Professional Documents
Culture Documents
Chapter 02
Investigating Geologic Questions
1. What was the main mystery described for the Mediterranean Sea?
A. A volcanic eruption destroyed the ancient city of Alexandria.
B. A meteorite formed the western Mediterranean Sea.
C. The Mediterranean dried up and deposited layers of salt.
D. A large landmass collapsed downward, forming the sea.
A. 1 and 2
B. 2 and 3
C. 3 and 4
D. 1 and 3
E. 2 and 4
2-1
A. 1
B. 2
C. 3
D. 4
E. 1 and 2
4. Which locations contain rocks that are in place (part of the bedrock)?
A. 1 and 2
B. 2 and 3
C. 3 and 4
D. 1 and 3
E. 2 and 4
2-2
Chapter 02 - Investigating Geologic Questions
A. 1 and 2
B. 2 and 3
C. 3 and 4
D. 1 and 3
E. 2, 3, and 4
2-3
Another random document with
no related content on Scribd:
—¿Tienes que decirnos algo desfavorable del pobre don Urbano?
—Nada, nada; todo lo contrario. Espero sacarle pronto de la cárcel. Hoy
precisamente han variado las cosas.
Solita miró con expresión de incredulidad a su hermano.
—¿No lo crees?... Pronto verás que no te engaño... Una circunstancia
imprevista lo arreglará todo. ¿Estás enfadada conmigo porque te llamé
impertinente?
—¡Qué tonto eres! —respondió la de Gil de la Cuadra toda ruborosa y
turbada—. Nada de lo que tú hagas o digas me puede enfadar. ¿Qué
importa una palabra de más o de menos? Bien sé que eres muy bueno para
mí.
—Gracias, hijita. Haces bien en tener esa confianza en el hombre que va
a ser...
—¿Qué?
—Padrino de tus muñecos. Tengo ganas de ser padrino de algo. Sin
embargo, más vale que no sea yo padrino de ellos.
—¿Por qué?
—Porque se morirían.
—¿Pero es verdad que no nos engañas? ¿Hay esperanzas de que el seño
don Urbano?... —volvió a preguntar doña Fermina.
—Sí, empiezo a creer que lograré mi objeto. ¡De qué caminos tan
extraños se vale la Providencia!
—¿Pero es cierto, es verdad lo que dices? — exclamó Sola derramando
lágrimas de ternura—. ¡Mi padre libre!
—El corazón —dijo doña Fermina— me ha estado diciendo todo el día
que se nos preparaba un acontecimiento feliz.
—¡Y yo —añadió Solita con emoción profunda— también he tenido
hoy unas corazonadas!... Anoche soñé que me asomaba al balcón y que
veía a mi padre entrando en la calle. El pobrecito me saludaba con la mano
dándose tanta prisa a entrar y subir la escalera, que tropezaba a cada
momento.
—Es particular —dijo la madre—. Yo también soñé anoche una cosa
parecida.
—Es particular —dijo Monsalud—. Sin duda es esta la casa del sueño
Hace poco me quedé aletargado y soñé...
—¿Que mi padre estaba libre?
—Sí; pero mira de qué modo tan extraño: Yo me dirigía por la calle de la
Cabeza a la cárcel de la Corona. Llegué a la puerta y me salió al encuentro
¿quién creerás que me salió al encuentro?
—¿Un centinela?
—¿Un carcelero?
—Un perro.
—Lo mismo da.
—Un perro, no de tres cabezas, como el del infierno, sino de una sola
pero tan horrible, que su vista me hacía temblar de sobresalto y pavor. Sus
ojos despedían fuego, y su espantosa boca, llena de cuajarones de sangre, se
abría hasta las orejas dejando ver feroces dientes agudísimos y una lengua
que vibraba como hoja de metal. Era la bestia más repugnante y fea que
imaginarse puede. Pero lo más raro era que aquel horrendo animal hablaba.
—¿Hablaba?...
—Yo le dije que iba a buscar a un infeliz encerrado en la cárcel. El perro
fijó en mí sus ojos de fuego, cuya claridad me llegaba al alma
estremeciéndome todo.
Las dos mujeres se estremecían también, y los ojos de Solita no estaban
menos espantados que si tuvieran enfrente al temible can.
—El perro dio un gruñido —continuó Monsalud—, y con su voz, que
resonaba como si saliera de honda caverna, me dijo: «Está bien, amigo
mío...»
—¡Amigo mío!... Pues no dejaba de ser cortés.
—Está bien, amigo mío —me dijo—; puedes llevarte al preso, con una
condición. Ya sabes que yo me alimento de corazones. Dame el tuyo, y
hemos concluido...
—¿Y se lo diste?... pero hombre... pero hijo... —gritó doña Fermina con
impaciencia.
—Me clavé las uñas en el pecho, apreté fuertemente, metí la mano....
—¡Jesús! —exclamó Solita apartando el rostro.
—Metí la mano, me saqué el corazón y se lo arrojé a la bestia, que con
su feroz boca lo cogió en el aire. Entré, y cuando salía, sacando al señor
Gil, vi que el perro mascullaba el pedazo de carne, saciándose en él. ¡Ay
cuánto me dolía!
XVI