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La expectativa paterna hacia las hijas mujeres en contraste con los hijos varones

Elsy Daniela Fuentes Villanueva

Facultad de Psicología, Universidad Autónoma de Yucatán

Desarrollo del Pensamiento Científico

Mtra. Lourdes Pinto

22 de noviembre de 2022
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Actitudes de los padres acerca de la igualdad de género

Marini y Fan (2000, como se citó en Ojeda y González, 2019) documentan de manera empírica
acerca de la influencia formativa que tienen las actitudes de los padres sobre la mayor o menor apertura
pro equidad de género de sus hijos e hijas, no sólo durante la niñez, sino también y de manera importante
durante las edades adultas, por lo cual se puede afirmar que los padres son símbolo de una influencia
positiva o negativa, dependiendo del caso, respecto a la trasmisión de actitudes que impactarán en la vida
de sus hijos e hijas.

Sin embargo, las desigualdades de género aún son evidentes en el ámbito de la salud sexual y
reproductiva en México debido a que la preferencia por un hijo varón es muy fuerte entre la sociedad,
sobre todo entre los padres varones. La preferencia de los cónyuges respecto al sexo de sus hijos es de
importancia para los estudios sobre planes reproductivos no sólo porque podría tener consecuencias
demográficas, sino porque además tales estudios permitirían aportar un conocimiento acerca del valor de
los hijos con base en su género (Regules y Escroto, 2018).

Por ende, Solís (2007, como se citó en Pacussich, 2016) concluyó que la distribución de roles se
basa en la escala de valoración que tienen los padres, en sus creencias acerca del rol que debe desempeñar
el hijo diferenciado de la hija. Las actitudes se inician desde el hogar debido a que, la familia es el primer
agente socializador con el que interactúan las hijas e hijas, con el cual se pueden observar diferencias de
roles de género, en el caso de que las hubiera, a través de las conductas y actitudes manifestadas por los
padres y que posteriormente, podrán en práctica en su vida diría y en su interacción con la sociedad
(Arévalo, 2019).

Participación en la formación y educación de los hijos e hijas

Bowlby (1986) reconocido autor de la teoría del apego, explicó la tendencia de los seres humanos
a crear vínculos afectivos sólidos con personas significativas a través de la vida y motiva la búsqueda de
proximidad entre el niño pequeño y sus padres. Se destaca la influencia en el desarrollo del niño de la
manera como sea tratado por los padres, puesto que los primeros vínculos afectivos del niño son de gran
importancia para el desarrollo de la personalidad. Asimismo, los cuidadores primarios garantizan el
mínimo de estabilidad emocional que el niño requiere para construir una estructura de confianza.

Por ende, Rodríguez, Barrio y Carrasco (2009) menciona que el contexto familiar puede suponer
para el desarrollo del niño, en unas circunstancias, un factor de riesgo y en otras, de protección a lo largo
de la infancia y la adolescencia. Los valores, orientaciones y comportamientos con los que padres y
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madres educan a sus hijos parecen tener una importante repercusión sobre la salud psicológica de los
mismos.

Montoya, Castaño y Moreno (2016) realizaron un estudio empírico sobre estilo de crianza y
desarrollo prosocial de los hijos, con una población adolescente española, para evaluar la socialización
familiar a través de la percepción de las relaciones familiares en la primera etapa de la adolescencia y
comprobar si los estilos de crianza de los padres guardan relación con la disposición prosocial de los
hijos/hijas. Los resultados indican que las relaciones que los adolescentes perciben entre ellos mismos y
su madre / padre modulan su disposición prosocial, por lo que se afirma que, una mayor implicación de
los padres en la educación de los hijos se relaciona con mayor disposición a ayudar (empatía y conducta
prosocial).

De la misma forma, Martínez y Rojas (2016) a través de sus estudios realizados en México,
confirman que se ha ido dando una mayor participación de los padres varones en los cuidados de los hijos
e hijas, sin embargo, destacan que el número promedio de horas que los padres varones dedican al
cuidado de los hijos aumenta conforme es mayor el estrato socioeconómico y la participación económica
de la cónyuge en el trabajo remunerado, así como entre las parejas que viven en las zonas urbanas del
país.

Expectativas hacia los hijos e hijas

Las creencias estereotipadas perpetuadas por los padres hacia los hijos e hijas tienen así un impacto
en la autopercepción de las personas y la percepción sobre los demás, llevándolas a asumir ciertos roles y
expectativas influidos por los estereotipos de género (García, Salguero y Pérez, 2010). Al respecto,
Montesinos (2000, como se citó en García, Salguero y Pérez, 2010) señala que en México y en otros
países el comportamiento asociado al hecho de ser hombre o mujer es un estereotipo que se le da a los
niños aun desde antes de su nacimiento. Cuando se conoce el sexo del bebé, los padres acuden a la tienda
y compran ropa de color azul o rosa, muñecas o coches, según corresponda. El largo proceso de sutiles
presiones y límites da como resultado que haya diferencias en la manera como se relacionan con un hijo o
con una hija, donde más allá de la naturalidad se va construyendo una identidad genérica a partir de la
condición biológica, influyendo así en el proceso de socialización y crianza.

