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oletn de! Inisto de Historia Argentina y Americana "De. Ravignai” “Teeera Sec, i. 1,1 semestre de 1989 GOBIERNO Y SOCIEDAD EN CHILE DURANTE LA “REPUBLICA CONSERVADORA” 1830-1865 Span CoLLIER* La estapiuipan politica de Chile (0, si se quiere, la continuidad institucional de Chi- Je) durante el siglo pasado es una de las grandes perogrulladas que se encuentran en ‘casi todos los libros generales sobre la historia latinoamericana. Es incuestionable ‘que, a pesar de ciertos episodios sangrientos tales como el motin de 1837 y las dos Euerras civiles de 1851 y 1859, la continuidad institucional del pats no se alters en to- do el periodo transcurrido entre Ia instalacién del régimen conservador 0 “pelucén” en 1830 y la guerra civil de 1891. Chile en esta 6poca gozaba de una buena reputacin enire ias demas naciones latinosmericanas —“ia excepciGa honrosa en la América del Sur”, en la expresién dé Juan Bautista Aberdi.' Un historiador moderno (también argentino), Tulio Halperin Donghi,ratifica este concepto (en un trabajo de amplia di- fusién) al afirmar que ta Repiblica Conservadora en Chile constituye “el éxito més considerable de la Hispenoamérica independiente”? ‘Creo que una buena manera de entrar en el tema de “gobierno y sociedad” en Chile en tas primeras décadas después de la independencia es pensar un poco en las se to palo, ZA que se debe esta ayeciora un tanto especial ene! pa ‘orama hispanoamericano de! siglo XIX? Las explicaciones tradicionales, dicho sea de paso, no fueron muy sofisticadas; estoy pensando en unas Ge ia Hisjoria general de Chile de don 20 Antonio Encine, se basaron més bien en una cuasi deificacién de Jos prohombres conservadores de Ia etapa inicial del régimen pelucén, especialmente de Diego Portales, autor, segiin Edwards, de “ia més gigantesca labor que hombre al- guna haya realizado en la América Latina” « Es muy important, sin duda, no olvidar- Universidad do Retr I Mercurio, wh. 7, 346, Valparaiso, $ de ran de 1852 “Tui Hnpein Donghi Hatori contempordnaa da América Letina, 2a. Maid, 1910, p. 206 igo Boros Arano, Historia general de Chile, 16 tems, Santiago, 18841902, Tomo X¥1 pp. 336- ss ‘Aides Edwards, La organitacién poltica de Chile, Sanisg, 1955, 104 us se de la dimensién humana, pero es evidente también que ta Repitblica Conservadora no fur exactamente una creaciOn milagrosa de gigantes sobrehumanos. Cualusier ans- lisis realmente histrico del fenéme ‘argumentar que tales condiciones coustituyen una explicacién como tal, pero es probable que hayan posibilitzdo la formacién y la con- Solidacion de un estado nacionel viable EL territorio_nacional efectivo de Chile en la década de 1820 es de una cierta “gt is la ‘mpuesta por la Cordillera de los Andes, por razones obvias. “Es Chile novie sur de gran _ peta tos il seuss de distancia de! otro extremo efectivo del territorio, el valle de Bio-} -Bio, la histérica “frontera” més all de la cual los i ai bastante avanzao el siglo Xx, és de 1843 la misérrima colonia establecida en el Estrecho de Maga'lanes, inmensa mayoria de fa poblacisa (mis os un millon en T830) vive en una 20m ete el valle de Aconcagua y Concep- cin, una distancia de 450 kilémetros. Es este un territorio, ‘contraste con la Argentina en este sentido es noial ile es diffeifcontrarrestar e! peso considerable, por no decir ozemé- nico, del nicleo central dl pats, es decir Santiago, la zona agraria cerca de Santiago y, desde luego, Valparaiso, el puerto principal. La experiencia de las dos guerras civiles de 1851 y 1859 —la primera, una rebeliGn desde el Sur; fa segunda, una rebeliGn des- de el Norie— demuestra muy claramente este hecho primordial de ia realidad chilena del siglo pasado. “Tambi poblacién es esencialmente blanca o mestiza —los blancos orman los mestizos, las clases