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CAPITULO VI RENACIMIENTO DEL ARTE CIVIL “jLejos de aqui los tedricos y softadores que tra- zan demarcaciones entre ciudadano y poeta!” ‘Manvet Gonzhtez PRADA. En la batalla de Caseros (3 de febrero de 1852) se re el rosismo monopolista que habia cultades. Hombres de singular energia —Urquiza, 1 : elas 92 Auvaro Yunque ito, Avellaneda Bee camente revolucion: abla de ferrocar s, d Jeet E s, de implantar industri de traer inmigracion laboriosa, de fundar scuclas, bilo eas, universidades, de propagar el espiritu que ha hecho grande a Francia e Inglaterra y que esta transformando guay, durante las guerras de 1a eo Breese icrtaatreriaciant Geras norte x aan pact eats al oeste, de las montafias jujefias, bananaae nos Aires, atin en poder de los indios, desde el 1 los Andes; se sienten poseidas por el anhelo de consti- tuirse en patria. Lo dice la voz de sus homb dentes: el tucumano Alberdi 0 el cordobés ueiro, el portefio Gutiérrez o el cuyano Sarmiento, el saltefio Zuviria o cl jujesio Villafatie. Expresién de este espiritu, doctrina de este anhelo son las Bases de Alberdi, germen de la Constitucion Ar- gentina. Pero los intereses de la provincia de Buenos Aires, 0 mejor, de sus poderosos estancieros enriquecidos por el monopolio aduaneto, no concuerdan con los intereses de Jos pequefios industriales del interior ni de los sefiores rurales del litoral —Urquiza entre éstos—. La Confede- racién intenta someter a Buenos Aires. Guerra civil. Por tin momento puede creerse que ésta se sogregaria de aquélla. Rosas mismo, a quien se quiere presentar co- toy encendido por una amplia vision nacionalista, ya lo ha pensado hacer. (Su carta a Tbarra, cuando pedia la entiega de Cullen, o sus confidencias en el destierro, ast fo prueban). Buenos Aires, en manos de Rosas, metré- poll enriquecida de las demas regiones, por esto en la Piseria, quiere seguir siendo lo que antes fuera Espafia ton respecto a América, No es orgullo ni caracteristica peicolégica de pueblos como historiadores de clase, mio- Fes 0 mal intencionados, han pretendido explicar tal ae- Pitud, Siempre la politica responde a un interés econd- ocTAL, 98 La Lrrerarors Si giado duefi queria renunc 1853; a raiz de Cepe’ Flores que la confirma con alguna acl "Nuevos incidentes. Llega ai ji ‘e Buenos Aires se impone est om 8D eee r, sube a Ja presidencia. La ‘Mitre, el general vencedor, sul pia esta, erificada, Habré atin revueltas, pero seran, idas. ¥ la constitucién del 53, como se la llama, Menstitucién tipo norteamericano, ni federal ni unita- tia, ya que cada provincia se rije Dor gobiernos propios y la aduana de Buenos Aires es nacional, aunque siem- pre bajo la tutela de un gobierno central, fuerte (que en la practica, concluiré absorbiendo los poderes provin- ciales hasta transformar a la Republica de federal en unitaria). A pesar de los disturbios, tanto Urquiza al frente de Ja Confederacion, como lo gobernadores de Buenos Ai- ae peckeomensato paicreen el nuevo orden, de acuerdo spiritu progresista que alienta el capitalism< la ae de la evolucién humana. pavers ee : ernantes como Urquiza, Mitre, Sarmiento 0 Ave- — laneda harén entrar 2 la nueva nacién en la cotriente j oe dora a que el sefior feudal Rosas queria — Sin leyes, sin industria, con un. ot do, Baneos, 4 comercio restringi- eae ee ee ilded alguna de renovarse mentalmente mt ae hace Sot fuventad pudiera buscar nuevos Gait _ traron aquellos homby caminos; encon Beste mutes alls degames 94 ALvaRo Yunque poder emplear I intos de renovacién, todo y nece confuso, en la quietud, algo que tiene bastante s mejanza con la muerte. El pais posee extensiones inmensas de te: sierto, necesita hombres; Urquiza se empefia c1 de donde abundan, expertos labradores de y Es- pafia. Funda colonias, y estimula con su acci my su Palabra 2 quienes trabajan en tal sentido: “La idea de Vds. —les dice— encierra grandes esperanzas para la humanidad, para la civilizacién y para el engrandeci- miento del pais... Declaro a Vds. que estoy pronto a asociarme a esa empresa —fundacién de colonias en el Chaco santafecino— con todo lo que de mi requiera, pues como ustedes me hallo impulsado por los mismos senti- miento de progreso”. s no tiene caminos; ir de Buenos Aires a Jujuy €s més largo y costoso que ir a Europa. Es imprescindi- ble unir regiones tan lejanas; Mitre es el gobernante que propulsa la creacién de ferrocarriles. Habla en cierta oportunidad: “Al tomar en mis manos los instrumentos del trabajo para conduct i del gran Ferrocarril del Sud, dije que tisfaceion que la que experimentaria di nas de guerra, aunque fuere para triunfar gloriosame! te. Por eso al derramar sobre el proyectado terraplén de la via mi carretilla de tierra argentina, que el cap!- tal inglés y el trabajo de los emigrantes va a fecundar, agregué: que este era el feliz presagio de un gran fulu- ro y que confiaba que la lla de progreso que iba a depositar en su seno fructificarfa y daria abundante co- ‘secha a los jornaleros". i pais se halla hundido en la ignorancla; Sarmien- to, maestro de escuela nato, se constituye en el apostol de ia cartilla y de Ja tabla pitagorica. De todas sus ob- sesiones, Ja de ensefiar es su obsesion més imperativa, Ja que mueve las més intimas células de su genialidad. ¥ eseribe; “Un pueblo ignorante elegira siempre a Rosas. Hay que educar al soberano”, Su lucha en pro a e- La Lrrgratura SOCIAL 95 sefianza laica es verdaderamente titdnica. Ac- Ge en un pais de tradicién catélica, donde hombres 6 tila estrada, Goyena, Pizarro o Achdval, predican 1a "¢s- moa ultrapampeana”, como él la adjetiva desdeniosa- mente, No se resignan a que la reli on sea de uso per- Toul, pretenden implantarla, imponerla con 1a instruc: ‘Son. ¥ Sarmiento debe luchar, no sdlo para sembrar Sberedario en el desierto, sino para evitar que con el apecedario se lleve 1a supersticion religiosa, una de las armas més eficaces de Ja tirania. 4 Fi ejemplo de la nacién norteamericana, esté en to- das las bocas y en todas las plumas. El héroe civil se halla por sobre el militar. Washington, Franklin, Lin- coin, son sus héroes. Predican confianza, trabajo, fe, concordia, “No hay purpura en corona imperial — escribe Juan Maria Gutiérrez— que pueda luchar en majestad con esa aureola que la raz6n circuns- pecta y paciente puso sobre las sienes de la primera Re- publica conocida... Toda la gloriosa guerra de la In- dependencia es una pagina palida de la historia, al la~ do de la brillantez sublime de semejante valor civil.” El riego de dolor y de sangre ha sido enorme. Una. nueva Argentina se anuncia, y ella pide nuevos héroes. Pide héroes que planten arboles, que_perfeccionen los. telares anticuados, que extiendan vifias, que roturen pampas, que se hundan en las montafias en procura de — metales 0 de cal y marmol, que importen ganado selec- to para hacer cruzas con el montaraz... Y exalta, agra decido a quien importa el alambrado o al que trae el ar= sénico para conservar los cueros, Aunque para que sur — jan esta clase de héroes civiles, se necesita capital. Se los busca en Europa. Entre el afio 1860 entran al pais 41.000 extranjeros; hasta 159.570; hasta 1880, 260.613; hasta 1890, 846.568... pafs, que en 1810 tenia alrededor de 400. en 1890 se habia decuplicado y contaba con Primero franceses, Ingleses y vascos; luego sobre todo, italianos, labradores y obreros, afluian, mito, un regién cobijadora de esa de la Ciudad de los Césares o aque- ediante el trabajo obrero y ligrosisimo, como que es un prestamista usurario— levanta su realidad: la Patria. Lanza ferrocarriles y tranvias, crea Bancos, fomenta la inmigracién y la edificacion particular, inicia obras pa- blicas, con lo que aumenta el trabajo; valoriza la tierra, establece las primeras industrias en gran escal * El capitalismo acaba de implantarse sobre el pais. j£n buena hora! Lo empuja hacia adelante. Auge de los negocios —y sus naturales crisis: la primera tiene lugar en 1874. 3 Se forma el proletariado urbano-agricola. ¥ aparecen Jos problemas de la lucha entre el capital y el trabajo. Esto poco antes de 1890 —cuando otra de las crisis cas a que esté sometida la organizacion burguesa- mueve al pais y se externa en una revolucié1 Sarmiento fué la figura procer en la lucha entre la proscripeion, descendiente de Mayo, y Rosas, te- encarnacion del despotismo espafiol. ¥ es también la fi- don Yo!”, y consciente de su valer o megalémano, memos de frac. Se ha dicho un enemigo de Espafia. No es asi. mas racialmente espaiiol que Sar- miento; pero Espafia era Rosas, era lo medieval, y Sar- miento se siente Europa, el porvenir. Sarmiento es un claro y robusto burgués del siglo XIX, honrado y laborio- so como un Franklin. Quiere construir, y para construir, forzosamente hay que negar el quedad del padre si es necesari mental que estorba. En su libro “Viajes” habla contra Espafia, contra la Espafia que él vid en 1847, feudal y con- yentual. ¥ la ataca; pero la ataca como hombre del si- glo XTX, como renovador, como obrero de la nueva socie- dad burguesa, maquinista e industrial que acaba de ad- mirar en Inglaterra y Francia. Ricardo Rojas, a quien hablando de literatura argen- tina es imprescindible citar de continuo, dado que es el organizador pedagégico de ella y su investigador mas meritorio, en una conferencia sobre Sarmiento, lo atacé por sus ataques a Espafia. ¥ quien tiene razén aqui es Sarmiento, no Rojas. Estos son los inconvenientes de no estudiar la historia y de no hacer critica literaria desde el Angulo de la lucha de clases. La hispanofilia sentimental de Rojas, le impide ver lo que vid Sarmiento, que juz- gaba desde su dngulo burgués, en aquel instante dela | hora del mundo, creador y revolucionario. Z 2 Sarmiento, patriota, liberal, demécrata, defensor 3 la propiedad privada, fué en su momento y en su medio, un guia luminoso, un faro bien cimentado sobre la dura realidad, pero erguido hacia las estrellas e iluminado, Pre- dica la union de los argentinos: “Soy portefio en las pro- vincias, provinciano en Buenos Aires, argentino en to- das partes”. Este marciano a quien la lucha, por demés insidiosa de sus pequefios enemigos, engrandece, grita: “j¥o clarividente, se honra a si mismo: “El dia en que me °8 Anvano Yunqur ‘La Lrreratura SoctaL mi ultima retreta podran decir en justicia: Acom a ese cadaver; no volveréis a tributar iguales hor un argentino més ilustre”. Tiene raz6n. Es un espectaculo ma; Anibal Ponce ha escrito sobre é1 : nas de la Argentina sangre de Europa para corre; el amor del trabajo la indolencia morisca que de; conquistador. El recuerdo de Estados Unidos, fuerte Lo esencialmente burgui siempre en su memoria, le empujé a construir con ma- do el arte —el épico, se entiende—, de aquel momento teriales mds toscos una obra que en algo se pareciera a argentino, es arte patridtico. ‘Sigamos con la cita de Marx y Engels, tan clarifica- dora. Dice: “La clase que detenta los medios de produccién ma- terial, dispone por ello de los medios de produccién espi- ritual y tiene, igualmente por ello, de una manera gene- ral, bajo su yugo, las ideas de los que estén privados de 10 de Marx y Engels halla su exacta ejem- en el momento de la vida argentina que es- La clase social dominante materialmente es la bur- guesa. Ella impone a las otras —artesanos, pequefios mercaderes, agricultores— su dominio espiritual, su arte, milena ane | Ja de aquéllos. Europeizar América: he ahi su progra- ma, y predicador, legislador, ejecutor, no le arredré un momento la enormidad de su propésito. Fundo para eso escuelas a millares y bibliotecas por centenas; did a la inauguracién de cada ferrocarril el justo significado de ‘un acontecimiento nacional; prolongé el telégrafo hasta Jos confines de la Republica y lo estiré después con el pri- pret eee ene 3 mer cable transocednico; clavé en el corazon de la, Cér- a a Oe ee doba teocratica el Observatorio astronémico y la Acade- en 1058 1o que impuso en 1810 cuando tuvo’'el poder mia de Ciencias; exploré la riqueza minera del pais y en sus manos, por intermedio del inteligentisimo Riva- ce Jevanto su primer censo; implanté en el Chaco Ja colo- davia, sobre todo: Impone su arte, o sea su arte patrié- é nizacién agricola y proyectd en Rosario la construccion tico que, idealizAndola, sirve de propaganda a la mate- de su puerto; echo las bases del Banco Nacional y abor- Halls ish decpe eutahWoneto ee d6, después de Rivadavia, el problema vital de la cues- a Rosas, tan astuto como politico y atm como diplo- tion agraria...”