You are on page 1of 7
298 He agui por qué, de acuerdo con los fines de esta indagacién, la religién es ante todo un Fadroneaeak eal [pues se excluyen las ideo- logias personales y las creencias comunes a un grupo de individuos, cuando éstos no se presentan en Ia fenomenologia social como grupo. Ello basta para impedir un uso indis- criminado del término religién a través de generalizaciones incorrectas, tipicas de cier- to ideologismo moderno: religiones de la libertad, del trabajo, de la humanidad. Y tam- bién permite negar que bajo el rubro de reli- gién pueda entrar el ateismo, ya que éste es siempre expresién de una conviccién indivi- dual, la cual no genera nunca relaciones de grupo y no se presenta en absoluto a la con- ciencia social como fenémeno religioso. Queda fuera de lugar proceder al andlisis de los diversos elementos de la religién, pues- to que una descripcién de todas sus manifes- taciones seria enormemente larga y de todos modos nos llevaria a una determinacién en abstracto del fendmeno, sin tener en cuenta que el legislador (especialmente el constitu- Yente) no quiso actuar con base en una confi- guracién abstracta de la comunidad religio- sa, aun historicamente realizable, sino basin- dose en una realidad que se expresa en un ambiente socialmente delimitado. Consecuen- temente, para el derecho positive italiano se tiene una comunidad religiosa siempre y cuando una comunidad se afirme como gru- po con finalidades religiosas en la opinién pablica conformada dentro de la sociedad ita- liana. S6lo cuando los ciudadanos, sobre la base de un concepto difundido entre la mayo- ria, retengan que un cierto grupo dé lugar a una religién, s6lo entonces dicha colectividad adquirird relevancia para el estado juridico. Se excluye, pues, toda valoracién que se base en un criterio cuantitativo, ya que no es el numero de fieles lo que convierte a un grupo ‘enc, religiosa. Como maximo, el numero de los ficles sera uno de los elementos que diri- girdn la conciencia social en cierto sentido, pero a la formacién de esta conciencia con- tribuirdn la tradicién, Ia actividad desarro- Mada por la comunidad, las ceremonias y las funciones en las que participan los miembros de la comunidad, el trabajo de proselitismo, Jos contrastes respecto a otras religiones, la calificacién que las diversas ciencias scciales van dando al grupo o movimiento, eteétera. CONFLICTO A la determinaci6n de esta realidad que se manifiesta en la sociedad, contribuyen diver- sos factores: junto a un elemento material (ioulliplicidad de todividucq) conta ears tura organizativa correspondiente, existe un elemento inmaterial, constituido por la opi- nién difundida en la sociedad de que un cier- to grupo, sea ono muy extendido, integra una iad que debe calificarse de religiosa. [DOMENICO BARILLARO} conflicto |. PARA UNA DEFINICION DEL CONCEFTO Y DE SUS COvt PoNENTES. Hay acuerdo sobre el hecho de que el c. es una forma de interaccién entre in viduos, grupos, organizaciones y colectivida- des que implica enfrentamientos por el acce- So a recursos escasos y su distribucién. Sin embargo, una vez admitido lo anterior, sur- gen de inmediato diferencias y divergencias respecto a la mayor parte de prob! culados al concepto de c. y a suu No tiene caso hablar aqui de conflictos entre individuos en el nivel psicoldgico, sino que centraremos la atencién en el c. social y en el. politico (dentro del cual el c. internacio- nal puede considerarse una categoria impor- tante: v. guerra). Obviamente el c. es sélo una de las formas posibles de interaccién entre individuos, gru- pos, organizaciones y colectividades. Otra posible forma de interaceién la constituye la cooperacién. Cualquier grupo social o cual- quicr sociedad historica puede definirse en cualquier momento en relacién con formas de ¢. 