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La Antártida, el último deshielo - El Orden Mundial

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September 19, 2017

Fuente: pxhere.com

Debido al calentamiento global, dentro de poco podremos surcar el Ártico en un crucero. Al otro lado del planeta
—en el polo opuesto, para ser más exactos—, masas de hielo de gran tamaño se están desprendiendo
lentamente de las plataformas glaciares y convirtiéndose en un riesgo. Es síntoma de que el último gran deshielo
ya ha comenzado, lo cual podría suponer una de las mayores catástrofes para el planeta.

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El cambio climático no es un fenómeno nuevo. Si bien en la actualidad tenemos infinitos recursos que nos
ponen al día sobre el calentamiento global, también lo es que todavía se encuentra a su paso con muchos
detractores. Corría el año 2006 cuando se estrenó el documental Una verdad incómoda, basado en la campaña
del exvicepresidente de Estados Unidos y candidato presidencial Al Gore para concienciar a los ciudadanos sobre
el calentamiento global. Aquel documental daría lugar a muchos otros del estilo y pondría en el punto de mira un
fenómeno del que no se hablaba mucho en círculos oficiales y gubernamentales: que la Tierra se calienta y lo
hace a un ritmo alarmantemente alto. Aunque es cierto que el cambio climático era una canción que llevaba
sonando muchos años, a muchos les parecía escuchar el tintineo de la paranoia, el extremismo y la conspiración
en la melodía.

El calentamiento de la capa de ozono y el consiguiente efecto invernadero es algo sobre lo que todavía no parece
haber consenso. No obstante, sí existen una serie de fenómenos cuya única explicación parece encontrarse en el
sufrimiento de la Tierra: incremento del número de huracanes y su intensidad, aumento de inundaciones,
enfriamiento de regiones históricamente templadas, veranos mucho más cálidos, sequías más largas, inviernos
más intensos. Todos estos son fenómenos que cualquier ciudadano puede constatar a simple vista. Lo que
pertenece más al ámbito científico y el ciudadano de a pie no puede constatar es otro fenómeno crucial en el
frágil equilibrio de la vida en la Tierra: el derretimiento de los polos.

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El calentamiento de la atmósfera del planeta produce un aumento de las temperaturas en general. Esto ocasiona
que vaya desapareciendo el equilibrio en los polos y que los deshielos sean más acentuados. Los deshielos
intensos se producen porque las nieves que caen y se depositan se derriten antes, lo cual crea masas de hielo
más finas a medida que pasa el tiempo. No es que los polos no hayan sufrido procesos de deshielo antes; las
masas heladas de ambos extremos del planeta sufren variaciones a lo largo del año de manera natural. Lo
verdaderamente alarmante es, primero, que esas masas son cada vez más finas y quebradizas, y, segundo, que
el hielo va perdiendo extensión conforme pasan los años y va aumentando la temperatura.

El llamado efecto invernadero se da de manera natural en el planeta: en equilibrio, el calor entra y sale de la atmósfera. Sin embargo,
ese efecto se ve acentuado por la emisión de gases contaminantes y el aumento del dióxido de carbono en la atmósfera. Esto sigue
dejando entrar el calor del Sol, pero no escapa en la misma medida, así que queda retenido e incrementa la temperatura de la Tierra.
Fuente: National Climate Assessment

El deshielo de los polos supone algo más que un efecto del calentamiento global. Dentro del equilibrio del
planeta, los casquetes polares juegan un papel crucial. En primer lugar, actúan como regulador climático. El
porcentaje de luz solar que refleja influye directamente, junto con otros factores, en que las temperaturas sean
las que son. En segundo lugar, los polos son las mayores reservas que existen de agua dulce. Durante el deshielo,
esta pasa a formar parte de los océanos y las corrientes marinas, que funcionan también como reguladoras del
clima. Si se produjera un cambio en la mezcla de agua dulce y salada dentro de esas corrientes, quedaría
amenazado el equilibrio existente.

En los últimos años hemos asistido al progresivo deshielo del Ártico. Este hecho abre nuevas vías marítimas y,
con ello, un mundo de posibilidades para cierto tipo de negocios. No obstante, existen pocas noticias sobre lo
que está ocurriendo en el extremo opuesto del planeta: la Antártida. Aunque a un ritmo más lento, el Polo Sur es
heredero del deshielo del norte y, de continuar a este ritmo, el futuro es preocupante.

