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(Quedanrgurosaente probibdas, sin a auoracin ected talc del copyrigh bajo lar rancionesexablecidas en las Leyes, la eproduccin oclo parcial de eta obra por cua {ules medio o procedimiento, comprendidee la reprogral el tratamiento informbico,y [a duibueidn de eemplares de ela mediante alquiler 0 présamo pics, Disefo de a eoleceifn: Joan Baallé Fotocomposicida: Victor Igual, S. L. (© 2002 del Prefici: Esperanta Guisin (© 2002 de la adc castllana pare Espaa y América: LL, Proveng, 260, 08008 Barcelona 361-7 Dept legal: B-27.173-2002 Tmpreso en Expatia 2002, — A&M Grif, S. L, Sansa Perpbua de Mogoda Barcelo Principia Ethica George Edward Moore Prefacio de Esperanza Guisan Traduccién castellana de Maria Vazquez Guisén CRITICA Bucelona CAPITULO 1 EL CONTENIDO DE LA ETICA 1. Resulta muy fécil sefialar, entre nuestros cotidianos, algunos cuya verdad tiene sin duda que ver con la Etica. Cuando decimos que ufulano 0 mengano es un buen hombre» o «ese tipo es tun bellaco»; cuando nos preguntamos «qué deberfa hacet?», 0 «jme equivoco al actuar asi?x; cada vez que nos atrevernos a hacer co- mentatios del tipo ela abstinencia es una virtud y la embriague in vvicio». Esto es, cada vez que discutimos la respuesta adecuada a qué ¢s fo correcto o damos razones para justificar que son ciertas 0 no nuestras opiniones sobre el carcter de las petsonas o la moralidad de las acciones, estamos planteando cuestiones que competen a la Etica. En la mayorta de los casos, cada vez que empleamos térmi- nos como «virtuds, evici no», emaloy, estamos haciendo con toda seguridad juicios ti si queremos discutir su verdad, tendremos que debatir un aspecto dela Etica. Peto aunque esto ¢s algo innegable, dista mucho de definir el Ambito de la Erica. Un Ambito que, en realidad, puede definitse como toda verdad comtin y peculiar al mismo tiempo a tales jui- ios. Aun asi, codavia tenemos que preguntamos y B manifieste que «bueno significa deseadon, los dos podrin estar afismando tan s6lo que cuando la gente utiliza esa palabra suele hacerlo para referirse alo que es placentero y a lo que se desea, respectivamente, Y éste podria ser un tema de debate bastante interesante si no fuera por- que no tiene ni una pizca més de cardcter ético que el plant miento anterior. Tampoco creo que ninguin exponente de la Etica naturalista estuviera dispuesto a aceptar que esto es codo lo que quiere decir. Todos ellos ponen un gran empefio en convencernos de que aquello que designan como lo bueno es lo que realmente debemos hacer. «Haz esto, reza, obra asl; porque la palabra “bue- no” se emplea para sefialar acciones de esta naturaleza.» Esta seria, desde esta perspectiva, la esencia de su doctrina. Al mismo tiempo que nos dicen obmo debemos comportarnos, nos dan a entendet que su doctrina es, en verdad, ética.;Pero qué absurda es la razén ) El contenido de le Erica 35 que nos ofrecen! «Vas a actuar asl, porque la mayoria de las perso- nas utiliza una determinada palabra para referirse a una conducta ‘como ésta.» «Vas a decir lo que no es, porque la mayorta de las pet- sonas io lama mentir»jEse si que es un buen argumentol Mis que- ridos sefiores, lo que queremos saber de ustedes como profesozes de Erica no es en qué sentido utilizan las personas una palabra; ni si- quiera el tipo de acciones que aprueban, que por supuesto sf pue- den tener que ver con el uso de la palabra ebueno». Lo que quere- mos saber sencillamente es qué es bueno. Puede que, en efecto, estemos de acuerdo con que lo que la mayoria de la gente conside- ta bueno, lo ¢s. En todo caso, nos gustard escuchar sus opiniones. Cuando decimos sus opiniones acerca de lo que es bueno, ¢5 es0 lo gue queremos decir. No nos importa que a eso le llamen «caballo» oumesar 0 willan, gut 0 bon o dya86s; lo que quezemos saber es a qué llaman asi. No podemos creer que, cuando dicen que wel pla- cer es bueno», s6lo se refieran a que wel placer es el placer y nada mds que eso. 12, Supongamos que un hombre dice «estoy contenton; y que esto no es ni mentira ni tampoco un ettor, sino la verdad. Pues bien, si es cierto, ;qué quiere decie? S que su mente, una ‘mente concreta, que se distingue de todas las demés por unas de- terminadas marcas, est experimentando en ese momento un sen- timiento especifico llamado placer. «Contento» s6lo significa obte- ner placer. Y aunque podamos estar més o menos contentos, i sxperimentamos una u otra clase de placer; siempre que independientemente de que sea mayor © menor, o del tipo al que pertenezca, lo que tenemos es una cosa del talmente indefinible, algo que no varia en funcién de su distinto grado 0 naturaleza. Podemos decir cémo se relaciona con otras co- sas. Por ejemplo, que esti en la mente, que causa deseo, que es algo consciente, etc. Podemos, digo, describir sus vinculos con otras co- sas, pero no podemos definirla.Y, si alguien intentara definicnos el placer como otto objeto nacural; si alguien dijera, pongamos por jue el placer significa la sensacién de rojo y de ello dedujera cer es un color, endriamos derecho a reirnos de ély a du- dar en el futuro de todas sus afirmaciones sobre el places. Pues 36 Principia Eohica bien, esa misma falacia serfa la que he denominado falacia natura- ca. Que xestar contento» no signifique «tener la sensacién de rojo» o alguna otra cosa, no quiere decir que vayamos a compren- det su significado. Nos basta con saber que «estar contento» no quiere decir lo mismo que «tener la sensacién de rojo». Aunque el placer no puede definirse en absoluco, pese a que el placer es el pla- cet y no otra cosa; aun asl, no tenemos ninguna dificulead en de- cir que estamos contencos. El motivo es que, por supuesto, cuan- do digo que «estoy contento» ne quiero decir lo mismo que cuando afirmo que «estoy sintiendo placer». Y, del mismo modo, tampoco tengo ningtin inconveniente en decir que «el placer es bueno» y, aun ast, no dar a entender que «placer» es lo mismo que «bueno», que placer significa bueno y que bueno significa placer. Si