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La realizacion de lo moral 1, RESPONSABILIDAD Y VIDA INTERIOR. LA PLENITUD PERSONAL Y LOS HABITOS MORALES. VIRTUD Y VICIO El conocimiento de lo que constituye la esencia de la moralidad, de la norma, del fin a que debe apuntar el acto humano, de lo que se entiende por bien moral, de los interrogantes que a lo largo de la historia del homo sapiens fueron entretejiendo esa madeja que denominamos PROBLEMA ETICO; en fin, todo lo que hemos expli- cado hasta ahora (que no es todo lo que se puede explicar, sino tan sdlo una exigua parte) acerca de la conducta del hombre, enriquece la mente, ensancha, alarga y aumenta en profundidad el acervo cog- noscitivo sobre la ciencia filoséfica tedrico-practica que se conoce con el nombre de Etica. Pero nc basta para que el enriquecido con este saber realice en si lo que ha entendido, tal vez con absoluta claridad. Y si, ademas de haberlo comprendido lo ha aceptado, si ha visto con su inteligencia la superioridad de los valores morales sobre todos los demas respecto de la elevacién espiritual del ser humano, atin permanece esa insuficiencia para hacer real, efectivo, en la conducta concreta de cada dia, lo que la razon ha aprobado. Como en el A4mbito educacional nos encontramos con renom+ brados autores de obras sobre educacién y pedagogia, que son inep- tos educadores y pésimos pedagogos; que son eruditos y muy versa- dos en todos los temas referentes a las teorias educativas y pedagé- gicas, pero que son un fracaso cuando intentan actuar frente a un 95 Escaneado con CamScanner “Zila, cuando quieren conducir a los nifios o a los adolescentes por Jos. caminos del saber y del bien obrar, asi también, pero con mu- chisima mayor frecuencia, comprobamos el divorcio cxistente entre los conocimientos éticos de tna persona y la moralidad de su conducta. Pareceria que, siendo la Etica una ciencia teérico-practica, su conocimiento Ievarfa naturalmente a la praxis, a la accion. El es- tudio tedrico de las artes y de la técnica Ileva a la accién: se estudia la finalidad y los efectos del clarooscuro para poder aplicarlo bien cuando se pinta un cuadro; se estudia el funcionamiento de los pis- tones y del cigiiefial de un automévil para ponerlo a éste en condi- ciones éptimas cuando ha sufrido alguna falla referente a cualquiera de esas piezas mecdanicas. éY por qué no sucede lo mismo en el caso de la leoria ética? ¢Por qué no basta saber que hay obligacién de hacer el bien, el bien moral, para hacerlo? ¢Por qué no basta saber que nunca se debe hacer el mal moral, para nunca hacerlo? Es evidente que entre la conciencia moral del individuo y su accién concreta se abre muchas veces un tremendo foso. El hombre, esa “contradictoria, indémita creatura”, es un perpetuo-ctimulo de contradicciones: se contradice en el pensar y en el hablar; pero en el tema ético la contradiccién no se da entre dos juicios (nivel mental), ni entre dos proposiciones (nivel gramatical), sino entre el juicio o los jui- cios morales que valoran el obrar, y ese mismo obrar concreto. La dificultad de conciliar la sabiduria ética con la praxis ética nace de Ia naturaleza misma del compuesto humano: las pulsiones del instinto, las inclinaciones abusivamente egoistas, la ambicién del poder y de los bienes materiales en general, la soberbia y la atrac- cién de los placeres sensibles son los principales enemigos de ese bien moral que perfecciona la naturaleza del hombre. Y contra esos enemigos lucha, desde el alba de la raz6n, la voluntad libre; que es libre, sf, porque si no, no habria mal moral; que es libre, si, y por eso mismo privilegiada como no lo es ningtin otro ser viviente de la tierra; pero que también es débil, lAbil, insegura ante los ataques de Jos enemigos que hemos mencionado. Y como esos enemigos no son exterjores al hombre, sino que anidan en el hombre mismo, es imposible despojarse de ellos y muy dificil no dejarse fascinar por la subyugante mascara de bien con que nos presenta el mal. Y lo malo de esta situacién es que el hombre sabe que es malo lo lo malo que hace, porque si no, no serfa moralmente malo; y cons- cientemente hace el acto malo, no obstante saber que no es Io malo lo que se debe hacer, sino lo bueno... En el afio 1930 nuestro Jardin Zooldgico fue escenario de un tragico hecho: dos nifios, de no mas de diez afios cada uno, se acer- caron a la jaula de los leones. Uno de aquéllos, por broma, le sacé Ja gorra a su compafiero y la arrojé al interior de la jaula. El nifio 96 Escaneado con CamScanner burlado metié una mano entre los barrotes, introduciendo al mismo tiempo, sin advertirlo, su cabeza. Y el leén que estaba junto a los barrotes de un zarpazo le deshizo el rostro a la infeliz criatura. Ni los testigos del suceso, ni los periodistas que lo comentaron hablaron de la inmoralidad del len. Si alguien le hubiera preguntado a éste: “¢Por qué lo hiciste?”, el animal no hubiera respondido; pero si hubiese respondido, su respuesta habria sido mds o menos ésta: “¢Qué tengo que ver yo con este hecho? ¢Por qué me hacen esta pregunta?” Es que ningun animal tiene RESPONSABILIDAD, como tampoco- Ja tiene un nifio de dos afios que aplica una vela encendida a las sébanas de la cuna donde esta durmiendo su hermanita de tres meses de edad; como no la tiene un incapacitado mental pro- fundo. Y no tienen responsabilidad porque ante una pregunta de indole moral no pueden responder nada, ni verbalmente ni. men- talmente. Y no pueden responder porque no entienden ni el sentido de la pregunta que se les formula, ni el sentido de la respuesta que podrian dar. El hombre, adulto, normal, corisciente y libre es responsable de Jo que hace. Y el acto que realiza, bueno o malo, se le impuita, es decir, se le atribuye