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ISSN: 0145-8973
VOLUMEN XLIX
NUMERO 1
mayo 2020
EDITOR IN MEMORIAM: DAVID WILLIAM FOSTER
EDITOR INTERINO: CHARLES ST-GEORGES
Denison University, Modern Languages, 100 W. College St, Granville, OH 43023
e-mail: stgeorgesc@denison.edu; website: http://ChasquiRLL.org
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bringing together research on both the Spanish-speaking republics of the continent and Brazil. Chasqui is seeking
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Portuguese, that focus on significant theoretical issues in the analysis of Latin American cultural production, with
particular emphasis on literature. Essays dealing with specific texts or authors will be of interest only if they
address interesting theoretical questions, and those studies that focus on interdisciplinary approaches, the bridging
of national and linguistic divisions, subaltern studies, feminism, queer theory, popular culture, and minority topics
are especially encouraged. Submissions, which will undergo double-blind review, should be received in full
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Articles
Sahai Couso Díaz, “El performance como metodología de (re)inscripción. La 4
tradición literaria de Posar desnuda en la Habana de Wendy Guerra”
Rubén Varona, “No habrá final feliz, de Paco Ignacio Taibo II: una mirada a la 18
(in)justicia del detective Héctor Belascoarán Shayne”
Ariel Martínez, “Hacia una cartografía erógena y política del cuerpo: aportes del 31
psicoanálisis para un anal-isis queer antisocial del itinerario fotográfico
de Lariza Hatrick”
Elia Hatfield, “Ante la revolución sexual de Isela Vega y la contracultura” 53
Roberto Angel G., “Autobiografía, diario de vida y epistolario: la experiencia 68
referencial de Juan Emar”
Marta Ortiz Canseco, “Dominación masculina y violencia colonial en el Memorial 81
y relación... del reino del Perú (ca. 1632), de Bernardino de Cárdenas”
Thomas Genova, “On Civilization and Severed Heads: South American Sertões” 95
Parker Brookie, “Deconstructing Traumatic Memory in Post-Dictatorship 115
Argentina: Graciela Sacco’s Photographic Installations”
Jorge Rueda Castro, “Una votación popular, de Román Vial: crítica, humor y 131
denuncia en el teatro chileno del siglo XIX”
Francisco Pizarro Obaid, “María Elena Aldunate: la reinvención de la mujer 148
chilena a la luz de la ciencia ficción y lo fantástico”
María Pape, “La nación: una aporía criolla, o la crisis identitaria de Leopoldo 164
Lugones en ‘Un fenómeno inexplicable’”
Jorge Luis Peralta, “‘Queer’ y ‘gay’ como paradigmas críticos para la literatura 180
argentina”
Christina Baker, “Santiago-Orlando: Performances of Queer Vulnerability and 202
Futurity in the Work of (Me llamo) Sebastián”
Guillermo Rivas Prado, “La argentinidad renovada: El tango (1964) de Jorge Luis 222
Borges y la coreografía ‘El tango’ (2013) de Nuria Aparicio”
Nicolás Campisi, “O silêncio das ruinas: cosmopolitismo, posmemoria e 240
historicidad contemporánea en A resistência de Julián Fuks”
Fernanda Righi, “Feminism from Home to the Workplace: Women Workers’ 257
Tactics in Parque industrial and 44 horas semanales”
Amauri Francisco Gutiérrez Coto, “Is There a Transgender Literature in Latin 276
America and the Caribbean?”
Milvet Alonso, “La tirisia: un acercamiento al dolor espiritual y emocional, 295
individual y colectivo a través de la cosmovisión indígena”
José Miguel Herbozo Duarte, “Canto enfermo: migración, enfermedad y 308
melodrama en El zorro de arriba y el zorro de abajo de José María
Arguedas”
Ana Laguna Martínez, “Relaciones de poder en Roberto Arlt: una revisión desde 326
el libro de Job”
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“QUEER” Y “GAY” COMO
PARADIGMAS CRÍTICOS PARA LA
LITERATURA ARGENTINA
Introducción
1
Este trabajo forma parte del proyecto “Memorias de las masculinidades disidentes
en España e Hispanoamérica (PID2019-106083GB-I00) del Ministerio de Ciencia e
Innovación de España.
180
Jorge Luis Peralta 181
2
El debate sobre la traducción y usos de “queer” en el ámbito hispanohablante ha
sido objeto de numerosos abordajes. En la introducción a Sexualidades transgresoras, una
antología pionera de estudios queer, Rafael M. Mérida Jiménez alertaba de que no existe, en
español, un vocablo equivalente “que recoja la mezcla de acepciones ni que permita su natural
transformación en sustantivo, adjetivo o verbo” (19), razón por la cual, en ese volumen, se
optaba por utilizar el término original en inglés. Esa ha sido la tendencia general, ya que
propuestas como las de Ricardo Llamas o Alfredo Martínez Expósito—que se inclinaron por
traducir “queer” como “torcido”—no encontraron demasiado eco. Otra alternativa, más
reciente, ha consistido en la reapropiación del término a partir de su transcripción fonética
“cuir” (Rivas, Valencia), con el objetivo de indicar sus particulares significaciones en
Latinoamérica. Sobre la deriva peculiar de lo “queer” en Argentina, es interesante el aporte
de José Maristany, para quien la apropiación del término “y su extraordinaria expansión en
diferentes ámbitos estaría relacionado con un cierto ‘pudor’ que esa palabra permite
sobrellevar y que mantiene, contra lo esperable, un espacio de closet, un secreto, sólo para
entendidos” (103).
