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Cepitulo 1 gAPiTULo 2 La casa de los espiritus ISABEL ALLENDE Repaso gramatical © Spanish Equivalents of English to be (Part IL) —____©@—___ LA CASA DE LOS ESP{RITUS ISABEL ALLENDE La chilena Izabel Allende es hoy sin dude, la novelita bispanoamericana mds letda del mundo. Nace en 1942 en Lima, Peri, donde su padre etd destinado como diplomdtico Label Allende es sobrina del presidente Salvador Allende y abandona Chile en 1975 a consecuencia del golpe militar que derroca al gobierno e impone una dictadura. Los libros de Izabel Allende, entre los que se encuentran De amor y de sombra (1984), Eva Luna (1987) ¢ Hija dela forcuna (1999), amen de La casa de los espircus (1982) del cual hemos escogido la seleccién que sigue, han sido traducidos a mds de 25 idiomas. En 1994 publica Paula, libro autobiogréfico y extremadamente conmave- dor, en el que recupera su pasado feria. En sus obras Allende nos habla de la tragedia que refleja la historia del continente hispanoamericano, dela esperanza de los hombres 19 de las misjeres que en ese continente luchan por lograr un mundo mejor. La casa de los espititus es la historia de una familia marcada por el amor; la politica y la tragedia. En sus pdginas encontramos la erénica de los Trucba desde los afi: veinte hasta la década de los setenta. La accién ocurre en una reptiblica sudamericana —cuyo nombre la autora no menciona— que lucha por la democracia. En el trasfonda de la novela podemos percibir el Chile nativo de Kabel Allende, donde se destaca la reereacin del golpe de estado al final de la obra. 25 Capirulo 2 Eieban Trueba, partiendo de la nada, ha legado a ser un hombre muy rico olvi- dando su origen, un despiadado terrateniente. Clara. exposa de Esteban, es una majer libre y moderna gue posee la capacidad de ver el futuro. Blanca, hie de Esteban y de Claris se enamora de Pedro Tercera, amigo de la infancia aunque considerado por el padre de ella como wn ser inferior por ser mestizo y haber nacido de padres que trabaja- ‘ban la tierra de los Trueba. Pedro, abora amante de Blanca, es un revolucionario que organiza a los campesinos contra los abusos de los terratenientes como Esteban Trueba. Encontramos en La casa de los espiritus ciertas semejanzas con Cien afios de soledad (del colombiano Gabriel Garcia Marquez); ambos autores se sirven del reax lismo mégico para mostrar que, en el continente sobre el que excriben, la realidad se diluye y se mezcla con la fantasia. Ambas obras son la historia de familias que viven tuna realidad cotidiana mezclada com sucesosfantdsticos en ls que se muteven unos per- sonajes grotesco-realists, Sin embargo, La casa de los espiitus se distingue de la novela colombiana porque centra mds su arencién en los peronajesfernenines » por medio de cstos personajes, celebra la emancipacin socal de la mujer hispanoamericana, En la seleccién que agud presentamos, vemos a Clara en uno de los momentos de realismo mdgico de la novela, momento que resulta trdgico para sus personajes. Clana prevé el terible terremoto que poco después sacudira el patsy destruiné la hacienda Las Tres Martas, donde Blanca y sus padres ein pasando los timos dias de sus vacaciones. Allende muesra su gran capacidad para describir las fuerzas de la naturaleza y los efc- 40s que étas tienen sobre edificios, campos y personas. Enconsramnos también digno de destacar la cura manavilosa del destrozado cuerpo de Esteban Trueba sobre quien se desploma uno de los edificios del rancho, Esta cura la hace Pedro Garcta un visjo ciego capac de lograr milagrosos remedios con el soque magico de sus dedos “antiguos”. sf cranscurrieron tres afis, hasta que el rerremoro cambié las cosas, Al final de estas vacaciones, los mellizos