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LA ANAMNESIS

Pautas para la Elaboración de la Anamnesis

MOTIVO DE CONSULTA: El evaluado manifiesta: “Quiero dejar de consumir drogas y


cambiar mi vida”

Problema Actual

Un gran error sería, indiscutiblemente, el comenzar el interrogatorio por cualquier cosa


que no fuera el problema actual. El paciente viene por sus síntomas y de ellos quiere hablar. La
mejor manera de empezar es, pues, permitiéndole explayarse acerca de ellos. La primera
pregunta será:

a) ¿Qué le pasa? El paciente comienza entonces a enumerar sus síntomas.


Precisemos:
b) ¿Desde cuando está usted enfermo? El enfermo tiene la tendencia a
responder, no con la fecha en la que su enfermedad comenzó, sino con la de
la primera vez querella buscó un médico. Insistimos entonces:
c) ¿Estaba usted bien, completamente bien, antes de esa fecha? Es entonces
cuando el enfermo recuerda que ya antes había comenzado a sentir algo. Es
el momento de preguntar:
d) ¿Recuerda usted cuando sintió el primer síntoma? Ello es importante. No
nos contentaremos con una fecha:
e) ¿Dónde estaba usted cuando lo sintió? ¿Qué estaba haciendo? ¿Qué había
hecho ese día, el anterior?

Estas preguntas llevan al enfermo a situarse en el momento del comienzo. Generalmente, nos
dan datos precisos respecto a coincidencias cronológicas (infecciones, intoxicaciones,
traumatismos, etc.). En este momento provocamos una pequeña conversación tratando de
“ubicar” al hombre en la situación en la que la enfermedad comenzó. Creemos que ello es
realmente importante.

f) ¿Qué hizo entonces?

Esta pregunta nos informará sobre la primera actitud de paciente frente a la


enfermedad. ¿No le dio importancia? ¿Le dio tanta que abandonó el trabajo, se
puso en cama? Etc. ¿Cuál fue el primer tratamiento y sus resultados? Es
necesario obtener aquí detalles de la actitud, no sólo del enfermo, sino de sus
familiares, jefes, médico, etc.

g) ¿Cómo siguió?

Debe tratar de obtenerse todos los datos posibles, con fechas, sobre
tratamientos, mejorías, tratando de precisar, en el caso de que estas últimas
hubieran ocurrido, las condiciones en las que cada una se presentó. Ello permite
muchas veces, establecer interesantes paralelismos entre factores exteriores y
enfermedad.

En muchos casos consideramos útil completar esta parte de la anamnesis con


una distribución cronológica especial. Dividimos la página en dos columnas;
colocamos en la de la derecha los factores importantes de la vida del paciente y
en la de la izquierda, la evolución de la enfermedad. Ello es interesante en casos
de afecciones que evolucionan por poses, que pueden estar ligadas a factores
ambientales (asma, fiebre del heno, paludismo, úlceras gastroduodenales,
órgano – neurosis, etc.

Algunos autores, especialmente americanos, aconsejan el averiguar


ordenadamente los síntomas que pudieran existir en diferentes partes del
cuerpo.
Aconsejamos tener presentes estas listas sólo como referencia. Todos los datos
en ellas consignados pueden y deben obtenerse en un interrogatorio bien
conducido, sin necesidad de sugerirlos. El interrogar al paciente afirmativamente
a muchos de ellos, sin haberlos tenido, o que comience a tenerlos a raíz del
interrogatorio.
Una vez obtenida la historia de la enfermedad hasta el momento actual, una
última pregunta:

h) ¿Qué es lo que siente usted ahora?

Que debe completarse siempre con uno o dos: ¿Nada más? Ellos es importante.
El paciente se queja de primera intención de los síntomas que más lo molestan,
lo que no quiere decir que sean los más importantes.

Al terminar esta parte del interrogatorio debemos tener una idea clara de todo el
desarrollo de la enfermedad, los tratamientos seguidos y la actitud del enfermo
durante ella.