0 de cooperacién entre los diversos acto- res que en ella aparecen. Sin embargo una perspectiva del género introduce diferencia- ciones relevantes entre los autores que se han ccupado de analizar los conflictos. Antes de abordar esta problematica, es oportuno referirnos a los componentes del c Se ha dicho que el objetivo es el control de los recursos escasas. Predominantemente dichos recursos se presentan bajo formas de poder, riqueza y prestigio. Por lo tanto, seztin los tipos y Ambitos del c., se podrin estable- cer otros recursos o especificarlos mejor. Por ejemplo, en los casos de conflictos internacio- CONFLICTO. 299 nales, un recurso importante es el territorio; en los casos de conflictos politicos es un recurso codiciado el control de los cargos en competencia; en el caso de conflictos indus- triales, como sefiala Dahrendorf, el objeto del uy por tanto los recursos en juego, son las relaciones de autoridad y de mando. A estas connotaciones cabe afiadir que mientras que algunos recursos pueden desearse como fines en si mismos, otros pueden servir para mejo- rar las posiciones en vista de nuevos y pro- bables conflictos. Se ha dicho también que los conflictos tie- nen lugar entre individuos, grupos, organiza- ciones y colectividades. Naturalmente existen también conflictos que contraponen indivi- duos y organizaciones (un c. por la democra- cia interna en el partido entre un disidente y los dirigentes), grupos y colectividades (un entre una minoria étnica y el estado), entre organizaciones y colectividades (conflictos entre la burocracia y el gobierno como repre- sentante de la colectividad). Existen pues diversos niveles en los que pueden situarse los conflictos y asimismo diversos tipos de conflicto, por lo cual seria pecar de reduccio- nismo centrar la atencién en los conilictos de clase (olvidando los conflictos étnicos) o en los conflictos internacionales (olvidando los conflictos politicos dentro de los estados, como los litigios entre mayoria y oposicién © las guerras civiles), Los diversos tipos de conflictos pueden dis- tinguirse entre si por algunas caracteristicas objetivas: dimension, intensidad, objetivos. En cuanto a la dimensién el indicador utili- zado esta constituido por el namero de par- ticipantes, ya sea de manera absoluta ya rela- tivamente a la representacién de participan- tes potenciales (por ejemplo una huelga, en la que participan todos los trabajadores de las empresas implicadas). La intensidad pue- de medirse segtin el grado de compromiso de los participantes, segun su disposicién a man- tenerse firmes a ultranza (intentando conse- guir los llamados fines no negociables) o a entrar en tratos en cuanto sean posibles. La violencia no es un componente de la intensi- dad: en efecto, no nos da la medida del grado de compromiso, sino que mas bien sefiala la i la inadecuscién o la ruptura de normas compartidas, de reglas del juego {obviamente en el caso de conflictos interna- cionales el planteamiento seria distinto aun en el caso de encontrarnos ante una violen- cia “controlada”, como en el intento de codi- ficar los diversos “umbrales” de una guerra atémica). La violencia puede considerarse un strumento utilizable en un conflicto soci © politico, pero no es el tinico ni necesaria- mente el mas eficaz. Distinguir los conflictos sobre la base de sus objerivos no es facil sino se hace referen- cia a una verdadera y propia teoria que actualmente no existe. Es posible compren- der y analizar los objetivos de los conflictos s6lo gracias a una profundizacién en el cono- cimiento de la sociedad conereta en la que surgen y se manifiestan los diversos conflic- tos. Por lo tanto, la distincién que se presen- ta habitualmente entre conflictos que se plan- tean objetivas de cambio en ef sistema y los que se proponen cambios del sistema es sus- tancialmente insatisfactoria. Nada impide, en efecto, que una serie de cambios en el siste- ma provoque una transformacién del sistema, mientras que los intentos de cambio del sis- tema pueden acabar por cooperar al refuer- 20 0 mejoria del sistema que se intentaba des- truir, hundir o transformar estructuralmen- te. Pascmos pues a analizar las diversas teo- rias del c. y del cambio social. 