regresaron a la capital antes que el resto de la fuilia, acom- paftados por Ja Nana, los sirvientes de la ciudad y gran parte del equipaje. Los muchachos iban directamente al colegio! mientras la Nana y los otros empleados arreglaban la gran casa de la esquina para la llegada de los patrones. Blanca se quedé con sus padres en ef campo unos dias més. Fue entonces cuando Clara comenz6 a tener pesadillas, a caminar? sondmbula por los corredores y despertar gritando. En el dia andaba como idiotizada, viendo signos premonito- Flos en el comporcamiento de las bestias: que las gallinas no ponen su huevo diario, aque las vacas andan espantadas, que los perros aillan ala muerte y salen las ratas, las araiias y los gusanos de sus escondrijos, que los péjaros han abandonado los nidos y estan alejéndose en bandadas, mientras los pichones gritan de hambre en los drboles. Miraba obsesivamente la tenue columna de humo blanco del volofn, escrutando los cambios en el color del cielo. Blanca le preparé infusiones calmantes y bafios tibios Los perros cscaparon al ders de salir desboca: algunos cayer Jo tremendo sintié largame: llamando a Bl campesinos que s tunos con otros los viejos, trarand Capisulo 2 Lecasa de los expritus ar bre muy rico y obvi an, es una majer ‘iia de Esteban y de swe considerado por el de padres que trabaja- = un revolucionario que como Esteban Trueba. con Cien afios de es se sirven del rea- “ben, la realidad se de familias que viven se mueven unos per 2 disringue de la novela mneninos y por medio de noammerican. xno de los momentos de sus personajes. Clare dessruind la hacienda Las os dias de sus vacaciones. Fe naturalecay os efoc- ramos también digno de Trueba sobre quien se arcta, un vieja ciego dedos “antiguos”. 2s cosas. Al final de estas de la familia, acom- © del equipaje. Los 2 ¥ los otros empleados es dias més, Fue enconces nla por los corredores signos premonito- ponen su huevo diario, y salen las rata, las bandonado los nidos y hhambre en los érboles. voledn, escrutando los calmantes y bafios tibios so y Esteban recurri6 a la antigua cajita de pildoras® homeopéticas para tranquilizarla, pero los suefios continuaron, —iLa tierra va a temblar!! —decfa Clara, cada vez més palida y agitada. Siempre tiembla, Clara, por Dios! —respondia’ Esteban. —Esta ver serd diferente, Habsé diez mil muertos. No hay ranca gente en todo el pais —se burlaba 4. Comenz6 el cataclismo a las cuatro de la madrugada. Clara desperté poco antes con una pesadilla apocaliptica de caballos reventados, casas arrebatadas por el mar, gente reptando debajo de las piedras y cavernas abiertas en el suelo donde se hhundfan casas enteras. Se evant livida de terror y corrié a la habitacién de Blanca. Pero Blanca, como rodas las noches, haba cerrado con llave su puerca y se habia deslizado por la ventana en direccién al rio. Los tiltimos dias antes de volver a la ciue dad, la pasién del verano adquiria caracterisicas draméticas, porque ante la inmi- rnencia de una nueva separacién, los j6venes aprovechaban todos los momentos posi- bles para amarse® con desenfreno. Pasaban la noche en el rio, inmunes al fifo 0 al cansancio, rerozando con la fuerza de la desesperacién, y sélo al vislumbrar los primeros rayos del amanecer, Blanca regresaba a la casa y entraba por la ventana a su cuarto, donde llegaba justo a tiempo para ofr cantar alos gallos. Clara llegé hasta la puerta de su hija y traté de abrirla, pero estaba trancada. Golpes y como nadie respondié, salié cortiendo, dio media vuelta a la casa y entonces vio la ventana abjerta de paren par y las horcensias plantadas por Férula pisoteadas. En un instance comprendié la causa del color del aura de Blanca, sus ojeras, su desgano y su silen- cio, su somnolencia matinal y sus