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& Anna Freud HORME Psicoanalisis del nifio BREVIARIOS PSICQANALITICOS LA INICIACION DEL ANALISIS DEL NINO No es posible abrir juicio sobre la técnica del anilisis del nido, sin haber establecido antes en qué casos conviene emprenderlo, y en cudles es mejor desistir de tal. empresa. Como ustedes saben, la s@fiora Melanie Klein, de Berlin, se ha ocupado detenidamente de este problema, tanto en sus tra- Bajos como en sus tltimos informes a los congresos. Sostiene que’ toda perturbacién del desarrollo animico o mental del nifio podria ser eliminada o, al menos, mejorada por e] andlisis. Va atin mas lejos, pues opina que también tiene grandes ventajas para el desarrollo del nifio normal y gue con el tiempo HegarA a convertirse en un complemento indispen- sable de la educacién modema, Al discutirse esta cuestién del ato ultimo, en una de Jas sesiones cientificas de nuestra sociedad, comprobamos que, por el contrario, la mayorfa de fos analistas vieneses defienden otro punto de vista, opinando que el and- lisis del nifio sélo se justifica frente a una verdudera neurosis infantil. Temo no poder aportar inucho al esclarecimiento de tal cuestién en el curso de estas conferencias; a lo sumo podré sefialar en qué casos he emprendido el andlisis, en cudles demostré ser acertada esta decisién, y cudndo fracasé por difi- cultades internas 0 externas. En consecuencia es natural que en el trance de tener que adoptar tal decisién, nos dejemos alentar por Jos éxitos o disua- 1 d i 2 ANNA FREUD dir por los fracasos experimentados. Mas, en tér- minos generaies, creo que la labor con los nifios da la impresién de que el anélisis es, 2 veces, un re- curso diffeil, costoso y complicado; que en algunos casos se hace con 61 demasiado, y en otros —los més numerosos-- el andlisis genuino no rinde, nf mucho. menos, lo suficiente. Tratandose de nifios, es posible que necesite ciertos cambios y modifi- caciones 0 que sélo sea aplicable con determinadas medidas de precaucién, al punto que-quizé conven- ga contraindicarla cuando no exista la posibilidad técnica de respetarias.. En el curso de estas conferencias advertirfn us- tedes, 4 través de multiples ejemplos, a qué se refieren las anteriores consideraciones. Por ahora evitaré deliberadamente: todo intento- de: aclarar- las, para ocuparme, en cambio, del proceso técnico que siguié el andlisis del nifio en los casos en que me parecié conveniente realizarlo por un motivo cualquiera, que ahora no comentaremos deteni- damente. - Desde el afio fltimo sé me invité repetidas veces a exponer el curso de un caso infantil en uno de los seminarios técnicos de Ja Asociacién, ilustrando con tal ejemplo la técnica especial del andlisis del nifio. Pero hasta ahora siempre he rechazado esa invita- cién, pues tem{a que cuanto pudiese decir al res- pecto habrfa de parecer increiblemente- trivial y evidente. La técnica especializada del andlisis det nifio —en cuanto es una técnica especializada— puede deducirse de una regla muy simple: la de que el adulto es, por Jo menos en gran medida, un ser maduro e independiente; el nifio, en cambio, un ser inmaduro y dependiente, Es natural que ante objetos tan dispares el’ método tampoco pueda ser el mismo. Muchos de sus elementos, importantes y, esenciales en el primer caso, en el’ adulto, pierden’ PSICOANALISIS DEL. NINO 13 importancia en la nueva situacién; se desplaza también el papel de los distintos recursos, y lo que allt es una intervencién necesaria e inofensiva, qui- 7A se convierta aqui en una medida peligrosa. Pero cualquiera podré deducir estas modificaciones de ja situacién ante la que se halle, de modo que apenas es necesario fundarlas tedricamente. ‘Mas durante los ultimos, dos afios y medio tuve ocasién de seguir el largo andlisis de unos diez Gasos infantiles, cuyas observaciones procuraré ex- poner. a continuacién, siguiendo el mismo orden en que probablemente también les. hubiera llamado Ja atencién a ustedes, en idénticas circunstancias. Asf, pues, nos ajustaremos a la sucesién real de Jos hechos en el andlisis, comenzando por Sa actitud Que adopta el nifio al iniciar Ia labor analitics, ~ Consideremos en primer término lq situacién anfloga en el adulto. Por dificultades cualesquiera, una persona se siente perturbada en su propia inti- midad, en su trabajo o en el goce de la vida; por cualquier motivo llega a confiar en las virtudes terapéuticas det andlisis o de un analista determi- nado, resolviéndose a buscar su curacién por tal camino. Desde luego, bien sé que las cosas no se presentan siempre de este modo: no siempre las dificultades interiores son los vimicos motivos del anélisis, sino que a veces s6lo evan a él los con- flictos con el mundo exterior que surgen de esas dificultades. Tampoco la resolucién se adopta siem- pre espontaneamente; el apremio de parientes y de otros allegados desempefia muchas veces un papel mayor del que convendrja para el futuro trabajo analitico, Por fin, la confianza en el anilisis y en +el analista. no ‘siempre es grande; pero, con todo, se da en este caso la situacién deseable e ideal para el tratamiento, de que el paciente establézca con el 14 ANNA FREUD analista, una alianza esponténea uni See bag S sponténea contra una parte iaturalmente, en el caso del nifio jamés ~ contramor con ines czcunsiancias, La decision de analizarse nunca parte del pequefié paciente, sino siempre de sus padres o de las personas qué .lo rodean, sin que para ello se recabe su conformidad. Aun sls Je proguntara, no tendrfa la menor posi: ilidad de‘ emitir juicto o de hallar respuesta, pues ol analista es para l'un extrafio, y el andlisis mis- mo, una cosa desconocida. Pero hay algo que pesa atin mas: en muchos’ casos ni siquiera es el nifio quien padece, al punto que con frecuencia él mis- mo no percibe ningén trastorno; sdlo quienes le rodean sufren por sus sintomas o sus arrebatos de maldad. Asi, on la situacién del nifio falta todo lo Grotoncia dg enfermodea, ix resolucton enponti fermedad, Ia r ead Se ermediad, la resolucién esponténea Jo todos los. analistas de nifios estiman que esto fea,un obstdculo serio. A través de los trabajos de felante Klein, por ejemplo, ya sabrén ustedes c6- mo resuelve estas circunstanclas y qué técnica fun- da sobre ellas..Por mi parte, en cambio, considero que vale la pena tratar de alcanzar, también en el caso del nifio, la situacién Favorable que demostré fer tan conveniente para el andlisis del adulto; es lecir, creo oportuno averiguar si no existe algin camino para establecer en aquél todas las disposi- ciones y aptitudes que le faltan. Como tema de mi primera conferencia sols guson, do sels 4 chew adore sends denbateune do cémo logré hacer “analizables”, en el sentido del adulto, a mis pequefios pacientes; es decir, oémo pude establecer en ellos la conclencla de sa en fermedad, infundirles confianza on el andlisis y en PSICOANALISIS DEL NINO. 6 el analista, y convertir en interior la'decisién exte- ior de anelizarse. Esta finalidad exige, en el nifio, un perfodo de introduccién que no necesitamnos en el Gatamiento del adult. Quisiera anticipar que Guanto empréndamos en este pexfodo nada tenarh Gue ver con la verdadera labor anelitica; es decir, due on esta fase no se puede pensar en hacer cons- Fentes los procesos inconscientes, ni en ejercer {nfluencia. analitica sobre el enfermo. No se trata ins que de convertir determinada situacién incon- Voniente en otra més ventajosa, apelando para ello x fodos los recursos de que dispone el adulto frente Gl nifio. Este perlodo de preparacién (podriamos flamarlo, por as{ deci, de “entrenamiento” para et andlisis) duraré més, caanto mds discrepe ef estado ‘Original del nifio, del que acabamos de deseribir en @1 caso del paciente adulto ideal, Pero no se crea, que esta empresa es oxcesiva- mente dificil, pues @ veces no es tan grande el paso que debe darse para cumplisla, Recuerdo aqui a ans nifia_de seis afios que me fue confiada el afio pasedo, vara qve la observara durante tres semanas. ebja aclarar.si su naturaleza dificil, ensimismada y taciturng. era una consecuencla de defectos congé- Rites y del insuficiente desazxollo intelectual, o si Se taraba de una nifia particularmente inhiblda y sofiadora. Observéndola con detenimiento, compro- be quo sufria una neurosis obsesiva extraordinaria- mente grave y definida para su edad, conservando, sia