imagina- ra que cada vez que afirmo que «estoy contento» quiero decir exac- camente lo mismo que «contento», no deberia lamarle en realidad tuna falacia naturalista, aunque serfa la misma falacia que he deno- minado naturalista con respecto a la Etica. La razén para ello esté bastante clara. Cuando alguien confunde dos objetos naturales en- tre s{ definiendo uno por otto, sien un suponer él, que es un obje- to natural, se confundiera a s{ mismo con «contento» 0 con «pla- cer, que son otros; entonces no habria motivo para designar esta falacia como naturalista. Pero si confunde «bueno», que no es un objeto nacural en el mismo sentido, con cualquier otro objeto na- tural, entonces si que habria que denominarlo una falacia natura- lista; se ha hecho considerando que «bueno» lo marca como algo bastante especifico, y este error concreto, al ser tan comin, merece un nombre. Con respecto a las razones por las que bueno no debe considerarse un objeto natural, pueden discutirse en otro lugar. En este momento, es suficiente prestar atencién a esto, que incluso fuera un objeco natural, ello no alterarfa Ia naturaleza de la falacia ni disminuirfa en lo més minimo su importancia. Todo lo que he expresado sobre ella continuarfa siendo cierto, con la tinica dife- rencia de que el nombre con el que la he designado no resultarla tan apropiado. En cualquier caso, lo que me preocupa no es el ape- lativo, sino la falacia. No importa cémo la denominemos, con tal de que podamos identificarla cada vez. que nos topemos con ella. Y Elcontenido dela Erica 37 la encontraremos en précticamente todos los libros sobre Etica. Pese a todo, no se reconoce. Por eso, es necesatio multiplicar sus ejemplos. ¥ conveniente, darle un nombre, De hecho, se trata de tuna falacia muy simple. Cuando decimos que una naranja es ama- rilla, no pensamos que nuestro aserto nos fuerce a sostener que anaranja» no signifique otra cosa que «amarillo» ni que nada, salvo una naranja, pueda ser de color amarillo. ;Supongamos que la na- ranja también es dulce! Nos obliga ello a mantener que «dulce» es exactamente lo mismo que «amarillor, que «dulce» debe definirse como «amarillo»? Y, suponiendo que se admitiera que «ams Unicamente quiere deci «amarillo» y ninguna otra cosa, hace eso ‘que sea mAs dificil sostener que las naranjas son amarillas? Por su- puesto que no; al contratio, carecerla por completo de sentido afir- ‘mar que las natanjas son amarillas a menos que amarillo no qui siera decir més que «amarillor, salvo que fuera absoluramente indefinible, No tendriamos una nocién muy clara sobre las cosas que son amarillas. Tampoco llegarfamos muy lejos con nuestra Giencia si estuviéramos compelidos a mantener que cualquier cosa que fuera amatilla significara exacramente lo mismo que amarillo Nos encontrarfamos con que habrlamos de sostener que una na- ranja es exactamente lo mismo que un taburete, un troz0 de papel, un limén o cualquier cosa que 2 uno se le ocurra. Podrfamos pro- bar un sinfin de absurdos. Pero ;nos habriamos acercado més a la verdad? ;Por qué, entonces, deberia ser distinto con «bueno»? Por qué, si bueno es bueno e indefinible, tendria que negar que el pla cer es bueno? ¢Existe alguna dificultad en mantener que ambas co- sas son verdad al mismo tiempo? Todo lo contrario, no tiene sen~ tido decir que el placer es bueno a no ser que bueno sea algo diferente al placer. Por lo que se refiere a la Brica, resultarfa inttil demostrar, como ha tratado de hacer Spencer, que un incremento del placer coincide con un incremento de la vida, a menos que bue~ no signifigue algo distinto a vida o placer. Spencer podrfa, del mis- mo modo, intentar probar que una naranja ¢s amarilla mostrando que siempre esté envuelta en papel. in realidad, si resulta que ebueno» no denota algo simple e sélo hay dos altesnativas posibles. O bien es algo com- 38 Principia Ethica plejo, un todo determinado, sobre cuyo correcto andlisis puede ha- ber discrepancias; 0 bien no significa nada en absoluto y no existe la Etica como materia: Sin embargo, los filésofos de la Moral, en general, han procutado definir bueno sin advertir lo que debe sig- nificar esa buisqueda. En realidad, recurren a argumentos que im- plican uno o los dos absurdos considerados en el § 11. Lo cual jus- tificarfa que llegisemos 2 la conclusién de que la tentativa de definir bueno obedece fundamentalmente al deseo de claridad, ast como a la naturaleza posible de la definicién. De hecho, sélo po- demos tener en cuenta dos alternativas serias para llegar 2 la con- clusi6n de que «bueno» denota una nocién simple ¢ indefinible. Podria representar una nocién compleja, de la misma forma que lo hace ucaballon; 0 carecer por completo de significado, No obstan- te, a diferencia de las tesis defendidas por los que pretenden ofrecer una definicién de bueno, ninguna de las dos alternativas anteriores ha sido claramente concebida ni mantenida con rigor. Basta, por tanto, atenerse a los hechos para descartar cualquiera de ellas, 1) La hipétesis de que las diferencias con respecto al significa do de bueno se deben a una falta de acuerdo sobre el correcto and is de un todo determinado, deben consideracse claramente inco- rrectas por el hecho de que, cualquiera que sea la definicién que se roponga, siempre ha de ser posible preguntat, con significacién, acerca de lo complejo asi definido, si es bueno en si mismo, Uno de los ejemplos mds plausibles de una definicién de este tipo, pues- to que se trara tambign de una de las més complicadas, es que pue- da creerse ficilmente, a primera vista, que ser bueno puede signifi- car set aquello que deseamos desear. De este modo, si aplicamos esta definici6n a un caso particular y decimos que «cuando pense- ‘mos que A es bueno, estamos pensando que A es una de las cosas que deseamos desear, puede dar la impresién de que nuestra pro- posicién es bastante crefble. Pero, i indagamos algo més y nos pre- untamos si «es bueno desear desear A?», se observa, tras reflexio- ‘har un poco, que esea pregunta es en sf misma