando que «un hombre no suficientemente rico para poseer uno (un esclavo)... podfa buscar los servicios de un pariente joven». Esto puede haber sido cierto, peto todo lo que se nos dice es que un to Hlegé a tal grado de hybris y miaria que, a pesar de la riqueza de la cual habia supuestamente despojado a su sobrino, obligé a éste, presumible- mente por su necesidad financiera, a acompafiar al hermano de este tio como ayudante. La implicacidn es que los tfos ricos no estaban dispuestos a arriesgar a uno de sus propios escla- vos 0 eran demasiado avarientos para contratar al de otro. *? Las cifras informadas para el servicio como hoplitas y sobre las naves sugieren una proporcidn de un tercio de hoplitas a dos tercios de hombres de la tripulacién para todo el Acte argélico, salvo Troizen donde la proporcidn era casi igual (Herédoto, IX, 28, 4 y IX, 43). Pero debe hacerse una concesién para el uso a bordo de no ciudadanos, tanto escla- vos como hombres libres. Cf. M.H. Jameson, C. Runnels y T. van Andel, A Greek country- side, Stanford, 1994, apéndice B. Los konipodes, «de pies sucios», de Epidauro (Plutarco, Moralia, 291d-e) eran «la mayorfa del demos que pasaban su tiempo en el campo»: algu- na vez pueden haber sido siervos, cuando el cuerpo ciudadano fue restringido a 180 hom- bres, segtin lo expuesto por Plutarco. 58 de hacer mas que lo que dependia de ellos y sus vecinos para el trabajo de la granja. También existen regiones donde uno se sor- prenderfa al enterarse de algunas formas de democracia pero de lo més conservadoras. Algunas advertencias siguen a continuacién. Primero, se conoce la presencia de propicdades de granja en el extremo mis alto de la esca- Jaen tamaio y, en consecuencia, en su necesidad de recursos humanos. En un 4rea de tierra altamente apreciada, en el territorio de Halieis en el sur de la Argélide, nuestro proyecto de prospeccién fue capaz de distinguir un cantidad de construcciones de granjas del siglo tv a.C., stribuidas de forma tal como para sugerir que estaban situadas en una serie de propiedades contiguas. En tamafio se ubicaban entre ca. 5,5 y 22,5 hectéreas (61-250 plethra) cada una, con un promedio de 13,8 hectdreas (153 plethra)**. Esto es mas del doble del tamaiio de la «granja familiar» putativa. Ademéds, tal propiedad no necesita haber ido la tinica tierra perteneciente a su duefio —éste era el minimo-. A uno le gustaria saber cudn comunes eran las propiedades de tal tamajfio y qué quedaba para los hombres libres situados en el extremo inferior de la escala. ;Han obtenido otras prospecciones una informa- cién comparable 0 mas completa‘? En general, la presencia de un buen numero de tales propiedades relativamente grandes en cualquier comunidad requiere de nosotros considerar el tema de la tierra infe- rior, ya sea con suelo pobre o pobre accesibilidad. ;Cudndo son pues- tas en cultivo, cémo son cultivadas y por quiénes? Paralelos etnogra- ficos sugerirfan que cafan en el marco de los propietarios de tierras mis pobres, sicndo desventajosas para los més acomodados, a menos que fueran arrendadas para ser trabajadas por los més pobres*. La segunda advertencia deriva de observar dichas dreas en el tiem- po. Todavia se escucha decir que los antiguos griegos vivian siempre © normalmente en asentamientos nucleados, no en granjas dispersas“. “3 El rea es la de Flamboura, véase M.H. Jameson et al., Greek countryside (op. cit. n. 42), cap. 6, 2, 3; sobre el proyecto de prospeccidn en general, cf. T. van Andel y C. Run- nels, Beyond the Acropolis, Stanford, 1987. “* El trabajo de J.C. Carter en Metaponto en el sur de Italia ha demostrado la predo- minancia de granjas de 16,6 hectireas, pero por supuesto en una situacidn colonial, «Meta- pontum: land, wealth and population», en J.