Camussi y Leccardi (2005, como se citó en García, Salguero y Pérez, 2010) señalan que las
expectativas estereotipadas no son simplemente creencias y percepciones acerca de diferentes cualidades
del hombre y la mujer, sino que adquieren un valor normativo y prescriptivo que identifica las
característica y tipos de conducta considerados deseables para los miembros de cada género. Los
componentes prescriptivos incluyen una dimensión normativa específica –por ejemplo, valores y
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creencias sobre lo que “puede ser” en cuanto al comportamiento de hombres y mujeres–, que influye en la
formulación de juicios y apreciaciones que constituyen sus “delimitaciones”, mostrando lo que es
correcto, deseable o permitido. Siguiendo este orden de ideas, un punto de interés de la presente
investigación se centra particularmente en la relación entre los padres y sus hijas, pues se indaga si
incorporan estereotipos de género en la manera como estructuran sus formas de relación, estableciendo
diferencias entre lo masculino y lo femenino.

Tradicionalmente, las expectativas de los padres respecto de sus hijas se centraban en que aprendieran
actividades propias del hogar, que hallaran una pareja con la que pudieran llegar a establecer un
matrimonio sólido, que fueran felices y que estudiaran una carrera profesional como recurso de
subsistencia si el matrimonio fracasaba, aunque no era tan importante que la llegaran a ejercer, pues el
proyecto de vida para las mujeres se basaba en la formación de una familia. Por el contrario, las
expectativas hacia sus hijos varones resultaban ser completamente diferentes, pues de los hijos se
esperaba que terminaran una carrera profesional o un oficio que les permitiera obtener ingresos
económicos para ser proveedores de su hogar (García, Salguero y Pérez, 2010).

Por ende, en el plano concreto de la dedicación e implicación en las tareas que conlleva la crianza y
educación de los hijos, se evidencia cierta desigualdad de roles, en perjuicio para las mujeres, en aspectos
como la ayuda con los deberes, el mantenimiento de relaciones con el centro educativo o la dedicación de
tiempo a las tareas de atención básica hacia los hijos, lo que puede estar asociado a que ellas también se
sientan más desbordadas por el trabajo e implicación que conlleva tener hijos (Contreras, Iglesias y
García, 2020).

Influencias culturales

Elkin y Handel (1984, como se citó en Ojeda, y González, 2019) señalan que el proceso de
socialización es aquel mediante el cual uno aprende las maneras de actuar en una sociedad dada o de un
grupo social dado y que permite que uno funcione en dicha sociedad o grupo. Se trata de un proceso
cognitivo consciente que nos remite al cómo uno aprende a adoptar actitudes y conductas consideradas
por la sociedad como culturalmente apropiadas para uno, según nuestra edad y sexo, entre otras
características, y en anticipación a lo que socialmente se espera de nosotros en el corto y largo plazos.
Así, la socialización respecto de las diferencias de género se refiere a los aprendizajes mediante los cuales
los menores de edad son premiados por conductas que los adultos consideran apropiadas según su sexo, y
son reprimidos y/o castigados por conductas consideradas no apropiadas.

La familia ha cumplido funciones significativas en distintos contextos culturales a lo largo del


tiempo y con características específicas de acuerdo con las demandas del entorno. Por ello, se expresa que
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la familia forma parte de un entorno sociocultural más amplio; es decir, existe una interrelación dinámica
con otros ámbitos de la cultura en la que se encuentra inmersa. En todas las sociedades, la familia como
institución cumple múltiples funciones de índole económica, reproductiva, sexual y educativa que son
esenciales para su reproducción y transformación a nivel colectivo, así como para el aprendizaje de pautas
de conducta y normas culturales que deben facilitar la inserción y participación de las personas a nivel
individual en un entorno particular (Oudhof, Mercado y Robles, 2019). De modo que, los niños y las
niñas van a aprender mediante la comunicación, la observación y los juegos, entre otras prácticas, lo que
los adultos esperan de ellos. Como parte del mismo proceso, los niños y las niñas aprenden mediante la
observación de las personas que los rodean, las conductas de ambos sexos, pero pronto también aprenden
que ellos serán premiados por un tipo de conducta, pero no por la otra (Ojeda, y González, 2019).

En este sentido, Chiu y Hong (2013) proponen una noción de la cultura como fenómeno colectivo de
conocimientos y significados compartidos, pero que son distribuidos, reproducidos y transformados por
un conjunto de individuos interconectados que no funcionan como receptores pasivos. Esto implica que
no todas las personas adquieren estos significados y conocimientos de la misma manera, de tal forma que
existe diversidad en los grupos, lo cual hace posible el cambio cultural. Por lo mencionado
anteriormente, dichos autores distinguen tres niveles interrelacionados de la cultura: material, social y
subjetiva. Para el estudio de la diversidad familiar nos ubicamos en el nivel subjetivo, que de acuerdo con
estos autores consiste en una serie de ideas, conocimientos y pautas conductuales que son compartidas en
un grupo humano, que proveen un marco de referencia común que da sentido a la realidad y que juegan
un papel importante en la regulación del comportamiento social.