jefinteligible, al igual que la pregunta original «es A bueno’». Ahota bien, de hecho, es- tamos pidiendo exactamente la misma informacién sobre el deseo de desear A que demandébamos antes en relacién con la propia A. ) El contenida de la Erica 39 Pero esté claro, asimismo, que el significado de esta segunda cues- tién no puede analizarse correctamente en «jes el deseo desear A tuna de las cosas que deseo desear?». Lo que tenemos ante nosotros ro es algo tan complicado como la pregunta «_deseamos desear de- seat deseat A2s, Sobre todo, tras examinarlo, nadie puede conven- cerse ficilmente de que el predicado de esta proposicién —ebue- no»— es positivamente diferente a la nocién de «desear desear que se incluye en su sujero. «Que debemos desear desear A es bue- no» noes equivalence simplemente a «que A debe ser bueno es bue- no», Puede que, efectivamente, sea verdad que también siempre es bueno lo que deseamos desear; quizd, hasta lo contratio sea cierto. Pero resulta muy dudoso que sea éste e| caso. El mero hecho de que comprendamos muy bien lo que significa dudarlo, muestra clara- _mente que tenemos dos nociones diferentes ante nosotros. 2) Las mismas consideraciones sirven paca descartar la hip6tesis de que «bueno» no tiene ninguna clase de significado. Resulta muy légico caer en el error de suponer que lo que es verdad con caréc- tet universal tiene tal naturaleza que su negacién se contradice @ sf misma, Laimportancia que se ha atribuido a las proposiciones ana- liticas en la historia de [a filosofia muestra lo facil que resulta una cconfusién de este tipo. Y, de este modo, es muy facil legara la con- clusién de que lo que parece un principio ético universal es, en realidad, una proposicién idéntica; que si, por ejemplo, sea lo que fuere lo que se denomina «bueno» parece ser placentero, la propo- sici6n eel placer es lo bueno» no afirma la existencia de una cone- xién entre dos nociones diferentes, sino que s6lo hace referen tuna, la del placer, que es ficilmente reconocible como una e distinea, Pero cualquiera que se ponga a pensar con atencién qué es lo que, en realidad, se plantea cuando se pregunta si «es el placer (0 lo que pueda sex) bueno después de todo?», podra convencerse a si mismo de que no sélo se esté preguncando si el placer es placen- tero. Y, si realiza este experimento, de forma sucesiva, con cada nueva definicién que se le proponge, serd lo suficientemente ex- pperto como para percibir que lo que tiene ante s{ en cada caso es un objeto tinico y que, cada vez que se relaciona con cualquier otro objeto, puede dar lugar a una pregunta distinta. Todo el mundo 4 Principia Behice comprende Ja interpelacién «es esto bueno?», Cuando piens tll, ewenado sent er drone tl que undeaeeleyeose sges eso placentero,o deseado, o aceptado?». Pata dl tiene un sgn’, ficado dstinto, aunque al vex no sea capan de seal en qué die. ten. Cada ver que piensa en «mérito intrinsecov, 0 simportancia intrinseca», 0 dice que una cosa edebe exist, lo que tiene ante sf esl objeto tinico —la nica propiedad de las cosas — al que me re- fiero con cbuenos. Todos somos continuamente consvientes de esta nocién, aunque algunos nunca se den cuenta de que es distin. '3 a ots nociones de las que cambién son conscientes, No obstan. ‘6, para un razonamiento érico corzecto, resulta de vital importan- cia que nos demos cuenta de este hecho. Tan pronto como se comprenda claramente la natutaleza del problema, apenas habré dificul den avanzar hasta este punto en el andlisis, ‘ luna proposicién sobre la naturaleza dela felicidad gener, ni aca «dss conecin oa bond. Beneath niece ora bien, no quiero que se malinterpre it i heasigados ea aca Su dactbrino eee soluro el argumento de Bentham de que la mayor felicidad e dl Propio de la accién humana, Siempre que se entienda como una Propesiciénéica aly como es in duda el sentido que ye. Aun as, ese principio puede set verdad en los capitulos Bulent, nos ocupatemos de examina sie at. Bentham pods Paberlo mane, aligul que Sidgwick; a pesar de que la falacia is es que en realidad las 1 pata su propoticiin ica, en la medida co quecontenn tt finicidn de correcto, son falaces. Lo que sugiero es que dl no las El contenido de la Evia B percibié como falaces. Si lo hubiera hech buscar otras tazones para apoyar su Utilitarismo. Y, si hubiera pro- curado otras razones, podria no haber encontrado ninguna que considerase suficiente. En ese caso, habria cambiado todo su siste- ‘ma, una consecuencia importantisima. Indudablemente, también «es posible que hubiera pensado que bastaba con otras razones. En ‘ese caso, los resultados principales de su si ico se habrian mantenido incélumes. Pero, incluso en este tltimo supuesto, la utilizacién porsu parte de una falacia habria supuesto una seria ob- jecién para dl como filésofo de la Moral. Debo insistir, pues, en que no sélo es competencia de la Erica la obtencién de unos resul- tados verdaderos, sino también la biisqueda de unas razones validas para esos resultados. El objeto directo de la Erica es el conocimien- toy nola prictica. De modo que, por correctos que puedan ser los principios practices a los que se Ilegue, cualquiera que se sirva de la falacia naturalista no cumple sin duda este primer objetivo. ‘Mis objeciones al Naturalismo son, en primer lugar, que n0 oftece ninguna raz6n, y menos atin ninguna razén valida, para nin- atin principio ético. Esto por si solo ya no satisface los requisitos de la Etica como estudio cientifico. Pero ademas, en segundo lugar, aunque dé una razén pata principios no éticos, es a causa de la aceptacién de principios falsos. Engafia a la mente aceptando prin- cipios éticos que son falsos y, en esto, contradice cualquier finali- dad de la Etica. Si comenzamos con una definicién de conducta correcta como una conducta dirigida a la felicidad general al saber que la conducta correcta es con carécter universal la conducta con- ducente alo bueno, llegaremos entonces fécilmence ala condlusién de que lo bueno es la felicidad general. Por otra parte, una