. matico, cuanto obtuso en el campo intelectual, no vi6 En 52 tomos qued6 grabada la huella de su plan- E ay valor idaljaxte! Comasty ta, jamas vacilante. Pero si es el mas grande como cons; | tructor de la nueva Argentina, este patriota, que erré y que no err6, que abatié y que construyé siempre, sin desmayo, con é1 los otros: Mitre o Alberdi o Gutiérrez 0 Lopez 0 Avellaneda. .., pudieron decir: “He servido a la Patria”, ¥ acostarse a morir para descansar. canzar & suponer. Los burgueses, hechos sobre los libros de Rousseau eee “Las ideas de la clase dominante son, en cada época, Jas ideas dominantes. Es decir, la clase social que es 1a pdtencia material dominante, es igualmente la potencia _ espiritual dominante”. ; 100 ALVARO YU NQue mas; la burguesia, en cambi @ colaborar en su obra cuanto le Propietario, como a la estancia o del colono a; a TS Jas presentan como las tmicas racionales y mente validas”. La burguesia resurrecta —después de su eclipse cu: do la caida de Rivadavia—, al oponerse al feudalismo absolutista de Rosas, no lo hizo como clase, “ representante de la sociedad ente solamente argentino. Ocurrié dur ciones: en la de los puritanos ingleses con Cronwell, en Ja de los comerciantes norteamericanos con Washington, en la de los pequefios burgueses de Francia con Robespie- Tre, y asi en toda Hispanoamérica —exceptuando Mé- xico con su reivindicador de los campesinos: Morelos—, Yemos que Bolivar, Moreno, O'Higgins, el propio Arti- gas —después reivindicador del derecho de los gauchos ante la imposicin de los burgueses portefios—, son hom- res de casta que, aun cuando Iuchan por los de su casta, se presentan como representantes de todos, universali- zan su ideal. ¥ son creidos. Son creidos porque las clases inferiores, no prepara- as atin para erigirse dominantes, en algo — aunque €n un minimo— se aprovechan de la victoria de la clase ya preparada para imponer su interés a los intereses de todos. Ei gauchaje, el negrerio doméstico, el mestizaje de los suburbios, el artesanado de las provincias, en algo La Lrrerarura Soctat 101 Ademas, la ase dominante permite que un_pequefio ‘ode s de las otras clases gocen de su vic~ incorporen. Después de la caida mite que algunos artesanos, sa de saber traficar, se hagan propiet amos del trabajo ajeno y latifundistas. El “hacer asi, no solo una virtud, sino una propa- és, y si produce beneficio al \érica”, més beneficio aquel gringo —uno entre produce cien mil— pudo enriquecerse. Después de Pavon, nada trascendental separa a los partidos politicos, Los votantes son mitristas o alsinistas, como més tarde seran alemnistas, aunque se amen ra~ dicales intransigentes, o roquistas o pellegrinistas, aun- que se llamen autonomistas nacionales, y después irigo- yenistas o antipersonalistas. Hasta la aparicién del so- Cialismo, en la Argentina no hubo partidos con ideal. Todo se redujo a hombres. Pues, gobernar con honra- dez —como Mitre, Sarmiento o Avellaneda— no implica 0 una obligacin de las mas elementales. La politica en tal estado, los artesanos de las peque- fias industrias, los comereiantes al menudeo, los bund cratas, los agricultores y paisanos, éstos, por Io comin, analfabetos; todos sin coneiencia de clase, es decir, sin nocién de sus intereses, se entregaron en cuerpo y alma a la burguesia inteligente, y pusieron su hombro en la obra comin de crear la patria. = La burguesia intelectual, pues, impuso sus ideas y su arte. Este fenémeno, ya observado en otras regiones cuan- do la burguesia desplazaba al feudalismo, es el que Engels, en su polémica con Dithring, sintetiza en este aforismo: “El arte es un monopolio de 1a clase domi- nadora”. Y estudiemos ahora ese arte patriético eo see i 102 Auvaro Yunque sia argentina impone al pais i que gobierr que, en formas mas atenuadas, se Praia ae tros dias, sobreviviendo al espiritu que lo enc: En los afios que van desde la caida de i hasta 1a federalizacion de Buenos Aires, 1680, f no delimita netamente este periodo, los mayores brios Intelestuales, que fueron muchos, so consagraton al Dal smo, la oratoria y la pol i - Der cadiscide. Ye y la polémica, los dos primeros mas Tos nombres que | terios o en los | nuaci de aq s—, hasta en la presidencia de la ve ica, son los que hallamos también en las redac- ciones de los periédicos escribiendo, o en los mitines, hablando: Mitre, Sarmiento, Lopez, Frias, Alsina, Ave: _ Ilaneda, Alem, Del Valle, Pellegrini, Estrada, Goyena, Rawson, Vélez Sarsfield.. . La pasion todo lo inflama. ¥ esos articulos —lo prue- ban cincuenta de los cincuenta y dos tomos de las “Obras completas” de Sarmiento, por citar el mas alto exponente de aquel rio de lava—, pertenecen mas a la accién que al arte, sin que esto quiera significar que el arte no sea también una forma de la accion. Pero cuando ésta, revestida de arte, como tal quiere sobrevivirse a la pasién que la engendrara, debié antes acrisolarse y | tamizarse largamente. Y a aquellos constructores les _escaseé el tiempo, la calma, el ocio por asi decirlo, que el ‘arte exige. No pudieron sofiar ni pudieron relecrse. El instante, imperioso, apremiaba, y era preciso darse a | @, integramente. ‘Todo lo de aquella época —arenga __ ¥ articulo— padece de elocuencia. Y la elocuencia es ent que por sobre mente— o un Aristébulo del Valle, con- || 0. Pero la perdurabilidad del perio- | 1e mucho de la del actor. pertenecen al momento, tanciales. Muchos de con tan poderosa dista y mas la del orador tres cuartas partes d¢ del exterior, son circt los articulos que Sarmiento e: pasién en pro de la escuela I ejemplo, revivieron al verse ésta amenazada, en la provincia bonaerense, por un gobernante fascista; pero la mayorfa de los problemas ‘a quienes aquellos hombres consagraran toda la elocuen- cia de su célida palabra escrita y oral, estén hoy re- sueltos 0 superados. Perdieron su militancia, y su apre- surada construccién no resiste hoy al andilisis literario. Quedarian sus discursos y artfculos patriéticos, ya que la patria es el numen de la organizacién social vigente. = sus imitadores —politicos venales, ora- mediocrisimos, chusma intelectual sin Ja cultura Mitre ni el talento de un Lopez— los ha venido royendo largamente. Se nutrian de sus ideas y de sus frases, pero las transformaban en lugares comu- nes. ¥ al volver a leer las arengas y articulos de aquellos varones que dieron su sacrificio y su herofsmo a la crea- cidn patridtica, nos parecen péginas ya ofdas y lefdas, y sidentes de la Republica, y, Se oe aera in craned aa fei = Siu Quedarfa 1a oral tridtiea—, ya que la religién catélica es 104 ALVARO Yungux mayoria del pueblo Ventura Marti no re cante y silogr se debid, segui Ventura Martine: Factor este que, busea de lo tran cucha, el oleaje de lo tr Otro orador sagrado famoso Por sus virtudes, por su amor al si lido y al enfermo, por el fuego de amor qu su aima, este franciscano se aparece au tidad. Huyé a la vanagloria del mundo qi fiel. (“Cuando nada se espera de los hombr bres 10 dan todo”). Buscé soledad. Ini tos y conmovidos, eayendo bajo el poder del se encargaban de llevar la fama del humilde asceta hi el presidente, hasta el Papa, y uno y otro acababan exigir, imponer, al fraile la aceptacién de un ol ‘Todo esto es un fendmeno social que a la histor arte social pertenece. Pero fray Mamerto Esquiti no es solamente un orador religioso, La Religién y el Estado estiin intimamente estructurados, aquélla contribuye a Ja solidez y esplendor de éste, y de él se nutre. Fray Ma- merto Esquiti, franciscano humilde, beato de celda, debe alzar su voz después de Pavén 0 conmemorando el 9 de Julio, y hablar a sus oyentes, no sdlo de lo divino, y sf también de lo material. 2Qué les dice? “Las calamidades Piblicas —truena, biblico— son grandes voces con que el Sefior nos llama al arrepentimiento”. Este parrafo y otros muchos que de sus sermones po- Griamos entresacar, nos aclara de qué género era la obra social de su oratoria sagrada: Una manera de evadir la solucién de los problemas politicos, siempre con honda raigambre en lo material, lo econémico y, aplazando esa solucién, perpetuar lo establecido, La obra antiprogre- La LrreraTura SOctAL 105 sista de este “ hibe, mas evidente atin, en su ‘pos asian oP tructora, revolu- patria a la altura jomia y auge es~ fué, entonces, un pre- de caridad y pureza religio- ¥ en este plano, antipatridtica, , por ién mental y sujeccion a un obra de engrandecimiento con que los bur- .s forjaban la patria, En este sentido, no 0 que escribid en los periddicos de Bolivia y Cal .¥ las pastorales de este obispo, apéstol de la mansedumbre, durante 1a presidencia de Roca, resul- tan curiosamente subversivas. La polémica fué el género literario que mas alto co turno calza dentro de aquella tumultuaria y desigual produceién periodistico-oratoria. La polémica entre Alberdi y Sarmiento (“Cartas qui- Notanas” contra “Las ciento y una”), por la talla de sus contendientes, fué famosa. Igualmente la de Mitre y Lopez, empefiados en la investigacién histérica y disin~ tiendo respecto a su interpretacién. Interesante la Juan Marfa Gutiérres, liberal, contra Félix Frias y catélicos, a raiz del convento de San Lorenzo derechos de los frailes”, y en defensa de anuncio de otras que debian. el matrimonio civil o la eatdlicos: Padre Castafieda, en sus nunea tal grado de soez La guerra del Paraguay, aclarado el turbio origen y a la intereses de la industria tian los escripulos de él y, produ: dieron sin analizarlo, patriotas antes que nada. El conflicto chileno-argentino por la Pata; le por la escuadra espafiola, espa gas, periodista espafiol, agudo y chistoso —forma que toma el humorismo en 1a apasionada psiquis espafi Ja—. Villergas, que antes atacara a Sarmiento (“Sar- mienticido o a mal sarmiento, buena podader opiniones que, acerca de Espafia, vierte en sus ataca ahora, desde “Anton Perulero”, periédico satirico, @ Gutiérrez, por su rechazo de miembro correspondiente de la Real Academia Espajiola. La polémica tiene atin vida. Los “puristas” y otras expresiones de 1a reaccion politica, no se conforman atin a tener que callar, avasa- Tiados por la obra de internacionalismo que los inventos , el entretegimiento cada vez mayor de los in- tereses mundiales y el conocimiento mutuo de los puc- ‘los impone a los distintos idiomas. En la Argentina, en "Buenos Aires, donde la mayorfa de sus hijos son descen- “dientes de extranjeros no espafioles, aquellas fuerzas tienden a crear tal vez un nuevo idioma, apartado del gs La Livzratona Soctat 107 Gutiérrez, en a de rechazo a la Academia, da 10 no debe acatar legisla~ dores de su le éstos corren el peligro de convertirse en su_pensamiento. 