3
Didier Eribon argumenta que en los textos literarios se entrelazan diversas voces
y teorías sobre la sexualidad, muchas veces contradictorias entre sí: “una teoría enunciada
por el autor o el narrador a propósito de un personaje puede muy bien no ser válida para otros
personajes, lo que elimina la pretensión de generalidad de la teorización” (Teorías de la
literatura,17).
182 “Queer” y “gay” como paradigmas críticos para la literatura argentina
Al evaluar o valorar los usos del paradigma “queer” entre la crítica literaria
argentina, no se puede pasar por alto el hecho de que la bibliografía específicamente centrada
en el ámbito de la literatura apenas se ha traducido al español; aunque Judith Butler sea
identificada, con razón, como una de las principales representantes de la teoría queer, lo cierto
es que han sido otras/os autoras/es quienes se han aproximado desde esta plataforma
conceptual a los estudios literarios y culturales: de una de las figuras señeras, Eve Kosofsky
Sedgwick, solo se tradujo en 1998 Epistemology of the Closet (Epistemología del armario)
y, más recientemente, Touching Feeling (Tocar la fibra); en el caso de Jack Halberstam,
disponemos de tres títulos (Masculinidad femenina [2008], El arte queer del fracaso [2017]
y Trans* [2018]); en los de Teresa de Lauretis, Lee Edelman y Michael Warner, de uno
(respectivamente Alicia ya no [1992]; No al futuro: la teoría queer y la pulsión de muerte
[2014] y Público, públicos, contrapúblicos [2012]);5 sin embargo, la mayoría de autores/as
permanecen sin traducir: Jonathan Dollimore, Kathryn Bond Stockton, Annemarie Jagose,
4
También debe tenerse en cuenta que “marica”, como identidad específica del
contexto latinoamericano en general (Falconí Trávez) y argentino en particular (Insausti) abre
un campo de tensiones, en tanto se aproxima más a los postulados “queer” que a la identidad
“gay” promovida desde Estados Unidos. Diego Falconí Trávez utiliza la expresión “inflexión
marica” para hacer referencia a los desvíos sudamericanos del discurso gay normalizador,
“una modulación dentro de un discurso mundial de emancipación corporal […] que busca
priorizar prácticas subjetivas a contrapelo por sobre categorías identitarias”. En otro trabajo
(Peralta, “Convidados”) he propuesto una aproximación a los modos en que la subcultura
“marica” hizo contribuciones decisivas a la literatura y cultura argentinas LGTB/queer.
Podría pensarse, en ese sentido, en un paradigma crítico “marica” que ofrecería vías
alternativas—y muchos más idóneas, en algunos casos—a “queer” y “gay”.
5
En todos los casos, cabe destacar, traducciones españolas, muchas veces de difícil
acceso en Argentina.
Jorge Luis Peralta 183
José Esteban Muñoz, Heather Love, Michael Lucey, Biddy Martin, Donald Hall, Sally Munt,
Kaja Silverman, Alan Sinfield, D. A. Miller, Alexander Doty, Ruby Rich, entre otras/otros.
Incluso, las primeras antologías de ensayos que asumieron una perspectiva LGTB/queer para
abordar la literatura y cultura latinoamericanas/argentinas se publicaron en inglés:
¿Entiendes? Queer Readings, Hispanic Writings (Bergmann y Smith [1995]), Sex and
Sexuality in Latin America (Balderston y Guy [1997]) e Hispanisms and Homosexualities
(Molloy y McKee Irwin [1998]); y solo el volumen de Balderston y Guy fue traducido
posteriormente. Tampoco ha encontrado demasiado eco el trabajo de críticos/as españoles/as
(Alfredo Martínez Expósito, Meri Torras, Rafael M. Mérida Jiménez, Alberto Mira, David
Vilaseca, Juan Antonio Suárez) que han discutido y reelaborado las propuestas “queer” en el
marco específico de investigaciones sobre literatura y cine.
