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Cristianismo primitivo y paideia griega por Werner Jazcer FONDO DE CULTURA ECONOMICA MEXICO: * I. EL PRIMER ENCUENTRO No es mi intencién establecer un contraste entre la religién y la cultura como dos formas hetcrogéneas del espiritu humano —como quiz4 se desprende del {itulo—, sobre todo en nuestros dias en que tedlogos como Karl Barth y Brunner destacan el hecho de que la religién no es una parte subordinada de Ja civilizacién, como lo consideraba la vieja escuela de tedlogos liberales que mencionaban de una sola ti- rada el arte, la ciencia y la religién. En otras pala- bras, no deseo discutir el problema de Ja religion y la cultura en abstracto, sino que hablaré muy con- cretamente del cristianismo en su relacién con la cul- tura griega, y mi manera de tratar el fenémeno seré la histérica, como corresponde a un estudioso de lo clisico. Tampoco deseo comparar el espiritu griego, tal como se manifiesta en las tragedias de Sdfocles o en el Partenén, con el espiritu del cristianismo, como lo hiciera Ernest Renan cuando, al volver de Tierra Santa, visité la Acrépolis de Atenas. Se sintié sobrecogido por esa manifestacién sublime de la be- lleza y la razén puras, tal como las entendié y alabé en su entusiasta oracién en la Acrépolis.1 Friedrich Nietzsche, su contemporéneo més jo- ven, hijo de un ministro protestante y ferviente apés- tol de Dionisos é1 mismo, levé la comparacién al extremo y el estudioso de la época clisica se convir- tié en misionero del Anticristo. En vez de esto, yo hablaré de la cultura griega tal como era por la época 1 Emest Renan, Souvenirs d'enfance et de jeunesse, Pa- ts, 1959, pp. 435. 9 10 EL PRIMER ENCUENTRO™ en que aparecié la religién cristiana, y del encuentro historico de estos dos mundos durante los primeros siglos de nuestra cra. El espacio limitado de que dispongo me imposibilita a hablar del arte cristiano primitivo 0 a incluir dentro de mi estudio la esfera latina de la antigua civilizacién y la de Iglesia pri- mitiva. Desde el momento en que despert6 la concien- cia histérica modema, en la segunda mitad del si- glo xvmr, los eruditos én teologia cayeron en Ja cuen- ta —al analizar y describir el gran proceso historico que se inicié con el nacimiento de la nueva reli- gién— de que, de los factores que determinaron la forma final de la tradicién cristiana, la civilizacin griega ejercié una influencia profunda en la mente cristiana? Originalmente, el cristianismo fue un pro- 2 En teorfa, la influencia de la civilizacién griega sobre el cristianismo ha sido reconocida en muchos campos por la lite- ratura teol6gica erudita. En la historia del dogma, Adolf von Harnack, Lehrbuch der Dogmengeschichte, Freiburg-Leip- zig, 1894, pp. 121-147, Ia cita como uno de los factores més importantes en la conformacién del cristianismo y de su des- arrollo histérico. La obra fundamental de Harnack ha mos- trado en especial la naturaleza del efecto de la filosofia griega sobre la doctrina cristiana, H. A. Wolfson, The Philosophy of the Church Fathers, I, Cambridge, Mass., 1956, ha estu- diado més recientemente y con detalles mucho mayores las implicaciones filoséficas de la doctrina cristina y su origen griego. Pero aun antes de este intento sistemitico, la genera- Gidn de teblogos que siguié a la escuela histérica de Haack sefialé el elemento griego en los libros biblicos mismos, en especial en el Nuevo Testamento; y el gran Handbuch zum Neuen Testament, de Hans Lietzmann aplicé este punto de vista, en forma sistemética, a la exégesis de los documentos cristianos més antiguos. Hace menos tiempo, E. R. Goode: nough mostré la influencia griega sobre el judaismo posterior EL PRIMER ENCUENTRO a ducto de la vida religiosa del judaismo posterior Los descubrimientos recientes, por ejemplo, el de los Tamados rollos del Mar Muerto, han arrojado una nueva luz sobre este periodo de Ia religién judia y se han trazado paralelos entre la piedad ascética de la secta religiosa que vivia por entonces a orillas del en el campo arqueolégico, en su obra Jewish Symbols in the Greco-Roman Period, 8 vols., Nueva York, 1953-58. La Ia- mada historia general de Ia religién ha estudiado la influencia de las religiones extraiias sobre el cristianismo primitive en forma més amplia, pero también ha tocado la influencia de los griegos. Por otra parte, el efecto directo de Ia filosofia griega sobre el Nuevo Testamento, en particular sobre San Pablo, que presuponian las antiguas escuelas de estudios teolé- gicos (por ejemplo, la de D. I, Strauss), no ha sido confir- mado por la itivestigacién histérica moderna. Desde luego, muchas ideas filoséficas flotaban en el aire, pero eso no es lo mismo que una influencia doctrinal demostrable, por ejemplo, de Séneca sobre San Pablo, tal como lo suponfa la escuela teolégica de Tubinga a mediados del siglo sax. En general, este tipo de influencia doctrinal de la filosotia griega sobre el pensamiento cristiano pertenece a generaciones posteriores, véase infra pp. 94, 121 ss. Acerca de las reminiscencias- de 1a literatura y las formas literarias clésicas, véase infra, pp. 17, 86s; acerca del conocimiento del griego en los circulos ju: dios y judio-cristianos, véanse pp. 13-25. 3 Este aspecto ha sido muy destacado en el iiltimo me- dio siglo de investigacién teol6gica cristiana, a partir del mo- mento en que Harnack se sintié obligado a dar la batalla y a intentar detener Ja matea de la Religionsgeschichte com- parativa, del tipo que favorecian R. Reitzenstein y otros eruditos contemporineos, quienes parecian amenazar con des- tmuir la originalidad del cristianismo y confundir su origen verdadero al tratarlo como una fase en la historia del espiritu judio. Acerca de este periodo posterior de la religién judia, véase la obra de Emil Schiirer, Geschichte des jiidischen Volkes im Zeitalter Jesu Christi, 4* ed., Leipzig, 1901-1909. Véase también, R. Pfeiffer, History of the New Testa Times, Nueva York, 1949. oo 12 EL PRIMER ENCUENTRO ‘Mar Muerto y el mensaje mesidnico de Jests. Al parecer, hay algunas semejanzas notables. Pero salta a Ia vista una gran diferencia, a saber, el hecho de que el Kerygma cristiano no se detuvo en el Mar Muerto ni en la frontera de Judea, sino que super6 su exclusividad y su aislamiento local y penetré en el mundo circundante, mundo dominado por la ci- vilizacién y la lengua griegas. Este fue el hecho de- cisivo en el desarrollo de la misién cristiana y su expansién por Palestina y més alla de sus fronteras. Fue precedido por tres siglos de expansién mundial de da civilizacién griega durante el periodo helenis- ta, descuidado por mucho tiempo por los eruditos clasicos que se negaban a mirar més all de la edad griega clisica. El gran historiador que se convirtié en el descubridor del periodo de expansién mun- dial griego, Johann Gustav Droysen, que fue el pri- mero en escribir su historia,* se vio levado a ello, segin vemos ahora por su correspondencia publica- da, por su fe cristiana y por el dogma, pues percibié claramente que sin la evolucién posclésica de Ja cul- tura griega habria sido imposible el surgimiento de tuna religion cristiana mundial.’ Desde luego, el pro- 4 J. G. Droysen, Geschichte des Hellenismus, Hambur- g0, 1836-43. af 5 J. G. Droysen, Briefwechsel, ed.-por Rudolf Hiibner, Berlin-Leipzig, 1929, I, p. 70: “En mi opinién, la historia de los siglos del hclenismo ha sido descuidada en la misma forma nefasta por filélogos, tedlogos e historiadores. Y, sin embargo, el cristianismo surge del helenismo y de 4 tomé as direcciones més notables de su primer desarrollo, La ‘maravillosa aparicién de una cultura y una literatura mun- diales, de una TlustraciOn total, hecho que caracteriza a los Siglos inmediatos al nacimiento de Cristo, no es compren- ible dentro del cristianismo ni del romanismo, sino s6lo en EL PRIMER ENCUENTRO 13 ceso de cristianizacién del mundo de habla griega dentro del Imperio romano no fue de ningén modo unilateral, pues significd, a la vez, la helenizacién del cristianismo. Pero lo que ha de entenderse por “helenizacién” no es algo claro de inmediato. Tra- temos de especificar més. En la edad apost6lica observamos la primera eta- pa del helenismo cristiano en el uso del griego que éncontramos en los escritos del Nuevo Testamento, que se continia hasta los tiempos postapostélicos, hasta la época de los lamados Padres Apostélicos. Este es el significado original de la palabra hellenis- mos* El asunto del idioma no era, en manera la historia del helenismo.” Esta carta hace evidente que el interés del descubridor de Ja historia del helenisno se debia, parcialmente, al periodo mismo, pero también en parte, y Quizd atin mayor, al papel que desempeiié en Ta historia uni- Yersal como desarrollo que hizo posible al cristianismo. © Hellenismos, que es el sustantivo derivado del verbo hellenizo, “hablar griego”, significaba originalmente el uso correcto de la lengua griega. Al parecer, los primeros en usar teste concepto fueron Tos maestros de ret6rica. Teofrasto que, siguiendo a su maestro Arist6teles, hizo de la retérica parte de su ensefianza en el Liceo de Atenas, construy6 su teoria acerca del estilo perfecto sobre cinco partes que lamé las “virtudes (aretai) de la diccién”. La primera de ellas, y la fundamental, era el hellenismos, es decir, un uso gramati- calmente correcto del griego, un lenguaje libre de barbarismos y solecismos. (Cf. J. Stroux, De Theophrasti virtutibus di- condi, Leipzig, 1912, p. 13). En la Grecia del siglo xv, esta cexigencia era caracteristica de la época, pues por entonces los extranjeros de todo nivel social se hablan hecho tan nu- ‘merosos que ejercian una influencia corruptora sobre el len- guaje hablado, aun sobre el lenguaje de los griegos mismos. ‘Asi, pues, la palabra hellenismos no tuvo originalmente el significado de adopcién de los usos griegos o de la forma griega de vivir que adquirié mds tarde en forma inevitable, 14 EL PRIMER ENCUENTRO alguna, materia indiferente. Con el uso del griego penetra en el pensamiento cristiano todo un mundo de conceptos, categorfas intelectuales, met4foras he- redadas y sutiles connotaciones. La explicacién ob- via de la répida asimilacién de su ambiente que efectian las primeras generaciones cristianas es, des- de luego: 1) el que el cristianismo era un movimiento judo y los judios estaban ya helenizados en tiempos de San Pablo; no sélo los judios de la Diaspora sino también, en gran medida, los de Palestina’ misma; y 2) el que fuera precisamente esta porcién hele- nizada del pueblo judio hacia la que se volvieran sobre todo fuera de la Hélade donde la cultura griega se convirtié en moda, “Acerca de otro uso posclésico de la pa- labra, uso que se desarrollé en un mundo ya cristianizado en gran medida, véase infra, p. 104. Vino a significar por enton- es no sélo la cultura y la lengua de los griegos, sino también el culto y la religion’ “paganos”, es decir, griegos antiguos. Es muy usada en este sentido por los Padres de la Iglesia griegos en sus polémicas. La literatura erudita no distingue siempre con suficiente claridad entre estos diversos signifi. cados de la palabra. 1 Desde Iuego, esto era verdad por lo que respecta sobre todo a Ja aristocracia judia y a las clases~educadas; Flavio Josefo, Antiquitates Judaicae, XX, 12, 264 (Opera, ed. Nie- se, IV, Berlin, 1890, p. 269), observa atinadamente que Ja gran masa del pueblo judio muestra menos inclinacién que Ja de otras naciones a aprender idiomas extranjeros. Pero el caso de los judios que vivian fuera de Palestina en un am- biente helenizado era diferente; pronto convirtieron al griego en lengua propia a preferencia del egipcio 0 cualquier otra lengua nativa, Pero también en Palestina se entendia griego y se lo usaba en el comercio y los negocios, aun por personas poco educadas, mucho més de Io que conceden con frecuen- cia los eruditos; ef. S. Licberman, Greek in Jewish Palestine, Nueva York, 1942, y Hellenism’ in Jewish Palestine, Nueva York, 1950, del mismo autor. ~-- 4 EL PRIMER ENCUENTRO oy en primer lugar los misioneros cristianos. Fue esa parte de la comunidad apostélica de Jerusalén Ila- mada “helenistas” en el capitulo VI de los Hechos de los apéstoles, la que, tras el martirio de su jefe, Esteban, se dispersé por toda Palestina e inicié las actividades misionales de la generacién siguientes Al igual que el propio Esteban (Stephanos), todos evaban claros nombres griegos, Felipe (Philippos), Nicanor, Précoro, Timén, Pérmenas, Nicolés (Ni 8 Hechos VI, 1 ss. [Utilizamos Ja versién espafiola de E. Nécar Fuster y ‘A. Colunga, Biblioteca de Autores Crist nos, Madrid, 1955, 6* ed. T.] La palabra ““helenistas” aparece aqui en contraposicién a “hebreos”, pero no significa “grie- gos” (palabra que el Nuevo Testamento aplica a los “gen- tiles”); es el término oficial para el elemento de habla griega entre los judios y, en consecuencia, se aplica también. a la primitiva comunidad cristiana de Jerusalén en la época de los apéstoles. No significa judfos nacidos 0 criados en Jerusalén que hubiesen adoptado la cultura griega, sino personas que ya no hablaban el arameo nativo como lengua matema, por ‘que ellas o sus familias habian vivido por largo tiempo en un ambiente helenizado y después habfan vuelto a su patria, Los que no se convirtieron al cristianismo tenfan sus propias sinagogas helenistas en Jerusalén, y nos encontramos a un helenista cristiano como Esteban envuelto en largas discusio- nes religiosas con ellos. Se menciona expresamente (He- chos VI, 9) a las sinagogas de los libertos, los cirenenses y Jos alejandrinos, los de Cilicia y de Asia. Era natural que los helenistas cristianos, mientras ‘se dedicaban aim a la labor misional en Jerusalén antes de la muerte de Esteban, se vol- vieran, a causa del elemento comin que les daba su idioma y su educacién griegos, a estos helenistas no cristianos y a sus fescuelas. Debe concluirse que formaban una minorla cada ‘vez més fuerte en la comunidad apostélica del hecho de que se empefiaran en tener sus propios representantes de habla griega