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Literaratura y Sociedad Pages From Historia Literatura Sociedad y Una Coda Española (Version Alternativa) MAINER
Literaratura y Sociedad Pages From Historia Literatura Sociedad y Una Coda Española (Version Alternativa) MAINER
Literatura y sociedad
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102 José-Carlos Mainer
clásicos son los de Máxime Chevalier «El público de las novelas de caba¬
llerías» en Lectura y lectores en la España del siglo XVIy XVII, Madrid, Tur-
ner, 1976, págs. 65-103, y Daniel Eisenberg, «Who Read the Romances
of Chivarly?», en Romances of Chivarly in the Spanish Golden Age, Juan de
la Cuesta, Newark, 1982, págs. 89-118, a los que deben añadirse las ob¬
servaciones y referencias de la introducción de Juan Manuel Cacho Ble-
cua en su edición del Amadis de Gaula, Madrid, 1987, I, págs. 197-206,
y de María del Carmen Marín Pina, «La mujer y los libros de caballerías.
Notas para el estudio de la recepción del género caballeresco entre el pú¬
blico femenino», Revista de Literatura Medieval, III (1991), págs. 129-148.
Una sugerente visión de conjunto —con notable repaso de la bibliogra¬
fía— en Framjois López, «Las malas lecturas. Apuntes para una historia
de lo novelesco», Bulletin Hispanique, 100 (1998), págs. 475-514.
3 Construcción crítica y realidad histórica en la poesía española de los si¬
glos XVI y XVII, Madrid, 1968, donde señala Moñino que «el libro, el vo¬
lumen impreso con la obra lírica de un autor, es excepción entre los gran¬
des poetas del Siglo de Oro», para indicar a continuación el décalage entre
las fechas de muerte e impresión de las obras (Garcilaso, 1536 y 1543,
respectivamente; Castillejo, 1550 y 1573; Herrera, 1589 y 1619, para la
discutida edición de Francisco Pacheco). En algunos casos, está garanti¬
zada la abundante circulación de manuscritos: los de fray Luis de León y
Juan de la Cruz por los desvelos de sus compañeros de orden religiosa; los
de Quevedo por su carácter satírico, tan gustoso; los de Góngora porque
consta que fueron auténtico negocio. La realidad de la lectura en la his¬
toria ha merecido algún trabajo estimable en fechas recientes: así, el vo¬
lumen conjunto Livre et lecture en Espagne et en France sous l Anden Ré-
gime, París, 1981, con excelentes contribuciones de M. Díaz y Díaz,
Jaume Molí, Philippe Berger y Franqois López; la monografía del citado
Berger, Libro y lectura en la Valencia del Renacimiento, Valencia, Institu-
ció Alfons el Magnánim, 1987, 2 vols.; Trevor J. Dadson, Libros, lectores.
Estudios sobre bibliotecas particulares españolas del Siglo de Oro, Madrid,
Arco, 1998, o las agudas apreciaciones de Keith Winnom, «The Problem
of Best-Seller in the Spain Golden Age Literature, en Bulletin ofHispanic
Studies, LVIII (1980), págs. 189-198, y Sara T. Nalle, «Literacy and Cul-
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ture in Early Modern Casóle», Past and Present, 125 (1989), págs. 65-96,
además de las notas sobre formas orales y sobre lecturas públicas hechas
por Margit Frenk, Entre la voz y el silencio, Alcalá de Henares, Centro de
Estudios Cervantinos, 1997. Para el siglo xvm hay trabajos importan¬
tes del citado F. López, de Lucienne Domergue y el reciente volumen de
Iris M. Zavala Lecturas y lectores del discurso narrativo dieciochesco, Ams-
terdam, 1987, que, más allá de lo estadístico, intenta una exploración so¬
bre la relación autor-lector. Para la primera mitad del xix cabe señalar un
librito de Lee Fontanella, La imprenta y las letras en la España romántica,
Berna-Fráncfort, 1982, que no agota lo amplio del tema. Para la segunda
mitad, Jesús A. Martínez Martín, Lectura y lectores en el Madrid del si¬
glo XIX, Madrid, CSIC, 1991. Como observó Pierre Bourdieu en su li¬
bro clásico Les régles de l’art. Génése et structure du champ littéraire (París,
Seuil, 1992), los años posteriores a 1848 registraron la constitución y au¬
tonomía de la literatura como profesión y como mediación social; tam¬
bién en España, por supuesto: la futura monografía que aborde este pro¬
blema habrá de contar con los sustanciales subsidios de los trabajos de
Jean Frainjois Botrel incluidos en sus libros Pour une histoire littéraire de
PEspagne 1864-1914, Atelier Nationale de Reproduction des Théses, Uni-
versité de Lille III, 1985, 2 vols., y Libros, prensa y lectura en la España
del siglo XIX, Madrid, Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 1993.
