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BEAUMARCHAIS EL BARBERO DE SEVILLA oO LA PRECAUCION INUTIL ‘Tulo original: LE BARBIER DE SEVILLE y REA al La Ow Lida, Proyectos editorials, S.A., 1984 Traduecién cedida por Editorial Bruguera, S.A ISBN: 8 CARTA MODERADA SOBRE EL FRACASO Y LA CRITICA DE «EL BARBERO DE SEVILLA» EL AUTOR, VESTIDO MODESTAMENTE, CON GESTO CORTES, PRESENTA SU OBRA AL LECTOR esos felices momentos en los que, libre de preo cupaciones, contento con vuestra salud, vuestros negocios, vuestra mujer, vuestra comida'y vues- tro estémago, podéis dedicar complacido un re a la lectura de mi obra El barbero de porque todo esto se precisa para ser un hombre divertido y un lector comprensivo Pero si algiin suceso inesperado alterd vuestra salud, si vuestros negocios van de mal en peor, si la mujer amada ha faltado a sus promes: tuvisteis una mala comida o una pesad ti6n, jah! ro: no es éste el momento, Podéis examinar el figuran vuestros gastos, si entonces, dejad mi Ba apartado donde aros de la suerte de vuestro adversario, releer el infame bill habjais hurtado a Rosa, 0 repasar las magnificas obras de Tissot sobre la templanza y hechas de reflexiones politicas, econdmicas, filosoficas ete que y morales. © si vuestro estado es tal que os resulta absolutamente necesario olvidarlo, hundios en una butaca, abrid el periddico establecido en Bouillon con enciclopedia, aprobacién y privile gio, y dormid seguidamente una hora o dos {Qué aliciente ofreceria, en medio de estos amargos humores, una producci6n ligera? ¢Y por qué habia de interesaros el que Figaro, barbero, se burle del médico don Bartolo y ayude a un rival a arrebatarle a su amada? El que otros estén alegres, cuafdo uno esté mal, no divierte. Ademis, ¢qué puede impoftaros que este bar- bero espanol al llegar a Paris tenga algunos contratiempos, ni mucho menos que la prohibi- cién de su ministerio haya dado pabulo a las quimeras de mi imaginacién? Los asuntos del projimo sélo consiguen intétesarnos cuando los nuestros no nos inquietan Pero dejémoslo. ;Marchan bien vuestras co: sas? ¢Tenéis buen estémago, gran cocinero, mu- jer decente y reposo envidiable? Entonces, ha- blemos, hablemos: recibid a mi Barbero. Harto comprendo, sefior, que han pasado ya aquellos tiempos en que guardaba mi manuscrito reservadamente, imitando a la coqueta que mas de una vez rechaza lo que esta deseosa de obtener, y daba de él alguna lectura a personas selectas que sentian el deber de complacerme con un exagerado elogio de la obra ;Oh, qué dias tan dichosos! Asegurado el aplauso por el lugar, el momento, el escogido auditorio y la magia de una lectura correcta, yo discurria rapidamente a través del débil fragmen- to, dando un acento especial a aquellos luga- res més inspirados; después, recogia con la vista los elogios con falsa modestia y yozaba de un triunfo, tanto mas dulce, cuanto ningiin pica- ro actor me arrebataba de él las tres cuartas partes. jAh!, pero, ¢qué queda ahora de todo lo que arrastraba aquel zurr6n? En el momento en que precisaria milagros para atraer vuestra atencién, cuando ni la vara de Moisés serviria para ello, ni siquiera me queda como recuerdo el baculo de Jacob; ni el més ligero escamoteo, ni la trampa, ni la coqueteria, ni la inflexin de voz, ni la . Es mi talento, desnudo, el ilusion teatral..., nad: que vais a juzga ‘No os extraiiéis, pues, sefior, si, templando mi estilo de acuerdo con la situacién, no obro como esos escritores que se ufanan llamandoos con neglicenc lector, amigo, querido lector, bené- volo o devoto lector, o cualquier otro apelativo galante, esos insensatos tratan de entablar amistad con su juez, y que a menudo lo que consiguen es atraerse sus reproches, Estoy acostumbrado a ver que la adulacién no convence a nadie y que que yo califico de incorrecto, conel cual s6lo la humildad del que escribe sabe inspirar la indulgencia de su noble lector Y, equé escritor tuvo jamas necesidad de ella como yo? Es initil disimular: hace tiempo, y en distintos momentos de mi produccién, tuve la debilidad de ofreceros un par de modestos dra nas; realmente, producciones monstruosas, in duda de ello?, si no hay nada que medie la tragedia y la comedia: esto esta resuelto, lo dijo el maestro, la escuela lo proclama a los cuatro vientos; y yo, personalmente, estoy tan convencido de ello, que si hoy pretendiera sacar a escena a una madre envuelta en Manto, a una esposa engafiada, a una hermana que ha incurri- do em desliz 0 a un hijo desheredado, para oftecerlos con decencia al publico, tendria que empezar creandoles un pais en el que pudieran moverse con libertad, acasd un archipiéla o bien otto raro lugar del muhdo; ademés de que lo inverosimil de la fabula, el abultamiento de caracteres, lo monstruoso delas ideas y la retor ca del lenguaje, no sélo no nie acarrearian repro- ches, sino que me conducirian al éxito jPresentar personajes de mediana condicién, agobiados y caidos en desgracia! ;Qué disparate! Nunca se debe mostrarlos de otra manera, sino burlados. Los ciudadanos ridiculos y los reyes tristes, he aqui todo el teatro que poseemos y todo el que se sab sabido, es una realidad que no quiero discutir més con nadie. Tuve en otro tiempo, sefior, la debilidad de presentar; y lo doy por escribir dramas que no eran de buen género; estoy muy arrepentido, Acuciado después por los acontecimientos, me arriesgué en unas desafortunadas Memorias aron de buen gusto, que mis enemigos no juz y de las cuales ce Hoy pongo ante vuestros ojos una comedia ‘ruel remordimiento. wen tono muy alegre, la cual no consideran de al modo alguno consolarme Tal vez un dia me atreveré a herir v uestro ido 45 maestros de renombre; y no puedo en con una 6peraen la que los jévenes diran otra vez que la musica no es del todo francesa, y por ello estoy avergonzado de antemano Dees res y disculpas, pasaré mi vida persiguiendo yuestra indulgencia sdlo por la ingenua buena fe con que reconoceré las unas mientras os presento manera, entre faltas y perdones, erro- las otras. En cuanto a El barbero de Sevilla, no es para corromper vuestro juicio por lo que adopto ahora aqui el tono respetuoso: pero se me ha asegurado con insistencia que cuando un autor sale del teatro, si bien desquiciado, vencedor, no Ie falta sino verse lisonjeado por vos y atacadoen algunos periddicos para que pueda considerar que ha obtenido toda clase de laureles literarios. Mi gloria es segura si os digndis concederme el lauro de vuestra aprobaci6fi, pensando que mu chos sefiores periodistas no me negaran el de sus ataques. Ya uno de estos periodistas, que esta afiliado al Bouillon, con aprobacién y privilegio, me ha concedido el honor enciclopédico de ase- que mi obra carecia de plan, de unidad, de caracteres y que estaba va- gurar a sus adictd fa de toda intriga y desnuda de la menor co- micidad. Otro, todavia més inocente, aunque sin apro: bacién, sin privilegio e incluso sin enciclopedia, tras una ingenua exposicién de mi drama, juntaal