en la distribucién diaria de comida y ayuda a las viu- das. Pudieron obtener de los doce apéstoles la concesién, muy importante, de la institucién del nuevo oficio de 16 EL PRIMER ENCUENTRO kolaos), y en su mayorfa pertenecfan a familias que habian sido helenizadas hacla una generacién o més? El nombre de la nueva secta, christianoi, se origind en Ia ciudad griega de Antioquia, en la que estos judios helenistas encontraron el primer gran campo de actividad para su misién cristiana2” El griego era hablado en todas las synagogai de las ciu- dades mediterraneas, como se ve claramente por el ejemplo de Filén de Alejandria, quien no escriba su pulido griego para ser lefdo por los.gentiles sino que lo destinaba a sus compatriotas judios cultos, Nunca se hubiera formado un gran grupo de prosé- litos gentiles si éstos no hubieran sido capaces de entender el idioma utilizado en el culto judio de las sinagogas de la Didspora. Toda la actividad misio- nal de Pablo se basa en este hecho. Sus discusiones con Ios judios a los que se dirige en sus viajes y a Tos que trata de Mevar el Evangelio de Cristo se Tlevan a cabo en griego y con todas las. sutilezas de la argumentaci6n Idgica griega. Por regla general, didcono. Como los primeros diéconos enumerados en He- chos VI, 5, tienen todos nombres griegos, parece evidente que eran los representantes especiales de los miembros de hhabla griega de la comunidad, y que, en principio, debfan atender en primer término a esa parte de la congregacién. Los apéstoles, al anunciar la innovacién, destacan el hecho de que seria demasiado para ellos el hacer todo el trabajo solos, Sin embargo, si los nuevos didconos debfan tomar a su cargo a toda la congregacién, tanto a helenistas como a “hebreos”, esto aumentarla més la importancia de los he- lenistas dentro de la comunidad cristiana, ya que los siete elegidos eran_helenistas. © Sélo Nicolés no era judio de nacimiento, habia sido prosélito en Antioquia antes de su conversién al cristianis- mo; cf. Hechos VI, 5. 10 Hechos XI, 26. EL PRIMER ENCUENTRO 7 ambas partes citan cl Antiguo Testament segin la traduccién griega de la Septuaginta™ y no segin dl original hebreo. Si hacemos a un lado los Logia, colecciones de dichos de Jesis, y los Evangelios, los escritores cris- tianos de la edad apostélica usaron Jas formas lite- rarias griegas de la “epistola”, segin el modelo de Ios fildsofos griegos, y de los “hechos” o praxeis, actos y doctrinas de hombres sabios 0 famosos con- tadas por sus discfpulos, El desarrollo posterior de Ja literatura cristiana en a edad de los Padres apos- télicos, que siguid estas Iineas, afiadié otros tipos como la “didaqué”, el “apocalipsis” y el sermén, Este éiltimo es una modificacién de la diatribe y dialexis de la ‘filosofia popular griega, que habia intentado Ievar las doctrinas de cinicos, estoicos y epictireos al pueblo. Aun la forma del martirologio fire usada por los paganos en Egipto, donde se des- arrollé durante la lucha religiosa entre los egipcios y los judfos, mas 0 menos por la época de los apés- toles y antes de que apareciera Ja literatura marti- rolégica cristiana® Tenemos que contar con la existencia de folletos religiosos que en la época he- 11 Hay ciertas diferencias a este respecto entre Jos Evan- gelios y San Pablo, En sus Epfstolas el nimero de citas Yeterotestamentarias tomadas de la Septuaginta excede con mucho a las tomadas de otras fuentes. Cf, H. B. Swete, In- troduction to the Old Testament in Greek, 2* ed., Cam- bridge, 1914, pp. 381 ss. 12 Acerca de este problema en general, véase Paul Wend- land, Die urchristichen Literaturformen, Tubinga, 1912, par- te 3 del Handbuch zum Neuen Testament, I, de H. Lietz- mann, 38 Cf, H. Musurillo, The Acts of the Pagan Martyrs, Oxford, 1954, en especial las pp. 2365. 18 EL PRIMER ENCUENTRO lenista servfan como medio de propaganda fides a muchas sectas, si bien estos escritos efimeros no so- brevivieron. Platén menciona ciertos folletos érfi- cos que eran distribuidos por miembros de esa secta de casa en casa, y Plutarco, en sus Reglas para los recién edsados, advierte a las casadas que no admi- tan extrafios por la puerta de atrds, pues éstos trata- rin de meter sus folletos sobre réligiones ajenas y esto puede acarrearles disgustos con sus maridos* En la Epistola de ‘Santiago ‘encontramos la frase, que conocemos por Ia religién érfica, “rueda de la crea- cién”1® E] autor debe de haberla tomado de algun folleto drfico de este tipo. Todos tenian cierta se- mejanza entre si y, de vez en cuando, se cdpiaban frases. Uno de estos grupos era el de los Iamados 44 Platén, Repiiblica, II, 364e, habla de una “multitud de libros” que los “profetas errantes” de Museo y Orfeo ofrecen y en los que se ensefia una religién catértica y se Ila- ma teletai (es decir, “iniciaciones”) a sus ritos. Un poco antes de este pasaje (364b-c) dice que estos profetas asedian Tas casas de los ricos a fin de hacer conversos de su secta entre ellos, dandoles instruccién acerca de los encantamien- tos y sactificios por medio de los cuales pueden obtener la absolucién de sus faltas o de las de sus antepasados. Estos libros contenfan indicaciones practicas acerca de los diversos meétodos para lograr ese fin. Véase O, Kern, Orphicorum Fragmenta, Berlin, 1922, pp. 81. 35 ste es el sentido de las palabras de Platarco, Prae: cepta coniugalia, cap. 19 (Moralia, I, ed. Paton-Wegehaupt, Leipzig, 1925, p. 288, 5-10). Cf. mi Scripta Minora, Roma, 1960, I, p. 136. 16 Santiago Ill, 6 [la versién de Nécar-Colunga dice sencillamente “toda nuestra vida”, ‘T.]. Cf. Hans Windisch, Die katholischen Briefe, 3* ed., ‘Tubinga, 1951; Handbuch zum Neuen Testament, XV, p. 23, acerca de este pasaje, y Kern, Orphicorum Fragmenta, p. 244. EL PRIMER ENCUENTRO 9 “pitagéricos”, que predicaban la forma de vida “pi- tagérica” y tenfan como simbolo una Y, el signo del eruce de caminos en el que el hombre debfa elegir qué camino tomar, el del bien o el del mal.#7 En la época helenista encontramos esta doctrina de los dos caminos —que, desde Iuego, era muy antigua (apa- rece, por ejemplo, en Hesiodo**)— en un tratado filos6fico popular, el Pinax de Cebes, que describe una imagen de los dos caminos éncontrada entre las ofrendas votivas de un templo.® Sirve como punto de partida para un sermén filoséfico y mo- ral, lo mismo que la inscripcién del altar del Dios desconocido que Pablo usa en Hechos (XVII) como tema de su diatriba. El catecismo cristiano més anti- guo, descubierto en el siglo xrx y que lleva el nombre de Didaché 0 Doctrina de los doce apéstoles, ofte- ce la misma ensefianza de los dos caminos como esencia de la doctrina cristiana y la combina con los dos sacramentos del bautismo y Ja eucaristia2° 3 CE. Scripta Minora, I, p. 140. 18 Hesfodo, Los trabajos y los dias, 288-293. 