29—La Re es politicos para servir pueblos que se separaron de ese trono, después de larga y sangrienta lucha.” ‘Dos razones, una filoséfica y otra actuales polémicas acerca del idioma, siguen teniendo evidente vigencia. No abrirse al neologismo es oponerse al futuro, no aceptar el barbarismo, turbién de la corriente civilizadora, Todo en nombre de un problematico purismo como es el del idioma de Ia peninsula hispanica, al que contribuyeron tantos pue- blos y tan disimiles. ‘Aquellas actitudes negativas van mas allé del idioma, y adquieren proporciones, ocupan su puesto en las filas de la lucha social. sae Segiin corresponde a una época de construccién, Ia historia fué un género abundantemente frecuentado. Los actores de Ia guerra de la Independencia y guerras civiles, como los generales Guide, Espejo 0 Iriarte © Lamadrid, publicaron “Memorias”; agrégu: 108 Auvaro Yu burguesa y atin de partido. Con buena o rando o tachando, borrando 0 agregando, aiiahor can han contribuido a adulterar la hi ; en una especie imaginativa, anecd: Lo heroico carlyniano se cultiva con fines mi ticos o de propaganda patridtica que histéricos, cientifi- cos. No se investiga y si se investiga no se quiere ver 0 no se dice lo que se ha visto. Un caso: el del “plan” de Moreno, al que le niegan autenticidad Groussac o Le- vene, expresiones de la ideologia burguesa, y al que Nor- berto Pineiro y, uiltimamente, Puiggrés proclaman autén- tico, lo cual haria del précer Moreno un revolucionario actual. Esta historia, 0 la de los buscadores de fuentes abori- genes —Lafone Quevedo, Ambrosetti, Adén Quiroga, m Titorios afluentes, pero siempre cronistas— es la culti- vada en este periodo. Pero llega Juan Agustin Garcia con “La Ciudad In- diana”, o José Ingenieros con su “Evolucién de las ideas argentinas” —inconcluso—, y con ellos se inquiere Ja causa econémica que provocé tal hecho antes conside- Fado como un acto de la fatalidad, Y le historia asi en- focada, ya no és la obra de un papelista que emplea sus atos dé ovlo en “secordas” o en “dar a luz” documentos, sin intentar comprender unos e interpretar los otros. ‘Ya no es historia escrita para la “burguesia decente”, como dice Lépez, refirléndose a los propietarios y comer- 4 RA So 109 in de distinguirlos de la 1u trabajo —y no siempre— y que ia que votase. talla, por el esfuerzo verdadera- su extensa labor, son Mitre y Lopez. de la Reptiblica Argentina” y aquél de San Martin y de la emancipacién storia de Belgrano y de la indepen- Gencia argentina” y sus “Comprobaciones historicas”. ‘Mitre sobre todo, la cantidad de trabajo var solo, en un pais carente de archivos ‘su época—, con bibliotecas deficientes “hoy siguen siéndolo—, sin academias con especialls- jas que pudieran prestarle su colaboracién, y acuciado, ndemas, por el apresuramiento de su propia vida polt- tica, siempre al filo de una revolucién, slempre entregada a la cotidiana tarea del diarismo. ‘La historia, realizada en tales condiciones, solicita del historiador una intuicién singular y aptitudes de artista, Casi puede situarsela como un género intermedio entre la obra de imaginacién y la verdaderamente histérica, cientifica. ‘Tal vez por ello, porque los hombres de péfola y los de mis talento se sentian cumpliendo un deber al estu- diar el pasado para contribuir a la creacién de Ja patria, fel género novelesco es olvidado. A veces, Lopez, escribe “La loca de la Guardia” o “La novia del Hereje”, siem sobre un fondo histérico; 0 Gutiéres “Bl Capitan de tricios”. Todos balbuceos. La literatura nerretiva : época esté en manos femeninas, de educacionistas Juana Manuela Gorriti o Juana Manso, a quienes por tuvo en cuenta como no- plebe votaba cual No mucho mejor anda la critica literaria, La no es de anélisis. Hay empefio en levantar el ec E ial, no en juzgar a ese empefio. De cuyos elogios hoy nos de los libros ensalzados? “La literatura de May. Varela. Pero hasta dénde es c tiador?, cabria pregunt: “le diré que desde mu; en materias que usted perd , sin una tendencia patridtica, los mas jévenes que necesitan del consejo de los ejei plos”. ¥ asi, patriota y educador, su tendencia pa tica le hace cerrar los ojos de su cultivado buen gusto cuando debe juzgar la obra in: ante de muchos hombres que fueran “artistas” en sus ratos de ocio; su propésito didéctico le tuerce hacia la historia, a la exal- tacién de nombres sdlo porque colaboraron en la gesta libertadora. En la extensa y variada obra de Gutiérrez, civilizador antes que critico, se respira la atmésfera de este ~ mento, optimista y fuerte, pero cruzado de incertidumbres | y tanteos, sembrador de mafiana, pero que atin no ha podido limpiar los desiertos de resabios coloniales: pereza, analfabetismo, supersticién. Ademas, con el indio aso- Jando a las puertas de las ciudades, con la politica absor- iéndolo todo, malones y revoluciones, cuando no actos ‘electorales que, a fuer de fraudulentos, transformaban los atrios y los comités en campos de batalla; habia de ser excesivamente egoista quien, pudiendo desentenderse de todo aquello tan inmediato, se alejara por los jardines de 1a filosofia o se elevara a las alturas de la estética. Habia -que civilizar, ensefiar, no analizar, ni juzgar. El medio lo ‘La LireraTura SOCIAL La caida de Rosas desbandé a la gente de teatro, te- merosa de repre’ No s6lo la procaz Campomanes se habia comprometido pot la causa federal. Sometido al gobierno de Rosas, colaborador de 1 en 1a tarea de “gua ranguizar” su p propagador de sus epitetos y apo- Gos el teatro por él dirigido con él debia caer. Muchos cémicos huyeron al Uruguay. Otros se incorporaron @ las compafiias espafiolas. La tirania mato el naciente teatro né * como habia muerto otras manifestacio- bastantes afios, a reorganizarse. berta, el gran actor que murié en el destierto, es el sim- bolo de la suerte que cupo al teatro nacional en manos de la ti Los hombres empefiados en la organizacién civil de la nacién no podian quedarse sin teatro. Era ésta una ada en las tradiciones de Buenos mejores comediantes de Europa. purguesia portefa podia pagarse este lujo. Com- s dramaticas espafiolas, italianas y francesas, com- pafiias de opera, zarzuela, operetas y demas espectaculos, lo mejor del momento, paso por Buenos Aires: Tamagno y la Patti, y la Ristori, Salvini, Ernesto Rossi, Jacinta Pezzana, Novelli y Zaccone; y Coquelin y Sarah Bern- 112 ALVARO Yunqur vini, (“Salvint Martin Coro. Been et espafiola le re. peninsular. (2 garay, maestros de la época: Pero més popular que Salvini o q Brown, payaso humorista, 0 Pablo Ra cules di fio de un circo, y més adelante, en un barracon de subun bio, el payaso “Pepino el 88”, que, acompanado de pu, tarra, echaba a volar coplas pieantes o zumbonas plenas le sabor gauchi-o} ro, a a i de sabor gauehl-orilero, a las que el public, tocade en su se estaba preparando —ger- ; iento del teatro argentino. Bajo la lona del cireo Podesta-Scotti, levantaban pesas 0 corrian sobre el caballo o se doblaban en el trapecio 0 daban impresionantes saltos mortales, los futuros actores y actrices que pronto iban a vestir de Moreiras y Vicen- tas y a saltar del picadero al escenario para interpretar las obras de Roberto Payré o de Florencio Sanchez. La primitividad del medio en formacién exige a los capaces miiltiples aptitudes. Asi, la mayoria de estos hombres que son a la vez politicos, periodistas, oradores, poligrafos y soldados, escriben versos. Y todos escriben |__versos patridticos, y hallan eco en la multitud. Hay man- comunién entre los poetas y el pueblo, a quien la bur- guesia arrastra hacia su ideal. Las estrofas de Chassaing 0 de Gutiérrez a la bandera estén en todos los labios, _ ealientan los entusiasmos de todos los’ pechos, se cantan las escuelas... terior, la de los proscriptos, lega & ‘tema de su canto patridtico, Ja anterior. Esta, los Varela, ‘La Lireratura Soctat 11: exaltaron a Mayo para denigrar 2 la tirania, y asi lo hicieron los poetas que contra la tirania lucharon, aun- que a veces, olvidados del enemigo, s6lo elevaron himnos a la patria por renacer. ‘Marco Avellaneda, el sacrificado en Metén, escribe: {801 de Mayo, salud! Ta presenciaste de tus heroicos hijos la victoria. '¥ tu carro apuraste para anunelar al mundo su alta gloria.” ¥ Mitre: “eQuién es el vil que rie, canta y danza cuando el Iamento de la patria suena, ‘a sus hijos lamando a la venganza? Y¥ si el cafién de la batalla truena, aquién el torpe que el miedo no sacude y al grito ronco del honor no acude?” Y Gutiérrez: “Al clelo arrebataron nuestros gigantes padres el blanco y el celeste de nuestro pabellén...” Pero a veces el ideal patridtico se ensancha, El nu- men bolivariano enciende a los poetas del sur, y cantan, entonces, no sélo a la regién del Plata y sus provin sino a toda América, desde el golfo de México a la La Lrterarura Soctat 115 uié ALVARO YUNQUE los espiritus. Es el caso de Juan Chassaing —llamado el “Saint Just lata”, por su fogocidad tribunicia— y su compo: arquetipo, el mas feliz, de esta clase de poesia, ,Quién no la recuerda? gquién no la ha recitado en clase?: “Pagina eterna de argentina gloria, melancéliea imagen de la patria, Ja fauna y flora, micleo de inmenso amor desconocido tos con amor por estos hiljos de que en pos de ti me arrastras, gbajo qué Porque es América, asegura: “La prometida tierra del bello porven Otra faz presenta atin Ja musa patri del aborigen. que no te Los poetas legados después de Caseros recogen asi La elocuencia, esa enemiga del pensamiento, y del esta triple inspiracion que va a confluir en una: la sentimiento cuando éste es hondo, es quien presta re- flejos, sino luz y calor, a esta clase de poesia. La viste exaltacién patria. Y hasta nuestros dias se prolonga, rmas mas evidentemente de rutilantes hipérboles, de sonoras antitesis. ia del canto a América, He aqui estos alejandrinos, por ejemplo, con que - . Lugones, “A través de la lente de aumento de Hugo o de “2Quién no ha hecho versos en este “Andrade”, intenta evocar “Granaderos a caballo” que gunta, burlonamente, un eritico moderno. resultan ciclépeos: — ~ 0, pocos son los nombres que merecerian citarse de entre “con arrebato de horda va el coreel formidable, Jos cultivadores de la musa patridtica: Andrade, Ricardo cnredado a sus erines ruge el viento de Dios; Gutiérrez, Gervasio Méndez, Guido Spano, Lamarque, Sobre el bosque de hlerro vibra en Hamas un sable Obligado, Chassaing, Rivarola, Martinto, Oyuela, Fernn- que divide a 10 lejos el rmamento en dos...” ame Bjercicio de retérica, cosa recitable, pero jamés poé- '¥ esto sin una exigente seleccién. Ademés, Ricardo tica, ‘Verso pueril que solicita el aplauso de nuestra ad- Gutiérrez dejé la més interesante de su obra'en otras miracién, aunque antes nos ensordece y ciega la intell- rresiones, y Guido Spano, depurado artista, consciente gencia para poder conseguirlo. ‘improvisadores, continuador en esto de lo ya ini- por Juan Maria Gutiérrez, como Obligado, otro poeta de técnica castigada, dejaron en la Ifrica y no en a poesfa civil lo mas perdurable de su escasa obra. ‘La musa social del momento se apoder6 de ellos y los blige a salire de si mismos, ¥ ast como Andrade 0 Hernandez, en el periodismo o en el parlamento, pole- mizan i roclamaron gran poeta y le entregaron su adm briosamente, Guido Spano y Obligado escriben 3 proclamaron gra Poe Yar ds hombres de re paniea, propensos al tono mayor, tradueido en “el y en “la frase”. - Bt ‘odas civiles 0 poemas histéricos. 5 Popularidad de ciertos nombres de obra muy men- nos dice ‘el motivo de su canto estaba en todos ree 116 ALVA Canta en “El Nido de Lira Ree te Libertad La Lrveratuna SoctaL género més alejado de 1a poesta— que escribia en verse: Menendez y Pelayo y Paul Groussac, un poco en do- mines, actitud de europeos cultos ante lo amerieano, qué Tantfen el ideal, corazén de la obra de Andrade, ya nO = Son la fuerza y la filialidad que sus criticos argentinos, son quienes han esc bre él con mas justeza. Ln poesia patridtica, nacida en 1806, cuando las ine vasiones inglesas, exaltadora en Mayo y en la época de In ilusién rivadaviana, combativa cuando la resurreccién Colonial, torna a exaltarse cuando la reconstruccién civil, Gespués de Caseros. ¥ asi contintia. Pero fuerza es cone fesar que ha perdido 1o mejor de su impulso, y que no halla el eco undnime que tuvo en el pueblo argentino. EI momento social es otro, y otro, por Jo tanto, el arte épico que a él responde. ene Cultiva, pues, las mento. Y, ademas, alocuciones discursivas ‘ ices: sivas, en busca de prosélitos, no de “Sobre negros corcele cuyo paso ensordecii al viento el rojo pabellén de s guerra, tefiido con la luz de cien volcanes, fueron en horas de soberbia loca a escalar el Olimpo los Titanes”... La poesia —jy filoséfica!