como a su autor. La responsabilidad es una propiedad del agente moral (y también juridico); la imputabilidad es una propiedad del acto humano. Al analizar el acto humano, en la Unidad 1, nos referimos a la responsabilidad indirecta que puede tener una persona respecto de un acto que, en si mismo, no es humano. Se la suele denominar también responsabilidad causal, por cuanto el agente, aunque no quiso los actos réalizados en una situacién en que voluntariamente se puso, como esta situacién la causé a ciencia y conciencia, y previd, o debiéd prever, lo que harfa o podria hacer en ella, es causa directa y voluntaria de la situacién y causa indirecta voluntaria de los efec- tos producidos, los cuales son imputables al agente, quien debe res ponder por ellos. El que es responsable de una causa es también responsable de todos los efectos de esa causa, si los prevé o puede preverlos. : En la educacién del hombre es necesario un sélido esclareci- miento de lo que es responsabilidad moral. La vida interior es res. ponsabilidad, La teoria extrema de Lombroso que ve en casi todos los malhechores seres anormales, para los cuales tendria que haber no cérceles sino asilos, reduce peligrosamente el sentido ético y ju- ridico de RESPONSABILIDAD. La falta de responsabilidad (Ia irres ponsabilidad) de un sujeto adulto no se presume: hay que probarla. La ley tiene sus normas para determinar si hay responsabilidad, ¥ en qué grado; pero en el orden moral, que es el que regula la vido interior de cada uno, no es facil juzgar con precision en este aspecto Los veintiin afios cumplidos, que marcan el limite entre la minorig 97 Escaneado con CamScanner y la mayoria de edad, no son ningtn criterio, ni cierto ni probable, de que la persona entonces y sélo entonces ha alcanzado su minimo nivel de responsabilidad. Hay una tendencia en algunos escritores modernos a subestimar el sentido de responsablidad de la juventud. Hay cierta ligereza y superficialidad en el juicio de quienes restan responsabilidad a de- lincuentes de 17 6 18 afios. Una persona que a esa edad tiene audacia, fortaleza y picardfa para cometer una accion mala publicamente, no puede ser considerada como “irresponsable” en sentido riguroso, sal- vo que sea un anormal. Entre los profesionales expertos en Psicologia Profunda no son pocos los que, exagerando el rol de io inconsciente en Ia vida anf- mica del ser humano, queriendo o sin querer, tratan de liberar a los pacientes de las ataduras de la responsabilidad. Y asi observamos que en este mundo de hoy, tan inclinado a la “extraversién”, tan enemigo de la “vida interior”, el excesivo acento que se pone en la “motivacién”, por un lado, y el que se pone en el dinamismo de lo “inconsciente”, por otro lado, van diluyendo la importancia de los valores éticos, que no existen, como no existe la Etica, sin la bus- queda del bien moral, sin libertad, sin responsabilidad. Si no es facil encontrar serias razones para eludir la responsa- bilidad, si, en cambio, hemos de admitir que existen diversos grados de responsabilidad. En términos generales tiene menos responsabi- lidad en sus actos un alumno de Primer Ajio que uno de Quinto Afio, aunque es verdad que algunas veces ocurre lo contrario. Los padres suclen tener mas sentido de responsabilidad que los hijos menores de edad. Ante Dios —para quicn tiene fe en El— y/o ante la propia conciencia, el sentido de responsabilidad esta en razon di- recta con la capacidad intelectual y con la extensién y profundidad de los conocimientos que se poseen. Insisto en esta afirmacién: y creo que adquirir clara conciencia de ella es ya un acto de plena responsabilidad moral. Una de las obligaciones mas graves del educador es inculcar en sus alumnos este sentido de responsabilidad, como veremos en la Unidad 8; inculcar responsabilidad, tratar de que la vivencien, po- nerlos en situaciones adecuadas, discretamente vigiladas, para que ejerciten su libertad y su responsabilidad. Asumir la responsabilidad de educar a los alumnos en la responsabilidad es funcién esencial en la tarea educativa. Tener responsabilidad es una cualidad. Es también una pro- piedad de la conducta humana. Y debe ser una virtud, no sdlo del educador, sino de todo ser humano. El empleado cumplidor, el sere- no que no se duerme y que recorre por lo menos una vez las depen. dencias del establecimiento que ha sido confiado a su vigilancia, el conductor de un émnibus que revisa con frecuencia el estado de 98 Escaneado con CamScanner los frenos, de las cubiertas y del depésito de la nafta, son personas responsables, conscientes de la tarea que libremente han aceptado desempefar. La actividad de la persona esta signada por su conducta Stica. Cuando aquélla realiza un acto moralmente bueno, en ese momento- es buena; porque los actos, buenos 0 malos, son los que hacen de la persona un ser bueno o malo. El juicio comtn de la gente, sin embargo, considera que una persona es buena, o mala, cuando su modo habitual de proceder estd hilvanado por acciones buenas o malas, respectivamente. Porque asi como los habitos, de cualquier tipo que sean, constituyen una manera de ser estable, permanente del sujeto en quien se hallan, asi la plenitud de la persona se logra —con las limitaciones que son propias de todo ser contingente— con la adquisicién de los habitos morales buenos. Y éste es un objetivo concreto de la funcién educadora: que los alumnos adquie- ran el mayor ntimero posible de habitos buenos, morales y también de los otros (por ejemplo, mecdnicos, higiénicos, etcétera). gQué es un habito? El habito es una disposicién permanente y adquirida para reproducir determinados actos. Es una disposicién para; no es la realizacién del acto. Aunque, segtin ensefia la Psico- logia, el habito se forma