Historia Familiar

a. ¿De dónde es usted? Registrar precisamente el sitio de nacimiento


b. ¿Vive su padre? Si la respuesta es afirmativa, ¿Cuántos años tiene?
¿es sano?, ¿qué enfermedades ha tenido?, ¿en qué trabaja?, ¿qué
carácter tiene?, ¿bebe mucho? Si la respuesta es negativa: ¿A qué
edad murió?, ¿de qué?, ¿Cuántos años tenía usted entonces?, ¿estuvo
con él cuando murió?, ¿qué enfermedades tuvo antes?, ¿qué carácter
tenía?, ¿era bebedor?
c. ¿Vive su madre? Iguales preguntas que el anterior.
d. ¿Tiene usted hermanos? En caso afirmativo interrogar por cada uno de
ellos cronológicamente y anotar datos numerando los hermanos. Por
cada uno de ellos repetir las preguntas arriba indicadas, añadiendo si
viven. ¿soltero o casado?, ¿hijos?, ¿dónde está ahora?, ¿desde
cuándo?
e. ¿ha conocido usted a sus abuelos? Iguales averiguaciones.
f. ¿ha habido enfermos nerviosos en su familia? ¿Tíos, primos, etc.?,
¿suicidas?, ¿personas “raras”?. Hay una gran tendencia a negar esos
antecedentes. Si existen, tratar de conocer detalles.
g. ¿Ha vivido siempre con sus padres? Es fácilmente comprensible que, si
el paciente ha sido sacado temporalmente del seno familiar, todas las
condiciones cambian. Si la respuesta es negativa:
h. ¿Por qué? Consignar detalles de las causas para la separación, el
tiempo, etc., así como las personas con las que el paciente vivió,
investigando cerca de ellas en la misma forma que acerca de los
familiares.
i. ¿Cómo ha sido usted criado? ¿Engreído o educado severamente? Es la
mejor manera de averiguar las condiciones de la constelación familiar y
de la vida infantil del paciente. En este momento se fomenta una
conversación que permite comprender el ambiente como interrelación
dinámica, orientándola hacia la obtención de los siguientes datos: ¿Ha
sido castigado?, ¿mucho?, ¿por quién?, ¿cómo?, ¿por qué?, ¿cómo
reaccionaba a los castigos? ¿Quién lo engreía más? ¿A quién quería
más? (el paciente): a su padre o a su madre? Generalmente la
respuesta es aquí: “A ambos”. Debe insistirse con una sonrisa: “si claro,
pero hay una pequeña diferencia”. Si la ha habido ¿por qué? ¿A quién
prefería su madre? ¿su padre? Generalmente la respuesta es, como
anteriormente, “A nadie”. Una sonriente insistencia nos permitirá
rectificar el dato.
j. ¿Cómo se llevaba usted con sus hermanos? Rivalidades, rencillas,
apegamiento: ¿a cuál prefería? ¿por qué?.
k. ¿Estaba usted contento en su casa? Esto nos permite obtener una
versión sintética de la situación y sobre todo de la reacción del paciente
ante esa situación.
l. ¿Cómo se llevaban sus padres? Rencillas, celos, dificultades de toda
clase y su repercusión sobre el paciente.

Niñez

Con esta sección comenzamos a conocer al enfermo es su evolución psicobiológica.

a. ¿Qué clase de niño era usted? Tímido, agresivo, juguetón, obediente, rebelde,
caprichoso, etc.
b. Datos de la evolución. ¿Embarazo y parto normales? ¿Alimentación al pecho?,
¿artificial? ¿por qué? Fecha del destete y reacción a él. En relación a esto debe
suscitarse también una conversación que nos informe sobre gustos y costumbres
particulares, especialmente en cuanto a la alimentación. ¿Pecularidades y
preferencias? ¿Rechazo de alimentos? Reacción de la familia.
c. Datos del desarrollo psicosomático ¿A qué edad caminó? ¿A qué edad habló?
¿Enfermizo?
d. Síntomas neuróticos

Para averiguarlos debe usarse cierta técnica. Las preguntas corrientes provocarían negativas o
respuestas vagas. He aquí lo que aconsejamos: ¿Hasta qué edad se orinó en la cama?
Alrededor de este tema averiguar la manera cómo el control de la eliminación fue obtenido.
¿Ha tenido pesadillas? Terrores nocturnos y reacción de los padres ante ellos.
¿Hasta qué edad se chupó el dedo? ¿Se comió las uñas?
¿Ha tenido pataletas? ¿Con qué motivo?
¿Masturbación infantil? ¿Fantasías sexuales?
¿Otras particularidades?