1 INTERPRETACIONES DE LOS CONFLICTOS SOCIALES ¥ roummicos. Scciélogos y politélogos se han cuestionado de diversas maneras acerca del ¢. social y, de acuerdo con su teoria respecti- va, implicit o explicita, han aportado inter- pretaciones diversas. En un extremo del con tinuum se ve en cada grupo social, en cada sociedad, en cada organizacion algo arméni- co y equilibrado: armonia y equilibrio cons- tituirian el estado normal (Comte, Spencer, Pareto, Durkheim y entre los contemporaneos Talcott Parsons). En este supuesto todo considera una perturbacién; ya que el eq brioes una relacién armonica entre los diver- ‘sos componentes de la sociedad y constituye su estado normal, las causas del c. son meta- sociales, que han de detectarse fuera de la ma sociedad, siendo el c. pues algo malo, que se ha de reprimir y suprimir. Ele. es una patologia social. En el otro extremo del continuum se encuentran aquellos (Marx, Sorel, John Stuart Simmel y entre los contemporaneos Dah- 300 CONFLICTO rendorf y Touraine) que consideran que cual- quier grupo o sistema social se ve surcado continuamente por conflictos, ya que en nin- guna sociedad la armonia o el equilibrio son estados normales. Al contrario, son precisa- mente la desarmonia y el desequilibrio los que constituyen la norma, y esté bien que asi sea, A través de los conflictos surgen c: y se manifiestan mejoras. C. es vitalidad. Naturalmente, una dicotomia neta no puede hacer olvidar que muchos autores no pueden clasificarse simplemente con unos o con otros, como Kant, Hegel o Max Weber, habiendo ellos analizado y delineado las con- diciones del orden y del movimiento, asi como los factores que conducen a la armonia y los que producen los conflictos. En una posicién intermedia se encuentran aquellos investigadores que se adhieren, de una manera u otra, a la metodologia funcio- nalista. Es indicativo que ellos se hayan inte- resado en la problematica de los conflictos y como hayan llegado a considerarlos como el producto sistemitico de las estructuras socia. les. No obstante, su metodologia los ha lleva- do, en el mejor de los casos, a considerar los conflictos como algo molesto para el funcio- namiento de un sistema, 0 sea como una dis- funcién. Algunos investigadores funcionalis- tas, como Robert Merton, precisan mas y con- sideran el c. disfuncional en dos sentidos como producto de la falta de funcionamien- to o del mal funcionamiento del sistema y ‘como productor a su vez de obstaculos y pro- blemas (strains and stresses) en el funciona- miento del sistema. ‘No hay mucho que aftadir a lo que ya se ha dicho de los investigadores de Ia armonia y del equilibrio social. Dahrendorf (1971: 256- 257) ha resumido licidamente sus posiciones en cuatro hipdtesis: 1] toda sociedad es un conjunto (“relativa- mente") estable y duradero de elementos (hipatesis de la estabilidad); 2} toda sociedad es un conjunto bien equi- librado de elementos (hipotesis del equi- librioy; 3] todo elemento de una sociedad tiene una funcién; o sea, aporta una contribucién a su funcionamiento (hipétesis de la funciona- lidad); 4] toda sociedad se conserva gracias al con- senso de todos sus miembros sobre determi- nados valores comunes (hipétesis del con- Ja vida social apelan habitualmente a dos corrientes de pensamiento: por un lado la corriente marxista, y por el otro la liberal que procede de John Stuart Mill. En el centro de a reflexion marxista existe, como se sabe, un tipo particular de c.: la lucha de clases (“La historia de todas las sociedades existentes hasta el presente es la historia de luchas de clases”, afirma el Manifiesto del partido comunista, 1848), Sin embargo, paradéjica- mente, la concepcién marxista es menos “‘con- flictiva” de lo que se piensa. Si es cierto, en efecto, que