acuarelas vespertinas. En ese mismo instante comenas el terremoto. Clara sincié que el suelo se sacudfa y no pudo sostenerse en pie. Cayé de rodi- llas. Las tejas del techo se desprendieron y llovieron a su alrededor con un estrépito ensordecedor. Vio la pared de adobe de la casa quebrarse como si un hachazo le hubiera dado de frente, la tierra se abri6, tal como lo habia visto en sus suefios, y una enorme grieta fue apareciendo ante ella, sumergiendo a su paso los gallineros, las artesas del lavado y parte del establo. Bl estanque de agua se laded y cayé al suelo desparramando mil litros de agua sobre las gallinas sobrevivientes que aleteaban desesperadas. A lo lejos, el voledn echaba fuego y humo como un dragén furioso, Los perros se soltaron de las cadenas y corrieron enloquecidos, los caballos que escaparon al derrumbe del establo, husmeaban el aire y relinchaban de terror antes de salir desbocados a campo abierto, los élamos se tambalearon como borrachos y algunos cayeron con las raices al ire, despachurrando los nidos de los gortiones. Y lo tremendo fue aquel rugido del fondo de la tierra, aquel resuelo de gigante que se sintié largamemte, Ilenando el aire de espanto. Clara traté de arrastrarse hacia la casa lamando a Blanca, pero los escertores del suelo se lo impidieron. Vio a los campesinos que salfan despavoridos de sus casas, clamando al cielo, abrazdndose tunos con otros, a tirones con los nifios, a patadas con los perros, a empujones con los viejos, tratando de poner a salvo sus pobres pertenencias en ese estruendo de « Capitulo = ladrillos y tejas que salian de las entrafias mismas de la tierra, como un interminab! rumor de fin de mundo, Esteban Teueba apatecié en el umbral de la puerta en el mismo momento = aque la casa se partié como una efscara’ de huevo y se dermumbé en una nube d= polvo, aplastindolo bajo una montaita de escombros. Clara repté® hasta alé lame dolo a gritos, pero nadie respondié. La primera sacudida del rerremoto duré casi un minuto y fue la mds fuerte que se haba registrado hasta esa fecha en ese pais de caristrofes. Tis al suelo casi todo k que estaba en pie y el resto terminé de desmoronarse con el rosario de temblore rmenores que siguié estremeciendo el mundo hasta que amanecié, En Las’Ties Marta: esperaron? que sacra el sol para contar a los muertos y desenterrar alos sepultado: que atin gemian bajo los derrumbes, entre ellos a Esteban Trueba, que todos sabian dénde estaba, pero nadie tenfa esperanza de encontrar con vida. Se necesitaron cua- tro hombres al mando de Pedro Segundo, para remover el cero de polvo, tjas adobes que lo cubria. Clara habia abandonado su distraccién angélica y ayudaba quiar ls piedtas con fuerza de hombre. —jHay que sacarlo! [Esté vivo y nos escucha! —aseguraba Clara y eso les dabe 4nimo para continua. Con las primeras luces aparecieron Blanca y Pedro Tercero, intactos, Clara se fue encima de su hija y le dio un par de bofetadas, pero luego la abrazé llorando, aliviada por saberla a salvo y tenerla a su lado. Su padre eseé all —sefial6 Clara. Los muchachos se dispusieron a la tarea con los demés y al cabo de una hora, cuando ya habia salido el sol en aquel universo de congoja, sacaron al patrén de su tumba. Eran tantos sus huesos rotos, que no se podfan contar, pero estaba vivo y tenfa los ojos abiertos. —Heay que llevarlo al pucblo para que lo vean los médicos —dijo Pedro Segundo. Estaban discutiendo cémo trasladarlo sin que los huesos se le salieran por todos lados como de un saco roto, cuando legé Pedro Garcia, el viejo, que gracias a su ceguera y su ancianidad habfa soportado” el rerremoto sin conmoverse. Se agaché al lado del herido y con gran cautela le recorrié el cuerpo, tantedndolo con sus ‘manos, mirando con sus dedas