Educación

a. ¿A qué edad se fue al colegio? Alrededor del tema debe permitirse también una
pequeña conversación. Al ir a la escuela el niño enfrenta por primera vez la realidad
“social”. Fuera del ambiente familiar, debe realizar su primera real adaptación. Sus
reacciones son, pues, importantísimas. Si ellas no quedan definidas en el curso de la
conversación, debe aclararse:
b. ¿Le gustaba ir a la escuela? ¿Por qué?
c. ¿Tenía muchos amigos? ¿A qué jugaba? ¿Tenía tendencia a ser el líder o a seguir a
los otros? Investíguese las características de la reacción social.
d. ¿Término la instrucción primaria? ¿A qué edad? Si no lo hizo ¿por qué? Sígase paso a
paso la historia educacional (instrucción media, universidad), precisando fechas. He
aquí algunas preguntas complementarias: ¿Qué materias prefería? ¿Por qué? ¿Qué
hubiera querido ser? ¿Por qué?
e. ¿Ha seguido estudiando después de haber abandonado el colegio?

Trabajo

Sígase la biografía del enfermo averiguando en una secuencia natural, las actividades
seguidas al abandonar los estudios.

a. ¿Cuál fue su primer trabajo? ¿Le gustaba? ¿Por qué lo eligió? ¿Cuánto tiempo estuvo
en él? ¿Por qué lo abandonó? Averiguase lo mismo de las sucesivas ocupaciones del
paciente hasta la actualidad. Investíguese las condiciones de trabajo (enfermedades
profesionales).
b. ¿Le gusta su trabajo actual? ¿Por qué?
c. ¿Está usted, contento en él? ¿Por qué?
d. ¿cuáles son sus aspiraciones?
e. ¿Cuánto gana actualmente? ¿Está contento con su salario?
Coméntese aquí cordialmente las condiciones de vida. Investíguese la actitud del sujeto
frente a ellas; preocupaciones económicas, tensiones emocionales, traumatismos psíquicos,
etc.
En esta forma hemos hecho, en realidad, una pequeña biografía del paciente. Lo hemos
seguido paso a paso desde su infancia hasta el momento en que lo vemos por primera vez ya
que la vida familiar, la educación y el trabajo son las etapas fundamentales de la evolución
individual. Hay algo, sin embargo, que debemos tener presente y que muchas veces se desliza
entre los otros datos, si no estamos preparados a tomarlo en cuenta: los cambios de residencia
del paciente.

Cambios de residencia

El conocimiento de ellos, aparte de suministrarnos datos importantes sobre los ambientes


biológicos en los que el paciente ha vivido y su relación con el presente o antigua patología
(zonas palúdicas, enfermedades tropicales, paso de la altura a la costa, etc.), nos ofrecen otra
información igualmente importante. Para obtenerla, no olvidemos las siguientes preguntas:
a. ¿Cuándo salió usted, por primera vez de su lugar natal?
b. ¿Por qué hizo ese viaje? Ellos nos da datos preciosos sobre la personalidad en su
relación al medio.
c. ¿Cómo le fue en su nueva residencia?

Cuya respuesta nos informa sobre la capacidad de adaptación del enfermo a situaciones y
ambientes nuevos.
Estas preguntas deben repetirse si el paciente ha cambiado más de una vez de residencia.
Entremos luego a investigar otros aspectos de la vida del ser humano que tenemos delante.
Para ello el orden del interrogatorio es importante. Aconsejamos el siguiente que la experiencia
nos ha demostrado válido.

Accidentes y Enfermedades

Comenzamos por la averiguación de los accidentes ocurridos y damos a ellos más


importancia que el considerarlos solamente desde el punto de vista de sus defectos sobre la
salud. Los modernos conocimientos sobre la “predisposición a accidentarse” o el “hábito de
accidentarse” nos preparan para conocer tipos de personalidad en la que los accidentes no
ocurren “por accidente”, sino que tienen una razón de ser enraizada en las características
personales mismas. Averiguamos pues, en relación con cada uno de los accidentados;
condiciones de ocurrencia, especialmente en relación al momento psicológico en el que
tuvieron lugar; reacciones ante ellos, invalideces, etc.