El paradigma “queer”, en la crítica argentina, se vincula sobre todo con las
teorizaciones de Judith Butler, Rosi Braidotti, David Halperin, Gayle Rubin, Paul Preciado o
Donna Haraway, cuyos trabajos se inscriben en los campos más amplios de la filosofía y la
historiografía desde posiciones (post)feministas y “queer”. Del mismo modo, otras/os
autores/as decisivos/as para las teorías y críticas “queer”—como Monique Wittig, Jonathan
Ned Katz, Michel Foucault, Gloria Andalzúa, Gilles Deleuze, Jeffrey Weeks, Jacques
Derrida o Roland Barthes—también han encontrado un eco amplio en las investigaciones
locales. La escasa difusión, no obstante, de los textos y autores/as en torno a los cuales se
viene desarrollando el debate “queer” en las últimas dos décadas, contribuye a explicar los
particulares desarrollos de este campo en Argentina. Por ese motivo resulta interesante, a
nuestro modo de ver, el trabajo de Mariela Solana sobre historia y temporalidad en los
estudios queer, ya que recupera y discute críticamente muchas investigaciones que todavía
no fueron traducidas al español.
No abundan, hasta el momento, las monografías sobre literatura argentina que
asuman específicamente una perspectiva “queer”. Una de las excepciones la constituye el
libro de Cecilia Palmeiro Desbunde y felicidad. De la cartonera a Perlongher (2013), que
establece una red de relaciones entre algunas producciones literarias rioplatenses aparecidas
en torno a la crisis del 2001, la obra de Néstor Perlongher y movimientos poéticos brasileros
de los años 80. En el diálogo discontinuo entre Argentina y Brasil, Perlongher aparece como
nexo, figura clave que anticipa muchas de las propuestas estéticas que van a desplegarse entre
Argentina y Uruguay a comienzos del nuevo milenio. Palmeiro describe en los siguientes
términos las características de lo que denomina “antiestéticas de lo trash”, cuyos/as
representantes serían, entre otros/as, Washington Cucurto, Fernanda Laguna, Pablo Pérez,
Alejandro López, Gabriela Bejerman y Cecilia Pavón:
El nuevo contexto del fin de las esferas autónomas promueve la
indiferenciación con otros discursos, como los de la política del cuerpo: ahí
reside el potencial transformador de estas escrituras contemporáneas.
Literatura y política se potencian mutuamente: la literatura como
imaginación de modos de vida posibles y la política como el arte de la
transformación de la existencia colectiva. Este proceso puede ser pensado,
Perlongher mediante, como un devenir menor de la tradición argentina que
siempre se quiso mayor […]. Yo lo pienso como la formación de
antiestéticas de lo trash, en el sentido de la invención de códigos de ruptura
ligados a procesos de singularización; formaciones que se proponen como
184 “Queer” y “gay” como paradigmas críticos para la literatura argentina
6
Cabría valorar si, en rigor, la banalización de lo “queer” obedece, más que a su
mayor visibilidad, al hecho de que ha ocupado el antiguo espacio de lo “gay-lésbico”; en
Jorge Luis Peralta 185
palabras de Teresa de Lauretis, “el actual término queer, al mismo tiempo que conserva algo
de su connotación histórica de desviación sexual, ha llegado a ser una identidad de género”
(110). Por otra parte, es improbable que la transgresión (si es tal) llegue a institucionalizarse,
como argumenta Javier Gasparri; en todo caso, podría pensarse que el sistema trata de
apropiarse de—y de ese modo debilita—ciertos aspectos de lo “queer”. Como observa con
agudeza Brad Epps, “el deseo ‘minoritario’, ‘alternativo’ y ‘disidente’ hace tiempo que está
en crisis, no porque el orden establecido del mal llamado mundo occidental lo condene,
persiga y anule, sino porque, con cada vez más regularidad, lo avala, protege y asimila”
(“Los fráxitos”, 9). Epps ve en el éxito de lo “queer” una paradoja -de allí que se refiera a los
“fráxitos” de la disidencia sexual- ya que a su modo de ver la supuesta voluntad de lo “queer”
de erosionar las identidades “se encuentra sombreada por aquello que pretende deshacer”
(11).
7
Si bien la autora indica que las contribuciones reseñadas son “solo una muestra de
lo producido en este campo en las últimas décadas” (s.p.), no menciona otros autores que
hicieron aportes muy significativos a la discusión que analiza, como David W. Foster, Daniel
Balderston, José Maristany, Herbert Brant o Gustavo Geirola, entre otros. En rigor, las
aproximaciones de Panesi y Link a los estudios de género y sexualidad han sido mínimas en
el conjunto de su producción, mientras que en el caso de Alberto Giordano se trata de uno de
sus únicos trabajos sobre el tema.
186 “Queer” y “gay” como paradigmas críticos para la literatura argentina
relaciones entre subjetividad y literatura. El foco principal está puesto sobre una serie de
contribuciones que discuten la escritura de mujeres (Hortensia Moreno, Josefina Ludmer,
Francine Masiello, Cristina Piña, Sylvia Molloy) y que más allá de sus diferencias o de los
corpus específicos que abordan, rechazan la reducción de la lengua literaria a la mera idea de
representación como reflejo de hechos sociales o de la biografía/identidad de la/s autora/s.