lauro de su critica este esperanzador clogio de mi persona: «La reputacién del sefior Beaumarchais esté muy quebrantada. Las personas cultivadas se hallan, en fin, convencidas como se de que, tan pronto hayan arrancado las plumas de ganso, s6lo quedaré un vil cuervo negro con toda su desvergiienza y voracidad» Puesto que, en efecto, hg tenido 2a de escribir El barbero de Sevilla, para Ilenar el hordscopo entero, Hlevaré mi voracidad hasta rogaros humildementé, sefior, que os mo- lestéis en juzgar por vuestia propia cuenta, sin hacer caso a las criticas pasadas, presentes y furu- ras, ya que sabéis muy bien que las gentes de periddico son, a menudo, enemigas de los hom- bres de letras; tendré asimismo la voracidad de preveniros de que, estando preso en mi negocio, querdis o no, debéis ser mi juez absoluto, puesto que sois a la vez mi lector. Y quede bien sentado, sefior, que si para evitaros esta molestia o para probarme que razo- no mal os negais a leerme, heriréis una peticién de principio, impropia de vuestras luces: no desver giier rr siendo mi lector, no seréis la persona a quien se dirige mi demanda. Y si, por despecho de la dependencia que parece que os impongo, decidis arrojar el libro al Tlegar a este punto, seria como si en medio de eualquier otro juicio fuerais arrebatado al eribu- tral ya por la muerte, ya por un accidente que os Uiminase del ntimero de los magistrados. No podéis evitar el juzgarme sino convirtiéndoos en Palo, negativo, aniquilado y dejando de existir en calidad de lector mio. TAh!, gqué ofensa os hago colocindoos més alto que yo? Después del placer de gobernar alos hombres, el mas grande honor, gacaso no consis te en juzgarlos...? Veamos, pues, que todo esti arreglado. No reconozco més juez. que vos; sin exceptuar a los sefiores espectadores, que por juzgar s6lo a pri- mera vista ven con frecuencia anulada su senten- cia por vuestro tribunal, El asunto habia sido planteado primero ante ellos en cl teatro, y, habiendo reido los especta~ dores a boca Ilena, pude creer que habia ganado mi causa én la audiencia. Nada de eso; el mismo periodista del Bouillon afirma que si se han reido es de mi. Todo ello n en lenguaje forense, un embrollo de procurador Como mi propésito era divertir a los espectado- res, tanto si se han reido de mi obra como de mi, si se han divertido, he conseguido plenamente mi intencién. Por todo ello, afirmo que he ganado el pleito en la audiencia, es mas que, como se dice El mismo periodista asegura también, 0 por lo jeja entender, que yo he querido conquistar @ ti algunos de estos sefiores, convir- dolos en lectores particulares de mi obra, y comprado sus votos de antemano con esta distincion. Pero esto no es mas que una ocurren, cia de publicista aleman. Es cierto que mi inten- cién no ha sido jamés la de instruirles: era todo una especie de consultas que yo hacia sobre el los consulta- dos, después de haber emitido su opinién, se han meollo del asunto. Ahora bien confundido con los jueces, tened en cuenta que no estaba en mi mano el evitarlo y que ellos mismos por delicadeza debian rehu: parcialidad por mi barbero andaluz. iY bien!... ;Ojalé hubiesén conservado un poco de parcialidad para este joven extranjero! Habriamos tenido menos jrabajo al soportar nuestra efimera desgracia. Asi son los hombres: alcanzais un éxito, os acogen, os llevan en andas, 0 acarician, quedan honrados con vuestra amis tad; pero guardaos de tropezar en vuestra carre- ra: al més pequefio fracaso, joh, amigos mios!, pensad que ya no tenéis amigos. ¥ esto es lo que nos sucedié al dia siguiente de la més triste noche. Hubierais visto a los débiles amigos del Barbero dispersarse, ocultar el rostro © escapar: las mujeres, siempre tan resueltas cuando protegen, hundidas hasta el plumero en sus capuchones y bajando los ojos confusos; los hombres, buscdndose unos a otros, arrepintién- dose de los elogios que de mi obra habian hecho, fan eee lll achataban a mi forma de leer el falso placer que Jes habfa producido. Fue una total deserci6n, una oluta. esolacion certs unos se volvian a la izquierda al oirme cha y simulaban no haberm Pisto} job, dioses!; otros, mas atrevidos, siempr asegurandose de que no eran vistos por nadie, me pasar por la der pujaban hacia un rinc6n para decirme * Ah! causa comin ontra mi, era justo, sefiora y caballero. ue en comin os ofreciese asimismo mi justificacion Estad, pues, seguros de que al hacer profesié adorar a las bellas y de temer a los mé digo mal de la belleza, es siempre bromeando, y si me chanceo un poco con la medicina, no lo hago nunca sin temblar »Mi opini6n sobre vosotras, sefioras, no es en modo alguno sospechosa, y mis mayores enemi gos se ven obligados a confesar que, en un instante de mal humor en que mi despecho contra u que me detenia de repente al I a bella iba a abarcarlas a todas, se vio ar a la vigésima quinta copla, y con el mas vivo arrepentimiento escribi en la vigésima sexta esta satisfaccion a todas las hermosas que estuviesen irritadas Sexo deli tu corazén, juguete del deseo, 10, si yo critico con frecuencia traidor al amor, v0 siempre fiel al placer, de esta broma, oh diosas mias, no traméis la venganza debi miado en deseos de compartirlas. que, jay!, elque censura vuestra estd in +En cuanto a vos, doctor, todo el mundo sabe que Moligre Siento mucho —dijo él levantandose~ que no me sea posible aprovecharme por mas tiempo de vuestras luces, pero la humanidad no puede salir perjudicada por mas tiempo. Y me dejé, a fe mia, con la boc frase en el aire —Yo no sé —dijo riendo la hermosa enf si sois digno de mi perdén ierta y la pero lo que si que nuestro doctor no os perdonara nunca. Nuestro, sefiora? Mio no lo serd jamas ~¥ epor qué? —No lo sé; temeria que se mantuviese por debajo de su deber, ya que, por lo visto, no sabe sobreponerse a las bromas que se le dirigen »Este doctor no es de los de mi gusto. Un homt re diestro en su arte que setreva a confesar de buena fe su incertidumbre, 1d bastante espiri- tual para refrse conmigo de lo,que ellos llaman nfalible, tal es mi médico. Ofrec atenciones, que él llama visitas; dindome sus dome sus consejos, a los que él califica de recetas, cumple dignamente y sin ostentacign las mis nobles funciones de un alma sinceraly sensible »Al tener mas ingenio se plantea mas proble- mas, que es todo lo que se puede conseguir en un arte tan util como incierto. E| me enseiia, me consuela, me dirige, y la naturaleza pone demas. Por es él el primero en dirigi Ilo, lejos de tomar a mal las bromas, contra la pedanteria A aquel fatuo que le dice gravemente >—De ochenta fluxiones de pecho que he tratado este otofio, sélo un enfermo se me ha muerto en mis manos. 