— es algo mas serio 4s aptitud poéti i que todo Los hombres con mas Qj] titud ica no cultivan este malabarizar de periodos rotundos, sugestionantes, hoy la musa patridtica Pent ‘mancillada en juegos pero ni tan siquiera convincentes. florales ‘panos y provinciales— sino como un es- Andrade, periodista polemizador eficaz, consagré a fuerzo ret ‘idad artistica. Puede Ja prédica politica sus horas més intensas, Su labor en asegurarse i prosa, hoy olvidada por excesivamente circunstancial, ex- tinas no producen, en su forma guerrerista, Plica su obra de poeta. Como en sus articulos de lucha, patridtico de mediano valer. Andrade continué predicando en sus poemas. i ; Se ama al suelo en que se ha nacido; Hombres del pueblo y de la intelectualitad, en las , ahora la actitud mental de muchos que e dis 0 escatimaron sus loas a este entre 1a organizacién social que Poeta esencialmente civil. Su modo de sentir 1a patria Poseetioras y Ja nueva que ansian crear 188 B —agresivamente y obnubilandose el sentido critico—, les hacia confundir en un solo fervor a su propio senti ene versos del poeta que se los cantaba a eo Deatira) cionciads melon so 1s entre= restricciones. Los maestros de escuela, cuanto ne Auvano ¥ en los rutilante: veia al héroe en pampa afuera, 6 Patria es sindnimo de guerra para ellos, ¥ por esto nos dicen tan poco sus himnos a los hombres de hoy, Para quienes 1a guerra ha perdido sus contornos épicos, ¥ @ la muchedumbre de hoy mas propensa a admirar un fotbalier que un general. Para ellos, en cambio, como dice Chassaing, arquetipo del poeta patridtico, la voz del arte respondia solamente: “Cuando el rugido del cafién anuncia ¢l dia de 1a gloria en 19 batalla”... des menos guapos. Tengan mds amor a nos ha parido. Bila entera nos per~ mu oxigeno y su sol, y es dominio que ‘echo a usufructuar por {gual todos los Fionexcio SAncue2, ‘El gaucho Martin Fierro” y el Fierro”. En visperas de utivo de la nacién, 1a lite- agricultor y obrero apto, serfa més imprescindible que el gaucho, hombre de guitarra y armas llevar. Este se a taria al trabajo trocando el chirip4 por las bombachas del paisano, caerfa en tos witimos espasmos de la guerra civil 0, 'perseguido por el delito de abigeato, peleando” contra la policia. ‘Trabajar 0 morir. El sino era cable, como lo es todo mandato histérico. El 4 —gauiderio 0 pastor de las vaquerias virreinales— seria |) soldado de cabailerfa en las guerras por la independen- cia, montonero en las guerras civiles, otra vez soldado de los f lucha contra los indios y, por ultimo, “bandido”, “cuatrero”, cuando cambi: das la’ tercerola y la chuza por la pala y el 120 ALVARO Yuneur burguesia triunfante ya no necesitaba guerreros ae guerreros sing El general espafiol Garcia Giiemes y dejé unas interesanti a los gauchos: “Eran hombres lo, diestros en todas las arm: tes, habiles para dispersarse y v con una confianza, soltura y a los militares europeos: sacos y los mamelucos”. a caba- ndividualmente vallen. de nuevo al ataque, sangre fria que admiraba tanto o més jinetes que los co. I Garcia Camba fué quien, Sorprendiendo a una madre gaucha que ponia a su hijo de cuatro afios sobre un pingo y lo enviaba, desafiando peligros, a dar un parte de guerra, predfjose: “a este pueblo no lo venceremos jams”, Como soldado, pues, el Gaucho fué insuperable. No lo vieron asi, en los comien- zos de la guerra, ni los mismos jefes patriotas, Belgrano inclusive, que acepté a regafiadientes el concurso de su caballerfa. Y ella le dié el triunfo en Tucumén. Técale a San Martin haber tenido la visién de sus méritos y cambiado de despectivo en elogioso el nombre de gaucho. Pero los hombres de la Revolucién de Mayo presen- tfan el tesoro que en la pampa ocultabase. En el primer mimero del “Semanario de Agricultura, Industria y Co- Mercio”, afio 1802, del industrial jabonero Hipélito Viey- tes, se lee los riquisimos criaderos de aquellas masas enormes de Plata maciza que ha dado Guntajaya, ni los poderosisi- mos planes de oro del rio Tipnani, serén nunca compa- tables con el inagotable tesoro que pueden producir nues- tros dilatados campos”. En éstos vivia el gaucho y desde el comienzo se le _ despojé, leyes mediante. El intelectual y el propietario contemplaron con alarma a aquellos campesinos habi- tantes de “feudos realengos”, que vivian del ganado Salvaje, disputéndoselo al indio araucano, el indio mas temible de América. El gaucho, mestizo de india y espafiol, muchas veces 86lo espafiol —andaluz en el litoral—, adaptado al nuevo La LrreraTura Social 121 uta tats de la Independencia sin saber to belicoso, Y muchas veces delante se enrolé en las ie el conservadorismo feudal, se hallaban empefiados | en constituir la Patria, juzgaron diversamente al gaucho: “pueblo Heno de 1a conciencia de sus intereses y de sus derechos politicos”, los llama el historiador Vicente Fidel Lépez, cuando los ve en los ejércitos; pero también: “jnmunda plaga de bandoleros alzados contra los poderes nacionales”, cuando los mira constituyendo las monto- neras del caudillaje. Sarmiento, sefialador de directivas, escribié a Mitre, en 1861: “No trate de economizar sangre gaucha. Este es un abono que es preciso hacer, titil al pais. La sangre es lo tinico que tienen de seres humanos” (los gauchos). ‘Como siempre que dos clases conscientes de su des- tino luchan, la revolucionaria se apoya en las inferiores que atin no han alcanzado su conciencia de clase. Las burguesias de Europa, en su lucha antifeudalista, se apo- yaron en el campesinado y el artesanado confusamente descontentos de su miseria. Igual ocurrié con 1a bur- guesia argentina, Se apoyd en el gauchaje y lo lanz6 a la guerra, luego lo sacrificd: 1o exploté en el tral i Jas ya alambradas estancias 0 lo hizo asesinar por isputar al gaucho cazador esa hacienda, ahora d a saladeros y curtiembres y — by ee el gaucho disponia a su antojo. Se rel Go amenazado su derecho, y el hacendado 1¥ qué leyes! 122 Atvaro Yur El 10 de agosto de 1815, ya se ais paralizar al “centauro de fe pampas"; aan aE Se propiedad —y qué gaucho podré tenerlo 4 deaae Tay se venia repartiendo cada legua de a los indios?— era considerado “sirvient no podia transitar sin que se le apresase para destina Por cinco afios, al servicio de las armas. m Saleen Viese para soldatio, se le forzaba a reconocer un patron a cuyo servicio debia trabajar por dos afios la primera vez, y por diez afios en caso de reincide mente, el decreto no deja de trabajaria por “su justo salario”, sin establecer cudl se- ria su salario minimo. Al arbitrio del patron quedaba la justicia. La lucha de clases se hallaba sentada, pues, sobre le- yes de una crueldad pavorosa. La insureccién de los ¢: | Gillos, desde Artigas hasta Lopez Jordan, ha sido conde- | mada, como fué condenada la accién del indio que defen- alla, contra indios y contra gauchos; nunca se pens hacer otra cosa que guerra de exterminio. Es la impa- ciencia que siempre demostré la clase triunfante por des- embarazarse de sus aliados de ayer que, a su turno, expo- nian derechos y reclamaban su parte en el festin. Las grandes palabras, las sutiles teorias, se hallaban a dispo- sicién de la pluma y de la voz de los idedlogos burgueses. 'Y éstos proclamaron que la lucha de los opresores contra él gaucho hambriento, era la “civilizacion contra la bar- __ barie”, “Io colonial contra lo europeo”, “el desierto contra Ja ciudad”. | Ya insurreccién del gaucho fué sdlo una protesta an- ‘tipropietaria. ___ Ei gaucho, tras de su caudillo, se lanzaba a pelear 0 ‘se sometia a la esclavitud que el nuevo orden imponiale. ‘Interesante fuera hacer una recopilacién de los decretos y leyes que con este fin se han promulgado. En el Cédigo . La LireraTura Social 123 : articulo 232, establece: “Necesi- Se tia cath més peones fuera de 0 ites-de su partido, les muniré de un documento feehado que cxprene Jos dias que calcule duraré la co- misin o traba; ‘cidos los cuales el peon hallado Miura de dichos limites, y que no acreditase haberle iorevenido enfermedad w otro obstaculo considerable para regresar, seré remitido por el Juez de Paz del Par- Bao en que sea hallado al Partido de su residencia, ~ para que fo entregue al patron y se le imponga una mul- ta de cincuenta pesos”. t {EI mito de 1a pampa donde el gaucho galopaba libre t como el viento! ‘Ya Félix de Azara, escribiendo en 1801, nos da en sus “Memorias” una pintura desolante de los campesinos, pintura que repite Concolocorvo en su ‘“Lazarilio de cle- gos caminantes”, y viajeros como Parish y Roberston y sutores locales como Sarmiento y Mansilla, y el urugua- yo Magarifios Cervantes y é no Lastarria, La mise- ta en que vivian pudo acrecentarse, sin embargo, cuan- do en 1816 se encontré un medio de conservar los cue- ros indefinidamente, mediante su preparacion por el ar- | sénico, 1o cual, déndoles valor, hizo acuciar la codicia de los poseedores de latifundios. Més adelante atin, Ja li | bertad del gaucho se vid limitada por otro inven! del alambrado. 124 ALVARO Yunque Desde Suipacha a Ayacuch 0, el gauc egro, el mutato, el ind ech los y combinaciones— dié su sangre : ¢ s 8 gre por la Independencia americana, la di en las puewse, dié en las luchas contra los indios del Chaco y de I pa, la dié en peleas contra la traria: lel la Pam- poliefa mandona y arbi. “Y es necesario aguantar el rigor de su destino: El gaucho no es argentino sino pa hacerlo matar.” Y ya decadente; convertido en paisano, domésti y a sueldo, el gaucho vi6 ante si anaes enemas gringo inmigrante. Lo cubrié de sarcasmos; pero imtitil- mente. En la nueva brega, el gringo tenia una experien- cia secular y con él estaba la razon histérica. El pais, ya salido del feudalismo, entraba en la era capitalista, y €l rudo hombre de trabajo contaba mas que el fiero hom- bre de pelea. Y “barranca abajo” se fueron’ los ultimos ejemplares de gaucho hasta morir, viejos, quejumbrosos, cuando no cazados como fieras por la partida policial, poseedora de armas de fuego ante las que el poncho-es- cudo y el corto facén nada podian. Y la derrota del Cha- cho, de Lépez Jordan, de Aparicio Saravia, rezagados cau- dillos de montonera, por ejércitos de infanteria y con ca- fiones, significd el definitivo eclipse de una clase social, en gran parte adaptada al nuevo vivir que le imponia el progreso. La masa del gauchaje entré a la Revolucion Uevada por sus caudillos, eran yerdaderos sefiores feudales; pero entré con decidida bravura: “|Si no hubieran lanzas, no faltarén garrotes, y hasta con dientes y ufias se pelea por la libertad!” —dice José Artigas de tan importante actua- cin en la lucha libertadora del Rio de la Plata. ¥ este espiritu es el que hallamos en la literatura po- pular gauchesca, de los cantores anonimos, o de Bartolo- mé Hidalgo y Juan Gualberto Godoy. Se levantan las La Lireratura Soctan coplas y vuelan los “cielitos”, ya hirientes, ya exaltado- res, Se zahiere al enemigo a la vez que se alienta a los guerreros de la nueva causa. Y con los ejércitos, van las Canciones gauchescas a golpear las murallas de Monte- video o a encender almas por el Alto Perit, Paraguay y Chile. : x Esta faz épica de la poesia gaucha, se continua lue- go durante las guerras civiles. Los gauchos unitarios de Lamadrid y Lavalle, cuanto los federales de Quiroga, Lopez y Ramirez, cantan “vidalitas” o “huellas” prefia- das de intencién politica. ¥ después Hilario Ascasubi con. sus antirrosistas “Trovos de Paulino Lucero” o sus por- tefiistas “‘Trovos de Aniceto’el Gallo”... El gaucho —por su ascendencia drabe— siente la poesia y siente la mtsica. Aquélla particularmente y para la cual tiene instintivas disposiciones. Poeta es un titulo de privilegio para el gaucho. Se cuenta la anéc- dota de Echeverria que, estando en el campo, guitarre- ro y frecuentador de pulperias, no faltaba el gaucho que expresase su desdén hacia el “pueblero cajetilla”. Y bas- taba que se le dijese: “Es poeta”. El desdén se trocaba en simpatia. Este dén, necesariamente hubo de cuajar en un abun- dante folklore elegiaco, festivo y bélico al que contribu- yé a enriquecer la influencia del espafiol, tan numero- s0 y magnifico, y aun el de los aborigenes, que diaguitas y guaranies fueron también poetas. a ‘Como poesia social, el gauchismo presenta varias fe ces: 1a belicosa, ya sea de zumba o de himno, y la sati- rica, Esta que culminara en el “Martin Fierro”, tiene tecedentes en mil y una coplas andnimas y en los idlogos” de Bartolomé Hidalgo o en “Gobierno gau- cho” de Estanislao del Campo. Y no s6lo en poesia, tam- bien en el periodismo, en el teatro y en Ja novela puede — encontrarsela. He aqui esta satira, plena de intencién — social, que entresacamos del primero de los “D Bt de Hidalgo: 126 Atvaro Yunque Contreras que ante la lay era yo igual a todos los hombres. Chano por todo se pt pero hay sus en cuanto. a la ejecucién: Roba un gaucho unas espuelas © quita algin mancarrén, 0 del peso de unos medios a algin paisano ali Jo prienden, me Jo enchalecan, y en cuanto se descuidé le limpiaron 1a caracha y de malo y saltiador me lo tratan y a un presidio lo mandan con calzador. Aqui la lay cumplié, es cierto y de esto me alegro yo, quien tal hizo que tal pague. Vamos, pues, a un sefiorén: Tiene una casualidé. Ya se ve... se remedid... ‘Un desculdo que a cualquiera le sucede, si sefior. Al prineiplo mucha bulla, embargo, causa, prisién, van y vienen, yan y vienen, secretos, almiracién, Qué declaré? Que es mentira, que é1 es un hombre de honor. 