49 CE Scripta Minora, I, pp. 140s. 20 Didaché, caps, 1-6, en Padres apostélicos, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1950. La misma utilizacién extensa de los “dos caminos” se encuentra en la Carta de ibid.), cap. 18. Dado que ciertas diferencias en la disposi del material en ambos documentos no permiten derivar uno del otro, parece evidente que ambos tienen una misma fuente. Al parecer, esta fuente es un folleto judfo moralizader y, de cierto, Ia doctrina de los dos caminos tiene poco o nada que pueda ser lamado especificamente cristiano, El Pinax de Cebes neopitagérico (cf. supra nota 19), que contiene la misma doctrina moral, prueba sin lugar a duda que procede en iiltima instancia de una-fuente helenista que no era ni judia ni cristiana. 20 EL PRIMER ENCUENTRO Es evidente que éstos se afiadieron como elementos caracteristicamente cristianos, ya que los dos cami- nos fueron tomados de algun folleto precristiano. Este tipo de literatura menor inclufa libros de aforismos éticos, tal como el antiguo tratado griego de Demécrito —el padre de la filosofia atomista— Sobre la paz del dnimo. Su principio decta ast: “Si deseas gozar de la paz del 4nimo no emprendas_de- masiadas actividades.” El libro era muy famoso y se lela mucho2t Quedé muy sorprendido cuando enconiré este precepto transformado en mandamien- to cristiano en El Pastor de Hermas: “‘Apartate del- exceso de acciones y verds como jamds pecas en nada; porque los que en muchas cosas se ocupan, mucho también pecan, como quiera que sus negocios Jos Ievan al retortero y no sirven siquiera a su Se- fior.” ? Asi, como decia Filén —que lo sabia por experiencia propia— “la vieja moneda vuelve al uso al darsele un cufio nuevo”. Ast, fue la primitiva misién cristiana la que obli- g6 a los misioneros 0 apéstoles a usar formas de literatura y habla griegas al dirigirse a los judios he- 21 Demécrito, frag. 3, Diels-Kranz, Fragmente der Vorso- Kratiker, II, p. 132. Este libro sufrié aftadidos posteriores de- bido a su gran popularidad, y algunas de sus partes pasaron 2 las colecciones de proverbios y apotegmas morales de fines de la Antigiedad, por ejemplo, el florilegio de Estobeo. Era ain muy Teido durante la época de los emperadores roma- nos. También El Pastor de Hermas es un libro popular, como Jo prueban las variantes en la transmisién de su texto. Cf. A Papyrus Codex of the Shepherd of Hermas (comparacio- nes 2-9), ed. Campbell Bonner, Arin Arbor, 1934, pp. 23 ss. 22 El Pastor de Hermas, comparacién IV, 5, en Padres apostélicos, ed. cit., pp. 10135. 24 Filén, Quod deterius potiori insidiari soleat, 1, 292, 24. | EL PRIMER ENCUENTRO 21 lenizados, hacia los cuales se volvieron en un prin- cipio y que encontraban en todas las grandes ciuda- des del mundo mediterrineo. Esto se hizo tanto mas necesario cuando Pablo se acercé a los gentiles y empez6 a lograr conversos entre ellos. Esta acti- vidad protréptica misma era un rasgo caracteristico de Ja filosofia griega en la época del helenismo. Las diversas escuelas trataban de lograr nuevos seguido- res por medio de discursos protrépticos en los que recomendaban su conocimiento filoséfico 0 dogma como la tinica senda hacia la felicidad. Encontra- mos este tipo de elocuencia por primera vez en la ensefianza de los sofistas griegos y en la de Sécrates, tal como aparece en los didlogos de Platén.* Aun la palabra “conversién” esté tomada de Platén, para quien la aceptacién de una filosofia significaba, en primer término, un cambio de vida2® Aun cuando su aceptacién tenia motivos diferentes, la kerygma cristiana hablaba de la ignorancia de los hombres, prometfa darles un conocimiento mejor y, como to- das las-filosofias, hacia referencia a un maestro que poseia y revelaba la verdad. Esta situacién paralela entre los filésofos griegos y los misioneros cristianos Tlevé a estos tiltimos a aprovecharla a su favor. Tam- bién el dios de los filésofos era diferente de los dio- 24 El més tipico ejemplo de un discurso o exhortacién protréptica socritica se encuentra en el Eutidemo de Platén; cf. mi Aristételes, Fondo de Cultura Econémica, México, 1946, pp. 78s. ~ 38 A. D. Nock, Conversion, Oxford, 1933, ha comparado la conversién de los nuevos seguidores y la actitud psicolégica de las sectas cuasi-religiosas en la época helenista, Acerca de Ja comparacién platénica entre la filosofia y el hombre que vuelve la cara hacia la luz del verdadero Ser, véase mi Paideiay ed. cit, pp. 283s. y, en especial, pp. 695'ss. 22 EL PRIMER ENCUENTRO - ses del Olimpo pagano tradicional y los sistemas fi- loséficos de la edad del helenismo eran para sus seguidores una especie de refugio espiritual. Los mi-_ sioneros cristianos siguieron sus huellas y, si confia- mos en los relatos de los Hechos de-los apéstoles, a veces tomaban prestados los argumentos de estos~ predecesores, sobre todo ciando se dirigian a un au- ditorio griego culto2* Ese fue el momento decisivo en el encuentro de griegos y cristianos. El futuro del cristianismo como _ religién mundial dependia de él. El autor de los Hechos lo vio claramente cuando relata la visita del apéstol Pablo a Atenas, centro intelectual y cultural del mundo griego clisico y simbolo de su tradicién historica, y su sermén en ese lugar venerable, el ‘Aredpago, ante un auditorio de fildsofos estoicos y epictireos a los que habla del Dios desconocido? Gita el verso de un poeta griego, “porque somos linaje suyo”; sus argumentos son, en gran parte, es- toicos y estén calculados para convencer a un enten- 28 Mis adelante, desde luego, los apologistas cristianos to maron préstamos mayores de los filésofos helenistas como, por ejemplo, cuando hacen uso de la polémica de los filésofos en contra de los dioses de Ja religién popular grecorromana. 21 Hechos XVII, 17 ss. El autor nos dice que Pablo ha- Bié a los judios y prosélitos de Atenas en la sinagoga, pero. se dirigié a los gentiles en el Aredpago, haciendo referencia con esto a una situacién que podemos considerar tipica en la actividad misionera del apéstol. Las pliticas en la sinagoga s6lo se mencionan brevemente, pero Pablo no podia omitir- las, desde luego; la sinagoga era el sitio habitual de sus sermones. Sin embargo, esta vez se destaca claramente la diatriba del Aredpago, que muestra la nueva situacién cuando €l gran guia del cristianismo, helenista y antiguo judio & mismo, se encamina hacia la meta final del cristianismo: el mundo griego clésico. | EL PRIMER ENCUENTRO 23 dimiento educado en Ia filosofia.2* Ya sea esta escena inolvidable un hecho histérico o se haya que- rido dramatizar por medio de ella la situacién his- torica al principio de Ia lucha intelectual entre el cristianismo y el mundo clésico, la forma de tratar- Ia, “la puesta en escena”, revela claramente la forma 28 Eduard Norden, Agnostos Theos, Berlin-Leipzig, 1913, pp. 13ss, hace el andlisis més rigoroso de los argumentos usados por Pablo en su discurso de Atenas y de su relacién con la antigua tradicién griega, en especial, de su elemento estoico; cf, mi resefia de esta obra, reimpresa en mi Scripta Minora, I, pp. 110-11, Ya no estoy de acuerdo con la bri- ante tesis de Norden acerca de que el autor de los Hechos debe haber seguido, como patrén literario, una obra acerca del predicador y taumaturgo pagano, Apolonio de