36 Mi doctor le responde sonriendo: »—He atendido este invierno a mis de c pacientes y, jay!, solamente he conseguido salvar »Ya veis. Asi es mi médico. »Yo le conozco. Permitidme, pues, que no le ante lograra 0 esté enfer- cambie con el vuestro. Jamas un p despertar en mi confianza cuando y mo, de la misma manera que una mojigata no obtendra mis atenciones cuando me hallo en plena salud. Pero soy un necio. En vez de recordaros mi arrepentimiento ante el bello sexo, sé que deberia contarle la estrofa de la mi ésta esta escrita ex profeso para él jigata; amenizar mi poesia, al azar, pintor de fantasia, La mujer sonrie finamente al autor; la imprudente, que se siente herida, cxcm delat ra es su delator. talento que se rie, A propésito de las canciones —dijo la da ma~, habéis sido muy atento al dar la obra a la Comedia Francesa. iY y en los Italianos! ¢Por qué no la transformais en que sélo tengo paleo una Gpera cémica? Dicen que vuestra primera idea fue ésta. La obra es de un género muy indicado para adaptarse a la misica No sé si la obra es a propésito para llevarla osi yo me equivoqué suponiéndolo antes a 3 pero, sin profundizar en las razones que me han hecho ima lo explica todo. Nuestra misica dramatica se parece demasia: do a nuestra misica popular, para que la obra despierte un franco interés y una gran Podré pensarse en emplearla con seriedad en las tablas c s6lo se debe cantar para hablar, cuando nuestros miisicos se identifiquen mas con la naturaleza y cesen de imponer la absurda ley de volver ala primera parte de una melodia después que han toc: ideas do se comprenda bien que enel teatro do la segunda. ;Acaso hay repeticiones de y de redondillas en un drama? Este dispara és y demuestra un vacio te cruel mata el inte insoportable en las ide: Yo que siempre, sin inconstancia ni infideli- dad, he amado la musica, me he visto obligado a menudo en las piezas qué mas me atraen aencogerme de hombros y a decirme por lo bajo de mal humor =jDiablo de musica! ¢Por{qué tantas repeti- ciones? {No eres ya bastante lenta? ¥ es que en vez de narrar con vivacidad, machacas; en vez de a las palabras. El poeta se devana los sesos para concretar el hecho, y wi lo diluyes. sDe qué le sirve su estilo enérgico y conereto si ti lo envuelves con inutiles gorgoritos? Mientras mostrar pasion, te pi conserves tu estéril abundancia, quédate, quéda- te con las canciones por todo alimento, hasta que 8 consigas comprender tuoso de las pasiones Efectivamente, si la declamacién es ya un lenguaje sublime e impe- abuso de la narracién en el teatro, el canto, que es un abuso de la declamacién, no es, como se ve, otra cosa que el abuso del abuso. Afiadid a eso la epeticin de reducido el interés. Mientras la imperfeccién rases y ved a qué ha quedado crece aqui de continuo, el interés marcha en sentido contrario: la accién languidece, falta algo, el enojo se apodera de mi, y entonces, si pretendo adivinar lo que yo desearia, me sucede con frecuencia que lo que yo estoy deseando es que el especta Pero veamos cémo también hay otro arte de imitacién menos adelantado que la musica y que en este punto parece darle una leccin. $6lo por su variedad, la danza es ya mi modelo del canto. Ved al soberbio Vestris o al arrogante D’Au- berval acometer un paso de cardcter. El atin no danza; pero, por lejos que aparezca, su porte libre y airoso hace ya que los es; levanten ulo termine. sctadores cabeza. Sugiere asi tanta nobleza cuanto placer promete. Ya se ha lanzado... En tanto que el masico repite veinte veces sus frases y se adormece en sus movimientos, el bailarin varia los suyos hasta el infinito. gLe veis avanzar ligeramente a saltitos, retro ceder a grandes pasos y encubrir el colmo del arte con la mas ingeniosa negligencia? De pronto se apoya en un pic y guarda el més estudiado equilibrio, de modo que, suspendido el movi- miento durante algunos compases, deja a todos admirados, sorprendidos, por la firmeza de su equilibrio. En seguida, como si sintiera haber descansado, parte como un rayo, vuela al fondo del escenario, y vuelve haciendo piruetas con una rapidez que la mirada apenas consigu Ya puede la miisica repetir el motivo, vo seguir. a empezar, hacer disparates: él, no, jnunca se repite! Al desplegar las varoniles formas de un cuerpo ligero y potente, desnuda ante el piblico Jos movimientos bruscos que agitan su alma; os lanza una mirada que sus brazos, dulcemente abiertos, hacen mas expresiva, y, como arrepen tido de sustrae al ojo que le persigue, y parece despertar, , la pasion mas ardiente y surgir ésta de la mas dulce embriaguez. Impetuoso, turbulen- to, expresa una célera tan violehta y tan real, que hace que me levante de mi butaca y arrugue la frente. Pero de repente, cuando recobra el ade- min y el acento de una pacifita voluptuosidad, vaga con negligencia, con una gracia, una suavi- dad y unos movimientos tan delicados, que consigue arrancar tantos aplausos como miradas hay sobre su encantadora danza ;Compositores, cantad como él danza, y ten: dremos en lugar de éperas, melodramas!... Pero otra vez oigo a mi eterno censor (que ya no sé si es de Bouillon o de otro lugar) que me dice {Qué se pretende con este cuadro? Yo veo lento superior; mas no juzgo por él a la tivaros, se yergue gon desdén, se entone: 40 danza en general, En su marcha corriente es donde hay que fijarse para comparar un arte con otro, y no en sus esfuerzos mas sublimes. No tenemos? A mi vez le interrumpo: yo pretendo pintar un corcel y formarme de ese noble animal una idea exacta, Ziré a buscarlo castrado y viejo, amarrado 2 un coche de tiro, 0 trotando trabajosamente bajo el litigo del carretero que silba? Yo lo tomo de la yeguada, potro vigoroso, indémito, bien planta do, de ojos ardientes, escarbando el suelo y echando fuego por las narices, brincando de deseo y de impaciencia, o hiriendo el aire que le electriza y pensando en que su brusco relincho alegra al hombre y hace estremecer a todas las, yeguas del contorno. Asi es mi bailarin De la misma manera, cuando yo trazo el bosquejo de un arte, entiendo que debo buscar mis modelos entre los grandes maestros que lo ejercen: todos los esfuerzos del genio. Pero me alejo demasiado del tema; volvamos, sefior, a El barbero de Sevilla..., 0 mejor, no volvamos. Para una bagatela ya es suficiente. Sin darme cuenta caeria en el defecto, que con justicia se nos reprocha a los franceses, de componer a todas horas pequefias canciones sobre los grandes he chos y grandes discrtaciones sobre los pequenios. Soy, con todo mi profundo respeto, vuestro humilde y muy obediente servidor. Y qué? s EL AUTOR 41 PERSONAJES Et conve pe AtMaviva, grande de Espana, amante desconocido de Rosifia. BARTOLO, médico, tutor de Rosina ROSINA, joven de noble extractién, y pupila de Bartolo FIGARO, barbero de Sevilla. DON BASILIO, org Rosina. JuvENCIO, viejo criado de Baitolo. EL Avispano, otro criado de Bartolo, muchacho ta, magstro de canto de necio y perezoso UN NOTARIO. Un aicatve NUMEROSOS ALGUACILES y CRIADOS. La escena tiene lugar en Sevilla, en la calle y bajo las ventanas de Rosina, en el primer acto, yel resto de la pieza en la casa del doctor Bartolo, ACTO PRIMERO en todas las ventanas ESCENA I EL CONDE, solo, viste capa parda y sombrero galoneado. Saca su reloj mientras se pasea CONDE. Es més temprano de lo que crefa Y la hora en que Rosina acostumbra mostrarse tras su celosia atin esta lejos. No importa. Prefie- ro esperar un poco que perder la oportunidad de verla, Si cualquiera de la corte me viera esperan do al pie de la reja de una dama a quien no conozco, y a cien leguas de Madrid, me tomaria por un espafiol en tiempos de Isabel... 