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PRESENTACIÓN
-o-
Este egregio autor vio la primera luz en la ciudad de
Orleáns el 9 de enero de 1699, hijo de un juez de un tribu-
III
TRIBUNAL SUPERIOR DE JUSTICIA DEL DISTRITO FEDERAL
1v
TRATADO DE LAS OBLIGACIONES
—o—
y
TRIBUNAL SUPERIOR DE JUSTICIA DEL DISTRITO FEDERAL
vI
TRATADO DE LAS OBLIGACIONES
—O—
VII
TRIBUNAL SUPERIOR DE JUSTICIA DEL DISTRITO FEDERAL
VIII
ARTíCULO PRELIMINAR
SECCIÓN PRIMERA
DE LOS CONTRATOS
Nosotros veremos:
19 Lo qué es un contrato; en qué difiere de la policitación;
y qué cosas deben distinguirse principalmente en todo contrato;
29 Expondremos las diferentes divisiones de los contratos;
39 Trataremos de los vicios generales que pueden encontrarse
en los contratos;
49 De las personas que pueden o no pueden contratar;
59 De lo que puede ser objeto de los contratos: haremos ver
que no puede ser más que una cosa que concierna a las partes con-
tratantes según la regla: que no se puede estipular con validez ni
prometer más que por si, regla que procuraremos explicar y des-
arrollar;
69 Trataremos de los efectos de los contratos;
12 R. S. POTHIER
ARTICULO PRIMERO
I. ¿Qué es un contrato?
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TRATADO DE ZAS OBLIGACIONES 13
él no se considera obligado; o bien cuando eso resulta de las cir-
cunstancias o cualidades de aquel que promete, y de aquel a quien
la promesa es hecha. Por ejemplo, cuando un padre promete a su
hijo, que estudia Derecho, dejarle hacer, durante las vacaciones, un
viaje de recreo, caso de que emplee bien su tiempo, es evidente que
el padre, al hacer esta promesa, no entiende contratar con el hijo
una obligación propiamente dicha.
Esas promesas producen, sí, una obligación imperfecta de
cumplirlas, con tal que no haya sobrevenido alguna causa, por la
cual, si hubiera sido prevista, hubiera impedido el cumplimiento de
la promesa: mas de por sí no forman una Obligación, ni por con-
siguiente un contrato.
II. ¿En qué difiere un contrato de la pollatación?
ARTICD/.0 II
Los contratos aleatorios son aquellos por los cuales uno de los
contratantes, sin dar nada por su parte, recibe alguna cosa de la
otra, no por liberalidad, sino como precio del riesgo que ha corrido;
todos, los juegos son contratos de esta naturaleza, lo mismo que
las apuestas, y contratos de seguros.
ARTÍCULO III
jamás por una violencia de esta especie; es por esto que un deudor
no puede jamás formar instancia contra un contrato que haya he-
cho con su acreedor, bajo el solo pretexto de que haya sido inti-
midado por las amenazas de ejercer sobre él el derecho de hacerle
prender por deudas ni tampoco bajo el pretexto de haber hecho
dicho contrato estando en la cárcel, por lo mismo que el acreedor
tenía derecho de hacerle encarcelar. La ley 22, D. quod met. causa,
que dice: Qui in carcerem quena detrussit ut aliquid ei extorque-
ret, quid quid ob hanc causant factum est, mdlius ntomenti est, debe
entenderse para el cabo de un injusto encarcelamiento. (Véase
Wisenbach, p. r, disp. 13, ri'? 22.)
27. El temor de desagradar a un padre, a una madre, o a
otras personas a quienes se deben atenciones y cuidados, no es un
28 R. J. POTIIIIR
temor que haga vicioso un contrato por falta de libertad (z. 22,
D., de rit num.; r.. 26, § t, ff. de pign. et hyp.; Duaren, ad h. t.;
y Wisenbach, disp. 13, cap. 13, etcétera). Mas, si aquel que tiene
una persona bajo su autoridad, quiere emplear malos tratamientos
o amenazas para forzarla a contratar, según las circunstancias, el
contrato estaría sujeto a rescisión.
34. 29 Bien que toda lesión, sea la que sea, hace inicuos los
contratos y, por consiguiente, viciosos, y que el fuero interior obligue
a suplir el justo precio, empero en el fuero exterior no se reciben
las instancias de lesión por mayor, a menos de que la lesión no sea
enorme; punto sabiamente establecido para la seguridad y libertad
del comercio, que exige que no se puede volver fácilmente contra
las convenciones; pues de otro modo no nos atreveríamos a con-
tratar por temor de que aquel con quien hubiésemos contratado
no nos instruya un proceso creyendo haber sido lesionado.
Por lo general, se estima enorme la lesión cuando excede la
mitad del justo precio. Aquel que ha sufrido esta lesión puede den-
tro de los diez años del contrato, luego de obtener órdenes para
la rescisión pedir la nulidad. (Véase sobre esta acción rescisoria
nuestro tratado del Contrato de venta, part. 5, cap. II, sec. 2.)
35. Hay, sin embargo, ciertas convenciones para las que la
igualdad es requerida de un modo más especia!, tales son las divi-
siones entre coherederos o copropietarios. (Molin. de usur. qucest.,
14, n* 182.)
Por lo que toca a esas convenciones, basta que la lesión exceda
el cuarto del justo precio, para que dé lugar a una restitución, que
es lo que los prácticos llaman lesión tercia o de cuarta, es decir, una
lesión que varía entre el tercio y eI cuarto, que no puede caer de/
todo en el tercio, pero que ha de exceder del cuarto. Por ejemplo,
si yo he sido lesionado en una partición de la que había de sacar
doce mil libras por mi lote, no es necesario, para que yo pueda
reclamar en contra, que la lesión que haya sufrido llegue hasta la
suma de cuatro mil libras, que es el tercio de lo que debería haber
recibido; basta que exceda de tres mil libras, que es el cuarto.
(Imbert, Euchirid., en el título de División y Partición mal hechas.)
36. Por lo contrario, hay ciertas convenciones contra las cua-
les los mayores no pueden restituirse por causa de lesión, por gran-
de que ésta sea.
Tales son las transacciones enumeradas en el edicto de Fran-
cisco II del mes de abril de 1560. Llámanse transacciones las
convenciones que se hacen por las partes sobre las pretensiones de
las mismas, y que habían dado lugar a un proceso promovido ya,
O próximo a promoverse.
TRATADO DE LAS OBLIGACIONES 31
La razón del edicto se deduce de la naturaleza particular de
las convenciones. En los otros contratos interesados, cada uno de
los interesados tiene intención de recibir tanto como da, sin aban-
donar nada de lo que le pertenece: su consentimiento no es, pues,
enteramente perfecto, cuando es lesionado, puesto que en ese caso
parte de un error en el que está, de que recibe tanto como da ; y es
sobre el fundamento de ese defecto en su consentimiento por lo
que se le admite a hacerse restituir el contrato. Por lo contrario,
en las transacciones, por la misma naturaleza de esas convenciones,
los contratantes tienen intención de evitar un pleito, aunque este
viniera a expensas de lo que les pertenece.
De esos principios se sigue que lo dispuesto por el edicto no
debe extenderse a convenciones que no decidirían contestación al-
guna, y que, por ejemplo, no contendrían más que una partición,
por más que hubiesen sido calificadas por el notario de transac-
ción, pues no es el nombre que el notario da a la acta, sino su
naturaleza, la que debe reglar sus efectos.
ARTÍCULO IV
ARTÍCULO V
Que no puede serio más que una cosa que concierna a las partes contra-
tantes, según la regla. de que no oe puede válidamente estipular ni
contratar más que Por si Propio
53. Los contratos tienen por objeto: o cosas que una de las
partes contratantes estipula que se le dará, y que la otra parte pro-
mete darle; o bien alguna cosa que una de las partes contratantes
estipula que hará, o que no hará, y que la otra parte promete hacer
o no hacer.
TRATADO AZ LAS OBLIGACIONES 41
¿Cuáles son las cosas que una de las partes puede estipular
que se le den, y que la otra parte puede comprometerse a darle?
¿Cuáles son las cosas que una de las partes puede estipular que
se haga o no se haga, y que la otra parte puede comprometerse a
hacer o no hacer? Eso es lo que nosotros veremos infra, cap. u,
art. 29, donde trataremos de lo que puede ser objeto de las obliga-
ciones, a donde referimos al lector para no repetirnos en este
punto.
Ahora sólo nos limitaremos a desarrollar un principio con-
cerniente a lo que puede ser objeto de los contratos. Ese principio
es, que no hay más que lo que una de las partes contratantes esti-
pula para sí misma, e igualmente lo que una de ellas promete a la
otra que pueda ser objeto del contrato: Alteri stipuktri memo po-
test (Instit. de iunt. stipui., § 18). Net pacistendo, nec legent di-
renda, net stipulando, guisguam alteri cayere polest (1.. 73, § fin. O.
de R. I. 1. Viceversa). Qui alium facturunt prontisit, videtur in ea
esse causa ut non teneatur, nisi pcenam ipso promiserit (Instit.
dicto titulo, § 20). Alias pro alio promittens daturum facturtonve
eum non obligatur, nam de se guemgue Promittere oportet (L. 83,
D. de v. oblig.).
Para desarrollar ese principio veremos cuáles son las razones
de que hay que echar mano en el párrafo siguiente. Luego enume-
raremos varios casos en que uno estipula y promete efectivamente
de por si, bien que en la convención se haga mención de otro. Y
en un tercer párrafo notaremos lo que concierne a otra que no
sea una de las partes contratantes, y veremos cómo puede ser el
modo o la condición de la convención, bien que no sea el objeto
de la misma. Y en un cuarto, observaremos que se puede contra-
tar por ministerio de tercero, y que eso no es ni estipular ni pro-
meter por otro.
§ I. Cuáles son los razones de principio por las que no se puede estipular
ni prometer por otro
4 II. Varios casos por los cuales nosotros estipulamos y prometemos efec-
tivamente por nosotros mismos, bien que la convención haga
mención de un tercero
piarsas CASO
azatmrpo CO
58. No es particular para otro, sino para mí, cuando yo esti-
pulo que se hará alguna cosa para un tercero, si yo tengo un
interés personal y apreciable a precio de dinero de que así se haga;
puta, si yo mismo estoy obligado a hacerlo para con este tercero.
Por ejemplo, si habiéndome obligado para con Jaime a recons-
truirle, dentro de cierto tiemno, la casa que amenaza ruina, y que
teniendo otras obras que hacer, contrato con un albañil para que
reconstruya dentro de dicho tiempo la casa de Jaime; será consi-
derado como estipulando por mí mismo mejor que no por Jaime,
y la convención será válida ; pues habiéndome obligado a dicha re-
construcción para con Jaime, y obligado a daños y perjuicios si
no se hace dentro del tiempo señalado, tengo un verdadero interés
personal en que se haga. Es por esto que al estipular que se re-
construya la casa de Jaime, no es más que verbo tenus, en ese caso,
de que yo estipulo por Jaime; re ipsa, y en verdad, yo estipulo para
mí y para mi proyecto. Si stipuler alii cum mea interesset... ait
Marcellus stipulationem valere (E.,. 48, §§ 20, 21 y 22. D. de verb.
obligat.).
59. Pero aun cuando, antes del contrato que he hecho con
el albañil para la reconstrucción de la casa de Jaime, no hubiese
estado obligado con él para reconstruírsela, por lo que natural-
mente no hubiese tenido interés alguno personal en esta recons-
trucción; sin embargo, como por el contrato que yo he hecho me
presento como gerente de Jaime, y por lo tanto le debo cuenta de
mi gerencia. desde el momento en que he suscrito el contrato con
el albañil, principio a tener interés en esta reconstrucción de la que
soy reponsable para con Jaime; de donde se sigue que, aun en
ese caso, yo estoy comprometido a estipular más bien para mí que
para Jaime, y la convención es válida, puesto que yo tengo un
interés personal en que el albañil haga bien lo que yo he estipulado
que él hiciera.
CUARTO CASO
ARTÍCULO Vi
ARTÍCULO VII
Know. PRIMERA
entienden las cláusulas que son de uso, bien que no se hallen expre-
sadas: /n contrattibus tacite veniunt ea qua. sunt moris et
consuetudinis.
Por ejemplo, en el contrato de alquiler de una casa, bien que
no haya sido expresado que el alquiler se pagará por medias anua-
lidades, por San Juan y Navidad, y que el inquilino viene obligado
a hacer las reparaciones locativ-as, esas cláusulas se entienden so-
brentendidas.
Igualmente en un contrato de venta, bien que la cláusula de
que el vendedor que ha obligado a defender y garantir al compra-
dor de evicciones no sea indicado, no por esto deja de sobre-
entenderse.
=CIA MIXTA
azauk sitrrtm*
Its.aLá ocrAva,
98. Por generales que sean los términos en que se haya con-
cebido una convención, no comprende más que las cosas por las
cuales las partes contratantes han entendido contratar, y no aque-
llas en las que no han pensado: Iniquum est perirni pacto, id de quo
cogitatum non est 9, § fin. D. de trans.).
Según esta regla, si entrambos hemos transigido todas nues-
tras pretensiones respectivas, habiendo convenido en una suma
que vos quedabais obligado a pagarme, para que aquéllas quedaran
resueltas ; esta transacción no perjudica los derechos que yo tenía
contra vos y de los que no había podido tener conocimiento cuando
la transacción: His tantum transactio obest de quibus acturn pro-
batur non porrigitur ad ea quarurn actiones competere Postea con-
perturn est (1., 9, D. § fin.).
Por ejemplo, si un legatario ha contratado con el heredero por
una suma los derechos que le resultaban por el testamento del di-
funto, no por esto quedará excluido de la demanda de todo otro
legado que se le hubiera hecho por codicilo no presentado cuando
la transacción (1.,. 3, § 1; t,. 12, D. de trans.).
REGLA NOVENA
ARTÍCULO VIII
con Dios, sino cuando se puede creer que Dios los agradece y acep-
ta. Ahora bien, ¿se puede creer que sea una cosa agradable a Dios,
y que Dios agradezca que un inocente se despoje de sus bienes en
provecho de un malvado que ha arrancado su promesa por una vio-
lencia injusta a aquel a quien la ha hecho?
Por lo que hace al respeto debido al santo nombre de Dios,
sobre del que funda Santo Tomás la aligación de cumplir lo que
se ha ofrecido por juramento, no se puede, a la verdad, ne-
gar, que es faltar al respeto debido al santo nombre de Dios, y
pecar gravemente, prometer con juramento, bien que arrancado por
la violencia, lo que no se tiene intención de cumplir, puesto que es
hacer servir el santo nombre de Dios para una mentira: y Puf f en-
dorf no podría negarlo. Pero después de haberse hecho este jura-
mento, sea que la persona haya tenido intención de cumplir la pro-
mesa en aquella ocasión, en cuyo caso no ha habido pecado; sea
que desde aquel tiempo ha tenido intención de no curaplirIa, en cuyo
caso ha habido pecado al hacer dicho juramento; su violación no
le parece a Puf fendorf ser un pecado y una cosa contraria al culto
de Dios. El arrepentimiento que debe tener la persona de haber
hecho un juramento con intención de no cumplirlo, puede parecer
exigir que dé lo que ha ofrecido; y conforme al caso según.el cual
tenía ella entonces intención de dar, el temor que puede tener de
escandalizar a los débiles, puede también llevarle a dar lo que había
ofrecido; mas en ese caso, Puf fendorf piensa que la dicha persona
haría mejor en emplear en obras pías lo que ha de dar, que no dár-
selo a. aquel que lo ha arrancado a una promesa hecha por la vio-
lencia, a quien en rigor no es debido, y que no ha de aprovechar
sino para continuar sus crímenes.