Para ampliar: “Geopolítica polar: conquistar un continente que no existe” , Andrea G. Rodríguez en El Orden
Mundial, 2017

En el sur, pero congelada


La Antártida es el continente más frío de la Tierra y el menos diverso en flora y fauna , aunque cuenta con
algunas especies únicas. Se encuentra en el hemisferio sur y casi en su totalidad debajo del círculo polar
antártico. En orden de extensión, es el cuarto continente más grande, con una superficie de 14 millones de
kilómetros cuadrados. Un 98% de esta superficie está cubierta de hielo. Los icebergs componen un 11% del
continente, y la temperatura en invierno puede descender hasta los -73 ºC. Exceptuando las estaciones de
investigación y la fauna y flora de la zona, la Antártida supone un territorio muy inhóspito para la vida.

Fuente: Mapas del Mundo

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La extensión de las plataformas glaciares varía en función del año, pero, a grandes rasgos, estas plataformas son
cada vez más finas y, por ende, menos estables y más peligrosas. Quienes todavía niegan que la Antártida corre
peligro se basan en las mediciones de los últimos años sobre la extensión de la capa de hielo , que había
aumentado en 2015 —5,5 millones de km²— con respecto a datos de 1985 —4 millones de km²—. Sin embargo,
el peligro al que se enfrenta el continente no tiene tanto que ver con la extensión del hielo como con la calidad
del hielo en sí.

Por ejemplo, debajo de la plataforma glaciar de Pine Island, una de las más extensas e importantes para contener
el hielo continental, hay un cañón submarino. Un equipo de científicos descubrió allí el verdadero problema, que
se esconde a la vista de todos: el agua que fluye debajo del hielo es más cálida de lo habitual. Cuando esta agua
choca con la línea de base, el punto donde el hielo se agarra al fondo marino o a la roca continental, la diferencia
de temperatura comienza un proceso de erosión imparable. El ritmo de esta fusión es alarmantemente rápido:
cerca de la línea de base, el hielo disminuye hasta 90 metros al año solamente en esta plataforma. Debido
precisamente a este fenómeno, en 2013 se produjo la primera ruptura en Pine Island . La capa de hielo era tan
fina que ya no era capaz de agarrarse al resto de la plataforma. La segunda ruptura se produjo en agosto de
2015 y dejó a la deriva 580 km² de hielo.

Desprendimiento del trozo de hielo en el glaciar Pine Island. Fuente:Ohio State University

Otro caso es el de la península antártica, donde las medias anuales en la parte occidental de la península han
aumentado una media de 2,5 ºC desde 1950. La banquisa de hielo resiste cada año menos; en la actualidad
permanece durante cuatro meses. En esta zona del continente, el aire más cálido contribuyó a crear lagos de
agua más caliente en la superficie de las plataformas de hielo, que se filtró por las fisuras y aceleró el
desprendimiento. Sin plataforma a la que agarrarse, el número de glaciares a la deriva ha aumentado
exponencialmente en los últimos años.

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La plataforma Larsen. Fuente: Global Greenhouse Warming

La plataforma Larsen, una de las más extensas, se quebró por primera vez en 1995 y dio lugar a Larsen A. Larsen
B comenzó a navegar a la deriva en marzo de 2012 siguiendo el mismo proceso que la primera. Desde entonces
se han dedicado muchos esfuerzos a la observación y control de la plataforma Larsen C , ya que su
desprendimiento daría lugar a uno de los glaciares a la deriva más grande conocidos. Finalmente, Larsen C se
desprendió de la plataforma este verano, entre el 10 y el 12 de julio. Larsen C es un bloque de hielo de 5.000 km²
a la deriva que ha puesto en riesgo la estabilidad de lo que queda de la placa de hielo principal. Para los
científicos, el análisis y diagnóstico de las plataformas heladas es la mejor manera de conocer el estado del
continente; a la vista de los últimos acontecimientos, el continente está enfermo.

Aumenta el nivel del mar y… ¿llega la vida?


El problema es que no se trata solo de plataformas heladas a la deriva. Esas plataformas, en contacto con aguas
más cálidas y el aumento de las temperaturas, terminarán derritiéndose y pasando a formar parte de los
océanos, que cada vez tendrán menos salinidad, un proceso bastante más complejo de lo que a simple vista
pueda parecer.

Según datos de la Agencia de Protección Medioambiental, el nivel del mar ha aumentado de 15 a 20 centímetros
en los últimos cien años. Puede parecer una cantidad insignificante, pero sus efectos se notan. Las primeras
perjudicadas son las pequeñas penínsulas en medio del océano , donde sus habitantes han presenciado cómo el
mar iba conquistando poco a poco la costa y haciendo más pequeño su hogar. Es el mismo destino que sufrirán
las ciudades costeras si seguimos con este ritmo. Si la Antártida occidental llegara a descongelarse por
completo, el nivel del mar aumentaría unos cuatro metros; en caso de producirse un deshielo total, las cifras
oscilan entre los 57 y los 61 metros en un plazo de 500 años. Sí hay un dato sobre el que está de acuerdo la
comunidad científica: el nivel del mar habrá aumentado alrededor de un metro hacia 2100 . Esto significa que
muchas islas y ciudades costeras se verán seriamente amenazadas en un futuro.