7Y por qué no? Todos corremos en pos de la felicidad. Y la mia esta en el corazén de Rosina... Pero qué digo? ¢Seguir a una mujer hasta Sevilla, cuando Madrid y la corte ofrecen por doquier placeres a ee NL ae tan sencillos? De eso me alejo, precisamente. Me és, la conve hastian las conquistas que el inte niencia o la vanidad nos ensefian a diario, jEs tan agradable que a uno le amen por si mismo! Si bajo este disfraz pudiera asegurarme de... jAl diablo el importuno! ESCENA II FIGARO, EL CONDE, oculto. FIGARO, terciada una guitarya en su espalda con una cinta muy ancha, canturrea alegremente, con un papel y un lapiz gn la mano. Figaro. Apartemos el dolor, que nos abruma sin la fuerza del vino que anima y sin el bullicio, viviria el hombre adormecido y presto moriria. iVaya, vaya! No esté nada mal, por ahora Y presto moriria El vino y el ocio se disputan mi alegria. iNo! No se la disputan. Los dos reinan pacifi- camente en mi corazén, Se reparten... mi alegria gSe autores de éperas cémicas no se fijan en las ice eso de «repartir»? | Qué tonteria! Los apariencias. Ademas, lo que no vale la pena que se diga, ahora lo cantan. (Se pone a cantar.) El vino y el ocio se reparten mi alegria. Me gustaria finalizar la cancién con arrogan cia, con alguna palabra brillante, espléndida, como si fuese un pensamiento. (Hinca una rodi- Ula en el suelo y escribe cantando.) e reparten mi alegrfa. i uno es la ternura, el otro es todo mi amor. Oh, no es esto lo que quiero. Demasiado rampl6n. Mejor iria-un contraste, una antitesis: Si uno es mi buen sefior, el otro. iSi, sit Di con ello. El otro es mi fiel servidor. iMuy bien, Figarol... (Signe escribiendo y can tando.) EI vino y el ocio pparten mi alegria Si uno es mi buen sejior, el otro mi fiel servidor El otro mi fiel servidor El otro mi fiel servidor Bueno, cuando tenga acompaiiamiento, caba eros de intrigas, veremos si sé lo que me digo, (Viendo al conde.) Yo he visto a este cura en alguna parte. (Se levanta.) EL CONDE. (Aparte.) Diria que conozco a este individuo. FIGARO. ;Pero si no es un cura! Este porte altivo y noble. E conpe. Esa figura grotesea... FiGaro, No me equivoco} es el conde de Almaviva, EL CONDE. Me parece que’es el galopin de Figaro. FIGARO. El mismisimo, mi sefior. EL CONDE. jGranuja! Si hablas de esto. FIGARO. Si, ya 0s conozco; siempre me habéis honrado con bondades familiares. L CONDE, Pues no te conocia; tan gordo mantecoso estas que FIGARO. 2 qué queréis, sefior? Es la miseria, EL CONDE. jPobrecillo! Pero... gqué haces en 46 Sevilla, si yo te habia recomendado en los minis- tetios para un empleo hace tiempo? IGARO. Ya lo obtuve, sefior; y mi agradeci miento, EL CONDE. Llimame Lindoro. ;No te das cuenta, por el disfraz, que no quiero que me reconozcan? FIGARO. Yo me voy. EL CONDE, Todo lo contrario. Estoy esperan do algo, y dos hombres que charlan son menos sospechosos que uno que pasee completamente solo. Hagamos como si discutiéramos cualquier iAh! ZY del empleo? Ficaro. El m tra recomendacién, me nombré ayudante de boticario, EL CONDE, {En los hospitales militares? FIGARO. No. En las yeguadas de Andalu cia. EL CONDE. (Riéndose.) Buen principi FiGaro. El puesto no era tan malo porque, como me cuidaba del alm y drogas, vendia constantemente buenas medici: nas de caballo a los hombres EL CONDE, ¢Que mataban a los siibditos del rey? FIGARO. jJa, ja! No h versal. Pero curaron de vez en cuando a gallegos, catalanes y auvernianos. EL CONDE. gPor qui do? FiGARo, gAbandonado? jEsto si que es bueno! nistro, teniendo en cuenta vues én de los apésitos ninggin remedio uni pucs, lo has abandona- Me desprestigiaron delante de mis poderosos amos. (Ahora cantando.) La envidia de los dedos corvos, de pilida y livida cara EL CONDE. jOh! ;Esta bien, amigo! gEs que haces versos tii también? Desde esta mafiana que te veo cantar y garabatear sobre la rodilla. Ficaro. Esta es la raz6n de mi desgracia, sefior: cuando le soplaron al ministro que hacia, puedo decir que con suficiente soltura, ramilletes a Cloris; que remitfa enigmas a los periédicos; que comian madrigales mios; en resumen, cuan~ do supo que andaba impreso vivo, lo tomé a lo tragico y me quité el empleo, con el pretexto de que el amor a las letras es incompatible con asuntos de negocios, EL CONDE, ;Buen razonamiento! ¢ dijiste que...? FIGARO. Me contenté con que se olvidara de mi, convencido de que los',amos nos hacen mucho bien cuando no nos hacen dao. EL CONDE. Vamos, dilo todo, Creo recor dar que en mi servicio eras bastante pillastre. ta no le FIGARO. ;Por Dios, sefior! Lo que quieren es que los pobres no tenga ni un defecto. EL CONDE, Holgazén, desalifiado.. FIGARO. Pues, segiin las virtudes que se exigen de un sirviente, zconocéis, sefior, algin amo digno de ser criado? 48 EL CONDE. (Riendo.) No lo haces mal. ¢Y ahora vives en esta ciudad? FiGaro. No tan de prisa, sefior... EL CONDE, (Interrumpiéndole.) Calla un po- co... Cref que era ella... Dime, sigo escuchando- te. FIGARO. De regreso a Madrid, quise probar mi talento literario, y el teatro me parecié honora- ble. EL CONDE, {Misericordia! FIGARO. (Protestdndo, mientras que el conde observa atentamente la celosia.) Seré franco: no sé cémo no obtuve el mayor éxito, porque habia llenado el patio de magnificos trabajadores, con manos... como palas de lavandera; habia prohi- bido los guantes, garrotes..., en fin, todo lo que produce aplausos sordos. Y antes de la represen- taci6n, a fe mia que el café me habia parecido en la mejor disposicién hacia mi. Pero los esfuerzos de la intriga. EL CONDE, jAh, los intrigantes! Mi sefior el autor fracasado. FIGARO. Como otro cualquiera. ¢¥ por qué no? Cierto, me silbaron, pero si alguna ver en mis manos... EL CONDE, gEl enojo hard que te vengues de ellos? Ficaro. jAy! jVoto al diablo que les tengo ojeriza! EL CONDE. jJuras! Es que no sabes que en palacio sélo dan veinticuatro horas para maldecir a los jueces? zcaen 49 FIGARO. En el teatro se dan veinticuatro anos, La vida es demasiado corta para que pueda desaparecer resentimiento semejante ELCONDE. Tu exaltacién me regocija. Pero no me dices atin por qué te marchaste de Madrid. FIGARO. Fue mi Angel bueno, Exceleni pues, por fortuna, ha hecho que encontrara a mi antiguo sefior. Viendo en Madrid que la repibli- ca de las letras era como la de los lobos, siempre agresivos los unos con los otros, y que, abando- nados al desprecio a que les conducia su ridiculo ensafiamiento, todos los insectos, los mosquitos, los ciniles, los criticos, los maringuinos, los envidiosos, los folicularios, las librerias, los cen: sores y todos cuantos se pegan la piel de los