popuilares—. - yy Ia clase politica, casi, dirfa yo, la nactén tegrantes de la élite son, segin ta definicién til det observador francés Claudius Gay, “la aristocracia del dinero, ya por derecho hereditario, ya por haber hallado en el comercio una fortuna, 0 ya por jaberta adquiri- «do mayor atin en la explotacion de las minas” $ Dentro de esia lite social hay dliversos ‘matices que se pueden analizar. Al Indo de las familias terratenientes coioniates, hay ‘tro grupo que esté en pleno auge durante nuestra época: me refiero a los mincros del Norte, de origen relativamente modesto hacia fines de la época colonial, a los cuales se summa més tarde un grupo de inmigrantes extranjeros, comerciantss por lo general, {que se radican en el pafs y aportan muchos apellidos anglosajones, italianos, atemanes §- Claudius Gay, Historia isa y pllica de Chile: Agricultura, ds cmos, Pais, 1862-1865, emo T, 102 16 y franceses rguesia —una burguesta a Ja chilena, Pear ‘comerciales de Valpar & westigaciones recientes de Eduardo Cavierest revelan que existe una red realmente extensa de crédito, inversiones y deudas que conecta a los mineros y ccomerciantes chilenos con estas casas comerciales del puerto. En un ensayo reciente Sergio Villalobos R. evoca la trayectoria de la burguesia decimonénica? Se fusion; répidamente con la élite tradicional —asi que en la segunda mitad del siglo se note una élite coherente, mezcla de las viejas familias y de los nuevos ricos—. Poderoso caballero es don Dinero: ef Chile del siglo pasado es otro ejemplo contundente det di- cho espatiol Hay que poner cierto énfasis en la clase alta, ya que es efectivamente la clase politica, Los conflictos politicos se dan dentro det ambito de esta clase. ee campo, ientos de re sistencia o protesta social —y TOs fay— prepoltice, informes. El bbandolerismo fronterizo, producto de Ia guerra de la Independencia, no constituye un movimiento coherente, y en todo caso es aplastado a principios de la década de 1830. En la guerra civil de 1859, hay una serie de montoneras en el valle central, pero de muy corta duracién (dos o tres meses) y coordinadas por los terratenientes opositores: necesitamios, sin embargo, un buen estudio de este fenémeno. El artesanado de Santia 180 y Valparaiso es otto sector popular de cierto interés desde este punto de vista: son muy conocidos los movimientos artesanales de 1845-1846, 1850-1851 y 1858. Un ex- celente estudio de este grupo, hecho por el profesor Luis Alberto Romero, indica que Jos intentos de movilizaci6n artesanal rio sor del todo esponténeos. Un movimiento ‘més genuinamente espontneo de los artesanos $0 da algunos aftos més tarde, con a formacién de las primeras sociedades mutualistas (un ferémeno de la década de 1860 ¥ después), pero incluso en aquella época el rol politico de los ariesanos es mas bien suballemo y deferente. ‘A pesar de algunos aportes realmente valiosos (por ejemplo, el libro reciente de Gabriei Salazar), lah fo tanto muchas generalizaciones acerca del flam: te provisorias. Sin embargo, parece probable q: del Rio de la Plata, por ejemplo, come to intuye Carlos Darwin en la década de 18301 —y algunos argentinos de la época también son conscientes de la diferencia: por ejemplo, en sus instrucciones secretas al general José de San Martin antes de la libera- © Eduardo sees, 1987, io Villalobos, Origen y acenso de la Durguesia chilena, Seating, 197, 5 Lat Alben Romero, Le Sociedad de a Igucidad. Les aresancs de Santiago de Chile y sus prima +08 exporienciaspotzas, Buonos Aies, 178 9” Gabsel Sainar, Labradores, peones yproletarias ed, Saniag, 1985. 