embargo, una gran inteligencia y la légiea mas aguda. En este caso la iniciactén del andlisis fue muy simple, La pequetia ya conocia a dos nifios que se ahalizaban conmigo y. acudié a la primera gesién acompafiada por una amiga algo mayor. No fe dije nada de particular, dejéndola familiarizarse tun poco con el ambiente extrafio, En nuestra entre- Vitth siguiente exaprendi ef primer ataque, dicién- 16 ANNA FREUD dole que sin duda ya sabria por qué venfan a ver~ ‘me sus ii . el uno, porque nunca podia. decir la verdad y queria librarse de esa costumbre; Ja “otra, porque loraba tanto que ya estaba harta ‘de sf misma. Le pregunté si también. me la habfan mandado por un motivo semejante, a lo cual me respondié sin vacilar: “Lengo un demonio dentro do mi, gPuedes, sackrmelo?” Al pronto me quedé atinita ante una respuostd tan, inesperada, pero Tego le contesté que era posible, aunque dificil; y si deseaba que lo intentase, debie hacer muchas esas que no fe resultarlan nada agradables, (Ne- turalmente, me referfa a la obligacién de decirmelo todo.) Después de un instante de seria reflexién, me contesté: “Si,me dices que. es la tmica manera de conseguirlo, y de conseguiclo répidamente, estoy conforme.” Con esto se habla resuelto esponténeamente a respetar ‘la-regla fundamental analitica, condicién que aun en el adulto basta para iniciar el andlisis. Pero la nifia también comprendia plenamente el problema del tiempo necesaria para el tratamiento. Tunscurridas las tres semanas de prueba, los padres vatélaron entre contidrmels para ‘su andlisis 0 bus: car otros caminos; pero la pequefia’ se inquie tmucho, no quiso abandouar lag esperanzas de me- jorfa que cifrara en mi, y no cesé en sus insistentes pedides. de que, si efectivamente debla dejarme, por lo menos la librara de su demonio en los tres © cuatzo dias que atin nos quedaban. Le as que eso era imposible, que para ello debfamos seguit viéndonos durante largo tiempo. Era itpo- sible hacérselo comprender con niimeros, pues a pesar de toner ya edad escolar, aun no posefa cono- cimientos aritméticos, debido a sus numerosas inhi- biciones. Entonces se senté en el suelo y, sefialando el dibujo de Ja alfombra, me pregunté: “zSe nece- PsicoanAtsis DEL Nxto ww sitan tantos dias como los puntos rojas que hay aqui, ¢ ademés tantos como los puntos Verde Le expliqué el gran némero de horas necesarias maostrandole los multiples pequefios medallones que contenia Ja alfombra. Asi pudo comprenderlo { fectamente, y al: Ueger el momento de , Togré convencer a los padres de Ja necesidad de seguir trabajando igo duranté largo tiempo. ‘Podriase aducir que en este caso fue la gravedad do la neurosis lo que fécilité tanto la labor analf- tica, pero creo que con ello se cometeria un error, Expondré ahora, como ejemplo, otro:caso en el cual Ja infciacién del andlisis fue’ similar, aunque ni siqufera podia penserse en la existencia de una ver- dadera neurosis. Hace alrededor de dos afios y medio conoci en cl andlisis a una nifia de casi once afis, cuya edue cacién ofrecia las mayores dificultades a la familia, Procedia de la clase media acomodada de Viena, pero las condiciones, econémicas del hoger eran Poo favorcbles. El padre era débil ¢ tndiferent; la madre, fallecida algunos afios atrés, y la relacion con la madrastra y con un hermanastro menor se vel perturbada por miltiples circunstancias. Dev bido a numerosos robos cometidos por la nifa y una ininterrumpida sucesién de graves mentiras, dé ceultaciones: y engafios ms 0 menos Serios, 1s madrastra decidié recurrir al andlisis por conseja del médico de familia. También en este caso el acuerdo analitico fue muy simple: “Tus'padres no saben qué hacer contigo fue la Base de nuestro convenio—, con la sola ayuda de ellos nunca te, Ubrards de Jas constantes escenas y rencillas. sPor J qué no bas una vez con una persona extratia?” 1 No en aceptarme por el momento en calidad de aliada contra los padres, tal como nuestra pe- 3 | : | 18 ANNA EREUD quofia neurdtica obsesiva habia concertado conmi- go un pacto contra su demonio, ¥ asi como ésta fue impulsada a hacerlo por su conciencia do enfermedad, aquélla so dejé Ievar por la concien. cia de sus conflictos; pero en ambas actud ef factor dindmmico comin del sufvimiento, originado en ésta por motivos interiores, y en aquéla por causas ex- teriores. La actitud adoptada frente a mi Segundy caso coincide. pl te con la que preconiza Aichhor en sus nifios desamparados del reforma- torio. El reformadar, dice Ai debe comenzar por plegarse al bando del desamparado, aceptan- do que éste tiene razén en su actitud contra él ambiente. Sélo as{ lograra trabajar con su silo, © en lugar de hacerlo contra él, Unicamente quiners destacar que la Pesicisn de Aichhor es mucho més ventajosa que Ja del analista para esta clase de labor, pues el Municipio y el Estado le autorizan a proceder y le respaldan con le autoridad publica. El analista, en cambio, como bien sabe et nifio, es pagado y autorizado por los padres, de modo que siempre queda en posicién ambigua cuando se diri- ge contra éstos, aunque lo haga en su propio inte- rés. En efecto, cada yez que tenfa una de las inevi- tables entrevistas con los padres de esta nifia los ‘nfrenté con mala conciencia, y finalmente, a pesar de las mejores condiciones interfores, el’ andlisis Con todo, en ambos casos fue facil crear las pre condiciones necesarias para ‘iniciar un verdadero andlisis: la conciencia de} sufrimiento, la confianza y la resohicién de analizarse. Pasemos ahora al ex- ‘remo opuesto, a un caso en eo} cual no existia nin- guno de estos tres factores. PSICOANAEISS DEL Nao 19 ‘Trétaso de un nifio de diez afios aquejado por una confusa combinacién de miiltiples temores, nerviosidades, engafios y perversiones infantiles. Durante’los wltimos aios habia cometido un robo grave y varios de menor cuantia, El conflicto con Josi:padies no era franco y consciente, ni podia advertise, a primera vista, qué comprendiera real- mente todo su ingrato estado o que anhelara modi- ficarlo. Su actitud frente 2 mf era de pleno rechazo y desconfianza; todog sus esfuerzos pared{an estar destinados a evitar que se descubriesen sus secretos sexuales, En este caso no pude aplicar, pues, nin- gano de los dos recursot que demostraron ser tan tiles en los pacientes anteriores: no podfa aliarme con su yo ‘consciente, contra una parte divorciada de su personalidad, pues el nifio no tenfa ef menor sentimiento de tal divisién; tampoco pod{a ofre- cerme como aliada contra el mundo exterior, ya we en la medida de su conciencia le vinculaban al mismo sentimientos may poderosos. Evidente- mente, el camino a seguir aqui deb{a ser otro, mis dificil'e indirecto, tratando de ganar. solapadamente fa confianza que no pedia conquistar por camino recto, © imponiéndome asi a una persona conven- cida de poder bastarse muy bfen sin mi ayuda. *Lo intenté de las més diversas maneras, comen- zando por no hacer, durante largo tiempo, otra cosa sino adaptarme a sus caprichos y soguir todos los vaivenes de su humor. Si venla a Ia sesién con 4nimo alegre, yo también me’ mostraba dispuesta a bromas; si venia serio o deprimido, me conduefa de idéntica manera; si preferia pasar la hora bajo Ja mesa, en lugar de hacerlo de pie, sentado o acos- tado, yo hacia como si fuese la cosa més: natural del ‘mundo y levantaba el mantel hablarle desde Io alto. Si traia un cordel en el bolsilio y se dedicaba a exhibirme extrafios nudos y habilidades, 20 ANNA FREUD Jo demostraba que era capaz de hacer nudos riticho més artificiosos y tramoyas mucho mas complejas, Si hacfa muecas, yo las hacia mucho mejores; si me desafiaba a probar nuestras fuerzas, ‘yo procu- raba ser incomparablemente més fuerte que él. También en las conversaciones le seguia @ cual- quier terreno, desde cuentos de piratas y conoci. siado embarazoso'o impropio para nifios, y ni si. Quiera en su profunda descoufionee ‘podia sospechar tras mis respuestas un propésito pedagégico, Me conducfa casi como una pelicula cinematografica 0 como una novela entretenida; sin otra finalidad que bb de cauttvar al exp espectador aro at lector, adaptandose 1S $us es y . En realidad, sélo perseguia el propésito inmediato de atraerme todo el interés del nifo, y al mismo tiempo aprovechaba la ocasién no por inesperada menos bien venida— de averiguar muchas cosas sobro sus tendencias e inclinaciones més superficiales, Al