desgraciados letrados, acababan de hacer trizas y de chupar la poca sustancia que les quedaba; cansado de escribir, aburrido demi mismo, harto de los demés, cargado hasta los topes de deudas y sin dinero; al fin, convencido de que el dtil rendimiento de la navaja es preferible alos vanos honores de la pluma, abandoné Madrid y, con mi equipaje a cuestas, recorriendo filoséficamente Sierra Morena y Andalucia, me acogieron en un pueblo, en otro me encarcelaron, y en todos estuve por encima de los acontecimientos; elo- giado por éstos, reprobado por aquéllos; aprove chando el buen tiempo, soportando el malo; mofindome de los tontos, desechando a los malvados; riéndome de mi propia miseria y ra- pando barbas a todo el mundo, aqui me veis, Excelencia, por fin establecido en Sevilla, dis 50 puesto a serviros otra vez en lo que os plazca EL CONDE. ¢Quién te ha ensefiado a filosofar con esa gracia? FIGARO. La costumbre de la desdicha. Me apresuro a reirme de todo, para no obligarme a llorar. Pero, gqué estais mirando siempre por ese lado? EL CONDE. Escondamonos. FIGARO, ¢Por qué? EL CONDE. ; Vamos, desgraciado, que me pier- des! (Ambos se esconden. ESCENA III BARTOLO, Rosina La celosia del primer piso se abre, asomdndose BARTOLO y ROSINA. ROSINA. |Qué gusto da respirar el aire libre! Se abre tan pocas veces esta celosia. BARTOLO. ¢Qué papel tenéis ahi? Rosina. Son unas coplas de La precaucién instil que me dio ayer mi maestro de canto. BARTOLO. Qué es La precaucién instil? Rosina. Es una comedia nueva BARTOLO. {Otro drama! jOtra estupidez de un nuevo género!" Te eee Rosina. No lo sé. BARTOLO. jBah, bah! Los periédicos y las autoridades nos daran la razén. ;Siglo barbaro! ROsINA. Siempre insultais a nuestro pobre siglo BARTOLO. jPerdonad la libertad! ¢Qué ha hecho para que sele alabe? Multiples sandeces: libertad de pensamiento, la atracci6n, la electrici- dad, el tolerantismo, la inoculacién, la quina, la Enciclopedia y los dramas ROsINA. (Se le cae el papel a la calle.),Ah! {Mi cancién! Se me cayé la cancién cuando os escuchaba! ;Corred, corred, sefior, ya se habra perdido! BARTOLO. {Qué diablo! Lo que,se tiene no se suelta, (Se va al balcén.) ROSINA. (Mira hacia dentro y hace seiias diri- giéndose a la calle.) {Chist, chibt! (Aparece el conde.) Recoged este papel y aléjaos. (El conde da un salto, recoge el papel y sev.) BARTOLO. (Sale de la casa y empieza a buscar.) {Donde esté? No veo nada. Rostwa. Debajo del balc6n, junto a la pared. BARTOLO. ;Buen encargo me dais! ,Ha pasado alguien? ROSINA. Yo no he visto a nadie. BARTOLO. (Aparte.) ;Y yo que tengo la pacien: cia de buscar!... Bartolo, amigo mio, eres un buen tonto: esto te ensefiard que no debes abrir las celosias que dan a la calle. (Entra.) Rosina. (Todavia en el balcén.) Mi excusa esta en mi desgracia: sola, encerrada, perseguida por 52 un hombre odioso, zes un crimen intentar salir de la esclavitud? BARTOLO. (Apareciendo en el balcén.) Entrad, signora; la culpa de que haydis perdido la cancién es mia. Os juro que no tendréis més desdichas. ra la celosia con llave.) ESCENA IV EL CONDE, FIGARO. Entran con precaucién. EL. conpe. Ahora que ya se han ido, examine- mos esta cancién, que seguramente encierra un misterio. {Es un billete! FIGARO. Y preguntaba qué era La precancion instill EL CONDE, (Leyendo rapidamente.) «Vuestra diligencia excita mi curiosidad: en cuanto salga mi tutor cantad con aire indiferente, adoptando Ia tonada de esas coplas tan conocidas, algo que me entere del nombre, del estado y de las intenciones de quien parece interesarse con tal obstinaci6n por la infeliz Rosina.» FIGARO. (Imitando la voz de Rosina.) jLa cancién! ;Se me ha caido mi cancién! Vamos, corred. (Rie.) jja, ja, ja! Oh, las mujeres! ¢Que- réis volver astuta a la mujer més ingenua? Ence- rradla. EL CONDE. ;Mi querida Rosina! 33 FIGARO. Mi sefior, no quiero seguir rompién ome la cabeza por adivinar vuestro disfrazs stdis haciendo el amor con. EL CONDE. Ya lo has adivinados pero si osas hablar! No me valdré en absolu- 1 para apaciguaros de las frases de honor y de efecto de que hoy se abusa. Tengo que deciros que mi interés responde de mi mismo. Pesadlo todo en esta balanza, y EL CONDE. Muy bien. Debes saber que, hace seis meses, la casualidad hizo que me encontrara en el Prado a una bellisima jovencita... Acabas de verla, La hice buscar initilmente por todo Ma- drid. Y hace pocos dias descubrij que se llama Rosina, que es de cuna noble, huétfana, y casada con un viejo médico de esta cidad, llamado Bartolo. FIGARO. {Precioso pajarillo, a fe mia! jY dificil de sacar del nido! Pero quién ps ha dicho que era la esposa del doctor? EL CONDE. Todo el mundo. FiGARo. Es un embuste que él fragué al llegar a Madrid para descartar y aventajar alos galaness no es mas que su pupila, pero pronto... EL CONDE. (Excitado.) Jamés. ;Ah, qué noti- cia! Habia decidido aventurarlo todo para con tarle mis sentimientos, jy la encuentro libre! No hay tiempo que perder. Necesito que me ame y conseguir alejarla de este indigno vineulo que le destinan, ¢Conoces ti a su tutor? FIGARO. Como a mi madre. EL CONDE. {Quién es ese hombre? FIGARO, Es un buen viejo mozo, gordezuelo, bajito, tordillo, astuto, rapado, harto de todo, que acecha, indaga, refunfuiia y se queja siempre, todo ello a un mismo tiempo EL CONDE. (Jmpaciente.) jEh! Ya lo he visto. {Qué tal su cardcter? Ficaro. Ba aro, avaro, enamorado y celoso al maximo de su pupila, que le detesta mortal- mente. EL CONDE. Asi que sus merecimientos para agradar son. FIGARO. Nulos, EL CONDE. Tanto mejor. ZY su probidad? FiGaro. La justa para que no le ahorquen EL CONDE. {Tanto mejor! Castigar aun brib6n consiguiendo la felicidad. Ficaxo. Es hacer el bien pablico y particular a la vez: jgran obra de moral, ciertamente, sefior...! EL CONDE. {Dices que el temor a los galanes le hace cerrar la puerta? FIGARO. A todo el mundo. Si pudiera cerrat hasta las rendijas... EL CONDE. jAh, diablo! ;Tanto peor! ¢Tienes acceso a su casa? FIGARO, jSi, lo tengo! Primo, la casa que habic gr pertenece al doctor, que me aloja en ella EL CONDE. ;Pues, si FIGARO. Y yo, agradecido, le prometo diez doblones de oro al’afio, también gratis... Et. CONDE. (Jmpaciente.) Eres su_inquili- no? FIGARO. Mis atin, su barbero, su cirujano y su boticario. No se dan en su casa ni rapados, ni ancetazos ni jeringazos que no sean de manos de vuestro servidor. EL CONDE. (Abrazdndole.) ;Ab! Figaro, ami- go mio, seras mi angel, mi libertador, mi dios tutelar! FIGARO, ;Diantre! {Qué pronto acorta las dis- tancias la utilidad! jHabladme a mi de enamora dos...! EL ConpE, jDichoso Figaro, vas a ver a mi Rosina! ;Vas a verla! ¢Concibes tu ventura? FIGARO, jHabladurias de amante! {Acaso la adoro yo? ;Si pudierais estar en/mi lugar! EL CONDE. jAh! {Si pudiéramos alejar a los vigilantes! , FIGARO. En eso pensaba yo. EL CONDE. Sélo por doce horas. Fiaro. Ocupando a las gefites en su propio interés, se les impide dafiar el,ajeno. Ex Cone. Indudablemente.zY