Para ampliar: “Refugiados climáticos: ¿cómo evacuar un país?” , Abel Gil en El Orden Mundial, 2017

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En segundo lugar, que la Antártida sea el continente con menos diversidad en fauna y flora del mundo no quiere
decir que las especies que se encuentran allí no sean únicas. En un entorno tan hostil, la vida se abre paso
pendiendo de un hilo y convive en frágil equilibrio con su alrededor; un sutil cambio en cualquiera de los
parámetros podría suponer la pérdida de especies enteras. Es el caso del pingüino adelaida, la especie que
comparte hábitat en el continente junto al pingüino emperador. Allí donde se han producido cambios en el clima
o la temperatura del agua, las colonias de los pingüinos adelaida han disminuido hasta un 80% .

La amenaza para estos pingüinos viene de dos frentes: por un lado, el cambio climático podría reducir el número
de lugares óptimos donde anidar y poner los huevos; por el otro, los cambios en la temperatura o salinidad del
agua podrían hacer desaparecer parte de su dieta habitual. Con relación a esto último, la vida de la flora marina
en la Antártida se encuentra en una finísima línea de estabilidad con respecto a las condiciones del agua, así que
su amenaza es inminente. Ocurre lo mismo con la araña o la estrella de mar, especies que experimentan en
aguas tan frías el llamado gigantismo polar, que las hace tan diferentes del resto y tan misteriosas para los
científicos.

Colonias del pingüino adelaida en 2016. Los círculos en rojo muestran las que están disminuyendo. En azul, las que están aumentando.
El verde indica las que se mantiene estables y el amarillo muestra las colonias sobre las que no se tienen datos. Fuente: NOOA

En tercer lugar, con el deshielo de la Antártida, Darwin llega para quedarse . Si el cambio climático sigue
empeorando, las áreas libres de hielo en la Antártida podrían extenderse más de lo esperado y producir cambios
en los ecosistemas terrestres de la zona. Al aumentar la temperatura y la disponibilidad de nuevos nichos
ecológicos, la llegada y establecimiento de especies invasoras está prácticamente asegurada, así como la
competencia entre las que están y las que llegan.

Una señal de auxilio


Con los cálculos sobre el inicio de la catástrofe antártica fijados del año 2100 en adelante, los problemas que
sufre el continente no parecen ser importantes: “Todavía queda mucho para que eso ocurra”, “Seguro que se
encuentra alguna solución”… Sin embargo, algunas voces afirman que quizá haya llegado la hora de dejar de ser
“tan cautos a la hora de comunicar el riesgo que ello entraña” . El nivel del mar ya está aumentando y no dejará
de hacerlo en 2100; todo lo contrario.

A la larga, habría que evacuar ciudades como Nueva York, Copenhague o Shanghái; probablemente muchas más.
Ante esta realidad, se hace imperativo que la comunidad internacional se comprometa a realizar un esfuerzo
conjunto para tratar de evitar el futuro. En esa línea, que países como Estados Unidos no quieran formar parte
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de acuerdos como el de París supone un error, ya que es uno de los países que más gases emite a la atmósfera y
porque, lejos de ser perfecto, el acuerdo fija unos mínimos para que la comunidad internacional se comprometa
y seguir mejorando. Quedarse fuera del acuerdo de manera voluntaria niega de lleno el cambio climático y la
necesidad de combatirlo.

El aumento del deshielo en la Antártida amenaza directamente a un sinfín de especies de fauna y flora, no
solamente autóctonas. El aumento del nivel del mar, el cambio de las condiciones del agua y el clima y las
inundaciones de las zonas costeras destruirá muchos hábitats y llevará a muchos ejemplares al borde de la
extinción o a la desaparición total. No se puede asumir el riesgo de esperar a ver qué ocurre; en el peor de los
casos, será demasiado tarde. Las especies desaparecidas marcarán un punto de no retorno.

El aumento del deshielo también amenaza directamente la vida humana. En el proceso de evolución, el ser
humano ha sido capaz de adaptar cualquier hábitat a sus necesidades y ha extraído los recursos necesarios para
la supervivencia. Con la escasez de estos, las migraciones serán inevitables, así como el desplazamiento de las
poblaciones desde la costa a las zonas más de interior. Los conflictos culturales y de convivencia que ya ocurren
en la actualidad se verán acentuados. La supervivencia se verá amenazada y dará lugar a un aumento del pánico
mundial. Por ello, con vistas a asegurar la paz, el compromiso y la aceptación de la realidad son necesarios. La
Antártida puede convertirse en la bandera de una lucha: la del ser humano contra sus propios errores.

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