112. No nos falta decir más que una palabra sobre el dolo.
No es dudoso que una promesa, bien que confirmada por juramen-
to, que me ha sido sorprendida por el dolo de aquel a quien se la
he hecho, no será más obligatoria de lo que Io sería una promesa
arrancada por la violencia; pues su dolo no le obliga más para mí,
que la que obligaría la violencia. Pero ese juramento le obliga a
cumplir su promesa delante de Dios. Según el sistema de Puf fen-
dorf, que hace que aquel que arranca una cosa por violencia no
obliga, tampoco quedaría obligado en ese caso. Adoptando la opi-
nión de Grocio y de los otros que consideran que el juramento
arrancado por la violencia obliga, no debe por esto deducirse que
aquel a quien ha sido sorprendido por dolo a aquel a quien la pro-
mesa ha sido hecha, obligue igualmente; pues cuando consta que
el juramento tiene por fundamento la falsa suposición de aquel
hecho, sin la que la promesa no se hubiese hecho, Grocio (ibid,
n9 4) conviene que el juramento no tiene efecto alguno, aun de-
TRATADO DE I,AS OBLIGACIONES 71
1ante de Dios. La razón de esta diferencia está en que aquel que
promete, aunque sea contratando, promete absolutamente, y sin ha-
cer depender su promesa de condición alguna; en lugar de que
aquel tiene intención de hacer depender su promesa, en algún modo,
de la 'verdad del hecho que supone, y que sirve de fundamento al
mismo.
SEccióN
5 I. De los cuast-contratos
5 I. De los cuast-contratos
116. Los delitos son la tercera causa que produce las obli-
gaciones, y los cuasi-delitos la cuarta.
Se llama delito al hecho por el cual una persona, por dolo o
malignidad, causa perjuicio o daño a otra.
El cuasi delito es el hecho por el cual una persona, sin malig-
-
SECCIÓN III
y esta persona ficticia, ya sea del acreedor, ya sea del deudor, basta
para hacer subsistir la obligación después de la muerte, ya sea de
uno o de otro.
No tan sólo puede una obligación continuar subsistiendo en la
persona ficticia de una sucesión vacante, o para con una tal per-
sona ficticia; pues hay ciertas obligaciones que pueden contratarse
por una tal persona ficticia para con otra de la misma clase.
Por ejemplo, cuando un curador creado para una sucesión va-
cante administra los bienes de esta sucesión, contrata para la per-
sona ficticia de esa sucesión vacante la obligación de darle cuenta
de su gestión, y viceversa ; esta persona ficticia de la sucesión va-
cante contrata para con ese procurador la obligación de darle lo
que sea de razón por lo que le ha costado la gestión de sus inte-
reses.
Varios otros ejemplos podrían citarse de obligaciones contra-
tadas por una sucesión vacante; tal es aquella que contrata con el
cura que ha enterrado al difunto para el pago de sus derechos de
funerales. Viceversa, si alguien roba algún efecto de una herencia
vacante, o le causa algún perjuicio, resultan obligaciones que con-
trata para con la sucesión vacante.
127. Las asociaciones y comunidades son una cierta especie
de personas civiles que pueden contraer obligaciones, pero con to-
das aquellas personas que están en el mismo caso.
135. Es evidente que las cosas que no son propias del comer-
cio no pueden ser objeto de obligación alguna. Por ejemplo, uno
no puede obligarse a dar una iglesia, una plaza pública, una canon-
gia, etcétera.
Tampoco se puede contratar la obligación de dar una cosa que
no puede poseer, por ejemplo, un derecho de servidumbre en una
heredad, a uno, que no tenga una heredad vecina. Mas no es ne-
cesario que aquel que se comprometa a dar una cosa, sea capaz de
tener y poseer esta cosa, con tal que aquel a quien él se compro-
meta a darla tenga capacidad (re. 34, D. de Verb. obl.).
El edicto de 1748 (art. 14), habiendo hecho a los poseedores
de mano muerta incapaces de adquirir inmuebles, no se puede con-
tratar con ellos la obligación de darles un inmueble.
¿Un oficio enajenable puede ser vendido a una mujer? Si;
pues aunque sea incapaz de desempeñar el titulo del oficio, no es
incapaz de tener el derecho financiero del oficio; y es esta gestión
económica, mejor que el título, lo que está. en el comercio, y es
objeto de la obligación.
ARTICULO PRIMERO
DEL EPECTO DE LAS OBLIGACIONES POR PARTE DEL DEUDOR
1 r. De la obligación de dar
141. Aquel que está obligado a dar una cosa, está obligado
a darla en tiempo y lugar conveniente al acreedor, o a aquel que
tenga poder o cualidad para recibirla en lugar suyo. (Véase la ter-
cera parte de este Tratado, cap. 1, donde nosotros tratamos del
pago de las obligaciones.)
ARTICULO II
S II. Del caso en que la obligacIón coneliste en hacer o no hacer una cosa
ARTICULO III
168. Los daños e intereses que resulten del dolo del deudor,
difieren todavía de los daños e intereses ordinarios, en que la ley
única, cod. de sent. qua' pro ea quod interest, etcétera, y la mode-
ración que, según el espíritu de esta ley, es observada por relación
a los daños e intereses ordinarios, no tiene lugar en relación de
aquellos que resultan del dolo del deudor.
La razón de diferencia es evidente. Esta moderación que se,
practica en relación a los daños y perjuicios ordinarios, está fun-
dada sobre ese principio que nosotros hemos expuesto más arriba,
esto es, que un deudor no puede reputársele como habiéndose que-
rido obligar por daños y perjuicios, a una más grande suma que
aquella a la cual él ha podido pensar que podrían subir al más alto
grado los daños y perjuicios a los cuales se sometiera, en caso de
inejecución de su obligación. Ahora bien, ese principio no puede
tener aplicación a los daños y perjuicios que resulten del dolo, por
100 R. 5. POTELIER
que sea el daño que el acreedor haya sufrido del retardo que el
deudor haya llevado al pago de la suma debida, ya sea que el re-
tardo proceda de una simple negligencia, ya que proceda de dolo
o contumacia afectada, el acreedor no puede pedir otra indemni-
zación que los intereses.
Mas en cambio no está sujeto, para exigirlos, más que a dar
una justificación del daño que el retardo del pago de la suma le
ha causado.
171. Nuestro principio sufre excepción en relación a las le-
tras de cambio. Cuando aquel a quien se endosa una letra de cam-
bio rehusa pagarla el día del vencimiento, el propietario de la letra
que la hace protestar, puede, como daños y perjuicios del retardo
que sufre, exigir del librador y de los endosados el recambio, aun
cuando excediera del interés ordinario del dinero. Se llama recam-
bio el provecho que él ha pagado a los banqueros, a fin de tener
dinero por medio de las letras de cambio, en lugar de aquel que
debía recibir en el punto donde se ha girado la letra. (Véase nues-
tro Tratado sobre las letras de cambio, no 64.)
172. Tales son las reglas para lo que hace al fuero externo:
mas, en el fuero de la conciencia, si el acreedor no ha sufrido daño
alguno por el retardo del pago de la suma que le era debida, es
decir, si ese retardo no le ha causado pérdida alguna, y no le ha
privado de ningún beneficio, no debe exigir intereses ; pues esos
intereses se conceden como una indemnización, y no puede ser de-
bida a aquel que no ha sufrido perjuicio alguno.
Viceversa, si el daño que el retardo ha causado al acreedor es
más grande que esos intereses; según las reglas del fuero de la
conciencia, cuando el deudor, por dolo y por una contumacia afec-
tada, ha sido requerido para pagar lo que él podría pagar fácil-
mente, debe indemnizar al acreedor enteramente de todos los per-
juicios que él sabe que le ha causado por su injusta retención
pues no basta que pague los intereses desde el día de su resis-
tencia.
Otra cosa es cuando no hay dolo por la parte del deudor en
su demora. La razón de la diferencia está, que, fuera del caso de
dolo, un deudor no viene obligado al pago de daños y perjuicios,
los cuales se le reputan corno habiendo consentido; así para el
caso presente son los intereses de la suma a contar de la demora.
Otra diferencia entre el fuero externo y el de la conciencia
consiste en que, ante esta, no siempre es necesario que haya una
interpelación judicial para que el deudor sea puesto en situación
de demora, y que los intereses corran contra él, pues si mi acree-
dor me advierte que tiene necesidad de dinero, y que ese acreedor,
102 R. J. POTHIER
SEGUNDA PARTE
DE LAS DIFERENTES 19PECIES DE OBLIGACIONES
CaPirmo I
Exposición general en las diferentes especies de obligaciones 105
1 I. Primera división 105
1 II. Segunda división 106
1 M. Tercera, cuarta y quinta divisiones 106
1 IV. Sexta división 108
1 V. Séptima división 108
1 VI. Octava división 110
1 VII. Novena. décima, undécima y duodécima divisiones 110
SEGUNDA PARTE
De las diferentes modalidades por las cuales las obligaciones pueden ser
contratadas 117
ART. I. De las condiciones suspensivas y de las obligaciones condicionales 117
ART. II. De las condiciones resolutorias, y de las obligaciones que se
resuelven bajo una cierta condición, y de aquellas cuya duración
se ha limitado a un cierto tiempo 130
ART. III. Del término para el pago 131
ART. IV. Del lugar convenido para el pago 135
ART. V. De las obligaciones contratadas con la cláusula del poder pagar
a una persona indicada o con la de poder pagar cierta cosa en lugar
de la cosa debida 136
ART. VI. De las obligaciones alternativas 137
ART. VII. De las obligaciones solidarias entre varios acreedores 143
ART. VIII. De la solidaridad por parte de los deudores 145
CAPÍTULO III
que una cosa que puede o no puede suceder, sucederá, como, por
ejemplo, caso de que me case.
La condición negativa es aquel/a que consiste en el caso de
que una cosa que puede suceder, o no suceder, no sucederá, como,
por ejemplo, si yo no me caso.
1 II. Lo que puede hacer que una condición pueda suspender una obligación
208. Las condiciones de actos entre vivos, por los cuales nos-
otros contratamos tanto por nosotros como por nuestros herederos,
pueden cumplirse útilmente después de la muerte de aquel para
con quien la obligación ha sido contratada, lo mismo que durante
su vida (Jnstit. tit. dc verb. oblig., § 5). En eso sus actos difieren
de los legados y de otras semejantes disposiciones, las cuales cadu-
caron, cuando aquel en provecho de quien se ha hecho, muere antes
que la condición bajo la que se han hecho haya sido cumplida (L. 59,
D. de cond. et dem.).
La razón de la diferencia está, que aquel que hace un legado
a un tal, no lega más que a la persona del legatario; de donde se
sigue que el cumplimiento de la condición que no llega sino des-
pués de la muerte, no puede dar ocasión al legado; pues no puede
haber abertura para ese legado en provecho del legatario que ya
no existe, ni en provecho de los herederos del legatario, que no son
aquellos que el testador ha querido legar. Por lo contrario, en los
actos entre vivos, aquel que estipula alguna cosa, está reputado
como estipulando lo mismo para él que para sus herederos: Qui
paciscitur, sibi lueredique suo paciscitur. La obligación que resulta
TRATADO DE LAS OBLIGACIONES 123
del acto es contratada para con él y para con sus herederos: de
donde se sigue que la condición bajo la cual la obligación ha sido
contratada, bien que no se cumpla sino después de su muerte, debe
dar origen a la obligación.
Cynus, Bartok), y la mayor parte de los antiguos doctores,
han sostenido que nuestro principio sobre el cumplimiento de las
condiciones de actos entre vivos sufre excepción respecto a las
condiciones potestativas, es decir, respecto de aquellas que consis-
ten en algún hecho que está en poder de aquel para con quien la
obligación ha sido contratada. Esos autores han pretendido que no
se podían cumplir después de su muerte. Si esta decisión se hubiese
restringido a las condiciones potestativas, que consisten en algún
hecho del acreedor que sea personal, no podría sufrir dificultad
alguna. Es evidente por lo que acabamos de decir más arriba, que
no pueden cumplirse después de su muerte ; pero es falso que todas
las condiciones potestativas indistintamente no puedan cumplirse
después de la muerte del acreedor, y no hay razón alguna sólida
en que pueda fundarse la opinión de dichos doctores. No la fundan
en verdad, más que en algunos textos del Derecho, que no son
decisivos, y que sería muy largo citar y refutar: bastará con res-
ponder a la ley 48, n. de verb. oblig., que es el principal fundamento
de esta opinión. Se dice que en una estipulación esos términos,
ruin petiero, *bis, son diferentes de esos otros: si pctiero, y que
no encierran una condición: Admonitionent magis quam ronditio-
nem habet hcrc stipulatio; et ideo —añade Ulpiano-- si deressero
prius gitant petiero, non videtur defecisse ronditio. De esas últimas
palabras, nuestros doctores argumentan por ese estilo: Ulpiano dice
que cuando las partes han empleado esos términos —ruin prtiero—
si acaece la muerte del acreedor antes que él haya dado la demanda
no impide el efecto de la convención, por cuanto esos términos
—ruin petiero— no encierran una condición. Pues, concluyen ellos,
si las partes se hubiesen servido de los términos que encierran una
oblig,ación„ tales corno los siguientes —si petiero—, otra cosa hu-
biese sido : y la muerte del acreedor acaeciendo antes que hubiese
otorgado la demanda hubiera hecho fracasar la condición, v caer
por lo tanto la convención ; pues la condición si petiero, no puede
cumplirse sino durante la vida del acreedor; por lo que vemos
cómo las condiciones potestativas no pueden cumplirse útilmente
corno no sea durante la vida del acreedor. Respondo que esta últi-
ma consecuencia está mal deducida: esos doctores contra las reglas
de la lógica concluyen de lo particular a lo general. Convengo en
que la condición SI rwrino, no puede cumplirse despues de 1a.
muerte del acreedor, por cuanto parece que bajo esta condición, es
el hecho personal del acreedor, es la demanda que la misma per-
sona del acreedor hará que las partes han entendido poner por
124 R. J. POTIIIER
ARTlC1.11.,0 II
ART ÍC U LO III
ARTíCULO IV
DEL LuclAR cONVENDDO PARA EL PAGO
ARTÍCULO V
ARTÍCULO VI
todavía como debida, por el precio que el deudor debe en ese caso
en lugar de la cosa (1,.. 82, § 1, D. de verb. et passim.).