2¥ la mosca? No se sabe; el Estado 1a perdid, el preso sale a Ja calle y_se acaba la juncidn. @¥ esto se Nama igualdé?... La perra que me parié! La Lrrerarura SOCTAL iat a ley —la lay como el disloguista. ero su practica adole : Bea come efectos humanos hay, Esto 10 a visto Sn Contreras y por esto, al eau sao, lege 2 ras ¥ clones sociales trascen- Gentes: Habla de la ley: “Bila es igual contra el crimen y nunca hace distincién de arroyos ni de lagunas, de rico ni pobretén: Para ella es lo mismo poncho que casaca y pantalén... Pero es platicar de balde y mientras no vea yO que se castigue el delito sin mirar 1a condici6n, digo que hemos de ser bres: cuando halle mi mancarrén.” Bs lo que Martin Fierro, con su habitual riqueza me- taforica, defini ? “La ley es tela de arafia gue 1a ruempe el bicho grande y queda enredado el chico”. “Desde el primer momento, los hombres urbanos — Bartolomé Hidalgo y Juan Gualberto Godoy lo eran— tos Ver de Ricardo Gitiraldes, por citar s6lo dos ejemplos a quie- — nes su calidad literaria torna en sobresalientes sobre el montén informe de los fracasados. En manos de escritores de la burguesia como Obligadd o Giliraldes, el mo se torna tradicion, flor de pasado, de I aparecido. Y se le idealiza, El gaucho, pobre, 128 ALVARO YUNQUE cado en la guerra, explotado en las rudas faenas de es- tancia, se transforma en un ser distinto. Y semidesnudo haraposo a quien se le disp cia mediante— 1a libertad y el alimento. Ahora es un soberbio y trajeado siempre como de domingo, ocu- pado slo en cantar y guitarrear, caballero en pingos escarceadores. Tal los protagonistas de los novelones de Eduardo Gutiérrez o de multiples dramas gauchesegs, que de él derivan, tal el “Lazaro”, de Ricardo Gutiérrez 0 el “Celiar” de Magarifios Cervantes... Toda una lite- ratura tan profusa como falsa, se creé en torno del gaucho. Poemones, dramones, novelones... y ahora has- ta dramas radiales en episodios, sobrevivencia del folle- tin y de la novela por entregas, donde 1a época de Rosas, con’ su truculencia explotada sentimentalmente, hace correr rios de tonteria lacrimégena. A veces, el escritor de mentalidad burguesa, citemos a Estanislao del Campo, para poner otro ejemplo de calidad, hace del gauchismo un pretexto literario. Su “Fausto” es ingenioso, esté Meno de bellezas; pero los gauchos que en él dialogan no lo hacen como Contre- ras y Chano, menos como Cruz y Fierro; para “criticar”, para sacar de lo hondo de sus almas heridas por la ex- plotacién y la injusticia social la amargura que las roe. Hablan... “para divertir”. De aqui el éxito que en su €poca tuvo el correcto “Fausto” —éxito por la misma causa repetido con el “Don Segundo Sombra” de Gui- raldes—, Hasta hubo critico que lego —oh blasfe- mia!— a preferirlo al “Martin Fierro”. jPobre sefior ese Juan Antonio Argerich quien, después de hacer las ala- banzas de Andrade y del Campo, exclama: ;Qué diferen- cia con Ascasubi y con Hernandez, lisa y Ianamente in- | soportables y prosaicos!”). 3 & La aparicién de “Fausto” precedié a la de “Martin Fierro”, asi pudo Herndndez decir en 1a dedicatoria de su poema, “telar de desdichas”: “Martin Fierro no va @ Ja ciudad a repetir a sus compafieros lo que ha visto ¥ admirado en un 25 de Mayo (se refiere a un “Didlogo La LrreraTura Soctat, 129 de Hidalgo) u otra funcién sémejante, referencias algu- nas de las cuales, como el “Fausto” y varios otros, son de mucho mérito ciertamente, sino que cuenta sus traba- jos, sus desgracias, los azares de su vida de gaucho... él asunto es mas dificil de lo que muchos se Jo imagi- nan”, También dice: “Quizé la empresa habria sido pa- ta mi més fécil, y de mejor éxito, si s6lo me hubiese pro- puesto hacer reir a costa de su ignorancia, como se ha- la autorizado por el uso en este género de composicio- nes”... E insiste en el prologo: “La musa de Martin Fierro no ha sido vengadora —se refiere a los “trovos” politicas.de Ascasubi— ni se ha preocupado solamente del prestigio urbano —Del Campo— a costa de la sim- iad de nuestros compatriotas de chiripé y bota de potro’ El gauchismo exterior; descriptivo, tradicional, pin- * toresco, costumbrista, apariencia de original, porque no tiene en su forma antecedentes espafioles, hecho por li- teratos pata literatos, ocultando en su fondo una idea profundamente conservadora como es la del culto a un — ayer superado por nuevas expresiones de civilizacién; és- te es el gauchismo que cultivé la burguesia argentina, gauchismo de exportacién, de fiesta patria infantil; gau- chismo estatuario y conmemorativo. Este gauchismo to- ma, a veces, pulcras expresiones literarias en el risuefio “Fausto criollo” de Del Campo, en los patriéticos “San- tos Vega”, de Obligado, “La Guerra Gaucha” de Lugo- nes, en el evocativo “Don Segundo Sombra” de Gitiral- des... Es un gauchismo literario, para que los eriticos peninsulares —el ceremonioso Don Juan Valera— lo pu- siesen sobre el Apice de su admiracién. . hacia la origina Yidad americana, pero es un gauchismo en realidad, por~ que en 61 no aparecen “todos los abusos y todas las des- gracias de que es victima esa clase desheredada de nues- ‘tro pais”. ¥ ese gauchismo sin gauchos no es el de José Her- néndez. La lista de autores cultog que con 1a més varia suer 130 Atvano Yunque ncia de tal, es ya gr de si se incluye a uruguayos y argentinos. En la poe: n0. El montevideano Bartolomé Hidalgo con sus “Didlo- el cuyano Juan Gualberto Godoy —aunque su poema “El Corro” haya desaparecido—, el coronel Hilario Ascasubi con sus “Trovos”, Esteban Eche- verria con su roméntico poema “La Cautiva”, Bartolomé Mitre con sus “Armonias de la pampa”, Juan Maria Gu- tiérrez, Luis Dominguez, Ricardo Gutiérrez, Magarifios Cervantes, del Campo, Obligado, Demaria, Regules, Ghi- raldo, el Viejo Pancho, Silva Valdés, Ipuche. . . Todos ellos encontraron en leyendas, costumbres, tra- diciones y cuadros histéricos; motivos gauchos. Si se in- cluyera a novelistas y dramaturgos, la cita seria nume- rosa, Los narradores Ricardo Hudson y Cunningan Gra- ham —que escribieran en inglés— Roberto Payro, Javier de Viana, Benito Lynch, el dramaturgo Florencio Sin- chez, el criollista Martiniano Leguizamén, también han cultivado el gauchismo, y con erudicién y fuerza. Las nuevas generaciones no lo olvidan. El teatro y el continuamente nos lo demuestran, Obras de recopi folklérica, cuentos, leyendas, fabulas... El gaucho sigue siendo un venero inexhausto de inspiracién. A veces, como en “Los Gauchos Judfos” de Alberto Gerchunof, se nos presenta con una apariencia impre- vista. Es la fusion de lo criollo y lo judio dando Abraha- nes y Jacobos de facén a la cintura y buenos bebedores de mate, a la vez que excelentes agricultores, laboriosos colonos, Las hazafias de Moreira y de los Macabeos le- ‘nan por igual su fantasia, Si en cuanto a cantidad, el balance de la literatura gaucha es proficuo, la calidad, en cambio, es exigua. Po- ¢o.quedaré del gauchismo. Y por sobre este poco, poema La Lireratura Soctat 131 m de gran arte, levantado canto de raices aleanza la literatura ica. ¥ es porque la lucha social, presente en toda gran obra de arte, lo nutre con sangre de pueblo. gaucha la magnifica Hernandez no escribié por escribir sino para ensefiar, En el prélogo a la segunda parte de su poema, hace una suscinta enumeracién de las lecciones que con é1 preten- de dar a sus conciudadanos. Pero también dice: “Un li- bro que todo esto, mas que esto, o parte de esto ensefiara sin decirlo, sin revelar su pretencién, sin dejarla cono- cer siquiera, seria indudablemente un gran libro, y por cierto que levantaria el nivel moral e intelectual de sus lectores”... Hernandez no canta por cantar, como los pajaros. El es un gran artista, y su canto, fatalmente, es canto de hombre. No canta por divertirse, ni para divertir. Hom- bre profundamente serio, hombre que ha pulsado el dolor Ge los pobres; no canta s6lo para pintar creptisculos 0 auroras pampeanos, ni para describir costumbres 0 tipos, ni para hacer gala de su vivaz ingenio gaucho, que lo pose. El canta para “levantar el nivel moral e inteleo- ‘tual de sus lectores”. ¥ canta para hacer “la historia de Jos infortunios del gaucho, rando con pensamiento de {ildsofo hasta en lo mas intimo de la azarosa vida de una clase que, bajo la dominacién colonial, como bajo Ja dominacién republicana, s6lo ha vivido victima obli- gada de todo género de abominaciones”. Tales son las palabras del Editor que preceden a su poema y en los cuales se reconoce la pluma del Hernéndez, brioso pe- riodista del “Rio de la Plata”, 6rgano defensor de los ex- poliados campesinos. a ‘Sus propésitos son claros. El escribe para hacer pro- paganda de sus ideas, para inculear en sus lectores FT: is2 savia de su sentir. Habra qui y £ quienes, ficiales, supongan que sus cantos sus cantos estan cargados de inten ALVARO Yunque “Digo que mis cantos El no templa su instrumento Serr terenieiicoraxinide sus pycnten hie do de bellez as, si, pero también de observaci lorosa observacién que ha recogido en su trajinada vida, __y esto le impide jugar ante los ojos de sus lectores con aquellas bellezas, brillantes como fuegos de artificio. “No tiemplen el estrumento por sdlo el gusto de hablar, y acostimbrese a cantar en cosas de jundamento.” ‘Aconseja Fierro a sus hijos cantores. La insistencia del propésito, indica que él constit ‘Hernandez. fa una obsesion para ‘Otros, hombres de ciudad y cultos, ya ha- dian transformado en materia de arte el medio y el tipo pampeanos; pero nadie atin habia opinado acerea de te peta de explotaciOn y esclavitud que una organizacién, nacida a la sombra de Ja libertad, imponia a ul} jase desheredada, manteniéndola en la ignorancia y vilizacion. ello, desiumbrante de metéforas. Pero Hi ta y opina: al a anti su canto sé alza ‘Hernéndez canta, ¥ Seas “yo he conocido cantores que era un gusto el escuchar, mas no quieren opinar y se divierten cantando; pero yo canto opinand: que es mi modo de cantar”, a ea a aes ‘La LirERATURA SOCIAL 133 Herndndez, ademas de hombre, de hombre que pien- say siente, es artista, Mas afin: es un gran artista, ¥ Sor esto, porque es un gran artista, se sirve de eu arte Para propagar sus ideas, 10 transforma en tna here, Panta de trabajo a fin de ensefiar, de levantar el nivel moral e intelectual de sus lectores. Pero no dice su pro- Pesito, no Tevela su pretencién didéctica, no deja cono- Per su intencién moralizante, ¥ por esta actitud, cuan- to por aquél pensamiento que Jo vertebra, su libro resul- ta un gran libro, pero un gran libro de arte. “Martin Fierro” es literatura social, de protesta y pro- paganda, de lucha y polémica, tendenciosa; pero st. ten= Foneia fluye de su accion, no de un programa explicita- Snente formulado, Le basta ser realista para ser un bra~ . vio documento historico, un recio embate contra la in- justicia social, una amarga requisitoria punitiva del hu- mano egoismo. : Hernandez sentia el dolor del préjimo, del gaucho que él tan bien conocia, clase desheredada y sacrificada. de la sociedad argentina, y porque es un sentidor es un profundo revolucionario. No se anda con medias tintas el fuerte autor de la “Vida de Angel Pefialoza, el Chacho”, para gritar a voz en cuello terribles verdades a los go- bernantes de su época, o para’ discutir —trenzado con Alem— en la Legislatura provincial, en pro de la fe- deralizacién de la ciudad de Buenos Aires, 0 para es- Ios vejados: “Ningtin pueblo es Tico si no se preocupa. de aus pobres", cecribe en el "Maral gel] Prase por un determinado tiempo. En la préctica, el negro quedaba esclavo para toda la vida. ¥ el amo hasta tenia derecho a someterlo a “moderados castigos corpo- rales”, dice la ley. libre