Tiana, lo cual nos daria una fecha de composicién de los Hechos de los apéstoles de muy entrado el siglo 1. En el Nuevo Testa- mento aparecen varias veces citas de la poesta griega. Cle- mente de Alejandria, escritor cristiano en cuyas obras resuena el eco de los poetas griegos, tomado a veces de los originales mismos, a veces de florilegia y colecciones semejantes, fue el piimer autor que dirigié su atencién a las citas literarias de este tipo en los libros del Nuevo Testamento. Dado que Clemente era un hombre muy culto puso un gran interés en l problema de la paideia helénica de los escritores bfblicos. Identifica correctamente (Stromata, I, 19, ed. Stahlin,, Leip- zig, 1905-1909, II, 59, 18s.) la cita que aparece en Hechos “XVII, 28, tomada de la obra astronémica de Arato, Phaeno- ‘mena, linea 5. También sefiala (Strom., I, 14, Stahlin, II, 37, 23s.) la cita de un verso de Epiménides Cretense, tomada de su poema épico, Oracles (frag. 1, Diels-Kranz, Vorsokrati- ker, 18, 31), en la Epistola a Tito I, 12; y otra reminiscencia griega en I Corintios XV, 33, tomada del més famoso poeta de la Nueva Comedia Atica, Menandro (Thais, frag. 218, Comicorum Atticorum Fragmenta, ed, Kock, Ill, Leipzig, 1888, p. 62), cita muy apropiada en una carta que San Pablo dirige a Ja cultisima congregacién griega de Corinto, 24 EL PRIMER ENCUENTRO en que la entendié el autor de los Hechos2” Esta discusién requeria una base comtin; en otra forma no habria sido posible. San Pablo escogié como base la tradicién filos6fica griega, que era la parte mas representativa de lo vivo atin en la cultura grie- ga de esa época. Un escritor cristiano posterior, el autor de los Hechos de Felipe, interpreté la inten- cién del libro de los Hechos en la misma forma: imitando los Hechos de los apéstoles canénico, hace que su protagonista Ilegue a Atenas, como San Pa- blo, y hable ante el mismo tipo de auditorio sobre el mismo asunto. Hace decir al apéstol Felipe: “He venido a Atenas a fin de revelaros la paideia de Cristo.” Esto era, en verdad, lo que queria hacer el autor de nuestros Hechos*°’ Al llamar “paideia de Cristo” al cristianismo, el imitador destaca la inten- cién del apéstol de hacer aparecer al cristianismo como una continuacién de la paideia griega clésica, Jo que harla que su aceptacién fuese légica para 29 No puede dudarse —entre los eruditos que conocen la tradici6n. antigua del relato hist6rico— de que el discurso de San Pablo en Atenas posee sélo una verosimilitud de tipo, pero no es un documento histérico. El autor, que lo escri- dié como climax dramético de todo el libro, no s6lo habia estudiado las obras griegas de historia sino que poseia ademds una verdadera vision histérica, como se desprende con toda Glaridad de la forma magnifica en que trata su material y equilibra sus partes. Cf. A. von Hamack, “Ist die Rede des Paulus in Athen ein urspriinglicher Bestandteil der Apostel- geschichte?”, en Texte und Untersuchungen, 3* serie, IX, ne 1, Leipzig, 1913. Acerca del autor de los Hechos como historiador, véase Eduard Meyer, Ursprung und Anfange des Christentums, Stuttgart, 1921-1923, III, pp. 3 y 23. 30 Acta Philippi cap. 8 (3). Ch Acta Apostolorum Apo crypha, ed. Lipsius-Bonnet, II, parte 2, Leipzig, 1903, p. 5, 2. EL PRIMER ENCUENTRO 25 quienes posefan la antigua. A la vez, implica que Ia paideia cldsica est4 siendo superada, pues Cristo es el centro de una cultura nueva. Ast, la paideia antigua se convierte en su instrumento. Ill. LOS APOLOGISTAS La literatura cristiana primitiva esta destinada a los cristianos y a quienes estén en vias de adoptar la religién de Cristo. Es, pues, un asunto interno de la comunidad cristiana. Pero la razon inmediata que hizo a los autores cristianos dirigirse a un audi- torio no cristiano fue la cruel persecucién a que se vieron sometidos los seguidores de Cristo por todo cl Imperio romano. Asi, a mediados del siglo m, sur- gid una extensa literatura por medio de la cual los Cristianos hablaban, en defensa propia, a la mayoria pagana de la poblacién. Es evidente que este coro polifonico no podia dar por supuesto, en su apolo- gfa, aquello que iba a defender. Esto es lo que dis- tingue su situacién de Ja de la literatura cristiana anterior. Estos nuevos abogados de su religiOn ti nen que encontrar alguna base comtin con la gente a la que se dirigen a fin de entablar una verdadera discusién. La mayor parte de ellos escogieron una forma diddctica de discurso, respondiendo a las po- sibles objeciones y a la difamacién, pero Ia situacién misma Ilevé a revivir la forma dialogada, tal como la encontramos en el diélogo de San Justino Martir con ‘Trifén, ejemplo clasico de imitacién externa de un patrén literario rigido, si no de un verdadero esfuer- zo por parte de ambos interlocutores por entenderse en vez de hacer preguntas por el mero afin de refu- tarlas.! Este intento slo podia hacerse en el am- biente de la cultura intelectual griega. Por ello, el lenguaje tiene un tono diferente a la entusiasta elo- 1 CER, Hirzel, Der Dialog, Leipzig, 1895, I, p. 368. “ Ns LOS APOLOGISTAS 45 cuencia cristiana ‘anterior. Los escritores no preten- den dirigirse a las masas iletradas, sino que dirigen su obra a quienes leen con el propésito de adquirit una mayor informacién. Hablan a los pocos que poseen cultura, entre ellos, los gobernantes del In- perio romano? Se dirigen a ellos individualmente como a hombres de mayor cultura (paideia), que se enfrentaran al problema con espfritu filoséfico.* Y no se trata de mera adulacién: ningiin gobernante de la tierra ha merecido més tales frases que Adria- no, Antonino Pio o Marco Aurelio, a los que estén dedicadas algunas de estas obras. Los cristianos te- nian que enfrentarse a la acusacién de completo ca- nibalismo, ya que en la eucaristfa comfan la carne y bebfan Ia sangre de su Dios. Eran lamados ateos porque no veneraban a los dioses del Estado. Ne- gaban los honores divinos al emperador mismo, de tal modo que su atefsmo era a la vez subversién po- Iitica. La defensa del cristianismo tenia que emplear siempre argumentos filos6ficos. ;Acaso no habian ensefiado Sécrates y Platén y muchos otros lo mis- mo?® El no creer en los dioses de los antiguos poc- tas y de la religién popular era tan viejo como la 2 Cf, Justino, Primera apologia, cap. 1; Aristides, Apol., init; Atenégoras, Suppl., init. 3 Los emperadores a Jos que Justino se dirige en su Apo- ogia son Namados “hombres pios y filésofos”, “amantes de la cultura” (paideia); cf. Priméra apologia, cap. 2. 4 Acerca de la acusacién de ateismo, véase Justino, Pri- mera apologia, cap. 6, Antes de Cristo’ habjan existido ya portadores del Logos divino, véase Primera apologia, cap. 5. 