La respuesta está, en que, la que no ha sido establecida más
que en favor del acreedor en el caso de la obligación de una cosa
determinadamente debida, no puede ser opuesta al acreedor en el
caso de la obligación alternativa: la falta ni la demora del deudor
no deben perjudicar al acreedor. Ahora bien; Ie perjudicarían y
le harían cambiar de condición, si el deudor, que puede todavía
cumplir su obligación en una de las dos cosas que le quedan, fuese
recibido a ofrecer en dinero el precio de aquella que ha perecido;
precio que el acreedor no se vería obligado a recibir si las dos
cosas subsistieran.
252. Cuando las dos cosas han perecido sucesivamente por
falta del deudor o después de su demora, el deudor, bien que tu-
viese !a elección de dar aquella de las dos que quisiera, no tiene
el mismo derecho a pagar el precio que querrá de una de las dos;
pues por la extinción de la primera ha quedado deudor determi-
nado de la que quedaba; y de aquí quedaba determinadamente el
precio de aquella que ha perecido la última.
Cuando la primera ha perecido por su falta, y que aquella que
queda ha perecido también, pero sin falta, y antes de que haya
estado en demora; aunque sutilmente considerado el punto, parece
que debe declarársele quito de las dos, sin embargo, la equidad
quiere que sea tenido, en ese caso, responsable del precio de aque-
Ha que ha perecido por su falta (d. t. 95, § 1).
253. Cuando por la convención la elección ha sido concedida
al acreedor, tiene la elección de la cosa que queda o del precio de
la cosa que ha perecido por falta del deudor ; de otra suerte esta
falta le sería perjudicial, si aquella que ha perecido fuese más pre-
ciosa. (Véase Molin., Tr. de div. et id., p. 29, números 152 y 154.)
254. De donde se sigue, de nuestro principio, 49, que en
tanto que las cosas que son alternativamente debidas, subsisten, la
obligación demora indeterminada e incierta ; y no queda determi-
nada por una u otra de las dos cosas de que se componía la obli-
gación, más que por el pago que se hace de una de ellas. De donde
se sigue también que cuando un inmueble y una cosa mobiliaria
son debidas dentro de una alternativa, la naturaleza de ese crédito
queda en suspenso. Si el deudor da el inmueble, el crédito se re-
putará haber sido un crédito inmobiliario, si da el mueble, se re-
putará haber sido mobiliario. En eso la obligación alternativa di-
fiere de la obligación determinada de una cierta cosa, con facul-
tad de dar otra en su lugar. (Véase supra, n'} 244, in fine.)
TRATADO DE LAS OBLIGACIONES 141
255. Habiendo un testador legado a un tal por su testa-
mento un cierto y determinado cuadro, ha, después, por un codi-
cilo, cambiado esta disposición, legando al mismo legatario ese
cuadro, o una suma de quinientas libras. No habiéndose encon-
trado ese codicilo cuando _la muerte del testador, el heredero ha
entregado al legatario el cuadro que creía únicamente deberle; des-
pués, habiéndose encontrado el codicilo, y el heredero por él mismo
sabido que no debía el cuadro sino en la alternativa de entregar
una suma de quinientas libras, cita al legatario para la devolución
del cuadro, ofreciendo pagarle la dicha suma. ¿Está bien fundada
la demanda? Las dos escuelas romanas están divididas en esta
cuestión. Celso, que pertenecía a la escuela de los Proculeyos, de-
cide en la ley 19, D. de ley. 29, por la negativa. La razón de esta
decisión la funda en que las cosas comprendidas bajo una obliga-
ción alternativa siendo todas debidas, el pago que se ha hecho al
legatario del cuadro legado, es el pago de una cosa debida, y por con-
siguiente es un pago válido, que no puede estar sujeto a repetición.
Por lo contrario, Juliano, que pertenecía a la escuela de los
Sahinos, decide en la ley 32, § fin. D, de cond. indeb., que ha lugar
a la repetición cuando un deudor ha pagado lo que creía por error
deber, de un modo determinado, bien que no fuera deudor que
de una cosa indeterminada de un cierto género o que él fuese deu-
dor de esta cosa, mas bajo la alternativa de otra cosa.
La razón en que se funda esta decisión está, en que el ino-
cente error en que ha estado el deudor acerca de la cualidad de su
obligación, no debe en modo alguno agravar ni perjudicar su obli-
gación, despojándola de la elección que tenía de pagar la suma en
lugar del cuadro. Por lo que hace a la razón allegada por la opinión
contraria, se responde a la misma diciendo que ha lugar a la repeti-
ción que se llama condictio indebiti, no solamente cuando se ha paga-
do lo que no se debía en modo alguno, sino cuando se ha pagado más
ed lo que se debra (L. 1, § 1, Cod. de cond. ind. et passim.). Ahora
bien, ese plus se estima, non solum quantitate debiti, sed et causa
(Instit., tit. de act., § 34, ven. hinc autem.). Es por esto que, en el
caso propuesto, aquel que ha pagado una cosa como determinada-
mente debida, bien que no la debiera sino bajo la alternativa de otea
cosa, ha pagado más de lo que debía, y ese pago ha de quedar sujeto
a repetición, ofreciendo la otra cosa que tenía derecho a pagar en
lugar de aquella que ha pagado. Esta última opinión es mucho más
equitativa que la primera, pues restituye a cada uno lo que le pertene-
ce. Es por esto que entendemos que Durnoulin decide muy bien (Tr.
de div. et id., p. 24, n9 135 y sigs.) cuando dice que hay que seguirla.
ARTÍCUI,0 VII
DE LAS OBLIGACIONES SOLIDARIAS ENTRE VARIOS ACREEDORES
ARTÍCULO VIII
§ VI. De las acciones que el deudor solidario que ]la pagado sin subroga-
ción puede tener por su parte contra sus codeudores
SECCIÓN PRIMERA
DE LA 013LIGACION DE UNA COSA INDETERMINADA
DE UN CIERTO
285. ¿Podría dar una cosa que no habría podido ser ofre-
cida al acreedor de una manera válida, y con quien ha sido con-
tratada la obligación? Por ejemplo, si me he obligado a daros un
caballo indeterminado, ¿puedo exonerarme de la obligación dán-
doos un caballo que os pertenecía cuando el contrato, y que, ha-
biendo sido después vendido, hubiese venido a mi poder? Durnou-
lin decide por la afirmativa; y en eso esta obligación difiere de
aquella por la cual yo os habría prometido ese caballo bajo la
alternativa de otra cosa; pues, en este último caso, mi obligación
no habiendo podido subsistir por relación a una cosa que os per-
teneciera, no había más que la otra que os fuera debida, y aquella
es por consiguiente la única que yo puedo pagar. Mas en la obli-
gación de un caballo indeterminado, no siendo debido individuo
alguno, y los caballos no siendo todos que in facultate solutionis,
mejor que in. obligatione, basta que al tiempo del pago, el caballo
que yo os doy para saldar mi obligación no os pertenezca, y me
pertenezca, para que os pueda ser válidamente pagado. Esto es
lo que decide de una manera terminante Marcelo en la ley 72
(§ 4, D. de solut.): Ei qui hontinem dan i stipulatus est, unum etiam
ex his qui tunc stipulatori servierant dando, pro missor liberatur,
Es necesario convenir, sin embargo, que la ley 66 (§ 3, n. de
ley. 20), que es de Papiniano, decide lo contrario: Q Ittl111 duobus
testamentis homo generat•nt legatur, qui solvente altero legatarii
factus est, quamvis pasteo sit alienatus, ab altero lurrede ídem solvi
non poterit, eadem que ratio stipulationis est; hominis enim lega-
tum, orationis compendio, singulos homines continent; utque ab
initio non consistit in his qui legatarii fuerunt, ita frustra solvitur
170 R. J. POTHIER
SECCIÓN II
ARTÍCULO PRIMERO
ARTÍCULO TI
§ I. Principios generales
dividirse. Es por esto que, por divisible que sea la cosa dividida,
la obligación, antes de ser dividida, es indivisa, y no puede sal-
darse por partes, como lo veremos infra (p. 3, cap. 1, art. 30, § 2).
Es necesario, pues, poner cuidado en no confundir la indivi-
sión y la indivisibilidad; esta es la primera de las claves de Du-
rnoulin (Tr. de div. et indiv., p. 3, no 7 y sigts., y n0 112).
Esta división de la obligación se hace o de la parte del deudor,
o de Ja parte del acreedor, y algunas veces de uno y otro a la vez.
La obligación es dividida de la parte del acreedor, cuando deja
varios herederos. Cada uno de los herederos es acreedor solamente
de su parte; de donde se sigue que no puede exigir este crédito
más que por esta parte, y que no puede dar recibo más que por
esta parte, a menos que no tenga poder de sus coherederos para
recibir las de ellos; de donde se sigue igualmente que el deudor
pueda pagar separadamente a cada uno de sus herederos la parte
que se le debe.
La obligación se divide igualmente del lado del deudor, cuan-
do deja varios herederos; cada uno de los herederos de su deudor
no es responsable de la deuda más que por su parte; y por lo
ordinario, cada uno de los herederos puede obligar al acreedor
a recibir la deuda por su parte.
317. En todos los casos hasta aquí citados, según los cuales
una obligación, bien que en sí misma sea divisible, no puede, sin
embargo, satisfacerse por partes, el acreedor no puede, a la ver-
dad, penar a los herederos de su deuda en demora, más que diri-
giendo la demanda contra todos.; la demanda que baria a uno de
ellos de pagarle el total, no sería válida, y no Ie pondría en de-
mora, puesto que la obligación, siendo divisible, no debe el total ;
pero aunque uno de los herederos no sea deudor más que de la
parte por la cual es heredero, y no pueda ser perseguido por el
total, sin embargo, la división de pago impide que no pueda ofre-
cer de un modo válido la parte de que es deudor, si el resto no es
ofrecido al mismo tiempo por sus coherederos. Es por esto que ta-
les ofrecimientos parciales no solamente no ponen al acreedor en
demora de recibir, y no detienen la marcha de los intereses, si la
deuda es de aquellas que los produzcan ; mas si el heredero que
ha hecho estos ofrecimientos hubiese estado antes puesto en de-
mora por una demanda contra todos los herederos, sus imperfec-
tos ofrecimientos no purgarían su demora, ni impedirían que no
estuviera sujeto, enfrente del acreedor, a todas las penas que re-
sultan de la demora; salvo recurso contra sus coherederos (Du-
moulin, ibid., p. 2, n9 243).
Observad que una renta constituida que no tiene hipoteca, se
divide entre los herederos del deudor corno las otras deudas; cada
uno de los herederos no está obligado a continuarla y a pagar las
rentas más que en cuanto a la parte de que es heredero; empero,
la facultad de rescate bajo la que ha sido constituída, no se divide
tampoco. Nosotros hemos tratado esta materia en nuestro Tra-
tado del contrato de constitución de renta (cap. yu, part. 2. art. 29;
véase Dumoulin, Tract. de di. rt part. 2, números 207 y 209
y part. 3, ti9 23 y siguientes).
TRATADO DE LAS OBLIGACIONES 193
1 /V. Del caso en que la división de la deuda se hace lo mismo por parte
del acreedor, que por la del deudor
ARTÍCULO III
326. De ese principio, que aliud est debere totum, aliud es:
debere totaliter, se sigue que una obligación indivisible no deja por
esto de sufrir disminución. Por ejemplo, si mi pariente, por su
testamento, me ha gravado para con Pedro de un derecho de ser-
vidumbre sobre mi heredad; y que no quede de su sucesión una
vez pagadas todas las deudas, más que una suma de doscientas
libras, y que ese derecho de servidumbre sea del valor de trescien-
tas libras; aunque ese legado y la obligación que del mismo resulta
sean indivisibles, el derecho de servidumbre que constituye su
objeto es indivisible; empero como yo no soy responsable de esta
obligación :m'afilen sino tan sólo hasta concurrencia de doscientas
libras que son las que me quedan de la sucesión, ese legado y esta
obligación, bien que indivisibles, sufrirán disminución, ¿lo, a la
verdad, por relación a la misma cosa que es legada y que no es
susceptible de partes, sino por relación a su valor; es por esto
que yo deberé al legatario un derecho completo de servidumbre,
mas a cargo de que no podrá exiairmelo. sino dándome ri7ón de
la suma por lo que de más, vale de las doscientas libras de lo que
yo soy responsable por el legado (Arg., L. 76, D. de leg. 29).
CAPITULO V
De ¿as obligarloaes penales
ARTICULO PRIMERO
DE LA NATURALEZA DE LAS OBLIGACIONES PENALES
pautopio runzrao
339. Siendo la obligación penal, por su naturaleza, acceso-
ria a una obligación primitiva y principal, la nulidad de ella entraña
la nulidad de la obligación penal. La razón está en que es de la.
naturaleza de las cosas el no poder subsistir sin la cosa principal:
Quuin causa principalis non consistit, ne ea guidern gua, seguuntur
locurn obtinent (L. 129, §, n. de regul jur.). Por otra parte, siendo
208 R. J. POTHIER
pantano pulen°
347. Nos falta observar que si la pena que suple los daños
y perjuicios ordinarios es reducible, cuando es excesiva, con mayor
razón las penas estipuladas en caso de defecto de pago de una suma
de dinero, u etra cosa que se consume por el uso, deben reducirse
a la tasa legítima de !os intereses cire suplen, o rechazárseles ente-
TRATADO DE LAS OBLIGACIONES 215
ramente, cuando se dé el caso en que se den cuando no es permi-
tido estipulados.
AaTicuto II
¿GUA/4D° HA LUGAR A LA OBLIOACION PENAL?
obrero alguno que se sirva del martillo, el arriendo que vos hubie-
seis hecho con un cerrajero, si no se ejecutaba, no daba lugar a
216 R. J. POTHIER
1 II. Del caso en que la cláusula penal haya sido atadida a la obligación
de dar o de hacer alguna cosa
ARTÍCULO III
ea u DEUDOR PUEDE, SALDANDO POR PARTES BU OBLIOACION.