ver que reconozcamos que debemos empezar nuestra Etica sin una defini- ci6n previa, tenderemos a mirar mds a nuestro alrededor antes de adoptar cualquier principio ético. Y, de este modo, cuanto més ob- servemos lo que nos rodea, menos probabilidades habré de que adoptemos un principio falso. Puede replicarse a esto que, en con- secuencia, el nivel de certeza de nuestra definicién dependerd, a su vez, de cudnto nos hayamos fijado en nuestro entorno antes de es- tablecer esa definicién. Tracaré de mostrar, sin embargo, que no es Principia Ethica Peto sobre todo, Pensamos que enemos una defi ene manera légica, nuestros Principios é Teen age ttendetls correctamente, incluso si Ie hans d : mos EG Ya gue comenzaremos con laconvicegn de qe reeag Gullo. ¥, en consecuencia, no comprenta, Ente o los atajaremos con idn abierta, el propio sig. @ menos que esté confun. aparte del hecho de que cuard; icién no podemos defender, de Pensar otra cosa». 15. Nuestra pris tenido de ia. Etica, Fae ieraee definible e inan: std siempre vincula lo que la cosa en cu daa la cosa en cues. lestion es una causa 0 osas alas que se vin- Ell contenido de la Etica 45 cios éticos universales es completamente diferente. En gran me: da, las dificultades existentes en la especulacién ética comiin se de- ben a que no saben distinguirse con claridad. Esta diferencia ha sido trasladada, en efecto, al habla comiin a través del contraste en- tre las expresiones «bueno como medio» y «bueno en s{ mismo», valor como medio» y «valor intrinsecos, No obstante, estos t nos sdlo pueden aplicarse correctamente en los casos mas obvios Esto parece deberse al hecho de que la distincién entre los concep- tos que denotan no han sido objeto de una investigacién separada. En pocas palabras, esta distincién puede sefialarse de la siguiente manera, 16, Cada ver que juzgamos que una cosa es «buena como me- dion, estamos haciendo un juicio con respecto a sus relaciones cau- sales. Juzgamos tanto que tendrd un determinado tipo de efecto como que ese efecto seré bueno en si mismo, No obstante, resulta extremadamente dificil encontrar juicios causales que sean verda- deros con carécter universal. El carécter tan reciente de la mayoria, de las ciencias exactas y la escaser. comparativa de leyes que han lo- grado establecer hasta el presente son prueba suficiente de esta di- ficultad. En consideracién, por tanto, 2 lo que son los objetos mas frecuentes de los juicios éticos, esto es las acciones, resulta obvi que no podemos darnos por satisfechos con saber que cualquiera de nuestros juicios causales universales es verdadero, incluso en el sentido en que lo son las leyes cientificas. No podemos siquiera descubrir leyes hipotéticas del tipo «en estas condiciones, esta ac- cin conereta producird siempre ese mismo resultado», Para un juicio ético correcto sobre los efectos de ciercas acciones necesi mos algo mds que esto, en dos aspectos, 1) Necesitamos saber que una accién dada producid un determinado efecto, bajo cualquier circunstancia en la que suceda, Peto, pot supuesto, esto es algo im- posible. Ya que es cierto que, en diferentes condiciones, la misma accién puede producir efectos completamente distintos, en todos los aspeccos, sobre aquello de lo que depende el valor de los efectos. Por tanto, nunca podremos hacer més que una generalizacién, una proposicién como «a este tipo de accién le sigue generalmente este resultadov, E incluso esta generalizacién s6lo ser4 verdad si las cit- 46 Principia chica cunstancias bajo las cuales se produce la accién son genes ls misma. Est at logue sree en gran mednsen coo ado de la sociedad. Peso, cea ieee at psodo en muchos ao de nore wereses hacen 101 te ur permit : rn as dew eteminado tp de asin sera an dif. ue 5a sed pus ot En cuanto ala jucos es nc shen ermine esecn es ena como rnd pu cones ‘un tipo concreto de efect ( ae guno de ellos seré ve tp : seri cierto con carde- ke itera Y macs de alls ung en fereralmente crea » implica de nuevo juicios causales, pe in aoe ino, Por resltarrancbvio, tendemos aolvidar gue esta cuestién nunca puede responderse coveectamente 2 menos gue se nombre algo que puede asepurarse, No rodo puede aseetr Turse; € incluso, si consideramos que algo que no puede ol ne tien el mismo valor que aquello ques puede lograse la post dad de eso tlkimo, asi como desu valor, es esencial para que sea un in apropiado del accén, Por consiguiente ni nuestros jicos sobre qué acciones debemos realizar ni siquiera ae Oe bre los fines que deben producir son puros jos a or inet seco. Con respecto a lo primero, una accién que es absoluta: ried obligatoria puede no tener valor intrinseco alguno; que sea perfer: tamente virtuoso puede si icar sencillamente que a av de los efectos posibles. Y, por lo que se refiere a lo segundo, eos mejores resultados posibles que justifican nuestra accién pus = en cualquier caso, tener s6lo tanto valor intrinseco como nos Per mitan alcanzar las leyes de la nacuraleza: y puede que po miss to tengan valor intrinseco algun, sino que simplement Deed legar a er un medio para alcancar (en un futuro atin Ijano) algo que tiene ese valor. Cada vez, por tanto, que nos preguntemos veequé debemos hacer?» 