tinicamente mediante la repeticién de los actos correspondientes (eso es el aprendizaje en la vida escolar y en los deportes y en algunas actividades motrices como, por ejemplo, escribir a mAquina, tocar un instrumento musical), sin embargo, cual- quier accién en si misma considerada no es un habito, y ademas tampoco responde necesariamente a un habito. Caminar, cantar, comer almendras, jugar al ajedrez, viajar a Necochea, pintar una pared, son ejemplos de acciones; que pueden ser habituales, por lo menos en algunas personas; otras pueden ser meramente ocasionales (viajar a Necochea, comer almendras). De esto se infiere, 12) que cuando vemos que alguien fuma o bebe, no hay fundamento para afirmar con certeza que tiene el ha- bito de fumar o de beber: tal vez es la primera vez que fuma o bebe; 27) que si alguien tiene el hdbito de fumar o de beber, no estd fumando ni bebiendo en todo momento. El origen del habito esta en un acto o en varios actos que se han realizado y que han dejado una especie de huella en el meca- nismo mental o en el fisiolégico, la cual generaria una tendencia a reproducir lo que se ha hecho una o varias veces. Al producir un acto el sujeto recibe una modificacién que antes no tenia y ad- quiere esa disposicién para reproducir otra vez el acto. No hace al caso que este proceso pase inadvertido a la conciencia, ni que sea involuntario; los habitos se adquieren conscientemente, subcons- cientemente, inconscientemente, voluntariamente e involuntariamen- te. Ni siquiera es indispensable la propia voluntad en la adquisicién 99 Escaneado con CamScanner de un habito: se lo puede adquirir por voluntad ajena, como sucede con los habitos que adquieren los nifios pequefios (acttia la volun- tad de los padres), o los animales (acttia la voluntad del ser humano que los amaestra o adiestra). Mas atin: no es raro que un ser hu- mano adquiera un habito sin que intervenga la voluritad de nadie, por una especie de contagio o imitacién no consciente. Dos son las fases del habito: la formacidn, que consiste en la repeticién de varios actos de la misma especie, iguales o semejantes; en esta fase hay una serie de verdaderas transformaciones, una su- cesién de cambios internos, que hacen posible el progreso paulatino, con inevitables altibajos, en cuanto’ a soltura, rapidez y perfeccién de movimientos. Cuando este progreso llega se cumple la segunda fase, que es la estabilizacidn: los actos tienen ya estas tres caracte- risticas que acabamos de mencionar, y esta cuarta, que proporciona no pocas ventajas en la actividad cotidiana, del hombre: Ios actos habituales se realizan subconscientemente, 0 con un escaso Margen de conciencia, y asi ésta se concentra en acciones mds importantes que los actos que se realizan por habito. Por ejemplo: cuando escri- bimos somos conscientes de lo que escribimos, no de los movimien- tos que hacemos con la mano (el nifio de primer grado si es cons- ciente de estos movimientos); al hablar somos conscientes de lo que hablamos y de lo que pensamos o imaginamos al mismo tiempo, pero no de los movimientos de nuestros labios. Esta somera revisién de la naturaleza de los habitos no nos in- ducira a pensar que “el hdbito es el duefio del mundo”, como exa- geraba Montaigne; pero si que su adquisicion es de enorme impor- tancia en la Pedagogia humana y en la conducta moral. Kant estimaba que cuantos mds habitos tiene un hombre tanto €s menos libre e independiente, porque conserva mds cierta incli- nacién hacia aquello a lo cual primero se lo acostumbro6. Y afiadia que es conyeniente impedir que los nifios se acostumbren a algo, que no hay que permitir que nazca en ellos ningtin habito. Rousseau escribe en el Emilio que el vimico habito que ha de permitirse en el nino es el de no contraer ninguno, Ambos pensadores exageraban; Porque hay, es verdad, hdbitos malos en sentido moral, y habitos malos para Ja salud del cuerpo, para el aprendizaje escolar, ete; y respecto de esos hdbitos sf hay que evitar que los nifios los con: traigan; pero también estan los habitos buenos, en el area moral, escolar, etc, Ademés, aunque el hombre es menos libre en sus actos habituales, en si mismos considerados, porque son inadvertidos, o Poco advertidos, no todos los actos del hombre son habituales; y Ta eg esto dependen de un acto anterior y libre de la volun- , 10 lo explicamos en el inciso 3 de la Unidad 1. crs y ets ae conciernen ala problematica ética son los VI- ES. El vicio es un habito moral malo; la virtud, 100 - Escaneado con CamScanner » EDONEEKASTHS RE AF CH un habito moral bueno. En consecuencia, un especifico obrar malo (robar) no es un vicio; la persona que ha adquirido una disposicién permanente para robar, una tendencia que lo impulsa a esa clase de accién inmoral, tiene el vicio de robar: es viciosa en ese aspecto. Y es viciosa el martes y el miércoleS, aunque ni el martes ni el miércoles robe, si todavia tiene esa tendencia interna a robar. Por- que el habito, asi como se adquiere, es decir, no es innato, asf tam- bién se puede perder. Y lo mismo sucede con el vicio, que es un habito. Hay habitos que se pierden con mas facilidad que otros; pero el vicio es muy dificil de extirpar. A todos los que se deciden a apartarse de la mala senda del vicio se les presenta la misma difi- cultad: el deseo de realizar el acto malo, el desasosiego por no realizarlo, la imagen-recuerdo del placer experimentado tantas veces en la realizacién del acto, torturan al vicioso que ya esta en la senda del bien; pero durante mucho tiempo sigue escuchando, como Ulises, el canto fascinador de las sirenas. Esta es la razén que ex- plica por qué cuesta tanto extirpar de raiz el vicio. El vicioso tiene la firme voluntad de no volver a la mala senda; esa firmeza no logra- ra —salvo milagro— eliminar de inmediato la disposicién hacia el mal, que perdurara meses, quizds afios, alimentando el fuego de una lucha que ha sido la base del mérito de muchos héroes y heroinas de la virtud. Un vicio es un habito; pero gpodemos afirmar, a la inversa, que todo habito es un vicio? Evidentemente, no. Si de una persona que bebe, no podemos decir, sin pruebas, que tiene el habito de beber, del mismo modo, de una persona que tiene el hdbito de beber, porque ella nos lo ha confesado, no podemos pensar que tiene el vicio de beber. ¢Qué es lo que convierte a un hdbito en vicio? El estar afectado por cualquiera de las siguientes caracteristicas: 1) Que el acto habitual tenga como consecuencia un grave ata- que a la salud corporal o espiritual de la persona (hecho que suele ocurrir con mucha frecuencia en el caso del habito de fumar y en la drogadiccién). 2) Que Ja satisfaccidn de ese acto produzca desarreglos econé- micos perjudiciales para los miembros de la familia que estan a cargo del sujeto vicioso, 3) Que se cause un mal fisico o espiritual a otras personas (fu mar en lugares ptiblicos cerrados, por ejemplo). 4) Que Ja no-realizaci6n del acto habitual produzca la impre- sién psicofisiolégica de necesidad, de modo que el sujeto advierta que esta sometido a una tirdnica esclavitud. Aunque en el habito no se cumpla ninguna de las tres caracteristicas 101 Escaneado con CamScanner anteriores, esta sola basta para considerarlo vicio, por la de- gradacién que significa haber descendido libremente, como se supone, a ese estado de esclavitud. Un acto humano malo es un episodio; eso no le resta importan- Cia, desde luego; pero el hombre, al reflexionar, puede y debe valerse de su misma caida para poner mas empeiio en su futura conducta. En cambio el vicio, que por su cardcter de habito es como una se- gunda naturaleza, coloca al hombre en una situacién moral y psico- logicamente embarazosa. El que ha tomado conciencia de que es vicioso, de que debe salir de su estado, de que quiere y “no puede”, 9 cree que no puede dejar de satisfacer las exigencias apremiantes del vicio, llega a veces a una conviccién tal de fracaso, que cualquier terapéutica le resulta ineficaz. Y si ha tenido un periodo largo de éxito (seis u ocho meses) y después cae de nuevo en las garras del vicio, su angustia puede conducirlo al precipicio de una temible desesperacién. De aqui sacamos la conclusién de que en el tema de los malos habitos el educador ha de recur: a la eficacia de las reglas pre- ventivas: no aseguran el éxito, pero ofrecen mis probabilidad que las curativas (jmds vale prevenir que curar!). En la nifiez y en la adolescencia no sucle ser comtn el vicio; esto es una ventaja para el educando y para el educador, porque aquél recibe con buena dis- Posicién de dnimo las ensefianzas y las advertencias, y éste trabaja en un campo limpio de cizafia. En este sentido son muy eficaces las campafias publicitarias contra el vicio de fumar y las conferencias ilustradas con peliculas que suelen dar todos los afios médicos y expertos de la Policia Federal en las Escuelas oficiales del Ministerio de Educacién y Cuitura. La virtud es también un hdbito, pero un habito bueno. La vir- tud es, por to tanto, lo contrario del vicio. Como hay actos viciosos, hay actos virtuosos. Ambos, Ja virtud y el vicio son hdbitos opera- tivos, o practicos, porque se refieren a la accién (el acto vicioso, el acto virtuoso); y, como en el caso del vicio, nacen de la accién, de los actos virtuosos; porque también Ia virtud es una disposicién adquirida, no innata; y se adquiere con el ejercicio, como ya enseno Aristételes. Y es claro que se ensefia a otros la v’ rtud, se ensefia a practicarla; y se aprende lo que cs la virtud, pero sobre todo se apren. de a practicarla observando cémo otros la practican. Por ser contrarios el vicio y Ja virtud, aquél se adquiere con facilidad (recordemos que los actos correspondientes producen pla- cer), mientras que ésta se adquiere con dificultad; aquél se pierde con mucha dificultad y ésta se pierde con facilidad. La virtud pro- duce placer espiritual, pero generalmente no produce placer mate- rial. La palabra “virtud” proviene del latin “vir' » sustantivo que 102 Escaneado con CamScanner significa “‘varén”; y el vocablo latino “virtus” significa fortaleza, valor militar para luchar en las guerras, fuerza espiritual para ven- cer las dificultades que se oponen a los propios designios. Es decir, que la misma palabra nos est4 previniendo sobre los escollos que hay que salvar, para lo cual se requiere “fuerza”, y eso es la virtud, una fuerza personal para cuyo ejercicio se requiere fuerza, y que da fuerza para su ejercicio: ; “La virtud es, pues, esencialmente personal. No cs algo heredado, ni re- sulta necesariamente de las circunstancias, ni de la educacién 0 del medio. La herencia no’ puede dar la virtud por sf misma, sino sélo ciertas predis- posiciones que no engendran infaliblerente la virtud ni el vicio. Hay pre- disposiciones intelectuales que se pueden heredar, sin heredar por eso ni la ciencia ni el arte. El que existan familias de artistas y de sabios sola- mente prueba que en esas familias ciertas aptitudes son hereditarias y asiduamente cultivadas por la educacién. Del mismo modo, las predispo- siciones morales no Iegan a ser virtudes 0 vicios sino cuando son favo recidas por el ejemplo y la educacién y sobre todo por la voluntad personal. También debemos decir que las virtudes son mds personales que los ta- Ientos especulativos o artisticos; por eso las predisposiciones morales con que puede uno nacer abortan mucho més facilmente que las predisposi- ciones intelectuales o artisticas. La virtud es siempre precio del esfuerzo, de la buena voluntad y del ejercicio