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La brecha entre lo que esperamos y lo que nos pasa está ocupada por la
necesidad de que algo ocurra de determinada manera (o no) y de nuestro juicio
dependerá cómo nos sentiremos.
Si tenemos la creencia de que las expectativas son motores que nos ayudan a
alcanzar nuestras metas o confiar en la gente, probablemente le vamos a poner
expectativas a todo. Sin embargo, muchas veces no las tenemos sino que son ellas
las que nos tienen y, de esta manera, harán con nosotros lo que les permitamos
que hagan, como causarnos pena, desánimo o cualquier tipo de dolor.
De la ilusión a la frustración
Las expectativas actúan como una ilusión, como el motor para alcanzar nuestra
meta. Si no sentimos expectativas, nos parecerá que el objetivo no tiene
demasiada importancia. De hecho, podemos decir que son malas compañeras de
viaje cuando son fuente de angustia, pero también podemos disminuir la tristeza
eliminando las exigencias.
Debemos conocer que una expectativa es el fruto de nuestro propio juicio interior,
que está basado en creencias. Es por eso que toda esa “arquitectura” armada por
nosotros mismos se nos cae encima en forma de dolor y decepción,
produciéndonos frustraciones.
A veces, culpamos a los demás por nuestros malos resultados. Es por ello que las
expectativas suelen victimizar a todos los que elegimos para adjudicárselas. Así,
probablemente, descargaremos en los otros sentimientos de angustia, enojo o
bronca.
Vamos por la vida esperando que padres, madres, hijos, maestros, etc., cumplan
con lo que esperamos de ellos. De esta forma, nos predisponemos mal para
afianzar las relaciones, porque nos vamos resintiendo más a medida que los
hechos no pasan tal como queremos.
1
Los riesgos de esperar siempre que “algo suceda " 2022
¿Cómo actúo ante los obstáculos? ¿Me paralizo, me enojo o entro en acción?
2
Los riesgos de esperar siempre que “algo suceda " 2022
¿Cuáles son los logros y las cosas que me hacen sentir feliz?
¿Verdaderas o falsas?
Juzgar a las expectativas de verdaderas o falsas no disminuirá nuestra angustia o
enojo. Por el contrario, solo reforzará la creencia de que no somos responsables
de su existencia y esto complica lo que, en realidad, queremos ver o alcanzar.