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ARMAND MATTELART LCS ‘Titulo original: La globalisation de la surveillance. Aux origenes de Vordre séeuritaire, de Armand Mattelart inalmente publicado en francés por Editions La Découverte, Paris, en 2007 Or “Traduccién de Gilles Multigner Cubierta de Jaime Fernandez Quedan rigurosamente prohibidas. sin la autorizacién escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproduccion total o parcial de esta obra por cualquier ‘medio o procedimiento, comprendidos la reprografia y el tratamiento informatico, yla istribucién de ejemplares de ella mediante alquiler 0 préstamo pablicos. © 2007 Editions La Découverte, Patis © 2009 de la traduccién, Gilles Multigner © 2009 de todas las ediciones en castellano Ediciones Paidés Ibérica, 8.A., Ay, Diagonal, 662-664 ~ 08034 Barcelona ww wppaides.com ISBN: 978-84-493.2244.0 Depésito legal: M-6515-2009 Impreso on Artes Grificas Hucrtas, S.A ‘Camino vicjo de Getafe, 60 - 28946 Fuenlabrada (Madrid) Impreso en Espaiia ~ Printed in Spain INTRODUCCION La multiplicacién de las medidas de excepcién en el marco de la «guerra global» contra el terrorismo se ha conjugado en los paises de- mocraticos a raiz del 11 de septiembre de 2001 con la creciente inje- rencia de los dispositivos de vigilancia en la vida cotidiana de los ciu- dadanos. A més seguridad, més tecnologia: la gestion de la seguridad del riesgo se va convirtiendo en una cuesti6n de técnicas. Sin embargo, la escalada represiva, de naturaleza militar y policial a la vez, no debe hacer olvidar que la tensidn entre seguridad y libertad, secreto y trans- parencia, coaccién y consentimiento, sujecidn y resistencia, se inscribe dentro de un movimiento largo, menos detectable en la inmediatez. Lo que equivale a decir que el fragil equilibrio entre la excepcién y la regla tiene su historia. Toda politica de excepcién se superpone a dis- posiciones y doctrinas preexistentes. Y este legado es terco. Desde las guerras totales hasta las expediciones coloniales o neocoloniales y alos contlictos de baja intensidad, pasando por la réplica de los poderes es- tablecidos a los motines y sublevaciones populares, todas estas deses- tabilizaciones de la aparente quietud democritica se han saldado con el retroceso de los quitamiedos en materia de libertades fundamenta- les. Y ha sido necesaria la temeridad de los individuos y colectivos re- beldes para hacerle frente Cada ruptura con el Estado de derecho se acompaiia de un asilves- tramiento de la democracia, de una regresién de los valores que su- puestamente la fundamentan. La amplitud del «mal» no establece li- mite alguno al uso de medios ajenos a las normas. En cada ocasién, la légica de la sospecha ha descontado los dividendos inmediatos del te- mor y ha dejado su punitiva y duradera impronta en la normalidad. To- das estas prevaricaciones de la raz6n de Estado funcionan como un ex- traordinario analizador de las regiones mas oscuras de las sociedades democraticas. Su recurrencia a lo largo del tiempo subraya atin mas la pertinencia de la mirada informada por la historia toda vez que ayuda 12. Un mundo vigilado a comprender y a pensar de manera distinta la actualidad mas prd- xima. Asf como a encontrar otra forma de hablar de los inextricables vinculos que se han establecido entre las situaciones de excepcién o urgencia, la vigilancia y la seguridad, la crisis y los medios de control social. Junto con, en primer plano, los medios para influir en la opi- nién. Porque excepcién rima con persuasién, disuasién, campaiia, propaganda. El control de los cuerpos, su encasillamiento, implica el «control de los corazones y las mentes», el de las «voluntades», por uti- lizar los términos acufiados por los psychological warriors, los expertos en guerra psicoldgica. Este imperativo categérico, por cierto, es una de las lineas rojas que recorren nuestros anilisis y reflexiones. Este libro se inicia a finales del siglo XIX, con los primeros proyec- tos de generalizacién al conjunto de la sociedad de las huellas digitales como modo de identidad infalsificable y la estigmatizaci6n de las ma- sas en movimiento por parte de la psicologia de las multitudes. Con- cluye con la era tecnoglobal, con el auge de un sistema mundial de identificacién y la metamorfosis del ciudadano en sospechoso del or- den sociopolitico. Pero también cn objetivo personalizado del orden del mercado y de la empresa. Esta genealogia enlaza tres cuestiones. ¢Cémo, a lo largo de los re- gimenes de urgencia 0 excepcidn, se han construido conceptos y doc- trinas que han favorecido los intentos de «poner la seguridad en ac- cién» o, segiin la expresin tan del gusto de la estadistica moral y de sus técnicas actuariales, de «garantizar» el orden social «frente a las fuerzas perturbadoras»? Conceptos y doctrinas cuya funcién es la de prescribir el perfil de un enemigo, supuesto o real, interior 0 exterior, total o global: el criminal nato o salvaje moderno, la multitud, el insu- rrecto, el subversivo, el contestatario, cl extranjero, el terrorista. Cate- gorias, todas ellas, muy extensibles, que extraen su incontenible fuer- za del borroso nimbo de su definicién. ¢Como se han implantado unos sistemas sociotécnicos que han ampliado el area de competencia de las tecnologias inquisitoriales de las libertades individuales y colectivas y que son tributarios de su genealogia policial o militar? ¢Desde qué po- los geopoliticos, a través de qué redes, de qué cauces y dentro de qué relaciones de fuerza se ha realizado la internacionalizaci6n de las Ila- madas practicas y doctrinas de seguridad nacional, so capa de defensa de la democracia? No estar 0 no querer estar fichado, he aqui el crimen de hogajio. Introducci6n 13 De ahora en adelante la clave del rastreo se convierte en proveedora de sentido a escala planetaria, aunque adopte los contornos de cada reali- dad en concreto. Porque otros muchos y grandes temores, distintos de los que engendran las manifestaciones de la extremada violencia politica, atizan las miradas inquisitivas y la consiguiente produccién de figuras emisarias, Incapaces de combinar los anhelos de libertad con el ansia de seguridad, las cabeceras de red del sistema-mundo se escudan en la enérgica gestién de las desigualdades en vez de declarar la guerra a las maquinas que las reproducen y de intentar la refundacién de los maltrechos sistemas de solidaridad. Otras tantas realidades que slo resultan inteligibles si se relacionan con los efectos conjugados del pro- yecto de explotacién mercantil de la totalidad de la vida y de las revuel- tas que suscita en su contra. PRIMERA PARTE DISCIPLINAR/GESTIONAR Capitulo 1 VIGILAR: LA DELINCUENCIA COMO, OBSERVATORIO POLITICO 2A qué se llama vigilar? Un «medio de obtener el poder, un poder de la mente sobre la mente, en cuantia hasta entonces sin precedente», contesta Jeremy Bentham (1748-1832) en una obra publicada en 1791, en Londres, con el titulo de Panopticon, y que la Asamblea Nacional francesa se apresura a publicar ese mismo afio en Paris, en plena Revo. luci6n.! Fundador del utilitarismo juridico y autor de varios proyectos de reforma penitenciaria, el filésofo inglés formaliza el concepto de pa- néptico en la prolongacién de su teorfa pragmatica del derecho penal como derecho a castigar. El panopticon es esa figura arquitectonica en la que desde un punto central, una torre, el vigilante puede controlar con plena visibilidad todo el circulo del edificio dividido en alvéolos, mientras que los vigilados, alojados en celdas individuales, separadas unas de otras, son vistos sin ver a quien los observa. Este modo de organizacién espacial esta en la base de un proyecto global de socie- dad, una suerte de utopia. De hecho, Bentham piensa que este mode- lo ideal puede aplicarse, sin excepcién, a todos los establecimientos cuya funcién es la de «mantener bajo inspeccién a un cierto ntimero de personas». No sdlo a la institucién carcelaria, sino también a otros lu- gares de encerramicnto, como la escuela, el orfanato, Ja Fabrica, el asi- lo, el hospital 0 el cuartel. «La moral reformada, la salud conservada, Ja industria vigorizada, la instruccin difundida, las cargas puiblicas ali- geradas... Todo esto mediante una sencilla idea de arquitectura», afir- ma rotundamente al principio de su obra. Un medio menos dispendio- so para el Estado, en la medida en que necesita menos guardianes y en 1. Bentham, J., 1995, pags. 29-95, [Las referencias onomasticas y/o cronolégicas de las notas a pie de pagina remi- tena la bibliografia general que figura al final del libro; los niimeros de pagina indica- dos son los de las fuentes consultadas por el autor, no Jos de las obras traducidas, en su caso, al castellano, salvo originales en esta lengua, referencia implicita o menciéon expresa] (N. deft) que aquellos que resultan indispensables pueden contratarse (contract management), En la realidad, ninguno de los proyectos de Bentham vera la luz. En todo caso, ciertamente, nunca como los habia imagi- nado? La génesis de Ja sociedad de vigilancia es lo que Michel Foucault pone de relieve en 1975 en su obra Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisién. E] pandéptico, expone, constituye el paradigma de la sociedad disciplinaria, el «subsuelo profundo y sdlido del que seguimos depen- diendo».’ La sociedad anterior, llamada de soberania, se ejercia den- tro de los limites de un territorio. La disciplina, en cambio, se ejerce sobre el cuerpo de los individuos, con su connivencia, puesto que aquellos y aquellas que estan sometidos a ella «estan atrapados en una situacién de poder de la que ellos mismos son portadores». Son uno de los eslabones de la maquina disciplinaria. Este desbloqueo tecnolé- gico de la productividad del poder que inscribe la normalizacién so- cial en el interior del individuo se preparé entre bastidores a partir de Jos siglos xvu-Xvul. Es lo que también demuestra el socidlogo Nor- bert Elias, que reconstruye la evolucién de las «costumbres de la civi- lizacidn occidental», no desde la carcel, sino desde las modificaciones de las relaciones sexuales, de las maneras de comportarse en la mesa o de la agresividad. El resultado del «flujo y reflujo de condicionantes externos ¢ internos» ha desembocado progresivamente en el «teforza- miento de la dependencia y la servidumbre que se traducen en una re- glamentacién y restriccion de la vida afectiva, mediante cualquier for- ma de se/f-control 0, lo que es lo mismo, mediante autocoacctones».4 La racionalizact6n, escribe, «no ¢s sino uno de los aspectos de una trans- formacion que engloba toda la economia psiquica del hombre, el con- trol de las pulsiones, no menos que el control del yo y del superyé». El motor de esta transformacién del autocontrol psiquico no es «mas que el conjunto de los condicionantes de interdependencia, de los , del tejido social, toda vez que los cambios siempre se producen en un sentido deter- minado».* reagrupamientos de las interrelaciones humana: 2. Evans, R, 1971 3. Foucault, M., 1975, pag. 203 4, Elias, N., 1973, pég. 271. 5. Elias, N.,1975, pigs. 309-310 Vigilar: la delincuencia como observatorio politico 19 VIGILANCIA/SEGURIDAD: DOS CONCEPTOS, UNA SOCIEDAD Desde la visién panéptica centrada en la vigilancia como adiestra- miento del cuerpo para lograr la educacién del alma, Foucault se des- liza hacia otro paradigma, la «biopolitica» y su proyecto de «sociedad de seguridad».° Un proyecto que se confunde con el del liberalismo, esa doctrina cuyas bases sientan, hacia la segunda mitad del siglo xvi, Adam Smith, paladin de la Ilustracién escocesa, y Francois Quesnay, jefe de filas de la escuela fisiocratica. El primero, al elaborar una teoria sobre el mercado como pivote de una futura «Republica mercantil universal» el segundo a través de una teorfa sobre el «dejar hacer, dejar pasar» (laisser faire, laisser passer) en el marco de un des- potismo ilustrado. Con el proyecto de sociedad liberal aparece un nuevo arte de gobernar, una nueva racionalidad gubernamental, que tiene en cuenta a la masa, la especie humana, la multiplicidad, el «pa- blico», es decir, la «poblacién tomada desde el lado de sus opiniones, formas de hacer, comportamientos, habitos, temores, prejuicios, exi- gencias, todo aquello sobre lo que se puede influir mediante la educa- ci6n, las campaiias, las convicciones».’ A diferencia de la sociedad disciplinaria, que se ejerce sobre los cuerpos, la sociedad de seguridad se ejerce sobre el conjunto de la sociedad, la «vida de los hombres» (en contraste con el poder sobre la muerte que caracterizaba la pre- rrogativa del soberano). La primera es centrfpeta; el individuo, ence- rrado en su alvéolo, que es visto pero que no ve, es «objeto de una in- formaci6n, jamas sujcto cn una comunicacién», insiste Foucault en Vigilar y castigar. La segunda es centrifuga; rompe el aislamiento; su modo de comunicacién ensancha el horizonte ffsico y mental.$ El principio del «dejar hacer», en efecto, se coloca al hilo dela utopia de un modo de comunicacién de bienes, cuerpos y mensajes situado bajo el signo de la fluidez y la transparencia, Utopia, si, porque la parado- ja de la sociedad de seguridad reside en que, con el paso de las gene- raciones técnicas, esta llamada a liberar las fuerzas virtuales de los flu- jos de comunicacién, al tiempo que no ceja en poner freno a sus virtudes emancipadoras so pretexto de raz6n de Estado o légicas de 6. Foucault, M., 2004 (a) 7. Foucault, M., 2004 (b), pag. 77. 8, Matrelart, A., 1994; Mattelart, A., 1999. 20 Un mundo vigilado mercado, La sociedad de seguridad no elimina a la sociedad discipli- naria. La integra, la completa, sin suprimirla. Ambas se articulan. Cada una a su manera fomenta la produccién de un nuevo conoci- miento de los individuos como objetivos de una anatomia y una eco- nomia de las formas de poder. Cada una tiene sus propios dispositi- vos, un conjunto heterogéneo de mecanismos que la naturalizan: discursos, instituciones, arquitecturas, técnicas, decisiones reglamen- tarias, leyes y medidas administrativas, enunciados cientificos, pro- posiciones filoséficas, morales y filantropicas. Alternancia y combinacién entre estas dos modalidades de socie- dad: asi es como puede leerse la historia de la sociedad industrial. La sociedad de disciplina sugiere biotipos. Induce una clasificacién que distingue la especie «cuerpos criminales o delincuentes» del resto de los humanos. Crea asi unos Genera Sceleratorum, del mismo modo que los naturalistas habfan ordenado y distribuido por clases las especies vegetales o animales al amparo del principio de un Systema Naturae 0 de unos Genera Plantarum. La sociedad de seguridad, a su vez, engen- dra un saber positivo sabre la reorganizacién del cuerpo politico. Un saber que por principio se sitda en las antipodas de la filosofia «nega- tiva», oposicionista, de «legistas» y «literatos», esos «metafisicos» que han contribuido a socavar las bases del Antiguo Régimen y a derribar- lo. Pero no a construir los cimientos de uno nuevo. Frente a este pen- samiento de la insurreccién intelectual, el precursor del positivismo, Claude Henri de Saint-Simon, formula abiertamente, en el primer cuarto del siglo XIX, su plan de reforma cientifica de la sociedad y del planeta. Una sociedad y un planeta a los que considera un gran orga- nismo estructurado mediante redes materiales y espirituales y, sobre todo, gestionadas como una gran industria gracias a la alianza entre sa- bios pertenecientes a las ciencias exactas y empresarios. De hecho, una suerte de tecnocracia precursora. «En suma, y a través de la industria- lizacién, la tecnocracia se ha afianzado y ha empezado a expresarse por medio de distintas doctrinas», subrayaba el socidlogo Georges Fried- mann, con motivo de un coloquio presidido por Georges Gurvitch y que, en 1948, congregaba a historiadores, filésofos, economistas y so- cidlogos en torno a la génesis de la tecnocracia. «No esta textualmente incluida en Saint-Simon ni entre los sansimonianos, anade, pero la sus- tancia se encuentra y reencuentra cn ellos continuamente. Es el esfuer- zo tendente a «sustituir el gobierno de las personas por la administra- co 21 Vigilar: la delincuencia como observatorio pol cidn de las cosas. [...] “Todo por la industria, todo por ella.” La indus- tria sansimoniana es una categoria idealista y humanista de tecnocra- cia. Digo idealista y humanista por matizar. Se trata, no obstante, ¢ indiscutiblemente, de una forma de tecnocracia. [...] Por “cosas” en- tienden los medios de produccién, las fabricas... Ahi es donde ven el progreso, y no en las relaciones humanas propiamente dichas, pese a que a menudo hayan pronunciado el bello término de asociacién. Pero Ia asociacién en sf, esa asociacién de la que depende, en concreto, la ciencia coordinada y creadora, esta unida, en su mente, a la ordenacién de la materia industrial»” A lo largo de todo el siglo x1x se disefia el camino hacia doctrinas que preludian la tecnocracia, toda vez que insisten en la organizacién como construccidn de lo real segiin la racionalidad cientifica y técnica. Doctrinas que toman Jas matematicas por modelo y preparan la «cien- tificacién» tanto de la economia como de la gestién del conjunto de la poblacion. DEL ARTE DE LOS BIOTIPOS El cuerpo como indicio, Determinar el isomorfismo entre las for- mas somaticas y las disposiciones morales. Deducit la personalidad de las medidas del cuerpo. Convertir este objeto de estudio en una ciencia positiva fue ante todo el proyecto de la frenologia."