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The Booty - Willa Nash
The Booty - Willa Nash
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Epílogo .......................................................................................81
—Ugh. —Ella puso los ojos en blanco—. Deja de ser tan deprimente.
Vi al tipo servirlo. Y ahora me lo voy a beber.
Una gota de espuma blanca escapó del vaso y de sus labios, cayendo
por su barbilla y aterrizando en la tierra debajo de nuestros zapatos. Ella
apartó el vaso, suspiró y…
—Burrrp.
—No sería la primera vez. —Ella rio. Los tres tragos de tequila que
había bebido antes de que saliéramos de su casa estaban claramente
adormeciendo el dolor.
—¿Qué? —grité.
—Nada. —Le hice señas para descartarlo. ¿Qué estoy haciendo aquí?
No era así como había planeado pasar el Día de San Valentín. No era
así como había planeado pasar mi viaje para ver a Joann.
Esto era angustia. Esto era desesperación. Esto era ella ahogando su
miseria en un poco de alcohol barato porque no estaba lista para
enfrentar el hecho de que su matrimonio se había derrumbado.
—Eh, Jo. —Me incliné para acercarme cuando finalmente llegamos
al final de la fila—. ¿Riley va a estar aquí esta noche?
—Probablemente.
Era casi lindo cómo había pensado que podía ocultarme sus
intenciones.
Gruñí.
—Una.
—Esto es igual a todo lo demás que traje. Tal vez si hubiera sabido
que había un baile de granero en mi agenda de la semana, habría
empacado de manera diferente.
—Jo…
Tuve arcadas.
—Paso.
Así que yo estaba aquí como apoyo moral, y para asegurarme de que
el abogado que ella había contratado no fuera un completo imbécil,
mientras ella y Riley negociaban los términos de su divorcio.
Joann había venido aquí esta noche para ver a Riley, pero sospeché
que había subestimado cómo la haría sentir. Todo su cuerpo se puso
rígido, pero mi chica no iba a admitir la derrota. Puso una sonrisa
radiante, agitó un mechón de su largo cabello castaño y se rio.
—Hola, Jo.
—Vengo todos los años. ¿Por qué este año sería diferente?
—Yo, eh… supongo que no lo es. —Se frotó la nuca y luego me
miró—. Hola, Lola. ¿Cuándo llegaste?
—Hoy.
—Eso es bueno.
—Sí.
—Esto es…
—Facultad de Derecho.
—Tequila.
—¿Quién dijo que uno era para ti? —Se bebió el primer trago, luego
el segundo, con una mueca por la quemadura. Apenas tuve tiempo de
poner un billete de veinte en la barra antes de que ella volviera a correr
hacia la multitud.
—Soy demasiado vieja para esto. —La perseguí solo para encontrarla
bailando con un vaquero que parecía tan ebrio como ella.
—Auch. —La mujer de otra pareja de baile me pisó el dedo del pie.
Entonces un hombre se estrelló contra mí—. Voy a morir aquí.
Y redondo.
Y cubierto de mezclilla.
—Aiden Archer.
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—Vamos, Joann.
—No hay tiempo. —Mis pies podrían congelarse, pero el reloj estaba
corriendo—. Ya vamos tarde.
Hasta Aiden.
—Absolutamente no.
Aiden me había llevado a casa de Joann a la mañana siguiente y,
después de un beso en la mejilla, nos separamos. Fue cosa de una sola
vez.
Fruncí el ceño.
—No tengo miedo. Solo soy realista. ¿Qué pasa si nos volvemos a
juntar y no es fantástico? El sexo así de increíble nunca sucede dos veces.
Prefiero tener el buen recuerdo, muchas gracias.
—Pero, ¿y si es mejor?
—No lo será. —El sexo por primera vez siempre era lo mejor. Tal
vez porque mis expectativas eran bajas, pero cada vez que tenía amantes
repetidos, el disfrute siempre disminuía—. Hablemos de la reunión.
Joann gimió.
—Sí.
Ayer, la dejé esquivar mis preguntas y cambiar de tema cada vez que
mencionaba su inminente divorcio. Pero como esta reunión sería en
cuestión de minutos, no entraría a esa sala sin un poco de preparación.
—¿Qué dijo tu abogado?
—Solo que debería venir a la reunión con una lista de las cosas que
quiero.
—Y… Clarence.
Mierda.
Riley juró que no le había sido infiel. Que nunca lo haría. Tal vez si
hubiera pasado más tiempo con su esposa y menos con su perro y su
vecina, Joann no dudaría de él.