Relación paterno-filial

Hidalgo García y Menéndez Álvarez-Dardet (2009, como se citó en Contreras, Iglesias y García,
2020) señalan que la llegada de descendencia es uno de los sucesos vitales más relevantes de la adultez,
en gran medida porque implica una gran diversidad de cambios, reajustes y adaptación es para los nuevos
padres, tanto dentro como fuera de la familia.

Hoy se habla de paternar, de ser papá y de ejercer la tutela como padre, no obstante, existen
múltiples paternidades y masculinidades; el hombre que cumple únicamente el papel “instrumental” o de
“proveedor” económico, el hombre que desarrolla un papel “afectivo” y aquel que cumple las tareas
emocionales y domésticas al lado de las instrumentales (Quaglia y Vicente, 2007).

Sin embargo, cuando se desarrolla una relación paterno-filial de manera sana, se experimenta
también una verdadera libertad donde cada ser humano pueda crecer y desenvolverse. La filiación debe
plantearse como una dependencia amorosa de los padres, donde se brinde un espacio de libertad y la
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persona reconozca la necesidad de dicho vinculo como parte de su camino hacia la plenitud (Manrique,
2019). Se recalca que el vínculo paterno-filial se cimienta en su gran mayoría en la familia, debido a que,
se aprende y realizan inicialmente los primeros encuentros interpersonales entre los padres y los hijos
(Fernández, 2016),

A su vez, para entender la importancia de la relación padres e hijos, es necesario reconocer que la
comunicación es un acto trascendental del ser humano porque a través de ella, la persona es capaz de
interactuar con los demás de forma verbal, gestual o escrita, y transmitir así sus sentimientos, emociones
o pensamientos, revelando parte de su intimidad, puesto que todo ser humano tiene la necesidad de
expresarse o de ser escuchado (Manrique, 2019). Por ende, se menciona que vínculos paterno-filiales se
fortalecen a través de la comunicación familiar, la cual resulta siempre de ser un proceso activo donde se
debe considerar la empatía, escucha reflexiva y apoyo (Gómez, 2016).

Manrique (2019) menciona que la capacidad para poder comunicarse se va desarrollando el niño
o niña desde que nace, al relacionarse con sus padres, debido que una buena comunicación familiar será
importante para que se mantenga una relación adecuada en el interior de la familia, para que genere
confianza en los hijos y les enseñará a relacionarse de manera saludable con las demás personas, no
obstante, lo anterior dependerá del contexto en el que nazca el niño, de la estructura y la dinámica
familiar, de su apertura y flexibilidad de los adultos con los hijos e hijas. Asimismo, dichos vínculos
familiares se fortalecen a través de la comunicación familiar, la cual resulta siempre ser un proceso activo
donde se debe considerar la empatía, escucha reflexiva y apoyo (Gómez, 2016).
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Referencias
Arevalo, G. (2019). Actitudes hacia el machismo por dimensiones, en padres de estudiantes del
nivel primario en una institución educativa de Lambayeque, agosto a diciembre de 2018
[Tesis de licenciatura, Universidad Católica Santo Toribio de Mogrovejo]. Repositorio
Académico de la Universidad Católica Santo Toribio de Mogrovejo.
https://tesis.usat.edu.pe/bitstream/20.500.12423/1907/1/TL_ArevaloFalenGustav o.pdf.
Bowlby, J. (1986). Vínculos afectivos: formación, desarrollo y pérdida. Madrid: Morata.
Chiu, C., & Hong, Y. (2013). Social Psychology of Culture, New York: Routledge.
Contreras, A., Iglesias, M., & García, V. (2020). De dos a tres: Cambios y Necesidad Familiares
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García, E., Salguero, A., & Pérez, G. (2010). Expectativas y Estereotipos de Género en la
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Gómez, J. (2016). Criterios teóricos y prácticos que orientan el uso de dispositivos móviles en la
comunicación familiar con adolescentes (Tesis de Maestría) Universidad Católica
Santo Toribio de Mogrovejo, Chiclayo, Perú.
http://tesis.usat.edu.pe/xmlui/handle/20.500.12423/878
Manrique, D. G. (2019). Propuesta de fortalecimiento de vínculos paterno-filiales en las futuras
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Ojeda, N., & González Ramírez, R. (2019). Actitudes de padres mexicanos acerca de la igualdad
de género en los roles y liderazgos familiares. Estudios Demográficos y Urbanos,
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https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=31657676005
Pacussich, A. (2016). Factores predominantes en las prácticas de crianza de los padres de
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Salamanca Lima [Tesis de maestría, Universidad de Piura]. Repositorio Académico de la
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https://pirhua.udep.edu.pe/bitstream/handle/11042/2288/MAE_EDUC_143.pdf?Sequence
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https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=349832315011.
Regules, R., & Escoto, A. (2018). El deseo individual de (más) hijos y su concordancia en el
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Rodríguez, M. A., Del Barrio, V. y Carrasco, M. A. (2009). Consistencia interparental y su
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