la lucha de clases es la principal fuerza motriz de la historia y que la lucha (el ¢. entre burguesia y proletariado es la gran levadura del cambio social, Marx concibe dicho c. como el c. que pondra fin a todos los conflictos. Una vez abolida la division entre clases, el c. se extinguira como consecuencia logica, Aunque no todos los que se consideran “‘liberales” y seguidores de John Stuart Mill logren mantenerse fieles a una conce| conflictiva de la sociedad, no hay duda de que entre los socidlogos y politélogos que se adhieren a una tal concepcién (tal vez acom- pariada de una revisin de las teorias marxis- tas) se encuentran las mas importantes con- tribuciones para un anailisis de los conflictos sociales y politicos (incluso internacionales) que no pongan en situacién de privilegio, acri- ticamente, las bases econémicas de los con- flictos y que no leven a una visién teleoldgi- a (los conflictos como levadura de un siste- ma social definido con anterioridad). Es también Dahrendorf el que formula las hipStesis en la base de la teoria alterna de la anteriormente delineada, a saber la teoria de la coercion de la integracién social (1971: 2375 1] toda sociedad y cada uno de sus elemen- tos estén sujetos en todo momento a un pro- ceso de cambio (hipstesis de la historicidad), 2] toda sociedad es un conjunto en si mis- mo contradictorio y explosivo de elementos (hipétesis de la explosividad); 3] todo elemento de una sociedad aporta una contribucién a su cambio (hipétesis de la disfuncionalidad o productividad) 4] toda sociedad se conserva mediante 1a coercién ejereida por algunos de sus miem- CONFLICTO 301 bros sobre otros miembros (hipétesis de la coercién). En abierta polémica con las interpretacio- nes funcionalistas asi como con Parsons y sus discipulos, Dahrendorf Ilega a la conclusion de que “una teoria aceptable del c. social pue- de elaborarse solamente si asumimos como plataforma la teoria de la coercion de la inte- gracién social” (1971: 258). En otras igualmen- te explicitas polémicas con la mayorfa de las interpretaciones de origen marxista y con algunas formulaciones del mismo Marx, que dejan entrever unc. con raices de naturaleza econémica, Dahrendorf afirma drasticamente que “c. de clase indica todo conflicto de gru- po derivado de la estructura de autoridad de asociaciones coordinadas por norma: rativas y en relacién con ellas” (1963: 413). Plantea de este modo en el centro del c. de cla- se el problema de las relaciones de autoridad, de supraordinacién y de subordinacién. Intenta asi ofrecer una explicacion de la per- sistencia del c, de clase incluso en las socie- dades posindustriales (0 caracterizadas como. tales), en las cuales los ccaflictos sobre la dis- tribucién de los recursos parecen (o parecian) atenuarse. Esta observacion lleva al andlisis de las causas y consecuencias del c. social. mL SY CONSECUENCIAS DEL CONFLICTO. Por su claridad es conveniente referirnos de nuevo a Dahrendorf para definir las causas de los conflictos: “todas las sociedades producen constantemente en si mismas antagonismos que no brotan casualmente ni pueden ser arbitrariamente climinados” (1971: 239). Incluso dentro de un marco teérico distinto, Touraine llega a la misma conclusién (1975), Jo cual indica la importancia de las tensiones, de los desequilibrios, de los desfases entre los, diversos niveles de la realidad social. Ambos autores ponen después el acento en la nece- sidad de analizar los conflictos en el sambito de sociedades histéricas, para poder asi com- prenderlos. El aspecto mas importante de estos anili sis es el rechazo a toda causa exégena omi social del c. El propio desarrollo técnico, con- siderado tal vez como importante motor del ¢. social, queda colecado al margen. Solamen- te si esti en medio de las fuerzas en liza y de los actores sociales y siesta insertoen el con- texto social, el desarrollo técnico puede ser causa de c. Sin embargo, para