° La hipo- tesis de partida, formulada por el fisidlogo vienés de ascendencia ita- liana Franz Josef Gall (1758-1828), es que en el hombre hay faculta- des e inclinaciones innatas, alojadas en el cerebro. Como el craneo, segtin plantea, no es més que la fiel huella de la superficie exterior del cerebro, mediante la crancoscopia pueden determinarse las fun- ciones cerebrales, en general, y las de sus diversos componentes, cn particular. Por consiguiente, inspecciona y palpa los créneos, hace vaciados, recoge otros desecados. Establece la topografia de sus pro- tuberancias (abultamientos o prominencias) y depresiones. Practica disecciones, extrae 6rganos, hace autopsias de cerebros. Recons- truye las biograffas de sus propietarios. Las carceles, al igual que los 9. Friedmann, G., 1949, pigs. 44.45 10. Lanteri-Laura, G., 1970. 22 Un mundo vigilado asilos, hospicios, orfanatos y cuarteles, le proporcionan una reserva experimental natural para identificar predisposiciones e inclinacio- nes, El hecho de haber iniciado su carrera en Viena, bajo la égida de dos altos funcionarios, prefecto de policia el uno, censor jefe el otro, Je abrié las puertas de numerosos establecimientos penitenciarios. Con esta coleccién de crneos es con la que desembarca en 1807 en Paris, donde se instalara e impartira ensefianzas durante unos veinte afios, hasta su muerte. De sus investigaciones craneoscépicas, Gall deduce la existencia de veintisiete facultades u érganos fundamentales, todos ellos localiza- bles, entre los humanos. Entre los que cabe mencionar, la inclinaci6n al matrimonio y al crimen, el sentimiento de propiedad o la inclinaci aabastecerse —del que depende la inclinacién al robo—, el érgano del espiritu metafisico y de la mente profunda, el sentimiento de lo justo y Jo injusto, la protuberancia de la bondad y la poesia, la facultad de la devocién o la propensi6n innata a recibir la revelacién, la funcién «fir- n meza, constancia, perseverancia, obstinacién», etc. Gall esta persuadi- do de que la nueva disciplina que funda implicaria repercusiones no solo para el conocimiento del hombre en si, sino también para la inves- tigacién médica, la moral, la educacién y la legislacién. Llegado el mo- mento de las reformas penale rin llamados a partici- par en ellas muy de cerca. Antes que la frenologia fue la fisiognomia, que obtuvo un éxito mundano durante la segunda mitad del siglo Xvi. El pastor zuriqués Johann Kaspar Lavater (1741-1801), tedlogo apasionado por el ocul- tismo, habfa intentado, sin por ello cargar con los protocolos de la ciencia, sondear la «interioridad del individuo por el exterior», el «alma por el cuerpo», el «contenido por la superficie», lo «visible por lo invisible». Y, concretamente, «escudrifiando», inventariando las formas y expresiones del rostro al que consideraba un dato in- tangible. Estas codificaciones haran las delicias, durante el siglo siguiente, de escritores y artistas. Balzac se inspira en ellas para La comedia humana. Los inventores del lenguaje del apunte, del dibujo us discipulos s de humor y de las historias en estampas —antepasados de la «his- torieta»— encuentran en ellas una forma de bosquejar, con pocas lineas y pocos trazos, un tipo social , asi como la prueba del poder cémico de la imagen. Ast ocurre con el suizo Rodolphe Tépffer, autor de su propio tratado de fisiognomia, publicado en 1845, en el. gilar: la delincuencia como observatorio politica 23 gue polemiza con las tesis de Lavater sobre la «intangibilidad» del rostro."! La obra frenoldgica franquca el paso desde la fisiognomia a la antropometrfa. Pero debido a sus excesos, segtin observa Georges Lanteri-Laura, que ha reconstruido la historia de este movimiento de reflexiones e investigaciones sobre el cerebro y el craneo, el prototi- pico proyecto de Gall, mal fundamentado y prematuro, consistente en basar un conocimiento del hombre moral en el del hombre fisico, sig- nifica que «cualquier tentativa de instaurar un conocimiento del hom- bre expone la mente a ciertos riesgos, entre los que figura el de pinchar en hueso»."? A lo largo de este intento, el primero de todos, por ela- borar un conocimiento de la totalidad del hombre desde una parte de su cuerpo, se perfila el futuro designio de toda la «biotipologian. La ANTROPOMETRIA: DEL CUERPO MENSURADO AL CUERPO POLfTICO Lo que el siglo XIX agrupa bajo la denominacién de «antropome- tria» dimana de las primeras formalizaciones de la demografia 0 cien- cia del estado de la poblaci6n y sus flujos. Su inventor es el astrénomo y matematico belga Adolphe Quételet (1796-1874), apéstol y artifice de la institucionalizacién de los censos y de los sisternas estadisticos na- cionales ¢ internacionales. Sus métodos de anilisis y previsién de flu- jos asi como sus técnicas de medicién del cuerpo participan de un sa- ber que prefigura un arte nuevo de gobernar, un nuevo tipo de Estado. Su obra de referencia se publica en 1835 con el titulo de Sur ’homme et le développement de ses facultés ou essai de physique sociale (Sobre el hombre y el desarrollo de sus facultades 0 ensayo de fisica social).'* Sus investigaciones anteriores han versado principalmente sobre las «leyes de los nacimientos y Ja mortalidad». En 1834, la voz «normalizado» esta documentada en la lengua francesa, observa Georges Canguil- hem: «Entre 1759, fecha de aparicién del término “normal”, y 1834, fecha de aparici6n del término “normalizado”, una clase normativa ha conquistado el poder de identificar —buen ejemplo de ilusién ideols- LL, Tépffer, R,, 1943-1945. 12. Lanteri-Lauta,G., op. cit, pig. 235. 13. Quételer, A., 1835. 24 Un mundo vigilado gica— la funcién de las normas sociales con cl uso que ella misma ha- cla de aquellas cuyo contenido determinaba»." Delo social alo vital y teciprocamente. La apropiacién de los conceptos «normaly y «patolé- gico» por parte de los proyectos de observacién de la sociedad signifi- ca en el plano epistemoldgico la importancia adquirida por la iniciati- va médica en la reflexi6n sobre el cuerpo social. «Normal es el término mediante el cual el siglo x1x designaré el prototipo escolar y el estado de salud orgénico [...] Reforma hospitalaria y reforma pedagégica ex- presan ambas una exigencia de racionalizacién que también surge en la politica, igual que surge en la economia bajo el efecto del incipiente maquinismo industrial, y que por tiltimo desemboca en lo que desde entonces se llamara normalizacién.»" El proyecto orientado por la eéntencién normativa» lleva a que la indisociable trilogia delincuen- cia/policia/prision funcione como un observatorio politico desde el que se controla el conjunto del campo social, El primer sistema policial de fichas 0 boletines individuales de localizacién e identificacién de criminales aparece en Francia en 1833, segtin advierte Foucault. Y, du- rante el periodo que va de 1830 a 1860, las sociedades industriales acreditan un considerable interés por los estudios del crimen a escala territorial y regional, asi como por la cartografia de los fendémenos que se salen de la norma.'® Con Quételet se instaura la idea de que sdlo la objetivacién de la so- ciedad mediante la consideracién masiva de los individuos, unidos en un todo, proporciona un principio de accién y esta en condiciones de engendrar un nuevo tipo de vinculo social. Al aplicar el cdlculo de pro- babilidades a los hechos sociales, transforma en tecnologia politica la tecnologia del riesgo, cuyos inicios se remontan al siglo xvii en el ambi- to de los seguros privados (incendios, transportes maritimos, inunda: ciones, etc.), Estudia en una multitud de individuos la diversidad de los caracteres fisicos, facilmente mensurables. Por debajo de estas varia- ciones busca una unidad y empieza por la talla. Disefia el histograma 0 construccién grafica de frecuencias de esas tallas distribuidas por fran- jas. Prosigue con otros atributos fisicos: brazos y piernas, créneos, pe- sos. De todo ello deduce una ley matematica que cristaliza en la nocién 14. Canguilhem, G., 1994, pags. 182-183. 15. Ibid, pig. 175. 16. Véase, por ejemplo, Levin, Y. y A. Lindesmith, 1961, pag. 14 Vigilar: la delincuencia como observatorio politico. 25 de «hombre medio»: segun él, existe una tendencia central, un «tipo», un «médulo» respecto del que las desviaciones sdlo pueden explicarse en virtud de un accidente que verifique las leyes del azar. La existencia de una media en torno a la que se distribuyen las mediciones individua- les es el signo de una regulatidad inscrita en las leyes de la naturaleza que, para él, equivale a norma divina. Esta regularidad, valida para los caracteres fisicos, es extrapolable a los caracteres morales. Conforme observa el historiador de la raz6n estadistica aplicada a la «politica de los grandes ntimeros», Alain Desrosiéres: «La comparacion, referida a masas y no a casos singulares, de ambos tipos de regularidades, unas en atributos fisicos, otras en caracteres morales, permite concluir el razo- namiento: las decisiones de tipo moral son las manifestaciones de pro- pensiones aleatoriamente distribuidas en torno a tipos medios, cuya agrupacién conforma los atributos morales del hombre medio, ideal querido por el Creador, simbolo de perfeccién»."” De la ciencia de la medicién del cuerpo humano, el especialista de la estadistica moral de- riva un conocimiento util para el cuerpo politico, un modo de gobier- no basado en la existencia de leyes generales de tipo probabilista que rigen los chechos sociales». Las «fuerzas perturbadoras» que ponen en peligro la estabilidad del sistema social se identifican en relaci6n con el hombre medio, erigido en su «valor central». Quételet inventaria y car- tografia los flujos judiciales y los cruza con los movimientos demogra- ficos. Confecciona tablas de criminalidad. Calcula la propensién al crimen o al suicidio, la mayor o menor probabilidad de cometer un cri- men segiin las estaciones, el clima, el sexo, la edad, la regién, el grupo social. De esta contabilidad vital extrae para los legisladores un «presu- puesto de crimenes» que los ayuda a adoptar las medidas necesarias para restablecer el equilibrio del todo. 4B contrato cocial ha de convertirse en un contrato de segura y el Estado en una sociedad de ahorro colectivo y de seguro mutuo.»