-P. Descoeudres (ed.), Greek colonists and nati- ve populations, Canberra, 1990, 405-41 s para Elimbo (Olimpo) en el Carpato en 1954 y 1958. Desarrollos comparables son informados para Ceo por LF. Cherry er al., Landscape archaelogy (op. cit. n. 2), cap. 4© Asi, por ejemplo, R. Osborne, Demos (op. cit. n. 3), esp. cap. 2 para el Atica, pero con una aproximacién més liberal en Classical landscape (op. cit. n. 1); E.M. Wood, Pea- sant-citizen (op. cit. n. 3), 102. Contra, por ejemplo, V.D. Hanson, Agriculture and warfa- re in classical Greece, Pisa, 1983, 38-41; J. Ober, en surevisin de R. Osborne, Demos (op. cit. n. 3), CPh, 83 (1988), 75 y n. 7. 48 Tales fueron mis observaci 59 La mayor parte de las prospecciones de superficie que conozco mues tran un gran aumento en el ntimero de pequefios sitios dispersos correspondientes tanto al siglo v como, mds comtnmente, al siglo Iv a.C., y raramente perduraron en el tercero. La presencia de una cons- truccién en cl campo no significa necesariamente que fucra la resi- dencia principal del cultivador de la tierra circundante. Pero indica una inversidn en tiempo y recursos en la tierra y un aumento relativo en el tiempo transcurrido alli. En el sur de la Argélide, al menos, tene- mos un buen ejemplo de que esto ocurriéd en momentos de un interés creciente por el cultivo del olivo. Otras regiones tenfan otras cosechas y regimenes agricolas. Pero, en general, podemos decir que en ciertos momentos, bajo ciertas condiciones, la cantidad de atencidn, tiempo y recursos humanos dedicados a la tierra cambiaba, y no es probable que esto haya ocurrido sin los cambios econémicos y sociales conco- mitantes. De esta manera, en un lugar uniforme tan apartado como el sur de la Argélide, la proporcién entre los pequefios poseedores libres y los grandes poseedores a comienzos del siglo v a.C. y a fines del Iv bien puede haber sido marcadamente diferente. Finalmente, para todos los periodos, necesitamos estar alertas a las variaciones dentro de una misma region. En el mundo griego, en el extremo opuesto a la pequena ciudad- estado con su economia agricola mds 0 menos autosuficiente esté Atenas y el Atica, y es aqui donde tiene lugar con mas furia la mayor contro- versia sobre el trabajo agricola. El territorio del Atica es relativamente amplio, su poblacién rural y urbana en Ia antigiiedad era vasta y su poblacién servil y no-ciudadana cra excepcionalmente grande. Ningu- na analogia directa puede trazarse entre el Atica y otras regiones, pero los factores naturales, econdmicos, sociales y tecnoldgicos, no eran, por cierto, completamente diferentes. Hace algunos aiios sugerf que la exclusién comin por parte de los estudiosos de la poblacién esclava de cualquier impacto sobre la agri- cultura Atica salvo en las haciendas de la elite era un concepto erré- neo*’. El régimen agricola era mas complejo, la propiedad de esclavos estaba inusualmente extendida y estos dos factores estaban relacionados. El intento de sugerir, hist6ricamente, cémo sucedié esto puede en ver- dad haber sido demasiado simple y muy confiado: he sostenido que la poblacién del Atica aumenté notoriamente en el siglo v a.C., y que con propiedades relativamente pequefias de entre 40-60 plethra (3,6-5,4 hectdreas) los pequefios poseedores Aticos intensificaron sus cultivos. (Estaba particularmente interesado en mostrar que la intensificacién de las cosechas de campo fue posible; la atenci6n a las vides habia "” MH. Jameson, «Agriculture and slavery in classical Athens», C/, 73 (1977), 122-45. 60 sido reconocida, especialmente por las referencias de la comedia.) Ellos lo hicieron asi con el fin de mantenerse a si mismos econ6mica y socialmente, a través de Ja participacidn en las muchas facetas de la ida publica de Atenas, y lo hicieron asf con la incorporacién de tra- bajo esclavo a su propio trabajo, a un grado hasta ahora no apreciado. Casi al mismo tiempo, desde una perspectiva diferente, Geoffrey de Ste. Croix Ilamé la atencién sobre la importancia del trabajo esclavo en la agricultura y, con su minuciosidad acostumbrada, reunié la mayorfa de la evidencia relevante*8, El razonamiento