cémo? FIGARO. Rebusco en mi cabeza si la farmacia puede suministrarnos algunos métodos inocen- tes. EL CONDE, jDespiadado! FIGARO. ¢Acaso quiero perjudicarles? Todos necesitan de mi ministerio. La cuestin esta en tratarlos juntos. EL CONDE. Pero el médico puede sospechar. FIGARO, Debemos actuar tan rapidamente que ae ee las sospechas no tengan tiempo de nacer. Se me ocurre una idea. El regimiento del Real Infante llega hoy aqui EL CONDE. El coronel es uno de mis amigos. Ficaro, con traje de caballeria y con una tarjeta de alojamiento. No podra més que hospedaros; y, del resto, me encargo yo Ex CONDE, jExcelente Esta bien. Presentaos en casa del FiGARo. No irfa mal que parecierais estar un poco bebido. EL CONDE. ¢Para qué? FIGARO. Y tratarle sin cuidados bajo esta apa. riencia irrazonable. EL CONDE. Pero ¢para qué? FIGARO. Para que no desconfie y crea que mas deseais dormir que intrigar en su casa EL CONDE. jMagnifica idea! ¢Y ti no irds? FiGaro. jOh, si, claro! Tendremos suerte sino 05 conoce, aunque nu vais a hacer luego? EL CONDE. Tienes razén. Ficaxo. Es posible que no soportéis este co- medién tan dificil. Soldado de caballeria... un poco ebrio EL CONDE. {No te burles! (En tono de ebrio.) éNo es ésta la casa del doctor Bartolo, ami- go? Ficaxo. No lo hacéis mal, ciertamente. Sélo que debéis doblar un poco mas las piernas. (En tono asin més ebrio.) {No ser ca os haya visto. ZY qué ésta la casa...? E pueblo. FiGaRo. Esa es Ja buena, Ia del buen bullicic EL CONDE, La puerta se FIGARO. Es nuestro personaje: alejémonos CONDE. ;Vete, ya! Tienes la borrachera del hasta que se haya ido. ESCENA V CONDE y FIGARO, escondidos; BARTOLO. BARTOLO. (Hablando hacia la casa, sale.) Vuelvo en seguida, No dejéis entrar a nadie {Qué necio soy, pobre de mi, ue bajé por el papel! Desde el momento en qye ella me rogaba tanto, debi haber dudado... ;Y Basilio no viene! Debja tenerlo todo en orden pata casarme majia- nna en secreto: jy se acabaron las noticias! Vere- mos quién es el que lo detieng tanto. ESCENA VI EL CONDE, FIGARO, EL CONDE. :Qué of? {Majiana se casa con Rosina! Hf FiGARO. Mi sefior, la dificultad en el triunfo aumenta la necesidad de EL CONDE. :Quién es es en su casamiento? FIGARO. Un pobre diablo que ensefia mtisica a su pupila, infatuado con su arte, intere: muy ficil hacerle caer, mi sefior. (Mira la celo- uar Basilio que se mezcla pribonzuelo, ido hasta el fin por el dinero, y al que sera sia.) Ahi esta, ahi esta! EL CONDE. ;Quién? FIGARO. Tras la celosia, ahi esta, ahi esta! ;No miréis, no miréis! EL CONDE, ¢Por qué? FiGaRo. {No os ha escrito que cantéis con aire indiferente? Es decir, cantar por cantar, Oh! iAhi esta, ahi esta! EL CONDE. Ya que he empezado a interesarle sin que me conozca, no olvidemos el nombre de Lindoro que he escogido, y mi triunfo sera mas agradable. (Desdobla el papel que tiré Rosina.) Pero ¢c6mo voy a cantar con esta musica? Yono sé hacer poesia, FIGARO. Todo lo que se os ocurra serd excelen- te, sefior. En amor el corazén no es dificil en cuanto a producciones del espiritu... Tomad mi guitarra EL CONDE, g¥ qué quieres que haga con ella? iLa toco muy mal! Ficaro. ¢Acaso existe algo desconocido para un hombre como vos? Con la palma de la mano: from, from, from... |Cantar sin guitarra en Sevi Ila...! Pronto seriais conocido y descubierto: (Figaro se apoya en la pared, alpie de la ventana.) EL CONDE. (Canta y se pasea acompanandose de guitarra.) Ya que desedis que me dé a conocer, aunque soy desconocido, os adore {Qué puedo esperar con mi nombre? No importa, con gusto obedeceré. Ficaro. (Bajo.) {Muy bien, pardiez! ;Animo, sefior! EL CONDE I Yo soy Lindoro, de humilde cuna, mi voz es la de un simple, bachiller: jAy! {Querria ofreceros fglizmente la nobleza y fortuna de un caballero! FIGARO, ;Diablo, formidable! No lo haria yo mejor, y conste que me doy por entendido. EL CONDE. Ill Todas las mafianas, aqui, con voz tierna, cantaré mi amor sin esperanza; 60 cada dia aumentaré mi placer al veros. jOh! jSi vos quisierais ofrmne...! FIGARO. jA fe mia...! {Por ésta...! (Se acerca y besa la punt. EL CONDE. ¢Figaro? FIGARO. Qué, mi sefior? EL CONDE. ¢Crees que me habra oido? Rosina, (Cantando dentro.) del vestido a su amo.) Todo me dice que Lindoro es un galin que merece que le ame. (Se oye una ventana que se cierra ruidosa- mente.) FIGARO. {Creéis que os habri oido ella ahora? EL CONDE, Ha cerrado la ventana, seguramen: te habré entrado alguien en su Ficaro. ;Pobre pi cantar! ;Ya esti conquistada, sefior! EL CONDE, Se vale del medio que ella mismaha preparado: «Todo me dice que Lindoro es un galin...» {Cuanta soltura! {Qué ingenio! FIGARO. jCuanta astucia! |Qué amor! EL CONDE. ¢Crees que se rendiré, Figaro? FIGARO. Antes que no hacerlo, atravesaria esta celosis EL CONDE. jAh, esto na... hasta la muerte, FiGaRo. S EL CONpE. jSefior Figaro! Sélo tengo una a! ;Cémo temblaba al | i hecho! Soy de mi 1, olvidais que ya no os oye. palabra para vos: Rosina sera mi esposa. Y si me 61 ayudas ocultando minombre... Yame entiendes, tii me conoces. FiAro. Me doy cuenta, sefior. Vamos, Figa ro, en pos de la fortuna, hijo mia! EL ConpE, Retirémonos, tem> que nos haga: mos sospechosos. FIGARO. por la fuer amente,) Yo entro aqui, donde, a de mi arte, con un solo golpe de lancia, desperta viar la intriga y varita, voy a adormecer ala vig al amor, desviar los celos, ext derribar todos los obstaculos. Vos, sefior conde, en mi casa, con vestido de soldado, el billete de alojamiento, y oro en vuestros bolsillos. EL CONDE. ;Por qué oro? Ficaro. (V Es el nervio de la intriga. EL CONDE. No te enfades, Fig: cho. FIGARO, (Yéndose.) Me reunité con vos dentro inte.) Oro, Dios mio, oro! ‘0, Hlevaré mu- de poco EL conne. Figaro! FIGARO, {Qué ocur EL CONDE. ¢Y tw guitarra? FIGARO. (Volviendo.) Olvidar yo la guitarra! {Estoy loco! (Se va.) EL CONDE. ¢¥ tu casa, atolondrado? Ficaro. (Volviendo.) ;Ah! jRealmente estoy srave!... Mi tienda esta a cuatro pasos de aqui, pintada de azul, con vidriera paleta Consilio manuque Ficano, (Sale.) je plomo, tres en el aire, él ojo dentro de Ia mano, ACTO II El teatro representa el aposento de Rosina. La ventana del fondo del teai diante una ce ESCENA I Rosina, sola, con una palmatoria en el mano. Coge papel de la mesa y se pone a escribir ROsINA. Mareelina enferma; todas las personas estan ocupadas, y nadie me ve escribir. No sé si estas paredes tienen ojos y oidos, 0 si mi espia tiene un genio maligno que le informa a punto fijo; pero no puedo decir una palabra ni dar un paso cuya intencién no adivine él de inmediato... ;Ah! jLindoro! (Sella la carta.) rremos en seguida m do y como podré carta, aunque ignoro cudn acérsela llegar. A través de mi celosia, le he visto hablar largo tiempo con el barbero Figaro. Es un buen hombre que algu veces me ha mostrado piedad; jsi pudiera con versar con él un momento! 