1 Caos Darwin, The Voyage ofthe Beagle, Londres, 1936, 9p. 246-27 vere, Chilean Trade ond British Traders, 1820-1879, Tesis doctors, Universidad de 7 ci6n de Chile, Juan Martin de Pueyrred6n se refiere a la “‘nobleza engreide” de Ciille y al “feudalismo” que prevalece allf “en todo su rigor”—. En Chile también hay una percepcién de la mansedumbre de la poblacién —fuera de algunos temores en cuanto a la plebo urbana y a los campamentos mineros del Norte—. Una frase grfice y rmu- chas veces citada de! ministro Diego Portales debe mencionarse: “El orden social en Chile se mantiene por el peso de la noche; [..] la tendencia casi general de la masa al resposo es ta garantia de la tranquilidad piblica."* Lo que se teme en Chile no es una rebelién de las masas, una jacquerie popular, sino mds bien la agitaciGn denuro de ta pres pee ; i siglo ciclo ascendente desde ia década do 1820 hasta a crisif de la década de 1870. El valor total de! comercio exterior es 7.5§M pesos en 1825; en 1875 ¢s 74M pesos (y el valor del peso no cambia mucho a lo largo del perf- odo) (yen ciertas €y0285) el adguisitivo de la clase le permite al gosiemo ‘anarquia” de la dScada de 1820 —ana anarquia, dicho sea de paso, muy liviana en comparacién con lo que esti pasando en otras partes de la Amé- rica—. Sin caer en los juicios apotedsicos de Edwards y Encina, es importante su- brayar el hecho de que’el sistema conservador es efectivamente el progacio cle un ‘esfucrzo politico por parte de los politicos de la década de 1830. Portales es el mas fa- ‘mos0, pero tiene colaboradores muy activos ¢ inteligentes; ministros como Joaquin ‘Tocomal o Manuel Rengifo (este ditimo quizés el ministro de hacienda mds txillante de todo e! siglo), ademés de colaboradores més discretos (pero a largo pl2zo extrema- damente influyentes) como Andrés Bello (si bien Bello siempre ene sus rexervas acerca de ciertos aspectos del régimen y no es de ningdn modo un conservador iccon- di ue nO voy a comentar muy detenidamente, ya que existe un sinndmero de estudios de tipo formal acerca de la misma. Pero debemos mencionar sus rasgos ms notables, que sin duda alguna ayudan en la mantencién del régimen, en primer lu segundo lugar, poriiitimo, Ia opei cinles conse- culivas, To que 2dministraciones decenales (las de Prieio, Bulnes, 1 Carlos A. Pueyred6n (comp), La Campata de le Andes: Cartas crease instructions reserva~ desde Pueyredin e Son Martin, Boeaos ives, 1942, fees 10. "2 Emesto de Ia Cruz y Gullerno Felis Cruz (comps), Episalario de don Diega Portales, 3 wae, Santiago, 1987, Temo Ip. 486 18 Monty Pécc) ene 18 Ws in puangén en la Amés- Ca Lata 6 a cpa LMS BRIS. xaos desta o facade x. iraordinarias, son muy amplios y se emplean con mucha frecuencia durante la época ‘conservadora —segiin el cdlculo de Benjamin Vicufia Mackenna, durante un tercio del perodo 1833-1861 Ls cnalao ela consign es tambien deermi- ante: se suprimen las asambleas provinciales de la constitucién anterior (la de 1828), (hay ocho provincias en 1830, 15 en 1870) se define to” —una formula contundente del presidente, ‘aqui todas las otras facetas de la Constitucién yeel intendente de cada provi “natural e inmedi 4uien lo nombra. No ¢s el caso anal de 1833 —constitucién tan admirada por Alberdi, tan venerada por los conservadores chilenos, tan odiada por los liberales chilenos— pero vale subrayar que este documen- to presidencialista, autoritario y centralizador constituye el marco juridico del régi- ren, y no se enmienda en lo més minimo antes de 1871. ero los textos constitucionales, por influyentes que sean, no son una explica- ign del éxito del sistema politico conservadot. El historiador tiene interés en saber coufles son los mecanismos de poder, las pricticas cotidianas, tos métodas empleados caconservadara, ‘La represion de la época consecvadora no admite comparacién con la represion que se ina visio en nucstro propio sigio, que ha conocido un retroceso incalificable en este asunto, Sin embargo, las medidas represivas son una realidad ea Chile, por lo me- 1nos antes de la coyuntura