Así, parece confirmarse la tendencia a desconfiar de posiciones esencialistas que abogan por
una especificidad de la literatura escrita por mujeres. En un segundo momento, Maradei
comenta estudios de Gabriel Giorgi y Nora Domínguez que trabajan con las categorías de
cuerpo y corporalidad e incorporan la noción foucaultiana de “biopolítica” al análisis de
literatura argentina contemporánea. Mientras Giorgi se centra en las representaciones de la
homosexualidad masculina, Domínguez indaga “figuraciones maternales”; en los dos casos,
los cuerpos “raros”, “monstruosos”, constituyen un territorio de modelado biopolítico al
servicio de un imaginario nacional que esos cuerpos desequilibran y ponen en crisis. La
revisión de este amplio espectro de investigaciones conduce a la autora a sostener que la
crítica argentina interesada en la disidencia sexo-genérica ha logrado incorporar el género
como categoría de análisis teórico, comprendiendo la literatura como un espacio de
problematización de las identidades sexo-genéricas.
Los trabajos de Palmeiro, Gasparri y Maradei ponen de manifiesto el lugar
paradójico de lo “queer” en la crítica argentina, ya que a pesar de la centralidad que ha
adquirido en los últimos años en otros ámbitos (especialmente, el del activismo), a la hora
del análisis literario y cultural continúa conviviendo con otras perspectivas afines. Esta
paradoja puede explicarse, quizá, por el hecho de que, como señalábamos antes, buena parte
de la producción teórico-crítica extranjera no ha sido traducida al español (mientras que la
local, como en el caso de valeria flores, no se ubica en la órbita de la literatura); podría
argumentarse también que esa coexistencia puede ser el resultado de coordenadas sociales y
políticas específicas, en las que todavía resulta necesario articular identidades, así sea
estratégicamente, como demuestran, en el campo de la sociología, los trabajos de Ernesto
Meccia y Joaquín Insausti. En todo caso, resulta evidente que, aplicado al estudio de la
literatura, el paradigma “queer” sugiere un recorte preciso—de lo que se lee y de cómo se
lee—que permitiría explicar por qué, por ejemplo, los textos de Copi son más susceptibles
de una lectura “queer” que los de Osvaldo Bazán. La ecuación entre “queer” y transgresión
se impone entonces como paradigmática y determina el rumbo de las intervenciones críticas.
8
Las traducciones de textos originales en inglés pertenecen al autor.
188 “Queer” y “gay” como paradigmas críticos para la literatura argentina
9
Refiriéndose a la experimentación literaria, Giordano sostiene que “abre un
intervalo irrecuperable en el estado de cultura que condiciona su aparición y su circulación
como bien simbólico, porque no es, sino que está siendo lo interesante, lo nuevo que anuncia
la ruina inminente de los valores superiores que reproduce la cultura para imponer sus puntos
de vista” (234).
Jorge Luis Peralta 189
10
Entre los textos publicados se encuentran Sonetos del jardín (1948) de Silvina
Ocampo, Las vísperas de Fausto (1949) de Adolfo Bioy Casares y La cruzada de los niños
(1948) de Marcel Schwob, además de obras del propio Álvarez: los relatos Un almuerzo
sagrado (1948) y Evocación de La Soledad (1948) y la novela Esvén, 1932-1938 (1961). Uno
de los últimos títulos publicados fue la traducción del cuento “En el mar” (1968) del escritor
inglés Denton Welch, traducido y prologado por Álvarez, con ilustraciones de Josefina
Robirosa.
190 “Queer” y “gay” como paradigmas críticos para la literatura argentina
que también se servía de la figura de un perro—en este caso narrador en primera persona—
para aludir a la sexualidad disidente de su amo.11
Centraremos la atención en otro texto aún más desconocido de Álvarez, no
mencionado, de hecho, en los relevos de títulos de La Perdiz que ofrecen tanto Moreno como
Beccacece. Se trata del relato Evocación de La Soledad, publicado en 1948, con ilustraciones
de Norah Borges. Si ya de por sí la figura de Álvarez se podría asociar a un tipo de disidencia
sexual—la de los dandis—con claras resonancias “camp” y “queer”, este texto constituye un
claro ejemplo del esfuerzo expresivo que muchos autores debieron realizar en el pasado para
poder articular intensidades eróticas y afectivas que desafiaban los guiones heteronormativos
imperantes. Esa necesidad de decir lo indecible, conjugada con la imposibilidad efectiva de
hacerlo, dio lugar a textualidades inquietantemente ambiguas, que no afirmaban identidades
“homosexuales” pero sembraban sospechas en torno a sujetos y deseos proscritos. Podría
decirse que sin salir del armario (no existía aún ese acto ni el lenguaje que lo acompaña),
estos textos agitaban sus puertas: en ese sentido, son más “queer”, en ocasiones, que muchos
textos escritos posteriormente, cuando dejó de ser necesario el uso de una retórica compleja
para representar erotismos alternativos.