EVITAR LA PENA POR PARTES
Arrictn,o IV
SI BE INCURRE EN LA PENA POR EL TOTAL Y POR TODOS LOS BEBE-
DEROS DEL DEUDOR. POR LA CONTRAVENCION DE UNO DE ELLOS
ARTICULO V
SI SE INCURRE EN LA PENA POR EL TOTAL, Y PARA CON TODOS LOS
DEUDORES DEL ACREEDOR, POR LA CONTRAVENCION DE UNO DE ELLOS
Snccrem PanritaA
DE LA NATURALEZA DE LA CAUCION. DEFINICION DE LAS
CAUCIONES O FIANZAS Y LOS COROLARIOS
QUE DE ELLAS SE DERIVAN
COROLARIO Paila:no
COROLARIO SECT-714D0
COROLARIO CUARTO
cozor-taio QuINT0
por vuestra orden a ese deudor (L. 95, § /'en., n. de solut.); pues
es un principio común a todos los contratos sinalagmáticos que la
244 R. J. POTHIZR
SEccióN
DE LAS CUALIDADES QUE DEBEN TENER LAS CAUCIONES
§1. De las cualidades que debe tener una persona para contratar una
fianza valida
Sacción IV
400. En fin, se puede dar como caución, no tan sólo por una
obligación que ya se haya contratado, sino por una obligación que
deba contratarse, aunque en aquel momento no lo esté: adhiberi
fidejussor tam futura' quam prcesenti obligationi potest (1,. 6,
§ fin., dicto titulo); de manera, sin embargo, que la obligación que
resulte de esta fianza, no empieza a correr más que del día en que
se contratara la obligación principal, puesto que es de su esencia
258 R. J. POTHIER
SECCIÓN V
SECCIÓN VI
DE QUÉ MANERA SE EXTINGUEN LAS CAUCIONES, Y LAS
DIFERENTES EXCEPCIONES QUE LA LEY CONCEDE
A LAS CAUCIONES
ARTÍCULO II
DE LA EXCEPODoN DE EXCESION
418. No tan sólo las cauciones por si mismas, sino sus he-
rederos. pueden usar de esta excepción.
El fiador de la caución, que es .fidejussor fidejussoris, puede
también oponer las mismas excepciones que había podido oponer
la caución que él ha garantido; y por consiguiente puede oponer
esta excepción y pedir la división de la deuda entre él y los fia-
dores de aquel a quien él ha garantido.
m. ¿Quiénes son aquellos entre quienes la deuda ha de quedar indivisa?
ARTÍCULO IV
DE LA CESION DE ACCIONES, O DE LA SUBROGACION A QUE ESTA
OBLIGADO El, ACREEDOR A CONCEDER AL FIADOR QUE PAGA
SEccióN VII
DEL DERECHO QUE TIENE LA CAUCION CONTRA EL PRINCI-
PAL DEUDOR Y CONTRA SUS COFIADORZS
/, ¿Cuáles son las acciones que tiene la caución contra el deudor principal,
luego que ha pagado?
pananu, coNnzeusse
SEGITNDA CONDICIÓN
ARTÍCUI,0 II
DE LOS CABOS EN QUE LA CAUCION TIENE ACCION CONTRA EL DEUDOR
PRINCIPAL AUN ANTI13 DE HABER PAGADO
ARTÍCULO III
13I LA CAUCION DE UNA RENTA PUEDE OBLIGAR AL DEUDOR
AL RESCATE
sanas; pero nada impide el que no pueda ser obligado a ello por
un tercero. Es la perfecta venta de la cantidad principal que ha
pagado para la adquisición de la renta, lo que marca la esencia de
la renta constituida; empero, basta por esta venta, que el acreedor
de la renta no se haya retenido el derecho de poder exigirla; y
que no pueda jamás obligar al deudor; pues es indiferente que el
deudor pueda verse obligado a ello por un tercero. En cuanto a la
segunda objeción respecto del fraude, la respuesta es que no se
presume. Es verdad que el permiso para esta convención puede dar
alguna vez ocasión a la clase de fraudes antes mencionada, lo que
es un inconveniente: mas si bajo el pretexto de este inconveniente,
ese contrato, que en sí mismo nada tiene que no sea muy lícito,
fuera prohibido, resultaría un mayor daño, como es el que a menudo
habría personas que se encontraría sin el dinero de que tienen ne-
cesidad para sus negocios, por no encontrar fiadores que quisieran
contratar una obligación cuya duración no tendría límites.
El segundo caso, que es aquel en el que no ha habido conven-
ción alguna entre el deudor principal y la caución, existen mayo-
res dificultades. Dumoulin (ibid.) decide que en ese caso la caución
no puede, al cabo de un tiempo largo. sea el que sea, obligar al deudor
principal a reembolsarle la renta, para descargarle de su fianza; por
cuanto la naturaleza de la renta siendo la de durar perpetuamente,
hasta que plazca al deudor rescatarla, la caución de tal naturaleza
y que ha querido garantizarla, se ha sometido a contratar una obli-
gación perpetua, como lo es la renta: Non obstat —dice-- quod diu
vel perpetuo rentanebit in obligatione, quia hoc est de natura obli-
gationis, et sic prcevisum fuit, et tamen fide jussit; et se perpetuo
obligavit, simplex autem promissio indernnitatis intelligitur secun-
dum naturam obligationis principalis. Así —añade— aquel que ha
ga,ytizado al que ha tomado en arriendo una heredad por el tér-
mino de ochenta arios, contrata una fianza de esta duración ; de
igual suerte las cauciones de una tutela, que las cauciones de un
marido para la restitución de la dote, contratan fianzas que deben
durar tanto como la tutela o el matrimonio, y de las que no pueden
descargarse antes : esta es la jurisprudencia del Parlamento de To-
losa, confirmada por CateIan (tomo II, libro y, cap. xxr). No
obstante esas razones, en el tribunal se cree, que aun en el caso en
que no ha habido convención entre el principal deudor y la cau-
ción, cuando la caución se ha obligado a ruegos del deudor y que
su caución dure desde un tiempo muy considerable, desde diez arios
por lo menos, la caución está bien fundada al pedir al deudor prin-
cipal que le libere de ella, reembolsándole la renta dentro un cierto
tiempo que fijará el juez. La razón está en que si una renta es de
naturaleza de durar hasta que sea reembolsada, es también de na-
turaleza de poder ser siempre reembolsada. Si la caución por un
TRATADO DE LAS OBLIGACIONES 285
tomador por arriendo a largos arios, por un tutor, o un marido,
para la restitución de la dote, no puede ser descargada después d¿
haber expirado el arriendo, o después de la expiración del tiempo
de la tutela o del matrimonio, es que es de la naturaleza de esas
obligaciones el no poder acabar más pronto. Es por esto que, aquel
que se ha dado por caución por esas clases de obligaciones, ha de-
bido contar que la obligación de su fianza no acabaría más pronto;
pero las rentas constituidas pudiendo ser reembolsables, y reembol-
sándose con gran frecuencia, aquel que se ha dado en caución por
el deudor, ha contado que el deudor reembolsaría la renta, y que
su caución no sería eterna: es por esto que, cuando dura dema-
siado tiempo, debe ser recibido a pedir que el deudor le descargue
reembolsando la renta; esa es la opinión de Besnage (p. 2, cap. y).
Lacombe cita una sentencia dada por él.
El derecho que resulta del convenio por el que el deudor se
declara responsable del pago de la renta, dentro de un cierto tiem-
po convenido, para descargar la caución, en rigor no se ejerce. Es
por esto que, si la caución, después de la expiración del tiempo
convenido, persigue al deudor para lograr su reembolso, el juez
debe ser fácil en conceder al deudor una prórroga de tiempo para
satisfacer a esta obligación cuando el deudor no tiene la como-
didad de hacerlo incontinenti (Dumoulin, ibid.).
445. Cuando el fiador que se ha convenido con el deudor
principal en que reembolsaría la renta dentro de un cierto tiempo
ha sustituido al único heredero del acreedor de la renta; o cuando
habiendo devenido heredero por parte, la renta ha caído por la di-
visión en su lote; es evidente que no puede exigir del deudor prin-
cipal el reembolso de la renta; pues su caución se encuentra en ese
caso extinguida, no pudiendo ser caución para consigo mismo. No
puede, pues, ser recibible al pedir que el deudor le exima de una
fianza que ya no subsiste, y de la que él se encuentra libre.
¿Quid, si la renta por la cual se ha dado en caución para con
el difunto ha caído en el lote de su coheredero, o que la división
no se haya hecho todavía? Dumoulin (ibid.) decide que si la cau-
ción no ha devenido heredera del acreedor que por una pequeña
parte, puede, en uno y otro caso, ejercer el derecho que tiene de
por sí de obligar ai deudor a procurarle la liberación de su fianza,
reembolsándole la renta; mas si ha devenido heredero del acreedor
por una parte considerable, como por una mitad o tercio, no puede,
ni en uno ni en otro caso, exigir del deudor esta descarga. La ra-
zón que da para ello es que la caución, al ser heredera por una
porción considerable de la renta, ha pasado a ser acreedora de esta
renta por una porción considerable; y que esta cualidad de acree-
dor por una parte considerable de la renta, que ella tiene, o que
286 R. J. POTHIER
ARTÍCULO IV
DE I.A.J3 ACCIONES DE LA CAUCION CONTRA SUS COPIADORES
Szcción VIII
ARTÍCULO PRIMERO
DE LA OBLIOACION DE AQUELLOS QUE SE LLAMAN MANDATARIOS
Szcción VIII
ARTÍCULO PRIMERO
DE LA OBLIOACION DE AQUELLOS QUE SE LLAMAN MANDATARIOS
nera que se haga, sea por el pago real de la suma prestada, sea por
la compensación, la novación, las rebajas, la confusión, extingue
la obligación de esos mandatores, de la misma manera que la de las
cauciones.
La Novela 4 (§ 1) les ha dado, lo mismo que a las cauciones,
la excepción de excusión. Todo lo que nosotros hemos dicho de
esta excepción (supra, sec. 6, art. 2) se aplica a los mandatores
lo mismo que a los fiadores.
Para que un tal sea reputado numdator pecunia credencia, y
responsable, por consiguiente, para conmigo de la cantidad de di-
nero que yo he prestado a un tercero por su orden, es necesario
que lo que él me ha dicho o escrito encierre un verdadero manda-
to, por el cual él me ha encargado de prestar la suma a esta per-
sona sin intención de indemnizarme de ella. Mas si en un convenio,
habiendo dicho que yo tenía una suma de mil escudos para colocar
con objeto de constituir una renta, vos me habéis dicho que Pedro
desearía encontrar dinero para dicho fin, y que vos creáis bueno
el empleo, esos términos no envuelven un mandato, sino un simple
consejo, que no os hace contratar para conmigo obligación alguna
según esta regla de derecho: Consilii non fraudulenti nulla est obli-
gatio, nisi dolus intervenerit (L. 47, 13. de Reg. Jur.).
Observad, empero, que para que un consejo no obligue a aquel
que lo da, es necesario que haya sido dado de buena fe; es por
lo que añade la ley: nisi dolus intervenerit : pues si vos teníais co-
nocimiento de la mala situación de los negocios de Pedro, cuando
me habéis aconsejado que le diera mi dinero, sería esto un dolo
por vuestra parte, que os obligaría, por lo menos en el fuero de
la conciencia, a indemnizarme por lo que yo perdería por la in-
solvencia de Pedro.
Podríais ser aún de ella responsable en el fuero externo, si
yo tuviera una prueba bien evidente que habíais tenido conoci-
miento de ello. Igualmente no se debe tomar por un ~daturas
credencia, pecunia, lo que no es más que una simple recomendación.
Por ejemplo, si vos habéis dicho: Pedro, nuestro común amigo,
tiene necesidad de que vos le prestéis una cantidad, os le reco-
miendo; estas palabras no constituyen un mandato, sino una sim-
ple recomendación que no tiene el carácter de obligatoria (t.. 12,
§ 13, n.
Otra cosa sería si yo os hubiese dicho: Pedro tiene necesidad
de determinada cantidad de dinero, pero no hallándome en este mo-
mento en disposición de prestársela, os ruego que se las prestéis en
mi lugar: esto sería un verdadero mandato.
Para que un mandator pecunia credendce esté obligado a in-
dcmnizaros del dinero que vos habéis prestado a un tercero por su
orden, es necesario que vos os hayáis encerrado exactamente den-
TRATADO DE LAS OBLIGACIONES 295
tro de las términus de su mandato: Diligenter enim fines mandati
custodiendi sunt (1.,. 5, D. ~net.). Si, pues, habéis hecho otra cosa
'de lo que prevenía vuestro mandato, puta, si habiándoos dado
orden de prestar una cierta cantidad de dinero a Pedro, vos se la.
habéis dado a constitución de renta, o viceversa, Si, vos habien-
do dado orden de dársela a constitución de renta, vos se la habéis
dado a título de préstamo, yo no quedaré obligado para con vos,
pues una constitución de renta y un préstamo. siendo cosas dife-
rentes, no se puede decir que vos hayáis hecho lo que estaba pre-
venido por mi mandato.
Si yo os había dado orden de prestar una cierta cantidad a
Pedro, puta, 500 libras, y que vos le habéis prestado 600 libras ;•
la suma de 500 libras de mi mandato, estando contenida en la de
600 libras, que vos le habéis prestado, según esta regla de Derecho:
eo quod plus sit, semper inest et minus (1... 110, n. de Reg. Jur.),
hay verdad en decir que vos habéis hecho lo que estaba consignado
en un mandato, y que en consecuencia yo estoy obligado para con
vos, obligationi mandati contraria, por Pedro. hasta concurrencia
de esta suma de 500 libras. Por lo que toca a ,las otras 100 libras
de exceso entregadas, habiendo traspasado los límites de mi man-
dato, yo no estoy obligado para con vos por este excedente.
Viceversa, si vos habéis prestado a Pedro una suma menor
que la consignada en mi mandato, yo quedo obligado para con vos,
por Pedro, puesto que habéis ejecutado parte de mi mandato.
Si habéis hecho lo que en verdad estaba consignado en mi
mandato, mas de manera distinta de lo que en el mismo estaba
prescrito, yo no quedaré obligado para con vos. Por ejemplo, si la
orden que os he dado de prestar una suma a Pedro, contenía la
disposición que vos pidierais garantía por dicha cantidad, y que
vos no lo hayáis hecho; o que se dijera que levantaríais testimonio
ante notario, al efecto de adquirir una hipoteca sobre sus bienes,
y que vas os hayáis contentado con un recibo, en todos esos casos
y otros semejantes, \O no quedaré obligado para con vos, por cuan-
to no habéis seguido lo que estaba prevenido en la orden que os
había dado (t.. 7, Cod. de fide j.).
Contra viceversa, si yo hubiese dado orden de prestar a Pedro
-una cierta suma, bajo un simple recibo, sin exigir de él ni prenda,
ni caución, y que vos le hayáis hecho suscribir una obligación ante
notario por la suma que vos Ie habéis prestado por mi orden, y
que vos mismo habéis exigido de él prenda o caución, yo no puedo
en ese caso quejarme de que vos no os hayáis encerrado escrupu-
losamente dentro de los términos de mi mandato, pues habéis he-
cho lo que en él se hallaba contenido al hacer a Pedro el préstamo
que yo os había dado orden de hacerle; y lo que habéis hecho de
más, siendo ventajoso para mí, no tengo porque quejarme.
296 R. J. POTHIER
ARTICUI,p II
DE LA. OBLIOACION DE LOB COMITENTEB
449. Para que tenga lugar esta obligación accesoria del co-
mitente, es necesario que el comisionado haya contratado en nom-
bre propio, pero para los negocios del comitente; mas cuando con-
trata en la cualidad de factor o de encargado o procurador de su
comitente, no es él quien contrata, sino su comitente quien contrata
por su ministerio (supra, nu 74) ; el comisionado en este caso no
se obliga, es únicamente el comitente, quien por el ministerio de
su delegado, contrata una obligación principal.