de 1861. Me refiero, desde luego, a la represion especifica- ‘mente potitica, y no a la “represién cotidiana’ que hay en cualquier sociedad y que, sogiin Basringlon Moore, “flota desspercibida detrés de la mayoria de los libros hist6- rons”. Est iar (refiriéndome al caso chileno) con selaciOn 2 Tas ti disciplina labo- rai en las minas, el rol de la majer, etc. En fo que a la represién politica se refiere, el primer punto gue hay que mericioaar es que 10 es continua. Es comin y corriente du- fanie gran parte de la dcada de 1830 (1a etapa inicial del régimen); no se emplea mu- cho durante la presideacia del general Buines, fuera de la pequeia crisis de 1845-1846 ¥ le crisis mucho més grave al final de Ia administraci6n; se recrudece en el decenio et presidente Monit (los poderes excepcionales estén vigentes durante la mitad de su pesidencia); desaparece por compicto en ia adminisnacién de Pérez. El coniexto nor- zal del empleo de la represiOn es la serie esporédica de crisis y emergencias cuando clrégimen se siente realmente amenazado. Por razones obvias, las dos guerras civiles son acompafiadas por unos brotes de represin més o menos fucries. Pero, jcual es cl nivel de 1a represiGn? No es cuestiGn de un reinado del terror ‘geacralizado ni mucho menos. Las condenas a muerte son frecuentes en los tribuna~ kes, pera la pena de muerte no se aplica mucho, Podriamos pensar en una comparaciGn. con el gobierno del general juan Manuel de Rosas en Argentina, En su libro sobre el 1 Bynington Moot, Svil Origins of Dictatorship and Democracy, Londres, 1967, p. 50. 19 régimen de Roses, John Lynch afirme que es imposible cuantiicar fare resién rosis- 4a, pero que se puede pensar en una cifra de 2.000 ejecuciones para el perfodo 1829. 1852. En el caso chileno, también es diffcil llegar a conclusiones cvantitativas, pesar de un buen rastreo de las fuentes. Se puede presentar algunos antecedenies fe- Dresentativos. Con una sola excepcién, las revueltas y conspiraciones liberates de los Drimeros aios del régimen (1830-1833) no se castigan con la pena de muexie, Despuss del motin de junio de 1837 (en el cual pierde su vida el ministro Portales), 10 cabeci- llas son fusilados; y el intendente de Aconcagua (de cardcter muy atrabilirio) hace f- silar a unos 11 milicianos renuentes —pero vale decir que este segundo episodio, lat gamente recordado, es considerado como atipico—. En general, la pena de muerte solamente se cumple en los casos de motines o complots militares, especialmente du- ante 0 después de las dos guerras civiles. La oposicién liberal de la déceda de 1850 hace mucha propaganda sobre la base de los “veinticuatro fusilados” ajvsticiados en los meses posteriores a la guerra civil de 1851, y otra fuente opositora indica nos 31 fusilamientos después de la guerra civil de 1859.% La oposicidn no half tenis inte- xés en minimizar las cifras (muy al contrario), y €s posible que sean confiables. Parece probable, entonces, que el total de fusilamienios derivados de las dos guerras civiles ‘sea menos de 100. Es imposible saber siel gobierno elimina a sus enemigos de un mo- ddo més clandestino, sin procesos legales, pero mi impresin os que no. S! algo sf estd pasando, la propaganda opositora no lo menciona en absoluto, lo que parece siznifica- tivo, También significativo, a mi juicio, es que no se encuentra en las fuc.tes ecusa. ign alguna en cuanto al empleo de la tortura por las autoridades. 