63 ESCENA II Rosi Rosina. (Sorprendida.) ;Ah, seior Figaro! jCuanto me complace veros! Fiano. Cémo os encontriis, sefiora? Rosina. No demasiado bien, sefior Figaro. El aburrimiento me e matando, FIGARO. Lo creo; sdlo a los necios engorda Rosia. Con quién hablabais tan vivamente en la calle? No ofa nada, pero FiGaro. Con un joven bachiller pariente mio, de gran porvenir, pleno de ingenio, sentimientos y talento; y ademas, con una gallarda figura ROSINA. jOh! Perfecto, os lo abeguro. Y ¢c6: mo se lama? GARO. Lindoro, Nada posee; pero sino hubiese dejado Madrid sibitamente, podia haber encontrado alli algiin buen empleo Rosina. (/rreflexivamente.)\'Ya encontrara, sefior Figaro; ya encontrara. Un joven como vos lo describis no est hecho para permanecer en el FiGaRo. (Aparte.) Bastante bien. (Alto.) Pero tiene un gran defecto que perjudicara siempre su éxito. Rosia. Un defecto, sefior Figaro? ;Un de fecto! ¢Estai FIGARO. Esta enamorado. Rosina. ;Enamorado! 2Y llamais a eso un defecto? 64 Fiaro En verdad lo es, teniendo en cuenta su mala fortuna, ROSINA. jAh, cudn injusta es la suerte! Y gnombra a !a persona amada? Tengo una curio- sidad Ficaro. Vos sois, sefiora, la ultima persona a que querria hacer una confidencia semejante ente.) ;Por qué, sefior Figaro? Soy disereta joven, pariente vuestro, me interesa en extremo... Decidme, pues Ficaro. (Mir« ocarronamente.) Figura: ps la criatura m , dulce, tierna, afable y fresca; incitante, de pie breve, recto y esbelto talle, brazos torneados, labios de clavel, y junas manos, unas mejillas, unos dientes, unos ojos...! Rosina, Y... gvive er FiGako. En este barrio. Rosina. ¢En esta FIGARO. A do: Rosina, jAh! udad? Qué fortuna... para el sefor eY esta persona es...? FiGano. ¢No la he nombrado? Rosina. (Vivam Es lo tinico que habéis olvidado, sefior Figaro. Decid, pues, decid pron: to; si alguien Hegase, ya no pod e pod Fic.axo. gLo queréis realmente, sefiora? Pues bien, esta persona es... la pupila de vuestro tutor Rosia. gLa pupila...? FIGARO. Del doctor Bartolo; si, sefiora Rosina. (Con emocion.) Ay, senior Figaro!. No os creo, os lo aseguro. 7 acerca ee aaa FIGARO. Arde por venir a persuadiros él mis. ROSINA. Me hacéis temblar, seiior Figaro. Ficako. ;Temblar!... ;Pero no, sefiora, mal caleuldis! Cuando se cede al temor del mal, ya se padece el mal del temor. Por otra parte, acabo de libraros de todos los vigilantes hasta mafiana ROSINA. Si él me ama, debe probarmelo per maneciendo absolutamente tranquilo FiGARo. jAh, sefiora! Amor y tranquilidad pueden convivir en un mismo coraz6n? La pobre juventud es hoy tan desdichada que sdlo tiene n: amor sin reposo, 0 reposo esta terrible eleccié sin amor ROSINA. (Bajando los ojos.) Reposo sin amor parece FIGARO. jAh, bien languido! Creo que, en efecto, amor sin reposo tiene! mas atractivos; y por mi, si fuese mujer ! Rosina. (Turbada.) Cierto (és que una joven je impedir que un hombre de bien la no puei estime. FIGARO. Asf mi pariente o estima infinita mente. ROSINA. Pero si hiciera alguna imprudencia, sefior Figaro, nos perderia FicAro. (Aparte.) ;Nos perderia! (Alto.) Si se lo prohibierais expresamente en una breve car ta... Una carta tiene mucho poder. Rosina. (Le entrega la carta que termina de escribir.) No tengo tiempo para rehacerlas pero, 66 al darsela, decidle..., decidle bien... (Escucha si alguien llega.) Ficaro. Nadie, sefiora. ROSINA, Que es por pura amistad todo lo que hago FIGARO. Esto salta a la vista. jPardiez! Otra forma reviste el amor RosINA, Por pura amistad, comprendéis? S6 lo temo que desanimado por las dificultades.. Ficaro. Si, alguna rafaga pasayera. Recordad, sefiora, que el viento que apaga una vela, encien- de una hoguera, y esa hoguera somos nosotros. Slo al hablar de ello despide tales llamas que casi me abrasan con su pasiGn, ja mi, que nada tengo que ver! ROSINA, Dios mio! Oigo a mi tutor. Si os encontrase aqui... Pasad por el gabinete del clavicordio y descended lo mas silenciosamente posible FIGARO, Quedad tranquila. (Aparte y ense- fiando la carta.) He aqui algo que vale més que todas mis observaciones. (Entra en el gabinete.) ESCENA III Rosina, sola Rosina. Hasta que esté fuera muero de inquie~ tud... ;Cudnto amo a ese buen Figaro! ;Buen or ey buen pariente! jAh, aqui lle (Ap homl tirano! Reanudemos la labor a la vela, s sienta y coge un bordado.) ESCENA IV BarToto, RO BARTOLO. (Enfurecido.) ;Ah, maldicion! El empedernido, el sinvergiienza corsario de Figa no se puede salir por un momento sin estar seguro al volver? ROsiNA. :Quién os enfuerecd tanto, sefic BARTOLO. Ese condenado barbero, que en un Ja un narcético al momento lisia a toda la cas Avispado, a Juve a Mar celina le sangra el pie, y hastala mi mula... {Un pobre bestia ciega! se apresura a lle- Y na- jo un estorhutatori cataplasma en los ojos de una Porque me debe cien ducad: nar cuentas. ;Ah!, pues que las entregue dic en la antesala; se entra en este apo: si fuera la plaza de armas ROSINA. Y quién més que vos puede penetrar en él? BarTOLO. Prefi ponerme sin preca vividores y atrevidos... :No han recogido esta atu cancion mientras yo ibaa bus- ‘0 temer sin motivo, que ex: cin, Lleno esta el mundo de misma mafia carla? ;Oh! Yo. Rosina. jHalléis placer en dar importancia a todo! El aire puede haberse llevado el papel, el , equé sé yo? | primero que pasaral primero que pa BARTOLO. jEl aire, No hay aire, sefiora, nada del primer Ilegado al mundo; siempre hay alguien que vigila ex profe- so para recoger los papeles que una joven deja caer al descuido. Rosina. zAl descuido, sefior? BARTOLO, Si, sefiora, jal descuido! Rosina. (Apart BARTOLO. Pero mandaré clavetear I ROSINA. Mejor mandais tapiar tod nas de una vez. {Poco se diferencia i, si, picaro viejo! esto no volverd a suceder reja de la celosia. nta: na carcel de un calabozo! BARTOLO. No estarfa mal con las que dana la calle... Al menos ese barbero no haes ROSINA BARTOLO. Como otro cualquie ROSINA. ;Qué honestas son vu BarTOLo. jAh! Fiaos de to y pronto tendréis una mujer q ambién él os inquie tras réplicas! > el mundo os engai buenos amigos para quitdrosla y criados que los yuden. Rosina. ;Cémo! zNo cone gue se tengan principios para rechazar los re- éis ni siquiera quiebros de Figaro? BARTOLO. {Quién diablos entiende al ichos de la mujer? {No he visto yo de semejantes virtudes por princip ROSINA. (Furiosa.) Pero, sefior, si basta ser Cs) hombre para agradarnos, ¢por qué, pues, me desagradais en extremo? Bie BARTOLO. (Estupefacto.) {Por qué...? Por qué? Eso no responde a mi pregunta sobre el barbero. eit Rosia. (Exasperada.) Pues bien si ese hon bre ha entrado aqui; le he visto y le he hablado. E incluso no 0s oculto que lo he encontrado bastante amable; jy asi os murais de rabia! ESCENA V BarToLo, solo! BARTOLO. jAh, esos judiog, esos perros de criados! jJuvencio! ;Maldito Avispado! ESCENA VI BARTOLO, EL AVISPADO. EL Avispavo. (Llega bostezando y medio dor- mido.) {Aah, aah, ah, abl. BARTOLO. , solo y desconsolado, BARTOLO. Ah, qué humor! ;Qué mal humor! Rosina parecia calmada... ;Que me digan, que me digan qué diablo le ha metido en la cabeza el no querer tomar