comprender el ¢. que se deriva de éste, sera indispensable dirigir la atencién a la configuracién de la sociedad, En un sentido muy definido, pues, no exis- ten causas especificas del c., ni tan sdlo del ¢. de clase. En efecto, todo ¢. es connatural de la propia configuracién de la sociedad, de! sistema politico, de las relaciones internacio- nales. Es un elemento ineliminable que leva al cambio social, politico, internacional. Ine- liminable a corto, mediano o largo plazo, el ¢. puede sin embargo ser sofocado 0 desvia- do, Es en este aspecto que intervienen los ins- trumentos politicos con los cuales los siste- mas contempordneos buscan atenuar el impacto de los conflictos sobre su misma estructura, Partiendo de una determinada configura- ion social, en presencia de determinados conflicts, condicionados en gran medida por ella, se produce una situacién en la que los actores tienen una cierta discrecién en sus comportamientos, ya sea ampliando el nime- ro de los implicados 0 reduciéndolo, ya sea aumentando la intensidad del c. o moderén- dola, ya sea finalmente institucionalizando el c. 0 manteniéndolo fuera o mas alld de cier- tas reglas precisas y aceptadas. Un c. social y politico puede suprimirse, 0 sea puede bloquearse su expresién con la fuerza, con la coercién, como es el caso de muchos sistemas autoritarios y totalitarios, pero puede volverse a plantear con mas inten- sidad en un segundo tiempo. La supresion de los conflictos es sin embargo rara. Como tam- bign es rara la plena resolucién de los conflic- tos, 0 sea la eliminacién de las causas, de las tensiones, de los contrastes que han origina- do los conflictos (casi por definicién un c. social no puede “‘resolverse"). El proceso 0 el intento mas frecuente es el de proceder a la reglamentacion de los con- flictos, o sea 2 1a formulacién de reglas acep- tadas por los participantes, las cuales esta- blecen limites 2 los conflictos. Lo que se pre- tende no es poner fin a los conflictos sino reglamentar las formas de modo que su mani- festacion sea lo menos destructiva posible para los actores en juego. Al mismo tiempo, la reglamentacién de los conflictos debe garantizar el respeto de las ganancias adqui- ridas por ciertos actores v la posibilidad para 302 los otros de entrar nucvamente en c. El pun- to crucial esta en que las reglas deben ser aceptadas por todos los participantes y, si cambian, tienen que cambiar de mutuo acuer- do. Cuando un c. se desarrolla segan reglas aceptadas, confirmadas y observadas nos hallamos ante su institucionalizacion. La real o supuesta atenuacién del c. de cla- se se debe en parte a la mutua aceptacién de Jos actores en pugna, con Ia conciencia de que, no pudiendo proceder a la eliminacién de la contraparte, el mejor procedimiento consis- te en la estipulacién y en la observancia de reglas explicitas y precisas. Lo mismo puede decirse por lo que respecta al c. politico: una vez establecido que los costos de la destruc- én de las minorias o de la oposicion entre mayoria y gobierno son demasiado altos, se empiezan a ver las ventajas de formular reglas explicitas para la gestién del poder politico, para la expresion de las divergencias, para la rotacién de los cargos y su recambio, pasos todos ellos que institucionalizan la democracia politica. En el trascurso de este proceso se abre camino también la posibili- dad de expresar los conflictos politicos de manera productiva, canalizindolos en estruc- turas apropiadas y sin que exploten inespe- radamente por no tener previstas las salidas. IV. EL FUTURO DEL CoNFLICTO. Las sociedades organizadas intentan enfriar el c., canalizar- lo dentro de formas previsibles, sujetindolo ‘a reglas precisas y explicitas, encerrandolo © tal vez dirigiéndolo en el sentido deseado de un cambio potencial. Quiz los dos fené- menos mas relevantes de las sociedades que pueden definirse como posindustriales (por brevedad 0 comodidad) son por una