7 La enorme mayoria de los fusilados son de las clases populares. Con la excep- cin de dos terratenicntes liberales, Fusilados en Curic6 en 1837, es diffil penser en otras victimas de clase alta. Para los disidentes de clase alta —“los hombres de frac*— las penas normales son encarcelaciGn, relegacién, 0 destiero al extranjero por tun tiempo especifico. (En las épocas de agitaciGn, algunos opositores garantizan si au- sencia del pafs mediante una fianza pecuniaria depositada al gobierno; es una especie dde “acuerdo de caballeros”) Una vez més, es difcil, por no decir imposible, cusnificar Jos varios tipos de procedimientos represivos. En junio de 1851 un periécica de oposi- ‘cin publica una lista de 203 personas encarceladas, desterrades 0 “perseguidas” como ‘consecuencia del estado de sitio de noviembre de 1850 y del motin de abil de 1851, ‘pero no sabemos si es una lista precisa o completa, y tampoco sabemos lo que significa “pesseguidas” en este contexto.¥” Una cifra redonda empleada a menudo por Ie. oposi- cidn en 1860-1861 es 2.000 —2.000 chitenos exiledos—* {Una exageracin? ,Ouién sabe? Es cierto que, a rafz de las conmociones de 1859, hay grupos respetables de exi- lados en el Perd y en Argentina, especialmente en Mendoza, donde algunos viven e}te- rremoto de 1861; micntras tanto algunos exilados acaudalados se pasean por Europ. 1 Joho Lynch, Argemine Dictator Juan Manuel de Roses 1829-32, Londres, 1981, p. 245. 'S Bserbe Domingo Anteaga Alempare en 1870: “los corszoncs genersos te apart sim con homor de aguelestéhacinamiento de cadéveres™. Domingo Artaga Alempane, Los contingecies de 1870, Santiago, 1910, p. 325. 'S \Cuadro histbrico de a adminsiracin Mont, Seningo, 1861, p. 194 1B, Progreso, nin. 2574, Santiago, 7 de junio de 1651. 8 Cuadra hisérico dela administracién Wot. 192. 120 ponte sae in embargo, que hay momentos amargos, como, por ejemplo, ‘queo de San Felipe en la guerra civil de 1859 y la matanza en Valparaiso en 1846, y es cevidente también que las guerras civiles mismas aportan su cuota de muertos (si bien mucho menor que en la guerra civil de 1891). El gobierno en esta época se comporta a veces de una manera bastante arbitraia, y hay algunos casos més o menos célebres: en 1859, por ejemplo, el gobiemo le paga al capitin de un barco inglés para trasladar a Inglaterra @ cuatro opositores detenidos —Benjamin Vicufla Mackenna, Angel Cus- todio Gallo, y los hermanos Manuel Antonio y Guillermo Matta—. Dado el talento li- terario y propagandistico de estos j6venes, es un error garrafal por parte del presidente Monts. Una pregunta obvia, si bien dificil a responder adecuadamente, es el grado de cficiencia de la poticia, Santiago tiene una policfa urbana més o menos razonable; cl _gasto constituye el 48% del presupuesto manicipal en 1848. En el campo casi no hay policfa, En la zona minera del Norte, donde hay brotes ocasionales de rebeidia, 10s Oliciales se quejan con cierta frecuencia sobre las dificultades de mantener el orden. Existe en los archivos una correspondencia interesante y reveladora, entre ef subdele- gado de Chaftarcilio (mineral de plata por antonomasia) y el intendente de Atacama hacia fines de septiembre de 1851 —en aquel momento la vecina provincia de Co- quimbo esti en abierta rebelién— y el subdelegado le pide ayuda al intendente en wn tono de desesperacién creciente. Lo dnico que puede hacer el intendente es mandar a 4 miicianos bisotios, de los cuales los trabajadores hacen mofa. Algunos de los ma- yordomos de las minas se niegan a integrar un cuerpo de vigilancia; segtn informa el subdelegado, “que en fos servisios (sic) que iban a presta, habria que pelear, que se ti- ravian balas, y que so correrian paligros no indiferentes”. Este episodio tiene un epi- logo dramdtico: a fines de octubre de 1851, cl mineral experimenta un levantamiento viokento de los wrabajadores y un saqueo gencral, y el subdelegado no puede contener estos desmanes. ‘Mo hay en esta época una polica secreta como tal, Sin embargo, el gobierno tie- ata prictica de subveacionar @ dclatores. El fondo especial para este propésito apa- re2e on forma encubieria en el presup)resto nacional. Es suprimido en 1863. Et monto 000 pesos por alo, no da la impresiGn de