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Los riesgos de esperar siempre que “algo suceda " 2022

Las expectativas acompañan nuestra vida cotidiana, tanto en los proyectos


grandes como en los pequeños. Muchas, pocas o moderadas, siempre están y
modifican lo que sentimos frente a lo que nos pasa. Felicidad, alegría, dolores y
desilusiones son algunas de las emociones que nos generan. ¿Cómo manejarlas
sin dejar que nos dominen?

La brecha entre lo que esperamos y lo que nos pasa está ocupada por la
necesidad de que algo ocurra de determinada manera (o no) y de nuestro juicio
dependerá cómo nos sentiremos.

Si tenemos la creencia de que las expectativas son motores que nos ayudan a
alcanzar nuestras metas o confiar en la gente, probablemente le vamos a poner
expectativas a todo. Sin embargo, muchas veces no las tenemos sino que son ellas
las que nos tienen y, de esta manera, harán con nosotros lo que les permitamos
que hagan, como causarnos pena, desánimo o cualquier tipo de dolor.

En ocasiones, las confundimos con confianza, pero en realidad las expectativas


están más ligadas al control que a la confianza, que de por sí suele ser liberadora.
Si confiamos de verdad, el control disminuye, cosa que no ocurre con las
expectativas, porque con ellas chequeamos qué es lo que está pasando y de qué
manera sucede.

De la ilusión a la frustración
Las expectativas actúan como una ilusión, como el motor para alcanzar nuestra
meta. Si no sentimos expectativas, nos parecerá que el objetivo no tiene
demasiada importancia. De hecho, podemos decir que son malas compañeras de
viaje cuando son fuente de angustia, pero también podemos disminuir la tristeza
eliminando las exigencias.

Debemos conocer que una expectativa es el fruto de nuestro propio juicio interior,
que está basado en creencias. Es por eso que toda esa “arquitectura” armada por
nosotros mismos se nos cae encima en forma de dolor y decepción,
produciéndonos frustraciones.

A veces, culpamos a los demás por nuestros malos resultados. Es por ello que las
expectativas suelen victimizar a todos los que elegimos para adjudicárselas. Así,
probablemente, descargaremos en los otros sentimientos de angustia, enojo o
bronca.

Vamos por la vida esperando que padres, madres, hijos, maestros, etc., cumplan
con lo que esperamos de ellos. De esta forma, nos predisponemos mal para
afianzar las relaciones, porque nos vamos resintiendo más a medida que los
hechos no pasan tal como queremos.
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Los riesgos de esperar siempre que “algo suceda " 2022

Año viejo, cosas nuevas


Las expectativas que no se cumplieron, renacen en la esperanza de un nuevo año.
El pensar en él genera sentimientos y exacerbación de emociones relacionadas
con situaciones personales, nuevas y viejas posibilidades, utopías y anhelos.

Cuando se avecinan las fiestas y el fin de año, empezamos a sentir la necesidad de


valorar lo que nos pasó. Y esto nos invitar a hacer un análisis de cuáles han sido
los objetivos alcanzados y cuáles no. Además, nos predispone de diversas
maneras, por ejemplo, nos angustiamos por aquello que sentíamos que íbamos a
alcanzar con cierta facilidad, o nos ponemos contentos por logros que creíamos
casi imposibles y, sin embargo, conseguimos.

En esta época, comenzamos a hacer un repaso de lo que no pudimos hacer o lo


que nos faltó realizar. Surgen los deseos de alcanzarlo el año siguiente,
generando una esperanza y apuesta renovada para concretar lo viejo que no
obtuvimos o algo nuevo que aparece como motivo para crear nuevas expectativas.

Menos queja, más protagonismo


Comprometer al otro con nuestros pedidos forma parte de legitimar nuestro
entorno, interactuando con él de una manera más abierta y funcional. Quejarnos
acerca de la realidad (o de los resultados que no estuvieron a la altura de nuestras
expectativas)| no reparará el dolor o la angustia que esto nos produce.

En cambio, si el resultado es hijo de nuestro protagonismo, sea malo o sea bueno,


lo entenderemos y podremos vivirlo desde otro lugar; no como víctimas, sino como
responsables. De este modo, podremos elegir ser más grandes que el resultado
que estamos observando.
A continuación, algunas preguntas para evaluar desde el protagonismo las
expectativas del año próximo:

 ¿Qué es lo que espero alcanzar este nuevo año?

 Es una vieja expectativa o es una renovada?

 ¿Estoy comprometido a alcanzarla de verdad?

 ¿Distingo cuáles son los obstáculos que me frenaron hasta ahora?

 ¿Cómo actúo ante los obstáculos? ¿Me paralizo, me enojo o entro en acción?

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Los riesgos de esperar siempre que “algo suceda " 2022

 ¿Qué puedo dar de mí para alcanzar mis resultados?

 ¿Estoy siendo responsable en mi vida, o sigo expectante?

 ¿Hay algo que pueda cambiar para mi bienestar y felicidad?

 ¿Cuáles son los logros y las cosas que me hacen sentir feliz?

¿Verdaderas o falsas?
Juzgar a las expectativas de verdaderas o falsas no disminuirá nuestra angustia o
enojo. Por el contrario, solo reforzará la creencia de que no somos responsables
de su existencia y esto complica lo que, en realidad, queremos ver o alcanzar.

La medida de nuestros desengaños tiene que ver con el detalle y la magnitud de


las expectativas que ponemos. El esperar actúa como la ilusión de interactuar con
el otro, cuando en realidad interactuamos con nosotros mismos, sin tener chance
de que el otro se entere. Por lo tanto, disminuyen nuestras posibilidades de que
ocurra lo que queremos que ocurra.

Si podemos convertir la espera en un pedido, aumentaremos las probabilidades de


que pase lo que queremos que pase y de la manera que queremos que suceda. Si
solo miramos hacia adentro de nosotros mismos, esperando siempre del otro, nos
victimizaremos, dado que el poder de cumplir estaría afuera y no en nuestras
manos, como lo estaría en el pedido.

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