Cuando el delegado contrata en su propio nombre, por cuya
razón obliga a su comitente, es necesario que el contrato concierna
los negocios para los cuales ha sido comisionado, y que ese dele-
gado no exceda los límites de su comisión (z. 1, §§ 7 y 12, de
exer. art.).
Tales son los contratos de venta y de compra de mercancías
que hace un comisionado a una casa de comercio, las compras que
298 R. J. roTHIER
sEeciórz IX
DEL PACTO COYSTITU7'_€ PECUNLE
461. Los pactos constituta, pecunia, que tenían por objeto de-
terminar un cierto día o un cierto término dentro del cual alguien
se obligaba para con el acreedor a pagarle lo que le debía, no están
en uso entre nosotros, pues esta determinación del tiempo dentro
304 R. J. POTHIElt
del cual debía hacerse el pago, que según los principios del Derecho
romano, era útil al acreedor para que el deudor fuese más fácil-
mente constituido en demora, no es, por lo general, según los prin-
cipios de nuestro Derecho francés, de utilidad alguna al acreedor,
puesto que, según los principios del Derecho francés, sea que haya
un cierto término para el pago, sea que no exista, el deudor no pue-
de por lo común ser puesto en demora más que por una interpela-
ción judicial, es decir, por una demanda ejecutiva: o cuando no hay
título ejecutivo en el crédito, por un mandamiento judicial.
Sin embargo, tenernos entre nosotros contratos a los que tam-
bién se pueden llamar constitutte pecunia, por los cuales se promete
a un acreedor pagarle lo que se le debe. Tales son aquellos por los
cuales los herederos de un deudor pasan un nuevo título con el
acreedor, obligándose a pagarle lo que ellos le deben en calidad de
herederos. La nueva obligación que resulta, y que se añade a la
contratada por el difunto, a la cual sus herederos han sucedido, es
útil al acreedor, puesto que le da el derecho de ejecución que no le
daba la obligación contratada por el difunto.
Acerca de esta parte veremos: 19 lo que es necesario para su
validez; 29 si encierra necesariamente un término dentro del cual
deba hacerse el pago; 29 si por ese pacto uno se obliga a más o a
otra cosa, o diferentemente que cuando la primera obligación ; 49 cuál
es la obligación que nace de ese pacto. Nosotros diremos alguna cosa,
en un quinto párrafo del pacto por medio del cual se promete a un
acreedor darle ciertas seguridades.
lidan-tente hacer, puesto que ella era entonces libre y capaz de obli-
garse. Se opondrá lo que nosotros hemos decidido supra (n. 396),
que esta obligación no puede servir de fundamento a una caución.
Pues, se dirá, que no puede, por la misma razón, servir de funda-
mento al pacto constitutce pecunia..
Respondo que hay una gran diferencia entre uno y otro. Una
caución no es una simple adhesión a la obligación del deudor prin-
cipal, la obligación de una caución no puede subsistir sola, por sí
misma; es necesario que haya una obligación principal de la que
sea ella accesoria. Ahora bien, una obligación que la ley civil re-
prueba y que declara absolutamente nula, no es susceptible de acce-
sorios y no puede, en consecuencia, servir de materia a una caución.
El derecho que yo adquiera contra vos, cuando vos me prestáis
caución por cuenta de otro, no siendo más que una extensión de
derecho que yo tengo contra aquel a quien vos habéis garantido,
si yo no tengo ninguno contra él, la ley declarando su obligación
absolutamente nula no puede tener acción alguna contra vos.
No sucede lo mismo por lo que hace al pacto constituta, pecu-
nia.. Si se dice que la obligación que nace de ella es accesoria a la
obligación principal que uno se obliga a saldar, no se obliga sino en
este sentido, de que está añadida a la obligación principal. No es
una obligación lo que puede ser, como lo es una garantía, una sim-
ple adhesión a la obligación principal ; es una obligación que subsis-
te por sí misma, proprius viribus, y aun algunas veces después que
la obligación principal ha dejado de existir, como lo veremos infra
por la ley 12, § 2, 1). d. tít.
Si es de la esencia del pacto constituto pecunia el que preexista
una deuda, no es porque deba tener por objeto un pago, sin lo cual
no contendría una donación. Ahora bien, para que ese pacto no con-
tenga una donación, y que tenga por objeto un pago, basta que la
deuda que se promete pagar por ese pacto sea debida a lo menos en
el fuero de la conciencia, y que en consecuencia tenga un justo mo-
tivo para hacer el pago, sea el que sea, por el fuero externo, aunque
declarado nulo por la ley civil.
466. Cuando la deuda no sea deuda más que por las sutilezas
del derecho, tal como la que resultaría de una promesa que vos
hubieseis extraído sin causa, y por violencia, de la que no soy
responsable ni en el fuero externo, por medio de la excepción por la
cual puedo defenderme, ni en el fuero de la conciencia, no puede,
pues, servir de fundamento al pacto constitutce pecunia:Si quis taus-
tituerit quod ¡une civil dedebat, jure prcetorio non debet, id est, per
exceptionent aut constituendo teneatur 1' Est verusn non teneri quia
debita juribusl non est pecunia quo constituta est (L. 3, § 2, n. de
pec. const.). La razón está en que siendo de la esencia del pacto
constitufre pecuniace, el que tenga por objeto el pago de una deuda,
una tal deuda de la que no puede hacerse un pago válido, no puede
servir de fundamento a ese pacto; pues, o el pago se hace por error
y no es válido, puesto que ha lugar a la repetición de la cosa pagada
(L. 26, § 3, L. cond. id .), o el pago se ha hecho con consentimiento
de vicio de la deuda, y en ese caso es más bien una donación que
un pago, según esta regla: Cujus per erraren: dad conditio est,
ejus per errorein dati donatio est, (L. 53, D. de Rey. Jur.). Ahora
bien una donación no puede ser objeto de un pacto constituta pecu-
nia', no puede ser más que el pago de una deuda.
1 Id est, neo lure natural, nec quoad effeetum tare cvffl, propter
04101mm.
308 R. y. PC/01ER
468. Con tal que cuando el pacto exista una deuda de la cual
el pago sea el objeto, no importa, para la validez del pacto, que sea
el deudor quien prometa pagarlo, o que sea otra persona la que
prometa pagar por él : Et quod ego deber', tu constituendo tenebe-
ris (L. 5, § 2, de tu.).
Ni siquiera es necesario que el consentimiento del deudor in-
tervenga cuando otro se obliga por ese pacto a pagar por él lo que
él debe: podría todavía hacer ese pacto a pesar suyo, pues de la
misma manera que se puede pagar por alguien sin su consentimien-
to y aun a pesar suyo (L. 42, D. de salud), de la misma manera se
puede obligar uno a pagar por alguien sin su consentimiento, y aun
a pesar suyo. Eso es lo que enseña Ulpiano: Utrum presente debi-
tare, ant absente constituat quis, parvi reten: Hoc amplios etiam
unde falsam putat opinionem. Labeonis existimatis, si
postquam qui constituit pro alio, dominus et denuntiet tse solvat,
exceptionem dandam. Net immerito; nam cum semel sil obligatus
qui canstituit, factud debitares non debet eum excusare (1‹. 27,
§ de tit.).
Puedo en verdad, por el pacto constitute pecunia', prometer
pagar lo que sea debido por otro; mas es preciso, para que el pacto
sea válido, que prometa pagarlo como cosa debida por aquel que
efectivamente es su deudor. Si yo prometiese pagar como creyén-
dome deudor, el pacto no sería válido, si yo no fuera realmente el
deudor (L. 2, D. de tít.).
469. De la misma manera que un pago es válido, no sola-
mente cuando es hecho por un acreedor, sino cuando es hecho a
otro de su orden o de su consentimiento, de la misma manera ese
pacto es válido, sea que se prometa al mismo acreedor pagarle, sea
a otra persona, con tal que sea mediante su consentimiento. Es de
esta manera cómo hay que entender lo que dice Ulpiano: Quod cons-
tituitor, in rem exactom est; non utique ut is cuí constituitur creditor
sit; nam quod tibi debetur, si mihi constituitor debetur (t. 5, § 2) ;
con tal que, como acabamos de decirlo, sea mediante el consenti-
miento de su acreedor. Mas si se prometía pagar a otro no sería
válido, aun cuando fuera a aquel a quien se había querido válida-
mente pagar: Titio stipuler; Titio constitui uso nomine. Eso es lo
que enseña Ulpiano : Si mihi aut non posse Julianos ait; quia non
halet petitionem, tametsi ei solvi possit (L.7, § 1, D. de (it.).
TRATADO DE ZAS OBLIGACIONES 309
II. SI el puto constitutce pecuniw encierra necesariamente 1121 término
dentro del cual se promete pagar
474. Ese pacto de pagar otra cosa que aquella que es debida
puede hacerse válidamente, no sólo por el deudor, sino por un ter-
cero que prometa pagar esta otra cosa en nombre del deudor; pues
de la misma manera que un tercero puede válidamente pagar por
el deudor otra cosa en lugar de la que debe, cuando el acreedor
lo consiente, puede también prometer válidamente por ese pacto
hacer dicho pago. Esta es la diferencia que existe entre este pacto y
la caución, pues como lo hemos visto (supra, n. 369) una caución
no puede obligar válidamente a otra cosa que la que es debida por
el deudor principal : In alían: rem (markt qua. credita ets fidejussor
obligani non potest (t. 42, D. de fidej.). La razón de la diferencia
está en que una caución no es más que una simple adhesión de la
caución a la obligación del deudor principal ; no puede, pues, tener
un objeto diferente. Por el contrario, el pacto constitutre Pecunire
supone la preexistencia y pago de una deuda ; mas no es por esto
un objeto diferente del de la obligación principal, pues el pago de
la deuda principal, que constituye el objeto de ese pacto, pudiendo
hacerse, mediante el consentimiento del acreedor en otra cosa que
la que es debida, se puede prometer por ese pacto pagar otra cosa
que la que se debe, en cuyo caso el pacto tiene otra objeto que el de
la obligación principal. Otra prueba de que el pacto constitutre pecu-
nire no es una simple adhesión a la obligación principal, es que la
obligación que nace de ese pacto subsiste alguna vez después que
la obligación principal queda extinguida, como lo veremos en el
párrafo siguiente.
TRATADO DE ZAS OBZIGACION/S 311
475. Uno puede obligarse por ese pacto de un modo dife-
rente que por la obligación principal. Por ejemplo: se puede por
este pacto obligarse a pagar en otro lugar que aquel que designa
la obligación principal: Hum qui Ephesi promisit se soluturum, si
constituit olio loco se soluturum, :intik:ter tenetur (1,. 4, D. dicto
titulo).
Ese pacto por el cual se promete pagar dentro de un término
más corto es válido, sea que se haya interpuesto por el deudor, sea
que se haya intepuesto por un tercero que promete pagar por él,
como lo notó muy bien Acurcio, al glosar dicha ley.
Aun se puede, por ese pacto, obligarse a pagar en un tér-
mino más corto que el que marca la obligación principal : Sed etsi
citeriore die constitwat se soluturum, similiter tenetur (t.. 4, ff.,
dicto titulo).
Eso no es contrario al principio del Derecho que nosotros he-
mos citado supra (n9 371) : Illud commune est in universis qui pro
chis obligantur, quod si fuerint in divisorem adhibiti, placuit eos
ontnino non obligani (z. 8, § 7, de fidej.); pues ese principio no
tiene lugar más que en relación a aquellos de quienes la obligación
no es más que una pura adhesión a la del deudor principal, tales
son los fiadores; mas la obligación que se contrata por el pacto
constitutw pecunia', aunque debe tener por objeto el pago de una
obligación preexistente, no es, como ya lo hemos visto, una pura
accesión a esta obligación ; puesto que, como ya sabemos, uno pue-
de obligarse por ese pacto a dar otra cosa de la que es debida, con
tal que se prometa darla en pago y en lugar de aquella que es de-
bida. De la misma manera, con tal que el pacto no tenga otro objeto
que el pago de la deuda, uno puede por ese pacto obligarse más
estrechamente a hacer ese pago de lo que no se había obligado el
deudor por la obligación principal, y por consiguiente a hacerlo
dentro de un plazo más corto. Acurcio observa oportunamente
acerca de esta ley, que aquel que se obliga por ese pacto, al que
llama reus constituta, pecunia', se diferencia esencialmente en esto
del fiador.
No puedo aprobar el modo de ver de Cujas, quien, en su co-
mentario sobre Paulo ad Ed. sobre esta ley, reprende a Acurcio
por haber distinguido la reus constitutce pecunia', del fiador, soste-
niendo que el fiador puede, lo mismo que la reus constituta• pecu-
nia', obligarse a pagar dentro de un término más corto del que no
se había obligado a pagar el deudor principal, y que no se encon-
trará en parte alguna, una ley que lo prohiba. Opino que basta que
las leyes digan en general que los fiadores no pueden obligarse in
divisaron causan, para que se pueda afirmar que no pueden obli-
garse a pagar dentro de un término más corto del que se obligó
el deudor principal: pues es evidente que la condición de aquel que
312 R. J. POTHIER
477. Falta observar que en los nuevos títulos que pasan a los
herederos, y por los que se obligan al pago de lo que era debido
por el difunto, puede sí, en verdad, según los principios que aca-
barnos de citar, oponer para ese pago cláusula diferente que aque-
llas que se han consignado en el título primordial ; mas es necesario
para eso que declaren que entienden en eso innovar al título pri-
mordial; de otra manera, todo lo que en los pactos se encuentra
diferente de lo que está consignado por el título primordial se pre-
sume haberse introducido por error, y no es válido; puesto que se
presume que la intención de los que han pasado ¡os pactos, es la
de reconocer y confirmar lo que se consigna en el título primordial,
sin innovar ni introducir novación alguna. (Véase infra n9 778.)
'TRATADO DE LAS OBLIGACIONES 313
1 IV. Del efecto del pacto conatitutce pecunice, y de la obligación que del
mismo nace
PRINCIPIO PRIMERO
las treinta pistolas. Por medio de esta excepción que él puede opo-
nerme, su primera obligación, que era una pura obligación, pura
y simple de pagarme precisamente la suma de treinta pistolas, re-
cibe por el pacto una modificación, y envuelve una obligación de
treinta pistolas, con la facultad de pagar los seis pipotes de vino en
su lugar.
El acreedor, siéndolo de las treinta pistolas en virtud de la
primera obligación, y acreedor de los seis pipotes de vino en vir-
tud de la que nace del pacto constituta, pecunia., puede intentar la
acción que nace del pacto, y pedir los seis pipotes de vino; mas si
el deudor prefiriera mejor pagar las treinta pistolas, podría, ofre-
ciendo las treinta pistolas, hacer que cesara la demanda de los pi-
potes de vino; por cuanto, según el cuarto de nuestro principios,
el pago de las treinta pistolas que salda la primera obligación salda
las dos.