ser enorme, pero se trata seguramen- 5 desembolsos pequetos, los cuales en una época de ingresos muy bajos, no son insignificantes. En general, el gobiero no tiene mucha dificultad en mantener- se al corrients de las actividades de Is oposicién, Un ejemplo pintoresco: opina Joss Joaquin Vallejo en 1850 que hay, en la famosa Sociedad de la Igualdad, tantos delato- res como militantes.2° Uns eae ois Se CA SID s hay un desarrolio muy notable de ia 1 frshivode In ntacenia do Atcam, Val 6, Achiva Nacional, Chile 2 Jue tonqun Valijo, Carta a Niclss Moniage, 23 de junio de 1850, Obras de don José Joanutn Wate, Sango, 191), p50 12 ‘aquel tiempo por su flexibilidad pol suspendido temporalmente = fines de 1853, Por su oposicion a Mont, La ley de imprenta ds 1846, impucsta despus de ta agi- tacién que precede la reeleccién del presidente Bulnes, es una tentativa seria de cow urolar los improperios virulentos de ta prense opositora. Cualquiera que exarine la prensa opositora de 1850-1851 o de 1858 pod darse cuenia de que esta ley no tiens efecto alguno. En las épocas de agitacién, por fo menos antes de la imposiciGn He los poderes excepcionales, la prensa juega un rol muy notable. De los antecedentes mencionados (y por supuesto hay mchisimos mis) de apreciar que ta Repiblica Conservarora tiene una dimensién autoritasia b visible. Pero la epresicn no es la nica herramienta estabilizadora del révinien. Un fe- némeno hasta cicrto punto amenazante de la décaa de 1820 ha sid fos seco a fas operaciones de la yuar= A mediados de 1831, hay unos 25 mil civicos (es decir, milicigns) y sie niimero es més que duplicado més tarde, Es una fuerza respetable canaz de von- irarrestar el peso det ejército permancnte, el cual es bastante yequet cfectivos en tiempos de paz. (El minisio Rengito quiere limitarlo a 1,009 efecti La participacién de los civicos es decisive en ia suy C 1837 y de abril de 1851. La estructura de icialidad estd compuesta bres de. clase alta, adeptos del fa clases de tropa provienen del artesanado o de los pequefios De més estd decir que hay usa infinidad de deseripciones de la intervencién clectoral que se pusden encontrar, por ejemiplo, en los ensayos costumbristas de José Joaquin Vallejo, algunos libras de visjeros extranjeros (hay un capitulo excelente so%re kas elecciones santiaguinas 2 1851 en cl libro det teniente norteamericanc 22Diegs Bars Arsns, Un decenio df isora ce Chile 1841-1857, 20s, Samiago, 1905-1906, 25, a Valeaaels, Demceratzacisn vi forma. La expansién del sftegio en Clile, Buenos ive, 198 ‘Abd Cifuetes, Mamoria, doe cmon, Sasiag, 1986, Tomo Up. 69 123 Gilliss) 2 y, desde luego, las muchisimas quejes y protesias de la ozosicién, Algunes ‘quejas y protesias, es importante consignar, logran el efecto deseado: devez en cuait- do el Congreso desautoriza una eleccién determinada por fraudulenta o ilegal. En este nivel del sistema politico tam ciertas “rog!as del juego” que son perfectamen- te conocidas por el gobierno icin. 90ca, podrfamos decir, se parece a una mé- 4quina Formidable y eftciente, Tantas son las vontajas del gobierno en esta materia que s dificil pensar que el entonces ministro del Interior, Manuel Montt, esi totalments en serio cuando (en 1846) le escribe al intendente de Valdivia, Salvador Sanfentes ““Supongo a Ud. impaciente por saber el resullado general de las eleccicmes.”