4 Las líneas precedentes abrevian algo de las opiniones que he ver¬
tido en algunos trabajos: mi prólogo a la edición facsímil del catálogo
de Biblioteca Renacimento, 1915, Madrid, 1984, págs. 11-19; el artículo
«El Cuento Semanal (1907-1912); texto y contexto», en Formas Breves
del relato, ed. Aurora Egido e Yves R. Fonquerne, Zaragoza, 1986,
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La caducidad de la literatura
10 Un fino análisis sobre los motivos que labran el final de una moda
viene en el estudio de María Rosa Lida de Malkiel «Argenis o de la cadu¬
cidad en el arte», en Estudio de literatura española y comparada, Buenos
Aires, 1966, págs. 221-237, a propósito de la obra de Barclay tan leída
en el siglo xvn. Un marco teórico del problema, en el trabajo de Robert
Escarpit «Succés et survie littéraires», en Le littéraire et le social, ed. cit.,
págs. 129-163.
118 José-Carlos Mainer
11 Teoría estética, ed. cit., pág. 13. Sobre la «autarquía artística», cfr. el
interesante excurso que se recoge en págs. 403-419.
Literatura y sociedad 119
La función de la ideología
Parte, hijo del Caballero del Verde Gabán, cuya incipiente lo¬
cura por la literatura enciclopédica poshumanista parece tan
grave como la del ingenioso hidalgo: es obvio que la relación
entre vida y literatura, entre armonía libresca y discordancia
real, es uno de los temas centrales de Cervantes, por de con¬
tado). Más cerca de nosotros en el tiempo, un impresionante
fragmento de El juguete rabioso (1926), la espléndida novela
del argentino Roberto Artl, en que sus jóvenes héroes roban
la biblioteca de un colegio y seleccionan los libros que han
de guardar para su uso, nos proporciona una multiplicidad de
claves: la condición intelectual de aquellos outsiders porteños,
la fidelidad estilística de su autor a Baroja, la realidad de la
lectura formativa en medios desclasados e inquietos, y por
añadidura, la función genética del mimetismo literario en el
mundo personal de Roberto Artl20.
Pero las fuentes reales, por lo que toca a la experiencia viva
de la cultura, se hallarán en lugares mucho menos frecuenta¬
dos por los estudiosos: en correspondencias privadas, en pro¬
cesos inquisitoriales o en los alegatos de abogados de nuestro
tiempo, en el registro de bibliotecas particulares o de testa¬
mentarías, en la perduración (y hace bien poco lo comprobé
por partida triple) de la costumbre de compilar en autógra¬
fos poemas y pensamientos ajenos, fruto de lecturas, por
parte de un aficionado a las bellas letras. En la difusión so¬
cial de un modismo acreditado por la literatura (pensemos en
el Don Juan zorrillesco, en La venganza de Don Mendo, etc.)
o, en un marco más amplio, en la influencia de los héroes li¬
terarios en la onomástica. Paul Aebischer contabilizó los Rol-
dán y Oliveros que en el siglo xi atestiguaban en los registros
parroquiales el inexorable avance europeo de las leyendas de
los ilustres pares de Carlomagno; puede que hoy día hubiera
que censar las Vanessas y Sandras, los Óscar y los Sergio, que
neral que, en rigor, no existe por cuanto se limita a reunir historias espe¬
ciales bajo el mismo rótulo y a dosificar el número de páginas que según
sus teorías personales o los gustos del público hay que dedicar a cada una»
(«Algunas consideraciones sobre la situación actual de los estudios histó¬
ricos», en La[s] otra[sJ historiáis], 1 [1987], pág. 29, con amplia biblio¬
grafía sobre la nueva historia). Por lo que toca a lo literario, el alemán He-
mult Pfotenhauer ha trazado un excelente panorama de la dimensión
antropológica de la autobiografía (entre Rousseau y Proust) en Literaris-
che Anthropologie. Selbsbiographien und ihre geschichte-am leitfaden des lei-
bes, Stuttgart, 1987.
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