SZGUNDO 5351tPLO
rasera EJSZCPLO
482. Hay, sin embargo, casos según los cuales podéis apro-
vechar indirectamente el pacto que ha hecho un tercero que ha pro-
metido pagar por vos: tal es el caso en que el tercero habrá
prometido pagar por vos una cierta cantidad en lugar de la cosa que
vos debíais. Por ese pacto adquirís indirectamente, aunque no seáis
parte en el mismo, la facultad de libera ros de vuestra obligación
por el pago de la suma que importa; pues teniendo todos autori-
zación para hacer en nombre del deudor el pago de lo que es de-
bido por otro, cuando tienen algún interés en hacer ese pago, basta
que vos tengáis interés en el pago de la suma que el tercero se ha
obligado a pagar por el pacto constituter pecunia en lugar de la
cosa que vos debíais, para que se os admita para hacerlo, en nom-
bre de ese tercero, y al extinguirse su obligación, os liberáis tam-
bién de la vuestra; pues, según el principio cuarto que hemos esta-
blecido, el pago de una de las obligaciones extingue las dos.
Por la idéntica razón, si un tercero ha prometido por ese pacto
pagar en otro lugar que aquel donde eI deudor tenía obligación de
pagar, o si ha prometido pagar al acreedor, o entre las manos de
otra persona, lo que el deudor no podía pagar más que en las ma-
nos del acreedor, el deudor puede aprovechar indirectamente ese
pacto, haciendo en nombre de ese tercero el pago en el punto donde
le es permitido por el pacto constituta. pecunia de hacerlo, y en
las manos de la persona a la cual le es permitido pagar ; y al hacer
ese pago por ese tercero os libráis de vuestra obligación por la que
estabais obligado a pagar precisamente en las manos del acreedor
o en otro lugar, pues según el cuarto principio del pago de la obli-
gación que nace del pacto constituta, pecunice, extingue la primera
y viceversa.
CAPÍTULO I
Del pago real y de la consignación 325
ART. I ¿Por quién debe hacerse el pago? 325
ART. II. ¿A quién debe hacerse el pago? 329
ART. III. Qué cosa debe pagarse, cómo, y en que estado 338
ART. IV. ¿Cuándo debe verificarse el pago? 344
ART. V ¿Dónde debe hacerse el pago y a expensas de quién? 344
ART. VI Del efecto de los pagos 346
ART. VII. Reglas que deben observarse para los descuentos 354
ART. VIII. De la consignación y de los ofrecimientos de pago 359
TERCERA PARTE
ARTíCUI.,0
¿A QUIEN DEBE HACERSE EL. PAGO?
504. Para que el pago hecho al acreedor, o a los que les sus-
tituyen en sus derechos, sea válido, es necesario que la persona
sea capaz para administrar sus bienes. Es por esto que si el acree-
dor fuera, por ejemplo, un menor, un inhabilitado, una mujer bajo
la potestad marital, el pago que se le hiciera no sería válido,
y no valdría a! deudor su liberación y, por tanto, continuaría
obligado.
Empero, si ese acreedor, o su tutor o curador, bajo el pre-
texto de la nulidad de ese pago, pidiera ser pagado una segunda
vez, y que eI deudor pudiera justificar que ese acreedor se ha
aprovechado de la suma pagada y que ese provecho subsistía to-
davía cuando la demanda ; puta, si sus deudas han sido saldadas,
sí sus casas han sido reparadas, debería desecharse la demanda del
acreedor, como contraria a la buena fe, que no permite que nadie
se aproveche o se enriquezca a expensas de otro: Neminent (requiso:,
est curn alterius damno locupletaris.
Observad que si la suma ha sido empleada para comprarle
una cosa que le era necesaria, bien que esta cosa haya perecido
después por un caso fortuito antes de la demanda, no por esto se
le reputa, cuando la demanda, como habiéndose aprovechado de
dicha cosa; pues en la suposición que la cosa le era necesaria, de
no haber empleado para comprarla la suma que le había sido pa-
gada, hubiese tenido que emplear a dicho efecto otras cantidades
que por dicho medio ha conservado: Hoc ipso quo non est pauperior
factus, locupletior est (L. 47, § 1, D. de solut.).
Si la suma ha sido empleada para comprar cosas que no eran
necesarias al acreedor, se le recibirá en su demanda si no subsis-
ten; y si subsisten, todavía podrá recibírsele, si ofrece. abandonar-
las al deudor (d. 1. 47, princ.; L. 4, D. de excep.).
513. Sólo nos falta observar que no importa que el poder sea
especial o simplemente general amnium negatiorunt, para que el pago
hecho a aquel que tiene dicho poder sea válido (L. 12, de solut,).
Sin embargo, si fuese un procurador ad Ktes no considera que
los poderes se extiendan a cobrar las deudas (L. 86, D. de solut.).
Es una cuestión célebre la de si el poder que nosotros damos
para contratar como para alquilar una cosa, encierra los de cobrar
el precio de la venta o del alquiler. BartoIo sostiene la afirmativa,
y le siguen Fachin cont. 94). Yo encuentro más admisible la
opinión de Wissembach, (ad tít., D. de solut., n.9 14), quien juzga
que el poder para vender no encierra el poder para cobrar, a menos
de que existan tales circunstancias que den lugar para presumirlo.
La ley r § 12, D. de exerc. art., me parece decisiva en favorecer
esta opinión. Se dice en ella que aquel que está consagrado a bordo
de un buque sólo para tratar del precio del pasaje con el pasajero,
TRATADO DZ LAS OBLIGACIONES 333
no tiene poder para recibir el precio convenido. No se puede decir,
pues, de una manera más formal, que el poder para vender o alqui-
lar una cosa no contiene la facultad para recibir el precio. Por lo
demás, puede haber circunstancias conforme a las cuales aquel que
tiene poder para vender deba presumírsele con poder bastante para
recibir el precio. Por ejemplo, si existen en una ciudad ciertos ven-
dedores públicos, que tienen la costumbre de llevar por las casas
los géneros cuya venta se les encarga, y de recibir de los compra-
dores el precio de ellos; en este caso el encargo hecho a uno de ellos
para vender una cosa, comprende también el de cobrar el precio
que se diera por dicha cosa.
/B. De aquelloa a quienea da la ley la facultad para cobrar
ARTICULO III
ARTÍCULO IV
¿CUANDO DEBE VERIFICARSE EL PAGO?
ARTÍCULO
¿DONDE DIME HACERSE FJ., PAGO Y A EXPIMAS DE QUIÉN?
ARTÍ CULO VI
DEL EFECTO DE LOS PAGOS
554. Esta regla tiene lugar también en relación con los di-
f erentes deudores.
Por ejemplo, si por vuestro mandato he prestado una cantidad
a Pedro, el pago que me hace éste de la cantidad que le he pres-
tado, extingue al mismo tierno°, la obligación de Pedro, y la obli-
gación que resulta de la orden que me habéis dado.
Los que nosotros acabamos de decir, no tiene lugar más que
en eI caso aquel en que el deudor que ha pagado no tenía derecho
para hacerse ceder las acciones del acreedor contra el deudor de
la otra obligación. Mas en el caso contrario, cuando aquel que ha
pagado tenía derecho para hacerse ceder los derechos y acciones
TRATADO DZ LAS OBLIGACIONES 347
del acreedor contra el deudor de la otra obligación, al pagar no
extingue más que su obligación; la otra subsiste, no al efecto de
que el acreedor pueda hacerse pagar una segunda vez, sino al efecto
de que pueda ceder la acción que de ella nace a aquel a quien él
la debe ceder.
Por ejemplo, en el mismo caso arriba mencionado, si el que
me ordenó prestara el dinero, lo pagara a fin de librarse de la
responsabilidad que por su mandato ha contraído, se extinguirá su
obligación, pero nunca la del que recibió el préstamo, en que sub-
sistirá, no para que pueda exigir un segundo pago, sino sólo para
que pueda ceder las acciones al mandante (r.,. 95, § 10, D. SOltd.;
L. 8, nwndat.).
Esta cesión de acciones contra el deudor de una obligación di-
ferente, puede hacerse ex intervallo, en lo que difiere de aquella
que se hace contra los codeudores de la misma obligación, de la
que ahora vamos a hablar en el siguiente párrafo.
II. BI el pago Beello por uno de los deudores extingue la obligación de
todos los otros deudores de la misma obligación; y de la cesión de acciones
TOOL& PRIMIZA
REGIA TERCERA
REGLA CUARTA
ARTICULO VIII
DE LA CONSIGNACION Y DE LOS OFRECIMIENTOS DE PAGO
De la novación 363
ART. I. Qué es la novación, y de sus diferentea sistemas 363
ART. II. De las deudas que constituyen la materia necesaria de la
novación 361
Aar. III. Qué clase de personas pueden novsr 365
Aar. IV. pómo se hace la novación 365
1 1. De laa formalidades de la novación 366
II. De la voluntad de novar 366
III. SI la constitución de un censo por la misma cantidad que
debía al censatario encierra esencialmente una novación 867
IV. De la necesidad que haya en la nueva obligación algo que
la diferencie de la antigua 870
1 V. Si el consentinliento del antiguo deudor es necesario para
la novación 870
ART. V. Del efecto de la novación 371
ART. VI . De la delegación 372
1 I. Qué se entiende por delegación, y cómo se hace 372
1 II. Del efecto de la delegación 373
1 III. Si el delegante es responsable de la insolvencia del delegado 371
IV. Diferencia entre la delegación, traslación del crédito y la
simple indicación 815
CAPÍTULO II
DE LA NOVACION
ARTÍCULO PRIMERO
ART1 CULO II
DE LAS DEUDAS QUE COES ¿Tu YEN LA MATERIA NECEE3ARIA
DE LA NOVACION
ArricyLo
QUE CLASE DE PERSONAS PUEDEN NOVAR
ARTÍ C ULO IV
COMO SE HACE LA NOVACION
ARTÍCULO V
DEL EFECTO DE LA NOVACION
AitTkUtO VI
DE LA DELEGACION
ARTÍCULO II
DE LAS DIPER.ENTES ESPECIES DE CONDONACIONES
ARTICULO III
¿QUE CLASE DE PERSONAS PUEDEN HACER CONDONACION Y A QUIEN?
DE LA COMPENSACION
pués vuestro acreedor por una suma igual, habiendo luego contra-
tado una nueva deuda para con vos, aunque fuera una deuda que
tuviera mayor interés en saldar que no la primera, sin embargo po-
dríais pedirme el pago, sin que yo pudiera oponeros la compensa-
ción del crédito que he adquirido; este crédito habiéndose extin-
guido tan pronto como lo he adquirido, por la compensación que se
ha hecho de pleno derecho de este crédito con la primera que
teníais en contra mía. (Tindar, Tract. de compens., art. 79, in fin..
Sebastián de Médicis, parte 2, § 12.)
639. Si aquel que era mi acreedor por una cierta suma hu-
biese devenido después mi deudor por otro tanto, y que no obstante
la compensación que ha extinguido de pleno derecho nuestros cré-
ditos respectivos yo la hubiese pagado, repetiría la suma. que le he
pagado, como no debida, mediante la actuación llamada conditio in-
debiti. (Ulpiano, en la ley 10, § 1, D. de compens.)
Esto prueba de una manera demostrativa el principio que he-
mos establecido de que la compensación se hace de pleno derecho,
y extingue por la sola virtud de la ley las deudas respectivas de las
partes, sin que haya sido opuesta por ninguna de las partes ni
decretada por el juez ; de otra suerte, en este caso, conforme al
cual, cuando yo he pagado, la compensación no había sido ni pro-
puesta ni pronunciada, no se podría decir que he pagado lo que ya
ya no debía.
De donde nace una cuestión que se puede hacer en la hipótesis
siguiente. Yo soy vuestro deudor por una suma de 1.000 libras;
luego ha devenido el único heredero de Pedro, quien era vuestro-
acreedor por una suma igual, por reintegro de la división, No obs-
tante la compensación de la que yo habría podido usar, os he pa-
gado esta suma de 1.000 libras. En seguida vuestros bienes han
sido embargados realmente por vuestros acreedores, y particular-
mente aquellos que os han caído en suerte por la división que ha-
béis hecho con Pedro. Yo me he opuesto al decreto, y pido ser
colocado en orden por privilegio, sobre el precio de los dichos bie-
nes, por el reintegro de la división que vos debéis a Pedro, a quien
yo he sucedido. ¿Los otros acreedores estarían bien fundados si
quisiesen oponerse? Parece corno que estén bien fundados, pues el
crédito de Pedro por ese reintegro de la división ha quedado extin-
guido en el mismo momento en que yo he heredado, por virtud de
la compensación que se ha hecho de este crédito que yo adquiría
contra vos con aquélla por una igual suma de 1.000 libras, que vos
tenías contra mi.
El pago que yo os he hecho después no ha podido revivir nues-
tros respectivos créditos, que la compensación había extinguido; él
no me ha podido dar otra cosa más que una simple acción en repe-
TRATADO DR LAS OBLIGACIONES 403
tición de la suma que os he pagado, como habiendo sido pagada sin
ser debida; y esta acción no tiene hipoteca alguna; o todo a lo más
tiene una simple hipoteca del día del saldo, si es que había sido
hecha por delante notario. No ha podido estar en mi poder, al pa-
gares voluntariamente una deuda que ha quedado extinguida por la
compensación de esta deuda con el crédito que he adquirido en
contra vuestra de revivir mi crédito y las hipotecas que al mismo
estaban unidas, en perjuicio de los créditos que seguían y del dere-
cho de propiedad en hipotecas que habían adquirido por la compen-
sación que había extinguido, como se ha dicho, nuestros respecti-
vos créditos.
No obstante estas razones, yo creo que es necesario distinguir
en esta cuestión si después que la sucesión de Pedro me ha caído,
pero antes de que yo hubiese tenido conocimiento de que había en
esta sucesión un crédito de 1.000 libras contra vos, si yo os he
pagado las 1.000 libras que vos me debíais por lo principal; pues
pienso que en ese caso debíanse poner en orden por privilegio por
el crédito de 1.000 libras, en cuanto aquel en que he sucedido a Pe-
dro, y que en ese caso se debe juzgar que no se me ha hecho com-
pensación alguna. La razón está en que siendo la compensación una
fracción de la ley, que finge que las partes se han pagado respecti-
vamente tan pronto ellas han devenido acreedoras y deudoras a la
vez unas de otras, esta ficción que se establece en favor de las par-
tes entre las que la compensación se hace no debe tener lugar más
que en tanto que no les sea perjudicial y que no las induzca a error,
pues un beneficio de la ley no puede nunca ser perjudicial a
aquel a quien la ley lo concede: Beneficium legis non debet esse
captiosum.