Pasamos luego al interrogatorio sobre las enfermedades padecidas durante toda la


vida. El se diferencia del corriente en que se da importancia, no sólo a los procesos patológicos
que “ha sufrido” el paciente, sino a su reacción a ellos, a su actitud frente a las adaptaciones a
que obligaron. No necesitamos insistir en la importancia de ello para el estudio de la
personalidad en acción. Por supuesto que no nos contentaremos con los nombres de las
enfermedades, sino que tratamos de obtener cuadros sintomatológicos claros.

En los enfermos hombres terminamos esta parte con la averiguación de datos


concernientes a las enfermedades venéreas, lo que nos prepara el camino para entrar
fácilmente en la investigación siguiente:

Vida Sexual.

Esta es, por supuesto, la parte más difícil del interrogatorio. Y es difícil, en realidad – la
experiencia de enseñarnos lo ha probado – más que por la resistencia consciente o
inconsciente que el médico mismo presenta. Si el médico tiene frente a los problemas del sexo
una actitud sana y comprensiva (lo que naturalmente implica la misma actitud frente a sus
problemas en una esfera), el interrogatorio no es difícil. Ante un benevolente interés, que no se
modifica durante toda la entrevista; ante una naturalidad dada, que permite tratar el tema como
cualquiera de los otros, no sólo el enfermo o la enferma no se resisten, sino que cooperan
gustosamente. En nuestra organización social el tabú del sexo impide que tanto hombres como
mujeres tengan oportunidad de hablar seriamente de este tema con alguien. En la mayor parte
de los casos sufren la angustia de la ignorancia y desearían y consejo sano y autorizado. Por
otra parte, el sólo hablar de sus problemas o sus preocupaciones brinda tranquilidad y
desahogo. Es corriente ver que el paciente de ambos sexos, una vez roto el hielo, se explayen
ampliamente, “abren su corazón” y digan agradecidos al final: “Nunca hablé de esas cosas,
Doctor con nadie y me ha hecho mucho bien el decírselas”.

Naturalmente que ello no puede producirse si la actitud del médico – no sólo la que
pretende sino la que auténticamente tiene – no es claramente la justa: una benevolente
comprensión amistosa y segura. Si hay inseguridad, falsa vergüenza, curiosidad malsana,
“picardía”, interés extra médico, ello bloquea inmediatamente al paciente, que lo percibe a
través de todas las caretas que se quiera usar para disimularle. Aquí, como siempre, el ser
médico, es decir, el estar guiado por u n auténtico cariño hacia nuestra semejanza y un sincero
deseo de ayudarlos; el hacerlo es una forma madura y noble, es la mejor llave para penetrar en
lo más íntimo de su vida.

Si el interrogatorio ha sido conducido hasta aquí concretamente, el paciente ha perdido ya


la inseguridad de los primeros momentos y “simpatiza” con el médico. Está pues, dispuesto a
responder a sus preguntas lo mejor que puede, pero, aún en las condiciones más favorables,
es necesario “romper el hielo”. Para ello la experiencia nos ha enseñado una técnica que
creemos eficaz. Es, naturalmente, distinta frente a enfermos hombres o mujeres.

A. En los hombres, hecha de propósito como final la pregunta sobre las enfermedades
venéreas, es fácil pasar, como complementaria, a las siguiente:
a. ¿ha sido usted muy mujeriego? En realidad ella no es prácticamente útil. No
sirve sino de introducción, de preparación, para las siguientes:
b. ¿cuándo tuvo usted los primeros conocimientos sexuales? Generalmente se
recuerdan los de la adolescencia. Debemos guiar al enfermo hacia recuerdos
previos, episodios infantiles: ¿Tuvo curiosidad por cuestiones sexuales?
¿Presenció actividades de ese género? ¿cuándo se dio cuenta de la
diferencia entre los sexos? ¿Qué pensó de ella? ¿Qué creía acerca de
“dónde vienen los niños”? ¿Del matrimonio? Trataremos de reconstruir la
actitud infantil frente a esos problemas, así como la manera como la familia
los enfrentó.
c. ¿A qué edad comenzó a masturbarse? Si ello no ha sido dicho
espontáneamente durante la conversación anterior, la pregunta debe
plantearse en esa forma. Es ingenuo el interrogar: ¿Se ha masturbado
alguna vez? Es casi una invitación a la negativa. Este pequeño detalle de
técnica es importante. Hemos visto casos en los que el enfermo negó
masturbarse al médico que le tomaba la historia clínica en privado, para
confesarla con detalles durante un interrogatorio en clase, durante una
presentación.