5 Justino hace referencia a Sécrates y Platén en muchos pasajes de sus Apologias. El paralelo entre Sdcrates y Cristo corre a lo largo de toda la obra, 46 LOS APOLOGISTAS filosofia misma? Y no sufrié Sécrates la muerte de un mértir por st concepto més puro de la divini- dad? Fue el prototipo del justo sufriente, un ver- dadero typos, como algunas figuras del Antiguo Tes- tamento que parecen sefialar la venida de Cristo. Los, estoicos habjan afirmado que el principio y causa divino del mundo era el Logos que penetra todo cuanto existe. Este Logos, anticipado en parte por Sécrates, tomé forma humana en Cristo, segdn afir- ma el Cuarto Evangelio, en el que Cristo aparece como el poder creador de la Palabra que ha creado al mundo® Justino relata en su didlogo cémo se habia sentido atraido hacia 1a filosofia griega desde su juventud; a decir verdad, estudié uno tras otro sus sistemas, ya que ninguno de ellos Ileg6 a satisfacerle por completo, hasta que encontré la respuesta final en la religion cristiana.” Pero aun después de ha- berse convertido en cristiano no arrojé de si el manto del filésofo griego, pues para él el cristianis- mo ¢s la filosofia absoluta.! Todo este asunto es un problema filosdfico no sélo para Justino sino para la mayor parte de sus contempordneos. No debe sorprendernos la interpretacién del cris- tianismo como una filosofia, pues si nos detenemos a pensar qué podia comparar un griego con el fe- © Jendfanes de Colofén, que ataca violentamente a los dioses de Homero y Hesiodo, fue el primer filésofo griego que establecié el mite entre la teologia popular y la filoséfica; cf. mi libro La teologia de los primeros filésofos griegos, Fon. do de Cultura Econémica, México, 1952, pp. 43-59. 7 Justino, Primera apologta, cap. 5, 3. 8 Justino, Segunda apologta, cap. 10. ® Justino, Didlogo, cap. 2, 3-6. 20 Eusebio, Hist. eccl,, IV, 11, 8. LOS APOLOGISTAS 47 niémeno del monoteismo judio-cristiano, encontra- remos que s6lo la filosofia le corresponde dentro del pensamiento griego. A decir verdad, cuando los grie- gos se toparon por primera vez con la religion judia en Alejandria —siglo m1 a. c—, poco después de la aventura de Alejandro Magno, los autores griegos que reficren sus primeras impresiones del encuentro con el pueblo judio —entre ellos, Hecateo de Ab- dera, Megastenes y Clearco de Soli en Chipre, el discfpulo de Teofrasto— laman invariablemente a los judios la “raza filos6fica”"* Lo que querfan de- cir era, desde luego, que los judios habian tenido siempre cierta idea de la unicidad del principio di- vino del mundo, idea a la que los fildsofos griegos habfan legado muy recientemente atin. La filosofia habia servido como una plataforma para los prime- ros intentos de lograr un contacto més estrecho en- tre Oriente y Occidente en una época en que Ia civilizacién griega empez6 a desplazarse hacia el Oriente bajo Alejandro Magno, y quizd ya atin an- tes. El jud{o mencionado en el perdido didlogo de Clearco, quien conocié a Aristételes cuando éste 3 OF, mi Diokles yon Karystos, Berlin, 1938, p. 137s, acerca de los judios a quienes los primeros escritores helenis- tas Iamaban “una raza filosdfica” y acerca de su fuente de informacién, Més tarde la religi6n judfa fue Hamada una filosofia y no sélo por los griegos helenistas; los judtos hele- nizados habfan aprendido a ver su religién con ojos griegos. Asi, Flavio Josefo, al hablar de las sectas 0 partidos religiosos de los judios, distingue entre ellos tres escuelas filosoficas: los saduceos, los fariseos y los esenios; cf, su Guerra de los judios, 1, 8, 2-15, y Ant, Jud., XVI 2, 4; XVIII, 1, 2-5. En forma semejante, Fil6n habia hablado con frecuencia de la “filosofia ancestral” de los judios y se referia a sus leyes y costumbres Maméndolas 1a “Filosofia de Moisés”. 48 LOS APOLOGISTAS ensefiaba cn Assos, Asia Menor, es descrito como ‘un perfecto 10 sélo por su lengua sino tam- big por su al Qué es un “alma griega” para un escritor peripatético? No aquello que los erudi- tos modernos en historia o filologia intentan apresar cn Homero, Pindaro o en la Atenas de Pericles; para él un alma griega es la mente humana intelectua- lizada en cuyo mundo, claro como el cristal, podia participar y moverse con perfecta soltura y gracia aun un extranjero muy dotado ¢ inteligente. Quiz nunca Hegaran a entender los dltimos motivos mu- tuos, quizd el ofdo intelectual de cada uno de ellos no fuera capaz de percibir los tonos mis finos del Ienguaje del otro; pero basta —pensaron que podrian comprenderse y sus valientes esfuerzos parecfan pro- meter un éxito sorprendente. Me temo que la S: grada Escritura judfa nunca hubiera sido traducida y la Septuaginta no habria nacido jamés, si no hu- biera sido por las esperanzas de los griegos de Ale- jandria de encontrar en ellas el secreto de lo que, respetuosamente, Ilamaban la filosofia de los barbaros.}® Tras esta aventura esta la nueva idea de la “humanidad una” que la politica de Alejandro propagé tras la conquista del Imperio persa.* 12 EJ largo e interesante fraginento del dilogo de Clear- co se cita completo en Flavio Josefo, Contra Apionem, 1, 176, CE. mi Aristételes, p. 138, y mi articulo “Greeks and Jews", reimpreso en mi Scripta Minora, I, pp. 172 ss. 18 Justino, el apologista cristiano (Primera apologia, cap. 5, 4), al comparar la aparicién del Logos divino en Sécrates yen Jesucristo, dice que Sécrates revel6 a los griegos lo que Cristo, cuando el Logos se hizo came en 4, ensefid a los birbaros. 14 Cf, Plutarco, De Alexandri fortuna aut yirtute, cap. 6. En este capitulo famoso, Plutarco compara al rey de Mace- ‘ LOS APOLOGISTAS 49 Filén de Alejandria es para nosotros, desde Iue- go, el prototipo del fildsofo judo que ha absorbido toda la tradicién griega y hace uso de su rico voca- bulario conceptual y de sus medios literarios para probar su punto de vista no a los griegos sino a sus compatriotas judios25 Esto es importante ya que muestra que toda comprensién, aun entre los no griegos, necesitaba del medio intelectual que pro- porcionaba el pensamiento griego y sus categorias. Era indispensable, en particular, para la discusién de los temas religiosos, ya que por aquella época la filosofia habia tomado, para los griegos mismos, la funcién de Ia teologia natural2® Aristételes, si- donia, que unifies a los pueblos del mundo en un Estado universal después de que hubo conquistado el Imperio persa, con el fildsofo estoico, Zenén, quien —segiin Plutarco—, pro- pag6 esta misma idea’en teoria. W. W. Tarn, el historiador Gel helenismo, malinterpret6 este pasaje al suponer que Plu- tarco sostiene’ aqui que Alejandro fue el autor de Ia teoria politica sobre el ‘nico Estado universal. El verdadero sig- nificado de esta comparacién es que Alejandro es més grande que un mero filésofo teérico, pues por sus acciones hizo rea Jidad Jo que Zenén habfa concebido sélo en teoria. Plutarco considera que la realizacién de un gran ideal es algo més filo- sofico ain que su concepcién teérica. En general, para los griegos, el filésofo perfecto es el hombre que no sélo pose el verdadero conocimiento sino que lo aplica en forma pric- tica a su vida, En este sentido, Alejandro, el hombre de ac- ci6a, podia ser lamado un filésofo mayor ain que Zenén. 