En la oficina de su abogado.
Pero había otra. ¿Por qué esa risa era tan familiar?
—Llegan tarde. Mi cliente solo tiene una hora para esta reunión.
Antes de que pudiera saltar sobre la mesa y acabar con la vida de ese
bastardo mentiroso e intrigante, Joann unió un brazo con el mío y nos
llevó a la mesa. Su mirada estaba fija en su esposo.
Riley vestía una camisa verde oliva y lucía, bueno… como la mierda.
Mierda completa. ¿Había estado bebiendo? Sus ojos estaban inyectados
en sangre. Su rostro estaba pálido. Y sus manos estaban moviéndose
nerviosamente, golpeando en rápida sucesión sobre la mesa. Tap. Tap.
Tap. Tap.
—No.
—Sí.
—¿Y no pensaste que valía la pena mencionar que eres el abogado de
Riley? ¿Decirlo… antes de que me llevaras a la cama?
—No realmente.
—No.
Parpadeé.
—A la casa de Riley.
Me quedé boquiabierta.
—¿Qué?
Se encogió de hombros.
—Semántica.
Excepto que todo era una mierda. No tenía sentido por qué me
llevaría a la cama. No había nada que ganar aquí. Ni siquiera sabía que
estaría en esta reunión. Aunque Riley podría haber especulado que, dado
que estaba en el pueblo, me uniría a ellos. ¿Aiden me había llevado a la
cama simplemente para jugar con la mente de Joann? ¿Para jactarse de
que se había tirado a su mejor amiga?
—Me usaste.
—Al igual que tú me usaste. ¿No es por eso que “chocaste” conmigo?
¿Porque Joann te envió a mí para tratar de obtener información para esta
mediación?
—Lo que digas, cariño. Ustedes dos jugaron conmigo como querían.
Excepto que tengo que jugar también.
Entrelazó las manos con las mías mientras su abogado farfullaba para
que nos detuviéramos. Lo ignoramos y marchamos hacia la puerta. Mi
temperamento estaba tan caliente que no necesité mi abrigo cuando
salimos y nos adentramos en la nieve.
—Sí.
Y un cepillo de dientes.
—Yo.
—¿Hay algo mal con su mesa, señor? —La camarera apareció junto
a él, dos vasos de agua en sus manos.
¿Qué hice para merecer esto? Donaba a la caridad. Era amable con
los niños y los perros. Pagaba mis impuestos y votaba en cada elección.
¿Y en respuesta estaba siendo torturada por este exasperante y engañoso,
aunque hermoso, hombre?
Maldito sea. Ese trasero era la razón que estaba en este predicamento.
La razón por la que no podía disfrutar de una pacífica comida de trabajo.
Con Aiden lo suficientemente cerca que podía oler los tonos especiados
a cedro de su colonia, no había forma de ser capaz de concentrarme en
contestar correos electrónicos.
—Vete tú.
Aiden no respondió.
—Contesta la pregunta.
Por supuesto el cabrón no contestó. Solo siguió sonriéndole a la
mujer que se apresuró a ir a sus brazos abiertos.
Ella le dio un fuerte abrazo y su propia sonrisa fue tan cegadora como
la de él. Luego ella dejó su abrigo sobre el respaldo de su silla y sus manos
comenzaron a moverse, comunicándose con él usando el lenguaje de
señas.
Aiden se rio a algo que ella le dijo con las manos, luego él le
respondió con señas, sus labios moviéndose con cada palabra. Él no era
tan rápido como ella, pero seguro que era fluido.
Este era un lindo café, pero necesitaban poner más espacio entre las
mesas.
Mi cara se sentía diez veces más caliente. La última vez que había
estado tan avergonzada, había sido durante el tercer año de preparatoria
en Educación Física, cuando el maestro nos hizo jugar baloncesto. Uno
de los chicos había rebotado el balón en mi dirección y en lugar de
atraparlo con mis manos, lo atrapé con mi nariz.
—H-hola.
—Igualmente.
Los ojos color avellana de Aspen eran tan brillantes como los de
Aiden. Su cabello castaño chocolate colgaba en mechones lisos y
sedosos. A diferencia de su hermano, ella poseía un cepillo.
—Ella es hermosa. —La voz de Aspen tenía un tono único, pero era
sensual y sus palabras claras.
—Gracias —dije.
—Sí, lo es.
Le lancé una mirada. No tenía permiso para dar cumplidos. Hoy no.