més lecciones de don Basiliso! Sabe que él interviene en mi boda... (Golpean a la puerta.) Haced lo imposible para gustar a las mujeres; si omitis un solo punto, uno solo. Golf ente.) Veamos quién es ESCENA II BARTOLO, EL CONDE, vestido de bachiller EL CONDE. jQ siempre en esta man BarToo. (Con brusquedad.) Deseo que no e la alegria habiten puede ser mas oportuno. ¢Qué queréis? EL CONDE. Sefor, soy Alonso, bachiller licen ciado. BARTOLO. No necesito ningiin preceptoi EL conp’ nista del c: Discipulo de don Basilio, orga: nvento Mayor, que tiene la honra de ensefiar musica a la sefiora, vuestra. BARTOLO. ;Basilio! ;Organista! ;Que tiene el honor!... Ya lo sé; veamos ¢! asunto de que se wata. EL CONDE. (Aparte.) {Qué hombre! (Alto.) Una indisposicién sGbita qye le obliga a guardar cama. BaRTOLO. ;Guardar cam@! ;Basilio? Ha hecho bien en advertir. En seguida voy a verle EL CONDE. (Aparte.) ;Qh, diablos! (A Cuando digo guardar cama, entiendo que no puede salir de casa BARTOLO. ; Aunque sélo sea un malestar! Pa sad delant CONDE. (Turbado.) Sefor, tenia el encar 0... ¢Alguien puede ofrnos? BARTOLO. (A, No, seiior mi: que podéis : .) Es algun bribén... (Alto.) erios. Hablad sin turbaros, si es 94 EL CONDE. (Aparte.) {Maldito viejo! (Alto.) Don Basilio me ha encargado comunicaros. BARTOLO. Hablad alto, soy sordo de una oreja ELCONDE. (Elevando la voz.); Ah, con mucho gusto! Que el conde de Almaviva, que habitaba en la plaza Mayor BARTOLO. (Atemorizado.) jHablad bajo, mas bajo! EL conpE, (Elevando més el tono.) ...Se ha mudado esta mafiana, Como es gracias a mi que a sabido que el conde de Almaviva... BARTOLO. ;Bajo! Hablad bajo, os lo ruego. EL CONDE, (En el mismo tono.) ...Estaba en esta ciudad, y como he descubierto que la signora Rosina le ha escrito. BARTOLO. gLe ha escrito? {Querido amigo, hablad bajo, os lo ruego! Ea, sentémonos y char- lemos francamente. Decis haber descubierto que Rosina EL CONDE. (Con altivez.) Ciertamente. Ba- silio, inquieto por vos a causa de esa corres pondencia, me ha pedido que os muestre la carta; pero la forma con que os tomais las co- sas. BARTOLO. jEh, por Dios! Las tomo bien. Pero gno podéis hablar mas bajo? EL CONDE. Habéis dicho que sois sordo de un ido. BARTOLO, Perdén, Perdonad, don Alonso, si 1 habéis hallado receloso y aspero; pero estoy sta tal punto rodeado de intrigantes y trampo 95 ro respeto, vuestra edad, vuestro aire... Disculpadme. Y bien, gtraéis esa carta? EL CONDE. ;Bravo por la manera de expresa ros! Pero temo que nos escuche BARTOLO. Y gquién queréis que nos escuche? Todos mis criados estén trabajando, y Rosina encerrada rabiando. El diablo ronda por esta casa. Voy a asegurarme de nuevo... (V brir sigilosamente la puerta de la } Rosina.) EL CONDE. (Aparte.) Me met sin salida, Si ahora guardo la carta, tendré que marcharme, y sera como si no hubiese venide iSi se prevenir a Rosina, ensefiarla seria un golpe magistral BARTOLO. (Volviendo de puntllas.) Esta sen tada en el alféizar de la ventana, de espaldas a la puerta, releyendo una carta de su primo el oficial que yo abri... Veamos, pues, la suya. EL CONDE. (Le entrega fit carta de Rosina.) Aqui esta (Aparte.) Es mi darta la que ella lee BARTOLO. (Leyendo.) «Desde que me habéis entrea itacion de lejon a ensefi...! Si pudie puesto al corriente de vuestro nombre y condi cién...» jAh, pérfida! jEn verdad es su escritural conpe. (Asustado,) Ahora sois vos quien debe hablar quedamente. BARTOLO. {Cuanto os debo, amigo! EL CONDE. Cuando todo haya terminado, silo creéis conveniente, podréis darme las gracias. Segiin un escrito que don Basilio redacta en este instante con un jurisconsulto 96 BARTOLO boda? EL CONDE. No os habria interrumpido en caso Son un jurisconsulto, para mi contrario. Me ha encargado deciros que todo puede estar preparado para mafiana, Entonces, si ella resiste. Bax Touo. Resistira. EL CONDE. (Quiere coger la carta, pero Bartolo ) He ensefiaremos su carta, y si es preciso (mds miste riosamente) hasta le diremos que me la propor cioné una mujer a quien el conde ha deshonrado. Vos sabéis que la turbacién, la despecho pueden impulsarla en un pronto. Bartoto. (Riendo.) {De modo que calumnia! da de que venis de arte de don Basilio. Mas, para que esto no parezca pre qui cuando puedo serviros: le ergiienza y el Aprecia precia jo amigo, no hay du arado, no seria preferible que ella de antemano? EL CONDE. (Reprimiendo Ese era el parecer de 0s conos un gesto de alegria.) don Basilio. Pero g¢6mo actuar? Tarde es... Dado el poco tiempo que queda. BarTOLo. Diré que venis en su lugar. ¢No le sabriais dar una leccin de miisic: EL ConpE. No hay nada que yo no hicies complaceros. Si apara in embargo, no olvidéis que todas estas historias de maestros fingidos son viejos ardides, artificios de comedia. ¢Y si ella sospe chase?... BARTOLO. Si o: esento yo, no ¢s facil. Mas ” OO parecéis un amante disfrazado que un amigo oficioso. EL CONDE. ¢Si? ¢ puede fac BarTouo. D Esta tarde Rosina esta de un humor terrible, Pero Sreéis, pues, que mi traza litar el engaiio? fio al mas sagaz a que adivine tan s6lo al veros... Su clavicordio esta en ese ahacer todo ntras Vo! gabinete, Entreteneos mi Jo posible por traerla EL CONDE. {No le habléis de la carta! BARTOLO. ¢Antes del momento decisive? perderia todo efectos no es preciso repetirme las cosas: no hay que decirmelas dos veces. (Sale ESCENA III EL CONDE, solo. EL CONDE. {Me salvé! FUf! jQué dificil de manejar es este diablo de vigjo! Figaro lo conoce bien, Ya me veia forzado a mentir, lo cual me dejaba malhumorado. jTiene una perspicacial, ‘A fe mia, sin la stibita inspiracién de la carta debo confesarlo, me echaban como a un estipi do. {Cielos! Alla dentro disputan, {Si ella se obstinara ¢ Escuchemos... Se niega ‘én, y yo pierdo el fruto de mi estratagema. (Vuelve a escuchar.) Hel nos mostremos por ahora. (Entra en el gabinete.) a salir de su habita qui; no SSCENA IV ONDE, ROSINA, BARTOLO Rosina. (Con ira simulada.) Todo cuanto or. He tomado una de digais serainutil, ermi nablar mas de misica a, peque 20 de don Basilio, que le nacién; no quiero BARTOLO. Pero escui nia. Es don ulo y ami Alonso, disef na escogido para ser uno de nuestros testigos La misica te camara, confia en mi Rosina. jA ar tranquilo si cregis que esta noche cantaré!... :Dénde esta ese Con dos incluso a don Basilio, ya podéis e maestro al que no osais despedir? palabras lo arreglo, ¢ (Viendo a su amante, nza un grito.) {Ab}... BARTOLO. ¢Qué os sucede ROSINA. ( sobre el pecho.) ;Ay, Dios mio! Sefior... ;Ay, Dios mio! BARTOLO. | Adin se encuentra mal! ;Don Alon uy turbada y con ambas manos Rosina. No, no me siento indispuesta..., sino que al volverme... Ay! EL cc Os habéis torcido el pie, sefiora? ROsINA, Eso es, se me ha torcido el pie. Me he hecho un daiio espantoso. EL conDF. Bien lo he podido advertir Rosina. (Mirando al conde.) El golpe me ha legado al alma BARTOLO, Un asiento, un asiento. ¢No hay 99

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