Aunque no podemos ahora detenernos en el tema, debemos decir algunas palabras en


conexión con esta pregunta. Ella es hecha especialmente para conocer la actitud del enfermo
frente a ala masturbación. Creemos que esa práctica, en nuestro ambiente, es un fenómeno
normal en la pubertad. Sin embargo, está acompañado generalmente de un profundo
sentimiento de culpa y de la convicción de que es horriblemente dañina. Se establece pues, en
el espíritu del adolescente una lucha entre el deseo y esos sentimientos, con la
correspondiente sobrecarga emotiva, que es la que produce una serie de síntomas. Sin negar
la dinámica más profunda de estas reacciones, sobre la que ahora no podemos detenernos,
podemos afirmar que muchas de las neurosis de los adolescentes – neurosis generalmente
clasificadas por el médico como amnesias, “debilidad”, “trastornos del crecimiento”, etc., y
tratados como fósforo, calcio, hierro y vitaminas, los amén de consejos a admoniciones que
naturalmente agravan el problema- con debidas al mecanismo expuesto y desaparecen con la
más superficial de las psicoterapias que puede hacerse, inclusive, durante la entrevista
anamnésica.
Debemos tratar de averiguar, cómo comenzó el paciente a masturbarse, frecuencias de las
prácticas, fantasías que la acompañaban y tiempo de continuación. No preguntemos nunca:
¿Hasta cuándo se masturbó? sino:

d) ¿Se masturba todavía algunas veces? Lo que, no sólo nos dará la respuesta
justa, sino que nos informará sobre la actitud actual del paciente frente a esa
practica. En caso de una respuesta afirmativa investigamos detalles: la próxima
pregunta debe hacerse también en la forma siguiente:
e) ¿Fue su primera relación sexual con un hombre o con una mujer? Es la mejor
manera de proyectar la confesión de prácticas homosexuales. Si la respuesta es
“con una mujer” se puede insistir: ¿Había tenido usted prácticas con hombres?
¿Las ha tenido usted después? En caso afirmativo, averiguar detalles.
f) ¿Cuándo tuvo usted su primera relación sexual? ¿Con quién fue? (prostituta,
enamorada, sirviente, etc. ¿Cómo fue? (impulsado por amigos, por propia
iniciativa, seducido, etc.) ¿Qué le pareció?
g) ¿cómo ha continuado usted sus prácticas sexuales? Desde aquí hay
oportunidad para una conversación en la que el enfermo describa su historia
sexual hasta la fecha. Anótese características de ella; sobre bases comerciales,
sentimentales, de aventuras pasajeras, affaires más o menos serios, etc.
h) ¿cómo son ellas en la actualidad? Lo que nos permite preguntar: ¿Es usted
muy excitable sexualmente? ¿Cada cuánto tiempo tiene usted relaciones
sexuales? Y luego la investigación de todos datos concernientes a variables
sexuales y problemas en conexión con el acto mismo (ejaculación precoz,
impotencia, etc.) ¿Cómo se siente usted después de cada relación sexual?