No se debe, pues, suponer en ese caso que haya habido una
compensación, por cuanto me sería perjudicial y me hubiera indu-
cido a error, y me habría, sin culpa mía, hecho perder una suma de
1 000 libras, por la que tenía una hipoteca privilegiada. Es necesario
decidir de otra suerte en el caso que yo no os hubiese pagado
las 1.000 libras que os debo de mi parte, que después que el inven-
tario de la sucesión de Pedro, que me ha dado conocimiento del
crédito que esta sucesión tenía contra vos. Nada impide suponer en
ese caso que la compensación ha extinguido nuestros respectivos
créditos; no es en ese caso la ley de la compensación la que me ha
causado perjuicio ni la que me ha inducido a error. Si yo pierdo
las 1.000 libras que neciamente os he pagado, no debo quejarme de
la ley de la compensación, sino de mí mismo, puesto que se me ha
antojado pagaros una deuda que yo sabía que había sido saldada
por la compensación ; pues no ha podido estar en nuestro poder
resucitar por el pago mi crédito en fraude del derecho adquirido por
los acreedores que me seguían.
404 11. J. POTHIER
646. Si aquel que era acreedor de Pedro por una cierta can-
tidad, me ha cedido su crédito, y que antes que Pedro ha aceptado
el traspaso, o que yo se lo haya notificado, deviene heredero de
Pedro, que es el deudor, habrá confusión y extinción de la deuda
de Pedro ; mas como era, por la cesión que me ha hecho, deudor
para conmigo de ese derecho de crédito que me había cedido, y
que es por la aceptación que ha hecho de la sucesión del deudor,
Y Por consiguiente por un hecho propio ha sido extinguido el mis-
mo y queda obligado a darme su valor ; pues todo deudor está
408 R. J. POT HIER
ARTÍCULO PRIMERO
EXPOSICION GENERAL DE LOS PRINCIPIOS SOBRE ESTA MATERIA;
DE CÓMO SE EXTINGUEN LAS DEUDAS
649. No puede existir una deuda sin que haya alguna cosa
debida que constituya la materia y el objeto de la obligación, de
donde se sigue que cuando la cosa que era debida perece no que-
dando ya nada que sea objeto y materia de la obligación, no puede
existir obligación. La extinción de la cosa debida importa pues
necesariamente la extinción de la obligación (r.‹. 33, 57 D. de verb.
ARTÍCULO II
QUÉ CLASE DE OBLIGACIONES SE DISUELVEN POR LA EXTINCION
DE LA COSA DEBIDA, O POR DEJAR ESTA DE PODERSE DEBER
ARTICULO III
Aa'rf CULO IV
SI LA OBLIGACION QUE SE HA DISUELTO POR LA EXTINCION DE LA
COSA DEBIDA, QUEDA DE TAL MODO EXTINGUIDA, QUE NO
SUBSISTA POR LO QUE DE LA MISMA PUEDA QUEDAR,
NI POR LOS DERECHOS NI ACCIONES QUE TIENE
EL DEUDOR EN RELACION A ESTA COSA
ARTÍCULO PRIMERO
DEL TIEMPO
Observad que en los actos que consignan que una de las par-
tes contratantes se ha obligado por un cierto tiempo, es necesario
hacer atención a lo que ha sido entendido por las partes. Por ejem-
plo, si Pedro os ha tomado a préstamo la suma de mil libras, que
se ha obligado a devolveros a voluntad vuestra, y que se diga, que
yo salía fiador por él y para con vos durante tan sólo tres años ;
es evidente que el sentido de esta cláusula es, que, si durante dicho
tiempo yo no he sido puesto en mora de saldar dicha deuda, yo
estaría al cabo del dicho plazo de tres años, libre de pleno derecho
de mi fianza; por cuanto la cláusula no puede en ese caso tener
otro sentido. Mas si por un arriendo de tierras que vos habéis he-
cho por durante seis años, se hubiese dicho que yo había dado
fianza del tomador tan sólo perr el dicho plazo de seis arias, eso
no significaría sino que, al cabo de seis arios yo quedaría libre de
Ja fianza, por las obligaciones de ese arriendo, que debían du-
rar seis años y no por los arriendos que vos pudierais, luego de la
expiración del que tratamos, renovar con ese arrendador, ya sea
expresamente, ya sea por tácita reconducción.
ARTÍCUL,0
• I. Reglas generales
ARTÍCULO PRIMERO
ARTíCUI,0 II
DE LA PRESCRIPCION DE TREINTA AÑOS
ARTÍCULO III
DE LA PRFISCR/PCION POR CUARENTA AÑOS
ARTICULO IV
ARTÍCULO V
DE LA PRUEBA LITERAL
ARTICULO PRIMERO
DE LOS TITULOS AUTENTIGOS ORIGINALES
1 111. De qué cosas hacen fe las escrituras auténticas contra las partes
ARTÍCULO II
DE LAS ESORITUR.AS PRIVADAS
ARTíCULO
DE LAS COPIAS
767. Aquel que quiera tener una copia de esta clase para que
le haga vez de original, presenta su pedimento al juez, quien pone
a su pie la orden para que se le saque copia del original de un tal
acto, en tal lugar, en tal día y en tal hora, para el que se convocan
las partes interesadas; en consecuencia de este mandato, que se no-
tifica a las partes, a la vez les hace notificar que se encuentren
en el lugar, sitio y hora indicados, según previene lo mandado.
La copia que en consecuencia se saca del original por un ofi-
cial público, ya sea en presencia de las partes, ya en su ausencia,
luego de habérmelas citado, como dejamos dicho, para que se en-
cuentren en el lugar donde debían encontrarse, es una copia que
se llama una copia conforme. Y si el original, en lo sucesivo, vi-
niera a perderse, da la misma fe contra las partes que han estado
presentes o citadas para que lo estuvieran, y contra sus herederos
o sucesores de la que podría darla el original.
1 II, De las coplas hechas en presencia de las partes, pero sin la autoridad
del juez
775. Las copias que no se han sacado por una persona pú-
blica, se llaman informales; no hacen prueba alguna, aunque sean
antiguas; a lo más sólo suministran un ligero indicio.
Sin embargo, si alguien hubiese producido esta clase de copia,
la otra parte se podría servir de la misma en contra suya; y haría
fe contra él, por cuanto, al producirla se reputa haber reconocido
la verdad, pues no se deben producir más documentos que los que
se creen auténticos.
Cuando se ha sacado una copia, por un notario, pero sin
observar las formalidades de la ley, será lo mismo que si la hubiese
sacado una persona privada, pues una persona pública que no se
porta como tal, no debe gozar de sus prerrogativas.
5 VI. De las copias de coplas
ARTICULO IV
DE LA DISTINCION DE LOS TITULOS N PRIMORDIALES Y RECOGNITIVOS
ARTf CULO V
DE LAS CARTAS DE PAGO
DE LA PRUEBA TESTIMONIAL
ARTICULO PRIMERO
ARTÍCULO II
PRINCIPIO PRIMERO
~falto III
PRINCIPIO SEGUNDO
ARTÍCULO V
PRINCIPIO TERCERO
ARTÍCULO VI
PRINCIPIO CUARTO
ARTICULO VII
CÓMO BE HACE LA PRUEBA TESTIMONIAL
ARTICULO VIII
DE LA CALIDAD DE LOS TESTIGOS Y DE LAS TACHAS
De la falta de razówk
De la mala fama
De la sospecha de parcialidad
SECCIÓN PRIMERA
DE 14A CONFESION
SEec tórr
DE LAS PRESUNCIONES
Sección III
DE LA AUTORIDAD DE COSA JUZGADA
ARTICULO PRIMERO
852. La Ordenanza de 1667 (tít. 27, art. 59) consigna los ca-
sos conforme a los cuales los juicios definitivos tienen la autoridad
de la cosa juzgada. Dice: "Las sentencias y fallos que pasan a
" estado de cosa juzgada, son aquellos que se dan en última instan-
" cia, y de los que no hay apelación, o cuya apelación no es reci-
bida, ya sea que las partes hubiesen formalmente consentido, ya
que no hubiesen interpuesto apelación en el tiempo debido, ya
"que la apelación hubiese sido declarada desierta."
Nosotros trataremos separadamente estos tres casos.
II
PRIMEN CASO
§n
SEGUNDO CASO
TERCER CASO
ARTICULO II
DE LAS SENTENCIAS NULAS. Y QUE POR .CONSIGUIENTE NO PUEDEN
TENER AUTORIDAD DE COSA JUZGADA
sine appell.).
Observad que, para que la sentencia sea nula, es necesario que
haya sido pronunciada expresamente contra la ley; es necesario
que haya sido juzgada que la ley no debe ser observada; mas si
se ha tan sólo juzgado que fa especie que se debía juzgar no se
encontraba en el caso de la ley. aun cuando en la misma estuviera;
ese fallo no se reputa como si impugnase la le: • y no es nulo, es
sólo inicuo, y no puede reformarse, por consiguiente, más que por
la vía ordinaria de la apelación, eso es lo que nos enseña Callistrao
en la ley 32 (D. de re jud.).
Observad también que los fallos que se pronunciaban expre-
samente contra las leyes eran, entre los romanos, nulos de pleno
522 R. J. POTHIER
876. Una sentencia para ser válida, debe darse entre partes
capaces de estar en juicio.
Todos los procedimientos seguidos por o contra una persona
que no tenga esta circunstancia, son nulos de pleno derecho. lo mis-
mo que las sentencias que se dieran sobre esos procedimientos.
877. Las personas inhábiles son las que han perdido su esta-
do civil, ya sea por una condena a la pena capital, ya sea por pro-
fesión religiosa.
TRATADO DE LAS OBLIGACIONES 523
878. Los menores que están bajo la potestad de tutor, no son
capaces para presentarse en juicio; las acciones que les competen
no pueden ser intentadas más que por sus tutores en su cualidad
de curadores; y las acciones que se tienen contra de ellos no deben
intentarse contra los mismos, sino contra los tutores en razón de
su cualidad.
Cuando el menor no tiene tutor, aquel que tiene que ejercer
fina acción en contra debe presentar al juez un escrito para que el
juez lo nombre, según las formalidades prescritas por el De-
recho.
879. Las mujeres casadas no pueden presentarse en juicio,
ya sea como demandantes o demandadas, sin expreso consentimien-
to de su marido, o en caso de negativa, de la justicia.
Es por esto que no basta a aquellos que tienen algo que ver
con una mujer casada, el citarla, sino que es necesario que con ella
citen al marido.
Por lo demás, se reputa a una mujer como suficientemente
autorizada por su marido, cuando éste está en causa con ella, y en
eso los actos judiciales difieren de los extrajudiciales; pues para
que una mujer casada contrate de un modo válido, fuera de jus-
ticia, no basta que su marido sea parte con ella en el contrato; es
necesario que se diga en términos expresos que la autoriza, como
lo veremos al tratar de la potestad marital, al fin del Tratado del
contrato de matrimonio.
881. De ese principio, que para que sea válida una sentencia,
las partes deben ser capaces de estar en juicio, se había deducido,
en el Derecho romano, esta consecuencia: que la sentencia dada
contra una parte muerta antes de la sentencia, era nula; pues, para
ser capaz de estar en juicio es necesario existir; cuando uno no
existe en el mundo, no se puede tener capacidad alguna. El De-
recho francés distingue entre la muerte acontecida cuando se ha-
bía hecho ya todas las diligencias y alegaciones, y la que hubiese
tenido lugar antes de hallarse la causa en este estado. En el pri-
mer caso la sentencia es válida, aun cuando al tiempo de darse
hubiese dejado de existir uno de los litigantes; en el otro, antes
de emprender nuevo procedimiento debían ser citados y presen-
tarse en causa los herederos (r.,. 9 quo sent. sine appell.).
524 R. J. POTHIER
884. Una sentencia puede ser nula por razón del juez que la
dicte, como cuando no estaba revestido de tal al dictarla, o si se
Ie hubiese suspendido, dejado de tomar posesión o fuese incom-
petente. Esta nulidad no es de pleno derecho, debe acudirse al tri-
bunal superior para que la declare.
885. La inobservancia de alguna formalidad dada hace tam-
bién nula la sentencia ; como si se hubiese dado en ausencia de alguno
antes de las citaciones correspondientes, y de habérsele declarado
en rebeldía. En todas estas nulidades no tienen lugar de pleno de-
recho; es necesario acudir por vía de apelación, si tiene lugar, o
por medio de la suplicación en las últimas instancias (sufra, ri? 856).
ARTÍCULO III
¿CUAL ES LA AUTORIDAD DE LA COSA JUZGADA?
899. Con tal que las tres cosas que nosotros hemos explica-
do en los párrafos precedentes concurran, no importa, para que
haya lugar a la excepción rei judicatce, que la cuestión terminada
por una sentencia que tiene la autoridad de cosa juzgada se renue-
ve codean an diverso genere judicii. Esto es lo que nos enseña el
jurisconsulto Juliano en la ley 7 (§ 4, n. de except.).
Se pueden citar varios ejemplos de ese principio. Vos ha-
béis intentado en contra mía la acción quanta ininoris, para que yo
fuera condenado a haceros una disminución sobre el precio de un
cierto caballo que os he vendido, que vos decíais tener un cierto
vicio del cual me pretendíais garantir; se ha juzgado o que el ca-
ballo no tenía vicio alguno, o que era un vicio del que el vendedor
no había salido garante; por lo que se me ha absuelto de vuestra
demanda. Si después vos dais contra mí la acción redhibitoria por
razón del mismo caballo y del mismo vicio, a fin de hacerme con-
denar a que la reciba; yo podré oponeros la excepción rei judicate.,
-que nace del fallo que me ha absuelto de vuestra demanda, aunque
esta nueva demanda que me hacéis sea otra especie de acción, y
vos tornéis condiciones diferentes. Las tres' cosas requeridas por
esta excepción concurren: es el mismo caballo que era objeto de la
primera demanda sobre la que se ha dado sentencia, el que consti-
tuye ahora el objeto de la que ahora nos ocupa; es code" res, es
TRATADO DE LAS OBLIGACIONES 531
también eadem causa petendi; pues la cuestión sobre esta nueva
demanda es, como por la primera, la de saber si yo soy respon-
sable del vicio del que vos os quejáis; y esta cuestión se renueva
inter easdem personas, lo que basta para que haya lugar a la excep-
ción. La diferencia de la acción y de las conclusiones no impide
que esta nueva demanda no tenga el mismo objeto que la primera,
y no sea eadem res (L. 5, D. d. tit.).