!® Al contraer cada individuo una deuda social, unos y otros se obligan y re- ciben tanto como aportan. Asi es como Emile de Girardin, fundador de La Presse (1836), declina la raz6n probabilista como herramienta de una «politica universal. Para procurar que cada ciudadano cumpla 17. Desrositres, A., 1995, pig. 99, 18, Véase la entrada «Assurance» en el Grand dictionnaire universel, vol. 1, 1865, pag. 819. 26 Un mundo vigilado con estas obligaciones de nuevo cufo, este publicista, que fue el prime- ro en Francia en pedir que los anuncios «paguen el periddico» y en di- fundir la formula de la novela por entregas para alcanzar grandes tira- das, propone que se provea a cada ciudadano desde su nacimiento de una cartilla o «inscripeidn vital» en la que figuraria su «balance indivi- dual». Un medio de rastreo que permitiria evaluar el grado de implica- cién de cada uno y cada una, como individuo e individua parte de un todo. Este documento de identificacién vitalicio serviria, a la vez, de poliza de seguro, partida de nacimiento, pasaporte, cartilla electoral y libro de familia. Entre las lineas de los proyectos de implantacién de la «sociedad actuarial» trasluce la idea de Estado-Providencia con su sistema de seguros sociales a todo riesgo que no vera la luz hasta finales del si- glo xxx, tal y como lo ha demostrado Francois Ewald al trazar su ge- nealogia desde una perspectiva foucaultiana.'? Pero también se trans- parenta un proyecto de arquitectura de las relaciones internacionales mediante la constitucién de una «gran comunidad de naciones». Por- que si bien el principio de la seguridad mutua esté en la base de la paz social en el plano de la nacién, también lo esté en el plano mundial oda vez que se considera garante del retroceso de la «paz armada, del desarme generalizado. La FOTOGRAFIA JUDICIAL El proyecto de la «cartilla vital» individual de Girardin permane- cera en los cajones de las utopias sociales. Otras formas de identifica- cién sugeridas por las investigaciones sobre la tecnologia del riesgo se le adelantaran. En 1871, Quételet publica su Anthropometrie ou mesu- re des différentes facultés de homme (Antcopometria o medida de las distintas facultades del hombre).”° Este tratado sobre las normas mor- folégicas del individuo abre la via a la ciencia positiva de la identifica- cién individual. El personaje que establece la unién entre la teoria del demégrafo belga y sus posibles aplicaciones practicas es Alphonse Bertillon, el artifice de la policfa cientifica. «Quételet fue el primero en 19, Ewald, F, 1986. 20, Quételet, A., 1871 Vigilar: la delincuencia como observatorio politico 27 demostrar —explica un magistrado de la fiscalia a los participantes en el tercer Congreso internacional de antropologia criminal celebrado en Brusclas en 1892— que ciertas reglas matematicas determinaban el misterioso reparto de las formas y la distribucién de las dimensiones en la naturaleza [...]. La aplicacién, muy ingeniosa y eminentemente titil, de los principios cientificos de la antropometria en la busqueda y re- construccién de la identidad de los malhechores es obra de un sabio francés, tan modesto como meritorio, Alphonse Bertillon, jefe del servicio de identificacién del calabozo de la prefectura de policia, hijo del lorado profesor de demografia en la Escuela de antropologia.»?! Hay que tener en cuenta que el objeto del primer estudio de Alphonse Bertillon son las «razas salvajes», una problemitica clave de la escuela de antropologia fisica fundada por Paul Broca. En 1882, Bertillon crea este servicio de identificacién en el que venia pensando desde 1879. Entonces es cuando instaura la practica del retrato de frente y de per- fil (lado derecho) del delincuente.”” En aquella época numerosos cien- tificos recurren a la herramienta fotografica para llevar a cabo sus ex- perimentos. Albert Londe la aplica a los locos del hospital de la Salpétriére para catalogar los sintomas de una enfermedad mental; Etienne Jules Marey, a los cobayas de su estaci6n fisiolégica para me- dir las cadencias del motor humano, primicias de la invencién de la imagen animada. El Ministerio del Interior no autorizara el uso de la fotografia para identificar a los detenidos antes de 1872. Hasta entonces, estaba prohi- bido, incluso en el recinto de las prisiones, so pretexto de que tal me- dida supondrfa para los detenidos un «agravante de la pena no previs- to por la ley y un medio més para impedir cualquier retorno al bien». La ola de represion que sigue a la Comuna de Paris (187 1) marca el ini cio de un cambio. Una circular de la administracién penitenciaria de- creta que «todos los presos civiles» y especialmente los individuos con- denados por hechos insurreccionales deben ser fotografiados. Asf, se ficha a miles de presos, hombres y mujeres. Bertillon aprovechara ese archivo para realizar una minuciosa codificacién. No obstante, por ra- 21. De Ryckere, M., «Le signalement anthropométrique en Actes du troisiéme Congres international d'anthropologie criminelle, Braxelles, aoat 1892, Bruselas, F Hayez, 1893, pag. 97. 22, Bertillon, A., 1890. 28 Un mundo vigilado zones de coste y de lentitud técnica, Bertillon abandona la fotografia sistematica hacia 1889. La fiabilidad del procedimiento exigia, segiin el manual Identification anthropométrique. Indications signalétiques (Identificaci6n antropométrica. Indicaciones descriptivas), que redac- ta para los técnicos de la policia, cl mismo estudio, los mismos fotégra- fos, el mismo aparato, la misma luz y, en la medida de lo posible, la mis- ma hora durante la mafiana. Pero ya en 1885 confiesa ante sus colegas, asistentes al Segundo Congreso Penitenciario que tiene lugar en Roma: «La fotografia es de escasa ayuda. Se requiere una gran familiaridad con la fisonomia humana para encontrar en muchas de ellas la identi- dad de un mismo sujeto en sus distintos arrestos [...]. La fotografia es de poca ayuda y no es mas que un medio de control». En cambio, Bertillon cree en el «retrato hablado» de su invencién. Una descrip- cidn legible del individuo, hecha con signos convencionales y abrevia dos, de forma que pueda transmitirse a distancia. El método, conocido como «bertillonajes, nombre con el que se internacionalizar4, es sobre todo Ja ficha de descripciones antropomé- tricas, la «ficha parisiense», en la que quedan registradas las medicio- nes de ciertas partes del cuerpo. Siete al principio. Luego once. La lon- gitud de la cabeza, el ancho, el diémetro bizigomatico (entre los pomulos), la altura de la oreja derecha, la longitud del pie izquierdo, las del dedo medio y mefiique izquierdos, el codo izquierdo; por ulti- mo, la talla, el busto (tamafio del sujeto sentado) y la envergadura. Me- diciones todas ellas efectuadas mediante instrumentos disefiados a tal fin: un compas de espesor y otros dos de corredera. La colorimetria del iris completa el examen del rostro. Un cuadro con siete categorfas de- talla los «grados de intensidad de su pigmentacién». Las fichas des- criptivas estan centralizadas en el Ministerio del Interior en un fichero de dos entradas, por la talla del individuo y por orden alfabético. Aunque los inventores de los biotipos fisiognémicos y frenolégicos han tenido sus ideas fijas, fuente de muchos desatinos, el inventor dela policia cientifica también tuvo las suyas. En su obra mas importante, La Photographie judiciaire (La fotografia judicial), plantea la creacién de un método de identificacién infalible, a partir de los «valles y coli- nas que surcan la oreja», y la incorporacién de esta sefial de reconoci- miento en los Registros civiles, desde el nacimiento. Por otra parte, 23. Bertillon, A., 1887. Vigilar: la delincuencia como observatorio politico 29 Bertillon también es experto en grafologia. En calidad de tal, sera tes- tigo de cargo durante el proceso, sesgado por el antisemitismo, de Alfred Dreyfus. Autenticaré la falsificaci6n que permitira que la justi- cia condene al capitan francés por alta traicion. LA HUELLA DIGITAL O LA INVENCION DEL IDEAL