perseverante” (Regis Jolivet, Moral, pag. 168.) Ya se comprende que si el vicio hay que tratar de extirparlo cuando existe, porque aleja al hombre de la perfeccién natural a que esta llamado por ser un ente racional, y hay que tratar de que no anide en el alma cuando todavia se da la posibilidad de evitarlo, por la misma raz6n, respecto de las virtudes la preocupacién de todos los hombres, y sobre todo la del educador, ha de ser la contraria: empefiarse en adquirirlas, en mantenerlas y en aconsejarlas a los demas. Platén queria para su “Republica” hombres virtuosos, y pienso que nadie desea otra cosa para la sociedad del siglo Xx. 2. LAS VIRTUDES CARDINALES: PRUDENCIA, JUSTICIA, FORTALEZA Y TEMPLANZA Entre todas Jas virtudes morales ocupan un sitial de preferencia (aparecen ya en la Etica a Nicémaco, de Avistételes) las VIRTUDES CARDINALES, del sustantivo latino “cardo”, que significa “quicio”, porque, efectivamente, estas cuatro virtudes, que son la PRUDENCIA, la JUSTICIA, la FORTALEZA y la TEMPLANZA, simbolizan los qui- cios alrededor de los cuales giran los goznes de las otras virtudes morales y, por consiguiente, toda la vida moral de la persona. La prudencia es de rafz intelectual, pero, naturalmente, esté relacionada con la voluntad; la justicia, la fortaleza y la templanza obedecen al 103 Escaneado con CamScanner imperio de Ia voluntad. Como los cuatro puntos cardinales en el area de la geografia, también estas cuatro virtudes “orientan” Ja realizacién de lo moral y son indispensables para acercarse a la plenitud personal, meta tiltima de la existencia humana. I. LA PRUDENCIA. Puesto que el bien moral es el que atafe a la naturaleza vacional, como tal, la razén lo propone a la voluntad para que ésta regule, ev la accidn concreta, todos los pasos de la actividad. La prudencia, que en el uso de las lenguas clasicas es sindénimo de “sabiduria” (prudentes son los sabios) dicta a la razén cl como y cl cuindo se debe actuar. En este sentido pensamos que la prudencia perfecciona a la inteligencia. Si colocamos en primer lugar Ia virtud de la prudencia es porque ella armoniza, unifica, soli- dariza, da el “visto bueno” a las otras virtudes; les da forma y me- dida. Hay personas que sc distinguen en algunas virtudes, pero carecen de prudencia, hecho que advierten hasta los legos en filo- sofia. Es un principio de orden practico en Derecho que “summum ius, summa iniuria” (la justicia exigida a la perfeccién es —-muchas veces— una perfecta injuria); la fortaleza puede Iegar a ser temeri- dad; la templanza puede originar situaciones molestas a los demas .. . No cabe duda de que “la medida” en el obrar humano “sazona” el ejercicio de cualquier virtud. Esa medida la da la prudencia, que no suele aparecer en la nitiez, por la falta de experiencia que tiene el niflo y porque no ha comenzado atin el proceso de maduracién: como en el adolescente si ha comenzado este proceso, aparecen de vez en cuando rasgos de prudencia, que es una virtud propia de la edad adulta. cEs exacto decir que esta virtud es de orden practico? Si que lo es. El prudente conoce, como el imprudente, lo que se debe hacer y lo que no se debe hacer; pero aquél ve que hay que esperar, y espera; se da cuenta de que hay que callar, aunque podria hablar, ¥ calla; encuentra mas atinado (mas “prudente”) cambiar las pala- bras, y las cambia; advierte que seria contraproducente, tal vez hasta ofensivo, recordar una deuda impaga a otra persona en el momento de darle el “pésame” por la muerte de su madre, y se abstiene de hacer esa mencién.., El imprudente no hace esto. Es quiza virtuoso en otros aspectos, pero le falta “tacto”; nadie dira de él que es deshonesto, que es injusto, que es malo; diran: “jQué imprudente!”” El prudente coordina, con cierta intuicién e inmedia- fez, los principios de la razén tedrica con las reglas de la razon prac- tea. Por eso la prudencia es una virtud de la razén prictica, cuya finalidad inmediata es gobernar el modo y las circunstancias todas de la conducta moral, . La prudencia es Ja virtud del equilibrio, cle la sensatez; la que debe gravitar en los momentos de las graves decisiones personales 104 Escaneado con CamScanner y sociales, privadas y ptiblicas, nacionales e internacionales. Aunque a veces el derecho y la justicia nos amparan en el caso de que tome- mos una importante decision, si ésta es peligrosa por los males que puede acarrear, pesadas todas las razones en pro y en contra de la empresa que queremos acometer, tal vez la prudencia nos aconseje esperar el momento oportuno. Precipitar la accién ha sido muchas veces el origen de dafios irremediables; otras, en cambio, ha sido la salvacién de un pueblo. La prudencia tiene la ultima palabra. Los jefes de las naciones, las autoridades que tienen a su cargo la direccién de grupos humanos, los padres de familia, los docentes, en fin, necesitan mds que nadie la virtud de la prudencia: “Si es sabio —escribi6 Santa Teresa—, que nos ensefie; si es prudente, que nos gobierne; si es santo, que ruegue por nosotros”. jSabio y prudente consejo! II. LA JUSTICIA. El concepto mas simple y claro de “justicia” es “suum cuique” (a cada cual lo suyo): si lo mio lo poseo y lo tengo, y io tuyo lo posees y lo tienes, eso es jus‘icia; si lo mfo no lo poseo ni lo tengo, sino que tt lo posees y lo tienes, y si lo tuyo no Jo posees ni lo tienes, sino que yo lo poseo y lo tengo, eso es injus- ticia. Es injusto que alguien me robe la bicicleta, porque la bici- cleta es mia; es injusto que me haya sacado un 6 en matematicas, porque el profesor asigné dos puntos a cada uno de los cinco ejer- cicios de algebra, y yo hice cuatro bien y sélo uno mal; es justo que el inspector lo haya multado a Fernando, porque cruzé cuando el semaforo estaba en rojo. Si