Evocación de La Soledad es un relato extenso compuesto de un prólogo, siete
apartados y un epílogo, que inserta una dimensión fantástica en el marco de un relato
costumbrista de ambientación gauchesca. La narradora, Teresa, decide abandonar la estancia
La Soledad; durante la partida, situada en 1943, evoca un episodio ocurrido allí a finales de
los años 20: su hermano Luis utilizó una pócima, creada por un antiguo administrador, para
convertirse en mujer y, bajo esa identidad transitoria, aproximarse a su amigo—y empleado
de la estancia—Alberto Martinelli, con el objetivo de conocer los “secretos de su alma”. En
el epílogo, Álvarez explica el origen del relato y su trasfondo autobiográfico, ya que la
estancia descrita en el texto lindaba con la suya y por esa vecindad pudo conocer a los
“verdaderos” Luis y Alberto.
¿Qué hay de “queer” en este relato, o por qué se lo podría leer desde los postulados
de este paradigma? Al nivel de los sujetos representados, Luis es un personaje que encarna
una masculinidad no normativa, tanto por el curioso experimento al que se somete para
aproximarse a su amigo Alberto, como por el deseo soterrado hacia este que esa misma
metamorfosis parece implicar, y que contradice el mandato de la masculinidad hegemónica
de no desear a sujetos del mismo sexo. Resulta interesante, además, la autofiguración que el
propio Álvarez introduce a través del personaje de Teresa:
11
Mujica Láinez, además, se inspiró en la figura de Álvarez para el personaje de
Tony, uno de los extravagantes protagonistas de la novela Invitados en “El Paraíso” (1957),
con la que puso punto final a su “saga porteña”. En el primer tomo de los diarios-collages
conservados en su casa de Cruz Chica, Córdoba, se encuentra una entrada del año 1963
dedicada a Álvarez; junto a una fotografía de sus manos, cargadas de anillos, el autor de La
casa consignó la siguiente descripción: “Curioso dandy, snob y escritor, autor de la novela
Esvén. Famoso por haber sido dueño del ‘Parade’; por su baile con perros amaestrados y
objetos ilustres; por sus palcos en Colón; sus frases y su generosidad. Todo lo tuvo y todo lo
perdió. Pobre, sigue siendo interesante, lo cual es raro. En verdad, se trata de un ser auténtico,
en quien la pureza asume insólitos disfraces”.
Jorge Luis Peralta 191
12
No se aclara la identidad de este personaje, posiblemente un amigo de la familia.
192 “Queer” y “gay” como paradigmas críticos para la literatura argentina
13
Las ilustraciones de Norah Borges que acompañan el texto también contribuyen
a “queerizarlo”: de las dos que muestran al protagonista, una recrea la escena en que espía al
antiguo administrador y descubre su “metamorfosis”, mientras que la otra lo presenta en su
versión femenina, con el siguiente pie de página extraído del relato: “la sofocación y el
encarnizamiento fueron deslizándose lentamente entre las manos de Alberto y las rosas de
gasa que Luis vestía” (48).
14
Explica Hugo Beccacece: “como todo admirador de la belleza y del arte, Arturo
Alvarez tenía una fuerte sensualidad. Conoció el deseo y la satisfacción del deseo más que el
amor correspondido. Por supuesto, se enamoró varias veces, pero a menudo los seres que
amaba no se enteraban de la pasión que habían despertado. Los amaba a la distancia; más
bien, los veneraba.” (s.p.)
Jorge Luis Peralta 193
Facundo R. Soto nació en 1972. Las diversas reseñas bio-bibliográficas que circulan
por Internet lo describen como narrador, poeta y psicólogo; colaborador habitual de medios
LGTBQ -entre ellos el suplemento Soy de Página /12-; y autor de numerosas publicaciones
en editoriales independientes o autogestionadas. Su prolífica obra incluye poesía—
Microonda (Cartonerita Solar, 2011), El cielo en la mesa (Subpoesía, 2015), El brillo de tus
braquets (27 pulqui, 2016); narrativa—Juego de chicos (Conejos, 2011), Plastilina (Textos
Intrusos, 2012), Taller literario (Blatt & Ríos, 2013), El club de la paja (Eloísa Cartonera,
2016), Alegría y Las inferiores (ambos de 2018); y antologías de las que fue coordinador—
Vivan los putos (dos volúmenes, 2013) y Fetiche (2014), ambas por Eloísa Cartonera.
Además, coordina talleres de literatura gay-queer y dicta cursos en torno al cruce entre
psicología y estudios de género.