No después de avergonzarme frente a su hermana y sorprenderme como
abogado de Riley.
Incluso mientras hablaba, Aiden habló con las manos. Pero estaba
claro que Aspen no lo necesitaba.
—Ella lee los labios —dijo Aiden—. Y tiene implantes cocleares para
poder oír. Obviamente, puede hablar. Hablamos con señas por
costumbre, supongo. Y porque así podemos hablar de ti y no sabrás lo
que estamos diciendo.
Me reí.
—No está equivocada.
Ese guiño. ¿Por qué era tan encantador? Odiaba a los hombres cursis
y que guiñaban. Pero no se veía cursi en Aiden. Era… ¿juego previo?
Bueno, puede reservar esos guiños para otras mujeres. No más jugueteo
en la habitación de invitados de la casa de Riley para mí.
Fingió ofenderse, pero haría falta algo más que mis pequeños golpes
para romper su coraza.
—No.
Él se rio.
Antes de que eso cambiara, era hora de irme y poner algo de distancia
entre Aiden Archer y yo.
—Igualmente.
—¿Lola? —llamó.
—¿Sí?
—Ya nos veremos.
—Lo dudo.
Ladeé la cabeza.
—Una promesa.
—Lo dudo.
—¿Sí?
Su frente se arrugó.
—¿Qué?
Le di mi propio guiño.
—Adiós.
—No. Pero…
—Pero…
—¿Por qué estás aquí? Porque no tienes una computadora, así que
no finjas que estás aquí para trabajar.
—No lo haré. —La noche del sábado había sido una de las más
memorables de mi vida. Nunca antes el sexo había sido tan increíble. Y
Aiden me había hecho sentir más ligera. Después de trabajar setenta
horas a la semana en casos agotadores y desgarradores, necesitaba
ligereza—. Pero eso no significa que te perdone por mentirme.
—No.
—Bien. Me gusta eso de ti. —Sonrió y, por primera vez, no fue
maliciosa ni juguetona. Era genuina y orgullosa. Me recordó mucho a
las sonrisas que me había dado el sábado por la noche—. No sabía quién
eras hasta que Riley encontró a Joann. Me quedé atrás para darles un
poco de espacio. Y para entonces, estaba bajo tu hechizo. Debí haberte
dicho quién era, pero eras demasiado hermosa. No quería irme.
—Oh. —El aire salió de mis pulmones. En cuanto a las disculpas, eso
fue, bueno… perfecto.
—¿Ningún beneficio?
—A mí. Me atrapaste.
—¿Tregua?
Soltó una carcajada tan fuerte que llamó la atención de las mesas
cercanas.
—No. Ayer estabas demasiado enfadada. No creo que seas tan buena
actriz.
Asintió.
—Síp.
—Bien.
—¡Oye!
—Volvamos a mi proposición.
—Joann y Riley.
—Por supuesto.
No me lo esperaba.
Y Joann se había puesto celosa. Era algo que nunca admitiría, sobre
todo porque había comprado el perro. Era demasiado testaruda para
decirle a Riley que dejara de mimar al perro y recordara que estaba
casado.
—Claro. ¿Cuáles?
—¿A quiénes?
Su expresión se aplanó.
—Hola.
Riley se movió para ponerse de pie, pero Aiden arrojó su brazo sobre
el respaldo de los asientos y cruzó un tobillo sobre una rodilla.
—No estoy incómodo. ¿Y tú, Riley?
Durante dos horas, se sentó rígido como una tabla. Joann usó su
energía nerviosa para devorar todo el cubo de palomitas de maíz y una
caja de M&M de maní mientras yo luchaba por mantener mi atención
en la pantalla.
—Buena película.
—Vamos, Lola.
Maldición.
Habían terminado.
Sonrió.
—¿Eh?
—¿Era este otro de tus trucos? Tal vez pensaste que ablandarías a
Joann, y luego, cuando llegara el momento de volver a la sala de
mediación, estaría más dispuesta a ceder ante Riley. —Oh. Dios. Mío.
¿Cómo no había pensado en eso?—. Fue eso, ¿no? Siempre se trató de
ganar el divorcio. Sobre conseguir a Clarence.
Me quedé boquiabierta.
—¿De verdad crees que lastimé a Joann para que Riley se quedara
con el perro en el divorcio?
—Aiden, yo…
—Brillante idea.
Ella se rio, poniéndose de pie también.