La práctica nos ha enseñado el dejar para una segunda parte un diferente enfoque del
interrogatorio que completará los datos ya obtenidos

Ha causa de nuestra educación y ambiente socio- sexual, que actualizan mecanismos


muy bien estudiados por los psicoanalistas, nuestros hombres separa, más o menos
definidamente, dos tipos de mujeres: la que se ama “espiritualmente” y la que se desea. Esa
aberración en cuyo estudio no podemos entrar ahora, nos obliga a dividir el interrogatorio en
dos partes. La primera es la ya descrita. Vamos a entrar en la segunda.

i) ¿Ha sido usted muy enamorado? Ello nos descubrirá las características de la
personalidad en su relación con el otro sexo: tímido, Don Juan, voluble,
persistente, insatisfecho, etc.
j) ¿Cuál ha sido su primer amor? ¿Por qué se enamoró? ¿Cuánto tiempo duro
ese episodio? ¿Hasta dónde llegaron en sus relaciones? ¿Por qué y cómo
terminaron? Reconstrúyase en lo posible este episodio, que es siempre
importante.
k) ¿Otros amores? Iguales preguntas, que nos darán una idea clara de la
manera cómo el enfermo encara este aspecto de su vida, así como los
traumatismos emocionales que pudieran haber ocurrido y la reacción a ellos.
l) Matrimonio. En el curso de este interrogatorio se llega, si el paciente es
casado, a tocar el tema de su matrimonio. Es interesante averiguar en este
caso, con más detención que en los demás, los detalles del proceso. ¿Cómo
conoció a la mujer que fue su esposa? ¿Por qué le gustó? ¿cuánto tiempo la
enamoró? Y una pregunta fundamental.
m) ¿Por qué se casó? La respuesta de este interrogante es sorprendentemente
fructífera en información relacionada, no sólo con el matrimonio en sí, sino
con la personalidad del enfermo. Desde el que nos responde: “Porque quería
a mi novia” hasta el que confiesa “Me obligaron a hacerlo”, pasando por el
que afirma: “Necesitaba alguien que me cuidara”, casi cada individuo tiene
su razón para haber dado paso tal fundamental en su vida.
n) ¿se pelea usted mucho con su esposa? No caigamos en el error, tan común,
de interrogar: ¿Cómo se lleva usted con su señora? porque la respuesta
obligada será “Bien”. Planteada la pregunta en la forma que propugnamos
nos permite obtener datos mas ciertos. Avejíguense las causas de los
disgustos, la importancia de ello, etc., hasta llegar a un concepto claro
acerca de la real situación familiar. Dejamos hablar al paciente de sus
problemas y demostremos simpatía por ellos.
o) ¿Tiene usted hijos? Si no, ¿Por qué? ¿medidas anticoncepcionales?
¿cuáles? En caso de respuestas afirmativas ¿Cuántos? Obténgase detalles
acerca de los embarazos, partos, abortos, así como de la evolución de los
hijos hasta la actualidad.
p) ¿cómo se siente usted sexualmente con su esposa? Nos lleva a averiguar
acerca de desarmonías sexuales. ¿Frigidez? ¿Falta de satisfacción sexual?
¿Variantes sexuales?
q) ¿Tiene usted aventuras fuera de su matrimonio? Sea afirmativa o negativa la
respuesta, interróguese: ¿Por qué? Trátese de obtener una idea clara de lo
que esas aventuras significan, las preocupaciones que emanan, etc.
r) ¿Qué piensa usted de las mujeres? Esta pregunta final nos da la oportunidad
de conocer la actitud del enfermo frente al otro sexo, índice tan importante de
la personalidad.

B. Las dificultades de esta parte del interrogatorio frente a las mujeres no son mayores si
él es bien conducido. Generalmente, para “romper el hielo”, comenzaremos con una
pregunta clave:

a) ¿A qué edad comenzó usted a menstruar? A las mujeres por lo general, les
agrada explayarse sobre los detalles de su función menstrual. Continúese:
b) ¿Estaba usted preparada o se asustó cuando se le presentó por primera vez? De
esta manera entramos, de una manera natural, en la investigación de la
sexualidad infantil. Si la paciente no estaba informada acerca de la menstruación,
preguntamos: ¿No sabía nada respecto al sexo antes? Si ya lo estaba ¿Cómo lo
supo? Insistiendo luego sobre las preguntas enunciadas respecto a la sexualidad
infantil en el interrogatorio de los hombres.
c) ¿Cómo ha sido su menstruación? Avejíguense caracteres de cronología y
presentación. Si la paciente es soltera, avejíguese sobre períodos de amenorrea.
Ello nos dará una impresión clara si observamos turbación, enrojecimiento, duda,
ante una negativa, no insistamos. Preguntamos luego benévolamente:
d) ¿Ha tenido muchos enamorados? Siempre los ha tenido.
e) ¿Cuándo tuvo el primero? Continuase el interrogatorio sobre la pauta ya trazada.
En un gran porcentaje de los casos, dadas las condiciones ya establecidas, la
enferma habla más o menos francamente y confiesa su exploración en el campo
psicosexual. Si no lo hace pueden usarse algunas preguntas que, hechas a
tiempo, nos brindarán información. Una de ellas es: ¿Es usted afectuosa o fría?
Si hay resistencia manifiesta a responder, tomaremos una actitud considerada:
Perdóname que insista en estas preguntas, pero son necesarias para comprender
perfectamente su caso. Usted sabe que muchas veces un detalle hasta para
orientar un diagnóstico. Naturalmente que si usted prefiere no hablar de ello... si
la paciente prefiere “no hablar de ello” podemos estar seguros de que “hay algo”
de lo que no quiere hablar y lo tendremos en cuenta. Si la paciente es soltera:
f) ¿Tiene usted enamorado ahora? Se repite el interrogatorio ya explicado. Si es
casada, se investiga como en el caso de pacientes hombres, las características
del proceso hasta el casamiento, repitiendo la pregunta:
g) ¿Por qué se casó? Luego nos será fácil seguir:
h) ¿Cómo la impresionó la noche de bodas? Continuando luego con una
conversación que nos lleve al conocimiento de los detalles, incluidos en los
párrafos m, n y ñ del interrogatorio masculino. En el caso de infelicidad
matrimonial, que las mujeres confiesan más fácilmente que los hombres, puede
preguntarse:
i) ¿No ha pensado que podría ser feliz con otro hombre? De donde: ¿No lo ha
intentado? Si puede hacerse esa pregunta manteniendo una actitud de
benevolente comprensión. Ello nos dará información sobre affaires
extramatrimoniales y sobre la actitud de la paciente acerca de ellos. Terminamos
con:
j) ¿Qué piensa usted de los hombres? Como se habrá notado, damos mucha
importancia al interrogatorio sobre la vida sexual de nuestros pacientes. La
experiencia nos ha enseñado que ellos es indispensable. Piénsese lo que se
quiere sobre las teorías psicoanalíticas, lo cierto es que el desequilibrio de una
personalidad se refleja directamente en su actividad psicosexual, lo que puede
servirnos de índice para el conocimiento de los problemas que esa personalidad
enfrenta y sobre su manera de resolverlos

Hábitos e Intereses

a) ¿Qué hace usted cuando no trabaja? Es interesante conocer las aficiones del
individuo, sus diversiones, sus hobbies, de manera cómo emplea su tiempo fuera
de su trabajo. Si lee, ¿qué clase de libros? ¿por qué? Si va al cine, ¿qué
películas prefiere? ¿por qué? Si práctica deportes, ¿cuáles? Si no haces nada
¿por qué? ¿En qué ocupa sus días libres?
b) ¿Tiene usted amigos? ¿Íntimos? ¿Qué hace en compañía de ellos? Sino los
tiene, ¿Por qué?
c) ¿Es usted religioso? En nuestro ambiente casi todos lo son. Averiguamos hasta
donde ellos es verdad.
d) ¿Bebe usted mucho? No nos contentemos con respuestas como “regular” o
“como todos”. Precisemos: ¿Aperitivos? ¿Bebida en las comidas? ¿Fuera de
ellas? ¿En fiestas? ¿A menudo? ¿Le causa daño?
e) ¿Fuma mucho? Número de cigarrillo por día.
f) ¿otras drogas? Café, té, drogas heroicas (difícilmente confesadas).
g) ¿Qué ideas políticas tiene? Aquí hay que aclarar generalmente que nuestro
interés es puramente profesional.
h) ¿Concepciones filosóficas? No se trata de buscar erudición, sino de saber los
principios a los que el paciente ajusta su conducta, sea o no consciente de que
ellos constituyen su filosofía.