0 «qué debemos tratar de alcanzar?» nos ¢ tamos planteando cuestiones que implican una respuesta conecaa otras dos preguntas de tipo completamente diferente ome nemos que saber tata qué grado de valor intinsco denen ls die ferentes cosas como de qué forma pueden obtenerse estas difer 2 Principia Ethica cosas. En realidad, la gran mayorta de cuestiones que se han discu- tido en la Etica —todar, de hecho, son cuestiones précticas_- com, Portan este doble conocimiento; pero se han discutidossin deren. ciar claramence las dos preguntas implicadas. En bucna medida muchos de los desacuerdos que prevalecen en la Etica se deben « este flo de andlisis. El uso de conceptos que suponen, al mismo tiempo, el valor intrnseco y lacelacidn causal como si slo se ref tieran al valor intrinseco, ha dado lugar a dos errores casi univers. Jes. O bien se asume que nada tiene valor inttinseco, lo cual no ee posible. O bien, que lo que es necesario ha de tenet valor intrinse, 0. De forma que el primer contenido propio de la Btica, la deter. minacién de qué cosas tienen valor inctinseco y en qué grado, no ha recibido un cratamiento adecuado en absolute, Por otro lade tambien se ha obviado, en gran parte, una discusién minuciora sox bre los medios, debido a una confusa percepcién dela verdad que es absolutamente irrelevance para la cuestién de los valores intsin, secos, Comoquiera que sea, con independencia del grado de con. vencimiento del lector con respecto a la exactitud dela respuesta a Ja pregunta de qué tiene un valor inttinseco, oa la pregunta de qué debemos hacer 0 a ambas, de alguno de los sistemas mutuamente contradictorios en este campo; ha de admitise, al menos, que las Preguntas de qué es lo mejor en s{ mismo y de qué produc’ lo mejor posible son completamente distintas. Las dos forman parte del Salad real dela eS Y, cuanto més claramente las diferen- ciemos, més posibilidades tendee mi cemos, mis p mos de responder a las dos co- 18, Para una completa descripcién del tipo aque debe responder Is Etica, hace fata sett aie Soe sas preguntas, como he dicho, pueden dividitse principalmente en dos: la pregunta de que cosas son buenas en si mismasy la pre- gunta de qué otras cosis se vinculan a ellas como efectos. La pr mera de ells, que es la cuestién ética primatia y que se presupone en laoxta, incluye una correcta distincidn entre las diferentes cosas que tienen valor intrinseco (si es que abundan) en funcién de au grado de valor. Semejante comparacién conlleva una dificultad de Principio que, en gran medida, ha ayadado a confundit el valorin, El contenido de la Evia 31 trinseco con la simple kbondad como medio», Ya se ha seialado que una diferencia, entre un juicio que afirma que una cosa es bue- naen s{ misma y un juicio que afirma que es un medio para conse- guir lo bueno, estriba en el hecho de que en el primer planteamien- 10, sies verdad que la cosa es buena en sf misma en un caso, lo sera necesariamente en todos; mientras que una cosa que produce bue- nos efectos en unas circunstancias puede no producitlos en otras. ‘Ahora bien, es cierto que todos los juicios de valor intrinseco son universales en este sentido; si bien, el principio que tengo que enunciar ahora puede dar a entender que no lo son, sino que sim- plemente se parecen al juicio de medio en que son generales. Hay, como mantendré a continuacién, un gran niimero de cosas dife- rentes, cada una de las cuales tiene valor intrinseco. Hay también muchisimas que son positivamente malas; y un ntimero, atin ma- yor, que no son ni lo uno ni lo otro. Puede ocurrir que una cosa, perteneciente a alguna de estas tres clases, forme parte de un todo que incluye, entre sus otras partes, cosas pertenecientes a la misma (0a alguna de las otras dos clases. Estos todos, ademds, pueden te- ner también valor intrinseco como tales. La paradoja, a la que es necesatio prestar atencién, es que el valor de exe todo no guarda una relacién proporcional a la suma del valor de sus partes. Una cosa buena puede mantener tal relacién con otra cosa buena que el va~ lor del todo formado por ambas sea muy superior 2 la suma de los valores de las dos. Pot otra parte, el todo integtado por una cosa buena y una cosa neutral puede tener un valor mucho mayor al que posee la propia cosa buena, Mientras que dos cosas malas, © tuna cosa mala y una neutral, pueden formar un todo mucho peor que la suma de lo malo de sus partes. Finalmente, hay también co- sas neutrales que patecen ser los tinicos componentes de un todo de gran valor, ya sea positivo o negativo, Resulta més dudoso que la suma de una cosa mala a un todo bueno pueda aumentat el va- lor positivo del todo, o que la incorporacién de una cosa mala a un todo malo pueda producir un todo con valor positive como es posible, debe tenerse en cuenta al menos esta po: cen nuesttas investigaciones éticas. Al margen de cémo decidamos cuestiones particulares, el principio esté claro. No debe asumirse 52 Principia Ethiea «que el valor de un todo equivale a la suma de los valores de sus partes. Un solo caso serd suficiente para ilustrar el tipo de relacién en cuestion. Bs cierto que ser consciente de la belleza de ut una cosa de gran valor int Mientras que, si nadi ciencia de él, ese mismo objeto tiene comparativamente poco va. lor. ¥, en efecto, suele mantenerse que no tiene ningun valor en ab- soluco. Pero la conciencia de un objeto bello es un todo en el que podemos distinguir como partes, por un lado, el objeto y, por otro, el ser consciente, Ahora bien, cada vez que somos conscientes de algo, este iltimo factor forma parte de un todo diferente. Y da la impresi6n de que algunos de estos todos tienen, en cualquier caso, muy poco valor e incluso podsian ser neutrales o positivamente alos, Aun asi, no podemos atribuir siempre la insignificancia de su valor a cualquier demeérico positive en el objeto que los diferen- cia de la conciencia de belleza. El propio objeto puede aproximar- se todo cuanto sea posible a la absoluta neutralidad. En conse- cuencia, ya que la mera conciencia no confiere siempre un gran valor al todo del que forma parte; aunque su objeto no tenga un gran demérito, no podemos atribuir a gran superioridad de la con- ciencia de una cosa bella sobre la propia cosa bella ala mera suma del valor de la conciencia y el de Ja cosa bella. Cualquiera que sea el valor intrinseco de la conciencia, no otorga al todo del que for- ‘ma parte un valor proporcional a la suma de su valor y el de su ob- jeto. Tenemos aqui una muestra de un todo que posee un valor in- trinseco diferente al que resulta de la suma del valor de sus partes. Sea o no asl en cada caso particular, este ejemplo sirve para ilustrar esa diferencia. 19. Existen, por tanto, todos que tienen la propiedad de pose- er un valor diferente al de la suma de los valores de sus partes. Las relaciones que subsisten entre rales partes y el todo del que forman Parte no han recibido hasta ahora un tratamiento diferenciado ni tampoco una denominacién distinca. Hay dos aspects que mere- ce la pena resefiar especialmente. 