MATEMATICO DE LA IDENTIDAD Encontrar el «nombre individual matematico y absoluto» que su- pla la incompletitud del apellido heredado al nacer. Esta idea se adue- fia del argentino Juan Vucetich, emigrado a la edad de 24 aftos de la parte croata del Imperio austrohtingaro y jefe de estadistica de la poli- cia de la ciudad de La Plata, en Argentina. En 1891, experimenta el sis- tema dactiloscdpico. Por aquel entonces, el sistema de Bertillon lleva- ba funcionando unos diez aiios y Argentina habia sido el primer pais en adoptarlo por decreto. Pero el uso oficial de la descripcién antropo- métrica plantea problemas en cuanto a su fiabilidad, porque la inalte- rabilidad de las mediciones registradas sélo adquiere validez una vez que concluye el crecimiento del individuo. No ocurre asi con la dacti- loscopia. La variedad, infinita e individual, del dibujo digital es inmu- table desde el nacimiento. Los anatomistas lo saben bien. Y sobre todo después de las investigaciones del checo Jan Evangelista Purkinje, que en 1823 logré clasificarlos y agruparlos. En suma, encontré la clave de su diversidad gréfica. Pero la problematica judicial del dibujo digital no empez6 a surgir hasta finales de la década de 1880. Lo que la enca- rrila son los dos informes sobre el método de indexacién de las marcas de los dedos, elaborados por Francis Galton y publicados entre 1889 y 1891. Contienen un primer andlisis y una clasificacién de las huellas di- gitales, a partir de una muestra proporcionada por John W. Herschel, alto funcionario de la administracién civil inglesa en Bengala, que du- rante unas cuatro décadas utiliz6 sistematicamente la huella del pulgar de los indigenas para autenticar las actas piblicas. El interés de Galton por la vertiente judicial de la investigacidn en materia de dibujos digi- tales, no obstante, es secundario, ya que sobre todo es, desde 1860, el precursor del eugenismo. Sus trabajos sobre el «genio hereditario» que gencralizan los procedimientos antropométricos de Quételet pre- tenden demostrar, al amparo del cdlculo de correlaciones, que la aris- 30 Un mundo vigilado tocracia es el fruto légico de la seleccién natural. A lo que llega catalo- gando los ficheros de las familias de «grandes hombres». Por otra par- te, un interrogante de similar naturaleza sobre las posibilidades de control de las caracterfsticas raciales, fisicas y mentales de los indivi- duos lo ha conducido a realizar las primeras fotografias compuestas, esas imagenes de rostros ensanchados 0 estrechados, deformados en una composicién craneofacial arbitraria. La deuda que la historia de la modernizacién de la policia judicial tiene contraida con él es la inven- cién de un criterio de clasificacién de las huellas. Su defecto es que no resuelve la cuestion de la catalogacién de las fichas obtenidas de forma que puedan servir con fines de identificacién pablica, es decir, en can- tidad infinita, Su método de los Finger-Prints resulta tan complicado que la comisién del Gobierno britanico encargada de evaluarlo con- cluye que sélo es «apto para una pequeiia coleccién de fichas».”* Y, de hecho, Scotland Yard escogeré otro método Sistematizar los dibujos digitales, construir un auténtico casillero, compuesto por dos armarios de 160 casillas cada uno en el que se reco- gen las huellas, eso es lo que imagina Vucetich. Y a tal fin simplifica la clasificacién, reduciendo el ntimero de tipos fundamentales. Asi es como el informe de la Academia de Ciencias de Paris, solicitado por el ministro de Justicia, que le pide un dictamen sobre los valores del mé- todo, describfa este sistema en 1907: «El procedimiento sdlo conside- ra cuatro formas [Galton, cuarenta y una] muy faciles de distinguir y dentro de cada uno de los dibujos digitales seis clases de particularida- des o puntos caracteristicos. La divisién primaria en serie esta forma- da por los dibujos de la mano derecha; las divisiones secundarias 0 sec- ciones por los de la mano izquierda. La primera subdivisién dentro de la serie viene determinada por el pulgar (las siguientes por los restan tes dedos, segtin su orden de sucesién, desde el indice hasta el mefi- que]. Los grupos secundarios también se forman de manera sencilla» E] veredicto de la comisién es inapelable: «En todos los paises que lo han adoptado, el sistema Vucetich ha demostrado su superioridad res- pecto del método antropométrico; en principio subordinado a éste, y luego utilizado conjuntamente, pronto lo destroné».* En un primer 24, Galton, F, 1895, pag, XT. 25, D’Arsonval, A. y otros, Comptes rendus des séances de l'Académte des scien ces, t. CXLY, Paris, Académie des sciences, 1 de julio de 1907, pag. 28 y sigs. Vigilar: la delincuencia como observatorio politico 31 momento, Bertillon se resiste a admitir que las lineas papilares de los dedos presentan suficiente variabilidad como para servir de base a un repertorio de centenares de millares de casos. Aunque consiente en in- corporar este dato a su propio sistema, tinicamente lo considera un ele- mento de control de la mensuracién antropométrica, que sigue siendo la piedra angular de su enfoque del delincuente. DEFENSA SOCIAL: SEGURIDAD E IDENTIFICACION BIOMETRICA PRECOZ, Dar con una firma corporal sin temor a su falsificacién, tal es el co- muin objetivo de los proyectos antropométrico y dactiloscépico. Se trata de impedir el fraude, de que los reincidentes no adopten otra identidad y de que la homonimia no envie a un inocente a prisién. Pero més all del discurso para uso judicial, hay otro dirigido al con- junto de la ciudadanfa. Desde los primeros usos de las técnicas biomé- tricas con fines policiales, ha germinado la idea de su extensién a las masas. En 1885, en el Segundo Congreso Penitenciario Internacional de Roma, el director de instituciones carcelarias del Ministerio de Jus- ticia francés aboga en favor de la instauracién de una «tarjeta perso- nal», de un «certificado vital», para todos los habitantes, en ¢l que se consignarfan los datos antropométricos individuales. Todo esto acom- pafiado de gran cantidad de argumentos sobre la seguridad que garan- tizaria este documento de identidad en el supuesto de tramites admi- nistrativos, contratos de seguros de vida u operaciones bancarias.”* Siete afios mas tarde los participantes en el Congreso Internacional de Antropologia Criminal de Brusclas formulan el desco de que «se adopte y generalice en todos los paises el sistema de descripciones an- tropométricas, no sdlo para la identificacién de los reincidentes, sino también con la finalidad de que pueda comprobarse, cierta y répida- mente, la identidad personal».”” El areépago de cientificos aprueba la recomendacién por unanimidad, pero ninguna de estas propuestas tendrd efecto alguno. Durante mds de un siglo las democracias de los paises industrializados han rechazado los proyectos de generalizacion de Ja identificacién biométrica por temor a atentar contra la vida pri- 26, Herbette, F. L., «Address of M. Herbette», en Bertillon, A., 1887, pag. 28 27. Actes du troisieme Congres. .., op. cit., pig. 481 32. Un mundo vigilado vada y los derechos de los ciudadanos. Y muchas llegaran a plantear objeciones al principio mismo del carné de identidad. En Francia sélo los extranjeros y los emigrantes estaban sujetos, entre 1913 y 1969, al carné antropométrico, que comprende dos fotos y las huellas de los diez dedos de las manos. En cambio, desde la creacion del gabinete de identificacién de cri- minales en La Plata, Juan Vucetich promueve su extensidn a «todos los hombres sin distincién alguna» en nombre de la proteccién del «dere- cho a la identidad», garantia del respeto de la dignidad de cada uno y cada una* La aplicacién de este principio transforma, no sélo a Ar- gentina, sino también a Brasil, Chile, Uruguay, Bolivia, Paraguay y Pera, en laboratorios de tamajio natural para la cédula de identidad con huellas digitales incluidas. La paradoja estriba en que los proyec- tos de instauracién, en nombre del respeto a la individualidad, de esa precursora identidad biométrica se negocian en los grandes congresos celebrados por las autoridades policiales de la regién, donde se discu- te la construccién de un espacio judicial comin. Y en esos ambitos re- suenan los discursos sobre la «defensa social que supone un enemigon. La figura emblematica es el emigrante procedente de Europa. No el que vive de un trabajo honrado, sino «el terrorista desolador, més te- mible y salvaje que las furias de la leyenda; el fandtico enceguecido; el homicida profesional; el ladrén habil; el sedicioso audaz; el agitador de gremios; generalmente explotador de la candidez y la ignorancia del obrero; el rufidn canalla, trabajador de las tinicblas».?° «Toda esa co- horte de salteadores arriba a las libérrimas playas de la hermosa Amé- rica, joven y rica, para levantar grados en la escala del delito y pertur- bar el orden de la vida.»