Actitud para con la Familia

Es este un tópico de real interés ya que su conocimiento nos informa, no sólo sobre la
personalidad del paciente, sino sobre la situación familiar con sus complejas reacciones y
posibilidades.

a) ¿Con quién vive usted? Ella es importante porque nos permite apreciar la
estructura de la “constelación familiar”. Averigüemos:

1. Si el paciente es soltero, ¿vive con sus padres? En caso negativo ¿por qué?
¿con quién vive? ¿por qué?
2. Si es casado, ¿vive con sus padres? ¿con la familia de su esposa? En caso
afirmativo, ¿por qué?

b) ¿Vive usted tranquilo en su casa? Estudiemos la dinámica de la vida familiar en


una conversación que nos permita interiorizarnos en los detalles de esa
interrelación.
c) ¿Dónde vive usted? Sepamos las condiciones materiales de vida, lo que al mismo
tiempo nos informará indirectamente sobre la distribución del dinero y nos
permitirá apreciar la actitud del paciente frente a sus deberes familiares.
d) ¿Qué relaciones tiene usted con el resto de la familia?
e) ¿Qué hacen sus hijos? Importante para apreciar proyectos, esperanzas,
preocupaciones, resentimientos, etc. este grupo de interrogantes deben dejarnos
con una clara idea sobre la vida actual del paciente en todo su valor Psicosocial.

Actitud Frente al Problema

He aquí un tópico que el examinador olvida casi siempre y que nos parece de
fundamental importancia. La actitud del paciente ante su dolencia es decisiva, no solo para el
conocimiento de su personalidad y para el diagnóstico, sino para la conducción y el éxito de
tratamiento. Preguntemos:
a) ¿A qué cree usted que se debe su problema? Las respuestas a este
interrogatorio son realmente ilustrativas. Posiblemente nada hay que nos diga
más sobre los conceptos del paciente acerca de su esquema corporal, sobre sus
creencias, temores, supersticiones, etc. (*) constituyen su versión del problema,
quizás más importante, desde muchos puntos de vista, que la del examinador.
b) ¿Cómo cree usted que podría curarse? Ello nos permite completar las
informaciones ya obtenidas y nos descubre mucho de la actitud del paciente
c) ¿Qué hará usted cuando se cure? He aquí una pregunta, sugerida por Alfredo
Adler, que creemos interesante. Adler asegura que, considera la enfermedad (él
se refiere a la enfermedad nerviosa, pero en nuestra opinión ello puede hacerse
extensivo en parte a todas las enfermedades) como una huída frente a los
problemas que la realidad plantea, la respuesta a esa interrogante generalmente
nos indica precisamente lo que el paciente no quiere hacer, de lo que está
huyendo

La experiencia nos ha confirmado ampliamente ese punto de vista. Es de todos los días
escuchar de la boca de los que padecen de neurosis de renta: “Lo que haría es volver a
trabajar inmediatamente”, por ejemplo.

Sueños

Indispensable complemento según nuestra opinión, de una anamnesis bien conducida


es una investigación de los sueños del paciente. Muy a menudo el relato de esos sueños nos
provee de una inapreciable información sobre sus preocupaciones, complejos y actitudes.
Preguntamos:

a) ¿Duerme usted bien? Si no, ¿por qué?


b) ¿Tiene usted pesadillas? En caso afirmativo, hágase que el paciente les relate y
anótese, si es posible, sus propias palabras.
c) ¿Sueña usted?

Muchas veces la respuesta es negativa. Hay una resistencia inconsciente a recordar


sueños ante el médico. Insistamos: ¿Nunca? Generalmente, de esa manera, obtenemos datos.
Algo que ocurre muy a menudo es que el paciente nos responda: “sueño, doctor, pero no
recuerdo qué? Insistamos también “¿No recuerda ningún sueño?” ¿Ninguno? “cuénteme
cualquiera”. Es muy raro el caso en el que no hemos podido obtener el relato y, cuando más
trabajo nos ha costado, más interesante el sueño obtenido.

Con esto hemos terminado el interrogatorio, que, si ha sido bien conducido nos dará
una idea clara de la personalidad en sus relaciones con el ambiente y nos permitirá encarar,
con las otras partes de la historia clínica, el diagnóstico, el pronóstico, y la terapéutica en
función del hombre como tal.

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