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Esa primera noche aparecieron dos cabras destrozadas yuna mula, la del molinero del pueblo, caida en un ba- rranco, El animal, viejo y cansado, tenia que haberse asus- tado mucho para correr como habfa corrido hasta la cima del cerro, desde donde se habia despertado, En el pueblo a nadie le quedaron dudas. Al fin habi cedido lo que todos esperaban desde hacia dieciséis aftos. Vociferantes, asustados, furiosos, los barranqueiios deci dieron que Nicanor debfa dejar el pueblo. El maestro se ‘puso, Hablé de disparates, de ignorancia, de piedad y de carifio, Nadie le hizo caso, Armados, con antorchas, cuando Hlegé la segunda no che de luna Ilena los vecinos se dirigieron a la casa de la lechiguana, A unos pasos del rancho, ya con la luna bien alta, un aullido los detuvo. Vieron la sombra de un animal enorme que corrfa detras del rancho de dona Jacinta y se quedaron paralizados. Al fin, el que parecfa mandar, lanz6 tun grito que los sacé de la inmovilidad, Todos habfan vis- to hacia dénde escapaba el animal, ylo siguietuss Sonaron los escopetazos, los gritos, las injurias. Regresaron varias horas después, todavia de noche, No habian logrado dar con Nicanor, y decidieron esperarlo en la casa de la bruja, Golpearon la puerta del rancho con fuerza, envalentonados y a la ver furiosos por la noche de caza frustrada, Sin embargo, dota Jacinta no estaba sola. Un gaucho alto y elegante, vestido con una inmaculada chaqueta oscura, les abrié la puerta, los mid serio y les pregunt6 qué querian. Mostraba los dientes en una mue- a que era y no era sonrisa, La pregunta, el tono, el gesto altivo del hombre, todo era un desafio, que ningiin vecino se atrevié a responder. El hombre rio, despectivo, mien- tras los barranquefios caminaban de regreso a sus casas. 40 Luego siguié la charla, que llevaba ya varias horas, con la Jechiguana. En ese rancho pobre, el hombre elegante y po- deroso, y la vieja que sabia muchas cosas oscuras, tenfan {que terminar una larga conversacién 4

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