1) Estd claro que la existencia de cualquiera de esas partes es una condiciém necesaria para la tencia de ese bien que consticuye el todo. Esto mismo expresa la re- lacion existente entre un medio y la cosa buena que constituye su El contenida de la Erica 3 efecro. No obstante, existe una diferencia fundamental ene los dos casos. hecho de quel exstencia dela pare, diferencia de sedi, e# na condicion necesara para la propia extencia dele cosa buena dela que forma parte. La necesidad de a exstencia del medio, para que lo bueno en cuestin legue a exit es una nce sidad meramente natural o causal. Silas leyes de la naturaleza , podria existir gualmente el mismo bien aunque no én necesaria para su existencia. seco. Su compleca ani- no vararla en lo més minimo el valor de aquello pare cuya consecucién es ahora necesario. El caso de una pare le = todo que estamos considerando, en cambio, e dstino, En estes puesto, no puede concebirse la existencia de lo bueno en cuestién, nn di cexistiera lo que es ahora una con: cexista, La necesidad que los vincula a menos que la parce también exista, La n q la no depende de la ley natural. Lo que tiene valor intrinseco cexistencia del codo y esta existencia del todo incluye laexistenc su parte. Si se suprimiera esa parte, lo que quedaria no es aquel que se afirmaba que tenia un valor intrinseco. Mientras que, si lo que desaparee ese medio, lo que permanece so age se afirmaba que tenia un valor intrinseco. No obstante, 3 tenca de a pare puede no tener eno mama més valor inringes que la del medio. Este hecho es lo que constituye la paradoja de la telacién que estamos tratando, Como se ha dicho lo que dene vx 1 intrinseco es la existencia del todo y esto incluye la existencia de Ia parte, Parece gio infers quelaextencia del pare iene, por «anc, valor icrnsco, Sin embargo esta inferencia sera ran fsa como conclir que, porque el nimero de do pedras es ds, el de cada una de as piedras también es dos. La parte de un todo val so conserva exactamente el mismo valor tanto si forma parte de ee todo como sino Si sen valor en otras cicunstancias valor no serk mayor cuando forme parte de un rodo mucho mis valios,Y, sino tiene valor en sf misma, por grande que sea el valor del del que ahora forma parte, continua sin tenerlo, No hay, por tan- to, ninguna raz6n para que afirmemos que una misma cosa que es intisecamente buena en unas circunstancias nolo sa en vas como sila hay, en cambio, para afirmar que un medio que produ- 54 Pr ‘pia Eihica ce buenos resultados en algunas ocasiones pyede no producitlos en otras. Aun ast, podemos decir que es mucho més deseable que una cosa determinada exista en unas circunstancias que en otras, es de- cir, cuando existan otras cosas en tales relaciones con ella que for- men un todo més valioso. Esta no tendré més valor intrinseco en estas circunstancias que en otras. £sta no serd incluso necesariz mente un medio para la existencia de cosas que tengan més valor incrinseco. Pero serd, al igual que un medio, una condicién nece- saria para la existencia de aquello que tiene mayor valor intrinseco. Aunque, a diferencia de un medio, ella misma formaré parte de aquello existente més va 20. He dicho que la peculiar relacién entre la par 0 que acabo de intentar definir, ¢s una de las que noha we foun nombre propio. Sin embargo, seria vitil que tuviera uno, Hay un término que podrfa resultat apropiado para ella, con tal de que pu- diera deslindarse de su desafortunado uso actual. Los filsofos, en especial aquellos que pretenden haberse beneficiado consider mente de ! 8 a de Hegel, han empleado con frecuencia mamente los términos «todo orginico», «unidad orgénica» y «rel cién organic La razén por la que estos términos reelrlen apropiados, para el uso que he sugerido, es que la peculiar relacién de las partes con el todo, tal y como ha propiedades que distingue los todos a los que, de hecho, se ha a ado con mis frecuencia. El motivo por el que seria deseable que se aparcasen de su uso actual es que, tal y como se utilizan, no tienen un sentido distinto y, por el contratio, conllevan y propagan al mismo tiempo errores derivados de di Al decir que una cosa es un «todo orginico», su que sus partes estin relacionad. como medios para un fin. Asi entenderse entre siy con el propio todo, 0, se entiende que ello supone uc tienen la propiedad descrita en fiass tales como que «no tie nen mds significado o trascendencia que la del todo», Por dltimo, se trata también este todo como si cuviera la propiedad a la que Propongo que se restrinja el uso de esta enominacién. Los que em- Plean el término, sin embargo, ao nos indican en general eémo su. Ponen que se relacionan estas «res propiedades entre sf. Da la im. ) El contenido de la Erica 58 presi6n de que normalmente se asume que son idénticas: y que Siempre, al menos, estén necesariamente conectadas unas con otras. Ya he tratado de mostrar que no son idénticas, suponerlo es obviar las distinciones sefiladas en el ltimo pérrafo, Simplemen- te por haber fomentado tal descuido, bien podria interrumpirse su uso. Pero existe atin una raz6n. mucho mds convincente para su erra- dicaciOn. Lejos de estar necesariamente conectada, la segunda es tuna propiedad que, al ser una concepcidn auro-contradictoria, no puede ligarse a nada. Mientras que la pri i sentido mds importante, se aplica a muchos casos a los que no te- nemos ninguna razén para pensar que también se aplique la erce- ra. Y latercera se aplica, desde luego, a muchos alos que no se apli- ca la primera Estas relaciones ent las tres propiedades que acaban de irse pueden ilustrarse mediante la teferencia a un todo del tipo del que se derivé el cérmino «orgénicor —un todo que sea un ofganismo en el sen o—, a saber, el cuerpo humano. 