*® La «profilaxis dactiloscépica» contra esta nueva peste» ha salido del recinto penitenciario para controlar prio- ritariamente esta categoria social. Y es la imagen de la violencia que le atribuye el discurso sobre la «defensa social» la que esta llamada a ava- lar el discurso sobre los beneficios de la extensién de la medida al con- junto de la sociedad. Los discipulos de Vucetich persistiran y firmaran, repitiendo sin cesar que la dactiloscopia es un «elemento matemati- co del derecho», un «elemento de la paz social y de la libertad» y un 28. Vucetich, J., 1929 29. Reyna Almandos, L., 1911, pag. 10. 30. Ibid. Vigilar: la delincuencia como observatorio politico 33 «vinculo internacional», Ante las criticas, que no faltan, replican que «la “individualidad dactiloscépica” no es un cartel de ignominia sino una salvaguardian.}! Y, sin embargo, no es menos cierto que las leyes sobre identifica- cidn individual arrastran una memoria infamante. Un «distintivo hu- millante, sefial de un estatus inferior»: con estos términos ¢s con los gue, en los imperios coloniales y los regimenes de apartheid, las pobla- ciones autéctonas estigmatizan la obligacién que se les impone de lle- var siempre consigo su documento oficial de identidad, un pass, para circular por su propio tertitorio. Es el caso de Africa del Sur, donde esta disposicién implantada a comienzos del siglo XVIl se consolidd progresivamente a lo largo del XIX hasta provocar intensas anti-pass campaigns en el wanscurso del siglo xx. Como, por ejemplo, la mani- festacién que tuvo lugar en Pretoria en 1956, por instigacién de la Fe- deracion de mujeres surafricanas, y el acto organizado cuatro afios mas tarde por el Congreso Panafricano, que se saldé tragicamente y al tér- mino del que Albert John Luthuli —dirigente del Congreso Nacional Africano (ANC), que aquel mismo afo recibio el premio Nobel de la paz—, y donde sus compafieros quemaron ptiblicamente sus pass A consecuencia, los pass Jaw quedaron en suspenso durante algunas semanas, para luego instaurarse con mas rigor al objeto de impedir que la poblacién negra emigrara hacia las zonas urbanas.”” 31, Reyna Almandos, L., 1932, pag. 148. 32. Véase Saunders, C. y N. Southey, A Dictionary of South African History El Cabo-Johannesburgo, David Philip, 1998, pag, 130 Capitulo 2 CASTIGAR: LA MULTITUD APREHENDIDA GA qué se llama castigar? ¢Cudl es la diferencia entre el crimen in- dividual y el que emana de las «violencias de la plebe»? ¢De qué tipo de represin y de prevencién estamos hablando? Otras tantas pregun- tas que movilizan a la red de criminélogos —cientificos, médicos, fo- renses, magistrados y policfas— que, a partir de la década de 1880, se retinen periddicamente para intercambiarlas y debatirlas con motivo de los congresos internacionales de antropologia criminal. En Roma, por ejemplo, en 1885, o también en Parfs, en 1889, en el marco de la Exposicion Universal. En el centro de las controversias se encuentra la respuesta que pro- porciona a estos interrogantes la escuela criminalista italiana con su proyecto de replanteamiento del derecho a castigar. Entre sus princi- pales representantes figuran Cesare Lombroso, profesor de medicina legal en la Universidad de Turin, y Enrico Ferri, que enseiia teoria pe- nal en la Universidad de Siena y es diputado de izquierda y fundador del periddico Avantz. Son ellos quienes estén en el origen de la formu- la del Congreso de Antropologfa Criminal. El titulo de la revista perié- dica que publican da una idea de la amplitud del proyecto intelectual de esta escuela: Archivio di psicbiatria, antropologia criminale e scienze penali per servire allo studio dell’Uomo alienato e delinquente. La cues- tidn del vinculo entre el «hombre alienado» y el «hombre delincuente» recorre entonces las investigaciones de los precursores de la psiquia- trfa, tales como el britinico Henry Maudsley o el aleman Rudolph Vir- chow. Gon todo, a diferencia de la escuela italiana, ninguno extrac de ello una teorfa de la pena. Alestablecer una correlacién entre locura y crimen, lo que plantea la Scuola positiva es el tema de la negacién del libre albedrio, porque esta doble forma de degradaci6n arginica cere- bro-mental lleva a Ja inaplicabilidad de la teorfa cldsica de la responsa- bil visi6n del crimen, el derecho a castigar adquiere un fundamento posi- dad ¢ imputabilidad de los delitos. Desde el angulo de esta nueva 36 Un mundo vigilado tivo y cientifico. Ya no es por vengar a la sociedad —esencia del dere- cho criminal, eco atenuado de la vieja ley del talién— por lo que se debe impedir que el Mis all de los debates sobre la biotipologia del «maleante» en re- Jacién con la del «hombre honrado», ¢ incluso a través de las fluctua- ciones de su pensamiento, de las sucesivas ediciones y traducciones de su obra, lo destacable de las investigaciones de Lombroso es el triangu- lo ctiminal/loco/salvaje, Gabriel Tarde —juez de instruccién que no tardard en recibir el encargo de dirigir en Francia la estadistica judicial en el Ministerio de Justicia— pronto sefial6 el problema de esta triple asimilacién: «En vuestra obra se superponen dos tesis. La primera, la antigua, era la del criminal equiparado con el salvaje primitivo, la del crimen explicado por el atavismo; usted rechazaba entonces la hipote- 34, Lombroso, C., 1887 b, pag. 231. 35. Actes du troisi¢me Congres... op. cit., 1983, pag. 124 38. Un mundo vigilado sis del crimen explicado por la locura. Pero luego, cediendo, segtin us- ted mismo dice, a poderosas razones, ha adoptado esta tiltima explica- cién, sin renunciar, de hecho, a la anterior. En su obra se van alternan- do y se ditia que, a su juicio, se refuerzan mutuamente. Sin embargo, ¢acaso no resultan parcialmente contradictorias? La locura es fruto de la civilizacién, cuyos avances sigue hasta un cierto punto; es casi desco- nocida entre las clases analfabetas, y todavia mas entre las poblaciones de las tazas infetiores. Si el etiminal, por tanto, es un ealvaje, no puede set un loco, del mismo modo que si es un loco, no puede ser un salva- je. Hay que saber elegir entre estas dos tesis: porque si se establece un compromiso entre ambas y se habla de cuasi locura (y ya puestos, {por qué no también de pseudoatavismo?), hay que tener en cuenta que la una debilita y mutila a la otra» 6 El criminal carece de estigma particular, insiste Tarde. No hay ca- racteristicas anatémicas netas, incuestionables; sélo hay predisposicio- nes orginicas y Ssiolégicas al crimen, que se desarrollan més o menos facilmente segtin el ambiente social. Las sociedades sdlo tienen los cri- minales que se merecen. Y venga hablar del movimiento molecular: no pueden olvidarse los estados pasajeros que se producen en cualquier individuo en las distintas condiciones de la vida, porque del primer paso en falso al més atroz de los delitos hay una escela infinita. El cti- men es una suerte de poliedro del que cada uno percibe un lado en par- ticular, Biolégico, social, juridico, fisiolégico. Sin duda es el ambiente el que hace al criminal. Pero como el caldo que no tiene microbio, es incapaz de hacer que germine el ctimen. De suerte que microbio y cal- do, lado biolégico y lado social, son los dos aspectos fundamentales de la criminalidad.” L'Uomo delinquente merecié una traduccién al francés en 1887, once afios después de la edicion original. Pero esta primera edicién francesa estaba basada en la cuarta edicién italiana. Lo cual explica por qué Lombroso pulié ciertas asperezas. Al cruzar los Alpes, el titu- lo L'Uomo delinquente se habia metamorfoseado en L’bomme criminel. Y el subtitulo se habia convertido, primero en «Estudio antropolégico y médico», para nego transformarse en «Criminal loco-nato moral- epiléptico». La «escuela criminalista positiva», durante el congreso de 36. Tarde, G., 1887, pags. 36-37. 37. Actes du troisiéme Congris..., op. cit., pags. 9-10. Castigar: la multitud aprehendida 39 Roma, en el umbral de su internacionalizacién, ya habia sustituido esta denominacidn de origen por la de «escuela de antropologia criminal». Y la revista, en su cabecera, habia sacrificado la psiquiatria en benefi- cio de la antropologia ctiminal, Los ctiminalistas franceses que, en 1886, lanzan los Archives de l’anthropologie criminelle et des sciences pénales (Archivos de antropologta criminal y ciencias penales) adoptan el nuevo titulo Archévio di antroplogia criminale e scienze penali, Asi pues, sera con el sello de la antropologia criminal con el que la Scuola positiva proseguird su expansién. Cada cuatro afios sus partidarios es- taran presentes en los congresos de antropologia criminal que, hasta la vispera de la primera guerra mundial, tendran lugar en las grandes ca- pitales europeas. Fuera de esta esfera geografica dejaran especialmente su huella en el paisaje judicial argentino, donde las teorfas sobre la «defensa socials seran adoptadas e incorporadas por los discipulos de Juan Vucetich y la escuela de policfa que leva su nombre. En este pais, que inventé el método més avanzado de identificacién mediante huellas digitales, la influencia, cn conereto, de Lombroso (su obra ha sido traducida al cas- tellano y editada en Buenos Aires) ser4 tan profunda que las autorida- des policiales, como hemos visto, convertiran al «inmigrante proceden- tede Europa» en una figura emblematica del anarquismo y la agitacién social, mientras que las obras del criminalista italiano —a diferencia de Enrico Ferri— se centran precisamente en los «criminales politicos» y en los sistemas preventivos y represivos que la «ciencia del gobier- no» ha de aplicarles, Todas esas categorias que «encuentran en la satis- facci6n de tendencias criminales innatas, o que, atraidas por las innova- ciones mas temerarias debido a su propia naturaleza anormal, ven en quienes los gobiernan la causa de todos sus males y dirigen hacia ellos sus perversos instintos».