cabo de cierto tiempo: dejé intervenir un se- gundo factor en nuestra relacién. Con toda cautelay trataba de serle util, le copiaba sus cartas a mé- quina durante las sesiones, me mostraba dispuesta a ggudarle en la anotacién de sus ensuefios diurnos y de los cuentos que habfa creado con gran orgu lo, y ain dedicaba las horas a confeccionar tas mis diversas chucherfas. Coa una nifita que se encontraba en el mismo perfodo preparatorio, tejfa y hacia diligentemente ‘labores de punto durante Jas sesiones, hasta que poco @ poco eué a vestir todas sus muiiecas'y animalitos. Asi, en suma, ma- nifesté una segunda cualidad agradable, pues ya no era tan s6lo interesante, sino también util, Como beneficio accesorig de este segundo perfodo, la PSIGOANALISIS DEL NINO 21 redaccién de cartas y cuentos me permitié conocer sus amistades y su actividad imaginativa. Entonces se agregé algo mucho més importante. Le dejé advertir que el ser analizado entrafia enor- mes ventajas practicas; que, por ejemplo, los actos punibles tienen consecuencias muy distintas y mu- cho més favorables si primero los averigua el ana- lista, y s6lo después la persona encargada de su educacién. Asi, el nifio se acostumbrS a recurrit al andlisis como medio de proteccién contra los castigos, y a mi ayuda para remediar sus actos irre- flexivos, dejéndome devolver el dinero que habla robado y trasmitiendo por mi intermedio todas las confesiones desagradables, pero ineludibles, que debfa hacer a sus padres. Incesantemente volvia a ensayar mis vir! ‘al respecto, hasta que por fin se tesolvié @ confiar en mf. Pero una vez. alcan- zada esta confianza, ya no tuvo duda alguna: ade- més de una compaifa interesante y util, me habia convertido para él en una persona poderosa, de cuyo auxilio ya no podfa prescindir. Me habla he- imprescindible, pues, en estas tres cualidades, y bien podria deitse que e] nifo, qued6 preso en una relacién de completa dependencia y transfe- rencia, Pero yo s6lo hable esperado que Ilegase este momento, para le enérgicamente —aun- que no con palabras ni de improviso— Ia mds gene- rosa retribucién: el abandono, tan necesario para el andlisis, de todos sus secretos hasta entonces celosamente escondidos, cuya comunicacién habria de ocupamas durante las semanas y los meses siguientes, comenzando s6lo entonces el verdadero anélisis, . Como puede advertirse, en este caso ni siquiera me preocupé de establecer una conciencia de en- fermedad, que ulteriormente aparecié por si sola y por muy distinto camino, Mi tinica finalidad era 22 ANNA FREUD la de crear un vinculo jue fuese suficientemente fuerte para sustentar ef futuro anélisis, Pero temo que después de esta. descripeién tan detallada se suponga que este vinculo es lo Gaico realmente importante. ‘Trataré de borrar esta im~ Presién, recurriendo para ello a otros ejemplos in- termedios entre los dos extremos citados. Ash, se me encomendé el andlisis de otro nido Ee dlez alos, que poco antes habia manifestada un sfutoma muy desagradable y alarmante para quie- nes Je rodeaban: Violentos arrebatos de célera y de mala conducta, que aparecian sin motivo exte. un nifio inhibido y temeroso en general. Bn esto caso pude conquistar féciimente $4. con- fianza, pues ya me conocla x otros conductos. También la Secisiin det ndlinis concordaba en absoluto con sus propios propésitos, pues Ia her- mana menor ya era tai paciente y los celos ante Ja ventajota situacién familiar que aquélla habla ob- tenido por eso, movian sus. deseos en idéntico sen- tido. Sin embargo, me fue imposible hallar un asidero sélido para emprender 0} andlisis, pero no tuye que buscar mucho para encontrar el mo- tivo, Si bie tenia una relativa coneiencia de enfer- medad en cuanto a sus temores Y aunque le anima- ba clerto afin de arrojarlos por la bord, junto con sus inhibiciones, adoptaba una actitud’ més bien contraria frente a’ su sintoma rincipal: los arreba- tas de cdlera, So sentia evidentements’ creations de éstos y vela-en ellos un rasgo que le distinguta de los demés, aunque no preetsamente en sentido favorable, gozando realmente con las preocupacio- anes quo ash lograba ovasionge a tis padeee ene ues, en cierto modo identificado con este sintoma, y probablemente habris Iuchado por conservarlo, $f 4 esa altura: hubiésemos intentado privarle de al } PSICOANALISIS DEL NIKO 23 ja del andlisis. También en este caso apelé a eae up tanto artero y no muy leal, dect- * diendo enemistarle. con esa parte de su personali- wvité a describirme sus arrebatos cada vez Ae se produclan, fngieudome proocupada Yager Sidumbrada; le preguntaba hasta qué punto toda: via era duefio y sefior de sus actos en tales estados, y comparaba sus arranques con los de un enfermo can as Seat Serer ’ ro alguno, Todo est at dade, pet, natureimeate, ser tenido par loco ya pasaba de fo que persoguia su ambicién. Entonces traté de dominar por si mismo sus’ arrebatos; c0- menzé a oponérseles, en Iugar de provocarlos, como habla hecho antes, advirtiendo ast'su_verdadera impotencia y creciendo con ello sus sen: Sulrimiento ¥ displacer, Después de aigonos, Inten- tos infructuosos, el sintoma se convirtié por fin, de acuerdo von mis propésitos, de un bien apreciado en un molesto cuerpo extrafio, para cuya supresién el nifio recurrié de muy buen grado a mi auxilio. Quizd flame Ja ateneién que en este caso tuve que establecer una condicién ya existente de ante. mano en Ia pequefia neurdtica obsesiva; Ja escision de la personalidad infantil. También en otro caso, en una mga de slete alles nourbticamente malvads, me resolv a aplicar idéntico axtificio, después una fase ratoria prolongada y muy semejante ‘a la que acabo de deseribir. Repentinamente aisls de ella toda su maldad; la personifiqué y le di un nombre propio; la enfrenté con esta nueva persona creada de esta suerte, y as{ Jogré que por fin comen- aaa a quejarse de ella, edquiriendo ‘conciencia todo el sufrimjento que le causaba. A medida que 8 establecia de este modo sa conciencia de enfer- medad, aumentaba proporcionalmente su aptitud para el anélisis. “a ANNA FREUD Pero también aqui es preciso que recor 4 na Bueva limitacién. Analicé detosdemeete sacs 1 alia de ocho aos, extraordinartamente dotada y / de buena disposicién, que no era otra sino la ys gitada nifia hipersensible que Noraba demasiado, : Tenia el firme propdsito de enmendarse y posela tanto a ca como las posibilidades’ para aprovechar su anélisis conmigo.’ Pero nuestra Ikber siempre se detenfa en determinado punto, de modo! que ya estaba dispuesta a conformarme con Jo poco = que habiamos aleanzado, con la desaparicién de Ine Perturbaciones més molestas. Comprobé entonces, cada vez mds claramente, que la valla con la cust topezaban mis esfuerzos siempre que ‘pretendia Profundizarlos realmente, era su vinenlacién amo- rosa con una adversa al andlisis. La nifa prestaba erédito a cuanto surgia en el anélisis y a cuanto yo le decta, pero sdlo hasta determinado Puato, que ella misma se fijaba, y a partir del cual comenzaba su lealtad con ta nifiera, Todo lo que Pasase de all{ tropezaba con su tenaz e imeductible Tesistencia. De esta manera repetfa un. viejo conflic- | to en Ia eleceién amorosa entre sus padres, que vivian separados, conflicto amy importante en ef desarrollo de su primera infancia; pero tampooo, este revelacién surtié gran efecto, pues el actual culo con su edueadora era plenamente realy fundado.’ Emprendi entonces una lucha tenaz y consecuente con la nisera, disputéndole ef ap de la nifia por todos los medios disponibles; traté de Gesperter su sentida axitico, de coumover su ciega afeccién, y ademés aproveché a mi favor todos los Requetios conflictos que surgen a diario en el cuarto le los unifios, Mo pereaté de mi tniunfo conse Reduieta, al narrarme cierto dia una de estas inci Sencias doraésticas que la habla excitado, agregé: ‘eAcaso crees que ella tiene razén?” Sélo desde ese PSICOANALISIS DEL NINO Py momento el andlisis comenzd a progresar en pro- fundidad, alcanzando un éxito mas promisoric que ‘en todos los otros casos mencionados. Aqu{ resultaba facil decidir si tal conducta, tal Jucha por un nifio esth justificada o no, pues la §nfluencia de la mencionada nifiera no slo hubiese sido desfavorable para el andlists, sino para Ja evo- Jucién toda de la peauefia paciente. Reflexiénese, empero, cudn incierta se toma esta situacién si uno ya no se encuentra frente a una persona extrafia, sino ante los propios padres del nifio, o en el trance de decidir si vale Ja pena sustraer al nifio a la infiuencia de determinada persona, por otra parte conveniente y deseable, en aras del éxito de la labor analitica, Volveremos a considerar detalladamente esta cuestién al exponer las posibilidades prdcticas de Uevar a cabo el andlisis del nifio y las relaciones con su ambiente. Para concluir con este tema, aun agregaré dow reves anécdotas que demostrarén hasta qué punto el nifio es capaz de captar el sentido de fos esfuer~ zos analiticos y sus objetivos terapéuticos. La mejor de todas quizé la haya producido Ja pequetia neurdtica obsesiva que ya citamos varias veces. Cierto dia me conté una lucha con su de- monio en la que habia ado un extraordinario triunfo, y de pronto aig que le concediese mi aprobacién: “Anna Freud ~me dijo—, yno soy mu- més fuerte que mi demonio? he yo no puedo dominarlo muy bien? En realidad no te necesito para eso.” A lo que no vacilé en asentic plenamente, diciéndole que, en efecto, ella era mu- cho més fuerte, aun sin mi ayuda. “Pero es claro que te necesito —agregé Iuego, después de refle- xionar un momento—, pues tienes que ayudarme a no ser tan infeliz cuando debo ser més fuerte que él.” Creo que ni a un neurético adulto podria 26 ANNA FREUD pedirsele que comprendiese mejor Ia transformacién que espera del tratamiento analitico, Y ahora, para concluir, una segunda anécdota. Mi pequeiio malvado de diez afios que ya he des- crito detenidamente, encontrandose més adelantado en su anilisis, cierto dia entablé conversacién, en la sala do espers, con un ‘paciente adulto de mi padre, Este le conté acerca de su perro, que habia deshecho una gallina, a cuyo duefio tuvo que indem- nizar. “Este perro habria que mandérselo a Freud le respondié mi pequefio paciente-, necesita que Jo analicen.” El adulto nada Je contesté, pen ex. presé mds tarde su profanda desaprobacién. ;Qué idea mds cémica deb{a tener ese nifio del andlisisl Al perro no le pasaba absolutamente nada; querfa hacer pedazos una gallina, y la hacia pedazos si plemente. Pero yo sabia muy bien lo que el nifio habfa comprendido. “Pobre perro —debe haber pen- sado~: le gustarfa tanto ser un perro bueno, y hay algo en él que le obliga a destrozar gallinas.” ‘Como vemos, el pequefio neurético-desamparado sustituye facilmente la conciencia de enfermedad por la conciencia de su maldad, que se le convierte asf en un motive cabal para el andlisis, SecunpA CONFEHENCIA Los RECURSOS DEL ANALISIS INFANTIL Supongo que mis dltimas palabras habrén causado gran extrafieza a los analistas préctioos que me escu- chan, pues toda mi manera de proceder, tal como la he expresado ante ustedes, presenta demasiados pun- ‘tos de contradiceién con las reglas técnicas del psico- andlisis que hasta ahora hemos venido aplicando, ‘Repasemos otra vez cada uno de mis actos. Le prometo, firmemente, a esta, nifiita, curarla, tenien- do en cuenta que no se puede esperar que emprenda ‘un camino extrafio hacia una meta incierta, acompa- fiada de alguien para ella desconocido. Satisfago ast su manifiesto anhelo de ser compelida por una auto- ridad y de tener un apoyo. Me ofrezeo como su alia- da y ctitico a sus padres, haciendo causa comin con ella, En otro caso entablo una lucha secreta con eb ambiente familiar, conquistendo el amor del-nifio con todos los recursos a mi alcance, En un tercer pa- ciente exagero la gravedad de su s{ntoma y le infun- do temor para alcanzar mis fines, Por fin, cautivo umponiéndome a estos seres convencidos de poder arreglérselas perfectamente sin mi ayuda. gDénde esta la fria reserva de rigor para el ana- isla, la prodencia en las cautelosas promesas de ‘uracién'o aun de mejorfa, la total discrecién en todos los asuntos personales, la abscluta franqueza al juzgar Ja enfermedad y la completa libertad que se concede al paciente para interrumpir la labor en 30 ANNA FREUD comin, a voluntad y en cualyuicr momento? clerto quo también cn nuestros pacientes iafentiies couservamos esta dltima condiciém, pero no pasa de set mds o menos ficticie, como en la escuela, donde mbién se pretende hacer creer a los nifios que aprenden para si mismos y no para el maestro y la escuela. Si quisiéramos aplicar esta libertad con todo rigor, probablemeate nos encontrarfamos con Jas au- Jas -vaclas a la mafiana siguiente. Debo defenderme, empero, contra la sospecha, que quiz haya .desper- tado en ustedes, de haber procedido ass por iguoran- cise por involuntaria a negligencia de estos preceptos; que para adaptarme a una nueva situacion elo ho desarroliado los germenes te one wees que todos asumen ante sus enfermos, sin destacarla ma- yormente, En mi primera conferencia quizd haya exagerado los matices diferenciales entre la sittacién inicial ° del nifio y la del adulto. Bien saben ustedes cudn frdgiles os parecen In resolucion y la confianza del paciente en los primeros dias del tratamiento. Corremos el riesgo de perderlo atin antes de haber iniciado sus andlisis, y s6lo cuando lo tenemos séli- damente aferrado en la transferencia contamos can una base sélida para apoyar nuestros actos. Pero no cabe duds que en esos primeros dias le domi. mamos casi insensiblemente y, a todos luces, sin esfuerzo particular, por medio de una serie de actos jue no discrepan mucho de mis prolon - dentes intervenciones on ‘alnifio, wsndad y evk Tomemos como ejemplo a un enfermo depresivo y melancélico. Es cierto que la terapia y la técnica analitica. no estén destinadas precisameate a estos ©asos, pero cuando se emprende su tratamiento debe intercalarse, sin duda, tal perfodo do: preparacién, durante el’ cual estimularemos en el paciente el empetio y el valor necesarios para:la labor enalftica, tersiabintacin Hi vhe dete MA ts te niin AEG gene PSICOANALISIS DEE. NISO SL interesindonos y preocupandonos por sus necesida- des personates. bign tomemos otro caso como ejemplo. Sabemos que los preceptos técnicos nos advierten contra la interpretacién precoz de los suefios, pues ésta ofreceria al paciente conocimien- tos sobre sus procesos intimos que aun no puede comprender, sino sélo rechazar. Pero tratandase de un newrétice obsesivo, inteligente y culto, que duda de todo, quiz nos alegremas de poder presentarle, ya al princigio de su tratamiento, una interpretacion onirica particularments lograda y convincente. Asi logramos interesarle, satisfacemo’ sus elevadas pre- tensiones intelectuales y, en el fonslo, no hacemos sino lo que hace el aalista de nifios cuando de- muestra a sv pequefio pacients que sabe hacer con un cordel habilidades mucho m4s complejas que ol propio nitio. Tampoco faltan en el anélisis del adul- to casos andlogos a nuestra actitud de tomar el partido del nifio rebelde y desamparado, prestando- nos a apoyarie contra su ambiente, En efecto, tam- bién al neurético adulto procuramos demostrarle que estamos. dispuestos a_acudir en su ayuda y socotro, y ent todos los conflictos con Ia familia, nos ponemos exclusivamente de su parte. Asi, también en este caso procuramos mostrarnos interesantes y “itiles, Pero aqui intervienen asimismo los factores Gel poderfo y de In autoridad exterior, pues lapréc- tica demuestra que el analista experto y afamado retiene a sus enfermos mucho més fdeilmiente que el principiante, y evita que se Je “escapen” al co- menzar el andlisis; y, ademés, no tropieza en las primeras sesiones con una transferencia negativa de tal intensidad, con expresiones de odio y descon- fianza tan violentas como las que éste debe sufrir. Solemos explicar tales diferencias atribuyéndolas a Ja escaza experiencia del joven anaiista, a su falta de tacto en la actitud frente al paciente, a su pre- 32 ANWA FRET cipitacién o a su excesiva prudenc’a en las inter- pretaciones. Sin embargo, creo que aqui deberiamos tomar en consideracién, justamere, el factor de la autoridad externa. En efecto, el paciente se pregunta, con toda raz6n, quién es, al fin de cuentas, este hom~ bre que de pronto pretende tener sobre él una autoridad tan descomunal; se pregunta si sus preten- siones estin sustentadas por la posicién que ocupa en el mundo exterior, por la actitud con que le con- sideran las personas sanas. No es preciso que con ello repita viejas tendencias hostiles, sino mis bien, quizé manifieste asf el sano juicio critico que se agita en él antes de abandonarse a la situaci6n de la trans- ferencia