del poder de un amo personal, pero se transfor en esclavo de la sociedad. Carecia de dinero, de propie- dad y de amistades. Quedé liberado de la antigua plan- tacion, pero recibié en patrimonio el polvoriento camino que sus pies pisaban. Quedé libre de la vi Je servia de cubil, pero se convirtié en tos, del verano, del frio. Quedé libre, briento, sin techo bajo la boveda celeste” Las palabras de Fred Douglas podian aplicarse, asi- mismo, al gaucho de la pampa argentina. La libertad de uno y otro eran igualmente irrisorias. Tal como su derecho al voto: el Ku-Klux-Klan, 80- cledad secreta, organizacién terrorista de hacendados bajo la proteccién gubernamental, se encargé de hacer imposible en la practica que los negros influyeran con Su voto en el curso democratico de la repiiblica burguesa Ciedumbre de una palabra serenamente valerosa, es la caracteristica central de toda su obra de periodista, de legislador y de poeta. Y nuevamente, en sus polémicas de la Legislatura, lo encontramos afirmando la seriedad de su propésito, que él intuye trascendente: “Yo no vengo a divertir a nadie; no es esa mi misién”. los “‘juicios criticos” —algunos de los cuales lador de dos actitudes: Ia del co- y la del revolucionario (Hernén- dez). Aquél, que habia intentado poesia gauchesca siem- pre con criterio de escritor burgués, es decir, enfocando a lo gauchesco en su costumbrismo pintoresco-deserip- y por la necesidad de vivir juntos y unidos, que fermentar los odios, que tienen su causa, més que en las intenciones de los hombres, en las imperfecciones de nuestro modo de ser social y politico”. jCémo sonreiria, despreciativo, tras de sus barba- zas, el gran hombre, el clarividente aut e 136 ALVARO Yunqus Tidad de su pensamiento y de la hondur: Seecaletitavéete Sombre de gonen’ hi reconeiliar antagonismos por el amor! Y ect. a los diez afios de él escribir una serie de. contra la barbarie guber aun los contingentes y las mi eondené a sus gauchos, ley rebos , ante de como lo son si i Tasted como lo iempre las leyes que rigen las luchas iReprochar a su poema la amar; gura de su filosofi social, cuando era él una exposictin exacta de ae onsumado! Pero podia 41, escritor de genio, creature de su propia obra, fuerza desbocada de su instinto, de- E ar su poesia, at 4 lirle aristas, sonrosar la pt eee ? purpura de su san; gldbulos rojos?. . . El, un escritor seri tatalon, gue EY serio, tenia misié ho era la de divertir. El gaucho exético para iat nes no era. en él un pretexto de literatura ame- oS tizante. Tscribfa como revoluclonario para decir 10 que habia visto en tas andanzas de su existencia, para ue sollozara su indignacién de gran hombre, sn Sdor-y pensant nsante, al través de Tos versos risticos y mag- nifleos de un gaucho valiente, y desdichado como todos El habi larga experi eee lencia de odio en su Jordan, et ditime saudlllo; » ae a Panay Smee caudillo, o de desterrado en Brasil y Montevideo, v ahora, escrblendo, dejando salir por st uma. a y sincera todo lo recogido en sus andan- as, {se le = = Pedia menos amargura, que no hiciese fermen- de su obser. La filosofia social revolucionaria amargam¢ odiosa, Su implacabilidad e5 1a de a vida, In de le cig La LrreraTura SocraL 137 iencia José Tomas Guido, io muestra la experi 7g: “Las promes: in cumplido todavia para Ios hijos del Pampero. ‘ancho de paja no basta a protejer a quien lo ha- yauien tendré derecho de asombrarse que un ser privado de los goces mas puros de la vida, y de cultivo Pitelectual, apele a su acero para defenderse, o vengarse, y a su agil caballo para huir? ‘Hernandez mismo nos dice qué ha querido hacer —y ha hecho— en su poema; “mi objeto ha sido dibujar a grandes rasgos, aunque fielmente, sus costumbres (del gaucho), sus trabajos, sus hébitos de vida, su indole, sus Yieios y sus virtudes, ese conjunto que constituye él cua tro de su fisonomia moral y los accidentes de su exis- tencia Hena de peligros, de inquietudes, de inseguridad, de aventuras y de agitaciones constantes”.. . José Hernandez conocia palmo a palmo el ambiente y los hombres de su poema. ‘Su hermano Rafael nos Jo dice: “Alli en Camarones y en la Laguna de los Padres se hizo gaucho, aprendio 2 jinetear, tomé parte en varios entreveros rechazando malones de indios pampas, asistié a las volteadas y pre- sencid aquellos grandes trabajos que su padre ejecutaba y de que hoy no se tiene idea. . - ‘Esta es la base de sus — profundos conocimientos de la vida gaucha y su amor al paisano, que desplega en todos sus actos”. A él no se a va a-reprochar, como se le reproché a Estanislao del Campo, hombre de ciudad que escribfa sobre gauchos para divertir; no se le iba a reprochar que desconociera detalles 0 empleara mal palabras de su vocabulario. A Sabe lo que dice. Esta veracidad es lo que da a su libro: esa potencia vital que, pasados los afios, lo mantiene fresco, mévil y vigoroso, ‘sobreviviente a su hora y at ‘ala raza de cuyo dolor se nutriera; "Mas que yo y cuantos me oigan, més que las cosas . mas que los que el mis cantos han de Mucho ha habido que mascar para hacer esta guayaca.” EI gaucho, hombre de égloga, aunque har Mee crsttearaitae coors talvajes Gurante ia cols, nia, se hace soldado de caballeria cuando la revolucién 3s Inchas partidistas: “El amor de la estanciera”, los ‘cielitos” de Hidalgo y los “trovos” de Ascasubi son las obras gue nos Jo muestran en estas tres faces. Luego se le utiliza como elemento electoral o como milico de for- tin para contener a los indlos. As{ es eémo To presenta fernandez, uno as q fe ellos nos cuente su “Aqui me pongo a cantar ‘al compas de la vihuela, que el hombre que lo desvela El hombre se tiene fe para el canto: “Con la guitarra en la man ni las moteas se me arriman.” El canto en él no fué un aprendizaje, sino un don: “Dende el vientre de mi vine a este mundo a cantar” ‘También se tiene fe como bravo: “No me hago al sungue vengan degoengot La LrreraTora Social, y soy duro con los duros y minguno en un apuro ¥ ‘me ha visto andar titubeando. 7 ‘Ademés, este poeta y guerrero, en el instante que S° = nos aparece para relatar, en rueda de pulperia, segura mente, las incidenci ipimenta de reflexiones ¢ ilumina de imagenes, ya es i un hombre hecho. Ha sufrido: fas de su trabajada, vida, a las que ¢ «gunta experiencia en 1a vida hasta pa dar y prestar, quien la tiene que pasar entre sufrimiento y Hanto; porque nada ensefia. tanto ‘como el sufrir y el Horas.” inn Ia primera parte —“‘la ida”, como se dié a Hamarle el plblico lector—, Martin Fierro es un gaucho de es fancia, trabajador y pacifico, buen marido y buen padre, — Pero la ley lo atrapa —esa ley de guarnicién de fron- teras que Herndndez combatié en articulos briosos— y se lo lleva a pelear contra los indios. Harto de Ja mala vida que alli pasa, deserta, vuelve a su pago. No em cuentra ni mujer ni F 3 “No hallé ni rastro del rancho. {Sélo estaba la tapera! Por Cristo, si aquello era pa enlutar el corazén, yo juré en esa ocasién ¥ aquel hombre, arrancado de su familia —a en su ausencia se 1a despojé de todo— Mevado 1 lo, ia, provocador. La “partida” le pisa los talones, altura de su vida es cuando se retrata en los de “El anda siempre juyendo, y 142 ALVARO YUNQUE os que no aciertan la coyuntura, mientras al gaucho lo apura con rigor la autori ellos a 1a enfermeda le estén errando la cura.” Pero Cruz, no tan desamparado como Fierro, hallé quién lo “compusiera con el juez”: “ansi estuve en la partida pero, gqué habia de mandar?, anoche al irlo a tomar vide buena coyuntura... A mi no me gusta andar con Ja lata a la cintura.” Los dos amigos deciden cruzar la frontera, irse a vivir entre los salvajes, tal vez menos injustos que los cris- tianos. En la segunda parte, “La Vuelta de Martin Fierro”, narra éste su vida entre los indios, la muerte de Cruz, victima de una peste de viruelas, y por fin cémo salvo a una cautiva, después de matar en duelo a su tortura- dor, un indio pampa. Esto lo obliga a huir de las tolde- rias, otra vez a las poblaciones de los civilizados. Y aqui esta nuevamente el cantor guerrero, en una pulperia, narrando sus aventuras, cuando encuentra a sus dos hijos y a Picardia, el hijo de Cruz. ¥ como los hijos de | Fierro son también cantores y también han padecido, narran, a su vez, sus vidas: Huérfanos, desde nifios han andado como bola sin manija, recibiendo cachetadas, a merced de sti desventura. El uno, acusado de robo, fué a parar a la cércel; el otro hereda a una tia, y a la muerte de ésta es robado por un juez que le nombra de tutor a Vizeacha, viejo ladino, flor de literatura picaresca, con el que vive de achuras, merodeando y recibiendo los mas sabrosos consejos. Muere Vizcacha, y el muchacho se encuentra otra vez en el ancho mundo, soportando mil La LrreraTura SoctAL 143 _. Picardia, el hijo de Cruz, ha sido jugador Feo, ‘ia ley ha caido sobre él y le ha lievado en un re ringente, un fortin, El, como Fiero 6 Ja primera parte, narra y amplia los padecimientos e injusticias qu pavtigado debe pasar, siempre en peligro de wn Te on, Sin paga, hambreado, y él, como Fierro, come Cruz, como in Fiijes de aquél, se explaya en hondas, amaygte e- dos oe reflexiones acerca, de la condicién de los hombres de su clase: “y saco asi en conclusion, en medio de mi inorancia, que aqui el nacer en estancia es como una maldicién. Y¥ digo aunque no me encuadre decir lo que naides dijo: La Provincia es una madre que no defiende a sus hijos.” “Mueren en alguna loma en defensa de la ley, © andan lo mesmo que el buey arando pa que otros coman. ¥ he de decir asimismo, porque de adentro me brota, que no tiene patriotismo quien no cuida al compatriot “Tiene uno que 50] el tratamiento mas A palos en Io civil ya sable en Jo militar.” el rigor de su destino; el gaucho no es argentino sino pa hacerlo matar.” 144 Atvaro Yunqur reno, pagina de tan singular bell tiene par sino en los didlogos de protagonista, como cuadra a un viejo, a hijos y a Picardia. Luego se dispersan a los tos, arodar como hasta ahora... ‘ermina el poema con algunas refl Bee Muli citsleatolteme, el que tus la ohses vida: la triste suerte del pobre, del gaucho que algan dia terminaré la injusticia que 10 as €l paria tendré derechos y recibira instruccion; pero también dice, omnisapiente, sabiduria de la castigada experiencia, para terminar 0 mejorar todo aquello: “Pero se ha de recordar para hacer bien el trabajo, que el fuego pa calentar debe ir siempre por abajo.” Lo cual, expresado en lana prosa sin tropos, intuye esto; la emancipacién de los trabajadores sera obra de los Srabajadores mismos. ‘a en algunos episodios del poema aparece el gringo, ente exético para el gaucho y con ai cia alteers en franco conflicto dado que uno y otro le dan sentidos di- versos a la vida. Este hecho sera ampliado mas tarde por otros escritores, y daré nacimiento a Cocoliche, per- sonaje entre bufén y céndido, y a Sardetti, mercader gicionn y i escrupulos. Los sarcasmos que después Usa Naan me a del viejo Cantalicio, el personaje de Flo- ae eon ee en “La Gringa” enfrenté el tema Eee eesti renovador ¥ feeundo, ‘ya lo escuchamos en “Yo no sé por qué el goblerno nos manda aqui a la frontera ‘Sringada que ni siquiera’ ‘Se sabe atracar a un pingo... 