hacemos un poco, sdlo un poco de filosoffa, comprobaremos que la mayoria de los males morales y de los fisicos son causados por la falta de justicia: los problemas de los salarios, de las remu- neraciones desproporcionadas, de los cargos y funciones ptiblicas asignados a personas incompetentes y/o deshonestas, de los precios desiguales para cosas iguales, de la existencia de pueblos subdesarro- Nados en una Tierra que debe proporcionar facilidades iguales para todos, del anacrénico colonialismo ejercido atin despéticamente por algunas potencias materialmente poderosas nada mas que porque son materialmente poderosas,., La lista de actos injustos, unos’ mas graves que otros, que se cometen en todos los lugares de la Tierra, es inacabable. Y es una realidad psicosocial que los suftimientos permanentes © frecuentes causados por las injusticias, tanto en el orden publico como en e} privado, provocan rebcliones explosivas, dramas ocultos y manifiestos, de donde surgen casi siempre cruentas injusticias. “La violencia engendra la violencia": es verdad, porque la violencia es una forma de injusticia, La virtud de la justicia es la voluntad firme y constante de dar 105 Escaneado con CamScanner @ cada uno lo que le corresponde. Esta nocién, coincidente por su contenido con la expuesta arriba, tiene un alcance muy ampli porque el problema concreto que la Etica se plantea es cémo dis- tinguir siempre lo que es de uno y lo que es de otro. El origen de la sociedad humana se debe a que los hombres buscan, en la comunioén y en la eleccién de un jefe, una forma adecuada de que todos vivan en justicia, es decir, respetando los unos los derechos de los otros. Las divisiones que se hacen de la nocién de justicia son las siguientes: 1) Justicia general y justicia particular. La primera regula las acciones de los individuos en orden al bien comun de la sociedad; comprende las obligaciones que el miembro de la sociedad tiene res- pecto de ésta; supone, pues, deberes y derechos. La justicia particular regula las acciones respecto de los individuos; se subdivide en: 2) Justicia conmutativa y justicia distributiva, La primera regu- la las acciones que se dan entre personas privadas, estableciendo el alcance de deberes y derechos, en orden a que a cada uno se le dé lo suyo, segtin Ja regla de igualdad material en los cambios o per- mutas. La segunda regula las relaciones entre la sociedad y cada uno de sus miembros, buscando la equitativa distribucidn de ventajas y desventajas, en los nombramientos y prestaciones, y teniendo en cuen- ta, con criterio de proporcionalidad, la calidad de las tareas que se cumplen, la duracién del tiempo, y sobre todo la competencia de las personas, su idoneidad para los cargos y funciones, sin acepcién de personas. Las violaciones de la justicia, tanto conmutativa como distribu- tiva, son tantas en las grandes ciudades, a pesar de que no escasean los érganos ordinarios y extraordinarios de la justicia, que podemos afirmar que esta tan necesaria virtud para la convivencia humana es la mds despreciada de todas. El hombre carente de sélida for- macién ética vive inventando ‘triquifiuelas, trampas legales y no legales para burlar la ley, es decir, para burlar la justicia; y por iro- nia, o por obvia contradiccién, ese mismo hombre reclamara justicia ante el estrado del juez cuando es lesionado en sus propios derechos. III, FORTALEZA. La palabra en si significa firmeza corporal y/o espiritual contra toda situacién externa o interna que sea dolorosa © molesta para el individuo, El término griego que emplea Aristé- teles, “andreia”, significa “virilidad”, derivada de “vir”, de donde proviene también “virtud”, segiin ya explicamos. Es, pues, la for- taleza la virtud que inclina o predispone al sujeto a enfrentar ‘las dificultades y peligros no comunes, para superarlos, 0 para sufrirlos con paciencia cuando las fuerzas propias no logran superarlos. La timidez se opone a la fortaleza; la audacia, y sobre todo la temeridad 106 Escaneado con CamScanner son “aparentemente” fortaleza; pero no lo son en realidad, porque a ambas actitudes, mds a la temeridad que a la audacia, les falta Ja regulacién de la prudencia. La fortaleza se da no pocas veces en personas fisicamente dé- biles, enclenques y en discapacitados ffsicos, como lo puedo com- probar con verdadera alegr{a durante las visitas de estudio y obser- vacién que realizo todos Ios afios a los Institutos oficiales y privados de Ensefianza Especializada. Las ensefianzas evangélicas dieron un impulso vital al desarrollo de esta virtud entre los seres humanos, en contraposicién con las concepciones paganas, griegas y romanas, de la antigiiedad, que casi cxclusivamente pregonaban la fortaleza corporal de los guerreros, de los luchadores que actuaban en el circo y de los deportistas en general, que triunfaban en las Olimpfadas. La falta de esta virtud, que puede ser subsanada con una educa- cién motivada, se advierte en las personas apocadas, en las pesimis- tas, en las derrotistas, en las que se amilanan ante pequefias difi- cultades. El que no tiene la virtud de la fortaleza se abate, se empequefiece ante el fracaso; el fuerte resiste el golpe, reacciona, se sacude el polvo de su derrota y se lanza con entusiasmo a Ja con- quista del triunfo. IV. TEMPLANZA. Es la virtud de la moderacién de los placeres espirituales o sensoriales, y consiste en buscar 0 aceptar éstos con medida, sin excesos que son perjudiciales a la salud corporal, 0 que, si no lo son, degradan al hombre por la “animalidad” con que se entrega, en cuerpo y alma, al goce de esos placeres. Son vicios opuestos a la templanza la glotoneria, en el comer y en el beber, la ira, la Iujuria y la soberbia, que es algo as{ como Ja Tujuria del alma. La templanza