** DEL CRIMINAL NATO AL CRIMEN DE LAS MULTITUDES En 1892, durante el Tercer Congreso Internacional de Antropolo- gia Criminal que tiene lugar en Bruselas, Tarde presenta un informe sustancial en el que se pregunta por los «crimenes de las multitudes». 38, Lombroso, C. y R. Laschi, 1887, pig. 38 40 Un mundo vigilado Una problematica que se plantea, para empezar, como una carencia de la ctiminologia. «Tanto las nuevas como las antiguas escuelas crimina- listas, salvedad hecha de unas pocas, han prestado excesiva atencién al crimen individual y no la suficiente al crimen colectivo, privandose asi de la luz que el estudio de este tiltimo podfa arrojar sobre la verdadera explicacién de aquél [...]. Nunca se ha querido yer en la llamada cri- minalidad colectiva mas que una mera sumatoria de criminalidades in- dividuales, Es un punto de vista admisible, en cierto modo, cuando los individuos sdlo han actuado de forma dispersa, pese al vinculo de aso- ciacién que los une; es un punto de vista manifiestamente falso cuando han actuado en comun y en masa, bajo el impulso de incitaciones en las que todos participan y donde se liberan fuerzas, virtualidades, que en situacion de aislamiento permanecerian aletargadas.»”” El texto ha de Jerse en sintonia con La Folla delinquente (La multitud delincuente) que el italiano Scipio Sighele habia publicado el afio anterior y que se habia traducido inmediatamente al francés. Este profesor de la Uni- versidad libre de Bruselas, préximo a la Sewola positiva, se define como «psicofisiélogo» y se sitia en la érbita de la «sociologia criminal» de Enrico Ferri y su proyecto de elaboracién de una «psicologia colecti- va», Sighele preconiza el estudio de las «relaciones anormales y transi- torias entre los hombres, es decir, las reuniones, las colectividades, que obedecen ala ocasién o al azar, y que no son estables ni orgénicas, sino inorganicas y efimeras, tales como los pablicos en los teatros, las asam- bleas, las multitudes».4” Alo largo de la década de 1890, el estudio y las polémicas sobre la naturaleza de las multitudes como «agregados no homogéneos ¢ inor- ganicos» son objeto de una atencién muy particular por parte de la an- tropologia criminal, asi como de las incipientes ciencias sociales. Para resumir el cambio que se produjo en el transcurso de aquellos afios, Sighele advierte en el prefacio de la segunda edicién de su obra: «Pese ala opinién de ciertos aristécratas individualistas, la multitud ha con- quistado un poder que ya no se puede negar. En efecto, el fenémeno mas caracteristico del momento actual, el tinico quiza que permita dar una definicién de nuestro moribundo siglo, es la importancia que la colectividad ha terminado por adquirir frente al individuo, Antafio el 39. Tarde, G., 1893, pag. 73. 40. Sighele, S., 1901, pag. 68 Castigar: la multitud aprehendida 41 individuo lo era todo, en politica y en la ciencia. Hoy en dia, el indivi- duo esta a la baja; en politica, ante ese ser colectivo que es la opinion piblica; en la ciencia psicolégica, ante ese ser colectivo que es la mul. titud... La psicologia colectiva la convierte en un mar tempestuoso, una temible potencia que sorprende por sus imprevistas tempestades y por sus olas que todo lo pueden sumergir».1! A través de la multitud lo que se pertila es el debate sobre ese nuevo ser, la sociedad, dotada de le- yes auténomas en relacién con los individuos. El concepto de «multi- tud» se convierte de esta forma en la clave para la definicion de las orientaciones de las ciencias humanas: «En las colectividades humanas hay misteriosas reacciones psiquicas, lo mismo que en cualquier orga- nismo —que es una colectividad de células— hay reacciones quimicas imprevistas. La psicologia colectiva debe estudiar estas extrafias fer- mentaciones psicolégicas a las que, hasta ahora, la sociologia ni siquie- tase habia dignado a dirigitles la mirada». EI debate que se entabla sobre las multitudes en movimiento se convierte en el revelador del ejercicio de las nuevas formas de expre- sin democratica abiertas por la libertad de prensa y las libertades de asociacién y reunion. Revelador también de los temores que suscita la irrupcion de las masas en la ciudad. Por dltimo, permite ver la relaci6n con la controvertida memoria de las revueltas, los motines y movimien- tos populares, con los prejuicios tramados en torno a las «violencias de la plebe» a lo largo de la historia, préxima y lejana. Y mas atin porque la definicién de la multitud criminal esta en la confluencia de diversos enfoques disciplinares y posturas politicas, conforme lo ilustra el deba- te sobre la «naturaleza» de las multitudes entre Gustave Le Bon, Sci- pio Sighele y Gabriel Tarde. : LA PSICOLOG/A DE LAS MULTITUDES, Y EL «POPULACHO» Gustave LE Bo! La versién que proporciona el médico psicopatélogo Gustave Le Bon de la «psicologia de las multitudes» corre paralela a una linea de investigacién anterior que la ha Ilevado desde finales de la década 41. Tbid., pap. 22. 42. Ibid., pig. 21. 42. Un mundo vigilado de 1870 a conjugar la «cuestin criminal» con la de la jerarquizacién de las civilizaciones, clases y sexos. Sus estudios, respaldados por ex- perimentos de laboratorio, se sittian en la linea de las investigaciones anatémicas y matematicas de la escuela de antropologja fisica fundada por Paul Broca. Este esquema que privilegia el objeto «tazas huma- nas» seduce entonces a numerosos médicos militares y administrado- res destinados en el imperio colonial. Le Bon ha medido el volumen del craneo y el cerebro de personas —hombres y mujeres, adultos y ni- fios— pertenecientes a razas «superiores» e «inferiores», pero también a clases superiores ¢ inferiores. Todo ello con la idea de demostrar la desigual distribucién de la inteligencia y la razén. Con edades, tallas y pesos iguales, el volumen del créneo dei hombre y la mujer varia segin mn. «Escasas entre las razas inferiores, las diferen- cias se vuelven inmensas en las razas superiores. Entres estas ultimas, los craneos femeninos, a menudo, apenas si estan mds desarrollados que los de las mujeres de razas muy inferiores.» Mientras que sittia la media de los crneos parisienses entre los mayores crdneos conocidos, alos femeninos los clasifica entre los mas pequefios de los craneos ob- setvados, més o mencs en el nivel de los de las chinas, apenas por enci- ma de los craneos femeninos de Nueva-Caledonia, De ahi la feroz oposicién a la inmigracién (la de las categorias «inferiores», se entien- de!): «Los peores desastres en los campos de batalla son infinitamente menos temibles que semejantes invasiones. Era un instinto muy fiable el que ensefiaba a los pueblos antiguos a temer a los extranjeros».# Le Bon no tiene palabras suficientemente gruesas para fustigar las mezclas. Ve en ellas la causa de la «espantosa decadencia» de los pases de Latinoamérica y el dominio del Imperio briténico sobre la econo- m{a del Cono Sur del subcontinente. Fustiga la «invasién» de Francia por los emigrantes italianos. Es el momento en que los idedlogos del «nacionalismo integral» sustraen de la historia griega la denominacién de «meteco» para denunciar al «extranjero» como un «parasito» del que hay que «proteger a los nacionales». Es el momento en el que tam- bién se desatan contra estos inmigrantes considerados «inasimilables» las campanas xen6fobas, mezcladas la mayoria de las veces con un vi- rulento antisemitismo. Le Bon, por cierto, se sitda en el bando de los 43. Le Bon, G., 1894, pags. 55-56, 44, Ibid. pag, 141 Castigar: la multitud aprehendida 43 «antidreyfusianos» y su obra sobre la multitud se convierte en libro de cabecera de los profesores de la escuela de guerra. La nocién de «alma de Ia multitud» en Le Bon es indisociable de la de «alma de la taza». Ambas se caracterizan por una inhibicién del pensamiento y una exaltacién de los afectos. Coyuntural para el sujeto cataléptico cqnultituds, estructural para las categorias inferiores (raza, pero tam- bién mujer y nifio). «Por el solo hecho de formar parte de una multi- tud, el hombre desciende entonces varios grados en la escala de la civi- lizacién. Aislado, quiz4 fuera un hombre cultivado; en multitud, es un instintivo y por consiguiente un barbaro».