analitica, Pero en este juicio de su paciente adulto, el analista de gran fama goza a todas luces de las mismas ventajas que tiene el analista de nifios, Por supuesto més alto y de més edad que su pequefio paciente, al convertirse para él en un personaje de indiscutido poderfo, cuando el nifio advierte que también los padres colocan su autoridad ain muy por encima de la propia, He aqui, pues, en el andlisis del adulto, los ya mencionados gérmenes de tal perfodo preparatorio del tratamiento. Creo, sin embargo, haberme ex- presado inexactamente, pues seria més acertado de- cir que en la técnica’ del anilisis del adulto nos encontramos con restos, y no con gérmenes, de todas esas intervenciones que demostraron ser imprescin- dibles frente al nifio. La medida en que las apli- quemos dependerd, sin duda, del grado en que nues- tro paciente adulto siga siendo un ser inmaduro y dependiente, es decir, de la medida en que al res- ecto se asemeje atin al nifio, Con esto dejamos expuesta la inioiacién del trata- maionto, la manera do establecer la situaciOn ana- psrwoanhsssts DEL NiO 3 ora que erscias 0 tages Tas mae ae el iso realmente aay ea ecard a as anata, 2 A tac, mos a nues at yy nado, Con et TENT aoe eo eis infantil propiam Siar el andlisis inf once para real oS ea sists del adulto nos oftece ous Jas ocr jnterpretamos ‘ os suis, claboreran ln asociactones DS wens, fisalmen te, por medio de la interpe te Ge ons: Sines, erences, genes AS ‘adulto evitamos ; Son 108. cualquier informa: ia cern emos datos que yoda ‘por el hecho de que Jer Riss teansmitidos ‘por los §a1 ila et pera “Sadosos y fragmentarios, tod? do i Teena de at persona ee not sobre Ja his- i le deci nil, es nmbie, PO, PS yearn 0, Meh tone de ces el fanilisis no haya acu 34 ANNA FREUD auxilio. Se encuentra tay sunt im embargado en su si Sl minnd lo pretérito palidece a su lado; alesen de sus pacientes para completar la his mainte plotar la lustoria ness fas pontbie inesaneg gue el tomar en cuenta todas Por motivos personales, we Bete ane oe los, suesos, en cambio, es 2 ial nada nuevo ten q gprender or ated ota, on oimaliss cel Adulto al del ni el adulto, y la tras nuendo ee adulto, Parencia o confusién de ado" Ss,24s2, como ent aqusl, x In Rueres de ta vee? gNO gabe dude que los suesios tafser rossten Bs ssn ce Kips wun tana a ne sci, intenpretactén de los sueron Nog TPueSOS a iciones de la reali- zacién del deseo coresp raniza que i Reurétioa més complicada > assay poganseacion Jos suefios.'L2 primnen Nero ra ver qu me narra un stieso, lo digor “No bed gpmeonte alitoer por sf Selo; es preciso quclkaye Buscado cada uno de sus, elonerege cients: ine dedico @ seguir su rastro, nts eo iionte . as queda de Jos elementos onfricos Ie come ase de ‘un roi tae inden ol mayor placer la veducclon te ie aig! ras del suefio a situaciones do. PsrcoaNAuasis DE NINO 3s su vida real. Quizé ello se deba a que el suefio feuavia le es més afin al nifio que al adulto, pero {ulzd aquél no se sorprenda al comprobar que tine Fatido, por la simple razén de que atin n0 conoce Ia opinién cientifica de su cardcter insensato. En todo caso, so enorgullece de todas sus logradas inter- pretaciones oniricas. Por otra parte, he comprobado on frecuencia que hasta los nifios menos inteligen- tes, absolutamente ineptos para el andlisis en cual- quier otro sentido, jamds fracasan al interpretar sus suefios, de modo que pude llevar adelante, durante jargo tiempo, dos de estos anilisis, utilizando casi exclusivamente los suefios. ‘Pero muchas veces la interpretacién de los suefios infantiles hasta es posible aunque falten las asocia ciones del sofiante, pues en la situacién del nifio es mucho mds facil abarcer sus vivencias diumas y conocer al reducido numero de personas que compo- nen su ambiente, Frecuentemente podemos atrever- mos a completat las asociaciones que faltan, recu- ariendo a nuestros propios conocimientos sobre las circunstancias de la interpretacién. Los dos ejemplos de suefios infantiles que pesentamos a continuacién no ofrecen nada nuevo, y s6lo estan destinados a dustrar una vez més las Gondiclones que acabamos de describir. . En el quinto mes del’ andlisis de una nifia de mieve afios, egamos a hablar por fin sobre’su mas- turbacién, que s6lo logra confesarse a s{ misma su- perando graves sentimientos de culpabilidad. At masturbarse, experimenta intensas sensaciones de calor, que también son objeto de su repulsién con- tra las actividades genitales, Comienza a temerle al fuego y se resiste a }levaz ropas abrigadas. No puede ver las llamas de una estufita de gas instalada funto a su dormitorio, sin temer que Se produzca 8 ANNA FREUD una explosién. Cierta noche, la nifiera trata - cender la estufita en ausencia de la madre, eno a0 sabe cémo hacerlo y Lama en su ayuda al hermano mayor, que tampoco lo consigue, contemplindolos la pequefia con la impresién de que ella deberia en- tender su manejo, La noche siguiente suefia con esta misma situacién, pero en el suefio les ayuda, atmque no lo hace bien y la estufita de gas estalla. Como castigo, la nifiera Ia mete en el fuego, 71a que se queme. Se despierta con gran. ansiedad, lamando inmodiatamente a la madre; Je cuenta el sueiio y agrega ~gracias a sus conocimientos analiticos— que seguramente se trata de un suefio de castigo. No aporta otras asociaciones, pero en este caso me resul- ta f4cil complementerlas, El manejo de la estufa ala- de evidentemente a las maniobras en el propio cuerpo, que,tambiéa sospecha en el hermano. El “hacerlo mal” expresaria entonces su propia critica, y la explosién quiz represente la forma de su orgas- mo. Por consiguiente, la nifiera, que la ha amenazado por masturbarse, también es la ejecutora del castigo. fonts meses después tiene un segundo suefie con ego, nyo contenido es el siguiente: “Sobre el radiador de la calefaccién central hay dos ladrillos de distintos colores. Sé que la case esté a punto de incendiarse, y tengo miedo, Entonces viene alguien vse Teva los ladrillos.” Al despertar, se encuentra indose los érganos genitales, Esta vez asocia algo a un elemento del suefio, a los ladrillos: le han dicho que colocdndose ladrillos sdbre la cabeza, se deja de crecer. Partiendo de esta ocurrencia, la in- terpretacién se completa sin dificultades, El no cre- cer es uno de los eastigos que teme por la masturba- cién, y el suefio anterior ya nos ha indicado el significado del fuego, como s{mbolo de su excitacién sexual. As, se masturba durmiendo, la amenaza el recuerdo de todas Jas prohibiciones contra la mas- PSICOANALISIS DEL. NINO 37 m, consiguiente es presa del miedo. cere Por or egue se Leva los ladrilos probablemente sea yo, con mis palabras tranquili- zadoras. ‘No todos los suefios que aparecen. en el curso de los andlisis infantiles pueden ser interpretados con lot facilidad. Por lo general, empero, podemos darle tal fon n la pequefia neurética obsesiva, que suele in ramrme con las siguientes palabras su suefio de Ja noche diltima: “Hoy tuve un stefio muy cémico; pero ti y yo, muy pronto averiguaremos lo que significa todo eso.” junto a la interpretacién de los suefios, también Ja de los ensuefios diurnos tiene gran importancia gh el anilisis del nific. Muchos de los que me per~ Sutferon recoger mis experiencias eran grandes €D- Tanadores, y 2 narracion de sus fantasiasfue el mas importante recurso auxiliar que tuve en el anélisis, Por to comin es fécil lograr que los mifios cuya con- fianza ya se ha conquistado en otras relaciones tam ign nos ouenten sus fantasias diurnas. Las narran con mayor facilidad y, evidentemente, se avergiien- gen menos de ellas que el adulto, quien condena sus Snsuetios diurnos considerindolos “pueriles’. Justa mente por esta vergiienza y reprobacién, el adulto por Jo general s6lo cuenta sus ensuefios diumos tn el analisis, después de largas vacilaciones, mien- tras que en el nie ya ‘suelen ser muy ‘tiles en el dificil periodo inicial. Los siguientes. ejemplos nos permitirdn conocer tres tipos de tales fantasias. El tipo més simpte es el ensuefio diumo como reaccih a una vivencia del dia. Asi, por ejemplo, Ja pequefia sofiante que acabamos de mencionar reakeiona con el siguiente ensuefio diumo después de experimentar un supuesto menosprecio cuando la cormpetencia. con sus hermanos tenia gran impor- tancla on el andlisis. “Quisiera no haber nacido nun- 38 ANNA FREUD ca; quisiera morirme. A veces me