1) Entre muchas partes de nuestro cuerpo existe (aunque no en- in que se ha hecho popular a través dela fabu- la, atribuida a Menenius Agrippa, sobre el vientre y sus érganos. En él, podemos encontrar partes cuya existencia continuada es una condicién necesaria para la existencia continuada de otra: al tiem- po que la existencia continuada de esta dltima es también una con- dicién necesaria para la existencia continuada de la primera. Esto equivale a decir que, en el cuerpo, tenemos una muestra de dos co- sas, ambas duraderas cierto tiempo, que tienen una relacién de mutua dependencia causal entre ellas, una relacién de «reciproci- dad». Con frecuencia, es esto lo tinico que quiere darse a entender cuando se declara que las partes del cuerpo forman una «unidad or- {ginican; o que son mutuamente medios y fines unas con respecto a las otras, Ciertamente tenemos aquf una caracteristica sorprenden- te de las cosas vivas. Aunque seria muy precipitado afirmar que esta relacién de mutua dependencia causal slo se manifiesta en las co- sas vivas y que, por tanto, es suficiente para definir su peculiaridad. Resulta obvio que dos cosas que mantengan esta relacién de mutua dependencia no pueden tener valor intrinseco, o bien que una lo 56 Principia Ethica tenga y la otra carezca de él, No son necesatiamente «fines» la una con respecto a Ia otra en ningin sentido, salvo en aquel en que «fine significa wefecto», Sobre todo, esté claro que, enveste sentido, el todo no puede ser un fin para ninguna de sus partes. Tendemos ahablar de vel todo», en contraste con una de sus partes, cuando de hecho sélo damos a entender ef resto de las partes. Pero el todo, en sentido estricto, debe incluir todas sus partes. Ninguna parte pue- de ser causa del todo, porque no puede ser causa de si misma, Escé claro, por tanto, que esta relacién de mutua dependencia causal no implica nada con respecto al valor de cualquiera de los objetos que la posean y que, incluso si dos de ellos tienen también valor, esta relacién existente entre ellos no puede mantenerse entre la parte y de todo. Pero 2) puede darse el caso también de que nuestro cuerpo como todo tenga un valor mayor a la suma de los valores de sus partes. Puede ser esto lo que quiere darse a entender cuando se dice que las partes son medios para el todo. Es obvio que, si nos Preguntamos «por qué deberian las partes ser tal y como son?», tuna respuesta apropiada podria ser «porque el todo que forman tiene tanto valor». Pero es igualmente obvio que la relacién, que afirmamos que se mantiene entre la parte y el todo, es muy dife- rente a la que afirmamos que existe entre parte y parte cuando de- cimos esta parte existe, porque aquélla no podifa existr sin ella». En el Ultimo caso, afirmamos que las dos partes estin conectadas causalmente. Mientras que, en el primero, la parte y el todo no Pucden estar conectados causalmente; y la relacién, que afirma- mos que existe entre ellos, puede existir incluso aunque las partes ‘no estén tampoco conectadas causalmente, No todas las partes de tun cuadro tienen esa relacién de mutua dependencia causal, que media entre ciertas partes del cuerpo. No obstante, la existencia de aquellas que no la tienen puede ser absoluramente esencial para el valor del todo. Las dos relaciones son bastante diferentes en cuan- to asu clase, y no podemos inferir la existencia de una de la de la otra. Por tanto, es intitil tratar de incluir a ambas bajo la misma denominacién, Si hemos de decir que un todo es orginico por- ue sus partes son (en este sentido) «medios» para el todo, no de- El contenido de la Erica 37 bemos decir que es orginico porque sus partes dependan causal- mente entre si. 22. Aunque, finalmente, 3) el sentido que ha prevalecido entre los usos recientes del sérmino «todo orginico» es aquel por el que se afirma que las partes de un todo tienen una propiedad que no puede manifestarse en ninguna parte perteneciente a un todo. Se supone que, del mismo modo que el todo no seria lo que es a no set por la existencia de las partes, las partes tampoco serian lo que son a no ser por la existencia del todo. Esto se entiende en el senti- do no sdlo de que cualquier parte, en particular, no puede existir a menos que las otras existan también (tal y como sucede cuando existe la relacidn 1) encre las partes); sino que, en realidad, la parte no es un objeto de pensamiento distinto, que el todo, del que for- ma parte, es a su ver una parte de ella. Basta reflexionar un poco para darse cuenta de que esta suposicién es auto-contradictoria. Podemos admitir, en efecto, que cuando una cosa particular es una parce de un todo, pose un predicado que de otra forma no posee- rfa 0, fo que es lo mismo, que es parte de ese todo. Pero lo que re- sulta inadmisible es que este predicado altere la naturaleza o entre cen la definicién de la cosa que lo tiene. Cuando pensamos en la (propia parte, sélo queremos significar aguello que afirmmamos que, ten este caso, tiene el predicado de que es parte del todo. La mera aseveracin de que ella es una parte del todo implica que ella mi ma deberia ser distinta a lo que afirmamos de ella. De otra forma, ‘nos contradirlamos @ nosotros mismos puesto que afirmaramos que, no ella, sino algo distinto —a saber, ella junto a lo que afi- mamos de ella— tiene el predicado que le asignamos. En resumen, esté caro que ninguna parte contiene analiticamente el todo al que pertenece ni tampoco ninguna otra parte del todo. La relacién de Ia parte con el todo noes la misma que la del todo con la parte, la definicidn de esta dltima es que contiene analiticamente aquello de lo que se dice que es su parte. Esta doccrina auto-contradicroria constituye el tasgo principal que muestra la influencia de Hegel en Ja filosofia moderna, una influencia que impregna casi toda la filo- sofia ortodoxa. ;Esto es lo que implican, generalmente, las voces que se alzan contra la falsificacién de lo abstracto, que un todo es 38 Principia Ebica ap Parte de Su parte! «Si quiere. ‘conocerse la verdad sobr URg Pate —se nos dice—, debe considerarse noesa pave ere Gaunto, a saber, el todo: nada es verdad acerca de In