La obra de Soto responde a un contexto de visibilidad de las sexualidades disidentes
completamente impensable tan solo un par de décadas atrás. En 1991, por ejemplo, la
publicación de la novela El Ahijado de Oscar Hermes Villordo, tuvo una repercusión limitada
pese a aparecer en un sello importante como Planeta. Se trata, de hecho, de uno de los escasos
ejemplos de literatura de temática gay publicados a comienzos de la década de 1990. En 2011,
en cambio, cuando Soto empieza a publicar, el panorama es radicalmente distinto: se han
producido importantes avances en materia de derechos para las comunidades LGBTIQ, se
han fortalecido los diferentes activismos en defensa de las minorías sexuales y se ha
expandido notablemente el campo de la literatura de temática gay/queer, en buena medida
gracias al antes y después que marcó la emergencia de un mercado editorial alternativo, con
sello pioneros como Eloísa Cartonera y Belleza y Felicidad, a los que luego se sumaron
muchos otros. Esa producción creciente fue progresivamente acompañada en el ámbito
académico a través de publicaciones y actividades (cursos, congresos, jornadas, talleres, etc.).
Soto participa activamente de una red de producción y difusión de contenidos
culturales vinculados a lo gay/queer. Es destacable, en este sentido, su labor periodística y
docente: no es solo un autor que escribe sobre estos temas, sino que además los problematiza
y discute en contextos muy diversos. La descripción de un taller que dictó en el Club Cultural
194 “Queer” y “gay” como paradigmas críticos para la literatura argentina
Matienzo, por ejemplo, incluye un ítem denominado: “¿Qué es la literatura gay? (¿Es lo
mismo que queer?)”. Recorriendo su obra así como las entrevistas que ha concedido, resulta
evidente que la respuesta a esa pregunta es afirmativa, y que Soto se ubica más en el campo
de lo gay que de lo queer. En diálogo con Gustavo Yuste a propósito de la publicación de su
novela Fotocopia (2017), el autor declaró: “Todavía mucha gente piensa que una persona
gay es igual a una persona hétero y no, no es igual. No en el sentido de que uno es mejor que
el otro, sino porque históricamente son recorridos distintos. Hay una discriminación de
muchos años y eso no es algo que no tenga sus efectos e implicancias” (Yuste s.p.). Esta
observación resulta afín al trabajo teórico en torno de las particularidades de la subjetividad
“gay” que han desarrollado autores como David Halperin (Cómo ser gay) o Didier Eribon
(Reflexiones).15
Las categorías “gay” y “queer” conviven en el discurso literario de Soto con otra,
“trash”, que utiliza para definir un subgénero de difusas fronteras, en el cual el común
denominador parece ser cierto modo de tratar temas vinculados a la disidencia sexual y de
género. En el prólogo de la antología Vivan los putos (2013), el autor señala que este volumen
contribuirá “a la difusión de un género que no se conoce en nuestro país, ni en Latinoamérica:
el género denominado por nosotros ‘trash’, […] que rompe con el concepto de familia
cristiana y su heteronorma” (Soto, Vivan 7). Un año más tarde, en el prólogo de otra
antología, Soto amplía la descripción de lo “trash” en los siguientes términos:
15
Mientras el primero ha vinculado esa subjetividad con determinados consumos
culturales, afectos, gustos, o modos de reapropiación de la cultura dominante, Eribon ha
analizado cómo sujeto “gay” se constituye a partir de la injuria que le dirigen y que él abraza
con orgullo. Conviene destacar, no obstante, que más allá de sus coincidencias en el abordaje
de la subjetividad gay, estos críticos mantienen algunas diferencias importantes (de hecho,
Eribon acusó a Halperin de plagiar su libro Una moral de lo minoritario [2004] en What Do
Gay Men Want? [2007]). En primer lugar, difieren por su formación y trayectoria: Halperin,
historiador y crítico literario y cultural, ha estado más interesado en los aspectos genealógicos
de las identidades y culturas disidentes, mientras que Eribon, filósofo y sociólogo, ha
centrado su mirada en un conjunto de textos teóricos y literarios—y últimamente, en su propia
biografía—para articular, a partir de ellos, diversas reflexiones en torno a la constitución de
subjetividades inferiorizadas y el impacto sobre ellas de lo que el autor denomina “veredictos
sociales”. En segundo lugar, pese a haber sido el uno de los introductores de la teoría “queer”
en Francia, Eribon ha mostrado cierta reserva hacia la misma, especialmente sus usos del
psicoanálisis, que él rechaza de manera categórica. Además, debe tenerse en cuenta que en la
actualidad, en la academia angloparlante, “queer” no siempre se diferencia de manera nítida
de “gay” y “lesbiano” (Cairns 105), de modo tal que llegan a emplearse casi a la manera de
sinónimos, como puede constatarse en varios pasajes de Cómo ser gay de Halperin. En el
contexto francófono, en cambio, se mantiene una distinción entre los términos, a la que
Eribon se atiene en sus trabajos, con una visión más positiva de lo identitario (gay/lesbiano)
que la que manifiestan críticos más afines al paradigma queer, incluido el propio Halperin.