™ El in- tendente Sanfuentes (a propésito, es el discipulo predilecto de Andrés Rello) debe sonrefrse al recibir esta comunicacién, ya que él no puede estar en la mds minima du- dda en cuanto al resultado de las elecciones. Al final de la épaca de la cual estamos hablando, la unidad conservaddora s2 que- branta. Un sector considerable del partido Conservador, que ha apoyado el ge‘ierno ‘duranle més de 25 afios, pasa a la oposicién y se fusiona con los liberales, mientras ‘que el resto de los conservadores forma el nuevo pertido nacional y permanecs fel a! presidente Montt. No es del caso analizar aqut los pormenares de ia gre divisiSn de! Conservantismo. En parte se debe al o1 més combativo de la Iglesia Catdlica y 1a cle- ricalizaciOn creciente de una cocriente conservadore, una actitud que choca con la ten dencia resueltamente regalista de Monit y los nacionales. Lo importante es que, as las postrimerias agitadas de la presidencia de Montt, Chile experimenta ios comienzos de un proceso de liberalizacién. Muy simbélico de esta transicién, a mi juicio, es un discurso que hace Antonio Varas en 1860. Vale recordar que Varas, duraite el gobier- ‘no de Mont, ha sido el colaborador mas acérrimo de la tendencia autoritaria. Ahora, en 1860, pronuncia un brindis efusivo, en el cual invoca las ideas claves de “Ia liber. tad, la fraternidad, el progreso y la tolerancia universal”. Después de 1860, hay que ‘agregar, Varas evolucionaré hacia una posicién verdaderamente liberal, La administracion de José Joaquin Pérez —un patricio viejo y tolerant, "uno de los més habiles gobernanies que ha tenido Chile”, en la opinién de Abdén Cifuen- 4es—2 marca un hito (yo dirfa esencial) en {a consolidacién de una versién mds liberal de la repiiblica —en efecto, una repdblica liberal, para acepiar la periodizacién de los. \extos tradicionales—. Es una época nueva, en la cual ya no se emplean los estados de sitio y las facultades extraordinarias, una época de la mds completa liberiad de im- Drenta, etc. Es la primera época de Jo que yo llamaria laclésica “ideologia chilens” de convivencia politica y respeto a la opinidn ajena —una ideologia tan tgicamente ala jada en nuestros propios dias—. A qué se debe este proceso de liberalizacién? Aq es interesante volver momentdneamente a! tema de la llamada burguesfa chitena. %_J.M. Gillis, The U. S.Naval Astronomical Expedition to the Southern Hemisphere daring the Ye- ars 1849.505152. Val. 1, "Chile", Washingon, 1855, pp. 304-09. 38M. L. Amunitegui Reyes, (comp), Don Antonio Garcia Reyes y algunas de sus antepasados a la ‘ax de documentos inédios, ses vrs, Saatago 1929-1936, Tmo Up. 284 2 EL Ferrocari ni, 1472, Setingo, 25 de stiembre de 1860. 2% “Absdén Ciuentes, Memoria, Tomo ip. 65. 124 No se trata, por cierto, de una ofensiva directamente politica por parte de este ‘grupo social. Las rebeliones de 1851 y 1859 se han interpretado a veces como tna ¢s- pecie de revolucién burguesa frusirada.® {Es asi? Hace falta todavia un buen estudio Ue biogratia colectiva sobre los rebeldes de 1851 y 1859, pero incluso en la ausencia de un ial estudio se puede afirmar con certeza que 1a naturaleza de Ja oposicién a Monit no es tan sencilla. No se puede argumentar, por ejemplo, que la oposicién sea csenciatmente burguesa. En 1851 los mineros de Atacama (supuestamente un clésico grupo burgués) estén casi todos a favor de Montt. En 1859, en cambio, el foco mis exaliado de resistencia es precisamente la provincia de Atacama, pero el movimiento surgido en el Norte forma parte (si bien una parte no controlada¢ incluso desautoriza- da) de una campafla mucho mas amplia, teGricamente orquestada por la llamada FFusiGn Liberal-Conservadora, es decir la mayor‘a (a lo ms probable) de la clase pol- tica, y representativa de todas las secciones de la clase alta, tanto las familias tradi- ciomales comio los nuevas ricos. Al mismo tiempo, es not-rio que hay “burgueses” ‘acaudalados como José Tomas Urmeneia 0 Matias Cosuifio que se encuentran en las filas del presidente Monit y su partido Nacional. {Los objetivos de fos rebeldes de 1851 y 1859 son esencialmente politicos y casi 1 se itencionan otros en su propaganda. Son objetivos liberates en et sentido més la- {o de fa palabra y se realizan —pacificaimente, sin revueltas o trastomos— en el Curs0 de