se suele entender “casi” exclusivamente en sentido sen- sorial; pero es un error; por eso hemos dicho “placeres espirituales 0 sensoriales”. La ira es una combinacién de espiritu, de sentimiento y de procesos orgdnicos concomitantes; la soberbia nace de una autoestimacién excesiva. Los que se enloquecen, se ciegan y hasta se creen dioses por Jos honores que les tributan, aunque sean hono- res merecidos, no tienen templanza, no “moderan” su autoestima. En Ja medida en que el espiritu es superior a los sentidos corporales, la moderacién sobre los placeres del espiritu es superior a la que tiene por objeto los placeres sensoriales, Es superior y mucho mis dificil de adquirir, porque no se consigue sin la humildad, esa otra virtud tan humilde, que es, en el mundo bullicioso de hoy, una ilus- tre desconocida. LOS SIETE PECADOS CAPITALES no son, en realidad, pecados. Un pecado es un acto inmoral, grave o leve, que tiene casi siempre una connotacién religiosa. La denominacién de PECADOS CAPITA- 107 Escaneado con CamScanner LES es antigua en la tradicién de Ja ascética cristiana: designa los vicios principales, los mds importantes por lo graves que son y por lo mucho que estan difundidos en la humanidad de todos los tiem- pos. Son ellos: 1) La soberbia (orgullo), que es la tendencia a buscar desme- didamente la propia alabanza y a gozarla también en forma desmedida, generalmente con subestimacién y desprecio de los demas. La lujuria, que es la tendencia a la busqueda excesiva, des- ordenada, refinada y hasta artificial de los placeres sexuales, 3) La avaricia, que es Ja inclinacién a poseer sin medida toda clase de bienes materiales, preferentemente, pero no tnica- mente, dinero. 4) La gula, que es la tendencia exagerada a la btisqueda de los placeres que proporciona el comer y el beber. La ira, que es la tendencia afectiva de enojo y agresién ante un hecho o ante una persona que han provocado en el sujeto un disgusto grave. 6) La envidia, que es la tendencia a entristecerse por el bien ajeno conocido. 8 5 7) La pereza, que es la inclinacién a la inactividad ante el tra- bajo que se debe hacer, o ante los esfuerzos que requiere el trabajo mismo. 3. EL VALOR DE LA EXISTENCIA HUMANA. HOMICIDIO, SUICIDIO, EUTANASIA, ABORTO La existencia humana, ese acto entitativo que la Metafisica co- loca como Ja base de todos los actos operativos que denominamos acciones humanas; ese acto entitativo que se ha multiplicado no sabemos cudntos billones de veces, y que se multiplicara atin no sabe- mos tampoco cudntos billones.o trillones de veces, tiene un valor in-conmensurable, in-efable, in-comprensible, por lo menos en su to- talidad: el valor de ser; pero no como potencia de ser, no como acto mental que representa al ser, sino como ser que es realidad extramental, un ser que es existir, un existir que es in-sistir, segtin la filosoffa de Quiles,’ porque el sujeto de ese existir tiene un sen- tido de in-terioridad, esta ahf ese s ijeto del existir, con un “estar” + Ismael Quiles: Antropologta filosdfica in-sistencial, Depalma, Buenos Aires, 1978. 108 Escaneado con CamScanner interior, que es precisamente el “medio” en que se desarrolla la actividad ética, el medio en que “vive” la conciencia moral. En la axiomética axiolégica de Max Scheler, ya explicada en la Unidad 3, inciso 2., el valor de la existencia humana es un valor vital, existencial vital (los hay existenciales no vitales, como, por ejemplo, el de la Piramide de Mayo, el de los émnibus que recorren las calles de nuestra ciudad, etc.). Es un valor vital positivo; por ende, constituye en sf un valor positivo particular (axioma 1°). La no-existencia de ese valor vital positive constituye en sf un valor negativo especial (axioma 3°). Si la existencia humana es en sf un valor positivo, su realiza- cién, su conservaci6n, su cultivo, su desarrollo psicosomatico es un bien moral para el sujeto existente en la medida en que éste inter- viene con su voluntad libre; y la no-existencia producida libremente por un acto del propio sujeto (suicidio) 0 por un acto voluntario y libre de otra persona (homicidio), que es en sf un valor negativo, es un mal moral del propio sujeto o de la otra persona, respectivamen- te. El valor de la existencia humana es tenido como algo digno de poca consideracién (0 de ninguna) en muchas sociedades de Oriente y Occidente: se asesina al ser humano antes de nacer y después de haber nacido; cuando es nifio, cuando es adolescente, cuando es hombre adulto para robarle sus bienes, para que no triunfe en una contienda electoral, por divergencias ideolégicas politicas, sociales o religiosas; por motivos pasionales, etc., etc. El nifio que en medio de las angustias y zozobras de sus padres y de los médicos y enfer- meras intervinientes logré sobrevivir a un parto peligrosisimo, a los 36 afios de edad murié asesinado por un guerrillero anénimo. jQué poco vale la vida humana cuando los valores éticos son des-valores en la concepcién antropolégica de una sociedad! Y esto es lo que ocurre todos los dias (jojalé me equivoque al hacer esta afirmacién!) en alguna parte del planeta Tierra en pleno siglo xx, faro esplendoroso de la cultura, del progreso y de la técnica sofisticada. El valor de la existencia humana se niega con el homicidio, con el suicidio, con la eutanasia y con el’ aborto. Haremos una breve reflexion sobre cada uno de estos cuatro comportamientos, que son en la actualidad, sin lugar a dudas, otros tantos problemas acuciantes que se propone solucionar la Bioética. a) EL HOMICIDIO. Consiste en una accién voluntaria por la cual se da muerte a un semejante sin tener autoridad para ello. El imperativo de la conciencia: “No matards (injustamente)”, por el cual resulta evidente que el homicidio es inmoral, se