—La próxima vez, tal vez puedas venir a visitarme por una semana
—le dije.
—Uff.
Miré más allá de él justo a tiempo para ver la puerta cerrarse y el lugar
donde Riley había estado vacío.
—Oh.
—Le hablé de… ya sabes. Estaba enojado. Me dijo que le debía unos
tragos en el bar. No pensé que vendrías.
—Yo tampoco pensé que estarías aquí. Acabo de decirle a Joann por
qué parece que no puede evitar a Riley. No está muy feliz conmigo.
—Será mejor que me vaya y vea cómo está Joann —le dije mientras
estaba allí, sin hablar—. Si es que no me ha dejado. Es una larga
caminata en el frío hasta su casa. ¿Calamity tiene Uber?
Sacudió la cabeza.
Aiden Archer.
—Adiós.
—Adiós.
—Lola, espera.
5
—Sí —dije sin aliento. Aiden no me había hecho una pregunta, pero
lo que sea que quisiera, la respuesta era sí.
—¿Cuándo te vas?
—Digo que sí. —Una sonrisa tiró de mi boca cuando me dio otro
beso. Cerré los ojos, lista para que me devorara por completo, pero de
repente el calor de su pecho desapareció y yo estaba dando vueltas.
Me reí.
—Bueno.
—¿Qué pasa con Riley? —Aiden lo había dejado tan rápido como yo
me deshice de Joann.
—¿No crees que será incómodo si llega a casa más tarde y nos
escucha teniendo sexo?
—¿Por qué?
—Adivina.
—Por mí.
—Esperaba que tal vez pudiéramos tener otra noche antes de que te
fueras. Y pensé que estarías más cómoda aquí.
Mi corazón saltó.
—Gracias.
—Seguro.
—Esto fue…
De alterar la vida. Ese era el término, pero admitirlo haría que esto
fuera aún más doloroso.
Esto no era amor. Era demasiado pronto para llamar a esto amor.
¿Por qué esto dolía tanto? Ninguno de los dos soltó nuestras manos
unidas mientras estacionaba. Me abrazó. Me agarré a él con fuerza,
girándome para observar su hermoso rostro por última vez.
—Cuídate.
Un último beso.
Me quedé boquiabierta.
—¿Cómo? ¿Cuándo?
Él le besó la frente.
—¿Qué dices, chico? —Riley se agachó para frotar detrás de las orejas
de Clarence—. ¿Quieres tener un hermano algún día?
Joann tenía corazones en los ojos mientras miraba a Clarence lamer
la cara de Riley.
Hoy volvía a Portland un poco triste y muy sola. Pero volver a ver a
Joann y a Riley juntos merecía la pena. Quizá no había sido conocer a
un chico estupendo lo que había hecho de este viaje un punto de
inflexión.
—Con Aiden.
—¿Estaban…?
—Te lo debo.
—¿Cuál es tu teoría?
Aiden se rio.
Mi rostro se sonrojó.
Se me cortó la respiración.
—Así que he decidido que es mejor que sigas en mi vida. ¿Qué tienes
que decir al respecto?
—Sí, lo es. Pero espero que podamos aguantar un tiempo. Si esto sale
como creo que va a salir, tomaremos las decisiones difíciles más
adelante.
—Así no era como pensaba que sería este día. —La sonrisa de mi
rostro se extendió tanto que dolía mientras deslizaba mis manos
alrededor de sus caderas, enterrándolas en los bolsillos traseros de sus
Wrangler.
—¿Aiden?
—¿Qué hiciste?
Se encogió de hombros.
—No es nada.
—Dime.
Me quedé boquiabierta.
—Tal vez.
—No.
—Eres imposible.
—¿Y?
—Y te amo.
Fin
Siguiente libro
Como nueva residente de Calamity,
Everly Christian pensaba que la vida en el
pequeño pueblo de Montana sería aburrida
y sosa, y ella necesita un poco de
mundanidad después de los últimos años
caóticos. Pero una noche, el aburrimiento la
lleva al bar local, donde se encuentra
sentada junto a un apuesto y misterioso
artista.
Ella tiene sus razones para aceptar las nupcias precipitadas, razones
que se guarda para sí misma. Mientras pueda evitar enamorarse de su
marido, saldrá de esta farsa de matrimonio sana y salva. Pero Everly
tiene debilidad por los hombres caprichosos, y cuanto más la aleja Hux,
más se da cuenta de que esta apariencia es cualquier cosa menos una
mentira.
Calamily Montana #2