ARTÍCULO V
ENTRE QUE PERSONAS TIENE AUTORIDAD LA COSA JUZGADA
SECCIÓN IV
DEI JURAMENTO
ARTÍCULO PRIMERO
JURAMENTO DECISORIO
el cual lo han dado, ellos no han hecho, al darlo, que lo que hubiese
hecho en igual caso una persona prudente. Eso es lo que nos enseña
Ulpiano : Si minor dettderit, et hoc ipso captum se dicat, adversus
exceptionem jurisjurandi replican i debebit, uf Pomponius ait. Ego
autem puto hanc replicationem non semper esse dandam, sed prce-
toren' debere cognoscere an captus sit et sic in integrum restituere;
nec ettim utique qui ininor est, statim se captum docuit. (t. 9, § 4,
D. de furej.).
ARTÍCULO II
DEL JURAMENTO DE AQUEL QUE RESPONDE SOBRE HECHOS
Y POSICIONES
921. Observad que aquel que quiere tomar razón de las con-
fesiones que ha hecho una parte en sus respuestas a un interroga-
torio, no debe dividirlas; sino que debe tomarlas por entero. Si
por ejemplo, no teniendo prueba alguna del préstamo que yo pre-
tendo haberos hecho de una cierta suma de dinero, os he hecho in-
terrogar y que vos respondéis conviniendo en el préstamo, mas
que vos añadáis que me habéis devuelto esta suma, yo no puedo
tomar en cuenta la confesión que vos habéis hecho del préstamo,
dejando a un lado lo que habéis añadido, de que me habíais de-
vuelto ja suma; sino que es necesario que yo tome vuestra decla-
ración por entero. Es por esto que si yo quiero que vuestra confe-
sión de fe del préstamo, debo consentir que haga también fe del
pago, sin que seais obligado a hacer prueba alguna, a menos de
que no estuviese en estado de probar que el pago no ha podido
hacerse dentro del tiempo y en el lugar en que vos decís haberlo
TRATADO DE LAS OBLIGACXONES 547
Aa'rfcuLo III
DEL araaktENTo LLAMADO "JURAMENTO JUDICIAL"
las dos partes debe pedirlo; que es lo que resulta de esos términos
de la ley 31, causa cognita.
924. Este conocimiento de causa consiste en el examen del
mérito de la prueba de la cualidad del hecho, y de las cualidades
de las partes. Cuando la prueba del hecho de donde depende la de-
cisión de la causa, y que sirve de fundamento a la demanda o las
excepciones de la demanda, es completa, el juez no debe pedir el
juramento, mas debe decidir que ha ganado la causa aquel que ha
hecho la prueba.
Sin embargo, si el juez, para asegurar ante todo su religión,
le hubiese en ese caso pedido el juramento, y que el hecho sobre
el cual él le ha pedido el juramento fuese propiamente el hecho de
esta parte que en modo alguno podía ignorar, esta parte no debería
negarse a darla, y no sería escuchada ni apelada de la sentencia,
pues aunque el juez hubiese podido o aun debido dar la causa por
ganada sin exigir la prueba del juramento, por parecerle completa
la que se había hecho, no por esto puede decir que le da motivo
de queja al pedírsela, puesto que es muy fácil a la parte afirmar
lo que sabe de verdad ; la negativa que diera de afirmar ese hecho
atenta o destruye la prueba que hubiese hecho.
ARTICULO PF.ELIMINAR 7
PRIMERA PARTE
CsetroLo 1
De lo qué pertenece a la esencia de las obligaciones 11
Sección I. De los contratos 11
ART. L Qué ea un contrato; en qué difiere de la pollcitación y de las
cosas que principalmente deben distinguirse en cada contrato 12
I. ¿Qué es un contrato? 12
H. ¿En qué difiere de la policitación? 13
1 III. De las tres cosas que deben distinguirse en todo contrato 14
ART. II. División de los contratos 17
ART. III. De loe diferentes vicios que pueden encontrarse en los contratos 20
1 I. Del error 21
II. Del efecto de la libertad 24
1 In_ Del dolo 28
IV. De la lesión entre mayores 29
1 V. De la lesión entre menores 32
g VI. Del defecto de causa en el contrato 32
VII. Del defecto de vinculo en la persona que promete 38
ART. IV. De las personas que son capaces o no de contratar 37
Arr. V. De lo qué puede ser objeto de los contratos 40
I. Cuáles son las razones de principio por las que no se puede
estipular ni prometer por otro 41
I II. Varías cosos por los cuales nosotros estipulamos y promete-
mos efectivamente por nosotros mismos, bien que la con-
vención baga mención de un tercero 43
III. De lo que concierne a otra persona que a las partes contra-
tantes puede ser el modo o la condición de una convención,
bien que no puede ser el objeto de la misma 50
1 IV. Que se puede estipular y prometer por el ministerio de un
tercero; lo que no se puede ni estipular ni prometer por otro 53
Alti.. VI. Del efecto de los contratos 58
ART. VII. Reglas para la Interpretación de las convenciones 60
ART. VIII. Del juramento que las partes contratantes añaden alguna
vez a las convenciones 65
564 INDICE
Pág.
SEGUNDA PARTE
DE LAS DIFERENTES IMPECIES DE OBLIGACIONES
Castruzo
Exposición general en las diferentes ~es de obligaciones 105
I. Primera división 105
1 II. Segunda división 106
1 /11. Tercera, cuarta y quinta divisiones 106
1 IV. Sexta división 108
1 V, Séptima división 108
1 VI. Octava división 110
VII. Novena, décima. undécima y duodécima divisiones 110
cAptruLo
De las primeras divisiones de las obligaciones, en obligaciones civiles
y en obligaciones naturales 119
Captruro
De las diferentes modalidades por las cuales las obligaciones pueden ser
contratadas 117
Airr. t. De las condiciones suspensivas y de las obligaciones condicionales 117
1 1. Qué es una condición y sus diferentes especias 117
II. Lo que puede hacer que una condición pueda suspender
una obligación 118
1 UI. ¿Cuándo las condiciones se reputan cumplidas? 120
1 IV. De la indivisibilidad del cumplimiento de las obligaciones 127
1 V. Del efecto de las condiciones 128
INDICZ 565
Pág.
CaeiroLo IV
De algunas especies particulares de obligaciones consideradas en rela-
ción a las cosas que constituyen su objeto 167
Sección I. De la obligación de una COSA indeterminada de un
cierto género 167
Sección II. De las obligaciones divisibles y de las obligaciones
Indivisibles 172
ART. I. Cuáles son les obligaciones divisibles y cuáles son les obliga-
ciones indivisibles 127
I. Qué es una obligación divisible y qué es una obligación
indivisible 172
II. De bus diferentes especies de indivisibilidad 174
III. De varias especies de obligaciones respecto a las cuales se
pregunta si son divisibles o indivisibles 177
De la obligación de entregar un campo 177
IV. De la obligación de una jornada de trabajo 179
V. De la obligación de hacer alguna obra 179
VI. De la obligación de dar una cierta suma legada para la cons-
trucción de un hospital, o por cualquier otro fin 179
ART. II. De la naturaleza y de los efectos de las obligaciones divisibles 178
3 I. Principios generales 179
566 INDICE
Pág.
CsetruLo V
De las obilgaciones penales
Capirran VI
De las obligaciones accesorias de los fiadores, y otros que adceden
a 14 de un deudor principal 231
Sección I. De la naturaleza de la caución. Definición de las cau-
ciones o fianzas y los corolarios que de ellas se derivan 231
Sección U. División de los fiadores o cauciones 249
Sección 111. De las cualidades que deben tener las cauciones 249
1. De hui cualidades que debe tener una persona para contra-
tar una fianza válida 249
INDICE 567
Pág.
Pág.
TRICZRA PAITZ
Cartrozo I
Del pago real y de la con.rignaolón 325.
ART. /. ¿Por quién debe hacerse el pago? 325
ART. II. ¿A quién debe hacerse el pago? 829
1 I. Del pago hecho al acreedor 320
II. De aquellos que tienen poder del acreedor para cobrar 331
III. De aquellos a quienes da la ley facultad para cobrar 335
IV. De aquellos a quienes da el contrato cualidad para cobrar 333
1 V. ¿De qué manera el pago hecho a la persona que no tenia
ni poder, ni facultad para recibir, puede hacerse válido? 337
ART. III. Qué cosa debe pagarse, cómo, y en qué estado 338
I. ¿Puede pagarse una cosa por otra? 338
II. ¿Está obligado sI acreedor a recibir por partes 10 que se
le debe? 839
III. ¿Cómo puede entregarse la cosa debida? 342
1 IV. ¿En qué estado debe ser pagada la cosa 343
ART. IV. ¿Cuándo debe verificarse el pago? 844
ART. V. ¿Dónde debe hacerse el pago y a expensas de quién? 344
•
1 1. ¿Dónde debe hacerse el pago?
II. ¿A expensas de quién se ha de hacer el pago?
344
345.
INDICE 569
Pág.
—
ART. VI. Del efecto de loa pagos 845
I. Si un sedo Pago Puede extinguir varias obligaciones 840
g II. Si el pago hecho por uno de loe deudores extingue la obli-
gación de todos los otros deudores de la mlaina obligación;
y de la cesión de acciones $47
g ra. Del efecto de los pagos parciales 358
ART. VII. Reglas que deben observarse para los descuentos 351
ART. VIII. De la consignación y de los ofrecimientos de pago 859.
aspiro-Lo II
De la novación, 363
ART. I. Qué €15 la nova4ón„ y de sus diferentes sistema!! 383
ART. II. De las deudas que constituyen la materia necesaria de la
novación 381
ART. L11. Qué clase de personas pueden novar 885
ART. IV. Cómo E.Ø hace la novación 395
3 1. De 19.11 formalidades de la novación 388
3 II. De la voluntad de novar 388
3 III. Si la constitución de un censo por la misma Cantidad que
debía al censatario encierra esencialmente una novación 887
3 IV. De la necesidad que haya en la nueva obligación algo que
la diferencie de la antigua 870
g V. SI el consentimiento del antiguo deudor es necesario para
la novación 8'70
ART. V. Del efecto de la novación 871
ART. VI. De la delegación 372
3 1. Qué se entiende por delegación, y cómo se hace 372
3 II. Del efecto de la delegación 273
HL Si el delegante es responsable de la Insolvencia del delegado 371
IV. Diferencia entre la delegación, traslación del crédito y la
simple indicación 376
Caerrns.o
De la condonación. de una deuda 377
ART. I. Có1210 Be hace la condonación de una deuda 377
I. Si la condonación de una deuda puede hacerse por un sim-
ple pacto 377
g n. ¿Cuándo se presume una condonación tácita? 378
3 III. Si la condonación puede hacerse por la sola voluntad del
acreedor sin contrato 380
IV, SI puede hacerse la condonación por partes 981
ART. II, De las diferentes especies de condonaciones 381
1. De la condonación real 981
g II. De la condonación personal 982
3 III. Si el acreedor puede lícitamente recibir alguna cosa del fia-
dor para firmarle un descargo sin descontarlo de la deuda,
y varias otras cuestiones que del Miento principio dependen. 383
ART. HL ¿Qué clase de personas pueden hacer condonación y a quién? 585
I. ¿Qué clase de personas pueden hacer condonación 585
3 II. ¿A quién puede hacerse la condonación? 386
570 INDICE
Pág.
CePtrino IV
De la compensación 389
g I. ¿A qué deudas puede oponerse la compensación? 339
II. ¿Qué clase de deudas pueden oponerse en compensación? 393
3 ni. Cómo se hace la compensación, y de sus efectos 399
CAPITULO V
De la extinción de la deuda por la confusión 406
3 I. ¿En qué caso se verifica esta confusión? 405
g II. Del efecto de la confusión 408
CAPITULO VI
De la extinción de la obligación por la extinción de la cosa debida. o
cuando cesa de ser susceptible de obligación, o bien que se pierda
de manera que se Ignore su paradero 409
ART. L Exposición general de los principios /sobre esta materia: de
cómo se extinguen las deudas 409
Atar. II. Qué clase de obligaciones se disuelven por la extinción de la
cosa debida, o por dejar ésta de poderse deber 412
Alar. 111. ¿Qué pérdida de la cosa debida extingue la deuda, en qué ca-
eos ésta continda a pesar de la pérdida de la cosa y contra quién? 414
Ler. IV. Si la obligación que se ha disuelto por la extinción de la cosa
debida, queda de tal modo extinguida, que no subsista por lo que
de la misma pueda quedar, ni por los derechos ni acciones que tiene
el deudor en relación a esta cosa 4111
CAPITULO VII
De varias otras maneras de extinguirse las obligaciones 423
Arr. I. Del tiempo 423
ART. II. De las condiciones resolutorias 424
As?. III. De la muerte del acreedor y del deudor 425
I. Regias generales 425
II. De los créditos que se extinguen por la muerte del acreedor 428
I M. De loa créditos que se extinguen por la muerte del deudor „ 42$
Cap/rimo VIII
De las excepciones y prescripciones de los créditos 425
ART. I. Principiar generales sobre las excepciones y sobre las prescrip-
ciones 429
liar. II. De la prescripción de treinta anos 481
¿En qué razones se funda? 431
g II. ¿Desde qué tiempo y contra de quién corre la prescripción? 431
g III. Del efecto de la prescripción de treinta atice 436
IV, Cómo se interrumpe el tiempo de la prescripción 437
3 V. Cómo se anula la prescripción 444
Altr.M. De la prescripción por cuarenta arios 445
ART. IV. De la prescripción de seis meses y de un alio que compete
contra los demandados de loe mercaderes, artesanos y otras personas 447
g I. En qué casos tiene lugar la prescripción de seis melles 447
II. En qué casos hay lugar a la prescripción de un ano 448
INDICE 571
Pág.
CUARTA PARTE
DE LA PRUEBA DE LAS OBLIGACIONES COMO DE SUS PAGOS
CaPtrtmo I
De la prueba literal 459
ART. I. De los títulos auténticos originales 459
I. Qué clase de escrituras son auténticas 459
II. En qué términos hacen fe las escrituras públicas contra las
partes 460
III. De qué cosas hacen fe las escrituras auténticas contra las
partes 460
1 IVDe qué clase de cosas las escrituras hacen fe contra un tercero 461
Aar. II. De las escrituras privadas 469
I. De las escrituras privadas ordinarias 463
1 II. De las escrituras privadas, sacadas de los archivos públicos 465
1 III. De los libros de los censores territoriales 466
1 IV. De los libros de loe mercaderes 466
1 V. De los papeles domésticos de los particulares 468
1 VI. De las escrituras privadas sin firmar 469
VII. De las tarjas 472
ART. III. De Iss copias 472
I. De las copias hechas por autorización del juez, en presencia
o con citación de la parte 473'
1 /I. De las copias hechas en presencia de las partes, pero sin la
autoridad de juez 474
1 III. De las coplas hechas sin la presencia de las partes, y sin que
ellas hayan sido llamadas por mandato judicial 476
1 IV. Del registro de las donaciones 476
1 V. De las copias Informales que no se han sacado por una per-
sona pública 476
1 VI. De les copias de copias 476
ART. IV. De la distinción de los títulos en primordiales y recognitivos 477
ART. V. . De las cartas de pago 479
Csetrimo n
De la prueba testimonial 483
ART. I. Principios generales sobre los casos en que esta prueba se admite 483
ART. II. Principio primero. Aquel que ha podido procurarse una prueba
por escrito no es admitido a la prueba testimonial por las cosas
que exceden de 100 libras 484
ART. ni. Principio segundo. Que /a prueba testimonial no es admitida
contra un escrito, ni contra lo que en ella contiene 486
ART. IV. Dei principio de prueba por escrito 488
ART. V. Principio tercero. Aquel que no ha podido procurares una
prueba Instrumental, debe admitírsela la prueba por testigos 492
572 INDICE
Pág.
CaPirrie