imagino que estoy muerta y que vuelvo @ nacer como animal o como mufieca. Pero si cuelvo a nacer como mufieca, ya 86 a quién quisiera pertenecer: a una nifiita muy Buena, con la que antes estaba mi nifiera. Yo serka su mufieca y no me importaria que me tratase como se trata a las muficcas. Yo seria un bebé encantador; me podria lavar y haria conmigo cuanto quislera. La nifia me querria sobre todas las cosas; y st en Navidad le regalasen otra mufieca, yo seguiria siendo su favorita, Nunca querria a otra mufieca mds que @ su pequefio bebé." Casi no es necesario agregar que dos de sus hermanos, objeto de sus celos mas violentos, son menores que ella. Ninguna informa- cién ni ocurrencia podria reflejar con mayor claridad su situacién actual que esta pequetia fantasfa, Al comienzo del anilisis, 1a neurética obsesiva de seis. afios vive en casa de una familia amiga. Tiene all{ uno de sus arrebatos de mala conducta que es muy criticado por lo demés nifios, al punto que su Pequefia amiga se niega a compartir el dornitorio con ella, lo que la deja muy eufedada, Pero en el andlisis me cuenta que la nifiera ha premiado su ‘buena conducta regalindole un conejito de juguete y al mismo tiempo me asegura que a los otros nifios Jes gusta mucho dormir con ella. Luego me cuenta un ensuefio diurno que se le ocurrié de pronto mien- tras estaba descansando. “Habla una vex un conejito, al que su familia no trataba nada bien. Querfan mandarlo al carnt- cero, para qué lo'atara; mds él se enterd a tempo. Tenia un automsvil-viejlsimo, pero que atin funcio- naba. Fue a buscarlo por la noche y monté en ét escapd. Ast legé a una encantadora casita en que vivia una nifia (dice su propio nombre). Esta la oyé lorar ante su puerta, bajS a abrirle y dejd entrar, Desde entonces se quedd a vivir con PSICOANALISIS DEL NINO 39 * Aqui aparece, 'pues,’ton toda claridad, el sen- er tor de no ser querida que trata de eludir en fu andlisis conmigo y, todas luces, también ante Sf mnioma. Ella se encuentra representada dos veces gavel ensuefio diumo: una vez, como el conefito Shalquerido, y otra, como la niga que trata al conejo tan bien como ella misma quisiera ser tratada, ‘El ensuefio diurno “en episodios” representa un. se tipo més complejo. Aun al comienzo del anilisis suelo ser muy f4ell ganar la confianza de {os nifios que urden tales fantasfas, verdaderas con- Hinued stories, al punto que nos cuentan cada dia un nuevo episodio. Estas continuaciones cotidianas ‘rmniten reconstruir, entonces, la correspondiente Situacién interior en que se encuentra el nifio. Como tercer ejemplo mencionaré el caso de un nifio de nueve afios, cuyos ensuefios diumos repiten idénticos procesos en infinitas situaciones, por més que siempre se refieran a personas y circunstancias distintas entre si. Inicia su andlisis narrando gran cantidad de fantasias acumuladas. En muchas de cllas, los protagonistas son un héroe y un rey. El rey amenaza al héroe, quiere torturarlo y matazlo, pero éste siempre logra escapar de mil maneras. En las persecuciones tienen gran papel todas las innovacio- nes técnicas y, partioularmente, una flota aérea. También es importante una maquina segadora que, al moverse, lanza hacia ambos lados cuchillos falei- formes. La fantasia concluye con el triunfo del héroe, que hace victima al rey de cuantas maldades éste queria infliginle. En otro de sus ensuefios diumnos hay una maestra que castiga y golpea a los nifios, pero éstos terminan Por acorralarla y dominarla, golpedndola hasta que muere, Otro se refiere a una m4quina de azotar, en la 40 ANNA FREUD que al fin queda preso el torturador mismo, en lugar de] prisionero que debfa ser torturado. En sus re cuerdos guardaba toda una coleccién de tales fan- tasfas, con infinitas variaciones. Aun sin tener mds datos sobre este nifio, adivinamos ya que todas sus, fentasfas se basan en'la defensa y la venganza con- tra una amenaza de castracién, es decir, que en el ensuefio diumo se hace victima de la castracién a quien primitivamente le amenazé con ella. Debe ad- mitirse que en un andlisis con semejante comienzo, se pueden hacer toda clase de suposiciones sobre su curso ulterior. El dibujo es otro recurso técnico auxiliar que ocupa un sitio muy preeminente en muchos de mis andlisis infantiles, junto a la utilizacién de los sue- fos y fantasias, al punto en que en tres de los casos, ya descritos suplanté durante un tiempo a todas fas demés fuentes de informacién, Asf, la citada nifia que sofiaba con incendios, en la época en que Ja preocupaba su complejo de castracién, dibujaba incesantemente monstruos umanos de terrible as- pecto, con larguisimas mand{bulas, muy natigones, cabellos interminables y dentadura atroz. Este mons- trao, que reaparecfa sin cesar, se Hamaba “Morde- dor”, y evidentemente ten{a por oficio morder el miembro que 61 mismo exhibia en su propio cuerpo bajo tan multiples representaciones. Una serie de otras hojas, que no se cansaba de llevar durante las sesjones, ya acompafiando sus narraciones o en com pleto silencio, representaban toda clase de seres, ni- fios, pAjaros, serpientes o muiecas, pero todos con brazos, piernas, picos y colas interminablemente alargados. En otra hoja, perteneciente al mismo pe- riodo, representé en un momento todo lo que que- sia se: un varén (para toner flo), una mufer (para ser Ia més querida), un perro (que para ella repre- | \ ‘ | 4 2 PSICOANALISIS DEL NINO aL culinided) y un grumete, figura pro- seat i mae) ste megia dente gn, acompafiando a1 padre on un viejo alte; rior del rmundo, Sobre todas estas figuras sum def ecazado un dibujo de un cuento mitad ofdo, ¥ ‘mitad inventado por ella misma: una bruja que le mitancaba los pelos a un gigante, es decir, una mueye giragen de la castracién, que por esa época achace imagedre. Comparados con estos dibujos, resultan exis oe de usa ee, gael ae Goo, por el contrario,cierta seina le rege’ & oe a princesa, que esti de pie , PeguC Pr ede laygo tallo (ovidentements, o&0 simbolo félico). i andlisis, Mies, que insumié la primera parte del , anales, Que jada ocasiopaimente por Oibujos. Ast epresento una versign ‘anal de Jauja en la ave Tos personajes del cuento, on Tugar de tener ave Shevesar comiendo los enormes montones de arroz Gon leche y tortas, debian hacerlo por una, men: faia de materias fecales. Pero esta nifia, tambien me dejo una serie de las mis delicadas imégen ae colores de flores y jardines, que pintaba con gran cuidado, primor y gracia, mientras me 6 us jc dominio total de su inconsctente, “newentt® bajo el lomo vemos, es diffe! resoly teéricos el problema de si es justfieado, eee rar las asociaciones Nilicas infantiles con tne qe lectuales del adulto. Evidentemente, esta, én sélo puede decidirse por Ja experiencia Prieto estamos, sin enbar fo oto asidero a nuestra tia, Como , adem: Janie Klein también interpreta todos Ios Gates fet fo frente a los objetos que se encuentran en le ape, ne nn intent sata onESTtaatat PSICOANALISIS NEL NINO 53, frente a hosotros en la sesién, as{ como todos los pe- quefios actos, voluntarios o involuntarios, que le ve- mos realizar. Para proceder asf, nos basamos en el estado de transferencia que lo domina y que puede conferir determinada significacién simbéliea a accio- nes de otro modo carentes de importancia. Pero aqul cabo preguntarse sel nfo se encuen, tra en Ia misma situacién de transferencia que el adulto, de qué manera y bajo qué forma se mani- fiestan sus tendentias transferenciales, y en qué me- dida se prestan para la interpretacién. Con ello he- mos Hegado al cuarto y més importante punto de nuestro tema, a la funcidn de la transferencia como recurso técnico auriliar en el andlisis del nifio. Al decidir esta ouestién, también obtendremos nuevos fundamentos para refutar o confirmar los conceptos de Melanie Klein. Se recordard que en la primera conferencia des- yué Ia necesidad de establecer en el nifio una sblida fijacién en el analista y de Hevarlo a una ver- dadera relacién de dependencia, propésito que no trataria de alcanzar'con tanta energia y ten mi ples recursos, si considerase posible analizar al nifio sin contar con semejante transferencia. Creo, en cam- bio, que le vinculacién carifiosa, la transferencia posi- tiva, como la designa la terminologia psicoanalitica es la condicién previa de todo el trabajo ulterior. Al respecto, el nifio va aun més lejos que el adulto, pues sélo cree en las personas