parte la disminucién d= intensidad, y en definitiva una mejor reglamentacién, del c. de clase (el cual, dando 0 no |a raz6n a Dahrendorf, se presen- ta con connotaciones muy distintas a las que habia previsto Marx) y por la otra la apari- jon de nuevos conflictos, cuyos vehiculos en las sociedades posindustriales han sido los movimientos colectivos 0 sociales (v. mavi- mientos sociales). El vinculo entre conflictos y cambios, ya sea en la esfera social ya en la politica ¢ inter- nacional, esta muy claro y definido. Natural- mente, de ningun modo hemos dicho que todos los cambios derivados de los conflictos CONFLICTO. tengan un signo positivo, indiquen mejoria o produzcan una mayor adhesién a los valores de la libertad, de la justicia y de la igualdad. Y sin embargo, alli donde los conflictos son suprimidos 0 desviados o no llegan a produ- cirse, la sociedad se estanca y languidece, siendo inevitable su decadencia. Sin necesi- dad de estar plenamente de acuerdo con la conclusién de Dahrendorf, de sesgo iluminis- ‘ta, por la que “en el c. se esconde el germen creativo de toda la sociedad y la posibilidad de la libertad, pero al mismo tiempo la exi- gencia de un dominio y control racional de Jas cosas humanas” (1971: 280), es cierto que las sociedades conflictivas saben poner en movimiento mecanis.nos de adaptacién, de autorreglamentacién y de cambio, de los que carecen las llamadas sociedades consensua- Jes (con un consenso conformista 0 coactivo). [GIANFRANCO PASOUINO) \V.ELOONFLICTO INDUSTRIAL ALGUNOS RESULTADOS DE Las INVESTIGACIONES EMviaicas, En la casufstica de los conflictos adquiere una especial impor- tancia, dentro de! marco de la moderna lizacion industrial, el ¢. industrial, al que dedicaremos los thtimos parrafos del presen- te articulo. La experiencia demuestra que el c., aun constituyendo una de las formas fundamen- tales de la relacién social, no siempre esta actuando. Mas aun: no se desarrollara nece- sariamente de manera mas abierta en aque- las situaciones que parecen mis conflictivas en potencia segun una visién ingenua. Una de las cuestiones mas importantes en el centro de la reflexién te6rica y de la inves- tigacién empirica de las ciencias sociales tie- ne que ver precisamente con Ia determinacién de las condiciones bajo las que se pasa de una situacién de c. latente a una dec. manifiesto (problema andlogo a la no resuelta cuestién marnista del paso de la clase en si a la clase por sf). Para que exista c. abierto y manifiesto, cuya forma principal es la huelga (v. huelsa), es necesario en primer lugar que en el grupo de los trabajadores se establezca cierta forma de organizacion. Ya sea que se trate de un recur- so organizativo estable (sindicato) o de la pre- sencia de un liderazgo natural, 0 carismati CONFLICTO 303 co, interno al grupo, los estudios empiricos sobre casos de huelga han puesto de manifies- to la necesidad de su preexistencia respecto ala expresién del c. abierto. La huelga es pues un c. organizado. Por otro lado las formas de c. organizado no agotan todas las manifestaciones conflic- tivas sobre el trabajo. Elevado abandono de empleo, ausentismo, sabotaje, indisci todas esas conductas que a menudo se men- cionan como “desafeccién al trabajo” cons tituyen formas, ciertamente ambivalentes, de conflicto individual y no organizado (Hyman, 1972). Tal como sugieren algunas investigaciones, puede sostenerse que los conflictos organiza- dos y los no organizados fungen como alter- nativas. Asi Knowles (1952) sostiene que en el caso de los mineros estudiados por él las huelgas y el ausentismo aparecen como “intercambiables". Turner (1967), en su estu- dio sobre las empresas automotrices, obser- va que alli donde se ha despedido a los acti vistas sindicales mas combativos se registra una disminuci6n de las huelgas, y un aumen- to del ausentismo, del abandono de empleo y de los incidentes en general. Por el contra- Tlo, en otros casos se ha