earn ee denen acerca del rodo.» Sin embargo, debe ser vertad So seat a menos que es una parte del tadoy esobvic qos wet que lo es, no queremos decir s val tode 68 pate des miso. Esta dotina, pore macy ne pace eee Sgnifeado trascendencia que ls del completo, Ella misma i declercin eo suns parte den odon dene ign ie Pueda tenedo, tanto el syjeto como el predicado deter en a aante disso, Seve claramente elmo eta fs doce, bas confusion de las relaciones 1) y 2), que pact realmente propiedades dels todos. a 44) La existencia de una paste puede estar vag ae pu ligada, a paulo casual al exstencia de as mae (Adem le que tuna pare de un todo y lo que a dese a Gea ifieran intrinsecamente, pueden designarse ne oe Linico y mismo nombre. De este modo, tomando ue eee et G2 sim bros cored cutipo humano, todavia Wes . Pero un brazo, cuando es una parte del tno aun brat muet. Esto puede levrces nk git tel brazo, que es una parte dl cuerpo, no fiers tal partes y a creer que le contradecin se calidad, una caratersica de as cosas Pete: da ‘muerto nunca fue una parte del cuerpo; es sil tco al braao vive. Aquella partes syns te a pensar fa lo que es sino expresada es, en hecho, el brazo 6s sélo parcialmente idén- identicas a las partes del pertenezcan o no al cuer- P le una misma cos fez, constituye una parte ree, conti Ys otra, no forma parte del todo orgénicos. Por otro lado, aquellas propicdades que pore isten de ninguna otra manera una Po. Tenemos aquf un claro ejemplo di brazo vivo y no el muerto, no exis ) El contenido de la Etica 59 no llegaran 2 formar parte del cuerpo, serian exactamente lo mismo ‘que son cuando sf forman parte de él. Que se diferencian intrinse- camente de las propiedades del brazo muerto y que forman parte del cuerpo son proposiciones no relacionadas analiticamente entre hay contradiccién al suponer que retienen tales diferencias inttinsecas y, aun asf, no forman parte del cuerpo. Pero, 4) cuando se nos dice que un brazo vivo no tiene orro sig- nificado 0 trascendencia aparte del cuerpo al que pertenece, se a tambidn otra falacia, La expresién «tener significado o tras- cendencia» se emplea normalmente en el sentido de «tener im- portancias; y esto, de nuevo, significa «tener valor como medio 0 como fin». Ahora bien, es muy posible que incluso un brazo vivo, fuera de su cuerpo, no tuviera ninguna clase de valor intrinseco, aunque el todo del que forma parte tenga un gran valor intrinseco debido a su presencia. De este modo, podemos concluir fécilmen- te que, como parte del cuerpo, tiene gran valor, mientras que por si ‘mismo no tendrfa ninguno. Y, asimismo, que su «significado» com- pleto reside en su relacién con el cuerpo. Pero, de hecho, el valor en cuestién no le pertenece obviamente a é/en absoluto. Tener va- lor tan sélo como una parte equivale a no tenerlo en absoluro, a ser simplemente una parte de lo que silo tiene. Sin embargo, debido a.esta falta de distincién, la afirmacién de que una parte tiene un valor, como parte, que de otro modo no tendrfa, conduce fécilmen- te a suponer que es también diferente, como parte, de lo que se- ria de otra manera. Lo cierto es, en efecto, que dos cosas que pose- en un valor diferente deben diferir también en otros aspectos. Al asumirse, por tanto, que una misma cosa, por ser en una ocasién parte de un todo mis valioso que en otra, posee en consecuencia mis valor intrinseco en una ocasién que en otra; se ha fomentado la creencia auro-contradictoria de que una misma cosa puede ser dos cosas diferentes ser s6lo verdaderamente lo que es en una de estas formas. Por estas razones, cuando parezca conveniente, me tomar bertad de usar el rérmino sorgénico» con un sentido especial. Lo ‘emplearé para denotar el hecho de que un todo tiene un valor in- trinseco diferente al de la suma de los valores de sus partes. Lo uti- 60 Principia Exbica lizaré para referirme a esto y tinicamence a esto. El término no im- plicard relacién causal alguna entre las partes del todo en cut Ni implicard campoco que las partes sean inconcebibles excepto como partes de un todo. Ni que, cuando forman parte de ese todo, tengan un valor diferente al que tendrian si no formasen parte de i, Entendida en esce sentido especial y perfeccamente delimitado, latelacién de un todo orgénico con sus partes es una de las més im- portantes que la Erica tiene que identificar. Una parce considerable de esta ciencia deberia ocuparse de comparar los valores relativos de varios bienes. Y, si se asume que cuando dos cosas forman un todo cl valor del mismo se obtiene simplemente por la suma de los valo- tes de esas dos cosas, se cometerdn los mds crasos errores. Con este asunto de los «todos orginicos», pues, completamos la enumera- cién del tipo de problemas de los que ha de ocuparse la Ei 23. En este capitulo, he procurado hacer valer las si conclusiones. 1) La peculiaridad de la Etica no co: gat las afirmaciones relativas a la conducta humana, sino en inves- tigar afirmaciones relativas a esa propiedad de las cosas que se de- nota con el término «bueno» y a ¢sa propiedad contraria a la que alude el término «malov. Para establecer sus conclusiones, tiene que indagar la verdad de sodas las afirmaciones de este tipo, excep- to aquellas que afirman la relacién de esta propiedad inicamente con una sola cosa existente (1-4). 2) Esta propiedad, con referencia ala cual debe definirse el contenido de la Etica, es en sf misma sim- ple e indefinible (5-14). Y 3) todas las afirmaciones, acerca de su relacién con otras cosas son de dos y, tan s6lo, de dos clases: o bien afirman en qué grado las cosas mismas poseen esta propiedad, o bien afirman que hay relaciones causales entre otras cosas y aque- llas que la poseen (15-17). Finalmente, 4) al considerar los dife- rentes grados en que las cosas mismas poseen esta propiedad, tene- ‘mos que tener en cuenta el hecho de que un todo puede poseerla enn grado diferente del que se obtiene por la sua de los grados en que la poseen sus partes (18-22)

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