antiguos, hasta que no dejé resquicio sin contabilizar nj rotura sin vener en cuenta. —Si lo mueven, se muere —dictaminé. Esteban Trueba no estaba inconsciente y lo oy6 con toda claridad, se acondé de la plaga de hormigas y decidié que el viejo'? era su tinica esperanza. —Déenlo, él sabe lo que hace —balbuces. Pedro Garcia hizo traer una manca y entre su hijo y su nieto colocaron al patrn sobre ella, lo alzaron con cuidado y lo acomodaron sobre una improvisada mesa que hhabian armado al centro de lo que antes era el patio, pero ya no era més que un pequefio claro en esa pesadilla de cascotes, de cadéveres de animales, de llantos de nifios, de gemidos de perros y oraciones de mujeres. Encre las ruinas rescataron un Capitulo 2 Le casa de los expiritus 2 omo un interminable roa odre de vino, que Pedro Garcia distribuy6 en tres partes, una para lavar el cuerpo del herido, otra para darsela a tomar y otra que se bebié él parsimoniosamence antes de smo momento en comenzar a componerle los huesos, uno por uno, con paciencia y calma, estirando mbé en una nube de por aqui, ajustando por allé, colocando cada uno en su sitio, entablillindolos, epté® hasta al Ilamén- envolvigndolos en tiras de sdbanas para inmovilizarlos, mascullando letanias de san- 10s tos curanderos, invocando a la buena suerte y la Virgen Maria, y soportando los gri- fue la més fuerte que tos y blasfemias de Esteban Trueba, sin cambiar para nada su beatifica expresién de 6 al suelo casi todo lo cicgo. A tientas le reconstituye el euerpo ran bien, que los médicos que lo revisaron rosario de temblores después no podian creer que eso fuera posible. En Las Tres Marias —Yo ni siquiera lo habria intentado —reconocié el doctor Cuevas al enterarse. cerrar alos sepultados una Los destrozos del terremoto sumieron al pais en un largo luto. No basté a la gue todos sabjan tierra con sacudirse hasta echarlo todo por el suelo, sino que el mar se retiré varias da, Se necesitaron cua- millas y regres6 en una sola gigantesca ola que puso barcos sobre las colinas, muy 10'° de polvo, tejas y Iejos de la costa, se levé caserios, caminos y bestias y hundié més de un metro bajo in angélica y ayudaba & cl nivel del mar a varias islas del Sur. Hubo edificios que cayeron como dinosaurios uss heridas, otros que se deshicieron como castillos de naipes, los muertos se contaban 2 Clara y eso les daba por millares y no queds familia que no tuviera alguien a quien llorar. El agua salada del mar arruiné las cosechas, los incendios abatieron zonas enteras de ciudades y , incactos. Clara se pueblos y por tiltimo corti la lava y cayé la ceniza, como coronacién del castigo, :0 la abrazé lorando, sobre las aldeas cercanas a los voleanes. La gente dejé de dormir en sus casas, ate- 120 rrorizada con la posibilidad de que el cataclismo se repitiera, improvisaban carpas en lugares desiercos, dormfan en las plazas y en las calles. Los soldados cuvieron que al cabo de una hora, hacerse cargo del desorden y fusilaban sin mds trémites a quienes sorprendian ron al patrdn de su robando, porque mientras los mas cristianos atestaban las iglesias clamando perdén pero estaba vivo y por sus pecados y rogando a Dios para que aplacara su ira! los ladrones recorrian 195 los escombros y donde aparecfa una oreja con un zarcillo o un dedo con un anillo, médicos —dijo Pedro los volaban de una cuchillada, sin considerar que la victimna estuviera muerta o sola- mente aprisionada en el derrumbe. Se desaté un zafarrancho de gétmenes que sc le salieran por todos provocé diversas pestes en todo el pais. El resto de! mundo, demasiado ocupado en vigjo, que gracias a su oa guerra, apenas se enteré de que la naturaleza se habia vuelto loca en ese lejano

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