amadas y sélo es ca- az de hacer algo cuando lo hace por amor a alguien. El andlisis del nifio aun exige de esta vinculacién muchisimo més que el del adulto, pues ademés de Ja finalidad analitica, persigue también cierto objeti- vo pedagdgico, del que ya tendrem2s oportunidad de ocuparnos més detenidamente. Pero el éxito pedagé- gico siempre —y no sélo en el andlisis del nifio— s ‘54 ANNA FREUD : FSIGOAN! nat tene jente comenzé6 la sesién depencle estrictamente de la vinculacién afectiva det 0. Al dia siguiente jo nocturno, Al jtado mientras me Sducando con el educador. Por otra parte, tampoco | P&°cstas palabras: Mes, wenaos yo y te veré podriamos afirmar que en el andlisis del nifio nues- Ganaba, pero la prim sspués me conté el ensue tra finalidad pueda ser cumplida por el simple esta baando te bases Po sespe ya cama, antes de dor- blecimiento de una trausferencia, sea ésti de (ndole © $5 qiurno que habla te}SP OY aes’ Agrego, entre carifiosa u hostil, Bien sabemos que en el adulto Tana vez que. YO ‘ podemos llegar muy lejos con una transferericia ne- tiva, siempre que logremos utilizarla para nuestros Fines, interpreténdola consecuentemente y reducién- dola a sus origenes. En el nifio, por el contrario, estos te: ntesis jones de la propia pacien' suc, ent 8 in oe ne a 4 eg te queria. (Eso quiere decir Fo con eo Dade, no es cierto?) Y tt no ge é ‘nis padres Te ses’ Geterivos contea el ansliste son some, Obie, solo me analizabas a mi. 7 Ts Ee odia~ mente incémodes, por més esclarecedores que odioban, y Hans y Walter y aie odiaba, hasta resulten ser en miitiples sentidos. Trataremos, pues, Bon, y toca Ia gente del muni Os muertos. Ast, de eliminarlos y atenuarlos cuanto antes. En efecto, . gente que no nos conocia, jg siempre toda labor verdaderamente fractifere deberd reali gertiome amabas a mh, 1 eee oo Lay neos, zarse siempre mediante la vinculacién positiva con estébamos juntas. Todos nada, ni siquic- el analista, bres, No terion gadio todo, Sélo Al considerar 1a etapa inicial del andlisis, hemos ra vestidos, Pie nos lo i fos las dos juntas. deserito minuciosamente cémo se establece la vin- nos quedé of sofd, y & 1 dormferoamos que del culacién carifiosa, Sus manifestaciones en las fanta- q Eramos muy felices, Enionter J nos lo grande y lo las, y en los actos insignificantes o importan | moe tener un bebé. Ast mene ne, 55 nensamos tes casi no se diferencian de los procesos ané- | chico para hacer ef bebé. POH SCT y enton- logos en el paciente adulto. En cuanto a sus ex- , que no estaba bien hacer un de flores y otras presiones negativas, las Hegamos a sentir cada vez Pugs yo lo tenia dee re, pusimos a meztlar pétalos que tratamos de liberar del inconsciente parte del 4 Seas, yreso me dio un bebé a mi. ucho tiempo (ma- Merkel reptimido, dempertando anf In coaiteneia ——donivo'de mi. La ond durante MHehS TEE einpo del yo. En tales momentos el nifo nos considera mA me contd que los bebés 80 NON un doctor ‘como un seductor peligroso y temible, dedicandonos {dentro de sus madres), ¥ S70 enterma (las por eso todas sus expresiones de odio y rechazo que y me lo sacd. Pero yo no ett yas, me dijo mama). en general dirige hacia sus propios impulsos instin- madres casi siempre estén OF PETIA pensamos que tivos condenados. El bebé era dulce y adorable, y 00 Pet orables, @ nosotras también nos gustaria ser Ae TS chi ‘A continuacién dré detalladamente una fan- de modo que nos transformant Pt de grande T- tasia transferencial de indole carifiosa, producida por quitas, Yo ora asi de grande % U0 een el anilisis la pequefia neurética obsesiva que ya citamos varias (Creo que eso s¢ me CONT pequefia como Walter veces, Evidentemente, yo misma la desperté en ella, ‘vimos que yo quisiera sor y ‘nade, nos pusimos pues"la habfa visitado en su casa, presencianda su y Annie.) Y como no teniamos 56 ANNA PREUD @ construir una casa, toda de pétalos de rosas, Camas de pétalos de roses y almohadas y colchonen todos cle pétalos de rosas cosidos entre st. Los peque. fios agujeritos los tapdbamos con wna tosa blanca, En lugar del empapelado teniamos vidrios de los } mds finos, y las paredes estaban talladas con mu.‘ chos adornos. También los sillones eran de vtdrio, ¢ de los mag finds, y las paredes estaban talladas con muchos adornos, También los sillones eran de vidrio, pero nosotras éramos tan livianas que no los rom: plamos al sentarnos. (Creo que mamé no aparece | en todo esto porque ayer me enojé con ella.)” Si- gue luego una detallada descripeién de los muebles X de muchas otras cosas imaginadas para instalar * la casa. A todas luces, habia seguido tejiendo el ensuefio diurno en este sentido, hasta que termindé por fonmicte, La nijia destacaba partioularmente a ho ands bonitas que todos los ricos mencionados n otras ocasiones, en cambio, la mis sna, aun ceatones. oy combi, le mute paconts previene contra m{: “No le creas nada a esa Anna eud, pues te miente, No te ayudaré, y sdlo te pon- dris peor. También te cambiarf la cara, de modo que serés mds fea. Nada de lo que te dice es cierto. Ahora debes sentirte cansada; quédate tranquila- mente en Ja cama y no vayas a verla hoy.” Pero que, al ffnal, nuestra primitiva miseria quedaba com- pensada por completo, acabando por tener cosas ella siemPre gondena esta voz al silencio, diciéndose que, s6lo deberk expresar todas esas cosas en la Mientras discutimos su masturbacién, otra Ba paciente me imagina siempre en. Tas made divessas figuras denigrantes: como mendiga, como pobre an- ciana y, una vez, tal como soy en realidad, pero de PSICOANALISIS DEL NINO sT je en medio de mf habitacién y rodeada por demo- Bic. que danzan salvajemente. Vehwos, pues, que nos convertimos en un blanco contra el Cua cl nifio, tal como sucetle en el achulte, Shige sus impulsos amistosos u hostiles, de acuerdo dines eizcunstancias. Considerando estos ejemplos, fien porlrfamos decir que ol nifio establece una buc- ey Gansferencia, pero aqui nos espera una nueva Vroorprendente decepcién. Bs cierto que el nifio Jantiene los més vives Iazos con el analista y que También expresa en ellos muchas de las reacciones haquiridas en Ia. relacién. con sus propios padres; ts cierto que a través de los cambios de intensidad $ expresion de sus sentimientos, aos suministra las Zigves més importantes de la-conformacién de su ‘eardcter: pero, no obstante todo ello, el nifio no ega a formar una neurosis de transferencia. Todos sabemos lo que designo con este término. En el curso del tratamiento analitico, el neurético adulto transforma. paulatinamente los ‘sintomas que Jo Hevaron af andlisis; ebandona los viejos objetos alos cuales se aferraron hasta entonces sus fanrasias ¥ vuelve a concentrar sy neurosis, sobre la persona del analista, Decimos que sustitaye sus sintomas an- ‘iguos por sintomas transferenciales, que convierte su antigua neurosis, cualquiera fuese su especie, en una neurosis ce transferencia, y que despliega de nuevo todas sus reacciones anormales en Ja relacién on el nuevo personaje transferencial, es decit, con €1 analista. En este nuevo terreno, en el que el analista se siente a sus anchas, en el que puede se~ guir, junto con ef paciente, la aparicién y el creci- jniento de los distintos sintomas, en este depurado campo de expérimentacién, se desarrolla luego la lu- cha final: la paulatina comprension de Ja enfermedad ¥ la revelacion de los contenidos inconscientes. ‘Podemos aducir dos razones teéricas por las cua 58 ANNA FREUD Jes no es facil provocar este proceso en el nitio’ pe- quefio. Una de ellas reside en la misma estructura infantil, la otra debe buscarse en el analista, El pequetio paciente no ests dispuesto, como lo esta e] adulto, a reeditar sus vinculaciones amorosas, porque, por asi decirlo, atin no ha agotado Ia vieja edicién. Sus primitivos objetos amorosos, los padres, todavia existen en la realidad y no sélo en la fanta- sia, como en el neurético adulto; el nitio mantiene con ellos todas las relaciones de la vida cotidiana y experimenta todas las vivencias reales de Ia satisfac- cién y el desengafic. El analista representa un nuevo personaje en esta situacién, y con toda probabilidad compartiré con los ¢l amor o el odio del niiio. Pero éste no se siente compelido a colocarlo inme- distamente en lugar de los padres, pues en compa- racién con estos objetos primitives no le ofrece todas aquellas ventajas que encuentra el adulto cuando puede