cayé en algunos ofdos comprensivos pero en otros lugares la reaccién fue poco menos que indignacién’?. Quizés esta vehemencia fue provocada porque nuestras opiniones cuestiona- ban la conviccién de que los logros de la democracia ateniense no se relacionaban con el imperialismo, el comercio y la esclavitud, y se basaban, en cambio, en dar el poder a lo que es denominado de modo mas bien vago como «el campesino normal», un pequefio granjero autosuficiente que posefa su propia tierra pero no esclavos, ni tampo- co estaba sujeto a ni obligado por los poderosos patronos propietarios de tierras 0 los aparatos del estado. Trataré aqui de evitar repetirme aunque necesitaré volver a mencionar un cantidad de hechos esencia- les (segtin a mi me parecen) antes de concentrarme en el problema central para la discusi6n del trabajo agricola, a saber, como estaba dis- tribuida la propiedad de la tierra en la sociedad ateniense. Mis con- clusiones requeriran alguna modificacion de mis opiniones anteriores, pero probablemente no en una direccién que aplaque a los criticos. La evidencia para el uso de esclayos cn la agricultura no esté oscu- recida por la «confusién lingiifsticas —es inequivoca-. Los griegos tendian a utilizar términos que describjan la actividad de la persona més que su condicién salvo que la condicidn fuera significativa para lo que se estaba diciendo. Pero de todos los términos usados para *8 G.de Ste. Croix, The class struggle in the ancient Greek world, Londres, 1981, 505-9. Un pasaje que podria agregarse es Hiperides, fr. 29 (= Suda, 3111 Adler; Anecd. Bekk., 216, 18) que, después de la derrota de Queronea, insistié en el reclutamiento de los privados de derechos y los esclavos, los tiltimos en una cantidad de «més de 150.000 (la cifra bien puede estar corrompida) de las explotaciones de plata (i.e., las minas) y del resto de la khora». T. Weidemann, Greek and Roman slavery, Londres, 1981, 98, traduce demasiado libremente: «todos aquellos (esclavos) que trabajan en la agricultura y en las minas de plata y en cualquier otro Iugar del campo», pero la implicacién es que hay dos grandes grupos de esclavos disponibles, en las minas y en el resto del territorio del Atica. El uso de khora es comparable al del muy discutido pasaje de Tucfdides, VII, 25. ® Ver esp. EM. Wood, «Agricultural slavery» (op. cit. n. 3), 1-47, y Peasant-citizen (op. cit. n3), 51-80; J. Ober, Fortress Attica, Leiden, 1985, 2 s., para el que «la mayoria de la tierra agricola itica estaba dividida en lotes relativamente pequeiios, posefdos por fami- lias ciudadanas que cultivaban sus posesiones sobre una base de subsistencia...>. 61 hombres que realizaban trabajos de labranza no para sf mismos, hay claros ejemplos de condicién servil y ninguno de libre, excepto para aquellos explicitamente descritos como ayuda contratada, misthotoi (sobre quienes diré algo mas en un momento). La confusién mas desa- fortunada se refiere al viketes, del cual no se puede demostrar que sig- nifique «sirviente doméstico», esclavo o libre. La persona es alguien no tanto ligada a una oikia, «casa», como a un oikos, «hogar, familia» (cf. Jenofonte, Econdmico, I, 5). En el uso clésico se habia convertido en un término general para el trabajador servil. En la historia del len- guaje esto es, por supuesto, un fendédmeno perfectamente familiar. Ya no esperamos que todas las «solteras» sean virgenes, ni que todas las «nodrizas» den leche. Los misthotoi son extrafios, no se vinculan, por definicién, a un granjero libre, y pueden ser esclavos o libres!. La puesta en alquiler de esclavos para toda clase de trabajos no necesita ilustracién, y en Atenas con su actividad econémica variada a lo largo del afio, no habia escasez de empleo para los esclavos fisicamente dotados cuan- do el oikos hacfa menos uso de ellos o necesitaba dinero en efectivo. En contraste, a los griegos libres no les gustaba trabajar para otro. Para un hombre libre trabajar como recolector de aceitunas era disminuir- se, aun cuando solo hubiera sido por un breve tiempo (Aristofanes, Avispas, 712), y Deméstenes (X VIII, 51) compar6 despectivamente la supuesta amistad de Esquines y Filipo con la relacién de un cosecha- 5° Cf. F Gschnitzer, Studien zur griechischen Terminologie der Sklaverei. 