*6 La multitud se asemeja a las «formas inferiores de la evolucién, como el salvaje y la mujer».4” Bajo Ia influencia de la reciproca sugestién y de un lider que se trans- forma en hipnotizador, la multitud se convierte en un «ser irracional, cambiante, impulsivo, emocional, irritable, mévil, intolerante, conser- vador, autoritario, que pasa con extrema rapidez de la representacién al acto, arrastrado casi exclusivamente por el inconsciente. Siel espectro de la Comuna atormentaba a los inventores de la po- licéa cientifica, es el espantajo de los acontecimientos de 1789 el que anima a la psicologia de las multitudes, al menos tal y como la conside- ra Le Bon, La multitud, segun él, es l producto del triunfo de las qui- meras igualitarias iniciadas con la Revolucién. Su vision de la irracio- nalidad de las multitudes est en simbiosis con la de Hippolyte Taine, cuando, en los Origines de la France Contemporaine (Origenes de la Francia contemporanea), publicados entre 1875 y 1893, este historia- dor estigmatiza a la «multitud revolucionaria». Esta tesis violenta en el anatema que lanza contra la Revoluci6n francesa, que estaria en los ori- genes de la decadencia de la Francia moderna, puede en efecto leerse como un fresco psicohistérico sobre la dictadura dela multitud y la pa- tologia de sus lideres. Es una de las razones por las que los historiado- res de la psicologia de las multitudes consideran a Taine el verdadero precursor de este movimiento de pensamiento.*® Para Le Bon la era de las multitudes cs el horizonte apocaliptico sobre cl que se disefia el fu- turo. Las légicas colectivas, efimeras o no —asamblea parlamentaria, 45, Nye, RA,, 1975. 46. Le Bon, G., 1894, pag, 14. 47. Id., (1895) 1988, pag. 17. 48, Van Ginneken, J., 1992. 44 Un mundo vigilado sindicatos, asociaciones, mitines—, han tomado el poder. El pueblo- populacho, de ahora en adelante, es soberano. Desde el populacho hasta la chusma, la psicologia de las multitudes proporcionard una re- serva inagotable de caracterizaciones de los protagonistas de los «dis- turbios sociales», En cuanto a la prensa, «otrora directora de la opi- nidn, ha tenido, igual que los gobiernos, que esfumarse ante el poder de las multitudes». Scipio Sighele es sin duda quien més ha aportado sobre los postu- lados de la psicologia de las masas y su relacién con la influencia de la prensa en la produccién del criminal, aunque no por ello vive en la nostalgia conservadora. A diferencia de Gustave Le Bon, acepta la nue- va apuesta del advenimiento de la era de las multitudes, pero apela ala responsabilidad de los periodistas y escritores porque est4 persuadido de que la prensa tiene un efecto crimindgeno. Desde 1892, fecha de la primera edicién de La multitud delincuente, sostiene que la prensa es la «forma de sugestién que concentra todas las demas», da origen a «ciertos impulsos y a ciertos actos violentos, criminales ¢ insensatos, que ninguna fuerza humana puede moderar». No deja de repetir que, detrés de cada puiblico, hay «periodistas que lo sugestionan y lo pro- vocan, del mismo modo que debajo de cada multitud siempre existe una secta que casi es cl germen».*” Porque «cl periodista no es mas que un /fder de su pablico: creado por éste, puede arrastrarlo mucho més alld del punto al que él mismo queria llegar». Circunstancia que aprovecha para criticar las informaciones sobre los procesos crimi- nales. Sighele aplica esta misma clave de lectura ala literatura. Calcula los efectos de la «capacidad incendiaria» que pueden tener ciertas nove- las, ciertos dramas, ciertas frases «en relacién con esa paja seca que es el publico, sobre todo el puiblico moderno, tan nervioso y excitable». En la obra de D’Annunzio se detiene en los «degenerados» (el asesino neurasténico, el infanticida, el hermano incestuoso, la loca, etc.). En la de Zola, en «las prostitutas, los alcohdlicos de los peores suburbios de Paris, las cinicas clases ricas, las multitudes, vividas y agitadas, de obreros, soldadas y misticos, multitudes diferentes por sus composi- ciones y sus fines, pero que escenifican, todas ellas, el problema espan- 49. Sighele, S., 1901, pags. 241 y 248. 50. Sighele, S., 1908, pags. 116 y 183. Castigar: la multitud aprehendida 45 tosamente oscuro del alma colectiva». En el caso de Eugéne Sue, y sus Misterios de Paris, en quien ve a un precursor directo de la antropolo- gia criminal italiana, en «los otros barbaros, tan ajenos a nuestra civili- zacién como lo son las poblaciones salvajes descritas por Fenimore Cooper, los delincuentes». Se lamenta sobre todo del hecho de que los escritores de finales del siglo xtX «emiten el diagnéstico pero no pro- ponen en modo alguno el tratamiento que se debe seguir», pese a lo mucho que el mundo moderno lo necesita porque esta «indiscutible- mente enfermo y degenerado». GABRIEL TARDE: MODERNIDAD Y OPINIGN PUBLICA Gabriel Tarde, por su parte, refuta los postulados de la psicologia de las multitudes desde su proyecto de construccién de una «inter- psicologia» o «psicologia intermental» cuyo quicio lo constituyen las leyes de la imitacién. Leyes que ha expuesto ya en 1890 en una obra epénima que lo dio a conocer a un ptiblico mas extenso que aquel al que sus publicaciones relativas a la criminologia, al derecho y a la filosoffa penal lo habfan acostumbrado.*! Una vez més, su informe sobre «Los crimenes de las multitudes» resulta esencial para com- prender el sentido de una iniciativa global: «¢Cémo se forma una multitud? ¢En virtud de qué milagro tantas gentes, antafio dispersas, indiferentes los unos respecto de los otros, se han solidarizado, se han agregado en una cadena magnética, dan los mismos gritos, co- rren juntos, actian concertadamente? En virtud de la simpatia, fuen- te de la imitacién y principio vital de los cuerpos sociales. Un pufia- do de lideres despierta a esta potencia adormecida, la dirige hacia un punto determinado; pero para que este impulso inicial sca seguido y que el embridn de la multitud vaya engrosando répidamemte, es ne- cesario que un trabajo anterior, y en el fondo muy parecido, se haya producido en los cerebros. Un contagio lento de mente a mente, una imitacién tranquila y silenciosa, siempre ha precedido y preparado estos contagios rapidos, estas imitaciones ruidosas y arrebatadoras que caracterizaban a los movimientos populares... Una fe comtn, una pasidn comin, un fin comin: asi es, gracias al doble contagio de 31. Tarde, G., 1890, 46 Un mundo vigilado que se trata, la energfa vital de ese ser animado al que denominamos multitud».? Desde la guerra de los Cien Afios hasta la Revolucién francesa, pa- sando por la Fronda y los «entagés» (rabiosos), las expresiones de mo- tines y revueltas en la historia se parecen. «Granos, todos iguales en el fondo, de una misma fiebre eruptiva, de una epidemia moral, unas ve- ces saludable, otras desastrosa, que consiste en la conversién de todo un pueblo, de todo un continente, a una nueva religién, aun nuevo dogma politico, y que imprime en todas las capillas de un mismo culto, en to- dos los clubes de un mismo partido [...] un cardcter de identidad fun- damental, a pesar de su diversidad superficial »°* El magistrado dicta su sentencia lapidaria: «Por muy noble y legitima que sea la finalidad que mueve a una multitud, su formacidn sicmpre cs, por un lado, importan- te, un verdadero retroceso en la escala de la evolucién social».** Estos anélisis provocan la indignacién de numerosos colegas ex- tranjeros de Tarde que asisten al congreso de antropologia criminal de Bruselas, ante el que presenta su texto, y le recriminan que da la impre- sién de que «la asociacién envilece al hombre». Si bien, como le ad- vierte el profesor Moritz Benedikt de la Universidad de Viena, «para comprender la psicologia de las revoluciones y de las revueltas, hay que pensar necesariamente en esto: que en esas ocasiones no sdlo esta- Ia una emocién momentanea, sino una acumulacién, un verdadero ca- pital de odio y de pasién cuya responsabilidad, por lo general, reside tanto en el ambiente como en los revoltosos».” Tarde les contesta: «Se me ha reprochado que sélo ensefe el lado feo de la multitud; soy sen- sible a este reproche y reconozco muy gustosamente los excesos que contiene mi informe a este respecto. Completo mi pensamiento, di- ciendo que la multitud, cuando se mueve por una idea generosa, se vuelve a veces no ya inferior, sino superior en nobleza de alma colecti- vay en intrepidez; no digo en raz6n e inteligencia [...]. Desconfio de las unanimidades, porque si bien la unién hace la fuerza, el unisono no hace la armonia» 2 Por principio, el creador de la interpsicologia nie- 52, Id,, (1892) 1893, pig. 74. 53. [bid., pag. 82 54. [bid., pag. 74 35. Actes du troisiéme Congrés..., op. ctt, pag. 379. 56. Ibid., pags. 381-382

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