481 creeré al mandar un gringo que nos manda alguna fiera!” La Lrreraturs SOcrAL 145, Es Ja eterna lucha de clases en uno de sus aspectos: el del choque de nacionalidades 0 el choque de razas 0 él choque de generaciones 0 el choque de lo urbano y Yo campesino, formas que ocultan y distraen energias para la resolucién del problema central. Y por esto, s08- tenidas por los poseedores. Menéndez y Pelayo, reconociendo que esa “peculiar literatura gauchesca ha producido las obras més orlgi- nales de la literatura americana”, reprueba al “Martin Fierro”, que: “quizé el pensamiento de reforma social re- sulte en el poema de Hernandez mas visible de lo que convendria a la pureza de la impresién estética, defecto que crece sobremanera en la segunda parte”. . ‘El mismo reproche podria hacerse, si se examina bien, fa las mas grandes obras literarias. Lo social, més an, To politico, y en lo que éste tiene de anecdotico inme- diato, se halla en la Ilfada de Homero, en las comedias ‘de Aristéfanes, en los dramas de Eurfpides, en las sétiras de Juvenal, en los poemas de Dante y Milton, en el “Qui- jote” de Cervantes, en los dramas de Schiller, en los poo- mas de Greenleaf Whittier y Rusell Lowell, antiesclavis- tas estadounidenses; en los poemas de Tobias Barreto y ‘Antonio Castro Alves, antiesclavistas del Brasil, en las “Brisas de Hierba” de Walt Whitman, en el “Canto a Roosevelt” y otras poesias latinoamericanizantes de Ru- bén Dario... ° Los conflictos por cuyas ideologias estas obras de arte bregaban, ya han desaparecido o se han atenuado, y de ellas ahora se percibe sdlo lo que tienen de humano — eterno, no de circunstancial politico. La clase social que ha legado a imponer una organizacién civil de acuerdo con sus intereses, olvida que para llegar & esa situacién de privilegio fué combativa, que se sirvié de un arte combative tanto como de las armas. Quiere ar ¥ila cetética, en el campo del arte, le proporciona utiles teo- Sins pata justifiear ese anhelo que no es, precisamente, — ‘un anhelo superior, sino egoista; Paz es sinénimo goce, La burguesia desaloja al feudalismo y, ya en Ageas ¢ Intenciin proletarias, les reprochan q Impasibles. .. ‘Criticos de Ia primera hora —y tes— se obstinan em querer que el “M: @bra Mteraria, y pretenden que ella valga hetleza. Pero en “Martin Fierro”, como en t 148 Auvaro Yunque poema en medio de los comentarios entusiastas de sus oyentes. También se crea el tipo del répsoda, el que va de pueblo en pueblo y de chacra en estancia y de almacén de suburbio a pulperia de campo, recitando pas: celebrado poema. De esto vive, que nadie le niega su moneda ni falta quien lo invite con una copa o una co- mida, ¥ no solo en la pampeana provincia de Buenos Aires, escenario del libro, sino en el Uruguay, y junto a las mArgenes del Parand y por los bosques de Corrientes © las serranias del mediterraneo y de Cuyo. El pueblo se ve reflejado y se oye hablar en ese libro. Lo siente cosa suya, Y no sélo el pueblo de ayer, el gaucl el de hoy. El éxito editorial y 1a popularidad del “Martin ro” parecen inextinguibles. Las ediciones, tanto de iolégicamente, como las populares, se suceden y son agotadas. Ya lo presintio el propio Her- néndez con su clarividencia: “Lo que pinta este pincel ni el tiempo lo ha de borrar, ninguno se ha de animar a corregirme 1a plana; no pinta quien tiene gana sino quien sabe pintar.” En el periodismo, un periodismo arremetedor, con mucho de primitivo y de ofuscado partidismo, esté pre- sente lo gauchesco, desde los primeros afios de la revo- lucién hasta mucho después de organizada la Reptiblica. Recuérdese aquel incivil “Desengafiador gauch\-polt- tico, federimontonero, chacuacoriental, chatiprotector y Putirrepublicador de todos los hombres de bien”, perid- ico —como otros muchos— donde el neurético Padre Castafieda se despachaba en forma tan soea contra sus eoergon los liberales que la ley se vela forzada a amor- “El Gaucho”, de Luis Pérez, propagandista de Rosas La Lrrerarura SOctAL 149 je, injurioso. Y como aqu Federal” staurador de la Guardia del Monte”, “El ‘Toro del Once”, y otros, hojas semanales o bisemanales, incultas, plebeyas en el lenguaje, destinadas a crear am- biente rosista por los arrabal ‘Manuel Dorrego, coronel, legislador de luces, gober- nador de Buenos Aires, hombre culto e inteligente, re- presenta, sin embargo, como periodista opositor de Ri- Tadavia, a este periodismo gauchi-orillero. Agresiva, pun- z, la pluma de Dorrego lastima, deja “marcao’ 0 con un barbijo sangriento, e indeleble, tanto que esto le costaré la vida a su autor. Los unitarios, ren- corosos, jamés olvidar4n las satiras del periodista fe- deral. Hilario Ascast cribe “trovos” “El Gaucho Jat : se publican muchas de las huellas, media-cafias as que después compondran el tomo de “Paulino y que se contintian en el periodismo en verso, antiurquizista, que firma “Aniceto el Gallo”. Juan Gualberto Godoy, el cuyano, gauchesco. “El Coracero”, “El Huracdn”, “El Eco de los — ‘Andes”, se llaman sus periddicos, giles, de valiente prosa tiranicida. F e¥ qué es Sarmiento, el sembrador de abecedario, civilizador, el antigauchista por excelencia, sino un riodista gaucho? Desde “El Zonda”, que fund6 en San Juan, siendo un muchacho anénimo, hasta “El “ nal”, cuando ya era un hombre eminente, de repe continental y europea, qué fueron sus periédicos y ino un periodista que es- 1 Gaucho en Campaiia”, 150 ALVARO YuNquE La LrreraTura SocrAL autor del “Fausto Crio! que pueden leerse en mando “Anastasio el P ””. En las “Notas de mi y ande quiere puede dir, } si es Tazén permitir que el pueblero vaya y venga, fusto es que el gaucho no tenga : que dar cuenta adénde va, Ee canines e ‘sino que con liberta r fodo lo suyo, vaya a donde le convenga e . Lo me esos “‘guitarreos” de del Campo lo constitu: 4 sicién, en décimas, bien facturadas como que se titula “Gobierno Gaucho”. Es un paisano qu; + “empeda” y rompe a decir verdades, Expone at ae = grama gubernativo: reparto de la abundante tier: mezquinada por los latifundistas, y despilfarro d tad, tan ansiada por el gaucho, para’ quien 1a Pampeana es una continua invitacién a ella. En “Go- bierno Gaucho” campea un acre humorismo, un hiriente espiritu de critica social: do es burlén o simplemente divertido, el Pear, ‘gauchesco se halla siempre en actitud de pex Jea. Florencio Sanchez, hombre cruzado por ideas de re- dencién social, escribe, ya después del 1900, sus “Cartas | de un floj en ellas, por retardatario, ese espi- ritu gauchesco de culto al coraje, de intitil desprecio @ 1a) propia vida, ese placer de pelear por darle gusto 4 finto belicoso que es la caracteristica de Io gauchesco cuando se extrema su nota bravia y se cae en Io compér drén: “jLéstima de tiempo derrochado en el cult . nimio, de energias absorbidas por lo secundario!”, ee ma Florencio Sanchez, que no era flojo, ya que lo decia, en una de sus irdnicas “Cartas de un Hojo". | iPorqué cuénto ha servido a 1a casta politica, astutey Ja bravuconada gauchesca, a fin de ponerla al servic de la opresién y oponerla a lo nuevo, lo gringo, lo que venia a emancipar al propio gaucho de su servidumbre proletaria! “Paisanos: desde esta fecha kb el contingente coneluyo; is euide cada uno lo suyo E que es la cosa mas derecha. No abandone su cosecha el gaucho que halga sembrao: Deje que el que es hacendao cuide las vacas que tiene que él es a quien le conviene asigurar su ganao. Vaya largando terreno sin mosquiar el ricachén, capaz, de puro mamén, de mamar hasta con freno; pues no me parece giieno sino que, por lo contrarlo, es injusto y arbitrario que tenga media campafia Sélo porque tuyo mafia, ara hacerse arrendatario, ope oe “compadritos” “Naldes tiene que pedir literatura que ‘Pase para otro Partido; popular ‘pues libre el hombre ha nacido La Liverarona Soctan 153 idad a un gallego barba. ¥ bien tra- mayor parte de la ja una re-creacién rrez el primero. su “Hormiga Ne- seudohistéricas — , Le, — 0 sus crénicas proto-policiales —“El Jo- “Los grandes ladrones”—, un semillero de em- bustes, ia mas pésima y malsana de las literaturas. No tiene como otras obras también falseadoras de lo gauchesco —“Santos Vega”, de Obligado, o “Don Segun- do Sombra”, de Giliraldes—, la excelencia de su factura, el de carne y hueso, n tenia que ver con el ja pulcritud de su estilo. Mal gauchismo, falsa repre- 2 En ae elecciones provinciales de Navarro, en 1874, sentacién de lo gauchesco y prosa apresurada, labor de luan Moreira —cuyo origen gallego esta denunciando su periodista que escribe sin corregir, pane lucrando, con apellido—, matén del gobierno, dié muerte en un atrio a perfecta irresponsabilidad. 4 un opositor. Protestadas las elecciones por fraudulentas, “Gaucho” habia legado a ser un mote despreciativo; con Eduardo Gutiérrez comienza a transformarse en ala- banza. (Cabria citar como antecedente del fecundo fo- letinista, a Antonio Lussich, uruguayo, autor de “Los Caso parecido presenta bro “io de la Faia”, que Por un raro destino a visitar para en amorir. (Literatura gauchesca? Més que rigor, al margen de la vida gaucha, que 154 AuvaRo Yuneur No vivieron su ruda miseria —como Hernandez Ja contemplaron: Gutiérrez, Bartolomé Mitre, minguez, Estanislao del Campo, Rafael Obligado, Demaria, Javier de Viana, Eduardo Acevedo Regules, Martiniano Leguizamén, Godofredo Di Manuel Ugarte... Politicos, diplomaticos, doctore: cu: do no estancieros, latifundistas, es decir, explotadores del gaucho, ellos o sus padres. Lo vieron sin co. nocerlo verdaderamente. Del gaucho tomaron lo exte- rior, participaron de sus fiestas 0 de sus juegos —leer “Ri pato”, de Obligado—, escucharon sus narraciones junto al fogén o sus cantos, un domingo, en la pulperia. ¥ en sus libros pasan los gauchos con sus guitarras, con sus corceles, pintorescos y exéticos; pero no esté el drama del gaucho, el de su expoliacién como soldado desde 1810 a 1880, cuando se le quité el desierto al indio, y el de su ex- plotacién como trabajador, peén de estancia, doblado de Sol a sol por el més mezquino de los sal: y ejercien- do las mas brutales y peligrosas faenas. La burguesia argentina, después de usufructuar como soldado y como trabajador al gaucho, se did a la tarea de rehabilitarlo. Después de 1890, se hallé frente a tra- Dajadores europeos —espafioles 0 de otra nacionalidad, italianos sobre todo, “gaitas” y “gringos’—, que no se conformaban con el salario del criollo. El obrero apto de la tébrica, como el chacarero capaz 0 el criador con- cienzudo de la estancia, exigian horarios y sueldos dignos de seres humanos. El patron criollo se did entonces a Tememorar las “cualidades” del gaucho y, sintesis de elias, su “‘desinterés”: poco sueldo y muchas horas de trabajo, que soportaba sin protestas, su ignorancia que Jo hacia carne de cafién para las revoluciones o motines eee se Comité para las farsas electorales que rati- : iment iento , ryan, legaimente el perpetuamfento de una oligarquia Campo, como sitve de ‘tona, de ee, do ana prebesiemblo de esta expresion donde el gaucho Dito uit hacer una féctl literatura autoe- ¥ sin consecuencias, 0 el “Santos Vega”, Rafael Obligado, con vistas al ayer y a lo legendario; La LireraTURA SOcrAL 155, atristica. Como ejemplo pero literatura de Propet gaucho, pero ajena al dra- de literatura titeratura de clase, tendiente a evocar un * ma de. er faé, sino como la casta dominante —tos ha tipo ness de Buenos Aires— con vistas al paltotiemo, cent ence: Altes ion Segul i tarnoslo; es \ 3 quieren Pitraldes, Este fué un hombre de ciudad, cul Ricardo atin, imbuido en el conocimlento de las Ii tivatiras europeas, descendiente s de cigaras, que pas rte de su vida. 1 en Paris 18 rivaldes era tn hombre inteligente, de gran acosado de nobles inquietudes espi t tases; pero que, puesto a escribir la vida de los reseros, s6lo porque habia hablado con reson °, over fn vem ido sus bombachas y sus , | Vision exterior, falseada, de los reseros del Ne ae Paul Groussac, siempre agudo y arisco, Oe dela obnubilar por el eco que en los freulos literarios 1 10 de Giiiraldes. , certe- ciudad eee pro eimarrén, escrito por tun hombre iedad. Al través del chiripé se le ve sl smocking”. “Nosotros”, volumen 65, N° eee ~ i Juicio sintético y terminante no sélo de "Don Begundo 7 Sombra” sino de toda esa literatura gaucl enc peas bres urbanos que s6lo conocian el gaucho 4 Tos meses de veraneo en una estancia. a 156 Auvano Yunque @¥ el teatro gauchesco? En kk pericén, gato, huella, chacarera, malambo, escon. esta él, como est& en los d logos Jos gauchos de Bartolomé Hidalg Tolosa, de Ascasubi; en los de Anastasio el Pollo y guna, de Del Campo; en los de Fierro y Cruz, de i ir los gauchos del pica- idas por Pastor Luna y el lién Jiménez, Santos Vega y Car- néndez, Parejas que, al su dero al escenario, se ven si Mataco, Moreira y las danzas cam de Chano y Co 0; en los de Ve; mona. En estos didlogos ya esta la primera céhula del organismo teatral. “El amor de la estanciera”, “Las bodas de Chivico”, piezas que se daban durante Ja colonia, una, y después de la Revolucion, la otra; son las primeras ‘manifesta- ciones del teatro popular. En “U; as, se hace ya lo qi 1920 en adelante, converti in dia de fiesta en Ba- ”, estrenada en 1836, con