senalado que la reduccién de las tasas normales precedentes de abandono de empleo, debida a un empeo- ramiento del mercado de trabajo, correspon- de a una inesperada ola de ¢. organizado (Hyman, 1970). Una diferencia fundamental entre conflic- tos organizados y conflictos no organizados {individuales) esti en el hecho de que en cl pri- mer caso el descontento puede traducirse en objetivos reivindicativos negociables y podra pues encontrar un acuerdo, mientras que en el segundo caso la situacién conflictiva no se canaliza hacia una negociacion, Para que la mediacién negociadora (v. eontratacién colec- tiva) pueda tener lugar, es necesario por lo general que exista un agente reconocido como representante del grupo de trabajadores (y. organtzaciones sindicales). VILA TEORIA DE LA INSTITUCIONALIZACION DEL CON- FLICTOINDUSTAIAL. En el trascurso de los afos cuenta, ante el desarrollo de la contrata- colectiva en todos los paises industria- izados de Occidente, y ante una tendencia a la disminucién de la intensidad del c. indus- trial organizado, se elaboré por parte de diversos investigadores, pertenecientes a tra- diciones de pensamiento heterogéneas (Korn- hauser, Dubin, Ross, Kerr, Dunlop, Coser, Dahrendorf, etc.) una teoria sobre la institu- cionalizacién del c. en los paises industriales. Institucionalizacion del c. significa que, a través de la definicién de normas y reglas aceptadas por las partes contrapuestas, y que se traducen normalmente en la practica de lx contratacién colectiva, el antagonismo poten- cial no se dirige hacia el intento de destruc- cidn del otro, sino hacia e! esfuerzo por obte- ner el mayor mimero de concesiones posibles Segiin algunos autores, por la instituciona- lizacién, el c. deja de ser un fendmeno des tructivo y se convierte en “parte integrante del modo de funcionar cotidiano de la socie- dad”, desde el momento en que asume las fun- iones de “hacer explicitas las razones que ividen a los grupos contrapuestos”, de “poner al descubierto las reivindicaciones, exponiéndolas a las presiones de la opinion publica y al control social’, de “empujar hacia una rapida solucién de las controver- sias”, de “cooperar a la estabilizacion de la estructura social haciendo surgir la identidad de los grupos detentores de poder en los pun- tos estratégicos de la sociedad” (Kornhauser, Dubin, Ross, 1954, 16-17), En definitiva el c. no se elimina, sino que, canalizado, se convier- te en factor de estabilizacion. Otros autores legan incluso a una prospec- tiva de probable desaparicién de la necesidad de recurrir al c., basindose en el proceso de disminucién de la conflictivided industrial observada en algunos paises (Ross y Hart- mann, 1960). Por lo demas parece plausible imaginar que cuanto mas reconocidos son los sindicatos, sera menos necesario hacer uso del c. como medio tactico de presion para obtener beneficios de las contrapartes. VIL LIMITES DE LA TEORIA DE LA INSTITUCIONALIZACION Y EVOLUCION MAS RECIENTE. E] giro imprevisto de las luchas obreras que ha afectado a muchos paises industriales de Occidente entre finales de los afios sesenta y principios de los setenta ha puesto en crisis la tesis de una progresiva disminucion del c, Asi pues no ha podido confirmarse la hipotesis de Dah- rendorf (1959) sobre la tendeneia al aislamien- to del c. industrial y su separacion respecto 308 de la esfera politica, desde el momento en que Jos procesos de las relaciones industriales en Jos ultimos dos decenios indican mas bien lo contrario, o sea la implicacién de los pode- res pblicos en Ia solucion de los conflictos de trabajo y la implicacién de los sindicatos en opciones que ven a la politica econémica de los gobiernos. Finalmente, el surgimiento de conflictos no del todo controlados por los sindicatos est indicando que la regulacién del c. no se produce de una vez para siempre ni tiene un desarrollo unidimensional Recientemente se ha propuesto una teoria