basa en el derecho que tiene a la propia vida, mucho mis que a los propios bienes, todo ser humano. La prohibicién del homicidio se extiende 109 Escaneado con CamScanner a todo lo que atenta contra la vida o la salud del préjimo, es decir, a toda violencia injusta que agrede a los demas en su persona o en su libertad fisica. % La legttima defensa es un derecho que justifica plenamente toda acci6n ‘tendiente a conservar la vida propia o la propia integridad; matar én ‘esta circunstancia es matar justamente. Por esta raz6n no es inmoral para defenderse cuando peligra la propia vida; pero si con golpes o heridas se puede alejar el peligro, no es lfcito matar, ya que, en tal caso, la reaccién de autodefensa serfa totalmente desproporcionada. Hay que admitir —para no juzgar precipitada- mente a los demas— que en el momento concreto del ataque, a causa principalmente del choque emocional, es muy diffcil precisar esos limites, mdxime si la persona amenazada nunca se ha encontrado en una situacién semejante. b) EL SUICIDIO. Es la accién por la cual el hombre, por su propia autoridad, se da directamente la muerte. Los estoicos en la antigiiedad y los moralistas pesimistas y materialistas de los tiem- pos modernos sostienen la legitimidad del suicidio. Kant lo reproba- ba, y en general lo consideran inmoral todos los filésofos espiritualistas, sobre todo los tefstas, que afirman la existencia de Dios y el dominio que Dios ejerce sobre todas las cosas, incluida la vida de cada uno de los seres humanos. c) LA EUTANASIA. Consiste en procurar en otra persona, o en s{ mismo, la muerte indolora mediante drogas que aceleran el pro- ceso biolégico. Si se aplica al enfermo una sustancia anestésica para calmarle los atroces dolores que siente, y de hecho se le acelera la muerte, la accién puede ser moralmente buena (Véase en la Unidad 1, inciso 4., Ia ley del doble efecto). a) EL ABORTO. Es “la interrupcién del embarazo antes de la viabilidad del feto”, es decir, “la muerte del producto de la concepcién antes de las 22 semanas de vida dentro del titero materno”, segun palabras de Basso.” De acuerdo con lo explicado en el capitulo 2 (pags. 38-39), se trata de un auténtico homicidio, sin que valgan, para el caso, algunas “excepciones” que citan algunos Cédigos Pe- nales. E] nuestro, por ejemplo, establece en el Art. 86, 2) —segun ley 21.338— que “el aborto practicado por un médico diplomado con el consentimiento de la mujer encinta no es punible si el embarazo proviene de una violacién por la cual la accién penal haya sido iniciada...”. E] delito gravfsimo cometido contra la mujer violada no Jjustifica la muerte infligida al ser humano concebido, ni siquiera esgrimiendo la razén de la defensa propia, por cuanto el injusto agresor no ha sido el fruto concebido, sino él violador. (D) Basso Domingo, Nacer y morir con dignidad, pag. 350. 110 Escaneado con CamScanner LECTURAS COMPLEMENTARIAS ARISTOTELES: Le templanza. Después de esto hablemos de la templanza, ya que éstas parecen ser las virtudes de las partes irracionales. Ya hemos dicho que la templanza es un término medio respecto de los placeres, pues a los dolores se refiere en menor grado y no del mismo modo; y en los mismos se muestra también la intemperan- cia. Determinemos ahora a qué placeres se refiere. Distingamos, pues, los del cuerpo y los del alma, como la aficién a los honores y a aprender: en efecto, cada uno se complace en aquello a lo cual siente aficién sin que su cuerpo sea afectado en nada, sino mas bien su mente. A los que persiguen estos placeres no se los Mama ni morigerados ni licenciosos. Igualmente, tampoco a los que buscan todos los demds placeres que no son corporales, pues a los que son aficionados a ofr historias o a narrar, 0 a pasarse los dfas comentando cualquier sucedido, los lamamos charlatanes, pero no licenciosos, como tampoco a los que se afligen por pérdidas de dinero o amigos. La templanza tendrfa por objeto los placeres corporales, pero tampoco todos ellos; pues a los que se deleitan con lo que se ve por los ojos, como los colores, las formas y el dibujo, no se los llama ni morigerados ni licenciosos; sin embargo, podrfa parecer que puede gozarse de estas cosas como es debido, o con exceso o defecto. Andlogamente con los placeres del ofdo. A los que se deleitan excesivamente con las melodfas o la representacién escénica nadie los Iama licenciosos, ni morigerados a los que lo hacen como es debido... Sin embargo, la templanza y el desenfreno tienen por objeto los place- res de que participan también los demds animales, placeres que por eso parecen serviles y bestiales, y éstos son los del tacto y los del gusto. (Etica a’ Nicémaco, 1117 b, pags. 47-48.) JORGE A. MAZZINGHI: Un pequefo se defiende. En sobrecogedoras filmaciones de maniobras abortivas se observan, en el pequefio ser que es atacado, actitudes con las que pretende salvarse, escapar, sobrevivir. Es una reaccién del instinto de conservacién, ese mecanismo que, en el hombre, tiene el sentido de salvaguardar un futuro hecho de infinitas posibi- lidades que le pertenecen. La aniquilacién de tales posibilidades, la eliminacién de todo cuanto existe en potencia en la persona por nacer es, obviamente, un atentado contra sus derechos esenciales, contra el niicleo de los derechos humanos que le corresponden y, muy probablemente, el escamoteo de un valor po- sitivo para la sociedad. Viene al caso la anécdota de aquel estudiante de medicina que, ante el planteo de un caso aparentemente teérico (padre al- cohdlico, madre enferma, mal embarazo) opiné que habfa que practicar un aborto. El profesor le contesté: “Acaba usted de condenar a muerte a Ludwig van Beethoven”. 11 Escaneado con CamScanner

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