15 Sin embargo, resulta paradéjico que la obra de Filén se haya conservado gracias a la tradicién griega y no gracias a Ja judia, Se conservé, empero, entre los Padres griegos de la Iglesia y la literatura ‘eclesidstica y no como parte de la lite- ratura griega secular. Tuvo un gran interés para Ta teologia cristiana. 16 Cf, mi Teologia de los primeros fildsofos griegos, cap. I, acerca del concepto y origen de Ia teologia “natural” en el pen samiento griego. 50 LOS APOLOGISTAS guiendo las fuertes tendencias del Platén de los iltimos afios, habia concebido su “‘filosofia prime- ra” como una teologia.7 Pero el elemento de Ia religién filosofica, que qued6 asi separado de la fisica © cosmologfa, existia ya en el pensamiento griego, mds 0 menos desarrollado, desde el. princi- pio,!® y desde el momento en que Aristételes pro- clamé ‘su supremacia puede encontrarsele en todos los sistemas de filosofia griega, platénico, estoico 0 aun epictireo, con la tnica excepcidn del escéptico. En el didlogo de San Justino Martir la conversacién se inicia cuando el judio Trifén se encuentra ® con €l filésofo griego, mientras paseaba por la colum- nata de un gimnasio2? Le dice: “Veo que eres un filésofo”, y supone, por ello, que debe ocuparse de Dios y del problema teoldgico2" Lo que su inter- Mt Cf, Aristételes, Metafisica, E 1, 1026 10-19 y acerca del Platén de los iiltimos tiempos, Friedrich Solmsen, Plato's Theology, Ithaca, N. ¥., 1942, 18 GE, mi libro La teologia de los primeros filésofos grie- 4205, que esté dedicado a este aspecto especial del pensamiento cosmolégico y “fisiolégico” primitive en Grecia. 19 Se presupone, si bien Trifén lo dice expresamente (Didlogo, cap. 2), que ha tenido una educacién griega. 20 La palabra griega xystos usada aqu{ por Justino (Did- logo, cap. 1,1) significa con frecuencia, durante el periodo romano, una terraza frente a la columnata de una villa roma- na. En la época clisica y helenista significaba también la columnata de un gimnasio, Esto se ajusta mejor a la situa- cién del didlogo, pues extrafios como Trifén y sus compafieros no podsfan dar sus paseos por los terrenos privados de una villa. Cf. H. I. Marrou, Histoire de l'éducation dans l'anti- quité, Paris, 1948, p. 181, en donde aparece la reconstruc- cién del gimnasio de Priene hecha por T. Wiegand y H. Schrader. 21 Mis arriba he dado sélo el sentido general de toda la introduccién del didlogo de Justino.’ Trifén dice (cap. 3) LOS APOLOGISTAS 51 locutor se apresura a confirmar. Asi, pues a mediados del siglo 11 d. c. se daba por supuesta la idea de que un filésofo es un hombre interesado en Dios. Lo que hizo que, por esta época, el cristianismo tuviera la apariencia de una filosofia, fue su preo- cupacién por la ética y la cosmologfa, pero sobre todo por la teologia. Asi lo consideran no solo los observadores judios, sino también los paganos. Por ello, mas 0 menos por este tiempo, empiezan a ser mencionadas las concepciones cristianas en la lite- ratura pagana. Para Tacito, los cristianos eran atin un grupo de politicos fandticos dentro del pueblo judio, que se habfa rebelado contra sus sefiores ro- manos y habia provocado la destruccién de Jerusalén por érdenes de Tite Marco Aurelio habla todavia de los mattires cristianos como de fanaticos religio- sos, cuyo valor y constancia admirarfa si no los des- preciara como funcién teatral forzada® En esta forma afecté al melancédlico filésofo estoico que ocupaba el trono la entusidsta voluntad de suftir la muerte en las garras de las bestias salvajes en el Co- liseo, segtin lo expresan las cartas de San Ignacio de Antioqufa.2* Pero otro contempordneo famoso, literalmente: “zAcaso no se dirige a Dios todo el afin de los fildsofos, y acaso no se dirigen sus investigaciones siempre al gobierno del universo y a la providencia, o pucde negarse que la tarea de Ja filosoffa sea examinar el problema de lo divino?” El filésofo griego no niega nada de esto, antes bien lo da por supuesto. Tacito, Anales, XV, 44. #8 Marco’ Aurelio, Soliloquios, XI, 3. Cf. Folco Matti- nazzoli, Parataxeis, le testimonianze storiche sul cristianesimo, Florencia, 1953, p. 17s. 24 San Ignacio de Antioquia, Carta a Ios romunos, caps. 45, en Padres apostélicos, ed. cit., pp. 476.. 52 LOS APOLOGISTAS Galeno, el médico y fildsofo pagano, habla de judios y cristianos como de filésofos. Compara la cosmo- logia de Moisés con la de Epicuro y Platén, cuyo Timeo prefiere, ya que Platén no trata s6lo de la “voluntad” del Creador, del fiat divino, sino que presenta un cuadro de la artesanfa divina que podia satisfacer al espfritu artistico y racional de los grie- gos2* Al hablar de la filosofia de los cristianos, Ga- leno critica su confianza en la “fe”, que para él representa slo una evidencia subjetiva ¢ indica una falta de base epistemolégica suficiente en su siste- ma. El problema de la fe y la raz6n no habia sur- gido atin, a no ser en un apologista de origen no griego, el african Tertuliano. En su argumentacién en contra de los dioses paganos y las supersticiones, Tertuliano depende por completo de sus predeceso. 25 Galeno, De usu partium, XI, 14, en Corpus Medicorum Graecorum, t. II, ed. Helmreich, Leipzig, 1907, p. 158, 2; cf. Richard Walzer, Galen on Jews and Christians, Oxford, 1949, pp. 12:13 y’ 32s. Walzer ha agregado a los bien conocidas pasajes de Galeno sobre judfos y cristianos que se encuentran en sus obras, algunos nuevos e interesantes tes- timonios de sus obras perdidas, conservados en los autores 4rabes tinicamente, 26 Las referencias de Galeno a la “fe” de judtos y cris- tianos y su puesto dentro de su “filosofia” han sido recogidas (p. 14) y discutidas (p. 48) por Walzer. Este autor cita el didlogo Hermotimus de Luciano y al filésofo Celso, otro contemporineo de Galeno, que hizo la misma critica a la aceptacin de la “mera” fe en vez del pensamiento critico. ‘Todos ellos pertenccen al siglo md. c., época en la que la répida expansién del cristianismo por el mundo grecorromano oblig6 a los ditigentes intelectuales de éste a enfrentase a la nueva situacién, aunque s6lo pudieran juzgarla mediante las categorfas de su propia y gran tradicién de cultura racional, Por ello, sélo podian ver la “fe” como una debilidad. LOS APOLOGISTAS 53 res gtecocristianos, quienes a su vez habfan tomado sus argumentos de los filésofos griegos; pero no comparte su opinién de que el cristianismo mis- mo sea una filosofia." Distingue agudamente entre Ia fe de la religién cristiana y la filosofia como mera actitud racional, y considera que la superioridad de Ia fe sobre la razén estriba justo en su carécter su- prarracional. Al hacerlo asi, prefigura ciertos des- arrollos de la forma latina del cristianismo, muy importantes y muy diferentes de la interpretacién griega. Los griegos siempre dan la bienvenida al apoyo de la raz6n, en tanto que la mente romana subraya siempre: 1) el factor de la personalidad en la aceptacién de la fe cristiana y 2) el factor supra- personal de lé autoridad. La diferencia bésica entre el método romano y l griego de tratar el problema de la certidumbre religiosa no se hizo evidente por primera vez al dis- cutitse el problema del cristianismo. Aparece ya en 2 Tertuliano