mas compleja de los efectos de estabilizacion de las relaciones industriales por un lado, y por tanto de contencién del c., y de la deses- tabilizacion derivada de la accién sindical por otro lado, y por tanto de la reactivacién eon- flictiva (Pizzorno, 1977). Sies cierto, como sos- en los tedricos de la institucionalizacion del c., que cuanto mAs goza un sindicato del apoyo de la base y del reconocimiento y acep- tacion de las contrapartes, tanto mas tende- ria moderar y contener el c.a fin de obtener algunas ventajas, también es cierto que al cambiar las condiciones, cambiaran también las bases para el céleulo de las conveniencias. En caso de pérdida del consenso de la base, de una parte de ella, o de disminucién del reconocimiento por parte de las empresas 0 del gobierno, se presentara como mas conve- niente una linea de intensificacién del c. y de la intransigencia reivindicativa que una linea de moderacién. La tendencia a la desestabi- lizacion del plan de relaciones industriales precedente prevaleceré hasta que se resta- blezca el vinculo de representacion de la base, ‘un mayor reconocimiento por parte de las empresas y una ulterior implicacién en el mercado politico, lo cual favorecera un nue- vo restablecimiento del sistema. Sin embar- go esto no significa que el nuevo equilibrio sea mas estable que el precedente. [wa REGALIA) BIBLIOGRAFIA: Sabre el conflicto en general: P.M. Blau, Intercambio y poder en la vida social (1964), Barcelona, Hora, 1981; Approaches to the study of soctal structure, a cargo de P.M. Blau, Nueva York, Free Press, 1975; K.E. Boulding, Conflict and defense: a general theory, Nueva York, Har CONFORMISMO per and Row, 1962; L. Coser, Las funciones del conflicto social (1956), México, Fondo de Cultu- ra Econémica, 1961; L. Coser, Nuevos aportes a 1a teoria del conflicto social (1967), Buenos Aires, Amorrortu, 1970; R. Dshrendorf, Las clases socia- les y su conflicto en la sociedad industrial (1959), Madrid, Rialp, 19702, R. Dahrendorf, Le funzio- ni del conflitto sociale, Per una teoria del con- flitta sociale, Il conflitto oltre la classe, en Usci- re dall utopia (1961-1968), Bolonia, II Mulino, 1971; R.K. Merton, Andlisis de la estructura social, en Teoria y estructura sociales (1957). México, Fondo de Cultura Econémica, 1964; T. Schelling, Estrategia del conflicto (1960), Madrid, Tecnos, 1964; G. Simmel, Conflict. The web of group affiliations (1908), Glencoe, The Free Press, 1955; A. Touraine, La produzione della societi: (1973), Bolonia, Il Mulino, 1975; J.H. Turner, A strategy for reformulating the dialectical and functional thearies of conflict, en Social Forces, um, 1975. Sobre el conflicto industrial: L. Coser, Las fun- ciones del conflicto social (1956), México, Fondo de Cultura Economica, 1961; Conflitti in Euro- a, a cargo de C. Crouch y A. Pizzorno, Milan, Etas Libri, 1977; R. Dahrendorf, Las clases socia- les-y su conflicto en la sociedad industrial (1959). Madrid, Rialp, 19707; R. Hyman, Economic motivation and labour stability, en British Jour- nal of Sociology, vin, 1970; K.G. Knowles, Stri- kes:a study in industrial conflict, Oxford, Black- well, 1952; Industrial conflict, a cargo de A. Korn- hauser, R. Dubin y A.M. Ross, Nueva York, McGraw-Hill, 1954; A.M. Ross y P.T. Hartmann, Changing patterns of industrial conflict, Nueva York, Wiley, 1960; H.A. Turner, G. Clack y G. Roberts, Labour relations in the motor industry, Londres, Allen and Unwin, 1967, conformismo 1. ALGUNOS TIFOS DE CoNFoRWISMo, El c. puede irse como la aceptacién pasiva de ideas, aalores y conductas de la mayoria del grupo al que se pertenece, o también como la alineacién pasiva con las opiniones y direc- tivas de la autoridad oficial, sea ésta pol ca, religiosa o de cualquier otro tipo, a Ia cual se esté sometido. El analisis empirico mas cereano y pertinente de un c. asi entendido, ‘0 mejor de algunos tipos de c., se ha elabora-

You might also like