la presicencia de Pérez 0 la de su sucesor, Feredrico Emrézuriz Zaftartu, La revolu- cidn derrowata en la Gécada de 1850 es la evolucién triunfante del resto del siglo. El camabio asf producido conduce a una ofensiva parlamentaria y antipresidencialista, y al triunfo definitivo dei liberalism oligérquico en la guerra civil de 1891. Pero esto es Ciro cuent. Si debemos rechazar la nociGn de una ofeasiva burguesa cn términos politicos inecios en la década de 1850, no se puede descartar la influencia burguesa en térmi- ros sociales y (antes que nada) cultuales. Fn fa preparaciGn del terreno para la fibera- Jizacién de ia segunda mitad dei siglo, hay varios fenémenos digs de mencionarse, someramente. Es significativa, por cierto, ia renovacida intelectual de la de 1840, debida en parte a la reorganizacién universitaria, en parte als inspira- ciGn constante de Belio (el “entrenacior” inconsciente de toda una generacién liberal desafio de los emiigradas argentinos como Sarmiento. Hay evi- ente va expansion de fos horizonies intelectuales y una amplia aceplacién de wwencias europeas. Al mismo ticmpo, 10s recursos erecientes de la clase aa per sh a esta viajar con mas frecacncia que antes. Para fa generaciéa nacida alrededor de 1820-1830, es posibie hacer el viaje a Euvopa, palpar Ia influencia europea de una rmusora directs, volver a la patria con jieas nuevas —-l progreso, el liberalismo, ot paiamentan mencionar une gama considerable de modas ms frivolas—. Ta- Jes son fas influencias més notables para fa macva élite chilena que se esté formando en estas décadas En el trasfondo de este proceso genera, tity un fenémeno més fundamental. La jnsialaciéa de un régimen autortario cr 1830) clioca con “las aspiraciones liberates y 2 jem ’o mas esiente ex Miauron Zlln, The Civil Wars in Chile (the Bourgeois Recvtutions Thucitover Mors, rinetae, 1984, pp.21 70. 125 ‘democréticas creadas por la revolucién de ta independencia”® En el fondo, tos con- servadores saben esto. En la época clisica de su hegemonia, ellos siempre Jcnen un sustrao liberal en su manera de expresarse. E! mismo Diego Portales es una figura in- Ieresanie desde este punto de vista —como fo indicé una vez José Luis Rom2r0, no ¢3 un hombre muy tipico de la derecha fatinoamericana del sigio pasado— Los consex- valores justifican su régimen no solamente en términos de la mantoncién del orden (incuestionablemente su lema numero uno) sinc también con referencias op:imistas a la idea del progreso.** Esta idea aparece con frecuencia, por ejemplo, en la propaganda electoral de Mont en 1851. A pesar de sus discrepancias en materia de autoriterismo, hay un cierto grado de acuerdo entre conservadores y liberales en cuanto a las refor- mas deseables en Chile —la educacién, la inmigracién, etc—. Después de Ja gran defeccién de 1857, los conservadores disidentes pierden su pasiGn por el gob‘ermo su ‘oritario cuando viven la experiencia novedosa de ser sus victimas. Su clevislizacién posterior no implicaré una vuelta al autoritarismo, ya que el clericalismo, como fuecza definida, necesita buscar sa propio “espscio politico” en un sistema politico més abies. La liberalizacién de Chile se produce, por lo tanto, por un cambio general de mentalidad —en pari circunstancil, en parte més de fondo— en Ia clase po! tea, pa- ala cual la época conservadora ha legado una estructura institucional capaz de adap- tarso a las condiciones nuevas y asi, a laryo plazo, abr los cimientos de wun funura democracia chilena, 3 Diego Barros Arana, Historia general, Tomo 1p. 345. 31 out Lvis Romer, El pensamiena police dela derecha ltinamericena, Bevoe Aire, 1970, 9. 96-102. 32 “Veave muestio propio trabajo, “Conservatismo chileno, 1830-1860. Temas e ingens", en Nueva Historia, nie. 7, 60, bonds, 1983. 126

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