se enfrenta a la tendencia de los pensado- res de su época, tanto griegos como cristianos, que pretenden entender el “cristianismo” como una nueva filosofia, com- parable a las filosofias griegas del pasado, y mensurable por medio de los mismos criterios légicos. “zQué tiene que ver ‘Atenas con Jerusalén —exclama—, ni la Academia con la Iglesia?” Cf. De praescriptionibus haereticorum, ed. Kroymann, Corpus Scriptorum Ecclesiasticorum Latinorum, t. LXX, Leip- zig, 1942, p. 9. Acerca de la relacién de Tertuliano con los apologistas griegos, cuyas obras us como fuente, véase Carl Becker, Tertullians Apologeticum, Werden und Leistung, Munich, 1954, en especial el examen de la influencia de sus predecesores griegos (pp. 81.) y sus limites. Los escritores latinos posteriores, por ejemplo, Amobio, tratan de demostrar que la fe se encuentra en Ia base de todas las acciones y elec- ciones humanas, lo mismo que de todas las filosofias (Contra los paganos, I, 810). a4 LOS APOLOGISTAS relacién con la religién y la tradicién romanas en el tercer libro del De natura deorum de Cicerén. Des- pués de que filésofos epicireos y estoicos han mostra- do lo que sus filosofias pueden decir sobre este probl ma, el interlocutor del libro TIT, que es un escéptico en materia filoséfica y a la vez el Pontifex Maxi- mus del Estado romano, rechaza sus argumentos ta- cionales sobre la existencia y Ta naturaleza de los dioses como algo sujeto, por principio, a la sospecha logica, y declara que no puede aceptarlos como base de su conducta religiosa. La tinica base que puede encontrar a ésta es la aceptacién de la religion en que se funda el Estado romano o la autoridad de la tradicién2 Siempre he creido que esta solucién 28 La posicién de Aurelius Cotta, el interlocutor prin- cipal del libro Il del De natura deorum de Cicerén, esta claramente formulada al principio de su critica a los argu- mentos filoséficos de Lucilius Balbus (II, 2), que ha hablado antes que él. Al terminar su largo discurso, Balbus hace un fuerte llamado a Cotta, el siguiente orador, recordéndole su obligacién como Pontifer Maximus del Estado romano. Al parecer, como tal, debe dar la bienvenida a la actitud positiva de la filosofia estoica de la religién que profesa Balbus. Pero Cotta declara que si bien est presto a defender la religién ro- mana esto no se debe a la validez de los sutiles argumentos que usan los filésofos. La acepta como tradicién religiosa de sus an- tepasados: ‘‘cum de religione agitur T. Coruncanium, P. Scipio- nem, P. Scaevolam pontifices maximos, non Zenonem aut Cleanthem aut Chrysippum sequor.” ["Cuando se trata de religién, sigo_a los pontifices méximos, T. Coruncanio, P. Escipién, P. Escévola, y no a Zenén ni a Cleantes ni a Cri- sipo”.] Los nombres de sus predecesores en el alto cargo de primer sacerdote de Roma representan lo que el idioma lati- no Ilama auctoritas. A partir de esta base, puede Cotta, en el discurso siguiente, rechazar todos los argumentos de los filé- sofos griegos para demostrar la existencia de sus dioses sin poner en peligro su posicién como Pontifex y defensor de la LOS APOLOGISTAS 55 ciceroniana, por auténticamente romana que sea, se anticipa a ciertos desarrollos, al volverse a presentar el problema cuando la-fe cristiana hubo tomado el lugar de los antiguos dioses paganos. Volvamos ahora a los apologistas griegos, quie- nes eran menos radicales en sus dudas acerca de la razén filos6fica. El nico que compartia, en el Orien- te, la sospecha de un Tertuliano, era el asirio Tacia- no que escribié en griego, como todos los demés, y poseia una cultura griega, pero no crefa en ella.” La direccién que tomaba el cristianismo de su tiempo es violentamente desaprobada por él: advierte a los, ctistianos que el futuro de su causa no est en su gradual asimilacién de la cultura griega, sino que dependeré por completo de que Ia conserven in- maculadamente pura como un culto barbaro. Jus- tino da la impresién de ser cultisimo, si lo compa- fe romana, Véase mi articulo “The Problem of Authority and the Crisis of the Greek Mind”, en Authority and the Individual, Harvard Tercentenary Publications, Cambridge, Mass, 1937, pp. 240-250. 20 Al fin de su Discurso contra los griegos, cap. 42, Ta- 10 Se presenta como su autor y se dice nacido en tierra de sitios” (lo cual, segiin los usos de la época, significa que era sirio). Dice profesar (profiteor) 1a filosofia de los barba- ros y cuenta a los lectores griegos de su obra que fue formado fen su paideia, pero que después se convirtié al cristianismo. Estudi6 con Justino en Roma, si bien al parecer, a pesar de su gran admiracion por él, no ileg6 a compartir su gran respe- to por la filosofia y la cultura griegas; antes bien se siente orgulloso de profesar una “filosofia bérbara” que encontrd por vez primera al leer el Antiguo Testamento. Admiraba su sabiduria y Ienguaje sencillos y dio la espalda a la educacién retérica y el estilo refinado de los griegos. Sin embargo, re- sulta evidente que su odio a todo lo griego cra més profundo y tenia razones raciales. 56 LOS APOLOGISTAS ramos con este campeén del antihelenismo. Pero Taciano no puede haber sido una figura aislada. Era natural que, tras el avance hacia Oriente del hele- mismo durante los primeros siglos posteriores a la conquista del Asia por Alejandro Magno, se presen- tara en Oriente una fuerte reaccién. El avance de la religién judia y de la cristiana fue, como tal, parte de ella, Sin embargo, la oportunidad que esta forma no mitigada de reaccién tenfa de legar a ocupar tuna posicién segura en los paises que habfan reci- bido una gran influencia helénica era muy escasa y aun cuando parezca que su momento ha legado éste no dura mucho. Por otra parte, quien una vez ha creido en Platén y Pit4goras como guardianes de toda filosofia y todo valor espiritual, como los llama Justino en su didlogo con el anciano extranjero en €l desierto,* Tlegard a ciertas consecuencias respecto a su concepcién de la divina providencia en la his- toria, {Se tevelé Dios sélo a los judios en la Ley y los Profetas? zAcaso no habfa reconocido ya San Pablo, en su Epistola a los romanos, la aportacién hecha por la sabidurfa pagana a la causa de la ver- dad? ® Es verdad que no la reconoce sin més como otro aspecto de la revelacién divina; pero a pesar de no haber ido més alla de este reconocimiento limitado, jacaso se habia logrado el avance hecho en la historia por la mente griega en forma indepen- diente del plan educativo de la divina providencia? Tales eran los problemas a que s¢ enfrentaba el mo- vimiento cristiano en expansién en tiempos de los 29 Justino, Didlogo, 5, 6. (Justino relata este encuentro en un dilogo dentro del didlogo.) ™ Romanos Il, 14-16. o L.QS APOLOGISTAS 57 apologistas. A través de la puerta que ellos abrie- ron, penetraron la cultura y la tradicién griegas a la Iglesia y se amalgamaron con su vida y doctrina, Al- boreaba la época de los grandes maestros y pensado- res del cristianismo primitivo.

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