Es así que en Por ese instante frágil… (2004), defiende la necesidad de tender puentes entre
las versiones “asimilacionistas” y “queer” de los movimientos a favor de las minorías
sexuales.
Jorge Luis Peralta 195
el objetivo es encontrar una lectura que nos dé placer, que ande por lo
periférico, por lo no instituido, en nuevas formas de narrar que no sean
hegemónicas. […] Quizás hoy, todavía necesitamos de los géneros para
degenerarlos, y más tarde hacerlos estallar en todas sus categorías. […]
Buscamos textos donde la energía sexual aparezca de manera explícita o
metaforizada, pero donde no haya una única sexualidad, sino tantas como
personas hay en el mundo. Una lectura que vaya más allá de las identidades
binarias, donde la singularidad, pero no el ego, desborde el texto. Textos
que se produzcan con lo que queda afuera, con lo que se tira (con la grasa,
el cocoliche, los prejuicios, el miedo, lo que se considera “demasiado”, ya
sea: fuerte, impactante, intenso, zarpado, claro o superficial). (Soto,
Fetiche 9-10)
Esta definición, que asume el tono de un manifiesto generacional, está más cerca
del paradigma “queer” y su desmontaje de las identidades estables que de la afirmación de lo
“gay” como un espacio específico de códigos e identificaciones. Sin embargo, ese sentido de
“gay” está muy presente en la obra de Soto, y la vincula con la de autores coetáneos como
Mariano Blatt (1983-) o Ioshua (1977-2015). En los textos de los tres, más allá de sus
particularidades, se advierten un entrelazamiento similar de gaycidad y masculinidad, la
fascinación por ambientes y sujetos marginales y la tendencia a un erotismo explícito, a veces
directamente pornográfico.16
El hecho de que gay remita a una identidad más acotada no debería interpretarse
como una falla o signo de atraso en relación con el vanguardismo “queer”. Link, en un
capítulo de su libro Clases. Literatura y disidencia (2005) ofrece un análisis preciso de la
mercantilización de lo “gay” en la era neoliberal, algo de lo que Blatt—en una entrevista
conjunta con Soto—se muestra muy consciente: “ya es careta ser gay, ya no hay mucho
riesgo, ahora es aburrido. Me parece que antes estaba mejor. A los gays los venció, los agarró
el capitalismo y venció eso que era revolucionario en una época” (Lezcano s.p.). Lo “gay”,
en estos autores, se desgaja de las modas globales y los dogmas homonormativos para
designar, sencillamente, una orientación erótica determinada (varones que desean a otros
varones) y una serie de gustos, códigos, preferencias, filiaciones, que permiten establecer
vínculos y complicidades, pero que no necesariamente configuran una esencia. Se trata de
una gaycidad muchas veces a contrapelo de lo convencionalmente “gay”, como queda
demostrado en la atracción de Soto y Blatt por un deporte—el fútbol—asociado a las formas
más paradigmáticas de la masculinidad heterosexual en Argentina.
La narrativa de Soto muestra articulaciones diversas de lo gay. Uno de sus títulos
más conocidos, Juego de chicos (2011), concatena diversos relatos protagonizados por los
integrantes de un equipo de fútbol gay; mientras que los libros que publicó en De Parado—
El hombre de acero y Como se saludan los surfers (2012)—incluyen cuentos pornográficos
breves protagonizados por “putos” y “chongos”. Nos interesa detenernos, particularmente,
en una de sus últimas novelas, Fotocopia (2017), por el giro particular que le imprime al
tratamiento del tema. Tal como se lee en la contratapa, esta novela se centra “en el devenir
16
Soto colaboró, de hecho, en De Parado, el proyecto editorial de Blatt de narrativa
porno gay paralelo al sello que co-dirige con Damián Ríos (Blatt & Ríos) que también ha
publicado varios títulos de temática LGTBQ.
196 “Queer” y “gay” como paradigmas críticos para la literatura argentina
de la relación entre un padre gay y su hija” (Soto, Fotocopia). El foco ya no está entonces en
las vicisitudes del deseo—que ha nutrido tanta literatura de temática gay/queer—sino en los
desafíos impuestos por la conformación de nuevas redes de relaciones. Fotocopia presenta
un escenario en el que la familia tradicional se ha dislocado: los diferentes miembros deben
ajustarse ahora a otros patrones, en un proceso no exento de malestar.17
Formalmente, Fotocopia está dividida en dos partes, en las que se alternan las voces en
primera persona de un padre y de su hija, Lucy. El corte entre las dos partes está marcado por
la progresión temporal—niñez y adolescencia de la protagonista—pero sobre todo por el
distanciamiento que se va produciendo entre los dos, y que se traduce discursivamente en la
paulatina desaparición de la voz de la hija. En su reseña de la novela, Valeria Iglesias sostiene
que “gran parte de la historia cambiaría si el padre no fuera gay, si fuera una madre, si la hija
fuera un hijo, etc. [pero] el hueso de la historia que a mí me conmovió es cómo se construye
la identidad de un/a progenitor/a frente al hecho de tener que afrontar la m/paternidad de un
primogénito/a” (Iglesias s.p.). A nuestro modo de ver, esta lectura universalista corre el riesgo
de minimizar el conflicto que atraviesa la novela. Nos parece indispensable enfatizar que
“gran parte de la historia cambiaría si el padre no fuera gay”: es precisamente la afirmación
de esa identidad y del modo de vida asociado a ella la que precipita la ruptura entre los
personajes y muestra los límites de la aceptación de la “diversidad”, incluso en un contexto
que garantiza derechos ciertos derechos para gais, lesbianas y otras minorías.