bailes, cantos y alusiones s, juegos de tabas y guitarreos, vestidura de una débil trama entre sentimental y bravucona. El drama sera exterior, lo visual y colorido, lo movible, deble de la pieza: pobre organismo en menos, y lo lenaré. lo en- ‘0 cuerpo que se cubre de amplias y atrayentes ropas para simular vigor. Conocida es la génesis del moderno teatro nacional en su origen gauchesco: Por el afio 1890, Pepe Podesta, payaso de circo que canta coplas orilleras con el nombre de “Pepino el 88”, acompafiado de su compaiiia ecuestre, comienza a dar una pantomima gauchesca sacada de una novela de Eduardo Gutiérrez, Su protagonista es Juan Moreira. Exito inmediato. La pantomima se transforma €n drama. Primero, los actores dicen cudnto se les ocurre; después, alguien, Ezequiel Soria, construye los diélogos sacandolos de la novela de Gutiérr un pulpero italiano roba y w taquear, se transforma en mal pelea a la policia, Este argument : Un gaucho, a quien 2 complice hace es- mata a sus enemigos, to se xepite para otros La LrTERATURA SOCTAL 157 Ja escena los Pastor Luna, los iendo gauchos, ¥ van See ‘anos Barrientos, los Santos Golian Jiménes, 105 Te plico no se cansa de ver peleas | i oir trovas de amor o payadas de pul- se ‘co, una barraca llamada “San peria. De es calles Montevideo y Cuyo, los anti a res y saltarines, transformados sos, trapecistas, ecuye paySrrores, pasan al teatro Politeama. ae Cn ae rsutores criollos, Martin Coronado, Ezequiel i a olds Granada, Nemesio Trejo, Carlos Pacheco, aug Tabam sus dramas roménticos, sus comedias 0 sus saine tes enol a las compafiias espafilas, dnica posl te la €poca; comenzaron a agruparse en Podes- sus hermanos. A nines ruin a ee hombre culto que predica el a iginalidad para el arte de los americanos, re ane create de narraciones gauchescas, eseribe —_ jandria”. Es una pieza ingenuota, pero fresca. eal cho perseguido, en vez de matar, se burla one En lugar de sangre corre humorismo, y el public, ¥8 ‘un poco fatigado de la monotonia carnicera a ee guos dramas de poncho y facén —como si aijeraa Ge capa y espada— acoge la candida égloga de Legui- zamén. io Sanchez, Otro aia, Roberto Payré y Florencio Sénctien, a Jos hay en “ obras las cuatro de positivos son otros, No peléan a la policia, progreso representado por el gx 158 Atvaro Yunque Ja fuerza renovadora, el Juan Sin Ropa de la que trae arados, trilladoras, ferrocarriles y el Taborioso que hard huertas y trigales, de lo que fué pampa, selva y rios parrama hijos por todo el pais. Debe triunfar. ‘Nuevos autores se echan a escribir por el cai cién abierto... Varios son los historiadores —y Mi no G, Bosch entre ellos— que protestan por el gauchesco que se asigna al moderno teatro nacional. En el Rio de la Plata —dicen— hubo teatro desde 1a época del Virrey Vértiz, y enumeran nombres: El “Siripo” de Lavardén, el “Molina” de Belgrano, “Argia” de Juan Cruz Varela, y dramas de Marmol, Ortega, Coronado... Empero, son ellos esfuerzos aislados, sin raigambre popu- lar y con largos eclipses, No es todo un movimiento como el que nace en 1890 con la pantomima “Juan Moreira”, y se transforma, andando los afios, sin interrumpirse un dia, en poderosa corriente. Pocos son los nombres dig- nos de recordarse, es cierto, poquisimas las obras que se salvarén del justo olvido; pero el movimiento per- siste, vivo, en perpetua relacién con un piiblico nume- roso, aunque influenciado, naturalmente, por los carac- teres que la organizacién social capitalista imprime a Jos organismos que de ella dependen. ‘Transformada la sociedad, sus elementos vitales, actores inteligentes, au- tores talentosos, directores artisticos, pueden realizar obra elevada y diferente, en mucho, a la que hoy se ha- Man forzados. eee “Santos Vega, el payador, aquel de 1a larga fama, murié cantando su amor como el péjaro en la rama.” Asi dice un seryentecio anénimo refiriéndose a San- ‘tos Vega, legendario mito que simboliza el dén del can- ‘to, tan propio de la raza gauchesca, De su existencia Teal, se citan estos versos: La Lrreratura SOCIAL 159 ufo me entierren en sagrado donde una cruz me recuerde; entiérrenme en campo verde donde me pise el ganado: no es original del gaucho que Beal ere que pertenece al folklore espa~ ai6 origeh Tan variantes de ella en Asturias, Guadalca- iol y s¢ Mroza, Venezuela, México, las islas Azores, ¥ en Portugal: “Nao me enterren na egreja nem tampoco en sagrado: N’aquelle prado me enterrem ‘onde se faz o mercado.” e ; “ar En poesia recogieron la leyenda, Mitre, en sus monias'de la pampa”, Ascasubi en’ su “Santos Vege & Jos mellizos de la Flor”, Obligado en sus “Tradiciones “Argentinas”, otros en novelas, cuentos, dramas. ella han escrito: Ricardo Gutiérrez, Guido Spano, Arle tobulo del Valle, Juan Agustin Garcia, Carlos Over? Bunge, Martiniano Leguizamén, Joaquin V. Goomir Roberto Payr6, Ricardo Rojas, Juan Alvarez, Ern rales, Lehmann Nitsche. . . Santos Vega existi6, fué un cantor eximio. Errante y despreocupado, vivid de cantar, entre agazajos y ame tios, Era bello, valiente, joven, een Un dia tendié con un cantor forastero y lides payadorescas, fué vencido. Desapareci6 el tan fador y Santos Vega, rompiendo la guitarra, ae caballo y tampoco volvi6 a vérsele. La leyenda 62 apt der6 de él, Su vencedor, ,qulén podria nae 0, el Diablo? Sélo el Diablo era capaz 7 wencer a Santos Vega, Otra version quiere que su vencedor See : Gualberto Godoy, el cuyano eee qué a el sur de Buenos Aires, y era tar) Re fsa, ob no PAU, co uaa o | so en el canto, que mare o 4 : ALVARO YUNQUE hermosa estampa, sol , y nunca a otro: “Ni aun cenizas en el suelo “¥ si cantando murié aguel que vivid cantando, tué —decia suspirando— porque el Diablo lo venc Rafael Obligado que es quien realiza més a mente la leyenda, simboliza en “Juan Sin Rop: blo vencedor de Santos Vega, al progreso, la ¢ maquinista que vence a lo tradicional, lo gauchesco: “Que sin duda Juan Sin Ropa era la ciencia en persona.” Las leyendas populares siempre ocultan una ideolo- gia, moralizante 0 religiosa. A veces la clase social gu- pernativa se sirve de ellas para imponer supersticiones ¥ normas que convengan a sus intereses. (Ver en la No- fa IM del Apéndice: “Las leyendas aborigenes “dirigi- das” por los misioneros catélicos). En la leyenda del cantor Santos Vega ocurre algo semejante. A la minoria social que impera y a quien la Iglesia sirve, le es necesario que un poder vengativo y ‘malo sea ternido y respetado hasta el pavor por la mayo- ria. ¥ en esta leyenda lo presenta tan poderoso que ante hace caer vencido al héroe més admirado por esa ma- yoria: 1 payador, y aun hace que el Diablo lo venza con Jas armas de aquél; la misica y el canto, El pue- & La LrrgraTura Socrat: 161 blo asi no puede endiosar a su héroe, ya que hay otro poder misterioso y terrible, agazapado en la muer~ Ye y amenazante, que pudo vencerlo payando. La su- gesiién es tan poderosa que amedrenta a la masa. Rafael Obligado, hombre culto, y aunque por su orien- tacién tradicional poco afecto a renovaciones, no puede asi mismo escapar a la direccién de su época, y hace que el Diablo personifique al progreso, la civilizacién, Guropa, la burguesia triunfante y forastera que Mega- ba para transformar en colmena humana el Teposo de la pampa, con “las promesas del arado que abre cauces ala vida”. EI simbolismo de Obligado es un acierto, y hace que 1a tradicional leyenda, hasta ese instante puesta al ser- yicio de una idea religiosa, propagandista de temor y mansedumbre, se ponga al servicio de la ideologia pa- ridtico-burguesa, y propagandee Ja idea del trabajo, glo- rioso combatiente que se ennobleciera con la riqueza por él forjada, pues: “Como el mégico espejismo al compas de ese concierto mil ciudades el desierto levantaba de si mismo, a Ia par que en el abism: una edad se desmorona. La variante correntina de esta leyenda hace, Diablo y lo mansién del Malo, vuela coro al sién y se disuelve convertida en Io que es mal: humo. El simbolismo es bello, y 1a int giosa que se vale del canto de un payador tar al Maligno es también evidente. Pero hay algo de alli trascendié a ALvaRo Yunqun pién el héroe popular es vencido. La narra José i Medina en el capitulo XIX de su “Historia panes tura colonial en Chile” y la recoge, y comenta con ay, zora sagacidad, Juan Draghi Lucero en su “Cancioner Popular Cuyano”. El indio —para otros mulato— Tagud o Taguao, jo- yen, enjuto, de aspecto sombrio, corto de talla, pero atre- vido y fuerte, era un héroe popular. Habia conquistado su fama pujando, vencedor en cien torneos de contra~ punto. Se “topa” una tarde con el caballero Javier de la Rosa, descendiente de una familia feudal. Payan, y el “caballero” vence al “roto”. “Santos Vega es vencido por un ente satdnico; Tagué lo es por un ser real, pero de otra categoria social” — apunta Draghi Lucero. En esta leyenda andina, pues, esta presente la lu- cha de clases. Creada, seguramente por algiin perspicuo representante del feudalismo colonial, mas poderoso en Chile que en otras regiones de América —que en Bue- nos Aires, por ejemplo—, se la propagé entre el pueblo a fin de demostrarle 1a superioridad de sus sefiores. En Cuyo, rueda un romance que leva la firma de Nicasio Garcia y en el cual se relata el contrapunto del “mulato” y el “caballero”. La payada no tiene pun- to de comparacién con la sostenida por Martin Fierro y el moreno en una pulperfa bonaerense. De ella escojo esta pregunta y respuesta, poéticas e ingeniosas: —Habéis de saber Tahuada, digame en su parecer; guna vara, estando seca, cémo podria florecer? —Mi don Javier de 1a Rosa, Ja respuesta va con prisa: Echando la vara al fuego le florece 1a ceniza.” La Lireratura Socrat se burla de los “trapos viej misa de “rot ”” que constituyen su ca- ocasién le lama “sefior rdarle que “no es hombre de le- en cambio, siempre se muestra res- lo llama “Mi don Javier de la Rosa” o “sefior y en una oportunidad, tanta es la arrogancia del caballero, que el “roto” le advierte: bal cl “Mi don Javier de la Rosa, no sea tan propasado.” Todo ello denuncia a las claras Ja constitucién social del Chile de la época, con un feudalismo autocratico y un aborregado pueblo ignorante, hundido en la més vil miseria y el alcoholismo. ‘Tagud tiene en la leyenda andina el fin que en la pampeana tiene Santos Vega: no sobrevive a su derrota. Se suicida hundiéndose un pufial en el coraz6n. El gauchismo ha dado, pues, a la literatura argenti- obras originales y, desde el angulo de la literatura 1, 1a més revolucionaria de todas ellas: Martin Agréguese asi mismo a las firmadas por hombres cul- tos, la literatura que los folkloristas han recogido por pampas, serranias y selvas, tradiciones, fabulas, coplas, — romances. Algunas de raiz aborigen, otras espafiolas trasplantadas a América y aqui modificadas. (En la N ta 1% del Apéndice se hallaré un ejemplario de co ¥ para cerrar el capitulo, sea esta andnima cién de cuna” con la que una madre calchaqui valles saltefios, mece a su hijo. Cancién tierna, de protesta a la codicla del amo que le exige ser tr antes que madre. Como condenacién de un cial que cobija tan cruel espectaculo, nada ente: : “Dormite -m’hifito . Pues, tengo que hacer, hilar mucha Jana, ponerme a tejer. 164 Anvaro YUNQUE Vos en tu hamaquita de ir al trabajo. ‘Tu mansa cabrita leche te dard, CAPITULO VII témala m'hijito, tu madre se va. OTRA INQUIETUD “laben otros, oh poeta, 1a perfeccién de tus dn- foras cinceladas. Yo prefiero decirte que tu poesia ‘sabe hacer pensar y hacer sentir, que tu verso tiene tun ala que se Wama emocién y otra ala que se Tama ‘pensamiento.” ‘ EI patrén se enoja ssi te levo a vos... Qué hacer? jAy, m’hijito! jLlorando me yoy!” | ‘La emocién de esta “nana” es de una realidad tan in- Jost ENRIQUE | tensa que pone un nudo de congoja en el pecho y hace | erugir los apretados dientes. El estremecimiento del arte En el desarrollo de la cultura rioplatense, cabe a Es- | recorre desde el primero al ultimo verso de esta cancion teban Echeverria una alerta destino de proa. Es el g Gerales, retorno al ideal de Mayo, la misma que, al tra\ de las “Bases” de su discipulo Alberdi, se concretaria . Es también este precursor,

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