trocar sus objetos fantdsticos por una per- ‘Sona real, Volvamos una vez mds al método de Melanie Klein, Esta cree poder deducir la existencia de una factitud ambivalente del nifio frente a su madre cuando aquél se muestra hostil a la analista en la primera sesién, rechazdndola 0 aun atacdndola, Sim- lemente, e] elemento hostil de su ambivalencia se 1a desplazado hacia la analista. Pero, por mi parte, ‘ereo que las cosas no sticeden asi. Cuanto més carifiosamente esté vinculado el nifio pequefio a su propia madre, menos impulsos amistosos tendré. para personas extrafias. Lo vemos con toda claridad en el lactante, que rechaza con temor a todos los que no sean la madre o Ja nodriza, Aun llega a suceder lo contrario de lo que acepta Melanie Klein, Precisa- mente en aquellos nifios que han gozado de cari on el hogar y due uo estén acostumbrados a PSICOANALISIS DEL NEKO 59 ‘esar ni recibir manifestaciones amorosas, la rela- expresar ni cxPrSpesitiva suele establecerse con mayor rapidez, es fin obtienen del analista lo que siem- spues, BOvaron, infructuosamente de sus objetos ori- Einarios. ‘Pero, por otra parte, ef analista de nifios no es may aprepiado como objeto idea! de una transfe- muy a Tacilmente interpretable, Sabemos cémo nos remducimos en el anélisis de un adulto para asegu- conta finalidad, procurando ser impersonales y nebulosos, verdaderas hojas en blanco en. las que el cciente pueda registrar todas sus fantasins trans- PaGaclales, como en el cinematégrafo se proyecta tne imagen sobre la pantalla vacia. Evitamos im- poner prohibiciones o conceder satisfacciones, y si Popesar de todo cl paciente nos considera como per- 3 fcaciones de lo prohibido o de lo permitido, es f&cil demostrarle que ha extraido de su propio pa- Sado. las razones para considerarnos asf ‘Pero el analista de nifios puede serlo todo, menos una sombra. Ya sabemos que es para el nifio una persona interesante, dotada de t las cualidades Enponentes y atractivas. Las finalidades pedagégicas pie, como veremos, se combinan con las analiticas, fiacen que el nifio sepa muy -bien qué considera conveniente o inconveniente a analista, qué aprueba © reprueba, Pero, desgracindamente, wna personali- Gadtan definida y, en muchos sentidos, tan nueva, quizd sea un mal objeto de transferencia, es decir, fnconveniente para su interpretacién. Volviendo al simil citado, esta dificultad serfa Ia misma que. si ya encontrasemos pintado un cuadro en la pantalla Ypre la cual se ha de proyectar la imagen. Cuando més frondoso y colorida, sea aquél, tanto mds con- tribuira a borrar los contornos de Ta imagen pro- yectada, ‘Por tales motivos, pues, el nifio no desarrolla una 60 neurosis de transferencia. A pesar de todos gus im- Bulsos caritiosos y hostiles contra el analista, sigue lesplegando sus reacciones anormales donde ya lo ha yenido haciendo: en e! ambiente familiar, De ahi la condicién técnica fundamental de que el andlisis infantil, en Sugar de limitarse al esclarecimiento ana- Iitico de lo producido en las asociaciones y los actos bajo los ofos del analista, disija su atencién hacia el punto en quo se desarrollaa las renccfones neurét- ‘eas; hacia el hogar del nifio, Pero con ello nos encon- tramos ante un cimulo de dificultades précticas de Ja técnica, que sélo expondré someramente, sin abor- dar realmente su consideracién, Colocéndonos en este punto de vista, estamos supeditados a un cons- tante servicio informativo sobre el nifo, necesitare- mos conocer a las personas de su ambiente y debere- mos tener cierta seguridad sobre las reacciones de éstas frente al nifio, Aceptando que esta relacién sea ideal, compartimos nuestra labor con Jos verdaderos educadores del nitio y, por consiguiente, come ya lo explicamos, también debemos participar con ellos on el amor o el odio del niifo, lo las circunstancias exteriores 0 Ia persona- lidad de los padres no permiten llegar a eata colabo. racién, e] andlisis se resiente de wna falta de material, Recuerdo ciertos andlisis de nifios que, por tal mo- vo, tove que llevar a cabo valiéndome cast excta- sivamente de los suetios y de las fantasfas diurnas, pues en la transferencia no aparecta nada interpreta- ble, y el material neurético producido en los sinto- mas se fue perdiendo lastimosamente. Sin embargo, también en esta situacibn, como al iniciar el andlisis, existen medios y caminos para llevar al nifio a ta posicién del adulto, tan conve- niente para el progreso del anilisis, es decir, a la neurosis de transferencia, Ser4 necesario hacerlo, por ejemplo, cuando se trate de un neurético grave ANNA FREUD | ESICOANALISIS DEL NINO a x un medio host al anilisis 0 al nio roto. En tal caso, éste deberd ser alejado de su Tomilia e internado en alguna institucién adecusda, ero como actualmente atin no contamos: con bse Rs, tenemos derecho a imagindrnoslas como quera- 's, eg decir, como instituciones dirigidas por el propio analista de nifios 0, proyecto menos fantis- tio, como escuelas regidas por psincipias analiticos y adaptadas a la colaboracién con el analiste. En ambas eireunstancias tendriamos al principio una fase libre de sintomas, durante Ja. cual el nifio ajusta ga vida él nuevo medio, favorable ¢ indiferente por el momento, Cuanto mejor se sienta en este periodo, tanto menos apto y dispuesto al andlisis lo hellare- mos, LO mejor guizi sea dejarle completamente tranquilo en ese periodo, pues sélo volverd a ser gmalbable una vez que se haya acostumbrado, es decir, una vez que bajo la influencia de la vida prac- tica. de todos los dias, haya establecido vinculaciones con e] nuevo ambiente, frente al cual se esfuman poco a poco los objetos originales; una vez que deje renacet sus sintomas en este nuevo medio y concen tre sus reacciones anormales sobre Jas nuevas perso- nas, 0, en stma, cuando haya fosmado su neurosis de transferencia. En una institucién del primer tipo, dirigida por el mismo analista de nifios (hoy ni si- uiera podemos juzgar si esta forma seria deseable), $e trataria entonces de una verdadera neurosis trans- ferencial, en el sentido de la que nos presenta el adulto, una neurosis en cuyo foco se encontraria, como objeto, el analista, En el otto caso, no habria- mos hecho més que mejorar artificialmente el medio familiar, es decir, habriames creado un hoger suce- dineo que en cierto modo podemos contemplar panotimicamente y cayas reaccjones contra el nifio podemos dirigir y regular, como lo creemas necesario para la labor analitica. rodeado 62 ANNA FREUD Asf pues, consideramos que el alejamienta «el nifio del hogar paterno es la solucién técnicamente mas adecuada, Sin embargo, al referimnos a la termina- cin del andlisis veremos cudntas reservas despierta precisamente esta medida, Con ellas nos anticipamos ‘en un punto decisivo en Ja evolucién natural, pues imponemos al nifio la separacién prematura de los ‘objetos paternos, en una época en que atin no esté capacitado para tener la menor independercia afec- tiva y las circunstancias exterfores no le dejan en libertad de elegir sus objetos amorosos. Aun si fijé- semos plazos muy largos para el anélisis del nifio, siempre quedaria, en la mayoria de los casos, un prolongado intervalo entre su terminacién y el desa- rrollo puberal, lapso durante el cual el nific aun necesita en todo sentido, educacién, guia y protec: cibn, Pero gquién puede ofrecernos la seguridad de aue, una vez logrado el desprendimiento de la trans- ferencia, vuelva encontrar por si mismo el camino hacia los objetos que le corresponden? Ast, iré al hogar patemo convertido en un ser extrafo para la familia, y su educacién ulterior quizé quede confiada entonces a personas de las que le hemos desprendido con esfuerzo y violencia. Motivos interiores le ‘nea- pacitan para adoptar actitudes independientes, de modo que volvemos a colocarlo en una nueva .iwa- tidn aificultosa, enla que, ademés, halla nuevamente la mayoria de sus primitivas condiciones de conflic- to. En tal trance, el nifio puede volver a seguir el camino ya recorrido hacia la neurosis, o bien, st éste le queda cerrado por el éxito de la curacién analitica, emprenderé.el. camino opuesto hacia la sebelién franca. En lo que se tefiere a la enfermedad, esto puede ser un beneficio, pero evidentemente no Jo es desde el punto de vista de la adaptacién social; que, en tltima instancia, es decisiva para el nifo.

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