En un manifiesto gay del mítico año de 1969, Carl Wittman afirmaba: “desde el
principio, estamos sometidos a un aluvión de propaganda hetero. Como nuestros padres no
conocen homosexuales, crecemos pensando que estamos solos y que somos diferentes y
pervertidos. […] La televisión, los carteles, las revistas divulgan una falsa idealización de las
relaciones entre hombres y mujeres, y nos hacen desear ser diferentes, estar ‘dentro’”
(Wittman 59). A casi medio siglo de la difusión de este texto, la novela de Soto invierte el
esquema: será la hija quien manifieste su incomodidad hacia el “aluvión de propaganda gay”
que le lanza el padre; la que se agote de imágenes de amor entre varones; la que exija un poco
de “normalidad”: “Me molesta que para él todo sea gay. Si tengo novio, ¿cómo le digo que
papá es gay?” (Soto, Fotocopia 32). Aunque la aprobación del Matrimonio Igualitario haya
legitimado las uniones entre personas del mismo sexo, este derecho no fue correlativo con
una modificación generalizada de la percepción de gais y lesbianas por parte de la sociedad:
los guiones dominantes continúan siendo heterosexuales. Fotocopia articula, en este punto,
una interesante paradoja: el padre desea vivir su gaycidad plenamente, sin vergüenza (tal vez
para contrarrestar años de ocultamiento), pero esa libertad y visibilidad avergüenzan a la hija.
En su afán por vivir en un entorno donde lo gay sea “bueno”—como rezaba al antiguo lema
militante—el protagonista oprime a Lucy, le exige que sea como él: su “fotocopia”.
Soto no resuelve el conflicto con una reconciliación tranquilizadora. De hecho, la
brecha entre los personajes se intensifica cada vez más, hasta que la hija aparece solo por
ausencia, únicamente evocada en el discurso del narrador:
17
Significativamente, también en 2017 Santiago Loza publicó su novela El hombre
que duerme a mi lado, donde es el personaje de la madre la que no consigue “ajustarse” a la
familia conformada por su hijo en compañía de otro hombre. Desde diferentes perspectivas
generacionales, tanto Soto como Loza manifiestan las tensiones que todavía produce lo “gay”
al interior de la estructura familiar.
Jorge Luis Peralta 197
objeto que se aborda. Las teorías “queer” podrán ser útiles para leer algunos textos; para
otros, será necesario recurrir a dispositivos teórico-críticos diferentes.
Aunque mucha de la literatura argentina reciente se ubica claramente en el terreno
de lo “queer”, por su desbaratamiento de las identidades fijas o cerradas—por, ejemplo,
Sueños y pesadillas (2016) de Dalia Rosetti (seud. de Fernanda Laguna) o Las aventuras de
la China Iron (2018) de Gabriela Cabezón Cámara—muchos otros textos, como las novelas
La ilusión de los mamíferos (2018) de Julián López, Fuimos (2018) de Daniel Tevini o Los
machos se duermen primero (2019) de Rodolfo Omar Serio, continúan articulando
identidades “gays” y “maricas”. Tampoco se puede perder de vista el impacto creciente de la
literatura escrita por (o sobre) mujeres y hombres trans, desde Continuadísimo (2008) de
Naty Menstrual y La Chaco (2015) de Juan Solá a Las malas (2019) de Camila Sosa Villada
y Soy Sabrina, Soy Santiago (2018) de SaSa Testa. Habida cuenta del sesgo identitario de lo
trans en el país, libros como los citados exigen aproximaciones desde un paradigma crítico
específico (Wayar), distinto de los estudios gais, lesbianos y queer, aunque pueda dialogar
con ellos.
Heather Love sostiene en un artículo que su amor por la teoría “queer” no es menos
auténtico que su amor por el lesbianismo: “Es simplemente difícil para mí imaginar formas
de queerness que no mantengan sus lazos con una experiencia específica de identidad sexual”
(180). Tal vez mantener la tensión entre estos polos contribuya a enriquecer nuestras prácticas
críticas; parafraseando a Valerie Traub, no “queer” o “gay”, sino “queer” y “gay”, “queer” y
“lesbiano”, “queer” y “trans”. Una mirada auténticamente “queer”, por plural, debería cobijar
incluso aquellas categorías que se empeña en disolver.
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