1: Grundzi- ge der vorhellenistische Sprachgebrduche (AbtMainz 130, 1-30 [= 1281-310); también, «, lo cual es probable pero no evidente. Discute la elaborada analogia de Jenofonte entre la guerra y la agricultura (Econdmico, V, 14) como una comparacién del trabajo agricola con hombres libres con el liderazgo de hombres libres en un ejército. Pero cuando Jenofonte es especifico, habla solo de esclavos y no hay nin- guna referencia a ayuda contratada en ninguna parte del ensayo. Sugiero que para un caba- Hero hablar seriamente sobre «relaciones laborales» con esclavos era una empresa bastan- te imprudente, que se hacia mas aceptable mediante Ia vaga analogia con el liderazgo en la guerra, %3_R. Osborne, Demos (op. cit. n. 3), 52. SJ, Ober, Fortress Attica (op. cit. n. 49), 23, calcula que el costo de esclavos era tal que «eran un ujo que la mayorfa de los campesinos atenienses no podian afrontar>. En las Estelas Aticas, el precio de un esclavo promedio era de 174 dracmas, del trigo alrededor de 63 predominante, y aun como un elemento significativo, de la sociedad ateniense estd en discusi6n. Para aquellos que podian labrar con éxito por encima del nivel de subsistencia, sigo pensando que el uso de tra- bajo esclavo, en adicién al propio y al de sus familias, era comtin. Sin embargo, si la labranza del Atica como medio de vida no se exticnde tan abajo en la escala econémica como se ha pensado, entonces el asunto del propietario de esclavo rural pobre es discutible. Se ha discutido mucho qué significa «hombre pobre», un penes. Dejando de lado los esfuerzos de los liturgistas por caracterizarse a si mismos como peneftes para su propio beneficio, puede convenirse que generalmente se refiere a aquellos que tienen que trabajar para vivir, no a los necesitados o al indigente>. La suposicién del orador en Lisias XXIV (Para el lisiado) de que un «hombre pobre» tendria un esclavo, ha incitado un ataque enérgico pero desviado sobre la veraci- dad de este discurso*, Podemos darnos una mejor idea argumentando que los oradores atenienses podian adular a su audiencia sugiriéndole que estaban en una clase econédmicamente mas alta, asumiendo que, por supuesto, todos ellos tenfan esclavos*’. El mismo enfoque podria tomarse sobre la predominancia de esclavos en la comedia**. Pero cuando el representante de los penetes, el héroe del Pluto de Arist6fa- nes, tiene un esclavo, la adulaci6n no es mas relevante que en el caso del lisiado. En cuanto al trabajo real, no hay justificacién para la idea de que los atenienses usaban esclavos varones nica o principalmente como «sirvientes domésticos» (para los cuales, por cierto, no habfa un tér- 6 '/, por un medimnos (W.K. Pritchett, «The Attic stelai, parte Il», Hesperia, 25 (1956), 178-317, en 197 y 276). A un khoinix por dia (1/48 de medimnos) el costo es 50 dracmas por persona al afio. No se sabe cémo adquirfan sus esclavos la mayor parte de los atenien- ses propietarios de esclavos, pero es probable que el proceso se haya relacionado con el poder militar ateniense. La Helénica de Oxirrinco, XII, 5, cuando habla de asegurarse ense- res y equipamiento, dice que los atenienses trafan a sus granjas (agrous) lo que tomaban de los griegos. 88 Y. Garlan, «Travail libre» (op. cit. n. 51), 17; A. Dreizehnter, «Lohnarbeit» (op. cit. n. 51), 280. Cualquiera sea la validez de la declaracién de Ober sobre el uso de los orado- res de que «cualquiera que no fuera un plousios era un penes...» (J. Ober, Mass and elite in democratic Athens, Princeton, 1989, 195), es confuso e inconsciente traducir al iiltimo como «trabajador» u

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